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Esta es una traducción hecha por fans y para


fans. El grupo de The Man Of Stars realiza este
trabajo sin ánimo de lucro y para dar a conocer
estas historias y a sus autores en habla
hispana. Si llegaran a editar a esta autora al
idioma español, por favor apoyarla adquiriendo
su obra. Esperamos que disfruten de la lectura.

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TRADUCCIÓN
CORRECCIÓN Y EDICIÓN

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ÍNDICE
Sinopsis................................................................................................................5
Capítulo 1............................................................................................................. 6
Capítulo 2...........................................................................................................25
Capítulo 3...........................................................................................................38
Capítulo 4...........................................................................................................54
Capítulo 5...........................................................................................................68
Capítulo 6...........................................................................................................83
Capítulo 7...........................................................................................................96
Capítulo 8.........................................................................................................109
Capítulo 9.........................................................................................................120
Capítulo 10...................................................................................................... 135
Capítulo 11...................................................................................................... 148
Capítulo 12...................................................................................................... 162
Capítulo 13...................................................................................................... 178
Capítulo 14...................................................................................................... 194
Capítulo 15...................................................................................................... 206
Capítulo 16...................................................................................................... 220
Capítulo 17...................................................................................................... 235
Capítulo 18...................................................................................................... 249

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Sinopsis

Un cyborg cínico se encuentra con una mala, mala mujer.


Chuckles odia a todos los humanos. En el pasado, los
humanos lo traicionaron. Esa traición causó daño permanente
a su forma muscular, el resultando es dolor en una vida útil.
Cuando el cyborg primitivo modelo D responde a una llamada
de socorro enviada por una mujer humana brillante de pelo
rosa y azul, sabe que es una trampa. Todavía tiene que
responder a su falso grito de ayuda. Le pertenece, es la que ha
sido genéticamente creada para él. Pero planea ser su captor,
no su cautivo.
Bettina, también conocida como Bait, trabaja con un equipo de
mujeres, atrapando a depredadores sexuales en el espacio,
apoderándose de sus naves y transportándoles a planetas
primitivos. Tan pronto como habla con Chuckles, sabe que no
es como los demás. Tiene honor, es un ser digno de respeto,
de cariño.
Pero no puede dejarlo ir. Tiene que atraparlo. Su dominio la
excita. Su voz profunda evoca deseos que nunca había
experimentado en el pasado. Lo arriesgará todo, rompiendo
todas las reglas por un encuentro salvaje con el macho al que
llama señor.

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Capítulo 1

Chuckles odiaban a los humanos. Todos ellos.


La mujer del Capitán no era una excepción a esa postura.
Colocó dos barras de comida y un contenedor de bebidas en la
consola que compartía con su macho. Después de unirse con
el Capitán y fabricar su descendencia, ya no era cien por cien
humana.
Eso significaba que era... tolerable.
Chuckles se detuvo por un momento, examinando la selección
que tenía delante. Entonces abrió el paquete alrededor de una
de las barras de nutrición. El sabor favorito de la hembra del
capitán. Elegiría esa barra de alimento para comer primero.
¿Planeas masticarlo también para ella? Truth, un compañero
cyborg modelo D, bromeó por una línea de transmisión privada.
Frag corta. Chuckles frunció el ceño a su amigo nunca serio.
Alguien tenía que suministrarle alimento y bebida a la hembra y
el Capitán estaba ocupado, al mando de su nave, la Reckless.
Su misión actual era para asegurar que ninguna nave no
autorizada cruzara la frontera que patrullaban, ya que eso
pondría en peligro la seguridad de cada fraggin ser dentro de
su sector.
La mirada de Chuckles se mantuvo en Truth. Algunos seres no
procesaban eso.
Regresó cojeando a su asiento, arrastrando su pie izquierdo
con botas detrás de él. Su pierna fue dañada
permanentemente. Nadie, ni siquiera Doc, el hábil médico de la
nave, podría reparar su miembro defectuoso.

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Si Chuckles hubiera permanecido bajo el control de la Alianza
Humanoide, los humanos habría considerado que no valía la
pena salvarlo. Le habrían dado de baja, saqueando su forma
por partes antes de matarlo de la manera más horrible posible.
Se dejó caer en su silla, obligando a su pierna a doblarse. El
dolor se disparó a lo largo de la extremidad, destacando sus
procesadores.
Chuckles ya no era esclavo de sus fabricantes humanos. Sus
hermanos y él habían escapado.
Algunos de esos cyborgs también lo verían como defectuoso.
El Capitán entró en el puente. El gran modelo C llevaba a su
hembra en sus brazos.
Future, su descendencia recién fabricada, estaba entrenando
este turno y no los acompañaba.
Chuckles se frotó la rodilla dolorida.
El Capitán no lo percibía como defectuoso. El hombre reclamó
su asiento en el puente, colocando a su hembra ya no humana
en su regazo. No tenía ninguna tolerancia por el mal
funcionamiento de Chuckles, manteniéndolo en el mismo alto
nivel que exigía a todos los seres a bordo de su nave.
Chuckles lo respetaba.
La mujer del Capitán tocó la barra de alimento abierta en la
consola. Su cabeza se volvió hacia Chuckles y se encontró con
su mirada. Sus labios se levantaron en una pequeña sonrisa.
Chuckles frunció el ceño hacia ella ¿Por qué lo estaba mirando
así?
Era una barra alimenticia, por el bien de frag. Dejaba dos de
ellas para ella cada rotación del planeta. No era nada por lo
que emocionarse.

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—Se acerca una nave —North, el segundo al mando del
capitán, redirigió su atención a la pantalla principal. Un punto
rojo apareció en el borde del terreno que vigilaban. Brilló una
vez y luego desapareció, la nave rápidamente se movió fuera
del alcance.
—Llama a la nave —El Capitán se enderezó en su asiento,
obligando a su mujer a hacer lo mismo—. Y síguela.
Chuckles llamo a la nave. No hubo respuesta inmediata.
—Siguiendo la nave, Capitán—Truth sonrió, colocando sus
manos sobre la pantalla de visualización incrustada en la
consola delante de él—. Finalmente, tenemos alguna emoción.
Cambiaron bruscamente de rumbo. Los motores gruñeron y las
baldosas del piso vibraron bajo las botas de Chuckles mientras
el buque de guerra aceleraba.
La velocidad de su objetivo también aumentó, la nave rozando
a lo largo del borde de rango de monitoreo de la Reckless.
Eso tenía que ser intencional. Chuckles frunció el ceño. Los
seres a bordo de la nave estaban deliberadamente tratando de
evitar la detección.
—Están huyendo de nosotros, Capitán—La voz de Truth
estaba llena de alegría. Su amigo estaba disfrutando la
persecución.
Chuckles no estaba tan emocionado con la respuesta de su
oponente. No confiaba que se adhieran a las reglas de
interacción, que se comportaran con honor.
—No están respondiendo al saludo, capitán.
—No los pierdas —El tono del Capitán era oscuro y
desaprobador—, y continuar tratando de comunicaros con ellos.

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Chuckles no dejarían de llamar a la nave, pero la probabilidad
de que alguien dé una respuesta era de 5.2596 por ciento. Ese
número disminuía con cada momento que pasaba.
—Vuelan en un carguero —La mujer del capitán amplió una
imagen de la nave en la pantalla principal—. Debe ser
modificado. Según las especificaciones, están superando su
velocidad máxima .
—Tampoco se fabrican con puertos de armas ocultas —Dissent
destacó las armas ocultas en la nave. El modelo J podría haber
sido el Capitán de su propia estación de batalla, pero había
elegido servir en la Reckless.
—Los escaneos de formas de vida indican tres cyborgs a bordo
—North sorprendió a Chuckles con esa revelación
—No hay transmisiones originadas por el carguero.
Supervisaba todas las comunicaciones públicas en las líneas
exclusivas cyborgs. Su tipo tendía a transmitir constantemente,
compartiendo información y experiencias con millones de sus
hermanos. Ese es uno de sus puntos fuertes.
—¿Están funcionando mal los escáneres de forma de vida? —
El Capitán propuso una explicación al silencio.
—Ejecutando una verificación de sistemas. Los escáneres de
formas de vida son completamente funcionales, Capitán.
North rechazó esa posibilidad.
—Los cyborgs se están escondiendo de nosotros —La mujer
del capitán, un maestro de la evasión, expresó el escenario que
Chuckles consideró más probable.
Confiaba en muy pocos seres y estos cyborgs eran
desconocidos para él. También habían ocultado la verdadera

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función de su nave, disfrazando una nave diseñada para la
guerra como una nave fabricada para transportar suministros.
El engaño rara vez se utilizaba para beneficiar a otros. Su
función principal era para dañar.
El dolor en su rodilla era un recordatorio constante de eso. La
Reckless se movió con fuerza hacia la derecha. El contenedor
de líquido que Chuckles había colocado en la consola de la
hembra del Capitán volcó, rodando hacia adelante en el puente.
—No me perderán —Truth, ese ilógico cyborg, se echó a reír.
—Levanta los escudos —El Capitán no estaba tan divertido por
la situación.
—Levantando escudos —North cumplió con esa orden—
¿Vamos a activar el sistema de armas también, capitán?
¿Derribarían una nave que contenía compañeros cyborgs?
Incluso Chuckles estaba incómodo con esa perspectiva. Los
guerreros podrían estar completando una misión secreta para
el consejo cyborg. O podrían tener otra razón de su silencio y
engaño. Había demasiadas variables desconocidas.
—No disparamos contra ellos a menos que nos disparen
primero —El Capitán debe haber estado incómodo con ese
curso de acción drástico también.
—Están levantando sus escudos —North les informó.
Chuckles esperaba esa respuesta. No levantar sus escudos
pondría a los cyborgs no identificados en desventaja. Ningún
guerrero permitiría que eso sucediera.
—Si el carguero continúa su curso, pronto saldrá de nuestro
territorio —Truth indicó la trayectoria en la pantalla principal—.
Los cyborgs son expertos en vuelo y su embarcación puede

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igualar nuestra velocidad máxima. No los alcanzaremos, no
podemos bloquear su escape... a menos que tomemos
medidas extremas.
El temerario modelo D quería tomar esas medidas. Chuckles
escuchó eso en su voz. El macho los mataría a todos.
Su mirada se dirigió a la mujer del capitán. Su forma
mayoritariamente humana era frágil y se había considerado
responsable de protegerla. La empujaría hacia una cápsula de
escape antes de ponerla en riesgo.
—No vamos a tomar medidas extremas —La decisión del
Capitán hizo innecesario el plan de Chuckles—. Sigue al
carguero.
—Entendido, Capitán—Truth se inclinó hacia delante.
La Reckless ensombreció al carguero. La distancia entre las
dos naves no aumentó pero tampoco disminuyó. No
alcanzarían su objetivo y se acercaban rápidamente al borde
del sector.
—No los persigan más allá de la frontera —El Capitán agregó
esa restricción.
Todos, incluida la mujer del capitán, miraron a su líder. Para
detectar un posible enemigo y no enfrentarlo no era el camino
cyborg.
—No estamos patrullando oficialmente los márgenes de
nuestro sector —les recordó el Capitán.
El consejo cyborg les había despojado de sus trabajos formales
en la flota, con base a una infracción menor. Por eso la
Reckless se colocaba en las afueras y sin proteger la frontera
más pequeña, más crítica para proteger alrededor de su Patria.

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—El uso de la fuerza letal para evitar que nuestro tipo deje el
espacio no es una opción para nosotros.
El Capitán tenía razón. Había una alta probabilidad de que
Power, el jefe del consejo cyborg, los reprendería severamente
por esa acción.
Chuckles no confiaba en el modelo E. En absoluto. Power
tomaba las decisiones que procesaba como adecuadas para
todos los cyborgs, no tomando deseos, necesidades e
intenciones individuales en consideración.
Podía considerarlos una amenaza, autorizar a otras naves a
volar la Reckless, matando a todos a bordo.
Su mirada volvió a mirar a la hembra del capitán.
—¿Los vamos a dejar ir, capitán? —Truth levantó las cejas—.
No están respondiendo a nuestros saludos, han modificado su
carguero, agregando armas. Deben estar planeando usar esas
armas.
—Están planeando usar esas armas fuera de nuestro sector —
La mandíbula del Capitán sobresalía, sin moverse en su
postura—. La misión principal de la Reckless y de todos los
guerreros a bordo de esta nave es asegurarse que cada cyborg
dentro de nuestro territorio permanece vivo y libre. Esa es
nuestra prioridad.
Los Cyborgs habían luchado mucho para escapar de sus amos
humanos. Habían luchado, matado e hicieron sacrificios
desgarradores para llegar a la Patria, un planeta que habían
reclamado como suyo. Muchos de sus hermanos no habían
sobrevivido.
Su libertad debía ser protegida a toda costa. Todos los
guerreros, incluido Chuckles , estaría de acuerdo con eso.

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Pero terminar la persecución sin confrontar, sin siquiera
identificar a los cyborgs en el carguero, era fraggin exasperante.
Los dedos de las Chuckles se curvaron en puños apretados,
sus sistemas querían una resolución más satisfactoria del
encuentro.
No conseguirían una. La Reckless se detuvo en la frontera,
permaneciendo dentro del sector... apenas. El carguero y sus
ocupantes salieron del espacio controlado por cyborgs,
moviéndose rápidamente fuera del alcance de su sistema de
monitoreo, llevándose las respuestas que buscaban con ellos.
—Podrían regresar usando la misma ruta —La esperanza
iluminó la voz de Truth.
—Estaremos aquí esperándolos, si regresan —La cara del
Capitán estaba dura.
—Nuestra zona de patrulla ha disminuido, guerreros —marcó
sus nuevos perímetros en la pantalla principal—. Este es el
territorio que ahora somos responsables de proteger.
Era pequeño y carente de planetas, otras naves y formas de
vida. Si el carguero no volvía a ingresar al espacio cyborg
pronto, todos en la Reckless expirarían de la frustración y el
aburrimiento. Riéndose se masajeó la rodilla.
El tiempo pasó. Nadie dijo una palabra.
—Hay una llamada de socorro que se origina en el siguiente
sector —La mujer del Capitán rompió el silencio—. Podríamos
responder a eso mientras esperamos.
Al igual que el resto de los seres a bordo de la Reckless,
prefería actuar.
—¿Por qué estás monitoreando las comunicaciones en el
próximo sector? —El Capitán hizo la pregunta que Chuckles

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estaba procesando. Se encogió de hombros, sin darles una
respuesta.
—Estoy poniendo la llamada de socorro en la pantalla principal.
Se mostró el interior de una pequeña nave de transporte. Una
hembra humana miraba en el dispositivo de grabación y la
probabilidad de que Chuckles expire de aburrimiento se redujo
abruptamente a 0.0000 por ciento.
Su mandíbula cayó. El cabello de la hembra era azul brillante y
rosado, los zarcillos se reunían en dos mechones de cabello en
lados opuestos de su cabeza. Sus labios eran la misma
combinación inusual de colores. Sus pestañas eran
inhumanamente largas y gruesas. Cristales rosados
​ ​ colgaban de sus orejas.
Su mirada bajó. Su traje de vuelo rosa estaba parcialmente
desabrochado, mostrando la abundancia del escote. Sus senos
blancos brillaban.
La hembra tenía curvas. Por todas partes.
—Ayuda. Necesito ayuda —Su voz ronca endureció su polla,
su punta presionando contra los confines de su armadura
corporal—. Estaba de camino a casa y mi nave dejó de
moverse —Se acarició la parte superior de sus senos. Sus
uñas combinaban con sus labios y cabello—. No sé cómo
solucionarlo —La mujer hizo un puchero—. Estoy
completamente sola y no tengo idea de qué hacer. Si escuchas
esto, por favor contáctame.
Agujero de Fraggin. Había encontrado a su hembra, la
genéticamente compatible con él, y no solo era humana, la más
poco confiable de todas las especies en el universo, sino que
era una estafadora descarada.

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—Es una trampa —Chuckles declaró esa verdad obvia. Su
hembra estaba atrayendo seres, buscando sacar provecho de
ellos de alguna manera.
—Es una grabación —admitió la mujer del Capitán—, pero
parece haber sido enviada desde una nave de transporte.
También puso la ubicación de la nave en la pantalla principal.
Su hembra estaba cerca, a menos de una rotación planetaria
de viaje lejos de él.
Chuckles se inclinó hacia adelante, incapaz de apartar su
mirada de la imagen fija de su bello rostro, intrigado a pesar de
sus dudas.
—Podríamos comunicarnos con ella, ocultando nuestra
ubicación de transmisión —North sugirió.
—Dissent podría comunicarse con ella —La mujer del Capitán
estudió al modelo J—. Se ve casi humano. Podría cambiar su
imagen, eliminar su número de modelo. Nadie sabría que es un
cyborg.
Eso no estaba pasando.
—Me voy a comunicar con ella —Chuckles anunció. Ningún
otro hombre iba a hablar con su mujer.
Todas las cabezas se volvieron en su dirección. La mujer del
Capitán y los hombres lo miraron. Doc, el médico de la nave,
levantó una computadora de mano. El cyborg lo estaba
escaneando, buscando daños. Chuckles les devolvió la mirada.
—Ese es mi trabajo.
Era el oficial de comunicaciones.
—Te mirará y se dará cuenta de que eres un cyborg —El
Capitán lo señalo.

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Eso era verdad. Chuckles era un modelo anterior, tenía la piel
gris, los brillantes ojos azules de su especie. Su mujer
engañosa sabría que era un cyborg.
—Si Dissent se comunica con ella...
—Me estoy comunicando con ella —ladró Chuckles—. Esto no
es negociable.
¿Qué demonios estás haciendo, compañero modelo D? Truth
le preguntó a través de un línea de transmisión privada. No se
utilizan frases como no negociables con el capitán. Te arrojará
de la nave.
La mandíbula del Capitán estaba apretada. Los procesadores
de las Chuckles zumbaron.
—Bloquearemos mi imagen, Capitán. Si legítimamente requiere
asistencia, la falta de un visual no debería disuadirla de
aceptarla.
La iba a recuperar si era un truco o no. Chuckles ya había
decidido eso. La capturaría y la encerraría en su habitación.
Permanentemente. Asegurándose de que sus mentiras y
engaños no dañen a ningún otro ser nunca más.
El Capitán entrecerró los ojos hacia Chuckles. Esa respuesta
no era un buen augurio.
—Chuckles tiene razón —La mujer del capitán,
inesperadamente, salió en su defensa—. Eso nos dirá de
inmediato si su llamada de socorro es una artimaña.
Le guiñó un ojo a Chuckles, como si compartieran un secreto.
Chuckles frunció el ceño hacia ella, sin procesar cuál era ese
secreto. El Capitán miró a su hembra y luego a Chuckles.
—Chuckles, puedes comunicarte con ella —autorizó esa
acción—. Haz los arreglos necesarios.

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Eso tomó solo unos momentos. La mujer del Capitán ayudó a
ocultar el rastro de la transmisión. Chuckles bloqueó su
imagen.
Luego saludó a su mujer, con el corazón palpitante.
Conversaciones triviales, el inútil intercambio de información no
esencial que los humanos parecían disfrutar, no era su fuerte.
El mensaje de socorro de su mujer había sido hablador.
Querría palabras de él.
—Hola. Hola.
Su mujer apareció en la pantalla, sin tener en cuenta todas las
convenciones de llamadas.
Su cabello multicolor ahora estaba recogido en un montón en la
parte superior de su cabeza. Su traje de vuelo era de color rosa
brillante. Una tira de tela a juego le rodeaba el cuello.
Pequeñas piedras rosadas lo decoraban, agregando un brillo
que parecía gustarle.
—¿Hay alguien? Por favor, dime que estás allí —Juntó las
manos, sus ojos muy abiertos con fingida preocupación—. Por
favor. Por favor respóndeme. Estoy sola y muy asustada.
Su acto fue exagerado ¿Creía que los seres eran tan estúpidos?
—Este es Chuckles —Se quitó toda emoción de su voz—
¿Requiere asistencia?
—Chuckles. Ohhh... ese es un gran nombre —puso una de sus
manos sobre sus senos aún más prominentes, sus curvas a
una sacudida de escapar de su traje de vuelo—. Tan diferente.
Entonces —soltó el aliento—, hombre.
Chuckles imaginó sus labios fruncidos envueltos alrededor de
su polla y su necesidad. por ella se intensificó, tamborileando

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hacia él, un latido primitivo repitiendo "Mia. Mía. Mía." una y
otra vez.
Pero era un cyborg, en parte humano, en parte máquina y su
deseo por ella no lo había hecho desconectar sus
procesadores. Su mujer desempeñaba el papel de tentadora,
estaba usando sus poderes de seducción como arma contra él.
—¿Necesitas ayuda? —repitió su pregunta.
—No puedo verte, Chuckles —dijo su nombre como si
encontrara la liberación simplemente formando las sílabas.
Eso le atrajo. Se movió en su asiento, su armadura incómoda y
apretada.
—Y quiero verte —apretó sus senos, profundizando el valle
entre ellos—. Quiero ponerle cara a tu voz sexy.
Esta hembra es demasiado. Truth se rio a través de las líneas
de transmisión.
Chuckles lo fulminó con la mirada. Nadie debería estar
hablando de su hembra.
—Soy incapaz de enviarte un mensaje visual —Porque era una
humana mentirosa, engañosa y podría usar la información para
dañarlo a él y a sus hermanos— ¿Es eso un problema?
—Por supuesto que no —La mujer jugaba con las solapas de
su traje de vuelo, dibujando atención a la piel brillante que se
mostraba allí. Si Chuckles no hubiera sido un cyborg, capaz de
mover su mirada rápidamente, podría haber perdido el
parpadeo de incertidumbre en sus ojos azules.
A la mujer no le gustaba no tener un visual. Quería ver a quién
atrapaba, prefería tener esa información para prepararse para
su llegada.

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Mientras encontraba su traición detestable, aprobó su cautela.
—¿Cuál es tu nombre, mujer?
Un nombre lo ayudaría cuando buscara en la bases de datos
por ella. No es que le diera su verdadero nombre.
—Mi nombre es Bettina —Sus ojos se abrieron una fracción
como si esa declaración la hubiera pillado por sorpresa—, pero
puedes llamarme nena.
Sus pestañas se agitaron. Chuckles fruncieron el ceño ¿Por
qué se referiría a ella como una descendencia humana?
—Suenas como un hombre grande, Chuckles —ronroneó esa
observación— ¿Eres grande? —Su lengua pequeña, rosada y
tentadora se deslizó sobre su labio inferior— ¿Por todas partes?
—Sí.
Siendo uno de los primeros modelos de cyborg, era mucho más
grande que el más alto hombre humano. Cada parte de él era
proporcional.
—Me gusta eso —Bettina tocó de nuevo el oleaje de sus
senos—. Hablas como un guerrero, todo decisivo y grrr... —No
estaba seguro de lo que significaba ese gruñido sexy pero el
sonido excitó su forma ya altamente estimulada— ¿Eres un
guerrero?
—Sí.
Chuckles no era el guerrero que era antes, pero podía derrotar
a cualquier humano. Podría protegerla si fuera necesario.
Su hembra miró hacia abajo. Su mirada cambió de derecha a
izquierda. La imagen de una pantalla de visualización se
reflejaba en un panel detrás de ella.
Chuckles expandió esa imagen, la volteó para leer las palabras.

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“No visual. Grande. Guerrero. No se puede rastrear la señal.
Abandona esto, Bait.”
La barbilla de Bettina se afirmó por un instante. Luego sonrió
ante el dispositivo de grabación, a Chuckles y su corazón
funcionó mal, deteniéndose por un momento y reiniciando.
—He estado sola por tanto tiempo —continuó su engaño. La
satisfacción estalló en su interior. Su pequeña humana
mentirosa había deliberadamente desobedecido las órdenes
del mensajero, negándose a abandonar su estratagema.
Quería reunirse con él tanto como quería reunirse con ella.
—No tengo ningún crédito para pagar las reparaciones, pero tal
vez podamos resolver otros arreglos —bajó las manos a su
estómago redondeado. Sus caderas eran anchas. Su hembra
construida para un modelo D como él— ¿Te gustaría eso,
Chuckles?
Se ofrecía a criar con él.
—Sí —Le gustaría eso. Pero dudaba que sus palabras fueran
genuinas. Sospechaba que hacia esa propuesta a todos los
hombres que respondieron a su falsa llamada de socorro.
—Entonces, ¿me ayudarás? —batió sus pestañas— ¿Solo?
Será solo nosotros dos, ¿verdad? Soy tímida.
Chuckles ahogó su resoplido. No había nada tímido en ella.
Era el ser más descarado que jamás había encontrado.
—Seremos solo nosotros dos —No arrastraría a nadie más a
su trampa—. Iré por ti.
—Oh, vendrás por mí —Su voz se enroscó alrededor de su
polla, agarrándolo en la más sensual de los momentos—. Me
aseguraré de eso —Bettina se refería a la cría nuevamente,
emitiendo promesas que su tonto cuerpo creyó—. Te estoy

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enviando mis coordenadas —golpeó sus dedos contra la
pantalla—. Te veré, todo de ti, pronto, Chuckles.
Se echó a reír. La transmisión terminó.
—Pensé que los cyborgs no podían mentir —La mujer del
Capitán rompió el silencio—. Implicabas que te reunirías con
ella.
—Me reuniré con ella —Chuckles colocó sus manos sobre la
consola ante él y se puso de pie, su rodilla gritó de dolor—.
Necesito uno de los trasbordadores de la nave, capitán.
La mujer del Capitán y todos los guerreros lo miraron.
—No necesitas una nave de transporte, Chuckles —La hembra
del Capitán separó palabras muy distanciadas, le hablaba
como si sus procesadores funcionaran mal—. Tenía razón. Es
una trampa.
—Sé que es una trampa —No se había desviado de su
evaluación original de la situación—. Todo lo que dijo era una
mentira. Cada movimiento suyo era fabricado, inteligentemente
diseñado para atraer a los machos inconscientes de su destino.
Incluso su cabello es falso. Nunca confiaré en mi mujer —Eso
decepcionó a Chuckles, pero no lo sorprendió. Confiaba en
pocos seres—. Pero la recuperaré.
—Tu mujer —repitió el Capitán.
La boca de la hembra del Capitán se abrió.
—Tu, la bolsa de tornillos más cínica del universo, está
emparejada con la mujer más colorida que hemos encontrado
—Truth, ese guerrero tonto, se rio, todo su cuerpo temblando
de alegría.
Los labios de Chuckles se aplanaron. Se alegró de que alguien
se divirtiera, porque ciertamente no lo estaba. Otros guerreros

21
tenían mujeres honorables. Tenía a Bettina, si ese era
realmente su nombre, un ser hábil en engaño.
Era colorida. Truth estaba en lo correcto al respecto. Chuckles
miró la imagen. Una vez, después de una tormenta, había visto
un arco de colores en el cielo sobre el campo de batalla. La
vista le había dado una profunda sensación de felicidad ante el
sentimiento. Desapareció, para nunca ser visto otra vez.
Bettina era como ese arco, tan asombrosamente bella e
inconstante, una visión que un guerrero podía admirar pero no
podía contar ni predecir.
—Podría tener una buena razón para atrapar seres —La mujer
del Capitán se recuperó de la conmoción de su revelación—.
Tenía buenas razones para hackear las transmisiones de
Vector.
Intercambió una mirada cariñosa con el capitán.
—No tiene una buena razón —Chuckles no se hizo ilusiones
sobre su hembra—. Es una estratagema para reunir créditos.
Estaba reteniendo a sus salvadores para pedir rescate o
relevándolos de cualquier riqueza que tuvieran en sus formas.
—Podría tener un uso noble para esos créditos.
La mujer del Capitán se aferró a su visión positiva de Bettina.
—Lo dudo —negó con la cabeza, sus expectativas de ella y de
su baja vida—. Descubriré sus planes cuando me encuentre
con ella.
—No debería autorizar esa acción —El Capitán parecía serio—.
Eres conscientemente que entras en una trampa, arriesgando
tu libertad y tu esperanza de vida.

22
Chuckles sabía exactamente lo que estaba arriesgando. Su
hembra, un ser sin honor, tenía la capacidad de destruirlo. Pero
la alternativa era una vida infinita de soledad, sin mujeres, sin
descendencia. Una imagen de Future, el Capitán y la mujer del
Capitán recientemente con su hijo fabricado, llenó sus
procesadores y una ola de deseo lo invadió.
—Es mi mujer.
Chuckles arriesgaría todo para asegurarla. Los guerreros a su
alrededor asintieron, silenciosamente de acuerdo con su
decisión.
—Iré contigo —Truth se puso de pie.
El guerrero entraría voluntariamente en una trampa para
ayudarlo. Chuckles estaba temporalmente en silencio por la
oferta. Truth era un valiente guerrero. Estaba honrado de
servir con él pero no arriesgaría la libertad del cyborg.
—Haré esto solo.
Truth abrió la boca.
—Si me captura y no puedo escapar, te llamaré —estableció un
acuerdo—. Mantengan sus líneas de transmisión abiertas.
—Estarán abiertas —La cabeza de Truth se inclinó—. Buscaré
información en las bases de datos sobre tu mujer.
Los dedos de la hembra ya tocaban su pantalla de
visualización privada. Era experta en descubrir datos.
—Ten fe en ella, Chuckles. Dale una oportunidad.
Chuckles gruño. No tenía fe en muchos seres.
—Puedes tener cualquier nave de la bahía de atraque —El
Capitán le dio la autorización que necesitaba para irse—. Toma

23
armas y cualquier otro recurso que requieras para tener éxito
en tu misión.
Lo estaban apoyando en su tonta búsqueda. Eso lo humilló y
reafirmó su resolución.
Chuckles cojeó hacia las puertas. Recuperaría a su traidora
hembra, capturarla usando los medios que sean necesarios.
Y nunca la dejaría ir.

24
Capítulo 2

Casi una rotación planetaria más tarde, Bettina continuó


lidiando con las consecuencias de su apresurada decisión.
Tenía un papel específico que desempeñar en sus actividades.
Otros la llamaban Bait. Curvilínea y coqueta, atraía a los seres
cachondos a la nave de transporte modificada.
Cuando llegaban los seres, pensando que se aprovecharían de
una indefensa mujer solitaria, Keeper los golpeaba con su
pistola eléctrica y arrastraba a los asnos depredadores a la
nave de contención. Los seres eran arrojados al siguiente
planeta habitable, ilesos, armados con las armas que llegaban
usando.
No sufrían daños físicos, pero se les enseñaba una cara
lección, una que podría hacerles pensar dos veces antes de
aprovecharse y de confiar en las hembras jóvenes en el futuro.
Los labios de Bettina se aplanaron.
Los pilotos 1, 2, 3 y 4 se apoderaban de las naves de los seres.
Estas no eran devueltas a los depredadores. Las naves se les
borraba todas las marcas de identificación y eran vendidas por
créditos, los ingresos se dividían entre el equipo de obtención.
Smarts organizaba todo el trabajo. Formaba los equipos, dividía
los beneficios, establecía las reglas. También decidía a quién
apuntarían.
La hembra no había querido apuntar a Chuckles. Estaba tan
enojada con Bettina que le había enviado a Keeper para
confrontarla.

25
La hembra Dracheon pisoteó el pasillo del transbordador,
moviéndose hacia Bettina a un ritmo alarmantemente rápido,
sus ojos ardiendo con llamas, sus azules escamas ondulantes.
Era una guerrera formidable, experta en todo uso de armas,
tenía la habilidad de respirar fuego tan caliente que derretía el
metal y reducía los huesos a cenizas.
Bettina prefería quedarse del lado bueno de Keeper... cuando
eso era posible.
No fue posible en este caso. La voz de Chuckles la había
excitado, intrigándola. Tenía que conocerlo, sabía que siempre
se arrepentiría si no procedía con la adquisición, si nunca veía
su cara.
—No deberías estar aquí —Se enfrentó a Keeper,
manteniéndose firme mientras temblaba internamente en sus
botas, preguntándose si esas palabras serían las últimas—. Si
realiza un escaneo de forma de vida, sabrá que no estoy sola
y...
—¿Y qué? —La mujer guerrera resopló el humo que sopló de
una llamarada de sus fosas nasales— ¿Dará la vuelta? Eso es
lo que deberías querer que haga, Bait.
Las puntas de las garras de Keeper se extendieron y Bettina
luchó contra el impulso de tomar un paso atrás. La Dracheon
podría terminar su vida útil con un corte de esas mortales
armas naturales.
—Smarts está enojada —Keeper le dijo algo que ya sabía—.
Piensa que este hombre es una mala noticia y estoy de
acuerdo con ella.
Smarts había criticado a Bettina, furiosa por haber olvidado
todo su entrenamiento, por ignorar los mensajes, diciéndole

26
que estaba poniendo en peligro a todo el equipo por
aventurarse hacia delante con la adquisición. Estaba
arriesgando su vida, la vida de Keeper, los pilotos, todos, al
continuar.
La mujer mayor había envuelto la advertencia al afirmar que si
no hubiera sido la última adquisición de Bettina, la habría
despedido.
Eso había dolido. Consideraba que Smarts era su amiga.
—Chuckles es una mala noticia —Bettina se encogió de
hombros puso a un lado el miedo y sus preocupaciones—.
Todos los depredadores que atrapamos son malas noticias.
Es posible que Chuckles no haya hecho declaraciones
desagradables o irrespetuosas durante su conversación, como
habían hecho muchos de los depredadores anteriores, pero
tampoco había preguntado sobre su nave, no había intentado
repararla de forma remota.
Y había aceptado recibir sexo a cambio de reparar su nave. Sin
ninguna duda.
Eso lo convertía en un depredador. Tendría que poner bajo
control su indecorosa atracción por el hombre, tratarlo de la
misma manera que a los demás.
—Tu Chuckles está en una categoría diferente de malas
noticias.
Keeper retrajo sus garras y probó una puerta lateral,
asegurándose de que estaba cerrada.
El alivio se apoderó de Bettina. La Dracheon no estaría
asegurando el transbordador si planeaba matarla.
—Me preocupa, pero estoy más preocupada por ti —La mirada
de Keeper se encontró con la suya. Las llamas en sus ojos

27
eran más bajas. Su ira había disminuido—. Desobedeciste las
instrucciones de Smarts. Le dijiste tu nombre real. Tu cabeza
no está en esta adquisición, Bait y eso nos hará matar a todos.
—No trabajé tanto tiempo para morir ahora.
Después de ocho ciclos solares de atraer depredadores
peligrosos en trampas, escatimando, ahorrando y gastando tan
poco de los ingresos como fuera posible, Bettina finalmente
había alcanzado su objetivo.
Con esta adquisición, tendría suficientes créditos para que dos
seres vivieran simplemente para toda la vida. Sus dedos se
cerraron alrededor del cristal que colgaba entre sus pechos.
Sería libre, podría perseguir sus propios intereses, hacer lo que
quisiera.
—Soy la que está en mayor peligro —Como Bait, su papel era
el más arriesgado—. Me verá a mi primero. Si lo aturdes
adecuadamente, no te verá en absoluto.
—Eso es un gran si —Keeper ajustó el ángulo de un dispositivo
de monitoreo— ¿Como sabemos que puede ser aturdido? No
tenemos indicación de qué especie es.
—Es humano o humanoide. Estoy casi segura de eso.
Después de cientos de adquisiciones, Bettina era hábil para
predecir especies en función de sus voces. Además, no estaría
tan excitada por un tentáculo o una masa temblorosa de carne...
¿lo haría ella? Apretó el cristal.
—Todos los humanos y humanoides que figuran en nuestras
bases de datos pueden quedar aturdidos —Keeper le concedió
ese punto—. Todavía no me gusta esto.
—Se llama Chuckles —El tono de Bettina era seco— ¿Cuán
rudo puede ser?

28
—Es tan rudo que nadie se burla de él por su nombre.
Sacó una pistola del bolsillo de su traje de vuelo.
—Pon tu pulgar aquí.
Bettina cumplió, colocando su pulgar en el gatillo. La hembra
jugueteó con la configuración por un momento.
—Toma esto —Le hizo sostener el arma—. Escóndelo en la
cámara en alguna parte.
—Tengo una pistola —Bettina agarró el arma.
—Ahora tienes dos —Keeper puso los ojos en blanco—. Ponte
en posición. Tengo que ver —abrió manualmente una puerta
lateral—. Se comunicará contigo pronto.
Era hora del show. La emoción de Bettina se mezcló con la
aprensión, esta adquisición, la última, poniéndola nerviosa.
Keeper hizo una pausa y la miró, con la frente escamosa
surcada de líneas de preocupación.
—Nadie pensará mal de ti si tienes dudas y abandonas esta
adquisición, Bait. No podemos capturar a todos los
depredadores.
La mujer estaba realmente preocupada por ella. Eso conmovió
a Bettina.
—Tengo que hacer esto, Keeper —No sabía por qué, pero
tenía que conocer al hombre.
Las llamas en los ojos de la hembra Dracheon brillaron.
—Esto es un error.
Salió de la lanzadera y cerró la puerta tras ella.

29
Keeper podría tener razón. Esto puede ser un error. Para
minimizar los posibles peligros, Bettina tuvo que prepararse
para la adquisición, meter la cabeza en ella, como diría su
amiga guerrera. Volvió a la cámara central y se volvió hacia las
puertas a las que Chuckles estaría accediendo y la pantalla de
visualización que estaría monitoreando.
Una de las armas la deslizó en su bolsillo delantero derecho,
en aturdimiento. La otra arma estaba escondida bajo su manga
derecha.
Sabía cómo usarlas. Después de que un hombre, un
depredador sexual, la atacó en su planeta natal, su padre le
había enseñado a disparar un arma.
Era un universo duro. Un ser tenía que poder defenderse a sí
mismo. Nadie más haría eso.
Su querido padre había sido quien también le demostró ese
hecho de la vida.
Después de una vida de trabajar en las minas, soportar
grandes dificultades personales y arriesgarse a la muerte en
cada rotación del planeta que estaba bajo tierra, la compañía
propiedad de la Alianza Humanoide a la que había servido se
había deshecho de él. Luego descubrieron que sus promesas
para que disfrute de comodidad en años posteriores eran
simplemente eso: Promesas
Su orgulloso padre se había quedado sin nada... Casi nada.
Alzó la barbilla. Tenía una hija que haría cualquier cosa por él,
una hija que lo defendería, mantenerlo a salvo como él la había
defendido y mantenido a salvo en el pasado.
Escaneó los dispositivos frente a ella. Los sistemas de
monitoreo indicaban que Keeper había movido la nave de
contención fuera del alcance. Volvería cuando Bettina chocara

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no tan accidentalmente contra el botón en la pared. Esa acción
señalaba que su objetivo había llegado... solo, el procedimiento
limitaba el riesgo para la hembra Dracheon y del resto del
equipo en caso de que ocurra algo inesperado.
Solo Bettina estaría en peligro.
Nada saldría mal. Los nervios le revolvieron el estómago. Esta
era su última adquisición. Sería sencillo.
Tratando de calmarse, extrajo una pequeña piedra y un pedazo
de alambre delgado de color dorado de su bolsillo delantero
izquierdo. Su trabajo era lucrativo pero requería una espera
interminable, esperando que los seres la contacten inicialmente
y luego la cita en la nave de transporte modificada. Llenaba ese
tiempo con su verdadera vocación: Crear decoraciones para
otras mujeres y unos pocos hombres amantes del brillo.
Después de esta adquisición, la creación de piezas sería su
enfoque principal. Sostuvo la piedra contra la luz. Era un verde
oscuro fascinantemente translúcido. Cuando lo vio durante una
parada de reposición, exhibido en el puesto de un comerciante
en Carinae E, sabía que sería perfecto para un colgante.
A alguna mujer afortunada, tal vez una de ojos verdes, le
encantaría la decoración. Bettina envolvió el alambre alrededor
de la piedra, creando un intrincado diseño, lo que permitía
mostrar gran parte de la piedra. Se perdió en el proceso
creativo. La serenidad se asentó sobre ella. Su cuerpo relajado.
Sus únicos pensamientos eran sobre el colgante.
El pitido de la comunicación entrante muchos momentos
después la hizo saltar.
“La nave estaba dentro del alcance”. Smarts prefirió contactarla
por mensaje de texto. “El escaneo de forma de vida terminado.
Uno de ellos a bordo. La embarcación estaba avanzando.

31
Todavía era demasiado arriesgado pero podría valer la
pena...Si el ser es humano o humanoide... y si no nos matas a
todos, Bait”.
No los mataría a todos. Bettina puso los ojos en blanco cuando
le devolvió el colgante y sus suministros a su bolsillo. Y
Chuckles sería humano o humanoide. Estaba segura de eso.
Otros escáneres de formas de vida podrían distinguir entre
tipos de seres. Smarts no había invertido en uno de ellos
porque se suponía que debían obtener una representación
visual de su objetivo antes de que aceptaran su ayuda.
La nave de Chuckles apareció en su pantalla de visualización
privada, los sistemas de monitoreo siguiendo su progreso. La
nave se movía rápidamente, en línea directa hacia su
lanzadera estacionaria.
Su corazón latía con fuerza. Normalmente sentía temor antes
de cada adquisición pero esto era diferente. Chuckles era un
ser que le interesaba ver.
Su pantalla parpadeó, indicando una transmisión. Pasó sus
manos sobre s cabello. Todos sus rizos permanecieron
retenidos en lo alto de su cabeza por un cierre rosa esponjoso.
Se secó más pigmento azul en los labios y roció un poco de
brillo en sus senos. La mayoría de sus llamados rescatistas
habían estado fascinados con esa parte de su anatomía.
Apretó sus curvas juntas, se inclinó ligeramente hacia adelante
y abrió la transmisión.
—Hola. Hola ¿Eres tú, Chuckles? —interpretó a la mujer
indefensa.
—Soy Chuckles —Su voz profunda llegó a ella y acarició su
coño. La pantalla de visualización privada permaneció negra.

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“Todavía no hay visual”. El mensaje de Smarts apareció en el
dispositivo. “Abandona esto, Bait.”
No podía hacer eso. Bettina miró la pantalla en blanco. Podría
resultar su muerte pero tenía que verlo. Nunca había estado
tan excitada por ningún ser. Y solo había escuchado su voz.
Aunque esa podría ser la razón por la que la excitaba. No
podía verlo obsérvala como el resto de los seres.
—Pronto veré todo de ti —bajó parcialmente los párpados y
frunció los labios—. Apuesto a que tienes el pelo castaño y
grueso.
Buscó más detalles. Hubo una pausa.
—Mi pelo es negro.
Tenía cabello. Eso aumentó la probabilidad de que fuera
humano o humanoide.
—Ohhh... cabello negro —Se acarició la parte superior de sus
senos—. Me gusta eso.
Esa era la verdad. Podría disfrutar cambiando el pigmento de
su cabello a vívidos colores, pero prefería que sus machos
fueran menos llamativos.
—Quiero pasar mis dedos por tu grueso cabello negro, curvar
mis dedos sobre tu cuero cabelludo y mantener tu cara contra
mi pecho —¿Esa fantasía lo puso tan caliente como la había
hecho? Se movió, su coño goteando por su misterioso
guerrero— ¿Te gustaría eso también?
—Sí —Un estruendo envolvió esa respuesta de una palabra—
¿Dónde debería acoplarme?
—Oh, nene —ronroneó ese cariño—. Puedes atracar en
cualquier lugar que quieras —Bettina se lamió el labio inferior,

33
enfatizando su insinuación—. Pero como eres un hombre tan
grande —A ella también le gustaba—, comencemos despacio.
Alinéate con mis conectores de acoplamiento frontal esta
primera vez —empujó sus caderas hacia la privada pantalla de
visualización—. Sé amable conmigo, Chuckles.
—No dañaré tu nave de transporte —Su tono serio la hizo
sonreír—. Soy hábil para atracar.
—Apuesto a que sí —batió sus pestañas, ignorando a Smarts
en su flujo de mensajes de advertencia cada vez más
acalorados desplazándose por la parte inferior de su pantalla.
—Prepárate para mí —Chuckles le advirtió.
—Estoy lista para ti, cariño —Se puso las solapas de su traje
de vuelo, separando la tela, invitándolo a una vista más
completa de sus senos. Sus pezones estaban tensos contra la
prenda, su deseo por él aumentaba—. Contáctame si tienes
cualquier problema. Entiendo que algunos hombres necesitan
ayuda para atracar.
—No necesito ayuda —Su guerrero desconocido terminó la
transmisión.
La imagen en la pantalla de visualización privada volvió a la
supervisión de su nave que se acercaba.
Mierda. Estaba encendida. Sus dedos temblaron, la urgencia
de tocarse, de aliviar su intensa necesidad.
No había tiempo para eso y tenía una audiencia. Smarts y los
otros miembros del equipo monitorearon el interior de la nave
de transporte.
Su líder ya estaba enojada con ella, como diría Keeper. Bettina
no quería enojarla más que eso.

34
Porque la mujer podría haber tenido razón acerca de esta
peligrosa adquisición.
La voz de Chuckles revolvía su lógica. Pensaba con su coño
cuando hablaba con él. Si eso sucediera cuando lo enfrentara,
podría cometer un error, que la maten.
Su muerte sería un desastre, no solo para ella, sino también
para los seres que le importaban.
Era responsable de su padre y del amigo de su padre, Duggar.
Asumir riesgos podría ponerlos en peligro.
Sus dedos volaron sobre la pantalla privada. Encontró su
archivo de mierda, el archivo con toda la información que un
ser necesitaría saber para acceder a los créditos que había
acumulado.
Guardó el almacenamiento virtual fuera de la nave. Porque
cualquier nave podría ser robada.
Había sido testigo de esa realidad en su trabajo.
Le adjuntó un mensaje a su padre en el archivo. Releyó sus
palabras. Su tono era optimista y positivo, transmitiendo su
amor por él, su gratitud por todo lo que le había dado a ella.
Era un buen hombre, un gran padre. Alguna rotación
planetaria, esperaba encontrar un ser como él, leal, brusco y
amable... Si uno de esos hombres todavía quedara en el
universo.
Los ciclos solares de tratar con los depredadores le hicieron
cuestionar su existencia.
Programó el archivo para que se enviara automáticamente a
Duggar, el amigo de su padre y cuidador no oficial, en veinte
rotaciones planetarias. Si la adquisición iba como planeaba,

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cancelaría esa acción. Si algo saliera mal, sería entregada al
amigo de su padre.
Los dos seres que amaba serían provistos financieramente.
Su estómago gorgoteó más fuerte cuando la nave de Chuckles
se acercó a su ubicación ¿Si había cometido un error?
¿Acabaría el macho con su vida?
La nave disminuyó la velocidad y giró. Completó un amplio
círculo alrededor del transbordador. Su hombre misterioso se
acercaba a su cita con extrema precaución.
Tenía que hacer lo mismo. Sus manos revolotearon sobre el
arma en su bolsillo delantero derecho. El fulgor de su traje de
vuelo ocultaba lo que de otro modo sería un antiestético bulto.
Jugueteó con su manga, asegurándose de que la segunda
arma también fuera accesible.
Llegarían Chuckles. Lo miraría bien, satisfaciendo su curiosidad.
Si fuera afortunada, estaría sucio y descuidado, repulsivo de
mirar y su coño inmediatamente lo consideraría no digno de
follar.
O tal vez la miraría o trataría de agarrar sus senos o apretarle
el culo como muchos de sus predecesores habían hecho antes
que él.
Toda su fascinación con él se evaporaría.
Keeper lo aturdiría. Sería transportado lejos de ella. Smarts
vendería su nave, compartirían las ganancias y Bettina se iría...
de todo esto. Su padre y Duggar tendrían los créditos y la
atención que necesitaban para el resto de sus vidas. Ya no
temiendo que no tengan hogar y que tengan hambre, podría
enfocarse en crear decoraciones para los seres, obteniendo los
escasos créditos que necesitaba para vivir de esa actividad.

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Encontraría un hombre bueno y honesto, alguien que
realmente rescataría a una mujer en angustia, sin importarle
cuántos ciclos solares tenía o cómo se veía. Haría eso porque
era un buen ser.
Su vida sería perfecta.
Todo lo que tenía que hacer era completar con éxito esta
adquisición y no distraerse con la voz profunda de su
misterioso hombre.

37
Capítulo 3

Su hembra planeaba atraparlo. Chuckles maniobró su pequeña


nave alrededor de su lanzadera. Había múltiples conectores
de acoplamiento y a juzgar por el desgaste en el metal, varios
habían sido utilizados recientemente.
Estaba 99.9999 por ciento seguro de que carecía de honor. Lo
que aún no había determinado era el nivel de su traición.
¿Acabó con la esperanza de vida de los tontos bien
intencionados que capturó?
Su mujer no tendría éxito con él, si ese fuera su objetivo. Barrió
sus manos sobre las armas y las cuchillas atadas a su
armadura, asegurándose de que cada cartuchera, cada funda
estuviera llena.
Era humana, tendría una lentitud e ineptitud humana. Podría
estar dañado, pero seguía siendo un cyborg y la sometería.
Ese pensamiento lo excitó. Sus circuitos se dispararon. Su
polla se endureció.
Mi mujer tiene que comunicarse contigo. Transmitió el capitán.
Una imagen del rostro de la mujer del Capitán llenó los
procesadores de Chuckles.
¿Puedes escucharme? Su mirada se movió hacia la izquierda y
hacia la derecha.
Te estas comunicando conmigo. Un dispositivo leyó su
transmisión en voz alta para la hembra humana del capitán, la
voz simulada y extremadamente irritante.
Bueno. Esta funcionando. Sonrió. Investigué un poco y
descubrí más información sobre nuestra hembra Bettina.

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Bettina no era su hembra. Chuckles apretó los labios. Era suya.
Ese es su verdadero nombre. La mujer del Capitán sacudió la
cabeza. No fue muy inteligente de parte de ella compartirlo
contigo. La hizo más fácil de rastrear.
Era humana y los humanos cometían muchos errores. No dijo
nada.
La última documentación oficial de su existencia se produjo
hace ocho ciclos solares. Le enviaron imágenes de esa
documentación, tres aplicaciones de trabajos. Todos los últimos
trabajos fueron marcados en la misma rotación de planeta.
Entonces desapareció.
No podía cumplir tres trabajos con la misma duración. La
mayoría de los seres cumplían solo uno ¿Cómo engañó a las
entidades?
O era muy inteligente o cumplía legítimamente los tres trabajos.
Se transmitieron registros detallados. Las duraciones del ciclo
solar se superponen. Los turnos no lo hacen.
Los turnos ocupados por sus trabajos dejaban poco tiempo
para dormir, un requisito para los humanos. No hay suficientes
ciclos de descanso.
Eso se refleja en las imágenes de ella. La mujer del Capitán
transmitió eso información también.
En las tres imágenes, una para cada trabajo, el cabello de su
hembra era de un púrpura intenso. Sus labios y los párpados
eran del mismo tono. Pero sus mejillas estaban hundidas como
si no hubiese comido suficiente alimento, había círculos
oscuros debajo de sus ojos y esos ojos carecían de brillo. Eran
planos.
Por alguna razón ilógica, eso enfureció a Chuckles.

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Se dañó a sí misma. Sus dedos se crisparon. Golpearía su
exuberante trasero por haber hecho eso.
Sus trabajos eran de bajo crédito, pero deberían haber pagado
por su cámara privadas, alimentación, bebidas, otros
suministros necesarios. La mujer del Capitán estaba intrigada
por Bettina. Escuchó eso en su tono transmitido. Investigaré
más.
Eso no es necesario. Sacaría la verdad de su mentirosa mujer.
Pero permaneció en silencio porque descubrir detalles hacía
feliz a la mujer del capitán.
Sé cauteloso. El Capitán le aconsejó. La transmisión terminó.
No había necesidad de esa orientación. Chuckles se frotó la
rodilla dañada.
Las traiciones pasadas le habían enseñado a no confiar en
seres o situaciones desconocidas.
Podía manejar a su hembra.
Alinear los conectores de atraque de su nave con los de su
nave de transporte fue un procedimiento simple. Guio su nave
a su posición. Se sacudió cuando chocó contra la nave de
transporte. Los conectores de acoplamiento se bloquearon,
sellando la conexión.
Apagó los motores. Como precaución, borró toda la
información no esencial para las operaciones básicas de las
bases de datos de su nave, incluidas las rutas, destinos
anteriores, comunicaciones. Esos detalles estaban
almacenados en la bases de datos dentro de él. Cuando
recuperara con éxito a su mujer y regresara a la nave, volvería
a cargar la información.

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Satisfecho de no haber dejado nada que pusiera en peligro al
capitán, a la mujer del Capitán o a sus hermanos, se dirigió
hacia las puertas interiores. El espacio entre las dos naves se
habían presurizado.
Echó un vistazo a su entorno. Solo una forma de vida apareció
en la nave de transporte.
Era humana, estaba posicionada en el lado más alejado de la
embarcación.
Su mujer esperaba que se acercara a ella. Aprobó esa lógica.
Estaría en control de su entorno, tendría la ventaja.
Abrió las puertas interiores, corrió por el espacio entre los dos
buques, moviéndose a la velocidad del cyborg. Su pie izquierdo
arrastrado debido al daño de su rodilla. Su mirada viajó por el
espacio.
El dispositivo de grabación fue fácil de detectar. Lo deshabilitó,
arrancándolo de su montura, aplastándolo en el piso retráctil.
El panel de control para la puerta de la nave de transporte
había sido retirado. Su hembra debe haber deseado tener el
control de qué seres que accedían a su nave.
Eso no lo detendría. Se quitó un parche de metal descuidado,
recuperó los cables ocultos, una vez utilizados para el panel de
control, los clavó en unos enchufes de sus muñecas.
Eso le dio acceso a todo, a cada sistema, a cada fragmento de
información que alguna vez fluyó a través del transbordador.
Su mandíbula se apretó. Su hembra había sido un ser malo,
malo.
Pero ahora estaba al tanto de sus planes y no permitiría
distraerse mientras estaba cerca de ella. Desarmaría a su
humana engañosa y le haría lo mismo para el asociado

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designado para aturdirlo. Ambos se convertirían en sus
cautivos.
Le quitó la capacidad de comunicarse con su equipo de
mujeres, seres deshonrosos y luego abrió la puerta. Una ola
deliciosamente perfumada en el aire golpeó sus fosas nasales.
La excitación surgió a través de él. Su polla se balanceó.
Respiró profundamente, oliendo a mujer caliente y necesitada
y... frunció el ceño mientras buscaba en las bases de datos
cyborg, buscando una coincidencia...
¿Flores Qershi?
Las Qershi crecían naturalmente solo en un planeta y ese
planeta estaba situado en varios sectores alejados de su
ubicación actual. No había aparecido vegetación en sus
escaneos.
Ese aporte ilógico aumentó su determinación de contener a su
mujer y devolverlos rápidamente a un entorno conocido. Corrió
a toda velocidad por la lanzadera, desactivando dispositivos de
grabación y pistolas montadas en el techo mientras se movía
hacia su objetivo.
No se dio cuenta de que se acercaba. Sus dedos tocaron
frenéticamente una pantalla de visualización privada.
—Smarts, ¿por qué no contestas mis preguntas? —su pequeña
barbilla redonda sobresalía— ¿Qué quieres decir con que no
puedes verlo?
—Destruí los dispositivos de grabación —apoyó las manos
sobre sus armas—. Es por eso que Smarts no puede verme.
—¿Qué demonios? —saltó, la acción casi liberó sus
exuberantes senos de su traje de vuelo. Su mirada se
encontró con la de él, sus ojos muy abiertos y vívidamente

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azules—. Estás aquí —chilló, dando un paso atrás—, pero,
pero no te abrí las puertas.
Entró en la cámara, navegó a través de ella tan rápido como
pudo, destruyendo dispositivos, asegurando que nadie pueda
escuchar su conversación.
No había elementos privados en el espacio, nada que le dijera
más sobre su mujer... aparte de que era cuidadosa y astuta.
Incapaz de resistirse a tocarla, pasó los dedos sobre su nuca
cuando la pasó. Su piel era decadente y suave. Se estremeció
y el aroma de su excitación se intensificó, burlándose de él.
—¿Dónde fuiste? —Se giró, su sistema de visión humana
inferior incapaz de engancharse— ¿Por qué no me contestas?
—Otros estaban escuchando —El desmantelamiento de sus
cajas de seguridad se completo, se detuvo directamente frente
a ella—. No están escuchando ahora.
Su mirada se alzó hacia su rostro. Tragó saliva. Duramente.
—Tu piel es gris. Tus ojos son de un azul brillante y se rompen
con una especie de energía. Tienes una letra seguida de
números entintados en tu mejilla —Hizo una pausa. Esperó su
conclusión, su terror. Su especie había sido fabricada con un
propósito principal: matar. Muchos humanos los creían
insensibles maquinas.
Su mujer era un ser inteligente, a pesar de su farsa. Tenía que
ser así. Capturar seres requería inteligencia.
Le tendría miedo. Esa era la única respuesta lógica.
—Eres un cyborg —Su voz se volvió ronca.
Bajó la cabeza y la miró con cautela ¿Por qué no estaba
asustada?

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Se miraron el uno al otro por un largo momento, sus miradas se
cerraron, se sostuvieron. No se retiró, no mostró ningún signo
de temor. Su reacción fue justo lo contrario. Que era un cyborg
parecía complacer a su perversa hembra.
Sus labios se alzaron en una pequeña sonrisa. Sus párpados
bajaron parcialmente, al igual que su mirada. Lo examinó
despacio, a fondo, como saboreando la experiencia.
Chuckles se enderezó, ampliando su postura y flexionando sus
músculos. Mientras lo examinaba, la miró y notó el pigmento
rosado en sus mejillas. La subida y bajada de sus senos llenos,
el ancho atractivo de sus caderas, cómo sus botas combinaban
con su traje de vuelo azul. Estaba adornada con un cristal
transparente en esta rotación de planeta, la piedra colgando
entre sus curvas.
Y parecía tranquila, demasiado tranquila para una mujer
atrapada sola en una nave de transporte con un guerrero
cyborg desconocido, aislada del resto de su equipo. Entrecerró
los ojos hacia ella.
—No tienes miedo.
—¿Debería tener miedo? —Se pasó la punta de los dedos
sobre los senos. Sus manos temblaron, ese movimiento
apenas perceptible, incluso con sus sentidos superiores. Se
relajó un poco. Tenía algo de miedo de él.
—Nunca te causaría daño permanente.
La tomaría por encima de su rodilla y le aplicaría la mano en la
parte trasera hasta que prometiera comportarse. Pero eso no
causaría daños duraderos a su piel pálida
—Eres mía.
—¿Soy tuya? —Lo miró, sus ojos grandes y muy azules.

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—Sí —Se acercó a ella. Su calor se extendió hacia él. El
almizcle que endurecía su polla se hizo más fuerte. Al igual
que el aroma de las flores Qershi. Olfateó el aire y dio otro paso
hacia ella.
—¿Por qué huele el aire a flores?
Sin esperar su respuesta, bajó la cabeza, siguiendo la
fragancia. Su nariz le rozó el pelo, las mejillas, el cuello. Allí.
Inhaló profundamente. Era más fuerte en la delicada piel
debajo de su oreja derecha.
—Tengo un líquido derivado de las flores trituradas de Qershi
—Sus dedos bailaron a lo largo de sus hombros, su ligero
toque lo encantaba—. Me puse un poco de eso, buscando
complacerte ¿Te gusta?
—Prefiero tu aroma —Pero podía tolerar las flores trituradas de
Qershi. Abrió la boca sobre ese lugar, probando los restos del
líquido seco y la sal de su piel.
Sus dedos se enroscaron en su cabello, esa acción le recordó
sus anteriores palabras, su promesa de sostener su rostro
contra sus senos. Eso sucedería, pero primero desarmaría a su
hembra.
—Dame tu arma.
Levantó la cabeza y se encontró con su mirada.
—¿Por qué iba a tener un arma? —mintió sin apartar la mirada,
sin pestañear. Su hembra tenía un don para el engaño. Eso no
le gustó.
—Dame el arma —extendió su mano derecha. Sus ojos
brillaron.
—No sé de qué estás hablando —barrió las palmas sobre sus
rizos contenidos.

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La luz se reflejo en el metal. Atrapó su muñeca derecha,
deslizó sus dedos entre la tela y la suave piel flexible, sacó la
pequeña pistola escondida allí. Había sido puesta en
aturdimiento.
El apretado nudo de emoción en la boca del estómago se
deshizo. Su hembra no había planeado matarlo.
Las comunicaciones que había enviado anteriormente, los
mensajes que había leído con la velocidad de cyborg cuando
accedió a los sistemas de la nave de transporte, había
declarado a los depredadores, como se referían a sus víctimas,
debían quedar aturdidos.
Pero esas eran palabras, y los humanos, a diferencia de los
cyborgs, tenían la capacidad de mentir. Sus acciones
reflejaban su verdad, confirmaron las palabras. Había puesto
su arma en aturdir.
Su hembra no buscaba terminar con su vida. No era tan
malévola pero le habría hecho daño.
Ese daño habría sido solo emocional.
Si su hembra lo hubiera aturdido, se habría quedado
inmovilizado. Su lado orgánico estaría congelado, sus brazos y
piernas incapaces de moverse. Su lado de la máquina habría
seguido funcionando. Su visión y audición funciones no habrían
sido afectadas.
Podría haber enviado transmisiones mientras estaba aturdido,
podría haber solicitado la asistencia de Truth, el Capitán y el
resto de la tripulación.
Lo habrían rescatado.

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Se habrían burlado de él hasta el final de su vida casi
interminable. Sus labios se torcieron. Debería encerrar a su
hembra en su habitación y nunca liberarla.
—No sé de dónde vino esa arma —Su risa era temblorosa.
—Vino de tu manga —Su tono era seco—. Donde la habías
escondido.
Puso su premio en una funda junto a su corazón. El arma de su
hembra era lo suficiente pequeña para compartir el espacio con
su arma mucho más grande.
Lo miró por un momento como si estuviera considerando su
próximo movimiento. Esperó. Lo que sea que haya intentado,
estaba seguro de que lo superaría.
Su mirada se suavizó y sus labios se curvaron en un atractivo
puchero. Su hembra era un peligro para ella y para todos los
hombres vivos.
—¿Estás enojado conmigo, Chuckles? —Se pasó las manos
por los senos, girando su atención a ellos— ¿He sido traviesa?
—batió sus pestañas— ¿Me vas a castigar?
—Te has ganado múltiples amonestaciones —Las entregaría
una por una hasta que admitiera el error de sus métodos y
prometiera cambiar.
—¿Y cómo vas a reprenderme? —Le lanzó esas palabras
como si fuera un desafío
Su mujer se burlaba del ser equivocado.
La agarró por los hombros, incapaz de mantener sus manos
lejos de ella.
—Voy a llevarte de regreso a mi nave y atarte a nuestro
soporte para dormir.

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Sus ojos se abrieron de par en par. Sus pezones estaban tan
tensos que eran visibles a través de su traje de vuelo.
—¿Qué vas a hacer conmigo entonces? —Su pequeña lengua
rosa se lanzó sobre sus labios teñidos de azul— ¿Me... darás
una palmada?
La llamarada de calor en su mirada le dijo que la posibilidad la
excitaba.
Agujero de Fraggin. También lo excitó.
—Eres una mala mujer —La atrajo hacia él y apretó sus labios
contra los de ella, tratando de silenciarla, reprenderla.
Se abrió para él, dejándolo entrar en su boca caliente y
envolvió sus brazos alrededor de su cuello, aferrándose a él.
La azotó con la lengua, vertiendo todas sus frustraciones en
ella y tomó su castigo con un ansia agradable, gimiendo su
contrición, sus sonidos agitando el vórtice de emoción dentro
de él. Su engaño, su dolorosa rodilla izquierda, el resto del
universo, fue olvidado cuando la marcó con sus nanocibóticos,
esa parte distinta de él la reclamó como suya.
Criar con ella solidificaría su conexión, la haría inquebrantable.
Ningún otro cyborg podría tocar a su hembra después de
encontrar la liberación dentro de ella. Esta primera
transferencia era una declaración de intenciones, una
advertencia a los demás.
Esta hembra le pertenecía.
Podría ser mala pero era suya y mataría a cualquier ser que la
dañara. Sus dedos se extendieron sobre su espalda mientras la
sostenía contra él. Sus pechos se aplanaron contra su pecho.
Su estómago presionado contra el de su polla restringida.
Empujó sus botas entre los de ella, ampliando su postura y

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levantó su rodilla dañada hasta que se sentó a horcajadas
sobre él.
—Sí —se meció contra él, su coño cubierto de tela presionado
contra su muslo—. Bueno. Esto se siente tan bien.
El contacto también le dio placer. La posición transfirió todo su
peso a su pierna completamente funcional, aliviando la presión
sobre su rodilla izquierda. El calor de su cuerpo penetro su
armadura, profundizando en sus músculos devastados. Su
masaje erótico aflojó la rigidez.
No podía doblar la rodilla por completo. A ella no parecía
importarle eso ya que se movió contra él. Y como no pesaba
nada, menos que un lanzador de misiles, agregó poca tensión
en su pierna.
Con ella, se sentía recién fabricado, como un guerrero
completo. Le amasó el culo, dirigiendo sus movimientos
mientras lo montaba. Su jadeo hizo eco en el pequeño espacio.
Sus labios se separaron. Sus ojos se oscurecieron con pasión.
Su hembra era gloriosa, sus colores vívidos y su disfrute sin
inhibiciones. El cristal que rebotaba entre sus senos dividía la
luz, pintando las paredes con brillo, deslumbrándolo. Su aroma
se enroscó a su alrededor, femenino con un toque de flores.
Bajó y levantó la rodilla. Se le cortó la respiración, su cuerpo se
puso rígido. Repitió esa acción una y otra vez, aumentando
lentamente la ferocidad del contacto, hasta que estaba
azotando su coño cubierto de traje de vuelo con el musculo
endurecido de su muslo, bofetada, bofetada, la bofetada de sus
cuerpos coincidiendo con el ritmo de sus jadeos.
—Cerca. Tan cerca —Se aferró a sus hombros, arqueando la
espalda.

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Debería parar. Había tratado de traicionarlo. Debería estar
castigando a su mala mujer, no recompensándola.
Pero no tenía el corazón para negar su liberación y quería que
supiera qué recibiría si se comportara, si dejaba de mentir y
engañar.
Condujo su muslo hacia arriba, la agarró por las caderas y la
apretó contra él.
Gritó, arrojando sus brazos detrás de ella, girando,
retorciéndose y temblando. Sus senos se derramaron de su
traje de vuelo. Eran tan maravillosos como había imaginado,
pálidos y llenos con delicados pezones rosados.
Le dolían las bolas, la necesidad de desnudarla completamente
y encontrar la liberación en su interior amenazando su control.
Ahora no era el lugar porque...
Su cabeza giró hacia arriba. Bajó la pierna y apretó con más
fuerza a su hembra un momento antes de que la nave
lanzadera se estremeciera.
Alguien estaba abordando la nave.
—¿Es ese uno de tus asociados? —Se giró para enfrentar a la
nueva llegada. Su hembra se recostó contra su espalda, su
pecho subía y bajaba, su respiración entrecortada
—Tú y yo somos los únicos seres aquí, nene.
—No soy un descendiente humano —escuchó atentamente y
examinó el espacio. El ser era humanoide y ahora estaba
dentro de la nave de transporte, moviéndose a velocidades
más rápidas que las humanas hacia ellos—. Hay un gran
humanoide acercándose a nosotros —Los dedos se curvaron
alrededor de dos de las empuñaduras de sus armas— ¿Es eso
una amenaza?

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—Chuckles, cálmate.
La tela crujió detrás de él. Estaba tranquilo, preparándose
tranquilamente para matar al recién llegado.
—¿Es el ser una amenaza? —repitió su pregunta—. Sé sincera
o te reprenderé.
—Creo que me gustaría eso... muc... señor. Un poco
demasiado —susurró esa confesión.
—Mujer —Le gritó con la paciencia deshilachada— ¿Voy a
matar al humanoide?
—No mate a nadie, señor —Metal frío presionado contra la
parte posterior de su cuello. Su hembra había sacado una
pistola, apuntándola a él.
Las comunicaciones que mencionaban un arma claramente
contenía información falsa. Debía tener dos armas y no la
había buscado porque era un tonto, distraído por su aroma, su
toque, sus grandes ojos azules.
Y ahora no podía perdonar ni siquiera el breve momento que le
llevaría desarmarla. Porque el recién llegado era visible.
El ser que se les acercaba con las armas desenfundadas era
una gran guerrera Dracheon. Los Dracheons eran más rápidos
y fuertes que los pequeños humanos mentirosos. Tenían largas
y afiladas garras y respiraban fuego tan caliente que convertía
incluso la carne más brillante en cenizas.
Si se movía y la Dracheon era hostil, su frágil hembra humana
podría morir, el final de su vida demoliendo todas sus
esperanzas de una compañera, por descendencia para cuidar.
No podía correr ese riesgo.

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—Te estoy protegiendo, mujer —apoyó los pies de su bota
contra el azulejo del piso, preparándose para el próximo
ataque—. No me dispares.
—Sé que crees que me estás protegiendo, señor —suspiró, su
cálido aliento flotando sobre su nuca—. Lo siento mucho por
esto.
Una sacudida golpeó su forma. La energía crujió sobre él. Toda
la información sensorial sobre su dedos, cara, cualquier piel
expuesta, extrañamente detenida.
Intentó levantar los brazos, mover los pies; no pudo hacer eso.
Agujero de Fraggin. Su mujer engañosa lo había aturdido. Si
pudiera apretar los dientes, lo habría hecho. Pero eso no era
posible.
Su mandíbula estaba congelada en su lugar, al igual que el
resto de él.
Podía observarla, escuchar lo que había planeado para él,
aprender más sobre el ser deshonroso con el que había
vinculado su vida útil.
El conocimiento sobre el enemigo a menudo ganaba guerras.
Se quedó mirando al frente de él. Podría haber triunfado en
esta batalla, pero emergería victorioso en todas las
escaramuzas futuras.
Y habría futuras. Porque era una amenaza absoluta.
Una vez que recuperara toda la inteligencia que necesitaba, se
tragaría su orgullo y contactaría con Truth.
Sería rescatado. Sería capturada.

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Iba a enrojecer ese exuberante trasero suyo. No podrá
sentarse durante diez rotaciones planetarias cuando terminara
de reprenderla.
Luego encerraría a su pequeña humana mentirosa. Siempre.

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Capítulo 4

—Lo siento, señor —Bettina se balanceó sobre las puntas de


sus botas y presionó sus labios contra la nuca de su cyborg,
con sabor a metal y macho—. Te habría lastimado y no podía
permitir que eso suceda.
Su nuevo cariño por él, señor, se sentía bien.
Podía quererla físicamente. El bulto impresionantemente
grande en su armadura corporal atestiguaba eso. Pero era
diferente de los otros hombres. Había buscado protegerla,
poniéndose en peligro por ella.
Habiendo sido responsable de sí misma, de los demás, durante
tanto tiempo, se sintió bien tener a alguien que la protegiera,
para ser el bebé de alguien. Había disfrutado esa experiencia
por un delicioso momento.
Y entonces lo había aturdido. Para protegerlo.
Las llamas que ardían en los ojos de Keeper mientras se
acercaba a ellos le dijeron a Bettina que el cyborg había estado
en peligro. Todavía podría estar en riesgo.
No podía esperar mientras estaba herido.
Su corazón latía con fuerza cuando se deslizó alrededor de su
gran cuerpo, posicionándose entre él y la Dracheon. La hembra
la aterrorizaba pero Chuckles era su responsabilidad.
Lo protegería lo mejor que pudiera con su forma más pequeña.
—Lo aturdí. No tienes que usar tus armas.
—Tu Chuckles es un maldito cyborg —Keeper agitó sus armas
hacia el hombre—. Son algunos de los guerreros más feroces

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del universo, fueron creados para uno solo propósito: matar a
otros seres. Tengo que usar mis armas. Aturdirlo no lo detendrá.
—Lo detuvo —Bettina levantó la barbilla—. No puede moverse,
no puede hacernos daño. Lo trataremos bien como tratamos a
todos los demás seres de adquisición.
No podía llamarlo un depredador porque no era uno de esos.
—No lo trataremos como todos los demás seres de adquisición
—Fue hacia ella, la furiosa Dracheon una vista aterradora para
contemplar, sus ojos ardiendo con fuego, repiqueteando sus
escamas—. Vamos a deshacernos de su culo mitad humano,
mitad máquina, enviarlo al espacio abierto. Luego repararemos
la nave de transporte, que ha destrozado y nos centraremos en
el próximo ser.
Ningún ser que supiera podría sobrevivir siendo arrojado al
espacio. Bettina apretó su arma, preparada para usarla si fuera
necesario.
—No voy a matarlo. No hemos terminado una vida útil desde
que me uní al equipo y no vamos a comenzar ahora.
—No has terminado una vida útil. Yo sí —Las palabras
murmuradas de Keeper fueron apenas audibles—. No voy a
transportar un cyborg. De ninguna manera. Ese riesgo no vale
la pena los créditos.
—Te acompaño en este transporte.
Como era su última adquisición, daría una vuelta con la
Dracheon. Sería dejada en un planeta ocupado lejos de aquel
en el que fueran descargados los seres que habían atrapado.
—Protegeré a Chuckles.
—No podías protegerte el culo —Keeper dijo su opinión sobre
las habilidades conocidas de Bettina—. Y ciertamente no

55
puedes proteger a un cyborg. Cuando recupere movilidad, se
va a enojar. Nos matará a ambas antes de que sepamos que
se ha liberado a si mismo.
Estaría enojado. Los seres de adquisición siempre lo estaban.
Bettina miró sobre su hombro. Sus ojos brillaban... lo cual era
imposible ya que estaba aturdido.
—Entonces lo aturdiré de nuevo —Eso alimentaría su ira.
Presiono sus labios juntos, la posibilidad de que su cyborg la
odie haciéndola infeliz—. Me asegurare de que no recupere la
movilidad hasta que lo liberemos.
—No me importa lo que hagas, Bait —Keeper cruzó sus
grandes brazos. Sus armas permanecieron en sus manos—.
Aturdido o incluso muerto, ese cyborg no se está subiendo a la
nave conmigo.
Bettina miró a la Dracheon. La mujer la miró, su expresión
comunicando que no estaba avanzando en su decisión.
Chuckles tenía que ser transportado. No podía permanecer en
la nave del transbordador. Y tenía que acompañarlo. En el
momento en que se fuera de su lado, estaría en peligro
extremo. Keeper lo echaría sin dudarlo. La hembra no había
estado mintiendo sobre eso.
—Entonces completaré el transporte sola —Bettina decidió, esa
decisión asustándola, pero sintiéndose bien—. Ambas no
tenemos que estar en la nave.
Podía hacerlo. Smarts se había asegurado de que se
entrenaran en los trabajos de los otros.
Sus habilidades de vuelo eran adecuadas y conocía el proceso
de descarga.

56
—Tendrías que volver con la nave —Keeper no la rechazó de
plano la propuesta. Eso le dio esperanza—. Es posible que no
te dejen caer en un planeta por otro conjunto de adquisiciones.
Su libertad se retrasaría por cuarenta o más rotaciones
planetarias. Bettina miró de nuevo a su cyborg. Pero él estaría
a salvo y su conciencia estaría limpia.
Suspiró, sabiendo que tenía que hacer esto.
—Entonces mantendré mi trabajo por esa duración.
A Smarts le gustaría eso. Estaba teniendo problemas para
llenar el puesto.
La hembra que habían entrenado se había enamorado de un
comerciante que había conocido durante un descanso. Se
retiró, dejando al equipo. La suplente aún no había obtenido las
habilidades requeridas para desempeñar el papel.
Keeper la miró.
—No se te compensará por el transporte.
Había asumido que no sería compensada.
—Estoy bien con eso.
La hembra gruñó y la miró por un momento.
—¿Por que estas haciendo esto, Bait? —Keeper hizo la
pregunta que se había estado haciendo—. Si fueras Dracheon,
supondría que es tu compañero predestinado, el único hombre
con el que estas destinada a vincularte. Pero eres humana. Tu
tipo no tiene compañeros predestinados. Y es un extraño, nada
para ti.
Movió la cabeza en dirección a Chuckles.

57
¿El cyborg no era nada para ella? Bettina se tocó los labios.
Sospechaba que no era cierto.
El burbujeo dentro de ella había comenzado cuando la había
besado y no había sido detenido. Su deseo, que debería ser
saciado, ya había revivido. Había un conexión entre ellos, una
que no podía explicar.
—Es un ser —Se decidió por ese motivo por sus acciones—.
No puedo permitir que sea asesinado.
—Eres demasiado blanda para este universo —Keeper sacudió
la cabeza—. Vas a terminar tu vida útil.
—Quizás termine mi vida útil —Preferiría morir antes que
convertirse en alguien que no le gustara. Y si Chuckles fuera
asesinado, eso la cambiaría. Para siempre. Lo sabía en su
alma—. Aprovecharé esa oportunidad.
—Eres una idiota —Keeper no se contuvo de sus opiniones—.
Tengo que hablar con Smarts.
Se alejó de ella. Esa conversación debía requerir intimidad.
Bettina no pidió unirse a la discusión. Había extendido su oferta
y no tenía algo nada más que agregarle. La decisión sería de
Smarts. Era su nave.
Controlaba quién volaba y quién era transportado en ella. Si
decía que no... Bettina no sabía lo que haría. Al no tener un
plan alternativo, tenía que asumir que la respuesta sería un sí.
Eso significaba que tenía un cyborg que preparar para el
transporte.
—Keeper cree que soy un idiota, señor —Se metió la pistola en
el bolsillo y se volvió y miró a Chuckles—. Cree que tratarás de
matarme —Era un hombre muy grande, tenía la capacidad de

58
hacer exactamente eso—, pero dijiste que nunca me causarías
daño permanente y confío en ti... un extraño.
Bettina suspiró, dándose cuenta de lo ridículo que sonaba.
Estaba colocando su vida útil en manos de un hombre
desconocido.
—Podría ser una idiota —admitió eso—, pero no puedo permitir
que nadie te haga daño.
Su cyborg había tratado de protegerla. Le había dado su
liberación, sin tomar ningún placer para si mismo. Y algo dentro
de ella le decía que él era de ella.
Se inclinó, abrió un compartimento en la pared, sacó un gran
envase del espacio.
—Tengo que quitarte tu armadura, tus armas, tus botas, señor
—Dejar a los seres desnudos disminuía su nivel de amenaza—.
Volverán cuando seas descargado.
El paquete se dejaría caer junto con el soporte de dormir
especialmente diseñado en el que se almacenaban los seres.
Solo se mantendrían las naves de los seres y se vendían.
Volcó un pequeño contenedor y se subió a él. Eso puso su
mirada al nivel de su rostro. Era un hombre
impresionantemente guapo. Su cabello era corto y tan negro
como el espacio abierto. Su piel era del mismo tono gris que las
paredes de roca que su padre había cortado en las minas
durante las rotaciones de su planeta. Las piedras solares
habían estado escondidas dentro de esa piedra sólida.
Sospechaba que había algo aún más valioso dentro de
Chuckles.
Bettina deslizó sus dedos sobre las mejillas de su cyborg. Su
piel era tan suave como los guijarros encontrados en la orilla de

59
un río, su superficie calentada por los rayos del sol. Cuando lo
tocó, rayos de energía surgieron a través de sus brillantes ojos
azules, iluminándolos.
Su reacción a sus caricias fue desconcertante. Contuvo el
aliento y apartó los dedos de él.
—¿Puedes verme, señor?
Le habían dicho que los seres aturdidos no podían verla ni oírla,
nunca habían sentido a los otros mirándola. Su cyborg era
diferente en eso y en otros aspectos. O tal vez era diferente.
Quizás Keeper tenía razón. Tal vez su cabeza no estaba en
esta adquisición y estaba conjurando cosas que no estaban allí,
conexiones que no existían.
No. Lo tocó de nuevo. Sus ojos se iluminaron. Tenía que ser
más que simplemente su imaginación.
—Eres mi señor y yo soy tu nena —Esa declaración se sintió
bien—. Incluso si es solo por este momento, este instante fugaz.
Porque eso era todo lo que podían tener. Nunca la perdonaría
por aturdirlo. Tenía que descargarlo en el planeta, liberarlo.
—Los señores cuidan de sus nenas —Así era como se imaginó
que sería la relación—. Las protegen, las azotan cuando son
traviesas, las consienten cuando son buenas.
Quería ser reconfortada y salvaguardada. Haber sido
responsable de otros seres, su padre, Duggar, durante tanto
tiempo, anhelaba que la cuidaran, para que alguien más tome
las muchas decisiones que deben tomarse en cada rotación de
planeta.
—Todo el mundo lo sabe —desabrochó un pedazo de la
armadura del cuerpo de Chuckles, luchó por sacarla sobre su
cabeza.

60
Era pesado. Sus músculos se tensaron. Lo dejó caer con un
golpe en la maleta, sin tener la fuerza para bajarlo lentamente.
—Pero a veces las nenas protegen a sus señores —Le quitó
otra pieza, revelando una piel gris más perfecta—. Y a veces,
para hacer eso, las nenas tienen que dejar que se vayan sus
señores.
Si pudiera escucharla, tal vez entendería que hacía lo que tenía
que hacer para protegerlo. Tal vez no estuviera enojado con
ella.
—Te descargaré en Vega R, señor —Era un planeta
escasamente habitado por granjas agrícolas, licitaciones,
comerciantes, buenos seres honestos—. Hay un camino
claramente marcado en el sitio de descarga. Solo te llevará una
rotación planetaria para correr al más cercano asentamiento.
Podría llevarle menos tiempo —Era muy rápido—. Allí, puedes
comerciar un par de armas para transportarte a donde quieras
ir.
Parloteó, dándole consejos sobre con quién hablar, dónde
dormir, comer, mientras le quitaba la armadura. Sus hombros
eran anchos. Sus músculos eran definidos, sus bíceps enormes,
sus abdominales delineados. Saltó del contenedor del revés.
Sus caderas eran estrechas.
No había un pase en su forma masiva. Había sentido eso
cuando había tirado de ella hacia él. Era una delgada capa de
suavidad sobre un marco implacable.
Le temblaban las manos y se le secó la boca al quitarse la
pieza protectora de su ingle. El bulto no había mentido. Era
enorme, largo, grueso y completamente erecto. Su base estaba
desnuda, su cyborg no tenía vello corporal.

61
Era más grande que cualquier otro hombre al que había follado.
Apretó sus muslos juntos, su coño latía con un ritmo primitivo.
La llenaría de su dura polla. Quería experimentar eso, estaba
frustrada porque nunca lo haría. Una vez que estuviera
cargado en su cámara de almacenamiento privada, no podría
tocarlo. Y no violaría su forma mientras estaba aturdido,
incapaz de decir que no.
—¿Por qué no podría haberte conocido después de mi última
adquisición, señor? —Se obligó a seguir desnudándolo—.
Estaría atendiendo un puesto lleno de mis diseños. Las
decoraciones brillarían, llamando tu atención. Te acercarías a
mi, preguntándome qué fragancia estaba usando.
Le olfatearía el cuello. Se estremeció. Eso había sido
extremadamente sexy.
—Podríamos tener una relación normal —quitó la pieza que
cubría su rodilla derecha. Era tan perfecto como el resto de él.
Hizo lo mismo con su rodilla izquierda e inhaló bruscamente.
Cicatrices gris oscuro rayaban su piel. Las marcas eran
demasiado precisas para ser heridas de batalla.
Parecía como si... alguien lo hubiera cortado deliberadamente,
infligiéndole tanto daño como fuera posible. Su estómago se
retorció de simpatía. Quería preguntarle a su cyborg qué le
había pasado, pero no podría responder y una vida útil pasada
alrededor de hombres con cicatrices le había enseñado a no
entrometerse.
Las lesiones físicas siempre estaban acompañadas por las
emocionales. Y ella era un extraña, no se había ganado el
derecho a sus confidencias.

62
Empujó suavemente su rótula con la punta de los dedos. Los
músculos estaban nudosos y apretado. Debe estar en agonía,
no pudo mostrarlo porque estaba congelado en su lugar.
—Pondré un poco de bálsamo curativo en tu rodilla antes de
que entres en tu cámara de almacenamiento, señor —La hizo
fabricar para Duggar. Un rayo caído se había clavado en el
minero, hiriendo permanentemente sus dos piernas.
—No hables con ellos —Keeper había regresado—. Y no los
escuches. Te dirán cualquier cosa para convencerte de que
abras su cámara de almacenamiento privado.
La Dracheon le había traído el apoyo a Chuckles,
especialmente diseñado para dormir. Fue fabricado para caber
en la cámara de almacenamiento privada, flotando sobre el
piso, haciendo que los seres sean fáciles de transportar.
Bettina lo colocó detrás de su cyborg. Miró a Keeper en busca
de ayuda.
La hembra más grande y fuerte simplemente la miró con los
brazos cruzados delante de ella.
Bien. Ella misma lo haría. Bettina inclinó lentamente a Chuckles
hacia atrás. Se cayó. Apresuradamente empujó el soporte para
dormir hacia adelante. Su cyborg aterrizó en la suave superficie
y ella soltó un aliento, aliviada de no haberlo lastimado.
—Smarts dice que está reteniendo tus créditos de esta
adquisición hasta que devuelvas la nave —La Dracheon le
lanzó esas palabras como si fueran armas.
—Sospeché que haría eso —La nave valía mucho más que su
parte de la adquisición. Bettina le quitó las botas de Chuckles y
las colocó en su maleta— ¿Quiere hablar conmigo?
—No —Keeper resopló, su respuesta brutal incluso para ella.

63
—Oh —Los hombros de Bettina se desplomaron. Debía
haberse equivocado acerca de ellos siendo sus amigos. Un
amigo querría hablar con ella, especialmente si había una
posibilidad de que sea por última vez.
—No te veas así, Bait —La Dracheon hizo un ruido grave—.
Esta trastornada. Todos lo estamos. Te vas a matar.
—Oh —Se animó. Smarts estaba demasiado preocupado por
ella para comunicarse. Eso debe significar... que le importaba.
Profundamente—. No me voy a matar. Créeme sobre eso.
—Confío en ti —Keeper volvió su mirada imponente hacia
Chuckles—. No confío en él.
No había nada que Bettina pudiera decir para cambiar eso. Ni
siquiera podía determinar por qué confiaba en el cyborg.
—¿Ha llegado Pilot?
—Nadie más entrará en la nave de transporte hasta que se
elimine el cyborg —El tono de Dracheon era seco—. Es
demasiado arriesgado.
—No me estoy deshaciendo de él —Bettina puso los ojos en
blanco—. Está siendo transportado y alguien tiene que quitar
sus artículos privados de la nave. Las posesiones también se
colocarían en su maleta.
—Sus artículos privados serán desechados.
Eso no estaba bien.
—Son sus pertenencias —no querría perder sus artículos
privados, sus decoraciones, sus piedras, sus herramientas.
—Tiene suerte de estar vivo, Bait —Las llamas en los ojos de
Keeper se encendieron—. Smarts no le gusta esto más que a
mí. Piensa que nunca te veremos a ti ni a la nave otra vez.

64
A Bettina le gustaba creer que Smarts estaba más preocupada
por ella que por la nave.
—¿Puedes colocar su maleta en la nave? —no quería dejar el
lado de Chuckles, tenía miedo de lo que la Dracheon podría
hacer durante su ausencia.
La hembra resopló y transfirió la maleta. Bettina no podría
haberlo movido.
Era muy pesada. Keeper lo llevó fácilmente.
Mientras la mujer se fue, Bettina se quejó sobre su cyborg,
arreglándolo en el soporte flotante para dormir, por lo que
había poco riesgo de que se cayera, enderezándole uno de sus
brazos, empujando hacia atrás un mechón de su cabello negro.
Su piel era cálida. Su respiración era constante. Debería estar
bien.
—¿Tienes una maleta de viaje, Bait? —Keeper había
regresado.
—Mis mochilas están en la cámara —había reunido todas sus
posesiones, creyendo que esta era su última adquisición, que
nunca volvería—. Tuve que traerlas todas,
No las había organizado y podría necesitar elementos de cada
una de las mochilas.
—¿Cuánta mierda tienes? —La Dracheon logró cargar las seis
mochilas—. Dime que hay armas aquí.
—El cebo no necesitas muchas armas —Su papel requería
prendas bonitas y productos de mejora.
Keeper gruñó, alejándose con sus artículos.
Bettina miró a Chuckles. Esperaba que no dejaran atrás
muchas de sus posesiones

65
Estaría vivo, se recordó a sí misma. Eso era lo importante.
Guio su soporte flotante hacia la nave de transporte, moviendo
a su cyborg a través de la nave de transporte. Keeper la
encontró a medio camino, la siguió.
—No tienes que hacer esto, Bait —le dijo la Dracheon—. Dame
un momento a solas con el cyborg y me ocuparé de la situación.
No tienes que estar involucrada. Puedes decirte que está en la
nave. Tu conciencia estará limpia.
—Voy a hacer esto —Sabía cómo Keeper se ocuparía de la
situación. Su cyborg moriría y su conciencia estaría lejos de
estar limpia.
—Morirás. Te matará.
La mujer parecía segura de eso.
—Me has advertido sobre eso... varias veces —Bettina se
detuvo en el espacio entre la nave de transporte y el
trasbordador—. Aprecio tu preocupación.
—No estoy preocupado por ti —Keeper resopló.
Bettina, siendo experta en falsedades, reconoció eso como una
mentira. La dura Dracheon estaba preocupada por ella.
—Tengo que hacer esto.
—Eres una idiota —Los labios de Keeper se aplanaron—
¿Tienes mi arma?
—Sí —Su cyborg había tomado su arma, no el arma del
Dracheon.
—No abras las cámaras de almacenamiento privadas por
ningún motivo —La hembra la miró—, y no arruines esto, Bait.
Te necesitamos para la próxima adquisición.

66
—No voy a joder esto —Bettina convocó una sonrisa—. Estaré
bien, Keeper.
Empujó el soporte flotante para dormir a través de las puertas
del transbordador, su destino ahora entrelazado con el del
guerrero cyborg acostado en la superficie horizontal.
Todos creían que estaba cometiendo un error y que moriría.
Esperaba que estuvieran equivocados.

67
Capítulo 5

Dos turnos después, Chuckles había recuperado la movilidad


completa. Se sentó en su translúcida jaula, su pie izquierdo
apoyado en su apoyo de dormir, su mirada sobre los otros
seres capturados.
Sus labios se torcieron. Eran todos hombres y todos
deshonrosos.
Un Palavian de cuatro brazos limpió sus propias heces en las
paredes de su espacio. Murmuraba sucias amenazas mientras
contaminaba sus alrededores. Los de su clase eran conocidos
por ser muy volátiles y ligeramente desquiciados. El cautiverio
había aumentado la inclinación del macho por la violencia.
Un gran Silan golpeaba su cabeza surcada contra su recinto
una y otra vez. Ese impacto no hacia nada, pero el macho no
se detuvo. La sangre le corría por la cara.
Un Ahkian caminaba de ida y de vuelta. Sus ojos eran de un
amarillo brillante y todo su cuerpo temblaba. El macho era
adicto a Mox-X y estaba pasando por las primeras etapas de
abstinencia. Su comportamiento se convertiría en más y más
errático cuanto más tiempo estuviera retenido.
Un humano se reclinaba en un soporte para dormir, su forma
más pequeña relajada. A primera vista, pareció el ser menos
peligroso de todos los hombres. Pero esa primera mirada era
engañosa.
Chuckles le echo vistazo. El humano encontró su mirada. Sus
ojos brillaban con crueldad mezclada con conocimiento, una
combinación que no presagiaba nada bueno para la mujer de
Chuckles o cualquier otra persona a bordo de la nave.

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—Escapaste del desmantelamiento, ¿eh, máquina? —El tono
del ser humano era informal como si estuviera comentando el
tiempo, no de la muerte por disección, la más dolorosa posible
manera de terminar un ciclo de vida—. Es una lástima. Siempre
que me habían dado la oportunidad, y que era a menudo, me
gustaba asistir a una. Son muy entretenidas.
Eran horribles, no muy entretenidas. Chuckles presionó sus
labios, la supresión de su rabia.
Había sido testigo también de muchos desmantelamientos en
su larga vida útil. Sus hermanos muertos a menudo transmitían
sus últimos momentos con él y a todos los cyborg en su
vecindad, la retransmisión de su dolor, su angustia, su ira.
Había oído sus gritos, compartido su shock cuando las piezas
de sus cuerpos fueron cosechadas, sintió su alivio cuando
finalmente se les permitió morir.
Sólo un monstruo podría disfrutar de esa experiencia.
—Una vez que sostuve un corazón de cyborg en mis manos
mientras estaba latiendo —El humano sonrió—. Lo apreté y sus
ojos brillaron y la sangre brotó de todas partes —se cruzó sus
brazos detrás de su cabeza y miraba hacia arriba al techo—.
Ese fue un buen momento.
Era una lucha, pero Chuckles mantuvo su expresión en blanco.
El macho estaba tratando de dañarlo emocionalmente. No le
daría al humano esa satisfacción. El macho debe haberse
cansado de su tortura verbal. Detuvo el parloteo.
El ser humano, el Ahkian, el Silan, la Palavian, aquellos eran
los seres con los que su hembra había interactuado, había
atrapado, como lo había atrapado a él. A Chuckles le molestó
que los pudiese asociar con él, podría verlo de la misma
manera.

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Tenía honor. Levanto su barbilla.
Su mujer indigna de confianza también tenía cierto honor. A
regañadientes reconoció eso de ella.
Su equipo de mala reputación y ella estaban tratándolo con
mayor bondad que la Alianza Humanoide nunca lo había hecho.
Sus alojamientos temporales eran sorprendentemente
confortables.
Tenía un apoyo de dormir. Los humanos de la Alianza
Humanoide normalmente requerían que los cyborgs estuvieran
de pie.
Su jaula transparente estaba impecable. Se organizó una
estación de limpieza en una esquina y una estación de
alimentación en la otra.
Eran paños de limpieza, un dispensador para barras
nutricionales y bebidas, recipientes para consumir la bebida. A
juzgar por la forma dura el Silan había lanzado uno de esos
contenedores contra las paredes, que eran irrompibles.
El aire reciclado era fresco. Chuckles inhaló profundamente.
Olía un poco a su mujer, el aroma endurecimiento su pene.
Estaba desnudo. Todos lo estaban. Pero eso no le afectó. La
Alianza Humanoide a menudo los almacenaba desnudos
durante los ciclos de re-energizar.
Su hembra incluso le había aplicado bálsamo en la rodilla. Su
mirada bajó a la parte de él dañada. Un calmante calor había
impregnado su piel, calentando su marco, aflojando sus
músculos, para adormecer el dolor.
Era una humana mentirosa y engañosa, pero no era cruel. Se
había quedado impresionado por su defensa de él, la forma en
que fácilmente aceptado las dificultades para salvar su vida útil.

70
Ser desechado lo habría matado. Podría haber transmitido a
sus hermanos, solicitar su inmediata asistencia, y que podrían
haber intentado rescatarlo. Pero sus esfuerzos habrían ido
inútiles. Podría haber estado muerto.
Los cyborgs no podrían sobrevivir por mucho tiempo en el
espacio abierto.
Su mujer había evitado que eso sucediera.
También casi lo había causado al aturdirlo. Sus dedos
temblaron. Le daría una palmada en el trasero por eso. No iba
a ser capaz de sentarse para seis planeta rotaciones.
¿Por qué no te has comunicado para que regresará la Reckless?
Como convocado por su procesamiento, Truth se puso en
contacto con él ¿Te ha capturado tu colorida hembra?
Chuckles apretó los dientes.
Me ha capturado pero puedo escapar.
Te capturó. Truth se rio, su alegría rodando a través de las
líneas de transmisión. Me gusta esta mujer.
Es mi mujer. Chuckles no quería que a su amigo le gustara...
demasiado. Y puedo escapar. Repitió ese hecho.
Entonces, ¿por qué no te has escapado, compañero modelo D?
Preguntó su amigo, sus palabras llenas de humor ¿Disfrutas
que te capturen? Porque disfruto muchísimo de escuchar que
te han capturado. Este es el punto culminante de la rotación de
mi planeta.
El macho le contaba a todos los miembros de la tripulación
sobre su situación. Chuckles negó con la cabeza, su irritación
con su mujer aumentó.

71
Estoy evaluando el terreno, recopilando información. Le dijo a
Truth.
Y estoy elaborando un plan. Su escape no podía liberar a los
otros machos. Nunca pondría a su mujer en peligro de esa
manera.
Ese terreno debe ser más interesante de lo que estoy viendo.
Algo de la alegría de Truth se disipó. Estamos continuando de
patrullar el más pequeño territorio. Hay espacio abierto, espacio
abierto y más espacio abierto en la pantalla principal .
Los cyborgs preferimos ser activos. Chuckles se frotaba su
rodilla. Su daño había disminuido ese anhelo.
¿El carguero no ha regresado?
No ha habido señales de eso. Truth lo confirmó. El Capitán
transmitió el incidente a Power. El modelo E expresó poco
interés y ninguna preocupación por él.
Eso no sorprendió a Chuckles. El miembro del consejo era un
imbécil arrogante.
Dime si necesitas mi ayuda. Imploró su amigo. Dame algo
emocionante para hacer.
No necesito ayuda. Chuckles negó la solicitud del modelo D. Se
ocuparía de su propia mala mujer. Mantenme informado sobre
el carguero.
Si alguna vez vuelve a aparecer. Truth suspiró. Lo haré. La
transmisión terminó.
Chuckles apoyó la cabeza contra la pared de su jaula. Su
equipo no lo necesitaba. No había ninguna urgencia razón por
lo que volver a la Reckless.

72
Podía concentrarse en su pequeña y descarriada humana. Su
orgullo exigía que la disciplinara. Su cuerpo le dolía por sus
toques, sus fugaces golpes mientras estaba transfiriéndolo a
su recinto, debe haber alimentado su deseo.
La Dracheon había llamado a Bettina una idiota. Chuckles
sofoco un suspiro. Estaban bien emparejados porque también
era un tonto. Lo había aturdido, atrapado y seguía deseándola.
Pasaron momentos.
Consideró y descartó planes para escapar, hizo una lista
mental de todas las reprimendas que su pequeña hembra se
había ganado durante su corta estancia juntos, fabricó una lista
igualmente agradable de las formas en que mataría a los otros
ocupantes de la gran cámara, comenzando con el macho
humano.
Se abrieron las puertas. Una ráfaga de aire con aroma a mujer
golpeó a Chuckles. Su polla se balanceó. La energía recorrió
sus circuitos.
Los otros machos se pusieron nerviosos.
—Que me saques de aquí, humano —El Silan golpeó una de
las paredes con los puños. Eso no hizo nada excepto dividir la
piel de sus nudillos.
—Te voy a follar hasta que mueras, mujer —El Palavian
envolvió sus dedos alrededor de su polla y la bombeó
—Tu trasero es mío —La saliva voló de la boca del Ahkian.
El ser humano de sexo masculino simplemente miraba hacia la
puerta, sus ojos duros y fríos como las paredes de sus jaulas,
su malicia comunicada en silencio pero no menos insignificante.

73
Chuckles se puso de pie, su rodilla izquierda gritó en protesta
por esa acción. Todos se mueren por amenazar a su mujer.
Les haría daño.
Su mujer se detuvo en el umbral de la cámara, su exuberante
cuerpo vestido con una tela azul brillante, su cabello tan vivo
como siempre.
—¿También está enojado conmigo, señor? —Lo miraba a él, el
temblor en su labio inferior teñido de azul apenas perceptible..
Su hembra había sido sacudida por las palabras de los machos.
Eso enfureció a Chuckles. Se colocó de modo que su cuerpo
bloqueara su vista de ellos.
—No me gustaría dañarte... para siempre —dijo en un nivel
auditivo solo para sus oídos, no queriendo que los demás
escucharán su conversación.
Parpadeó, su pestañas cubiertas con brillo.
—¿Quieres —Su voz bajó a una caricia ronca— azotarme?
Ella quería eso. También lo quería.
Chuckles se obligó a fruncir el ceño.
—No te gustará cuando te azote, mujer —Podría ser una
amonestación, no un placer—. Enrojeceré tu piel pálida con mis
manos.
Se movió, sus pechos apenas contenidos por su traje de vuelo.
—¿Vas a enrojecer mi piel, mi desnuda piel, señor? Tendrás
que obligarme a desnudarme para ello en primer lugar.
—No va a haber ningún prendas entre nosotros —Iba a ver
todo de ella—. Estarás tan desnuda como yo ahora.
—Oh —Su mirada se desvió hacia su dura polla.

74
Una gota de pre-semen se formó en su punta. Su lengua se
deslizó sobre sus labios. Quería esa carne húmeda en su eje.
Agujero de fraggin. Lo estaba torturando. De múltiples formas.
Debido a que era claramente consciente de que no había
tocado su pene. Ni una sola vez mientras tuvo acceso a su
forma desnuda.
Su mujer se excitó físicamente con su presencia. Vio el anhelo
en sus ojos, olía su necesidad, inhaló su almizcle con cada
respiración.
Y había acariciado el resto de él pero no esa parte, se había
detenido antes de avanzar tan lejos ¿Se había rebelado su
mente ante la idea de vincularse completamente con él?
¿Lo consideraba indigno de ella?
No estaba completamente funcional. La Alianza humanoide le
habría dado de baja si no se hubiera escapado. Su rodilla
estaba dañada, no sería reparado.
—No te obligaré a que te reproduzcas conmigo —Levantó la
barbilla. Tenía su orgullo.
—Eso es bueno de saber, señor —Lo miró como si sus
procesadores estuvieran funcionando mal— ¿Pero por qué
crees que tendrías que obligarme a follarte? Eres guapo y te
cuelga como un bovino.
—No me cuelga como un bovino —Chuckles descartaron la
descarada falsedad de su mujer—. El pene de un bovino mide
seis veces la longitud del pene de un hombre humano
promedio. Ese tamaño no es factible para reproducirse con una
hembra humana.
—Podría no ser factible pero que podría ser divertido —
murmuró esa respuesta—. Eres enorme, señor. No tendrías

75
que obligarme a follarte. Te montaría simplemente por la
experiencia.
—Esa es otra mentira —Y se ganó otra reprimenda. Sus dedos
temblaron—. No me montaste después de que me quitaste la
armadura.
—Por supuesto que no te montaría señor —El pigmento rojo
inundó las mejillas de su mujer—. Estabas aturdido, incapaz de
hablar, incapaz de darme permiso ¿Qué tipo de ser crees que
soy?
Era una engañosa, deshonesta. Chuckles estrecho sus ojos en
ella.
—¿No te asustó mi daño?
—¿Su daño, señor? —Su mirada volvió a su polla. Frunció el
ceño—. No veo ningún daño. Parece estar funcionando como
debería.
—Mi rodilla está dañada —aclaró sus palabras.
—Oh —miró esa parte de él—. Señor, eso no es nada.
No fue nada. Suprimió su respuesta. El daño podría haber
causado su muerte si es que hubiese permanecido bajo el
control de la Alianza Humanoide.
—La única razón por la que no la mierda que hasta que
estábamos tanto inmóvil era debido a que no habría sido
correcto, señor —Sus ojos brillaron—. No soy un monstruo. No
soy como… —agitó las manos en los otros machos.
Siguieron recitando y gritando obscenos comentarios en sus
jaulas. Se estremeció. Chuckles amplio su postura, buscando
protegerla.

76
Su mujer frecuentemente fabricaba la verdad, pero la
indignación en su tono comunicaba que no estaba mintiendo
sobre la razón por la que no toco su polla.
Lo quería y lo consideraba digno de ella. La tensión en sus
hombros se alivió. A ella no le importaba su daño.
—Cuando te capture, voy a tocarte. Por todas partes —Le
advirtió a su mujer, su tono severo—. Vas a ser mía, mía para
la amonestación, mía para la cría, mía para guardar. No se te
pedirá permiso para nada. Te usaré como desee.
Su aliento enganchado y sus ojos se agrandaron.
—¿Me vas a atar, señor? ¿Me obligas a tomar tu gran polla?
¿Empujándola en mi coño, mi culo, mi boca?
—Me gustaría no dañar su culo en que manera —Los humanos
lo habían abusado así… varias veces. Nunca infligiría ese dolor
a su frágil hembra.
—Pero podrías follar mi coño y mi boca —Se lamió los labios,
humedeciendo esa carne exuberante—. Me llenarías con tu
semen cyborg, me usarías como tu herramienta para follar.
Dijo eso como si anhelara esa reprimenda.
—Seré tu dueño —hizo hincapié en la gravedad de su
destino—. No tendrás libertad —Como todos los cyborgs, había
luchado ferozmente por su libertad. Procesó lo preciosa que
era—. Vas a seguir mis órdenes, permanecer en nuestra
cámara.
Su mirada se volvió suave.
—Voy a ser tu nena. Vas a ser mi señor, protegerme,
castigarme si soy mala.

77
La miró fijamente. Quería eso y agujero de fraggin, también lo
quería.
Cuando miró hacia él con sus grandes ojos azules y lo llamo
señor en su ronca voz, se sentía totalmente funcional y más
fuerte que un equipo de veinte modelos C.
La posibilidad de tomarla sobre su rodilla y entregar una
reprimenda a su curvilíneo culo hizo sus bolas dolieran y una
oleada de necesidad a través de sus circuitos.
—Eso es simplemente una fantasía , ¿no es así, señor? —soltó
un suspiro melancólico—. No soy libre de ser tuya. Tengo que
devolver esta nave a Smarts o retendrá mi parte de los créditos.
Recibiría esa parte de la venta de su nave. Ese recordatorio
apagó su excitación. Era simplemente un objetivo para su
codiciosa mujer, un medio para coger créditos que no había
ganado honorablemente.
El Ahkian vomito en voz alta, el sonido distrajo a la mujer de
Chuckles. El hombre adicto a Mox-X se dejó caer de espaldas
en el suelo de su jaula, la piel chocando contra las baldosas.
Agarró su cuello dramáticamente.
—¿Estás bien? —La hembra de Chuckles miró hacia el macho.
Sonaba genuinamente preocupada, lo que le irritó.
Su mujer debe solamente preocuparse por él. Presionó sus
labios juntos.
Los otros seres pronto estarían muertos.
—As... asfixia —Los ruidos de nauseas del Ahkian se
convirtieron en arcadas secas, la absurda actuación del macho
hizo que Chuckles rodara los ojos.
—Métete un dedo en la garganta —Su mujer le ofreció ese
consejo curativo poco convencional.

78
El Ahkian hizo un intento a medias por hacer eso.
—N... no funciona.
—Ohhh... —Se retorció las manos, cada vez más molesta, lo
que, a su vez, elevó la irritación de Chuckles en espiral.
El Ahkian moriría de verdad por dañarla emocionalmente.
—No puedo abrir tu habitación —La culpa afiló su voz—. Esas
son las reglas —Los ruidos se hicieron cada vez más molestos.
—Se está poniendo azul —La voz del hombre humano era
plana.
—No puedo permitir que muera —La mujer de Chuckles se
movió hacia el panel de control, su hermoso rostro se fijo con
determinación.
Chuckles se quedo boquiabierto con ella, horrorizado de que
pudiese creer tales flagrantes mentiras y terriblemente
ejecutado engaño.
—Es un Ahkian. Son siempre azules.
—Cállate, cyborg —El Ahkian se enojo con él—. Me estoy
muriendo —volvió a sentir náuseas.
La hembra de Chuckles se balanceaba sobre las puntas de sus
botas, tratando de mirar al Ahkian.
—¿Estás tosiendo hollín negro?
—Si.
—No —Chuckles dijo que al mismo tiempo que el Ahkian—. Su
aliento es claro —Ese era el punto clave. El macho respiraba,
no estaba en ningún peligro de asfixia de muerte.
—No lo sé —Líneas de preocupación estaban grabadas
alrededor de sus llenos labios—. Si muere...

79
—Lo sé. No va a morir —La decepción llenó de Chuckles. Su
mujer bondadosa no lo había protegido porque era especial y
se preocupaba por él. También habría arriesgado su vida por el
humanoide adicto a Mox-X.
—Si puede hablar, puede respirar.
—Eso no es cierto —rechazó su lógica—, Mi papá puede
hablar al comienzo de uno de sus ataques. Pero luego su tos
empeora cada vez más y no puede recuperar el aliento —Sus
dedos revolotearon sobre su pecho—. Si no le inyectan suero,
muere.
¿Dónde estaba su padre ahora?
—El Ahkian no morirá —Chuckles repitió ese hecho—. Estoy
100,0000 por ciento seguro de eso.
Lo miró con grandes ojos confiados.
—Eso es seguro —bajó los hombros, su mujer crédula
aceptando la palabra de un hombre que había conocido hacía
menos de una rotación planetaria—, No te estás muriendo,
Oskenzhig.
—Vete a la mierda, cyborg —El Ahkian abandonó su
subterfugio y se puso de pie.
Ignoró al hombre y le dio a Chuckles una sonrisa temblorosa,
su alivio y gratitud eran demasiado reales para ser fingidos.
—Debes pensar que soy una idiota, pero si hubiese sido mi
padre, quisiera que alguien lo salvara.
—No es tu papá —Y necesitaba un protector, alguien que la
protegiera de sí misma. Afortunadamente para ella, era ese
alguien—. Te encerraré en tu propia jaula cuando me libere.

80
—Hmmm... —Sus ojos se volvieron soñadores una vez más.
Su polla tembló. Podría causar su muerte.
—Eso es una reprimenda, no una indulgencia —Le advirtió una
vez más—. Vete de nuevo al puente. Te capturaré más tarde —
Primero hablaría con los otros hombres.
Comenzó a caminar hacia las puertas y luego bruscamente se
detuvo.
—Oh. Vine aquí por una razón —regresó a su jaula—. Estaba
haciendo la investigación sobre cyborgs, señor, y la base de
datos dije que necesitaba entradas de energía para
mantenerse con vida.
Había estado pensando en él. Eso disminuyó su exasperación
con ella y el resto del universo.
—Ninguno de los cables estaba etiquetado —hizo una
mueca—. Tomé un paquete de ellos y los metí en su
dispensador de barra de alimentos Tal vez uno de ellos
funcione para ti, señor.
¿Ella hizo... qué?
Se pasó las manos por la cara. Los mataría a todos.
—No vas a dar a ningún otro macho acceso a los cables.
—Por supuesto que no —puso los ojos en blanco—, eres la
única persona que necesita entradas de energía.
Su hembra se giró con un contoneo y se alejó, un rebote en su
paso.
Chuckles la miro su culo balanceándose, tentado a echar abajo
las paredes entre ellos y zurrarlo hasta que fuera rojo. Era una
amenaza, poniéndose a sí misma y a todos los demás en
peligro, sin procesar las consecuencias de sus acciones.

81
Apretó el botón del dispensador de alimentos. Cayeron cinco
juegos de cables.
Como sospechaba, la combinación le dio el acceso a todos los
sistemas de contención de la nave.
Si hubiera sido cualquier otro cyborg y no el de ella, podría
infligir un daño permanente a su mujer éticamente cuestionable.
Clavó los conductos energéticos en sus muñecas y los circuitos
de sistemas en su cuello, sus movimientos espasmódicos.
—Tu polla está dura, cyborg —La voz del hombre humano era
tranquila—. Nunca he visto una máquina follar —Sus ojos
parecían estar cerrados—. Podría permitirte usar su boca
mientras le corté la garganta ¿Te gustaría eso?
El macho amenazó a su hembra. La visión de Chuckles se
puso roja, la rabia se apoderó de él.
—Es mía, humano —Envolvió una vida útil de odio en el torno
de sus palabras—. Tócala y morirás. Penosamente.
El macho se rio.
Eso no alivió la alarma de Chuckles.
No podía salvaguardar a su hembra mientras permaneciera
atrapado dentro de la jaula.
Una vez que su energía se restableciera y hubiera descargado
todos los archivos de la nave, incluidos los programas que le
daban acceso remoto a sus sistemas, se liberaría.
Capturaría a su mujer engañosa pero crédula, la amonestaría y
criaría con ella, hacerla suya en todos los sentidos. Le
pertenecería.
Y la protegería. Incluso si lo destruyera.

82
Capítulo 6

Bettina se sentó en el puente de la nave. La orientación del


sistema dirigido hacia la Vega R. Los sistemas de monitoreo le
dirían, siempre y cuando lo necesitara para recuperar el control
de la embarcación.
Descansó sus calzados pies en la consola. La imagen en la
pantalla principal consistía en estrellas brillando sobre una tela
negra que la cubría. Era reconfortante. Le gustaba el brillo,
había rociado algo de cosmético en su pecho y el negro era el
color del cabello de su cyborg.
Que era también la tonalidad de la piedra que estaba
elaborando en un colgante. Cuando terminó, lo metería dentro
de la mochila del Señor antes de que lo descargara. Se vería
hermoso contra su piel gris y tendría algo que le recordara a
ella.
Suspiró, ya lo extrañaba. La excitaba como ningún otro hombre
y confiaba en él. Otro varón podría haber fingido no estar
molesto con ella. No le habría dicho que planeaba capturarla,
encerrarla, castigarla por ser traviesa.
Estrellas. Apretó los muslos juntos. Estaba caliente.
¿La rastrearía después de descargarlo? Parte de ella quería
que hiciera eso. Su lado más lógico argumentó que podría
poner en peligro a su padre y a Duggar. Protegerlos era su
primera prioridad.
Puso el colgante en la consola, puso en orden sus manos con
un paño de limpieza, volvió a aplicar el pigmento a sus labios,
haciéndolos tan brillantes como fue posible.

83
La fijación de una sonrisa a su cara, abrió las transmisiones
entre su padre y ella. Su amado padre apareció en la pantalla
principal.
Estaba con el ceño fruncido por algo o, más probablemente,
alguien fuera de la pantalla.
—Lo tengo. Lo tengo. Cálmate. Podría haber sido por ti.
—Dice que es para ti, viejo fósil —Duggar sonaba tan de mal
humor como siempre lo estaba—. Y a diferencia de ti, puedo
leer las palabras en la pantalla de visualización. También dice
que es tu hija.
—Sé que es Bett Bits —Su padre rodó sus ojos—. Puedo verla.
—Eso es porque su cabello es más brillante que una explosión
minera.
Su padre la miró.
—No me parece tan brillante.
—Estás casi ciego, decrepita pieza de roca —El rostro de
Duggar apareció frente al de su padre—. Bett Bits —Le frunció
el ceño—. Es bueno que vuelvas a casa. No has comido lo
suficiente.
—Se ve bien —Su padre protestó detrás de su amigo.
—No se ve bien. Se está consumiendo... como su padre —
Duggar giró su cabeza, dándole una vista de su enrarecido
cabello gris—. Le dije que me ocuparé de ti y no vas a morir de
hambre en mi guardia.
Era poco probable que eso sucediera. Su padre estaba lejos de
ser delgado.
Pero al viejo minero le gustaba fabricar alimentos y sentía que
todo el mundo en torno a él necesitaba comer más. Cuando

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estaba en casa, gruñía y se preocupaba por ella
constantemente.
Algunos hombres necesitaban a alguien a quien cuidar, incluso
si ese alguien era el mejor amigo del hombre grande y brusco y
la hija de ese mejor amigo.
—¿Cómo está tu tos, papá? —Eso la preocupaba más que su
peso. Su tos estaba avanzada del Erinomean Minero pulmonar.
No se puede curar solo podría ser tratado.
—No ha tenido un episodio desde la última vez que hablamos
—Duggar respondió por su papá— Y no va a tener ningún otro,
si se comporta bien —frunció el ceño a su amigo—. No más
esfuerzo.
—Vete —Las manos de su padre se movieron detrás de
Duggar, su rostro no visible—. Soy un hombre maduro. Puedo
esforzarme demasiado si quiero.
La conciencia brilló sobre Bettina, una reacción que solo tenía
cuando estaba cerca de cierto guerrero cyborg que debería
estar encerrado en su habitación. No giro su cabeza, no mostró
ningún signo de alarma, sin querer preocupar a su padre y a su
amigo.
Duggar la miró a ella.
—¿Ves con lo que tengo que lidiar? —El macho salió de la
pantalla—. Vieja reliquia desagradable.
—Finalmente, nos deshicimos de él —Su padre dijo eso en voz
alta. Hubo más murmullos en el fondo. Sonrió, viéndose
complacido consigo mismo por irritar a su amigo—. Ha habido
lluvia, y sus piernas están doliéndole.
—No le escuches —gritó Duggar.

85
—Voy a hacer lo más bálsamo —Había usado parte de su
suministro en su cyborg—. Papá, no estaré en casa tan pronto
como pensé. Pueden pasar otras cuarenta rotaciones de
planetas o más antes de que te vuelva a ver.
Su papá frunció el ceño.
—¿Está todo bien? Porque yo puedo volar hacia fuera y
ayudarte.
—Estoy bien —sonrió gentilmente. Si su padre tratara de
rescatarla, iba a ser el que requiriera ayuda. No le dijo eso
porque los hombres, incluso los mayores, tenían su orgullo.
—La compañía está ofreciendo muchos créditos por no mucho
trabajo y no podía dejar pasar eso.
Eso fue solo parcialmente una mentira. Las adquisiciones
adicionales darían lugar a bastantes créditos adicionales .
—No necesitas los créditos. Siempre tendrás una cámara en mi
domicilio —El pecho de su padre se hinchó—. Los pagos de mi
indemnización son suficientes para cubrir cualquiera de los
extras.
Sus pagos de indemnización eran lo que las adquisiciones
estaban cubriendo. Pero no lo sabía. Su padre creía que la
compañía a la que había dedicado la mayor parte de su vida a
servir estaba proporcionando los créditos.
—Duggar todavía está dolorido. Recibí un premio y él no —Su
padre levantó la barbilla—, pero no encontró la mayor piedra de
sol jamás descubierta en el planeta, ¿no? Eso es algo que
cualquier empresa reconocería.
—Eso debe haber sido algo: encontrar esa piedra solar —
Había escuchado la historia cientos, quizás miles, de veces,

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pero lo escuchó con una sonrisa aún cuando relató sus días de
gloria otra vez.
Su estancia en su casa después de que se hicieran las
adquisiciones no sería por mucho tiempo. Su padre y Duggar
tenían una rutina, una que se centraba en torno a los turnos
pasados felizmente en los puntos de venta de bebidas
cercanas con otros viejos mineros y no quería a interrumpir su
diversión. Los visitaba por un mismo tiempo, permitiendo a
Duggar alimentarla, y luego encontraba su propio lugar.
—Cuando he hablado con mi superior —Su padre continuó con
la charla—, y dijo que no se habían reservado créditos como
nos habían asegurado muchas veces que estaban haciendo
por nosotros, me sentí traicionado.
Bettina nunca olvidaría la expresión del rostro de su padre
cuando llegó a casa. Había depositado toda su fe en la
empresa, creyendo que las promesas de sus superiores de
ciclos solares posteriores pasadas con comodidad, y se había
sentido absolutamente destrozado al descubrir que habían sido
mentiras. Su gran y fuerte padre había parecido perdido. Le
habían roto el corazón... y el de ella.
—Entonces se dijiste que debía ser un error —Su papá
sonrió— y me sentí como un tonto por haber dudado de ellos.
Había captado en sus palabras, su alivio palpable, y no tenía el
corazón para decirle que sospechaba que no había sido un
error, que la compañía propiedad de la Alianza Humanoide
había probabilidades de que pasaran todos los créditos en sus
numerosas guerras.
—Era el minero que había localizado la piedra solar más
grande del planeta —El orgullo brillaba en sus ojos ligeramente
desenfocados—. Por supuesto, la Alianza Humanoide tendría

87
una indemnización reservada para mí. Y tú lo investigaste y
hicieron el único de su clase.
Había utilizado todos sus ahorros para esa indemnización,
había aceptado múltiples trabajos para tratan de mantenerlo.
Entonces Smarts había contactado con ella, dándole un medio
para ayudar a su padre. Había aplastado sus escrúpulos por
engañar a los seres y había asumido el papel de Bait.
Eso podría convertirla en una mala mujer a los ojos de algún
ser más honorable, pero el consuelo que le había dado a su
padre, y ahora a Duggar, había valido la pena.
Haría cualquier cosa por ellos.
—Fue la única indemnización de su clase —Tenía que decirle a
su padre que. Había querido encontrar indemnizaciones para
sus compañeros mineros.
La Alianza Humanoide los había jodido a todos, tomando su
lealtad y dándoles mentiras a cambio. Habían devastado el
planeta, saqueándolo de piedras solares y otros recursos, y
luego se habían ido, cerrando las minas, dejando enormes
pozos abiertos en la superficie.
No podían reparar el planeta, pero se podía arreglar la
situación de su padre y a uno de sus amigos.
—El hijo de Lode ha vuelto de fuera al planeta —Su padre no le
dijo las noticias tan casualmente. Estaba constantemente
tratando de establecerla con varones—. Preguntó por ti.
Un suave gruñido rodó por el aire, el sonido se originó detrás
de ella.
Bettina se enderezó en su silla.
—No es el ser para mí, papá —Sospechaba que su cyborg
ahora libre podría ser su macho—. No te esfuerces demasiado.

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—No, tu también —Su padre puso los ojos en blanco—. Puedo
cuidar de mí mismo.
—Sí, yo también —sonrió —. Tienes dos seres que te aman.
Ocúpate de eso —miró su desgastada cara, memorizándola,
sin saber cuándo o si se le permitiría volver a verlo—. Podría
estar fuera de comunicación por un tiempo, así que no te
preocupes por mí.
—No lo haré —Aparecieron líneas entre las pobladas cejas
grises de su padre. Siempre sucedía cuando retorcía la
verdad—. Lo más probable es me preocupe, sin embargo —
movió la cabeza hacia la derecha, en la dirección en la que se
había aventurado Duggar—. Así que comunícate tan pronto
como puedas.
—Te quiero, papá —parpadeó para contener las lágrimas.
—Te quiero, Bett Bits.
Terminó la transmisión, manteniendo todavía la imagen de su
padre en la pantalla de visión principal. El mensaje diseñado
para Duggar seguía programado. Si el peor caso ocurría y no
escapaba de su cyborg, si seguía siendo su prisionero para
siempre, los dos hombres tendrían una adquisición corta de
créditos. Podrían superar ese déficit con algo de ahorro.
Los seres que amaba serían provistos. La llegada de su cyborg
no cambiaría eso.
Miró fijamente el curtido rostro de su padre.
—¿Cuanto has oído, señor?
—Escuché suficiente —La profunda voz de Chuckles le acarició
la espalda.
—Oh —Eso sonó como una amenaza.

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Confiaba en el cyborg con su vida. Pero no sabía cómo veía a
su padre, otra macho.
—Si el hijo de Lode te toca, voy a quitarle la cabeza de su
cuerpo —Afortunadamente, Chuckles estaba obsesionado con
un ser diferente .
Se dio la vuelta en su silla. Su cyborg se paró en frente en la
puerta del puente, su buena forma magníficamente desnuda,
su paquete establecido en sus pies descalzos. Su rostro estaba
duro, al igual que su polla. Sus ojos ardían de emoción.
La dejó sin aliento, apretando sus pezones y mojando su coño.
Pero no pudo retenerlo. Miró la pistola que había colocado en
la consola.
Tenía que ser devuelto a su cámara. No tenía el lujo de ser su
cautiva, no permanentemente. Smarts esperaba que su nave
regresara.
—No alcanzarás el arma antes que yo—El tono de Chuckles
era seco.
Era rápido. Y no llegarían al sitio la descarga en muchas
rotaciones planeta ¿Le haría daño a alguien si pasaran ese
tiempo entregándose a sus fantasías más perversas?
No estaba segura, tenía que asegurarse de que su juego no
dañara a los seres que amaba.
—Estoy no llegar a la pistola —colocó sus manos en los
apoyabrazos de la silla—. No sabes donde se encuentra el hijo
de Lode —Había tenido cuidado de no mencionar su planeta
natal durante su comunicación con su padre—. Esa es una
amenaza vacía.
—No hago vacías amenazas —Su cyborg encontró su
mirada— Sé dónde se encuentra tu papá: en Pegasi Alpha,

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43.6532 grados norte, 79.3832 grados oeste —Se encogió de
hombros— Debería ser una sencilla tarea cazar al hijo de Lode
desde allí.
Sabía donde estaba su padre. Un escalofrío recorrió a Bettina
¿Por qué había rastreado esa información, para controlarla?
Le daría voluntariamente ese control... por un corto período de
tiempo.
—No lastime a mi papá, señor —Se deslizó de su silla y se
hundió de rodillas frente a Chuckles—. Es un buen hombre, no
está involucrado en nada de esto —Si su padre fuera
consciente de la naturaleza de su función, no lo aprobaría si lo
supiera—. Voy a hacer todo lo que quieras que haga. Solo
prométeme que lo dejarás en paz.
—¿Tu papá es un guerrero? —La voz de Chuckles era plana.
—No, señor —negó con la cabeza—. Fue un minero toda su
vida útil, nunca ha tenido un uso para un arma.
No eran necesarios, no para su papá. Era un gran macho, tenía
manos como las rocas que había atravesado. Incluso ahora,
cuando estaba parcialmente ciego y tenía ciclos solares
avanzados, nadie le ha molestado.
—¿Ha matado a algún ser? —Su cyborg se acercó a ella.
Su polla estaba al nivel de su cara. Se obligó a sí misma a
permanecer enfocado, la vida de su papá en juego.
—Una vez golpeó a un hombre por hacerme sentir... molesta —
compartió la única acción violenta de su padre, una acción que
ella lo había impulsado a realizar—, pero el macho vivió.
Apenas.
Chuckles entrecerró los ojos hacia ella.

91
—¿Cómo te hizo el macho sentir molesta?
—Tiró de mí en un oscuro sendero y me arrancó mis prendas,
señor —Se estremeció, el miedo que había sentido durante esa
experiencia regresó—. Era estúpida, sólo tenía dieciséis
solares ciclos —miraba a sus pies cyborgs, avergonzada de si
misma porque se había puesto en esa situación. Su padre le
había dicho que no caminara sola después de la puesta de sol
y no había prestado atención a ese consejo—. Un grupo de
seres pasó por el camino. Eso distrajo al macho y me las
arreglé para escapar.
Cuando su padre descubrió lo que le había pasado, su cara se
había vuelto aterradoramente dura. Había dejado el domicilio
de inmediato, regresando un turno más tarde con los nudillos
magullados .
Su padre le dio una pistola la siguiente salida del sol, la había
llevado a disparar en cada momento los dos podían, hasta que
estuvo seguro de que podía protegerse.
—Te las arreglaste para escapar —Los dedos de su cyborg se
cerraron en puños apretados—. El macho era un depredador,
como los seres que atrapas.
Ella asintió.
—Como yo.
—No, no como tu, señor —Su mirada voló hacia arriba,
encontrándose con la de él ¿Cómo podía pensar eso de sí
mismo?—. Querías conocerme, no hacerme daño, no
obligarme a hacer cosas que no quería hacer. Eres un buen ser.
—Sin embargo, ¿crees que dañaría a un hombre más allá de
su mejor momento, un varón cuya único acto violento fue en
defensa de su descendencia, un varón cuyo sistema de visión

92
funciona gravemente mal? —La ira afiló la voz de su cyborg—
¿Es esa tu definición de un buen ser?
Estrellas. Había insultado a su honorable macho.
—No, señor, pero...
—Señor denota respeto —cruzó los brazos frente a su pecho—
Es una falta de respeto a mi por creer que haría daño a tu
padre, y la faltas el respeto a tu padre por mentir a él.
Le había mentido a su padre. Numerosas veces. Inclinó la
cabeza.
—La Alianza Humanoide me fabricó —Su señor cambió el peso
de su pierna derecha a su izquierda y luego de regreso—
¿Sabes lo que hacen a los cyborgs que están funcionando mal,
lo que harían si vieran mi rodilla izquierda?
—¿Hacer algo malo? —miró a través de las pestañas.
—Hacen algo muy malo —Su expresión se volvió sombría—.
Cosecharían mi mecánica, cortarían mi forma en pedazos,
mientras estaría todavía con vida. Es la más dolorosa muerte
imaginable, y que he visto miles de otras muertes.
Se estremeció.
—No le harán eso, señor. Te salvaría.
—No podrías detenerlos... nena —Sus ojos brillaron—. La
Alianza Humanoide da de baja a los cyborgs que funcionan mal
¿La Alianza Humanoide otorga indemnizaciones a los mineros
que funcionan mal?
—No, señor —negó con la cabeza—. Proporciono los créditos
para la indemnización de mi padre.
—Porque la Alianza Humanoide traicionó a tu padre —La voz
de su cyborg se suavizo.

93
—Debido a que traicionaron a mi padre —repitió esa verdad—,
y que casi lo destruyó. No podía permitir eso.
—Te arriesgas a proporcionar créditos para la indemnización
de tu padre —puso sus pies separados—. Cualquiera de los
seres que has atrapado podría haber terminado tu vida útil.
Asintió. Era un riesgo que había tomado a sabiendas.
—Le faltaste el respeto a tu padre por razones admirables —La
aprobación afiló sus palabras y su barbilla se levantó
ligeramente—. Voy a retractar la amonestación por eso.
Por eso. Tragó aire.
—Gracias señor.
—Me faltaste el respeto. Varias veces —Su voz se quebró
sobre ella—. Te pones en peligro. Varias veces —Sus
músculos se flexionaron— ¿Cuál será tu reprimenda?
¿Podría elegir su reprimenda? Su mirada se elevó a su polla.
Era enorme.
Sus labios se estirarían alrededor de él. Es posible que no
pueda tomar toda su longitud.
—Podría chupártela, señor —Esa posibilidad hizo que su coño
goteara.
Su polla se balanceó.
—¿Chuparme podría ser una amonestación?
Vaciló, no queriendo no perder ese trato.
—Mujer —gritó.
Ella se sacudió.

94
—No señor —Se vio obligada a admitir— Chupándote sería
una recompensa —suspiró—. No merezco tu polla.
—No te mereces mi polla —empujó sus caderas hacia
adelante—. Has sido una mala, mala mujer y aún no te has
ganado esa recompensa.
Aún no se había ganado su polla. Su espíritu se iluminó.
—Voy a ser una buena mujer, señor. Haré todo lo que me digas
que haga.
—No, no lo harás —Chuckles bufó—. Te dije que nombraras tu
amonestación y no ha completado esa pequeña tarea.
—Podría azotarme, señor —hizo una pausa, el pensamiento de
sus grandes manos sobre su trasero desnudo la excitaba—,
pero también me puede gustar.
—No te gustará la forma en que te azote —Parecía seguro de
eso—. Quítate la ropa —arrancó su mochila delante de su silla
y reclamó ese asiento para sí mismo, bajo los brazos y apoyo
la pierna izquierda—, y acuéstate sobre mis muslos —Les dio
unas palmaditas—. No me hagas esperarte, o tu reprimenda se
duplicará.
Esto realmente estaba sucediendo. Se puso de pie,
moviéndose de la emoción mientras se quitaba las botas.
—Gracias, señor.
—No va a agradecérmelo cuando estamos listos —Su
advertencia la excito. Su fuerte, severo cyborg le iba a
enrojecer su culo.
Y estaba sin aliento por la anticipación.

95
Capítulo 7

Tenía una mala, mala mujer. Mentía, engañaba y era


demasiado imprudente con su vida útil, poniéndose en peligro.
Su pequeña y poco confiable humana también planeaba
escapar de él. Estaba 100,0000 por ciento seguro de eso.
Había aceptado su cautiverio demasiado rápido y demasiado
fácilmente para que su acto de sumisión sea creíble.
Pero era extremadamente leal, y ese era un atributo que
valoraba más en un ser. Había tratado de aliviar el daño de su
padre, había arriesgado todo para cuidar al macho que
funcionaba mal.
Chuckles se ganaría el mismo nivel de la fidelidad de su
vibrante hembra. Mantendría su mirada en ella, detener
cualquier intento de fuga y que finalmente aprendería a
obedecerle, sin colocar su frágil forma humana en peligro de
nuevo.
En primer lugar, tenía que reprenderla, un destino que parecía
demasiado excitada acerca de la experiencia. Sus labios se
aplanaron mientras la miraba.
Desabrochó su brillante de traje de vuelo de color rosa,
liberando sus interminables curvas. Su piel pálida brillaba. Sus
grandes pechos se derramaron fuera de sus límites, su
pezones en un más delicado tono rosado.
Sus ojos brillaron, su hermoso rostro resplandeció. Sacudió su
culo y la prenda cayó al suelo. Todo de ella era redondo y
suave. No duraría ni un latido en un campo de batalla.
No sin él a su lado, protegiéndola.

96
Juntó sus manos, sosteniéndolas sobre su monte de venus, y
miraba hacia él con sus grandes ojos azules, de aspecto
inocente y incierto.
La parte inocente era un acto. Su hembra quería que la mirara
—Coloca tus manos a tu lado —Su voz se hizo más profunda
de necesidad—. Eres mía para mirarla ahora —Era suya.
Podría reclamarla totalmente en esta rotación de planeta.
—Sí, señor —Lo obedeció, sus brillantes pestañas revolotearon.
Sus cortos rizos privados eran de un azul brillante y rosa como
el cabello de su cabeza.
La humedad en la parte interna de sus muslos reflejada por la
luz.
Respiró profundamente. Su hembra estaba tan excitada como
él.
—Ven aquí —palmeó sus piernas.
Tembló cuando se bajó a sí misma sobre sus muslos.
—¿Vas a golpear a su nena ahora?—sonaba sin aliento.
Su mujer quería hiciera referencia a ella como a una
descendencia humana. Era ilógico, pero la excitaba, la hacía
feliz e iba a disfrutar de su preferencia.
—Serás reprendida, nena —La acercó más a él.
Su polla dura presionada contra su costado. Su suavidad lo
cubrió, la más decadente cubierta lo abarco. Corrió sus manos
sobre su suave espalda y generoso culo y gimió suavemente.
Pronto, estaría gimiendo de dolor, no de placer.

97
—Esto tiene que ser hecho —dijo que para ambos de ellos—.
Has sido una mala, mala mujer —tenía que convencerla de
cambiar sus formas... para su seguridad.
—Tu nena ha sido muy traviesa, señor —No era ningún
remordimiento en su voz—. Tienes que azotarme.
Podría ser la muerte de él. Sacudió su cabeza y levantó su
izquierda mano.
—Cuéntame cómo mi nena se ha portado mal.
—Mande una señal de angustia cuando no estaba realmente
en peligro —comenzó con el primer engaño.
—Esa es una —Le dio un manotazo en la mejilla izquierda de
su trasero, usando solo una pequeña fracción de su fuerza. Se
sacudió y jadeó. Dejó una huella roja en su pálida piel.
La había marcado. Eso le agradó.
¿Pero la había lastimado demasiado?
—¿Nena?
—Lo engañé, señor —Su ilógica y pequeña voz humana se
tensó por el dolor mientras le contaba otra razón por la que
merecía una reprimenda—. Te dije que necesitaba ayuda
cuando todo lo que planeaba hacer era atraparte.
Le dio una palmada en la mejilla derecha de su trasero,
moviendo sus curvas, marcando esa parte de ella también. Le
agarró la pierna y gimió. El olor de su excitación se intensificó.
Agujero de fraggin. Anhelaba besar la calienta carne, bañar su
maltratada piel con su lengua.
—Conocí a buen macho —jadeó—. No lo envié lejos.

98
Le dio una palmada en el culo una y otra vez. Su mano se
calentó. Las confesiones de su mujer se hicieron más cortas.
Su tono subió y luego cayó, su tono de ensueño.
Su piel resplandecía. Su exuberante cuerpo ondulaba sobre
sus piernas. Reprimir a su hembra fue una de las experiencias
más estimulantes de su larga vida.
Esa revelación podría haber sido acompañada por la culpa,
excepto que los sonidos viniendo de su boca mentirosa
reflejaba éxtasis, no agonía.
—Mentí —Su voz era apenas audible.
Chuckles abofeteó tanto las mejillas de su culo, dándole dobles
reprimendas de las muchas, muchas veces que había fabricado
la verdad. Su hembra gritó. Su columna se enderezó y luego se
detuvo.
Hizo una pausa, esperando su próxima confesión.
No surgió. Su hembra se desplomó sobre él, gimiendo
suavemente, su forma flácida, su cabeza colgando.
¿La había dañado demasiado gravemente? Deslizó los dedos
entre sus piernas.
Su coño goteaba, sus jugos fluían por su mano, la humedad lo
tranquilizaba. Murmuró palabras que él, con su avanzado
sistema auditivo, no podía oír.
—Habla más alto, nena —acarició su culo ardiente .
—Dije que era tan bueno —giró su cabeza y miró hacia arriba
en él, sus mejillas rosadas y rayas con lágrimas, sus ojos
carecían de enfoque—. Estoy flotando, señor.
Había disfrutado de su reprimenda. La tensión en sus hombros
se alivió.

99
—Eres un ser ilógico —Su tono era brusco, sus sentimientos
por su mujer feroces.
La sacó de su posición vertical, colocándola de costado en su
regazo, con su culo abusado tocando sólo aire. Se acurrucó
cerca de él, presionando su rostro contra su pecho.
Sus dedos se extendieron sobre su piel desnuda.
Iba a matar a proteger a este pequeño ser. Una oleada de
posesividad se apoderó de Chuckles. Era pequeña, dulce y
suya.
Su hembra tembló. Descansó su barbilla en la parte superior de
su cabeza y acarició su espalda, corriendo sus palmas a lo
largo de su forma, buscando confortarla.
Aún se volvió, curvándose hacia arriba contra él. Incluso sus
diminutas uñas de los pies estaban pintadas de un rosa
brillante. La sostuvo mientras el sistema de guía volaba la nave
hacia un planeta escasamente ocupado.
Todas las entradas, incluyendo la información sobre los
sistemas de la nave, las grabaciones de las jaulas bienestar
ocupadas en la cámara de retención más grande, así como el
seguimiento de la espacio alrededor de la nave, fluía a través
de sus procesadores. Era la forma cyborg de estar al tanto de
todo lo que le rodeaba.
Y tenía una frágil hembra humana que proteger. Le rozó la
frente con los labios
Miraba hacia él, sus ojos suaves.
—Voy a ser una buena mujer para ti, señor.
—No vas a ser una buena mujer —barrió las huellas de lágrima
lejos de sus mejillas—. Serás mala. Otra vez. Y te reprenderé.
Otra vez.

100
—Si —Su suspiro contenía felicidad—. Soy una mujer traviesa,
señor. Tendrás que azotarme. A menudo.
Y que disfrutará de esa reprimenda. Reprimió un suspiro.
—Trata de ser una buena mujer —volvió a besarla en la frente
—Haré cualquier cosa para complacerlo, señor —deslizó una
de sus manos por su pecho, sobre sus abdominales—,
Cualquier cosa —curvó sus suaves dedos alrededor de su duro
eje.
El placer se precipitó a través de él. Le tomó todo su control no
a correrse.
—Nena —gruñó.
—Tomé mi castigo sin ninguna protesta —Lentamente bombeo
su polla, esparciendo dicha a lo largo de su longitud— ¿No
gané una recompensa, señor?
La recompensa era toda suya. Debía procesar eso.
—Debes estar encerrado en una jaula —capturó su boca,
hundiéndose en la cálida humedad mientras trabajaba su pene.
Sus lenguas se enredaron y entrelazaron, su voluntaria
sumisión complació su alma dominante. Se retorció en su
regazo, retorciendo su cuerpo hasta que estuvo a horcajadas
sobre él. Su respiración se atascó cuando su trasero tocó sus
piernas.
—Estás dolorida —tiró de su cabeza hacia atrás y buscó la
hermosa cara de su hembra—. Si crio contigo, habrá dolor.
—Te quiero, señor —empujó sus caderas hacia adelante.
Su caliente coño se apretó contra su rígido eje, y apretó sus
dientes, su dominio sobre su moderación tenue. Gimió
suavemente, ese sonido lo estimuló aún más.

101
—Puedo soportar el dolor —Se meció contra él, resbalando su
carne.
La agarró por las caderas, guiando sus movimientos. Sus
pechos rozaron juguetonamente a lo largo de su pecho. El
pigmento rosa fluyó por su forma curvilínea. La luz captó
destellos en su piel, haciéndola brillar.
No había presión sobre su dañada rodilla. Todo el ligero peso
de su tentadora hembra estaba situado en sus muslos
completamente funcionales. No había dolor para él, solo placer.
Ese no era el escenario para su mujer. El calor de su culo
abusado impregnaba su piel, un remanente de su reprimenda.
Sin embargo, eso no detuvo a su pequeña humana ilógica.
Rebotó sobre él, agravando su dolor con esa acción
visualmente atractiva.
Cuando se movió, todas de sus curvas se movieron con ella.
No iba a durar mucho tiempo, no con ese punto de vista. Ya le
dolían las bolas .
Y ella se estaba frustrando, resoplando del esfuerzo.
—Es demasiado grande, señor —amplió sus ojos cuando miró
hacia él— ¿Ayuda?
Esa mirada adorablemente triste era la forma en que atrapó a
los seres que actualmente residen en las jaulas. Era una
amenaza y no hay quien podría resistirse a ella.
Eso lo incluía a él. Retorció sus labios.
—Te has ganado otra reprimenda
—¿Verdad? —sonrió, su belleza lo golpeó como una daga en
el corazón—. Oh, bueno.
Entrecerró la mirada hacia ella.

102
—Quiero decir... oh, no —Su labio inferior se curvó e inclinó su
cabeza, su arrepentimiento exagerado no engañaba a nadie—.
Lo siento, señor.
No lo lamentaba. En absoluto. Sacudió la cabeza.
—Te has ganado dos reprimendas —Y las entregaría a ella de
inmediato. Chuckles la levantó por encima de él, alineando su
punta en su entrada—. Eres mi nena ahora.
La empujó hacia él y la cabeza de su polla subió a lo largo de
las paredes de su coño.
Chilló, agarrando sus hombros, su cuerpo se puso rígido.
Estaba apretada. Apretó su mandíbula. Así de fraggin apretado,
su ajuste como una vaina sujetaba una daga.
Su trasero golpeó contra sus muslos. El largo y decadente
deslizamiento se detuvo. Soltó el aliento, recuperando parte de
su control.
—¿Te hice daño, nena? —miró a su hembra.
Su mirada se encontró con la de él.
—Es un buen daño, señor —Sus labios se curvaron hacia
arriba—. Tan bueno.
¿Creía que su reprimenda había terminado? Le frunció el ceño.
Porque no era así.
—Te usaré mucho —Le advirtió— Ese exuberante culo tuyo
recibirá unas segundas nalgadas mientras crío contigo. Tienes
que tomarlo. No te daré una opción al respecto.
Estaba a un apretón de perder todo el control, no sería ser
capaz de detenerse incluso si quisiera hacerlo. Cosa que no
haría.

103
—Úsame duro, señor —Su sonrisa se extendió como si le
hubiera ofrecido un regalo—. Por favor.
Hablar con su mujer era inútil. Carecía de la comprensión de su
estado.
Tendría que mostrárselo, darle la reprimenda, causarle ese
daño.
Chuckles la levantó. Despacio. Los labios de su vagina se
arrastraron a lo largo de su eje en el más íntimo de los abrazos,
el deslizamiento de carne sobre carne decadente.
Por un largo momento, que suspendió su mujer en el aire. Solo
su punta estaba dentro de ella. Luego la molió de nuevo contra
él, golpeando su trasero contra sus piernas, llenándola de polla
dura .
—Si —jadeó, clavando las uñas en sus hombros. La pizca de
dolor acompañada de su aprobación verbalizada, lo emocionó.
Su hembra no era un ser delicado. Podría soportar el dulce
abuso.
La alzó, la trajo de vuelta abajo, la levantó, cayó de nuevo
empalándola en su pene una y otra vez, el establecimiento de
un agotador ritmo áspero. Lo abrazó, gritando y haciendo otros
pequeños sonidos, sus ojos brillaban.
Frag. Era magnífica, impresionante y hermosa, dando y
generosa con su placer, su pareja, ajustándose a él como
nadie más podría.
Empujó hacia arriba, buscando más contacto, más de ella. Sus
cuerpos chocaron juntos, sus pechos aplanándose contra su
pecho.
—Más —gritó, arqueando la espalda—. Más duro, señor.

104
Rugió una respuesta, más allá del punto de las palabras, y la
folló con renovado vigor, obligándola a tomar su pene, cada
pedacito de él, usándola sin cesar. Su humedad salpicó sus
bolas. Gotas de sudor brillaban sobre su piel pálida.
El brillo estaba en todas partes, en ella, en él, en el aire. Hizo la
experiencia aún más fantástica de lo que ya era, una cosa de
magia, de asombro.
Gruñó. No por esfuerzo. Podría reproducirse con ella por toda
la rotación del planeta y no se cansaría.
El sonido era una expresión de su gran necesidad por ella, el
anhelo de un macho por su hembra. Iba a complacer a su
humana, hacerla suya en todos los sentidos.
—Señor —jadeó, sus labios entreabiertos—. Señor.
La besó, saboreando su deseo, acariciándola con su lengua
mientras la empujaba hacia abajo. Todos sus sistemas estaban
bajo un ataque sensual. La bofetada, la bofetada, la bofetada
de su trasero golpeando sus muslos resonando en el puente.
Su cabello brillante brillaba contra el telón de fondo del espacio
abierto. Su suavidad lo envolvió .
Era demasiado bueno, muchísimo. Nunca había encontrado
este nivel de dicha, de anhelo, de necesidad. Su forma no
sabía cómo defenderse contra ello.
Le dolían las bolas. La presión en la base de su columna
vertebral simulada aumentó.
Chuckles se enfrentaba a su necesidad de liberación,
queriendo que su mujer encontrara satisfacción en primer lugar,
no queriendo su crianza finalizara.
—¿Señor? —Se movió contra él—. Necesito.
Su hembra requería más de él. Más placer. Más dolor.

105
Tiró de ella hacia abajo, llenándola completamente con su pene,
y apretó su culo ya tierno. Duramente.
Gritó, retorciéndose, moviéndose, luchando contra su agarre
sobre ella. Las paredes de su coño se contraían alrededor de
su eje, y su fuerza de voluntad se quebró, su formidable control
de cyborg se cortó como si hubiera estado hecho de niebla.
Rugió y empujó hacia arriba, incapaz de mantener la espalda
un momento más. El semen salió disparado de su punta,
golpeó su carne interior. Ella gritó de nuevo. Más fuerte. El
placer más exquisito lo bombardeó, haciéndolo volar en
pedazos.
Sus sistemas auditivos y de visión se apagaron. Chuckles se
aferró ciegamente a su hembra mientras se retorcía en sus
brazos,, su único pensamiento restante en mantenerla a salvo,
protegerla, no permitir que caiga.
Buscó liberarse, rastrillo sus uñas sobre su pecho, dejando
rastros de dolor en su forma. Ese dolor aumentó su placer, el
gozo golpeando sus procesadores ya tensos.
El cuerpo de su hembra giro, golpeándolo con sus curvas.
Inclinó la cabeza y apretó el rostro entre sus grandes pechos.
Si estaba muriendo, y que podría ser posible, su éxtasis era
demasiado extremo para absorberlo, quería tomar su último
aliento donde ahora se envolvía contra su pequeña hembra, su
nena.
Podría ser mala, pero era suya. Nunca la dejaría ir.
Su hembra se calmó gradualmente. El ataque a sus sentidos
terminó y sus sistemas se reiniciaron, volviendo a estar en línea.
Podía oír sus inhalaciones irregulares, ver la multitud de
destellos en su piel pellizcada.

106
—Estoy sintiendo un hormigueo por todas partes —Su
observación en voz baja la dejó asombrada.
—Esos son mis nanocibóticos —Su voz fue amortiguada por su
generosidad—. Acelerarán tu curación, extenderán tu vida útil
indefinidamente, comunicarán a otros cyborgs que eres mía.
Me perteneces ahora.
Mataría a cualquier ser que se atreviera a tocarla.
—Oh —pasó sus dedos por su pelo corto— ¿Y tu... ahora me
perteneces? ¿Seré tu única nena?
—Eres mi única nena —levantó su cabeza y encontró su
mirada—. Una como tu es más que suficiente para cualquier
hombre.
Era un terror absoluto.
Ese terror le dio una tremenda sonrisa.
—Gracias, señor.
Sólo ella lo tomaría como un cumplido. Gruñó y envolvió sus
brazos alrededor de su hembra, acercándola a su pecho.
Hizo un sonido de satisfacción, enterrándose más
profundamente en él. Apretó su agarre sobre ella. Su polla
permaneció en su coño. Su aliento flotaba contra su piel. Sus
cuerpos estaban entrelazados.
—Soy también su cautiva, señor —Le recordó, su tono era feliz,
como si ser capturado fuera algo bueno—. Supongo que
tendrás que atarme.
Quería estar atada. Escuchó eso en su voz.
—Sí, supongo que tendré que atarte —Esa perspectiva
también le atraía.

107
Podría estar a su merced. Podría tocarla en cualquier lugar y
de cualquier manera que quisiera. Su curvilínea forma podría
ser suya para usar.
—Pero no voy a hacer eso ahora.
Había tomado su fuerza. Requería tiempo para recuperarse.
—¿Me atas más tarde, señor? —Su pregunta contenía
esperanza.
—Voy a atarte más tarde —besó la parte superior de su
cabeza—Descansa —Era humana y necesitaba dormir. Al ser
un cyborg, no necesitaba la mismo—. Criaremos de nuevo
pronto.
Su polla ya se estaba endureciendo dentro de ella. Apretó los
labios.
Sería un ciclo de descanso largo.

108
Capítulo 8

En la siguiente planeta rotación, Bettina se arrodilló en frente


de su cyborg. Se sentó en la silla del Capitán, a su izquierda el
pie en reposo en el paquete que le había asignado.
Ambos estaban desnudo. Chuckles, su señor, habían follado
tres veces desde que había permitido ser capturada. Todo su
cuerpo burbujeaba con sus nanocibóticos. Debería estar
sexualmente saciada.
Sin embargo, no lo estaba. Lo necesitaba de nuevo. Y a juzgar
por lo dura que estaba su polla, también la deseaba .
—He sido una muy buena mujer en esta rotación planetaria —
miró deliberadamente a su polla y luego a él.
—Hmmm… —No parecía convencido.
—He sido muy buena, señor —Estaban todavía a siete
rotaciones de planeta lejos del sitio de descarga. Podría
obedecerle hasta entonces— ¿No te he complacido?
Dudó por un momento palpitante antes de asentir.
—Lo hiciste, satisfacerme.
Pensó que lo había hecho. Bettina resplandeció.
—Voy a complacerlo de nuevo, señor —miró su pene y se
lamió sus labios, anhelo de probar su semen impregnado
nanocibóticos—. No te arrepentirás de haberme dado este
regalo.
—Ya lo lamento, cariño —Sus ojos brillantes desmentían sus
palabras pronunciadas con brusquedad—, pero te has ganado
un regalo —Su cyborg extendió sus piernas más ampliamente,
dandole un acceso más fácil a él—. Chúpale la polla a tu señor.

109
Si. Se movió hacia adelante, las baldosas del suelo frías contra
sus rodillas. Se había formado una gota de líquido preseminal
en su punta. Se inclinó hacia él, extendiendo su lengua. Sus
dedos se juntaron en puños.
Movió su lengua sobre él. Se estremeció. Su boca hormigueó.
—Está delicioso, señor —curvó sus dedos alrededor de su
base y sondeó su raja con su lengua, buscando más de su
esencia de metal y sabor masculino .
—Lo dices para provocar —El calor en su mirada le calentaba
su todo terminado—. Chúpame con esa impertinente boca.
—Estoy explorando —Le dedicó una sonrisa traviesa y trazó su
borde con su lengua, rozando alrededor de su enorme
circunferencia.
Ese primer polvo había remodelado su cuerpo. Movió su
trasero, recordando lo llena que había estado. La había llenado,
estirándola casi dolorosamente.
Y a ella le había encantado. La hacía sentir delicada, exquisita,
pequeña.
Puede que sea demasiado pequeña. Bettina lo mordisqueó con
los dientes cubiertos de labios. Sería ser una lucha para
adaptarse a todo él en su boca, pero daría a la tarea su mejor
esfuerzo, estaría a la altura de ese desafío.
Siguió una vena a lo largo de su eje. También era larga. Su
señor no había mentido cuando le había preguntó, durante su
primera conversación, si que era grande.
De acuerdo a la investigación, los cyborgs eran incapaces de
mentir... lo que la hizo sospechar que su juego no era
realmente un juego para él.

110
Eso la emocionaba y la preocupaba. Quería un para siempre
con señor, no podía imaginarse a nadie más en el papel,
excepto Chuckles, pero estaría enfadado con ella cuando lo
dejara en el sitio de descarga.
¿La perseguiría y la volvería a capturar? Acarició sus bolas con
la nariz. Rayos de energía iluminaron sus brillantes ojos azules .
Su mandíbula apretada. Parte de ella quería que la encontrara...
después de que devolviera la nave.
Su padre y Duggar tendrían todos de los créditos que
necesitaban. Habría cumplido con su obligación con Smarts,
devolviendo a la hembra su nave, no habría decepcionado al
equipo. Su futuro sería suyo.
Podría decidir su destino. Chupó primero una de sus bolas y
luego la otra en su boca, rodándolas con su lengua.
—Nena —El estruendo de las Chuckles le levantó los pelos
cortos de la parte posterior de su cuello—. Has explorado lo
suficiente.
La paciencia de su cyborg se estaba agotando.
Una buena hembra lo complacería. Ella, sin embargo, tenía
una vena traviesa que no podía reprimir alrededor de su macho.
—No he examinado debajo de sus bolas, señor —Se enterró
debajo de ellas.
Una gran mano le apretó la nuca.
—Dije que has explorado lo suficiente.
Miró hacia él. Su expresión era estimulantemente severa. Su
coño goteaba.
—He explorado lo suficiente.

111
—Chúpame la polla antes de que te golpee el trasero —La
soltó.
Hizo una pausa. Esa no fue una amenaza efectiva. Le gustaba
cuando le golpeó su culo.
—Chúpalo ahora —Su tono enderezó su columna.
—Sí, señor —empujó apresuradamente sus labios sobre su
punta. Estrellas. Era grande.
No sabía si podría hacer esto.
Su cyborg no permitió ninguna duda. Hundió sus dedos en su
pelo, agarró la cabeza y empujó hacia abajo, obligándola a
tomarlo más profundo, más profundo y más profundo.
Su eje se deslizó a lo largo de su lengua. Su punta golpeó la
parte posterior de su garganta.
No podía dar cabida a todo de él. Por un latido, entró en pánico,
luchando contra él. No la soltó, pero tampoco se aventuró más
lejos, manteniéndola en su lugar.
—Mírame, nena —exigió.
Se encontró con la mirada de su macho dominante. Sus labios
estaban envueltos alrededor de su polla.
Su boca estaba llena de su rígido eje pulsante.
—Eres mía para usar —Sus ojos brillaron—, y nunca voy a
darte más de lo que puedas manejar.
No la dañaría... de forma permanente. Bajó sus hombros,
obligándose a relajarse.
Su cyborg la guío de arriba a abajo por su eje. Cada descenso
se detuvo en el momento exacto en que la cabeza de su polla
rozó la parte posterior de su garganta.

112
Su precisión construyó su fe en él. Bettina le dio su control,
saboreando el deslizamiento de su carne contra su lengua, la
experiencia de tenerlo en su boca. Envolvió sus dedos
alrededor de su base e inhaló, sus mejillas sangraron alrededor
de él.
Gimió y aceleró el paso, atrayéndola sobre él cada vez más
rápido.
Sus labios tararearon, su deseo se intensificó al igual que el de
él.
Pronto, incluso eso no fue suficiente. Levantó sus caderas,
empujándose en su boca, follando su cara con una
emocionante ferocidad. Sus gruñidos puntuaban cada avance.
Sus bolas golpearon su barbilla.
Su macho fue perdiendo el control, sucumbió a su lado salvaje.
Retorció sus rizos alrededor de sus dedos, apretando su agarre
sobre ella. Unos pinchazos de dolor le pincharon el cuero
cabelludo, ese leve dolor la excitó.
Sin embargo, nunca se aventuraba más profundo de lo que
podía manejar. Estaba a salvo con él, podía confiar en su
cyborg, deseaba que pudieran permanecer así por el resto de
sus vidas, los dos en una nave en un espacio abierto,
separados de todas las responsabilidades, de los demás.
Pero su tiempo juntos terminaría, y también su encuentro. Sus
ojos eran más brillante que una estrella convertida en
supernova. Sus labios se habían aplanado en una delgada
línea gris. Su ritmo perdió su suavidad, se volvió más aleatorio.
Estaba cerca. Si pudiera esperar un momento, un momento
más...

113
Inclinó su barbilla hacia arriba, sus dientes rozaron contra su
eje, y su cyborg perdió su mierda, conduciéndose dentro de
ella con un aullido escalofriante. El semen explotó fuera de él,
salpicando contra su garganta.
Tragó. El placer la golpeó en el estómago, sacándole el viento
de encima.
Su coño se apretó alrededor de la nada. Inhaló más de su
esencia. Otro estallido de placer la golpeó .
Gritó alrededor de su polla, el sonido ahogado, la vibración de
sus labios contra su carne impulsando más semen, más éxtasis
de él. Era demasiado. Trató de retirarse, incapaz de manejarlo.
No se lo permitió, sosteniéndola aún, llenando su boca de
nuevo y de nuevo con su semen mezclado con nanocibóticos.
No tenía elección. Tuvo que beberlo, tuvo que soportar
explosiones de euforia tan extremas que casi se desmaya.
Su cuerpo se desconectó de su mente, sus miembros
temblaron, su forma convulsionó. Su cyborg la aseguró,
protegiéndola de cualquier daño.
El borde irregular de su liberación se suavizó. Gradualmente se
quedó quieta.
Su cyborg la soltó, desplomándose hacia atrás en su silla.
—Agujero de Fraggin —Se pasó las manos por la cara—. Me
vas a matar.
—Ya estoy muerta, señor —apoyó la mejilla en su rodilla
derecha.
—¿Te hice daño, nena? —acarició sus rizos, alisandolos.
Chuckles a menudo le hacía esa pregunta, su preocupación
por ella genuina. Amaba eso. La hizo sentir cuidada .

114
—No me das más de lo que podía manejar, señor —miraba
hacia él, somnolienta por buen amante— ¿Te hice daño? Me
refiero al usar mis dientes —Eso había sido un accidente.
—Se necesitan más que tus dientes romos para dañarme...
permanentemente —Se movió en su silla, el movimiento atrajo
su atención hacia su rodilla nudosa.
Extendió la mano hacia arriba y agarró el pequeño recipiente
de bálsamo curativo que había colocado en la consola.
—Fabricaba esto para el amigo de mi papá, Duggar —hundió
los dedos en el bálsamo curativo y se frotó las manos,
extendiéndolas por las palmas—. Una mina se derrumbó
mientras estaba dentro. Un rayo cayó sobre ambos de sus
piernas, aplastandolas.
Masajeó la sustancia pegajosa en los músculos de su cyborg,
aflojándolos. El bálsamo curativo había entumecido sus dedos,
haría lo mismo a su rodilla, aliviando algo de su dolor.
—¿Podrían reparar el daño de Duggar? —Los ojos de
Chuckles estaban parcialmente cerrados.
—Camina pero con una cojera, señor —Se encogió de
hombros—. La Alianza Humanoide podría desmantelar a los
seres con daño, pero no confío en ningún hombre que haya
visto un gran número de ciclos solares y haya salido ileso.
Las cejas de su cyborg se arquearon.
—La mayoría de los cyborgs no tienen daños permanentes
¿No confiarías en mis hermanos?
—¿Los ves en esta nave, señor? —miró a la izquierda y a la
derecha— ¿No? Ahí está tu respuesta —Solo confiaba en él.
—No sabías que estaba dañado cuando me dirigió a la
ubicación de su lanzadera —desafió su afirmación.

115
—Sabía que estabas dañado cuando te dejé besarme, señor —
aplicó más bálsamo curativo en su rodilla—. Sabía que estabas
dañado cuando no te eché por la borda.
Probablemente habría confiado en él sin el daño. Era un buen
hombre.
Pero su rodilla mala había suavizado su postura hacia él.
—Hmmm...—La miraba con recelo.
Podría confiar en él, pero su cyborg no confiaba en ella. Eso
era inteligente. Tenía un plan para descargarlo una vez que
llegaran al planeta.
El silencio se prolongó. Trabajó su rodilla con los dedos.
—El daño fue infligido deliberadamente —La voz de Chuckles
era suave.
—¿Lo fue, señor? —No lo miro. Su experimenta con los amigos
de papá le habían enseñado que a veces ayudaba a los seres
relatar sus historias.
—Los cyborgs se curan a sí mismos. Si no me hubieran dado
ese supresor de nanocibóticos, no tendría una sola cicatriz —
La amargura afiló sus palabras—. El manejador de la Alianza
Humanoide me había asignado estaba asustado de mí. Mis
últimos tres manipuladores habían muerto.
Miró sin ver su rodilla.
—¿Los mataste, señor?
—Habían amenazado con sustituirme con un modelo E —Se
encogió de hombros, sin responder a su pregunta.
Sospechaba que los había matado. Era un guerrero, no tenía
sus complejos sobre el fin de la esperanza de vida.

116
—El nuevo manejador hizo un trato —A juzgar por su tono, su
cyborg lamentó haber aceptado ese trato—. No buscaría
reemplazarme y yo completaría mis tareas asignadas y no lo
mataría. Mantuvo el trato... por un tiempo.
—¿Qué cambió, señor? —¿Cómo lo había traicionado el
adiestrador? Porque se dio cuenta de que la historia tenía que
terminar con una traición. La rodilla de su cyborg era prueba de
eso.
—Nada cambió. Era una mentira, un humano engañoso,
incapaz de mantener su voto —Odio, crudo e intenso, envuelto
en esa única palabra: humano—. Me dijo que había encontrado
una mejora que aumentaría mi velocidad. Como un tonto, dejé
que me inyectara un supresor de nanocibóticos y me atara.
Entonces me hizo esto —Su cyborg agitó en su rodilla— El
supresor de nanocibóticos impidió la reparación del daño.
Cuando el humano me envió a la batalla en el siguiente turno,
estaba funcionando muy mal, apenas podía caminar.
—Ese bastardo —sacó sus manos alejándolas de su cyborg,
demasiado enfadado para tocar cualquier persona o cualquier
cosa con cuidado—. Quería que muriese, señor.
La cabeza de Chuckles bajó.
—No morí. Mis habilidades compensan el daño. Pero si no
hubiera escapado en esa rotación de planeta, si hubiese vuelto
a la base con el daño, habría sido dado de baja.
Su cyborg podría haber sido dividido en pedazos mientras
estaba vivo y consciente. Su estómago se retorció.
—Y ahora odio la mentira, a los seres humanos engañosos.
Tenía una buena razón para hacerlo.
—Como yo.

117
Le había mentido y engañado, todavía estaba haciendo eso. La
desesperación la llenó. Nunca podría importarle un ser como
ella.
Eso debería haberla hecho feliz. Cuando lo descargará en
Vega R, cuando se separaran, podría no causarle ningún
dolor... porque nunca le había gustado de verdad. Era un
cuerpo para usar, un medio para encontrar la liberación.
Pero no le trajo alegría... porque se preocupaba por él. Quizás
demasiado.
—Eres mentirosa y engañosa —Se inclinó sobre ella y la
recogió del suelo, la colocó en su regazo.
Presionó su mejilla contra su pecho, ocultando su rostro, su
dolor. Al oír la dura opinión sobre ella de su cyborg la había
cortado hasta el hueso.
—Me odias —Su cuerpo se estremeció con sollozos silenciosos.
La destrozó que pensara en ella de esa manera.
—Debería odiarte —envolvió sus brazos alrededor de ella—,
pero no lo hago porque crees ilógicamente en tus mentiras y
engaños son necesarios para mantener a los demás a salvo —
Besó la parte superior de su cabeza, sus palabras y acciones
calmaron algo de su dolor—. Tampoco eres más humana. Mis
nanocibóticos te han cambiado. Y eres mía.
—¿Así que no me odias?
—No te odio —Su cyborg la abrazó estrechamente a su duro
cuerpo—. Odio al humano que atrapaste. Planeo arrojarlo a un
espacio abierto, junto con los machos en las otras tres jaulas —
dijo eso con una aterradora falta de emoción.
—No puede hacer eso, señor —Le frunció el ceño—. Les
prometí que no sufriría ningún daño.

118
—Te harían daño a ti —resopló—. Sin dudarlo.
Podrían hacer eso. Había oído sus terribles comentarios.
—Prométeme que los descargaremos vivos en Vega R.
Sus labios se aplanaron.
—No quiero a ser responsables de su muerte, señor —Eso la
cambiaría, la volvería dura y no quería eso.
La miraba a ella. Miraba hacia atrás a él.
—¿Por favor, señor? —Era importante para ella.
Lanzó un profundo suspiro.
—Si es del todo factible, vamos a descargarlos vivos en Vega
R —accedió a su petición.
Su cyborg no se dio cuenta de que también sería descargado
en el planeta. Punzadas de culpa pincharon su corazón.
—Gracias, señor —besó su barbilla cuadrada.
Chuckles era un buen hombre, un ser honorable. Y tenía razón
sobre ella. Era mentirosa y engañosa. No conocía ninguna otra
manera de protegerlo, manteniendo sus promesas a Smarts y
al resto de la equipo.
Después de que llegaran al planeta, podría odiarla. Hasta
entonces, podría saborear cada momento que tenían juntos,
guardar esos recuerdos para combatir la soledad que pronto
experimentaría.
Esperaba que eso fuera suficiente para sostenerla.

119
Capítulo 9

Cinco rotaciones de planeta más tarde, Chuckles tenia su


regazo lleno de su exuberante mujer y que tenía una clara
visual de su destino. La imagen de Vega R en la pantalla
principal era pequeña pero detectable con sus sentidos
mejorados.
La primera parte de su viaje estaba llegando a su fin. En menos
de dos rotaciones planeta, descargaría a los seres de mala
reputación en la sala de espera.
Luego podría regresar con su mujer a la Reckless.
Estaría mejor protegida y mejor resguardada en la nave cyborg.
Su obstinada pequeña humana todavía podía intentar escapar.
Procesó eso. Y sus hermanos se burlarían de él cuando eso
sucediera.
Podía tolerar eso. Su seguridad era más importante que su
orgullo. Chuckles cortó con cuidado una barra nutritiva en
pequeños trozos de tamaño humano.
—Abre la boca, nena.
Obedeció, separando los labios. Esa vista endureció su polla.
Ignorando su inapropiada excitación, le metió un trozo de barra
nutritiva en la boca. La alimentación de su hembra tenía
prioridad sobre la cría. No soportaría daños mientras la cuidara .
Y siempre cuidaría de ella. Nunca permitiría que su frágil
pequeña humana estuviera fuera de su rango de monitoreo.
Era una amenaza para ella misma y para el universo.
Mientras su hembra masticaba, continuó aplicando brillo a cada
tramo expuesto de su piel pálida. Su cabello azul y rosa se

120
exhibía en un arco en la parte superior de su hermosa cabeza,
ocho mechones de sus rizos restringidos por suaves sujeciones
azules.
Su traje de vuelo y sus botas hacían juego con los cierres. Su
prenda estaba deshecha hasta el estómago, sus exuberantes
pechos se alejan de la libertad.
Podría ser un peligro para todos a su alrededor, pero era un
gran peligro.
La miraba, orgulloso de que era suya, suya para alimentarla,
protegerla, reprenderla.
Esas reprimendas se entregaron varias veces en una rotación
planetaria. La huella de su mano era una marca habitual en su
hermoso trasero.
Se estaba comportando en este momento, lo que le hizo
sospechar que estaba tramando algo. Llevó otra pieza de la
barra de alimentación a sus labios.
Los abrió para él sin protestar, sin vacilar. Eso no era propio de
ella.
Alimentó a su hembra, aumentando sus sospechas.
Necesitaba que alguien la cuidara, para protegerse de ella,
para detenerla de hacer lo que estaba planeando hacer. La
acción que se proponía podría incluir dejarlo. Esa perspectiva
cortó su alma.
No permitiría eso. Le pertenecía.
—¿Cómo me veo, señor? —Lo miró como si buscara su
aprobación.

121
Su hembra buscó verse bonita para él y se tomó ese honor en
serio. La examinó desde la parte superior de su cabeza de
colores vivos hasta la punta de sus botas de colores brillantes.
—Te perdiste un lugar aquí —rozó sus dedos a lo largo de la
piel en la base del cuello, saboreando su suavidad.
—Oh, no —Se apresuró a aplicar brillo en esa parte de ella—
¿Está mejor, señor?
—Esto es mucho mejor —apretó sus labios contra su frente, la
degustación de sal y mujer junto con algo de brillo—. Eres
hermosa, nena.
—Gracias, señor —Le sonrió .
Chuckles parpadeó, deslumbrado por su sonrisa.
Era una mujer mala, mala y tenía que estar constantemente
alerta a su alrededor.
Superar su trama, requirió el uso recurrente de sus
procesadores.
Pero no hay ningún otro ser en el universo como su pequeña
humana. Brillaba más que cualquier estrella, lo hacía sentir
poderoso y completo.
Incluso el mal funcionamiento de su rodilla le dolía menos
cuando estaba con ella. Cada cría disminuía su dolor. Con su
mujer, era más fuerte, más rápido.
Nunca la dejaría ir.
Se movió contra él, ese movimiento provocando su ya dura
polla cubierta de su armadura corporal.
—Hmmm...
Algo la estaba dañando ¿Era él?

122
—Habla —Se preparó para su respuesta. Si era posible
repararlo para ella, lo haría.
—Ha pasado un tiempo desde que hablé con mi papá —miró
hacia él, sus ojos abiertos con súplica—. Estará preocupado
por mí.
Eso era mentira. Estaba preocupada por su padre, no al revés.
Surcos entre sus labios, frunció el ceño.
—No vas a hablar con tu papá sin mí a tu lado —Chuckles no
le daría la oportunidad de pedir ayuda, e instigar un rescate a
su padre y su amigo que funcionaban mal.
—Por supuesto que no iba a hablar con él sin que estés a mi
lado, señor —Su sorpresa pareció genuina—. Querrá conocerte.
Esa era otra mentira. Sus labios se aplanaron. Había capturado
a la hija del macho humano y era un cyborg, una entidad que la
mayor parte de su especie considerada una máquina de matar.
Su padre no querría conocerlo.
Pero iba a tener prácticamente que satisfacer a Chuckles... si el
macho quería hablar con su hija.
—Comunícate con él —Chuckles envolvió sus brazos alrededor
de su hembra.
No comunicarse con su padre la estaba dañando
emocionalmente. Para reparar a su pequeña humana, podría
enfrentarse a su padre, tratar con el odio del macho.
Agujero de fraggin. Sus músculos se flexionaron. Esto sería
doloroso.
Su mujer dio un golpecito en la pantalla privado incrustado en
la consola. Rastreó la transmisión. Fluyó al mismo lugar que su
comunicación anterior con su padre. No había tratado de
engañarlo.

123
—Dije que lo estaba consiguiendo. No tiene que gritar —La voz
de su padre fue audible antes de que apareciera la imagen .
—Si esperas demasiado, pensará que no estás allí y nunca
volveremos a saber de ella —El amigo, Duggar, refunfuñó.
—Sabremos de ella —La parte de atrás de la cabeza del padre
apareció en la pantalla principal. Su cabello estaba desprovisto
de pigmento y extremadamente dañado, los pocos mechones
que le quedaban apenas cubrían su cuero cabelludo—. Bett
Bits no es tan impaciente como tú.
—No soy impaciente —Mentir debe haber sido parte del
entrenamiento de su mujer.
Porque Duggar también tenía la capacidad de fabricar
falsedades.
Su padre volvió la cabeza y entrecerró los ojos en la pantalla
de visualización, sus ojos más dañados que su cabello.
—Duggar estaba preocupado por ti, Bett Bits.
—No lo estaba —El amigo gritó desde fuera de la pantalla.
—No hay ninguna necesidad que cualquiera de vosotros se
preocupe —La hembra de Chuckles brillaba—. Estoy bien.
Sintió la emoción de amor humano por ambos machos.
Chuckles despiadadamente sofoco su envidia. Esa reacción
era indigna de un guerrero.
—Me gustaría que conocieran a Chuckles —tomó su mano.
Sus dedos temblaron.
Así de importante fue la presentación para ella.
—Es mi hombre.

124
Era su macho. Su columna se enderezó. Lo había reclamado
públicamente.
—¿Chuckles? ¿Qué tipo de nombre es ese? —Duggar fue el
primero a encontrar faltas en él.
—No es más inusual que un minero, un hombre que excava,
que se hace llamar Duggar —El papá lo defendió—. Ponlo en
la transmisión, Bett bits. Quiero conocer a tu Chuckles.
—Estoy en la transmisión... señor —Chuckles agregó esa
transmisión de respeto. El padre de su hembra lo justificaba .
El macho se inclinó más cerca de la pantalla de visualización,
tratando de compensar el daño a su sistema visual. A juzgar
por cómo se habían multiplicado las arrugas en su pálido rostro,
esa táctica resultó ineficaz.
Chuckles carecían de los colores brillantes de su hembra. Su
cabello era negro, su piel gris.
El papá no pudo verlo.
Esa podría ser la mejor situación. Si el padre no podía verlo, no
podía identificarlo a Chuckles como un cyborg, era menos
probable que lo desaprobara.
—Déjame mirarlo, fragmento de roca medio ciego —El rostro
igualmente curtido de Duggar llenó la pantalla. Ese hombre
podía verlo. Sus ojos se abrieron un poco y luego se
entrecerraron.
Chuckles cuadro sus hombros, preparándose para el vómito
de odio.
—Es un gran bastardo —El amigo frunció el ceño—, pero está
demasiado delgado. Voy a tener que fabricar nutriciones
muchas rotaciones de planeta en anticipación cuando lo traiga
de vuelta a casa.

125
Chuckles miro fijamente al macho. Eso era lo que preocupaba
al amigo: ¿Su falta de grasa corporal ?
—No dije que iba a traer a Chuckles a casa —Su mujer lo miró
por encima del hombro a él, sus ojos reflejando su
preocupación—. No dije eso, señor. Duggar está haciendo
suposiciones.
—Las suposiciones de Duggar son correctas —Chuckles
frunció el ceño—. Si vas a su casa, voy a su casa —No se
estaba apartando de su lado.
—Ven a casa pronto —Duggar les dio esa orden—. O ambos
se consumirán a la nada —La postura del amigo era
anormalmente rígida. Estaba aún más dañado de lo que
Chuckles estaba—. A juzgar por el pigmento en sus labios, los
dos han estado besándose más que comer.
Chuckles echo un vistazo a su reflejo en una brillante franja de
metal alrededor del perímetro de la consola. No tenía pigmento
en sus labios.
—¿Tiene pigmento en los labios? —El papá le preguntó a su
amigo.
—Tiene pigmento en los labios y brillo en todo su rostro —
Duggar expandió en sus falsedades—. Está tan brillantemente
coloreado, incluso tu podrías verlo, desagradable fósil.
El amigo estaba transmitiendo un mensaje. Chuckles
profundizó sus dedos en el pigmento del labio de su mujer y se
unto la pegajosa sustancia sobre toda su cara.
—No es así como se aplica, señor —Su hembra le quitó el
recipiente.
Arrojó brillo a sí mismo. Parte de ello se pegó al pigmento de
los labios. Alguno cayó al suelo.

126
—Lo estás usando todo —También se apoderó de ese
contenedor.
—Hazte a un lado —Su papá gritó—. Déjame ver a mi nuevo
hijo.
¿Su nuevo hijo? Los procesadores de Chuckles giraron.
—Papá, es demasiado pronto para eso —Su mujer se movió,
sus tentadores movimientos enviaban mensajes de cría a la
polla de Chuckles, distrayéndolo de las palabras de su papá—.
No nos conocemos desde hace mucho tiempo.
—Es el primer hombre que nos presentas —La sonrisa de oreja
a oreja del padre era tan parecida a la de su hija, Chuckles se
vio obligado a gustarle... un poco—. Sé que es especial para ti,
Bett Bits.
—No tuve opción de presentártelo —murmuró esas palabras—.
Insistió. Eso no significa que sea especial para mí.
Chuckles reconocieron su respuesta por lo que era, otra de sus
mentiras. El sistema de visión de su padre no funcionaba
correctamente. No tenía que mencionar su presencia,
reclamarlo verbalmente como suyo.
Quería hacer eso. Su pecho se calentó.
—Su hija es especial para mí, señor —hizo una pausa, no
sabiendo lo que decir—. Me he asegurado de que consuma
suficientes barras de nutrición en cada rotación del planeta
para que no se dañe a sí misma.
—Las barras nutritivas carecen de sabor —Duggar hizo ese
comentario desde su posición fuera de la pantalla—. Cuando la
traigas a casa, voy a enseñarte la forma de fabricar mejor
alimento para ella.

127
El amigo, un temido humano, no solo no lo odiaba, sino que
planeaba mejorar las habilidades de cuidado de la mujer de
Chuckles.
Se quedó mirando la pantalla de visualización, incapaz de
aplicar la lógica a la situación.
—Algunos de los mineros fueron una vez guerreros... en su
juventud —El papá cambió de tema abruptamente.
—Suenas como ellos, hijo.
Hijo. Esa única palabra comunicaba aceptación, cariño.
—Chuckles es un guerrero, papá —Bettina respondió por él,
entrelazando sus dedos con los de él—. Su función actual es
protegerme.
—Necesitas protección, Bett Bits —El padre asintió,
comunicando su aprobación del papel de Chuckles—. Mi hija a
veces atrae a la clase de seres equivocados.
El padre lo consideraría el tipo equivocado de ser.
—Nadie le hará daño, señor. Moriría antes que permitir que
suceda.
Su respiración femenina se entrecortó ¿No lo sabía ella? Su
esperanza de vida era la de ella.
—Me gusta este hombre —Duggar sabía... lo que era, sin
embargo, continuó apoyándolo. El humano se ganó la gratitud
de Chuckles.
—Háblame de ti, hijo —El padre miró sin ver en su dirección
¿Que podía comunicar? Chuckles evaluó las especificaciones
sobre sí mismo.

128
Odiaba a todos los seres humanos, excepto por su propia
mujer, la mujer del Capitán, y dos ilógicos mineros que lo
aceptaban. La mayor parte de su vida había pasado matando a
otros seres de la manera más espantosa y violenta. También
había capturado a la hija del macho; reproduciéndose con ella
cuatro, cinco, seis veces por rotación de planeta y azotando su
exuberante trasero cada vez que se portaba mal... lo cual era a
menudo.
Ese resumen no le agradaría al padre. Escaneó sus bases de
datos para una más apropiada respuesta. No había muchas
opciones. Las conversaciones civiles de cyborg con los padres
eran raras. La mayoría de los encuentros fueron hostiles.
Que este encuentro se convertiría si no hablara pronto. La
tensión se apoderó de los hombros de Chuckles. Sus
procesadores permanecieron desprovistos de datos aceptables
sobre sí mismo.
—Debes haber visto algunas interesantes rocas durante tus
viajes como un guerrero —El padre proporcionó un tema de
conversación seguro.
Rocas, podría hablar.
—En Geminorum X, una vez vi un grupo de minerales de
silicato púrpura del tamaño del puño cerrado de su hija, en un
túnel excavado bajo la superficie del planeta.
—Debe haber sido bonito —Su mujer sonrió.
Chuckles asintió.
—Te hubiera gustado —No mencionó que había estado
salpicado con la sangre y el cerebro de uno de los rebeldes
locales, el grupo minerales de silicatos había sido utilizado por
sus hermanos cyborgs como un arma.

129
—¿Qué tan profundo era ese túnel? —Su padre se inclinó
hacia delante.
Chuckles transmitió la profundidad. Hablaron de la construcción
de túneles.
Compartió más detalles sobre los agregados sólidos de
minerales y mineraloides que había visto, nombrándolos,
describiendo su apariencia, dónde fueron encontrados, el
planeta, el terreno, la profundidad.
Antes de conocer a su mujer, la petrología no había sido un
área de interés para él, pero los cyborgs almacenaban todos
los aspectos de cada situación en sus bases de datos.
Recordando las especificaciones de rocas, no era un esfuerzo
para él y parecía emocionar al papá de su hembra.
El humano compartió sus recuerdos de rocas que había
descubierto, todas ellas encontradas en Pegasi Alpha. Duggar
contribuyó con su conocimiento a la conversación, ayudando a
las bases de datos que funcionaba mal del padre.
Chuckles ahora entendía de dónde sacaba su mujer su amor
por las piedras que elaboraba para decorar. Los cristales y las
piedras preciosas y otras piezas eran un enlace a su papá y al
amigo de su papá.
Cuando la discusión se desaceleró, recogía una roca y la
describía. Su padre se animaría de nuevo y proporcionaría más
recuerdos que había recordado. Lo escuchó con suavidad en
sus grandes y hermosos ojos azules.
Era la forma en que a veces lo miraba. Chuckles descansó su
barbilla entre los rizos en la parte superior de su cabeza.
La conversación fluyó a su alrededor.

130
Los dos hombres finalmente se quedaron sin historias y
terminaron la comunicación con una invitación a su compartido
domicilio. Ambos estaban ansiosos de ver a su Bits Bett otra
vez y para satisfacción de Chuckles lo habían invitado a casa.
Chuckles se quedo mirando la pantalla de visión principal, la
pequeña imagen de la Vega R. Los seres humanos no solo lo
habían aceptado, querían que visitara su domicilio para
conocer a sus hermanos mineros.
—¿Está bien, señor? —Su mujer miró hacia él, su expresión
preocupada con dulzura—. No te estás volviendo loco porque
mi padre te llamó hijo, ¿verdad?
—Los cyborgs no se asustan —Chuckles frunció el ceño—.
Somos seres lógicos.
Lo estudió.
—Investigué a los de tu clase. Sé que los cyborgs no tienen
padres.
—Algunos de mis hermanos han encontrado a sus hembras y
han fabricado descendencia —extendió sus dedos sobre el
estómago de su hembra, la esperanza cierta rotación del
planeta en el futuro sean tan afortunados como aquellos
guerreros—. Son padres y su descendencia cyborg tienen a
sus padres.
—No tenías padres, señor —aclaró su declaración.
—Eso es cierto. Fui diseñado genéticamente por la Alianza
Humanoide y fabricado en una tina —Tenía su origen en
donantes, pero eso es todo lo que eran, sus aportaciones
manipuladas—. No tengo ningún ser humano que podría
clasificar como padres.

131
¿Por qué esa falta causaría a su hembra daño emocional?
Chuckles procesó la situación.
—¿Está usted preguntando si soy digno de la función que tu
padre me ha asignado? —Su ceño se profundizó— ¿Es que
crees mi falta de experiencia va a hacer que no funcione
correctamente como un hijo?
—No, señor —Se enderezó—. Yo...
—Estás faltando el respeto a tu señor con el procesamiento —
Iba a ser digno del honor conferido a él—. Aumentaré mi
conocimiento de las rocas. Te protegeré. Voy a aprender a
fabricar alimento. Voy a darme pigmento por lo que tu padre me
pueda ver con su sistema de visión dañada. Seré el mejor hijo
que hayas tenido un hombre humano.
—Todavía estás llevando ese pigmento —Su mujer dijo sin
aliento—. Se ve muy lindo, señor —Sus labios se crisparon.
Entrecerró los ojos hacia ella.
—Puedo escucharte, nena.
—Oh —Sus ojos se agrandaron—. Vas a ser el mejor hijo,
señor —Claramente trató de distraerle por abordar el anterior
tema—. No tengo ninguna duda al respecto.
Su táctica no sería efectiva.
—Tengo dudas sobre tu honestidad —Se obligó a ser severo
con ella—. Quítate la ropa —Ambos tenían a liberar el exceso
de energía—. Tus palabras te han ganado una reprimenda.
—Si —saltó de su regazo, su entusiasmo comunicaba cuán
ineficaces habían sido sus reprimendas.
Eso sería cambiar este planeta rotación. Flexionó sus dedos.
—Estoy disgustado con tu falta de confianza en mí, nena.

132
Su sonrisa vaciló.
—No dudo de que seas un buen hijo, señor —Se quitó las
botas—. Estaba preocupada de que mi padre había
determinado un papel que todavía no deseas. No nos
conocemos desde hace mucho tiempo.
—Eso es ilógico —sacudió su cabeza, sus procesos femeninos
inconsistentes—. La duración de conocerte no es una entrada
relevante y tu papá es un buen ser. Cualquier hombre querría
que se le asignara el papel de su hijo. Es un gran honor.
Su mujer lo miraba. Un alarmante brillo de humedad cubría sus
ojos.
—Solo tu lo considerarías un gran honor, señor.
Eso era falso. Todos sus hermanos lucharían por el papel.
—Continúa usando prendas —Chuckles le recuerda a su mujer
su estado.
Necesitaba tocarla , calentar ese generoso trasero suyo con las
palmas.
—Lo siento, señor —Se apresuró a quitarse el traje de vuelo,
revelando curvas interminables, piel pálida reluciente, pezones
rosados y rizos privados de colores brillantes.
Su polla presionó contra las limitaciones de su armadura
corporal.
—Ven aquí —Se palmeó los muslos.
—Lleva ropa, señor —bajó su forma sobre sus muslos.
—No te mereces mi piel desnuda —corrió sus manos sobre su
espalda, saboreando su suavidad, su belleza—. Has sido una
mala, mala mujer.

133
—He sido mala —Su tono carecía de arrepentimiento—. Estás
tan duro contra mí, señor —Se frotó contra el bulto de su
armadura.
—Compórtate —Le dio una palmada en la mejilla derecha del
trasero.
Se sacudió, se puso rígida y luego se relajó.
—Eso se siente tan bien, señor.
—Esto es una reprimenda —Le recordó—. Pronto te sentirás
tan mal.
—Gracias, señor —Su voz era soñadora.
Era una amenaza. Sacudió su cabeza y se aplicó a su tarea,
para el deleite de su pequeña ilógica humana.

134
Capítulo 10

Bettina estaba jodida. En más de un sentido.


En la siguiente rotación del planeta, estaba tendida sobre la
consola del puente, completamente desnuda, con los brazos
estirados hacia arriba y las manos atadas por encima de la
cabeza. Su cyborg la penetró, golpeando su culo contra la
superficie dura, golpeando su pecho igualmente implacable
contra sus pechos, una combinación que la volvía salvaje.
Si miraba hacia atrás, vería la imagen de Vega R apareciendo
grande en la pantalla principal. Era un recordatorio de que este
sería su último polvo... por un tiempo.
Quizás para siempre
Pronto, tendría que aturdir a su sexy señor y devolverlo a su
habitación. Estaría enojado, tendría derecho a estar así. Su
traición podría matar todo su cariño por ella.
No quería correr ese riesgo, no quería separarse de él, ni
siquiera temporalmente. Pero la alternativa era traicionar a
Smarts y defraudar al equipo. Esa mujer la había salvado de
una situación desesperada, era una amiga.
El futuro traería dolor. Todo lo que podía hacer era disfrutar del
momento agradecida, saborear el duro manejo de su forma por
su cyborg.
Un gemido escapó de sus labios. Estaba remodelando su
cuerpo, haciéndola exclusivamente suya. La cabeza de su polla
presionada contra las paredes de su coño, el ajuste
tentadoramente acogedor. Cada empuje hacia adelante la
llenaba. Cada retirada la dejaba vacía y necesitada.

135
Jadeó, enganchando sus caderas hacia arriba. Esa acción
sacó un gruñido de la garganta de su señor y la tomó más
fuerte, más rápido, disparando su necesidad a niveles
demoledores. Sus temores, sus planes se desvanecieron,
quemados por la energía azul que ardía en los ojos de
Chuckles.
Era su amo, su señor, su mundo, el macho que
inconscientemente había estado buscando, el salvador que le
permitiría ganar, para mantenerla de forma permanente.
Sí sobrevivieran a su separación. Sí pudiera perdonar su
engaño.
Había demasiados sí.
Su corazón le dolía. Arqueó su espalda mientras chocaban y se
deshacían, su pasión bordeada de desesperación.
—Duele tan bien —La picadura la acercó a la terminación, se
merecía ese dolor—. Más, señor —rebotó sus talones contra su
culo—. Dame un poco más.
—Compórtate —La penetró con tanta fuerza que su cabeza
giró.
Una salvaje imprudencia la invadió. Lo pateó de nuevo,
provocando silenciosamente a su dominante macho, pidiendo
ser reprendida.
Gruñó, poseyéndola con cada empuje, imprimiendo su cuerpo
sobre el suyo, empujándola hacia el abismo. La pasión
envolvía su pecho cada vez más fuerte.
Luchó por respirar, pensar, ser. Toda su forma calentada y
dolorida y cantó por su dulce abuso. No duraría, no quería caer
sola en la oscuridad.

136
Su señor se enojaría con ella si instigaba su liberación. Prefería
tener el control. Eso justificaría otro castigo, un golpe más en el
culo antes de separarse.
Eso era más una recompensa que una reprimenda.
Decidida, esperó hasta que la llenó con su polla larga y gruesa.
Entonces lo apretó. Duro.
Rayos de luz brillaron en sus ojos. Aulló, empujó más
profundo, explotó como sólo él podía. Esperma caliente de
cyborg golpeó sus paredes interiores, la fuerza de su liberación
robándole el aliento, el burbujeo de sus nanocibóticos
entregando un éxtasis más allá de la comprensión.
Gritó, retorciéndose, temblando, luchando para liberarse. Bajó
su físico musculoso, restringiendo sus movimientos,
capturándola. Sus manos cubrieron las de ella cuando se
convirtieron en una. La obligó a quedarse quieta, a tomar hasta
la última gota de su esencia.
Y lo amaba, girando debajo de él, apretando y soltando,
apretando y soltando su polla. El puente giró a su alrededor. El
sonido se precipitó en sus oídos. Cayó por varios momentos
antes de llegar a un sólido terreno emocional, y cuando lo
encontró, estaba allí, abrazándola, caliente y pesado encima de
ella.
—Tan bueno, señor —murmuró, presionando sus labios contra
su piel, saboreando la sal, el metal y a él.
—Serás mi muerte, nena —Se dejó caer en la silla del capitán,
llevándola con él.
Aterrizó en su regazo. Apoyó en alto su pie izquierdo.
—¿Lo lastimé, señor? —Le hizo la pregunta que casi siempre
le hacía. Había estado de pie. Follar debió lastimarle la rodilla.

137
—Es un buen daño —Su cyborg le dio la respuesta que ella
solía darle. La acercó más, le desató las manos, besó las
marcas rojas en sus muñecas—. Como este.
Le sonrió.
—Me encanta cuando me ata, señor.
—Eres imposible —metió su cabeza bajo su barbilla.
Su pecho subía y bajaba contra ella. Su calor la envolvió.
Estaba segura en sus brazos, mimada, cuidada.
Dejar su protección no le atraía. dejó escapar su aliento. Tal
vez si explicara la situación, le permitiría devolver la nave, y
organizaría un medio para recogerla en el lugar de encuentro.
Todavía tendrían que separarse, pero no tendría que
engañarlo.
—Tengo que llevar de regreso la nave, señor —extendió sus
dedos sobre su piel, queriendo tocarlo tanto como fuera posible
mientras pueda—. Se lo debo a Smarts y al resto del equipo.
—No les debes nada —resopló—. Te pusieron sola en esa
lanzadera para enfrentar seres más grandes y fuertes. Te
usaron como cebo.
—Tenía que estar sola, señor —Lo miró—. Si los escáneres de
formas de vida hubieran detectado más de un ser, habrían
cambiado de opinión sobre rescatarme —No había sido un
rescate. Había sido una trampa. Se estremeció ante ese
engaño del pasado—. Los demás habrían hecho lo mismo.
—No habría cambiado de opinión, nena —encontró su mirada,
sus ojos del azul más brillante—. Te habría rescatado si
hubiera habido cien seres a bordo de esa nave espacial.

138
—Oh —parpadeó ¿Había estado tan decidido a reunirse con
ella?
Joder. Eso fue sexy. Se meneó.
Puso las manos sobre sus caderas, forzándola a quedarse
quieta.
—Pero sí, los otros machos podrían haber reconsiderado su
decisión, buscando una presa más fácil.
Levantó la barbilla.
—Entonces lo admite, señor, tenía que estar sola.
—Lo admitiré si admites que te pusieron en peligro —Su guapo
rostro se oscureció—. Podrías haber sido asesinada.
Esa había sido una posibilidad.
—Si sigo las instrucciones de Smarts, el peligro para mí es
limitado.
—El peligro para ti era limitado —La corrigió—. Tiempo pasado.
Porque nunca volverás a estar en esa situación. Y no seguirás
las instrucciones. Nunca. Eres una mala, mala mujer.
Era su mala, mala mujer
—Es el único ser que me tienta a romper las reglas de Smarts,
señor —movió las pestañas con coquetería—. Estaba muy
enojada conmigo por eso.
—Estaba muy enojado contigo por eso —Le besó la frente, esa
gentil acción contradecía sus duras palabras—. Necesitas a
alguien que te proteja de ti misma.
—Así es —asintió, queriendo que fuera ese alguien—. Smarts
instaló medidas de seguridad como el botón que se suponía
que debía pulsar cuando llegará la adquisición. No lo empujé

139
contigo —Estaba distraída por su beso—. Por eso Keeper
apareció inesperadamente.
—Podrías haber muerto en el tiempo que le tomó a la
Dracheon llegar —Su mandíbula apretada—. Tu Smarts lo
sabe.
—Cada trabajo tiene riesgos —Se encogió de hombros—.
Smarts fue franca sobre el trabajo cuando lo tomé. Era mejor
que los tres trabajos con los que estaba haciendo malabares
para tratar de cubrir simplemente los gastos.
—Esos tres trabajos eran más seguros —Debe haber
descubierto sus antecedentes. Su cyborg no parecía
sorprendido sobre su vida anterior.
—No eran más seguros, señor —agitó la cabeza—. Tuve que
mudarme a un gran asentamiento para encontrar trabajo —No
había ningún trabajo cerca de la casa de su padre—. Estaba
sola y asustada, y viviendo en el peor domicilio de la peor zona.
Eso era todo lo que podía permitirse. Tenía roedores e insectos
y seres indecorosos viviendo en él. Se estremeció, sin querer
volver nunca allí.
—Necesitabas un protector —Chuckles le frotó la espalda.
Habría sido ese protector.
Bettina deseaba haberlo conocido entonces. Su presencia
habría disminuido su terror.
—No tenía habilidades y era bonita —Eso había sido una
maldición— ¿Sabes qué tipo de machos contratan mujeres
bonitas sin habilidades?
El pecho de su cyborg rugió de infelicidad.
—¿Te tocaron?

140
Bajó su mirada a su barbilla, la vergüenza se extendió sobre
ella.
—Planeaban hacer mucho más que tocarme, señor.
Los machos se habían vuelto cada vez más agresivos con sus
atenciones, agarrándole el culo, apretando sus pechos
mientras la pasaban. A veces, se paraban directamente detrás
de ella, sus calientes y apestosas respiraciones en su cuello,
sus cuerpos sudorosos presionados contra el suyo, cubriendo
su culo con sus duras pollas.
Sus hombros temblaron de nuevo.
Habían dejado claro que si decía algo, la liberarían de sus
trabajos. Que los tres hombres eran iguales y esperaban lo
mismo no podía ser una coincidencia. Se dio cuenta de eso.
Cualquier supervisor hubiera querido esos favores.
—Los mataré —Chuckles gruñó esas palabras.
—No vale la pena el esfuerzo, señor —convocó una sonrisa—.
Tuve que tomar los trabajos. Estaba desesperada por créditos.
Su padre, sin saberlo, dependía de ella para pagar su domicilio,
su alimentación, su bebida. Lo amaba, no podía defraudarlo.
Al no tener otros medios para ganar créditos, apretó los dientes
y toleró el manoseo de los machos. Cada turno era una batalla
para mantenerse fuera de sus garras.
Las probabilidades de evitarlas habían disminuido con cada
rotación de planeta que pasaba. Sabía que era sólo cuestión
de tiempo antes de que tuviera que ceder a sus demandas,
había aceptado vergonzosamente que lo haría.
No tuvo elección hasta...

141
—Smarts se acercó a mí —Había tenido miedo de la mujer al
principio. Smarts era dura, fuerte, intimidante, y su oferta
parecía demasiado buena para ser verdad—. Me dio una salida.
Había entrenamiento y reglas, y mi seguridad es una
preocupación genuina para ella, para el resto del equipo,
porque soy valiosa. No soy fácil de reemplazar —El orgullo
enderezó su columna vertebral—. Tengo un rol importante.
Keeper y los demás podían burlarse, pero la respetaban, y
todos se cuidaban unos a otros. No estaba sola.
—Tuviste un papel importante —Chuckles una vez más la
corrigió—. No vas a reanudarlo.
Había aceptado que eso no sería posible,
—Tengo que devolver la nave a Smarts, señor. El equipo la
necesita, no los defraudaré.
Muchas de las hembras, como Keeper, dependían de sus
trabajos para mantenerse a sí mismas y a sus seres queridos.
Si no les devolvía la nave, tendrían que obtener y modificar otra.
Eso tomaría tiempo y créditos.
No podría hacerles eso.
—Necesitamos la nave.
Su cyborg rechazó su petición.
—Porque tu equipo se llevó la mía. No vamos a devolverla.
Su nave no estaba configurada para transportar a los seres
capturados cómodamente.
—Pero...
—No —movió la cabeza—. Me pediste que no matara a los
otros machos. Complací esa petición. No aceptaré esta.

142
Le dio su mirada más suplicante y lastimera.
—Ese acto no funcionará conmigo —Sus labios se aplanaron—
Escuché tu conversación con tu gran amiga Dracheon, nena.
Accediste a devolver la nave y quedarte para otra serie de
adquisiciones.
Mierda. Esperaba que no hubiera oído eso.
—Acepté quedarme para otra serie de adquisiciones porque,
en ese momento, no tenía un medio para viajar a una colonia,
señor. Tengo un medio ahora. Puedes obtener una nave y
reunirte conmigo en la lanzadera...
—Eres mi cautiva —Su cyborg gritó ese recordatorio, su gran
cuerpo temblando—. No voy a encontrarme contigo en ninguna
parte. Eres mía. Me perteneces. Y nunca te dejaré salir de mi
sistema de visión ¿Procesas eso, mujer?
Sabía que estaba enojado porque la llamó mujer, no nena.
Bettina inclinó su cabeza.
—Proceso eso, señor.
Procesó que tendría que aturdirlo y ponerlo de nuevo en su
habitación. Se pondría furioso cuando lo descargara, pero no
tenía elección. La nave tenía que ser devuelta, Y si la
acompañaba, no lo permitiría.
—Ven aquí —Chuckles presionó su cabeza contra su pecho—.
Aprecio que quieras mantener tu palabra, nena, pero eso no es
posible en este caso —La acariciaba, pasando sus manos
ásperas arriba y abajo de su cuello, hombros, espalda, culo—.
Es demasiado peligroso para ti.
Se preocupaba por ella. Se retorcía de culpa.

143
—El lugar de descarga debería ser nuestro destino, señor. Se
ha colocado a una rotación planetaria corriendo de un gran
asentamiento, en terreno no hostil.
Al ser un cyborg, debería cubrir la distancia más rápido.
Tendría una ligera ventaja, apenas el tiempo suficiente para
devolver la nave.
—Las armas se pueden cambiar por un vuelo a otro lugar —Le
dijo.
Su cyborg tenía muchas, muchas armas. Podría ser capaz de
obtener el uso temporal de una pequeña nave. Eso era todo lo
que necesitaban.
Los labios de Chuckles se aplanaron.
—Esos seres en tus celdas no negociarán por nada.
Implicaba que matarían a los lugareños por sus naves, que al
salvar la vida de sus llamados salvadores, estaba causando la
muerte de más seres inocentes.
No quería pensar en eso.
Bettina agarró la decoración que había puesto en la consola.
—Esto es Leporis 7 Inkstone —sostuvo el cristal negro
levantado a la luz—. El cable conductor negro fue tomado de
un circuito roto —Pensó que era apropiado para su cyborg—.
Agregué puntos de ruptura en la trenza —Los tocó—. Si uno de
tus enemigos lo agarra, se romperá en pedazos. Esos seres no
podrán usarlo contra usted, señor.
—¿Esos seres no podrán usarlo en mi contra? —Su macho la
miró— ¿Fabricaste esto... para mí?
Bajó su cabeza.

144
—Consideré el azul para igualar sus ojos, señor —levantó la
mano y alisó sus cejas. Tenía unos ojos preciosos—. Pero
nunca he visto una piedra tan brillante. En su lugar, lo combiné
con tu pelo, la tinta en tu mejilla y tu armadura.
Rozó las yemas de sus dedos sobre el cristal, trazando los
bordes de su largo cuerpo hexagonal, sus puntas puntiagudas,
y no dijo nada. Su mirada estaba abatida. Su expresión era
ilegible.
¿Era su regalo un error? Muchos guerreros no llevaban
decoraciones.
—No tienes que usarlo si no quieres, señor —Se retorció en su
regazo—. Lo entendería.
Estaría herida pero lo entendería.
—¿Fabricaste esto... para mí? —repitió la pregunta como si no
pudiera creer que lo hubiera hecho.
Debido a que era un cyborg, uno de los mejores guerreros del
universo ¿Por qué necesitaría una decoración tonta?
Se negaría.
Oh, estrellas. cometió un terrible error.
—Fue una idea tonta. Lo sé, señor —Avergonzada, quería
arrebatarle su regalo—. No usas decoraciones.
—Supongo que tendré que usar esta decoración —su voz era
ronca—. Porque la fabricaste para mí.
Se puso la decoración. El cristal colgaba entre sus pectorales,
negro y brillante contra su piel gris. Se veía bien, como si fuera
parte suya, exactamente como lo imaginó.
—Es perfecto para ti, señor —hizo una pausa—, pero no tienes
que usarlo.

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Sujetó sus mejillas con sus grandes manos, forzando su mirada
a encontrar la suya.
—Quiero usarlo.
Sus ojos brillaron. Su cyborg estaba complacido por su regalo.
La alegría la envolvió.
—¿De verdad quieres usarlo?
—De verdad quiero usarlo —reclamó sus labios, su carne
presionando contra la suya, firme e insistente. Se rindió a su
dominio, a él, se introdujo en su boca, besándola con un
vertiginoso estallido de ferviente emoción.
Su lengua se entrelazaba alrededor de la suya, la posesividad
de su cyborg curvando los dedos de sus pies. Se aferró a sus
hombros, sometiéndose mientras empujaba en su contra,
sujetándola con fuerza.
Violó su boca hasta que sus labios latían y su pasión había
revivido. Luego se retiró, mirándola.
—Eres perfecta, nena —tocó el cristal—. Nunca me quitaré
esto.
Le encantaba su decoración.
La felicidad burbujeaba dentro de ella, la sensación similar a la
transferencia de su nanocibóticos.
—Pensé que era una mala, mala mujer, señor —Se burló.
Sus labios se movieron.
—También lo eres.
—Gracias, señor —Se rio.
—Eres una amenaza —La abrazó.

146
Se acurrucó contra su pecho. Joder. Lo extrañaría.
Pronto, dejaría el puente y comprobaría a los otros machos.
Hizo eso por ella una vez en la rotación de planeta, salvándola
de tener que tratar con ellos, de escuchar sus comentarios
hirientes.
Cuando regresara de completar dicha tarea, aturdiría a su sexy
cyborg y lo llevaría a su habitación. Una vez que llegaran al
planeta, lo descargaría, junto con los demás.
Su relación podría terminar con esa acción. Su cyborg
dominante prefería mantener el control. Iba a considerar su
recaptura como una traición, podría verla tan duramente como
veía a su ex manejador de la Alianza Humanoide.
Si la miraba de la misma manera...
Contuvo las lágrimas.
Su corazón se rompería.

147
Capítulo 11

Su hembra le había fabricado una decoración.


Un turno después, ese acto de cariño continuó calentando el
pecho de Chuckles. Pronto, lo consideraría digno de la
emoción del amor humano. Su nena ya no trataría de escapar,
no hablaría de dejarlo para reunirse con Smarts y las otras
mujeres, poniéndose en peligro.
Metió con cuidado el cristal negro debajo de su armadura.
—Come tu alimento mientras no estoy —Había cortado la barra
de nutrición en trozos pequeños, colocándolos sobre la
consola—. No te levantes de la silla.
—No puedo dejar la silla, señor —negó con la cabeza, su
cabello azul y rosa reunidos en un montón en esta rotación
planetaria—. Mis tobillos están atados a ella.
Se requirieron las restricciones. Su mujer estaba planeando
algo. Estaba 99,9999 por ciento seguro de eso. Su trasero
había estado moviéndose desde el amanecer.
—No es necesario moverse de ella —Inspeccionaría
rápidamente a los machos capturados y volvería con ella—. El
paquete con tus suministros de decoración están puestos a tu
alcance.
Había organizado las piedras y otros materiales para facilitarle
la fabricación.
—Me gustaría fabricar algo para la mujer de su Capitán —dejó
caer su mochila en su regazo y rebuscó en ella, interrumpiendo
el orden de los suministros— ¿Qué colores le gustan, señor?

148
—Usa una armadura similar a la mía —El capitán la hizo
fabricar para ella.
Chuckles también tendría de fabricar una armadura corporal
para su mujer. Estaría a salvo de cualquier daño.
—Más negro —Su hembra arrugó la nariz— ¿También es gris?
—Es humana —Sacudió la cabeza—. Los humanos no están
fabricados en gris. Su piel casi coincide con su armadura
corporal. Su cabello es tan oscuro como su piel —predijo la
siguiente pregunta de su mujer—. Sus ojos son marrones.
—Ohhh... —Su mujer sacó un cable de su mochila—. Podría
verse hermosa en oro.
Gruñó. Una decoración dorada haría que la mujer del Capitán
fuera más visible para el enemigo, pero como al enemigo no se
le permitiría estar cerca de ella o de Bettina, esa mayor
visibilidad no debería afectar su seguridad.
—Fabrica la decoración —deslizó sus manos sobre su forma,
asegurándose de que las fundas y cartucheras estuvieran
llenas de armas—. Estoy vinculado a todos los sistemas de la
nave. Puedes concentrarte en tu tarea.
—Estaré bien, señor —Le sonrió.
—Estarás bien —Garantizaría su seguridad—. Compórtate,
nena —Se inclinó y rozó sus labios contra los suyos,
saboreando su dulzura.
Se retorció en su asiento mientras la besaba. Se apartó y
frunció el ceño. Su mirada se posó en su barbilla, una
silenciosa confesión de culpa.
Cuanto más tiempo estaban juntos, más difícil era para ella
mentirle. Procesó eso, anticipando una rotación planetaria
cuando no lo engañaría.

149
Hasta entonces, la protegería.
—Abandona todo lo que hayas planeado —advirtió a su
hembra—. No tendrás éxito.
—¿Quién dijo que tenía planeado algo, señor? —Su risa fue
temblorosa.
Todavía no lo miraba.
Suspiró
—No deberías mentirle a tu señor —La besó de nuevo,
presionando sus labios con fuerza contra los suyos—. Te
reprenderé por eso cuando regrese.
Se obligó a girar, a abandonar el puente. Estaba atada a su
silla, no se escaparía y estaría a salvo.
Los otros machos estaban encerrados en sus celdas. Entró en
la gran cámara de retención, confirmó que era cierto.
El Ahkian adicto a Mox-X convulsionó en el piso de su celda, el
ser sufría de abstinencia. El Silan miraba sin ver una pared. El
Palavian de cuatro brazos estaba reproduciendo consigo
mismo, con los dedos de una de sus manos envueltos
alrededor de su polla.
El humano se puso de pie, frente a él, de cara a las puertas.
Eso hizo sonar las alarmas dentro de Chuckles. El macho solía
estar reclinado sobre su soporte para dormir, fingiendo
aburrimiento.
—Te ves especialmente brillante en esta rotación planetaria,
máquina —El hombre sonrió.
Chuckles no dijo nada. Los destellos de su hembra eran
imposibles de eliminar.

150
Y no quería erradicarlos. Eran una prueba aún más física de su
reclamo sobre él.
—Debe ser una buena follada —El humano ladeó la cabeza—.
Tal vez la use primero antes de dársela a mis hombres.
Un gruñido se elevó en su garganta.
—Nunca la tocarás, humano.
—Oh, la tocaré, máquina. Pronto —La certeza endureció el
tono del macho—. La tocaré con mi polla. Y luego, cuando mis
machos terminen, si queda algo, la tocaré con mis manos
mientras exprimo la vida de su cuerpo —Sus ojos brillaron, su
anticipación de ese evento repugnante de ver—. Verás. Te
dejaré mirar, te daré ese último regalo antes de tu
desmantelamiento.
Los dedos de Chuckles se juntaron en puños. Quería matar al
macho.
Pero le había dado a su mujer su palabra de que no lo haría.
Tenía honor, incluso si nadie más en la nave la tenía. Su
palabra era su vínculo.
—Mis machos disfrutarán cortándote en pedazos, máquina —El
humano continuó parloteando—. Los demás morían demasiado
rápido para mi gusto, incluso con los prolongadores que
tenemos a bordo. Tus gritos nos darán muchos momentos de
entretenimiento. Incluso podríamos llevarte de regreso a
nuestra nave, hacer que tu dolor dure.
Nave. A bordo. Machos. El humano esperaba ser rescatado.
Pero, ¿cómo sabrían los machos dónde estaba?
Agujero de fraggin. Chuckles se alejo a toda velocidad del
humano burlón, moviéndose tan rápido como su rodilla

151
lesionada se lo permitió. El dolor podría haberse aliviado con
cada cría. El mal funcionamiento permaneció.
Entró en la pequeña cámara donde se guardaban los paquetes,
abrió uno tras otro. El paquete del humano era fácil de
identificar, su uniforme cuidadosamente doblado en su interior.
El humano luchó por la Alianza Humanoide, el enemigo, los
seres que habían matado a sus hermanos y dañado su rodilla.
El labio superior de Chuckles se curvó.
Pasó las manos por el detestado material y encontró un bulto
en el cuello. Hizo falta poco esfuerzo para romper la tela. Un
dispositivo de rastreo cayó al suelo.
Lo pisoteó y lo aplastó con el tacón de la bota derecha. Las
hembras claramente no habían escaneado las prendas ni a sus
cautivos en busca de dispositivos de rastreo.
El humano creía que sus machos lo estaban siguiendo y podía
tener razón.
Chuckles metió los paquetes en una rampa y los tiró. Había
jurado no dañar a los machos. No se había hecho ninguna
garantía sobre sus posesiones.
Es posible que desechar los paquetes no haya eliminado el
peligro. Los machos podrían tener dispositivos de rastreo
insertados debajo de la piel. Cualquier ser que los siga podría
estar cerca, listo para atacar.
Debería transmitir a Truth, pedir refuerzos.
Pero primero, hablaría con su mala, mala mujer. Chuckles
regreso al puente, su pie izquierdo se arrastraba un poco, su
pisada pesada.
Al complacer a su pequeña humana, la había puesto en peligro.

152
Pasó por las puertas.
—Deténgase donde está, señor —Su hembra le apuntó con su
arma. Le temblaban las manos. Su rostro estaba pálido.
Su angustia no alivió su ira. Se detuvo y la miró.
—El humano tenía un dispositivo de rastreo en su ropa.
Parpadeó una vez, dos veces
—¿Es eso de lo que se deshizo, señor, de las prendas de
Dusta?
Sabía el nombre del hombre humano.
Chuckles gruñó, su rabia se intensifico.
—Me deshice de todos los paquetes de fraggin. Si no hubiera
jurado no matarlos, también habría metido a tu precioso Dusta
y al resto de seres en la rampa. Todos podrían tener una
modalidad de dispositivos de seguimiento.
Modificaría una computadora de mano y las escanearía. Si
estuvieran equipadas con dispositivos de rastreo, los sacaría
con la punta de su daga.
Esperaba que Dusta, el hombre humano, tuviera varios.
—Los machos serán descargados al amanecer, señor —Se
puso de pie. Su hembra había cortado las ataduras alrededor
de sus tobillos.
Sus labios se aplanaron. Debería haberle quitado su
herramienta de corte de alambre.
—Deberías estar descargado con ellos —Su voz era chillona.
Debería ser, no sería. Su mujer tenía dudas sobre traicionarlo.
Dio un paso hacia ella.

153
—No se mueva, señor —Sostenía el arma con ambas manos—
Si regresas a tu cámara de almacenamiento, no lo aturdiré.
—No voy a regresar a mi cámara de almacenamiento —
Sostuvo su mirada—. Y no vas a aturdirme.
Estaba 61,2659 por ciento seguro de que no apretaría el gatillo.
Estaba 100,0000% seguro de que no lo aturdiría.
Su mujer lo miró, sus grandes ojos azules muy abiertos lo miró
sin mostrar ninguna emoción, sin retroceder.
¿A quién elegiría, a Smarts y su equipo o a él?
La elegiría. Si reclamarla ponía en riesgo la esperanza de vida
de cualquiera de los seres de la Reckless, abandonaría a sus
hermanos y estaría con ella.
—Tiene razón, señor —Suspiró, bajando su arma—. No voy a
aturdirle.
La tensión en sus hombros se alivió. Su rabia se evaporó y la
alegría estalló en su interior. Lo había elegido, le había
entregado toda su lealtad.
—Debería presionar el gatillo pero no puedo —Su expresión
era triste—. Es mi señor —Su hembra se desplomó en su
asiento, luciendo adorablemente abatida.
—Soy tu señor —sacó a su pequeña humana de la silla, la
reclamó para sí mismo y la puso en su regazo—. Y tú eres mi
nena.
Y finalmente había capitulado ante ese destino, aceptando esa
verdad.
Pero no parecía feliz por eso.
—Smarts va a estar tan molesta. La decepcioné y al equipo.

154
—Fuiste capturada —apartó un mechón de pelo azul brillante
del hermoso rostro de su mujer—. Entenderá por qué no
devolviste la nave.
—Me dejé capturar —Los labios igualmente coloridos de su
mujer se torcieron— ¿Podemos dejar la nave en algún lugar y
transmitirle sus coordenadas?
—Podríamos hacer eso —Chuckles cedió en ese punto.
Era poco probable que el capitán quisiera una nave extraña
atracada dentro de la Reckless. Tendría que abandonarla.
—Gracias, señor —Su hembra le dedicó un atisbo de sonrisa,
su felicidad merecía su compromiso.
—No me agradezcas —Le dio un manotazo en el muslo—. Te
has ganado varias reprimendas en esta rotación planetaria.
Su sonrisa se ensanchó.
—Gracias Señor.
Era imposible. Sacudió la cabeza y comprobó los sistemas de
la nave.
Estaban funcionando correctamente, detectarían otro nave
siguiéndolos dentro del alcance. Las armas también eran
completamente funcionales, las pocas que tenían.
—Deberíamos descargar a los machos ahora —Una vez que lo
lograra, se pondría en contacto con Truth y organizaría un
vuelo de regreso al Reckless.
—Ese sitio está ahora a oscuras, señor —Su mujer rechazó su
propuesta—. No será seguro para ellos.
—No es seguro para nosotros —Chuckles agarró una
computadora de mano—. Si los roles se invierten, los machos
te dañarían.

155
Tocó su rostro, sus dedos suaves contra su piel
—¿Quieres que me vuelva como ellos, señor?
No dijo nada porque tenía razón. Le gustaba su mujer tal como
era, bondadosa. Su papel era protegerla del duro universo, de
los seres que la harían daño.
Chuckles modificó la computadora de mano. Su hembra
continuó fabricando la decoración de la muñeca que planeaba
darle a la hembra del Capitán. La nave orbitó Vega R.
—¿Cómo sabía que no lo aturdiría, señor? —Su hembra
rompió el silencio.
Se encogió de hombros. No le gustaría su respuesta.
—Podría haberte dejado aturdido —levantó su pequeña barbilla
redonda, luciendo tan dura como las flores Qershi cuyo aroma
llevaba—. Si hubiera sido cualquier otro ser, habría presionado
el gatillo.
Era especial para ella. Eso era lo que su hembra le estaba
comunicando. Era una verdad que ya procesaba. Tocó el lugar
de su armadura donde estaba escondida la decoración que ella
le había regalado.
—Te sorprendí cuando nos conocimos —Su mujer dijo eso
como si fuera una acción de la que estar orgullosa.
Entrecerró los ojos.
—No es que debiera haberte aturdido —Rápidamente agregó
eso—. Eso fue muy malo de mi parte —Su mujer, nada
arrepentida, inclinó la cabeza—, pero no quiero que piense que
no podría aturdirte ni a ningún otro ser, señor. No soy débil.

156
—Nadie con procesadores funcionales pensaría que eres débil
—Eso carecía de lógica. Era una fuerza, una mujer que nunca
debería subestimarse— ¿Crees que tu señor no funciona?
—No está funcionando mal, señor —Su prisa por tranquilizarlo
fue gratificante.
—¿Crees que tu señor, después de haber sido aturdido por ti
una vez, dudaría alguna vez de que pudieras aturdirlo de nuevo?
—Se obligó a ser severo con ella.
—No, señor. Pero...
—Aprieta el gatillo de tu arma, nena —Le dio esa orden.
Lo miró fijamente
—Señor...
—Hazlo. Ahora —Ladró.
Inmediatamente levantó su arma y apuntó con el cañón hacia
el panel de la pared lejana. Su mirada se posó en él.
Le frunció el ceño.
Tragó aire y apretó el gatillo.
No pasó nada.
Sus ojos se agrandaron. Giró el arma hacia su cara, miró por el
cañón y volvió a apretar el gatillo.
—Dame eso —cogió el arma—. Agujero de fraggin —Su
hembra estaba decidida a hacerse daño. Deslizó la pistola en
una de sus pistoleras—. Nunca te apuntes con un arma a ti
misma.
Si hubiera sido calibrado para su uso, se habría aturdido.

157
—No funcionó, señor —Su frente se arrugó con líneas de
pensamiento—. Funcionó antes —Debe estar refiriéndose a la
primera vez que lo sorprendió.
—Lo recalibré mientras dormías —No era tonto. Procesó que
tenía una mala, mala hembra.
—Tu...
Sonaron las alarmas. La pantalla principal parpadeó en rojo.
Un buque de guerra había entrado en su espacio, se acercaba
rápidamente a ellos. La nave había sido fabricada por la
Alianza Humanoide.
El hombre humano tenía razón. Sus machos venían por él.
Chuckles colocó las yemas de sus dedos en la pantalla de
visualización privada incrustada en la consola, tomando el
control del sistema de guía. Aumentó la velocidad de su nave,
cambiando su dirección.
El buque de guerra también cambió de dirección. Los
alcanzaría en unos momentos.
—Nos están llamando, señor —Su hembra anunció ese
hecho—¿Deberíamos responder?
—Responde sin visual —desactivó esa opción.
El piloto del buque de guerra no fue tan cauteloso. Su rostro
humano apareció en la pantalla principal.
—Engañaste al hombre equivocado, puta —La risa sonó de
fondo—. Venimos por Dusta y venimos por ti. Si lo trataste bien,
podrías vivir.
—O puede que no —La voz del otro hombre era apenas
audible incluso con el sistema auditivo mejorado de Chuckles.

158
Los machos se rieron de nuevo y la comunicación terminó.
—¿Podemos sacudirlos, señor? —Su hembra lo miró para
salvarla.
No podía hacerlo y eso le irritaba.
—Son más rápidos, tienen mejores armas y escudos.
Los humanos volaban en una nave de guerra de la Alianza
Humanoide, una nave construida para la batalla. La nave de su
mujer, en cambio, fue construida originalmente para transportar
suministros. Era más lento y difícil de manejar. Eso no había
sido modificado. Se habían agregado armas, pero no igualaban
el calibre del buque de guerra, su alcance era más corto. Los
escudos eran inexistentes.
—Si llegamos a la superficie del planeta, podríamos sobrevivir
—dirigió su nave hacia Vega R.
—Podemos hacer esto, señor —colocó sus manos junto a las
de él—. Les dispararé.
Eso no lograría nada.
—Los misiles no los alcanzarán.
—Les dará algo más en qué pensar —Su mandíbula sobresalió.
La brecha entre el buque de guerra y su nave disminuyó. La
distancia a la superficie era demasiado grande. No lo lograrían...
a menos que sucediera algo impredecible.
Chuckles había vivido lo suficiente como para no descartar
ocurrencias al azar.
La pantalla principal mostró una advertencia. Un misil se
precipitó hacia ellos. Desvió nave. El misil se deslizó por un
costado y pasó junto a ellos.

159
—Mierda. Eso estuvo cerca —Gotas de sudor brillaban en la
frente de su mujer.
Estaba demasiado cerca. Chuckles gruño. Los humanos no
estaban tratando de hacerlos volar. Su macho estaba a bordo.
Estaban intentando detenerlos.
Y harían eso. Los cyborgs calculan... todo... y sus
probabilidades de no ser abordados eran del 5.7826 por ciento.
Tres misiles se apresuraron hacia ellos. Su hábil mujer atacó a
uno con sus misiles menos efectivos. Explotó.
Giró la nave hacia la derecha, pudo evitar el segundo misil,
pero eso los puso en el camino del tercero. Habría impacto.
Giró la nave en el último momento, abrazó a su hembra,
asegurando su frágil cuerpo humano contra su forma más
duradera. La nave se sacudió, arrojándola hacia adelante,
cuando el misil cortó por todo el lado derecho de la nave.
Las luces de advertencia parpadearon. Sonaron las sirenas.
Chuckles bloqueó las cámaras, sellando el daño. Esas puertas
internas aguantarían... por unos momentos. Todos los
propulsores de un lado se habían ido. Cerró las demás para
evitar que giraran.
Los humanos abordarían la nave. Eso era inevitable.
Si estuviera solo, se quedaría y pelearía, mataría a todos los
hombres de la Alianza Humanoide. Los humanos tendían a ser
descuidados y arrogantes. Puede que no protejan su buque de
guerra. Podría apoderarse de él y volar.
Pero no estaba solo. Tenía una preciosa hembra que proteger
y había opciones menos arriesgadas para ella disponibles.

160
Cogió a su frágil pequeña humana en sus brazos y se puso de
pie. Su rodilla gritó una protesta. La ignoro
—Estamos abandonando la nave —Llegarían a la superficie del
planeta en una cápsula de escape.
—Los otros machos...
—Los otros machos pueden valerse por sí mismos.
Chuckles no se preocupaba por ellos. No perdería todas las
ganas de vivir si murieran.
La muerte de su hembra, sin embargo, acabaría con él. Se
movió a la velocidad de un cyborg, llevándola hacia la cápsula
de escape. Su pierna izquierda se arrastró por el suelo de
baldosas. Eso no lo detuvo. Nada pudo.
Su única preocupación era poner a salvo a su hembra.
Lograría esa misión o moriría en el intento.

161
Capítulo 12

Estaban abandonando la nave.


Bettina se aferró a su cyborg mientras se movía a velocidades
vertiginosas a través de la nave. Su andar era ligeramente
irregular, el rápido balanceo se sumaba a su inquietud.
La nave se perdería. Smarts y el resto del equipo estarían
enojados.
Sus piedras, adornos, prendas, otros objetos se quedarían
atrás. Nunca los volvería a ver.
Pero, lo más preocupante de todo, los machos permanecían
encerrados en sus cámaras. No podrían escapar como lo
estaban haciendo su cyborg y ella.
—Deberíamos liberar a los machos, darles una oportunidad,
señor —Miró a Chuckles.
—No vamos a liberar a los machos —golpeó con la mano un
panel de control—. Todos quieren matarte.
Las puertas se abrieron. La llevó a la cápsula de escape, le
hundió el culo en el asiento de variados seres. La bofetada
dura envió señales inapropiadas a su cuerpo de dolor.
Apartó mentalmente su excitación, se concentró en los seres
en las cámaras de retención.
—Todos quieren matarme —repitió sus palabras—. Al menos
tienen eso en común, señor —Le dio un giro positivo a la
situación—. Es posible que los machos de la Alianza
Humanoide no les hagan daño.
El gruñido de Chuckles le dijo que no lo creía probable.

162
—Es posible —levantó su dedo índice derecho—. Ellos...
La cápsula de escape se sacudió. Duro.
Gritó, luchando por agarrarse el asiento mientras se deslizaba
por él. No había asidero. El cuero estaba demasiado liso.
Su cyborg se movió rápidamente, atrapándola antes de que
cayera por el borde. La devolvió a su lugar.
—Abróchate el cinturón.
Obedeció,
—¿Qué fue eso, señor?
—La nave de guerra de la Alianza Humanoide ha hecho
contacto —caminó hacia las puertas una vez más y colocó una
de sus palmas en el panel de control interior—. Es tiempo de
salir.
Cerraron las puertas. El suelo se inclinó hacia abajo. Fue
arrojada contra el arnés, las correas se hundieron en sus
hombros. Hubo un gemido de metal retorciéndose cuando la
cápsula de escape se desprendió de la nave.
Su cyborg volvió a su lado y envolvió sus brazos alrededor,
aliviando la presión del arnés. Se acurrucó en su forma dura,
reconfortándose con su presencia, su fuerza.
—¿Nos perseguirán, señor? —No tenía un arma para
defenderse. Le había confiscado las armas.
—Sería ilógico perseguirnos, pero los humanos a menudo son
ilógicos —Su cyborg se encogió de hombros—. Estoy
transmitiendo nuestros lugares de aterrizaje a mis hermanos.
Nos recuperarán.
¿Estaba transmitiendo? Frunció el ceño

163
—¿Has tenido la capacidad de comunicarse con ellos todo este
tiempo, señor?
Asintió con la cabeza, su hermoso rostro en blanco.
—¿Puedes transmitir mientras estás aturdido? —Lo estudió
¿Cuánto tiempo había tenido la capacidad de escapar?
—Aturdir solo afecta a mi materia orgánica —Su tono estaba
libre de toda emoción.
Asumió que su lado de la máquina era responsable de las
transmisiones. Los humanos no tenían esa habilidad.
Eso significaba que podría haber llamado a sus hermanos para
un rescate desde el primer momento en que se conocieron.
Observó a través del ojo de buey mientras su cápsula de
escape se alejaba de las naves ahora conectadas.
—Nunca lo capturé realmente, ¿verdad, señor? —Su cyborg se
había dejado apresar. Quería que lo atrapara—. Fue todo un
acto para atraparme... pero, ¿por qué? ¿Por qué yo?
Era un hombre guapo, inteligente y honorable. Había sido una
mujer que intentaba atraparlo, engañándolo.
—Eres mi mujer —Se tocó el pecho, el lugar donde la
decoración que le había dado colgaría bajo su armadura.
Esperó a que dijera más. No lo hizo.
Porque, en su mente, había transmitido todo lo que necesitaba
ser comunicado. Era suya. Ese hecho era suficiente para él.
También era suficiente para ella. Era de ella. Lo había sentido
desde el instante en que escuchó su voz. Por eso había
desobedecido a Smarts.

164
—Le debo al equipo una nave —suspiró, sin saber cómo les
devolvería el dinero—. Tendré que vender un millón de
decoraciones para cubrir esa pérdida.
—¿Fuiste responsable del tratamiento de los seres que
capturaste? —Su cyborg levantó una de sus cejas.
—No. Esa era la responsabilidad de Keeper. Tu fuiste la
excepción a eso, señor —Porque no quería que otra mujer lo
tocara.
Sus ojos brillaron.
—Entonces no les debes una nave, cariño. Los machos de la
Alianza Humanoide siguieron los dispositivos de rastreo que
quedaban en las prendas de los humanos. Por eso abordaron
la nave. El pilotaje no era un factor.
Sacó su mandíbula, esa lógica no apagaba su sentido de
responsabilidad. Keeper era más hábil para volar, para luchar.
La mujer Dracheon podría haber podido salvar la nave.
Las llamas se dispararon sobre los ojos de buey cuando
entraron en la atmósfera del planeta y su preocupación por las
naves perdidas y los motivos de su cyborg para capturarla
desaparecieron. Fue eclipsado por el temor de que murieran
quemados mientras caían en picado hacia la superficie.
Racionalmente, se dio cuenta de que eso no debería suceder.
Las cápsulas de escape fueron diseñadas para situaciones
como esta. Pero también sabía que la integridad de la cápsula
de escape no había sido una prioridad para Smarts y el equipo.
—Ambos vamos a morir —escondió su rostro contra el pecho
de Chuckles, prefiriendo no ver su final.
Su cyborg le frotó la espalda.
—Hay una baja probabilidad de que eso suceda.

165
Una probabilidad baja no era una probabilidad cero.
—Eso no es reconfortante, señor.
—Hay un 10,0259 por ciento de posibilidades de que ambos
muramos —apretó los labios contra su frente.
—Eso todavía no ayuda, señor —10.0259 por ciento era
demasiado alto.
Su pecho se estremeció.
Frunció el ceño.
—No se ría de mí, señor.
—No me río. Nunca —Sus labios se aplanaron mientras sus
ojos brillaban con alegría.
Su señor se estaba riendo de ella.
—Uff —Se hundió en su cuerpo una vez más.
La temperatura interior aumentó, es cierto que solo ligeramente,
pero lo notó y eso no calmó sus temores. Quemarse hasta
morir sería una forma horrible de terminar una vida.
La cápsula de escape giró y el movimiento hizo crujir sus
dientes. Ser destrozado no era una mejor manera de morir.
Su terror subió en espiral, tan fuera de control como su
descenso.
—Si superamos esta terrible experiencia, seré una buena mujer,
señor —emitió ese voto, su voz amortiguada por su pecho—.
Seré la mejor mujer que hayas conocido. No te mentiré, ni te
engañaré, ni intentaré dispararte. Solo déjanos superar esto de
una pieza y estaré bien.

166
—Te voy a reprender una vez que estemos a salvo —La
respuesta de su cyborg no tenía ningún sentido. Le faltaba
lógica, como él diría.
—¿No escuchó lo que dije, señor? —Lo miró, confundida por
sus palabras—. Prometo ser buena.
—Esa es una promesa que ambos sabemos que no cumplirás
—La besó en la frente—. Te has ganado una reprimenda de tu
señor por esa mentira y esa es una promesa que se cumplirá.
Su tono severo hizo que su trasero se moviera.
—Podríamos morir antes de que ejecute esa reprimenda, señor.
La cápsula de escape se sacudió violentamente. Se abrió un
compartimento en la pared. Un recipiente de bebida rodó por el
suelo.
Su cyborg dobló su cuerpo alrededor, sujetándola con firmeza.
No estaba sola. Su señor estaba con ella, protegiéndola.
—Señor —Lo agarró por los hombros.
Sonó un boom. Se estrelló duro contra su armadura, una
bofetada completa que la calentó por todas partes, el dolor le
robó el aliento.
La cápsula de escape se volcó una, dos, tres veces, su cyborg
y su arnés impidieron que golpeara en el techo. El recipiente de
bebida voló hacia su cara. Chuckles lo alejó, sus reflejos
impresionantemente rápidos.
El metal chirrió. El contenido de su estómago se elevó, el ácido
quemó su garganta. La ráfaga de movimiento se detuvo.
Todo estaba quieto y silencioso. Luchó por recuperar el aliento,
su pecho subía y bajaba. El agarre de Chuckles se relajó.
—Estamos vivos, señor —descansó contra él.

167
—Estamos vivos —Su cyborg tomó su barbilla, levantando su
mirada para encontrarse con la suya— ¿Te dañaste, nena? —
pasó sus manos por su cuerpo, su toque, combinado con la
pura exuberancia de haber sobrevivido al aterrizaje,
estremeciéndola— ¿Necesitas reparación?
Sacudió su cabeza.
—Necesito besarte, señor —Descaradamente pidió la
tranquilidad física que necesitaba.
Un estruendo hizo vibrar su forma y reclamó sus labios,
surgiendo en ella con una ferocidad excitante. Sus lenguas se
deslizaron juntas, el contacto de carne con carne borró sus
persistentes remanentes de miedo, reemplazándolos con
pasión, con ganas, con necesidad.
Gimió su rendición, sometiéndose a su macho dominante,
abriéndose más a él, dándole acceso a toda ella. Soltó su
arnés y la sentó en su regazo. Lo montó a horcajadas, su coño
cubierto de tela presionado contra su polla restringida por la
armadura.
Estaban juntos y estaban vivos. La alegría la atravesó,
mezclándose con su deseo. Todo lo demás carecía de
importancia.
Amasó su trasero con sus grandes manos, su calor se sintió a
través de su traje de vuelo. Le chupó la lengua, buscando
apaciguarlo, y tiró de su prenda protectora, queriendo que no
hubiera barreras entre ellos.
—No —Se apartó—. Ni ahora y ni aquí.
Lo miró, sus labios tarareaban por su dulce abuso.
—Prometió reprenderme cuando estuviéramos a salvo, señor.
Trató de tentarlo con ese regalo. Estamos a salvo ahora.

168
—¿Estamos a salvo? —Su cauteloso cyborg la dejó de
espaldas en el asiento—. Cualquier ser en la zona habrá visto
nuestro descenso.
Algunos de esos seres podrían ser equipos de rescate que
previamente habían descargado. Tragó. Duro.
—Tenemos que dejar la cápsula de escape —Los seres los
estarían buscando—. Si este es el sitio de descarga, el camino
hacia el asentamiento más cercano está cerca y...
—Este no es el sitio de descarga —demolió su plan con esas
palabras—. Los humanos pueden habernos rastreado hasta
este lugar. Se han introducido en los sistemas de la nave.
Oh, mierda.
—Entonces, ¿dónde estamos, señor?
—Nuestra ubicación actual es un viaje de ciento veintidós
rotaciones planetarias desde cualquier camino —Su macho
parecía despreocupado de que hubieran aterrizado en un
planeta extraño en medio de la puta nada—. Ese camino no es
necesario. He transmitido estas coordenadas de aterrizaje a
uno de mis hermanos. Nos recuperará en dos rotaciones
planetarias.
Simplemente tenían que permanecer con vida hasta entonces.
La tensión en los hombros de Bettina disminuyó.
—Todavía tenemos que dejar la cápsula de escape —Como
había mencionado, cualquier ser de la zona habría visto su
descenso—. Pero contiene bebidas consumibles, barras
nutritivas, un paquete médico y otros suministros que
podríamos necesitar.

169
—No nos moveremos lejos de la cápsula de escape —Se
encogió de hombros—. La mantendremos a la vista,
protegiéndola.
La mantendremos a nuestra vista. Su cyborg los veía como un
equipo. Su espalda se enderezó.
—Necesitaré un arma, señor, si tengo que proteger la cápsula
de escape.
Entrecerró los ojos hacia ella.
¿Cuestionaba sus motivos para querer un arma? Bettina
recordó su historia compartida e hizo una mueca. Puede que le
haya dado razones válidas para dudar.
—Solo lo he aturdido una vez, señor.
Su rostro se endureció.
Mierda. Estaba empeorando la situación.
—Hice eso porque pensé que le estaba protegiendo. —No
había necesitado su protección, pero no lo sabía—. Y no apreté
el gatillo la segunda vez. No pude. Eres mi señor.
La estudió sin decir nada.
Abrió mucho los ojos, esforzándose por parecer lo más honesta
y honorable posible. El corazón le latía con fuerza en el pecho.
—Eres una amenaza —Su cyborg suspiró. Fuertemente—,
pero confió en ti —extrajo su arma de una de sus pistoleras y
ajustó su configuración.
Le sonrió.
—Gracias, señor Su cínico macho no confiaba fácilmente. Lo
reconoció como el honor que era—. No te defraudaré.

170
—Intentarás no hacer eso —Le entregó el arma—. Esta puesta
para aturdir. No te apuntes a ti misma.
Agarró el arma.
—Solo hice eso una vez, señor. Y eso era porque estaba
segura de que no dispararía.
—Una vez es todo lo que se necesita —sacudió la cabeza y se
puso de pie—. Saldré primero y realizaré un escaneo de formas
de vida. Espera aquí hasta que te dé la señal.
—Sí, señor —Permanecería donde estaba.
Empujó las puertas para abrirlas. El aire cálido cargado de
humedad barrió el interior del espacio, llevando consigo el
aroma de las plantas en descomposición y la tierra rica. Los
insectos trinaban.
Miró por el ojo de buey y solo vio oscuridad. Un temblor la
recorrió. Estarían navegando por terreno desconocido durante
un ciclo de descanso.
—Ven —Su cyborg le tendió la mano derecha. La agarró,
permitiéndole llevarla afuera.
Siendo hija de un minero, había pasado tiempo en túneles
subterráneos profundos. Eso estaba oscuro.
Su entorno actual tenía algo de luz. Sobre ellos había una
amplia franja de estrellas, bordeada por una completa negrura.
La cápsula de escape debe haber hecho un agujero en las
nubes.
Las dos lunas sobre ellos iluminaron algunos de los árboles y la
otra vegetación. La humedad de las hojas brillaba.
Una criatura chilló. Apretó los dedos de Chuckles. Le devolvió
el apretón, esa tranquilidad silenciosa reforzando su coraje.

171
Caminaron lentamente. No emitió ningún sonido, ni siquiera
con la rodilla lesionada. Su pisada era, en comparación,
pesada. Cada crujido bajo sus botas la hacía estremecerse.
La condujo alrededor de los objetos. La vegetación rozó sus
piernas, mojando su traje de vuelo. La tela se le pegó a la piel.
Gotas se formaron en su cara, deslizándose por sus mejillas.
Cruzaron una extensión de roca resbaladiza, el ancho parecía
interminable. Algo se deslizó cerca. Sofocó el miedo que
burbujeaba dentro de ella.
Aparte de los humanos y humanoides, no había criaturas
peligrosas en Vega R. Esa era una de las razones por las que
se eligió el planeta como lugar de descarga.
Había acantilados y fosas para tragar cuerpos y otros terrenos
peligrosos, razón por la cual los seres serían descargados
mientras el sol estaba fuera.
Siguió ciegamente a su cyborg, confiando en él su vida útil.
Nunca la dañaría… permanentemente. Le dijo eso cuando se
conocieron y le creyó. Era su nena y era su señor. La cuidaría.
Brillo estalló sobre ellos, apareciendo y desapareciendo en un
latido del corazón. Se detuvo y levantó sus manos unidas hacia
arriba. Podría haber sido un meteoro cayendo pero
sospechaba que no lo era.
Chuckles la apretó contra su lado derecho.
—Esa era la nave —Sus labios rozaron uno de los lóbulos de
sus orejas.
Los machos de la Alianza Humanoide deben haber volado la
nave. Tembló. Cualquiera que quedara a bordo estaba muerto.
Ese podría haber sido su cyborg. Pudo haber sido ella.

172
La condujo a la base de un árbol enorme. Sus ramas y hojas
ocultaban las lunas duales de su vista. El suelo cerca del
tronco estaba seco.
Se sentaron. Su cyborg la acercó, sentándola en su regazo,
envolvió sus brazos a su alrededor. Estaba incómodamente
húmeda. Su cabello estaba pegado a su cara. Su traje de vuelo
estaba empapado. Pero la situación era soportable porque
estaba con ella.
Se relajó, apoyándose en su macho, descansó su arma contra
su muslo. La cápsula de escape ya no era visible. Para ella.
Asumió que Chuckles, con su visión mejorada de cyborg, podía
verla.
Si llegaban seres tratando de asaltarla, lo ayudaría a defender
sus suministros.
Bostezó, el estrés del día la golpeó con fuerza y la despojó de
su energía.
Eran un equipo ahora. Había prometido ser la mejor mujer que
había conocido y honraría ese voto. Maldición.
Frotó su rodilla izquierda. Debe estar doliéndole. La había
llevado cuando abandonaron la nave, había caminado la
misma distancia desde la cápsula de escape.
Su macho dominante puso su mano encima, dirigiéndola a las
partes que quería masajear. Los insectos cantaban en la
oscuridad. El agua goteaba. Bajo sus párpados.
La oscuridad la reclamó.

***

173
El suelo debajo de ella se movió. Abrió los ojos y parpadeó
ante la vista que tenía delante. Grandes insectos de caparazón
duro de color azul brillante llevaban trozos de hojas de un azul
más apagado, y todas las criaturas seguían a la que tenían
delante, la línea se extendía hacia la vegetación más densa en
el borde del círculo sombreado.
Miró hacia arriba. Un árbol gigante bloqueaba la vista del cielo.
Una pequeña criatura colgaba de una rama, mirándola con sus
grandes ojos. Tenía cinco patas: dos patas delanteras, dos
patas traseras y una pata más larga donde estaría situado el
culo de un ser. Era esa pierna más larga la que se aferraba al
árbol.
Todo el ser estaba cubierto de piel del mismo tono de rosa vivo
que amaba, el tono brillante combinaba con algunos de los
cabellos de su propia cabeza.
La criatura señaló sus ojos azules con una de sus patas
delanteras y luego la señaló a ella.
Copió el movimiento. Sí, ambos tenían ojos azules.
El pequeño sonrió, revelando una boca llena de una pasta de
color naranja brillante. Se arrastró hacia arriba, desapareciendo
en las ramas.
¿Había hecho un nuevo amigo? Sonrió.
El suelo debajo de ella se movió de nuevo. Bettina miró hacia
abajo. Estaba sentada en las piernas cubiertas con armadura
negra.
Eso debe ser terriblemente doloroso para su maltrecho cyborg.
—Oh —Esa palabra escapó de sus labios antes de recordar
que tenía que estar en silencio. Se bajó del regazo de su
cyborg, señalando su rodilla izquierda.

174
—Podemos hablar —Su tono era seco—. Suavemente —Se
puso de pie en sus botas, sus labios se aplanaron por el
esfuerzo.
—Le estaba lastimando, señor —La culpa la golpeó—. Debería
haberme despertado.
—Fue un buen daño —Su intento de hacer una broma la hizo
sentir peor. Dobló y enderezó, dobló y enderezó su pierna
izquierda.
Se arrodilló ante él, frotó sus manos sobre su nudosa
articulación, acariciándola a través de su ropa, buscando aliviar
su agonía.
Sus ojos estaban al nivel de su ingle. El bulto en su armadura
corporal era pronunciado.
Se le secó la boca. Su necesidad se intensificó.
—¿Estamos a salvo ahora, señor? —Su voz era ronca.
Sus ojos brillaron con energía.
—No aparecen humanos ni humanoides grandes en mis
escaneos de formas de vida. Hay muchos pequeños
humanoides en los árboles.
—Parecen inofensivos, señor —El que había conocido había
estado comiendo un tipo de fruta. El pequeño ser también
estaba desarmado, no llevaba herramientas de ningún tipo.
Eso indicaba que los pequeños humanoides eran recolectores,
no cazadores.
—No los percibo como una amenaza —Su cauteloso cyborg
estuvo de acuerdo.
Miró hacia arriba, hacia el cielo cubierto de ramas de árboles.
—Escucharemos a tus hermanos cuando lleguen.

175
Ese era uno de los beneficios del aislamiento. Cualquier ruido
del motor se amplificaría, debería advertirles de los recién
llegados.
Necesitaba ese aviso previo.
Los amigos de su cyborg ya tendrían una terrible impresión de
ella. Deben ser conscientes de que había mentido, engañado y
tratado de atrapar a Chuckles.
Conocerlos mientras su boca estaba llena de su dura polla
haría que su imagen de ella fuera mucho, mucho peor.
—Habrá otra rotación planetaria antes de que lleguen mis
hermanos —redujo a cero la posibilidad de que vieran su
picardía—. Me contactarán cuando estén cerca.
—Entonces, ¿puedo chuparle la polla, señor? —pasó las
palmas de las manos sobre la cresta de su armadura.
Frunció el ceño.
—Chuparme la polla es una recompensa ¿Te mereces una
recompensa?
—No, señor —Fue honesta.
La miró. Lo miró, tratando de parecer lo más apenada posible,
esperando que fuera misericordioso.
—Puedes chuparme la polla, nena —Le concedió esa
recompensa.
Sonrió.
—Gracias Señor.
Sus ojos brillaron.
—Pero no puedes tragarte mi semen.

176
Lo miró fijamente, incapaz de confiar en su oído.
—¿No puedo tragar su semen, señor?
Esa golosina estaba impregnada de sus nanocibóticos. Cada
trago la hacía correrse.
Negarle su esencia estaba negando su liberación ¿Sería tan
cruel?
Asintió.
Su alegría se atenuó. Mierda. Su señor era malo.
Eso la encendió.

177
Capítulo 13

Chuckles continuamente escaneaba sus alrededores en busca


de formas de vida. Usó todas sus habilidades para asegurarse
de que no hubiera amenazas para su mujer.
Los pequeños seres de cinco patas eran fácilmente
identificados y parecían, como su pequeña humana había
dicho con acierto, inofensivos. Los humanoides de vivos
colores estaban más interesado en consumir fruta que en su
presencia, y los pequeños seres carecían de armas de
cualquier tipo.
No había otros seres potencialmente peligrosos en las
cercanías.
Bettina debería estar a salvo.
Chuckles descartó su armadura corporal rápidamente, ansioso
por sentir sus suaves dedos contra su piel desnuda. La prenda
la colocó al alcance de sus manos. Sus armas y dagas estarían
accesibles.
Sus dedos se curvaron alrededor del cristal que colgaba entre
sus pectorales. Nunca la pondría en peligro.
—Eres tan grande, señor —Su hembra miró su polla con los
ojos muy abiertos.
Era hermosa, arrodillada ante él, su cabello azul y rosa brillante
rizado por la humedad, gotas de humedad brillando en su piel.
El planeta también estalló de color. Insectos de colores
brillantes marchaban por detrás suyo. Flores de color rosa
brillante del tamaño de su cabeza decoraban las ramas del

178
árbol sobre ellos. La rica vegetación de color verde azulado
ondeaba en la brisa con aroma floral.
Sin embargo, su hembra eclipsó su entorno. Seguía siendo el
ser más hermoso que jamás había visto.
Y estaba decidida a apagar sus procesadores.
Deslizó sus palmas por sus piernas, trazando los músculos de
sus muslos, la pendiente bajo sus caderas. Apretó los dedos en
puños, luchando por el control.
Su hembra deslizó sus nudillos sobre su eje y se balanceó, su
cuerpo traidor reaccionando su toque.
—Le gusta eso, ¿no es así, señor? —Sus ojos brillaron
divertidos.
—Deja de burlarte de mí y chúpame la polla —Le dio esas
órdenes.
Que ignoró de inmediato. Rodó sus bolas en sus manos, ese
trato suave despojando su restricción.
Luego extendió su pequeña lengua rosada y lo lamió desde la
base hasta la punta. El placer corrió a lo largo de su eje.
Apretó los labios. Causaría su muerte.
—Me encanta su sabor, señor —chasqueó los labios.
A su hembra le encantaba su sabor. Le encantó cuando la ató.
Le encantaron otras cosas que le hacía a ella, por ella.
¿Cuándo usaría las palabras de amor humano para describirlo?
Quería eso. Sobre todo.
Mordisqueó alrededor de su borde, elevando su tormento.
Gruñó con frustración, necesitando su boca caliente alrededor.

179
Se formó presemen en su punta. Lo miró y luego a él.
—¿No puedo tragar nada de su semen, señor?
—Nada de él va a pasar por esa garganta tuya —Sospechó
que no sería capaz de obedecer esa orden, pero esperaba que
lo intentara.
Soltó un suspiro conmovedor y pasó sus pulgares sobre la
cabeza de su pene, esparciendo su esencia, haciendo que su
carne brillara.
La satisfacción le calentó el pecho. Su hembra estaba
intentando seguir las reglas.
—Puedes hacer esto, nena.
—Lo intentaré, señor —Le dedicó una sonrisa valiente, como si
no tragarse su semen fuera la tarea más difícil que un ser
hubiera logrado.
Su pecho se estremeció de alegría. Lo reprimió porque si se
reía, se portaría mal incluso más a menudo de lo que lo hacía
actualmente, y eso podría ponerla en peligro. Su seguridad lo
era todo para él.
Empujó sus labios sobre su punta y su humor se desvaneció,
reemplazado por una cruda y salvaje necesidad. Su boca
estaba caliente y húmeda y su agarre era perfecto.
Siendo la amenaza que era, dejó de moverse y lo miró. Sus
ojos bailaron. Su mala, mala hembra procesó exactamente lo
que estaba haciendo.
—Pórtate bien —curvó sus dedos sobre su cuero cabelludo y la
atrajo hacia él, obligándola a tomar la mayor cantidad de su eje
que pudiera.

180
Su carne tocó la parte posterior de su garganta. Lo abrazó.
Envolvió sus dedos alrededor de su base, cubriendo esa parte
expuesta.
La miró y una oleada de emoción lo invadió.
Nada en el universo se sentía tan bien como estar dentro de su
hembra. Inhaló profundamente, atrayendo su almizcle a su
cuerpo. Lo acunó con su lengua, succionó y liberó, succionó y
liberó, la presión, seguida por la falta de ella, sublime.
Agujero de fraggin. Mataría para proteger a esta pequeña
humana. Le había dado su lealtad, su cariño, su sumisión y la
protegería de cualquier daño permanente.
El daño temporal era suyo para repartirlo como mejor le
pareciera, y buscaba hacerlo ahora. Sus dedos se retorcieron
en su cabello de colores vivos, su agarre se intensificó.
Chuckles la alejo. Sus labios se arrastraron a lo largo de su eje.
Esa carne suave tocó su borde y la atrajo una vez más.
La guio sobre su eje. Siguió su manejo, sin cuestionar, sin
resistencia, confiando en que no le destrozaría la garganta.
Nunca destruiría la fe que había puesto en él, la manejaría
cuidadosamente.
La presión fluyó por su columna vertebral. Su ritmo aumentó.
Sus bolas golpearon contra su barbilla, el sonido de carne
golpeando carne lo excitó.
Gimió. Sus labios vibraron contra su polla. Incapaz de
permanecer quieto, se meció dentro, reproduciéndose con su
boca, aventurándose solo tan profundo como podía tomarlo.
Fue lo suficientemente profundo. La sensación lo inundó una y
otra vez. Gruñó, expresando su agradecimiento, su necesidad,
su asombro.

181
Su hembra era brillo y color, suavidad y abundancia, alegría en
forma física. Lo miró como si fuera plenamente funcional, como
si fuera todo lo que podría desear en un hombre.
No había poder de procesamiento para el dolor constante en su
rodilla. Todos sus sistemas estaban enfocados en su rostro, su
boca, su calor.
La energía recorrió sus circuitos, fluyendo hacia su pene. Sus
músculos se flexionaron. Le dolían las bolas.
Apretó los dientes, luchando por aguantar las ganas un
momento más...
Chupó con fuerza y se quebró, aullando, fracturándose en un
millón de fragmentos. Se sumergió en ella. Su punta tocó su
garganta y vació todo lo que tenía en su pequeña hembra. El
semen salió disparado en pulsos llenos de placer.
Abrió sus labios, hizo un sonido de dolor. Su culo se meneó. Su
esencia fluía fuera de su boca, goteó por su barbilla.
El mundo se volvió temporalmente oscuro y silencioso, la dicha
era demasiado para que la manejara su lado de máquina. La
agarró del pelo, necesitando asegurarse de que estaba allí con
él, a salvo.
Sus procesadores se reiniciaron inmediatamente. Su sistema
de visión parpadeó y se estabilizó.
Y vio lo que le había hecho a su hembra.
Lágrimas corrían por sus mejillas. Sus labios temblaban. Se
estremecía. Fuerte. Semen empapaba su traje de vuelo.
Su nena, su pequeña y confiada humana, se estaba dañando a
sí misma, tratando de obedecer su orden. Aceptó su
reprimenda sin quejarse, sin tragar.

182
Tomó su barbilla. Su piel estaba húmeda y pegajosa.
—Puedes tragar, nena.
Salió de ella y le cerró la boca, atrapando su esencia dentro.
Echó la cabeza hacia atrás. Su garganta se convulsionó.
Su hembra gritó, arqueando su espalda. Cayó de rodillas y la
abrazó mientras consumió su liberación formidable a la vista.
—Eres una buena hembra, un buena nena —acarició su
cabello, arrullando su aprobación, buscando consolarla,
calmarla.
Sus temblores se calmaron. Se arqueó en su contra, su
exuberante cuerpo relajado
—Lo hice, señor —Su voz era ronca.
—Lo hiciste —La besó en la frente.
Su hembra había sacrificado su propio placer, había soportado
el daño, para seguir su orden. Le había entregado toda su
lealtad.
Fue el regalo más valioso que jamás había recibido.
Chuckles tocó el cristal. Había estado 100,0000 por ciento
seguro de que nada podría superar eso.
Sin embargo, lo había hecho.
Sacudió la cabeza. Su hembra fraggin lo mataría
Y, por tonto que fuera, abrazaría esa muerte.

***

183
Momentos después, Chuckles se puso su armadura y se dirigió
a la cápsula de escape para recuperar los suministros. Le
había dado a su hembra dos pistolas más y la había dejado
junto al árbol. Allí permanecería dentro de su rango de escaneo,
estaría a salvo.
Criaturas de cinco patas saltaban encima de la cápsula de
escape cuando llegó al lugar de aterrizaje. Charlaban,
burlándose de su piel suave, de su falta de una quinta pierna.
Los seres hablaban un dialecto simio primitivo que fácilmente
traducía.
—Blue Eyes está en lo correcto —dijo el más grande,
mirándolo con ojos marrones muy abiertos—. Estos seres sin
pelo tienen ojos como los suyos.
—Quizás encuentre a su pareja con ellos —respondió otro de
los seres de color rosa brillante—. No les importará sus ojos
azules.
—No confío en los seres sin pelo —La criatura más grande
echó los labios hacia atrás, revelando dientes afilados—.
Saludé a un grupo de ellos, dándoles la bienvenida a nuestro
terreno —tocó una cicatriz larga y recta en su rostro peludo—.
Me apuntaron con palos brillantes. Pequeñas rocas volaban a
mi alrededor. Una causó este dolor.
Leader tuvo una mala experiencia con un grupo de humanos o
humanoides y ahora los juzgó a todos basándose en ese grupo.
Como Chuckles una vez consideró a todos los humanos
indignos de confianza basándose en la traición de un humano.
Sus labios se torcieron.
Eso casi le había costado su hembra, el ser que ahora
significaba más para él, la guardiana de su felicidad, el corazón
en su pecho.

184
El prejuicio de Leader también ponía en peligro a su hembra.
Los otros pequeños seres murmuraron su infelicidad con la
comunicación del macho, cambiando sus pesos, mirando a
Chuckles con inquietud.
Eran pequeños pero eran muchos, y no quería pelear con los
lugareños mientras esperaba que llegara su nave.
—Este ser sin pelo sólo te hará daño si le haces daño a mi
hembra —tradujo a su idioma—. Nos iremos pronto.
—Tú hablas —La criatura más grande lo miró boquiabierta—.
Los otros seres sin pelo solo podían hacer ruidos aleatorios.
—Matar.
—Mierda.
—Armas —Las criaturas dijeron varias palabras en el lenguaje
universal y se rieron, burlándose de la inteligencia de los otros
seres que habían encontrado.
—No causamos daño a seres que no nos causan daño —
Leader le dijo, su tono altivo—. Eso sería incivilizado.
La mayoría del universo era incivilizado. Podrían ser las únicas
excepciones.
Chuckles gruñó y abrió la cápsula de escape. Los seres
peludos lo siguieron dentro del pequeño espacio, comentando
el cielo falso y el suelo incoloro.
No tuvo tiempo para charlar en exceso. Su hembra estaba sola
y desprotegida.
Agarró un paquete, lo llenó de paños de limpieza, envases de
bebidas y barras nutritivas. Un peludo removió una baldosa,
revelando cables.

185
La cápsula de escape se dejaría en el planeta cuando llegara
Truth. No les servía de nada ahora, excepto como una cámara
de almacenamiento.
Y su hembra podría fabricar una decoración con ese alambre.
Chuckles soltó un tramo, lo cortó con una daga y lo colocó
también en el paquete.
—Aquí —desenvolvió una de las barras nutritivas y se la
entregó al ser peludo más grande, el primero que se comunicó
con él, un hombre al que otros se referían simplemente como
Líder—. Esto es lo que comemos.
Leader lo olió.
—Huele mal, ser sin pelo.
—Entonces no lo comas, ser peludo —Chuckles los sacó de la
cápsula de escape y cerró las puertas.
Leader lo mordió e inmediatamente lo escupió.
—Sabe a tierra —Le dio la barra de nutrición a uno de sus
hermanos.
Esa criatura lo mordió y lo escupió también. Esa rutina se
repitió con todos los seres de cinco patas.
Podían ser civilizados, pero eran tan ilógicos como los
humanos. Chuckles negó con la cabeza y miró a su hembra.
Estaba de pie en la distancia, armas en sus manos, su forma
visible a través de la ligera niebla. Un ser peludo se sentó a su
lado, mirándola con asombro.
Su hembra parecía no darse cuenta de su compañera. Miró en
dirección a Chuckles. Su frente estaba surcada por líneas de
pensamiento. Era humana, tenía un sistema de visión inferior y
no podía verlo.

186
Podía verla. Estaba a salvo. La tensión en sus hombros se
alivió
—Te traeremos fruta sabrosa, ser sin pelo —Leader hizo un
gesto hacia su hermanos. Las pequeñas criaturas se
escabulleron, charlando.
Chuckles no necesitaba fruta, sabrosa o no. Las barras
nutritivas les proporcionarían los insumos necesarios.
Se echó la mochila al hombro y regresó con su hembra. Su
rodilla defectuosa dolía, el dolor agravado por su incapacidad
para arrastrar su pie. El terreno era demasiado desigual,
demasiado sembrado de obstáculos.
Su velocidad se ralentizó mientras navegaba por la extensión
de roca resbaladiza entre la cápsula de escape y su pequeña
humana. Ningún árbol crecía en su superficie ininterrumpida.
La ausencia del enorme tipo de vegetación causaba una
ruptura en el follaje.
El único sol de Vega R era visible. Sus rayos se asomaban
entre las nubes cargadas de humedad. La luz reflejada en un
objeto en el suelo, llamó su atención.
Era una piedra azul brillante, pequeña, perfecta para las
decoraciones de su mujer. Chuckles extrajo una daga, sacó
ese descubrimiento de la roca y colocó la piedra azul en una
funda.
El siguiente hallazgo fue demasiado grande. La tercera piedra,
una naranja brillante, tenía el tamaño ideal. También recogió
ese.
Cuando llegó al árbol, tenía cinco piedras adecuadas. Las puso
en el suelo para que su hembra las inspeccionara,
ordenándolas por tamaño y color.

187
—¿Tienes esto para mí, señor? —Juntó las manos y rebotó
sobre la punta de sus botas.
Toda ella se sacudió con ese movimiento. Su polla se
endureció, presionando contra su armadura. Sus sistemas
redirigieron los procesos a la función de lujuria.
Incapaz de encontrar palabras en sus bases de datos, se
obligó a asentir.
—Ohhh... Son hermosos, señor —Se arrodilló junto a sus
hallazgos. Sus pálidos dedos se deslizaban sobre cada
piedra— Esta es casi tan brillante como tus ojos —Levantó la
primera piedra que había encontrado.
A su hembra le gustó su regalo. Su pecho se calentó.
—Hay alambre —Lo dejó también caer al suelo, su voz ronca
por la emoción—. Dime los largos que los necesitas y los
cortaré.
Sería una lucha para su humana más débil cortar el alambre.
—¿Qué fabricaré primero? —recogió y descartó cada piedra,
su frente surcada con líneas de pensamiento—. Perdí el
brazalete que estaba elaborando para la mujer de su Capitán,
señor.
—Fabricarás otro para ella —Intentando reparar sus daños.
—Lo haré —sonrió—. Y este nuevo brazalete será incluso
mejor que el anterior.
—Será mejor —Pero no rivalizaría con su colgante en belleza.
Chuckles se sentó junto a su mujer, su felicidad lo complació—.
Déjame limpiarte antes de que empieces a fabricar —La atrajo
hasta que se sentó a horcajadas sobre su cintura.

188
Su corrida seca dejo plantada en su barbilla y cuello. Su
esencia también manchó su traje de vuelo. Olía como él y eso
le complació.
—Debo parecer un desastre, señor —Su alegría se atenuó,
nubes de preocupación escondiendo su sonrisa—. No tengo
pigmento para mis labios o párpados —Se pasó las manos por
su hermoso rostro—. Mi brillo se ha ido. Mi cabello... —hizo un
sonido agudo y doloroso— No quiero pensar en mi cabello.
Pensó en su cabello. A menudo. Era suave y brillante y tan
lleno de personalidad como ella.
—Ya no soy la mujer que viste por primera vez, la mujer por la
que arriesgaste todo para conocer —Su labio inferior tembló—
¿Cómo puedes mirarme, señor?
—Te miro con mi sistema de visión —Frunció el ceño—. Es
completamente funcional —No había resultado dañado durante
su viaje en la cápsula de escape.
—Trataste de rescatarme porque era bonita —Se secó las
manos en su traje de vuelo—. Y ahora... no lo soy —Sus ojos
brillaron.
Agujero de fraggin. El pánico creció dentro de él. Su hembra
parecía que iba a llorar.
—Eres ilógica, nena —Chuckles agarró su barbilla, levantando
su mirada para encontrar la suya—. Eres el ser más hermoso
del universo —Le pasó el paño de limpieza por las mejillas—.
Procure rescatarte a ti, no a tu pigmento ni a tu brillo.
Sus hombros cayeron.
—Pero...

189
—¿Estás cuestionando a tu señor? —La azotó con su voz. Un
manejo suave no repararía el daño de su hembra. Necesitaba
certeza y dominio para compensar sus dudas e inseguridades.
—No, señor —Se enderezó—. Nunca lo cuestionaría, señor.
Transmitió esas mentiras con sinceridad. Su hembra era una
amenaza.
—Soy un cyborg —rompió el paño de limpieza en el aire,
refrescándolo—. Los cyborgs no mienten. Si digo que eres el
ser más hermoso del universo, eres el ser más hermoso del
universo.
—Sí, señor —La luz en sus grandes ojos azules regresó.
—Te ha ganado dos reprimendas, una por dudar de tu atractivo
y otra por dudar de las palabras de tu señor —Le arregló el
cuello.
El silencio se prolongó. La limpió por completo: su traje de
vuelo, sus dedos, la punta de su nariz, la curva de sus orejas,
cada mechón de su cabello.
—Me gusta usar brillo y pigmento, y peinarme para ti, señor —
susurró esa confesión.
—Me gusta que quieras hacer eso por mí, nena —Le besó la
frente—. Pero también te deseo sin adornos.
La desearía siempre. Era impresionante, única y suya. La mera
curva de sus labios lo llenaba de lujuria. Los tonos roncos de
su voz hacían que se endureciera. La pasión se impregnaba en
todo lo que hacía.
Se burlaría y lo atormentaría durante toda su interminable vida.
Esa era su castigo para soportar.

190
Tres criaturas de cinco patas cayeron del árbol y aterrizaron
silenciosamente a su alrededor. Su pequeña humana saltó. No
debe haber sentido su acercamiento.
—Son molestos pero inofensivos —frunció el ceño a la criatura
más grande.
—¿Has terminado de preparar a tu ser femenino sin pelo? —
Leader preguntó en el idioma de los seres—. Les hemos traído
fruta sabrosa —Le tendió una de las frutas de color naranja del
árbol.
—Gracias —Chuckles tomó la fruta, metió el dedo en su carne,
analizando el ofrecimiento.
—¿Te la estás comiendo con los dedos de los pies? —La
criatura arrugó su nariz plana.
—Estoy probando la fruta para asegurarme de que no dañará a
mi frágil hembra —extrajo una daga, cortó un trozo de la fruta.
Debía ser seguro para consumir.
Primero lo intentó él mismo. Era dulce y no activó ninguna de
las alarmas de su sistema.
Cortó un trozo más pequeño para su hembra.
—Consume esto.
Lo abrazó.
—¿Puedes hablar su idioma, señor? —Lo miró con los ojos
muy abiertos mientras mordisqueaba la fruta.
Bajó la cabeza. Los cyborgs tenían millones de idiomas
cargados en sus bases de datos. Solo había escuchado a los
seres humanos hablar el idioma universal.

191
—¿Cómo digo “esto es bueno” en su idioma, señor? —Su
hembra, sin embargo, no era como muchos de su especie.
Buscó comunicarse con los seres.
Pronunció las palabras lentamente.
Se encontró con la mirada de Leader y repitió los sonidos.
La criatura masculina resopló.
—Sabemos que es buena, mujer sin pelo —saltó hacia arriba,
desapareciendo una vez más entre las ramas.
Sus hermanos lo siguieron. Se burlaron de la mujer de
Chuckles y se rieron.
Se alegraba de que no pudiera entenderlos.
—¿Lo dije mal, señor? —Lo miró.
—Dijeron “que saben que es bueno” —No transmitió los otros
comentarios—. Son pequeños seres arrogantes.
Otra fruta cayó del árbol. Chuckles la atrapó antes de que
golpeara el suelo
—Pero tanto ellos como el amigo de tu papá, Duggar, tienen
razón —Su honestidad le obligó a admitir eso—. Si esta fruta
es indicativa de otro alimento, a las barras les falta sabor.
Su hembra lo miró fijamente.
—¿Nunca ha comido nada más que barras nutritivas, señor?
Sacudió la cabeza.
—La Alianza Humanoide nos veía como máquinas. Brindarnos
una comida sabrosa no fue una consideración para ellos —Y
sus hermanos cyborg no sabían que los alimentos sabrosos
eran una opción.

192
—Eso es triste —sacudió su cabeza—, pero tendrás un paladar
en blanco para que Duggar te sorprenda y nuevas rocas para
que mi papá las identifique —Su mujer encontró la oportunidad
en la situación—. Te van a amar, señor.
¿También lo amaría?
Quería que lo amara. Chuckles metió otra pieza de fruta en su
boca y masticó.
Quería eso mucho.

193
Capítulo 14

Los seres peludos, como los llamaba Chuckles, regresaron con


diferentes tipos de frutas. Se reunieron alrededor de Bettina,
curiosos sobre las decoraciones que fabricaba.
Su cyborg la atrajo protectoramente sobre su regazo,
envolviendo uno de sus brazos alrededor de su cintura. Los
pequeños seres no la asustaban. No vio malicia, solo
curiosidad en sus ojos.
Elaboró un colgante para su líder, colgándolo de una
enredadera trenzada, y se lo presentó. Eso emocionó mucho a
los seres. Algunos recogieron piedras para ella. Otros copiaron
sus movimientos, elaborando colgantes para ellos mismos.
Blue Eyes, el único ser pequeño con ese color de ojos, estaba
especialmente atenta, sentada directamente frente a ella,
parloteando más rápido de lo que podía traducir. Se había
considerado la ayudante de Bettina y distribuiría los colgantes
que hacía a la Vieja Madre de pelaje gris, que se movía
lentamente, a las hembras que amamantaban y a otras
personas que no tenían el valor o la capacidad de acercarse a
ella.
Su cyborg toleró toda la conmoción, alimentando a Bettina con
muestras de frutas variadas y enseñándole palabras
adicionales en el lenguaje de los seres peludos. Eso le valió
más respeto por parte de los seres diminutos.
—Podríamos quedarnos aquí, señor —Se estaba divirtiendo.
—Nos quedaríamos sin bebida —Su cyborg era mucho más
práctico—. Probé el agua. Contiene organismos que dañarían
tu frágil forma humana.

194
Su frágil forma humana estaba húmeda. La niebla no se había
dispersado. Se arremolinaba a su alrededor, afectando la
visibilidad y exacerbando el dolor en la rodilla de su macho.
—También debes extrañar a tus hermanos, señor —Esa era
otra razón por la que ellos no podía quedarme en Vega R para
siempre.
Se encogió de hombros.
—El carguero aún no ha reaparecido —Su cyborg le había
hablado de la misteriosa nave, de sus hermanos, sobre el
capitán al que servía y sobre la Patria y los tiempos más
oscuros de su pasado, confiándole todos sus secretos, para su
asombro y deleite—. No requieren mis habilidades.
Su cyborg tenía habilidades para ofrecer a sus hermanos.
—¿Me permitirán unirme a ellos? No tengo ninguna habilidad...
aparte de fabricar decoraciones —Levantó un colgante.
Blue Eyes se lo arrebató y se escabulló para redistribuirlo
felizmente. Los jóvenes extendieron las manos. La Vieja Madre
señaló a una mujer con la pata trasera torcida, dirigiendo a
Blue Eyes hacia ella.
—Las decoraciones son bonitas —Y parecían ser apreciadas
por los seres peludos—. Pero no son necesarias para nadie.
—Valoro la mía —Chuckles palmeó el punto en su pecho
donde su colgante estaba escondido bajo su armadura—. Eres
hábil para conocer a otros seres, nena.
Como para enfatizar ese punto, Blue Eyes volvió a ellos,
arrastrándose descaradamente sobre su regazo. Llevaba una
piedra azul brillante y algunas enredaderas enredadas, hizo un
gesto hacia su propio pecho.
—¿Para ti? —Bettina esperaba haber dicho eso correctamente.

195
El pequeño ser asintió y parloteó.
Bettina entendió aproximadamente una de cada cinco palabras.
Agarró los materiales, separó las enredaderas y las trenzó.
—Los cyborgs no son hábiles para conocer a otros seres —Su
cyborg se movió debajo suyo—. Mientras estábamos
controlados por la Alianza Humanoide, se nos ordenó matar
seres, no comunicarnos con ellos.
—No mató a estos seres, señor —Le señaló ese hecho
indiscutible. No ponía fin a la esperanza de vida de forma
indiscriminada. Tenía moderación—. Te has hecho amigo de
ellos.
Elaboró un colgante para Blue Eyes, usando las ramas
entrelazadas sobre ella como inspiración. Las combinaciones
de colores y formas de Vega R le habían dado muchas ideas
nuevas. Las piedras que su cyborg había encontrado en el
planeta eran magnificas.
Completó la decoración y se la tendió a su amiguita. La hembra
inclinó la cabeza. Bettina se la colocó alrededor de su cuello.
—Para una amiga —Le dijo a Blue Eyes.
—Amiga —La mujer tocó el colgante y sonrió.
—Extrañaré a los seres peludos cuando nos vayamos —Bettina
compartió esa preocupación con su cyborg—. Yo...
—Silencio —puso su dedo índice derecho en sus labios.
Inclinó la cabeza. Hizo lo mismo y escuchó con atención.
El viento silbaba entre los árboles. Goteaba humedad. Los
insectos zumbaban. No escuchó nada que la alarmara.

196
—Se acerca una nave —Su cyborg la empujó fuera de su
regazo y se puso de pie, haciendo una mueca de dolor por ese
esfuerzo.
Blue Eyes se apartó de ellos. Los otros seres peludos dejaron
de parlotear y lo miraron sus ojos marrones muy abiertos.
Caminó hacia el claro, su cojera pronunciada. La alta humedad
no era buena para su rodilla.
Todos, incluida Bettina, lo siguieron.
—¿Están llegando tus hermanos, señor? —hizo esa pregunta
mientras sospechaba la respuesta. No le preocuparía que se
acercara su nave de rescate.
—Es un motor de una nave de guerra de la Alianza Humanoide
—Su expresión era más sombría que de costumbre. Se volvió
hacia el líder de los seres peludos, hablando demasiado rápido
para que pudiera traducir.
Leader respondió, moviendo los pies delanteros en línea recta
y luego hacia abajo. Movió la cabeza hacia la derecha.
—Hay un acantilado cerca de nosotros —Chuckles la tomó en
sus brazos y corrió en esa dirección, su andar desigual—.
Tendremos una ventaja de lucha allí.
—Podrían estar simplemente haciendo un sobrevuelo, señor —
Se aferró a esa esperanza y a su cuello—. Puede que no sea
Dusta y sus hombres.
—No voy a correr ese riesgo —Se movió a la velocidad de un
cyborg.
Algunos de los seres peludos, incluidos Leader y Blue Eyes,
siguieron el ritmo, balanceándose en los árboles por encima de
su cabeza.

197
Bettina no sugirió que su macho la soltara. Su velocidad
máxima no coincidía con la suya. Y conocía a su protector
señor. No estaría de acuerdo con eso.
—¿Cuál es nuestro plan, señor? —presionó su forma contra la
de él.
—Nos mantendremos firmes —Su respiración era regular, su
cyborg la cargaba, afortunadamente, con poco esfuerzo—.
Esperar hasta que se acerquen a nosotros y luego los
mataremos a todos.
El suelo tembló. Las frutas y las hojas cayeron de los árboles.
Los seres peludos chillaron. Otros seres más alejados de ellos
gritaron en respuesta.
—¿Qué fue eso, señor? —miró por encima de su hombro, no
pudo ver nada.
—Volaron la cápsula de escape —saltó sobre un árbol caído,
haciendo muecas mientras aterrizó.
Mierda. Los seres de la Alianza Humanoide habían apuntado
específicamente a la cápsula de escape. Deben ser Dusta y
sus machos. La estaban cazando a ella y a su cyborg.
—Voy a poner trampas, señor —Decidida a ser la carnada más
inteligente, que jamás había tenido, había investigado cómo
construir trampas, aprendiendo muchas técnicas para atrapar
seres— ¿Podrás detectar mis trampas?
No quería atrapar a su macho.
Gruñó. Eso sonaba como si pudiera detectarlas.
Finalmente se detuvieron. La dejó en el suelo, deslizando su
cuerpo sobre el suyo.
—El acantilado está en esa dirección —señaló a la derecha.

198
Miró hacia allá. Los árboles parecían disminuir.
—No correré en esa dirección, señor.
—No correrás a ningún lado —frunció el ceño—. Te quedarás
aquí donde pueda protegerte.
Los seres peludos intercambiaron chillidos.
Su cyborg les habló. Leader respondió.
Bettina, incapaz de seguir la conversación, esperó la traducción.
—La nave ha aterrizado —El tono de Chuckles era engreído—.
Los arrogantes humanos nos persiguen a pie.
Disparos sonaron en la distancia.
—¿A quién están disparando, señor? —Deben estar fuera del
alcance de las armas de los machos.
Los labios de su cyborg se aplanaron.
—Están intentando matar a los seres peludos.
La indignación llenó el alma de Bettina. Los seres peludos no
les habían hecho nada a los machos.
—Dígales que huyan, señor, que se salven ellos mismos —No
quería ser responsable de la muerte de los seres peludos.
Su cyborg habló con Leader. El macho frunció el ceño, arrojó
sus patas delanteras al aire, su expresión oscura y su tono más
oscuro.
—Los seres peludos no tienen adónde correr —Chuckles
tradujo las palabras pronunciadas rápidamente—. Esta es su
casa.
Su mandíbula sobresalía.

199
—Entonces tenemos que redirigir la atención de los machos,
señor —Y les mostraría a los seres peludos cómo defenderse.
Porque dudaba que los machos fueran los últimos humanos o
humanoides que invadieran su terreno, buscando dañarlos.
—Tu seguridad es mi prioridad, nena —Su cyborg tomó su
barbilla, levantando su mirada para encontrarse con la suya—
Pon tus trampas, pero no te aventures lejos de aquí y no te
pongas en peligro.
Sonaba como si la estuviera dejando. Envolvió sus brazos
alrededor de su cintura, tratando de aferrarse.
—Mi lugar está a su lado, señor. Luchamos juntos contra los
machos.
—Puedo eliminar solo más rápido la amenaza —Su voz era
ronca—. Esto es para lo que fui fabricado —Se inclinó y
enderezó la pierna izquierda—. Puede que esté dañado, pero
soy hábil. Confía en tu señor para protegerte.
—Confío en ti, pero...
—¿Estás cuestionando a tu señor? —La miró.
—No señor —inclinó la cabeza—. Me preocupo por ti, señor —
desafió su disgusto para compartir eso, queriendo que supiera
cómo se sentía—. Si algo te sucediera... —Su voz se quebró, la
idea de perderlo era insoportable.
—Termina esa comunicación, nena —Su tono le dijo que no
tenía otra opción.
Lo miró con las pestañas bajas.
—Si te lastiman, si no sobrevives a esto, me destruiría, señor.
El mero pensamiento de que eso sucediera la llenaba de un
dolor muy intenso. Ahora era parte suya, un escudo del resto

200
del universo, un lugar cálido al que regresar al final de una fría
rotación planetaria.
—Serías libre —dijo eso como si creyera que era algo que
quería.
—No tengo ningún deseo de ser libre de ti, señor —colocó sus
manos sobre su pecho cubierto con armadura—. Soy tu cautiva
dispuesta, no quiero escapar nunca —rozó sus labios sobre su
barbilla cuadrada, sabiendo a metal y macho—. Un universo sin
ti en él no me atrae. Y...
La aplastó contra él, cubriendo sus labios con los suyos. Jadeó,
sorprendida por el beso. Acarició con su lengua la suya,
embelesándola con un salvajismo que le robó el aliento.
Gimió, apoyándose contra su forma dura, sus manos
arrastrándose hacia arriba. Los machos los estaban cazando.
Era un cyborg, uno de los mejores guerreros jamás creados,
pero incluso los mejores guerreros cometían errores y podían
morir. Lo agarró por los hombros, tratando de mantenerlo a
salvo.
La besó hasta que su cabeza dio vueltas y sus labios
zumbaron, luego se apartó, mirándola con brillantes ojos azules.
—Te has ganado otra reprimenda por dudar de mis habilidades.
Una vez que haya eliminado esta amenaza para ti, para
nosotros, la ejecutaré.
Se meneó, su coño mojándose.
—Espero eso, señor.
Sus labios se crisparon.
—Eres una mala, mala mujer.

201
—Soy tu mala, mala mujer, señor —convocó una sonrisa, su
preocupación permanecía—. Colocaré las trampas mientras
haces lo que tienes que hacer.
Mataría a los machos. No quería decir las palabras ni pensar
en eso.
—Toma esto —Le entregó una de sus dagas— ¿Tienes tus
armas?
—Las tengo, señor —Se palpó los bolsillos, asegurándose de
que las armas no se hubieran caído.
—Si ves a uno de los humanos, dispárale —Le dio esa orden
desalentadora.
Nunca había matado a nadie, no quería comenzar su vida útil
ahora acabando con una vida. Aturdir al ser lo detendría.
—Cuídate, nena —Su cyborg rozó sus labios sobre los suyos
una vez más, un abrazo fugaz que terminó demasiado pronto.
Contuvo el impulso de aferrársele, hacer que se quedara.
—Esté seguro, señor.
Bajó la cabeza, se volvió y se fue, alejándose más rápido de lo
que sus ojos podían seguir, su gran figura se volvió borrosa.
Miró en la dirección en la que se había movido, tratando de
localizarlo entre los árboles.
Los seres peludos masculinos lo siguieron, balanceándose de
rama en rama. No estaba solo. Las pequeñas criaturas
conocían el terreno, le darían esa ventaja sobre sus enemigos.
Los seres peludos hembras y bebés se quedaron con ella. Blue
Eyes curvó sus pequeños dedos dentro de una de las palmas
de Bettina.

202
Tampoco estaba sola. Bettina cuadró los hombros. Y no estaba
indefensa.
Mientras recogía las enredaderas más largas y gruesas que
pudo encontrar, cortándolas, las hembras peludas hicieron lo
mismo. Capaces de trepar, podían llegar a las enredaderas
más altas de los árboles, usaban sus afilados dientes para
cortarlas.
Bettina trenzó tres enredaderas y tiró de ellas, probando su
fuerza. Asintió, satisfecha con su cuerda improvisada. Debería
contener a un hombre humano.
Los pequeños seres copiaron sus movimientos, trenzando,
tirando, asintiendo. Enroscó un extremo de la enredadera
trenzada, mostrándoles cómo hacer una soga.
Blue Eyes parloteó. Sonaba como si estuviera agregando
comentarios a las demostraciones de Bettina.
La Vieja Madre agregó sus entradas, agitando las manos y
haciendo ruidos de disgusto cada vez que un ser peludo no
prestaba atención al consejo.
Bettina pasó a los siguientes pasos: enganchar la cuerda
improvisada en una rama y colocar el gatillo. Habiendo
estudiado ese procedimiento pero sin haberlo aplicado nunca,
le tomó un par de intentos establecer el primero correctamente,
para diversión de los seres peludos.
Se rieron, sonrieron y parlotearon. Sonaba como si le
estuvieran dando consejos. Cuando finalmente tuvo éxito,
aplaudieron.
Miró con orgullo. Una trampa fue colocada.

203
Y el siguiente fue más rápido de configurar. Los seres peludos
que podían tender trampas lo hicieron, sus esfuerzos se
agravaron por esos ágiles secuaces.
La Vieja Madre y los seres peludos menos capaces ofrecieron
consejos no solicitados, criticando sus esfuerzos, mientras
cuidaban de los más jóvenes.
Bettina y su equipo de peludos trabajaron hasta que el terreno
que los rodeaba quedó completamente cubierto de trampas. Su
cyborg tendría que saltar sobre ellas para evitar quedar
atrapado.
Luego se apoyó contra el tronco de un árbol y esperó, mirando,
escuchando, preocupándose por su macho.
Las hembras alimentaban a sus bebés, meciéndolos en sus
brazos. Blue Eyes se sentó en la punta de sus botas, mirando
en la misma dirección que ella.
Se escucharon más disparos ¿Estaba seguro Chuckles?
Bettina sacó sus armas, luchando contra el impulso de correr
tras su cyborg.
Si dejaba su puesto, los seres peludos la seguirían.
Parlotearon mientras montaba guardia sobre ellos. Según las
pocas palabras que podía traducir, había deducido que no
tenían enemigos naturales en Vega R.
Los seres peludos nunca habían aprendido a ser precavidos,
estaban confundidos por la agresión de los humanos,
cuestionaban la necesidad de tender trampas. El acto de matar
deliberadamente a otro ser estaba más allá de su comprensión.
No podía ponerlos en peligro.
Y tenía que obedecer a su señor. Le había dicho que se
quedara donde estaba, confiaba en que haría exactamente eso.

204
Su cyborg estaba monitoreando su ubicación. Si se movía,
podría distraerlo. Esa distracción podría acabar con su vida.
Y eso la destruiría.
La mandíbula de Bettina sobresalió. No dejaría su lugar.

205
Capítulo 15

Chuckles tenía que proteger a su mujer.


Corrió a través del terreno lleno de árboles tan rápido como se
lo permitió su rodilla dañada. Le resultó difícil levantar el pie
izquierdo. Chocó contra rocas y troncos de árboles caídos.
Ignoró el dolor y siguió adelante.
Su plan era luchar contra los humanos lo más lejos posible de
Bettina. A juzgar por el sonido de los disparos, los machos eran
de gatillo fácil y su pequeña hembra era extremadamente frágil.
Un proyectil perdido podría poner fin a su vida útil.
Eso acabaría con la suya. No sobreviviría a su muerte. Era su
alegría, su compañera, su nena,
Los seres peludos se balanceaban de rama en rama por
encima de su cabeza. Los machos se comunicaban
constantemente con sus hermanos situados más cerca de los
humanos. De esa manera eran como los cyborgs.
Transmisiones originadas por todo el universo fluían
continuamente a través de los procesadores de Chuckles.
—¿Por qué los de tu especie están tratando de matar a los
míos? —Leader disminuyó su elevación— ¿Que hicimos mal?
—No son de mi clase —Chuckles frunció su labio superior,
rechazado por ser agrupado con los humanos de la Alianza
Humanoide—. Y no hiciste nada malo. Les gusta matar seres.
—¿Les gusta matar? —El ser peludo lo miró con expresión de
asombro— ¿Qué tipo de ser encuentra felicidad al terminar la
vida de otro ser?

206
—Muchos seres en este universo disfrutan matando —
Incluyéndose a sí mismo. Le agradó su diseño de acabar con la
esperanza de vida. Para eso fue fabricado—. Esos seres
eventualmente vendrán aquí —El planeta era demasiado rico
en recursos para ser ignorado por mucho más tiempo. Sería
asaltado por las piedras, frutas y otros productos—. O
aprendes a pelear o aprendes a morir.
Los seres peludos tendrían que cambiar para sobrevivir.
Chuckles había visto especies como ellos, había matado a
esos seres por orden de la Alianza Humanoide.
No había tenido opción. O acaba con sus vidas o los humanos
acabarían con la suya y la de sus hermanos.
Ahora, habiendo escapado de la Alianza Humanoide, podría
ayudar a seres como Leader, podría darles información que les
permitiera resistir.
—No podemos lanzar piedras con tanta fuerza como los palos
brillantes —Leader debió haber decidido que luchar era la
mejor opción para los de su clase.
—Los seres sin pelo contra los que estamos luchando tienen la
piel fina. Córtalo con tus afilados dientes —Había numerosas
formas de matar—. Arranca sus gargantas y morirán
rápidamente. Casi todos los seres pueden morir con un palo
puntiagudo clavado en sus globos oculares.
Los cyborgs eran una excepción. Su sistema de visión se
basaba en la mecánica. El palo se rompería antes que sus ojos
y a través de ellos había poco acceso a su cerebro y
procesadores.
La información que compartió fue transmitida a través del grupo
de seres peludos. Algunos expresaron su malestar al matar.

207
Chuckles no tenía ningún conocimiento que impartir sobre
cómo lidiar con eso. Disfrutaba matando, fue fabricado para
ese propósito. La Alianza Humanoide había dado de baja a
cualquiera de sus hermanos que tuviera reparos en acabar con
la esperanza de vida. No sobrevivieron al entrenamiento.
El sonido de los disparos se detuvo, el silencio siniestro.
¿Habían matado los humanos a todos sus objetivos peludos?
¿O los machos de alguna manera habían sentido su
acercamiento?
—El lanzamiento rápido de piedras pequeñas podría comenzar
de nuevo en cualquier momento —advirtió a Leader, usando la
terminología que conocían—. Sea cauteloso.
—Ocho de los de nuestra especie están muertos, ser sin pelo
—El macho lo fulminó con la mirada—. Conozco los peligros de
los palos brillantes.
Chuckles tenía cierta responsabilidad por esas muertes. Los
humanos estaban en el terreno cazándolo a él y a su hembra.
Disminuyó su velocidad, moviéndose silenciosamente a través
de la maleza. El olor a sangre y proyectiles golpeó sus fosas
nasales, la combinación hizo que sus circuitos se dispararan.
—Dile que tiene dos —dijo una voz masculina en el idioma
universal—. Tienes dos. Tengo tres.
Chuckles bajó su cuerpo, se arrastró hacia adelante. Le dolía la
rodilla. Se incursionó hacia adelante, sin detenerse.
—Vete a la mierda —Un humano vestido con ropas de la
Alianza Humanoide habló por una computadora de mano.
Llevaba una mochila empapada de sangre. Los brazos de
seres peludos colgaban de ella, recuerdos espeluznantes que

208
solo un humano coleccionaría—. No te estoy engañando. Si no
confías en mí, puedes ser quien los recupere la próxima vez.
Leader gruñó, el sonido bajo y amenazante. El ser peludo
puede que no entendiera las palabras dichas, pero el tono y el
tema eran fáciles de determinar. El humano estaba discutiendo
casualmente el asesinato de los hermanos del macho.
—Estoy regresando ahora. Relájate —El humano bajó la
computadora de mano.
Chuckles cambió sus armas por dagas y corrió hacia su
objetivo, moviéndose rápida y silenciosamente.
La cabeza del humano se levantó. Miró a los árboles,
entrecerrando los ojos a los seres peludos.
Chuckles lo apuñaló en la garganta, perforando la tráquea,
antes de que el enemigo se diera cuenta de que estaba siendo
atacado.
La sangre salió a chorros. El humano gorjeó, agarrándose la
herida. Fue silenciado, pronto moriría, ya no era una amenaza
para nadie, incluida la mujer de Chuckles.
Eso significaba que ya no le interesaba a Chuckles.
—Es tuyo —Le digo a Leader—. Acaba con él.
Los seres peludos, antes pacíficos y no violentos, estaban
indignados por la masacre de sus hermanos. La rabia
contorsionó sus rostros.
Hicieron un enjambre al humano, destrozándolo con sus
afilados dientes, mordiendo trozos de su cara, arrancando sus
extremidades. Fue una muerte espantosamente dolorosa.
El humano se lo merecía.
Chuckles corrió hacia adelante. Sintió a dos seres al frente.

209
Un boom sonó sobre él. Ramas cayeron. Los árboles
derribados. Zigzagueó, evitando los escombros.
—Guarda eso —Bofetada de piel contra piel salpicó las
palabras del hombre—. Si matas a uno de los nuestros, Dusta
sacudirá tu trasero —El macho se rio de su propia broma de
mal gusto.
—Deberías estar cazando al cyborg y a la puta —Otro hombre
refunfuñó—. No disparando contra pequeños salvajes irritantes.
—Ya conoces las reglas: tres de distancia y tres con la nave.
Chuckles sólo detectó dos seres ¿Dónde estaban los otros tres?
Cambió el armamento una vez más, eligiendo pistolas esta vez.
Crear la mayor conmoción, el ruido más fuerte, era su objetivo.
Quería redirigir el enfoque de los tres humanos desaparecidos,
atraerlos a la nave, lejos de su hembra.
Fue su turno de ofrecerse como cebo.
Bajó su cuerpo y se acercó a ellos. Estaban junto a la nave.
Estaba estacionado en la extensión de roca y era fácilmente
visible. Los motores de la nave estaban en silencio. Sus
puertas estaban abiertas de par en par.
La arrogancia de los humanos lo asombró. Cualquiera podría
abordar su nave, robar su único medio de transporte. Los dos
seres que lo custodiaban estaban situados lejos de sus puertas.
El ser humano más grande se colocó detrás de un lanzador de
misiles. Esa era el arma que estaban usando contra los
pequeños seres peludos desarmados.
El otro humano balanceó una larga pistola sobre un hombro y
se acarició la ingle con la mano libre. Ambos machos tenían
seres peludos muertos atados a sus cinturas, usando sus
cadáveres como adornos.

210
Chuckles dañaría a los humanos, evitaría que corrieran, pero
los dejaría con vida para que Leader y sus pequeños guerreros
los mataran. Los seres peludos merecían tener su venganza,
para hacer justicia a sus hermanos.
Disparó a las cortas manos del humano, perforando sus palmas
con proyectiles. El macho aulló, dejando caer su arma.
—¿Qué mierda? —El humano grande giró el lanzamisiles hacia
su amigo herido.
Chuckles también le disparó a sus manos.
El lanzamisiles cayó al suelo, el metal chocó contra la roca. El
macho humano agitó los brazos en el aire. Sus alrededores
fueron rociados con carmesí.
Chuckles apuntó a sus rótulas a continuación, disparando
tranquilamente una tras otra. Esa fue la retribución por lo que
los de su clase le habían hecho.
Los humanos se derrumbaron, sus gritos se hicieron más
fuertes cuando sus heridas golpearon contra la piedra. El
grande se retorció, agarrándose las piernas.
El más bajo logró agarrar su arma larga, apuntarla, presionar el
gatillo. Los proyectiles pasaron zumbando junto a Chuckles.
Uno le rozó la mejilla, dejando un rastro de dolor.
Ignoró esa agonía y se dirigió hacia ellos.
—¿Donde están los otros?
—Vete a la mierda, máquina —El grande gritó esa respuesta
inútil.
—Esa es la respuesta incorrecta —Chuckles le disparó en la
ingle.
El humano gritó. La sangre salpicó, tiñendo de rojo la roca.

211
—La vaca que te estás follando va a morir —El más bajo le
disparó frenéticamente a Chuckles.
Giró su torso, evitando la mayoría de los proyectiles. Su
armadura de cuerpo lo protegió del resto.
—Esa también es la respuesta incorrecta —salpicó las
muñecas del macho con proyectiles.
El arma larga cayó al suelo, llevándose las manos del humano.
El macho gritó. Ruidosamente.
Eso debería llamar la atención.
Hizo lo mismo con las muñecas del humano grande. El macho
trató de evitar el daño, agitando rápidamente sus brazos. Pero
Chuckles era un cyborg, tenía el tiempo de reacción de un
cyborg. El golpe no le impidió quitarle las manos al macho.
—¿En qué dirección fueron Dusta y los otros dos machos? —
apuntó sus armas primero al humano bajo y luego al humano
alto.
—Moriremos antes de que te lo digamos —El humano bajo
gritó esa respuesta.
Chuckles sintió seres detrás.
—El corto es suyo, Leader.
Los seres peludos se apresuraron hacia adelante. Desgarraron
al humano miembro por miembro, cortando la piel de su cuerpo.
El olor a sangre recién derramada impregnaba el aire.
Los gritos del macho aumentaron cada vez más y más y luego
se detuvieron abruptamente.
El humano grande se acurrucó en una bola y gimió.
—Por favor, no me mates.

212
Chuckles aún no habían matado a ningún ser en esta rotación
planetaria. Su mujer de corazón dulce estaría orgullosa.
—¿Donde están los otros?
—Escaneé el terreno. Vi formas de vida en esa dirección —El
humano hizo un gesto con sus muñecas dañadas, la sangre
latía de los muñones—. Entraron allí —señaló un lugar más al
oeste.
Los humanos no estaban tan faltos de lógica como parecía. En
lugar de seguir el camino más directo desde su lugar de
aterrizaje hasta el lugar donde Chuckles había dejado a su
hembra, planeaban rodearlo, atacar desde un ángulo diferente.
Su hembra no esperaría eso. Y se enfrentaría a tres hombres
mejor armados y más hábiles.
Chuckles tenía que volver a su lado. Rápido.
—Retírense a la línea de árboles —Esa instrucción fue para los
seres peludos.
Leader arrebató los cuerpos de sus hermanos de las ropas del
humano grande y corrió hacia la seguridad de los árboles. Los
otros seres peludos lo siguieron.
El humano no se podía mover. Estaba muy dañado.
—No puedo retirarme —un gemido afiló la voz del macho.
Chuckles lo ignoró. Cogió el lanzamisiles, lo equilibró sobre su
hombro derecho y apuntó a la nave.
—Dijiste que no me matarías si te decía adónde fueron los
demás —Esa fue la siguiente queja.
—Nunca dije que no te mataría —No emitió tal voto—. Sin
embargo, no seré la entidad responsable de tu muerte.

213
Apretó el gatillo y cayó de bruces al suelo.
El boom apagó temporalmente su sistema auditivo, el sonido
fue más fuerte de lo que esperaba. Un nivel inesperado de
calor y una cantidad de proyectiles se precipitaron a lo largo de
su cuerpo, quitando la piel de la parte posterior de su cabeza,
despojando parte de la armadura corporal de su espalda.
Agujero de fraggin. Los humanos deben haber tenido una gran
cantidad de explosivos a bordo de su nave. No había tenido en
cuenta esa variable, se habría posicionado más lejos si lo
hubiera sabido.
El dolor que estaba experimentando era su castigo por ser
descuidado. Podría haber sido peor. Podría no haber
sobrevivido a su error.
Eso habría dejado a su hembra sola, desprotegida. Le habría
fallado, el único ser en este universo que era responsable de
salvaguardar.
El caos se detuvo. Chuckles se puso de pie de un salto.
Algunos de los árboles detrás suyo habían caído. El resto
debería haber protegido a los seres peludos de la explosión.
No quedaba mucho del humano. Le habían quitado el cráneo
del cuerpo. La metralla estaba incrustada en su torso.
—La explosión te mató a ti, no yo —Técnicamente, Chuckles
no había terminado con esa vida útil. Había una probabilidad
del 65,9283 por ciento, sin embargo, de que su mujer le
asignaría responsabilidad por el hecho.
Corrió hasta el final del terreno cubierto de árboles, el sitio que
el humano había indicado. El dolor de su rodilla rivalizaba
ahora con la agonía que recorría su espalda quemada. Hizo
caso omiso de ambos, escaneando sus alrededores.

214
La vegetación fue aplastada. El camino que habían tomado los
humanos era fácilmente visible.
Dusta y sus machos no habían intentado ocultar su rastro.
Chuckles los rastreó fácilmente. Dejó que su pie izquierdo se
arrastrara, arrancó pequeñas ramas al pasar junto a los árboles,
buscando desviar la atención de los humanos hacia él.
Su hembra lo esperaba, sin darse cuenta del peligro que se
acercaba. Tenía que evitar que los machos accedieran a su
ubicación.
La energía latía a través de sus circuitos. Su corazón latía con
fuerza.
La sangre goteaba sobre su rostro. Miró hacia arriba.
—La parte de atrás de tu cabeza se parece a los palitos
brillantes —El pelaje de Leader estaba teñido de rojo—. Los
otros seres sin pelo no eran así.
—Los otros seres sin pelo no eran de mi clase —Era un cyborg,
no un humano.
—Ohhh... el interior de los seres sin pelo determina su especie
—Leader asintió, aceptando fácilmente esa lógica.
El modelo masculino para determinar la naturaleza de los seres
podría ser correcto. La hembra de Chuckles había sido
originalmente humana, como los machos de la Alianza
Humanoide que estaban persiguiendo, sin embargo, su interior,
su naturaleza bondadosa, su alma generosa y confiada la
colocaron en una clasificación diferente de ser.
—No sabremos qué seres sin pelo son buenos y cuáles son
malos mirándolos —Leader inclinó la cabeza, sus ojos
marrones brillaban con el procesamiento—. Sólo mataremos a
los seres sin pelo que nos apuntan con palos brillantes.

215
—Algunos seres sin pelo son muy rápidos —Chuckles había
luchado contra humanoides así—. Manténgase fuera de su
alcance antes de conocer a los de su clase.
Leader asintió.
—Mantendré a mi especie a salvo.
Chuckles también mantendría a su mujer a salvo. Cazaba a los
humanos, siguiéndolos a través del terreno arbolado.
—Vestían a mis hermanos como yo uso la decoración de tu
mujer, ser sin pelo —la voz de Leader era suave, sus palabras
estaban teñidas de intenso dolor.
Chuckles había sentido el mismo dolor cuando sus amigos
murieron.
—Abrieron a mis hermanos mientras estaban vivos y les
quitaron las partes.
—¿Por qué harían eso?
Chuckles se encogió de hombros, sin tener una respuesta a
esa pregunta. Los humanos eran ilógicos. Sus sistemas
girarían sin cesar si les asignara la tarea de dar sentido a esos
seres.
Sonaron los disparos, el rat-a-tat-tat nunca cesó. Los humanos
deben estar disparando a todo, desperdiciando proyectiles, sin
importarles si dañan a los inocentes.
Algo delante de Chuckles se estrelló contra la vegetación. Su
escaneo de forma de vida lo identificó como un humano grande
dirigiéndose en su dirección.
—¡Retrocedan! —hizo un gesto a los seres peludos,
indicándoles que debían retirarse.

216
Los proyectiles zumbaban por el aire, haciendo agujeros en las
hojas y rompiendo la corteza de los árboles. El humano estaba
rociando ciegamente el área frente a él.
Los seres peludos ahora estaban muy por encima de Chuckles.
Deben estar protegidos. Los humanos raramente procesan
para disparar hacia arriba.
Los cyborgs, por el contrario, procesaron que las amenazas
podrían originarse desde cualquier lugar.
Chuckles evaluó las tácticas para lidiar con el humano que se
acercaba. Podría disparar de vuelta. Eso mataría al primer ser,
pero asustaría a cualquiera que lo siguiera.
Eso no era óptimo. Había tres hombres de la Alianza
Humanoide, tres amenazas y Chuckles tenía que detenerlos a
todos.
Apartó sus pies y esperó.
Los proyectiles zumbaban en línea recta de izquierda a
derecha a la altura del pecho. Se volvió, reduciendo el área
objetivo, saltó a la derecha a la velocidad de un cyborg. El dolor
le recorrió la espalda desnuda.
El humano apareció en el camino provisional, un arma larga en
su mano. Sus miradas se encontraron. Los ojos del macho se
agrandaron. Abrió la boca.
Chuckles arrojó una daga. La hoja atravesó la garganta del
humano, hundiendo la empuñadura profundamente en la piel,
la carne y los huesos.
El macho hizo un gorgoteo y agarró la fuente de su dolor con
ambas manos. Cayó el arma larga.
Chuckles corrió hacia adelante y atrapó el arma antes de que
golpeara el suelo. El arma larga estaba calibrada para que la

217
usara cualquiera y los humanos no se molestaron en
bloquearla. Continuó disparando, sin perder el ritmo mientras el
humano se dejaba caer, sus brazos y piernas temblaban.
—¿Tu piedra brillante y afilada lo mató? —Leader colgaba de
una rama sobre su cabeza.
—Si —Esperó uno, dos, tres latidos, disparando a la nada.
Nadie se les acercó. El humano había regresado a la nave solo.
Eso significaba que los otros dos machos continuaron
moviéndose hacia la frágil hembra humana de Chuckles. Una
daga arrojada también podría acabar con su vida útil.
Agujero de fraggin. Chuckles arrojó el arma larga y corrió a
toda velocidad por el sendero. Sus cartucheras y fundas
estaban llenas de armas, y el arma larga sólo lo retrasaría.
Uno de los seres peludos intentó levantar el arma. Era
demasiado grande y pesada para que la manejara fácilmente.
—Déjala —Leader gritó esa orden a sus hermanos—.
Regresaremos más tarde.
—Quieren matar a mi hembra —La rodilla, la espalda y el
cráneo de Chuckles le dolían, pero todo en lo que podía pensar
era en ella—. Evite que eso suceda Leader, y te mostraré cómo
fabricar rocas afiladas y brillantes.
Las versiones primitivas de esas armas podrían fabricarse con
piedra.
—Evitaría que eso sucediera sin recompensa, ser sin pelo —
Leader resopló mientras trataba de igualar su velocidad—.
Considero que tu hembra es una de nosotros.

218
Porque esa era la habilidad de su hembra. Chuckles apretó los
labios. A los seres les gustaba, la aceptaban, la consideraban
suya.
Sin embargo, era suya, solo suya y la adoraba, no podía
imaginar un futuro sin su nena. Tenía que salvarla, protegerla.
Dependía de él. No le fallaría.
—Pero sí quiero aprender a fabricar rocas afiladas y brillantes
—El Leader finalmente lo admitió.
Chuckles le enseñaría a Leader cualquier cosa que quisiera
aprender si el ser peludo lo ayudaba a salvar a su pequeña
humana.
Tenía que llegar a ella antes de que lo hicieran los malvados
humanos.

219
Capítulo 16

Los disparos sonaron como si se originaran más cerca de ellos.


Bettina miró por delante de ella, no pudo ver mucho. El terreno
estaba lleno de árboles y otra vegetación.
Hubo un tirón en su brazo derecho. Miró hacia abajo, se
encontró con la mirada de Blue Eyes.
Su amiga parloteó, se giró, señaló a las hembras y a su
descendencia colocadas detrás de ellas. Quería unirse a ellos.
Blue Eyes no entendía lo que estaban haciendo.
Bettina señaló hacia el otro lado.
—Malo malo —su vocabulario de peludos era limitado. Se
señaló a sí misma y aplanó la palma de la mano, girándola de
modo que estuviera vertical, representando una pared. Luego
señaló a los otros seres peludos—. Amiga.
Blue Eyes asintió. Su expresión se ensombreció. Se señaló a sí
misma, también hizo el gesto de la pared.
—Amiga.
Ambas protegerían a los demás.
Bettina enfundó una de sus pistolas y tomó la pequeña mano
de su amiga. Blue Eyes parloteó. Reconoció cada quinta
palabra y luchó por seguir la conversación. Pero la corriente de
comunicación era reconfortante. Le hizo pensar en la
posibilidad muy real de que su cyborg pudiera estar en peligro.
O herido. O peor.
—Vuelve a mí de una pieza, señor —dijo eso en voz baja.
—¿Amiga? —Blue Eyes la escuchó y no entendió.

220
—No es nada —Bettina indicó eso con sus manos. Tenía que
aprender más palabras. Chuckles podría enseñarle.
Si alguna vez regresaba. Su estómago se retorció de aprensión.
Blue Eyes debe haber sentido su confusión. Su amiga le apretó
la mano.
Algo se estrelló entre la maleza y se acercó. Ese no sería su
cyborg. Chuckles, incluso con su rodilla maltrecha, caminaba
en silencio.
Bettina levantó su arma, se preparó para el confrontación.
Un vibración que partió el aire la hizo saltar.
—Joooooodddddeeeeerrrr —maldijo un hombre.
Una de las trampas se había activado. Corrió hacia el sonido.
Blue Eyes subió a las ramas. Su amiguita era mucho más
rápida corriendo por delante.
Sonaron disparos ¿A quién le estaba disparando el macho?
Oh, mierda. Bettina aceleró, moviendo los brazos
—Blue Eyes, vuelve —Sus músculos se tensaron. El sudor
goteaba entre sus pechos.
Vio al macho. Colgaba de sus pies, alto en el aire, un arma
larga en sus manos. Los proyectiles zumbaron sobre su cabeza.
El bastardo estaba disparando a los seres peludos.
Levantó su arma, lo alineó en la mira y apretó el gatillo.
Instantáneamente se congeló en su lugar. Los disparos
cesaron.
—Blue Eyes —Bettina buscó entre los árboles la forma de su
amiga.

221
—Amiga —Una bola peluda de color rosa brillante cayó,
golpeando las ramas mientras caía en picado hacia el suelo.
Mierda. Mierda. Mierda. Bettina dejó caer su arma y extendió
los brazos, dando dos pasos hacia adelante, un paso a la
derecha, un paso atrás.
Blue Eyes falló en sus manos pero aterrizó en sus grandes
pechos. El contacto expulsó el aire de los pulmones de Bettina.
Su amiguita rebotó. Agarró su pequeña forma, evitando que
cayera más lejos.
La sangre brotó, cubriendo a Bettina de calor. Había
demasiada.
Le habían disparado a Blue Eyes. La herida del proyectil era
enorme. Y era diminuta, muy pequeña.
—No te mueras —Bettina se arrodilló, tratando de cubrir la
herida de su amiga con sus manos, buscando detener la
pérdida de sus fluidos vitales—. No te atrevas a morir en mí,
Blue Eyes.
No sabía qué hacer. El paquete médico había estado en la
cápsula de escape, que ahora estaba destruida. Sanar no era
una de sus habilidades.
—Vieja Madre —gritó por la peluda anciana.
—Amiga —Blue Eyes tocó su rostro. Sus dedos estaban
manchados de rojo.
—Si, amiga —Bettina giró la cabeza y besó la palma de la
mano de Blue Eyes—. Aquí. —También conocía esa palabra—.
Aquí —Estaba aquí por la hembra.
Blue Eyes tocó su colgante, la decoración que Bettina le había
hecho.

222
—Feliz.
Oh estrellas. Bettina tocó el pecho de la hembra.
—Feliz —Estaba tan feliz de conocerla. No perdería a su amiga.
No podía—, Vieja Madre —gritó de nuevo.
Una mano la agarró por el hombro. Miró al ser.
La Vieja Madre negó con la cabeza, con expresión triste.
—No —Bettina se negó a aceptar que no había nada que
pudieran hacer para salvar a su amiga—. Amigo. Amigo.
—Amigo —Blue Eyes apuntó a sus ojos y luego a Bettina.
Como había hecho en ese primer momento, que se conocieron.
—Amigo —Bettina señaló sus ojos y luego a la hembra.
Blue Eyes sonrió, su carita brillando. Miró a Bettina, como si
confiara en ella para curarla, para que todo saliera bien.
Bettina no sabía cómo. Presionó la herida de Blue Eyes. La
sangre seguía fluyendo. Había mucho de ella.
La luz en los ojos de su amiguita se atenuó. Su pecho dejó de
moverse
—No —Bettina hizo presión en el pecho de su amiga y soltó,
presionó y soltó. No pasó nada.
Abrió la boca de Blue Eyes, sopló aire en su cuerpo, repitiendo
esto una, dos, cinco veces. No hubo reacción.
—No. No. No —Bettina sacudió la diminuta figura de su amiga.
No podía haberse ido. Tenía que vivir, tenía que recuperarse
de esto.
—Si —La Vieja Madre la agarró por el hombro de nuevo. La
simpatía y una tristeza compartida suavizaron su voz.

223
—Noooo... —Bettina abrazó a Blue Eyes contra su cuerpo y se
balanceó hacia adelante y hacia atrás.
Su amiga era un buen ser, un ser amable y cariñoso. La había
aceptado y a su cyborg con los brazos abiertos, su alma
inocente y confiada, su corazón mucho más grande de lo que
era físicamente.
Y ahora se había ido, su vida terminó demasiado rápido.
Bettina gimió, la pena brotó de ella. La Vieja Madre retrocedió,
dejándola con su dolor.
Lloró por su amiga, que le habían arrebatado demasiado pronto,
por su cyborg, torturado y traicionado por el ser en quien
confiaba, por su padre, usado, mentido, descartado.
Había tanta crueldad injustificada en el universo.
Pero también había bondad y amor. Su llanto se calmó. Había
un pequeño ser con ojos azules que se había acercado a
extraños en un planeta extraño.
Dejó el cuerpo de Blue Eyes en el suelo.
—Amiga —colocó las manos de su amiga en el colgante que le
había hecho y cerró sus ojos azules por última vez—. Nunca te
olvidaré.
Una rama se quebró. Podría ser la Vieja Madre u otro de los
seres peludos. El sonido venía de esa dirección. Pero su
instinto decía que había sido hecho por otra persona.
Alguien malvado.
Bettina buscó la pistola en su bolsillo.
—Ni siquiera lo pienses, puta —Le dijo Dusta—. Pon las manos
en el aire.

224
Obedeció, poniéndose lentamente de pie. Todo el frente estaba
pintado de carmesí, pegajoso por la sangre seca.
—¿Dónde está la máquina? —El macho le apuntó con un arma
larga.
—Me dejó —Eso no era mentira. Chuckles la había dejado.
Simplemente no la había dejado de forma permanente—. Me
encontraste —forzó una sonrisa seductora—. Esperaba que
hicieras eso.
—Cambiarás de opinión en unos momentos —Dusta sonrió—.
Quítate la ropa. Déjame ver el cuerpo por el que tantos machos
estúpidos han arriesgado su vida por la oportunidad de follar.
Era uno de esos machos estúpidos. No dijo nada y se
desabrochó lentamente el traje de vuelo. Su mente daba
vueltas mientras trataba de idear un plan, un medio para
escapar, para sobrevivir.
Tratando de alejarlo de los seres peludos, se movió
ligeramente hacia la derecha. Su cyborg estaba en algún lugar
entre los árboles. Su movimiento también la acercó a él. Eso se
sintió bien. Se sintió bien.
A diferencia de su distracción planeada. Eso se sentía mal,
muy, muy mal.
Pero atrayendo a los machos con su forma curvilínea,
tentándolos a descartar la lógica, era lo que mejor hacía. Sería
una tonta si no usara esa habilidad ahora, con su vida útil, la
vida útil de los seres peludos, posiblemente la vida útil de su
cyborg, en riesgo.
—¿Quieres ver mi cuerpo? —Se pasó las manos por los
pechos cubiertos de cuero, descendió por su cuerpo hasta...

225
—Mantén tus manos lejos de tus bolsillos, puta —Dusta vio ese
truco.
Porque aún no estaba lo suficientemente distraído por sus
curvas. Dio otro paso a la derecha, levantó las manos y rodó
los hombros. El traje de vuelo cayó a su cintura. Aire cálido
cargado de humedad barrió sobre su piel desnuda.
—¿Te gusta lo que ves? —La bilis subió a su garganta
mientras apretaba sus pechos juntos, jugando a la seductora
para otro depredador.
Esta sería la última vez que haría eso. Y el acto era necesario
para salvar su vida, las vidas de los seres que le importaban.
—Voy a tallar mi nombre en esas grandes tetas tuyas —Dusta
la miró lascivamente, sus ojos brillaban con una maldad que
había visto en muchas de las caras de los machos.
Sin embargo, no la había visto en el hermoso rostro de su
cyborg. Chuckles la miraba con reverencia, admiración y cariño.
Estrellas. Lo amaba.
Tener la oportunidad de decirle a su señor cómo se sentía le
dio otra razón más para escapar de Dusta, para tolerar su
abuso visual y verbal, para soportar.
—¿Vas a tallar tu nombre en mis pechos? —giró sus caderas,
moviéndose una vez más hacia la derecha. Eso suena... Loco.
Violento. Horrible—. Interesante.
—Te haré gritar de dolor, puta —Los labios del macho se
curvaron hacia arriba—, Me suplicarás piedad.
Podría alcanzar su arma. Podría dispararle. El arma estaba
profundamente en su bolsillo. Pero al menos el dolor y la tortura
se minimizarían. Sería una muerte rápida.

226
O podría negociar por más tiempo.
—¿Qué más me harás? —dio un paso más.
Un resplandor de conciencia se precipitó sobre ella, una
conexión que solo sentía con un ser. Sus pezones se apretaron.
Su coño se mojó.
Su cyborg había llegado.
—Te follaré con una daga —Dusta no se percató de la
presencia del recién llegado, y sus fantasías le helaron el
estómago—. Metértela en tu gran culo.
—¿Por este culo? —Se giro, aprovechando esa oportunidad
para moverse de nuevo. Hubo un destello de piel gris a su
derecha, un vistazo de Chuckles entre la vegetación. Luego
desapareció.
Estaba ubicada entre su señor y su enemigo. Dusta, una vez
que se diera cuenta de la presencia de Chuckles, la agarraría,
la traería delante suyo y la usaría como un escudo viviente. Eso
frustraría el ataque de su cyborg, obstaculizaría sus esfuerzos
de rescate.
Tenía que alejarse del alcance del macho. Rápidamente. Antes
de que pudiera reaccionar y dispararle.
Para hacer eso, primero tenía que bajar la guardia de Dusta,
hacer que no la viera como una amenaza. La forma más fácil
de lograrlo era la misma técnica que desarrolló Smarts para
disminuir los niveles de riesgo de los depredadores.
Bettina apretó los dientes y se quitó su traje de vuelo. Su
cuerpo se calentó de vergüenza. Había una gran diferencia
entre estar parcialmente desnudo y completamente desnudo.

227
Se sentía vulnerable y expuesta. La única comprensión era que
el macho humano que ahora la miraba boquiabierto pronto
estaría muerto.
Su cyborg lo mataría.
—También el pelo de tu coño es azul y rosa —Dusta se rio—.
Eres una verdadera puta, ¿no?
Las palabras la lastimaron como pretendía, pero no permitió
que eso se mostrara, manteniendo una sonrisa plasmada en su
rostro.
—Te gusta eso de mí —Su risa sonó semi-histérica incluso
para sus oídos. Se quitó las botas, las pateó y su traje de vuelo
hacia el macho.
Un gruñido retumbó detrás suyo. Su cyborg no estaba contento
con su acto.
—¿Qué? —Levantó su mirada sobre la cabeza de Dusta—. No
puedo oírte.
—¿Con quién estás hablando? —El macho, ya no preocupado
porque era una amenaza, miró por encima de su hombro.
Corrió hacia su cyborg, sabiendo que no lo alcanzaría.
Su pie derecho rozó un tramo de enredaderas trenzadas. Un
lazo se apretó alrededor de sus tobillos, uniéndolos. Voló con
los pies por delante en el aire, la propulsión sacudiendo toda su
forma.
—Puta —Dusta levantó su larga pistola y apuntándole.
Las enredaderas trenzadas algunas cedieron. Rebotó arriba y
abajo, el movimiento sacudiendo su cuerpo dolorosamente y
perturbando su estómago. Sus tobillos quemados de la cuerda
improvisada.

228
Sonaron dos disparos. El macho soltó su arma, chillando.
Sangre brotó de sus manos.
—Dijiste que la máquina se fue, puta.
—Ha vuelto —apretó los labios, tratando de no vomitar.
—Nena, ¿estás dañada? —Chuckles se acercó a Dusta.
—No, señor —luchó contra su estómago rebelde mientras
giraba de un lado a otro, colgando boca abajo.
Su cyborg pasó su ubicación, armas en ambas manos. Echó un
vistazo a la parte de atrás, a la carne hecha jirones, su marco
plateado, piel desgarrada, y perdió la pelea. El contenido de su
estómago brotó de sus labios, lloviendo sobre la vegetación del
suelo. El repulsivo olor subió flotando.
—Te ganaste un castigo con esa mentira, mujer —Chuckles
disparó a Dusta en retirada en las pantorrillas.
El humano cayó de bruces, intentó alejarse arrastrándose. Su
cyborg enfundó sus armas, agarró las botas del hombre y lo
arrastró más cerca de ella.
Leader, el jefe de los seres peludos, se balanceaba en una
rama cercana. El macho la miraba con abierta curiosidad y algo
de humor.
Trató de cubrir con sus manos sus pechos desnudos y su
montículo. Los seres peludos no llevaban prendas de vestir. A
Leader probablemente no le importaba su desnudez.
Pero lo hizo, y tendría que enfrentarlos después de que
terminara esta terrible experiencia.
—Ser sin pelo —Leader parloteó. El resto de su comunicación
utilizó palabras en su idioma que no entendía.

229
Chuckles respondió en el mismo idioma. No pudo descifrar
nada de lo que dijo.
—Deberías mirar el tronco de un árbol, nena —Su cyborg le
aconsejó—, Los seres peludos planean matar al humano que
atrapaste y yo planeo matar a este humano.
—Estoy viendo el final de ambas vidas, señor —Incluso si eso
le hacía vomitar de nuevo—. El humano que atrapamos mató a
Blue Eyes —Ese dolor no la había dejado—. No le hizo nada.
—Y esa muerte dañó tu sistema emocional —El tono de su
señor era sombrío—. Te has ganado dos castigos por mentirme
sobre no haber sido dañada.
—Gracias, señor —Necesitaba ser castigada por no salvar a su
amiga.
También anhelaba la expulsión de sentimientos que
acompañarían a esos castigos. Su dolor, su pena, su ira eran
demasiado agudos para mantenerlos dentro. La comerían.
—Eres una mala, mala mujer —Su cyborg negó con la cabeza,
volteando a Dusta hasta que miró hacia arriba.
Esa acción la tranquilizó. Si Chuckles se estuviera muriendo
por las profundas heridas en su espalda, no estaría manejando
a un macho humano adulto como si no pesara nada.
—Mátame, máquina —Dusta ordenó a su cyborg—. Para eso
fuiste fabricado, ¿no?
—Fui fabricado para matar rápidamente —Chuckles extrajo las
dagas de sus vainas en lo que quedaba de su armadura—. La
habilidad de torturar, de infligir dolor durante largos períodos de
tiempo me fue enseñada por humanos como tú.
—Aléjate de mí —Dusta se apresuró a retroceder.

230
Su cyborg clavó las dagas a través de las botas de su presa,
clavándolas en el suelo. El macho gritó.
—No deberías habernos seguido, humano —Chuckles sacó
dos dagas más—. Di a mi mujer mi promesa de que no te
mataría en la nave —La luz se reflejaba en sus espadas—. Ya
no estamos en esa nave.
Cortó las mejillas del macho. Bettina vio hueso. La sangre brotó.
Dusta chilló. Su estómago se revolvió.
—Te jactaste de tener en tus manos el corazón de uno de mis
hermanos —La voz de Chuckles era plana, limpia de toda
emoción—. El corazón de un ser humano es más pequeño
pero más accesible.
Cortó el pecho de Dusta. El metal sonó contra el hueso. Los
ruidos provenientes del macho no eran humanos.
Bettina no pudo hacerlo. No podía mirar. La vergüenza la llenó
mientras apartaba la mirada. La matanza tenía que hacerse.
Dusta los había cazado, no dejaría de perseguirlos hasta que
estuvieran muerto. Pero no pudo observarlo. No era tan fuerte.
Sonidos blandos se originaron en la dirección del otro humano,
el macho atrapado en la trampa. Su mirada se dirigió a él y al
instante lamentó ese impulso.
Los seres peludos estaban destrozando al macho con los
dientes. El carmesí hacía un arco en todas direcciones. Su
estómago convulsionó.
Cerró los ojos con fuerza.
—Le mentí, señor. No puedo ver los asesinatos.
—Entonces no nos mires, mi bondadosa mujer —Fuertes
crujidos y más gritos puntuaban las palabras de su cyborg—.

231
Considera lo mala que has sido y los castigos que te has
ganado.
—Lo haré, señor.
Empujó los pensamientos de muerte, asesinato y pérdida de su
mente, reemplazándolos con recuerdos de cómo se sentía su
palma áspera contra su trasero desnudo, el golpe de su piel
contra la suya, el calor que irradiaba desde los puntos de
contacto.
Pasaron momentos. Los gritos cesaron.
—Se acabó nena —la voz profunda de su cyborg acarició su
alma.
Abrió los ojos y lo miró. Debe haberse limpiado a sí mismo. Ni
una gota de sangre manchaba su piel gris o su armadura negra.
Habló el idioma de los seres peludos y de repente estaba
cayendo. Gritó y agitó sus brazos, tratando de frenar su
descenso.
Su cyborg la atrapó fácilmente, presionándola contra su pecho,
envolviéndola con los brazos.
—¿Estás dañada? —La miró con una preocupación
desgarradora.
—Estoy triste por mi amiga, señor —confesó ese daño
emocional, su dolor pesando sobre ella—, pero físicamente,
estoy bien.
—Estás cubierta de sangre —Su nariz rozó sobre su piel, su
cyborg olfateando el aire a su alrededor.
—Toda la sangre pertenecía a Blue Eyes, señor —tocó su
hermoso rostro—. Estoy ilesa.

232
Algunas de las líneas entre los tramos de sus labios se
suavizaron.
—Los seres peludos perdieron muchos hermanos en esta
rotación planetaria.
¿Casi lo había perdido?
—¿Tienes dolor, señor? —trató de mirarle la espalda, pero no
pudo verla—. Tu espalda está...
—Mi espalda ya se está reparando —hizo una mueca—.
Cometí un error cuando hice estallar la nave de los humanos,
no tomé en cuenta el exceso de explosivos que tenían a bordo.
¿Por qué tendrían explosivos a bordo de su nave? Frunció el
ceño.
Era dudoso que estuvieran usando el material para cavar
túneles, demoler estructuras desiertas o completar alguna otra
tarea no letal.
Probablemente planeaban infligir un gran daño con esos
explosivos. Sospechaba que al matar a Dusta y su tripulación,
su cyborg y los seres peludos habían salvado muchas vidas
inocentes.
Chuckles la llevó más allá de un montículo ensangrentado de
carne y huesos. Eso debe haber sido todo lo que quedaba de
su enemigo.
—La muerte es a veces necesaria, señor —Compartió esa
revelación con su cyborg—. Debería haberte permitido matar a
Dusta mientras estábamos en la nave. Blue Eyes todavía
estaría viva si hubiera hecho eso.
Chuckles gruñó. Eso sonó como si estuviera de acuerdo.
Descansó su mejilla contra su pecho blindado.

233
—Necesito esos castigos ahora, señor.
Confesaría todas sus faltas, las fuentes de su culpa, las cosas
que sentía que debería haber hecho, las vidas que debería
haber salvado y con cada golpe de su mano, la absolvería de
sus malas acciones, intencionales o accidentales. Su señor
dominante limpiaría su historial y borraría todos sus errores.
Y encontraría la paz, como siempre hacía después de que la
castigara. El dolor en su pecho se aliviaría.

234
Capítulo 17

Los castigos tuvieron que retrasarse. Primero había que


realizar ceremonias de muerte. Sus hermanos peludos caídos
se habían ganado ese respeto.
Chuckles limpió las curvas de su mujer y sus prendas,
aprovechando esa oportunidad para tocarla por todas partes,
para examinar su forma con gran detalle. Parte de su pálida
piel estaba descolorida y tenía quemaduras rojas alrededor de
los tobillos de las enredaderas. Bajó sus hombros. Su pequeña
humana alojaba sus nanocibóticos. Repararían. Su daño era
temporal.
Se puso su traje de vuelo y las botas. la ayudó a abrochar
ambos.
Caminaron de la mano hacia el lugar. Los muertos estaban
tendidos en el suelo, frutas, flores y rocas junto a ellos.
Acompañó a su mujer de corazón suave mientras colocaba una
roca al lado de cada forma. La roca designada para Blue Eyes
coincidía con la de su decoración.
Leader habló de sacrificios, de cómo los muertos habían
protegido a sus semejantes, de cómo ahora se balancearían en
los grandes árboles del más allá, donde la fruta era abundante
y no había palos brillantes.
Chuckles tradujo las palabras. Su hembra lloró. Ferozmente.
Luego fue envuelta en abrazos de los seres peludos femeninos.
Se quedó a un lado, mirando, maravillándose de cómo su
pequeña humana se había convertido en una parte muy
querida del grupo en simples rotaciones planetarias.

235
—Es un momento triste para nuestra especie —Leader se
movió a su lado—. Nunca había visto tanta muerte en un
amanecer.
—Lamento haberte traído esa muerte —Chuckles asumió la
responsabilidad de su participación en el ataque. Los humanos
lo habían estado cazando y a su hembra.
—La muerte habría llegado —Leader se encogió de hombros—.
Y puede que no hubieras estado aquí para matar a nuestros
atacantes con rocas brillantes y afiladas. Tu hembra podría no
haber estado aquí para enseñarnos a poner trampas.
La habilidad de su mujer para colocar esas trampas había
impresionado a Chuckles. Había defendido su terreno como
una guerrera.
—Te mostraré cómo fabricar rocas afiladas y brillantes al
amanecer —Le dijo al ser peludo. Porque pronto no estaría allí
para matar a los atacantes. Los seres tenían que aprender a
defenderse.
—Estaremos listos al amanecer para aprender —Leader bajó
su peluda cabeza—. Es una habilidad que ninguno de nosotros
quiere adquirir, pero es mejor que la tengamos.
—Es mejor que la tengas —Chuckles estaba 94,6539 por
ciento seguro de que la necesitarían—. Uno de mis hermanos
llegará momentos después del entrenamiento —advirtió al
macho—. Tenemos que volver con los de nuestra especie.
Su hembra estaría mejor protegida en la Reckless, con sus
hermanos a su alrededor y los sistemas monitoreando un rango
más amplio de espacio.
Caminó lentamente hacia ellos, charlando con los seres
peludos, intercambiando abrazos con ellos. Tenía los ojos

236
enrojecidos y las mejillas húmedas. Su pequeña humana sentía
mucho, mostrando abiertamente su dolor y su afecto.
Por otros.
Sus sentimientos por él seguían siendo un misterio. Se
preocupaba por él. Procesó eso ¿Pero cuanto? ¿Sería alguna
vez digno de la emoción del amor humano?
—Cuando llegaste por primera vez, estaba seguro de que el
camino de Blue Eyes estaba destinado a fusionarse
permanentemente con el tuyo —Leader también observó a la
hembra de Chuckles—. La llevarías al cielo para conocer a los
de tu especie. Encontraría felicidad y pertenencia allí, algo que
nunca encontró con nuestra especie —miró a Chuckles, sus
ojos reflejaban una solemne sabiduría—, pero no tuvo que
dejar nuestro mundo para hacer eso. Su vínculo con tu mujer
fue rápido y firme. Eran seres con el mismo corazón, y Blue
Eyes experimentó la verdadera alegría antes de que terminara
su corto camino. Eso es raro, una piedra colorida que otros
buscan durante toda su vida. Dile esto a tu hembra. Puede que
no cure su dolor, pero podría aliviarlo.
—Compartiré tus palabras con ella —Chuckles esperaría hasta
que estuvieran solos para hacer eso. Estaba 100,0000 por
ciento seguro de que la comunicación del ser peludo causaría
más daño emocional a su mujer.
Leader asintió. Sus miradas se encontraron por un momento.
El macho luego se balanceó en las ramas, desapareciendo en
los árboles sin pronunciar otro sonido.
Chuckles conocía a su hembra mejor que nadie en el planeta.
Requería daño físico para reparar su daño emocional.

237
Con los pies separados y los brazos cruzados frente a su
pecho, observó cómo se acercaba. Enrojecería ese exuberante
trasero suyo, le daría la liberación que necesitaba.
Su mirada se encontró con la suya. Sus ojos se iluminaron, ese
brillo rivalizando con cualquier sustancia que un ser pudiera
fabricar.
—¿Es la hora, señor?
—Es la hora, nena —agarró su cintura y todo lo que no había
procesado funcionaba mal dentro de él reiniciado. Incluso el
dolor en su rodilla izquierda se desvaneció en la parte posterior
de sus procesadores. Cuando estaba con su hembra, era
completo y poderoso.
La levantó del suelo, demostrando descaradamente esa fuerza.
Chilló, el sonido contenía emoción y no miedo.
Chuckles levantó a su hembra sobre su hombro derecho y
cojeó a un ritmo rápido de cyborg hacia el árbol que habían
reclamado en el ciclo de descanso anterior. Pateó sus piernas.
Ató uno de sus brazos sobre ellas, inmovilizándola en su lugar.
Era suya. Nunca la dejaría ir.
—Su espalda está sanando, señor —transmitió esa
observación—. Tu cuerpo ahora está cubierto de piel gris claro.
—Tu culo pronto estará rojo, nena —La abofeteó, saboreando
sus exuberantes curvas, el tacto de ella contra su palma.
Su hembra se sacudió y su aroma tentador se intensificó.
—Gracias señor —suspiró, ese sonido triste tirando de su
corazón—. Necesito ser castigada. Fue mi culpa que Blue Eyes
se pusiera en peligro. Le dije que teníamos que ser el muro
entre los hombres malos y nuestros amigos.

238
—¿Le disparaste? —Le abofeteó el culo con más fuerza,
dándole el castigo que se merecía. El procesamiento de su
hembra carecía de lógica— ¿Fue tu proyectil en su pecho? —
La abofeteó de nuevo— ¿La querías muerta y a cada ser como
ella? —enfatizó esa pregunta con otra bofetada de su mano.
—No, señor —su voz se extendió con daño—. Pero...
—No hay peros —Le zurró en el trasero, usando una fracción
de su fuerza— Su muerte —Zas—, no fue. —Zas—, tu culpa.
Respiraba entrecortadamente, no decía nada.
—Repítelo —Esa orden fue acompañada de otro castigo.
—Su muerte —jadeó después de cada golpe—, no fue —Su
culo se sacudió—, mi culpa —hizo un sonido de dolor—, señor.
Su hembra requería esa absolución. También necesitaba
confesar.
—¿Cuál fue tu culpa? —exigió que declarara su error mientras
continuaba azotándola, su palma se calentaba por el contacto.
—Mentí —Su falta de aliento lo excitó—. Sobre mi daño —Su
pequeña humana ilógica empujó su culo hacia arriba,
presentándole esa parte de su cuerpo, buscando el dolor—.
Señor.
—Mi papel es protegerte —Algunos de los contenedores de
bebidas quedaron debajo del árbol. Se movió hacia ellos—, No
puedo cumplir con mi papel si mientes acerca de haber sido
dañada.
Cuando la vio por primera vez confrontando valientemente al
hombre humano, su bello rostro y su exuberante forma cubierta
de sangre, casi había aullado de ira, de pena, de dolor.

239
Su sentido del olfato le había comunicado que la sangre no era
de ella, pero su sistema de visión había informado el hallazgo
opuesto. Su hembra, su nena, su todo parecía haber sido
severamente dañada, y eso lo atravesó más profundamente de
lo que cualquier espada podría haberlo hecho.
Esa experiencia quedó grabada permanentemente en sus
procesadores.
Nunca volvería a ponerla en peligro.
—Lo siento, señor —Tenía la voz somnolienta y el cuerpo
flácido.
Su hembra flotaba. La bajó, acunando a su pequeña humana
en sus brazos.
—Serás buena en el futuro, nena —La besó suavemente en la
frente—. Tan bien como puedas.
Siempre sería un poco mala y siempre tendría que castigarla.
Esa perspectiva lo llenó de alegría.
—Seré buena, señor —sonrió, sus ojos ligeramente
desenfocados—. Te amo.
La miró fijamente, incapaz de confiar en su sistema auditivo.
—Repite lo que dijiste.
—Te amo, señor —dijo las palabras de amor humano por
segunda vez.
Esto no puede ser un mal funcionamiento. Lo amaba.
Una explosión de alegría estalló dentro de Chuckles,
superando cualquier otra felicidad que había experimentado.
Su mujer lo había considerado digno del más alto nivel de
cuidado.

240
—Creo que te amé desde la primera vez que hablé contigo. Por
eso abandoné las reglas de Smarts y tomé tantos riesgos —Su
sonrisa era adorablemente tímida.
—No volverás a correr esos riesgos —Su voz estaba ronca por
la emoción. Era demasiado preciosa para él. La protegería, se
aseguraría de que se comportara, no se pondría en peligro.
Y la cuidaría mejor. Nadie, ni siquiera el amigo de su padre,
Duggar, encontraría fallas en cómo administraba sus
necesidades.
—Bebe —Chuckles abrió el recipiente de bebida y lo presionó
contra sus labios. Se requería el consumo de líquido para
compensar su esfuerzo en esta rotación planetaria.
Su hembra bebió obedientemente, mirándolo con los ojos muy
abiertos mientras tragaba.
Cuando terminó, dejó el recipiente a un lado.
Todo el tiempo, sus procesadores giraban. Su hembra lo
amaba.
Sus palabras se repitieron en un bucle continuo. Lo amaba.
Cada repetición provocaba que una ola de felicidad lo invadiera.
Era demasiado y no suficiente durante el mismo intervalo.
Chuckles necesitaba más, más contacto, más conexión. Tenía
que estar dentro de su coño caliente, tenía que sentir esa
representación física de su cariño.
—Quítate la ropa —La puso sobre sus botas delante suyo.
Criarían y se criarían duro. Se fusionaría con su cuerpo, su
mente, su alma, sería uno con la mujer que adoraba.
—¿Le molesta, señor, que me quite la ropa para otro hombre?
—Se desabrochó el traje de vuelo, revelando el profundo valle
entre sus maravillosos pechos. Su mirada bajó mientras

241
completaba esa tarea—. No se me ocurrió otra forma de
distraerlo.
—Fue una estrategia de batalla inteligente —La mayoría de los
hombres se distraerían con su forma—. Estaba orgulloso, no
me molestó que lo usaras.
La había mantenido con vida y eso era lo más importante para
él.
Se quitó el traje de vuelo. Ya no había ningún brillo en su
pecho. No lo necesitaba. Su piel pálida brillaba. Sus pezones
estaban tensos y rosados.
—¿No está enojado conmigo, señor? —Se contoneó, el
movimiento agitó sus curvas. La acción fue tentadora. Su
parloteo indicaba daño emocional.
—Si estuviera enojado, me molestaría —Frunció el ceño—. Ya
le he dicho que no me molestó tu estrategia de batalla —
entrecerró los ojos— ¿Estás dudando de tu señor, nena?
—No, señor —dejó de moverse.
—Porque su señor es un cyborg, y cuando no estábamos en
uso, la Alianza Humanoide nos almacenaba desnudos —La
azotó con sus palabras, buscando reparar su daño por sus
acciones—. No tengo tus tontas preocupaciones humanas
sobre la desnudez.
Su cabeza se inclinó pero su forma se relajó.
—La forma en que el humano te miraba sí me molestaba —
dijo. Era suya. Ningún otro macho debería mirarla como si
quisiera reproducirse con ella—, pero lo reprendí, severamente,
por ese error.
Aunque el humano había perdido el conocimiento antes de que
Chuckles pudiera arrancarle el corazón, había sentido que

242
parte del macho latía en su palma... antes de apretarlo en
papilla. Eso le había proporcionado una gran satisfacción.
El macho había tratado de dañar a su hembra, había matado a
muchos de los hermanos de Chuckles, quería hacer lo mismo
con los seres peludos. Se había ganado esa dolorosa muerte.
—Pensé que por eso... por eso... —la voz de su hembra se
desvaneció.
—Termina tu comunicación —Chuckles requería más
información. Sus procesadores operaban de manera diferente
a la suya.
—Pensé que era por eso que no dijo que me amaba, señor —
miró su barbilla—. Soy una mala, mala mujer ¿Qué hombre
podría amar a una mujer como yo?
Su mujer dudaba del nivel de su devoción.
—Eso es ilógico —No había dicho las palabras de amor
humano, pero le había mostrado su cariño. Muchas veces—.
Te amo porque eres una mala, mala mujer, mi mala, mala
mujer.
Lo miró a través de sus largas y espesas pestañas.
—¿Me ama, señor?
—¿Estás dudando de tu señor otra vez? —La miró tan
severamente como pudo manejar.
—No, señor —le aseguró apresuradamente.
El silencio se prolongó. Sus labios se movieron.
—Te amo —Le dijo de nuevo—. Repítelo.
—¿Me amas? —La duda siguió enmarcando las palabras.

243
—Repítelo de nuevo —Reproduciría ese orden hasta que
creyera en las palabras.
—Me amas —Lo dijo con menos vacilación, más calidez.
—Otra vez —Se aseguraría de que nunca lo dudara.
—Me amas —Una sonrisa curvó sus labios—. Me amas —Su
hembra dijo eso sin preguntar—. Realmente me amas, señor —
Le sonrió, su belleza golpeándolo como un puñetazo en el
estómago.
Su hembra sería su muerte. Sacudió la cabeza.
—De verdad te amo —Era un cyborg. No mentía—. Inclínate y
agarra el tronco del árbol —Su paciencia se estaba
acabando—. Muéstrame tu culo enrojecido.
—Sí, señor —Se apresuró a obedecerle. El olor de su
excitación aromatizó el aire. Su hembra estaba anticipando
más que su examen.
Le pasó las manos por la espalda, deleitándose con la
suavidad de su piel. Tembló. Ahuecó su trasero. Era cálido y
teñido de rosa por sus castigos.
La había marcado, la había reclamado. Eso le agradó.
Le apartó las botas más lejos. Un temblor la recorrió. Sus
caderas inclinadas hacia arriba, una súplica silenciosa por más
caricias.
Era una amenaza. Sus labios se crisparon.
Deslizó una de sus palmas entre sus piernas. Las yemas de
sus dedos tocaron la carne húmeda, sus jugos empaparon su
mano.

244
—Estás goteando —Se inclinó, besó primero su trasero
derecho y luego el izquierdo, saboreando la sal en su piel—
¿A mi mala, mala mujer le gusto su castigo?
—Sus palabras también me excitaron, señor —Se retorcía,
ansiosa por reproducirse y para nada arrepentida por ser
mala— Cuando me dijiste que me amabas, varias veces, grrr...
—Su gruñido sexy hizo que su polla se balanceara.
Su hembra merecía ser encerrada. Permanentemente. Era un
peligro para todos los hombres del universo.
Y era suya. Chuckles se quitó los restos de su armadura
corporal, dejando su forma tan desnuda como la suya.
—Te mostraré cuánto te amo, nena —apretó sus caderas,
saboreando su suavidad, y se colocó con precisión cyborg en
su entrada.
No estaba dispuesta a esperar, balanceándose hacia atrás. Se
hundió en su calor hasta el borde. Ambos gimieron.
—Compórtate —apretó su agarre, impidiéndole que se moviera,
y esperó, sin aventurarse hacia adelante, sin retroceder.
Esa reprimenda los castigó a ambos. Sus circuitos pulsaban
mientras luchaba contra el impulso de empujar, de envolver su
eje contra su húmeda hembra. Se estremeció. Sus dedos se
curvaron contra la corteza del árbol.
—Lo siento señor —Finalmente se disculpó por su impaciencia.
—Estoy a cargo de nuestra cría. Siempre —Condujo hacia
adelante. Duro.
Sus caderas chocaron contra su trasero. El calor subió por su
polla. Se estremeció, flexionando los músculos de sus brazos y
piernas.

245
Estaba en casa. Sus ojos se cerraron por un momento, la
experiencia divina. Estaba completo. Mientras estaba dentro de
su hembra, no sufría daños. Lo completó, la conexión entre
ellos era perfecta, correcta.
Felizmente podría haberse quedado así para siempre. Su mala,
mala mujer, sin embargo, estaba tan impaciente como siempre.
Lo apretó, casi desnudándolo.
Agujero de fraggin. Apretó los dientes, apenas aguantando.
Pasaron momentos. Su control volvió.
Al igual que su capacidad para hablar. Y reprender.
—Dije, compórtate —Se retiró a su punta, hizo una pausa,
luego golpeó sus caderas hacia adelante, retrocedió a su punta,
hizo una pausa, luego golpeó sus caderas hacia adelante.
Su piel ya pellizcada se iluminó por esos eróticos azotes. Sus
curvas se ondularon.
Reforzó su dominio con su hembra, y su ilógica pequeña
humana parecía amarlo, su coño se volvió más resbaladizo,
sus labios se curvaron en una sonrisa de suficiencia. Estrellas.
Era gloriosa, salvaje, húmeda y dispuesta.
Y lo amaba.
—Di las palabras —golpeó en su contra—. Dímelas.
—Te. Amo. —procesó lo que quería, no dudó en reafirmar sus
sentimientos por él—. Te. Amo.
—Sí, tú me amas —puso su forma sobre la suya, la agarró sus
hombros y la tomó hasta el límite de su tolerancia, dándole todo
lo que podía manejar y ni un poco más—. Dilo.
—Te. Amo —Su piel brillaba con gotas de humedad, un brillo
natural que su crianza le había dado—, Te. Amo.

246
Se sumergió en ella una y otra vez, tan enérgico e imprudente
como un cyborg recién fabricado. Lo amaba y había visto lo
que haría, se sacrificaría, por los seres que amaba. Podía
confiar en ella, poner toda su fe en ella, no tardaría ni un
momento en hacerlo.
Era suya y era de ella. Durante el resto de su vida casi
interminable, la protegería, cuidaría, le proporcionaría alimento
y bebida. Miraba como envolvía su pelo de colores brillantes en
la parte superior de su amada cabeza y pintaba sus labios de
tonos antinaturales, procesando que lo hizo por él.
Porque lo amaba.
Su alegría amenazó con estallar en su pecho. No podía
permanecer en silencio.
—Te amo —añadió su voz a la suya—. Te amo.
Los insectos zumbaban. A lo lejos, unos seres peludos
charlaban. Las transmisiones entre sus hermanos cyborg
fluyeron a través de sus procesadores.
Su enfoque era su hembra. Se impulsó hacia adelante y cayó
hacia atrás, entrando y saliendo de ella con un ritmo cada vez
más errático. Temblaba más y más, su tono subía mientras
cantaba su cariño por él.
La presión exquisita se formó dentro de él, advirtiéndole que su
liberación estaba cerca. Enganchó su brazo derecho alrededor
de la cintura de su mujer, pasó los dedos por sus rizos privados
y encontró su clítoris.
Inhaló profundamente. Su pequeña y inteligente humana
procesó lo que se avecinaba. Sin embargo no luchó contra eso,
confiando en que la llevaría a la satisfacción.
Ambos completarían esa misión. Juntos.

247
Empujó profundamente, enterrándose en ella y golpeó su dedo
índice derecho contra la pequeña colección de terminaciones
nerviosas sensoriales. Gritó, empujando su cuerpo hacia atrás,
apretando con fuerza alrededor de su eje.
El placer se apoderó de él. Rugió, entrando en ella, chocando
contra su hembra. Chorros calientes de semen salieron de su
punta, la liberación derribó sus sistemas. Su mundo se volvió
oscuro y silencioso. Todo lo que sus procesadores podían
manejar era su dicha.
La abrazó ciegamente y se vació por completo dentro suyo.
Giró debajo de él, una ola de suavidad. Él dio y ella tomó, su
energía fluyó hacia su hembra, hasta que no le quedó nada.
Un escalofrío lo sacudió. Sus piernas se debilitaron. Pero no se
cayó. Tenía una pequeña y frágil humana que proteger, moriría
antes de dañarla... permanentemente.
Se quedó quieta. Besó su nuca, inhalando la dulce fragancia de
su cabello. Era todo lo que era hermoso y correcto con el
universo.
—Te amo, señor —Su voz sonaba somnolienta.
Se enderezó, llevándola con él.
—Te amo bebé.
Se tambaleó. Su pequeña humana necesitaba dormir.
Haciendo caso omiso del dolor punzante en su rodilla golpeada,
la tomó en sus brazos.
—Descanso —presionó sus labios contra la frente de su
mujer— Te protegeré —Esa sería su tarea hasta el fin de los
tiempos y lo disfrutaría.

248
Capítulo 18

En la siguiente rotación planetaria, Bettina se sentó en círculo


en el suelo con la Vieja Madre y algunos de los seres peludos
menos capacitados. Envolvieron enredaderas retorcidas
alrededor de las empuñaduras de las dagas afiladas con piedra
que habían elaborado anteriormente. Las enredaderas
permitirían a los guerreros agarrar las armas con mayor
eficacia.
Charlaban mientras trabajaban, contando historias de tiempos
pasados y compartiendo consejos sobre la crianza de los hijos,
el trato con los hombres y la búsqueda de refugio. Entendió
suficientes palabras para seguir la conversación. De vez en
cuando, miraba a su cyborg, a su señor, al hombre que amaba.
Les estaba enseñando a los seres peludos cómo lanzar las
dagas primitivas. Su espalda y cabeza se habían curado por
completo, esa piel un tono gris más claro que el resto. Afirmó
que las tres crías que habían disfrutado con entusiasmo
durante el ciclo de descanso habían acelerado su reparación.
Los cyborgs no podían mentir. Esa tenía que ser la verdad.
Pero sonaba como una declaración que la regañaría por hacer.
Su trasero se movió. Amaba sus castigos, lo amaba.
Y él también la amaba. Su cyborg había repetido las palabras
con cada crianza. Lo demostró en la forma en que preparaba la
fruta para que comiera, le proporcionaba una bebida segura
para beber, la abrazó después de cada castigo y la besó
suavemente en la frente.
Con su señor, se sintió querida, protegida, valorada, segura.
—Ser sin pelo —La Vieja Madre llamó su atención.

249
La mujer mayor parloteó. Bettina desconocía la mayoría de las
palabras. La mujer la señaló a ella, a Chuckles, imitó sus ruidos
sexuales y luego hizo un movimiento de balanceo con los
brazos.
Todos los demás seres se rieron.
Bettina sonrió tímidamente, su rostro calentándose a la
temperatura superficial del sol único de Vega R. Se merecía la
burla afable. No habían intentado guardar silencio durante sus
encuentros.
—¿Por qué están hablando de descendencia sin pelo? —Su
cyborg miró fijamente.
—Sienten curiosidad por la descendencia humana y
humanoide, señor —Era preferible mentir a explicar que todos
en la comunidad hablaban de su vida sexual.
—Hmmm... —No sonaba como si la creyera—. Truth llegará
pronto.
La emoción chocó con el miedo y la tristeza dentro de Bettina.
Truth había sido uno de los cyborgs de los que le había
hablado Chuckles. Su macho lo respetaba. Quería agradarle al
recién llegado.
Y echaría de menos a sus nuevos amigos.
Se volvió hacia ellos. Era justo que les advirtiera de la llegada
de Truth.
—Amigo —Señaló el cielo, aplanó la palma de la mano y la
bajó, imitando el aterrizaje de una nave.
Las hembras charlaban y se apresuraron hacia la línea de
árboles. Incluso la Vieja Madre cojeaba a un ritmo más rápido
de lo normal.

250
Frunció el ceño, mirándolos. No se habían despedido.
Eso podría ser una diferencia cultural. Trató de mantener una
actitud positiva. Quizás los seres peludos nunca se despidieron
de nadie.
—¿Cuál es tu daño emocional? —Chuckles la miró.
Se puso de pie con dificultad.
—Soy un desastre, señor —Se pasó los dedos por el pelo. Los
zarcillos estaban encrespados, los extremos sobresalían por
toda su cabeza—. Tu amigo se encontrará conmigo por primera
vez con este aspecto y...
—Le agradarás —Su cyborg parecía seguro de eso.
—Podría decidir que te mereces a alguien mejor, señor —
Cuando investigó a los de su clase, había visto imágenes de
ellos. Ninguno de los hombres era tan guapo como su señor,
pero todos eran apuestos y perfectos.
—Eso carece de lógica, nena —Su macho juntó una de sus
manos—. No hay nadie mejor que tú.
Dijo eso como si fuera un hecho, como si no tuviera ninguna
duda de que era la verdad. Sus preocupaciones
desaparecieron, su amor por él calentó su pecho.
—Gracias señor.
Se tomaron de la mano, esperando la llegada de su amigo. El
sonido del motor de una nave se hizo más fuerte. La nave
descendió, el viento los azotó.
La nave aterrizó. Los motores se callaron.
Se abrieron las puertas y bajó la rampa. Un macho con el
mismo color y complexión que Chuckles salió de la nave. Una

251
sonrisa iluminó su rostro, el cyborg tan alegre como severo era
su señor.
—¿Me perdí una batalla? —Truth miró a su alrededor. Los
escombros de la nave de su enemigo cubrieron el sitio—. Si no
me hubieras pedido que recogiera los suministros, podría haber
llegado a tiempo.
—Tenía la situación controlada —La brusquedad en la voz de
su cyborg comunicaba su afecto por su amigo.
Los dos machos se dieron una palmada en los hombros, el
impacto los sacudió a ambos. Truth rodeó a su cyborg.
—El estado de tu chaleco antibalas me dice que apenas lo has
manejado, gruñón bolsa de tornillos.
—Frag tú —El humor brilló en los ojos de Chuckles—. Esta es
mi hembra. Nena, este es Truth. Nunca se toma en serio
ninguna situación.
—¿Nena? —Las cejas de su amigo se arquearon.
—Sólo yo la llamo así —El gruñido en la voz de su señor la
excitó.
—Que la estés llamando comunica lo especial que es tu mujer
—Truth volvió su atención hacia ella— ¿Tienes una hermana,
mujer de Chuckles?
—Tengo muchas hermanas del corazón —Le sonrió al amigo
de su cyborg y le gustó su sentido de la diversión— ¿Te gustan
las hembras con escamas?
Era más grande que Keeper. A la Dracheon podría gustarle.
Chuckles emitió un sonido ahogado.
—Podría estar interesado en una mujer así— Los ojos de Truth
brillaron.

252
—Te aseguro que no es así. —Su cyborg rechazó el
emparejamiento de su amigo con Keeper—. Tu...
—Hay un gran grupo de pequeños humanoides detrás de ti —
Truth apoyó las manos en sus armas—. Se acercan a nosotros
con pequeñas piedras en la mano.
Bettina se dio la vuelta. Los seres peludos habían regresado.
—Esos son nuestros amigos.
Leader parloteó. Chuckles y Truth respondieron. Sentía envidia
y estaba agradecida por la habilidad de los cyborgs para hablar
numerosos idiomas. Al menos podrían comunicarse fácilmente
con los seres pequeños.
Su falta de vocabulario no interfirió con su interpretación de lo
que estaba sucediendo. Algunos de los seres peludos
colocaron un cuadrado tejido con vegetación en el suelo.
La Vieja Madre colocó una piedra a juego con la del colgante
que llevaba en el cuadrado y se acercó cojeando a Bettina con
los brazos extendidos.
—Amiga.
Bettina se agachó.
—Amiga —Se abrazaron.
La Vieja Madre se acercó a Chuckles, lo abrazó y también lo
llamó amigo. Truth recibió un abrazo y un saludo más largo,
para su obvio deleite, el hombre risueño y sonriente.
Para Bettina, la comunicación fue más emotiva. Fue un adiós,
no un hola.
Uno por uno, cada peludo colocó una piedra en el cuadrado, la
abrazó y la llamó su amiga, antes de avanzar hacia Chuckles y
Truth.

253
Para cuando Leader la abrazó, Bettina estaba llorando mucho.
Los extrañaría mucho.
—Transferiré los regalos a tu habitación —Truth debió sentir la
intensidad de la despedida. Dobló el cuadrado tejido en un
paquete improvisado—. El capitán los pondrá en cuarentena.
Estoy 100,0000 por ciento seguro de eso.
Llevó las rocas a la nave, dejándolos solos con sus amigos.
Bettina no tenía las palabras para decir lo que sentía,
probablemente no habría sido capaz de pronunciarlas si
hubiera tenido el vocabulario. Una dura bola de emoción se
formó en su garganta.
Señaló a cada ser peludo y luego a su corazón.
—Te extrañaré.
Chuckles hablaba. Debe haber traducido su mensaje.
Los seres peludos la señalaron a ella y luego a sus corazones.
Estrellas. Las lágrimas rodaron por sus mejillas.
Chuckles agregó su propio mensaje, su voz ronca. Bajó la
cabeza.
Leader y el resto de seres hicieron lo mismo.
—Es tiempo de irse —Su cyborg la balanceó en sus brazos.
Los machos gritaron. La Vieja Madre y algunas de las otras
hembras imitaban sus ruidos de cría. El rostro de Bettina se
calentó cuando Chuckles la llevó al interior de la nave.
Los seres peludos se burlaban de ella como solo la familia y los
amigos cercanos podían hacerlo. Y se estaba separando de
ellos. Quizás para siempre.

254
—Los echaré de menos, señor —sollozó, presionando su
mejilla contra su pecho cubierto con armadura.
Asintió con su cabeza y no dijo nada... lo cual lo dijo todo. Su
cyborg también extrañaría a sus amigos. Lo abrazó con fuerza.
Entraron en una cámara privada. El paquete con las rocas
estaba apoyado contra una pared. Un soporte para dormir
dominaba el espacio.
En esa superficie se colocaron contenedores de colores
brillantes y telas plegadas tan vívidamente teñidas estaban
dispuestas en esa superficie, al igual que una colección de
alambres variados, perfectos para la elaboración de
decoraciones.
—¿Qué es esto, señor? —Se movió, los objetos desviaron su
atención de sus pensamientos menos felices.
Su cyborg deslizó su cuerpo sobre el suyo, poniendo sus botas
en el suelo.
—¿Qué te parece? —No la miró a los ojos.
Corrió hacia el soporte para dormir y desdobló la tela. Eran
trajes de vuelo. Uno era de color rosa brillante. Otro era de un
vívido tono azul.
—Oh, señor.
Abrió los contenedores. El primero tenía brillo. Los otros
estaban llenos de pigmentos, algunos para su cabello, otros
para sus labios, párpados, mejillas, uñas. Había sujetadores de
todo tipo para sus rizos.
Truth podría haber recuperado los suministros, como se refería
a ellos, pero Chuckles era el único ser que conocía sus
preferencias, a quien le importaba tanto hacerla feliz.

255
Sostuvo un traje de vuelo contra sus curvas, miró en una
superficie reflectante en la pared y se encogió. Su cabello
desafiaba la gravedad. Sus ojos estaban rojos. Tenía las
mejillas manchadas.
Esos suministros eran necesarios. Dejó la prenda. Era un
desastre.
—Con todo esto —Saludó con la mano los artículos—. Pronto
volveré a ser hermosa, señor —Se apresuró a regresar a su
cyborg—. Gracias.
—Ya eres hermosa, nena —envolvió sus brazos alrededor,
doblándola contra su gran cuerpo—. Te amo.
—Yo también lo amo, señor —Se acurrucó en su contra.
Estaban dejando a sus amigos, habían perdido a algunos de
ellos definitivamente. El dolor la apuñaló al pensar en Blue
Eyes.
Pero harían nuevos amigos. Apartó el dolor. Y se tenían el uno
al otro.
Era una mujer afortunada.

***

Once rotaciones planetarias más tarde, Bettina aplicó brillo a su


rostro. Sus cosas finalmente salieron de la cuarentena. Como
Truth había predicho, el capitán de la Reckless, el líder de
Chuckles, había separado los objetos en una cámara separada
hasta que se le aseguró que no representaban una amenaza
para su mujer, su hijo y su tripulación.
Entendía su preocupación. Su cyborg era tan protector con ella.

256
Lo que le valió el respeto de su padre y Duggar. Se
comunicaban con él en cada rotación del planeta, a veces
estaban más interesados en hablar con Chuckles que en hablar
con ella.
El mensaje programado en caso de muerte para Duggar había
sido cancelado antes de que pudiera enviarse desde el
almacenamiento fuera de la nave. Su padre, como ella le había
dicho que estaría fuera de comunicación por un tiempo, no se
había preocupado cuando no había oído de ella.
—Recibí un mensaje hoy, señor —recogió su cabello en tres
mechones en la parte superior de su cabeza, sujetándolos.
Los zarcillos habían sido de color rosa brillante, del mismo tono
que el pelaje de Blue Eyes.
Eran seres con el mismo corazón, como Leader le había dicho
a su cyborg y su cyborg le había transmitido. Nunca olvidaría a
su amiga.
—Ese mensaje fue muy interesante —miró a Chuckles a través
de la superficie reflectante.
Su cyborg gruñó. No la miró a los ojos.
—Smarts fue dirigida a través de una comunicación anónima a
una abandonada. Estaba colocada cerca de la nave lanzadera,
había sido modificada para parecerse a la nave que le dije que
le regresaría, la nave que Dusta y sus machos habían volado
—Que su cyborg hubiera pensado en reemplazar la nave,
asegurándose de que cumpliera su promesa al equipo,
significaba el universo para ella—. Había dispositivos portátiles
a bordo, con instrucciones sobre cómo escanear en busca de
dispositivos de rastreo.

257
Su cyborg fruncía el ceño. Lo hacía cuando lo sorprendían
siendo blando.
—El capitán ha ordenado a toda la tripulación reunirse en el
puente —extendió una de sus manos.
Como una estrategia de distracción, era eficaz. El capitán no
era un ser a quien nadie esperara.
Fue considerada tripulación. Bettina apretó los dedos de su
cyborg, lo que le permitió ponerla de pie. El capitán se lo había
explicado a su llegada a la Reckless. Su cyborg y ella eran un
equipo.
—¿Hay algo que deba saber antes de esta reunión, señor? —
Lo miró mientras caminaban uno al lado del otro a través de la
nave.
—No tengo más detalles, nena —Su andar permaneció
desigual.
Su rodilla izquierda siempre estaría dañada. Las mejores
mentes del universo no pudieron repararlo. Pero su cyborg
afirmó que le dolía menos ahora que antes de conocerla.
Atribuyó el aumento en sus nanocibóticos a eso, dijo que el
impulso era debido a la cría con ella. Esa era una lógica tan
masculina. Sus labios se crisparon. Sospechaba que el
bálsamo curativo había disminuido su agonía.
Entraron al puente. Estaba lleno de cyborgs. Kasia, la hembra
humana del capitán, se sentaba en el regazo de su macho.
Llevaba la decoración que Bettina había hecho para ella, el
brazalete de color dorado que rodeaba su delgado bíceps
derecho.
Se veía bien en la hembra. La barbilla de Bettina se levantó
con orgullo.

258
Future, Kasia y el hijo del capitán, se sentaron en silencio en
una silla a su izquierda. Era una adorable versión más pequeña
de su enorme padre.
Ese papá, el capitán, debe haber estado esperando su llegada.
Una imagen de un cyborg modelo E de ojos negros apareció en
la pantalla principal tan pronto como entraron al puente.
Chuckles se enderezó. El modelo E debe ser alguien digno de
respeto.
—Vector —El macho se dirigió al capitán—. Que esta
transmisión sea privada.
—El carguero no ha vuelto al espacio controlado por los
cyborgs, señor —El capitán ignoró la solicitud del modelo E.
—Las actividades de tres cyborgs no identificados, si realmente
fueran cyborgs...
—Eran cyborgs —Los ojos del capitán ardieron—. Estoy
97.5869 por ciento seguro de eso.
—Son de baja prioridad —El tono del modelo E era
extremadamente arrogante—. A la Reckless se le ha asignado
una misión más importante, una tarea fundamental para la
supervivencia de los cyborg. Debes explorar todos los planetas
que sustentan la vida dentro de nuestro sector.
El capitán, Chuckles, incluso Bettina, se quedaron mirando al
macho.
Había visto el tamaño de su sector. Era enorme, la tarea de
explorarlo formidable... y emocionante ¿Quién sabía lo que
podrían encontrar en esos planetas?
—Se registrarán todas las especificaciones sobre el planeta —
El modelo E amplió su nueva misión—. La información genética
de cada habitante humano o humanoide, junto con sus datos

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de identificación, también se ingresarán en una base de datos.
Te estoy enviando toda la información que debes solicitar sobre
la misión.
Debe haberlo enviado a través de las líneas de transmisión de
los cyborgs. No apareció nada en la pantalla principal.
—¿Y si rechazamos esta asignación? —El capitán levantó la
barbilla.
—Esta no es una solicitud —El rostro del Modelo E se
endureció—. Espero su primer informe dentro noventa
rotaciones planetarias.
La imagen en la pantalla principal volvió a ser un espacio
abierto, soles distantes brillando en una extensión de oscuridad.
—Noventa rotaciones planetarias —El capitán negó con la
cabeza—. Traza nuestro rumbo hacia el planeta sustentador de
vida más cercano —Sonaba resignado a completar su misión.
El modelo E debe ser extremadamente poderoso.
—¿Quién era el cyborg en la pantalla principal, señor? —
Bettina le susurró a Chuckles. El hombre no se había
presentado, había asumido que todos sabían quién era.
—Ese era Power —Chuckles envolvió sus brazos alrededor
suyo, acercándola—. Lidera el consejo cyborg.
Eso explicaba la arrogancia del macho. Consideró las palabras
del miembro del consejo.
—Visitaremos nuevos planetas, señor —Se movió.
—Esta misión será peligrosa —refunfuñó su cyborg.
—Será divertido, señor —contempló las posibilidades—. Piense
en las rocas que encontraremos, los nuevos amigos que
haremos.

260
Apretó su agarre sobre ella.
—Solo tú lo procesarías de esa manera.
—¿Qué otra forma hay de procesarlo, señor? —giró la cabeza
y lo miró, confundida por su respuesta.
—Exploraremos planetas desconocidos, encontraremos seres
desconocidos. Algunos de esos seres serán hostiles —Sus
labios se aplanaron, su hermoso rostro se oscureció—. Me
obedecerás, cariño, cuando aterricemos en esos planetas. Si te
digo que corras, correrás.
No era tonta. Si alguien le decía que corriera, estaba corriendo.
Hasta entonces, desviaría a su cyborg hiperprotector,
asignándole una tarea sexy para completar, un medio para
ejercer su dominio.
—Debería probar mi obediencia, señor, antes de que
aterricemos en esos planetas —Le dio su sonrisa más
provocativa. Las pruebas que imaginaba eran sumamente
eróticas, la idea de ellas mojaban su coño—. De esa manera
sabrás que estoy lista.
—Te pondré a prueba —La energía iluminó los brillantes ojos
azules de su cyborg—. Y si fallas, te castigaré. Duramente.
Estrellas. Quería eso.
—Gracias Señor.
Sacudió la cabeza, sus labios se crisparon.
—Serás mi muerte, nena —Sonrió al escuchar el amor en esa
declaración.

FIN

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