Mujer

cardiopatía:
qué hay de nuevo
y

Objetivo general: Ofrecer a los profesionales de enfermería una panorámica

general de la prevención de la enfermedad cardiovascular (ECV) en las mujeres.
Objetivos de aprendizaje: Tras la lectura de este artículo, usted será capaz de:
1. Identificar los factores de riesgo para la cardiopatía en las mujeres.
2. Describir las pruebas diagnósticas para realizar en mujeres con cardiopatía.
3. Señalar las opciones terapéuticas posibles en mujeres con cardiopatía.

8 Nursing. 2008, Volumen 26, Número 9

Veamos las novedades en este análisis de las nuevas directrices de la AHA relativas
a la valoración y el control del riesgo.
Dennis Cheek, RN, PhD, FAHA; Melissa Sherrod, RN, y Jennifer Tester
HASTA HACE POCO, LA GENTE de la calle y la mayor parte
de los profesionales sanitarios han compartido el error de que
la enfermedad cardiovascular (ECV) afectaba principalmente a
los varones. Muchas mujeres con ECV no muestran los signos
y síntomas que se han identificado en los primeros estudios
de investigación que se realizaron en los varones, de manera
que se consideró que la ECV era menos peligrosa para las
mujeres y, por tanto, el estudio diagnóstico y el tratamiento
de las mujeres con ECV eran mucho menos detallados. Sin
embargo, a medida que los investigadores empezaron a
descubrir que las mujeres responden de manera específica
frente a otras muchas enfermedades, también comenzaron a
contemplar el sexo en el estudio de la ECV. Sus
descubrimientos han revolucionado la forma de valoración
diagnóstica y el tratamiento de las mujeres en riesgo.
En este artículo se contempla la actualización más reciente
de las directrices de la American Heart Association (AHA)
relativas a la prevención de la ECV en las mujeres, y se
describen los signos y síntomas, las necesidades diagnósticas y
las respuestas al tratamiento de las pacientes, en comparación
con los correspondientes a los varones. También nos gustaría
que esto sirviera para desterrar los antiguos mitos relativos a
la ECV en las mujeres.
Una enfermedad con igualdad
de oportunidades
Según la AHA, la cardiopatía es la causa principal de muerte
en los varones y mujeres estadounidenses y la segunda causa
de fallecimiento en las personas de la mayor parte de los
países desarrollados1. La enfermedad cardiovascular, en la que
se incluyen los síndromes coronarios agudos, la aterosclerosis
y otras formas de cardiopatía isquémica crónica, es
responsable de muchos de los fallecimientos.
Los factores de riesgo para la ECV se pueden incluir en 2
categorías: los que no son susceptibles de modificación y los
modificables. Usted debe considerar estos factores para
determinar el riesgo de ECV en las mujeres (véase el cuadro
anexo Determinación del riesgo de ECV). Los factores de riesgo
que no se pueden modificar son los siguientes:
• Sexo. Las tasas de diagnóstico de ECV y de fallecimiento por
esta causa entre las mujeres se mantienen estables, mientras que
las correspondientes a los varones están disminuyendo. De
hecho, cada año mueren por ECV más de 500.000 mujeres, es
decir, una cifra superior a la de fallecimientos por ECV en los
varones y también superior a la suma de fallecimientos por las 7
causas siguientes de muerte en las mujeres1.
• Edad. Los varones desarrollan la ECV a edades más
tempranas que las mujeres, pero la incidencia y la prevalencia se
igualan en ambos sexos después de que las mujeres alcanzan la
menopausia1. A pesar de que muchas de las diferencias con
especificidad sexual respecto a la ECV siguen constituyendo un
auténtico misterio, el período posterior a la menopausia se
considera un factor de riesgo independiente, de manera que la
investigación reciente se ha centrado en la posibilidad de que los
estrógenos induzcan un efecto cardioprotector.
Sorprendentemente, en varios estudios se ha demostrado que
las mujeres menopáusicas que reciben tratamiento hormonal
únicamente con estrógenos, o bien con la combinación de
estrógenos y progesterona, muestran un incremento en la
incidencia de episodios trombóticos (incluyendo el infarto de
miocardio [IM] y el accidente cerebrovascular), así como en la
de cáncer de mama2. Debido a estos riesgos en las mujeres, la
AHA ya no recomienda el tratamiento hormonal para la
prevención o el tratamiento de la ECV en las mujeres
posmenopáusicas. Sin embargo, los clínicos todavía pueden
prescribir un tratamiento hormonal a corto plazo en la
sintomatología de la menopausia, por ejemplo, frente a los
sofocos y a la sequedad vaginal. Los estrógenos administrados
de manera aislada pueden ser útiles, aunque no son seguros en
las mujeres que mantienen el útero2.
• Raza. No sabemos exactamente por qué, pero la raza y la
etnia influyen de manera conjunta en el riesgo de ECV.
Pueden ser factores implicados en ello el acceso a la asistencia
sanitaria, las pruebas de detección, los factores genéticos y el
estilo de vida. La tasa de muerte por ECV en las mujeres
afroamericanas es casi un 40% superior a la de las mujeres de
raza blanca. Sin embargo, la tasa de mortalidad por ECV en
las mujeres de origen mexicano-norteamericano es muy
similar a la de las de raza blanca1.
• Factores genéticos. La enfermedad cardiovascular presenta
un fuerte componente genético y en los grupos familiares se
observan patrones hereditarios de susceptibilidad.
Veamos ahora los factores de riesgo de la ECV respecto a
los cuales usted puede actuar para su identificación y
modificación. A pesar de que estos factores amenazan tanto a
los varones como a las mujeres, pueden inducir un pronóstico
peor en las segundas. Por sí mismas, la diabetes y la
hipertensión son factores predictivos especialmente intensos
de la ECV y se asocian a una peor evolución.
• La diabetes es el factor que se asocia a un riesgo mayor. En el
Nurses’ Health Study (un estudio de investigación continuado
relativo a las enfermedades crónicas principales de las mujeres),
las mujeres con diabetes presentaron una incidencia de
complicaciones cardiovasculares 7 veces superior a la del resto
de las mujeres; además, aproximadamente la mitad de ellas
fallecieron a consecuencia de la ECV3.
Las mujeres con diabetes y ECV, especialmente las de
orígenes hispano y afroamericano, presentan una tasa de
mortalidad muy superior a la de los varones y a la de las
mujeres no diabéticas que padecen estos trastornos. Las mujeres
jóvenes y diabéticas pierden el elemento de protección existente
antes de la menopausia, de manera que su riesgo de padecer
ECV es similar al de los varones de su misma edad.
Nursing. 2008, Noviembre 9
 • La hipertensión, especialmente si aparece antes de la
menopausia, hace que una mujer muestre un riesgo de ECV
mucho mayor que el de las mujeres o los varones cuya
presión arterial (PA) es normal. Al menos la mitad de las
mujeres pueden presentar hipertensión antes de alcanzar la
menopausia, y la prevalencia es mayor en las mujeres de
origen afroamericano. El incremento de la PA es 2 o 3 veces
superior en las mujeres que toman anticonceptivos orales,
especialmente en el caso de las mujeres mayores y con
sobrepeso1. Dado que la hipertensión se asocia con frecuencia
al envejecimiento, la ECV representa una preocupación
significativa en las mujeres de edad avanzada.
• El hecho de fumar incluso sólo unos pocos cigarrillos al día
se correlaciona con una elevación del riesgo de ECV o de IM
mortal, según los resultados obtenidos en el Nurses’ Health
Study4,5. Aproximadamente el 25% de las mujeres fuman, y la
prevalencia del tabaquismo es mayor entre las mujeres
posmenopáusicas. El hecho de haber fumado durante toda su
vida hace que una mujer presente un riesgo de ECV superior
al de un varón que no ha fumado nunca. Las mujeres jóvenes
que fuman posiblemente anulan con ello cualquier efecto de
protección frente a la ECV inducido por su situación
premenopáusica. Las mujeres que toman anticonceptivos
orales y fuman tienen más posibilidades de padecer un IM o
un accidente cerebrovascular, en comparación con las que
toman anticonceptivos orales pero no fuman.
• La dislipemia duplica el riesgo de ECV en una mujer, en
comparación con el riesgo de las mujeres con perfiles
lipídicos normales, según los resultados obtenidos en el
Framingham Heart Study (en curso desde 1948). En otros
estudios recientes se ha demostrado que las concentraciones
bajas de lipoproteínas de alta densidad (HDL) constituyen un
factor predictivo mucho más intenso de mortalidad por ECV
en las mujeres que en los varones6.
Determinación del riesgo de ECV
El National Cholesterol Education Program ofrece una herramienta para la valoración del
riesgo fundamentada en los resultados obtenidos en el Framingham Heart Study. Esta
herramienta utiliza la edad, el sexo, las concentraciones de colesterol, la presión arterial y
los antecedentes de tabaquismo del paciente para estimar los riesgos de infarto de
miocardio y fallecimiento a los 10 años (riesgo global de Framingham). Esta herramienta se
puede obtener en la web http://hp2010.nhlbihin.net/atpiii/calculator.asp?usertype=prof.
Estas clasificaciones de la ECV proceden de las nuevas directrices de la AHA:
Riesgo óptimo: Riesgo global de Framingham inferior al 10% y mantenimiento de un
estilo de vida saludable, sin factores de riesgo.
Riesgo intermedio:
• Uno o más factores de riesgo importantes para la ECV, incluyendo el consumo de
cigarrillos, la dieta inadecuada, el sedentarismo, la hipertensión, la dislipemia, el síndrome
metabólico, la obesidad (especialmente, la adiposidad central), los antecedentes
familiares de ECV prematura (en un familiar de sexo masculino menor de 55 años de
edad o en un familiar de sexo femenino menor de 65 años).
• Evidencia de enfermedad vascular subclínica (p. ej., calcificación coronaria).
• Escasa capacidad de ejercicio en la prueba sobre cinta sinfín, recuperación inadecuada
de la frecuencia cardíaca tras el ejercicio o ambas.
Riesgo elevado:
• ECV establecida.
• Enfermedad cerebrovascular.
• Arteriopatía periférica.
• Aneurisma aórtico abdominal.
• Enfermedad renal terminal o crónica.
• Diabetes.
• Riesgo global de Framingham superior al 20% (o riesgo elevado en función del
resultado obtenido con cualquier otra herramienta de valoración del riesgo global).
10 Nursing. 2008, Volumen 26, Número 9
• La obesidad es otro factor de riesgo importante. La obesidad
central conlleva un riesgo incluso mayor que el incremento
del índice de masa corporal (IMC). El perímetro de la cintura
saludable es inferior a 87,5 cm en las mujeres y a 100 cm en
los varones; el IMC adecuado oscila entre 18,5 y 24,9 kg/m2
en ambos sexos.
• El estilo de vida sedentario puede contribuir a la obesidad, la
dislipemia, la hipertensión y la hiperglucemia. El ejercicio
físico puede reducir el riesgo cardiovascular al incrementar las
concentraciones de HDL y disminuir la PA, la glucemia y las
concentraciones de lipoproteínas de baja densidad (LDL). El
ejercicio físico puede reducir a la mitad el riesgo de ECV en
una mujer y también puede disminuir de manera significativa
el riesgo de un segundo IM en una mujer posmenopáusica
que ya ha padecido uno. La investigación señala que, para
disminuir su riesgo, una mujer debe realizar 30 min de
actividad física de intensidad moderada (como caminar) todos
o casi todos los días de la semana7. Sin embargo, las mujeres
que necesitan disminuir su peso corporal o que ya han
conseguido su disminución deben realizar al menos 60 min
de una actividad física de intensidad moderada (como
caminar rápido) todos o casi todos los días de la semana.
• El estrés incrementa el riesgo de ECV en las mujeres y también
aumenta el riesgo de una mala evolución, según los resultados
obtenidos en varios estudios8,9. La depresión también puede
incrementar el riesgo de una complicación cardíaca en las
mujeres, o bien puede dificultarles la solicitud de asistencia
médica. Usted debe considerar la idoneidad del estudio para
descartar la depresión en las mujeres con coronariopatía, y tiene
que solicitar su tratamiento cuando esté indicado7.
Los factores de riesgo para la ECV parecen tener un efecto
sinérgico, de manera que cuantos más factores de este tipo
reduce o elimina la paciente, mayores son las posibilidades de
prevenir los problemas. Dicho en términos sencillos, usted,
como profesional de enfermería, debe enseñar a sus pacientes
todo lo necesario respecto a los factores de riesgo y tiene que
explicarles la manera de cambiar los que sean modificables.
Signos y síntomas en ellos y ellas
En numerosos estudios se ha demostrado que las mujeres y
los varones con coronariopatía muestran diferencias en la
forma en que su enfermedad se manifiesta clínicamente, a
pesar de que no se ha aclarado el porqué.
Muchos varones desconocen que padecen una ECV hasta
que presentan los síntomas típicos de los síndromes
coronarios agudos (IM o angina). Por su parte, las mujeres
tienen una probabilidad mayor de solicitar asistencia médica
debido a que presentan síntomas de carácter más sutil, como
disnea, fatiga o cambios en su patrón del sueño. Ya que las
manifestaciones clínicas pueden ser «atípicas» en las mujeres,
es posible que sus síntomas sean pasados por alto o
considerados no relacionados con la ECV.
El cuadro doloroso clásico de la ECV, que es el que
experimentan con mayor frecuencia los varones, es un dolor
opresivo e intenso caracterizado por una sensación de
pesadez, aplastamiento o estrujamiento, y que tiene lugar
característicamente en situaciones en las que el paciente
realiza ejercicio físico o presenta emociones intensas. Si la
causa del dolor es la isquemia, se puede aliviar mediante el
reposo y la administración de nitroglicerina por vía
sublingual. Si el paciente está padeciendo un IM, el dolor
puede aparecer en reposo y solamente responde a la
administración de nitroglicerina por vía intravenosa, al uso de
morfina y a los tratamientos de reperfusión, como la
intervención coronaria percutánea (ICP).
En las mujeres, las molestias causadas por la ECV son muy
variables y en muchos casos son más generalizadas o sutiles.
La mujer puede describir una sensación de pesadez u
opresión, o bien de dolor, en la parte izquierda del tórax, el
abdomen, la parte media de la espalda o el hombro. Si no
presenta dolor torácico, puede tener dolor en el brazo. En
ocasiones muestra palpitaciones o un dolor que describe
como agudo o pasajero, aunque puede recidivar.
Las mujeres con angina pueden presentar molestias torácicas
durante el reposo o el sueño, o bien asociadas a otros síntomas
durante el ejercicio. En los casos de IM en las mujeres, es más
probable que las molestias se localicen en el cuello, la espalda, el
brazo, el hombro, la mandíbula o la garganta; además, suelen
acompañarse de síntomas como náuseas y vómitos, dispepsia,
dolor en la parte superior del abdomen, fatiga, sudación
profusa, mareos o desfallecimiento. Las mujeres de edad
avanzada y las que padecen diabetes pueden no experimentar
ninguna forma de dolor durante un IM.
Un aspecto significativo es que los hallazgos en el
electrocardiograma (ECG) son diferentes en los varones y las
mujeres. Las mujeres que padecen un IM tienen muchas menos
posibilidades que los varones con IM de presentar una elevación
simultánea del segmento ST. Si la paciente describe un dolor
atípico y muestra un ECG en el que no se observan modificaciones
en el segmento ST, puede ser diagnosticada erróneamente y se
dejan de realizar las pruebas necesarias de seguimiento.
Pruebas diagnósticas: lo correcto
Cualquier paciente con síntomas que puedan sugerir un
síndrome coronario agudo debe acudir de inmediato a un
servicio de urgencias para su clasificación según las directrices
del American College of Cardiology (ACC)/AHA, que se
describen más adelante.
Si el paciente no presenta molestias torácicas agudas pero
tiene factores de riesgo para la ECV, es necesario valorar su
riesgo mediante los criterios Framingham. Dadas las mejoras
que se han introducido en la tecnología utilizada para
identificar la ECV en sus fases iniciales, los profesionales
sanitarios están empezando a reconocer que la ECV es un
espectro continuo de elementos de riesgo, más que una
enfermedad que “se padece o no se padece”. Según cuál sea la
valoración del riesgo en la paciente, su médico puede indicar
la realización de una prueba de esfuerzo, una ecocardiografía
o un cateterismo cardíaco para descartar la presencia de ECV
o para determinar su intensidad y su gravedad.
Según las directrices ACC/AHA, si se determina que
nuestro paciente muestra un riesgo –elevado o no– de ECV,
se debe realizar una prueba de esfuerzo o bien una prueba de
sobrecarga con fármacos. Por desgracia, los resultados
falsamente positivos de estas pruebas son más frecuentes en
las mujeres que en los varones. A pesar de que la
administración de un radioisótopo como el talio incrementa
en gran medida la sensibilidad de estas pruebas, en lo que se
refiere a las mujeres son menores su especificidad y su
utilidad para la identificación de la ECV. La ecocardiografía
de esfuerzo (“eco de sobrecarga”) es una prueba diagnóstica
alternativa que ofrece una mayor fiabilidad para la detección
de la ECV en las mujeres, especialmente en las situaciones en
las que hay dudas acerca de la movilidad parietal cardíaca o la
función valvular.
En varios estudios de investigación se ha señalado que en
las personas con positividad o un resultado poco concluyente
en la prueba de esfuerzo o en el ecocardiograma de
sobrecarga es necesario el cateterismo cardíaco con
coronariografía. La coronariografía es la herramienta
diagnóstica de mayor fiabilidad en las mujeres. Sin embargo,
es un procedimiento de carácter invasivo que conlleva un
riesgo elevado de hemorragia, infección y accidente
cerebrovascular, de manera que no está indicado a menos que
se sospeche fuertemente la ECV.
Usted debe enseñar a su paciente todo lo relativo a las
pruebas diagnósticas de la ECV y tiene que estimularla a que
exprese a su médico cualquier duda que pueda tener; además,
debe recomendar la realización de más pruebas diagnósticas o
la consulta al cardiólogo en el caso de que los resultados de
su valoración sugieran una ECV.
Ayudar a la paciente a que realice cambios
Si su paciente presenta factores de riesgo para la ECV o ya ha
sido objeto de un diagnóstico de ECV, usted debe ayudarla a
modificar los riesgos que influyen en la progresión de su
enfermedad (véase el cuadro anexo Algoritmo para la
prevención de la ECV en las mujeres). Según la AHA, la
valoración detallada y la disminución de los factores
contribuyentes puede incrementar la supervivencia, mejorar la
calidad de vida y reducir la incidencia de complicaciones
coronarias subsiguientes, así como la necesidad de realización
de procedimientos invasivos.
Las modificaciones en el estilo de vida constituyen el
elemento clave de la prevención y el tratamiento de la diabetes,
la hipertensión, la dislipemia y la obesidad. Usted debe enseñar
a su paciente todo lo relativo a estas recomendaciones de la
AHA para mantener un estilo de vida saludable.
• Mantener una dieta con cantidades bajas de grasa y de
colesterol, con evitación de las grasas saturadas, la
mantequilla, el queso y las carnes grasas. El consumo diario
de grasas saturadas debe ser inferior al 10% de las calorías y
el consumo de colesterol inferior a 300 mg; además, es
necesario limitar el consumo de ácidos grasos trans. En
estudios de investigación recientes se ha demostrado que los
ácidos grasos omega-3 presentes en el aceite de pescado como
el atún y el salmón representan una medida de protección
frente a la obesidad, de manera que es importante consumir
este tipo de pescado varias veces a la semana. (No obstante,
las mujeres embarazadas y en fase de lactancia deben evitar
los pescados que pueden contener concentraciones elevadas
de metilmercurio, como el pez espada y la caballa.)
• Consumir cantidades mayores de frutas, verduras, cereales
enteros y otros alimentos ricos en fibra. El consumo diario
recomendado de fibra es de 20-30 g.
• Limitar el consumo de sal a menos de 2.400 mg/día.
• Limitar el consumo de alcohol a una bebida diaria. Una bebida
es el equivalente de una botella de cerveza de 340 g, un vaso de
142 g de vino o un vaso de 42,6 g de un licor fuerte7.
• Realizar diariamente una actividad aerobia de intensidad
moderada durante al menos 30 min.
• Si su paciente presenta sobrepeso, es importante que
disminuya su peso corporal para mantener su IMC por debajo
de los 25 kg/m2, con una circunferencia de la cintura inferior
a 89 cm.
• Si su paciente padece diabetes o prediabetes (elevación de
las concentraciones de glucosa en sangre que puede
Nursing. 2008, Noviembre 11
 Algoritmo para la prevención de la ECV en las mujeres7

Valoración del riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV) en la paciente:

• Antecedentes médicos personales y familiares.
• Sintomatología de ECV.
• Examen físico con determinación de la PA, el IMC y el perímetro de la cintura.
• Pruebas analíticas con determinación de las concentraciones plasmáticas de lipoproteínas y glucosa en ayunas.
• Valoración del riesgo de Framingham si la paciente no presenta ECV ni diabetes.
• Estudio para descartar la depresión en las mujeres con ECV

Implementación de las recomendaciones de clase I relativas al

estilo de vida en todas las mujeres con cualquier nivel de riesgo:
• Interrupción del consumo de cigarrillos.
• Consumo de una dieta cardiosaludable.
• Realización regular de ejercicio físico.
• Control del peso corporal.

¿Muestra la paciente un riesgo elevado de ECV?

• Coronariopatía establecida.
• Enfermedad cerebrovascular.
• Arteriopatía periférica.
• Aneurisma aórtico abdominal.
• Diabetes mellitus.
• Nefropatía crónica.
• Riesgo global a los 10 años superior al 20%.

Sí No

¿Ha sido sometida recientemente la

paciente a algún procedimiento
cardiovascular, ha presentado alguna
complicación cardiovascular o
sintomatología de insuficiencia cardíaca?

Sí No

Remisión de Implementación de las recomendaciones de clase I: Implementación de las recomendaciones

la paciente a • Control de la PA. de clase I:
un programa de • Tratamiento de las LDL (objetivo: concentración < 100 mg/dl). • Control de la PA.
rehabilitación. • Aspirina o fármacos antiplaquetarios. • Tratamiento de las LDL en mujeres seleccionadas.
• Bloqueador beta.
• Inhibidor de la ECA o bloqueador del receptor de la angiotensina.
• Control de la glucemia en las mujeres diabéticas.
• Bloqueador de la aldosterona en mujeres seleccionadas.
Consideración de las recomendaciones
de clase II:
• Tratamiento de la proporción HDL/lipoproteínas
distintas de la HDL, y de los triglicéridos, en
Consideración de la recomendaciones de clase II:
mujeres seleccionadas.
• Concentración de LDL < 70 mg/dl en las mujeres con riesgo muy
• Aspirina.
elevado.
• Tratamiento de la proporción HDL/lipoproteínas distintas de la
HDL, y de los triglicéridos, en mujeres seleccionadas.
• Incremento del consumo de ácidos grasos omega-3.
• Consideración del tratamiento de la depresión.

12 Nursing. 2008, Volumen 26, Número 9

evolucionar hacia una diabetes si no se administra
tratamiento), es importante mantener la glucemia en el rango
normal y la hemoglobina A1C en un valor inferior al 7%.
• Si su paciente fuma, debe dejar de hacerlo. Tanto si fuma
como si no lo hace, tiene que limitar su exposición al humo
de los cigarrillos de otras personas.
• Disminuir el estrés mediante las modificaciones en el estilo
de vida.
A pesar de que la introducción de estas modificaciones
puede mejorar significativamente el pronóstico de su paciente,
va a necesitar algo más que los cambios en el estilo de vida
para controlar todos sus riesgos. El tratamiento de la
prediabetes, la diabetes y la hipertensión puede requerir uno
o más medicamentos. Si el perfil lipídico está alterado, el
médico puede recomendar el tratamiento con una estatina,
administrada de manera aislada o en combinación con otros
fármacos.
Los medicamentos utilizados más a menudo en el
tratamiento de la ECV son:
• Fármacos antiplaquetarios como ácido acetilsalicílico
(aspirina) y clopidogrel, útiles para prevenir las
complicaciones tromboembólicas.
• Estatinas, como atorvastatina y pravastatina, que facilitan la
normalización de las concentraciones de los lípidos, reducen
la incidencia de IM no mortal y de accidente cerebrovascular,
y disminuyen la necesidad de intervenciones de ICP o de
cirugía de revascularización coronaria (CRVC).
• Bloqueadores beta, como metoprolol, que reducen el riesgo
de IM, reinfarto y muerte súbita por causas cardíacas.
• Inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina
(ECA), como lisinopril, que disminuyen la morbilidad y la
mortalidad en pacientes que han padecido un IM y también
en los que presentan hipertensión, disfunción ventricular
izquierda o diabetes.
• Nitratos de acción breve administrados por vía sublingual o
en aerosol, que reducen la sintomatología aguda de la angina.
• Nitratos de acción prolongada, como la nitroglicerina en
parche transdérmico, que previene la angina e incrementa la
tolerabilidad al ejercicio.
Si su paciente presenta una estenosis coronaria, puede ser
necesario realizar un procedimiento invasor como la ICP o la
CRVC. Dado que los vasos sanguíneos de las mujeres pueden
ser pequeños y de canulación o visualización difícil durante
estos procedimientos, el riesgo de complicaciones es mayor.
En comparación con los varones, las mujeres muestran una
mayor probabilidad de presentar hemorragia en la zona
quirúrgica y de accidente cerebrovascular hemorrágico,
además de que su tasa de mortalidad durante la
hospitalización también es significativamente mayor.
Rehabilitación para la recuperación
Cuando una mujer ha tenido una complicación cardíaca, su
pronóstico es peor que el de un varón en las mismas
circunstancias. Las mujeres que han padecido un IM
muestran tasas de rehospitalización superiores debido a
angina inestable, reinfarto, insuficiencia cardíaca, taquicardia
ventricular y fibrilación ventricular10.
Los objetivos principales para alcanzar en cualquier
paciente que haya padecido un IM o haya sido sometido a un
procedimiento de revascularización son la disminución del
riesgo y el restablecimiento de la capacidad funcional. El
seguimiento de estos pacientes se debe centrar en los signos y
síntomas, el grado de energía, las concentraciones sanguíneas
de colesterol, el uso de fármacos y la capacidad para superar
los factores estresantes cotidianos. La rehabilitación formal
tras un IM o tras las intervenciones de ICP o CRVC incluye la
ambulación temprana, las modificaciones del
comportamiento, el apoyo psicosocial y las orientaciones de
carácter laboral y sexual.
La bibliografía relativa a la rehabilitación cardíaca en las
mujeres es escasa. Sabemos que las mujeres participan menos
que los varones en esta forma de rehabilitación, aunque hay
pruebas obtenidas en casos aislados que indican que los
pacientes de uno u otro sexo responden bien a la
rehabilitación. No se han determinado las razones por las que
las mujeres participan con una frecuencia menor.
Posiblemente las mujeres no son remitidas con tanta
frecuencia al especialista o bien son dirigidas hacia programas
de rehabilitación que no cubren sus necesidades.
A pesar de que es en gran medida prevenible, la
enfermedad cardiovascular sigue siendo la causa principal de
muerte en las mujeres estadounidenses. Usted está en una
posición ideal para explicar a las mujeres la importante
significación de la ECV, enseñarles la prevención y conseguir
que se mantengan vigilantes en función de sus respuestas y
necesidades específicas. Con su ayuda, aumentará el número
de mujeres que aprenderán todo lo necesario, lo que las va a
capacitar para luchar contra este problema. N
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Dennis Cheek es profesor de enfermería gerontológica, Melissa Sherrod es
profesora asociada y Jennifer Tester es estudiante de enfermería y ayudante de
investigación, los tres en el Harris College of Nursing and Health Sciences de la
Universidad Cristiana de Texas.
Los autores declaran que no mantienen relaciones significativas, económicas ni de
ningún otro tipo, con ninguna de las compañías comerciales relacionadas con esta
actividad educativa.
Nursing. 2008, Noviembre 13