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Economía campesina y mercado: el sistema ferial en

Cochabamba – Aproximaciones conceptuales1

Humberto Solares

La inserción del campesinado de Cochabamba a la economía de mercado es un hecho


histórico de larga data: Tanto el Valle Central como el Valle Alto desde la época
colonial fueron escenario de intensos trajines comerciales, cuya concurrencia masiva en
determinados ámbitos geográficos y bajo ciertas modalidades de intercambio,
determinaron la existencia de las ferias campesinas.

Esta actividad ferial, cuyo conocimiento resulta crucial para comprender lo que fue y lo
que es la región de Cochabamba y sus habitantes rurales, no se reduce exclusivamente
al desarrollo de actividades económicas, sino también sociales y culturales.

Sin embargo, su estudio presenta dificultades diversas: para empezar, la falta casi
absoluta de un seguimiento estadístico a esta actividad, que pese a englobar a un
porcentaje considerable de la población departamental, no figura en la cuentas
regionales; por otra parte, la inexistencia de estudios sistemáticos sobre este particular,
excepto estudios parciales sobre uno u otro aspecto peculiar; una vez que esta temática,
ya sea por ser considerada “muy compleja” o “muy ambigua”, no pasa de ser un reto, un
desafío y las más de las veces, un tema poco grato o interesante para instituciones e
investigadores siempre escasos de recursos para emprender trabajos tan extensos. Sin
embargo, la importancia de estudiar las ferias cochabambinas, ha ido cobrando
significación en la última década, no solo por que cada vez más su dinámica y presencia
se amplía, sino también por que muchos interrogantes sobre la formación social
regional, sobre la economía campesina, sobre la expansión urbana de Cochabamba y las
peculiaridades del desarrollo capitalista, incluidos los efectos de la nueva política
económica en la región, pasan por la comprensión de este fenómeno.

Desde un punto de vista más restringido referido a la articulación de la economía


campesina al mercado, y más concretamente, el caso específico de Punata y el área del
proyecto de riego2, la importancia de este tema podría resumirse en los siguientes
aspectos:

Por una parte, la racionalidad de la economía campesina no solo se expresa en la esfera


productiva. Un largo proceso histórico de relación entre economía parcelaria y mercado,
no solo han permitido estructurar un sistema ferial, sino expresar en las modalidades del
mismo, las lógicas de resistencia y adecuación que dicha economía adoptó con respecto
al resto de la sociedad, el Estado y la propia actuación de dicho campesinado frente a
diversas coyunturas. Fenómenos como la temprana aparición de campesinos libres bajo
la forma de “piqueros” y “arrenderos”, la ruptura del sistema de tributo indigenal en los
1
Este trabajo fue redactado en 1989 y debatido como documento interno en el Instituto de
Investigaciones de Arquitectura de la Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba,, como parte de un
trabajo de investigación sobre la Feria de Punata.
2
Se trata del Proyecto de Riego Tiraque-Punata inaugurado en 1993 con el apoyo de la Cooperación
Alemana y la GTZ.
siglos XVIII y XIX y la expansión del mestizaje, así como la difusión de estrategias
económicas alternativas al antiguo poder hacendal, o más contemporáneamente, la
capacidad de dicha economía para resistir la dureza de la crisis económica de la última
década3 o de ampliar su estrategia de supervivencia con el desarrollo de economías
complementarias; son cuestiones que están íntimamente relacionadas con la práctica
ferial.

Por otro lado, pese a que dicha economía aun conserva la práctica de la producción para
el autoconsumo, como una muestra evidente de su desconfianza histórica hacia las
instituciones y las prácticas económicas de la sociedad capitalista; resulta evidente, y
cada vez en mayor medida, su dependencia respecto a la economía de mercado, a tal
punto que su participación activa en ésta, como proveedora de alimentos, es cada vez
más amplia, lo que no sería de extrañar, en virtud de la propia evolución social y
cultural que ha experimentado la comunidad campesina desde 1952. En función de ello,
también resulta significativa la influencia de esta participación en el cálculo económico
que realiza la familia campesina para planificar su producción, la calidad y volumen de
ésta y la oportunidad con que ingresará a dicho mercado.

Este cálculo, que se traduce en la práctica, en la forma como dispondrá en su parcela, de


una cantidad de tierra destinada al cultivo de productos para ser autoconsumidos y otra
cantidad destinada a la producción comercial, de hecho, no solo se apoya en la ciencia
agrícola campesina y en su profundo conocimiento de la naturaleza para predecir lluvias
abundantes o sequías, sino también, en su conocimiento igualmente minucioso del
mercado, hecho que le ha permitido desarrollar una aguda percepción del juego de los
precios de los productos que ofrecerá, y sobre todo, de las posibilidades y oportunidades
máximas a las que puede pretender, en función del comportamiento de la competencia y
de la propia demanda de aquello que pretende vender.

Es este cálculo, y no la acción estatal, los paquetes tecnológicos, el mejoramiento de las


técnicas agrícolas, el mejoramiento de los sistemas de riego, etc., el que define el
volumen, el tipo de cultivo, la proporción de la parcela destinada a esta finalidad, e
incluso, las modalidades de trabajo que practicará el campesino minifundiario.

Es una premisa falsa suponer que el mejoramiento técnico y el correspondiente


incremento significativo de la productividad agrícola serán asimilados por dicho
campesino, sin que contraste estos nuevos factores con el referente de las posibilidades
que le ofrece la comercialización, pues este campesino sabe perfectamente que no es el
incremento de la producción lo que amplía el mercado, sino a la inversa: la dimensión
del mercado determina el tamaño de su producción.

Esta es la razón por la cual el campesino suele ser cauteloso ante las innovaciones
tecnológicas, pues si bien al Estado le interesa la existencia de un agricultor
técnicamente innovador y asimilador de los estímulos para ampliar la producción de
alimentos baratos, a este le interesa consumir su fuerza de trabajo y sus escasos insumos
en emprendimientos agrícolas seguros que le ofrezcan un retorno monetario rápido y
satisfactorio.

3
Referencia al derrumbe del sistema monetario y la hiperinflación de la segunda mitad de la década de
1980.
La experiencia de un mercado regional de alimentos de tipo tradicional, es decir, poco
elástico y con una industria alimentaria todavía incipiente, le han enseñado a dosificar
sus emprendimientos y a intuir que entre el volumen de producción y el volumen de
comercialización existe un equilibrio que se expresa en los precios que le ofertan, tanto
los intermediarios como los consumidores que concurren a la feria.

Por otra parte, el campesino y su familia, tal vez con mayor fuerza que en el pasado,
dependen para su subsistencia de una participación regular en este mercado. A
diferencia del pasado, en que la canasta familiar campesina se nutría casi
exclusivamente de la propia producción agrícola parcelaria y de la artesanía rural 4, hoy
en la misma, participa un significativo volumen de productos manufacturados, tanto
alimenticios como otros diversos y variados de uso doméstico. Por ello no resulta
sorprendente que dicho campesino consuma regularmente productos industriales como
fideos, azúcar, café, cigarros, aceite, galletas, refrigerantes, así como otros más
sofisticados: electrodomésticos, cocinas a gas, artículos de plástico, ropa confeccionada,
bicicletas, radios, televisores y una amplia variedad de similares, que resultaría fatigoso
detallar.

Esta transformación en los hábitos de consumo de la familia campesina, es una de las


consecuencias que trajo consigo la Reforma Agraria y las compuertas al mundo
moderno que esta abrió para el campesinado. El desarrollo de la educación rural es un
factor que ha gravitado en este sentido. Pero sin duda, la penetración en las áreas rurales
de los medios de comunicación masivos como la radio y la televisión han influido
poderosamente en esta ampliación del consumo manufacturero.

Por todo ello, el cálculo económico que realiza el campesino no es ya, un simple
balance de supervivencia precaria, sino una operación evaluativa de aspiraciones y
posibilidades. Es por esta razón que la actual familia campesina tiene más necesidad de
participar en la economía monetaria, que una similar hace algunas décadas atrás.
Factores culturales como la influencia de ciertos agentes sociales como los
transportistas (muchos de ellos excampesinos), los comerciantes y un complejo tejido de
compadrazgos y relaciones con allegados de la ciudad, han influido en que muchas de
estas aspiraciones consumistas definan estrategias económicas como la decisión de
emigrar temporalmente al Chapare o a la ciudad de Cochabamba, para incursionar en el
comercio, transformarse en rescatista u oficiar en un sin fin de actividades, que le
permitan ampliar su capacidad de ingreso monetario. Todas estas nuevas situaciones
han transformado al campesino en un profundo conocedor del “clima económico” en
que desarrolla su actividad.

En consecuencia, por si todo lo anotado resulta insuficiente, terminaremos señalando


que la economía campesina es algo más complejo que una simple unidad de producción.
Si bien su lógica no es capitalista, no por ello sus fines, no solo han superado la estricta
necesidad de reproducción y preservación biológica, sino que recrean figuras
ideológicas de una calidad de vida muy diferente a la mitología de la barbarie rural. Por
todo ello, ya no es suficiente, para comprender al campesinado valluno, caracterizarlo
esencialmente como un agente productivo, sino también analizarlo en la esfera del
4
Las ferias de pueblos, con anterioridad a la Reforma Agraria, eran lugares de intercambio de la
producción campesina y artesana. A excepción de productos como la sal, el azúcar y el alcohol, el resto
de las necesidades de la familia campesina eran cubiertos con los propios productos regionales que les
suministraban alimentos, vestimenta y otros artículos de uso diario. Por otro lado, la dieta campesina era
poco variada y giraba en torno a la harina de maíz y otros derivados de este cereal.
intercambio, pues es precisamente en la articulación de ambas situaciones, cuando se
revela su verdadero carácter. Lo contrario es incurrir en una peligrosa omisión y trabajar
con una versión casi caricaturesca de la realidad campesina y de su comportamiento
frente a la innovación tecnológica, es decir, olvidar que cuando se habla de economía
campesina se hace referencia a una unidad de producción y consumo, no siendo posible
tipificar esta realidad unilateralmente, privilegiando solo el proceso productivo e
ignorando el resto del proceso económico5.

II

Metodológicamente, no es suficiente reconocer la importancia de un tema o un


problema para resolver la factibilidad de ser abordado e interpretado: Ningún
conocimiento de un fenómeno de la realidad, ningún tipo de observación de hechos de
cualquier naturaleza, pueden ser analizados sin la guía inicial y la interpretación final de
algún tipo de marco teórico y del aprovechamiento de la experiencia o saber acumulado
que sobre dicho tema o problema poseen las ciencias sociales o las disciplinas
pertinentes.

La peculiar manera en que en muchos o en casi todos los países de América Latina, se
organiza la estructura del intercambio, combinando prácticas tradicionales con
relaciones histórico-culturales y recursos más propios de la economía capitalista, ha sido
objeto de numerosos estudios, en especial sobre la modalidad ferial que ha concitado la
atención de investigadores e instituciones desde diversos y heterogéneos puntos de
vista, tanto económicos como sociológicos, antropológicos, históricos, pasando por el
desarrollo de cuestiones más prácticas como el turismo o los intereses comerciales y
empresariales.

No juzgamos práctico trazar un prolongado resumen de todas estas formas de


aproximación y consideración de la problemática ferial. Simplemente dirigiremos
nuestra atención a revisar las experiencias obtenidas en los siguientes aspectos:

a) La relación entre economía y mercado en diversos contextos y situaciones.


b) Los casos particulares o peculiares de esta relación en sus efectos sobre la
comunidad campesina y sobre la estructura del intercambio.
c) La influencia de las condiciones del intercambio sobre las condiciones de la
producción y el empleo de recursos tecnológicos.

Inicialmente dirigiremos nuestra atención a la forma como diversos investigadores han


intentado caracterizar la esfera del intercambio, en su peculiar estilo ferial. Una primera
aproximación dicha en palabras simples, es entender las ferias como ciertos lugares de
concentración de actividades comerciales, donde fundamentalmente se relacionan
campesinos entre sí, provenientes de puntos geográficos distantes, en distintos
momentos del proceso productivo agrícola y para propósitos determinados de apoyo a
esta actividad y de mantenimiento de los niveles de subsistencia de los trabajadores
rurales y sus familias. Esta primera noción, en algunos casos ha sido ampliada a

5
Para autores como Alexander Chayanov ( Paidos, Buenos Aires, 1974) la economía campesina es un
tipo específico de economía, cuya lógica está determinada por las necesidades del grupo doméstico, las
mismas que van cambiando a lo largo del ciclo familiar. Es decir, que no se apoya en el tipo de cálculo de
la empresa capitalista, sino que se orienta hacia las necesidades de consumo de la unidad doméstica.
connotaciones sociales, culturales y religiosas, todo ello visto desde la óptica estricta de
la comunidad campesina6.

Modificando el punto de vista anterior, otros investigadores interpretan la práctica ferial


como parte constitutiva de la economía urbana, aun cuando dicha forma de intercambio
expresaría en propiedad “la transferencia del modo campesino de supervivencia a las
ciudades de los países subdesarrollados”7. Este hecho daría lugar al desarrollo de lo que
Bryan Roberts y otros denominan “economías de bazar”, cuya subsistencia se apoya en
sus intercambios con los productores campesinos, en el dominio relativo de los
mecanismos de los circuitos comerciales y en la posesión de lotes urbanos en las zonas
periféricas de las ciudades8.

Para otros autores que analizan el problema desde un punto de vista más urbano-
regional, las ferias articulan todo un sistema que se convierte en una de las formas
principales de la dinámica económica de centros poblados y áreas rurales: “donde
productores, comerciantes y consumidores se enfrentan y negocian. Las ferias son los
espacios económicos donde se ejerce la subordinación de la economía campesina al
capital mercantil de grande y pequeña escala”9. Así mismo se sugiere que las ferias se
vinculan a tendencias de concentración del capital comercial, pero su ligazón sería aun
más fuerte con el desarrollo de estrategias de supervivencia de economías familiares
rurales y urbanas, “es decir, las ferias expresan el desarrollo desigual del capital
comercial en el espacio regional”10, aunque sin dejar de ser, a su vez, espacios de
ejercicio de intereses y poderío local articulados a mecanismos de dominación que
ejerce la ciudad con relación a su entorno rural, a su vez que refuerzan el prestigio de
agentes sociales íntimamente ligados a la explotación económica del campesinado, a
través de redes de control social y cultural “como los sistemas de cacicazgo,
compadrazgo y otros”11.

Modificando una vez más el ángulo del análisis para retornar a un punto de vista más
campesino, una vez que desde el punto de vista antes analizado, queda claro que la
inserción de la actividad ferial en los cetros urbanos importantes expresa las condiciones
concretas en que la economía campesina se subordina a relaciones no equitativas de
intercambio con la economía de mercado, resta por intentar una aproximación más
consistente a lo inicialmente esbozado. Sin embargo, para ello vale la pena subrayar
algunas peculiaridades de la unidad de producción campesina para comprender mejor su
conexión con el mercado: por una parte, en dicha unidad el componente esencial es la
familia en su conjunto y no el trabajador rural aislado. Además, esta es esencial y
simultáneamente una unidad de producción y consumo, es decir, que el trabajo
campesino en forma no separable, realiza tareas de reproducción familiar –el trabajo
doméstico-, de producción familiar –trabajo dedicado al consumo familiar- y de
producción mercantil –trabajo para la producción comercial-. Es decir, que “el medio de
trabajo no está separado del medio familiar” y por ello, “la tierra es más a menudo
considerada como un patrimonio que como un factor de producción”12, lo que no ocurre
con ningún otro tipo de unidad productiva.
6
Centro de Capacitación Campesina: “Economía campesina y espacios de control desde el estudio de
las ferias de una región”, Revista Allpanchis nº 23, Vol. XX, 1984, Cusco, p. 105.
7
McGee, Terence: “Catalyst or cancers? The role of cities in Asian society”, citado por B. Roberts.
8
Roberts, Bryan: “Ciudades de campesinos”, Siglo XXI, México, 1978: 168-169.
9
Calderón, Fernando y Rivera, Alberto: “La Cancha”, CERES, Cochabamba, 1984: 41.
10
Calderón, Fernando y Rivera, Alberto, obra citada, p. 41.
11
Calderón, Fernando y Rivera, Alberto, obra citada, p. 42.
Sin embargo, pasando por alto ciertos criterios de tipo místico sobre la inalterabilidad de
la comunidad campesina, de su capacidad para resistir al cambio, aún cuando las
condiciones de producción se transformen, etc.; creemos conveniente llamar la atención
sobre el hecho de que esta unidad familiar, de todas maneras, es sensible a los cambios
en las condiciones de su supervivencia, a los cambios tecnológicos y al mejoramiento de
los medios de producción que tienden a incrementar la productividad del trabajo
campesino. Particularmente, este incremento de la productividad, consideramos que
promueve una integración más amplia de la economía campesina con la circulación
capitalista, por ello, “es absolutamente inevitable que las relaciones mercantiles tomen
una importancia creciente dentro de las comunidades y familias; los intercambios en
productos son reemplazados por intercambios monetarios, el trabajo se cambia cada
vez más por productos o dinero, el trabajo gratuito entre parientes tiende a reducirse,
etc.”13. Estos cambios según Kervin incluso abarcan transformaciones en las relaciones
familiares y desarrollan tendencias para modificar los hábitos económicos, sociales y
culturales que se consideraban perennes.

Para concluir esta parte, consideramos útil una aproximación conceptual a la


problemática del mercado, una vez que resulta indiscutible que la familia campesina
como unidad económica se desenvuelve en forma creciente en dos escenarios
fundamentales: en la producción de alimentos con todas las características anotadas y en
el mercado local, regional y nacional de dichos producto alimenticios.

Por ello mismo, resulta pertinente una aproximación a este otro escenario injustamente
olvidado. Para Gonzáles de Olarte, el mercado “es la presentación panorámica de la
esfera de la circulación”, y más específicamente, ajustando el concepto nuestro interés
concreto: “el mercado regional es el espacio de representación del proceso de
producción y del concomitante proceso de distribución asentado territorialmente en un
escenario geográfico”14. Pasando por alto otras consideraciones que añadirían excesiva
complejidad teórica al tratamiento de este tema, señalaremos que la forma como se
estructuran los mercados se relaciona con la forma como se estimulan los procesos de
circulación y acumulación del capital, procesos que a su vez influyen en la densificación
de los núcleos urbanos y en la dispersión de la unidades de producción campesina. Este
conjunto de interacciones, a su vez, define una estructura espacial jerarquizada en torno
a un centro regional sede del aparato comercial más complejo, al que se subordinan
espacios mercantiles –lugares donde se desarrolla la producción campesina
agropecuaria y artesanal- y ciudades comerciales menores, sede de las ferias locales.

Calderón y Ribera a su vez sugieren, con relación a esta misma cuestión, que los
procesos productivos y comerciales en Cochabamba se han vinculado a un proceso de
creciente proliferación de ferias provinciales y locales centralizadas y subordinadas en
alguna medida a la Feria de la Cancha de Cochabamba, existiendo a su vez una fuerte
relación entre el crecimiento de esta feria principal y la propia dinámica demográfica de
la ciudad, reconociéndose a la Cancha como un núcleo central “compuesto por cuatro
subsistemas básicos y un quinto en vías de constitución (…) Llamamos ‘astros’ o
‘núcleos’ de los subsistemas a las ferias de Quillacollo, Sacaba, Punata, Cliza y
Aiquile, cuyos días de actividades no corresponden a los de la Cancha. Estos astros
12
Barthez, Alice: Famile, Tavail et Agricultura, Económica, París, 1982, citado por Bruno Kervin,
1988:52.
13
Kervin, Bruno: “La economía campesina en el Perú. Teorías y políticas”, centro Bartolomé de las
Casas, Cusco, 1988: 52-53.
14
Gonzáles de Olarte, “Economías regionales del Perú”, IEP, Lima, 1985: 85.
también dan lugar a una cadena de ‘ferias satélites’, más pequeñas, que se llevan a
cabo en días diferentes a las de sus respectivos núcleos”15.

En todo caso, queda claro que lo esencial de la expresión material del mercado regional
que corresponde a la rama de la producción agrícola, pecuaria y artesanal en el
departamento, está constituida por el sistema ferial, añadiéndose a éste, fracciones
significativas de las importaciones de manufacturas de diverso tipo y de la propia y
modesta producción fabril local.

Por otro lado dicho sistema ferial expresa forma peculiar de despliegue de la oferta y
demanda de mercancías que produce la economía mercantil y la economía capitalista,
definiendo diferentes rangos de aglomeración urbana, diversas jerarquías de
centralización ferial y diversos grados de articulación entre espacios mercantiles y
mercado.

A partir de lo dicho hasta aquí, podemos esbozar un primer cuerpo de conclusiones:

1º Que las familias campesinas que constituyen las unidades básicas de reproducción de
la economía campesina se mueven con grados de importancia similar, tanto en la esfera
productiva, cuanto en la esfera de la circulación y el intercambio.

2º Que más allá del preciosismo de unos conceptos muy elaborados, lo que se puede
rescatar del análisis anterior, es que un grado de mayor desarrollo de las fuerzas
productivas rurales, como emergencia de innovaciones técnicas y un mayor incremento
en la productividad agrícola, tienden a favorecer el trabajo productivo comercial.

3º Sin embargo, dicha tendencia de participación más amplia de la economía


campesina en el mercado, no necesariamente favorece a la familia campesina, por que
por una parte, la hace más vulnerable a la acción de las leyes de competitividad del
mercado y al imperio de unos precios de comercialización que antes que controlarlos,
les son impuestos; y por otra, la somete a las condiciones de dimensión y rigidez de ese
mercado, es decir, que una mayor productividad y una consiguiente mayor
producción/hectárea, no necesariamente será absorbida en forma automática por el
mercado, ni redundará en notables elevaciones del estándar de vida campesino.

4º Por todo lo anterior, emerge la necesidad de una aproximación, aunque fuera no


exhaustiva, al comportamiento real de dicho mercado, a partir de algunas hipótesis que
se esbozarán más adelante, sobre la base de contrastar nuestra experiencia sobre la
cuestión ferial con estudios afines realizados en otros ámbitos.

III

Sin ningún ánimo de establecer un parámetro definitivo en torno a estudios de procesos


de comercialización de productos agropecuarios y de descripciones de formas concretas
de relación entre economía campesina y mercado, juzgamos necesario observar
someramente algunas experiencias a este respecto, no tanto en lo que hace a resultados
15
Calderón, Fernando y Rivera, Alberto, obra citada, p. 36 a 41.
y coyunturas específicas, que por situarse en procesos económicos y realidades muy
distintas al caso concreto que nos ocupa, no resultarían útiles, sino por el contrario
riesgosas en su aplicación mecánica; pero sí aprovechables, en lo que hace a las
variables y conceptualizaciones que de esos estudios se desprenden, con cargo a
considerarlos, en todo caso, como una experiencia acumulada, cuyo contenido no
podemos desconocer.

La bibliografía sobre la cuestión ferial es amplia, con estudios minuciosos, sobre todo
en el campo antropológico y socio-económico desarrollados en varios países de Asia,
África y América Latina. En este último continente destacan los estudios realizados en
México, Perú, Ecuador y en nuestro propio país.

Algunos autores vinculados a la escuela sociológica norteamericana han elaborado


interpretaciones sobre este tema, a partir del concepto de “sistemas de mercadeo”
utilizado en los trabajos de G. W. Skinner16, quien aplica la teoría regional de los
lugares centrales de Walter Christaller, con el que arbitrariamente reduce situaciones
particulares del comportamiento mercantil a un modelo general de proceso mercantiles
que devienen de dicha teoría. Este modelo es aplicado a su vez por Carol A. Smith a
diversas situaciones de comercio ferial en países del Tercer Mundo17. A más de estar
estas teorías ampliamente rebatidas, su inviabilidad emerge de la imposibilidad de
demostrar la existencia de un “modelo” de mercado homogéneo y repetitivo en nuestro
medio, por lo que no nos detendremos en este tipo de enfoques.

Otros autores desde puntos de vista totalmente divergentes a los anteriores, han
desarrollado análisis más rescatables, que conviene muy someramente revisar:

Por una parte, José M. Caballero, aunque sin describir un estudio de caso particular,
desarrolla una interesante reflexión sobre la economía de mercado y el campesinado
andino, señalando que diversos estudios desarrollados en el Perú demuestran
“irrevocablemente” que la pobreza campesina está asociada al mercado y que no es el
aislamiento de una economía natural y bárbara, sino la vinculación a dicho mercado lo
que genera esta condición de pobreza. Para explicar este punto de vista, añade que el
mercado retribuye al productor campesino según su producción, o sea, según la tierra y
medios de producción de que disponga y de la productividad de que sea capaz, y no
según la cantidad de trabajo desplegado, razón por la que sus ingresos son exiguos en la
medida en que se vinculan a tasas de producción bajas. Añade que esta productividad es
baja por la escasez de tierras aptas y la acción de un mercado capitalista que se rige por
criterios estrictamente mercantiles. Añade además, que en general los precios de los
productos agrícolas no los controlan los productores y usualmente estos venden sus
cosechas a precios bajos, y que estos tienden a volverse irreversibles en la medida en
que la familia campesina deja de ser una unidad de producción natural (o sea de
trabajadores que autoconsumen su producción) para convertirse en trabajadores
mercantiles, en razón de lo cual, se debilitan e interrumpen los canales tradicionales de
intercambio entre comunidades campesinas, se destruye la industria artesanal de
subsistencia, surgen tendencias de especialización y prácticas de monocultivo, en tanto,
se revolucionan los hábitos de consumo. “En estas condiciones –anota Caballero- el

16
Skinner, G. W.: “Marketing and social structure in rural China” Journal of Asian Studies, 1964.
17
Smith, Carol A.: “El estudio económico de lo sistemas de mercadeo: modelos de la geografía
económica”, Nueva Antropología nº 19, México, 1982.
campesino tiene que continuar necesariamente vendiendo productos agrícolas (y
ocasionalmente fuerza de trabajo) independientemente del precio que le paguen”18.

Una teoría opuesta a la anterior sostiene que el atraso rural se debe a la baja tasa de
retorno de los factores de producción existentes, lo que imposibilita el ahorro y la
posibilidad de invertir en esta agricultura de baja rentabilidad. Esta hipótesis sugiere que
la única salida viable es la modernización de la agricultura: “Dado que no es posible
obtener mayor producción de los recursos existentes, y que no hay incentivos para
acumular un mayor stock de ellos, la política de desarrollo consiste en cambios
tecnológicos o nuevas alternativas tecnológicas para el campesinado”19

Los argumentos anteriores, en cierta forma contrastan con similares antes expuestos, en
sentido de admitir que no es el desarrollo tecnológico solamente, sino la modificación
de los términos del intercambio, muy desfavorable a la economía campesina y a la
ampliación del mercado, lo que efectivamente estimularía el incremento de la
productividad y la rentabilidad. Dicho de otro modo: la dimensión del mercado es
proporcional a la dimensión de la producción, si este equilibrio, a través de mejoras
tecnológicas, se rompe en favor de un incremento de la producción de determinados
rubros agrícolas sin ampliar su mercado, no necesariamente el efecto será un mayor
ingreso, sino una posible contracción de la economía campesina afectada por una sobre
oferta no demandad por dicho mercado.

Por otro lado, como señala Adolfo Figueroa, no es real como consecuencia de lo
observado anteriormente, concluir que la economía campesina es ineficiente, sino que
dados unos límites de recursos y conocimientos técnicos, los resultados se inscriben en
el desarrollo de determinadas estrategias productivas como ser: la fragmentación de la
tierra cultivable como una respuesta racional a las condiciones sociales, económicas y
geográficas en que se desarrolla esta economía20. En efecto, es posible inferir que la
tendencia a subdividir aun más el minifundio esconde toda una estrategia laboral frente
al mercado: por una parte, la necesidad de no arriesgar la explotación de la totalidad de
la parcela disponible en un solo tipo de cultivo, pero tampoco ampliar el consumo de
energía de trabajo de la unidad productiva en la realización de otros cultivos, sino
ampliar indirectamente la capacidad de trabajo a través de la división de la tierra y la
combinación de formas ampliatorias de la fuerza de trabajo familiar mediante el ayni,
los cultivos “al partido” o incluso el matrimonio de los hijos mayores, dando por
resultado, en lugar de tierra más o menos extensas en un solo lugar, varios minifundios
en diversos pisos ecológicos y microclimáticos, que permiten a esa unidad de
producción familiar no asumir riesgos en su forma de acceso al mercado.

18
Caballero, José M.: “Agricultura, Reforma Agraria y Pobreza”, IEP, Lima, 1984: 140 a 146
19
Schultz, Theodore: “Transforming Tradicional Agriculture”, Yale University Press, 1964: 48 y
siguientes.
20
Figueroa, Adolfo_ “La economía campesina de la sierra del Perú”, Pontificia Universidad Católica,
Lima, 1987: 135.
Otros estudios como los Mario Eguavil Arce21, Juan Ossio Acuña y Osvaldo Medina G22
y Gregory J. Scott23 sobre la producción y el mercado de la papa en diversas zonas del
Perú añaden algunas peculiaridades a lo señalado anteriormente.
Así, tomando como representativa de las obras de los autores citados, la investigación
de Mario E. Arce sobre los productores de papa de la comunidad de Palca
(Departamento de Junín), se anota que en este caso de agricultura especializada, la
economía de mercado tiene una importancia decisiva, poniendo en descubierto los
mecanismos de subordinación a este mercado, a que están sujetos estos productores
debido a su vulnerabilidad frente a los costos de producción, a la dispersión de los
mismos ya la falta de condiciones para su acceso directo al centro de comercialización.
De estos estudios se desprende que los problemas esenciales son: la ausencia de control
y las distorsiones que sufre el precio de la papa, lo que produce continua incertidumbre
sobre su comercialización. A ello se suma, la acción de los especuladores bajo la forma
de negociantes pueblerinos que se ocupan de acopiar grandes volúmenes de tubérculos
en sus “casas-almacenes”, a la expectativa de los precios en el mercado nacional del
producto, en tanto adquieren los tubérculos para almacenar a precios ínfimos. Estos
mecanismos han creado en el caso de Palca intereses y alianzas sociales entre
comerciantes paperos y comuneros ricos que monopolizan la producción y presionan
sobre los precios en desmedro de los productores medianos y pequeños, dentro de un
proceso casi monopólico de control de este mercado24.

Las reflexiones anotadas, en cierta forma son un resumen representativo del estado
actual de la investigación sobre las ferias y la economía campesina, en especial
respecto a aquéllos casos que enfocan la cuestión de la relación entre dicha economía y
el mercado, pues debemos reconocer que muchos otros trabajos, se dirigen más a
visualizar la relación entre feria y mercado de trabajo urbano o entre estos y el propio
proceso de expansión de las ciudades25.

De lo anterior podemos sintetizar lo siguiente:

1º Que no es posible considerar el sistema ferial como un conjunto de núcleos


dispuestos más o menos jerárquicamente sobre un ámbito geográfico, relacionados a
una estructura vial y a unos espacios productivos, todo ello en términos homogéneos, de
tal suerte que el conocimiento de una pieza de este sistema pueda permitir conocer a los
demás.

2º Adelantando algunos criterios para el caso de Cochabamba, podemos manifestar,


por el contrario, que este sistema es heterogéneo y las relaciones entre sus componentes
no necesariamente se desarrollan en términos de rangos y jerarquía lineales, e incluso,
es posible que la estructuración del mercado de alimentos corresponda a una lógica
diferente al mercado de manufacturas, a pesar de que ambos aparecen combinados en el
desarrollo ferial.

21
Arce, Mario Eguavil: “Agricultura de la papa, mercado y pobreza campesina”, Universidad de San
Marcos, Lima, 1988.
22
Ossio A. Juan y Medina G. Osvaldo: “Familia campesina y economía de mercado”, Centro Regional
de Estudios Socio-económicos, Lima, 1985
23
Scott, Gregory J.: “Mercados, mitos e intermediarios”, Universidad del pacífico, Lima, 1985.
24
Arce, Mari E., obra citada, p. 93 a 98.
25
Un estudio de las ferias ligada al desarrollo urbano, se encuentra en el interesante estudio realizado
por José Maria Arguedas: “Estudio etnográfico de la Feria de Huancayo”, Oficina Nacional de
Planeamiento, Lima, 1957.
3º Más de un autor ha puesto en relieve el hecho de que la pobreza campesina se ha
agravado a partir de situaciones de mayor articulación al mercado. Otros autores han
sugerido que esta situación es más consecuencia de una ineficacia técnica y productiva
de la economía campesina para acceder a niveles de competitividad en el mercado.
Nosotros consideramos que este último tipo de razonamiento nos conduce al clásico
círculo vicioso de la pobreza: los campesinos son pobres porque producen poco y
producen poco porque son demasiado pobres. En cierta forma, las ideas desarrolladas
por J. M. Caballero y otros, nos permiten establecer que la economía campesina no
ejerce control sobre el mercado, y que en cierta forma no solo los precios, sino las
condiciones generales de la producción les son impuestas al campesino por este
mercado, cuya lógica apunta intercambiar alimentos baratos por manufacturas caras y
en este proceso se cumplen dos determinaciones del sistema: se estimula la
reproducción a bajo costo de la fuerza de trabajo campesina y se genera una apropiación
del excedente agrícola a favor de la acumulación capitalista. Este fenómeno seria el
origen real de la pobreza campesina y no su aparente ineficiencia frente al mercado.

4º Es por ello que el mercado se constituye en la variable fundamental para


aproximarnos a una explicación coherente sobre el estado de desarrollo de las fuerzas
productivas rurales. Es justamente en razón a las expectativas que este mercado –bajo su
forma ferial- le ofrece a la familia campesina, que la misma define su actitud frente al
riesgo, a la innovación tecnológica, a la continuidad o no de las prácticas tradicionales,
al tipo y volumen de cultivos, al tipo de insumos, en general, frente al conjunto del
proceso productivo y a la adopción o no de estrategias complementarias para mejorar
sus condiciones de reproducción social.

5ª Fenómenos como la creciente parcelación de la tierra, actitudes conservadoras


frente a nuevas ofertas tecnológicas, etc., no pueden ser explicadas de otra manera, sino
como “errores” o “ignorancias” de los campesinos frente al desarrollo agrícola. Sin
embargo si estas actitudes se analizan a la luz de su comportamiento frente al mercado,
se encontrarán suficientes indicios para establecer explicaciones más lógicas, haciendo
justicia a la sentencia de que los campesinos son pobres pero eficaces para sobrevivir en
condiciones en que cualquier otra forma de empresa económica hubiera fracasado.

IV
Definidos los elementos y juicio generales que pueden no solo justificar nuestra preocupación
sobre la cuestión del mercado, sino orientar en forma más concreta su estudio, consideramos
igualmente útil hacer un breve repaso de las experiencias que sobre este particular se han
desarrollado en nuestro medio.

Sin embargo, a fin de avanzar en la elaboración de un material que no solo sea expositivo de
criterios aislados, que de todas formas habría que ordenarlos en un conjunto más sincrónico,
procederemos a esbozar una visión más evolutiva del fenómeno ferial con el objetivo de señalar
sus rasgos y diferencias a partir de dos grandes momentos: la sociedad regional anterior a 1952
y dicha formación social en el momento actual (1989).

En un trabajo realizado en 1987 por el IIA26, relativo a los sistemas urbanos y las ciudades
intermedias en los valles de Cochabamba, se establecía que la tradición ferial en dichos valles se
remonta al incario, encontrando su forma más institucional en la colonia, sobre todo a partir del
26
Instituto de Investigaciones de Arquitectura de la Universidad mator de San Simón – Cochabamba.
siglo XVIII, y que fue justamente, el desarrollo creciente de esta actividad lo que articuló a los
pueblos, villas y pequeñas propiedades campesinas en conjuntos coherentes que sustentaron el
mercado interno regional27

En todo el siglo XVIII y XIX, las ferias fueron los instrumentos fundamentales que
organizaron la economía popular y sirvieron como frentes de resistencia a los intentos
de aplicar las cargas tributarias que el régimen colonial y el republicano imponían a la
clase indígena. Las ferias organizaron las condiciones de articulación entre la pequeña
producción parcelaria de arrenderos y pegujaleros28, la producción artesanal y un
mercado mercantil de intercambio campesino y de clases medias pobres urbanas, donde
además era frecuente el trueque, aunque la necesidad de moneda era importante para
responder al arriendo de tierras, el diezmo eclesiástico y otras gabelas. Sin embargo,
otro rol importante de estas ferias, fue que ellas crearon las condiciones para la ruptura
del sistema tributario colonial y la ruptura consiguiente del sistema de castas aplicado
por españoles y republicanos al racializar las imposiciones tributarias y definir de
acuerdo al color de la piel y la identidad cultural, los roles de servidumbre que recaían
sobre los pueblos originarios. Dichas rupturas se dieron a través de la creciente
adopción por parte de los indios forasteros y los indios originarios del estatus de
“mestizos” y “cholos”, que solo pudo resultar exitoso en el marco de este mercado
interno regional y su atmósfera ferial.

A diferencia de lo que sucederá con posterioridad a 1952, estas ferias campesinas


articuladas a la esfera de la pequeña producción agropecuaria y artesanal, representaban
los circuitos económicos que estaban totalmente controlados por estos productores. Es
decir, a diferencia de hoy, el pequeño productor campesino y su familia controlaban el
proceso completo de producción-circulación, incluyendo el control sobre los medios de
transporte y el comercio a larga distancia. El resultado de este “comercio de hormigas”,
como lo denominaban los comerciantes importadores de Cochabamba en el siglo XIX,
fue el florecimiento de las ferias como las de la propia capital departamental, Cliza y
Quillacollo, así como la proliferación de otras menores a lo largo y ancho de los valles.

En todo caso no compartimos la visión de Roberto Laserna cuando manifiesta que


existían pocas ferias de importancia comercial, en la medida en que estas no se
desempeñaban como centros de acopio vinculados a las necesidades de las haciendas,
en tanto las ferias significativas eran las anuales que coincidían con las fiestas
religiosas, concluyendo por todo ello, que “las ferias tenían (…) un significado cultural
antes que comercial. Eran acontecimientos religiosos, encuentros comunitarios,
oportunidades de contacto y comunicación para colonos y piqueros, donde el
intercambio de mercancías tenía importancia secundaria cuantitativa y
cualitativamente hablando”29. Por el contrario, y sin desmerecer que las cuestiones
culturales y étnicas fueran y aun son componentes importantes del fenómeno ferial, la
existencia de las ferias fue globalmente una manifestación contra hacendal de ruptura
del sistema colonial de gabelas y servidumbres protagonizada por ex-yanaconas,
arrenderos y pegujaleros, que en los valles de Cochabamba consiguieron emanciparse
tempranamente, adquirir sitios y parcelas en torno a los centros feriales y convertirse en
27
Solares, Humberto: “Sistemas urbanos y ciudades intermedias en los valles de Cochabamba”, IIA-
UMSS, Cochabamba, 1987.
28
Arrenderos, campesinos que arendban tierras a los latifundistas en los margenes de las grandes
haciendas. Pegujaleros, campesinos libres que habían logrado comprar pequeñas parcelas a los
hacendados en tierras de secano.
29
Laserna, Roberto: “Espacio y sociedad regional”, Ceres, Cochabamba, 1984:149-150.
trabajadores independientes, aunque para ello tuvieron que declararse mestizos,
surgiendo así la figura y personalidad del “valluno” un campesino-comerciante y
artesano, impregnado de sabiduría campesina y picardía de avezado comerciante. Este
hecho, si bien no deja de ser un fenómeno cultural, tiene raíces de contenido económico
y social que son una prolongación de las estrategias y respuestas diferenciadas que
clases sociales opuestas esbozaron frente a las crisis regionales como el ocaso de la
minería potosina o la pérdida de los mercados de granos después de la Guerra del
Pacífico30.

La nueva economía campesina que emerge con posterioridad a la Reforma Agraria de


1953 va significar una profunda transformación de este sistema ferial y de sus
mecanismos de funcionamiento interno. Uno de lo efectos inmediatos de dicha Reforma
fue la ampliación del número de participantes en las ferias en calidad de ofertantes 31.
Esta situación estimuló el desarrollo del sistema de transporte, amplió
significativamente la red de caminos vecinales y rurales, incorporando con mayor
intensidad que antes la figura del transportista en el escenario rural y abriendo con el
concurso de este nuevo personaje, nuevos escenarios geográficos al desarrollo de la
actividad ferial. Como veremos más adelante, las ferias mismas se transformaron y en
ellas se combinaron intereses políticos, disputas por parcelas de poder y nuevas formas
de dominación.

Tomando como referencia un importante estudio realizado por Catherine Barnes y Juan
Torrico en el Valle Alto de Cochabamba, concretamente en las poblaciones de Cliza,
Punata, Tiraque, Arani, Tarata, y además, Sacaba y Misque 32, se pudo evidenciar que
una primera transformación en la esfera mercantil en las localidades citadas con
posterioridad a 1952 se dio a nivel de cambios en la estructura del comercio y en la
propia estructura social de los pueblos y las ferias. Con la erradicación del sistema
hacendal y la expulsión de los latifundistas, surgió un estrato de comerciantes mestizos
conocidos como “vallunos” o “cholos” que actúan como rescatistas de productos
agrícolas, es decir, camioneros, chicheros y dirigentes sindicales campesinos se
enfrascan en esta nueva actividad y pasan a ocupar el espacio de influencias clientelares
y poder político abandonado por los ex-hacendados.

Otro cambio importante tiene lugar en la modificación de la antigua jerarquía ferial: la


feria de Cliza, otrora la más importante del Valle Alto de debilita y cede su lugar a la
feria de Punta. Según los autores citados, el crecimiento de esta feria se debió a dos
factores principales:

“Primero, el papel de los transportistas: Después de comprar su casa,


trabajaron para comprar un camión. Al comienzo compraron en sociedad entre
dos o tres personas, posteriormente cada uno fue adquiriendo su propio
vehículo, con el cual comenzaron a trasladar gente a la feria de los días martes

30
Incluso se podría agregar que de hecho existieron ferias más conectadas con los intereses hacendales,
como fue el caso de las ferias de Arque y Tapacari, convertidas en centros de comercio exportador de
granos y harinas, donde los grandes hacendados del valle y los poderosos molineros de las quebradas de
Arque y Tapacari dominaban dicha actividad.
31
Antes de 1952, los participantes de las ferias eran pegujaleros, sitiajeros y otros trabajadores libres
respecto a los lazos servidumbrales que amarraban a los colonos de hacienda o arrenderos, cuya presencia
en las ferias era irregulares, digitados por los patrones y por ello poco significativa.
32
Barnes de Marshall, Catherine y Torrico A., Juan: “Cambios socio-económicos en el Valle Alto de
Cochabamba desde 1952”, Estudios Andinos Nº 4, La Paz, 1971.
(…) y, un segundo, la división que hubo ente los dirigentes campesinos en Cliza
y los constantes enfrentamientos entre campesinos de Cliza y Ucureña
perjudicaron el normal desenvolvimiento de la feria que se realizaba los
domingos y por ende hacía peligrar la vida, tanto de compradores como de
vendedores. Estos últimos eran los más perjudicados, por lo cual empezaron a
frecuentar más la feria de Punta, agrandándola poco a poco, mientras Cliza fue
decayendo gradualmente. Los transportistas a medida que fueron adquiriendo
vehículos, empezaron a recorrer tanto las exhaciendas como los ranchos,
comprando lo que los campesinos producían y luego vendiendo en las ferias”33

Siempre de acuerdo a la fuente mencionada, la expansión de la feria punateña y el


decaimiento de Cliza se desarrollaron en el marco de un proceso de control político de
los campesinos sobre la política provincial “cuya clave del poder fue la recaudación del
impuesto a la chicha y la distribución de recaudadores del impuesto del mercado”34.
Según este criterio, los conflictos entre Cliza y Ucureña, se debieron a que en los
primeros tiempos de la Revolución Nacional, la Central Sindical de Campesinos de
Ucureña tenían bajo su control la licitación del impuesto a la chicha, así como los
impuestos que se recaudaban en las ferias dominicales, además de algunos sueldos que
percibían de la Alcaldía de Cliza como de la Prefectura de Cochabamba. El traspaso de
este régimen altamente favorable a los dirigentes sindicales de Ucureña, al control de la
Alcaldía de Cliza, que comenzó a rematar directamente el impuesto a la chicha e
introdujo el control de este ingreso mediante la fiscalización de una oficina creada para
tal efecto, neutralizó el beneficio de esta fuente de recursos a favor de la citada
dirigencia, pero no impidió la injerencia de los dirigentes de Ucureña que prontamente
tuvieron que competir con los de Cliza, disputándose unos ingresos muy mermados y
algunas gratificaciones resultantes del manejo de los remates de los arbitrios
municipales. Para mejorar esta situación, tanto la central sindical campesina de Cliza
como la de Ucureña entraron en competencia para colocar en cargos claves de la
Alcaldía de Cliza a parientes y allegados de dirigentes de ambas centrales sindicales,
quienes aprovecharon de esta situación para apoderarse de los ingresos por concepto de
recaudaciones del impuesto a la chicha, hecho que no solo profundizó las rivalidades
entre ambas dirigencias confrontadas, sino permitió la emergencia de “nuevos ricos”
que previamente se había desempeñado como autoridades municipales y como tales
dispusieron el traspaso de los ingresos fiscales a sus cuenta personales y alas de sus
apadrinadores sindicales. Recursos que les permitieron en muchos casos adquirir
costosos camiones, apelando a su poderío político para permanecer impunes frente a los
procesos legales.

Fueron este tipo de antecedentes de corrupción los que en realidad, desataron el


conflicto entre Cliza y Ucureña, y los métodos empleados por las dirigencias sindicales
rivales para enriquecerse con recursos fiscales, se convirtió en una metodología
ampliamente practicada en todo el valle, acelerando la vigencia y consolidación de un
bloque de poder tempranamente corrupto, gracias al cual, un sector de dirigentes
sindicales, transportistas y comerciantes, se convierten en una suerte de aristocracia
pueblerina, que pasa a dominar la feria de Punata y se interesa en su expansión35.

33
Barnes y Torrico, obra citada, p. 144-145
34
Barnes y Torrico, obra citada, p. 145
35
Barnes y Torrico, obra citada, p. 146
En forma paralela al surgimiento de estos estratos de transportistas conectados a los
aparatos político-sindicales, sobre todo en el caso de Punata, aparecen como otro sector
de importancia, el de los rescatistas de productos agrícolas, siendo corrientes que
transportistas y acaparadores de la producción campesina se conjuguen en una misma
persona:

Los rescatistas de Punata, Arani y Villa Rivero, especialmente los que tienen
camiones, van de rancho en rancho en busca de productos para ‘rescatar’ y
luego llevarlos a las ferias de Punata y Cliza. Rescatran todos los productos de
los campesinos, especialmente en las alturas, quienes por no tener animales
para el traslado o por no ir hasta la plaza, prefieren vender sus productos en
sus mismas casas o en las mismas ferias que se realizan cerca de sus estancias.
En cambio los campesinos que viven cerca de Punata o Cliza no venden sus
productos a los rescatistas, sino que ellos llevan personalmente a venderlos36

Esta dinámica fue posible debido a tres circunstancias combinadas: Primero, por que
inmediatamente después de la Reforma Agraria los dirigentes de sindicatos campesinos
en alianza con comerciantes pueblerinos y transportistas de provincias se hacen del
poder provincial y pasan a controlar política y económicamente el sistema ferial.
Segundo, por que la expansión del sector de transportistas a los pocos años de la
revolución de 1952, generalmente a través de los mecanismos anteriormente descritos,
permite el acceso oportuno y en número suficiente, de camioneros hacia las zonas
productivas, es decir hasta las ferias locales o cantonales que proliferan después de 1953
y a los mismos ranchos o a “pie de cosecha”. Tercero, que tal expansión y
modernización de los demandantes de la producción campesina que otrora apenas
dispersamente se hacían presentes en las ferias tradicionales, una vez que las grandes
exportaciones de granos, tubérculos o frutas las realizaban los hacendados
mayoritariamente vía ferrocarril, ahora proliferan como respuesta a la ampliación del
universo de ofertantes, es decir, que solo después de la Reforma Agraria todo los
campesinos del valle sin exclusión tuvieron productos para vender en el mercado, cosa
que antes se restringía a un contingente limitado de pegujaleros y huertistas que apenas
abastecían a las ferias provinciales y de el Cercado. Dicho de otro modo: la desaparición
de los patrones y la dotación de tierras a los ex colonos en extensiones que
generalmente eran mayores a las de los pegujales, determinaron un gran incremento de
la producción agrícola para el mercado, lo que estimuló la expansión de los
transportistas y rescatistas que sustituyeron a los latifundistas en las operaciones
comerciales de gran envergadura, incluyendo las exportaciones a mercados distantes.

Estos hechos van determinar el surgimiento de la Plaza de Ganado y la Plaza de Granos


en el caso de Punata, con posterioridad a la Reforma Agraria de 1953. Al lado de esta
expansión ferial, Punata tuvo un auge constructivo y un crecimiento de su tejido urbano:
“Después de ese año (1953) se colocaron en primer plano de importancia (las plazas
citadas) y junto con esta expansión económica hubo un gran aumento de construcción
de nueva casas”37.

No obstante, “a pesar del hecho de que el mercado de Punata era todo poderoso, hay
ahora una proliferación de ferias nuevas especialmente en las alturas” que se volvieron
accesibles para rescatistas y transportistas, determinando en algunos casos el
36
Barnes y Torrico, obra citada, p. 146
37
Barnes y Torrico, obra citada, p. 146
decaimiento de antiguas ferias, como el caso de Tarata y Arani. Esta proliferación y sus
efectos contradictorios, fue posible, sobre todo, merced a dos factores: en primer lugar,
desde 1953:

El Valle se llenó de camiones tanto de los pueblos vecinos como de la propia


ciudad. Estos camiones cubrieron caminos a distintos lados y a cada lado que
entraban compraban los productos de los campesinos para luego llevarlos hacia
la ciudad. Luego los mismos campesinos fueron utilizando estos camiones para
llevar sus productos hacia la ciudad; luego en la ciudad compraban las cosas
que necesitaban para su casa, en precios más baratos de los que compraban en
el pueblo rural38

Como un segundo aspecto, se anotaba, que como los campesinos aprendieron a ingresar
a los mercados más próximos donde había ferias, los camioneros ampliaron su radio de
acción y buscaron nuevas zonas para adquirir productos agrícolas más baratos y de este
modo estimularon la organización de ferias en las alturas y sitios más apartados, de tal
manera que los productores de zona antes inaccesibles al mercado, ahora pasaron a
concurrir las ferias cantonales próximas a sus ranchos. Este proceso dio lugar al
surgimiento de nuevas ferias como las de Vacas, Rodeo, Arbieto, El Puente, Santa
Rosa, Colomi y muchas más.

Sin embargo esta enorme ampliación y democratización del mercado de productos


agrícolas y pecuarios en los valles no benefician a los campesinos, una vez que, pese a
todo lo realizado a nombre de una justicia social para dicho campesino, lo esencial, el
control social del excedente agrícola no se produce. Por el contrario, la expansión de un
mercado de tinte popular, pero en el fondo, estrictamente librecambista, lo único que
propicia, es el surgimiento de nuevos explotadores, incluso excampesinos, en lugar de
los antiguos patrones, manteniéndose invariables los términos del intercambio desigual
entre economía campesina y mercado, tal como establecieron Barnes y Torrico en 1970,
para el caso de la feria de Sacabamba:

TRUEQUE ESTIMULADO POR COMERCIANTES


EN SACABAMBA (Provincia Esteban Arce) (1)
Productos ofertados por Precios de estos Cambiados por: Precio de los productos
los campesinos productos en (Operaciones de lo cambiados en
Cochabamba rescatistas) Cochabamba
(en Bs.) (en Bs.)

3 libras de papa 2,40 a 3,00 8 a 10 cabezas de 1,00


cebolla
3 libras de papa 2,40 a 3,00 10 locotos 1,00
3 libras de papa 2,40 a 3,00 3 cajas de fósforos 0,60

3 latas de papa (2) 30,00 1 lata de alcohol 8,00


3 libras de papa liza, 2,10 4 limones 0,30
oca o papa
6 libras combinadas de 4,20 1 litro de kerosene 0,25
papa liza, papa y oca

38
s y Torrico, obra citada, p. 148. (extracto de entrevista a dirigente campesino). El último párrafo
sugiere una explicación a la expansión paralela después de 1953, del comercio minorista de manufacturas,
generalmente internado vía contrabando y que determinó la aparición de los “mercados negros” o “tanta
khatus”
(1) Los rescatistas utilizaban para tales trueques: verduras, coca, cigarrillos hechos a mano, manteca, sal, jabón,
fruta, ají, fósforo, kerosene, pan, azúcar, sultana, dulces baratos, herramientas de labranza y condimentos.
(2) La lata de equivale a 16 litros o el peso de una arroba (25 libras)
Fuente: Barnes y Torrico, obra citada.

En cuanto al desarrollo comercial de las ferias, el mismo se vinculó estrechamente con


las actividades del transporte, las chicherías, los tambos, la expansión de los
compadrazgos y los arreglos sobre tenencia de tierras y control de cosechas. El
campesino, particularmente el ex colono, cuando entró en contacto con las ferias nuevas
y los mercados provinciales, es decir con los mecanismos del mercado capitalista, tuvo
que ajustar su comportamiento a reglas del juego desconocidas para él. Lo que fue
intensamente aprovechado por negociantes de diverso tipo, particularmente por aquéllos
“grandes” que controlaban diversa instancias o situaciones del mercadeo de productos
agrícolas.

Muchos comerciantes no solo eran rescatistas, sino demás eran dueños de uno o más
camiones, poseían una casa en la capital provincial, donde además solían tener una
chichería y brindaban alojamiento a los clientes: sus compadres e ahijado campesinos.
De acuerdo al testimonio de uno de estos participantes, antes de la Reforma Agraria, las
clases medias de los pueblos ejercían algún negocio de rescate pero sin salir al campo y
esencialmente vivían del comercio local y la venta de chicha. Posteriormente muchos de
estos comerciantes pueblerinos amplían sus negocios e incluso venden sus huertos y
parcelas en las vecindades de las capitales provinciales para comprar camiones con los
que invaden las zonas rurales, particularmente las zonas de altura u otras de difícil
acceso, pues los campesinos de zonas próximas a las ferias principales, eran reacios a
negociar con transportistas.

Esta ampliación del mercado transformó la vida de los pueblos:

Mucha gente de Arani se fue a radicar a Punata por razones de negocio. En


Punata hay mayor movimiento económico. No tenemos ni una tienda con
mercaderías, ni un almacén de abarrotes. Para buscar una de estas tiendas hay
que ir hasta Punata. A lo único que la gente de Arani se dedica es a la
elaboración de chicha y a rescatar productos para luego llevarlos a las ferias de
Cliza y Punata. Varios de los rescatadores de productos, hoy son los nuevos
ricos, mientras que los campesinos que son los verdaderos productores siguen
en las mismas condiciones de vida, especialmente los campesinos de las alturas,
quienes son explotados tanto por los rescatistas como por los transportistas39

Otro testimonio, esta vez de una próspera rescatista de granos en Punata, cuyo esposo
era el principal chichero de la localidad, describe como se dedicó a este negocio:

Soy comerciante desde antes de la Reforma. Mis padres en la población de


Punata siempre se dedicaban a esta clase de negocios, pero no en los cantones
de los pueblos por que no había ferias como hay ahora. Todo el negocio lo
hacíamos en el mismo pueblo de Punata y en muy pocas ocasiones salíamos
hasta las mismas haciendas en busca de productos. Antes los campesinos traían
personalmente sus productos hasta el mercado del pueblo o venían donde sus
caseras. Luego de vender o hacer trueque con otros artículos, volvían a su casa
con lo poco que llevaban. Pero ahora, ellos emplean, algunas veces toda la
39
Testimonio de un residente de Arani, trascrito por Barnes y Torrico, obra citada, p.155
plata de sus ventas en bebidas y para retornar a su casa tienen que buscar
dinero prestado40

El estatus de las chicherías de pueblo también se modificó: antes de 1952, resultaba


poco probable que una chichera procurara rodearse de una clientela de campesinos
piqueros y meno aun de colonos. Su afán era atraer parroquianos de mayor lustre, y si es
posible, captar algún padrino entre la clase media de negociantes pueblerinos, y mejor
aun entre los latifundistas y sus allegados. Con posterioridad al año mencionado, las
actitudes cambian, tal como sugiere el siguiente testimonio:

Cuando un campesino viene en busca de nosotros para nombrarnos, ya sea


compadre o padrino, no lo rechazamos, por que sabemos que de ellos se
sacarán muy buenas utilidades. Algunas veces nos ofrecemos a los campesinos
para ser compadre o padrino, en cambio en la época de la hacienda cuando los
campesinos querían tener un compadre del pueblo, tenían que rogarle mucho y
de paso traerle muchos regalos41

Un otro testimonio sobre este particular, nos permite un mayor grado de profundización
en este fenómeno:

Los campesinos que antes buscaban un compadre entre gente de poblaciones


rurales, sean propietarios medianos o comerciantes, ahora buscan compadres
en la gente que vive en la ciudad de Cochabamba: dueños de tiendas y casas en
la ciudad. Esto con la finalidad de que estos les garanticen cuando ellos quieran
comprar una casa, un camión o hacer algún negocio. En cambio la gente de las
alturas o estancias viene a la población en busca de compadres y escogen
siempre los que tienen su camión o tienda con la finalidad con la finalidad de
ser colaborados o por que creen que con ese nombramiento se les cobrará más
barato el transporte de sus productos o la venta de alguna mercadería. Además,
la mayoría de las personas que tienen movilidades tienen en sus casas ventas de
chicha, donde alojan a sus compadres y además les compran toda su cosecha, la
que estos mismos transportaron desde sus estancias. Mucha gente de las alturas
cuando viene a vender sus productos, llega a Cliza o a Punata noches antes, y
para no dormir en la calle, va a casa de su compadre a alojarse, llevando el
producto que trae. Luego en la casa de su compadre se hacen las
investigaciones: el campesino de altura obsequia a la comadre chuño, quinua u
otro producto que trae para vender en el mercado y en retribución, la comadre
le invita chicha y comida. Luego, poco a poco, la comadre es la que compra
todo el producto que trae el campesino para vender en el mercado42

Este testimonio revela uno de los mecanismos sutiles de explotación del campesino a
través de recursos como el compadrazgo, que no solo se reducía a favorecer a los
compadres vendiendo sus productos a preciso más bajos que los del mercado, sino que
se extendía a explotar el trabajo campesino en el régimen de siembra en compañía u
otros métodos que permitían al chichero o camionero dueño de huertos, hacer trabajar
sus tierras a bajo costo. Por todo ello, la articulación de las chicherías al desarrollo

40
Barnes y Torrico, obra citada, p. 156.
41
Barnes y Torrico, obra citada, p. 156
42
Barnes y Torrico, obra citada, p. 156
ferial, se convirtió en un negocio muy rentable en los primeros años posteriores a 1952,
no solo por el creciente expendio del licor en los pueblos, sino también por que este
negocio abría las puertas a otros tantos igualmente muy rentables. De esta forma, el
crecimiento de la feria de Punata, por ejemplo, promueve la transformación de las casas
de hacendados y otros notables del pueblo en chicherías, pasando esta actividad a ser
una de las más lucrativas de las ferias, particularmente si los chicheros prodigaban sus
atenciones a una amplia red de compadres y ahijados, que les permitían en tiempo breve
a adquirir camiones y pasar a actuar como elaboradores de chicha para la exportación a
Cochabamba, adquirir casas en esta ciudad, y en suma, hacerse ricos.

Esta bonanza de la chicha se extenderá en la década de los años 50, pero decaerá en la
siguiente década:

Pues las mujeres de los campesinos empezaron a elaborar esta bebida en sus
lugares de origen, lo que antes les estaba prohibido (por la hacienda) y esta
elaboración la hacían sin pagar impuestos en el pueblo. Al final el precio de la
chicha le salía más barato al campesino en su lugar de origen que en el pueblo,
por cuyo motivo los campesinos que llegan al pueblo toman un poco de él y
luego se van a su lugar para continuar bebiendo43

Incluso muchas chicheras incursionaban en época de cosecha a las estancias y ranchos,


intercambiando parte de los productos de dicha cosecha por chicha.

Un canal de acaparamiento de la producción campesina a favor del rescatista era la del


crédito y tenencia. Muchos rescatistas concedían créditos significativos a cambio de un
arreglo en compañía o la promesa de la venta de la cosecha total. Era frecuente que un
campesino adquiriera un préstamo para comprar semilla o abono y luego fuera
estimulado para gastar en chicha, con lo que se obligaban “a sembrar año tras año para
la gente de quien se prestaban el dinero”44.

Otro sistema de explotación muy difundido, era que durante las festividades de la
localidad, los comerciantes “llevan bebidas o mercaderías que dejan a crédito, para
luego cobrarlas también en productos”. Otra forma de expoliación era el tambo, esto
es, un patio o depósito de una casa grande de pueblo, adaptada como alojamiento
precario. El dueño de casa era por lo general, un rescatista o transportista, como explica
un camionero: “Los rescatistas que tienen sus camiones convierten sus casas en una
especie de tambos a cuyo sitio traen al campesino con sus productos, y una vez que
llega ahí, al campesino ya no le permiten salir a vender el producto al mercado. Los
mismos dueños de casa exigen al campesino que les venda, y si llega e negarse, en otra
oportunidad no lo traen en su camión. Por este medio el campesino vende su
producto”. A lo anterior, una chichera añadía: “Los rescatistas o chicheros que tienen
casa, tienen su balanza, la que está mal regulada y pasan mayor cantidad de la que
corresponde. Fuera de eso, les pagan precios inferiores a lo que están en vigencia en el
mercado”45. El dueño del tambo más grande de Punata completaba este cuadro
señalando, que una vez vendida la producción al dueño del tambo, los campesinos hacía

43
Barnes y Torrico, obra citada, p. 158
44
Barnes y Torrico, obra citada, p. 160
45
Barnes y Torrico, obra citada, p. 160
sus compras en la feria del pueblo y el chichero, rescatista o dueño del tambo, que eran
una misma persona, los retornaba en su camión a sus lugares de origen.

A todo lo anteriormente señalado, todavía se debe añadir, que todo este proceso de
expansión de la economía mercantil en el Valle Alto va acompañado de profundos
cambios en la estructura social de los pueblos y ferias. La estructura de poder vigente
con anterioridad a 1952 privilegiaba la figura del hacendado o patrón, colocándose en
una situación intermedia los vecinos del pueblo o clases medias pueblerinas
(comerciantes, chicheros rescatistas ligados a comerciantes mayoristas y hacendados).
Ocupando el nivel inferior los piqueros y forasteros (pequeños agricultores
independientes y artesanos), y en un escalón todavía más bajo, los colonos de hacienda.
En el caso de Punata, pasan a dominar esta pirámide en los años 50, una capa de
dirigentes sindicales dueños del poder político, aliados con los transportistas, los
grandes chicheros y los dueños de tambos; una capa intermedia de pequeños
comerciantes, campesinos ex colonos y piqueros, quedando en un nivel inferior los
runas o ex colonos de las estancias y haciendas de las tierras altas.

En la actualidad (década de 1980) se puede inferir que esta estructura ha experimentado


nuevas variaciones: el debilitamiento del poder político-sindical de la capa de dirigentes
campesinos ha cedido paso a los transportistas de cargas y pasajeros, a grandes
comerciantes de manufacturas y a rescatistas de productos agrícolas ligados con el
comercio, las finanzas y la banca en la ciudad de Cochabamba, a los que se suman, los
grandes exportadores de chicha con destino a la capital y otras ciudades, quienes ahora,
en conjunto ocupan un primer lugar; en un lugar intermedio se ubican pequeños
comerciantes, chicheros medianos, un sector de servicios y capas intelectuales
incipientes, en tanto en el peldaño inferior de esta pirámide, permanecen los
campesinos, diferenciándose una vez más entre vallunos que ocupan una mejor
posición, e indios, runas o laris de las tierras altas que conservan la posición más baja,
al ser el sector más oprimido.

Según José Blanes, el estrato de comerciantes valluno que emerge después de 1952,
“ocupó un lugar importante no solo en relación con la circulación, sino también con la
estructura productiva. Este sector se hizo imprescindible, tanto para el sistema de
abastecimiento urbano y rural, como también, para el acceso al mercado de los
productos campesinos”46

Esta dinámica solo fue posible a través de la imposición de un sistema de mercadeo que
se amoldó a las condiciones sociales resultantes de la Revolución de 1952, que lanzó a
la economía de mercado grandes contingentes de productores ignorantes de las leyes del
funcionamiento de éste, y por tanto, deseosos del servicio que les ofrecían agentes
económicos intermediarios. Estos fueron los rescatistas que lograron organizar un
sistema efectivo, interviniendo en el acopio mayorista, cuyo soporte material más
efectivo fueron las ferias campesinas de pueblos y cantones, como llegando “al pie de
finca” de los pequeños productores, trasladándose con camiones de comunidad en
comunidad para acopiar la producción campesina en términos casi monopólicos.
Gracias a este sistema, sobre todo a la modalidad de acopio en sitios próximos a los
centros de producción y al concurso de grandes rescatistas, surgieron nuevas ferias
semanales, las que con frecuencia son el medio para el control de determinadas
46
Blanes, José: “Bolivia: Agricultura campesina y los mercados de alimentos”, Ceres, Cochabamba,
1983: 74.
comunidades, la definición de áreas de influencia y la consolidación de una situación de
monopolio comercial a favor de algunos transportistas-rescatistas.

Estos protagonistas logran definir las nuevas condiciones de la producción


minifundiaria, no solo desarrollando los mecanismos expoliadores ya relatados, sino
además, estimulando selectivamente la producción de determinados alimentos,
incrementando el porcentaje de comercialización de la producción campesina frente a la
alternativa del autoconsumo, introduciendo la economía de mercado en el seno de las
comunidades campesinas, estimulando por tanto los hábitos consumistas y con ello, la
necesidad de dinero. Por último, y es lo que les da poder, constituyéndose en árbitros
entre ofertantes y demandantes, merced a su posibilidad de manipular costos y precios a
su favor47. En un lugar inferior, siempre de acuerdo a Blanes, surgió el campesino-
comerciante que “compra en la comunidad, vende fuera y regresa, generalmente para
vender productos comprados en el pueblo o en las ferias”48. Todas estas prácticas
constituyen formas complementarias muy extendidas en la economía campesina y su
factibilidad generalmente está ligada a relaciones horizontales de tipo social: el
compadrazgo, el parentesco o la relación de ayni, desarrollándose con frecuencia
situaciones de subordinación y presión para que unos productores vendan
exclusivamente a un agente comercial que desarrolla sobre ellos lazos de autoridad
moral49. Por ejemplo entre los productores de papa existen cuatro tipos de rescatistas:
“la rankera de la feria”, “la rankera” que encarga, “la chalesa” que se vale del trueque
con equivalentes como el plátano, kerosene, pan, naranjas, y en último término, dinero,
“el rankero chico” o “agarrador”, es decir, campesino-comerciante de la comunidad, a
lo que se suma “el lari” que viene del altiplano para hacer trueque con sal y papa a
cambio de productos vallunos50.

Otra modalidad se refiere al rescatista que procura al productor en el mismo lugar de la


cosecha, donde tienen lugar las transacciones, las que además están mediadas
generalmente, por lazos colaterales de parentesco (compadrazgos). El rescatista en estos
casos utiliza sus propios instrumentos de pesaje, normalmente “arreglados”
previamente. Dentro de esta modalidad, los rescatista son los únicos jueces de la
transacción, una vez que en este contexto no están presentes los mecanismos de control
de precios, pesas y medidas normales en las ferias propiciadas por los municipios. Por el
contrario, el rescatismo es una actividad que se desarrolla en un contexto de
“informalidad” muy favorable para el comprador mayorista, que utiliza recursos como
obsequiar bebidas alcohólicas, explotar relaciones de compadrazgo, adelantar dinero o
adquirir cosechas por adelantado, para lograr fuertes utilidades51.

Por último, otra modalidad ampliamente difundida, es aquella en que los productores
van al encuentro de los consumidores generando la organización ferial, la que puede a
su vez asumir las siguientes modalidades:

Las ferias locales, según Blanes, estas son las formas más tradicionales y “surgen”,
generalmente por la especialización de una zona en un producto determinado. Al igual
que en el caso anterior, en esta actividad no existe un sistema de pesas y medidas
47
Blanes, José: Obra citada, p. 75
48
Blanes, José: Obra citada, p. 76
49
Blanes, José: Obra citada, p. 76
50
Blanes, José: Obra citada, p. 77
51
Blanes, José: Obra citada, p. 77
estandarizado ni mecanismos de control sobre éstos. En estas ferias funcionan un serie
de relaciones e influencias similares a las descritas para las actividades de los
rescatistas. Aquí el comercio en detalle es muy significativo.

Las ferias zonales, siempre de acuerdo a Blanes, se trata de aglomeraciones más


amplias, ubicadas en “lugares estratégicos hacia donde se orientan los productores: la
ciudad u otros departamentos. Estas ferias han sido elegidas muchas veces, como
lugares de residencia de muchos transportistas”. Sin embargo estas ferias no se
adecúan a situaciones de monopolio por parte de dichos transportistas. Se trat5a de
centros de mercadeo con una presencia importante de productores, por desarrollarse en
estos lugares actividades de comercio manufacturero y de servicios requeridos por estos.
En estas ferias hay una concurrencia más heterogénea de productores que poseen
mayores conocimientos del mercado. El sistema de pesas y medidas y el uso de romanas
está controlado por las autoridades municipales. El volumen de compras suele ser
mayor que en el caso anterior y su destino final puede ser otros departamentos, siendo
también frecuentes las transacciones entre rescatistas52

El mercado central urbano de Cochabamba53, representa la situación de mayor


complejidad del sistema, concentrando a productores próximos a la ciudad, al rescatista
y al distribuidor minorista y a los rescatistas mayoristas. A este respecto Blanes señala:
“Si la finca, la feria local o zonal se caracterizan por ser principalmente lugar de
compra, el mercado central sobresale por su función de distribución y venta al
detallista y al consumidor. Pero al mismo tiempo, es un lugar de gran acopio y de
transacción a otros departamentos”54, así como el ámbito donde se concentra con
mayor intensidad el comercio manufacturero y el sector de servicios, así como el lugar
donde se evidencia una fuerte concurrencia de circuitos y agentes comerciales
vinculados al capital comercial y financiero.

A partir de estos elementos de juicio, podemos establecer que el sistema ferial se


presenta como un proceso complejo, donde las relaciones entre economía campesina y
economía mercantil capitalista se presentan bajo características y modalidades
igualmente complejas. Lo cierto es que el mito de un mundo rural replegado sobre si
mismo parece cada vez menos real en el caso de Cochabamba. Lo opuesto, un
campesinado fuertemente vinculado al mercado, no ya por lazos puramente económicos,
sino ideológicos e históricos, parece ser una constatación más próxima a la realidad.

A partir de ello, también es posible inferir en definitiva, que dicha economía campesina
no puede ser entendida en su lógica interna y en su comportamiento frente al proceso
productivo, a partir solo de valoraciones abstractas que representen al campesino como
un simple agente productor de alimentos baratos con los que aporta significativamente a
la reproducción de un sistema capitalista atrasado e incapaz de cumplir esta función a
partir de sus propios recursos, sino además, como un activo participante de la economía
mercantil, que no solo se reduce al juego del mercado, sino a la posibilidad –con mayor
éxito que en la sociedad colonial o en la sociedad oligárquica racista- de aspirar a
posiciones sociales que se escalan bajo el estimulo de un acceso mucho más permeable
a medios de consumo o a medios de producción, que si bien en la práctica resultan
52
Blanes, obra citada, p. 77
53
Aquí Blanes, no se refiere a la infraestructura física de la Cancha u otras instalaciones, sino al carácter
de plaza comercial central que detenta la ciudad de Cochabamba con relación al conjunto del sistema
regional de ferias.
54
Blanes, obra citada, p. 78
absolutamente inalcanzables para la masa campesina, ello no impide forjar ilusiones y
recrear aspiraciones dentro de un contexto en que los términos de supervivencia no se
reducen sólo a lo estrictamente biológico, sino que se amplían a categorías y
reivindicaciones que en el caso del campesinado valluno se traducen en tendencias hacia
nuevos estilos de vida, donde lo tradicional andino y lo moderno, tienden a combinarse
una vez más bajo formas originales, como solo en Cochabamba suele ocurrir.

Lo analizado en el capítulo anterior, no obstante contener elementos de juicio que


pueden resultar obvios en su contenido, precisa de la inclusión de un cuerpo de
conclusiones, que dada su importancia para el desemboque del presente documento y
para orientar acciones prácticas, no pueden ser omitidas. En consecuencia, se puede
convenir en lo siguiente:

1. Se puede percibir en primera instancia una diferencia sustancial entre las ferias
anteriores a 1952 y aquéllas posteriores a dicho año, en el sentido de que las
primeras resumieron procesos de resistencia y supervivencia de la pequeña
producción campesina frente al universo hacendal y a la sociedad oligárquica
fuertemente conservadora, elitaria, segregadora y despreciadora de lo andino y
del universo campesino. La Reforma Agraria modificó profundamente esta
situación y abrió cauce a una recomposición importante de la economía y las
clases sociales en la región de Cochabamba, cambiando por tanto el significado
de la actividad ferial.

2. Es en este último contexto, en el que se debe entender la expansión de la


economía mercantil que sigue al derrumbe de la sociedad hacendal. Antiguos
piqueros y artesanos convertidos en comerciantes, influyentes chicheros y
chicheras y no pocos dirigentes sindicales campesinos alineados en las filas del
MNR, pasaron a ocupar el lugar de privilegio abandonado por latifundistas y una
corte de aristocracia pueblerina de funcionarios y tinterillos que medraban a la
sombra del poder hacendal. De esta forma se abre paso la figura del rescatista
mayorista, el transportista, el chichero y el tambero, que con frecuencia se
conjugan en una misma persona o en una misma familia, que aliados al dirigente
campesino que oficia como autoridad, resumen la suma del nuevo poder
provincial.

3. Podemos inferir que este nuevo poder, y no una estrategia que pudiera haber
emanado del universo ampliado de pequeños productores, es el que organiza el
sistema ferial en los términos sugeridos por José Blanes.

4. En efecto, los eficaces mecanismos de apropiación del producto campesino por


rescatistas sólo fue posible a través de alternativas que combinan el acopio sitio
por sitio a cargo del rescatista transportista o la concentración de ese acopio bajo
la forma de feria local y zonal, pasando a ser estos ámbitos lugares de
transacción entre productores y rescatistas. Alrededor de este acto –el rescate de
productos-, se organizan una serie de instituciones y soportes materiales: las
relaciones de compadrazgo, las formas de sometimiento paternalista y las
obligaciones morales que presionan a los productores a enajenar el fruto de su
trabajo a favor de hábiles comerciantes, resumiendo esta situación la existencia
de una reglas del juego cuya vigencia y reproducción solo es posible mediante
medios de transporte, ferias, tambos y chicherías, que a su vez constituyen una
condición general para la permanencia y reproducción social de este nuevo
bloque de poder.

5. Un elemento no menos importante de este proceso, es que el nuevo escenario del


mercado ha dejado de ser elitario y segregativo, aparentemente todos los
concurrentes tienen las mismas oportunidades, o por lo menos todos pueden
aspirar a la posesión de bienes materiales anteriormente inalcanzables. Esta
democratización del mercado, donde los compradores y vendedores ya no valen
por su linaje o el color de su piel, sino por el dinero o los productos que poseen,
es determinante para un creciente grado de articulación de la economía
campesina con la economía de mercado, aun cunado los términos del
intercambio fueran y aún son enormemente desfavorables para los campesinos.

6. Entonces, el mercado ferial no es solo, en este caso, la representación material


de actores económicos, sino también la representación ideológica de un universo
de aspiraciones y oportunidades, donde una vez más el campesino valluno, con
mayor o menor fortuna, ha podido encontrar las grietas y fisuras que presenta el
sistema capitalista para traspasar la barrera de prejuicios sociales y culturales, e
incorporarse, si bien no como clase social, pero si individualmente o como parte
de capas privilegiadas por el favor o la recompensa política, al vértice del poder
en este sistema ferial.

7. En el caso concreto de Punata, al margen de la coyuntura favorable que


representó la decadencia de la feria de Cliza y el esfuerzo desplegado por la
dirigencia sindical campesina punateña, este poder local conjuga la figura del
transportista-rescatista y del chichero apoyado por la autoridad municipal de
turno y el funcionario político que se enriquece a la sombra de esta alianza. Una
vez más, el pequeño productor paulatinamente pasa a ocupar un lugar, no muy
diferente al del antiguo colono o agobiado por arriendos y diezmos. Los sistemas
de explotación campesina que tienen lugar en el ámbito ferial son una prueba de
ello.

Todo lo anterior no conduce a concluir que el mercado ferial, lejos de ser un lugar
de libre competencia con igualdad de oportunidades, es un escenario donde
concurren intereses bien estructurados para apropiarse del excedente agrícola. Es
más, se puede afirmar que la rigidez de este mercado emerge del manipuleo de los
sistemas de mercadeo, donde la búsqueda del margen de utilidad para reproducir el
capital mercantil, es el espíritu que guía y define el carácter de la producción
agrícola y el que fija el techo o nivel de la productividad.

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