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La dignidad del niño analizante, libro de Alejandro Daumas, recientemente sale al mercado

gracias a Grama ediciones (2018) presenta una serie de intervenciones hechas por el autor en
diferentes contextos de trasmisión del psicoanálisis. La propuesta al lector es directa, sin prólogo,
pero con un apéndice memorable de Germán García que hace del conjunto un montaje produciendo
una articulación inédita.
El título del libro puede leerse a modo de provocación topológica, ya que no se puede entender
desde una lógica binaria. El saber que se escribe parte de considerar ciertos problemas cruciales
cual si fuera un banda de moebius, donde es necesario empezar por la dignidad para que en esa
vuelta sobre la misma cara se enganche con la abyección en el lugar del analista, y de ahí el retorno.
Única vuelta posible para ir decantando ese efecto de una práctica que no se ancla en otro saber más
que de una obra en progreso. Este conjunto de ensayos se hace inventario de una invención.
La dignidad tendrá al menos dos frentes, uno en oponerse directamente al empuje epocal de
considerar al niño como un objeto más del mercado de saberes y goces. En palabras del autor, que
resuena con adagios joyceanos, “la infancia es una pesadilla que la modernidad ha constituido
pacientemente” (9). En esto retoma referencias de un autor que supo leer la infancia desde una
perspectiva singular, la presencia de Walter Benjamín como aquel lector por adelantado a los
efectos de la época en la artes y en la cultura, introduce una pregunta capital: qué experiencia de la
infancia hay en la actual contemporaneidad. Su perspectiva es de un pesimismo lucido único, da
posibilidades de abrir campos de problemáticas éticas ante el empuje de un todo arrasador respecto
a la subjetividad infante.
Pero en estos ensayos, el autor no cree en una subjetividad infante o de un ideal cultural de como
debe ser un niño. Su punto de partida es el síntoma y su vinculación con lo real. Esta propuesta se
traduce en términos de anti-destino, como una práctica de refutación. El anti-destino, tiene una
figura homologa en la poesía de Arturo Carrera -obra que me consta es una referencia del autor-
Niños que nacieron peinados: “No hay drama en la infancia;/sólo hay variación interferente/de una
música de insectos y vivísimas/alas; (...) Allí donde la forma/aquilata el deseo:/antros infantiles
y/tugurios/donde sólo se juega/con la chatarra/del tiempo/de las imágenes” (A. Carrera-A. Prior).
De aquí se puede inferir su concepción del niño lacaniano como aquel que “por su voluntad de decir
en contra de ser alguien abonado al goce del Otro, y que permite cernir su propio síntoma articulado
al deseo del analista, que acoge esas invenciones que funcionan como marcas, a partir de las cuales
se elabora el saber” (22) .
Partiendo desde ese lugar no hay posibilidades de considerar al practicante del psicoanálisis como
alguien que con infantes va a ocupar lugares que en otros discursos le estarían asignados a maestros,
médicos o consejeros. En eso recupera la dignidad de un discurso siempre en peligro de ser
absorbido por otros con más tradición o mercado.
No es necesario volver a citar los ejemplo de que el psicoanálisis se nutrió e hizo avances en una
dirección de la cura apoyándose en experiencias de trabajo con la locura y con los niños, pero
también como eso llevó a considerar los grandes desvíos en la practica y hasta directamente la
subordinación del discurso analítico.
Alejandro Daumas resalta que en lo actual de esta civilización al analista le queda un esfuerzo de
poesía para la instalación de la práctica analítica, dar lugar a la invención, que haga incapié en el
tratamiento de goce. La refutación, como estrategia de no dejarse arrastrar por la ficciones pret-a-
porter, las cuales ubican al niño como “una hostia imaginaria”.
En cada uno de los textos de este libro, los trucos se especifican, al nivel de la lógica y del decir con
el fin de hacer de insoporte (en la conferencia en Roma La Tercera de Lacan, este propone un juego
homofónico con el termino insupport que conjuga tanto insu- lo no sabido, la ignorancia- y port-
transporte). El real que transporta el analista mediante su política es la presencia efectiva del
síntoma ligado a un real y por lo tanto toca un horror de saber en cada uno. Ninguna ficción ya
hecha podrá dar lugar a ese tratamiento del “autismo de a dos”. Queda la invención y los efectos de
poesía, el partener será el analista-sinthoma, al hacer de lalengua un asunto en común.
El apéndice de Germán García, una pieza suelta que hace reson de lo escrito que trasmite cada
ensayo. Uno de los epígrafes podría ser una clave, una llave de entrada: El niño es el padre del
hombre, finalizando el mismo ensayo de modo oracular, “una niñez sin infancia podrá inventar
recursos que ahora no imaginamos. El hombre sin infancia tampoco es adulto” (97).

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