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Tema 2.

LA TEORÍA DE
LOS ORDENES
(Por la Dra. Consuelo Gómez López ©)

En este tema se aborda el estudio de los órdenes desde el punto de vista de sus formulaciones
teóricas , haciendo un recorrido por todos aquellos teóricos y obras que fueron
reinterpretando la gramática del lenguaje clásico desde la consideración de los órdenes desde
un triple dimensión: ornamental, estructural y expresiva. Sus interpretaciones, basadas en el
texto de Vitruvio primero y más tarde en la crítica hacia el mismo y en la reivindicación de la
arquitectura griega, nos enseñarán como los órdenes constituyeron una parte esencial de la
evolución del “ideal clásico”
TEMA 2. LA TEORÍA DE LOS ÓRDENES
(Por la Dra. Consuelo Gómez López ©)

Esquema de Contenidos:

I. EL ORDEN EN LA ARQUITECTURA CLÁSICA: EL LEGADO VITRUVIANO

II. LA TEORÍA DE LOS ÓRDENES EN ITALIA o CÓMO CODIFICAR LA GRAMÁTICA DE LA


ARQUITECTURA CLÁSICA
1. Los “libros de órdenes”: modelos para componer y licencias para transgredir

III. LA TEORÍA DE LOS ÓRDENES EN EL RESTO DE EUROPA: UNA INTERPRETACIÓN DE LA


CODIFICACIONES CLASICISTAS
1. El “orden francés” y el debate en torno al Clasicismo
2. Los “libros de órdenes” de la arquitectura centroeuropea
3. Inglaterra y el influjo de Palladio
4. La teoría de los órdenes en España

I. EL ORDEN EN LA ARQUITECTURA CLÁSICA: EL LEGADO VITRUVIANO

El arte griego desarrolló sobre la práctica un conjunto de normas – el canon en el caso


de la escultura y el orden en el de la arquitectura-, que regulaban la ejecución de las
obras, confiriéndolas belleza y perfección. Para el caso de la arquitectura estas normas
adquirieron su concreción a través del desarrollo de los denominados “órdenes
arquitectónicos”, una especie de leyes ideales o de reglas estructurales que regulaban el
modo en el que debían disponerse las diversas partes del soporte y de la cubierta de los
edificios, las cuales podían sin embargo variar para adaptarse a las características de las
diferentes construcciones. Los órdenes se constituyeron así para la arquitectura griega
en una especie de composición gramatical. Su recuperación en el Renacimiento a partir
del redescubrimiento del texto de Vitruvio y sus posteriores reinterpretaciones por parte
de los arquitectos y teóricos de la Edad Moderna, hizo que este modo de componer
edificios mantuviese su vigencia hasta finales del siglo XVIII, caracterizando lo que
conocemos como “lenguaje del Clasicismo”.

El concepto de orden se encuentra así ineludiblemente vinculado a la arquitectura


clásica y debe ser entendido, en función del origen que se acaba de indicar, como un
sistema de composición arquitectónica basado en la combinación de unos determinados
elementos que, relacionados entre sí de un modo coherente a partir de unas normas
prefijadas, confieren al edificio armonía, proporción y unidad, principios esenciales del
concepto clásico de arquitectura, a los que quedaba supeditada la belleza del edificio.
Es así que durante la Edad Moderna los órdenes fueron la base del proyecto
arquitectónico. Los arquitectos los adoptaron como principio de autoridad, considerando
que su procedencia de la arquitectura griega y su carácter autosuficiente para la
construcción de edificios consagraba su empleo como principio general de composición
arquitectónica, o lo que es lo mismo, como un código de obligado respeto, iniciándose
de este modo un proceso de sistematización de la arquitectura basada en dicho código.
Los órdenes se convirtieron de esta manera en un modo de concebir el proyecto
arquitectónico. Y aunque las posiciones de los arquitectos respecto a la interpretación
del clasicismo fueron variando con el tiempo, los órdenes se mantuvieron como
lenguaje, como el aparato conceptual empleado por el arquitecto de la Edad Moderna
para “hacerse entender”, tal y como indica L. Benévolo (Forssman, 1983). Al igual que
en muchas otras cuestiones relacionadas con la práctica artística de la Edad Moderna, en
este proceso ejerció una gran influencia el texto de Marco Vitruvio Pollion,
especialmente a partir de la interpretación que el arquitecto y teórico latino del siglo I
a.C. aportaba en relación al origen de los órdenes griegos. El texto se convirtió en fuente
de autoridad e inspiración para las formulaciones teóricas modernas hasta el siglo
XVIII, momento en el que el descubrimiento y estudio de las ruinas de la Antigüedad
comenzó a desvelar que en realidad los órdenes vitruvianos no eran tanto una
trasposición veraz de la arquitectura griega, como parecía deducirse el texto de Vitruvio,
como una interpretación de la misma en la que se mezclaba la influencia
tardohelenística con la romana.

Recordemos que los órdenes griegos carecieron de un respaldo teórico y que no fue
hasta Vitruvio cuando se ofreció una versión de los mismos que acabaría por convertirse
durante la Edad Moderna en una especie de conjunto fijo de normas que pretendían ser
inalterables, algo que no había existido en Grecia, donde los órdenes habían ido
evolucionando y cambiando. En el tercer y cuarto libros, Vitruvio describía tres
órdenes: dórico, jónico y corintio, y daba algunas pautas sobre el toscano. Explica en
qué parte del mundo surgió cada uno y explicaba con qué dioses o diosas debía
corresponderse cada uno. Pero como indica J. Summerson, no presentó los órdenes
como un conjunto de normas canónicas, dejando esa tarea a los teóricos del
Renacimiento.

Los órdenes vitruvianos estaban regidos por el principio de la relación de proporción


entre sus diferentes partes inspirada en las proporciones del cuerpo humano, o lo que es
lo mismo, de la Naturaleza, de modo que no fue difícil que los artistas del Renacimiento
integrasen con facilidad en su discurso la recurrencia a este sistema de composición,
pues constituía un modo de hacer que el edificio fuese bello y reflejase a su vez su
relación con la Naturaleza. Las reglas de los órdenes, en tanto que procedentes de la
Naturaleza, garantizaban la belleza y la perfección. De este modo, la doctrina vitruviana
de los órdenes fue calando y afirmándose en toda Europa, gracias en buena medida a la
gran difusión que tuvo el tratado de Vitruvio, sometido durante el siglo XVI a un gran
número de ediciones, traducciones a distintos idiomas y comentarios por parte de la
teoría arquitectónica de diversos países, marcada durante este siglo por un acentuado
vitruvianismo.

Como indica Forssman, para quién la arquitectura de los siglos XVI a XVIII constituye
lo que él denomina la “Edad vitruviana”, cada período de este proceso artístico estuvo
vinculado a la preferencia por un orden con respecto a los demás: el siglo XV prefirió el
corintio, condicionado por la contemplación de las ruinas de la Roma Imperial; el
Clasicismo buscó el equilibrio entre los tres órdenes defendido por Bramante; el
Manierismo se decantó por el toscano y el dórico, representados en las obras de Giulio
Romano, Sanmicheli o Vignola; el Barroco por el corintio, convertido en el exponente
esencial de la estética ornamental y esplendorosa del Absolutismo; y finalmente, el
Neoclasicismo optó por el dórico, surgido en parte como reacción ante el Barroco, y
también como consecuencia del influjo ejercido por los nuevos descubrimientos
arqueológicos y la nueva visión de la Antigüedad que éstos aportaron en los medios
artísticos. Durante los siglos XVII y especialmente durante el XVIII, el empleo de los
órdenes clásicos constituyó además una solución adecuada para los ideales académicos,
en tanto que permitía fortalecer la autoridad del arte grecolatino y otorgar una base
objetiva al juicio del gusto, ya que durante el Neoclasicismo se propugnó la vuelta al
código invariable de buen gusto de las obras griegas que, según se consideraba, los
romanos y modernos habían tergiversado.

Todas estas teorías y formulaciones participaron del Clasicismo, conferido en buena


medida mediante el empleo de los órdenes. Pero el modo en que todos ellos fueron
utilizados desde el punto de vista arquitectónico no fue, sin duda, el mismo. De hecho,
los órdenes, considerados por la mentalidad clasicista como norma ineludible a la hora
de construir, fueron interpretados de muy diferentes modos por teóricos como Serlio,
Vignola, Palladio, Philibert de L’Orme, Fréat de Cambray, Juan Bautista de Villalpando
o Laugier, por mencionar sólo algunas de las más destacadas formulaciones que se
realizaron desde los distintos centros europeos. Todos ellos convirtieron a los órdenes
en elaboraciones propias que pretendían convertirse en tipos o modelos ideales,
condicionados en su formulación y concreción por tres elementos fundamentales: la
interpretación que cada uno de estos teóricos hizo de las normas de composición
establecidas por Vitruvio en su tratado – muy poco claras especialmente en lo que se
refería a las proporciones que debían tener los órdenes-, el estudio y observación de las
ruinas de la Antigüedad, y finalmente la capacidad que cada uno de estos hombres
demostró para intentar dar solución a las ambigüedades que se producían entre lo que
leían en el texto de Vitruvio y lo que sus ojos podían ver observando, estudiando e
incluso midiendo los edificios de la Antigüedad. De todo ello resultarían sus propias
formulaciones acerca de los órdenes. Si a ello unimos que cada una de estas
formulaciones fueron a su vez reinterpretadas por los propios arquitectos de cada
momento artístico a través de los edificios que diseñaron, nos encontraremos con un
marco variado, en el que si bien los elementos propios del lenguaje de los órdenes
permaneció invariable, manteniendo así vivo el Clasicismo, su forma de conjugarse
presentó interesantes variables. Todas estas formulaciones eran una muestra de la
actitud creativa mantenida ante el Clasicismo por teóricos y arquitectos, para quienes
quedó patente que los órdenes eran un sistema de composición basado en los principios
del vitruvianismo. Pero también un modo de expresión de carácter alegórico. Ambos
elementos, compositivo y expresivo, dieron sentido a los órdenes, vinculando el
lenguaje arquitectónico de los teóricos y arquitectos modernos con el vitruvianismo y, a
partir de él, con el Clasicismo.

Pero además los órdenes, como parte fundamental del Clasicismo, estuvieron también
presentes en el campo de la especulación arquitectónica de la Edad Moderna desde una
triple consideración: estructural, ornamental y expresiva. Fueron así contemplados
como elementos de un sistema compositivo, como simples ornamentos de la
arquitectura, o como modos de expresar el significado que podía tener el edificio desde
el punto de vista alegórico o simbólico. Por lo general, cada teórico se mostró afín a una
sola de estas consideraciones, pero algunos de ellos expresaron una idea del orden
arquitectónico en el que la que se hacían compatibles dos o más valores. Un recorrido
por la teoría de los órdenes de la Edad Moderna y por algunos ejemplos de cómo éstos
se aplicaron, nos ayudará a comprender esta afirmación. Pero como punto de partida
veamos primero qué decía Vitruvio sobre los órdenes en sus Diez Libros de
Arquitectura, consultando el primer documento de esta lección. Fijémonos
especialmente en cómo hacía corresponder los distintos tipos de orden con un carácter
(varonil, delicado, y con distintos dioses y diosas), pues será en este aspecto en el que
resida la vinculación que recogieron los teóricos de la Edad Moderna entre la forma del
edificio y su significado. Será lo que conocemos como la “teoría modal de los órdenes”,
a partir de la cual éstos aparecen vinculados con la función y el valor simbólico de los
distintos tipos de edificios.

DOCUMENTO COMPLEMENTARIO PARA EL ESTUDIO DEL TEMA


(Accesible a través del curso virtual)

 Lectura de DOCUMENTO 1. VITRUVIO, “De los tres órdenes de columnas, de su


origen y de su invención” “De los ornamentos de las columnas y de su origen”. Los
diez Libros de Arquitectura, libro IV, capítulos I y II.
En este otro texto podremos estudiar la transformación que experimentó el Clasicismo
vinculado a la teoría arquitectónica y especialmente a los órdenes, a partir del siglo
XVIII:

TEXTO COMPLEMENTARIO RECOMENDADO PARA EL ESTUDIO DEL TEMA


(accesible a través del curso virtual):

Lectura de TEXTO 1. Forssman, E., “El declinar del Vitruvianismo en el siglo XVIII”, en Dórico, Jónico y
Corintio en la arquitectura del Renacimiento. Bilbao, Xarait, 1983,
págs. 187-195

II. LA TEORÍA DE LOS ÓRDENES EN ITALIA O CÓMO CODIFICAR LA GRAMÁTICA


DE LA ARQUITECTURA CLÁSICA

1. Los “libros de órdenes”: modelos para componer y licencias para transgredir

La teoría de los órdenes formó parte del debate arquitectónico de la Edad Moderna,
poniendo de manifiesto que no existía una solución única en torno a cuestiones como
las proporciones o las medidas de los mismos, ni tampoco en torno al número y
variedad de los órdenes o a cómo éstos debían ser empleados desde el punto de vista
expresivo. Surgieron en torno a estos temas numerosas propuestas teóricas que a
continuación vamos a recorrer en sus formulaciones esenciales, las cuales constituyen
un interesante indicador tanto del interés suscitado por el tema en la Edad Moderna,
como de la importancia que éste tuvo en el contexto de un debate aún más amplio, el de
lo antiguo y lo moderno. La defensa de la arquitectura romana o el retorno al código
invariable del buen gusto de la arquitectura griega, como propugnaban algunos teóricos
y arquitectos del Neoclasicismo, formó parte de esta polémica, como a continuación
veremos.

Leon Battita Alberti y el valor ornamental de los órdenes

El primer teórico que se ocupó de los órdenes arquitectónicos en el contexto de la


cultura vitruviana de la Edad Moderna fue Leon Battista Alberti, quién abordó el tema
a través de la obra De Re Aedificatoria, publicada en 1452. Aunque el interés de Alberti
por los órdenes no fue especialmente destacable desde el punto de vista teórico, dejó
algunas ideas interesantes sobre los mismos que pusieron de manifiesto su deseo de
vincular la nueva arquitectura con la cultura vitruviana a partir de una interpretación
propia, ejerciendo una gran influencia sobre los arquitectos y teóricos posteriores.
Alberti fue, además, el primer arquitecto del Renacimiento que empleó los órdenes
superpuestos en la construcción del palacio Rucellai, basándose en una articulación que
sin duda recibía una gran influencia de su observación de los edificios de la Roma
Imperial, y más concretamente, del Coliseo.

Alberti no ilustró su obra, pero describió los órdenes a partir del texto de Vitruvio y de
su propia observación de las ruinas romanas, por cuyo estudio sentía un gran interés.
Fue a partir de ellas como estableció un quinto orden, el denominado “genus italicum” u
“orden compuesto”, creado a partir de la combinación del jónico y el corintio, al que
identificó como orden romano e incluyó entre los órdenes clásicos. Además, Alberti
calculó las proporciones de los órdenes en relación al cuerpo humano, siguiendo la
teoría antropomórfica de la arquitectura enunciada por Vitruvio, y expresó la idea de
que las columnas eran “el principal ornamento de la arquitectura”. Pero en ningún
momento llegó a establecer una relación entre los órdenes y el género o valor alegórico,
expresivo, que pudiesen encerrar y transmitir al edificio, manteniéndose así al margen
de la teoría del decoro vitruviano que tanto desarrollo tendría, como más adelante
veremos, en la Edad Moderna. Los órdenes eran para Alberti una especie de tipologías
de columnas con carácter ornamental y sólo en escasas excepciones, como cuando se
refería a la construcción de los arcos de triunfo -para los cuales recomendaba el empleo
de los órdenes corintio o compuesto que prevalecían en las ruinas de los edificios
romanos-, se establecía una relación entre el orden y su significado o valor alegórico.

La teoría arquitectónica del siglo XVI dedicó un gran desarrollo a la teoría de los
órdenes. Casi un siglo después de las formulaciones teóricas de Alberti y ya en pleno
Renacimiento, Sebastiano Serlio sentaría las bases de la tradición de libros de órdenes
como tema autónomo, sometiendo a los mismos a un proceso de codificación que partía
de la lectura y reinterpretación del texto de Vitruvio. Hasta entonces ninguno de los
teóricos de la arquitectura seguidores de la tradición vitruviana, habían aportado
soluciones aplicables con facilidad a la práctica arquitectónica. Sus obras tenían un
carácter especulativo o utópico que de nada servía a los arquitectos a la hora de
componer sus obras. Pero Serlio vendría a cambiar dicha situación. Sus libros de
arquitectura -ocho libros, más uno extraordinario publicados de forma escalonada en
Venecia y Francia entre 1537 y 1575-, constituyeron una especie de código de
gramática arquitectónica ilustrada, pues esta vez sí iban acompañados de un amplio
catálogo de imágenes, alcanzando una gran difusión por toda Europa gracias a la
imprenta y convirtiéndose en un verdadero referente para la cultura arquitectónica
moderna. Podríamos decir que su obra se convirtió en una especie de atlas de
arquitectura elaborado con un lenguaje sencillo, con el que se pretendían proporcionar
normas concretas para la arquitectura, renunciando a la especulación teórica que había
caracterizado anteriores tratados. De este modo, los libros de arquitectura de Serlio, con
sus ilustraciones, llegaron a funcionar como una especie de catálogo de modelos a los
que acudían arquitectos de Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, etc., a la hora de
componer sus obras. Por esta vía la obra teórica de Serlio llegó a ser una de las
publicaciones de mayor influencia en la arquitectura moderna junto al tratado de
Vignola, publicado algo después.
Sebastiano Serlio y su IV Libro de Arquitectura: la primera sistematización de los
órdenes
Serlio dedicó su IV libro, publicado en 1537, a los cinco órdenes, creando así una
tradición, la de abordar el tema de los órdenes en un volumen independiente, que
alcanzó un notable éxito en la tratadística del siglo XVI, hasta el punto de que la teoría
de la arquitectura parecía quedar muchas veces reducida a los principios de los órdenes
y las instrucciones que en cada uno de los autores de los tratados aportaban para su
aplicación.La sinopsis con la que Serlio inició este IV libro estaba inspirada
probablemente en la edición de Vitruvio publicada por Cesare Cesariano en 1521, cuyo
estudio contribuyó a un conocimiento más profundo del teórico latino, que combinó a la
hora de formular su teoría de los órdenes con su propia observación de los edificios
antiguos, como también hiciese Alberti a mediados del siglo XV. Sin embargo, la
postura de Serlio frente a los órdenes no era ya la de Cesariano o la de Alberti. Serlio,
que consideraba a su IV libro como el más importante y “el más necesario para el
conocimiento de las diferentes modalidades de edificios y su ornamento”, atribuyó un
gran protagonismo a los órdenes como elementos del lenguaje arquitectónico clásico,
llevando a cabo una sistematización de los órdenes que consistía en la creación de
modelos de cada uno de los mismos y en el estableciendo de un canon fijo que
determinaba la altura de las columnas, cuestión que no había sido llevada a la práctica
por los teóricos precedentes.

Como luego hiciesen muchos otros autores, Serlio presentó a los órdenes como
elementos canónicos invariables inspirados en la Antigüedad, sin bien su definición era
fruto de una mezcla entre la inspiración vitruviana y su propia invención a partir de la
observación y estudio de los edificios de la Antigüedad, manteniendo una relación
crítica con el texto de vitruvio. Su visión de los órdenes era, pues, una elaboración
propia y contemporánea que aspiraba a convertirse en modelo. Sin embargo, Serlio
contemplaba la posibilidad de las licencias formales que pudiesen introducir los
arquitectos a la hora de componer sus obras, cuestión ésta que él mismo aplicó en su
tratado. Con la inclusión de estas licencias en el contexto de la tradición vitruviana, que
en ocasiones justificaba como una adaptación a los nuevos tiempos, Serlio se convirtió
en el iniciador teórico del Manierismo arquitectónico.

Otros arquitectos y teóricos italianos de los siglos XVI y XVII que a continuación
estudiaremos, como Vignola, Palladio o Scamozzi, siguieron los pasos de Serlio. De
hecho, la publicación de su obra daría lugar a una gran cantidad de tratados sobre los
órdenes arquitectónicos, caracterizados por el intento de sus autores de codificar la
gramática de la arquitectura partiendo de los órdenes y estableciendo un tipo ideal para
los mismos a partir de la introducción de sus propios criterios sobre la tradición
vitruviana.
Tras los pasos de Serlio: J. B. de Vignola y su “Regla” para componer órdenes

De todas estas obras la de Giacomo Barrozzi de Vignola fue probablemente la que


alcanzó mayor repercusión sobre la práctica arquitectónica. La Regola delli cinque
ordini d’architettura, publicada hacia 1562, inauguraba un nuevo tipo de tratado de
arquitectura que otorgaba un gran protagonismo a la imagen, pues de hecho se
componía de grabados acompañados de comentarios. La obra alcanzó una grandísima
difusión, con más de 250 ediciones traducidas a nueve idiomas. Más que escribir sobre
los órdenes, lo que Vignola hizo fue esquematizar en cuadros un procedimiento
inventado por él para determinar las medidas de los cinco órdenes y construir a partir de
los mismos. Para ello se basó en la observación y medición de edificios antiguos, donde
las proporciones aparecían reflejadas, a juicio del autor, de manera más bella. Los
resultados de estas mediciones fueron plasmados en una regla, un módulo, que bien
aplicado conseguía que los edificios fuesen bellos. El cuerpo del libro de Vignola
exponía los cinco órdenes arquitectónicos canónicos también recogidos por Serlio
(dórico, jónico, corintio y compuesto), intentando aplicar una teoría de las proporciones
existentes entre el pedestal, la columna y el entablamento fácilmente inteligible que la
hiciese aplicable en la práctica. Con su método, Vignola consiguió dar un paso más
sobre lo que había hecho Serlio, aportando practicidad a la proyección de edificios, lo
que garantizó su éxito.

Tras Vignola, Andrea Palladio incorporaría un nuevo eslabón dentro de la teoría


arquitectónica de los órdenes con la publicación en 1570 de I quattro libri
dell’architettura, en cuyo Libro I trataba de la teoría de los cinco órdenes
arquitectónicos. Palladio asumiría sin cuestionamiento los cinco órdenes de Serlio y
Vignola desde una actitud innovadora, en la que se permitía introducir novedades sobre
las obras de la Antigüedad, que indicaban una cierta actitud heterodoxa hacia la misma.
Pese a observar que las columnas dóricas no tenían basa, por ejemplo, él decidió
emplear una basa ática para las mismas. El tratado de Palladio tuvo una amplia
repercusión en la arquitectura posterior, especialmente en el entorno británico, como
más adelante podremos estudiar.

Vicenzo Scamozzi: un intento de racionalización extrema

Siguiendo la línea de Vitruvio y Alberti, Vicenzo Scamozzi publicó en 1615 su Idea


della architettura universale, en cuyo Libro VI abordaba la teoría de los órdenes desde
un punto de vista novedoso. El título de la obra, que adquirió una gran difusión y se
convirtió en un referente para la arquitectura del siglo XVII, resulta bastante revelador.
Indica la intención del autor de convertir su teoría arquitectónica en código universal en
el que los órdenes tenían un papel fundamental. Para Scamozzi el orden entendido en
sentido general, es decir, como principio ordenador, era parte consustancial del
funcionamiento racional del mundo y de la Naturaleza. De ese orden participaban los
cinco órdenes de la arquitectura clásica, a los que Scamozzi denominaba –siguiendo a
Serlio- con el término “ordine”. Su representación se basada en Serlio y Vignola, ante
cuyas teorías expresaba sin embargo alguna discrepancia, llegando a afirmar, por
ejemplo, que los órdenes eran algo inmutable por formar parte del principio de la
Naturaleza y participar del orden divino. Con este planteamiento Scamozzi iniciaba una
nueva sensibilidad ante el Clasicismo, normativizando los planteamientos flexibles de
sus antecesores y sometiendo a los órdenes a un principio de racionalización extremo.
Es posible que tras esta rigidez y dogmatismo se escondiese una respuesta a la
invención por parte de De L’Orme, tan solo unos años antes, del “orden francés” o a la
del “orden salomónico” de los españoles Prado y Villalpando, que más tarde
estudiaremos.

Antiguos y modernos. El papel de los órdenes en la polémica sobre el Clasicismo de los


siglos XVII y XVII

Frente a la “explosión” teórica desarrollada en torno a los órdenes en la Italia del siglo
XVI, el único teórico del siglo XVII que escribiría sobre el tema en la siguiente centuria
sería Guarino Guarini, quien desde una posición menos estricta y más relativista que la
de Scamozzi defendía la existencia de un número ilimitado de órdenes y la posibilidad
de variar sus proporciones, aunque no con una libertad absoluta. Su postura quedaba
justificada en el reconocimiento de la variación que podía experimentar el gusto, la
estética, con el tiempo, lo que le llevaba a defender la licencia frente a la norma,
situándose en una posición que entraba en franca polémica con la defendida por
Scamozzi. En consecuencia, Guarino Guarini defendía la existencia de tres órdenes
dóricos, tres jónicos y tres corintios, e incluía los órdenes latinos (toscano, compuesto),
entre los griegos. Como novedad, además, también Guarini hablaba de un orden gótico,
dotando de este modo a su teoría de los órdenes de un sentido ecléctico, de un concepto
que mezclaba la innovación formal con la experiencia sensorial y la geometría. Había
entrado en juego la valoración del punto de vista del espectador, de la percepción, que el
arquitecto intentaba hacer compatible con el clasicismo y sus valores geométricos.

III. LA TEORÍA DE LOS ÓRDENES EN EUROPA: UNA INTERPRETACIÓN DE LAS


CODIFICACIONES CLASICISTAS

1. El “orden francés” y el debate en torno al Clasicismo.

La teoría de los órdenes tuvo un importante desarrollo en Francia, iniciado a raíz de las
primeras traducciones al francés de las obras de Vitruvio, Alberti y Serlio, a las que se
añadiría después la traducción de las Medidas del Romano, del español Diego de
Sagredo. Desde entonces, el tema estaría presente en la práctica totalidad de la teoría
arquitectónica, vinculado a un interés general por la arquitectura, que corrió paralelo al
desarrollo del Absolutismo, alcanzando su punto de mayor intensidad en el reinado de
Luis XIV. A este desarrollo contribuyó a su vez la existencia durante el siglo XVII de
una gran demanda de manuales de modelos de arquitectura que guiasen a los
arquitectos en la práctica de construir. Posteriormente, la revisión crítica del Clasicismo
desarrollada por la teoría francesa de los siglos XVII y XVIII, mantendría viva la
cuestión, que se movería entre dos principales tendencias: el vitruvianismo artístico y el
cartesianismo filosófico (Marchán Fiz, 2010)

El debate que podríamos calificar de eterno en torno a las proporciones de los órdenes,
ya abordado por la teoría arquitectónica italiana, fue también uno de los principales
elementos en torno a los que giró la teoría francesa. De hecho, como indica el Profesor
Szambien, esta discusión debió mucho en Francia a los teóricos italianos del
Quatrrocento, y más concretamente al trabajo que éstos realizaron comparando las
proporciones aportadas por Vitruvio con la observación de los edificios de la Roma
Imperial, e intentando verificar sin éxito la existencia de una relación entre ambas. Los
viajes a Italia, realizados por los arquitectos y teóricos franceses del siglo XVI,
contribuirían a incrementar este debate, al constatar presencialmente las discrepancias
existentes. Esta realidad, lo de que las reglas de Vitruvio y la realidad no coincidíesen,
hacía tambalearse los principios de unos arquitectos convencidos de que las reglas eran
esenciales para el Clasicismo, los cuales iniciaron una intensa labor teórica intentando
crear normas para los órdenes que les permitiesen moverse cómodos en un sistema para
el que éstas eran imprescindibles.

De entre los autores que prestaron atención al tema en el siglo XVI francés, partiendo de
esta preocupación por el intento de establecer unas proporciones fijas para los órdenes
ante la ausencia de una regla clara de las mismas, el primero fue Bullant, quien escribió
en 1564 un tratado sobre el tema sin demasiada repercusión. Pero sin duda quién
abordaría por primera vez el tema con verdadero calado sería Philibert de L’Orme,
teórico y arquitecto real, figura clave del panorama artístico francés del siglo XVI, que
había viajado a Roma y había realizado la observación y medición de edificios antiguos.
En él se unió el interés teórico y práctico por la arquitectura clásica, con el intento de
hacer de la misma un elemento de identificación nacionalista vinculado al poder de
Francia y de su Monarquía, reivindicando el empleo de mármoles franceses y de
elementos arquitectónicos específicos de su identidad. Era el tiempo de Rabelais, del
orgullo y la reivindicación nacionalista en el ámbito de la política, la cultura y el arte,
que condicionaría la obra de De l’Orme como teórico y arquitecto.

En la primera de las facetas, De l’Orme abordó el tema de los órdenes en los libros V y
VII de su obra Nouvelles inventions, publicada en 1567, donde hacía pública su propia
visión de la arquitectura, muy vinculada a Vitruvio y a Alberti en el respeto por la
relación existente entre las leyes de la arquitectura y las de la Naturaleza, así como en
Serlio, en la posibilidad de dar rienda libre a la creación a través de la legitimación de la
licencia. De L’Orme abordaba en su tratado la creación de un nuevo orden, el “orden
francés” que justificaba alegando que Francia debía poseer un orden con su propio
nombre, ya que el resto de los órdenes llevaban los nombres de los países que los habían
creado. Se daba así respuesta a los intereses antes mencionados, llevando al extremo la
libertad de la invención y la licencia promulgada por Serlio. Su nuevo orden
incorporaba una columna en forma de árbol y también un fuste creado mediante fustes
de tambores ensamblados y anillados para ocultar las juntas, solucionando así la
dificultad de obtener bloques de piedra de grandes dimensiones procedentes de las
canteras francesas para los fustes de las columnas. Este orden llegó a ser empleado en el
Palacio de las Tullerías, residencia de los monarcas franceses.

Tras las formulaciones de los grandes teóricos italianos del quinientos -Alberti, Serlio,
Vignola, Palladio y Scamozzi en Italia, y De L’Orme en Francia- la casi totalidad de la
producción teórica del siglo XVII estuvo centrada en la teoría de los órdenes,
realizándose además numerosas reediciones de los teóricos del XVI. El libro del
arquitecto francés Le Muet, escrito en la primera mitad del siglo XVII (1591-1669), fue
uno de ellos. En su obra, Le Muet, que colaboró con De Brosse en la construcción de
castillos y palacios, realizó una adaptación de los libros de Vignola y Palladio,
manteniéndose fiel a los principios esenciales del vitruvianismo no sólo en los órdenes,
sino también en el resto de sus propuestas teóricas. Por entonces, el texto de Vignola
que se había traducido al francés incluso antes que Palladio o Scamozzi, se abría paso
en Francia como favorito por considerarse como más coherente y práctico.

Conviene destacar que Francia fue la pionera en el ámbito europeo en abrir a mediados
del siglo XVII un debate en torno a cual era la verdadera naturaleza de los órdenes y
cómo debían emplearse en la arquitectura moderna; en realidad un debate de gran
calado sobre el Clasicismo, del que fue buen representante Fréart de Chambray, quién
publicó en 1650 una obra denominada Parallèle de l’architecture Antique avec la
moderne donde hacía una compilación de estudios previos sobre los órdenes,
estableciendo como novedad la existencia de tres órdenes griegos (dórico, jónico y
corintio), considerados como ejemplo de perfección y belleza (aunque ésta recaía según
el principio albertiano en la simetría), a los que se reconocía además un carácter
autosuficiente para la construcción; y dos latinos (toscano y compuesto), entendidos
como degeneraciones de los anteriores y representantes de la “irracionalidad” de la
arquitectura. La arquitectura prefecta se encontraba, por tanto, en un regreso a los
órdenes griegos, es decir, a los órdenes tal y como se daban en la Antigüedad.

Detrás de sus postulados estaba la polémica existente en la época en torno a la defensa


del Clasicismo frente al Barroco, muy viva en Francia, defendida por este autor como
algo casi doctrinario, excesivamente racionalista, que se adelantaba así al Neoclasicismo
y que tenía como trasfondo el pensamiento absolutista. Fréart de Chambray realizaría
también una especie de jerarquización de los autores que habían tratado el tema de los
órdenes, priorizando a Vitruvio, y hacía una gran exaltación del orden corintio por
considerar que fue el empleado en el templo de Jerusalén, protagonizando con esta
opinión un intento de vincular la arquitectura clásica con el Cristianismo a favor de los
intereses del absolutismo y la Contrarreforma. El arquitecto español Juan Bautista de
Villalpando había hecho ya por entonces, como más adelante veremos, algo similar en
nuestro país, y su influencia se dejó sentir sin duda en el autor francés.

La postura mantenida por Fréart de Chambray en torno a los órdenes no era sino el telón
de fondo de uno de los más interesantes debates suscitados en la teoría del arte de la
Edad Moderna: el generado entre antiguos y modernos, tras el cual lo que existía era un
cuestionamiento crítico del valor de la Antigüedad como ideal de perfección. Las
preguntas eran las siguientes: ¿representa la Antigüedad Clásica un ideal de perfección
al que los arquitectos modernos deban aspirar, o es un estadio primitivo de la
arquitectura superable en su perfección?. En resumen: ¿los antiguos representan el
principio o en el fin de la creación arquitectónica? ¿Puede ser el Clasicismo un lenguaje
universal?. Antiguos y modernos por igual argumentaron su postura en un número
infinito de textos titulados Parallèle des anciens et des modernes. Fréart se alineó, como
hemos podido comprobar, al lado de los antiguos, defensores de la autoridad de
Vitruvio y del valor de lo griego.

Del lado de los modernos se situaría Claude Perrault, que continuaría la polémica treinta
años después a través de su traducción comentada de Vitruvio - en realidad una crítica a
éste-, así como de su tratado sobre los órdenes Ordonnance des cinq éspèces de
colonnes selon la méthode des anciens (1683). La posición de Perrault al lado de los
modernos fue en este caso muy clara, defendiendo la capacidad de los arquitectos para
reinterpretar y crear a partir del legado antiguo. “Sólo como figuras retóricas –decía-
nos son disponibles a todos los órdenes, de modo que los cinco órdenes de la
arquitectura están igualmente en las manos de los arquitectos. El mérito de un arquitecto
no es, por consiguiente, usar columnas, sino situarlas con juicio y componer bellos
edificios con ellas”

Estas polémicas se desarrollaron en un contexto que tuvo como telón de fondo la


posición racionalista que caracterizó la teoría y la arquitectura francesa del siglo XVII,
determinada también por las posiciones doctrinarias y nacionalistas de las Academias.
En este medio Colbert, primer ministro de Francia, convocó en 1671 un concurso para
la creación de un orden francés, cuestión que se hizo apremiante al mediar la necesidad
de realizar un concurso para construir el tercer piso de la fachada del Louvre. La obra
reabrió el tema del orden francés, una de las principales preocupaciones de la
arquitectura gala, pues como indicaba el arquitecto Francois Blondel, en el último
cuarto del siglo XVII, los franceses debían ser perfectamente capaces de innovar sobre
los órdenes griegos, como lo habían hecho los romanos en su día, sometiéndose
únicamente al precepto de ser capaces de respetar las proporciones.
DOCUMENTO COMPLEMENTARIO PARA EL ESTUDIO
Accesible a través del curso virtual

Lectura de DOCUMENTO 2. Louis Hautecoeur, “Blondel-Perrault: la “Querelle des anciens et des


modernes” 1660-1680). En Historie de la architectture classique en France, tomo I, 1950

Tras estas formulaciones, la teoría de los órdenes siguió en Francia su continuidad en el


siglo XVIII con propuestas críticas, herederas del racionalismo del siglo XVII, como la
de Jean-Louis de Cordemoy, quién en 1706 se planteó acabar con la función ornamental
de los órdenes, subordinando su empleo a la función que tuviese el edificio, recordando
las definiciones del decoro, en tanto que establecía una relación entre la estética, la
belleza del edificio y su función. En esta misma línea se expresaría también Sébastien
Le Clerc, para quién los órdenes arquitectónicos eran símbolo de status social,
defendiendo también un orden francés en el que era posible prescindir de las
tradicionales normas de la proporción, consideradas arbitrarias o subjetivas, innovando
y creando reglas nuevas. Así, su nuevo orden francés llegaba al extremo de esta
formado por flores de lis, hojas de palmera y un gallo (símbolo de Francia), con un friso
decorado con el sol que era símbolo de Luis XIV. Todo ello formaba parte del debate
generado en Francia en torno al gusto, que en aquellos momentos se unió a la
reivindicación nacionalista y al debate en torno al Clasicismo en la definición de este
tipo de teorías.

Desde mediados del siglo XVIII la teoría de la arquitectura francesa mostraría varias
tendencias simultáneas cuyo denominador común sería la mentalidad ilustrada y la
oposición al Rococó. Marc-Antoine Laugier, por ejemplo, defendería a mediados del
siglo XVIII la inspiración de los órdenes en la Naturaleza y haría derivar la arquitectura
de la cabaña primitiva, considerando a los órdenes no como ornamento sino como parte
estructural, constitutiva, de la arquitectura, puesto que para él resulta esencial mantener
la lógica constructiva. Se sumaba, sin embargo, a la defensa de un orden francés y a la
teoría del carácter o vinculación del orden con un sentido expresivo o alegórico
concreto defendida por otro arquitecto francés: Boffrand.

La teoría de Laugier reivindicaba el sentido estructural de los órdenes que les había
dado origen, así como la belleza que les había acompañado en su nacimiento. Esta
actitud de anticuario provocó un verdadero revuelo en la teoría arquitectónica moderna
europea, por cuyo ambiente se difundió a través de traducciones y ediciones varias. Fue
defendido y atacado, suscitando un interesante debate que introduciría a la arquitectura
en una nueva visión del arte Clásico: la del Neoclasicismo.
2. Los “libros de órdenes” de la arquitectura centroeuropea

La teoría arquitectónica centroeuropea estuvo marcada durante la Edad Moderna por el


influjo de Serlio, que había sido traducido al holandés y al alemán a mediados del XVI.
Sus arquitectos se convertirían en seguidores incondicionales del italiano, cuya obra
teórica dio lugar al surgimiento en el ámbito centroeuropeo de una literatura artística
escrita por autores que en realidad no conocían la Antigüedad ni el Renacimiento, sino
tan solo lo que había dicho Serlio al respecto, dedicándose en sus escritos a reducir la
teoría de la arquitectura a una teoría de los órdenes. Puesto que no existía cotejo con la
Antigüedad, que estos teóricos no conocían de primera mano, estas obras dieron lugar a
desarrollos extraños. Por lo que respecta al ámbito alemán podemos destacar, por
ejemplo, a Hans Blum, que dio a conocer a través de sus escritos a Serlio en Alemania y
para quién el orden no tenía sentido estructural alguno, sino solo estético y alegórico,
siendo signo de nobleza. En esta misma línea se situaría también Hans Vredeman de
Vries, quién en la segunda mitad del siglo XVI realizó la adaptación nórdica de los
órdenes definidos por Serlio, a partir de la idea de que éstos debían ser adaptados a la
particular arquitectura de cada país, lo que le sirvió para justificar el empleo de
ornamentos propios del mundo nórdico en los órdenes, vinculando así lo antiguo con lo
nuevo y definiendo incluso diferentes tipos de ornamentación para cada orden, que el
autor recomendaba a artesanos y carpinteros. Junto a ello, y es éste uno elemento
esencial de la teoría de los órdenes de Vedreman de Vries, el arquitecto ampliaba el
carácter del decoro definido hasta entonces, relacionando las diferentes edades del
hombre con los órdenes. Así recomendaba el corintio para la juventud, el dórico para la
madurez, etc., opción que sería ampliada por su hijo Paul, quien relacionó los órdenes
con los sentidos de la vista, el tacto, etc...

En este ámbito, el apogeo de los manuales sobre los órdenes estuvo representado a
finales del siglo XVI por Dietterlin, quién los tomó como base para realizar creaciones
fantásticas en grabado sobre cobre a través de una obra de carácter ilustrativo,
convirtiéndoles en una especie de repertorio de ornamentos desvinculados de su sentido
estructural. Junto a ello, este autor defendió la idea del decoro presente ya en sus
predecesores centroeuropeos e intentó relacionar la mitología antigua con los motivos
cristianos, otorgando a los órdenes un sentido simbólico hasta entonces inexistente. La
restante teoría del siglo XVI seguiría en Centroeuropa esta estela, que también se dejó
sentir en los siglos XVII y XVIII de forma especial en el ámbito alemán, dónde
surgieron numerosos libros de órdenes en los que éstos eran tratados con un sentido
ornamental o en los que se intentaba imponer de forma rígida el canon de Vignola.
Sobre esta concepción destacarían sólo algunas propuestas defendidas por teóricos
como Nicolaus Goldmann y Christoph Sturm, que trabajaron en el siglo XVII siguiendo
los principios de Vignola, Palladio y Scamozzi. En dichas propuestas los órdenes
volvían a considerarse como principios ordenadores de la arquitectura y no solo como
complementos ornamentales, incluyendo su carácter expresivo a través de la
recuperación de la teoría del decoro. Los órdenes se diferenciarían para ellos en
“vulgares y nobles”. Los primeros –vinculados a lo masculino- eran el toscano y el
dórico, mientras que los nobles o femeninos serían el jónico, el compuesto y el corintio.
Para sus proporciones se adoptará a Vignola y se propondría además un orden alemán.

3. Inglaterra y el influjo de Palladio

Durante los siglos XVI y XVII la teoría de la arquitectura inglesa se sirvió de la labor
efectuada por los tratadistas italianos, traducidos al inglés a partir de ediciones francesas
y holandesas. No fue hasta el siglo XVIII cuando comenzó a desarrollarse una teoría
propia.
Con alguna excepción ciertos autores, como John Shute, abordarían a mediados del XVI
la teoría de los órdenes. Shute lo haría en una especie de libro de órdenes al estilo
nórdico escrito a modo de adaptación del libro IV de Serlio, en el que lo más singular
era el modo en el que este autor interpretaba la analogía establecida por Vitruvio –
recogida posteriormente por la teoría arquitectónica del Quattrocento-, entre la columna
y la figura humana, incorporando a los órdenes una especie de variante en forma de
cariátide. Además, Shute seguiría la tendencia contrarreformista de intentar vincular lo
profano con lo cristiano, haciendo derivar los órdenes del Arca de Noé y de la Torre de
Babel. Más tarde, en la segunda mitad del XVII, Christopher Wren abordaría también el
tema de los órdenes con ciertas aportaciones propias, que consistían en la incorporación
a los órdenes greco-romanos de uno nuevo: el orden tirio, que según el teórico y
arquitecto representaba un orden anterior al dórico, el cual veía reflejado en algunos
monumentos de la Antigüedad y también en el Templo de Salomón. Se trataba de un
intento de atribuir a los órdenes un origen divino similar al que llevase a cabo Juan
Bautista de Villalpando en España a comienzos del siglo XVII.

Pero la teoría arquitectónica inglesa del siglo XVIII, incluida la de los órdenes, estuvo
dominada como sabemos por el Palladianismo, a partir del cual se editaron manuales a
modo de libros de bolsillo. Dentro de esta tendencia merece la pena destacar las
posturas de arquitectos como Robert Morris, quién intentó convertir el palladianismo en
el “estilo nacional inglés”, defendiendo desde una postura “conservadora” próxima a la
representada en Francia por Fréart de Chambray, la existencia de tres únicos órdenes
griegos, estableciendo además una nueva aportación a la teoría modal o teoría del
decoro, por la que se hacía corresponder los órdenes empleados en las casas de campo
con el paisaje. De este modo, el dórico sería recomendado para el paisaje abierto y
plano y el jónico para otros paisajes más variados, estableciendo así una importante
vinculación entre la naturaleza y la arquitectura en la que ésta parecía depender de la
primera.
4. La teoría de los órdenes en España

Como indica F. Marías, el término “orden” (Forssman, 1983) hizo su aparición en


España a partir de la traducción de los libros III y IV de Serlio publicados por Francisco
de Villalpando en 1552. Hasta entonces en España se había empleado el término
“género”, que más tarde sería sustituido por otros, como “manera” “generación”, “obra”
o forma”, recogiendo la traducción al español de los términos empleados con semejante
significado por la tratadística italiana para referirse a algo que distaba todavía de
referirse en España al orden propiamente dicho, entendido en el sentido que lo hemos
definido al principio de esta lección, es decir, como un sistema de composición
arquitectónica basado en la combinación de unos determinados elementos que,
relacionados entre sí de un modo coherente a partir de unas normas prefijadas, conferían
al edificio armonía, proporción y unidad.

Precisamente al término “género” se referiría en 1526 Diego de Sagredo, el primer


teórico que abordó el tema en España, en sus Medidas del Romano, aún antes de que se
publicase la traducción del tratado de Serlio, lo que no deja de ser interesante. Pero para
Sagredo el “genero” no era exactamente un sistema de composición basado en
relaciones proporcionales. Él se refería al “género de columnas”, al que calificaba como
de “columnas dichas monstruosas, candeleros y balaustres”, atribuyéndole un rango
similar al de un orden arquitectónico, pero entendido exclusivamente como una suma de
piezas que ponía además el acento en la columna. Durante mucho tiempo se ha
mantenido que este género estaba formal y simbólicamente vinculado con el medio
artístico, cultural y político de la España Imperial, y concretamente con los trabajos que
el escultor Felipe Vigarny había realizado en Granada, a la que se consideraba por
entonces como símbolo de la España unificada y del poder imperial de Carlos V,
haciendo de este género una especie de “orden español”. Sin embargo, autores como F.
Marías rechazan esta interpretación, amparándose en el rechazo que mantuvo Sagredo
hacia la aceptación de la teoría expresiva (modal) de los órdenes de Vitruvio, por la que
cada orden se correspondía con un género (femenino, masculino, etc. y una vinculación
con dioses o diosas paganos) o una función concreta (templo, palacio, etc.), debido a la
correspondencia que exigía esta aceptación entre clasicismo y paganismo. Sagredo era
clérigo. De ahí su postura en este aspecto.

De hecho, algunos arquitectos y teóricos iniciaron en España, tras la obra de Diego de


Sagredo, una tendencia que tomaba como base la teoría modal de los órdenes de
Vitruvio, pero que iba más allá, intentando hacer corresponder la forma de los edificios
con su significado. Lázaro de Velasco, traductor de Vitruvio, recomendaba por ejemplo
el empleo de tres círculos concéntricos para la construcción de un edificio dedicado a la
Santísima Trinidad, haciendo corresponder así la forma con el significado cristiano de la
obra, poniendo en marcha una tendencia que llegaría también a la teoría de los órdenes,
especialmente cuando Francisco de Villalpando tradujese en 1552 el texto de Serlio, y
con él llegase a la teoría y la práctica arquitectónica la cristianización de los órdenes
propugnada por el teórico italiano. Autores como Fray Lorenzo de San Nicolás a
comienzos del siglo XVII se sumarían en nuestro país a esta tendencia vitruviana-
serliana, recomendando el dórico para los templos de órdenes mendicantes, etc.,
iniciando una tradición de gran éxito que se mantuvo hasta el siglo XVIII. Pero puesto
que sus teorías superan con mucho el uso exclusivo de las funciones ornamentales y
estructurales de los órdenes para profundizar en el ámbito expresivo de los mismos,
estudiaremos su desarrollo más adelante, cuando abordemos el uso de los órdenes como
lenguaje simbólico.

Una vez conocido el tratado de Serlio y con él la posibilidad de introducir la “licencia”


en la teoría de los órdenes, España se sumó a la tendencia ya presente en Europa de
creación de nuevos órdenes. El tema fue abordado en uno de los tratados de arquitectura
más completos del siglo XVI español, el publicado por Diego de Arfe y Villafañe entre
1585-87, quien en su IV libro presentaba una teoría de los órdenes basada en Serlio,
pero enriquecida con elementos platerescos, introduciendo un sexto orden, el “ático”,
que permitía establecer una conexión entre el plateresco y la teoría arquitectónica del
Renacimiento. Pero al margen de esta aportación, la más importante y con mayores
repercusiones a nivel internacional realizada desde nuestro país sobre este tema fue la
realizada a comienzos del siglo XVII por parte de los arquitectos jesuitas Gerónimo de
Prado y Juan Bautista de Villalpando, con la creación del “orden salomónico, una de
las más importantes aportaciones realizada desde España a la teoría moderna de los
órdenes.

Prado y Villalpando hacían derivar el nuevo orden del Templo de Salomón, a partir de
los comentarios realizados por el último de estos autores al Libro de Ezequiel, en el que
se describía el Templo de Salomón, llegando a la conclusión de que éste coincidía con
las indicaciones dadas por Vitruvio para la construcción de templos. El orden
salomónico del que habla Villalpando en relación al templo de Salomón se trataba en
realidad del orden corintio, pero con la inclusión en su capitel de elementos como la
hoja de palma o los dátiles. Villalpando consideraba que todos los órdenes vitruvianos
derivaban de este primer orden, vinculando así la teoría clásica de los órdenes con el
cristianismo, como hiciesen en esta línea otros teóricos europeos que ya hemos tenido
oportunidad de estudiar, pues de hecho la influencia del texto de Villalpando fue muy
importante tanto dentro como fuera de España. Con su teoría Villalpando pretendía
demostrar que los órdenes no eran una invención pagana, sino una creación
directamente realizada por Dios. Los órdenes vitruvianos quedaban así, una vez más,
sacralizados.

Este orden salomónico sería redefinido con posterioridad por Fray Juan Ricci, quién
retomó la tradición de las columnas helicoidales de San Pedro del Vaticano, cuya
procedencia se atribuía al Templo de Salomón y aplicó la torsión de dichas columnas a
las basas, los entablamentos y los demás componentes de los órdenes, de modo que toda
la arquitectura quedaba ondulada. Estas formas encontraron un buen campo de
experimentación en altares y arcos de triunfo vinculados a la arquitectura barroca. Ricci
adoptó además la simbología cristianizada de los órdenes arquitectónicos de Serlio y la
adaptó a las necesidades españolas, ampliando el catálogo de los mismos con la
inclusión de un oren rústico y uno grutesco, así como de órdenes mixtiformes, en los
que se puede apreciar una influencia de los órdenes decorativos del norte de Europa,
especialmente de los desarrollados por teóricos como Dietterlin y Vedreman de Vries.

Con el fin de completar el conocimiento de la teoría de los órdenes relacionada


directamente con nuestro país, especialmente en lo que se refiere a los siglos XVII y
XVIII consultemos el siguiente documento:

TEXTO COMPLEMENTARIO RECOMENDADO PARA EL ESTUDIO DEL TEMA


(accesible a través del curso virtual):

Lectura de TEXTO II. F. Marías, “Orden y modo en la arquitectura española”, en Forssman,


Dórico, Jónico y Corintio en la arquitectura del Renacimiento. Bilbao, Xarait, 1983,
págs. 27-45

Lectura de TEXTO III. “Los cinco órdenes clásicos”. En La arquitectura civil recta y oblicua de
Juan de Caramuel, Santiago de Compostela, pp. 146-166
Se puede consultar a través del siguiente enlace:
http://dspace.usc.es/bitstream/10347/2410/1/9788497509923_content.pdf
BIBLIOGRAFÍA DE AMPLIACIÓN PARA EL ESTUDIO DEL TEMA:
Esta bibliografía aporta un conjunto de referencias para profundizar en el estudio del tema:

 ARNAU AMO, Joaquín, La teoría de la arquitectura en los tratados, Tebas Flores, Madrid,
1987 Interesante para el estudio del apartado II.1 de este tema

El autor ha abordado en diferentes obras con este título el estudio de la teoría de la


arquitectura en la Edad Moderna. En ellos realiza con un tono didáctico un recorrido por los
principales temas abordados por los teóricos, entre ellos los órdenes. La visión de arquitecto
del autor le hace decantarse más por temas formales que puramente estéticos en su obra.

 FORSSMAN, Erik, Dórico, jónico y corintio en la arquitectura del Renacimiento. Xarait,


Bilbao, 1983. **Muy Interesante para el estudio de los apartados I y II de este tema.

El libro de Erik Forssman fue publicado por primera vez en y constituye un clásico para el
estudio de la arquitectura del Renacimiento. La traducción que aquí se recomienda incluye un
interesante primer capítulo en el que Fernando Marías, uno de los mejores especialistas del
arte español del Renacimiento, somete a análisis el estudio del desarrollo de los órdenes y de
la teoría modal en la teoría y la práctica arquitectónica española de la Edad Moderna. Junto a
ello, el libro incluye una interesante introducción de Leonardo Benévolo.
Forssman aborda el tema de los órdenes dentro de lo que él denomina la “Edad del
Vitruvianismo”, entendido como el legado arquitectónico adoptado por lo artistas del
Renacimiento para abordar sus propios códigos estructurales y expresivos a partir de la
reinterpretación de los órdenes y la relaboración de los principios del Clasicismo. Para
Forssman los órdenes forman parte de un código gramatical que se extiende más allá de lo
estructural y alcanza lo expresivo.

 GONZÁLEZ MORENO-NAVARRO, José Luis, El legado oculto de Vitruvio. Alianza Editorial,


Madrid, 1993. Interesante para el estudio del apartado I de este tema.

Esta obra analiza las diferentes etapas históricas de la influencia ejercida por la obra de
Vitruvio, haciendo un recorrido por las revisiones críticas del libro aportadas por autores como
Alberti, Serlio, Vignola y Scamozzi, hasta llegar al siglo XVIII. Es una obra complementaria que
puede ser de utilidad en esta asignatura para comprender mejor la integración entre lo
puramente arquitectónico y lo artístico, así como para entender el peso de Vitruvio en la
configuración de la herencia clásica de la modernidad.

 HANNO-WALTER, Kruft, Historia de la teoría de la arquitectura, Alianza Editorial,


Madrid, 1990. **Interesante para el estudio de los apartados I y II

Esta obra resulta fundamental en el desarrollo de este tema, pues en ella se realiza una
exposición crítica completísima, de las teorías de la arquitectura desde la Antigüedad hasta
nuestros días, en los principales ámbitos geográficos europeos. La obra sigue un discurso
cronológico que facilita su comprensión.
 SUMMERSON, John, El lenguaje clásico de la arquitectura, de L.B. Alberti a Le Corbusier.
Thames and Hudson, Londres, 1963 (exite una reedición de la editorial Gustavo Gili en
2010). **Interesante para el estudio de todos los apartados, pero especialmente del I.

John Summerson desarrolla en este libro una interesante reflexión sobre el lenguaje clásico,
doblemente interesante en tanto que sus consideraciones están realizadas desde su doble
perspectiva de arquitecto e historiador. Junto a Pevsner y Wittkower, el autor es uno de los
grandes especialistas ingleses en historia de la arquitectura.
La obra está dedicada a todos aquellos que desean comenzar a reflexionar sobre la
arquitectura, concretamente acerca del lenguaje clásico, e ir más allá de su mera
contemplación. Por eso Summerson desarrolla su obra a modo de una conferencia en la que se
hace preguntas acerca de cómo se han utilizado las formas (entre ellas los órdenes) heredados
de Roma en el Renacimiento, qué evolución y desarrollo han tenido en los diferentes
momentos del pensamiento y de la práctica arquitectónica. Es un libro muy recomendable por
su lenguaje claro y directo, así como por la buena elección de los ejemplos de arquitecturas
elegidos para ilustrar la obra.

 SZAMBIEN, Werner, Simetría, gusto, carácter. Teoría y terminología de la arquitectura


en la época clásica (1550-1800). Akal, Madrid, 1993. **Interesante para el estudio del
apartado II.2 y III.2 de este tema.

En esta obra se aborda el desarrollo de la teoría de la arquitectura en Francia durante la época


clásica. Entre los temas que estudia el autor se encuentra el de los órdenes arquitectónicos y
las proporciones, así como el de la terminología estética, es decir, el empleo de todos aquellos
términos (como simetría, regularidad, gusto, simplicidad, conveniencia, etc.) que han servido a
los teóricos para expresar lo que representaba el “ideal clásico”. Este último aspecto, el de la
teoría estética, es el que más interesa al autor y al que presta más atención, siempre en
relación con el ámbito francés.

 VV.AA., La teoría de la arquitectura, del Renacimiento a la actualidad. Taschen, Madrid,


2003. **Interesante para todos los apartados de este tema, especialmente por las ilustraciones,
más que por el texto.

Esta obra de divulgación realiza un recorrido por la teoría de la arquitectura desde el texto de
Vitruvio hasta la actualidad, a través de una división de sus contenidos por ámbitos geográficos
(Italia, Centroeuropa, Inglaterra, etc.). A cada tratadista se le dedica un texto explicativo y un
interesante conjunto de ilustraciones, que constituyen en este tema una buena herramienta
de aprendizaje. Sin embargo, debemos tener en cuenta que las explicaciones no están
referidas sólo a los órdenes, sino a todo el desarrollo teórico de la obra. Resulta muy útil como
libro de consulta.

 WITTKOWER, Rudolf, Los fundamentos de la arquitectura en la Edad del Humanismo.


Alianza Editorial, Madrid, 1995. **Interesante para todos los apartados de este tema,
especialmente para el estudio del ámbito italiano (apartado III.1)

Esta obra de Wittkower es un clásico dentro de la historia del arte. El autor plantea su obra
desde un punto de vista muy interesante, que es el seguido por esta asignatura: el de la
relación existente entre la cultura y la arquitectura durante el Renacimiento. No obstante,
debemos tener en cuenta que esta obra de Wittkower, ampliamente difundida desde su
primera publicación en 1949, ha dado lugar a numerosos estudios en los que sus ideas han
sido reelaboradas. La obra sigue siendo plenamente vigente hoy en día para el estudio de la
arquitectura del Renacimiento. En ella el autor ofrece una explicación de formas
arquitectónicas a partir del estudio de obras claves de autores como Alberti, Palladio, etc.
explicando al mismo tiempo cuestiones básicas de la teoría de la estética de la Edad Moderna.
Es decir, que Wittkower no se queda en el simple análisis formal. La edición que aquí se
recomienda incluye algunas conferencias del autor incorporadas con posterioridad a la
publicación inicial, todas ellas muy interesantes.

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