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bresalian como una amenaza tallada
de los galanes llevaba
afilados q u e s o b resal
advirtió que
cada uno atada al de ogro desmentíar
Sus rostros
marfil.,
cuello una
trailla de oro blanco,
como si fueran colo- en el mejor
anunciada por el porte grácil y las
con sus amas. Cre-
h u m a n i d a d
sales perros
talderos que pasedrdn la
lujosas y
el paso lento y sumiso de animal
que
instante, todo aquello formaba parto ropas
yó, por un atrapados entre
seres
de corte al que los pretendientees aestrado les hacía parecer
de un refinado juego desterradoS de ambos reinos por su
mundos,
se sometían de buen grado. Ial vez sea, quién sabe, se dos
mansedumbre.
su inesperada
una costumbre,
una inocente farsa amorosa arraigada fealdad y
dijo, esos falsosS principes eran ani-
de mi reino, de la que nunca antes Porque, al parecer,
en estas tierras alejadas contra las damas que
no se revolvian
había tenido noticia. males dóciles y
de hoy correas de oro macizo. Los monstruos
Pero conforme se fue acercando al grupo reparó sujetaban sus
en galas de terciopelo
sin más, envueltos
hombres formidables como guerreros las seguian
en que esos a los pesados collares
grana o azul noche, sujetos
del norte sufrían una atroz deformidad en sus ros- sus
recubiertos de piedras preciosas y perlas que
tros. Sus frentes abultadas y sus mejillas se hallaban sin duda para que cual-
dueñas les obligaban a lucir,
cubiertas de crenchas de pelo lacio que ocultaban el que se cruzaran
con
otro noble paseante
las amarillentas de sus quier
casi por completo ranuras
riqueza de su linaje.
verlos la
de El percató también de dedujera nada más
ojos zorro. monarca se
por aque-
Lleno de curiosidad, el rey preguntó
que aquellos engendros respiraban trabajosamente Su amigo y anfitrión
sonrió al
llos r a r o s ejemplares.
porque sus narices eran muy pequeñas, casi una inmemoriales se apre
broma grotesca en el centro de los rostros feroces.
contarle que desde tiempos cachorros
cuando aún eran
saba a los monstruos
El ruido cavernario de sus jadeos recordaba al que-
ocultaban en ingeniosas gua-
Ciegos que sus madres
jido de un animal ciego, atrapado para siempre en escarpada
de una
el interior de ridas, en el interior de las cuevas
confinados en
e
lastimosos aullidos. Una
vez
Pudo observar Sus
que bocas permanecían siempl
sus
durante
varios
con esmero
entreabiertas por culpa de los dos Castillo se les educaba
largos colmillos
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a las damas de alta alcurn:
años, para complacer Y entonces, como si formara parte de una repre
que los demandaban. Son seres realmente horrendos ontación, la princesa aparecio en la galeria central
a la vista, desde luego, continuo el soberano, pero la
del jardin en que ellos mismos se habian deteni-
general la musica y la buena conversación. instante. La
por lo aman do un joven,
belleza de ojos dora-
una
dia en
se hoy cumplen dos años der CXtraña criatura torció la cabeza como si alguien e
que mi hija recibió a su
criatura. nubiera disparado una flecha en el cuello y, gimien
do dolorida, se llevó las pezuñas al rostro mientras
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aun los miraba, de ese modo e mplacable de una guerra. La legendaria tez de co-
uno de sus ojos que
s i e n t e n dolor
y no puedan lor cobre de los linajes del sur invadió las mejillas y
miran los
animales que
entenderlo siquiera. Nuestro soherra- 1a frente que hasta hacía poco habían estado cubier
explicarlo, ni
el bruto les pedia de crines. El cabello negro, largo y espeso como
no comprendió, estremecido, que tas
trazos que regían la deformidad, instaurando un cuello parecía acordarse del monstruo.
exclamacio-
orden La princesa detuvo al escuchar las
se
nuevo. Y así desaparecía en un segundoel al her-
vello oscuro de animal que cubría la frente, el ros* nes de sorpresa y pavor. Se giró y contempló
combate prodigioso,
tro, el cuello. Así unos dedos
invisibles trazaban en
moso joven campeón de aquel
el si lo conociera desde
siempre,
desmayo del ogro las cejas sorprendidas de un Sonriéndole como
dentro a su hija, a
a la
el sendero habia estado enferma cuando era muy niña,
después del hechizo. eincesa
escuálidos que vagaban por los caminos huyendo de algún día. Como un viejo
de la niña que debía reinar
tronco de árbol carcomido por
el tiempo y las plagas,
las pedradas y los azotes, que se negaban a comer
como una vasija de barro abandonada a los rigores
y la miraban con sus ojos tristísimos de criaturas
ino-
desahuciadas y al rey le partía el corazón escuchar el del desierto, así decían que vieron el cuerpecito
cente que pagaba tan caro el precio
de pertenecer a
llanto de querida hija cuando, al levantarse, corria
su
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de la pequena Justo antes de
de quel flores, un cuervo que vigilaba los caminos Dosa
la enfermedad
cada noche buscanda1 do en una piedra y veia pasar a sus leales guerrer
gangrena, que trepaba 5uerreros
alcanzara su rostro. Alda deió da éndosepara
sus adentros. El odio no resarcido se
no infectada,
una manana abrio los ojos, con quedó con nuestro rey como ese dolor crónico que
der por la fiebre y
el estupor de alguien que regresa a un lugar que y nunca deja de sentirse del todo, como el remordi-
casi ni recuerda y al que lentamente debe habituar miento de una mala accion que nos asalta una v otra
Una armadura de escamas cicatrizo vez cuando ya creiamos habernos librado de él,A
se de nuevo.
nuestro rey lloró, dolido sido derrotado aparecia algunas tardes de lluvia,
aconsejaron los sabios, y
un secreto ha- cuando los müsicos tanian en palacio una melodía
por la suerte de su querida hija, que
hacia sonreir y cerrar los ojos a las
bía que guardar a buen recaudo para que la noticia juguetona que
de aquella desgracia no fuera conocida por nadie damas y caballeros de la corte, somnolientos des
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a ni un åpice de la belleza del mundo en
la hacian parecer una joya vivie nte,
de perlas que Era el mal y su carne podrida se lo repe
sueños maravillosos que envolvian aquel doloroso Era el r
vivia.
la había
convertido el odio de otro desde allá
dentro, encarcelada bajo capas de satén
yermo en que arciopelo del color de la nieve, pero invencible.
los espejos de sus aposentoe
rev. Desaparecieron i a que la disfrazaban de princesa, que gracias
v las doncellas apagaban las velas en su alcoba por
de su padre y a la lealtad de los miembras
las mañanas y le
vendaban los ojos con una
ta al amor
la bañera la corte pasaba Sus dias en palacio y sujetaba con
de seda antes de ayudarla a entrar en de
de oro. Y temia
un tenedor
enguantadas
la vestian y desvestían sus manos
Creció sin verse reflejada,
de ella que la habia convertido en algo que
manos gráciles que habían apren- la parte
un enjambre de
demás, aunquequisieran, mirarian siempre
no
los
dido a abrochar y desabrochar botones a ciegas, a
la pena. Ela era el monstruo, en
desde el temor y
ajustar y aflojar corpiños, a ahuecar faldas o des-
realidad. Uno que por puro remordimiento recogia
lizar camisones de seda sin rozar jamás la piel he- desventuradas, despojos de la
rida de su joven señora. Pero ni aun así pudieron acada paso crias
animales cojos, gatos con
naturaleza y el hombre,
impedir que Alda comprendiera el alcance de su e n carne viva por el agua
hirviendo que les
el lomo
desgracia. Jamás la oyeron lamentarse, antes bien, las posaderas para espantarlos.
sonreia agradecida cuando acababan de calzarla y arrojaban
nuestro bondadoso rey, que Alda
la conducian a la sala de los espejos para que pudie- Seguro, se dijo
de regresar con una
seria muy feliz si tenia ocasión
ra verse al in, resplandeciente y pálida, tan blanca
acababan convirtiendo-
ella como la seda que la cubría y guardaba el secre- de aquellas criaturas que
Sin
se en el príncipe soñado
de cualquier doncella.
to que sin embargo la atormentaba. Solo al caer la
dudarlo pidió que lo llevaran al lugar donde vivian
noche, cuando la acompañaban al lecho y una de los
de esos seres a que
sus servidoras abría la cama para que se deslizara para comprarle a su hija uno
no moriria de trio y
dentro, cuando apagaban la última palmatoria y podria querer y cuidar, que
celdas en las que
la oscuridad tristeza a su lado. Bajó hasta las
mezclaba con el silencio de forma
se
examinó uno
permanecer custodiados y los
que nadie hubiera podido decir dónde colan
empezaba de crines rojizas
tOcar el
una oacababa el otro, lo d uno. Vio a un monstruo
pensaba. Era deforme, una de alguien que
en reali-
alimana sarnosa
que no merecía el aire que respi- violín con la desesperación
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enseguida, y asi se hizo. Llevaron al monstruo
la propia musica de una
dad deseara sanar a erida
bajo la tela a uno de los salones principales
mortal. Y a otro, de pelaje negrisimo que parecia culto
animaron a Alda para que acudiera
y
en la escritura de un poema y aullaha de palacio
enfrascado padre, de vuelta al fin tras
como fiera atrapada en una red, cada vvez a
recibir a su su
largo
dolorido otras
tierras.
de aparecer su mente en a
la idea que acababa viaje
que de abraz al rey se
apresuró a descu-
Después
se dejaba
alcanzar por la pluma de cuervo que
no con los ojos celestes muy abiertos
derecha, suspendida sobre el hrir su regalo,
sujetaba su pezuña y la esperanza. Nunca se sabe
final del pasillo cuando sus nor la incertidumbre
tintero. Pero fue casi al dentro de u n a caja, envuelto en el
con los de un monstruo apaci. si lo que hay
ojos se encontraron tan bello lo
napel más brillante,
sera como imagi-
hacía nada, nada que no fuera mirar al
ble que no
querriamos, eso tememos. Podemos
namos. Eso
frente como un animal nobley confiado, las garras con toda nuestra alma a quien
tan humano llegar a despreciar
cruzadas sobre el regazo en un gesto
la forma de sorprendernos y esa decep-
no encontró
que estremeció al rey.
Casi es semejante, se dijo, al
un
nos recordaráá
ción al recibir el objeto equivocado
contemplar el fondo de esas pupilas castañas, azo- manera, que aquel que n0s
a su silenciosa
siempre,
tadas por un brillo inteligente, no es un prodigio, solo conocia en verdad, y por eso
nos
hizo ese regalo no
un pobre ser atrapado en un cuerpo equivocado, que está creiamos. Pero lo cierto
mismo no n o s amaba como
pensando justo lo mismo que pienso yo de él. ocurrió aquella mañana, pues
que nada de
es eso
Casi eres mi semejante. enternecida
la heredera de nuestro trono sonrió
nuevo amigo y
enorme lienzo blanco para que la princesa no o un cachorro ciego, miró a su
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añadió, no tengáis miedo, se1or, yo misima os titaré la diera librarlo del dolor de sus heridas, com
o si
correa. Yperdonadnos a todos por el daño que hayam cia sí
quisiera arrastrar hacia mismo parte de
aquel
inconcebible sufrimiento.
podido causaros.
de los sa-
uno
se esforzaba en curar. El monstruo dejaba escapar un ingenioso mecanismo ideado por
su
cubriria con
un
gemido triste, llanto entrecortado a causa de
un OS del reino. Nuestro monarca se
ría
traerian
la minúscula nariz músicos
y su boca de fiera, y acariciada p o n e n t e manto de armiño y los
del
al cervatillo
inerte con sus de Vuelta habla de la dama
si sí
pezuñas, como esa vieja balada que
a
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norte y de la
blancura cegadora del amor. Las me wincesa, por el brillo de las rosas de plata y la
de s u pr
jores hilanderas del reino pasaron semanas jiendo blancura boreal que emanaba de ella como si fuera
con hilos de plata, rosas blancas en las manggas w inexplicable luz. Su monstruoso amigo
su propiae
el corpiño del vestido que estrenaria la princec ceguía de cerca, sosteniendo una cesta llena de
esa, la
pero también en la levita de su amado monstruo, estrellas de nieve de cristal que iba re-
pequeñas
entre las invitadas, a modo de recuerdo.
La fecha se iba acercando y el rey se sentía como partiendo
en el salón donde se celebraría
si estuviera escribiendo las primeras palabras del Entraron todos
nevado. Se dice que el rey acababa de be-
cuento más hermoso de todos. el baile
por un hermoso guante de
la mano cubierta
Llegó la mañana de diciembre que celebraba el sar
muy temprano en
muchos otros, que se debatían
grito se s u m a r o n
sas fuentes de viandas blancas para el banquete y
entre la sorpresa y la
consternación. La princesa
los criados corrían de acá para allá encendiendo
sobresaltada. El rey alzó las cejas,
com-
como la de un
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príncipe que unos segundos antes era una criatura
a e s c u c h a r s e en algún rina
monstruosa. Empezo ncón
Vivan los novios una vida laro.
de la sala el primer larga y
en la esquina contraria
próspera que alguien repitio
todas las voces, cada vez mi.
Se fueron uniendo
entusiasmadas, celebrando el previsible compro.
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