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INTRODUCCIÓN
La preocupación por nuestros orígenes parece haber sido una constante a lo
largo de la historia de la humanidad. Prácticamente no existe ningún sistema
mitológico que no haya elaborado alguna explicación fantástica so bre la
aparición de los seres humanos sobre la Tierra. Incluso a veces se ha
considerado que la tarea fundamental de la Filosofía sería responder a pre -
guntas tales como: «¿De dónde venimos?».
Actualmente el desarrollo de la teoría de la evolución nos ha dado una
respuesta científica, y por lo tanto racional y contrastable a esta pregunta. Sin
embargo, durante siglos se consideró que las especies eran fijas, es decir,
invariables. Esta doctrina se conoce como fijismo. En la cultura occi dental el
fijismo se vio reforzado por la enorme influencia de la filosofía aristotélica y de
la Biblia.
LAS TESIS FIJISTAS
A Aristóteles se deben los primeros estudios rigurosos de la anatomía y la
morfología de plantas y animales, y el primer intento de clasificación de las
especies. No obstante, su ontología (recordemos que la Ontología es la dis -
ciplina que trata de los principios últimos que componen la realidad) le lleva a
defender una concepción fijista de las especies.
Para explicarlo muy resumidamente diremos que, para Aristóteles, todas las
sustancias (es decir, las cosas) que constituyen el mundo natural, están
compuestas de dos principios: materia y forma
La materia es el componente informe que constituye los individuos.
La forma es lo que le da un orden, esto es, una estructura, a esa materia; y
es universal, es decir, es la misma en todos los individuos que constituyen una
especie. Es, por lo tanto, la que hace que al go pertenezca a la especie a la que
pertenece: que sea un perro, un caballo, un hombre o un roble. Constituye la
esencia de cada especie. Pues bien, según Aristóteles, estas esencias no se crean,
son eternas. Existen desde siempre, y son siempre las mismas. Por ello, no
pueden aparecer especies nuevas.
El creacionismo cristiano
El cristianismo parte de una concepción creacionista: el universo, con todo
lo que contiene, habría sido creado por Dios. Esta creación aparece narrada en
el Génesis, el primero de los libros que constituyen la Biblia. De una
interpretación literal del Génesis parece deducirse que Dios habría cre ado todas
las especies al principio de los tiempos, hace unos seis mil años. Siguiendo esa
interpretación las diversas iglesias cristianas han defendido una concepción
fijista de las especies.
En la Edad Media muchas de las tesis de Aristóteles (entre ellas, que los
individuos son compuestos de materia prima y una forma sustancial invaria ble)
fueron asimiladas por la iglesia católica. Con lo que el fijismo aparecía
doblemente reafirmado: por Aristóteles y por la Biblia.
Actualmente el creacionismo ha vuelto a resurgir bajo la apariencia de una
teoría científica conocida como teoría del diseño inteligente. No obs tante, las
críticas que se pueden hacer a dicha teoría son, por lo general, las mismas que
se hacían al creacionismo clásico.
El sistema natural de Linneo
En el desarrollo de las tesis fijistas desempeñó un papel destacado el
Sistema Natural de Linneo (1707-1778), un botánico sueco que llevó a ca bo una
clasificación de los seres vivos conocidos en base a sus similitudes externas.
Para tal fin los agrupaba en clases, órdenes, géneros y especies. designándolos
mediante una nomenclatura binomial (cada especie viene designada por dos
términos, el primero de los cuáles indica el género). Ejemplos: Quercus robur
(roble común), Homo sapiens (hombre), etc. Este tipo de nomenclatura es el que
se mantiene hoy en día. Linneo fue un científico fijista, es decir, defendía la
invariabilidad de las especies
El sistema natural de Linneo, perfeccionado más tarde por Cuvier (anato -
mista francés, 1769-1832), constituyó la culminación de los esfuerzos fijistas por
ordenar la naturaleza.
Cuvier, en cierto modo, puede ser considerado como uno de los padres de
la Paleontología y, en este sentido, realizó una gran cantidad de aportaciones al
estudio de los animales fósiles; las cuales, hacia mediados del siglo XIX, iban a
favorecer el surgimiento de las teorías evolucionistas; sin embargo él,
paradójicamente, fue un obstinado defensor de la teoría fijista.
Según la teoría fijista, tanto las especies vegetales como las animales y, por
supuesto, la propia especie humana son invariables y, por tanto, no existe
evolución. Pero, entonces, ¿cómo se explica la desaparición de unas especies y
el surgimiento de otras nuevas? ¿Cómo se justifica la sustitución de unas
determinadas especies por otras nuevas?
La explicación de Cuvier se basó en el hecho de que hubo diversas
creaciones sucesivas separadas por grandes cataclismos geológicos que
aniquilaron multitud de seres vivos.
LAS TESIS EVOLUCIONISTAS DE LAMARCK: La heredabilidad de los
caracteres adquiridos
Lamarck, comenzó intentando completar la clasificación de los seres vivos
que había dejado inconclusa Linneo. Esto le llevó a descubrir los dis tintos
grados de similitudes morfológicas que existen entre las especies, lo que le
sugirió la posibilidad de que algunas especies estuviesen emparen tadas entre sí.
En 1809 publicó una obra titulada Filosofía zoológica, en la que aparecía
desarrollada la primera teoría evolutiva de cierta consistencia. En ella afirma
que los seres vivientes poseen una tendencia a desarrollarse y a multipli car sus
órganos y sus formas, dando lugar a que éstos sean cada vez más perfec tos.
Según esta teoría, todas las especies vegetales y animales proceden de otras
especies anteriores menos desarrolladas y más imperfectas.
Para explicar el proceso evolutivo, Lamarck recurrió a dos "leyes" o
hipótesis, que son las siguientes:
La función hace al órgano. Si un órgano se usa frecuente y reiteradamen te,
tiende a desarrollarse y a aumentar su capacidad, en cambio, si un órgano no se
utiliza, se debilita, se reduce y termina por desaparecer. Expresado de otro
modo, el órgano que se utiliza se hipertrofia, el órgano que no se utiliza se
atrofia.
La transmisión de los caracteres adquiridos. Algunos de los cambios o
variaciones efectuadas por determinados especímenes se transmiten por
herencia a sus descendientes, pudiendo, de esta manera, dar lugar a nuevas
especies.
Para ilustrar su teoría, el propio Lamarck propuso algunos ejemplos de
variaciones animales, a saber: los topos, que pasan casi toda su vida bajo tierra
y sin luz, apenas utilizan el sentido de la vista y. en consecuencia, casi la han
perdido debido a que sus ojos son diminutos y están profundamente hundidos.
Otro ejemplo es el del largo cuello de las jirafas.
El Homo erectus
Descendiente de ciertas formas evolucionadas del Homo hábilis, el Homo
erectus supone un notable paso en el proceso de hominización. El Horno erectus
apareció hace unos 1,5 millones de años; su esqueleto era semejante al del
hombre actual; su capacidad craneana de 900-1.200 cms cúbicos, tenía el
cráneo aplanado, la frente huidiza y la mandíbula menos robusta que en
los anteriores homínidos, pero aún carente de mentón.
En el aspecto técnico, sabemos que el Homo erectus talló piedras y fabricó
utensilios y armas para la caza, descubrió y utilizó el fuego que, poco a poco,
logró ir dominando, de tal manera que hacia el año 400.000 antes de nuestra era
comenzó a utilizarlo abundantemente en su hogar.
El Homo erectus fue el primero en extenderse por amplias zonas del
Planeta, y, como consecuencia de ello, fueron surgiendo distintas formas
sociales: familias, tribus, etc., así como culturas y civilizaciones diversas e
independientes, en muchas de las cuales aparecieron manifestaciones de una
actividad ritual más o menos religiosa.
El Homo erectus, partiendo de África, se extendió por amplias zonas del
Planeta.
El hombre de Neandertal
El hombre de Neandertal vivió en Europa y en algunos lugares de Asia
desde los años 80.000 hasta los 35.000; era de baja talla, raramente llega a los
160 cm; presentaba un rostro muy grande, frente huidiza y mandíbula con
mentón incipiente, y una capacidad craneana de 1.400 cm.
En el aspecto técnico, el hombre de Neandertal se caracterizó por poseer
una variada industria lítica: bifaces, raderas, cuchillos, etc.; vivió en cuevas
naturales y construyó abrigos acondicionados y con cierta complejidad en la
distribución de "habitaciones" y hogares para el fuego.
Por lo que a los ritos se refiere, estos hombres practicaban el culto a los
muertos y poseían preocupaciones espirituales.
El hombre de Cromagnon
Coincidiendo con los últimos neandertales, surgió el Homo sapiens sapiens,
cuyo representante más significativo es el hombre de Cromagnon; de él
poseemos un buen número de esqueletos completos o casi completos. Sus
características físicas eran las del hombre actual: talla elevada (165 cm de
media), rostro plano, frente recta, mentón desarrollado, y una gran capacidad
craneana.
Desde el punto de vista técnico, observamos que la industria lítica se
perfeccionó y, además fabricaron abundantes útiles y armas de huesos;
surgieron los instrumentos compuestos, mangos de madera con puntas u hojas
de piedra, hueso o asta, agujas con ojal, conocieron los vestidos y utilizaron
hilos y, posteriormente, descubrieron los metales, la agricultura y tuvieron una
variada manifestación de expresiones artísticas, culturales y religiosas.
Frente a los seres humanos anteriores, de los que solamente nos llegan
conocimientos a través de sus restos, el hombre de Cromagnon nos comunica,
por primera vez, mediante signos intencionales, ciertos rasgos de su
pensamiento en las manifestaciones pictóricas del arte rupestre.
Las primeras pinturas proceden de la época Auriñaciense (33.000 años a.
C.), son formas sencillas y monocromas, pero poco más tarde, en el periodo
Magdaleniense (cuevas de Altamira y Lascaux), las pinturas adquieren una alta
complejidad expresiva y un elevado grado de realismo. La mayor parte de las
representaciones son animales, pero con relativa frecuencia aparecen también
personas en las más variadas actitudes: caza, danza, con máscaras, etc. Nos
encontramos, pues, en las vías que conducen hacia las culturas y civilizaciones
actuales
HIPOTESIS DE LA NEOTENIA
Muchos de los rasgos diferenciadores señalados tienen la peculiaridad de
que aparecen en el resto de los primates en estado fetal, pero desaparecen en su
madurez. Algunos biólogos, por ejemplo Stephen Jay Gould (1941-2002), creen
que este fenómeno puede ser explicado mediante la llamada hipótesis de la fe -
talización o neotenia.
La neotenia es un tipo de mutación que provoca que el individuo
sexualmente adulto (capaz de reproducirse) mantenga, sin embargo, rasgos físi -
cos propios de su estado infantil o de larva. Este fenómeno se produciría a
consecuencia de una mutación en los genes reguladores, cuya función con siste
en activar o inhibir al resto de los genes. Pequeñas variaciones en el
funcionamiento de algunos de estos genes reguladores podrían hacer que
algunos otros genes no se activasen según el ritmo normal, de modo que el
individuo no llegaría a adquirir ciertos rasgos adultos.
La reproducción de individuos con caracteres neoténicos, puede dar origen
a individuos poco especializados a partir de los cuales surjan nuevas especies.
Lo cierto es que, al margen de cuál sea la explicación, el ser humano po see
una maduración lenta (los dientes tardan en crecer; las suturas craneales se
sueldan lentamente; el crecimiento es perezoso; la pubertad, tardía, etc.), con
escasa especialización general de órganos e instintos: no posee zarpas, ni
cuernos para defenderse, ni patas veloces. No tiene unos brazos poderosos
adaptados para trepar por los árboles. Su piel está desnuda. Sus dientes no
están preparados para desgarrar, ni para rumiar, ni trocear. Sus instintos no le
indican en cada momento cómo debe actuar. Nace, pues, singularmente
desvalido.
Este hecho, como ha señalado KONRAD LORENZ, repercute directamente
de forma considerable en el comportamiento. Así, por ejemplo, un rasgo juve nil
importante es la necesidad de curiosear, que, si bien se da en todas las especies,
es típica de las especies animales no especializadas, de aquellas que por tener
menos instintos fijos y concretos necesitan aprender por medio de la
exploración o curioseo cuáles son sus enemigos y cuáles son sus presas. Ahora
bien, esta necesidad que desaparece cuando el animal llega a la madurez, en el
hombre se ha hecho permanente, de modo que está siempre abierto a nuevos
aprendizajes y adaptaciones.
El que el niño nazca tan inmaduro, tan incapaz de valerse por sí mismo, con
un organismo y unos instintos tan poco desarrollados, tiene una serie de
consecuencias:
Permite que gran parte del desarrollo, que de otro modo tendría que
llevarse a cabo en el útero, se lleve a cabo tras el parto. Esto facilita que los
individuos puedan desarrollar un cerebro más grande sin que su crecimiento
suponga un peligro para la madre (y sin que, por lo tan to, exista una desventaja
adaptativa).
Hace al individuo singularmente dependiente del grupo, lo que refuerza la
naturaleza social del ser humano.
Posibilita que el desarrollo del cerebro (todavía poco formado y, al mismo
tiempo, capaz de aprender) transcurra bajo la presión de la «cultura». Con ello
su cerebro se habitúa a asimilar pautas de conducta aprendidas y no meramente
instintivas.
Los instintos constituyen un instrumento de gran precisión para tomar
decisiones, por lo que un cerebro reflexivo y poco condicionado por éstos,
supone, en principio, una desventaja adaptativa. Pero mientras los instintos son
cerrados, esto es, solo permiten actuar en un determinado número de casos ya
previstos de antemano, el pensamiento está abierto a nuevas posi bilidades y
puede adaptarse a situaciones nuevas con más facilidad. De ahí que lo que en
principio pueda suponer una desventaja adaptativa, representa a la larga una
ventaja abismal.
ACTIVIDADES PLATÓN
1.° Haz un esquema en el que se recojan las diferentes almas de las que habla
Platón, las características y funciones de las mismas, así como del lugar del
cuerpo donde las sitúa.
2.° ¿Conoces alguna expresión popular o literaria en la que se refleje la ubicación
en el cuerpo de las diferentes almas que hace Platón?
3.° ¿Crees que la concepción platónica del ser humano ha influido en nuestra
cultura? ¿En qué te basas para afirmarlo?
4.° ¿Qué opinión te merece lo que Platón dice del placer? Razona ampliamente la
respuesta.
1.° Recoge, una detrás de otra, todas las características negativas que tiene el cuerpo
según lo que se dice en este texto.
2.° Recoge, asimismo, las consecuencias de esas características.
3.° ¿Qué opinión te merece la posición de Platón? Ten en cuenta, a la hora de
contestar, que lo importante es que razones la respuesta.
4.° ¿Crees que la visión que Platón posee de cómo ha de comportarse el ser humano ha
influido en el cristianismo? Desarrolla ampliamente el tema.
Para Descartes, el ser humano es una "cosa" que piensa; lo cual significa que
éste es esencialmente una mente o un alma y que, si su cuerpo dejase de existir,
el alma podría seguir existiendo aún, tesis manifiestamente dualista.
La persona está compuesta de dos sustancias diferentes, a saber, un alma espiri-
tual, cuya esencia es el pensamiento, y un cuerpo, cuya esencia es la extensión. Al
alma solamente pertenece el pensar, mientras que el cuerpo es representado
como una máquina regida por las leyes de la mecánica, la extensión, el reposo y
el movimiento. No obstante, entre alma y cuerpo existe una unión íntima y una
compenetración mucho más estrecha que en Platón.
Ahora bien, al subrayar la distinción entre alma y cuerpo como dos
sustancias con atributos irreductibles y opuestos (pensamiento y extensión),
Descartes tropezó con la enorme dificultad de explicar esa unión. Para intentar
resolverlo, Descartes recurrió a establecer unos agentes intermedios entre el
cuerpo y el alma, que denominó espíritus animales
Así pues, no podemos referirnos a una unión tan accidental como hizo
Platón, sino que podríamos denominarla una unión de composición. Entre alma y
cuerpo hay interacción e influjo mutuo. Aunque el alma está en todo el cuerpo,
reside de un modo especial en la glándula pineal del cerebro. Desde allí rige y
gobierna el cuerpo; en esa región recibe todos los mensajes que los espíritus
animales del cuerpo le suministran desde el exterior.
El ocasionalismo de Malebranche
El filósofo N. Malebranche (1638-1715) intentó solucionar el problema de la
interacción entre el alma y el cuerpo a partir de una teoría, a la que se ha llamado
ocasionalismo. Según esta doctrina, solamente existe una causa eficiente, que es
Dios: las demás causas físicas que podemos ver y comprobar en el mundo
sensible no son más que ocasiones para que la única causa divina actúe. De
acuerdo con esta concepción, cuando pongo mi mano en el fuego y siento el
dolor de mi quemadura, no es el fuego la causa de mi dolor, sino Dios, con
ocasión de arrimar mi mano al fuego. Igualmente, si yo quiero mover mi brazo,
no es mi voluntad la causa de ese movimiento, sino Dios, con ocasión de mi
voluntad.
Las m á q u i n a s no pueden p e n s a r
"¿Puede pensar una máquina? ¿Puede una máquina tener pensamientos conscientes en el
mismo y preciso sentido en que los tenemos usted y yo? (...)
No son pocos los investigadores en inteligencia artificial (IA) convencidos de que esta
pregunta tiene respuesta afirmativa; esto es, creen que al diseñar los programas adecuados, y
dotándolos de los oportunos ingresos y salidas, están literalmente creando mentes. Creen,
además, disponer de un criterio científico para determinar si han triunfado o fracasado en tal
empresa, a saber, el test de Türing, ideado por Alan M. Türing, padre fundador de la IA. (...)
La IA fuerte es una tesis insólita en las teorías de la mente, en dos aspectos cuando menos:
puede ser formulada claramente y admite una refutación sencilla y decisiva. La refutación es
tal que cualquier persona puede juzgarla por sí misma. Reza como sigue. Tomemos un
idioma que no comprendemos; en mi caso tal idioma puede ser el chino. Por lo que a mí se
refiere, un escrito en chino me parece una serie de garabatos ininteligibles. Supongamos ahora
que me instalan en una habitación que contiene cestas repletas de símbolos chinos.
Supongamos también que me proporcionan un libro de instrucciones en español, con reglas
que estipulan cómo han de emparejarse unos símbolos chinos con otros. Las reglas permiten
reconocer los símbolos puramente por su forma y no requieren que yo comprenda ninguno de
ellos. (...)
Imaginemos que personas situadas fuera de la habitación y que sí comprenden el chino me van
entregando pequeños grupos de símbolos, y que, en respuesta, yo manipulo los símbolos de
acuerdo con las reglas del libro y les entrego pequeños grupos de símbolos. Ahora, el libro de
instrucciones es el "programa informático"; las personas que lo escribieron son los
"programadores" y yo soy el "ordenador". Los cestos llenos de símbolos constituyen la "base
de datos", los pequeños grupos que me son entregados son las "preguntas" y los grupos que yo
entrego, las "respuestas".
Supongamos ahora que el libro de instrucciones esté escrito de modo tal que mis
"respuestas" a las "preguntas" resulten indistinguibles de las de un chino nativo. Por
ejemplo, la gente del exterior podría entregarme ciertos símbolos, desconocidos por mí, que
significan: "¿Cuál es su color favorito?", y que tras consultar las instrucciones del libro yo
devuelvo símbolos, también desconocidos por mí, que significan: "Mi favorito es el azul, pero
también me gusta mucho el verde". Estoy superando el test de Türing en lo que a comprender
el chino concierne. Y, al mismo tiempo, ignoro totalmente el chino. Y en el sistema que estoy
describiendo no hay forma de que yo llegue a comprender el chino, pues no hay forma de que
yo pueda aprender el significado de ninguno de los símbolos. Estoy manipulando símbolos,
lo mismo que un ordenador, pero sin adscribir significado a los símbolos.
El propósito de este experimento mental es el siguiente: si yo no comprendo el chino
basándome solamente en el funcionamiento de un programa informático para comprender el
chino, tampoco lo comprende entonces, con ese mismo fundamento, ningún otro ordenador
digital. Los ordenadores digitales se limitan a manipular símbolos de acuerdo con las reglas
del programa.
Lo dicho para el chino vale igual para otras formas de cognición. La mera manipulación de
símbolos no basta por sí misma para garantizar cognición, percepción, comprensión,
pensamiento, y así sucesivamente. Y dado que los ordenadores, en su cualidad de tales, son
dispositivos de manipulación de símbolos, la mera ejecución del programa no basta para
garantizar la cognición".
J. SEARLE: "¿Es la mente un programa informático?
ACTIVIDADES:
¿Crees que las máquinas pueden llegar a pensar? Busca
argumentos para defender tu posición.
¿Es consistente la objeción de Searle? ¿Por qué?
¿Qué significado tiene la victoria de Deep Blue sobre Kaspárov?
¿Crees que realmente es una máquina inteligente? ¿Es el ajedrez
una prueba válida para demostrar la inteligencia?
Solemos considerar que el ser humano tiene como una de sus
características primordiales la capacidad de pensar y ser
inteligente. Si una máquina puede hacerlo, ¿debemos pensar que
es humana? ¿En qué se diferenciarían la inteligencia humana, la
inteligencia de un animal y la inteligencia de una máquina?
KARL POPPER
Karl Popper, por una parte, afirma la existencia de actos mentales y su esencial
peculiaridad, con lo que se acerca al dualismo. Pero, por otra parte, considera que la
mente autoconsciente es un producto evolutivo emergente del cerebro, con lo que
también se acerca al monismo, pero sin aceptar la visión materialista, porque piensa
que la mente es algo no material y, sin embargo, real.
Según Popper, no todo lo real tiene por qué ser material. Son reales las entidades
que pueden actuar causalmente o interactuar con realidades materiales, aunque su
realidad sea más abstracta. Sostiene que existen tres mundos que interactúan entre
sí, conformando al ser humano:
“El mundo consta al menos de tres sub-mundos antagónicamente distintos:
el primero, es el mundo físico o de los estados físicos; el segundo, es el
mundo mental o de los estados mentales; el tercero, es el de los inteligibles
o de las ideas en sentido objetivo, el mundo de los objetos de pensamiento
posibles: el mundo de las teorías en sí mismas y sus relaciones lógicas, de los
argumentos y de las situaciones problemáticas tomados en sí mismos”.
El mundo 1, compuesto por los cuerpos físicos observables, el único existente para
los materialistas.
El mundo 2, el mundo de los estados mentales, entre los que se incluyen los estados
de conciencia, las disposiciones y experiencias psicológicas y los estados
inconscientes.
El mundo 3, que es el conjunto de los productos de la mente humana, al que
pertenecen las historias, los mitos explicativos, las teorías científicas, las instituciones
sociales, las obras de arte, el lenguaje, etc.
PLANTEAMIENTOS MONISTAS
Al contrario que los a nt e ri or e s plant e amie nt os dualist as, los
pl ant ea m i e nt os m o n i s t a s coinciden en afirmar que el ser humano es un todo
unitario, una única realidad, material o espiritual, que se despliega en su
desarrollo en dos dimensiones corporales y psíquicas. Como modelos de estos
planteamientos monistas vamos a analizar el de DEMÓCRITO, en la filosofía
clásica griega, y el de La Mettrie, en la ilustración francesa.
«Puesto que todas las facultades del alma dependen a tal punto de la
propia organización del cerebro y de todo el cuerpo, éstas visiblemente son
esta organización misma. ¡He aquí una máquina bien ilustrada! Unas ruedas,
algunos resortes más que en los animales más perfectos, el cerebro
proporcionalmente más cercano al corazón... ¿Bastaría, pues, la organización
para explicarlo todo? Sí, por supuesto. Ya que el pensamiento se desarrolla
visiblemente con los órganos, ¿por qué la materia de que están hechos no
sería también susceptible de remordimientos, por cuanto ha adquirido con el
tiempo la facultad de sentir? El alma es sólo un término vago del que no se
tiene la menor idea, y del que un espíritu culto únicamente debe servirse
para nombrar nuestra parte pensante. Establecido el menor principio de
movimiento, los cuerpos animados tendrán todo lo necesario para moverse,
sentir, pensar, arrepentirse y, por último, para actuar en lo físico y en lo
moral que depende de éste» (El hombre máquina. En: Obra filosófica. Ed.
Nacional, 1983, p. 235).
La Mettrie da, pues, una explicación mecanicista del alma: ésta se explica -sin
más- por el movimiento del cuerpo. El ser humano es una máquina, pero una
máquina que puede pensar. Incluso podría ser fabricada, aunque de mo mento ello
no parece factible: «El ser humano es una máquina tan compleja, que en un
principio es imposible hacerse una idea clara de ella, y, por consi guiente,
definirla» (p. 210). Aunque tampoco habría que perder la esperanza. De hecho, un
tal J. de Vaucanson (1782) había ya construido un "flautista" y un "pato"
mecánicos; este último reproducía el sonido de esta ave, iba en busca de alimentos
y parecía comerlos y digerirlos. Incluso había proyectado un "hablador",
«máquina que ya no puede considerarse imposible -comenta La Mettrie-, sobre
todo entre las manos de un nuevo Prometeo» (p. 244).
Como se ve, La Mettrie afirma que la máquina puede hacer todo lo que hace
un ser humano, cosa que Descartes había negado. Sin embargo, la propuesta de
nuestro autor no tuvo más repercusión que provocar un gran es cándalo.
Quizá la razón del rechazo fuera más profunda. En los primeros pa sos de la
revolución industrial, la máquina era concebida esencialmente como un
artilugio dotado de movimiento, y no era concebible cómo el simple mo -
vimiento podía producir sentimientos, pensamiento y conciencia
El fracaso de La Mettrie radicaba, pues, en el concepto de "máquina" que
utilizó. Sin embargo ya en el siglo XVII Schikard (1623) y Pascal (1642) habían
construido máquinas de calcular. Y un cartesiano, Leibniz, había concebido el
pensamiento como "cálculo", considerando el alma como un "autómata espiritual",
lo que le llevó a construir su propia máquina calculadora en 1673. Ha bía, pues,
otro concepto de máquina, cuya finalidad ya no era reproducir el trabajo muscular
del cuerpo humano, sino reproducir su actividad mental. El camino hacia la
"máquina pensante" quedaba abierto, pero faltaba dar dos pasos fundamentales:
1. La reducción del pensamiento a un conjunto de símbolos y reglas
combinatorias. Esto fue lo que hizo la moderna lógica matemática.
2. La elaboración de una nueva teoría de la máquina. Se debe a Türing
(1936) la idea de un tipo de máquinas que manipulan símbolos, según
instrucciones que especifican las operaciones a realizar. Por supuesto,
siguen construyéndose máquinas del antiguo tipo, es decir, que
"trabajan" (robots). Pero la nueva máquina es el "cerebro electrónico"
(ordenador), máquina "inteligente" que procesa información, una
máquina de circuitos electrónicos, y no una "máquina de movimiento"
(¡desde luego, sería bastante molesto que un ordenador se moviera
solo!), aunque pueda tomar el control de las máquinas "trabajadoras" o
robots. Sin embargo, ello no ha conducido a resucitar la tesis de La
Mettrie y afirmar que el ser humano es una máquina, y nada más que
eso.
El monismo reduccionista
1.a Son específicos de dominio. Es decir, hay un módulo para cada tarea (o
dominio) específica. Por ejemplo, no hay sólo módulo para la visión, sino módulos
distintos para tareas como reconocimiento de colores, de caras, aná lisis de formas,
análisis de relaciones espaciales tridimensionales, etc. No es po sible saber cuántos
módulos hay; aunque, desde luego, no hay un "módulo de reconocimiento de
vacas", sino que el mismo módulo se encargaría de reconocer vacas, personas y
cualquier otro tipo de cosas.
2.a Son automáticos. Es decir, se disparan sin más cuando los órganos sen -
soriales les hacen llegar información. Por ejemplo, no es posible atender sólo a las
propiedades acústicas de la voz, y evitar la identificación de las palabras: el
módulo de reconocimiento verbal se dispara inevitablemente.
3.a Son rápidos. Dato fundamental para la supervivencia. En fracciones de
segundo se procesa una quemadura en la mano y se retira ésta del fuego, sin
intervención alguna de la conciencia.
4.a Se encuentran encapsulados. Ésta es la característica fundamental para que
se pueda hablar propiamente de "módulos": funcionan con independencia de los
demás módulos y de los conocimientos del sistema central.
Hasta aquí los módulos, que son –como hemos dicho– esa red de orde nadores
que procesan informaciones acerca de dominios muy específicos de la realidad.
Entonces, la tarea de los "sistemas centrales" (el ordenador cen tral) es la siguiente:
«Examinan simultáneamente las representaciones que suministran los distintos
sistemas de entrada [los módulos] y la información en ese momento almacenada
en la memoria y, partiendo de estas diversas fuentes de información, elaboran la
hipótesis más probable (de todas las posible acerca del estado de cosas de la
realidad» (ibíd., p. 145). En resumidas cuentas, los sistemas centrales
corresponden a la conciencia humana, y lo que llega a ella es el resultado del
trabajo sectorial de los módulos cerebrales. El cerebro humano no es una unidad
indiferenciada, es un "cerebro social", según la expresión de M. S. Gazzaniga.
ACTIVIDAD
El mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en
el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los "comienzos". Dicho de otro modo: el mi to
cuenta cómo, gracias a las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a
la existencia, sea ésta la realidad total, el Cos mos, o solamente un fragmento: una isla,
una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es, pues, siempre el
relato de una "creación": se narra cómo algo ha sido producido, ha comenzado a ser. El
mito no habla de lo que ha sucedido realmente, de lo que se ha manifestado plenamente.
Los personajes de los mitos son Seres Sobrenaturales. Se les co noce sobre todo por lo que
han hecho en el tiempo prestigioso de los "comienzos". Los mitos revelan, pues, la
actividad creadora y desvelan la sacralidad (o simplemente la "sobrenaturalidad") de sus
obras. En suma, los mitos describen las diversas, y a veces dramáticas, irrupciones de lo
sagrado (o de lo "sobrenatural") en el mundo. Es esta irrupción de lo sagrado la que
fundamenta realmente el mundo y la que lo hace tal como es hoy día. Más aún: el hombre
es lo que es hoy, un ser mortal, sexuado y cultural, a consecuencia de las intervenciones
de los seres sobrenaturales.
M. ELIADE: Mito y realidad, págs. 18-19
1. Señala en el texto la definición de mito.
2. ¿A qué personajes se acude en este tipo de explicación?
3. ¿Cuándo suceden los hechos narrados en el mito?
Mitología australiana.
Todo esto forma parte de la ciencia. Ésta utiliza conceptos, hi pótesis, leyes y
teorías, por medio de las cuales construye y expone su forma de entender el
mundo. Entre los métodos científicos más utilizados sobresalen el axiomático, el
inductivo y el hipotético-deductivo.
CONCEPTOS, HIPOTESIS, LEYES Y TEORIAS
CONCEPTOS
Cuando la ciencia trata de explicar la realidad, tiene que recurrir a ciertos
términos que reciben el nombre de conceptos. Los concep tos son, pues, términos
que forman parte del vocabulario de la ciencia. En cuanto que los conceptos son
palabras, no se diferencian de los términos utilizados en el lenguaje ordinario. De
hecho, muchos de los conceptos científicos tienen su origen en el lenguaje común.
Lo característico de los conceptos científicos es el haber sido definidos de tal
forma que tienen un uso específico en cada ciencia. Así, si utilizamos la palabra
"ácido", podemos distinguir su uso común, que se refiere a una sensación
determinada, y el uso científico en química, para referirse al comportamiento de
determinados compuestos que producen un intercambio de protones al
relacionarse con otros.
Por medio de los conceptos, cada ciencia define su propio lenguaje y el medio
de expresión de sus explicaciones. De esta forma, los conceptos adquieren sentido
dentro de un determinado contexto y permiten dar coherencia a su visión de la
realidad.
HIPÓTESIS
La formulación de hipótesis es una de las piezas clave de todo el proceso de
investigación científica. Cuando se quiere dar respuesta a un problema, es
necesario sugerir alguna solución. Las soluciones sugeridas parten siempre de los
datos conocidos sobre ese tipo de problemas. Si estas sugerencias son formuladas
en forma de proposiciones, entonces se considera que se está estable ciendo una
hipótesis.
Una hipótesis es, por lo tanto, una respuesta provisional a un determinado
problema. Por ello, la hipótesis tiene como papel fundamental el dirigir la
investigación. Esta tarea debe partir del contexto, determinando qué hechos son
significativos para la solución del problema. Es, pues, necesario tener algún
conocimiento previo para poder realizar hipótesis y solucionar problemas o, dicho
de otro modo, nadie que no tenga un conocimiento previo puede establecer
hipótesis significativas.
Toda hipótesis debe reunir cuatro características desde el punto de vista
formal:
Debe ser posible que se deriven de ella consecuencias que permitan decidir si
explica o no el problema. Si se cumplen las consecuencias que se deducen de la
hipótesis, ésta será válida y el problema quedará explicado.
Debe dar una respuesta al problema.
Debe permitir hacer previsiones o predecir comportamientos del mismo
ámbito todavía no observados.
Debe ser siempre lo más simple posible desde un punto de vista sistemático
para explicar el mayor número de casos posibles que se han de investigar.
LEYES
Una hipótesis, sin embargo, aunque cumpla todas estas condicio nes, no es en
sí una solución al problema. La solución sólo existe si se comprueba que es
verdadera, y esta tarea es precisamente la que debe llevar a cabo la investigación
científica. La comprobación de la verdad hace que deje de ser hipótesis para ser
una ley por medio de la cual se explica algún fenómeno o se pone orden en las
observaciones, con lo cual se alcanza el primer escalón de la explicación científica.
De acuerdo con lo dicho, leyes son hipótesis demostradas. Tie nen un carácter
general de aplicación sobre un tipo de fenómenos y definen la forma de actuar los
objetos observables. Pueden predecir comportamientos futuros y, junto con otras
leyes, forman teorías cuyo alcance explicativo se refiere a un campo cada vez más
amplio de fenómenos en busca de una explicación que afecte a toda la realidad.
TEORÍAS
La importancia de las leyes radica en que forman entramados que unifican la
experiencia. Este conjunto de leyes integrado constituye una teoría.
Una teoría es un marco desde el que se interpreta la realidad. Las teorías,
según lo explicado pueden ser consideradas hipóte sis a gran escala, cuya
confirmación definitiva no es posible en un momento dado.
ACTIVIDAD
LA EXPLICACION INDUCTIVA
Figura 1
Leyes y teorías
LA RETIRADA A LA PROBABILIDAD
No podemos estar ciento por ciento seguros de que sólo porque hayamos
observado en muchas ocasiones que el sol sale cada día, el sol saldrá todos los
días. (De hecho en el Ártico y en el Antártico hay días en que el sol no sale.) No
podemos estar ciento por ciento seguros de que la siguiente piedra que arrojemos
no «caerá» hacia arriba. Sin embargo, aunque no se puede garantizar que las
generalizaciones a las que se ha llegado mediante inducciones lícitas sean per -
fectamente verdaderas, son probablemente verdaderas. A la luz de las pruebas, es
muy probable que el sol siempre salga en Sídney y que las piedras caigan hacia
abajo al ser arrojadas. El conocimiento científico no es conocimiento probado,
pero representa un conocimiento que es probablemente verdadero. Cuanto mayor
sea el número de observaciones que formen la base de una inducción y cuanto
mayor sea la variedad de condiciones en las cuales se hayan realizado estas
observaciones, mayor será la probabilidad de que las generalizaciones resultantes
sean verdaderas.
LA EXPLICACION HIPOTETICO-DEDUCTIVA
Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a «influen cias
epidémicas» vagamente descritas que se extendían por distritos enteros. Pero ¿cómo
podían esas influencias haber infestado durante años la División I y haber respetado la II?
y ¿cómo podía hacerse compatible esa concepción con el hecho de que mientras la fiebre
asolaba el hospital apenas se producía caso alguno en la ciudad...? Una epidemia de
verdad no sería tan selectiva. Finalmente alguna de las mujeres internadas en la División
I que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores de parto cuando
iban de camino y habían dado a luz en la calle; pese a tales condiciones adversas, el
porcentaje de muertes entre esos casos era más bajo que el de la División I.
Según otra opinión, una causa de mortandad era el hacinamiento. Pero S. se ñala que
de hecho éste era mayor en la División II, en parte como consecuencia de los esfuerzos
desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre
División I. Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas simi lares haciendo notar que no
había diferencias entre las dos divisiones en lo referente a la dieta y el cuidado general de
las pacientes.
En 1846, una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la fre cuencia de
la enfermedad a las lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos a que
sometían a las pacientes los estudiantes de medicina, todos los cuales realizaban sus
prácticas de obstetricia en esta División. S. señala, para refutar esta opinión, que a) las
lesiones producidas naturalmente en el proceso del parto son mucho mayores que las que
pudiera producir un examen poco cuidadoso; b) las comadronas que recibían enseñanzas
en la División II reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir
los mismos efectos; c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo a la
mitad el número de estudiantes y se restringió al mínimo el reconocimiento de las mujeres
por parte de éstos, la mortalidad, después de un breve descenso, alcanzó sus cotas más
altas.
Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la División
I estaba organizada de tal modo que uno de los sacerdotes que portaba los últimos auxilios
a una moribunda tenía que pasar por cinco salas antes de llegar a la enfermería; se
sostenía que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que hacía sonar la
campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las pacientes que las hacía más
propicias a contraer la fiebre. En la División II no se daba este factor adverso porque el
sacerdote tenía acceso directo a la enfermería. S. convenció al sacerdote de que diese un
rodeo y suprimiese el toque de la campanilla para llegar a la habitación de la enferma en
silencio y sin ser observado; pero la mortalidad no decreció en la División I.
Finalmente, en 1847, la casualidad dio a S. la clave para la solución del pro blema. Un
colega suyo, K., recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de
un estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió tras una agonía en la
que mostró los mismos síntomas observados en las víctimas de la fiebre puerperal. Aunque
por esa época no se había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese tipo
de infecciones, S. comprendió que la «materia cadavérica» que el escalpelo había
introducido en la corriente sanguínea de K. había sido la causa de la fatal enfermedad de
éste, y las semejanzas entre el curso de sus dolencias y el de las mujeres le llevó a la
conclusión de que sus pacientes habían muerto por un envenenamiento de la sangre del
mismo tipo; él, sus colegas y los estudiantes de medicina habían sido los portadores de la
materia infecciosa, porque él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después
de realizar disecciones en la sala de autopsia, y reconocían a las parturientas después de
haberse lavado las manos sólo de un modo superficial, de manera que éstas conservaban a
menudo un característico olor a sucio.
Una vez más, S. puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba que si su supo sición
fuera correcta se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el material
infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden por la que se exigía a todos
los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada
antes de reconocer a una enferma. La mortalidad comenzó a decrecer, y en el año 1848 fue
de 1,27 %, frente a 1,33 % en la División II.
En apoyo de su hipótesis, S. hace notar además que con ella se explica el hecho de que
la mortalidad en la División II fuera mucho más baja; en ésta, las pacientes eran atendidas
por comadronas, en cuya preparación no estaban incluidas las prácticas de anatomía
mediante la disección de cadáveres.
La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre los
casos de «parto callejero»: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos casi nunca se
las sometía a reconocimiento después de su ingreso, con lo cual era mayor su posibilidad
de escapar a la infección. Asimismo, la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los
recién nacidos que habían contraído la liebre puerperal fueran hijos de madres que la
habían contraído durante el parto; pues en ese caso la infección se le podía transmitir al
niño antes de su nacimiento, a través de la corriente sanguínea común de madre e hijo, lo
cual, en cambio, resultaba imposible cuando la madre estaba sana.
Posteriores experiencias clínicas llevaron pronto a S. a ampliar su hipótesis. En una
ocasión, por ejemplo, él y sus colaboradores, después de haberse desinfec tado
cuidadosamente las manos, examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer
cervical ulcerado; procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala,
después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes
murieron de fiebre puerperal. S. llegó a la conclusión de que la fiebre puerperal podía ser
producida no sólo por materia cadavérica, sino también por «materia pútrida procedente
de organismos vivos».
C. G. HEMPEL: Filosofía de la ciencia natural.
EJERCICIOS
Ateniéndote a los datos de la precedente narración, enumera y explica las
sucesivas etapas en la contrastación de una hipótesis, así como en su ampliación o
mejora, una vez verificada
DESARROLLO
Al originarse las primeras formas de Estado el poder pasa a ser ejercido por
jefes, caudillos, reyes o emperadores. Ahora bien, ¿qué es lo que hace que una
persona, o un conjunto determinado de personas, puedan mandar a las demás?,
¿por qué los que forman parte de la sociedad política deben obedecer a la
autoridad?, ¿de dónde proviene el poder que posee la persona o per sonas que son
la autoridad en una sociedad política y qué hace que sus componentes ten gan que
obedecer? O, en terminología más precisa: ¿cómo se legitima la autoridad?
A lo largo de la historia, y en numerosas culturas, ha sido, y sigue siendo
frecuente, legitimar la autoridad afirmando que el poder viene de Dios. Son los
dioses, o el Dios único en las culturas con religiones monoteístas, quienes
conceden a una persona, o grupo de personas, el poder para ejercer el poder en su
nombre. De esta manera los que dirigen la socie dad, los «jefes», no son hombres
como los demás, poseen «algo» que les diferencia de ellos, poseen un «poder»,
otorgado por los dioses, que hace que obedecerles o desobedecerles sea en el
fondo obedecer o desobedecer a la divinidad.
En muchos pueblos primitivos y en los grandes Imperios de la antigüedad (en
China, Egipto, Mesopotamia, también entre los mayas y los aztecas...) los reyes
tenían una estrecha vinculación con los dioses y en ocasiones se atribuían
cualidades divinas, llegando incluso a proclamar, como en el caso de los faraones
egipcios, que ellos mismo eran dioses. Su vinculación con la divinidad era tan
fuerte que, en algunos pueblos, se pensaba que su poder les permitía no sólo
mandar a los seres humanos, sino a las fuerzas mismas de la naturaleza.
Pero la teoría de que el poder viene de Dios, la teoría de que es Dios quien
gobierna a través de unas personas a las que les otorga el poder para mandar en
su nombre —teoría que recibe el nombre de teocracia— no es una forma de
entender la autoridad ligada únicamente a pueblos primitivos o a culturas
residuales. En la actualidad se sigue estableciendo una relación entre la divinidad
y el poder político en el pensamiento cristiano y también, y posiblemente con más
incidencia en la política mundial, en el pensamiento musulmán, aunque las
formas de entender esa relación en ambas religiones son distintas, y con dife -
rencias a veces muy acusadas.
En las últimas décadas del siglo IV —hasta ese momento el cristianismo había
estado perseguido o prohibido en el Imperio Romano— y en el mundo medieval,
los pensadores cristianos defendían claramente que el poder de los gobernantes
procedía de Dios. Se apoyaban para ello en varios pasajes del Antiguo
Testamento. Por ejemplo, en el libro de los Proverbios (8, 15-16) se dice: «Por mí
gobiernan los reyes..., por mí mandan los príncipes y gobiernan los poderosos de
la tierra». Y en el libro de la Sabiduría (6, 3-4): «Escuchad vosotros los que
imperáis sobre las naciones..., porque el poder os fue dado por Dios y la soberanía
por el Altísimo». También en el Nuevo Testamento hay varios pasajes que señalan
en la misma dirección, y acaso el más claro es aquel en el que Jesús contesta al
procurador romano Poncio Pilato que intenta juzgarle: «No tendrías ningún poder
sobre mí si no te hubiera sido dado de lo alto» (Juan, 19, 11).
Los pensadores cristianos también defendían que el poder estaba dividido, por
voluntad de Dios, en dos grandes brazos: el espiritual y el temporal. La autoridad
sobre los asuntos espirituales pertenecía a la Iglesia, a cuya cabeza se encontraba
el Papa; y la autoridad sobre los asuntos temporales era ejercida por otras
instituciones, a la cabeza de las cuales se encontraba el rey. Tanto el Papa como el
rey recibían de Dios el poder para mandar, y obedecerles era obedecer a Dios. Los
hombres medievales se encontraban, pues, sometidos, por un lado, al poder
temporal del rey y, por otro, al espiritual del Papa. Ambos poderes debían servir
para que los hombres conquistaran, a través de su armonía en este mundo, el
destino eterno.
Pero esta dualidad de poderes planteó desde el principio el problema de la
relación entre ambos. ¿Tenía alguno de los poderes superioridad sobre el otro?
¿Estaba el Papa sometido al rey, o el rey lo estaba al Papa? Además, y puesto que
ambos poderes se ejercían sobre las mismas personas ¿qué debían hacer éstas en
caso de colisión, en caso de que lo mandado por un poder fuera opuesto, o
diferente, a lo mandado por el otro?
Agustín de Hipona, el pensador cristiano más importante del siglo v, trató este
tema en su obra La Ciudad de Dios, y uno de los objetivos que persiguió con ella
fue el de separar el orden político y el religioso. De hecho, defendía expresamente
la obligación que los creyentes tenían de respetar las leyes de la sociedad civil. Sin
embargo, al mismo tiempo que exigía a los creyentes obedecer a las autoridades
civiles, insistía en la necesidad que éstas tenían de someterse a los mandamientos
de la Iglesia al dictar las leyes ya que, en su opinión, «la verdadera justicia reside
sólo en la nación cuyo fundador y gobernante es Cristo».
EL CONTRATO SOCIAL
JOHN LOCKE
Locke parte, al igual que Hobbes, del estado de naturaleza, pero su idea de
estado de naturaleza es muy distinta de la de este. La situación en la que se
encuentran los hombres es de una total libertad, disfrutan al mismo tiempo de
una situación de igualdad en el que "todo poder y toda jurisdicción son
recíprocos". Pero este estado no constituye el reino del más fuerte, puesto que en
él el hombre está sujeto a la ley natural que es la que gobierna a todos. Esta ley
natural, que Locke hace coincidir con la razón, "enseña a cuantos seres humanos
quieran consultarla que puesto que son iguales e independientes, nadie debe
dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones".
Por lo cual, el hombre en el estado de naturaleza es poseedor de unos derechos
naturales que el solo tiene que defender ya que no existe ninguna autoridad
superior, es decir, cada individuo es juez y ejecutor de la ley natural.
Locke admite, pues, una ley moral natural que puede descubrirse por la razón,
por eso habla de lo que el estado de naturaleza debe ser, pues este es un estado de
libertad, pero no de libertinaje: En el estado de naturaleza hay una ley que
gobierna a todos los seres humanos, que rige y obliga a todos por igual y en
última instancia es esta ley la que enseña a todos los hombres que la consultan
que son iguales e independientes y que nadie debe dañar a otro en su vida, su
salud, su libertad o sus bienes, ya que todos los hombres son criaturas de Dios.
Pero, aunque ese estado natural sea un estado de libertad, no lo es de licencia;
aunque el hombre tenga en semejante estado una libertad sin límites para
disponer de su propia persona y de sus propiedades, esa libertad no le confiere
derecho a destruirse a sí mismo, ni siquiera a alguna de las criaturas que posee,
sino que se trata de consagrarla con ello a un uso más noble que el requerido por
su simple conservación. El estado natural tiene una ley natural por la que se
gobierna, y esa ley obliga a todos. La razón, que coincide con esa ley, enseña a
cuantos seres humanos quieren consultarla que, siendo iguales e independientes,
nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones; porque siendo los
hombres todos la obra de un Hacedor omnipotente e infinitamente sabio, siendo
todos ellos servidores de un único Señor soberano, llegados a este mundo por
orden suya y para servicio suyo, son propiedad de ese Hacedor y Señor... Y como
están dotados de idénticas facultades y todos participan de una comunidad de
Naturaleza, no puede suponerse que exista entre nosotros una subordinación tal
que nos autorice a destruirnos mutuamente, como si los unos hubiésemos sido
hechos para utilidad de los otros, tal y como fueron hechas las criaturas de rango
inferior, para que nos sirvamos de ella.
Como se aprecia, la fundamentación de la igualdad es teológica: Dios es
nuestro creador; es el único soberano; ante El no puede haber diferencias de rango
o autoridad, pues todos somos hijos suyos por igual. Dado que todos somos
propiedad del Creador, no tenemos derecho ni a atentar contra nues tra vida ni
contra la de los demás. La razón nos muestra que Dios ha dispuesto tres derechos
como naturales e inalienables: la vida (y su salud), la libertad y la propiedad.
Es decir, Locke concibe el estado de naturaleza como un estado de paz
(aunque sin autoridad común, donde cada hombre es a la vez juez y verdugo),
mientras que Hobbes lo concibe como un estado de guerra, basado en el egoísmo
humano.
Ahora bien, este estado de naturaleza tiene defectos. No hay un árbitro
imparcial que decida las disputas de los hombres, y por ello se tenderá al estado
de guerra (que es el estado de enemistad y destrucción). Es decir, que dado que en
el estado natural cada vez que hay una transgresión de derechos, esto es, un
atentado contra la propiedad de alguien —ya sean sus bienes, su libertad, su
salud o su vida— es uno mismo el encargado de castigar y hacer restituir lo
dañado, y puesto que no todos se avienen a reconocer las leyes naturales, puesto
que uno no puede ser un juez imparcial de sus propios asuntos y, además, puede
no tener la fuerza para poner en práctica los dictámenes de su razón, los hombres
deciden, mediante un pacto, renunciar todos a su derecho natural a juzgar y
castigar las ofensas, y constituir una institución imparcial encargada de legislar,
juzgar y castigar: «lo que inicia y realmente constituye una sociedad política
cualquiera, no es otra cosa que el consentimiento de un número cualquiera de
hombres libres capaces de formar mayoría para unirse e integrarse dentro de
semejante sociedad. Y eso, y solamente eso, es lo que dio o podría dar principio a
un gobierno legítimo». Técnicamente hay dos momentos. En el primero, los
hombres, mediante un pacto, renuncian a su derecho a defenderse, constituyendo
así una comunidad. En el segundo, que ya no es de carácter contractual, delegan
ese poder en una institución, constituyendo así el Estado. El primer momento es
irreversible, so pena de volver al estado de naturaleza. Pero el segundo es
perfectamente reversible, pues la delegación del poder es temporal y se basa en la
confianza. Si el gobierno o el Parlamento pierden la confianza del pueblo,
entonces decae en su poder.
Por consiguiente, ni el Estado ni ninguna de sus instituciones pueden
convertirse en un poder absoluto e inalienable frente a los ciudadanos: “quien tra -
ta de colocar a otro hombre bajo su poder absoluto se coloca con respecto a éste en
un estado de guerra; porque ese propósito debe interpretarse como una
declaración de designios contrarios a su vida... la libertad es la base de todo. (...)
El hombre, que no tiene poder sobre su propia vida, no puede hacer se esclavo de
otro por un contrato o por su propio consentimiento, ni puede tampoco someterse
al poder absoluto y arbitrario de otro que le arrebatará la vida cuando le plazca.».
Y para evitar la absolutización del poder Locke defiende su división. Por un lado
estará el poder legislativo, poder supremo pero no absoluto, que radicará en el
Parlamento elegido por el pueblo. Por otro, el ejecutivo-federativo, poseído por el
monarca y su gobierno. Pero el verdadero soberano es el pueblo y, por extensión,
el Parlamento por él elegido.”
Así pues, el estado ha sido constituido con el fin de asegurar las libertades y la
propiedad y debe limitarse a esos fines. Si quienes ostentan el poder, tan to el
Parlamento como el monarca, actúan contra esos fines han de ser depues tos y
reemplazados por otros. Y esos fines trazan los límites del estado. Hay un ámbito
privado sobre el que el estado no debe legislar ni entrometerse, de manera que en
el estado cabe un amplio margen de tolerancia respecto de las ideas y opiniones
de los ciudadanos, siempre que no atenten contra la seguridad nacional y los fines
del mismo estado.
JEAN-JACQUES ROUSSEAU
ROBERT NOZICK
"La utopía salta por encima del tiempo. A partir de los anhelos que están
condicionados por una situación determinada de la sociedad y que, al modificarse la
realidad correspondiente, se transforma junto con ella, la utopía, utilizando los medios
que se le ofrecen en esa realidad, quiere instaurar una sociedad perfecta: el país de Jauja,
fruto de una, fantasía que no deja de estar condicionada por los tiempos. La utopía
desconoce el hecho de que el estadio de desarrollo histórico que la incita a hacer ese
proyecto de un 'país de ningún lugar' está materialmente condicionado en su devenir en
su subsistir y en su desaparecer y que es preciso conocer esas condiciones con toda
exactitud y no despegarse de ellas ni por un momento si se quiere llevar algo a cabo. La
utopía quisiera borrar de la sociedad presente el sufrimiento y no conservar más que lo
bueno que hay en ella; peno olvida que tanto los momentos buenos corno los malos no son
más que distintas caras de la misma situación, porque las condiciones subyacentes son las
mismas. (…)
La utopía, en efecto, tiene dos caras: es la crítica de lo que es y la descripción de lo que
debe ser. Su importancia radica, esencialmente, en el primer momento. Partiendo del
análisis de anhelos particulares, se puede llegar a una situación real: o través de la utopía
feliz de Moro se trasluce la situación de las masas en Inglaterra, a cuyos deseos ha dado
forma el humanista concilien Naturalmente. Moro no reconoce esta nostalgia como
reacción ante la situación social en la que él mismo vive s sufre con las masas, sino que
proyecta el contenido de dicha nostalgia ingenuamente en un más allá, temporal o
espacial. La utopía del Renacimiento es el cielo secularizado de la Edad Media. La
construcción de un mundo cercano, al que se puede llegar en vida, representa desde luego
un cambio radical con respecto a los tiempos en los que el hombre únicamente podía soñar
con países ideales una vez que ya estuviera muerto."
(Max Horkheimer, Historia, Metafísica y Escepticismo)
Preguntas:
1. ¿Cuál es, según el autor de este texto, la característica principal de la
utopía?
2. ¿Cuál es su mayor defecto?
LA REPÚBLICA DE PLATÓN
En su obra “La República” Platón describe muy minuciosamente lo que él
considera la mejor forma de organizar las relaciones sociales y políticas:
“construyamos, pues, un Estado con el pensamiento. Nuestras necesidades serán
evidentemente su base”. Y como buen texto utópico ni olvida los objetivos más
nobles y ambiciosos: “no nos hemos propuesto como fin la felicidad de un cierto
tipo de ciudadanos, sino la del Estado entero”.
La polis, la ciudad –el Estado- se configura siguiendo el modelo de las tres
almas del ser humano. En primer lugar, los gobernantes –que él llama guardianes
superiores-, desempeñando el papel de la razón, de la cabeza de la ciudad; los
militares –guardianes inferiores-, el pecho, la fuerza de la voluntad, el carácter; y
los trabajadores manuales –productores-, la fuerza de trabajo, el vientre de la
ciudad: “cuando cada uno de los órdenes del Estado, el de los productores, el de
los guerreros y el de los gobernantes, se mantiene en los límites de su oficio y no
los traspasa, esto debe ser lo contrario de la injusticia; es decir, la justicia, y lo que
hace que una república sea justa”.
La justicia, pues, consiste “en que cada uno haga lo que debe hacer”: los
gobernantes, administrar todos los asuntos del Estado, ser su cerebro y dirigir
prudentemente; los guerreros, defender la vida y los bienes de la república y los
ciudadanos; los trabajadores, producir todo cuanto sea preciso para mantener al
Estado.
Partiendo de estos supuestos, Platón va describiendo cuáles serían las virtudes
exigibles a cada uno de ellos (prudencia, fortaleza y templanza, respectivamente),
qué tipo de vida deberían llevar (comunitaria de bienes y mujeres en las clases
superiores, privada en la inferior, limitación en el número de habitantes), cual
sería la economía más adecuada (supresión de la propiedad privada en las
superiores), y qué enseñar (gimnasia, música, aritmética, geometría, astronomía y
dialéctica), cómo enseñar (libremente, “jugando”), cuándo enseñar y a quiénes
enseñar ( a los jóvenes desde el mismo nacimiento, para que demuestren sus
habilidades).
Si quisiéramos condensar en una sola frase el ideal político de La República,
sin duda sería “el gobierno de los filósofos”.
LAS UTOPIAS HUMANISTAS
En el Renacimiento se escribieron algunas de la utopías más conocidas, como
Utopía de Tomas Moro, Nueva Atlántida(1627) de Francis Bacon o La ciudad del
Sol(1623) de Tomaso Campanella.
La Utopía de Moro era una isla, como Gran Bretaña; pero frente al cúmulo de
problemas políticos, religiosos y civiles de ésta, en Utopía todo se encontraba
perfectamente organizado y prevalecía la justicia: todas las personas intervenían
en el gobierno, gozaban de una exquisita educación y trabajaban; en consecuencia,
no existían ni pobres ni grandes potentados, tampoco se daba la avaricia, ya que
todas las familias sabían que no les faltarían los alimentos; las rivalidades
religiosas también se encontraban ausentes, pues frente a las polémicas de las
religiones vigentes en Europa, en Utopía se había establecido la tolerancia
religiosa. Así pues, Utopía constituía el ideal de convivencia humana.
Dividida en dos partes bien diferenciadas dedica la primera de ellas a la crítica
de los aspectos más negativos de la sociedad de su tiempo, de aquella Inglaterra
del siglo XVI: La injusticia de las leyes penales, los horrores de la guerra, la
miseria de los pobres, la codicia de los mercaderes y potentados, el orgullo y la
ociosidad de los nobles, las ambiciones guerreras de los príncipes, la ruina de
artes y oficios… “Estimo que donde quiera que exista la propiedad privada y se
mida todo por el dinero, será difícil lograr que el Estado obre justa y
acertadamente, a no ser que pienses que es obrar con justicia el permitir que lo
mejor vaya a parar a manos de los peores, y que se vive felizmente allí donde todo
se haya repartido entre unos pocos que, mientras los demás perecen de miseria,
disfrutan de la mayor prosperidad”
La parte segunda está dedicada a la descripción geográfica, social, económica
y política de la isla Utopía. Tras la descripción de la isla y sus ciudades, va
pasando revista a los magistrados que “tratan los negocios públicos y resuelven
discretamente las discrepancias entre particulares”; los oficios (fundamentalmente
agrarios), ejercidos en igualdad por hombres y mujeres que dedican al trabajo sólo
seis horas al día, pues ni existen trabajos inútiles ni gente ociosa; el reparto de
bienes a través de almacenes comunes de los que cada familia entrega y toma
gratuitamente lo que se precisa para su manutención, juntándose para ello en
comedores comunes, pues “toda la isla es como una gran familia”; la ausencia de
propiedad privada y el desprecio por las riquezas y los lujos personales (usan el
oro para hacer orinales) manifestando su desprecio por ellos y evitando la codicia
individual; y las religiones, pues existe libertad de culto y creencias, si bien está
prohibido negarla inmortalidad del alma y la intervención de Dios en el mundo.
En definitiva, todo un repertorio de conductas novedosas que pretenden dar
solución a los problemas apuntados en la primera parte de su obra.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX se realizaron varios intentos de
diseñar (y a veces se pusieron en práctica) nuevas formas de organización social
más justas, formas alternativas de organización social frente al modelo capitalista-
industrial que había surgido en Inglaterra. Se trataría de crear sociedades más
igualitarias y con una serie de seguridades sociales de las que carecían los
trabajadores de los inicios de la era industrial. La idea más común de estas
utopías es que el hombre no es malo por naturaleza sino que es la sociedad la que
lo corrompe. Por eso es necesario luchar para cambiar las estructuras de la
sociedad.
Los creadores de estos modelos sociales se mueven dentro de la tradición
socialista, y fueron, mas tarde, llamados despectivamente por Federico Engels
socialistas utópicos. La propiedad sigue siendo considerada la base de todos los
males. Asimismo hay que combatir en la vida de los hombres la pereza y la
inactividad. Se da importancia a la educación y se considera que los sistemas de
fuerza, como la policía, llegarían a ser innecesarios en una sociedad bien
organizada.
Entre ellos cabe destacar:
Charles Fourier, quien imagina una nueva forma de organización del trabajo a
la que denomina falansterio. Los falansterios serán unidades de trabajo que
surgirán de la asociación de los propios trabajadores, que se liberarán así de la
explotación de los capitalistas. Los falansterios no competirán unos con otros
como las empresas capitalistas sino que buscarán la colaboración. Paralelamente a
los falansterios se creará un sistema de garantías sociales, que ayudarán a los
individuos en caso de enfermedad o accidente.
Robert Owen no se limitó a soñar cómo habría que cambiar a la sociedad para
que fuese más justa sino que intentó llevar a la práctica sus teorías. Compró una
fábrica en el norte de Escocia y creó una serie de ayudas sociales para sus obreros,
que eran impensables en la época: entre estas, creó guarderías y escuelas para los
hijos de los obreros, abrió tiendas con precios asequibles para sus empleados,
construyó viviendas higiénicas para ellos, etc.
Etienne Cabet escribió una obra titulada Viaje a Icaria donde se propone una
sociedad ideal de tipo comunista: en Icaria no existe propiedad privada ni dinero,
el trabajo es planificado por la comunidad, y la producción se guarda en unos
almacenes públicos en los que cada persona se abasteciera de bienes de acuerdo
con sus necesidades.
-Bien sabéis -dijo- que el hombre se distingue esencialmente de todos los demás
seres animados por su razón, su perfectibilidad y su sociabilidad.
Convencidos profundamente por la experiencia de que no hay felicidad posible sin
asociación y sin igualdad, los icarianos forman juntos una sociedad fundada sobre la
base de igualdad más perfecta. Todos somos asociados, ciuda danos, iguales en derechos
y en deberes; todos participamos igualmente de las cargas y bene ficios de la
asociación, todos componemos también una sola familia, cuyos miembros es tán unidos
por los vínculos de la fraternidad.
Formamos por consiguiente un pueblo o una nación de hermanos, Y todas
nuestras leyes deben tener por objeto establecer entre nosotros la igualdad más
absoluta, en todos los casos en que esa igualdad no es materialmente imposible.
–Sin embargo –le dije–, ¿no ha establecido la naturaleza misma la desigualdad,
dando a los hombres cualidades físicas e intelectuales casi siempre desiguales?
-Es verdad -me contestó-; pero ¿no ha dado también la naturaleza a todos los
hombres el mismo deseo de ser felices, el mismo derecho a la existencia y a la felicidad,
el mismo amor a la igualdad, como también la inteligencia y la razón para organizar
la dicha, la sociedad y la igualdad?
E. Cabet: Viaje por Icaria, págs. 65-66
Preguntas sobre el texto:
1. ¿En qué principios se basa la organización social en Icaria?
2. ¿Cómo se establecen esos principios?
TEXTO DE LECTURA:
LAS ANTIUTOPIAS