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HISTORIA MODERNA DE

ESPAÑA C2
TEMA 14. CULTURA E IDEOLOGÍA. LOS ARBITRISTAS Y
EL MERCANTILISMO ESPAÑOL. RAZÓN DE ESTADO Y
PENSAMIENTO POLÍTICO. EL DESARROLLO DE
IDENTIDADES COMUNITARIAS.

El pensamiento español en el siglo XVII se centra en el mercantilismo, influido por el


catonismo antiguo; el pensamiento político, y la aparición de ciertas conciencias
identitarias territoriales dentro de la propia monarquía.

En el siglo XVI; la teología de la monarquía hispánica era moderna, pero el desarrollo


de la Contrarreforma a partir del Concilio de Trento (1545-1563) en la Corona española
hizo crecer una teología que fue invadiendo el pensamiento de la época hasta sofocarlo,
a partir de una filosofía escolástica renovada de la que, para después de 1560, interesa
destacar la escuela de la Compañía de Jesús y la obra de Francisco Suárez.

La tendencia a analizar la realidad desde los presupuestos de la Revelación siguió


creciendo con la crisis económica, social y política, y condujo a confrontaciones
teológicas con el Islam y en el seno de la propia Iglesia, porque el mundo estaba
cambiando, como los debates entre dominicos y jesuitas sobre el papel de la gracia y el
“libre albedrío” (término que servía en el siglo XVII para denominar la libertad y
voluntad humana). Tras Trento, la gracia se merece, no viene sola por sí. Se hacía
análisis político en función de lo que Dios había decido sobre nosotros. Este proceso
tuvo importantes efectos en dos planos del conocimiento: el económico, a través del
arbitrismo mercantilista, y en el político, a través del neoestoicismo antimaquiavélico y
el tacitismo.

En el primer plano aparecen los arbitristas (emiten arbitrios, es decir, buscan


soluciones), muchos escolásticos y religiosos, partidarios de posturas económicas más o
menos adscribibles al mercantilismo, agrupados en la llamada Escuela de Salamanca
(conjunto de teólogos que escribieron sobre los males de España buscando arbitrios). El
mercantilismo (con puntos comunes en Europa y también diferencias) y las condiciones
económicas y el sistema mercantil son distintos.

Estos autores fueron analistas de la decadencia de España, e hicieron avanzar el


pensamiento económico en aspectos cruciales como la teoría del valor o las alteraciones
monetarias, al subrayar que la moneda era una mercancía más, con precio sujeto a la
oferta y la demanda (balanza favorable). En algunos aspectos de su mercantilismo
mostraron haber recibido influencia del catonismo, corriente de pensamiento dominante
en el mundo romano (noción de riqueza como algo limitado, que sólo se acumula
quitándola a otro; ideal del terrateniente rentista, desprecio por ciertos oficios, que llegó
con la recuperación de la Antigüedad clásica del Renacimiento y el neoclasicismo.

El pensamiento político estuvo dominado por la confrontación entre el maquiavelismo,


racionalismo político que defendía el análisis de los hechos políticos a partir de las
necesidades que planteaban la razón de Estado y el principio de que el fin justifica los
medios, de un lado, y de otro una corriente antimaquiavélica escolástica, tradicionalista,
que refutaba cualquier análisis que no subordinara la política a la religión. En esta línea
se inscribieron autores como Pedro de Rivadeneyra, quien se apoyó en el
providencialismo (Dios concede el triunfo a los Imperios porque así lo quiere) y la idea
tomista de armonía entre razón y fe a la hora de construir la teoría del Estado.

También en la teoría política se produjeron posturas conciliadoras que intentaban


compatibilizar la fe revelada con la razón de Estado (siempre hubo gente progresista).
Así se desarrollo la teoría del Consejo del rey, de Fadrique Furió Ceriol o la teoría del
“príncipe cristiano” de Diego Saavedra Fajardo, que como muchos otros autores intentó
compaginar la razón maquiavélica con la fe contrarreformista. La preceptiva eran
los libros que se escribían para educar a los príncipes.

La corriente más renovadora de esta producción de ciencia política fue el tacitismo,


movimiento redescubridor de la doctrina política del romano Tácito, que tuvo gran
influencia en el siglo XVI y sobre todo en el XVII. Los autores adscribibles a ella
constituyeron una corriente minoritaria que limitaba el alcance del providencialismo y
permitió el desarrollo el racionalismo a la hora de analizar cuestiones políticas clave
tales como la crisis del Imperio, del estado, y la naturaleza del poder del rey.
Los siglos XVI y XVII también vieron cómo surgían conciencias comunitarias
(conciencias que tiene un grupo de personas de pertenecer a una comunidad,
comunidades que recibían distintos nombres) con orígenes diversos: de procedencia,
inmigrante, de localidad, y también de países y regiones. Son conciencias superpuestas.
El sesgo común era acentuar la catolicidad a través de la españolidad. La única
institución común en todo el territorio español era la Inquisición. Había habido ya un
temprano surgimiento de la “comunidad imaginada” española, nucleado en Castilla,
basado en la religión católica, que integró todos los territorios de la monarquía en
grados y momentos diversos.

Las conciencias identitarias catalana y vasca se crearon de forma diferente. La identidad


catalana estaba basada en una interpretación del pasado que destacaba la tradición
pactista (idea de que en Aragón los reyes no podían hacer lo que quisieran), un
proteccionismo mercantilista (en la segunda mitad del siglo XVI) y disputas jurídico-
políticas como las de la jurisdicción ordinaria o delegada del virrey, el poder legislativo
del rey por sí, el derecho a cubrirse o las insaculaciones. Ejemplos de disidencia de la
ejecución política de los actos del Rey en Cataluña.

La “comunidad imaginada” vasca, que por definición no podía ser anticastellana, no


abarcó todo el país y se construyó en torno a las ideas de limpieza de sangre y de la
pureza primigenia de su españolidad. Lo que unía a los vascos es que todos eran
cristianos viejos Los vizcaínos consideraban que ellos y su lengua eran la quintaesencia
de lo español, lo más originariamente españoles, por cuanto constituían el vestigio
intocado de lo que fueron los primeros pobladores de toda la península, las tribus de
Túbal (se creó una tradición de que antes de la ocupación romana hubo un rey, Túbal, y
toda la península hablaba vasco), cuya lengua era el vasco. Por eso su limpieza de
sangre era superior a la de cualquier otro pueblo, de lo que se derivaba una condición de
hidalgos natural, no adquirida, lo que les permitió ser los primeros y más aventajados
candidatos a ocupar oficios en la monarquía hispánica. Esto era aplicable tanto a los
propios vascos como a los navarros.

Lo vasco y el tubalismo se vincularon con la limpieza de sangre. Consiguieron con éxito


la idea de limpieza de sangre, de que eran puros. Detrás estaba el interés por ser hidalgo.
Se admitió que por ser nobles tenían derecho y aptitud para ocupar cargos en la
monarquía. Los navarros, por hablar vasco, también descenderían de Túbal, y por tanto
también serían hidalgos. En la monarquía hispánica tenía ventajas ser vasco o navarro.

TEMA 15. LA RECEPCIÓN DE LA CIENCIA MODERNA,


LOS PROGRESOS DEL RACIONALISMO Y LA PRIMERA
ILUSTRACIÓN. LA ERUDICIÓN Y EL DESARROLLO DE
LA HISTORIA CRÍTICA.

En primer lugar tiene lugar una revolución científica en las ciencias de la naturaleza,
que después se aplica a las ciencias sociales. Finalmente ocurre la revolución de una
historia que era una historia de lo divino, se desgaja de la teología. EL historiador está al
servicio del rey. Está pensada para transformar la realidad.

La mejor expresión del nacimiento de la ciencia (natural) moderna fue el movimiento


novator. Estas nuevas ideas sobre la realidad, difundidas por los novatores, se fueron
proyectando en las ciencias que analizaban al ser humano. Fueron conformando nuevas
formas de ver el individuo y la historia humana más racionales, es decir, más científicas,
rimero a través de la erudición histórica y luego mediante una historia crítica que
interpretaba el pasado para poder cambiar el presente de entonces.

La física de Aristóteles se basaba en el hilemorfismo, en la separación radical entre la


sustancia y su manifestación o forma. Se creía desde la escolástica que sólo desde este
presupuesto se podía abordar la explicación de la Eucaristía: la separación entre la
sustancia, el cuerpo y la sangre reales de Crista, y la forma (en un contexto teológico)
que éste adoptaba en ella, el pan y vino.

La física empezó a cambiar con René Descartes y su idea de la unicidad radical del ser
lo que implicaba que la realidad estaba compuesta por una serie de objetos cuya
densidad es variable: el vacío no podía existir, conceptualmente hablando. Gassendi,
Leibnitz y Maigan llevaron el concepto más allá al definir una realidad compuesta por
corpúsculos o átomos separados por la nada, el vacío, distintos entre sí por su
composición interna y movimiento.
A la vez que estas ideas entraban en España, últimas décadas del siglo XVII, se
producía la culminación de la filosofía (ciencia) natural o mecánica gracias a la
publicación por Newton de sus tratados sobre la física y la óptica. La fuerza de la
gravedad, que explicaba a la vez la caída de los cuerpos, las mareas y las órbitas de los
planetas, proporcionaba una visión unitaria del mundo y la física celeste y terrestre; caía
el dogma de una diferencia esencial entre los cielos y la tierra y entre la filosofía
mecánica y la astronomía. El nuevo método científico, el método experimental, permitía
avances seguros, Entonces Newton fue sólo parcialmente conocido.

Los novatores o innovadores fueron introductores de estas ideas en España. Los


cartesianos eran considerados antiescolásticos, gasendistas (es decir, corpusculares) y
atomistas; y el atomismo, al identificar como una sola coa la sustancia de la materia
física con sus accidentes, podía negar la transubstantación. Los novatores apenas fueron
cartesianos, pero sí antiaristotélicos y antihilemorfistas, por lo que fueron vistos por los
escolásticos como sus enemigos. Sus críticas a la escolástica, fueron casi siempre
indirectas, defender estas ideas era peligroso, las ideas estaban muy camufladas.. Nos
los encontramos propugnado el eclecticismo y la historicidad del saber científico, la
identificación del saber científico con la libertad política, la existencia de una filosofía
cristiana, la laicización del saber científico, el experimentalismo, y sobre todo el
atomismo, cuyas consecuencias religiosas, al negar la separación radical entre alma y
cuerpo, fueron criticadas por los escolásticos.

El principal personaje de la nueva ciencia en España fue el médico Andrés Piquer, que
difundió sus principios de la nueva filosofía atomista y mecanicista, y los principios del
razonamiento lógico del individuo.

Los principales focos de novatores estuvieron en Madrid, Sevilla y Valencia. Frente a


las anquilosadas universidades, la nueva ciencia se difundió también gracias a las
nuevas tertulias y academias de instituciones como la Biblioteca Nacional y las Reales
Academias de la nueva Universidad de Cervera. Aparecen nuevos lugares de
socialización de ideas. Con los Decretos de Nueva Planta, las universidades catalanas se
refundieron en una sola. Existía la idea de que la sociedad funcionaba como un reloj.

La constatación de que la realidad física se componía de átomos que se movían y


relacionaban entre sí de acuerdo a ciertos principios de atracción y repulsión, llevó a
plantear la idea de que el individuo también era analizable de acuerdo con los principios
de la razón según los principios de una lógica individual y, en el plano social, era una
mónada social cuyo comportamiento era también explicable por mecanismos racionales.
El universo era visto como un inmenso mecanismo del que dios era el principio lógico.
Del mismo modo, y por semejanza, la sociedad había tenido un principio y una
evolución que podía explicarse mediante la razón, a través de la idea de progreso.

Así la historia, que hasta el siglo XII, en el fragor de las disputas eclesiásticas
intraclericales había tenido que prestar gran atención a la crítica documental, a
principios del siglo XVIII fue volviendo la atención hacia la erudición histórica primero
y luego hacia una historia que dirigió cada vez más su atención a un pasado que era
analizado ya mediante los métodos de la crítica textual y puesto al servicio de explicar
cómo era, que camino había recorrido, la sociedad que la había generado. Las leyes de
la naturaleza se extendían finalmente al campo de lo social.

Los representantes más importantes de esta renovación del pensamiento histórico y


social de la primera mitad de siglo fueron el benedictino fray Benito Feijoo, gran
erudito, que realizó una inmensa tarea divulgadora corrigiendo errores y combatiendo
leyendas y falsedades mediante el uso de la razón a través de las cartas. Este trabajo
preparó la tarea de la otra gran figura intelectual de la época, Gregorio Mayans.
Catedrático de derecho en la universidad de Valencia, bibliotecario del rey y finalmente
preparó un programa de recuperación del patrimonio cultural español que incluía una
revisión completa de la historia eclesiástica de España, un proyecto de Academia
Valenciana o la defensa del nuevo pensamiento científico y la historia crítica.

TEMA 16. LA GUERRA DE SUCESIÓN, LOS DECRETOS DE


NUEVA PLANTA Y LA REORGANZIZACIÓN DEL
ESTADO.

El cambio de dinastía y la Guerra de Sucesión (1700-1715) dio lugar a una recuperación


política que posibilitó el desarrollo de la política ilustrada a partir de la década de 1740
hasta fines de la centuria.

España estaba hundida, ante la crisis de la monarquía hispánica y el reinado del


enfermizo Carlos II (1665-1700) que se creía moriría enseguida, los dos grandes países
continentales, Francia y Austria, habían venido firmando acuerdos para repartirse las
posesiones de España (repartos que a la nobleza le sentaba muy mal). La sucesión de la
Corona de España venía condicionando la política europea varias décadas.

La muerte de Carlos II Habsburgo planteó un conflicto dinástico entre dos candidatos.


Uno, el finalmente heredero, Felipe de Borbón, duque de Anjou, luego Felipe V, nieto
de Luis XIV, descendiente del matrimonio entre éste y la hija de Felipe IV. El otro,
Carlos, archiduque de Austria, pariente del sucesor previsto el príncipe José Fernando
de Baviera, descendiente del matrimonio entre el emperador austríaco y la otra hija de
Felipe IV. El Consejo de Estado español, dominado por la nobleza castellana, se reunión
en junio de 1700 y se pronunció a favor del candidato francés. El testamento final de
Carlos II que recogía el otorgar toda la herencia al candidato francés y no repartirla,
Como Francia y Austria tenían convenido, fue una última maniobra política que rompía
la integridad de la monarquía hispánica a favor de su candidato, como hizo.

Como consecuencia Felipe de Anjou fue proclamado rey como Felipe V en Castilla
(1701) y en cortes en Cataluña y Aragón (17029, pero Austria, Inglaterra y Provincias
Unidas, aliados (Gran Alianza de la Haya más Portugal por el tratado de Methuen),
iniciaron una guerra dinástica que si al principio se centró en las posesiones españolas
en Europa, luego se orientó al control del propio territorio español (mediante el
desembarco del Archiduque Carlos en Lisboa) y sobre todo, tras el mal llamado pacto
de Génova con algunos caballeros y comerciantes catalanes, desembarcó en Cataluña y
levantamiento y ocupación de los reinos de la antigua Corona de Aragón con la bandera
política de respetar sus fueros.

Secundariamente, la Guerra de Sucesión también fue un primer conflicto colonial donde


los intereses comerciales británicos y holandeses y franceses tuvieron su papel (ataque a
la flota española en Vigo, 1702; conquista de Gibraltar, 1704, de Menorca, 1708), hay
conflictos para controlar las colonias españolas. Finalmente, se acabó convirtiendo en
una auténtica guerra civil en la que se enfrentaron campesinos señoriales contra señores
(los vasallos de señorío se negaban a pagar; nobleza contra capas populares; y súbditos
aragoneses, catalanes, valencianos y mallorquines partidarios del rey Felipe V contra
sus mismos compatriotas partidarios del pretendiente, el archiduque Carlos.

En esta guerra interior (1705-1715) el rey y el pretendiente defendieron ante todo


intereses dinásticos, aunque también hicieron promesas a los súbditos, y su
cumplimiento no otorgó gran alcance político al resultado. Las del archiduque Carlos
giraron en torno a los fueros, para atraer a la población de Aragón, Cataluña y Valencia,
lo que consiguió. Estas mismas promesas llevaron a Felipe V, en plena guerra por la
ocupación de Aragón y Cataluña, a ofrecer a Aragón todo el territorio de Lérida y
Tortosa, más una salida al mar por Tortosa. Sin embargo en cuanto su situación militar
se consolidó en Aragón y Valencia, suprimió sus fueros (mediante varios reales
decretos).

El archiduque Carlos llegó a entrar en Madrid dos veces pero fue sucesivamente
derrotado en el campo de batalla. La guerra la ganó Felipe V porque tuvo el apoyo de
Francia y más dinero para organizar ejércitos, lo que pudo hacer gracias a la plata de
América y a una venta masiva de oficios que le permitió pagar grandes préstamos que le
hicieron sobre todo dos financieros que a cambio tramitaron y cobraron la mayor parte
de estas ventas. Muchos de los títulos que vendieron beneficiaron a navarros y
vizcaínos, que reforzaron de modo decisivo su influencia en el gobierno de la
monarquía y la fidelidad al monarca. Durante unos años Barcelona fue capital y corte
del autoproclamado archiduque Carlos, y el papa Clemente XI por interés político le
reconoció como rey, lo que causó una gran conmoción que movilizó a los españoles
partidarios de Felipe V en defensa del monarca amenazado. El rechazo del papa hacia
los Borbones en ese momento fue el principal argumento político de los reyes españoles
para desarrollar su política regalista (política de defensa de las regalías o derechos del
rey) en la centuria.

A partir de 1710, reconquistados todos los territorios menos Cataluña y Mallorca, la


resistencia se focalizó en ellos. Esto y el hecho de que el archiduque Carlos finalmente
heredó el Imperio austríaco, determinó las paces de Utrecht, que pusieron fin a la guerra
internacional (1713) y en cierto modo ejecutaron lo ya previsto en 1700: la partición de
las posesiones españolas en debilitamiento colonial. La resistencia de Cataluña y la
toma de Barcelona por asalto determinaron el fin de la guerra civil y la supresión de los
fueros de Cataluña (1716).

El fin de la guerra supuso una profunda reordenación de la monarquía compuesta de los


Austrias, que en pocas décadas acabó convirtiéndose en una monarquía administrativa.
Los decretos de Nueva Planta de Aragón, Cataluña y Valencia, suprimieron el derecho
político de estos reinos y sus órganos de gobierno: cortes y diputaciones, audiencias,
impuestos, a favor de una nueva planta (nueva plantilla), diseño u organización de cada
Audiencia, como supremo órgano ejecutivo y judicial. Al frente de ellas se puso a un
capitán general, quera era su presidente (cargo judicial) ya demás que dirigía en ella el
Real Acuerdo o similar (era un órgano ejecutivo y de policía muy importante). También
fue suprimido el derecho foral, público (Aragón, Cataluña) y además el privado
(Valencia), quedando el derecho castellano como prevalente y supletorio en lo que
tocara a los derechos forales subsistentes.

En los territorios de la Corona de Aragón se suprimieron los sistemas de gobierno


locales basados en la insaculación y se implantó el sistema castellano del regimiento y
la figura del corregidor. Esto suponía el fin de los viejos impuestos y la creación de un
sistema tributario nuevo basado en la contribución (el impuesto de contribución directa
gravaba la riqueza y generó los catastros). En cambio el foralismo vasco fue
adquiriendo a lo largo del siglo rango constitucional (a través de la consolidación de los
conceptos de uso o pase foral [costumbre de que el rey cuando dictaba un decreto para
una provincia las jutas aprobaba], mayorazgo indisponible [la idea de que la comunidad
toda formaba un mayorazgo], cuerpos de provincia).

Como consecuencia de lo anterior, se tomó la medida de suprimir casi todas las aduanas
y puertos secos en el interior español, a excepción de las provincias vascas y Navarras,
lo que facilitó el comercio interior.

El cambio político principal en las décadas siguientes consistió en el paso progresivo de


una monarquía compuesta y jurisdiccional a una administrativa (aparece una
administración central). El rey simplificó políticamente su poder al suprimir los fueros
aragoneses, pero además fue cambiando el modo en que lo ejercía: fue pasando de
disponer y actuar en el reino como si éste fuera un patrimonio jurisdiccional, al modo
feudal, a hacerlo separando progresivamente las funciones jurisdiccionales y ejecutivas.
Esto exigía además modificar la administración y crear una carrera administrativa. El
proceso no se consolidó hasta mediados de siglo.

Muchos de los consejos de la época de los Austrias quedaron suprimidos o


semianulados a favor de los secretarios del rey. En 1702 Felipe V, para escapar a la
influencia de los viejos consejos, creó un consejo asesor directo, el Consejo de
Despacho o de Gabinete, en el que creó primero una Secretaría del Despacho Universal,
que luego fue desdoblándose. El consejo en pleno dejó de ser reunido pronto pero lo
secretarios titulares ya permanecieron hasta 1787. Los valores de la modernidad de la
administración de los Borbones son los secretarios del despacho (de nueva creación) y
los intendentes (copiados de Francia). Los Secretarios de Despacho fueron aumentando
sus facultades ejecutivas; algunos de los viejos consejos quedaron sobre todo como
órganos judiciales o con funciones sobre todo consultivas y judiciales pero poco
gubernativas. El rey reforzó así su poder ejecutivo gobernando, además de con los
consejos, directamente a través de la llamada vía reservada, directa, sin el filtro que
éstos suponían.

Se estableció el carácter vitalicio e inamovible de los oficiales de las secretarías, lo que


fue extendiéndose a otros órganos. Junto a la carrera administrativa de los consejos, se
creó una carrera administrativa de oficial de secretaría. En cada plaza el candidato era
propuesto y nombrado por el secretario del despacho correspondiente en función de
recomendaciones que buscaban asegurar su fidelidad funcionarial y clientelar o familiar
a algún grupo de poder. Cada oficial iba ascendiendo por antigüedad hasta oficial mayor
y en algunos casos podía llegar a secretario de algún consejo. Esto permitió el desarrollo
de la carrera funcionarial y extendió tupidas redes clientelares y de poder en Madrid.

Paralelamente la monarquía desarrolló un complejo sistema de venalidad de oficios, que


por un lado permitió abastecer el ejército, de oficiales y reclutas, por otro reforzó las
redes clientelares de quienes ya trabajaban para el rey y permitió a la Real Hacienda
aumentar sus ingresos y a laos pretendientes orientar sus aspiraciones de ascenso social
en torno a los valores de la nobleza militar.

Además en la administración provincial se crearon las figuras del intendente con


amplias competencias ejecutivas, y en los municipios de la Corona de Aragón, el de
corregidor.

No es cierto que con los Decretos de Nueva Planta las leyes castellanas se extendieran a
los países de la Corona de Aragón.

Todas estas medidas sentaron las bases del reforzamiento del Estado y del desarrollo de
la política ilustrada a partir de los años 40 y 50, con Fernando VI.
TEMA 17. CRECIMIENTO Y DESARROLLO EN EL
SETECIENTOS: POBLACIÓN, AGRICULTURA,
GANADERÍA. LA DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA DE LA
TIERRA.

El nuevo crecimiento de la población y la evolución de la propiedad y la renta agrarias


tanto en los lugares de régimen señorial como en los centros urbanos tuvieron gran
influencia en toda la vida política y social y en el desarrollo del mercado y el consumo.

El crecimiento económico durante la centuria estuvo muy relacionado con la evolución


de la población, cuyo crecimiento aumentó la presión sobre los recursos agrícolas. En
correspondencia la producción agrícola experimentó procesos de crecimiento de
características particulares que con frecuencia sumaron crecimiento malthusiano a
procesos de especialización agrícola o desarrollo de cultivos nuevos. En algún caso el
crecimiento acompaña nuevas formas de producir. Es decir, hubo procesos de
crecimiento simples que se combinaron con procesos de especialización agrícola o de
desarrollo de nuevos cultivos.

Todo esto acabó por desencadenar tensiones en la propiedad de la tierra (extensión de


cultivos, apropiación de montes comunales, cuestionamiento de la amortización
eclesiástica) y conflictos con la ganadería trashumante. Las transformaciones agrarias
tuvieron importantes repercusiones sociales al producir, a través de la renta campesina y
el crédito rural en buena parte en manos de instituciones eclesiásticas, un acusado
proceso de diferenciación social con el efecto del endeudamiento (que produjo pobres,
los que se hicieron más pobres abandonaron el campo, fueron a la ciudad y se
convirtieron en pobres) y la proletarización amplios sectores del campesinado,
fenómeno que tuvo respuestas sociales diversas. El proceso repercutió en las
manufacturas, produciendo procesos de industrialización rural y una política de
manufacturas centralizadas.

La evolución de la renta de la tierra en relación con los del régimen señorial y la renta
señorial es el siguiente: su vigencia, mantenimiento o debilitación, y en qué medida
señores y campesinos lograron mantener o aumentar su participación en la distribución
de la renta de la tierra respectivamente, en el contexto del crecimiento económico
secular condicionaba el posible desarrollo del mundo rural y la aparición de una
agricultura capitalista, aislada o combinada con industrialización rural y desarrollo
comercial.

En cuanto a los centros urbanos, en ellos la pequeña propiedad familiar no sufrió la


presión señorial pero a cambio hubo de enfrentarse al clero de los grandes conventos
urbanos y unas florecientes capas burguesas. Estos dos grupos fueron los beneficiarios
principales de los aumentos de productividad, el alza de la producción y los precios
agrarios, el endeudamiento campesino, las roturas de comunales y las primeras
desamortizaciones. En conjunto, las capas superiores del campesinado, más los grupos
burgueses vinculados a actividades mercantiles, fueron los principales beneficiarios de
la expansión de los mercados de granos.

En el siglo XVIII se produjo una tijera invisible que consistió en que la renta subió y fue
siendo cada vez más productivo cultivar tierra y colocar lo producido en el mercado. Al
mismo tiempo había cada vez más capital en Europa y el interés del dinero fue bajando,
lo que tiró a la baja el interés de los censales, se pusieron en marcha obras comunales
que supusieron la expulsión del pequeño campesinado, el cual se convirtió en pobre y
fue a las ciudades, donde sería atendido por la Iglesia.

Los análisis regionales muestran gran variedad de situaciones. En Aragón el régimen


señorial seguía siendo duro. En Andalucía siguieron predominando los grandes
latifundios señoriales, con un campesinado muy proletarizado, y concejos poderosos
que canalizaron la protesta campesina. En lo que hoy es la comunidad de Valencia, a
una primera visión de un régimen muy duro, ha seguido la constatación del predominio
de unos señoríos que conocieron una fuerte alza de las rentas, junto a ciudades de
realengo con una agricultura muy comercial.

El Cataluña la constatación clásica del alza de la renta en el marco de un régimen


señorial muy debilitado, se ha visto concretada y reforzada por el análisis de la caída de
la renta señorial a partir de 1796, la importancia de los contratos de masadería o
establiment como mecanismo para no entregar el producto del alza la renta de la tierra a
los señores, y la constatación de que en zonas periurbanas, el crecimiento benefició a las
instituciones eclesiásticas.
TEMA 18. LA RECUPERACIÓN DE LA ACTIVIDAD
MANUFACTURERA Y LOS COMIENZOS DE LA
REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN CATALUÑA.

La nueva fase de crecimiento de la demografía y la renta agrícola permitieron una


recuperación manufacturera que permitió que, a mediados de siglo, en la España interior
se volvieran a alcanzar los niveles de actividad de fines del siglo XVI. Además en
Cataluña, se produjo un despegue manufacturero que supuso el comienzo de una
auténtica revolución industrial.

El crecimiento demográfico y de la renta agraria hicieron posible un ensanchamiento del


mercado interior, lo que aumentó la demanda potencial de productos manufacturados.
Por el lado de la de la oferta, los productores potenciales recibieron varios estímulos
para aumentar la actividad manufacturera. Bajo las nuevas circunstancias políticas la
presión fiscal del Estado sobre el campesinado aumentó, y también lo hizo el
endeudamiento campesino, contraído principalmente con las instituciones eclesiástica.
Estos dos factores fueron estímulos importantes para que en ciertas zonas el
campesinado buscara otras fuentes de renta monetaria compatibles con el trabajo
agrícola familiar: explotación de bosques, trajinería, y por supuesto la manufactura
textil protoindustrial, organizada en sistema de trabajo a domicilio (put out) desde
ciudades, gremios o mercaderes.

Las manufacturas rurales tuvieron una evolución muy variada en función de las
condiciones concretas existentes, tales como la cercanía a puertos, a las fronteras
arancelarias, la presión fiscal sobre el campesinado, la existencia de caminos, la
disponibilidad de letras para el giro comercial y la cercanía de ciudades que organizaban
la producción y estimulaban el consumo.

Estos elementos impulsaron en unos casos el surgimiento y en otros la extensión de


áreas de manufactura protoindustrial. En el siglo hubo casos de protoindustrialización, y
también de desindustrialización temprana.

Los gremios y cofradías de carácter gremial se habían ido extendiendo por todo el país
en los siglos anteriores, tanto en el mundo rural como en las ciudades. No siempre
tenían un peso decisivo a la hora de imponer condiciones al desarrollo de las
manufacturas en las zonas rúales Sin embargo en la medida en que lo hicieron a veces,
fueron severamente criticados, y su reforma, fue objetivo prioritario de la política
ilustrada.

En Cataluña hubo varios factores que favorecieron el desarrollo de la protoindustria


catalana, que se vio beneficiada por el intenso crecimiento económico del principado.
La temprana división espacial del trabajo desarrolló en “mercado interior” catalán, del
que Barcelona se convirtió en puerto de salida marítimo imprescindible. Tras la Guerra
de Sucesión la presión fiscal siguió siendo baja. El poder señorial era débil desde la
sentencia de Guadalupe a fines del siglo XV, lo que permitió que el crecimiento de la
renta agraria se distribuyera más entre el campesinado, y la supresión de los fueros trajo
también el muy favorable factor de que se suprimieron las barreras aduaneras terrestres
con Aragón, Castilla y Valencia, lo que supuso una importante rebaja de costes que
hacía rentable la introducción de manufacturas hacia el interior español a cambio de
materias primas como la lana aragonesa. Esto originó el gran desarrollo de la industria
textil pañera rural. A la vez se produjo la aparición de la industria fabril moderna en
torno a las indianas de algodón, con centro en Barcelona, y algodón importado por vía
marítima. Los precios altos de la lana en Cataluña atrajeron la lana de la Tierra Alta de
Teruel y fueron un factor importante en la decadencia de las manufacturas de esta zona
de Aragón.

La conciencia de la decadencia industrial española en el barroco fue manifestada


repetidamente por mercantilistas, fisiócratas y liberales. Se hacía patente en la
penetración masiva de las manufacturas francesas e inglesas hacia el interior español, y
provocó respuesta s doctrinarias que ponían el acento en la necesidad de acometer una
política aduanera proteccionista, la importación de artesanos y tecnología y la reforma
gremial.

El reforzamiento del Estado entre 1715 y 1750 permitió que éste acometiera el fomento
de las manufacturas pro dos vías: a través de la demanda de pertrechos (ropa, calzado,
etc.) para el ejército, y sobre todo, mediante la Junta General de Comercio y Moneda,
impulsando directamente las manufacturas privilegiadas (“reales [cuentan con algún
privilegio del rey] fábricas”, “reales compañías”, “reales compañías de comercio y
fábricas”). Hubo también interés por desarrollar las actividades manufactureras en las
Casas de Misericordia, impulsadas desde la política pauperista (deseosa de hacer algo
útil con los pobres) ilustrada, o en el mundo rural a través de las escuelas de hilado. La
política ilustrada española no tuvo tiempo a desarrollarse.

El resultado fue la aparición de una primera gran área industrial, Cataluña, y en el resto
del país una notable recuperación industrial. Una política proteccionista que cuando
empezaba a dar frutos quebró, junto con el país entero, con la Revolución Francesa, la
crisis finisecular y la guerra de Independencia.

TEMA 19. LA APARICIÓN DE REGIONES ECONÓMICAS Y


LA FORMACIÓN DEL MERCADO INTERIOR. EL
REFORMISMO FISCAL Y SUS EFECTOS.

El mercado interior español se empezó a formar ya en el siglo XVIII mediante la


aparición de regiones económicas, en el marco del amplio ensanchamiento de los
intercambios comerciales que se produjo en el interior y el exterior. España aparece
antes del siglo XIX, el mercado nacional ya se había formado.

La constatación de que en el siglo XVIII se produjo un ensanchamiento del mercado


interior que llevó a la creación de áreas, articuladas en principio desde una ciudad, que
era el centro de un área de precios más altos que los del entorno, incentivaba la división
espacial del trabajo, y generaba o coordinaba las actividades manufactureras y los flujos
de mercancías y financieros. Simplificando, pueden distinguirse las siguientes regiones
económicas: Cataluña y con el tiempo Aragón (con centro en Barcelona), Valencia, el
norte marítimo con centro en Bilbao, una región navarra trasnacional con centro en
Bayonne, otra muy amplia con centro en Madrid, y en el sur otra con centro en Sevilla-
Cádiz. Las regiones económicas se fueron reforzando y ampliando a lo largo del siglo.

La actividad comercial pasó a ser una actividad complementaria de la actividad agraria


en muchas áreas del mundo rural, dejó de atenerse sólo a los ritmos estacionales para ser
continua y difusa, y llegó a especializar zonas enteras de arrieros y trajineros. Los
jornaleros emigraban como mano de obra temporal, transportaban además sus propios
productos manufacturados, aprovechaban los viajes para comerciar con otros, y en
algunos casos se profesionalizaron y llegaron a ser comerciantes poderosos. Estos
trajineros llegaron a formar redes complejas y densas; comerciaban a la estima,
formaban pequeñas compañías para operaciones concretas y cortas, recombinables,
usaban poco las letras de cambio, funcionaban con cartas-orden (carta de una persona a
otra para dar instrucciones de comercio), y llevaban poca o ninguna contabilidad. EL
comercio al por menor generó el ensanchamiento del mercado interior.

Paralelamente a este comercio al por menor, desarrollado por sectores de las capas
campesinas, los productos de mayor valor añadido, eran gerenciados por mercaderes al
por mayor, que sí llevaban contabilidad y utilizaban letras de cambio, y que tenían
almacen. Con frecuencia eran también fabricantes y cumplían el importante papel de
articular el territorio encargando trabajo a domicilio o dando salida a la producción
agraria o manufacturera de la zona. En estos flujos hay que incluir el comercio costero
de cabotaje. Una parte de la capa superior de estos mercaderes fue desarrollando a partir
del negocio de letras de las compañías que formaban el negocio bancario, que acabaron
dedicándose con exclusividad al giro de letras y a la banca comercial y de depósitos. En
Madrid había comercios secundarios muy importantes.

En el comercio exterior el realizado con América era, en términos de valor de todo el


comercio español, sólo una pequeña parte, pero muy importante, porque la mayor parte
de las importaciones eran plata que servía para pagar el déficit de la balanza de
mercancías con Europa. El comercio exterior creció; de él se beneficiaron sobre todo las
colonias mercantiles de ingleses y franceses. Dentro del comercio exterior, el realizado
con América creció también mucho; la Casa de Contratación se ubicó en Cádiz, se
crearon compañías comerciales privilegiadas y desde mediados de siglo los ilustraos se
plantearon la necesidad de organizar un sistema colonial como el inglés y francés:
economía de plantación, tráfico de esclavos, comercio triangular con Europa. A estas
ideas se vincularon el fin del sistema de flotas y los decretos progresivos sobre libre
comercio. La gran expansión comercial benefició los ingresos fiscales de la monarquía
y también los entornos de numerosos puertos.

La parte superior de la pirámide mercantil la formó el negocio financiero. EL comercio


de letras de cambio y dinero se desarrolló en Cádiz. El mercado de efectos financieros
se desarrolló aún más en Madrid, el principal centro receptor de las rentas de la
aristocracia y los grandes conventos castellanos, y por ello del consumo. La ciudad se
convirtió, definitivamente, en el principal mercado financiero del Estado. Cinco
Gremios Mayores de Madrid fue una entidad que empezó como agrupación de gremios
artesanos para tomar en arriendo las rentas de la monarquía en la ciudad; con e tiempo
acabó siendo el principal banco del país.

La Guerra de Sucesión y la supresión de los fueros no trajo consigo la unificación del


sistema tributario, pero determinó la implantación, en los reinos forales aragoneses, de
una contribución nueva que había de sustituir a los servicios, votados en las cortes
forales, y equivaler proporcionalmente a lo que en Castilla rendían las rentas castellanas
del tiempo de los Austrias, desde entonces llamadas rentas provinciales. Había de ser
una contribución directa, lo que requería la formación en cada caso de un catastro; por
eso recibió los nombres diversos de contribución (Aragón), catastro (Cataluña),
equivalente (Valencia) y talla (Mallorca). En el plano fiscal la supresión de los fueros
tuvo importantes consecuencias económicas. La supresión de los órganos ejecutivos de
las instituciones políticas de las cortes, que se nutrían principalmente de los derechos
aduaneros, obligó a la monarquía a controlar el sistema aduanero y a reformarlo. Las
instituciones suprimidas tenían una deuda importante que asumió la Real Hacienda, lo
que incrementó sus obligaciones financieras. Para entonces los principales acreedores
eran las instituciones eclesiásticas, lo que convirtió a la real Hacienda en importante
deudor de éstas. Esto, a su vez, impuso ciertas limitaciones al regalismo fiscal del
monarca sobre la Iglesia. En Castilla se intentó implantar la contribución direta, cuyo
resultado práctico fue el primer censo fiable de la riqueza de Castilla, el llamado
catastro de Ensenada.

Parece que Castilla siguió soportando la mayor presión tributaria, que Guipúzcoa y
Navarra siguieron teniendo una presión fiscal mínima, que en Navarra aumentó algo, y
que en los países aragoneses la implantación de la contribución-catastro-equivalente-
talla supuso un aumento sensible de lo que se pagaba, que era poco. El sistema de
catastro gravaba bien la riqueza agrícola y de bienes inmuebles, pero mal la actividad
manufacturera y menos la comercial, y como los catastros sólo se actualizaban de vez
en cuando, la presión fiscal en cada localidad disminuía si la población aumentaba, y
viceversa. Esto benefició sobre todo a Cataluña, cuya población y actividades
comerciales dentro y fuera del principado crecieron mucho, y perjudicó a las regiones
que o perdieron población o se desindustrializaron. En cuanto al gasto público, el
Estado tuvo un papel de redistribución del a renta a través de gastos como las obras
públicas, la compra de material y pertrechos, o el pago de salarios militares.
TEMA 20. ABSOLUTISMO Y DESPOTISMO ILUSTRADO.
LOS MOTINES DE 1766. LA POLÍTICA ILUSTRADA. LOS
MOTINES DE 1766. LA POLÍTICA ILUSTRADA,
PROGRAMA POLÍTICO Y REALIZACIONES.

La política ilustrada va desde que se completó el reforzamiento del Estado a mediados


de siglo, y 1789, en que la Revolución Francesa produjo que las acciones reformistas de
los gobernantes ilustrados fueran dejando de tener sentido.

Los monarcas de la casa de Borbón fueron siempre monarcas absolutos, pero la


introducción del pensamiento moderno y el contacto con la Ilustración europea, sobre
todo francesa, desarrolló la doble idea de que el rey tenía obligaciones para con sus
súbditos al modo de un padre para con sus hijos, y que la prosperidad de éstos era la que
hacía grande al monarca. El rey, en la medida en que era ilustrado, quedaba obligado a
promover su crecimiento y progreso. Si los súbditos son más poderosos, el rey puede
recaudar y recibir más rentas.

El desarrollo general de una administración (oficiales de secretarías del Despacho,


intendentes, capitanes generales, oidores [jueces], corregidores), las medidas de
reforzamiento del Estado de los 40 y 50 (administración directa de las rentas
provinciales y las aduanas, reestructuración de la deuda, crecimiento de los ingresos,
creación de una flota de guerra, concordato de 1753…) dieron mayor autonomía política
y medios al nuevo monarca Carlos III (159-1789) que continuó las reformas: creación
de la Contaduría de Propios y Arbitrios, repartos de tierras, y supresión de la tasa de
granos decretando su libre comercio, fueron el origen inmediato de una gran revuelta
social con efectos políticos.

Los motines de abril y mayo de 1766 fueron:

- una crisis de abastos originada por dos malas cosechas.

- la especulación en el mercado interior de granos.

- una política de abastos y de liberalización del comercio de granos que al suprimir la


tasad dejó a los pequeños productores y consumidores en manos de los mercaderes de
granos. Aparece una clase popular, la de los mercaderes y especuladores.
- en Madrid albergaron una revuelta política (xenofobia de una parte de la nobleza:
ministros italianos en el gobierno, posición de parte del clero conventual a la política
eclesiástica).

. en núcleos urbanos mejores supusieron la “aparición” social de importantes


contingentes de campesinos proletarizados en las décadas anteriores (los pobres).

- y en algunas áreas rurales sumaron conflictos antiseñoriales de claro matiz antifeudal.

Los motines de 1766 y la amenaza de revolución social tuvieron un fuerte impacto


ideológico en los reformistas ilustrados, cuya idea de la sociedad estaba fundamentada
en la armonía social. En el plano ideológico el principal efecto fue el miedo permanente
de muchos ilustrados a la revolución social, y el inicio de una reflexión sobre el motín y
sus causas económicas.

En el plano político produjeron una aceleración del programa político ilustrado que se
orientó a intentar continuar las roturas de tierras, mejorar el funcionamiento del
mercado de granos (impulso a los pósitos [almacén de granos para prestarlos para la
sementera en momentos de precios altos, es una medida de protección del agricultor]), a
la formación de una ley agraria (nunca aprobada), la construcción de obras públicas (de
de carreteras y de canales), potenciar ciertas manufacturas centralizadas (reales
fábricas), promover el fomento general del reino (creación de sociedades económicas de
amigos del país). Las acciones políticas tuvieron una importante dimensión social, a
veces orientada a recoger a los pobres o a proporcionarles trabajo (casas de
misericordia, hospitales, escuelas de hilado de las sociedades económicas y reales
fábricas). También se promovió la ciencia a través de las sociedades económicas
(creación de cátedras, publicaciones, jardines botánicos) y ciertas instituciones militares
y se adoptaron medidas de modernización de largo alcance como la creación de la
contaduría registro de hipotecas (quedaba registrado todo lo que tenía garantía
hipotecaria), o de la Junta de Estado (unía todas las secretarías de despacho, reuniones
periódicas y decisiones colectivas), germen del consejo de ministros y de la acción
colegiada de gobierno.

Todo esto tuvo consecuencias en la política exterior, que desde la década de los 60 dejó
de depender realmente de Francia, e impulsó también la liberación progresiva del
comercio americano y una reforma de la política en América que permitiera su
explotación colonial al modo inglés o francés.

La imposibilidad de aumentar los ingresos de la real Hacienda sin reformarla


profundamente,, mas el aumento de gastos derivado de las acciones políticas
mencionadas y sobre todo de la participación en la Guerra de Independencia
estadounidense determinaron la necesidad de emitir deuda y un desequilibrio de la
hacienda que con la inesperada aparición de la Revolución Francesa no hizo sino
aumentar.

TEMA 22. LA IGLESIA Y LA POLÍTICA REGALISTA. LA


ILUSTRACIÓN RELIGIOSA: EL JANSENISMO ESPAÑOL.

El reforzamiento del Estado ilustrado planteó un conflicto con la Iglesia, cuyo papel
histórico de comunidad de creyentes hacía tiempo que había quedad eclipsado por su
condición de poder paralelo al del Estado. La Iglesia es una sociedad dentro de la
sociedad. Sus miembros, el clero secular y regular, desempeñaban diversas funciones
púbicas (gobierno político, asistencia social, educación) y tenían grandes privilegios
(exenciones fiscales [pasan a pagar impuestos con el concordato de 1753]), jurisdicción
pasiva [tenían tribunales propios]) y poder económico (rentas agrarias, tierras
amortizadas, crédito rural; el mayor acreedor de España eran las instituciones
eclesiásticas).

Por otro lado la Iglesia seguía teniendo un peso fundamental sobre las conciencias y la
cultura popular, y el catolicismo cumplía un papel ideológico básico, al ser la religión el
principal instrumento legitimador de todo el cuerpo político.

Entre fines del siglo XVI y principios del siglo XVIII se había producido una auténtica
clericalización social (proceso por el que el clero había adquirido dentro de la sociedad
civil una importancia desmesurada). No sólo las ciudades se habían llenado de
conventos y los conventos de clérigos, sino que su patrimonio de tierras e inmuebles,
consecuencia de dotes, herencias, donaciones y fundaciones de todo tipo, se había
incrementado mucho. Además a lo largo del siglo XVII las instituciones eclesiásticas, al
recibir mucho dinero efectivo, tuvieron exceso de liquidez y pocas oportunidades de
inversión, lo que les llevó a importantes gastos suntuarios en iglesias y sobre todo a
dedicarlo a préstamo censal, que acabó poniendo en sus manos la mayor parte de los
censos (la deuda privada).

Así en el siglo XVIII los eclesiásticos eran los mayores acreedores de la sociedad, y sus
intereses patrimoniales les llevaron a chocar necesariamente con cualquier propuesta
reformista, y especialmente con el reformismo fiscal. Todo este patrimonio eran bienes
de manos muertas, es decir, vinculados, amortizados. El hecho de que la Iglesia no
pagara impuestos por todo ello, a menos que lo autorizara el Papa, siguió otorgando
importancia política crucial a las relaciones del monarca con el estado Pontificio.

En condiciones así el deseo de entra en religión para conseguir una vida regalada y
segura hizo que continuara habiendo numerosos aspirantes, y que éstos incluso
aumentaran. Había tantos aspirantes que España se llenó de clérigos menores, pues no
todos tenían la capacidad para aspirar apuestos menores. Sin embargo el cambio de
mentalidad que se estaba produciendo desde fines del siglo XVII llevó a que las
donaciones a las instituciones eclesiásticas fueran disminuyendo. La mayor parte de los
clérigos vivían de las rentas que proporcionaban innumerables fundaciones de
capellanías, que proporcionaban beneficios simples (sin obligación pastoral) y curados
(con cura de almas). Muchas de estas rentas no eran congruas (adecuadas) o suficientes
para vivir con la dignidad que requería el sacerdocio.

Como las fundaciones de capellanías con beneficio no crecieron al ritmo que lo hizo el
de los aspirantes al sacerdocio o el convento, los que no pudieron alcanzarlas fueron
cada vez más (esto quiere decir que había tantos aspirantes que España se llenó de clérigos menores, pues no

todos tenían la capacidad para aspirar a puestos menores): se limitaban a recibir la tonsura y las
órdenes menores, que les otorgaban ya las inmunidades y privilegios inherentes al
grupo. Los capellanes y clérigos que no tenían función pastoral, vivían de rentas y
ponían tierras a su nombre para evitar el pago de impuestos, fueron objeto frecuente de
la crítica de los ilustrados.

Los privilegios del clero eran todos los que tenía el convento (comidas, rentas…) el
derecho canónico (eran juzgados por un tribunal eclesiástico) y que no pagaba
impuestos.

El fortalecimiento del Estado llevó a una confrontación directa con la Iglesia que se
manifiesta en la doctrina política del regalismo. El argumento jurídico político más
sólido del regalismo ilustrado fue el derecho de patronato real (derecho que tenía el rey
a proponer al Papa una persona para ocupar un cargo clerical): el rey no era sólo el
defensor de los intereses nacionales ante la Iglesia sino también en el que participaba en
su administración y gobierno, regulando por vía parlamentaria la aplicación del derecho
canónico y los decretos de las autoridades eclesiásticas.

La expresión jurídico política más importante del regalismo ilustrado español fueron los
concordatos con la Santa Sede de 1737 y sobre todo de 1753; éste introdujo finalmente
un régimen concordatario en las relaciones entre el Estado y la Iglesia, permitió la
reforma eclesiástica y convirtió al rey de hecho en el intermediario entre el país y el
Papado. En el concordato se fijaban todos los obispados sobre los que el rey tenía
posibilidad de elección. En este régimen las relaciones con el clero no eran fácilmente
separables de la acción política y estuvieron presentes en los frecuentes conflictos con el
clero, y en las numerosas acciones de reformismo religioso emprendidas por la
monarquía: prisión de Melchor Macanaz, expulsión de los jesuitas papistas, reforma
beneficial (reforma y supresión de los beneficios incongruos, que no daban para vivir,
que hizo el rey y su acumulación a otros beneficios), reforma de los planes de estudios y
colegios mayores universitarios, concesión de rentas al rey (diezmos ovales o nuevos,
hubo muchas obras de regadío que puso en marchar el rey, y en todas ellas hubo
conflictos con la Iglesia que quería percibir los diezmos correspondientes),
cumplimiento por el clero de sus obligaciones fiscales tras el concordato y
cuestionamiento de la propiedad agraria eclesiástica.

Los cambios ocurridos en la posición que la Iglesia ocupaba en el cuerpo político,


forzados por el Estado, fueron paralelos a los que se produjeron en la renovación
doctrinal, concreta en el auge del jansenismo (protestantismo católico con una vertiente
política que ponía a Dios por encima del rey y apoyaba teorías monarcómanas en las
que el rey no es absoluta, debe de ser moderado por Dios; es pues una ilustración
católica) o reformismo católico.

Hubo una Ilustración católica pues no hubo ilustrados ateos. Los reformistas ilustrados
fueron todos creyentes, pero además dentro de la Iglesia germinó una Ilustración
religiosa, que afectó tanto al contenido doctrinal (dar más importancia a la Biblia, creer
en el iluminismo individualista, mayor papel de la gracia en la acción humana) como a
aspectos eclesiológicos influidos por el regalismo: episcopalismo (defendía el poder de
los obispos frente al poder del Papa), discusión de la autoridad y poder del Papa.

Los clérigos jansenistas tuvieron enfrente a los ultramontanos, defensores de la


autoridad del Papa, fundamentalmente jesuitas. Los jansenistas fueron minoría dentro de
un pensamiento clerical compuesto por ideas que se opusieron primero a cualquier
cambio en el estatus privilegiado de la Iglesia, y luego a todo aquello que supusiera un
cambio cualquiera en el régimen político del absolutismo.

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