Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
LA TEORÍA DE
LOS ORDENES
(Por la Dra. Consuelo Gómez López ©)
En este tema se aborda el estudio de los órdenes desde el punto de vista de sus formulaciones
teóricas , haciendo un recorrido por todos aquellos teóricos y obras que fueron
reinterpretando la gramática del lenguaje clásico desde la consideración de los órdenes desde
un triple dimensión: ornamental, estructural y expresiva. Sus interpretaciones, basadas en el
texto de Vitruvio primero y más tarde en la crítica hacia el mismo y en la reivindicación de la
arquitectura griega, nos enseñarán como los órdenes constituyeron una parte esencial de la
evolución del “ideal clásico”
TEMA 2. LA TEORÍA DE LOS ÓRDENES
(Por la Dra. Consuelo Gómez López ©)
Esquema de Contenidos:
Recordemos que los órdenes griegos carecieron de un respaldo teórico y que no fue
hasta Vitruvio cuando se ofreció una versión de los mismos que acabaría por convertirse
durante la Edad Moderna en una especie de conjunto fijo de normas que pretendían ser
inalterables, algo que no había existido en Grecia, donde los órdenes habían ido
evolucionando y cambiando. En el tercer y cuarto libros, Vitruvio describía tres
órdenes: dórico, jónico y corintio, y daba algunas pautas sobre el toscano. Explica en
qué parte del mundo surgió cada uno y explicaba con qué dioses o diosas debía
corresponderse cada uno. Pero como indica J. Summerson, no presentó los órdenes
como un conjunto de normas canónicas, dejando esa tarea a los teóricos del
Renacimiento.
Como indica Forssman, para quién la arquitectura de los siglos XVI a XVIII constituye
lo que él denomina la “Edad vitruviana”, cada período de este proceso artístico estuvo
vinculado a la preferencia por un orden con respecto a los demás: el siglo XV prefirió el
corintio, condicionado por la contemplación de las ruinas de la Roma Imperial; el
Clasicismo buscó el equilibrio entre los tres órdenes defendido por Bramante; el
Manierismo se decantó por el toscano y el dórico, representados en las obras de Giulio
Romano, Sanmicheli o Vignola; el Barroco por el corintio, convertido en el exponente
esencial de la estética ornamental y esplendorosa del Absolutismo; y finalmente, el
Neoclasicismo optó por el dórico, surgido en parte como reacción ante el Barroco, y
también como consecuencia del influjo ejercido por los nuevos descubrimientos
arqueológicos y la nueva visión de la Antigüedad que éstos aportaron en los medios
artísticos. Durante los siglos XVII y especialmente durante el XVIII, el empleo de los
órdenes clásicos constituyó además una solución adecuada para los ideales académicos,
en tanto que permitía fortalecer la autoridad del arte grecolatino y otorgar una base
objetiva al juicio del gusto, ya que durante el Neoclasicismo se propugnó la vuelta al
código invariable de buen gusto de las obras griegas que, según se consideraba, los
romanos y modernos habían tergiversado.
Pero además los órdenes, como parte fundamental del Clasicismo, estuvieron también
presentes en el campo de la especulación arquitectónica de la Edad Moderna desde una
triple consideración: estructural, ornamental y expresiva. Fueron así contemplados
como elementos de un sistema compositivo, como simples ornamentos de la
arquitectura, o como modos de expresar el significado que podía tener el edificio desde
el punto de vista alegórico o simbólico. Por lo general, cada teórico se mostró afín a una
sola de estas consideraciones, pero algunos de ellos expresaron una idea del orden
arquitectónico en el que la que se hacían compatibles dos o más valores. Un recorrido
por la teoría de los órdenes de la Edad Moderna y por algunos ejemplos de cómo éstos
se aplicaron, nos ayudará a comprender esta afirmación. Pero como punto de partida
veamos primero qué decía Vitruvio sobre los órdenes en sus Diez Libros de
Arquitectura, consultando el primer documento de esta lección. Fijémonos
especialmente en cómo hacía corresponder los distintos tipos de orden con un carácter
(varonil, delicado, y con distintos dioses y diosas), pues será en este aspecto en el que
resida la vinculación que recogieron los teóricos de la Edad Moderna entre la forma del
edificio y su significado. Será lo que conocemos como la “teoría modal de los órdenes”,
a partir de la cual éstos aparecen vinculados con la función y el valor simbólico de los
distintos tipos de edificios.
Lectura de TEXTO 1. Forssman, E., “El declinar del Vitruvianismo en el siglo XVIII”, en Dórico, Jónico y
Corintio en la arquitectura del Renacimiento. Bilbao, Xarait, 1983,
págs. 187-195
La teoría de los órdenes formó parte del debate arquitectónico de la Edad Moderna,
poniendo de manifiesto que no existía una solución única en torno a cuestiones como
las proporciones o las medidas de los mismos, ni tampoco en torno al número y
variedad de los órdenes o a cómo éstos debían ser empleados desde el punto de vista
expresivo. Surgieron en torno a estos temas numerosas propuestas teóricas que a
continuación vamos a recorrer en sus formulaciones esenciales, las cuales constituyen
un interesante indicador tanto del interés suscitado por el tema en la Edad Moderna,
como de la importancia que éste tuvo en el contexto de un debate aún más amplio, el de
lo antiguo y lo moderno. La defensa de la arquitectura romana o el retorno al código
invariable del buen gusto de la arquitectura griega, como propugnaban algunos teóricos
y arquitectos del Neoclasicismo, formó parte de esta polémica, como a continuación
veremos.
Alberti no ilustró su obra, pero describió los órdenes a partir del texto de Vitruvio y de
su propia observación de las ruinas romanas, por cuyo estudio sentía un gran interés.
Fue a partir de ellas como estableció un quinto orden, el denominado “genus italicum” u
“orden compuesto”, creado a partir de la combinación del jónico y el corintio, al que
identificó como orden romano e incluyó entre los órdenes clásicos. Además, Alberti
calculó las proporciones de los órdenes en relación al cuerpo humano, siguiendo la
teoría antropomórfica de la arquitectura enunciada por Vitruvio, y expresó la idea de
que las columnas eran “el principal ornamento de la arquitectura”. Pero en ningún
momento llegó a establecer una relación entre los órdenes y el género o valor alegórico,
expresivo, que pudiesen encerrar y transmitir al edificio, manteniéndose así al margen
de la teoría del decoro vitruviano que tanto desarrollo tendría, como más adelante
veremos, en la Edad Moderna. Los órdenes eran para Alberti una especie de tipologías
de columnas con carácter ornamental y sólo en escasas excepciones, como cuando se
refería a la construcción de los arcos de triunfo -para los cuales recomendaba el empleo
de los órdenes corintio o compuesto que prevalecían en las ruinas de los edificios
romanos-, se establecía una relación entre el orden y su significado o valor alegórico.
La teoría arquitectónica del siglo XVI dedicó un gran desarrollo a la teoría de los
órdenes. Casi un siglo después de las formulaciones teóricas de Alberti y ya en pleno
Renacimiento, Sebastiano Serlio sentaría las bases de la tradición de libros de órdenes
como tema autónomo, sometiendo a los mismos a un proceso de codificación que partía
de la lectura y reinterpretación del texto de Vitruvio. Hasta entonces ninguno de los
teóricos de la arquitectura seguidores de la tradición vitruviana, habían aportado
soluciones aplicables con facilidad a la práctica arquitectónica. Sus obras tenían un
carácter especulativo o utópico que de nada servía a los arquitectos a la hora de
componer sus obras. Pero Serlio vendría a cambiar dicha situación. Sus libros de
arquitectura -ocho libros, más uno extraordinario publicados de forma escalonada en
Venecia y Francia entre 1537 y 1575-, constituyeron una especie de código de
gramática arquitectónica ilustrada, pues esta vez sí iban acompañados de un amplio
catálogo de imágenes, alcanzando una gran difusión por toda Europa gracias a la
imprenta y convirtiéndose en un verdadero referente para la cultura arquitectónica
moderna. Podríamos decir que su obra se convirtió en una especie de atlas de
arquitectura elaborado con un lenguaje sencillo, con el que se pretendían proporcionar
normas concretas para la arquitectura, renunciando a la especulación teórica que había
caracterizado anteriores tratados. De este modo, los libros de arquitectura de Serlio, con
sus ilustraciones, llegaron a funcionar como una especie de catálogo de modelos a los
que acudían arquitectos de Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, etc., a la hora de
componer sus obras. Por esta vía la obra teórica de Serlio llegó a ser una de las
publicaciones de mayor influencia en la arquitectura moderna junto al tratado de
Vignola, publicado algo después.
Sebastiano Serlio y su IV Libro de Arquitectura: la primera sistematización de los
órdenes
Serlio dedicó su IV libro, publicado en 1537, a los cinco órdenes, creando así una
tradición, la de abordar el tema de los órdenes en un volumen independiente, que
alcanzó un notable éxito en la tratadística del siglo XVI, hasta el punto de que la teoría
de la arquitectura parecía quedar muchas veces reducida a los principios de los órdenes
y las instrucciones que en cada uno de los autores de los tratados aportaban para su
aplicación.La sinopsis con la que Serlio inició este IV libro estaba inspirada
probablemente en la edición de Vitruvio publicada por Cesare Cesariano en 1521, cuyo
estudio contribuyó a un conocimiento más profundo del teórico latino, que combinó a la
hora de formular su teoría de los órdenes con su propia observación de los edificios
antiguos, como también hiciese Alberti a mediados del siglo XV. Sin embargo, la
postura de Serlio frente a los órdenes no era ya la de Cesariano o la de Alberti. Serlio,
que consideraba a su IV libro como el más importante y “el más necesario para el
conocimiento de las diferentes modalidades de edificios y su ornamento”, atribuyó un
gran protagonismo a los órdenes como elementos del lenguaje arquitectónico clásico,
llevando a cabo una sistematización de los órdenes que consistía en la creación de
modelos de cada uno de los mismos y en el estableciendo de un canon fijo que
determinaba la altura de las columnas, cuestión que no había sido llevada a la práctica
por los teóricos precedentes.
Como luego hiciesen muchos otros autores, Serlio presentó a los órdenes como
elementos canónicos invariables inspirados en la Antigüedad, sin bien su definición era
fruto de una mezcla entre la inspiración vitruviana y su propia invención a partir de la
observación y estudio de los edificios de la Antigüedad, manteniendo una relación
crítica con el texto de vitruvio. Su visión de los órdenes era, pues, una elaboración
propia y contemporánea que aspiraba a convertirse en modelo. Sin embargo, Serlio
contemplaba la posibilidad de las licencias formales que pudiesen introducir los
arquitectos a la hora de componer sus obras, cuestión ésta que él mismo aplicó en su
tratado. Con la inclusión de estas licencias en el contexto de la tradición vitruviana, que
en ocasiones justificaba como una adaptación a los nuevos tiempos, Serlio se convirtió
en el iniciador teórico del Manierismo arquitectónico.
Otros arquitectos y teóricos italianos de los siglos XVI y XVII que a continuación
estudiaremos, como Vignola, Palladio o Scamozzi, siguieron los pasos de Serlio. De
hecho, la publicación de su obra daría lugar a una gran cantidad de tratados sobre los
órdenes arquitectónicos, caracterizados por el intento de sus autores de codificar la
gramática de la arquitectura partiendo de los órdenes y estableciendo un tipo ideal para
los mismos a partir de la introducción de sus propios criterios sobre la tradición
vitruviana.
Tras los pasos de Serlio: J. B. de Vignola y su “Regla” para componer órdenes
Frente a la “explosión” teórica desarrollada en torno a los órdenes en la Italia del siglo
XVI, el único teórico del siglo XVII que escribiría sobre el tema en la siguiente centuria
sería Guarino Guarini, quien desde una posición menos estricta y más relativista que la
de Scamozzi defendía la existencia de un número ilimitado de órdenes y la posibilidad
de variar sus proporciones, aunque no con una libertad absoluta. Su postura quedaba
justificada en el reconocimiento de la variación que podía experimentar el gusto, la
estética, con el tiempo, lo que le llevaba a defender la licencia frente a la norma,
situándose en una posición que entraba en franca polémica con la defendida por
Scamozzi. En consecuencia, Guarino Guarini defendía la existencia de tres órdenes
dóricos, tres jónicos y tres corintios, e incluía los órdenes latinos (toscano, compuesto),
entre los griegos. Como novedad, además, también Guarini hablaba de un orden gótico,
dotando de este modo a su teoría de los órdenes de un sentido ecléctico, de un concepto
que mezclaba la innovación formal con la experiencia sensorial y la geometría. Había
entrado en juego la valoración del punto de vista del espectador, de la percepción, que el
arquitecto intentaba hacer compatible con el clasicismo y sus valores geométricos.
La teoría de los órdenes tuvo un importante desarrollo en Francia, iniciado a raíz de las
primeras traducciones al francés de las obras de Vitruvio, Alberti y Serlio, a las que se
añadiría después la traducción de las Medidas del Romano, del español Diego de
Sagredo. Desde entonces, el tema estaría presente en la práctica totalidad de la teoría
arquitectónica, vinculado a un interés general por la arquitectura, que corrió paralelo al
desarrollo del Absolutismo, alcanzando su punto de mayor intensidad en el reinado de
Luis XIV. A este desarrollo contribuyó a su vez la existencia durante el siglo XVII de
una gran demanda de manuales de modelos de arquitectura que guiasen a los
arquitectos en la práctica de construir. Posteriormente, la revisión crítica del Clasicismo
desarrollada por la teoría francesa de los siglos XVII y XVIII, mantendría viva la
cuestión, que se movería entre dos principales tendencias: el vitruvianismo artístico y el
cartesianismo filosófico (Marchán Fiz, 2010)
El debate que podríamos calificar de eterno en torno a las proporciones de los órdenes,
ya abordado por la teoría arquitectónica italiana, fue también uno de los principales
elementos en torno a los que giró la teoría francesa. De hecho, como indica el Profesor
Szambien, esta discusión debió mucho en Francia a los teóricos italianos del
Quatrrocento, y más concretamente al trabajo que éstos realizaron comparando las
proporciones aportadas por Vitruvio con la observación de los edificios de la Roma
Imperial, e intentando verificar sin éxito la existencia de una relación entre ambas. Los
viajes a Italia, realizados por los arquitectos y teóricos franceses del siglo XVI,
contribuirían a incrementar este debate, al constatar presencialmente las discrepancias
existentes. Esta realidad, lo de que las reglas de Vitruvio y la realidad no coincidíesen,
hacía tambalearse los principios de unos arquitectos convencidos de que las reglas eran
esenciales para el Clasicismo, los cuales iniciaron una intensa labor teórica intentando
crear normas para los órdenes que les permitiesen moverse cómodos en un sistema para
el que éstas eran imprescindibles.
De entre los autores que prestaron atención al tema en el siglo XVI francés, partiendo de
esta preocupación por el intento de establecer unas proporciones fijas para los órdenes
ante la ausencia de una regla clara de las mismas, el primero fue Bullant, quien escribió
en 1564 un tratado sobre el tema sin demasiada repercusión. Pero sin duda quién
abordaría por primera vez el tema con verdadero calado sería Philibert de L’Orme,
teórico y arquitecto real, figura clave del panorama artístico francés del siglo XVI, que
había viajado a Roma y había realizado la observación y medición de edificios antiguos.
En él se unió el interés teórico y práctico por la arquitectura clásica, con el intento de
hacer de la misma un elemento de identificación nacionalista vinculado al poder de
Francia y de su Monarquía, reivindicando el empleo de mármoles franceses y de
elementos arquitectónicos específicos de su identidad. Era el tiempo de Rabelais, del
orgullo y la reivindicación nacionalista en el ámbito de la política, la cultura y el arte,
que condicionaría la obra de De l’Orme como teórico y arquitecto.
En la primera de las facetas, De l’Orme abordó el tema de los órdenes en los libros V y
VII de su obra Nouvelles inventions, publicada en 1567, donde hacía pública su propia
visión de la arquitectura, muy vinculada a Vitruvio y a Alberti en el respeto por la
relación existente entre las leyes de la arquitectura y las de la Naturaleza, así como en
Serlio, en la posibilidad de dar rienda libre a la creación a través de la legitimación de la
licencia. De L’Orme abordaba en su tratado la creación de un nuevo orden, el “orden
francés” que justificaba alegando que Francia debía poseer un orden con su propio
nombre, ya que el resto de los órdenes llevaban los nombres de los países que los habían
creado. Se daba así respuesta a los intereses antes mencionados, llevando al extremo la
libertad de la invención y la licencia promulgada por Serlio. Su nuevo orden
incorporaba una columna en forma de árbol y también un fuste creado mediante fustes
de tambores ensamblados y anillados para ocultar las juntas, solucionando así la
dificultad de obtener bloques de piedra de grandes dimensiones procedentes de las
canteras francesas para los fustes de las columnas. Este orden llegó a ser empleado en el
Palacio de las Tullerías, residencia de los monarcas franceses.
Tras las formulaciones de los grandes teóricos italianos del quinientos -Alberti, Serlio,
Vignola, Palladio y Scamozzi en Italia, y De L’Orme en Francia- la casi totalidad de la
producción teórica del siglo XVII estuvo centrada en la teoría de los órdenes,
realizándose además numerosas reediciones de los teóricos del XVI. El libro del
arquitecto francés Le Muet, escrito en la primera mitad del siglo XVII (1591-1669), fue
uno de ellos. En su obra, Le Muet, que colaboró con De Brosse en la construcción de
castillos y palacios, realizó una adaptación de los libros de Vignola y Palladio,
manteniéndose fiel a los principios esenciales del vitruvianismo no sólo en los órdenes,
sino también en el resto de sus propuestas teóricas. Por entonces, el texto de Vignola
que se había traducido al francés incluso antes que Palladio o Scamozzi, se abría paso
en Francia como favorito por considerarse como más coherente y práctico.
Conviene destacar que Francia fue la pionera en el ámbito europeo en abrir a mediados
del siglo XVII un debate en torno a cual era la verdadera naturaleza de los órdenes y
cómo debían emplearse en la arquitectura moderna; en realidad un debate de gran
calado sobre el Clasicismo, del que fue buen representante Fréart de Chambray, quién
publicó en 1650 una obra denominada Parallèle de l’architecture Antique avec la
moderne donde hacía una compilación de estudios previos sobre los órdenes,
estableciendo como novedad la existencia de tres órdenes griegos (dórico, jónico y
corintio), considerados como ejemplo de perfección y belleza (aunque ésta recaía según
el principio albertiano en la simetría), a los que se reconocía además un carácter
autosuficiente para la construcción; y dos latinos (toscano y compuesto), entendidos
como degeneraciones de los anteriores y representantes de la “irracionalidad” de la
arquitectura. La arquitectura prefecta se encontraba, por tanto, en un regreso a los
órdenes griegos, es decir, a los órdenes tal y como se daban en la Antigüedad.
La postura mantenida por Fréart de Chambray en torno a los órdenes no era sino el telón
de fondo de uno de los más interesantes debates suscitados en la teoría del arte de la
Edad Moderna: el generado entre antiguos y modernos, tras el cual lo que existía era un
cuestionamiento crítico del valor de la Antigüedad como ideal de perfección. Las
preguntas eran las siguientes: ¿representa la Antigüedad Clásica un ideal de perfección
al que los arquitectos modernos deban aspirar, o es un estadio primitivo de la
arquitectura superable en su perfección?. En resumen: ¿los antiguos representan el
principio o en el fin de la creación arquitectónica? ¿Puede ser el Clasicismo un lenguaje
universal?. Antiguos y modernos por igual argumentaron su postura en un número
infinito de textos titulados Parallèle des anciens et des modernes. Fréart se alineó, como
hemos podido comprobar, al lado de los antiguos, defensores de la autoridad de
Vitruvio y del valor de lo griego.
Del lado de los modernos se situaría Claude Perrault, que continuaría la polémica treinta
años después a través de su traducción comentada de Vitruvio - en realidad una crítica a
éste-, así como de su tratado sobre los órdenes Ordonnance des cinq éspèces de
colonnes selon la méthode des anciens (1683). La posición de Perrault al lado de los
modernos fue en este caso muy clara, defendiendo la capacidad de los arquitectos para
reinterpretar y crear a partir del legado antiguo. “Sólo como figuras retóricas –decía-
nos son disponibles a todos los órdenes, de modo que los cinco órdenes de la
arquitectura están igualmente en las manos de los arquitectos. El mérito de un arquitecto
no es, por consiguiente, usar columnas, sino situarlas con juicio y componer bellos
edificios con ellas”
Desde mediados del siglo XVIII la teoría de la arquitectura francesa mostraría varias
tendencias simultáneas cuyo denominador común sería la mentalidad ilustrada y la
oposición al Rococó. Marc-Antoine Laugier, por ejemplo, defendería a mediados del
siglo XVIII la inspiración de los órdenes en la Naturaleza y haría derivar la arquitectura
de la cabaña primitiva, considerando a los órdenes no como ornamento sino como parte
estructural, constitutiva, de la arquitectura, puesto que para él resulta esencial mantener
la lógica constructiva. Se sumaba, sin embargo, a la defensa de un orden francés y a la
teoría del carácter o vinculación del orden con un sentido expresivo o alegórico
concreto defendida por otro arquitecto francés: Boffrand.
La teoría de Laugier reivindicaba el sentido estructural de los órdenes que les había
dado origen, así como la belleza que les había acompañado en su nacimiento. Esta
actitud de anticuario provocó un verdadero revuelo en la teoría arquitectónica moderna
europea, por cuyo ambiente se difundió a través de traducciones y ediciones varias. Fue
defendido y atacado, suscitando un interesante debate que introduciría a la arquitectura
en una nueva visión del arte Clásico: la del Neoclasicismo.
2. Los “libros de órdenes” de la arquitectura centroeuropea
En este ámbito, el apogeo de los manuales sobre los órdenes estuvo representado a
finales del siglo XVI por Dietterlin, quién los tomó como base para realizar creaciones
fantásticas en grabado sobre cobre a través de una obra de carácter ilustrativo,
convirtiéndoles en una especie de repertorio de ornamentos desvinculados de su sentido
estructural. Junto a ello, este autor defendió la idea del decoro presente ya en sus
predecesores centroeuropeos e intentó relacionar la mitología antigua con los motivos
cristianos, otorgando a los órdenes un sentido simbólico hasta entonces inexistente. La
restante teoría del siglo XVI seguiría en Centroeuropa esta estela, que también se dejó
sentir en los siglos XVII y XVIII de forma especial en el ámbito alemán, dónde
surgieron numerosos libros de órdenes en los que éstos eran tratados con un sentido
ornamental o en los que se intentaba imponer de forma rígida el canon de Vignola.
Sobre esta concepción destacarían sólo algunas propuestas defendidas por teóricos
como Nicolaus Goldmann y Christoph Sturm, que trabajaron en el siglo XVII siguiendo
los principios de Vignola, Palladio y Scamozzi. En dichas propuestas los órdenes
volvían a considerarse como principios ordenadores de la arquitectura y no solo como
complementos ornamentales, incluyendo su carácter expresivo a través de la
recuperación de la teoría del decoro. Los órdenes se diferenciarían para ellos en
“vulgares y nobles”. Los primeros –vinculados a lo masculino- eran el toscano y el
dórico, mientras que los nobles o femeninos serían el jónico, el compuesto y el corintio.
Para sus proporciones se adoptará a Vignola y se propondría además un orden alemán.
Durante los siglos XVI y XVII la teoría de la arquitectura inglesa se sirvió de la labor
efectuada por los tratadistas italianos, traducidos al inglés a partir de ediciones francesas
y holandesas. No fue hasta el siglo XVIII cuando comenzó a desarrollarse una teoría
propia.
Con alguna excepción ciertos autores, como John Shute, abordarían a mediados del XVI
la teoría de los órdenes. Shute lo haría en una especie de libro de órdenes al estilo
nórdico escrito a modo de adaptación del libro IV de Serlio, en el que lo más singular
era el modo en el que este autor interpretaba la analogía establecida por Vitruvio –
recogida posteriormente por la teoría arquitectónica del Quattrocento-, entre la columna
y la figura humana, incorporando a los órdenes una especie de variante en forma de
cariátide. Además, Shute seguiría la tendencia contrarreformista de intentar vincular lo
profano con lo cristiano, haciendo derivar los órdenes del Arca de Noé y de la Torre de
Babel. Más tarde, en la segunda mitad del XVII, Christopher Wren abordaría también el
tema de los órdenes con ciertas aportaciones propias, que consistían en la incorporación
a los órdenes greco-romanos de uno nuevo: el orden tirio, que según el teórico y
arquitecto representaba un orden anterior al dórico, el cual veía reflejado en algunos
monumentos de la Antigüedad y también en el Templo de Salomón. Se trataba de un
intento de atribuir a los órdenes un origen divino similar al que llevase a cabo Juan
Bautista de Villalpando en España a comienzos del siglo XVII.
Pero la teoría arquitectónica inglesa del siglo XVIII, incluida la de los órdenes, estuvo
dominada como sabemos por el Palladianismo, a partir del cual se editaron manuales a
modo de libros de bolsillo. Dentro de esta tendencia merece la pena destacar las
posturas de arquitectos como Robert Morris, quién intentó convertir el palladianismo en
el “estilo nacional inglés”, defendiendo desde una postura “conservadora” próxima a la
representada en Francia por Fréart de Chambray, la existencia de tres únicos órdenes
griegos, estableciendo además una nueva aportación a la teoría modal o teoría del
decoro, por la que se hacía corresponder los órdenes empleados en las casas de campo
con el paisaje. De este modo, el dórico sería recomendado para el paisaje abierto y
plano y el jónico para otros paisajes más variados, estableciendo así una importante
vinculación entre la naturaleza y la arquitectura en la que ésta parecía depender de la
primera.
4. La teoría de los órdenes en España
Prado y Villalpando hacían derivar el nuevo orden del Templo de Salomón, a partir de
los comentarios realizados por el último de estos autores al Libro de Ezequiel, en el que
se describía el Templo de Salomón, llegando a la conclusión de que éste coincidía con
las indicaciones dadas por Vitruvio para la construcción de templos. El orden
salomónico del que habla Villalpando en relación al templo de Salomón se trataba en
realidad del orden corintio, pero con la inclusión en su capitel de elementos como la
hoja de palma o los dátiles. Villalpando consideraba que todos los órdenes vitruvianos
derivaban de este primer orden, vinculando así la teoría clásica de los órdenes con el
cristianismo, como hiciesen en esta línea otros teóricos europeos que ya hemos tenido
oportunidad de estudiar, pues de hecho la influencia del texto de Villalpando fue muy
importante tanto dentro como fuera de España. Con su teoría Villalpando pretendía
demostrar que los órdenes no eran una invención pagana, sino una creación
directamente realizada por Dios. Los órdenes vitruvianos quedaban así, una vez más,
sacralizados.
Este orden salomónico sería redefinido con posterioridad por Fray Juan Ricci, quién
retomó la tradición de las columnas helicoidales de San Pedro del Vaticano, cuya
procedencia se atribuía al Templo de Salomón y aplicó la torsión de dichas columnas a
las basas, los entablamentos y los demás componentes de los órdenes, de modo que toda
la arquitectura quedaba ondulada. Estas formas encontraron un buen campo de
experimentación en altares y arcos de triunfo vinculados a la arquitectura barroca. Ricci
adoptó además la simbología cristianizada de los órdenes arquitectónicos de Serlio y la
adaptó a las necesidades españolas, ampliando el catálogo de los mismos con la
inclusión de un oren rústico y uno grutesco, así como de órdenes mixtiformes, en los
que se puede apreciar una influencia de los órdenes decorativos del norte de Europa,
especialmente de los desarrollados por teóricos como Dietterlin y Vedreman de Vries.
Lectura de TEXTO III. “Los cinco órdenes clásicos”. En La arquitectura civil recta y oblicua de
Juan de Caramuel, Santiago de Compostela, pp. 146-166
Se puede consultar a través del siguiente enlace:
http://dspace.usc.es/bitstream/10347/2410/1/9788497509923_content.pdf
BIBLIOGRAFÍA DE AMPLIACIÓN PARA EL ESTUDIO DEL TEMA:
Esta bibliografía aporta un conjunto de referencias para profundizar en el estudio del tema:
ARNAU AMO, Joaquín, La teoría de la arquitectura en los tratados, Tebas Flores, Madrid,
1987 Interesante para el estudio del apartado II.1 de este tema
El libro de Erik Forssman fue publicado por primera vez en y constituye un clásico para el
estudio de la arquitectura del Renacimiento. La traducción que aquí se recomienda incluye un
interesante primer capítulo en el que Fernando Marías, uno de los mejores especialistas del
arte español del Renacimiento, somete a análisis el estudio del desarrollo de los órdenes y de
la teoría modal en la teoría y la práctica arquitectónica española de la Edad Moderna. Junto a
ello, el libro incluye una interesante introducción de Leonardo Benévolo.
Forssman aborda el tema de los órdenes dentro de lo que él denomina la “Edad del
Vitruvianismo”, entendido como el legado arquitectónico adoptado por lo artistas del
Renacimiento para abordar sus propios códigos estructurales y expresivos a partir de la
reinterpretación de los órdenes y la relaboración de los principios del Clasicismo. Para
Forssman los órdenes forman parte de un código gramatical que se extiende más allá de lo
estructural y alcanza lo expresivo.
Esta obra analiza las diferentes etapas históricas de la influencia ejercida por la obra de
Vitruvio, haciendo un recorrido por las revisiones críticas del libro aportadas por autores como
Alberti, Serlio, Vignola y Scamozzi, hasta llegar al siglo XVIII. Es una obra complementaria que
puede ser de utilidad en esta asignatura para comprender mejor la integración entre lo
puramente arquitectónico y lo artístico, así como para entender el peso de Vitruvio en la
configuración de la herencia clásica de la modernidad.
Esta obra resulta fundamental en el desarrollo de este tema, pues en ella se realiza una
exposición crítica completísima, de las teorías de la arquitectura desde la Antigüedad hasta
nuestros días, en los principales ámbitos geográficos europeos. La obra sigue un discurso
cronológico que facilita su comprensión.
SUMMERSON, John, El lenguaje clásico de la arquitectura, de L.B. Alberti a Le Corbusier.
Thames and Hudson, Londres, 1963 (exite una reedición de la editorial Gustavo Gili en
2010). **Interesante para el estudio de todos los apartados, pero especialmente del I.
John Summerson desarrolla en este libro una interesante reflexión sobre el lenguaje clásico,
doblemente interesante en tanto que sus consideraciones están realizadas desde su doble
perspectiva de arquitecto e historiador. Junto a Pevsner y Wittkower, el autor es uno de los
grandes especialistas ingleses en historia de la arquitectura.
La obra está dedicada a todos aquellos que desean comenzar a reflexionar sobre la
arquitectura, concretamente acerca del lenguaje clásico, e ir más allá de su mera
contemplación. Por eso Summerson desarrolla su obra a modo de una conferencia en la que se
hace preguntas acerca de cómo se han utilizado las formas (entre ellas los órdenes) heredados
de Roma en el Renacimiento, qué evolución y desarrollo han tenido en los diferentes
momentos del pensamiento y de la práctica arquitectónica. Es un libro muy recomendable por
su lenguaje claro y directo, así como por la buena elección de los ejemplos de arquitecturas
elegidos para ilustrar la obra.
Esta obra de divulgación realiza un recorrido por la teoría de la arquitectura desde el texto de
Vitruvio hasta la actualidad, a través de una división de sus contenidos por ámbitos geográficos
(Italia, Centroeuropa, Inglaterra, etc.). A cada tratadista se le dedica un texto explicativo y un
interesante conjunto de ilustraciones, que constituyen en este tema una buena herramienta
de aprendizaje. Sin embargo, debemos tener en cuenta que las explicaciones no están
referidas sólo a los órdenes, sino a todo el desarrollo teórico de la obra. Resulta muy útil como
libro de consulta.
Esta obra de Wittkower es un clásico dentro de la historia del arte. El autor plantea su obra
desde un punto de vista muy interesante, que es el seguido por esta asignatura: el de la
relación existente entre la cultura y la arquitectura durante el Renacimiento. No obstante,
debemos tener en cuenta que esta obra de Wittkower, ampliamente difundida desde su
primera publicación en 1949, ha dado lugar a numerosos estudios en los que sus ideas han
sido reelaboradas. La obra sigue siendo plenamente vigente hoy en día para el estudio de la
arquitectura del Renacimiento. En ella el autor ofrece una explicación de formas
arquitectónicas a partir del estudio de obras claves de autores como Alberti, Palladio, etc.
explicando al mismo tiempo cuestiones básicas de la teoría de la estética de la Edad Moderna.
Es decir, que Wittkower no se queda en el simple análisis formal. La edición que aquí se
recomienda incluye algunas conferencias del autor incorporadas con posterioridad a la
publicación inicial, todas ellas muy interesantes.