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55o REVISTA DEL COLEGIO DEL


ROSARIO EL ENCOMENDERO 55 1

EL ENCOMENDERO hacia el Norte puede ver sómo quiebra por mil partes
el inmenso suelo del valle, se riza y se arruga áspera­
I mente, sube en olas por diversos rumbos; olas mons­
LA PROMESA truosas que aquí y allá se agrupan y como en un mar
fantástico y ciclópeo, se petrifican escalonándose inmó­
En 15** Juan P'erez de Sard
oal, rico eITComendero viles, y formando por fin los centenares de cimas que
del partido de San Salvador,
se había casado con doñ a se vuelven al cielo o llegan a fundirse en el azur, que
.Sol de Melara y Ceballos, «
bªJº
· promesa de ser Conde». parece vibrar con un vago estremecimiento ya en las
lejanías de Honduras.
II
Una de estas colinas elevadas del San Jacinto, la
EL VALLE DE LAS HAMA
CAS del Sureste, la que se avecin_a a San Marcos, era el
? ertá.me nte, aunque al aspecto de San asiento del castillo de Sardoal, altura la del castillo y
Salvador haya
ª:
cambiado y r.on seguridad mu paisaje el del Valle de las Hamacas como para alimentar
chos o todos los acciden­
tes la vegetación de sus alreded los sueños de grandeza y también la soberbia del con­
ores, el vastísimo
paisaje, que ofrecía el Valle quistador, que desde allí veía la recién fundada villa y
de las Hamacas al viajero
que, desde una de las vue los pueblos del valle como el pastor desde una roca ve
ltas- en las altur�s del cami-
no de San Marcos , avistase su rebaño que se ha esparcido por los campos.
la llanura, 0 sea el fondo
v de de la hondonada que . Sardoal era el Alcalde Mayor (pues El Salvador no
forman los bosques y arbo-
1e;as, era en el
año de 15*• el mismo que hoy era todavía una Intendencia), título que había compra­
a Ja vista de quienquiera se ofrecería
que se tome la molestia de fr do al Rey.
a contemplar este magnífic
o espectáculo ( r ). 111
Entonces como hoy. entre e)
cerro de San Jacinto LAS ENCOMIENDAS
ue es un agrupamiento de
: colinas y el volcán de Sa�
alvador, se hallaría el abi Este. día, que es uno de los primeros de agosto, es­
smo de aire y de 1uz, cuy
fondo es e 1 suelo del valle o
' sembrado de cerros y aun pera Sardoal su titulo de Conde, y están reunidas en la
- o1 canes, de diversas altura explanada del castillo todas sus encomiendas: las In­
; s, elevándose unos pequeños
rente a frente de otros que diadas enfurecidas. tanto tiempo aherrojadas, encadena
son mayores: el de Meji­
canos ante el de Mllingo ; aqu das, dejan oír su murmullo gutural, y sus imprecacio­
í el volcán de Apopa, alla
el volcán de NeJa · pa. nes lanzadas en su idioma pipll•; los mayordomos reco­
Las llan ras, como lagos ver gen de ésta o de aquella pueblada brazadas de flechas
1 � des, se extienden de­
�_:_detras de estos grupos de pirámides. La de los indios que se fingen inadvertidos y que llegan
vista
( 1) Tomamos la siguiente cita armados en su encomienda, dejándoles sus armas a los
a Brasseur de Bourbourg:
•· ••• La llanura en que está situ caciques, por un resto de cortesía y porque su media­
• ada (la ciudad de San Salvado
as1 come, los voluptuosos vall r) ción y su autoridad ayudan más con frecuencia para el
es d e Pentápolis en los
p�esenta a la vista seducciones tiempos antiguos'
d iga d e de toda suerte; la naturaleza es manejo de las encomiendas que el rigor de los adminis­
sus d ones». allí pr;_
tradores. Hay grupos que a veces son los habitantes
EL ENCOMENDERO 553
55 2 REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO

tolerancia
de una po_blación entera, qu� ya sumisos y silenciosos, 1umisión de las encomiendas se debía a esta
en me�
dejan muy poco qué hacer para su gobierno. A la som­ del castellano. Las colas de quetzal, ondeando
su pue•
bra de los muros del castillo están los Infinitos emplea­ dio de la muchedumbre, arrancadas de cuajo a
los caciq ues
dos que gobiernan las encomiendas, los escuderos a ca­ blo natal, mantenían la ilusión de que eran
io de los
ballo, armados como para un combate; los calpixques quienes guiaban estos éxodos; y aun en med
que llegaba
Y los médicos, los alahuaes de encomienda, los calpu­ trabajos más rudos e inhumanos, el rumor,
mba s, chirimías,
llis de descuajes, vestidos de pieles y no menos arma­ de las lejanías, de los chinchines, mari
s y juegos re•
dos, pues a las veces son grandes cazadores; los capa­ tímpanos, parches y maderos, de los baile
sacerdotes, ha•
taces de minas, los inspectores de las filas, los que guían ligiosos, al rededor de los príncipes y
sn vieja mo­
los cargadores, los proveedores de maíz, sal, plátanos, cía creer a los pipíles que continuapan con
carnes, pescado, chiles, 10 de gallo y aguardiente, y narquía.
a en el des­
por fin, también entre los que mandan la encomienda, Unos han pasado largos meses en la selv
súbditos de sus
los esclavos negros. Mujeres vivanderas siguen estos cuaje, otros en las minas. Separados los
mujeres de sus
ejércitos de la servidt: mbre. príncipes, los hijos de sus padres, las
alidades de una
Aun dentro de las m.ismas encomiendas ha dejado maridos, después de los trabajos y pen
las explanadas, a
este astucioso conquistador, como para conformarse a verdadera esclavitud, su encuentro en
rodean al castillo,
cierto orden, las-jerarquías y las autoridades que recuer­ la vera de las altas empalizadas que
reprimidos furo•
den el hábito de obediencia a la indiada.- ha sido ocasión de escenas dolorosas:
tos y llanto.
Entre las muchedumbres míranse aún los birretes de ' , res, gritos de dolor, amenazas, juramen
or!-dijo doña Sol,
oro en que se levanta la insignia multicolor de los pom­ -¡Qué vocerío!, ¡qué extraño rum
, or su inquebran­
pones o plumeros de los ex-príncipes, generales y ca­ que ocultaba con exc lamaciones de tem
de linajuda.
ciques o jefes rodeados de sus familias, todos como una table orgullo femenino o su ambición
su porte de segun­
prenda de sumisión y obediencia en el trabajo de los Sardoa!,- qne aspira a sobrepujar '
espada: -
mismos puehlos que en un tiempo gobernaron. Así se dón, respondió asido al puño de su
gleba bajo las al­
verían las tribus de Israel en Babilonia. -Así voceaban los siervos de la
i-Martlno en Ex­
Muchas veces la prisión de un príncipe de la fa. menas del solar de los Sardoal y Pog
mllia de Atlacatl obligaba a todo un pueblo a deponer tremadura.
pio, a pesar de
las armas de una rebelión cautelosamente fraguada. Esto lo dijo para tomar realce, él pro
que aunque po­
Hay entre ellos 'quienes sólo llevan un aro de oro sus riquezas, a los ojos de su esposa,
y porte peregri­
que les ciñe la frente, y ante éstos como ante los prín­ bre e hija de hidalgo, de una belleza
puro, una gota de
cipes esclavizados, las encomiendas se inclinan, se r:,os­ nos, tenía en sus venas del azul más
ón hacía palidecer
tran o se sorprenden y admiran dolorosamente: e�tos sangre de reyes. Y esta consideraci
del segundón de
del arco son pontífices. Extrañas y confusas insignias todo ·el brillo de la Inmensa fortuna
distinguen a los sacerdotes. Pogi-Martino.
La piedad de Juan Pérez había transigido con sus
dotes de gran político: mucha parte de la disciplina y
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EL ENCOMENDERO 555

Parte de las paredes había sido aprovechada, hay


IV
que confesar que con acierto, pues un lienzo de muro
LA ESTRELLA DE LA MAÑANA en que se abrían tr es grandes troneras o respiraderos
aztecas de ornamentación de yerba y cabezas de ocelo­
Cuando este hidalgo tenía casi todas l as encomien­
te, estaba rematado o sobrecargado por anchos venta­
das del gran partido que se llamó d e San Sal vador, sus
na les moriscos, bordados de arabescos y de mosaicos
aspiraciones no se allana ron a sólo ser su más acauda­
que decían bien al lado de los trapecios y de los sím­
lado terrateniente.
bolos mayas, y en los c uales se habían empleado piedras
De estas encomiendas las de Aculhuaca, Paleca, So­
de colores del templo.
yapango, Ilopango y San Martín ele eran debid as por
Este lit>nzo de pared conserv a do correspondía al ora­
derecho»; y de su amigo y compañero de armas. el di­
torio de las vestales de la Estrella de la Mañana Y era
funto Juan Alonso, el viejo, capitán de la conquista, ha­
hoy el dormitorio todo él de paredes, techo Y pavimen­
bía heredado las encomiendas de Mixchaca, de San
to de piedras de colores, de Doña Sol.
Marcos, los Ramos, y la que sé extendía a los pies del
Los conquistadores sabían que l os templos de los
castillo, q ue en espai'lol empezaron a llamar Bella Vista
dioses del país no habían sido manchados jamás por la
(el antiguo Pamaxtán), donde hacía pocos años se alza­
sangre de sacrificios humanos y cuando lo quiso esta­
ba el templo del dios del vall e .
blecer el rey Cuaumichin infame, fue de rribado por el
Colocado en esta altura qu·e domina las vega s en que
pastor Tutecotzimit, q ue sólo por este hecho fue padre,
arrastra s u pobre caudal el Acelhuate, el templo mos­
traba, por un a enorme puerta trapezoidal, llena d e es­ ,' o fundador d e una dinastía.
Los templos por tanto no inspiraban horror.
culturas e n q ue la vegetación se mezclab� por modo
El monolito de la Estrella de la Mañana era hoy día
simbó lico, el gran monolito cubierto de leyendas, que
un poste o amarradero del corral.
ostentaba en alto relie ve una diosa que abría l os ojos
Hay que añadir l as e ncomiendas de Mixtán, San
a los torrentes de l uz y a los vientos embalsamados
Cristóbal. Extli-Popol, la Torrecilla y .Belén.
q ue v uelan por el luminoso valle como dentro de in­
Indi�s innumerables habían p erecido en las empre­
menso anfiteatro.
sas d e l terrible encomendero: pero el núcleo de algu­
Esta escultura era una faz con máscara de pájaro; la
nos de estos p ueblos permanecía intacto; y después �el
adornaba un collar de gotas de rocío, y representaba
suceso que vamos a referir p udieron vol ver a la tribu '
la Estrella de la Mañana, el Quetzalcoatl, que e ra l a
0 lug ar de su origen y coa el tiempo vinieron a ser
deidad protectora del valle.
pueblos con municipio.
El templo bahía sido demolido. Los grandes bloques
Sólo algunos de esos pueblos ya el día de aquella
esculpidos e n que estaban historiados los sucesos del
-€arde habían perecido en los arduos trabajos que el en­
país, desde los tiempos de los reyes mayas de Payaquí
comendero por doquiera había emprendido.
y de' la cautelosa inmigración de los plpiles, formaban
El vocer ío sordo y reprimido que se alzaba hasta
l a mayor p arte de los corral es del castill o.
]as salas del castillo hubiera puesto el espanto en otro
El c uerpo de este edificio se alzaba sobre la antiq uí­
corazón que no fuese el de Juan Pérez.
sima plataforma del templo.
Mas ¿qué espanto podía asaltarle?
EL ENCOMENDERO
556 REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO
......................................".................................................................................................................................. ,..,..
con ladinos de buen parecer», según rezaba del docu­
El venir las encomiendas, con sus jefes y príncipes,
mento de la donación y eran palabras del mismo Juan
obligados, los que habían riado lugar, a vestir las in­
Pérez; que, finalmente, poseía veintiséis mil Indios de.
signias de su antigua realeza, algunos de los cuales ha­
encomiendas que eran de las tribus, o caseríos y pue­
bían sid� tan ricos como él, era un acto de arrogancia
y poder. , blos que se expresaban; que por tanto, por ser señor
de tantas tierras e homes, le otorgase Su Muy Gra­
V ciosa y Católica Majestad el título de Conde de San
VAN-DYCK O GUANDIQUE Salvador, ya que a todas las tierras de esta parte de
las Indias de Occidente•designaba S. M. de fecha re­
El Alférez, más español que flamenco, como podría
ciente con el título de Reyno de Goathimala.
juzgarse por su apellido, don Antonio de Van-Dyck, o
Ahora bien, el Alférez Antonio de Van-Dyck o
Uan-Dique, como se escribía, o en fin Guandique, como
Guandique, como se _pronunciaba, estaba de vuelta de
se pronunciaba en la Colonia de Usulutlán o Usulután­
España, viniendo por México.
donde adquirió, a raíz d� la conquista, para sí y los su­
yos, la inmensa Isla que atraviesa un buen río, dos cir­ VI
cunstancias, por las cuales, el tener un río y ser suya, EL REY OFRECE EL CONDADO
se llamó la isla de Guadiaguandlque, nombre con que
hasta hoy día se le conoce,-era amigo de Juan Pérez Recién llegado a la Corte, escribió que Su Majes ­
de Sardoal, el segundón de Pogi-Martino. tad Real e Imperial había agradecido el obsequio de
Había partido hacía dos años para la Corte, y apro­ dos redomas de bálsamo; de un quintal de chocolate.
vechando la coyuntura, el encomendero y el Cabildo l e «que �a de enantes había aprendido a catar S. M., y
habían confiado unas diligencias «y unos muy grandes certificaba ser el de este partido de San Salvador, 'de
presentes para el Emperador». tan buen sabor como el de Soconusco»; de una caja de
En las cuales diligencias se manifestaba por el Ayun­ plátanos-pasa'; «de un gran fras�o de cristal contenien­
tamiento y por los conventos de domínicos y francis­ do una legumbre o fruta en aceite, cuyo nombre es
canos, que don Juan Pérez de Sardoal, segundón de AGUACATE, y cuya exportación recomendaba el Empe­
Pogl,-Martino, había provisto los conventos y dádoles rador, que hablaba extremos de esta dicha fruta o le-
tierras; edificado la grande ermita del viejo barrio de gumbre»·/ t de dos loros verdes; y «dP. cuatrocientos mil
la Vega, el primero que hubo en la villa; y consagra­ ducados»; e incluía un pliego de apuntes sellado y fir-
do el recuerdo de la prosperidad de su casa, en tres , mado por el Mayordomo Real, a los cuales correspon­
retablos de plata maciza en las Iglesias de los dichos den las expresiones que hemos singularizado.
conventos y en las Mercedes; que había debelado tres Incluía, además, una nota del Secretario de S. M. a
insurrecciones del partido, acaecidas cuando se tuvo no­ Van-Dyck «como interesado», en- que le hacía saber
ticia del viaje del Adelantado señor don Pedro de Al­ «que S. M. otorgaría y crearía tan luego como diligen­
varado a la Corte; que le eran afectos los principales ciase la solicitud el Consejo que había a su cargo el
de la ciudad, por haber dotado quince doncellas con Libro de la Nobleza y el de Indias, el nuevo título de
seisdentos ducados «para que se casasen con españoles o Conde de San Salvador, que para un su prohombre so-
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licitaba la nueva villa y en el partido de este nombre, para mantener la disciplina y la obediencia, como in­
en las Indias Occidentales». signias, a cuya veneración estaban acostumbrados, y
En fin, él, Van-Dyck traería los pliegos de S. M. por ser tantos y de mucha valentía, los pueblos que
como dejase la Corte y regresara a San Salvador, vi- formab'an las encomiendas del de Sardoal.
nl.endo por México. El nuevo Conde se mostraría a sus vasallos con la
Poco después conmovió las jóvenes ciudades de toda Condesa. Que allá en Guatemala se pasasen las cosas
la América Española, la noticia que el padre Fray Bar­ nadie sabía cómo, por la distancia,_ a él no le importa­
tolomé de Las Casas era atendido y honrado por el Em­ ba nada; «mas lo que es en el Cuzcatlán», eran las pa­
perador ante quien había perorado y discutido con labras d� Juan Pérez, «él haría de sus tierras un pe­
sus contradictores y Van-Dyck había hecho su regreso pazo de España, y la nobleza y el feudo tomarían cuer­
al Nuevo Mundo en la misma carabela que trajera al po como en sus mejores tiempos».
padre Las Casas a Chiapas. Así era en efecto, pues el castillo ostentaba una
De Ciudad Real, en Chiapas, Van-Dyck anuncia­ gran magnificencia. En sus patios se alzaba un teatro
ba lacónicamente su arribo a San Salvador para la fiesta y en la servidumbre se contaba una compañía de có­
del Pencl6n o del seis de agosto en que se fundó la micos. Fuera de los arquitectos venidos de España, co­
villa, braban en las planillas del castillo, varios maestros mó­
Este laconismo equivalía para Sardoal a referirse a saístas, tres muy bue�os pintores que pintaban para la
lo escrito en cartas anteriores. castellana, y ella obsequiaba a templos y conventos con
-No dice más, dijo Doña Sol. una largueza que era en verdad señorial.
-Ni debe decir, añadió Pérez, porque ya está dicho. La belleza arquitectónica y suntuosidad del castillo,
La dilación era larga, pues iban sobre tres afios des­ los bosques y las explanadas artificiales, las avenidas y
de la partida de Sardoal, de San Salvador; pero en aquel jardines, las fuentes y las balaustras, pobladas de esta­
tiempo todos los asuntos pedían aplazamientos de tan tuas mitológicas, el garbo y puntualidad de la servi­
gran duración, y lo cierto es que Van-Dyck había he­ dumbre, las damas, doncellas y paje�; todo lo que se
cho al partir, su testamento, en que disponía, para en• · había traído de España en tiempo, en verdad, breve, y
caso de muerte natural, o en naufragio, o en cautive- a fuerza de grandísimas sumas de dinero, en lienzos,
' rio en tierra de moros infieles, o a manos de piratas, obras de arte, muebles, chucherías y alhajas, y algunas
de los derechos que con su familia tenía en la isla de gentes del servicio, avezadas a los usos de la Corte,
Guadiaguandique. todo en. el fondo, era preparado para recibir .... ¡un pe­
La declaración del Condado, a que ascendería la ca­ daw de pergamino!
becera del partido, cuyas tierras poseía Juan Pérez, ha­ Mientras no llegase, siempre encontraría el soberbio
bía ocasionado la reunión de las encomiendas, aun aque­ Sardoal, en medio de muchas exterioridades de cariño,
llas que trabajaban en minas lejanas. A una corona con­ un leve, un imperceptible pliegue de desdé�, en la son­
dal no le vendría mal, aunque de conversos sospecho­ risa fascinadora y delicada de Doña Sol.
sos, un cortejo de diademas principescas y de halos de
oro pontificales, que como hemos dicho se conservaban
560 REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO EL ENCOMENDERO

demas, las figuras de mujeres de extraña belleza como


VII eran las hijas y parientes de reyes, y el decoro de las
LA FIESTA DEL SALVADOR EN 15•* insignias de los príncipes y princesas.
• Así se mostraba Juan Pérez tirano y gran señor.
La fiesta del Pendón Real, saca do en procesión. por
las calles de la nueva ciudad, tuvo de importante este VIII·
año, el desfile de las encomiendas de Juan Pérez. LAS CEDULAS REALES
El terrible encomendero cerraba la fila de los hom­
La llegada de Van-Dyck al castlllo se anunció en
bres y cabalgó en su caballo negro, armado de todas
las últimas horas de la tarde, con el desfile de los frai­
a rmas, despidiendo un solo b rillo ambos c aballo y ca­
les y del Ayuntamiento, los alguaciles, partesanas y
ballero, que parecía n de una sola pieza . Así custodió
encomenderos y un pelotón de caballería de armaduras
en _el desfile la espa da de don Pedro de Alvarado, que
de acero, que era orgullo de la villa desde la última
se guardaba en la ermita del pueblo de Mejicanos y que
rebelión.
se paseaba todos los años en San Salvador con el Pen­
Todo esto pareció a Juan Pérez una adhesión más
dón Real, el seis de agosto ( 1) ; honores acordados pro­
del futuro Condado; pues Van-Dyck no traía otro nom­
b ablemente después que se h ab ía recibido la noticia de
b ramiento alguno que se supiese, p ara poner así en mo­
la muerte del Adelantado, ocurrida en México.
vimiento la autoridad religiosa y la civil, · fuera ael de
Doña Sol, vestida d¡ brocatel, en una litera pinta ­
Alférez Real.
da, toda cub ierta de revoloteos de Cupidos, y lleva da
Cuando apareció entre la multitud, los Indios que
en hombros de esclavos negros, cerra ba por su p arte
suponía n que el título de Conde equivalía al de Rey,
el desfile de l as mujeres y le hacían séquito las quince
que por allí entendieron que sus cadenas se remacha­
doncellas principales, protegidas y dotaqas por su casa .
Pero lo que . había impuesto, sobre todo, a la opi­ ban para siempre, volvieron las espaldas al camino y
nión de los nobles que todavía rehusaban sus simpa ­ dirigiéndose al poste del corral que lo era el monolito
de la Estrella de la Mañana, rompieron a llorar y en­
tías al nuevo Conda do y al nuevo Conde, y a las bijas
de hidalgos que se mortificaban con que la hija de otro t<:>naron un himno en que se. repetía una palabra con
hidalgo llegara por fin a Condesa, fue el desfile de las renovados· llántos por varias veces.
encomiendas, reunidas en l a Garita y traídas juntas de El fiero Sardoal iba a m andar a imponerles silen­
allí a la villa , y después al castillo. cio por medio de los cap ataces de minas, pero atento'
- La Ciudad estaba en fin persuadida; esperaba el tí­ a su título y a la cortesanía, volvióse al emisario que
tulo de Condado con Igua l orgullo y fiereza que Juan llegaba a las graderías de la explana da centra l del
Pérez el de Conde. La multitud de la nueva ciuda d se castillo.
dirigió aqu�lla tarde a la t-xplanada del castillo, apenas Entonces Sardoal advirtió algo que le soi;prendió.
terminado el desfile y la procesión religiosa, con las El Alférez se había liecho fraile, y con sorpresa de
encomiendas, en las cuales los de l a villa examinaban Sardoal, dirigió a las encomiendas algunas palabras de
usos, vestidos, idiomas, arcos, insignias, plumas y di a - eu propio idiom a,
4
( 1) Histórico.
REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO
EL ENCOMENDERO

Los jefes indios de las encomiendas se volvieron a


dos, los de la villa y los del castillo, el estilo y el tra•
él estupefactos.
tamlento y otras usanzas en que se distingue la noble­
-¡ Cómol-exclamó riendo don Juan Pérez de Sar­
za de la hidalguía y de la gente llana .... ¡Eal.... ¡sonad
doal-señor Alférez Antonio de Van-Dyck, oo sólo me
las bocinas y haced que se lleguen cerca las enco­
hallo que _ os habéis metido fraile pero también habéis
miendas!
aprendido las lenguas de estos infieles; que pafa mí
Se oyó el estruendo de las trompetas y la muche­
ha sido un imposible.... pero echadme los brazos.... y
dumbre empezó a moverse pesadamente para aproxi- ·
presentaros hé a mi señora la Condesa....
marse, como somnolienta, entre el asombro y el temor.
-Poco habéis cambiado en vuestras aficiones del
De pronto Juan Pérez dio una gran voz.
mundo, señor don Juan. Verdad es que en este Valle
-Mas ¿qué me habéis dado aquí?.... ¿Qué es esto?
de las Hamacas o sea San Salvador, poco se ve y el
¿Qué rubor me hacéis pasar? ¿Qué ordenanzas puede ha­
buen ánimo se edifica de tarde en tarde.... ¡tan lejos
ber para los señores de América, que hemos combati­
está del mundo!.... Yo, señor don Juan, vengo de ver
do, día y noche, y tantos años, por el rey, y qué favor
metido fraile como yo, a aquella sacra cesárea Majes­
y privilegios del rey para los indios, sus enemigos, mal
tad del Emperador Carlos Quinto.... Por lo que hace a
sujetos y vasallos recientes? ¿Qué cédulas me dais aquí,
la lengua de los indios la aprendí en una larga y acci­
por Santiago Apóstol? ¡Tomadlas que me queman las
dentada navegación de seis meses con el padre Las
manos! ....
Casas....
-Reportaos, que os hablo a nombre del Protector
-Noticia me dáis que es muy para conturbarme ....
-General de los indios.... dijo Van-Dyck tomando las cé-
de haberse metido fraile el Emperador.
dulas reales. Me envía como su ejecutor el padre Las
_:_Pues de ello hace largos diez meses.
Casas, y esas cédulas del rey os previenen la libertad
_ -Extraño exceso de religión, a fe mía ; mas me -de los indios de vuestras encomiendas....
consuela, señor y amigo, la esperanza de que don Fe­
-Así os entiendo como si dijérals la misa.... ¿Pues
;

lipe, su hijo, levantará las casas españolas que abatió


no escrlbístels de España que el rey me otorgaba el tí­
el Emperador,�.. Bien sabéis lo que fueron hace no más
tulo de Conde bajo el nombre de este partido de San
de cien·años ... y lo que nosotros hemos visto es una som�
Salvador? ¿Quién ha deshecho esto del rey?
bra de su antiguo poderío y esplendor.
-El padre Las Casas.
-Don Felipe, como su padre, no fue nunca en su
-¿Qué queréis decir?
política con los grandes de España sino un alumno del
-Quiero decir que todos estos indios son libres Y
gran Cisneros: !os grandes señores de España no vol­
os repito que soy el ejecutor de las céd1tlas del Rey
verán a levantar cabeza.
en representación del Protector General de los indios,
-Tal creéis ... ........................... ...................................... .
Fray Bartolomé de Las Casas.... Toc1nte a vuestro tí­
....Mas veamos el título, dijo el ·encomendero, to­
tulo, no los habrá en América con tierras y con sier­
mando unos pliegos de las manos del religioso, y ya
vos, porque a tal distancia y estando de por medio la mar
que sois letrado y habláis el idioma de estos indios, ha­
Atlántica, sería un poder irreducible y sin medida el de un
cedles ver cuáles son mis nuevas prerrogativ_as, y a to-
señor feudal.... Esto piensa el Rey... Esto pensaba el gran
...,.,56.....�.,......,......,. ........,......,,.......................................,..,.,...........,...........,...,.......,.......,..... ..,...,�
4 REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO
EL ENCOMENDERO

Cisneros .... Esto ha aprovechado como tan gran políti­


sin el señor que alienta y alimenta a los pintores, a los
co el Apóstol Las Casas, mi señor y maestro desde ha­
escultores y a los cómicos? ¡Pues qué! De otro modo,
ce poco tiempo y para toda la vida, que ha matado el
podremos los hijos de las casas nobles de España, ser
despotismo feudal en ciernes en estas Indias Occidenta­
otra cosa que miserables desterrados, cerdos que se en­
les al tiempo que con su pluma ha destruído esta n ue­ gorden con pepitas de oro, y que pierdan su educación
va servidumbre de las encomiendas en las tierras de y su modo de ser cortesano y gentil, que ha .sido la
España. estampa en que se han mirado y que remedan todas
-Mirad vos cómo ha de ser, señor Alférez, o digo, las Cortes de Europa? Las indiadas y los príncipes idó­
señor Fraile, porque estas leyes u ordenanzas de Indias,
latcas, los soldados aventureros sin letras, ¿podrán ha­
vienen a echar abajo toda la máquina de estos pueblos, cer de las colonias y posesiones de España una ima­
el rango y jerarquías de los conquistadores y los indios,
gen de España? ¿Qué es �sto del Rey con los señores
la firmeza de la religión que muchos aún profesan por y dueños de las tierras de la América? •••. Decidme, en
la fuerza, el estado y la hacienda de muchas · familias
una palabra, . ¿suspendéis esas ordenanzas?
que viven de rentas que_ los padres y hermanos tienen
Y respondióle Van-Dyck:
como empleados de las el?-comiendas, la sujeción de es­
-¡No, por Santiago Apóstol! ¡ Y por Dios y sus San-
tas comarcas, que están mal sujetas y que son valero­
tos no las suspenderé!
sas. Y levantiscas . Bien recordará vuesa patei:nidad la
IX
herida Y derrota del señor don Pedro de Alvarado en
esta comarca. OS MAGNA SONATURUM
Después bajando la voz en tono familiar y a la vez ­
Entonces Van-Dyck, volviéndose a las muchedum
dejando de manifiesto todas sus dotes y talentos de Ca­ díjole s
bres de las encomiendas, y hablándoles en pipil,
pitán, dijo :
más o menos:
-Y luego, señor Ejecutor de estas ord�nanzas de
-Sabed que el Rey nuestro señor, por estas leyes
Indias, tan letrado como sois, no olvidaréis que el po­ los se­
que véis en mis manos, os liberta del poder de
der del Rey nuestro señor, finca y en todo se reposa y
ñores encomenderos: alabad por esta libertad a Dios
en el p�der de algunas familias de Capitanes que, como prime ­
a Nuestro Señor Jesucristo y a su Santa Madre
Juan Perez de Sardoal, han sabido sujetar las fieras in­ ,
ro, y después a mi señor Fray Bartolomé de las Casas
diadas, mantener la religión, emprender el trabajo, con­ gemía is en
que inspirado por Dios, mientras vosotros
certar muchos Intereses y dalles cuerpo a estas ciuda­ , y pe­
los bQsqu�s y en las minas, en trabajo desmedido
des, donde todo lo mejor para el rey son las casas es­ a la fuerz a letal de
recíais a la inclemencia del Sol, y
pañolas � todo lo peor el recuerdo de los. caciques de de las
_ los miasmas de los pantanos y los derrumbes
su podeno Y nq�ezas, y en estos indios occidentales
minas, él ha permanecido sin que lo sepáis, sin espe­
el de sus dioses, sus señores y sus costumbres. ¿Creéis, ra­
rar nada de vosotros, a los pies del trono del Empe
señor, que esta fábrica de este castillo fuera posible sin guir
dor, puede decirse, largos veinte años, basta conse
el señor que mantiene los arquitectos? ¿Esas t>inturas is�adores que
que seáis hombres libres como los conqu
J esculturas y ese teatro de este castillo, pudieran ser
hasta aquí fueron vuestros amos.
, de
Las encomiendas que al olr el nombre de Dios
566 REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO EL ENCOMENDERO

Jesús }' Maria, habían doblado la rodilla, con muestras Ahora, el padre Las Casas, con vuestros hermanos
de ceder a un hábito que un principio fue una ense­ de la Vera Paz, ha hecho el pacto o alianza más gra­
ñanza e imposición de la fuerza y del látigo de los ca­ to para nuestrn Dios, habiendo pedido af Rey de Esp a­
pataces, manifestaron un asombro que puso en la faz ña que no los combatiera con las armas, porque él em­
de los siervos el relámpago de una luz potente e inex­ plearía la palabra divina ; los pueblos le han compren­
plicable. dido, como vosotros me comprendéis a mí y se han so­
-Mirad allí la imagen de la Estrella· de la Mañana, metido a nuestro Dios y a nuestro Rey. Vosotros, ju­
confundida con los útiles más comunes del trabajo del rad que acogéi� de corazón l_a religión cuyo Dios os
castillo ... No os ha libertado.... No ha animado vues­ ha libertado y que obedeceréis al Rey de España, Y
tras penalidades.... En otro tiempo esa hermosísima Es­ Dios, en cambio os saca de esta servidumbre como en
trella, precediendo al Sol, vuestro dios antiguo, padre otro tiempo a los Israelitas; y el Rey, que nombrará
Y creador del verdor de los bosques y los cerros, que su Alcalde Mayor, os permite que elijáis tres Regido­
se alzan dentro de esta Inmensa llanur� 1 -sí, en otro res para el gobierno de la villa y de vuestros pueblos.
tiempo, la Estrella de la Mañan"a, al despedir ·a la no­ Vosotros, que sois libres desde este momento, nombra­
che, os convocaba al trabajo.... Este valle carece de ríos réis los regidores que os gobiernen, que en cuanto al
Y ella os dio ese hilo de agua que se llama Acelhua­ Alcalde Mayor, el Rey ha nombrado al señor Juan Pé­
te•... Esta es vuestra tradiclón. Ya véls qm� hablo bien rez de Sardoal.
de vuestros dioses... Pues bien, así como vuestro Rey Los que se volvieron a verle advirtieron que S3r-
de Cuscatlán obedecía al Emperador de Payaqui, y el doal había dejado la plataforma y que oía estas últi­
Emperador de Payaqul al Gran Pontífice Maya de Pa­ mas palabras desde la galería del balcón morisco.
lenque, en otro tiempo, como lo refieren esas escultu­ Un largo silencio sucedió a la voz de Van-Dyck en
ras, así la Estrella de la Mañana sólo es una piedra los grupos de las encomiendas : sumetidos a la influen­
preciosa en la corona de María, a cuyos ples está la cia de una revelación, estaban recogidos en sí mismos.
luna, Y a cuyas espaldas, el Sol que está irradiando en Un leve y confuso murmullo se oyó en que se percibía
aquellas alturas, sólo viene a ser su sombra. No: la este nombre:
Estrella no os ha salvado. Ahora conoced lo que es nues­ - «Las Casas» .... «Las Casas» ...
tro Dios. Le ha bastado hablar por la boca de Las Ca­ Siguiéronse aún grandes ·murmullos. En fin, los je­
sas Y han caído a sus pies invisibles, las cadenas de fes lus primeros, príncipes, caciques, sacerdotes y gue­
millones de siervos americanos. Mirad ese castiHo so­ rreros, avanzaron, saliendo de sus diversas filas, agitan­
berbio: ved esas filas de mosquetería y esos caballe­ do así los R"rupos que cubrían las explanadas y que les
ros: esa selva de partesanas cuyos hierros ha humede­ daban paso, y uno a uno repitiendo las palabras <Las
cido la sangre de vuestros antepasados: recordad las Casas», «Las Casas», deponían sus aros o diademas de
maderas preciosas, el oro y la plata y los diamantes oro y plumas, y sus armas a los pies del catequista.· Las
con que enriquecen al Rey y a los conquistadores vues­ graderíc1 s se cubrieron de un hacinamiento de trofeos.
tras manos esclavas: todo esto se oponía a vuestra li­ Un cacique anciano resumió los sentimientos de aque­
bertad, Y sin embargo la palabra de Las éasas os ha lla muchedumbre de pueblos:
libertado. Esa palabra es la palabra de <nuestro Dios> •..•
REVISTA DEL COLEGIO DEL ROSARIO
BOLÍVAR EL LIBERTADOR
-Tomad de los señores de Cuzcatl
án, que en otro
tiempo se libertaron venciendo a
, los del ant1·guo remo Bolívar el Libertador y la oración de Choqueliuanca
de payaqu1, este oro y estas plumas para el alta
r del
Dios de Las Casas. El doctor José Doming0 Choquehuanca pronunció en Pu­
cará un discurso en presencia de Bolívar y en su honor, en
�o bien pronunciaron estas p alabras, y como sf se 1825, cnya primera parte era un programa político, según lo
hubiese r oto el ensalmo que tení referido por autores peruanos ; y el final, la parte laudatoria
a atados a a quellos mi­
llares de hombres a la servidumb que conocemos, la cual ha sufrido ligeras y pequeñas varia­
re, un grito qt1e pud o ciones en las muchas reproducciones que se han hecho de tan
acallar al trueno, subió a los ciel notable e histórica oración.
os y l a muchedumbre
se agitó como un m ar, al mov El dos y el veintiocho dél 'último mes del año retropróxi­
erse por las �xplanadas mo, publicamos en El Telégrafo sobre el autor del aludido dis­
p�ra volver a sus pueblos y a sus curso, el lugar en donde fue pronunciado, y sobre la misma
hog ares; m as enme�
�10 de esta agitación vlóse de p ronto el techo del cas­ oración, rectificando algunos errores en que han incurrido es­
tillo coronado por l a furia de las critores de varios países.
ll amas , Y su Mayor- Referiremos algo, en resumen, de lo que en El Jelégrafo
d orno grito, con espanto: dijimos.
-¡fláse incendiado el báls amo, Algunos poetas y artistas, catedráticos y profesores, escri­
que' hab�á p ara ar- tores, periodistas, etc., «han estado errados» al afirmar que el
der toda una sem anal simple cura de Sicuani, DIEGO Choquehuanca, su hermano; o
Cuando la gente del servicio quis que el canónigo GREGORIO Choquehuanca, su tío, fuera. el au­
o acµdir, el puen- tor del mencionado discurso; también está probado que esta­
te levadizo echado sobre el foso
que separaba el casti- ban equivocados los que señalaron o nombraron como lugar
110 de 1 as expl anadas, habí a sido en que se pronunció dicha arenga, a las poblaciones de Tin­
_ lev antado, y Sardoal
atraveso la g alería de los ba to(?), Tinta, Cuzco, Puno, etc. Ya el señor Torres Belón, dipu­
lcones moriscos a la vista tado peruano, rectificó al día siguiente del primer centenario
de la muchedumbre. de Ay<!,cucho, los errores que desde medio siglo venían propa­
Pronto s alferon a estos balcones gándose, entre autores e intelectuales de América sobre el
gr andes remolin os autor de la notable oración. Hé aquí la carta que se publicó
d� fuego huracanadoJ se oía
en el interior como el ru­ en La Prensa de Lima y que fue reproducida con excelentes
gido de una tempestad. comentarios por el periodista colombiano don Carlos A. Cai­
El enc mendero se dirigió al cedo y Riomaña (Genil), redactor de El Telégrafo y ex-redac­
� sitial cuyos blasones tor de El Tiempo de Bogotá, nuestro distinguido amigo y
resplandec1 an en el testero de colega:
una s ala regia. Doña Sol
su esposa, que le había visto
hacer t antas cosas mara: «Lima, diciembre rn de 1924.
vlllosas, arrodillada ante el siti
al, Je besaba 1 a mano y
11 orab a. «Señor Director de La Prensa-Ciudad.
Así esperaron la muerte, que lleg «Señor Director:
ó en el misterio
espantoso del humo y de las llam . «En la edición extraordinaria de Ayacucho, que publicó
as enfurecidas. ayer el diario de su digna dirección, aparece la famosa ora­
ción de Choquehuanca, como dicha por un «párroco de una
FRANCISCO GAVIDIA aldea del Cuzco)). Nada más falto de verdad que esta aseve­
ración, que viene repitiéndose con frecuencia.-Al regresar
Bolívar al Cuzco, donde recibió tantos agasajos, por el camino
real que pasando por Pucará, Lampa y Juliaca, seguía al Alto
Perú, fue alcanzado en el pueblo de Pucará, distrito de la que
después de esa fecha fue provincia de Lampa, por una comi­
sión de vecinos de Azángaro a cuya cabeza estaba don José
Domingo Choquehuanca, autor de la famosa oración, y que
por supuesto, nad a tenía de cura.-Los Choquehuancas fue-

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