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El positivismo en la Nación Argentina1

Si bien el positivismo como corriente filosófica se desarrolla en nuestro país entre


1890 y 1910, como discurso político y social atraviesa gran parte del siglo XX. En
Argentina tiene un papel hegemónico en tanto busca interpretar la realidad
nacional y su articulación con las instituciones.

Hacia fines del siglo XIX, Europa atravesó un período de fuerte industrialización
que dio lugar a un una oferta de productos manufacturados, demanda de materias
primas y excedentes de capital. Esto desencadenó en un proceso de división
internacional del trabajo, que dio lugar a la especialización de determinados
bienes.

En este contexto, a partir de 1880, Argentina ingresó al mercado internacional a


través del llamado Modelo Agroexportador: vendiendo materias primas (carnes y
granos) a los países industrializados. Tal proyecto se basaba en la extensiva
explotación de la tierra, que necesitaba por un lado, de capitales externos para
inversiones y producción y por otro, de mano de obra que trabaje esas tierras,
provenientes de la inmigración europea. Las tierras se consiguieron a la fuerza,
como resultado del exterminio de las poblaciones originarias que habitaban el
suelo.

En un contexto donde se buscó la unificación de la nación, con un marcado


crecimiento económico, una movilidad social ascendente y un proceso seculador,
impulsado desde el Estado, los intelectuales y pensadores de la época se
preocuparon por analizar la situación que estaban viviendo (el nuevo mundo
urbano, la pregunta por el lugar de las masas e inmigrantes en la República y la
necesidad de una identidad nacional)

Si bien una parte de la elite apoyó y vió con fascinación el nuevo mundo
modernizado, otra parte de ella miró con recelo lo que estaba aconteciendo:
lamentaron la disolución de viejas costumbres y se mostraron con recelo frente al
igualitarismo democrático. A esta pérdida de las costumbres y de los lazos

1
Frascaroli Antonela, Lic en Socióloga y Profesora de Sociología, Universidad de Buenos Aires
comunitarios se le sumó el problema de la llegada de una gran masa de
inmigrantes que acarreaban consigo sus costumbres, lenguaje e ideología.

El tipo de intelectual que analizó esta sociedad, fue parte de una elite que lo hizo
desde su posición socio-política, y encontró en la filosofía positivista la doctrina
que le permitió adentrarse al estudio de la realidad social que formaban parte. Esta
intelectualidad, celebró la capacidad de la ciencia para mostrar y develar la
realidad. Dentro de las filas de intelectuales de la época podemos tomar a dos
grandes representantes dentro de la corriente positivista: José Ramos Mejia, y José
Ingenieros.

Como mencionamos, el positivismo se propuso analizar y explicar el


comportamiento social a través del método de las ciencias naturales: tomó los
criterios de legitimidad de los discursos y representaciones de la biología y los
trasladó al análisis de lo social: el método positivo fundado sobre la observación y
la experiencia se extiende a todas las ramas del saber humano. De este modo se
buscó sintetizar un objeto de estudio que fuese observable, medible: la medicina
pasó del estudio de la enfermedad al del enfermo, la psicología dejó de lado el
estudio de la locura para pasar al análisis del loco y la criminología dejo de lado el
análisis y comprensión de delito para pasar a estudiar al objeto que comete el
mismo, el delincuente.

En Argentina, esta corriente se utilizó para pensar y analizar el fenómeno de las


multitudes producto de la inmigración masiva: ante la pregunta sobre la
nacionalización de esas nuevas masas y de su control social surgieron respuestas
en torno intervenciones y reformas institucionales que permitieran resolver estos
problemas.

Ramos Mejía y la cuestión de las multitudes

José María Ramos Mejía nació en Buenos Aires el 25 de Diciembre de 1849 en el


seno de una familia tradicional proveniente de la época colonial. Estudia medicina
en la Universidad de Buenos Aires y se especializó en patología nerviosa. Su
encuentro con el positivismo será a través del criminólogo Cesare Lombroso, quien
buscó establecer las causas del delito para poder así proponer los remedios. Nos
detendremos brevemente en este último para comprender mejor a Ramos Mejía.
Lombroso estableció un determinismo natural explicando el delito a través de los
componentes atávicos de quienes cometían delitos. Para él, existía una
multicausalidad del delito en tanto, la peligrosidad del delincuente se determinaba
a través de distintas causas, como podían ser, el color del color de piel, la cabellera
rizada, el uso de tatuajes, la impulsividad, la pasión por el juego, las bebidas
alcohólicas. A partir de estas características propuso una clasificación de los
delincuentes y su peligrosidad.

Es bajo la influencia de Lombroso que Ramos Mejía escribió “La neurosis de los
hombres célebres en la Argentina” y “Las multitudes argentinas”. A partir de la
disciplina médica organizó una interpretación de lo social, La sociedad fue
concebida bajo la metáfora del cuerpo, homologándola a un organismo y a las crisis
y conflictos sociales como una enfermedad. Podemos pensar que, si para la
Generación del 37 el análisis se centraba en la dicotomía “civilización y barbarie” la
elite positivista moverá el foco de la misma a la distinción “salud-enfermedad”.

En 1899 publica “Las multitudes argentinas” cuya pregunta central fue ¿qué hacer
con las masas? y cómo evitar que la presencia de las mismas afecten la
gobernabilidad y el reconocimiento del papel de la minoría dirigente (tengamos en
cuenta el papel de la inmigración en el territorio). Frente a estas preguntas Ramos
Mejia encontró en el positivismo la respuesta, en tanto le permitió observar un
hecho social (la cuestión de las masas), para luego trazar luego establecer
generalidades: “el positivismo confía en que, la observación unida a la razón puede
detectar un orden, una legalidad, que escapa a quienes están desposeídos de estos
instrumentos intelectuales. Además, quien encuentre esa clave podrá prever y hasta
encauzar el curso de las grandes movilizaciones populares”2.

Ramos Mejia definió la presencia de las masas en la historia como una fuerza
fenomenal vaciada de inteligencia y raciocinio: las muchedumbres no tenían razón
sino puro instinto y es así que podían protagonizar tanto actos de barbarie como
de heroísmo. La inmigración formaba parte de esa masa, pero, podía ser
“reeducada”. Por este motivo, apuntó a la escuela pública como resorte de la

2
Oscar Terán, Historia de las ideas en la. Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires,
Siglo XXI , 2008
nacionalización de las masas y como barrera de las ideas anarquistas y socialistas,
que eran consideradas por la elite intelectual como “peligrosas”.

Será a través de del “sentimiento nacional” que Ramos Mejia buscó sentar las bases
sobre la cual construir el sentimiento de comunidad, necesario en la formación del
lazo social. Bajo esta línea, es desde su puesto en el Consejo Nacional de Educación
que reglamenta las ceremonias escolares como procedimientos de nacionalización
de las masas:

“Sistemáticamente y con obligada insistencia se les habla de la patria, de la bandera,


de las glorias nacionales y de los episodios heroicos de la historia; oyen el himno y lo
cantan y lo recitan con ceño y ardores de cómica epopeya, lo comentan a su modo
con hechicería ingenuidad, y en su verba accionada demuestran cómo es de propicia
la edad para echar la semilla de tan noble sentimiento”3

El positivismo de José Ingenieros

Producto de la oleada inmigratoria, José Ingenieros nació en Italia el 24 de Abril de


1877. A diferencia de Ramos Mejia, quien fue su maestro y mentor, no provenía de
una familia acomodada y formó su carrera como un intelectual, en el sentido
moderno del término, en tanto, adquiere esta categoría porque posee lo que Pierre
Bourdieu determinó como “capital simbólico”, es decir determinados
conocimientos propios de un campo intelectual y de un saber. Ingenieros escribió
como intelectual producto de sus conocimientos y saberes, no por ser parte de una
elite acaudalada.

Por este motivo, él mismo se presentaba como un investigador “objetivo” esto es,
alejado de todo interés político y social, de todos aquellos elementos que
consideramos como subjetivos: pasiones, ideologías, creencias. Buscó así, la
objetividad propia de toda ciencia natural. En su libro “Sociología argentina”
expresa:

“las opiniones expuestas a continuación no pueden corresponder a las tendencias de


ningún partido político o de tal historiador. Una circunstancia de ese género no

3
Ramos Mejía, José María en Oscar Terán, Historia de las ideas en la. Argentina. Diez lecciones
iniciales, 1810-1980, Buenos Aires, Siglo XXI , 2008, pág 129
agregaría autoridad a lo escrito. La interpretación de la experiencia social no ha sido
nunca la norma de la acción política colectiva, generalmente movida por pasiones e
intereses de los que sólo pocos tienen conciencia; los historiadores suelen reflejar sus
sentimientos personales o los de su grupo inmediato, supeditando a ellos los hechos,
cuando no son desviados de la verdad por las naturales inclinaciones del
temperamento imaginativo”4

El discurso positivista más fuerte de Ingenieros se puede hallar en el momento que


reclamó una sociología científica, combinando una matriz positivista evolucionista
y darwiniana, sumado el marxismo economicista y el evolucionismo de Spencer:
produjo así una síntesis que denominó como “bioeconomismo”.

Concibió a la Sociología como una rama de la Biología que se separa de esta en


tanto las sociedades humanas evolucionan dentro de leyes biológicas especiales
que son las leyes económicas. Por lo tanto, para Ingenieros existía una base
biológica, un medio dominante y prácticas económicas que confluían en la
evolución de las sociedades.

Al igual que Ramos Mejía planteó el problema de cómo integrar a la inmigración.


Para esto la Nación debía ser imaginada como un dispositivo de reformas
integradoras y diferencias segregacionistas. Este proyecto lo debía implementar la
clase gobernante, considerando que la mejor forma es la educación y el
mejoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera.

Para Ingenieros, la inmigración aportó por un lado, personas ansiosas por trabajar
y por otro, flujos migratorios marginales que deberán ser alejados del cuerpo
social prohibiendo su entrada. Por otro lado, señaló que existían sujetos
improductivos como vagos y mendigos que agitaban las grandes ciudades
modernas y que debían ser combatidos por los gobernantes. Solo sacando a los
locos y criminales se logaría la modernización argentina.

Sobre estas bases Ingenieros construye así un modelo de sociedad dividido y


jerarquizado en tres estratos sociales: en la cima estarían las minorías que poseían
el saber científico, encargadas de motorizar los cambios sociales. Luego, las

4
Ingenieros, José Sociología Argentina, Buenos Aires, L.J Rosso, 1918 en Oscar Terán, Historia de las
ideas en la. Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires, Siglo XXI , 2008, pág 132
multitudes productivas y honestas, que eran bastiones del orden y finalmente, en
el último estrato se encontraban los locos y delincuentes.

Ingenieros se encarga de estudiar la cuestión de la criminalidad social (delitos y


penas), buscando clasificar y patologizar al delito. La naturaleza del delito se
determinaba mediante la observación del delincuente; como buen positivista, no le
interesó el análisis del delito en sí, sino del delincuente: sólo a través del recorte
del objeto de estudio, se podía atender su clasificación de acuerdo a su
peligrosidad y temibilidad, contemplando la posibilidad de su reforma.

Ingenieros describe tres tipos de delincuentes: el anormal congénito, aquel que


nació “degenerado” y fue incapaz de imitar la moral de la sociedad, el anormal
adquirido, aquel que adquirió una moral social, comprendió normas y valores
pero las circunstancias (el medio) lo llevaron a la delincuencia, y por último, el
anormal transitorio o pseudo delincuente, su personalidad estaba bien adaptada
al medio social, no eran locos ni pervertidos morales, sino mediocres que cedían a
la tentación, empujados por el medio o las circunstancias, delincuentes ocasionales
y su temibilidad era mínima. De este modo, vemos como construyó categorías de
delincuentes con escalas de mayor a menor peligrosidad.

A pesar de esta cercanía con el positivismo, Ingenieros tienen distintos momentos


en su vida. En 1918 apoya la Reforma Universitaria, la Revolución Rusa y se enroló
en las filas del antiimperialismo latinoamericano.

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