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LA DIVINA COMEDIA

Primer Círculo: Nos encontramos en el Limbo, en él se encuentran las personas que, no habiendo recibido el bautismo y
siendo que nacieron privados de la fe, no pueden disfrutar de la visión de Dios, pero no son castigados por algún pecado
(por eso es llamado también anteinfierno). Su condición ultraterrena tiene muchos puntos de contacto con la concepción
clásica de los Campos Elíseos. Como dato curioso cabe resaltar que Benedicto XVI eliminó en 2006 el concepto de
Limbo, los niños que mueran sin bautizar quedarán en manos de “la misericordia de Dios” e irán quizá al paraíso. Según
Dante, aquí se encontrarían personajes como: Homero, Cicerón, Séneca, Ptolomeo, Hipócrates, Horacio, Ovidio,
Aristóteles, Sócrates, Julio César, etc.

Segundo Círculo: Aquí comienza el verdadero Infierno, de hecho encontramos a Minos que juzga a los condenados según
el mito ya presente en Homero y Virgilio. En el segundo círculo están castigados los pecadores incontinentes y en
particular los lujuriosos: Ellos son empujados por el aire, vencidos por la tormenta infernal, evidente contrapaso (principio
que regula la condena de los reos mediante el contrario de su culpa o por analogía a ella), por analogía de la pasión que
los abrumó en vida. Están castigados aquí: Semirámide, Dido, Cleopatra, Helena, Aquiles, Paris, Tristán, Paolo
Malatesta y Francesca de Rimini.

Tercer Círculo: En el tercer círculo, Dante y Virgilio continúan encontrando pecados incontinentes, en
particular golosos. Ellos están inmersos en el fango, bajo una lluvia incesante de granizo y nieve, y golpeados por Cerbero,
guardián de todos los ínferos según la mitología clásica pero aquí relegado a guardián de solo el tercer círculo.
El contrapaso es más complejo respecto al anterior círculo pero se puede ver igual: en el fango en el cual están obligados
a arrastrarse un antítesis del uso refinado que hicieron en vida en el sentido del gusto y, en la avidez del guardián que los
maltrata, un reflejo de la avidez y la codicia. En conclusión, se puede decir que está potenciado al máximo el aspecto
bestial de la avidez de comida, como se nota también en la degradación que sufre el mismo Cerbero respecto a su breve
aparición en la Eneida (de hecho, Dante maximizó la monstruosidad del aspecto físico, así como en el objeto que se le tira:
Una focaccia somnífera en la Eneida, pero acá un puño de tierra). Aquí está castigado Ciacco.

Cuarto Círculo: Los pecadores de incontinencia del cuarto círculo son los avaros y los pródigos, condenados a empujar
enormes pesos de oro, divididos en dos grupos que cuando se encuentran se injurian. La grandeza del peso que los
oprime simboliza la cantidad de bienes terrenales que acumularon o gastaron, dedicándose enteramente a esto en
vida. El guardián del círculo es Pluto, dios de la riqueza, que Dante confunde quizás con Plutón, Rey del Averno.

Quinto Círculo: Este círculo es el último en el cual se encuentran pecadores castigados por su incontinencia. Aquí están
los iracundos y los perezosos, los primeros inmersos y los segundos sumergidos en la Laguna Estigia. Los primeros
estuvieron inmersos en el fango de su propia rabia, y ahora se golpean y se injurian eternamente, mientras los segundos
gastaron su vida en la inmovilidad del espíritu, y por eso están hundidos, privados de aire y palabra así como en vida se
privaron de las obras. El custodio, también barquero sobre la Laguna Estigia, es Flegias, alegoría de la ira. Su figura es
tomada de la mitología, siendo él el rey de los Lápitas que incendió el templo de Delfos para vengarse de Apolo, que había
seducido a su hija, como narran Virgilio y Estacio. Algunos han planteado la hipótesis de que en el pantano se encuentran
los soberbios y los envidiosos, porque no se encuentran en ninguna otra parte: pero viendo bien son infinitos los modos
en los cuales un hombre puede pecar, y por eso las culpas están repartidas en grandes categorías, según una justicia
divina inescrutable para la lógica humana. Notamos después como la soberbia y la envidia serán castigadas en
el Purgatorio no como culpas precisas, sino como tendencias del carácter, diferencia que bien distingue a los dos
reinos. Aquí es castigado como iracundo: Filippo Argenti.

Sexto Círculo: Está dentro de los muros de la ciudad de Dite, en la mitología homónimo de Plutón, y acá vigilada por una
multitud de diablos y por las Furias o Erinias (el primero es el nombre en latín, el segundo griego). Ellas son
tres: Megera, Alecto y Tisífone, y son las diosas de la venganza, que personifican el remordimiento por un delito cumplido
que perseguía al criminal. Aquí son castigados los herejes (entre los cuales los epicúreos, que negaron la supervivencia del
alma) en sepulcros en llamas: la idea probablemente está tomada de la pena a la cual estaban castigados los herejes en
los tribunales terrenales, es decir la hoguera, en cuanto el fuego era considerado símbolo de purificación y correspondía a
la luz que ellos pretendían expandir con sus doctrinas. En el Infierno los seguidores de cada secta están juntos, en
contraste a la discordia y a la división que en cambio llevaron en la Iglesia, mientras que el sepulcro alude a la negación de
la inmortalidad del alma (aunque no todas las herejías la negaban). Los heresiarcas no están incluidos en las grandes
categorías de la incontinencia y de la malicia, sino que forman una clase distinta, ellos de hecho creyeron poder escapar al
juicio normativo de Dios, pero no fueron inmunes del castigo. Naturalmente son distintos también de los condenados del
primer círculo, los cuales no son verdaderos condenados en cuanto la de ellos fue simple ignorancia, y no una libre
elección. Aquí son castigados: Farinata degli Uberti, Cavalcante dei Cavalcanti, Federico II, Ottaviano degli Ubaldini, Papa
Anastasio II.

Séptimo Círculo: Al séptimo círculo se accede después de haber superado los restos de una grieta, provocada por el
terremoto que movió la tierra al morir Cristo. Ella marca una neta diferencia de la parte superior del Infierno: de hecho
los condenados de los últimos tres círculos son culpables de haber puesto malicia en sus respectivas acciones. El custodio
del círculo es el Minotauro, que representa la “loca bestialidad”, es decir la violencia que equipara los hombres a las
bestias. Aquí son castigados los violentos, divididos en tres grandes giros:

Primer Giro: Los violentos contra el prójimo, es decir los homicidas y los criminales, tiranos, violadores y bandidos, son
inmersos en el Flegetonte, río de sangre hirviente que simboliza la sangre que derramaron en vida, y son atormentados
por los centauros, que también representan la violencia y la fuerza bestial. Los condenados están inmersos en el río en
distintas proporciones según la gravedad de la culpa, y son golpeados por las flechas de los centauros si intentan salir de
la sangre más de lo establecido. Aquí son castigados los tiranos: Alejandro de Feres, Dionisio I de Siracusa, Ezzelino III de
Romano, Obizzo II d’Este, Atila, Pirro Neoptólemo y Sexto Pompeyo; el homicida Guido de Montfort; los bandidos: Rinieri
de Corneto y Rinieri de’ Pazzi.

Segundo Giro: Los violentos contra sí mismos están divididos en dos categorías netamente distintas por la diversidad de
sus penas: Los suicidas son transformados en árboles por haber querido voluntariamente renunciar a su naturaleza
humana, y de hecho no podrán nunca recuperarla: El Día del Juicio Final, cuando condenados y benditos tomarán sus
cuerpos para sufrir y gozar en modo más intenso, los suicidas se limitarán a colgar a las ramas del propio árbol el cuerpo
recuperado. Ellos son además castigados por las Harpías, criaturas mitológicas con cuerpo de pájaro y cara de mujer, que
en la Eneida profetizaban hambre y desgracias a los troyanos. En cambio, los derrochadores, que en vida destruyeron y
desgarraron su sustancia, aquí son desgarrados por perras famélicas. Ellos son distintos de los pródigos del cuarto círculo
ya que no solo no tuvieron mesura a la hora de gestionar su patrimonio, sino que también tenían objetivos destructivos, y
de esta manera destruían su propia sustancia: son por lo tanto víctimas de una caza infernal, muy parecida a aquellas
narradas en el medioevo (el ejemplo más famoso se encuentra en el Decamerón de Boccaccio, en el cuento de Nastagio
degli Onesti), y de ese modo también acrecientan el sufrimiento de los suicidas. Aquí son castigados los suicidas: Pier della
Vigna y un anónimo florentino. Y los derrochadores Lano de Siena y Jacopo de Sant’Andrea.

Tercer Giro: Los violentos contra Dios, la naturaleza y el arte son, de hecho, divididos en tres grupos: los blasfemos están
echados en la arena ardiente, inmóvil bajo una incesante lluvia de fuego; los sodomitas en cambio corren incesantemente
bajo el fuego, y, finalmente, los usureros (“violentos contra las artes” en cuanto violentos contra el derecho humano al
trabajo) están sentados en la lluvia de fuego. No existe una guardia para este grupo en específico, pero que hay un
guardián del séptimo círculo completo, es decir, el Minotauro. El contrapaso una vez más se refiere a las sanciones
impuestas en la Edad Media a los crímenes contra los dioses: La hoguera. En el caso de los sodomitas notamos una
relación con el episodio de la Biblia de la destrucción de Sodoma y Gomorra justamente bajo una lluvia de fuego. Se nota
también cómo los usureros son irreconocibles a Dante, que los identifica sólo por el escudo de la familia, que lo llevan
colgado, en una condena global de la sociedad a la que pertenecen (son irreconocibles también los avaros y pródigos del
cuarto círculo, connotándolos como ciegos por el amor a los bienes terrenales, que al alejarlos de los bienes celestes
distorsiona también la naturaleza humana). Aquí se castiga como blasfemo: Capaneo. Son castigados como “contra
naturaleza”: Brunetto Latini, Prisciano de Cesarea, Francesco d’Accorso, Andrea dei Mozzi,Guido Guerra, Tegghiaio
Aldobrandi, Jacopo Rusticucci y Guglielmo Borsiere. Y aquí se castigan como usureros a un Gianfigliazzi, un Obriachi y
un Scrovegni.

Octavo Círculo: El octavo círculo aún castiga a los pecadores que usaron la malicia, pero esta vez en
modo fraudulento contra los que no son de confianza. Tiene una forma muy peculiar que Dante describe con cuidado:
Está ubicado en un profundo foso en el medio del cual hay un pozo (la parte más profunda del Infierno); entre el banco y
los pozos se excavan diez inmensa zanjas conectadas por acantilados rocosos que actúan como puentes (que, sin
embargo, el de la sexta fosa se derrumbó por el terremoto que siguió a la muerte de Cristo). Estas zanjas son las diez
fosas del octavo círculo, llamadas colectivamente “Malebolge”, un término acuñado por Dante como los nombres de los
demonios que guardan algunos hoyos, como los Malebranche de la quinta (bolgia originalmente significaba “bolsa”,
mientras que su uso moderno naturalmente deriva de la Divina Comedia). El custodio de Malebolge es Gerión, símbolo de
fraude, según las palabras del poeta que lo presentó en el Canto XVII. De hecho, él tiene “cara de hombre justo” y el
cuerpo de serpiente (otra imagen emblemática del mal de las primeras páginas de la Biblia), y su cola bifurcada
representa la subdivisión entre el octavo y noveno círculo, es decir, respectivamente, el fraude hacia quienes no se confía,
y contra los que se confía, mientras que la piel multicolor representa la diversidad del engaño, como se ve en las diez
fosas.

Primera Fosa: En la primera fosa se castiga a los proxenetas y a los embaucadores-seductores, es decir, aquellos que
sedujeron en nombre de los demás y por cuenta propia. Se dividen en dos formaciones que recorren la fosa, golpeados
por latigazos por parte de “cornudos demonios”. El contrapaso es más bien genérico, ya que los azotazos en la Edad
Media, eran un castigo común en muchos tipos de delitos menores: Dante, sin embargo, hace hincapié en la desnudez de
los pecadores, que por supuesto se refiere al mercimonio que hicieron en vida. Aquí se castiga como un rufián: Venedico
Caccianemico, y como seductor a Jasón.

Segunda Fosa: En la segunda fosa, tratada en el mismo canto precedente son castigados los aduladores, que se
encuentran en excrementos humanos, digno contrapaso por la obscenidad moral de sus pecados. Son castigados
aquí: Alessio Interminelli y Thais.

Tercera Fosa: En el hoyo tercero son castigados los simoníacos, que hicieron mercimonio (comercio ilegal) de los bienes
espirituales y sobre todo de oficios eclesiásticos. Ellos están al revés en los agujeros de los que sólo aparecen los pies,
rodeados por las llamas. Ellos que son tan grandes en bolsas que en vida llenaron de dinero, convirtiendo sus funciones
en favor de los bienes puramente terrenales y no divinos. La llama que lame sus pies se refiere a la llama del Espíritu
Santo que cayó sobre la cabeza de los apóstoles y de María. Se castiga aquí: Papa Nicolás III.

Cuarta Fosa: En la cuarta fosa se castiga a los adivinos y a los magos, quienes caminan con la cara distorsionada hacia
atrás, en contraste con el pretexto de ver el futuro. Mediante la arrogancia y el engaño de las personas se proclamaban
tener las facultades reservadas exclusivamente a Dios. Sin embargo, no deben ser confundidos los astrólogos con los
adivinos: en la Edad Media se consideraba a la astrología una ciencia que trataba de los astros y sus influencias, y el
propio Dante en varias ocasiones se refiere, por ejemplo, cuando afirma ser nacido bajo Géminis, mientras que la
cuestión de cómo estas influencias son consistentes con el libre albedrío se considera, asimismo, en todo caso aquí insiste
en el engaño, la pretensión de ser capaz de ver y cambiar el futuro, lo cual es obviamente falso. Son aquí
castigados: Anfiarao, Tiresias, Arunte, Manto, Calcas, Eurípilo, Miguel Escoto, Guido Bonatti.

Quinta Fosa: La quinta fosa está compuesta por un lago de brea hirviente en el cual son inmersos los malversadores,
aquellos que tomaron provechos ilícitos de sus cargos públicos. A cuidar la bolgia hay un grupo de diablos llamado con el
nombre de Malebrache, que castigan con sus ganchos a los condenadores que intentan salir de la brea. Dante, con gran
despliegue de fantasía, nombra a algunos: Malacoda, Barbariccia, Alichino, Calcabrina, Cagnazzo, Libicocco, Draghignazzo,
Ciriatto, Graffiacane, Farfarello, Rubicante. Como los diablos mismos se burlan del condenado, la inmersión en la brea
alude a la vida que tuvieron, mientras que la sustancia será justificada por su viscosidad, que hace referencia al modo en
el que engañaron a la gente en vida. Son aquí castigados: Un anónimo de Lucca, Fray Gomita y Michele Zanche.

Sexta Fosa: En el hoyo sexto son castigados los hipócritas, que están vestidos con pesadas capas de plomo, doradas al
exterior, con evidente alusión al contraste entre la aparición de “oro”, agradable, que los hipócritas muestran al mundo
exterior, y sus interioridad falsa, agobiada por los malos pensamientos. Esta pena puede haber sido sugerida a Dante de la
etimología que Uguccione de Pisa da a la palabra “hipócrita”, como algo que una persona que “esconde algo debajo del
oro, bajo una apariencia dorada”. Una subcategoría particular de hipócritas está representado por los miembros
del Sanedrín, que condenaron a Cristo a la muerte “en beneficio de todo el pueblo”, pero causando la ruina de los judíos:
con evidente contrapaso están crucificados en la tierra, en medio del camino, de modo que los hipócritas que se caminan
con las capas pesados los pisan. Aquí son castigados: Catalano dei Malavolti y Loderingo degli Andalò y son crucificados en
la tierra: Caifás, Anás y los fariseos.

Séptima Fosa: En la fosa séptima los ladrones son castigados, colocados entre las serpientes con sus manos atadas por
serpientes, y transformados en éstas. Dichos animales son el símbolo por excelencia del demonio, del engaño, como se
lee en el Génesis, donde a engañar a Adán y Eva es Satanás en forma de serpiente. En este caso en particular el uso de
este animal se justifica por la naturaleza insidiosa de los ladrones, cuyas manos están atadas porque estas cometieron el
delito. Además la transformación de sus figuras se puede interpretar como un contrapaso, precisamente porque su
naturaleza es lo único que tienen en el Infierno, sin embargo, también son despojados de eso. Guardián y condenado de
este pozo es Caco, un personaje mitológico que fue un ladrón y asesino, y que Dante hace centauro, señalando que no se
encuentra con los demás en el séptimo círculo porque además de ser violento también era ladrón. Son castigados: Vanni
Fucci, Cianfa Donati, Agnolo Brunelleschi, Buoso Donati, Puccio Sciancato y Francesco de’ Cavalcanti.

Octava Fosa: En el hoyo octavo se castiga a los consejeros fraudulentos, que andan encerrados en llamas. La lengua de
fuego es la imagen de la lengua con la que pecaron, dando consejos engañosos, y de hecho también tienen dificultad para
hablar, como lo vemos en el diálogo entre Dante y Ulises y luego entre Dante y Guido da Montefeltro. Se castiga
aquí: Ulises, Diomedes y Guido da Montefeltro.

Novena Fosa: En el hoyo noveno se castiga a los sembradores de la discordia, que puede ser sembradores de la discordia
religiosa, que es responsable de los cismas, política, responsable de las guerras civiles, o más generalmente para los
hombres y las familias. Ellos están mutilados por un demonio que vuelve a abrir sus heridas tan pronto como se cierran,
enfatizando con la separación de sus órganos las perennes divisiones que causaron en la humanidad. Son son
castigados: Ali Ibn Abi Talib, Mahoma, Pier da Medicina, Gayo Escribonio Curión, Mosca dei Lamberti, Bertran de
Born, Geri del Bello.

Décima Fosa: En la última zanja del octavo círculo se castiga a los falsificadores, que en vida falsificaron cosas, personas,
dinero o palabras. Están sufriendo de enfermedades horribles que les deforman. Los falsificadores de las cosas
tienen lepra, los de persona rabia, los de monedas hidropesía y los de palabra fiebre. Estas enfermedades los desfiguran,
así como en vida ellos desfiguraron la realidad. Aquí se castigan como falsificadores de cosas Grifolino
d’Arezzo, Capocchio, como falsificadores de persona: Gianni Schicchi y Mirra, como falsificadores de moneda: Mastro
Adamo, y como falsificadores de palabra: La esposa de Putifar y Sinón.

Noveno Círculo: El último círculo del Infierno castiga todavía a los culpables de malicia y fraude, pero esta vez contra
quienes se fiaron. El noveno círculo está materialmente separado del precedente por un inmenso pozo, y en la estructura
misma del poema está resaltado por la inserción de un “canto de pasaje”, pero igualmente muy importante. En este pozo
están castigados los gigantes, que están fuera de la estructura ternaria del Infierno de la misma forma que son extraños a
la naturaleza humana, más allá de que se parezcan: ellos son al mismo tiempo condenados y custodios del último círculo,
que está de esa forma encuadrado por titánicas figuras de rebeldes contra la divinidad, los Titanes justamente que se
rebelaron a Júpiter y Lucifer que a pesar de ser el más bello y potente de los ángeles se le rebeló a su creador. Ahora, por
contraste por haber querido elevarse usurpando un poder que no es de ellos, todas estas figuras están inmovilizadas en lo
más profundo del Infierno. Aquí en particular encontramos a los gigantes, encadenados a las paredes del pozo desde el
ombligo hacia abajo. Solo Anteo está en parte más libre, dado que no participó en la guerra de los hermanos contra
Júpiter. Están aquí castigados: Nemrod, Efialtes, Briareo, Ticio, Tifón y Anteo.

El último círculo está constituido por un inmenso lago de hielo, llamado Cocito, formado así gracias al movimiento de las
alas de Lucifer. Están aquí castigados los traidores de quienes se fiaron, simbolizado por la frialdad del hielo, así como
fueron fríos sus corazones y sus mentes en pecar, en contraposición a la caridad, tradicionalmente simbolizada por el
fuego. Pero se puede notar un contrapaso también en la materia misma del poema: Si su aislamiento respecto al resto del
Infierno esta enfatizado por la inserción de un canto y de un nuevo proemio (preludio de un canto, exordio de
un discurso o preámbulo de una obra) al inicio del sucesivo, el clima traicionero en el cual actuaron en vida estos
condenados está bien representado con el clima que Dante recrea, clima de silencios y de tácitos, que no dice casi nunca
abiertamente el pecado por el cual están castigados, y que cuando se alarga en un discurso más amplio parece querer
esconder los detalles importantes, como en el discurso del conde Ugolino, que narrando su muerte no dice cuál fue su
culpa, ni en qué forma el arzobispo los traicionó. Además, el Cocito está dividido en cuatro zonas, sin embargo, en
contraste con la gran variedad de culpas y penas en Malebolge y en general en los círculos precedentes, es
sustancialmente uniforme: casi igual es la pena, como igual fue la culpa. Se nota de hecho que, más allá de la superficial
subdivisión de estos condenados en traidores de los parientes, de la patria etc, incurrieron en sus vidas en más de una
traición. Quien traicionó a sus parientes traicionó al mismo tiempo al partido (los hermanos Alessandro y Napoleone degli
Alberti) o huéspedes (Fray Alberigo y Branca Doria), Ganelón traiciona al Rey Carlomagno que es también su
tío, Bruto traiciona a César que es también su padre, etc.

Primera Zona: La primera zona del noveno círculo es la Caina, llamada así por Caín, que mató a su hermano Abel.
Justamente aquí están los traidores a los allegados, sumergidos en hielo hasta la cabeza con la cara hacia abajo. Aquí se
castiga a Alessandro Alberti, Napoleone degli Alberti, Mordred, Vanni de’ Cancellieri, Mascheroni Sassolo y Camicione de’
Pazzi.

Segunda Zona: La segunda zona del noveno círculo es la Antenora, que debe su nombre al troyano Antenor que traicionó
a su ciudad. Aquí están, de hecho, los traidores al partido sumergidos con la cara hacia arriba, o con hielo que cubre la
mitad de la cabeza. Aquí son castigados: Bocca degli Abati, Buoso da Duera, Tesauro dei Beccaria, Gianni de’
Soldanieri, Ganelón, Tebaldello Zambrasi, Ugolino della Gherardesca y Ruggieri degli Ubaldini.

Tercera Zona: El tercer lugar del noveno círculo es la Tolomea que lleva su nombre en honor al rey egipcio Ptolomeo que
traicionó al huésped Sexto Pompeyo (o deriva el nombre del gobernador de Jericó, que traicionó y mató a su suegro
Simón Macabeo, Sumo Sacerdote, y a sus dos hijos). De hecho, aquí están los traidores de los huéspedes, sumergidos en
el hielo con la cabeza echada hacia atrás, para que se les congelen las lágrimas en los ojos, evitando dar rienda suelta a la
pena en lágrimas. Aquí son castigados: Fray Alberigo y Branca Doria.

Cuarta Zona: La cuarta área del noveno círculo es la Judeca, llamado así por Judas, que traicionó a Jesús, benefactor de la
humanidad. Aquí están los traidores de los benefactores, plenamente inmersos en el hielo, pero en diferentes posiciones,
“Unas están yacientes; otras erectas, / ésta cabeza abajo, aquella de pie, / otra, como un arco, el rostro al pie devuelve”
(Vv. 13 – 15). Estas cuatro posiciones tienen significados diferentes, a saber, los que “yacen” traicionaron a sus pares,
aquellos con la cabeza hacia arriba han traicionado a sus superiores (por ejemplo, a sus señores) y los que tienen los pies
hacia arriba a sus inferiores (por ejemplo, a sus súbditos), mientras que los que están doblados habrían traicionado a
ambos (Francesco da Buti). En el infierno más profundo, castigados por el mismo Lucifer, el primer gran traidor, están los
traidores de las más altas instituciones, creadas bajo la voluntad de Dios para el bien de la humanidad. Ellas son tres, y
por lo tanto son tres las bocas de Lucifer en el que son masticados, en analogía evidente con el concepto de unidad y la
Trinidad de Dios. Lucifer, el principio de todo mal, tiene en la boca central a Judas Iscariote, el traidor de Cristo, que
desciende de él la autoridad espiritual, desgarrado su cuerpo con los dientes. En las bocas laterales, con la cabeza hacia
afuera, están Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, que conspiraron contra César y, por lo tanto traidores del imperio.
“Las dos máximas potestades fueron ambas preordenadas por Dios como guías a la humanidad para conseguir
respectivamente la felicidad ultramundana y aquella terrenal” (Natalino Sapegno).

El Purgatorio está dividido en siete cornisas que corresponden a uno de los siete pecados capitales. El orden de las
cornisas, de mayor a menor, es el siguiente: (1) Soberbia (2) Envidia (3) Ira (4) Pereza (5) Avaricia (6) Gula (7) Lujuria. Se
enfatiza el aspecto de purificación del viaje, a Dante se le hacen marcas en la frente y son borradas a medida que
asciende y es lavado por diferentes rituales. La misión del Purgatorio es purificar el espíritu humano y hacerlo digno de
subir al cielo.

Tras una breve invocación a las Musas, cuenta el divino poeta que, encontrándose en una isla con su guía, al amanecer
halló a Catón de Útica, el custodio del Purgatorio. Habiéndosele permitido subir al purgatorio, se dirigió Virgilio hacia al
mar. Allí siguiendo el consejo de Catón, Virgilio lavó el rostro de Dante y le puso un cinturón de junco. Los dos poetas
estando aún a la orilla del mar ven deslizarse una barca llena de almas. Dante reconoce al músico ilustre Casella. Catón
reprende a las almas por su lentitud.

El camino del Purgatorio es áspero y penoso. Las primeras almas que se aprecian son la de los excomulgados, entre los
que se encuentra Manfredo, rey de Pulla y Sicilia. Dante, sostenido por Virgilio, alcanza con dificultad un rellano, en
donde están detenidos los negligentes que esperaron hasta la muerte para arrepentirse.

En una mayor elevación el poeta encuentra a los que habiendo muerto violentamente tuvieron tiempo de arrepentirse y
reconciliarse con Dios. Dante refiere el fin trágico de algunos de ellos. Virgilio le da a conocer a Sordello, quien les
manifiesta a los poetas que no se puede subir de noche por la montaña del Purgatorio. Después les enseña a los
negligentes que ofuscados por el poder y los honores, tardaron en arrepentirse, entre ellos está Enrique de Inglaterra y el
marqués de Monferrato.

La Llegada de la noche trae un himno entonado por las almas. Dos ángeles, custodios del valle del Purgatorio descienden
armados de flamígeras espadas y arrojan de allí a una serpiente, símbolo de la tentación diabólica que con extrema
sutileza trata de sorprender a las almas. Malaspina predice a Dante su próximo destierro. Aquí son mencionadas las
cuatro virtudes cardinales: la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza.

Al rayar el alba Dante duerme, cuando despierta se encuentra transportado al tercer rellano de la montaña donde Virgilio
le muestra la puerta del Purgatorio. El ángel que guarda esta puerta la abre accediendo a sus ruegos.

Dentro del Purgatorio, los poetas suben al primer círculo donde se purga el pecado de la soberbia. Observan grabados en
sus muros muchos ejemplos de humildad. Después ven a las almas de los orgullosos soportando penosamente pesados
fardos. Dante reconoce entre las almas al pintor Odersi de Gubbio, que le cuenta la historia de los pintores italianos y le
habla de la vanidad y de la fama mundana mientras los poetas continúan viendo esculpidos en el pavimento muchos
ejemplos de soberbia castigada. Se adelantan conducidos por un Ángel que con un movimiento se sus alas purifica a
Dante del pecado de la soberbia y suben a la segunda cornisa.

En la cornisa donde se purga el pecado de la Envidia oyen voces de espíritus invisibles que recomiendan la Caridad a las
almas. Luego observan a los envidiosos recitar letanías de los Santos. Las almas de los envidiosos están cubiertas de un
cilicio y tienen los párpados cosidos con alambre.

El tercer recinto es donde se purga el pecado de la Ira. Dante ve algunos ejemplos de mansedumbre. Los dos poetas se
encuentran rodeados por un espeso humo que les impide distinguir los objetos. El humo indica el carácter pasional de la
Ira. Dante siguiendo a Virgilio oye entre el denso humo las almas de los iracundos que ruegan fervientemente al Cordero
celestial. Una de ellas, Marco Lombardo, demuestra a Dante que las influencias del Cielo no son las que deciden las
acciones de los hombres. ¿La causa de la virtud de la Ira la envía Dios o es el hombre? La respuesta que se ofrece es que
con el libre albedrío, se os ha dado luz para distinguir el bien y el mal.

Al salir de la espesa humareda los dos poetas guiados por un Ángel suben las gradas que conducen a la cuarta cornisa. Se
detienen por haberse hecho de noche. Virgilio manifiesta a Dante que en aquel círculo se purifica el pecado de la pereza.
Las almas de los perezosos van por todo el círculo corriendo. Los dos que van a la cabeza de los demás citan ejemplos de
celeridad y los dos últimos de pereza. Dante es vencido por el sueño.

La Quinta cornisa es donde se purifica el pecado de la avaricia. Habiendo salido el sol los poetas prosiguen su viaje, los
avaros están llorando y tendidos en el suelo sin posibilidad de moverse. Los poetas oyen a un alma que les recuerda
ejemplos de virtudes contrarias a la avaricia. Dante se le acerca al alma y habiéndole preguntado su nombre, le declara
ser Hugo Capeto y lanza una dura invectiva contra las usurpaciones e iniquidades de sus propios descendientes. La
montaña tiembla y todas las almas entonan: “Gloria in excelsis.”

Dante y Virgilio preguntan la causa de la conmoción de la montaña y la de aquel himno de gloria. Les es respondido que
esto sucede cada vez que un alma termina su purificación. Conocemos ahora al poeta Stacio, que había permanecido
mucho tiempo entre los avarientos, después de haber estado entre los perezosos. Él fue cristiano en secreto por miedo y
sus acciones le hicieron recorrer la cuarta cornisa por más de cuatro siglos. Stacio se une a Virgilio y Dante, mientras
hablan suben al sexto círculo donde se purga el pecado de la gula. Los poetas descubren en este recinto un árbol
maravilloso, cubierto de olorosas frutas y regado por agua cristalina que cae de la montaña. Entre las ramas del árbol una
voz cita ejemplos de templanza. Los tres poetas encuentran las almas de los glotones, las cuales están extenuadas de
hambre y sed. Sólo pueden mascar aire.

En la séptima y última cornisa los espíritus de los lujuriosos están inmersos en llamas que les recuerdan ejemplos de
castidad. De la misma forma que el ser humano está afligido, debe estar su imagen. Cuando ya no queda vida el alma se
separa del cuerpo llevándose consigo las potencias divinas y humanas. Los poetas ven nuevas almas de lujuriosos que a
través de las llamas se dirigen hacia las primeras, abrazándose mutuamente y citando diferentes ejemplos de lujuria.

Aconsejados por un Ángel, los poetas atraviesan las llamas y llegan a las últimas gradas del Purgatorio. La noche los
detiene en la cima de la montaña. La llegada de la aurora lleva a los poetas a la cumbre de la montaña del Purgatorio. Una
vez allí, Virgilio deja a Dante en libertad de hacer lo que quiera sin pedirle su parecer.

En la cima de la montaña está la selva del Paraíso terrenal, donde se ven detenidos por el río Leteo. En la orilla opuesta se
les aparece una hermosa doncella, Matilde, que aclara a Dante ciertas dudas. En las orillas del Leteo, Dante vio en la selva
una luz viva y oyó en el aire una suave melodía que invocaba una procesión, en donde iba un carro triunfal, arrastrado por
un grifo, que se detuvo frente a Dante. El grifo representa a Jesucristo, es un animal biforme mitad águila y mitad león;
semejante a Jesucristo por su naturaleza mitad divina y mitad humana.

Son mencionadas las tres virtudes teologales: la blanca Fe, la esmeralda Esperanza y la bermeja Caridad. Beatrice
desciende del Cielo, ante su vista Virgilio desaparece. Sentada sobre el carro triunfal, Beatriz reprende a Dante y se
lamenta de la vida que ha tenido el poeta, abusando de los dones de la Naturaleza y de la gracia. Dante responde a
Beatrice con la confesión de todas sus culpas, después de lo cual cae desvanecido. Matilde sumerge a Dante en el Leteo y
le hace beber de sus aguas. El poeta continúa el camino en compañía de Matilde y Stacio.

La repentina desaparición de Virgilio simboliza que La Filosofía o ciencia humana queda eclipsada y cede su puesto a la
Teología. Esta desaparición de Virgilio es también un artificio poético para evitar la despedida que desvirtuaría la escena.

Beatrice anuncia a Dante que pronto vendrá el que ha de librar a la Iglesia y a Italia de la opresión de los malvados y le
ordena escribir todo lo que ha visto en este viaje. Luego, guiado por Matilde, bebe las dulces aguas del Euneo. Purificado
completamente, entonces puede subir a las estrellas.

Aquí según se asciende aumenta la luz, la cercanía a Dios y la felicidad. Cada cielo acoge un tipo de bienaventurados.
Durante la ascensión Beatrice instruye a Dante y al lector en un “curso de teología.” Beatrice explica los conceptos
relevantes de la escolástica: el libre albedrío, la redención, la inmortalidad del alma, la creación del universo, entro otros
temas y conceptos. La belleza de Beatrice aumenta según ascienden.

Los cielos móviles siguen la teoría de Ptolomeo y giran alrededor de la Tierra en órbitas circulares. A medida que Dante
comienza a subirlos se le van apareciendo diversos espíritus que le manifiestan los diferentes grados de beatitud. Todos
los cielos guardan semejanza con alguna ciencia. Bajo el cielo de la Luna están los cuatro elementos según el orden
señalado por los antiguos: fuego, aire, agua y tierra.

Los primeros cielos corresponden a las siete artes liberales, a su vez subdivididas en el Trivium:

 Cielo de la Luna: Gramática  Cielo de Mercurio: Dialéctica  Cielo de Venus: Retórica

Cuadrivium:

 Cielo del Sol: Aritmética  Cielo de Marte: Música  Cielo de Júpiter: Geometría  Cielo de Saturno:
Astrología.

Finalmente, los últimos tres cielos corresponden a la filosofía:

 Cielo Estrellado: Ciencias Naturales  Cielo Cristalino: Ciencias Morales  Cielo Empíreo: Ciencias Divinas

Dante guiado por Beatrice; símbolo de la teología, ha podido llegar al cielo desde el paraíso terrenal. Subir fatiga más que
bajar. Todas las cosas guardan un orden entre sí y ese orden es la forma que hace al universo semejante a Dios.

El primer Cielo es el de la Luna, allí Beatrice explica a Dante la causa de las muchas lunas. El poeta encuentra en la Luna
las almas de los que no cumplieron enteramente los votos hechos a Dios; por lo cual gozan de menor grado de gloria que
los demás bienaventurados. Entre aquellas almas está Piccarda Donati.

Beatrice le revela dos verdades a Dante: la primera; dónde está la mansión de los bienaventurados y la segunda;
referente a la diferencia entre la voluntad mixta y la voluntad absoluta. Muchas veces por huir de un peligro se hace con
repugnancia aquello que no debería hacerse, con respecto a esto si la fuerza y la voluntad obran de acuerdo, resulta que
no pueden excusarse las faltas.

El segundo Cielo, es del planeta Mercurio. Un gran número de almas bienaventuradas se dirigen hacia Dante y una de
ellas le promete responder a todas sus preguntas.

“No creáis que toda el agua puede lavaros, no todas las promesas son gratas a Dios.”

El espíritu que responde a las preguntas de Dante es el emperador Justiniano y narra todas las glorias del Águila romana.
El antiguo emperador indica que quienes fueron nobles en la Tierra sus méritos le recompensan, siendo los diversos
grados de Gloria necesarios para crear armonía.

Dante y Beatrice suben al cielo de Venus, donde se encuentran las almas de los que fueron inclinados al amor. Carlo
Martel, rey de Hungría, manifiesta a Dante como puede nacer de un padre virtuoso un hijo vicioso.

En el cuarto Cielo o Cielo del Sol, Dante reconoce de entre una muchedumbre de almas que forman una corona a Santo
Tomás de Aquino. El Cuarto cielo está formado por los bienaventurados doctores de la iglesia. Santo Tomás de Aquino
desvanece algunas dudas que ha observado en el espíritu de Dante. Luego refiere la vida seráfica de San Francisco de Asís.
Alrededor de la primera corona de los doce espíritus resplandecientes se forma otra de igual número. San Buenaventura,
refiere a Dante la vida de Santo Domingo y le cita las almas que habitan el Sol. Todo este canto está consagrado a la
glorificación de la vida religiosa. Se aclara que Dios es el único que hace las cosas perfectas, la naturaleza tiene algunas
imperfecciones.

Dante asciende con Beatrice al quinto Cielo, el de Marte. En él se encuentran las almas de quienes combatieron por la fe.
En el quinto Cielo resplandecen los bienaventurados en forma de cruz, como símbolo de martirio y de victoria. Del brazo
derecho se desprende el espíritu de Cacciaguida, tatarabuelo de Dante que le habla de la genealogía de los Alighieri, de
las antiguas costumbres de Florencia y refiere su muerte combatiendo contra los turcos, en defensa de Jesucristo.

El cielo de Júpiter es donde se encuentran los que han administrado rectamente la justicia. En opinión de los antiguos el
planeta Júpiter infundía la justicia sobre la Tierra. Dante interroga a las almas que forman el Águila celestial y les pregunta
si es posible salvarse sin haber conocido y practicado la fe cristiana. Se establece que el juicio eterno es incomprensible a
los mortales. Dante ve en el Águila celestial las almas de diferentes reyes que practicaron la justicia y la virtud.
Admirándose Dante de encontrar en el cielo dos personajes que no habían vivido en la fe cristiana. Se nos explica que una
ferviente oración puede conseguir que allá abajo suceda mañana lo que debería suceder hoy. Los dos personajes son
Rifeo; de la Guerra de Troya y Trajano; emperador romano.

El Cielo de Saturno es una inmensa escalera formada por los que se dedicaron a la vida contemplativa. San Pedro
Damiano responde a las preguntas de Dante. Se presenta una sátira contra la molicie y el lujo del clero de su siglo. San
Benito le designa algunos de sus compañeros y luego se lamenta de la corrupción de los monjes de aquel tiempo. Dante
sube al Cielo Estrellado, desde donde dirige la vista a los planetas y a la Tierra.

Jesucristo y la virgen María descienden de lo alto, rodeados de innumerables Ángeles y santos. Dante fortalecido por la
vista de la Corte Celestial, puede ya contemplar la sonrisa de Beatrice. El Arcángel Gabriel desciende en forma de llama y
corona a María, la cual después de Jesucristo, vuelve a subir al Empíreo. San Pedro hace algunas preguntas a Dante con
respecto a la fe y habiendo este respondido sinceramente, el apóstol aprueba su creencia. El apóstol Santiago examina a
Dante sobre la esperanza y le propone tres cuestiones, una de las cuales es resuelta por Beatrice. San Juan Evangelista le
manifiesta que sus restos mortales quedaron en la Tierra. San Juan examina a Dante acerca de la Caridad, mientras él
permanece deslumbrado y a sus respuestas aplaude toda la Corte celestial gritando tres veces “Santo.” Dante recobra la
vista y ve al padre Adán, que satisface sus preguntas y le dice que la lengua que él habló se extinguió rápidamente.

A Dante se le permite ver la Esencia Divina. Ve un punto resplandeciente de viva luz, en torno al cual giran nueve círculos,
Beatrice le explica que los nueve círculos del mundo espiritual corresponden a las nueve esferas del mundo sensible,
después le habla de la jerarquía de los ángeles, son nueve círculos repartidos en tres jerarquías y cada jerarquía en tres
órdenes de espíritus.

 Primer ternario: Serafines, Querubines y Tronos. Miran al Padre.

 Segundo ternario: Dominaciones, Virtudes y Potestades. Miran al Hijo.

 Tercer ternario: Principados, Arcángeles y Ángeles, que son los mensajeros de Dios y miran al Espíritu Santo.

Dante asciende con Beatrice al décimo Cielo, el Empíreo; es el cielo más elevado y el hogar de la Rosa Cristalina donde se
encuentran los principales bienaventurados. Aquí Dante ubica a Beatrice, en un trono al lado de la Virgen María. Después
de una visión sobrenatural se le concede a Dante la clara visión del triunfo de los Ángeles y de las almas bienaventuradas.
Su guía le da a conocer el nombre de los elegidos y le hace contemplar la magnitud de la ciudad de Dios. Mientras Dante
contempla la forma general del Paraíso, Beatrice sube a ocupar el asiento que le corresponde. San Bernardo, el último
guía del Poeta, le invita a considerar por partes la rosa celestial y le muestra la gloria de la Virgen María. San Bernardo da
a conocer la disposición de la rosa celestial y el orden en que están colocados los santos del antiguo y nuevo testamento.
El orden bajo María es seguido por Eva, Raquel, Beatrice, Sara, Rebeca, Judith y Ruth. De la séptima grada hacia abajo
están las hebreas.

Se explica que San Juan estuvo en el Limbo casi dos años, siendo santo desde el vientre de su madre, porque murió dos
años antes que Jesucristo. Luego están: Francisco, Benito y Agustín. Continúan sentados los niños que no adquieren la
gracia por su propio mérito sino por Jesucristo. Casi junto a María están Adán, cabeza del Antiguo Testamento, y San
Pedro, cabeza del Nuevo Testamento. Al lado de San Pedro está el autor del Apocalipsis; San Juan Evangelista. Próximo a
Adán está Moisés.

Finalmente, San Bernardo ruega a la Virgen María que obtenga para Dante la gracia de elevarse hasta contemplar la
Esencia Divina. Después de esto Dante habiendo rogado a Dios la facultad de poder describir y demostrar alguna parte de
su gloria, manifiesta como vio unida la Humanidad a la Divinidad. Dios es presentado por Dante como un derroche de luz,
algo que excede todo el lenguaje humano para poder explicarlo. Una luz suprema que a diferencia de los cuerpos
materiales tiene la facultad de fortalecer a quien la mira. Dante ve a Dios de diferentes formas no porque en él hubiera
variedad de aspectos sino por la modificación de su vista. En la profundidad de la substancia de Dios se le aparecieron tres
círculos de tres colores y de una sola dimensión; la Santísima Trinidad. El uno-Hijo-parecía reflejado por el otro -el padre-
como Iris por Iris y el tercero -Espíritu Santo- parecía un fuego procedente de ambos por igual. Hemos concluido pues se
ha cumplido el propósito del viaje.

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