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Traducción

no oficial – Francisco Gómez

La pratique à plusieurs
Antonio Di Ciaccia

"La práctica entre varios" es el nombre dado por Jacques-Alain Miller a una modalidad
inédita del trabajo clínico con niños autistas y psicóticos llevada a cabo por varias
personas en un contexto institucional particular. Esta modalidad de trabajo hace
referencia al psicoanálisis de Sigmund Freud según la enseñanza de Jacques Lacan. Sin
embargo, esta no hace uso del dispositivo analítico propiamente tal.

El niño autista y la estructura

Un axioma puesto a prueba

La práctica entre varios comenzó en 1974 en una institución para niños con autismo y
psicosis graves, llamada "Antenne 110" y situada en las cercanías de Bruselas. Esta es la
respuesta que se da en esta institución para hacer frente a las problemáticas que
plantean estos niños y niñas que se encuentran sumidos en una situación de total
cerrazón a todo discurso social. Es el resultado de una elaboración clínica y teórica cuyo
punto de partida fue tomar en serio -para ser confirmada o rechazada- la afirmación de
Lacan según la cual el niño autista también está en el lenguaje. Estar en el lenguaje no
quiere decir estar en el discurso. Para Lacan, el niño autista está en el lenguaje pero no
en el discurso. Estar en el discurso significa, lo sepamos o no, saber desenvolverse con
los diversos lazos sociales que se establecen entre los seres hablantes.
Para el niño autista, estar en lenguaje significa que, como todos, él también recibe su ser
de sujeto de su relación con el significante. Pero a diferencia de otros sujetos, en lugar de
hacerse representar por el significante, y por ende encontrarse barrado, él no está
barrado y, en tanto tal, él realiza en lo real la presencia del objeto fantasmático
{fantasme} 1que satura la falta del Otro. Por esta razón, no llega a inscribirse en el
discurso.

El juego

El niño generalmente revela su relación al significante a través del juego. Es allí donde
entra en relación con los otros, haciéndose representar por un objeto que vale como
significante de su posición subjetiva en relación a sus compañeros de juego. Su pequeño
automóvil lo representará frente a los pequeños automóviles de sus compañeros. Al

1 El empleo de la expresión fantasma en bibliografía psicoanalítica hace referencia a la palabra francesa

fantôme. Por el contrario, fantasme –expresión utilizada por Jacques Lacan a lo largo de su enseñanza- tiene
como traducción directa fantasía.
Traducción no oficial – Francisco Gómez

jugar, se muestra capaz de aceptar las reglas, revelando así una relación establecida con
la ley simbólica.
El niño autista, por el contrario, no juega. El elemento, el objeto, ese "algo" que siempre
lleva consigo, no es con lo que juega, sino aquello que lo completa y al mismo tiempo lo
aísla. Este elemento -pequeño automóvil, peluche o cuerda- no es un intermediario entre
él y su semejante. Este complemento, que lo fija en la homeostasis, constituye una
protección pero también una barrera con respecto a los otros.

Circularidad entre el significante y el goce

Por el hecho de estar en el lenguaje, el niño autista tiene que lidiar con lo simbólico. Pero
es un simbólico en el cual el significante está directamente relacionado con el goce. El
niño autista es la prueba viviente de la existencia de una circularidad entre el significante
y el goce. Para él, el significante se presenta solo bajo su faceta real.
Como resultado, la palabra pierde su valor de comunicación y revela una identidad más
profunda: ella es goce.
Lejos de poner al sujeto a distancia del goce, la palabra es, por el contrario, aquello por
lo que el sujeto es confrontado a el goce mortífero. Al taparse los oídos, el niño autista se
defiende de las palabras alucinadas proferidas por el Otro intrusivo.
Para Lacan, el Nombre del Padre introduce en la palabra una separación entre el decir y
el gozar. Nosotros hacemos como si, a través del Nombre del Padre, el lenguaje y el goce
fueran dos. El niño autista no está en la creencia del Nombre del Padre: para él, hay un
Uno-solo, un Uno-sin-el-Otro del lenguaje. Este Uno es el goce.

Un trabajador para defenderse del Uno-completamente-solo

Tomado en el registro del Uno-completamente-solo, el niño autista intenta defenderse


contra el goce mediante una doble operación de autodefensa y autoconstrucción.
En el autismo, significante y real están "congelados", lo que por consecuencia vuelve
muy problemático el estatuto del Otro en tanto es inasimilable al Uno-completamente-
solo. También, todo signo del Otro es percibido como agresión pura o en una
indiferencia total. Es aquí donde debe producirse un esfuerzo de autodefensa.
La operación de autoconstrucción se manifiesta en las tentativas de instaurar un mínimo
de vida. Siendo la vida humana regida por lo simbólico, se trata de instituir para el niño
autista, no un mundo regido por el Nombre del Padre, sino un mundo regido por la
estructura elemental de lo simbólico. A su manera, demuestra que lo simbólico es el
padre del hombre.
Este ajuste simbólico mínimo se introduce a través de un cierto tipo de movimientos
efectuados por el niño a partir de sus objetos. Concretamente, intenta construir el
significante, a partir de un uso del objeto que le es propio: marca de una pulsación en
dos tiempos por el más y el menos, ir y venir, abrir y cerrar. El objeto también puede ser
Traducción no oficial – Francisco Gómez

un apéndice pulsional de su propio cuerpo, sea ese su mucosidad o su saliva. Esta


operación produce una regulación mínima de goce.
En este trabajo que se le presenta al observador como un estereotipo, el instrumento es
el cuerpo mismo o un objeto que lo complementa. En esta actividad de pulsación que
pone en juego la alternancia binaria, reconocemos una estructura que ya pertenece al
orden del significante.
El niño psicótico hace completamente solo, sin el Otro. Así, el objeto no obtiene el
estatuto de significante. No elige, como en el caso de la operación del fort-da que realiza
el niño freudiano. El objeto permanece en el registro del goce por medio de la repetición.
Estas dos operaciones nos enseñan sobre la naturaleza de lo simbólico. Aunque este está
hecho para frenar el goce, resulta que puede producirlo por la repetición.
Sin embargo, si por un lado el niño autista se defiende de lo simbólico en tanto real, por
otro el no puede prescindir del mismo, precisamente porque es un ser humano, es decir,
un ser tejido de simbólico. El recurso de este mínimo funcionamiento de lo simbólico
como barrera al goce constituye el trabajo cotidiano del niño autista.
Al aplicar al objeto las propiedades del registro significante, se produce un efecto de
regulación y estabilización. Pero en este trabajo solitario, la sorpresa y la novedad están
proscritas.
Lo simbólico debe aprehenderse aquí como un elemento en continuidad con lo real y lo
imaginario. En el niño autista, no sólo lo simbólico es real, sino también lo imaginario.
El imaginario no reemplaza la función normalmente sostenida por lo simbólico,
ofreciendo al sujeto un punto de almohadillo, a veces muy sólido y operativo para
sobrevivir.

¿Qué práctica clínica?

Psicoanálisis sí, psicoanálisis no

El psicoanálisis ofrece una clave de lectura respecto al caso clínico que representa el niño
autista. Sin embargo, dos precisiones son necesarias.
Por una parte, esta lectura es radicalmente diferente aquella que proponen las ciencias
neurológicas que desconocen la dimensión del sujeto. Este no es reducible a nada
biológico. El sujeto humano es el efecto de un extraño materialismo lingüístico. El
lenguaje tiene como característico el hecho de que el cuerpo al cual inviste es una
materia modelada por el goce.
Por otra parte, esta clave de lectura lacaniana que utilizamos es particular en tanto
difiere, por ejemplo, de aquellas para las que el desarrollo es privilegiado en detrimento
de la estructura, la diacronía en detrimento de la sincronía. Aunque el evento traumático
sea el fruto de un encuentro contingente, y por lo tanto identificable en la historia de un
individuo, el sujeto no es efecto de la historia sino efecto de la estructura. La distinción
entre el yo, instancia imaginaria, y el sujeto, instancia simbólica, es la línea divisoria
Traducción no oficial – Francisco Gómez

entre concepciones psicoanalíticas muy diferentes que tienen por consecuencia dos
prácticas clínicas muy distintas.

Una paradoja aparente

Pensamos que una institución que actuara conforme a las exigencias de la estructura
podría ser fundada a partir de lo que Freud y Lacan nos enseñaron. Levantamos
entonces una institución fundada en los elementos estructurales que el psicoanálisis ha
permitido esclarecer, pero sin que ninguna cura terapéutica o psicoanalítica sea ahí
practicada. Lo que se propone es la inmersión de los niños autistas en un espacio de vida
físico y psíquico.
¿Los avances psicoanalíticos, especialmente aquellos de Lacan, son capaces de ofrecer
una base sólida para responder a la demanda de fundar una institución que sea lo más
coherente posible, desde el punto de vista de la estructura, frente a los problemas
planteados por el autismo y la psicosis infantil? En otros términos, entre las diversas
formaciones humanas, ¿podríamos identificar aquellas que serían las más apropiadas
para responder a las exigencias de la estructura encontradas en el caso particular del
autismo infantil?
El psicoanálisis lacaniano nos ha ofrecido esta posibilidad operatoria. Pero hacer tal
elección significaba también desmarcarse de otras experiencias institucionales de
inspiración más o menos psicoanalítica que no nos habían convencido. Lacan distinguió
el psicoanálisis como saber sobre la estructura del inconsciente y el psicoanálisis como
un dispositivo que da acceso a lo que se llama una experiencia analítica. El saber
analítico escalarece el funcionamiento del ser hablante y las modalidades de sus lazos
sociales. Estos esclarecimientos no constituyen solamente los resultados de un saber
adquirido, sino que también estimulan la búsqueda de soluciones, eventualmente
inéditas, sin recurrir a lo que podríamos llamar una experiencia analítica clásica, para la
cual las condiciones precisas son siempre necesarias.

Una demanda2 que no existe

Si el psicoanálisis, según Lacan, es lo que nos permite leer el autismo y así lograr nuestro
objetivo, ¿nos permite tratarlo como lo haríamos con cualquier otro sujeto que busque
ayuda?
Las dificultades comienzan aquí, porque el niño autista no pide {demande} nada en
absoluto: al menos, nada de lo que el dispositivo analítico puede ofrecer en el marco de
una cura. Son los padres quienes eventualmente piden ayuda. Pero se trata de otro
problema: pedir ayuda para sí no es lo mismo que el hecho de pedir ayuda porque un
tercero, aún si se trata del propio hijo, encarna un imposible de soportar. Sin embargo,

2 La palabra francesa “demande”, habitualmente traducida como demanda en bibliografía psicoanalítica,

también puede traducirse como petición o pregunta.


Traducción no oficial – Francisco Gómez

sin una petición, la puerta del análisis no se abre. El psicoanálisis, en tanto experiencia,
es una puerta con una manilla que sólo se encuentra del lado de quien demanda.
La demanda es la condición primera para que un psicoanálisis sea una experiencia del
inconsciente, una verdadera cura, funcional y operatoria. Si esta condición no se cumple,
el dispositivo analítico no puede funcionar. Incluso si se utilizara el setting, según los
esquemas clásicos, se trataría de un semblante de funcionamiento en el cual el discurso
psicoanalítico no sería operante. Más bien, tendríamos el uso de otros discursos, como
aquel del amo o el universitario por ejemplo, disfrazados de normas psicoanalíticamente
correctas.

Lacan y el niño autista

Lacan nunca consideró el uso de un dispositivo analítico estricto para el niño autista. El
simple recordatorio del matema del discurso analítico muestra que no es pertinente en
ese caso. El efecto de la puesta en marcha de la cadena significante que corresponde al
establecimiento del sujeto supuesto saber no existe en su caso. Sin embargo, Lacan no
pretende abandonar la partida. En sus cartas a Jenny Aubry, no excluye que el niño
autista pueda ser sensible a las intervenciones apropiadas. Del mismo modo, en su
famosa "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma", considera que el niño autista
ciertamente tiene algo que decir. Señala que su cuidado es precisamente lo que impide
que el niño autista, calificado aquí como orador, escuche a la persona que le habla.
De esto deducimos que, para este niño, era muy problemático escuchar a aquellos que,
en particular, lo cuidan -padres, educadores y terapeutas- tal vez porque vienen a ocupar
un lugar que él considera peligroso. De esta indicación lacaniana, también hemos
deducido la posibilidad de inventar otras maneras de asociarse con el niño autista para
permitir que la palabra pase y sea escuchada..

Un Otro no completo

Devenir partenaire del niño autista implica situarse en tanto otro y no en tanto
semejante. Un otro capaz de revestirse con un semblante que, anudando al Otro de la
palabra con el Otro del lenguaje, excluye lo que está en un demasiado de goce. Vemos
perfilarse aquí, por lo tanto, un lugar desde el cual podemos hablar y escuchar al niño
autista. Este lugar se apoya en un binario constituido por otros imaginarios y el Otro
simbólico. Se trata, entonces, de hacer funcionar al Otro de la palabra, ciertamente
simbólico, pero agujereado en cuanto al exceso de goce. Esta palabra agujereada es
correlativa del lugar de un Otro regulado por lo simbólico y limitado en cuanto al goce.

Disipar un malentendido
Traducción no oficial – Francisco Gómez

Queremos aclarar un malentendido que consistiría en creer que no estamos a favor de


que un analista reciba a un niño autista en privado. En todos los casos, corresponde al
propio analista asumir esta responsabilidad de responder a demanda de ayuda que, en el
caso del autismo, proviene siempre de otra persona, sea parental o social. Corresponde
al analista juzgar la pertinencia de su propio acto. La rendición de cuentas es a su propio
costo, al igual que el rendir cuentas sobre su trabajo con otros pacientes.
El problema que plantea el niño autista para un analista no es sólo el de inducir una
relación de transferencia, sino también el de inventar una modalidad de acción que le
sea conforme. En cualquier caso, más allá de ciertos efectos terapéuticos evidentes, la
prudencia es de rigor en la dirección de la cura y en el control de su propio trabajo, en la
medida en que el paciente no puede testimoniar de su propio estado ni del avance de su
cura. ¿No señaló Lacan que es del propio paciente que esperamos un testimonio válido y
crítico de la cura analítica?

Tomar el problema al revés

Enfoquemos el problema del cuidado del autista en el marco institucional. ¿Cómo tomar
en cuenta el problema que plantea el niño autista? Estamos tentados a responder: al
revés de la manera en la que el dispositivo analítico clásico lo abordaría.
Es necesario inventar una modalidad de trabajo que dé cabida al Otro de la palabra y del
lenguaje. Sin embargo, este Otro debe ser vaciado de su exceso de goce mortífero. Es
entonces necesario que se le asegure a este Otro, regulado y limitado, una continuidad
espacio-temporal. Esta continuidad necesaria justifica, precisamente desde un punto de
vista social, la existencia de instituciones que sean distintas de la familia. La existencia
de estas instituciones sociales está subordinada a la función de no ser más que un
aparato útil para crear una atmósfera que permita vivir a los niños autistas y psicóticos.
Ofrecen un refugio a su modo de goce, ahí donde la institución familiar ha sido
derrotada.
El funcionamiento de una institución de este tipo requiere que las personas que trabajan
en ella acepten hacerse parteinaires 3del niño autista para jugar ahí una partida decisiva.
Sólo bajo estas condiciones, algo de real puede ser cambiado por medio de una cierta
operatividad de lo simbólico.

¿Producción de un sujeto?

Una doble operación debe ser efectuada por los partenaires del niño autista. Por un lado,
deben inventar la puesta en cadena del trabajo ya iniciada por el niño autista solo, a
partir de sus manipulaciones con su cuerpo y sus objetos, para elevarlos a la dignidad de


3 La palabra francesa partenaire puede traducirse como compañero, asociado o pareja
Traducción no oficial – Francisco Gómez

significantes. Lejos de interpretar lo que hace el niño, es necesario inventar una


modalidad que permita elevar esto a la dignidad de metáfora de su posición subjetiva.
Se trata de hacerle al niño autista la oferta de una operación de borramiento del objeto
para elevarlo correlativamente a la dignidad del significante. ¿Pero no sería esto un
forzamiento en relación a la inercia de la repetición del goce? ¿Qué se espera de este
encadenamiento? Bien, la posibilidad de que se produzca una cierta posición subjetiva.
¿Es posible en efecto, por medio de este forzamiento, que el niño autista pueda ocupar
un lugar de sujeto? Es una apuesta para que emerja un punto de deseo subjetivo en estos
niños. La posibilidad de éxito, incluso parcial, de esta operación, requiere que los
partenaires del niño autista se sostengan del Otro deseante, pero regulado y limitado.
Deben ser inflexibles con respecto a cualquier exceso que conduzca a un Otro que goce
del sujeto. Podríamos decir, cum grano salis, que no se trata tanto de volver paranoico al
niño autista, sino más bien de histerizarlo. Es por eso que los partenaires se ponen
eventualmente entre el niño autista y su Otro de goce, haciéndose, como lo propone
Virginio Baio, dóciles con el sujeto e intratables con el Otro. Para el partenaire del niño
autista, el camino de la suposición de saber debe ser tomado con precaución, ya que es
totalmente inoperante y puede conducir a un retorno al cuerpo del goce mortífero o a la
emergencia de un Otro persecutor.
Es en este contexto que el sintagma "saber no saber" debe ser comprendido. Saber que
un camino conduce al desastre, pero también saber que la enseñanza de Lacan ha
abierto un otro que confía en la operación significante, en el Otro regulado y limitado, en
el Otro del deseo y no en el Otro del goce. En el caso del autismo o de la psicosis, es
necesario tener cuidado con las vías que van del saber al goce.

Condiciones de trabajo

Se requieren condiciones para trabajar con el niño autista. La continuidad del trabajo, en
el tiempo y en el espacio, es necesaria. La no-inscripción de estas dos dimensiones a
menudo hace que cualquier intervención, aunque sea organizada, se vuelva vana e
inoperante. La continuidad concierne también a la disponibilidad, en la institución, de
cada uno de los partenaires del niño autista. Todos deben sentirse concernidos por las
solicitudes del niño, por más indirectas que sean. Por último, la continuidad tiene como
objetivo el establecimiento de un Otro regulado, limitado y no-todo.
La discontinuidad, por otro lado, debe marcar de su sello de la presencia de los
partenaires del niño autista. La permutación regulada de su presencia facilita la
instauración del Otro regulado y limitado, e impide también la manifestación y la
fijación del niño a un solo partenaire. Esto debe evitarse, no solamente para el niño que
sería así empujado a una posición afectiva falsamente terapéutica, sino también para la
salud mental de cada miembro del equipo.

Condiciones para hacerse partenaire del niño autista


Traducción no oficial – Francisco Gómez

Cada una de las parejas del niño autista debe suscribir a condiciones personales y
colectivas para que el trabajo pueda llevarse a cabo.
En primer lugar, es necesario que sepan hacer a nombre propio, con un estilo propio,
saber poner en juego su propia imagen, poner en juego su presencia y ausencia, su
propia relación teatral a la vida, a cuerpo y a su deseo singular. Saber asumir su
responsabilidad, sin descargarla sobre un otro a quien sería así conferida la posición del
sujeto supuesto saber.
En segundo lugar, es deseable deshacerse de la creencia de ser el único partenaire del
niño autista, recurriendo a otros partenaires, en un juego de permutación regulado,
calculado y lleno de humor, poniendo así en marcha una cadena de intereses y deseos.
Este juego no estandarizado, inventivo, es fundamental para ayudar al niño autista a
comprender la ganancia que puede obtener si intercambia lo real con el semblante.

Un punto de capitón de cuatro ejes

Este trabajo institucional es estructurado según cuatro ejes que son: una modalidad
particular a cada miembro del equipo para hacerse partenaire, la reunión de equipo, el
papel del director terapéutico y la referencia teórico-clínica.

Los partenaires del sujeto

El primer eje es responsabilidad que incumbe a cada miembro del equipo.


Paradójicamente, se trata de un aspecto esencial en la práctica entre varios. Cada uno es
partenaire del niño, no en función de su competencia, sino en función de su propia
posición subjetiva, en la que el deseo se encuentra en primer plano. Cabe señalar que
esta manera de concebir al partenaire tiene como prerrogativa la intercambiabilidad
entre los distintos miembros del equipo. Esta intercambiabilidad no depende del
funcionamiento necesario del equipo sino que de las exigencias de la estructura.

La reunión de equipo

La función de la reunión de equipo, que constituye el segundo eje, no se limita a la


comunicación de informaciones o a la coordinación en el trabajo. En primer lugar,
pretende crear un lugar donde se hable del niño, no para objetivarlo o recolectar sus
dichos, sino para sostener la articulación de un discurso sobre él o ella a través del decir
de los miembros del equipo para ofrecerles la oportunidad de hacerse el efecto de ese
discurso. La reunión debe servir a cada miembro del equipo para encontrar la palabra
justa para decirle al niño autista y así poder hacerse escuchar de mejor manera.
Luego, la reunión tiene la función de hacer una separación de cada miembro del equipo,
cada partenaire del niño, con el saber que cree haber obtenido sobre él. Esta separación
Traducción no oficial – Francisco Gómez

permite una distinción entre el saber constituido, que ha devenido caduco, y un otro
saber que se mantiene siempre en espera de ser verificado y que concierne más
directamente al lugar subjetivo del niño. Esta dimensión de saber en suspenso no está
exenta de una cierta relación al humor que parece interesar al niño autista contra todo
pronóstico.
Además, la reunión es el único lugar en el cual los dichos de los miembros del equipo son
tomados en consideración a partir de su posición de sujetos. Todo lo que es dicho fuera
de la reunión no es considerado como válido. En otras palabras, todas las apreciaciones
positivas o negativas del trabajo personal y del trabajo de los colegas es tomado en
cuenta solamente en este contexto. El motivo es que estas palabras, fuera de contexto,
son consideradas como palabras en el aire, palabras aisladas al servicio de la pulsión de
muerte. La palabra de cada uno tiene la posibilidad de transformarse en acto solamente
cuando tiene el estatuto de un decir responsable. De lo contrario, esta se reduce a la
dimensión de un blabla puro. Por último, la reunión tiene una función de elaboración de
un saber. Esta elaboración, en la confrontación de las contribuciones de cada uno,
circunscribe lo real en juego, en el caso por caso, para cada niño autista. Si la teoría
analítica ilumina los meandros de la estructura, es la clínica la que enseña el más allá de
un saber sobre la estructura que, a veces, se considera definitivo. El tercer eje está
constituido por la función del responsable terapéutico. Este título dice mal de lo que se
trata. Hemos conservado este nombre de funcionamiento anterior de la institución, pero
hemos cambiado su valor. El responsable terapéutico no es ni el único responsable, ni
aquel que aplica o hace aplicar cualquier terapia. Él no es el que sabe, ni el que sabría
más que los otros. Él no es el que dirige la cura de los niños ni el que dirige a los colegas
en la cura. Por el contrario, él es quien se aplica a hacer que todo funcione, y a hacer que
funcione en vistas de un objetivo preciso. Este objetivo no se concierne al
funcionamiento administrativo, burocrático, financiero o legal de la institución, tareas
confiadas a otros miembros del equipo.
Su función, por lo tanto, tiene un objetivo que no concierne, al menos directamente, a los
niños autistas o a los miembros del equipo. Este objetivo no es directamente terapéutico,
aún cuando esta dimensión no está excluida en el trabajo en equipo. Tampoco es aquel
que lidera un equipo, aún si esto representa una condición sine qua non para que el
trabajo pueda realizarse.
El objetivo es hacer funcionar con éxito la máquina institucional, a modo de validar o
invalidar el axioma de Lacan según el cual niño autista también está también en el
lenguaje, pero que hay un imposible para que él esté en el discurso. Se trata de medir ahí
la precisión, las posibilidades y los límites.

El responsable terapéutico

El lugar del responsable terapéutico no es, por tanto, el del saber. Es el lugar que
conserva un vacío central, un vacío de saber, que permite, uno por uno, para cada niño,
Traducción no oficial – Francisco Gómez

la verificación clínica del axioma lacaniano y de sus consecuencias. Este vacío de saber
permite la destitución de cada persona en relación a un saber objetivante y totalizante, al
tiempo que quedan, uno por uno, plenamente responsables del acto que comporta el
trabajo. Su función, lejos de ser un patrón o amo del saber, se asemeja a la que Lacan
asigna al "más uno" en el marco del cartel. Además, su función se asemeja a aquella del
Al-menos-uno que se abstiene del uso del poder, aunque estuviera determinado por un
saber elaborado. Sabe que no es ocupando el lugar del sujeto supuesto saber que podrá
permitir una elaboración de saber para cada uno y para el equipo en su conjunto.

La referencia teórico-clínica

La referencia teórico-clínica constituye un eje claro y lineal. Sin querer reducir el interés
de eventuales descubrimientos neurocientíficos o eventuales ideas teóricas en el campo
del psicoanálisis, nuestra referencia es el psicoanálisis freudiano, entendido según la
enseñanza de Jacques Lacan y la orientación que le ha dado Jacques-Alain Miller.
El trabajo de cada uno, y del conjunto del equipo, se refiere una elaboración de saber que
sigue esta orientación precisa. Todo trabajo de estudio y de supervisión en el trabajo
institucional está considerado en el marco de esta orientación. El trabajo teórico sobre la
práctica clínica concreta descansa sobre un corpus de textos trabajados en equipo. El
trabajo teórico-clínico se enriquece igualmente del trabajo de intercambio con otras
instituciones. Es un trabajo común de supervisión y control intercambiado entre
diversas instituciones que hacen referencia a la misma elaboración de saber. Esta
comunidad de trabajo da lugar a jornadas de estudio organizadas por la red que
constituyen estas diferentes instituciones.
El intercambio teórico-clínico y la supervisión no implican la institución de un sujeto
supuesto saber. Significan, por el contrario, la apertura de un campo donde la
elaboración de saber se presta a ser expuesta y no supuesta.
No se trata, en efecto, de promover la función del sujeto-supuesto-saber. Esta función es
el pivote de una elaboración personal de saber y es específica a la transferencia
desarrollada en el análisis. En una institución para niños autistas y psicóticos, los niños
no reclaman ni promueven tal función. Promoverla significa instituirla con respecto a
otros miembros del equipo o eventualmente instituirla de parte de una institución con
respecto a otra institución. Esta función no es relevante para este campo.
El saber en juego no es el saber supuesto, sino que el saber expuesto. Cada miembro
estará a cargo de este saber expuesto con su propio equipo y el equipo hará lo mismo con
otras instituciones.

La formación

Si cada miembro del equipo ha seguido un curso de formación particular, no se pide ni


se impone ninguna formación psicoanalítica. El deseo de trabajar en equipo en un cierto
Traducción no oficial – Francisco Gómez

estado de ánimo es suficiente. Es necesario añadir ahí el dispositivo de la práctica entre


varios que tiene virtudes operatorias.
Sin embargo, esto no es suficiente para hacer frente a los posibles cambios que un
trabajo así puede engendrar. Tomemos el ejemplo de quien buscará imponer su propia
visión fantasmática al niño, o incluso en el equipo. Cada miembro del equipo tiene que
juzgar su propia posición y la decisión a tomar para elaborar su fantasma según la ética
del psicoanálisis. Este trabajo no puede hacerse sino en "Otro lugar". Una decisión como
tal sigue siendo un hecho personal y privado, al igual que cualquier eventual supervisión
del trabajo personal. Cada uno puede demandar a quien quiera, pero no puede pensar
aplicar las palabras que se le han dirigido a otros o a la propia institución.
Sin embargo, para que un equipo funcione, se requiere Al-menos-uno que sostenga el
deseo, deseo cuyo axioma lacaniano revela la coherencia estructural e indica los límites y
bordes. Esta función del Al-menos-uno, si ella concierne necesariamente al director
terapéutico, no excluye a priori a nadie de poder encarnarlo. Por el contrario, esta
función se extiende a todo aquel que lo desee de una forma decidida. Cada Al-menos-
uno garantizará así este vacío central de saber que está en el origen de cualquier creación
particular, para intentar - y a veces tener éxito - inventar una solución para los agujeros
que comporta la estructura.
Estos agujeros en la estructura, difíciles de circunscribir y resolver, nos indican que el
psicoanálisis no se reduce a la repetición de un déjà vu, sino que abre nuevas creaciones
humanas. Es claro que la práctica entre varios es una variante de eso que llamamos el
psicoanálisis aplicado, es decir, aplicado al síntoma y al sufrimiento. Pero es igualmente
evidente que es solamente a partir del psicoanálisis puro -en el cual está puesto en
matema, más allá de lo curable, la lógica de la estructura inconsciente- que podrá ser
matenido un deseo que permanece éticamente freudiano.
El trabajo de los miembros del equipo - uno por uno, sin importar la posición jerárquica
- con el niño autista se funda sobre una presencia deseante al servicio de una oferta de
encuentro. En este trabajo, cada uno actúa a nombre propio y cada uno no está sin el
otro. Un tercero siempre es convocado a través de un otro en la carne o a través de un
otro ausente pero siempre presente. Cada persona debe ser capaz de estar a la altura de
la destitución de su posición de ser el único partenaire del niño, en favor de un
desplazamiento constante entre un partenaire y otro. La intercambiabilidad es el secreto
de la práctica entre varios y la diferencia de otras prácticas como el trabajo en equipo.
Sin embargo, cada partenaire del niño autista no se encuentra en una posición
indefinida. Si no está en la posición de analista, ni en la de terapeuta, está en la posición
ocupada por un sujeto deseante - "un analizante civilizado", según la propuesta de Eric
Laurent - que focalizará su deseo en el axioma según el cual el niño autista está en el
lenguaje. Para hacer este axioma operativo, recurrirá a lo que podrá representar para él
una cierta investidura en los trabajos de taller o a su habilidad de poner en serie lo que el
niño ofrecerá como objeto que lo completa, de modo que, en tanto autista, él deviene
objeto, si es posible, de intercambio y desplazamiento.
Traducción no oficial – Francisco Gómez

Para concluir

La práctica entre varios es un bricolaje que sirve para cubrir agujeros de la estructura y
permite al niño autista decir no al Otro del lado del goce mortífero y decir sí al Otro de la
cadena significante. Este último debe ser doblado de un Otro marcado por sus
prerrogativas y connotaciones imaginarias para dar al niño autista la posibilidad de
encontrarse en un mínimo de reconocimiento, capaz hacer frente a la invasión de lo real.
Es una modalidad de trabajo que ofrece al niño autista una posibilidad de inscribirse en
el lazo social, en un social que tenga las cualidades de lo humano. Por el funcionamiento
de la práctica entre varios, hemos forzado con suavidad al niño autista a entrar en el
campo de la palabra, permitiendo así un encuentro, una dirección, una llamada, una
petición {demande}.
La práctica entre varios es una forma del psicoanálisis aplicado, aunque no sea aplicado
ningún dispositivo psicoanalítico clásico. Se inscribe dentro de las diversas prácticas
clínicas inspiradas en el psicoanálisis.
El psicoanálisis aplicado, sin embargo, no puede terminar con la práctica entre varios.
Esta es una variante de la misma que se actualiza en un contexto institucional.
No podemos decir que la práctica entre varios sea una modalidad de trabajo que
coincida con el trabajo en equipo. Por supuesto, no era necesario esperar a la enseñanza
de Lacan para inventar el trabajo en equipo. Existen diversas variantes, cada una de las
cuales tiene su pertinencia. Sin embargo, el trabajo en equipo en una estructura
hospitalaria, donde cada uno debe actuar necesariamente a partir de su propia
especificidad clínica y terapéutica, es muy distinto del trabajo en una estructura social,
donde la dimensión del encuentro puede ser más pertinente.
Si bien la práctica entre varios nace en un contexto institucional, ella no se realiza para
resolver un problema de orden institucional, jerárquico y de especialización, cualquiera
que este fuera, mediante un cambio en la organización institucional. La práctica entre
varios no nace de una exigencia institucional. Esta exigencia podría ser la de resolver
conflictos o englobar al psicoanalista en un trabajo institucional, generalmente tan
reticente a inscribirse o ser inscrito en este tipo de contexto, en nombre de una
concepción errónea de la extraterritorialidad analítica, o incluso de la pretensión mal
disimulada de una relación personal con la suposición de saber. La práctica entre varios,
por el contrario, nace de las exigencias del caso clínico. Se trata, por tanto, de una
modalidad inventada para hacer frente a los impasses clínicos encontrados en el
abordaje del niño autista.
¿Es posible extender la práctica entre varios a otras situaciones institucionales, como
hemos constatado? Nuestra respuesta es positiva, a condición de que la extensión de una
práctica esté motivada por el caso clínico y no por problemas institucionales a resolver.
La práctica entre varios nos parece deseable cuando la demanda analítica es forcluída y
cuando la alianza del sujeto con el significante se ha vuelto frágil por el pacto de hierro
Traducción no oficial – Francisco Gómez

establecido entre el sujeto y el goce mortífero. En este caso, la práctica entre varios
puede revelar una cierta validez operativa. Lo mismo puede ocurrir, por ejemplo, en
casos graves de toxicomanía, anorexia o bulimia, es decir, en los casos donde el goce
prevalece y neutraliza al sujeto en su capacidad de demandar al simbólico que lo salve de
la pulsión de muerte.

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