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“CAMPUS LA VILLA”
Explica el entorno social y político en el cual nace la ética kantiana como una contestación al
absolutismo del despotismo ilustrado. Se reivindica la ideología ética de Kant como una
herramienta para superar la ‘heterogeneidad’ de diferentes imperativos autoritarios con los que
ciertos equipos imponían sus ideas morales a toda la sociedad. Se muestra que la originalidad
de la ética kantiana está definida por su universalismo, su alta apreciación de la soberanía del
sujeto y el riguroso desinterés de actuar éticamente. Se explica que el imperativo categórico es
un legislador interno, cuyas directivas liberan de la sumisión ciega a las solicitudes externas y a
los impulsos individuales.
En la historia del pensamiento humano, muchas veces se muestra a Immanuel Kant como
heraldo del imperativismo que quería inundar a la sociedad con una muchedumbre de
adscripciones pedantes. Empero, realmente, Kant vivió en un medio donde predominaban el
formalismo y el moralismo, y el pathos auténtico de su ética radicaba en la crítica al
imperativismo de la moral dominante.
Los regímenes monárquicos lanzaron contra sus súbditos un alud de adscripciones imperativas
emitidas por los predicadores religiosos, los voceros públicos y los maestros universitarios,
quienes compitieron en la estructura de varios sermones edificantes, máximas morales y
sugerencias prudentes para dirigir y reglamentar el comportamiento de los habitantes.
La tercera preocupación de Kant fue el modo de pensar hedonista y utilitario que la cultura
oficial intentaba inculcar a sus ciudadanos. El Estado quería ofrecer a sus súbditos una moral
guiada por alicientes y castigos, partiendo de motivos de circunspección y explotando a su favor
la aspiración de cada individuo al provecho, interés y placer propios. Así, la originalidad de la
ética kantiana se determina por tres razones: el universalismo, la alta apreciación de la
autonomía del individuo y el estricto desinterés.
DESARROLLO
Si la tarea de la Ética consiste en fundamentar la moral; una moral formada por una serie de
normas, costumbres y formas de vida que se presentan como obligatorias, en Kant encontramos
un elaborado intento por fundamentar las obligaciones morales del hombre, en conceptos de la
razón pura, de aquí la necesidad de hacer referencia a la primera obra mencionada, cuando se
intenta exponer la ética kantiana.
La razón pura se expresa por medio de juicios analíticos y juicios sintéticos, nos dice Kant.
a) Los juicios analíticos son explicativos; el predicado está contenido en el sujeto y por lo tanto
no aumentan el conocimiento. El fundamento de validez lo encontramos en el principio de
identidad, es decir, que son tautologías.
b) Los juicios sintéticos, por el contrario, son extensivos y sí aumentan el conocimiento. El
predicado no está contenido en el sujeto y su fundamento de validez podemos encontrarlo en
el mundo empírico.
EL ACTO MORAL
Para determinar la validez de un acto moral, de acuerdo con la Ética Kantiana, debemos prestar
atención a la voluntad del sujeto que lo determina y no a la acción misma. Los actos, según
Kant, no son ni buenos ni malos; bueno o malo es sólo el sujeto que los realiza.
La disposición del ánimo del agente es la que es moral o inmoral, como nos lo explica Escobar:
"Un acto será moralmente bueno si el sujeto que lo realiza lo hace porque lo considera como
absolutamente debido, como un fin absoluto, como imperativo categórico; por el contrario, un
acto es malo si se hace con el propósito de obtener alguna consecuencia favorable, si se realiza
como medio o imperativo hipotético." Lo bueno, según Kant, está en la buena voluntad que se
rige por la ley moral.
Si un individuo actúa por temor y no por respeto al deber implícito en la ley moral, sus acciones
no serán morales. Tampoco lo serán aquellas que se realizan por accidente o como medio para
obtener beneficios posteriores.
Por ejemplo, la acción de pagar una deuda puede no tener ninguna significación moral (amoral)
si se realiza por temor a las consecuencias.
Una promesa que se cumple por accidente, o porque se desea obtener algo como resultado de la
acción, tampoco tienen significación moral conforme a la ética kantiana.
Las acciones que se realizan de acuerdo a la buena voluntad, es decir las que se realizan por
deber y conforme al deber (imperativo categórico) son las acciones valiosas que hacen del
individuo una persona genuinamente moral.
Kant propone una distinción entre las éticas materiales y las éticas formales.
Son materiales aquellas éticas que afirman que la bondad o maldad de la conducta humana
depende de algo que se considera bien supremo para el hombre: los actos serán, por tanto, buenos
cuando nos acerquen a la consecución de tal bien supremo, y malos cuando nos alejen de él.
Kant entiende que los humanos se caracterizan por su soberanía, o sea, la función de darse reglas
a ellos mismos o de continuar de manera crítica las que les otorgan otros. Esta capacidad es
exclusiva en la naturaleza y convierte a los seres vivos en seres excepcionales, incomparables
con cualquier otro, por lo cual no poseen costo, sino que se le aplica un criterio diferente que es
el costo.
Este valor es expresable en el concepto ético básico para la antropología de Kant, la
dignidad. La dignidad supone el deber de actuar con el otro como si fuera un fin en sí
mismo, es decir, la imposibilidad de utilizarlo como una cosa, como un medio para nuestra
conveniencia.
CONCLUCIÓN
El sistema fue desarrollado por Kant en su Crítica de la razón práctica, donde establece la
necesidad de un principio moral a priori, el llamado imperativo categórico, derivado de la razón
humana en su vertiente práctica; en la moral, el hombre debe actuar como si fuese libre, aunque
no sea posible demostrar teóricamente la existencia de esa libertad.
El fundamento último de la moral procede de la tendencia humana hacia ella, y tiene su origen
en el carácter a su vez neumónico del hombre.
Kant trató de unificar ambas Críticas con una tercera, la Crítica del juicio, que estudia el
llamado goce estético y la finalidad en el campo de la naturaleza.
Cuando en la posición de fin interviene el hombre, el juicio es estético; cuando el fin está en
función de la naturaleza y su orden peculiar, el juicio es teleológico. En ambos casos cabe
hablar de una desconocida raíz común, vinculada a la idea de la libertad.
FUENTES BIBLIOGRAFICAS