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Gnoseología
rama de la filosofía

La gnoseología (del griego γνωσις, gnōsis, «conocimiento» o «facultad de conocer», y λόγος,


logos, «razonamiento» o «discurso»), también llamada teoría del conocimiento,[1] es la rama
de la filosofía que estudia la posibilidad, el origen o medios, la naturaleza o esencia, y la
fenomenología del conocimiento.[2] [3]

El experimento mental del cerebro en una cubeta pretende poner a prueba distintas teorías acerca del conocimiento.

La gnoseología no estudia los conocimientos particulares, como pueden ser los


conocimientos de la física, de la matemática o del entorno inmediato, sino la naturaleza del
conocimiento en general. Muchas ciencias particulares tienen además su propia filosofía,
como por ejemplo la filosofía de la física, la filosofía de la matemática, la filosofía de la
historia, etc. Otras disciplinas también se ocupan del conocimiento en general, pero desde
otros puntos de vista. La psicología estudia los aspectos de la vida mental implícitos en el
conocer, la lógica estudia la corrección o incorrección de los razonamientos que pueden
implicar nuevos conocimientos, y la ontología o metafísica estudia la naturaleza de los
objetos que se pueden conocer.

Los problemas en torno al conocimiento son centrales en la filosofía y su consideración se


inicia con la filosofía misma, especialmente en el Teeteto de Platón. Prácticamente todos los
grandes filósofos han contribuido a la gnoseología.[4]

Naturaleza del conocimiento

Tipos de conocimiento

En la gnoseología se suele distinguir entre tres tipos de conocimiento: el conocimiento
proposicional, el conocimiento práctico o performativo, y el conocimiento directo
(acquaintance).[5] El primero se asocia a la expresión «saber que», el segundo a la expresión
«saber cómo», y el tercero, en el español, se asocia a la expresión «conocer» (en vez de
«saber»). Así se dice, por ejemplo, que en la biología se sabe que los perros son mamíferos.
Este es un conocimiento proposicional. Luego existe un saber cómo entrenar un perro, el
cual es un conocimiento práctico o performativo. Y por último, el conocimiento por
familiaridad es aquel que posee quien dice, por ejemplo, «yo conozco a mi perro».[5] La
mayoría del trabajo en gnoseología se centra en el primer tipo de conocimiento, aunque ha
habido esfuerzos por cambiar esta tendencia.[6]

Conocimiento proposicional

El conocimiento proposicional es un tipo de conocimiento intelectual que se tiene cuando un
sujeto sabe que X:

1. Si X es verdadero

2. Si cree en la verdad de X

3. Si hay fundamento para creer en X

Se lo asocia a la expresión del lenguaje ordinario "saber que" (en inglés, know that) . Por
ejemplo, decimos que sabemos que la Luna orbita alrededor de la Tierra, que el texto que
tenemos delante de los ojos está en español, que padecemos de dolor de muelas, o que 2 +
2 = 4. Todos estos conocimientos son muy diversos entre sí, pero tienen en común que todos
son conocimiento de una proposición.

Conocimiento práctico

El conocimiento práctico, también llamado conocimiento operacional o procedimental, es el
conocimiento que se tiene cuando se poseen las destrezas necesarias para llevar a cabo una
acción. Se lo asocia a la expresión "saber cómo" (know how). Por ejemplo, decimos que
sabemos cómo ir en bicicleta, cómo redactar una carta comercial o cómo amamantar un
niño.

Es frecuente la suposición de que la mayor parte de la teoría del conocimiento "clásica" —es
decir, aquella anterior al siglo XX— se ocupa principalmente del conocimiento proposicional.
Sin embargo, los problemas del conocimiento operacional gozan de una extensa historia en
la filosofía occidental. En la gnoseología contemporánea, sin embargo, la mayoría de los
esfuerzos se centran en el conocimiento proposicional (enunciado que afirma o niega algo).

Conocimiento directo

El conocimiento directo, u objetivo (de objeto), es el conocimiento que se puede tener de las
entidades. En español, el conocimiento directo se asocia a la expresión "conocer". Por
ejemplo, decimos que conocemos a Juan Pérez, que conocemos tal canción, que
conocemos París.

Bertrand Russell trazó una distinción influyente entre conocimiento por familiaridad (en
inglés, knowledge by acquaintance) y conocimiento por descripción. El primer tipo de
conocimiento es el conocimiento de un objeto al que se tiene acceso directo, como puede
ser una percepción o un dolor. El segundo es en cambio el conocimiento de un objeto al que
no se tiene acceso directo, al que llegamos solo mediante una descripción definida que
refiere unívocamente al objeto siendo conocido. Por ejemplo, nuestro conocimiento del agua
es un caso de conocimiento por familiaridad, mientras que nuestro conocimiento del centro
del Sol es un caso de conocimiento por descripción.[7]

Vías de acceso al conocimiento



Un debate importante y recurrente en la gnoseología es aquel entre el racionalismo y el
empirismo.[8] El racionalismo es la doctrina que sostiene que parte de nuestro conocimiento
proviene de una «intuición racional» de algún tipo, o de deducciones a partir de estas
intuiciones.[8] El empirismo defiende, en cambio, que todo conocimiento proviene de la
experiencia sensorial.[8] Este contraste está asociado a la distinción entre conocimiento a
priori y conocimiento a posteriori,[9] cuya exposición más famosa se encuentra en la
introducción a la Crítica de la razón pura, de Immanuel Kant.

Existen dos formas de adquirir el conocimiento:

Sentidos: Es la información que se adquiere por contacto, visión, olfato, audición, gusto o
cualquier otro sentido como la propiocepción. Una variante elaborada de esta forma es la
transmisión de información entre personas, por ejemplo, comunicar lo que hizo una
persona cuando estaba sola.

Razón: Elabora la información e infiere una conclusión. Por ejemplo: si se ponen todas las
piezas de un juego de ajedrez en una bolsa oscura y se van retirando una por una, cuando
quede una sola pieza se podrá saber cuál es esta pieza sin necesidad de sacarla.

Problema de Gettier

Esta sección es un extracto de Problema de Gettier.[editar (https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Problema
_de_Gettier&action=edit) ]

El problema de Gettier es un problema en gnoseología moderna que surge al presentar


contraejemplos a la definición clásica de conocimiento como «creencia verdadera
justificada» y que obligan a modificar la definición.

Desde al menos el Teeteto de Platón,[10] la gnoseología contaba con una definición


generalmente satisfactoria del conocimiento proposicional: si S es un sujeto y p una
proposición, entonces S sabe que p si y sólo si:

S cree que p

p es verdadera

S está justificado en creer que p

Por ejemplo, Newton sabe que de alguna manera tiene una manzana si y sólo si:

Newton cree que tiene una manzana

Es verdad que tiene una manzana

Newton está justificado en creer que tiene una manzana

Sin embargo, en 1963, Edmund Gettier publicó un artículo de tres páginas titulado ¿Es el
conocimiento creencia verdadera justificada? en el que argumentó que la definición clásica no
es suficiente. Gettier mostró que hay casos en los que una creencia verdadera justificada
puede fallar en ser conocimiento. Es decir, hay casos en los que los tres requisitos se
cumplen, y sin embargo intuitivamente nos parece que no hay conocimiento. Retomando el
ejemplo anterior, podría ser que Newton crea que tiene una manzana y esté justificado en
ello (por ejemplo, porque parece una manzana), pero que sin embargo la manzana sea de
cera. En ese caso, según la definición clásica, Newton no posee conocimiento, porque falta
que sea verdad que tiene una manzana. Pero supongamos también que dentro de la
manzana de cera hay otra manzana, más pequeña, pero real. Entonces Newton cumple con
los tres requisitos: Newton cree que tiene una manzana; Newton está justificado en su
creencia; y de hecho tiene una manzana. Sin embargo, intuitivamente nos parece que Newton
no posee conocimiento, sino que solamente tuvo suerte (lo que se llama suerte epistémica).

Frente a este problema, muchos filósofos contemporáneos intentaron y aún intentan reparar
la definición, dando lugar a nuevas corrientes gnoseológicas. Otros filósofos han propuesto
problemas ligeramente diferentes, que se han incorporado a los contraejemplos enunciados
por Gettier. El conjunto de estos problemas y el desafío que plantean a la cuestión ¿qué es
conocer? recibe el nombre de el problema de Gettier. Aunque se han dedicado cientos de
artículos a esta cuestión, no hay consenso respecto a la solución al problema general.[11] El
problema de Gettier es uno de los motores principales de la gnoseología contemporánea.

Adquisición del conocimiento

Justificación

Uno de los problemas centrales de la teoría del conocimiento es el problema de la
justificación, la determinación de en qué circunstancias una creencia —es decir, un
determinado juicio o proposición a la que asentimos— puede llamarse realmente
conocimiento. El planteamiento clásico de esta cuestión se encuentra en un diálogo
platónico, el Teeteto, donde Sócrates defiende que el término "conocimiento" debe
restringirse a las creencias verdaderas y justificadas, al mismo tiempo que rechaza que la
sensación pura y simple pueda ser identificada con el conocimiento. De acuerdo a esta
definición, no basta con afirmar algo verdadero para considerar que eso constituye
conocimiento; las razones por las cuales se afirma deben ser fundadas y suficientes. Cuando
no se dispone de una justificación semejante, se habla de fe, opinión o convicción, pero no
de conocimiento en sentido estricto.

Por su parte, la exigencia de que solo puede considerarse que es conocimiento un conjunto
de proposiciones estrictamente verdaderas (demostrables), ha sido cuestionado. En su
Lógica de la investigación científica, Karl Popper propuso el falibilismo, según el cual incluso
la mejor clase de ciencia empírica es falible. Una posición semejante puede rastrearse ya en
René Descartes.

Si partiendo de la llamada "definición platónica" se acepta el punto de vista falibilista, se llega


a la idea de que el concepto que designa la característica central del conocimiento (y la
ciencia), es el de la (adecuada) justificación o prueba.

Justificación a priori y a posteriori



Esta sección es un extracto de A priori y a posteriori.[editar (https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=A_priori_
y_a_posteriori&action=edit) ]

Las locuciones latinas a priori[12] (‘previo a’)[13] [14] y a posteriori[12] (‘posterior a’) se utilizan
para distinguir entre dos tipos de conocimiento: el conocimiento a priori es aquel que, en
algún sentido importante, es independiente de la experiencia;[15] mientras que el
conocimiento a posteriori es aquel que, en algún sentido importante, depende de la
experiencia.

Por ejemplo, el conocimiento de que «no todos los cisnes son blancos» es un caso de
conocimiento a posteriori, pues se requirió de la observación de cisnes negros para afirmar
lo establecido. Los juicios a posteriori se verifican recurriendo a la experiencia, son juicios
empíricos, se refieren a hechos. Tienen una validez particular y contingente. Ejemplos: «los
alumnos de filosofía son aplicados» o «los ancianos son tranquilos».

En cambio, el conocimiento de que «ningún soltero es casado» no requiere de ninguna


investigación para ser establecido como verdadero, por lo que es un caso de conocimiento a
priori. Parece razonable afirmar que todo el mundo sabe que eso es cierto. Incluso diríamos
que es obvio. ¿De dónde proviene la justificación para ese conocimiento? Está claro que no
viene de haber preguntado a cada soltero si es casado. Más bien, parece que basta con
comprender el significado de los términos involucrados, para convencerse de que la
proposición es verdadera. Esta proposición es un ejemplo de lo que se llama una proposición
analítica, es decir una proposición cuya verdad descansa sobre el significado de los términos
involucrados, y no sobre cómo sea el mundo. Otros ejemplos de proposiciones analíticas
podrían ser: «todas las nubes son nubes», «si llueve, entonces llueve» y «esta manzana es
roja o no lo es». Al parecer, cuando se trata de proposiciones analíticas, nuestra justificación
para creer en ellas es a priori. Esto no quiere decir, por supuesto, que nuestro conocimiento
de su verdad sea completamente independiente de la experiencia, pues el significado de
cada término se aprende empíricamente. Pero una vez entendidos los términos, la
justificación de la verdad de las proposiciones no parece depender de la experiencia (es decir,
de cómo sea el mundo). Existen otros candidatos a conocimiento a priori, cuya justificación
a priori no estriba en que la proposición sea analítica. Por ejemplo, la famosa frase de
Descartes, pienso, luego existo, pretende mostrar que para que alguien sepa que existe, no
necesita recurrir a la experiencia, sino que basta con pensar acerca de ello para convencerse.
Otro candidato importante es el conocimiento de Dios. Los argumentos ontológicos
pretenden mostrar, sin recurrir a la experiencia, que Dios existe.

Tradicionalmente, el conocimiento a priori se asocia con el conocimiento de lo universal y


necesario, mientras que el conocimiento a posteriori se asocia con lo particular y
contingente. Como la experiencia sensorial en la que generalmente se basan las
justificaciones de las proposiciones a posteriori no siempre es confiable, estas proposiciones
se pueden rechazar sin caer en contradicciones. Sin embargo, a partir del trabajo El nombrar
y la necesidad de Saul Kripke, actualmente se debate la posibilidad del conocimiento
contingente a priori y el conocimiento necesario a posteriori.
Problema de la inducción

Esta sección es un extracto de Problema de la inducción.[editar (https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pro
blema_de_la_inducci%C3%B3n&action=edit) ]

El hallazgo por Willem de Vlamingh de cisnes negros en Australia, en 1697, obligó a corregir la vieja creencia
inductiva de que todos los cisnes eran blancos. Lo mismo podría ocurrir en el futuro con otras generalizaciones
científicas.

El problema de la inducción radica en si un resultado obtenido mediante inducción está


justificado epistemológicamente, es decir, si la inducción produce conocimiento.[16]

A partir de la definición de Platón del conocimiento como «creencia verdadera y


justificada»,[17] disponer de una justificación adecuada para la inducción es requisito
indispensable para que tales «creencias» constituyan conocimiento válido o legítimo.

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