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La RAE define «inducir» en su sentido filosófico, como «extraer, a partir de determinadas

observaciones o experiencias particulares, el principio general que en ellas está implícito».


Esas «extracciones» son de dos tipos:

Generalizaciones acerca de las propiedades de «clases de objetos», efectuadas a partir de


una cierta cantidad de observaciones de casos individuales. Por ejemplo: la inferencia que
las esmeraldas son verdes a partir de la observación de algunas (quizás muchas)
esmeraldas individuales.

Presunción de que eventos en el futuro continuarán presentando la misma forma o que las
mismas causas ocasionarán los mismos efectos observados en el pasado (ver
causalidad). Lo que implica, por ejemplo, la creencia en que las leyes científicas serán
válidas en el futuro. John Stuart Mill llamó a esta asunción el principio de la uniformidad
de la naturaleza.[18]

Dado que ambas son utilizadas, ya sea explícita o implícitamente, en forma generalizada
para proponer hipótesis —ya sea formales o no— a partir de observaciones empíricas, su
cuestionamiento pone en duda una gran parte, si es que no la totalidad, del conocimiento
humano. El problema adquiere especial relevancia en el ámbito científico, dado que
generalmente se pensaba que las asunciones necesarias para formular leyes científicas
requieren tanto generalizaciones como expectativas de que eventos en el futuro continuarán
exhibiendo los mismos comportamientos que en el pasado.[19] Esto se expresa
generalmente como el principio de simetría[20] [21] [22] o principio de invariancia[23] (véase
también principio de Curie[24] y teorema de Noether).

Consecuentemente Alfred North Whitehead describió la inducción como «el rompecabezas


(the despair) de la filosofía»[25] y el filósofo C. D. Broad sugirió: «La inducción es la gloria de
la ciencia, y el escándalo de la filosofía».[26]

Según el sentido de la teoría de la justificación la ciencia ha de consistir en proposiciones


probadas.[27] El experimento no es una verificación de la teoría que lo sustenta, como
mostró Karl Popper desnudando el problema de la inducción.[28] Por otro lado, las
inferencias lógicas transmiten la verdad, pero no sirven para descubrir nuevas verdades.[29]
Las teorías generales no son directamente contrastables con la experiencia, sino solamente
mediante casos particulares, con soluciones específicas mediante teorías específicas, como
modelos teoréticos. Cuanto mayor sea la lógica que detente una teoría, menor será la
contrastabilidad empírica. Esto quiere decir que teorías tan generales como la teoría de la
información, mecánica clásica o mecánica cuántica solo pueden ser contrastadas respecto a
modelos teóricos específicos en el marco de dichas teorías, teniendo en cuenta que no
siempre es posible saber qué es lo que hay que corregir en el modelo cuando el contraste
empírico fracasa o, si por el contrario, es la propia teoría general la que contiene el error,[30]
teniendo muy presente la dificultad de poder asegurar que el valor de los datos manejados y
obtenidos sean los correctos. Por ello la filosofía de la ciencia adquiere un carácter de
investigación científica muy importante.[31] [32]

Problema de la deducción

Esta sección es un extracto de Problema de la justificación de la deducción.[editar (https://es.wikipedia.org/w/i
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El problema de la justificación de la deducción es el problema de la filosofía de la lógica


acerca de cómo justificar los métodos deductivos propios de las ciencias formales,
suponiendo que necesitan ser justificados. Este problema presenta un desafío a varios tipos
de justificación a priori y constituye un desafío para los proponentes de dicha justificación.

Suponga que la proposición «la vida extraterrestre existe o no existe» está justificada a priori.
No se necesita recorrer el universo para saber que esa proposición es verdadera. Sin
embargo, según las técnicas estándar de la lógica contemporánea, si se quiere demostrar la
verdad de esa proposición, se debe demostrar que bajo cualquier interpretación de las partes
de la proposición, la proposición completa resulta verdadera. Pero este proceso de
demostración supone, necesariamente, la validez de al menos una regla de inferencia,
generalmente el modus ponens. Pero para demostrar la validez del modus ponens, es
necesario recurrir al modus ponens, o a reglas de inferencia cuya validez se demuestra por
medio del modus ponens. Luego, parece imposible dar una justificación última de la verdad
de la proposición.

En 1895, Lewis Carroll publicó un breve ensayo titulado Lo que la tortuga le dijo a Aquiles,
donde por medio de un diálogo entre estos dos personajes, expone un problema de
justificación de la deducción. Carroll observa que para aceptar la verdad de una conclusión
basada en un argumento deductivo, es necesario aceptar tanto la verdad de las premisas
como la validez del argumento. Sin embargo, la validez del argumento puede ser considerada
una premisa adicional, que debe por lo tanto sumarse a las premisas que ya se tenía. Pero
esto genera un nuevo argumento, distinto al anterior, con n + 1 premisas, y si se quiere
aceptar la conclusión original con base en este nuevo argumento, entonces debe aceptarse
que el nuevo argumento con n + 1 premisas es válido. Pero aceptar esto, otra vez, es
introducir una nueva premisa, que genera un argumento con n + 2 premisas, distinto al
anterior. Y así ad infinitum.
En un artículo de 1976, Susan Haack revela varios paralelismos entre el problema de la
justificación de la deducción y el problema de la inducción.[33] Según Haack, tanto la
inducción como la deducción se pueden justificar deductivamente o inductivamente.[33] En
el caso de la inducción, una justificación deductiva resultaría demasiado fuerte, porque
mostraría que siempre que las premisas sean verdaderas, la conclusión también lo será, y
una justificación inductiva resultaría circular.[33] Análogamente, en el caso de la deducción,
una justificación inductiva resultaría demasiado débil, porque mostraría que casi siempre que
las premisas sean verdaderas, la conclusión también lo será, mientras que una justificación
deductiva resultaría circular.[33]

Paul Boghossian, en su trabajo titulado Knowledge of Logic, menciona otro posible camino
de justificación para la deducción: el camino no inferencial, según el cual es posible algo así
como una intuición racional de la verdad de las bases de la deducción (Boghossian se refiere
en particular al modus ponendo ponens).[34] Este camino, dice, aunque ha sido
históricamente influyente, parece más un nombre para el problema que una solución a él.[34]

Teorías del conocimiento



Ante la posibilidad del conocimiento existen distintas aproximaciones:

El realismo es una doctrina filosófica según la cual el conocimiento humano está regido
por el ser de las cosas. La verdad de una proposición depende de que tal proposición
concuerde con el estado de las cosas. Esta doctrina ha sido defendida por Aristóteles,
Tomás de Aquino y muchos otros autores modernos y contemporáneos.

El dogmatismo es una doctrina filosófica según la cual podemos adquirir conocimientos


universales, y tener plena certeza de ello. Puede haber también un dogmatismo de la
experiencia, como el que se dio entre estoicos, cínicos y epicúreos, que niegan la validez
de afirmaciones universales pero afirman la certeza completa de la experiencia sensible. A
este dogmatismo empirista se opusieron fuertemente dos académicos, Arcesilao y
Carnéades, y el más famoso escéptico, Sexto Empírico.

El escepticismo es una teoría filosófica opuesta al dogmatismo la cual duda de que sea
posible un conocimiento firme y seguro, en algunos ámbitos del saber (un escepticismo
más moderado) o en todos (un escepticismo radical). Esta postura fue defendida por
Pirrón.

El criticismo es una doctrina filosófica intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo,


admite la existencia de la verdad absoluta, y la posibilidad de acercarnos a ella mediante la
crítica: es decir, la eliminación de hipótesis falsas, otorgándonos verdades provisionales.
Cualquier verdad provisional sigue estando sometida a la falsabilidad, de tal forma, que
jamás exista la certeza de que una verdad provisional sea verdad absoluta. Tal doctrina
fue defendida por Immanuel Kant.

El relativismo es una corriente de pensamiento filosófica, defendida por los sofistas, que
niega la existencia de una verdad absoluta y defiende la idea de que cada individuo posee
su propia verdad, la cual depende del espacio y el tiempo. Un prototipo de sofista, al
menos como lo presenta Platón, sería Protágoras de Abdera.

El perspectivismo es una doctrina filosófica que defiende la existencia de una verdad


absoluta pero piensa que ninguno de nosotros podemos llegar a ella sino que llegamos a
una pequeña parte. Cada ser humano tiene una vista de la verdad. Dicha actitud fue
defendida por José Ortega y Gasset.

El racionalismo de René Descartes proponía que los seres humanos nacían con ideas,
tales como la idea de Dios, y que el conocimiento proviene del razonamiento.

El empirismo fue desarrollado por los filósofos ingleses John Locke, George Berkeley y
David Hume, los cuales, basándose y siguiendo las enseñanzas de Aristóteles, sostienen
que todo conocimiento proviene de la experiencia, y que el hombre es al nacer una tabula
rasa, es decir, como una tabla lisa, sin ninguna idea preconcebida y en la cual las
experiencias van dejando su marca, al contrario de lo que sostenía Descartes.

El idealismo desarrollado en 1781 por el filósofo alemán Immanuel Kant; publica la Crítica
de la razón pura, una obra muy influyente en la que critica tanto al racionalismo como al
empirismo y propone una alternativa superadora: el idealismo trascendental. Con ello
propuso un "giro copernicano" en la filosofía moderna, donde el sujeto ya no es pasivo
frente al mundo, sino que pasa a ser un sujeto activo que "construye" el objeto de su
conocimiento. De este modo, Kant propone que el mundo nouménico permanece
incognoscible para el sujeto, que solo puede conocer el mundo fenoménico, mediado por
las intuiciones puras del espacio y el tiempo, las categorías del intelecto y las ideas
regulativas de la razón. A partir de entonces, la gnoseología ha intentado volver a recuperar
el conocimiento del mundo. La obra de Kant dio inicio al idealismo alemán, escuela que
tuvo a sus mayores exponentes, además del propio Immanuel Kant, en Johann Gottlieb
Fichte, Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel.

El constructivismo es una doctrina filosófica según la cual el sujeto "construye" estructuras


que representan la realidad dentro de sí mismo, a partir de su interacción con los objetos,
de tal manera que no es solo la experiencia pura lo que crea el conocimiento, sino la
transformación de las estructuras por el sujeto (ver Estructuralismo). Jean Piaget
desarrolló su teoría del constructivismo genético, con la cual busca dilucidar la "génesis"
de las estructuras en el individuo, a partir de la observación de niños desde su nacimiento
hasta la adolescencia. Los principios de esta construcción de estructuras son la
asimilación y la acomodación, conceptos que Piaget tomó de la biología.

El materialismo dialéctico es una postura filosófica, desarrollada por Karl Marx y Friedrich
Engels, que retoma el pensamiento dialéctico de Hegel, pero "dándole vuelta". Según estos
autores, existe una realidad material independiente de los sujetos, pero que solo es
comprendida por la actividad de los hombres. Es decir, que la realidad solo es realidad
porque es mediada por la práctica de los hombres concretos. La idea de que el hombre
construye la realidad, no obstruye que el hombre pueda conocer la realidad tal cual es, sino
todo lo contrario, solo así puede conocer tanto la realidad humana creada como la
naturaleza.

El objetivismo randiano es el sistema filosófico desarrollado por la filósofa y novelista Ayn


Rand. Sostiene que existe una realidad independiente de la mente humana, que los
individuos están en contacto con ésta a través de la percepción de los sentidos, que
adquieren conocimiento procesando los datos perceptivos utilizando la razón (o la
"identificación no-contradictoria"). Esta teoría parte de los principios de la lógica y
metafísica aristotélicas.
Fenomenología

Dentro de la gnoseología, una parte importante, que algunos consideran incluso una rama
independiente de la filosofía,[35] es la fenomenología. La fenomenología es el estudio de los
fenómenos, es decir de la experiencia de aquello que se nos aparece en la conciencia.[35]
Más precisamente, la fenomenología estudia la estructura de los distintos tipos de
experiencia, tales como la percepción, el pensamiento, el recuerdo, la imaginación, el deseo,
etc.[35] Algunos de los conceptos centrales de esta disciplina son la intencionalidad, la
conciencia y los qualia, conceptos que también son estudiados por la filosofía de la
mente.[35]

Límites del conocimiento

Trilema de Münchhausen

Esta sección es un extracto de Trilema de Münchhausen.[editar (https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Trile
ma_de_M%C3%BCnchhausen&action=edit) ]

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El barón de Munchausen se saca del lodo tirando de su propio pelo.

El trilema de Münchhausen o trilema de Agripa es un ataque a la posibilidad de lograr una


justificación última para cualquier proposición, incluso en las ciencias formales como la
matemática y la lógica.

Un trilema es un problema que admite sólo tres soluciones, todas las cuales parecen
inaceptables. El argumento discurre así: cualquiera que sea la manera en que se justifique
una proposición, si lo que se quiere es certeza absoluta, siempre será necesario justificar los
medios de la justificación, y luego los medios de esa nueva justificación, etc. Esta simple
observación conduce sin escape a una de las siguientes tres alternativas (los tres cuernos
del trilema):[36]

Una regresión infinita de justificaciones: A se justifica por B, B se justifica por C, C se


justifica por D, etc. La necesidad de remontarse cada vez más en la búsqueda de
fundamentos, un proceso sin fin irrealizable que no provee ningún fundamento seguro.

Un corte arbitrario en el razonamiento: A se justifica por B, B se justifica por C, y C no se


justifica. Esta última proposición se puede presentar como de sentido común o como un
principio fundamental (postulado o axioma), pero en cualquier caso representaría una
suspensión arbitraria del principio de razón suficiente recurriendo a un dogma.
Una justificación circular: A se justifica por B, B se justifica por C, y C se justifica por A. En
el proceso de justificación se recurre a enunciados que ya antes se habían mostrado como
enunciados que requieren justificación y por lo tanto sin llegar nunca a una justificación
segura por ser lógicamente defectuosa.

Historia

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Edad Antigua

La investigación sistemática del conocimiento comienza en la Antigua Grecia, especialmente
con el diálogo platónico Teeteto, aunque también en la República (VI). Aristóteles dedica
parte de su trabajo titulado De Anima a explicar el conocimiento "empírico", el que se obtiene
a través de los sentidos, y en la Metafísica dedica el libro IV (especialmente el capítulo 4 y
ss.) a discutir cuestiones como la prueba de los primeros principios y el relativismo. En los
Segundos analíticos (o Analíticos posteriores) presenta lo que puede considerarse como su
epistemología. Para estos dos autores, solo podía haber conocimiento que llegue a ser
ciencia de lo inmutable: para Platón las Ideas, y para Aristóteles las sustancias (también las
sustancias separadas). En el período helenístico el pirrónico Sexto Empírico ofrece la
expresión más completa y sistemática del escepticismo antiguo.

Edad Media

En el mundo cristiano antiguo y en la Edad media se elaboraron diversas doctrinas sobre el
conocimiento humano. San Agustín pensó en la necesidad de una iluminación divina que
garantizase la verdad de nuestras afirmación. Santo Tomás de Aquino, por su parte, recoge
ideas de Aristóteles y elabora una completa teoría del conocimiento, que critica el
ultrarrealismo (por ejemplo de Guillermo de Champeaux), el representacionismo y el
nominalismo -o verbalismo- (de Roscelino).

Renacimiento …
Con el Renacimiento comenzó un período de intenso desarrollo de la gnoseología, que
marcará toda la modernidad. La invención de nuevos instrumentos de observación, como el
telescopio, ayudaron al desprendimiento de los cánones (principalmente Aristóteles y la
Biblia) a la hora de fundamentar el conocimiento.

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