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SOBRE EL DERECHO Y LA MORAL.

Alejandro Emir Salomón.


ÍNDICE.

I. INTRODUCCIÓN
II. IMMANUEL KANT
Teoría de Kant
Conceptos previos a la presentación de la ética kantiana
Ética de Kant
Algunas críticas a Kant
III. DERECHO Y MORAL
Relación entre el Derecho y la Moral
IV. CONCLUSIÓN
V. BIBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN.
La distinción entre el derecho y la moral es un tema que ha sido estudiado desde
tiempos antiguos por los juristas y filósofos. Es buen punto de partida el que hace Garzón
Valdés cuando afirma que “la innegable persistencia de la polémica se debe, por una parte, a
los diversos puntos de vista que se adoptan para la definición del concepto de derecho y a los
distintos significados que suele atribuirse a la palabra «moral», por otra”.
La problemática en el estudio se profundiza aún más notoriamente cuando atendemos a
que hay autores que piensan que la moral le da una finalidad al derecho1; otros que apuestan
por un equilibrio entre el orden de la moral y el del derecho2; y otros que fijan sus estudios -y
con la convicción de certeza- en otros diversos aspectos del objeto.
Desde un punto de vista material, la moral individual aparece impregnada de los
valores morales de la sociedad, aquellos de los cuales no puede desprenderse. Quiera o no, el
individuo es un ser moral.
Kant se aboca al estudio de la moral humana y, en principio, esta cualidad de ser moral
del hombre es propia de la racionalidad de la que posee. No es otra sino la razón, para el
filosófo, la que nos proporciona la moral. Por tanto, Kant considera y explica que la moral se
caracteriza por su universalidad. Más específicamente, en su Fundamentación de la
Metafísica de las Costumbres, escribe que “todos los conceptos morales tienen su sede y
origen completamente a priori en la razón, y, por cierto, en la razón humana más ordinaria
tanto como en la especulativa en grado sumo”; y concluye que “en esta pureza de su origen
reside precisamente su dignidad para servirnos como principios prácticos supremos”.

1
“El fin general del Derecho -escribe el Savigny de la madurez-, se desprende de la ley moral del hombre, bajo
el punto de vista cristiano. El cristianismo no existe solamente como regla de nuestras acciones, sino que ha
modificado la humanidad y se encuentra en el fondo de nuestras ideas, aun en aquellas que parecen serle más
extrañas y hostiles”. (Zuleta Puceiro, Enrique; Savigny y la teoría de la ciencia jurídica; Anuario de filosofía del
derecho, Nº 19, 1976-1977, p. 81)
2
“Como dice John Rawls (en A Theory of Justice), ya constituye un avance muy fructífero si logramos alcanzar
un ‘equilibrio reflexivo’ entre un sistema consistente de principios generales y nuestras convicciones más
firmes, descalificando como ‘prejuicios’ aquellas convicciones que no pueden ser justificadas sobre la base de
principios plausibles”. (Nino, Carlos S; Introducción al análisis del derecho (2003); Editorial Astrea, 2a edición
ampliada y revisada, 12a reimpresión, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, p. 381)
II. IMMANUEL KANT.
Immanuel Kant nació en el año 1724, en el pequeño pueblo prusiano de Königsberg
(actualmente, desde 1946, Kaliningrado, Rusia). Era el cuarto hijo de los nueve que tuvieron
sus padres (Johann George y Anna Regina). Su familia era devota del Pietismo, una rama de
la Iglesia Luterana, por lo que Immanuel Kant tuvo una marcada formación humanista y
religiosa.
Estudió teología y filosofía en la Universidad de Königsberg, institución en la que
posteriormente enseñaría lógica y metafísica.
En 1781, Kant publicó Crítica a la Razón Pura, en la que intentó explicar cómo la
razón y la experiencia interactúan con el conocimiento. Representó una propuesta
revolucionaria que explicaba cómo la mente del individuo organiza las experiencias en
entendimiento de cómo funciona el mundo.
Kant se enfocó en la ética y propuso una ley moral formada por los llamados
“imperativos categóricos”, exponiendo que la moral era derivada de la razón y que todos los
juicios morales son confirmados racionalmente.
A pesar de que la Crítica a la Razón Pura recibió poca atención en su época, Kant
continuó con sus teorías en una serie de ensayos que luego reunió en la Crítica a la Razón
Práctica y en la Crítica del Juicio.
Kant continuó escribiendo sobre filosofía hasta poco antes de su muerte, en 1804.

Teoría de Kant.
Su estudio filosófico se desarrolla alrededor del entendimiento de la naturaleza del ser
humano, por ello es que los principales interrogantes a los que aboca su investigación son de
carácter: epistemológico, sobre las teorías del conocimiento (¿qué puedo conocer?); ético,
sobre las normas de conducta (¿cómo debo actuar?); y político-religioso (¿qué puedo
esperar?).
La teoría del conocimiento kantiana se presentó como contraria a las teorías del
conocimiento tradicional que se sostenían hasta la época, según las cuales el objeto de
conocimiento tenía una verdad en sí misma que era descubierta de forma pasiva por el sujeto
(el ser humano). Por su lado, Kant pone el énfasis en el sujeto: el estudio del conocimiento es
el estudio del sujeto que está conociendo al objeto. Lo que le interesa, entonces, es qué es lo
que necesita el sujeto para convertirse en sujeto de conocimiento.
El filósofo, en esta materia, se aparta de las teorías del racionalismo y del empirismo,
cuyos máximos exponentes eran Descartes y Hume, respectivamente. En cambio, Kant
adopta una teoría que podría ser situada en el medio de estas dos. El racionalismo es criticado
puesto que éste puede llevar a un dogmatismo acrítico con fe absoluta en la razón y, además,
que los conceptos sólo pueden ser aplicados a la realidad empírica; mientras que el
empirismo es criticado puesto que éste puede llevar a un escepticismo, porque el
conocimiento no podría cruzar más allá del límite que impone la experiencia.
Por ello, Kant postula una teoría llamada apriorismo. Comienza distinguiendo entre los
juicios a priori, a posteriori, analíticos y sintéticos; pero afirma que sólo los juicios sintéticos
a priori son los únicos válidos. Estos juicios sintéticos a priori son universales (se cumple
siempre y en toda circunstancia), necesarios y ampliativos (aumentan el conocimiento que
tenemos de la realidad). Estos no dependen de la experiencia.
Según explica, el hombre no adquiere el conocimiento de las cosas entrando en
contacto directamente con ellas; por el contrario, el sujeto es ajeno a los objetos del mundo en
sí mismos, su existencia como cosa real no es percibida por la persona, a estos los llama
noúmenos. El hombre sólo puede aprehender la realidad por medio de la sensibilidad y la
comprende por medio de las categorías del entendimiento. El hombre, entonces, se relaciona
únicamente con los fenómenos, es decir, con los aspectos que las cosas ofrecen ante nuestros
sentidos.
Llegado a este punto, Kant plantea que la única garantía que se puede alcanzar de que
el hombre está conociendo algo es la razón. Es en la razón en donde encuentra sentido la
estructura del razonamiento humano, la estructura moral del razonamiento humano y, por
ende, la cohesión social, es decir, todo aquello que permite a los hombres interactuar como
sujetos racionales en un medio pacífico.

La relación que presenta Kant entre la teoría del conocimiento y la teoría de la ética es
trascendental en el estudio de este pensador, ya que es a través de ella que se explica la
construcción de un punto de vista filosófico que tiene como sujeto primero y principal al ser
humano en el centro de la vida moderna.

Conceptos previos a la presentación de la ética kantiana.


Anteriormente a la introducción de la teoría ética kantiana, la teoría que predominaba el
pensamiento de la Europa Occidental de la época era el eudaimonismo. Ella señala que el
hombre anhela la felicidad como bien supremo y tiene que adecuar su conducta a la práctica
de la virtud para obtener este bienestar máximo. El eudaimonismo es parte de la ética clásica
aristotélica y es de principio material, ya que identifica lo bueno con la obtención de un
determinado fin u objetivo, la felicidad.
En un sentido opuesto, Kant postula que la felicidad se constituye por la satisfacción de
las necesidades y es lo que iguala a todos los seres vivos entre sí. Más específicamente, dice
que “la felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación”.3 La principal crítica que
hace al eudaimonismo es que éste busca una felicidad que es ajena a la propia moral, ya que

3
“Si en un ser que tiene razón y una voluntad su conservación, su bienandanza, en una palabra, su felicidad
fuese el auténtico fin de la naturaleza, ella habría tomado muy mal su acuerdo al escoger a la razón de la criatura
como realizadora de este su propósito. Pues todas las acciones que la criatura tiene que realizar con este
propósito, y la entera regla de su conducta, hubiesen podido serle señaladas mucho más exactamente por
instinto, y aquel fin hubiese podido ser alcanzado de este modo mucho más seguramente de lo que puede
suceder nunca por razón”. (Kant, Immanuel; Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres; Ed. Ariel,
Barcelona, 1a edición, 1996, p. 121)
en realidad es una guía que el hombre tiene que seguir para alcanzar un determinado objetivo,
pero no para cumplir con su deber.
Pero, entonces, explica qué finalidad tiene la razón humana: ella nos permite salir del
presente continuo en el que viven los otros seres de la naturaleza, ella nos permite tener
consciencia de lo universal. Esta consciencia nos limita en el goce del presente, nos conecta
con el pasado y con el futuro y nos permite saber de nuestra finitud e inminente muerte.
La razón, según Kant, cumple la función de transformarnos en seres dignos. La
dignidad es el objetivo último de la existencia del hombre; esto es lo que lo distingue como
ser moral de los otros seres vivos. Esta dignidad incluye la felicidad, pero ya no como la
satisfacción de las necesidades básicas, sino como la búsqueda de un nivel moral superlativo.
Más bien, dice que “la razón, que reconoce su supremo cometido práctico en la fundación de
una voluntad buena, al alcanzar este propósito es capaz sólo de una satisfacción a su propia
manera”.

Ética de Kant.
En sus obras, Kant pretende encontrar el fundamento racional de la moral, es decir, las
condiciones de posibilidad a priori de los actos morales. Estos principios y normas morales
(en tanto son racionales) son universales y necesarios, deben aplicarse siempre y en cualquier
circunstancia, sin excepción.
En contraposición con otras teorías que se sostenían en su época, Kant cree que -para
determinar los mandatos morales que son debidos por el sujeto- es necesario poner atención
en la forma de las acciones morales y no en su contenido concreto.

La ética kantiana es claramente deontológica y sus características son:


a) Es formal. Las acciones morales tienen que ser medidas formalmente en términos
lógicos de no contradicción.
b) Es autónoma. La ley moral surge del propio sujeto, quien la construye, pues no
depende de ningún tipo de autoridad metafísica (como serían Dios o la Naturaleza).
c) Se rige por imperativos categóricos.
d) El fin que persiguen las acciones morales es el bien único.
e) Es apriorística. Los principios de la moral se derivan de la razón, de forma
independiente de la experiencia. La ética se fundamenta en que los hombres somos seres
libres que razonamos.

Según la teoría kantiana, sólo la voluntad puede ser buena en sí misma, y ella lo es
cuando obra por el deber. Esto es, la utilidad o eficacia para conseguir un fin es accesoria a la
acción y, por tanto, no tiene relevancia moral. Kant es un persistente opositor de la máxima
según la cual “los fines justifican los medios”.
La libertad es un presupuesto fundamental, ya que sólo el ser humano lo
suficientemente libre para seguir su voluntad es capaz de actuar de acuerdo a lo que es
debido, de acuerdo a los imperativos categóricos.
Las acciones morales, para Kant, sólo son aquellas que se realizan por deber, es decir,
sin motivarse por inclinaciones ni midiendo las consecuencias4, porque ellas son
intrínsecamente buenas. Es sólo en el deber que se realiza la buena voluntad5.
Kant afirma, por tanto, que las acciones contrarias al deber e, incluso, las conformes al
deber no son acciones moralmente relevantes, porque se realizan por inclinaciones egoístas y
no por estricta obediencia al deber moral. En este orden de ideas, el filósofo prusiano escribe
que “El hombre siente en sí mismo un poderoso contrapeso a todos los mandatos del deber,
que la razón le representa tan dignos de respeto, en sus necesidades e inclinaciones, cuya
entera satisfacción resume bajo el nombre de felicidad”. “De aquí surge una dialéctica
natural, esto es, una tendencia a raciocinar en contra de esas severas leyes del deber y a poner
en duda su validez, al menos su pureza y severidad, y a hacerlas en lo posible más conformes
a nuestros deseos e inclinaciones, esto es, en el fondo, a echarlas a perder y a privarlas de su
entera dignidad, lo cual al cabo ni siquiera la razón práctica ordinaria puede aprobar”.

El filósofo postula que esta ética es universalizable, ya que está regida por mandatos
que llama “imperativos categóricos”. Estos mandamientos son autónomos (puesto que es el
hombre quien lo construye a partir de la razón, y no son condicionales ni hipotéticos ya que
no dependen ni de resultados posibles ni de ninguna autoridad)6 y autosuficientes (en ellos
deben encontrarse exhaustivas justificaciones para los actos morales).
En principio, Kant propone dos imperativos categóricos:
i) “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en
una ley universal”;
ii) “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de
cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio”.

Algunas críticas a Kant.


La singular teoría ética propuesta por Kant fue objeto de las más variadas críticas. Uno
de los principales exponentes críticos fue el filósofo Friedrich Nietzsche, quien afirmaba:
a) Es peligroso seguir la filosofía de Kant al pie de la letra, porque -al aparentar una
liberación de los prejuicios religiosos y metafísicos de antaño- se queda en el prejuicio de la
razón. Nietzsche considera a la razón como un prejuicio más, hábilmente disfrazado de

4
“Cuando se trata del valor moral, no importan las acciones, que se ven, sino aquellos principios interiores de
las mismas, que no se ven”. (Ibíd., p. 145)
5
“Una acción por deber ha de apartar por entero el influjo de la inclinación, y con ésta todo objeto de la
voluntad: así pues, no queda para la voluntad otra cosa que pueda determinarla, a no ser objetivamente la ley y
subjetivamente el respeto puro por esta ley práctica”. (Ibíd., p. 131)
6
“El imperativo categórico, que declara la acción objetivamente necesaria por sí, sin referencia a cualquier
propósito, esto es, incluso sin cualquier otro fin, vale como un principio apodíctico (práctico)”. (Ibíd., p. 159)
verdad. Hace notar el hecho de que la razón es cuestionable y que no puede dar los
parámetros para juzgar las cosas, porque ella misma depende de algo, del cuerpo.
b) De acuerdo con la tesis kantiana, la razón práctica sólo es posible si detrás de la
acción existe efectivamente un sujeto. Nietzsche pone en duda la existencia de un sujeto
detrás de los actos y también la posibilidad de éste de proyectarse fuera de la naturaleza y ser
responsable de sus acciones.
c) No se puede hablar de libertad, porque los actos del hombre están determinados por
las fuerzas múltiples y subconscientes que habitan en su cuerpo. Dice Nietzsche que la
libertad moral es un error.
d) Niega lo categórico del imperativo. Dice que todo lo que se hace es siempre como
medio y no como un fin en sí mismo. Más específicamente, afirma que “en la realidad faltan
fines”. También niega lo categórico de la intención de las que Kant llama “acciones por
deber”, pues afirma que las intenciones nunca son puras, sino que la intención es una
superficie bajo la cual se esconde lo no intencionado.
e) No hay una moral, sino una pluralidad de ellas y cada una es diferente en cada
moralista.
Además, Nietzsche encontraba a Kant como un filósofo egoísta, tal como lo expresó en
La gaya ciencia (1882): “¿Cómo? ¿Admiras el imperativo categórico en ti? ¿Esta «firmeza»
de tu así llamado juicio moral? ¿Esta «incondicionalidad» del sentimiento «así como yo,
tienen que juzgar todos en esto»? ¡Admira allí más bien tu egoísmo! ¡Y la ceguera, pequeñez
y modestia de tu egoísmo! Es egoísmo, en efecto, sentir su juicio como ley universal; y, una
vez más, un ciego, pequeño y modesto egoísmo, pues delata que aún no te has descubierto a ti
mismo, que aún no has creado para ti mismo ningún ideal propio, muy propio —en efecto,
¡éste jamás podría ser el de otro, para no hablar siquiera del de todos, de todos!”.

Son varios los autores que han criticado a la tesis kantiana, inter alia, por:
a) Kant postula la universalidad de los imperativos categóricos, pero existe la
posibilidad de que distintas personas formulen juicios morales opuestos y, algunas veces,
como lo reconoce Hare, es posible encontrarse con fanáticos que están dispuestos a mantener
un principio universal aún a costa de aceptar para ellos mismos las consecuencias más
desagradables.
b) Kant no parece ofrecer una fundamentación clara del principio según el cual la
humanidad debe considerarse como un fin en sí misma y, además, es bastante confusa su
supuesta vinculación con el principio categórico.
c) Resulta paradójico sostener que cuando alguien desarrolla una inclinación para
actuar espontáneamente en forma moralmente correcta tiene menos mérito moral que cuando
su conciencia del deber tiene que luchar contra las inclinaciones que la presionan para que
actúe en sentido contrario.
III. DERECHO Y MORAL.
Antes de comenzar con el análisis, es oportuno comenzar definiendo y distinguiendo
los términos que se utilizarán, a fin de identificar el objeto de estudio en sí. La palabra
“derecho” (proveniente del latín, directum, es decir, “lo que está conforme a la regla” o
también “lo que no se aparta del buen camino”), en su sentido objetivo, refiere al conjunto o
sistema de normas que regulan las conductas humanas en una sociedad. Por su parte, la
palabra “moral” (del latín, moralis, es decir, “relativo a las costumbres” o también “ético”, a
su vez derivado de mos, moris, que significa “costumbre”) refiere al conjunto de normas,
creencias y valores que guían o dirigen la conducta de las personas en sociedad.
A fin de distinguir los conceptos de moral y de derecho, es necesario tener en cuenta
tres criterios:
a) En el derecho se lleva a cabo una intersubjetividad, que importa siempre una
relación de alteridad, pues la norma jurídica regula la conducta de una persona en relación
con la conducta de otro u otros sujetos, sus mandatos son imperativos-atributivos. En cambio,
en la moral es -en esencia- subjetiva o unilateral, pues la persona posee una escala de valores
más o menos avanzada según el grado de socialización que posea, no importa la conducta de
otras personas en la norma moral.
b) El derecho es heterónomo, esto significa que sus normas son creadas por una
persona distinta de la del sujeto sobre las que recaen, no dependen directamente de la
voluntad del destinatario de las normas. En cambio, la moral es autónoma, esto es, el
cumplimiento de las normas morales depende de la voluntad de la propia persona que las
reconoce como válidas.
c) El derecho es coercible, esto es, el incumplimiento de sus normas importa una
sanción, la norma puede (y debe) ser efectivamente aplicada. Sin embargo, la moral es
incoercible, las normas morales no son susceptibles de ser aplicadas por la fuerza, su válido
cumplimiento depende de la voluntad del propio sujeto.
Estos criterios de distinción entre derecho y moral son criterios que tienen como
principal base la filosofía kantiana, porque:
a) en la tesis kantiana se hace principal hincapié en el concepto de “imperativos
categóricos” cuyo cumplimiento constituye la acción moral, por el contrario, la persona que
realiza la acción no ya por estricto cumplimiento del deber moral sino teniendo en
consideración otros aspectos -a los que Kant llama inclinaciones-, es la persona cuya acción
(ya inmoral) se sustenta en un “imperativo hipotético” (hay que recordar que Kant argumenta
en contra del consecuencialismo y del utilitarismo);
b) Kant sostiene consistentemente que el imperativo moral es autónomo pues el hombre
los conoce por su propia razón, y expresamente niega que se trate (como sostienen las
filosofías teístas o naturalistas) de una norma moral dada a la persona por una autoridad
extraña al sujeto (como Dios o la Naturaleza); y
c) en este sentido, Kant sostiene que el acto moral es exclusivamente aquel que se
realiza por el cumplimiento del deber moral, entonces si la persona actúa según el deber
moral pero “coercida” por algo externo (como puede ser, la presión social por que cumpla
con ese deber moral), entonces, de acuerdo a la tesis kantiana, el acto ya no es moral.

Son variadas las corrientes de pensamiento que estudian la evolución de las relaciones
entre el derecho y la moral: unas encuentran el derecho como punto al que se llega desde la
moral, mientras que otras encuentran la moral como punto al que se llega desde el derecho.
Las primeras son tesis contractualistas; las segundas, utopistas.
Los contractualistas entienden a la moral como el punto de partida de la evolución de la
humanidad, que se va a transformar en derecho en el momento en que se constituye la
sociedad civil.
En este orden de ideas, en el estado de naturaleza previo a la constitución de la
sociedad, los hombres eran poseedores de los derechos morales absolutos a ser libres e
iguales. Sin embargo, los hombres persiguen sus intereses regidos por la ley del más fuerte,
aplicada en forma incontrolada e irresponsable porque no existe un poder racional destinado a
regular la convivencia social. En este estado de naturaleza, la moralidad no se basta a sí
misma ni puede subsistir por sí misma. Así, los contractualistas postulan que es necesario
abandonar este estado de naturaleza -regulado por normas morales tan absolutas como
ineficaces- para suscribir un pacto social que receptara las pretensiones morales y las
convirtiera en derechos civiles. En suma, los derechos naturales del estado de naturaleza son
una expresión de la moralidad reinante y son previos a toda constitución del Estado.
Los utopistas entienden que, cuando la sociedad civil es suplantada por una nueva
sociedad inorgánica y sin clases, la moral es el punto de llegada del hombre. Se sostienen
modelos de sociedad que, en ese futuro utópico, se regirán por normas morales y en los que el
derecho quedará reducido a un segundo plano. Dentro de los exponentes utópicos podemos
encontrar a Platón (de acuerdo con su filosofía, los gobernantes serán filósofos que dictarán
reglas que no necesitan seguir otro dictamen que su propio criterio del bien) y a Marx (según
quien bastarán las costumbres y reglas morales sin la concurrencia de las normas de derecho).

Relaciones entre el Derecho y la Moral.


Pueden distinguirse cuatro formas posibles en que es plausible entender que se
relacionan el derecho y la moral:
A) El derecho como contenido de la moral: Esta postura entiende a las normas jurídicas
como parte de la moral, por ende, todo derecho es moral. Hay un cierto grupo de normas
morales compartidas por la sociedad que son protegidas por el aparato coactivo del derecho.
Es una postura con notable participación del iusnaturalismo.
El Dr. Ricardo Guibourg, un claro relativista moral, en un artículo sobre los fines y
medios, expone que “los hombres se esfuerzan por alcanzar ciertos acuerdos interescalas,
para que, por encima de las escalas de valores que cada persona o grupo sustente, algunos
intereses que se suponen comunes no sean afectados más allá de lo tolerable. Estas
restricciones funcionan como límites de disenso moral”. Sin embargo, tras proponer estos
acuerdos morales que las personas alcanzan, reconoce que no es posible confiar en la
aceptación unánime de estos principios y que, incluso quienes los comparten en abstracto,
nada nos garantiza la adopción de tales principios por el individuo que se halle en una
coyuntura que lo afecte personalmente. Y, entonces, concluye que “por este motivo se juzga
generalmente necesario dotar a algunos de esos principios de una garantía adicional, como su
recepción en un sistema jurídico respaldado por sanciones”.
El iusnaturalismo racionalista (imperante en los siglos XVII y XVIII, en el que cabe
encuadrar a Kant) deduce una serie de principia iuris naturalis por medio de un proceso
racional (sin tener en cuenta la experiencia). En esencia, estos principios iusnaturalistas
derivan de los principios éticos del estoicismo antiguo, como ser: la abstención de los bienes
ajenos, la obligación de atenerse a las promesas y pactos, la reparación del daño cometido por
la propia acción.
B) El derecho como criterio de la moral: Según esta postura, el derecho es el criterio de
la moral, de lo bueno y justo. Se da una subordinación de lo moral a lo jurídico y es la ley del
Estado la que expresa lo que es moral. En esta opinión se encuentra el positivismo jurídico.
Los defensores de esta postura arguyen que el derecho es el único medio para la vida y
la seguridad de las personas y es, a la vez, un contenido de valores ideales para la
convivencia social.
De entre estos, Thomas Hobbes, cuyo Estado omnipotente concede al soberano ciertas
facultades desorbitantes, sostiene en el Leviatán: “Corresponde, por tanto, al soberano ser
juez, y prescribir las reglas para discernir el bien y el mal: estas reglas son leyes, y, por
consiguiente, en él radica el poder legislativo”.
C) Derecho y moral como órdenes interseccionados: Esta postura observa al derecho y
a la moral como órdenes separados que tienen influencias recíprocas, pero no hay supremacía
de uno por sobre el otro. Se presentan ciertos preceptos de orden deontológico que orientan y
valoran críticamente a las normas positivas. Ambos órdenes se superponen en una “cuestión
ética”, según lo que es correcto para la sociedad.
El derecho necesita que desde la moral se entienda qué puede llegar a verse como
degradante o qué puede “arruinar el espíritu del ser humano”. Al tiempo que, la moral
necesita del derecho para poder regular esas mismas cuestiones.
Así, el derecho no tiene permitido crear condiciones sociales favorables para la
degradación moral o para el perfeccionamiento espiritual del ser humano, porque los fines
éticos no son competencia del derecho.
D) Derecho y moral como órdenes separados: Según esta postura, el punto de
intersección entre ambos órdenes se da en que las normas del derecho positivo son objeto de
valoración moral.
Se entiende a la moral como un elemento exterior a la propia realidad de las normas del
derecho positivo. Desde la moral se hace la crítica valorativa del derecho, pero también ella
penetra en la legislación y en la práctica jurídica, pues los legisladores y operadores del
derecho introducen inevitablemente criterios éticos y sociales.
El filósofo Lon Fuller sostenía la existencia de ocho principios morales que
condicionan la existencia del derecho, concretados éstos en reglas de seguridad jurídica. El
filósofo ha expresado que “la ausencia plena de cualquiera de estos ocho requisitos no sólo da
lugar a un sistema de derecho malo, sino a lo que no puede ser concebido como un sistema de
derecho”. Estos eran: el sistema jurídico debe conformarse por reglas generales, dadas a
conocer, no retroactivas, claras y comprensibles, no contradictorias entre sí, sin exigencia de
lo imposible y congruentes.
Contraargumentando esta tesis, el filósofo Herbert Hart replicó que el derecho era
conceptualmente distinto a la moral, pues no necesitaba de la moral para existir: el derecho
existe aún cuando fuera inmoral. Para este autor, la moral se ubica en el derecho en el sentido
de que en la interpretación del juez pueden concurrir criterios morales, así como en la
resolución de los “casos difíciles” que no son claramente contemplados en las normas del
ordenamiento jurídico.
IV. CONCLUSIÓN.
Como expresa Soriano (Sociología del Derecho; 1997), “la moral y el derecho parecen
reñir una dura batalla en la que, cuando uno consigue una cota de dominio propio, pronto el
otro se apresta a arrebatársela. Tan pronto como aparece el derecho en la moral como la
moral en el derecho; no hay deslindes claros para uno y otro, sino una omnipresente
mezcolanza”.
Es evidente que, tanto el derecho como la moral, se presentan como ordenamientos
cuya finalidad es mejorar el nivel de vida del hombre en sociedad, mejorar las relaciones
intersubjetivas. Sin perjuicio de todo análisis puro del derecho, se puede decir que es de
actual valor el estudio -en forma integral- del derecho y la moral, contemplar la manera en
que uno se concretiza en el otro y entender la influencia o valoración que uno ejerce sobre el
otro. Como el filósofo prusiano ha bien observado, hay obligaciones y facultades que
pertenecen, al mismo tiempo, al orden de lo moral y lo jurídico; esto hace necesario
comprender estas acciones en ambos sentidos y dedicar tiempo a la comprensión de ambos
órdenes.
Los aportes de Immanuel Kant en la materia son de tal alcance que, a nuestros días,
resulta prácticamente impensable el estudio de la ética y la moral y, en particular, de la
relación de ésta última con el derecho, sin tener en consideración el trabajo del filósofo
prusiano. No podemos dejar de remarcar el valor de la revolución intelectual traída por Kant
en contra de ciertas concepciones tan clásicas como el eudaimonismo aristotélico, o su forma
de conjugar las tesis racionalistas y empiristas. Sea para contrariarlo o para favorablemente
valerse de sus ideas, ha sido evidente que todo, o casi todo, pensador ulterior ha dedicado su
tiempo al análisis de las tesis kantianas.
V. BIBLIOGRAFÍA.
CALVO, Elena. “La crítica de la Moral Kantiana desde Nietzsche”. Revista Espiga,
ISSN 1409-4002, Vol. 10, Nº. 22, 2011 (Ejemplar dedicado a: Sociedad y
Entornos), págs. 1-9.
GARZÓN VALDÉS, Ernesto. “Algo más acerca de la relación entre Derecho y moral”.
Doxa. N. 08 (1990). ISSN 0214-8876, pp. 111-130.
GUIBOURG, Ricardo A. “Fines y medios: una aproximación a los derechos”. Doxa. N.
12 (1992). ISSN 0214-8876, pp. 301-312.
KANT, Immanuel. (1996). Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres.
Editorial Ariel. 1a edición. Barcelona, España.
KANT, Immanuel. (2005). La Metafísica de las Costumbres. Editorial Tecnos. 4a
edición. Madrid, España.
NIETZSCHE, Friedrich. (1985). La gaya ciencia. Caracas, Venezuela. Monte Avila
Editores.
NINO, Carlos S. (2003). Introducción al análisis del derecho. Editorial Astrea. 2a
edición ampliada y revisada. 12a reimpresión. Ciudad de Buenos Aires,
Argentina.
SORIANO, Ramón. (1997). Sociología del Derecho. Barcelona, España. Editorial
Ariel.
ZULETA PUCEIRO, Enrique. “Savigny y la teoría de la ciencia jurídica”. Anuario de
filosofía del derecho, ISSN 0518-0872, Nº 19, 1976-1977, págs. 57-82.

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