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Autora del artículo: “Intervención en grupos de los Adultos Mayores en la ciudad de

Montevideo: espacios públicos y construcción de Identidad.” En el libro “Envejecimiento,


Memoria colectiva y Construcción de futuro”. Publicación arbitrada. II Congreso
Iberoamericano de Psicogerontología y I Congreso Uruguayo de Psicogerontología. Ed.
Psicolibros-Universitario. Internacional. Bianual. Montevideo 2007.

Título del trabajo:


Intervención en grupos de los Adultos Mayores en la ciudad de
Montevideo: espacios públicos y construcción de Identidad.
Autora: Mónica Lladó

Introducción

Esta comunicación intentará sintetizar la experiencia del trabajo en grupos con adultos
mayores realizado por el Servicio de Psicología de la Vejez (SPV) de la Facultad de
Psicología de la Universidad de la República (de Uruguay)1 y desde esa síntesis profundizar
respecto del lugar del adulto mayor en el espacio que abre el dispositivo grupal y permite
analizar el lugar del viejo en el discurso social.

La intervención psicológica que se viene llevando adelante desde el año 1989 nos enseña la
necesidad de implementar dispositivos (Berriel y Lladó, 2004) de trabajo con los mayores
que nos permitan explorar y entender las relaciones de los mayores con otras generaciones,
entre ellos y con ellos mismos. El dispositivo grupal del que hablamos supone el análisis de
las ideas naturalizadas sobre el envejecer que tienen los adultos mayores y tiene el resto de
la población que participa y acciona políticamente con su participación en los distintos
ámbitos de la sociedad.

Para contextuar desde donde nos ubicamos a trabajar con mayores, debería reconocer
primero que vivimos en una sociedad que elogia la libertad de consumo (olvidando los
efectos de la exclusión de amplias zonas de la red social para muchos sujetos), donde la

1
Algunos fragmentos de este trabajo forman parte de mi proyecto de tesis sobre Representaciones de los
Adultos Mayores de los espacios públicos en la Ciudad de Montevideo para la Maestría de Antropología Social
de la Facutlad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UdelaR.

1
experiencia vital se vuelve fragmentadora y a la vez homogenizante. Esto comportaría una
falla de la generatividad, según Erikson (1974, p. 112) “la generatividad constituye la
preocupación por afirmar y guiar a la generación siguiente”. Para Erikson, el encuentro con
el otro, en estas condiciones, supondría la expansión de los intereses del yo y la producción
de proyectos. Cuando este encuentro no se produce, predomina en las personas “una
necesidad obsesiva de seudointimidad, acompañada con frecuencia de un profundo
sentimiento de estancamiento, aburrimiento y empobrecimiento interpersonal” (Erikson,
1974, p.113). Si bien este concepto lo encontramos siempre asociado a la vejez en la
bibliografía relacionada, quisiera recordar que es aplicable a los adultos en general.

Cuando hablamos de prejuicios por la vejez, deberemos estar atentos a develar cómo ellos
generan en los viejos con los que coexistimos, en nosotros mismos, y por lo tanto en los
viejos que seremos, sutiles efectos siniestros (Zarebski, 1999) en el psiquismo.2

Resumiento, esperamos conseguir con nuestro programa de investigación avanzar en el


conocimiento de las representaciones y ejercicios de la ciudadanía de los adultos mayores
en los espacios públicos que ocupan. Estimando cuan lejos y cuan cerca están de los
prejuicios, miedos, y problemas que acarrea la vejez.

Antecedentes de trabajo con grupos de adultos mayores del SPV

A continuación se mencionarán los principales antecedentes que conforman la trayectoria


de reconocimiento e interrogación sobre los sentidos que la participación social tiene para
el adulto mayor (a.m.) desde la experiencia de trabajo en el SPV.3

2
Cuando hablamos de efectos siniestros nos referimos al sentido psicoanalítico de siniestro u ominoso, es
decir aquello conocido que se vuelve desconocido y nos genera ansiedad y/o miedo, siendo algo intrínseco a
nosotros mismos, pero que opera desde lo inconsciente (Freud, 1919).
3
La creación del Servicio de Psicología de la Vejez (SPV) de la Facultad de Psicología de la UDELAR en 1994,
se ajusta a un programa de investigación sobre la problemática de la vejez desde la perspectiva psicológica en
el Uruguay (Berriel, F., Leopold, L., Lladó, M., Pérez, R. , 1993); que se propone desarrollar investigación
original en el campo del envejecimiento, así como construir y profundizar un discurso psicológico en el campo
del envejecimiento y la vejez, entendiendo el abordaje de la problemática del envejecimiento como campo de
producción de subjetividades.

2
La experiencia del SPV conlleva reconocer algunas proposiciones implícitas en el
encuentro4 con los a.m.: la importancia de la red social, la importancia de la participación y
la actividad, la autopercepción de salud en relación al protagonismo (social o familiar,
determinante de la salud subjetiva y de la valoración de autoestima), el problema del
viejismo5.

Del trabajo del SPV con a.m. organizados en modalidades de grupos, clubes u otras
organizaciones, tomaremos algunas observaciones a considerar:

- Que se trabaja con una población de a.m. muy heterogénea desde el punto de vista
social (nivel socio económico y educativo) y predominantemente femenina (cerca
de un 90%). Ajustándose a la tendencia demográfica de feminización del
envejecimiento, tendencia que se agudiza respecto a la participación social de los
mayores.
- Se constata a partir de una muestra representativa de los mayores de 65 años de la
ciudad de Montevideo6 un 20% aproximadamente de participación en algún tipo de
actividad social (fuera de su casa y de su familia).
- De acuerdo a la bibliografía consultada, podría afirmarse que la escasa participación
en actividades colectivas deja en situación de vulnerabilidad a los a.m.
- También la dificultad de elaborar estrategias para afrontar cambios futuros, deja en
situación de vulnerabilidad a los a.m.
- A partir de la investigación a la que hacíamos referencia (Berriel y Pérez, 2002), se
observa cómo los a.m. se sienten exigidos por la sociedad a cumplir el papel
asignado a los viejos (papel adherido a posiciones reaccionarias y/o puritanas y
podríamos también decir signados por una lógica subalterna: viejos sin sexo, sin

4
El mero hecho de utilizar la palabra encuentro refiere a un posicionamiento metodológico y ético en el
trabajo con una población que se reconoce y reconocemos afectada por la discriminación por vejez o viejismo
(traducción que hace Salvarezza (1996) del termino que acuñara Butler en 1973 (en Salvarezza, 1996) de
ageism.
5 El prejuicio sobre la vejez, conocido por “viejismo”, se trata del “conjunto de prejuicios y discriminaciones
que se aplican a los viejos simplemente en función de su edad” (Salvarezza, 1996) Por efectos de estos
prejuicios y negaciones, lo temido se proyecta en otros, se vuelve extraño. Lo feo, lo malo, lo temido
equivalen a No Yo. Los viejos son otros. Esto funciona a manera de profecía auto-cumplidora. Que en la
cotidianeidad del viejo, opera a nivel psíquico, corporal y vincular, construyéndose así un imaginario social
respecto a la vejez.
6
Según datos de la Investigación Envejecimiento, cuerpo y subjetividad, a caro de los Prof. Psic. Fernando
Berriel y Robert Pérez, publicada en la Revisita Universitaria de Psicología -2ª época. Nº 1 -junio 2002.

3
futuro, habituados al sacrificio) y esto repercute en su autovaloración, viviendo la
necesidad de “sentirse útiles” (fundamentalmente para su familia) como principal y
muchas veces único sentido vital.
- En el caso de las mujeres estos aspectos se ligan con sentimientos de vergüenza, de
autocensura y censura social respecto de expresar sus emociones positivas y eróticas
por ej. “por respeto a la nueva generación tenemos que tener cuidado, controlar
nuestras acciones, retener nuestras emociones, para que no se avergüencen del
abuelo” y respecto a la imagen corporal de los mayores, encontramos que “el cuerpo
es altamente valorado como instrumento útil fundamentalmente ante necesidades y
deseos de los demás”7.
- Heterogeneidad en las formas de organización de los grupos de a.m.
- Problemas comunes a la gran mayoría de los a.m.: carencias de orden afectivo
(soledad, falta de motivación, necesidad de sentirse útiles) y de orden económico
(baja jubilación, pobreza, etc.), el tema del relacionamiento intergeneracional.
- El grupo como estrategia para combatir la soledad
- Problemas sociales que impactan en cada persona singularmente: dificultades
económicas y sociales actuales, así como su impacto en las familias (pobreza,
emigración, falta de trabajo, seguridad, entre otros).

Considerando la relevancia de contar con la integración social de las personas mayores, a


partir de la afirmación (ampliamente difundida en el ámbito gerontológico) de que la
participación social (Berriel, F y Lladó, M, 2004; OPS, 1994; Pszemiarower, N. y
Pszemiarower, S. 1992; Rodriguez Sedano, 2001) se vuelve un elemento clave en la
configuración de las condiciones de vida de las personas y por ende estimar la necesidad de
un sujeto de transformación para revertir una modalidad hegemónica de envejecimiento aún
vigente.

En función de como enunciamos el problema de los dispositivos grupales en relación al


espacio público y la participación del adulto mayor en la sociedad, se hace necesario
precisar que en este trabajo vamos a utilizar dos acepciones de espacio público. Por un lado

7
Ídem.

4
el espacio público como espacio de representación político-social, que implica una
participación social más o menos organizada y virtualizada. Por otro el espacio público
como espacio a habitar, relacionado con lo urbano y que implica también un grado de
participación social y de virtualidad. Si bien implican nociones diferentes y encares
diferentes quiero de esta manera dejar expresa la complejidad de la idea de espacio público
según desde dónde se aborde y la articulación conceptual que implica sin obligarnos en esta
instancia a profundizar en ello.

Referentes nacionales

Desde el punto de vista demográfico, Uruguay, para el año 2000 contaba con un porcentaje
de 17.3% de población mayor de 60 años (para ese entonces era el país de mayor edad de
América) y una esperanza de vida al nacer de 70 años para los hombres y 78 para las
mujeres (CEPAL, 2000). Estrictamente desde esta perspectiva, el país tiene un perfil
poblacional similar al de los países desarrollados (Pérez, 1999). Respecto a su distribución
territorial, el 90% de la población anciana reside en la zona urbana. Mientras que a nivel
económico, el 86% de los ancianos recibe un ingreso monetario por concepto de jubilación,
pensión, o renta8; el 14% restante viven sin ingresos propios por debajo de la línea de
pobreza (Leopold, 1999).

Demográficamente nos encontramos en el concierto mundial siendo participes de los


cambios más significativos: el aumento en número y proporción de la población de
mayores de 60 años y el aumento de la esperanza de vida (Sánchez, 2005). La ONU estudia
una proyección de crecimiento más acelerado de la población mayor en los países en vías
de desarrollo (Naciones Unidas, 1982) (especulando con estos números macros, está por
verse, si al 2025, nos mantendremos en la proporción actual o se habrá incrementado más,
según podamos colocarnos en la perspectiva de país en vías de desarrollo o nos
mantengamos en la singular proporción de país desarrollado). Teniendo en cuenta estas
observaciones demográficas es de esperar repercusiones políticas, económicas y culturales.

8
No quiere decir que los ingresos que reciben en la mayoría de las veces sean suficientes. (SERPAJ, 1997)
http://www.serpaj.org.uy/inf97/indice.htm

5
Ante un fenómeno así es esperable pensar que tener tantos viejos es un problema.
Podríamos convencernos de que es así, teniendo en cuenta la inteligencia de las corrientes
economicistas predominantes, y efectivamente lo será si no se resuelve de otra manera el
sutil equilibrio económico de nuestra pequeña nación, y no menos cierto, sino
consideramos otras perspectivas de la cuestión. Pues, considero que se podría pensar en los
a.m. como capital humano y social9, y hacer valer a tanta gente preparada, con experiencia
y con tiempo disponible. Contemplando esto, tal vez las erogaciones en pensiones, salud,
vivienda y accesibilidad podrían considerarse de otra manera10.
Otros antecedentes nacionales relacionados, tanto desde las disciplinas del área de la salud
como las disciplinas del área social que atienden problemas de salud, desarrollan estudios
que describen las características de las personas mayores desde diferentes ópticas (imagen
corporal, subjetivad, factores de riesgo, satisfacción de necesidades, autopercepción, etc.).
Todos ellos demuestran la eficacia de la participación de los adultos mayores en las
propuestas sociales participativas, como una estrategia de salud y de enriquecimiento de la
calidad de vida. Si bien las observaciones corroboran este aspecto, dejan entrever las
tensiones de sostener una imagen de salud y satisfacción, que se reflejan en el propio
cuerpo o en la imagen que tienen de si mismos los a.m. (Algazi y, Dubourdieu, 2001)
(Berriel, F. y Pérez, R., 2001). En esta línea se presentan variados estudios a nivel nacional
que refrendan la importancia de programas sociales, con actividades para los a.m. y que
cuenten con su participación, como elemento de prevención en salud, fortaleciendo los
aspectos de salud físicos y psíquicos de los adultos mayores y los vínculos más cercanos
(fundamentalmente familiares), (Nisisaki, S. y Pérez, R. ,2004), (Leopold, L., 2000),
(Berriel, F.; Lladó, M., 2004), (Algazi y, Dubourdieu, 2001), (Berriel, F. y Pérez, R., 2001).
(Berriel, F., 2004), (Netto, 2003). En los últimos años, los efectos de la acumulación de
experiencia de un colectivo de adultos mayores más activos y participativos empiezan a
ofrecer la posibilidad de pensar en un sujeto productivo y asociado al cambio. (Berriel, F.;
Lladó, M., 2004) (CICAM, 2004)

9
Expreso esta idea a riesgo de caer en el error de especular por los adultos mayores.
10
Por otra parte no hay estudios que planteen la relación económica o el peso para la sociedad de tales
desequilibrios demográficos, considerando algunos aspectos como: la mayor parte de la población mayor del
Uruguay cobra jubilación y esto implica para muchas familias la entrada fija principal, asimismo los ingresos
que puedan significar las jubilaciones europeas que cobran algunos inmigrantes afincados en el país o las
remesas que se envían del exterior para sostener a nuestros viejos.

6
Se podría decir que coexisten y predominan dos modelos paradigmáticos de la vejez, uno
que representa lo más conservador en las diferentes representaciones sociales de los
mayores y sostiene un modelo de deterioro y otro que busca romper con este. Por otro lado
de acuerdo también a investigaciones recientes (Berriel y Perez, 2001) y (López Gómez,
A. et Alt., 2006) se constataría cierta vulnerabilidad y agregamos nosotros
desinstrumentalización para poder ejercer todos su derechos y en particular generar otras
modalidades de presencia en el espacio público. Así como también reconocer el papel que
juegan las organizaciones sociales y las políticas públicas para revertir esa situación. En
función de esto, interesará saber cómo estos modelos construyen un ideal identitario y
determinan la presencia de los adultos mayores en el espacio público.

Protagonismo social y Formas de organización

En relación a las iniciativas políticas públicas, se puede encontrar a nivel nacional que
existen diferentes organizaciones que fomentan la participación de los adultos mayores, de
diferentes clases. A nivel estatal11 existen programas de promoción de la asociación y
facilidades de recursos para el desenvolvimiento social de los mayores a través de
dependencias del Banco de Previsión Social (BPS), Área de Promoción Social, desde 1986,
y de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM) Secretaría del Adulto Mayor, desde el
año 1990. Estas líneas de promoción están en estrecha coordinación con organizaciones
sociales gremiales como la Organización Nacional de Asociaciones de Jubilados y
Pensionistas del Uruguay (ONAJPU) que realiza actividades gremiales tendientes a la
reivindicación de los derechos de los adultos mayores12. Estas organizaciones se preocupan
fundamentalmente de los temas de la seguridad social, la vivienda y la salud de los adultos

11
Solo se hará referencia a los recursos a nivel de la ciudad de Montevideo, más allá que el apoyo del BPS sea
a nivel nacional. En relación al apoyo de las intendencias a este colectivo es variado en los distintos
Departamentos, encontrando grandes diferencias, desde algunos que cuentan con tantos recursos como en la
capital, hasta otros que prácticamente no fomentan ningún tipo de recursos sociales.
12
Además de considerar que la ONAJPU recoge la experiencia de una clase obrera organizada, también se
nutre de una herencia nacional signada por una política de estado benefactor, que se refleja, podríamos decir,
en la participación activa de los jubilados en el BPS (con voz y voto) y que resulta así un impulso organizador y
promotor de las organizaciones de jubilados.

7
mayores. También existen otras organizaciones sin fines de lucro de mayor o menor
envergadura que por citar alguna, mencionaremos dentro de las más reconocidas la
iniciativa de la UNI3 (Universidad de la Tercera Edad) que funciona desde 1983 en nuestro
país y procura satisfacer las necesidades de los adultos motivados en el aprendizaje y
crecimiento personal, ofreciéndole herramientas para enfrentarse a los cambios personales,
sociales y culturales. Con algunas semejanzas, el Centro Interinstitucional de Colaboración
con el Adulto Mayor (CICAM), fundado en 1991. Dentro de este tipo, existen un
sinnúmero de organizaciones barriales, o asociadas a colectividades étnicas o religiosas que
ofrecen una profusa gama de servicios sociales de tenor recreativo, que en ocasiones llegan
a promover acciones sociales y políticas que atienden variados problemas sociales
generando alternativas beneficiosas (este tipo de organizaciones pueden ser fundadas hasta
hace más de 20 años). Organizaciones y acciones hacia el colectivo de mayores tuvieron su
despegue en todo sentido con la promoción estatal por las recomendaciones internacionales
de la Organización de Naciones Unidas en la 1ª Asamblea Mundial para el envejecimiento
en el año 1982 y más tarde con las pautas de promoción para la campaña de1999, “Año
Internacional de las personas de edad” (en estas estrategias ha sido fundamental el apoyo de
las organizaciones sociales de a.m.).
De este relevamiento de antecedentes se plantea la cuestión de convertirse el a.m. en un
actor social que transforme su realidad y la de su entorno. ¿Cuál sería el rol de los
profesionales que trabajamos en el tema? ¿Que redes, apoyos, alianzas, etc. con el contexto
social, cultural y político-económico habría que fortalecer? ¿Cómo se juegan los roles del
estado y la sociedad civil respecto a la participación social del a.m.? ¿Qué incidencia tiene
la participación social de los a.m. para la sociedad? ¿Cómo entran en conflicto los discursos
sociales respecto a la vejez, y las relaciones intergeneracionales en el contexto actual de
cambios vertiginosos a nivel tecnológico y de la información?

Espacios urbanos
Se consideran aquí algunos aportes de algunos investigadores que han avanzado ya en una
perspectiva interdisciplinaria en la investigación urbana. Dichos autores argumentan el
abordaje interdisciplinario y trabajan la idea de espacio intensivo que permite incluir

8
diferentes dimensiones (social, subjetiva e histórica) para trabajar la idea de reapropiación y
producción colectiva de los espacios vitales comunes (Raggio y otros, 1998).
Otro elemento que aportan los planteos de Raggio (2001) es que en la sociedad actual el
problema de la estabilidad o variabiliad de la identidad cultural de los colectivos humanos
quede desplazado por el problema de “la velocidad de los procesos de cambio respecto de
las posibilidades de asimilación de sus actores” (Idem, pag. 7). En este sentido relacionado
a la cuestión del lugar del adulto mayor en la sociedad y su capacidad de adaptación
transformadora a ella requerirá de espacios sociales que habiliten las condiciones colectivas
para elaborar la avalancha de cambios tecnológicos y culturales con el resto de la sociedad
a velocidades saludables. Recordamos a su vez el efecto morigerador que ofrecerían los
mayores en esos procesos colectivos, recordando a Speier (1990).

Relacionado a los aspectos psicosociales de habitar distintos espacios en la ciudad, el


trabajo de Susana Rudolf (2002) realiza un aporte en que articula las nociones de identidad
y las necesidades de participación social, desde una perspectiva comunitaria y de la
psicología ambiental.

Desde la perspectiva sociológica, resulta ordenador, a la hora de pensar la sociedad urbana,


el trabajo de Danilo Veiga (2000). Allí se plantean algunas reflexiones sobre procesos
sociales emergentes respecto a las desigualdades sociales, a las políticas públicas, a las
transformaciones urbanas y a los elementos estratégicos para definir una agenda de
investigación sobre procesos sociales en las ciudades. El trabajo sistematiza los referentes
teóricos y políticos que permiten pensar estos problemas frente a los cambios estructurales
de las sociedades latinoamericanas. Nos parece interesante destacar algunos temas que
serán comunes para el estudio que aquí nos concierne, fundamentalmente en relación a la
reestructuración demográfica, a las configuraciones de nuevas pautas de “cultura urbana”,
los impactos de la globalización y la emergencia de problemas sociales y de vulnerabilidad
en las ciudades. Enfatizando así la complejidad cultural al interior de las sociedades.
Concluirá Veiga, entre otras cosas en la necesidad de estudios comparativos e
interdisciplinarios, y de proyección de escenarios de futuro para nuestra sociedad (Veiga,
2000).

9
En una primera revisión de la bibliografía nacional nos encontramos que hay poca
investigación que articule la participación social del adulto mayor en el espacio público, por
lo menos lo más cercano sería un estudio desde una perspectiva sociológica en relación
participación social/uso de los espacios públicos abiertos en la ciudad de Montevideo13.
Dentro de las excepciones econtramos la investigación “Indicadores Urbanos de género.
Instrumentos para la gobernabilidad urbana” realizada por un equipo de investigadoras de
la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) en coordinación con Red Mujer y Hábitat de
América Latina y la Comisión de la Mujer de la IMM. Así como la investigación de
Filardo. V. et alt. (2005) que trabaja el problema del uso y apropiación de los espacios
urbanos desde una persepctiva de clases de edad más centrado en la juventud.

Participación social del adulto mayor

La investigadora Adriana Fassio (2001) trabaja sobre la emergencia de las organizaciones


de adultos mayores en la sociedad civil como alternativa de participación ciudadana. Su
investigación describe y explica el fenómeno de Centros de Jubilados/ Asociaciones de la
Tercera Edad existentes en la Ciudad de Buenos Aires. Supone que las organizaciones de
adultos mayores (OAM) son una tentativa de respuesta a las formas de exclusión del
colectivo de las personas de edad (sobre la idea de reconocimiento de identidades plurales
que toma de Duschantzky (2000). Aunque va más allá, aportando una visión crítica de las
OAM, en las que si bien ve en ellas una estrategia de inclusión de la población mayor, les
reconoce ciertas debilidades compartidas con el resto de las organizaciones de la sociedad
civil. Aún así la investigación resalta que pese a esas debilidades organizacionales
fundamentalmente en relación a la capacidad de gestión, las OAM evidencian potencial
para desarrollar proyectos sociales.

13
Se trata de un estudio comparado 5 ciudades del MERCOSUR. El equipo de investigadoras uruguayas
pertenece al Área de Género del Departamento de Sociología de la FCS, y lo integran: la Soc Rosario Aguirre,
la Dra. Karina Batthyany, y las Soc. Lorena Alesina y Lucia Scuro. Dicha información es obtenida a partir del
Seminario Regional “Mujeres y varones en los espacios públicos de la ciudad”, realizado en la IMM el 14 de
mayo de 2004.

10
En una misma línea de trabajo pero con otro nivel de cuestionamiento, Patricio Rey (2000),
advierte de la invisibilidad del adulto mayor como ciudadano. En este sentido el autor
busca pararse desde una perspectiva epistemológica y metodológica que permita
profundizar determinados temas como: el ejercicio de los derechos humanos de los a.m. en
particular en los contextos de exclusión, la relación del ejercicio de esos derechos y las
organizaciones sociales de a.m., así como el papel del estado. Estas preocupaciones giran
en torno a una redefinición del espacio público, en el que el estado ya no juega el papel de
protector y en el que la sociedad civil produce diversos y parciales focos de acción social
(Rey, 2000). Desde esta perspectiva, Rey (2000) ensayará una suerte de genealogía de
cómo el adulto mayor se convierte en un sujeto social, discutirá sobre la gestión social y
relevará en profundidad las características de los actores de dicha gestión para la sociedad
chilena. Concluyendo su estudio, precisa la diferencia entre sujeto social y actor social (esto
último en el sentido de ejercicio de ciudadanía), cuestionándose sobre cuales serían las
mejores estrategias para lograrlo y que lugar tendrá el estado y las otras generaciones en
relación a la acción social de los mayores. Llegando así a conclusiones similares a las que
se llegaron en el análisis desde la experiencia de participación social de los a.m. en
Uruguay.

Accesibilidad en los espacios urbanos

Un capitulo importante de la gerontología y puente para articulación con disciplinas como


la arquitectura y el urbanismo, es la problemática de la accesibilidad en las ciudades
actuales para la vejez, así como el diseño accesible de su hábitat.

Desde la perspectiva de la arquitectura, el tema de la vejez en las ciudades preocupa en


relación al creciente envejecimiento poblacional, haciendo necesario pensar como favorecer
la adaptabilidad de las personas a su entorno inmediato y las condiciones urbanas,
considerando sus progresivos deterioros físicos y/o mentales. De esta manera, (la
arquitectura) comienza a plantearse, generar ámbitos estimulantes de la actividad física y
mental, también en la vejez. Esta postura busca trascender las habituales de la arquitectura,

11
preocupadas solo en los requerimientos de seguridad y eliminación de barreras para un
desempeño senil adecuado. Buscan así, pensar proyectos que además de contemplar las
limitaciones físicas o cognitivas, puedan promover curiosidad y disfrute, intentando eludir
las barreras, en este caso del propio modelo deficitario de la vejez (Escudero, 2003). Si bien
intentan una visión que contemple las necesidades de buena parte de la población mayor e
intentan una postura menos prejuiciosa de la vejez, todavía no han dado el salto de pensar
espacios de interacción del viejo con otras generaciones (que requerirá a su vez un abordaje
interdisciplinario).
Del estudio de Escudero (2003) se desprenden algunas cuestiones que adquieren mayor
relevancia en la relación del a.m. con su ambiente físico inmediato (casa, barrio). Dentro de
los que constan: la identidad y la permanencia, la necesidad y la resistencia del cambio de
vivienda, así como la procedencia de los a.m. de estructuras familiares tradicionales. Por
otra lado la autora reflexiona acerca de cómo serán las próximas generaciones de viejos que
deberán lidiar con la tendencia actual de familia mononuclear, con el aumento de movilidad
urbana, la inestabilidad del empleo y la incidencia de los medios masivos de comunicación
(Escudero, 2003). Para el caso uruguayo, ya se registran hoy en los mayores, porcentajes
elevado de gente que vive sola, fundamentalmente mujeres (INE, 1996) (esto en parte por
la mayor expectativa de vida de las misma y por los efectos migratorios registrado con
mayor fuerza en los últimos años).

También hay profusa bibliogafía sobre el tema de lo urbano en relación a la accesibilidad.


Donde se corre el riesgo de perder las perspectivas psicosocial y cultural, restringiendo el
problema de la accesibilidad al deterioro y la discapacidad. Estos autores de diferentes
disciplinas por lo general quedan atrapados en una perspectiva medicalizada de la sociedad
y en particular cuando se trata de la problemática de la vejez. De todas maneras no sería un
punto menor ya que ciertas limitaciones funcionales en la vejez generan una gran
inseguridad.
Podría decirse que existe en este punto una paradoja, por un lado se medicaliza la vida
cotidiana (Mainetti, 2006) (Frigeiro, A., 1997) y eso incluye a la vejez como forma de
mejorar la calidad de vida y ganar en salud, y por otro, la misma medicalización contribuye
a la valoración negativa de la vejez. Así se termina esperando la fuente de la eterna

12
juventud, pero esta vez depositado en el mito del avance de la tecnología médica, y
finalmente evitando y negando la vejez.

En la búsqueda de accesibilidad y bienestar para el adulto mayor se pueden apreciar


algunas experiencias, a nuestro entender de ghetización de los a.m. (Lladó, 2000). Como se
puede encontrar en EE.UU., que ha decretado por Ley Federal, la promoción de pueblos de
viejos, en los que no puede haber residentes menores de 18 años, sólo un 20% de casas de
mayores de 43 años y el resto ocupadas por mayores de 55 años (Otchet, 1999). De estas
experiencias se pueden apreciar ventajas y desventajas, por un lado la convergencia de
intereses y por otra la falta de diversidad en edades, nivel social y raza, señala Otchet
(1999), teniendo en cuenta que se trata de comunidades privadas accesibles sí, pero solo
para un sector de la población de adultos mayores.

Estrategias de integración

El incremento de la expectativa de vida acarrea el problema de darle sentido a la misma,


especialmente en una sociedad en que pese a los anuncios finalistas, el trabajo sigue siendo
central y organizador de las vidas de las personas. Siendo la jubilación el paso a la
condición de pasivos y por ende el rotulo de improductividad cae pese a todo sobre la
representación del jubilado. Sumado a esto, se han promovido dentro de las políticas de
salud (OMS, 1993) consignas respecto a las políticas sociales y de salud que promueven la
idea de darle vida a los años. Siendo así se han desarrollado en el mundo pero
fundamentalmente en los países desarrollados sistemas de prevención social que
contemplan redes de apoyo para los a.m., programas que estimulan estrategias de
adaptación e integración a la comunidad, promoción de organizaciones formales e
informales autogestionadas por a.m., programas de apoyo comunitario a la familia del a.m.,
programas de intercambio intergeneracional. Programas que estimulen el desarrollo de
proyectos e iniciativas productivas, culturales o educativas. (Gracia, 1997)

Desde el aspecto de promover la integración social del adulto mayor, Predominan en el


enfoque de la intervención comunitaria, la educación que promueva cambios en las

13
actitudes sociales hacia la vejez, por un lado y por otro la elaboración de políticas públicas
que beneficien a los a.m. (Sánchez, 2005). Respecto a las políticas públicas a su vez se abre
una gama de valoraciones que marcan importantes diferencias respecto a como abordar la
problemática de la vejez (Lloyd-Schelock, 1999). Por otro lado, Sánchez (2005) plantea
algunas recomendaciones de lo que debieran contemplar las políticas publicas para los a.m.
entre ellas: que los servicios sociales para los mayores consideren y fortalezcan la
integración del a.m. a su familia y su comunidad, evitar las instituciones y programas
sociales segregacionistas, promover la integración de los a.m. a la sociedad, fortalecer
económicamente a los a.m. como forma de conservar su independencia, capacitar al
personal que se ocupa de los a.m.
Otras estrategias de integración tienen que ver con desarrollar el potencial de adaptación,
creatividad y producción de los a.m. en este sentido las investigaciones de José Yuni (2000,
2005), abordan la problemática de la educación para adultos mayores como campo
emergente que refuta a las políticas neoliberales. Desde esta línea se investiga y contribuye
al desarrollo de la educación para mayores, se observa como las instituciones del sector
público tanto como organizaciones de la sociedad civil se procuran el acceso a recursos
educativos que en ocasiones llegan a constituir proyectos autogestionados por las últimas
(sin dejar de considerarlos con una visión crítica y exhaustiva, que se tendrá en
consideración para futuros análisis). Estos proyectos pueden producir una serie de impactos
a nivel social así como contribuyendo a la adaptación de los mayores como a su capacidad
de transformar y transformarse. De esta manera Yuni (2000) afirma que este tipo de
experiencias, como fenómenos de naturaleza política, tienden a la constitución de sujetos
políticos y en este sentido a la construcción de nuevas subjetividades sobre la vejez.

La identidad y los grupos

Al plantear la coexistencia de las tensiones de una identidad cuestionada por una imagen
desvalorizada de la vejez

Partimos de la idea que el problema de la identidad implica la coexistencia de tensiones que


en le caso de las personas que envejecen se les suma la imagen desvalorizada que repercute
en cada sujeto y por las exigencias sociales de productividad. De esta manera la identidad

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se encuentra tironeada por las exigencias de un mundo cada vez más acelerado y exigente
en el que el proyecto colectivo se vuelve más complejo. Identidad que también se ve
diezmada ante la falta de reconocimiento interpersonal y también institucional, en la
medida que mayoritariamente las instituciones no contemplan ni consideran a las personas
en general ni a los a.m. en particular, como sujetos autónomos, políticos y deseantes
(Touraine, 1998) (Castoriadis, 1991, 1997). La noción de sujeto que propone Alain Tourain
permite articular de esta manera en el sujeto, su identidad individual y colectiva.

¿Pero qué pasa cuando la sobremodernidad empuja al sujeto a un vaciamiento de sentido,


aun repliegue individualista en el que se pierde él y el otro?

Lo previo al objeto que planteara Augé (1998), lo pensamos reconociendo las relaciones
que incluyen al sujeto en una red de significados y conflictos. De ahí que el dispositivo
grupal sea el que nos resulta más apropiado para trabajar desde estas perspectivas.

La temporalidad distorsionada por los efectos de los medios masivos, el tiempo que se
comprime, nos permite vivir en simultáneo, en forma virtual. Genera distorsiones
imaginarias respecto al paso del tiempo, y si el tiempo sirve es sólo para ser coleccionista
de cuanta cosa pueda circular por ahí, la vejez se evita con cirugías plásticas, tratamientos
rejuvenecedores, e implantes genéticos. Aún así no podemos resolver la angustia que
provoca el envejecimiento, en eso que tiene de cuestionador desde lo corporal, y nos
increpa desde el espejo, y desde el encuentro en el espacio público ¿quien sos ahora? ¿qué
haces? ¿de dónde venís? ¿a dónde vas? Así, algo hay de la vejez o del trabajo con viejos
que nos enfrenta al cuestionamiento de nosotros mismos, y a su vez nos compromete como
intelectuales y como sujetos.

Al abordar el tema del envejecimiento en los grupos procuramos considerar el trabajo


existencial de los hombres, que al decir de Castoriadis consistiría en aceptar que "la vida
contiene e implica la precariedad del sentido en continuo suspenso, la precariedad de los
objetos investidos, la precariedad de las actividades investidas y del sentido del que las
hemos dotado" (Castoriadis, 1993). Desde esta perspectiva sería posible considerar un

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proyecto de vida posible en la vejez, al aceptar la precariedad de todos los proyectos, en
todas las edades. Y a la vez aceptar el potencial transformador de los proyectos colectivos.
(Berriel, Lladó, Pérez, 1995)

Desde una perspectiva cultural, la cuestión de lo diferente y lo mismo, se convierte en un


punto de encuentro para pensar la identidad como algo en construcción y no como algo
dado de una vez y para siempre. Consideramos pecando de extrapolar, que esta afirmación
es válida tanto para los procesos personales como colectivos.
Por otra parte, el problema de la vejez no debería quedar sólo en un problema de ignorancia
y de prejuicios, si fuera así igual sería consecuencia de relaciones de poder, que no son
lineales que son atravesadas y enredadas en todas las relaciones sociales, y por lo tanto
también en las posibilidades de enunciación de cada colectivo.
El desafío en el grupo y en el colectivo será cómo abordaremos estos aspectos, que hacen a
las constantes vitales de las personas, y a la posibilidad de trabajar sobre la desarticulación
de las construcciones subjetivas que dejan marcas en el cuerpo y determinan lugares
sociales.

¿En qué espacios simbólicos de la sociedad quedan los viejos? En el contexto de las
sociedades actuales, que Augé (2004) nomina de sobremodernidad, en función de los
“excesos” (la superabundancia de acontecimientos, la superabundancia espacial y la
individualización de las referencias). En este sentido, el autor incorpora la necesidad de
pensar cómo estos cambios “han afectado a las grandes categorías a través de las cuales los
hombres piensan su identidad y sus relaciones recíprocas” (Augé, 2004, p16).

Si consideramos entonces como los efectos de la sobremodernidad impactan en las


identidades y en los modelos relacionales e identificatorios, nos lleva a pensar en que
diferentes maneras de posicionarse ante la realidad y la participación social se agencian los
adultos mayores. Esto es críticamente central en el envejecimiento, dando lugar a opciones
por la participación, pero también a posicionamientos pasivo – dependientes concordantes
con una modalidad hegemónica de envejecer que, aunque cada vez más cuestionada, se
mantiene aún vigente en nuestra sociedad. Esta última alternativa, además, encastra y se ve

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reforzada por cierto tipo de medicalización del envejecimiento, configurando un escenario
en el que por un lado se aborda de forma asistencialista a los adultos mayores y, por otro,
estos últimos, depositan, canalizan hacia el sistema de salud una serie de necesidades,
expectativas y problemas que éste no podrá resolver, o lo intentará recurriendo a alguna de
las herramientas de las que dispone.

Concluyendo, a la hora de trabajar en grupos y colectivos nos encontramos con obstáculos


para la participación. Más arriba señalabamos los contextos sociales e imaginarios que
obstaculizan la participación de las personas en general y de las personas mayroes en
particular. En otro trabajo planteabamos que no sólo estamos sometidos a esas condiciones
sino que también las deseamos, en este sentido nosotros mismos tendremos que superar
nuestras propias contradicciones o por lo menos ser concientes de ellas. (Berriel, Lladó,
2004)

El dispositivo de trabajo grupal nos permite centrarnos en el análisis y en la cuestión de las


lógicas prácticas, e intentar producir instancias donde ejercitar colectivamente prácticas
instituyentes. Pero recordamos que no sólo las personas envejecen, también la capacidad
instituyente envejece, a riesgo de clausurar el potencial transformador.

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