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María Teresa y su familia celebrando San Nicolás, por María Cristina de Habsburgo-Lorena, 1762. La pintura retrata
las comodidades «burguesas» del hogar de la familia imperial. (Fraser, 2001, p. 15)
Como todos los miembros de la Casa de Habsburgo, María Teresa era católica y bastante
devota. Creía que una religión unida era necesaria para una vida pacífica y por ello rechazaba
frontalmente la idea de la tolerancia religiosa. Sin embargo, a pesar de que mantenía
relaciones estrechas con la Santa Sede, nunca permitió que la Iglesia interfiriese en aquello
que consideraba que era propio del poder del monarca: ella elegía a los arzobispos, a los
obispos y a los abades.(Mahan, 2007, p. 251) No obstante, María Teresa fue conocida por su
estilo de vida ascético, especialmente durante los quince años de viudedad. (Saperstein,
1996, p. 449)
Su relación con los jesuitas fue bastante compleja, pues ella fue educada por miembros de
esa orden, que además fueron sus confesores y supervisaron la educación religiosa de su
hijo mayor. Por todo esto, los jesuitas fueron poderosos e influyentes durante los primeros
años del reinado de María Teresa. Sin embargo, sus ministros consiguieron convencerla de
que esos religiosos representaban un peligro para la autoridad monárquica. No sin muchas
dudas y arrepentimientos, redactó un decreto que los retiraba de todas las instituciones de la
monarquía. La emperatriz prohibió la publicación de la bula Apostolicum pascendi múnus
(favorable a los jesuitas) del papa Clemente XIII y también confiscó todos sus bienes cuando
Clemente XIV suprimió la orden.(Mahan, 2007, p. 254)
Judíos y protestantes …
El tálero de María Teresa, «la moneda más famosa del mundo». La inscripción latina dice: M[ARIA] THERESIA D[EI]
G[RATIA] R[OMANORVM] IMP[ERATRIX] HV[NGARIAE] BO[HEMIAE] REG[INA], es decir, «María Teresa, por la gracia de
Dios, emperatriz de los romanos, reina de Hungría y Bohemia». Las monedas con esa efigie siguieron siendo
acuñadas más de un siglo después de su muerte y siempre con la fecha de 1780.
Durante la tercera década de su reinado, influida por su cortesano Abraham Mendel Theben,
María Teresa promulgó edictos en los que se ofrecía cierta protección estatal para sus
súbditos judíos. En 1762 prohibió la conversión forzada de niños judíos al catolicismo y, al
año siguiente, prohibió al clero católico cobrar el «impuesto de sobrepelliz» a los judíos. En
1764 ordenó la liberación de los judíos encarcelados por libelos de sangre en Orkuta. A pesar
de su fuerte antisemitismo, la emperatriz acabó apoyando las actividades comerciales e
industriales de los judíos. (Patai, 1996, p. 203)(Penslar, 2001, p. 32-33)
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