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Humberto Solares
Esta actividad ferial, cuyo conocimiento resulta crucial para comprender lo que fue y lo
que es la región de Cochabamba y sus habitantes rurales, no se reduce exclusivamente
al desarrollo de actividades económicas, sino también sociales y culturales.
Sin embargo, su estudio presenta dificultades diversas: para empezar, la falta casi
absoluta de un seguimiento estadístico a esta actividad, que pese a englobar a un
porcentaje considerable de la población departamental, no figura en la cuentas
regionales; por otra parte, la inexistencia de estudios sistemáticos sobre este particular,
excepto estudios parciales sobre uno u otro aspecto peculiar; una vez que esta temática,
ya sea por ser considerada “muy compleja” o “muy ambigua”, no pasa de ser un reto, un
desafío y las más de las veces, un tema poco grato o interesante para instituciones e
investigadores siempre escasos de recursos para emprender trabajos tan extensos. Sin
embargo, la importancia de estudiar las ferias cochabambinas, ha ido cobrando
significación en la última década, no solo por que cada vez más su dinámica y presencia
se amplía, sino también por que muchos interrogantes sobre la formación social
regional, sobre la economía campesina, sobre la expansión urbana de Cochabamba y las
peculiaridades del desarrollo capitalista, incluidos los efectos de la nueva política
económica en la región, pasan por la comprensión de este fenómeno.
Por otro lado, pese a que dicha economía aun conserva la práctica de la producción para
el autoconsumo, como una muestra evidente de su desconfianza histórica hacia las
instituciones y las prácticas económicas de la sociedad capitalista; resulta evidente, y
cada vez en mayor medida, su dependencia respecto a la economía de mercado, a tal
punto que su participación activa en ésta, como proveedora de alimentos, es cada vez
más amplia, lo que no sería de extrañar, en virtud de la propia evolución social y
cultural que ha experimentado la comunidad campesina desde 1952. En función de ello,
también resulta significativa la influencia de esta participación en el cálculo económico
que realiza la familia campesina para planificar su producción, la calidad y volumen de
ésta y la oportunidad con que ingresará a dicho mercado.
Esta es la razón por la cual el campesino suele ser cauteloso ante las innovaciones
tecnológicas, pues si bien al Estado le interesa la existencia de un agricultor
técnicamente innovador y asimilador de los estímulos para ampliar la producción de
alimentos baratos, a este le interesa consumir su fuerza de trabajo y sus escasos insumos
en emprendimientos agrícolas seguros que le ofrezcan un retorno monetario rápido y
satisfactorio.
3
Referencia al derrumbe del sistema monetario y la hiperinflación de la segunda mitad de la década de
1980.
La experiencia de un mercado regional de alimentos de tipo tradicional, es decir, poco
elástico y con una industria alimentaria todavía incipiente, le han enseñado a dosificar
sus emprendimientos y a intuir que entre el volumen de producción y el volumen de
comercialización existe un equilibrio que se expresa en los precios que le ofertan, tanto
los intermediarios como los consumidores que concurren a la feria.
Por otra parte, el campesino y su familia, tal vez con mayor fuerza que en el pasado,
dependen para su subsistencia de una participación regular en este mercado. A
diferencia del pasado, en que la canasta familiar campesina se nutría casi
exclusivamente de la propia producción agrícola parcelaria y de la artesanía rural 4, hoy
en la misma, participa un significativo volumen de productos manufacturados, tanto
alimenticios como otros diversos y variados de uso doméstico. Por ello no resulta
sorprendente que dicho campesino consuma regularmente productos industriales como
fideos, azúcar, café, cigarros, aceite, galletas, refrigerantes, así como otros más
sofisticados: electrodomésticos, cocinas a gas, artículos de plástico, ropa confeccionada,
bicicletas, radios, televisores y una amplia variedad de similares, que resultaría fatigoso
detallar.
Por todo ello, el cálculo económico que realiza el campesino no es ya, un simple
balance de supervivencia precaria, sino una operación evaluativa de aspiraciones y
posibilidades. Es por esta razón que la actual familia campesina tiene más necesidad de
participar en la economía monetaria, que una similar hace algunas décadas atrás.
Factores culturales como la influencia de ciertos agentes sociales como los
transportistas (muchos de ellos excampesinos), los comerciantes y un complejo tejido de
compadrazgos y relaciones con allegados de la ciudad, han influido en que muchas de
estas aspiraciones consumistas definan estrategias económicas como la decisión de
emigrar temporalmente al Chapare o a la ciudad de Cochabamba, para incursionar en el
comercio, transformarse en rescatista u oficiar en un sin fin de actividades, que le
permitan ampliar su capacidad de ingreso monetario. Todas estas nuevas situaciones
han transformado al campesino en un profundo conocedor del “clima económico” en
que desarrolla su actividad.
II
La peculiar manera en que en muchos o en casi todos los países de América Latina, se
organiza la estructura del intercambio, combinando prácticas tradicionales con
relaciones histórico-culturales y recursos más propios de la economía capitalista, ha sido
objeto de numerosos estudios, en especial sobre la modalidad ferial que ha concitado la
atención de investigadores e instituciones desde diversos y heterogéneos puntos de
vista, tanto económicos como sociológicos, antropológicos, históricos, pasando por el
desarrollo de cuestiones más prácticas como el turismo o los intereses comerciales y
empresariales.
5
Para autores como Alexander Chayanov ( Paidos, Buenos Aires, 1974) la economía campesina es un
tipo específico de economía, cuya lógica está determinada por las necesidades del grupo doméstico, las
mismas que van cambiando a lo largo del ciclo familiar. Es decir, que no se apoya en el tipo de cálculo de
la empresa capitalista, sino que se orienta hacia las necesidades de consumo de la unidad doméstica.
connotaciones sociales, culturales y religiosas, todo ello visto desde la óptica estricta de
la comunidad campesina6.
Para otros autores que analizan el problema desde un punto de vista más urbano-
regional, las ferias articulan todo un sistema que se convierte en una de las formas
principales de la dinámica económica de centros poblados y áreas rurales: “donde
productores, comerciantes y consumidores se enfrentan y negocian. Las ferias son los
espacios económicos donde se ejerce la subordinación de la economía campesina al
capital mercantil de grande y pequeña escala”9. Así mismo se sugiere que las ferias se
vinculan a tendencias de concentración del capital comercial, pero su ligazón sería aun
más fuerte con el desarrollo de estrategias de supervivencia de economías familiares
rurales y urbanas, “es decir, las ferias expresan el desarrollo desigual del capital
comercial en el espacio regional”10, aunque sin dejar de ser, a su vez, espacios de
ejercicio de intereses y poderío local articulados a mecanismos de dominación que
ejerce la ciudad con relación a su entorno rural, a su vez que refuerzan el prestigio de
agentes sociales íntimamente ligados a la explotación económica del campesinado, a
través de redes de control social y cultural “como los sistemas de cacicazgo,
compadrazgo y otros”11.
Modificando una vez más el ángulo del análisis para retornar a un punto de vista más
campesino, una vez que desde el punto de vista antes analizado, queda claro que la
inserción de la actividad ferial en los cetros urbanos importantes expresa las condiciones
concretas en que la economía campesina se subordina a relaciones no equitativas de
intercambio con la economía de mercado, resta por intentar una aproximación más
consistente a lo inicialmente esbozado. Sin embargo, para ello vale la pena subrayar
algunas peculiaridades de la unidad de producción campesina para comprender mejor su
conexión con el mercado: por una parte, en dicha unidad el componente esencial es la
familia en su conjunto y no el trabajador rural aislado. Además, esta es esencial y
simultáneamente una unidad de producción y consumo, es decir, que el trabajo
campesino en forma no separable, realiza tareas de reproducción familiar –el trabajo
doméstico-, de producción familiar –trabajo dedicado al consumo familiar- y de
producción mercantil –trabajo para la producción comercial-. Es decir, que “el medio de
trabajo no está separado del medio familiar” y por ello, “la tierra es más a menudo
considerada como un patrimonio que como un factor de producción”12, lo que no ocurre
con ningún otro tipo de unidad productiva.
6
Centro de Capacitación Campesina: “Economía campesina y espacios de control desde el estudio de
las ferias de una región”, Revista Allpanchis nº 23, Vol. XX, 1984, Cusco, p. 105.
7
McGee, Terence: “Catalyst or cancers? The role of cities in Asian society”, citado por B. Roberts.
8
Roberts, Bryan: “Ciudades de campesinos”, Siglo XXI, México, 1978: 168-169.
9
Calderón, Fernando y Rivera, Alberto: “La Cancha”, CERES, Cochabamba, 1984: 41.
10
Calderón, Fernando y Rivera, Alberto, obra citada, p. 41.
11
Calderón, Fernando y Rivera, Alberto, obra citada, p. 42.
Sin embargo, pasando por alto ciertos criterios de tipo místico sobre la inalterabilidad de
la comunidad campesina, de su capacidad para resistir al cambio, aún cuando las
condiciones de producción se transformen, etc.; creemos conveniente llamar la atención
sobre el hecho de que esta unidad familiar, de todas maneras, es sensible a los cambios
en las condiciones de su supervivencia, a los cambios tecnológicos y al mejoramiento de
los medios de producción que tienden a incrementar la productividad del trabajo
campesino. Particularmente, este incremento de la productividad, consideramos que
promueve una integración más amplia de la economía campesina con la circulación
capitalista, por ello, “es absolutamente inevitable que las relaciones mercantiles tomen
una importancia creciente dentro de las comunidades y familias; los intercambios en
productos son reemplazados por intercambios monetarios, el trabajo se cambia cada
vez más por productos o dinero, el trabajo gratuito entre parientes tiende a reducirse,
etc.”13. Estos cambios según Kervin incluso abarcan transformaciones en las relaciones
familiares y desarrollan tendencias para modificar los hábitos económicos, sociales y
culturales que se consideraban perennes.
Por ello mismo, resulta pertinente una aproximación a este otro escenario injustamente
olvidado. Para Gonzáles de Olarte, el mercado “es la presentación panorámica de la
esfera de la circulación”, y más específicamente, ajustando el concepto nuestro interés
concreto: “el mercado regional es el espacio de representación del proceso de
producción y del concomitante proceso de distribución asentado territorialmente en un
escenario geográfico”14. Pasando por alto otras consideraciones que añadirían excesiva
complejidad teórica al tratamiento de este tema, señalaremos que la forma como se
estructuran los mercados se relaciona con la forma como se estimulan los procesos de
circulación y acumulación del capital, procesos que a su vez influyen en la densificación
de los núcleos urbanos y en la dispersión de la unidades de producción campesina. Este
conjunto de interacciones, a su vez, define una estructura espacial jerarquizada en torno
a un centro regional sede del aparato comercial más complejo, al que se subordinan
espacios mercantiles –lugares donde se desarrolla la producción campesina
agropecuaria y artesanal- y ciudades comerciales menores, sede de las ferias locales.
Calderón y Ribera a su vez sugieren, con relación a esta misma cuestión, que los
procesos productivos y comerciales en Cochabamba se han vinculado a un proceso de
creciente proliferación de ferias provinciales y locales centralizadas y subordinadas en
alguna medida a la Feria de la Cancha de Cochabamba, existiendo a su vez una fuerte
relación entre el crecimiento de esta feria principal y la propia dinámica demográfica de
la ciudad, reconociéndose a la Cancha como un núcleo central “compuesto por cuatro
subsistemas básicos y un quinto en vías de constitución (…) Llamamos ‘astros’ o
‘núcleos’ de los subsistemas a las ferias de Quillacollo, Sacaba, Punata, Cliza y
Aiquile, cuyos días de actividades no corresponden a los de la Cancha. Estos astros
12
Barthez, Alice: Famile, Tavail et Agricultura, Económica, París, 1982, citado por Bruno Kervin,
1988:52.
13
Kervin, Bruno: “La economía campesina en el Perú. Teorías y políticas”, centro Bartolomé de las
Casas, Cusco, 1988: 52-53.
14
Gonzáles de Olarte, “Economías regionales del Perú”, IEP, Lima, 1985: 85.
también dan lugar a una cadena de ‘ferias satélites’, más pequeñas, que se llevan a
cabo en días diferentes a las de sus respectivos núcleos”15.
En todo caso, queda claro que lo esencial de la expresión material del mercado regional
que corresponde a la rama de la producción agrícola, pecuaria y artesanal en el
departamento, está constituida por el sistema ferial, añadiéndose a éste, fracciones
significativas de las importaciones de manufacturas de diverso tipo y de la propia y
modesta producción fabril local.
Por otro lado dicho sistema ferial expresa forma peculiar de despliegue de la oferta y
demanda de mercancías que produce la economía mercantil y la economía capitalista,
definiendo diferentes rangos de aglomeración urbana, diversas jerarquías de
centralización ferial y diversos grados de articulación entre espacios mercantiles y
mercado.
1º Que las familias campesinas que constituyen las unidades básicas de reproducción de
la economía campesina se mueven con grados de importancia similar, tanto en la esfera
productiva, cuanto en la esfera de la circulación y el intercambio.
2º Que más allá del preciosismo de unos conceptos muy elaborados, lo que se puede
rescatar del análisis anterior, es que un grado de mayor desarrollo de las fuerzas
productivas rurales, como emergencia de innovaciones técnicas y un mayor incremento
en la productividad agrícola, tienden a favorecer el trabajo productivo comercial.
III
La bibliografía sobre la cuestión ferial es amplia, con estudios minuciosos, sobre todo
en el campo antropológico y socio-económico desarrollados en varios países de Asia,
África y América Latina. En este último continente destacan los estudios realizados en
México, Perú, Ecuador y en nuestro propio país.
Otros autores desde puntos de vista totalmente divergentes a los anteriores, han
desarrollado análisis más rescatables, que conviene muy someramente revisar:
Por una parte, José M. Caballero, aunque sin describir un estudio de caso particular,
desarrolla una interesante reflexión sobre la economía de mercado y el campesinado
andino, señalando que diversos estudios desarrollados en el Perú demuestran
“irrevocablemente” que la pobreza campesina está asociada al mercado y que no es el
aislamiento de una economía natural y bárbara, sino la vinculación a dicho mercado lo
que genera esta condición de pobreza. Para explicar este punto de vista, añade que el
mercado retribuye al productor campesino según su producción, o sea, según la tierra y
medios de producción de que disponga y de la productividad de que sea capaz, y no
según la cantidad de trabajo desplegado, razón por la que sus ingresos son exiguos en la
medida en que se vinculan a tasas de producción bajas. Añade que esta productividad es
baja por la escasez de tierras aptas y la acción de un mercado capitalista que se rige por
criterios estrictamente mercantiles. Añade además, que en general los precios de los
productos agrícolas no los controlan los productores y usualmente estos venden sus
cosechas a precios bajos, y que estos tienden a volverse irreversibles en la medida en
que la familia campesina deja de ser una unidad de producción natural (o sea de
trabajadores que autoconsumen su producción) para convertirse en trabajadores
mercantiles, en razón de lo cual, se debilitan e interrumpen los canales tradicionales de
intercambio entre comunidades campesinas, se destruye la industria artesanal de
subsistencia, surgen tendencias de especialización y prácticas de monocultivo, en tanto,
se revolucionan los hábitos de consumo. “En estas condiciones –anota Caballero- el
16
Skinner, G. W.: “Marketing and social structure in rural China” Journal of Asian Studies, 1964.
17
Smith, Carol A.: “El estudio económico de lo sistemas de mercadeo: modelos de la geografía
económica”, Nueva Antropología nº 19, México, 1982.
campesino tiene que continuar necesariamente vendiendo productos agrícolas (y
ocasionalmente fuerza de trabajo) independientemente del precio que le paguen”18.
Una teoría opuesta a la anterior sostiene que el atraso rural se debe a la baja tasa de
retorno de los factores de producción existentes, lo que imposibilita el ahorro y la
posibilidad de invertir en esta agricultura de baja rentabilidad. Esta hipótesis sugiere que
la única salida viable es la modernización de la agricultura: “Dado que no es posible
obtener mayor producción de los recursos existentes, y que no hay incentivos para
acumular un mayor stock de ellos, la política de desarrollo consiste en cambios
tecnológicos o nuevas alternativas tecnológicas para el campesinado”19
Los argumentos anteriores, en cierta forma contrastan con similares antes expuestos, en
sentido de admitir que no es el desarrollo tecnológico solamente, sino la modificación
de los términos del intercambio, muy desfavorable a la economía campesina y a la
ampliación del mercado, lo que efectivamente estimularía el incremento de la
productividad y la rentabilidad. Dicho de otro modo: la dimensión del mercado es
proporcional a la dimensión de la producción, si este equilibrio, a través de mejoras
tecnológicas, se rompe en favor de un incremento de la producción de determinados
rubros agrícolas sin ampliar su mercado, no necesariamente el efecto será un mayor
ingreso, sino una posible contracción de la economía campesina afectada por una sobre
oferta no demandad por dicho mercado.
Por otro lado, como señala Adolfo Figueroa, no es real como consecuencia de lo
observado anteriormente, concluir que la economía campesina es ineficiente, sino que
dados unos límites de recursos y conocimientos técnicos, los resultados se inscriben en
el desarrollo de determinadas estrategias productivas como ser: la fragmentación de la
tierra cultivable como una respuesta racional a las condiciones sociales, económicas y
geográficas en que se desarrolla esta economía20. En efecto, es posible inferir que la
tendencia a subdividir aun más el minifundio esconde toda una estrategia laboral frente
al mercado: por una parte, la necesidad de no arriesgar la explotación de la totalidad de
la parcela disponible en un solo tipo de cultivo, pero tampoco ampliar el consumo de
energía de trabajo de la unidad productiva en la realización de otros cultivos, sino
ampliar indirectamente la capacidad de trabajo a través de la división de la tierra y la
combinación de formas ampliatorias de la fuerza de trabajo familiar mediante el ayni,
los cultivos “al partido” o incluso el matrimonio de los hijos mayores, dando por
resultado, en lugar de tierra más o menos extensas en un solo lugar, varios minifundios
en diversos pisos ecológicos y microclimáticos, que permiten a esa unidad de
producción familiar no asumir riesgos en su forma de acceso al mercado.
18
Caballero, José M.: “Agricultura, Reforma Agraria y Pobreza”, IEP, Lima, 1984: 140 a 146
19
Schultz, Theodore: “Transforming Tradicional Agriculture”, Yale University Press, 1964: 48 y
siguientes.
20
Figueroa, Adolfo_ “La economía campesina de la sierra del Perú”, Pontificia Universidad Católica,
Lima, 1987: 135.
Otros estudios como los Mario Eguavil Arce21, Juan Ossio Acuña y Osvaldo Medina G22
y Gregory J. Scott23 sobre la producción y el mercado de la papa en diversas zonas del
Perú añaden algunas peculiaridades a lo señalado anteriormente.
Así, tomando como representativa de las obras de los autores citados, la investigación
de Mario E. Arce sobre los productores de papa de la comunidad de Palca
(Departamento de Junín), se anota que en este caso de agricultura especializada, la
economía de mercado tiene una importancia decisiva, poniendo en descubierto los
mecanismos de subordinación a este mercado, a que están sujetos estos productores
debido a su vulnerabilidad frente a los costos de producción, a la dispersión de los
mismos ya la falta de condiciones para su acceso directo al centro de comercialización.
De estos estudios se desprende que los problemas esenciales son: la ausencia de control
y las distorsiones que sufre el precio de la papa, lo que produce continua incertidumbre
sobre su comercialización. A ello se suma, la acción de los especuladores bajo la forma
de negociantes pueblerinos que se ocupan de acopiar grandes volúmenes de tubérculos
en sus “casas-almacenes”, a la expectativa de los precios en el mercado nacional del
producto, en tanto adquieren los tubérculos para almacenar a precios ínfimos. Estos
mecanismos han creado en el caso de Palca intereses y alianzas sociales entre
comerciantes paperos y comuneros ricos que monopolizan la producción y presionan
sobre los precios en desmedro de los productores medianos y pequeños, dentro de un
proceso casi monopólico de control de este mercado24.
Las reflexiones anotadas, en cierta forma son un resumen representativo del estado
actual de la investigación sobre las ferias y la economía campesina, en especial
respecto a aquéllos casos que enfocan la cuestión de la relación entre dicha economía y
el mercado, pues debemos reconocer que muchos otros trabajos, se dirigen más a
visualizar la relación entre feria y mercado de trabajo urbano o entre estos y el propio
proceso de expansión de las ciudades25.
21
Arce, Mario Eguavil: “Agricultura de la papa, mercado y pobreza campesina”, Universidad de San
Marcos, Lima, 1988.
22
Ossio A. Juan y Medina G. Osvaldo: “Familia campesina y economía de mercado”, Centro Regional
de Estudios Socio-económicos, Lima, 1985
23
Scott, Gregory J.: “Mercados, mitos e intermediarios”, Universidad del pacífico, Lima, 1985.
24
Arce, Mari E., obra citada, p. 93 a 98.
25
Un estudio de las ferias ligada al desarrollo urbano, se encuentra en el interesante estudio realizado
por José Maria Arguedas: “Estudio etnográfico de la Feria de Huancayo”, Oficina Nacional de
Planeamiento, Lima, 1957.
3º Más de un autor ha puesto en relieve el hecho de que la pobreza campesina se ha
agravado a partir de situaciones de mayor articulación al mercado. Otros autores han
sugerido que esta situación es más consecuencia de una ineficacia técnica y productiva
de la economía campesina para acceder a niveles de competitividad en el mercado.
Nosotros consideramos que este último tipo de razonamiento nos conduce al clásico
círculo vicioso de la pobreza: los campesinos son pobres porque producen poco y
producen poco porque son demasiado pobres. En cierta forma, las ideas desarrolladas
por J. M. Caballero y otros, nos permiten establecer que la economía campesina no
ejerce control sobre el mercado, y que en cierta forma no solo los precios, sino las
condiciones generales de la producción les son impuestas al campesino por este
mercado, cuya lógica apunta intercambiar alimentos baratos por manufacturas caras y
en este proceso se cumplen dos determinaciones del sistema: se estimula la
reproducción a bajo costo de la fuerza de trabajo campesina y se genera una apropiación
del excedente agrícola a favor de la acumulación capitalista. Este fenómeno seria el
origen real de la pobreza campesina y no su aparente ineficiencia frente al mercado.
IV
Definidos los elementos y juicio generales que pueden no solo justificar nuestra preocupación
sobre la cuestión del mercado, sino orientar en forma más concreta su estudio, consideramos
igualmente útil hacer un breve repaso de las experiencias que sobre este particular se han
desarrollado en nuestro medio.
Sin embargo, a fin de avanzar en la elaboración de un material que no solo sea expositivo de
criterios aislados, que de todas formas habría que ordenarlos en un conjunto más sincrónico,
procederemos a esbozar una visión más evolutiva del fenómeno ferial con el objetivo de señalar
sus rasgos y diferencias a partir de dos grandes momentos: la sociedad regional anterior a 1952
y dicha formación social en el momento actual (1989).
En un trabajo realizado en 1987 por el IIA26, relativo a los sistemas urbanos y las ciudades
intermedias en los valles de Cochabamba, se establecía que la tradición ferial en dichos valles se
remonta al incario, encontrando su forma más institucional en la colonia, sobre todo a partir del
26
Instituto de Investigaciones de Arquitectura de la Universidad mator de San Simón – Cochabamba.
siglo XVIII, y que fue justamente, el desarrollo creciente de esta actividad lo que articuló a los
pueblos, villas y pequeñas propiedades campesinas en conjuntos coherentes que sustentaron el
mercado interno regional27
En todo el siglo XVIII y XIX, las ferias fueron los instrumentos fundamentales que
organizaron la economía popular y sirvieron como frentes de resistencia a los intentos
de aplicar las cargas tributarias que el régimen colonial y el republicano imponían a la
clase indígena. Las ferias organizaron las condiciones de articulación entre la pequeña
producción parcelaria de arrenderos y pegujaleros28, la producción artesanal y un
mercado mercantil de intercambio campesino y de clases medias pobres urbanas, donde
además era frecuente el trueque, aunque la necesidad de moneda era importante para
responder al arriendo de tierras, el diezmo eclesiástico y otras gabelas. Sin embargo,
otro rol importante de estas ferias, fue que ellas crearon las condiciones para la ruptura
del sistema tributario colonial y la ruptura consiguiente del sistema de castas aplicado
por españoles y republicanos al racializar las imposiciones tributarias y definir de
acuerdo al color de la piel y la identidad cultural, los roles de servidumbre que recaían
sobre los pueblos originarios. Dichas rupturas se dieron a través de la creciente
adopción por parte de los indios forasteros y los indios originarios del estatus de
“mestizos” y “cholos”, que solo pudo resultar exitoso en el marco de este mercado
interno regional y su atmósfera ferial.
Tomando como referencia un importante estudio realizado por Catherine Barnes y Juan
Torrico en el Valle Alto de Cochabamba, concretamente en las poblaciones de Cliza,
Punata, Tiraque, Arani, Tarata, y además, Sacaba y Misque 32, se pudo evidenciar que
una primera transformación en la esfera mercantil en las localidades citadas con
posterioridad a 1952 se dio a nivel de cambios en la estructura del comercio y en la
propia estructura social de los pueblos y las ferias. Con la erradicación del sistema
hacendal y la expulsión de los latifundistas, surgió un estrato de comerciantes mestizos
conocidos como “vallunos” o “cholos” que actúan como rescatistas de productos
agrícolas, es decir, camioneros, chicheros y dirigentes sindicales campesinos se
enfrascan en esta nueva actividad y pasan a ocupar el espacio de influencias clientelares
y poder político abandonado por los ex-hacendados.
30
Incluso se podría agregar que de hecho existieron ferias más conectadas con los intereses hacendales,
como fue el caso de las ferias de Arque y Tapacari, convertidas en centros de comercio exportador de
granos y harinas, donde los grandes hacendados del valle y los poderosos molineros de las quebradas de
Arque y Tapacari dominaban dicha actividad.
31
Antes de 1952, los participantes de las ferias eran pegujaleros, sitiajeros y otros trabajadores libres
respecto a los lazos servidumbrales que amarraban a los colonos de hacienda o arrenderos, cuya presencia
en las ferias era irregulares, digitados por los patrones y por ello poco significativa.
32
Barnes de Marshall, Catherine y Torrico A., Juan: “Cambios socio-económicos en el Valle Alto de
Cochabamba desde 1952”, Estudios Andinos Nº 4, La Paz, 1971.
(…) y, un segundo, la división que hubo ente los dirigentes campesinos en Cliza
y los constantes enfrentamientos entre campesinos de Cliza y Ucureña
perjudicaron el normal desenvolvimiento de la feria que se realizaba los
domingos y por ende hacía peligrar la vida, tanto de compradores como de
vendedores. Estos últimos eran los más perjudicados, por lo cual empezaron a
frecuentar más la feria de Punta, agrandándola poco a poco, mientras Cliza fue
decayendo gradualmente. Los transportistas a medida que fueron adquiriendo
vehículos, empezaron a recorrer tanto las exhaciendas como los ranchos,
comprando lo que los campesinos producían y luego vendiendo en las ferias”33
33
Barnes y Torrico, obra citada, p. 144-145
34
Barnes y Torrico, obra citada, p. 145
35
Barnes y Torrico, obra citada, p. 146
En forma paralela al surgimiento de estos estratos de transportistas conectados a los
aparatos político-sindicales, sobre todo en el caso de Punata, aparecen como otro sector
de importancia, el de los rescatistas de productos agrícolas, siendo corrientes que
transportistas y acaparadores de la producción campesina se conjuguen en una misma
persona:
Los rescatistas de Punata, Arani y Villa Rivero, especialmente los que tienen
camiones, van de rancho en rancho en busca de productos para ‘rescatar’ y
luego llevarlos a las ferias de Punata y Cliza. Rescatran todos los productos de
los campesinos, especialmente en las alturas, quienes por no tener animales
para el traslado o por no ir hasta la plaza, prefieren vender sus productos en
sus mismas casas o en las mismas ferias que se realizan cerca de sus estancias.
En cambio los campesinos que viven cerca de Punata o Cliza no venden sus
productos a los rescatistas, sino que ellos llevan personalmente a venderlos36
Esta dinámica fue posible debido a tres circunstancias combinadas: Primero, por que
inmediatamente después de la Reforma Agraria los dirigentes de sindicatos campesinos
en alianza con comerciantes pueblerinos y transportistas de provincias se hacen del
poder provincial y pasan a controlar política y económicamente el sistema ferial.
Segundo, por que la expansión del sector de transportistas a los pocos años de la
revolución de 1952, generalmente a través de los mecanismos anteriormente descritos,
permite el acceso oportuno y en número suficiente, de camioneros hacia las zonas
productivas, es decir hasta las ferias locales o cantonales que proliferan después de 1953
y a los mismos ranchos o a “pie de cosecha”. Tercero, que tal expansión y
modernización de los demandantes de la producción campesina que otrora apenas
dispersamente se hacían presentes en las ferias tradicionales, una vez que las grandes
exportaciones de granos, tubérculos o frutas las realizaban los hacendados
mayoritariamente vía ferrocarril, ahora proliferan como respuesta a la ampliación del
universo de ofertantes, es decir, que solo después de la Reforma Agraria todo los
campesinos del valle sin exclusión tuvieron productos para vender en el mercado, cosa
que antes se restringía a un contingente limitado de pegujaleros y huertistas que apenas
abastecían a las ferias provinciales y de el Cercado. Dicho de otro modo: la desaparición
de los patrones y la dotación de tierras a los ex colonos en extensiones que
generalmente eran mayores a las de los pegujales, determinaron un gran incremento de
la producción agrícola para el mercado, lo que estimuló la expansión de los
transportistas y rescatistas que sustituyeron a los latifundistas en las operaciones
comerciales de gran envergadura, incluyendo las exportaciones a mercados distantes.
No obstante, “a pesar del hecho de que el mercado de Punata era todo poderoso, hay
ahora una proliferación de ferias nuevas especialmente en las alturas” que se volvieron
accesibles para rescatistas y transportistas, determinando en algunos casos el
36
Barnes y Torrico, obra citada, p. 146
37
Barnes y Torrico, obra citada, p. 146
decaimiento de antiguas ferias, como el caso de Tarata y Arani. Esta proliferación y sus
efectos contradictorios, fue posible, sobre todo, merced a dos factores: en primer lugar,
desde 1953:
Como un segundo aspecto, se anotaba, que como los campesinos aprendieron a ingresar
a los mercados más próximos donde había ferias, los camioneros ampliaron su radio de
acción y buscaron nuevas zonas para adquirir productos agrícolas más baratos y de este
modo estimularon la organización de ferias en las alturas y sitios más apartados, de tal
manera que los productores de zona antes inaccesibles al mercado, ahora pasaron a
concurrir las ferias cantonales próximas a sus ranchos. Este proceso dio lugar al
surgimiento de nuevas ferias como las de Vacas, Rodeo, Arbieto, El Puente, Santa
Rosa, Colomi y muchas más.
38
s y Torrico, obra citada, p. 148. (extracto de entrevista a dirigente campesino). El último párrafo
sugiere una explicación a la expansión paralela después de 1953, del comercio minorista de manufacturas,
generalmente internado vía contrabando y que determinó la aparición de los “mercados negros” o “tanta
khatus”
(1) Los rescatistas utilizaban para tales trueques: verduras, coca, cigarrillos hechos a mano, manteca, sal, jabón,
fruta, ají, fósforo, kerosene, pan, azúcar, sultana, dulces baratos, herramientas de labranza y condimentos.
(2) La lata de equivale a 16 litros o el peso de una arroba (25 libras)
Fuente: Barnes y Torrico, obra citada.
Muchos comerciantes no solo eran rescatistas, sino demás eran dueños de uno o más
camiones, poseían una casa en la capital provincial, donde además solían tener una
chichería y brindaban alojamiento a los clientes: sus compadres e ahijado campesinos.
De acuerdo al testimonio de uno de estos participantes, antes de la Reforma Agraria, las
clases medias de los pueblos ejercían algún negocio de rescate pero sin salir al campo y
esencialmente vivían del comercio local y la venta de chicha. Posteriormente muchos de
estos comerciantes pueblerinos amplían sus negocios e incluso venden sus huertos y
parcelas en las vecindades de las capitales provinciales para comprar camiones con los
que invaden las zonas rurales, particularmente las zonas de altura u otras de difícil
acceso, pues los campesinos de zonas próximas a las ferias principales, eran reacios a
negociar con transportistas.
Otro testimonio, esta vez de una próspera rescatista de granos en Punata, cuyo esposo
era el principal chichero de la localidad, describe como se dedicó a este negocio:
Un otro testimonio sobre este particular, nos permite un mayor grado de profundización
en este fenómeno:
Este testimonio revela uno de los mecanismos sutiles de explotación del campesino a
través de recursos como el compadrazgo, que no solo se reducía a favorecer a los
compadres vendiendo sus productos a preciso más bajos que los del mercado, sino que
se extendía a explotar el trabajo campesino en el régimen de siembra en compañía u
otros métodos que permitían al chichero o camionero dueño de huertos, hacer trabajar
sus tierras a bajo costo. Por todo ello, la articulación de las chicherías al desarrollo
40
Barnes y Torrico, obra citada, p. 156.
41
Barnes y Torrico, obra citada, p. 156
42
Barnes y Torrico, obra citada, p. 156
ferial, se convirtió en un negocio muy rentable en los primeros años posteriores a 1952,
no solo por el creciente expendio del licor en los pueblos, sino también por que este
negocio abría las puertas a otros tantos igualmente muy rentables. De esta forma, el
crecimiento de la feria de Punata, por ejemplo, promueve la transformación de las casas
de hacendados y otros notables del pueblo en chicherías, pasando esta actividad a ser
una de las más lucrativas de las ferias, particularmente si los chicheros prodigaban sus
atenciones a una amplia red de compadres y ahijados, que les permitían en tiempo breve
a adquirir camiones y pasar a actuar como elaboradores de chicha para la exportación a
Cochabamba, adquirir casas en esta ciudad, y en suma, hacerse ricos.
Esta bonanza de la chicha se extenderá en la década de los años 50, pero decaerá en la
siguiente década:
Pues las mujeres de los campesinos empezaron a elaborar esta bebida en sus
lugares de origen, lo que antes les estaba prohibido (por la hacienda) y esta
elaboración la hacían sin pagar impuestos en el pueblo. Al final el precio de la
chicha le salía más barato al campesino en su lugar de origen que en el pueblo,
por cuyo motivo los campesinos que llegan al pueblo toman un poco de él y
luego se van a su lugar para continuar bebiendo43
Otro sistema de explotación muy difundido, era que durante las festividades de la
localidad, los comerciantes “llevan bebidas o mercaderías que dejan a crédito, para
luego cobrarlas también en productos”. Otra forma de expoliación era el tambo, esto
es, un patio o depósito de una casa grande de pueblo, adaptada como alojamiento
precario. El dueño de casa era por lo general, un rescatista o transportista, como explica
un camionero: “Los rescatistas que tienen sus camiones convierten sus casas en una
especie de tambos a cuyo sitio traen al campesino con sus productos, y una vez que
llega ahí, al campesino ya no le permiten salir a vender el producto al mercado. Los
mismos dueños de casa exigen al campesino que les venda, y si llega e negarse, en otra
oportunidad no lo traen en su camión. Por este medio el campesino vende su
producto”. A lo anterior, una chichera añadía: “Los rescatistas o chicheros que tienen
casa, tienen su balanza, la que está mal regulada y pasan mayor cantidad de la que
corresponde. Fuera de eso, les pagan precios inferiores a lo que están en vigencia en el
mercado”45. El dueño del tambo más grande de Punata completaba este cuadro
señalando, que una vez vendida la producción al dueño del tambo, los campesinos hacía
43
Barnes y Torrico, obra citada, p. 158
44
Barnes y Torrico, obra citada, p. 160
45
Barnes y Torrico, obra citada, p. 160
sus compras en la feria del pueblo y el chichero, rescatista o dueño del tambo, que eran
una misma persona, los retornaba en su camión a sus lugares de origen.
A todo lo anteriormente señalado, todavía se debe añadir, que todo este proceso de
expansión de la economía mercantil en el Valle Alto va acompañado de profundos
cambios en la estructura social de los pueblos y ferias. La estructura de poder vigente
con anterioridad a 1952 privilegiaba la figura del hacendado o patrón, colocándose en
una situación intermedia los vecinos del pueblo o clases medias pueblerinas
(comerciantes, chicheros rescatistas ligados a comerciantes mayoristas y hacendados).
Ocupando el nivel inferior los piqueros y forasteros (pequeños agricultores
independientes y artesanos), y en un escalón todavía más bajo, los colonos de hacienda.
En el caso de Punata, pasan a dominar esta pirámide en los años 50, una capa de
dirigentes sindicales dueños del poder político, aliados con los transportistas, los
grandes chicheros y los dueños de tambos; una capa intermedia de pequeños
comerciantes, campesinos ex colonos y piqueros, quedando en un nivel inferior los
runas o ex colonos de las estancias y haciendas de las tierras altas.
Según José Blanes, el estrato de comerciantes valluno que emerge después de 1952,
“ocupó un lugar importante no solo en relación con la circulación, sino también con la
estructura productiva. Este sector se hizo imprescindible, tanto para el sistema de
abastecimiento urbano y rural, como también, para el acceso al mercado de los
productos campesinos”46
Esta dinámica solo fue posible a través de la imposición de un sistema de mercadeo que
se amoldó a las condiciones sociales resultantes de la Revolución de 1952, que lanzó a
la economía de mercado grandes contingentes de productores ignorantes de las leyes del
funcionamiento de éste, y por tanto, deseosos del servicio que les ofrecían agentes
económicos intermediarios. Estos fueron los rescatistas que lograron organizar un
sistema efectivo, interviniendo en el acopio mayorista, cuyo soporte material más
efectivo fueron las ferias campesinas de pueblos y cantones, como llegando “al pie de
finca” de los pequeños productores, trasladándose con camiones de comunidad en
comunidad para acopiar la producción campesina en términos casi monopólicos.
Gracias a este sistema, sobre todo a la modalidad de acopio en sitios próximos a los
centros de producción y al concurso de grandes rescatistas, surgieron nuevas ferias
semanales, las que con frecuencia son el medio para el control de determinadas
46
Blanes, José: “Bolivia: Agricultura campesina y los mercados de alimentos”, Ceres, Cochabamba,
1983: 74.
comunidades, la definición de áreas de influencia y la consolidación de una situación de
monopolio comercial a favor de algunos transportistas-rescatistas.
Por último, otra modalidad ampliamente difundida, es aquella en que los productores
van al encuentro de los consumidores generando la organización ferial, la que puede a
su vez asumir las siguientes modalidades:
Las ferias locales, según Blanes, estas son las formas más tradicionales y “surgen”,
generalmente por la especialización de una zona en un producto determinado. Al igual
que en el caso anterior, en esta actividad no existe un sistema de pesas y medidas
47
Blanes, José: Obra citada, p. 75
48
Blanes, José: Obra citada, p. 76
49
Blanes, José: Obra citada, p. 76
50
Blanes, José: Obra citada, p. 77
51
Blanes, José: Obra citada, p. 77
estandarizado ni mecanismos de control sobre éstos. En estas ferias funcionan un serie
de relaciones e influencias similares a las descritas para las actividades de los
rescatistas. Aquí el comercio en detalle es muy significativo.
A partir de ello, también es posible inferir en definitiva, que dicha economía campesina
no puede ser entendida en su lógica interna y en su comportamiento frente al proceso
productivo, a partir solo de valoraciones abstractas que representen al campesino como
un simple agente productor de alimentos baratos con los que aporta significativamente a
la reproducción de un sistema capitalista atrasado e incapaz de cumplir esta función a
partir de sus propios recursos, sino además, como un activo participante de la economía
mercantil, que no solo se reduce al juego del mercado, sino a la posibilidad –con mayor
éxito que en la sociedad colonial o en la sociedad oligárquica racista- de aspirar a
posiciones sociales que se escalan bajo el estimulo de un acceso mucho más permeable
a medios de consumo o a medios de producción, que si bien en la práctica resultan
52
Blanes, obra citada, p. 77
53
Aquí Blanes, no se refiere a la infraestructura física de la Cancha u otras instalaciones, sino al carácter
de plaza comercial central que detenta la ciudad de Cochabamba con relación al conjunto del sistema
regional de ferias.
54
Blanes, obra citada, p. 78
absolutamente inalcanzables para la masa campesina, ello no impide forjar ilusiones y
recrear aspiraciones dentro de un contexto en que los términos de supervivencia no se
reducen sólo a lo estrictamente biológico, sino que se amplían a categorías y
reivindicaciones que en el caso del campesinado valluno se traducen en tendencias hacia
nuevos estilos de vida, donde lo tradicional andino y lo moderno, tienden a combinarse
una vez más bajo formas originales, como solo en Cochabamba suele ocurrir.
1. Se puede percibir en primera instancia una diferencia sustancial entre las ferias
anteriores a 1952 y aquéllas posteriores a dicho año, en el sentido de que las
primeras resumieron procesos de resistencia y supervivencia de la pequeña
producción campesina frente al universo hacendal y a la sociedad oligárquica
fuertemente conservadora, elitaria, segregadora y despreciadora de lo andino y
del universo campesino. La Reforma Agraria modificó profundamente esta
situación y abrió cauce a una recomposición importante de la economía y las
clases sociales en la región de Cochabamba, cambiando por tanto el significado
de la actividad ferial.
3. Podemos inferir que este nuevo poder, y no una estrategia que pudiera haber
emanado del universo ampliado de pequeños productores, es el que organiza el
sistema ferial en los términos sugeridos por José Blanes.
Todo lo anterior no conduce a concluir que el mercado ferial, lejos de ser un lugar
de libre competencia con igualdad de oportunidades, es un escenario donde
concurren intereses bien estructurados para apropiarse del excedente agrícola. Es
más, se puede afirmar que la rigidez de este mercado emerge del manipuleo de los
sistemas de mercadeo, donde la búsqueda del margen de utilidad para reproducir el
capital mercantil, es el espíritu que guía y define el carácter de la producción
agrícola y el que fija el techo o nivel de la productividad.