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Lo insoportable de la infancia

Lo insoportable de la infancia”, título de las XI Jornadas de la NEL a efectuarse


en Bogotá los días 23, 24 y 25 de octubre 2020, se introduce con el artículo “lo”
que nunca acompaña ningún nombre, porque los sustantivos en español son
de género masculino o femenino. Cuando este artículo neutro está delante de
un adjetivo, como lo real, se abre un abanico de lecturas que, en tanto
analistas, nos compete saber-leer: lo imposible de lo que daría un sentido a la
relación, llamada sexual. De lo insoportable algo conocemos los psicoanalistas,
pues hay un insoportable que atraviesa e insiste en el tiempo: lo insoportable
en el parlêtre, lo que perturba, es el goce, ese goce que la pedagogía, la
ciencia y la política tratan de modificar.

La infancia, durante nuestras próximas Jornadas de la NEL no se limitará a los


desafíos que nos enseña la clínica con niños, ya que si aludimos a la
etimología, infans significa sin voz y, en este sentido, son claras las
resonancias en la mudez de la pulsión que, a pesar de ello, el psicoanálisis se
encarga de escuchar en su insistencia, así como de dignificar los modos que
cada uno la vive.

Así, lo insoportable de la infancia encuentra un referente fundamental en lo


insoportable de la satisfacción pulsional asociada al displacer. Es sobre este
goce pulsional displacentero que vendrían a instalarse el goce superyóico,
inicialmente ligado al asco y la vergüenza. Sigmund Freud, al inicio del
segundo de sus “Tres ensayos de teoría sexual”, [1] formuló una ley universal
que estaría presente “para todo” niño: la existencia de una pulsión sexual.
Frente a ese universal –según sus exigencias pulsionales, propias de la
sexualidad infantil– se inscribirá la singularidad de lo real pulsional de cada
uno, uno por uno.

Si los psicoanalistas nos interesamos por la infancia –que no siempre es


correlativa a la niñez–, es porque la clínica nos enseña que si hay algo que
perturba la idea cronológica e integral del adulto es que algo de ese infans –
que aún no dispone de la palabra–, encarna lo real. En consecuencia, la
indagación de la neurosis infantil perturba: al viejo, al joven, al adolescente, al
niño, y por qué no a un psicoanalista, si es que se aferra, en tanto sujeto, a la
sola idea de que el niño es la estructura, como señala Lacan. En efecto, una
vez emerge la infancia en la experiencia analítica se constata lo que escapa a
lo Simbólico, que es lo Real.

Por otra parte, ese desamparo (Hilflosigkeit), ese desvalimiento que determina
la absoluta dependencia del cachorro humano respecto el Otro del lenguaje,
deja marcas imborrables en el parlêtre,que en tanto tal se constituye como una
respuesta al trauma fundante, traumatismo inscrito en el encuentro del cuerpo
con lalengua. Si el trauma es la incidencia de lalengua sobre el ser hablante,
donde más que el cuerpo especular se trata del cuerpo como superficie de
inscripción del goce, [2] de ese traumatismo se desprenderán los rastros
de lalengua que el lenguaje no alcanza a nombrar. Agujero en el cuerpo y en el
lenguaje, que nuestras XI Jornadas de la NEL proponen bordear por Lo
insoportable de la infancia. ¿Será que ese imposible de soportar, eso que
queda por fuera, ex-siste en cada psicoanalista?

Tal como propone Lacan en el “Discurso de Apertura de la Sección Clínica”,[3]


nos dejaremos enseñar por esta clínica de lo imposible de soportar, no sin
advertir que la base de ésta se apoya en lo que se dice en psicoanálisis. Lo
cierto es que allí donde hay un sujeto, bajo el nombre común de la infancia se
espera encontrar al Otro del que está sujeto, que encarne un deseo no
anónimo y sostenga su mano, al menos por un tiempo. En este sentido, no hay
infancia sin Otro; como dice Jacques-Alain Miller, lo digno del nombre del
sujeto es estar sujetado, un sujeto sujetado.[4] Sin embargo, en la época actual
asistimos a una infancia sin sujeción, desregulada, disruptiva.

El lugar del niño hoy está articulado a los fenómenos masivos, formas
sintomáticas de la época que lejos de exceptuar su estatuto de infante lo
presentan haciendo parte del síntoma social contemporáneo, no solo como
síntoma de la pareja parental –como lo indicara Jacques Lacan en su “Nota
sobre el niño” –, sino en el lugar de un real que retorna sin ley. Siendo la
violencia –en ausencia de palabras– una de las manifestaciones globales del
malestar actual, con un efecto cifrado, catalogado, de niños medicalizados,
drogados, reclutados, indocumentados, etc. Como decía Judith Miller, los niños
hoy se ven condenados a una de estas alternativas: resistir o ceder [5].

En otra vertiente del síntoma, hay que decir que el niño, con su presencia, ha
puesto en jaque todo orden que se presente establecido, sea jurídico-legal, sea
científico. Es el caso del niño autista, que de hecho ha invadido los escenarios
de convivencia subvirtiendo las condiciones de inserción bajo consignas
ideales e identificatorias en el conjunto del Otro.

Si el infans pasó a ser hablado por Otro, “eso habla” de lalengua y eso toma la
palabra. En los tiempos que corren, el analista practicante, un analista en
permanente formación, que “sabría” lo que implica tomar la palabra, está
advertido de la efracción que constituye el goce en la homeostasis del cuerpo,
fundamento de la repetición del Uno: el modo de entrada de la experiencia
inolvidable de goce que será conmemorada por la repetición. Su modo de
entrada –el de cada Uno– es siempre la efracción, en todos los casos a los que
se accede mediante el análisis. Efracción, no deducción ni intención, tampoco
evolución, sino “ruptura respecto a un orden previo, ya hecho, de la rutina del
discurso gracias al cual se sostienen las identificaciones, o de la rutina que
imaginamos del cuerpo animal”.[6]

La escucha analítica acompaña al niño que hay en cada ser hablante; a veces
transcurre con él, otras veces lo perturba o despierta de la homeostasis de su
vida cronológica, sin edad para ser niños. Lo escuchamos todos los días en la
clínica. La lógica de la cura del infans no transcurre en la cronología del
tiempo, sino en la contingencia de ese encuentro.

Estas XI Jornadas de la NEL proponen un consentimiento a despejar lo


insoportable para cada uno. Estas Jornadas sugieren una transformación del
grito en llamado, como señala Lacan, respecto a un real que enseña, cada vez,
paso a paso, qué es lo que se pone en juego en la insondable decisión del ser.
Los psicoanalistas de Orientación Lacaniana en la NEL tendremos una ocasión
para leer y escuchar la enunciación no solo de los casos y los textos que la
presencia de los colegas y de nuestros invitados a las XI Jornadas harán
resonar en este encuentro de Escuela, sino que apostamos, deseamos… que
estas Jornadas “toquen” lo insoportable en cada uno de nuestros cuerpos.

1. Freud, S., “Tres ensayos de teoría sexual” (1901-1905), Obras completas, Volumen VII,
Amorrortu, Buenos Aires, 1978, p. 157.

2. Miller, Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo,  Colección Diva, Buenos Aires, 2004, p.
81.

3. Lacan, J., Apertura de la Sección Clínica, Ornicar 3, Petrel, Barcelona, 1981, pp. 37-38
(Publicado el 9, abril de 1977).

4. Miller, J.-A., “El niño y el saber”. En: Miller, J.-A. y otros, Los miedos de los niños, Paidós,
Buenos Aires, 2017, p. 21.

5. Miller, J., Presentación de la I Jornada de estudios del Instituto psicoanalítico del niño. En: Miller,
J.-A. y otros, Los miedos de los niños, op. cit. p. 11.

6. Miller, J.-A., El Uno solo, lección del 23 de marzo de 2011, curso inédito. Octava clase publicada
en Freudiana, Revista de la Comunidad de Catalunya ELP, Nº 68, Barcelona, 2013

"Lo insoportable de la infancia". Primero, agradecerle por este honor que nos hace al asistir, entre nosotros, a la NEL. Y
segundo, aprovechar este momento para preguntarle: ¿qué le evoca el título de estas jornadas? Porque nos propone, en mi
lectura, una relectura de los conceptos de la infancia, que no siempre se limitan a la clínica con niños, sino a las exigencias
pulsionales propias de la sexualidad infantil. Esa sexualidad infantil que habita en el  parlêtre y que el psicoanálisis se encarga
de dignificar.

Éric Laurent: Bien. En esta pregunta hay ya los elementos de la respuesta que usted misma da a esto, distinguiendo las dos
vertientes, la infancia en tanto un momento que atraviesa un sujeto y, por otra parte, algo que nunca se atraviesa, que queda,
que se deposita, un modo de exigencia de lo que fue en un momento y que no desaparece, que se mantiene como exigencia.
Entonces, en estas dos vertientes, tenemos versiones de lo insoportable.

Lo que espero de este congreso es precisamente un modo de aggiornamento, un modo de pensar de nuevo estos dos
aspectos, la infancia como momento y la infancia como esta insuperable exigencia de lo que fue la sexualidad infantil.

Releer todo esto con la última enseñanza de Lacan, por supuesto no olvidando todo lo anterior, pero con este juego tan
interesante de releer lo que fue, bajo el modelo del artículo fundamental de Jacques-Alain Miller sobre "Los paradigmas del
goce",[i] que precisamente es un instrumento muy fundamental para acercarse, una manera de leer la infancia como momento,
y cómo se ubica el goce, el famoso goce ‒digamos‒ polimorfo que toma en la infancia el goce, es decir, no centrado en el goce
fálico, sino descentrado. La infancia como, precisamente, el recuerdo de que nunca el goce es finalmente unificado, no
hay ganze Sexualstrebung (tendencia sexual total) como decía Freud, releído por Lacan.[ii] No hay una unificación, hay estas
pulsiones llamadas ‒usted lo dijo‒ las pulsiones parciales y el goce fálico que viene efectivamente a incidir, pero nunca del lado
de la unificación.

Siempre hay que hacer un esfuerzo para releer ‒digamos‒ la clínica infantil o la clínica de la infancia a partir de esta necesaria
dispersión de los goces, en plural. Esto nos permite hacer un esfuerzo más para lo que se ordenó del lado de lo simbólico, de
la relación del sujeto infans con el simbólico y su encuentro con el Otro simbólico. Al mismo tiempo, se hace en la vertiente
imaginaria y real, y que acentúa las tres consistencias real, simbólico e imaginario, pero de un modo más igualitario. Acercarse
desde la perspectiva de los nudos en la clínica infantil, es fundamental. Efectivamente el título "insoportable" acentúa, por
supuesto, este toque de real que hay que reintroducir siempre más en nuestro abordaje de la clínica infantil.

Raquel Cors Ulloa: Éric, usted en su reciente Reflexión sobre tres encuentros entre lo femenino y la no relación sexual,
señalaba que los hombres no saben qué hacer con el cuerpo, y especificaba, que no saben qué hacer con el cuerpo de la
mujer. Sobre esta pregunta que usted planteaba recientemente en esa reflexión, me permito agregar algo que se articula al
tema de nuestras Jornadas y es: ¿Si los analistas sabrían hacer con el cuerpo del niño? En dos vertientes, por lo menos las
que nos compete en tanto que psicoanalistas, que son: en la práctica y en el niño que hay en cada uno.

Éric Laurent: Efectivamente, ponía en este artículo que usted cita, esta presencia del feminicidio y toda su clínica del lado de
que hay en esta perspectiva una resonancia con el dicho de Lacan de cómo los hombres no saben hacer con el cuerpo de las
mujeres, entonces tienen la tendencia a marcarlo. El gesto de amor o el de enamoramiento y también el de odioamoramiento[1]
marca el cuerpo, y esta marca se declina sobre un abanico que es al mismo tiempo, un abanico en la vertiente del placer y de
un goce que puede ir hasta este goce absoluto de destrucción del cuerpo del otro, por esa marca que se deposita. Entonces,
diría que como analistas no tenemos, en general, que ocuparnos de los cuerpos. No hay un cuerpo a cuerpo en el análisis,
pero lo que sí sería necesario, es que el analista pueda leer sobre el cuerpo del niño, cómo se depositan las marcas de goce
que ha recibido, que ha encontrado, que ha atravesado, que fueron escritas. Leer estas marcas, esto sí hace parte de nuestra
tarea con el niño y además saber leer estas marcas imaginarias, simbólicas o reales que se depositan en el cuerpo.

Raquel Cors Ulloa: Y, se espera que esas marcas hayan sido previamente leídas por el analista practicante.

Éric Laurent: Por supuesto.

Raquel Cors Ulloa: Las marcas de su propio caso.

Éric Laurent: Es esto, como analizante antes de ser analista, por supuesto que ara acercarse a eso en el otro, primero tiene
que haberse podido tocar lo que fueron estas marcas depositadas y tener una idea de lo que hizo, de las distintas lecturas que
el sujeto analista hizo él mismo de estas marcas depositadas. Y muy importante también para lo que me parece una clínica que
insiste, de la misma manera que del lado del feminismo contemporáneo vemos surgir una clínica que insiste, que nos convoca
a leer e interpretar, de la misma manera creo que ahora en la infancia, la manera con la cual la sexuación viene en la infancia,
hay toda una renovación de dicha clínica. Por ejemplo, en países en los cuales, como en la Argentina, se aprobó una ley sobre
la sexuación que autoriza a los niños a declarar su posición sexuada y a cambiar lo que podía aparecer como una identificación
sexuada debido a lo orgánico, a lo biológico; pero más bien, podía declarar una orientación distinta más allá del binarismo o de
la norma heterosexual vemos surgir toda una clínica fundamental que nos convoca, y que por supuesto nos interroga en la
insistencia y con el número de casos que vienen a interrogar evidencias que hasta hace poco tiempo no eran abordadas de
ese modo en el campo de la clínica. No hace tanto tiempo que las investigaciones sobre la posición transexual se extendieron
de manera importante en la infancia. Quedó algo más bien marginal desde los años 70 del siglo pasado, con Robert Stoller y la
clínica norteamericana en la que había estos trabajos pioneros, pero que quedaban, aunque había pocos de ellos, más allá del
hecho de que eran abordadas con algo muy distinto que el aparato lacaniano, ahora hay mucho más. Y este tipo de preguntas
vienen mucho más al consultorio de los analistas, entonces necesitamos estar a la altura, precisamente, sobre lo que la
interpretación del goce de una época, convoca.

Raquel Cors Ulloa: Éric, ¿qué podemos esperar hoy, a propósito del siglo XXI y de la clínica que nos convoca a saber leer,
saber escuchar, de una manera novedosa? ¿Qué podemos esperar de la escucha de los analistas? Ya que si somos algo es
en tanto un discurso analítico, pues no somos ni padres, ni hijos, ni madres, ni estamos ahí para responder como se hacía en
otras épocas cuando el siglo XX era lo que era. En ese sentido me pregunto ¿qué podemos esperar en tanto ya estamos
advertidos de los imposibles de lo real, de ese real que a veces retorna insoportable?, por eso el título de estas jornadas:  lo
insoportable.

Éric Laurent: Precisamente, creo que lo que nos pide la época es poder estar atentos a las transformaciones de estas
categorías, de estos nombres de la lengua común: padre, madre, hijo, familia, lazo familiar, familias recompuestas,
compuestas, descompuestas, familias que hay que sostener, familias de la familia para todos, como el casamiento igualitario
para todos. Estas exigencias nuevas del discurso del amo que nos rodea y nos interroga, esta recomposición de las familias
por la ciencia y por la identidad precaria que es un rasgo de lo que es el lazo social como tal en el siglo XXI, esto efectivamente
necesita de los analistas, de una escucha atenta a toda la declinación de los cambios en esos aspectos. Precisamente la
desencialización que hizo Lacan de estas posiciones del padre, de la madre, del hijo y de la familia, nos permite seguir y poder
responder a las modificaciones que se están produciendo y al mismo tiempo mantener nuestra brújula sin perder la orientación
de Lacan. No se trata de pensar que el padre desaparece, ni tampoco la madre, en su particularidad de tomar el hijo como tal,
el hijo como objeto a de una madre, objeto a de una mujer. Esta perspectiva, como la del padre des-teologizado de Lacan, nos
da toda una posibilidad de reactualizar la clínica de estos nombres que en la civilización vienen a designar cosas nuevas que
se están produciendo. A partir de la clínica que producen los analistas vemos cómo se puede pensar las nuevas figuras de
padres, madres, familias, casamientos y las consecuencias que esto tiene sobre la circulación de los deseos y del goce.

Raquel Cors Ulloa: Éric, finalmente, el analista estaría -lo digo en condicional-, despojado de los prejuicios edípicos, fálicos,
narcisistas, partidarios. Si esto fuese así, entonces estamos ante una imposibilidad de responder por la vía del significante. En
ese sentido, ¿Qué le queda al analista para saber responder y saber alojar ese insoportable del infans que no siempre habla?

Éric Laurent: En efecto, el infans, si tomamos la etimología latina del que no habla, nos convoca más a lo qué es este silencio.
Por lo tanto, el hecho de no hablar no es necesariamente un silencio en el sentido del silencio de la pulsión; la pulsión de
muerte trabaja en silencio, es un modo de silencio muy distinto al del infans que no habla, pero que está completamente
atravesado por el Otro desde el primer día de su venida al mundo y está haciendo la experiencia del encuentro con ese baño
de lenguaje en el cual está sumergido. Es fundamental distinguir los modos de silencio para abordar la clínica del niño. Pero no
solamente hay que distinguir los abanicos de los silencios, se trata de cómo en el silencio se puede escuchar lo que se habla,
lo que se manifiesta, que es una de las cosas más presentes en la clínica por ejemplo del autismo, que es una clínica
fundamental para acompañar o para preguntarnos sobre nuestra acogida de estos silencios o de estas dificultades de entrar en
el Otro. Esta dificultad no está solamente del lado de las psicosis, sino también del autismo y por supuesto de las neurosis.
Preguntarse por cómo se articulan estos modos de entrar con una particularidad en el montaje real, simbólico, imaginario, es ir
a lo más agudo. Si seguimos este hilo, no sólo hay estos modos, estas particularidades de entrar en el Otro, en sus tres
registros, sino que hay también -usted lo planteaba- para el analista que ha atravesado sus identificaciones y que ha
encontrado lo que es la identificación no segregativa, es la clave que escuchamos resonar en los testimonios del Pase, en el
cual los analistas testimonian sobre cómo han atravesado lo que Lacan llamó el plano de las identificaciones. Esas
identificaciones que antes del análisis y durante el análisis tienen este rasgo segregativo: "Yo y los demás", "yo y el otro", "yo
soy esto, el otro es esto", etc. Todo lo que fueron esos rasgos y que funcionaron en el registro del discurso del amo; es el
descubrimiento fundamental de la experiencia del Pase: es descubrir cómo puede una identificación funcionar de otra manera.
No se trata de hacer de esto un ideal, lo que sería caer en la trampa de una esencialización de este ideal, sino más bien, ver
cómo funciona esto en un análisis y cómo al final se hace la experiencia de esto y cómo esta experiencia se puede transmitir.

Entonces, Jacques-Alain hizo en su Teoría de Torino, la demostración de cómo esto se podía extender a la comunidad
analítica como tal, cómo los analistas pueden vivir en su modo de organización en identificaciones no segregativas.

Con la propuesta Zadig se trató de extender esto, no solo a los analistas entre ellos, sino para tratar de tocar a los otros
discursos, es decir al discurso del amo por un lado, y al discurso feminista, el discurso de la histeria, por otro lado, pero
también al discurso universitario que podría beneficiar de esta perspectiva. Esto es algo muy útil para acoger las
particularidades de la infancia.

La perspectiva no segregativa sería precisamente tratar de deshacerse -lo más que se pueda-, de toda idealización de lo que
es la infancia, no solamente como fue en la época de Freud, con el escándalo de decir que estas cosas -pulsiones sexuales-
no eran tan inocentes. Leerlo en el contexto contemporáneo es precisamente todo un esfuerzo, porque una de las lecturas
erróneas fue la de cristalizar, de esencializar el niño en la infancia con pulsiones sexuales; ¡entonces los adultos podían
también aprovecharse de esto y sexualizar el niño! Lo que en nuestra civilización fue la presencia de la interrogación por la
pedofilia, ya sea por el lado de los discursos de la civilización, ya sea por el lado de los discursos de las instituciones religiosas,
ya sea desde la dificultad que tiene la iglesia católica con esto y sus esfuerzos para tener un discurso sobre esto, en efecto se
ve que no es fácil. Ahora, con la extensión del Me too hasta la infancia, se ve también que hay que hacer un esfuerzo más de
interpretación para aclarar que el hecho de suponer, de hacer y constatar la hipótesis de una sexualización infantil, no es una
autorización para pensar que la pedofilia sería solo el hecho de aceptar desexualizar los sexualizados. No, es una imposición,
es una dominación, y todo esto tiene que ser aclarado de la buena manera, articulando de manera contemporánea estos
debates sobre la infancia y la sexualización que se produce sin que sea ordenada por las normas heterosexuadas, etc., pero
que puedan respetar la posición subjetiva del niño que no tiene que ser maltratado por tener esta sexualidad infantil.
Respetarla no es de ninguna manera transformarlo en un objeto de goce de un adulto.

Raquel Cors Ulloa: Bien. Muchísimas gracias Éric y lo esperamos en las Jornadas de la NEL en Bogotá.

Éric Laurent: Muy bien.

Transcripción de Alejandro Góngora (NEL - Santiago)

NOTAS

1. Cf. Miller, J.-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003.

2. Cf. Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Cap. XIV "La pulsión

parcial y su circuito", Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 181.

Lo insoportable de la infancia: El troumatisme de lalangue

Clara María Holguín (NEL - Bogotá)

Interrogar ¿qué es lo insoportable en la infancia? apunta a pensar la infancia más allá de un


tiempo cronológico que se atraviesa.

Lo infans

Partiendo del término infans (sin voz), ubico con Lacan en la Conferencia en Ginebra sobre el
síntoma ese momento precoz, donde se produce la inseminación de la voz[1] para señalar con
ello, el traumatismo estructurante del parlêtre. Manera precoz[2] como la voz se incorpora, se
insemina en el cuerpo.

Más allá de situar el trauma en la niñez, como tiempo cronológico, o saber cuándo, cómo y
quién produce el traumatismo, se trata de asegurar –como dice Miller[3]- que hay el trauma,
de todos modos, hay uno, es decir, se trata de asegurar su sincronía y con ello, su
permanencia. Apuntamos a aquello que "nunca se atraviesa, que queda, que se deposita,
modo de exigencia de lo que fue en un momento y que no desaparece…insuperable exigencia
de lo que fue la sexualidad infantil"[4]. Goce en el cuerpo.

La inseminación o incorporación de la voz supone el encuentro entre lalengua y el cuerpo,


entendiendo que la lalengua es ese depósito de significantes sin sentido (S1 sin S2), pura
materia significante que produce el síntoma como acontecimiento de cuerpo. Mezcla de
lengua y vida.

Algo acontece y todo cambia. Ruidos, sonidos, palabras sueltas, frases, se incrustan en el
cuerpo, perturbándolo, marcándolo hasta cristalizarse.

El síntoma, como acontecimiento de cuerpo se deduce de estas marcas sonoras dejadas por la
lalengua; producto del malentendido que provoca el impacto del significante sobre el cuerpo y
que dará cuenta de lo que es la pulsión, exigencia que definimos con Lacan como el eco en el
cuerpo de que hay Undecir.

Un goce que ex –siste. Lo insoportable

El troumatisme en tanto da cuenta del impacto de esa resonancia fuera de sentido, produce un
goce que es del orden de la ex –sistencia, un goce que está fuera del registro Imaginario y
Simbólico, que hace referencia a lo real. Excedente de sexualidad, goce opaco y mudo que
vivifica el cuerpo. El parlêtre es efecto del encuentro contingente con ese goce hétero que es
indecible. Fuera de sentido, innombrable.

La Una-equivocación, malentendido del que nacemos, conmemora el goce inolvidable y es


causa de un desajuste, una hiancia que deja al sujeto exiliado, que dará cuenta de un
encuentro siempre fallido, una sexualidad sintomática. La clínica es lo real en tanto es lo
imposible de soportar.

¿Cómo se las arregla cada ser hablante con el troumatisme de lalengua? Podemos pensar dos
tipos de respuesta. Iteración y repetición.
1. Algo de la voz se escribe en el cuerpo tal como demuestran los AE en sus testimonios.
Escritura que es letra, litura: "sensibilidad –que es demasiado ruido- de la lengua, que se olvida
detrás de lo que se dice cuando hablamos"[5]. De ello no se sabe nada, están fuera de sentido
(ab-sens).

Guy Briole[6], en el texto "La frase-Una del todo sola", retomando un trabajo de varios AE
recoge a partir de sus testimonios la manera cómo estas frases puede aparecer en el análisis:
"son del orden de lo no-advenido, de lo que está en los márgenes del inconsciente; son marcas
que permanecen por su sonoridad, por la manera como fueron pronunciadas; son frases que
permanecen fuera del saber unidas a un goce, frases que no estaban ni olvidadas, ni perdidas,
sino que es como si no hubieran estado en la cadena significante, permaneciendo en el borde,
sin que se les haya prestado atención; me llegó como un pelo en la sopa; es en calidad de no
cumplida que ha sido imposible de decir".

2. En un segundo tiempo, se produce un agregado de sentido a este Uno. Intento de


interpretar lo que esta fuera de sentido, que corresponde al trabajo fundamental del
inconsciente, ligar un S1 con un S2. Allí se teje una cadena, una red con esos significantes
sueltos que se conoce como historia o novela familiar. El encuentro traumático con los
significantes sueltos, sin sentido y traumáticos que perturban el cuerpo, se transforma en un
encuentro con el Otro.

Tenemos entonces dos tipos de respuestas, uno que es defensa frente a lo real, marca de goce
que itera y organizan la vida, lo Uno, de la que no se sabe nada. Trauma sin sujeto en el que si
fija un goce que será adictivo. Y, dos, la articulación discursiva S1-S2 que permite hacer
montajes ficcionales y fantasmáticos, un goce a medida de nuestras posibilidades subjetivas y
que tiene como función limitar y cubrir este real pero no si un plus.

La experiencia analítica, conducida hasta sus últimas consecuencias, mostrará la manera como
cada parlêtre se las arregla con esta marca que agujerea el cuerpo, que lo impacta, es decir la
manera como se ha arreglado con lo infantil y sus efectos.

Lacan apuesta a lo que en un análisis funciona como escritura, el troumatisme. "No en su


aspecto de registro o transcripción de acontecimientos sino por sus propiedades de enlace, de
mantener unidas cosas que nada tienen que ver entre sí a no ser por el hecho de haber sido
trazadas en la contingencia"[7].
Más allá de accidentes de la vida de un niño, hay la experiencia traumática que es inevitable y
fundante. El psicoanálisis pone en evidencia que la introducción de la sexualidad es
estructuralmente traumatizante.

NOTAS

Lacan, L. Dirección de la cura y los principios de su poder.

Lacan, L. Conferencia de Ginebra sobre el síntoma.

Miller, J.A., Causa y consentimiento.

Laurent, E. Entrevista realizada por Raquel Cors para el Boletín Infans.

Laurent, E. La Batalla del Autismo.

Briole, G. "La frase-Una del todos sola", en Revista Freudiana No.

Vieira, M. A. La escritura del silencio.

Infancia y Sexuación

Gabriela Urriolagoitia (NEL - La Paz)

Con Freud y Lacan sabemos que la diferencia sexual no equivale a la diferencia de género, no
se trata de una clasificación de los sexos por atributos biológicos o sociales. El ser hablante
necesita localizar e interpretar el goce que habita su cuerpo, con un significante.

Aunque esta operación es insuficiente, no deja de ser necesaria y es el resultado de un proceso


subjetivo inconsciente que se da en la infancia y se re significa en la adolescencia. Asumir su
sexo, entraña una dificultad porque el lenguaje desnaturaliza su cuerpo y al hacerlo, lo
parasita. La infancia es el tiempo lógico en el que el ser hablante debe advenir como sujeto de
la palabra e inscribirse en el campo del Otro, ordenando la exigencia pulsional que domina su
cuerpo, a través de una posición sexuada.

Que el lenguaje parasita el cuerpo, significa que no hay relación armónica ni complementaria
entre la pulsión y el cuerpo mismo, mucho menos la habrá entonces entre dos cuerpos. Lacan
se refiere a esto como no hay relación sexual[1]. En el Inconsciente no existe el programa que
le enseñe al niño a relacionarse con su propio cuerpo desbordado por el goce autoerótico, ni
tampoco a relacionarse con el cuerpo del otro.

La diferencia sexual

La categoría de lo diferente es un efecto de la oposición binaria S1-S2, fundamento de lo


Simbólico como Orden, pero aún así es insuficiente para dar cuenta de la diferencia sexual,
porque la sexualidad es un agujero en el Inconsciente. Freud ya lo constata cuando descubre
que en los primeros años, niños y niñas desconocen la diferencia sexual y atribuyen a todo ser
vivo un genital masculino, en función a la actividad pulsional masturbatoria que practican. Ver
la ausencia de falo en el cuerpo de una mujer, no es interpretado como sexo femenino, sino
como ausencia del masculino. Para Lacan hombres y mujeres no son más que significantes, es
un error pensar la diferencia sexual desde ahí. Se refiere a la pequeña diferencia cuyo
operador es la castración: consentir al hecho de que el goce está prohibido para el ser que
habla, le posibilitará experimentar la vocación de su sexo de manera consistente, a la vez que
acceder al otro sexo[2].

Encontrarse contingentemente con que hay alguien que no lo tiene, constituye un momento
traumático que permite anudar el goce del cuerpo con el Falo, función de la castración. El
efecto es que lo imposible de la relación sexual se inscribe en el Inconsciente, a la vez que se
inscribe la diferencia sexual para ambos sexos. El exceso de goce autoerótico de la sexualidad
infantil, es evacuado del cuerpo, localizado en las zonas erógenas e interpretado fálicamente
como una pérdida.

La significación del goce como perdido permite que el cuerpo se ordene y tome el color de la
sexuación.

Para él, toda su libido se concentra en la zona fálica, así el órgano sexual deviene instrumento
de goce que le permite ir al encuentro con el Otro sexo. Su posición sexuada masculina
consiste en tener el Falo a costa de quedar marcado para siempre por la posibilidad de
perderlo, lo que le imprime un rasgo de cobardía por estar embarazado de algo que hay que
proteger[3].
Ella, respecto a la referencia fálica, no tiene nada que perder. No-toda embarazada del Falo, se
ubica del lado de un coraje sin límites[4]. Su castración la confronta con el agujero en lo
simbólico que la lleva a asumirse privada del falo y, sin referencia alguna para nombrar su ser
de mujer, siempre será Otra para si misma[6]. La posición femenina supone una dimensión de
coartada: sabe que no lo tiene y para conseguirlo, viste el agujero que la habita, del brillo
fálico, para ser el Falo y causar deseo en un hombre.

Lo real del sexo como imposible, radica en que no existe el elemento simbólico que pueda
nombrar ni significar lo femenino. Así, con Lacan podemos decir "la mujer no existe"[5] en el
inconsciente. Ambos sexos deben ordenar su goce y asumir una posición sexuada con el Falo
como único referente. El Otro sexo es lo femenino para hombres y mujeres, ya que encarna lo
radicalmente diferente, lo ajeno y extraño que por ser desconocido, resulta enigmático e
insoportable.

Para ambos sexos, el cuerpo del Otro deviene el sustituto del objeto perdido y la dimensión del
amor posibilita la creencia de que el encuentro entre los cuerpos es posible.

¿Qué pasa hoy, cuando ante la necesidad del niño de interpretar y localizar su goce, la función
fálica ya no viene a su auxilio porque ha dejado de ser una función universal en la cultura? Es la
pregunta que nos hacemos los analistas cada vez que recibimos a un niño en la consulta.

¿Cómo hacernos partenaires de ese goce para que el sujeto encuentre su solución singular?
¿Como hacernos partenaires de la civilización ante el desafío de conversar con las
comunidades LGBTQI+ y los movimientos feministas? Es algo de lo que la sexualidad infantil
tiene para enseñarle al psicoanálisis, aún.

NOTAS

Lacan, J. El Seminario, Libro 19 "... o peor", Paidós, Buenos Aires 2012, pg 13

Ídem 1, pg 16-17

Miller, JA. "Conferencias Porteñas, Tomo III", Paidós, Buenos Aires 2010, pg. 66

Ídem 4, pg. 67

Lacan, J. "Televisión" en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires 2012, pg. 563
Lacan, J. "Ideas directrices para un Congreso sobre la Sexualidad Femenina" en Escritos 2, Siglo
XXI Editores, Mexico 1995, pg. 711

Lo insoportable de la infancia

Lizbeth Ahumada (NEL - Bogotá)

El "Lo" del título, tal como es señalado en el argumento de las Jornadas, abre inmediatamente
a la pregunta de si el insoportable del que se trata es el que se refiere al padecimiento del Otro
que está concernido con la infancia en cualquiera de sus vertientes, o es el del sujeto digno de
ese nombre que generalmente se superpone al de niño como tal. Lo que podemos decir
rápidamente y sin ambigüedad es que la dimensión de lo insoportable solo puede ser valorada,
medida, vivida por un cuerpo. Es en tanto que el cuerpo del ser hablante encuentra un límite
en lo que puede soportar que traza la línea de aquello que lo excede, aquello que configuraría
un más allá de lo soportable. Así que lo insoportable de la infancia debe ser localizado en el
registro singular de un cuerpo, y es por ello que encontramos en el argumento la referencia a
la pulsión, dado que ella, en sí misma, lleva el caudal de una satisfacción soportable, vivificante
y al mismo tiempo, anuda el exceso que da lugar al más allá del placer como nos lo enseñó
Freud.

Ahora bien, allí donde hay un sujeto bajo el nombre común de niño, se espera encontrar al
Otro del que está sujeto, que encarne un deseo no anónimo[1] y sostenga su mano. En este
sentido, no hay infancia sin Otro. Como dice Jacques Alain Miller, lo digno del nombre de
sujeto es estar sujetado[2]. En la época actual asistimos al espectáculo de fenómenos
impensables en tiempos del padre vigoroso de Freud, que dan cuenta de una infancia sin
sujeción, desregulada; o, en todo caso, que se encuentra bajo dominio de poderes oscuros e
insondables.

El lugar del niño está articulado a las formas sintomáticas de la época, a fenómenos masivos
que lejos de exceptuar su estatuto de infante, lo presentan haciendo parte del síntoma social
contemporáneo. El niño, él mismo, se ha constituido en un síntoma, no solamente como
denuncia de la verdad de la pareja parental en el espacio familiar, como lo indicara Lacan en su
Nota sobre el niño, sino en el lugar de un real desanudado, que retorna con violencia en las
manifestaciones globales de malestar. Como sentenciara Judith Miller, Los niños hoy se ven
condenados a una de estas alternativas: resistir o ceder[3] ante el discurso del amo y la
pluralización de los objetos de mercado, podemos añadir.

A partir del subrayado que hago en el argumento, quisiera abrir algunas líneas de trabajo que
tocan de cerca el interés de pensar los semblantes de la infancia en nuestros días y cómo éstos
objetan las consignas del amo contemporáneo que ha reducido toda operación al imperio de la
economía. En todo caso, ya Lacan nos advertía que todo lo que se interprete como propio de
un niño, es un fantasma que obtura la verdadera pregunta. En su seminario sobre La
transferencia[4] lo dice en estos términos: ¿Qué hay de ese nombre que se conecta
directamente, por lo que yo sé, con mi incoación significante y que califica al sujeto de un
modo diversamente legítimo como niño? Esta respuesta es precipitada, prematura y esto por
la evitación de la verdadera respuesta al ¿Qué soy yo?, así que la respuesta que viene del Otro,
"eres un niño", correlativo entonces a "yo soy un niño", equivale a una significación que
escamotea, -en el plano del Otro-, la forma que la experiencia analítica nos permite desvelar,
del ¿Qué quieres?, punto preciso que permite saber qué deseamos al plantear la pregunta.

1. Los niños, objeto del discurso

La inclusión de los niños en los modos sintomáticos de la civilización actual, al servicio de


maquinarias de goce que hacen de la degradación de la vida un fin mismo, es un hecho
irreductible. Lo observamos en el uso que hacen de la infancia las mafias criminales que
aprovechan la elasticidad legal en la imputación penal de los menores; lo vemos en la
inducción al consumo temprano de drogas como modo de servir al mercado; en las
modalidades de uso para la pornografía y la prostitución, en el reclutamiento infantil en
guerras civiles; también, en los movimientos migratorios para desafiar políticas de Estado,
como lo hacen los niños indocumentados que cruzan solos las fronteras de México y Estados
Unidos[5]. Al respecto, el libro Los niños perdidos, de la escritora mexicana Valeria Luiselli,
prologado por el reconocido periodista Jon Lee Anderson, detalla, a partir de su trabajo como
traductora para la defensa de los niños migrantes en la Corte Migratoria de Nueva York, el
laberíntico y despiadado proceso legal del que, literalmente, depende el futuro de los niños
centroamericanos que arriesgan la vida para cruzar la frontera. Decenas de miles de niños que
emigraron solos desde México y Centroamérica han sido detenidos en la frontera. No se sabe
si serán deportados. No se sabe qué va a pasar con ellos. Viajaron sin sus padres, sin sus
madres, sin maletas ni pasaportes. ¿Por qué vinieron a Estados Unidos? Es la primera de
cuarenta preguntas -las mismas del cuestionario del proceso legal- con que la autora
testimonia de este fenómeno tan brutal como global es. Y al que desde una perspectiva más
cercana, concebimos como desplazamientos forzados. Cabe destacar la pregunta que Luiselli
se hace, en cuanto muestra la desgarradura del sujeto y a la vez, el empuje que ella puede
causar: "¿Cómo se explica que nunca es la inspiración lo que empuja a nadie a contar una
historia, sino, más bien, una combinación de rabia y claridad?".

Es claro entonces: El lugar del niño es un hecho de discurso. Es lo que quiere decir Jacques-
Alain Miller cuando afirma que hoy el niño es un asunto de poder, y debemos decir, nosotros
analistas, dónde nos inscribimos ante este espectáculo[6] , también corresponde al
psicoanalista restituir el lugar del saber del niño, advertir el alcance y la determinación que
éste tiene en su posición como sujeto niño, porque como lo indica Miller,[7] el niño entra en el
discurso analítico como un ser de saber y no solamente como ser de goce.

En otra vertiente del síntoma, debemos decir que el niño, con su presencia, ha puesto en jaque
todo orden que se pretende establecido, sea el jurídico-legal, sea el científico; el niño
enloquece no solo a las familias, como afirma Eric Laurent, también a las escuelas. Ya no
encontramos al niño quieto y dócil a cualquier intervención sobre él, ahora es más difícil
mantenerlo fijo en un lugar; y no por azar surge la hiperactividad como diagnóstico del
malestar que resulta del fuera de lugar que observamos actualmente, ni tampoco el lugar que
las mascotas empiezan a ocupar en las nuevas configuraciones familiares, porque en efecto
ellas ocupan la vacancia del lugar en el que se esperaba encontrar un niño. Es, podemos decir,
el clima de rebelión de un nuevo objeto de consumo a partir de la reivindicación de los
derechos de los animales. Hace poco fuimos testigos del caso de Chucho, el oso que ganó un
habeas corpus en la Corte Suprema de Justicia, por haber sido trasladado de una reserva de
Manizales al zoológico de Barranquilla, para que pueda ser reubicado en un ambiente con
"plenas y dignas condiciones de semicautiverio". El abogado consideró que la privación de la
libertad del mamífero no presentaba una mejora en su caso, sino que empeoraría sus
condiciones de vida y sobre todo, sus derechos fundamentales.

De otra parte, y de manera más clara, es el caso del niño autista que ha invadido con su
presencia todos los escenarios de convivencia subvirtiendo las condiciones de inserción bajo
las consignas ideales e identificatorias en el conjunto del Otro, El analista allí, como en todos
los casos, está del lado del sujeto, y su tarea es llevar al sujeto niño a jugar su partida con las
cartas que le fueron repartidas[8].

2. "Educad al niño y no tendréis que castigar al hombre"

La idea de que "el niño de hoy es el hombre del mañana" ha impregnado muchas de las
acciones dirigidas a asentar las bases en el niño, hacerle los ajustes pertinentes para moldear
el hombre que devendrá; es decir, algo así como la inscripción de las buenas causas, de las
buenas intenciones, para que el producto no se vea alterado. El psicoanálisis no fue ajeno a
esta tendencia. En el interesante libro de Elizabeth Ann Danto, Psicoanálisis y justicia social, se
describe con vigor el clima de discusión de los psicoanalistas judíos exiliados[9] en el marco de
la Alemania Nazi, promovidas en el trabajo del ambulatorio de Berlín. La discusión de la que
participaban, entre otros, Otto Fenichel, Michel Balint, Oto Rank, se puede resumir en el
sentido del paralelo que se establecía entre las naciones y el desarrollo del niño. ¿Las
nacionalidades tienen estructuras de carácter específicas? George Gëro imaginaba que el
inconsciente humano era "internacional", pero que la forma de carácter era única para cada
país y se basaba en gran medida en el superyó. Conforme el niño se transforma en un adulto,
esa forma del carácter (o el "carácter nacional") se vuelve más fuerte a medida que aumenta el
poder del superyó, el lugar del inconsciente de la mente que custodia las normas culturales.
Así mismo, Balint envió un manuscrito que reinterpretaba las fases de la libido, haciendo un
énfasis particular en la educación y en la cultura. En Viena, Anna Freud y Dorothy Burlingham
se abocaron a la investigación y asistencia directa alrededor del adiestramiento de los niños en
la alimentación, en el sueño y en la higiene, ya que su misión era aliviar el sufrimiento de los
niños mediante el psicoanálisis, y este psicoanálisis, pensaban, requería conocer en
profundidad el crecimiento y el desarrollo humanos. No deja de ser conmovedor el
desesperado intento de estas psicoanalistas por mantenerse del lado de la investigación
psicoanalítica. Por ejemplo, en su exploración del concepto de una autoregulación innata de
los niños, observaban cómo se alimentaban los bebés de uno a dos años por sí mismos.
Montaron "bufets de bebés" en mesas de tamaño infantil y observaban a los niños gateando
alrededor y seleccionando comida sin la interferencia adulta. ¡Cómo comían los niños!,
aquellos niños no habían visto nunca muchos de los alimentos del bufet. Primero comieron de
todo durante tres días. Luego volvieron al pan y la mantequilla. Al principio, concluían, todos
los bebés se atiborraron de chocolate, pero comenzaron a alimentarse con una dieta
equilibrada sorprendentemente rápida. Para terminar diciendo que si los niños y sus familias
no se hubieran beneficiado realmente de este estudio se podría inferir la condescendencia
caritativa. Sabemos que de ahí se derivaron los proyectos de las Guarderías de Guerra de
Hampstead en Inglaterra, prometiéndose una fórmula humana para analizar el desarrollo
infantil. Observando cómo los pequeños de familias muy pobres determinan sus necesidades
personales de sueño y alimentos independientemente, los analistas comenzaron a formular los
conceptos de "tiempo y niño" y resiliencia que priman en los servicios de bienestar infantil en
la actualidad, y en la mayoría de casos dirigen los programas educativos basados en la
autonomía y la libertad.

3. El niño kleiniano y el niño lacaniano

En el seminario IV, Lacan compara y contrasta a Melanie Klein y a Anna Freud, y aunque
ciertamente valorizará la penetrante y aguda mirada clínica kleiniana en diferentes momentos
de su enseñanza, es claro que para Lacan la función de la palabra está ausente de las
elaboraciones de esta psicoanalista. En este marco, se trata entonces de conducir a una
elección: origen o estructura. Las lecciones lacanianas del caso kleiniano de Dick en el
seminario 1, como también el caso del "niño lobo" de Rosine Lefort, ubica la necesidad de
articular la estructura del sujeto a los tres registros que anudan su existencia, puesto que es
con ello que se puede entender la clínica misma. En este sentido, la lectura lacaniana de las
fases desarrolladas por Freud, cobra un sentido especial, pues de allí, entre otras se derivan las
diferentes desviaciones de la clínica llamada posfreudiana.
En el libro "Los diálogos sobre Klein-Lacan"[10] que recoge los textos compilados por Mary
Sullivan, que fueron presentados en una reunión entre analistas kleinianos y lacanianos en
Londres, se ubica claramente, lo que está en juego cuando se alude a la clínica con niños y el
alcance que ésta tiene. Encontramos allí una conferencia de Eric Laurent "Repensando la
interpretación kleiniana: ¿En qué consiste la diferencia?" que da lugar a pensar los conceptos
psicoanalíticos fundamentales como pivote de la clínica, es decir que lo que está en juego es la
doctrina misma que no hace distingo en lo relativo a la edad cronológica sino a las coyunturas
vitales de un sujeto soportado por la estructura. Es una línea de trabajo que sigue presente en
el ámbito del psicoanálisis contemporáneo, más aún si vemos que actualmente surge con
fuerza la idea de la libre elección aplicada a las exigencias de cobijar lo que se llama el ser.

Observamos la elección del sexo, cada vez más temprano en lo relativo a una inscripción legal,
a partir de cierto espectro difuso del derecho de los niños, de la edad que los representaría
como tales, para precipitar las ideas de libertad y respeto cuando una idea o sensación
corporal hace discurso. Así, el ejemplo del pequeño de cuatro años, que, vestido de mujer se
presenta ante sus padres y ellos, librepensadores, instruyen a su entorno que deben respetarlo
y amoldarse a este goce, designado por ellos, homosexual. Mi paciente, su hermana de siete
años, es quien denuncia esta precipitación obscena de la respuesta del Otro, de la que Lacan
ya nos advirtiera.

4. Infancia y política

En 1924, la Sociedad de Naciones (SDN) aprobó la Declaración de Ginebra, un documento que


pasó a ser histórico, ya que por primera vez reconocía y afirmaba la existencia de derechos
específicos de los niños, así como la responsabilidad de los adultos hacia ellos.

Las Naciones Unidas se fundaron una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. El 20 de
noviembre de 1959, aprobó la Declaración de los Derechos del Niño de manera unánime por
todos los 78 Estados miembros de la ONU. Hecho político que supuso el primer gran consenso
internacional sobre los principios fundamentales de esos derechos. De allí se desprenden las
políticas estatales que rigen los asuntos que competen a la infancia en general y en nombre de
ellos se claman acciones de aquí y de allá. Obviamente con el telón de fondo de su ausencia
radical, su inoperancia es correlativa al declive de todos los organismos que otrora fueron
instancias de verdadera autoridad mundial.
Cabe destacar que ni la Declaración de Ginebra de 1924, ni la Declaración de los Derechos del
Niño de 1959, definen qué periodo comprende la infancia, es decir la edad de cuándo empieza
y termina.

Sin embargo, el Preámbulo de la Declaración de los Derechos del Niño, resalta la idea de que
los niños necesitan protección y cuidado especial , "incluyendo una protección legal adecuada,
antes del nacimiento y después del nacimiento".

La Declaración de los Derechos del Niño establece diez principios (2).

Por qué no recordarlos:

El derecho a la igualdad, sin distinción de raza, religión o nacionalidad.

El derecho a tener una protección especial para el desarrollo físico, mental y social del niño.

El derecho a un nombre y a una nacionalidad desde su nacimiento.

El derecho a una alimentación, vivienda y atención médicos adecuados.

El derecho a una educación y a un tratamiento especial para aquellos niños que sufren alguna
discapacidad mental o física.

El derecho a la comprensión y al amor de los padres y de la sociedad.

El derecho a actividades recreativas y a una educación gratuita.

El derecho a estar entre los primeros en recibir ayuda en cualquier circunstancia.

El derecho a la protección contra cualquier forma de abandono, crueldad y explotación.

El derecho a ser criado con un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos y
hermandad universal.

Hay que recordar que los Derechos del hombre son una condición anterior, indispensable para
que el psicoanálisis pueda existir, y es en este marco en el que se debe inscribir la
particularidad que implica la palabra más subjetiva. Así mismo, cuando hablamos de los
Derechos de los niños, damos el lugar que corresponde a la palabra del sujeto que se escribe a
fuego en el juicio íntimo que el psicoanálisis acoge.
Como dice Eric Laurent en su texto "El niño, ¿el resto?"[11]los desórdenes que se acumulan en
el horizonte próximo necesitan que los psicoanalistas puedan proteger a los niños que vienen a
verlos de los delirios familiares y de los delirios de Estado, de los delirios del discurso de
nuestra civilización en el siglo XXI. Cuando recibe al niño, debe poder protegerlo y permitirle
orientarse, encontrar su camino, discernir cómo fue producido por el "aborto" del deseo
paterno, de los impasses de la producción del niño como objeto en la civilización, puede y
debe darse los medios de hacer, a su vez, un plano del edificio, condición para que encuentre
una puerta de salida que le permitirá construir una solución viable, vivible para él y para todos
los que serán más tarde sus niños.

NOTAS

LACAN. J. Nota sobre el niño. En: OTROS ESCRITOS. ED. Paidós, Buenos Aires, 2012. pág 393.

MILLER, J.-A. Los miedos de los niños. Paidós, Buenos Aires, 2017. Pág.21

MILLER, Judith. Ibid. Pág.11

LACAN, J. La Transferencia. Pág. 276

Reseñado por Valeria Luiselli en su excelente libro Los niños perdidos. Ed. Sexto piso, España,
2016

MILLER, J.-A. Los miedos de los niños. Ibid. Pág.21

Ibid. Pág.24

Ibid. Pág 25

Danto, Elizabeth Ann. Psicoanálisis y justicia social. Ed. Gredós, Madrid, 2013. Pág.371-373

Paidós, Argentina, 2000.

LAURENT,E. El niño y su familia. Colección Diva, Buenos Aires, 2018. Pág.113

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