Introducción
Conclusiones
Bibliografía
Introducción
Como advierte Domínguez Caparrós, el concepto de género literario presenta un estatuto
dificilísimo de perfilar, pues, como categoría cognitiva, se halla entre la teoría y los
fenómenos observables.
De hecho, conforme a las revisiones de Huerta Calvo o de Abad Nebot, a lo largo de la
historia de los estudios literarios, se suceden, no sin polémica, concepciones del género muy
dispares (p. ej., como categoría lógico-apriorística, como modelo normativo, como actitud
literaria arquetípica, como conjunto de convenciones sociohistóricas y pragmáticas, etc.).
Igualmente, se proponen tipologías de los géneros muy diversas en alcance y criterios (tanto
clasificaciones teóricas como taxonomías históricas).
A principios del s. XX, consumando el rechazo romántico de la teoría clásica-clasicista,
la crítica idealista (Croce) llega al extremo de negar la existencia del género, concibiendo el
lenguaje en uso como continua creación estética y literaria, única e irrepetible en cada caso,
ajena a los usos preexistentes y a toda norma derivada.
Pese a todo, partiendo del legado de la crítica formalista (Tomachevsky, Wellek y
Warren, etc.), actualmente se continúa postulando la realidad (y la necesidad teórico-
metodológica) del género, asumiendo una concepción del hecho literario como institución
sociohistórica que crea y recrea sus convenciones, incluidas las genéricas; asimismo,
siguiendo las líneas abiertas por la crítica estructuralista (Todorov, Bajtin, etc.) y por la
pragmática literaria (Ryan, Schaeffer, etc.), se estudia el género en conexión con los actos de
habla y los géneros discursivos. Además, se reconoce unánimemente la utilidad pedagógica
del género como principio organizador para la crítica, la historia y la educación literarias.