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La soledad

Una revisión teórica y de propuestas de


intervención

Acció socioeducativa per a l’envelliment actiu


Docente: Ana María Soldevila Benet

Arias Rodríguez, Gabriel


4º Educación Social
Curso 21/22
Índice

Introducción 2

Estado de la cuestión 3

Conclusiones 12

Bibliografía 14

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1. Introducción
El presente documento, girará sobre unas de las cuestiones que está
cobrando más relevancia en nuestra sociedad, la soledad. Aunque más adelante
veremos lo que significa, lo que la causa y las consecuencias, la soledad según
Álvarez (1996, como se citó en Rodríguez, 2008) es el “estado psicológico que
sucede como consecuencia de pérdidas en el sistema de soporte individual,
disminución de la participación de las actividades dentro de la sociedad a la que
pertenece y sensación de fracaso en su vida” (p. 159).

También veremos cómo se caracteriza la soledad en dos etapas de la vida


del ser humano; la adolescencia y la vejez. Después pasaremos a revisar diferentes
datos sobre este fenómeno de diferentes bases de datos y a ver las opciones que
se les brinda a estas personas para paliar y/o prevenir el sentimiento de soledad.

Para finalizar, se plasmarán una serie de opiniones en torno al tema y a la


importancia que tiene nuestra figura profesional, la del y de la educadora social
como herramienta capaz de trabajar con personas en situación de soledad o como
herramienta preventiva de su aparición.

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2. Estado de la cuestión
La soledad, es el tema que nos atañe en el presente documento y debido al
gran volumen de literatura que se centra en este fenómeno, tendremos que acotar y
discriminar muchos artículos debido a las contradicciones que podemos encontrar
en diversos estudios de diferentes autores/as sobre la soledad.

¿Qué es la soledad? ¿Cuál/Cuáles son las razones por las que aparece este
fenómeno? ¿Es la misma soledad la que se siente siendo adolescente que cuando
eres un/a adulto/a mayor? ¿Son muchas las personas las que conviven con la
soledad en nuestra sociedad? ¿Qué podemos hacer para intentar paliar la soledad?
Estas son algunas de las preguntas que intentaremos responder a través del
presente monográfico.

Para empezar, debemos adentrarnos a descubrir el significado del concepto


de soledad. Como bien se ha dicho anteriormente, el contenido sobre este
fenómeno ha cobrado relevancia de estudio científico durante estas últimas
décadas, acrecentando el número de publicaciones que lo tratan. Aún así
pondremos por delante alguna definición que nos ha llamado la atención.

La soledad, según nos acerca Madoz (1998, como se citó en Rodríguez,


2008), es la convicción que tiene una persona de estar excluida, “de no tener
acceso a ese mundo de interacciones, siendo una condición de malestar emocional
que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros o
carece de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales
o para lograr intimidad emocional” (p. 159). Acompañado a esta definición, podemos
diferenciar dos tipos de soledad; la soledad objetiva, entendida como aquella en la
que se carece de compañía y la soledad subjetiva, como aquella que “la padecen
las personas que se sienten solas” (p. 159).

También podemos hacer una diferenciación atendiendo al tipo de interacción


interpersonal. Carvajal y Caro (2009, como se citó en Loredo, 2018) exponen otros
dos tipos, la soledad emocional y la soledad social. La primera se manifiesta con la
“pérdida de intimidad con personas cercanas, como padres, pareja o hijos” (p. 22.
Por otra parte, la soledad social, aparece como consecuencia de la ausencia de una

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red de apoyo, que suele estar formada por amigos/as, vecinos/as… Esta última,
puede llegar a desembocar en la soledad emocional.

Ahora que tenemos claro cómo se define la soledad y sus tipos según
diversas autorías, es casi obligatorio diferenciar el sentimiento de soledad del
aislamiento social y así no confundir terminología. Mientras que el sentimiento de
soledad, atendiendo a lo visto ya anteriormente, se refiere a la insatisfacción
emocional causada por la carencia de relaciones con otras personas, el aislamiento
social se puede relacionar objetivamente con la disminución del número de
interacciones o relaciones sociales. Aún haciendo esta diferencia, también se
pueden relacionar, ya que una persona que se aísla socialmente puede llegar a
sentir soledad.

Sigamos con las preguntas propuestas con anterioridad. Este estudio se hace
con el fin de estudiar la soledad en la vejez, pero hay otra etapa en el ciclo vital de
las personas en las que también puede aparecer por los cambios emocionales y
conductuales que ésta lleva consigo. Hablamos de la adolescencia.

En esta etapa, tal y como afirman Carvajal y Caro (2009) “las expectativas,
los roles, las relaciones y la identidades sufren importantes cambios” (como se citó
en Louredo, 2019, p. 22), con lo que se puede decir que en la adolescencia se
desarrollan las expectativas en sus relaciones, de las que se espera lealtad,
intimidad y apoyo. En el momento en el que una persona adolescente se siente
incomprendida o siente que no está recibiendo lo esperado de sus iguales o de su
familia, puede llegar a manifestarse el sentimiento de soledad.

En este caso, siguiendo las palabras de Carvajal y Caro (2009), la soledad


emocional se relaciona con los padres y la soledad emocional con sus iguales.
Louredo (2019) por su parte, nos acerca que si por ejemplo, una persona
adolescente se siente insatisfecha con las relaciones que tiene con sus iguales, no
podrá compensarlas con su entorno familiar ya que “representan diferentes
necesidades de contacto insatisfechas” (p. 22).

Louredo (2009) a través de una investigación, ha intentado buscar la relación


entre el grado de satisfacción familiar con el afrontamiento de la soledad. Los
resultados muestran que “no hay mayor nivel de afrontamiento a la soledad con

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base en el grado de satisfacción familiar” (p. 26). Pero, por otro lado, el sentimiento
de soledad se da en menor medida cuando hay satisfacción en las dinámicas
familiares. ¿Qué quiere decir esto? Pues que si la persona adolescente siente que
sus relaciones familiares son óptimas, “podrá evitar conductas de riesgo tales como
aislamiento, baja autoestima, daño autoinfligido e incluso ideación suicida” (p. 26).

Es el momento de centrarnos en la soledad en la etapa de la vejez. En este


momento de la vida, las investigaciones y las postulaciones teóricas le han dado
mucha importancia a las relaciones sociales como influyente en el ámbito de la
salud y el bienestar. Desde la gerontología y tal y como se cita en Yanguas et al.
(2018) son tres las teorías por las que se intenta explicar los cambios que se sufre
en cuanto a las relaciones sociales:

- Teoría de la desvinculación (Cumming y Henry, 1961): como


consecuencia de la mengua de la salud física entre otros factores, las
personas mayores se alejan de su red y reducen su círculo de
amigos/as.
- Teoría de la selectividad emocional (Carstensen, 1992): explica cómo
a medida que envejecemos, seleccionamos y fortalecemos las
relaciones. Tenemos un menor número de relaciones pero de mayor
calidad, ya que se le da más importancia al componente emocional.
- Teoría del “convoy social” (Khan y Antonucci, 1980): a través de esta
teoría se explica y se ponen sobre la mesa los patrones de cambio que
se dan en las relaciones sociales ocasionados por los cambios
personales (género, salud o edad) o situacionales (rol, valores o
cultura).

¿Qué factores o causas favorecen la aparición de la soledad en las personas


mayores? Martín (2009) hace referencia a tres causas/crisis principales que se
asocian al envejecimiento:

- Crisis de identidad: las pérdidas vividas causan deterioros en la autoestima


de la persona.
- Crisis de autonomía: los problemas de salud merman el desarrollo de las
actividades del día a día.

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- Crisis de pertinencia: referida a la pérdida de roles y grupos de la vida
profesional que afectan a la vida social.

Además, a estas crisis anteriormente mencionadas, se les suman otras


experiencias que llegan a marcar a la persona y como consecuencia, generan
problemas emocionales. Martín (2009), distingue seis experiencias; el síndrome del
nido vacío, referido al abandono de los hijos/as del hogar para iniciar una vida
autónoma; unas relaciones familiares pobres que llegan a motivar frustración; la
muerte del cónyuge acostumbra a ser el principal hecho que provoca el sentimiento
de soledad; la salida del mercado laboral que propicia la pérdida de poder
adquisitivo, el aumento de tiempo libre y ruptura en relaciones sociales que pueden
hacer aparecer el aislamiento. Por último también menciona la ausencia de
actividades placenteras y los prejuicios. Estos últimos se relacionan con el
edadismo, con pensamientos de carácter social que degradan a las personas
mayores difundiendo un mensaje de que son personas no productivas, sin
necesidades, inútiles y dependientes de otras personas. También se pueden
relacionar con los estereotipos y los roles de género.

Una vez, que hemos visto teorías y causas de la soledad en las personas
mayores, debemos describir lo que es la soledad teniendo en cuenta de que esta,
tiene muchos requerimientos que deben ser estudiados en su conjunto. Por eso, nos
vamos a guiar por las características que definen la soledad que nos acercan
Yanguas et. al (2018), como resumen de sus revisiones sobre diversas autorías:

- Es un sentimiento de aislamiento siempre presente y que forma parte


de las experiencias personales e intransferibles de la persona.
- “Es fruto … de una discrepancia cognitiva entre las relaciones que una
persona tiene y las que esperaba tener” (p. 64). Su origen y su
perduramiento está sujeto a la subjetividad con la que evalúa cada
persona la cantidad y la calidad de sus propias relaciones.
- El sentimiento de soledad, siempre va acompañado por otros rasgos
emocionales tales como la tristeza, la frustración, que a su vez están
unidos a déficits. Cabe mencionar, que a través de esta experiencia,
las personas también pueden llegar a ser capaces de aprender y
mejorar personalmente.

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- La soledad no está completamente relacionada con el nivel de la
persona en cuanto a habilidades sociales. Hay muchas teorías que
demuestran que las personas que tienen sentimientos de soledad,
poseen unas buenas habilidades sociales.
- Es un sentimiento que no se experimenta de un día para otro, además
de que es una vivencia que se da de múltiples maneras. Por eso se
puede decir que hay tanta variedad de soledades como causas que lo
provocan.
- La soledad depende de la interacción de los factores intrapersonales
(personalidad) y factores extrapersonales (eventos vitales relacionados
con la salud, lo social, lo socioeconómico, etc.)
- Los estereotipos también influyen en la aparición de los sentimientos
de soledad, que estando presentes en la población en general también
están arraigados en las personas mayores que lo sufren. Suele
denominarse la profecía que se autocumple.

Por otra parte, también es importante dar cabida en esta revisión a dos
variables que pueden afectar a que las personas mayores sientan la soledad: el
estado civil y el género.

Como ya se ha demostrado en este documento, la variedad de teorizaciones


e investigaciones es de un número muy elevado y como consiguiente, se observa
una gran variedad de posturas y de resultados. Pero, si centramos nuestra mirada
en la vinculación entre el estado civil y el sentimiento de soledad en las personas
mayores, llegamos a un mayor consenso. Así lo demuestran López y Díaz (2018),
en su estudio e investigación.

Por un lado, nos afirman que las personas mayores viudas o divorciadas, son
más propensas al sentimiento de soledad, recalcando el “efecto protector que tiene
el matrimonio y en general las relaciones de pareja contra el sentimiento de
soledad” (p. 3). Por otro lado, las personas que alguna vez han estado casadas o
han tenido pareja, son más propensas a ser afectadas por la soledad, por el hecho
de que las personas solteras están más familiarizadas y acostumbradas a la
independencia, poseyendo estrategias con las que son capaces de complacer sus
necesidades emocionales y/o sociales.

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Cambiando el punto de atención, y cambiándolo por la variante del género,
podemos ver como la soledad es vivida de distinta forma por los hombres y por las
mujeres debido a las creencias generalizadas en nuestra sociedad. Estas creencias,
que nos ha inculcado el sistema patriarcal, son estereotipos. Estereotipos que
hemos mencionado ya antes y que hacen que la sociedad califique los
comportamientos y actitudes de la sociedad como “buenos o malos con relación a lo
que se espera de mujeres y hombres”. Es así por lo que los individuos desarrollan
actitudes y comportamientos que permiten ajustarse a cómo se espera que se haga”
(p. 203) y se comporten.

De la Mata y Hernández (2020), hacen un estudio en el que investigan la


forma en la que “la socialización diferenciada y los mandatos sociales de género
constituyen elementos importantes en la experiencia con la soledad de las mujeres”
(p. 200). El sistema patriarcal ha hecho que las mujeres, educadas en el servicio al
hombre y en la dedicación a las tareas domésticas, tienden a “valorar su vida en
relación con los vínculos y esto puede determinar una experiencia diferente en el
manejo de la soledad de la que pueden tener los hombres” (p. 200).

Con todo esto, queda demostrado la complejidad del tratamiento de tal


fenómeno y, concordando con lo que exponen Yanguas et. al (2018), la soledad:

comprende desde emociones hasta procesos cognitivos, incluye a la persona


y a la comunidad, engloba variables intrapersonales y culturales, se ve
influenciada por los comportamientos y mediatizada por factores externos
como la vivienda, y se relaciona con fragilidad y vulnerabilidad y un largo
etcétera de cuestiones en las cuales residen tanto su complejidad con el
desafío a nuestras sociedades (p. 65).

En el momento en que intentamos ver la soledad en datos cuantitativos,


estos llegan a ser realmente sorprendentes, aunque debemos tener en cuenta que
se suelen unificar las personas que tienen sentimientos de soledad y las personas
que viven solas, que no necesariamente viven con estos sentimientos.
Refiriéndonos a los datos que nos proporciona el INE (2021), más de 4 millones y
medio de personas viven solas en nuestro país. De este número, casi 1 millón y
medio son mujeres de más de 65 años y casi 600 hombres de más de 65 años.

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Tabla 1
Fuente: INE

Por otra parte, los datos de Eurostat (2017, como se citó en Yanguas et. al, 2018)
ponen de manifiesto que “el 6% de la población de la Unión Europea no tiene a
nadie a quien pedir ayuda si la necesita” y que otro 6% “no tiene a nadie con quien
tratar o discutir sus asuntos personales” (p. 66). Los datos que se acaban de
mostrar en este monográfico, también confirman que el fenómeno de vivir solo, se
va incrementando con el paso del tiempo.

A día de hoy el mundo entero, está paralizado y sinó, tocado por la reciente
aparición del Covid-19, que desde un principio obligó a los países europeos a
imponer medidas de cuarentena y aislamiento para detener la propagación del virus.
Vázquez, Baz y Blanco (2020) en su reciente estudio nos dicen que, debido a estas
medidas se ha “reducido el contacto social y como consecuencia han aumentado la
soledad de las personas mayores repercutiendo en un aumento de los trastornos de
salud mental” (p. 473).

La salud psicológica no es la única a la que ataca la situación por la que


estamos pasando, sinó también a la salud física. Podemos destacar lo que nos
dicen Baker y Clark (como se citó en Vázquez, Baz y Blanco, 2020), que nos
afirman que la disminución de la actividad social causada por la pandemia puede
causar depresión y ansiedad, siendo de esta última, las siguientes manifestaciones
clínicas:

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afecta a todos los aspectos biopsicosociales de la vida cotidiana, los
individuos son incapaces de controlarla y les causa malestar, puede llegar a
causar depresión, abuso de sustancias o exacerbación de otros problemas
de salud mental, con comportamientos o pensamientos suicidas (p. 474).

Como bien hemos visto durante todas estas páginas en las que describimos
la soledad, como afecta a dos de los grupos de la población y las características de
su aparición en ellos, así como los datos estadísticos más representativos a nivel
estatal y europeo, llegamos al momento en el que veremos como diferentes autorías
proponen o encuentran soluciones paliar este fenómeno.

Doblas y Díaz (2018) en su investigación a través de distintos grupos de


discusión han encontrado que las personas mayores intentan paliar el sentimiento
de soledad con algunas acciones en su día a día. Según los testimonios, salir a la
calle a pasear, hacer visitas, ir de compras… hace que su mente esté ocupada en
esas acciones y poder volver a casa con un estado de ánimo diferente. Ya de noche
y en su domicilio, acciones como leer, cuidar las plantas, llamar a alguien… también
son posibilidades con las que distraerse.

Rodríguez (2009) por su parte y siendo consciente de que la soledad es una


responsabilidad de la sociedad en general, describe algunos recursos útiles para
combatir y prevenir la soledad. Podemos destacar los siguientes:

- La familia: considera “las relaciones y el amparo en los seres queridos


como un recurso clave en la lucha contra la soledad” (p. 161). Además
también existe la opción denominada apadrinamiento de mayores, en
el que una familia o una persona se compromete a cubrir las
necesidades afectivas de una otra persona.
- Recursos sociales: tener amistades con las que interactuar es
importante para paliar el sentimiento de soledad. Por otra parte,
también se mencionan las actividades de voluntariado, en las que “la
solidaridad y el deseo de ayudar a otros se vuelve también hacia uno
mismo, satisfaciendo la necesidad de sentirse útil en relación con otras
personas y significativo para quien puede estar en situación de mayor
vulnerabilidad” (p. 162).

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- Sistema educativo: el hecho de contar con las personas mayores y
que tengan su espacio para contar su vida, su antigua profesión… al
alumnado en los centros de enseñanza, tiene una repercusión positiva
y significativa en las personas mayores.

Para finalizar con este apartado y dar paso a las conclusiones y opiniones
personales, nos quedaremos con una de las afirmaciones que nos hace llegar
Rodríguez (2009) que dice que “la soledad es un sentimiento que, vivido durante la
vejez, puede llegar a representar importantes dependencias de tipo social, funcional,
cognitivo y/o desencadenar problemas de salud que pueden causar dificultades en
la vida cotidiana” (p. 166).

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3.Conclusiones
Una vez que hemos abordado el tema elegido para esta revisión, es
momento de concluir mencionando ciertos aspectos importantes sobre lo visto,
alguna opinión personal y aportaciones propias para trabajar la soledad desde
nuestro ámbito profesional, la Educación Social.

Primero, resaltar la importancia de este fenómeno, la soledad. Como bien se


ha dicho en el apartado anterior, no solo afecta y es sufrido por los adolescentes y
las personas mayores, es la sociedad en general la responsable de paliar tal
cuestión. Todos y todas salimos beneficiadas de intentar cambiarlo, ya que en algún
momento hemos sido adolescentes (hay personas que también llegarán a serlo) y
llegaremos a ser personas mayores que puedan caer en el riesgo de tener el
sentimiento de soledad. El trabajo conjunto hacia una sociedad en la que las
personas no estén y no se sientan solas por causas externas a ellas, es una
oportunidad también de innovación social y de progreso.

Por otra parte, la Educación Social es una de las herramientas que puede y
debe trabajar para intentar mitigar las causas, los efectos y las conductas que llevan
a la soledad. Rodríguez, Bernal y Urpí (2005), la definen como la “ciencia práctica,
educativa y social, que además de procurar la socialización de los diversos actores,
facilita los medios para que toda persona despliegue su sociabilidad y sea
protagonista de los cambios dentro del ámbito social en el que se desenvuelve” (p.
218).

Atendiendo a esta definición y bajo mi opinión, somos unos de los


profesionales con capacidad suficiente para trabajar con el colectivo de las personas
mayores, con el fin de crear el camino que conduzca a una mejora de la situación de
las personas que lo sufren o para prevenir su aparición. Somos capaces de
fomentar en ellas un envejecimiento activo para que sean capaces de generar
actitudes que conlleven a un beneficio de su bienestar físico, mental y social.

Es por esta razón por la que veo fundamental que la figura profesional de la
educación social sea incluída, entre otras muchas instituciones, en los centros de
enseñanza. Es aquí donde nuestra labor en cuanto a esta temática también cobra

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relevancia. Los estereotipos en cuanto a la vejez y a las personas que viven solas
ya comentado anteriormente, siguen expandiéndose por nuestra sociedad y los/las
menores no están exentos de ello.

Trabajando en los centros de educación formal, también podremos prevenir la


soledad desde bien temprano en dos etapas de nuestras vidas; en la adolescencia y
en la vejez. Podemos advertir a las personas de la importancia de este suceso y
sugerir actitudes a adoptar o acciones a desenvolver para prevenirla en la
adolescencia, además de concienciar de los problemas que puede traer consigo
para nuestra salud.

Por otra parte y ya para finalizar, en el momento de la revisión bibliográfica,


Yanguas et. al (2018) mencionan en su artículo, un programa que desde mi punto
de vista, abarca en grandes niveles el trabajo que se ha de hacer para dar
respuesta a las situaciones de soledad que no son deseadas. Lleva por nombre
Siempre Acompañados, nace en el año 2013 dentro del Programa de Mayores de la
Fundación Bancaria la Caixa y en el que también colabora la Cruz Roja de
Cataluña.

En resumidas cuentas, es un programa que “pretende ofrecer oportunidades


para que las personas se empoderen, para que sean capaces de gestionar sus
relaciones y su propia soledad, desde la confianza en ellas y en sus capacidades”
(p. 69).

“Estar solo (si no es deseado) retrata concienzudamente la perversidad de un


mundo que reclama cambios” (Yanguas et. al, 2028, p. 71).

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4.Bibliografía
De la Mata, C. y Hernández, J. (2020). Lo femenino y la vivencia de la soledad. La
vejez como una etapa de fortaleza. Cuadernos de trabajo social. 34(1),
199-209.

López, J. y Díaz m. (2018). El sentimiento de soledad en la vejez.

Loredo, M. (2019). Satisfacción familiar y relación con el afrontamiento de soledad


en adolescentes de 11 a 15 años. Enseñanza e investigación en psicología,
1(1), 19-28.

Rodríguez, M. (2009). La soledad en el anciano. Gerokomos, 20(4), 159-166.

Rodríguez, A. Bernal, A. y Urpí, C. (2005). Retos de la educación social. Pamplona:


Eunate.

Vázquez, A., Baz, M. y Blanco, M. (2020). El confinamiento por el Covid-19 causa


soledad en las personas mayores. Revisión sistemática. Revista INFAD de
Psicología. International Journal of Developmental and Educational
Psychology, 2(1), 471-478.

Yanguas, J., Cilveti, A., Hernández, S., Pinazo, S., Roig i Canals, S. y Segura, C.
(2018). El reto de la soledad en la vejez. Revista de servicios sociales, (66),
61-75.

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