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LA VIDA SACRAMENTAL

Definimos la vida de gracia como existencia en el Espíritu. Esta es la vida cristiana


fundada sobre los sacramentos. De ahí que toda la vida cristiana se pueda
comprender como una vida sacramental, en cuanto que:

1. La celebración de los sacramentos abarca la totalidad de la existencia (de la


vida) del hombre.
2. La existencia del hombre que participa de los sacramentos tiene la cualidad
de sacramental (en el sentido amplio de la palabra, como revelación y
actuación del Misterio de la vida divina en la historia)1.

A. LA CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS ABARCA LA TOTALIDAD


DE LA VIDA DEL HOMBRE

1. Sacramentos y situaciones de la vida humana

Cristo, a través de los sacramentos, eleva las situaciones fundamentales de


nuestra existencia a situaciones sacramentales de salvación. Frecuentemente el
hombre se interroga sobre el sentido de las situaciones decisivas de su acontecer
terreno: inicio de la vida, toma de postura madura ante la vida y la sociedad, el
nutrirse y el convivir, el matrimonio, la autoridad y el servicio frente a la
sociedad, la culpa la justicia y el perdón, la salud, la enfermedad y la
muerte...el hombre advierte en estas situaciones la llamada del Misterio que da
sentido a su vida, e intenta comunicar con este Misterio ritualizando estas
situaciones.

Pues bien, en los sacramentos es el mismo Misterio que sale al encuentro del
hombre. Es el Dios Trino el que busca integrar la existencia humana en su existencia
divina, a través de los sacramentos de la Humanidad de Cristo. Así da plenitud,
sentido y purificación a la existencia humana, y la convierte en historia de salvación.

2. Sacramentos y dimensión histórica de la vida humana

1
Cf. C. ROCCHETTA, Sacramentaria fondamentale, pp. 489-496 y 528-546
Dios sale al encuentro de un hombre que no existe en la eternidad, sino en una
dimensión histórica, con una serie de características, a las cuales los sacramentos
se adaptan, o mejor dicho, la vida divina se adapta a ellas a través de los sacramen-
tos; estas características son:

 Temporalidad: cada momento en la vida presente del hombre se construye


sobre la memoria del pasado y se proyecta hacia el futuro. A esto se adapta
la estructura del sacramento como memorial, tantas veces estudiada. La vida
del cristiano, por los sacramentos, se hace participación a la salvación ya
realizada, pero aún no llevada a plenitud en la historia. El sacramento hace
participar del señorío de Cristo sobre la historia, como el alfa y la omega,
Aquél que es, que era y que va a venir (Ap 1,8; 21,6; 22,13).

 Decisión: El hombre desarrolla su vida en el tiempo a base de decisiones


libres. Cada sacramento pone al hombre ante una opción de fe: se trata de
acoger o no la vida que viene de Cristo, el don del Espíritu Santo. De esta
decisión depende su futuro y su influjo en la historia de la humanidad.

 Praxis: De la decisión surge la acción. La acogida del don trae consigo la


misión de transmitirlo, para que regrese al Padre habiendo dado fruto. El
sacramento inaugura un estilo de vida, una vida nueva, a nivel de Dios, con la
cual hay que ser consecuentes. La práctica del cristiano anuncia y realiza
esta irrupción de lo divino en la historia. No puede reducirse a una mera
acción filantrópica o social, pero al mismo tiempo, no debe excluir ningún
aspecto de la vida humana. Es una acción de salvación, entendida como
liberación radical (del pecado y de la desesperación ante la muerte), e integral
(de todas las dimensiones del ser humano). Volveremos sobre esto al hablar
de los sacramentos en relación a la vida moral.

 Espacialidad-corporeidad: El sacramento se inserta en la corporeidad del


hombre, que es el medio a través del cual el hombre comunica. En el
sacramento entra en juego la corporeidad humana, tanto por el significado
general que ésta tiene de por sí (expresión de espiritualidad, inteligencia,
voluntad, afectividad...), como por los significados concretos que expresa por
sus gestos, actitudes, compostura... Unida a la corporeidad de Cristo, la
corporeidad humana hace visible al Invisible, refleja la gloria de Dios.
 Sociabilidad: Comunicando, el hombre forma comunidad. Todo sacramento
es experiencia de comunión, de comunidad. En la celebración sacramental, la
asamblea reunida en la unidad de la fe y la caridad, refleja y participa la
unidad entre las Divinas Personas, y pone las bases para una recta
construcción de las relaciones en la sociedad humana a todos los niveles:
familiar, profesional, político...

B. LOS SACRAMENTOS FUNDAMENTAN LA VIDA DEL CRISTIANO COMO


VIDA SACRAMENTAL

La vida divina que Cristo dona al creyente en los sacramentos hace al hombre
portador de la misma a los demás seres humanos y a todo el mundo. Todo
sacramento da una ministerialidad y una misión. La vida del cristiano se hace
revelación y actuación del Misterio de la donación del amor de Dios al universo
creado. Esta revelación y actuación de lo divino en las acciones humanas es lo que
constituye la sacramentalidad de la vida cristiana, y se refleja en sus diversos
aspectos:

1. Aspecto de la vida eclesial y cultual no vamos a insistir, pues se desprende


que la sacramentalidad es la nota dominante de esta vida.

2. Aspecto moral, se puede ver fácilmente cómo toda la vida del cristiano es
una respuesta a la llamada y al don que Dios le hace en los sacramentos.
Esta llamada se concreta en la personal vocación y misión, que surge del
Bautismo y se sostiene por los demás sacramentos. De este modo, el
creyente desarrolla en sí y expande en los demás la vida divina, mediante el
recto uso de las creaturas. Así cumple a la vez el dinamismo cultual de llevar
todo a glorificar al Padre, y el dinamismo moral de cumplir el mandamiento
central del amor y todos los mandamientos que lo explicitan. Recordemos que
la SC. 59, ya tantas veces citado, dice que la celebración de los sacramentos
prepara perfectamente a los fieles a recibir con fruto la gracia, rendir el culto
a Dios y practicar la caridad. Los sacramentos nos hacen capaces de amar
con el mismo corazón de Cristo.

3. Aspecto apostólico, para ver la dimensión sacramental no tenemos más que


prolongar las anteriores consideraciones. El cristiano, por su Bautismo, está
llamado a ser un signo visible de Dios para los demás, en especial los
llamados a llevar su condición de bautizados al estado de consagración total.
No digamos ya los que reciben el sacramento del Orden, llamados en
exclusiva al servicio de toda la Iglesia a través del ministerio de los
sacramentos, de la palabra y del gobierno.

La Eucaristía, por su parte, es el punto de partida y de llegada de toda acción


apostólica, pues “la liturgia es la cumbre a la cual tiende toda la actividad de la
Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde dimana toda su fuerza. Pues
los esfuerzos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por
la fe y el Bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia,
participen en el Sacrificio y coman la Cena del Señor” (SC. 10; Cf. LG 33).

Este dinamismo eucarístico es patente en el apostolado de los ordenados,


pero también el apostolado de los seglares gira en torno a la Eucaristía,
realizando la consagración del mundo, en cuanto que todas sus obras, sus
oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano
trabajo, el descanso del alma y del cuerpo, si son hechos en el Espíritu,
incluso las mismas pruebas de la vida, si se sobrellevan pacientemente, se
convierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo, que en
la celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto
con la oblación del cuerpo del Señor. De este modo, también los laicos como
adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo
mismo a Dios (LG. 34).

Los sacramentos son en sí actos de evangelización, de anuncio y


participación de la buena nueva; al mismo tiempo, un aspecto central de la
evangelización y catequesis ha de ser la preparación a recibir dignamente los
sacramentos y a fundamentar en ellos la propia vida cristiana.

4. Aspecto espiritual, siendo los sacramentos los puntos de encuentro y de


relación personal con Cristo, de participación en su vida divina, no podemos
sino decir que son el fundamento de toda vida espiritual cristiana, la cual no
es sino el desarrollo de la vida de gracia inaugurada, sostenida o reparada
por los sacramentos. Esto se ve tanto en la vertiente ascética como en la
mística.
5. En cuanto al testimonio, forma básica de apostolado, es el primer fruto de la
vida sacramental y la prueba de que no se ha reducido a una práctica vacía e
hipócrita.
6. En cuanto a la ascética, vemos cómo los sacramentos dan sentido a todo el
camino de sacrificio y desprendimiento cristianos, y de cultivo de las virtudes,
y lo hacen un camino sacramental.

En efecto, el sacrificio cristiano no es sino devolver al Padre, dando fruto, los


dones que Él mismo nos ha dado, que se resumen en el don de su Amor (el
Espíritu Santo), con el que nos amó en el Amado (Cristo), y con esto recibir a
cambio mayor abundancia de amor. Esta no es otra que la dinámica de los
sacramentos, cuyo centro es la Eucaristía, como ya hemos visto en las citas
de SC. 10 y LG. 34.

Por otra parte, el desprendimiento cristiano es el desprenderse de los apegos


del corazón a las creaturas, pero no es el corte de toda relación con ellas,
sólo se deben prescindir de aquellas relaciones que no convengan a la propia
vocación y misión. A causa de los sacramentos, las creaturas se convierten
en medios para llegar a Dios.

Los sacramentos, al impulsar a la consagración del mundo, hacen que el


cristiano se eleve a Dios no desentendiéndose del mundo creado, sino
llevando consigo aquella parte de mundo creado que le corresponde
santificar. En cada sacramento la gracia se desarrolla con aquellas virtudes y
dones del Espíritu Santo que convienen al tipo de vida sostenido o
inaugurado por el sacramento.

7. En cuanto a la mística, está claro que los sacramentos son el punto de


contacto, de experiencia, en la fe, del Misterio de la vida divina que se
comunica al creyente. La vida mística, entendida en su acepción más general,
es el desarrollo pleno y plenamente vivido de la vida de gracia y de las
virtudes teologales, que lleva a un conocimiento experimental, contemplativo,
de Dios, a través de una particular infusión de amor sobrenatural operada por
el Espíritu. Esta vivencia se puede acompañar o no de fenómenos
extraordinarios, pero estos fenómenos, en los que habitualmente se piensa al
hablar de mística, no son lo fundamental. Al ser los sacramentos signos
simbólicos, envuelven a toda la persona, con su afectividad y emotividad, y de
esta manera, la especial infusión de amor alcanza todos los niveles de la
persona.

La vida mística parte, pues, de la participación al Misterio del amor de Dios en


los sacramentos, por otra parte, a través de una verdadera experiencia
mística el creyente es capaz de captar el significado más profundo de éstos.
Lo cual se manifiesta sobre todo en la Eucaristía, fuente y culmen de la vida
de la Iglesia, y por tanto de la del creyente, y máxima presencia de Cristo
entre nosotros. Los testimonios escritos de los grandes místicos están llenos
de vivencias relacionadas con la Eucaristía.

Finalmente, el creyente, al vivir una vida sacramental, es capaz de captar el


Misterio del amor de Dios escondido en todas las cosas y en todos los
acontecimientos de la vida. El ser humano, restaurado en su calidad de
imagen y semejanza de Dios, identificado con Cristo, es capaz de descubrir
en las creaturas el reflejo del gozo y el amor de Dios. Esto fundamenta su
vida de oración y contemplación.

8. Aspecto escatológico, que es el fin de la vida cristiana y su plenitud, hemos


de decir que los sacramentos tienen un papel de signo profético, como ya
hemos expresado tantas veces al hablar del sacramento como memorial. Los
sacramentos señalan aquello que está más allá de ellos mismos. Los
sacramentos anuncian que la vida eterna ya ha comenzado, pero todavía no
se realiza en su plenitud. Todo sacramento es, como decía S. Pablo, las arras
de esta vida eterna, una pregustación de la misma en las condiciones del
hombre histórico, terreno. Cuando llegue la vida eterna, no habrá necesidad
de sacramentos, pues la historia habrá sido asumida en la eternidad2.

2
     Transparencia de la gloria de Dios, sin velarla u ocultarla para nada: uno es el resplandor de los cuerpos
celestes y otro el de los cuerpos terrestres (1Cor 15,40). Algo de este resplandor tiene ya en la tierra el hombre
en gracia: ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se
manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es (1Jn 3,2).

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