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ESPAÑA C2
TEMA 14. CULTURA E IDEOLOGÍA. LOS ARBITRISTAS Y
EL MERCANTILISMO ESPAÑOL. RAZÓN DE ESTADO Y
PENSAMIENTO POLÍTICO. EL DESARROLLO DE
IDENTIDADES COMUNITARIAS.
En primer lugar tiene lugar una revolución científica en las ciencias de la naturaleza,
que después se aplica a las ciencias sociales. Finalmente ocurre la revolución de una
historia que era una historia de lo divino, se desgaja de la teología. EL historiador está al
servicio del rey. Está pensada para transformar la realidad.
La física empezó a cambiar con René Descartes y su idea de la unicidad radical del ser
lo que implicaba que la realidad estaba compuesta por una serie de objetos cuya
densidad es variable: el vacío no podía existir, conceptualmente hablando. Gassendi,
Leibnitz y Maigan llevaron el concepto más allá al definir una realidad compuesta por
corpúsculos o átomos separados por la nada, el vacío, distintos entre sí por su
composición interna y movimiento.
A la vez que estas ideas entraban en España, últimas décadas del siglo XVII, se
producía la culminación de la filosofía (ciencia) natural o mecánica gracias a la
publicación por Newton de sus tratados sobre la física y la óptica. La fuerza de la
gravedad, que explicaba a la vez la caída de los cuerpos, las mareas y las órbitas de los
planetas, proporcionaba una visión unitaria del mundo y la física celeste y terrestre; caía
el dogma de una diferencia esencial entre los cielos y la tierra y entre la filosofía
mecánica y la astronomía. El nuevo método científico, el método experimental, permitía
avances seguros, Entonces Newton fue sólo parcialmente conocido.
El principal personaje de la nueva ciencia en España fue el médico Andrés Piquer, que
difundió sus principios de la nueva filosofía atomista y mecanicista, y los principios del
razonamiento lógico del individuo.
Así la historia, que hasta el siglo XII, en el fragor de las disputas eclesiásticas
intraclericales había tenido que prestar gran atención a la crítica documental, a
principios del siglo XVIII fue volviendo la atención hacia la erudición histórica primero
y luego hacia una historia que dirigió cada vez más su atención a un pasado que era
analizado ya mediante los métodos de la crítica textual y puesto al servicio de explicar
cómo era, que camino había recorrido, la sociedad que la había generado. Las leyes de
la naturaleza se extendían finalmente al campo de lo social.
Como consecuencia Felipe de Anjou fue proclamado rey como Felipe V en Castilla
(1701) y en cortes en Cataluña y Aragón (17029, pero Austria, Inglaterra y Provincias
Unidas, aliados (Gran Alianza de la Haya más Portugal por el tratado de Methuen),
iniciaron una guerra dinástica que si al principio se centró en las posesiones españolas
en Europa, luego se orientó al control del propio territorio español (mediante el
desembarco del Archiduque Carlos en Lisboa) y sobre todo, tras el mal llamado pacto
de Génova con algunos caballeros y comerciantes catalanes, desembarcó en Cataluña y
levantamiento y ocupación de los reinos de la antigua Corona de Aragón con la bandera
política de respetar sus fueros.
El archiduque Carlos llegó a entrar en Madrid dos veces pero fue sucesivamente
derrotado en el campo de batalla. La guerra la ganó Felipe V porque tuvo el apoyo de
Francia y más dinero para organizar ejércitos, lo que pudo hacer gracias a la plata de
América y a una venta masiva de oficios que le permitió pagar grandes préstamos que le
hicieron sobre todo dos financieros que a cambio tramitaron y cobraron la mayor parte
de estas ventas. Muchos de los títulos que vendieron beneficiaron a navarros y
vizcaínos, que reforzaron de modo decisivo su influencia en el gobierno de la
monarquía y la fidelidad al monarca. Durante unos años Barcelona fue capital y corte
del autoproclamado archiduque Carlos, y el papa Clemente XI por interés político le
reconoció como rey, lo que causó una gran conmoción que movilizó a los españoles
partidarios de Felipe V en defensa del monarca amenazado. El rechazo del papa hacia
los Borbones en ese momento fue el principal argumento político de los reyes españoles
para desarrollar su política regalista (política de defensa de las regalías o derechos del
rey) en la centuria.
Como consecuencia de lo anterior, se tomó la medida de suprimir casi todas las aduanas
y puertos secos en el interior español, a excepción de las provincias vascas y Navarras,
lo que facilitó el comercio interior.
No es cierto que con los Decretos de Nueva Planta las leyes castellanas se extendieran a
los países de la Corona de Aragón.
Todas estas medidas sentaron las bases del reforzamiento del Estado y del desarrollo de
la política ilustrada a partir de los años 40 y 50, con Fernando VI.
TEMA 17. CRECIMIENTO Y DESARROLLO EN EL
SETECIENTOS: POBLACIÓN, AGRICULTURA,
GANADERÍA. LA DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA DE LA
TIERRA.
La evolución de la renta de la tierra en relación con los del régimen señorial y la renta
señorial es el siguiente: su vigencia, mantenimiento o debilitación, y en qué medida
señores y campesinos lograron mantener o aumentar su participación en la distribución
de la renta de la tierra respectivamente, en el contexto del crecimiento económico
secular condicionaba el posible desarrollo del mundo rural y la aparición de una
agricultura capitalista, aislada o combinada con industrialización rural y desarrollo
comercial.
En el siglo XVIII se produjo una tijera invisible que consistió en que la renta subió y fue
siendo cada vez más productivo cultivar tierra y colocar lo producido en el mercado. Al
mismo tiempo había cada vez más capital en Europa y el interés del dinero fue bajando,
lo que tiró a la baja el interés de los censales, se pusieron en marcha obras comunales
que supusieron la expulsión del pequeño campesinado, el cual se convirtió en pobre y
fue a las ciudades, donde sería atendido por la Iglesia.
Las manufacturas rurales tuvieron una evolución muy variada en función de las
condiciones concretas existentes, tales como la cercanía a puertos, a las fronteras
arancelarias, la presión fiscal sobre el campesinado, la existencia de caminos, la
disponibilidad de letras para el giro comercial y la cercanía de ciudades que organizaban
la producción y estimulaban el consumo.
Los gremios y cofradías de carácter gremial se habían ido extendiendo por todo el país
en los siglos anteriores, tanto en el mundo rural como en las ciudades. No siempre
tenían un peso decisivo a la hora de imponer condiciones al desarrollo de las
manufacturas en las zonas rúales Sin embargo en la medida en que lo hicieron a veces,
fueron severamente criticados, y su reforma, fue objetivo prioritario de la política
ilustrada.
El reforzamiento del Estado entre 1715 y 1750 permitió que éste acometiera el fomento
de las manufacturas pro dos vías: a través de la demanda de pertrechos (ropa, calzado,
etc.) para el ejército, y sobre todo, mediante la Junta General de Comercio y Moneda,
impulsando directamente las manufacturas privilegiadas (“reales [cuentan con algún
privilegio del rey] fábricas”, “reales compañías”, “reales compañías de comercio y
fábricas”). Hubo también interés por desarrollar las actividades manufactureras en las
Casas de Misericordia, impulsadas desde la política pauperista (deseosa de hacer algo
útil con los pobres) ilustrada, o en el mundo rural a través de las escuelas de hilado. La
política ilustrada española no tuvo tiempo a desarrollarse.
El resultado fue la aparición de una primera gran área industrial, Cataluña, y en el resto
del país una notable recuperación industrial. Una política proteccionista que cuando
empezaba a dar frutos quebró, junto con el país entero, con la Revolución Francesa, la
crisis finisecular y la guerra de Independencia.
Paralelamente a este comercio al por menor, desarrollado por sectores de las capas
campesinas, los productos de mayor valor añadido, eran gerenciados por mercaderes al
por mayor, que sí llevaban contabilidad y utilizaban letras de cambio, y que tenían
almacen. Con frecuencia eran también fabricantes y cumplían el importante papel de
articular el territorio encargando trabajo a domicilio o dando salida a la producción
agraria o manufacturera de la zona. En estos flujos hay que incluir el comercio costero
de cabotaje. Una parte de la capa superior de estos mercaderes fue desarrollando a partir
del negocio de letras de las compañías que formaban el negocio bancario, que acabaron
dedicándose con exclusividad al giro de letras y a la banca comercial y de depósitos. En
Madrid había comercios secundarios muy importantes.
Parece que Castilla siguió soportando la mayor presión tributaria, que Guipúzcoa y
Navarra siguieron teniendo una presión fiscal mínima, que en Navarra aumentó algo, y
que en los países aragoneses la implantación de la contribución-catastro-equivalente-
talla supuso un aumento sensible de lo que se pagaba, que era poco. El sistema de
catastro gravaba bien la riqueza agrícola y de bienes inmuebles, pero mal la actividad
manufacturera y menos la comercial, y como los catastros sólo se actualizaban de vez
en cuando, la presión fiscal en cada localidad disminuía si la población aumentaba, y
viceversa. Esto benefició sobre todo a Cataluña, cuya población y actividades
comerciales dentro y fuera del principado crecieron mucho, y perjudicó a las regiones
que o perdieron población o se desindustrializaron. En cuanto al gasto público, el
Estado tuvo un papel de redistribución del a renta a través de gastos como las obras
públicas, la compra de material y pertrechos, o el pago de salarios militares.
TEMA 20. ABSOLUTISMO Y DESPOTISMO ILUSTRADO.
LOS MOTINES DE 1766. LA POLÍTICA ILUSTRADA. LOS
MOTINES DE 1766. LA POLÍTICA ILUSTRADA,
PROGRAMA POLÍTICO Y REALIZACIONES.
En el plano político produjeron una aceleración del programa político ilustrado que se
orientó a intentar continuar las roturas de tierras, mejorar el funcionamiento del
mercado de granos (impulso a los pósitos [almacén de granos para prestarlos para la
sementera en momentos de precios altos, es una medida de protección del agricultor]), a
la formación de una ley agraria (nunca aprobada), la construcción de obras públicas (de
de carreteras y de canales), potenciar ciertas manufacturas centralizadas (reales
fábricas), promover el fomento general del reino (creación de sociedades económicas de
amigos del país). Las acciones políticas tuvieron una importante dimensión social, a
veces orientada a recoger a los pobres o a proporcionarles trabajo (casas de
misericordia, hospitales, escuelas de hilado de las sociedades económicas y reales
fábricas). También se promovió la ciencia a través de las sociedades económicas
(creación de cátedras, publicaciones, jardines botánicos) y ciertas instituciones militares
y se adoptaron medidas de modernización de largo alcance como la creación de la
contaduría registro de hipotecas (quedaba registrado todo lo que tenía garantía
hipotecaria), o de la Junta de Estado (unía todas las secretarías de despacho, reuniones
periódicas y decisiones colectivas), germen del consejo de ministros y de la acción
colegiada de gobierno.
Todo esto tuvo consecuencias en la política exterior, que desde la década de los 60 dejó
de depender realmente de Francia, e impulsó también la liberación progresiva del
comercio americano y una reforma de la política en América que permitiera su
explotación colonial al modo inglés o francés.
El reforzamiento del Estado ilustrado planteó un conflicto con la Iglesia, cuyo papel
histórico de comunidad de creyentes hacía tiempo que había quedad eclipsado por su
condición de poder paralelo al del Estado. La Iglesia es una sociedad dentro de la
sociedad. Sus miembros, el clero secular y regular, desempeñaban diversas funciones
púbicas (gobierno político, asistencia social, educación) y tenían grandes privilegios
(exenciones fiscales [pasan a pagar impuestos con el concordato de 1753]), jurisdicción
pasiva [tenían tribunales propios]) y poder económico (rentas agrarias, tierras
amortizadas, crédito rural; el mayor acreedor de España eran las instituciones
eclesiásticas).
Por otro lado la Iglesia seguía teniendo un peso fundamental sobre las conciencias y la
cultura popular, y el catolicismo cumplía un papel ideológico básico, al ser la religión el
principal instrumento legitimador de todo el cuerpo político.
Entre fines del siglo XVI y principios del siglo XVIII se había producido una auténtica
clericalización social (proceso por el que el clero había adquirido dentro de la sociedad
civil una importancia desmesurada). No sólo las ciudades se habían llenado de
conventos y los conventos de clérigos, sino que su patrimonio de tierras e inmuebles,
consecuencia de dotes, herencias, donaciones y fundaciones de todo tipo, se había
incrementado mucho. Además a lo largo del siglo XVII las instituciones eclesiásticas, al
recibir mucho dinero efectivo, tuvieron exceso de liquidez y pocas oportunidades de
inversión, lo que les llevó a importantes gastos suntuarios en iglesias y sobre todo a
dedicarlo a préstamo censal, que acabó poniendo en sus manos la mayor parte de los
censos (la deuda privada).
Así en el siglo XVIII los eclesiásticos eran los mayores acreedores de la sociedad, y sus
intereses patrimoniales les llevaron a chocar necesariamente con cualquier propuesta
reformista, y especialmente con el reformismo fiscal. Todo este patrimonio eran bienes
de manos muertas, es decir, vinculados, amortizados. El hecho de que la Iglesia no
pagara impuestos por todo ello, a menos que lo autorizara el Papa, siguió otorgando
importancia política crucial a las relaciones del monarca con el estado Pontificio.
En condiciones así el deseo de entra en religión para conseguir una vida regalada y
segura hizo que continuara habiendo numerosos aspirantes, y que éstos incluso
aumentaran. Había tantos aspirantes que España se llenó de clérigos menores, pues no
todos tenían la capacidad para aspirar apuestos menores. Sin embargo el cambio de
mentalidad que se estaba produciendo desde fines del siglo XVII llevó a que las
donaciones a las instituciones eclesiásticas fueran disminuyendo. La mayor parte de los
clérigos vivían de las rentas que proporcionaban innumerables fundaciones de
capellanías, que proporcionaban beneficios simples (sin obligación pastoral) y curados
(con cura de almas). Muchas de estas rentas no eran congruas (adecuadas) o suficientes
para vivir con la dignidad que requería el sacerdocio.
Como las fundaciones de capellanías con beneficio no crecieron al ritmo que lo hizo el
de los aspirantes al sacerdocio o el convento, los que no pudieron alcanzarlas fueron
cada vez más (esto quiere decir que había tantos aspirantes que España se llenó de clérigos menores, pues no
todos tenían la capacidad para aspirar a puestos menores): se limitaban a recibir la tonsura y las
órdenes menores, que les otorgaban ya las inmunidades y privilegios inherentes al
grupo. Los capellanes y clérigos que no tenían función pastoral, vivían de rentas y
ponían tierras a su nombre para evitar el pago de impuestos, fueron objeto frecuente de
la crítica de los ilustrados.
Los privilegios del clero eran todos los que tenía el convento (comidas, rentas…) el
derecho canónico (eran juzgados por un tribunal eclesiástico) y que no pagaba
impuestos.
El fortalecimiento del Estado llevó a una confrontación directa con la Iglesia que se
manifiesta en la doctrina política del regalismo. El argumento jurídico político más
sólido del regalismo ilustrado fue el derecho de patronato real (derecho que tenía el rey
a proponer al Papa una persona para ocupar un cargo clerical): el rey no era sólo el
defensor de los intereses nacionales ante la Iglesia sino también en el que participaba en
su administración y gobierno, regulando por vía parlamentaria la aplicación del derecho
canónico y los decretos de las autoridades eclesiásticas.
La expresión jurídico política más importante del regalismo ilustrado español fueron los
concordatos con la Santa Sede de 1737 y sobre todo de 1753; éste introdujo finalmente
un régimen concordatario en las relaciones entre el Estado y la Iglesia, permitió la
reforma eclesiástica y convirtió al rey de hecho en el intermediario entre el país y el
Papado. En el concordato se fijaban todos los obispados sobre los que el rey tenía
posibilidad de elección. En este régimen las relaciones con el clero no eran fácilmente
separables de la acción política y estuvieron presentes en los frecuentes conflictos con el
clero, y en las numerosas acciones de reformismo religioso emprendidas por la
monarquía: prisión de Melchor Macanaz, expulsión de los jesuitas papistas, reforma
beneficial (reforma y supresión de los beneficios incongruos, que no daban para vivir,
que hizo el rey y su acumulación a otros beneficios), reforma de los planes de estudios y
colegios mayores universitarios, concesión de rentas al rey (diezmos ovales o nuevos,
hubo muchas obras de regadío que puso en marchar el rey, y en todas ellas hubo
conflictos con la Iglesia que quería percibir los diezmos correspondientes),
cumplimiento por el clero de sus obligaciones fiscales tras el concordato y
cuestionamiento de la propiedad agraria eclesiástica.
Hubo una Ilustración católica pues no hubo ilustrados ateos. Los reformistas ilustrados
fueron todos creyentes, pero además dentro de la Iglesia germinó una Ilustración
religiosa, que afectó tanto al contenido doctrinal (dar más importancia a la Biblia, creer
en el iluminismo individualista, mayor papel de la gracia en la acción humana) como a
aspectos eclesiológicos influidos por el regalismo: episcopalismo (defendía el poder de
los obispos frente al poder del Papa), discusión de la autoridad y poder del Papa.