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1982,28,143
Eduardo Rabossi
1. Siento que lo que me propongo hacer en este trabajo corre el riesgo de exhibir visos
de insensatez. Quiero plantear el problema de la naturaleza de lo mental ( en oposición
a lo corporal, a lo físico), exponer algunas de las propuestas filosóficas más
recurrentes acerca del problema mente-cuerpo, y discurrir acerca de la ubicación que
corresponde dar. Dentro de ese marco, a ciertas tesis de Freudrelativas a la naturaleza
de los fenómenos psicológicos. Dadas las obvias dificultades involucradas en estas
cuestiones y la abundante atención que han merecido (sobre todo las dos primeras)
de filósofos y de teóricos de la psicología, no resulta muy cuerdo pretender
desarrollarlas con seriedad en la breve extensión deuna monografía de este tipo. Es
posible paliar el defecto planteando las cosas en un nivel de generalidad y de
parquedad expositiva, pero entonces corro el nuevo riesgo de resultar superficial y
aún de incurrir en la aseveración dogmática.
¿Vale la pena llevar a cabo este proyecto, ante riesgos tan ciertos y tan poco
deseables? Pienso que sí. La idea de elaborar un esquema del plnateo, de los temas
centrales y de las propuestas filosóficas vigentes acerca del problema mente-cuerpo,
resulta recomendable: a) por la enorme importancia teórica de las cuestiones
involucradas; b) porque en nuestros medios filosóficos y psicológicos se suelen
desconocer los aportes filosóficos contemporáneos más importantes que se han hecho
a ellas; c) porque no es imposible que un tipo de esquma global como el desarrollado
aquí pueda influir positivamente en el modo de plantear y de concebir ciertas
controversias relevantes que suelen recurrir en tales medios y, aún, pueda servir de
programa para futuras indagaciones. Estas razones son suficientes para animarse a
encarar el proyecto esbozado. No sólo París “bien vale una misa”.
En lo que sigue formularé, en primer lugar, ciertas consideraciones pre-teóricas
acerca de la distinción entre lo mental y lo físico (sección 1); sistematizaré luego ciertas
estrategias filosóficas y ciertas opciones teóricas relevantes que poseen vigencia actual
(sección 2); y plantearé, por último, la posible ubicación, dentro del marco ofrecido, de
las concepciones de Freud acerca de la naturaleza de los
fenómenos psicológico (sección 3). Por razones obvias, seré muy parco en materia de
referencias bibliográficas. Haré algunas recomendaciones generales en una sección ad
hoc, al final.
1.1. Considérense las siguientes expresiones que cumplen, normalmente, una función
predicativa y que suelen emplearse en frases y/u oraciones referidas
temáticamente a seres humanos: medir…mt/cm; pesar…kg/gr; ver (oír, gustar,
oler)…tener…de presión arterial; ser hipertenso; pensar en (que)…;tenerle
envidia a …; ser envidioso; soñar que…; amar a…;ser afectuoso con…;sentarse
en…;tener la intención de sentarse en…
Si alguien nos propusiera clasificar estas expresiones en dos grupos que
correspondieran al ámbito corporal (físico) (C) y al ámbito mental (M) de una
persona, creo que produciríamos las siguientes nóminas:
C
Medir…mt/cm
Pesar…kg/gr
Tener…de presión arterial
Ser hipertenso
Relatar que soñamos con…
Ser afectuosos con…
Sentarse en…
M
Ver (oír, gustar, oler)…
Pensar en (que)…
Tenerle envidia a…
Ser envidioso
Soñar que…
Amar a…
Tener deseo de sentarse en…
Es posible disentir con la ubicación dada a algunos casos (al menos, es posible
dudar respecto de su ubicación definitiva), pero el grueso de ellos sería asignado
a una y otra columna, sin mayor controversia. La razón de esta concordancia es
sencilla. De hecho contamos con criterios de lo corporal y de lo mental,
aceptablemente operativos; tales criterios están implícitos en nuestras maneras de
hablar, de pensar y aún de categorizar estos aspectos de nuestra realidad cotidiana.
1.2. ¿Es posible elucidar, al menos con aproximación, tales criterios? Si nos
planteamos esta pregunta tratando de neutralizar posibles contaminaciones con
teorías filosóficas y psicológicas, creo que ofreceremos una respuesta del
siguiente tenor. Los predicados que han sido agrupados en C aparecen típicamente
y esencialmente en expresiones referentes a sucesos: a) fechables,
b) que acaecen en el espacio, c) que están asociados de manera esencial a una
entidad, el cuerpo, que posee cualidades espaciales, d) que son públicamente
observables, es decir, accesibles a cualquier observador que se encuentre en
condiciones y en posición adecuadas. Los predicados agrupados en M aparecen
típicamente y esencialmente en expresiones referentes a sucesos: a)fechables, b)
que acaecen (en un sentido muy peculiar) en el espacio, c)que son esencialmente
privados, es decir, accesibles únicamente al sujeto de la experiencia, d) que prima
facie no son corregibles en base a otras experiencias, y e) que otorgan al sujeto
que los experimenta un acceso privilegiado: el mero acaecimiento del suceso
mental, lo pone en condiciones de dar noticia de él.
Esta elucidación no pretende ser completa; tampoco pretende ofrecer un
criterio teórico para distinguir el ámbito mental del ámbito físico. Lo que se
propone es relevar las notas básicas de los criterios generalmente implícitos, con
los que distinguimos habitualmente ambos ámbitos. En tanto tal, posee (o alego
que posee) un contenido empírico aceptable.
2.1. Por razones obvias, la respuesta a esta pregunta no puede consistir en una
descripción morosa de las teorías filosóficas relevantes y de sus intrincados nexos
históricos, Lo máximo a que puedo aspirar es a delinear ciertas estrategiasteóricas
posibles y a referirme brevemente a lagunas de las teorías vigentes.
En cuanto a lo primero, cabe señalar que las opciones estratégicas no son muy
numerosas. He aquí tres estrategias recurrentes que pueden diseñarse a partir del
reconocimiento de las diferencias reconocidas “preteóricamente” entrelo mental
y lo corporal. Se puede sostener que esas diferencias son el mero síntoma de una
distinción crucial que existe entre la mente (lo mental) y el cuerpo (lo corporal):
dos ámbitos ontológicos radicalmente distintos, relacionados entre sí de alguna
manera. Esta es, básicamente, la línea queconduce a la elaboración de teorías
dualistas. Se puede sostener, en cambio, que desde un punto de vista ontológico
sólo existe el ámbito propio de lo mental (o bien, el de lo corporal), y que el otro
ámbito es prescindible, asociable o reducible a él. Esta es, en esencia, la estrategia
de las teorías monistas. Puede sostenerse, por fin, que lo que existe son entidades
que en sí mismas no son ni mentales ni corporales y que lo mental y lo corporal
pueden concebirse como aspectos de ella, o como dos maneras distintas de
organizarlas. Esta es laestrategia de las teorías atributivas.
La elaboración de cada una de estas estrategias exige incorporar,
oportunamente, estrategias complementarias. En el caso de las teorías dualistas,
por ejemplo, corresponde decidir entre una concepción substancialista o no
substancialista de la mente. También corresponde decidir el carácter de las
relaciones entre lo mental y lo corporal, esto es, decidirse por el interaccionismo,
la casualidad simple, o el paralelismo. Extensiones similares son requeridas
también en el caso de las teorías monistas y atributivas (algunas ya han sido
sugeridas al caracterizar las respectivas estrategias). Un desarrollo adecuado de
este tema exigiría reconstruir y evaluar estrategias posibles. Claro que aquí sólo
cabe mencionar este punto programático y pasar a la caracterización sucinta de
las teorías vigentes.
2.4. ¿Qué posibilidades ofrecen las teorías que se han elaborado siguiendo la
estrategia monista? Si excluimos el monismo de tipo mentalista (las filosofías de
Berkeley y de Hegel no parecen tener, en la actualidad, operatividad y no existen,
que yo sepa, variantes distintas del monismo mentalista), queda como única
opción el monismo de extracción “corporalista” (el monismo materialista,
fisicalista).Los párrafos que siguen están dedicados a algunas versiones de
monismo materialista. Para abreviar, lo denominaré simplemente monismo.
Hay dos variantes posibles de monismo que se pueden desechar rápidamente.
Me refiero a las que pueden llegar a sostener: a)que el discurso acerca de lo mental
carece de significado pero no posee contenido descriptivo que es mero
comportamiento producido por factores físicos. Estas versiones son
sospechosamente sencilla s y teóricamente burdas. Las versiones realmente
interesantes del monismo son las que han sido desarrolladas bajo los rótulos de
“conductismo”(lógico, conceptual, analítico) (G.Ryle), “teoría de la
identidad”(teoría del estado central) (U.T.Place, J.JSmart. D.M.Armstropng),
“teoría funcionalista” (H.Putnam), teoría emergentista (M.Bunge). En lop que
sigue señalaré sus rasgos básicos.
El conductismo lógico (no confundirlo con el conductismo metodológico)
sostiene, básicamente, que el discurso mentalista posee significado descriptivo y
que es susceptible de ser testeado, La operación de “testeo” toma en cuenta, de
modo exclusivo, ítems de comportamiento, situaciones consideradas relevantes
disposiciones a actuar y/o criterios de adecuación del comportamiento. En su
versión más fuerte el conductismo propone, en realidad, un programa
reduccionista. Dado cualquier enunciado que contenga de manera esencial
términos mentales, debe ser posible reducir su significado al de uno o varios
enunciados que hagan referencia a ítems de comportamiento, disposiciones,
etc.En su versión canónica (la desarrollada por Ryle en The concept of Mind), el
conductismo conceptual apunta sus baterías contra el dualismo cartesiano y
exhibe algunas de sus limitaciones más importantes; además, pretende ofrecer la
descripción adecuada del modo como habitualmente conceptualizamos los
fenómenos mentales. Durante la década del 50 el conductismo conceptual fue la
posición vigente en u amplio sector de la filosofía contemporánea.
La teoría de la identidad sostiene que los fenómenos mentales son idénticos a
estados, procesos y/o eventos del cerebro y/o del sistema nervioso central. Un
problema importante es, entonces, determinar qué quiere decir en este contexto
“idéntico a”. La respuesta es que no quiere decir que los términos y/o enunciados
mentalistas sean sinónimos de (esto es, que tengan el mismo significado que) los
términos y/o enunciados fisicalistas relevantes, sino que son idénticos en el
sentido de que los estados, eventos, etc, referidos por los términos y/o enunciados
mentalistas son los mismos estados, eventos, etc, referidos por los términos y/o
enunciados fisicalistas. La idea es, pues, que los eventos mentales y los eventos
físicos están correlacionados tal como lo están, por ejemplo, el rayo y la descarga
eléctrica correspondiente; se dan siempre juntos porque son una y la misma cosa.
Además, así como “EL rayo fue potente” y “La descarga eléctrica fue potente”
no poseen obviamente el mismo significado; tampoco lo poseen, por ejemplo,
“Me duele la cabeza” y “En mi cerebro acaecen tales y cuales eventos”, aunque
ambos pares de enunciados se refiere, respectivamente, a una y la misma cosa.
La identidad mente/cuerpo no se postula, pues, como una identidad conceptual,
sino como una identidad empírica que hay que determinar en cada caso y que hay
que subsumir, de ser posible, en leyes. Queda a los neurofisiólogos y a los
psicólogos descubrir las identidades relevantes.
Existen arias versiones de teorías de la identidad. Pero todas ellas comparte,
básicamente, la tesis central que acabo de exponer. Una versión reciente merece,
sin embargo, ser explícitamente mencionada. Me refiero al monismo anómalo. Se
trata de una teoría de la identidad (en el sentido indicado antes) que niega la
posibilidad de leyes neuropsicológicas auténticas. Por “auténtica” se entiende
“del mismo poder explicativo –predictivo, del mismo tipo determinista que las
leyes que se pueden encontrar en el ámbito de la física”. Según Davidson, “no
hay leyes psicofisiológicas estrictas, debido a los distintos compromisos del
esquema mental y del esquema físico. Es un rasgo de la realidad física que el
cambio físico puede ser explicado mediante leyes que lo conecten con otros
cambios y condiciones físicamente descriptos. Es una rasgo de lo mental que la
atribución de fenómenos mentales tienen que ser responsable ante el trasfondo
de razones, creencias e intenciones del individuo. Si cada ámbito va a ser fiel a su
propia fuente de evidencia, no pueden haber conexiones ajustadas entreellos…la
laxitud nomológica entre lo mental y lo físico es esencial en tanto concibamos al
hombre como un ser racional”. Estas tesis de Davidson han provocado una
polémica sumamente ardua y, por cierto, interesante; es que ellastocan uno de los
temas más candentes del problema mente-cuerpo.
Otro planteo polémico es el de la teoría funcionalista, defendida por H.Putnam.
La idea es que los problemas básicos que plantea la distinción mente- cuerpo son
problemas lingüísticos y lógicos que surgen en conexión con un sistema de
computación que esté en condiciones de responder preguntas acerca de su propia
estructura. SI este es el caso, no ay nada peculiar respecto de las experiencias
subjetivas de los seres humanos. EL desarrollo de este programa exige un
complicado tour de forcetécnico que comienza con la noción de máquina de
Turing, esto es, con la noción de un aparato con un número finito de
configuraciones internas cada una de las cuales involucra el estar la máquina en
un estado, que es uno dentro de un número finito de estados y el escandir una
cierta cinta en la que aparecen ciertos símbolos. El sistema nervioso de un ser
humano “realiza” una máquina de Turing abstracta. Los estados mentales son
estados funcionales, estados individualizados por el papel funcional que juegan
en el sistema. La composición, la forma, la química y cualquier otro rasgo físico
es irrelevante para caracterizar un estado funcional, su papel funcional, o su
identidad. El resultado del programa pone a los funcionalistas en condiciones de
concluir que el problema mente cuerpo no es un problema genuino o no es un
problema importante. Larazón que dan es que ninguna persona en su sano juicio
tomaría en serio el problema de la “identidad” o “no identidad” de los estados
lógicos y estructurales de una máquina de Turing y, en consecuencia, no debe
tomar en serio el mismo problema referido “a lo mental”. Por cierto que si se
concede la equiparación inicial entre mente y sistema de computación, esta
conclusión parece seguirse. El problema reside en aclarar adecuadamente por qué
se ha de conceder tal equiparación inicial.
La teoría emergentista constituye, en realidad, una versión remozada y, por
cierto, seriamente fundada, de la teoría monista epifenomenista (el
epifenomenismo presenta a menudo facetas dualistas, de ahí la calificación
expresa de “monista”), esto es, de una teoría que sostienen que los sucesos
mentales son efectos de eventos físicos, y no causas de ellos; que el ámbito mental
es “producido” por el ámbito físico. Se sostiene, además, que los datos y el
método a emplear en el estudio de la cuestión deben ser científicos y se descuenta
que el aumento de conocimiento permitirá explicar en términos neurofisiológicos
más y más fenómenos atribuidos ahora al ámbito mental, En su presentación
reciente, el concepto de emergencia juega un papel crucial: lo mental emerge, en
algún sentido, de lo físico: emerge de un sistema nervioso al que se le atribuye
una peculiar plasticidad.
Cada una de estas posiciones monistas – aquí apenas delineadas-, tiene en su
favor rasgos positivos; también tiene rasgos negativos que suscitan dudas y
dificultades. No entraré en estos aspectos polémicos. Aunque me interesa señalar
dos dificultades generales que debe asumir toda posición monista. Para desarrollar
una posición de este tipo de be contarse en primer lugar con un concepto
adecuadamente claro y específico de lo mental, Si no fuera así, no se sabría de
qué se habla. Además, esa caracterización de mental debe ser (lógicamente)
independiente de la caracterización de físico (corporal) y viceversa; de otro modo,
no se habría ofrecido una caracterización adecuada. Sin embargo, al dar este
necesario paso definicional puede excluirse la posibilidad misma del monismo
(por ejemplo, si se define mental en términos de intencional y luego se define
físico de modo que implique no intencional y se torna fútil todo intento de
identificar mental y físico). Si se quiere evitar el requisito de la independencia
lógica, debe cambiarse de enfoque: debe pasarsede un enfoque ontológico a un
enfoque lingüístico; esto es, a tratar de definir las expresiones “mental” y “físico”;
pero entonces, nuevamente, se restringe en este paso el ámbito de posiciones
posibles (en la especie, se privilegia, por ejemplo, una versión de la teoría de la
identidad como la que hemos descripto). Esta dificultad no tiene, necesariamente,
consecuencias negativas, tienen sí consecuencias que merecen ser seriamente
evaluadas. También correspondeevaluar, en segundo lugar, la irreductibilidad
potencial de las propiedades quede manera estándar, se emplean para caracterizar
lo mental, a saber,intencionalidad, privacidad, no espacialidad, emergencia, etc.
Existe la sospechade que ninguna teoría monista consigue expresar en sus propios
términos tales rasgos.
Si alguien pregunta lo que realmente significa “lo psíquico”, es fácil replicar enumerando sus
constituyentes: nuestras percepciones, ideas, recuerdos, sentimientos y actos volitivos; todos ellos
forman parte de lo psíquico. Pero si quien pregunta sigue adelante e inquiere si no hay alguna
cualidad común poseída por todos esos procesos, que haga posible llegar más cerca de la
naturaleza, o como la gente dice a veces, de la esencia de lo psíquico, entonces es más difícil
contestar.
Si se plantea a un físico una pregunta análoga (en cuanto a la naturaleza de la electricidad, por
ejemplo), su respuesta hasta hace poco tiempo hubiera sido: “Con el fin de explicar ciertos
fenómenos suponemos la existencia de fuerzas eléctricas que se hallan presentes en las cosas y
emanan de ellas. Estudiamos esos fenómenos, descubrimos las leyes que los gobiernan y
disponemos de ellos para usarlos. Esto nos satisface provisoriamente. No conocemos la naturaleza
de la electricidad. Tal vez la descubramos algún día conforme nuestro trabajo progrese. Hemos
de admitir que lo que ignoramos es precisamente la parte más importante e interesante de toda la
cuestión, pero por el momento esto no nos preocupa. Así, sencillamente, ocurren las coas en las
ciencias naturales”.
3.2. Voy a decirlo sin tapujos. Recorridos ciertos textos freudianos básicos
puede afirmarse que la posición teórica de Freud se asocia con naturalidad a una
concepción monista. Lo que no está claro es con qué tipo de monismo se asocia,
aunque hay razones para identificarlo con un tipoepifenomenismo o, por
momentos, con un tipo de teoría de la identidad. Las razones en las que baso la
atribución de monismo a Freud son las siguientes.
En primer lugar, la psicología, como empresa teórica, es para Freud una ciencia
natural, EL texto que acabo de citar, escrito en 1938, continúa así:
También la psicología es una ciencia natural. ¿Qué otra cosa podría ser?...El psicoanálisis es
una parte de la psicología.
…la conciencia es la función de un sistema especial al que denominamos sistema Cc. Dado
que la conciencia procura esencialmente percepciones de stímulos procedentes del mundo exterior
y sensaciones de placer y de displacer que no pueden provenir más que del interior del aparato
anímico, podemos atribuir al sistema P.Cc una localización. Tiene que hallarse situado en la
frontera entre el exterior y el interior, estar vuelto al mundo exterior y envolver a los otros sistemas
psíquicos…con estas afirmaciones no hemos expuesto nada nuevo, sino que nos hemos agregado
a la anatomía localizante del cerebro, que coloca la “sede” de la conciencia en la corteza cerebral
, en la capa exterior envolvente del órgano central. La anatomía del cerebro no necesita
preocuparse de por qué anatómicamente hablando, se halla situada la conciencia precisamente en
la superficie del cerebro, en lugar de morar cuidadosamente preservada, en lo más íntimo del
mismo. Quizá con nuestra hipótesis de tal situación de nuestro sistema P-Cc, logremos un mayor
esclarecimiento. (Más Allá del Principio del Placer, IV).
El yo es ante todo, un ser corpóreo, y no sólo un ser superficial, sino incluso la proyección de
una superficie. Si queremos encontrarle una analogía anatómica, habremos de identificarlo con
el “homúnculo cerebral” de los anatómicos, que se halla cabeza abajo sobre la corteza cerebral,
tiene los pies hacea arriba, mira hacia atrás y ostenta, a la izquierda, la zona de la palabra. ( El
Yo y el Ello, II);
…presumimos que la vida psíquica es la función de un aparato al cual suponemos
especialmente extenso y compuesto de varias partes… a la más antigua de sus provincias o
instancias psíquicas la llamamos ello; tiene por contenido todo lo heredado, lo innato, lo
constitucionalmente establecido; es decir, sobre todo las pulsiones originadas en la organización
somática, que alcanzan en el ello una primera expresión psíquica, cuyas formas aún
desconocemos….De lo que era originariamente una capa cortical dotada de órganos receptores de
estímulos y de dispositivos para la protección contra las estimulaciones excesivas, desarrollose
paulatinamente una organización especial que desde entonces oficia de mediadora entre el ello y
el mundo exterior, A este sector de nuestra vida psíquica le damos el nombre de yo. (Compendio
de Psicoanálisis, I,I).
…hemos de recordar que todas nuestras ideas psicológicas provisionales habrán de ser adscriptas
alguna vez a substratos orgánicos y que los procesos que ejercen la acción de la sexualidad y
facilitan la continuación de la vida individual en la especie, sean materias y procesos químicos
especiales.
Por cierto que Freud tuvo siempre clara conciencia de que en el campo de la
neurofisiología se estaba muy lejos de poseer un conocimiento tal que permitiera
explicitar criterios para la localización de los fenómenos y mecanismos
psicológicos, por ejemplo.
Estos comentarios fundan, prima facie al menos, la tesis de que la posición teórica
de Freud respecto del ámbito mental, se asocia (es asociable) a una concepción
filosófica monista. Lo que no deciden es a cuál de las variantes monistas cabe
asignarla. Y posiblemente este punto sea indecidible. EL Proyecto parece
involucrar una teoría estricta de la identidad (una especie de reduccionismo
extremo). En otros textos hay ecos de epifenomenismo.
Otrasveces parece suponerse una teoría de la identidad de visos modernos Se ha
creído encontrar en Freud, también un enfoque funcionalista (cf. D. Dennett). Esta
indecidibilidad no es, por cierto, un rasgo negativo ni de la obra de Freud,ni de
mi propuesta. EN cierto modo es lo que cabe esperar: los productos de la auténtica
tarea creadora del científico no tienen por qué calzar con precisión y univocidad
en los estrictos moldes conceptuales que generan los filósofos.
3.3. Supongamos que lo que he propuesto en esta sección es correcto, ¿qué interés
teórico cabe atribuirle? Puede responderse, en son de crítica, que mi propuesta
tienen poco interés: la atribución a Freud de una concepción monista sólo expresa
en jerga filosófica lo que colige, de una u otra manera, cualquier lector atento de
su obra; además, la idea de referir el psicoanálisis a ciertas teorías filosóficas no
tienen ninguna importancia para la práctica científica, o si la tienen, es negativa
(mejor no confundir la filosofía con la ciencia).
Pienso, por mi parte, que la tesis que propongo posee real interés teórico y que
estas eventuales críticas son malas críticas. Las responderé conjuntamente.
Una cosa es advertir en la obra de Freud la tendencia a reconocer la relevancia
de lo biológico y lo neurofisiológico, y otra cosa es identificar en dicha obra la
operatividad de una concepción general de lo mental y lo físico que pareciera
cumplir la función de un “ideal regulativo” (ésta es la ubicación que debe darse
a la atribución de monismo). Por supuesto que lo segundo es más fuerte que lo
primero, También es mucho más interesante. En general, el monismo tienecomo
motivación principal la idea de que corresponde a los filósofos diseñar y refinar
el marco conceptual, ofrecer algo así como un criterio general de teorías, y que
corresponde a los científicos producir y elaborar el contenido empírico
correspondiente. EL punto crucial es que en el caso del monismo se tiene la
intención de que coincidan la base empírica de las teorías científicas relevante,
con la base ontológica: las distintas variantes de monismo sólo incluyen entidades
científicamente acreditadas (o acreditables). Esta división y concurrencia de
trabajo es bastante revolucionaria y, además, bastante sensata. Como se puede
apreciar, la atribución de monismo y la confluencia filosofía/actividad científica,
no son precisamente inofensivas.
Pero hay más. Puede atribuirse a la tarea que llevé a cabo, cierto valor
exegético. Pero si lo que nos mueve a plantearnos estas cuestiones no es una
vocación bíblica, sino un auténtico espíritu científico, lo expuesto tiene unpeculiar
interés. Un programa adecuado de investigación de estas áreas tiene queincluir, al
menos como ideal regulativo, una identificación provisional de la entidad de los
fenómenos de que trata. En este punto el compromiso con una concepción “de la
esencia de lo psíquico”, es indudable, tal como lo es su vecindad con lo filosófico.
Freud, como buen científico que fue, tomó un camino apropiado para elaborar
esa vecindad.