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Se cuenta la historia de aquella vez, en la que un masoquista, no sólo

pudo cambiarle el nombre a lucifer sino que, también, lo enamoró con


su dolor.

"Hazme daño" Le pidió, enterneciendo su corazón.


Única Parte

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por CreepyAnto

El diablo destrozó su trono, partiendo en mil pedazos el cristal a


sus pies y lanzó tal alarido que retumbó en cada pared y recoveco
del infierno, removiendo cualquier alma que se encontrase vagando
por allí. Con su rostro rojo de rabia, con sus ojos bañados en
lágrimas, él se dejó caer al suelo como si no existiese consuelo alguno
en toda la eternidad que pudiera curar su corazón. Su roto
corazón.61

—Jungkook.5

El llamado sonó débil, suave, deslizándose casi incómodamente luego


de tal escándalo provocado por su sufrir y el mencionado alzó el
rostro, clavando sus ojos en el demonio que lo había llamado.

—Sólo él puede llamarme así. ¡Tú no tienes ningún derecho!— Vociferó,


con un mar de penurias fluyendo por su rostro y el ser demoníaco se
arrodilló a los pies de su rey, siendo acompañado por fría ceniza que
comenzó a caer sobre sus hombros.6

—Sé quién se lo ha llevado, mi rey. No planeo estorbarle— Susurró


aquella bestia de largos cuernos y pies descalzos, manteniendo su
mirada gacha aún a pesar de que, quizás, debería mirar los ojos de
su Señor al momento de hablar de tan delicado tema.

El diablo se recompuso, irguiendo su postura a la par que


recuperaba de alguna manera su forma humana. Aquella forma que
sólo osaba utilizar cuando el momento lo requería y que tanto se
había acostumbrado a usar sólo porque prefería así mostrarse ante su
amado.
Tragó con fuerza, clavando sus ojos en la cabeza del demonio.

—Habla.

La orden retumbó, al igual que algunos alaridos que llegaron a


deslizarse por los recovecos del infierno.

—Su padre, mi señor. Él es el único capaz de colarse en nuestras


instalaciones sin ser notado y ¡Perdóneme! ¡Piedad, por favor, mi rey!25

Jungkook, a pesar de que dolía incluso llamarse a sí mismo de esa


manera, había perdido por completo sus estribos ante las palabras
de aquel ser y rápidamente lo había tomado por los cuernos,
clavando su mirada en los ojos llenos de pánico que lo miraron.

Su padre.

Él le había arrebatado lo poco que tenía. Lo único que él amaba.


Lo único que él había llegado a amar en toda su existencia.10

Soltó a la bestia, respirando profundamente antes de pasar a su lado


y caminar, con paso firme, entre los pasillos del infierno.
Puertas siendo azotadas, con gritos desgarradores provenientes de
testigos de impresionantes horrores, acompañaron cada uno de sus
pasos hasta que la puerta que era de su interés estuvo frente a él.
Casi como si de un lugar santo se tratase, la paz reinaba allí.

La abrió, con la falsa ilusión de que quizás, al otro lado, encontraría


al dueño de su corazón esperándolo y tal fue la pena que sintió
cuando la encontró vacía, abandonada, que pudo haber jurado
sentirse morir en ese instante.
—¡Déjame ir a buscarlo, padre!— Vociferó, tan fuerte como el rugido de
un león mientras observaba el techo negro, vacío, de aquel cuarto.
No calló.
Él persistió con sus gritos, cada cual más fuerte y desgarrador que el
anterior y el diablo sintió su garganta arder de dolor. Podría estar
desgarrándose por dentro que no le importaría. Él gritaría hasta ser
escuchado.

Porque hubo una vez, siglos atrás, en la que llegó un alma muy
particular al infierno de los condenados. El diablo no estaba al tanto
de su presencia, mucho menos de su llegada, mas no tardó en dar
con aquel ser humano puesto que él mismo disfrutaba de vagar y
hacer sufrir a sus condenados.

Lo encontró por primera vez en la esquina del pequeño cuarto,


arrodillado con la mirada gacha y las manos apoyadas en el suelo.
Era pequeño, a pesar de ser adulto, y muy delgado. Tenía la mirada
frágil de una muñeca de porcelana, con los ojos entristecidos como
cualquier otro suicida que Jungkook hubiese visto con anterioridad.
Por ello Taehyung, porque así se llamaba ese torturado, no llamó
demasiado su atención en el primer momento.7

—Los masoquistas como tú son mis preferidos. Ahora dime, ¿Qué


condena quieres hoy?— Inquirió, con esa sonrisa bañada en malicia,
agachándose a la altura de ese débil ser humano.

El chico alzó la vista, sonriendo con demasiado esfuerzo. Ni siquiera


pudo mantener ese gesto, pues la temblorosa sonrisa duró apenas
segundos hasta haber caído al igual que sus ojos.

—Quémame— Susurró, mientras Jungkook poco a poco sin dudar


consiguió hacer que el cuerpo del chico fuera consumido por las
llamas.
Pero Taehyung, ese lamentable ser, no lo disfrutó.
Y Jungkook tenía el deber de encontrar aquella tortura que los
masoquistas disfrutaran para arruinarlas, volverlas verdaderos suplicios
que consumieran la cordura de los seres y los llevara verdaderamente
a un infierno eterno.
Pero, nuevamente, Taehyung no disfrutó del dolor.

—¿Qué tortura quieres hoy, Tae?— Inquirió al otro día, amando como
en su forma humana las ropas de cuero lo favorecían. Quizás, si su
prioridad no fuera aquel masoquista, él habría disfrutado de su
propio cuerpo de alguna manera.

Y Taehyung suspiró, escondiendo su rostro contra la pared de piedra.


—Congélame.

—Empálame.50

—Apuñálame.

—Azótame.45

—Hazme daño— Rogó cierta vez luego de tantas semanas que se


habían vuelto eternas para el diablo.

Y, por primera vez, Jungkook se sintió perturbado.


Lo había probado todo. No había dejado tortura sin intentar y no
pudo encontrar aquella, la favorita, que pudiera enloquecer y matar
por dentro a ese ser humano. Ni siquiera los psicópatas, asesinos,
violadores y falsos predicadores resistían tanto ante la tentación y
Jungkook volcó toda su rabia cuando desgarró la piel de Taehyung,
sin conseguir nada con ello tampoco.

—¿Qué has hecho para venir al infierno?— Cuestionó un día, de pies


frente al ser humano. Su furia era palpable en cada una de sus
palabras.
Taehyung cerró sus ojos, pegando sus labios en una firme línea
cuando alguna lágrima rebelde cayó por sus mejillas.

—Lo merezco. He sido malo— Susurró, arrastrando sus dedos por las
cicatrices de su piel. Latigazos, eso parecían. Y él los traía en su
cuerpo desde su vida en la tierra.

—¿Quién lo ha dicho?— Jungkook se sorprendió ante todos los


detalles que pudo ver en la piel, en los gestos, en las ropas de
Taehyung. No las había notado antes porque no tenía razón para
hacerlo y aún no la tenía ya que realmente no le importaba, su única
función allí era torturarlo y…

—Mi papá. Él me dejó encerrado en el sótano por ser un chico


malo.49

Jungkook frunció el ceño, agachándose a la altura de aquella joven


alma y observó, atentamente, buscando algo en su rostro. Tenía
cicatrices, como de quemaduras y rasguños, que llamaron algo su
atención más el diablo tragó, apoyando una de sus manos en la piel.
Taehyung abrió sus ojos, mirando los de Jungkook con impasividad y
no gritó, no vociferó, no se horrorizó.

No sufrió, a pesar de estar mirando directamente a los ojos del diablo.

Jungkook comprendió, en ese instante, que aquella pobre alma


estaba muerta por dentro.

—¿Tú eres el diablo, cierto?

Jungkook frunció el ceño.

—Sí.

—¿Puedo llamarte Jungkook?33


El diablo no soltó el rostro del torturado, a pesar de la confusión y
extrañeza que ahondaron en su ser, y sólo se permitió respirar
profundamente. Él nunca había mantenido algo como una
conversación con un torturado.
Y él, si era sincero, llevaba siglos sin hacerlo con algún ser demoníaco.

—Soy Lucifer.41

Taehyung sonrió, asintiendo antes de desviar su mirada hacia la


pared nuevamente. No era una sonrisa genuina a pesar de todo.

—El portador de luz. Pero también eres el pilar del infierno, ¿Cierto? Tú
lo diriges, es tu hogar. Jungkook es un bonito nombre— Explicó,
cerrando sus ojos —Es un nombre bonito, y no te lo puso tu papá.17

El diablo no lo torturó ese día.


Y no volvió para torturarlo al siguiente.
Por alguna razón, una que quizás aún no quería admitir, encontró
suficientes actividades para no presentarse a cumplir con aquella
condena.

Jungkook. Sonaba bien. También le gustaba. Y no se lo había puesto


su padre.
Mientras más se lo repetía, más ruido hacía en su cabeza puesto que
nunca entendería cómo había llegado a permitir que Taehyung le
hablara de la manera en la que lo había hecho y aún tenía tantas
dudas, porque no comprendía qué había ocurrido ese día y mientras
desgarraba a un alma en pena, se preguntó qué había hecho
Taehyung para merecer el infierno.4

Cuando volvió, temió entrar al cuarto.


¿Qué se encontraría allí dentro? ¿A un violador, asesino, envidioso?
¿Qué se escondía debajo de tal preciosa fachada? Jungkook, que
bonito que sonaba ese nombre, había conocido verdaderos y
horrorosos seres humanos que con una belleza espectacular podían
opacar los terrores que abundaban en sus corazones y por ello,
porque Taehyung era tan hermoso como la justicia divina, temía de
aquel joven que se hallaba encerrado.

Entró tomando coraje. Él era el mismísimo diablo, él no podía


decepcionarse. Él ya no conocía esas emociones.

Y aún así, cuando entró y Taehyung alzó su rostro bañado en


lágrimas, con las penurias del mundo sobre sus hombros y reflejándose
en sus ojos, hubo algo de dolor en su corazón.

El chico se arrastró, como si fuera tal escoria humana que no debía


levantarse y estar a su altura y se arrodilló a los pies del diablo,
colocando sus manos a los lados como si lucifer fuera digno de
alabanza. Un dios, como lo era el señor de los cielos.

—Por favor, mi rey— Susurró, con la voz entrecortada y al borde del


llanto —No vuelva a olvidarme otra vez.37

Jungkook detuvo su respirar, atónito.

—Prometo que seré bueno.32

Jungkook, el de la actualidad, aquel que se hallaba desgarrando su


voz porque necesitaba ir en busca del dueño de su corazón, sintió su
espalda doler como si miles de agujas se clavaran en ella. Cayó de
rodillas, falto de aire y de voz, aguantando tal dolor físico que se
comparaba con la peor de sus pesadillas y, ante su horror, vio alas
blancas aparecer a los lados de su cuerpo.16

Se alzó, como el ángel más bello que alguna vez había sido y,
usando aquellas alas que le habían sido arrancadas, voló.
Con sus ojos fijos en el reino de los cielos, él voló tan alto como hacía
milenios no lo había hecho y no hubo humano, ángel o animal que lo
distrajera de su objetivo pues él, el diablo, sólo tenía un interés.

Recordó, en pleno vuelo, aquel día en que entendió por qué


Taehyung había llegado al infierno y es que, por primera y única vez,
San Pedro se había equivocado.82

Porque Taehyung no había hecho ningún daño, no a otro ser viviente


o muerto. Él, simplemente se odiaba tanto y tenía tan poco amor por
sí mismo que, no importara qué tan cruel todos hubiesen sido con él,
Taehyung se creía merecedor de ello.
Taehyung creía fervientemente que merecía el infierno, que él había
hecho algo mal. Que él era malo.39

Jungkook lo tomó en brazos, conmovido como jamás lo había estado


y consoló a ese miserable ser con el amor que él creyó extinto.

Él sabía que Taehyung no merecía el infierno. Él sabía que tenía que


ayudarlo y eso hizo, a pesar de todo.

Y él, tontamente, se enamoró.17

Jungkook había oído de amor, un amor tan distinto al que había


sentido por su padre o por sí mismo y lo creyó meramente mortal,
indigno.
Jungkook había oído sobre el amor, y pudo comprender cómo se
sentía.

—Tú no mereces el infierno— Susurró, abriendo la puerta de aquel


cuarto que, se suponía, debía encerrar al masoquista en una condena
eterna.

Taehyung fue el primer ser humano en vagar por el infierno de la mano


del mismísimo diablo. Taehyung fue el primer ser humano en ver al
diablo y sonreír.
—Tú no eres tan malo.33

“Quizás…”

Taehyung fue el primer ser humano en besarlo, en enamorarse de


Jungkook.21

—Tú no tienes nada que hacer aquí, Samael— Oyó decir a su padre
cuando, finalmente, Jungkook apoyó sus pies a las puertas del cielo.

—Tú me arrebataste algo que es mío, y lo quiero de vuelta— Exigió,


sintiéndose como un niño pequeño ante sus propias palabras a pesar
de que sabía, era totalmente consciente, de que su rostro se hallaba
deformado.

—Ese humano no es tuyo y no pertenece al infierno— Grave, como si


proviniera de un trueno, sonó aquella declaración y el diablo vociferó,
como si la furia y la rabia pudieran drenarse de su cuerpo en forma
de incomprensibles palabras.28

—¡Devuélveme lo que es mío!— Ordenó, como si tuviera algún poder en


el reino de los cielos y la desesperación inundó cada parte de su ser,
angustiándolo y destrozándole el corazón.

Devuélveme el amor, el afecto, que tú nunca me has dado.

—¿Serás egoísta, Samael? ¿Arrastrarás a un inocente a tu condena,


solamente por egoísmo?49

El diablo cerró sus ojos, envolviéndose en sus propias alas.


Él diría que sí. Que era egoísta, que arrancaría a Taehyung de la
pureza del cielo para llevárselo al infierno y obligarlo a vivir allí con él
pero…

—¿Por qué, Padre?— Susurró, tan consciente de las lágrimas que caían
por sus mejillas y escapaban de sus ojos. Él jamás había llorado
tanto.4
“¿Por qué me has hecho amar tanto?”19

Pudo oír las puertas del cielo abrirse, y algo en él sabía que no era
para permitirle la entrada, más al escuchar pasos acercarse él sólo
pudo descubrirse, observando a ese ser humano bañado en luz
acercarse a él.

—Tú realmente no mereces el infierno— Comprendió, porque quizás


llevaba negando aquella realidad desde el preciso instante en que
besó por primera vez a Taehyung y tragó con fuerza, sintiendo
quemar las caricias en sus mejillas que las manos del ser humano le
daban.

Taehyung no hablaba, pero sus ojos sí lo hacían.


Y en ellos el diablo pudo ver y sentir la lucha interna, el dolor, la
culpa que saturaban el corazón de ese ser. De su amado.

Y el diablo no pudo ser egoísta, no por amor.19

—Déjame, ¿Si? Sólo déjame hacerlo una vez más— Susurró,


incorporándose a duras penas para aferrarse a Taehyung en un
abrazo, enterrando su rostro en el cuello de aquel que tanto había
sufrido y que, finalmente, había conseguido el cielo —Tú eres un ángel.
Lo eres.20

No tuvo el coraje para besarlo, no quería arrebatarle esa pureza.


Él sólo pidió perdón, confesándose en tristes y apenas audibles
susurros mientras sentía como, poco a poco, cada pluma de sus alas
caía.

Una sonrisa fue la despedida, una sonrisa que prometía tantas cosas
y juraba amor eterno, antes de que Lucifer retrocediera paso por
paso, sin despegar sus ojos de Taehyung como si de esa manera
pudiera grabarlo para siempre en su memoria y quedarse con ese
pedacito de cielo para él.
Y cayó, como siglos atrás luego de la rebelión.41

Nadie supo si volvió a su trono o murió al caer.


Pero se corre la voz, todavía, de aquella vez en la que el diablo amó
y de la existencia de una celda en el infierno donde no hay tortura.
Donde puedes oír las voces del más puro amor entre un ser
demoníaco y otro lleno de dolor.

FIN

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