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ACERCA DE LA MIRADA Y LA VOZ

Marta Rietti

La praxis psicoanalítica -tratar lo real por lo simbólico- se sostiene de


sus fundamentos. El objeto como uno de éstos, interroga dicha praxis
ya que la verdad del sujeto no está en el mismo sino en la naturaleza
velada de aquél.

En un análisis se trata de hacer surgir ese objeto -"que es el elemento


de lo cómico puro" (1), Desde el punto de vista analítico dimensión
legítima del humor como reconocimiento de esa misma comicidad.

El objeto es objeto en el fantasma: una cura supone trabajo sobre ese


fantasma, pero no es trabajo del fantasma. Por su sesgo se localiza el
objeto en la cura, hallando una forma de conciliar lo inconciliable,
cercar ese objeto perdido que paradojalmente no ha estado jamás ahí.
Lo analítico implica un trabajo de sustitución de un significante por otro
como manera de desprendimiento del objeto; entre el decir y los
dichos, entre la enunciación y los enunciados la interpretación va
causando, elaborando ese desprendimiento. El sujeto ha incorporado,
ha tragado del Otro dichos que como conjuntos de goce dan
significación a sus síntomas-Lacan dirá lo dicho primero decreta,
legisla, aforiza es oráculo, confiere al Otro real su oscura autoridad (2)
Vínculo del estadío oral y su objeto con el Superyó, conexión de este
último con la voz y la mirada objetos que como excedentes pulsionales
denotan carácter parasitario bajo los imperativos superyoicos. La
mirada " es ese objeto inenguilible atravesado en la garganta del
significante (3), indigerible pues da cuenta de un límite "más allá del
ver", así como la voz, voz gruesa del padre que se hace oír antes de
poder ser escuchada "voz pura en tanto que en el lugar del Otro, ella
es incorporada de un modo perverso (4).

El sujeto amarrado al Otro, tomado locamente, atolondradamente por


sus supuestas demandas, articula una respuesta fantasmática
haciendo consistir ese Otro en saber que proviene de una autoridad
absoluta y que maldiciéndolo le indica que no es más que ese objeto
caído desde ese lugar único asignado por esa mirada y voz
superyoica.

En el eclipse del Otro simbólico, la persistencia de esa mirada y voz


sumergen al sujeto en una culpabilidad que le asegura como ganancia
secundaria la ilusión que es posible tener relación con un Otro
supuesto sin barrar.
Si hay acto analítico hay eficacia. Eficacia apunta a la castración del
Otro, a que el sujeto salga de su sujeción a ese Otro absoluto que
constituyó como su primer mito, Mito que es fantasma neurótico, el
goce del Otro como inexistente. Así el trabajo analítico es gastar a ese
Otro, perforarlo y es en transferencia gastar al sujeto supuesto saber
aquél que es garante de ésta última. Recorrido desde la mirada
invisible y la voz inaudible del superyó que dan consistencia
imaginaria al Otro a la toma de la palabra, aquella que se sostendrá de
una mirada una voz pero ahora como objetos desprendidos de ese
Otro.

Mirada y Voz del Otro, mirada y voz que como objetos de un estatuto
singular dan cuenta del enlace del a al Otro y es en la cura en donde
el deseo del analista jugado en el semblante de objeto, haciendo
máxima distancia al Ideal, fundamenta la transferencia.

Si la mirada y la voz adquieren carácter invasor, interrogan en este


punto la relación del sujeto al Otro, en tanto el sujeto mirado por el
Otro se constituye en mirada a la vez que la voz del Otro se cuela por
sus orejas que en el campo del inconsciente son "el único orificio que
no puede cerrarse". A lo largo de su existencia el sujeto será llevado
por las vías del más allá del principio de placer a insistir
repetitivamente en ese punto traumático intentando hacer algún borde
en lo que no ha sido simbolizado, Punto de monotonía que muestra el
desamparo humano.

Así un simple agujero en lo real puede poner en juego la dimensión de


esa mirada y esa voz. Recaer de manera monstruosa sobre una
escena obscena, instituye al sujeto como puro objeto. Señala la
introducción de un ojo maldito.

El juicio crítico situado en un sujeto degradado de lo simbólico aparece


bajo la forma de esa mirada y esa voz, Suscitada la mirada el sujeto
no puede ya sustraerse quedando encandilado, fascinado.

También tomado por la voz del otro, voz grave e intensa no hace más
que repetitivamente incorporar aquello que no pudo ser ligado
psíquicamente sustituyendo en lo superyoíco de dichos objetos el
defecto de lo simbólico.

Es por la experiencia de una cura aún no concluida que intentaré


através de este escrito dar cuenta de cómo mirada y voz tomaron un
lugar relevante.
Quien me consultó, lo hizo diciendo que hacía tiempo había
consumido cocaína Venía no obstante pues pensaba que un análisis
podría ayudarlo en cuestiones de su vida.

Relataré entonces algunas escenas de la vida de aquel que luego


devino analizante.

Al padre no lo llamaba padre, sino que se dirigía a él por su apellido


que homofónicamente estaba en relación al de la analista, él se
dirigirá a ella de la misma manera que lo hacía con su padre, Pienso
que así fue su forma de entrada a la transferencia.

Pregnancia del decir materno que por momentos lo hacía dudar, no


creer que a quien se dirigía como su padre fuera en verdad ése. Un
"no" de éste último hubiese podido evitar su ingreso a la religión
materna. La Biblia le fue enseñada a la manera de un oráculo,
particularmente en lo que se refería al fin del mundo y al Apocalipsis,
citas bíblicas que regían su vida otorgándole al Otro un saber
absoluto.

Este último se había vuelto oracular, la incorporación de sus dichos no


fue sin un costo: sostener la alienación del sujeto.

Frases que resonaban como un eco en sus oídos:

«El fin del mundo está cerca» se dice «si esto va a suceder porque no
consumir' "Hay que estar bien delante de los ojos de Dios porque se
aproxima el f In".

'Date poca cadena porque te podes llegar a perdeCse dice "me veo
atado con una cadena al pié`,

Según Lacan si Ia voz del Otro debe ser considerada como esencial»y
Iodo analista será llamado a darle su lugar...en la formación del
superyó"(5) es necesario que el sujeto ponga en cuestión esa voz para
que pueda hablar desde éste tiempo, de análisis para interrogar sus
dichos, trabajo de la castración sobre la alienación para hacer caer el
goce.

La mirada se hacía presente por esos ojos que lo miraban, mirada


angustiante que apareció en los relatos de muchos de sus sueños
como intento de tramitación por esa vía regía, Bajo ese efecto y tal vez
por déficit simbólico, el sujeto a modo de una elección inconsciente,
sustituyó ahí con la incorporación de¡ objeto mirada y el objeto voz lo
que no había podido llegar a la significancia sus tres mundos- el de la
religión de la que se fue franqueando todos los límítes,el de la droga,y
en el que se decía que estaba tratando de estar. En éste último le era
difícil sostener-se , cuando convocado en relación al sígnificante
de¡ Nombre de¡ Padre, caía repetitivamente en el consumo: se
consumía en el goce superyoico.

Dos tiempos en esta cura- el tiempo de¡ ocultamiento del consumo,


ocultamiento que se develaba através del ruborizarse mostrándose
vergonzosamente ante la mirada del Otro.

De este tiempo sitúo la preeminencia de la mirada y voz superyoicas


que reducen al analízante al silencio. El consumo - del que la analísta
nada sabíaparecía decirlo todo. Ocultaba ya que el hablar se le
tornaba persecutorio.

No obstante siguió viniendo aún cuando esa mirada invasora se le


jugó en transferencia. Así como la voz.

Esa mirada y esa voz oracular no habían quedado por fuera sino eran
condición necesaria de la transferencia,

La mirada y la voz a la manera de cierta presencia del analista lo


inquietaban y lo llevaban a consumir.

En una secuencia: ojos de Díos,ojos que lo miran se puso en juego la


mirada del Otro como mirada superyoica. Enrojecía y hacía silencio
ante esa mirada que provocaba su vergüenza y que era él mismo.
Después del consumo no podía dar la cara: el miedo con vergüenza,
pero ¿qué era ésta última sino suponerse sin secreto transparente
para el Otro?,

Una intervención inauguró un tiempo diferente haciendo caer esa


mirada y voz superyoica.

En aquella ocasión y ante la presión de acontecimientos que


sumergían al analízante en la desesperación me encontré diciéndole-
"ya habrá tiempo para.. .-

Mi decir lo envió a un tiempo que él llamó del pensar, de alternancia


entre el hablar del consumo y el consumo en donde puso a prueba su
capacidad de espera, pudiendo entonces comenzar a escucharse en
lo más traumáfico de su subjetividad, En este otro tiempo, el del
develamiento del consumo,el analista poniendo a trabajar la mirada y
la voz pudo acompañar al analizante en la destítución de lo que lo
arrasaba como sujeto.
Voz y mirada como instrumentos en la cura produce que el analízante
pueda mirar de una manera diferente no quedando silenciado su decir.
Pero la mirada del analista que sostenga esa diferencia no es sin su
voz que con su intervención hace corte, escansíón. Nombrada la ley
como pacificadora cae el goce de la mirada que petrífica y fascina al
analízante,

Deseo del analista, que relanza el trabajo analítico una y otra vez
haciendo pasar esos objetos de restos superyoicos, plus de goce a lo
que es del orden de la causa de deseo.

Entiendo así la frase de Lacan: Ia dignidad del sujeto se juega en el


objeto"(6), Vacío propiciatorio que dispone así a esa dimensión
legítima del humor.

Notas

(1) Sem XI - "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis".

(2) Subversión del sujeto.

(3) Sem XI - "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis---.

(4) Sem XVI - "De otro al Otro"

(5) Sem XXI - "Los Nombres del Padre.

(6) "Sem VIII - "La Transferencia"

Referencias Bibliográfica

Lacan,J- "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanáfisis

Lacanj: "De un otro al Otro"

Lacanj. "Los Nombres del Padre"

Lacan,J- "La transferencia"

Dídier Weill,Alain: Los tres tiempos de la ley

Nasio,J: La voz y la interpretación

Assoun.,Paul- La Mirada y la Voz

Glasman,Sara: Transferencia y Acto Analítico-Conjetural 14


Bremond,Monique: Objeto y Fantasma, En los límites de la
transferencía
LUNES, 28 DE MAYO DE 2007

Una voz que sonoriza la mirada, de Vicente Palomera


Una voz que sonoriza la mirada
Vicente Palomera

Jacques Lacan subraya en el Seminario X el vínculo existente entre la angustia y lo imaginario y


empieza a estudiar la angustia partiendo del registro escópico.Primero, parte de la imagen
especular y de todos los trastornos de la relación con la propia imagen, lo Unheimlich del doble,
hasta llegar, finalmente, a los momentos en que la imagen empieza a cobrar autonomía, cuando
la imagen misma empieza a mirar. En el clímax de la demostración, Lacan aporta un caso de
una paciente psicótica que dice Io sono vista, y que en italiano supone decir tanto "soy vista"
como "soy la vista".La paciente esquizofrénica, Isabella, había hecho un dibujo donde hay un
árbol con tres ojos. Lacan se interesa especialmente por el marco, por los significantes que
enmarcan las ramas del árbol. No es solo la mirada de lo que se trata, sino lo que la enmarca,
una cadena significante que se impone en su dimensión de voz: Io sono sempre vista [1].El
alcance de este ejemplo llegó veinte años después, en 1983, de la mano de Jacques-Alain Miller
cuando lo leyó con el fondo de una nota en "De una Cuestión Preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis", que mostraba cómo el objeto, en tanto estructura de pérdida vital, se
encontraba presente en este caso y, también, cómo el campo de la realidad se constituye a partir
de la extracción de la mirada como objeto [2]. Es en este sentido que se puede afirmar que la
pérdida de la realidad es equivalente a la pérdida del marco de la realidad. El mutismo de
Isabella se debe a que ella misma ocupa el lugar de la apertura obtenida por la extracción del
objeto. La mirada está siempre ahí, enmarcada, "recortada", pero Isabella no puede despegarse
de ella.En definitiva, el sujeto psicótico revela que el objeto (a) puede estar recortado pero esto
no basta para despegarse de él.Por otro lado, la observación de Lacan aparece tras un
comentario sobre el sueño del hombre de los lobos: "Si esta observación tiene para nosotros un
carácter inagotado e inagotable, es porque se trata esencialmente, de cabo a rabo, de la relación
del fantasma con lo real. ¿Qué vemos en el sueño? La hiancia súbita de una ventana. El fantasma
se ve más allá de un cristal, y por una ventana que se abre. El fantasma está enmarcado"[3]. En
este sueño, "el marco son los lobos en las ramas".En el caso de Isabella, prosigue diciendo: "lo
que desempeña el papel que desempeñan los lobos para el hombre de los lobos, son
significantes. Más allá de las ramas del árbol, ella ha escrito la fórmula de su secreto, Io sono
sempre vista".Detengámonos, por un instante, en el dibujo de Isabella. Nos invita a ello la frase
que envuelve el árbol y, además, el comentario que Freud hace en La Interpretación de los
sueños, a propósito de los medios de representación del sueño ("Die Darstellungsmittel des
Traumes"). Freud establece allí una analogía entre sueño y dibujo: "La falta de esta capacidad de
expresión (de los sueños) debe depender del material psíquico con el que el sueño es elaborado.
A una análoga limitación se hallan sometidas las artes plásticas, comparadas con la poesía, que
puede servirse de la palabra, y también en ellas depende tal impotencia del material por medio
de cuya elaboración tienden a exteriorizar algo. Antes de que la pintura llegase al conocimiento
de sus leyes de expresión, se esforzaba en compensar esta desventaja haciendo salir de la boca
de sus personajes filacterias en las que constaban escritas las frases que el pintor desesperaba de
poder exteriorizar con la expresión de sus figuras" [4]. En esta se atisba la esquicia existente
entre sonido y voz.Como esas filacterias en las que estaban escritas las frases que el pintor
desesperaba de poder extraer, "Io sono sempre vista" es lo que –como lo señala Lacan- Isabella
nunca había podido decir hasta entonces. Isabella permanece en un mutismo aterrado y, a
través del dibujo, lo infigurable aparece en la figura, una enunciación silenciosa es puesta en el
dibujo. Es la voz inaudible pero que se muestra en un objeto en sí mismo irrepresentable. Lo que
no se puede figurar –la voz- vuelve en el cuadro como figurable y, sólo por abuso de términos, se
diría que "da voz a la mirada".Tratándose del sueño y de la pintura, Freud no hablaba de una
limitación en la representación sino de un límite: lo no figurable no procede de una impotencia
sino de una imposibilidad, propia de la lógica de la expresión figurada. Digamos que si los
pintores dejaron de recurrir a las filacterias es porque los cuadros van a centrarse y organizarse
entorno a un vacío central. Es este vacío el que no encontramos en el caso de Isabella.En 1982,
en su Curso de la Orientación lacaniana, Jacques-Alain Miller señalaba precisamente que la
mirada no pertenece necesariamente al orden visual. La mirada puede ser un ruido, puede tener
otro sensorium, pertenecer a otro orden de los sentidos distinto del visual- Jacques Lacan lo
ilustra con el ejemplo de Jean-Paul Sartre, donde el sujeto se ve mirar en el momento en que el
ruido se hace oir [5].Otro tanto ocurre en el caso que Freud publica en "Un caso de paranoia
contrario a la teoría psicoanalítica" donde el ruido de un clic (das Geräusch des Abdrückens),
desencadena la sospecha de detrás de la cortina está oculto alguien que espía. La vergüenza por
la desnudez de "la belleza expuesta" retorna en el sentimiento de ser atrapada por la mirada del
otro [6].Por su parte, la voz tiene una temporalidad distinta de la mirada. En la misma sesión de
su Curso, Miller los señala: "en el objeto mirada, hay una suspensión temporal", es decir, la
mirada está en el registro de la duración, de un "no sabía cuanto tiempo miraba eso", sin
embargo, respecto a la mirada, siempre estamos en el registro del instante.Sin embargo, con la
voz estamos atrapados en la duración. En la voz "hay envolvimiento –señala Miller- hay
modulación".El obstáculo principal para captar el lugar de la voz está en el hecho de que
"estamos obnubilados por la función del sonido, por la función fónica".De nuevo, en "De una
cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", Lacan precisa que hay una
función de la voz que está ligada, esencialmente, a la cadena significante como tal,
independiente del acceso que se tenga por tal o cual sentido: "la alucinación verbal no es
reducible ni a un sensorium particular…ni sobretodo a un percipiens que la daría su
unidad".Existe, pues, una independencia de la voz respecto a cualquier sensorium, respecto a
cualquier sentido. La voz en Lacan está tan presente en lo que se oye como en lo que se lee, es
una voz que no está ligada esencialmente a la sustancia sonora. Esta es la razón por la que,
Jacques-Alain Miller concluye que "la voz está hecha de un vaciamiento de la sustancia
sonora" [7].Es esto de lo que Antonin Artaud testimonia en L’Omblic des limbes: una voz que no
pasa por las rutas del sonido ("esa carne que no se siente más en la vida, esta lengua que no llega
a salir de su corteza, esa voz que no pasa más por las rutas del sonido") [8].Pero este
"vaciamiento de la sustancia" es generalizable a todos los objetos (a): "el vaciamiento de la
sustancia es precisamente uno de los rasgos de los objetos (a)" [9]. Es lo pone de manifiesto el
recuerdo infantil de un sujeto que organiza su fantasma en la intrincación del objeto (a), en sus
diferentes formas, en el regalo de "mal gusto" que sus padres, en forma de don, le habían
entregado en pleno control de sus esfínteres: una bacinilla de juguete en cuyo fondo había
dibujado un ojo enmarcado por la fórmula: "¡Ojo que te veo!. En este ejemplo, hace ver bien que
el objeto anal no es el excremento, sino el vaciamiento de esta sustancia. Es este objeto el que
organiza, en su existencia, su ob-cesión, es decir, entre la evitación y el rechazo.Es este
vaciamiento de la sustancia del objeto (a) lo que lleva a Lacan a afirmar, en el Seminario sobre
Le sinthome, que "el objeto (a) no es sino uno solo y el mismo objeto" [10]. Es decir, que las
"cinco formas" del objeto (a) pueden entenderse como las cinco formas de un mismo objeto.En
1975, Lacan presenta una nueva tesis sobre la paranoia señalando que "la paranoia es un
pegoteo imaginario, es una voz que sonoriza la mirada, es un asunto de congelación del
deseo" [11]. Evidentemente, esta definición se sustenta en el hecho de una voz vaciada de su
sustancia sonora.Hace unos años, tuve la ocasión de presentar el caso de una parafrenia para
ilustrar este aspecto de la tesis de Lacan. Se trataba de un ejemplo de "máquina de influir" en el
que un sujeto, Orlando, relataba cómo "elAparato fija planos, haciendo aparecer a las mujeres
con la piel especialmente blanca y brillante, las imágenes proyectadas en planos fijos, intercala
colores (…): los labios aparecen muy rojos y marcadamente voluminosos, una luz da un brillo
espectacular a la mirada, hasta el punto de sentir miedo (...) Entonces, la mirada hablaba".Se ve
bien que la voz sonoriza la mirada en el momento en que las imágenes quedan congeladas o,
como el sujeto aclara, "proyectadas en planos fijos".Lacan vuelve a referirse, en La Tercera, a la
voz. Este "Discurso de Roma" de 1975, es un discurso que "me permite simplemente poner la voz
en la rubrica de los cuatro objetos que he llamado (a), es decir, volver a vaciarla de la sustancia
que podría haber en el ruido que hace, es decir, volver a colocarla en la cuenta de la operación
significante, la que yo especifiqué con los efectos llamados de metonimia" [12].Orlando es
testigo de cómo los efectos de metonimia se ven obstaculizados, detenidos por la intervención de
esos planos que fijan la imagen. Digamos que sufre, en esos instantes, de una primacía de la
"forma mirada" sobre la "forma voz" del mismo objeto.Lo que mediante la expresión de
"pegoteo imaginario" hace escuchar Lacan, es que la voz queda subordinada a la mirada, pegada
en la fijeza escópica. Ese momento es para Orlando de un gran pavor ("una luz da un brillo
espectacular a la mirada hasta sentir miedo, (…) entonces, la mirada hablaba"). Orlando habla
entonces de un brillo que lo enceguece, momento en que el objeto mirada aparece obturando la
metonimia del deseo. La angustia es precisamente ese embudo temporal, instante donde el
tiempo se detiene, quedando suspendido e inmovilizado.

Notas
1-
Lacan, J., Seminario X, La Angustia, p. 85.
2-
Miller, J.-A., "Mostración en Premontré", Matemas I, Manantial, BsAs, 1987, pp. 169-173.
3-
Lacan, J., Seminario X, La Angustia, p. 85.
4-
Freud, S., Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid, p. 536.
5-
Miller, J.-A., Curso de la orientación lacaniana, 24 febrero de 1982 (inédito).
6-
Freud, S., "Un caso de paranoia contrario a la teoría psicoanalítica", en: Gesammelte Werke, X,
p. 236.
7-
Miller, J.-A., Curso de la orientación lacaniana, 3 de marzo de 1982 (inédito).
8-
Artaud, A., "Correspóndanse de la Momie", en: L’Ombilic des limbes ("Cette chair qui ne se
touche plus dans la vie, cette langue qui n’arrive plus à depasser son écorce, cette voix qui ne
passe plus par les routes du son").
9-
Miller, J.-A. Op. cit.
10-
Lacan, J., LeSeminaire XXIII, Le Sinthome, Seuil, p. 86.
11-
Lacan. J., LeSeminaire,RSI, en: Ornicar?5, p.42.
12-
Lacan, J., "La Tercera", en: Intervenciones y textos, 2, Manantial, BsAs. p. 74.

Fuente: Wapol

PUBLICADO POR LIC. VIDRIERAS EN 15:10 

ETIQUETAS: MIRADA, OBJETO A, UNA VOZ QUE SONORIZA LA MIRADA , VOZ


El mal y su relación a la mirada y la voz
 

Por Bernard Nominé.

Entonces, me corresponde empezar esa serie de conferencias madrileñas sobre el mal. Vale decir que
es un tema bastante nuevo en nuestro ámbito y en eso os agradezco el  haberlo elegido.

Lo más sencillo para introducir el tema sería volver a Freud y a su descubrimiento de la pulsión de
muerte, la pulsión agresiva, que cada uno alberga en sus adentros. Esa pulsión pone trabas al lazo
social promovido por la cultura, puesto que ese lazo social se funda supuestamente en otra pulsión, o
sea la pulsión promovida por el amor: el Eros.

Es muy sencillo: el Eros reúne, mientras que Tanathos separa. En realidad Freud se da cuenta de que
las cosas son mucho más complicadas, de allí resulta el malestar en la cultura, malestar que remite al
malestar que yace en cada uno de nosotros, debido al conflicto entre las necesidades del individuo y
las del grupo.

No es tan sencillo distinguir el bien y el mal. Porque depende del punto de vista que tomemos. Por
ejemplo, si tomamos el punto de vista del individuo: satisfacer sus propias tendencias agresivas  no
es  forzosamente un mal, a menudo puede ser un bien, al revés, reprimir esas tendencias y dirigirlas
hacia si mismo puede dañar al yo.

Entonces, ¿dónde está el bien, dónde está el mal?. Uno podría decir que a nivel del individuo, el mal
es emanación de la pulsión de muerte que empuja al yo a dañarse. Entonces el verdadero mal sería el
mal proporcionado a si mismo y no a los demás.  Sería una filosofía algo sadiana, lo contrario de la
caridad cristiana para quien el mal es únicamente el mal proporcionado al prójimo.

En este sentido  es  una influencia ajena  (la del Otro con mayúscula)  que le  permite al sujeto
distinguir entre malo y bueno. “Librado a la espontaneidad de su sentir, el hombre no habría
seguido ese camino; por tanto, ha de tener un motivo para someterse a ese influjo ajeno. Se lo
descubre fácilmente,… su mejor designación sería: angustia frente a la pérdida de amor.   Claro que
el que actúa mal corre riesgo de ser castigado por el Otro. Si pierde el amor del otro, de quien
depende, queda también desprotegido frente a diversas clases de peligros, y sobre todo frente al
peligro de que este ser hiperpotente le muestre su superioridad en la forma del castigo. Por
consiguiente, lo malo es, al principio, aquello por lo cual uno es amenazado con la pérdida de
amor.

Suele llamarse a este estado «mala conciencia», pero en verdad la conciencia de culpa no es sino
angustia frente a la pérdida de amor, angustia «social». En el niño pequeño la situación nunca
puede ser otra; pero es también la de muchos adultos. Por eso se permiten habitualmente ejecutar
lo malo que les promete cosas agradables cuando están seguros de que la autoridad no se enterará
o no podrá hacerles nada, y su angustia se dirige sólo a la posibilidad de ser descubiertos.”  [1]
Sobreviene un cambio importante – añade Freud – cuando la autoridad es interiorizada por la
instauración de un superyó. Con ello los fenómenos de la conciencia moral son elevados a un nuevo
grado.  En ese momento desaparece la angustia frente a la posibilidad de ser descubierto, y
también, por completo, el distingo entre hacer el mal y quererlo; en efecto, ante el superyó nada
puede ocultarse, ni siquiera los pensamientos. El superyó pena al yo pecador con los mismos
sentimientos de angustia, y acecha oportunidades de hacerlo castigar por el mundo exterior.”
Pero, a mi modo de ver, respecto a nuestro tema del mal,  el punto más interesante de este capitulo
VII del  Malestar en la cultura viene a continuación cuando Freud subraya el porvenir de la pulsión
agresiva reprimida. “El efecto que la renuncia de lo pulsional ejerce sobre la conciencia moral se
produce, entonces, del siguiente modo:  cada fragmento de agresión de cuya satisfacción nos
abstenemos es asumido por el superyó y acrecienta su agresión contra el yo.”

Es muy interesante porque así vemos que la conciencia moral, procedente de la cultura, no logra
borrar por completo la pulsión agresiva, algo de esa pulsión permanece, bien tapado en lo íntimo del
sujeto, precisamente en esa instancia llamada superyó quien luego puede tranquilamente ejercer su
ferocidad contra el yo.

Esa ferocidad del superyó bien se hace oír en el caso de la psicosis y especialmente en la
melancolía.  Veremos más adelante la relación de ese superyó con un objeto de goce muy peculiar
que Lacan aisló y que llamó la voz.

Por ahora, sólo quiero subrayar la paradoja siguiente: cuanto más el yo se somete al mandamiento
del superyó, más feroz se hace el superyó. El superyó nunca puede ser saciado, su glotonería es
absoluta. Es importante considerar la naturaleza de ese superyó: a la vez procede de la educación,  de
la cultura que nos impide satisfacer nuestras pulsiones y a la vez participa de la pulsión agresiva
misma, siendo construido alrededor de un resto imposible de reprimir. El superyó no contradice el
refrán antiguo: Homo homini lupus, muy al contrario, si lo miramos muy de cerca, el hombre es un
lobo incluso para sí-mismo.

La lección freudiana aislando esa instancia feroz y siniestra en el corazón del hombre no les viene
bien a los que no quieren saber nada de “la inclinación innata del ser humano al «mal.», a la
agresión, la destrucción y a la crueldad.” Para ellos, Dios los ha creado a imagen y semejanza de su
propia perfección, y por eso les resulta difícil admitir la indiscutible existencia del mal al lado de la
bondad infinita de Dios.

El Diablo es entonces el “ mejor expediente para disculpar a Dios”[2] . Pues, la existencia de Dios
implica la existencia del diablo. El diablo, dice Freud, corporiza la existencia del mal. Es muy
llamativo darse cuenta de que hoy en día el diablo ya  no asusta a nadie. Muy al contrario el culto
satánico interesa  cada vez más a los jóvenes decepcionados, atiborrados por los bienes
suministrados por el sistema del  consumo capitalista.
Recientemente, preparando esta conferencia, me enteré de la salida del libro de un tal   François 
Meyronnis  cuyo titulo me llamó la atención.: “Sobre la exterminación considerada como una de
las bellas artes”[3]. Se trata de una reflexión sobre la expresión del mal en la literatura  de hoy.
“Será preciso – escribe Meyronnis –   que lo admitamos un día: al mal le sucedió algo.”.  Antes, el
mal podía ser ubicado fácilmente del lado de esa instancia que lo corporizaba  o sea el diablo. Había
por un lado Dios y su creación, a partir de la nada, y por el otro lado, quien se oponía a la creación y 
reivindicaba el retorno a la nada o sea el diablo.

Era bastante facil reconocer esas fuerzas opuestas, por aquí las fuerzas del bien   y por allá las
fuerzas del  mal. Hoy, nos burlamos de quien trata de ubicar en las democracias occidentales  la
fuerzas del bien y en el terrorismo islámico  las fuerzas del mal. “Uno quisiera que haya por un lado
las democracias del mercado y por otro lado una internacional del terror manteniendo la
discordancia. Es una burla con la que se atonta a las masas. …Al jugar con el espanto, el terror no
quebranta jamás el control planetario, sino que lo consolida, lo refuerza. Después del desconcierto
el terror engendra unas ganas (un prurito) de obedecer.  ”

Así lo imaginó un escritor francés, Jean-Christophe Ruffin, en su novela titulada Globalia. Se trata


de un nuevo mundo totalmente globalizado, totalmente controlado por la policía, la justicia y la
psicología. Los psicólogos sirven para castigar a la gente, un castigo común es por ejemplo la
reeducación psicoterapéutica para enseñarles a los delincuentes el camino del bien .  Pues en este
mundo, el gobierno, de vez en cuando, suele armar falsos ataques terroristas para reforzar la unidad
del pueblo.

Al jugar con el espanto, el terror no quebranta jamás el control planetario, sino que lo consolida, lo
refuerza.  Así pues , no es sencillo distinguir las fuerzas del bien y las del mal porque, en cierto
modo, obran en el mismo sentido. Basta con pensar por ejemplo en las ganancias sacadas por las
cadenas de televisión alrededor del 11 de septiembre del 2001 cuando nutrían nuestro goce con el
espectáculo del horror.

Las fuerzas del mal habían armado el ataque y las fuerzas del bien sacaban provecho del horror
llevado a la escena. Lo llamativo es que por ambos lados se hablaba de Dios. Los terroristas decían
obrar en nombre de Dios, y los americanos contestaban predicando la cruzada. ¿Dónde está el
diablo? En ningún lugar, pero el mal está por todas partes y nos da por gozar por medio del
espectáculo que nos sirven cada día y que exigimos en nombre de un derecho a la verdad.

Antes, era mucho más sencillo denunciar las obras del diablo y sus empujes al goce. ¿Quién, hoy en
día, se arriesgaría a denunciar el pecado o la culpa del espectador que mira el espectáculo de una
matanza, o que lo escucha en su radio o que lo lee en su periódico?

Otra vez más os recomiendo una lectura, la de una escritora belga, Amelie Nothomb, su novela
titulada Acido sulfúrico. Es muy llamativo, en esta conferencia, estoy hablando de la desaparición
del diablo lo que colleva la omnipresencia del mal y se me viene a la mente este título : ácido
sulfúrico.  Huele a azufre! Así se decía en Francia cuando uno sospechaba la presencia del diablo.

En esta novela, se trata de un pseudo testimonio sobre el universo de los campos de concentración.
En un primer tiempo, uno puede encontrar en este libro todos los ingredientes con los que se suele
nutrir el apetito del lector: angustia y espanto de las victimas, ferocidad de los guardias,  es el horror
al que estamos acostumbrados en este tipo de relatos. Pero,  de repente, hay un cambio de
perspectiva, todo eso no es sino una escenificación para un espectáculo de televisión
titulado: Concentración. Así Amelie Nothomb denuncia los siniestros reality shows  de la televisión.
Pero  a la vez denuncia el goce que pueden desencadenar los testimonios sobre el horror.

En un cierto momento, entrevistan a una de las prisioneras, presentada como  heroína: “A su juicio,
¿quienes son los más culpables?

–       Pienso que los más culpables son los espectadores – contestó-.

–       Claro que el público tiene la culpa, pero ir hasta decir que él es el más culpable, no! El público
queda pasivo. Los organizadores, los políticos, son mil veces más culpables.

–       Su perversidad es autorizada y luego creada por los espectadores. Los políticos emanan del
público. En cuanto a los organizadores, son tiburones que se contentan con escurrirse en donde hay
hiancias, o sea, donde hay  mercado que da beneficio. Los espectadores son culpables por formar un
mercado que da beneficio”.

A continuación, la novela describe la evolución de ese espectáculo inmundo. Para remediar una baja
de audiencia, los organizadores, deciden quitarles su papel represivo a los guardias y especialmente
su responsabilidad en la selección que cada día manda a la muerte a cierto número de victimas. Los
organizadores otorgan esa responsabilidad a los espectadores que ahora podrán votar por medio de
su telemando, para designar a las victimas para enviar a la muerte. Enseguida la audiencia crece.
Amelie Nothomb subraya así, de modo caricaturesco, el goce del testigo de vista, ese mismo goce
que las pacientes de Freud confesaban haber experimentado cuando de niñas miraban al padre
castigando a otro niño.
Doy por seguro que saben que la escena de un niño pegado por un adulto le sirvió a Freud como
modelo del fantasma. El fantasma es una escenificación,  siempre se presenta como una escena, algo
que ver. En realidad esa escena se desarrolla en una pantalla que tapa un vacío. El vacío producido
por la falta de representación : no todo es representable, lo real no tiene imagen. Pues el fantasma
pretende suplir esa falta y nos entrega una imagen  donde no hay nada que ver.

Si la escena del fantasma nos resulta tan atractiva, mientras que  es siempre la misma imagen,
totalmente estereotipada, sin sorpresa ninguna, es que esa imagen suple la ausencia de una imagen
que uno quisiera ver y que nunca verá. Eso es  lo irrepresentable, aquel objeto que falta en la escena
que representaría la suerte de objeto que fuimos para el Otro, desde el principio.

El recorte de ese objeto imposible de ver y de representar  constituye el punto desde donde cada uno
mira al mundo. El fantasma es la ventana a través de la que uno contempla la realidad de su mundo.
Lacan nos recuerda que la palabra fantasma implica ese deseo de verlo proyectado como escena en
la pantalla de nuestro cine íntimo. Nos gustaría ver este cuadro porque nunca lo podremos ver. Es la
imagen que siempre nos hará falta: lo que fuimos antes de ser, y lo que ocurrirá con nosotros cuando
ya no estemos.

Dicho de otro modo, lo que nos concierne en la escena del fantasma se halla más allá de la pantalla.
Por eso podemos entender como la obscenidad de las imágenes del sexo y de la muerte pueden dar
tantos beneficios. Del mismo modo podemos entender por qué la escenificación del traumatismo en
el que nuestro semejante es una víctima. nos resulta tan atractiva.

Es importante que lo sepamos  porque, cada vez que uno evoca, incluso por motivos serios, una
escena en la que una persona padece la violencia de otro, ello despierta ese goce del fantasma en el
que recibe este tipo de  mensaje,  lo sepa  o no.

Esto es lo que  fui llevado a decir en el cierre de unas jornadas a las que me habían invitado. Eran
jornadas de una asociación que atiende a personas que han sufrido violencias políticas. El tema
era Transmitir y  testimoniar . Estaban en esas jornadas colegas que se dedican a recoger el
testimonio de  personas  traumatizadas.

En mi conclusión fui llevado a recordarles que el modelo del fantasma, según Freud, es una escena
que uno imagina para gozar  y es una escena  de fustigación: pegan a un niño. El sujeto que usa ese
fantasma es reducido a una mirada que goza frente al traumatismo que su semejante padece. Por
supuesto mi conclusión  matizaba un poco  el elogio que habían hecho del  testigo y del deber de
memoria, dado que en segundo plano se perfilaba el horror de los campos de concentración.

Para preparar mi conclusión yo había encontrado en Ricoeur, una reflexión interesante sobre el tema
del testigo. El testigo desempeñaba en la antigüedad romana el papel del tercero. Testigo procede
de testis, o sea el tercio en latín. En el derecho romano así designaban la función de la tercera
persona encargada de asistir a un contrato oral  entre dos personas para poder certificarlo. Ricoeur
nota  que “en el momento del testimonio, el testigo se sitúa en una posición tercera respecto a todos
los protagonistas del acontecimiento. El testigo pide que uno lo crea. No se contenta con decir: “yo
estaba allí”, añade, “créame”. La certificación del testimonio sólo resulta completa por la
respuesta de quien recibe el testimonio y lo acepta.”

Gracias al trabajo de Ricoeur, vemos que hay dos estatutos para el testigo.

o Un estatuto imaginario, en la medida en que el testigo participa en la escena, siendo el que


mira. Así él está en la imagen en el sentido en que es tomado por testigo, a pesar suyo.
o y por otro lado hay el papel simbólico del testigo como tercero cuyo testimonio tiene cierto
valor cuando los demás lo escuchan y lo creen.
Ser tomado como testigo y testimoniar son entonces cosas distintas. Insisto en ese punto porque en
sus libros, Primo Levi varias veces relata una pesadilla que tuvo en Auschwitz. En esa pesadilla, él
quiere testimoniar del horror del lager pero sus interlocutores le vuelven la espalda y  no quieren
escucharlo.

El rechazo del testimonio niega la función simbólica del testigo y lo mantiene en su estatuto
imaginario en tanto que protagonista tomado  en la escena o sea participando al horror. Asi que el
rechazo de su testimonio mantiene al testigo  en su vergüenza. Cuando uno  estudia los testimonios
de los supervivientes de la deportación, comprueba que todos confiesan que, al principio, no querían
hablar, temiendo que uno no los creyera.

Yo mismo recogí el testimonio de una colega y amiga mía que sufrió la deportación a Auschwitz y
que me confesó que el sentimiento principal generado por todo eso, para ella, no era la culpabilidad
de los supervivientes sino la vergüenza, por haber visto todos esos horrores y por haber sido
reducida a una mirada. La mirada goza, incluso de lo insostenible, es así.

Hace unos meses, tuve la oportunidad de atender a un joven, totalmente trastornado y angustiado
después de un desencadenamiento de goce que él no supo resistir. Para satisfacer la glotonería de
una pulsión escópica bastante fuerte, solía ir a menudo a ciertas páginas de internet que le
proporcionaban imágenes cada vez más violentas.

No pudiendo sustraerse de esa llamada y  empuje al goce, él necesitaba imágenes cada vez más
fuertes. Hasta que un día se entera de que ciertas páginas web presentan videos con escenas violentas
pero reales. Se trata, según dice, de violencias con animales. Entonces es cuando se encuentra con
una imagen insostenible que lo atormenta, de día y de noche, desencadenando pesadillas horribles y
fobias de impulso que lo llevaron a mi consulta.

El no pudo contarme lo que había visto realmente, varias veces trató de hacerlo contándome que se
trataba de un hombre que le cortaba la cabeza a un cochino, pero supuse que tal vez se trataba de
otra cosa más impensable. Sea lo que fuere, el desencadenamiento del goce frente a lo
irrepresentable había hecho estallar  la ventana  tras  la cual solía mirar al mundo y luego lo inmundo
se imponía por todas partes.

Aprovecho la ocasión para señalarles que la palabra mundus en latín significa limpio y así permite 
distinguir el registro de lo humano mundus  y el de lo animal, inmundus. En francés y en castellano
también permanece el verbo mondar  que  significa limpiar.

Para volver a nuestro asunto, podríamos decir que el bien estaría del lado del mundo y el mal del
lado de lo inmundo. Pero aprovechando el caso de este joven, podríamos decir que, para él, el bien
estaría del lado de la imagen que le falta y que está buscando. El bien organiza su búsqueda mientras
la imagen le  falta. ¡Que maravilloso sería ver lo que  no puedo ver! Pero, en cuanto logró
alcanzarla, el mal surgió y se impuso desorganizando su mundo. Lo que surgió, es el goce mortífero
de su propia mirada.

En la serie de los objetos que conocemos gracias a la teoría freudiana y a la enseñanza de Lacan, la
mirada desempeña una función bien peculiar. El seno, el objeto anal, el falo, son objetos que faltan y
por eso el sujeto los experimenta como bienes  que él quiere adquirir o de los que no acepta
separarse. La mirada, en cambio, cuando surge, amenaza al sujeto y se presenta más bien como mal
supremo.

Voy a entregarles un ejemplo sacado de un testimonio de una amiga mía sobre el universo espantoso
de Auschwitz que  ella publicó el año pasado en Francia. Ella me pidió hacer una presentación de su
libro dado que, de cierto modo, yo había participado a la elaboración del núcleo del libro, en tanto
que pasador del relato de su experiencia.

Se trata de una persona deportada a Auschwitz que sobrevivió y que se analizó. Ella es psicoanalista.
Cuenta que siempre se quedó con un recuerdo encubridor, terrible, cuya importancia no se modificó
a pesar de un primer análisis. De joven la deportaron a Auschwitz y allá había escapado a la « 
selección »  que la hubiera llevado a la muerte. Fue empleada en una barraca para registrar, en una
maquina de escribir, la lista de las joyas robadas a las victimas. Por suerte, según dice ella, no trabajó
sino un día en ese lugar. Pero bastaba para que se quedara con esa  imagen imborrable que me
permito usar para ilustrar la relación entre la mirada y lo inmundo.

He aquí  la escena. Está sentada detrás de la máquina de escribir, frente a ella está la pared y una
ventana. Por la ventana se ve una fila de personas recién llegadas y « seleccionadas », mujeres, niños
y ancianos que hacen cola sin saber lo que están esperando. La fila avanza poco, de manera que
nuestra joven ve a una niña y a su abuela, como enmarcadas en la ventana. Hace calor, la niña se
impacienta, deja la fila y se aproxima de la barraca con un cubilete a la mano, como si buscara agua
a un grifo colgado en la pared exterior de la barraca. Aquel grifo, esa persona tecleando en su
máquina  no lo puede ver sino que lo supone. Un soldado SS se interpone, con calma, y  acompaña a
la niña en la fila, enseñándole, con el dedo, que allá, más adelante encontrará agua, sin problema. La
gente en la fila se tranquiliza.

Mientras esa escena se desarrolla en el marco de la ventana, otra escena se desarrolla a espaldas de la
joven tecleando en la máquina de escribir  pero se refleja justo al lado de la ventana gracias a un
pequeño espejo colgado en la pared. Se trata de un soldado SS en pie, otra joven deportada, de
rodillas frente a él, recosiéndole un botón de la bragueta, se ríe ahogadamente. Luego , hay dos
escenas desarrollándose frente a nuestra joven tecleando en la maquina de escribir, una está
enmarcada por la ventana, la otra reflejada en el espejo.

Al margen de esas dos escenas, de vez en cuando, la joven, echando una ojeada, puede cruzar la
mirada del SS en el espejo.

Así pues, un primer análisis interpretó la escena de la ventana por medio de la escena en el espejo.
Como si la verdad escondida de la escena de la ventana fuera interpretada por la escena del espejo.
El grifo que la joven supone colgado en la pared sin poder verlo, ese grifo que le faltaba a la niña en
la fila, las joyas cuya lista tiene que establecer, la escena de la otra joven de rodillas frente a la
bragueta del SS, todo eso, absolutamente conforme con la teoría del Penisneid, había colmado la
hiancia provocada por el enfrentamiento de la muerte y de la mirada.

Así que tal interpretación no había cambiado nada, esa sujeto quedaba pegada a esa escena
imborrable, identificada a la niñita en la fila a quien le faltaba el grifo. Esa imagen fija borra otro
punto, o sea, el punto desde donde esa sujeto miraba. Curiosamente, sin saber por qué ella recordaba
que por la ventana también podía ver, al margen de la escena, una maceta con un geranio.

Cabe decir que, por supuesto, toda la vida de esa mujer queda marcada por su experiencia  de la
deportación y especialmente por su estancia en Auschwitz. Podríamos decir que Auschwitz le sirve
como ventana para interpretar lo que ocurre en el mundo.

Un día sucedió que una amiga suya le enseñó un catálogo de fotos del campo de Auschwitz. Las
conocía todas, salvo una que, enseguida, la trastornó. Es una foto en la que se ve la fila de los
« seleccionados » haciendo cola delante de una barraca. Reconoce la barraca en la que ella escribía a
maquina, la reconoce gracias a la maceta de geranio a pesar de que apenas se puede divisar en el
rincón de la ventana.

Entonces muy conmovida puede decir: « Yo estaba aquí, justo detrás del geranio. » Pues se ve como
no se había visto nunca. No se reconoce como antes,  a través de la ventana, identificada con una de
esas personas despojadas de todo, sino como esa maceta de geranio, esa mancha incongruente en el
universo del campo de exterminio, ese vegetal que mira a los que avanzan hacia la muerte.

Este testimonio es muy importante a varios niveles, hoy sólo me detendré en la diferencia entre el
registro del objeto que falta y que puede ser considerado como un bien, el agua que falta, el grifo que
falta, las joyas robadas, el penisneid… y el registro de un objeto que no falta sino que se impone y
que desorganiza la escena cuando surge. Su presencia es siempre inoportuna, tal como ese geranio
en Auschwitz, lugar del mal absoluto.

No todos hemos experimentado lo que esa persona nos relata, pero cada uno de nosotros podríamos
testimoniar  del impacto  que tuvieron  las películas, las fotos o  los relatos de la Shoah en nuestra
vida. Cada uno podemos comprobar el encuentro entre la mirada y el horror.

Pues, fue precisamente el punto de partida del libro de Meyronnis: el éxito del libro de Jonathan
Littell, premio Goncourt 2006. Saben que este autor escribió una novela como si fuera el relato de un
nazi que contara su experiencia de la matanza de judíos en Ucrania. El tema es que cada uno de
nosotros podría haber participado en esa barbaridad.

Pero Meyronnis nota que el héroe de Littell no es exactamente cualquiera, ha cometido el matricidio,
el incesto con su hermana, además es homosexual… tantas cosas que a Meyronnis le sirven para
desbaratar el engaño. Según dice, en  el relato del héroe : ”La visión que da a ver y la nube que
ciega no forman sino un mismo fenómeno, lo que desemboca en una distorsión con una nota
perversa dominante.” De ahí el éxito literario, que testimonia de que el mercado es animado por el
empuje al goce.

Respecto a ese tema de los campos de concentración, no dejamos de plantearnos la cuestión de


¿cómo fue posible en una cultura tan desarrollada como la nuestra? ¿No es el superyó colectivo de
nuestra cultura occidental bastante fuerte para contrarrestar los maleficios de lo inmundo? Aquí es
donde tenemos que revisar nuestra concepción del superyó.

Los seres hablantes, podemos hablar y entonces dominar nuestro goce. Así lo pensamos. Pero así
desconocemos que la lengua es también un aparato de goce. Cuando el sujeto se aliena, tiene que
traducir sus necesidades con la lengua del Otro. Pero no todo es posible de traducir, hay un resto,
luego la lengua lleva en sí-misma un núcleo  insensato que no sirve para comunicar sino para gozar.
Si consideramos el pacto de la palabra como un sacrificio, hay que considerar que algo escapa del
sacrificio, y mejor así.

El modelo del sacrificio, es, en la tradición judeocristiana,  la alianza de Dios con su pueblo. Hay
que notar que, antes que nada, Dios pidió el sacrificio del sacrificio. La alianza de Dios con su
pueblo empieza por un sacrificio fallido, o impedido, podemos decir : Isaac nunca fue sacrificado. Se
trata más bien de acabar con la tradición antigua que mandaba sacrificios humanos.

El dios judeocristiano manda a su pueblo que le sacrifique el culto a los dioses feroces a quienes les
gustaba la carne fresca. Pues, la tradición del Midrach demuestra que algo del Elohim antiguo
permaneció en Yawhé, y eso se hace escuchar con el sonido del Shofar que presentifica el vozarrón
de la potencia ciega, el mugido del dios bestial.

Ese ritual le sirvió a Lacan para despejar la voz como objeto de goce en el seno mismo del Otro. El
resto de goce que resiste el sacrificio cuando el sujeto entra en la alianza con el Otro, es la voz.

El Otro no ha de responder de la voz. El Otro , que es el lugar donde se garantiza el sentido de la


palabra y especialmente el valor de la representación significante del sujeto, no puede garantizar
todo lo que se dice o se escucha.  Eso es el espacio de la voz.

Pero hay una instancia que pretende borrar ese espacio y  apoderarse de ese objeto raro para
reintegrarlo en el sentido, eso es el superyó, en el sentido lacaniano del término. El superyó manda
que todo le sea sacrificado sin resto.

Ahora podemos entender que una cultura en la que se exige que todo sea visto, dicho, contabilizado,
gracias a los adelantos de la ciencia que logran circunscribir cada vez más lo real del cuerpo
humano, pues, podemos entender que el ideal de esa cultura obra en el sentido de ese superyó del
que acabo de hablar.

Hoy en día tenemos aparatos con los que podemos comunicar, tomar fotos, videos, tenemos 
recursos para reconocer a cada uno gracias a su huella ADN, todo eso puede estar al servicio de un
control permanente de los individuos, pues  podríamos pensar que así estaríamos al abrigo de la
violencia, que un mundo tan seguro habría dejado fuera la violencia.

De ningún modo : vemos, muy al contrario , que todos esos aparatos también pueden servir para
gozar. Hoy en día, por ejemplo, hay una moda nueva: golpear a  uno siendo filmado por otro. No
hablo de todo lo repugnante que uno puede realizar y compartir en la red internet con una webcam.
Es muy llamativo:  hasta ahora,  esas porquerías escapan a cualquier control posible.

El medio que sirve para controlar a los individuos también les sirve para gozar, también sirve para
desencadenar lo peor. Es el principio que Meyronnis llama orientación biopolítica.  Se trata del
apoderamiento biológico de los cuerpos por medio de la ciencia.  Los nazis soñaban con depurar la
raza para llegar a un genotipo ideal. Se trataba de someter lo real humano a la pureza del significante
simbólico. Sacrificio total, sin sobras, sino humo y cenizas.

No es preciso ir tan lejos en la infamia para comprobar el efecto producido por la gestión científica
de la realidad humana,  o sea dicha orientación biopolítica que intenta encerrar en sus cuentas todo lo
real del goce al estilo de un superyó feroz que manda que todo le sea sacrificado.

El efecto es el surgimiento por todas partes de esos dos objetos cuya presencia nos rodea cada vez
más. Lacan lo notaba ya en el  año sesenta  y cuatro, al fin de su seminario cuando decía que
“ nuestra relación con la ciencia que invade cada vez más nuestro ámbito se aclara con la
referencia a esos dos objetos:  la voz, casi enteramente planetarizada , hasta estratosferizada por
nuestros aparatos  y la mirada cuyo carácter omnipresente no es menos sugerente, pues todos esos
espectáculos, todos esos fantasmas suscitan la mirada. Pero –  añadió Lacan – eludiré  estos rasgos
para acentuar otra cosa que me parece esencial. En la crítica de la historia que hemos vivido, hay
algo profundamente enmascarado, es el drama del nazismo que presenta las formas más
monstruosas y supuestamente  superadas del holocausto. Sostengo que ningún sentido de la historia
es capaz de dar cuenta de este resurgimiento con el que se evidencia que la ofrenda a los dioses
oscuros, de un objeto de sacrificio es algo a lo que pocos sujetos pueden no sucumbir, en una
captura monstruosa.”

Bernard NOMINE

* Conferencia pronunciada en el Colegio de Psicoanálisis de Madrid el 18 de Enero de 2008 ,


dentro del Ciclo de Conferencias : “El mal”

[1] Sigmund Freud: Malestar en la cultura  capitulo VII


[2] S.Freud, Malestar… capit VI
[3] F  Meyronnis : De l’extermination considérée comme un des beaux-arts. L’infini,  Gallimard ,
Paris septembre 2007.

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