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Sobre cómo surge la vida de un organismo

Hoy en día tomamos por obvios muchos aspectos del conocimiento de la biología. Sin
embargo, en un pasado, ideas que parecerían absurdas eran defendidas por numerosos
científicos.

Para Aristóteles la vida podía haber aparecido espontáneamente, a partir de materiales


inertes. En su hipótesis supone que ciertas porciones de materia contienen un “principio
activo” capaz de producir un ser viviente en condiciones adecuadas. No era una sustancia, más
bien una capacidad para la acción. Este concepto explicó, en aquella época, por qué de un
huevo se podía desarrollar un ser vivo. Para él también la luz, el sol, la carne en putrefacción y
el barro podían tener estos principios activos.

Hacia 1600 Jan Baptist Van Helmons sugirió experimentos para demostrar cómo de ropa sucia
y granos de trigo podrían crearse ratones luego de 21 días. Otros suponían que las moscas
surgían espontáneamente de la carne en putrefacción. Dichas ideas serían refutadas en breve.
Los animales más complejos provienen de sus progenitores. Sin embargo, organismos más
elementales como las bacterias y hongos sí surgirían espontáneamente. Esto, a su vez, sería
refutado experimentalmente por Louis Pasteur en 1864. Un recipiente se contaminaba con
bacterias solamente si estaba mal sellado.

Todo organismo surge de otro organismo similar. Esto deja abierta la pregunta, ¿algún tipo de
vida puede surgir por interacción de moléculas a medida que nos aproximamos a los
organismos más simples?

Sobre cómo surge una especie


Un organismo proviene de otro organismo similar, pero ¿qué pasa con la aparición de una
especie? Si bien podríamos discutir qué es una especie, por ahora dejémonos llevar con la idea
intuitiva de que existen diferentes tipos de animales que se agrupan según su parecido.

El reino animal está repleto de ejemplares de diferentes tamaños y formas. Por más que uno
no haya viajado, basta prender la televisión o ir a un zoológico para ver que el Reino Animal es
muy diverso. En ese caso, la televisión y el zoológico no nos mienten y nos presentan todas las
distintas clases de animales. Sin embargo, es imposible abarcar la enorme variedad de
animales existentes por más televisión que se mire, o zoológicos que se visite. ¿Cómo
transmitimos a estudiantes entonces esta enorme diversidad? Cualquier profesor de biología
para intentar explicar a niños acerca de los animales, hace clasificaciones en grupos o clases de
animales. La variedad, sin embargo, es asombrosa, y la biología generalmente nos muestra
ejemplos de que las categorías muchas veces no logran distinguir claramente entre
organismos. Es usual encontrar excepciones.

Cuando uno se encuentra con esta dificultad en definir estas categorías de animales, cabe
preguntarse ¿estas variaciones y estas pequeñas diferencias entre organismos de diferentes
clases, a qué se debe? ¿Qué pasa con una especie que se cruza con otra especie muy similar?
¿Las especies se cruzan y cambian con el tiempo? ¿Cuántos años tienen que pasar para que
una especie cambie? Y a fin de cuentas, esto puede llevar a la pregunta por el origen ¿cuál es
el origen de una especie?

Sobre el origen de la vida


Las preguntas destacadas en las secciones anteriores, dan lugar a una serie de interrogantes de
cómo era el mundo hace miles o millones de años. ¿Existe en la observación de estos
fenómenos descritos arriba alguna explicación acerca del origen de la vida en la Tierra?

Parece tentador plantearse algunas hipótesis al observar, que en su diversidad, la biología nos
muestra una creciente escala de complejidad desde organismos unicelulares, a colonias de
organismos celulares con división de trabajo, a organismos pluricelulares que poseen células
diferenciadas (animales y plantas). ¿Dicha creciente complejidad es el reflejo de una historia
evolutiva desde organismos más simples a organismos más complejos?

Un poco de historia1
Entre las preguntas más antiguas acerca del mundo natural tal vez se encuentren aquellas
relacionadas con la diversidad de los seres vivos. Nunca sabremos con exactitud en qué
momento el primer homínido fue consciente de la enorme variedad de peces, pájaros,
insectos y plantas que lo rodeaban. Sin embargo, sabemos que diversas culturas a lo largo de
los siglos centraron su atención en el análisis, la descripción, la comparación y la clasificación
de los organismos. Cuesta imaginárselo, pero en un pasado, el asombro ante especies nuevas
sería el mismo que se encuentra cualquier estudiante al ir estudiando, o cualquier niño al
mirar la TV o visitar el zoo. Los primeros naturalistas limitaban sus estudios a la flora y la fauna
de la región que habitaban. Sin embargo, no les era ajeno, por los relatos que traían los
primeros viajeros de entonces, que otras regiones del mundo estaban pobladas por seres vivos
muy diversos. Este conocimiento era, sin embargo, limitado y no llegaba a proporcionar una
idea de la gran amplitud de la distribución geográfica de los seres vivos.

A partir de los grandes viajes como el de Marco Polo (1254-1323) a Asia, los de los portugueses
en el siglo XV por las costas de África y los de Cristóbal Colón (1451-1506) a América, entre
otros, la conciencia entre los naturalistas de la diversidad de organismos que habitaban la
Tierra se acrecentó. Expediciones más metódicas, orientadas a abrir rutas marítimas y ejercer
una hegemonía comercial y militar, comenzaron a incluir naturalistas. Dentro de Europa,
algunos viajeros también realizaron aportes especialmente importantes para el conocimiento
de los seres vivos. En su expedición a Laponia, Carl von Linneo (1707–1778) escribió un diario
de viaje en el que plasmó una enorme cantidad de observaciones con gran precisión. Si bien no
fue el primero en clasificar a los organismos, Linneo introdujo un sistema de clasificación
jerárquica y un sistema de nomenclatura que es el que se utiliza en la actualidad. A pesar de la
enorme diversidad descubierta no cambió su opinión de que todas las especies existentes
hasta ese momento habían sido creadas en el sexto día del trabajo de Dios y habían

1
Basado en el libro Curtis, Barnes, Schnek, Massarini. 2007. Biología. Panamericana Ed.
permanecido fijas desde entonces. No obstante, estos aportes demostraron que el “patrón de
la creación” era mucho más complejo que el que se había pensado originalmente.

Linneo fue el primero en colocar a los humanos en un sistema de clasificación biológica.


Ubicaba a los humanos bajo Homo sapiens, entre los primates en la primera edición del
“systema naturae”. Él señalaba que los monos y el hombre eran especies que básicamente
tienen la misma anatomía, y no encontraba ninguna otra diferencia con la excepción del
habla. Por lo tanto, colocó al hombre y a los monos bajo la misma categoría, Antropomorpha,
término que significa “de forma humana”. Esta clasificación recibió críticas de otros botánicos,
que creían que los humanos no podían colocarse bajo la categoría “de forma humana”.
También les preocupaba que se pusieran al mismo nivel que los monos, bajando al hombre de
una posición espiritualmente más alta. La clasificación como tal también suponía otro
problema para las personas religiosas. La Biblia dice que el hombre fue creado a imagen de
Dios. Estas posturas podrían describirse como creacionistas. El creacionismo, como doctrina
filosófica, defiende que los seres vivos han surgido de un acto creador y que, por tanto, no son
fruto de la evolución.

La evolución y el descubrimiento de fósiles en la historia

A lo largo de la historia se registraron numerosos testimonios del hallazgo de fósiles. Al arar la


tierra, explorar acantilados y excavar la roca en busca de minerales se fueron descubriendo
restos mineralizados de diversos organismos. Sin embargo, durante 10.000 años estos
hallazgos no fueron interpretados correctamente y el origen de los fósiles permaneció como
un misterio. Las curiosas y bellas formas de algunos fósiles inspiraron fantasías, mitos
populares, creencias, leyendas y costumbres que se incorporaron a las culturas de diferentes
pueblos del planeta.

George Cuvier (1769-1832), el “padre de la paleontología”, hizo los mayores aportes para la
reconstrucción de los organismos fósiles de vertebrados. Este naturalista francés propuso que
las diferentes partes de un organismo están correlacionadas. Estableció que, por ejemplo, los
mamíferos con cuernos y pezuñas son todos herbívoros y que a este tipo de alimentación le
corresponde un tipo de dientes fuertes y aplanados. A pesar de sus profundos conocimientos
acerca de los seres vivos actuales y extintos, Cuvier consideraba que las especies habían sido
creadas simultáneamente por un acto sobrenatural o divino y que, una vez creadas, se
mantuvieron fijas o inmutables. Esta postura que se conoce como fijismo era predominante en
el pensamiento de los naturalistas de la época.

En contraste, Jean Baptiste Lamarck (1744-1829), quien como Cuvier trabajaba en el Museo
de Historia Natural de París, realizó interpretaciones diferentes de los fósiles de invertebrados,
oponiéndose al fijismo de Cuvier. Lamarck se dedicó exhaustivamente al estudio y la
clasificación de los organismos invertebrados, tanto contemporáneos como fósiles.
Indudablemente, fue su largo estudio de estas formas de vida, cuyo registro fósil es
especialmente completo, lo que lo llevó a considerar la idea de una complejidad en continuo
aumento y a cada especie como derivada de una más primitiva y menos compleja. Lamarck fue
el primer científico que propuso que los organismos sufren cambios a lo largo del tiempo que
no se debía a una intervención “divina”.

Lamarck defendía la herencia de caracteres adquiridos. A lo largo de varias generaciones, una


parte del cuerpo podría aumentar de tamaño si se usaba mucho. Por ejemplo, el cuello de la
jirafa desciende de un ancestro de cuello más pequeño que debía estirarse para alcanzar las
hojas. Su hipótesis implicaba que los organismos pasaban los caracteres que adquirían a lo
largo de sus vidas a su descendencia. A su vez, Lamarck creía que los organismos estaban
dotados de una fuerza vital que impulsaba cambios en una dirección de mayor complejidad y
“perfección”.

Posteriormente, el geólogo inglés Charles Lyell (1797-1875), apoyándose en la comparación de


fósiles de distintas eras, dio un vuelco en la concepción de la época. En su libro Principios de
geología, publicado en 1830, Lyell expuso la teoría uniformitarista (ya esbozada en 1788 por el
geólogo escocés James Hutton) en la que sostenía que un efecto lento, constante y
acumulativo de las fuerzas naturales había producido un cambio continuo en el curso de la
historia de la Tierra (evolución gradual). Las causas naturales que intervienen actualmente y
de una manera observable en la determinación de los procesos geológicos son las mismas que
siempre modelaron la superficie de la Tierra. Las ideas de Lyell inspiraron a Darwin en su
interpretación del mundo biológico.

Entre los siglos XVIII y XIX, los trabajos de dos grandes viajeros marcaron los cambios que
sentaron las bases de la biología moderna. Uno de ellos fue el geógrafo y físico alemán
Alexander von Humboldt (1769-1859). A partir de sus viajes surge un nuevo modelo de ciencia
natural, más centrado en las características del terreno de donde provenían los especímenes
recolectados que en una mera descripción de esas especies. Humboldt ejerció una influencia
profunda en un joven inglés que había abandonado sus estudios de medicina para dedicarse
ávidamente a los de historia natural. Charles Darwin (1809-1882) había leído con enorme
interés los relatos del viaje de Humboldt a Tenerife (Islas Canarias) y había decidido que él
también recorrería esas islas. Pero la propuesta de embarcarse a bordo del Beagle como
naturalista no oficial cambió sus planes y el rumbo de la historia (ver Figura 1).

Figura 1. A los 22 años


Charles Darwin emprendió a
bordo del Beagle, un viaje
alrededor del mundo. Las
anotaciones en su diario del
viaje representan las
primeras anotaciones que
sugieren las ideas que más
tarde le llevarían a escribir
su teoría de la evolución por
la selección natural.
Darwin se impresionó fuertemente durante su largo y lento viaje, a lo largo de una y otra
costa, por las diferencias que observó entre las distintas variedades de organismos. Las aves y
otros animales de la costa oeste eran muy diferentes de los de la costa este, e incluso, a
medida que él ascendía lentamente por la costa occidental, una especie iba siendo
reemplazada por otra. Aunque Darwin no fue el primero en proponer que los organismos
evolucionan, o cambian, a lo largo del tiempo, fue el primero en acumular una cantidad
importante de evidencia en apoyo de esta idea y en proponer un mecanismo válido por el cual
podría ocurrir la evolución. Para Darwin, el mecanismo que explicaba los cambios era el de la
selección natural. Un carácter que tuviera alguna ventaja y estuviera presente en algunos
individuos solo sería heredado si deja descendencia. Al tener un carácter adaptativo dicho
carácter permitiría a los más adaptados sobrevivir y reproducirse. Este mecanismo podría
explicar la evolución del cuello en la jirafa como un proceso lento que se fuera seleccionado a
través de muchas generaciones.

Después de Darwin

La teoría de Darwin se constituyó, así, en el principio fundamental de la biología. En los siglos


XIX y XX, otros principios – que en la actualidad consideramos que subyacen en la Teoría de la
Evolución – permitieron que la biología se consolidara como ciencia.

Entre 1838 y 1858 se estableció la idea de que todos los organismos vivos están compuestos
por una o más células y que éstas pueden originarse exclusivamente a partir de células
preexistentes. Este principio universalmente aceptado se conoce como teoría celular. A
mediados del siglo XIX comenzaron a realizarse estudios bioquímicos y metabólicos siguiendo
modelos experimentales cada vez más precisos y rigurosos. En la segunda mitad del siglo XIX
se comenzó a estudiar científicamente la herencia, es decir, la transmisión de las
características de los progenitores a los descendientes. En la actualidad, estos temas
investigados por la genética moderna se encuentran entre los problemas fundamentales de la
biología contemporánea. Los trabajos de Gregor Mendel (1822-1884) sobre la transmisión por
herencia fueron publicados en 1866 sin mucho reconocimiento. Se dice que el propio Darwin
desconocía las leyes de la herencia de Mendel cuando postuló su teoría.

Es interesante notar que Mendel no hablaba de genes, sino de factores. La noción de gen
como una unidad que contiene información para la síntesis de proteínas no fue postulada
hasta pasado los años 1940. Hoy en día, se define a la evolución como la acumulación de
cambios genéticos en las poblaciones a lo largo del tiempo.

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