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Coleccion: 16 - Tomo 14 - Articulo Numero 10 - Mes-Ano: ---2010_

EL DELITO DE CONDUCCIÓN DE VEHÍCULOS EN


ESTADO DE EBRIEDAD A PARTIR DE LA LEY Nº
29439

José Antonio Díaz Muro(*)

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CRITERIO DEL AUTOR

El autor aborda diversos aspectos sustantivos y procesales del delito de conducción de vehículo
automotor en estado de ebriedad (artículo 274 del CP). Así, estudia su tipicidad objetiva y
subjetiva, su naturaleza de delito de peligro abstracto, el bien jurídico protegido (la seguridad del
tráfico rodado), el grado de ebriedad exigido, y su circunstancia agravante (casos en que el agente
presta servicios de transporte público de pasajeros, mercancías o carga en general). Asimismo,
estudia los problemas derivados de la aplicación del principio de oportunidad en este ilícito, en
especial, el referido a la identificación del representante de la sociedad que debe ser considerado
parte agraviada en el proceso penal respectivo.

SUMARIO: I. Nociones preliminares. II. El alcohol como depresor del sistema nervioso central y
sus consecuencias psicosociales. III. La realidad fáctica. IV. Los delitos de peligro como "hijo
predilecto" de legislador. V. El bien jurídico protegido. VI. El delito de conducción de vehículo en
estado de ebriedad en nuestro Código Penal. VII. La aplicación del principio de oportunidad en los
delitos de conducción de vehículo en estado de ebriedad. VIII. El agraviado del delito: ¿quién
representa a la sociedad a efectos de pretender la reparación civil? IX. A menera de conlusiones.

MARCO NORMATIVO:

•Código Penal: arts. 36, 274 y 368.

•Código Procesal Penal de 2004: arts. 2 y 349.

I.NOCIONES PRELIMINARES
Nuestra sociedad actual, cargada de vicisitudes fácticas y transmutaciones normativas, es testigo de
una realidad en donde la gran mayoría de accidentes de tránsito tienen como génesis que el
conductor del vehículo se halla en estado de ebriedad(1), que traen como consecuencia graves
daños materiales a la estructura somática de las personas (llegando inclusive al resultado de
muerte).

Pese a que la cifra de estos hechos es alta, el gobierno ha postulado salidas insuficientes. Ha optado
por agravar las penas tanto de los delitos de conducción en estado de ebriedad como de los delitos
de lesiones y homicidio culposos, esperando que dicha draconización de las normas conlleve, a la
postre, a la reducción del número de víctimas que se generan por este tipo de criminalidad,
desestimulando a los conductores a través de las duras consecuencias que acarrearía la
inobservancia de tales normas.

Agravar una pena o conminar un tipo de delito con consecuencias accesorias más drásticas no es la
solución más adecuada para paliar esta criminalidad; si bien puede tener cierto efecto disuasor en
los ciudadanos para que no realicen tales conductas riesgosas, es imprescindible adoptar políticas
educativas que busquen concienciar adecuadamente a todos los miembros de la sociedad, buscando
la interiorización de una cultura de valores, cuyos resultados benéficos podrían verificarse en los
años inmediatos posteriores.

En este artículo pretendemos alcanzar algunas reflexiones respecto al ilícito penal de conducción de
vehículo en estado de ebriedad, a partir de la Ley Nº 29439, buscando con ello analizar desde lege
lata los nuevos alcances que ha traído esta norma, y además puntualizar ciertos defectos de técnica
legislativa que han sido advertidos en lo que va de su aplicación.

II. EL ALCOHOL COMO DEPRESOR DEL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL Y SUS


CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES

Los alcoholes constituyen un grupo de cuerpos orgánicos formados de carbono, oxígeno e


hidrógeno. El alcohol puro es el llamado alcohol absoluto, caracterizado por ser un líquido
incoloro, muy fluido, de sabor ardiente y olor agradable(2). Debe precisarse que existen diferentes
y variados tipos de alcoholes, sin embargo, para el presente artículo el tipo de alcohol al que se hará
referencia es el alcohol etílico o etanol, que es el empleado en la elaboración de bebidas
alcohólicas, y que es obtenido por la fermentación del azúcar.

El etanol, desde su arista farmacológica, es un alcohol alifático, que se obtiene de la fermentación


de granos, frutos y plantas, y que se encuentra contenido en diversas proporciones en las bebidas
alcohólicas, siendo su presencia en un trago de bebida alcohólica, en términos promediales entre 10
a 12 gramos.

La equivalencia de esta cantidad en las diversas bebidas etílicas es, por ejemplo: 10 gm de etanol en
una lata de cerveza de 350 ml. (12 onzas), en 115 ml (4 onzas) de vino no fortificado, o en 43 ml
(una onza) –un trago– de güisqui de 40 grados. Dicha cantidad va a generar un incremento en los
niveles de alcohol sanguíneo de 25 mg/dl en una persona (varón) sana de 70 kg.

De otro lado, las diversas bebidas alcohólicas suelen contener congéneres que contribuyen al daño
corporal cuando la ingesta es intensa; entre estos están alcoholes de bajo peso mo-lecular (metanol
y butanol), aldehídos, ésteres, histamina, fenoles, taninas, fierro, plomo y cobalto(3).

Serpa Flórez señala que “el alcohol es un depresor del sistema nervioso y solamente es excitante en
pequeñas dosis en las primeras etapas de la embriaguez. Inhibe las funciones de la corteza cerebral
y va liberando simultáneamente centros cerebrales inferiores hasta llegar a producir fenómenos de
intoxicación alcohólica con trastorno funcional del bulbo raquídeo. El grado de intoxicación
alcohólica se mide por determinaciones de alcohol en la sangre”(4).

Como se advierte, la presencia de alcohol etílico en el organismo en proporciones suficientes va a


afectar el sistema nervioso central, disminuyendo con ello su actividad y la depresión de los
mecanismos de control inhibitorio, vale decir que el accionar del alcohol en el sistema nervioso
central es esencialmente depresor, aun cuando las primeras acciones son de naturaleza estimulante;
ello resulta, por un lado, de la depresión de los mecanismos de control inhibitorio corticales
cerebrales y, de otro, por la estimulación del sistema opioide(5), especialmente endógeno(6).

Según Simón Brailowsky, las personas que suelen atribuirle al alcohol un aumento en su capacidad
mental verificable en su capacidad de hacer mejor ciertas cosas como hablar, bailar, manejar o
crear, están equivocados. Lo que ocurre, en realidad, es que bajo los efectos del alcohol, estas
personas gozan de un lapso de desinhibición provocada por la depresión de mecanismos
inhibitorios. Al disminuir la inhibición, los mecanismos de control momentáneamente ceden paso a
la excitación(7).

De otro lado, los efectos más preocupantes del consumo de alcohol son los concernientes al plano
psicosocial, entre ellos se encuentra la violencia, revelada en el hallazgo de homicidios, agresiones
sexuales y violencia doméstica o familiar, acaecidos en un contexto de consumo de bebidas
alcohólicas(8).
Otro efecto psicosocial por el consumo de alcohol es el que se presenta en los accidentes de
tránsito, en donde casi más de la mitad de hechos fatales están vinculados a la ingesta de alcohol,
siendo el grupo etario más involucrado el de los jóvenes.

Dado que la ingesta de alcohol es el factor de mayor incidencia en los accidentes de tránsito, el
Estado ha regulado y sancionado la conducción de vehículos en estado de ebriedad, como sucede
en el artículo 274 del Código Penal.

III.LA REALIDAD FÁCTICA

La Defensoría del Pueblo(9) ha concluido que aproximadamente 3,243 personas murieron y 48,395
resultaron heridas en accidentes de tránsito ocurridos durante el año 2009 en todo el país, debido,
entre otros factores, al exceso de velocidad, el estado de ebriedad del conductor, la imprudencia
temeraria y desacato a las señales de tránsito; todas estas causas son de responsabilidad directa del
conductor, no debiendo dejarse de lado la imprudencia de algunos peatones, que contribuyen e
incrementan el riesgo existente.

Peña Cabrera Freyre apunta que en la sociedad en la que vivimos (“sociedad de riesgo”) la
conducción en estado de ebriedad se ha convertido en una amenaza latente para los intereses
jurídicos más preciados; v. gr. la vida, el cuerpo y la salud, que se ven constantemente en peligro,
ante estos focos visibles de riesgos, que enrostran una sociedad determinada al fatalismo y al
desprecio sobre dichos bienes jurídicos(10).

Si bien el Código de Tránsito(11) sanciona administrativamente las infracciones cometidas por


aquellos conductores y peatones imprudentes, imponiendo severas multas y medidas sancionadoras,
ello no ha sido suficiente para controlar o reducir dichos comportamientos(12).

Al respecto, Muñoz Conde señala que la importancia creciente del vehículo automotor como medio
de transporte y el consiguiente aumento del parque automovilístico, requieren de una regulación
más enérgica y contundente de las infracciones penales, pues lo que surgió como un medio
confortable de transporte se ha convertido en la principal fuente de muertes y graves daños a la
salud de los ciudadanos(13).

IV. LOS DELITOS DE PELIGRO COMO “HIJO PREDILECTO” DEL LEGISLADOR

Los cambios sociales, los avances de la ciencia y técnica, así como las nuevas formas de
delincuencia han hecho necesario la adaptación de la legislación penal, mediante la construcción de
delitos de peligro(14).

El Derecho Penal no tiene por qué esperar a que se produzca la lesión efectiva de los bienes
jurídicos fundamentales, sino que puede anticiparse, adelantando las barreras de intervención
punitiva, a estadios que ni siquiera han de exteriorizar una puesta en peligro real de dichos bienes;
ello importa una construcción normativa abstracta, que con base en un juicio apriorístico,
desapruebe conductas de mera actividad, a fin de proteger un bien jurídico supraindividual: la
seguridad pública(15).

La incorporación de delitos de peligro al Código Penal responde a la necesidad de protección de


ciertos bienes jurídicos previamente a la realización de una conducta dañosa, ya sea por su
relevancia, bien por ser fácilmente susceptibles de lesión, o debido a que los medios técnicos
actualmente necesarios para la vida social pueden ocasionar –indebidamente utilizados– riesgos
intolerables. Tal aumento de los tipos de peligro ha llevado a considerar que se han convertido casi
en el “hijo predilecto del legislador”(16).

Claus Roxin señala que son delitos de peligro aquellos en que el hecho solo supone una amenaza
más o menos intensa para el objeto de la acción, diferenciándolos de los delitos de lesión, en donde
el objeto de la acción ha de ser realmente dañado para que haya un hecho consumado(17).

Rojas Vargas indica que el peligro para el Derecho Penal es la probabilidad de lesión de un bien
jurídico relevante, deducidas las conductas de riesgo permitidas o ajustadas socialmente. En una
acepción amplia, se puede entender como peligro todo aquello que genera una situación propicia
para la lesión del bien tutelado, o provoca perturbación, amenaza e inseguridad en la libre
disponibilidad de dichos bienes, pero en una dimensión realizable, inminente, concreta y actual(18).

De las nociones dadas en torno a los delitos de peligro, se advierte que su razón de ser es
anticiparse a la efectiva lesión del bien jurídico, a fin de sancionar una conducta virtualmente lesiva
o dañosa para los bienes jurídicos tutelados por el Derecho Penal.

Von Rohland(19), con relación a los delitos de peligro, expresa: “El Derecho Penal debe ocuparse
no solo del daño real producido a los bienes jurídicos, sino también a la posibilidad del mismo y,
con ello, del peligro como objeto importante de la investigación criminal”, señalando las
características esenciales del peligro: i) La posibilidad o probabilidad de la producción de un
resultado, y ii) El carácter dañoso o lesivo de dicho resultado”.

De este modo apunta, “si falta una de esas dos notas, falta también el peligro”. No podremos estar
frente a un peligro, cuando la producción de un acontecimiento es imposible o, por el contrario,
cierto: “El peligro es, por lo tanto, la mayor o menor probabilidad de un acontecimiento dañoso, la
posibilidad más o menos grande de su producción”(20).

Los delitos de peligro se clasifican en delitos de peligro concreto y delitos de peligro abstracto.
Suele decirse que en los primeros requiere expresamente la ley la creación de una efectiva situación
de peligro (resultado de peligro), mientras que en los segundos(21) no es preciso que en el caso
concreto la acción cree un peligro efectivo: solo serían delitos de peligro en el sentido de que la
razón de su castigo es que normalmente suponen un peligro(22).

El delito de conducción de vehículo en estado de ebriedad constituye un delito de peligro


abstracto(23) porque no es preciso que la conducta haya puesto en peligro real algún bien jurídico,
bastando la peligrosidad que se supone conlleva la acción, es decir, que la conducta desplegada por
el autor sea adecuada para producir el resultado lesivo en el bien jurídico objeto de protección por
la norma penal.

Empero, debe atajarse el riesgo de que el “peligro” se presuma, relevando al juez de la necesidad de
constatar su presencia en cada caso en particular, y de que las fórmulas de peligro abstracto
vulneren garantías como la presunción de inocencia, los principios de legalidad o de culpabilidad,
entre otros).

Dado que el artículo 274 se halla dentro del capítulo: “Delitos de peligro común” (ubicados dentro
del Título XII: “Delitos contra la seguridad pública”), es preciso alcanzar una noción respecto a
aquel término.

Al respecto, Carlos Creus expresa: “mientras que en otros títulos del Código Penal los bienes o
personas cuya integridad se protege son determinados en cuanto titulares de esa protección (la vida
de la víctima del homicidio, la tenencia del tenedor en el hurto, etc.), esos titulares están aquí, en
principio, indeterminados. El peligro que generan las acciones típicas es un peligro común, es decir,
un peligro en el que las posibilidades de dañar bienes jurídicos se extiende a un número
indeterminado de personas que son titulares de ellos, amenaza a los de toda una comunidad o
colectividad. Las características de esas acciones indican que su autor no puede limitar su eventual
poder vulnerante a determinados bienes o a determinadas personas; este puede extenderse a
cualquiera de los componentes de la comunidad o colectividad(24)”.

V.EL BIEN JURÍDICO PROTEGIDO


El Derecho Penal es una parte del Derecho que protege o tutela en forma enérgica los bienes
jurídicos fundamentales de la persona humana. Cuando estos valores tienen una significación social
de importancia, su ejercicio debe ser garantizado por el Derecho punitivo, y frente a transgresiones
o violaciones debe aplicarse las sanciones o penas correspondientes(25).

No existe un consenso doctrinal respecto a cuál es el bien jurídico protegido en el delito de


conducción de vehículo en estado de ebriedad, aunque sí se advierten posiciones uniformes en
cuanto a que afecta varios bienes jurídicos. En tal sentido, se trataría de un delito pluriofensivo,
dado que menoscaba varios bienes jurídicos: la seguridad del tráfico, la vida, la integridad física, la
propiedad, etc.

Ganzenmüller señala que lo que se protege en este tipo de ilícito es la seguridad del tráfico rodado
de las vías públicas. Bien jurídico que equivale a la garantía efectiva de la correcta conducción de
todos los conductores por las vías públicas, sin que puedan ser interceptados o incomodados o
perjudicados por otros, que no se hallen en condiciones adecuadas para circular y cuya conducta
puede poner en peligro la seguridad del resto de los usuarios; siendo extensible lógicamente que en
un momento dado forman parte de los elementos materiales del tráfico, a la protección de los
derechos cuyo quebranto trata de evitar, como la vida e integridad física, la propiedad, etc., que se
convierten de este modo en los objetos de protección mediata de los mencionados preceptos
penales(26).

Por su parte, Reátegui Sánchez, siguiendo a Feijóo Sánchez, apunta que la criminalización de la
conducción de vehículo en estado de ebriedad, según nuestro Código Penal, responde a la
protección del bien jurídico seguridad del tráfico o seguridad pública; el cual, desde una posición
mixta o ecléctica, se caracteriza por ser un bien jurídico de naturaleza colectiva, como presupuesto
o medio de protección de bienes jurídicos individuales (vida e integridad física). Desde una
perspectiva político-criminal prevencionista, los delitos de riesgo (peligro común) intentan
solucionar un problema aparecido con un potencial lesivo enorme, cual es el tráfico rodado en
nuestro medio(27).

La seguridad pública puede definirse como un conjunto de políticas y acciones coherentes


articuladas que tienden a garantizar la paz pública a través de la prevención y represión de los
delitos y de las faltas contra el orden público, mediante un sistema de control penal y de policía
administrativa(28).

En el Código Penal español, donde dentro del epígrafe “Delitos contra la seguridad colectiva”, se
halla un gran número de delitos de diversa naturaleza, cuyo denominador común es que afectan
dicho bien jurídico, como marco en el que se integran una serie de bienes jurídicos más precisos,
como son la propia seguridad material de grandes masas de la población ante daños y peligros de
gran magnitud, la salud pública y el tráfico automovilístico.

En el fondo de estos delitos late la idea de adelantar la intervención del Derecho Penal para poder
emplearlo en el castigo de conductas peligrosas que, cuando se dan en esos ámbitos, deben ser
castigadas por la gran trascendencia de los daños que pueden originar para bienes jurídicos
personales (vida, integridad física, salud, patrimonio) y también para bienes jurídicos sociales o
universales (medio ambiente, flora y fauna) y la colectividad en su conjunto.

Se trata, por lo tanto, de delitos de “peligro general” o “contra la seguridad colectiva”, donde se
ubican los “delitos contra la seguridad del tráfico”, los cuales –en el Código Penal español– se
subdividen en: i) delitos cuyo núcleo consiste en conducir un vehículo a motor; ii) otras conductas,
distintas del conducir, que crean grave peligro para la seguridad del tráfico; y, iii) la negativa a
someterse a las pruebas de alcoholemia (delito de desobediencia a la autoridad), que por su relación
dentro de la seguridad del tráfico ha sido ubicado en ese rubro(29).

Patricia Canales, refiriéndose a la legislación española, anota: “La mayoría de la doctrina y


jurisprudencia coinciden en afirmar que el bien jurídico tutelado en estas infracciones penales es la
seguridad del tráfico y para algunos además que lo es la seguridad en las vías públicas. De esta
manera, se afirma que si los tipos demandan la puesta en riesgo de la seguridad del tráfico deberá
exigirse que el lugar en el que la conducción se produzca lo sea de ‘tráfico’ (...) un sector de la
doctrina matiza, sin embargo, las aseveraciones anteriores, afirmando que no se tutela solamente la
seguridad del tráfico en las vías públicas, sino además la seguridad de las personas, que pueden
verse comprometida a resultas de la circulación de vehículos por vías públicas o no. En
consecuencia, el bien jurídico protegido en estas hipótesis lo fijan en ‘la seguridad del tráfico, del
tránsito de gentes y vehículos’, en el que entran en juego bienes del máximo valor; y la seguridad
de estos frente a los peligros derivados de la circulación de vehículos de motor(30)”.

En suma, estimamos que el delito de conducción de vehículo en estado de ebriedad es un delito


pluriofensivo, pues ofende a una pluralidad de bienes jurídicos (como la vida, la integridad física, la
salud, la seguridad pública, la seguridad en el tráfico, etc.), sin embargo, en atención a nuestra
norma punitiva, tenemos que el bien jurídico tutelado es la seguridad pública y, dentro de ella, la
seguridad del tráfico rodado.

La seguridad pública engloba un conjunto de condiciones que el Estado debe de proveer para la
tranquilidad y sosiego de sus miembros; hallándose la seguridad del tráfico rodado inmersa dentro
de aquella.

VI.EL DELITO DE CONDUCCIÓN DE VEHÍCULO EN ESTADO DE EBRIEDAD EN


NUESTRO CÓDIGO PENAL

El delito bajo análisis, previsto en el artículo 274 del Código Penal, tras su última modificación,
mediante la Ley Nº 29439, del 19 de noviembre de 2009, señala:

“Artículo 274.- Conducción en estado de ebriedad o drogadicción

El que encontrándose en estado de ebriedad, con presencia de alcohol en la sangre en proporción


mayor de 0.5 gramos-litro, o bajo el efecto de drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias
psicotrópicas o sintéticas, conduce, opera o maniobra vehículo motorizado, será reprimido con pena
privativa de la libertad no menor de seis meses ni mayor de dos años o con prestación de servicios
comunitarios de cincuenta y dos a ciento cuatro jornadas e inhabilitación, conforme al artículo 36
inciso 7.

Cuando el agente presta servicios de transporte público de pasajeros, mercancías o carga en


general, encontrándose en estado de ebriedad, con presencia de alcohol en la sangre en proporción
superior de 0.25 gramos-litro, o bajo el efecto de drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias
psicotrópicas o sintéticas, la pena privativa de libertad será no menor de uno ni mayor de tres años
o con prestación de servicios comunitarios de setenta a ciento cuarenta jornadas e inhabilitación
conforme al artículo 36, inciso 7”.

1. Tipicidad objetiva

1.1. Sujeto activo

El sujeto activo del ilícito puede ser cualquier persona. No se requiere que el agente se encuentre
legalmente autorizado para conducir un vehículo automotor.

Si nos remitimos al Código de Tránsito (Título I, Capítulo II, artículo 2: “Definiciones”),


advertimos que dicha norma define al conductor como aquella persona habilitada para conducir un
vehículo por una vía, lo que implicaría considerar únicamente como sujeto activo a quien ostenta la
licencia de conducir al momento de la comisión del ilícito.

Sin embargo, el tipo penal tiene la suficiente amplitud para incluir a aquellos que manejan un
vehículo motorizado en estado de ebriedad que no cuenten con la licencia respectiva, es decir,
abarca a quienes realizan la conducta independientemente de si tienen o carecen de licencia de
conducir.

Peña Cabrera Freyre apunta que en la doctrina se considera a este delito como de “propia mano”,
pues la realización de la conducta típica es una condición de factibilidad, que no puede ser
transmitida del hombre de adelante al hombre de atrás, de modo que solo el conductor es quien
como autor maneja un vehículo automotor en estado de ebriedad, construcción teórica-conceptual
que se deriva de una postura objetiva-formal de la autoría(31).

1.2.Sujeto pasivo

El sujeto pasivo en este injusto es la sociedad, en razón de que, al ser un tipo penal de peligro, no
genera una lesión en concreto a un bien jurídico individual.

Han surgido inconvenientes al momento de la formalización de la investigación preparatoria (en


términos del nuevo Código Procesal Penal) en cuanto a determinar a quién emplazar como
agraviado en este delito.

En algunos procesos, tras haber superado la investigación preparatoria y haberse formulado


acusación, algunos jueces advirtieron la falta de notificación y emplazamiento al Procurador
Público que correspondería asumir la defensa de la sociedad. Primero, se notificaba al Procurador
Público del Ministerio Público, posteriormente se impartió una

prohibición al respecto, en razón a que muchas de las notificaciones eran rechazadas por este
órgano público de defensa, aduciendo que era el propio fiscal que conoció la investigación quien
debería asumir la defensa de los intereses en juego. Sin embargo, no creemos que ello se condiga
con los roles definidos para cada sujeto procesal en el nuevo Código Procesal Penal.

Estimamos que no compete al Procurador Público del Ministerio Público, ni mucho menos al fiscal
que conoce el caso (por cuanto este representa a la sociedad en el ejercicio de la acción penal), la
representación de la sociedad como parte agraviada en el delito de conducción de vehículo en
estado de ebriedad, pues ello supondría que el Ministerio Público cumpliría al mismo tiempo un
doble rol en el proceso (acusador y agraviado), incompatible con el nuevo modelo procesal.

Quienes podrían representar a la sociedad como parte agraviada en estos delitos serían las
sociedades de beneficencia o instituciones altruistas.
1.3. Modalidades típicas

Del artículo 274 del Código Penal se advierten ciertos elementos configurativos del delito sub
examine, como son:

a) Conducir, operar o maniobrar un vehículo motorizado

La norma penal hace referencia a tres verbos de manera indistinta: conducir, operar y maniobrar,
que semánticamente significan:

i)Conducir. Es llevar, transportar de una parte a otra; guiar o dirigir hacia un lugar; guiar o dirigir a
un objetivo o a una situación; guiar un vehículo automóvil; manejarse, portarse, comportarse,
proceder de una u otra manera, bien o mal.

ii)Operar. Es realizar o llevar a cabo algo; producir una cosa el efecto para el cual se destina; obrar,
trabajar, ejecutar diversos menesteres u ocupaciones; maniobrar, llevar a cabo alguna acción con
auxilio de aparatos.

iii)Maniobrar. Es realizar maniobras (operaciones que se hacen con otros vehículos para cambiar
de rumbo, operación material que se ejecuta con las manos).

Como se observa, las acepciones de dichos verbos guardan cierta sinonimia: dichas acciones están
orientadas a manejar o manipular los mecanismos de dirección, control y propulsión de un vehículo
motorizado, desplazándolo del lugar donde se encuentra.

Dicha afirmación cobra relevancia, en tanto el vehículo motorizado debe ponerse en marcha, de
modo que dicho desplazamiento tenga cierta duración temporal e implique el recorrido de cierto
espacio. Así, no se encuadraría en el tipo penal la conducta de quien, encontrándose dentro de un
vehículo en estado de ebriedad, únicamente lo enciende, pero no opera los mecanismos de
desplazamiento (v. gr. embrague, acelerador, caja de cambios, etc.), de forma que el vehículo se
mantiene inmóvil en su posición.

La conducción del vehículo debe realizarse en la vía pública, descartándose la conducción que se
produce en un descampado, en un terreno desértico, en un pueblo abandonado, en un
estacionamiento particular y similares; lugares que no tienen por finalidad el desplazamiento o
circulación de vehículos o peatones, atendiendo, además, a los criterios de mínima lesividad(32).
Debe tenerse presente que quien conduce sea quien manipule, dirija y controle el vehículo
motorizado, vale decir quien traslade un vehículo de un lado a otro, manejando sus mecanismos de
impulso y dirección, y que dicho desplazamiento se produzca gracias al impulso del motor. No es
por ende, jurídico-penalmente relevante el hecho de empujar en estado de ebriedad un vehículo
malogrado(33).

Sobre el particular, Oswaldo Sánchez apunta: “tratándose de los delitos de la circulación, la


connotación de la ingestión alcohólica empieza antes de la embriaguez. En efecto, la conducta en
estos delitos no es, solamente, beber alcohol en determinada medida intoxicante, sino conducirse o
desempeñarse en la conducción de vehículo habiendo bebido alcohol; aun cuando la cantidad
ingerida no sea intoxicante. Por consiguiente, la conducta reprochable no se altera básicamente y
consiste siempre en ingerir alcohol; pero esta conducta se sanciona en los casos de que los efectos
de la ingestión alcohólica se producen durante el desempeño de la actividad de conductor de
vehículo en la vía pública”(34).

b)Encontrarse en estado de ebriedad, con presencia de alcohol en la sangre en proporción


mayor de 0.5 gramos-litro

Sentemos liminarmente una noción respecto a estado de ebriedad, apoyándonos en lo señalado por
Obregón García: “es una intoxicación etílica aguda que afecta transitoriamente, en mayor o menor
medida, a la facultades del sujeto y que, prima facie, no deja huella permanente en el psiquismo;
por ello es frecuente referirse al alcoholismo como una forma de ser, y a la embriaguez como una
forma de estar”(35).

Las drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas o bebidas alcohólicas y similares


producen el efecto de disminuir las facultades psíquicas, reflejos, atención, etc., en los conductores.
Pero esta disminución no comienza hasta cierta cantidad y varía de un sujeto a otro; por eso, se
plantea el problema de determinar cuáles son las dosis que hacen incurrir a un conductor en este
delito. La práctica tiende a fijar unos índices de alcoholemia, que se determinan con una serie de
procedimientos técnicos; por encima de estos índices, no está permitido ponerse al volante de un
vehículo(36).

Nuestra legislación, mediante la Ley Nº 27753, estableció una cuantificación de alcohol en la


sangre (más de 0.5 gramos-litro), a efectos de establecer el estado de ebriedad y estimar la
conducción de un vehículo automotor como ilícito penal.

Con anterioridad a la dación de dicha norma, tanto el texto original del Código Penal como su texto
modificado por la Ley Nº 27054, no incluía un indicador o nivel de alcohol en la sangre a efectos
de la configuración de dicha conducta como delito, dejando al criterio del juzgador la consideración
o no de dicho accionar como injusto penal.

Muñoz Conde, respecto a la presencia de alcohol en la sangre, en la proporción exigida por la ley
para considerarla como delito, señala que ello “no quiere decir que haya que subsumir
automáticamente en este delito a todo aquel que conduzca con un índice de alcohol superior a la
tasa indicada. El resultado de la prueba del etilómetro o en el análisis de sangre debe situarse en un
determinado contexto y relativizar las conclusiones que de ella se derivan, no tanto porque no sean
científicamente fiables, sino porque, aunque lo sean, no arrojan una conclusión contundente
respecto al extremo que realmente importa a la hora de establecer una responsabilidad penal: no
tanto el grado de impregnación alcohólica, como la incidencia del mismo, si es que la hubo, en la
capacidad para conducir el vehículo de motor; es decir que dicho dato debe completarse con otras
pruebas que demuestren el efecto concreto que pudo tener dicha tasa de alcohol en la capacidad del
sujeto para conducir el vehículo de motor, y además en las circunstancias que se dan en el momento
determinado (…)”(37).

Añade Muñoz Conde que la solución correcta se deriva de una interpretación teleológica y de otra
índole sistemática, ya que al ser la seguridad jurídica del tráfico el bien jurídico protegido y
encontrarse este delito situado sistemáticamente en conexión con otros delitos de peligro concreto,
debe exigirse por lo menos que se haya creado con el hecho un riesgo para la circulación, aunque
no se pongan en peligro concretamente bienes jurídicos individuales.

En suma, se debe indicar entonces que el artículo 274 del Código Penal exige, para la configuración
del delito de conducción de vehículo en estado de ebriedad, que el sujeto agente (conductor), se
encuentre manejando (conduciendo, operando o maniobrando) un vehículo a motor, con presencia
de alcohol en la sangre superior a 0.5 gramos-litros; con exclusión de las conductas atípicas
descritas supra.

1.4. Agravante

Una agravante para este delito fue incorporada mediante la Ley Nº 29439, del 19 de noviembre de
2009(38), en donde se reduce la presencia de alcohol en la sangre de 0.5 a 0.25 gramos-litro para
aquellos supuestos en los cuales el agente presta servicios de transporte público de pasajeros,
mercancías o carga en general, dando lugar ello a una reacción penal más drástica.

Como se advierte, el legislador ha buscado sancionar más severamente a aquellos conductores


ebrios que prestan servicios de transporte público de pasajeros, pues estos tienen una mayor
exigencia de cuidado al momento de desplazarse, por cuanto traen a bordo a una pluralidad de
personas, que en esos momentos dependen del adecuado manejo del vehículo motorizado.

La norma no hace distinción a qué se entiende por vehículo de transporte público de pasajeros, ni
mucho menos por vehículo de transporte de mercancías o de carga en general, situación que podría
generar ciertos inconvenientes al momento de determinar el nivel de intoxicación alcohólica y la
aplicación de las penas.

Por ejemplo, en el caso de un conductor de un automóvil que presta servicios de “colectivo”, si es


intervenido cuando se desplazaba por el derrotero que corresponde a su ruta, podremos afirmar
rayanamente que se encuentra brindando un servicio público de pasajeros, sin que sea relevante si
en dicho momento llevaba pasajeros en el vehículo, configurándose de ese modo la agravante
mencionada.

Algo similar sucede en el caso de los automóviles empadronados para el servicio de transporte,
mototaxis, camionetas rurales (combis), minicusters, custers, etc.

De otro lado, respecto a los vehículos que prestan servicios de transporte de mercancías y de carga
en general, también surge el inconveniente de si es necesario que al momento de la intervención del
conductor este lleve carga o mercancías a bordo, o basta solo que dicho vehículo se desplace por la
vía pública con su conductor en estado de intoxicación etílica, para configurar la aludida agravante.
Problema que se genera en razón de que la norma únicamente expresa “cuando el agente presta
servicios (…)”, guardando silencio respecto a si deben existir abordo pasajeros, mercancías o carga,
y a qué clase y tipo de vehículos se refiere.

1.5. Tipicidad subjetiva

En el tipo subjetivo es necesaria la conciencia que se conduce en estado de ebriedad, siendo


necesario, por lo tanto, el dolo(39). Es decir, se requiere tanto el conocimiento por el autor del
hecho de conducir tras haber ingerido las sustancias descritas en el tipo penal y de la influencia
negativa de estas sobre la conducción, así como la voluntad de actuar en esas condiciones.

Nada impide que el agente realice la conducta con dolo directo o indirecto o eventual. Así, por
ejemplo, el agente puede tener la intención de beber alcohol para conducir más rápido y llegar a
tiempo a una reunión familiar importante; o puede beber alcohol y confiar en que su organismo al
momento de conducir ya lo habrá asimilado, cesando sus efectos(40).
1.6. Pena

El artículo 274 del Código Penal establece dos tipos de penas, una privativa de la libertad (“o”
prestación de servicios a la comunidad), y la otra de inhabilitación, siendo su intensidad de acuerdo
con si la conducción del vehículo automotor fue realizada de manera particular o realizando
servicio público de pasajeros, de mercadería o de carga, de la siguiente forma (ver cuadro Nº 1).

VII. LA APLICACIÓN DEL PRINCIPIO DE OPORTUNIDAD EN LOS DELITOS DE


CONDUCCIÓN DE VEHÍCULO EN ESTADO DE EBRIEDAD

El nuevo Código Procesal Penal regula entre sus normas el principio de oportunidad (artículo 2),
que puede ser aplicado a los delitos de conducción de vehículo en estado de ebriedad.

Sucede cuando el Ministerio Fiscal, con consentimiento expreso del imputado, advierte la
insignificancia o poca lesividad al interés público producida por el delito, que la pena mínima del
ilícito no supera los dos años de privación de la libertad, y que no ha sido cometido por funcionario
público en el ejercicio de sus funciones.

En los delitos de conducción de vehículo en estado de ebriedad, el agente fiscal al tomar


conocimiento de la notitia criminis, dispone el diligenciamiento de las actuaciones fiscales y
policiales urgentes e inaplazables que le permitirán esclarecer los hechos investigados e identificar
al presunto autor del delito.

Luego de practicadas las diligencias ordenadas, v. gr. el dosaje etílico al cual es sometido el
imputado, la recepción de su declaración en presencia de su abogado defensor y del representante
del Ministerio Público, la Policía Nacional, emite un informe policial, en donde se detallan las
diligencias realizadas.

El fiscal a cargo la investigación, luego de un examen de los actuados remitidos y teniendo a la


vista el original del certificado de dosaje etílico, emitirá una disposición en donde se convoca a la
parte imputada (conductor) para la audiencia de aplicación del principio de oportunidad, señalando
el día y hora de su realización.

Llegada la fecha señalada, y con la presencia obligatoria del imputado y de su abogado defensor, el
fiscal expondrá las ventajas y beneficios de acogerse al principio de oportunidad y, con el
consentimiento expreso del imputado, se le propondrá la reparación del daño causado, traducida en
el pago de un monto pecuniario que deberá cancelar como reparación civil.
La graduación y establecimiento de dicha suma de dinero es dejada a discreción del fiscal, sin que
exista ningún tipo de regulación o parámetro, generando ello, a veces, que en los diferentes
despachos se establezcan cifras disímiles, y con ello inseguridad jurídica hacia los justiciables, dado
que están expuestos sin control alguno al criterio del fiscal, quien bien puede establecer sumas
exorbitantes so pretexto de una grave afectación a la sociedad o bien cifras ínfimas.

Dicha situación debe ser superada dictándose medidas oficiales (un baremo(41), por ejemplo) por
parte de la Fiscalía de la Nación para establecer montos y criterios a seguirse para la imposición de
dicha reparación del daño. Dichos criterios podrían ser los siguientes: a) el nivel de alcohol en la
sangre; b) clase de vehículo empleado; c) el tipo de vía en la cual se desplazaba; d) la hora de
sucedidos los hechos; e) la edad del conductor, y f) la velocidad de manejo (de ser posible su
determinación). Dichos parámetros podrían tomarse en consideración a efectos de una adecuada,
racional, predecible y justa reparación del daño.

CUADRO Nº 1

PENA
PRESTACIÓN DE
PRIVATIVA
TIPOPENAL SERVICIOS INHABILITACIÓN
DE LA
COMUNITARIOS
LIBERTAD

Suspensión o cancelación de la
No menor de 6
Artículo 274, autorización para conducir
meses ni mayor De 52 a 104 jornadas.
primer párrafo cualquier tipo de vehículo, por el
de 2 años.
igual tiempo que la pena principal.

Artículo 274, Suspensión o cancelación de la


No menor de 1
segundo párrafo autorización para conducir
año ni mayor de De 70 a 140 jornadas.
(modalidad cualquier tipo de vehículo, por el
3 años.
agravada) igual tiempo que la pena principal.

Luego de aceptado el monto establecido por la Fiscalía como reparación del daño, se acuerda sobre
la forma de pago, que muchas veces se establece en cuotas periódicas. Después de la cancelación
del íntegro de la reparación, el fiscal expide la disposición de abstención del ejercicio de la acción
penal (archivamiento), con lo cual se termina en sede fiscal la investigación, evitando con ello la
judicialización de dicho proceso.

Puede suceder que, por ejemplo, luego de haberse realizado la diligencia de principio de
oportunidad, el imputado cumpla de manera parcial o incumpla el pago de la reparación del daño.
Ante dicho supuesto, el fiscal requerirá al indiciado mediante la expedición de una providencia al
cumplimiento del acuerdo arribado, concediéndole para ello un plazo perentorio.

Tras su incumplimiento, pese al emplazamiento válido efectuado, y dado que existen evidentes
elementos de convicción acumulados en la etapa de diligencias preliminares, el fiscal puede optar
por formular el requerimiento de proceso inmediato ante el juez de la investigación preparatoria
(acompañando la carpeta fiscal y carpeta auxiliar original). El juez, tras correr traslado al imputado
y a las demás partes procesales por el plazo de tres días, decidirá en igual plazo si procede el
proceso inmediato o si se rechaza el requerimiento fiscal.

Luego de notificado el auto que dispone la incoación del proceso inmediato, el fiscal procederá a
formular acusación, la cual será remitida por el juez de la investigación preparatoria al juez penal
competente, para que dicte acumulativamente el auto de enjuiciamiento y de citación a juicio.

La acusación fiscal debe de contener los requisitos del artículo 349 del nuevo Código Procesal
Penal. Los elementos de convicción que sustentan el requerimiento acusatorio más usuales en el
delito de conducción de vehículo en estado de ebriedad son:

a) El acta de intervención policial, en donde se establece la forma y circunstancias en las que fue
intervenido el indiciado (conductor del vehículo);

b) La declaración del imputado, efectuada en presencia de su abogado defensor y del representante


del Ministerio Público;

c) El certificado de dosaje etílico, al cual fuera sometido el imputado y que debe arrojar presencia
de alcohol en la sangre en cantidad superior a 0.5 gramos-litro.

Por otro lado, los medios de prueba que se ofrezcan para su actuación en la audiencia, suelen ser los
siguientes:

a) El acta de intervención policial;

b) El certificado de dosaje etílico;

c) La testimonial del personal policial que intervino al imputado;


d) La testimonial del personal policial que trasladara al indiciado hasta el laboratorio de la Sanidad
de la Policía Nacional del Perú para ser sometido a la prueba de dosaje etílico; y

e) El examen que deberá efectuarse al perito que extrajera la muestra de sangre al indiciado y que
concluyera en que presentaba alcohol en la sangre superior a 0.5 gramos-litro(42).

Ya formulada la acusación fiscal, y notificados con el auto de enjuiciamiento y citación a juicio, el


juzgado unipersonal correspondiente lleva a cabo el juicio oral, en donde, luego de realizado todo el
ritual oral, se concluye en muchos casos en una reserva del fallo condenatorio(43), situación que
resulta algo contradictoria, pues para llevar a juicio a los imputados por el delito de conducción de
vehículo en estado de ebriedad, se ha invertido mucho tiempo y recursos; peor aún si el imputado
en un primer momento reconoció la comisión del delito y aceptó el pago de la reparación del daño
con fines dilatorios.

Pese a ello se les premia con la figura de la reserva del fallo condenatorio, que no genera la
inscripción de dicha medida en el registro de condenas, por cuanto esta precisamente no se
pronuncia.

Este tipo de actuaciones fiscales (solicitar al juez la reserva del fallo condenatorio), no son
convenientes porque, en vez de desestimular a los ciudadanos a realizar este tipo de delitos, es un
aliciente para su comisión, ya que la reserva del fallo permite que el agente, sin que haya cancelado
oportunamente la reparación del daño, quede prácticamente sin sanción.

Otro punto que es muy discutido a nivel de juzgados es el referido a la reparación civil en los
delitos de peligro, como es el caso del ilícito materia de estudio. Como solución a ello, se realizó el
Acuerdo Plenario Nº 6-2006-/CJ-116, del 13 de octubre de 2006, en el que los miembros de las
Salas Penales Permanente y Transitorias de la Corte Suprema de Justicia de la República,
decidieron que no cabe descartar la existencia de responsabilidad civil en los delitos de peligro,
correspondiendo al órgano jurisdiccional en lo penal determinar su presencia y fijar su cuantía.
En los delitos de peligro no cabe negar a priori la posibilidad de que surja responsabilidad civil,
puesto que en dichos delitos –sin perjuicio, según los casos, de efectivos daños generados en
intereses individuales concretos– se produce una alteración del ordenamiento jurídico con entidad
suficiente, según los casos, para ocasionar daños civiles, sobre el que obviamente incide el interés
tutelado por la norma penal –que, por lo general y que siempre sea así, es de carácter
supraindividual–. Esta delictiva alteración o perturbación del ordenamiento jurídico se debe
procurar restablecer, así como los efectos que directa o casualmente ha ocasionado su
comisión(44).

VIII.EL AGRAVIADO DEL DELITO: ¿QUIÉN REPRESENTA A LA SOCIEDAD A


EFECTOS DE PRETENDER LA REPARACIÓN CIVIL?

El tema de quién es el que representa a la sociedad –como parte agraviada– en los delitos de
conducción de vehículo en estado de ebriedad, ha generado discrepancias y concitado opiniones
disímiles.

Algunos señalan que era el Procurador Público del Ministerio Público quien debía asumir dicha
representación; otros referían que el mismo fiscal que conocía la investigación debía asumir dicho
rol, pues “el Ministerio Público es el representante de la sociedad”; por último, se apuntaba que las
municipalidades locales y distritales eran las que debían asumir la representación y posición de
sujeto pasivo del delito.

Estas discrepancias han traído como corolario que en las investigaciones fiscales –etapa de
diligencias preliminares–, tras la notitia criminis del delito de conducción de vehículo en estado de
ebriedad, sea el órgano persecutor del delito el que represente a la sociedad, a la par que asume la
posición de persecutor del delito.

Es decir, asume un doble rol o papel dentro de la investigación. Así, por ejemplo, por un lado, es
quien convoca a las partes para la aplicación del principio de oportunidad (cuando considera que se
trata de un delito de bagatela) y, por otro, es quien impone el pago de una reparación civil al
imputado (como reparación del daño causado), sucediendo que dicho pago es abonado directamente
a las arcas de dicho Ministerio Fiscal.

Sin embargo, no parece legítimo que el Ministerio Público, como titular de la acción penal y como
órgano persecutor del delito, sea quien además represente a la sociedad en este tipo de delitos como
parte agraviada, máxime cuando al establecer la reparación civil, esta es recibida por el mismo
órgano persecutor.
Como se ha visto, en el delito de peligro bajo estudio, el bien jurídico tutelado es la seguridad
pública, traducida en ese estado de tranquilidad y sosiego que todos debemos percibir, y que al
Estado le corresponde proteger y velar porque no sea trastocada en su fines ni mucho menos
distorsionada en sus efectos.

Al ser esta seguridad de carácter público y, por ende, tener como beneficiarios a todos los
miembros de la comunidad, sería incongruente sostener que solo algunos tienen interés en ser
partícipes de esta seguridad; en tal sentido, todos los miembros de la sociedad seríamos los
beneficiarios y titulares de dicho interés; lo cual significa que no existe una sola persona o
institución que sea representante o titular del bien jurídico seguridad pública.

De acuerdo a nuestra normativa procesal civil, cuando existe un número indeterminado de personas
que tienen interés en la consecución de un determinado derecho o en el reclamo de este, se
configura el denominado interés difuso, cuya representación corresponde a todos los ciudadanos
conformantes de una determinada comunidad.

Entonces, si la seguridad pública es un interés que nos asiste a todos los miembros de la comunidad
(de representación indeterminada), ¿quién sería la persona o ente legitimado para asistir en calidad
de agraviado en los procesos por delito de conducción en estado de ebriedad?

La no identificación de a quién corresponde representar legítimamente al sujeto pasivo en este


ilícito originó que se incluyera erróneamente al Procurador Público del Ministerio Público como
representante de la sociedad en estos delitos. Ello trajo como consecuencia que lo percibido como
reparación por el daño causado sea recibido por el Ministerio Público.

Esta práctica fue común en la mayoría de fiscalías y juzgados a nivel nacional, que consideraban al
Procurador Público del Ministerio Público como el representante de la parte agraviada en el ilícito
en cuestión. Empero, dicha tendencia fue poco a poco cayendo en desuso, desde que el mismo
despacho de la procuraduría advirtiera que no correspondía a sus funciones ser parte en este tipo de
delitos, situación que conllevó que las cédulas de citación y notificación giradas por el Ministerio
Público y los juzgados les sean devueltas.

Peor aún cuando la causa era judicializada ante el Poder Judicial (v. gr. cuando el principio de
oportunidad no prosperaba o el imputado no cumplía con el acuerdo).
Por convencionalismo se consideró al mismo fiscal de la investigación como representante de la
parte agraviada. Esta postura se ha mantenido hasta la actualidad; sin embargo, con la aplicación
del nuevo Código Procesal Penal han surgido nuevos matices, que han acarreado confusión al
respecto.

Ello debido a que en algunos distritos judiciales se considera como representante de la parte
agraviada, ya no al Procurador Público del Ministerio Público o al fiscal de la investigación, sino, y
desde la etapa preliminar, al representante de la comuna, es decir, al delegado o representante de las
municipalidades locales o distritales, a quienes se emplaza y cita para que concurran en
representación de la sociedad en los delitos de conducción de vehículo en estado de ebriedad.

Se aduce, al respecto, que las municipalidades son legítimas para formar parte de las
investigaciones por estos delitos, al ser estas las que velan por la seguridad ciudadana, por el
mantenimiento y conservación de las pistas y carreteras, por el ornato de la ciudad, etc., y, como
tales, están más cerca de la comunidad y promueven que la seguridad pública se afiance en
beneficio de los ciudadanos.

Dichas razones esgrimidas para considerar como parte agraviada a las municipalidades son
objetadas, arguyéndose que estas perciben ingentes cantidades de dinero por concepto de multas
provenientes de infracciones de tránsito (una de ellas, la conducción de vehículos en estado de
ebriedad); posturas que se enfocan en criterios eminentemente pecuniarios (reparación civil) sin
abocarse a la debida representación de la parte agraviada.

Por el contrario, en otros distritos judiciales, se sigue manteniendo la idea de que quien representa a
la sociedad es el Ministerio Público, que, como tal, la representa en el proceso, y percibe la
reparación civil proveniente del delito de conducción en estado de ebriedad.

Así, muchos despachos fiscales en la etapa preliminar siguen convocando a la aplicación del
principio de oportunidad y destinando los aportes por reparación civil a favor del Ministerio
Público, generando con ello que esta institución persecutora del delito represente también a la
sociedad, posicionándose como un ente bifronte e híbrido, cuyo rol no se encontraría definido. En
el caso mencionado, cuando el principio de oportunidad no prospera o no es cumplido por el
imputado, el proceso penal puede concluir en una sentencia, en donde se fija la reparación civil a
favor del Ministerio Público.
Como vemos, existen diferentes posiciones para considerar al representante de la parte agraviada en
el delito de conducción de vehículo en estado de ebriedad, siendo necesario determinar quién
representa a la sociedad en este tipo de delitos.

Estimamos que si bien la seguridad pública comprende a todos los ciudadanos, esto no es óbice
para que se circunscriba a la persona o ente al que le corresponde participar en calidad de
representante del agraviado (y, por ende, percibir la reparación civil).

Nuestra posición es que sean las sociedades de beneficencia de cada localidad o, en su defecto, los
asilos de ancianos o albergues infantiles, los que participen como representantes de la parte
agraviada. Obviamente, pueden surgir diferentes posiciones respecto al grado de legitimidad que
puedan tener dichas instituciones, sin embargo, consideramos que el tema de la reparación civil es
eminentemente pecuniario, y estas instituciones forman parte de la comunidad, siendo también
titulares de la seguridad pública, a la par que se trata de las entidades menos beneficiadas por el
Estado.

IX.A MANERA DE CONCLUSIÓN

Nuestro país afronta a diario un sinnúmero de accidentes de tránsito provocados, entre otras
razones, por la conducción de vehículos en estado de ebriedad, criminalidad que a la fecha no ha
disminuido, pese a los esfuerzos del legislador por agravar las penas y crear diferentes supuestos
normativos, con la finalidad de desestimular e intimidar a los agentes del delito.

El delito de conducción de vehículo en estado de ebriedad, al ser un delito de peligro abstracto,


requiere únicamente para su configuración que el agente se encuentre conduciendo, operando o
maniobrando un vehículo motorizado con presencia de alcohol en la sangre superior a 0.5 gramos-
litro, o de 0.25 gramos-litro cuando presta servicios de transporte público de pasajeros, de
mercancías o de carga en general. Son atípicas todas aquellas conductas en las que el agente no
manipula los sistemas de arranque que impelen el movimiento del vehículo motorizado, esto es,
cuando el vehículo no se desplaza por acción de los mecanismos de movimiento manejados por el
agente.

La sociedad es el sujeto pasivo del delito, la que podría ser representada en el proceso por las
instituciones benéficas o altruistas de la localidad (para fines de la reparación civil), en atención a
que los roles de los sujetos procesales en el nuevo Código Procesal Penal se encuentran claramente
determinados.
El Ministerio Público, al realizar las diligencias de aplicación del principio de oportunidad en el
ilícito sub examine, debe convocarse no solo a la parte imputada, sino también al representante del
sujeto pasivo. El fiscal a cargo debe establecer razonable y legítimamente los montos de reparación
civil, siendo el representante de la parte agraviada quien expondrá los alcances y efectos del daño
causado a la sociedad.

La reparación del daño como requisito para la abstención del ejercicio de la acción penal, debe de
ser determinada atendiendo a criterios tales como: a) el nivel de alcohol en la sangre; b) la clase de
vehículo empleado; c) el tipo de vía en la cual se efectúa el desplazamiento; d) la hora de sucedidos
los hechos; e) la edad del conductor y; f) la velocidad de manejo, debiéndose implementar un
baremo oficial que contenga dichos presupuestos.

La agravante contenida en el segundo parágrafo del artículo 274 del Código Penal, no resulta del
todo clara, pues, al hacer referencia al agente que presta servicios de transporte público de
pasajeros, mercancías o carga en general, deja abierta la posibilidad de incluir en esta agravante a
todos aquellos que con su vehículo (menor o mayor) prestan servicios de transporte público,
cuenten o no con la autorización respectiva. Esto es, no se delimita lo que debe de entenderse por
servicio de transporte público de pasajeros, de mercancía o carga en general; ni tampoco qué
vehículos se encontrarían comprendidos en dicho supuesto normativo, menos aún se precisa si al
momento de la conducción, estos vehículos deben de encontrarse en servicio, es decir, trasladando
pasajeros o transportando mercancías o carga.

El certificado de dosaje etílico constituye una prueba preconstituida, la que debe ser incorporada al
juicio oral mediante su lectura, no siendo necesario el examen del perito que extrajo la muestra de
sangre y que concluyó que el indiciado se encontraba con presencia de alcohol superior a 0.5
gramos-litro (en consecuencia, dicha prueba debe ser ofrecida como medio de prueba documental).
La práctica judicial, en virtud de la cual se cita y examina al perito que extrajo la sangre, como a
quien posteriormente la analiza y concluye el examen, genera una innecesaria inversión de tiempo y
dinero para el Estado.

NOTAS:

(*)Discente del Programa de Doctorado en Derecho y Ciencia Política en la Universidad Nacional


“Pedro Ruiz Gallo” - Lambayeque. Asistente en Función Fiscal de la Segunda Fiscalía Provincial
Penal Corporativa de Chiclayo.

(1)El estado de ebriedad es una forma particular de intoxicación aguda producida por el alcohol,
cuyo umbral de comienzo varía según los individuos y que se traduce en un cuadro clínico
constituido por ataxia parcial o total, motriz, sensorial y psíquica; BONET citado por SILVA
SILVA, Hernán. El delito de manejar en estado de ebriedad. Aspectos penales, criminológicos y
médico-legales. Colección Estudios Jurídicos, 2ª edición, Santiago de Chile, 2009, p. 50.

(2)DICCIONARIO MÉDICO TEIDE. Traducción y adaptación de Rafael Ruiz Lara, 2ª edición,


Barcelona, 1992, p. 17.

(3)SAAVEDRA, Alfredo. Manual de atención primaria para el manejo de los problemas


relacionados al uso y abuso de alcohol. Parte III. Instituto Nacional de Salud Mental Honorio
Delgado - Hideyo Noguchi, Ministerio de Salud, p. 40.

(4)SERPA FLÓREZ, Roberto. Tratado de Psiquiatría Forense. Temis, Bogotá, 1979, pp. 44-45.

(5)Para la ciencia médica, el sistema opioide endógeno es uno de los múltiples sistemas que
integran el sistema nervioso central, y principalmente tiene una función de neuromodulación, esto
es, modular o controlar el estado de actividad de otros sistemas de neurotransmisión.

(6)HOBBS, W. “Hypnotics and sedatives & ethanol”. En: Goodman y Gilman. The
pharmacological basic of therapeutics. Nin. Edition, p. 386-392.

(7)BRAILOWSKY, Simón. Las sustancias de los sueños: Neuropsicofarmacología. FCE-Conacyt,


México D.F., 1995, p. 220.

(8)CAMPOS BLANCO, Pedro et ál. Fundamentos teóricos de las adicciones. Opción - Policía
Nacional del Perú, 3ª edición, Lima, 2001, pp. 104-105.

(9)LA DEFENSORÍA DEL PUEBLO. La Defensoría del Pueblo y el transporte terrestre de


pasajeros. Compendio de Investigaciones Defensoriales. Fondo Editorial de la Defensoría del
Pueblo, Lima, 2010.

(10)PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Derecho Penal. Parte especial. Tomo III, Idemsa,
Lima, 2010, p. 526.

(11)Texto Único Ordenado del Reglamento Nacional de Tránsito - Código de Tránsito (Decreto
Supremo Nº 016-2009-MTC).
(12)Incluso, en el portal web del Ministerio de Transportes y Comunicaciones se ha diseñado un
link en donde se puede verificar la relación de los conductores ebrios y/o narcotizados, a quienes se
les ha impuesto la correspondiente sanción administrativa, y cuyo registro se encuentra a
disposición de todos los ciudadanos y autoridades que requieran de dicha información (véase:
<http://sns.mtc.gob.pe/RCEN>).

(13)MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho Penal. Parte especial. 13ª edición, Tirant lo Blanch,
Valencia, 2001, p. 649.

(14)HURTADO POZO, José. Manual de Derecho Penal. Parte general. 3ª edición, Grijley, Lima,
2005, p. 777.

(15)PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Ob. cit., p. 527.

(16)Véase LACKNER, Karl. Das konkrete Gefährdungsdelikt im Verkehrsstrafrecht. Walter de


Gruyter, Berlín, 1967, p. 1.

(17)ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte general. Tomo I, traducción de la 2ª edición alemana y
notas por Diego Manuel Luzón Peña, Miguel Díaz y García Conlledo y Javier De Vicente Remesal,
Civitas, Madrid, 1997, p. 336.

(18)ROJAS VARGAS, Fidel. El delito. Preparación, tentativa y consumación. Idemsa, Lima,


2009, p. 276.

(19)VON ROHLAND, Woldemar. Die Gefahr Im Strafrecht. 2ª edición. Druck von C. Mattiesen,
Universidad de Harvard, 1888, p. 1.

(20)Ídem.

(21)Para Mir Puig los delitos de peligro abstracto deberían llamarse “delitos de peligro presunto”,
aun cuando lo discutible es que se persista en la tipicidad de los delitos de peligro abstracto en el
caso extremo que se pruebe que se había excluido de antemano todo peligro; vide MIR PUIG,
Santiago. Derecho Penal. Parte general. 4ª reimpresión, Reppertor, Barcelona, 2003, p. 208.

(22)Ídem.

(23)Al referirnos a los delitos de peligro abstracto –siguiendo a Hurtado Pozo– debemos precisar
que el legislador, con base en los conocimientos adquiridos por la experiencia y las ciencias,
comprueba la existencia de comportamientos riesgosos para los bienes jurídicos. Esta constatación
lo lleva a prohibir dichas acciones sin que sea necesario verificar si el peligro se ha dado
efectivamente, ya que lo que se pretende es bloquear su fuente (la realización de comportamientos
como el descrito en el tipo legal). Se trata, pues, de un peligro general y difuso, y no de uno
efectivo y real, propio de los delitos de peligro concreto; véase HURTADO POZO, José. Ob. cit., p.
785.

(24)CREUS, Carlos. Derecho Penal. Parte especial. Tomo II, Astrea. Buenos Aires, 1983, p. 1 (las
cursivas son nuestras).

(25)SILVA SILVA, Hernán. Ob. cit., p. 31.

(26)GANZENMÜLLER ROIG, Carlos; ESCUDERO MORATALLA, José Francisco y FRIGOLA


VALLINA, Joaquín. Negativa a someterse a las pruebas de alcoholemia: Conducción bajo
influencias de drogas y bebidas alcohólicas. Ediciones Revista General de Derecho. Valencia,
1998, pp. 135-136.

(27)REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. Estudios de Derecho Penal. Parte especial. Jurista Editores,
Lima, 2009, pp. 132-133.

(28)GARCÍA RAMÍREZ, Sergio; ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL, Olga y VARGAS


CASILLAS, Leticia A. Temas de Derecho Penal, seguridad pública y criminalística. Cuarta
Jornada sobre Justicia Penal, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de
México, México D.F., 2005, p. 171.

(29)MUÑOZ CONDE, Francisco. Ob. cit., p. 569.

(30)CANALES, Patricia. El delito de conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas en la


legislación comparada. Departamento de estudios y extensión de la Biblioteca del Congreso
Nacional de Chile, Santiago de Chile, 1995.

(31)PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Derecho Penal. Parte general. 2ª edición, Rodhas,
Lima, 2009, p. 358.

(32)Algunas situaciones atípicas se presentan, cuando por ejemplo, una persona se encuentra
bebiendo licor en la parte externa del vehículo, sin manipular sus mecanismos de desplazamiento; o
cuando consume bebidas alcohólicas en el interior del vehículo, únicamente escuchando música u
observando un video. Como se advierte, en tales supuestos, la persona no se encuentra manipulando
ni ejecutando acciones que tiendan al desplazamiento del vehículo, pese a que podría encontrarse
con presencia de alcohol en la sangre en proporción superior a 0.5 gramos-litro. Estos casos, que
son comunes en nuestra realidad, no constituyen delito de conducción de vehículo en estado de
ebriedad, y no deben originar que los intervenidos sean investigados o procesados por dicho ilícito.
Tal como lo ha señalado la jurisprudencia: “si bien es cierto que conforme al dosaje etílico, este
arroja ebriedad superficial, también lo es que en autos no existen elementos que conlleven a la
certeza de que el encausado se encontraba conduciendo un vehículo, toda vez que este ha señalado
categóricamente que se encontraba libando licor en la plaza con sus amigos con su vehículo
estacionado, por lo que el solo dicho del efectivo policial no logra producir convicción ni tiene por
sí solo verdadera naturaleza de prueba” (ejecutoria superior de la Sala Penal de Apelaciones para
Procesos Sumarios con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima, del 29 de agosto de
1997, Exp. Nº 511-97).

(33)REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. Ob. cit., p. 134.

(34)LÓPEZ L., Oswaldo. Tratado de Derecho Procesal Penal chileno. Tomo II, Ediciones Encina,
Santiago de Chile, 1975, p. 187 (las cursivas son nuestras).

(35)OBREGÓN GARCÍA, Antonio. “La eximente de estado de intoxicación penal por consumo de
alcohol u otras drogas”. En: Revista de Derecho Penal y Criminología. 2ªÉpoca, Nº 1, Madrid,
2000, p. 278.

(36)MUÑOZ CONDE, Francisco. Ob. cit., p. 653.

(37)Ibídem, p. 655.

(38)Dicha norma incorpora una agravante al tipo penal contenido en el artículo 368 del Código
Penal, referido al delito de resistencia o desobediencia a la autoridad, para aquellos supuestos en
que el agente desobedezca la orden de realizarse un análisis de sangre o de otros fluidos corporales,
que tenga por finalidad determinar el nivel, porcentaje o ingesta de alcohol, drogas tóxicas,
estupefacientes, sustancias psicotrópicas o sintéticas; sancionando dicha conducta con pena
privativa de la libertad no menor de seis meses ni mayor de cuatro años o prestación de servicios
comunitarios de setenta a ciento cuarenta jornadas.

(39)MUÑOZ CONDE, Francisco. Ob. cit., p. 656.


(40)RODRÍGUEZ DELGADO, Julio. “Delitos cometidos mediante el empleo de vehículos”. En:
Revista del Instituto de Ciencia Procesal Penal. PUCP, Lima, p. 24.

(41)El baremo es un documento que consigna una relación detallada de diversos conceptos,
adecuadamente clasificados para su consulta.

(42)Taboada Pilco estima que no es procedente la declaración del examen pericial al perito que
extrajera la muestra de sangre al conductor intervenido, en razón a que el certificado de dosaje
etílico expedido por una institución sanitaria oficial tiene la calidad de prueba pericial
preconstituida, esto es, un medio de prueba documental que corresponde ser incorporado al juicio
por medio de su lectura, tal como lo dispone el artículo 383.1.e) del Código Procesal Penal de 2004
(TABOADA PILCO, Giammpol. Jurisprudencia y buenas prácticas en el nuevo Código Procesal
Penal. Editorial Reforma, Lima, 2008, p. 219).

(43)Cuando muy bien el juez podría dictar una pena privativa de la libertad suspendida en su
ejecución o una pena efectiva, atendiendo tanto a las facultades del juzgador como a lo preceptuado
por nuestro Código Penal.

(44)Fundamento 10, segundo parágrafo, del Acuerdo Plenario Nº 6-2006-/CJ-116.

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