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EL ENCOMENDERO hacia el Norte puede ver sómo quiebra por mil partes
el inmenso suelo del valle, se riza y se arruga áspera
I mente, sube en olas por diversos rumbos; olas mons
LA PROMESA truosas que aquí y allá se agrupan y como en un mar
fantástico y ciclópeo, se petrifican escalonándose inmó
En 15** Juan P'erez de Sard
oal, rico eITComendero viles, y formando por fin los centenares de cimas que
del partido de San Salvador,
se había casado con doñ a se vuelven al cielo o llegan a fundirse en el azur, que
.Sol de Melara y Ceballos, «
bªJº
· promesa de ser Conde». parece vibrar con un vago estremecimiento ya en las
lejanías de Honduras.
II
Una de estas colinas elevadas del San Jacinto, la
EL VALLE DE LAS HAMA
CAS del Sureste, la que se avecin_a a San Marcos, era el
? ertá.me nte, aunque al aspecto de San asiento del castillo de Sardoal, altura la del castillo y
Salvador haya
ª:
cambiado y r.on seguridad mu paisaje el del Valle de las Hamacas como para alimentar
chos o todos los acciden
tes la vegetación de sus alreded los sueños de grandeza y también la soberbia del con
ores, el vastísimo
paisaje, que ofrecía el Valle quistador, que desde allí veía la recién fundada villa y
de las Hamacas al viajero
que, desde una de las vue los pueblos del valle como el pastor desde una roca ve
ltas- en las altur�s del cami-
no de San Marcos , avistase su rebaño que se ha esparcido por los campos.
la llanura, 0 sea el fondo
v de de la hondonada que . Sardoal era el Alcalde Mayor (pues El Salvador no
forman los bosques y arbo-
1e;as, era en el
año de 15*• el mismo que hoy era todavía una Intendencia), título que había compra
a Ja vista de quienquiera se ofrecería
que se tome la molestia de fr do al Rey.
a contemplar este magnífic
o espectáculo ( r ). 111
Entonces como hoy. entre e)
cerro de San Jacinto LAS ENCOMIENDAS
ue es un agrupamiento de
: colinas y el volcán de Sa�
alvador, se hallaría el abi Este. día, que es uno de los primeros de agosto, es
smo de aire y de 1uz, cuy
fondo es e 1 suelo del valle o
' sembrado de cerros y aun pera Sardoal su titulo de Conde, y están reunidas en la
- o1 canes, de diversas altura explanada del castillo todas sus encomiendas: las In
; s, elevándose unos pequeños
rente a frente de otros que diadas enfurecidas. tanto tiempo aherrojadas, encadena
son mayores: el de Meji
canos ante el de Mllingo ; aqu das, dejan oír su murmullo gutural, y sus imprecacio
í el volcán de Apopa, alla
el volcán de NeJa · pa. nes lanzadas en su idioma pipll•; los mayordomos reco
Las llan ras, como lagos ver gen de ésta o de aquella pueblada brazadas de flechas
1 � des, se extienden de
�_:_detras de estos grupos de pirámides. La de los indios que se fingen inadvertidos y que llegan
vista
( 1) Tomamos la siguiente cita armados en su encomienda, dejándoles sus armas a los
a Brasseur de Bourbourg:
•· ••• La llanura en que está situ caciques, por un resto de cortesía y porque su media
• ada (la ciudad de San Salvado
as1 come, los voluptuosos vall r) ción y su autoridad ayudan más con frecuencia para el
es d e Pentápolis en los
p�esenta a la vista seducciones tiempos antiguos'
d iga d e de toda suerte; la naturaleza es manejo de las encomiendas que el rigor de los adminis
sus d ones». allí pr;_
tradores. Hay grupos que a veces son los habitantes
EL ENCOMENDERO 553
55 2 REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO
tolerancia
de una po_blación entera, qu� ya sumisos y silenciosos, 1umisión de las encomiendas se debía a esta
en me�
dejan muy poco qué hacer para su gobierno. A la som del castellano. Las colas de quetzal, ondeando
su pue•
bra de los muros del castillo están los Infinitos emplea dio de la muchedumbre, arrancadas de cuajo a
los caciq ues
dos que gobiernan las encomiendas, los escuderos a ca blo natal, mantenían la ilusión de que eran
io de los
ballo, armados como para un combate; los calpixques quienes guiaban estos éxodos; y aun en med
que llegaba
Y los médicos, los alahuaes de encomienda, los calpu trabajos más rudos e inhumanos, el rumor,
mba s, chirimías,
llis de descuajes, vestidos de pieles y no menos arma de las lejanías, de los chinchines, mari
s y juegos re•
dos, pues a las veces son grandes cazadores; los capa tímpanos, parches y maderos, de los baile
sacerdotes, ha•
taces de minas, los inspectores de las filas, los que guían ligiosos, al rededor de los príncipes y
sn vieja mo
los cargadores, los proveedores de maíz, sal, plátanos, cía creer a los pipíles que continuapan con
carnes, pescado, chiles, 10 de gallo y aguardiente, y narquía.
a en el des
por fin, también entre los que mandan la encomienda, Unos han pasado largos meses en la selv
súbditos de sus
los esclavos negros. Mujeres vivanderas siguen estos cuaje, otros en las minas. Separados los
mujeres de sus
ejércitos de la servidt: mbre. príncipes, los hijos de sus padres, las
alidades de una
Aun dentro de las m.ismas encomiendas ha dejado maridos, después de los trabajos y pen
las explanadas, a
este astucioso conquistador, como para conformarse a verdadera esclavitud, su encuentro en
rodean al castillo,
cierto orden, las-jerarquías y las autoridades que recuer la vera de las altas empalizadas que
reprimidos furo•
den el hábito de obediencia a la indiada.- ha sido ocasión de escenas dolorosas:
tos y llanto.
Entre las muchedumbres míranse aún los birretes de ' , res, gritos de dolor, amenazas, juramen
or!-dijo doña Sol,
oro en que se levanta la insignia multicolor de los pom -¡Qué vocerío!, ¡qué extraño rum
, or su inquebran
pones o plumeros de los ex-príncipes, generales y ca que ocultaba con exc lamaciones de tem
de linajuda.
ciques o jefes rodeados de sus familias, todos como una table orgullo femenino o su ambición
su porte de segun
prenda de sumisión y obediencia en el trabajo de los Sardoa!,- qne aspira a sobrepujar '
espada: -
mismos puehlos que en un tiempo gobernaron. Así se dón, respondió asido al puño de su
gleba bajo las al
verían las tribus de Israel en Babilonia. -Así voceaban los siervos de la
i-Martlno en Ex
Muchas veces la prisión de un príncipe de la fa. menas del solar de los Sardoal y Pog
mllia de Atlacatl obligaba a todo un pueblo a deponer tremadura.
pio, a pesar de
las armas de una rebelión cautelosamente fraguada. Esto lo dijo para tomar realce, él pro
que aunque po
Hay entre ellos 'quienes sólo llevan un aro de oro sus riquezas, a los ojos de su esposa,
y porte peregri
que les ciñe la frente, y ante éstos como ante los prín bre e hija de hidalgo, de una belleza
puro, una gota de
cipes esclavizados, las encomiendas se inclinan, se r:,os nos, tenía en sus venas del azul más
ón hacía palidecer
tran o se sorprenden y admiran dolorosamente: e�tos sangre de reyes. Y esta consideraci
del segundón de
del arco son pontífices. Extrañas y confusas insignias todo ·el brillo de la Inmensa fortuna
distinguen a los sacerdotes. Pogi-Martino.
La piedad de Juan Pérez había transigido con sus
dotes de gran político: mucha parte de la disciplina y
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EL ENCOMENDERO 555
licitaba la nueva villa y en el partido de este nombre, para mantener la disciplina y la obediencia, como in
en las Indias Occidentales». signias, a cuya veneración estaban acostumbrados, y
En fin, él, Van-Dyck traería los pliegos de S. M. por ser tantos y de mucha valentía, los pueblos que
como dejase la Corte y regresara a San Salvador, vi- formab'an las encomiendas del de Sardoal.
nl.endo por México. El nuevo Conde se mostraría a sus vasallos con la
Poco después conmovió las jóvenes ciudades de toda Condesa. Que allá en Guatemala se pasasen las cosas
la América Española, la noticia que el padre Fray Bar nadie sabía cómo, por la distancia,_ a él no le importa
tolomé de Las Casas era atendido y honrado por el Em ba nada; «mas lo que es en el Cuzcatlán», eran las pa
perador ante quien había perorado y discutido con labras d� Juan Pérez, «él haría de sus tierras un pe
sus contradictores y Van-Dyck había hecho su regreso pazo de España, y la nobleza y el feudo tomarían cuer
al Nuevo Mundo en la misma carabela que trajera al po como en sus mejores tiempos».
padre Las Casas a Chiapas. Así era en efecto, pues el castillo ostentaba una
De Ciudad Real, en Chiapas, Van-Dyck anuncia gran magnificencia. En sus patios se alzaba un teatro
ba lacónicamente su arribo a San Salvador para la fiesta y en la servidumbre se contaba una compañía de có
del Pencl6n o del seis de agosto en que se fundó la micos. Fuera de los arquitectos venidos de España, co
villa, braban en las planillas del castillo, varios maestros mó
Este laconismo equivalía para Sardoal a referirse a saístas, tres muy bue�os pintores que pintaban para la
lo escrito en cartas anteriores. castellana, y ella obsequiaba a templos y conventos con
-No dice más, dijo Doña Sol. una largueza que era en verdad señorial.
-Ni debe decir, añadió Pérez, porque ya está dicho. La belleza arquitectónica y suntuosidad del castillo,
La dilación era larga, pues iban sobre tres afios des los bosques y las explanadas artificiales, las avenidas y
de la partida de Sardoal, de San Salvador; pero en aquel jardines, las fuentes y las balaustras, pobladas de esta
tiempo todos los asuntos pedían aplazamientos de tan tuas mitológicas, el garbo y puntualidad de la servi
gran duración, y lo cierto es que Van-Dyck había he dumbre, las damas, doncellas y paje�; todo lo que se
cho al partir, su testamento, en que disponía, para en• · había traído de España en tiempo, en verdad, breve, y
caso de muerte natural, o en naufragio, o en cautive- a fuerza de grandísimas sumas de dinero, en lienzos,
' rio en tierra de moros infieles, o a manos de piratas, obras de arte, muebles, chucherías y alhajas, y algunas
de los derechos que con su familia tenía en la isla de gentes del servicio, avezadas a los usos de la Corte,
Guadiaguandique. todo en. el fondo, era preparado para recibir .... ¡un pe
La declaración del Condado, a que ascendería la ca daw de pergamino!
becera del partido, cuyas tierras poseía Juan Pérez, ha Mientras no llegase, siempre encontraría el soberbio
bía ocasionado la reunión de las encomiendas, aun aque Sardoal, en medio de muchas exterioridades de cariño,
llas que trabajaban en minas lejanas. A una corona con un leve, un imperceptible pliegue de desdé�, en la son
dal no le vendría mal, aunque de conversos sospecho risa fascinadora y delicada de Doña Sol.
sos, un cortejo de diademas principescas y de halos de
oro pontificales, que como hemos dicho se conservaban
560 REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO EL ENCOMENDERO
Jesús }' Maria, habían doblado la rodilla, con muestras Ahora, el padre Las Casas, con vuestros hermanos
de ceder a un hábito que un principio fue una ense de la Vera Paz, ha hecho el pacto o alianza más gra
ñanza e imposición de la fuerza y del látigo de los ca to para nuestrn Dios, habiendo pedido af Rey de Esp a
pataces, manifestaron un asombro que puso en la faz ña que no los combatiera con las armas, porque él em
de los siervos el relámpago de una luz potente e inex plearía la palabra divina ; los pueblos le han compren
plicable. dido, como vosotros me comprendéis a mí y se han so
-Mirad allí la imagen de la Estrella· de la Mañana, metido a nuestro Dios y a nuestro Rey. Vosotros, ju
confundida con los útiles más comunes del trabajo del rad que acogéi� de corazón l_a religión cuyo Dios os
castillo ... No os ha libertado.... No ha animado vues ha libertado y que obedeceréis al Rey de España, Y
tras penalidades.... En otro tiempo esa hermosísima Es Dios, en cambio os saca de esta servidumbre como en
trella, precediendo al Sol, vuestro dios antiguo, padre otro tiempo a los Israelitas; y el Rey, que nombrará
Y creador del verdor de los bosques y los cerros, que su Alcalde Mayor, os permite que elijáis tres Regido
se alzan dentro de esta Inmensa llanur� 1 -sí, en otro res para el gobierno de la villa y de vuestros pueblos.
tiempo, la Estrella de la Mañan"a, al despedir ·a la no Vosotros, que sois libres desde este momento, nombra
che, os convocaba al trabajo.... Este valle carece de ríos réis los regidores que os gobiernen, que en cuanto al
Y ella os dio ese hilo de agua que se llama Acelhua Alcalde Mayor, el Rey ha nombrado al señor Juan Pé
te•... Esta es vuestra tradiclón. Ya véls qm� hablo bien rez de Sardoal.
de vuestros dioses... Pues bien, así como vuestro Rey Los que se volvieron a verle advirtieron que S3r-
de Cuscatlán obedecía al Emperador de Payaqui, y el doal había dejado la plataforma y que oía estas últi
Emperador de Payaqul al Gran Pontífice Maya de Pa mas palabras desde la galería del balcón morisco.
lenque, en otro tiempo, como lo refieren esas escultu Un largo silencio sucedió a la voz de Van-Dyck en
ras, así la Estrella de la Mañana sólo es una piedra los grupos de las encomiendas : sumetidos a la influen
preciosa en la corona de María, a cuyos ples está la cia de una revelación, estaban recogidos en sí mismos.
luna, Y a cuyas espaldas, el Sol que está irradiando en Un leve y confuso murmullo se oyó en que se percibía
aquellas alturas, sólo viene a ser su sombra. No: la este nombre:
Estrella no os ha salvado. Ahora conoced lo que es nues - «Las Casas» .... «Las Casas» ...
tro Dios. Le ha bastado hablar por la boca de Las Ca Siguiéronse aún grandes ·murmullos. En fin, los je
sas Y han caído a sus pies invisibles, las cadenas de fes lus primeros, príncipes, caciques, sacerdotes y gue
millones de siervos americanos. Mirad ese castiHo so rreros, avanzaron, saliendo de sus diversas filas, agitan
berbio: ved esas filas de mosquetería y esos caballe do así los R"rupos que cubrían las explanadas y que les
ros: esa selva de partesanas cuyos hierros ha humede daban paso, y uno a uno repitiendo las palabras <Las
cido la sangre de vuestros antepasados: recordad las Casas», «Las Casas», deponían sus aros o diademas de
maderas preciosas, el oro y la plata y los diamantes oro y plumas, y sus armas a los pies del catequista.· Las
con que enriquecen al Rey y a los conquistadores vues graderíc1 s se cubrieron de un hacinamiento de trofeos.
tras manos esclavas: todo esto se oponía a vuestra li Un cacique anciano resumió los sentimientos de aque
bertad, Y sin embargo la palabra de Las éasas os ha lla muchedumbre de pueblos:
libertado. Esa palabra es la palabra de <nuestro Dios> •..•
REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO
BOLÍVAR EL LIBERTADOR
-Tomad de los señores de Cuzcatl
án, que en otro
tiempo se libertaron venciendo a
, los del ant1·guo remo Bolívar el Libertador y la oración de Choqueliuanca
de payaqu1, este oro y estas plumas para el alta
r del
Dios de Las Casas. El doctor José Doming0 Choquehuanca pronunció en Pu
cará un discurso en presencia de Bolívar y en su honor, en
�o bien pronunciaron estas p alabras, y como sf se 1825, cnya primera parte era un programa político, según lo
hubiese r oto el ensalmo que tení referido por autores peruanos ; y el final, la parte laudatoria
a atados a a quellos mi
llares de hombres a la servidumb que conocemos, la cual ha sufrido ligeras y pequeñas varia
re, un grito qt1e pud o ciones en las muchas reproducciones que se han hecho de tan
acallar al trueno, subió a los ciel notable e histórica oración.
os y l a muchedumbre
se agitó como un m ar, al mov El dos y el veintiocho dél 'último mes del año retropróxi
erse por las �xplanadas mo, publicamos en El Telégrafo sobre el autor del aludido dis
p�ra volver a sus pueblos y a sus curso, el lugar en donde fue pronunciado, y sobre la misma
hog ares; m as enme�
�10 de esta agitación vlóse de p ronto el techo del cas oración, rectificando algunos errores en que han incurrido es
tillo coronado por l a furia de las critores de varios países.
ll amas , Y su Mayor- Referiremos algo, en resumen, de lo que en El Jelégrafo
d orno grito, con espanto: dijimos.
-¡fláse incendiado el báls amo, Algunos poetas y artistas, catedráticos y profesores, escri
que' hab�á p ara ar- tores, periodistas, etc., «han estado errados» al afirmar que el
der toda una sem anal simple cura de Sicuani, DIEGO Choquehuanca, su hermano; o
Cuando la gente del servicio quis que el canónigo GREGORIO Choquehuanca, su tío, fuera. el au
o acµdir, el puen- tor del mencionado discurso; también está probado que esta
te levadizo echado sobre el foso
que separaba el casti- ban equivocados los que señalaron o nombraron como lugar
110 de 1 as expl anadas, habí a sido en que se pronunció dicha arenga, a las poblaciones de Tin
_ lev antado, y Sardoal
atraveso la g alería de los ba to(?), Tinta, Cuzco, Puno, etc. Ya el señor Torres Belón, dipu
lcones moriscos a la vista tado peruano, rectificó al día siguiente del primer centenario
de la muchedumbre. de Ay<!,cucho, los errores que desde medio siglo venían propa
Pronto s alferon a estos balcones gándose, entre autores e intelectuales de América sobre el
gr andes remolin os autor de la notable oración. Hé aquí la carta que se publicó
d� fuego huracanadoJ se oía
en el interior como el ru en La Prensa de Lima y que fue reproducida con excelentes
gido de una tempestad. comentarios por el periodista colombiano don Carlos A. Cai
El enc mendero se dirigió al cedo y Riomaña (Genil), redactor de El Telégrafo y ex-redac
� sitial cuyos blasones tor de El Tiempo de Bogotá, nuestro distinguido amigo y
resplandec1 an en el testero de colega:
una s ala regia. Doña Sol
su esposa, que le había visto
hacer t antas cosas mara: «Lima, diciembre rn de 1924.
vlllosas, arrodillada ante el siti
al, Je besaba 1 a mano y
11 orab a. «Señor Director de La Prensa-Ciudad.
Así esperaron la muerte, que lleg «Señor Director:
ó en el misterio
espantoso del humo y de las llam . «En la edición extraordinaria de Ayacucho, que publicó
as enfurecidas. ayer el diario de su digna dirección, aparece la famosa ora
ción de Choquehuanca, como dicha por un «párroco de una
FRANCISCO GAVIDIA aldea del Cuzco)). Nada más falto de verdad que esta aseve
ración, que viene repitiéndose con frecuencia.-Al regresar
Bolívar al Cuzco, donde recibió tantos agasajos, por el camino
real que pasando por Pucará, Lampa y Juliaca, seguía al Alto
Perú, fue alcanzado en el pueblo de Pucará, distrito de la que
después de esa fecha fue provincia de Lampa, por una comi
sión de vecinos de Azángaro a cuya cabeza estaba don José
Domingo Choquehuanca, autor de la famosa oración, y que
por supuesto, nad a tenía de cura.-Los Choquehuancas fue-