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uentan que nuestro rey le regaló a su

hija un monstruo traido a estas tierras


desde un remoto país al que había
viajado en cierta ocasión. Durante su
estancia allí el monarca y los nobles
de la corte lo agasajaron con festejos y banquetes ser-
vidos en los jardines que rodeaban el palacio real.
Una de esas tardes, en una de esas fiestas al aire libre,

fue donde buen rey, que había perdido a su


nuestro
Alda,
esposa el mismo día en que nació la princesa
in-
pudo ver algunas muchachas recorrian las
cómo
extranas
finitas galerías seguidas de cerca por unas
confundirse
Criaturas que de lejos hubieran podido
airoso
Con jovenes de su misma edad, dueños de un
de caballero.
y ataviados con suntuosas ropas
POrte
un poco, el rey
Cuando las doncellas se aproximaron

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bresalian como una amenaza tallada
de los galanes llevaba
afilados q u e s o b resal

advirtió que
cada uno atada al de ogro desmentíar
Sus rostros
marfil.,
cuello una
trailla de oro blanco,
como si fueran colo- en el mejor
anunciada por el porte grácil y las
con sus amas. Cre-
h u m a n i d a d

sales perros
talderos que pasedrdn la
lujosas y
el paso lento y sumiso de animal
que
instante, todo aquello formaba parto ropas
yó, por un atrapados entre
seres
de corte al que los pretendientees aestrado les hacía parecer
de un refinado juego desterradoS de ambos reinos por su
mundos,
se sometían de buen grado. Ial vez sea, quién sabe, se dos
mansedumbre.
su inesperada
una costumbre,
una inocente farsa amorosa arraigada fealdad y
dijo, esos falsosS principes eran ani-
de mi reino, de la que nunca antes Porque, al parecer,
en estas tierras alejadas contra las damas que
no se revolvian
había tenido noticia. males dóciles y
de hoy correas de oro macizo. Los monstruos
Pero conforme se fue acercando al grupo reparó sujetaban sus
en galas de terciopelo
sin más, envueltos
hombres formidables como guerreros las seguian
en que esos a los pesados collares
grana o azul noche, sujetos
del norte sufrían una atroz deformidad en sus ros- sus
recubiertos de piedras preciosas y perlas que
tros. Sus frentes abultadas y sus mejillas se hallaban sin duda para que cual-
dueñas les obligaban a lucir,
cubiertas de crenchas de pelo lacio que ocultaban el que se cruzaran
con
otro noble paseante
las amarillentas de sus quier
casi por completo ranuras
riqueza de su linaje.
verlos la
de El percató también de dedujera nada más
ojos zorro. monarca se
por aque-
Lleno de curiosidad, el rey preguntó
que aquellos engendros respiraban trabajosamente Su amigo y anfitrión
sonrió al
llos r a r o s ejemplares.
porque sus narices eran muy pequeñas, casi una inmemoriales se apre
broma grotesca en el centro de los rostros feroces.
contarle que desde tiempos cachorros
cuando aún eran
saba a los monstruos
El ruido cavernario de sus jadeos recordaba al que-
ocultaban en ingeniosas gua-
Ciegos que sus madres
jido de un animal ciego, atrapado para siempre en escarpada
de una
el interior de ridas, en el interior de las cuevas

y nuestro rey sintio


una cueva oscura
los cazadores
cierta piedad por ellos cuando los vio levantar las montaña. De nada les servía, porque
grutas y cap
cabezas, escapando por un instante del yugo de los Conocian cada resquicio de aquellas
m o n s t r u o s sin
importarles
collares de a los pequeños
mastín, en busca del aire que les faltaba. Dan

confinados en
e
lastimosos aullidos. Una
vez
Pudo observar Sus
que bocas permanecían siempl
sus
durante
varios
con esmero
entreabiertas por culpa de los dos Castillo se les educaba
largos colmillos

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a las damas de alta alcurn:
años, para complacer Y entonces, como si formara parte de una repre
que los demandaban. Son seres realmente horrendos ontación, la princesa aparecio en la galeria central
a la vista, desde luego, continuo el soberano, pero la
del jardin en que ellos mismos se habian deteni-
general la musica y la buena conversación. instante. La
por lo aman do un joven,
belleza de ojos dora-
una

nacen con una voz tan dulce como la de los


Algunos dos como los de un halcon, llegó ataviada con
un
angeles. Esos son los más codiciados. Continuó expli.
traje de seda verde esmeralda, cuajado de piedras
cándole que las muchachas de las familias más no de azabache. Caminaba con la frente erguida como
bles soñaban con recibir su monstruo al alcanzar la si alguien tirara de ella desde lo alto con un hilo
edad que las convertia en jovenes casaderas. Todas invisible y sujetaba orgullosa la cadena de oro de
anhelaban ser obsequiadas con uno de esos feos y un monstruo, el mas grande y oscuro de todos,
asombrosos animales y acababan encariñándose embutido en una librea adamascada a juego con
con ellos tanto como con sus lebreles o el
frágil el vestido de dueña. Nuestro rey no pudo dejar
su
ruiseñor enjaulado traido de Oriente que algunas de admirar la gracia delicada de la muchacha, el
recibian el día de su quinto
cumpleaños. Se sentían cabello negro y rizado como un interminable raci-
protegidas por esas dulces bestias y solían adorme- mo de uva negra y la piel que brillaba más aun en
cerse mientras su entonaba una melodía
monstruo el recuerdo de quienes se cruzaban con ella por el
triste, tumbado sobre una alfombra de
piel de oso contraste casi inmediato que surgia entre su blan-
negro, a los pies de su cama. No había nada
que cura irreal y la bestialidad del ser que la acompa-
temer. Los monstruos eran
resistentes al frío y al ñaba como una sombra defectuosa.
cansancio, pasaban la noche en vela en las
alcobas Sabia acaso la princesa lo que iba a ocurrir justo
de sus señoras si ellas
tenían fiebre y se mostraban en aquel momento? Eso se preguntó luego nuestro
fieros cuando intuían
cerca algún
no es
todo, añadió el monarca
peligro. Pero eso rey, porque la princesa y su monstruo parecian ser
de aquel lejano pais, las dos mitades necesarias de la hermosa trampa de
con una
misteriosa sonrisa.
amigo, porque justamente
Esperad y veréis, querido 1OS sentidos en la que todos cayeron en cuanto la

dia en
se hoy cumplen dos años der CXtraña criatura torció la cabeza como si alguien e
que mi hija recibió a su
criatura. nubiera disparado una flecha en el cuello y, gimien
do dolorida, se llevó las pezuñas al rostro mientras

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aun los miraba, de ese modo e mplacable de una guerra. La legendaria tez de co-
uno de sus ojos que
s i e n t e n dolor
y no puedan lor cobre de los linajes del sur invadió las mejillas y
miran los
animales que
entenderlo siquiera. Nuestro soherra- 1a frente que hasta hacía poco habían estado cubier
explicarlo, ni
el bruto les pedia de crines. El cabello negro, largo y espeso como
no comprendió, estremecido, que tas

prestarles desde ina mujer, cayo sobre los hombros en menos


que nadie podia el de una
una ayuda
hubiera tardado una doncella
llena de horror, igual que suplica el niña tiempo del que
en
pupila dedos. Los
el anciano que se esfuerza en seguir deshacer una trenza con sus ojos, tan
ciego al nacer o
si antes de morir el monstruo hubiera
viendo a través de la emboscada que le tiende la verdes como

decidido guardar en el tondo de


su memoria un
bruma que se extiende como un manto,
muerte, esa
esmeralda de su ama, se volvieron
volverlo todo oscuro. retazo del traje
un segundo antes de
Duró muy poco el grito de la mirada descom- para mirar a nuestro atónito rey. No quedaba en

rastro del dolor de la agonía, tampoco del


rictus de la bestia que agoniza sin ellos ni
puesta, el en-
Ha muerto, ya no es, se
tender, solo sintiendo. El rey vio con sus propios engendro que habia sido.
nuestro monarca, admirado ante
la figura sú-
ojos cómo el monstruo moría ante él mientras de dijo
y las elegantes
bitamente esbelta manos alargadas
su rostro surgía otro, que era y no era el mismo,
guiado por una fuerza capaz de corregir los erro- que asomaban ahora debajo
de los puños de encaje.
de su
res de aquellas facciones inhumanas, de borrar los Solo la cadena de que seguía prendida
oro

trazos que regían la deformidad, instaurando un cuello parecía acordarse del monstruo.
exclamacio-
orden La princesa detuvo al escuchar las
se
nuevo. Y así desaparecía en un segundoel al her-
vello oscuro de animal que cubría la frente, el ros* nes de sorpresa y pavor. Se giró y contempló
combate prodigioso,
tro, el cuello. Así unos dedos
invisibles trazaban en
moso joven campeón de aquel
el si lo conociera desde
siempre,
desmayo del ogro las cejas sorprendidas de un Sonriéndole como

joven principe, los Como si supiera que él había estado aguardando


los labios
pómulos afilados de una estatua tal cual lo veian
ser
to-
tallados en esa piedra noble e-
d senal para aparecerse y
ces sabe que a risa cantarina tiró de
la trailla
la carne. La
ser Os ahora. Con una
belleza fue desplegándoS vestido del
como si la faz del el apuesto caballero que jugaba aún a ir
monstruo fuera el mapa de na
conquista, el territorio arrasado por el
u smo color que ella v a ser su
animal de compania
triuntad0
0
vieron alejarse
as vieron Entendia bien ese dolor que le
Y los
dos
monarcas

alejarse por de largo.


crer

más leal. joven e n r e d a d o con el remordimiento. I


dama y al
noble ana..

dentro a su hija, a
a la
el sendero habia estado enferma cuando era muy niña,
después del hechizo. eincesa

nuestro rey prep n- a a r culpa


de la magia de u n oscuro hechicero que
tal maravilla,
Admirado ante por
Ejercitos de aves negras,
conseguir
u n o de e s o s
res. ejemplares orvía a un reino enemigo.
tó cómo podia ellas, S o b r e v o l a r o n el palacio a modo de
a su unica hija, la princesa Alda cientos de
Habia recordado
la m a n a n a en que la heredera amaneció
como la habia visto tantas advertencia
La había imaginado tal y
de costras que cubrian su piel dulce.
nuestro lejano rein0 helado, vestida de un febril, llena
veces en a lavar la carne herida
comenzaron
u n a capa de pieles de Sus doncellas
blanco impoluto y cubierta por habian empapado de antiguos sueros
martas, paseando por
los bosques cercanos en busca con
on paños que
mal dio tregua y vencieron las
infalibles, pero el
no
de animales perdidos después de cada nevada. Casi oscuridad. El aire olía todo el tiem-
había esperanza para las diminutas crías de alas negras de la
nunca
infectada y las criadas
hierbas frescas y sangre
hallaba al de los árboles y se empeña-
pie po a
pájaro que silencio al escuchar el llanto inconsolable
ba en regresar a la vida. La princesa recogia perros lloraban en

escuálidos que vagaban por los caminos huyendo de algún día. Como un viejo
de la niña que debía reinar
tronco de árbol carcomido por
el tiempo y las plagas,
las pedradas y los azotes, que se negaban a comer
como una vasija de barro abandonada a los rigores
y la miraban con sus ojos tristísimos de criaturas
ino-
desahuciadas y al rey le partía el corazón escuchar el del desierto, así decían que vieron el cuerpecito
cente que pagaba tan caro el precio
de pertenecer a
llanto de querida hija cuando, al levantarse, corria
su

en busca de la la hija de u n hombre poderoso. Los


sabios del reino
cajita de madera forrada de cálidas
hebras de lana que había no durmieron en semanas, intentando ganar tiem
dejado sobre su tocador
infinito de la carne
y descubría el cuerpecillo convertido en
piedra de Po al tiempo, curar aquel ardor
sobre si
un
pájaro. La había visto amar demasiadas veces ia que se secaba a cada segundo, cerrándose
fragilidad de un condenado y llorar como un enemigo
misma, ahogando la
a princesa
oSCuro del cachorro
junto al bult
esquelético que amanecia tun emboscado.
bado junto a la maestres acabaron
chimenea, con las
pupilas clavada or fin los esfuerzos de los
en
algún punto de la remedio que atajo
el
madrugada que había sado a n d o su fruto. Encontraron

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de la pequena Justo antes de
de quel flores, un cuervo que vigilaba los caminos Dosa
la enfermedad
cada noche buscanda1 do en una piedra y veia pasar a sus leales guerrer
gangrena, que trepaba 5uerreros
alcanzara su rostro. Alda deió da éndosepara
sus adentros. El odio no resarcido se
no infectada,
una manana abrio los ojos, con quedó con nuestro rey como ese dolor crónico que
der por la fiebre y
el estupor de alguien que regresa a un lugar que y nunca deja de sentirse del todo, como el remordi-

casi ni recuerda y al que lentamente debe habituar miento de una mala accion que nos asalta una v otra

Una armadura de escamas cicatrizo vez cuando ya creiamos habernos librado de él,A
se de nuevo.

de su cuerpo, del cuello a menudo recordaba que el


mago se había llevado
das recubría cada rincón
los pies. Tendrá que llevar él la belleza de Su hija y la förmula del antidoto
las muñecas, del pecho a con
evitar infecciones, podido curarla. La certeza de que habia
hubiera
siempre cubierta la zona enferma para que

nuestro rey lloró, dolido sido derrotado aparecia algunas tardes de lluvia,
aconsejaron los sabios, y
un secreto ha- cuando los müsicos tanian en palacio una melodía
por la suerte de su querida hija, que
hacia sonreir y cerrar los ojos a las
bía que guardar a buen recaudo para que la noticia juguetona que
de aquella desgracia no fuera conocida por nadie damas y caballeros de la corte, somnolientos des

puésdel banquete. Una voz desde su interior surgia


más. Quién querria casarse con ella, se dolía el padre,
heredero si conocía la verdad. de pronto mientras trotaba a galope tendido por el
quién iba a darle un se
codiciada
Hambriento de venganza mandó destruir de punta pabellón de caza, persiguiendo una pieza
rendirse. Le atravesaba una y
a punta el pais vecin0, se aseguró de que nuestro que ya empezaba a

otra vez el mismo pensamiento como el rayo cruza


ejército torturara hasta la muerte a su rey y a cada
miembro de su familia y ordenó a sus soldados que una ventana en noches de tormenta, luz y oscuridad
la advertencia de
buscaran por todas partes al mago que había urdido
a la vez, certeza y pesadumbre,
elconjuro venenoso. Pero aunque registraron cada una cuenta pendiente que nunca podrå saldarse.
mi alma.
casa incendiada, cada
alcoba del palacio, nadie fue Jamas recuperaré la paz de
capaz de hallarlo, ni vivo ni muerto. Tal vez, se de-
su enfer-
Cia con
amargura nuestro soberano, aquel hechicero roco más pudo hacerse por Alda. Tras
hermosos trajes
se convirtió en otro ser, tal vez nedad la princesa vestía siempre
ahora era un vaga
bundo ciego, una vendedora ambulante de coronas briliadal
Dlancos, tachonados de cristales que

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a ni un åpice de la belleza del mundo en
la hacian parecer una joya vivie nte,
de perlas que Era el mal y su carne podrida se lo repe
sueños maravillosos que envolvian aquel doloroso Era el r
vivia.

la había
convertido el odio de otro desde allá
dentro, encarcelada bajo capas de satén
yermo en que arciopelo del color de la nieve, pero invencible.
los espejos de sus aposentoe
rev. Desaparecieron i a que la disfrazaban de princesa, que gracias
v las doncellas apagaban las velas en su alcoba por
de su padre y a la lealtad de los miembras
las mañanas y le
vendaban los ojos con una
ta al amor
la bañera la corte pasaba Sus dias en palacio y sujetaba con
de seda antes de ayudarla a entrar en de
de oro. Y temia
un tenedor
enguantadas
la vestian y desvestían sus manos
Creció sin verse reflejada,
de ella que la habia convertido en algo que
manos gráciles que habían apren- la parte
un enjambre de
demás, aunquequisieran, mirarian siempre
no
los
dido a abrochar y desabrochar botones a ciegas, a
la pena. Ela era el monstruo, en
desde el temor y
ajustar y aflojar corpiños, a ahuecar faldas o des-
realidad. Uno que por puro remordimiento recogia
lizar camisones de seda sin rozar jamás la piel he- desventuradas, despojos de la
rida de su joven señora. Pero ni aun así pudieron acada paso crias
animales cojos, gatos con
naturaleza y el hombre,
impedir que Alda comprendiera el alcance de su e n carne viva por el agua
hirviendo que les
el lomo
desgracia. Jamás la oyeron lamentarse, antes bien, las posaderas para espantarlos.
sonreia agradecida cuando acababan de calzarla y arrojaban
nuestro bondadoso rey, que Alda
la conducian a la sala de los espejos para que pudie- Seguro, se dijo
de regresar con una
seria muy feliz si tenia ocasión
ra verse al in, resplandeciente y pálida, tan blanca
acababan convirtiendo-
ella como la seda que la cubría y guardaba el secre- de aquellas criaturas que
Sin
se en el príncipe soñado
de cualquier doncella.
to que sin embargo la atormentaba. Solo al caer la
dudarlo pidió que lo llevaran al lugar donde vivian
noche, cuando la acompañaban al lecho y una de los
de esos seres a que
sus servidoras abría la cama para que se deslizara para comprarle a su hija uno

no moriria de trio y
dentro, cuando apagaban la última palmatoria y podria querer y cuidar, que
celdas en las que
la oscuridad tristeza a su lado. Bajó hasta las
mezclaba con el silencio de forma
se
examinó uno
permanecer custodiados y los
que nadie hubiera podido decir dónde colan
empezaba de crines rojizas
tOcar el
una oacababa el otro, lo d uno. Vio a un monstruo
pensaba. Era deforme, una de alguien que
en reali-
alimana sarnosa
que no merecía el aire que respi- violín con la desesperación

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enseguida, y asi se hizo. Llevaron al monstruo
la propia musica de una
dad deseara sanar a erida
bajo la tela a uno de los salones principales
mortal. Y a otro, de pelaje negrisimo que parecia culto
animaron a Alda para que acudiera
y
en la escritura de un poema y aullaha de palacio
enfrascado padre, de vuelta al fin tras
como fiera atrapada en una red, cada vvez a
recibir a su su
largo
dolorido otras
tierras.
de aparecer su mente en a
la idea que acababa viaje
que de abraz al rey se
apresuró a descu-
Después
se dejaba
alcanzar por la pluma de cuervo que
no con los ojos celestes muy abiertos
derecha, suspendida sobre el hrir su regalo,
sujetaba su pezuña y la esperanza. Nunca se sabe
final del pasillo cuando sus nor la incertidumbre
tintero. Pero fue casi al dentro de u n a caja, envuelto en el
con los de un monstruo apaci. si lo que hay
ojos se encontraron tan bello lo
napel más brillante,
sera como imagi-
hacía nada, nada que no fuera mirar al
ble que no
querriamos, eso tememos. Podemos
namos. Eso
frente como un animal nobley confiado, las garras con toda nuestra alma a quien
tan humano llegar a despreciar
cruzadas sobre el regazo en un gesto
la forma de sorprendernos y esa decep-
no encontró
que estremeció al rey.
Casi es semejante, se dijo, al
un
nos recordaráá
ción al recibir el objeto equivocado
contemplar el fondo de esas pupilas castañas, azo- manera, que aquel que n0s
a su silenciosa
siempre,
tadas por un brillo inteligente, no es un prodigio, solo conocia en verdad, y por eso
nos
hizo ese regalo no
un pobre ser atrapado en un cuerpo equivocado, que está creiamos. Pero lo cierto
mismo no n o s amaba como

pensando justo lo mismo que pienso yo de él. ocurrió aquella mañana, pues
que nada de
es eso
Casi eres mi semejante. enternecida
la heredera de nuestro trono sonrió

encontró al otro lado


al monstruo tembloroso que
La extraña criatura se dejó conducir mansamente
como un nino
de los barrotes dorados, encogido
al barco, sujeta a una pesada cadena. Viajó en las
asustado ridículamente vestido de caballero.
acurrucada el interior de enorme y
bodegas, en una
con voz firme, dadle
temblando ante los furiosos envites
Sncadlo de ahi, pronto, ordenó
jaula dorada, un baño caliente
ugua abundante y comida. Preparad
del mar
y la oscuridad que reinaba casi siempre t
habitación lo bastante grande
para el.
allá abajo. Al atracar en nuestro puerto, el rey pl y disponed una
a un bebe
cuando se le habla
dio a sus servidores que cubrieran la jaula con un Dajando el tono como

nuevo amigo y
enorme lienzo blanco para que la princesa no o un cachorro ciego, miró a su

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80
añadió, no tengáis miedo, se1or, yo misima os titaré la diera librarlo del dolor de sus heridas, com
o si
correa. Yperdonadnos a todos por el daño que hayam cia sí
quisiera arrastrar hacia mismo parte de
aquel
inconcebible sufrimiento.
podido causaros.

Pasaron los meses. Nuestro amado rey espera-


Quién podría describir la alegria que embarg
ansioso mientras se acercaba el día en que su
fueron pasando los dias
a nuestro rey. Contorme
habia sido u n acierto traer a ese hiia cumpliria los quince anos, para entregarle la
comprendió que
Desde el princi.
hija. parte de aquel regalo traido de lejos. Que-
bruto que tan feliz hacía
a su segunda
la transformación del
atado. No era necesario i a ver Con
sus propios ojos
pio Alda se negó pasearlo
a
su m e t a m o r t o s i s en un caballero que la
El monstruo la seguía allá adonde fuera y esperaba monstru0,
final de su vida. Juntos tendrian
junto a la puerta de su que acabara el ritual
alcoba a amaría hasta el
su reino a salvo y las
matutino del baño y la elección de vestuario de su hijos e hijas que pondrian
de aquel hechicero serian un recuerdo
ama. Aprendió a guardarle una lealtad inmediata oscuras artes
como el de ese sabor amargo que ya no
sin necesidad de yugos. Nadie sabe a ciencia cierta tan vago
han abier- logra importunarnos, apenas
un jirón de memoria
por qué los perros, los niños que aún no
tuvo una vez.
to los ojos o los monstruos perciben en la belleza desprovisto del poder que
más maravillosa
un consuelo, pero así sucede. No había paseo que Organizó e n secreto la fiesta
soñarse. El salón de baile se conver-
Alda no compartiera con el engendro que nunca que pueda
invernal. Decenas de estrellas
hablaba y sin embargo parecía escucharla, que la tiria en un paisaje
de las lámparas y las damas y
seguia sin trailla pero vestido del mismo blanco de plata colgarían
de blanco se
inmaculado de sus propias ropas, como un extraño los caballeros que acudirían vestidos
cubiertos de escar-
angel. Comia misma pasearían entre falsos árboles
en su mesa y parecía conmo fina lluvia de copos
de
verse tanto como su ama cuando alguien llegaba a cha y danzarían bajo una
a
desde el techo gracias
palacio con uno de los animales moribundos que nieve que caería sin cesar

de los sa-
uno
se esforzaba en curar. El monstruo dejaba escapar un ingenioso mecanismo ideado por
su
cubriria con
un
gemido triste, llanto entrecortado a causa de
un OS del reino. Nuestro monarca se
ría
traerian
la minúscula nariz músicos
y su boca de fiera, y acariciada p o n e n t e manto de armiño y los
del
al cervatillo
inerte con sus de Vuelta habla de la dama
si sí
pezuñas, como esa vieja balada que
a

82 S3
norte y de la
blancura cegadora del amor. Las me wincesa, por el brillo de las rosas de plata y la
de s u pr
jores hilanderas del reino pasaron semanas jiendo blancura boreal que emanaba de ella como si fuera

con hilos de plata, rosas blancas en las manggas w inexplicable luz. Su monstruoso amigo
su propiae
el corpiño del vestido que estrenaria la princec ceguía de cerca, sosteniendo una cesta llena de
esa, la

pero también en la levita de su amado monstruo, estrellas de nieve de cristal que iba re-
pequeñas
entre las invitadas, a modo de recuerdo.
La fecha se iba acercando y el rey se sentía como partiendo
en el salón donde se celebraría
si estuviera escribiendo las primeras palabras del Entraron todos
nevado. Se dice que el rey acababa de be-
cuento más hermoso de todos. el baile
por un hermoso guante de
la mano cubierta
Llegó la mañana de diciembre que celebraba el sar

hija y ella le agradecía con una gentil


nacimiento de la princesa. La nieve comenzó a des- seda de su

fiesta invernal cuando sucedió.


lizarse sobre el reino como un regalo más. Desde reverencia aquella
las cocinas se prepararon inmen- De pronto se oyó un grito atravesar la sala, y a ese

muy temprano en
muchos otros, que se debatían
grito se s u m a r o n
sas fuentes de viandas blancas para el banquete y
entre la sorpresa y la
consternación. La princesa
los criados corrían de acá para allá encendiendo
sobresaltada. El rey alzó las cejas,
com-

velas o colocando guirnaldas de flores de espino se giró,


caer la
placido. Ante él, el monstruo habia dejado
albar. Las doncellas acudieron a bañar a la prin- tembla
cesa, la vistieron a oscuras y peinaron su cabello cesta de las estrellas, se palpaba el rostro y
ba. Todos pudieron ver cómo el híbrido aberrante
rubio en una trenza orlada de perlas que anun-
convertía en un joven de
ciaba que esa mañana estaba dejando de ser una que habian conocido se

como la de un

niña. El monstruo aguardaba ya engalanado con elevada estatura y cabellera rojiza


a su vez,
con los
noble perro de caza. Los miraba
su levita al otro lado de la puerta de los aposentos verdes y una expresion
de su señora, pacífico y silencioso Oos casi amarillos de tan
como siempre. monstruo que
habia
Alda salió de su alcoba, flotando en el interior de su de
perplejidad heredada del
SIdo todavía prendida en el rostro.
maravilloso vestido de reina. Avanzo po
pequeña satisfechos
con
el pasillo
que habían formado el cortejo de damas ouos los presentes aplaudieron,
Lanzaron
caballeros reservadoel rey.
y que la aguardaban y todos quedaro Orpresa que les había
de
admirados ante la belleza itores, admiraron la innegable apostura
ayue
repentinamente aduit

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príncipe que unos segundos antes era una criatura

a e s c u c h a r s e en algún rina
monstruosa. Empezo ncón
Vivan los novios una vida laro.
de la sala el primer larga y
en la esquina contraria
próspera que alguien repitio
todas las voces, cada vez mi.
Se fueron uniendo
entusiasmadas, celebrando el previsible compro.

muchacho extranjero y su princesa


miso entre ese
Nadie pareció darse cuenta del horror con el que
ella contemplaba a su inesperado pretendiente. La
heredera entendió de pronto cómo debe de sen- GIGANTES, ENANos
tirse en el fin del mundo el último animal de una

especie, el único superviviente de u n cataclismo al


iescubrir que todos los demás han muertoy lo han
dejado definitivamente solo.
Tú eras mi semejante.
Pero ninguno de los invitados advirtió la deses-
peración que había en la súplica de la princesa,
porque los gritos de júbilo y la música cada vez

más alta acallaron sus palabras:

Mi monstruo, dónde está mi monstruo. Por favor, 0s


lo ruego, devolvedme a mi monstruo.

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