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El Chocó en el siglo xix: encrucijada

histórica, social, territorial y conceptual


Hacia un nuevo siglo xix del noroccidente colombiano.
Balance bibliográfico de Antioquia, Caldas y Chocó

Óscar Almario García


Luis Javier Ortiz Mesa
Lina Marcela González Gómez
986.151
A55 Almario García, Óscar
El Chocó en el Siglo XIX : encrucijada histórica, social, territorial y conceptual : hacia un
Nuevo Siglo XIX del noroccidente colombiano. Balance bibliográfico de Antioquia, Caldas y
Chocó. Tomo 3 / Óscar Almario García, Luis Javier Ortiz Mesa, Lina Marcela González
Gómez. -- Medellín : Universidad Nacional de Colombia, 2015.
337 páginas (Colección Bicentenario de Antioquia)

ISBN : 978-958-775-478-0
ISBN : 978-958-775-481-0

1. CHOCÓ - HISTORIA. 2. CHOCÓ - HISTORIOGRAFÍA. 3. HISTORIA -


INVESTIGACIONES. I. Ortiz Mesa, Luis Javier. II. González Gómez, Lina Marcela.
III. Título. Serie

Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial


y conceptual
Hacia un nuevo siglo xix del noroccidente colombiano. Balance bibliográfico de
Antioquia, Caldas y Chocó

© Óscar Almario García


© Luis Javier Ortiz Mesa
© Lina Marcela González Gómez
© Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín

ISBN Obra completa: 978-958-775-478-0


ISBN Tomo 3: 978-958-775-481-0
Primera edición: agosto de 2015
Diseño de carátula: Miguel Suárez
Impresión: Centro de Publicaciones, Universidad Nacional de Colombia
Sede Medellín
Tabla de contenido

Introducción general ........................................................................... 11

Tomo 1
Antioquia: territorio y sociedad en la configuración de una región
histórica
Presentación..................................................................................... 23

Primer capítulo
De las sociedades prehispánicas a la sociedad decimonónica.
Imágenes y construcciones sobre la región........................................ 31
Las postrimerías del período colonial.............................................. 36
La transición de la vida colonial a la republicana............................ 41
Relatos del siglo xix......................................................................... 47

Segundo capítulo
Enfoques de historiografía regional sobre la Antioquia del
siglo xix: un acuerdo, muchos debates............................................... 65
La historia de Antioquia, una apología. 1900-1950........................ 66
Economía y colonización como ejes explicativos. 1950-1979......... 71
Un nuevo campo de preguntas, sujetos y fuentes. 1979-2002......... 84
Estudios sobre la economía regional........................................... 94
Estudios sobre la sociedad regional............................................. 98
Estudios sobre política y relaciones de poder.............................. 115
Estudios sobre la configuración del espacio regional................... 125
Consorcio de Estudios Regionales, 2002: un nuevo debate......... 127
Los aportes recientes. 2001-2011..................................................... 133
Estudios sobre la economía regional........................................... 135
Estudios sobre la sociedad regional............................................. 138
Estudios sobre política y relaciones de poder.............................. 147
Estudios sobre la configuración del espacio regional................... 165

Tercer capítulo
La configuración histórica de una región.......................................... 169
Un resumen necesario....................................................................... 171
La apertura de la frontera y la configuración subregional en la
historia de Antioquia........................................................................ 181
Primer movimiento. De tierras bajas, medias y altas.
Actividades mineras, agropecuarias y comerciales....................... 183
Segundo movimiento. La incorporación de espacios nuevos
y la transformación de la frontera................................................ 210
Tercer movimiento. La ocupación de espacios residuales
con continuidad de la marginación.............................................. 220

Cuarto capítulo
Síntesis y perspectivas........................................................................... 249

Bibliografía............................................................................................. 263
Tomo 2
Caldas, una región antigua y nueva, tradicional y moderna,
local y nacional
Presentación...................................................................................... 23

Primer capítulo
Imágenes y construcciones sobre la región en el siglo xx........ 27
El primer período............................................................................ 28
El segundo período......................................................................... 45
El tercer período.............................................................................. 62
El cuarto período............................................................................. 107

Segundo capítulo
Caldas: una rápida construcción regional en el siglo xix......... 221
Una región antioqueña, caucana y tolimense:
territorios, poblamientos y conflictos........................................... 221
Los países.................................................................................... 244
El norte caldense o el sur de Antioquia: colonizaciones,
poblados, orden y conflictos.................................................... 244
El país del centro: Antioquia versus Cauca, colonizaciones
blancas, mestizas y negras....................................................... 264
El país del oriente: un encuentro conservador entre Antioquia
y Tolima con matices liberales en zonas cálidas........................ 285
El país del occidente: heterogeneidad cultural, sociedades
indígenas y negras y conflictos por tierras: de Anserma por
Quinchía hasta Marmato, Supía y Riosucio............................. 295
El país del Quindío: poblamientos, luchas, leyes y café............. 335

Bibliografía............................................................................................. 357
Tomo 3
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y
conceptual
Presentación..................................................................................... 23

Primer capítulo
La construcción imaginaria de la región chocoana: del nacionalismo
decimonónico a la academia moderna y contemporánea............... 35
La historia y la geografía nacionalistas del siglo xix....................... 37
El Chocó según la geografía nacionalista del siglo xix:
la sorprendente aunque finalmente incomprendida “adaptación”
de la gente negra a la selva húmeda tropical del Pacífico................ 45
El “primer” Codazzi y el Chocó.................................................. 45
La Comisión Corográfica en el Chocó y Panamá........................... 54
Los herederos de la Comisión Corográfica..................................... 62
Los geógrafos de la transición del siglo xix al xx........................... 74
Los primeros estudios contemporáneos sobre el Pacífico
colombiano: de la marginalidad histórica y social a la inclusión
política del Chocó con la creación de la Intendencia
y el Departamento............................................................................. 78
Los estudios sobre el Chocó entre las décadas de 1920 y 1960:
en la senda de las disciplinas académicas......................................... 89
La importancia de la década del cincuenta: el geógrafo cultural
Robert C. West................................................................................. 100
Las condiciones académicas para los estudios sobre el Chocó
entre 1960 y 1990.............................................................................. 104

Segundo capítulo
Los antecedentes prehispánicos y coloniales y el siglo xix
en el Chocó....................................................................................... 121
El Chocó prehispánico..................................................................... 122
La conquista/colonización del Chocó.............................................. 126
Resistencia indígena, misiones y fronteras mineras:
tres gobernaciones tras el territorio Chocó...................................... 133
La transición del siglo xvii al xviii, entre la libertad
y la esclavitud: dominio payanés en el corazón minero
colonial y resistencias étnicas............................................................ 147

Tercer capítulo
El siglo xix chocoano según sus investigadores
contemporáneos................................................................................ 167
Los estudios realizados entre las décadas 1960 y 1990: el Chocó,
entre las autonomías étnicas y los proyectos modernizadores
de la República.................................................................................. 168
Rogerio Velásquez o el descubrimiento etnográfico e histórico
del Chocó.......................................................................................... 172
Demografía histórica y vida social.................................................... 182
Configuración territorial................................................................... 185
El Chocó disputado.......................................................................... 192
Los estudios desde la década de 1990 hasta la actualidad:
hacia un relato histórico inclusivo, el reconocimiento de la región
biodiversa y la emergencia del sujeto étnico afrocolombiano............ 211

Cuarto capítulo
Conclusiones y perspectivas de investigación.................................. 273

Bibliografía............................................................................................. 287
Introducción general

El presente estudio, titulado Hacia un nuevo siglo xix del noroccidente colombiano:
Balance bibliográfico de Antioquia, Caldas y Chocó, tiene como cualquier otra
empresa académica su propia historia. Lo particular de ésta consiste en que
sus resultados provienen de dos momentos distintos en la investigación, pe­
ro conseguidos por los mismos investigadores. En efecto, este estudio es
producto de un esfuerzo iniciado por los autores hace dos décadas y retomado
por distintas razones hace tres años. No obstante lo diferentes que han si­-
do esos momentos en la investigación, en ambos casos partimos de unos criterios
básicos orientadores: el interés por la trascendencia del siglo xix en la historia
de Colombia, la metodología de la revisión bibliográfica amplia y el objeti­-
vo de contribuir a promover nuevas investigaciones. El primer momento de este
trabajo colectivo condujo a un informe de investigación reportado a Colciencias
y a la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, en 1998, pero que
por distintos motivos que no son del caso permaneció inédito.1 Los resultados

1
Óscar Almario García, (investigador), Luis Javier Ortiz Mesa (coinvestigador), Lina Marcela
González Gómez y José Alfonso Cano Velásquez (asistentes de investigación), Poder y cultura
en el Occidente colombiano en el siglo xix: Patrones de poblamiento, conflictos sociales y relaciones de
poder [proyecto (código 1118-10-023-91)], Medellín, Colciencias, Universidad Nacional de
Colombia, Sede Medellín, 1998. En este proyecto la historiadora Lina Marcela González Gómez
actuó como coinvestigadora y coautora. Del tomo 2, correspondiente a Antioquia, se publicó la
parte de Caldas, ver Luis Javier Ortiz Mesa y Óscar Almario García, Caldas, una región nueva,
moderna y nacional, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas
y Económicas, 2007.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

del segundo momento se concretan en el estudio que ahora llega como libro a
la comunidad académica y al lector interesado.2
Durante el desarrollo de la investigación realizada, en el primer momento
señalado, el trabajo se concentró en la revisión bibliográfica producida sobre
el occidente colombiano en el siglo xix entre las décadas de 1960 y 1990,
aun­que el rango mucho más amplio que le dimos a la misma se explica por­
que los imaginarios, representaciones, discursos y modelos sistemáticos de
comprensión sobre sus dos regiones nucleares, Cauca y Antioquia, provienen
de sus antecedentes coloniales, acompasaron el tortuoso período de construcción
del Estado nacional independiente y se proyectan hasta la modernidad y con­
temporaneidad del país y sus regiones. Así mismo, dicho balance bibliográfico
lo hicimos con atención a tres criterios centrales y orientadores, a saber: el
planteado por el historiador mexicano Enrique Florescano, quien señala que
en las interpretaciones sobre el pasado inciden factores como las instituciones
académicas, las presiones de la realidad política y social y la influencia de la
historiografía extranjera; el del geógrafo y epistemólogo catalán Horacio Capel,
para quien la comprensión de toda construcción conceptual hecha desde las
ciencias sociales debe tener en cuenta las condiciones sociales en que ésta se
produjo y el estado de las comunidades académicas institucionalizadas, y el del
historiador colombiano Germán Colmenares, quien plantea que la cientifici­-
dad de la historia como disciplina radica no en la sumatoria fragmentaria
de aspectos de la realidad sino en la búsqueda de síntesis que abarquen la
máxima realidad posible.3 Asumimos también, que un balance para estudiar el
noroccidente colombiano en el siglo xix no podía reducirse a Antioquia sino que
tenía que incluir la región del Viejo Caldas, una de cuyas porciones le perteneció
a aquella, mientras la mayor parte de ella debió ser disputada con las regiones
de Cauca y Tolima, revelando así sus singularidades; así como la región del
Chocó, un territorio con el cual los antioqueños han mantenido unas relacio­nes

2
Agradecemos a la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, su respaldo para incluir
este estudio en la Colección Bicentenario de Antioquia.
3
Enrique Florescano, El nuevo pasado mexicano, México, Editorial Cal y Arena, 1991; Horacio
Capel, Filosofía y ciencia en la geografía contemporánea. Una introducción a la geografía, Barcelona,
Editorial Barcanova, 1981 y Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia. Popayán:
una sociedad esclavista. 1680-1800, Bogotá, La Carreta, t. 2, 1979.

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Óscar Almario García

tensas a lo largo del tiempo, bien por las intenciones de incorporación y ane-
­xión del territorio chocoano o por ser objetivo para la expansión de sus proyec­tos
de diverso tipo, pero en todo caso como lugar que simbólicamente representa
unos sentidos de vida y valores muy distintos de lo antioqueño. Agradecemos
a Colciencias y a la Universidad Nacional de Colombia por sus respectivas
autorizaciones para utilizar los resultados de la investigación de 1998 y la parte
de ella publicada en 2007, con miras a su revisión e integración en la nueva
investigación y al texto correspondiente.
El estudio que hoy entregamos a expertos y aficionados, realizado en-
tre 2010 y 2014, reafirma la pertinencia de los criterios orientadores menciona­
dos, que se refieren a la espacialidad, la temporalidad y la metodología, pero
reduce la escala de análisis del occidente colombiano (primer momento de la
investigación, cuando ésta se proyectó hasta el Gran Cauca) al noroccidente,
entendiendo por tal las regiones de Antioquia, Viejo Caldas y Chocó. Pero
también es bueno decir que los hemos afinado y profundizado al hilo de la
incorporación de la producción académica de las dos últimas décadas, con lo cual
completamos un balance bibliográfico que considera más de cincuenta años de
producción académica muy valiosa y variada. Debe aclararse, no obstante, que
no aspirábamos a realizar una labor totalmente exhaustiva al respecto sino una
que tuviera en cuenta lo más representativo de esa producción, aunque somos
conscientes del inevitable riesgo de las omisiones u olvidos que se presentan
en este tipo de estudios, por lo cual ofrecemos anticipadas disculpas a autores
y lectores.
La tarea y la responsabilidad de quienes hemos realizado este balance
bibliográfico se concentra entonces en ordenar el material consultado de acuerdo
con algunos criterios rectores, entre los que destacamos: los temas (principales
campos de trabajo que han preocupado a los investigadores), los problemas
(cuestiones especialmente notables en sus hallazgos, que en casos remiten a
los sujetos históricos, en otros a las circunstancias, o a los procesos a los cuales
dieron aliento y a la identificación de las alternativas que se adoptaron), los
alcances y limitaciones de esas interpretaciones (en relación con las fuentes
y la documentación utilizada, el tratamiento de las mismas, el estado del arte
en ese campo específico y la perspectiva de análisis adoptada) y por último, las
posibles proyecciones (cuestiones que esos estudios dejaron abiertas para ser
desarrolladas en nuevas investigaciones).

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Los investigadores comprometidos con este trabajo adoptamos la siguiente


división de tareas: Lina Marcela González Gómez se encargó de la investiga­-
ción sobre Antioquia, para lo cual incorporó 454 registros bibliográficos; Luis
Javier Ortiz Mesa abordó el Viejo Caldas, analizando 268 registros bibliográ­
ficos y Óscar Almario García se acercó al Chocó, con base en el estudio de 700
re­gistros. Como puede verse, este balance ha incorporado una bibliografía
compuesta por un total de 1.422 registros, lo que sugiere la dimensión de la
tarea realizada. No obstante los parámetros compartidos, cada parte se desarro­-
lla con relativa autonomía de acuerdo con el volumen y complejidad del material
tratado, y los desafíos y soluciones que los investigadores fuimos encontrando.
En términos generales, la revisión bibliográfica presenta un corte al año 2011,
momento para el cual se tomó la decisión de suspender la revisión para iniciar el
trabajo de ordenar y clasificar el material consultado, para después dar comienzo
a la redacción de los primeros borradores. De todas formas, por las diferencias
en la composición de los textos, se han podido incluir algunos registros hasta el
año 2014, coincidiendo con la última revisión para fines editoriales.
Los autores de este estudio nos sentimos en deuda con varias generaciones
de estudiosos que nos han antecedido en la preocupación por esta amplia región,
y con las generaciones más recientes cuyos valiosos aportes han ensanchado
nuestra visión del siglo xix en el noroccidente colombiano. Esperamos con este
es­tudio retribuir en parte sus aportes.

***

Este estudio se compone de tres partes con sus correspondientes registros bi­
bliográficos: Antioquia, Caldas y Chocó, presentadas en tomos independientes.
En el primer tomo, denominado Antioquia: territorio y sociedad en la con­
figuración de una región histórica, se presenta una revisión una revisión de la forma
como se ha in­terpretado el proceso de la construcción histórica de Antioquia durante
el siglo xix, para lo cual se utilizaron dos tipos de relatos distintos: de un lado,
las imágenes y construcciones discursivas realizadas sobre la región durante los
siglos xviii y xix, a partir de las cuales puede hacerse una lectura de las
ca­racterísticas y los problemas que la Antioquia republicana heredó del
dominio colonial; de otro lado, la historiografía regional sobre el siglo xix
en la cual se incluye la producción más representativa publicada entre 1900
y 2011, mostrando, tanto los escritos iniciales de un repensar de la historia

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Óscar Almario García

antioqueña asociados en general a la recién fundada Academia de Historia,


como la investigación proveniente de disciplinas institucionalizadas, tales
como la historia, la sociología, la antropología, la economía y la geografía.
Teniendo en consideración que Antioquia ocupa un lugar privilegiado en el
contexto nacional, en términos de investigación regional, en este balance, cuya
búsqueda inicial es bastante exhaustiva y permite identificar una bibliografía que
excede las posibilidades de este texto, se definieron varios parámetros de inclusión
de los estudios a incorporar en el balance, entre los que pueden destacarse el eje
temático de la construcción de la región desde fines del siglo xviii y a lo lar­-
go del xix, y la definición y una coherente resolución de un problema inves­
tigativo, con uso de fuentes documentales adecuadas al mismo. Teniendo en
cuenta estas consideraciones, se presenta un balance bibliográfico sobre la base
de 454 registros, que incluyen libros, capítulos de libros, artículos de revista
y trabajos de pregrado o posgrado de los programas de Ciencias Humanas y
Sociales de las universidades regionales y algunas por fuera de Antioquia,
selección en la que se omitieron publicaciones que presentan en forma repetiti­-
va los resultados de investigación.
De esta manera, este tomo, que se centra en mostrar cómo ha sido
analizado el proceso de la configuración de Antioquia como una región his­-
tórica, se compone de tres capítulos, antecedidos por una presentación general
y seguidos de un aparte de síntesis y perspectivas. En el primer capítulo se
da cuenta de las imágenes y construcciones narrativas sobre la región, en un
período largo que incluye una lectura desde las sociedades prehispánicas hasta
la sociedad decimonónica; en el segundo, se presenta el balance historiográfico
en sí mismo, mostrando los principales enfoques de la historiografía regional
sobre la Antioquia del siglo xix en tres momentos claramente reconocibles:
1900-1950, período de la apología de la historia regional; 1950-1979, cuando
los procesos económicos y la colonización de la frontera constituyeron los ejes
explicativos de la interpretación de la historia regional; y 1979-2002, cuan­-
do evidentemente se abrió un nuevo campo de preguntas y se incorporaron
nuevos sujetos y fuentes al análisis regional. Así mismo, se realiza una actua­
lización bibliográfica (2001-2011) con respecto a la investigación inicial que
da origen a este trabajo y que ya se mencionó.
El tercer capítulo muestra, con base en la bibliografía incluida en el balance,
el proceso de configuración histórica de la región durante el siglo xix y los

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

matices que dan cuenta de la formación de sus subregiones. En la parte final


del texto se incluyen unas reflexiones en las que se sintetizan los principales
hallazgos y vacíos encontrados en el balance bibliográfico y las perspectivas a
las que consideramos debe apuntar la investigación sobre la región antioqueña,
lo mismo que la bibliografía completa de las obras consultadas.
El segundo tomo de este estudio titulado Caldas, una región antigua y nueva,
tradicional y moderna, local y nacional, consta de dos capítulos. El primero está
dedicado al tema de las imágenes y construcciones históricas elaboradas sobre
esta región del siglo xix a partir de los estudios producidos, sobre todo, en el
siglo xx, y de las perspectivas investigativas que ofrece el balance bibliográfico
realizado; él se estructura sobre la base de la definición de cuatro períodos que
presentan rasgos historiográficos similares.
El primero comprende los años que van de 1905 a 1935, cuya característica
predominante se fundamenta en “la epopeya colonizadora” que crea riqueza y
desarrollo económico, y conjuga dos rasgos clave, “una sociedad de campesinos
ro­bustos y trabajadores” y, otra, de “élites blancas y pensantes”, ambas descen­
dientes de “prosapias españolas católicas” en nada asociadas a los mundos
indígenas y negros; con ello, se crea la imagen de una sociedad equilibrada, de
“raza blanca”, dirigida por unas élites aristocráticas que la gobiernan adecua­
damente y la orientan con sus proyectos económicos, su orden político, sus
expansivas sociabilidades y sus formaciones culturales. El segundo período parte
de 1936 y se extiende hasta finales de la década de 1960, nutriéndose de las
ver­siones construidas por Otto Morales Benítez acerca de la colonización co-
mo movimiento popular y fruto del “pueblo”, del comunitarismo, del coope­
rativis­mo y del sentido clásico de la “comunidad igualitaria” que valora todo ese
mundo campesino, tradicional, mestizo, opuesto al latifundismo colonial, a los
dudosos valores de la gran hacienda y de la sociedad fundadora blanca. Esta
versión de la historia regional también se asocia, en parte, al estudio pionero
de James Parsons acerca de una sociedad predominantemente democrática e
igua­litaria de pequeños y medianos propietarios construida en el proceso de
co­lonización del occidente colombiano.
El tercer período abordado en el primer capítulo se refiere a las cons­
trucciones e imágenes regionales surgidas entre 1970 y 1996, un período para
el cual es notoria una muy buena producción bibliográfica, desde las nuevas
pers­pectivas de la historia económica y social, que rompió el modo de explicar

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Óscar Almario García

los procesos de colonización propio de las versiones anteriores e impuso una


mirada acerca de la conflictividad de la misma, la diversidad de formaciones
en los poblamientos, el carácter desigual de las intervenciones del Estado, las
concesiones, las élites y los colonos corrientes; producción asociada a la ins­
titucionalización de la disciplina histórica y la presencia de autores nacionales
y extranjeros con formación profesional.
El cuarto período se extiende entre 1997 y 2011, un intervalo durante
el cual se mantienen, aunque en menor grado, las líneas preponderantes del
pe­ríodo anterior relativas a la historia económica, social y política, aunque
siguen presentes las historias académicas y de orden local, de calidad desigual.
Sin embargo, surgen con fuerza tres nuevos campos de estudio, relacionados
con: 1) El papel de las guerras civiles en la región; 2) Las historias de localida­-
des y ciudades vistas desde los procesos de ocupación, poblamiento y construc­
ción del territorio y, 3) Las diversas configuraciones de la sociedad caldense a
partir de los fenómenos de etnicidad, “raza”, nación, región y cultura, un tema
al que aún es tímido el acercamiento, aunque se ha nutrido de perspectivas de
la historia cultural en sus relaciones con la historia social y económica y con la
antropología social.
El segundo capítulo del tomo relativo a Caldas estudia las diversas formas
de construcción de la región caldense en el siglo xix a través de la configura­
ción de una diversidad de actores y de distintas subregiones o “países”, y analiza
rasgos decisivos del modo como se construyó la región a través del estudio de
sus territorios, poblamientos y conflictos, y de la configuración de sus países, a
saber: 1) El país del norte caldense o del sur antioqueño, cuyas connotaciones
más pertinentes están referidas a las relaciones entre colonizaciones, pobla­dos,
orden y conflictos; 2) El país del centro, en el cual se conjugan y contrastan
dos regiones en fronteras móviles, conflictivas y complementarias: Antioquia
versus Cauca, con colonizaciones blancas, mestizas y negras; 3) El país del
oriente, en el cual se produce un encuentro conservador entre Antioquia y
Tolima con matices liberales en zonas cálidas; 4) El país del occidente que revela
con mayor intensidad la heterogeneidad cultural y las luchas por identidades
y recursos, formada por sociedades indígenas, negras y blancas, cuya expresión
fueron los conflictos por tierras, jerarquías político-culturales y fenómenos
étnicos: de Anserma por Quinchía hasta Marmato y 5) El país del Quindío,
caracterizado por poblamientos, luchas, leyes y café.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

En el tercer tomo de este estudio, titulado El Chocó en el siglo xix:


En­crucijada histórica, social, territorial y conceptual, se presenta el balance bi­
bliográfico de los principales trabajos que en las últimas décadas han aportado
a la comprensión del Chocó en el siglo xix. El conjunto de los estudios
aquí considerados, producido desde la historia, la antropología y otras
disciplinas sociales, insinúa una nueva representación de la región para di­-
cho período, aunque no la logra del todo. La falta de una síntesis sobre este
período de la historia chocoana se explica, fundamentalmente, porque el cono­
cimiento histórico en general está siempre en construcción y porque la tarea si­-
gue especialmente incompleta para esta región colombiana. Nos interesa evaluar,
de manera especial, este período de producción académica sobre el siglo xix y
la región chocoana con el doble propósito de reconocer los aportes realizados
por distintos investigadores que han estudiado la región, y de contribuir a
estimular los estudios actuales y futuros. Lo que de alguna manera puede aportar
también a otra finalidad no menos importante relacionada con el presente, por
cuanto un conocimiento bien fundado sobre el inmediato pasado de esta región
resulta imprescindible para comprender su inquietante actualidad e incierto
fu­turo, y para asumir el desafío de proyectar críticamente, pero con esperanza,
su construcción social.
Las reflexiones sobre el Chocó se exponen en cuatro capítulos. En el pri­
mero, “La construcción imaginaria de la región chocoana: del nacionalismo
decimonónico a la academia moderna y contemporánea”, intentamos rastrear el
complejo proceso de elaboración discursiva, de representaciones e imaginarios
desde el siglo xix hasta el pensamiento contemporáneo, tarea que iniciamos con
una “historia de la historia”, con una historiografía de la construcción discursiva
de esta región, que, aunque incompleta y provisional, la asumimos como clave
reflexiva para abordar el desafío de rastrear el trayecto discursivo que ha operado
sobre el Chocó desde el siglo xix hasta el presente, como un trazo en el que se
entremezclan los proyectos de Nación, Estado y Cultura, con todas sus luces y
sombras acerca de la colectividad, y los proyectos de los Otros subordinados
y subalternizados.
Con el segundo capítulo, “Los antecedentes coloniales y el siglo xix
en el Chocó”, queremos llamar la atención acerca de las diversas tendencias,
fenó­menos y procesos sociales que originados sobre todo en el siglo xviii ten­
drían una especial concreción durante el siglo xix; por eso, da cuenta de los

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Óscar Almario García

antecedentes coloniales del Chocó mediante el seguimiento a los principales


elementos y líneas de interpretación de los procesos de conquista, colonización,
catequización y sometimiento de las poblaciones originarias, así como de la
evolución de estas ante la expansión española que desde el siglo xvi preten­-
dió el control de un territorio selvático, fronterizo y disputado tanto por dis­
tintas jurisdicciones españolas como por otras potencias rivales. Así mismo,
destacamos los cambios demográficos, territoriales y económicos ocurridos por
la inicial introducción y posterior crecimiento de la población de procedencia
africana y sus descendientes, los cuales fueron simultáneos a la precariedad
del control colonial hispánico, sin olvidar los esquivos procesos tanto de extin­-
ción como de reconfiguración de los grupos indígenas. En esta parte nos interesa,
de forma especial, comprender las dinámicas que caracterizan el siglo xviii co­-
mo un período de transición entre el período del mundo precolombino y el
siglo xix, en estricto sentido.
El tercer capítulo, “El siglo xix chocoano según sus investigadores”, se
concentra en identificar los procesos que definen dicha centuria como un
período muy importante y dinámico para la configuración regional, entre los
cuales cabe destacar de manera especial la consolidación y profundización de la
tendencia sociodemográfica que condujo a que los grupos negros se convirtieran
en la fuerza social predominante, desplazando definitivamente a la indígena,
así como su consiguiente expansión por el territorio. Aunque la paradoja de
este fenómeno reside en que ambos colectivos, negros e indígenas, serían
sistemáticamente negados y deslegitimados por los discursos nacionalistas de la
geografía y la historiografía de la república temprana, así como por las políticas
gubernamentales que buscaron con afán realizar el ideal de una armonía entre
“poblaciones civilizadas” y “territorios productivos” como base del progreso
de la nación en formación y sus regiones. De acuerdo con los antecedentes y
objetivos de este estudio, este capítulo se divide en dos acápites: el primero se
ocupa del balance de los estudios sobre el siglo xix chocoano realizados entre
1960 y 1990; y el segundo de los realizados entre finales de esa última década
y la actualidad. Finalmente, el cuarto y último capítulo se concentra en indicar
algunas de las principales perspectivas de investigación que se desprenden del
panorama anterior.

***

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Para terminar, debemos señalar que los resultados de la acción que llamamos
revisión bibliográfica, realizada con base en una búsqueda exhaustiva pero una
inclusión selectiva en el balance de acuerdo a los parámetros que se han señalado
antes, no deja lugar a dudas acerca de la cantidad y calidad de la producción
académica con la cual se cuenta actualmente para entender el siglo xix en las
tres regiones aquí estudiadas. Es, precisamente, ese ejercicio de análisis de la
producción académica más significativa el que nos ha permitido mostrar y so­-
pesar los límites de esa masa crítica en general, y de algunos de los temas y
problemas en ella encontrados, lo mismo que concluir que, no obstante lo mucho
que se ha avanzado en las últimas décadas en el conocimiento de la singularidad
histórica de Antioquia, Caldas y Chocó en el siglo xix, todavía es mucho lo
que falta por hacer en materia de investigación y de comprensión del pasado de
cada región y de la forma como se configuró el noroccidente colombiano en el
período estudiado. No sobra decir que, no obstante, son los actuales avances, con
sus limitaciones incluidas, los que tienen que servir de base para la proyección de
futuros trabajos de investigación, y que Hacia un nuevo siglo xix del noroccidente
colombiano: Balance bibliográfico de Antioquia, Caldas y Chocó, en tanto balance, no
tiene pretensiones de realizar síntesis sobre los problemas implicados sino sólo
de presentar los principales hallazgos señalados por quienes se han ocupado de
estudiar estos problemas en las últimas décadas, y de demostrar que las nuevas
representaciones y reinterpretaciones sobre el siglo xix secular de estas regiones
todavía están en desarrollo.

LOS AUTORES
Medellín, abril de 2014

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El Chocó en el siglo xix:
encrucijada histórica, social, territorial
y conceptual
Óscar Almario García
Presentación

Esta tercera parte presenta el balance bibliográfico de los principales traba­jos


que en las últimas décadas han aportado a la comprensión del Chocó en el si-
glo xix. El conjunto de estudios aquí considerados –producido desde la historia,
la antropología y otras disciplinas sociales–, anuncia una nueva representación
de la región, aunque no la logra del todo. La falta de una síntesis sobre este
período de la historia chocoana se explica, a nuestro juicio, por dos razones
fun­damentales, por una parte porque en general el conocimiento histórico
está siempre en construcción y por otra porque la tarea sigue especialmente
inconclusa para esta región colombiana.1 No obstante, estamos convencidos
de que un esfuerzo de síntesis histórica, que por lo dicho nunca debe aspirar
a ser conclusiva, ayudaría significativamente a perfilar los estudios que en
el futuro se propongan profundizar en la comprensión y explicación del si-
glo xix chocoano, de sus procesos y actores sociales, pero sin perder de vista
dos cuestiones centrales: la necesaria y rigurosa evaluación de sus antecedentes
coloniales y la ponderación precisa de sus consecuencias en la historia moderna
y contemporánea regional.

1
Entendemos aquí por “síntesis” histórica no la sumatoria de aspectos fragmentarios de la
realidad social considerada sino el “refinamiento progresivo de una idea” central y su respecti­-
va documentación, en el sentido sugerido por el historiador Germán Colmenares para la síntesis
de la historia nacional y que retomamos por su pertenencia para la comprensión y explicación del
siglo xix chocoano. Véase Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia: Popayán
una sociedad esclavista. 1680-1800, Bogotá, La Carreta, 1979, p. 22.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

La tercera parte de este estudio que titulamos El Chocó en el siglo xix:


encrucijada histórica, social, territorial y conceptual, se expone en cuatro capítulos: En
el primero, “La construcción imaginaria de la región chocoana: del nacionalismo
decimonónico a la academia moderna y contemporánea”, intentamos rastrear el
complejo proceso de elaboración discursiva, de representaciones e imaginarios
desplegados en torno suyo desde el siglo xix hasta el pensamiento académico
contemporáneo. Con el segundo, “Los antecedentes coloniales y el siglo xix
en el Chocó”, queremos llamar la atención sobre los principales fenómenos,
procesos y tendencias, sobre todo de tipo poblacional, territorial y conflictual
que, aunque originados y en algunos casos consolidados en el siglo xviii, no
obstante tendrían su singular y pleno desarrollo a lo largo del siglo xix. El
tercer capítulo, “El siglo xix chocoano según sus investigadores”, se dedica al
núcleo de nuestro propósito, esto es, rastrear cómo se ha dado la construcción
del Chocó del siglo xix por los estudios de las últimas décadas, tarea que por su
amplitud y complejidad debemos presentar en dos partes: de un lado el balance
de la producción académica entre las décadas de 1960-1990 y de otro la de 1990
hasta la fecha de este balance. Finalmente, el cuarto y último capítulo presenta
las principales conclusiones a las que llegamos e indica algunas de las posibles
perspectivas de investigación que se desprenden del panorama anterior.
El primer capítulo nos permitió constatar la larga duración de los imaginarios
que han servido de base para representar al Chocó, por lo general desde un lugar
externo a su propia realidad material y social, a la que entendieron unas veces
como algo que simplemente se ofrecía a los apetitos de dominio y riqueza de la
expansión ibérica, en otras como un obstáculo a vencer por la razón o la fuerza del
progreso y en casos como algo susceptible de transformar bajo ciertas condiciones
de interés nacional o internacional. Todo ello desde las iniciales aspiraciones de
saqueo y dominio de los tiempos coloniales, los posteriores ideales de progreso
y civilización de la modernidad, con el proyecto del nacionalismo de Esta-
do de la República de Colombia en formación pero concebido desde su epicentro
andino y con negación de las “periferias”, e incluso desde los primeros desarrollos
de las ciencias naturales, sociales y “aplicadas” que intentaron diagnosticar y
modificar, con el concurso de propios y extraños, los problemas del país y sus
regiones bajo determinados paradigmas de análisis. Interpelando en parte esa
secuencia de imaginarios dominantes, vemos emerger también un incipiente
esquema alternativo de representación del Chocó, agenciado por los primeros

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Óscar Almario García

pensadores, académicos o político-sociales que intentaron comprender la región


y su gente desde la clave de lo propio, la identidad y la dignidad.2
El segundo capítulo resume el ejercicio de revisión crítica de varias
cuestiones historiográficas cruciales. Así por ejemplo, la periodización históri­
ca convencional, que se orienta con criterios estrictamente cronológicos en
detrimento de los procesos, resulta inconducente para el estudio del Chocó,
puesto que la evidencia indica que en esta experiencia se traslapan distintas
dimensiones de la realidad como tiempos, espacios y sociedades con dinámicas
simultaneas de conquista, colonización e imposición de modelos de explota­-
ción, dominio y control, primero sobre la población indígena originaria y después
de la gente de origen africano esclavizada. Consecuencia de todo ello serán los
complejos procesos de adaptación, recomposición y resistencia de estos grupos,
que dieron lugar a configuraciones sociales muy contrastadas y para nada fáciles
de remitir a un modelo único de comprensión. En el mismo sentido, una historia
económica que no considere la dimensión social en todas sus posibles escalas de
observación quedará limitada para reconocer los sujetos, individuales y colectivos,
y sus acciones, y se verá impedida para explicar de fondo el establecimiento del
sistema esclavista en estas provincias, identificar sus características singulares,
describir las tensiones en ese entramado de fuerzas e intereses, o de rastrear las
fisuras que presentaba ese sistema y las cuales se tradujeron en condicio­nes de
posibilidad para la búsqueda de la libertad y la construcción de socieda-
des au­tónomas como iniciativas de los esclavos y sus descendientes, así como para
la activa reconstitución de las comunidades indígenas. La tremenda movilidad

2
Entre otros enfoques al respecto nos han sido de mucha utilidad: Santiago Castro-Gómez
y Eduardo Restrepo (eds.), Genealogías de la colombianidad. Formaciones discursivas y tecnologías
de gobierno en los siglos xix y xx, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana - Instituto Pensar,
2008, p. 11 por la perspectiva según la cual, antes de hablar de colombianidad se debe hablar de
regímenes de colombianidad: “Así, lo que aparece como nación e identidad nacional son discursos
que requieren ser historiados y desnaturalizados en aras de evidenciar las múltiples y cambian­-
tes ataduras de sentido, de sensaciones, de poder y de resistencia”; y Juan R. Coca, Jesús A. Valero
Matas, Francesca Randazzo y Juan Luis Pintos (coords.), Nuevas posibilidades de los imaginarios
sociales, La Codesera (Badajoz), TREMN - CASGA, 2011, p. 9 quienes en la introducción de este
estudio fijan las ideas centrales que animaron su proyecto: “Matrices de sentido o esquemas de
representación, cada sociedad y cada tiempo tiene sus propios imaginarios. Es a través de éstos
que configura, percibe, explica e interviene en lo que se considera la realidad. La posibilidad de
conservar ciertas pautas, y crear incesantemente otras, está condicionada justamente por ciertos
imaginarios sociales, y será en función de éstos que dentro de una sociedad se determinará lo
plausible o lo inverosímil”.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

social producida en esas condiciones esclavistas entre los siglos xviii y xix
constituye toda una revelación para la investigación reciente, de tal manera
que los procesos de poblamiento y conquista de nuevos espacios por los grupos
negros en libertad, ilustran la transición de una sociedad regional dominada
demográficamente en el inmediato pasado por los grupos indígenas, hacia una
sociedad que va a ser demográficamente dominada por los descendientes de
los antiguos esclavos, pero bajo la paradoja de la exclusión de ambos sujetos
colectivos de la representación nacional y por consiguiente del pleno disfrute de
la ciudadanía. Asimismo, conviene decir que el siglo xix es el menos estudiado
de todos los períodos históricos de esta región, lo que aparte de constituir un
vacío historiográfico por llenar, contrasta con los estudios más completos sobre
la vida colonial (prioritariamente referidos al siglo xviii) y los que se ocupan
de su problemática contemporánea (sobre todo desde la década de los noven­-
ta del siglo xx).
El tercer capítulo aprovecha los hallazgos de los dos primeros para presentar
el balance bibliográfico más reciente y propiamente dicho. Algo fundamental
que pudimos constatar positivamente en esta acción, es que asistimos a un
cambio cualitativo en relación con los estudios sobre el Chocó, consistente en la
transición de su marginalidad en las décadas anteriores a su trascendencia actual.
Dicha transición obedece a la confluencia de factores de muy diverso orden, entre
los cuales se pueden destacar: el nuevo discurso ambientalista (nuevas formas
de desarrollo capitalista) y multicultural (otras modalidades de la diferencia)
como una de las características del tardo capitalismo global; los consiguien­-
tes cambios constitucionales para ajustar intereses nacionales y globales (como,
por ejemplo, la nueva Constitución Política de Colombia adoptada en 1991);
los replanteamientos y reestructuración de las ciencias sociales y humanas
(también como fenómeno global con sus ritmos y énfasis específicos en países y
regiones) y la emergencia de “nuevos” sujetos étnicos en ejercicio de sus derechos
como los afrodescendientes que, junto a los ancestralmente reconocidos como
los indígenas, expresan en la actualidad las renovadas tensiones en torno a la
cultura, los territorios, las exclusiones y las memorias.
Por otra parte, no sobra agregar que nos interesa evaluar de manera especial
este último período de producción académica sobre el siglo xix de la región
chocoana por varios motivos: con el primero queremos llamar la atención sobre
la importancia de un período en el que se imbrican procesos y tendencias que

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ligan el pasado colonial con la historia moderna y contemporánea de la región; el


segundo busca reconocer los valiosos aportes realizados por varias generaciones
de investigadores a la comprensión de esta región desde una perspectiva crítica;
y el tercero pretende contribuir a promover los necesarios estudios futuros y
a sugerir algunas de sus eventuales temáticas. Es posible que los anteriores
propósitos también tengan algún impacto sobre la no menos importante cues­
tión del presente y futuro de la sociedad regional, y en ese sentido somos de la
opinión que una visión crítica acerca del inmediato pasado regional puede
contribuir a la comprensión del inquietante presente e incierto futuro de su
sociedad.
Ahora bien, aunque la delimitación de este ejercicio focaliza su esfuerzo
en los últimos veinticinco años de producción académica aproximadamente, lo
cierto es que en la práctica los trasciende, porque es inevitable considerar los
aportes básicos de un conjunto de estudios que durante varias décadas anterio­-
res prepararon las condiciones para las contribuciones contemporáneas.
El cuarto capítulo, de conclusiones y recomendaciones, pretende sugerir
posibles caminos para las investigaciones futuras y contribuir así a consolidar el
interés de la comunidad académica por el estudio de esta región y sus problemas.
Los resultados de la acción que llamamos revisión bibliográfica no deja
lugar a dudas acerca de la cantidad y calidad de la producción considerada, con
todo y que hemos sido más selectivos que exhaustivos.3 Sin embargo, ese mismo
ejercicio de revisión de lo fundamental de la producción académica y sus alcances,
también nos permitió llegar a otro nivel del análisis en el que pudimos sopesar
los límites y las limitaciones de esa masa crítica en general, así como de varios
de sus aspectos puntuales en particular. En conclusión, no obstante lo mucho
que se ha avanzado en las últimas décadas en el conocimiento de la singularidad
histórica del Chocó en el siglo xix, todavía es mucho lo que falta por hacer en
materia de investigación. No sobra decir que no obstante, son precisamente los
actuales avances, con sus limitaciones incluidas, los que tienen que servir de base
para la proyección de futuros trabajos de investigación. Este estudio aspira, al

3
Aunque el significativo número de registros en que nos apoyamos, 697 en total, puede inducir
a una impresión distinta. Sin embargo, lo cierto es que la amplitud de la consulta no cambia la
tendencia descrita, en el sentido de valorar los estudios y avances de investigación no obstante
lo incompleto de su esfuerzo. Véase la bibliografía anexa.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

tiempo que a hacer un reconocimiento a los investigadores y estudiosos que se


han ocupado del Chocó, a estimular el estudio de esta región entre las nuevas
generaciones de investigadores.
Un aspecto puntual que permite entender por qué todavía y en general no
se alcanzan los niveles deseados en la historiografía regional del Chocó, con
algunas importantes excepciones por supuesto, radica en que el promedio de
los trabajos evaluados carece de un sólido soporte documental y por lo mismo
todavía no son investigaciones de largo aliento. Cuestión que por otra parte
señala un aspecto sustantivo a resolver en los retos futuros de la investigación
y que debe comprometer a las potenciales entidades de fomento a aportar los
apoyos institucionales que se requieren (salvamento y organización de archivos
y fondos documentales, estudios de pregrado y posgrado con énfasis regional,
becas para nuevos investigadores, entre otras). En efecto, en los estudios sobre
el Chocó en general y su siglo xix en particular, los niveles de consulta e
incorporación del material histórico de archivos y otros fondos documentales
(centros, bibliotecas, museos y colecciones particulares) del país y el exterior,
no son lo suficientemente sistemáticos, exhaustivos y rigurosos. Por consiguiente,
condicionados por “el estado del arte” y por nuestras propias limitaciones,
pero convencidos también de la importancia de contribuir a fomentar los estu-
dios sobre esta región del país, decidimos ocuparnos de un balance bibliográfico
en estricto sentido, es decir, de registrar y sistematizar lo más significativo de lo
producido desde distintas disciplinas sociales sobre el siglo xix chocoano. No
hay duda de que estos aportes hacen parte de la tendencia referida antes, en el
sentido de una transición de la marginalidad académica de la región al inicio
de un período de alta producción en los estudios sobre la región del Pacífico en
general y del Chocó en particular.
Si algo caracteriza estas últimas décadas de investigación sobre el Chocó, es
la evidente transición de su marginalidad temática a su significativa importancia
y la notable trasformación del estudio más o menos subsidiario de varios de los
componentes de su realidad al reconocimiento y tratamiento de su complejidad
analítica como región (histórica, política, cultural, étnica y geoecológica). En
resumen, el cambio cualitativo consiste en que se empieza a contar con una
imagen más amplia y profunda de su configuración poblacional y territorial,
así como de los complejos procesos asociados, que de hecho cuestiona aque­
llas representaciones que lo reducían y simplificaban a solo “lluvia, miseria y

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Óscar Almario García

negros”, como críticamente resumía las imágenes sobre el Chocó un reconocido


antropólogo británico.4 Como expresión de esa creciente complejidad, la ima­-
gen unitaria del Chocó se ha venido descomponiendo y reconfigurando en varias
unidades de observación geohistóricas. Con este cambio no se trata sólo de
can­tidad y variedad sino de calidad en la materia tratada, por el reconocimiento
de la riqueza de sus dinámicas internas y sus relaciones con las tendencias de
integración nacional y global.
Los esfuerzos hacia la “construcción”, “reconstrucción” y “desconstrucción”
del Chocó como región histórica, bajo nuevos parámetros de investiga­-
ción, vienen de tiempo atrás y se presentan unas veces como iniciativas más o
menos generales, en casos como proyectos institucionales o también como parte
de las reflexiones académicas, intelectuales y de los movimientos socio étnicos
por comprender las subjetividades e identidades actuales (negros, indígenas y
sus interacciones), su anclaje histórico y su proyección de futuro.
Un caso notable como antecedente de este tipo de estudios es el de la
Fun­dación de Investigaciones Folclóricas, que en 1983 promovió y realizó
el I Simposio sobre Bibliografía del negro en Colombia, el cual fue coordinado
por Manuel Zapata Olivella y se llevó a cabo en la población de La Capilla,
Cundinamarca.5 En carta de Zapata Olivella a Mosquera Rivas, ingeniero civil
chocoano, político liberal y exgobernador del Chocó, fechada en Bogotá, el 30 de
septiembre de 1983, en la cual lo invitaba a participar en el simposio, se exponía
prácticamente todo un “programa de investigación”, como diríamos hoy, acer­-
ca de los futuros estudios afrocolombianos:
Nada más grato y oportuno que tenerlo entre nosotros, contándonos todo
lo que sepas sobre el origen, cantidad, métodos, mestizaje afro-indígena,
afro-hispano y demás noticias sobre nuestros antepasados. No se trata
de que presentes una investigación histórica sobre estos hechos, sino so-
bre las posibles fuentes que podrían consultarse: archivos de sacristías

4
Véase Peter Wade, Gente negra. Nación mestiza, Bogotá, Editorial Universidad de Antioquia -
Instituto Colombiano de Antropología - Siglo del Hombre Editores - Ediciones Uniandes, 1997.
5
Véase Ramón Mosquera Rivas, Recuerdos de un hijo de mineros, Medellín, Editorial Difusión,
1985(?), pp. 218-224. Por las cartas cruzadas entre el autor y Zapata Olivella se puede colegir que
la intención del simposio era la de dar inicio a un programa de investigación sobre las posibles
fuentes para el estudio del negro en Colombia, tarea que todavía sigue a la espera de su plena
realización y de la cual este estudio es apenas una contribución parcial.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

donde figuren partidas de bautizos y matrimonios de esclavos y libertos;


archivos de notarías donde figuren los nombres de los propietarios espa­
ñoles de la Colonia con sus respectivos esclavos; dónde averiguar quiénes
eran los dueños de esas minas de que hablas a partir del año 1933, etc.,
etc. Simplemente enumerar de acuerdo a tus conocimientos, memoria
y experiencia, dónde pueden hallarse tales documentos, aunque sólo sea
por sospecha. Posteriormente, y éste es el interés del Simposio, habrá
investigadores que averigüen si en verdad hay o no datos de los que se
presumen.6

Otro ejemplo a destacar es el del impacto de algunas publicaciones es­


peciales, como el libro compilado por Alexander Cifuentes sobre el aporte de
los negros a la formación de las sociedades latinoamericanas, generado a partir
de un encuentro amplio de investigadores que se apoyaron en una incipiente
pero valiosa idea de comparación del caso colombiano con otras experiencias
del área.7
A partir de antecedentes como estos, algunas instituciones perfilaron
acciones y programas especiales, como el Banco de la República, que promovió
las bibliografías especializadas como estrategia para incentivar la consulta
e investigación regional.8 Por su parte, la Biblioteca Nacional de Colombia
aportó la publicación de los catálogos de publicaciones seriadas, que rescatan
información valiosa de materiales publicados en el siglo xix en localidades y
regiones.9 En algunos casos, desde las disciplinas académicas, sus investigado­
res líderes empezaron delinear los sujetos y los problemas a considerar en los
estudios.10 Desde entonces no han dejado de darse este tipo de aportes, es decir,

6
Véase el texto completo de la carta de Zapata Olivella en R. Mosquera Rivas, op. cit., p. 221;
quien presentó en dicho simposio un comentario escrito sobre lo solicitado, que también vale la
pena consultar, pp. 222-224.
7
Alexander Cifuentes (comp.), La participación del negro en la formación de las sociedades la­
tinoamericanas, Bogotá, Colcultura - Instituto Colombiano de Antropología, 1986.
8
Banco de la República, “Bibliografía sobre El Chocó. 1935-1983”, Bibliografías especializadas,
Bogotá, vol. 4, núm. 31, 1984.
9
Biblioteca Nacional de Colombia, Catálogo publicaciones seriadas siglo xix, vol. 2, Bogotá,
Colcultura, 1995.
10
Nina S. de Friedemann, “Estudios de negros en la antropología colombiana”, en: Jaime Arocha
y Nina S. de Friedemann (eds.), Un siglo de investigación social: Antropología en Colombia, Bogotá,

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Óscar Almario García

balances o compendios bibliográficos que han incidido en las investigaciones


sobre el Chocó, aunque casi siempre con más énfasis en lo negro que en lo
indígena, aunque en los casos en que se consideran ambos sujetos por lo general
no se tiene en cuenta, integralmente, el conjunto de fenómenos regionales.11
Otros esfuerzos se han dirigido a cuestiones contemporáneas como la relación
entre territorios y comunidades negras, pero no obstante pueden ser muy útiles
si se cruzan sus informaciones y perspectivas con los antecedentes coloniales y
republicanos de otros trabajos.12 Asimismo, se echan de menos los balances o
guías acerca de las fuentes disponibles para la historia regional.13
Algunos de los ejemplos más recientes y que se podrían emular son: el
titánico trabajo de Humberto Triana y Antorveza, que se viene publican­
do desde 1997, podría convertirse en una fuente que permita sistematizar
información relevante para la historia regional del Chocó; 14 el de Luis
Fernando González Escobar, que toma como eje de reflexión la cartogra­-
fía histórica y ofrece valiosas posibilidades para releer la trascendencia de
la estructuración del espacio como parte sustantiva de la configuración

Etno, 1984; Adriana Maya, Balance crítico de la bibliografía afrocolombiana desde 1954 hasta nuestros
días, París, Universidad de la Sorbona, 1988 y Rafael Díaz, “Hacia una investigación histórica de
la población negra en el Nuevo Reino de Granada durante el período colonial”, en: Contribución
africana a la cultura de las américas, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología - Biopacífico,
1993.
11
Un interesante esfuerzo de integración de ambos sujetos con énfasis en lo contemporáneo se
encuentra en Myriam Jimeno, María L. Sotomayor y Luz Valderrama, Chocó: Diversidad cultural
y medio ambiente, Bogotá, FEN, 1995.
12
Ricardo Esquivel (comp.), Costa Pacífica y comunidades negras. Catálogo bibliográfico colectivo,
Bogotá, Comisión Especial de Comunidades Negras, Secretaría Técnica - ICAN, 1993.
13
Un ejemplo de lo que se podría hacer para el Chocó se encuentra en el potencial que ofrecen
las fuentes coloniales específicas, como las testamentarias, para desentrañar el universo social
que les subyace. Véase Orián Jiménez, “Epístolas testamentarias del Chocó: Nuevo Reino de
Granada, siglo xviii”, América Negra, núm. 13, 1997; o también en lo que se propone alcanzar
para otra región con un proyecto de investigación ambicioso presentado a la Universidad Nacional
de Colombia por Augusto Javier Gómez López, Afrocolombianos. Memoria y testimonio. 1670-
1970 [fuentes documentales para la historia de los procesos de poblamiento, de estructuración
económica, sociocultural y de las territorialidades de los afrodescendientes en el suroccidente
colombiano], Bogotá, Universidad Nacional de Colombia - Centro de Estudios Sociales - CES,
2007.
14
Humberto Triana y Antorveza, Léxico documentado para la historia del negro en América (siglos
xvi- xix). Tomo I: Estudio preliminar, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1997; Tomo II: A-C, 2001
y Tomo III: D-G, 2002.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

regional;15 los historiadores Óscar Almario García y Orián Jiménez se cuestionaron


por las contrastadas (y para nada libres de problemas) construcciones del negro en
Colombia con un estudio crítico y bibliográfico;16 por su parte, las investigaciones
del antropólogo Eduardo Restrepo han dedicado buena parte de su esfuerzo
a preguntarse por los recursos conceptuales y epistémicos desplegados para la
construcción del negro y la negridad en Colombia.17 Otra opción ha consistido
en la valiosa sistematización bibliográfica18 o en la recopilación bibliográfica pero
con pretensiones mayores vía la comparación de la gente afrodescendiente en
países distintos, como por ejemplo entre Colombia y Ecuador.19

Finalmente, los autores de este estudio queremos agradecer los valiosos
comentarios, observaciones críticas e informaciones suministrados a esta in­
vestigación por varios amigos y colegas que tienen en común el conocimiento
de la región y su generosidad intelectual: Claudia Leal de la Universidad de
los Andes, Eduardo Restrepo del Instituto Pensar de la Pontificia Universidad
Javeriana y Luis Fernando González de la Universidad Nacional de Colombia,
Sede Medellín. Otros investigadores, como el antropólogo William Villa, y los
historiadores Sergio Mosquera de la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego
Luis Córdoba” y Orián Jiménez de la Universidad Nacional de Colombia, Sede
Medellín, con sus significativos trabajos sobre el Chocó, han sido referentes

15
Luis Fernando González Escobar, “Chocó en la cartografía histórica: De territorio incierto a
departamento de un país llamado Colombia”, Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, vol. 33,
núm. 43, 1997.
16
Óscar Almario García y Orián Jiménez, “Aproximaciones al análisis histórico del negro en
Colombia (con especial referencia al Occidente y el Pacífico)”, en: Mauricio Pardo Rojas, Claudia
Mosquera y María Clemencia Ramírez (eds.), Panorámica afrocolombiana: Estudios sociales en el
Pacífico, Bogotá, ICANH - Universidad Nacional de Colombia, 2004.
17
Eduardo Restrepo, “Hacia los estudios de las colombias negras”, en: Axel Alejandro Rojas (ed.),
Estudios afrocolombianos. Aportes para un estado del arte, Popayán, Editorial Universidad del
Cauca, 2004; Políticas de la teoría y dilemas en los estudios de las colombias negras, Popayán, Edito­-
rial Universidad del Cauca, 2005; Afrodescendientes en Colombia. Compilación bibliográfica, Bogotá,
Instituto de Estudios Sociales y Culturales, Pensar - Universidad Javeriana, 2008; Etnización
de la negridad: La invención de las “comunidades negras” como grupo étnico en Colombia, Popayán,
Universidad del Cauca, 2013 y Eduardo Restrepo (ed.), Estudios afrocolombianos hoy: Aportes a
un campo transdisciplinario, Popayán, Universidad del Cauca, 2013.
18
Véase Rocío Pérez de Samper, Estudios afrocolombianos. Sistematización bibliográfica, Bogotá,
Colorgraf Editores, 2001.
19
Catherine Walsh, Edizon León y Eduardo Restrepo, Pueblos de descendencia africana en Colombia
y Ecuador: Compilación bibliográfica, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, 2005.

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Óscar Almario García

obligados para nuestro esfuerzo, por lo que les estamos también enormemente
agradecidos. Asimismo, queremos agradecer a la historiadora Bibiana González
quien estuvo al cuidado de la bibliografía de esta parte del estudio sobre el
Chocó. Sin embargo, y como no puede ser de otra manera, sólo nosotros somos
los únicos responsables del texto que aquí presentamos.

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Primer capítulo
La construcción imaginaria de la región chocoana:
del nacionalismo decimonónico a la academia moderna
y contemporánea

Este primer capítulo, que aporta elementos de reflexión acerca de las diversas
matrices de sentido y los imaginarios que han representado esta región, resulta
indispensable para nuestro propósito de balance bibliográfico, por cuanto
entendemos que éste en buena medida descansa en evaluar materiales que han
sido intencionadamente producidos, que fueron concebidos desde determinados
esquemas de interpretación y que respondían a criterios ideológicos, políticos
y científicos de su tiempo, desde los cuales se fue configurado, explicado e
interviniendo la región. En síntesis, el Chocó como región no puede ser
entendido como una sustancia que ha persistido durante el tiempo sino como
la expresión de distintas construcciones e intencionalidades, siempre en tensión
y conflicto con sus procesos más profundos y los sujetos que los animan. Por
consiguiente, es recomendable, y a ello nos atenemos, iniciar una tarea como
esta de la revisión bibliográfica con una “historia de la historia”, es decir, con
una aproximación a la historiografía de la construcción discursiva de esta
región, así ella esté todavía incompleta y provisional. En efecto, la historia como
disciplina académica, y aquellas otras que proceden en lo fundamental con sus
métodos, no es un oficio que consista en la búsqueda de una esencia perdida,
que basta con aplicarse con juicio a encontrarla de acuerdo con unas pautas
para el efecto, hasta llegar a un determinado campo de conocimiento en el

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

que nos encontraríamos con “la verdad” o con la constatación de que antiguas
zonas obscuras se han ido iluminando con nuevos reflectores. La historia como
disciplina y sus procedimientos metodológicos, como por ejemplo las regiones
entendidas como una de sus posibles unidades de análisis, son construcciones
sociales. Precisamente, por ser socialmente construidas, tanto la disciplina como
sus estrategias de investigación se van influyendo mutuamente, a través de una
compleja acción en la que se combinan esfuerzos individuales, disciplinares,
institucionales y sociales que obedecen a distintos intereses en juego. Por lo
tanto, la labor historiográfica es inseparable del “estado del arte”, de la considera­
ción de los paradigmas dominantes en distintos momentos, épocas y perío­dos,
de la ponderación del estado de desarrollo institucional del conocimiento, del
reconocimiento de las representaciones “nacionales” con pretensiones de hege­
mónicas respecto de la colectividad, así como de las tensiones que estas suscitan
con otras manifestaciones de la identidad y la representación del pasado, de
la conciencia sobre las relaciones de poder que se expresan discursivamente
como ideologías, criterios académicos y cosmovisiones, de las expectativas y
proyectos sociales o colectivos que acompañan siempre las experiencias sociales,
entre otros factores.
Pero aún en ese contexto, la disciplina histórica tiene también sus propios
o específicos desafíos, porque debe atreverse a retar y superar las limitacio­-
nes exis­tentes, cuestionar las oclusiones establecidas para poder visibilizar otras
realidades, dimensiones y sujetos, utilizar desde los vestigios y los indicios más
fragmentarios hasta los documentos históricos más orgánicos y de posible
seriación para avanzar hacia la comprensión de la complejidad subyacente. En
resumen, la historia como disciplina debe aprovechar tanto su tradición en el
trabajo con materiales históricos y su análisis como las señales de “hambre de
historia” en general (de los expertos y de la sociedad) para encontrar los caminos
que relacionen el trabajo de los historiadores con las expectativas sociales que
aguardan por otras representaciones del pasado nacional, que le restituyan a todos
los protagonistas (sujetos, territorios, memorias) sus respectivos roles y aportes.
A partir de esta clave reflexiva es que abordamos el desafío de rastrear el
trayecto discursivo que ha operado sobre el Chocó desde el siglo xix hasta el
presente, como un trazo que se entremezcla con los proyectos de Nación, Estado
y Cultura, con todas sus luces y sus sombras acerca de la colectividad.

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Óscar Almario García

La historia y la geografía nacionalistas del siglo xix

Todo parece apuntar a que el Chocó como reto para el conocimiento constituye a
la vez tanto una referencia “axial” como una zona “oscura” respecto de su adecuada
comprensión historiográfica, antropológica y sociológica. Esta paradoja, que
todavía aguarda por su acertada resolución, amerita una breve explicación
de nuestra parte. Su carácter axial se entiende si nos atenemos a la hipótesis,
posiblemente no formalizada pero sí efectiva, de que todo habría “comenzado”
en ese territorio en lo que a “nosotros” se refiere (es decir, la actual Colombia).
En efecto, desde el momento mismo del primer “encuentro” entre las poblaciones
originarias y las huestes españolas, por una parte tuvieron origen los con-
siguientes “experimentos” y experiencias que esa relación asimétrica signifi-
­có en términos de sometimiento, control, dominio y exterminio. Pero por otra,
co­mo se sabe, también dio lugar a las diversas modalidades de resistencia,
adap­tación y reconfiguración de territorios y sociedades, a un entramado de
relaciones entre sujetos diferentes y enfrentados, y a la vez forzados a la com­
plementariedad. Por todo ello, resulta sintomático que la tensión entre la
asimetría de la dominación y el exterminio, y la adaptación y resistencia en esos
territorios, haya establecido un continuum entre conquista/colonización y que se
manifieste en los primeros textos fundacionales de la nación colombiana, según
los parámetros de la geografía e historiografía nacionalista del siglo xix.1 Ahora

1
Es significativo que el geógrafo-militar italiano Agustín Codazzi, en los textos producidos por
la Comisión Corográfica, precisamente en clave nacionalista y republicana, haya sido uno de los
primeros que se refiere a esa condición primigenia o seminal de los territorios del Darién, que
hacían parte de lo que hoy llamamos Chocó: primera villa en la América española en contar
con silla obispal (Santa María la Antigua), escenario de la primera “guerra civil” por las acervas
rivalidades entre las cabezas principales de las huestes conquistadoras y punto desde el cual se
originaron varias iniciativas decisivas para la conquista/colonización de Suramérica, como la
fundación de Panamá, la búsqueda del tesoro del Dabeiba que condujo a la penetración del
interior de la actual Colombia, la exploración de Antioquia, el “descubrimiento” del Mar del Sur
por Balboa y a hacer expedita la ruta hacia el Perú por Pizarro; véase Agustín Codazzi, Geografía
física y política de la Confederación Granadina. Volumen I: Estado del Cauca. Tomo II: Provin­cias del
Chocó, Buenaventura, Cauca y Popayán. Tomo III: Provincias de Pasto, Túquerres y Barbacoas [1853-
1855], Popayán, Universidad del Cauca - Colciencias - Universidad Nacional de Colombia, 2002,
especialmente la parte histórica, pp. 53-54 y el “Aspecto del país”, pp. 77-88. Véase también Agustín
Codazzi, Geografía física y política de la Confederación Granadina. Volumen VI: Estado del Istmo de
Panamá. Provincias de Chiriquí, Veraguas, Azuero y Panamá [1853-1855], Bogotá, Universidad

*
37
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

bien, es muy probable que con esas experiencias, que rápidamente se transfirieron
a otros espacios y sociedades, también se haya iniciado otra fase histórica para
al menos otras dos áreas americanas. Esto es, para esa parte de América del Sur
que sería ordenada por los ibéricos en el virreinato del Perú y para el segmento
de Centroamérica que se conoció inicialmente como Tierra Firme. Por su
parte, lo que llamamos zona “obscura”, en relación con el reconocimiento de la
complejidad histórica del Chocó, se puede explicar por la notable distancia que
todavía existe entre la conciencia recientemente adquirida acerca de la densidad
de los fenómenos que confluyen en esta región por una parte y los limitados
conocimientos que aún tenemos de ella por otra. Esa brecha, que viene de tiempo
atrás y que se ha pretendido llenar en distintos momentos con imaginarios y
representaciones diversos, explica a su vez porque en nuestro país coincidieron,
hasta hace relativamente poco tiempo, la efectiva marginalidad social del Chocó
con su supuesta intrascendencia académica como campo de investigación. Lo
que constituye otra confirmación de los obstáculos epistemológicos e ideológicos
que se han levantado para su reconocimiento como una región con personalidad
propia dentro de la historia nacional y americana por parte de los estudiosos.
Desde los inicios de la República, el Chocó como porción de los territorios
independientes de la Nueva Granada hizo parte de los imaginarios del país y de
la “comunidad imaginada” (de acuerdo con la socorrida expresión del antropólogo
británico Benedict Anderson), aunque siempre de forma marginal, periférica y
aleatoria. El primer historiador de la República, José Manuel Restrepo, apenas
se refiere en cinco ocasiones al papel del Chocó en las guerras de independencia
y en la reconquista, dada la importancia del río Atrato para el control de ricos
territorios auríferos aunque con “gente de segundo orden”. Su visión oficial
del orden político y social de la época sugiere lo poco que significó la región


Nacional de Colombia, 2002, pp. 99-104, 139-151. Resulta también muy diciente, por así decirlo,
que la obra fundamental de José Manuel Groot, artista e historiador colombiano del siglo xix,
se inicie precisamente con el relato de las incursiones del conquistador español Vasco Núñez de
Balboa en el territorio del Darién, véase José Manuel Groot, Historia eclesiásti­ca y civil de Nueva
Granada. Escrita sobre documentos auténticos, t. 1, Bogotá, Casa Editorial de M. Ri­vas & Ca., 1889,
pp. 1-12. Dada la complejidad de esta experiencia histórica, no es casual que sea desde la literatura
que se presente una de las últimas manifestaciones acerca de su intrincada comprensión, véase
la reciente novela de Gustavo Arango, Santa María del Diablo. La delirante y triste historia de la
primera ciudad española en Tierra Firme, Bogotá, Ediciones B, 2014.

*
38
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Óscar Almario García

chocoana para la construcción del ideal de una nación progresista y liberal en el


siglo xix.2 Lo que contrasta con la visión de los virreyes y autoridades españolas
de la Nueva Granada durante las reformas borbónicas, que por fuerza tuvieron
que considerar la importancia de las provincias del Pacífico en general y del
Chocó en particular, dada la absoluta dependencia fiscal del virreinato de los
recursos provenientes de las actividades mineras que se desarrollaban en ellas.3
Se tendría que esperar más de un siglo, hasta los trabajos pioneros del
geógrafo cultural norteamericano Robert C. West y del etnógrafo chocoano
Rogerio Velásquez,4 para que se empezara a modificar esa imagen subsidiaria del
Chocó en la construcción temprana de la República de Colombia y para cap­-
tar su verdadera trascendencia, en virtud de una visión descentralizada de
la construcción de la nación, una perspectiva histórica más amplia y la
comprensión de esos procesos desde la lógica interna de la región misma.5
Pero el cambio definitivo respecto de la valoración del Pacífico en general
y del Chocó en particular vendría unas décadas después, cuando en el país
coincidieron fenómenos globales (invención del Tercer Mundo, ambientalis­mo
y multiculturalismo) con otros internos (Constitución Política de 1991) y la
emergencia del sujeto étnico afrocolombiano, para que la atención de académi­cos,

2
José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la República de Colombia en la América meridional
[1827/1858], Medellín, Universidad de Antioquia - Universidad Nacional de Colombia -
Universidad del Rosario -Universidad de Medellín, 2009.
3
Al respecto puede verse Germán Colmenares, Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva
Granada, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1989; para la diferenciación entre norte y sur del
Pacífico en la Gobernación de Popayán véase Óscar Almario García, “Territorio, etnicidad y
poder en el Pacífico sur colombiano, 1780-1930” [Tesis de Doctorado en Antropología Social
y Cultural, Departamento de Antropología, Universidad de Sevilla] Sevilla, 2007, pp. 125-147;
una edición reciente de informes de autoridades coloniales neogranadinas durante las reformas
borbónicas es la de Raúl Alameda Ospina et. al., Virreyes y funcionarios neogranadinos ante las
reformas borbónicas (1729-1818), Colección Antología Económica Colombiana, t. iv, Bogotá,
Academia Colombiana de Ciencias Económicas, 2014.
4
Véase Robert C. West, Alluvial placer mining in Colombia during the colonial period, Baton Rouge,
Louisiana State University, 1952; y del mismo autor The Pacific Lowlands of Colombia: A Negroid
Area of the American Tropic, Baton Rouge, Lousiana State University Press, 1957; Rogerio
Velásquez, El Chocó en la independencia de Colombia, Bogotá, Ediciones Hispana, 1965.
5
Óscar Almario García, Castas y razas en la Independencia de la Nueva Granada, 1810-1830:
Identidad y alteridad en los orígenes de la nación colombiana, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 2013.

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39
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

políticos y fuerzas internacionales convergiera hacia esta región de Colombia


y el planeta.6
Durante el mismo siglo xix, viajeros y geógrafos construyeron una visión
del Chocó que ha sido perfectamente recogida por el antropólogo Peter Wade
bajo la acepción de “Negros, Miseria y Lluvias”.7 Aquellos, en modos diversos,
consideraron el Chocó como una región rica en oro, platino, fauna, bosques y
tierras feraces; y excelentemente ubicada para el comercio y la comunicación
interoceánica; sin embargo, percibieron que se encontraba aislada y con poca
densidad demográfica (15.000 habitantes en 1778, 43.000 en 1851, 75.000 en
1912), inapropiada para la agricultura intensiva y poblada por negros y unos
pocos indios a los que caracterizaron como de razas inferiores.8 En opinión del
explorador y viajero francés Brisson, los negros “son indolentes y viven desnu­-
dos y pobres, en la estupidez, el letargo y el abandono”; son flojos para el trabajo
y cada uno de ellos “tiene su trabajadero o minita donde trabaja algunos días
de la semana cuando necesita urgentemente con su familia, y prefiere ganar

6
Sobre la invención del Tercer Mundo, el ambientalismo y el multiculturalismo como expresiones
discursivas del tardo capitalismo, y la emergencia del sujeto étnico afrocolombiano véase Arturo
Escobar y Álvaro Pedrosa (eds.), Pacífico: ¿Desarrollo o biodiversidad? Estado, capital y movimientos
sociales en el Pacífico colombiano, Bogotá, CEREC, 1996; Arturo Escobar, El final del salvaje.
Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea, Bogotá, CEREC - ICAN, 1999;
Arturo Escobar, Sonia Álvarez y Evelina Dagnino (eds.), Política cultural y cultura política. Una
nueva mirada sobre los movimientos sociales latinoamericanos, Bogotá, Taurus - ICANH, 2001; María
Victoria Uribe y Eduardo Restrepo, (eds.), Antropología en la Modernidad. Identidades, etnicidades
y movimientos sociales en Colombia, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 1997; Juana
Camacho y Eduardo Restrepo eds., De montes ríos y ciudades. Territorios e identidades de la gente
negra en Colombia, Bogotá, Fundación Natura - Ecofondo - ICAN, 1999; Mauricio Pardo (ed.),
Acción colectiva, Estado y etnicidad, Bogotá, Colciencias - ICANH, 2001 y Maguemati Wabgou,
Jaime Arocha Rodríguez et. al., Movimiento social afrocolombiano, negro, raizal y palenquero: El
largo camino hacia la construcción de espacios comunes y alianzas estratégicas para la incidencia política
en Colombia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2012.
7
Peter Wade, Blackness and race mixture. The dynamics of racial identy in Colombia, Baltimore
y Londres, The Johns Hopkins University Press, 1993 y la traducción al castellano, Gente
negra. Nación mestiza, Bogotá, Editorial Universidad de Antioquia - Instituto Colombiano de
Antropología - Siglo del Hombre Editores - Ediciones Uniandes, 1997.
8
Véase Agustín Codazzi, “Informe sobre la Provincia del Chocó”, en: Geografía física y política de
las provincias de la Nueva Granada: Segunda parte. Informes, Bogotá, Banco de la República, 1959;
Felipe Pérez, Geografía de los Estados Unidos de Colombia, Bogotá, Imprenta de la Nación, 1862
y Charles Stewart Cochrane, Journal of a residence and travels in Colombia, 1823-1824 [1825],
Londres, H. Colburn, 1924.

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40
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Óscar Almario García

poco pero ser libre y trabajar por su cuenta. Rara vez aguanta una ocupa­-
ción permanente”.9 Esos negros viven con pocos indios en “estado casi salvaje,
aunque son pacíficos por naturaleza”, en una amplia extensión territorial
excesivamente húmeda con un “clima insalubre” y una presencia permanente de
lluvias. Allí “el hombre es pobre y desgraciado, y no disfruta de un solo día bueno
para consuelo de sus males, pues todos los días la lluvia inunda sus hogares, sus
chozas están convertidas en cloacas inmundas cuyos techos entreabiertos dejan
pasar por todas partes la lluvia”.10
Uno de los más notables testimonios de estos viajeros y exploradores quedó
consignado en el texto “Viaje a la región aurífera y platinífera del Chocó”,
que es el resultado del recorrido que Jean Baptiste Boussingault (1802-1887)
realizó por el Chocó en 1829 y que incluyó en sus Memorias.11 Este naturalista y
científico francés fue traído al país después del fracaso de la Escuela de Minería,
viajó a Supía en 1827 para examinar el estado de la explotación de oro en el
distrito y, como comisario designado por el ministro, para conciliar los intereses
nacionales con los de la compañía Colombian Mining Company, según relata un
investigador.12 Posteriormente, atraído por las minas de platino, emprendió un
viaje por esta provincia minera, de la cual realizó una amplia descripción y análisis
detallado mediante la combinación de la observación etnográfica y científica
con su experiencia sensible, vivencias como viajero, procedencia europea y el
análisis geológico y de minas; además, hizo un serie de gráficos y levantamientos
debido a su continua insistencia en el poco e inexacto conocimiento que se
tenía sobre el territorio, de ahí la especificidad de sus apuntes: “El interior
del Chocó es tan poco conocido y el mapa que poseíamos era tan inexacto,
que no creo inútil informar minuciosamente de los levantamientos hechos
durante mi viaje”.13 En su narración y representación del Chocó de la época

9
Jorge Brisson, Explotación en el alto Chocó, Bogotá, Imprenta Nacional, 1895, p. 151.
10
Gaspar Teodoro Mollien, Viaje por la República de Colombia en 1823, Bogotá, Biblioteca Popular
de Cultura Indiana, 1944.
11
Jean Baptiste Joseph Dieudonné Boussingault, “Viaje a la región aurífera y platinífera del Chocó”,
en: Memorias, t. 2, Bogotá, Biblioteca V Centenario, Colcultura, 1994.
12
Luis Fernando González Escobar, “Chocó en la cartografía histórica: De territorio incierto a
departamento de un país llamado Colombia”, Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, vol. 33,
núm. 43, 1997.
13
J. B. J. D. Boussingault, op. cit.

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41
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

se encuentra importante información sobre su exploración, ubicación y límites


geográficos, sistema hidrográfico, clima, condiciones del terreno, característi­-
cas de la población y de las comunidades étnicas, número de habitantes, formas
de poblamiento, vida urbana y material, conexión y vías de comunicación con
otros entes territoriales como el Valle del Cauca y Antioquia, explotación mi-
nera y técnicas de explotación, clases de cultivos, relaciones comerciales,
representaciones y prácticas sociales. En pocas palabras, su ameno relato es un
acercamiento al Chocó desde todos los ámbitos. Aunque el lector debe ser
consciente de las limitaciones e intereses que atraviesan sus interpretaciones,
es importante comprenderlas desde el horizonte discursivo y las posibilida­-
des de enunciación del momento en el que fueron producidas, y que contribuyeron
a la configuración de la imagen y realidad del Chocó.
En relación a la ubicación geográfica y características naturales del Chocó
destaca la comunicación con los dos mares, el sistema hidrográfico y la humedad,
que inciden en la población (compuesta de negros esclavos y unas 87.000
almas, dos poblaciones importantes como Quibdó y Nóvita, ocho parroquias y
veinticinco anexos o caseríos) y agricultura de subsistencia; sobre la ocupación
y poblamiento del territorio aportó tres pistas interesantes, que fue invadido
progresivamente por negros esclavos, que jamás ha sido ocupado por los criollos
y que sus tierra bajas (el Chocó propiamente dicho) tal vez jamás había sido
ocupado por los indios chocós que prefirieron ocupar las tierras altas o de ladera;
acerca de su comunicación y relación comercial con otros entes territoriales
identificó que los alimentos que consumía la región provenían del valle del
Cauca y Antioquia, destacó la importancia del camino que unía a Nóvita con
Ansermanuevo, indicó que desde Cartagena vía el Atrato ingresaban mercancías
de origen europeo y desde Charambirá en las bocas del San Juan los tasajos de
carne y otros alimentos que requerían las cuadrillas de esclavos; la descripción de
la población de Nóvita, surgida en medio de lavaderos de oro, contaba con una
casa de fundición a donde se llevaba el oro en polvo de los reales de minas para
ser trasformado en lingotes que se enviaban a las casas de moneda de Popayán o
Bogotá, y una fundición en donde se hacía la “desplatinización” del oro en polvo;
Tadó era el epicentro de la explotación platinífera y en sus alrededores había
lavaderos muy productivos; describió a los indios chamís como de “existencia
vagabunda”, viviendo de la selva y la pesca en los ríos, y resistentes al proyecto

*
42
*
Óscar Almario García

de la civilización católica; finalmente, resulta interesante destacar que fijó con


claridad su posición frente a los numerosos proyectos que se discutían en la
época sobre la construcción del canal interoceánico por el Chocó y argumentó
la conveniencia de que su eventual trazado se hiciera siguiendo el valle del
Atrato-San Juan, superando para el efecto el obstáculo del istmo de San Pablo,
con el fin de unir el Atlántico y el Pacífico.
En síntesis, con una mirada perfectamente occidental, el Chocó sólo tendría
futuro, en concepto de viajeros y geógrafos de siglo xix, con la extensión de
la raza blanca, en especial de antioqueños y extranjeros, sobre sus primigenios
pobladores y los grupos negros que se hicieron demográficamente dominan­
tes desde finales del siglo xviii y sobre todo en el xix, única capaz de llevar
a cabo empresas de progreso, crear “civilización”, vida ordenada y ciudadana,
patrones de comportamiento dirigidos por el estado y la iglesia, roles de vida
urbanos, y de sacar de la ignorancia a sus tradicionales habitantes. Aunque
conviene detenerse en lo que algunos estudios recientes indican, en el sentido
de que una relectura crítica de los postulados de la Comisión Corográfica y sus
continuadores habilitaría concluir que el argumento de la sustitución de las ra­
zas inferiores por la blanca no se reducía a la simple dimensión biológica de la
cuestión sino, y ante todo, al propósito de establecer un orden moral regenerador
que portaban ciertos grupos sociales, es decir, a la supuesta superioridad moral
de lo blanco frente a las otras razas y sus mezclas, y por lo tanto a su capacidad
para encauzar sus acciones hacia el progreso y la civilización.14
Como sabemos, el espacio de lo que en la actualidad llamamos Chocó fue en
el pasado un territorio disputado desde el siglo xvi por gobernaciones diver­sas,
y por provincias, estados y departamentos durante los siglos xix y xx, dentro de
un ambiente de reacciones, resistencias y sometimientos de sus pobladores. De tal
suerte que a cada período histórico se corresponde una lógica espacial y territorial,
así como diversas formas de representación e imaginación. Sin embargo, la
rigurosa historización y espacialización de ese territorio y sociedad, no obstante

14
Al respecto véase Eduardo Restrepo, “‘Negros indolentes’ en las plumas de corógrafos: Raza
y progreso en el occidente de la Nueva Granada de mediados del siglo xix”, Nómadas, Bogotá,
núm. 26, abril de 2007; y del mismo autor, “Imágenes del ‘negro’ y nociones de raza en Colombia
a principios del siglo xx”, Revista de Estudios Sociales, Bogotá, Universidad de los Andes, 2007.

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43
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

sus notables contribuciones, es todavía una tarea pendiente para la investigación


histórica y social. Con todo, así sea en forma provisional, puede considerarse
que como fruto de este complejo proceso de construcción de territorios durante
el siglo xix, las regiones de Bolívar, Antioquia y Cauca penetraron con fuerza al
Chocó a través de “proyectos civilizadores” que pretendieron su integración a la
nación concebida por las élites y el mundo internacional. Estas intervenciones
coincidieron con cambios significativos en el orden mundial y nacional, como
la apertura del Canal de Panamá en 1914, la expansión del comercio mundial,
el interés de potencias y empresarios extranjeros por las riquezas auríferas y
platiníferas, en relación con el primero; y las transformaciones en el orden
político interno con el gobierno del general Rafael Reyes (1905-1909), ajustes
en la legislación minera nacional y el ordenamiento territorial. Lo que explica
que los proyectos modernizadores para el Chocó se fueran consolidando durante
las primeras décadas del siglo xx, concebidas desde un incipiente y ambiguo
reconocimiento de la conveniencia de su autonomía administrativa con la
adopción de las figuras de intendencia (1907 y 1909) y de departamento (1908),
que si bien lo separaban del departamento del Cauca quedaban siempre bajo
el control directo del gobierno nacional. Iniciativas que se concretaron en una
vasta explotación de recursos mineros, vegetales y faunísticos por colonizado­
res nacionales y foráneos, basados en operarios extranjeros, y en mano de obra
negra y mulata de colonos pobres. Para 1923, el ingeniero Jorge Álvarez Lleras,
interesado en el “progreso” del Chocó –en la introducción de antioqueños, la
comunicación con el resto de la República mediante vías y la búsqueda de tie­
rras con propósitos agrícolas–, recogió los dos tipos de creencias externas sobre
dicho territorio: unos creen que el Chocó es un emporio de riquezas fabulo­-
sas e inagotables y otros tierra infernal, malsana como ninguna y llena de fiebres
espantables.15
Como puede observarse, los tradicionales imaginarios sobre el Chocó
durante un siglo (1820-1920) se mantuvieron vigentes, y se extenderían hasta el
presente, aunque con matices y modificaciones relativos a una región rica pero
sin con quien explotarla racionalmente según el imaginario nacional dominante.

15
Jorge Álvarez Lleras, El Chocó, Bogotá, Minerva, 1923.

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44
*
Óscar Almario García

El Chocó según la geografía nacionalista del siglo xix:


la sorprendente aunque finalmente incomprendida “adaptación”
de la gente negra a la selva húmeda tropical del Pacífico
Siguiendo las convenciones historiográficas establecidas por los primeros
historiadores de la República, los geógrafos nacionalistas del siglo xix produje­ron
uno de los primeros y más completos cuerpos discursivos sobre el Chocó que
por la supuesta autoridad científica de sus observaciones, la enorme influencia
que tendrían en el imaginario nacional y sus consecuencias en disposiciones
gubernamentales, ahora debemos tratar de considerar y reinterpretar en este
ejercicio. Por razones de pertinencia y espacio no podemos dedicarnos aquí
al tratamiento en profundidad de esta importante cuestión, pero al menos
procuraremos identificar aquellos aspectos que juzgamos más relevantes y afines
a los propósitos de este estudio, para lo cual rastreamos e interpelamos las obras
de Agustín Codazzi, de Felipe Pérez y otros continuadores de la Comisión
Corográfica.

El “primer” Codazzi y el Chocó


En dos momentos distintos y mediante tres textos diferentes el geógrafo-
militar italiano Agustín Codazzi legó para la posteridad unas imágenes,
informaciones y representaciones muy valiosas sobre el Chocó de la primera
mitad del siglo xix. Escritos desde una perspectiva etnocéntrica y racista, en
los marcos del proyecto nacionalista en marcha en el siglo xix y concebidos
desde la ciencia geográfica de entonces, sus trabajos no sólo influenciaron a sus
contemporáneos y sirvieron de base a decisiones gubernamentales sino que
marcaron a los estudiosos y observadores que le sucedieron, lo que hace de ellos
materiales de una enorme actualidad temática que bien vale la pena retomar,
criticar y trascender.
El primer momento y texto coincide con la llegada de Codazzi a América,
y en particular a la Nueva Granada, futura Colombia, en medio de la Guerra de
Independencia, durante el segundo semestre de 1819, tal como lo consignó en
sus Memorias.16 El segundo momento tiene que ver con su regreso al país para

16
Mario Longhena (ed.), Memorias de Agustín Codazzi, Bogotá, Banco de la República - Archivo
de la Economía Nacional, 1973.

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45
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

ponerse al frente del gran proyecto de levantar su carta geográfica y la de sus


provincias, a instancias del general Tomás Cipriano de Mosquera, presidente de
la República, quien en 1845 lo invitó a emprender dicho proyecto que buscaba
replicar lo que Codazzi ya había realizado para Venezuela. En efecto, Mosquera,
inicialmente nombró a Codazzi como profesor de la Escuela Militar Superior
de Bogotá en 1848, pero sólo un año después, en enero de 1849, Codazzi
arribaba a la capital para ponerse a sus órdenes. Se produjo entonces la sucesión
presidencial del general José Hilario López, pero por fortuna no sólo se mantuvo
el proyecto geográfico sino que incluso se formalizó con un instrumento firmado
el 1° de enero de 1850, que facilitaría llevar a la práctica la titánica labor de la
Comisión Corográfica, la primera expedición científica nacional de la República
en formación. Los dos textos de nuestro particular interés y producidos en el
marco de ese gran proyecto son los informes referidos al Estado del Cauca y a
la provincia del Chocó,17 y al Estado del Istmo de Panamá y sus provincias.18
En relación con el primer momento de Codazzi en la Nueva Granada y
sus Memorias, conviene decir que mientras Bolívar y Santander reorientaban
la Guerra de Independencia de los llanos colombo-venezolanos a los Andes
centrales de la Nueva Granada y triunfaban en Boyacá en agosto de 1819,
Codazzi se adentraba en la provincia del Chocó en cumplimiento de una misión
conspirativa en favor de los independentistas republicanos.19 Aunque no se
trata de un texto que fuera producido como parte de un plan científico sino de
las memorias de un viaje, resulta muy interesante como documento histórico
por la indiscutible capacidad perceptiva de Codazzi, así como por la variedad
y calidad de los registros sobre las circunstancias geográficas, sociales e históri­-
cas observadas. Dichas observaciones estuvieron condicionadas no sólo por el
hecho de ser europeo, geógrafo-militar y partidario de la Independencia sino por
el inevitable recorrido longitudinal de su viaje, que realizó básicamente sobre el
eje del valle Atrato-San Juan, y en menor medida por lo que alcanzó a observar

17
A. Codazzi, Geografía física y política de la Confederación Granadina. Volumen I: Estado del Cauca.
Tomo II: Provincias del Chocó, Buenaventura, Cauca y Popayán. Tomo III: Provincias de Pasto,
Túquerres y Barbacoas, op. cit., pp. 51-131.
18
A. Codazzi, Geografía física y política de la Confederación Granadina. Volumen VI. Estado del Istmo
de Panamá. Provincias de Chiriquí, Veraguas, Azuero y Panamá, op. cit., pp. 97-195.
19
Véase lo concerniente al Chocó en M. Longhena, op. cit., pp. 350-377.

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46
*
Óscar Almario García

de las cordilleras y el mar (vía el San Juan y hasta Buenaventura). En efecto,


Codazzi primero recaló en la isla de Providencia en el Caribe y después, ya frente
al istmo de Panamá, en el archipiélago de San Blas, tuvo el primer contacto con
“los naturales de América meridional, que se encuentran en el mismo estado en
que se hallaban antes del descubrimiento del Nuevo Mundo” (se trataba de los
indios cunas o tule, aunque no lo dice explícitamente). Esta observación inicial
sobre los “indígenas” fue suficiente para deducir que los españoles no sólo jamás
los habían podido dominar sino suponer que en cambio los habían dejado vivir
en ese estado salvaje bajo el dominio de sus caciques, y por último concluir que el
odio hacia los españoles era el rasgo distintivo de las relaciones interétnicas que
creyó observar. Después, el propósito de su viaje lo conduciría hasta la bahía de la
Candelaria, en el Golfo del Darién, donde el Atrato desagua por diversas bocas.
Ese era el río que ahora debía remontar, objetivo que en adelante dependería
casi que por completo de los bogas indios y de sus destrezas como navegantes
ribereños. En su recorrido hacia el centro del Chocó, Codazzi experimentaría
sensaciones muy similares a las de otros viajeros y exploradores europeos cuando
se adentraban en territorios selváticos y desconocidos al seguir el curso de los
ríos con el objetivo de llegar hasta el “corazón de las tinieblas”. El contraste entre
esa sensación nueva frente a los indómitos ríos de los trópicos y la experiencia
europea de unos ríos dominados por la intervención del hombre debió ser tan
fuerte, que le impuso el recurso comprensivo de la comparación, de acuerdo
con la cual los ríos de Europa los clasificó como ríos históricos, mientras que
a los ríos tropicales de América, como el Atrato, los redujo a pura naturale­-
za. Razonamiento que entraña, según creemos, cierta variable o matización de
la clá­sica división de la humanidad establecida por el conocimiento experto
de la épo­ca entre “civilizados y salvajes”. En efecto, para Codazzi los ríos europeos
confirmaban el triunfo del hombre sobre la naturaleza, puesto que su condición
original y natural había sido domesticada y modificada por la presencia del
hombre a través de muchos siglos de civilización, hasta convertirlos en útiles
para el transporte y la población. En presencia del poderoso Atrato, en el cual
durante los primeros siete días de viaje no advierte habitantes ni poblaciones
en sus riberas, Codazzi se sorprende e intimida a la vez. En efecto, el Atrato le
parece “más grande que nuestro Po”, pero lo sobrecoge ante todo el hecho de
que se encuentre “cubierto de horribles bosques y selvas, cuyos únicos habitantes
son los animales feroces”. En Codazzi, el Atrato deviene así en un río vaciado

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47
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de humanidad que queda reducido a naturaleza en estado puro. Varias pági-


nas des­criben el régimen de lluvias permanentes, lo que provoca que los cauces
de los ríos y afluentes se desborden, y las tierras se inunden y empantanen,
circunstancias propicias para que proliferen los insectos, las culebras y los
caimanes. No obstante, Codazzi logra sobreponerse por un momento al peso
aplastante de lo natural y aunque conmocionado por la explosión de vida que
revienta antes sus ojos, deja salir su espíritu científico al describir con admiración
la variedad de animales de monte, peces, aves y plantas que saturan los distintos
ambientes. Sin embargo, finalmente retoma su impresión de estar en presen­
cia de una naturaleza que lo domina todo haciendo imposible cualquier tipo
de civilización, por cuanto incluso aquella logra inhibir hasta la prosperidad
misma de plantas que en otras regiones tropicales le han aportado beneficio a
las poblaciones, tales como el banano, el maíz, el casabe, el ñame o las patatas.
La consecuencia de esta inapelable situación material es la de una población en
estado de naturaleza, condicionada por ésta y degradada en sus valores humanos.
[…] por lo que los habitantes están en la más grande miseria, ya que
ven que el pescado apenas sacado del agua se pudre, que la carne todavía
palpitante se corrompe y que el pan apenas se enfría se enmohece. Aquí
todo se compra y se vende a precio de oro, sea el alimento, el vestido o
cualquier otra cosa necesaria. Este clima es tan diabólico que ninguno
escapa a las fiebres cotidianas o tercianas, pútridas o pestilenciales, al
vómito negro, a la lepra, a las obstrucciones del hígado, a las insolaciones,
al pian, que hace caer a pedazos los miembros gangrenados. En resumen
se puede concluir que en este país el cielo y la tierra le han declarado la
guerra al hombre, obstinado en establecerse allí por la avidez inextinguible
del oro que se encuentra por todas partes en esta región.20

El crudo patetismo de este texto es muy diciente respecto de las con­


venciones que, con pretensiones científicas, primero se esbozaron y después se
sistematizaron y formalizaron durante el siglo xix para describir, analizar y, en
últimas, construir la región del Chocó a partir de ciertos parámetros y paradigmas
que hoy entendemos como esencialistas, naturalizantes y eurocéntricos. La
descripción del Chocó de este “temprano” Codazzi, treinta años antes de

20
Ibíd., pp. 359-360.

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Óscar Almario García

la Comisión Corográfica, apunta a cuestiones que en la actualidad estamos


obligados a repensar y cuestionar, tales como la idea de región y subregión. En
efecto, cuando Codazzi se refiere a la región lo hace teniendo en cuenta sobre
todo sus principales características geográficas, pero en ningún caso se orienta
por una idea de región histórica o social. Por eso, al distinguir las dos provincias
nucleares que lo configuran, Citará con eje en Quibdó y el alto Atrato y Nóvita
con eje en la población de su mismo nombre y el alto San Juan, alcanza a intuir
las diferencias que existen entre ellas y la fragmentación histórica que subyace
a sus respectivas configuraciones, pero no alcanza a explicarlas de fondo. Su
registro acerca del predominio de indios y negros en un medio selvático y tropical
como el del Chocó, simplemente confirmaba el determinismo geográfico que
imperaba en la época como paradigma científico en ese tipo de observaciones.
Que en este caso, parten del supuesto de que se trataba del más desventajoso
territorio de los trópicos, cuestión que sintetizó en su inflexible metáfora de que
allí se había entablado una lucha despiadada y desigual de la naturaleza contra
la humanidad. Se puede deducir también, que para sus observaciones Codazzi
se orientaba con una implícita representación de la “humanidad” de acuerdo con
la cual ésta resulta ser una suerte de compuesto de dos sujetos sociales distintos
aunque condenados a ser inseparables, pero precarios ambos respecto de un ideal
de humanidad completa. En efecto, una parte de esa humanidad incompleta la
forman los hombres “civilizados” (criollos o extranjeros) a quienes sólo la avidez
del oro impulsa contra todo juicio a establecerse en esos territorios enfermizos,
y la otra parte se conformaría de los indios y los negros del “país” que, aunque
adaptados en forma sorprendente a esas condiciones tan extremas, en últimas
lo hacen en forma in-humana.
Ahora bien, no obstante la naturalización y esencialización de la “región”
chocoana y sus gentes que se va perfilando con este tipo de registros, pero
tratando de ir más allá de lo evidente de ellos e interpelándolos también, se
alcanzan a advertir los vestigios y las evidencias de la densidad y la complejidad
de la historia de esa humanidad que Codazzi juzgó como “precaria e in-humana”.
Se trata por supuesto de una reflexión sobre un material residual que consigna
de modo fragmentario y deformado la presencia de esos sujetos del pasado. Pero
es precisamente el trabajo paciente de varias generaciones de investigadores y
la propia memoria colectiva de sus habitantes sobre ese tipo de materiales y

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

subjetividades, los que en las últimas décadas han venido transformando las
representaciones sobre el Chocó. Sobre todo, al seguir las pistas de dos grandes
cuestiones que llamaron poderosamente la atención de Codazzi a comienzos del
siglo xix y que son hasta la fecha el centro de gravedad de las investigaciones
sociales sobre la región: comprender la función del oro y explicar la condición
de la gente negra (y en menor medida indígena). Se puede afirmar que des­de
Codazzi y hasta el presente, por decirlo de alguna manera, la representación
de esa tensión entre lo evidente y lo profundo en relación con el oro y los negros,
es la que fundamentalmente ha movilizado la acción investigadora en procura de
las cuestiones clave para la comprensión del siglo xix chocoano, como veremos.
En efecto, Codazzi advirtió que todo se compraba y se vendía a precio de oro,
que había avidez por él y que éste se encontraba literalmente por todas partes.
Los montes lo encierran en sus flancos, lo llevan los arroyos, las arenas
de los ríos corren mezcladas con el polvo de oro y con muy justa razón
algunos escritores la han distinguido con el nombre de tierra del oro.
Pero la mayor parte de los que buscan aquí enriquecerse, las más de
las veces vienen a quedar sepultados con sus riquezas y llevan una vida
siempre enfermiza, y hasta los hijos que nacen de ellos parce que nacen
con fiebre.21

Una vez llegado a Quibdó (que enuncia como Citará), capital de la pro­
vincia de su mismo nombre, su descripción mantiene el enfoque sobre la
relación oro y negros como un eje articulador que le ayuda a comprender lo
que observa. El emplazamiento de la ciudad (en la orilla derecha del Atra­-
to, frente a la desembocadura del río Quibdó) y su composición racial (de
indios, negros y criollos americanos), delatan los tres siglos de colonialismo y el
predominio de la economía minera. Es muy probable que los datos de Codazzi
se encuentren entre los más tempranos y valiosos acerca de la reconfiguración
y el reordenamiento del espacio que se estaba produciendo en la transición de
la Colonia a la República, fenómenos que se proyectarán a lo largo del siglo xix.
Codazzi calculó la población de la ciudad de Quibdó en unas tres mil personas,
“pero la de los negros esparcidos a lo largo de los ríos y los lagos ascenderá a
más de cinco mil y un poco menos serán los indios esparcidos en varios caseríos

21
Ibíd., p. 360.

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Óscar Almario García

a lo largo de los diferentes ríos que bañan por todas partes esta región”.22 Los
caseríos que identificó son: Murrí, San Miguel, Bebará, Beté, Lloró, Tadó y
Bagadó. De lo dicho se puede conjeturar que, en ese momento, la “ciudad” de
Quibdó se extendía más allá de su trama “urbana” propiamente dicha, hacia un
aparente y confuso Hinterland en el cual los negros, ahora mayoritarios, ha­-
bían adoptado una forma de poblamiento ribereño diferenciada del poblamiento
indígena. Sin embargo, la confusión o desorden de este ordenamiento espacial
es sólo aparente, porque más bien esa percepción de confusión hace evidente
el momento de transición que se experimenta, es decir, cuando se deshace el
modelo hispánico de poblamiento que se intentó en la región (ciudades, reales
de minas y pueblos de indios) e irrumpía una movilidad geográfica y social
inédita, agenciada por pobladores en libertad pero a partir de los antiguos
recintos coloniales y esclavistas. En resumen, estos registros de Codazzi y otros
similares pueden dar pie, y de hecho lo han dado, a hipótesis de trabajo para la
investigación moderna y contemporánea, en el sentido que con la disolución de
la esclavitud, el declive de los reales de minas del siglo xviii, la redefinición
de los pueblos indios, el proceso de la Independencia y formación de la República,
y el crecimiento de la población, se crearon las condiciones de posibilidad para
que se diera, sin mayores restricciones, un poblamiento extensivo a lo largo del
Atrato y sus principales afluentes. Fenómeno demográfico y social que tuvo en
la gente negra su principal protagonista, aunque simultáneamente se produjera
también una reconstitución de los grupos indígenas.
Llama la atención que en sus Memorias, Codazzi nunca mencione al sistema
esclavista ni a los esclavos del Chocó, lo que posiblemente se explique por las
siguientes razones principales, o bien porque le pudo parecer obvia esa realidad
o bien porque lo que encontró fue la degradación del sistema a consecuencia de
distintas modalidades de libertad pactada, todo ello acentuado por la crisis política
y cultural del mundo hispánico a uno y otro lado del Atlántico, como lo muestran
los estudios más recientes. No obstante esta opacidad, los registros de Codazzi
describen los componentes básicos que caracterizaban la predominante actividad
minera en la provincia de Citará. En efecto, los indígenas, que habitaban en sus
bohíos en los suburbios de la ciudad, se dedicaban a la navegación y el transporte

22
Ibíd., p. 365.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

por el río. Mientras que los negros, que “hacen el oficio de domésticos y en
las varias habitaciones situadas a lo largo de la orilla del río son los trabajado­-
res del oro, ya que sólo ellos son capaces de resistir las grandes fatigas, las aguas
continuas, el clima perverso y pútrido de estas regiones; están totalmente
desnudos”.23 Los propietarios de los terrenos de las labores mineras son por lo
general los criollos blancos, en los cuales han hecho levantar “arrabales de negros”
y “allí los hacen trabajar para sacar el polvo de oro que se encuentra mezclado
con la tierra”. Codazzi no nos dice cómo los hacen trabajar, aunque sabemos que
una parte de esos “trabajadores negros” era en realidad esclava y la otra libre, pero
dependiente al fin de cuentas de ese sistema extractivo. Asimismo, observa que
la provincia de Citará se encuentra aislada por los accidentes geográficos
que la separan de las otras provincias y que dependía por completo del comercio
externo para suplir prácticamente todas sus necesidades. Sin embargo, esas
precarias conexiones externas eran diferenciadas, como lo indica el hecho de
que el flujo comercial con el Cauca vía Cali fuera limitado, mientras que en
contraste se desarrollaba y consolidaba el tráfico con Cartagena vía el Atrato.
Su reflexión sobre la cuestión de la herencia colonial se conecta con los
retos de la construcción del Estado republicano en ciernes, como lo pone de
presente el manejo de la cuestión fiscal y la persistencia del modelo extractivo
del oro no obstante el cambio político. En efecto, como todo se compraba
y vendía en oro, pero como éste no podía salir de la provincia del Chocó en
polvo sino acuñado, el gobierno cobraba por ello el 20% nominal, aunque en
realidad ganaba otro 20% con la mezcla y liga que le ponía en las fundiciones
de Antioquia, Popayán y Santafé de Bogotá. Otros datos clave de Codazzi se
refieren a lo intrincado de las relaciones sociales, y especialmente a la situación
de dependencia que tenían los propietarios criollos de las minas respecto de los
negros, lo que a su vez tenía efectos negativos en las características sui generis
de la minería del oro en estas provincias. En efecto, Codazzi observó, en cla-
ve determinista geográfica y social, en relación con la raza “criolla” que presumía
tanto civilizada como precaria, que el estado de enfermedad y postración en que
vivían los criollos propietarios de los terrenos de minas tenía como consecuencia
que no pudieran cuidar de sus intereses por sí mismos y que por consiguiente

23
Ibíd., p. 362.

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Óscar Almario García

tuvieran que confiar “las más de las veces en los jefes de los negros para el
trabajo de las minas”. No obstante, alcanzó a advertir que debía haber algo más
que clima y enfermedad como causas para explicar esa “dependencia” de los
blancos respecto de los negros, y a intuir que en esas condiciones se había pro­
ducido una total inversión del orden social previsto y sancionado desde la lógica
ilustrada y racionalista moderna para la esclavitud, por lo cual anota que en estas
provincias el trabajo de minas “se hace en forma diversa del de otras partes de
América”. Con lo cual apuntaba a las características de la minería de aluvión
(distinta a la de veta) en esta parte de la América hispana, a sus técnicas (como
el canalón, el mazamorreo y eventualmente la zambullida), a los instrumentos
de trabajo (azadones, barretones, palas, almocafres, bateas) y a la división del
trabajo en la que sabemos que concurrían esclavos y libres. Por eso insistió
también en la sorprendente adaptación de los negros a las inclemencias del cli­
ma, las dificultades del territorio y la dureza de los trabajos que se realiza­ban a
la intemperie, para concluir, seguramente que muy a su pesar, en el inobjetable
protagonismo de estos: “[…] los negros son los únicos que pueden soportarlos sin
ningún perjuicio, porque se ve que son fuertes y robustos, mientras que el resto
de la población sólo presenta hombres débiles y siempre enfermos”.24 Es decir,
que Codazzi hace referencia a lo que podemos entender como las condicio­-
nes que explicarían la preponderancia de los negros en ese territorio, algo
sustantivo que debemos seguir tratando de documentar, comprender y explicar.
En cuanto a los datos aportados por Codazzi sobre la provincia y ciudad
de Nóvita (cuyos habitantes estimó en 8.000), situada a orillas del río Tamaná,
tributario del San Juan por su flanco derecho, cabe decir que son de menor
cantidad y calidad que los aportados para el Atrato. No obstante, nos interesa
destacar aquí los que resultan más relevantes para nuestros fines, como los que se
refieren a cuestiones como su riqueza aurífera, los antecedentes históricos como
antigua capital del Chocó, y la importancia económica y en las comunicaciones
que ofrecía la Bodega de San Pablo, localizada en el arrastradero o istmo de su
nombre, último punto de navegación por el río Quibdó (y Quito según otros
geógrafos) cerca del San Juan. Codazzi pudo atravesar dicho istmo en menos

24
Ibíd., pp. 364-365.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de dos horas y por ello conjeturó que como proyecto de ingeniería sería posible
cortarlo, “para comunicar el Quibdó [tributario del Atrato] con el río San Juan,
el cual desemboca al Pacífico, y así unir mediante estos dos ríos los dos mares,
a saber, el Atlántico y el Pacífico”.25 Estimó que la ciudad de Nóvita era más
grande que la de Quibdó, calculó que allí también la proporción de criollos era
ligeramente mayor pero más sana que en Citará, que al igual que en esta provin­
cia los negros trabajaban recogiendo polvo de oro que abunda en el Tamaná y
que los indios se congregaban en pequeños caseríos y en torno a los puntos de
mayor movimiento comercial como Santa Ana, Juntas, San Agustín, San Pablo
y San Juan.

La Comisión Corográfica en el Chocó y Panamá

Los otros dos textos imprescindibles para evaluar los aportes de Codazzi a la
construcción del Chocó en el siglo xix fueron producidos como parte de los
trabajos de la Comisión Corográfica dirigida por él. El primero hace parte de su
informe para el Estado del Cauca en 1853-185526 y el segundo de lo reportado
para el Estado del Istmo de Panamá de 1854.27 Con seguridad, ambos trabajos
se cuentan entre los más representativos de la visión nacionalista en general
y geográfica en particular acerca de esta región a mediados del siglo xix, por
lo que resulta interesante detenerse ahora en la comprensión y crítica de esos
sus supuestos, registros, perspectivas y pistas, que todavía ofrecen enormes
posibilidades para la investigación actual. Por supuesto que esa acción crítica
es posible pero siempre y cuando se reexaminen sus datos y valoraciones, se
los contraste con otras referencias documentales y se incorpore la información
actualmente disponible, para poder establecer una posible comparación entre
lo ocurrido en el Chocó y otras experiencias en este momento de construcción
republicana.

25
Ibíd., p. 366.
26
A. Codazzi, Geografía física y política de la Confederación Granadina. Volumen I: Estado del Cauca.
Tomo II: Provincias del Chocó, Buenaventura, Cauca y Popayán. Tomo III: Provincias de Pasto,
Túquerres y Barbacoas, op. cit., pp. 53-131. Para la síntesis histórica véase pp. 53-55 y para la
sociocultural en el “Aspecto del país”, pp. 76-88.
27
Ibíd., pp. 99-104 y 139-151.

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Óscar Almario García

Del informe sobre el Estado del Cauca y la provincia del Chocó cabe
destacar el intento de síntesis histórica de la región y la presentación de las
principales características de la población a la luz de unas hipótesis más o menos
explícitas, algunas conjeturas y comentarios variados. De la síntesis histórica
se pueden destacar los siguientes elementos: la presencia imbatible de los in­-
dios a lo largo del tiempo, sobre todo en el Golfo del Darién, las dificultades de los
ibéricos para establecerse en ese territorio con los consiguientes desplazamien­-
tos y conflictos entre ellos y, finalmente, la persistencia de la resistencia indígena;
la distinción entre las experiencias del Pacífico sur y el Chocó, por su argumento
de que la fundación de Barbacoas en 1600 habría garantizado la conquista de
esa primera parte del Pacífico, mientras que en el Chocó la resistencia indíge­na
la retrasó, hasta que la presencia de los misioneros jesuitas desde 1654 permi­-
tió la reducción de los indígenas de las provincias de noanames, citares y
chocoes;28 retomando a los cronistas Codazzi sostiene que cada uno de estos
grupos indígenas contaba con 25.000 habitantes y los define a todos como caribes,
lo que refuerza los datos conocidos al respecto y la imagen recurrente que los
representa como guerreros bárbaros cuya presencia en el Chocó se explica a raíz
de la expansión desde el sur de esa macro-nación indígena americana hasta la
Costa Atlántica de la actual Colombia, concretamente hasta el golfo de Urabá;
en ese territorio se habrían encontrado y mezclado con los grupos originarios
provenientes de Centroamérica, aunque se mantuvieron diferencias lingüísti­-
cas que se proyectaron hasta la posterior formación de las provincias hispánicas;
respecto a su localización, Codazzi sostiene que los noanamaes se ubicaron en
las vertientes de la hoya del San Juan, los citaraes en las del Atrato y los chocoes
en las del Baudó, pero que con la avanzada conquistadora se establecieron tres
epicentros de esas provincias, Nóvita, Citará y Morro de Baudó, respectivamente;
otro asunto importante que se desprende de las observaciones de Codazzi es el
de la relación territorio-población que concibe en clave moderna (población y
tierra productiva), al estimar que la superficie de la provincia del Chocó era de

28
Para una posible comparación entre el Pacífico sur y el Chocó en este período consultar Juan
David Montoya Guzmán, “Deliberadamente silenciosas: Fuentes acerca de las tierras bajas del
Pacífico, siglo xvi y xvii”, en: Óscar Almario García (ed.), Las fuentes en las reflexiones sobre el
pasado: Usos y contextos en la investigación histórica en Colombia, Medellín, Universidad Nacional
de Colombia, Sede Medellín - Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, 2014.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

1.900 leguas granadinas pero a renglón seguido considerar que 1.492 de ellas
estaban “baldías y desocupadas”; es evidente la contradicción entre esta manera
de entender el territorio y sus propios datos acerca de la población indígena, a la
que en últimas considera irrelevante, lo que conduce a desestimar las distintas
modalidades de apropiación y usos del territorio de sus pobladores ancestrales;
lo que explica el reduccionismo naturalizante de la relación territorio-población
respecto de lo indígena que orientó a estos primeros geógrafos de la República,
así como su consiguiente criterio para reconocer como propietarios de tierras
en esta región exclusivamente a aquellos sujetos que exhibían títulos privados,
o en su defecto, los baldíos nacionales o tierras de propiedad del Estado; este
mismo canon discursivo, que reduce la humanidad de lo indígena a estado
de naturaleza con el fin de fijar y legitimar desde la geografía los principios
del ordenamiento jurídico y político de la República, se extendió también
hasta la gente afrodescendiente, como puede deducirse de sus observaciones y
síntesis sobre la población de la provincia del Chocó para 1853: en la región
había 43.649 habitantes, dato que no incluye a los indios “dispersos” (por lo
mismo incontables) ni a los indios “independientes” (que calcula con dificultad
en al menos 3.000), que quedan por consiguiente excluidos de su geografía;
procedimiento de negación y exclusión de la población chocoana respecto de
la nación, que además se refuerza y enfatiza por su definición racializada como
africana (léase no nacional) de su sector mayoritario: “La población del Chocó
se debe considerar toda de raza etiópica, pues que no habrá en él que no lo sean,
y la parte indígena reducida a poblado es poco numerosa comparativamente a
la africana para que se hable de ella”.29
Como puede concluirse de lo dicho hasta aquí, el Chocó descrito por
Codazzi corresponde a una región ambiguamente definida (entre la geografía y
la historia) y en la que habita una población que resulta inaprensible para el dis­-
curso modernizador de entonces, sobre todo por dos presencias incómodas y
dis­funcionales a sus propósitos: por una parte, los indígenas bárbaros y dispersos
en estado de naturaleza, y por otra, una predominante raza africana adaptada

29
A. Codazzi, Geografía física y política de la Confederación Granadina, Volumen I: Estado del Cauca,
Tomo II: Provincias del Chocó, Buenaventura, Cauca y Popayán. Tomo III: Provincias de Pasto,
Túquerres y Barbacoas, op. cit., p. 55.

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Óscar Almario García

al medio pero carente de ambición y de luces para el progreso. Este núcleo


discursivo modernizante y etnocéntrico acerca de la mayoría de la población del
Chocó, continuará gravitando sobre los herederos de la Comisión Corográfica,
como veremos.
Ahora bien, es en la parte titulada “Aspecto del país”30 donde se plasman lo
que consideramos las “hipótesis” más relevantes de Codazzi acerca de la región
y su gente negra predominante, las cuales preferimos entender precisamente
en esos términos hipotéticos por constituir las primeras representaciones más
o menos orgánicas o sistemáticas acerca de esa realidad natural y social cu­-
yas dinámicas configuraron el Chocó del siglo xix. Aunque en otro sentido
dichas “hipótesis” se pueden entender también como evidencias tempranas de
los bloqueos ideológicos y obstáculos epistemológicos experimentados por las
élites nacionalistas y los geógrafos en particular para reconocer la diversidad
regional, étnica y cultural del país en construcción.
Con fines de síntesis y con miras a aportar elementos de análisis que se
deben relacionar con estudios posteriores, identificamos las siguientes líneas
hipotéticas en la argumentación de Codazzi: la primera la podemos definir
como de tipo natural o geográfica (la región física), la segunda es demográfica
o social (las características de los pobladores) y la tercera de perspectivas (las
posibilidades y obstáculos para el progreso de la región).
En relación con la hipótesis geográfica, Codazzi consideraba una absoluta
des­gracia la localización del Chocó en “la región de las calmas, y por lo tan­-
to de las lluvias perennes, de las turbulencias y tempestades”,31 lo que condicio­
naba sin atenuantes el régimen de vientos que, debilitado, era incapaz de remover
la evaporación que subía por la acción del calor desde los ríos que surcan el
territorio y la mantenían constante y suspendida sobre él, para finalmente
precipitarse en lluvias recurrentes. Aunque el geógrafo era consciente de que
esa misma localización presentaba algunas ventajas, como la de una eventual
comunicación interoceánica por el iItmo de Panamá o mediante la conexión del
Atrato-San Juan. Asimismo, advirtió los impresionantes contrastes interiores

30
Ibíd., pp. 76-88.
31
Ibíd., p. 86.

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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de la región, las similitudes y diferencias entre las hoyas de sus dos grandes ríos
(Atrato y San Juan) y sus tributarios, la influencia de la Cordillera de los Andes
que arrastra hacia las partes bajas corrientes hídricas ricas en minerales, y destacó
lo distintas que eran las serranías del Darién y el Baudó. Subrayó las ventajas
que tenía contar con unas vías naturales de comunicación como los ríos, que
no sólo permitían la navegación por ellos sino las múltiples posibilidades de
comunicación entre ellos mediante lo que llamó “los istmos interiores” o pasos
de una corriente a otra, como los de: San Pablo (Atrato-San Juan), Becardó
(Noanamá-Baudó), Suruco (que comunica también con el Baudó), Taridó (que
cae al Quito, tributario del Atrato), Pató (que cae al Quito cerca de Quibdó) y
Surucó de Munguidó (que cae al río de Ampará).
En lo que tiene que ver con sus observaciones hipotéticas acerca de la
condición de la población, estas parten de un dato histórico relevante, el
des­cubrimiento de los minerales del Chocó por la parte del Pacífico, lo que
benefició especialmente a los mineros de la provincia de Popayán que iniciaron
su explotación primero con mano de obra indígena y después africana. Por
cuanto con este hallazgo se identifica una de las pistas clave para entender el
gran cambio demográfico y social ocurrido en el Chocó entre el siglo xviii y
el xix con el tránsito de la esclavitud a la libertad y la creación de las condiciones
de posibilidad para el consiguiente predominio de la gente negra en el territorio.
Codazzi se refirió también a las limitaciones que tuvo el imperio español para
poblar y ordenar ese territorio, y a sus dificultades para protegerlo de las potencias
competidoras, circunstancias que tuvieron dos grandes consecuencias como
sabemos en la actualidad: la primera consiste en el abandono del territorio del
Darién como interés imperial, y la segunda tiene que ver con las posibilidades
para la resistencia y reconstitución de los cunas (tule).
Desde nuestra relectura crítica de Codazzi y su principal proyecto en­
tendemos que a partir de los criterios y prácticas de la Comisión Corográfica,
con los cuales se describió y pretendió modificar la realidad observada en el
Chocó, se consolidaron también los prejuicios ideológicos y la opinión general
que predominaron en la época acerca de las desventajas de las tierras bajas para
el progreso y la civilización. De tal suerte que criterios científicos e imagina­-
rios públicos coincidieron en el argumento de que las tierras altas eran las únicas
“naturalmente” aptas para el progreso pero siempre y cuando estuvieran habita­-
das por pobladores blancos, y en que, de cumplirse dicha premisa en el Chocó,

*
58
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Óscar Almario García

podría esperarse el anhelado y aplazado progreso de la región. Así, Codazzi


imaginó un futuro regional más o menos inmediato, en el que la serranía
del Darién, que evaluó como “desierta” en el momento de sus observaciones,
cambiaría drásticamente su situación como consecuencia de la apertura del
Canal de Panamá y la consiguiente dinamización del comercio. La serranía
del Darién recibiría entonces la afluencia de la ansiada raza blanca, criolla
y extranjera, y cuyo asentamiento había sido imposible en las tierras bajas y
auríferas, con lo cual se modificaría sustancialmente la situación de atraso secu-
lar de la región. Codazzi extendió ese mismo argumento pergeñado para el Da­
rién, de la relación tierras altas-población blanca como virtuosa para el progreso,
a los cambios que esperaba se dieran en la provincia de Citará, en la medida que
los “mineros inteligentes” (léase blancos-criollos provenientes de Antioquia) se
establecieran en la Cordillera de los Andes, buscaran y explotaran sus filones,
y desarrollaran la agricultura y el comercio, modificando de paso y de fondo
las condiciones de esa provincia. En resumen, para Codazzi el cambio regional
no podía provenir de la “raza negra actual y sus descendientes”, porque aunque
adaptada a las inclemencias del clima y la humedad de las tierras bajas y auríferas
su indolencia y pereza, su ignorancia y la ausencia de competidores la habían
conducido a un estado de molicie y falta de ambición. Sólo la presencia de la
raza blanca, asentada en un futuro en la Cordillera Occidental y la serranía del
Darién, con sus adelantos y progresos, podría estimular a los negros a salir de
su estado de atraso.
Finalmente, consideramos aquí las causas que según Codazzi explicaban
el “poco progreso del Chocó” y de las cuales excluyó la falta de caminos, porque
ponderó que no sólo los ríos constituían esas vías naturales sino que po­-
dían ser aprovechados con gran utilidad. Su principal argumento como
explicación del atraso regional es geográfico, porque dada su localización en “la
región de las calmas”, las consecuencias climáticas para el Chocó son de una
absoluta desventaja. El segundo argumento es racial y se deriva del anterior, el
predominio de la raza negra que considera también negativo para el progreso,
situación que se configura porque la raza blanca no puede asentarse en la región
ya que se enfermaría y debilitaría, cosa que no sucede con la “raza africana”, es
decir, con “el negro traído a estos lugares desde su suelo abrazador de África”,
lo que le permitió adaptarse a las condiciones extremas del clima del Chocó.

*
59
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

El tercer argumento, que puede definirse como antropológico, se inscribe en


los prejuicios etnocéntricos y científicos de la época, porque si bien identificó
la capacidad de adaptación de la gente negra al territorio y reconoció su
imaginación para construir sus sociedades singulares, finalmente la subestima
por su supuesta elementalidad, argumento que lleva hasta el extremo de su
naturalización, como se evidencia en su analogía de la raza negra del Chocó
con los animales anfibios (seres de tierra y agua). Finalmente, Codazzi conclu­-
yó que la apropiación que hicieron los negros del territorio de las tierras bajas
ricas en metales preciosos constituía un inconveniente para el progreso del Chocó
y el país, por lo cual ese poblamiento tendría que modificarse drásticamente en
el futuro inmediato, a través de la promoción de la presencia de la raza blanca,
probablemente proveniente de Antioquia.
Finalmente, consideraremos las cuestiones más importantes expuestas
por Codazzi sobre el Chocó, a propósito de su informe del Estado del Istmo
de Panamá.32 Coincidimos con la perspectiva de los editores, analistas y co­
men­taristas de ese informe33 quienes subrayan que dicha documentación
permite pensar en asuntos que todavía hoy reclaman nuestra atención, como
el aislamiento de Panamá en el ámbito granadino, las circunstancias mundia­
les que incidieron para convertir el istmo en espacio nodal para las tendencias
imperialistas del siglo xix y primeras décadas del xx, y la forma como allí se
entrecruzaron dinámicas nacionales e internacionales, tecnológicas y sociales,
que entre otros hechos explican la construcción del Ferrocarril Transoceánico (a
mediados del siglo xix) y después del Canal Interoceánico (concluido en 1914).
Por nuestra parte, agregamos que lo expuesto por Codazzi sobre Panamá y sus
alusiones comparativas con el Chocó permiten inferir que ese contraste le sirvió
de sustento para validar su percepción de que esta última región se encontra­-
ba en la peor de las situaciones como se ha mostrado antes, pero que no obstante,
en su rescate vendrían la sorpresiva prosperidad de Panamá jalonada por el
comercio mundial y la de Antioquia desde el interior del país, constituyéndose
en las posibilidades para su efectiva transformación.

32
A. Codazzi, Geografía física y política de la Confederación Granadina, Volumen VI. Estado del Istmo
de Panamá. Provincias de Chiriquí, Veraguas, Azuero y Panamá, op. cit., pp. 99-104, 139-151.
33
Ibíd., pp. 15-96.

*
60
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Óscar Almario García

Podemos resumir en tres las cuestiones relevantes y especialmente rela­


cionadas con el Chocó expuestas por Codazzi, la histórica, la geográfica y
la sociodemográfica. Los antecedentes históricos apuntan a considerar, por
una parte, las ventajas de localización del istmo, los procesos de conquista y
colonización, y la facilitación del trafico imperial español, y por otra las tendencias
que se configuran a mediados del siglo xix, por la intensificación del comercio
mundial, el descubrimiento del oro en California y Australia, la creciente
demanda de servicios de transporte, el notorio interés de gobiernos extranjeros
por la región (expediciones), y por consiguiente, los cambios tecnológicos
operados en su interior, contexto en el que vaticina el inmediato progreso de
Colón y Panamá como los puntos clave del tráfico por el istmo, y la construcción
del canal interoceánico. Respecto de lo geográfico, toma a la serranía del Da-
rién como el límite natural entre Panamá y esa provincia; distingue entre Darién
del Norte (el vértice que forma el golfo de Urabá en el Océano Atlántico) y
Darién del Sur (el arco que describe el golfo de San Miguel en el Pacífico).
Pero además, avanzando elementos que aquí consideramos sociodemográficos,
indica que las tribus que pueblan las costas del Darién del Norte (los tule) se
encuentran casi que en la misma situación de los tiempos de la conquista, con
sus embarcaciones ligeras, dedicadas a la pesca y cacería (en esta última actividad
sólo habían cambiado las flechas por la escopeta y en las labores agrícolas habían
introducido algunas herramientas como hachas y machetes). Sin embargo, ese
supuesto estancamiento social de los indígenas contrasta con otro dato suyo
que supone una capacidad política y de presión de aquellos, en el sentido de que
los indígenas forzaron (con el concurso de agentes ingleses con los que habían
mantenido relaciones de alianza de vieja data) a la Corona española a la firma
de tratados de paz en 1790 (se trata de los tule o cunas, como ya se dijo, aunque
Codazzi no lo registra así). Después de estos tratados, los fuertes construidos por
las autoridades españolas sobre la costa y los ríos Sabana, Chucunaque y Yira,
quedaron abandonados y en ruinas. Así las cosas, todo parece apuntar a que se
produjo la total renuncia de España al control territorial del Darién, pero
se pue­de inferir que también debió darse un complejo y aún desconocido proceso
de reconfiguración indígena con efectos en lo que consideraban su territorio.
Lo anterior tendría sus consecuencias para el Estado nacional colombiano
en construcción, según lo indica Codazzi, porque continuó el abandono del
Darién, pero ahora como territorio nacional, y por eso se entiende su patética

*
61
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

afirmación: “Ya ha pasado más de siglo y medio [desde los tratados de paz de
los españoles con los indígenas] sin que nadie haya vuelto a fijar la vista sobre
el Darién estando entre puntos tan frecuentados como Cartagena, Portobelo y
Chagres. Esta tierra, la primera que se atravesó para ir al Pacífico, de las primero
habitada, hoy desconocida tanto como lo puede ser el interior de la Guinea”.34
A modo de conclusión, las observaciones realizadas por la Comisión Co-
­ro­gráfica tanto sobre el Chocó como las referidas a Panamá, permiten
con­jeturar lo siguiente: en ellas el Chocó aparece situado en un desventajoso
lugar geográfico, habitado en sus tierras bajas ricas en oro por razas inferiores
(indígenas y negros), que por lo mismo no podrán aprovechar sus riquezas hasta
tanto nuevos pobladores blancos (atraídos por el comercio en Panamá y desde
Antioquia) se asienten en la Cordillera Occidental y en la serranía del Darién,
modificando sus lamentables condiciones interiores.

Los herederos de la Comisión Corográfica

En la segunda mitad del siglo xix el geógrafo Felipe Pérez pretendió darle
con­tinuidad a los objetivos de la Comisión Corográfica y profundizar el co­
nocimiento geográfico del país, de sus regiones y provincias con su Jeografía
Física i Política de los Estados Unidos de Colombia.35 Felipe Pérez no sólo resumió y
sintetizó las informaciones de la Comisión Corográfica dirigida por A. Codazzi
sino que buscó reordenarlas con criterios propios, tal como quedó plasmado en su
geografía. Pero es necesario agregar que, a diferencia de la Comisión Corográfica,
el trabajo de Pérez es, aparte de individual, de gabinete y no de terreno, lo que
tuvo dos grandes consecuencias. Por una parte, en cuanto al tipo de texto, en
virtud de sus pretensiones reorganizadoras de las informaciones anteriores, y
por otra, en cuanto a la aspiración de convertir la geografía y sus procedimien­
tos en clave del ordenamiento territorial de la república en construcción. Uno
de esos criterios es el concepto de región que Pérez utilizó explícitamente y de
acuerdo con el paradigma geográfico de la época, según el cual la región física

34
Ibíd., p. 141.
F. Pérez, op. cit. Véase en el tomo ii lo concerniente al Estado del Cauca (pp. 165-403, sec­-
35

ción xix). Aspecto del país. Región del Chocó pp. 308-331.

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62
*
Óscar Almario García

era la base para explicar los aspectos históricos, económicos, sociales, culturales
y políticos de las provincias, perspectiva que se inscribía en el determinismo
geográfico predominante en la época. Ahora bien, a raíz del uso del concepto
de región por Pérez se advierte un creciente campo de tensión discursivo en la
geográfica decimonónica del país. En efecto, Pérez definió al Chocó como una
región y siendo fiel a la perspectiva anotada, partió de lo físico para explicar lo
social con una evidente carga racista y etnocéntrica. Por su parte, los geógra­fos
nacionalistas de finales del siglo xix y principios del xx, como por ejemplo
Pablo Vila, si bien coincidieron en el reconocimiento de la región física del Pa­-
cífico tendieron a desconocer en forma mucho más drástica a la gente negra
de la Costa Pacífica como una cultura diferenciada que debía ser valorada por
el país nacional.
Felipe Pérez describió al Chocó como un extenso “país” cuyos terrenos
pertenecieron en el pasado a cuatro naciones indígenas (cunas, citaraes, noa­
namaes y chocoes), el cual se estructuraba en torno al eje longitudinal de sus
dos grandes ríos navegables, el Atrato y el San Juan. Sin embargo, después
de trascurridos trescientos sesenta años del primer contacto de las nacio­-
nes originarias con los españoles, el geógrafo que nos ocupa no pudo evitar
hacerse una serie de preguntas que delatan su desconcierto, y con seguridad que
el de la mayoría de los agentes modernizadores de la época, tales como: por qué
no quedaban ni siquiera vestigios de sus primeras poblaciones (San Sebastián
de Urabá y Santa María la Antigua del Darién), por qué no se veían vapores en
el Atrato si su navegabilidad era mejor que la del Magdalena, por qué no había
poblaciones ni cultivos ni sendas por las cuales transitar, por qué los indios cuna
no se habían mezclado todavía con la raza europea, qué explicaba la ausencia
de ciudades, industria y comercio, por qué el “aborigen” se encontraba en la
misma ignorancia de sus antepasados y tan solo la escopeta en lugar de arco y
flechas o vestir pantalón y camisa para entrar en los poblados eran los únicos
cambios experimentados, por qué el indígena aborrecía tanto al hombre español,
por qué no se han enviado allí misioneros para civilizarlos o expediciones para
conquistarlos.36 Como puede verse, este conjunto de porqués constituyen todo
un catálogo que evidencia el desconocimiento de la región por parte de las élites

36
Ibíd., p. 309.

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63
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

nacionalistas, pero también de los prejuicios y el malestar que todo esto generaba
en el proyecto modernizante del país, cuestiones que las páginas siguientes de
su geografía intentaron resolver pero sin logarlo. Lo que explica que la geografía
de Pérez sobre el Chocó sea sobre todo un registro de evidencias físicas, una
repetición de afirmaciones tenidas por ciertas en la época sobre su condición
social y reveladoras especulaciones acerca de la posible evolución que tendría
la situación que se describía.
En ese marco se inscribe, entonces, una primera hipótesis acerca del supuesto
“vacío” social del Darién y sus posteriores consecuencias. De acuerdo con la cual,
el español, al no encontrar allí las riquezas en metales preciosos que buscaba con
afán, y ser poderosa y eficazmente resistido por los grupos originarios, no habría
podido asentarse ni penetrar ni conocer el interior del país. Hecho que tan sólo va
a ocurrir cuando los ibéricos pudieron acceder a las tierras de Antioquia, descubrir
el Pacífico y empezar la explotación de las minas del interior de Panamá, a raíz
de lo cual se produjo la emigración de los aventureros desde el Darién, primero
hacia el istmo y después al Perú. La idea de un Darién despoblado o vacío se
refuerza en principio con el dato de la decisión administrativa de la Corona
española de crear en 1724 el gobierno especial del Chocó con base en las tres
tenencias de citaraes, noanames y chocoes, que indica el desprecio dieciochesco
por el Darién. Así como con la información de que en la segunda mitad del si­-
glo xix, casi ciento cincuenta años después de dicha decisión administrativa
colonial, en la culata del golfo de Urabá, a duras penas se encontraba “una peque­-
ña aldea de reciente fundación, nombrada Turbo, sobre el pequeño puerto
de Pisisí, el cual podrá contener a lo más una docena de buques”, y en cuyos
alrededores existen plantaciones de caña, plátano, café, cacao, cocos, caucho y
otras resinas.37 Otros datos, que en realidad son de tipo marginal para Pérez,
permiten no obstante que desde las perspectivas de investigación actuales se
pueda avanzar en el ejercicio de interpelar su información, enfoque y análisis.
En efecto, uno de ellos se refiere a un fenómeno natural pero que tenía
consecuencias sociales en la región y que el geógrafo registra con su nombre
vernáculo, consistente en una migración masiva de peces que en la temporada
del verano y por la desecación de las ciénagas buscan a través de los caños las

37
Ibíd., p. 310.

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*
Óscar Almario García

aguas del Atrato, dando lugar a las “grandes pesquerías, que llaman rivazón
(que se disputan indios, negros y caimanes)”.38 El otro tiene que ver con la
relación que establece el geógrafo entre asentamientos humanos y condiciones
geográficas, al sostener que las orillas bajas y cenagosas del río León explicarían
su despoblamiento, mientras que las más altas del Sucio justificarían la presencia
de algunos “pobladores negros y zambos”. En resumen, nótese cómo lo que
supuestamente estaba despoblado, el Darién, resulta de pronto habitado. En
efecto, es evidente que el supuestamente “vacío” Darién se encuentra en realidad
ocupado por presencias muy dinámicas pero desconocidas para la época y para
una mirada centro-andina, esto es, por grupos humanos de “indios y negros”
que aprovechan los ciclos naturales y sus recursos para sobrevivir, construir sus
asentamientos y formar sociedades. Como resulta obvio deducir, esta sorpresiva
presencia de gente negra e indígena demanda una explicación consistente
acerca de su procedencia, lugares de asentamiento, características culturales y
relaciones sociales.
En las páginas siguientes de su geografía, la descripción de Pérez se
concentra en el Atrato y sus tributarios, y en varios aspectos de la vida social,
que aquí ordenamos de acuerdo con los fines que nos animan. No obstante, y
antes de concentrarnos en ello, adelantemos que de los datos aportados por
este geógrafo sobre el Chocó se pueden inferir cuestiones relevantes para la
investigación actual como: que no se encontraba aislado y en cambio existía una
evidente porosidad hacia otras regiones, que sus rutas de comunicación con el ex­-
terior y en varias direcciones eran por lo mismo muy fluidas, y que la región
contaba con una tremenda movilidad y dinámica interna.
Cuestiones importantes a sopesar y retomar por los estudios posteriores, en
tanto y en cuanto el Chocó había sido descrito por lo general como un región
aislada y sin mayor reconocimiento a sus dinámicas internas. Sin embargo,
seguir adecuadamente las pistas al respecto supone también ir más allá de las
evidencias y acceder al reconocimiento de la singularidad y diversidad de los
sujetos sociales que las sustentaban. Como por ejemplo, en el caso del camino
indígena que comunicaba a la Cordillera de Abibe con el río Sinú y la sabana

38
Ibíd., p. 311.

*
65
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de la Costa Atlántica, que delata presencias, prácticas y movilidades de lar-


ga duración de comunidades indígenas. Cuestión que alcanzó a intuir el geógrafo
decimonónico que nos ocupa, lo que evidencia la tensión entre las formas
republicanas idealmente diseñadas y la realidad de los entramados sociales con
los que se enfrentaban, y que lo conduce a bosquejar cierta geografía política y
étnica de estos grupos indígenas. En efecto, Pérez, por un lado ubicó a los citaraes
en los ríos Peroso, Juradó y Tamadó, y por el otro identificó que desde el río
Carepa se iniciaría una frontera cultural porque a partir de ese lugar comenzaría
el territorio controlado por los cuna.39 Por su parte, la serranía del Darién es
descrita con ambigüedad como “casi desierta”, precisamente porque no obstante
lo que se afirmaba, a renglón seguido tuvo que registrar la incómoda presencia
indígena: los cunas se asientan desde Tarena hasta el Arquía, y algunos en
Cacarica; el río Truandó es navegado por los cunas que, atravesando el istmo, van
al río Juradó, que desagua al Pacífico, donde se encuentran familias de ese gru­-
po que comercian con Panamá.40 A partir de evidencias como esta, se debe
entender que uno de los retos más exigentes para los investigadores actuales
consiste en tratar de convertir datos marginales contenidos en registros anterio­
res, como por ejemplo describir un territorio como supuestamente desierto o
semi-desierto, en posibilidad de visibilidad de sujetos colectivos fundamentales.
En síntesis, el argumento esgrimido por este geógrafo acerca del supuesto
desierto de la serranía del Darién se puede explicar porque en realidad, más
que al servicio de su geografía científica, obedece a la búsqueda de un enuncia­-
do narrativo que le permita resolver la contradicción que observa entre un
territorio promisorio para el progreso pero que está poblado por seres indeseables.
En resumen, de lo que se trataba era de imaginar un territorio y un futuro sin
indígenas. Lo que equivale a decir que la invención del “desierto” del Darién es
una lectura moderna y esquizofrénica, a la que se recurre para poder enunciar el
ideal de que en el futuro ese territorio será poblado pero sólo por inmigrantes
blancos que, atraídos por la construcción del canal interoceánico (se refiere
a su trazado por el istmo de Panamá, perteneciente entonces a Colombia),
garantizarán por fin que se cumpla el aplazado e irrealizado sueño de su control

39
Ibíd., p. 313.
40
Ibíd.

*
66
*
Óscar Almario García

por la raza blanca predestinada para ello. De esta manera, la “raza blanca” podrá
habitar y dominar esos lugares, justamente lo que no se pudo hacer en el bajo
Atrato por lo insalubre y malo de las tierras. Sin embargo, este recurso retórico y
discursivo no alcanzaba a disolver la tensión que en el texto del geógrafo se
expresa como los obstáculos y amenazas que se levantan frente a ese proyecto de
“beneficio universal” (la construcción del canal interoceánico), y que se resumen
en la inquietante presencia de los “indios bárbaros”.41
Después, el geógrafo Pérez se dedica a la descripción del Atrato y sus
afluentes, el corazón de la región del Chocó, y se entusiasma inicialmente
con la ponderación del distrito parroquial de Murindó, que por su localiza­
ción, río y vegas presenta no sólo un paisaje atractivo sino grandes ventajas
para la comunicación fluvial y terrestre, en las que se destaca su conexión con
Antioquia, que le parece esencial para el futuro regional. Por eso recuerda que
no fue por casualidad que el señor Carlos de Greiff trazara y abriera por allí el
camino a Frontino, que aunque promisorio por sus riquezas mineras en oro en
el momento se encontraba cerrado por falta de tráfico y pobladores.42 Lo que
observa en el trayecto entre Murindó y Quibdó es que de uno y otro lado del
Atrato desembocan ríos (navegables por pequeñas embarcaciones) que vienen
de los Andes o de la serranía del Baudó, cuyas respectivas características y
riquezas influyeron en las actividades de sus pobladores, es decir, sus vocaciones
mineras o agrícolas: “[…] trayendo los unos partículas auríferas i no trayendo
los otros nada; explotando en los unos las minas la raza africana, i en los otros
cultivando la tierra”.43
Aparte de la interesante diferenciación de las ocupaciones de la gente negra
en la cuenca del Atrato –unos como mineros en el flanco que desciende de los
Andes y otros como agricultores en el que se integra al Baudó–, es sintomática
y diciente la manera de referirse a la gente negra del Chocó como raza africana.
Este lenguaje racializado fue activado por los primeros legisladores republicanos
como parte del ejercicio de imaginar la nación y se acentuó particularmente con
los trabajos e informes de la Comisión Corográfica en su afán de identificar a

41
Ibíd., p. 314.
42
Ibíd., p. 316.
43
Ibíd., p. 317.

*
67
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

los negros como un obstáculo para la modernización, la formación del mercado


interno y la integración nacional.44 Legados que los geógrafos nacionalistas de la
segunda mitad del siglo xix tradujeron en todo un complejo ideológico y racis­
ta, pero legitimado como moderno y progresista. Desde este cuerpo discursivo
se discriminó a los negros por su origen (por eso la necesidad de remarcar lo de
raza africana), se los apartó simbólicamente de la nación en construcción aunque
se suponía que las leyes abolicionistas de la esclavitud debían incluirlos (al
hacerlos sentir como externos y no originarios), se los racializó como indolentes,
perezosos y carentes de motivaciones por el progreso, y se los naturalizó como
seres adaptados a su medio casi que a modo de una extensión de la naturaleza,
despojándolos de su humanidad e identidad.
La descripción de la región por Pérez continúa ofreciendo datos sobre el
poblamiento diverso del Chocó, indicando que pocos indios citaraés se en­
cuentran en las cabeceras de los ríos que descienden de los Andes a la cuenca del
Atrato; mientras que en el opuesto habitan los chocoes en las bajas cabeceras
del Baudó, en las costas del Pacífico y en los ríos que desaguan en él. Sin embargo,
enfatiza que el predominio del poblamiento negro del Atrato no deja lugar a
dudas, describe la multitud de casas de negros que hay esparcidas por sus orillas,
la manera de construir sus viviendas (sobre “estantillos” elevados sobre las aguas,
con pisos y techos de palma), la recursiva conversión de los ríos en caminos, para
lo cual emplean las canoas (que llaman potros o potrillos) y utilizan canaletes y
palancas para remontarlos y atravesarlos.45
Indica que en el antiguo fuerte de Murrí, en la boca del Bojayá, y en la
orilla izquierda del Atrato, se encuentra el distrito parroquial de la Tebada, ri­
co en minas, habitado por zambos e indios citaraés y del cual parte un camino
que comunica con Antioquia.46 Cerca del Atrato, en las orillas del Bebará, se
encuentra la población de ese nombre, de la cual sale una trocha de a pie para

Véanse los informes de Agustin Codazzi y Santiago Pérez para las provincias del Chocó y
44

Barbacoas. A. Codazzi, “Informe sobre la Provincia del Chocó”, op. cit., pp. 53-54, 77-88 y
Santiago Pérez, “Apuntamientos de viaje”, Revista Popayán, núm. 84, agosto de 1917, pp. 168-171;
núm. 85, septiembre de 1917, pp. 1-4; núm. 86, octubre de 1917, pp. 22-25 y núm. 87, diciembre
de 1917, pp. 32-35.
45
F. Pérez, op. cit., p. 318.
46
Ibíd.

*
68
*
Óscar Almario García

el pueblo de Urrao, Estado de Antioquia; condiciones que Pérez consideraba


favorables para establecer comunicaciones entre Urrao y Medellín, y para inducir
una migración antioqueña hacia el Chocó.47 Al frente de Quibdó, antigua capital
de la provincia, situada en la ribera derecha del Atrato, desemboca el río Quito,
que nace en las colinas auríferas del istmo de San Pablo, que separa las aguas que
van del Atlántico al Pacífico, cuya altura calculó en cien metros sobre el nivel del
mar.48 Anota el geógrafo que en el distrito parroquial de Lloró el país cambiaba
de aspecto, por las explotaciones auríferas que se daban en ambos lados del
Atrato y el Andágueda. A tres kilómetros de Lloró se encontraba el vecindario
de Bagadó, que era el puerto que recibía el tráfico proveniente del centro del
Estado del Cauca hacia Quibdó, pero también de los indios de Chamí y San
Juan, por un camino de a pie (o de cargueros). Por estas razones, Pérez consignó
su potencial para “el minero inteligente”, la trasformación del Chocó (con nuevos
habitantes y riqueza agrícola y mineral), una fluida navegación a vapor entre
Cartagena y el Atrato y consideró que el Atrato podría contener unos noventa
mil habitantes en el futuro.49 Ahora bien, esos nuevos habitantes los concibe
como provenientes de fuera de la región, o mejor dicho, como inmigrantes, como
queda claro en la siguiente cita, en la que se empieza a prefigurar una nueva
geografía política y de población para la región, que en esencia debía modificar
la correlación de fuerzas que en ese momento favorecía a los negros, mediante
una distribución que por un lado les dejaba a estos las tierras bajas y por el otro
promovía la inmigración “blanca” en las cordilleras.
Esto sin contar con la raza negra actual i sus descendientes, que ocuparán
siempre las partes bajas de los ríos i la llanada. Esta raza indolente i
perezosa, que puede soportar el calor abrasador de estos valles, i en cuya
constitución física no influye la humedad, las casi perennes lluvias ni la
evaporación de las aguas estancadas, es la única llamada a esplotar los
lavaderos de oro en las tierras bajas ya que sus peculiares condiciones
no pueden hacerle temer la competencia de nadie. I si algun día su
ignorancia desparece i su pereza se cambia en actividad, cada familia podrá

47
Ibíd.
48
Ibíd., p. 319.
49
Ibíd., p. 320.

*
69
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

enriquecerse en poco tiempo i trocar su desnudez por buenos vestidos,


sus malas chozas por cómodas habitaciones, dando sus hijos la educación
que no recibieron sus padres, i que los conducirá a la felicidad.50

De acuerdo con esta geografía política, las tierras bajas equivalen al espacio
natural de los negros, mientras que las tierras altas se reservan para el domi­-
nio de los “blancos” y se prevé que sean estos últimos quienes, unas vez
establecidos en el territorio, asuman el liderazgo del progreso regional.
Puede ser que la presencia de la raza blanca en las cordilleras (los Andes
y el Darién), sus progresos en el cultivo i en las minas, i el ver que con el
trabajo consigue un bienestar que antes no tenia, estimule algo a la rama
etiópica para salir del estado de brutalidad en que yace, resolviéndose a
esplotar, con actividad i constancia, los ricos dones con que les brinda la
naturaleza por todas partes, i de los cuales son ellos únicos señores.51

En contraste con la descripción de un Atrato poblado por los negros,


la del San Juan y sus ríos afluentes se presenta como la de “un país desierto”,
lleno de selvas y ríos desconocidos, que cuando son conocidos es debido sólo a
sus riquezas auríferas. El oro se manifiesta en polvo, pepitas y lentejuelas que son
arrastradas por las corrientes que bajan de los Andes; mientras que en la serra­-
nía del Baudó, en la parte opuesta, no se encuentran estas riquezas auríferas. Estas
diferencias geográficas entre el San Juan y el Baudó dieron lugar a adaptacio-
nes distintas y versátiles de la gente negra mayoritaria, como se desprende del
texto del geógrafo del siglo xix, pero a las cuales menosprecia por su supuesta
falta de ambición por el progreso.
En un lado trabaja el minero, en el otro el agricultor; en un lado se saca
oro i platina; en el otro se cosecha maiz, plátano, caña i algún cacao;
en tanto que la raza negra se ve regada en ámbas orillas con sus chozas
levantadas sobre horcones, viviendo sin ninguna comodidad, i a veces
hasta sin una miserable mesa en que comer, ni un banco en que sentarse
[…].52

50
Ibíd.
51
Ibíd., p. 321.
52
Ibíd., p. 322.

*
70
*
Óscar Almario García

Indica que del pueblo de Tadó, en la confluencia del Tadó y el San Juan,
sale un camino de tierra que conduce a los vecindarios de San Juan y Chamí,
habitados por indios reducidos pero no civilizados, “de la raza de los noanamaes”.
Agrega Pérez que fue en ese camino del Chamí, en 1539, en donde los in­
dios batieron a los españoles que venían de Ansermanuevo. Dicho camino
comunicaba con Ansermanuevo y Bogadó.53
La antigua Nóvita tuvo el rango de capital de provincia porque en su
mo­mento, su localización le otorgaba ciertas ventajas frente al Atrato, por su ma-
yor cercanía al Océano Pacífico (vía Tamaná-San Juan-Océano Pacífico y
puerto de Buenaventura) y por asentarse a un costado del camino de tierra
que permitía el tránsito desde el valle del Cauca hasta el Chocó, a partir de
la villa de Ansermanuevo, población situada no muy lejos de Cartago (que a
su vez se conectaba con el llamado camino del Quindío, del Estado Federal).54
Básicamente, según la geografía de Pérez, la provincia del San Juan se componía
de tres núcleos de población o subregiones: el alto San Juan y las bocas del
Tamaná, el Baudó y las bocas del San Juan en el Pacífico.
La descripción del Baudó le ocupa a duras penas unas cuantas líneas a Pérez,
lo que evidencia que era un área casi que por completo desconocida para el
país de entonces. Nos dice que sólo unos cuantos blancos vivían allí, que el restos
eran zambos, negros e indios medio civilizados; que pocos negros habitaban
las orillas del Baudó. Los indios son en realidad los chocoes, “que conservan sus
usos y costumbres”, quienes habitan en sus cabeceras, así como los otros ríos que
van al Pacífico, en los que tienen sus sementeras; y que con ellos conviven varios
negros y zambos fugitivos, cuyos hijos comparten los “instintos” y “condiciones
de ambas razas”.55 Lo que insinúa un tema tanto en parte retomado como de
fondo pendiente para los estudios actuales, desde el enfoque de las relaciones
interétnicas, como veremos.
En relación con el alto San Juan y Tamaná, que además era el epicentro
de esa provincia, enfatiza que en ella se concentra la actividad minera. Descri­-
be que cuando se desciende el San Juan su cauce se amplía y se forman

53
Ibíd.
54
Ibíd., p. 323.
55
Ibíd., p. 324.

*
71
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

islas pero deshabitadas, no obstante en sus orillas se observan a trechos las


habitaciones de los negros (las cuales siguen el patrón descrito), con escasos
cultivos (plátano y caña de azúcar).56 En el río Sipí (o San Agustín) y parroquia
del mismo nombre, pueblo minero y agricultor, el geógrafo advierte la presencia
de una “raza mezclada de indios, zambos y negros” y destaca “un poco de más
actividad para el trabajo, aunque no la necesaria para sacar todo el prove­cho
que le brindan los ricos minerales y los feraces terrenos que posee”. Desde ese
punto, un camino conduce a los minerales de Cajón y de San José, pero que
se extiende hasta Nóvita. Desde Sipí también parten dos precarios caminos de a
pie (antiguos senderos indígenas) que lo comunican con el valle del Cauca,
uno conduce a Roldanillo y el otro a Cazares (cerca del anterior). El distrito
parroquial de Noanamá se compone de pobladores indios y algunos zambos
y mulatos; su territorio corresponde a la antigua provincia de Noanamaes, en
el cual todavía los indios viven esparcidos por las orillas del San Juan y sus
afluentes.57 En cuanto al delta del San Juan, indica que su vértice se localiza en
Cabeceras, desde donde se abren sus bocas en busca del Pacífico; por estas pueden
penetrar goletas y hay un puerto mediano en Charambirá, a donde arriban los
buques costaneros que hacen el tráfico desde Guayaquil trayendo bayetas y otras
cosas que cambian por el oro del Chocó, y también por las mercancías que ba-
jan por botes desde Nóvita. Felipe Pérez, en forma similar a la que intentó antes
para referirse al futuro del Atrato, alcanza a pergeñar un destino más positi-
vo para el San Juan, que se puede resumir así: que los vapores penetren por las
bocas del San Juan y remonten su cauce hasta las bocas del Tamaná; que en
ese lugar se debe proyectar y formar una población mercantil similar a Quibdó,
que sirva de escala a los distintos tráficos, y para suministrar los artículos de
primera necesidad y las herramientas de trabajo que necesitan las poblaciones
agricultoras y mineras de la serranía, todo ello como parte del imaginario de
una provincia renovada.58
Su descripción de esta región concluye con una explícita valoración acerca
de las posibilidades para su progreso, que apela a la comparación contrastiva con

56
Ibíd.
57
Ibíd., pp. 325-326.
58
Ibíd., pp. 326-327.

*
72
*
Óscar Almario García

Antioquia para reafirmar la idea de que en el Chocó confluyen las condiciones


geográficas más adversas y el predominio de la “indolente raza negra” como
factores que impiden su bienestar, en una perspectiva que delata la clave
determinista y racista desde la cual concibe su geografía.
[…] es preciso que se sepa que sí este país no ha progresado como debía,
i como lo ha hecho Antioquia, igualmente aurífera, es porque el Chocó
tiene la faja de oro aluvial en un clima mui malo para raza blanca, i por
lo tanto bien diferente del de Antioquia o Santarosa (teniendo apenas
una similitud con el de Cázares) clima donde la indolente raza africana
i sus mezclas son las únicas que pueden vivir.59

Este geógrafo nacionalista del siglo xix se preguntó entonces por las
razones del atraso regional del Chocó y reclamó por un “examen bien detenido”
para conocer las causas que habían limitado el trabajo y provecho de sus
ricos minerales; sin embargo, llama la atención que nunca mencionara como
antecedentes de esa situación ni el pasado colonial ni la esclavitud. Descartó que
la falta de caminos fuese la causa fundamental al respecto, al sostener que los
ríos, y sobre todo el Atrato y el San Juan, que podían comunicar los dos océa­-
nos eran más bien un privilegio que una desventaja. Conjeturó que si aumentara
la producción de oro y se ampliara el consumo de víveres y mercancías, el
comercio se haría más dinámico y los vapores frecuentes, y por consiguiente
las co­municaciones serían también más fluidas con el valle del Cauca y Antioquia
(en un intercambio de víveres y animales por oro), pero que todo ello dependía de
que hubiera consumo y población.60 No obstante, hizo una observación de fondo,
porque según Felipe Pérez, el Chocó desgraciadamente se encuentra en la “región
de las calmas”, y por consiguiente de las lluvias permanentes, las turbonadas y
las tempestades. Los vientos alisios del Atlántico y el Pacífico disminuyen su
fuerza a medida que se aproximan al Ecuador, así las cosas, la falta de vientos,
sumada a la humedad constante, por las lluvias, los ríos y el vapor, se incrementa.
De estas condiciones geográficas Pérez dedujo consecuencias demográficas
y sociales del siguiente tenor: “Nadie podrá venir a habitar estas rejiones sin

59
Ibíd., p. 327.
60
Ibíd.

*
73
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

ser acometido de los frios i calenturas; i el hombre banco, por aclimatado que
esté, tendrá una vida mas corta que la que tuviera en otros lugares; sus fibras se
debilitarán i llevará una existencia débil i enfermiza, por poco que se exponga
al agua i al sol”.61
La desapacible conclusión del geógrafo es que la raza africana (por la
similitud con el clima de África) y en parte los indios (adaptados a este medio
desde tiempos inmemoriales), serán los únicos habitantes de estas tierras
bajas. “Esta raza es la que está llamada a trabajar las minas de oro corrido que
se encuentran en casi todos los rios y quebradas de este lluvioso pais, i en las
partes que tienen pequeñas colinas cerca de los mismos rios, resultado de aluvio­-
nes antiguos”.62
Aunque el geógrafo soñaba con que las vetas de oro de las cordilleras, una
vez halladas y explotadas por otro tipo de mineros (léase no negros), podría
cambiar ese destino que parecía inexorable, sobre todo porque ese hecho atrae­-
ría a otros pobladores al Chocó, como los ansiados “antioqueños”.

Los geógrafos de la transición del siglo xix al xx

Medio siglo después de la Comisión Corográfica, uno de los geógrafos más


destacados del país, Francisco Javier Vergara y Velasco, todavía no podía des­
prenderse del legado de sus postulados y visiones acerca del Chocó.63 En efecto,
de los caminos descritos por él, con sus correspondientes distancias entre los
puntos de referencia, se puede deducir que entendía los flujos que los justificaban
desde una relación centro (interior del país) y periferia (Chocó). Así, el camino de
Quibdó une a las poblaciones de: Quibdó - Quebrada Guayacana - Bellavista -
Las Ollas - Sabaletas - El Valle - Alto del Oro - Las Playas - Alto del Mico - La
Unión - El Carmen - Alto de la Raya - Bolívar.64 El camino de Cartago a Nóvita:

61
Ibíd., p. 329.
62
Ibíd., p. 330.
63
Francisco Javier Vergara y Velasco, Nueva geografía de Colombia. Escrita por regiones naturales
[1901], Bogotá, Publicaciones del Banco de la República - Archivo de la Economía Nacional,
1974.
64
Ibíd., t. i, p. 128.

*
74
*
Óscar Almario García

Cartago, río Cauca - Ansermanuevo - Alto del Roble - La Hondura - El Cañizal


(la Cordillera) - río Garrapata - Las Cruces - río Ingará - El Afligido - Juntas
de Tamaná - El Tigre - Nóvita.65 El camino del Chamí une a: Arrayanal - Alto de
Paramillo - Chamí - Alto del Charco - San Juan - Pedernal - Quebrada López
- Mombú - Alto del Tomín - Carmelo - Alto del Carbón - Bagadó.66
En un tema recurrente en este tipo de estudios, Vergara y Velasco se refie-
re al régimen de lluvias en el Chocó, según el cual, llueve menos en enero y
febre­ro y más de noviembre a junio en la cordillera, y de marzo a junio en las
partes bajas. Mientras que en los contornos del golfo de Urabá, por la acción
de los alisios, hay un verano efectivo de enero a marzo.67 En la misma clave
geográfica ubica la región del Chocó dentro de ese conocimiento experto como
una de las regiones mejor conocidas del mundo y a partir de esos hallazgos,
es uno de los primeros en concluir que se trata de una gran unidad física pero
con consecuencias en lo humano. “Esta región es una de las comarcas me-
jor caracterizada del mundo entero, desde el punto de vista geográfico, y consiste
en la larga faja tendida del golfo de Urabá á la frontera ecuatoriana, por entre
la cresta occidental de los Andes y el mar […]”.68
El geógrafo era consciente de la profunda relación que se había estableci­do
entre geografía y gente en esta región a lo largo del tiempo, cuestión sustantiva
que se supone pudo haberlo conducido a identificar la región cultural o étni­-
ca que subyace a la región geográfica, lo que sin embargo no ocurre así sino que en
su lugar se reafirma en los criterios deterministas, nacionalistas y racistas que ca­-
racterizan a la geografía del país en ese período. Veamos lo expresado por Vergara
y Velasco en 1901:
En una palabra, los caracteres de la comarca son tales y tan especiales, que
á despecho de las divisiones políticas y de las vicisitudes de la historia,
los habitantes que la pueblan han acabado siempre por adquirir igualdad
de tendencias, usos y costumbres. Desgraciadamente, entre las causas
que han originado la autonomía del Chocó como región geográfica, se

65
Ibíd., p. 129.
66
Ibíd.
67
Ibíd., t. ii., p. 437.
68
Ibíd., p. 472.

*
75
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

encuentra la de tenderse bajo la región de las calmas (2° lat. S. á 8° lat.


N.), es decir, de las lluvias y turbonadas perennes, sin vientos reguladores,
creadoras además de una atmosfera tan húmeda y ardiente que en ella
la vida orgánica alcanza la plenitud de su desarrollo, y sólo la raza negra
puede vivir en un medio tan malsano.69

Nótense las tres grandes premisas de este geógrafo de “transición” para


entender la región del Chocó, en su orden: primera, que el Pacífico constitu­-
ye una gran región geográfica y una de las más conocidas del planeta desde ese
saber; segunda, que sus características geográficas han incidido poderosamente
en los rasgos culturales homogéneos de sus pobladores, lo que entiende como
una singularidad negativa; y tercera, que en esos pobladores predominan los de
raza negra, los únicos que pueden vivir en medio de la malsana región de las
calmas. A partir de estas premisas, su conclusión constituye una pieza ejemplar
acerca del modo como el discurso nacionalista, histórico y geográfico se negaba
a admitir la diversidad étnica, social y regional del país en construcción. Nótese
también cómo al socorrido argumento de que la raza negra constituye un
obstáculo para el progreso regional, se suma ahora y en forma explícita otro obs­-
táculo, el de la naturaleza o la selva, por lo cual ambos obstáculos, el huma-
no y el natural, deben ser removidos, trasformados o eliminados de la realidad
como condición de posibilidad de futuro, pero con otros protagonismos distintos
al de negros e indios.
Hemos dicho mal: esa raza [la negra] no vive allí, sino que vegeta, porque
indolente y ociosa por naturaleza, como que sin esfuerzo satisface sus
necesidades vegetativas, no emplea el vigor de su brazo en el progreso
de la tierra donde habita, por lo cual el Chocó no será conquistado para
la civilización sino el día en que la raza blanca se apodere de la sana y
elevada cordillera, y de ella descienda poco a poco, talando la selva
y encauzando las aguas, hasta llegar al curso navegable de los ríos que
hoy por hoy en vano abren fáciles caminos hasta el mar.70

Casi medio siglo después de Vergara y Velasco, y un siglo después de la Co­


misión Corográfica, el geógrafo Pablo Vila completaría, desde el nacionalis­mo

69
Ibíd., p. 473.
70
Ibíd., pp. 473-474.

*
76
*
Óscar Almario García

científico, la labor de “invisibilizar” (como diría años después una reconocida


antropóloga, Nina S. de Friedemann) a la gente negra del Pacífico en general
y del Chocó en particular.71 El argumento principal de este geógrafo consiste
en exponer y justificar científicamente el proceso de mestizaje como algo
fundamental para las características nacionales. Por eso, Vila alude a la formación
de tipo triétnico de la población (blanco, indio y negro) y a su relación con el
medio geográfico, lo que habría originado en Colombia lo que denomina tipos
regionales de características diferenciales, que le otorgan una notable variedad
a la población de la República. En desarrollo de ese argumento central, sustenta
la existencia de dos grandes regiones colombianas, la gran región andina y la gran
región oriental. En su exposición se hace notorio el ensamble de argumentos
geográficos con los de origen historiográfico, los dos grandes sustratos narrati­
vos y científicos del nacionalismo. En efecto, no puede escapar a nuestra lectu­
ra crítica de ese discurso, que son precisamente esas dos grandes regiones las
que constituyen la base de sustentación para edificar el mito moderno de la for-
mación de la nación y sus instituciones, por cuanto facilitan la articulación
narrativa del pasado colonial (alto andino y centralista) con la gesta inde­
pendentista (los “llanos orientales”) que establece el nexo con las condiciones de
futuro. Por eso se explica que Pablo Vila identifique dentro de dichas regiones a
las que considera nucleares de la nacionalidad, sus respectivos tipos regionales,
con lo cual su geografía deviene en nacionalismo científico. Por el despliegue de
una estrategia demostrativa que parte de lo geográfico para llegar a lo político-
simbólico de ese momento, al intentar conciliar, con los conceptos de grandes
regiones nacionales (algo superior y sustantivo) y tipos regionales (algo menor
y variables dentro de lo anterior), el principio de homogenización del estado-
nación de la modernidad y la evidente diversidad étnica, social y cultural del país.
Así, en la gran región andina los tipos son: antioqueños y caldenses, costeños,
boyacenses y cundinamarqueses, caucanos, santandereanos y tolimenses; y en
la gran región oriental el tipo regional del llanero.
En cualquier caso, esos tipos regionales se conciben como resultado del
mestizaje, y por consiguiente estos no son representados ni como indígenas

71
Pablo Vila, Nueva geografía de Colombia. Aspecto político, físico, humano y económico, Bogotá, Librería
Colombiana Camacho Roldán & Cía. Ltda., 1945.

*
77
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

ni como negros. Por esa misma razón, en ese singular reparto de tipologías
regionales de los colombianos no tenía cabida, ni podía haber lugar para el “ti­
po regional” del Pacífico, precisamente por ser una de las regiones en las cuales
la convergencia de lo natural con lo cultural ponía en entredicho el argumen­
to del mestizaje como la gran característica de lo nacional. Los argumentos
esgrimidos en favor del esquema de las mezclas raciales producidas en las gran­
des regiones y reflejadas en los tipos regionales se refuerzan con otro criterio,
el de regiones naturales, con lo que se completa el mapa de la geografía humana
y física del país para ese entonces. En efecto, dentro de las dos grandes regio­-
nes colombianas mencionadas (Andes y Llanos), Pablo Vila identificó varias
regiones naturales. En los Andes: Llanura del Pacífico (distinguió Sur y Chocó),
Centro Meridionales (Altiplanicie de los Pastos, hoya del Patía, Páramo de las
Papas, Altiplanicie Payanesa, Valle del Cauca), montañas de Caldas y Antioquia,
Valle del Magdalena, Altiplanicie Boyacense, montañas de Santander, Cuenca
del Catatumbo, Llanura Atlántica. En los Llanos: los llanos y la selva amazónica.

Los primeros estudios contemporáneos sobre el Pacífico colombiano:


de la marginalidad histórica y social a la inclusión política del
Chocó con la creación de la Intendencia y el Departamento

Resulta sintomático que los primeros estudios más o menos comprehensivos, de


mayor divulgación y mejor conocidos sobre el Pacífico colombiano, que fueron
realizados y publicados durante las primeras décadas del siglo xx, se concentraran
precisamente en la parte sur del mismo y dejaran casi de lado, por así decirlo, al
Chocó. Nos referimos aquí a las obras del misionero agustino recoleto Bernardo
Merizalde del Carmen (1921), el geógrafo militar general Paulo Emilio Escobar
(1921) y el político liberal Sofonías Yacup (1934).72
Este desplazamiento temático y bibliográfico respecto del Chocó a co­
mienzos del siglo xx, de alguna forma reflejaba el vacío que en torno suyo,

72
P. Bernardo Merizalde del Carmen, Estudio de la costa colombiana del Pacífico [1934], Bogotá,
Imprenta del Estado Mayor General, 1921; Paulo Emilio Escobar, Bahías de Málaga y
Buenaventura. La costa colombiana del Pacífico, 1918-1920, Bogotá, Imprenta Nacional, 1921 y
Sofonías Yacup, Litoral recóndito, Medellín, Ediciones Drake, 1993.

*
78
*
Óscar Almario García

aparte de la inercia histórica, había producido un conjunto de fenómenos de


hondo calado histórico y social. En efecto, la “separación” de Panamá en 1903
como consecuencia de la Guerra de los Mil Días, y la posterior apertura del
Canal de Panamá en 1914, obra realizada y controlada por los Estados Unidos
de América, más allá de la crisis política y heridas simbólicas suficientemente
conocidas que produjeron en el país, tuvieron otras consecuencias y en varios
órdenes. En la práctica favorecieron el desarrollo de Buenaventura como enclave
de servicios portuarios, en la medida que el flujo de las exportaciones de café y
azúcar transformó a ese precario puerto en el más importante del país por su
movimiento de carga.73 Confluyeron así circunstancias externas e internas que
contribuyeron a apuntalar el viraje demográfico de Colombia hacia el occiden­
te de su territorio, lo que tuvo a su vez efectos notables en el ordenamiento
interno de regiones “nuevas” como el valle del Cauca y Viejo Caldas, azucarera
y cafetera respectivamente, por el papel central que jugaron los ferrocarriles en
ambas regiones, complementados por el trazado de sus vías de comunicación
carreteables que le dieron orientación a sus dinámicas demográficas y migratorias,
todo ello con enormes consecuencias en la economía y sociedad regionales,
así como en la unificación del mercado nacional, entre otros aspectos.74 Pero
insistimos, todo ello profundizó todavía más la marginalidad económica, social
y política del Chocó, como si el siglo xix hubiera “conspirado” contra sus
aspiraciones de inclusión y desarrollo en el siglo xx.
En contraste con el resto de la Costa Pacífica colombiana, donde sus
mu­nicipios costaneros pertenecían política y administrativamente a los depar­
tamentos del Valle del Cauca, Cauca y Nariño, el Chocó expresaba a ese respecto
una situación más bien ambigua y por dos razones básicas. Primero, porque su
configuración política y administrativa presentaba una excepcionalidad “positiva”,
por llamarla de algún modo, en la medida que su jurisdicción se correspondía

73
Óscar Almario García, La configuración moderna del Valle del Cauca, Colombia, 1850-1940: Espacio,
poblamiento, poder y cultura, Cali, Cecan Editores, 1994.
74
Luis Javier Ortiz Mesa y Óscar Almario García, Caldas: Una región nueva, moderna y nacional,
Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2007. Tema que además de tratarse en la sección
correspondiente de este balance bibliográfico la hemos sometido a una revisión completa a la
luz de los aportes de los trabajos más recientes.

*
79
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

en lo fundamental con su compleja unidad territorial.75 Segundo, porque su


condición de Intendencia Nacional desde 1906, en el marco de la política de
los llamados Territorios Nacionales, evidenciaba una anomalía política, por
cuanto dejaba al Chocó en un incómodo punto intermedio entre la nación y el
departamento, pero sin contar con ninguna de las ventajas de ambas entidades.
Sin que pueda olvidarse, por otra parte, que la ubicación “mediterránea” y ribereña
de Quibdó, su capital y principal centro urbano, representaba para la región
en su conjunto una desventaja en relación con las políticas nacionales como la
apertura hacia los mercados externos y la consiguiente necesidad de contar con
puertos modernos para el efecto y las consiguientes vías de acceso a ellos.76
Por otra parte, el hecho de que Panamá, después de su “separación” de Co­-
lombia, no presionara de manera especial por la definición de límites con el
Chocó, le dio cierta tranquilidad en esa materia a la región.
La escasa consideración del Chocó en la obra de Merizalde se puede explicar
porque su propósito básico era dar cuenta de las acciones de los agusti­nos
recoletos desde finales del siglo xix en los territorios que les fueron asigna­-
dos para poner en práctica los convenios entre la Santa Sede y el Estado
colombiano, acerca de la cristianización tardía de negros e indígenas. En tanto,
el territorio de la misión agustiniana comprendía desde el río Mataje en la
frontera con el Ecuador hasta el río Naya en el límite entre los departamentos
del Cauca y el Valle del Cauca; la costa de este último y por supuesto el Chocó
quedaron excluidos de sus responsabilidades.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la labor misionera de los
agustinos recoletos en el Pacífico se había iniciado en la primera mitad del si­-
glo xix en Panamá y el Chocó, lo que permite explicar por qué el tema del
canal para comunicar los dos mares (Atlántico y Pacífico) se contaba entre sus

75
Julio Londoño, Geopolítica de Colombia, Bogotá, Imprenta del Ministerio de Guerra, 1948, p. 24.
Este general de la República considera que el caso del Chocó, para ese momento Intendencia, es
extraordinario por su afortunada delimitación en medio del predominante desorden al respecto
en el país.
Aunque después de su separación Panamá dejó indefinidos los límites con Colombia, lo que
76

afectaba especialmente al Chocó en lo tocante a su jurisdicción, la cuestión álgida con sus fronte-
ras tuvo que ver más con las regiones colombianas circundantes y que trataron de arrebatarle
partes de su territorio. Véase José E. Mosquera, Historia de los litigios de límites entre Antioquia y
Chocó siglos xvi- xxi, Medellín, s.e., 2006 y del mismo autor Huellas históricas, Medellín, s.e., 2010.

*
80
*
Óscar Almario García

preocupaciones, hasta cuando esta orden religiosa fue expulsada del país en 1863
durante el período de predominio de los liberales radicales. Pero los agustinos
recoletos regresaron al país a finales del siglo xix y se les asignó entonces la res­-
ponsabilidad territorial ya señalada en la Costa Pacífica. Los misioneros en
general y los agustinos recoletos en particular, fueron activos agentes del
nacionalismo, de un nacionalismo católico para ser precisos, lo que pensamos
tuvo consecuencias muy importantes en cuanto a influenciar y definir la cultura
política de las gentes del Pacífico sur por la peculiar conjunción entre Dios y
Patria, que en las condiciones del Pacífico a comienzos del siglo xx se tradu­-
cía en una identidad regional (más que étnica) que propugnaba por su inclusión
en el país nacional que la desconocía. Ahora bien, algo notable en la obra de
Merizalde es su conciencia sobre la importancia de contar con un relato histórico
como parte de la labor misionera y patriótica, con lo cual se abrió la senda de
los estudios históricos y etnográficos sobre la gente y el territorio del Pacífico
colombiano, obviamente desde los parámetros del nacionalismo católico: por
eso, como él mismo lo subraya, se dedicó “al estudio de los archivos del Litoral,
de los dialectos indígenas, de la etnografía, literatura, historia natural y geogra­-
fía de la región”.77 Ahora bien, aunque el Chocó quedó por fuera de sus refle­
xiones, salvo en los pasajes iniciales en los que se refiere a la conquista y
colonización, en el texto subyace la idea de que existe una región pacífica que es
necesario dar a conocer al país y el mundo, lo que explica también la pretensión
fundamental del libro, de dar “alguna idea de aquella desconocida región”.78
La escritura y posterior edición de la obra de Merizalde tuvo un impacto que
trascendió los ámbitos de la Iglesia y llegó hasta los círculos gubernamentales y
de la intelectualidad de entonces, lo que seguramente alentó reflexiones similares
sobre el Chocó y otras regiones marginales del país. En su sesión de 16 de marzo
de 1922, la Academia Nacional de Historia aprobó una moción de felicitación
a la obra de Merizalde y además lo aceptó como miembro correspondiente,
entre otras razones por considerar que “es de grande interés, especialmente para
los habitantes de las costas del Pacífico y para todos los amigos de los estudios
históricos” y por dar cuenta de las transformaciones de las costas del Sur:

77
P. B. Merizalde del Carmen, op. cit., véase “Introducción”, p. 5.
78
Ibíd., p. 6.

*
81
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

regiones completamente abandonas antes por las autoridades civil y


eclesiástica, y hoy en vía de moralización, instrucción y aun progreso
ma­terial, debido en su mayor parte a los esfuerzos de aquellos nobles y
benéficos misioneros. Hace la descripción de los ríos, montañas, costas
y bosques de la región, de las costumbres de sus habitantes, negros e
indígenas, la historia del descubrimiento de la costa por los españoles.79

Los temas en discusión por esa época acerca de la posibilidad o no de trans­


formar la marginalidad y el atraso de determinadas regiones del país, implicaban
también los criterios considerados como válidos para entender, jerarquizar y
ponderar esas circunstancias, razones por las cuales el país intelectual prác-
ticamente se dividió en dos grandes corrientes al respecto. En la primera confluía
un amplio espectro de opiniones que reunía a conservadores católicos, liberales y
hombres de ciencia, quienes consideraban que las condiciones adversas (raciales,
geográficas, de recursos públicos) podían modificarse mediante la moralización
de sus habitantes (educación, evangelización, disciplina social y del trabajo) con
el fin de propiciar otras prácticas y costumbres que condujeran a una mejor
explotación de sus recursos naturales, profundizar la integración nacional y
asegurar el progreso material. La segunda corriente la conformaban quienes
consideraban que las circunstancias geográficas tropicales y la composición
racial del país, así como su materialización en algunas de sus regiones en la que
predominaban indígenas, negros y mezclas raciales deleznables, constituían
factores condicionantes extremos que hacían fracasar de antemano cualquier
intento de modificación de las mismas. Su principal exponente fue el político
conservador y futuro presidente de la República, doctor Laureano Gómez. No
obstante, entre las posiciones de ambas corrientes es posible advertir puntos
de vista y apreciaciones que se encontraban en una zona intermedia de los
argumentos, pero que no es del caso detallar ahora.
El contraste entre las obras del agustino recoleto Merizalde y el general
Paulo Emilio Escobar es notable, sobre todo por la manera como es considerado
el factor humano en ellas. Así, para Merizalde la urgente transformación de la
gente negra e indígena en católicos y patriotas simplemente confirmaba que
la obra de Dios y del Estado estaba todavía en marcha y que faltaba mucho por

79
Ibíd., véase Anexo: Informe de la Academia Nacional de Historia, pp. 237-238.

*
82
*
Óscar Almario García

hacer. En esa perspectiva, los principales sujetos de su estudio son en estricto


sentido la Iglesia y el Estado, entendidos como los agentes por excelencia del
cambio social y regional, mientras que la gente negra e indígena es considerada
sólo como materia a trasformar y moralizar. Por su parte, para el general Escobar,
cuyo texto es un informe técnico y científico que revela implícitamente las
preo­cupaciones del Estado colombiano por la situación militar y portuaria
derivada de la separación de Panamá y la apertura del canal interoceánico por
ese país, el sujeto por excelencia no es el Estado, ni la Iglesia, ni la gente sino la
geografía. Que se entiende como como hecho físico o mejor como conjunto de
hechos físicos, es decir, sus accidentes, costas y bahías, los ríos y montañas, y las
posibilidades que ofrecían para la defensa del territorio nacional y el progreso
del país. Se trata por tanto de una geografía en esencia vaciada de pobladores y
territorios, los cuales sólo aparecen como dato marginal, informativo o decorativo.
Este informe se origina en una gran preocupación, esa sí explícita, del
gobierno nacional, el Congreso y la opinión pública por esa época, acerca
de las dos opciones que se consideraban clave para asegurar el futuro del ya
muy activo puerto de Buenaventura: mejorar su situación y servicios pero sin
cambiar su ubicación en la isla de Cascajal situada al fondo de la bahía de su
nombre o en su defecto trasladarlo a la bahía de Málaga en la parte continental
y hacia el mar abierto. Para resolver esta cuestión se vio necesario contar con
una evaluación técnico-científica de los diversos factores a considerar (técnicos,
comerciales, higiénicos, presupuestales). Pero existía también el interés en
reconocer las bahías de Solano, Utría y Cupica en el Chocó y cualquier otra que
se considerara conveniente, y en levantar sus respectivos planos, tema asociado
al interés portuario y al viejo asunto del eventual canal interoceánico por el
territorio chocoano, pero que se relaciona a su vez con el impacto de la apertura
del Canal de Panamá en el país. De hecho, este informe técnico del gene­ral
Escobar se originó en la Ley 11 de 1916 (agosto 29), por la cual se dispuso
el reconocimiento científico de la Costa del Pacífico y se dieron autorizaciones
para la ejecución de ciertas obras y contratar un empréstito que, aunque se
aprobó, no pudo llevarse a la práctica por razones presupuestales, por lo cual
debió reformarse con la Ley 2 de 1917 (septiembre 15), que tampoco tuvo
efectos prácticos. Hasta que por último, una nueva ley, la 16 de 1918 (septiem-
bre 4), reformatoria de las dos anteriores sobre el mismo asunto, puso término
a la indefinición. No obstante, antes de expedirse dicha ley, el ministro de obras

*
83
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

públicas decidió despachar al miembro militar de la comisión, general Paulo


Emilio Escobar, con un pliego de instrucciones. Este oficial, quien tomó como
base de operaciones a Buenaventura y a bordo del guardacostas Cauca, durante
cinco meses de exploraciones, de julio a noviembre de 1918, alcanzó dos grandes
objetivos: el primer estudio detallado de las bahías de Málaga y Buenaventura (de
lo que trata puntualmente el informe) y el reconocimiento geográfico y militar
de todo el litoral Pacífico colombiano, desde el río Mataje en la frontera con el
Ecuador en el Sur hasta más allá de Punta Ardita, límite con el istmo de Panamá
al Norte (cuyo informe no está incluido y desconocemos lo que fue de él).
Desde lo geográfico, el general Escobar enfatizaba en varios aspectos que
conviene retener. Que la Costa Pacífica colombiana se dividía en dos zonas per­-
fectamente delimitadas cuyo límite es el Cabo Corrientes, situado al norte de
Buenaventura, en el Alto Chocó, que separa la costa norte de la costa sur. Anota
Escobar que: “Los españoles llamaban Alto Chocó al país comprendido entre
Urabá y Buenaventura; es decir, los opuestos valles de los ríos Atrato y San Juan y
la serranía del Baudó, inclusive la costa; y Bajo Chocó la zona comprendida entre
Buenaventura y el Ecuador. Conviene conservar estas denominaciones para la
historia y geografía del país”.80 Su descripción básica de ambas costas corrobo­
ra lo sustantivo de lo observado por los geógrafos del siglo xix. La costa norte
es alta, rocosa en gran parte, presenta bahías y ensenadas importantes (Solano,
Cupica y Utría), la serranía del Baudó se proyecta casi hasta el mar, no desaguan
ríos importantes en esta zona y llueve menos que en el sur. La costa sur presenta
una línea de manglar, tierras bajas y anegadizas, la Cordillera Occidental corre
paralela y en ella nacen la mayor parte de los ríos que desaguan en esta parte.
Unas décadas después, el geógrafo Felipe Pérez Arbeláez, a partir de lo
que consideraba como “errores irreparables” cometidos por Colombia contra
su sistema portuario, concluía que en el Pacífico el puerto óptimo y de carácter
internacional tendría que haberse ubicado en la Bahía de Málaga por sus ventajas
geográficas, así como en el Atlántico debió ser Cartagena. Con lo cual, retomaba
una apreciación expuesta por el geógrafo Felipe Pérez un siglo antes en su
Geografía general. Las consecuencias negativas a su juicio de haber optado por
la Bahía de Buenaventura en lugar de la Málaga para establecer el gran puerto

80
P. E. Escobar, op. cit., p. 177.

*
84
*
Óscar Almario García

en ese océano, las sintetizó en dos aspectos fundamentales, las dificultades para
la comunicación con el interior y el bajo impacto del puerto de Buenaventura
en el desarrollo del Chocó. En efecto, más segura que la ruta por el Dagua, que
comunicaba a Cali con Buenaventura, era la que se podría haber construido
por la ruta Pacífico - Madroñal - Buga con terminal en el puerto de Málaga,
pero que los caleños tenían la idea equivocada de que no los favorecía. De otro
lado, porque se habían desaprovechado las comunicaciones por los canales
naturales que unían a la Bahía de Málaga con las bocas del San Juan, y que de
haberlo sido “le hubiera dado vida a todo el Chocó”.81
En cuanto al libro de Sofonías Yacup, Litoral recóndito, publicado por
primera vez en 1934, cabe decir que se trata de un compendio de artículos su­
yos publicados en el periódico El Tiempo de Bogotá entre 1930-1931. El autor,
abogado, político liberal, miembro del Congreso durante varios períodos y en
representación de distintas circunscripciones electorales (Valle del Cauca, Cauca
y Nariño), e Intendente del Chocó, se inscribe en una corriente nacionalista y
reformista del partido liberal, desde la cual intenta redefinir al Pacífico como una
gran región, es decir, como una unidad geográfica y cultural que se compone del
Chocó y la costa sur. Por eso, es muy explícito en exponer el propósito central
que lo anima:
[…] destacar la importancia de la Costa del Pacífico y la Intendencia
del Chocó, que a pesar de sus ingentes riquezas naturales, se encuentran
en estado de lamentable postración. En la apreciación de la Costa del
Pacífico no he hecho distinción de las regiones de ella que pertenecen
a distintos departamentos, porque estoy convencido de que todos esos
pueblos, emplazados al borde de sus riberas, persiguen un mismo ideal
y sufren un mismo dolor sin embargo de las divisiones administrativas
y políticas que los separan.82

Aunque difusa todavía, la idea de una macro-región del Pacífico se alcanza


a advertir detrás de su intención de sobreponerla a las fracturas y divisiones
que imponían los límites administrativos departamentales. El autor también

81
Felipe Pérez Arbeláez, Recursos naturales de Colombia, Bogotá, Instituto Geográfico de Colombia
“Agustín Codazzi”, 1964, pp. 19, 36-37.
82
S. Yacup, op. cit., pp. 17-18.

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85
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

era consciente de que con ese tipo de reflexiones se estaba dando inicio a un
proceso de comprensión de la situación regional que podría tener muy diversas
consecuencias, por lo cual enfatizaba que con su aporte, “la senda queda un tanto
despejada para que voluntades más enérgicas, inteligencias claras y entusiasmos
nuevos, realicen a totalidad el propósito urgente de la redención del litoral
Pacífico, que debe ser un constante y general empeño siquiera de los vinculados
a la región”.83 Esta cuestión, de una incipiente consciencia regional, si se quiere
todavía ambigua –porque discurre entre los conceptos de región marginada,
clases sociales bajas y una identidad cultural que se define negativamente en
tanto desconocida por el resto del país–, era de todas formas un sentimiento
más o menos compartido por otros miembros del Congreso provenientes de la
región del Pacífico o de los departamentos que tenían territorios y población
en ella, como el político liberal chocoano Diego Luis Córdoba con quien Yacup
mantuvo relaciones cercanas.
El capítulo 15 del libro de Yacup, que se titula “Vida intendencial: de­
partamento del Chocó”, no obstante lo corto es una pieza interesante a considerar
en estos antecedentes, porque contextualiza las condiciones históricas y legales
que explican la creación de la Intendencia Nacional del Chocó, según el Decre­-
to 1347 de 5 de noviembre de 1906, cuyo territorio se segregaba del departamento
del Cauca al cual pertenecía hasta esa fecha de conformidad con la Ley 8ª de
1821.84 Pero el capítulo es también un texto interesante porque introdujo un
tono crítico respecto de lo que el autor llamó el “régimen de intendencias y
comisarías” del país, que fuera diseñado como alternativa a los diagnosticados
desarrollos desiguales de sus regiones, porque a su juicio no sólo se había revelado
incapaz de resolver esos desniveles entre las regiones sino que establecía una
suerte de zona indefinida que perpetuaba de hecho las diferencias entre ellas:
“La Intendencia es como una zona neutra de la administración pública. Se
parece al Departamento y a la Nación, pero no tiene las capacidades de ninguna
de esas dos entidades”.85 La manera visionaria como este político de principios
del siglo xx propugnó por resolver esa contradicción institucional que afectaba

83
Ibíd., p. 18.
84
Ibíd., pp. 109-112.
85
Ibíd., p. 110.

*
86
*
Óscar Almario García

el desarrollo regional, consistió en proponer la creación del departamento del


Chocó, por lo que no cabe duda que fue uno de los pioneros en la promoción
del nuevo ente, que se haría realidad en 1946, doce años después de que él lo
propusiera y cuarenta después de creada la Intendencia. Asimismo, resulta
interesante destacar que Yacup alcanzó a entender que el éxito de la iniciativa del
nuevo ente departamental para el Chocó requería de un cambio de perspectiva
en el país nacional al respecto, es decir, del apoyo de la opinión pública y de una
modificación del imaginario nacional. Lo que exigía, por una parte, el decidido
liderazgo del liberalismo, y por otra, del concurso de las gentes de la región,
con lo cual apuntaba a lo que interpretamos como la irrupción de una suerte
de regionalismo nacionalista pero que llevaba implícita la reivindicación de la
gente negra mayoritaria.
Que la opinión nacional se movilice a favor del Departamento del Cho­
có, en pos de una realidad patriótica, progresista y urgente. Después
el establecimiento de una colonia agrícola y un puerto habilitado con
aduana en los límites con Panamá, vías de comunicación interna y de
penetración del Chocó a los departamentos vecinos, Valle del Cauca y
Antioquia, y colonización de la extensa faja de la costa chocoana, solitaria
y abandonada, completarán la obra.86

No hay duda de que Yacup concebía y proyectaba esta acción desde su


condición de liberal reformista e inspirado en un nacionalismo socialmen­
te sensible: “El país, en deuda con esa zona encarcelada, emplaza a las ad­
ministraciones liberales para libertarla, para humanizarla y para hacerla
reproductiva”.87
No obstante que las más emblemáticas obras de las primeras décadas del
siglo xx sobre el Pacífico dejaron de costado al Chocó, como ya se ha anotado,
hubo por fortuna una notable excepción al respecto, aunque no disonante con
el paradigma racista predominante que se ha venido comentando. En efecto, la
mirada atenta de Jorge Álvarez Lleras permitió inscribir esta región en el ma­-
pa intelectual del país, al llamar la atención sobre su trascendencia para el
desarrollo nacional, recopilar la primera bibliografía especializada que se conoce,

86
Ibíd., p. 111.
87
Ibíd., p. 112.

*
87
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

indicar la importancia de las relaciones de viaje como fuente relevante para su


conocimiento y discurrir sobre su geografía.88 Álvarez Lleras, Ingeniero Civil
de la Universidad Nacional en Bogotá y discípulo del científico Julio Garavito
Armero, fue fundador, animador y miembro de los más importantes centros
académicos de las primeras décadas del siglo xx en el país, como la Academia
Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (fundada en 1933), la
Sociedad Colombiana de Ingenieros, el Observatorio Astronómico Nacional,
la Comisión para la Historia Nacional de 1902 (hoy Academia Colombiana
de la Historia) y profesor y administrador en las facultades de ingenierías de
la Universidad Nacional y de Nariño. También se desempeñó como ingeniero
práctico y su labor estuvo ligada al diseño y construcción de los ferrocarriles
nacionales, las vías de comunicación, los puentes y puertos, entre otras obras
civiles. En 1923, en cumplimiento de una solicitud del gobierno nacional para
realizar una exploración de la Intendencia del Chocó con miras a la construcción
de vías de comunicación por ese territorio, pudo correlacionar sus condiciones
fí­sicas y sociales, cuyas observaciones quedaron consignadas en una serie de in­
formes que fueron publicados en el Boletín de la Sociedad de Ingenieros de Colombia.
Al seguir las tendencias del positivismo en el mundo, en las que predominaba
el paradigma de las ciencias naturales como principio de autoridad y verdad,
los estudios sobre las regiones marginales del país tendieron a orientarse con
criterios de utilidad práctica, tales como aprovechar las características geográfi­
cas que podían facilitar su integración al proyecto nacional, promover aquellas
iniciativas que tendrían alto impacto en el progreso material y conocer los re­
cursos regionales como fuentes de su eventual modernización, por lo cual los
aspectos sociales e históricos en sentido estricto fueron tratados más bien en
forma secundaria.89 De conjunto, tanto los estudios generales sobre el Pacífico

88
J. Álvarez Lleras, op. cit.; y del mismo autor los siguientes textos: “Bibliografía relativa al Chocó
y al Darién”, en: El Chocó, Bogotá, Minerva, 1923; “El Chocó. Relaciones de viajes referente a
esta región de Colombia”, Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, Bogotá, núm. 1, marzo
de 1935; núm. 2, julio de 1935 y vol. 3, núm. 1, abril de 1936 y “Algunos escritos geográficos.
Generalidades sobre el Chocó”, Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, Bogotá, vol. 20,
núms. 73-76, enero - junio de 1952.
89
Algunas excepciones al respecto son las contribuciones de J. Álvarez Lleras ya citadas; el artículo
del lingüista antioqueño Abraham González Zea, “El Chocó en la historia”, Boletín de Historia y
Antigüedades, Bogotá, vol. 31, núms. 357-358, julio - agosto de 1944 y el texto de Robert Cushman

*
88
*
Óscar Almario García

como los aportes de Álvarez Lleras contribuyeron a allanar el camino para la


etapa posterior de los estudios sobre el Chocó, caracterizada por ser mucho más
académica, con énfasis en los aspectos sociales y especializada en sus propósi­-
tos, como veremos seguidamente.

Los estudios sobre el Chocó entre las décadas de 1920 y 1960:


en la senda de las disciplinas académicas

En la época de la expansión colonial europea (particularmente para nuestro


interés el período que comprende desde aproximadamente 1880 hasta después
de la Segunda Guerra Mundial), tanto dicha experiencia en general como el pen­-
samiento social occidental en particular, estuvieron condicionados por el ideal
de progreso y civilización al cual debían integrarse sin otra posibilidad las
poblaciones colonizadas o periféricas. De ese ideal, convertido entonces en
destino ineluctable, se derivó también el papel que se esperaba de las ciencias
sociales como subsidiarias del colonialismo. Aunque resulta paradójico constatar
que desde esa condición subordinada al colonialismo se produjeran las grandes
teorías socioantropológicas e históricas (evolucionismo, funcionalismo, difu­
sionismos cultural, historia cultural y relativismo cultural) que, en medio de
grandes diferencias conceptuales y tradiciones nacionales distintas, de to­
das formas contribuyeron a cuestionar en parte el etnocentrismo, generar
descripciones valiosas acerca de las culturas objeto de la expansión y recono­-
cer la importancia de distintos territorios, grupos étnicos y sociales.90 En el caso
de América Latina y durante este período, las relaciones entre expansión colonial
y teoría social son particularmente complejas, porque a las contradicciones de
una modernidad que en general legitimaba su proyecto sobre la base de negar o
minimizar la humanidad de los Otros, se suman cuestiones como la ambivalente
situación de colonialidad/modernidad que subyace a la independencia política
más bien formal de sus países, así como las diferentes modalidades a través de las
cuales las ideas modernas y las disciplinas académicas circularon y se aclimataron


Murphy, “Racial succession in the colombian Chocó”, Geographical Review, Nueva York, vol. 29,
núm. 3, 1939.
90
Dieter Haller, Atlas de etnología, Madrid, Akal, 2011, pp. 23-27.

*
89
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

en la región a partir de los grandes centros difusores de Europa y Norteamérica,


para terminar influyendo sobre gobiernos e imaginarios colectivos.91
Por las anteriores razones, una clave definitiva para los estudios nacionales
y regionales actuales radica en la capacidad de descifrar la manera como se
ma­terializaron, en esas escalas, dinámicas mucho más amplias, como la nueva
fase de la industrialización, la trasformación del colonialismo en imperialismo,
la mundialización y el control del espacio por la modernidad.92 Siguiendo los
postulados de la nueva geografía, Montaldo indica que cambia la relación de
escalas con la cual se había analizado el espacio, precisamente al hilo de la nue­
va espacialidad que debe redimensionar la cartografía simbólica del siglo xix,
dán­dole para el efecto prioridad al espacio global sobre las otras dos escalas
primarias, del espacio urbano y el estado-nación. Con todo ello, el siglo xix ad­-
quiere una gran relevancia y densidad analítica: “Si toda lucha por el espacio
es política, en el siglo xix es cuando se configuran los ejes de legitimación
político-discursivos del dominio de los espacios: centros y periferias, metrópolis
y colonias, naturaleza productiva y desiertos”.93 Por su parte, en su historia de
la mundialización, Echevarría se atiene al criterio de que es el movimiento
del espacio el que genera un tiempo distinto, impulsado por los cambios y ajus-
tes del sistema económico europeo en expansión, quien valida su periodización y
com­prensión desde un esquema de interpretación, que concreta en la apreciación
de que han ocurrido cinco impulsos capitalistas desde 1470 hasta nuestros días.
De esos cinco momentos o impulsos nos interesa especialmente el cuarto, el
ocurrido entre 1770 y 1970, no sólo porque comprende cronológicamente al si-
glo xix sino sobre todo por las tendencias sustantivas que lo definen. En efecto,
desde finales del siglo xvii los “métodos de expansión espacial del sistema
económico europeo” presentaron grandes inconvenientes y dificultades para
manejar su elasticidad respecto a la sincronía entre el espacio de las potencias
europeas y el de sus posesiones ultramarinas. La Revolución Industrial, el

91
Graciela Montaldo, Ficciones culturales y fábulas de identidad en América Latina, Rosario, Beatriz
Viterbo Editora, 1999.
92
Al respecto ver el interesante y sintético ensayo de Miguel Ángel Echevarría Bacigalupe, En los
orígenes del espacio global. Una historia de la mundialización, Madrid, Catarata, 2013.
93
G. Montaldo, op. cit., p. 17.

*
90
*
Óscar Almario García

mercantilismo liberal y el mercado mundial, condensan la orientación hacia


un cambio en el manejo del espacio, que se puede sintetizar como el paso de lo
extenso (dominios) a lo intenso (rendimientos por áreas), como dice Echevarría.
Transición en la que serán más exitosas las potencias mejor adaptadas para
el cambio y con mayores posibilidades de modificar sus sistemas espaciales de
control y administración de territorios y poblaciones, cuestiones que en últimas
se reducen al tránsito del sistema colonial al sistema imperialista.94
Precisamente serán España, Portugal y Holanda, primeras en la expansión
colonial europea, quienes en este nuevo período se van a ver limitadas para
los cambios requeridos, con las consecuencias conocidas en sus posesiones
de procesos anticoloniales, independencias políticas y surgimiento de nuevas
repúblicas.
La complejidad de los problemas implicados en los cambios espacia­-
les del mundo moderno y sus consiguientes dificultades para observarlos a escalas
distintas (locales, regionales, nacionales y mundiales), ha pasado a las cien­-
cias sociales como tensiones conceptuales o comprensivas en las investigaciones
puntuales y discretas, como lo evidencian las limitaciones en el uso de categorías
y otros criterios analíticos, que en muchos casos no resisten la prueba de su
contrastación con las evidencias y fuentes disponibles. Así lo experimentamos en
el caso regional del Chocó que nos ocupa, en el que resulta conveniente discutir
si denominaciones como frontera minera, provincias coloniales, Pacífico, Chocó,
sociedad regional, o simplemente región del Chocó, son suficientes como para dar
cuenta de esta compleja experiencia histórica. En efecto, una serie de preguntas
quedarán abiertas al diálogo y la interpelación con los enfoques adoptados por
los investigadores de esta región, tales como: si la frontera minera dejó de serlo en
algún momento o hasta qué punto como consecuencia de la minería de aluvión
extensiva y sus efectos en lo espacial, territorial y demográfico; si en ese cambio
se formó y hasta dónde una región económica;95 si el proceso de “implantación

94
M. Á. Echevarría Bacigalupe, op. cit., pp. 227-233.
Eric Van Young plantea que entre los historiadores existe una paradoja en torno al concepto de
95

región, dado que no obstante su evidente centralidad para su trabajo se carece de una definición
clara de dicha noción. Asimismo, que independiente de ella, el concepto de región contiene
un enor­me potencial epistemológico para el trabajo historiográfico. Desde su perspectiva las re­
giones se definen como espacios procesuales cuya arquitectura y dirección internas están sujetas

*
91
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

colonial” alcanzó a configurar, o estaba en la dinámica de hacerlo, una provincia


(algo que, con todas las salvedades del caso, se puede situar a medio camino
entre la comarca y la región),96 o si en el caso del Chocó y el período que nos
concierne se puede utilizar el criterio de región histórica; o si se trata más bien
de un espacio y sociedad en los que se mantuvieron a la vez las características de
frontera, región económica, provincia y región histórica sui generis. Uno de los
más penetrantes estudiosos del Chocó y el Pacífico en general, el antropólogo
William Villa, sostiene la hipótesis de que el concepto de región que se construye
para el Pacífico (norte y sur) es relativamente reciente y que es en 1958 en el
Simposio de Tierras Húmedas que “se constituye en la primera aproximación
al Pacífico desde una visión regional, allí prima la mirada del geógrafo que se
hace manifiesta en las investigaciones de West, R. y de Guhl, E.; en tanto una


a una negociación constante de los actores que están tanto adentro como afuera de la región. Lo
que de nuevo nos remite al socorrido modelo de centro y periferia, pero que ahora debemos ser
capaces de leer y usar de otra manera, más flexible y menos mecánica si se quiere. Para Eric Van
Young: “El concepto de región en su forma más útil es, según creo, la ‘espacialización’ de una
región económica. Una definición funcional muy simple sería la de un espacio geográfico con
una frontera que lo delimita, la cual estaría determinada por el alcance efectivo de algún sistema
cuyas partes interactúan más entre sí que con los sistemas externos. Por un lado, la frontera no
necesita ser impermeable y, por otro, no es necesariamente congruente con las divisiones políti­-
cas o administrativas más familiares y fácilmente identificables o aun con los rasgos topográficos”.
Véase Eric Van Young, “Haciendo historia regional: Consideraciones metodológicas y teóri­-
cas”, en: Pedro Pérez Herrero (comp.), Región e historia en México (1700-1850). Métodos de análisis
regional, México, Instituto Mora/Universidad Autónoma Metropolitana, 1991, pp.101-102.
De acuerdo con el enfoque de un geógrafo historiador, Jesús Burgueño, La invención de las
96

provincias, Madrid, Catarata, 2011, pp. 8-9: “Simplificando, podemos afirmar que, en Espa­-
ña, el vocablo [provincia] se ha ido constriñendo territorialmente hasta responder a lo que hoy
día conocemos. En el origen imperial romano, provincia fue inicialmente el conjunto de Hispania
y posteriormente se llamó así a sus tres grandes demarcaciones internas (Bética, Lusitania y
Tarraconense) a las que luego se añadieron otras dos: Cartaginense y Gallaecia. En la Edad Media
el término no era de uso muy habitual, al haber sido desplazado por la panoplia de denominaciones
feudales: principado, reino, condado… Es en Época Moderna cuando su utilización resurge y
se concreta, como veremos con significaciones divergentes según los territorios. Será la ges­
tación de la división provincial actual la que otorgue un significado muy acotado al término,
situándolo definitivamente a medio camino de comarca y región”. Asimismo, es conveniente
agregar lo siguiente en relación con la singularidad de los intentos de ajuste del modelo español
de administración colonial: “En la Edad Moderna las provincias sustituyeron en Castilla a las
merindades y adelantamientos, típicos de la Baja Edad Media y desaparecidos en el siglo xvi,
aunque no fue hasta el reinado de Felipe V cuando la división provincial quedó institucionalizada
como un rasgo más de la política centralizadora de los Borbones. La finalidad fundamental de

*
92
*
Óscar Almario García

aproximación cultural es todavía limitada”.97 Dicha construcción tardía de la


región y desde la geografía se explica, según Villa, por la larga vigencia de una
percepción del Pacífico como un territorio a integrar a los centros andinos o
como despensa proveedora de recursos.
En la primera mitad del siglo xx, las ciencias sociales y humanas se
debatían entre su fidelidad al modelo positivista que se había impuesto en la
modernidad como paradigma dominante, traducido en ellas en términos de
darwinismo social, estructural-funcionalismo, nacionalismo histórico, geografía
determinista, economía matemática, entre otras, y una serie de manifestaciones
críticas como la renovación gramsciana del marxismo, la Escuela de Anales en la
historia, la antropología histórica, la antropología cultural, la geografía cultural,
la sociología regional, entre otras. Que se vieron singularmente estimuladas por
fenómenos sociopolíticos como las luchas contra el racismo y los derechos civiles
(especialmente en Estados Unidos de América), la defensa de la diversidad
cultural amenazada y los cuestionamientos al ideal de progreso como ideología
imperialista, los movimientos de descolonización en el llamado Tercer Mundo
y las discusiones acerca de los modelos de desarrollo para estos países, entre los
principales.98
Los balances acerca del origen de las ciencias sociales en Colombia en la
primera mitad del siglo xx, y en particular de la antropología, tienden a subrayar


esta circunscripción territorial era constituir el marco de acción de los intendentes […] Durante el
reinado de Carlos III hubo un proyecto de homogeneización territorial, dividiendo las provincias
en nueve distritos con un corregidor al frente, pero como otros muchos de la época, el proyec­-
to se quedó sobre el papel y habrá que esperar a la división territorial de 1833 para que el mapa
provincial español adquiera su definitiva forma”. Véase Enrique Martínez Ruiz (dir.), Diccionario
de la historia moderna de España. II. La administración, Madrid, Istmo, 2007, pp. 306-307.
97
William Villa, “Movimiento social de comunidades negras en el Pacífico colombiano. La cons­
trucción de una noción de territorio y región”, en: Adriana Maya (ed.), Geografía humana de
Colombia: Los afrocolombianos, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1998, p. 434.
98
A comienzos de los años cincuenta, la unesco, uno de los organismos multilaterales surgidos
después de la Segunda Guerra Mundial, debió ocuparse de las manifestaciones y “rebrotes” del
racismo en el mundo, y emitió declaraciones al respecto en 1950 y 1951. En 1952 encargó al
más prestigioso antropólogo del momento, Claude Lévi-Strauss, de redactar un documento guía
sobre la delicada cuestión de la unidad de la especie, la paradoja del progreso y la preservación
de la diversidad cultural, que condujo a su ya célebre texto en el pensamiento social: “Raza e
historia” (1952). Sobre las posiciones de las unesco véase José María Castañeda, El racis-
mo ante la ciencia moderna. Testimonio científico de la unesco, Ondarroa (Vizcaya), Ediciones
Liber, 1961 y Claude Lévi-Strauss, Raza y cultura [1952, 1972, 1983], Madrid, Cátedra, 2000.

*
93
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

sus características más bien atípicas, la influencia del americanismo europeo y


la prioridad de sus estudios sobre las sociedades indias. Lo atípico remite a los
orígenes de la nación y su heterogeneidad, así como a las dificultades para un
relato homogéneo acerca de su identidad, tal como puede verse en este texto
del antropólogo Jon Landaburu, que hace parte de una obra colectiva:
Las luchas de emancipación, las guerras civiles y la lenta formación de un
Estado colombiano durante el siglo xix no son favorables a la observación
etnográfica de un conjunto humano de una prodigiosa diversidad étnica
(amerindios de más de un centenar de comunidades etnolingüísti­-
cas diferentes, negros establecidos en las tierras bajas –sobre todo en las
costas Atlántica y Pacífica–, campesinos indios desenculturados, colonos
blan­cos y mestizos, blancos urbanos de tradición hispánica).99

De acuerdo con este autor, la antropología colombiana se forma de dos


grandes tradiciones, el americanismo europeo y los movimientos socialistas la­-
tinoamericanos de los años veinte y treinta del pasado siglo, en los que predo­
minan los intereses por la cuestión indígena, y después por el campesinado y la
reforma agraria. Temática adoptada también por los movimientos intelectuales
y artísticos de la época en Colombia, como el grupo Los Bachués, como lo
indica otro estudio.100 La importancia de los estudios amazónicos en este
período y el creciente interés por el universo andino reforzaban el privilegio
del estudio de las sociedades indias pasadas o sobrevivientes, así como el ma­-
yor desarrollo de los respectivos modelos de análisis y estrategias de investigación
adoptados por distintas ciencias sociales (arqueología, etnografía, antropolo­-
gía y etnohistoria).101 Aunque en cierta forma marginal a la gran área atlántica
para el estudio de las sociedades afroamericanas o afrodescendientes, en Co­
lombia también se llegaría a sentir la influencia de los estudios sobre las Améri­
cas Negras, liderados inicialmente por Melville Herskovits, interpelados por

99
Véase Pierre Bonte y Miguel Izard (eds.), Diccionario Akal de etnología y antropología, Madrid,
Akal Ediciones, 1996, p. 69.
100
Gerardo Ardila, “Gerardo Reichel-Dolmatoff y la historia de las ciencias sociales en Colombia”,
en: Gerardo Reichel-Dolmatoff, antropólogo de Colombia 1912-1994, Bogotá, Museo del Oro - Banco
de la República, Departamento de Antropología - Universidad Nacional de Colombia, 1998,
pp. 15-21.
101
Consultar P. Bonte y M. Izard, op. cit., pp. 55-58, 58-65, 76-79.

*
94
*
Óscar Almario García

E. Franklin Frazier y continuados por Roger Bastide, y por un significativo


número de estudiosos en cada país.102
Es en este contexto de cambios económicos, sociales y políticos mundiales,
de tensiones en las ciencias sociales por el avance de las perspectivas críticas y de
emergencia de movimientos sociales de distintos propósitos, que se empiezan
a formar las ciencias sociales en Colombia y con ellas, la posibilidad de nuevas
representaciones de lo nacional y sus regiones en la primera mitad del siglo xx.
Entre los años 1920 y 1960, el creciente interés por el Chocó se revela en
los estudios realizados por una pléyade de pioneros extranjeros y varios na­
cionales desde la arqueología,103 la lingüística,104 la antropología, la etnología y
etnografía,105 la geografía,106 los discursos religiosos107 y la sociología;108 además

102
Ibíd., pp.74-76.
103
Para los estudios sobre Chocó desde la arqueología véase: Sigvald Linné, Darien in the past. The
archaeology of easter Panamá and Northwestern, Colombia, Goteborg, 1929; José Recasens y Víctor
Oppenheim, “Análisis tipológico de materiales cerámicas y líticos procedentes del Chocó”, Revista
del Instituto Etnológico Nacional, Bogotá, vol. 1, 1944; Gerardo Reichel Dolmatoff y Alicia Dussán,
“Investigaciones arqueológicas en la Costa Pacífica de Colombia. I. El sitio de Cupica”, Revista
Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 10, 1961; y de los mismos autores “Contribuciones a la
etnografía de los negros del Chocó”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 11, 1962;
Graciliano Arcila Vélez, “Informe de las investigaciones realizadas en Dabeiba, Chigorodó,
Acandí, en septiembre de 1954”, Boletín del Instituto de Antropología, Medellín, vol. 1, núm. 3,
1955; y del mismo autor “Investigaciones antropológicas en el Carmen de Atrato, departamento
del Chocó”, Boletín del Instituto de Antropología, Medellín, vol. 2, núm. 7, 1960.
104
Para los estudios sobre Chocó desde la lingüística véase: Jacob Loewen, “Dialectología de la
familia lingüística Chocó”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 9, 1960; Paul Rivet,
“La lengua Chocó”, Revista del Instituto Etnológico Nacional, Bogotá, vol. 1, 1943-1944 y Gerardo
Reichel Dolmatoff, “Bibliografía lingüística del grupo Chocó”, Boletín de Arqueología, Bogotá,
vol. 1, núm. 6, 1945.
105
Para los estudios sobre Chocó desde la antropología, la etnología y etnografía véase: Roberto
Pineda Giraldo y Virginia Gutiérrez de Pineda, Estudio etnográfico del Chocó: El Jaibaná, s.d.,
1953; de los mismos autores “En el mundo espiritual del indio Chocó”, Miscelánea Paul Rivet.
Octogenaria Dicata, México, vol. 2, 1958; Reina Torres de Arauz, “Los indios chocoes del Darién.
Algunos aspectos de su cultura”, América Indígena, México, núm. 18, julio de 1958; de la misma
autora “Los indios cuna continentales”, América Indígena, México, núm. 22, octubre de 1962
y “Estudio etnológico e histórico de la cultura chocó”, Centro de Investigaciones Antropológicas
de la Universidad de Panamá, Panamá, núm. 1, 1966; Gerardo Reichel Dolmatoff, “Notas
etnográficas de los indios del Chocó”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 9, 1960;
G. Reichel Dolmatoff y A. Dussán “Contribuciones a la etnografía de los negros del Chocó”,
op. cit.; Santa Teresa de Severino, Creencias, ritos y costumbres de los indios catíos de la Prefectura
Apostólica de Urabá, Bogotá, Imprenta San Bernardo, 1924; de la misma autora Indios catíos,

*
95
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de los primeros aportes del etnógrafo Rogerio Velásquez desde la historia y la


etnografía,109 las ciencias naturales, y en menor medida, la historia académi­-
ca con temas de independencia y pocas monografías locales.


indios cunas. Ensayo etnográfico de dos razas de indios en la América española, Colección de Autores
Antioqueños, Medellín, Imprenta Departamental, 1959; Kathleen Romoli, “Apuntes sobre los
pueblos autóctonos del litoral colombiano del Pacífico en la época de la conquista española”,
Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 12, 1963; Erland Nordenskiold, Henry
Wassen y Rubén Pérez Cantule, “An historica and ethnographical survey of the Cuna indians”,
en: Etnografiska Audelnigen, Goteborg, Goteborg’s Museum, 1932; Erland Nordenskiold, “An
historical and ethnographical survey of the Cuna indians”, Comparative Ethnographical Studies,
Goteborg, Goteborg’s Museum, vol. 10, 1938 [1883]; Henry Wassen, “Cuentos de los indios
chocós”, JSAP, París, vol. 25, 1933; del mismo autor “Notes on Southern Groups of Choco
Indians in Colombia”, Etnologisk Studier, Goteberg, vol. 1, 1935 y Gustavo Jiménez, Los indios
chocó; el hábitat; el ciclo vital, s.d., 1954.
106
Para los estudios sobre Chocó desde la geografía véase: Contraloría General de la República,
“El Chocó”, en: Geografía económica de Colombia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1943; R. C. West,
Alluvial placer mining in Colombia during the colonial period, op. cit.; del mismo autor The Pacific
Lowlands of Colombia: a Negroid Area of the American Tropic, op. cit.; James Parsons, Antioquia’s
corridor to the sea: The historical geography of the Settlement of Urabá, vol. 49, Berkeley, University
of California Press, 1967; R. Cushman Murphy, op. cit. y del mismo autor “The earliest spanish
advances southward from Panama along the west coast of South America”, Hispanic American
Historical Review, Durham, vol. 21, 1941.
107
Prefectura Apostólica del Chocó, Informe del prefecto apostólico del Chocó al Arzobispo de Bogotá
participante de la junta de misiones, Bogotá, Imprenta Nacional, 1919; Prefectura Apostólica del
Chocó, Informe oficial que rinde el Prefecto apostólico del Chocó a la Delegación Apostólica 1911-1915,
Bogotá, Imprenta Nacional, 1928; Francisco Gutiérrez, Informe de la prefectura apostólica del
Chocó, Quibdó, Imprenta Claretiana, 1929 y “Misioneros del Corazón de María en el Chocó”,
Bodas de Plata, Quibdó, s.e., 1934.
108
Para los estudios sobre Chocó desde la sociología véase: Orlando Fals Borda, La vivienda tropical
húmeda, sus aspectos sociales y físicos como se observan en el Chocó, Bogotá, Centro Interamericano
de Vivienda y Planeación, 1958 y Aquiles Escalante, “El negro en Colombia”, Monografías
sociológicas, Bogotá, núm. 18, 1964.
Sobre los estudios de Rogerio Velásquez véase: Rectificaciones sobre el descubrimiento del río San
109

Juan, Bogotá, Imprenta Nacional, 1953; y del mismo autor “La canoa chocoana en el folclor”,
Revista Colombiana de Folclor, Bogotá, núm. 3, 1957; “La fiesta de San Francisco de Asís en
Quibdó”, Revista Colombiana de Folclor, Bogotá, núm. 4, 1960; “Adivinanzas del Alto Bajo Chocó”,
Revista Colombiana de Folclor, Bogotá, vol. 2, núm. 5, 1960; “Leyendas y cuentos de raza negra.
Leyendas del alto y bajo Chocó”, Revista Colombiana de Folclor, Bogotá, 1960; “Instrumen-
tos musicales del alto y bajo Chocó”, Revista Colombiana de Folclor, Bogotá, núm. 6, 1961;
“Ritos de la muerte en el alto y bajo Chocó”, Revista Colombiana de Folclor, Bogotá, núm. 6,
vol. 2,1961; “Ves­tidos de trabajo en el alto y bajo Chocó”, Revista Colombiana de Folclor, Bogo-
tá, vol. 2, núm. 6, 1961¸“La fiesta de los negritos de Nóvita”, Boletín Cultural y Bibliográfico, Bo­
gotá, Banco de la República, 1961 y El Chocó en la independencia de Colombia, Bogotá, Ediciones
Hispana, 1965.

*
96
*
Óscar Almario García

Aunque era evidente que el Chocó cada vez estaba poblado por un mayor
número de gentes negras desde el siglo xviii y hasta la contemporaneidad,110
los interrogantes acerca de los pobladores originarios, es decir, de los indígenas,
se pusieron en el centro de las reflexiones de este período. Ello tenía que ver
con varios aspectos. De una parte, con los paradigmas todavía dominantes en
la antropología (anglosajona y francesa) que, en desarrollo del “gran reparto”,
como lo denomina Jack Goody,111 según el cual el estudio del hombre se repartía
entre la historia (estudio del pasado de las sociedades complejas y con escritura),
la sociología (dedicada al conocimiento de las sociedades modernas) y la
antropología (que asumió el estudio de las sociedades “primitivas” sobrevivientes),
y se interrogaba por esos “otros” periféricos, sus orígenes, desarrollos, caracteres
actuales e incidencias en la configuración de la sociedad moderna, como en el
caso de la colombiana de entonces. De este modo, las lenguas, los ecosiste-
mas, las formas de vida, las relaciones entre sociedades nativas y colonizadoras, las
potencialidades en recursos y las formas de interrogación a la sociedad nacional
fueron objeto de estudio de los especialistas señalados.
Por otra parte, estos estudios no se desarrollaron en el vacío, por así decirlo,
sino que expresaban los complejos fenómenos de institucionalización del
conocimiento social en el mundo occidental y su influencia en el periférico. En
efecto, los desarrollos mencionados tuvieron sus apoyos en entidades públicas
y en publicaciones especializadas en el contexto de la incipiente inscripción del
país en esas tendencias mundiales. La llamada República Liberal (1930-1946)
implicó una relativa apertura política del país a nuevas tendencias y un intento
significativo de cambios institucionales para buscar apoyo social al proyecto
liberal. Así, los estudios etnológicos y antropológicos en la Escuela Normal
Superior ligada a la Universidad Nacional (años treinta), se vieron respaldados
y ampliados por la creación del Instituto Etnológico Nacional (1941), luego
convertido en Instituto de Antropología (1953), logros institucionales en los
cuales fue decisiva la presencia del reputado etnólogo francés Paul Rivet. En
torno al estudio de las lenguas indígenas fue clave el papel del Instituto Lingüísti-
co Caro y Cuervo, y de algunas comunidades religiosas como la Claretiana.

110
Contraloría General de la República, op. cit.
111
Jack Goody, La domesticación del pensamiento salvaje, Madrid, Akal, 1985.

*
97
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

El Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, unido a la Revista Minera y al


interés del gobierno liberal de los años 1934-1938 (primera administración de
Alfonso López Pumarejo) por elaborar geografías económicas de las distintas
regiones del país, facilitaron una mejor comprensión de la configuración de
territorios y poblamientos, riquezas y modos de explotación de las mismas,
características geológicas y ambientales, prácticas económicas, composición
racial y cultura material de los pobladores (vivienda, música, transporte, comer­-
cio, entre otros) así como estudios sobre caminos, navegación, canales y minería.
En estos últimos fue decisivo el papel del Instituto Geográfico Nacional, que
cobra vida institucional mediante el Decreto 1440 del 13 de agosto de 1935.112
Otra iniciativa importante fue la Comisión de Cultura Aldeana, desarrollada
desde 1934 a instancias de Luis López de Mesa, ministro de educación del
presidente Alfonso López Pumarejo, que pretendió reformar la educación
nacional para utilizarla como medio de transformación de las condiciones
rurales del país y cuyo objetivo esencial buscaba acercar a los campesinos y
aldeanos a los bienes culturales de la civilización occidental.113 Los ambicio­-
sos alcances de la Comisión de Cultura Aldeana se relacionan directamente
con los inicios de los estudios sociológicos en Colombia, por su preocupación
de alcanzar un diagnóstico detallado de regiones y localidades en las que la
cuestión agraria constituía el epicentro de la vida social y sus conflictos. Estos
temas se profundizarían con otro proyecto de similar inspiración aunque más
puntual, como la Encuesta Folclórica Nacional de 1942.114

112
Dicho instituto dependió desde su creación del Estado Mayor del Ejército, como quiera que
había surgido en medio de las preocupaciones del país por la defensa del territorio nacional y a
raíz del conflicto con Perú. En efecto, la propuesta de levantar una nueva carta militar del país
fue presentada en 1932 por el profesor universitario Belisario Ruiz Wilches al gobierno del
pre­sidente Enrique Olaya Herrera (1930-1934) y se concretó en la siguiente administración
de Alfonso López Pumarejo (1934-1938). Sin embargo, evidenciando los cambios en la sociedad
y el Estado colombianos, en 1940 se transforma en Instituto Geográfico y Catastral, dependencia
del Ministerio de Hacienda. Finalmente, en 1950 adopta el nombre actual de Instituto Geográfico
Agustín Codazzi-IGAC, en honor del geógrafo italiano del siglo xix.
113
Alfredo Molano y César Vera, Evolución de la política educativa en el siglo xx, Bogotá, Universidad
Pedagógica Nacional, 1984.
114
Renán Silva, República liberal, intelectuales y cultura popular, Medellín, La Carreta Editores,
2005 y Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural en Colombia. La Encuesta Folclórica
Nacional de 1942: Aproximaciones analíticas y empíricas, Medellín, La Carreta Editores, 2006.

*
98
*
Óscar Almario García

Empero, si los indígenas se convirtieron en centro de reflexión de las


disciplinas sociales en el país, surgió a mediados de la década del cuarenta el
interés por los negros o descendientes de africanos, siguiendo una tendencia
alimentada desde la academia y el ambiente político norteamericano, que ya
había influenciado la gran área caribe y atlántica, lo que de alguna manera
tam­bién va a introducir esta temática en Colombia. En efecto, no obstante el
carácter más bien marginal que tuvo la experiencia de la esclavitud neogranadina
y colombiana respecto de la gran área atlántica y de sus principales unidades de
estudio (plantación, ingenio, haciendas), los estudios mencionados motivaron
los de las relaciones entre el pasado y el presente de ese entonces en el país. Así,
James Ferguson King, el sacerdote jesuita José Rafael Arboleda y el antropólogo
norteamericano Thomas J. Price115 se ocuparon de las especificidades culturales
de los grupos negros y de las pervivencias de los rasgos culturales africanos en
las sociedades negras americanas, pero por lo dicho y aunque no se ocuparon del
Chocó directamente, contribuyeron a la difusión de los estudios afroamericanos
y en cierta medida a anticipar las perspectivas de los futuros estudios en el país.
Price conjugó estudios antropológicos de la escuela culturalista americana
(influenciada por los trabajos de Herskovits) con explicaciones históricas so­
bre los orígenes de los esclavos, fechas y lugares de llegada, transacciones y
costumbres según áreas de origen y destino, fechas de catequización, tareas
económicas y contactos interétnicos en minas y haciendas, tal como lo destacada
un investigador contemporáneo que ha seguido atentamente estas circulaciones
y enunciados discursivos en la configuración de lo negro en Colombia.116 Al
tiempo, por esa época, el etnólogo chocoano Rogerio Velásquez estudió ras­-
gos etnográficos, etnológicos y de poblamiento de grupos negros, cuyas

James Ferguson King, “Negro slavery in New Granada”, en: Greater America. A. Ogden and
115

E. Sluiter, Berkeley, University of California Press, 1945; José Rafael Arboleda, “The etnohystory
of Colombian Negroes” [Tesis de Maestría, Northwestern University], Chicago, 1950 y “Nue­-
vas investigaciones afrocolombianas”, Revista Javeriana, Bogotá, vol. 37, núm. 183, 1952; Thomas
J. Price, “Estado y necesidades actuales de las investigaciones afrocolombianas”, Revista de
Antropología, Bogotá, núm. 3, 1954 y del mismo autor Saints and spirits: A study of diferential
aculturation in Colombia Negro Communities, Michigan, University Microfilms, 1955.
Eduardo Restrepo, “Afrocolombianos o ‘grupos negros’ en el Pacífico colombiano: Construcción y
116

perspectivas de la investigación antropológica” [Informe de Investigación, Instituto Colombiano


de Antropología], Bogotá, 1996.

*
99
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

observaciones valorativas en general positivas, contrastan con las del país


nacional que los concebían como “pobres, ignorantes y marginales”; también
se dedicó al rescate y análisis de cuentos, adivinanzas, leyendas, instrumentos
musicales, vestidos y ritos de muerte de la cultura tradicional negra, y de otra
parte abordó la cuestión de los rasgos socioeconómicos (Atrato Medio), el
primer estudio de la independencia y la participación popular en esta región y
de otras manifestaciones culturales como la fiesta de negritos en Nóvita.117 Por
su parte, Gerard Reichel Dolmatoff produjo una documentación afrocolombiana
en 1954 y una etnografía sobre los negros en 1962.118
Otros trabajos de estudiosos o aficionados chocoanos realizados durante
este período indican que también existió una preocupación endógena, por así
decirlo, en torno a la comprensión de la región, como lo evidencian los apor­-
tes de Daniel Valois Arce.119

La importancia de la década del cincuenta: el geógrafo cultural


Robert C. West

Dentro del período de los años veinte a sesenta del siglo pasado se destaca
especialmente las décadas del cincuenta y sesenta, sobre todo por los aportes
sustantivos de dos investigadores que van a influir de forma notable en los
estudios posteriores: el geógrafo cultural norteamericano Robert C. West
y el etnógrafo chocoano Rogerio Velásquez. En los párrafos siguientes nos
ocuparemos del primero de ellos.
El geógrafo West inició sus estudios sobre Colombia desde finales de
los cuarenta y comienzos de los cincuenta del siglo pasado y, después de un
notable trabajo de campo, archivos, documentación y entrevistas con distintos
personajes de la vida nacional, publicó dos trabajos seminales en 1952 y 1957

117
Rogerio Velásquez, “Apuntes socioeconómicos del Atrato medio”, Revista Colombiana de
Antropología, Bogotá, vol. 10, 1962.
118
Gerardo Reichel Dolmatoff, “Documentación afrocolombiana”, Revista Colombiana de
Antropología, Bogotá, vol. 3, 1954; y del mismo autor “Contribuciones a la etnografía de los
ne­gros del Chocó”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 11, 1962.
119
Daniel Valois Arce, Departamento del Chocó, Medellín, Tipografía Industrial, 1945.

*
100
*
Óscar Almario García

sobre lo que llamó las tierras bajas del Pacífico colombiano.120 En la década
siguiente lideraría un equipo de investigación que llevó a cabo una geografía
histórica de las tierras bajas de Tabasco, México, cuya edición original en inglés
es de 1969 bajo el título The Tabasco Lowlands of Southeastern Mexico, publicada
por la Universidad Estatal de Luisiana.121 Robert C. West primero se graduó y
después obtuvo su doctorado en la Universidad de California, Los Ángeles, pero
posteriormente se vinculó a la Universidad de Louisiana, en donde desarrolló
una destacada carrera académica que le significó reconocimientos diversos.
En su trabajo y perspectiva de análisis se advierte la influencia del geógrafo
cultural Carl O. Sauer, con quien mantuvo un estrecho contacto en Berkeley.
Como es sabido, Sauer desarrolló una perspectiva innovadora en la geografía
de la época que estimulaba la relación entre esa disciplina y la historia, dado su
interés constante por las diferentes formas de vida humana, su relación con el
medio natural (procesos históricos y ecológicos) y por su permanente búsqueda
de explicaciones acerca de la forma como se modifica el paisaje cultural. Fue
justamente en Berkeley que West desarrolló sus ideas sobre “el paisaje cultural” y
la “geografía cultural”, según un estudio crítico de su obra que seguimos en este
punto. Por este mismo estudio sabemos también, que los intereses académicos

120
R. C. West, Alluvial placer mining in Colombia during the colonial period, op. cit. y del mismo autor
The Pacific Lowlands of Colombia: A Negroid Area of the American Tropic, op. cit. Posteriormente, se
hizo una traducción al español (realizada por Jorge Orlando Melo) con la lamentable omisión
de los mapas de las áreas mineras que son muy importantes, La minería de aluvión en Colombia
durante el período colonial, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1972. En el año 2000,
coincidiendo con el notable auge de los estudios sobre el Pacífico colombiano, se publicaron de
nuevo los estudios de Robert C. West. Por una parte, el geógrafo Camilo Domínguez y su equipo
llevaron a cabo una nueva edición de La minería de aluvión en Colombia durante el período colonial
(con la inclusión de los mapas omitidos en la primera edición) y la compendiaron junto con
los capítulos v (“El litoral del Pacífico”) y vi (“Población y poblamiento”) de Las Tierras bajas
del Pacífico colombiano, para conformar, con ambas traducciones, la Revista del Departamento de
Geografía, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Edición Especial, 2000. Por otra parte,
en buena medida por iniciativa suya, con su traducción y el apoyo institucional del ICANH, la
investigadora Claudia Leal lideró una edición completa y muy cuidadosa de Robert C. West,
Las tierras bajas del Pacífico colombiano, Bogotá, ICANH, 2000. En síntesis, tuvieron que pasar
cincuenta años desde que West iniciara sus contribuciones al estudio de la historia de la minería
y de la región pacífica colombiana para que su obra se tradujera completa y quedara así mucho
más asequible para el uso de los investigadores.
121
Robert C. West, Norbert P. Psuty y Bruce G. Thom, Las tierras bajas de Tabasco en el sureste de
México, México, Gobierno del Estado de Tabasco, 1985.

*
101
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de West comprendían otros campos, y que: “Enriqueció su perspectiva con el


diálogo sostenido con Alfred Kroeber en 1926, al incorporar el estudio de las
áreas culturales y su relación con el paisaje (la transformación de ‘un paisaje
natural en paisaje cultural’)”.122 Según estos, y otros críticos de su obra que
ponderan la amplitud de su perspectiva analítica, se puede deducir que West
no puede ser considerado como un determinista geográfico a secas sino más
bien como un investigador que postuló la indisoluble relación entre el hombre
y su medio natural, lo que también explica que su geografía se encuentre en
permanente diálogo con la historia y la antropología. En síntesis, West, bajo
la influencia de dos de las más importantes personalidades del pensamien­-
to social de entonces, el geógrafo Sauer y el antropólogo Kroeber, pudo definir
su propia línea de trabajo en la geografía cultural de entonces, imprimiéndole su
sello personal y el rigor que lo caracterizaron. Adicionalmente, conviene decir
que West fue contemporáneo y coinvestigador del geógrafo norteamericano
James J. Parsons, también discípulo de Sauer, y quien aportaría a su vez uno de
los trabajos fundamentales para la renovación académica del conocimiento del
pasado nacional de Colombia por sus estudios sobre la “colonización antioqueña”,
cuya trascendencia analizamos en la primera parte de este balance bibliográfico.
Se puede afirmar que con su trabajo de 1952, en el que estudia la mine­-
ría de aluvión en Colombia, Robert C. West dio inicio al conocimiento detallado
de la región del Pacífico en general y del Chocó en particular, que él mismo se
encargaría de ampliar y detallar con el estudio de 1957. Sus aportes de 1952
tienen que ver con dos cuestiones sustantivas que podemos resumir en la
geografía histórica de la minería y los procesos de poblamiento asociados con
ella. En efecto, primero al identificar, documentar y mapear las regiones mine­
ras de la Nueva Granada durante el período colonial, incluidas por supuesto las
regiones mineras de las tierras bajas del Pacífico, y después al describir las técni­-
cas de la minería aurífera y la fuerza de trabajo implicada en dichas regiones.
Con lo cual, West puso a prueba su modelo de análisis acerca de la configuración

Ramón Castellanos Coll y Tania María Arias de la Fuente, “Análisis historiográfico de las tierras
122

bajas de Tabasco”, Perfiles, enero - abril de 2006, pp. 115-125. No obstante, resulta sorprenden­-
te, por decir lo menos, que estos estudiosos no hagan una referencia explícita a los trabajos de
R. C. West en Colombia, que precisamente “prepararon” las condiciones para el estudio so­-
bre Tabasco, México.

*
102
*
Óscar Almario García

del paisaje cultural a partir de la interacción con las condiciones naturales, que
en principio eran adversas en el caso del Pacífico colombiano. Asimismo, West
distinguió los dos ciclos del oro en la historia minera colonial de la Nueva
Granada, el primero de los cuales corresponde al siglo xvi y el segundo al si-
glo xviii, con un obvio siglo xvii intermedio y recesivo, lo cual aportó, aparte de
una periodización en general pertinente, una pieza analítica clave que facilita tan­-
to la diferenciación como la comparación entre ambos ciclos productivos del oro
y sus principales componentes, del cual se pueden derivar estudios específicos.
Como preguntarse por lo ocurrido con el poblamiento del Chocó entre finales
del siglo xvii y a lo largo del siglo xviii de acuerdo con nuestro particular
interés en este estudio. Así, “la pacificación indígena” debió ser obra primero
de los misioneros y luego de las fuerzas españolas, por lo que la explotación de
oro en el Chocó sólo comenzó a hacerse en gran escala a fines del siglo xvii.
En 1690 las minas de Tamaná y el real de Nóvita se habían restablecido, además
de otros campamentos nuevos, fundados a los lados de los tributarios orienta­-
les de las zonas altas de los ríos San Juan y Atrato.123
Sobra decir que los trabajos de West estimularon el diálogo y ayudaron a
orientar las búsquedas de los historiadores de la sociedad y la economía colonial,
y especialmente de quienes iniciaron los estudios sobre la esclavitud y el sujeto
esclavo. Pero también de los estudiosos de las dinámicas hacia la libertad a
partir de los antiguos recintos esclavistas mineros, de las cuales resulta una
suerte de geografía libertaria que se plasma en todo el territorio del Pacífico,
como lo indica Germán de Granda. En efecto, según este lingüista español,
“tras producirse la liberación de los esclavos de Colombia a mediados del si­
glo xix, los núcleos negros de las explotaciones mineras abandonaron grandes
zonas del occidente colombiano desde el Baudó, al Norte, hasta los límites de
la provincia de Esmeraldas, al Sur, buscando otro tipo de actividad”.124

123
Robert C. West, La minería de aluvión en Colombia durante el período colonial, Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, 1972.
R. C. West, The Pacific Lowlands of Colombia: A Negroid Area of the American Tropic, op. cit.,
124

pp. 103-108, sobre todo el mapa 18 referente a las migraciones de los negros de las zonas
mineras entre 1850 y 1920. Y también William F. Sharp, “El negro en Colombia: Manumisión
y posición social”, Razón y Fábula, Bogotá, núm. 8, 1968, pp. 91-107, citado en: Germán de
Granda, “Onomástica y procedencia africana de los esclavos negros en las minas del sur de la
gobernación de Popayán (siglo xviii)” [ponencia], VI Congreso Internacional de Minería:

*
103
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Las condiciones académicas para los estudios sobre el Chocó entre


1960 y 1990

Entre las décadas de 1960 y 1990, tomando como base los estudios de los
pioneros, se inicia el proceso de construcción intelectual del Chocó como región
compleja y diversa, vista desde diferentes disciplinas, con nuevos temas, métodos
y fuentes, período que a su vez se soporta en nuevos desarrollos instituciona­
les, la realización de eventos especiales y el incremento de las publicaciones,
entre otros.
Es evidente que durante estas cuatro décadas el país cambió en muchos
campos. Se produjo en él “una transformación extremadamente rápida de las
mentalidades y de las estructuras de la vida social”,125 aunque en algunas zonas
como el Chocó, el ritmo de cambio fuera más lento o en apariencia hasta
inexistente. Sin embargo, el ritmo de urbanización, la acelerada revolución de la
informática, la transición demográfica, un cambio de valores en tan poco tiempo,
el incremento de la escolaridad formal sobre todo en el género femenino, y los
rápidos procesos de secularización, dieron lugar a transformaciones asocia­-
das a un capitalismo salvaje, un individualismo radical, un consumo frenético y
unas violencias latentes o visibles. En este contexto de modernización social y
del Estado se dio también un inicial proceso de modernización cultural con un
sistema escolar masivo, la aparición de un mercado cultural nacional, la crea­
ción de una práctica científica continua y la filtración masiva del conocimien­-
to científico.
Estos últimos aspectos estuvieron asociados a la consolidación de las
universidades públicas, algunas privadas y entes de diverso orden –guber­
namentales, no gubernamentales y privados–, a un fortalecimiento de las
ciencias sociales y al desarrollo de una cultura laica. En los años sesenta aparecen


La minería hispana e iberoamericana. Contribución a su investigación histórica. Estudios, fuentes,
bibliografía, vol. i [Cátedra de San Isidoro], León, 1970, pp. 605-638, pie de página 27, p. 612.
Según este lingüista español, tras producirse la liberación de los esclavos de Colombia a mediados
del siglo xix, los núcleos negros de las explotaciones mineras abandonaron grandes zonas del
occidente colombiano desde el Baudó, al Norte, hasta los límites de la provincia de Esmeraldas,
al Sur, buscando otro tipo de actividad, pp. 612 y 613.
125
Jorge Orlando Melo, Predecir el pasado: Ensayos de historia de Colombia, Bogotá, Banco de la
República, 1992.

*
104
*
Óscar Almario García

la sociología, la historia, la economía y la antropología “como disciplinas


académicas modernas, decisivas en la generación del discurso que configura la
identidad nacional”,126 y convertidas en el ámbito universitario en profesiones,
con resultados académicos, publicaciones de libros y revistas, eventos naciona­-
les e internacionales y asesorías a planes gubernamentales y privados.
Como era de esperarse, las nuevas disciplinas institucionalizadas, en asocio
con las principales perspectivas de los pioneros y nuevos y más diversos enfoques,
dieron lugar a visiones más contrastadas de los problemas que entonces se
abordaron, sin olvidar que el nuevo contexto del país en los años noventa dio
lugar a relaciones más abiertas con una economía global, a cambios jurídicos
de importancia como la adopción de la Constitución Política de 1991, de corte
multiculturalista, y a agudos conflictos internos, aspectos que incidirán en los
desarrollos académicos y políticos de la sociedad colombiana en los últimos
años de cara al siglo xxi.
En este contexto, el Chocó y el Pacífico sur, y en general el Pacífico
colombiano, se convirtieron en objeto de reflexión de disciplinas de las cien­cias
sociales y de las ya tradicionales ciencias naturales, y en un centro de intere­-
ses nacionales e internacionales por su ubicación estratégica, asociada a una rica
biodiversidad dentro de las políticas globales con respecto a la cuenca del Pacífico.
Con ello, de modo desigual, se han conjugado intereses académicos, políticos y
económicos que han dado lugar a diversos estudios sobre el territorio, objeto de
nuestro interés, y que han modificado nuestro modo de percibir el Chocó; sin
embargo, coexisten con los tradicionales imaginarios de los períodos precedentes.
Los estudios arqueológicos nos han trasmitido una visión de larga duración
de poblamientos dinámicos y densos; con vigorosos contactos por más de treinta
y cinco siglos antes del dominio hispánico, en una región estratégica y com­
petida por sus riquezas. Así mismo, han sugerido la necesidad de interactuar
con otras disciplinas para lograr comprensiones más precisas sobre marcos
cro­nológicos, secuencias culturales, ecosistemas y configuración de territo­-
rios y poblamientos.127

126
Ibíd., p. 164.
127
Pablo Leyva (ed.), Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993; David Stemper y Héctor
Salgado López, “Metalurgia prehispánica y colonial-republicana en el Pacífico colombiano”,

*
105
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Los estudios antropológicos y etnológicos han centrado su atención en las


sociedades indígenas y negras, pero han abierto nuevos campos. El “universo
amerindio” fue estudiado desde diversas escuelas teóricas donde primó el fun­
cionalismo británico, el culturalismo norteamericano, el estructuralismo francés,
el marxismo y en menor medida, paradigmas combinados y abiertos que fueron
adecuados a nuevos problemas de investigación. Así mismo, en menor escala se
incrementaron los estudios sobre sociedades negras desde perspectivas tales como
la ecología, el materialismo cultural, el marxismo y la antropología simbólica.
La producción antropológica ha avanzado en el estudio de sociedades
indígenas individuales y más recientemente se acerca a estudios de relaciones in­-
terétnicas, y de  áreas y conjuntos históricos - culturales - geográficos que
permitan dar cuenta del comportamiento de una sociedad en el conjunto de otras,
de redes y circuitos de intercambio comercial, creencias religiosas y complejos
ceremoniales, resistencias, territorialidades, etnicidad e identidad. A su vez, se
han incrementado progresivamente los estudios sobre comunidades negras, en
especial sobre los temas de familia, religión y cultura; y en menor medida, sobre
relaciones interétnicas especialmente con indígenas, blancos y mestizos, y sobre
el papel de tales actores sociales en la configuración regional y nacional.128


Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, núm. 30, 1993; Leonor Herrera, “Costa del
Océano Pacífico y vertiente oeste de la cordillera occidental”, en: Álvaro Botiva et al., Colombia
Prehispánica. Regiones Arqueológicas, Bogotá, Colcultura - ICAN, 1989; Gerardo Reichel-
Dolmatoff y Alicia Dussan, “Investigaciones arqueológicas en la Costa Pacífica. II. Una secuencia
cultural en el bajo río San Juan”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, núm. 11, 1962 y
Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Colombia indígena: Período prehispánico”, en: Manual de Historia
de Colombia, Bogotá, Colcultura, 1978.
128
Patricia Vargas, La conquista tardía de un territorio aurífero. La reacción de los embera de la cuenca
del Atrato a la conquista española, Bogotá, Universidad de los Andes, 1984; “Los embera y los cuna
en frontera con el imperio español. Una propuesta de trabajo complementario de la historia oral
y de la historia documental”, Boletín del Museo del Oro, Bogotá, núm. 29, octubre - diciembre de
1990; “Los embera, los waunana y los cuna. Cinco siglos de transformaciones territoriales en la
región del Chocó”, en: Pablo Leyva (ed.), Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993; Los
emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española, siglos xvi y xvii, Bogotá, CEREC
- Instituto Colombiano de Antropología, 1993; “Fronteras fluidas y de dominación en el río
Atrato”, en: Guido Barona y Francisco Zuluaga (comps.), Memorias 1er Seminario Internacional
de Etnohistoria, Cali, Universidad de Valle, 1995. También véase Luis Guillermo Vasco Uribe,
Jaibanás: Los verdaderos hombres, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1985; del mismo autor Cestería
y cerámica en dos grupos embera de vertiente: Estudio comparativo, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 1985 y Kathleen Romoli, “El alto Chocó en el siglo xvi. Parte i”, Revista Colombiana

*
106
*
Óscar Almario García

También se han producido importantes estudios temáticos que repre­


sentan una gama muy abierta sobre tópicos lingüísticos, de poblamiento,
rebeliones y resistencia indígena, antropología simbólica referida a sistemas
de representaciones, organización social y política y sistemas de producción.
Dado el interés por los viejos y nuevos actores, indios y negros, y por el peso
de la región en el contexto nacional e internacional se produjeron importantes
obras colectivas y eventos que mostraron una riqueza temática y una diversidad
en el tratamiento de los problemas que van desde los asuntos políticos hasta
temas de las ciencias naturales, pasando por tópicos de la vida cotidiana. Aquí
la amplia gama está concentrada básicamente en obras colectivas entre las
cuales, Colombia amerindia y Colombia Pacífico129 se han convertido en síntesis
imprescindibles para un estudio de las sociedades locales. Por supuesto, siempre
y cuando se tengan en cuenta las cuestiones de escala implicadas en el análisis
(local, regional, nacional).
Los  estudios acerca del impacto de la conquista y colonia sobre las
sociedades emberas y cunas;130 y en menor medida sobre las sociedades de
urabaes y waunanas,131 han permitido precisar resistencias, alianzas, extinciones
y superposiciones territoriales entre comunidades y de éstas con el imperio
español.
De las cuatro subregiones del Chocó desde el impacto colonial en el si­
glo xvii (Baudó, Bajo San Juan, Bajo Atrato y Alto San Juan - Alto Atrato),
la más investigada es evidentemente la central, por constituirse en el eje mi­
nero (Alto San Juan - Alto Atrato), y más recientemente ha tomado auge el
estudio sobre el Bajo Atrato, en razón de ser la zona disputada de Urabá; y en


de Antropología, Bogotá, vol. 19, 1975; de la misma autora “El alto Chocó en el siglo xvi. Par-
te ii. Las gentes”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 20, 1976; Luis Duque Gómez,
“La vertiente del Pacífico”, en: Historia extensa de Colombia, Bogotá, Ediciones Lerner, 1967;
Mauricio Pardo Rojas, El convite de los espíritus, Quibdó, Centro de Pastoral Indigenista, 1983 y
del mismo autor “Indígenas Chocó”, en: Francois Correa y Jimena Pachón (coords.), Introducción
a la Colombia amerindia, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología - Colcultura, 1987.
129
Ibíd.
130
P. Vargas, “Los embera, los waunana y los cuna. Cinco siglos de transformaciones territoriales
en la región del Chocó”, op. cit. y Kathleen Romoli, Los de la lengua cueva, Bogotá, Instituto
Colombiano de Antropología, 1987.
131
Álvaro Cháves Mendoza, “Grupo indígena waunana”, en: Geografía Humana de Colombia. Región
del Pacífico, t. 9, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992.

*
107
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

menor medida, los estudios sobre las zonas del Baudó y el Darién con mayor
desarrollo, éste último, en Panamá. Asimismo, se han logrado periodizacio­nes
importantes sobre la conquista, colonia y república, en especial de las socieda­
des emberas y cunas. Mas, el impacto colonial, el conocimiento de rasgos de las
sociedades prehispánicas y las periodizaciones que conocemos actualmente no
han permitido todavía acercamientos significativos al tema demográfico. Con
excepción de los estudios de Mauricio Pardo Rojas y Patricia Vargas para el caso
embera y cuna,132 de Romoli, y Steward y Faron para el caso de los cuevas,133 de
Sharp y Colmenares para el siglo xviii,134 de José Olinto Rueda para el Pacífico
en general,135 de Orián Jiménez para el Baudó136 y de Sergio Mosquera para el
Citará en el siglo xix,137 son muy pocos los avances sobre el tema demográfico.
Los estudios históricos, con obras excelentes de Germán Colmenares y
William F. Sharp, abordaron la configuración de una sociedad esclavista desde
una creativa mezcla de escuelas de historia de Anales, del marxismo y trabajos
de otras disciplinas en el primer caso, y desde la New Economic History
norteamericana en el segundo caso. Después hubo aportes desde una sociología
histórica para el estudio de la subregión de Urabá y del poblamiento chocoano,138

Mauricio Pardo Rojas y Patricia Vargas, Informe etnográfico. Indígenas Cuna y Chocó, Bogotá,
132

ICAN, 1984; de los mismos autores Informe etnográfico, tierras bajas del litoral pacífico: Golfo de
Urabá y occidente Andino. Indígenas Cuna y Chocó, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropolo­-
gía, 1985.
133
K. Romoli, Los de la lengua cueva, op. cit.; Julián Steward y Faron Louis, Native peoples of south
América, Nueva York, Mc Graw Hill, 1959.
134
William F. Sharp, Forsaken but for Gold: An Economic Study of Slavery and Mining in the Colombian
Chocó, 1680-1810, Chapel Hill, University of North Caroline, 1970; del mismo autor Slavery on
the Spanish frontier: The colombian Chocó 1680-1810, Norman, University of Oklahoma Press, 1976
y Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia: Popayán una sociedad esclavista.
1680-1800, Bogotá, La Carreta, 1979.
135
José Olinto Rueda, “Población y poblamiento”, en: Pablo Leyva (ed.), Colombia Pacífico, Bogotá,
Biopacífico - FEN, 1993.
136
Orián Jiménez, “Baudoseños, convivencia y polifonía ecológica” [Tesis de Grado, Departamento
de Historia, Universidad Nacional de Colombia], Medellín, 1996.
137
Sergio Mosquera, De esclavizados y esclavizadores en Citará. Ensayo etnohistórico, Medellín,
Promotora Editorial de Autores Chocoanos, 1997.
138
María Teresa Uribe de Hincapié, Urabá. ¿Región o Territorio?, Medellín, Iner - Corpourabá, 1990
y Jacques Aprile-Gniset, Apuntes sobre el poblamiento y los habitantes del Chocó, Cali, Universidad
del Valle, 1991.

*
108
*
Óscar Almario García

desde una geografía cultural e histórica;139 y desde una mixtura abierta de escuelas
históricas y fuertes niveles empíricos para abordar el Baudó del siglo xviii140 y
el Citará del siglo xix.141
Otros ensayos de historia social han aportado también a la comprensión
regional: de William Sharp sobre manumisión, libres y resistencia negra;142
sobre cimarronismo en el occidente de Francisco Zuluaga;143 sobre la rebelión
de los citaraes en el Chocó de 1684 a 1685 de Caroline Hansen,144 y de Beatriz
Castro sobre el poblamiento de la Costa Pacífica.145
El siglo xix es uno de los períodos menos estudiados en lo que se refiere al
Chocó. Tenemos un conjunto de trabajos que hacen referencia a hipótesis sobre
las actividades, ocupaciones, poblamientos, relaciones interétnicas y conflictos
de indígenas y negros en el Chocó. Sin embargo, este siglo es pobre en estudios
históricos con base documental, en parte porque los historiadores poco se han
ocupado del Chocó, bien porque consideraron que era objeto de estudio de los
antropólogos o bien porque creyeron que el siglo xix había perdido interés
por la caída de la producción minera. Según Carl H. Langebaek es posible
incluso que la imagen distorsionada de una historia indígena y negra hecha por
antropólogos y la de mestizos y blancos por historiadores aún tenga vigencia.
Con los trabajos mencionados, al parecer, se ha iniciado la construcción de
un camino entre la historia, la antropología y la etnohistoria. Particularmente,
Roberto Pineda en un ensayo sobre la etnohistoria en Colombia presenta un
balance bibliográfico que muestra en los últimos años cómo algunos inves­
tigadores han ampliado nuestro conocimiento del área pacífica y del golfo de

139
J. Parsons, op. cit.
140
O. Jiménez, op. cit.
141
S. Mosquera, op. cit.
142
William Sharp, “Manumisión, libres y resistencia negra en el Chocó colombiano 1680-1810”,
en: Pablo Leyva (ed.), Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993.
143
Francisco Zuluaga, “Cuadrillas mineras y familias de esclavos en Nóvita (Chocó, Colombia),
siglo xviii”, América Negra, núm. 10, Bogotá, diciembre de 1995.
144
Caroline Hansen, “La rebelión de los citaraes en el Chocó, 1684-1685”, en: Pablo Leyva (ed.),
Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993.
145
Beatriz Castro, “El poblamiento de la Costa Pacífica”, en: Alonso Valencia (dir.), Historia del
Gran Cauca, Cali, Universidad del Valle, 1996.

*
109
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Urabá.146 Según Pineda, Carl H. Langebaek analiza las relaciones de los cunas
con las diferentes colonias extranjeras, con las cuales tuvieron comunicación
permanente en el golfo de Urabá, especialmente franceses, ingleses, escoceses y
holandeses; los viajes de los jefes cunas en busca de bienes en el comercio de larga
distancia y la importancia del mismo para los cacicazgos de América Central.
Asimismo, Jorge Gómez147 elaboró un escrito sobre la relación cunas - Estado
colombiano, en particular sobre el convenio de 1871. Señala finalmente Pineda
que el excelente estudio de Mary W. Helms sobre los cacicazgos prehispánicos
de Panamá es una referencia fundamental para toda el área.148
Patricia Vargas produjo un excelente ensayo sobre los embera, los waunana
y los cuna en el libro Colombia Pacífico, en el cual muestra las naciones y
territorios existentes al momento de la ocupación española, sus condiciones de
poblamiento y sus sistemas de vida.149 Luego se refiere específicamente a cada
una de estas sociedades. A los cunas como habitantes de los valles del Atrato;
a los waunana y emberas como pertenecientes a la misma tradición cultural y
habitantes del alto río Atrato y del alto río San Juan; a la modalidad segmentaria
de la organización política embera, y más tarde a los sitios principales de la
confrontación entre la configuración minera hispánica y la tradicional ocu­
pación de los territorios indígenas. Aquí, Vargas muestra los fenómenos de la
superposición de territorialidades, las fronteras de guerra y fronteras fluidas
entre los distintos grupos, y de estos, con el imperio español. Expone así
mismo el carácter tardío de la ocupación española a finales del siglo xvii y la
organización bajo sistemas de pueblos de indios como apoyo para el desarrollo
del eje minero colonial del Chocó en el siglo xviii. Más adelante se refiere a las
consecuencias de los procesos de configuración de una nueva regionalidad en el
Chocó, a través de las formas de vida libres, dispersas en las orillas de los ríos,

146
Roberto Pineda Camacho, “La etnohistoria en Colombia: Un balance bibliográfico (1940-1994)”,
en: Guido Barona y Francisco Zuluaga (eds.), Memorias del primer simposio, Cali, Universidad
del Valle, 1995.
147
Jorge Morales Gómez, “Grupo indígena los cuna”, en: Geografía humana de Colombia: Región
del Pacífico, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992.
148
Mary W. Helms, Ancient Panamá. Chiefs in Search of Powers, Austin y Londres, University of
Texas Press, 1979.
149
P. Vargas, “Los embera, los waunana y los cuna. Cinco siglos de transformaciones territoriales
en la región del Chocó”, op. cit.

*
110
*
Óscar Almario García

especialmente poblamientos negros, y en las zonas altas de los ríos, en particular


de poblamientos de indios. Finalmente, un tema que también señala Vargas es
el de la vida de los pobladores indígenas y negros en las modernas economías
extractivas y colonizadoras del siglo xx, hasta culminar con un análisis sobre la
actual población chocoana y las formas contemporáneas de resistencia.
Tal como señala Pineda en su balance de la etnohistoria, Henry Wassen y
Erland Nordenskiold dedicaron, en las décadas del treinta y cuarenta, estudios
importantes sobre la etnografía, etnología e historia de las sociedades cunas.150
Por su parte, a partir de su tesis del año 1969 dedicada a los cuna, Wassen ha
realizado importantes trabajos de etnografía y representaciones mentales, fauna,
trabajo y enfermedades entre los cunas.151
El cosmos, la religión y las creencias de los indios cunas han sido estudiados
por Antonio Gómez a fines de los sesenta y “Arquía, la organización social de
una comunidad indígena cuna”, es un estudio de tesis realizado por Leonor
Herrera, quien además con María Cardale hizo un interesante estudio sobre la
mitología cuna en el año 1974.152 En el año 1989, Sergio Carmona dedicó un
estudio a la música como fenómeno cosmogónico entre los cuna, y en el mismo
año “Pab Igala” compiló historias de la tradición cuna.153
Los fenómenos de resistencia indígena y negra entendidos como actos
tendientes a mantener ante el otro la independencia política y la identidad,
han sido abordados por Patricia Vargas, en su estudio sobre emberas frente a la
dominación española; por Caroline Hansen en torno a la rebelión india de 1684,

150
R. Pineda Camacho, op. cit.
151
Henry Wassen, Contributions to Cuna ethnography: Results of an expedition to Panama and
Colombia in 1947, Nueva York, AMS Press, 1979; del mismo autor “Carácter y posición general
de la cultura de los indios chocó. Comparación con los panches y los muzos”, en: Apuntes sobre
grupos meridionales de indígenas chocó en Colombia, Bogotá, El Greco, 1988 y Apuntes sobre grupos
meridionales de indígenas chocó en Colombia, Bogotá, El Greco, 1988.
152
Antonio Gómez, Los cuna, aspectos culturales de la adaptación al ambiente, Bogotá, Universidad
de los Andes, 1967; Leonor Herrera Ángel, “Arquía, la organización social de una comunidad
indígena cuna” [Tesis de Grado, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes],
Bogotá, 1969 y Leonor Herrera Ángel y Marianne Cardale, “Mitología cuna: Los kalu según
Alfonso Díaz Granados”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 17, 1974, pp. 201-247.
153
Sergio Iván Carmona Maya, La música: Un fenómeno cosmogónico en la cultura cuna, Medellín,
Universidad de Antioquia, 1989 y Pab Igala, Historias de la tradición kuna, Quito, Ediciones
Abya-Yala, 1989.

*
111
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

y por Mosquera a través de las modalidades de automanumisión, cimarronismo,


blanqueamiento, sublevaciones y recompensa por servicios.154
Los estudios locales y regionales tomaron un auge significativo desde la
década del ochenta, y se movieron entre descripciones simples del Chocó en
donde la formación jerárquica de los blancos estaba en la pirámide superior y la
de indios y esclavos en la parte inferior, hasta posiciones críticas que buscaron
reivindicar el Chocó como lugar olvidado y necesitado de reconocimiento por
el Estado y la sociedad nacional. Conocemos ocho estudios locales o regionales
referidos a pobladores indígenas y negros, en las perspectivas señaladas.155 Pero
más recientemente, entre los años 1992 y 1993, la organización de los barrios
populares de Quibdó y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia
(ICAN), desarrollaron unas historias locales del Chocó que apuntaron a los
factores de organización social, conformación territorial y construcción de la
identidad en los municipios de Nuquí, Bahía Solano y la cabecera municipal
de Quibdó.156
Las relaciones interétnicas están presentes en los estudios de Patricia
Var­gas, María Teresa Uribe de Hincapié y Claudia Steiner.157 Anne Marie
Losonczy abordó las relaciones interétnicas entre cholos y negros.158 Peter Wade

154
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española, siglos xvi y xvii,
op. cit.; C. Hansen, op. cit. y S. Mosquera, op. cit.
155
Véase Carlos Arturo Caicedo Licona, El Chocó por dentro, Medellín, Lealón, 1980; Fernando
Gómez Pérez, Chocó quinientos años de espera, Medellín, Lealón, 1980; Juan Tulio Córdoba,
Panorama etnográfico del Chocó de hoy, Medellín, Universidad de Antioquia, 1982, del mismo autor
Etnicidad y estructura social en el Chocó, Medellín, Lealón, 1983; Eduardo García Vega y Jaime
Echavarría Córdoba, Monografía de la colonia agrícola José Celestino Mutis: Municipio de Bahía
Solano, Quibdó, Universidad Tecnológica del Chocó, 1984; William Villa, Carnaval, política y
religión: Fiestas en el Chocó, Bogotá, Departamento de Antropología - Universidad Nacional de
Colombia, 1985; Marco Tobías Cuesta Moreno, El Chocó ayer, hoy y mañana, Bogotá, Fundación
Publicaciones Consigna, 1986; Miguel Demetrio Moya Córdoba y Fabio Perea Hinestrosa,
Municipio de Condoto, Medellín, Gráficas Valladares, 1989.
156
Patricia Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó [programa de historia local y regional del
Instituto Colombiano de Antropología ICAN - PNR, con la organización OBAPO 1992-1993,
vol. 1 Historias regionales, vol. 2 Historias locales], Bogotá, ICAN - PNR, 1999.
157
P. Vargas, “Los embera, los waunana y los cuna. Cinco siglos de transformaciones territoriales
en la región del Chocó”, op. cit.; M. T. Uribe de Hincapié, op. cit.; Claudia Steiner, “Héroes y
banano en el Golfo de Urabá: La construcción de una frontera conflictiva”, en: Renán Silva
(ed.), Territorios, regiones, sociedades, Bogotá, CEREC - Universidad del Valle, 1994.
158
Anne Marie Losonczy, “Les saints la foret: Systeme social et systeme rituel des negro-colombiens,
exanges interethniques avec les embera du choco, Colombie” [Tesis de Doctorado, Ciencias

*
112
*
Óscar Almario García

lo hizo para el caso de Urabá;159 Wassen, para el caso de las culturas Chocó en
comparación con panches y muzos;160 Nina Friedemann en las relaciones entre
emberas y poblaciones negras.161
Cada vez es de mayor importancia el conocimiento de los universos
culturales de indígenas y negros para comprender sus relaciones con los con­
textos ecosistémicos y los imaginarios que construyen en interacción con ellos.
En esto los aportes de la antropología han sido decisivos. Allí los estudios de
Mauricio Pardo, Astrid Ulloa, Álvaro Chávez, Jaime Arocha, Jorge Morales,
Luis G. Vasco y Patricia Vargas,162 han permitido establecer conexiones con
fenómenos de mentalidad, comportamientos, actitudes mentales y conduc­-
tas de grupos indígenas y negros, en una perspectiva histórica. Por ejemplo, éstos
estudios han realizado exploraciones sobre la concepción del mundo de unos gru­-
pos con respecto a otros, la reconstrucción sociocultural de los africanos y sus
descendientes, y de los indígenas y los suyos, así como sobre algunos fenómenos
de religiosidad y catolicismo; estos temas han sido posibles de entender también
mediante estudios etnohistóricos que han puesto en comunicación historia,
antropología, geografía y otras disciplinas.
Según Eduardo Restrepo, a principios de los años ochenta, y desde la
perspectiva de la ecología y el materialismo cultural, se abre la discusión sobre


Sociales, Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, Université Libre de Bruxelles], Bruselas,
1992, publicado en castellano en el 2006 con el nombre de La trama interétnica. Ritual, sociedad
y figuras de intercambio entre los grupos negros y emberá del Chocó, Bogotá, Instituto Colombiano
de Antropología e Historia - Instituto Francés de Estudios Andinos, 2006.
159
Peter Wade, “La relación Chocó-Antioquia: ¿Un caso de colonialismo interno?”, en: Pablo Leyva
(ed.), Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993.
160
H. Wassen, “Carácter y posición general de la cultura de los indios chocó. Comparación con los
panches y los muzos”, op. cit.
161
Nina S. de Friedemann, “Emberas. Escultores del espíritu”, Revista Campana, Bogotá, núm. 83,
diciembre de 1981.
162
M. Pardo Rojas, “Indígenas chocó”, op. cit.; Elsa Astrid Ulloa Cubillos, “Grupo indígena los
embera”, en: Geografía humana de Colombia: Región del Pacífico, Bogotá, Instituto Colombiano de
Cultura Hispánica, 1992; Á. Cháves Mendoza, op. cit.; Jaime Arocha, “Chocó: paraíso de paz”,
en: Contribución africana a la cultura de las américas, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura,
1993; J. Morales Gómez, op. cit.; Luis Guillermo Vasco Uribe, “Los embera-chamí en guerra
contra los cangrejos”, en: Francois Correa (ed.), La selva humanizada, Bogotá, ICAN - PNR -
CEREC, 1990 y P. Vargas, “Los embera, los waunana y los cuna. Cinco siglos de transformaciones
territoriales en la región del Chocó”, op. cit.

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113
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

el criterio de etnicidad de los grupos negros y su invisibilidad para el discurso


académico.163 A partir de entonces comienza a utilizarse la categoría de huellas
de africanía como elemento de configuración de los grupos negros.164 Con ello
la afirmación de la identidad y de las particularidades de los grupos negros
se basará en el fenómeno de la etnicidad. Según Friedemann y Arocha, en el
encuentro de los esclavos negros con la cultura blanca europea sobrevivieron
orientaciones cognitivas de aquellos, que constituyeron las huellas de africanía,
elemento decisivo sobre el que se produjo el proceso de adaptación y creación
cultural de los africanos a las nuevas condiciones históricas en América. De
esta manera, y basados en Gregory Bateson, las pervivencias que generan una
reintegración étnica proceden de procesos primarios y cadenas iconográficas
del inconsciente reproducidas a través del hábito.165
Pero también las huellas de africanía se refieren a procesos creativos de los
africanos en América, con lo que se fortalece la búsqueda de visibilizacion de
un negro invisibilizado.166 Asimismo, las huellas de africanía están soportadas
en el sujeto y la emoción como factores del nuevo conocimiento científico. Esta
perspectiva se encuentra en el libro de Nina S. de Friedemann Criele Criele
son. Del Pacífico negro; y en el laboratorio de investigación social en el Baudó
liderado por el antropólogo Jaime Arocha, profesor de la Universidad Nacional
de Colombia en Bogotá.167

163
E. Restrepo, “Afrocolombianos o ‘grupos negros’ en el Pacífico colombiano: Construcción y
perspectivas de la investigación antropológica”, op. cit.
164
Jaime Arocha y Nina S. de Friedemann (eds.), Un siglo de investigación social: Antropología en
Colombia, Bogotá, Etno, 1984.
165
E. Restrepo, “Afrocolombianos o ‘grupos negros’ en el Pacífico colombiano: Construcción y
perspectivas de la investigación antropológica”, op. cit.
166
Nina S. de Friedemann, La saga del negro: Presencia africana en Colombia, Bogotá, Instituto de
Genética Humana - Pontificia Universidad Javeriana, 1993; Jaime Arocha, “El sentipensamiento
de los pueblos negros en la construcción de Colombia”, en: La construcción de las Américas.
Memorias del IV congreso de Antropología en Colombia, Bogotá, Universidad de los Andes, 1992
y Adriana Maya, “Afrocolombianos: se lleva la misma sangre”, El Colombiano. Colombia, país de
regiones [suplemento dominical], Medellín, núm. 30, 1993.
167
Véase Nina S. de Friedemann, Criele criele son. Del pacífico negro, Bogotá, Planeta, 1989 y
J. Arocha, “El sentipensamiento de los pueblos negros en la construcción de Colombia”, op. cit.
y “Chocó: paraíso de paz”, op. cit.

*
114
*
Óscar Almario García

Natalia Otero, Javier Moreno y José Fernando Serrano han realizado tesis
dentro de las perspectivas anteriormente anotadas sobre relaciones interétnicas
entre pobladores afrocolombianos y emberas; relaciones de autoridad y formas
de resolución de conflictos.168
Los estudios locales sobre sociedades negras se ampliaron en la década
del ochenta a localidades mineras y relaciones comunitarias, 169 economías
campesinas negras170 y familia afrocolombiana en Condoto y Nóvita.171
En 1987, en el contexto de planes gubernamentales dirigidos al Pacífico,
Emperatriz Valencia y July Leesberk estudiaron sistemas de producción del
medio Atrato;172 Jorge Yepes se dedicó a la dinámica de la población y producción
en el bajo-alto Atrato.173 Por su parte, Anne Marie Losonczy estudió sistemas de
representación de negros americanos recurriendo a la categoría de cimarronismo
sociocultural, entendido éste como estrategias cognitivas e identitarias originales
y coherentes que desvirtúan y recrean los modelos culturales impuestos.174
Si la década del noventa se caracteriza por diversas orientaciones teóricas
que ponen en cuestión la categoría huellas de africanía y su pertinencia para
ca­racterizar la etnicidad de los grupos negros, nuevas investigaciones etno­
gráficas se preguntan por tres problemas centrales: la identidad, la etnicidad

168
Natalia Otero, Los hermanos espirituales. Compadrazgo entre pobladores afrocolombianos e indígenas
embera en el río Amporá (alto Baudó - Chocó), Bogotá, Universidad de los Andes, 1994; Javier
Moreno Moreno, “Ancianos, cerdos y selva: Autoridad territorio y entorno en una comunidad
afrocolombiana” [Tesis de Grado, Departamento de Antropología, Universidad Nacional de
Colombia], Bogotá, 1994 y Fernando Serrano, Cuando canta el guaco: La muerte y el morir en
poblaciones afrocolombianas del río Baudó. Chocó, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,
1994.
169
Víctor Jiménez, Guaitadó, una comunidad minera del río Atrato. Resultados de una encuesta
socioeconómica, Bogotá, Universidad de los Andes, 1982; Susana Castro y Yamila Serna, La
esclavitud negra en el Chocó: Provincia de Nóvita 1750-1800, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 1984.
170
Rafael Gómez Ramírez, Arusí: Comunidad negra de campesinos - pescadores - labradores de botes
en la Costa Pacifico del Chocó, Medellín, Universidad de Antioquia, 1983.
171
M. D. Moya Córdoba y F. Perea Hinestrosa, op. cit.
172
Emperatriz Valencia y July Leesberk, Los sistemas de producción en el medio Atrato (Chocó), Quibdó,
Diar - Codechocó, 1987.
173
Jorge Yepes, “Dinámica de población y ciclo anual de producción en el bajo-alto Atrato” [Tesis
de Grado, Departamento de Antropología, Universidad de Antioquia], Medellín, 1988.
174
Anne Marie Losonczy, “Del ombligo a la comunidad: Ritos de nacimiento en la cultura negra
del litoral pacífico colombiano”, Revindi, Budapest, núm. 3, 1989.

*
115
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

y el territorio; en buena medida tales problemas están asociados al peso que


han tomado los grupos negros en el país, concretamente por la emergencia
de un movimiento étnico-territorial que toma forma con la adopción de la
Constitución Política de 1991, su Artículo transitorio 55, y la Ley 70 de 1993
y sus decretos reglamentarios. Aquí debemos destacar los estudios de Peter
Wade sobre relaciones interétnicas en el Urabá chocoano, en donde la categoría
de et­nicidad se fundamenta en la idea de localidad y región, criterio de distin­
ción establecido por las gentes, que remite a una especificidad cultural. El autor
también se ocupa del orden racial, la identidad nacional e indios y negros en
dichos contextos; construye una topografía cultural sobre Colombia, presenta
las regiones donde el poblamiento negro es más significativo175 y muestra el
imaginario que se ha construido respecto a la sociedad chocoana desde el si­-
glo xix: “lluvia, miseria y negros”.176
En 1990, aunque no se refieren directamente al Chocó, Whitten y Quiroga
retoman el tema de negros y adaptación, cambios tecnológicos, organización
social y actividades productivas en la Costa Pacífica, para señalar tres ras­­-
gos importantes: la intensa movilidad espacial de las poblaciones negras, los
lazos fa­miliares y de parentesco como orientadores del comportamiento y de­
cisiones a lo largo del ciclo de vida del individuo, dado el sistema tradicional
de organización social, y el proceso adaptativo de los pobladores de la costa a
condiciones nuevas.177
Los procesos de poblamiento en la cuenca del río Baudó fueron abordados
por Emperatriz Valencia bajo la perspectiva de la adaptación; Mónica Restrepo
estudió el poblamiento y la  estructura social de las comunidades negras del
medio Atrato asociadas al sistema esclavista y a los fenómenos de resistencia,
cimarronismo, parentesco y comunidad doméstica, clave ésta última del
sincretismo cultural de las tres civilizaciones: africana, europea e indígena.
Jacques Aprile y Gilma Mosquera también se ocuparon de los  procesos de
poblamiento y colonización del siglo xvi al xx mostrando la dispersión de las

175
P. Wade, “La relación Chocó-Antioquia: ¿Un caso de colonialismo interno?”, op. cit.
176
Eduardo Restrepo, “Invenciones antropológicas del negro”, Revista Colombiana de Antropología,
núm. 33, 1996-1997, pp. 238-269.
177
Ibíd.

*
116
*
Óscar Almario García

poblaciones negras desde fines del siglo xviii y la configuración de aldeas en


las zonas bajas de los ríos.178
Finalmente, Jaime Arocha desde la ecología cultural aborda el “bricolaje
de los negros”, mecanismo característico de estos grupos negros ante la incer­
tidumbre del entorno físico y sociohistórico. Considera las huellas de africanía
como el eje sobre el cual los grupos desarrollan su inventiva sociocultural y
su adaptación a contextos inciertos. Anne Marie Losonczi estudia en su tesis
doctoral el aspecto creador del sincretismo de la cultura negra, e introduce el
estudio de las representaciones culturales como un sistema autónomo.179
Como hemos señalado, los estudios colectivos se han incrementado y
el número de eventos es muy profuso. En 1993 se produjo la obra colectiva
que consideramos de mayor importancia en la reflexión sobre el Pacífico y
específicamente sobre la región del Chocó. De sesenta y ocho artículos que
componen el libro Colombia Pacífico, editado por Leyva, veintiocho están
referidos a estudios de las ciencias naturales, dieciocho son investigaciones
desarrolladas por la antropología, la etnología, la arqueología y la etnohistoria;
seis son estudios históricos y cuatro se refieren a temas sociológicos; un solo
estudio se dedica a la demografía, uno de los temas de más pobre desarrollo en el
caso del Pacífico; dos a estudios etnomédicos y médicos; dos estudios se refieren
a la educación, dos al tema de la agricultura, uno a los impactos ambientales
recientes sobre el ecosistema, tres a los movimientos sociales y uno evalúa el
es­tado de las investigaciones hoy.180 Vale la pena detenerse en este último, un es­-
tudio de Henry Arboleda Home que evalúa los estudios sobre los recursos
del Pacífico, minería, bosque natural, manglares, algas, moluscos, peces, sector
agropecuario, turismo e infraestructura física y social.181
Con respecto a los estudios sobre minería, en especial hidrocarburos, oro,
hierro, cobre, titanio, manganeso y caliza, Arboleda Home los ve limitados y
faltos de investigación en lo que se refiere a las afectaciones al medio ambiente
y los recursos forestales, es decir, las tres formas boscosas: bosque muy húmedo

178
Ibíd.
179
Ibíd.
180
P. Leyva, op. cit.
181
Henry Arboleda Home, “La investigación como base para la conservación y el desarrollo del
Pacífico”, en: Pablo Leyva (ed.), Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993.

*
117
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

tropical, húmedo tropical con manglares y cuangariales y bosque tropical pluvial


con gran diversidad florística. Señala la falta de investigación científica sobre los
resultados de la explotación efectuada en bosques naturales; faltan así mismo
inventarios sobre propiedades físico-mecánicas, efectos de la explotación y de su
regeneración en el ecosistema en que se ubican, con excepción de los manglares
que tienen un buen inventario, distribución geográfica, propiedades y formas de
utilización. Con respecto a los recursos algológicos y a los moluscos, ve positivas
las investigaciones; lo mismo que para los crustáceos y parcialmente para la
ictiofauna; y en buen estado los estudios sobre recursos pesqueros pelágicos, en
especial los del atún cardume, plumada, mochuelo y camarón blanco.
Considera Arboleda Home que la Costa Pacífica reúne una gama muy
rica de ecosistemas como manglares, esteros, bahías, afluentes de agua dulce
y plan­tón en abundancia, lo que exige adelantar procesos de investigación sobre
diferentes tópicos para su sustentabilidad y continuidad. Señala la necesidad
también de investigación sobre la adecuación de embarcaciones y artes de pesca,
calendarios de vedas, proceso de repoblación, mantenimiento de los ecosistemas
básicos, modos de captura, conservación, procesamiento y comercialización de
la pesca.
Asimismo, señala que del territorio Pacífico sólo el 2,8% posee vocación
agrícola intensiva y el 2,2% posee alguna aptitud agropecuaria. En general, este
sector es subsidiario de la economía del litoral Pacífico pues los suelos son de poca
fertilidad debido a su toxicidad, alta acidez, luminosidad, alto drenaje, lixiviación
y elevada pluviosidad.
En el campo socioantropológico, considera el autor en mención, que a pesar
de las muchas contribuciones científicas no se dispone de un conocimiento
suficiente sobre la fisonomía de las poblaciones del litoral Pacífico; deben
considerarse factores de intensa movilidad de la población, sus valores históri­cos
y culturales como claves y condicionantes de los procesos de desarrollo social y
organizacional, valores étnico-culturales decisivos para entender identidades,
preferencias laborales, uso del tiempo libre y aplicación de sus ingresos.
Finalmente, señala necesidades de investigación hoy sobre la dinámica de
los ecosistemas terrestres y marinos del Pacífico; sobre los recursos naturales
con el fin de responder a necesidades humana y sobre el medio ambiente y su
interacción con el ser humano a la luz de categorías tales como preservación,
protección, producción y recuperación. También considera que los enfoques

*
118
*
Óscar Almario García

de tales investigaciones deben involucrar características de sustentabilidad,


aplicabilidad, interdisciplinariedad y continuidad.
En otro ensayo sobre bases para el ordenamiento territorial, Ana Patricia
Ortiz y Ángel Massiris Cabeza, del Instituto Geográfico Agustín Codazzi,
señalan la importancia del medio biofísico para el entendimiento de las so­
ciedades y el ecosistema del Pacífico; en él se refieren a las características
sociogeográficas y al desarrollo sociocultural y económico pasado y actual
como vinculados con el medio biofísico. Por lo tanto, consideran que es muy
importante el estudio de las condiciones climáticas, hidrográficas, geomórficas
y del aprovechamiento de recursos forestales, mineros, pesqueros y del suelo
como condicionantes de la distribución espacial de la población, los sistemas
de producción y los sistemas de mercado.
Se han recogido en esta parte de nuestro balance éstos tópicos, ofrecidos
por los ensayos reunidos en Colombia Pacífico, para sugerir la importancia de
estudios interdisciplinarios futuros entre ciencias naturales y sociales. Si bien
se están produciendo acercamientos entre disciplinas para tener una visión más
integral de las sociedades, economías y culturas del Pacífico, aún falta mucho
camino por recorrer. Nuestra percepción es que las sociedades negras, indias,
mulatas, mestizas y blancas del Chocó, en el caso que nos ocupa, requieren de mi­-
radas que repiensen sus historicidades. Dichas miradas deberán recrear a
profundidad a los hombres y mujeres con su ambiente vital.

*
119
Capítulo 2
Los antecedentes prehispánicos y coloniales
y el siglo xix en el Chocó

Se impone una indiscutible perspectiva de “larga duración”, dicho a tono con un


emblemático maestro de la historia contemporánea, en relación con el reto de la
comprensión de los territorios y gentes que durante el siglo xix configurarían
el Chocó, lo que justifica los propósitos de este capítulo. Aunque para el efecto
nos basamos en lo fundamental en la investigación inicial (1998) que dio origen
a este estudio y dado que no contábamos con posibilidades de actualizarla con
la incorporación de los estudios producidos desde entonces hasta la fecha, no
obstante consideramos que lo expuesto entonces sigue teniendo pertinencia
y utilidad hoy en día, sobre todo en el sentido de considerar los antecedentes
prehispánicos y coloniales en términos de las principales tendencias, fenóme­-
nos y fuerzas sociales que, aunque perfiladas en ese pasado, se proyectarían
durante los tiempos republicanos en esta región.1
Asimismo, este enfoque de largo plazo acerca de la configuración territorial
y social del Chocó, permite que dejemos sentado algo crucial para nuestro punto
de vista: que este territorio no puede ser esencializado o reducido a una sola

1
Óscar Almario García y Luis Javier Ortiz Mesa, Poder y cultura en el Occidente colombiano
durante el siglo xix: Patrones de poblamiento, conflictos sociales y relaciones de poder [informe final
de investigación], Medellín, Colciencias - Universidad Nacional de Colombia, 1998.

*
121
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

característica, identificado con un sujeto social único, comprendido desde una


variable determinante o considerado como algo inmutable en el tiempo sino todo
lo contrario. Se trata de un espacio que deviene en territorio, que como tal ha
sido ocupado, apropiado, competido y modificado durante el trascurso del tiempo
por una amplia variedad de intervenciones de distintas fuerzas y sociedades
humanas que desplegaron sus correspondientes estrategias y tecnologías de
control, uso y dominio, y que por consiguiente siempre ha estado sometido a
tensiones, conflictos y complementariedades a especificar.2

El Chocó prehispánico

Los primeros cazadores recolectores de la edad de piedra que llegaron a las


hoy húmedas selvas del Chocó, lo hicieron unos diez mil años antes de Cristo.
Dos mil años después se inició la domesticación de plantas y animales, una vez
extinguida la megafauna y retirados los hielos. Al parecer, los pobladores se
instalaron a orillas de los ríos Baudó, Chorí, Jurubidá y la Ensenada de Utría.
De tal manera que al llegar los españoles en el siglo xvi habían transcurrido
treinta y cinco siglos (3.500 años) de presencia de pobladores en el Pacífi­-
co colombiano.3 Se trata sin duda de una de las grandes adaptaciones humanas
al medio de la selva húmeda tropical, que no obstante los avances significati­-
vos sobre el conocimiento de esta experiencia todavía requiere de estudios
especiales (arqueológicos, etnohistóricos, históricos y antropológicos, entre
otros) que relacionen, sobre todo, la intensidad y brutalidad del choque de los
ibéricos con estas poblaciones indígenas y las características de su resistencia,
así como la persistencia de sus formas de vida en los períodos posteriores y su
influencia sobre pobladores blancos, mestizos y negros.

2
Este segundo capítulo de la tercera parte de este estudio se basa, fundamentalmente, en el texto
correspondiente a Ó. Almario García y L. Javier Ortiz Mesa, op. cit., vol. 2, y por lo tanto en la
revisión bibliográfica realizada hasta esa fecha. Para esta segunda versión sólo hemos revisado
su redacción y composición, pero no actualizado o incorporado los registros de la producción
académica más reciente sobre el período colonial chocoano, lo que habría excedido por completo
las posibilidades que teníamos para realizar este estudio, que se centra en el siglo xix.
3
“Biopacífico. Una mirada al Pacífico colombiano”, Ecos, núm. 3, 1995.

*
122
*
Óscar Almario García

Mauricio Pardo4 y Camilo Hernández,5 basados en afirmaciones docu­


mentales sobre el territorio chocoano colonial, la historia oral y los estudios
arqueológicos, señalan la existencia de los siguientes grupos indígenas en el
Chocó al momento de la penetración hispánica: “Chancos en el río Garrapatas.
Yacos en el Alto Calima, Tootumas e Ingaraes en el Sipí. Noanamás en el Bajo
San Juan (Uaunanas). Surucos en el río Quito. Poromeas en el Bojayá y Cunas
en el Bajo Atrato”; además de éstos, basados en Romoli6 e Isacsson,7 sabemos
que existieron los tatamá y los ima del alto San Juan, los citará del alto Atrato,
subgrupos embera identificados estos como chocó por los españoles,8 los idabá
de la Ensenada de Utría y los urabaes en el Darién. Por su parte, los cuevas se
encontraban al occidente del golfo de Urabá. Según misioneros jesuitas, choco­-
es y waunanas eran 60.000 en 1600 después de las epidemias de 1588, si a ello se
suman cunas y darienes (30.000) y aún urabaes, el total de la población indígena
pudo estar cercana a los 90.000 habitantes.
Emberas, cunas y waunanas, cabezas de sociedades muy diversificadas en las
cuencas de los ríos San Juan, Atrato y Baudó, y en el litoral Pacífico, se disputaron
territorios que incluyeron guerras, relaciones matrimoniales, adquisiciones
culturales y circulación de productos.9 Estas sociedades indígenas si bien de­li­
mitaban sus territorios dentro de la lógica de fronteras fluidas o de guerra, se
encontraban asentadas en el alto río San Juan y alto río Atrato (emberas), bajo
San Juan (waunanas), Baudó-Birú (monguineras y mombocanas), y medio y

4
Mauricio Pardo Rojas, “Bibliografía sobre indígenas Chocó”, Revista Colombiana de Antropología,
Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, vol. 23, 1980-1981, diciembre de 1982; y del
mismo autor “Los indígenas chocoanos, 450 años de resistencia”, Codechocó, Quibdó, núm. 1,
enero - julio de 1985.
5
Camilo Antonio Hernández, Ideas y prácticas ambientales del pueblo embera del Chocó, Bogotá,
1995.
6
Kathleen Romoli, “El alto Chocó en el siglo xvi. Parte i”, Revista Colombiana de Antropología,
Bogotá, vol. 19, 1975.
7
Sven-Erik Isacsson, “Embera; Territorio y régimen agrario de una tribu selvática bajo la
dominación española”, en: Nina S. de Friedemann (ed.), Tierra, tradición y poder en Colombia.
Enfoques antropológicos, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1976.
8
Henry Wassen, “Estudios chocoes. Etnohistoria chocoana y cinco cuentos wuaunanas apuntados
en 1955”, Etnologisk Studier, Goteberg, vol. 26, núm. 26, 1963.
9
Patricia Vargas, “Los embera, los waunana y los cuna. Cinco siglos de transformaciones territoriales
en la región del Chocó”, en: Pablo Leyva (ed.), Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN,
1993.

*
123
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

bajo Atrato (cunas). A su vez, establecieron relaciones fronterizas, de comercio y


ceremoniales con los cuevas del Darién, una sociedad relativamente jerarquizada
al noroeste del golfo de Urabá; los senúes –uno de cuyos grupos fue el de los
urabaes– al norte del golfo y ubicados hacia los ríos Sinú y San Jorge, ricos en
sistemas hidráulicos y en tumbas con orfebrerías de oro; los catíos o carautas
con sus riquezas auríferas y su centro religioso en Dabaibe al oriente del Atrato
y sobre la Cordillera Occidental; e indígenas del interior hasta la Amazonía y
del litoral Pacífico al sur, centro y norte de la futura América.10
Por lo dicho, se trata de sociedades indígenas con altos niveles de despla­
zamientos y contactos, con grados diversos de desarrollo, en donde predominaron
las formas de organización segmentaria y los patrones dispersos de poblamiento
ribereño asociados a la selva o al mar.
Según Isacsson,11 los primeros cronistas españoles señalan el poblamiento
disperso y móvil de los indígenas chocó junto con una organización política dé­-
bil de las “behetrías” o señoríos pequeños del litoral debido a la formación
particular de la agricultura que en gran parte determinaba los lugares de resi­
dencia. Así, la pauta de poblamiento, especialmente entre emberas y waunanas,
fue segmentaria, dispersa y móvil pues llevaba consigo una estructura política
expresada así por el cronista Fray Pedro Simón, en 1623: “Es gente que no se
les conoce cabeza queriendo serlo cada uno”, y con respecto a los emberas del
alto río Atrato, “porque estos indios no tienen sujeción ni lo están a nadie [...]
no dan obediencia a cacique ni capitán suyo sino cuando quieren”.12

10
Leonor Herrera Ángel, “Costa del Océano Pacífico y vertiente oeste de la cordillera occidental”,
en: Álvaro Botiva et al., Colombia Prehispánica. Regiones Arqueológicas, Bogotá, Colcultura - ICAN,
1989; Kathleen Romoli, “Apuntes sobre los pueblos autóctonos del litoral colombiano del Pacífico
en la época de la conquista española”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 12, 1963,
y de la misma autora “El alto Chocó en el siglo xvi. Parte ii. Las gentes”, Revista Colombiana
de Antropología, Bogotá, vol. 20, 1976; Reichel Dolmatoff, “Notas etnográficas de los indios del
Chocó”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá, vol. 9, 1960, y del mismo autor “Apuntes
etnográficos sobre los indios del alto río Sinú”, Revista Colombiana de Ciencias, vol. 12, núm. 45,
noviembre de 1963, pp. 29-40; David Stemper y Héctor Salgado López, “Metalurgia prehispánica
y colonial-republicana en el Pacífico colombiano”, Revista Colombiana de Antropología, Bogotá,
núm. 30, 1993.
11
S.-E. Isacsson, op. cit.
12
Ibíd.

*
124
*
Óscar Almario García

El único poder reconocido por estas comunidades era el del jefe guerre­
ro, que lo era sólo temporalmente y con séquito bastante reducido, de diez a
quin­ce hombres. Como veremos, esta configuración del poblamiento y de la or­-
ganización política fueron factores que dificultaron a la Corona española la
creación de un orden social basado en centros urbanos estables para la explotación
de las ricas zonas mineras del alto Chocó, lo que sólo se logró a fines del si-
glo xvii. Si bien este fue el patrón de poblamiento predominante en la población
indígena, se presentaron variaciones en otro tipo de sociedades. Los cunas
conjugaron poblamientos nucleados de 3.000 a 7.000 personas, con poblamientos
dispersos en ríos y selvas dependiendo de las circunstancias, bien por luchas
con los embera o más tarde por enfrentamientos con la invasión hispánica.13
Por su parte, los cuevas, con una estructura social más jerarquizada y cen­
tralizada, fueron más proclives al dominio español, cuando emberas y waunanas
se caracterizaban por un sistema de organización sociopolítico segmentario
distribuido en provincias, parcialidades, familia extensa y familia nuclear y con
patrones dispersos e itinerantes de poblamiento.
Los urabaes tenían las mismas costumbres de los sinúes; hacían parte de la
comarca de Finsenú que cobijaba la cuenca media y hoya del río Sinú, los grandes
cacicazgos del Finsenú, Pansenú y Senufaná y conformaban confederaciones
basadas en la identidad cultural. Si bien cada comarca alcanzaba niveles de
autosuficiencia, había especialización regional de la producción. Los urabaes
hacían parte de un circuito de producciones regionales en el cual Isla Fuerte
producía para el comercio sal, langosta y pescado. Las gentes de Betancí, centro
religioso y lugar del cementerio sinú, eran expertas orfebres; los de Pansenú, en el
medio río San Jorge, producían significativamente bienes agrícolas y pesqueros,
por su manejo hidráulico basado en camellones y canales. En la zona de Senufaná
se extraía oro, y entre los senúes y sus vecinos occidentales, los urabaes, había
lugares establecidos como centros de mercadeo.
En síntesis, las sociedades prehispánicas en el Chocó se caracterizaron –con
excepción de los cuevas– por ser organizaciones segmentarias no jerarquizadas,
móviles y nucleadas o dispersas según las circunstancias. Tales características se

Patricia Vargas Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española, siglos
13
xvi
y xvii, Bogotá, CEREC - Instituto Colombiano de Antropología, 1993.

*
125
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

afincaron en un medio ecosistémico de selva tropical húmeda donde con ríos y


mar configuraron estilos de vida propios e identitarios.14
Como puede observarse, hemos optado por delimitar el Chocó prehispánico
como una tensa y dinámica relación entre varias sociedades indígenas que cons­
truyeron sus territorios en torno al sistema sanguíneo de los tres ríos principa-
les (Atrato, San Juan y Baudó) con sus respectivos afluentes, y de las zonas
de los litorales Atlántico al norte y Pacífico al occidente donde predomina la selva
tropical húmeda. Esta perspectiva es bastante operativa para la investigación,
pues permite aprovechar los aportes arqueológicos, antropológicos y lingüísticos
sobre las sociedades prehispánicas acerca del vasto universo de contactos,
intercambios y relaciones que las sociedades mencionadas tuvieron con un
hinterland más amplio; facilita delimitar un campo de fuerzas que, visto en la
larga duración, siempre ha sido disputado y considerado como estratégico por
sus múltiples riquezas y su posición geográfica; y ayuda a señalar las diver­sas
superposiciones territoriales desde el impacto colonial hasta el republicano con
las correspondientes reacciones por parte de sus pobladores ancestrales, pre­
cisando las permanencias y los cambios en la configuración subregional entre
el siglo xvi y el siglo xix.

La conquista/colonización del Chocó

La conquista española sobre los territorios chocoanos se inició a comienzos


del siglo xvi y se logró establecer a fines del siglo xvii. Por las características
singulares de este proceso, en el que se superponen tiempos, sujetos y modalida­
des de dominio, no consideramos pertinente mantener la clásica periodización de
conquista y colonización que utiliza la historiografía convencional y los manuales
escolares, y nos inclinamos por enunciarlo como conquista/colonización, indicando

14
Jorge Morales Gómez, “Grupo indígena los cuna”, en: Geografía humana de Colombia: Región del
Pacífico, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992; Álvaro Cháves Mendoza,
“Aculturación e identidad de los waunana del Chocó, Colombia”, en: Indianismo e indigenismo
en América, Madrid, Alianza, 1990; Elsa Astrid Ulloa Cubillos, “Grupo indígena los embera”,
en: Geografía humana de Colombia: Región del Pacífico, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura
Hispánica, 1992; Mauricio Pardo Rojas, “Indígenas Chocó”, en: Francois Correa y Jimena Pachón
(coords.), Introducción a la Colombia amerindia, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología
- Colcultura, 1987.

*
126
*
Óscar Almario García

con ello un continuum. Diversos factores incidieron en que el proceso fuese


lento y en que el establecimiento del dominio colonial tuviese peculiaridades
comparables con pocos casos en el resto del territorio de la Nueva Granada, en
zonas indígenas de sindaguas, chimilas, pijaos y barbacoas.15
Las razones de tales fenómenos han sido atribuidas a las circunstancias
españolas, pues hasta 1570 los conquistadores centraron su interés en la ad­
quisición de riquezas en sociedades jerarquizadas y de más fácil acceso, a los
conflictos jurisdiccionales asociados a demoras legales para las expediciones y
a desacuerdos entre soldados y capitanes debido a la precariedad de aquellas, al
hecho de ser una de las zonas más húmedas del mundo, de selva tropical y con
alto régimen de lluvias, con trochas sólo para caminantes –no para caballos y
mulas– y dificultades para el movimiento de los españoles a través de potros o
canoas en los ríos. A ello se sumó la excesiva humedad que le restaba efectividad
a los arcabuces españoles, el tipo de poblamiento segmentario de las sociedades
indígenas cuya agricultura era de roza y barbecho, y cuyo carácter fue itinerante y
móvil en ambientes de selva tropical, lo que las hacía de más difícil sometimiento
y de ataques más sorpresivos; y a sus variadas formas de resistencia.16
Durante el siglo xvi, dentro del proceso de incorporación de los territorios
chocoanos a la Corona española, se creó una frontera de conquista en el nor­
occidente entre 1509, fecha de fundación de Santa María la Antigua del Darién
y 1595, fecha de anexión de Toro (en el valle del Cauca) a la gobernación de
Popayán.17 Sin embargo, en el territorio del Darién los españoles no encontra­-
ron oro.
Entre 1501 y 1510 los conquistadores realizaron desde sus bases de apro­
visionamiento – Jamaica y La Española– exploraciones, penetraciones y saqueos
sobre el golfo de Urabá y el Darién, que produjeron los primeros conflic­-
tos con los urabaes –primeros en conocer y repeler a los españoles en el golfo– y
la adquisición de mejores conocimientos de la región.

15
Germán Colmenares, “Historia económica y social de Colombia 1537-1719”, en: Talleres ediciones
culturales, Bogotá, Universidad del Valle, 1973.
16
Patricia Vargas, La conquista tardía de un territorio aurífero. La reacción de los embera de la cuenca
del Atrato a la conquista española, Bogotá, Universidad de los Andes, 1984.
17
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española siglos xvi y xvii,
op. cit.

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127
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Con el objeto de iniciar el poblamiento español del litoral, son capituladas por
la corona, en 1508, dos gobernaciones: Nueva Andalucía, desde Coquibacoa
(Golfo de Venezuela) hasta el golfo de Urabá, bajo Ojeda, y Veragua, del río
Atrato hasta Honduras, bajo Nicuesa. El interés por penetrar al interior del
territorio chocoano llevó a la fundación española de pueblos, ciudades y fuertes
de penetración que generaron conflictos jurisdiccionales y reacciones de los
indígenas de la región –urabaes y cunas– con excepción de los cuevas. Por tanto
el período 1509-1550 muestra en el bajo Atrato y el Darién el establecimiento
efímero de centros poblados y su rápida sustitución: de San Sebastián de Urabá
(1509) a Santa María La Antigua (1510-1524), Acla, Panamá (1519) y San
Sebastián de Buenavista (1534-1550).
Si se miran los resultados de las colonizaciones de las dos gobernacio­nes
mencionadas, estos fueron eficaces en el curso bajo del río Tanela donde San-
ta María la Antigua se estableció como ciudad, obispado y fuerte, y ejerció una
influencia directa sobre los cuevas del istmo occidental hasta casi extinguirlos,
más encontró resistencias en el este del Darién hasta Dabaibe. El sometimiento
de los cuevas para quienes la invasión fue percibida como un diluvio y una
inun­dación arrasadora, permitió una vía libre para la apertura del Pacífico, la
que en gran medida se realizará desde Panamá. Entretanto, en 1514 surgió
la gobernación de Castilla de Oro (Panamá) la cual reunía las jurisdicciones
anteriores, de Veragua al Cabo de la Vela. Así, el interés se trasladó del bajo
Darién y algunas zonas del interior al istmo, por la facilidad para la comunicación
y el comercio entre los dos mares, por la apertura de rutas y ejes de coloniza­
ción hacia el Pacífico y por el interés en las conquistas del Perú y Nicaragua.18
Acla quedó como único puerto en la costa del Darién, con buenas aguas,
tierras fértiles y maderas para fabricar barcos. Desde allí, Núñez de Balboa
abrió la ruta a través del istmo hasta el Pacífico en 1513; y Gil González Dá­
vila organizó su exitosa expedición a Centroamérica en 1520 cruzando hasta
el Pacífico para aprovechar los barcos abandonados de Núñez de Balboa.
Todavía en 1527, Acla era el principal asentamiento del istmo, sin excluir a

James Parsons, Antioquia’s corridor to the sea: The historical geography of the Settlement of Uraba,
18

vol. 49, Berkeley, University of California Press, 1967 y P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto
y reacción ante la ocupación española siglos xvi y xvii, op. cit.

*
128
*
Óscar Almario García

Panamá. Esta ciudad, entonces, se convirtió en el nuevo eje colonizador por la


distribución de encomiendas a españoles de Santa María y otras poblaciones, y
por las ventajas que ofrecía para obtener indios tributarios y riquezas mineras
hacia el Pacífico.19 Entre tanto, Fernández de Oviedo capituló la gobernación
de Cartagena, escindida de la de Castilla de Oro, por no darse en esas tierras
intentos de colonización; obtuvo de Pedrarias el cargo de Teniente del Darién
y de su provincia, y pasó de la guerra abierta a las relaciones de comercio –en
especial de armas– con los cunas. Para entonces las comunidades indígenas
aliadas del Darién habían quemado a Santa María (1524) y en su lugar se
crearon palenques de negros cimarrones y aldeas de nativos. Por su parte, el
teniente gobernador de Panamá, Julián Gutiérrez, usó a Acla como base para
la pacificación de los indios del otro lado del golfo en búsqueda del control del
golfo de Urabá, de los tesoros sinú y del Dabaibe. Después de siete viajes por estos
territorios debió declinar sus intereses por colonizar estas tierras al otorgársele a
Pedro de Heredia la Gobernación de Cartagena –desde el río Magdalena has­-
ta el Atrato–, al tomar posesión de parte de ella en San Sebastián de Buenavista
(1535) en contra de Castilla de Oro, y al producirse la cédula real de 1536, según
la cual Urabá pertenecía a dicha gobernación. Al tiempo, los indígenas urabaes
y cunas mantuvieron su guerra abierta frente a los invasores, cuando los si­-
núes fueron sometidos a encomienda y su cementerio sostuvo, por el saqueo
durante diez años, a la Gobernación de Cartagena.20
A partir de estos procesos se producirán las exploraciones hacia el interior
que convierten al río Cauca en eje de las colonizaciones hacia Antioquia (1541) y
el Sinú, con fuertes relaciones hacia la cuenca del río Darién y el golfo de Urabá.
De otra parte, con la capitulación de la Gobernación de Popayán por Belalcázar
(1540) –cuando se escindió del Perú y tenía la actual Antioquia límites con la
Gobernación de Cartagena– y las fundaciones de Antioquia, Arma, Cartago y
Anserma, el Chocó seguirá siendo con más fuerza una frontera militar disputada
por los núcleos urbanos recién fundados. A su vez, recibirá muchas expediciones
desde Anserma, Cali, Popayán y Cartago.

19
J. Parsons, op. cit.
20
Ibíd.

*
129
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Pues bien, si las primeras expediciones de conquista se disputaron el bajo


Atrato, el golfo de Urabá y su hinterland y el istmo, desde 1525 se avanzó por el
Pacífico desde Panamá y hacia el sur chocoano para conquistar y poblar con es­-
pañoles las tierras de los barbacoas, emberas, waunanas y cunas, ruta intermedia
hacia el imperio de los incas y sus riquezas de que hablan las noticias de la
época. A partir de las exploraciones de Almagro y Pizarro (1525), Belalcázar
y Ladrilleros (1536), Jorge Robledo y Gómez Hernández (1539), y Andagoya
(1540), por el litoral Pacífico y el alto Chocó, las provincias de Birú (Bahía
Cupica) y de los Chancos y el río Baxo (San Juan), surgió entonces la figura de
la Gobernación de San Juan.21
El territorio comprendido entre el río San Juan de Micay y la Punta de
Ga­rachine en la provincia de Atacames, en el Ecuador actual, fue capitula­-
do por la Corona para su conquista y “pacificación” a Pascual de Andagoya
en 1538. Estos límites dieron lugar a discusiones con Belalcázar, apoderado de
la Gobernación de Popayán y ya independiente de Quito. Con ello se produ­-
ce la fundación del Puerto de Buenaventura en una bahía que se convirtió en el
sitio de entrada de mercancías a las poblaciones de Popayán y en el lugar de
tránsito de expediciones y más tarde de alimentos al Chocó central. En medio
de hostilidades de los indios y dificultades geográficas, en la segunda mitad del
siglo xvi, se hicieron expediciones, se fundaron efímeras ciudades, pueblos y
reales de minas que fueron permeando cada vez con más fuerza los tradicionales
territorios indígenas en el alto Chocó.
En el año de 1573, y con el objeto de crear un centro desde donde se abriera
la colonización minera, la expedición de Melchor Velásquez fundó la ciudad de
Nuestra Señora de la Consolación de Toro en la cabecera del río Ingará, luego
trasladada a la comarca altochocoana de los indios tootumas, alrededor del cerro
Torrá. Allí formó encomiendas y sometió indios noanamá (waunanas), con
quienes también abrió explotaciones en los ríos Tamaná, Cajón y Sipí –afluentes
del río Baxo (San Juan), recorrido por primera vez en los cuarenta–, dio lugar
a ciudades y campamentos mineros y fuertes de frontera como Bagadó (1578),
Santiago (1578), Sipí (1597), Cáceres (1575-1588) y Nóvita (1601).
Debido a los conflictos por superposiciones jurisdiccionales entre Belalcázar
y Andagoya, el Gobierno de San Juan tuvo una rápida disolución, mas debido

21
K. Romoli, “El alto Chocó en el siglo xvi. Parte i”, op. cit.

*
130
*
Óscar Almario García

a las riquezas mineras, el Chocó adquirió importancia hasta convertirse en una


Gobernación independiente en 1583 bajo el nombre de “Gobernación del Chocó,
Dabeyba y valles de Baeza” la cual además de colonizar el Chocó debía someter
a los catíos, en cuyo territorio nació la incipiente aldea de Santa Fé de Antioquia,
sometida a cambios de lugar y ataques indios entre 1540 y 1570. Fracasada esta
expedición desde las ciudades de Anserma y Cartago, la Gobernación de Popayán
buscó colonizar el alto Chocó, por lo que como señalamos atrás, se fundó Toro
en 1573. Las rebeliones indígenas contra el trabajo forzado en las minas, la
matanza de cristianos de las expediciones y los asaltos a la ciudad y demás pobla­
dos de españoles concluyeron con el abandono de Toro y sus minas. En 1587,
Toro fue trasladado a la vertiente oriental de la Cordillera Occidental, y en 1595
el Chocó fue incorporado a Popayán para facilitar el control de la provincia y
las operaciones militares sobre su territorio. La disputa por el territorio Chocó
y su control seguirá siendo clave para la expansión de la colonización hispánica.
Por ello, en síntesis se observa que, en medio de penetraciones, fundaciones y
resistencias indígenas, a fines del xvi y en los inicios del xvii, “hacia el sur,
Toro y Nóvita, tendrán como región de influencia el alto río San Juan... Hacia
el nororiente Santa Fe de Antioquia tendrá como región de influencia, los
afluentes orientales del medio y bajo Darién (Atrato) el alto río Sinú y el golfo
de Urabá...” pero sin:
controlar los territorios de las sociedades nativas, estableciéndose en la
re­la­ción entre unos y otros una frontera móvil. Anserma y Cartago serán
también centros de colonización hacia el alto Chocó en las cuencas del
río San Juan y alto Atrato; desde Cartagena y Tolú habrá influencias y
fronteras instauradas sobre las zonas del litoral caribe y el golfo de Urabá;
desde Panamá sobre la zona del río Tuira y el litoral Pacífico; y desde
Popayán y Cali, vía Buenaventura y el puerto de Charambirá al norte;
sobre el pacífico se incidirá en el bajo y alto San Juan.22

Mauricio Pardo señala que entre 1511 y 1593 se produjeron al menos diez
intentos de penetración sobre territorio chocoano asociados a pillajes de huestes
conquistadoras, hostilidades de los indios, arrasamiento de los iniciales centros

22
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española, siglos xvi y xvii,
op. cit.

*
131
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

mineros (Nóvita 1586), contagios de viruela y diezma de la población indígena


(1588) y fundaciones de fuertes para pacificar y poblar con indios como en los
casos de Santa María la Antigua del Darién (1509), Toro (1573) y Cáceres
(1588).23
Las respuestas indígenas a las invasiones hispánicas durante el siglo xvi
fueron diversas y tuvieron peculiaridades en cada subregión. La primera noto­
riedad es que a pesar de las superposiciones iniciales de territorialidades de parte
de los españoles sobre zonas indígenas, éstas todavía a principios del siglo xvii
en el río Atrato, eran casi independientes del imperio español. Sin embargo, los
territorios de emberas, cunas y waunanas estaban rodeados por áreas de frontera
militar, configuradas a partir de la influencia de las ciudades españolas vecinas,
y en algunas zonas más periféricas ya habían ingresado muchas expedicio­-
nes, la mayoría de ellas fracasadas.24
Desde fines del siglo xvi, y ante la ineficacia del gobierno del Chocó
para garantizar la seguridad del vecindario de Toro y los pueblos cercanos, los
vecinos de ésta solicitaron su reincorporación a la Gobernación de Popayán.
Al parecer, las cuatro provincias chocoanas bajo la nueva jurisdicción por los
años 1620-1630 fueron las de Poya, compuesta por los territorios costane­-
ros desde las bocas del San Juan y ríos adyacentes al norte y sur; la de Noanamá,
desde la parte media del río San Juan hasta el istmo de San Pablo; la de Cita-
rá, desde el Arrastradero de San Pablo hasta el bajo Atrato; y la de Tatamá que
se extendía por zonas montañosas de Antioquia hacia el noroccidente caldense
–Supía, Riosucio y Marmato–. Para los años 1659-1660 ya parecen existir
pactos entre conquistadores e indígenas en Poya y Noanamá donde se pagaban
diezmos y primicias, no así en Citará y Tatamá, cuyos indios se encontraban
en guerra contra las huestes españolas. Estas provincias se modificarán con
el reordenamiento territorial producido por la conquista misional entre 1645
y 1674 al crearse formalmente pueblos de indios y reales de minas; entonces
serán conformadas las tenencias de Nóvita, Citará y Baudó con eje en Nóvita,
centro minero, comercial y lugar desde donde se enviaba el oro hacia Popayán.25

23
M. Pardo Rojas, “Indígenas Chocó”, op. cit.
24
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española, siglos xvi y xvii,
op. cit.
25
Contraloría General de la República, “El Chocó”, en: Geografía económica de Colombia, Bogotá,
Imprenta Nacional, 1943.

*
132
*
Óscar Almario García

Resistencia indígena, misiones y fronteras mineras:


tres gobernaciones tras el territorio Chocó

El proceso de conquista/colonización durante el siglo xvii podría dividirse en


tres períodos, siguiendo las indicaciones de una investigadora, así:26
El primer período va de 1600 a 1640, y comprende el momento en que los
españoles alcanzan el Atrato después del fracaso de la configuración de las pri­-
meras ciudades en el Darién. Se produce el inicio del establecimiento de los
reales de minas, un alto nivel de dispersión de las comunidades, y los proce-
sos de resistencia que generaron fronteras provisionales e inestables tanto
entre las etnias indígenas como entre las comunidades indígenas y la sociedad
hispánica.
Ante el fracaso del establecimiento militar hispánico se procede a la
configuración de misiones en un segundo período entre 1640 y 1674, período que
va a dar lugar a la fundación de los primeros pueblos de indios, a un intento de
ordenamiento interno con Citará fundado en 1654 y Nóvita, sede de tenencia del
gobernador en 1678, y que se constituirá en la clave para el desarrollo posterior
del segundo ciclo minero (1680-1800) en el Nuevo Reino de Granada;27 así
como Santa Rosa y Guarne lo fueron puntualmente para Antioquia. En la pri­
mera parte del ciclo se dará la introducción masiva de mano de obra esclava
por parte de mineros de la Gobernación de Popayán, preferentemente.
Un tercer período, que va de 1680 a 1700, es de crisis y reconquista. Es el
período de levantamientos indios y de instauración definitiva de las institucio­-
nes coloniales en territorio embera; del establecimiento final de los reales de
minas base para el proceso de extracción de minerales en el siglo xviii.
Acerca de la anterior periodización general indicada por Patricia Vargas,
es necesario tener en cuenta los ritmos diferentes de las distintas “subregiones”
o “países” con características geohistóricas y culturales específicas, con el objeto
de establecer las peculiaridades de cada una de ellas. De modo general, en el

26
Patricia Vargas, “La fundación de pueblos en la cuenca alta del río Atrato. Siglo xvii”, Revista
de Antropología, núm. 1, 1985, pp. 56-79.
27
El llamado por los historiadores económicos “segundo ciclo minero” colonial va a estar centrado
predominantemente en el andén del Pacífico y en el Chocó como eje, con las zonas anexas del
Raposo, Naya, Timbiquí, Iscuandé y Barbacoas, situadas al sur de la desembocadura del San Juan.

*
133
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

siglo xvii, a partir de la colonización minera, se fragmentaron socio-política y


espacialmente emberas y cunas; los waunanas conservaron, en parte, su integridad
territorial; los cuevas fueron extinguidos y los tule ocuparon sus territorios; los
urabaes resistieron y hostilizaron el dominio hispánico.
El asedio sobre los territorios chocó se hizo más pronunciado en el siglo xvii
hasta establecerse definitivamente el dominio colonial. Las doce expediciones
conocidas que se realizaron desde la Gobernación de Popayán y las entradas de
conquistadores, misioneros jesuitas, franciscanos y seculares desde Cartagena,
Panamá y Antioquia, culminaron con el relativo establecimiento o asentamiento
español en el Chocó bajo las modalidades de reales de minas asociados a pueblos
de indios en el corazón minero colonial.28
Los mineros españoles buscaron asentarse en el alto Atrato y el alto San Juan
como los ejes donde la minería era más profusa y rica, y permitía una obtención de
riqueza rápida. En medio del establecimiento de efímeros campamentos mineros,
sublevaciones de indígenas por el trabajo forzado y los malos tratos, saqueos e
incendios de ciudades vecinas (Anserma, Arma, Cartago) y la introducción de
esclavos africanos para las explotaciones mineras, se produjeron reordenamientos
territoriales que modificaron los tradicionales poblamientos indígenas, forzaron
el desplazamiento de grupos indígenas a territorios nuevos o a zonas pobladas por
otras sociedades, transformaron los patrones de poblamiento en las zonas cen­-
trales, desestructuraron de modo variable y diverso las sociedades primigenias
y dieron lugar a nuevas relaciones interétnicas entre indígenas, y entre estos y
los grupos humanos negros recién introducidos. Pero evidentemente el cambio
más significativo lo introdujo el establecimiento de un dominio colonial que, no
obstante la permanente inestabilidad, reordenó el territorio y con él la vida de las
sociedades nativas e introdujo e impuso estructuras sociales, culturales políticas
y económicas diferentes a las hasta entonces conocidas por los indígenas. El
establecimiento colonial no fue uniforme sobre el conjunto del territorio. Em­
beras del alto Atrato y del alto San Juan vivieron la transformación del empuje
militar hacia las relaciones comerciales y las estrategias misionales entre 1645
y 1672, para culminar con las rebeliones indias y represiones españolas entre
1680 y 1687.

28
Alonso Valencia Llano, Resistencia militar indígena en la Gobernación de Popayán, Popayán,
Fundación Regional de Investigaciones Sociales, 1989.

*
134
*
Óscar Almario García

En 1645 se cambió la política de guerra por la misional en la Gobernación


de Antioquia, con relación al Chocó. En ese año, Fray Matías Abad atraviesa
las cuencas de los ríos Arquía (hasta donde habían colonizado los emberas),
Andágueda y Atrato. Este último es recorrido hasta su parte baja, donde el fraile
encuentra la muerte a manos de los cunas. A partir de 1668 la Gobernación de
Antioquia envió al bachiller y presbítero Antonio de Guzmán y Céspedes al
territorio embera, quien logró establecer tratados simétricos con los indígenas
y fundar, para 1672, cinco pueblos en las cuencas del Atrato, no sin la oposición
de la Gobernación de Popayán. En medio de conflictos jurisdiccionales, las
gobernaciones de Antioquia, Popayán y Cartagena fueron encargadas por la Co­-
rona para “pacificar” a los chocó. El bachiller salió de Urrao con la orden de
sondear la tierra, ríos y cordilleras para delimitar un camino de fácil acceso a la
infantería, de reconocer las provincias y yacimientos auríferos que encontrase, de
hacer un censo de indígenas y, lo más importante, negociar la paz con los nativos
reduciéndolos con medios de suavidad que incluían la evangelización, el agasajo
y el planteamiento de reciprocidades. El bachiller recorrió entre 1668 y 1670 sus
dos primeras entradas, del valle de Urrao hasta el río Arquía, luego los afluentes
orientales del Atrato de donde bajó a éste por el Neguá y recorrió parte del Capá
y del Andágueda posteriormente. Hasta aquí los acuerdos con los indígenas
permitieron a los españoles explotar los aluviones de su territorio, introducir
algunas cuadrillas de esclavos africanos y hacer pueblos dejando señalados los
sitios de los mismos. La colaboración de los indígenas tenía como condición
no ser desposeídos de sus tierras ni ser encomendados a persona particular.29
En 1672, el bachiller Antonio de Guzmán y Céspedes hizo su tercer viaje con
una intención más firme de colonizar; ya tramitaba la exclusividad política de la
región del alto Atrato en competencia con Popayán y Cartagena, pues tenía per­-
miso para introducir ejército y organizar un centro de abastos en Urrao para
futuras expediciones. Con los capitanes de las parcialidades discutió los lugares
de fundación de los pueblos teniendo en cuenta la comodidad de los indíge­-
nas para la agricultura y la de los españoles para la explotación del oro.
Al tiempo, en la década de 1670, entraron al norte chocoano mineros
de Antioquia por la vieja ruta que atravesaba el valle de Urrao, los cuales

29
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española, siglos xvi y xvii,
op. cit. y A. Valencia Llano, op. cit.

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135
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

establecieron pequeños centros de minería de oro, en los ríos Bebará y Neguá,


tributarios orientales del Atrato. Entre tanto, en las poblaciones nuevas se inició
el cobro de tributos en oro a los indios, lo que produjo choques entre payane­-
ses y antioqueños por la jurisdicción del territorio. Los pueblos fundados fueron
San Joshep en la parte media del Atrato, Santiago, sobre el Atrato, entre las
desembocaduras del Andágueda y el Capá, San Pedro sobre el Atrato, abajo
del río Tanandó cerca a Citará, San Juan de Neguá, cerca de la desemboca­du­-
ra del río Nauritá en el Neguá y Nuestra Señora de la Candelaria en la par­-
te alta del río Bebará. A cada poblado se le delimitó su propio resguardo y cada
uno eligió dos alcaldes y un fiscal dentro de sus capitanes, quienes atraerían a
sus gentes para hacer casa en el pueblo y recogerían el tributo.30
A partir de allí, el bachiller vigiló la construcción de iglesias, casas de doc­
trineros y habitaciones de los nativos. El ordenamiento en pueblos y el inicio
de una explotación sistemática de las minas no dejó tranquilo al gobernador de
Popayán ni a la Audiencia; esta última ordenó el retiro del bachiller y la entrega
de la misión en Citará a religiosos de la orden de San Francisco, y a jesuitas en
la provincia de Nóvita.
El ingreso del bachiller trastocó el orden social de los emberas atrateños,
pues estos hasta 1660 tuvieron un poblamiento disperso, vivían de a unas seis fa­-
milias promedio por casa, y había un mayor número de capitanes por menos
gente. Para 1672, al fundarse los cinco pueblos de indios, las gentes asentadas
a lo largo de los ríos Arquía, Neguá, Bebará, alto Atrato y sus afluentes se
organizaron en aquellos, aunque conservaban su territorio mediante resguardos.
Sin embargo, la situación se complicó con la política de los franciscanos pues
estos introdujeron instituciones e implantaron medidas que rompieron con los
pactos establecidos por el bachiller, a saber, la organización de corregimientos, el
servicio personal, altos tributos, la concentración de la población en tres centros
y el uso del castigo físico para el manejo de “los infieles”.
La reacción india a estas políticas no se hizo esperar y adquirió formas
tales como el cimarronismo, las migraciones con sus efectos de dispersión,
la colonización de nuevas áreas, los conflictos interétnicos y las revueltas que
fueron bastante fuertes en este período. En general, la fundación de los pueblos
de 1672 introdujo variaciones en la sociedad indígena, en especial en cuanto a

30
P. Vargas, “La fundación de pueblos en la cuenca alta del río Atrato. Siglo xvii”, op. cit.

*
136
*
Óscar Almario García

la centralización de la autoridad política en cada conglomerado indígena y el


cimarronismo.
Por su parte, según Cháves, el territorio waunana, del bajo río San Juan,
fue “pacificado” alrededor de 1630,31 mas para fines del siglo xvii encontra­-
mos waunanas huyendo de tributos y trabajos forzados y desplazándose a los
ríos del sur de Buenaventura, el Naya, el Yurumanguí, el Micay y el Saija.
La conquista espiritual y la modificación de las relaciones militares por
relaciones de contacto comercial por parte de los españoles dieron lugar a la
incorporación de la frontera minera del Chocó a la Gobernación de Popayán.
Según Alonso Valencia, se pasó de este modo de una frontera militar a una
frontera minera, lo que exigió cambios profundos en las relaciones interétnicas y
en las relaciones entre mineros, negros e indios.32 Ellas se refieren a los fenómenos
de evangelización, organización poblacional en forma de pueblos de indios y a
cambios en la estructura social que permitieron que los españoles nombraran
autoridades indígenas permanentes. Todo ello debilitó provisionalmente la
resistencia indígena, permitió el ingreso de mineros para explotar placeres y
minas, y produjo una mayor presión sobre la población nativa a través de la
reducción de sus territorios de caza, pesca y cultivo. Así, las nuevas exigencias
de tributos y alimentos, para satisfacer la demanda minera, culminaron con la
rebelión indígena de 1684 en la provincia de Citará.
El período 1680-1695 fue de crisis y reconquista, lo que implicó la
instauración definitiva de las instituciones coloniales, al menos en territorio
embera.33 Al mismo tiempo se configuraron reales de minas más estables con
introducción de esclavos y una frontera minera con una economía de enclave
basada en esclavos importados. Este nuevo ciclo minero se inició en 1680
y culminará alrededor de 1800, siendo el período 1680-1730 el de mayor
productividad, como lo indican los estudios de historia económica colonial.34

31
Álvaro Cháves Mendoza, “Grupo indígena waunana”, en: Geografía humana de Colombia. Región
del Pacífico, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992.
32
A. Valencia Llano, op. cit.
33
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española siglos xvi y xvii,
op. cit.
34
Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia: Popayán una sociedad esclavista.
1680-1800, Bogotá, La Carreta, 1979; Zamira Díaz, Oro, sociedad y economía. El sistema colonial
en la Gobernación de Popayán: 1533-1733, Bogotá, Banco de la República, 1994 y Guido Barona,

*
137
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Los indígenas de la provincia de Citará reaccionaron a las políticas de


fundación de pueblos de indios y sometimiento a encomienda y a tributos,
y produjeron dos levantamientos significativos en los años de 1680 y 1684.
Los embera reaccionaron ante el rompimiento del pacto por parte de los
franciscanos y del Teniente Gobernador y aprovecharon cualquier incidente para
manifestar su inconformidad; solicitaron a la Gobernación de Antioquia ante
los malos tratos y las nuevas exigencias económicas, la destitución y expulsión
de los misioneros y del Teniente Gobernador; quemaron el pueblo de Lloró y
bloquearon puertos y caminos para evitar el ingreso de gentes de Anserma y de
Popayán.35
Desde la Gobernación de Antioquia, los emberas fueron reducidos de nuevo
a poblados y se les derribaron sus casas, destruyeron sus rocerías y plantacio­-
nes, para obligarlos a vivir en policía. Se reedificaron iglesias y nombraron nuevos
misioneros. Para 1684 se habían agudizado las tensiones en la provincia de Citará,
en especial en los poblados de Neguá, Lloró y San Francisco de Atrato, debido a
extorsiones, maltrato, traslado de pueblos de indios y presión sobre los mismos.
Los indígenas se rebelaron entonces en 1684 en la provincia de Citará y
mataron 112 personas, la mayoría españoles; también esclavos, indios y pajes que
servían a los primeros, así como cargueros, mozos y niños. Asimismo, robaron
sus bienes, ornamentos, alhajas, ropa, oro, sal, herramientas y esclavas. Las
reacciones de Antioquia y Popayán fueron inmediatas y para 1687 el territorio
estaba de nuevo sometido con escarmientos, se reorganizaron algunos pueblos,
en especial Lloró y Neguá, y mediante “el perdón a los emberas” se establecieron
corregimientos de indios y se tasaron tributos.36
De este modo, desde fines del siglo xvii los embera quedaron sometidos a
una drástica ocupación española, organizados en cuatro pueblos, principalmente
los de Lloró y Neguá, con 247 tributarios en 1688, a los que se agregaron los
negros esclavos que empezaron a ser introducidos por los dueños de minas;
además, se organizó en los noventa, otro pueblo en Arquía y otro en Bebará.


La maldición de Midas en una región del mundo colonial: Popayán 1793-1830, Cali, Universidad
del Valle, 1995.
35
Caroline Hansen, “La rebelión de los citaraes en el Chocó, 1684-1685”, en: Pablo Leyva (ed.),
Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993.
36
Ibíd.

*
138
*
Óscar Almario García

A ellos se sumó el reedificado pueblo de Citará, más tarde llamado Quibdó. En


estas condiciones el sistema colonial en el Chocó funcionó a partir de pueblos
de indios y reales de minas. A su vez, grupos emberas migraron hacia el bajo
Atrato, la Costa Pacífica, El Bojayá, Vigía del Fuerte y Baudó.
Sabemos, también, que el levantamiento de 1684 produjo migraciones
hacia Camugra, El Andágueda, las cabeceras del Atrato, Vichó, Tagachí y el
río Murrí. Los embera migraron dentro de su territorio a los altos cursos de
los ríos, exploraron con los surucos nuevos espacios en los ríos Tagachí, Murrí
y Bojayá, y otros se refugiaron, lo que dio lugar a la conformación de un nuevo
territorio.37
Así, “la pacificación indígena” debió ser obra primero de los misioneros y
luego de las fuerzas españolas, por lo que la explotación de oro en el Chocó sólo
comenzó a hacerse en gran escala a fines del siglo xvii. En 1690 las minas de
Tamaná y el real de Nóvita se habían restablecido, además de otros campamentos
nuevos fundados a los lados de los tributarios orientales de las zonas altas de
los ríos San Juan y Atrato.38
Asimismo, a fines del siglo xvii y comienzos del xviii, grupos embe-
ra desplazados se establecieron en el Darién;39 en el corazón minero colonial, ya
instaurado el sistema de corregimientos en 1687, emberas fueron obligados a
ocuparse de las labores agrícolas, del transporte y de las obras públicas mientras
los esclavos eran concentrados en campamentos mineros.
Con el ingreso definitivo de los españoles al corazón minero colonial, alto
Atrato y alto San Juan, se inicia el segundo ciclo minero, se incorporan esclavos
negros al territorio indígena, se reordena el espacio tradicional indígena y se
reestructuran las relaciones interétnicas y entre indígenas, esclavos y españoles.
Es evidente que asistimos a una desestructuración de las relaciones tradiciona­-
les de las sociedades indígenas, ahora sometidas a encomiendas, pueblos de indios
con resguardos y tributarias de los centros mineros. Los tradicionales límites

37
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española, siglos xvi y xvii,
op. cit.
38
Robert C. West, La minería de aluvión en Colombia durante el período colonial, Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, 1972.
39
Reina Torres de Arauz, “Estudio etnológico e histórico de la cultura chocó”, Centro de
Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Panamá, Panamá, núm. 1, 1966.

*
139
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

interétnicos40 son ahora sustituidos de modo más radical por una transfiguración
étnica41 que implica cambios ecológicos, tecnológicos, socioeconómicos e
ideológicos en el espacio indígena tradicional. Con ello se producen, en medio
de formas de resistencia e identidad, secuencias de integración progresiva de
las sociedades indígenas y negras a la sociedad colonial que alteran el hábitat, la
demografía y los estilos de vida. Unos grupos serán extinguidos por las en­fer­-
medades y los cambios en las actividades económicas, sociales y menta­-
les; otros se aislarán y buscarán, de manera dispersa, reconstruirse o sobrevivir,
otros mantendrán un contacto intermitente bajo las formas de una frontera móvil
y otros tendrán un contacto permanente o serán integrados completamente al
nuevo ordenamiento colonial.42
Después de casi dos siglos de exploraciones, fundaciones efímeras, guerras
a muerte y políticas misionales, el dominio colonial pudo establecerse en las
provincias de Nóvita y Citará con énfasis en el alto Atrato y el alto San Juan
donde con reales de minas y pueblos de indios se configuró un sistema de
explotación del oro, para sostener la Gobernación de Popayán y extraer riquezas
para la Corona.
Por otra parte, el impacto colonial sobre la sociedad cuna fue diverso.
De una parte, la dominación española sobre los embera en el corazón minero
colonial presionó a su vez sobre los territorios cunas del medio Atrato y los
obligó a migrar hacia el norte. Unos y otros debieron migrar, lo que dio lugar a
la configuración de una frontera militar fluida durante más de cien años entre
emberas y cunas en el río Atrato. Las migraciones cunas se produjeron hacia el
este y oeste del río Tanela, hacia el río Tuira y la Costa Atlántica hasta la punta
de San Blas y hacia el este hasta el río Sinú. Así, los cunas perdieron territorios
en el Atrato, deshicieron centros poblados y también se expandieron hacia el río
Chucunaque y los dos litorales. Con ello, de otra parte, los cunas, al conformar
territorios en el litoral, tuvieron una posición estratégica para relacionarse con
los europeos de otras nacionalidades con quienes aunaron esfuerzos en contra

40
Patricia Vargas, “Fronteras fluidas y de dominación en el río Atrato”, en: Guido Barona y Francisco
Zuluaga (comps.), Memorias 1er Seminario Internacional de Etnohistoria, Cali, Universidad de
Valle, 1995.
41
Darcy Ribeiro, Fronteras indígenas de la civilización, México, Siglo XXI, 1977.
42
Ibíd.

*
140
*
Óscar Almario García

de los españoles, y constituyeron un centro de intercambio y contrabando en el


golfo de Urabá y los territorios circundantes.
El golfo de Urabá fue débilmente controlado por los españoles, lo que
atrajo a otras naciones europeas, las cuales buscaron atacar desde allí la flota
que transportaba el oro y la plata desde Portobelo. Asimismo, entre 1698 y
1700 se establecieron escoceses en el Darién, se asentaron franceses con mo­
delos agrícolas de siembra de cacao y asecharon permanentemente piratas
y bucaneros holandeses, franceses e ingleses, y salteadores que se escondían
entre los manglares, con fácil acceso a Portobelo, Tolú o Cartagena. Con ellos
se aliaron los cunas para practicar el trueque de fusiles ingleses, pólvora seca y
aguardiente (brandy) por manatí, carne de tortuga carey y plátanos. En Santa
Fé de Antioquia y su cabildo, se sabía de incursiones permanentes que podían
llegar a la capital desde 1680, lo que causó tensiones y exigió el mando de tropas
en algunas ocasiones. Santa Fé de Antioquia debió estar en alerta permanente
a lo largo de su frontera occidental durante el siglo xviii, pues continuamen­-
te se rumoraban invasiones de piratas ingleses.43
La Corona cerró el tráfico del río Atrato desde 1698 y por casi un siglo,
buscando eliminar el contrabando, en especial la exportación ilícita de oro desde
las minas de Antioquia y el Chocó. Sin embargo, su efecto fue contraproducente
pues alentó las actividades de contrabando frente a la impotencia de las
autoridades españolas, las cuales poco pudieron lograr con la instauración de
los vigías o fuertes en el Atrato; sólo se produjeron alzas de precios en artículos
de ferretería y telas españolas.
Empero, dentro del proceso de transición de modalidades militares a
misionales por parte de la Corona española, también los cunas, cuevas y mon­
guineras hicieron parte de estas políticas; tales modalidades reordenaron sus
tradicionales patrones de poblamiento, en especial en el río Tuira y en la zona
actual de Bahía Solano; y en el último caso, el de los monguineras, casi produjeron
la extinción de sus pobladores.
A comienzos del siglo xvii, al noroccidente de los territorios cuna, Panamá
era centro de la Audiencia que cobijaba parte de Centroamérica; contaba
con ocho mil habitantes en su centro urbano, entre españoles, extranjeros y

43
J. Parsons, op. cit.

*
141
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

esclavos. Su principal actividad era el comercio de cacao traído de Guayaquil,


vino de Lima, azúcar de Nazca y harinas de Nicaragua; tenía comunica­-
ción con Cartagena y Buenaventura y poseía haciendas ganaderas y aserríos con
negros esclavos. En su jurisdicción existieron tres pueblos cuevas repartidos en
encomiendas, Chepo, El Rey y Taboga. Entonces se proyectaba integrar los
territorios cunas del río Tuira de la zona del Cabo Corrientes; al suroccidente
de la ciudad se encontraba el presidio de Boyano, un puesto de guerra con los
cunas. En este contexto se desarrolló una misión de agustinos descalzos desde
Cartagena para poblar y adoctrinar a los cunas, lo que fue demandado por
el presidente de la Audiencia de Panamá por instrucción de Cartagena y la
Gobernación de Tierra Firme, que abarcaba el litoral Pacífico. Por ello, aquel
envió al río Tuira a Fray Adrián de Santa Inés en 1637, quien organizó tres
pueblos –San Enrique, Santo Tomás y San Jerónimo– los cuales fueron la base pa­-
ra el posterior establecimiento de los reales de minas en el río Tuira.44
Por los años 1630-1640, los franciscanos extendieron su misión a Jella
(actual Bahía Solano), donde en el siglo xvi se encontraba la gente de Birú o
monguineras. Allí, las misiones organizaron cuatro pueblos con dos mil ha­-
bi­tantes cada uno. Por el contacto con españoles y la concentración de la
población, las epidemias arrasaron con la mayoría de los indígenas; los pocos
que quedaron asesinaron a los misioneros, con lo que concluyó la misión y el
entramado social de los monguineras se debilitó. Sobre estos territorios casi
abandonados se iniciará a fines del siglo xvii un poblamiento de la región por
los emberas, expulsados por la colonización española del alto Atrato y del alto
San Juan. Asimismo, durante el siglo xviii, negros libres y cimarrones coparán
parte de estos territorios extensivos hasta el Baudó.
La Gobernación de Antioquia buscó desde el siglo xvi salidas al mar del
norte y el golfo de Urabá. En 1596 fundó el poblado efímero de San Agus­-
tín de Ávila cerca a la desembocadura del Atrato y el viejo sitio de Santa Ma­ría
la Antigua. En 1618 y 1622 se produjeron asentamientos provisionales de
gente de Antioquia en Urabá o el Darién. Entre 1626 y 1633 una misión evan­
gelizadora proveniente de Cartagena, la del agustino Antonio de la Cruz, trabajó
con éxito entre los remanentes de urabaes. Se fundó Santa Ana –en la aldea

44
Ibíd.

*
142
*
Óscar Almario García

actual de pescadores, Damaquiel– y juntaron 1.200 indios en quince pueblos,


convertidos a la fe católica. Esta “pacificación” se extendió dieciséis leguas hacia
el interior por los valles de los ríos San Juan y Mulatos y hacia el occidente
hasta la costa de Urabá donde se restableció por poco tiempo San Sebastián de
Buenavista. En 1629 esta misión recibió el respaldo especial de la Santa Sede
hasta que en 1635 se rebeló el cacique Juan Morrongo. Los misioneros fueron
asesinados y los pocos españoles sobrevivientes huyeron a Cartagena.45
Entre 1557 y 1775 se organizaron, desde Antioquia, nueve expediciones al
Chocó en los años de: 1570, 1639, 1640, 1670, 1676, 1684, 1711. La situación
llegó a tal punto que cuando se autorizó la fundación de Medellín (1670), una
de las condiciones fue que los habitantes contribuyeran a la reducción de los
indios del Chocó y que el producto de la venta de los cargos públicos en el
Valle de Aburrá se destinara a este fin. Al bajo Atrato, hasta su desembocadura,
se dirigió una expedición en 1676 al mando del gobernador Bueso de Valdés
y en ella demarcaron por vez primera el río y lo navegaron. Una segunda
expedición fracasó por influencia del gobernador de la provincia de Popayán,
quien reclamaba el dominio sobre ese territorio.46 La intensificación de las
acciones para colonizar y explotar las minas del territorio chocó por parte de
los españoles de Santa Fé de Antioquia se debió a la frontera de guerra que los
emberas mantenían con la ciudad, al declive de la producción minera en Buriticá
y a la merma demográfica de los catíos. En 1666, la Corona, por cédula real,
impulsó la “pacificación” de los chocó y facilitó su delegación a los gobernadores
de Popayán, Antioquia y Cartagena, con las promesas de agregar territorios a
cada gobierno. Esto creó conflictos de jurisdicción entre Antioquia y Popayán
en la cuenca del río Atrato. Finalmente, Popayán lograría influencias sobre la
cuenca del San Juan y Santa Fé de Antioquia sobre la cuenca del Atrato, la que
fue nominada provincia de Citará por los españoles.47
Los efectos del impacto colonial entre los noanamás o waunanas parecen
ser menos drásticos que los ocurridos a los emberas y cunas. Estas sociedades,
una de las menos estudiadas hasta hoy, debió sostener con tributos y alimentos

45
Ibíd.
46
Ibíd.
47
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española siglos xvi y xvii,
op. cit.

*
143
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

la ya mencionada ciudad de Toro hasta su retiro del río Ingará y su traslado


al valle del río Cauca en 1594, debido a los ataques de indios noanamás, ci­
rambiraes, chancos, chocoes, tootumas y tatamaes sobre encomiendas y minas.
El gobernador Melchor de Salazar logró penetrar en 1537 los territorios del
río San Juan donde habitaban los noanamás. También alcanzó a introducir
treinta negros, abrió nuevas minas y extrajo buenas cantidades de oro. Desde el
punto de vista económico obtuvo buenos resultados pero fracasó militarmen­
te, pues perdió cuarenta soldados y quedó malherido. No obstante, afectó con
epidemias de viruela a los waunana lo que los diezmó considerablemente.
Continuó la resistencia de estos y su presión por expulsar los pocos españoles
introducidos, lo que se vio respondido con la abolición de la Goberna­-
ción del Chocó. Incorporado el Chocó a la Gobernación de Popayán, se hicieron
expediciones que produjeron el sometimiento de ingaraes y tootumas, y su
reparto en encomiendas. En cambio noanamás y emberas siguieron resistiendo
al establecimiento español, aunque el gobierno de Popayán envió dos misioneros
jesuitas en 1624, los que durante diez años ejercieron allí su labor. No obstante,
los territorios del bajo San Juan siguieron siendo por selvas y ríos, zonas de
refugio de los indígenas.48 Los ataques y asaltos de indígenas fueron aún más efi­-
caces cuando se confederaron chocoes y pijaos, con cuya guerra sistemática
obligaron el traslado de la ciudad de Cáceres en 1600 al sitio que hoy ocupa la
población de Roldanillo. La resistencia indígena de tatamaes y otros indios del
Chocó fue de tal envergadura que fracasaron trece expediciones en el siglo xvi
(1513-1597) y doce en el siglo xvii (1606-1686), originadas en Santa María
la Antigua, Anserma, Buga, Cali, Toro, Popayán, Cartago y Pasto, sin contar las
provenientes de Panamá, Santa Fé de Antioquia y Cartagena.49
Las urgencias por conquistar y explotar el Chocó eran tales que la Go­
bernación de Popayán decidió en 1605 penetrarlo no por tierra sino por mar.
En un pequeño barco, el capitán Cristóbal Quintero salió con cuarenta soldados
a descubrir las tierras del río Noanamá y luego viajaron otros para abrir minas;
no contaron con la colaboración de los indios para el laboreo de minas ni con

48
Á. Cháves Mendoza, “Grupo indígena waunana”, op. cit. y E. A. Ulloa Cubillos, “Grupo indígena
los embera”, op. cit.
49
A. Valencia Llano, op. cit.

*
144
*
Óscar Almario García

oposiciones porque las relaciones de contacto militar las cambiaron por las de
tipo comercial ofreciendo artículos españoles, mantas, cuchillos y machetes a
los cirambiraes. Al tiempo, estas entradas se vieron favorecidas por las guerras
interétnicas que se libraban entre grupos indígenas, en parte por la presión
militar española en zonas cercanas, y en parte, porque de vieja data lucha­-
ban por recursos, gentes y territorios.
Por tales motivos, los cirambiraes pidieron ser defendidos por los españoles
ante indígenas que les hacían la guerra y podían quitarles mujeres e hijos. En
este contexto, los españoles pudieron explotar el real de minas de Nóvita.
Sabedores en la Gobernación de Popayán y en la Audiencia de Santa Fe de
las riquezas del Chocó, pero enfrascado el Gobierno colonial en la eliminación
definitiva de los pijaos, sólo en 1628, Martín Bueno de Sancho logró someter
a seiscientos indios a través de alianzas con caciques y contactos comerciales
en el río San Juan, llegando hasta la provincia de los citarabiraes y a Toro. Con
ello, Bueno de Sancho negoció una capitulación con el Gobierno de Popayán
para conquistar y colonizar el Chocó y para explotar sus minas introduciendo
esclavos negros. Aceptada ésta, se asoció a una operación de conjunto para
incorporar los territorios chocoanos a la Gobernación, la cual partiría de Cali
por el río San Juan, de Pasto hacia los barbacoas y sindaguas, de Cartagena hacia
el norte chocoano y del valle del Cauca hacia el centro del Chocó. Con fraca­-
sos casi totales, las expediciones no pudieron con la capacidad de resistencia
de los indígenas.50
Entre las décadas del sesenta y setenta pudieron ser sometidos los chocoes,
emberas y waunanas quienes controlaban el tránsito entre Cali y Buenaventura,
cuando los otros grupos indígenas de la vertiente de la Cordillera Occiden­-
tal cercanos al valle, se desplazaron tierra adentro. Pero así como en Santa Fé de
Antioquia, la labor misionera del presbítero Antonio de Guzmán y Céspedes
fue decisiva para someter a los indios, los sacerdotes franciscanos comandados
por el padre Juan López García –encargado de la conversión de los indios de la
villa del Anserma– hicieron otro tanto en el sur y centro del Chocó, desde 1675.
Sin embargo, y aunque ingresaron doce franciscanos al mando de Don Miguel

50
Enrique Ortega Ricaurte y Ana Rueda Briceño (eds.), Historia documental del Chocó, vol. 24,
Bogotá, Editorial Kelly, 1954.

*
145
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de Castro Rivadeneira para el adoctrinamiento y ordenamiento de pueblos de


indios, sobresalieron las usurpaciones de curatos por riquezas auríferas, el
excesivo cobro de tributos a los indios y su explotación como fuerza laboral en
campos de cultivo. En 1679, una cédula real ordenó al gobernador de Popayán
apoyar el envío de sacerdotes al Chocó reiterando que los indios evangelizados
no podían repartirse en encomiendas ni se les podía cobrar tributos hasta pasados
diez años de su evangelización y con previo permiso real.
Como en el caso de Antioquia, al ingresar los franciscanos exigidos por la
Go­bernación de Popayán, estos se apoyaron en soldados que garantizaban
el nuevo orden establecido y el sometimiento de los indígenas. Organizadas
las misiones de este modo, la incorporación de la frontera militar del Chocó
quedaba asegurada. Se trataba entonces de vincular económicamente la zona
desde Antioquia y Popayán, mediante la apertura de una frontera minera basada
en reales de minas con mano de obra esclava y en pueblos de indios, abastecedores
de alimentos básicos para los primeros y sus propias comunidades.
A fines del siglo xvii, ante los excesivos tributos y los trabajos forzados,
grupos de waunanas se desplazaron de nuevo hacia los ríos del sur de Buenaven­
tura: el Yurumanguí, el Naya, el Micay y el Saíja. Así, al comenzar el siglo xviii
encontramos waunanas en esos ríos, en el bajo San Juan y sus afluentes, en los
ríos Dagua, Anchicayá y Raposo;51 y migrantes waunanas en territorios cunas
entre el Cabo Corrientes y Juradó.
A fines del siglo xvii, la cuenca media y baja del río Atrato era independiente
del imperio español, aunque en ella se produjeron drásticos cambios territoria­
les por la presión del imperio sobre emberas en el alto río San Juan y alto
río Atrato; por el efecto de este fenómeno sobre los cunas del medio y bajo
Atrato, por las migraciones emberas al Baudó, Pacífico, medio y bajo Atrato,
y territorios catío y chamí. Para entonces, algunos grupos emparentados con
la tra­dición cuna se habían extinguido y mestizado con los pocos cuevas, catíos,
monguineras y burumias. Por su parte, los tule del río Tuira se encontraban en
proceso de integración a los reales de minas instaurados en su cuenca, aunque
la mayoría de su población –de gran ascendencia guerrera y comercial– era
reacia a la ocupación española y se había aliado en ocasiones con los ingleses

51
Á. Cháves Mendoza, “Grupo indígena waunana”, op. cit. y E. A. Ulloa Cubillos, “Grupo indígena
los embera”, op. cit.

*
146
*
Óscar Almario García

y franceses para obtener ganancias del contrabando de oro y de productos


extranjeros. En el alto río Atrato, una parte de los embera quedó integrada a
la colonia minera después de la rebelión de 1684 y su represión en 1687; los
demás, así como los señalados anteriormente, vivieron independientemente o
en contactos intermitentes con los centros urbanos españoles que no pasaron
de ser reales de minas relativamente organizados.
Para el avance de la ocupación y colonización españolas, la superposición
de territorialidades jugó un papel decisivo, pues se buscó darle legitimidad a
ordenamientos territoriales que se oponían a las regiones históricas y culturales
de las sociedades indígenas, lo que creó conflictos interétnicos y con el imperio
que se seguirán expresando en los futuros proyectos impulsados por las élites
coloniales y republicanas.52

La transición del siglo xvii al xviii, entre la libertad y la esclavitud:


dominio payanés en el corazón minero colonial y resistencias étnicas

Asistimos, en el tránsito del siglo xvii al siglo xviii, a un proceso de trans­


formación de una frontera militar en una frontera minera, lo que producirá
cambios radicales en el ordenamiento demográfico, territorial y económico de
la Gobernación de Popayán y tendrá efectos significativos sobre las sociedades
indígenas. Como hemos señalado, las fronteras interétnicas tendrán profundos
cambios, así como las relaciones entre nuevos actores; mineros blancos, indígenas
y esclavos negros, y más tarde, libres de todos los colores pero con predominio
de los descendientes de esclavos africanos y criollos. Las modificaciones de las
relaciones interétnicas están referidas a la introducción de esclavos africanos y a
su organización en campamentos mineros, a la fundación de pueblos de indios
con los consecuentes fenómenos de evangelización, cambios en su tradicional
estructura social, nombramiento de autoridades indígenas centralizadas, la
irrupción de indios ladinos y el sometimiento a tributación permanente. Con
ello, las tácticas de resistencia indígena bajo formas de organización segmentaria
variaron totalmente e incorporaron a los indios como vasallos del rey de España;
y abastecedores de alimentos de españoles y negros, habitantes de los reales de

52
P. Vargas, Los emberas y los cunas: Impacto y reacción ante la ocupación española siglos xvi y xvii,
op. cit.

*
147
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

minas. Debilitada la estructura comunitaria indígena y aislados los aborígenes en


pueblos de indios especialmente en el centro del Chocó, los españoles ingresaron
masivamente para explotar por más de un siglo (1680-1800), minas y placeres,
sometiendo gran parte de la población nativa y reduciendo sus territorios de
caza, pesca y cultivo. Después de la rebelión de 1684 y de la política de tierra
arrasada de 1686-1687, el establecimiento español se hizo más sólido en el
Chocó y aunque las resistencias indígenas y las rebeliones esclavas no estuvieron
ausentes, la Gobernación de Popayán logró una abundante producción aurífera
que le permitió vivir sin mayores sobresaltos durante el siglo xviii.
No obstante, el Chocó, como señala Germán Colmenares,53 “tierra de nadie”,
conservó siempre su carácter fronterizo, a tal punto que, en 1713, después de
su reducción definitiva, su poblamiento era precario y a pesar de sus ingentes
riquezas no tenía Cajas Reales, hasta que fue instalada una ese año, en San Felipe
de Tatamá. Nóvita que había sido fundada en 1601, para 1731 era asiento del
cura y el gobernador con un real de minas, veinte casas, una fábrica de madera
y paja, sin vecinos que establecieran república, porque eran trashumantes y
los únicos que tenían residencia eran los mineros en sus entables en medio de
montañas incultas.54
Después del primer ciclo minero del Nuevo Reino de Granada entre
1550 y 1630, el segundo, entre 1680 y 1800, se centró en Nóvita, Citará, Ra­
poso, Barbacoas, San Francisco de Naya, Iscuandé, Timbiquí y Caloto en
la Gobernación de Popayán; y Guarne y Santa Rosa en Antioquia. Este ci­-
clo empleó, en la Gobernación de Popayán, casi exclusivamente mano de obra
esclava africana, por lo que estuvo asociado más estrechamente a los sucesivos
asientos que garantizaban el tráfico de los esclavizados africanos. Para 1711 la
población esclava del Chocó fue de 1.000 habitantes, la que pasó a cerca de 4.000
en 1738, lo que revela el incremento de las riquezas mineras, la introducción de
esclavos y el peso de los grandes comerciantes en la trata desde Cartagena. En
1711 había cuarenta propietarios de cuadrillas en el Chocó, y en 1759 cincuenta
y seis propietarios disponían de 4.237 esclavos. En el primer caso quince poseían
más de veinte esclavos y en el segundo más de cuarenta.

53
G. Colmenares, Historia económica y social de Colombia: Popayán una sociedad esclavista. 1680-1800,
op. cit.
54
Ibíd.

*
148
*
Óscar Almario García

Para el siglo xviii, según Sharp (1976),55 en el Chocó, la población negra


iba en crecimiento o era al menos estable y no fue diezmada de modo semejante
a la de las poblaciones antillanas o brasileñas. Sin embargo, el crecimiento de
la población esclava entre 1711 y 1770 se debió a permanentes compras de es­-
clavos, aunque el crecimiento experimentado entre 1759 y 1782, es decir 2.800
esclavos (el 2,2% anual), debía atribuirse, según Colmenares, en gran parte al
crecimiento vegetativo de la población. El proceso de criollización de los es­
clavizados es un tema pendiente de nuevos estudios. Así, la población negra en
el Chocó pasó de 4.750 esclavos en 1759 a 5.756 en 1778, o sea que creció a una
tasa del 1,6% anual, mas entre 1782 y 1808 disminuyó debido más al traslado
de cuadrillas enteras a la Gobernación de Popayán (a otros frentes mineros)
que a la depauperación demográfica o a la frecuencia de manumisiones como
lo propone Sharp. Para 1782 hay 7.000 esclavos en el Chocó y allí se inicia
el descenso, debido a que no sólo no se introducen más bozales sino que hay
problemas para abastecer tanto esclavo y además está decayendo la producción
minera. Con estos datos podemos tener una primera percepción acerca de los
cambios que se producirán en los ejes de la colonia a la república y el tránsito de
Nóvita a Quibdó como centro republicano, el cual será a su vez eje demográfico,
administrativo, económico y político.
La lucha y disputa por el territorio chocoano parecería culminar en el
siglo xviii, una vez los mineros de la Gobernación de Popayán lograron con
modalidades misionales y militares asumir el control del corazón minero de
las provincias del Citará (Atrato) y de Nóvita (San Juan) convertidas ahora en
un territorio autónomo bajo la dirección de la nueva Gobernación del Chocó
en 1726, separada de Popayán. Sin embargo, el eco y el conocimiento de las
riquezas del Chocó mantuvo la atención y las entradas de otros interesados,
especialmente por el río Atrato desde el golfo de Urabá y Cartagena, por el
valle del Penderisco desde Santa Fé de Antioquia y por el bajo San Juan desde
el valle del río Cauca y el sur de la Gobernación de Popayán.
Evidentemente, la minería del oro y el ingreso de mineros de Popayán
y de Antioquia con cuadrillas de esclavos, se convirtieron en los motivos que
dinamizaron la economía extractiva y dieron lugar a un nuevo orden en el

55
William F. Sharp, “La rentabilidad de la esclavitud en el Chocó, 1680-1810”, Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, 1976.

*
149
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Chocó, orden que a su vez implantó nuevas reglas de juego en las relaciones
entre comunidades e imperio. Veamos estos procesos en las subregiones o
“países” que se vislumbraban ya a fines del siglo xvii: en el bajo Atrato asociado
a Cartagena, Panamá y Antioquia; en el bajo San Juan entre el Sipí y sus bocas
hasta el Usarragá, incorporando el conjunto de ríos que cae al Pacífico en este
trayecto; en el Baudó y sus serranías conducentes al Darién con sus territorios
del litoral, y en el alto Atrato y alto San Juan.
El bajo Atrato (Darién), desde cuando Cartagena fue erigida por el imperio
español en el puerto oficial del Atlántico, se convirtió en un lugar de contraban­do;
aunque ya desde 1537 en carta de Vadillo al Rey, le manifestaba que en el bajo
río Darién, el valle de los ríos Sucio, Urabá y Sinú “todo es una contratación”
especialmente de oro. Durante el siglo xviii, al cerrarse el río Atrato por la
Co­rona, se amplió con ello el sistema de contrabando; se incrementaron las in­-
vasiones de extranjeros no españoles –especialmente ingleses– que llegaron
incluso a conmover a los vecinos de Santa Fé de Antioquia; y tuvieron un de­
cisivo papel los indígenas cunas en el comercio con extranjeros donde hubo
tal vez tres mil familias dispersas por la costa del Darién al norte del Atrato,
dirigidas por doce caciques. Los cunas llegaron incluso a atacar con armas
inglesas y en pequeños grupos en la región del Atrato y el Sinú a los odiados
y destartalados fuertes (vigías) de españoles. En informes españoles de 1761 y
1763 se señala el considerable comercio de contrabando en esta zona, a pesar
de la imposición de la pena de muerte por parte de la Corona. Al parecer, la
ruta del río León a Antioquia era bien conocida por los contrabandistas quienes
empleaban veinte días en el recorrido (eran dieciséis leguas, ocho por río y
ocho por caminos de herradura) e introducían mercancías compradas a barcos
extranjeros; otra parte del contrabando con destino al alto Cauca subía por el
Atrato y en su cabecera se transbordaba para ser llevado por tierra a Cartago
y a Cali. Asimismo, contrabandistas de Cartagena y Panamá se daban cita en
el golfo y cuatro buques holandeses anclados en 1730 en la culata del golfo,
durante seis meses, partieron, al parecer, con 12,5 arrobas de oro.56
Como señalamos, la Corona cerró el paso por el Atrato entre 1698 y 1789
para eliminar el contrabando y así evitar la exportación ilícita de oro desde las

56
J. Parsons, op. cit.

*
150
*
Óscar Almario García

minas del Chocó y Antioquia. Al resultar contraproducente, como hemos vis­-


to, el Atrato se abrió primero al tráfico limitado a los comerciantes de Cartagena
en 1783, pero los cunas no favorecieron la liquidación del contrabando y lo
siguieron haciendo aún en el siglo xix.
Entretanto, en el siglo xviii los franceses fueron los extranjeros que más
visitaron la región y empezaron a colonizarla entre el sitio donde estuvo San
Sebastián de Buenavista y el río Turbo. En 1740, la mayoría de los sesenta
extranjeros de la zona eran calvinistas franceses, los que se dedicaron al cultivo
del cacao y se mezclaron con indígenas cunas; más en 1757, en una sublevación
provocada por ingleses y apoyada por indios miskitos, fueron asesinados 87 de
170 colonos que vivían entre el golfo de Urabá y el archipiélago de San Blas.
Los que escaparon se dirigieron al valle del Sinú. En 1761 se sabe que había
en la costa de Urabá 73 propiedades sembradas de cacao con 105.800 árboles
y algunas de tabaco, las que quedaron en manos de los cunas. En este contexto,
la Corona no estuvo totalmente ajena a los sucesos, y para combatir a los con­
trabandistas y controlar a los indígenas, en 1784 estableció cuatro pueblos
fortificados, tres en el Darién, Mandinga, La Concepción y Caledonia y uno
en Urabá –San Carlos de Caimán–. Sin embargo, en 1791 y 1792 las fortalezas
fueron abandonadas.57
Mientras cunas y extranjeros habitaron la región en el siglo xviii, Antio­-
quia, Popayán y Cartagena mantuvieron expectativas sobre el bajo Atrato y
el golfo de Urabá. Además, con el aparente cierre del Atrato por un siglo, el
do­mi­nio sobre la zona bajó de tono más no de interés; éste sería reavivado en el si-
glo xix. Entretanto, los cunas controlaron el territorio y compartieron tensa­
mente algunas zonas con emberas huidos del corazón minero colonial en el
alto Atrato y alto San Juan, en las cabeceras de las nuevas provincias de Citará
y Nóvita.
El siglo xviii podría caracterizarse como el siglo del establecimiento de
la dominación colonial mediante la organización de un modelo de explotación
económica accionado por esclavos africanos e indígenas emberas bajo la direc­
ción de las élites blancas apoyadas en burócratas y religiosos, y en capataces
administradores de los entables mineros. Sin embargo, y aunque el peso del

57
Ibíd.

*
151
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

modelo es de una realidad indiscutible, no obstante se produjeron al tiempo


fenómenos de resistencia y modalidades de funcionamiento caótico que nos
permiten caracterizar este siglo como un período de lucha entre la esclavitud
de negros africanos y otras formas de coacción, tales como indios bajo sistemas
de tributación y trabajo, de una parte, y la libertad y sus diversas expresiones:
automanumisión, cimarronismo, sublevaciones, recompensas por servicios y
blanqueamiento.58 Además de éstas, dentro de los procesos de la vida cotidiana
y por razones de eficacia en el trabajo, patrones de rentabilidad y sicología social,
se produjo un fenómeno denominado de “libertad transitoria”59 que facilitó la
explotación minera y el mejoramiento de los niveles de libertad de los esclavos,
aún bajo el sistema de cuadrillas.
El siglo xviii es también un período decisivo en el reordenamiento te­
rritorial del Chocó debido a la introducción de cuadrillas de esclavos africanos
desde 1689; a la fundación de pueblos de indios con la respectiva concentración
de gente embera de diversos lugares en resguardos, con las correspondientes
exigencias de tributos y las reacciones expresadas en migraciones, y al ingreso de
funcionarios, comerciantes y eclesiásticos con sus efectos sobre unas sociedades
distintas en sus cosmovisiones y actitudes.
Los ejes de este reordenamiento fueron Citará (Quibdó) en el Atrato y
Nóvita en el San Juan, ambas, cabezas de las nuevas provincias de la Gobernación
del Chocó, creada en 1726. Nóvita se constituyó en la provincia más importante
de explotación aurífera por la riqueza minera en las áreas de sus ríos y por la ma­-
yor concentración de esclavos en los reales de minas. En ella, el peso de los
mineros de Popayán, Cali, Cartago y Anserma fue preponderante; en menor

58
Sergio Mosquera, De esclavizados y esclavizadores en Citará. Ensayo etnohistórico, Medellín,
Promotora Editorial de Autores Chocoanos, 1997.
Orián Jiménez, “Baudoseños, convivencia y polifonía ecológica” [Tesis de Grado, Departamen­-
59

to de Historia, Universidad Nacional de Colombia], Medellín, 1996 y “La conquista del estómago:
viandas, vituallas y ración negra, siglos xvii-xviii”, en: Adriana Maya (ed.), Geografía humana
de Colombia: Los afrocolombianos, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1998.
En este último texto el autor sostiene que: “Una vez se les dejaba en libertad transitoria mediante
el sistema de auto-alquiler, o esclavos dados en jornal, los esclavistas no se veían en la obliga­-
ción de suministrarles ningún alimento. Con ello las ganancias de los dedicados a la esclavitud
eran mayores pues, además de que se libraban de la manutención, recibían diariamente cierta
cantidad de ‘tomines de oro’ de manos de sus ‘esclavos’ –según las costumbres de los países donde
se desarrollara– por el beneficio de este sistema”; pp. 232-233 [la cursiva es del autor].

*
152
*
Óscar Almario García

medida, los mineros de Santa Fé de Antioquia se dirigieron a los tributarios del


alto Atrato (Capá y Andágueda principalmente) y tuvieron una mayor presencia
en la provincia de Citará. Sin embargo, mineros de la Gobernación de Popa­
yán en el alto Atrato y cunas asociados a extranjeros en el bajo Atrato pero con
conexiones en el corazón minero colonial, lograron competir con los de Santa Fé
de Antioquia por el oro, explotándolo en parte los primeros y usándolo para con­-
trabando los segundos.
Dentro de este reordenamiento territorial, emberas y en menor medida
noanamás fueron sometidos a tributos y producciones agrícolas de plátano, maíz
y caña de azúcar principalmente, para sustentar la mano de obra esclava en la
explotación del oro. Ello produjo impactos en estas sociedades y desplazamientos
que presionaron y chocaron con sociedades vecinas, lo que reordenó fronteras
interétnicas entre emberas, cunas y catíos en el medio y bajo Atrato, produjo
dispersión, migraciones emberas y cimarronismo hacia el Baudó, el Pacífico y
afluentes del Atrato medio y bajo (Bojayá), y migraciones de waunanas hacia
los ríos Dagua, Anchicayá y Raposo y hacia Panamá, el río Micay y al sur. Estas
nuevas realidades debieron incidir en la caída demográfica de la población
indígena. El desplazamiento de los hábitats tradicionales indígenas, el ingre­-
so de la población esclava en su reemplazo en algunas zonas, las nuevas formas
de ordenamiento y trabajo indígenas y la diezma producida por enfermedades
fruto del contacto con los españoles, llevaron a que a fines del siglo xviii el nú­
mero de indígenas censados fuese excesivamente bajo: 1.659 en la provincia de
Nóvita y 3.755 en la provincia de Citará en 1778, si se tiene en cuenta que los
datos demográficos de 166060 eran del orden de 60.000 habitantes en el Chocó,
y en 1768 la población indígena del Chocó (citarás y noanamás) se estimaba
en 36.000 habitantes.61
Tal como hemos señalado, el asentamiento colonial se realizó en la zo-
na mi­nera más rica, donde había una mayor densidad de población indígena y
una mayor concentración de esclavos negros. Por ello, en el centro del Chocó
(alto Atrato y alto San Juan) se produjo el mayor número de centros poblados,
y en menor medida en el Baudó, el bajo San Juan, bajo Atrato y Costa Pacífica.

60
W. F. Sharp, op. cit.
61
M. Pardo Rojas, “Bibliografía sobre indígenas Chocó”, op. cit.

*
153
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Murrí fue fundada en 1711, más tarde Tadó en 1715, Condoto en 1758 y Beté en
1765. Sin embargo, se fue produciendo durante el siglo xviii un desplazamiento
lento de negros libertos, cimarrones y manumisos e indígenas hacia zonas de
refugio de los territorios mencionados, donde vivieron de la pesca y la agricultura,
principalmente.62
Solamente Quibdó y Nóvita se convirtieron en centros de poblamiento
más permanente y estable; eran a la vez centros administrativos rodeados de
campamentos mineros sobre los cuales tuvieron jurisdicción política, religiosa
y económica. Estos centros dependían a su vez de Popayán, el eje jurisdiccional,
centro de gobierno y sede episcopal. Podría afirmarse que tanto los centros
mineros principales (Quibdó, Lloró, Sipí y Nóvita) como los demás –aún los úl­-
timos fundados del siglo xviii: Condoto y Tadó (1785)– se situaron en las vegas
de los ríos y eran de reducida extensión. Sus abastos principales fueron el cerdo,
la carne salada de res, mieles, aguardiente, menestras y harinas traídas de las
provincias de Cali, Buga, Cartago y Anserma; cacao, carne de monte, pescado,
azúcar, plátano y maíz eran producidos predominantemente por indígenas;
las harinas y ropa eran traídas de Cartagena por el río Atrato. Con esta base
alimenticia, cuando fue eficiente, los entables mineros con unidades de cuadrillas
lograron ser altamente productivos, en especial entre fines del siglo xvii y 1730,
ya que en el resto del siglo xviii la producción fue menor pero estable.63
En el corazón minero colonial, el proceso que va entre 1680 y 1800 produjo
en buena medida una variación de los tradicionales patrones de poblamien­to
embera y de su sistema socio-político segmentario. La subregión se pobló en
las zonas auríferas ribereñas por pobladores negros, libres y esclavos, prefe­
rentemente; y en las partes altas y medias de los ríos por pobladores indígenas.
Si bien, en ambos casos, los asentamientos fueron pequeños, el proceso de po­
blamiento y de despoblamiento –por lo efímero de algunos y los traslados de
otros– fue continuo e itinerante. El nuevo orden, de “una sociedad netamen­-
te esclavista, creada y mantenida con el propósito único de saquear la riqueza

Jacques Aprile-Gniset, Apuntes sobre el poblamiento y los habitantes del Chocó, Cali, Universi­-
62

dad del Valle, 1991, y del mismo autor Poblamiento, hábitats y pueblos del Pacífico, Cali, Universidad
del Valle, 1993.
63
Beatriz Castro, “El poblamiento de la Costa Pacífica”, en: Alonso Valencia (dir.), Historia del
Gran Cauca, Cali, Universidad del Valle, 1996.

*
154
*
Óscar Almario García

aurífera de la región”,64 modificó tradicionales formas de vida indígena, pero


generó relaciones interétnicas e intersticios que facilitaron los procesos de
libertad de indígenas y esclavos, no exentos de conflictos.
En tales contextos, el poder colonial efectivo se concentró en el alto Chocó
y como resultado de la colonia minera coexistieron nativos dependientes e inde­
pendientes, negros esclavos y libres, mulatos, zambos, blancos dueños de minas,
burócratas, comerciantes y clérigos. Hubo también casos de negros libres con
esclavos y minas, y negros libres que ejercieron el barequeo, la agricultura y el
comercio en pequeña y mediana escala. Estos últimos se convirtieron en un
eslabón de transición entre nativos y españoles, construyendo formas culturales
propias. Si bien el mestizaje biológico fue escaso, los africanos y sus descendien­-
tes aprendieron técnicas de los aborígenes, desde la construcción de casas y
canoas hasta modalidades agrícolas y médicas.65
Presumimos que las relaciones interétnicas, poco estudiadas para el si­-
glo xviii, aportarían mucha riqueza para el conocimiento de la sociedad y de
cada grupo en particular. Es evidente que los contactos entre comunidades
indígenas y negras se inician al establecerse los primeros distritos mineros en el
Chocó y ante las necesidades de abastecimientos de alimentos (maíz, plátano)
para sustentar a las gentes negras.
Las relaciones de indios y negros con los mineros propietarios, comerciantes,
clérigos y representantes de autoridades coloniales fueron diferentes, pues
allí se trataba de relaciones de conquista, dominio y explotación, al menos en
una primera instancia, pero debieron conjugarse con relaciones paternalistas,
patronímicas y sexuales.
En las minas también se dieron las relaciones interétnicas. En ellas, los
indígenas servían como canoeros para el transporte de víveres por las riberas
de los ríos, como cargueros cuando se trataba de transportar mercancías por
vías terrestres como en el caso del paso de géneros comestibles entre las provin­-
cias de Nóvita y Citará a través del arrastradero de San Pablo, y como cultivadores
del maíz, con su manejo milenario, para alimentar y sustentar las cuadrillas de
esclavos.

64
W. F. Sharp, op. cit.
65
O. Jiménez, “Baudoseños, convivencia y polifonía ecológica”, op. cit.

*
155
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Pero las relaciones interétnicas, no siempre equilibradas, se vieron atra­


vesadas por la dinámica minera colonial que implicaba intereses esclavistas
de payaneses y antioqueños, luchas por el control de sus respectivas áreas de
influencia, y el papel de franciscanos y jesuitas en la obra misionera buscando
calmar asperezas por conflictos ancestrales entre sociedades indígenas. Además
de estos aspectos, el incremento de la explotación aurífera a comienzos del si­-
glo xviii hizo más tensas las relaciones entre esclavistas, corregidores de indios
y curas y entre estos tres con negros e indios. Los esclavistas luchaban porque
los indios sostuvieran de alimentos a las cuadrillas de esclavos; los corregido­
res “dueños del trabajo personal de los indígenas” trataban de controlar a los
indios en sus pueblos para no perder los jugosos repartimientos ricos en dinero y
obtener tributos que los ponían por fuera del dominio del clero. Los clérigos se
quejaban del abandono espiritual de los indios por el manejo que corregidores y
esclavistas hacían de ellos. Por su parte, la Real Audiencia, quien debía resol­-
ver el conflicto, “argumentaba que no dando bastimento los indios a los esclavos
el perjudicado era el quinto del rey”. Entre tanto, indios y negros luchaban por
sobrevivir en medio de tantos intereses en juego. Indígenas de Bebará y Quibdó
se quejaban en 1711, ante las autoridades de Antioquia, de los maltratos que
recibían de corregidores y tenientes de gobernador porque les impedían atender
sus rocerías, platanales y pesquerías para alimentarse con los suyos. Por los malos
tratos y las hostilidades, indios y negros respondían con el cimarronaje; los pri­
meros se retiraban al centro de las montañas y las cabeceras de los ríos, y los
segundos lograron la libertad huyendo o a través de la compra. Muchos “libres
de espíritu” se desplazaron a fines del siglo xviii al Baudó –antigua provin­-
cia de Birú– y se asentaron en ese refugio geográfico.66
Según estudios recientes con muy buen uso de archivos oficiales, en la pro­-
vincia de Nóvita, la más rica en oro en el Chocó durante el siglo xviii, fue posible
que muchos negros permearán o fisuraran el sistema esclavista y obtuvieran
excedentes en dinero para lograr su libertad.67 Después de 1750, las márgenes del
río San Juan se poblaron de hombres libres que ejercieron el oficio de canoeros;
otros se dirigieron allí por su mala conducta o por ser fugitivos de la justicia.

66
Ibíd.
67
Ibíd.

*
156
*
Óscar Almario García

Como resultado del cimarronismo y de la automanumisión, en 1782 el


Baudó contaba con 157 indígenas y 90 hombres libres de color. Cuarenta años
después, en 1822, los indígenas ascendieron a 286 cuando la población negra
se cuadruplicó alcanzando a 348 personas. Esto muestra que mineros de las
provincias de Nóvita y Citará permitieron que pobladores negros e indios se
expandieran más allá de sus lugares de explotación aurífera y abrieran campo
a muchos esclavos para acumular el dinero necesario para comprar su libertad.
Las formas de “libertad transitoria”68 que se produjeron en los reales de minas
permitieron a muchos esclavos trabajar en su beneficio, acumular dinero tomín
a tomín, enviarlo a sus amos y obtener el documento de libertad. En el Chocó,
dada la calidad de los esclavos “de barra” y su carácter racial, estos debían pagar
sumas más altas de dinero para obtener su libertad, que aquellos que vivían en
villas y ciudades.69
De esta manera, el Baudó se pobló con esclavos “libertos” de los centros
mineros coloniales de las provincias de Citará y Nóvita quienes, una vez obtenida
su libertad, buscaron independencia territorial; y con “libres de espíritu” que
adoptaron posiciones de resistencia frente al sistema esclavista, “violentaron” la
sociedad en que vivían y se refugiaron en una zona rocosa y de difícil acceso,
como fue el Baudó y el litoral Pacífico al norte.
Con este proceso, las relaciones interétnicas se desarrollaron en el Baudó,
creándose diversos nexos de solidaridad, resistencia y violencia. Podría afirmarse
que indios y negros se conocían en buena medida desde antes de trasladarse al
Baudó pues en pueblos y minas habían compartido la fabricación de canoas y
casas, el abastecimiento de maíz y pescado, la enseñanza del cultivo de plátano,
la crianza y comida de cerdo, y los saberes empíricos sobre curaciones de enfer­
medades. Estas relaciones dieron lugar a cruces culturales y connivencias entre
ambas etnias, y a un número desconocido de zambos.
Si algún lugar cumplió un papel decisivo en el fortalecimiento de las rela­
ciones interétnicas y de los conflictos provocados por esclavistas y corre­gidores
fue el Arrastradero de San Pablo. A través suyo quedaban unidas las provincias
de Nóvita y Citará distantes una hora y media de camino, entre los ríos Atrato

68
Ibíd.
69
Ibíd.

*
157
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

al norte y San Juan al sur. Los indígenas tenían la potestad en este lugar para
ejercer el oficio de cargueros, con lo cual cubrían el tributo. Así mismo, por allí
ingresaban desde Popayán, Cali, Buga y Cartago alimentos (carnes, granos y
mieles) y géneros de la tierra. Esclavistas y corregidores de indios cometieron
abusos y convirtieron el paso en un lugar privado, lo que encareció los géneros.
Aunque la Real Audiencia estipuló desde 1772 que el lugar fuera privativo de los
indios de Lloró y prohibió la intromisión de gente “libre y vagabundos forajidos”,
desde mediados del siglo xviii éstos fueron lentamente desplazados del dominio
exclusivo del arrastradero, y al culminar el siglo la mayoría de las labores de guías
y arrastre eran desarrolladas por negros. Los litigios continuaron a tal punto que
aún entre los indios hubo diferencias pues los de Quibdó cobraban doce pesos
por el arrastre cuando los del pueblo de Lloró cobraban sólo seis pesos.70
El panorama atlántico, por las magnitudes de la esclavitud, contrasta en
varios sentidos con la esclavitud neogranadina, en relación con aspectos como
el número de esclavos, los lugares de destino, las actividades productivas o de
servicios y las características geoecológicas y etnohistóricas de la esclavitud. La
cifra exacta, o por lo menos aproximada de los africanos que fueron transportados
al Nuevo Reino de Granada, es todavía materia de discusiones, en virtud de las
dificultades en los cálculos, la disponibilidad de fuentes que permitan su seria­ción
y la variable indeterminada que representa el contrabando como prácti-
ca cons­tante. Sin embargo, los cálculos más aceptados hasta la fecha estiman
en 250.000 los esclavos introducidos en esta parte de la América española, con
base en datos oficiales y su interpretación (aunque es muy posible que ingresaran
otros 125.000 de contrabando).71 Un porcentaje muy bajo –aproximadamente
un 1%– en comparación con toda la trata en América (entre diez y quince
mi­llones de esclavos); incluso si lo comparamos con toda la trata que se calcula
pa­ra la América española: según algunas investigaciones un total de 1.600.000 es-
clavos fueron introducidos en las colonias controladas por España (otros da-
tos completan el panorama americano al respecto así: 4.000.000 a Brasil,
3.700.000 al Caribe inglés, francés, holandés y danés, y más de 500.000 a

70
Ibíd.
71
Hermes Tovar Pinzón et al., Convocatoria al poder del número. Censos y estadísticas de la Nueva
Granada, 1750-1830, Bogotá, Archivo General de la Nación, 2003, pp. 29-31.

*
158
*
Óscar Almario García

América del Norte).72 En efecto, aunque los africanos esclavizados que tuvieron
como destino el Nuevo Reino de Granada constituyeron tan solo una cuota
minoritaria dentro del total de la trata negrera que drenó la demografía africana
a lo largo de varios siglos, con el tiempo ellos y sus descendientes tendrían un
peso muy significativo en su estructura social y racial, al compás del fenóme­
no de las mezclas raciales que dio lugar al mestizaje, mulataje y zambaje.73
Dentro de las tesis generales sobre la catástrofe demográfica indígena, también
en el Chocó, buena parte de los indígenas debió ser sustituido mediante la
importación de esclavos. A fines del siglo xviii (1776), cerca de 70.000 negros
esclavos habitaban en el virreinato de Nueva Granada; el Chocó contaba con
casi 6.000 de ellos (1779).
Sabemos de las relaciones de trabajo en los reales de minas que se establecie­
ron en el Chocó en el siglo xviii, y de la estructura de poder jerarquizada,
controlada por capitanes de cuadrillas, jefes de corte y administradores de es­-
clavos. Los reales de minas localizados en las riberas de los ríos permitían el uso
de agua reunida en pozos y desplazada a través de acequias. Aquellos estaban
compuestos en orden jerárquico así: una casa para el administrador, unos cuantos
ranchos para los negros, una troja para almacenar maíz, un rancho para el
manejo de la fragua, una capilla y cortes o frentes auríferos donde los esclavos
realizaban los trabajos de extracción.74 Se trataba de pueblos móviles que se
desplazaban a medida que se agotaban los veneros cuyos esclavos pertenecían
a gentes adineradas –ausentistas– asentadas en ciudades coloniales como
Popayán, Cali, Buga, Santa Fé de Antioquia, Medellín o Santa Fé de Bogotá,
a esclavistas mineros y comerciantes, residentes por temporadas en las minas,

72
Véase Marc Ferro (dir.), El libro negro del colonialismo. Siglos xvi al xxi: Del exterminio al
arrepentimiento, Madrid, La Esfera de los Libros, 2005, p. 131.
73
Así lo indican los datos demográficos contemporáneos: Norman Whitten, Pioneros negros: La
cultura afro-latinoamericana del Ecuador y Colombia, Quito, Centro Cultural Afro-Ecuatoriano,
1992, p. 61, quien recuerda que según Curtin (Philip D. Curtin, The Atlantic Slave Trade.
A Census, Madison, The University of Wisconsin Press, 1969) la introducción de “piezas” africanas
para el área de Panamá, Colombia y Ecuador fue del 2% del total en América, pero que en
1950 surgió con el 7% del total de la población afroamericana de la época. Cabe agregar que la
situación actual de Colombia respecto a la adscripción étnica, según el Censo Nacional de 2005,
confirma esta tendencia al crecimiento y fortalecimiento demográfico de los afrocolombianos o
afrodescendientes en el país.
74
O. Jiménez, “Baudoseños, convivencia y polifonía ecológica”, op. cit. y W. F. Sharp, op. cit.

*
159
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

o a mineros con pequeños capitales que manejaban y explotaban las minas


al mismo tiempo. En la explotación minera, los esclavos hombres trabajaban
anualmente 227 días y las mujeres 210. Los tiempos de dos horas libres al día
y días domingo los empleaban en manufacturas u ocupaciones para conseguir
dinero con que comprar su libertad. Es realmente inimaginable un cautiverio
sin posibilidades de trabajo libre para siembras, extracción de oro y beneficio
propio, por lo que Orián Jiménez ha acuñado el término de “libertad transitoria”
asociada a movilidad, adquisición de capacidad adquisitiva por parte de los
esclavos, laxitud en la esclavitud y ganancia mutua para amos y esclavos. Estos
aspectos incidirán en el alto número de negros libres en la segunda mitad del
siglo xviii, especialmente en la provincia de Nóvita, cuando la liquidación
de testamentarias –y no ya los inventarios de minas– es más profusa. Las
altas inversiones en esclavos (quinientos patacones de oro por un esclavo) y la
caída paulatina de la producción minera desde mediados del siglo xviii llevó
al “autoalquiler o esclavos dados al jornal” para no perder el capital invertido.
Con ello, los esclavistas se salvaban de su manutención y no perdían ese capital.
De este tipo de características del sistema esclavista en el Pacífico (Chocó y
Sur), algunos investigadores han deducido lo que se puede considerar como su
singularidad.75
Con este mecanismo la libertad total se abría paso dentro de un sistema
aparentemente laxo que permitía comprar la libertad a los esclavos y recupe­-
rar la inversión a los esclavistas. Quienes no lograron la libertad debieron quedar
adscritos a las minas, huir o aún volverse esclavistas como sus amos, o dóciles y
serviles. De allí que a las formas de resistencia expuestas puedan agregarse las
relaciones de solidaridad y aún de asimilación del sistema esclavista en las que
participaron también muchos negros.
En este contexto, “la libertad transitoria” fue producto de la política laboral
desarrollada en el Chocó y de la decadencia de los distritos mineros de la segunda
mitad del siglo xviii; con ello se desencadenaron formas de trabajo concertadas
que primarán en el siglo xix. De esta manera, y como resultado de la quiebra
de los lazos de sujeción esclava, se llevó a cabo el poblamiento de regiones
como el Baudó que hasta fines del siglo xviii contaba con muy poca gente. La

75
G. Barona, op. cit.

*
160
*
Óscar Almario García

explotación aurífera del Chocó y específicamente de Nóvita, creó entonces en


los negros dos pautas de poblamiento: la de los que quedaban libres mediante el
fenómeno de “libertad transitoria” o la de los que la compraban; y la de los que
violentaron la institución de la esclavitud mediante el cimarronaje o de los que de­-
bieron ocultarse por haber cometido delitos.
Para fines del siglo xviii percibimos una crisis en la producción minera
chocoana, lo que incidirá en el traslado de cuadrillas de esclavos hacia el centro
de la gobernación, habrá un mayor número de esclavos ahora libertos por
compra de la libertad, manumisión o por cimarronaje variado, y se producirá una
quiebra generalizada de los lazos de sujeción esclava,76 que a su vez incidirá en
la dispersión de las sociedades indígenas, la migración de blancos y la búsqueda
de nuevos hábitats por parte de las sociedades negras.
Aunque aparentemente la crisis minera dejó al Chocó a la deriva, la disputa
de su territorio por parte de las nuevas provincias republicanas del Cauca,
Antioquia y Cartagena, seguirán presentes durante el siglo xix. Chocó segui­-
rá siendo un territorio estratégico por su ubicación y riqueza, que se consolidará
ahora como región bajo el eje de Quibdó, su nueva capital republicana. Los
procesos de poblamiento cambiarán de modo sustantivo en el siglo xix ya que,
cuestionados desde fines de la colonia los elementos vertebrales de la esclavitud,
y en parte rotos los reales de minas y los pueblos de indios, se reordenará el
espacio tradicional en uno nuevo y republicano que facilitará la reconstrucción
de estilos de vida ancestrales en sociedades indias y negras, aunque ahora
inmersas en proyectos nacionales y regionales.
Los complejos mineros tuvieron el carácter de una economía extractiva y de
marginalidad frente a los centros de poder del sistema colonial. Ello se debió a
las dificultades del transporte y del comercio, y al poco interés de los españoles
por enraizarse en esas tierras. En cambio, ello redundó en beneficio de negros
e indígenas quienes pudieron buscar alternativas de autosuficiencia y relativa
autonomía social, política y religiosa. Si los negros trabajaron en la minería, ya
avanzado el siglo lo hicieron con más fuerza en la agricultura, el transporte, el
comercio y otros oficios especializados como el de rezanderos, médicos raiceros,

76
Germán Colmenares, “Castas, patrones de poblamiento y conflictos sociales en las provincias del
Cauca, 1810-1830”, en: Germán Colmenares, Zamira Díaz de Zuluaga, José Escorcia y Francis­co
Zuluaga (eds.), La Independencia: Ensayos de historia social, Bogotá, Colcultura, 1986.

*
161
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

herreros, carpinteros y bodegueros. También ocuparon las vegas de los ríos y


algunos tuvieron minas de su propiedad y vivieron en pueblos principales como
Quibdó.77
Para los africanos y sus descendientes, según P. Vargas,78 “la contribución
social, cultural y la conformación territorial en la región, se dio a partir de cuatro
caminos. Estos son: el cimarronaje, el campamento minero, la automanumisión,
y la manumisión”. Por la automanumisión, en el Atrato, los esclavos nunca
fueron más de cuarenta de cada cien personas de la población total, aunque
ésta fue la forma más generalizada para obtener la libertad. Para 1851, con las
leyes de libertad de esclavos, estos representaban cuatro de cada cien personas
en el Chocó, los que crearon amplias redes sociales junto con los libres y resta­
blecieron su “organización social conformada por parentelas extendidas, centradas
en las mujeres donde los vínculos de parentesco ficticio como el compadrazgo,
los hijos de crianza y la generalización del nombre de tío para las personas de
edad, son fundamentales en la ampliación de los lazos de solidaridad”.79
Las relaciones entre los procesos de identidad de pobladores negros con la
religiosidad católica institucionalizada es un tema por explorar y en el que se
entrecruzan memorias de la esclavitud y la libertad, la experiencia de la cons­
trucción de sociedades autónomas y varios sentidos colectivos (reciprocidad,
comunidad, territorios compartidos) y nuevas estrategias de control (como las
misiones católicas). Aquellos se toman espacios religiosos católicos para expresar
sus sentimientos de dolor y alegría, ajenos a la tradición cristiana. Los sacerdotes
no enseñaban el catolicismo a estas gentes por lo disperso de las minas, por lo
que dicha enseñanza estuvo a cargo de capataces, dueños de minas, madres de
familia, capitanes o alguno de la cuadrilla. Alabaos, rezos, advocaciones, rosarios
y dogmas católicos fueron facetas de apropiación del catolicismo.
A fines del siglo xviii, muchas comunidades negras se ubicaban en las
ve­gas de los ríos Atrato y San Juan de manera dispersa, y en el Baudó. Los em­-
bera ocuparon la margen occidental del río Atrato, y partes altas y medias de
los ríos más fértiles y menos inundables para la agricultura. Los mineros libres

77
P. Vargas, “Fronteras fluidas y de dominación en el río Atrato”, op. cit.
78
Ibíd., p. 341.
79
Ibíd., p. 342.

*
162
*
Óscar Almario García

ocuparon afluentes orientales del Atrato, con la explotación de las minas y


platanares, pues allí por conformación geológica se encuentran abundantes
yacimientos auríferos. Muchos libres se establecieron también en la vecindad
de los campamentos mineros para extraer oro, comerciar o vender sus productos
agrícolas.
En el contexto de la colonia española, las relaciones de frontera territorial
y cultural establecidas por los negros en el Atrato están mediadas por sus
relaciones culturales con los indios y blancos. Entre los embera y los negros
las relaciones fueron predominantemente conflictivas y tensas. Los negros se
asentaron en las partes bajas de los ríos y fueron desplazando a los embera de
las zonas medias. Estos últimos consideraban “bárbaros” a los primeros dentro
de una conflictiva frontera cultural. Sin embargo, hacia el río Baudó migra­-
ron negros cimarrones y automanumisos desde el siglo xviii, los que lograron
asociarse y producir zambaje y buenas relaciones con los indígenas. De estos
negros descendieron los pioneros de la tagua y el caucho en el Pacífico.
Así, basados en el censo de 1778, la población del Chocó fue de 14.662
habitantes. El poblado más grande era el de Quibdó con 2.241 habitantes,
centro administrativo y comercial, seguido de los centros mineros de Ta­-
dó (2.121) Nóvita (1.628) y Lloró (1.684). Los esclavos representaban el 40%
de la población chocoana, seguidos por un 36% de indígenas concentrados
principalmente en Quibdó (1.077), Lloró (1.140) y Chamí (993) en Citará;
y en Noanamá (640) en Nóvita. Por su parte, los libres representaban el 21% y
los blancos el 3%. El peso de la población negra esclava y libre es significativo
pues representa el 61% del total, lo que se incrementará a lo largo del siglo xix
y hasta el último censo realizado con criterios raciales en 1912, cuando el 85%
fueron negros y el 15% restante fue de blancos indígenas y mezclados. En dos
siglos, entre 1660 y 1860, la población en el Chocó pasó de una significativa
demografía indígena a una predominantemente negra.80
Tal como hemos señalado, en el siglo xviii el poblamiento más significativo
se produjo en la subregión central de la sociedad chocoana, en los cauces medios

80
Hermes Tovar, Que nos tengan en cuenta, 1800-1900, Bogotá, Banco de la República, 1995; Robert
Murphy Cushman, “Racial succession in the colombian Choco”, Geographical Review, Nueva
York, vol. 29, núm. 3, 1939; W. F., Sharp, op. cit. y G. Colmenares, Historia económica y social de
Colombia: Popayán una sociedad esclavista. 1680-1800, op. cit.

*
163
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

y altos del Atrato y del San Juan, así como de sus afluentes orientales, donde se
encontraban las principales riquezas auríferas. Después del sometimiento de em­
beras a pueblos de indios y de la organización de algunos grupos indígenas bajo
el sistema de servicios personales y tributo, se agudizó la caída de la población
aborigen, al tiempo que por razones de la trata, principalmente, se incrementó
la población esclava y por efectos de la manumisión y el cimarronismo, más
significativamente, lo hizo la población libre predominantemente negra. Con
ello, la Gobernación de Popayán tuvo la mano de obra necesaria para explotar
las minas y alimentar en parte sus poblaciones, con lo que se resarció de la crisis
minera ocurrida en el valle del río Cauca en el siglo xvii.
Los procesos de reordenamiento territorial con la introducción de escla­
vos y la fundación de pueblos de indios dieron lugar a reacciones de los grupos
sometidos y a movimientos de población. En relación con las reacciones he­-
mos detectado entre 1688 y 1825 al menos seis rebeliones de esclavos y siete
acciones de resistencia significativas de comunidades indígenas entre 1719
y 1778. Las primeras fueron sublevaciones e insurrecciones por maltrato de
mineros y capataces a esclavos, especialmente en Tadó, la Balsa, Nóvita, Bebará,
Noanamá y Baudó. Las reacciones indígenas consistieron en ataques a pue­-
blos como Beté y rebeliones en Murindó y Riosucio por malos tratos y tributos
excesivos.81
A fines del siglo xviii, el mapa del Chocó es completamente diferente al
que dejamos en 1670. En el bajo Atrato los cunas con pocos emberas desplazados
lograron mantener el control del golfo de Urabá mediante pactos con corsarios,
piratas y contrabandistas extranjeros, con los que el nuevo orden no estuvo
exento de conflictos entre ellos y con un imperio español que, aún débil en
esta subregión, creó mecanismos de control al contrabando de oro, de otras
mercaderías y de esclavos. Al hacerse fuertes en el golfo lograron también mayor
estabilidad en el Darién. Por su parte, los waunanas en el bajo San Juan debieron
moverse en tres direcciones: asociarse al comercio proveniente de las provincias
del sur y el valle del río Cauca hacia Nóvita y Quibdó, producir bienes agríco­-
las para el sustento de cuadrillas de esclavos en centros mineros y migrar
asociados a manumisos ante la presión de formas de trabajo que afectaban

81
M. Pardo Rojas, “Bibliografía sobre indígenas Chocó”, op. cit. y A. Valencia Llano, op. cit.

*
164
*
Óscar Almario García

sus órdenes tradicionales, hacia el norte del litoral Pacífico vía Charambirá,
Buenaventura o Panamá. Esta subregión se asociará con más fuerza, por los
motivos señalados, a las provincias del Valle del Cauca y a Popayán, pues además
los caminos terrestres vinculaban a Nóvita con Cartago y Anserma; Sipí, por
vía fluvial, se comunicaba con el río Naranjal (valle) y por el Dagua se llegaba
desde el bajo San Juan al Cauca.
El alto Atrato y el alto San Juan se convirtieron en el eje de la región al
tran­sitar de una frontera militar y misional hacia la apertura de una frontera
minera de gran impacto en la Gobernación de Popayán, en el Virreinato de la
Nueva Granada y en las Cajas Reales españolas. Evidentemente, los factores
decisivos de la introducción de mano de obra esclava y del sometimiento de
emberas y pocos waunanas al sistema de pueblos de indios, trastocó los territorios
ancestrales y propició nuevas relaciones interétnicas, de dominación y resistencia
que incidieron en las estructuras vitales de las sociedades sometidas. La zona
fue a su vez disputada con fuerza por la Gobernación de Popayán en el alto
San Juan, y por la de Santa Fé de Antioquia en el alto Atrato. Por vía fluvial
(con arrastraderos) Beberá y Beté se comunicaban con Santa Fé de Antioquia;
por camino terrestre Santa Fé de Antioquia salía por Urrao hacia el Atrato; y
desde Chamí (Risaralda hoy) se ingresaba a Bagadó.
En el siglo xviii surgió la subregión del Baudó de un modo nuevo, ya que
los monguineras fueron extinguidos, por lo que se produjo un repoblamiento
que pareció tener más el sentido de zona de refugio para pobladores negros
huidos del corazón colonial y de indios migrantes que reaccionaron al dominio
hispánico. Del río Atrato migraron los dobidá del Bojayá y del Baudó. A
mediados del siglo xviii, y con el objeto de concentrar fugitivos emberas, se
fundaron Opogadó, Napipí y Cupica. Para la misma época citaraes-emberas
migraron hacia el río Bojayá, el alto río Baudó, la Costa Pacífica y el Darién,
acompañados de negros libres que se asentaron en el litoral y en las márgenes
del río Baudó y sus afluentes. Esta subregión posee la peculiaridad de estar
muy asociada al Pacífico atravesando la Serranía del Baudó, transmontando
la del Darién o saliendo por las bocas del río Baudó a cabos y bahías. Esta
zona del litoral recibirá un poblamiento más significativo en el siglo xix cuan­
do las riquezas vegetales y faunísticas sean objetivos clave de los mercados
internacionales.
Con los movimientos poblacionales señalados, el estado demográfico y
territorial del Chocó, según los censos de finales del siglo xviii, es el siguiente:

*
165
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

los principales asentamientos en la provincia de Nóvita fueron Nóvita, la capi­-


tal, con 1.628 habitantes; Tadó con 2.121; Sipí con 1.092; Juntas con 260;
Baudó con 201 y Cajón con 383; Noanamá con 906 y Brazos con 915. Esta
provincia tenía 7.509 habitantes distribuidos en 12 clérigos, 146 blancos, 1.659
indios, 1.975 libres y 3.717 esclavos. En la provincia de Citará los centros pobla­-
dos eran: Quibdó con 2.241; Lloró, 1.684; Chamí, 1.013; Beté, 271; Bebará,
1.048; Murrí, 335 y Pavarandó, 1.561. Contaba con 7.153 habitantes distribuidos
en 11 clérigos, 163 blancos, 3.755 indios, 1.185 libres y 2.039 esclavos. En
conjunto poseía una población total de 14.662 habitantes bajo el control colonial.
Quibdó era el centro administrativo de la provincia y tenía la mayor población
con 180 casas, 80 en las afueras y 100 de otros grupos sociales. La mayoría de
los nativos vivían al parecer independientes, pues el sur del Chocó sólo tenía
cuatro pueblos de españoles y cinco de indios en 1749.82
En el censo de la provincia del Chocó de 1778, en Nóvita había ocho lu­gares
y en Quibdó siete con sólo veinte personas en estado eclesiástico, de los cua­-
les tres eran seculares en Tadó y Quibdó, y dos en Nóvita y Chamí. De los
309 blancos (2,11% del total de la población) la mayoría estaba en Tadó (64),
Quibdó (45), Nóvita (37) y Bebará (35). Los indios eran 5.414 (36,93%) con
peso en Lloró, Quibdó, Chamí, Noanamá y Tadó. 3.160 fueron libres, en especial
en Nóvita, Tadó, Quibdó, Brazos, Bebará y Sipí. Los esclavos eran 5.756 con
peso en Nóvita (1.129), Tadó (1.157), Sipí (685), Quibdó (714) y Bebará (613).
Libres y esclavos fueron el 61,36%, indios el 36,01% y blancos el 2,38%. Así, en
total hubo 14.662 habitantes, siendo los centros más poblados Quibdó (2.241),
Tadó (2.121), Lloró (1.684), Nóvita (1.628), Sipí (1.092), Bebará (1.048) y
Chamí (1.013).83

82
H. Tovar, op. cit. y José Olinto Rueda, “Población y poblamiento”, en: Pablo Leyva (ed.), Colombia
Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993.
83
H. Tovar, op. cit.

*
166
Tercer capítulo
El siglo xix chocoano según sus investigadores
contemporáneos

Este tercer capítulo se concentra en identificar los procesos que definen el si-
glo xix chocoano como un período decisivo y muy dinámico para la configuración
regional, entre los cuales cabe destacar la consolidación y profundización de la
tendencia sociodemográfica que condujo a que los grupos negros se convirtieran
en la fuerza social predominante, así como su consiguiente expansión por el
territorio, desplazando definitivamente a la indígena. Aunque la paradoja de
este fenómeno reside en que los modos de poblar de ambos colectivos, negros e
indígenas, serían sistemáticamente negados y deslegitimados por los discursos
nacionalistas de la geografía y la historiografía de la república temprana, así
como por las políticas gubernamentales. En efecto, estos imaginarios y discursos
dominantes buscaron con afán realizar el ideal de una armonía entre “poblaciones
civilizadas” y “territorios productivos” como base del progreso de la nación en
formación y sus regiones.
De acuerdo con los antecedentes y objetivos de este estudio, este capítulo
se divide en dos partes: la primera se ocupa del balance de los estudios sobre el
siglo xix chocoano realizados entre 1960 y 1990; y la segunda de los realizados
entre finales de esa última década y la actualidad.

*
167
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Los estudios realizados entre las décadas 1960 y 1990:


el Chocó, entre las autonomías étnicas y los proyectos
modernizadores de la República

Con base en los estudios producidos entre las décadas de 1960-1990 sobre el Cho­-
có del siglo xix, que tuvimos la oportunidad de consultar para nuestro primer
balance bibliográfico, sintetizamos, en las siguientes páginas, lo fundamental
de lo que encontramos en ellos.1
El tránsito del siglo xviii al siglo xix en el Chocó ha sido poco estudiado
así como el siglo xix en su conjunto. Sobre tales períodos existen avances e
hi­pó­tesis todavía parciales y en esos estudios escasean los que se basan en la
documentación primaria exhaustivamente trabajada. Los excelentes estudios de
William Sharp2 y Germán Colmenares3sobre la gobernación de Popayán llegan
hasta 1810; y los trabajos sobre el siglo xix señalan perspectivas importantes
pero aún el campo de investigación es bastante limitado. Entre los desarro­-
llos más significativos en la perspectiva de un “nuevo siglo xix” se encuentran: los
trabajos de Rogerio Velásquez, que se refieren a la Independencia en el Chocó y
las condiciones socioeconómicas durante la posesclavitud en el Atrato medio,4
de De Granda sobre las áreas dialectales asociadas a la experiencia minera y
su énfasis en estudios del bajo Atrato en los siglos xix y xx,5 de María Teresa
Uribe de Hincapié sobre Urabá (siglos xvi-xx),6 de Jacques Aprile-Gniset

1
Óscar Almario García y Luis Javier Ortiz Mesa, Poder y cultura en el Occidente colombiano
durante el siglo xix: Patrones de poblamiento, conflictos sociales y relaciones de poder [informe final
de investigación], Medellín, Colciencias - Universidad Nacional de Colombia, 1998.
2
William F. Sharp, “La rentabilidad de la esclavitud en el Chocó, 1680-1810”, Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, 1976; y del mismo autor Slavery on the Spanish frontier:
The colombian Chocó 1680-1810, Norman, University of Oklahoma Press, 1976.
3
Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia: Popayán una sociedad esclavista.
1680-1800, Bogotá, La Carreta, 1979.
4
Rogerio Velásquez, “Apuntes socioeconómicos del Atrato medio”, Revista Colombiana de
Antropología, Bogotá, vol. 10, 1962; y del mismo autor El Chocó en la independencia de Colombia,
Bogotá, Ediciones Hispana, 1965.
5
Germán de Granda, Estudios sobre un área dialectal hispanoamericana de población negra. Las tierras
bajas occidentales de Colombia, Bogotá, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, 1977.
6
María Teresa Uribe de Hincapié, Urabá. ¿Región o Territorio?, Medellín, Iner - Corpourabá,
1990.

*
168
*
Óscar Almario García

sobre el poblamiento chocoano,7 de James Parsons sobre Urabá,8 de Patricia


Vargas e Isacsson sobre las sociedades indígenas,9 de Beatriz Castro sobre el
poblamiento del Pacífico,10 de Sergio Mosquera sobre la esclavitud en Citará11
y algunos valiosos ensayos sobre el Chocó dentro del Pacífico colombiano en
la publicación de Biopacífico - FEN.12
Tal como habíamos señalado atrás, el Chocó continuó siendo un territorio
disputado durante el siglo xix por sus riquezas mineras, vegetales y faunísticas,
sólo que ahora bajo la condición de una república en construcción dentro de la
cual debería cumplir un papel singular. Las disputas e intervenciones sobre sus
territorios estuvieron dirigidas desde las provincias de Cartagena, Antioquia y
Cauca sobre los dos cantones republicanos del Chocó, el del Atrato y el del San
Juan, con centros capitales en Quibdó y Nóvita respectivamente. Era evidente
pues que con esas intervenciones se trataba de integrar, dentro del proyecto
nacional de las élites dirigentes, a una provincia compuesta por pobladores
indígenas, negros esclavos y libres, y por élites locales blancas y mestizas que a la
vez que arraigadas a sus pueblos de origen se asociaron al proyecto republicano
con entusiasmo. Las modalidades de dicha integración fueron variadas, aunque
tuvieron impactos desiguales según las subregiones y según la capacidad de
aceptación, resistencia o autonomía y alejamiento de los pobladores con respecto
al proyecto nacional de las élites.

7
Jacques Aprile-Gniset, Apuntes sobre el poblamiento y los habitantes del Chocó, Cali, Universi­-
dad del Valle, 1991; y del mismo autor Poblamiento, hábitats y pueblos del Pacífico, Cali, Univer-
sidad del Valle, 1993.
8
James Parsons, Antioquia’s corridor to the sea: The historical geography of the Settlement of Uraba,
vol. 49, Berkeley, University of California Press, 1967.
9
Patricia Vargas, La conquista tardía de un territorio aurífero. La reacción de los embera de la cuenca
del Atrato a la conquista española, Bogotá, Universidad de los Andes, 1984; y de la misma autora
“Fronteras fluidas y de dominación en el río Atrato”, en: Guido Barona y Francisco Zuluaga
(comps.), Memorias 1er Seminario Internacional de Etnohistoria, Cali, Universidad del Valle,
1995 y Sven-Erik Isacsson, “Embera: Territorio y régimen agrario de una tribu selvática bajo
la dominación española”, en: Nina S. de Friedemann (ed.), Tierra, tradición y poder en Colombia.
Enfoques antropológicos, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1976.
10
Beatriz Castro, “El poblamiento de la Costa Pacífica”, en: Alonso Valencia (dir.), Historia del
Gran Cauca, Cali, Universidad del Valle, 1996.
11
Sergio Mosquera, De esclavizados y esclavizadores en Citará. Ensayo etnohistórico, Medellín,
Promotora Editorial de Autores Chocoanos, 1997.
12
Pablo Leyva (ed.), Colombia Pacífico, Bogotá, Biopacífico - FEN, 1993.

*
169
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

De una parte, con la crisis de la minería a fines del siglo xviii, el abando­-
no de algunos ricos mineros de los tradicionales reales de minas y el incremento
de la población libre, una vez los lazos de sujeción se fueron resquebrajando en
la segunda mitad del siglo xviii se produjo un proceso nuevo de migraciones
colonizadoras dentro de la provincia, las cuales se conjugaron con el ingreso de
pobladores de provincias cercanas. En ambos casos se crearon nuevas fundaciones
de pueblos en el bajo y medio Atrato, el Baudó y el Pacífico principalmente; se
produjo un cambio en cuanto a los ciclos económicos basados más en recursos
vegetales exportables que en los minerales preciosos; y un reordenamiento de
los ejes regionales cuyo centro fue Quibdó –eje administrativo, comercial y
político– ante una Nóvita decadente y una Istmina ascendente, hasta convertirse
ésta última en el centro de la provincia de San Juan a comienzos del siglo xx.
Con estas transformaciones los territorios y poblamientos del Chocó sufrieron
modificaciones significativas durante el siglo xix. Mas, dentro del nuevo
período republicano, el Estado, los partidos políticos y la iglesia impulsaron
un proyecto modernizador que penetró al Chocó para afirmar la ciudadanía
de sus habitantes, igualándolos lentamente ante la ley (con medidas como
la abolición de la esclavitud, del resguardo y del tributo a los indígenas, y
“concesión” de libertades, participación electoral y en cargos públicos, en la
prensa, la educación y las guardias nacionales), fenómeno cuya complejidad,
ambigüedades y contradicciones amerita su estudio en profundidad. La igle­
sia por su parte mantuvo su presencia a través de sacerdotes, seculares y de
comunidades religiosas, parroquias y viceparroquias, y de una amplia predica­ción
de la doctrina en competencia con las visiones del mundo de indígenas y negros,
quienes aceptaron, adaptaron y resistieron el estilo de vida propuesto por la
iglesia católica. En todo caso, la institución eclesiástica transmitió sus mensajes
utilizando mecanismos diversos, usó de la teatralidad de su poder, de la imagen,
la tradición oral, la música y del prestigio y respeto que obtuvo socialmente. Al
fin y al cabo se ocupó también de los momentos límites e íntimos en la vida
de las personas: el nacimiento, el matrimonio, la enfermedad, las desavenencias
y la muerte.
Pero el proyecto nacional de las élites fundó sus valores cívicos y religiosos
en un proceso de imposición de una cultura, una lengua, un credo y una raza.
Con ello, los habitantes mayoritarios del Chocó –indios y negros esclavos y libres,
y mulatos– quedaban supeditados al nuevo proyecto a través de un mestizaje
cultural que se tradujo en la imposición de una cultura dominante blanca y

*
170
*
Óscar Almario García

criolla que excluyó en lo sustantivo los proyectos de tales grupos. Ciertamente,


hubo sectores que se plegaron al proyecto modernizador de las élites con lo que
la República tuvo también en el Chocó su particular proceso de construcción.
Podría afirmarse que en una sociedad cuya visión preponderante de la vida y de
la riqueza no es la occidental –obtener ganancias, ahorrar y explotar recursos
diversos sin medir sus efectos–, que no logró crear grupos medios significativos,
aunque sí unas pocas formas de ascenso social, vio en la actividad política una
manera de obtener favores y contraprestaciones, y de asegurar –aunque fuese por
períodos– la subsistencia propia y la familiar. Con ello, la formación de clientelas
políticas asociadas a los partidos liberal y conservador debió ser uno de los
principales ejes de la política regional chocoana en sus pocos centros urbanos,
creando a su vez lazos relacionales mediante familias extendidas hasta los lugares
más distantes.
 Así, el proyecto modernizador fue penetrando de múltiples
formas al Chocó. Estado, particulares adinerados, partidos políticos e iglesia se
decantaron por realizar una segunda conquista del Chocó, introduciendo cambios
en el orden económico, político, social y religioso. La dinámica comercial ganó
terreno a través de la política de colonización y concesión de baldíos, el impulso a
la navegación a vapor, la construcción de caminos, la explotación de nuevos pro­
ductos vegetales, faunísticos y minerales y su exportación, la introducción de dra­-
gas para la explotación minera, la fundación de poblados, la configuración de
Quibdó como eje regional y distribuidor de bienes, y un relativo incremento
demográfico en los centros urbanos de Quibdó, Istmina, Juradó y bajo Baudó.
Estos factores incidieron en un reordenamiento poblacional que modifi­-
có territorios y competencias administrativas y políticas. Con ello, la política
regional tuvo bases lugareñas y se centró en tradiciones familiares y lealtades
locales. Aún no sabemos si más allá de un estilo clientelista de la política fue
posible establecer desarrollos educativos anteriores a los conocidos a fines del
siglo xix, pues al parecer poco incidió este factor en la movilidad social y estuvo
poco extendido. Sin embargo, debieron existir unas élites ilustradas locales
en Quibdó y en menor medida en Nóvita, cuando sabemos de la existencia y
circulación de catorce periódicos durante el siglo xix.13

13
Biblioteca Nacional de Colombia, Catálogo publicaciones seriadas siglo xix, vol. 2, Bogotá,
Colcultura, 1995.

*
171
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Particulares adinerados jugaron un papel decisivo en el comercio, el gobierno


regional, la prensa, la apropiación de baldíos y la explotación de las riquezas
naturales. Estos, como parte de las élites políticas, económicas y religiosas con­-
figuraron un grupo de poder, predominantemente blanco, que ordenó a su
modo el modelo republicano en la región, teniendo en cuenta la creación de
sociabilidades con otros sectores –más que todo populares– que dieron lugar a
relaciones de mutua dependencia y oposiciones directas e indirectas.
Aún los estudios sobre el Estado surgido de la Independencia y sus relaciones
con las provincias y cantones son limitados o carecen de base documental. Para
el caso del Chocó, sabemos poco sobre su papel en las guerras de independencia
y en la configuración de la nueva república y mucho menos del modo como fue
asumida, resistida o rechazada por los diversos grupos sociales. Sin embargo,
basados en los estudios existentes y en algunas pistas documentales, vamos a sugerir
líneas de comprensión y problemas que permitan un acercamiento a los can­-
tones chocoanos (1821-1886) con sus distritos, aldeas y secciones; y a las
provincias del Atrato y del San Juan bajo la administración del departamento del
Cauca durante la Regeneración en Colombia. Será necesario entonces señalar
rasgos de la dinámica entre construcción nacional y construcción regional,
con sus respectivas relaciones de conflictos, superposiciones, autonomías, inte­
graciones, rupturas y resistencias.
Ingresamos al siglo xix en el Chocó con los mismos rasgos de la socie­dad
colonial construida en el siglo xviii –una sociedad tradicional–, en contraste
con un nuevo proyecto republicano impulsado por las élites ilustradas. Aún no
tenemos estudios que nos permitan comprender el encuentro y los conflictos
entre estos dos modelos de sociedades, y los matices que se produjeron en sus
diversos grupos sociales con respecto al nuevo proyecto. Basados todavía en
unas pocas pistas señalaremos perspectivas y ausencias en el estudio del si­-
glo xix sobre el Chocó.

Rogerio Velásquez o el descubrimiento etnográfico e histórico


del Chocó

En este contexto se destaca la obra del etnógrafo chocoano Rogerio Velásquez


(Sipí, Chocó 1908-Quibdó, Chocó, 1965), nacido en un pueblo situado en
las riberas de uno de los 130 ríos afluentes del San Juan. Profesor de la Escuela
Normal Superior de Tunja, etnólogo de la Universidad del Cauca, Popayán

*
172
*
Óscar Almario García

(Instituto Etnológico), investigador auxiliar del Instituto Etnológico Na­


cional y jefe de la sección folclórica del mismo, que se puede considerar el
primer etnógrafo afrocolombiano profesional. En el año 2000, en un primer
reconocimiento nacional a la trascendencia de sus aportes, el icanh publicó una
compilación de sus ensayos y estudios, hasta entonces dispersos en materiales
de difícil consecución, edición que estuvo al cuidado del antropólogo Mauricio
Pardo.14 Diez años después, la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, proyec­-
to del Ministerio de Cultura, hizo una nueva recopilación de sus ensayos y
escritos, esta vez al cuidado del historiador Germán Patiño.15
Los estudios de este etnógrafo, que se refieren a una gama muy amplia
de asuntos y temas, revelan lo atento de su mirada, su curiosidad científica, el
respeto por las tradiciones culturales y diversas prácticas de la gente con la que
se identificaba por obvias razones, así como la seriedad y rigor con que abordaba
los problemas de investigación que se planteó. Así, cuestiones históricas, la
geo­grafía y las comunicaciones, los avatares administrativos del Chocó, la eco­
nomía y el comercio regionales, la medicina popular, los rituales de muerte, la
tradición oral y la literatura popular, la cultura material, la ancestralidad africana,
entre otros muchos aspectos, formaron parte de sus inquietudes, pesquisas y
reflexiones. De todo ese invaluable material vamos a retomar dos trabajos su­
yos que consideramos especialmente valiosos para los fines de nuestro estudio.
El primero que consideraremos aquí se titula El Chocó en la Independencia de
Colombia16 y el segundo lleva por título “Apuntes socioeconómicos del Atra­-
to medio”.17
Como fue subrayado recientemente, el aporte de Velásquez sobre la
independencia hace parte de uno de los primeros trabajos que en Colombia
contribuyen a descentrar y “desnacionalizar” el discurso mítico de ese proceso,
que ha sido instrumentalizado por sus élites de poder por cuanto lo explican
como la realización heroica del proyecto ilustrado y capitalino con exclusión

14
Rogerio Velásquez, Fragmentos de historia, etnografía y narraciones del Pacífico colombiano, Bogotá,
ICANH, 2000.
15
Rogerio Velásquez, Ensayos escogidos, Bogotá, Ministerio de Cultura - República de Colombia,
2010, pp. 9-36.
16
Rogerio Velásquez, El Chocó en la independencia de Colombia, Bogotá, Ediciones Hispana, 1965.
17
R. Velásquez, “Apuntes socioeconómicos del Atrato medio”, op. cit.

*
173
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de las provincias y los sectores populares y subalternos.18 En ese denso ensayo,


Velásquez, al tiempo que cuestiona ese enfoque mítico, nacionalista y elitista, se
esfuerza en incluir al Chocó y su gente en un imaginario nacional resignificado,
para lo cual recurre al concepto de negredumbre (una analogía contrastiva, según
creemos, de muchedumbre, en boga en esa época), recurso retórico que se podría
entender como la promoción de un nacionalismo con pueblo y que, desde su
particular punto de vista, supone que se trata de un pueblo que además debe
incluir lo negro. Así que con las reflexiones pioneras de este estudioso estamos
en presencia no sólo de cuestiones de índole académica sino también de sus con­-
secuencias políticas, lo que convierte a Velásquez en un ejemplar intelectual que
apunta en dos sentidos, el científico y el político, de una todavía difusa pero ya
perceptible identidad negra.
Según el etnógrafo, a comienzos del siglo xix el Chocó era un territorio
conocido, y lo era en realidad desde el siglo xviii, aunque sólo en su “superficie”
y en forma paradójica, es decir, no de fondo. A diferencia de lo expuesto por los
geógrafos del siglo xix que no fueron conclusivos respecto de lo que explicaba el
atraso del Chocó, Velásquez aprovecha este ensayo para dejar sentada su hipótesis
de que sí pesa en ello su aislamiento y la falta de caminos que lo alejaban de
Cartagena, Cali, Santafé de Antioquia, Neiva y Popayán. Sin embargo, dichas
dificultades, que fueron observadas en su momento por los visitadores reales
(como por ejemplo Juan Jiménez Donoso en 1780), en lugar de recibir respuestas
positivas de las autoridades coloniales condujeron a disposiciones erráticas que
acentuaron su aislamiento, en la medida que siempre privilegiaron el interés
imperial en desmedro del provincial: “De los ríos se acordaron en España para
cerrarlos, como ocurrió con el Atrato […]”.19 A partir de esta base, la crítica
de Velásquez se concentra en demostrar que el Estado español nunca tuvo
una política colonizadora sino puramente extractiva de recursos, hipótesis
que tendría consecuencias en distintos planos, como el social por la ausencia
de una sociedad consistente y estable, y el político, que permite explicar por
qué el malestar reinante fue canalizado por el proceso de la Independencia y

18
Óscar Almario García, Castas y razas en la Independencia de la Nueva Granada, 1810-1830:
Identidad y alteridad en los orígenes de la nación colombiana, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 2013, pp. 17-26.
19
R. Velásquez, El Chocó en la Independencia de Colombia, op. cit., p. 50.

*
174
*
Óscar Almario García

comprender la dinámica por la cual “los de abajo” se sumaron al mismo. De


este modo, su análisis devine en una contra-narración o contra-relato al que
oficialmente predominaba hasta ese momento, en la medida que pretende no
sólo la inclusión social de la gente de la provincia del Chocó en ese momen­-
to fundacional de la nación sino que de ello se deriva una intención de inclu­
sión simbólica en el imaginario nacional de esta región y su gente en relación
con el futuro.
Proponerse develar los motivos y las razones de la Independencia en el
Chocó, le impone a Rogerio Velásquez desarrollar un notable trabajo de do­
cumentación, análisis y síntesis histórica, que a su vez es revelador de su amplia
capacidad para integrar materiales de archivos, observación etnográfica e ima­
ginación sociológica. Siguiendo el canon de los estudios sociales de la época, su
exposición tiene este orden: en la primera parte se exponen las características
más estructurales de la provincia económica, las clases sociales y las rebelio­-
nes de la plebe; y en la segunda se ilustra la “noticia revolucionaria”, el año terrible
de 1816 por la reconquista española, así como los posteriores de 1816 a 1819
por el desarrollo del conflicto y finalmente las “noticias sobre los libertadores”.
En cuanto a la economía y en particular el estado de la agricultura regional, y a
diferencia de lo sostenido por el fatalismo de los geógrafos del siglo xix y de la
transición al xx, Velásquez argumenta que si bien los suelos chocoanos no eran
los más aptos para la producción agrícola intensiva, por estar permanentemente
sometidos a las lavadas por la pluviosidad y humedad, y admitido también que
durante la Colonia la agricultura fue sobre todo de subsistencia, no obstante
sostiene que la historia regional bien pudo haber sido diferente. Esto es, de
haber mediado otras políticas imperiales en favor de la población, porque a pesar
de las desventajas de los suelos para su uso agrícola intensivo, de todas formas
quedaban disponibles importantes terrenos que pudieron haberse utilizado para
la agricultura. En efecto, en su opinión, “[…] quedaban las terrazas aluviales de las
riberas, las localidades costeras del Cario, donde estaban ubicadas Concepción,
Mandinga y Caimán y las veras de los ríos que desembocan al Pacífico”.20
Con lo cual, Velásquez introduce uno de los niveles de observación clave para
comprender y explicar tanto los procesos de apropiación de la tierra durante

20
Ibíd., p. 50.

*
175
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

la Colonia por “colonizadores” y especuladores como las posteriores dinámicas


de ocupación extensiva del territorio por la gente negra en libertad durante
el siglo xix. Contra la idea formulada y difundida por Codazzi, la Comisión
Corográfica y sus continuadores, sobre la supuesta desidia del negro chocoano
como causa principal del atraso provincial, Velásquez expone el argumento de
la responsabilidad histórica de un Estado colonial parasitario y saqueador de los
recursos por cuanto su interés no es colonizar, es decir, porque no crea colonias
ni forma provincias, porque en últimas no busca establecer un poblamiento.
Lo que aparte de los factores económicos tuvo sobre todo consecuencias so­
ciales, por la configuración de unos sujetos externos o “colonizadores” que no
se identificaron con la provincia que gobernaban y controlaban sino a la que
solamente expoliaban, con lo cual el sujeto colonizador se redefine como un
sujeto “interno” pero que en realidad parasitaba en las condiciones provinciales.
Crítica sociohistórica de fondo sobre el colonizador hispánico que Velásquez
extiende hasta los sujetos “criollos”, es decir, a los mineros esclavistas de Pasto o
Popayán, que únicamente buscaron el control de minas y tierras para heredar pero
no para labrar y producir. Así las cosas, la minería del oro habría condiciona­
do la agricultura, condenándola a la precariedad y falta de iniciativa amplia y
comercial. Mientras que los geógrafos nacionalistas del siglo xix y comienzos
del xx insistieron hasta la saciedad en las desventajas geográficas del Chocó por
su localización en la región de las calmas, Rogerio Velásquez contraargumenta
que la humedad y fragmentación de los suelos jugaron a favor de un encuentro
creativo entre los pobladores y las condiciones naturales para que se incrementara
la diversidad de los productos, lo que a su vez propiciaba una cercanía entre los
pobladores asentados en los diferentes lugares y el aprovechamiento de esa amplia
diversidad. Sin embargo, el español, obsesionado por el saqueo del oro, desesti­-
mó estas ventajas y no reconoció la potencial relación productiva que se anunciaba
entre minería y agricultura, por lo que los bosques de Unguía y de San Joaquín de
Nauritá, los entornos de Bojayá, Munguidó y Tamaná, las vertientes templadas
del San Juan o del Atrato, permanecieron como tierras improductivas. En una
perspectiva de corte sociohistórica Velásquez concluye presentando el radical
contraste entre un “pueblo conquistador” externo y otro endógeno sometido
al expolio y la infelicidad: “Al pueblo conquistador le bastaba buscar oro, vivir
como refugiado, ahorrar equipo, comer mal, alojarse en peores condiciones. En
su presupuesto no figuraban comunidades felices, prósperas y uniformes que

*
176
*
Óscar Almario García

sintieran el deseo de vivir plena y cabalmente”.21 Su crítica de lo peninsular


como experiencia colonizadora de la peor estirpe deviene en sociología histórica,
puesto que deduce de ella todas sus implicaciones en las condiciones internas
coloniales, por lo que llega a sostener o representar una situación cultural que
raya con la esquizofrenia social, ya que los vencedores, representados por sus
descendientes “criollos”, adoptan los vicios y costumbres de los vencidos, razón
por la cual los blancos del Chocó se condenaron a sí mismos a una existen­-
cia precaria en lo cotidiano pero ambiciosa en la apropiación de tierras y minas:
“Para él [el terrateniente pastuso o payanés], la libertad política se conseguía con
el ejercicio de socavones u hoyaderos, tomas o fosos longitudinales. Empero,
disputaba por las tierras vecinales que se destinaban para la descendencia, nunca
para labrarlas y convertirlas en recursos alimenticios de que tanto se necesitaba”.22
La evidencia histórica constata esta tendencia a la apropiación en forma
privada de las tierras del Chocó, porque a partir de la cédula real del 15 de octubre
de 1754 los dueños de entables de minas se apropiaron de los baldíos aledaños,
no obstante existir el antecedente de donación de tierras de pan sembrar,
estancias de ganado mayor o caballerías para el sostenimiento de los esclavos.
Como explica Rogerio Velásquez, a raíz de ello el San Juan terminó repartido
entre veinticuatro mineros de Popayán, Santa Fe y algunos de la provincia, y
el Atrato se dividió entre “quince terratenientes”.23 En ninguno de estos casos
se promovieron la agricultura, la ganadería o el comercio. En esas condicio­-
nes estructurales de predominio de la economía minera parasitaria, lo notable es
que no obstante pudo abrirse paso la agricultura de los colonos negros y mulatos,
con sus características de nomadismo y prácticas difíciles, tal como la vio en su
momento Don Carlos Ciaurriz en 1803.24 Toda esta situación social regional
descrita por Velásquez se veía agravada por el hecho de que el indio trabajaba

21
Ibíd., p. 53.
22
Ibíd., p. 54.
23
Ibíd.
24
Informe rescatado en Enrique Ortega Ricaurte y Ana Rueda Briceño, Historia documental del
Chocó, vol. 24, Bogotá, Editorial Kelly, 1954. Así como otros funcionarios coloniales, véase
Bartolomé Tienda de Cuervo, “Memoria del Intendente sobre el estado de Nueva Granada,
y conveniencia de restablecer el Virreinato”, Economía Colombiana [revista de la Contraloría
General de la República], Bogotá, año iii, vol. 9, núm. 25, mayo de 1956, pp. 389-396.

*
177
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

para los corregidores y no para su familia o grupo, con lo cual el cuadro general
de la región alcanza proporciones negativas colosales.
La otra causa de la independencia en el Chocó tiene que ver con la
minería, la cual experimentaba una evidente decadencia a finales del siglo xviii,
motivada por varios factores que Velásquez resume en cinco: uno, los métodos
de trabajo anticuados y carentes de herramientas que condujeron al desplome
de la producción, la ruina de los entables, la decadencia de las cuadrillas y la
consecuencia de esclavos dispersos y desordenados; dos, a la pobreza en general
de los mineros por la escasa rentabilidad de la producción, la consiguiente
división entre mineros “ricos” y “pobres” y la aparición de una “minería nómada”
practicada por zambos, mulatos y negros libres; tres, la precariedad reinante
en los asentamientos y pueblos en los que no se aplicaron las disposi­ciones de
las Recopilaciones, que por lo mismo quedaron mal situados e indefini­-
dos en sus términos y funciones; cuatro, a las cargas impositivas del imperio
que co­lapsaron las posibilidades de atenderlas y en cambio desataron las peores
prácticas, rivalidades y ambiciones; y cinco, a la falta de las más elementales
condiciones para la educación de la población, que desembocó en revueltas
populares, mientras que los sectores de élite se enfrentaban por el poder. Sin
lugar a dudas, el estudio de Velásquez sobre las condiciones regionales del Chocó
para el momento de la Independencia constituye un ejemplo pionero para las
nuevas generaciones de investigadores.
El segundo estudio de Velásquez, con especial referencia al sigo xix chocoano,
referido a las condiciones socioeconómicas del Atrato medio, contiene varias de
las pistas analíticas clave que los investigadores posteriores han seguido hasta
la actualidad para comprender las relaciones entre los antecedentes coloniales
y el siglo xix, y sobre todo para identificar las principales características de
la región en este último siglo.25 Todo lo cual se sintetiza en la sorprendente
contradicción entre el río Atrato que representaba “todo” (movilidad, recursos,
desagüe) y la absurda decisión de la Corona española de clausurarlo durante
la mayor parte del siglo xviii por el peligro del contrabando y la amenaza de
las potencias competidoras, lo que se tradujo en consecuencias nefastas para
las posibilidades de bienestar en el interior de las provincias chocoanas. Con

25
R. Velásquez, “Apuntes socioeconómicos del Atrato medio”, op. cit.

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178
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Óscar Almario García

este trabajo, Rogerio Velásquez también incursiona en temas novedosos para la


época y que siguen abiertos a la discusión actual, como el de la cultura material
y la trama social de la región y sus grupos fundamentales. En efecto, siguien­-
do a Orlando Fals Borda,26 Velásquez apunta que la vivienda del negro chocoano
es una adaptación casi integral de la indígena, ajustada a la actividad minera,
que se va a difundir por los ríos con la expansión migratoria de los negros a
mediados del siglo xix. Pero más allá de estos temas, el verdadero objetivo de
este ensayo y su trascendencia consiste en el análisis de las características y
cambios en las relaciones de propiedad en esta parte del Chocó, que a su vez es
una manera de introducirnos en el intrincado asunto de la estructura social del
período que nos ocupa, temas en los que Velásquez sigue los caminos abiertos
por los estudios de Robert C. West de unos años antes. En efecto, dos grandes
y nuevas tendencias históricas, y las fuerzas sociales implicadas se per­filan
en el Chocó desde la segunda mitad del siglo xviii, las mismas que se pro­-
yectarían hasta el xix, esto es, las que representan los grandes propietarios y la
de la propiedad de los libertos. Como se anotó antes, los grandes propietarios
se habían hecho a las “tierras de composición” del Chocó aprovechándose de
la real cédula del 15 de octubre de 1754.28Sin olvidar los antecedentes que
indican que los registros de minas en las condiciones geoecológicas ya descritas
constituían una estrategia jurídica de apropiación de tierras y cursos de agua,
que se sirvió de la Recopilación de Leyes de 1680, según el análisis de Ots,29
y que Velásquez retoma.30 Aseguradas entonces las posesiones de los grandes
propietarios esos dominios se manejaban después de cualquier manera, es decir,
que las tierras se podían vender, enajenar y heredar, y jugar con ellas en la fe­-
ria de empleos, entre otras modalidades. Respecto de las propiedades de los
libertos, el etnógrafo chocoano toma el emblemático año de 1851 (libertad
absoluta de los esclavos decretada por la República) como el hito cronológico a

26
Orlando Fals Borda, La vivienda tropical húmeda, sus aspectos sociales y físicos como se observan en
el Chocó, Bogotá, Centro Interamericano de vivienda y Planeación, 1958.
27
R. Velásquez, “Apuntes socioeconómicos del Atrato medio”, op. cit., p. 141.
28
Sobre el particular R. Velásquez se apoya en un texto de Miguel Antonio Arroyo de 1954.
29
En este punto cita un texto de José María Ots de 1945.
30
R. Velásquez, “Apuntes socioeconómicos del Atrato medio”, op. cit., p. 173.

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179
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

partir del cual los libertos se habrían asentado en las propiedades de los antiguos
amos. Todo esto en medio de una gran variedad de alternativas, es decir, como
tierras tomadas en arriendo o no, de grado o por fuerza, pero en todo caso lo cierto
es que los libertos se apropiaron de las minas de los terratenientes y se instalaron
a vivir en los platanales antiguos. Mientras tanto, se verificaba la decadencia de
haciendas y lugares por el avance de esta nueva fuerza que representaban los
libertos, que paradójicamente Velásquez registra como algo de impacto negativo,
como supone que lo evidencian los casos de “[…] las haciendas de Bebará y
Bebaramá, Beté y Riosucio, Munguidó y Andágueda”.31 Sin duda, esta parte
de su análisis se presta a mucha discusión desde las perspectivas actuales, por
lo menos en dos sentidos, según creemos: en uno, por estar apegada a la idea
de que 1851 (ley de manumisión general de los esclavos) es la fecha que mar­-
ca el despegue hacia la emergente forma de propiedad de los negros libres, lo que
contrasta con las investigaciones más recientes, como veremos más adelante,
que demuestran las consecuencias que tuvo la “libertad pactada” o “transitoria”
en la movilidad social y en las formas de propiedad entre los libres, como
fenómenos sociales asociados a la decadencia minera a finales del siglo xviii;
y en otro, por establecer una distinción muy drástica, vía la comparación, entre
esa experiencia de la propiedad de los libertos en el Valle del Cauca y la del
Chocó antes de 1851. En efecto, según Velásquez:
Podría argüirse que hubo, antes de 1852, negros con haciendas que
producían cartas de aforramiento. Tales hatos fueron frecuentes en el
Va­lle del Cauca donde se daban, no graciosamente, sino como medio
de lograr los amos mayores ingresos o de descargarse del sustento de
los acollarados. En el Chocó los trabajadores de las minas carecieron de
esas ventajas, pues el esclavo no podía distraerse de los quehaceres de los
entables en los días festivos, so pena de ser castigado o vendido a postores
del interior.32

De este modo, Velásquez se introduce en otro campo de estudio significativo


en el que se conectan pasado y presente como cuestión relevante para el análisis
social, en lo que infería era la situación de ese momento, es decir, a comienzos

31
Ibíd., p. 173.
32
Ibíd., p. 174.

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180
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Óscar Almario García

de la década del sesenta del siglo pasado, en relación con la propiedad de la


tierra en el Chocó. Situación que puede resumirse en una suerte de contradic­-
ción entre la realidad social y las disposiciones jurídicas, por cuanto el
poblamiento de los libres no descansó o no se soportó sobre títulos legítimos
de propiedad. En efecto, el abandono de los antiguos reales de minas facilitó la
creación de nuevos caseríos, así: Las Mercedes se forma por los habitantes de
Neguá, Bebará, Bebaramá, y Bete; Boca de Tanandó a partir del real de minas
de Lombricero de Tanandó; Yuto de Lloró y Samurindó; Boraudó de Lloró,
entre otros. En su dinámica, el poblamiento de los libres se hace extensivo y
ribereño, complementado por una agricultura de subsistencia. A nuestro modo
de ver, el análisis de Velásquez se torna contradictorio en este punto, porque por
una parte reconoce la nueva dinámica pobladora iniciada en el siglo xix, pe­-
ro por otra critica la supuesta incapacidad de la gente negra para asegurar su
propiedad. En efecto, Velásquez sostiene que leyes del siglo xix (como las de
los años 70, 74 y 82) y del xx (de los años 15, 17, 26, 31 y 36) “los autorizaba [a
los negros] para alcanzar el derecho de propiedad, [pero que] la indolencia y la
ignorancia no los dejaron actuar. Hoy sin derecho escrito, por ocupación y por
cultivo los ampara el artículo 19 de la ley 100 de 1944 […]”.33 Sin embargo, la
cuestión en discusión radica en que la “indolencia y la ignorancia” de la gente
negra del Chocó no son características espontáneamente desarrolladas sino las
manifestaciones de siglos de esclavización, subalternización y subordinación,
que la experiencia republicana acentuó con su discurso nacionalista, progresista y
racista. Lo que entre otros fenómenos significó la fractura o desencuentro entre
la construcción de territorios como gesta colectiva y la formación de identidades
étnicas. Cuestión que tan sólo las condiciones de finales del siglo xx y la adop­
ción de la Constitución Política de 1991 en Colombia permitirán resolver
parcialmente mediante la emergencia de la identidad étnica afrocolombiana y sus
derechos territoriales. No obstante estas contradicciones, hay que reconocer que
Velásquez anticipó el complejo problema que subyacía a la situación regional del
Chocó del siglo xix a partir de la estrecha relación entre el pasado esclavista, la
decadencia minera, las formas de propiedad de la tierra y el poblamiento negro
en libertad, que apuntan a su singularidad. Por eso, tuvo razones de sobra para

33
Ibíd.

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181
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

argumentar las dificultades que esa falta de títulos sobre la tierra implicaba
en términos de inestabilidad social, limitaciones en las herencias y sucesiones,
procesos de compra-venta y demás. Esta ausencia de títulos en sus nuevos
detentadores (herederos de los antiguos esclavos y libertos) facilitó incluso que
los descendientes de antiguos propietarios blancos en algún momento decidieran
cobrarle impuestos a los “ribereños del San Juan y del Atrato”, lo que a su vez
empujó a éstos a la agricultura nómada y difícil, acentuada por los problemas
de transporte. Sin olvidar las dificultades sin cuento que para un campesi­-
no chocoano presentaba el intentar hacerse a un título de propiedad con arreglo
a las leyes.
Con base en estos valiosos aportes de Velásquez, quien a su vez se apoyó
en los de West, entre otros, la cuestión de las relaciones entre el poblamiento
nue­vo y la apropiación de territorios comenzó a definirse como una temática
central para los nuevos estudios sobre el Chocó. En adelante, nos detendremos
en los aspectos de este balance que relacionan la cuestión del poblamiento con
los conflictos y tensiones sociales.

Demografía histórica y vida social

En su dinámica demográfica entre 1778 y 1912, una suerte de largo siglo xix,
según creemos, se experimentó una de las transformaciones más significativas
de la provincia del Chocó: la de su configuración poblacional. A ese respecto,
según José Olinto Rueda, la región pacífica (Chocó y Barbacoas) tuvo cuatro
momentos.34 De 1780 a 1825 hubo estancamiento de la población (1778: 37.000,
1825: 35.000), pero aquí los datos están sobrenumerados por Rueda, pues en
1778 los pobladores ascendían a 23.873, por lo que se produjo un crecimiento
muy leve. El mayor auge demográfico del siglo considerado se produjo entre
1825 y 1851 cuando la población alcanzó 73.512 habitantes, se incrementa­-
ron las explotaciones mineras bajo formas de mazamorreo y se dinamizaron los
flujos migratorios. Entre 1851 y 1870 decayeron las tasas de crecimiento cuando
en el lapso de diecinueve años, la población sólo aumentó en 11.000 habitantes,

34
José Olinto Rueda, “Población y poblamiento”, en: Pablo Leyva (ed.), Colombia Pacífico, t. 1,
Bo­gotá, Biopacífico - FEN, 1993.

*
182
*
Óscar Almario García

lo que parece estar asociado a la baja productividad en las explotaciones mine­-


ras y a la liberación legal de los esclavos, quienes se dispersaron en gran medida
y muchos no pudieron ser censados. Para los años 1870-1905 se produjo una
modesta recuperación demográfica, al parecer subnumerada, pues hasta 1912 el
incremento poblacional no tuvo parangón ni antecedente. Entre 1870 y 1912
el Pacífico pasó de 84.790 habitantes a 168.306 lo que significa un incremento
del 100%; así, se dobló la población en cuarenta y dos años.
En este contexto, la provincia del Chocó con sus cantones del Atrato y del
San Juan, tuvo un primer período casi estancado entre 1782 (17.900) y 1835
(21.194), un importante crecimiento entre 1835 y 1851 (43.649) y un excesivo
decrecimiento entre 1851 y 1870 (41.343). Estos últimos períodos debieron
estar asociados a fenómenos de migraciones, población dispersa y ocupación de
negros e indios en lugares de difícil acceso para la configuración censal, porque si
se miran las tasas de crecimiento entre 1870 y 1912 (87.546) más que se dobla
la población en este período. Aunque estas tasas de crecimiento poblacional son
menores a las del resto del país son significativas en una región cuyos niveles de
salubridad e higiene son deficientes y cuyos ritmos de natalidad, mortalidad y
morbilidad son críticos en el conjunto nacional.
Si se mira al Chocó en el conjunto del Pacífico se percibe que su peso
demográfico es el de mayor importancia. Para el período 1835-1870 el Chocó
representa un poco más del 50% de la población del Pacífico; para 1905 (censo
subnumerado) sólo el 33,9% y para 1912 el 44,9%, sólo si se tiene en cuenta el
número de 77.546 habitantes en total, cuando el resto de los porcentajes se dis­-
tribuyen entre un 25% a 30% de la zona de Buenaventura y un 20% a 25% de
la zona de Pasto - Tumaco.
Si aún miramos más detalladamente los censos encontramos que dentro
del Chocó, el Cantón de San Juan posee más habitantes que el del Atra­-
to entre 1782 y 1870, cuando éste último toma la delantera centrado en tres
ejes de desarrollo urbano: Quibdó (la capital) que para 1912 cuenta con 20.475
habitantes, Itsmina con 12.846, y Pizarro con 5.697. Este último hace parte de
la zona de Juradó con un total de 9.504 habitantes incluidos Litoral (1.050) y
“salvajes” (1.500).
Por su parte, en el Cantón de San Juan surge con fuerza Baudó en el
litoral, Nóvita y Tadó permanecen aunque en descenso en orden de importancia
demográfica y económica, y Condoto y el Carmen aparecen y se destacan como

*
183
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

nuevos poblados. Asimismo, en el Atrato decaen los distritos de Chamí, Lloró,


Bebará y Murrí durante el siglo xix, cuando en el San Juan lo hacen Sipí y
Noanamá principalmente.
En este contexto, en la segunda mitad del siglo xix se produce un reor­
denamiento territorial muy vasto en el Chocó pues para 1912 se regis­tran 77.546
habitantes más un renglón de “indios (tribus)” que agrega 10.000 mo­radores
calificados como “irreductibles” o “salvajes”.
Si exceptuamos a Acandí, Urabá y Juradó, el Chocó registra para 1912,
57.547 habitantes discriminados en 2.719 blancos, 40.661 negros, 5.237 indios,
8.989 mezclados y 73 extranjeros.35 Al parecer, hay síntomas que indican que en
este período se produjo un marcado auge de la colonización campesina agrícola,
tal vez dinamizada por la libertad de circulación que significó la manumisión
entre 1821 y 1852 y la crisis correspondiente de los antiguos centros mineros.
Entre 1778 y 1912 el Chocó pasó de tener un 61% de su población com­
puesta por negros esclavos y libres, a poseer una del 85% conformada por los
mismos. Ello significa que la importante aunque limitada población indígena
de la región fue de sólo 5.389 (36%), frente a 8.916 esclavos y libres en 1778,
cuando para 1912 de cerca de 80.000 habitantes, sin considerar “irreductibles”
ni pueblos como Neguá y Pueblo Rico, el 85% de los pobladores fueron negros,
y los indígenas, mezclados y blancos completaron el 15% restante del total
de la población. En el lapso de dos siglos, de 1660 a 1860, se transformó la
composición racial del Chocó,36 lo que tendrá incidencia en los reordenamien­-
tos territoriales y en los nuevos cambios de la economía y la sociedad regionales,
pues además se abolió la esclavitud después de un proceso creciente de rebelio­
nes, manumisiones, cimarronismo, blanqueamiento y concesiones de libertad.
La dinámica demográfica, basada principalmente en las tasas de natalidad
positivas de parte de la población negra, en un descenso de la indígena y en
un leve crecimiento de la blanca, presionó hacia nuevas fronteras y territo­-
rios dando lugar a nuevos poblamientos, a fronteras fluidas entre los distintos
gru­pos y a la creación de instituciones, lo que asociado a las dinámicas

35
J. Aprile-Gniset, Apuntes sobre el poblamiento y los habitantes del Chocó, op. cit.
36
Robert Cushman Murphy, “Racial succession in the colombian Chocó”, Geographical Review,
Nueva York, vol. 29, núm. 3, 1939.

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184
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Óscar Almario García

colonizadoras y comerciales de los gobiernos nacional y regionales cercanos


reordenó en parte las subregiones existentes y dio lugar al repoblamiento de
otras. Podría afirmarse que del siglo xviii al xix transitamos de una producción
minera en decadencia y estancamiento en el alto Atrato y el alto San Juan a
modos de vida más asociados a la explotación de ricos productos vegetales y a la
producción artesanal de pesca y agricultura, sobre todo en el Baudó, el Pacífico
y el bajo Atrato.37

Configuración territorial

Con el declive de la producción colonial en el corazón minero chocoano, se


produjo una gran dispersión de pobladores indígenas y negros, que migraron
hacia el medio y bajo Atrato, el Baudó, el Pacífico, el San Juan, el occidente
del actual Caldas y el occidente y suroeste de Antioquia. En el bajo Atrato
estos debieron disputar territorios con migrantes procedentes de Cartagena
y de los ríos Sinú y San Jorge para dar lugar a los poblados de Turbo, Acan­-
dí y Riosucio. Con una dinámica comercial más amplia con eje en Quibdó, una
importante navegación de cabotaje y ricas explotaciones de tagua, maderas,
raicilla ipecacuana, caucho, conchas de mar y pieles de animales, se configuraron
tales poblaciones, empujando a indígenas cunas más hacia Panamá y hacia unas
pocas costas del golfo de Urabá; cada vez más emberas se trasladaban a las
cabeceras de los ríos y selvas todavía intocadas, o se congregaban con catíos y
chamíes después del éxodo de los centros mineros.38
Una población negra en expansión, una disminuida población indígena y
una élite predominante, ordenaron de modo diverso sus territorios. Quibdó,
Istmina y Nóvita fueron los centros de comercio durante el siglo xix. El
primero se constituyó en eje administrativo, comercial y político desde el cual
se conformaron redes económicas, políticas y culturales con los demás pueblos
donde existieron élites lugareñas que impulsaban las políticas de “modernización”
promovidas por las regiones vecinas, y constituían un orden que debió pasar
siempre por las transacciones intergrupales y las relaciones de parentesco. De

37
J. Aprile-Gniset, Apuntes sobre el poblamiento y los habitantes del Chocó, op. cit.
38
M. T. Uribe de Hincapié, op. cit.; G. de Granda, op. cit. y B. Castro, op. cit.

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185
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

todos modos, el siglo xix presenta un Chocó que bajo el proyecto económico
republicano integra varios circuitos y rutas de comercio: de Callao hacia Gua­
yaquil, Charambirá, Arrastradero de San Pablo y Quibdó; de Panamá hacia
Cupica, Bebará y Quibdó; en el Caribe, desde Jamaica a Cartagena y Quibdó; y
de Cartago por Nóvita hacia el Arrastradero de San Pablo y Quibdó.39 Quib­dó
se convirtió en la terminal de estos circuitos comerciales después de la apertura
del Atrato, del incremento de compañías comerciales creadas por hombres de
negocios en Quibdó por parte de ingleses que impulsaron el comercio entre
Jamaica y Quibdó, algunos de los cuales ocuparon cargos públicos y se ave­
cin­daron allí (Bruce, Cohen, Morris, Higeon, Perry e Isaacs entre 1821 y
1830). Otros desarrollaron un comercio Atlántico con géneros de Castilla vía
Cartagena-La Habana-Quibdó y Nóvita, como los Ferrer; y otros más fueron
comerciantes, mineros o abastecedores de los centros mineros esclavistas como
los Rovira de Supía, Siqueira de Cartagena, Gaes de Buga, Terán de Quito y
Ayala de Panamá. Para el período 1808-1851 el lucrativo negocio de compra-
venta de esclavos decayó al caer la minería, al ser trasladadas algunas cuadrillas
a haciendas caucanas, al incrementarse la formas de obtención de la libertad y
los costos de mantenimiento. Sin embargo, entre 1808 y 1850 se sabe de 902
compra-ventas de esclavos en Quibdó con valores entre 250 y 580 pesos de
plata, lo que muestra que aún en la primera mitad del siglo xix la existencia de
una sociedad esclavista era significativa.40
Poco sabemos de la composición de los grupos dirigentes, pero se percibe
aún a tientas el predominio de familias blancas y en menor medida de familias
extendidas de negros con poder económico y prestigio social, vehículos clave
para integrarse a una sociedad que los marginó y excluyó. Al parecer, a través del
comercio, la minería, la política, la administración y las uniones matrimoniales
se configuró un círculo de familias (Contos, Ferreres, Arriagas, Andrades,
Garcés) que logró un liderazgo regional, controló los cargos públicos y estableció
relaciones de paternalismo y dependencia con las que pudieron –aparentemente
con bajo nivel de conflictos– someter a la mayoría de la población. Algunos
autores hablan de “espacios de aceptación interétnicos, convivencias pacíficas e in­-

39
Contraloría General de la República, “El Chocó”, en: Geografía económica de Colombia, Bogotá,
Imprenta Nacional, 1943.
40
S. Mosquera, op. cit.

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186
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Óscar Almario García

tegraciones sociales” que rompen con una pretendida “superposición étnica


inmutable”, y de cómo las relaciones de parentesco, políticas y económicas (por
deudas, créditos, dependencias basadas en la confianza mutua) contribuyeron
a la distensión social en una economía donde no abundaba el circulante, y los
créditos –en dinero o en especie– eran comunes.41
Las élites económicas y políticas le dieron un ordenamiento propio al
espacio republicano mediante el desarrollo de centros con algún peso urbano,
como Quibdó, Istmina y Juradó en el siglo xix. Desde tales centros se distribuían
productos importados y bienes exportables. A fines del siglo, en Quibdó hubo
almacenes aperados al mejor estilo europeo. Para Brisson, hacia 1890, Quibdó
era una capital con una sociedad distinguida y culta donde habitaban prestantes
negociantes como los Ferrer, Gabriel Lince y Elías Sierra. Su calle principal
estaba conformada por almacenes bien provistos de géneros extranjeros, lozas,
porcelanas, ferretería, harina, vinos y artículos de uso común en Norteamérica
y Europa. Su dinámica comercial estaba asociada a la presencia mensual del
Vapor Atrato con treinta y ocho toneladas de mercaderías, canoas y barquetas
provenientes de Cartagena y comerciantes antioqueños que introducían gana­
do vacuno, marranos, frijoles, papas y cebollas desde el suroeste. A cambio
se exportaba e intercambiaba tagua, aceites, resinas, maderas, oro y platino.
La vida en Quibdó era entonces cara y comenzaba a ser regida de nuevo por
los fran­ciscanos recién llegados que en poco tiempo habían casado a todos los
amancebados.42
Si Quibdó se estaba configurando como el centro urbano indiscutido del
Chocó, en su comarca cercana y aún más en los territorios más lejanos, los
poblados crecían lentamente. Para fines del siglo, según Brisson, en la región del
Andágueda no existía autoridad civil ni religiosa, no había ley ni instrucción ni
escuela alguna. Incluso afirmaba que: “Cada negro tiene su trabajadero o minita
donde trabaja algunos días de la semana (cuando necesita urgentemente) con
su familia, y prefiere ganar poco pero ser libre y trabajar por su cuenta. Rara vez
aguanta una ocupación permanente”.43

41
Ibíd.
42
Jorge Brisson, Explotación en el alto Chocó, Bogotá, Imprenta Nacional, 1895.
43
Ibíd., p. 151.

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187
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Es notoria la desigualdad económica, demográfica y social entre los prin­


cipales centros urbanos y los demás poblados, tales como Lloró, Bagadó y Chamí.
Este factor debió incidir en la desigual y a veces inexistente presencia de un
proyecto nacional que no se fundamentó en los pueblos.
Si los ejes urbanos le dieron un nuevo orden al Chocó, bajo la dirección de
las élites, otros grupos de la población reorganizaron las subregiones existentes,
debieron modificar zonas de territorios anteriores y crearon otras nuevas.
Estos procesos conjugarán desigualmente los proyectos modernizadores
desde las provincias, los estados o departamentos del Cauca, Bolívar y Antioquia
con respaldo en los ejes urbanos del Chocó y los territorios indígenas y de
negros libres, principalmente. Los desarrollos modernizadores consistieron
en proyectos económicos integrativos a la nación y al mundo internacional,
mediante la dinamización del comercio de productos vegetales, faunísticos y
minerales con sus correspondientes intercambios por mercaderías extranjeras
y nacionales, la apertura de vías de comunicación que penetraron al Chocó
asociadas a concesiones de baldíos y al desarrollo de la navegación a vapor.
Ta­les proyectos económicos impulsaron oleadas de colonizadores, bien por
reordenamientos territoriales, cuando indígenas o negros libres se debieron
desplazar de los viejos centros coloniales, o bien por migraciones nuevas hacia
territorios menos habitados como el bajo Atrato, el Baudó y el Pacífico. Así,
con nuevas fundaciones y más pobladores, el Chocó creció demográficamente
y siguió siendo un territorio en disputa por propios y extraños.
A los proyectos económicos –algunos sólo enunciados como el del canal
interoceánico– se articularon proyectos políticos. El predominante fue el proyecto
republicano de las élites que se fundó en un orden parcial de leyes, partidos y redes
políticas, iglesia, educación escasa, prensa significativa, algún desarrollo urbano y
una pequeña élite fundada en riquezas económicas, prestigio social, status y redes
de parentesco y de paternalismo que permitieron ejercer gobierno y dirigencia
social por un largo tiempo. Es notorio que este proyecto fue predominante en el
Chocó y debió ejercer un alto peso integrativo, pero al tiempo, debió chocar con
formas autonómicas propias de sociedades que tenían otros modos de pensar,
de relacionarse y de establecer sociedad, como las tradicionales organizaciones
indígenas o los más mezclados grupos de negros africanos. Así, este proyecto
económico, político y cultural de una república moderna superpuesta a poblados
tradicionales debió coexistir en el Chocó con estilos de organización económica,

*
188
*
Óscar Almario García

social y cultural diversos y con cosmovisiones y territorialidades distintas a la


occidental. Las tipologías de asentamientos a fines del siglo xix muestran la im­-
posibilidad de un orden colonial de redes urbanas o de un orden republicano
integrado, pues predominaron las distribuciones ribereñas como patrón de
asentamiento dominante en la selva tropical en pequeños caseríos, con una mayor
población indígena ubicada en la cabeceras y partes medias de los ríos, y una
población negra más centrada en los bajos de los ríos y al borde del mar. Además,
se construyeron pequeños caseríos en las playas o en tierras firmes rodeadas de
manglares mientras las zonas interfluviales se mantenían despobladas; entonces
la economía básica de estas poblaciones fue de subsistencia y estuvo basada en la
pesca, la caza y la agricultura.44 De la coexistencia y los conflictos entre proyectos
y estilos de vida resultaron las subregiones, algunas con tradiciones construi­-
das y otras con novedades en su desarrollo. Veremos sus rasgos en el siglo xix
para, en un futuro, comprender sus desarrollos desiguales en el siglo xx.
En relación con el bajo Atrato algunos autores, como Aprile-Gniset y
De Granda,45 han señalado que se produjo un movimiento poblacional hacia
el litoral desde los ejes mineros coloniales, que dio lugar a un repoblamiento
desde el interior del Chocó y desde Cartagena con efectos demográficos sobre
el medio y el alto Atrato y en especial sobre Quibdó, y hacia territorios centra­-
les del valle del Cauca.
El llamado “repoblamiento” del bajo Atrato se produjo en la segunda mitad
del siglo xix por parte de esclavos negros procedentes de las áreas mineras del
interior y de la región Atlántica cuyo centro fue Cartagena, mediante una nutrida
navegación de cabotaje y un tráfico comercial intenso con localidades costeras
situadas al occidente hasta más allá de la frontera panameña, y con localidades
ubicadas en las orillas del Atrato hasta Quibdó. Después de levantada la
prohibición de navegación por el Atrato en 1783, el tráfico comercial adquirió
mayor importancia; Cartagena y las zonas de las antiguas sabanas de Bolívar
se convirtieron en foco de una importante corriente migratoria dirigida hacia
las áreas costeras chocoanas del Atlántico e incluso, hacia las del bajo Atrato.

44
J. Aprile-Gniset, Apuntes sobre el poblamiento y los habitantes del Chocó, op. cit. y B. Castro, op. cit.
45
Jacques Aprile-Gniset, “La colonización del Atrato”, en: La ciudad colombiana, vol. 2, Bogotá,
Fondo de Promoción de la Cultura Popular, 1991 y G. de Granda, op. cit.

*
189
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Por su parte, Acandí, Turbo y Riosucio se debatieron para su formación


entre Cartagena y el Chocó mismo. En Riosucio, la emigración procedente de
Turbaco y otras poblaciones cartageneras se sobrepuso en la segunda mitad
del siglo xix a una capa poblacional un poco anterior, procedente de las áreas
chocoanas de economía minera del medio y del alto Atrato y especialmente del
San Juan. Este núcleo de colonos cartageneros del bajo Atrato –que en 1890
estaba constituido por familias de apellido Prestán, Vergara, Gómez, Garrido,
Marrugo, Porras, Ávila y Martínez– fue reforzado más tarde por familias de
origen chilapo (de las sabanas de Córdoba y Sucre) en busca de terrenos libres,
inexistentes en sus regiones por el predominio de latifundios ganaderos.46
El caserío chocoano llamado Pisisí y más tarde Turbo, fue fundado a
partir de la recolección de caucho por una población negra de origen chocoano,
atrateña y sanjuaneña, como lo muestran apellidos locales como Perea y Asprilla
originarios de la región del San Juan; pero a su vez tuvo mayores penetraciones
bolivarenses que Riosucio. Por su parte, Acandí tuvo una total fisonomía
caribeña, impuesta por sus fundadores, originarios de Cartagena. Así, la zona
de máximo influjo bolivarense fue la de Acandí, seguida por la de Turbo y la de
Riosucio (bajo Atrato), mientras que la del alto y medio Atrato, afectada por la
navegación fluvial originada en Cartagena, posee una fisonomía chocoana con
pocas penetraciones culturales bolivarenses.47
Así, los nuevos poblados de la región del golfo de Urabá tuvieron como
eje de fundación la explotación y la recolección de productos vegetales como la
tagua, la raicilla ipecacuana, el caucho y la madera, donde se combinaron gentes
del Chocó, de la Costa Atlántica y de las regiones de los ríos Sinú y San Jorge,
como se verá con más detalle más adelante.
Por su parte los cunas llegaron alrededor de 1850, después de muchos
desplazamientos y migraciones, al archipiélago de San Blas y organizaron un
territorio fuerte bajo su control. En el siglo xix, la piratería en el Darién tomó
la forma de comercio legal y de contrabando sólido. En éste participaban en
1850 barcos norteamericanos y comerciantes de Cartagena, Curazao, Jamaica
y Portobelo. Como en períodos anteriores interesaba de los cunas la carne de

46
G. de Granda, op. cit.
47
Ibíd., p. 59.

*
190
*
Óscar Almario García

manatí y de tortuga, la concha de carey, la tagua, el cacao, el ipecacuana y los


plá­tanos, y a los cunas les interesaban los rifles ingleses, la pólvora, las telas
de algodón y el brandy. Estos sembraron palmas y se dedicaron a comerciar
también con los cocos en San Blas, donde configuraron un modelo de sociedad
reconocida por el Estado de Panamá en 1925.
La zona del bajo Atrato fue durante la época colonial un área prácticamente
despoblada de habitantes blancos, criollos y negros, más no de indios embera
y cunas principalmente, debido a lo cenagoso del terreno, a la inexistencia de
explotaciones auríferas y a la prohibición entre 1698 y 1789 de la navegación por
el Atrato para evitar la salida de oro de contrabando, controlada relativamente
por vigías o fuertes militares. Por ello, sólo en la segunda mitad del siglo xix
se produjo un poblamiento nuevo en el bajo Atrato como consecuencia de
migraciones de antiguos esclavos negros y sus familias desde las zonas coloniales
de explotación aurífera a nuevas zonas de pesca y agricultura, una de cuyas ramas
descendió por el Atrato y fundó caseríos como Napipí, la Isla de los Palacios, El
Montaño (de procedencia sanjuanera) y Playablanca, luego llamada Riosucio.48
Las familias Moreno y Mosquera, todavía hoy representadas en el bajo Atrato,
procedían de Nóvita.
La segunda migración, que dio lugar a Riosucio, estaba compuesta por
gentes criollas o mulatas desplazadas desde Cartagena y su comarca, en busca
de terrenos libres para la agricultura. Para fines del siglo xix (1890) parecen
predominar los cartageneros y los de comarcas circunvecinas, pero debido a la
afluencia posterior de negros del Atrato y del San Juan estos terminaron por
sobreponerse al núcleo costeño.
Para completar nuestro mapa, nos referiremos a Urabá, un territorio sui
generis en el norte del Chocó. Según María Teresa Uribe de Hincapié49 Urabá
y su hinterland fue desde el período de conquista un territorio con rasgos de
pervivencia histórica por lo que distingue cuatro ejes sobre los cuales se ha
desarrollado: el de la disputa y el conflicto, el del saqueo y la recolección, el del
refugio y la ilegalidad, y el de la resistencia y la supervivencia.
Si se mira, grosso modo, el Chocó no está exento de gran parte de esta
caracterización, máxime si los territorios de Urabá y del Darién han estado, o

48
Ibíd., p. 201.
49
M. T. Uribe de Hincapié, op. cit.

*
191
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

bien incorporados administrativamente al Chocó y al Cauca, o bien poblados


por sus gentes en convergencia con pobladores de la costa Atlántica y del interior
hasta el siglo xx.

El Chocó disputado

En este contexto, vemos entonces rasgos centrales del eje de la disputa y el


conflicto, asociado a los proyectos modernizadores impulsados sobre el norte
cho­coano y sus resultados. La disputa republicana por el control de Urabá y par­-
te norte del Chocó se produjo principalmente entre Cartagena (Bolívar), Cauca y
Antioquia. Las tres regiones reclamaban jurisdicción sobre el valle del bajo Atrato
y Urabá.50 Cauca, particularmente, reclamaba toda la cuenca del Atrato hasta su
desembocadura, y Antioquia la margen derecha del río, lo que fue reconocido
por la Ley del 17 de noviembre de 1831. Ese año se reabrió la navegación por
el río Atrato a todo tipo de embarcaciones y se estableció un puerto de aduana
que dio origen a la población de Turbo, fundada en 1840. Así, entre 1831 y 1850
se desataron acciones para colonizar aquel territorio e integrarlo, junto con el
occidente antioqueño y parte del suroeste, al modelo de desarrollo antioqueño.51
Se concedió un privilegio para construir el camino Cañasgordas - río León, luego
decretado camino nacional, el cual se hizo entre Frontino y el río Murindó, y
otro por la Cerrazón realizado por la compañía comercial denominada Mutatá.
Para estos casos se utilizó muchísimo la concesión de baldíos, lo que impulsó
la colonización y dio lugar a la fundación de los primeros poblados de la zona:
Turbo (1840), Frontino (1848) y más tarde Dabeiba (1872). Al tiempo, en
medio de resistencias indígenas, se inició la política de liquidación de los cuatro
resguardos del área: San Carlos de Cañasgordas, Buriticá, Sabanalarga y Murrí.52
Así, entre 1831 y 1850 en la zona de Urabá bajo dominio antioqueño,
se llevó a cabo un inicial proyecto vial, mercantil y minero, y una política de
in­tegración de la población indígena al corpus político cultural antioqueño a
través del proyecto de descomposición de resguardos entendidos como baldíos y

50
J. Parsons, op. cit.
51
M. T. Uribe de Hincapié, op. cit.
52
Ibíd., p. 23.

*
192
*
Óscar Almario García

mediante la utilización de la propuesta misional de la iglesia. Con ello, Antioquia,


al parecer expandió su frontera económica y sociocultural hasta más allá de
Cañasgordas, más no hasta los terrenos bajos del golfo.
En 1847, por motivos políticos y regionales, el presidente Mosquera asignó
el partido de Turbo (en territorio del supuesto Urabá antioqueño) a la provincia
del Chocó, lo que fue derogado en 1848 (por las protestas antioqueñas) y hasta
1850. En éste año, con la división territorial y electoral del gobierno de José
Hilario López, el partido de Turbo volvió al Chocó, y en 1857 al Estado del
Cauca hasta 1886 y al departamento del Cauca hasta 1905, año en que pasó
definitivamente a Antioquia. Al parecer esto se debió a razones políticas, geo­
políticas y estratégicas para compensar a Antioquia por la pérdida de territo­rios
cuando se produjo la creación del departamento de Caldas; y por cuidados y co­-
lonizaciones sobre el golfo ante la pérdida de Panamá. Entre tanto, desde 1886
se había iniciado la construcción del camino al golfo o camino de occidente
por parte de Antioquia con la asesoría del ingeniero inglés Juan H. White. El
puente de occidente sobre el río Cauca fue construido en 1889 por el ingeniero
José María Villa, lo que haría más expeditas las comunicaciones entre Urabá, el
Occidente y Medellín; y para 1905 se iniciaba el debate sobre la construcción de
la carretera al mar que demoró hasta 1926, en medio de dificultades financieras
y geográficas, rivalidades locales y enfrentamientos entre sectores de la élite
antioqueña sobre el recorrido y el medio de transporte más adecuado, si la
carretera o el ferrocarril.
Entre tanto, Cauca controló el comercio por el sur del Chocó y Bolívar
por el norte, por lo que Antioquia buscó disputarles dicho control por el centro.
Para ello se construyó un camino entre Urrao y Quibdó que acaparó parte del
comercio de aquella plaza para Antioquia, pero fue después de 1870 que se abrió
una campaña por el camino de occidente a través de Dabeiba y Pavarandoci­-
to al golfo de Urabá. Hubo incluso un proyecto anterior de suministrar fondos
para el establecimiento de “granjeros y artesanos de otras partes de la república”.
Asimismo, la peste de mancha de cacao en Antioquia (1850-1852) empujó a
un grupo de campesinos arruinados hacia Urrao.
Más tarde, entre 1872 y 1888, se hicieron dos concesiones a la provincia,
de trescientas mil hectáreas de baldíos para desarrollar la colonización y la
inmigración entre Frontino y el río Atrato; pero poca tierra se distribuyó entre
los colonos. Algunas hectáreas fueron para el contratista inglés Juan H. White

*
193
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

quien construiría el camino de Pavarandocito, donde explotaban madera de


cedro transportada en balsa por el Atrato y el río Sucio para luego embarcarla
a Estados Unidos. Por su parte, contratistas del puente colgante de occidente
recibieron diez mil hectáreas de baldíos y se fundaron dos compañías para
fomentar la colonización pero no funcionaron entre 1894 y 1904.
Una mirada a los baldíos otorgados a diferentes agentes en la zona de Urabá
y sus cercanías entre 1826 y 1900 dan una idea de los propósitos, las cantida­des
y los lugares más estratégicos. En 1826 se concedieron 50.000 hectáreas al norte
del Chocó a la Casa Inglesa Harring para “poblarlas con extranjeros”; y 53.982
en Arquía a Pedro y Juan Manuel Arrubla y Hermanos por vales de deuda
pública. En 1838, Juan Antonio G. [sic] y su sociedad recibieron 50.000 hec­-
táreas aproximadamente en el río León - Cañasgordas para la construcción
de un camino. En 1844, el sueco Carlos Segismundo de Greiff recibió 20.000
hectáreas aproximadamente entre Cañasgordas y Murrí para la construcción de
un camino. Entre 1822 y 1869, en terrenos de Ituango, Murindó y Turbó, fueron
cedidas, con el objeto de poblar, 19.212, 7.680 y 5.120 hectáreas respectivamente.
Finalmente, entre 1870 y 1900 se concedieron en Dabeiba (sin datos), Frontino
(sin datos) e Ituango, 1.970, 800 y 68.552 hectáreas respectivamente. El objeto en
el caso de Ituango fueron los pobladores y el número de concesiones fue de 113.53
Al tiempo, el Estado del Cauca impulsaba caminos y colonizaciones para
atraer colonos y explotar sus territorios. Por ello se impulsaron los caminos de
Juntas de Tamaná - Anserma Nuevo en 1874, y del Chamí en 1891. Hubo
también avances de la empresa del camino al Atrato dirigida por Juan Bautista
Mainero y Trucco la cual construyó una trocha entre Quibdó y La Raya (Estado
del Cauca) de veintidós leguas y entre La Raya y Bolívar (Estado de Antio­-
quia) de dos leguas; y proyectos y excursiones de la sociedad exploradora del
Chocó, de Medellín.
El Estado del Cauca estimuló la colonización empresarial mediante la
concesión de baldíos, en especial a constructores de caminos, quienes debían
atraer colonos de otros estados. Esto se dio principalmente en la región del Atrato

53
María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez, Poderes y regiones, Medellín, Universidad
de Antioquia, 1987; M. T. Uribe de Hincapié, op. cit. y Catherine Legrand, Colonización y protesta
campesina, 1850-1950, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1988.

*
194
*
Óscar Almario García

donde la presencia caucana fue más débil y donde era indispensable construir
caminos que permitieran vincularla con el Atlántico, pues el flujo comercial
del Chocó estaba en manos de contrabandistas y empresarios antioqueños. De
aquí se desprendió el inicio de la construcción del camino que comunicará a
Quibdó con el Atrato en 1863. Otros empresarios recibieron terrenos en la costa
del Pacífico en Bagadó y Quibdó asociados a explotaciones mineras con pocos
resultados. Además de particulares, se adjudicaron baldíos para la creación de
colonias agrícolas como la del Carmen en 1869. Sin embargo, el comercio y el
oro chocoano siguieron asociados al valle del Cauca y Panamá y al contraban­-
do con Antioquia y Bolívar, lo que perjudicaba al Cauca.54
Por su parte, el eje del saqueo y la recolección tuvo dos fases. En el Cho­-
có, desde las entradas hispánicas de los siglos xvi y xvii hasta el establecimiento
del do­minio español, el saqueo de los recursos minerales (oro) se convirtió en
la razón de ser de la colonización.55 En el caso de Urabá, los recursos forestales
fueron el eje estratégico de explotación.56 Ambos tipos de explotación reordenaron
el espacio y el territorio de las sociedades nativas y de las comunidades ne­-
gras esclavas integradas a la minería; a la vez que les facilitaron intercambios,
las relaciones interétnicas se produjeron en un marco de conflictos, fronteras
fluidas y competencias por recursos y reconocimientos.
La economía de la recolección, iniciada en Urabá a mediados del si­-
glo xix, estuvo constituida por cuatro productos: el caucho, la tagua, la raicilla
ipecacuana y la madera. El caucho se produjo en Turbo, Acandí y otros pequeños
poblados del occidente del golfo; a su vez fueron centros de servicios y recur­
sos para caucheros y cuadrillas. Cartagena y Panamá fueron los centros desde
donde el producto se exportó. Un inglés en 1858 en Turbo, compraba caucho
a recolectores de los ríos León y Atrato; una firma de Nueva York tenía allí
también una pequeña fábrica que procesaba ochenta toneladas al año y casas

54
Alonso Valencia Llano, Empresarios y políticos en el Estado Soberano del Cauca, Cali, Universidad
del Valle, 1993.
55
W. F. Sharp, “La rentabilidad de la esclavitud en el Chocó, 1680-1810”, op. cit.; y del mismo
autor Slavery on the Spanish frontier: The colombian Chocó 1680-1810, op. cit.; Germán Colmenares,
“Historia económica y social de Colombia 1537-1719”, en: Talleres ediciones culturales, Bogotá,
Universidad del Valle, 1973; y del mismo autor Historia económica y social de Colombia: Popayán
una sociedad esclavista, op. cit.
56
M. T. Uribe de Hinacapié, op. cit.

*
195
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

exportadoras de Cartagena se interesaron en el negocio. Si bien este ciclo del


caucho se agotó rápidamente, generó mucha violencia: la resistencia armada
de los indios a la casi esclavitud impuesta por los caucheros y las retaliacio­-
nes de estos mediante el uso de cuadrillas armadas para garantizar el saqueo;
hubo entonces venganzas y muchos asesinatos. Entre 1869 y 1946 se dieron
varias masacres colectivas por esta causa.57
La tagua se explotó desde 1887 en Acandí por el primer asentamiento
negro en la banda occidental del golfo, en territorios indios con sus respectivos
conflictos y mediante un convenio entre ambos grupos. También se explotó en
las cercanías de Turbo, y las vegas de los ríos León, Atrato y Sucio. La fundación
de Chigorodó en 1912 estuvo muy ligada al comercio y la recolección de la tagua,
a lo que se sumaron los pobladores venidos del Sinú y Cartagena. Las zo­­nas
aledañas a los ríos San Juan y Mulatos se dedicaron a su recolección. La fun­-
dación de Arboletes se produjo por tagueros capitaneados por Manuel Torres
enfrentados al propietario de tierras Manuel Barrios. Así, la tagua más que el
caucho fue un eje estructurante del territorio. Para entonces, Eusebio Campillo,
“rey de la tagua”, fue uno de los grandes compradores del producto desde su
hacienda de Guapá en Chigorodó; a comienzos del siglo, en 1914, gobernaba allí
“como un místico rajá al modo de un amo feudal sin que nadie lo interfiriese” y
exportaba el producto desde Cartagena. Su modelo semiesclavista se combinó
con formas más mercantiles de recolección: pequeñas cuadrillas de tagueros
independientes que vendían su producto en Chigorodó, Turbo y Arboletes a
comerciantes cartageneros, sinuanos y panameños y a compañías pequeñas que
usando la modalidad de peonaje recogían la tagua para exportarla.58
Por su parte, San Juan de Urabá, Necoclí, Turbo y la trocha del alto Sinú hacia
las cuencas altas del río Mulatos fueron los centros de producción de la medicinal
raicilla ipecacuana. San Juan de Urabá tiene asociada su fundación a la rai­-
cilla y su explotación. Esta fue hecha por pequeños comerciantes localizados
en poblados de la región, aunque la zona de mayor explotación fue la del alto
Sinú, pues los principales compradores y exportadores se ubicaron en la ciudad
de Montería, lo que fortaleció sus lazos socioculturales, históricos y mercantiles
con el futuro departamento de Córdoba.

57
J. Parsons, op. cit. y M. T. Uribe de Hincapié, op. cit.
58
Ibíd., p. 36.

*
196
*
Óscar Almario García

En cuanto a la madera, esta ha sido punto clave en la consolidación de Urabá.


Desde el siglo xvii fue comercializada por los nativos con contrabandistas y
pi­ratas. Desde mediados del siglo xix fue exportada por nacionales y extranjeros
como Rubén Ferrer en Pavarandocito y la Compañía Emery de Boston en el Sinú
entre 1883 y 1915, y en Urabá entre 1919 y 1929. Con ello se incrementaron
las rutas de penetración, lo que incidió en el poblamiento norte y nororiente de
Urabá, en la fundación de haciendas ganaderas y en la apertura de la frontera
en el siglo xx. Así, la explotación del bosque y de sus productos fue un “primer
factor estructurante de la parte mediterránea del golfo y fortaleció la presencia
y la influencia en la zona de polos económicos como Montería, Cartagena,
Panamá y Colón”, generó formas espontáneas de colonización y poblamiento
negro desde el Chocó sinuano y caribeño, y modificó las tradicionales formas
de vida de catíos y emberas en el golfo y en su hinterland asociado al Atrato y
al occidente de Antioquia.59
Ya a fines del siglo xix, más bolivarenses se dedicaron a la explotación de
la tagua, el caucho, la raicilla y el carey, con lo que algunos se establecieron en
el territorio tule de Acandí, Toló, Sapzurro y Capurganá.
Veamos ahora el movimiento hacia el litoral Pacífico. Este se produjo
desde el corazón mismo de la tradicional zona minera colonial, y dio lugar a la
fundación de pequeños caseríos dispersos a lo largo de la costa que subsistieron
de la agricultura, la pesca y otras riquezas de mar. En algunos casos se produjo
una intercomunicación de zonas rurales por vía marítima con centros portuarios
como Buenaventura y Charambirá, lo que los relacionó mucho más con te­rri­
torios distintos a Colombia (Panamá y Ecuador), que con los núcleos pobla­
cionales del interior del país, de difícil acceso. Una anécdota, de la tradición
oral rescatada también por Rogerio Velásquez, lo dice todo: un padre chocoano
mostraba a su hijo, antes de 1905, las estribaciones occidentales de la cordillera
andina y le decía: “Hijo mío, allá comienza un país que se llama Colombia”.60
Las explotaciones de caucho, la recolección de la tagua y la cacería de animales
for­taleció la colonización de los “libres”. Al Baudó llegaron explotadores de tagua
y establecieron campamentos y centros de mercadeo del producto en Boca de

59
Ibíd.
60
G. de Granda, op. cit., p. 189.

*
197
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Pepé y Pizarro. La mayoría provenían del Atrato, el San Juan, la Costa Pacífica
y Panamá.
Según Robert C. West,61 el éxodo de negros desde Condoto, Tadó, Nóvita y
el alto San Juan fue significativo hacia las riberas del Baudó. De Quibdó y el alto
Atrato, negros libertos y huidos se dirigieron al alto Baudó y a sitios pesqueros
como Arusí, Nuquí y Nabugá entre Bahía Cupica y el Cabo Corrientes. Al­
gunos bajaron por el Atrato y se establecieron en las riberas de sus tributarios
occidentales como el Bojayá, Tagachí y Buey.62 Esta llamada “expansión morena”
se dirigió hacia tierras “baldías” y hacia algunos territorios de agricultura rotativa,
caza y pesca de los indígenas emberas.63
Según De Granda64 la Costa Pacífica del Chocó sólo comenzó a poblarse
de modo estable por grupos diferentes a los indios a partir de 1852, como
resultado de la abolición de la esclavitud. Por tradición oral sabemos que los
pri­meros moradores de Coredó, Jella (Bahía Solano) y Arusí procedieron de
zonas internas del Chocó de economía minera. La primera familia estableci­-
da en Arusí, la de Regina Díaz, data de 1870, procedente del viejo real de minas
de Nóvita. La familia más antigua del poblado de Jella, fue la de Palacios hacia
1875 procedente de las minas del Atrato, seguida por la familia Medina pro­
cedente de Chiriquí (Panamá). Por los mismos años fue fundado Coredó por
Juan Llerena y Sinforosa Hinestroza, venidos desde las minas del Baudó.
Un tópico que debe señalarse dentro de los nuevos procesos de poblamiento
de la segunda mitad del siglo xix es el de la emigración de familias blancas des­de
las tierras bajas del Pacífico hacia las localidades del interior tales como Cali,
Popayán y Pasto en el sur, Medellín y Cartagena en el norte. Ello se debió,
con argumentos tentativos, a la abolición de la esclavitud, a la ruina de las
explotaciones auríferas a causa del encarecimiento o la ausencia de mano de
obra servil, al carácter itinerante de la minería y a su declive en las zonas más

61
Robert C. West, La minería de aluvión en Colombia durante el período colonial, Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, 1972.
62
Robert C. West, The Pacific Lowlands of Colombia: A Negroid Area of the American Tropic, Baton
Rouge, Lousiana State University Press, 1957.
63
Héctor Castrillón Caviedes, Chocó indio, Medellín, Centro Claretiano de Pastoral Indigenista,
1982.
64
G. de Granda, op. cit.

*
198
*
Óscar Almario García

productivas. No obstante, algunas viejas familias criollas desplazadas de los


reales de minas se establecieron en las localidades chocoanas donde formaron
una importante y activa sociedad blanca. Así, en Quibdó se asentaron los Valdés,
Rey, Barbosa y Carrasco venidos del San Juan; los Abadía, Valencia y Ferrer
llegaron de las antiguas zonas mineras del Atrato, mientras que en Istmina se
asentaron los Arce de origen noviteño. De otra parte, según la tradición oral,
en la segunda mitad del siglo xix abandonaron a Nóvita los Roldán, Mallarino,
Hurtado, Argáez, Bonilla, González, Guzmán, Holguín y Poza.65
Desde Agustín Codazzi en 1820 hasta Brisson en 1893 los viajeros y
exploradores asociados a las compañías de colonización, apertura de caminos y es­-
tu­dio de potencialidades naturales y económicas de la región que se movieron
especialmente por zonas de ríos, registran en el Chocó “unas tierras habitadas por
la raza africana” dedicadas a la explotación de minas y a la vida independiente y
libre “en las orillas de los ríos sembrando unas pocas matas de plátano, algunas
de maíz y otras de caña, cuyos productos, unidos a los peces abundantes en los
ríos y a los zaínos y cerdos de monte, pueblan las selvas no inundadas, les dan
un grosero pero seguro alimento”.66 A su vez, es notorio el bajo crecimiento
demográfico y la dispersión y migraciones de las sociedades indígenas durante
todo el siglo.
Según un reciente estudio sobre la provincia del Citará (alto Atrato) con eje
en Quibdó, el siglo xix tuvo peculiaridades que replantean algunas tesis sobre
esta subregión y señalan pistas para un estudio documentado del Chocó.67
Con la crisis de la minería basada en cuadrillas de esclavos y relativamente
regulada en el siglo xviii, parecería que para el siglo xix la esclavitud ya casi
estaba terminada. Pero no fue así. Según Sergio Mosquera,68 al menos en la
provincia de Citará la esclavitud continuó presente y alcanzó en 1851 un total
de 1.725 esclavos; además se dio un alto número de compraventas entre 1808 y
1850 (902 casos) cuando la población total de la provincia en 1843 era de 13.409
habitantes. Al tiempo se produjo un significativo número de cerca de 400 libertos

65
Ibíd., 191.
66
Agustín Codazzi, “Informe sobre la Provincia del Chocó”, en: Geografía física y política de las
provincias de la Nueva Granada: Segunda parte. Informes, Bogotá, Banco de la República, 1959.
67
S. Mosquera, op. cit.
68
Ibíd.

*
199
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

por automanumisión y recompensa ente 1808 y 1848. De tal manera que, al


menos por los datos documentados, todavía en la primera mitad del siglo hasta
la fecha de abolición de la esclavitud, ésta coexistió con estrategias cada vez
más dinámicas de parte de los esclavos, de sus familias y a veces de sus dueños,
para obtener la libertad. Para lograrla se dieron, además de las dos modalidades
mencionadas, el cimarronismo, el blanqueamiento y las sublevaciones.
Dado el declive minero y la ruptura paulatina de los lazos de sujeción, no
obstante, Quibdó se fue convirtiendo en el eje administrativo, político y comercial
del Chocó con lo que sus élites sustituyeron su tradicional peso minero por
una tradicional dinámica comercial y agrícola que asoció y explotó riquezas
vegetales, faunísticas y mercaderías extranjeras.69 Al tiempo se incrementaron
los negros libres y muchos indígenas migraron, con lo que la mano de obra para
actividades permanentes no fue fácil de adquirir. Debieron entonces convivir
pueblos libres al lado de espacios de blancos, como en Cértegui y Tutunendo,
pero estos últimos siempre buscaron aislar a los esclavos de los libres por los
conflictos que ellos les generaban y las posibles inducciones hacia la libertad.
Las ocupaciones fueron más variadas de lo hasta ahora conocido. Si bien la
minería esclavista fue el motor principal del poblamiento del Citará, durante el
siglo xviii y hasta 1807, los negros esclavos se alternaron en faenas mineras (165
días) y agrícolas (producción de raciones –64 plátanos: 1 ración–) y dedicaron
tiempo a festividades y tiempos a resarcirse de enfermedades. De tal manera
que los indígenas no fueron exclusivos de la agricultura, y ambos compartieron
lo más significativo de una dieta alimenticia: plátano, maíz, frutales, carnes de
animales de monte y pescado. Al parecer, en el Citará en el siglo xix hubo un
buen número de tierras ocupadas, puestas a producir y delimitadas por escritura.
Se produjo entonces un avance en ganadería vacuna, porcina y caprina, en el mer­-
cado de tierras, y surgieron negros libertos que compraron esclavos para minería.
Mosquera ha encontrado seis casos de estos entre 1810 y 1818 en Quibdó, y
diversas formas de posesión de “baldíos”.
Unos pocos cargos públicos en las administraciones locales fueron ocupa­
dos por gentes blancas y negras en menor medida, desde gobernadores pasando
por alcaldes, corregidores de naturales, concejales, administradores de correos

69
B. Castro, op. cit.

*
200
*
Óscar Almario García

y escribanos; otras ocupaciones fueron aparentemente menos visibles pero de­


cisivas en una sociedad con pocos indios y muchos negros libres, tales como las
de: curanderos, comadronas, domésticos, bogas, bodegueros y capitanes. Hubo,
asimismo, especialistas en explotaciones madereras y de productos vegetales,
sobre todo pobladores negros, y artesanos de cestería, madera y palma. Aunque
no tenemos una visión por localidades del “Citará” en el siglo xix, Mosquera
señala también características de la estructura social y muestra a través de
referencias a familias blancas y negras, de qué modo se encuentran articulados
el poder económico y político, el prestigio social y los enlaces matrimoniales (De
la Cuesta, Ferrer, Córdoba, Becerra, Pacheco, Mina, Carabali, Palacios, Lemos,
Machado y Mendoza). Tales familias mantuvieron privilegios al parecer a través
del comercio, la política, la administración local y la educación.
Sobre las familias de esclavos, Mosquera señala cómo la esclavitud retuvo
más al hombre que a la mujer, por lo que el padre fue una figura lejana y con poca
responsabilidad en el hogar. Con ello fue más corriente que la mujer fuese cabe­-
za de familia. Asimismo, en la movilidad generada por la venta de esclavos separados
de padres, hijos y esposas, hasta 1821, se producía una desterritorialización con lo
que el hombre se relacionaba con nuevas mujeres. Con ello, las familias extensas
fueron lo común en la región y se vieron reforzados los lazos de consanguinidad
cuando uno de sus miembros se manumitía y trabajaba duro para liberar a sus
familiares. Dentro de este proceso llama la atención, en una región como la
chocoana, el efecto positivo de la ley de manumisión de partos de 1821, la cual
introdujo cambios en la familia del esclavo: la libertad de nacidos a partir del día
de la ley, la prohibición de la venta separada de padres e hijos y de parejas casadas.
En las compraventas de esclavos se perciben después de la ley, y en lo sucesivo,
negociaciones con familias enteras; una mayor frecuencia de casamientos entre
esclavos, con lo que permanecen juntos y crían una descendencia de libres, y un
incremento de compras de libertad de madres para sus hijos y de mujeres por
parte de sus maridos. Al parecer, el núcleo familiar se fortaleció y la figura paterna
adquirió mayor presencia; hubo más retención de los hijos en el hogar y bajó el
temor a perder los hijos en una “sociedad del no destete” como dice Mosquera.
Otros tópicos sobre los cuales apenas se inician estudios son los de la pa­
tronimia; el papel de los comerciantes, sus identidades y circuitos económicos
en relación con el poder regional; los fenómenos de resistencia y las luchas de
los esclavos, así como las modalidades de consecución de la libertad; las

*
201
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

características y relaciones entre la religión cristiana católica impuesta en la


Colonia y la República, y las religiones africanas.
Acerca de la patronimia en el Citará, entendida como potestad del amo
para colocarle a sus esclavos nombre y apellido, para diferenciarlos de otros y
señalar sus pertenencia y propiedad a sus dueños, podrán estudiarse desde redes
parentales hasta pérdidas, mezclas y pervivencias de identidades africanas, y
procesos de configuración de un mestizaje cultural.
Las rutas del comercio en el siglo xix revelan un incremento de las relaciones
del Chocó con el mundo exterior y de las casas de comercio, y una penetración
cada vez mayor de extranjeros y nacionales, en la búsqueda de explotaciones de
riquezas y apropiaciones de territorios. Poco sabemos de estos aspectos, más allá
de las políticas “modernizantes” de Antioquia, Cauca y Bolívar para penetrar
el Chocó y hacerse a territorios y gentes,70 del proyecto de gobierno nacional
asociado o no con extranjeros sobre la construcción de un canal interoceánico,
de la explotación de riquezas vegetales (caucho, tagua, maderas tropicales) o del
montaje de empresas madereras de explotación de caucho y cedro como Emery
de Boston, o de azúcar como el Ingenio de Sautatá. De todos modos, habrá
que estudiar la incidencia de esta avalancha modernizadora en la tradicional
y rica biodiversidad chocoana y en sus pobladores, en términos de percepción,
modificación de concepciones de la vida, transformaciones territoriales y modos
de existencia. Sobre el mercado de esclavos llama la atención –como se señaló
más atrás– que en la primera mitad del siglo xix haya sido todavía importante.
Dichas compraventas en el Citará (1808-1850: 902 casos) fueron decayendo
a medida que se acercaba la ley de abolición de la esclavitud. Propietarios de
esclavos los vendieron para recuperar la inversión, otros los sacaron en venta
fuera del país (Panamá, Perú) y otros convinieron el precio de la libertad con
los esclavos.
Una mirada, aún superficial, a las estrategias de los esclavos para obtener la
libertad permite intuir una tensión de acuerdos y conflictos entre propietarios y
esclavos. Las formas más frecuentes fueron el cimarronismo con sus palenques,
las sublevaciones por abusos y malos tratos, la automanumisión, la recompensa

70
Como lo indican los primeros trabajos al respecto de J. Parsons, op. cit.; M. T. Uribe de Hincapié,
op. cit. y A. Valencia Llano, op. cit.

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202
*
Óscar Almario García

por servicios y el blanqueamiento. La mencionada “libertad transitoria”71 es una


manera comprensiva de señalar la tensión entre libertad y esclavitud en que
vivieron propietarios y esclavos, y las necesarias mediaciones de rentabilidad,
trabajos distintos al minero, actividades independientes para obtener dinero y
especies para comprar la libertad, actividades cotidianas, festividades y relaciones
interpersonales variadas.
El tejido social quedaría incompleto si no abordáramos la religiosidad, que
según Mosquera72 integra y expresa la totalidad de la vida de los pobladores
negros, y que se ha visto cruzada por los procesos pastorales de la iglesia católica.
Las religiones africanas están íntimamente vinculadas con la naturaleza, de tal
manera que asocian espíritu, selva y hombre en un sistema de creencias; no son
doctrinarias; su templo es la selva, lugar de los dioses, espíritus, plantas, familias,
medicinas, alimentos, riquezas, lugares de herencia, presencia de muertos;
retención, posesión, conocimiento y manejo de especies para preservar la vida;
lugar de saberes mágico - religiosos. En estas sociedades ágrafas (orales) la
palabra es sagrada, nombra cosas y gentes, insufla espíritu, anima y pone en
mo­vimiento; une y liga oraciones, rezos, secretos e invocaciones con dioses fuer­-
tes y cercanos; y se hace alabaos, proverbios, cuentos y música. La selva (plantas,
ríos, especies) y la palabra dinamizan las tradiciones y las recrean aún en medio
de la superposición de las creencias católicas sobre las africanas.73
En síntesis, territorios, poblamientos y conflictos le dieron una peculiar
configuración regional al Chocó. Las disputas por territorios y recursos tuvieron
una continuidad histórica y resistencias desiguales de sus pobladores primigenios,
quienes, en cuanto sobrevivieron lograron afirmar en un ambiente de dominación
social y rentabilidades económicas sus propias particularidades culturales.
Empero, siempre debieron debatirse entre procesos integradores occidentales
y recreaciones autónomas de sus estilos de vida, en las diversas subregiones que
construyeron bajo tensiones, fronteras fluidas y de guerra, pactos y múltiples
modalidades de resistencia.

71
Orián Jiménez, “Baudoseños, convivencia y polifonía ecológica” [Tesis de Grado, Departamento
de Historia, Universidad Nacional de Colombia], Medellín, 1996.
72
S. Mosquera, op. cit.
73
Sergio Mosquera, Memorias de los últimos esclavizadores en Citará. Historia documental, Medellín,
Promotora Editorial de Autores Chocoanos, 1996.

*
203
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Además de los factores señalados atrás, la configuración regional de Chocó


mostró signos republicanos desde épocas tempranas, que aún no han si­do in­-
vestigados a profundidad. Tales signos son notorios en las dinámicas de­mográficas,
productivas e institucionales en lo civil y lo religioso: cerca de 80.000 ha­-
­bitantes en 481.25 km² y 12 municipios; Quibdó (23.000 habitantes), Istmina
(20.000) y Pizarro (6.000) se afirmaron a principios del siglo xx como los ejes
del Atrato, el San Juan y el Baudó - Pacífico. Estos centros fueron los principales
productores de plátano, cacao, caucho y frutales junto a Tadó y Nóvita; el coco
se produjo en Acandí y Pizarro; y el café en Pueblo Rico y Acandí. En 1909, se­-
gún datos de la Geografía del Chocó, Baudó y Acandí, exportaron 61.708
y 60.000 kilogramos de tagua respectivamente; Acandí y el San Juan, 700 y
20 toneladas de carey. Por esos años, los aserríos se incrementaron en Quibdó,
Soatatá, Tutumate, Malaguita y Quícharo; así como algunas manufacturas
–de mantas, ruanas, sombreros y muebles–; la construcción de barcas de vela
hasta de treinta toneladas en la Costa Pacífica; las minas tituladas de oro de
aluvión y de veta sobre todo en Quibdó, Bagadó, Nóvita y Tadó –el total de tí­-
tulos entre 1887 y 1909 fue de 335 de aluvión y 34 de veta–; la introducción
de maquinarias para beneficiar arroz y yuca y elaborar pastas para sopas, velas
esteáricas, jabón y hielo. Con todo ello, se dinamizaron aún más los caminos, la
navegación a vapor y los circuitos comerciales con el interior del país y con sus
costas hacia el norte panameño y caribeño, y hacia el Pacífico sur. Al tiempo,
mejoraron las rutas públicas, y las instituciones civiles y eclesiásticas tuvieron
una mayor presencia. Si miramos al siglo xix, las instituciones republicanas se
fueron estableciendo lentamente en el Chocó. Algunos datos llaman la atención
en este sentido: las viejas parroquias y viceparroquias de los dos cantones de
1825 se convirtieron en distritos de la provincia entre 1840 y 1917, y aún se in­-
crementaron y se formaron muy tempranamente; en las décadas de 1810 y
1820, los cargos públicos se incrementaron y aun el gobernador Cancino en
los años veinte nombró alcaldes indígenas en Sipí, Noanamá, Tadó y Juntas de
Tamaná; la prensa apareció en los años treinta en Quibdó y más tarde en Nóvita.
El Indígena Chocoano (1834), el Constitucional del Chocó y la Gaceta de Nóvita
(1841) al parecer, fueron los portadores iniciales de ideas primigenias liberales
republicanas: las acciones de gentes del Chocó en las guerras de independencia,
la reconquista y algunas guerras civiles del siglo xix (1841, 1899-1902).
Así, la república organizadora de distritos y estatutos legales, creadora de
cargos públicos y periódicos, reguladora ideal de los comportamientos de las

*
204
*
Óscar Almario García

sociedades negras, indias, mulatas y mestizas y partícipe en los conflictos civiles


del siglo xix, tuvo en la iglesia católica, en sus sacerdotes seculares y comunidades
religiosas y en sus prácticas, discursos e instituciones, un baluarte decisivo para
penetrar los diversos grupos sociales. Para 1825 el Cantón de Atrato con su ca­
becera de San Francisco de Quibdó tuvo cinco parroquias Lloró, Chamí, Beberá,
Tutunendo y Cértegui y el Cantón de San Juan con centro en San Jerónimo de
Nóvita tuvo cuatro parroquias, San Agustín, Noanamá, Baudó y Tadó; y ocho
viceparroquias, Juntas, Cajón, San Pablo, Viroviro y Raspadura, entre ellas.
Para 1908, la Prefectura Apostólica del Chocó dirigida por los claretianos,
contaba con quince parroquias –tres con templo, ocho con templo inconcluso,
ruinoso o en obra; una capilla y tres sin templo– y trece viceparroquias.
Las transformaciones lentas de orden económico, político y social del
Chocó, desde fines del siglo xviii hasta fines del xix produjeron pues cambios
en los ejes de poder regional. Quibdó se consolidó como nuevo eje republicano,
sustituyendo a la Nóvita colonial, y fundó su nuevo orden en una élite ilustrada
con conexiones mercantiles y culturales asociadas a Panamá, el golfo de Urabá,
Cartagena y el occidente y suroeste de Antioquia, y en menor medida con el
San Juan y los puertos del Pacífico, Charambirá y Buenaventura, donde las
deca­dentes Nóvita y Sipí debieron relacionarse más con el litoral Pacífico y el
va­lle del Cauca. Por su parte, Istmina y Pizarro surgieron como nuevos ejes de
sus propias subregiones.
Asimismo, en la primera mitad del siglo se vivió una interesante dinámica
de rivalidades provinciales y cantonales entre Citará (Quibdó) y San Juan
(Nóvita) que se vieron atravesadas por diferencias partidistas entre Nóvita y
Tadó –conservadores– y Quibdó y Turbo, liberales.
Los principales canales de expresión de estas rivalidades políticas fueron
lógicamente los partidos con sus pequeñas y eficaces redes lugareñas y familiares,
la disputada ocupación de los cargos públicos, las divisiones territoriales per­
manentes, las elecciones y los numerosos periódicos en una sociedad con bajo
nivel de alfabetización y una lenta, a veces inexistente y al parecer poco buscada,
movilidad social.
Las rivalidades entre cantones y gentes de los partidos tuvieron también
relación con otras provincias del Cauca y de Antioquia. En 1831, por poco
tiempo, Cauca –y con él el Chocó– hizo parte del Ecuador; propietarios mineros
y comerciantes de Popayán y de otras localidades vecinas fueron representantes

*
205
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

al Congreso, a la Legislatura del Estado y a organismos judiciales regionales


por el Chocó; en 1859 un periódico bogotano recogía las inquietudes de gentes
de la provincia del Atrato que querían su anexión a la de Antioquia y una
ruptura de su dependencia lejana de la del Cauca.74 Las disputas por el territorio
chocoano entre Antioquia y Cauca se agudizaron en el siglo xix, cuando la
primera buscó obtener la zona del río Atrato allende la Cordillera Occidental y
el oriente del golfo de Urabá en disputa con Cartagena, lo que logró en 1905; y
el Cauca buscó asegurar el territorio centro-sur del Chocó, el cual casi siempre
estuvo bajo su jurisdicción, mas no bajo su control.

Síntesis y perspectivas

Una de las mejores síntesis de este complejo proceso con énfasis en la con­
figuración territorial se encuentra en el trabajo “Chocó en la cartografía histórica:
De territorio incierto a departamento de un país llamado Colombia”, de
Luis Fernando González Escobar, arquitecto, historiador e investiga­dor
de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, que analiza la
construcción histórica del actual departamento del Chocó a partir del estudio de
la cartografía producida entre el siglo xvi y el siglo xx.75 La importan­-
cia de este texto se encuentra en la perspectiva de cambio que lo atraviesa, pues
mediante el acercamiento minucioso al material producido por cartógrafos,
militares, ingenieros, viajeros, instituciones oficiales, compañías comerciales
y gobiernos extranjeros, logra escenificar los diversos intereses, actores y re­
presentaciones que en el trascurso del tiempo han configurado el Chocó como
un territorio negro, minero, inhóspito, atrasado pero rico en recursos naturales.
De la misma manera, nos permite reconocer las implicaciones y trascendencia
de este material para el análisis histórico, pues sus condiciones de producción,
presencias y ausencias nos hablan más allá de lo evidente, reflejando la reiterada
relación entre conocimiento geográfico y poder. Por ejemplo, el autor señala que

74
Daniel Valois Arce, Departamento del Chocó, Medellín, Tipografía Industrial, 1945.
75
Luis Fernando González Escobar, “Chocó en la cartografía histórica: De territorio incierto a
departamento de un país llamado Colombia”, Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, vol. 33,
núm. 43, 1997.

*
206
*
Óscar Almario García

en el primer mapa conocido del Nuevo Reino de Granada –reproducido por


primera vez en el Atlas de mapas españoles de América. Siglos xv a xvii dirigido
por el Duque de Alba en 1951– el Chocó no aparece, ausencia que entiende
como un geografía y una realidad político-administrativa sin concretar para
los españoles; sin embargo, sí se encuentran referenciados algunos puntos
estratégicos de los territorios que ya habían sido sometidos, como la parte baja
del río Darién, Cali y Urabá, el resto del territorio es señalado como llanos mon­
tuosos y tierra de vallano, habitado por negros cimarrones y algunos pueblos de
cunas.76 Además de estas primeras representaciones, las referencias generales a
los grandes accidentes geográficos explorados desde 1510, como las costas del
golfo del Darién, la idea sobre el Chocó era difusa, sus límites eran borrosos
y generalmente desconocidos en la cartografía del siglo xvii, a excepción del
mapa elaborado por Melchior de Salazar en 1596, cuando se logró penetrar por
Tatamá la nación embera, y sus territorios se denominaron como provincia del
Chocó; y un mapa realizado catorce años después en el que se manifiestan los
avances logrados en el reconocimiento del territorio.
Para el siglo xviii, el mayor conocimiento del territorio, como la precisión
de sus límites, era indispensable para extender el dominio de la Corona española;
por ello las expediciones de reconocimiento y exploración de ingenieros mili­
tares estuvieron ligadas a las diferentes campañas de “pacificación” que se
emprendieron para dominar el alto Chocó, de ahí la importancia que empieza
a tomar la provincia del Chocó, creada en 1726, como nueva frontera minera,
autónoma administrativamente pero ligada en la práctica al control de la élite
de terratenientes, mineros y comerciantes de la gobernación de Popayán. Esta
provincia minera no sólo benefició a la élite payanesa y a los traficantes de
esclavos africanos que fueron incorporados a los reales de minas en remplazo de
la mano de obra indígena, también se dinamizó la economía colonial altamente
dependiente del oro y se inició la exploración, dominación militar y poblamiento
de otros territorios estratégicos como la región del Atrato y del Darién. De
modo que, el paulatino y claro conocimiento del territorio estuvo fuertemente
ligado al interés de la Corona de expandir su control a través de las estrategias
militares, reducción de la población indígena, fundación de nuevos poblamientos

76
Ibíd.

*
207
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

y control sobre las salidas fluviales. “Elaborar mapas de estos territorios, al igual
que de las costas, era imperioso para la Corona, con el fin de diseñar estrategias
de control y sometimiento, tanto para los extranjeros como para los indígenas,
que de hecho estaban aliados entre sí en contra de los españoles”.77 Es así como
en la cartografía, cartas, planos y relaciones de la época, la provincia del Chocó
aparece ya representada mediante señalizaciones y límites precisos, pero que
se fueron reduciendo de los territorios explorados, conocidos o en proceso de
reconocimiento, como los de la región del Atrato, los cuales, según González
Escobar, eran percepciones muy cercanas a lo que en la realidad sucedía con el
Chocó, en cuanto a su integración a la red urbana y a la organización espacial co­-
lonial. Los territorios que todavía no habían sido dominados por la Corona, como
los que se encontraban en el poder de los cuna-cunas del bajo Atrato, fueron
definidos como belicosos, irreductibles o como tierras desiertas, y entraron en
los proyectos de dominio iniciados mediante su exploración, dominio militar y
puesta en marcha del proyecto de navegación por el río Atrato.
Durante el tránsito del Virreinato a la República, el Chocó, a pesar de la
decadencia minera generada tras la participación de los esclavos en los ejércitos
independentistas, abandono de los entables mineros y posterior abolición de
la es­c lavitud, no perdió protagonismo, por el contrario, adquirió mayor
importancia económica y estratégica para los entes territoriales que se lo dis­
pu­taban, como Cauca o Antioquia, para el estado en formación y para los go­
biernos extranjeros. De esta manera experimentó un largo proceso en el que
varió de la dependencia de Popayán, su adscripción política-administrativa y
sus fronteras territoriales. Al tiempo, estas variaciones afectaron directamente
la población, constantemente desplazada, reducida e incorporada dentro de los
modelos impuestos por el estado nacional decimonónico. A su vez, alterada tras
el ingreso de nuevos actores e inmigrantes, por ejemplo actores económicos
que encontraron en la explotación de materias primas, caucho y otras especies
forestales, la posibilidad de percibir ingresos mediante su exportación a Europa
y Estados Unidos. Esta nueva dinámica poblacional terminó por definir nuevas
fronteras físicas y sociales, incorporando nuevos territorios a la estructura espacial
y al sistema económico tanto del Chocó republicano como del país. En pocas

77
L. F. González Escobar, op. cit.

*
208
*
Óscar Almario García

palabras, la explotación minera y forestal, así como el movimiento poblacional,


hicieron que los intereses se centraran nuevamente en el Atrato, y por esta vía
en Cartagena y el Caribe.
Dichos intereses también se manifestaron en el desarrollo de la cartografía,
desde las instituciones oficiales, por ejemplo, con la creación de la Comisión
Corográfica en 1850, momento para el cual la prioridad del estado en desarrollo
era articular y controlar la nación mediante el reconocimiento de sus recursos
y redescubrimiento del territorio que en su mayoría estaba sin recorrer, pero
que necesitaba de trazados enfocados en la definición o construcción de rutas
terrestres y fluviales más eficaces. De igual modo, en la proliferación de mapas,
croquis, cartas, planos, relatos de viajes, investigaciones, estudios científi­cos
o descripciones etnográficas, que fueron realizadas por ingenieros, milita­-
res, científicos, viajeros en misiones nacionales o privadas, comerciantes, empresas
mineras nacionales e internacionales, y gobiernos extranjeros interesados en
la construcción del canal interoceánico. Todos buscaban sus potencialidades
económicas y alimentaron las representaciones del Chocó como un territorio
caracterizado por su riqueza en oro y platino, variedad forestal y clima malsano.
Igualmente, contribuyeron directa o indirectamente a la mejor comprensión del
conjunto de la geografía y topografía del territorio.
Finalmente, Chocó recibió el siglo xx con la restructuración de sus límites
a causa de dos acontecimientos importantes, en 1905 la incorporación al de­
partamento de Antioquia de la parte oriental del río Atrato en el área geográfica
del Urabá, y en 1906 su reconocimiento como intendencia nacional. A pesar de la
pérdida de importantes territorios y de las desventajas administrativas que debió
asumir como Intendencia, según González Escobar, el Chocó vivió uno de los
períodos históricos más fructíferos hasta el momento, pues se articularon factores
políticos, económicos y culturales que llevaron a la emergencia de nuevos grupos
sociales que se aislaron de los proyectos de las clases dominantes y posibilitaron
la consolidación de una propuesta política de corte racial; además, del paulatino
crecimiento de la población negra en las áreas urbanas y su consolidación como
grupo predominante. Por otro lado, desde finales del siglo xix la minería de
platino había despertado numerosas expectativas entre inversionistas franceses,
sirio-libaneses y estadounidenses, convirtiéndola en el principal motor de
la economía e impulso para la exploración de nuevas tierras y yacimientos,
aunque, la clase dirigente también buscó incentivar la agricultura mediante la

*
209
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

inmigración hacia algunas aéreas geográficas. Equivalentemente alimentó los


sueños de modernidad, encarnados en numerosos proyectos de comunicación,
como el canal interoceánico o la conexión carreteable y ferroviaria con el interior
del país. Aunque la mayoría de propuestas aun hoy permanecen en el papel y el
proceso de aislamiento ha sido cada día mayor, se logró adelantar la conexión
intrarregional como la vía Istmina-Quibdó, o la vía Quibdó-Medellín.
En el ocaso del siglo xix y la primera mitad del siglo xx fueron estos
proyectos modernizadores, intereses geográficos o etnográficos, y expectativas
sobre el Chocó, los que estimularon la producción de numerosos estudios
específicos, descripciones generales, investigaciones geológicas, artículos
académicos, historias de la minería, cartas topográficas y material fotográfico,
entre otros numerosos documentos. En lo político, con la Constitución de 1886
y el régimen de la Regeneración, se acentuaron las tendencias que marginaban al
Chocó de la vida nacional y en lo interno promovían su ordenamiento con base
en el autoritarismo del gobierno y el clericalismo de la Iglesia. Lo que se va a
reafirmar durante la presidencia de Rafael Reyes con el Decreto N.° 1347 de 5
de noviembre de 1906, por el cual se crea y organiza la Intendencia Nacional del
Chocó, que es evaluado por Daniel Valois Arce, en El Departamento del Chocó,
como el comienzo de un sistema de excepción para la región, de un tratamiento
jurídico especial y una anomalía constitucional, porque se prescindía del criterio
de provincias y pobladores. Bajo estas circunstancias, se empezaron a manifestar
corrientes críticas en lo político (con la figura de Diego Luis Córdoba) y la cultura
(con personajes como el escritor Arnoldo Palacios y el poeta Hugo Salazar
Valdés). Para la segunda mitad del siglo xx, la Intendencia se consolidó como
Departamento, con una ciudad predominante como Quibdó y contrastada con
un alto aire de ruralidad en el resto del territorio. Para los años setenta y ochenta
las imágenes sobre el Chocó estuvieron cargadas de un aire de denuncia, girando
de la explotación meramente extractiva hacia la búsqueda de una conciencia
social. Una institución clave para el futuro regional toma forma con la fundación
de la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCH) en 1975. Sus antecedentes
se remontan a la Ley 38 de 1968 por la cual se creaba el Instituto Politécnico
Diego Luis Córdoba, en homenaje a su inspirador y quien había muerto un año
antes. Mediante la Ley 7 de 1975 se cambió su nombre por Universidad Tec­-
nológica del Choco “Diego Luis Córdoba”. El 25 de junio de 1993, por la Reso­-
lución N.° 3274, se le reconoció su carácter de universidad y desde 1997-1998

*
210
*
Óscar Almario García

se crean sus programas de posgrado. En septiembre de 2007 se crea en la uni­


ver­sidad el Centro Nacional de Estudios y Documentación de las Culturas
Afrocolombianas, con los apoyos del Ministerio de Cultura, la Embajada de
Estados Unidos y la Universidad de Georgetown, entre otros.
En los años setenta y ochenta se patentiza el reconocimiento de la enorme
biodiversidad del Chocó, producto de las investigaciones de instituciones na­
cionales y extranjeras que dan cuenta de la flora, la vegetación, la fauna, los
recursos genéticos y las particularidades ambientales y culturales, que auna­-
do a los nuevos conceptos impulsados desde la década del setenta del desarrollo
sostenible o sustentable y a la revalorización de los activos biológicos, determinan
otra mirada al Chocó, ya no del territorio de inmensas riquezas inexplotadas
sino al de una biodiversidad amenazada.

Los estudios desde la década de 1990 hasta la actualidad: hacia


un relato histórico inclusivo, el reconocimiento de la región
biodiversa y la emergencia del sujeto étnico afrocolombiano

El balance de los principales trabajos considerados por este estudio crítico


indica que se está produciendo una notable transformación en la construcción
académica del Chocó, que se caracteriza entre otros aspectos por los siguientes:
primero, la región ha adquirido evidente notoriedad académica y social; se­
gundo, estas reconocen su complejidad sociohistórica y múltiples dimensiones
de análisis; tercero, su imagen supuestamente homogénea, naturalizada y esen­
cializada en varios sentidos, está cediendo el paso a la descripción y análisis de
matices y diferencias internas significativas, como por ejemplo las subregiones
o “países” (Atrato, San Juan, Baudó y Darién o Urabá); cuarto, las temáticas que
abordan sus investigadores son también más amplias y se refieren a distintos
sujetos étnicos y sociales (grupos negros, indígenas, élites internas, colonizado­-
res externos y agentes del extractivismo), a sus iniciativas productivas, actividades
políticas, formas sociales, prácticas culturales e identidades, inscritas en procesos
de cambio social y configuración contemporánea del Chocó, y por supuesto
a sus tensiones y conflictos; quinto, también empiezan a ser mejor definidas
las conexiones entre el pasado colonial (especialmente el siglo xviii), la con­
figuración regional durante el siglo xix y sus posibles consecuencias en la

*
211
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

situación moderna y contemporánea del Chocó; sexto, se percibe una incipiente


pero productiva colaboración entre las distintas ciencias sociales y humanas, y
entre estas y algunas de las ciencias naturales, aunque se trata más que todo de
una convergencia de tipo pragmático o de conveniencia y no tanto porque se
haya producido un cambio paradigmático de fondo.
Por otra parte, al intentar una clasificación de los estudios evaluados,
alcanzamos a identificar algunos ejes temáticos que, no obstante lo provisionales
que resultan, de todas formas permiten constatar la diversidad de los campos de
interés pergeñados por las exploraciones y reflexiones, así como sus posibilidades
de desarrollo a futuro. Esos ejes y sus principales estudios referidos al Chocó, o que
de algún modo se relacionan con él, son: 1) Esclavitud y libertad,78 2) Coloniza­
ción, poblamiento y conflictos,79 3) Memorias de viaje, geografías y etnografías,80

78
Tema abordado en los siguientes estudios de Orián Jiménez, “La conquista del estómago: viandas,
vituallas y ración negra, siglos xvii-xviii”, en: Adriana Maya (ed.), Geografía humana de Colombia:
Los afrocolombianos, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1998; “El Chocó: Vida
negra, vida libre y vida parda, siglos xvii y xviii” [Tesis de Maestría, Departamento de Historia,
Universidad Nacional de Colombia], Medellín, 2000; “Esclavitud y minería en Antioquia”, en:
150 años de la abolición de la esclavización en Colombia. Desde la marginalidad a la construcción de
la nación, Bogotá, Aguilar, 2002; “El Chocó: Libertad y poblamiento 1750-1850”, en: Claudia
Mosquera, Mauricio Pardo y Odile Hoffmann (eds.), Afrodescendientes en las Américas: trayectorias
sociales e identitarias, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, ICANH, IRD, ILAS, 2002; El
Chocó: Un paraíso del demonio. Nóvita, Citará y El Baudó, siglo xviii, Medellín, Universidad de
Antioquia, 2004. Los de Bernardo Leal, “Los esclavos en el Chocó, vistos a través de documentos
judiciales del siglo xviii”, en: 150 años de la abolición de la esclavización en Colombia. Desde la
marginalidad a la construcción de la nación, Bogotá, Aguilar, 2002 y “Pido se me ampare en mi
libertad. Esclavizados, manumisos y rebeldes en el Chocó (1710-1810) bajo la lente colonial
y contemporánea” [Tesis de Maestría, Departamento de Historia, Universidad Nacional de
Colombia], Bogotá, 2006.También en las investigaciones de S. Mosquera, Memorias de los últimos
esclavizadores en Citará, op. cit. y De esclavizados y esclavizadores en Citará, op. cit.; Don Melchor
de Barona y Betancourt y la esclavización en el Chocó, Quibdó, Universidad Tecnológica del Chocó
“Diego Luis Córdoba”, 2004; “Los procesos de manumisión en las provincias del Chocó”, en:
Claudia Mosquera, Mauricio Pardo y Odile Hoffmann (eds.), Afrodescendientes en las Améri­-
cas: Trayectorias sociales e identitarias, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, ICAN - IRD
- ILAS, 2002; Gente negra en la legislación colonial [Serie Ma’Mawu], Medellín, Lealón, 2004;
Don Melchor de Barona y Betancourt y la esclavización en el Chocó, op. cit.
79
Cuestiones tratadas por Ó. Almario García y L. Javier Ortiz Mesa, op. cit.; Jacques Aprile-Gniset,
Génesis de Buenaventura: Memorias del Cascajal, Buenaventura, Universidad del Pacífico, 2002;
Jorge Gamboa, “Desarrollo de la población chocoana desde la colonización española hasta
nuestros días”, en: Patricia Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales,
vol. 1, Bogotá, ICAN - PNR, 1999 y “Política de baldíos en el Chocó durante la segunda mitad del
siglo xix”, en: Patricia Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales, vol. 1,

*
212
*
Óscar Almario García

4) Poderes, territorios y fronteras,81 5) Independencia y construcción del Estado


nacional,82 6) Minería, organización social y relaciones de poder,83 7) Economía,

Bogotá, ICAN -PNR, 1999; los estudios de Luis Fernando González Escobar, “Quibdó, la afropolis
del Atrato”, Credencial Historia, Bogotá, núm. 227, 2008; El Darién. Ocupación, poblamiento
y trasformación ambiental. Una revisión histórica, parte i, Medellín, Instituto Tecnológico
Metropolitano, 2011; El Darién. Ocupación, poblamiento y trasformación ambiental. Una revisión
histórica, parte ii, Medellín, Instituto Tecnológico Metropolitano, 2012; Zulia Mena, “La
comunidad negra y la relación campo-poblado en el Chocó”, en: Patricia Vargas (ed.), Construcción
territorial en el Chocó: Historias regionales, vol. 1, Bogotá, ICAN - PNR, 1999; Sergio Mosquera,
El clan de los Córdobas y otras genealogías regionales, Medellín, s.e., 2003; William Villa Rivera,
“La gesta territorial de los afrodescendientes en el Pacífico”, en: Roberto Burgos Cantor (ed.),
Rutas de Libertad. 500 años de travesía, Bogotá, Ministerio de Cultura - Pontificia Universidad
Javeriana, 2010.
80
En trabajos como los de Orián Jiménez y Óscar Almario García, “Geografía y paisaje en Antioquia,
1750-1850. De los retos de la provincia interna al espejo externo del progreso”, en: Guido Barona
Becerra, Augusto J. Gómez López y Camilo Domínguez Ossa (eds.), Geografía Física y Política
de la Confederación Granadina: Estado de Antioquia. Antiguas provincias de Medellín, Antioquia y
Córdova, Medellín, Universidad Nacional de Colombia - Universidad EAFIT - Universidad del
Cauca, 2005; Eduardo Restrepo, “Hacia la periodización de la historia de Tumaco”, en: Michel
Agier et al., Tumaco: Haciendo ciudad, Bogotá, ICAN - IRD - Univalle, 1999 y “‘Negros indolen­-
tes’ en las plumas de corógrafos: Raza y progreso en el occidente de la Nueva Granada de mediados
del siglo xix”, Bogotá, núm. 26, abril de 2007.
81
Véase de P. Vargas, (ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales, op. cit. y Patricia
Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias locales, vol. 2, Bogotá, ICAN - PNR, 1999.
82
Jorge Gamboa, “Política de baldíos en el Chocó durante la segunda mitad del siglo xix”, en:
Patricia Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales, vol. 1, Bogotá,
ICAN - PNR, 1999; Orián Jiménez, “El Chocó: Configuración regional en la primera mitad del
siglo xix”, Bucaramanga [informe final presentado a Colciencias y la Universidad Industrial
de Santander], 2000 y “La provincia del Chocó ante el ‘Estado Nación’”, Anuario de Historia
Regional y de las Fronteras, núm. 6, 2001. Las investigaciones de Claudia Leal, The Illusion of
Urban Life in the Forest. A History of Barbacoas and Quibdó on the Colombian Pacific Coast, Berkeley,
Latin American Studies - University of California at Berkeley, 1998; “Un puerto en la selva:
Naturaleza y raza en la creación de la ciudad de Tumaco, 1860-1940”, Historia Crítica, Bogotá,
núm. 30, julio - diciembre de 2005; “Recordando a Saturio. Memorias del racismo en el Chocó
(Colombia)”, Revista de Estudios Sociales, Bogotá, núm. 27, agosto de 2007; “Black forests. The
Pacific Lowlands of Colombia, 1850-1930” [Tesis Doctoral, Departamento de Geografía,
Universidad de California], Berkeley, 2004. El rescate y análisis documental de Armando Martínez
Garnica y Daniel Gutiérrez (eds.), “Gobernación del Chocó (provincias de Nóvita y Citará)”,
en: Quién es quién en 1810, guía de forasteros del Virreinato de Santa Fé, Bogotá, Universidad del
Rosario - Universidad Industrial de Santander, 2010; Jane M. Rausch, “Diego Luis Córdoba
and the Emergence of Afro-Colombian Identity in the Mid-Twentieth Century”, Secolas Annals,
vol. xxxii, noviembre de 2000; Ana Catalina Reyes Cárdenas, “La independencia en las provincias
de Antioquia y Chocó”, Credencial Historia, Bogotá, núm. 243, 2010.
83
Ángela Milena Castillo Ardila y Daniel Varela Corredor (eds.), Las compañías Chocó Pacífico y
Tropical Oil a comienzos del siglo xx. Retratos en blanco y negro, Bogotá, Universidad Nacional

*
213
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

modos de producción y estudios sociales,84 8) Familia y organización social,85


9)Expresiones culturales y relaciones interétnicas,86 10) Comunidades indígenas,87
11) Lenguaje y tradición oral,88 12) Misiones religiosas,89 13) Construcción y

de Colombia, Comisión para la Celebración del Bicentenario de la Independencia, 2013; Darcio


Antonio Córdoba Cuesta y Cidenia Róvira de Córdoba, Explotación artesanal del oro. Léxico-
Utensilios-Metodología del Pacífico colombiano, Bogotá, Corporación Identidad Cultural, 2003 y
Patricia Vargas, “Organización social, identidad y territorio de las gentes negras en el río Atrato
durante el siglo xviii y sus huellas en la actualidad”, en: Construcción territorial en el Chocó: His­
torias regionales, vol. 1, Bogotá, ICAN - PNR, 1999.
84
Claudia Leal y Eduardo Restrepo, Unos bosques sembrados de aserríos. Historia de la extracción
maderera en el Pacífico colombiano, Medellín, Universidad de Antioquia - Colciencias - ICANH
- Universidad Nacional de Colombia, 2003; Julio Romero P., Geografía económica del Pacífico
colombiano [documento de trabajo sobre economía regional], Cartagena, Banco de la República
- Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER), núm. 16, octubre de 2009; Wilmar
Alexander Cano López, “Ríos en disputa: Minería, conflictos territoriales, comercio del oro en
Chocó (1905-1939)” [Tesis de Maestría en Historia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas,
Universidad de Antioquia], Medellín, 2014.
85
Orián Jiménez, “Epístolas testamentarias del Chocó: Nuevo Reino de Granada, siglo xviii”,
América Negra, núm. 13, 1997; Javier Moreno Moreno, “Ancianos, cerdos y selva: Autoridad
territorio y entorno en una comunidad afrocolombiana” [Tesis de Grado, Departamento de
Antropología, Universidad Nacional de Colombia], Bogotá, 1994; Antonio Pareja, “Característi­cas
de la familia en las áreas mineras del Chocó” [Tesis de Grado, Universidad Pontificia Bolivaria­
na], Medellín, 1981; Berta Inés Perea, “La familia afrocolombiana en una comunidad minera
del Chocó” [Tesis de Grado, Universidad Externado de Colombia], Bogotá, 1986.
86
Anne Marie Losonczy, “Memorias e identidad: los negro-colombianos del Chocó”, en: Juana
Camacho y Eduardo Restrepo (eds.), De montes, ríos y ciudades. Territorios e identidades de la
gente negra en Colombia, Bogotá, Fundación Natura - ECOFONDO - Instituto Colombiano de
An­tropología, 1999 y La trama interétnica. Ritual, sociedad y figuras de intercambio entre los grupos
negros y emberá del Chocó, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia - Instituto
Francés de Estudios Andinos, 2006; Sergio Mosquera, Visiones de la espiritualidad afrocolombiana,
Manizales, Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico, 2001 y Rogerio Velásquez,
Fragmentos de historia, etnografía y narraciones del Pacífico colombiano, op. cit.
Luisa Natalia Caruso López, “Representaciones y etnicidad en el universo indígena de Antioquia.
87

Miradas desde el Estado y la Iglesia (1957-1987)” [Tesis de Maestría, Departamento de Histo­-


ria, Universidad Nacional de Colombia], Medellín, 2006; Joaquín García Casares, Historia
del Darién. Cuevas, cunas, españoles, afros, presencia y actualidad de los chocoes, Panamá, Editorial
Universitaria “Carlos Manuel Gasteazoro”, 2007 y Erik Werner Cantor, Ni aniquilados ni
vencidos: Los embera y la gente negra del Atrato bajo el dominio español. Siglo xviii, Bogotá, Instituto
Colombiano de Antropología e Historia, 2000.
88
Martha Luz Machado Caicedo, La escultura sagrada chocó en el contexto de la memoria de la
estética de África y su diáspora: Ritual y arte, Bogotá, Colección CES, Universidad Nacional de
Colombia, 2011 y “Cultura material e historia cultural: Pueblos, mitos y esculturas sagradas en
el litoral Pacífico colombiano”, en: La diáspora africana. Un legado de resistencia y emancipación,
Cali, NiNsee - Fundación Universitaria Claretiana - Universidad del Valle, 2012.

*
214
*
Óscar Almario García

representación del entorno natural90 y 14) Estudios sociales e históricos y


balances bibliográficos.91 Teniendo en cuenta la anterior clasificación provisional
de los estudios referenciados, la verdad es que en algún momento consideramos
la opción de organizar esta parte del balance bibliográfico siguiendo dichos ejes
temáticos; sin embargo, por varios motivos, pero sobre todo por el desarrollo
desigual que presentan y la consiguiente dispersión, finalmente prescindimos
de ese camino. Como alternativa, optamos por definir otros ejes temáticos, tres
en concreto, que nos parece tienen la doble ventaja de ser más transversales y
al tiempo más concentrados, lo que aparte de facilitar nuestra tarea también
puede ser más útil para las investigaciones futuras.
A continuación presentamos el balance bibliográfico de las últimas décadas
de producción sobre el Chocó del siglo xix, siguiendo esos tres campos de
problemas o temáticos.
El primero de esos campos temáticos tiene que ver con la necesidad
de avanzar hacia lo que podemos llamar una historia cruzada del mundo

89
Amanda Caicedo Osorio, Construyendo la hegemonía religiosa: Los curas como agentes hegemónicos
y mediadores socioculturales (diócesis de Popayán, siglo xviii), Bogotá, Facultad de Ciencias Sociales,
Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2008; Germán Ferro Medina, “Contexto
religioso en la Costa Pacífica: Resistencia, tradición mestiza y afirmación de identidad”, en:
Patricia Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales, vol. 1, Bogotá, ICAN
- PNR, 1999 y Aida Cecilia Gálvez Abadía, Por obligación de conciencia. Los misioneros del Carmen
Descalzos en Urabá (Colombia), 1918-1941, Bogotá, Editorial Universidad del Rosario, 2006.
90
Patricia Vargas y Germán Ferro, “Gente de mar y río, gente de luna”, en: Patricia Vargas (ed.),
Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales, vol. 1, Bogotá, ICAN - PNR, 1999.
91
Óscar Almario García y Orián Jiménez, “Aproximaciones al análisis histórico del negro en
Colombia (con especial referencia al Occidente y el Pacífico)”, en: Mauricio Pardo Rojas, Claudia
Mosquera y María Clemencia Ramírez (eds.), Panorámica afrocolombiana: Estudios sociales en el
Pacífico, Bogotá, ICNAH - Universidad Nacional de Colombia, 2004; Rafael Díaz, “Hacia una
investigación histórica de la población negra en el Nuevo Reino de Granada durante el período
colonial”, en: Contribución africana a la cultura de las américas, Bogotá, Instituto Colombiano de
Antropología - Biopacífico, 1993; Rocío Pérez de Samper, Estudios afrocolombianos. Sistematización
bibliográfica, Bogotá, Colorgraf Editores, 2001; Eduardo Restrepo, “Hacia los estudios de las co­
lombias negras”, en: Axel Alejandro Rojas (ed.), Estudios afrocolombianos. Aportes para un estado del
arte, Popayán, Editorial Universidad del Cauca, 2004; Políticas de la teoría y dilemas en los estudios de
las colombias negras, Popayán, Editorial Universidad del Cauca, 2005; Afrodescendientes en Colombia.
Compilación bibliográfica, Bogotá, Instituto de Estudios Sociales y Culturales, Pensar - Pontificia
Universidad Javeriana, 2008 y Catherine Walsh, León Edizon y Eduardo Restrepo, Pueblos de
descendencia africana en Colombia y Ecuador: Compilación bibliográfica, Quito, Universidad Andina
Simón Bolívar, 2005.

*
215
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

prehispánico y su posterior influencia en la experiencia colonial y republicana, en


la medida que contribuiría a conectar y relacionar la historia de los caribe con la
de los grupos indígenas asentados en las selvas del Chocó antes del “contacto”;
en forma simultánea, se podría desarrollar también una historia “trasnacio­nal” del
área en cuestión, en el sentido de ir más allá de los límites de las naciones ac­-
tuales y de la incidencia que estos tienen en las historiografías respectivas de
Colombia y Panamá, esto con el objetivo primordial de apreciar los fenómenos
de conquista/colonización considerándolos como un continuum que por tan­to
cuestiona los actores, los espacios, las cronologías y las periodizaciones con­
vencionales, y que habilita definir el área como uno de los primeros grandes
laboratorios de la experiencia de la expansión y dominación Occidental sobre
territorios y poblaciones originarias; finalmente, y en relación con este pri­-
mer tema, si se tiene en cuenta que los principales actores del “pasado”, como
en el caso de las comunidades indígenas y la gente negra, son los “mismos” que
siguieron gravitando sobre la construcción de las repúblicas modernas y que
todavía hoy pugnan por incluirse y protagonizar el presente y el futuro de sus
territorios, se comprenderá la importancia de una historia de larga duración
que permita inscribir la presencia de estos actores en distintos períodos y va­
lidar el reconocimiento de la plena vigencia de sus proyectos de identidad y
territorialidad contemporáneas.
El segundo campo de reflexión invita a los analistas a explicar varios y
complejos fenómenos en el Chocó, como por ejemplo dar cuenta de cómo se
produjo la trasformación de una frontera tardíamente conquistada (durante el
siglo xvii) a una región minera marginal (en el siglo xviii) y la consiguiente e
interesante cuestión de la transición social y económica del esclavista siglo xviii
al libertario siglo xix; a comprender el cambio demográfico que condujo de la
predominante población indígena inicial a la de los africanos esclavizados y
sus descendientes libres; y a analizar cómo fue posible que desde el seno de la
gente negra irrumpieran con fuerza los libres, que en su dinámica después van a
ocupar los espacios vacíos del territorio y finalmente a dar forma a sus sociedades
locales ribereñas, mediante una gesta libertaria que en la práctica constituyó
una respuesta a las estrategias de negación y exclusión diseñadas desde el Esta­-
do republicano; a profundizar en otro de los grandes hallazgos de la investigación
re­ciente, esto es, la constatación de la enorme diversidad de una región como la
del Chocó, tenida hasta hace poco por homogénea geográfica y culturalmente,

*
216
*
Óscar Almario García

mediante la identificación de los “países chocoanos”: Atrato, San Juan, Baudó,


Urabá, con sus identidades respectivas y correspondientes tramas interétnicas.
Finalmente, el tercer campo de trabajo se pregunta por la política y las
re­laciones de poder regionales en los marcos del nacionalismo del siglo xix,
así como por los discursos y dispositivos de la exclusión por una parte y las
ex­pectativas de inclusión y resistencia de la gente negra, indígena y demás po­
bladores del Chocó por otra.
Todos estos campos temáticos y su eventual consolidación, pasan por
la construcción de los archivos respectivos y la estructuración del trabajo de
investigadores que, individualmente y en redes asociativas, decidan aceptar los
retos que supone profundizar en el conocimiento de esta región.

1. Hacia una historia cruzada del norte suramericano prehispánico y


una historia “transnacional” de la conquista/colonización del Chocó
y sus consecuencias en la República temprana: la expansión caribe, la
“conquista” del Darién, el “transitismo” de Panamá y la configuración
de los territorios contiguos
La expansión caribe hasta su frontera noroccidental en Suramérica es
un fenómeno que tiene una enorme trascendencia en la perspectiva de una
nueva historia americana en general, de Suramérica en particular, y del Chocó
colombiano y de su siglo xix en forma puntual. Cuestión que en principio se
relaciona con asuntos como la historia de sus grupos indígenas originarios, pero
que con el transcurso del tiempo tiene que ver también con otros actores étni­cos
y sociales que compitieron por su territorio y especialmente por el Darién, y
los posibles límites de dicha expansión caribe por el noroccidente de Suramérica.
Así lo sugieren, entre otros trabajos, los estudios del antropólogo venezolano
Mario Sanoja Obediente y su equipo, que parten de la hipótesis de que a raíz
de la “gesta caribe” se habría formado una sociedad específica que contó con
un territorio diferenciado, unidad lingüística y cultural, e identidad propia,
elementos que de conjunto permiten definirla como una etnia-nación que tuvo
asiento en la macroregión geohistórica caribeña. En efecto, a partir de un primer
centro difusor ubicado entre el Matto Grosso y las cabeceras del Amazonas,
desde el segundo siglo de la era cristiana, grupos agricultores ceramistas de
lengua caribe habrían dado inicio a una expansión hacia el norte al adentrase
por la cuenca del Orinoco, el oriente, la costa central de Venezuela, el sur del
Lago de Maracaibo y la Costa Atlántica colombiana, hasta llegar a controlar esta

*
217
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

vasta región para el siglo xiii. Vistas así las cosas, esa gesta demográfica y social
habría durado aproximadamente once siglos en expandirse. A su paso, los cari­-
bes desplazaron o absorbieron a otros grupos originarios, como los antiguos
pueblos arahuacos que ocupaban la costa norte de Suramérica hacia el año 1000
antes de nuestra era. La fuerza de esa migración o expansión caribe habría llegado
a su máximo nivel entre los siglos ix y xiv cubriendo un área desde Paria hasta
las bocas del Amazonas, pero todo indica que su influencia se proyectó incluso
hasta buena parte del Caribe insular. Los arqueólogos Vargas-Arenas y Sanoja
ar­gumentan que como parte de este proceso se configuró un “gran cacicazgo
o señorío caribe” con eje en la costa central de Venezuela e islas cercanas, que
es­tableció alianzas con otros grupos caribes y ejerció el control político de la
cos­ta nororiental de Venezuela, la cuenca del Orinoco y las Antillas menores,
por lo cual estuvo en condiciones de ofrecer una tenaz resistencia al avance
ibé­rico sobre sus territorios y pueblos hasta el siglo xvi.92
Deducimos de lo anterior que el extremo occidental de tal expansión caribe
se solapa, entonces, con la provincia del Darién y el golfo de Urabá, espacio en
donde los hispánicos pretendieron establecer su domino inicial en Tierra Firme,
según estudios conocidos.93 Precisamente, la referida expansión caribe, para el
caso que nos ocupa, puede dar pie a la hipótesis de considerar al Darién no sólo
como una frontera administrativa dentro del imperio español (disputada por
distintos conquistadores y gobernadores ibéricos), y sin olvidar los intereses de
las otras potencias europeas que aspiraron a su control, sino también como una
frontera étnica de larga duración que, vista desde la presencia e historia indígena,
obliga a cuestionar las periodizaciones convencionales de conquista-colonia-
república que soportan los relatos tradicionales, oficiales y hasta académicos
al respecto. Esta hipótesis acerca del Darién tiene una doble relación con la

92
Iraida Vargas Arenas y Mario Sanoja Obediente, “Los pueblos caribes: Una etnia-nación”, Red
Voltaire, 19 de abril de 2004 [www.voltairenet.org/a120758]; Mario Sanoja Obediente, Los
hombres de la yuca y el maíz, Caracas, Monte Ávila Editores, 1981; Mario Sanoja Obediente e
Iraida Vargas Arenas, Gente de la canoa: Estudios sobre los antiguos modos de vida recolectores del
Noreste de Venezuela, Caracas, Editorial Tropycos, 1995; Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas
Arenas “Las bases históricas de las sociedades sedentarias en el norte de Suramérica: El caso
venezolano”, en: Paulina Ledergerber-Crespo (ed.), Formativo Sudamericano, una revaluación,
Quito, Ediciones Abya-Yala, 2002, pp. 355-365.
George Friederici, El carácter del descubrimiento y la conquista de América, México, Fondo de Cultura
93

Económica, 1973 y Miguel Izard, Tierra firme. Historia de Venezuela y Colombia, Madrid, Alian­-
za Editorial, 1987.

*
218
*
Óscar Almario García

configuración de dos territorios contiguos, Panamá y Chocó. Veamos el primero


de estos territorios.
El gran historiador panameño Alfredo Castillero Calvo, en su monumental
obra,94 en la que hace uso tanto de una sólida documentación como de una ma­
gistral capacidad de síntesis, finalmente condensa la historia del istmo en dos
grandes procesos. El primero se refiere a su carácter transitista, dada su función
de facilitar el movimiento ultramarino dentro del imperio español durante el
período colonial. El segundo tiene que ver con su posterior dependencia, es decir,
respecto de los grandes centros de poder mundial que compitieron por hacerse
al control de esa supuesta vocación geográfica de Panamá en tiempos mo­-
dernos y contemporáneos. Lo importante para nuestros fines es que de estos
dos grandes procesos que definen la trayectoria histórica del istmo panameño,
transitismo y dependencia, se derivan importantes consecuencias para el análisis
de la dinámica que tomaría la conquista/colonización española en el resto de
América95 y especialmente hacia el sur. Lo que va a incidir a su vez en la definición
y características de los espacios contiguos al istmo panameño, como en el caso
del Chocó en tiempos coloniales e inclusive posteriormente, es decir, durante
la vida independiente de los países antes sujetos al dominio español, como en el
caso de Colombia. Sin embargo, para comprender a cabalidad el caso panameño
y sus características de transitismo y la dependencia como variantes específi­cas y
diferenciadoras respecto de otros países, ya que su aparato productivo no estuvo
a disposición exclusiva de la extracción de metales preciosos sino que se es­-
pecializó en facilitar el tránsito ultramarino por su territorio, es preciso adoptar
una perspectiva de larga duración, que por obvias razones solo expondremos
aquí en forma sucinta.

94
La producción de este maestro de la historia panameña es tan vasta como trascendental. Aquí
sólo retomamos los trabajos que juzgamos más pertinentes para nuestro propósito del análisis del
Chocó en el siglo xix: Alfredo Castillero Calvo (dir.) [con la colaboración de Fernando Apa­
ricio], Historia General de Panamá, Panamá, Comité Nacional del Centenario de la República
de Panamá, 2004 y “Transitismo y dependencia: El caso del istmo de Panamá”, Nueva Sociedad,
núm. 5, marzo - abril de 1973, pp. 35-50.
95
Según el historiador cubano Manuel Moreno Fraginals, Cuba/España. España/Cuba. Historia
común, Barcelona, Crítica, 1995, p. 15, el primero en utilizar el término conquista/colonización
(“como hechos simultáneos y no como dos etapas”) para expresar un continuo en la implantación
española, que por lo general es analizada en dos momento separados por la historiografía
convencional, fue el historiador venezolano Germán Carrera Damas.

*
219
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Con el fin de analizar los inicios del proceso en cuestión, Castillero Cal­vo
expone una secuencia de distintos momentos que lo van definiendo: “Des­
cubrimiento intelectual” del istmo, la “Búsqueda del Paso” y el “Hallazgo del
Paso”.96 En efecto, en principio lo que hubo fue un “Descubrimiento intelec­
tual” del istmo, intuido desde el cuarto viaje de Colón en 1504, ratificado con
el pe­riplo de Américo Vespucio en 1501-1502 y sus consecuencias, porque se
pudo establecer el carácter continental de América, lo que se reafirmó al cris­
talizar la conciencia española sobre el hecho del Nuevo Mundo y avizorarse
la posibilidad de una monarquía universal por su extensión hacia el oriente.
Todo esto se tradujo después en la “Búsqueda del Paso”, ya en dirección al
istmo con las expediciones de Yáñez Pinzón, Díaz de Solís, Nicuesa y Ojeda.
Finalmente, la dinámica antecedente se materializó en el “Hallazgo del Paso”,
que culmina con la travesía de Balboa y el descubrimiento del Mar del Sur en
septiembre de 1513. A partir de estos momentos, y en particular del último de
los identificados por Castillero Calvo como el hallazgo del Paso, se inicia una
nueva etapa que se caracteriza porque la Corona se involucra directamente en
la empresa del Paso, que es rebautizada como Castilla de Oro. En desarrollo de la
misma, financia una costosa expedición a cuya cabeza pone como representante
a Pedrarias Dávila, quien llega al istmo al mando de una armada imponente y
con instrucciones precisas para garantizar el movimiento ultramarino. Todas esas
decisiones ya hacían parte de un proyecto imperial que pretende extenderse por
la ruta del Moluco hasta el Oriente, por lo cual era imprescindible establecer
ciudades terminales de la misma, lo que de conjunto va a cambiar el sentido de
la colonización del istmo, por lo cual esta termina por desplazarse del Da­rién
al occidente. En resumen, tiene lugar una etapa “caracterizada por la Ins­ti­
tucionalización de la función del istmo como Zona de Tránsito y de su adscrip­
ción al sistema colonial español”, como lo indica el historiador panameño que
seguimos.97
Tal como lo subraya Castillero Calvo, este cambio en la política impe­-
rial española y la nueva función asignada al istmo panameño como facilitador

96
A. Castillero Calvo, Historia General de Panamá, t.1, vol.1, op. cit.; y del mismo autor “Transitismo
y dependencia: El caso del istmo de Panamá”, op. cit.
97
A. Castillero Calvo, “Transitismo y dependencia: El caso del istmo de Panamá”, op. cit., p. 37.

*
220
*
Óscar Almario García

del trán­sito, van a tener varias consecuencias importantes en la configura­-


ción de los territorios y sociedades contiguas, que serán sometidos a las avanzadas
de la empresa conquistadora/colonizadora. De tal manera que, el incesante
tráfago de conquistadores y aventureros que provenientes de las Antillas hacían
pie en el istmo, así como la función de éste de servir de base a las operaciones
contra los pueblos indígenas, dos hechos que tipificaron las primeras décadas
de la presencia ibérica en esta parte de la América española, en lo sucesivo van
a experimentar sustanciales modificaciones y a dar lugar a dos dinámicas si­
multáneas, fundamentales e inéditas. Por un lado, se produjo la sedentarización
de la población hispánica en el istmo (lo que explica las fundaciones de Panamá,
Nombre de Dios y Nata), y por el otro, se dieron las condiciones de posibilidad
para la irradiación de la conquista y colonización española hacia Centroamérica, y
sobre todo al Perú. Al hilo de estas dos dinámicas se produjo también un cambio
demográfico en el istmo, que se acompaña a su vez de una movilidad social sin
precedentes, por el desplome de la población indígena violentada y expoliada
durante el primer período y la disminución cuantitativa de los conquistadores
que empezaron a ser movilizados hacia otras direcciones. Por consiguiente,
ambos conjuntos, indígenas y conquistadores, serían sustituidos por los grupos
de esclavos negros y mercaderes respectivamente, con la particularidad de que
este último grupo se hizo al poder de las instituciones coloniales, al control del
comercio y al monopolio del prestigio social en el istmo. Finalmente, una serie
de decisiones imperiales terminó por apuntalar la política ultramarina de España
y la función transitista del istmo, entre las que sobresalen el establecimiento
del sistema de ferias y galeones y la sorprendente creación de la Audiencia de
Panamá, si se tiene en cuenta su precaria población en ese momento.
A propósito de la configuración territorial de Panamá, de su transitismo y
dependencia, pero ahora con fines comparativos, cabe subrayar que la posición
geográfica del Chocó lo define también como un territorio potencialmente
propicio para los proyectos transoceánicos a lo largo del siglo xix y principios
del xx, y por consiguiente espacio de interés para su intervención por el sistema
mundo. Ahora bien, aunque tales proyectos no se llevaron a la práctica en el
caso del Chocó, existe suficiente evidencia del interés internacional en ellos.98

Agradezco a la investigadora Claudia Leal de la Universidad de los Andes por compartir conmigo
98

la información de varios documentos, informes y reportes acerca de estos proyectos, pero que

*
221
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Con lo cual queremos llamar la atención sobre el hecho de que ni el transitismo


ni la dependencia, que caracterizaron la historia del istmo panameño, se dieron
en el caso del Chocó, o por lo menos no con la intensidad del primero a la que
se refiere el distinguido historiador panameño. En el caso del Chocó ocurrió
todo lo contrario, porque precisamente su marginalidad respecto del país y del
mundo a consecuencia de la disolución del sistema esclavista y la consiguiente
decadencia de la explotación minera, constituyen una constante poderosa du­-
rante el siglo xix y xx. Situación estructural que a duras penas se va a ver
matizada a finales del siglo xix, por la explotación de algunas de sus riquezas
(oro y platino) mediante el recurrente modelo extractivo conocido y con
destino al mercado mundial. La pregunta que se impone a raíz de este esquema
comparativo es la siguiente, hasta qué punto esta situación de marginalidad
del Chocó respecto del país y el mundo, durante buena parte del siglo xix,
pudo haber creado también condiciones de posibilidad para una construcción
de sociedad regional singular y relativamente autónoma por iniciativa de sus
principales actores. Esto es, la oportunidad para forjar un territorio en el que
los grupos negros se hicieron demográfica y socialmente mayoritarios, aunque
en medio de unos marcos económicos y sociales dominantes desde los cuales
se los negaba, excluía y deslegitimaba. Asimismo, esas condiciones peculiares
representaron para los grupos indígenas oportunidades para experimentar un
significativo proceso de reconstitución, basado en su recuperación demográfica,
la afirmación sobre territorios tradicionales en algunos casos y la movilidad hacia
nuevos territorios en otros. Con otras palabras, la historia común, y a la vez
contrastada, de grupos negros y comunidades indígenas en el Chocó, reclama
el examen riguroso de las modalidades de la ocupación territorial extensiva pero
que a su vez son dinámicas inseparables de sus respectivas identidades étnicas.
Aunque en otro sentido, estas deben considerarse hasta cierto punto difusas, por
las interferencias originadas en las acciones del Estado nacional y sus agentes,
y por las dinámicas del sistema mundo.
Dos estudios de largo aliento y muy valiosos indican la importancia que
ha cobrado el Darién en los últimos años: el primero es la notable investigación


no hemos podido consultar sistemáticamente para este trabajo, razón por la cual omitimos sus re­-
ferencias, aunque no dudamos en recomendarlas como un tema a desarrollar para futuras
investigaciones.

*
222
*
Óscar Almario García

del geógrafo e historiador español Joaquín García Casares99 y el segundo el


ambicioso estudio del investigador Luis Fernando González Escobar.100
La investigación de García Casares, producto de una tesis doctoral en la
Uni­versidad de Valencia, España, estudia el Darién histórico en la larga duración
y con mucho sentido considera el área contigua del Chocó como parte del es­
pacio de su interés. En efecto, el estudio establece que a raíz de la estrategia
ultramarina de España y la incorporación del istmo panameño a ella, se produjo
el definitivo desplazamiento de la presencia y actividades hispánicas del golfo de
Urabá y el Darién en el oriente de la llamada Tierra Firme suramericana, ha­-
cia el occidente del istmo y la provincia de Veragua primero, y por último hacia
el eje Panamá (Océano Pacífico) - Nombre de Dios (Océano Atlántico). Por
consiguiente, la provincia del Darién, que en un principio tuvo un alto interés
para la empresa conquistadora española y para las potencias competidoras, de-
­vino en territorio marginal, en espacio “vacío” y de escaso control por parte
de las distintas jurisdicciones coloniales, situación que sería aprovechada por los
grupos indígenas para recomponerse de las duras condiciones impuestas por la
invasión y para mantenerse en estado de guerra.
Esta situación singular, según la perspectiva de García Casares, explica
por qué entre los indígenas originarios y sus vecinos se produjo un relevo
étnico por parte de otros grupos del Darién histórico y del Chocó a través de
complejos procesos, escasamente documentados hasta ahora por lo demás como
veremos, pero que en principio se pueden caracterizar como de disolución,
reconfiguración y etnogénesis, de acuerdo con nuestro propio lenguaje. Los
mismos que condujeron, por ejemplo, al surgimiento de los cunas como un
grupo nuevo (que se autodenominan tule), como lo define García Casares. Pero
que también explican la movilidad de los chocoes, cuya presencia en el territorio
darienita data del siglo xvii, así como de su variante del pueblo emberá de la
que hay evidencia desde el siglo xviii y más recientemente de los waunana.
Por todas estas razones, éste investigador opta con acierto por considerar el
estudio del Darién en relación inseparable con el vecino Chocó y los pueblos
indígenas chocoes. Por otra parte, y con el transcurso del tiempo, la historia de

99
J. García Casares, op. cit.
100
L. F. González Escobar, El Darién. Ocupación, poblamiento y trasformación ambiental. Una revisión
histórica, parte i, op. cit. y parte ii, op. cit.

*
223
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

la población afroamericana en el Darién se tornó también muy compleja, hasta


convertirse en el grupo más importante del Darién histórico, todo ello en medio
de la implantación pretendida por los europeos.
Por las consideraciones anteriores conviene resumir lo que dicha inves­
tigación entiende por el territorio del Darién histórico, no sin antes advertir que
los diferentes nombres que ha recibido la región en sentido amplio o restringido,
pueden dar origen a confusiones. En efecto, después del control de las islas del
Caribe por los ibéricos, Tierra Firme fue la denominación genérica utilizada
por ellos para designar toda la amplia franja del primer contacto, encuentro o
invasión en la costa norte suramericana (actuales Venezuela, Colombia y Pa­
namá), pero cuyo uso se fue restringiendo con el paso del tiempo al área contigua
como Nombre de Dios. Veragua se utilizó para nombrar la región ístmica coste­-
ra situada al occidente del golfo de Urabá. Por su parte Urabá (llamado también
Nueva Andalucía, aunque en forma efímera), designaba el área comprendi­-
da al oriente del golfo de Urabá y el curso bajo del Atrato, la cual fue incorporada
en términos generales a la gobernación de Cartagena. Panamá es todavía un
topónimo indeterminado, al parecer originado en el nombre de un caserío de
pes­cadores o de un árbol, pero en todo caso ese fue el nombre que recibió la ciu­
dad fundada por Pedrarias Dávila en 1519, el primer asentamiento europeo en
las costas del Pacífico, el mismo que tomaría la región en su conjunto, así co-
mo la Gobernación, la Capitanía, y las varias veces creada y otras tantas suprimida
Audiencia de Panamá. El nombre de Castilla de Oro o Castilla Aurífera otorgado
por el rey Fernando, hizo parte de las instrucciones dadas a Pedrarias Dávila
tanto para asegurar el control amplio del territorio ístmico como para garantizar
la acción expansiva hacia el sur y el norte.101
Teniendo claro lo anterior, retomemos lo que este investigador denomina el
“Darién histórico”. Concretamente, un territorio amplio que incluía una buena
parte de Veragua (la gobernación otorgada a Nicuesa) y una parte más pe­-
queña de Urabá (la gobernación otorgada a Ojeda), que fueron las ocupadas al
comienzo de la invasión, más los territorios del bajo Atrato y el Mar del Sur,
resultado de las exploraciones posteriores.102 Sin duda, de todo este territorio da­-

101
J. García Casares, op. cit., pp. 24-25.
102
El estudio de J. García Casares indica que el Darién histórico conserva, hasta el presente, no
obstante los cambios políticos y administrativos, y el estar repartido entre la República de

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224
*
Óscar Almario García

rienita, el río Grande del Darién, o río San Juan como también se lo llamó y
desde el siglo xviii río Atrato (nombre que utilizaremos en adelante para evitar
confusiones), que unía y separaba a la vez las gobernaciones de Urabá y Veragua,
jugaba un papel central desde el punto de vista geográfico y del ordenamiento
del espacio. No obstante, todo parece indicar que el golfo de Urabá es también
una frontera etnográfica, si se lo observa desde lo indígena, en la medida que
marcaba diferencias y delimitaba territorios controlados por distintos grupos
étnicos, por una parte de los muy guerreros grupos caribes y por otra de los muy
distintos cuevas de lengua chibcha que se redujeron y refugiaron en la parte
costera del istmo, en la provincia de Veragua. En términos políticos, en ese
territorio en disputa se intentaron establecer las primeras poblaciones españolas
en el continente americano, primero con San Sebastián (1509), situado en la
ribera derecha del Atrato, y después con Santa María la Antigua (1510), en
la ribera izquierda, que se convirtió en la primera fundación hispánica estable
y en el gran centro de las operaciones de conquista y pillaje de las riquezas y
poblaciones indígenas. A esa precaria villa, en la que mal vivían un puñado
de españoles y unos centenares de indígenas sometidos, llegaría la imponen­-
te armada de Pedrarias Dávila en 1524 (22 naves y 2.000 hombres), lo que
sometió el territorio y la ya expoliada población indígena a una presión inso­
portable, que hizo colapsar el precario equilibrio entre la población (indígena
y española), los recursos disponibles y el medio ambiente, lo que llevó a la
des­trucción, la hambruna y el despoblamiento, y por último al desplazamien-
to del centro de poder a la ciudad de Panamá. Así como al consiguiente olvido del
te­rritorio del Darién y su gente por el poder imperial hispánico, al tiempo que
reaparecieron en él grupos indígenas beligerantes.
Sin embargo, como parte de esa debacle demográfica pero antes de su
de­senlace definitivo, los ibéricos convirtieron la zona en un teatro del horror
contra la población indígena, mediante las “cabalgadas”, “entradas”, “ranche­-


Panamá y la República de Colombia, lo fundamental de su territorialidad, que: “Comprendía la
región Este y Sur del Istmo panameño, el golfo de Urabá y el bajo curso del río Atrato; es decir,
la actual provincia del Darién, parte de la provincia de Panamá (incluso las islas de las Perlas)
y la comarca de San Blas en la República de Panamá, y las costas del golfo de Urabá y la zona
Sur de este en los actuales departamentos de Antioquia y del Chocó, en Colombia”. J. Gar­-
cía Casares, op. cit., pp. 24-25.

*
225
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

rías” y “rescates”, modalidades de pillaje de sus riquezas y recursos. Las primeras


voces críticas de lo que ocurría en América, levantadas por Antonio de Mon­
tesinos y Bartolomé de las Casas, obligaron al primer ajuste jurídico y moral
de la política imperial española pero que en la práctica lo que hizo fue acentuar
la agresión y la violencia, precisamente cuando el rey Fernando promulgó el
“requerimiento”, un documento por medio del cual se requería a los jefes indios
su sometimiento al Papa en lo espiritual y al Monarca en lo temporal, y que en
caso de no hacerlo quedaba justificada la guerra contra ellos. En resumen, una
argucia jurídica para conciliar los intereses del Estado imperial con la conciencia
cristiana. En este marco de acontecimientos cobra importancia Santa María la
Antigua del Darién.
No sólo se hicieron las avanzadas desde el valle del Cauca, Toro, Cartago,
Anserma, o el sur, Popayán y Buenaventura, sino también desde Antioquia, pe­
ro esto no cambia lo sustantivo de la hipótesis de García Casares acerca de los
procesos migratorios de los chocoes hacia el Norte del Darién y hacia el sur.

2. La transición económica y social del siglo xviii al xix


Un aporte cualitativo de los estudios recientes consiste en haber desentrañado
las claves que relacionan los siglos xviii y xix y una de las cuales apunta a la
conveniencia de ir más allá de una lectura meramente económica y en particular
del sistema esclavista de ese primer siglo. En efecto, los grandes aportes de la
geografía cultural (Robert C. West) y la historia económica (William Sharp y
Germán Colmenares) se concentraron en explicar las actividades de la economía
esclavista del oro y las condiciones geoecológicas de las cuales dependía en gran
medida, y aunque se refirieron al sujeto esclavo, a sus condiciones de trabajo y
vida, e identificaron las primeras manifestaciones de su identidad, los espacios
propios, la búsqueda de la libertad y la resistencia a la esclavitud, buena parte
de su mundo cotidiano, las distintas formas de movilidad social hacia la libertad
y los diversos espacios conquistados para su humanidad y la de sus grupos,
quedaron sin apreciarse debidamente. Estos límites y limitaciones de la geogra­
fía cultural y la historia económica y social, estimularon a otros investigadores
hacia los estudios del poblamiento y construcción de los hábitats en el Pacífico
en general y del Chocó en particular, justamente los trabajos de Jacques Apri­
le-Gniset, Gilma Mosquera, William Villa, entre otros, son ejemplo de ello.

*
226
*
Óscar Almario García

A partir de estos grandes y valiosos antecedentes, los más recientes análisis


so­bre el Chocó presentan, en medio de obvias diferencias de documentación
y enfoques, algunas características comunes, como la multidimensional de sus
análisis (económico, social y cultural; regional, local y microhistórico; histórico
y etnográfico), la pretensión de incluir a los distintos sujetos sociales implicados
(blancos, esclavizados, libres, indígenas y sus mezclas), así como sus interaccio­-
nes (alianzas y conflictos, oposiciones y fronteras), y el uso intensivo de material
de archivos y fuentes diversas.103
En un trabajo colectivo realizado en los noventa (ican y pnr), Patricia
Vargas y su equipo nos introducen en el complejo mundo de las relaciones
sociales chocoanas durante la transición del siglo xviii al xix, como parte de
la comprensión de las cuestiones territoriales y de la identidad contemporá­-
nea de la región.104 En una de las partes de este estudio colectivo, Vargas, con
base en las descripciones de la época consultadas, sintetiza las características de
la provincia de Citará a finales del siglo xviii, definidas por la tensión entre co­
lonización española y resistencia de negros e indígenas, que condujo a que los em­-
bera ocuparan la vertiente occidental del río Atrato (más fértiles y menos
inundables para la agricultura), mientras que los mineros y los libres ocuparon
la vertiente oriental con sus respectivos afluentes, para establecer sus entables de
minas y espacios agrícolas complementarios (platanales), que llevó a una evidente
vecindad y complementariedad, espacial y económica, entre los mazamorreros
libres y los campamentos de minas.105 Las condiciones de la región imponen
que sus actividades económicas dependan de la autosubsistencia, el comercio
externo y el contrabando como constantes, en medio de las explotaciones mineras
que se reparten entre campamentos laborados con manos de obra esclava y

Algunos autores se destacan sobre otros por la amplitud, consistencia, persistencia e influen­-
103

cia de sus investigaciones, razón por la cual los tomamos como referencia central para esta parte
de nuestro estudio, tales son los casos de Sergio Mosquera (la historia de lo propio), Orián
Jiménez (de la historia de la esclavitud a la historia de la libertad), Joaquín García Casares (la
historia conjunta de afros, indios, mulatos y mestizos), Luis Fernando González (el poblamiento
tar­dío del Darién), William Villa (el poblamiento y los conflictos chocoanos), Claudia Leal y
Eduar­do Restrepo (el extractivismo como clave de comprensión histórica).
104
P. Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales, op. cit. y Construcción te­
rritorial en el Chocó: Historias locales, op. cit.
105
P. Vargas, “Organización social, identidad y territorio de las gentes negras en el río Atrato durante
el siglo xviii y sus huellas en la actualidad”, op. cit.

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227
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

mazamorreros libres. En lo social y simbólico, no obstante la precariedad de la


colonización y la evangelización, las relaciones se encontraban marcadas por las
representaciones de los grupos raciales que a su vez suponían unas característi­-
cas culturales, en las que cholos (indios), negros (afros y sus descendientes) y blancos
(criollos, peninsulares y extranjeros), se repartían las clasificaciones principales
y jerarquías, sin olvidar sus respectivos cruces raciales. Los núcleos blancos
fue­ron reducidos, prestantes familias de blancos se establecieron en el Chocó
y monopolizaron la administración civil y eclesiástica, así como el comercio y
las minas. Según Vargas, Arboledas, Caicedos, Arroyos, Hurtados, Mosqueras,
Morenos y Asprillas, tenían sus raíces y orígenes en la gobernación de Popayán
y más concretamente en el valle del Cauca. A finales del siglo xviii, con la
apertura del Atrato, fue creciente la influencia de comerciantes cartageneros
o afincados en ese puerto del Caribe neogranadino. El avance de la coloniza­-
ción en el Chocó constituye todo un registro de la modificación de antiguas fron-
te­ras indígenas, con los embera que ocupaban la parte media del Atrato y los
cu­nas que lo hacían en el bajo Atrato, proceso en el que el papel de Quibdó
será cada vez más significativo.
En medio de circunstancias difíciles los indígenas habían logrado resistir
y reconfigurar sus sociedades y territorios. El sistema de corregimiento, si bien
trastocó el orden de las sociedades originarias con la introducción de jerarquías
nuevas (caciques y capitanes con ciertos privilegios) y como parte de un
proceso de ladinización que se acompañaba de la intensificación de las formas
de explotación opresión que se generalizaron empobreciendo las poblaciones
indígenas, no fue suficiente para contener su resistencia, que recurrió a la
modalidad de la dispersión territorial. Con todo, para finales del siglo xviii siete
pueblos indios se habían establecido en la provincia de Citará: Quibdó, Lloró,
Chamí, Beté, Bebará, Murrí y Pabarandó. Pero todavía se carece de un estudio
en profundidad de demografía histórica especializado en estos procesos y en las
cartografías de la resistencia, la construcción de territorios y la reconfiguración
étnica, que nos permita saber acerca de cuestiones como: la diferencia y los flu­
jos entre identidades indias “reducidas” y “enmontadas”, por llamarlas de este
modo; las variantes en los procesos de evangelización y al tiempo la persistencia
de los sistemas de creencias y rituales indígenas (por ejemplo entre los embera);
y la situación en las fronteras más tensas o críticas, como el territorio cuna, que
empezaba justamente allí donde el control español se hacía todavía más limitado

*
228
*
Óscar Almario García

en el bajo Atrato (lo que se pretendió subsanar con el emplazamiento del pueblo
de Murindó, llamado San Bartolomé, como lo registra Vargas).
En cuanto a los negros, el trabajo de Patricia Vargas subraya varias cuestio­
nes sustantivas para nuestros fines, como la rápida adaptación y apropiación en
varios sentidos de estas tierras por los africanos y sus descendientes, la integración
entre negros bozales y criollos y mulatos, la construcción de imaginativos lazos
sociales y culturales que facilitaron su identificación y la resistencia al dominio
desde la vida diaria: tales como el compadrazgo, la vecindad y el parentesco con
centralidad en las mujeres, la apropiación del espacio de la religión católica en el
sistema esclavista para expresar sus tradiciones y, según creemos, su ancestralidad
más profunda (africana), y el conocimiento de la naturaleza que los rodeaba
y les proporcionaba recursos materiales y objetos simbólicos con los cuales
relacionar su cosmovisión (selva, espíritus, humanidad) con la dura cotidianidad
y las contingencias de la vida. Cuestiones que se reflejan en eventos y procesos
que todavía falta documentar y comprender a cabalidad, como la automanumi­-
sión, la huida, los hallazgos e invenciones tecnológicas en la minería, la
agricultura, la artesanía, los levantamientos de esclavos e incluso las eventuales
alianzas con los indios cunas (como en el caso del levantamiento Bebará contra
medidas fiscalistas en 1766). Pero sobre todo, en el ya identificado fenómeno
de los libres, tema que será ampliado por otros colaboradores de este estudio.
En efecto, Erik Werner Cantor presenta un estudio de síntesis de sus
investigaciones acerca de cómo la extracción de oro propició el encuentro de
embera, afroamericanos y europeos en la cuenca del Atrato en el siglo xviii.106
El estudio busca ilustrar la interdependencia de los actores sociales en la
provincia de Citará –blancos, negros e indios–, con la extracción de oro y las
consecuencias sociales derivadas del cierre del Atrato durante la mayor parte
del siglo xviii. Según este investigador, la interdependencia de las actividades
mineras, de transporte, comercio y agrícolas, con sus respectivos agentes, no
aparece representada en las fuentes coloniales del Archivo General de la Nación
y conjetura que las relaciones entre estos grupos sociales se caracterizaron

106
Erik Werner Cantor, “Extracción de oro: Encuentro de embera, afroamericanos y europeos en
la cuenca del Atrato. Siglo xviii”, en: Patricia Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó:
Historias regionales, vol. 1, Bogotá, ICAN - PNR, 1999.

*
229
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

“por la coexistencia más que por la convivencia”, que vieron reforzadas por las
políticas de segregación colonial entre negros e indígenas por los temores a que
se concertaran para los levantamientos y el severo aislamiento de los esclavos.107
Estas características dominantes sólo cambiarían a partir del último cuarto
del siglo, cuando existe suficiente evidencia de convivencia entre negros libres,
in­dios y blancos en algunos pueblos (Quibdó, Beté y Bebará). Una fuerte divi­-
sión del trabajo sometió a los esclavos negros a las labores mineras, mientras que
los indígenas fueron dedicados a las actividades complementarias de transporte
(navegación de los ríos, tránsito por caminos y arrastraderos), agrícolas y la
construcción de los medios indispensables para la movilidad, como las canoas.
Los abastecimientos externos y el contrabando componían las modalida­-
des del comercio, concebido siempre como subsidiario de la explotación del
oro y medido por ella. Las medidas adoptadas por las autoridades reales de
res­tringir la navegación a la parte baja del Atrato a finales del siglo xvii por los
te­mores de las incursiones de indios cunas, piratas y contrabandistas, tuvieron
como consecuencia efectiva la reducción del espacio de la colonización a la par­-
te alta y media del Atrato, donde se concentraban las actividades mineras, lo
que condenó los otros espacios (la parte baja o del Darién) y las posibilidades de
conexión (con Antioquia, Cartagena y Panamá) al olvido y con ello a la pérdi­-
da de oportunidades paras las provincias chocoanas, las dificultades del comercio,
el encarecimiento de los productos y la pobreza general.
El complejo minero se desarrolló en estas condiciones, mediante la
modalidad de campamentos y cuadrillas de esclavos, administrados por capata­
ces y la asistencia incluso de esclavos destacados a funciones especiales como
los capitanes y capitanejos. Dos importantes instituciones complementaron
la colonización en la provincia de Citará, el Corregimiento y la Iglesia. El
Corregimiento, instaurado en la provincia desde 1687, después de la campaña
militar del teniente Carlos Sotomayor de Alcedo, buscó básicamente la reducción,
el control y la administración de los embera, mediante la adjudicación de
resguardos, el pago de los salarios a los trabajadores indígenas y la generalización
del tributo. La presencia evangelizadora de los franciscanos, desde la segunda
mitad del siglo xvii, contribuyó decisivamente a controlar y disciplinar la im­

107
Ibíd., p. 68.

*
230
*
Óscar Almario García

prescindible mano de obra esclava e indígena para las explotaciones mineras y


sus actividades complementarias. Uno de los mayores méritos de este estudio es
el haberse centrado en la figura del corregidor y su función clave para asegurar la
producción minera. Así, esta figura se desdobla de funcionario en empresario,
al intermediar en el comercio interno de la provincia. Al controlar la mano
de obra indígena y su pago, el corregidor podía jugar con los jornales (pago en
oro) y los géneros (pago en especie), con evidentes ventajas a su favor. También
monopolizaba las herramientas necesarias para las labores. Una cadena de de­
pendientes o intermediarios entre el corregidor y los indios, que actuaban como
como capataces y la necesidad que los mineros tenían del trabajo indígena para
no ver afectada la productividad de sus campamentos y cuadrillas, convertían al
corregidor en una figura central de la vida colonial en esta provincia constreñi­
da y emblema de todos los excesos a que conducía una economía basada en la
exclusividad minera esclavista y sus nefastas consecuencias sociales.
A finales del siglo xviii era claro que ese modelo de colonización hacía agua
por todos los costados, el contrabando no sólo nunca puedo ser controlado sino
que se acentuó, los cuna mantuvieron el control territorial sobre la parte baja del
Atrato a pesar del emplazamiento de la Vigía (sobre la desembocadura del río
Sucio), el comercio padecía los estragos mencionados y por lo menos la mitad
de la producción minera del Chocó se evadía del control real. La apertura del
Atrato en el último cuarto del siglo se impuso cuando el daño para el desarrollo
regional ya estaba hecho, pero no obstante, procuró restablecer el comercio con
el fin de reactivar la producción aurífera. En las presiones coincidieron autorida­-
des reales modernizantes urgidas de recursos fiscales, la situación de los mineros
que habían invertido fuertes capitales en la compra de esclavos a mediados del
siglo xviii y que no veían recompensadas sus inversiones con la productividad
de sus minas, los mineros independientes o mazamorreros obligados a compras
costosas de productos agrícolas y herramientas, los comerciantes de Cartagena
que vieron posibilidades en ese mercado, lo que por oposición puso en guardia
a los comerciantes y mineros del valle del Cauca que tradicionalmente habían
controlado el mercado con el Chocó por la provincia de Nóvita.
Las interacciones e interdependencias entre embera, afroamericanos y
europeos forzadas por la economía minera pero con múltiples consecuencias en
sus respectivas sociedades e identidades, todavía aguarda por nuevos estudios
que terminen de esclarecer cuestiones como las siguientes: los intercambios y

*
231
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

relaciones interétnicas entre negros e indígenas todavía es una cuestión abierta


a la investigación, lo que muy seguramente se tenga que correlacionar, como
sugiere el estudio de Cantor, con los nichos ecológicos disponibles, las activida­
des productivas condicionadas por estos, las tecnologías apropiadas por unos y
otros grupos y su trasferencia o difusión, como en el caso de las mineras de los
negros y las agrícolas de los indígenas, e incluso preguntarse categóricamente
por la hipótesis de este investigador acerca de cómo se dio la transición de la
coexistencia a la convivencia en estos grupos sociales a finales del siglo xviii; asi­
mismo, es pertinente interrogarse por la desestructuración de las familias negras,
por las ventas que sus propietarios hicieron de parte de sus miembros hacia
otras regiones para compensar la crisis de la producción minera, o considerar las
posibilidades de la reproducción de estas en el Chocó cuando las ventas se dieron
en su interior o en los lugares cercanos a sus asentamientos, e incluso tener en
cuenta los casos en los que el abandono de las minas por los propietarios que
dejaron de explotarlas y el consiguiente estado de libres de hecho que con ello
alcanzaban los antiguos esclavos dejaban espacios para las sociedades libertarias.
La cuestión de las fronteras étnicas y las relaciones interétnicas también pueden
ser objeto de futuros trabajos, y en ese sentido la pregunta por lo que pasó con
los embera y los cunas en sus respectivos territorios y sobre la reestructuración
de sus sociedades, así como por las distintas formas de representación de sí
mismos y de los otros, son fenómenos cuyo conocimiento puede arrojar nuevas
luces sobre las condiciones de la configuración regional en la transición del si­-
glo xviii al xx que hoy desconocemos.
Estos problemas fueron tratados con más amplitud y profundidad por
Erik Werner Cantor en un trabajo posterior.108 El estudio muestra la activa
participación de los embera en la conformación de la provincia de Citará,
mediante los procesos de negociaciones y pactos para establecer los pueblos
indios y los resguardos, el rol de los indios “mandones” en la intermediación entre
las comunidades indígenas y la colonización española, todo ello en función de
asegurar una fuerza laboral indispensable y complementaria para la producción
minera y la estabilización de los campamentos y las labores de las cuadrillas de
esclavos. La frontera embera originaria se transformó al hilo de estas intrincadas

108
E. W. Cantor, Ni aniquilados ni vencidos, op. cit.

*
232
*
Óscar Almario García

interdependencias en posibilidad para asegurar el control del alto y medio Atrato,


mientras que los cuna mantuvieron el bajo Atrato como territorio independien­-
te del control español y como zona propicia para el contrabando y para el encuentro
con los competidores del poder español. Además de ilustrar sobre la mane­-
ra como se impuso el poder colonizador en esta provincia y las instituciones clave
como las autoridades locales (corregidores) y la evangelización (franciscanos),
el trabajo presenta una radiografía detallada de las condiciones y especialida­-
des laborales que se asignaron a negros e indígenas. La documentación de los
trabajos y la vida cotidiana de las cuadrillas en las minas ofrece una escala poco
tratada en los estudios de este tipo, sobre el diario vivir en condiciones esclavistas,
los imaginarios de los mineros acerca de la productividad, la inversión en
esclavos y la reproducción de esa fuerza de trabajo, pero también de las precarias
tecnologías mineras que dependían en lo fundamental de las habilidades y
capacidades de los esclavizados, aspectos que revelan la fragilidad del sistema
esclavista y las condiciones que se encubaban para su futura disolución. Asi­
mismo, se documenta y analiza con rigor el trabajo indígena y la servidumbre
como indispensables para la economía extractiva de metales preciosos, las
capacidades de las comunidades indígenas para producir excedentes agrícolas
(maíz y plátano) incluso a costa de su propia alimentación, sus habilidades como
constructores de canoas, viviendas y utensilios fundamentales para la movilidad
y vida diaria y su función como cargueros en el camino del Chamí. El perverso
sistema de endeudamiento y pago en especie del trabajo indígena que convirtió
a los corregidores en “empresarios” comerciales y las estrategias de las econo­-
mías de subsistencia de los citaraes. En otro plano, el estudio documenta y analiza
las distintas modalidades de resistencia al poder colonial y las explotaciones
mineras y agrícolas que desarrollaron negros e indígenas. No todas las comu­
nidades indígenas embera pudieron ser reducidas a pueblos y resguardos ni
contraladas laboralmente, como se evidencia por la práctica constante del
cimarronismo o el alejamiento de las zonas de avanzada de la colonización
española. La guerra contra los cuna es otro aspecto tratado por la investigación,
así como la división que la colonización produjo entre sus comunidades ci­
taraes o embera; es decir, entre los que mantuvieron alianzas y pactos con los
colonizadores y quienes resistieron al dominio desde las nuevas jerarquías
como autoridades indígenas o desde sus tradiciones, con modalidades como el

*
233
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

poblamiento disperso, la oposición a la evangelización, la conservación de la


lengua, las creencias (“brujería”) y las formas de vestir propias, entre otras. Por
su parte, la respuesta de los negros a la esclavitud da cuenta de la complejidad
de un proceso que incluye desde la huida y formas de violencia individual contra
los amos hasta la construcción de sociedades libres y sobre todo a la emergen­-
cia del sujeto social de los libres en el Chocó. En dicho proceso se identifican unida­­-
des de análisis novedosas como: la fragmentación y dispersión de los esclavizados
africanos por las distintas geografías de la esclavitud, así como su mezcla con
los esclavos criollos y la consiguiente atomización en los distintos distritos mine­
ros, lo que a juicio de este investigador impidió la conservación de un pasado y
lengua común africanas como base para la construcción de su identidad; otro
tema importante es el de la formación de la familia negra en los campamentos
mineros, las cuadrillas de esclavos y los asentamientos de libres; el papel del
cristianismo en la construcción de la identidad negra como un espacio ganado
por la resistencia a la institucionalidad dominante y la formación del mun­-
do de los libres, su paulatina organización social, la combinación que hicie­-
ron de las actividades mineras y agrícolas, el poblamiento disperso asociado a las
labores mineras de baja intensidad y las tensiones crecientes por el crecimiento
poblacional de los libres y el desplazamiento de las comunidades indígenas.
El historiador Francisco Uriel Zuluaga tomó la cuadrilla como unidad de
análisis pero no sólo para su convencional tratamiento de la historia económica
sino para preguntarse por su relación con la formación de la familia negra en
el siglo xviii, pero en este caso centrándose en la provincia de Nóvita, que
presenta similitudes y diferencias con lo ocurrido en Citará.109 A propósito,
la provincia de Nóvita, de acuerdo con nuestro trabajo, tiene significativamente
menos estudios disponibles que la de Citará, pero es presumible pensar que con
los avances de unos y otros en un futuro sea posible incursionar en perspectivas
comparativas sobre este particular tópico.
El historiador chocoano Sergio Mosquera, con base en la revisión cuidadosa
de los archivos notariales de Quibdó y otros de su departamento, ha enrique­-
ci­do el conocimiento de la región chocoana al mostrar las diferencias y mati­

109
Francisco Uriel Zuluaga, “Cuadrillas mineras y familias de esclavos en Nóvita (Chocó, Colombia),
siglo xviii”, América Negra, Bogotá, núm. 10, diciembre de 1995.

*
234
*
Óscar Almario García

ces que se perciben en la construcción territorial de Nóvita y Citará,110 el


poblamiento hacia el Baudó por río el Quito, la etnohistoria de los esclavizadores
y los esclavizados en Citará111 y, en su relato vívido sobre las visiones de la espi­
ritualidad afrocolombiana, en el que presenta conmovedores relatos de ancianos,
raiceros, bañadores de perros y expertos en ombligadas,112 los cuales contrasta
con su propia producción histórica y con las etnografías de antropólogos como
José Fernando Serrano, quien estudió los ritos fúnebres en el Baudó.113 Con
su aporte, Sergio Mosquera ha tendido un puente iluminador entre las fuentes
escritas y manuscritas y las orales, en función de llegar al fondo de la historia
regional. Con ello ha contribuido a romper con la visión homogenizado­-
ra del Chocó para introducirnos en las cuestiones de escala de la investigación
histórica, con el propósito de llevar el análisis hasta el nivel subregional y
contrastar los desarrollos históricos diferentes entre las provincias de Nóvita
y Citará. Tales avances han permitido llevar a cabo un tratamiento distinto de
los procesos y llegar a una visión muy distinta de la que se tenía de la historia
colonial chocoana de la minería y transformarla en una historia social y cultural
con rostro humano, por decirlo de este modo. En otros casos, este investigador
se vale de la biografía y la prosopografía para ilustrar las múltiples condiciones
de posibilidad de la esclavitud, como por ejemplo al mostrar la aparición de un
pastuso, Don Melchor de Barona y Betancourt, y su influencia en la sociedad
chocoana.114 Como el esclavizador más rico del siglo xix, Barona y Betancourt
mantuvo una relación de peripecias entre esclavista y comerciante en momentos
en que la abolición se avecinaba.
Con una tesis de maestría en la Universidad Nacional en Medellín
en 2000, convertida poco después en libro, el historiador Orián Jiménez aporta
uno de los trabajos más completos sobre el Chocó del siglo xviii, “un paraí­-

110
S. Mosquera, Memorias de los últimos esclavizadores en Citará, op. cit. y De esclavizados y
esclavizadores en Citará, op. cit.
111
S. Mosquera, Don Melchor de Barona y Betancourt y la esclavización en el Chocó, op. cit.
112
S. Mosquera, Visiones de la espiritualidad afrocolombiana, op. cit.
113
Fernando Serrano, Cuando canta el guaco: La muerte y el morir en poblaciones afrocolombianas del
río Baudó. Chocó, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1994.
114
S. Mosquera, Don Melchor de Barona y Betancourt y la esclavización en el Chocó, op. cit.

*
235
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

so del demonio”.115 En efecto, uno de los mayores logros de este trabajo es que
describe y analiza las singularidades de una región que hasta hace sólo unas
cuantas décadas se tenía por homogénea geográfica y culturalmente. Los ríos
Atrato, San Juan y Baudó (y sus innumerables tributarios), que actúan a manera
de sistema sanguíneo de la región, presentan también notables diferencias fi­-
siográficas que no sólo incidieron en las variadas alternativas económicas
y sociales sino en la configuración de tres provincias distintas (Citará, Nóvita y
Baudó), pero que fueron puestas bajo control de un ente administrativo creado
por la Corona española en 1726, la gobernación de el Chocó. Según Jiménez,
hasta mediados del siglo xvii el Chocó no fue cosa distinta que una zona de
colonización para las autoridades coloniales, y apenas desde 1650 se podría definir
como una región marginal dentro de la economía minera del segundo ciclo del oro,
es decir, cuando ya habían declinado los centros productores del primer ciclo
(Cáceres, Buriticá, Zaragoza y Guamocó). El concepto de región marginal es
central para este trabajo, porque en buena medida permite ordenar, disponer
y ubicar cuestiones como los tiempos, los procesos, los espacios, las formas
sociales y los sujetos. Dice Jiménez: “Entiendo el concepto región marginal
co­mo aislamiento geográfico y como ausencia de control político por parte
de la Corona y de la Real Audiencia. En términos económicos, la condición
marginal culminó con el incremento de la explotación aurífera a finales del si­
glo xvii, pero la marginalidad política se mantuvo a lo largo de la Colonia y el
siglo xix”.116 De acuerdo con lo sugerido por Jiménez, es posible utilizar varios
criterios de investigación para el estudio regional del Chocó en los períodos
en cuestión. Así, zona de colonización se asocia a la conquista y colonización
tardías de estos territorios y pueblos (si se la compara con otras), dinámicas
que duran hasta mediados del siglo xvii; región marginal supone la inclusión
contradictoria del Chocó en el ordenamiento colonial, al inscribirse sus áreas
mineras productivas desde 1650 en el segundo ciclo del oro, pero no obstante
quedar marginadas sus precarias provincias de la inclusión política; este ras­-
go contradictorio, de inclusión económica y exclusión política, se mantendría
como característica de larga duración en la región durante los siglos xviii y xix

115
O. Jiménez, El Chocó: un paraíso del demonio, op. cit.
116
Ibíd., p. 2.

*
236
*
Óscar Almario García

(y hasta el presente); por otra parte, esos factores decisivos en la configuración


regional también definieron sus relaciones con lo “externo”, es decir, con el resto
del Reino durante la colonia y con el país nacional en formación durante el
si­glo xix, y con la economía mundo sobre todo a finales de ese siglo y princi­-
pios del xx (nuevo ciclo del oro); de esta manera, la provincia del Darién podría ser
representada durante la colonia como “periferia” de la región marginal y a lo lar­-
go del siglo xix como de paulatina integración al Chocó y el país al hilo de
la expansión demográfica de los libres por el Atrato medio y bajo, integración
que finalmente cobra gran intensidad al transformarse el Darién en espacio
clave para la agricultura de agro-exportación (banano) en las primeras décadas
del siglo xx; por otra parte, la zona del Raposo en el Pacífico, al sur del Chocó,
representa un área de experimentación esclavista durante la colonia que influ­
yó significativamente en el establecimiento de ese sistema en el Chocó (clanes
esclavistas de Popayán, Cali y Buga, introducción de cuadrillas de escla­-
vos, emplazamiento de entables de minas y apropiación de tierras, tecnologías
de producción, entre otros), que con la disolución del sistema esclavista duran­te
el siglo xix ofreció algunas posibilidades para la movilidad de gente negra en­-
tre ambas zonas, pero que a comienzos del siglo xx se transforma en un polo de
atracción para los habitantes del Chocó por el surgimiento del moderno puerto
de Buenaventura, la construcción del Ferrocarril del Pacífico y la apertura del
Canal de Panamá.
A partir de esta geografía histórica, por así llamarla, que derivamos del
estudio comentado, la investigación de Jiménez se concentra en dos cuestiones
sus­tantivas que forman las partes consiguientes de su libro, la primera de las
cuales se ocupa del estudio de los países del Chocó, mientras que la segunda
describe con detalle la vida cotidiana en los reales de minas. En efecto, las pistas
levantadas en las investigaciones anteriores del autor se completan aquí con base
en un amplio trabajo de documentación de archivos y pertinentes elementos
etnográficos (el autor hizo parte del equipo del proyecto de investigación de la
Universidad Nacional de Colombia, Los baudoseños: convivencia y polifonía
ecológica, 1995-1996, dirigido por el antropólogo Jaime Arocha) que se po­
nen al servicio de un objetivo novedoso, el conocimiento por dentro de esa
sociedad regional y el entramado de sus relaciones. Mediante esa estrategia de
investigación se hacen visible los matices y las lógicas internas más finas que

*
237
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

explican las configuraciones de los cinco países o comarcas del Chocó colonial,
es decir, Nóvita, Citará, Tatamá, El Raposo y El Baudó. De estos cinco países
o comarcas, la investigación se ocupa de tres, por considerar que los de Tata­-
má y El Raposo giraron más en torno a los intereses de la gobernación de
Popayán y sus clanes esclavistas, que de las dinámicas internas. Así entonces,
se podrían sintetizar sus características sustantivas: Nóvita era el país del oro y
por lo tanto negro en su composición étnica predominante; Citará, el país del
comercio y la agricultura, indio predominantemente, aunque con una activa
presencia de cuadrillas de negros esclavos; y el Baudó, el país del refugio y de
la agricultura, étnicamente pardo y zambo. Para la construcción de estos paí­
ses, el investigador se atiene “tanto a los procesos de poblamiento como a las
características fisiográficas y del paisaje”,117 en una suerte de geohistoria. Agrega
Jiménez algo importante, en tanto y en cuanto apunta a la nueva subjetivi­
dad regional que se consolida después de 1780: “[…] esta triada étnica se vio
transformada por la aparición masiva de los libres, quienes procedentes de los
Rea­les de Minas se asentaron en los espacios vacíos y en los afluentes de es-
tos tres ríos, Atrato, San Juan y Baudó”.118
La matriz en la cual se engendró esa nueva subjetividad de los libres fue
precisamente la de los Reales de Minas y es por eso que a ellos se dedica la segun­
da parte del estudio de Jiménez, mediante una combinación de microhistoria y
etnografía histórica. En efecto, lo que el autor llama las “huellas discontinuas”
de esclavistas y esclavizados son seguidas mediante un exhaustivo trabajo de
archivos de Bogotá, Popayán, Cali, Cartago y Medellín. La documentación
con­sultada no sólo constata la evidencia del proceso histórico en cuestión sino
que también aporta los datos necesarios a la etnografía histórica para reconstruir
la vida cotidiana en esos recintos coloniales, cuya singularidad es descrita con
precisión. Con base en esa novedosa unidad de análisis, se identifican prácticas y
modalidades de la actividad minera que anteriormente habían sido descritas en
forma más bien genérica, como en el caso de la denominada minería de aluvión
o mazamorreo. La persistente búsqueda de las características concretas de esas
condiciones de explotación y vida social conduce a distinciones clave, como

117
Ibíd., p. 4.
118
Ibíd., p. 7.

*
238
*
Óscar Almario García

las de las minas de lo alto (o mirasoles) y de lo bajo (o veneros), cuyas similitudes


y diferencias se relacionan con las condiciones hidrográficas y geográficas, y las
posibilidades de explotación con base en las corrientes de agua y la disponibili­
dad de ella en diferentes momentos del año. Asimismo, se ilustran las diferentes
técnicas de explotación y la diversidad de herramientas utilizadas, la variedad
de oficios y funciones que dan cuenta de la insospechada complejidad y dife­
renciación sociales de los distintos aperos y de las condiciones tan fluidas en
que se experimenta la vida material, es decir, de los múltiples trasiegos de la vida
diaria y los intensos flujos que ligaban los Reales de Minas con el mundo exterior.
Frente a los trabajos anteriores, que por lo general coinciden en las limi­
taciones para establecer el control colonial del territorio chocoano, el estudio
de Mónica Patricia Hernández opta por matizarlos y en últimas por lanzar la
hipótesis de que las “prácticas territoriales” desarrolladas por la colonización
española en el Chocó demostrarían que logaron algo más que un territorio de
frontera.119 La autora sostiene que una convención historiográfica muy estableci­
da parte del supuesto de considerar que la colonización española en esta región
presenta la característica dominante de su marginalidad respecto de los centros
de poder y la ausencia de control del territorio por los españoles, como lo indican
los estudios clásicos al respecto de William Sharp, Germán Colmenares y
Patricia Vargas. Sin embargo, desde su perspectiva, lo que denomina algunas
“practicas territoriales” en la construcción del espacio en el Chocó durante el
siglo xviii, se podría matizar dicha convención historiográfica. La delimitación
territorial es una de esas prácticas, es decir, una gobernación (desde 1726) que
contenía unas provincias (Nóvita, Citará y Baudó). El establecimiento de las
unidades administrativas con sus jurisdicciones dependió de la importancia
que en la zona tuvieran los recursos mineros explotables, lo que explicaría por qué
no se establecieron en el caso del Baudó. La segregación de sus provincias de la
administración de la gobernación de Popayán y darle el estatus de gobernación
al Chocó en 1726 hizo parte de la estrategia de organización del virreinato de la
Nueva Granada y de los propósitos borbónicos de mejorar los ingresos fiscales

119
Mónica Patricia Hernández Ospina, “Formas de territorialidad española en la Gobernación
del Chocó durante el siglo xviii”, Historia Crítica, Bogotá, núm. 32, julio - diciembre de 2006,
pp. 12-37.

*
239
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de la Corona, en este caso controlando el fraude, el contrabando y el territorio.


Pero no fue clara la demarcación de límites, lo que generó tensiones entre
ambas gobernaciones y que la provincia del Raposo y el puerto de Buenaventura
quedaran como una zona de interés tanto para el Chocó como para Popayán,
lo que por otra parte propició que las élites de Cali hicieran del control del
Raposo, el camino al Pacífico y el puerto de Buenaventura un asunto vital pa­-
ra sus intereses. Las disputas por el límite más al sur o más al norte del río
Calima estuvieron pues a la orden del día, como parte sustantiva del control de
la provincia estratégica del Raposo (puerto, contrabando, ingreso al interior de la
gobernación de Popayán, conexión con Quito y Perú al sur y Panamá al norte).
Cuestiones en las que siempre se encuentran dos lógicas diferenciadas, las de
las autoridades centrales que tomaban las decisiones jurisdiccionales alejadas
de las realidades regionales y las de los que tenían intereses directos como mine­
ros, comerciantes y pobladores. A partir de estas decisiones se establecieron
las tres provincias históricas del Chocó, Nóvita, Citará y Baudó, pero serían las
dos primeras, por las explotaciones mineras en el alto Atrato y el alto San Juan,
las que van a constituir el eje del poblamiento colonial. El territorio del bajo
Atrato, frontera de los cuna, se define como un territorio independiente del
poder español.
Otra de las manifestaciones de “territorialidad española” que analiza la
in­vestigadora es el ordenamiento territorial como tal, es decir, y siguiendo los
criterios de Marta Herrera Ángel, a las prácticas asociadas a las formas de ma­
nejo y distribución del espacio y los conflictos generados, a la intervención del
espacio en función de la racionalidad dominadora y por lo tanto de control de las
poblaciones. La imposibilidad de controlar el bajo Atrato condujo a la absurda
medida de su cierre en 1698 por Cédula Real con las funestas consecuencias
conocidas, no obstante su apertura en 1784. El control espacial y de población
se redujo en el Atrato a su curso alto y medio, como lo observa este estudio
y el de Erik Werner Cantor, con dispositivos como los pueblos indios y los
distritos mineros. Los pueblos indios de Citará (Pavarandó, Murrí, Bebará, Beté,
Quibdó, Lloró y Chamí) y Nóvita (Tadó, Juntas, Brazos, Nóvita, Noanamá y
Sipí) se pudieron establecer merced a un revelador proceso de negociaciones
y transacciones entre las autoridades españolas y las comunidades indígenas, que
tuvieron condiciones de incidir en sus localizaciones y relocalizaciones, así como
de mantener sus rozas y sementeras de cultivos de pancoger en los entornos de
los pueblos o en su defecto esgrimir la amenaza de huir al monte, lo que hace

*
240
*
Óscar Almario García

presumir una dualidad en las formas sociales como estrategia de resistencia.


No obstante, todos estos fenómenos son inscritos por esta investigadora en
las lógicas de control espacial y social españolas. La diferencia entre los asen­
tamientos y los ordenamientos indígenas y los asentamientos mineros radicaba
precisamente en las distintas lógicas, agentes, nichos ecológicos y movilidad
requerida. Estos últimos, dada la condición esclavizada de los negros, no de­
pendieron de negociaciones o transacciones con el dominio blanco, pero en su
desarrollo sí surgieron posibilidades para la aparición de las sociedades negras
y el universo de los libres, en las que se fue imponiendo la práctica de un
poblamiento disperso en las riberas de los ríos. La autora concluye su argumento
diciendo que ante la ausencia de villas y ciudades como tradicional forma de
ordenamiento del territorio y el establecimiento de jurisdicciones, en el caso
del Chocó, funcionaron otro tipo de asentamientos como las provincias, los
pueblos de indios y los campamentos mineros que cumplieron ese papel, con
lo cual se garantizó lo fundamental de la avanzada colonizadora de explotar los
recursos auríferos y controlar la población esclava e indígena, lo que a su juicio
hace de esta una alternativa racional y pragmática para las condiciones que los
ibéricos encontraron en el Chocó.
De los dos “países” genitores (alto San Juan y alto Atrato) a los cuatro
“países” del Chocó, puede resumir la actual tendencia sobre la construcción
académica de la región. En efecto, las antiguas provincias Atrato, San Juan,
Baudó y Darién, y su trasformación en nuevos territorios con sus respectivas
ca­racterísticas, demográficas, sociales y étnicas, constituyen un campo de acción
de la investigación reciente. Los estudios sobre el Chocó apuntan a reconocer
su interesante diversidad interior, como lo evidencia el hecho de que, además de
diferenciar y analizar los céntricos y clásicos “países” del Atrato y el San Juan,
ahora también hagan énfasis en la trascendencia del Darién y el Baudó en la
configuración regional.
Un estudio reciente sintetiza las principales características de la provincia del
Baudó, menos conocida que las de Nóvita, Citará y Darién, por lo cual conviene
retomarlo aquí.120 Se trata de una investigación sobre las persistencias y cambios

120
Carlos Andrés Meza, Tradiciones elaboradas y modernizaciones vividas por pueblos afrochocoanos
en la vía al mar, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), 2010.

*
241
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

en los pueblos afro-chocoanos, pero que adopta la perspectiva histórico-cultural


como guía de interpretación, motivada precisamente por la construcción de
una obra de infraestructura y sus posibles impactos socioculturales, la conexión
terrestre Ánimas-Nuquí. La investigación contó con el apoyo de varias entidades
académicas (como la Universidad Tecnológica del Chocó y el Instituto Co­
lombiano de Antropología e Historia (ICANH)), la Embajada de Estados
Unidos y la participación activa de varios consejos comunitarios de la gente negra
del alto Baudó. El capítulo segundo, dedicado al contexto histórico, geográfico
y cultural de los territorios en cuestión, es de nuestro particular interés. En la
perspectiva de los trabajos de Jaime Arocha y Adriana Maya, el investigador
sostiene que contrario a lo que plantean la mayoría de las interpretaciones, de
antes e incluso recientes, sobre el supuesto aislamiento de las poblaciones
del Baudó, es decir, las costeras de Tribugá, las de la serranía del Baudó y las de
los ríos San Pablo y Quito, estos territorios y gente experimentaron una amplia
movilidad, especialmente animada por el sentido de libertad y el poblamiento
libre que datan del siglo xvii y se mantienen hasta el presente, pero que también
se vio reforzada por vínculos sociales y parentales que tejen una red en la que
están inscritos pueblos afronuquiseños, los del golfo de Tribugá y la serranía del
Baudó. Los primeros baudoseños llegaron a Tribugá entre 1805 1830.
El concepto de integración regional, invocado por los distintos planes de
desarrollo para el Chocó o a la hora de proyectar obras de infraestructura, es
sometido a una pertinente crítica por Carlos Andrés Meza, que recurre precisa­
mente a la perspectiva histórico-cultural para demostrar que dos tendencias se
contraponen al respecto en la región: la representada por los pobladores ori­
ginarios y ancestrales que en condiciones adversas no obstante han resistido a
la deshumanización de sus comunidades y propendido por la integración social
interna, y la que tiene que ver con todas las formas de integración traumáticas que
le fueron impuestas a la región desde afuera, como el colonialismo, la esclavitud
y el extractivismo.
La geografía, la historia y la configuración territorial, son los principales
ejes tratados en el capítulo dos del trabajo comentado.121 La geografía hace
referencia al área que comprende la cuenca del río Baudó (separado del Pacífico

121
Ibíd., pp. 65-125.

*
242
*
Óscar Almario García

por la serranía de su nombre), el golfo de Tribugá (en la Costa Pacífica) y los


ríos San Pablo y Quito (cuyas terrazas aluviales están bajo la influencia de la
depresión del Atrato). El área se comunica mediante un corredor montañoso
con la serranía del Darién y el istmo de Panamá. La región es muy diversa, así
como las actividades de sus gentes. En el valle fértil del alto Baudó se asientan
varias comunidades (Santa Rita, Pureza, Chachajo, Yucal, Puerto Luis, Mojau­-
dó y Cugucho) y en torno suyo hay una amplia red fluvial que fertiliza los suelos
y facilita las comunicaciones, lo que definió la características de los asentamien­
tos y la vocación agrícola de la región, que se complementa con la extracción de
productos del bosque y la movilidad entre la serranía y la Costa Pacífica. En la
desembocadura del río Baudó al Océano Pacífico se encuentran comunidades
como Pilizá, Pavasa y Virudó, en una zona influenciada por los esteros, el mar
y el bosque aluvial. Esta zona se comunica con el alto río San Juan y el puerto
de Buenaventura mediante corredores naturales como los esteros, que se han
utilizado ancestralmente para la movilidad. Por su parte, en el golfo de Tribugá
se localizan las poblaciones de Tribugá y Nuquí, en una zona caracterizada por
las actividades de la navegación y pesca, agricultura y cacería y extracción de
flora del bosque. Mientras que en los ríos San Pablo y Quito predominan la
minería, la agricultura y el comercio.
Sintetizando los trabajos de varios investigadores como Sergio Mosquera,
Orián Jiménez, Jaime Arocha, Adriana Maya, Luis Fernando González Escobar,
Claudia Leal, Eduardo Restrepo y William Villa, entre otros, la investigación
presenta un cuadro comprehensivo con el mapeo correspondiente de los procesos
de libertad y poblamiento que han configurado históricamente el territorio del
Baudó y en forma más amplia el Chocó. El istmo de San Pablo (arrastradero)
fue el epicentro de las migraciones hacia la Costa Pacífica, pero a partir de los
des­plazamientos de huidos del Real de Minas de Cértegui, en la provincia de
Citará, que en busca de libertad atravesaban el río Quito y se internaban en la
zona de refugio del Baudó. En este punto el investigador reflexiona sobre los
orígenes africanos de los esclavizados, las huellas de la diáspora en el Chocó y
la forma como sus descendientes retuvieron en la memoria su pasado africano
y eventualmente lo reprodujeron mediante distintas prácticas socioculturales,
como el parentesco, las creencias y los saberes. Aunque no es una hipótesis
explícita de esta investigación, consideramos válida por nuestra parte una

*
243
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

digresión en el siguiente sentido: en el área que fue el corazón de la minería


esclavista y controlada por la avanzada colonizadora, el alto San Juan y el alto
Atrato, la memoria africana se debilitó por la presión de las distintas estrategias
de dominio y por consiguiente la resistencia de la gente negra tuvo que reinventar
una identidad que no requirió de ella; mientras que en la marginal provincia
del Baudó, que careció de importancia para los dominadores por la falta de
oro, la memoria africana posiblemente persistió en mejores condiciones. Ahora
bien, de vuelta a los argumentos de esta investigación tenemos que la ocupa­
ción de la cuenca del Baudó se dio mediante varios momentos: inicialmente el
cimarronismo y la formación de palenques, luego el surgimiento de las comu­
nidades de libres (por ejemplo Chachajo en 1737) y finalmente una compleja
reintegración étnica de afrodescendientes, indígenas y sus mezclas (con fluidos
contactos interétnicos, compadrazgos entre negros e indios, entre otros aspec­
tos). A principios del siglo xix estas oleadas de poblamiento habían llegado
hasta la Costa Pacífica. El golfo de Tribugá se pobló en dos etapas, la pri-
mera da cuenta de la presencia ancestral de embera, waunana y tule, y la segun­­da
tiene que ver con una oleada migratoria a mediados del siglo xix que explica
el origen de las poblaciones del golfo. Entre 1880 y 1910, la construcción del
Canal de Panamá y su separación de Colombia generaron la colonización y
el poblamiento de las playas de la Costa Pacífica que se dedicaron a los cultivos
de coco y plátano verde para vender en los mercados panameños. Los puer­-
tos de Cupica al norte y Charambirá al sur, sin olvidar la navegación de cabotaje,
el comercio de la tagua y el contrabando, dinamizaron los circuitos del Pacífico
en ambos sentidos.
García Casares dedica la tercera (páginas 263-415) y cuarta parte (pági-
nas 417-534) de su libro al estudio exhaustivo del Darién en el siglo xviii y si-
glos xix y xx, respectivamente, con lo cual ofrece uno de los trabajos más
completos y mejor documentados que conozcamos.122
Lo analizado en el siglo xviii constata la abundancia y el valor de las
fuen­tes que ilustran sobre múltiples acontecimientos, caseríos y pobladores,
la fun­dación de pueblos y el desarrollo de misiones, la vida cotidiana, las acti­

122
Joaquín García Casares, Historia del Darién. Cuevas, cunas, españoles, afros, presencia y actualidad
de los chocoes, Panamá, Editorial Universitaria “Carlos Manuel Gasteazoro”, 2007.

*
244
*
Óscar Almario García

vidades económicas, los ataques indígenas a los asentamientos y las incursiones


de extranjeros, los intentos de defensa y control del territorio y los proyectos,
por lo general fracasados, de expansión de la conquista y avanzada colonizadora,
aspectos tratados con gran detalle.
Superado el conflicto con la colonia escocesa en Calidonia a finales del
siglo xvii, desde la gobernación de Panamá se intentó de nuevo el control de
Darién, que continuaba bajo asedio de piratas franceses, ingleses y holandeses,
los primeros de los cuales llegaron a hacer suficiente pie en el área como para
establecer fuertes alianzas con los grupos indígenas e incluso un mestizaje con
ellos. Los indígenas llegaron a incorporar a sus prácticas primero el francés y
después el inglés, como lo señalan distintas fuentes españolas. Sin embargo, el
desorden administrativo colonial español de este período condujo a la desa­
parición temporal de la Audiencia de Panamá entre 1718 y 1722 y a que la
zo­na pasara a depender del Virreinato del Perú, tiempo durante el cual se
incrementaron las incursiones extranjeras y los actos de guerra de los indígenas.
Aunque Panamá recuperó su rango jurídico entre 1718 y 1751, lo volvió a perder
ese último año, tras la instauración del Virreinato de la Nueva Granada del cual
pasó a depender. Algunos caciques indios del sur y norte de la serranía darienita
mantuvieron acuerdos con las autoridades de Panamá y misiones de dominicos
y jesuitas procuraron reducir a los indígenas al “toque de campana”. Aunque
se mantuvieron los proyectos de control completo de la provincia, estos fueron
un rotundo fracaso, por la lentitud de los estudios, los complicados trámites
burocráticos y la falta de interés en llevarlos a cabo con decisión, hasta llegar
al definitivo abandono de la región. En estas condiciones, distintos grupos
indígenas darienitas mantuvieron su presencia en el territorio, como los papa­-
ros y tiragones, pero serían definitivamente los cunas o tule los que impondrían
su hegemonía, por encontrarse mejor estructurados y organizados, y con mayor
capacidad de combate que en épocas anteriores, según el análisis de García
Casares. Lo que de todas formas no impidió que persistieran algunos tratos
con españoles, franceses e ingleses, los cuales tuvieron el efecto de dividir las co­-
munidades indígenas y diferenciarlas, lo que además generó variados proce-
sos migratorios desde el este y centro del Darién hacia el norte. García Casares
demuestra, con base documental sólida, la presencia de los indígenas chocoes
hacia las regiones del sur y centro del Darién. Mientras que la población de

*
245
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

ascendencia africana, que juzga “notablemente influida por la cultura española”,


se estableció en los “lugares de minas” y pueblos españoles del centro geográfico
y de la vertiente sur del Darién histórico, lugares a partir de los cuales su núme­-
ro irá creciendo progresivamente en la región.123
En lo concerniente al siglo xix el estudio de García Casares aporta las
siguientes cuestiones sustantivas. El abandono de las fundaciones y forti­
ficaciones españolas a finales del siglo xviii, el surgimiento del Estado re­
publicano independiente y el fuerte incremento del comercio mundial tuvieron
consecuencias definitivas para la transformación del Darién. Sin embargo,
los antecedentes coloniales, la precariedad fiscal del Estado, las distancias y
dificultades en las comunicaciones, reiteraron en las nuevas autorida­des la
situación y actitud de desinterés y desconocimiento sobre la región que man­
tuvieron las autoridades coloniales. La región experimentó un largo período
de estancamiento luego de la lenta evolución en materias demográficas y
económicas, a duras penas dinamizadas por factores internos y externos que
buscaron aprovechar sus recursos naturales. Para este investigador, la redefinición
de los límites de los países de la Gran Colombia, la reactivación comercial por
el Caribe, la construcción del Ferrocarril de Panamá (transístmico), la intensa

Acerca de tres décadas clave en los reiterados y fallidos intentos por controlar el área para la
123

Corona española, véase Juan David Montoya Guzmán, “Un teatro de guerra y hostilidad: Re­
formismo borbónico en las fronteras del Darién, 1761-1791”, en: Ana Catalina Reyes Cárdenas,
Juan David Montoya Guzmán y Sebastián Gómez González (eds.), El siglo xviii americano.
Estudios de historia colonial, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias
Humanas y Económicas, 2013. Se trata de un estudio valioso sobre las estrategias españolas
para controlar el esquivo territorio de los cunas y vencer su resistencia, que utiliza informa­-
ción de archivo, informes y relaciones de funcionarios coloniales, mapas de la época y varios
fondos de archivos de Colombia y España. En su resistencia los cunas construyeron efectivas re­-
des de intercambio y solidaridad entre sus comunidades, pero también recurrieron a alianzas y
tratos con franceses e ingleses, toda una trama compleja de relaciones interétnicas y trasnacionales
que los ibéricos pretendieron negar o reducir a la simple expresión de “contrabando”, que era
sólo uno de los aspectos de preocupación por sus efectos fiscales. Estas estrategias de dominio
y control de los ibéricos, que en últimas fracasaron, pasaron de la inicial guerra a sangre y fue­-
go a las posteriores negociaciones, que tardíamente daban a entender que se empezaba a admitir
la posibilidad de derechos de comunidades indígenas autónomas dentro del imperio español.
Todo lo cual hace de esta experiencia un caso excepcional, sobre todo si se tiene en cuenta que
para finales del siglo xviii ya se había asegurado el control del conjunto del Nuevo Mun-
do para España. Por otra parte, el estudio también incursiona en las excepcionales relaciones
entre los cunas y franceses e ingleses, las cuales llegaron hasta el mestizaje biológico y cultural,
tema que es necesario ampliar y desarrollar en futuras investigaciones.

*
246
*
Óscar Almario García

movilidad por el istmo panameño, las explotaciones de caucho, tagua y recursos


marinos, entre otros factores, impactaron sobre la región del Darién provocando
migraciones, desplazamientos y trasformaciones por lo general negativas para
la población originaria, que asistió a una inédita presión por los territorios
que siempre había considerados suyos. A la vez, se registra un incremento de
la población de ascendencia africana por razones de índole vegetativa, pero
también por inmigraciones procedentes del Caribe y el Chocó propiamente
dicho. Los indígenas chocoes también avanzaron sobre el Darién, lo que obligó
a desplazamientos geográficos de la población cuna hacia las cabeceras de los
ríos principales y a la costa norte del Darién.124 García Casares llama la atención
sobre el hecho de que a diferencia de las abundantes fuentes disponibles para
el siglo xviii, son muy escasas las del siglo xix, como lo pudo constatar en los
fondos panameños.
Por su parte, el arquitecto e historiador Luis Fernando González Escobar
aporta uno de los más ambiciosos y comprehensivos trabajos sobre el Darién
colombiano (desde la colonia hasta el siglo xx), como ya lo reseñamos, pero del
cual queremos retener aspectos centrales.125 El investigador define con acierto
su trabajo como “revisión histórica”, la cual parte de identificar un amplio
vacío historiográfico que va desde el siglo xvii hasta la primera mitad del xx,
por cuanto la mayoría de los estudiosos se han ocupado del primer y trágico
período de la conquista o de la segunda mitad del siglo xx cuando la región se
insertó en las tendencias modernizadoras. González Escobar señala que durante
ese tiempo, lejos de ser una tierra de nadie e inhóspita, el Darién mantuvo
interesantes dinámicas propias que le otorgaron a la región su personalidad y
presencia históricas que vale la pena documentar y analizar. Para dar forma a
su empeño, en la primera parte del libro recurre a una periodización que resul­-
ta pertinente: un primer período de conquista española; el segundo se caracteriza
por la reducción de los indígenas y la configuración territorial en el siglo xvii,
y un tercer período en el que se produce la colonización criolla y republicana.

124
Luisa Natalia Caruso López, “Etnicidad y representación: El caso de los pueblos indígenas de
Antioquia (1957-1987)”, en: Óscar Almario García (dir.), Los sujetos colectivos en la formación
del Estado Nacional colombiano, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 2007.
125
Luis Fernando González Escobar, El Darién. Ocupación, poblamiento y trasformación ambiental,
parte ii, op. cit.

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247
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Una exhaustiva consulta de fondos históricos y materiales impresos, además de


documentación oficial y el conocimiento de la región, que finalmente se reflejan
en una escritura fluida, hacen de este estudio una obra muy valiosa.
González analiza cómo el supuesto “espacio vacío” del Darién colonial,
que heredaría la República temprana, desde la segunda mitad del siglo xix
se convierte en un espacio vital para la economía e intereses mundiales, que
trasformarán definitivamente a Panamá en lugar de tránsito nodal de la mo­
dernidad de entonces (ferrocarril y canal interoceánicos, puertos terminales en
Colón y Panamá), y finalmente en un nuevo país, a consecuencia de la guerra
civil de los Mil Días en Colombia, con lo cual la región del Darién quedará
repartida en dos países, Colombia y Panamá. En este contexto, la sombra de
una nueva secesión, en este caso del Chocó, planeó sobre el devastado escenario
nacional y sus fragmentadas élites dirigentes. La idea de una Intendencia en el
Chocó empezó a discutirse en el Congreso desde 1904 por iniciativa del líder
liberal Rafael Uribe Uribe, y durante la administración del presidente Rafael
Reyes se adoptó la Ley 19 de 1904 de “fomento para la región del Chocó”, que
pretendía a marchas forzadas provocar la fallida integración de la región al país
nacional, mediante iniciativas como la conexión entre el Atrato y el Cauca, las
concesiones para la construcción de caminos de herradura, la regularización
de la navegación por el San Juan y el Atrato, el fomento de las colonizacio­-
nes en las rutas de los caminos, la entrega de baldíos a los municipios (Nóvita,
Cuellar y Murrí) con la condición de que se trasladaran de sus emplazamientos
iniciales y se proyectaran como puertos, Turbo y Charambirá se declararon
como “puertos de depósito” y se contempló su mejoramiento. Se concibió una
misión científica para estudiar la navegabilidad de sus ríos principales y el canal
Atrato-Napipí-Cupica y se suspendió toda adjudicación de bienes de propiedad
nacional a favor de individuos, entidades y compañías extranjeras en la región
del Chocó y Darién.126 Sin embargo, como lo subraya González Escobar, la ley
muy poco tuvo en cuenta la zona inmediata a Panamá, es decir, el Darién, lo
que provocó que desde Panamá se mantuviera la indefinición de límites con
Colombia como una presión constante y en lo interno las tímidas discusiones
acerca de las alternativas administrativas y territoriales que había que tomar, lo

126
Ibíd., parte ii, pp. 25-26.

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248
*
Óscar Almario García

que prolongó la delimitación territorial del Darién hasta 1935-1937. Este estudio
muestra cómo se llegó a una verdadera “feria de baldíos”, que aprovechó las su­
perposiciones y contradicciones jurídicas entre títulos coloniales, las ambiguas
disposiciones republicanas del régimen federalista y centralista, las indefinicio­-
nes acerca de quiénes eran los titulares de los derechos sobre el subsuelo y los
lechos de los ríos, para promover un tráfico de traspaso de derechos, compraven­
tas y concesiones que favoreció principalmente a inversionistas, aventureros y
empresarios extranjeros, y a parte de los antiguos mineros y propietarios. En
este contexto, la creación de la Intendencia del Chocó en 1906 no favore­-
ció especialmente al Darién, ya que las élites políticas y sociales chocoanas
prefirieron mantener centrados sus intereses en la tradicional área del alto San
Juan y alto Atrato con eje en Quibdó e Istmina pero tratando de ajustase a las
nuevas tendencias (comercio, comunicaciones e integración nacional). Por lo
cual, salvo la colonización orientada hacia la Costa Pacífica con base en las
políticas nacionales de fomento a las colonias agrícolas, que explican la conso­
lidación de Juradó y Bahía Solano (o el área entre Bahía Cupica y la Ensenada
de Utría), no se registran tendencias positivas en el Darién en las prime­-
ras dé­ca­das del siglo xx. Con el transcurso del tiempo hasta el nombre de
Darién iría dando paso al de Urabá, que expresa la influencia antioqueña en la
región (Urabá antioqueño).
Entre los muchos méritos que tiene este estudio, hay uno que consideramos
fundamental por el objeto específico del nuestro, el cual radica en haber develado
las fuertes conexiones existentes en la época entre una visión elitista e interiorana
de la historia nacional, sus territorios y sus gentes con las posibilidades de adoptar
políticas que, convertidas en disposiciones y leyes sobre el supuesto de promover
el “progreso” nacional y de sus regiones, esencialmente favorecieron a los sectores
que monopolizaban la política, la economía y la cultura nacional. González
Escobar muestra cómo para el caso del Darién, la colonización espontánea y
dispersa de su parte baja y costera que se originó a partir de las antiguas zonas
de colonización ibérica en el Atrato, fue agenciada por libres, mulatos, zambos
e indígenas desde el último tercio del siglo xix, que Acandí se estabilizó como
nuevo asentamiento y que la colonización giró en torno al aprovechamiento,
la explotación y la comercialización de la tagua, pero que los colonos carecían
de los títulos legales. No obstante su trascendencia, esta colonización inédita
sería desconocida desde los centros de poder del interior, mientras que las

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249
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

élites económicas, bogotanas, cartageneras y antioqueñas diseñaron diferentes


estrategias, empresariales, comerciales y políticas para apropiarse de los territorios
del Darién y sus recursos, lo que hará de la región un reeditado escenario de
conflictos y tensiones que como es sabido llegan hasta el presente con una
particular intensidad. En el ínterin, esta nueva avanzada colonizadora trastocó
los territorios cuna obligándolos al desplazamiento permanente pero también
impulsándolos a su reconstitución, como lo constatan sus relocalizaciones en
distintos lugares y su demanda de tierras de resguardos al Estado desde 1916,
sin olvidar que se gestaron renovadas tensiones con la gente negra por el control
de recursos de ríos y bosques.

3. Sobre el siglo xix y sus consecuencias: de supuestos “siervos de hombres


a siervos de vicios” o más bien la gesta social y territorial de los libres
El siglo xix es uno de los períodos menos estudiados en lo concerniente
al Chocó. Si bien es cierto que se cuenta con un conjunto de trabajos que
do­cumentan, analizan y ofrecen valiosas hipótesis sobre las actividades, ocu­
paciones, poblamientos, relaciones interétnicas y conflictos de indígenas y negros
con el Estado o intereses privados en el Chocó durante ese período, ello no es
suficiente. En efecto, dicho siglo es todavía pobre en estudios históricos con base
en consultas documentales sistemáticas, en parte porque los historiadores poco
se han ocupado del Chocó, ya sea porque consideraron que más bien debía ser
objeto de estudio de los antropólogos o bien porque creyeron que el siglo xix
había perdido interés por la caída de la producción minera y su relación con la
formación del mercado nacional y el Estado Nación, los temas más recurrentes
del período. Según el antropólogo Carl Henrik Langebaek es posible incluso que
la imagen distorsionada de una historia indígena y negra, hecha por antropólogos,
y la de mestizos y blancos, por historiadores, aún tenga vigencia.
Este imaginario, que todavía influencia las investigaciones actuales, viene
en realidad de lejos y hunde sus raíces en el nacionalismo del siglo xix, como lo
hemos indicado a lo largo de este estudio. En efecto, por ejemplo, después de su
cuarto viaje durante las actividades de la Comisión Corográfica y al referirse a
la realidad que creyó encontrar en el Chocó, Codazzi describió de la siguiente
manera la situación de los antiguos esclavos:
[…] al verse de repente libres; al pasar del estado de esclavitud al de dueños
de sí mismos, sin preparación, sin hábitos de libertad, sin costumbres de

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250
*
Óscar Almario García

virtud, sin deseo de comodidades que no conocen ni imajinan, han pasado


de siervos de hombres, a siervos de vicios; tienen las manos libres, pero el
alma y el corazón esclavos; han confundido la independencia con la al­-
ta­nería; la libertad de escojer trabajo con la libertad para no trabajar; la
igualdad de derechos con la igualdad de miseria; la dignidad de hombres
libres con la insolencia de déspotas.127

Los libres, antiguos esclavos o sus descendientes, quienes en libertad devi­


nieron en el sujeto social clave para la comprensión de las encrucijadas del
Chocó que nos ocupan, sólo le merecieron al gran geógrafo del siglo xix ese
registro despectivo y racista. Esa visión sobre el Chocó y su gente, de pobreza,
marginalidad y falta de iniciativa de sus pobladores, se proyectaría durante
prácticamente el siglo siguiente en el pensamiento social colombiano. En efec­to,
cuando Vicente Restrepo, pro-hombre antioqueño y Ministro de Estado du­-
rante la presidencia de Rafael Núñez, trató a finales del siglo xix (1883) de
llenar el vacío existente acerca de la historia de las minas de oro y plata de Co­-
lombia, tuvo necesariamente que referirse a la decadencia de la producción
minera en el Chocó y al estado lamentable en que se encontraba en términos
generales la región, y para ello se apoyó extensamente en el testimonio de
Mr. Roberto B. White, que había explorado la región en 1870 y 1878 con
fines técnicos y empresariales. White consideraba que la emancipación de los
esclavos en 1851 había constituido un “golpe mortal” para la explotación minera
del Chocó y que sus consecuencias se materializaban en el hecho de que sus
riquezas yacían sepultadas para el uso y beneficio de la nación, mientras que
los “esclavos manumisos se hallaban en posesión de su independencia” y la
región prácticamente se había mantenido en un desorden político hasta 1865,
lo que aplazó cualquier posibilidad de explotación de nuevo de las minas. La
nostalgia por el pasado esclavista y el malestar por la imposibilidad de contar
con la mano de obra indispensable para explotar el oro y el platino, son pues
evidentes tanto en Restrepo como en White. Adicionalmente, Restrepo cita un
interesante fragmento de las observaciones de Roberto B. White en el que alude
a los negros libertos y sus prácticas mineras de subsistencia, muy diferentes de

127
Agustín Codazzi, El Neogranadino, núm. 285, Bogotá, 1° de diciembre de 1853, p. 442, citado
por O. Jiménez, “El Chocó: Configuración regional en la primera mitad del siglo xix”, op. cit.

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251
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

las empresariales intensivas que pretendían los nuevos inversionistas que no


dejaban de lamentarse por la falta de brazos y dinero en el Chocó:
Los negros continuaron sacando oro por su propia cuenta en los puntos
más favorables, y donde se requiere escasa labor, con el único fin de atender
a sus diarias nece­sidades; pero como estas son pequeñas y es aún menor su
ambición, se entregaron a la pereza que los caracteriza y sacaron apenas
bastante oro para comprar vestidos y aguardiente […]”.128

Más de siete décadas después del estudio de Restrepo, es decir, a media­-
dos del siglo xx, Don Luis Ospina Vásquez, otro pro­minente antioqueño,
miembro de una familia prestante y de poder, y uno de los pioneros de los nuevos
estu­dios históricos y sociales en el país, seguía considerando que la emancipación
de los esclavos (que no eran muchos para el momento, alrededor de 25.000) con
la Ley de 21 de mayo de 1851, había tenido no obstante consecuencias negativas
para la economía nacional y el Chocó en particular, porque en su opinión: “La
indemnización no correspondía a la pérdida real que sufrían los propietarios,
y en muchos casos los libertos no hicieron buen uso de su libertad”.129 En
resumen, el fenómeno social más interesante del período bajo estudio, esto es, la
emergencia y expansión territorial de los libres en el Chocó, fue incomprendido
o directamente despreciado por el análisis social durante un siglo, desde media­
dos del siglo xix hasta la segunda mitad del xx.
No obstante lo dicho sobre la larga duración del imaginario de invisibilidad
sobre la región y gente chocoana durante ese período, algunos trabajos han
empezado a modificar dicha situación. En efecto, en la senda de la contribución
pionera del etnógrafo chocoano Rogerio Velásquez de las décadas del cincuenta
y sesenta, la historiadora Ana Catalina Reyes muestra en “La independencia en
las provincias de Antioquia y Chocó”, un breve pero interesante artículo (que
hace parte de una investigación de más largo aliento sobre los primeros años
de la Independencia en la Nueva Granada), el estado en que se encontraban
las provincias del Chocó para el momento de la independencia y la manera como
su organización política, administrativa y económica influyó en los diferentes

128
Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas de oro y plata en Colombia [1883], Medellín, FAES, 1979,
p. 82.
129
Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, 1810-1930 [1955], Medellín, FAES,
1979 p. 224.

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252
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Óscar Almario García

en­tes territoriales que lo conformaban, como Nóvita, Citará y el Baudó, res­


pecto de las posiciones o desplazamientos que sus élites fueron adoptando
en relación con el proyecto independentista y la posterior consolidación del
nuevo estado nacional.130 Por ejemplo, en la provincia de Nóvita sus autorida­des
locales se apropiaron, a su manera, de las medidas emanadas del Congreso de
las Provincias Unidas de la Nueva Granada en 1814, con el propósito de darse
su propia organización política como un Estado conformado por ciudadanos
libres e iguales. Esta provincia estaba afectada por las tensas relaciones entre
las élites de mineros, terratenientes y comerciantes de la Gobernación de Po­-
payán, en­frentadas por el control económico y territorial de las minas de oro, para
cuya explotación empleaban mano de obra esclava. A su vez, debían protegerse
de otras provincias de la Nueva Granada, que vieron en esta coyuntura la opor­
tunidad de apoderarse de esta rica provincia minera.
Como es conocido, el complejo proceso de Independencia de la Nueva
Granada estuvo marcado por la fragmentación del reino en poderes locales, cuyos
intereses se encontraban dispersos de acuerdo con las características específicas
de cada región. Ni siquiera una provincia aislada como Chocó se encontraba
ajena a las discusiones que se libraban alrededor de las ideas de soberanía y
autonomía, también presentes en provincias como Cartagena, Tunja o Santa Fe.
Por ejemplo, el cantón minero de Nóvita que rivalizaba con Citará, cuyo centro
administrativo era Quibdó, capital de la provincia de Chocó, encontró en la crisis
de la monarquía la posibilidad de independizarse tanto de las disposiciones de
la ciudad capital como del poder que la gobernación de Popayán había ejercido
y pretendía seguir ejerciendo sobre ella. De esta manera, Nóvita asumió su
autonomía mediante la conformación el 27 de septiembre de 1810 de una Junta
Provincial Gubernativa, que contó con la presencia de las autoridades locales y
tuvo como presidente a Don Miguel Antonio Moreno y como vicepresidente a
Don Francisco Antonio Caicedo. Ellos eran reconocidos por sus vínculos con la
minería esclavista y representaban los intereses de las élites caleñas encargadas
de proveer a las minas de Nóvita con víveres y mano de obra esclava.
Esta posición sugiere mirar la independencia como un fenómeno social
atravesado por diversas racionalidades políticas y sociales enfrentadas, y en casos
complementarias. En un espacio como la provincia de Nóvita, esta confrontación

130
A. C. Reyes Cárdenas, op. cit.

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253
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

se dio entre diferentes maneras de asumir la libertad: proclamada para los


dirigentes, pero negada para los esclavos. A pesar de no reconocer inicialmente a
los esclavos como ciudadanos de la nueva nación, la fuerza de los acontecimientos
llevó a integrarlos paulatinamente, ya fuera por su participación en los ejérci­
tos patrióticos o realistas, por las diferentes formas de auto manumisión o de
resistencia, por las posteriores legislaciones sobre el tema, o por los cambios que
el modelo republicano exigió a la economía minera de corte esclavista.
Otra investigación encontró,131 en relación con este mismo período y
provincias del Chocó, que ellas entraron en los cálculos y los proyectos imagina­
dos acerca de los nuevos espacios políticos, territorios y alianzas pergeñados por
las élites criollas en medio de la eclosión juntera. Así por ejemplo, el criollismo
vallecaucano, liderado por Cali y las ciudades confederadas, aspiró a incorporar
a su proyecto autonomista las provincias chocoanas; y lo mismo ocurrió con la
provincia de Antioquia que le ofreció al Chocó anexión y protección militar.
No obstante, los chocoanos optaron por mantener su autonomía frente a una y
otra opción.
Otro campo de trabajo en relación con el siglo xix chocoano tiene que ver
con una historia política pero abordada en clave social y cultural, lo que per­-
mite ocuparse de problemas novedosos tales como: correlacionar ade­cua­
damente las escalas nacional y regional, observar la formación de la identidad
afrodescendiente en un contexto republicano e intentar proyectar estas cuestiones
del pasado cercano hasta las nociones contemporáneas de territorio y región
pero incluyendo la visión de las sociedades negras, como lo sugería un lúcido
estudioso del Chocó.132
En este contexto, vale la pena reconsiderar y revalorar la sugerente hipótesis
de Daniel Valois Arce acerca de por qué Colombia ha ignorado históricamente
al Chocó y la manera como esta cuestión se refleja especialmente en la división
territorial del país, y en la dependencia administrativa del Chocó a través de su

131
Óscar Almario García, “Constitucionalismo, proyectos divergentes y guerra absoluta durante
los tiempos gaditanos en la provincia de Popayán, Nueva Granada”, en: Jorge Giraldo Ramírez
(ed.), Cádiz y los procesos políticos iberoamericanos, Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT,
2013, pp. 205-269.
132
William Villa, “Movimiento social de comunidades negras en el Pacífico colombiano. La cons­
trucción de una noción de territorio y región”, en: Adriana Maya (ed.), Geografía humana de
Colombia: Los afrocolombianos, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1998.

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254
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Óscar Almario García

historia.133 Para su época, este fue un valioso estudio y prácticamente la primera


monografía de historia política republicana sobre el Chocó, que sin embargo
constituye también una evidencia más de la invisibilidad que se impuso sobre la
gente negra chocoana por el desplazamiento analítico que realiza de la identidad
a la cuestión “territorial”, dimensión que aunque es novedosa finalmente resulta
vaciada de contenido, es decir, de gente real.
Al respecto, el historiador Orián Jiménez abordó en dos estudios el tema de
la relación entre la provincia del Chocó y la construcción del Estado Nacional
temprano, pero desde la perspectiva poco frecuente de la etnicidad, en los que
el centro de su reflexión son los grupos étnicos, negros, indígenas, mulatos,
zambos y mestizos, como agentes integradores de ese proceso.134Los trabajos,
basados en una exhaustiva consulta documental, muestran de conjunto el fraca­
so de las políticas de integración de la población negra del Chocó al proyecto
republicano y sus instituciones, hecho que explica por variados factores, pero en
esencia por la prevalencia de valores y prácticas racistas de origen colonial como
la esclavitud, el peonaje y el otorgamiento de baldíos que reñían con los ideales
de igualdad política pregonados desde la República. El orden colonial se mantu­-
vo incólume y se reprodujo en las nuevas condiciones políticas, por el total
abandono de los caminos, el desastroso comercio, la marginalidad de la región
respecto de los centros del interior andino, la falta de escuelas y servicios re­
ligiosos, como lo registraron entre otros los geógrafos de la Comisión Corográfica
que visitaron las provincias del Chocó a mediados del siglo xix. La explotación
del oro había justificado los tres siglos de esclavitud colonial, pero para la
gente negra el oro no representaba afán de acumulación sino posibilidades
para la subsistencia, por lo cual la minería de los pobladores ahora en libertad
fue funcional a sus estrategias de poblamiento disperso y conquista de nuevos
territorios. Las contribuciones fiscales del nuevo Estado se dificultaron en
estas condiciones y se mantuvo el contrabando como práctica consuetudinaria,
al tiempo que sus pobladores experimentaban la distancia del Estado y lo
inconveniente de sus disposiciones, que se tomaban de espaldas a la realidad

133
D. Valois Arce, op. cit.
134
O. Jiménez, El Chocó: configuración regional en la primera mitad del siglo xix, op. cit. y “La provincia
del Chocó ante el ‘Estado Nación’”, op. cit.

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255
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

regional. Así las cosas, la integración territorial fue la manera como el discurso re­-
publicano se adaptó a la incómoda presencia de la gente negra en la región.
En esas condiciones, por su parte la etnicidad negra (poblamiento ribereño,
sociedades autónomas, valores compartidos) habría sido la repuesta autárquica
al fracaso de la integración republicana de los negros del Chocó.
Por otra parte, es muy probable que el gran hallazgo de las investigaciones
históricas y sociales sobre el siglo xix chocoano consista en la documentación
y análisis del fenómeno de la emergencia de los libres y la construcción de sus
so­ciedades. Es por ello que varios trabajos apuntan a ilustrar los orígenes, la
evolución y la consolidación de este interesante fenómeno que condicionó en
buena medida la configuración regional del Chocó en el período. Algunos de
ellos ponen el énfasis en las cuestiones cuantitativas o demográficas, mientras
que otros avanzan hacia lo sociocultural, o en casos recurren a novedosos análisis
de lo político y las maneras como esos pobladores chocoanos experimenta­-
ron la República temprana en Colombia. Lo que en buen medida ha dejado de
lado, con algunas excepciones, los necesarios estudios socioeconómicos sobre lo
ocurrido en la región y concretamente con la producción minera de gran escala a
finales del siglo xix y principios del xx, y la cuestión de cómo se relaciona este
hecho con la situación de los pequeños mineros, sus propiedades de hecho y sus
asentamientos poblacionales. En esa perspectiva del análisis de los libres y
sus territorios en el Pacífico durante el siglo xix, los trabajos de Odile Hoffmann
sobre la experiencia común de los grupos negros de ocupar la llanura aluvial,
la periodización sugerida por Jaques Aprile-Gniset y en particular del período
que denomina “afrocolombiano”, y el enfoque de William Villa acerca del
territorio como expresión de identidad de estos colectivos, constituyen las pistas
más sólidas sobre el tema y que otros investigadores han venido rastreando y
confirmando.
Jorge Gamboa se ocupó del tema de los libres y sus sociedades en dos
ensayos que hacen parte del proyecto colectivo coordinado por Patricia Vargas
que se ha citado antes, el primero es breve y se dedica a la manumisión de los
esclavos en la primera mitad del siglo xix con base en datos estadísticos,135y el

135
Jorge Gamboa, “La manumisión de los esclavos del Chocó. 1821-1851”, en: Patricia Vargas
(ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales, vol. 1, Bogotá, ICAN - PNR, 1999,

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256
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Óscar Almario García

otro más amplio se ocupa de la cuestión de los baldíos en la segunda mitad de


dicho siglo con base en la documentación de archivos relevantes.136 Lo sustantivo
del primer ensayo sobre la manumisión entre 1821 y 1851 es que logra mostrar
el potencial que tienen varias fuentes de archivo para hacer claridad acerca de
las tensiones entre los alcances de las leyes republicanas sobre la esclavitud
por una parte y las sociedades de esclavos y libres en el Chocó que esperaban
la dignificación de su humanidad por otra. El proceso de liberación de los
esclavos antecedió mucho en el tiempo a las leyes republicanas, al punto que la
población cautiva nunca sobrepasó, ni siquiera en los períodos de mayor auge de
la esclavitud en el siglo xviii, a la población de libres, que creció significativa y
sostenidamente desde finales del siglo xvii y sobre todo a largo del siglo xviii
hasta alcanzar en 1851 el 97 % de la población total del Chocó. No obstante,
esas décadas que median entre la ley de libertad de vientres (1821) y la de
abo­lición definitiva de la esclavitud (1851) permiten identificar la fuerte carga
ideológica del pasado esclavista y su proyección a los tiempos republicanos, como
se evidencia en la manera como los antiguos mineros buscaron beneficiarse
económicamente de ellas y recuperar sus inversiones a pesar de los ideales de
igualdad que presuponían la formación de ciudadanía y nación como lo indica
Gamboa, así como constatar la hipótesis expuesta por Germán Colmenares
(agregamos por nuestra parte) acerca de la disolución del sistema esclavista
por sus propias contradicciones, lo que favoreció la predominante libertad por
compra (automanumisión) y también los procesos de cimarronaje de los grupos
negros en libertad. De tal manera que lo que debe correlacionarse en este tipo
de exploraciones es la emergencia de una fuerza social nueva (los libres) y sus
consecuencias demográficas y territoriales (crecimiento y expansión).
Según Gamboa, la dinámica de ocupación de los nuevos espacios y
territorios por los libres en el Chocó partió del alto San Juan, se dirigió al norte
hacia el alto Atrato, y al occidente con el poblamiento del Baudó y la costa del
Pacífico. Las sociedades de negros libres desarrollaron el modelo de poblamiento

con base principalmente en el AGN, Sección República, Fondo Manumisión y los censos de
la época.
136
Jorge Gamboa, “Política de baldíos en el Chocó durante la segunda mitad del siglo xix”, en:
Patricia Vargas (ed.), Construcción territorial en el Chocó: Historias regionales, vol. 1, Bogotá, ICAN
- PNR, 1999, con base principalmente en AGN, Sección República, Fondo Baldíos.

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257
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

disperso y ribereño conocido, en el que las actividades mineras de baja escala


que se complementaban con una agricultura de subsistencia en lo económico,
se reafirmaban con distintas prácticas, rituales religiosos y lazos comunitarios
que garantizaban la cohesión social y la reproducción de estas sociedades.
Fi­nalmente, el estudio insinúa un tema relevante y urgido de conocimiento
sistemático, sobre todo en relación con la espinosa cuestión de la pérdida de la
memoria africana (o su fragmentaria conservación) y la formación de la nueva
identidad negra. En efecto, durante estas décadas (1821-1851) las tempra­-
nas leyes republicanas parecen haber contribuido a borrar los ya de por sí débi­les
registros de la memoria ancestral africana por varias razones: como el énfasis
discursivo puesto por los vencedores de la Independencia en lo nacional y en
una nueva representación de la historia en el que no hay cabida para África; el
hecho de que las leyes de abolición de la esclavitud fueran presentadas como
logros de la República con evidente negación de la gesta libertaria previa de la
gente negra, desde lo cual el pasado africano y esclavizado pesa negativamente
sobre esta; la exaltación de los ideales de ciudadanía y progreso que reñían con
los valores desarrollados por las comunidades étnicas; el que en el momento del
otorgamiento de la libertad, en las cartas respectivas, se les diera a los antiguos
esclavos los apellidos de los esclavistas (Asprillas, Palacios, Córdobas, Cuestas y
Mosqueras) en desmedro de los “apellidos” que delataban sus orígenes africanos
(Congos, Criollos, Mina, Mulato, Arará, Carabalí, Chambá, Popó y Mandinga).
En cuanto al ensayo dedicado a la cuestión de los baldíos en el Chocó
du­rante la segunda mitad del siglo xix, cabe decir que pocos temas pueden
sintetizar mejor las contradicciones sociales de ese período como este. En efec­
to, si se tienen en cuenta dos grandes cuestiones, por una parte que los libres
se multiplicaron, dispersaron y apropiaron desde el siglo xvii y sobre todo
del xviii de espacios vacíos abandonados por los antiguos mineros esclavistas
o que nunca fueron incorporados a la avanzada colonizadora hispánica y que
esta tendencia se consolidó socialmente y expandió espacialmente durante el si­-
glo xix; y por otra que las tierras no adjudicadas en ninguna forma legal por el rey
y sus autoridades coloniales (o realengas) revirtieron al nuevo Estado republicano
que las consideró en adelante como baldíos nacionales y uno de los pocos recursos
disponibles para inducir el progreso nacional, pues, tenemos una síntesis de los
conflictos del siglo xix: de un lado gente negra que se había apropiado de hecho
de territorios y establecido sus asentamientos ribereños (minas y viviendas) desde

*
258
*
Óscar Almario García

hacía mucho tiempo y del otro el Estado o los particulares que consideraban
suyos los baldíos o que los reclamaban legalmente.
En ese sentido, el ensayo de Gamboa constituye, a nuestro juicio, sobre
todo una invitación a llevar a cabo un programa de investigación sobre el tema
teniendo en cuenta sus múltiples aspectos, cuestiones y fenómenos asociados,
para el cual se puede partir de las posibilidades que ofrece el Fondo de Baldíos
del agn.137
Sin embargo, por la confluencia de tendencias internas y externas, el
pa­norama estaba a punto de cambiar. Para finales del siglo xix y principios
del xx las grandes potencias del momento y el mercado mundial empezaron
a demandar nuevos productos del trópico, en el país había terminado la
sangrienta guerra civil de los Mil Días con la pérdida del territorio de Panamá
para Colombia, con lo cual el país fue creando un ambiente favorable para la
explotación de los recursos naturales contenidos en sus áreas periféricas, lo que
condujo a la idea de concebir los baldíos no tanto como un recurso del Estado
sino como parte de una estrategia para incentivar la inversión extranjera y
promover la colonización interior del territorio nacional.
Leyes y políticas de fomento a la explotación de recursos y el establecimiento
de poblamientos en las áreas vacías o abandonadas se fueron adoptando en el
país, con consecuencias por lo general negativas para los pobladores ancestra­­
les, indígenas y negros, como en el caso del Chocó. La explotación de la
tagua y el caucho dinamizaron el litoral Pacífico chocoano tradicionalmente
despoblado, como lo pone de presente el establecimiento de los corregimien­
tos de Nuquí y el Valle, así como el relativo progreso de otros lugares costeros
que mantenían un activo comercio con Panamá. Sin embargo, no tardaron
en presentarse los conflictos que enfrentaron a pobladores y cultivadores
tradicionales con los primeros empresarios que habían arrendado terrenos para
explotar y comercializar ese tipo de productos. En un contexto de limitaciones
presupuestales del Estado y la necesidad de promover obras públicas para pe­
netrar las fronteras interiores, se expidieron leyes de fomento a la agricultura y la
colonización, como las leyes 61 de 1874 y 48 de 1882, que se basaban en el ideal
de formar un campesinado productivo. En esa perspectiva, los baldíos fueron

137
J. Gamboa, “Política de baldíos en el Chocó durante la segunda mitad del siglo xix”, op. cit.

*
259
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

puestos al servicio de dicha estrategia y decisiones institucionales, que varios


analistas (como Catherine LeGrand) no dudan en considerar como el primer
intento serio de reforma agraria en el país, y por consiguiente de poner a raya
el latifundio improductivo y la apropiación de tierras con fines especulativos.
Sin embargo, para las condiciones del Chocó, donde sus gentes no tenían una
tradición campesina como en otras zonas del interior andino y las tierras no eran
aptas para la producción agrícola intensiva, estas políticas nacionales no fueron
exitosas. Sin olvidar que irrumpieron otras prácticas y estrategias de antiguos
mineros o nuevos inversionistas que maquinaban en los estrados judiciales y
entre las autoridades locales para hacerse al control de territorios de ríos, selvas
y bosques. La Ley 56 de 1905 entregó a los municipios los baldíos adjudicados
antes o después de la Ley 48 de 1882 que no habían sido cultivados. Como lo
indica Gamboa, el panorama de conflictos es complejo y amerita detallarse, por
la superposición de territorialidades (tierras, minas y resguardos), jurisdicciones
(nacionales, departamentales, municipales), leyes y disposiciones (de orden
nacional, local o privado), así como de agentes sociales tradicionales (indígenas
y negros), en transición (poblamientos) y nuevos (colonizaciones, empresas).
El control de los bosques nacionales, el establecimiento de colonias agrícolas
(Bahía Solano) y penales, las leyes de colonización que convirtieron a las gentes
del Chocó en “colonos” de las tierras que habían ocupado ancestralmente, las
adjudicaciones de tierras y minas, las titulaciones y conflictos entre cultivadores
sencillos y empresarios, las concesiones mineras, entre otros conflictos inven­
tariados por este trabajo, muestran la tensión social creciente en las últimas
décadas del siglo xix y primeras del xx en el Chocó.
A estos temas, y puntalmente a los conflictos de la minería aurífera, dedicó su
tesis de maestría el historiador Sergio Mosquera,138 los cuales fueron analizados
como un choque de dos culturas distintas, la del “barequero” (el pequeño minero
para quien la tierra garantiza la subsistencia familiar y contribuye a reproducir
las sociedades locales) y la del Estado o el empresario minero (que entienden
la tierra como factor de ingresos fiscales, producción y acumulación).

138
Sergio Mosquera, “Conflictos en el sector de la minería aurífera chocoana. Aproximación a los
problemas por la tierra” [Tesis de Maestría, Departamento de Historia, Universidad Externado
de Colombia], Bogotá, 1998.

*
260
*
Óscar Almario García

El estudio detallado de estas prácticas, conflictos y tensiones que giraron


en torno a las actividades mineras y el territorio se encuentra en varios trabajos
recientes. Claudia Leal estudió el papel de la Compañía Minera Chocó Pacífico
en el auge del platino,139 Ángela Milena Castillo y Daniel Varela analizaron
los conflictos entre libres afrodescendientes y la Compañía Minera Chocó
Pacífico,140 temática que también fue tratada recientemente en una tesis de
maestría por Wilmar Alexander Cano López.141
El trabajo de Leal analiza la década durante la cual Colombia fue el princi­pal
exportador de platino del mundo (1916-1926), cuya actividad explotadora estuvo
a cargo de la Compañía Minera Chocó Pacífico asentada en el río Condoto,
tributario del San Juan. La autora examina la paradoja de que el país no recibiera
regalías por esa extracción minera, para revelarnos aspectos desconocidos de la
formación del Estado colombiano. Durante esa década, los precios del precioso
metal subieron significativamente, como consecuencia de la baja en la producción
de Rusia. Sin embargo, el primer intendente de platinos que visitó la zona en
1925 pudo constatar dos hechos clave: la mitad de la producción dependía de
las operaciones de la compañía minera y la otra mitad del trabajo d pequeños
mineros locales; la empresa se había apropiado con títulos de los últimos diez
kilómetros del río Condoto y con base en ello quedaba exenta de pagar las
regalías al Estado colombiano. En resumen, no obstante los precios excepcionales
y ser el primer exportador mundial de platino, el Estado no recibió regalías de
la empresa estadounidense que lo extrajo del subsuelo colombiano. La autora
explica las causas de esta paradoja por las debilidades del Estado colombiano
en las primeras décadas del siglo xx en las que se experimentaba la transición
de un régimen federal a otro centralista y por su inconsistencia en la legislación
minera que “apoyó derechos mutuamente excluyentes sobre los mismos recursos”,
es decir, de la nación y de los particulares sobre los lechos de los ríos. En efecto,

139
Claudia Leal, “La compañía minera Chocó-Pacífico y el auge del platino en Colombia, 1897-
1930”, Historia Crítica, Bogotá, noviembre de 2009.
140
Ángela Milena Castillo Ardila y Daniel Varela Corredor, “Conflictos entre libres afrodescendientes
y la Compañía Minera Chocó Pacífico en el río Condoto, Chocó (1916-1931)”, en: Ángela Milena
Castillo Ardila y Daniel Varela Corredor (eds.), Las compañías Chocó Pacífico y Tropical Oil a
comienzos del siglo xx. Retratos en blanco y negro, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,
Comisión para la Celebración del Bicentenario de la Independencia, 2013.
141
W. A. Cano López, op. cit.

*
261
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

el Estado, a nivel regional, inicialmente “otorgó títulos de propiedad privada so­-


bre los lechos de los ríos chocoanos, sobre todo extranjeros” y después consi­-
deró los lechos de los ríos propiedad nacional y por eso los concesionó.142
Con base en el rescate de valiosos informes de un intendente, del alcalde
municipal de Condoto y de fotografías que reposan en el agn, Castillo y Varela
describen los conflictos entre los afrodescendientes y la compañía minera durante
el período de auge y caída de los precios del platino (1916-1931). Su argumento
plantea que a diferencia de la compañía minera que utilizó métodos coercitivos
en el manejo de los conflictos, las modalidades de los afrodescendientes fueron
de “plurirrespuestas”, en la medida que recurrieron a la organización civil, las
acciones colectivas y su articulación con el auge del platino con la intensifica­-
ción de sus actividades mineras. Sin embargo, el Estado nacional desestimó
las voces de los locales y favoreció los intereses de la empresa minera. Con su
vinculación al auge platinífero los afrodescendientes contribuyeron a la distensión
de la situación, al tiempo que se beneficiaron económicamente y contribuyeron
por lo menos con la mitad de la producción de platino, mientras que la otra mitad
la produjo la empresa. La defensa del territorio y el río frente a su apropiación
por la empresa sintetiza lo fundamental de la identidad colectiva, y el valor
material y simbólico que le otorgaban.
El estudio de Cano López sintetiza valiosos trabajos anteriores y se
soporta en la consulta de fuentes del agn, como los fondos Ministerio de Mi­
nas, Ministerio de Gobierno y Baldíos, y el Archivo Histórico de la Casa de
Moneda, entre otros. Se trata de un estudio de caso que, como lo indica su autor
en la introducción, muestra algunos procesos sociales, políticos, económicos,
legislativos, técnicos y comerciales que están relacionados con la emergencia y
configuración de prácticas y discursos de intervención estatal sobre los recursos
naturales, como los metales auríferos y platiníferos, y sobre los territorios, como
las regiones mineras, el subsuelo, los lechos de los ríos, con el fin de derivar su
crecimiento económico y social de la explotación minera. El autor parte de una
doble situación para incursionar en este problema, por una parte la importancia
que en la actualidad tiene el oro como unidad de valor global y por otra la

142
C. Leal, “La compañía minera Chocó-Pacífico y el auge del platino en Colombia, 1897-1930”,
op. cit., pp. 152-153.

*
262
*
Óscar Almario García

ausencia de estudios históricos sobre la minería contemporánea. El espacio de


reflexión es evidente y preciso, Condoto, Chocó, el lugar en el cual se estableció
la Compañía Chocó Pacífico con fines de explotación de los metales preciosos,
lo que generó un circuito de comerciantes del oro que aparte de la empresa
extranjera involucraba a sirio-libaneses y antioqueños con la Casa de Moneda
en Medellín.
El problema radica en que estas prácticas y discursos de intervención del
espacio chocoano, que favorecieron los intereses extranjeros, en otro sentido
modificaron sustancialmente los procesos de poblamiento espontáneo, disperso
y de autosubsistencia en la región, desatando una lucha enconada por el control
de los territorios y lechos de los ríos. El modelo de poblamiento desplegado
por los libres que se apropió de hecho del territorio chocoano, colisionó con
los títulos y concesiones mineras auspiciadas por las políticas y leyes estales de
comienzos del siglo xx. Con el régimen del general Rafael Reyes, conocido como
el Quinquenio (1905-1909), desde 1905 el país se interesó vivamente por contar
con una política minera, lo que tendrá consecuencias significativas en el Chocó.
En 1907 el Chocó dejó de depender administrativamente del departamento del
Cauca, al convertirse en Intendencia. Desde esa fecha también data la entrega
de muchos ríos en concesión para su explotación aurífera. Justo en ese año, el río
Condoto le fue otorgado en concesión al general José Cicerón Castillo, quien a
su vez cedió su control a la compañía británica Anglo Colombian Development
Company (ACDC), la misma que más adelante entró en pleitos jurídicos con
Henry Granger y su aliada, la compañía estadounidense General Development
Company (GDC), circunstancias en la que surgirá la Chocó Pacífico en 1916.
En la década de 1930, según el estudio de Cano López, se consolida la
política de control de cambios en Colombia y se instaura la Casa de Moneda
como mecanismo de control del comercio del oro a nivel nacional, entidad con
la cual las compañía mineras y comerciantes del Chocó van a establecer relacio­-
nes fluidas. Sin embargo, a finales de esa década, las políticas de control de
cambios y exportaciones, así como las dinámicas de comercio del oro se trans­
formaron, debido a tendencias internacionales y sus incidencias en el país.
Aunque es consciente del conjunto de factores que contribuyeron a configurar
esa compleja realidad, no obstante este investigador decidió concentrar su
estudio en la intervención del Estado en ella, lo que deja en un plano secundario
los proceso de poblamiento que venimos reseñando. En esos quince años se

*
263
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

asiste una creciente inversión extranjera en minas y a señalados cambios en la


le­gislación nacional, así como cambios institucionales, como por ejemplo
la creación del Ministerio de Obras Públicas. Un complicado proceso de apro­
piación de nuevos territorios acompaña estos cambios, el cual comienza con
la “denuncia” de minas y termina con la “titulación” propiamente dicha. Desde
finales del siglo pasado, en 1880, se asistió a una oleada de titulaciones en Chocó
y Antioquia, que favoreció a políticos, negociantes y extranjeros. Hasta 1907,
los títulos mineros habían avalado la propiedad privada sobre los cursos de los
ríos en Antioquia y Chocó; sin embargo, desde ese año, con la organización del
Ministerio de Obras Públicas y con la Ley 59 de 1909, se prohibió la titulación
en los ríos navegables y los recursos mineros retornaron a la nación, lo que en
cierta forma limitó la apropiación privada sobre los ríos auríferos, aunque debe
reconocerse que la medida llegaba tarde en realidad. Este cambio en la política
minera fue el que generó los litigios y conflictos de minas y tierras, lo que a
nuestro juicio pone de presente la cuestión de a quién le pertenece el territorio:
al Estado, a los particulares o a los pobladores tradicionales.143
Con el tema de configuración regional del Chocó en el siglo xix podemos
intentar cerrar esta parte de nuestro estudio. Como se habrá podido observar
a lo largo de este trabajo, la cuestión reviste gran complejidad, por las distin­
tas variables y factores a considerar. Sin embargo, por lo menos los siguientes
aspectos se encuentran relativamente mejor tratados por los estudios que este
balance bibliográfico pudo consultar. Todo indica que existe un consenso en
torno a que el entrecruzamiento de tendencias internas, nacionales y mundiales
durante el siglo xix convirtieron la región del Chocó en un espacio de gran
tensión social, muy intervenido por intereses diversos en procura de sus recursos,
pero que no obstante presentó también posibilidades para la construcción
de territorios e identidades de la gente negra y las comunidades indígenas,
aspectos que de conjunto dan cuenta de sus protagonismos, transformaciones
y configuración regional. Ahora bien, ese punto de partida común no hace más
que reclamar hipótesis centrales explícitas que permitan explicar los proce­
sos, sujetos y fenómenos fundamentales del período en cuestión. El auge de

143
Pregunta candente que ya había quedado planteada en el trabajo pionero de Aquiles Escalante,
La minería del hambre. Condoto y la Chocó-Pacífico, Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1971.

*
264
*
Óscar Almario García

las compañías extranjeras que explotaron los recursos minerales en Colombia


se presentó desde finales del siglo xix, pero después de la Primera Guerra
Mundial decayó la presencia de Inglaterra que había tomado la delantera y el
período de mayor crecimiento corresponde a la década de 1920-1930 como lo
indican los trabajos de Leal, Castillo y Varela y Cano, entre otros. De acuer­-
do con lo expuesto por Castro-Gómez y Restrepo, desde la pérdida de Panamá
y hasta el inicio de la “República Liberal” (1930), el período significó el ingreso
del país en la fase industrial del sistema mundo moderno/colonial;144 pero por
nuestra parte queremos anotar, que el paradójico Chocó se adelantó a esta
periodización nacional respecto de la economía mundo desde la segunda mitad
del siglo xix, en virtud de iniciativas como las empresas mineras extranjeras
que explotaron los metales preciosos y las exploraciones tecno-científicas sobre
el canal interoceánico.
En esa dirección, procurando sintetizar los aportes sustantivos de varios
estudiosos ya citados, como Orián Jiménez, Sergio Mosquera, Jaime Arocha,
Claudia Leal, Eduardo Restrepo, William Villa, Joaquín García Casares,
Luis Fernando González Escobar y Carlos Andrés Meza, cabe decir que la
configuración regional se vio condicionada por distintos fenómenos y que
finalmente tomaría unas características particulares. A partir de economías
coloniales y modernas, de rutas antiguas y nuevas de movilidad y poblamiento,
la formación de comunidades afrodescendientes e indígenas con fuertes
identidades, y una centralidad con eje en Quibdó pero en un contexto de in­-
te­gración interna y externa, se fue configurando el Chocó del siglo xix y
adquiriendo sus características centrales. Mosquera y Jiménez demuestran con
sus estudios sobre el siglo xviii el carácter inestable de la colonización ibérica
del Chocó, las contradicciones intrínsecas de la economía extractiva y esclavis­-
ta del oro, las múltiples formas de resistencia desplegadas por negros e indígenas,
y la poderosa emergencia del universo de los libres; que en la transición del si-
glo xviii al xix y durante la primera mitad de este último, el Chocó seguía siendo
una región marginal al Estado Central y al proyecto republicano que lidera-
ron los triunfadores criollos del proceso de Independencia, que estos fracasaron

144
Santiago Castro-Gómez y Eduardo Restrepo (eds.), Genealogías de la colombianidad. Formaciones
discursivas y tecnologías de gobierno en los siglos xix y xx, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana
- Instituto Pensar, 2008, p.16.

*
265
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

en sus intentos de integrar a los negros por los fundamentos racistas y excluyentes
que los animaron, y que la situación de la región sencillamente era similar a la
de la colonia, como lo revelan la falta de caminos y comercio, la precariedad
administrativa, la debilidad fiscal, la ausencia de escuelas y servicios religiosos,
entre otras evidencias; la cuestión de cuáles fueron las fuerzas nutricias de la
identidad negra (afro génesis, euro génesis o una identidad otra) o indígena
(diferenciando los distintos grupos) y la reconstrucción de sus relaciones
interétnicas siguen siendo temas abiertos a la discusión. Arocha y otros han
subrayado las razones del fracaso de la introducción de una agricultura a gran
escala en la región como vía para su integración a la nación según las élites
del interior, criterio que reñía con las prácticas ancestrales de sus pobladores
y las características geoecológicas del Chocó. Disuelta la economía esclavista
del oro por sus propias contradicciones, por las tendencias libertarias de la
gente negra y por las leyes republicanas, autores como Claudia Leal, Eduardo
Restrepo, William Villa, Joaquin García Casares, Luis Fernando González
Escobar y Carlos Andrés Meza analizan las tendencias que siguieron, ya que
a finales del siglo xix las actividades económicas del Chocó derivaron hacia
la comercialización del caucho y las semillas de tagua, al lado de las nuevas
modalidades de explotación del oro y el platino que favorecieron la conformación
de nuevas élites sociales y de poder representadas en familias blancas y de
origen sirio-libanés que se afincaron en Quibdó como centro de operaciones
comerciales.
El surgimiento de nuevas élites internas de poder, el papel de Quibdó como
centro político, administrativo y comercial del Chocó, y las nuevas modalida­-
des de explotación de los recursos naturales que afectaron territorios y pobla­
ciones, son los otros temas que están en desarrollo y que van a contribuir a
dotarnos de un mapa comprehensivo acerca de la configuración regional del
Chocó en el singular siglo xix que nos ocupa.
Claudia Leal introdujo con su tesis de doctorado la relevancia de las ciuda­
des de Barbacoas y Quibdó en la experiencia de la formación de las sociedades
negras en la selva aluvial y en la configuración territorial del Pacífico colombiano
entre la segunda mitad del siglo xix y las primeras décadas del xx.145

145
C. Leal, “Black forests. The Pacific Lowlands of Colombia, 1850-1930”, op. cit.

*
266
*
Óscar Almario García

Luis Fernando González Escobar analizó la estructuración de Quibdó


desde las perspectivas históricas, urbanas y arquitectónicas, y también la
formación de las élites blanco-mulatas y extranjeras que monopolizaron el
comercio, la administración pública y las relaciones con los partidos políticos
y la institucionalidad nacional.146 En el siglo xix se produce el desplazamiento
de Nóvita por Quibdó como centro de la provincia del Chocó, tendencia que
se anuncia desde las últimas décadas del orden colonial y se consolida con
distintas disposiciones republicanas. De esta manera, la tradicional autonomía
administrativa del Chocó como provincia se completaba con una centralidad
política. Las vías de comunicación naturales como los ríos y en particular la
buena navegabilidad del Atrato y su comunicación con el Atlántico y el puerto
de Cartagena, favorecieron la consolidación de Quibdó como centro provincial.
En la segunda mitad del siglo xix lsa iniciativas privadas para introducir la
navegación a vapor en el Atrato y la construcción de caminos para comunicarse
con Antioquia, el Quindío y el Cauca, apuntalaron la creciente función de
Quibdó. El comercio se consolidó con agentes locales, cartageneros y sirio-
libaneses, que además de esta actividad tradicional desarrollaron habilidades
que les permitieron articularse con la explotación de nuevos productos como
los forestales y del oro y platino extraídos mediante la minería tecnificada con
la introducción de dragas. González Escobar identifica un grupo de “dirigentes
raizales” del Chocó conformado por familias criollas residentes en Quibdó,
que ante la crisis minera del siglo xix habían puesto sus intereses en el manejo
político de la provincia, como los Conto, Castro, Arrunátegui, Argaéz, Ulloa,
entre otros; otro núcleo tuvo su origen en las antiguas actividades mineras y co­-
merciales en el Atrato, como los Abadía, Valencia y Ferrer; y otro más, estuvo
conformado por familias provenientes de la provincia de Nóvita como los
Valdés, Rey, Barbosa y Carrasco. Las conexiones de estos dirigentes raizales con
el Cauca les facilitaron la promoción de ciertas iniciativas en favor del Chocó
y con ello su empoderamiento político, como en el caso de César Conto, el
más influyente político del período y quien llegó a ser presidente del Estado
Soberano del Cauca.

146
Luis Fernando González Escobar, Quibdó. Contexto histórico, desarrollo urbano y patrimonio
arquitectónico, Medellín, Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico - IIAP, 2003 y
“Quibdó, la afropolis del Atrato”, op. cit.

*
267
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

Sin embargo, la evolución de estas tendencias y del rol de Quibdó en las


primeras décadas del siglo xx es un campo que todavía falta terminar de explorar
por la investigación histórico-social. Al respecto, Villa propone un esquema de
interpretación según el cual, entre finales del siglo xix y las primeras décadas
del xx se produjo un relevo en las élites regionales a causa de la decadencia de
las economías extractivas que fueron el sustento del aparato jerárquico socio-
racial, lo que provocó a su vez el ocaso de las familias blancas tradicionales, que
habían perdido el control de las antiguas zonas auríferas y que como se ha visto
fueron apropiadas por los pobladores libres en expansión.147 Entre las décadas
de 1920 y 1940, los grupos negros fueron adquiriendo el poder suficiente para
reemplazar a los blancos en el control de la estructura política y administrativa,
y configurar un proyecto racial regional orientado a tomar el poder en el Chocó.
De acuerdo con lo anterior, la cabal inserción del Chocó en el bipartidismo
tra­dicional habría sido entonces relativamente tardía, a partir de la nueva élite
que se expresó en dos corrientes, el “lozanismo” y el “cordobismo”; la primera
de ellas reflejando la hegemonía blanco-mulata en ascenso y la segunda con la
figura de Diego Luis Córdoba, que aspiraba a la inclusión de la gente negra
en la nación, mediante la masificación de la educación y el acceso a los cargos
públicos.
La cuestión de las características de la identidad negra durante el si­-
glo xix y primeras décadas del xx, amerita la comparación acerca de lo ocurrido
al respecto en las décadas posteriores de este último siglo porque, como lo indican
otros estudios, sus dinámicas ya no van a descansar sobre los mismos sopor­-
tes que le antecedieron. Así lo considera por ejemplo la historiadora Jane M.
Rausch, quien reflexiona sobre la emergencia de la identidad afrocolombiana
hacia mediados del siglo xx a través del análisis de lo que representa el político
liberal chocoano Diego Luis Córdoba, cuando las condiciones nacionales y
regiona­les habían cambiado sustancialmente en comparación con el primer
período, y las debilidades en la construcción del Estado nacional abrieron fisuras
para que por ellas irrumpieran las identidades sociales, étnicas y regionales
negadas o inhibidas desde la representación dominante de lo “nacional”.148

147
William Villa, “La sociedad negra del Chocó: Identidad y movimientos sociales”, en: Mauri­-
cio Pardo (ed.), Acción colectiva, estado y etnicidad en el Pacífico colombiano, Bogotá, Colciencias -
ICANH, 2001.
148
J. M. Rausch, op. cit.

*
268
*
Óscar Almario García


Acerca de la configuración regional del Chocó creemos identificar dos
vertientes de análisis, que se complementan en cierta forma. Por una parte,
quienes ponen el énfasis en los asuntos territoriales internos y, por otra, lo
ponen en la imbricación de tendencias regionales, nacionales y globales. La pri­-
mera corriente la resume muy bien William Villa, quien a partir de los estu­
dios sobre territorios y poblamientos en el Pacífico de la historia económica
(William Sharp, Germán Colmenares, Francisco Uriel Zuluaga), la geografía
cultural (Robert C. West, Odile Hoffmann), la socioantropología (Nina S.
de Friedemann, Jaime Arocha y Adriana Maya), la construcción de hábitats
( Jacques Aprile-Gniset y Gilma Mosquera) y la historia antropológica (Sergio
Mosquera, Orián Jiménez), desarrolla por su cuenta un modelo de interpretación
sobre la configuración del Chocó entre los siglos xviii al xx.149 Villa analiza
la paradoja de una globalización que en la actualidad desterritorializa las
relaciones sociales que antes se fundaban en el paradigma del Estado nacional
homogéneo y continuo espacialmente (siglos xix y casi todo el xx), mientras
que en esos estados se presentan ciertos particularismos culturales y procesos de
reconstitución étnica que, como en el caso de las comunidades indígenas y negras
del Pacífico colombiano, replantean la cuestión de las relaciones entre identi­da­-
des étnicas y la institucionalidad nacional, en los marcos de la Constitución
Política de 1991, de corte multiculturalista y ambientalista. Precisamente, los
límites a este re-encuadramiento del Estado y sus normas constitucionales
respecto del reconocimiento de la diversidad, que no quiere ir más allá de una
nueva forma de integración que esconde, tras lo declarativo, la negación a que ne­-
gros e indígenas puedan cogestionar sus territorios con autonomía. Cuestión
que, además, pone de presente la negación histórica de la correlación entre
la gente ancestral y los territorios como la verdadera clave de la integración
de las sociedades, las regiones y la nación. En este contexto, el análisis de la
problemática contemporánea de estos territorios valida lo dicho sobre los

149
Entre otros trabajos de este investigador véase William Villa, “Afrochocó, territorio y cultura”,
en: Gloria Triana (comp.), Aluna: Imagen y memoria de las Jornadas Regionales de Cultura Popular,
Bogotá, PNR -Colcultura, 1990; “Movimiento social de comunidades negras en el Pacífico
colombiano. La construcción de una noción de territorio y región”, op. cit.; “La sociedad negra del
Chocó: Identidad y movimientos sociales”, op. cit.; y “El estado multicultural y el nuevo modelo
de subordinación”, en: Jesús Aníbal Suárez (ed.), El debate a la Constitución, Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia - Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos, 2002.

*
269
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

antecedentes históricos, en los cuales se formó un imaginario de explotación


extractivista de los recursos y de integración subordinada de la región del Pacífico
en general y del Chocó en particular a la nación y la economía mundo.
La otra tendencia la podemos sintetizar en los aportes de Claudia Leal y
Eduardo Restrepo quienes abordaron en forma novedosa y con rigor la histo­-
ria de la extracción maderera ocurrida en el Pacífico colombiano a lo largo del
siglo xx, entendida como pieza clave para explicar la configuración de esta vasta
y heterogénea región colombiana (Chocó y Sur) y sus complejas relaciones
con el país y el mercado mundial. Con acierto, su análisis concibe esta historia
como parte de un proceso mucho más dilatado en el tiempo, o lo que es lo mis­-
mo, como la fase contemporánea o más reciente de un proceso de larga duración
que ha mantenido vigente la economía extractiva durante varios siglos en el
Pa­cífico colombiano. Precisamente, el capítulo primero del libro se ocupa
de ilustrar los componentes centrales de esa historia, al establecer el marco
contextual (procesual e histórico-social) y al definir los conceptos (con base en
la geografía cultural y la antropología económica) que permiten comprender
los sucesivos ciclos, productivos y depresivos, del modelo extractivo persisten­-
te en la región: el del oro en la colonia, el de la tagua y el caucho entre finales del
siglo xix y principios del xx, de nuevo del oro en las primeras décadas del xx y,
finalmente, el de la madera a lo largo del siglo pasado, como los más importantes.
Los autores no desconocen que también se dieron otros ciclos de extracción de
los recursos renovables y no renovables –como el de las tortugas, el del manatí,
el de la corteza de mangle y el de los cogollos del naidí–, pero muestran que no
obstante su relativa importancia en las zonas y localidades donde se practicaron
ésta fue menor en comparación con los grandes ciclos extractivos ya reseñados,
que sí representaron un impacto global sobre la región y que por lo mismo
pueden explicar su configuración histórica y presente.
La hipótesis fundamental que articula los seis capítulos que se dedican a
la historia de la extracción maderera en el Pacífico propone que esta modalidad
económica fue posible por cuanto en ella se articulan dos lógicas o visiones
distintas aunque también complementarias en relación con la naturaleza. Este
problema resulta medular porque, en últimas, es la naturaleza la que hace posible
la oferta ambiental imprescindible para que funcione el modelo de economía
extractiva. La primera de estas lógicas o visiones, representada en el imaginario
colonialista hispánico, que se reafirma con los ciclos extractivos posteriores, se

*
270
*
Óscar Almario García

sintetiza en el afán de obtener las mayores y más rápidas ganancias a costa de


los recursos naturales de los territorios dominados. Se buscó, fundamentalmente,
beneficiar los intereses externos a las regiones explotadas, sin importar las
con­secuencias degradantes que sobre el medio ambiente y las comunidades
implicadas generaban las “empresas” extractivas. La otra lógica o visión es la
que agencian los pobladores negros de este territorio, al que conciben como
su “casa colectiva”. A ésta lógica compartida colectivamente habrían llegado
como consecuencia de una apropiación social y simbólica del territorio, después
de adaptarse a sus distintos nichos ecológicos (costa-esteros, ríos y quebradas,
parte alta de los ríos) y de desarrollar las diversas prácticas productivas conexas
(pesca, agricultura, minería, caza, recolección y extractivismo a escala) y com­
plementarias entre sí. Esta lógica o visión de la gente negra también implica la
explotación de los recursos naturales pero, a diferencia de la lógica extractivis­-
ta intensiva, no responde al ideal de ganancia o acumulación frenética que anima
a los agentes externos. Descansa, por el contrario, sobre una peculiar manera
de entender su relación con la naturaleza y el denso entramado de necesidades
y relaciones sociales que se satisfacen a través de complejos dispositivos de pa­
rentesco, afinidades y reciprocidades de los cuales se nutre toda la vida social. Sin
embargo, a lo largo de la historia, han sido precisamente los ciclos extractivos los
que han insertado a las gentes de la región en el mercado nacional y mundial,
contribuyendo a monetizar sus economías de escala y a conectar el territo­-
rio con el país andino.

*
271
Cuarto capítulo
Conclusiones y perspectivas de investigación

Aunque este estudio bibliográfico ha centrado sus esfuerzos sobre todo en


los últimos veinticinco años de producción académica aproximadamente, lo
cierto es que en la práctica los trasciende, porque no sólo resulta inevitable sino
indispensable considerar los aportes sustantivos de un conjunto de estudios
que durante varias décadas anteriores prepararon las condiciones para las con­
tribuciones contemporáneas. Con otras palabras, aproximarse a la experiencia
social del Chocó en el pasado y específicamente en el siglo xix supone, tanto
para la investigación histórica y social como para un balance de la misma, tener
en cuenta varias acciones y criterios de trabajo muy exigentes, algunas de las
cuales nos permitimos precisar con el fin de hacer claros los posibles alcances
de este estudio pero también sus limitaciones.
Como se comprenderá con facilidad, de entrada resulta imprescindible
valorar, criticar y reinterpretar los aportes de distintas representaciones e imá­
genes construidas en torno a esta región durante casi un siglo y sus influen­-
cias posteriores, razón por la cual y de manera especial tuvimos en cuenta
los estudios más significativos y pertinentes a nuestros fines de las últimas
cinco décadas aproximadamente, período de la consolidación y plena
institucionalización de las disciplinas sociales en Colombia.1 Por otra parte, si

1
Una consecuencia de esta decisión se refleja en el amplio número de registros bibliográficos
considerados, 697 en total, que si bien no son todos los posibles constituyen una base significativa
para las investigaciones venideras.

*
273
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

se tiene en cuenta el período (siglo xix) y región (el Chocó) considerados, el


conocimiento histórico resulta central para nuestros fines, y como es sabido, este
es un tipo de conocimiento social específico que se basa fundamentalmente en
el uso, la crítica e interpretación de documentación relevante, que en el caso del
Chocó resulta ser tan antigua como abundante y compleja. Ahora bien, un reto
historiográfico constante radica en la construcción de nuevos problemas a partir
de las opacidades e insatisfacciones de las soluciones ofrecidas a los iniciales, lo
que implica retomar las tareas o replantearlas. Como se sabe, el “estado del arte”
suele condicionar las acciones de investigación futuras, porque en muchos casos
implica superar el predominio de ciertas convenciones, prejuicios y obstáculos,
que por lo general se asocian con el desconocimiento de o el desprecio por
potenciales fuentes de información o materiales históricos valiosos. Sin embar­
go, desde una historia crítica en permanente evolución, de lo que se trata ahora
es de construir nuevos problemas de investigación iluminados por otros sistemas
de comprensión pero que deben soportarse en una documentación significativa,
intensivamente tratada y creativamente aprovechada. En ese doble ejercicio,
por una parte de utilizar las fuentes disponibles y de recabar nuevas, y por
otra de desplegar suficiente imaginación sociohistórica para construir otras
perspectivas y problemas de investigación, no hay que perder de vista que los ma­-
teriales históricos que se ponen al servicio de novedosos campos de trabajo
deben ser como siempre sometidos a la crítica documental. Esto con el fin de
trascender las opacidades, sesgos y vacíos que se desprenden de las matrices
de comprensión construidas al hilo de la experiencia histórica, tales como la
empresa conquistadora/colonizadora durante los tres siglos de dominio colonial
y el período de la construcción temprana del Estado nacional.
La disciplina histórica está advertida hace mucho tiempo de la valiosa
información que subyace al carácter aparentemente residual de la vida de los
do­­minados suministrada por la documentación producida desde los ámbi­
tos y agentes de la dominación. Sin embargo, esa naturaleza residual de la
experiencia histórica que subyace a la información disponible, constituye una
de las bases fundamentales para el trabajo de seguir las huellas de las tensiones
y conflictos de una época, identificar las acciones y los sujetos sociales, ilustrar
el funcionamiento de las instituciones pero también sobre las fisuras y límites
de los sistemas de poder, las contradicciones e incapacidades del control social
y simbólico, las verdaderas dimensiones de la explotación y la opresión, y por lo

*
274
*
Óscar Almario García

tanto, las posibilidades para las distintas modalidades de resistencia, desde las más
notables y heroicas hasta las que se gestaban en la vida cotidiana, que en todo
caso constatan la versátil capacidad de los dominados, excluidos y explotados
para resistirse a su situación y propugnar por su humanidad, y la de sus gru­-
pos y familias.2
A la luz de este estudio varios temas quedan abiertos para su profundización
y, sin pretender ser exhaustivos, no podemos menos que atrevernos a mencionar
los siguientes y más generales:
• La previsible consolidación de la historia social y cultural del Pacífico
colombiano en general y del Chocó en particular plantea también, y
contrario a lo que podría suponerse, un retorno a viejos temas de la
historia económica pero que deben ser tratados desde otras claves de
interpretación, como una historia multidimensional de la esclavitud
en la región (económico-ecológica, sociocultural y simbólica) y los
ciclos productivos analizados como densos procesos de continuidades y
cambios con consecuencias variadas en la mano de obra, las tecnologías
y las dinámicas de la población.
• Los variados caminos del “mestizaje” cuestionan el hecho de considerar
el fenómeno como un proceso único e indican la necesidad de estudios
específicos al respecto; pero también es necesario dotarse de un modelo
interpretativo apropiado para el Pacífico colombiano y el Chocó en
concreto, porque allí no se configuraron los dos modelos conocidos
en Iberoamérica; es decir, el que resultó del contacto asimétrico de los
invasores europeos con las poblaciones indígenas en las tierras altas
(mestizaje) de economía de encomiendas y haciendas y el de las tie­
rras calientes (mulataje) de población esclavizada negra y economía
de plantación; esto ha limitado la observación de la variante del
zambaje como expresión de relaciones interétnicas condicionadas por
la resistencia a la dominación de esclavistas y corregidores, el control

2
Acerca de las fuentes en el trabajo histórico véase un reciente libro colectivo: Óscar Almario
García (ed.), Las fuentes en las reflexiones sobre el pasado: Usos y contextos en la investigación histórica
en Colombia, Medellín, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín - Facultad de Ciencias
Humanas y Económicas, 2014.

*
275
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

del territorio compartido y el aprovechamiento de las fisuras del sis­


tema esclavista y sus actividades complementarias para desarrollar sus
sociedades en esa región marginal.

Definidos con mayor claridad los países o comarcas del Chocó por
la singularidad de los países de Nóvita, Citará, Baudó y Darién, cabe
preguntarse por sus respectivas evoluciones y relaciones, tanto internas
como entre sí y con las fronteras exteriores como Panamá, Cartagena,
Antioquia, el Reino y Popayán; con esta última a través de las provincias
de El Raposo y Tatamá, que resultan clave para una visión general
sobre el Pacífico y para un historia comparada entre sus partes norte
y sur; lo que permitirá comprender y explicar mejor cuestiones como
los circuitos lejanos de comunicación y comercio practicados por
negros e in­dígenas (ríos y quebradas, caminos indígenas, arrastraderos
y cami­nos informales, y rutas comerciales y del contrabando), los
traslados de población de unos lugares productivos a otros, las migracio­-
nes indígenas desde el Chocó hacia los ríos al sur de Buenaventura
y hasta la frontera con el Ecuador a lo largo de los siglos xvii, xviii
y xix, pero también las migraciones negras desde el Chocó hacia el río
Calima, el valle del Cauca y Buenaventura en el sur, o hacia el Urabá
y los ríos Sinú, San Jorge y Cauca al nororiente.
• Los avances en los estudios sobre el Chocó y el Pacífico sur ameritan
el diseño de un ambicioso programa de investigación, que entendemos
como interinstitucional e interdisciplinario, que a su vez puede servir
de base para estudios comparados entre esta experiencia colombia­-
na y otras de América Latina caracterizadas por la presencia, resistencia
y construcción de territorios e identidades de la gente negra y las
comunidades indígenas.
• Las explotaciones mineras por compañías extranjeras con el uso de
dragas, la construcción del Canal de Panamá y su apertura en 1914
y la explotación de productos vegetales (tagua, caucho, madera y rai­
cilla ipecacuana) estimularon las corrientes de colonización blanco-
mestizas, indias y negras hacia el litoral Pacífico, el golfo de Urabá,
el istmo de Panamá y las riberas de los ríos principales; incentivaron
el cabotaje costeño entre el río San Juan y Buenaventura, a lo largo del
Atrato entre Quibdó y Turbo y el comercio de productos vía Turbo,

*
276
*
Óscar Almario García

Buenaventura o Panamá. Así, es significativa la dinámica económica


y cultural que se vive en el litoral Pacífico, en el Atrato y en el Golfo
en relación con los poblamientos, los transportes y las nuevas rique­-
zas explotables a fines del siglo xix y comienzos del xx. A estas
dinámicas debió corresponder un proceso social y político sui generis
que aún no ha sido estudiado y del cual sólo conocemos algunos rasgos.
• En desarrollo de lo anterior, se podrían promover nuevos estudios
sobre la explotación de los recursos naturales contemporáneos, como
la madera, el oro y la palma africana, que no sólo se relacionan con
sus antecedentes históricos sino que confirman la larga vigencia del
extractivismo como pauta económica e imaginario sobre la región.
• También será necesario estudiar las relaciones de poder en un con­
texto diferente al de las zonas interioranas y andinas pues en el
Cho­có las formaciones culturales de las sociedades indias y negras
poseen características y peculiaridades en el proceso de configuración
regional y nacional. Estas pasan por relaciones de reciprocidad,
complementariedad, solidaridad y conflicto muy específicas. Aquí
las cosmovisiones juegan un papel decisivo en la comprensión de las
relaciones y los conflictos. En ello, los estudios antropológicos podrán
ser muy útiles en un buen trabajo con la historia y otras disciplinas de
las ciencias naturales.
• En este contexto llama la atención la inexistencia de estudios sobre
la presencia de la iglesia en la sociedad chocoana en el siglo xix, en
contraste con el alto nivel de religiosidad de sus gentes, las escasas
historias locales y las pocas referencias a instituciones educativas. Sa­
bemos del importante papel de la iglesia a través de sacerdotes seculares
y las misiones de órdenes religiosas, especialmente franciscanas, jesui­-
tas, capuchinas y de agustinos recoletos en los siglos xvii y xviii, a tal
punto que se constituyeron en mecanismos clave para la penetración
definitiva del régimen español en la región. Sin embargo, sólo se
conocen referencias de sacerdotes seculares, entradas de comunidades
religiosas franciscanas a fines del siglo en Bagadó, Lloró y Quibdó, y
más tarde, a comienzos del siglo xx, de la comunidad claretiana. Es
posible que los nuevos sistemas de vida libre de negros y de indios, y
la poca vida “a son de campana” que tuvieron, así como el abandono

*
277
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

de viejos Reales de Minas y pueblos de indios, dificultaran un proce-


so de asentamiento, control y concentración de gentes, necesario para
la predicación de la doctrina y la seguridad de su eficacia. O que co­-
mo señala Patricia Vargas, el peso de las madres y abuelas y de gentes
de la comunidad –rezanderos por ejemplo– en la transmisión de la
doctrina católica, fue más decisivo que el de los sacerdotes en la Colo­
nia y en el siglo xix.
• De otra parte, las escasas historias locales pueden explicarse por el
carácter provisional de los asentamientos, por el régimen de vida iti­
nerante más acentuado desde el momento en que se inició la conquista
española y por los cambios de lugar de los pueblos a causa de los
incendios, las inundaciones o las presiones de grupos como ocurrió con
Nóvita, por ejemplo. Pero además, debe señalarse que en el ambiente
del Chocó, donde las relaciones hombre-naturaleza son tan peculia­-
res, los estudios locales deberán sustituirse por estudios de subregiones
aso­ciadas a ríos, quebradas, esteros, zonas de litoral e intercambios en­-
tre grupos sociales étnicos, comerciales, etnobotánicos, médicos, ali­
men­ticios o religiosos, en la perspectiva de un continuum existente en
el Pacífico, el Atlántico y las regiones del interior, sin cuya peculiaridad
la historia de Colombia no podrá construir estudios comparables
percibidos dentro de largas duraciones temporales y espaciales. Por
fortuna, desde los años 1992-1993 se han realizado estudios de historia
local de investigación-capacitación en algunas zonas del Chocó.
En síntesis, el Chocó requiere de estudios en diferentes órdenes para los
siglos xix y xx:
1) Explorar fuentes diversas en el Archivo General de la Nación, el Archivo
Central del Cauca (Popayán) y los archivos regionales y locales, especialmente
en las capitales de sus provincias. Asimismo, en archivos de entidades inter­
nacionales y compañías extranjeras que tuvieron presencia en los distintos ci­
clos económicos regionales. Las comunidades religiosas actuantes en la región
poseen valiosos estudios y documentos sobre la misma. El trabajo de archivos
deberá acompañarse de muchas otras fuentes: periódicos, tradiciones orales, to­-
po­nimias, cartografía, fotografía, trabajo de campo, mapas etnoculturales,
memorias, biografías, autobiografías, libros de viajeros y diarios.

*
278
*
Óscar Almario García

2) La historia regional puede identificar la preponderancia de lo negro


pero no puede reducirse al estudio de ese sujeto social. En la actualidad un
balance bibliográfico indica que la cuestión indígena perdió importancia. Una
recomendación que se desprende de las anteriores cuestiones es la de propiciar
encuentros, trabajos conjuntos y estudios especiales que propendan por la
integración de ambos factores, así como por una historia regional integradora
e inclusiva de sus diferentes sujetos sociales.
3) El reto de la formación de nuevos investigadores es inseparable de una
perspectiva que parta de la complejidad de los problemas y que propenda por
la colaboración entre las distintas disciplinas de análisis.
4) Es muy posible que en buena parte el futuro de la región dependa de
cómo se la ha definido y representado históricamente y aún de cómo se la
defina y represente hoy. Por ello, es necesario un estudio de la región chocoana
con una mirada integradora de su economía, geografía, demografía, sociedad y
cultura; en una perspectiva de larga duración que relacione los procesos de los si­-
glos xv-xviii con los siglos xix y xx que permita precisar factores de
permanencia y de cambio en diálogo con otras disciplinas y dentro de una visión
comparada y de conjunto del Pacífico.
Con todo, el desarrollo de nuevas formas de hacer historia no es suficiente
como para establecer una ruptura definitiva con los obstáculos que han limitado
sus posibilidades en el inmediato pasado, es por eso que también debe cuestionar­
se y superarse el predominio de un discurso paradigmático de modernidad
que centrado en los supuestos del progreso, lo universal, el protagonismo de
sus sujetos, valores e instituciones (individuos y clases dominantes, Estados
naciones), y el capitalismo como forma económica, ha condicionado los relatos de
la historia de la humanidad, reducido su impresionante diversidad y negado los
otros protagonismos. Precisamente, por el momento singular que experimenta la
perspectiva histórica en la actualidad, es que debe profundizarse en el propósito
crítico, inclusivo y totalizante de un nuevo relato de la historia nacional y sus
regiones. En esa dirección, el conocimiento y uso sistemático de las fuentes
coloniales y republicanas resulta decisivo para conducir a los investigadores hasta
la totalidad posible, esto es, a observar y explicar desde las dimensiones más
evidentes y estructurales de la sociedad y sus instituciones hasta los entrama­-
dos más sutiles de la vida social y cotidiana en donde se refugian la identidad, la
resistencia y la dignidad, pasando por todas las mediaciones e interacciones que

*
279
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

se presentaron entre incluidos y excluidos, dominantes y dominados, ciudadanos


y comunidades étnicas.3
En esa perspectiva, en el contexto de un balance similar a este pero de
hace una década, dos historiadores aportaron con base en sus experiencias de
investigación y preguntándose por la “construcción del negro y de lo negro desde
el archivo”, un conjunto de reflexiones y recomendaciones a tener en cuenta para
el período que nos ocupa (siglos xviii y xix) y los problemas asociados, que
en nuestra opinión mantiene plena vigencia, razón por la cual lo retomamos y
adaptamos aquí con miras al propósito de concluir este estudio sobre el Chocó
y proponer algunas perspectivas de investigación.4
En efecto, en las conclusiones de su estudio sobre la construcción del
negro en el pensamiento histórico y social colombiano, Óscar Almario García
y Orián Jiménez propusieron un conjunto de criterios a tener en cuenta para las
investigaciones futuras con base en el trabajo exhaustivo de fuentes que reposan
en los archivos y que resultan también relevantes a la hora de concluir este
estudio sobre el Chocó y tratar de estimular nuevas investigaciones. Inicialmente,
Almario y Jiménez propusieron la conveniencia de la construcción de distintos
archivos temáticos, lo que entre otras cosas supone diferenciar el archivo como
lugar (en el que reposan, se custodian y organizan documentos históricos) del
archivo como problema (lo que cada investigación o programa de investigación se
propone llevar a cabo), por decirlo de este modo. Asimismo, estos investigadores
enfatizaron en la necesidad de abordar distintas dimensiones del análisis social,
desde las escalas más evidentes de observación (como la economía minera y
el sistema esclavista por ejemplo) hasta las más sutiles (como la vida cotidiana
y el mundo de la vida en los Reales de Minas), mediante el uso de fuentes
económicas o conjuntos de inventarios registrados en las testamentarías. De otro
lado, los historiadores y otros investigadores sociales ya estamos advertidos de

3
Sobre algunos fondos coloniales relevantes pueden consultarse los de Encomiendas, Minas,
Esclavos, Visitas, Guerra y Marina, del AGN, del ACC y el Fondo Popayán del ANE, porque ofrecen
la posibilidad de rastrear y documentar suficientemente estos y otros procesos. En relación con
los fondos republicanos más adelante recomendamos algunos.
4
Óscar Almario García y Orián Jiménez, “Aproximaciones al análisis histórico del negro en
Colombia (con especial referencia al Occidente y el Pacífico)”, en: Mauricio Pardo Rojas, Claudia
Mosquera y María Clemencia Ramírez (eds.), Panorámica afrocolombiana: Estudios sociales en el
Pacífico, Bogotá, ICNAH - Universidad Nacional de Colombia, 2004.

*
280
*
Óscar Almario García

que los caminos y rutas hacia la libertad trasegados por la gente negra fueron
muy diversos e imaginativos, y que distintos momentos y modalidades así lo
delatan. Cuestiones que obligan no sólo a distinguir y diferenciar los entramados
sociales sino a identificar las prácticas y las lógicas profundas que subyacen a la
libertad por gracia, aquella que recibían los esclavos de sus amos en las memorias
testamentales, y la libertad comprada, pactada y usurpada que indica, en unos ca­
sos la forma como los esclavos, con su trabajo en los días domingos y festivos,
adquirían la independencia de sus amos, o en otros, la de quienes por el maltrato
y el espíritu insubordinado terminaban por huirse, hacerse cimarrones y, en
ocasiones, formar palenques. Pero también a considerar las distintas modalidades
de nomadismo y las prácticas itinerantes como formas de resistencia al modelo
esclavista, o el establecimiento de rochelas cuando se trataba de grupos amplios
y coordinados. Fenómenos que, sin embargo, no niegan la vigencia de la trama
social que vinculaba a amos y esclavos y sus descendientes, en una experiencia
que puede comprenderse desde un modelo como el de los establecidos y los
marginados y sus distintas interacciones e interdependencias, caracterizado por
articular distintos componentes como la posición social, la riqueza y el poder.5
Modelo teórico que debe ponerse a prueba con la evidencia, como en el caso
del siglo xviii chocoano por ejemplo, cuando precisamente los grupos negros
al hilo de su notable movilidad social tendieron a aproximarse a los blan­-
cos, lo que obligó a estos últimos a recurrir a distintas estrategias y mecanismos
de segregación legal y simbólica para impedirlo y acentuar las distancias sociales
prescritas (“superiores” e “inferiores”), tensiones que justamente pueden rastrearse
en fuentes históricas que reposan en los archivos judiciales como los pleitos
sobre desobediencia, rebeldías y el desconocimiento del tratamiento del don.
Por su parte, el crucial problema de la “resistencia secreta” puede dar pie
a otro de los archivos a construir en las investigaciones futuras. En tanto esa
resistencia “se hacía desde el diario vivir”, según Almario y Jiménez las fuentes
notariales (cartas de libertad, compra- venta de esclavos, tutelas, dotes, testamentos
y fianzas), leídas e interpretadas en clave sociohistórica, pueden guiar a los
in­vestigadores por los entresijos de las relaciones entre esclavitud y libertad,
a entender los flujos y conexiones entre el sistema esclavista y las acciones de

5
Norbert Elias, La civilización de los padres y otros ensayos, Bogotá, Norma, 1998, pp. 89 y 90.

*
281
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

los esclavos y libres, y en últimas explicar el origen de las sociedades negras li­
bertarias. Al respecto conviene citarlos textualmente.
La superposición de estos instrumentos públicos y las testamentarías, las
cartas, los registros de asiento, las partidas de bautismo, de defunción, de
matrimonio, y los expedientes de carácter judicial, son la materia prima para
identificar el tránsito de la quietud de la vida cautiva del esclavizado, a la
movilidad de la vida libre y mulata de que gozaban quienes permanecían
menos tiempo en los Reales de Minas y más entre blancos y mestizos,
o que directamente expresaban el surgimiento del microcosmos de las
sociedades locales negras en libertad.6

La cuestión de la libertad puede convertirse en otro campo problemático


y un archivo especial. En efecto, es preciso establecer tanto un corte históri­-
co como las líneas de continuidad entre el tipo de libertad colonial y lo que vino
después de 1821 con la libertad de vientres y, posteriormente, en 1851 con la
abolición jurídica de los esclavizados en la Nueva Granada. Porque contrariando
el relato clásico de la modernidad, desde el cual la libertad es un logro entre
otros de la conquista de la individualidad y consecuencia de la lucha contra el
antiguo régimen, todo parece apuntar a que la libertad de los grupos negros y
la búsqueda de su dignidad en realidades como la que aquí se discute no sólo
antecede sino que es distinta en sus motivos y razones a la libertad procurada
por los modernos. Lo anterior no supone negar la confluencia, las negociaciones
y las tensiones de ambas tendencias en los marcos de la construcción temprana
de la República (guerras civiles, manumisión y abolición de la esclavitud, refor­-
mas liberales de medio siglo, filiaciones partidistas y proteccionismo eclesiástico),
pero sí llama a diferenciar los períodos, las características y las motivaciones que
pudieron tener los distintos sujetos sociales. Todo ello con miras a considerar
dos fenómenos simultáneos y paralelos, en tensión y conflicto permanente, pero
también complementarios: la etnogénesis de los grupos negros y la formación del
Estado nacional colombiano.
Ahora bien, en la medida que se avanza en el curso del tiempo desde el
período colonial hacia el siglo xix, las mencionadas alertas en cuanto al uso y la
crítica de fuentes no sólo deben mantenerse encendidas sino acentuarse, porque

6
O. Almario García y O. Jiménez, op. cit., p. 98.

*
282
*
Óscar Almario García

los materiales históricos que dan cuenta de la experiencia republicana fueron


producidos durante el llamado “siglo xix secular”, es decir, una “centuria” que
va más allá de su simple cronología y que involucra procesos que se encubaron
en el pasado colonial, se desarrollaron a lo largo de ese siglo y se extendie­-
ron incluso hasta las primeras décadas del siglo xx. En ese período que coincide
justamente con “La Era de la Imperios”, como prefiere llamarla el emblemático
historiador británico Eric Hobsbawm, pero al hilo también de la vida política
independiente del país y la compleja formación del Estado nacional en Colom­-
bia, se experimentaron fenómenos propios de la modernidad sociocultural
entre los cuales sobresalen la masificación de la escritura, la proliferación de
los medios impresos, la primera sistematización de información y datos, una
creciente normatividad, disposiciones e instrucciones de las instituciones esta­
tales, empresas privadas y proyectos de diverso tipo, con lo cual, el volumen de
los documentos históricos se multiplicó exponencialmente.7
En desarrollo de los anteriores criterios es preciso admitir que la diversidad
de los grupos humanos del Chocó no sólo es impresionante sino también esquiva
por muchas razones, cuestión que tiene que ver sobre todo con el hecho de las
complejas relaciones sociales, económicas y políticas, las cuales se concretaban en
prácticas específicas e interdependencias sutiles, condicionadas por el entorno,
e inscritas en intrincadas formas simbólicas acerca de las diferencias sociales y
étnicas, que se reforzaban en los ejercicios del poder, lo que también acicatea la
imaginación para tratar de identificar a los diversos grupos sociales, reconocer
su capacidad de autorrepresentación y sopesar sus condiciones para imponerse,
asociarse o someterse a los otros. Por otra parte, es necesario admitir que las
variables de tiempo y circunstancias, aparte de ser diferenciadas, se deben
relacionar también con el accionar concreto de los grupos, la construcción de

7
Con razón, Almario y Jiménez apuntaban que: “En efecto, una auténtica maraña de documentos
oficiales – constituciones, leyes, decretos, disposiciones y códigos–, del orden nacional, regional y
local, que versan sobre las más diversas materias (propiedad, tierras, formas de trabajo, educación,
salud, tributos, participación política y orden público, entre otras); que hay que sumar a la masa
documental de reglamentos, cartas familiares y de negocios y oficios rutinarios de las em­presas
particulares; aparte de los innumerables periódicos, revistas, hojas sueltas, proclamas, pro­
nunciamientos y convocatorias políticas de todo tipo y lugar. Sin olvidar que es durante ese si­-
glo que se despliega una iconografía de lo nacional (himnos, banderas, emblemas, cuadros,
alegorías), que sumados al uso de los periódicos, grabados y la aparición de la fotografía, constituyen
un conjunto de fuentes imprescindibles”. Ibíd., p. 100.

*
283
*
El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

identidades colectivas, la configuración de territorios socialmente apropiados


y el carácter mismo de los conflictos. Por último, asumir que las dinámi­-
cas histórico-sociales advertidas responden a distintos sentidos, agentes y tramas
(imperiales, colonizadores, aventureros, de resistencia, adaptación, interacción
y coexistencia), pero cuyas distintas consecuencias todavía no alcanzamos a
comprender a cabalidad.
Con dos ejemplos documentales, Almario y Jiménez advertían sobre las
posibilidades y cuidados que hay que tener con las fuentes decimonónicas. En
efecto, por una parte, los fondos Gobernaciones y Gobernaciones Varias y Congreso
del agn, dan cuenta sin duda de la dispendiosa pero sostenida construcción del
Estado Nacional y especialmente en cuanto a los dos monopolios fundamenta­
les pretendidos, el fiscal y de la fuerza; sin embargo, muchas poblaciones y
asentamientos escapaban al control de esos delgados hilos de la precaria insti­
tucionalidad del siglo xix, por lo que resulta indispensable recabar otras fuentes
con el fin de visibilizar su vida social. De otra parte, el fondo Baldíos del agn
todavía ofrece muchas posibilidades para la mirada atenta de los investigadores
que quieran establecer con precisión la constante lucha por la tierra como recurso
(producción formal e informal, intercambios recíprocos y comercio “ilegal”)
y como espacio simbólico de las sociedades locales, los grupos y familias, e
identificar los conflictos y sus agentes (propietarios legales versus colonos y
poseedores de hecho); no obstante, la ocupación sobre territorios “vacíos” o
abandonados por los antiguos propietarios, por los grupos negros en el Chocó,
se dio de hecho y la documentación al respecto escamotea esa presencia y gesta
molecular negra, que es preciso documentar con otras evidencias que reposan
en archivos locales y regionales, o que se esconden en las fuentes notariales y
los fondos de manumisión, pero también en las hojas sueltas y publicaciones
periódicas, en los testimonios de las guerras civiles en la escala regional, e
incluso en fuentes no escritas como la tradición oral, la memoria colectiva y las
expresiones folclóricas, entre otras.
Ahora bien, la escasa centralidad académica contemporánea del Chocó a
la que hemos hecho referencia antes, se vio matizada en parte por las obliga­
das referencias a su realidad geográfica, ambiental o social desde diferentes
perspectivas de análisis. O en casos, en la medida que los analistas tuvieron que
considerar aspectos de su realidad en forma más o menos subsidiaria, al dar
cuenta de temas generales como la etnografía indígena, la economía minera y la

*
284
*
Óscar Almario García

esclavitud colonial o republicana. Por consiguiente, no obstante sus limitaciones,


esos aportes conforman un amplio y valioso material a considerar y retomar
por los investigadores actuales. Por lo mismo, un balance bibliográfico sobre el
Chocó en el siglo xix no puede evitar constatar que a pesar de los evidentes
y valiosos esfuerzos realizados por varias generaciones de investigadores para
comprenderlo, los cuales se han intensificado en las últimas dos décadas, todavía
es muy grande el desconocimiento que tenemos de ese pasado. Asimismo, el
siglo xix es precisamente el menos estudiado de todos sus períodos y constituye
por tanto un vacío historiográfico por llenar, lo que contrasta con los estudios
coloniales (sobre todo del siglo xviii) y los contemporáneos (sobre todo desde
la década de los noventa del siglo xx). Por otra parte y por fortuna, los ves­
tigios de ese pasado perviven en múltiples registros y memorias (documen­-
tos, mapas, territorios, poblaciones, etnografías, geografías, presencias, expe­
riencias, expectativas e identidades) que reposan en distintos fondos de archivos,
bibliotecas, museos y colecciones del país y del mundo, pero que también han
dejado su huella en el territorio, la memoria y el patrimonio cultural de la gen­
te que motivó sus distintos orígenes en diferentes momentos históricos. Pero
sobre todo, no hay duda que ellos contienen las suficientes evidencias de su
trascendencia, lo que a su vez amerita nuevas interpretaciones, todo lo cual debe
acicatear el compromiso con la investigación.8
Por último, queremos insistir en la transformación que se experimenta en
los estudios sobre el Chocó en los años recientes, en la que se entremezclan
cuestiones de orden académico, social y político que nos hacen prever que
esta tendencia no sólo se puede consolidar sino que es necesario estimularla
decididamente. Cuestiones globales como el interés por zonas biodiversas y
geoestratégicas como el Chocó, las internas asociadas a las nuevas formas de
re­presentación de las diferencias e identidades étnicas y sociales, y la urgencia
de pro­mover nuevos modelos de desarrollo integral que superen las desigualdades
regionales e incluyan con justicia y equidad social a los marginados, son

8
A manera de sugerencia se pueden consultar: los catálogos publicados por el agn, sobre sus
diversos fondos. El Catálogo del Archivo Arzobispal de Popayán, que se encuentra microfilmado
en el agn. Los catálogos publicados por la Biblioteca Nacional de Colombia, sobre Manuscritos y
Periódicos y Revistas. De José María Arboleda Llorente, Catálogo General del Archivo Central del
Cauca (1969-1979), (8 vols.) y los catálogos sobre las Salas Mosquera y Arboleda.

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285
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El Chocó en el siglo xix: encrucijada histórica, social, territorial y conceptual

propicias también a otras formas del análisis histórico y social que incorpore la
complejidad, las escalas diversas y la humanidad de todos.
En esa perspectiva, reiteramos tres campos de reflexión y trabajo para las
investigaciones futuras:
– Una historia cruzada y transnacional de larga duración del Chocó
en general y del Darién en particular que permita tender un puente
entre la historia de la expansión caribe, los grupos asentados en los
territorios chocoanos antes de la expansión ibérica y los situados en
Centroamérica y el sur suramericano; así como su relación con la
presencia europea y modalidades de dominio, control y explotación.

El estudio sistemático de las dinámicas internas del Chocó: de la
frontera tardíamente conquistada del siglo xvii a la región minera
mar­ginal del siglo xviii, del esclavista siglo xviii al libertario
del xix, la disolución de la esclavitud y la irrupción de la gente libre, la
diferenciación e integración de los países chocoanos y la reconfiguración
de los grupos indígenas.
– El estudio de dos dinámicas simultaneas, diferentes, contradictorias
y complementarias: la formación de la identidad étnica de los grupos
negros y la formación del Estado nacional colombiano.
En este programa de investigación, que podría ser liderado por la Universidad
Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba” y su Centro Nacional de Estudios
y Documentación de las Culturas Afrocolombianas, con el concurso del ICANH,
universidades e investigado­res nacionales e internacionales, se deben considerar
también varias acciones específicas, como la delimitación de temas y subtemas,
la recuperación de fuen­tes de archivo y patrimoniales y la formación de nuevos
investigadores, entre otras.

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Los autores
ÓSCAR ALMARIO GARCÍA
Historiador, Magíster en Historia Andina, Doctor en Antropología
Social y Cultural por la Universidad de Sevilla. Profesor Titular del
Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas,
Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, donde coordina la
Maestría y el Doctorado en Historia y el Doctorado en Ciencias Humanas
y Sociales. Dirige el grupo de investigación Etnohistoria y Estudios de
Américas Negras, desde el cual ha desarrollado sus líneas de investigación
sobre la formación de la nación y el Estado, las configuraciones regionales
y el aporte de los sectores subalternos y étnicos, especialmente de los
afrodescendientes. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana
de Historia.

Su publicación más reciente, como editor y coautor, es Las fuentes


en las reflexiones sobre el pasado: usos y contextos en la investigación
histórica en Colombia (Medellín, Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, 2014).

LINA MARCELA GONZÁLEZ GÓMEZ


Historiadora, Magíster en Ciencias Sociales y doctora en Historia.
Profesora del Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas
y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.
Coordinadora del semillero y la línea de investigación Problemas
geohistóricos y socioespaciales, del grupo de investigación Historia, espacio
y cultura, de la misma universidad, donde se acerca a la investigación en
temas sociales y espaciales en diversos períodos de la historia de Colombia,
y distintos espacios subnacionales, de lo cual cuenta con publicaciones
relacionadas con fenómenos urbanos (2000, 2007, 2008),
problemáticas del desarrollo (2007, 2008, 2011), geohistoria del suroriente
del país (2007, 2009, 2010, 2015) y procesos fronterizos (2014).

Su publicación más reciente es Un edén para Colombia al otro lado


de la civilización. Los Llanos de San Martín o Territorio del Meta, 1870-
1930 (Medellín, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias
Humanas y Económicas, 2015).

LUIS JAVIER ORTIZ MESA


Miembro de la Orden Gerardo Molina y Profesor Titular y Emérito
jubilado de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Magíster
en Historia Andina, Flacso, Quito, Ecuador y Doctor en Historia en la
Universidad de Huelva, España. Sus publicaciones en libros y revistas
versan sobre temas de historia regional, historia política e historia social de
Colombia y América Latina, destacándose sus estudios sobre guerras civiles
en el siglo xix colombiano. Autor del El Federalismo en Antioquia, 1850-
1880. Aspectos Políticos (1985); Fusiles y plegarias. Guerra de guerrillas
en Cundinamarca, Boyacá y Santander, 1876-1877 (2004) y Obispos, curas
y fieles en pie de guerra. Antioquia, 1870-1880 (2010). Coautor de Ganarse
el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902
(2005); Caldas: una región nueva, moderna y nacional, con Óscar Almario
García (2007) y Guerra y rebelión en la década de 1870. Estados Unidos de
Colombia con Diego Andrés Jaimes González (2014). Coeditor académico
de Naciones, gentes y territorios. Ensayos de historia e historiografía
comparada de América Latina y el Caribe, con Víctor Manuel Uribe Urán
(2.000). Miembro del grupo interuniversitario de investigación “Religión,
Cultura y Sociedad”. Fue director de la Revista Historia y Sociedad
del Departamento de Historia, de la Facultad de Ciencias Humanas y
Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín
(abril 2002-junio 2009, agosto 2010-diciembre 2011). Ha sido profesor
invitado por las Universidades de Oxford y St. Andrews (Gran Bretaña),
Illinois e Internacional de la Florida (Estados Unidos), Picardie Jules Verne
(Amiens, Francia), Mayor de San Andrés (Bolivia), Estadual de Río de
Janeiro (Brasil) y universidades colombianas.
Coeditores Colección Bicentenario de Antioquia
*
Árboles de Antioquia

Este libro se terminó de imprimir en el Centro de Publicaciones


de la Universidad Nacional de Colombia- Sede Medellín en el
mes de septiembre de 2015.

Esta edición consta de 300 ejemplares,


La carátula se imprimió en propalcote C2S 250 gramos
las páginas interiores en Earth pact natural 70 gramos.

La fuente tipográfica empleada es Adobe caslon Pro Regular, Italic, Semibold.

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