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Unidad 3

Antropología
FILOSÓFICA
FACULTAD DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA FECHA 2021
Andy Clark y David Chalmers

La mente extendida
Traducción e introducción de
Ángel García Rodríguez y
Francisco Calvo Garzón

krk ediciones · 2011


Esta edición de laCarta sobre los vaqueiros de alzada
reproduce la establecida por Elena de Lorenzo Álvarez y
Álvaro Ruiz de la Peña, incluida en el tomo IX de las
Obras Completas de Jovellanos, publicado
por esta misma editorial en 2005.

Cubierta: detalle de El Puerto de Somiedo, de José Uría y Uría


© de la traducción y de la introducción, Ángel García Rodríguez y
Francisco Calvo Garzón
© de esta edición, KRK ediciones
www.krkediciones.com
Álvarez Lorenzana, 27. Oviedo
isbn: 978-84-8367-285-3
d.l.: as.2775-2011
Grafinsa. Oviedo
Nota editorial

El artículo «La mente extendida», de Andy Clark


y David Chalmers, fue publicado por primera vez en
la revista Analysis en 1998, si bien una versión anterior
circulaba ya desde 1995 («The Extended Mind», Phi-
losophy-Neuroscience-Psychology Research Report, St. Louis:
Washington University); versión que Clark mismo
cita en su libro Being there: putting brain, body, and world
together again publicado en 1997.
La traducción castellana que se ofrece a continua-
ción incluye algunos fragmentos que no estaban en la
versión publicada enAnalysis , y que aparecen por pri-
mera vez en la antología de textos filosóficos Philoso-
phy of mind: classical and contemporary readings , editada por
Chalmers en 2002 para Oxford University Press, Inc.

— 70 —
La mente extendida
Andy Clark y David Chalmers*

* El orden de autores refleja el grado de creencia en la tesis cen-


tral defendida en el artículo.

— 71 —
1. Introducción
¿Dónde termina la mente y comienza el resto del
mundo? Hay dos respuestas típicas a esta pregun-
ta. Algunos aceptan los límites establecidos por la
piel y el cráneo, y dicen que lo que se halla fuera del
cuerpo se halla fuera de la mente. Otros, convenci-
dos por los argumentos que sugieren que el signifi-
cado de nuestras palabras «simplemente no está en
la cabeza», defienden que este externismo acerca del
significado se extiende a un externismo acerca de la
mente. Nosotros proponemos una tercera respuesta.
Defendemos un tipo muy distinto de externismo: un
externismo activo , basado en el papel activo del entorno
en la ejecución de los procesos cognitivos.

2. La cognición extendida
Considérense estos tres casos de resolución de
problemas por parte de sujetos humanos:

— 73 —
74 La mente extendida

(1) A una persona que se sienta frente a una pan-


talla de ordenador que muestra imágenes de varias
figuras geométricas bidimensionales, se le pide que
responda a unas preguntas acerca del encaje potencial
de esas figuras en unos «huecos» dibujados. Para va-
lorar si hay encaje, la persona ha de rotar mentalmen-
te las figuras para alinearlas con los huecos.
(2) Una persona se sienta frente a una pantalla de
ordenador similar, pero esta vez puede elegir entre
rotar físicamente la imagen en la pantalla, apretan-
do un botón, o rotar mentalmente la imagen como
antes. Incluso podemos suponer, lo cual es bastante
realista, que la rotación física conlleva alguna ventaja
en cuanto a la velocidad de rotación.
(3) En algún momento del futuro ciberpunk, una
persona se sienta frente a una pantalla de ordenador
semejante. Pero este sujeto se beneficia de un im-
plante neurológico que permite realizar la rotación
con la misma rapidez que el ordenador del ejemplo
anterior. Sin embargo, el sujeto debe elegir el recur-
so interno que quiere usar (bien el implante, bien la
tradicional rotación mental), puesto que cada uno de
esos recursos impone distintas exigencias de atención
y actividad cerebral concurrente.
La cognición extendida 75

¿Cuántacognición hay en estos casos? Nuestra pro-


puesta es que los tres casos son semejantes. El caso
(3), el del implante neurológico, parece ir claramente
a la par del caso (1). El caso (2), el del botón de ro-
tación, manifiesta el mismo tipo de estructura com-
putacional que el caso (3), distribuida por el agente
y el ordenador, en vez de ser interna al sujeto. Si la
rotación del caso (3) es cognitiva, ¿qué razón tene-
mos para considerar el caso (2) como esencialmente
diferente? No podemos apelar sin más a la justifica-
ción proporcionada por el límite de la piel y el crá-
neo, puesto que lo que se plantea es precisamente la
legitimidad de ese límite. Pero no parece haber otra
diferencia.
El tipo de caso que se acaba de describir no es,
ni mucho menos, tan exótico como pudiera parecer
a primera vista. La cuestión no se plantea solo por la
presencia de avanzados recursos informáticos exter-
nos, sino por la tendencia general del sujeto racional
humano a apoyarse de manera considerable en su en-
torno. Considérese, en este sentido, el uso de lápiz
y papel para realizar una complicada multiplicación
(McClelland et1986,
al. Clark 1989), la reordenación
de las piezas del Scrabble que ayuda a recordar pa-
labras (Kirsh 1995), el uso de instrumentos como la
76 La mente extendida

regla de cálculo náutica (Hutchins 1995) y, en gene-


ral, la parafernalia de lenguaje, libros, diagramas y
cultura. En todos estos casos, el cerebro individual
realiza algunas operaciones, mientras que otras son
delegadas a la manipulación de medios externos. Si
nuestros cerebros hubieran sido diferentes, no hay
duda de que la distribución de tareas habría variado.
De hecho, incluso los casos de rotación mental
descritos en las situaciones (1) y (2) son reales. Esos
casos reflejan opciones que tienen quienes juegan al
Tetris en el ordenador. En el Tetris, hay unas figuras
geométricas que caen y han de ser dirigidas rápida-
mente a un hueco en una estructura emergente. Se
puede hacer uso de un botón de rotación. David Kir-
sh y Paul Maglio (1994) han calculado que se tarda
unos 100 milisegundos en rotar físicamente una figu-
ra 90º, y unos 200 milisegundos adicionales en se-
leccionar el botón. Obtener el mismo resultado me-
diante rotación mental lleva unos 1000 milisegundos.
Kirsh and Maglio han presentado también evidencia
convincente de que se usa la rotación física no solo
para colocar una figura de manera que encaje en el
hueco, sino a menudo paradeterminar si la figura y el
hueco son compatibles. Esto segundo es un ejemplo
de lo que Kirsh y Maglio llaman una «acción epis-
El externismo activo 77

témica». Las accionesepistémicas modifican el mundo


con el objetivo de favorecer y mejorar procesos cog-
nitivos como el reconocimiento o la búsqueda. En
cambio, las meras acciones pragmáticas modifican el
mundo porque algún cambio físico es deseable por
sí mismo (por ejemplo, rellenar de cemento un agu-
jero en una presa).
Nuestra propuesta es que las acciones epistémicas
requieren extender elcrédito epistémico . Si, al enfrentar-
nos a una tarea, hay una parte del mundo que fun-
ciona como un proceso que, si se hiciera en la cabeza, no
dudaríamos en reconocerlo como parte del proceso
cognitivo, entonces esa parte del mundoes (así lo
afirmamos) parte del proceso cognitivo. ¡Los proce-
sos cognitivos no están (todos) en la cabeza!

3. El externismo activo
En estos casos, el organismo humano se vincula
a una entidad externa en una interacción de doble
sentido, creando unsistema acoplado que puede verse
como un sistema cognitivo de pleno derecho. Todos
los componentes del sistema desempeñan un papel
causal activo, y de manera conjunta gobiernan la con-
ducta, tal como lo hace normalmente la cognición.
Si eliminamos el componente externo, la competen-
78 La mente extendida

cia conductual del sistema se resentirá, lo mismo que


si elimináramos parte de su cerebro. Nuestra tesis es
que este tipo de proceso acoplado cuenta perfecta-
mente como un proceso cognitivo, con independen-
cia de si está o no completamente en la cabeza.
Este externismo difiere en gran medida de la va-
riedad habitual defendida por Putnam (1975) y Bur-
ge (1979). Cuando creo que el agua es húmeda y mi
gemelo cree que el agua-gemela es húmeda, las carac-
terísticas externas que explican las diferencias entre
nuestras creencias son distantes e históricas, están
al final de una larga cadena causal. Las característi-
cas delpresente no son relevantes: si resulta que en es-
te momento estoy rodeado de xyz (quizás he sido
teletransportado a la Tierra Gemela), mis creencias
siguen versando sobre el agua normal, debido a mi
pasado. En estos casos, las características externas re-
levantes sonpasivas
. A causa de su naturaleza distante,
no desempeñan ningún papel en los procesos cogni-
tivos que tienen lugar aquí y ahora. Esto se refleja en
el hecho de que las acciones realizadas por mí son in-
distinguibles físicamente de las de mi gemelo, a pesar
de nuestras diferencias externas.
En cambio, en los casos descritos por nosotros las
características externas relevantes son activas, desem-
El externismo activo 79

peñando un papel crucial aquí y ahora. Como se ha-


llan acopladas con el organismo humano, tienen un
impacto directo sobre el organismo y su conducta.
En estos casos, las partes relevantes del mundo perte-
necenal,bucle
no cuelgan al final de una larga cadena
causal. Es este tipo de acoplamiento lo que nos lleva
a un externismo activo , por oposición al externismo pa-
sivo de Putnam y Burge.
Muchos se han quejado de que, incluso si Putnam
y Burge tienen razón acerca del carácter externo del
contenido, no está claro que estos aspectos externos
desempeñen un rol causal o explicativo en la géne-
sis de la acción. En las situaciones contrafácticas en
que la estructura interna se mantiene constante pero
varían las características externas, la conducta de los
sujetos parece la misma; luego la estructura interna
parece estar desempeñando el rol crucial. No vamos
a resolver esta cuestión aquí, pero hacemos notar que
el externismo activo no está amenazado por ningún
problema similar. Las características externas de un
sistema acoplado desempeñan un rol que no es pres-
cindible: si conservamos la estructura interna pero
cambiamos las características externas, la conducta
podría cambiar completamente. Así, las característi-
80 La mente extendida

cas externas son tan relevantes causalmente como las


características internas típicas del cerebro.1
Al abrazar el externismo activo, damos pie a una
explicación más natural de todo tipo de acciones.
Por ejemplo, se puede explicar mi elección de pala-
bras en el Scrabble como el resultado de un proceso
cognitivo extendido que conlleva la reordenación de
las piezas en mi atril. Por supuesto, se podría inten-
tar explicar mi acción en virtud de procesos internos
más una larga serie de «inputs» y «acciones», pero
esta explicación sería innecesariamente compleja. Si
hubiera un proceso isomórfico que tuviera lugar en la
cabeza, no nos sentiríamos inclinados a caracterizar-
lo de ese modo tan rebuscado.2 En un sentido muy
1
Puede que una gran parte del interés que despierta el externis-
mo en filosofía de la mente dependa del carácter intuitivo del externis-
mo activo. A menudo los externistas recurren a analogías con caracte-
rísticas externas de los sistemas acoplados, así como a la arbitrariedad
de los límites entre el cerebro y el entorno. Pero estas intuiciones no
cuadran fácilmente con la letra del externismo estándar. En la mayoría
de los ejemplos de Putnam y Burge, el entorno inmediato es irrelevan-
te; solo cuenta el entorno pasado. Así, aunque el debate se ha centra-
do en la cuestión de si la mente ha de estar en la cabeza, una pregun-
ta más relevante a la hora de valorar estos ejemplos podría ser: ¿está la
mente en el presente?
2
Herbert Simon (1981) recomienda que tratemos la memoria in-
terna como, de hecho, un recurso externo sobre el que operan proce-
sos internos «reales». Comenta que «la búsqueda en la memoria no
El externismo activo 81

real, la reordenación de las piezas de mi atril no es


parte de la acción; es parte delpensamiento .
La postura que estamos defendiendo aquí refle-
ja un cuerpo creciente de investigaciones en ciencia
cognitiva. En áreas tan distintas como la teoría de la
cognición situada (Suchman 1987), los estudios de
robótica-en-el-mundo-real (Beer 1989), los enfoques
dinámicos del desarrollo infantil (Thelen y Smith
1994), y la investigación acerca de las propiedades
cognitivas de grupos de agentes (Hutchins 1995), se
piensa a menudo que la cognición forma un conti-
nuo con procesos del entorno.3 Así pues, al tratar
la cognición como extendida no se está adoptando
simplemente una decisión terminológica; se influye
significativamente sobre la metodología de la investi-
gación científica. De hecho, los métodos explicativos
que antes se tomaron como apropiados solo para el
análisis de procesos «internos», ahora se están adap-

es muy distinta de la búsqueda en el entorno externo». Al menos, las


ideas de Simon tienen la virtud de tratar el procesamiento interno y
el procesamiento externo con la paridad que merecen, pero sospecha-
mos que a la mayoría de la gente le parecerá que con ello la mente en-
coge excesivamente.
3
Las tesis filosóficas defendidas en Haugeland 1995, McCla-
mrock 1995, Varelaet .al1991 y Wilson 1994 se parecen en espíritu a la
defendida aquí.
82 La mente extendida

tando al estudio de lo externo, lo cual promete una


concepción más rica de la cognición.
Algunos encuentran este tipo de externismo de
mal gusto. Una razón de ello podría ser que muchos
identifican lo cognitivo con lo consciente, y parece
poco admisible que la conciencia se extienda más allá
de la cabeza en estos casos. Pero al menos según el
uso estándar, no todo proceso cognitivo es un pro-
ceso consciente. Es ampliamente aceptado que hay
multitud de procesos que se hallan más allá de los lí-
mites de la conciencia que desempeñan un papel cru-
cial en el procesamiento cognitivo: por ejemplo, en
la recuperación de recuerdos, en procesos lingüísti-
cos y en la adquisición de habilidades. Luego el sim-
ple hecho de que los procesos externos sean exter-
nos, mientras que la conciencia es interna, no es una
razón para negar que esos procesos sean cognitivos.
Más interesante es la idea según la cual lo que ha-
ce que los procesos cognitivos reales estén en la cabe-
za es el requisito de que los procesos cognitivos sean
portátiles . En esto influye lo que podríamos llamar la
visión de la Mente Desnuda, un conjunto de recur-
sos y operaciones de los que podemos hacer uso para
cualquier tarea cognitiva, con independencia del en-
torno local. Según esta idea, lo malo de los sistemas
El externismo activo 83

acoplados es que se desacoplan muy fácilmente. Los


procesos cognitivos verdaderos son los que se hallan
en el núcleo constante del sistema; cualquier otra co-
sa es una añadidura.
La objeción es atractiva. El cerebro (o el cere-
bro y el cuerpo) comprende un paquete de recur-
sos cognitivos básicos y portátiles que es importante
por derecho propio. Estos recursos pueden incor-
porar acciones corporales a los procesos cognitivos,
como cuando usamos los dedos como memoria de
trabajo durante una complicada operación de cálcu-
lo, pero no engloban los aspectos más contingentes
de nuestro entorno externo, como una calculadora
de bolsillo. Sin embargo, el carácter contingente del
acoplamiento no descarta que haya estatus cogniti-
vo. Quizás en un futuro lejano podamos conectar
a nuestro cerebro distintos módulos de ayuda: por
ejemplo, un módulo de memoria a muy corto plazo
cuando lo necesitemos. Cuando el módulo se halle
conectado, los procesos que lo involucren serán tan
cognitivos como si hubieran estado presentes siem-
pre.4
4
Considérese el siguiente pasaje sacado de una novela reciente de
ciencia ficción (McHugh 1992, 213): «Se me conduce al departamen-
to del sistema, donde me sintonizan al sistema. Lo único que hago es
84 La mente extendida

Ni siquiera admitir que el criterio de ser portátil


sea central socavaría el externismo activo. Pues ya se
ha abierto la puerta, por ejemplo, a contar con los
dedos, y es fácil abrirla aún más. Piénsese en la anti-
gua imagen del ingeniero que lleva una regla de cál-
culo colgada de su cinturón dondequiera que va. ¿Y
si la gente llevara siempre una calculadora de bolsi-
llo, o consiguiera que se la implantaran? La verdadera
moraleja de la intuición de que la cognición es por-
tátil es que, para que los sistemas acoplados sean re-
levantes al núcleo de la cognición, lo que se requiere
es acoplamientofiable. Resulta que el acoplamiento
más fiable tiene lugar dentro del cerebro, pero fácil-
mente puede haber también acoplamiento fiable con
el entorno. Si los recursos de mi calculadora o de mi
agenda se hallan presentes siempre que los necesito,
entonces están acoplados conmigo tan fiablemente
como se requiere. De hecho, forman parte del paque-
te básico de recursos cognitivos del que dispongo a
diario. No se puede objetar a estos sistemas simple-
enchufarme, y entonces un técnico da instrucciones al sistema para
que sintonice y lo hace. Me desenchufo y pregunto la hora. 10:52. La
información aparece. Antes solo podía tener acceso a la información
cuando estaba enchufado, tenía la sensación de que sabía lo que pen-
saba yo y lo que me decía el sistema. Pero ahora, ¿cómo sé lo que es
sistema y lo que es Zhang?».
El externismo activo 85

mente que existe el riesgo de avería, pérdida o mal


funcionamiento, o que podría producirse un desaco-
plamiento de vez en cuando: el cerebro biológico está
expuesto a un riesgo similar, y a veces pierde capa-
cidades temporalmente durante episodios de sueño,
ebriedad y emoción. Si las capacidades relevantes se
hallan generalmente presentes cuando se las necesita,
el acoplamiento es suficiente.
Más aún, puede que de hecho el cerebro biológico
haya evolucionado y madurado de tal manera que la
presencia fiable de un entorno externo manipulable
sea un componente más. Ciertamente, la evolución
parece haber favorecido la existencia de capacidades
internas especialmente dirigidas a servirse del entor-
no local para reducir la carga memorística, e incluso
para transformar la naturaleza misma de los proble-
mas computacionales. Nuestros sistemas visuales han
evolucionado para servirse del entorno de distintas
maneras: por ejemplo, hacen uso de hechos contin-
gentes acerca de la estructura de los paisajes natu-
rales (Ullman y Richards 1984), y se aprovechan de
los atajos computacionales que la locomoción y el
movimiento corporal permiten (Blake y Yuille 1992).
Quizás haya otros ejemplos en los que es evolutiva-
mente beneficioso servirse de la posibilidad de que el
86 La mente extendida

entorno forme parte del bucle cognitivo. En ese caso,


el acoplamiento externo es parte del paquete verda-
deramente básico de recursos cognitivos del que ha-
cemos uso en el mundo.
Otro ejemplo podría ser el lenguaje, que pare-
ce ser un medio fundamental por el que los proce-
sos cognitivos se extienden al mundo. Considérese
un grupo de gente haciendobrainstorming en torno a
una mesa, o un filósofo que cuando mejor piensa es
al escribir, desarrollando sus ideas sobre la marcha.
Quizás el lenguaje haya evolucionado, en parte, para
permitir esas extensiones de nuestros recursos cogni-
tivos en sistemas acoplados de manera activa.
También durante la vida de un organismo, el
aprendizaje individual puede haber moldeado el cere-
bro para que dependa de extensiones cognitivas exis-
tentes en el entorno durante el aprendizaje. Nueva-
mente, el lenguaje es un ejemplo fundamental, así
como los distintos artefactos físicos y computacio-
nales que los niños usan de manera rutinaria en la
escuela como extensiones cognitivas, igual que los
aprendices de distintos oficios. En tales casos, el ce-
rebro se desarrolla de tal modo que complementa las
estructuras externas, y aprende a desempeñar su pa-
pel como parte de un sistema unificado y estrecha-
El externismo activo 87

mente acoplado. Cuando reconocemos el papel cru-


cial del entorno a la hora de constreñir la evolución
y el desarrollo de la cognición, vemos que la cogni-
ción extendida es un proceso cognitivo central, no
una añadidura.
Una analogía puede resultar útil. La extraordina-
ria eficacia del pez como ingenio nadador depende
en parte, según parece, de una capacidad evolutiva
para acoplar su conducta natatoria a las reservas de
energía cinética externa que hay en los giros, remo-
linos y vórtices de su entorno acuático (véase Trian-
tafyllou y Triantafyllou 1995). Entre los vórtices se
incluyen tanto los que ocurren naturalmente (por
ejemplo, cuando el agua rompe contra una roca) co-
mo los que son autoinducidos (por el oportuno mo-
vimiento de la cola). El pez nada al incorporar pro-
cesos externos como estos al núcleo mismo de sus
rutinas locomotrices. Conjuntamente, el pez y los
vórtices de su entorno constituyen una máquina na-
tatoria unificada y muy eficiente.
Considérese ahora un aspecto fiable del entorno
humano, el mar de palabras. El entorno lingüístico
nos rodea desde la cuna. En esas condiciones, el plás-
tico cerebro humano seguramente acabará tratando
esas estructuras como un recurso fiable que contri-
88 La mente extendida

buye a moldear rutinas cognitivas internas. Mientras


que el pez mueve la cola para crear los remolinos y
vórtices de los que se aprovecha a continuación, no-
sotros intervenimos en múltiples medios lingüísticos,
creando estructuras y cambios en el entorno cuya
presencia fiable guía procesos internos ya en marcha.
Así, las palabras y los símbolos externos tienen una
importancia crucial entre los vórtices cognitivos que
ayudan a constituir el pensamiento humano.

4. De la cognición a la mente
Hasta ahora hemos hablado principalmente del
«procesamiento cognitivo», y hemos defendido su
extensión al entorno. Habrá quien piense que la con-
clusión se ha obtenido con demasiada facilidad. Pue-
de haber procesamiento que tenga lugar en el entorno,
¿pero qué hay de la ? Todo lo dicho hasta ahora
mente
es compatible con que los verdaderos estados menta-
les (experiencias, creencias, deseos, emociones y de-
más) estén todos ellos determinados por estados del
cerebro. Quizás lo verdaderamente mental es interno,
después de todo.
Proponemos dar un paso más. Aunque algunos
estados mentales, como las experiencias, puedan es-
tar determinados internamente, hay otros casos en
De la cognición a la mente 89

los que los factores externos contribuyen de mane-


ra significativa. En concreto, vamos a defender que
las creencias pueden estar constituidas en parte por
características del entorno, cuando esas caracterís-
ticas desempeñan el papel adecuado en la ejecución
de procesos cognitivos. En ese caso, la mente se ex-
tiende al mundo.
Considérese, en primer lugar, un caso normal de
una creencia retenida en la memoria. Inga oye por
una amiga que hay una exposición en el Museo de
Arte Moderno, y decide ir a verla. Tras pensarlo un
momento, recuerda que el museo está en la calle 53,
por lo que camina hasta la calle 53 y entra en el mu-
seo. Parece claro que Inga cree que el museo está en
la calle 53, y que lo creía antes incluso de consultar su
memoria. Previamente no era una creencia efectiva, pe-
ro tampoco lo son la mayoría de nuestras creencias.
La creencia se hallaba de algún modo en la memoria,
estaba disponible allí.
Considérese ahora a Otto. Otto padece la enfer-
medad de Alzheimer, y al igual que muchos otros
enfermos de Alzheimer se apoya en información del
entorno que le ayuda a estructurar su vida. Así, don-
dequiera que va Otto lleva consigo un bloc de notas.
Cuando aprende información nueva, la apunta en el
90 La mente extendida

bloc. Cuando necesita información antigua, la bus-


ca en el bloc. El bloc de notas de Otto desempeña
el papel reservado normalmente a la memoria bio-
lógica. Un día, Otto se entera de la exposición en el
Museo de Arte Moderno y decide ir a verla. Con-
sulta su bloc de notas, que dice que el museo está en
la calle 53, por lo que camina hasta la calle 53 y entra
en el museo.
Está claro que Otto caminó hasta la calle 53 por-
que quería ir al museo y creía que el museo estaba
en la calle 53. Y del mismo modo que Inga tenía la
creencia antes incluso de consultar su memoria, pa-
rece razonable decir que Otto creía que el museo es-
taba en la calle 53 antes incluso de consultar su bloc
de notas. Es así porque en los sentidos relevantes los
ejemplos son completamene análogos: el bloc de no-
tas desempeña para Otto el mismo papel que la me-
moria desempeña para Inga. La información conte-
nida en el bloc de notas funciona exactamente como
la información que constituye una creencia ordinaria
no-efectiva. Lo único que pasa es que aquella infor-
mación se halla más allá de la piel.
La alternativa es decir que Otto no tiene creencia
alguna sobre la cuestión hasta que consulta su bloc
de notas; como mucho, lo que cree es que el museo
De la cognición a la mente 91

se halla situado en la dirección escrita en el bloc. Pe-


ro si seguimos a Otto durante un rato, veremos qué
artificial es esta forma de hablar. Otto usa constante-
mente su bloc sin pensárselo. El bloc es fundamental
para su actuación en todo tipo de contexto, del mis-
mo modo que un recuerdo ordinario es fundamental
en una vida ordinaria. La misma información puede
aparecer una y otra vez, y quizás ser modificada par-
cialmente a veces, antes de ser retirada a algún rin-
cón de la memoria artificial. Decir que las creencias
desaparecen cuando se guarda el bloc de notas pare-
ce tan equivocado como decir que las creencias de
Inga desaparecen cuando deja de ser consciente de
ellas. En los dos casos, la información está presente
de manera fiable cuando se necesita, a disposición de
la conciencia y lista para guiar la conducta, justo lo
que se espera de una creencia.
Ciertamente, en tanto en cuanto las creencias y
los deseos se caracterizan por sus roles explicativos,
los casos de Otto e Inga parecen ir a la par: la diná-
mica causal básica de cada caso refleja fielmente lo
que sucede en el otro. Nos resulta satisfactoria una
explicación de la acción de Inga en virtud de su de-
seo efectivo de ir al museo más su creencia latente
de que el museo está en la calle 53, y una explicación
92 La mente extendida

semejante de la acción de Otto debería satisfacernos


igualmente. La alternativa sería explicar la acción de
Otto en virtud de su deseo efectivo de ir al museo, la
creencia latente de que el museo está situado donde
dice el bloc de notas, más el hecho accesible de que
el bloc dice que el museo está en la calle 53; pero esto
complica la explicación innecesariamente. Si hemos
de recurrir a esta explicación de la acción de Otto,
entonces debemos hacer lo mismo en cada una de
las incontables acciones en las que interviene el bloc
de notas; en cada explicación habrá un elemento ex-
tra que incluye al bloc de notas. A nuestro entender,
explicar las cosas de este modo es dar demasiados pa-
sos . Resulta ociosamente complejo, del mismo modo
que sería ociosamente complejo explicar la acción de
Inga en virtud de creencias acerca de su memoria. El
bloc de notas es una constante para Otto, igual que
la memoria es una constante para Inga; recurrir a ello
en cada explicación en virtud de creencias y deseos
sería redundante. En una explicación, la simplicidad
es poder.
Si estamos en lo cierto, podemos incluso diseñar
el ejemplo de Otto Gemelo, que es exactamente co-
mo Otto excepto que hace un rato anotó errónea-
mente en su bloc de notas que el Museo de Arte Mo-
De la cognición a la mente 93

derno estaba en la calle 51. Ahora, Otto Gemelo es


un duplicado físico de Otto de la piel hacia adentro,
pero su bloc de notas es distinto. En consecuencia,
habría que decir que Otto Gemelo cree que el museo
está en la calle 51, mientras que Otto cree que está en
la calle 53. En estos ejemplos, la creencia simplemen-
te no está en la cabeza.
Esto es un reflejo de la conclusión de Putnam y
Burge, pero nuevamente hay importantes diferencias.
En los ejemplos de Putnam y Burge, las característi-
cas externas que constituyen las diferencias de creen-
cia son distantes e históricas, de tal manera que los
gemelos de estos ejemplos producen conductas físi-
camente indistinguibles. En los ejemplos que descri-
bimos nosotros, las características externas relevantes
desempeñan un papel activo aquí y ahora, y tienen
un impacto directo sobre la conducta. Mientras que
Otto camina a la calle 53, Otto Gemelo camina a la
calle 51. Ni siquiera se plantea la irrelevancia expli-
cativa de este tipo de contenido externo de la creen-
cia; se introduce precisamente por el rol explicativo
fundamental que desempeña. Como en los ejemplos
de Putnam y Burge, en nuestros ejemplos hay dife-
rencias en cuanto a la referencia y las condiciones de
94 La mente extendida

verdad, pero también hay diferencias en cuanto a la


dinámica de lacognición .5
La moraleja es que cuando se trata de una creen-
cia, la piel y el cráneo no son sagrados. Lo que ha-
ce que determinada información cuente como una
creencia es el rol que desempeña, y no hay razón por
la que el rol relevante se desempeñe solo desde den-
tro del cuerpo.
Habrá quien se resista a esta conclusión. Quizás
alguien se plante y se oponga diciendo que según su
uso del término «creencia», o quizás incluso según
el uso estándar, Otto simplemente no reúne los re-
quisitos para creer que el museo está en la calle 53.
No es nuestra intención debatir cuál es el uso están-
dar; la cuestión más general que nos interesa es que
la noción de creencia usarse de tal modo que
debería
Otto sí reúna los requisitos para tener la creencia
pertinente. En todos los aspectos importantes, el ejem-
5
Según la terminología usada por Chalmers en «The components
of content», los gemelos de los ejemplos de Putnam y Burge se dife-
rencian solo en cuanto a su contenido subjuntivo , pero Otto y su geme-
lo pueden verse como distintos en cuanto a su contenido epistémico , que
es el tipo de contenido que controla la cognición. En términos gene-
rales, el contenido epistémico es interno a un sistema cognitivo, solo
que en este ejemplo el sistema cognitivo se halla extendido de hecho
hasta incluir el bloc de notas.
De la cognición a la mente 95

plo de Otto es similar a un caso estándar de creencia


(no-efectiva). Las diferencias entre el caso de Otto y
el de Inga son llamativas, pero superficiales. Al usar la
noción de «creencia» de un modo más amplio, aque-
lla refiere a algo más parecido a una clase natural. La
noción se vuelve más profunda y más unitaria, y es
más útil en una explicación.
Para que la oposición tenga fuerza, quien se re-
sista ha de mostrar que los casos de Otto e Inga di-
fieren en algún aspecto importante y relevante. ¿Pe-
ro en qué sentido profundo difieren? Basarlo todo
únicamente en que en un caso la información está en
la cabeza, mientras que en el otro no, sería pedir la
cuestión. Si hay aquí una diferencia relevante para es-
tablecer una diferencia de creencia, está claro que la
relevancia no esprimitiva. Para justificar un trato dis-
tinto, se ha de encontrar alguna diferencia subyacente
más básica entre ambos casos.
Podría sugerirse que la diferencia relevante entre
ambos casos es que el acceso de Inga a la información
es másfiable
. Después de todo, cualquiera puede qui-
tarle a Otto su bloc de notas en cualquier momento,
mientras que la memoria de Inga se halla más a sal-
vo. No es implausible que la constancia sea relevante:
efectivamente, el hecho de que Otto siempre usa su
96 La mente extendida

bloc de notas ha jugado algún papel en nuestra jus-


tificación de su estatus cognitivo. Si Otto consultara
una guía una única vez, sería mucho menos probable
que le adscribiéramos una creencia latente. Pero en el
ejemplo original, el acceso de Otto a su bloc de no-
tas es muy fiable; por supuesto, no es perfectamen-
te fiable, pero tampoco lo es el acceso de Inga a su
memoria. Un cirujano podría manipular su cerebro,
o en una situación más mundana, quizás Inga beba
demasiado. La mera posibilidad de la manipulación
no es suficiente para negarle la creencia.
Podría plantearse quede hecho el acceso de Otto
a su bloc de notas viene y va. Por ejemplo, se ducha
sin el bloc y no puede leerlo cuando no hay luz. Sin
embargo, su creencia no puede ir y venir con tanta
facilidad. Podríamos evitar este problema ofreciendo
una redescripción de la situación, pero de todos mo-
dos una desconexión temporal de vez en cuando no
es una amenaza para nuestra tesis. Después de todo,
cuando Inga duerme, o cuando está ebria, no deci-
mos que su creencia desaparezca. Lo que realmente
cuenta es que la información esté a disposición del
sujeto cuando la necesita, y este requisito se satisface
por igual en los dos casos. Si a menudo el bloc de no-
tas no estuviera a disposición de Otto en los momen-
De la cognición a la mente 97

tos en que la información que contiene le resultaría


útil, podríamos tener un problema, puesto que la in-
formación no podría desempeñar el papel de guía de
la conducta que es fundamental para la creencia; pe-
ro si está a su fácil disposición en la mayoría de las
situaciones relevantes, la creencia no corre peligro.
Quizás una diferencia es que Inga tiene mejor ac-
ceso a la información que Otto. Probablemente, el
vínculo entre los procesos «centrales» de Inga y su
memoria es de banda relativamente ancha, en compa-
ración con la conexión de nivel bajo entre Otto y su
bloc de notas. Pero esto por sí solo no implica la di-
ferencia entre creer y no creer. Considérese el caso de
Lucy, la amiga con quien Inga va al museo, cuya me-
moria biológica está conectada a sus sistemas centra-
les solo mediante un vínculo de nivel bajo, debido a
una biología anormal y a desgracias pasadas. Quizás
el procesamiento sea menos eficiente en Lucy, pero
mientras la información relevante esté accesible, no
hay duda de que Lucy cree que el museo está en la ca-
lle 53. Si la conexión fuera demasiado indirecta —si
Lucy tuviera que esforzarse mucho para obtener la
información, con resultados variables, o si necesitara
de la ayuda de un psicoterapeuta—, vacilaríamos a
la hora de adscribirle la creencia, pero estos casos no
98 La mente extendida

se parecen a la situación de Otto, donde el acceso a


la información es fácil.
Otra sugerencia podría ser que el acceso de Otto
a la información relevante procede solo de laper-
cepción, mientras que el acceso de Inga es más direc-
to, quizás por introspección. Sin embargo, presentar
las cosas de este modo es, en algún sentido, pedir la
cuestión. Después de todo, de hecho estamos promo-
viendo una manera de ver las cosas según la cual los
procesos internos de Otto y su bloc de notas consti-
tuyen un único sistema cognitivo. Desde el punto de
vista de este sistema, el flujo de información entre el
bloc de notas y el cerebro no es en absoluto percep-
tivo; no se trata del impacto de algo desde fuera del
sistema. Es más parecido al flujo de información en
el cerebro. El único sentido interesante en que el ac-
ceso es perceptivo es que en el caso de Otto hay una
distintiva fenomenología perceptiva asociada con la
recuperación de la información, mientras que en el
caso de Inga no es así. Pero ¿por qué habría de in-
fluir la naturaleza de una fenomenología asociada en
el estatus de una creencia? El recuerdo de Inga podría
tener asociada una fenomenología, pero sigue siendo
una creencia. Vale que la fenomenología no es visual.
Pero como caso de fenomenología visual, considére-
De la cognición a la mente 99

se a Terminator en la película homónima de Arnold


Schwarzenegger. Cuando recuerda alguna informa-
ción, esta aparece «desplegada» ante él en su campo
visual (se supone que Terminator es consciente de la
información, ya que son frecuentes los fotogramas
que muestran su punto de vista). Seguramente el he-
cho de que la recuperación de los recuerdos latentes
tenga lugar de este modo poco corriente no afecta a
su estatus de creencias latentes.
Estas pequeñas y variadas diferencias entre los ca-
sos de Otto e Inga son todas diferenciassuperficiales .
Fijarse en ellas sería pasar por alto que para Otto, las
anotaciones en su bloc desempeñan exactamente el
tipo de rol desempeñado por las creencias a la hora
de guiar la vida de la mayoría de la gente.
Quizás la intuición de que la de Otto no es una
verdadera creencia procede de la sensación residual
según la cual las únicas creencias verdaderas son
creencias efectivas. Si nos tomamos esto en serio, ha-
brá que excluir también la creencia de Inga, así como
muchas creencias que se atribuyen a diario. Se trataría
de una postura radical, pero podría ser la manera más
consistente de rechazar la creencia de Otto. Incluso
con una postura ligeramente menos radical —por
ejemplo, la tesis según la cual una creencia ha de es-
100 La mente extendida

tar disponible a la conciencia—, una anotación en el


bloc de Otto parece reunir los requisitos exactamente
igual que el recuerdo de Inga. Una vez se ha abierto
la puerta a las creencias disposicionales, resulta difícil
resistirse a la conclusión de que el bloc de notas de
Otto tiene todas las disposiciones relevantes.

5. Más allá de los límites externos


Si se acepta la tesis defendida aquí, ¿hasta dónde
deberíamos llegar? Enseguida surge toda una hueste
de casos problemáticos. ¿Qué pasa con los lugare-
ños amnésicos de Cien años de soledad, que olvidan los
nombres de todo y cuelgan etiquetas por todas par-
tes? ¿Es la información de mi agenda parte de mi me-
moria? Si se ha manipulado el bloc de notas de Otto,
¿cree Otto la información que se acaba de introdu-
cir? ¿Creo yo los contenidos de la página que tengo
delante antes de leerla? ¿Se halla mi estado cognitivo
extendido de algún modo por Internet?
No pensamos que haya respuestas categóricas a
todas estas preguntas y no vamos a darlas. Pero con
el fin de ayudar a entender cómo funciona la ads-
cripción de creencias extendidas, podemos examinar
al menos qué características de nuestro ejemplo prin-
cipal hacen que la noción se aplique tan claramente
Más allá de los límites externos 101

ahí. Primero, el bloc de notas es una constante en la


vida de Otto: en las situaciones en las que la infor-
mación contenida en el bloc sea relevante, raramente
procederá a actuar sin consultarlo. Segundo, la infor-
mación contenida en el bloc está disponible de forma
directa y sin dificultad. Tercero, una vez que Otto ac-
cede a la información del bloc, la suscribe inmediata-
mente. Cuarto, la información contenida en el bloc
ha sido suscrita conscientemente en algún momen-
to anterior, y de hecho está ahí como consecuencia
de ello.6 Es debatible que esta cuarta característica
constituya un criterio de la creencia (quizás puedan
adquirirse creencias mediante percepción subliminal
o a través de la manipulación de recuerdos), pero no
hay duda de que las tres primeras características des-
empeñan un papel crucial.
En la medida en que, al ser cada vez más exóticos,
los casos problemáticos carecen de estas caracterís-
ticas, se pierde gradualmente la aplicabilidad de la
6
Los criterios de constancia y suscripción anterior podrían su-
gerir que el pasado es en parte constitutivo de la creencia. Podría res-
ponderse a esto quitando todo componente histórico (por ejemplo,
haciendo una lectura puramente disposicional del criterio de constan-
cia y eliminando el criterio de suscripción anterior), o podría mante-
nerse ese componente siempre y cuando el peso principal resida en ca-
racterísticas del presente.
102 La mente extendida

noción de «creencia». Si raramente procedo a actuar


sin consultar mi agenda, por ejemplo, su estatus en
mi sistema cognitivo se parecerá al del bloc de no-
tas de Otto. Pero si a menudo actúo sin consultar-
la (por ejemplo, si a veces respondo a determinadas
preguntas con un «No sé»), entonces la información
contenida en ella no reúne los requisitos para formar
parte clara de mi sistema de creencias. Probablemen-
te, Internet no satisfará bastantes requisitos, a no ser
que yo tenga una dependencia poco común de los or-
denadores, esté versado en la tecnología, y confíe en
ella, pero la información contenida en algunos de los
archivos de mi ordenador podría satisfacerlos. En los
casos intermedios, la cuestión acerca de si una creen-
cia se halla presente puede estar indeterminada, o la
pregunta podría depender de los distintos criterios
que entran en juego en los numerosos contextos en
los que se puede formular la pregunta. Pero cual-
quier indeterminación que haya aquí no implica que
la respuesta no esté clara en los casos paradigmáticos.
¿Y qué decir acerca de la cognición extendida so-
cialmente? ¿Podrían mis estados mentales estar cons-
tituidos en parte por los estados de otros sujetos
pensantes? No vemos que, en principio, haya razón
alguna para negarlo. En una pareja con una interde-
Más allá de los límites externos 103

pendencia poco común, es plenamente posible que


las creencias de uno de ellos desempeñen el mismo
tipo de papel para el otro que el desempeñado por
el bloc de notas en Otto.7 Lo fundamental es un alto
grado de confianza, dependencia y accesibilidad. Es-
tos criterios no se satisfarán tan claramente en otras
relaciones sociales, aunque podrían satisfacerse sin
embargo en ámbitos específicos. Por ejemplo, el ca-
marero de mi restaurante favorito podría funcionar
como depósito de creencias acerca de mis platos fa-
voritos (esto podría construirse incluso como un ca-
so de deseo extendido). En otros ejemplos, las creen-
cias de alguien podrían tomar cuerpo en las de su
ayudante, su contable o su colaborador.8
7
Considérese el siguiente texto, sacado de un artículo sobre John
Wooden, antiguo entrenador de baloncesto de ucla, publicado en The
New York Times, 30 de marzo de 1995, p. b7: «Wooden y su mujer asis-
tieron a treinta y seis finales seguidas, e invariablemente ella era su uni-
dad de memoria. A Nell Wooden casi nunca se le olvidaba un nombre,
mientras que su marido apenas recordaba alguno, y en los pasillos del
estadio ella reconocía a la gente por él».
8
¿Permitiría este tipo de razonamiento algo parecido a las creen-
cias extendidas sobre la «artritis» del ejemplo de Burge? Después de
todo, siempre podría delegar en mi médico a la hora de tomar medidas
respecto a mi enfermedad. Quizás sea así, pero existen claras diferen-
cias. Por ejemplo, cualquier creencia extendida descansaría sobre una
relación activa ya existente con el médico, en vez de sobre una relación
histórica con una comunidad lingüística. Y según el análisis defendi-
104 La mente extendida

En cada uno de estos ejemplos, el peso mayor del


acoplamiento entre agentes depende del lenguaje. Sin
lenguaje, podríamos parecernos mucho más a mentes
cartesianas «internas» y separadas, en las que la cog-
nición de alto nivel descansa principalmente sobre
recursos internos. Pero la llegada del lenguaje nos ha
permitido extender este peso por el mundo. Visto de
esta manera, el lenguaje no es un reflejo de nuestros
estados internos, sino un complemento suyo. Sirve
como una herramienta cuya función es extender la
cognición en maneras en que los dispositivos inter-
nos no pueden hacerlo. De hecho, quizás la explosión
intelectual de la última etapa de la evolución se deba
tanto a la extensión de la cognición que el lenguaje
ha hecho posible como a cualquier desarrollo inde-
pendiente de nuestros recursos cognitivos internos.
Y finalmente, ¿qué decir del yo? ¿Implica la mente
extendida un yo extendido? Parece que sí. La mayo-
ría de nosotros ya acepta que el yo supera los límites
de la conciencia; mis creencias disposicionales, por
ejemplo, constituyen en algún profundo sentido una
do aquí, al delegar en el médico se tendería a obtener la creencia ver-
dadera de que tengo otra enfermedad distinta en el muslo, en vez de la
creencia falsa de que lo que tengo es artritis. Por otra parte, si usara a
los médicos únicamente como expertos terminológicos, se obtendrían
los mismos resultados que en el análisis de Burge.
Más allá de los límites externos 105

parte de lo que soy. En ese caso, esos límites podrían


también extenderse más allá de la piel. La informa-
ción contenida en el bloc de notas de Otto, por ejem-
plo, es una parte fundamental de su identidad como
agente cognitivo. Lo que esto significa es que habría
que tratar almismo Otto como un sistema extendido,
un acoplamiento de organismo biológico más recur-
sos externos. Para evitar esta conclusión de manera
consistente, tendríamos que contraer el yo a un mero
racimo de estados efectivos, amenazando seriamen-
te su profunda continuidad psicológica. Sería mu-
cho mejor aceptar la concepción más amplia, y ver a
los agentes mismos como extendidos por el mundo.
Como sucede con cualquier nueva concepción de
nosotros mismos, esta tendrá consecuencias signifi-
cativas. Además de las consecuencias obvias para las
concepciones filosóficas de la mente y para la meto-
dología de la investigación en ciencia cognitiva, ten-
drá efectos también en los ámbitos social y moral.
Por ejemplo, puede haber casos en los que causar da-
ño al entorno de alguien tenga el mismo significado
moral que causar daño a la persona. Y si esta nueva
concepción se toma en serio, algunas formas de acti-
vidad social podrían concebirse mucho menos como
comunicación y acción, y mucho más como pensa-
106 La mente extendida

miento. En cualquier caso, una vez derrotada la he-


gemonía de la piel y el cráneo, podríamos ser capaces
de vernos a nosotros mismos como auténticas cria-
turas del mundo.

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