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ESPAÑA
Este modelo regional nos descubre la dinámica interna que rige el movimiento
demográfico en la sociedad del Antiguo Régimen. El alza de los nacimientos sobre las
defunciones genera un excedente demográfico que es anulado por la actuación del
control positivo del crecimiento. El control positivo se pone en funcionamiento al
descender la disponibilidad de subsistencias por habitante, ya que la población ha
crecido y, sin embargo, no ha aumentado en la misma proporción la producción de
alimentos habida cuenta de que existe una inelasticidad en la oferta de nuevas tierras
que la misma calidad de las que se venían cultivando y de que la extensión de los
cultivos a tierras cada vez peores provoca la caída de los rendimientos. La onda de alta
mortalidad hace descender los nacimientos, pero crea las condiciones favorables para
que aumenten los matrimonios. Y es que parte de los antiguos propietarios y
arrendatarios de los medios de producción han muerto y los bienes que detentaban han
quedado vacantes de usufructuario. Este hecho depara la oportunidad de hacerse con
una base material para aquellos supervivientes que no habían contraído matrimonio
hasta el momento por no contar con bienes suficientes para fundar y sostener una
familia.
Por eso, tras la onda de mortalidad se produce la onda de nupcialidad, que se sincroniza
con el descenso de la mortalidad, ya que son las naturalezas más débiles físicamente las
que han sido eliminadas durante la etapa de alta mortalidad y los supervivientes son más
resistentes a la muerte. El aumento de la tasa de nupcialidad generará una onda
expansiva en la natalidad y el proceso descrito se repetirá mientras los supuestos
sociales y económicos en los que se basa no cambien. Estos supuestos son los implícitos
en la formación económico-social que puede ser definida como “formación feudal
basada en el sistema de producción de pequeños productores independientes”, en la que
el pequeño y mediano propietario y arrendatario constituyen las fuerzas sociales
dominantes en que se presenta la fuerza de trabajo.
Una vez conocidos los flujos conviene combinarlos para ver cómo determinan la
evolución de las poblaciones humanas.
Si partimos del tamaño de la población veremos que cuando ésta crece es necesario que
aumente la superficie agrícola cultivada, con el fin de obtener los alimentos que se e
necesitan para nutrir a un número mayor de personas. El aumento de la superficie
obligará a poner en cultivo tierras de calidad inferior a las que ya se explotaban antes,
que están más expuestas en general a los riesgos de una situación climática que no sea
óptima, por lo que, con la adición de estas tierras, aumentará la irregularidad de las
cosechas. Que las cosechas sean irregulares hará que en años malos haya hambre y esto
se traducirá en un aumento de la mortalidad, a consecuencia de lo cual el tamaño de la
población disminuirá de nuevo. Lo que tenemos es el ciclo malthusiano, basado en la
idea de que la agricultura es incapaz de proporcionar los alimentos que requiere un
fuerte crecimiento de la población.
Si aumenta la población serán más los humanos que tengan que repartirse los mismos
recursos, con lo que bajarán los ingresos por cabeza. Esto significa que habrá
empobrecimiento, y la reacción normal es la de tender a retrasar la edad de casamiento.
Cuanto más se retrase el matrimonio, menor será la natalidad, porque habrá disminuido
el período de fertilidad de las madres, y la población crecerá menos. Esta disminución a
su vez, puede desencadenar un movimiento en sentido contrario: con una población
menor aumentarán los ingresos por cabeza, habrá estímulos para el casamiento a una
edad más temprana, crecerá la natalidad y, en consecuencia, la población volverá a subir
y se iniciará un nuevo ciclo semejante al primero.
El modelo de Wrigley y Schofiel es algo más rico, introduce factores nuevos al modelo
malthusiano. El punto de partida es el volumen de la población. El ciclo primario es
muy parecido al de la natalidad del primer modelo, pero en unos términos ligeramente
distintos. Lo que sigue es algo parecido al otro modelo: si aumenta el tamaño de la
producción, aumenta el precio de los alimentos y menguan los salarios reales de los
trabajadores. Si desciende el salario real, bajará la nupcialidad, y, en consecuencia, lo
hará la fertilidad con lo cual se reajustará la población a la baja. Pero en medio hay un
efecto adicional: el de las migraciones. Si aumenta el salario real, aumentará la
migración neta y la población crecerá a causa de estos desplazamientos, lo cual, a su
vez, desencadenará el efecto regulador que hará disminuir el tamaño de la población por
descenso de la natalidad. En este modelo hay dos bucles adicionales que refuerzan los
efectos de estos mecanismos. Por un lado, si el salario real sube, aumenta la demanda de
productos secundarios y terciarios; si aumenta la demanda de éstos, lo hace también el
trabajo y por tanto, la ocupación, y si sube la ocupación, también lo hace el salario real.
Este mecanismo refuerza la prosperidad de los buenos momentos, pero también agrava
la crisis en los momentos malos, porque cuando el salario real baja, lo hace también la
demanda de productos y con ésta disminuye la ocupación y, en consecuencia, el salario
real. Este es un mecanismo amplificador de los efectos de los otros, no es regulador.
Hay un segundo circuito complementario: la demanda de productos secundarios y
terciarios, con salarios reales en aumento, atrae gente de los campos a las ciudades y,
como se supone que la vida es menos sana en las ciudades que en los campos, esto hace
aumentar la mortalidad, lo que actúa directamente, y de manera inversora, sobre el
volumen de la población (y secundariamente sobre la nupcialidad).
Con el siglo XVIII, este estado de cosas empieza a cambiar de forma radical, la peste
desaparece del ámbito de Occidente. De pronto, la mortalidad epidémica reduce su
impacto. Las consecuencias de este fenómeno son inmediatas: en adelante el plus de
nacimientos acumulado durante los años normales sobrevivirá a las crisis epidémicas. El
descenso de la mortalidad epidémica, es por lo tanto, el factor que impulsa los primeros
pasos del nuevo ciclo demográfico.
Los moriscos serán un millón, más o menos (235.000 para la Corona de Aragón, y
400.000 para Castilla, la mitad de ellos en Granada). Después de la pragmática de
Felipe II en 1566 sobre la integración de los moriscos en la comunidad cristiana, se
produce el levantamiento de las Alpujarras en 1568, que tendrá como consecuencia una
política de dispersión de los irreductibles a través de Castilla. Tras la expulsión de 1609,
la mayoría se trasladó a Castilla.
En resumen, en la península Ibérica hubo un fuerte aumento de población hasta los años
1560-1570, que cambió en estancamiento a fines del siglo XVI.
- De otra parte, las relaciones de propiedad se hallan ligadas a las relaciones señoriales o
poderes y derechos de los grandes señores sobre los pueblos y sus tierras. Los señores
poseen tierras y jurisdicción, asientan sus campesinos en sus dominios a través de
censos señoriales o, también a través de arrendamientos u otros contratos.
La Mesta influyó con sus privilegios en los derechos de propiedad de los pueblos o de
los particulares, con sus reservas de pastos y sus prohibiciones de cerramiento o
cercado, hasta el siglo XVIII.
Los súbditos se quejarán del acrecentamiento paulatino del patrimonio eclesiástico, que
reducía la propiedad libre. Intentarán poner dificultades a los clérigos y la iglesia para
que adquieran bienes. Pero sin resultado.
Al igual que la iglesia, también la nobleza procuró la vinculación familiar de sus bienes,
sustrayéndolos del circuito comercial. Son los mayorazgos institución jurídica que se
extiende en España entre los siglos XIV y XIX. Su origen parece estar en las mercedes e
Enrique II que se atrajo a la nobleza con sus donaciones. Para paliar un tanto estas
mercedes, sus sucesores permitieron la constitución de mayorazgos familiares, para que,
en caso de no haber descendencia, revirtiesen a la corona. El mayorazgo es un acto de
disposición de bienes mediante el cual el cabeza del mismo determina unir un conjunto
de bienes y los reserva a sus descendientes en un orden preestablecido de sucesión,
determinando su imposibilidad de enajenarlos por cualquiera de los sucesivos
poseedores y sin que se puedan ejecutar por deudas. El orden de mayorazgo suele ser de
primogenitura.
Los mayorazgos recaen en las propiedades territoriales y señoríos con todas sus rentas,
jurisdicción y tributos; también sobre censos, muebles, etc. Los mayorazgos son
imprescriptibles, inalienables y tan sólo se puede reclamar contra ellos las cantidades
invertidas en su mejora. Suponen un fuerte sostén económico para la nobleza.
Patrimonio real
Antes del siglo XIX es difícil su delimitación, porque al reino pertenecían, entre otros:
- Productos de la guerra.
A la altura del siglo XVIII encontramos un gran interés por el patrimonio real en
Castilla, así como los deseos de recuperar lo que fuere posible. E n cambio, en otros
reinos, sus posesiones serán mayores, porque el real patrimonio goza de privilegio de
amortización.
Bienes comunales
Sobre estos bienes, se centró una larga lucha desde la edad media: el rey pretende
poseer la propiedad de los baldíos, a veces de otros comunales, y, sobre todo, los
señores discutieron a los pueblos el dominio de los mismos.
El antiguo régimen hasta el final protegía estas propiedades de los pueblos, para su
mantenimiento y subsistencia. Eran propiedades amortizadas, de las que no cabía su
enajenación sin el real permiso. Los pueblos no tenían dese de su desaparición, pero la
desamortización los pondría a la venta por necesidades de la corona y del Estado y el
deseo de las nuevas clases en el poder de poseer tierras terminaría con los propios. De la
vieja propiedad comunal de los municipios se pasaría a la propiedad individual.
- Pagos por razón de las tierras, principalmente por censos, así como los tributos que
recaen sobre la tierra.
- derivaciones del poder que tienen los señores feudales: no ir a la guerra, yantar o
derecho a comer… Junto a estos tributos los señores poseen otros derechos de
monopolio del hornos molino, almazara…, así como privilegio de vender antes sus
cosechas, etc. Los señoríos en la península mostraban dos tipos diferentes:
- En Valencia o en Cataluña, los señores aparecen con las tierras cedidas en censos
enfitéuticos, por los que reciben una pensión en dinero o en frutos por el dominio
directo que conservan sobre ellas, así como un laudemio, cuando el enfiteuta enajena el
dominio útil de la tierra. Por su parte, los enfiteutas explotaban sus campos bien
mediante arrendamientos, aparcerías o con el cultivo directo.
Las relaciones de propiedad sobre la tierra dan lugar a diferentes “contratos agrarios” o
mecanismos través de los cuales se especifican las conexiones entre cuantos participan
de su explotación y sus rentas. En la edad moderna hispana la variedad de situaciones es
amplísima, las claves podrían ser las siguientes:
- El poder de los señores es decisivo para entender las situaciones. La jurisdicción que
tienen los señores y sus grandes fortunas determinan que, todavía en el XVIII, sea
decisivo su interés o sus ideas para la estructuración de la propiedad.
- Hay que tener en cuenta los intereses de campesinos, nobles, burgueses, clérigos… La
dispersión o evitación del riesgo significa que para el propietario es preferible la renta
fija, mientras el campesino estará más resguardado con la aparecería o la partición de
frutos (si la renta es monetaria, la inflación o devaluación es gran riesgo); o los costes
de transacción en un determinado contrato, supone los costes de negoción o dificultades
de la misma y los costes de aseguramiento de las respectivas aportaciones de las partes
y de la distribución el producto.
- Las posibilidades jurídicas son muy variadas y todas ellas aparecen en el Antiguo
Régimen.
Arrendamientos y aparcerías
La duración del contrato puede establecerse por las partes, en cuyo caso durará todo este
tiempo, aunque muera alguna de las partes, si bien cabe que el dueño de la tierra
resuelva el contrato devolviendo lo que recibió.
Los arrendamientos se van renovando a lo largo de los años, con nueva escritura o
estipulación, pero siempre con la posibilidad de cesar en la relación.
Los contratos de aparcería son verbales muchas veces, son contratos en virtud de los
cuales propietario y campesino se ponen de acuerdo para suministrar la tierra y el
trabajo respectivamente, señalando las aportaciones de cada uno en semilla, animales,
etc., y dividiendo por partes alícuotas las cosechas. Diversifica el riesgo, a la vez que
facilita el acceso a la tierra a campesinos sin medios.
Los mecanismos censuales pueden agruparse en dos tipos: los unos, destinados a asentar
campesinos sobre las tierras, y otros, destinados a proporcionar crédito a la agricultura o
a otras necesidades.
Desde otra perspectiva, los censos son de dos tipos: señoriales, en cuanto expresan y
recogen a través de ellos las prestaciones de los campesinos a favor de los señores, y no
señoriales. El señorío supone unas prestaciones de los vasallos a favor del señor, en
frutos o en dinero.
Junto a los censos señoriales, en los realengos o en los mismos señoríos, se establecen
censos enfitéuticos para la explotación de las tierras o censos consignativos para invertir
y recibir una rentabilidad.
Un censo es, fundamentalmente, una carga real, perpetua o de larga duración sobre las
tierras en forma de pensión dineraria o en frutos. También se cargan sobre casas o
inmuebles en general y sobre rentas o ingresos.
4. La ganadería y la Mesta
La Mesta estaba formada por pequeños ganaderos. En Los ganados mesteños poseen sus
cañadas, por las que se desplazan hacia los pastos de invierno o de verano, que poseen
por privilegios o que arriendan a pueblos, señores u órdenes. Los finales de la Edad
Media y el reinado de los Reyes Católicos y sus sucesores significaron el
fortalecimiento de la Mesta. En síntesis, los privilegios ganaderos son los siguientes:
- Protección de las cañadas o pasos del ganado, sin que sean roturadas o adehesadas
bajo ningún concepto.
- La jurisdicción especial de los alcaldes entregadores de la Mesta suponía que todos los
conflictos sobre ganados deberían verse ante ellos.
LA EXPANSIÓN AGRÍCOLA
Cultivos y producciones
Los cereales, que representaban aproximadamente las tres cuartas partes del conjunto de
la producción agrícola y eran objeto de una demanda inelástica respecto al ingreso y al
número de población, fueron los que experimentaron una mayor progresión. El trigo,
cereal panificable por excelencia y alimento básico de la población, ocupaba la primera
posición. Otros cereales con menor importancia fueron la cebada, el centeno, la avena,
las leguminosas… En ciertas regiones del norte eran conocidos también el panizo, y el
mijo.
Por el contario, el olivar estaba lejos de alcanzar en el siglo XVI la extensión que
ocupará después. No obstante, su expansión a lo largo de la centuria está
documentalmente probada en mucho sitios, pues el aceite era otro producto objeto de
una fuerte demanda, tanto para usos domésticos como industriales. La demanda del
Nuevo Mundo impulsó nuevas plantaciones de olivos.
En una agricultura como ésta, por tanto, el aumento d ela producción sólo podía
conseguirse mediante la reorganización del aprovechamiento del terrazgo y, sore todo, a
través de la extensión de la superficie cultivada.
En todos los sitios el incremento demográfico característico del siglo XVI trajo consigo
la reducción de las tierras destinadas al pastoreo y, consecuentemente, la disminución
del número de cabezas de ganado que en ella se podían mantener. Pero el que tal cosa
ocurriera en un país tan vasto y tan poco poblado como España no hace sino poner al
descubierto la debilidad de unas estructuras agrarias incapaces de garantizar el
crecimiento armónico de dos actividades que, antes de excluirse, se complementaban.
LA TRADICIÓN COMUNITARIA
Durante la Reconquista los monarcas de Castilla intentaron atraer nuevos colonos a las
zonas recién conquistadas, y para ello hicieron generosas concesiones de tierras a sus
aliados militares y a los colonos que estuvieran dispuestos a ocupar y colonizar los
nuevos territorios. Todas las tierras que no hubieran sido asignadas por concesión real
seguían siendo teóricamente patrimonio de la corona. De ahí que estas tierras fueran
conocidas con el nombre de “tierras realengas”. Los monarcas, ansiosos por promover
la colonización de los territorios reconquistados, se mostraron generosos en los
permisos que concedieron para la utilización pública de dichas tierras. Debido a que los
terrenos mejores siempre eran los primeros asignados en las otorgaciones reales, las
tierras realengas solían ser de inferior calidad. Estas extensiones de tierras eran también
conocidas como “tierras baldías” o “baldíos”. Debido a los privilegios de libre uso
asociados a las tierras realengas, los baldíos estaban considerados como dominios
públicos, aunque bajo control real.
El uso más típico de los baldíos era el pastoreo. La puesta en cultivo de parte de los
baldíos había reducido los patos existentes; por ello, en muchas zonas estaba prohibido
el cultivo en las tierras realengas. En algunos sitios, los baldíos que se empleaban para
el cultivo eran de calidad marginal, debido a la propia naturaleza del suelo o a la mala
utilización del mismo. Por otra parte se daban zonas con baldíos excepcionalmente
fértiles.
Presura
En ciertos casos, la posesión a través del derecho de presura equivalía a obtener también
el derecho de propiedad, pero en otros casos no.
La derrota de mieses
Las localidades castellanas de finales de siglo XVI consideraban que los diferentes tipos
de propiedad comunal eran altamente beneficiosos y de gran importancia para su
bienestar económico.
Resulta indudable la importancia del papel que desempeñó el sistema comunitario. Allí
donde había terrenos de labranza comunales cualquier vecino podía elevar su nivel de
vida cultivándolos. Los e tenía que pagar renta alguna por la utilización de tierras
comunales y baldíos, lo que permitía que el labrador común, que no disponía de mucho
recursos, utilizara estas tierras sin tener que preocuparse de la renta ni de las
responsabilidades que supondría su propiedad.
Era frecuente que los pueblos castellanos, además de disponer de sus propios bienes
comunales, compartieran los derechos comunales sobre ciertos terrenos, u otro tipo de
bienes, en una forma de uso intercomunal. Durante el siglo XVI existían en Castilla
terrenos comunales intermunicipales, que llegaron a constituir verdaderas
confederaciones de poblaciones.
Los derechos comunitarios más generalizados eran los de pastoreo, aunque existían
también muchos terrenos comunales de labranza compartidos por diferentes municipios.
Los privilegios intercomunales eran ampliados a menudo, a fin de que se abarcaran
también la utilización del monte comunal.
TEMA 5. La evolución de las manufacturas, el crédito y la
presión fiscal, y sus efectos en el mercado.
ARTESANÍA E INDUSTRIA
En los pueblos, la artesanía cubre las necesidades más elementales: algunos oficiales del
textil para abastecer a la gente en paños bastos, los imprescindibles herrador, herrero y
alfarero.
En las ciudades y los pueblos más importantes, una organización gremial, protege y
controla a sus miembros: organiza los exámenes de capacitación en el oficio, vigila la
observancia de las ordenanzas gremiales, y en caso de necesidad, subvenciona el
entierro de los cofrades.
Los alicientes del mercado obligan a los artesanos a reunirse bajo la égida de un
mercader o de cualquier entidad adinerada para rentabilizar y comercializar su
producción.
A principios del siglo XVI, el sector textil queda muy “atomizado”, tanto en sus
estructuras de producción como en su geografía. Está presente en toda la Península, en
el campo como en las ciudades y villas: es el ramo mayor de la actividad económica.
A principios del siglo XVI, el sector textil está en crisis. Los paños no tienen las
cualidades de fabricación para resistir la competencia internacional y satisfacer los
deseos de una clientela más exigente.
Los reyes quisieron sellar su política imperial con unos monumentos emblemáticos. En
este caso, ya no se trata de artesanía sino de empresas financiadas por entidades
adineradas capaces de promover una actividad arquitectónica de tipo protocapitalista.
Estas inversiones en la arquitectura permitieron a muchos artesanos ejercer en
condiciones óptimas su oficio, detener, en cierta medida, la evasión del oro y de la plata
de Indias al extranjero.
Se pueden distinguir dos tipos de establecimientos siderúrgicos: los que obtienen hierro
a partir de la vena mineral, y los que se limitan a transformarlo. En los progresos
introducidos en la siderurgia, hay que señalar:
LA MONEDA
Hasta el año 1586, el hecho fundamental fue la ordenación y la estabilidad relativa del
sistema monetario, a pesar de las múltiples acuñaciones. El oro representa el papel
principal hasta los años sesenta siendo sustituido entonces por la plata.
La ordenación del sistema monetario pro los Reyes Católicos es una consecuencia del
caos monetario engendrado por el desorden político en los tiempos de Enrique IV.
La introducción del escudo de oro. El título superior en metal precioso del ducado
llevaba como consecuencia una saca continua por los extranjeros. La reforma consistirá
en acuñar una moneda de oro.
Bajo el reinado de Felipe II hay que subrayar las pragmáticas de 1566 que prevén
nuevas acuñaciones de oro: escudos y doblones; se cambia la estampa, la ley y la talla
del vellón. Otro acontecimiento es la fundación, en 1582, del “Nuevo Ingenio” de
Segovia, que tiene que laborar 340.000 marcos de vellón cada año a fines de la centuria.
Este crecimiento de las remesas coexiste con el fenómeno europeo de la subida de los
precios. Es indudable la subida de los precios y de los salarios, a ritmo casi igual, con
ventaja de los salarios antes de las “Comunidades”, y después de los años ochenta. Hay
un crecimiento de los precios más fuerte en la primera mitad del siglo, es decir, mucho
antes de la llegada del flujo metálico a Sevilla.
En las Indias, donde los metales abundan, se estima menos la moneda. El dinero español
se fuga al extranjero, por su capacidad adquisitiva superior a la que tiene en la
Península. Al revés, se exportan mercancías con precios altísimos hacia Indias. Las
necesidades políticas y económicas del Imperio plantearon un problema constante del
transporte y de las vías de comunicación.
RUTAS Y TRANSPORTES
Los caminos terrestres de la Península son defectuosos por la fuerte erosión debida al
clima, y en consecuencia, la lentitud es uno de los rasgos mayores de la circulación.
A principios del siglo, los barcos no sobrepasaban las cien toneladas; parece que en los
años sesenta, el tonelaje por unidad crece hasta las 300 toneladas en el Atlántico. En el
Mediterráneo, el tonelaje era menor.
EL COMERCIO LOCAL
Este comercio abarca los intercambios elementales y de primera necesidad con géneros
de uso corriente. Los mercados semanales de tradición multisecular jalonan las
relaciones comerciales. Los ayuntamientos controlan directamente el mercado,
mandando a unos oficiales suyos para apuntar los precios practicados y vigilar.
Las entidades mercantiles utilizan en su provecho dos factores: los bancos y las ferias.
La necesidad de compensar en más o en menos los intercambios comerciales y
financieros plantea el problema de los cambios, es decir, del sector bancario, cuya
historia se puede resumir en los rasgos siguientes:
1) La primera fase, que abarca los años 1455-1551, es testigo de un auge del
sistema bancario. Coexisten cambiadores, corredores de cambios públicos y
privados. Antes de la expulsión de 1592, los judíos tienen un papel importante
en las manipulaciones cambistas.
Para los cambiadores públicos, los ayuntamientos exigen fianzas. En 1499 se
prohíbe el oficio a los extranjeros para impedir la exportación de las monedas de
mejor calidad.
2) En el desarrollo de la banca castellana influye la llegada de los metales preciosos
de Indias; las remesas son copiosas desde 1506 a 1550 (ciclo del oro) y de 1551
a 1640 (ciclo de la plata), con el bache de los años 1521-1525.
3) Las necesidades de la política imperial, más concretamente, la obligación de
pagar en oro a los mercenarios en Alemania, reintroducen en el circuito a los
grandes mercaderes alemanes, flamencos, genoveses atraídos por el oro y la
plata americanos de Sevilla.
4) Pero a partir de los años 1552, y después de 1566, uno detrás del otro los bancos
nacionales se derrumban. Las razones son múltiples: disminución de las remesas
de oro en los años cincuenta, especulaciones excesivas; sin embargo, los
motivos principales provienen del peso y del precio de la política imperial.
Para liquidar los anticipos, la hacienda real empeña sus futuros ingresos y emite bonos
de la deuda pública: los juros situados sobre las rentas de la corona. En España los juros
tendrán éxito con los particulares, que los consideran como un censo público.
Felipe II intentará reaccionar para deshacerse de las tenazas genovesas. En 1560, trató
de convertir la Casa de Contratación en un banco comercial y caja de la deuda pública.
En 1575, Felipe II publica un decreto que reduce drásticamente la deuda de al corona
con los genoveses. Al mismo tiempo se trataba de organizar una red de erarios y montes
de piedad que funcionasen con autonomía, cada uno en su distrito, con la misión de
cobrar los impuestos reales, amortizar, gracias a sus ingresos, la deuda pública y drenar
el ahorro local.
LAS MERCANCÍAS
Entre las exportaciones hacia la península Ibérica encontramos:
LA HACIENDA REAL
En las rentas, se distinguen: a) los impuestos directos: 1) pechos y derechos antiguos; 2)
la moneda forera pagada cada siete años por los solos pecheros; 3) monedas: derecho
otorgado por las Cortes; 4) pedidos y servicios extraordinarios: por guerra, para la Santa
Hermandad, por casamiento de infantes; 5) rentas y derechos cobrados a los
musulmanes hasta 1501; 6) rentas y derechos espaciales sobre los judíos hasta 1492.
En el conjunto de los gastos figuran seis conceptos: Casas reales- corte y administración
del reino- tesoreros- compras, desempeños, pagos de deudas, préstamos y atrasos-
mercedes, limosnas, obras pías- varios.