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Sin embargo, los estados de excepción adoptados por el estado prohibieron a imprentas
comunistas e incluso a figuras como Hitler. Durante los años de la república, el terror blanco
(de la derecha) llevo a ejecuciones, confinamientos y asesinatos políticos.
Los ricos tenían más facilitad para acceder al gobierno, esto implicaba que recortaran
programas de bienestar social propuestos durante la república. Desde la derecha se gestó
una política que idealizaba la violencia y el antisemitismo. La izquierda a su vez opto por
métodos militaristas.
La primera guerra mundial dejo una escases grande de mano de obra, era necesario recurrir
al estado y a las instituciones privadas de beneficencia. Versalles alimentaba el
resentimiento alemán, pero también afectaba a las grandes potencias, que no podían
resolver la cuestión de las compensaciones. La clase política republicana parecía antigua e
incapaz de dar la cara a los problemas de la posguerra. Fueron años de expansión,
sacudidos por grandes crisis.
Luego de la primera guerra mundial, Alemania continuaba dividida, ningún partido se alzaba
con la hegemonía. Ningún partido, exceptuando el nazismo, contaba con algo más que el
apoyo de sus militantes. Sin embargo, la amenaza del palo fue lo predominante en la
república de Weimar.
La república de Weimar se puede dividir en 3 grandes periodos, con dos momentos de crisis.
De 1918 a 1923 fue presidida por una coalición de centro izquierda, de 1923 a 1930 por la
centro derecha, y entre 1930 y 1933 por la derecha autoritaria. Los dos primeros periodos
demostraron que las promesas de Weimar eran un reflejo de los males que aquejaban a la
república.
La primera fase se caracterizó por una constitución que establecía un sistema político
democrático: Sufragio libre y universal, reparto proporcional de escaños y libertades
políticas fundamentales, también se otorgaban derechos sociales. El SPD (Partido
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Socialdemócrata > también trabajaban con el Partido Democrático Alemán y el Partido del
Centro Católico) fijaron la jornada laboral de 8 horas y reconocieron a los sindicatos.
También se dieron políticas de salud y de educación.
El SPD, partido con más apoyo, había sido en sus orígenes el partido de “los trabajadores del
metal”, de industrias de carbón y acero. Su orientación a una clase más proletaria marcaba
los limites en sus intenciones por llegar a otros sectores de la población. Por otro lado,
tampoco adoptaban las ideas marxistas. Dejar de lado el socialismo lo privo al partido de un
grupo importante de apoyo. Lo mismo ocurrió con la mujer, a la cual se ponía por debajo de
la clase.
El otro partido, el Centro Católico, quedaba reducido a la religión. En la década del 20, la
mayoría de los católicos se sentían desplazados por un país naturalmente protestante. Eran
muchos los que pensaban que si el alemán tenia patria, era gracias al protestantismo. El
centro defendía al catolicísimo que había sufrido ataques durante la era Bismarck y buscaba
que la iglesia imparta enseñanza en centros públicos.
Los tres partidos quedaron al poder durante el primer periodo de la república. Sin embargo,
sus proyectos raramente se desarrollaron sin oposición. Esta se manifestaba tanto por
izquierda como por derecha.
Un ejemplo de esto último es los límites establecidos por Versalles y como debía ser
organizada la convivencia de los alemanes entre si y las relaciones entre los países vecinos.
La izquierda buscaba un sistema político y social dirigido por la clase trabajadora o por los
partidos de la clase obrera. Comités y obreros marcaron las pautas del funcionamiento para
que la democracia llegara a todos lados, se buscaba igualdad de derechos para todos.
Si bien se dieron algunas atribuciones en cuanto a derecho laboral, la realidad es que las
condiciones fabriles eran tan duras como siempre. La coalición no supo poner en marcha el
mecanismo para que se reflejen mejores condiciones, lo cual implico que la izquierda más
acérrima no la apoye, de hecho, vivió confrontándola.
La otra amenaza llegaba desde la derecha, que tenía el poder y estaba bien relacionada con
representantes de las principales instituciones del estado, los negocios y el ejército, también
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contaba con agitadores callejeros, era una derecha dividida que se uniría recién con el
ascenso de Hitler.
Los principales partidos eran el Partido Nacional Popular Alemán (DNVP) y el Partido
Popular Alemán (DVP). Exigían una política económica que favorezca al a empresa privada,
menos cargas fiscales, derechos de los accionistas, revisión de Versalles y limitación de los
derechos adquiridos por los trabajadores. Buscaba consolidar una clase media
independiente que garantizase la estabilidad el país y fomentase el crecimiento económico.
Obviamente, su discurso contenía una fuerte carga antisemita.
Los grandes ataques a la republica llegaron del lado del DNVP, partido con implantación en
la vieja nobleza de terratenientes y algunos oficiales del ejército y cualquiera que
despreciara la democracia. Nunca dejaron de barajar la idea de una salida autoritaria,
preferiblemente militar. Reclamaban una Alemania fuerte, de fronteras ampliadas y una
sociedad jerarquizada dirigidas por persona de alta cuna, conglomerados industriales
apoyados por el gobierno y subsidios agrícolas.
En la primera etapa de la república, el DNVP solo afirmo que la Republica no valía para
nada. En toda Alemania, y fundamentalmente en Baviera aparecieron grupos de extrema
derecha de origen diverso. Se dedicaron a reventar huelgas y se enfrentaban contra los
comunistas de toda Europa oriental. Abrazaban una política fascistoide.
En los primeros años de la república, muchos soldados se unieron al Freikorps, desde donde
formaban grupos de extrema derecha que se encuadraban a su vez en organizaciones
situadas a la derecha del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). La clase más
acomodada, sumada a la derecha radical tenían ideales similares y recurrían a un lenguaje
común de nacionalismo, antisemitismo y odio a la república.
La idea de la traición de los socialistas y los judíos es entonces algo que no viene de Hitler .
Este último aporto más bien su carácter organizativo y retorico. Hitler utilizo el termino
nacionalsocialismo para desbaratar los deslices del socialismo utilizando a su favor la nación
y la raza y alejando al socialismo del igualitarismo y del internacionalismo.
Lo que más daño la imagen de la republica fueron los asesinatos políticos como los de Rosa
Luxemburgo, Jogiches, Liebknecht, Haase, todos dirigentes carismáticos de los socialistas y
comunistas. El terror se adueñó de los partidos que formaban la coalición de Weimar. Los
asesinatos de personas de renombre eran moneda común, y más si eran judíos. Se los
acusaba de traidores a la patria.
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Luego del asesinato de Rathenau, Joseph Wirth pronunció un discurso acusando a los
sectores de derecha de generar el clima violento para el asesinato. Paralelamente, el
Reichstag aprobó una ley que nombraba un comisario en cada región alemana con el fin de
mantener el orden, la misma no tuvo éxito ya que los comisarios se mostraron más activos
con la izquierda.
En 1920 y antes del intento de golpe de estado de Kapp, la coalición sufre su primera
derrota. Luego de prohibir las huelgas y las milicias obreras y desoír las reivindicaciones
políticas de los trabajadores, muchos de los sectores de izquierda les dejaron de dar su
apoyo, siendo así incapaces de alcanzar la mayoría. En esta situación, los socialdemócratas
renunciaron a formar un nuevo gobierno.
A esto hay que sumarle que en 1921 los aliados le entregaron a Alemania un documento de
abultadas compensaciones que socavaron más los cimientos de la república y a su vez
impulsaba a la derecha a atacar.
En 1923, las tropas francesas penetraron en Alemania y ocuparon regiones claves como el
Ruhr. El gobierno alemán adopto una política de resistencia pasiva, los trabajadores se
negaban a trabajar y volvían a sus casas. En junio la economía del Ruhr quedo paralizada. Por
otro lado, el gobierno aumento la hiperinflación al emitir más moneda.
Ese mismo año, los comunistas intentaron la revolución y los nazis marcharon sobre Berlin,
ambos sin resultados positivos. La población sufría el deterioro de sus condiciones de vida. se
dieron casos de saqueo. Las empresas no podían planificar. El país se encontraba
nuevamente en la miseria, algo que aprovecharon algunos sectores para remarcar la
culpabilidad de los socialistas y los judíos.
Al año siguiente, los franceses se retiraron del Ruhr como parte de un compromiso con
Alemania, por otro lado, el gobierno retiro varios de los beneficios sociales de la revolución a
los trabajadores.
En 1924 la clase política giro a la derecha, casi nadie modifico nada en sus planteamientos, la
izquierda cada vez más debilitada y la derecha mostraba signos de desacuerdo en sus
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sectores más fuertes. En 1928 la derecha se alzó con el poder y el partido del DNVP se
acercó a las posiciones defendidas por los nazis.
La clase política, sin embargo, se fragmento cada vez más. Por la derecha continuaban los
ataques contra la república y se buscaba una salida autoritaria. Sin embargo, reinaba una
cierta calma, sin intentos de golpes de estado ni rebeliones armadas. También hubo menos
huelgas, aunque es real que el nivel de desempleo era muy alto.
En 1924 llego parte del alivio a la economía francesa con la aceptación del Plan Dawes, que
implico un ingreso de dinero al país para alivianar la crisis postguerra que sufría Alemania.
En esta fase intermedia, el DVP, y el partido católico marcaron las pautas de gobernación
bajo la egida de Gustav Stresemann, quien estuvo presente en todos los gobiernos de este
periodo. Estaba convencido que era necesario echar abajo el sistema impuesto por Versalles
y que esto se podía lograr con una política de “hechos consumados”, es decir, con una
Alemania cumplidora de los términos del tratado. Su filosofía no concebía un sistema
democrático, pero lo aceptaba como algo necesario temporalmente.
En este momento se daban movilizaciones populares de todo tipo a fin de presionar a los
sectores gubernamentales. Las antiguas clases, a su vez, sostenían su capacidad de
influencia. Era real que había movimientos populares pero los vestigios del poder tradicional
eran más poderosos. Esta mezcla de modernidad y tradición implicaron conflictos frente a la
toma de decisiones a nivel gubernamental.
El 3 de diciembre de 1926 el Reichstag aprobó una ley que buscaba proteger a la juventud
contra escritos inmundos y soeces. Normalmente se referían a novelas baratas, rosas, de
detectives, etc. En teoría esto respondía a que los escritos fomentaban el aumento de la
delincuencia, la promiscuidad, la socavación del recepto a la autoridad, etc. Sumado a esto el
componente antisemita de que muchos de estos escritos estén realizados por judíos.
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Mientras tanto, los tratados de Locarno implicaron un triunfo para Alemania y Francia ya
que la primera reconocía las fronteras occidentales y Francia renunciaba a cualquier
pretensión anexionista en cuanto a Renania, al mismo tiempo que se comprometía a
abandonar Colonia. Alemania también recibió la promesa de que ingresaría a la Sociedad de
Naciones, algo que se cumpliría en 1926. Paralelamente, luego de la implementación del Plan
Young, las potencias aliadas rebajarían los controles que se ejercían sobre la economía
alemana.
Hacia el final de la segunda fase, la posición alemana contaba con cierto optimismo, sin
embargo, esto no calmo a la poderosa derecha alemana, Stresemann, quien firmó el
tratado de Locarno, fue tildado de Traidor. Locarno fue a su vez una muestra de intento de
ambas partes para facilitar la paz y dio esperanzas de que no se repitiera una devastación
como en la primera guerra mundial.
Sin embargo, en Alemania Streseman fue vilipendiado, no fue bien recibido y tuvo que ser
protegido. Al final de la segunda fase de la republica d Weimar era evidente que la derecha
no toleraría un modelo republicano. Solo la derrota total de la derecha podía mantenerla,
pero era imposible que ocurriese en 1925 y 1929.
El militarismo asociado a la época prusiana trajo consigo el reflejo de estas costumbres en los
partidos de masas de la actualidad, los socialdemócratas, los comunistas y los liberales
organizaron formaciones paramilitares que tiñeron de beligerancia la vida pública de la
Alemania de Weimar.
Fue la derecha quien mostro una mayor afinidad por los usos militares, ya para 1920 había
doscientas agrupaciones militares de agrupación derechista. Y ya para 1922 algunas de ellas
contaban con 200.000 afiliados, así como también uniforme y armas. Muchos de los que la
componían eran veteranos de guerra. Los nazis acabarían por hacerse el control de los
grupos de derecha dándole una identificación ideológica más precisa.
El ejército alemán continuaba siendo una institución altamente respetada, vitoreada y muy
influyente. El tratado de Versalles los había limitado en número (100000 hombres) y no
podían contar con fuerza aérea, también limito el tamaño de la armada y despidió a oficiales y
soldados.
Muchas de las organizaciones de derecha estaban guiadas y presididas por oficiales que
habían abandonado el ejército luego de Versalles para cumplir con el tratado. Solo la
situación caótica de 1923 consiguió que los militares no prestasen apoyo a organizaciones
ilegales.
La figura clave durante buena parte del periodo de Weimar fue Hans Von Seeckt, un oficial
que ascendió y sirvió durante el antiguo régimen. Nunca se comprometió con la república y
fue un pragmático que no se dejó engatusar por los sueños de la derecha radical. Buscaba
restaurar el poder del ejército para que Alemania fuera una gran potencia.
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La destitución de Seeckt se dio en 1926, quien aceptó la petición del ex príncipe heredero de
tutelar militarmente a su hijo, el príncipe Guillermo. Esto provocó protestas que
desembocaron en su destitución. Esto implicaba que el ejército era puesto en duda por no
poder liberarse de la familia Hohenzollern.
Desde 1925 el presidente fue Paul Von Hindenburg, quien desempeño un papel
determinante en la política republicana. Representaba firmemente al militarismo prusiano.
Como medidas, adopto que todas las representaciones diplomáticas alemanas lucieran la
bandera de la república y el pabellón imperial. También utilizo sus prerrogativas a la hora de
formar gobiernos, instituyendo y destituyendo según conveniencia. Su política se
caracterizó también por reavivar el revanchismo alemán correspondiente a la primera
guerra mundial.
En 1928 las fábricas y las minas alemanas alcanzaban altos niveles de producción, se abrían
nuevos almacenes y el consumo se recuperaba. Todo permitía contemplar el futuro con
optimismo y las elecciones de 1928 significaron el regreso al centro, mientras tanto, el
DNVP quedaba excluido y se inclinó hacia la extrema derecha.
Todos los partidos intentaron poner a salvo sus intereses y sus conquistas. El debate giro en
torno al sistema de cobertura de desempleo. Los socialdemócratas reclamaban que se
aumentasen los impuestos, la mayoría de los partidos consideraban que la forma rápida de
revitalizar la economía era recortar el gasto público, y por lo tanto rebajar la cobertura de
desempleo. Ante la falta de acuerdo, cayo el gobierno. Hindenburg designo como canciller a
Bruning, del partido del centro, quien a Travers de los poderes otorgados por el presidente,
gobernó por decreto.
Durante los siguientes 3 años, Alemania quedo bajo una dictadura presidencial, había
elecciones y había libertad de prensa. Sin embargo, a medida que fue avanzando, se vio más
claramente el objetivo de liquidar la republica desde dentro y hacer caso omiso a las
limitaciones de Versalles.
Las ideas de Bruning se decantaban por un sistema autoritario o una dictadura de corte
religioso y militar. Oficialmente, la república de Weimar existía, vacía de contenido y de
significado.
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Para 1932 Alemania había pasado por varias elecciones y tres cancilleres se hicieron cargo
del gobierno. Ningún partido conciliaba a la mayoría. Ya para 1930 se veía el ascenso del
partido Nazi con 17 % de los votos. El Reichstag prácticamente no funcionaba. Bruning tomo
medidas anti inflacionistas y recorto el gasto público. No se revitalizo la economía y aumento
el malestar entre la población.
En este contexto, los nazis tenían toda la situación a su favor, disponían argumentos de
sobra para reclamar el puesto que dejaría vacía la república.
El autor concluye que la política de Weimar fue todo eso, una mezcla de democracia y
autoritarismo, una democracia liberal que pago un costo muy alto. Fue capaz de alentar
perspectivas de futuro pacíficas, igualitarias y humanitarias, aunque muchos ciudadanos
quisieran el revanchismo contra los judíos y los socialistas. La república de Weimar fue, en
fin, la fragmentación y el caos en la sociedad.
Los partidos políticos de la época de Weimar eran un fiel reflejo de las formaciones políticas
en la Alemania imperial. Sin embargo, tanto por derecha como por izquierda surgieron
partidos y movimientos con otro estilo de hacer políticas y más concentrados en las masas.
La derecha entendió que la política no consistía solo en acuerdos cerrados sino en atraer a las
masas, y la política nacionalista debía contar con ese respaldo popular.
El voto femenino implico que los partidos tuvieran que luchar por él. Los socialdemócratas
se preocupaban por las inclinaciones conservadoras y religiosas de las mujeres, ya que esto
implicaría un vuelco a la derecha. Incluso llegar a ocupar escaños en el Reichstag y en los
gobiernos municipales.
Las continuidades fueron también algo común. El papel de la burocracia y los militares en el
estado era evidente. Todos influyeron en el conservadurismo y en el sentimiento
antirrepublicano. El poder judicial persiguió a personajes destacados de la república. La
republica necesitaba un largo respiro para transformar a los alemanes en demócratas
convencidos, pero ninguno de los hechos facilitó que esto ocurriera.
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Enero de 1933
En enero de 1933 Hitler fue nombrado canciller y una enorme manifestación colmó las
calles de Berlín. Aunque el pueblo alemán no apoyaba unánimemente a los nazis, nadie
podía dejar de ver el tamaño inmenso de la multitud fascista, que expresaba su devoción
por un partido que prometía terminar tanto con los elementos anacrónicos del pasado de
preguerra como con la confusión de la democracia de Weimar, y establecer un estado racial
y fuertemente armado, una Alemania del siglo XX completamente nueva.
El ímpetu parecía estar del lado de los nazis; sus adversarios (comunistas, socialistas, judíos)
habían sido detenidos, atacados y hechos a un lado. Tras la noche del 30 de enero, las
camisas pardas ya no abandonarían la ofensiva. La policía (que tendía a simpatizar con los
nazis) prohibió las manifestaciones comunistas y (confabulada con el Partido Nacional
Popular Alemán) proscribió sus periódicos y allanó sus oficinas. Los nazis triunfantes
parecían irresistibles, y seguían concentrando la atención del público.
A sólo 3 semanas de fundado el Tercer Reich, matones nazis atacaban con total impunidad a
los socialdemócratas y a los miembros del Reichbanner (milicia política creada por los
partidos Socialdemócrata, Centro Católico y Democrático de Alemania, en colaboración con
sindicatos de obreros, para defender la República de Weimar); se crearon centros de
interrogatorio salvaje, prisiones y campos de concentración. Los nazis utilizaron el incendio
del Reichstag (un acontecimiento fortuito) para proscribir al Partido Comunista, ampliar
extensamente el poder de la policía e impedir por otros medios el acceso de los rivales
políticos a la esfera pública.
Los nazis estuvieron algo desilusionados con los resultados de las elecciones parlamentarias
de marzo, que no les otorgaron la mayoría absoluta, pero gracias al apoyo del Partido
Nacional del Pueblo Alemán, del Partido Liberal y del Partido Católico de Centro obtuvo los
2/3 que necesitaba para poder desmantelar la democracia parlamentaria a través de una
legislación de emergencia. Los pocos opositores burgueses que surgieron fueron fácilmente
neutralizados mediante el enorme apoyo del partido y sus métodos brutales.
El andamiaje dictatorial era interpretado como una saludable determinación por parte de la
mayoría de los alemanes, quienes recibieron con agrado el fin de los altercados partidarios.
De hecho, la violencia nazi contra la izquierda, a principios de 1933, incrementó
significativamente la popularidad del régimen. Durante los meses siguientes, los nazis
coordinaron la vida civil y política con el fin de construir una dictadura unipartidaria.
Los partidos políticos y los sindicatos independientes fueron proscriptos, mientras que los
clubes sociales y las asociaciones voluntarias que constituían la trama de la vida barrial
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fueron ―nazificados para adaptarlos a los propósitos del régimen, o de lo contrario
sencillamente se disolvieron. La prensa también fue censurada.
Por otro lado, el régimen nazi gozaba de un apoyo cada vez más creciente entre los estratos
populares. Al mismo tiempo, los nazis destruyeron a sus rivales políticos. Por primera vez
desde 1848, no había partidos o foros partidarios que materializaran la política pública. Aún
más sorprendente era la inmensa popularidad de Hitler. Lo que volvió la ruptura del 30 de
enero de 1933 aún más significativa fueron los urgentes preparativos que emprendieron los
nazis para librar nuevas guerras, dirigidas a establecer el poderío de Alemania.
¿Cómo explicar este veloz surgimiento del nazismo y el vuelco repentino de las lealtades
partidarias? Entre 1928 y 1933, millones de alemanes se unieron a una vasta insurrección
política que parecía provenir de ninguna parte. El partido de Hitler se convirtió en el más
grande de Alemania y, por lo tanto, Hindenburg debió dejar de lado su desdén por los nazis,
recordar su preferencia por los fascistas por encima de los demócratas y designar a Hitler
canciller con la esperanza de restablecer la ley y el orden.
El factor principal que puso fin a la democracia en 1933 fue la fuerza insurgente del nazismo
y la amplia atracción popular de sus propuestas políticas. En general al analizar el éxito de
los nazis y de Hitler se destacan dos explicaciones:
Esta línea de razonamiento sugiere que, a pesar de todos los problemas de la sociedad
alemana, si los aliados hubiesen sido más razonables o si la crisis del ‘30 no hubiera afectado
a la República de Weimar, no hubiera tenido cabida en Alemania una figura como Hitler. Pero
ninguna de las dos explicaciones resulta satisfactoria:
1)Que los términos del Tratado de Versalles hayan sido realmente punitivos es algo que hoy
está en discusión: Alemania retuvo básicamente la integridad de su territorio y su potencial
industrial. También es difícil sostener que Versalles provocó la devastadora inflación
alemana, consecuencia principalmente del imprudente endeudamiento de guerra y de los
gastos estatales de posguerra. No obstante, el pueblo alemán sentía que los términos del
Tratado de Versalles y el pago de las reparaciones que éste imponía eran excesivamente
severos, y Alemania quedó excluida de la comunidad internacional.
Es cierto que los alemanes seguían enfurecidos a principios de los años ‘30, y muchos
esperaban que los nazis restaurasen el prestigio internacional de Alemania; parecía
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realmente que los alemanes votaban a los nazis para vengarse de Versalles. Sin embargo,
eran tan pocos los alemanes que no condenaban el tratado que la política exterior no
jugaba un rol importante en el realineamiento del comportamiento electoral alemán (para el
caso, también los socialdemócratas condenaban Versalles).
2) Esta es una explicación más verosímil. El desempleo fue el gran flagelo de los años ‘30 (que
no sólo afectó a los proletarios), y una vez más los alemanes estaban perdiendo confianza en
el sistema. La desintegración del tejido social fue el resultado inevitable de esos años de
duras penurias materiales. Los arrebatos de odio también hicieron de los judíos alemanes,
considerados intrusos, liberales y capitalistas, chivos expiatorios.
El corolario político de la fricción interna fue una creciente impaciencia con el gobierno de
Brüning, cuyas políticas fiscales deflacionarias tendieron a empeorar la situación. De esta
forma, la conexión entre el comienzo de la Gran Depresión y el avance del nacionalsocialismo
es innegable. Sin una crisis agraria en el campo, sin el desempleo de millones de alemanes y
sin la subsecuente recesión comercial es difícil imaginar la irrupción de los
nacionalsocialistas en el panorama político con la misma fuerza y la misma velocidad que
mostró en los años 1929-1923.
Al mismo tiempo, los alemanes no parecen haber votado a los nazis porque culpaban a los
judíos de sus problemas. Aunque el antisemitismo se volvió un fenómeno mucho más
común en Alemania después de la guerra, sólo jugó un papel secundario en las campañas
electorales de los nacionalsocialistas (los alemanes fueron atraídos hacia el antisemitismo
porque fueron atraídos hacia el nazismo, no a la inversa). Pero el verdadero problema de las
explicaciones que enfatizan los catastróficos efectos políticos de la Gran Depresión es que se
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centran en el surgimiento del nazismo en 1930 y suelen perder de vista las tendencias de
largo plazo previas a su aparición.
De Hindenburg a Hitler.
Los votantes atraídos por los nazis en los días de la Gran Depresión no eran un grupo
heterogéneo de gente disconforme que lo único que tenía en común era su disconformismo
con el sistema. El bloque que eligió a Hitler ya se había congregado para elegir a Hinderburg.
Evidentemente una unión nacionalista y antidemocrática podía triunfar en condiciones
adecuadas. Los nazis no fueron el resultado de una crisis extraordinaria, sino que fueron un
partido mucho más popular, que articuló las aspiraciones de millones de burgueses.
Las similitudes entre la campaña presidencial de Hindenburg (1925) y la de Hitler (1932) son
sorprendentes, a pesar de que las diferencias entre estos dos hombres eran enormes, el
primero era un general de la vieja escuela prusiana que tenía poca afinidad con el pueblo
alemán, tenía una mentalidad elitista y sumamente reaccionaria, y sentía un fuerte
desprecio por Hitler; el segundo era mucho más joven y un virtuoso de la política moderna
de asambleas, elecciones y campañas de propaganda). La elección de Hindenburg
representó claramente una etapa importante en la gestación de la insurgencia nazi.
A primera vista, la estrecha correspondencia entre las dos elecciones sugiere que Hitler
sencillamente reagrupó a su alrededor a aquellos alemanes beligerantemente nacionalistas
y anticomunistas que estaban en desacuerdo con la revolución de noviembre y que habían
votado por Hinderburg como un símbolo de la vieja Alemania, pero que lo abandonaron en
1932 como una forma de llegar a un acuerdo con el futuro destino de una nueva nación.
El problema con esta explicación es que no puede dar cuenta de la celeridad con la que
antiguos partidarios de Hindenburg lo abandonaron por Hitler en 1932. El hecho de que las
lealtades a la tradición resultaran tan frágiles sugiere que los ideales del pasado habían
perdido su poder de convicción. Los votantes en 1925 no buscaban volver a los ―buenos
viejos tiempos‖, sino dar forma a un nacionalismo popular que, en última instancia, Hitler
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podía encarnar mejor que Hindenburg. Tras la elección de Hindenburg, los burgueses se
reunieron en repetidas oportunidades para afianzar la alianza nacionalista que la campaña de
Hindenburg había congregado.
Mientras que antes de 1924 los burgueses rara vez habían marchado abiertamente por las
calles, dejando la esfera pública a los proletarios socialdemócratas, y prefiriendo reunirse
en salones bajo los auspicios de los líderes de los partidos tradicionales, la elección de
Hindenburg marcó un punto de inflexión. Las multitudes abandonaron impetuosamente los
ámbitos cerrados de las salas de reunión y tomaron las calles, las plazas públicas y
finalmente, en un gesto de conquista política, los barrios de la clase trabajadora.
Los Stahlhelm (grupo paramilitar) fueron el núcleo alrededor del cual se cristalizó esa
exuberante socialización nacionalista, y lograron enrolar a muchos burgueses/as en una
campaña política nacional dirigida a reconquistar el país. El pueblo, de algún modo, reconocía
que las calles eran la vía alternativa de la nueva política. El sentimiento nacional era tan
exaltado porque los festejos en honor de Hindenburg congregaban a ciudadanos de todos
los estratos sociales, a la vez que representaban un frente unido contra la izquierda de la
clase obrera.
A pesar de su fracaso, la actividad de las ligas nacionalistas logró transformar por completo
los barrios alemanes, dejando ver la agilidad organizativa de la clase media alemana. La
Alemania de los Stahlhelm era antisocialista, pero no aristocrática; nacionalista pero no
monárquica; autoritaria y reaccionaria pero no exclusivista. En este sentido, era un
producto de la naturaleza auténticamente popular de la Guerra Mundial.
Al mismo tiempo, la enfática diferencia que hacía el pueblo entre la virtud de la nación y la
perfidia de sus enemigos (judíos, eslavos, bolcheviques) preservaba un lugar para todo tipo
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de grupos nacionalistas y antisemitas, incluidos los nazis, quienes hicieron suya esta
plataforma y la aprovecharon ampliamente.
La vida asociativa burguesa brindó una cubierta para una política antiparlamentaria cada vez
más militante. En muchos sentidos, favoreció un nacionalismo integral que rechazaba por
completo un orden político pluralista. Bajo esa luz, la elección de Hindenburg no fue un
resabio de otra época. Fue más bien un precursor de la fusión fascista que vendría.
La proliferación de los grupos de Stahlhelm en todo el país constituía el signo más evidente de
la asombrosa movilización política desarrollada por ciudadanos anteriormente inactivos. La
inquietud era cada vez más turbulenta en todo el país: los granjeros se levantaban en armas
contra las políticas agrícolas de la República, propietarios de viviendas, comerciantes y
artesanos se les unían para protestar contra las leyes laborales, los altos impuestos y la
corrupción.
La clase media se había vuelto muy activa, y lo que más sorprendía era que las
manifestaciones unían a distintos sectores (granjeros, almaceneros, panaderos, plomeros,
etc.) sobre una base común. Mientras que a principios de los años ‟20 el foco de la actividad
política de la clase media había sido limitado, concentrado como estaba en lograr para cada
gremio la representación política dentro de los partidos burgueses, para fines de esa misma
década el foco se había desplazado; los partidos habían pasado a ser el blanco de furiosas
denuncias pronunciadas por diversos manifestantes reunidos en las calles.
Las enfurecidas multitudes condenaban reiteradamente las políticas fiscales del gobierno,
pero ya no quedaban excluidos de sus condenas ni los partidos políticos ni los grandes
grupos de intereses. Así, los grupos de clase media exigían una mayor participación en los
asuntos políticos.
Entre 1924 y 1930, en toda Alemania, los granjeros, los propietarios de viviendas y los
empleados públicos abandonaron a los políticos tradicionales en distintas elecciones y
propusieron listas electorales propias. Se acusaba reiteradamente a los partidos burgueses
de buscar mantener relaciones amistosas con los ricos y poderosos y de ignorar la situación
de los alemanes comunes.
Las políticas fiscales ortodoxas de cada uno de los viejos partidos de clase media, a
principios de los años ‘30, comprometían cada vez más su capacidad para ayudar a aquellos
votantes que seguían fieles a ellos. A primera vista, el sistema de partidos alemán parecía
encontrarse en un estado de total confusión. Sin duda alguna ésa era la impresión que se
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transmitía desde Berlín. Al no haber sabido construir con los fragmentos del panorama
partidario nacionalista unificado y asediadas en sus bases, las organizaciones partidarias se
derrumbaron y las tesorerías de los partidos se vaciaron.
A la inversa, desde 1918 los grupos de clase media habían ido adquiriendo un mayor poder
político, y tanto sus actividades de lobby dentro de los grandes partidos como sus listas
independientes reflejaban fortaleza. Aunque muchos alemanes buscaban una
representación más efectiva de sus intereses particulares, esta proliferación de partidos
independientes expresaba algo más que el egoísmo material de ciertos grupos
ocupacionales: mostraba un descontento general con los partidos políticos, las acciones de
lobby y los acuerdos parlamentarios.
Los nuevos partidos resultaban atractivos para los votantes porque expresaban la
indignación general ante la política de los grandes partidos de la burguesía que se limitaban
a favorecer los grandes negocios. Por el contrario, los pequeños partidos políticos
independientes resaltaban los derechos constitucionales y los derechos públicos, y
representaban una visión refrescantemente moral de la nación. Toda esta situación ponía en
evidencia que una política que pretendiese tener éxito con la clase media tenía que
incorporar las demandas de aquellos grupos previamente mudos, como los granjeros, los
empleados de comercio y los artesanos.
Los partidos que no adherían a ese sentimiento populista se derrumbaban, como sucedió
con los partidos populares de posguerra, el Partido Popular Alemán y el Partido Nacional
Alemán del Pueblo, al igual que el Partido Democrático Alemán. Incluso los Sthalhelm
perdieron parte de su considerable autoridad política por oponerse a paridos
independientes en nombre de la unidad nacionalista. Los ciudadanos alemanes buscaban,
además del orgullo nacional, la reforma social; la clásica combinación populista.
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los votantes de clase media, hubo un lugar al que ya no regresaron: a los grandes partidos
burgueses, que en ningún momento recuperaron sus pérdidas de los años 20.
Entran los nazis
Las marchas de los Stahlhelm (burgueses nacionalistas de las provincias que denunciaban las
violaciones a la soberanía alemana y las protestas de los granjeros, comerciantes y artesanos
(clases medias que, aunque detestaban la república, insistían en el desarrollo de formas
democráticas de política, y cuyas manifestaciones y listas independientes se basaban en el
legado de 1918) fueron dos contrapuntos del radicalismo de la clase media durante la
República de Weimar.
Había una gran cantidad de grupos que daban amplia expresión a sentimientos patrióticos
(como los Stahlhelmers), temores anti socialistas (como los Freikorps), resentimientos contra
las elites (como las manifestaciones de granjeros, comerciantes y artesanos), pero pocos
encontraban el justo equilibrio.
Lo que buscaba la mayor parte de los burgueses, además de muchísimos trabajadores, era
un movimiento político que fuese claramente nacionalista, con la mirada puesta en el
futuro, abierto a todos los estratos de la sociedad, y que reconociese los reclamos de los
ciudadanos, sin dividirlos por gremio u ocupación. El partido que mejor se ajustaba a esta
fórmula era el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores de Hitler.
Los nazis eran un elemento familiar dentro de la política nacionalista; ya desde la Revolución
de noviembre, en la mayoría de las ciudades de Alemania existían grupos racistas de diverso
tipo. Pero, en su mayoría, estos grupos evitaban la política electoral; seguían atrapados en
un mundo de preguerra que era tan anti urbano y anti industrial como antisemita. Hitler en
un inicio también se movía dentro de esos círculos; pero él había crecido políticamente
durante la guerra mundial, y tenía ambiciones más grandes.
Pero la consecuencia más importante del golpe fue que impulsó a Hitler a reorientar el
movimiento nazi, apartándolo de las conspiraciones de los Freikorps hacia una política de
masas. Tras la liberación de la cárcel en 1924, Hitler trabajó sistemáticamente para crear un
movimiento disciplinado. Se trató más bien de que los activistas nazis, durante el período de
reconstrucción del partido (después de 1925) fueron haciéndose cada vez más presentes en
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los entornos barriales, y los vecinos fueron tomando mayor conciencia de sus talentos
organizativos y de la determinación política del partido.
Los nazis no se apoderaron de pueblerinos inocentes; dieron una definición política a
afinidades mantenidas en la imprecisión y a afinidades frustradas. Para fines de 1929, el
ímpetu político estaba con los nacionalsocialistas, cuyas conquistas llegaban principalmente
a expensas de los partidos nacionalistas tradicionales.
Ciertos elementos básicos del mensaje nazi hablaban a las aspiraciones políticas que los
ciudadanos habían alimentado durante más de 10 años. En primer lugar, los nazis se
oponían inconfundiblemente a los socialdemócratas, a quienes acusaban de traicionar al
pueblo alemán y de conspirar junto con los “grandes capitalistas”, corruptos y contaminados
por los judíos.
Los eventos nazis mostraban el poder de los jóvenes nacionalistas y su voluntad de desafiar
y derrotar a los socialistas. La violencia contra supuestos enemigos de la nación, más
especialmente socialdemócratas y comunistas, pero luego judíos, eslavos y otros no
alemanes, era un elemento central, tanto de las tácticas nazis como de su ideología. Al
mismo tiempo, los nacionalsocialistas hacían todo lo posible por encajar dentro de la
sociabilidad simple y campechana que habían creado los habitantes de las ciudades
alemanas después de la guerra, acogiendo en sus actividades a los participantes de todas las
clases sociales, en especial a los trabajadores.
La revolución nazi
A fines de los años '20, los barrios de la clase media se hallaban en una verdadera
insurrección popular. En esas circunstancias, la república y los partidos democráticos que la
apoyaban gozaban de poca legitimidad. Los movimientos políticos de todo tipo hacían uso
efectivo de las calles, creando una propaganda visual y acústica cada vez más impactante.
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fueron los nazis quienes emergieron como el partido más grande de Alemania en 1932 y
1933, obteniendo el derecho a gobernar la nación.
¿Cómo se diferenciaron los nazis de otros movimientos y de qué manera constituyeron una
fuerza política más innovadora y efectiva? En principio, deben tenerse en cuenta dos
cuestiones importantes:
1) Los partidos independientes y las campañas centradas en una sola temática no podían
evitar ser parte de la misma inmovilidad política que condenaban. Los alemanes, gracias al
empleo de un lenguaje embebido de categorías morales, tales como corrupción, traición y
virtud, llegaron a identificar sus propios intereses con la renovación política nacional.
Los nazis, con sus manifestaciones masivas y su retórica apocalíptica, crearon un foro
político, en el que la nación podía ser imaginada como “un todo nacional” en el que cada
alemán (no judío), sin importar su estatus social, ocupaba un lugar de honor y participaba,
por tanto, de un deslumbrante futuro de prosperidad. Era un populismo que prometía ir
más allá de las instituciones liberales para recuperar una identidad nacional esencial y
poderosa.
El sistema parecía estar tan fracturado, sus defensores tan desorientados, y las camisas
pardas parecían tan enérgicos y bien organizados, que mucha gente (fuese simpatizante o
no) simplemente daba por hecho que los nazis tomarían el poder. A fines de 1932, los nazis
eran el único partido aceptable para los votantes no marxistas y no católicos, que
constituían la mayoría de los votantes alemanes. Los nazis ganaron por ser diferentes de sus
competidores dentro del redil burgués; como decía Hitler. ‖
18
El nacionalsocialismo constituía la culminación de un proceso de movilización popular que
se remontaba a 1914 y más allá aún, y no puede ser considerado simplemente la
consecuencia de la catástrofe económica y el trauma social. Aunque el nacionalsocialismo
no era la culminación inevitable de tendencias políticas originadas en la primera guerra
mundial, era un heredero reconocible de ellas.
Con excepción de los socialdemócratas y los comunistas, aquellos que no votaron por los
nazis en marzo de 1933 coincidían con los que sí lo hicieron en los siguientes puntos:
- anti marxismo virulento e idea de que era necesaria una poderosa ofensiva contra la
izquierda;
- profunda hostilidad hacia el fracasado sistema democrático y creencia de que se
necesitaba una conducción fuerte y autoritaria para lograr la recuperación.
- sentimiento generalizado (incluso entre la izquierda) de que Alemania había sufrido un
fuerte agravio en Versalles.
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Paso a paso, Hitler fue ganando a este conjunto que no había votado por él en 1933. Sin
embargo, había un punto clave en la visión del mundo de Hitler que no era compartido
plenamente por la mayor parte de sus votantes: el lenguaje racista de su darwinismo social,
su absoluto antisemitismo, y la rigurosa administración eugénica que implicaban tales
convicciones.
Decir que los alemanes votaron por el Partido Nazi porque expresaba mejor un
antisemitismo generalizado en la sociedad de Weimar es perder de vista por completo los
modos en que los nazis se distinguieron de los otros partidos y de esa manera dieron al
electorado razones para votar por ellos. La mayoría de los alemanes fue cambiando de
preferencias políticas durante la República de Weimar: el antisemitismo tenía poco que ver
con esa versatilidad.
Sin embargo, los términos brutales en los que todos los nacionalistas consideraban a los
enemigos de Alemania y la manera correspondientemente imperiosa en que definían su
futuro volvieron a la mayoría de los alemanes cómplices de los crímenes del nazismo,
llevándolos a aceptar el estado racial totalmente articulado por Hitler y a hacer la vista gorda
cuando las antipatías del régimen adquirieron un carácter asesino.
Los nacionalsocialistas no ganaron votos porque eran similares a los partidos tradicionales
de clase media, sino porque eran muy distintos. Aunque compartían en anti marxismo y en
hipernacionalismo de la derecha alemana, también hablaban de las responsabilidades
sociales y colectivas de Alemania, y acogían con agrado en sus filas a los trabajadores.
Ofrecían, por lo tanto, una visión convincente de la nación como una entidad solidaria.
Lo que más atraía de los nazis era su visión de una nueva nación basada en el Volk, que
correspondía tanto con el nacionalismo populista de la clase media como con las
sensibilidades socialistas de los trabajadores, y que dejaba lugar tanto para los deseos
individuales de movilidad social como para los reclamos colectivos de igualdad social. Por
más que las elites locales, tales como los terratenientes, los comerciantes y el clero,
trabajaron junto con el nacionalsocialismo y a su debido tiempo lo legitimaron, el éxito de los
nazis se basaba en un levantamiento popular más amplio, que había desafiado y socavado
el poder de la elite conservadora a lo largo de los años '20.
Considerar a los nazis, como muchos todavía lo hacen, como un movimiento conservador o
reaccionario pequeñoburgués que formaba las tropas de choque de los grandes capitales es
perder de vista la destrucción que provocaron en los partidos tradicionales y las formas
revolucionarias de legitimidad política que validaron. Su agresivo nacionalismo y virulento
antisemitismo y su concepción elitista del liderazgo no borraban su atractivo populista y
anticapitalista (como tampoco el amplio atractivo del nazismo exculpa el racismo, la
violencia y la intolerancia que promovió). El elemento clave en la llegada de los nazis al
poder fue el activismo sin precedentes de tantos alemanes en las 3 primeras décadas del
20
siglo XX y la legitimidad de ese activismo para alcanzar derechos políticos en nombre del
pueblo alemán.
21
ligados a la nación. Hasta entonces socialdemócratas y comunistas se manifestaban por
separado en el 1º de mayo; esta vez, en lugar del lenguaje de la lucha de clases, se difundía
una retórica de pertenencia nacional, y por sobre la discordia se impulsaba la reconciliación.
Sin embargo, la naturaleza teatral de ese 1º de Mayo resultaba demasiado evidente. Y los
aspectos coercitivos de los roles cumplidos por los obreros ese día se hicieron aún más
explícitos al día siguiente, cuando los nazis invadieron los edificios de las organizaciones
sindicales socialistas y las suprimieron.
El 1º de mayo de 1933 brindó una muestra tanto del genuino apoyo como del puro terror
que caracterizarían la vida pública del Tercer Reich. Ese día es, por lo tanto, un momento
apropiado para explorar la credibilidad de la revolución nacionalsocialista. Las ceremonias
públicas como esta construían el mundo de ensueño del nacionalsocialismo en el que el Volk
se encontraba presente, completamente unido y perfectamente sincronizado.
De todas formas, tampoco se puede decir simplemente que los alemanes comunes eran
indiferentes al espectáculo fascista. El 1º de mayo de 1933 fue un acontecimiento mucho
más complejo que el esquema blanco y negro de un orden nacionalsocialista opresivo contra
la animosa libertad de la clase trabajadora. La conclusión de que el nazismo siguió gozando
de un amplio apoyo a pesar del desengaño es una conclusión lamentable, pero es la que
mejor se ajusta a los hechos.
Hitler produjo un verdadero impacto por el simple hecho de honrar de manera tan pública
la contribución de los trabajadores manuales a la nación. Ese 1º de Mayo, los trabajadores
no entraban en la esfera pública como una clase aparte, sino como profesionales reconocidos
y capaces que pertenecían de pleno derecho a la nación.
22
organizaciones en las que los criterios tradicionales de valor y ubicación sociales no tenían
validez.
El hecho de que tantos alemanes comunes hayan sido cómplices del asesinato de judíos y
otros ―indeseables‖ no fue tanto una función de un antisemitismo genocida que ellos
compartían ―ingenuamente‖ con los líderes nazis; más bien podría afirmarse que durante
los 12 años que duró el Reich un número cada vez mayor de alemanes llegó a desempeñar
roles activos y, por lo general, compatibles dentro de la revolución nazi, para luego aceptar
los términos intransigentes del racismo nazi.
Para comprender lo que ocurrió en esos años hay que tener en cuenta a los millones de
alemanes que abandonaron sus antiguas lealtades partidarias para afirmar nuevas
23
preferencias. En este sentido, es importante tomar con seriedad la pretensión del
nacionalsocialismo de ser un movimiento revolucionario que no buscaba su legitimidad en
el pasado. Los nazis se enfrentaron a las tradiciones antiguas, a los socialdemócratas, a la
izquierda, a los liberales, a los conservadores, a los autoritarios, a los republicanos. Fueron
innovadores ideológicos.
En 1931, por su parte. Alemania y Austria habían establecido una unión aduanera que fue el
prefacio de una unión política, algo que molesto a Francia ya que se había opuesto a esa
misma unión en 1919.
La crisis económica trajo en 1932 el fin de las reparaciones de guerra. En Lausana, los
acreedores de las reparaciones renunciaron a ellas y hubo un acuerdo franco británico. Sin
embargo, en 1932 se dio el cese de pago de deudas entre Francia y Estados Unidos. Sin
embargo, estos últimos nunca admitieron la asimilación entre créditos de guerra y
reparaciones, lo que implico el alejamiento de los norteamericanos con respecto a Europa.
24
planteo un problema ineludible. O los demás se desarmaban, o Alemania se rearmaba. En
1932 Alemania comenzó un periodo de rearme rápido y Francia se vio obligada a dejar que
esto ocurra.
El autor cuestiona la visión historiográfica que plantea que Hitler se creía el único capaz de
llevar a buen término el programa que había planeado. Al ser el dueño absoluto de Alemania
no contaba con amenazas internas de gran escala y podía afrontar a sus adversarios casis in
problema. Podía asestar golpes brutales y realizar declaraciones conciliadoras casi sin
problema.
Para el autor, basándose en J.P. Taylor, Hitler no fue un calculador, más bien fue alguien
que aprovecho las circunstancias y los sucesos. En 1933 abandona la conferencia del
Desarme y la Sociedad de Naciones a fin de no tener obstáculos para el rearme. A su vez, en
1934 realizo tratados de no agresión con Polonia, algo que claramente fue una ficción.
La amenaza alemana era más percibida en Francia, país que llevo a cabo varias maniobras
diplomáticas a fin de quitarle poder. Una de ellas fue el acercamiento Francoitaliano a fin de
que Alemania no anexara Austria. Sin embargo, entre Francia e Italia existían puntos de
fricción en lo correspondiente a la cuestión África. El objetivo era formar una alianza
danubiana de comercio, algo que fracaso tiempo después.
25
y el extenso territorio entre Alemania y la URSS hacían inviable que el pacto se lleve a la
práctica.
Etiopia y Renania
En el segundo semestre de 1935 y el primero de 1936 se produjeron dos acontecimientos
que ponen en pugna el orden europeo. El primero de ellos es la conquista de Mussolini
sobre Etiopia. La posición de Italia le permitía negociar ciertas concesiones con Francia y
Gran Bretaña. Sin embargo, estos últimos estados sancionaron a Italia, calificándola de
agresora.
Posteriormente el primer ministro francés elaboro con el Gob. Británico un plan en el cual
se concedía a Italia los territorios anexionados, algo que presentaría una contradicción en
sí. Mussolini, herido por las sanciones, se unió a Hitler.
El nacionalismo germánico tenía como uno de sus objetivos la entrada de las tropas
alemanas en los países de la orilla izquierda del Rin. Hitler aprovecho el momento italiano
en Etiopia e ingreso justificándose en el pacto Franco soviético a Renania, remilitarizando la
zona. Sin embargo, más allá de que constituía una falta importante, no provoco reacción
alguna en las potencias. La estrategia francesa solo preveía una línea defensiva en la
conocida Línea Magino. La reacción de Francia fue interpretada como de debilidad.
En este momento Francia descubre su debilidad militar. El retraso con respecto a Alemania
en el terreno de las armas modernas obligo a Blum a trazar un plan de rearme rápido al
mismo tiempo que debía contener las opiniones internas disidentes sobre la cuestión
española. Blum intento que las potencias suscriban al principio de no intervención. Esta
política fracaso ya que Alemania e Italia violaron cada vez sus compromisos, al igual que la
URSS. En 1939 la guerra termino y Franco ascendía al poder, sin embargo, nunca funciono
como aliado ni de Italia ni de Alemania.
Austria y Checoslovaquia.
En 1936 Alemania y Japón firmaron el pacto Antikomintern, dirigido contra los comunistas.
En 1937 Italia se adhirió. En julio de 1937 la política expansionista japonesa dio lugar a una
guerra abierta, lo que implicaba que Japón no pudiera entrar en guerra con la URSS, algo que
Alemania ambicionaba.
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Hitler aprovechaba el momento y ocupaba Austria con Mussolini. Algo que fue aceptado sin
reacción por las dos potencias aliadas. La impotencia militar, sumado a la debilidad del
régimen francés motivaron su pasividad ante estos asuntos.
Hitler llevo a cabo una intimidación gradual que implico las cesiones de los territorios hacia
1938. Algo que apoyaron Gran Bretaña y Francia, aunque a regañadientes. La guerra se
encaminaba.
El gobierno británico se puso enfrente de la resistencia y ofreció ayuda a todos los países
cercanos, entre ellos Polonia. Paralelamente, el rol de la URSS se hacía cada vez más
importante y los aliados intentaron sumarla a sus filas, pero el retraso en las negociaciones se
debió a que Polonia se negaba al ingreso de la URSS su territorio.
Paralelamente los soviéticos intentaron llegar a un acuerdo con Alemania que se firmó el 24
de agosto de 1934. Pacto de no agresión y reparto de Polonia. Para Hitler esto fue un
arreglo provisional que le permitirá resolver la cuestión polaca. El 1 de septiembre de 1939
las tropas alemanas ingresaron a Polonia y las soviéticas hicieron lo propio. A pesar de
intentar negociar a último momento, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a
Alemania.
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La frecuencia con que se han sucedido las guerras es el mejor argumento en contra de la
primera idea. La segunda idea llegó en apoyo de la primera, postulando que los costos y la
mortandad cada vez mayores implicados en una guerra no pueden ser compensados por los
beneficios de la misma, por ello la guerra estaría destinada a desaparecer. Sin embargo, la
realidad es que las guerras se siguen sucediendo. Es más, en algunas circunstancias, la guerra
conservó su viabilidad económica, con lo que no presenta ningún tipo de tendencia hacia el
encarecimiento a largo plazo.
Los orígenes de la 2da guerra mundial se apoyan en la elección deliberada del conflicto
armado como un instrumento de política, por parte de dos de los estados más desarrollados
económicamente. El gobierno japonés y el alemán se vieron influidos, en sus decisiones
belicistas, por el convencimiento de que sus campañas podían ser una fuente de ganancias.
Aunque las consideraciones económicas no fueron, en ninguno de los dos casos, las razones
primordiales para iniciar la lucha, ambos gobiernos mantuvieron la firme convicción de que
la guerra podría servirles para solucionar sus problemas económicos de más largo plazo.
En vez de justificar el peso económico de la guerra con la idea de que ésta era necesaria,
como hicieron sus oponentes, estos gobiernos apuntaron a los beneficios sociales y
económicos que podían conseguirse a corto plazo durante el desarrollo de una guerra
victoriosa, y en las ganancias a largo plazo atribuibles a la victoria final.
Esta diferencia en las actitudes económicas con respecto a la guerra era atribuible, en parte, a
la influencia de las ideas políticas de los fascistas, basadas en el rechazo a las ideas de la
Ilustración del siglo XVIII. Frente al racionalismo, propugnaban la sumisión de la voluntad
individual a la acción instintiva de la colectividad, encarnada en la guerra. Tanto Hitler como
Mussolini entendían a la guerra como un instrumento poderoso para la creación de una
comunidad política renovada y más saludable.
Lo que convirtió este punto de vista, nada insólito, en algo especialmente peligroso, fue la
forma en que Hitler y los teóricos del partido nacionalsocialista desarrollaron las ideas del
fascismo. Ellos afirmaban que la herida infligida a la civilización europea por las ideas de la
Ilustración no podía cicatrizar más que tras un proceso de regeneración espiritual, vinculado
con la búsqueda de una pureza racial ultrajada. Este proceso de regeneración debía partir de
una pequeña élite, que había logrado sobrevivir a las ideas ilustradas, y que tenía también un
carácter racial.
Alemania
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Desde sus primeros momentos, el partido nacionalsocialista alemán señaló a los judíos
como la causa de la corrupción racial. Pero este problema de los judíos alemanes no podía
solucionarse actuando sólo al interior de las fronteras alemanas. La regeneración espiritual
de Alemania y, a través de ella, de todo el continente, exigía una importante ampliación del
territorio germano, como para permitirles a los alemanes imponerse como un poder
superior que impusiera su voluntad sobre el resto del continente.
29
Alemania sería el grupo manufacturero de su propia área, junto con las zonas industriales
limítrofes de Francia, Bélgica y Bohemia. Las regiones periféricas suministrarían materias
primas y productos alimenticios. Estas ideas económicas estaban estrechamente vinculadas
con las políticas raciales. Se consideraba que las grandes áreas presentaban una cierta
unidad racial: - Europa central era una región desarrollada por la superioridad racial de sus
pobladores. - La periferia siempre sería la proveedora de materias primas porque su
población era racialmente inadecuada para cualquier otra actividad económica más
complicada.
Durante un tiempo pareció que Alemania podía crear su economía de las grandes áreas por
medios pacíficos. Sin embargo, los intercambios germano-soviéticos llegaron a ser
insignificantes después de 1933, y los productos soviéticos eran fundamentales para
emancipar a Alemania de las importaciones de los mercados mundiales. Parecía que la
guerra contra Rusia era el camino necesario para conseguir beneficios económicos y políticos.
El marxismo entiende al fascismo como la expresión política del control de la economía por
el “capital monopolista de estado‖. Corresponde a una etapa del capitalismo en declive, en
la que sólo puede sobrevivir mediante una brutal actuación imperialista y a través del
control monopolista de los mercados interiores y exteriores ejercido por las mayores
empresas capitalistas con el respaldo del gobierno.
Las razones más importantes para la guerra fueron de orden económico. Las mayores
empresas alemanas planeaban beneficiarse con una guerra ofensiva y apoyaron al gobierno
nacionalsocialista. Dos objetivos aglutinaron a los monopolios en torno a Hitler: -
―incautación de un nuevo espacio vital en el este‖: la idea de las grandes áreas atrajo el
apoyo de ciertos círculos empresariales alemanes.
30
oposición al creciente poder tanto de las organizaciones obreras como empresariales. En las
áreas urbanas el apoyo surgía de los grupos de rentas más bajas de las clases medias y,
después de 1931, se mezcló con el respaldo masivo de las zonas protestantes del mundo
rural.
No obstante, el movimiento nazi, en algunos aspectos, aparecía como una protesta contra el
desarrollo económico moderno, y se convirtió en el núcleo de las lealtades para todos
aquellos desplazados por los vaivenes de la economía alemana desde 1918. Estas
contradicciones económicas fundamentales y las tensiones dentro del movimiento fueron
exacerbadas, más que resueltas, por una guerra expansionista.
Por lo tanto, aunque el gobierno alemán, al decidirse por la guerra como un instrumento de
política, esperase un beneficio económico, no tenía claro cuál sería la naturaleza de la
ganancia esperada.
Italia
En Italia, durante una parte de la década de 1930, las políticas exterior y económica
parecían apuntar hacia la creación de una economía de las grandes áreas italiana en Europa,
como una solución para sus problemas económicos. Pero, ante la potente expansión del
comercio alemán con el sureste europeo, tales aspiraciones eran inalcanzables. Por otro
lado, aunque el gobierno italiano consideraba que la guerra era un instrumento deseable, no
contaba con un conflicto europeo grave y prolongado, y no hizo los preparativos necesarios
para afrontarlo.
Japón
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denominaba esfera de prosperidad común‖, es decir, conformar un núcleo industrial
aprovisionado por una periferia de proveedores de materias primas.
Para ello hacía falta la guerra y la conquista. Todas las regiones periféricas producían
materias primas, productos alimenticios y semimanufacturas que Japón importaba en
grandes cantidades, por lo cual la esfera de prosperidad común japonesa era
potencialmente más viable y realista, desde el punto de vista económico, que una economía
de las grandes áreas europea, excesivamente dependiente todavía de algunas importaciones
vitales. La decisión japonesa con respecto a la guerra, como la alemana, se tomó con el
convencimiento de que en el caso de Japón la guerra sería económicamente beneficiosa.
Potenciales adversarios del Eje
Los posibles y probables adversarios de las fuerzas del Eje se vieron consternados por esta
belicosidad. En estos países, la 1era guerra mundial y sus consecuencias se consideraban un
desastre económico. Por consiguiente, se pensaba que si estallaba una guerra el principal
problema era evitar un desastre parecido: pérdida de seres humanos y de capital, inflación
aguda y prolongada, profundo malestar social, problemas del reajuste económico (interno e
internacional) una vez restaurada la paz.
Las potencias de Europa occidental y EEUU mostraban un gran pesimismo sobre las
inevitables pérdidas económicas de la guerra, en la misma medida en que Alemania y Japón
mostraban optimismo sobre sus posibles ventajas económicas. La iniciativa estratégica les
correspondió a las fuerzas del Eje, las estrategias de las otras potencias no fueron más que la
respuesta a las decisiones iniciales de sus enemigos.
32
- Potencial económico operativo: es la medida en que hace falta reordenar las prioridades
económicas para que puedan conseguirse los objetivos deseados. Podría considerarse como
un conjunto de restricciones impuestas al potencial económico absoluto, en tanto implica
buscar como objetivo un determinado volumen de producción, pero: · sin reducir el consumo
civil más allá de lo necesario; · sin retrasar nuevas inversiones más allá de lo necesario; · sin
desorganizar el sistema político y social más allá de lo necesario.
La estrategia alemana fue la Blitzkrieg47. Esta síntesis estratégica parece haber sido el
resultado de un conjunto de decisiones sólo en parte conscientes de sus consecuencias
globales. El personaje destacado en tales decisiones fue el propio Hitler. Entre los militares
había una gran oposición contra esta estrategia, fundamentalmente porque los soldados no
la pensaban en términos amplios, desde una óptica política y social. Teniendo en cuenta sólo
los factores militares, parecía que el gobierno alemán no tenía motivos para incurrir en los
graves riesgos de la estrategia de la Blitzkrieg.
La Alemania nacionalsocialista era vista desde afuera como un país que ya había
encaminado su economía hacia su mayor potencial de guerra, y cuyos recursos económicos
estaban totalmente comprometidos con el objetivo de la guerra. Toda la planificación
estratégica de los aliados partió de ese supuesto que, de hecho, estaba lejos de la realidad.
1. Entendían los logros de la economía alemana del 30 (eliminación del desempleo) como
resultado de la inversión dedicada al rearme, que habría proporcionado los puestos de
trabajo suficientes como para absorber el exceso de mano de obra.
2. Esta impresión se vio reforzada por la apariencia exterior del estado, monolítico,
militarista, nacionalista, belicoso y muy eficiente. Hoy se sabe que el rearme no fue la única
causa de la recuperación económica de Alemania después de 1933; fue sólo un aspecto de
un amplio programa de inversiones públicas.
33
No obstante, también es cierto que el nivel de gastos militares, comparado con el de otras
potencias, era muy elevado. Puede afirmarse que la economía alemana dedicaba muchos
esfuerzos a la preparación de la guerra, pero no que las prioridades bélicas predominaran
sobre las demás. El término Blitzkrieg se malinterpreta con frecuencia, como si tuviese un
significado puramente táctico, en el sentido de una campaña ágil y muy mecanizada para
aplastar la resistencia enemiga tan pronto como sea posible.
Pero la idea de la Blitzkrieg es mucho más amplia. Consistía en una síntesis estratégica que
abarcaba todos los factores considerados aquí, y para la Alemania nacionalsocialista era la
síntesis correcta. Incluía la de acciones bélicas cortas que no exigiesen de la economía un
grado de compromiso mayor del que ya existía en 1938. La declaración de guerra, en 1939,
tuvo muy poca influencia sobre la economía alemana, porque la estrategia económica
seguía siendo la misma. En comparación con sus adversarios potenciales, Alemania ya
contaba con un alto nivel de preparación para la guerra. Había completado las inversiones
básicas para una serie triunfal de campañas cortas y tenía el armamento a mano.
3. Los objetivos de Hitler eran consistentes, pero el método con el que pretendía
alcanzarlos era oportunista: Exigía una gran flexibilidad para que cada una de las amenazas
diplomáticas pudiera ser respaldada por un golpe rápido, si hacía falta, y eso requería
disponibilidad de armamento. Las implicaciones económicas de cualquier otra guerra
hubieran obstaculizado aquella flexibilidad. Además, la vinculación de la economía con la
guerra habría disminuido la flexibilidad diplomática y estratégica que Hitler necesitaba.
34
5. La estrategia de la Blitzkrieg se adaptaba a la situación política interior y a la política social
del partido: Pese a que el partido nacionalsocialista era el más votado en los últimos días de
la república de Weimar, nunca consiguió el apoyo manifiesto de una parte importante de
los votantes. Mientras se aguardaba la conversión en masa al fascismo militante, la
revolución se mantuvo a base de la fuerza de las armas y la represión salvaje. La población
judía fue declarada fuera de la ley. Los dirigentes socialdemócratas y comunistas huyeron al
exilio y atacaban al régimen desde el extranjero. Incluso al interior del partido
nacionalsocialista iban surgiendo facciones opuestas.
En estas circunstancias, no era posible elegir una estrategia que le exigiera a la población
muchos sacrificios o un gran esfuerzo de cooperación con el gobierno. La estrategia no debía
debilitar el limitado apoyo político con el que contaba el gobierno, sino que, de ser posible,
tenía que reforzarlo en base a éxitos rápidos.
6. La estrategia de la Blitzkrieg era coherente con la realidad económica de Alemania
posterior al tratado de Versalles: después de Versalles, Alemania ya no era una gran
potencia económica (tal como lo era EEUU), y controlaba menos materias primas y mano de
obra que en 1914. La estrategia de la Blitzkrieg podía basarse en las reservas de las materias
primas necesarias para una campaña corta, y el control del comercio exterior (después de
1936) se complementó con una cuidada reposición de las reservas de materiales estratégicos.
Cuando la acumulación no podía cumplir tal objetivo, como en el caso del petróleo, la
inversión se orientaba hacia la elaboración de productos sintéticos (estas producciones
constituían el principal objetivo de las inversiones del segundo plan cuatrienal). De modo que
la estrategia alemana se concentró en el logro de unas existencias de armamentos que
bastaran para asegurar la superioridad inmediata sobre sus posibles adversarios.
Cualesquiera que fuesen sus riesgos, la estrategia de la Blitzkrieg representaba la única
posibilidad de éxito para Alemania.
Con esta clase de estrategia, Alemania conquistó la mayor parte de Europa; desde el
momento en que la abandonó, estuvo librando una batalla defensiva hacia la derrota.
Había muchas semejanzas superficiales entre las situaciones japonesa y alemana, que se
reflejan en la estrategia adoptada. Pero esos parecidos no pudieron esconder la gran
diferencia que había entre las capacidades económicas de los dos países. Como en el caso
alemán, no tenía sentido la diferencia entre la economía ―civil‖ y la de ―guerra.
35
La economía japonesa también había alcanzado unos altos niveles de ocupación, lo cual
también podía atribuirse sólo en parte a las inversiones militares: la inversión para la guerra
era sólo un elemento más de la política económica. Al igual que Alemania, Japón estaba
rodeado por un anillo de países menos industrializados y menos productivos, y podía
realizar su expansión a costa de ellos, siempre y cuando EEUU se mantuviese neutral. A
diferencia de Alemania, Japón no contaba con objetivos económico-sociales de largo alcance
que justificaran la imposición de controles económicos, y el desarrollo de estos controles
fue mucho menor que en Alemania.
En Alemania, cuando por primera vez los gastos puramente militares adquirieron un papel
preponderante, ya existía un panel de controles económicos (diseñados con otras
finalidades); en Japón, tales controles surgieron, en su mayoría, como una necesidad
impuesta por la guerra. Tales controles se aplicaron con mayor prontitud y rigor en el
comercio exterior, que también presenta una semejanza entre las situaciones alemana y
japonesa: la gran dependencia de la economía en relación con las importaciones. Pero
Japón dependía mucho más de la importación de materias primas más estratégicas, y eso
determinó que el potencial de guerra japonés fuese menor, y que sus elecciones estratégicas
fuesen más limitadas.
Hacía falta combinar los rígidos acuerdos comerciales, dentro del bloque de intercambios
del Japón, con fuertes inversiones en la producción de bienes que, de otro modo, no
podrían conseguirse sin recurrir a la economía internacional. Las industrias de armamento
japonesas apenas podían funcionar sin aprovisionarse de EEUU. La dependencia del exterior
con respecto a la maquinaria y a las máquinas-herramienta entorpeció los planes de
rearme.
La estrategia resultante fue la de una guerra corta, para ganar una extensión de territorio
definida. La ocasión venía dada por las victorias alemanas en Europa y por la caída del
poderío francés y holandés en el Pacífico. Se suponía que Alemania sería la vencedora en la
guerra europea y debilitaría progresivamente la fuerza de Europa en el Pacífico, a la vez que
EEUU se vería forzado por lo primeros éxitos japoneses a buscar la paz, puesto que sus
36
intereses atlánticos también se verían amenazados. Las fuerzas japonesas ocuparían ciertos
territorios, los fortificaría, y EEUU renunciaría al empeño de desalojar de ellos a los
japoneses; pero el éxito provocó ambiciones más allá de aquellas fronteras y Japón debilitó
su posición estratégica abriendo nuevos frentes de batalla.
Italia
A partir de 1936 era prácticamente seguro que, en cualquier guerra, Alemania iba a ser un
aliado, pero aun así entre los intereses de ambas potencias existían conflictos importantes.
La situación se hizo mucho más difícil debido a las grandes diferencias entre la fortaleza
económica de Alemania e Italia. La participación italiana en el total mundial de la producción
manufacturera era la menor de todos los combatientes.
La mayoría de los materiales estratégicos eran escasos, lo cual limitaba cualquier campaña
futura. El gobierno italiano había intentado vencer estos obstáculos de la misma forma que
el alemán, implantando medidas autárquicas, encaminadas al aumento del nivel de
autosuficiencia económica, que se combinaban con la creación de un área de dominación
económica en Europa y en el norte de África.
Gran Bretaña
37
importante durante los 10 años siguientes. Como resultado de esa norma, la planificación
económica y la militar habían quedado en un nivel muy bajo. Como no importaba si
Alemania o Japón se perfilaban como principal enemigo, el análisis estratégico sugería que el
peso principal del rearme había de ser naval y aeronáutico.
Que cualquier enfrentamiento con Japón habría de producirse en el mar estaba claro, pero
que los planes de guerra contra Alemania se contemplasen bajo la misma perspectiva
muestra lo exagerado de las estimaciones sobre la preparación alemana para la guerra. El
gobierno suponía que hace tiempo los alemanes se venían preparando para un ataque masivo
y que estaban tan bien pertrechados que la única resistencia posible sería naval, hasta que el
nivel británico de producción para la guerra pudiera mantenerse alto durante un período
largo como para enfrentarse al alemán.
38
Pero la guerra de ―responsabilidad limitada‖ se contraponía con la posibilidad de un plan
estratégico de defensa diseñado conjuntamente con Francia, en tanto éste dependería de
que Gran Bretaña estuviese dispuesta a contribuir, por tierra, a la defensa de Europa
occidental. Cuando la ocupación de Praga y las amenazas a Polonia forzaron la estrecha
colaboración estratégica entre Gran Bretaña y Francia, en marzo de 1939, ésta se convirtió
inmediatamente en algo de mucho mayor alcance de lo que habían logrado Alemania e
Italia.
En 3er lugar, la elección estratégica se había hecho de cara a una guerra larga, en la que se
intentaba maximizar todos los recursos productivos con el objeto de superar la capacidad de
producción del enemigo. Las decisiones estratégicas se habían adelantado a las económicas;
a cada paso hacia una guerra prolongada, de producción en masa, el planteamiento tenía
que reenfocarse, de mala gana, sobre los problemas de esa clase de contienda. Al final eso
significó la intervención de la administración en casi todos los aspectos de la vida social, así
como la prioridad total de la producción “de guerra” sobre la producción ―civil‖.
Tal esfuerzo no contaría sólo con los recursos del Reino Unido. Desde un principio, se
consideraba que la Commonwealth y el Imperio eran fuentes complementarias de las que
conseguir materiales y mano de obra, en condiciones favorables. Se suponía que la
superioridad naval en el Atlántico hacía casi seguro que, dentro de los límites legales y
financieros, también podía contarse con recursos de EEUU.
Esas demandas sobre los recursos del resto del mundo tuvieron importantes ramificaciones
internacionales. Mientras que la estrategia de los agresores intentaba reducir la oferta de
materiales de guerra a sus propias áreas comerciales, la estrategia británica abrió las
puertas del aprovisionamiento al mundo entero. Así, la maximización de la producción en
Gran Bretaña movilizaría los recursos de una economía mundial estancada y con altos
niveles de desempleo, encaminada a una depresión grave. Pero esta estrategia adolecía de
algunas debilidades. Gran Bretaña dependía de las importaciones en alto grado,
especialmente de las de alimentos.
Esto era especialmente complicado por el largo recorrido de esas compras. Pese a contar
con una marina mercante de gran capacidad, la escasez de transporte marítimo era una
posibilidad que podía agravarse enormemente si la guerra submarina demostraba ser tan
eficaz como en la primera Guerra Mundial. El gobierno británico temía a un ―enemigo de
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tres potencias‖. Los dos aliados potenciales en Europa eran Francia y Rusia, y Alemania
albergaba muy pocas dudas en cuanto a lanzar un ataque contra cualquiera de aquellos dos
países. La debilidad de Francia y Rusia no era necesariamente económica; más bien
consistía en hasta qué punto podía movilizarse para la guerra la fortaleza económica
aparentemente grande de estas dos potencias.
Francia
URSS
El pensamiento estratégico que rigió la política soviética frente al rearme alemán fue confuso
y vacilante, fundamentalmente por el desmesurado poder ejercido por Stalin quien, después
de los acuerdos germano-soviéticos en torno a Polonia y a la zona del Báltico, siguió
convencido (pese a todas las evidencias en contra) de que el ataque alemán había sido
desviado en otra dirección.
40
Por otra parte, las purgas entre los mandos de las fuerzas armadas debilitaron gravemente
la calidad de la planificación estratégica y los ejércitos rusos se reclutaron sin una idea clara
del tipo de guerra que había que librar. La idea de que un ejército numeroso podía rechazar
instantáneamente a cualquier invasión era común en Rusia en la década del ‘30 de modo
que, aunque el nivel de gastos en armamentos era elevado, los equipamientos rusos no eran
lo suficientemente especializados para una guerra contra Alemania.
El 3er plan quinquenal, elaborado en 1937-38, fue modificado para alcanzar algunos
objetivos específicos de producción de armamentos concretos, planteados tras el
reconocimiento de que las fuerzas armadas soviéticas debían equiparse a un nivel más alto
para una campaña mecanizada contra un enemigo dotado de una gran movilidad que podía
adentrarse en territorio ruso con facilidad. Pero aún no se preveía un tipo de conflagración
concreta. Los mayores aumentos de producción fueron los conseguidos en la construcción de
maquinaria y en ingeniería y, en la medida en que empezó a dejarse sentir la escasez de mano
de obra, bajaron los objetivos de producción de bienes de consumo, que ya eran bajos.
Así, su debilidad residía más bien en su potencial de guerra en un sentido más amplio. En los
asuntos de la organización administrativa y psicológica de la economía y de la sociedad, con
vistas a la guerra, la URSS no estaba preparada. La conversión de la economía para sus
objetivos bélicos recién empezó a mediados de 1941.
El efecto de todos estos gastos en rearme sobre la economía mundial fue en términos
generales favorable, y para algunas de las pequeñas economías productoras de materias
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primas supuso la única esperanza para salir de la depresión. Algunos estados, cuyos
gobiernos se inclinaban por la austeridad y la deflación, se vieron abocados a políticas que
aumentaban su gasto público por la amenaza de una agresión alemana o japonesa.
EEUU
Cuando en 1940 tuvieron lugar las abultadas asignaciones presupuestarias para la defensa
de EEUU y se aceptó un plan de rearme que se proponía formar un numeroso ejército, la
industria norteamericana tenía una enorme cantidad de pedidos, de modo que los planes de
rearme estadounidenses no podían llevarse a la práctica sin afectar gravemente el
cumplimiento de los contratos con el Reino Unido.
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El supuesto estratégico era el de que, a largo plazo, EEUU iba a ser el vencedor si la guerra se
transformaba en una batalla de la producción, independientemente del modo en que ésta
se organizara. Así, la imagen de EEUU como ―el arsenal de la democracia ya se había
formado incluso cuando la neutralidad todavía era el objetivo del gobierno norteamericano.
El eje de esta estrategia eran los acuerdos sobre préstamos y arriendos. En virtud de ellos,
EEUU levantó toda restricción sobre las compras aliadas de armamentos en Norteamérica,
incluidas las del pago al contado.
De ahí en adelante tales bienes se suministraron con pago diferido hasta el final de la
guerra. En algunos aspectos, las economías aliadas podían considerarse como un conjunto
común de recursos acoplados en un plan estratégico compartido. Tampoco se pensaba que
la cooperación económica tuviera que mantenerse terminada la guerra. Independientemente
de la cantidad a la que pudieran llegar las facturas no pagadas de préstamos y arriendos,
siempre se pensó en cobrarlas una vez alcanzado el objetivo estratégico común, hecho que
capaz fuese el principal obstáculo para lograr una estrategia económica racional y conjunta.
Las decisiones sobre conceder las peticiones rusas de préstamos y arriendos se tomaban
con profunda desconfianza. La competencia entre los intereses económicos nacionales era
también muy fuerte entre Gran Bretaña y EEUU. La planificación de una estrategia
económica conjunta no fue más allá de lo que hacía falta para ganar la guerra, y se desintegró
tan pronto como la victoria estuvo al alcance de la mano.
EEUU también tenía que adaptar su estrategia de la defensa del hemisferio a la nueva
situación creada en 1941. Todas las fuerzas armadas norteamericanas (aérea, ejército y
marina) suponían que las primeras etapas de una primera guerra serían de carácter
defensivo. Aunque sus ideas eran imprecisas, tenían unos cuantos elementos en común, que
bastaban para algunas de las importantes decisiones económicas que debían tomarse.
De ahí surgió la idea de una ofensiva aérea contra Alemania para debilitar la economía
alemana. Por último, en algún momento, se pondría en marcha la invasión masiva de Europa.
Así, EEUU pasó, en 2 años, de un poderío militar insignificante y una economía empeñada
en la neutralidad a una estrategia de intervención militar masiva, de movilización total y de
la más completa utilización de su potencial económico.
Conclusión
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No hay prioridades económicas propias de una “economía de guerra‖; el terreno de la
elección económica es muy amplio y está regido por una multiplicidad de factores.
Clase 9 – Teórico
Historiografía del nazismo
Kershaw, Ian. – “Los historiadores y el problema de explicar el
nazismo”
Medio siglo después del fin del III Reich, los historiadores están en desacuerdo sobre
problemas de explicación e interpretación del nazismo. Entre 1945 y 1960 predominaron,
en la historiografía, la recriminación del bando aliado y las disculpas del lado alemán. Desde
los 60s una perspectiva más extensa en el tiempo y una vasta producción de investigaciones
eruditas de alto nivel generaron importantes avances; sin embargo, persisten los problemas
para llegar a un consenso en cuanto a las cuestiones interpretativas sobre el nazismo.
No hay que subestimar los aportes de historiadores no alemanes, pero los contornos de los
debates fueron establecidos por historiadores alemanes (sobre todo de la RFA), en su
intento de dar forma a la conciencia política y, con ello, superar el pasado. La cambiante
conexión entre la investigación histórica y la conciencia política del momento es reconocida
tanto por los tradicionalistas‖ como por los revisionistas‖; las interpretaciones contradictorias
forman parte de una permanente búsqueda de una identidad política y del futuro político
alemán.
Kershaw no quiere hacer una historia de la historiografía ni una historia del nazismo, sino
analizar distintos problemas de interpretación relacionados con el período de dictadura: por
ejemplo, ―si se puede considerar como una forma de fascismo o un estilo de totalitarismo,
o como un fenómeno único en su especie. Los distintos enfoques respecto de la historia del
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III Reich que están en el libro comparten un mismo objetivo: ofrecer una adecuada
explicación del nazismo.
El mérito de cualquier enfoque interpretativo debe ser visto como una contribución a una
explicación potencialmente mejorada, ya que ninguna será intelectualmente satisfactoria.
¿Es posible escribir ―objetivamente‖ acerca de un sistema que generó semejante horror? La
idea es ver cuál enfoque tiene un mejor potencial en relación con los demás, para brindar
una explicación del proceso de radicalización dinámica en el III Reich que condujo a la guerra
y al genocidio en una escala incomparable. Menciona también el asunto de la insuficiencia
de las fuentes materiales. Pero en las controversias tuvo un papel mayor las concepciones y
métodos de análisis (muchas veces contradictorios) aplicados.
Dimensión histórico-filosófica
a. Tradición historicista (Meinecke, Ritter, 40-50 hasta principios de los 60s) fuerte énfasis en
la singularidad de los hechos y los personajes históricos. Interpretación del nazismo como
resultado de tendencias europeas, no específicamente alemanas, y constituyó una ruptura
con el saludable pasado alemán más que un producto de él. Ven el nazismo como una
excrecencia parasitaria subalterna, como una degeneración de un pasado ―saludable‖; y
además como resultado de tendencias europeas (materialismo, demagogia, caída de valores
morales y religiosos), no específicamente alemán.
b. ―Nueva Historia Social” ―Controversia Fischer‖ (principios de los años 60) Fritz Fischer
(principal exponente) pone en cuestión la visión historicista del pasado saludable alemán y
resalta la guerra expansionista de las élites alemanas en la Primera Guerra Mundial. derribó
la idea de accidente o degeneración de un ―desarrollo saludable‖.
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de la escuela de Annales. Los historiadores de este enfoque privilegian una mirada
estructural en lugar de una de tipo personalista (historicismo, enfoque político y de grandes
personajes). Para Wheler existía una continuidad de estructuras de la sociedad alemana
entre 1870 y 1945 que permiten explicar el nazismo.
c. Oposición a la “Nueva Historia Social: Hillgruber (1974) En la Nueva Historia Social los
modelos reemplazaron a las pruebas concretas. El historiador debe trabajar de lo particular
a lo general (y no viceversa, como Annales). El pasado es autónomo del presente y la labor
del historiador debe ser independiente de su compromiso político.
d. Revisionistas: Mommsen, Schieder, Borszat impulsados y apoyados por Wheler. Enfocaron
en temas como: la interrelación entre política interior y exterior en el Estado nazi, el rol del
Hitler en el Estado, sus intenciones y su papel individual en la política nazi.
Dimensión político-ideológica
El objetivo era proveer material erudito para la lucha contra el imperialismo‖ y así combatir
al capital monopólico. La investigación sobre el fascismo significaba participar de la actual
lucha de clases. En la RFA (occidente), la referencia ideológica se reflejaba en la Constitución
que era al mismo tiempo antifascista y anticomunista, y cuyo principal objetivo era eliminar
la posibilidad de un sistema “totalitario”. Esta ideología oficial igualó fascismo y comunismo.
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Por ejemplo Hillgruber, que habla de una crítica radical en las universidades cada vez más
dependiente del marxismo-leninismo doctrinario, orientado al modelo de la DDR, que
supone la revolución como única preocupación del presente‖; o Karl Bracher que, notando
los cambios en los escritos sobre historia contemporánea‖, considera que la discusión ha sido
estimulada pero también distorsionada por la politización y los trastornos institucionales en
las universidades, obra de un renacimiento marxista en la Nueva Izquierda.
Dice Bracher que los logros de la investigación anterior -entre 1945 y 1960- fueron atacados,
ignorados o distorsionados, y se recurrió a una agitación política en la que la lucha ideológica
fue realizada por detrás y en nombre del saber‖. A su vez, el ataque a los valores liberal-
democráticos se articuló en los embates contra la idea de totalitarismo y en la ilimitada
expansión de la teoría general del fascismo.
Dimensión moral
El contenido moral en la inmediata posguerra era explícito, y se dio entre las potencias
aliadas ansiosas de encontrar una enfermedad alemana, y la defensa contra esas acusaciones
por medio de la disculpa. Más recientemente los estudios se apartaron de la condena, la
indignación y la disculpa, aunque sigue permaneciendo el desprecio moral por el nazismo.
Algunos han visto esto como una dificultad frente a la necesidad de evitar todo juicio moral
para la comprensión. La universal condena moral del nazismo hace que resulte más
sorprendente que la cuestión de su implícita trivialización moral en algunos estudios sea
siquiera planteada.
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nazismo, tal que la dimensión ideológica y totalitaria del nacionalsocialismo desaparece como
fenómeno moral; para Bracher, comienza así una nueva ola de trivialización y hasta de
disculpas.
Tim Mason (marxista) responde: ―El debate ha alcanzado tal pico de intensidad que se
acusan entre sí de trivializar al nacionalsocialismo, de proporcionar sin pensarlo una
disculpa al régimen. Esta es la más seria acusación que se puede hacer contra historiadores
serios; plantea preguntas fundamentales acerca de la responsabilidad moral y política del
historiador.
Según Kershaw, en el caso de las ―banales producciones que no veían diferencias entre
fascismo y otras formas de dominación burguesa‖ (sobre todo de la ―Nueva Izquierda‖) esta
acusación se justifica. Pero no cuando se la extiende a los historiadores serios sobre el
nazismo. La acusación de trivialización, sin embargo, no plantea precisamente la cuestión de
un propósito moral al escribir sobre el nazismo: se puede muy fácilmente usar la
trivialización en pos de denostar el método usado por otro historiador.
1)Poder carismático del líder del movimiento y compleja y seductora propaganda (La tesis
personalista.) El movimiento nazi comienza formalmente en Múnich en 1919, con la
fundación -en enero- del DAP (Partido Obrero Alemán, en 1920 rebautizado NSDAP).
Buscaba ganarse a las masas trabajadoras mediante una combinación de anticapitalismo,
pangermanismo y antisemitismo.
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Entre 1926 y 1928, el partido nazi se dedicó a unir grupos dispersos de extrema derecha
nacionalista bajo la jefatura de Hitler, a reunir un conjunto de jóvenes dirigentes de segunda
línea (Goebbels) y a establecer una estructura organizativa compleja pero flexible. Se
forjaron una amplia base electoral, que fue creciendo con el tiempo. Si en 1928 consiguieron
el 3% de los votos, en 1932 consiguieron un 37%, y eran el partido político mayor y más
aceptado de Alemania. Esta fuerza electoral fue la base fundamental de su llegada al poder
en 1933.
Hitler fue fundamental para el triunfo de los nazis por dos motivos: en primer lugar, su
historia y su imagen política ocuparon el lugar más destacado de la amplia y compleja
actividad propagandística del partido. En segundo lugar, fue Hitler quien insistió en negarse
a entrar en un gobierno de coalición si no era para dirigirlo. Finalmente, Hitler se salió con la
suya: el 30 de enero de 1933 fue nombrado canciller de un gobierno en el que los
nacionalistas conservadores controlaban la mayor parte de los ministerios. En verano de
1933 Hitler ya había conseguido poderes dictatoriales y había disuelto todos los partidos y
organizaciones políticas (excepto el NSDAP).
Crítica: Sin embargo, el nazismo fue algo más que la propagación de la voluntad de Hitler. El
carisma no puede ejercerse sin una audiencia dispuesta a dejarse atraer por él. Hitler no
hubiese triunfado si su mensaje no hubiera respondido a las ideas y aspiraciones de una parte
importante del electorado alemán. Ni el anticapitalismo ni el antisemitismo fueron
elementos atractivos antes de 1933. El apoyo a la política nazi estuvo dado por su ataque
contra la República de Weimar y lo que esta representaba: el nazismo parecía la fuerza que
contaba con más probabilidades de terminar con las instituciones políticas de la primera
democracia alemana.
Crítica: En realidad, el problema era la formación de coaliciones a partir de los partidos más
importantes. La existencia de un sistema pluripartidista, con 6 partidos grandes, reflejaba el
hecho de que la sociedad alemana estaba cuarteada por múltiples fisuras sociales,
religiosas, regionales e ideológicas. Ni fue una consecuencia de la constitución de Weimar, ni
el sistema electoral mayoritario habría impedido el ascenso de los nazis.
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El papel de los plebiscitos: se dijo de ellos que socavaron la democracia representativa y
pusieron un arma propagandística peligrosa en manos de los extremistas. Es cierto que los
nazis ganaron poder gracias a esta herramienta, desde 1929. Sin embargo, hay democracias
modernas (Austria, Suiza) que sobreviven bien aplicando de vez en cuando plebiscitos.
Las disposiciones de la Constitución son menos importantes que la legitimidad del sistema
político que representan: la República de Weimar era en esencia ilegítima. Había firmado el
Tratado de Versalles, aceptando las reparaciones de guerra y cediendo territorio. Los nazis
la llamaron la puñalada por la espalda de los socialdemócratas. La propaganda nazi supo
aprovechar el descontento general con el Tratado de Versalles para convencer a muchos de
que el carácter democrático y los orígenes revolucionarios de la República estaban
fatalmente vinculados a la humillación nacional.
Crítica: la República de Weimar logró superar las tormentas de revolución en 1919, 1923 y
1928; con el gobierno de gran coalición encabezado por el socialdemócrata Hermann
Müller, comenzaba a parecer que se consolidaba. Lo que cambió la situación y convirtió al
nazismo en el mayor partido del país fue sobre todo la gran depresión.
3- Depresión de 1929-1933, que impulsó a la gran empresa a buscar una solución dictatorial
para el problema del desempleo masivo y el hundimiento de la industria 1922-23:
Hiperinflación. Sectores medios sufrieron graves consecuencias. El efecto neto no fue tanto
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un empobrecimiento general de la clase media, como la fragmentación y desintegración
política y social, ya que algunos grupos ganaron y otros perdieron.
La recuperación entre 1924 y 1928 fue precaria, la Inversión provenía del extranjero: la
racionalización y el ahorro provocaron un desempleo generalizado; la cartelización provocó
una serie de superpoderosos industriales. El empresariado fue hostil al sistema de seguridad
social de Weimar, debido a sus costes. La contracción económica llegó incluso antes del
crash de 1929. 1929-1933: decisivo para la economía de Weimar. Al terminar 1932, casi el
35% de la población estaba desempleada.
Reducción de la renta nacional, quiebras, etc. La crisis se agudizó en 1932 y constituyó la base
del triunfo del nazismo por dos motivos: En primer lugar, impulsó a la gran empresa a buscar
una solución autoritaria para el impasse político de la República, una solución que mitigase
la presión a la que estaban sometidos, desmantelando el Estado de bienestar, frenando a
los sindicatos y creando una fuerza de trabajo dócil y barata que impulsase la recuperación.
Crítica: En la gran empresa no había acuerdos sobre el apoyo a Hitler y otro régimen
totalitario. Su respaldo económico se dirigió a diversos partidos de derecha. Además, los
nazis nunca dependieron de las aportaciones de la gran empresa: se mantenían por medio
de pequeños empresarios, donantes extranjeros y, sobre todo, con el aporte de los afiliados
En segundo lugar, la depresión desplazó la preferencia de los votantes hacia los nazis en esos
años. El aumento de votos en 1930-33 se debió a la captación de votantes que antes
preferían partidos minoritarios (nacionalistas, Partido Popular, demócratas). Conseguían
votos, en mayor o menor medida, en todos los grupos sociales del país.
En los últimos años de la República de Weimar el nazismo fue un partido que aglutinó el
descontento y ejerció un atractivo especialmente fuerte para los jóvenes y las clases medias
protestantes. Por último, la depresión y con su desempleo masivo y de larga duración)
cercenó toda posibilidad de que la clase obrera organizada opusiera una resistencia seria a
la destrucción de la República de Weimar. Además, ahondó los antagonismos entre
socialdemócratas (que habían conservado sus empleos) y comunistas (que lo habían perdido).
4- Evolución a largo plazo de la sociedad y la política alemana desde mediados del silgo XIX
La cuarta corriente intenta explicar el ascenso del nazismo desde el carácter alemán de anti-
ilustración, pre-burgués, donde se observa una continuidad histórica.
Muchos historiadores afirmaron que la disposición de los electores a apoyar en las urnas el
autoritarismo, el totalitarismo, el militarismo y los resentimientos contra Versalles, tenían
raíces profundas en la historia de Alemania. Los valores antidemocráticos tendrían raíces
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profundas en el pasado alemán. Alemania no tuvo revolución burguesa cuando le llegó su
turno, en 1848.
Crítica: La sociedad alemana, a pesar del fracaso de 1848, estaba impregnada de valores
democráticos mucho antes de 1914. La aristocracia junker de Alemania no tuvo tanto poder
manipulador, sino que tuvo que llegar a compromisos con las fuerzas de la modernidad. El
ascenso del nacionalismo radical entre la pequeña burguesía y las clases medias fue en
muchos aspectos un proceso autónomo que funcionó en el sistema político desde abajo y
adquirió notoriedad a partir de la movilización política generalizada de la década de 1890.
Estas características eran las que atrajeron a millones de personas que se habían visto
afectadas por la depresión. Hitler y su movimiento prometieron eliminar el sistema de
Weimar que estas personas tanto odiaban y aplastar a los socialdemócratas y los
comunistas, con los que tantos lo habían asociado desde sus comienzos revolucionarios en
1918. El ascenso del nazismo es inseparable de la debilidad de la República de Weimar. La
inestabilidad, la incertidumbre política y la pérdida de legitimidad propagaron el desencanto y
la sensación de impotencia entre las elites.
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