Está en la página 1de 10

Utopía

«Crearé cuantas historias ficticias sean necesarias. Si tú estás en ellas, haré lo posible por
mejorarlas cada vez, hasta que se conviertan en una realidad.»
001

He estado enamorado del mismo chico por, aproximadamente, dos años.

Él causaba cosas en mí en un segundo que ninguna otra persona podría haber causado en
toda una vida. Me hacía sonreír como nadie, me hacía sentir especial, me llenaba de bonitas
palabras, me apoyaba, me escuchaba, me sonreía aunque se encontrara mal, estaba de mi
lado incluso cuando el erróneo era yo, confiaba en mí y podría quedarme explicando con
simples palabras lo complejo y hermoso que podía llegar a ser.

Y justamente eso es lo que haré.

Comencemos por su mirada... esa maravillosa mirada. Cuando sus ojos viraban en mi
dirección, sentía cómo millones de fuegos artificiales explotaban en mi interior. Mi respiración
se volvía pesada y mis latidos demasiado veloces, como si tuviera taquicardia. Su mirada era
algo que muchos obtenían, pero que pocos sabían apreciar, tal vez yo incluido.

Ahora prosigamos con mi parte favorita: su sonrisa. Cuando sonreía, debía admitir que me
confundía. Me confundía porque no sabía si me alegraba mucho el hecho de verlo tan feliz, o si
simplemente estaba observando a un ángel perfecto, magnífico e inalcanzable. Su sonrisa era
tan encantadora que con tan sólo pensar en ella yo ya estaba nervioso. Mis manos
comenzaban a temblar y yo suspiraba, tal y como un chiquillo cuando ve su dulce favorito o
cuando practica su afición predilecta.

Su cuerpo era escultural y fascinante. No había parte de él que no me gustara, ante mis ojos
era un tipo de Dios encarnado en un débil mortal pero vaya débil mortal tan increíble...

Lo amo, y sé que él me amaba a mí. El problema yacía en que sólo me amaba como a un
amigo; ese amigo que era incapaz de traicionarle.

002

No entendía muy bien el porqué, pero se había hecho costumbre para mí ir al parque siempre a
la misma hora. No era un lugar que me gustara; había demasiado ruido, gente gritando,
actuando extraño y yendo de aquí para allá como si tuvieran una especie de enfermedad
mental. Sin embargo, no me quedaba otra opción al ser la zona verde más cercana.
Suspiré, rozando con la yema de mi dedo índice las diminutas rosas que iban floreciendo en
uno de los tantos jardines. El sol estaba en su punto más alto y yo, sin motivo aparente, me
hallaba feliz y entusiasmado.

Mis emociones se intensificaron tras notar al dueño de mis suspiros meciéndose suavemente
en uno de los columpios dispersos por el área. Sin pensármelo dos veces, fui corriendo y, tan
pronto como llegué, tomé asiento en el columpio de al lado.

—¡Tae! —Llamé. Él volteó a verme, regalándome al instante una de aquellas hermosas


sonrisas que yo tanto adoraba ver. —No sabía que ibas a estar aquí.

—Tal parece que es mi condena encontrarte a cada lugar al que voy. —Comentó con burla. —
¿O debería decir que eres tú el que siempre logra encontrarme?

—Tal vez... —Dudé en si decirlo o no. —Tal vez estamos destinados a encontrarnos siempre...
—Él soltó unas cuantas carcajadas, al parecer decidiendo callar.

Estuvimos meciéndonos por largos minutos, mientras nos limitábamos a mirar la nada.
Estábamos callados, cosa rara viniendo de nosotros. En mi
defensa, debo decir que mi silencio se debía a mis nervios; con el pasar de los meses,
mantenerme cerca de Taehyung me había resultado una tarea compleja. Desde que comencé
a verlo con otros ojos, era sumamente incómodo para mí tener que mantener una charla común
y corriente.

—Me gusta alguien. —Soltó de repente. Yo inmediatamente sentí mi corazón contraerse. —Es
una chica, pero no cualquier chica. —Suspiró,
transportando su diestra a la altura de su pecho. Desvié mi mirada, mentalizándome en que
debía ser fuerte y no ponerme a llorar. —Es la chica más hermosa que he visto, Kookie. Me
gusta mucho.

Inhalé profundamente y exhalé pesadamente antes de poder responderle algo.

—Eso... es bueno, Tae. —Traté de sonreír, aún manteniendo mi punto de visión lejos del suyo.
—¿Crees que tú también le gustas a ella?

—Creo que sí. De todas maneras, lo averiguaré pronto.

Asentí frenéticamente con la cabeza, apretando entre mis manos las cadenas que
conformaban el columpio. Me mecí con algo más de fuerza y
parpadeé en reiteradas ocasiones.

Le gustaba alguien. A Taehyung le gustaba alguien y ese "alguien" no era yo.


Nunca sería yo.

En realidad, no entiendo porqué mantenía las absurdas ilusiones de despertar algo en él. Él
siempre me miró como cualquiera miraría a su mejor amigo -casi hermano- del alma.
En su vida no había otro lugar para mí que no fuera el de "el buen amigo".

Siempre fui soñador. Tanto, que a veces me olvidaba de ver la triste realidad que me rodeaba.

003

Se había hecho una nueva costumbre para Taehyung y para mí encontrarnos en el mismo
lugar de siempre, a la misma hora de siempre. Sin excepciones, todos los días lo hallaba en
aquel columpio meciéndose, observando la nada, perdiéndose en sus propios pensamientos
mientras que yo me perdía en los míos.

Él se veía ilusionado, y aunque sabía que no era por mí, me alegraba en cierto modo verlo feliz.
Adoraba que tuviera un motivo por el cual vivir.

—Ella me gusta mucho, Kookie. —Me dijo, tan de la nada como usualmente.
Lamentablemente, yo había comenzado a acostumbrarme a tener que oírlo hablar de otras
personas, y estaba bien con ello. Yo era feliz
con el simple hecho de escuchar su voz, ver su sonrisa y robarle unas cuantas carcajadas. —
Hoy nos besamos.

Tragué en seco, observando con gran interés el césped. Hice lo posible por no imaginarme esa
escena, mas mi subconsciente me traicionó.
Últimamente mi mente sólo me llevaba de mal en peor.

—Entonces sí le gustas… —Susurré, sintiendo mis ojos escocer. —Felicidades, Tae.

—Aún no me felicites. Felicítame cuando sea mi novia. —Añadió con palpable orgullo. —
¿Debería presentártela? ¡Es que de verdad es tan bonita!
¡Te lo juro!

—No creo que sea necesario... —No quería torturarme a mí mismo al verlo con otra persona.
—Sólo... háblame de ella y mantén esa ilusión en ti.
Yo estoy bien si sé que tú estás bien.
Taehyung, a pesar de ser sociable y tener un montón de amigos, siempre fue una persona
solitaria. Sus intereses eran muy diferentes a los típicos de cualquier chico de su misma edad.
Tal vez era por esa razón que caí tan profundamente enamorado de él.

Me había dado un lugar en su vida que no se atrevió a darle a alguien más.


Era yo el afortunado de poder hablar todos los días con él. Era yo quien conocía sus secretos,
sus deslices, sus decepciones, sus propósitos, sus experiencias -las cuales, muchas de ellas,
compartí con él-, era su mejor
amigo, hermano, consejero, cómplice y quién sabe cuántas cosas más.

Lo cierto es que quería pensar que yo fui todo para él, así como él fue todo para mí.

004

Taehyung se veía demasiado triste ese día en particular. Estaba cabizbajo, meciéndose con
desgano y suspirando de vez en cuando.
Lo inspeccioné en un par de ocasiones, tratando de hacerme una idea -por más pequeña que
fuera- de la causa su desaliento.

—¿Pasa algo? —Cuestioné sin más, incapaz de seguir viéndolo así. Él se encogió de hombros,
restándole importancia al asunto. —Tae, habla conmigo. Desahógate.

—Se acabó, Jungkook. —Decretó, animándose a alzar la mirada. —Estuve haciéndome


ilusiones todo este tiempo. Nunca le gusté. —Fruncí el ceño, preguntándome qué había
pasado. —Ella ya tenía novio y me dijo que un beso se le daba a cualquiera, que no significó
algo especial.

Sentí una especie de calor hacer presencia en mí. Taehyung siempre fue demasiado bueno;
demasiado sincero, puro, leal y transparente. Era como un ángel en la tierra, o eso era lo que
yo veía en él. Muchas veces tuve la
percepción de que yo era el único que lo valoraba pues, a diferencia mía, las otras personas
únicamente se encargaban de lastimarlo, de hundirlo en aquel vacío que llevaba día tras días
consigo.

Era tan triste tener que ser testigo de cómo todos eran tan ajenos a alguien que para mí era el
mundo entero.
Si por mí fuera, lo hubiera cuidado de todo y todos. Lo hubiera llevado lejos. Le hubiera
susurrado cuán hermoso era a todo momento. No lo hubiera dejado caer y estaría dispuesto a
ser todo lo que él hubiese
necesitado.

Pero el "hubiera" no existe.

—Es una estúpida, Tae. Agradece que te demostró justo a tiempo lo mierda que es. —Relamí
mis labios antes de reanudar. —No te merece. Tal
vez... tal vez con el paso del tiempo encuentres a alguien que sepa valorarte y quererte como lo
ameritas.

—No creo que haya alguien en el mundo. —Mi corazón se encogió y sentí furia. —Estoy
destinado a morir solo.

Preferí callar, a sabiendas de que él no tenía conocimiento de mi gran amor y yo no era capaz
de confesarle todo de un tirón. Lo quería a mi lado, y declararle mi enamoramiento hubiese
sido, ciertamente, fatal. Se habría
alejado de mí y eso era lo que menos quería.

No obstante, fue ineludible no pensar en que yo era esa persona, sólo que él no lo había
descubierto.

—Habrá alguien, créeme. —Aseguré. —O quizás hay alguien y tú todavía


no lo ves.

Nuestras miradas se cruzaron por breves segundos. Segundos en el que mi corazón latió en
desenfreno, sentí mi rostro caliente y unas molestas mariposas revolotear en mi estómago.
Suspiré profundamente y me volví a
perder en la inmensidad de la nada y en mis pensamientos.

Yo de verdad hubiera sido todo lo que él necesitara.

005

Las semanas habían pasado y algo había cambiado. No sé con


exactitud si yo estaba mal, pero de verdad sentía que algo no era igual.
Taehyung sonreía con mucha más constancia. Pasamos de simplemente balancearnos en el
típico columpio, a jugar como niños pequeños en los demás juegos. De vez en vez nos
perseguíamos mutuamente, y al
encontrarnos nos atacábamos con cosquillas.

—¡Bájame ya! —Pataleé, saltando sobre el asiento del sube y baja.

Taehyung me había dejado arriba, mientras reía escandalosamente por mi


insistencia en ser bajado. —¡No es gracioso! ¡Bájame! —Lloriqueé, ocasionando que él se
regocijara más. Apreté con fuerza la base y seguí pataleando. —¡Kim Taehyung, bájame ahora!

—El pequeño Kookie le teme a las alturas... —Canturreó, sin ánimos de bajarme. —Eres un
bebé.

—¡No es miedo a las alturas! ¡Me estoy resbalando y es incómodo acá arriba! —Luché por
volver a reincorporarme, y al hacerlo Taehyung me bajó, ocasionando que cayera de espaldas
al césped detrás de mí. Jadeé, sentándome segundos después. —Me lastimaste... Eres tan
malo. —
Dramaticé, frotándome con exageración el brazo izquierdo.

—Te veías feliz allá arriba. —Él se acercó y grande fue mi sorpresa al momento en el que me
subió a su regazo. —Mi pequeño Kookie, estás tan
grande...

Mi corazón se aceleró y pese a que traté de darle un codazo en el estómago para que me
soltara, él sencillamente rió y me brindó un eufórico abrazo, pegándome cada vez más a su
cuerpo.

—M-me estás aplastando... —Su toque siempre fue suave y delicado. En realidad, estaba
tratando de encontrar un pretexto para alejarme y que los
nervios no terminaran por matarme. —Tae…

—Lindo. —Musitó, alzando su mirada. Sus ojos se veían brillantes y podía jurar que tenían
evidente felicidad reflejada. Inhalé profundo, al mismo tiempo en que sentí mis mofletes arder.
—Lindo y precioso tomatito.

—Estás a-actuando raro...

—A ti no parece molestarte. —Mi boca se secó. Desvié mi mirada y exhalé pesadamente,


tratando de controlar mi desmandado corazón. Por supuesto que no me molestaba, pero me
daba ilusiones que quizás no debía de tener.

—¿Estás bien, Kookie? Estás demasiado rojo.


—E-estoy bien.

Volvimos a mirarnos, y si con anterioridad estaba nervioso, en ese instante estaba a punto de
desmayarme. Taehyung acercó peligrosamente su rostro al mío, tal parece con la intención de
besarme. Quise llorar de felicidad.

—¡Jungkook! —Llamó una voz conocida.

Lo peor es que, a veces, sólo recuerdo las cosas que quiero -o me conviene- recordar.

006

—¿Cómo has estado, Jungkook?

Me encogí de hombros, observando atentamente su proceder. No sabía bien qué somos; yo


diría que amigos. Cada vez que lo veía portaba una bata blanca y su expresión siempre estaba
abarrotada de
serenidad.

—Muy bien, gracias. ¿Y usted? —Él sonrió, arrastrando por el escritorio una taza a la que
previamente le había puesto té. La tomé con manos temblorosas y bebí del líquido, haciéndole
caso omiso al hecho de que se
encontraba hirviendo.

—¿Muy bien? —Quiso confirmar. Yo asentí. —¿Eso quiere decir que te sientes bien?

—Yo diría que... sí. —Respondí, dudando. No entendía a qué iba todo eso.

—¿Has estado tomando todas tus medicinas? —¿Medicinas? —Me alegra que te sientas bien,
pero no muestras avances significativos, Kook.

¿Exactamente a qué se refería? ¿Qué avances? ¿Qué medicina? Él interrumpió mi posible


beso con Taehyung sólo para decirme ese tipo de cosas sin sentido.

—¿A qué se refiere? —Él resopló con resignación. Segundos después,


sonrió. —No entiendo...
—¿Qué estabas haciendo allá afuera? —Cambió el tema radicalmente, confundiéndome aun
más. —Te veías feliz.

Y entonces recordé a Taehyung. Recordé que por poco me besa y recordé que era posible
aquello de que yo, probablemente, comenzara a gustarle.
Recordé su sonrisa, sus ojitos brillantes y esa mueca de alegría que tenía al verme.

—Estaba con el chico que me gusta.

—Con el chico que te gusta... —Replicó. Posteriormente, anotó unas cuantas cosas en una
especie de ficha que se hallaba en el escritorio. —¿Qué
te dijo? ¿Qué hicieron?

No entendía el motivo, pero me vi en la necesidad de calmar sus dudas, a pesar de ser algo
relativamente privado y propio. Aparte de eso, también
quería compartir con alguien mi dicha, y él parecía ser una excelente persona.

—Me iba a besar, pero usted nos interrumpió. —Dije primeramente. — Estuvimos jugando, y
eso fue todo.

—Te iba a besar y estuvieron jugando. —Anotaba mientras hablaba. — Vaya. Eso es nuevo.

—¿A qué se refiere? —Fruncí el ceño, desorientado.

—No es nada. —Hizo un ademán con su mano, reduciendo importancia a


lo dicho. Guiñó su ojo y se puso de pie con la hoja en mano, la cual le entregó a una chica
vestida completamente de blanco. —Toma tus medicinas y pórtate bien, chico. Sé que si pones
un poco más de tu parte, lo vas a conseguir. —Palmeó mi hombro y yo tomé eso como señal
para pararme e irme.

¿Qué mierda había sido todo eso?

08 ; FINAL

Existe una palabra para definir el momento en que fantasía y


realidad se mezclan: locura.» —Laia Soler.

Ya lo he entendido todo, pero me he negado a superarlo.


Entendí las palabras y el proceder del psiquiatra.

Entendí las expresiones de Taehyung y también me entendí un poco a mí mismo. Yo estaba


cegado, pero vivía feliz de aquel modo; vivía feliz imaginándome a Taehyung a mi lado, lo que
me llevó a sentirlo, a creer que no estaba muerto. Lo sentía de tal manera, que de un momento
a otro también confundí las cosas.

Entendí porqué había tanta gente y porqué -aunque no quisiera- tenía que ir al mismo parque
de siempre. Un parque que odié por el estúpido motivo de que no era sólo mi parecer el que se
hallaran personas enfermas. Las habían. Estoy rodeado de ellas.

Entendí que voy de mal en peor, que estoy íntegramente loco y que no es algo que el suicidio
de Taehyung desencadenó. Tal vez nací estropeado.

Jamás le gusté. Cuando creí que había comenzado a sentir algo por mí, sólo fue porque estaba
muerto y porque, de alguna u otra forma, yo era la única persona que lo podía ver y que se
negaba a dejarlo ir.

Me siento un poco idiota ahora. Siempre lo fui, pero ahora me siento como tal. Me siento idiota
porque vi y sentí en mí mismo la manera en la que me aferré a él, al punto de crear una
realidad propia y perfecta ante mis ojos. Incluso me imaginé un beso que jamás olvidaré, ¿tan
demente puedo llegar a estar?

Sí, ahora veo la realidad, pero eso no quiere decir que desee quedarme en ella. Quiero volver a
mi cuento y jamás salir de allí. Quiero que mi dicha sea duradera, y volver a ver a mi Tae
sonreírme, contarme qué tal le ha ido en el día; volver a jugar con él, a reír con él, a pasar
momentos hermosos con él.

Con él.

Después de todo, el estar internado en un manicomio solamente podría significar una cosa: que
estoy loco, y para los locos el asunto de crear e imaginar resulta relativamente fácil.

Hundirse en la locura no es una fatalidad, quizás es, también, una elección.

A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia.

—houndix

También podría gustarte