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Esquema de contenidos:
El Renacimiento aspira a una teoría global de la artes -la perspectiva era un método
compartido con todas ellas- cuyo centro debe ser justamente el sistema común de
proporciones y de reglas matemáticas de representación. El propósito de estas
proporciones es establecer una armonía -análoga a la armonía musical- en toda la
estructura. En este sentido recordamos la carta de Alberti a Matteo de’Pasi, sobre el
templo Malatestino de Rímini, donde apunta “…las medidas y proporciones de las
pilastras puedes ver de donde nacen; cosa que alteres, se desconcierta toda aquella
música…”.
“…Porque, ante todo, con el estudio y la diligencia del gran Filippo Brunelleschi, la
arquitectura volvió a encontrar las medidas y las proporciones de los antiguos, así en las
columnas redondas como en las pilastras cuadradas y en las esquinas rústicas o enlucidas,
y entonces se distinguían los órdenes, y se hizo ver la diferencia que existe en ellos; se
estableció que las cosas obedeciesen a una regla, siguiesen un mayor orden y fuesen
distribuidas con mesura…”.
La teoría de las proporciones -reglas que tienen que ser cifrables-, vinculada por
Alberti a la noción clásica de simetría y al concepto de un espacio controlado por el
sistema de relaciones que establecen los órdenes -ellos son los que imponen las reglas-
, son líneas primordiales del camino por el que transita un arquitecto del
Los elementos del sistema (columna o pilastra: basa, fuste, capitel; entablamento:
arquitrabe, friso, cornisa) se consideraron –y se revelaron con el tiempo- fijos y
constantes; el problema se planteó en su combinatoria, en su conjugación, en su
relación: la correspondencia entre la altura y el diámetro de las columnas, la medida
del intercolumnio, la altura del entablamento y el tamaño de sus elementos, la forma
de los perfiles, el trazo y diseño del capitel, la superposición de estos órdenes, las
ventanas y las puertas que les corresponden, etc. son cuestiones en continuo debate y
para las que se ofrecen numerosas soluciones que siempre pueden fijarse
matemáticamente y, por tanto, que siempre se pueden convertir en norma.
Para Brunelleschi los órdenes clásicos se presentan como un instrumento útil para
hacer visualmente más evidente su nueva arquitectura, su nuevo concepto espacial.
Concepto que en realidad ya había elaborado al construir la cúpula de Santa María de
las Flores, donde todavía no había decidido incluir el sistema de los órdenes. El pórtico
de los Inocentes se configura gracias a la creación de un módulo básico espacial: cuatro
columnas enlazadas por arcos definen un cubo cubierto con una bóveda baída. El
módulo se puede repetir reiteradamente y de forma abstracta, construye la forma
arquitectónica y elabora una nueva idea del espacio como abstracción geométrica,
tridimensional, infinita, homogénea e independiente de las materias u objetos. La
aparente recuperación de la articulación del orden romano está claramente dirigida a
Para Alberti las columnas, o lo que es lo mismo, los órdenes arquitectónicos, son
considerados "ornamentos principales" de los edificios. Alberti propone la
organización mural como soporte fundamental del discurso arquitectónico: “...Los
mismos órdenes de las columnas ninguna otra cosa son sino una pared asentada
abierta en muchos lugares…”, y la subordinación total del muro a las leyes de los
Órdenes. Para Alberti esta opción es una fórmula más literal de recuperar las formas
de la Antigüedad.
“…A las imitaciones de los arcos se les deven columnas quadrangulas, porque en las
redondas sera la obra mentirosa y falsa, porque las cabezas de los arcos no assientan de
Luego, Palladio hará de sus órdenes el factor dominante del edificio; ellos son los
que establecen las reglas.
Los edificios de Alberti, desde el templo de Rímini hasta las obras de Mantua,
demuestran hasta qué punto el autor opta por un planteamiento arquitectónico que
basa su configuración en la organización mural. Sobre esta necesidad de organizar la
estructura arquitectónica a partir de un elemento, el muro, Alberti consigue
superponer un entramado de órdenes, que definen el carácter del muro y actúan
como aparato ornamental. Alberti lo plantea por primera vez en el desarrollo de una
fachada, la del palacio Rucellai, y Bramante en una estructura de arquerías, la del
claustro de Santa María della Pace, estructuras arquitectónicas donde domina el
sometimiento a la ley de los órdenes y su combinatoria, que se convertirá en el
esquema primordial del Clasicismo.
Pero el problema de la combinatoria irá afectando con el paso del tiempo de forma
mucho más general a todo el edificio, en el que se trata de mantener el armónico
equilibrio de esa combinatoria. Así por ejemplo va a ocurrir en las villas palladianas,
donde las alas en las que se abren se entienden como una prolongación del basamento
del bloque central; por tanto deben responder a un orden más robusto que el del
pórtico central, siguiendo las leyes de esa combinatoria (así ocurre en la villa Badoer
con orden jónico en el pórtico central y orden toscano en las alas).
El esquema de arco de triunfo fue una de las estructuras más expresivas y de las
más estudiadas y utilizadas por los arquitectos del Renacimiento. La división tripartita,
con aberturas o puertas a distinta altura y la articulación de columnas y entablamento
como elementos superpuestos, permitieron múltiples lecturas, muchas de ellas
aportas por Alberti ya en el primer Renacimiento.
Alberti se inspira en el esquema de los arcos de triunfo romanos para articular una
nueva tipología de fachada en Santa María Novella (1458), con base en una
arquitectura modular y simétrica; de forma novedosa y rotunda, se olvida del carácter
y significado de los arcos de triunfo (paganos, conmemorativos, imperiales) para
abstraer, seleccionar solo su lectura arquitectónica y clásica, implantándola como
prototipo, el modelo sobre el que se puede inspirar un elemento fundamental de la
iglesia cristiana: la fachada (posteriormente lo llevará también como tipo para
construir su espacio interior). Santa María Novella se estructura en base a un cuerpo
bajo cuadrangular, tripartito, separado por columnas, sobre el que se dispone un
entablamento, y sobre él un segundo cuerpo más estrecho flanqueado por volutas y
rematado por un gran frontón. El esquema dado por Alberti a Santa María Novella va a
ser muy estable y se mantiene, con lógicas variaciones, a lo largo de todo el Clasicismo.
Tal vez una de las innovaciones de mayor trascendencia la establece Miguel Ángel
en una de sus primeras obras en Florencia, el proyecto para la fachada de la iglesia de
San Lorenzo. Mantiene el esquema de arco de triunfo, planteado por Alberti, pero el
primer cuerpo se divide en dos, sobre ellos, un cuerpo más estrecho flanqueado por
El orden gigante fue utilizado por Andrea Palladio en sus iglesias venecianas, San
Giorgio Maggiore (1566), San Francesco alla Vigna (1570) y el Redentore (1577), donde
lo lleva a sus más extremas consecuencias.
Las fachadas del Barroco van a permanecer fieles al esquema de dos plantas
introducido por Alberti en Santa María Novella, pero las partes individuales pierden su
independencia en beneficio de una acentuación general del eje central, es decir de la
entrada.
Recomendamos también leer en este capítulo el texto que se encuentra en el Tema 5, CASTEX,
Jean: “El edificio como cómplice de la ciudad” en Renacimiento, Barroco y Clasicismo. Akal,
1994, pp. 252-259.
La parte “Fachadas curvas, fachadas onduladas” nos presenta un análisis de la fachada en el
Barroco, elemento fundamental para generar los espacios públicos de la ciudad barroca.
El largo proyecto de la iglesia de San Pedro del Vaticano nos permite ver con
claridad el significado de la planta centralizada para el Renacimiento.
Desde la cúpula de Santa María del Fiore este elemento se había mostrado
suficiente para coordinar, unificar y centralizar el espacio total del edificio, según la
aspiración arquitectónica del Renacimiento, además de articular y definir visualmente
el espacio urbano. No importaba que Brunelleschi no hubiera incluido el lenguaje
clásico de los órdenes, ni que estos determinen o no sus reglas, elementos y
proporciones; la cúpula y su visualidad colmaban todas las aspiraciones de
racionalidad y de centralidad del espacio, por lo que desde su construcción despertó
encendidos elogios y se convirtió en símbolo de la nueva arquitectura consagrando a
este elemento arquitectónico como imprescindible dentro del Clasicismo
arquitectónico. La inmensa cúpula diseñada por Miguel Ángel para cubrir San Pedro
del Vaticano, un siglo después, no hizo más que ahondar en todos los significados
arquitectónicos, espaciales, visuales y simbólicos concedidos a este elemento, pero
aquí todo el edificio está en función y a disposición de la cúpula, que ahora sí se reviste
con el lenguaje de los órdenes clásicos (aunque utiliza el orden gigante inventado por
el propio Miguel Ángel), cúpula que, metafóricamente, se convierte en el hito capital y
central de la cristiandad.
Pero las plantas de una o varias naves, además de la cúpula necesitan cubrir ese
espacio. Para ellas, lentamente la bóveda de cañón del tipo que Alberti había
empleado en la iglesia de Sant’Andrea de Mantua, se impone. Vignola la reprodujo en
el Gesú y, siguiendo este modelo, se repitió en innumerables ocasiones. En una carta el
patrocinador de la obra, el cardenal Farnesio, indica al arquitecto Vignola:
…La nave ha de estar abovedada y no ha de techarse de ningún otro modo, pese a las
objeciones que ellos (los jesuitas) puedan hacer, diciendo que la voz del predicador se
perderá a causa del eco. Piensan ellos que esta bóveda hará resonar el éco más que
una techumbre rasa de madera, pero yo no creo esto, puesto que existen muchísimas
iglesias con bóveda… bien adaptadas a la voz…”.
Sin embargo, a pesar de que cada vez más claramente la planta central del
Renacimiento se revelaba como poco funcional, hecho al que se suma la diatriba que
lanza sobre ella la Contrarreforma, Palladio en su Libro IV esgrime una clara defensa de
esta planta, considerándola más adecuada para las iglesias que la de cruz latina. pese a
que la iglesias construidas por él en Venecia presentan esta opción. Así dice:
“…Pero los más bellos (templos) de forma más regular y de los cuales reciben los otros
sus medidas, son el redondo y el cuadrangular; y por eso solamente habla Vitruvio de
estos dos… Tuvieron los antiguos en consideración aquello que convenía a cada uno de
sus dioses, no solo al elegir los lugares donde se había de construir los templos, como
ya he dicho, sino también al elegir la forma; de donde al sol y a la luna (porque
continuamente giran en torno al mundo, y con este giro producen los efectos
conocidos de todos) hicieron templos de forma redonda...”.
Tal vez el ejemplo que mejor recoge y expone todos los problemas de la planta
longitudinal centralizada de principios del Barroco es la solución que ofrece Maderno
para terminar la basílica de San Pedro. La planta central de Miguel Ángel estuvo
sometida a una severa crítica desde el punto de vista funcional, como ya hemos visto.
Por lo que el nuevo Papa Pablo V, en 1605, celebra un concurso entre los arquitectos
de Roma para continuar la construcción. Maderno lleva a cabo la adición –con mucha
habilidad- de una nave central y varias laterales, con lo que introduce el movimiento
con un eje longitudinal que consigue repitiendo la articulación interior propuesta por
Bramante en la nave central y el sistema exterior de Miguel Ángel.
Este esquema se repitió en numerosísimos edificios a lo largo del siglo XVII, tanto
en Italia como fuera de Italia; como ejemplos singulares podemos citar la iglesia de la
Madonna dei Monte en Roma, de Giacomo Della Porta, o la de Val-de-Grâce de
François Mansart en París (1645).
El conjunto de las libros que se recomiendan son obras clásicas que han establecido las
bases sobre las que debe de estudiarse la arquitectura de los siglo XVI al XVIII,
ordenando tanto los temas, como las obras y los artistas sobre los que esta historia
debe construirse y por tanto constituyen un referente para los estudios de la Historia
del Arte del Renacimiento, presente en cualquier bibliografía de Historia del Arte de la
Edad Moderna. Algunos extractos de estas obras componen el conjunto de lecturas
seleccionadas para el estudio del tema en que nos encontramos, pero sería muy
interesante que el alumno profundizara en el conjunto de ellas puesto que han ido
definiendo problemas vitales en el estudio de nuestra materia: espacio arquitectónico,
lenguaje clásico, los órdenes, la antigüedad, la perspectiva, etc. que conforman el
conocimiento sobre el que elaboran sus discursos.