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UNIDAD III
1.- Personas: concepto y especies.
2.- Personas de existencia visible. Comienzo de su existencia. Concepción. La cuestión a la luz de los
avances técnicos. Embarazo. Medidas de seguridad autorizadas durante el embarazo. Nacimiento con vida.
3.- Derechos de la Personalidad. Concepto, naturaleza jurídica y clasificación. La problemática bioética.
Inviolabilidad de la persona humana y respeto a su dignidad. Disposición de los derechos personalísimos.
Investigaciones en salud humana. Consentimiento informado para actos médicos e investigaciones en
salud. Prácticas prohibidas. Directivas médicas anticipadas. Exequias
4.- Derechos de la personalidad (continuación): Afectaciones a la dignidad. Algunos supuestos: a) El
derecho de vivir: concepto y aristas de la problemática. b) el derecho al cuerpo e integridad corporal. Actos
peligrosos. c) el derecho a la intimidad y protección de la vida privada (art.1770). Su dimensionamiento. d)
el derecho a la imagen el derecho a la voz, el derecho al honor, honra o reputación. El derecho a la
identidad.
5.- Atributos de la Personalidad. Concepto. El nombre de las personas físicas. Naturaleza jurídica. Reglas
concernientes al prenombre y al apellido. Reglas protectorias. Sobrenombre y seudónimo.

1) PERSONAS:

ARTICULO 19. Comienzo de la existencia. La existencia de la persona humana comienza con la


concepción.

El CCyC define el momento desde el cual se considera que se es persona humana como centro de
imputación de efectos —derechos y deberes— jurídicos en el ámbito civil. El CCyC señala que el
comienzo de la existencia de la persona humana acontece desde la concepción. No aclara qué se
entiende por concepción cuando se trata de personas nacidas por técnicas de reproducción humana
asistida (también conocidas por su sigla: TRHA), pero ello se concluye por interpretación según la línea
legislativa que adopta el CCyC y atendiendo a otras legislaciones como la Ley 26.862 de Acceso Integral a
los Procedimientos y Técnicas Médico Asistenciales de Reproducción Médicamente Asistida y a lo
decidido por la Corte IDH,  cuya jurisprudencia es obligatoria para la Argentina, so pena de incurrirse en
responsabilidad internacional. 
Por otra parte, la disposición transitoria segunda del CCyC establece que una ley especial deberá regular
la protección del embrión no implantado. Por lo tanto, la naturaleza, límites y grado de protección que
se le otorga al embrión no implantado o in vitro, serán materia de una normativa especial, no siendo
objeto de regulación de la legislación civil.
Nuestro CCyC, entiende por persona a todo ente capaz de adquirir derecho y contraer obligaciones.

Reconocemos dos clases de personas:


-Las personas de existencia visible (personas físicas), son aquellas que presentan signos característicos
de humanidad, sin distinción de cualidades o accidentes, es decir es la persona humana.
-Personas jurídicas, los entes a los cuales el ordenamiento jurídico les confiere aptitud para adquirir
derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y los fines de su creación.

Los dos tipos de persona disponen de atributos (cualidades que le son propias y que sólo ellas poseen),
por ejemplo el nombre, capacidad, domicilio, patrimonio.

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La característica principal que diferencia entre una persona física y personas jurídicas es que estas últimas carecen
de estado civil.
Personas de existencia visible:

El CCyC mantiene el momento de la existencia de la persona (agregándole el calificativo de “humana”)


desde la concepción, tal como lo previó Vélez Sarsfield siguiendo a Freitas y al Código prusiano. De este
modo, el concebido es considerado una persona humana a los efectos del CCyC, en los mismos términos
y con la misma extensión, limitación y condición (nacimiento con vida) que hasta la actualidad.
Se reconoce al nasciturus o persona por nacer como sujeto de derecho y, por ende, protegido por la
legislación civil siendo pasible de adquirir derechos y obligaciones colocándose el eje en la noción de
concepción.
La quita de la consideración de que la concepción acontece en el “seno materno” (conf. art. 63 CC)
responde a la coherencia que el CCyC mantiene con la Ley 26.743 de Identidad de Género. La referida
coherencia radica en que en el derecho argentino no es necesario someterse a operación quirúrgica
alguna para proceder a la modificación del género: una persona que ha nacido mujer puede cambiar su
identidad al género masculino y quedar embarazado; en tal caso no sería jurídicamente seno “materno”
porque este niño nacería de un padre que es la identidad “autopercibida” de quien da a luz, siendo este
el elemento central en respeto por el derecho a la identidad. Esta es la misma razón por la cual en el
Título V del Libro Segundo, referido a la filiación se alude en varios articulados a la persona que da a luz y
no a la noción de “madre” o “mujer”. De este modo, se alcanza una regulación coherente y sistémica con
todo el ordenamiento jurídico nacional en el que prima el principio de igualdad y no discriminación,
como el reconocimiento y protección del derecho a la identidad en sus diferentes vertientes.

La existencia de la persona desde la concepción en los casos de filiación derivada de las técnicas de
reproducción humana asistida
¿Qué se entiende por “concepción” cuando la persona nace de las TRHA? Esto no está respondido de
manera expresa por el CCyC, pero su respuesta se deriva de diferentes aciertos legislativos y
jurisprudenciales.
Por orden de importancia, se cita en primer lugar el caso “Artavia Murillo y otros c/ Costa Rica”, de la
Corte IDH por la obligatoriedad de esta jurisprudencia al integrar el llamado “bloque de la
constitucionalidad federal”. En esa oportunidad, se entendió que concepción es sinónimo de anidación,
siendo que el término de concepción del art. 4°.1 CADH resultaba acorde con un momento (1969) en el
que no existía la posibilidad de la fertilización in vitro (fecundación de óvulo y esperma por fuera del
cuerpo de una persona). Al respecto, la Corte IDH admite que en el marco científico actual, hay dos
lecturas bien diferentes del término “concepción”: una corriente entiende por “concepción” el momento
de encuentro o fecundación del óvulo por el espermatozoide; y la otra entiende por “concepción” el
momento de implantación del óvulo fecundado en el útero; inclinándose el tribunal por esta última, que
es la misma que sigue el articulado en análisis.
La Corte IDH entiende que la CADH debe ser interpretada de manera dinámica y, en ese sentido destaca
que, a la luz de las pruebas rendidas en el proceso, surge que el descarte embrionario ocurre tanto en
embarazos naturales como en aquellos en los que se aplica la técnica de la fertilización in vitro (FIV),
entendiendo que sería desproporcionado pretender una protección absoluta del embrión respecto a un
riesgo que resulta común e inherente incluso en procesos donde no interviene la ciencia.
En definitiva, para la Corte IDH la existencia de la persona humana comienza con la implantación del
embrión y, por ende, el embrión no implantado no es persona humana.

Por su parte, la CSJN en el caso “F., A. L. s/ medida autosatisfactiva”—en el que se interpreta el supuesto
de aborto no punible que regula el art. 86, inc. 2° Código Penal (CP)— mantuvo la noción de concepción
que incorpora la ley 23.849, que ratifica la Convención sobre los Derechos del Niño (en adelante, CDN).

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En tal sentido sostuvo que el art. 2° de la ley 23.849, que establece que el art. 1° de la Convención
“‘debe interpretarse en el sentido que se entiende por niño todo ser humano desde el momento de la
concepción’, no constituye una reserva que en los términos del art. 2° de la Convención de Viena sobre
el derecho de los tratados altere el alcance con que la Convención sobre los Derechos del Niño —rige en
los términos del art. 75, inc. 22 de la Constitución—. Esto porque como surge del texto mismo de la ley,
mientras que el Estado argentino efectuó una reserva con relación al art. 21 de la Convención, respecto
del artículo 1 se limitó a plasmar una declaración interpretativa.
Desde la óptica legislativa también se arriba a la misma conclusión que la Corte IDH.
Tal como se analizará al examinar el próximo articulado,
Art. 20, se entiende por concepción el plazo que corre entre el mínimo y máximo para el embarazo; es
decir, se relaciona la noción de concepción con la de embarazo. Nunca podría haber embarazo sin, como
mínimo, la implantación del embrión en la persona.
Por su parte, el art. 21 es más elocuente al sentar como principio que los derechos y obligaciones se
consolidan o quedan sujetos al nacimiento con vida, diciéndose de manera expresa que esta situación de
latencia acontece desde la concepción o la implantación del embrión hasta el efectivo nacimiento con
vida.
Así, el propio CCyC alude de manera precisa y le da relevancia a la implantación del embrión.
Más todavía, el art. 561 que integra el Capítulo dedicado a las “Reglas generales relativas a la filiación
por técnicas de reproducción asistida” dispone —en el mismo sentido que la ley 26.862 y su decreto
reglamentario 956/2013— que el consentimiento previo, informado y libre al sometimiento a esta
práctica médica es revocable “mientras no se haya producido la concepción en la persona o la
implantación del embrión”. Una vez más, la implantación del embrión tiene un significado de relevancia
para el CCyC.
Por último, la disposición transitoria segunda establece la obligación del Congreso de la Nación de
sancionar una ley especial en la materia que tenga por objeto la protección del embrión no implantado;
si fuera persona humana debería estar regulado en el CCyC y no en una ley especial.
Por fuera del CCyC, tanto la Ley 26.862 Acceso integral a los procedimientos y técnicas médico
asistenciales de reproducción médicamente asistida, como su decreto reglamentario 956/2013, siguen
esta línea interpretativa de entender que el embrión in vitro no es persona humana.
Ello se funda en el permiso o regulación de tres cuestiones centrales:
1) la donación de embriones, 2) la criopreservación de embriones y 3) la reafirmación de la revocación
del consentimiento hasta antes de la transferencia del embrión en la persona.
Por último, la ley especial a la cual remite el CCyC al regular la filiación como así también en la
mencionada disposición transitoria con relación a la protección del embrión no implantado o in vitro, ha
sido aprobada el 12/11/2014 por la Cámara de Diputados. Esta iniciativa legislativa permite el cese de la
criopreservación después de un plazo de 10 años, excepto que los usuarios o beneficiarios de las
técnicas no acorten dicho plazo.
Todas estas voces legislativas como la emanada de la máxima instancia regional en materia de derechos
humanos son coincidentes en entender que la persona humana comienza, en el caso de TRHA, cuando el
embrión se implanta o transfiere a la persona.

ARTÍCULO 20.- Duración del embarazo. Época de la concepción. Época de la concepción es el lapso
entre el máximo y el mínimo fijados para la duración del embarazo. Se presume, excepto prueba en
contrario, que el máximo de tiempo del embarazo es de trescientos días y el mínimo de ciento ochenta,
excluyendo el día del nacimiento.

Concepción y embarazo son nociones íntimamente conectadas. El CCyC se interesa por el plazo de la
concepción para lo cual tiene en cuenta el tiempo de duración de un embarazo. Se trata de cuestiones
de índole médico que tienen incidencia directa en el derecho civil. Si bien no se sabe con exactitud

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cuándo se produce la concepción —como sinónimo de anidación— se recepta un determinado plazo


para dar certeza. Por ello, salvo prueba en contrario, el lapso del embarazo es de un máximo de 300 días
y un mínimo de 180 días; los mismos términos que establecía la legislación civil anterior (art. 77 CC).

El CCyC sigue la postura adoptada por la legislación civil anterior que establece, iuris tantum, un plazo
máximo y mínimo de duración del embarazo. Así, un embarazo no puede durar más de 300 días ni
tampoco menos de 180 días, salvo prueba en contrario. Este lapso se cuenta sin contabilizar el día del
nacimiento. Sucede que si se pretende establecer un lapso temporal determinado, también se debe
dejar en claro si se computa o no el día del nacimiento, dejándose en claro —como lo hacía el art. 77
CC— que este no debe tenerse en cuenta a los fines del cómputo en cuestión.

ARTÍCULO 21.- Nacimiento con vida. Los derechos y obligaciones del concebido o implantado en la
mujer quedan irrevocablemente adquiridos si nace con vida.
Si no nace con vida, se considera que la persona nunca existió. El nacimiento con vida se presume.

El CCyC sigue la línea de la legislación anterior al sostener que los derechos y deberes que se adquieren
antes del nacimiento están sujetos al efectivo alumbramiento y naci-miento con vida del niño,
entendiéndose que ello acontece cuando es separado de la persona que dio a luz.
Una diferencia sustancial es que en el CC no se diferenciaban los casos de nacimiento derivado del acto
sexual de las técnicas de reproducción asistida. Si bien el art. 19 refiere a la noción de concepción a
secas y de manera general, el articulado en análisis sí diferencia ambas situaciones o maneras de
concebir.
Se sienta como principio una condición resolutoria: los derechos y deberes que adquiere el concebido
(cuando la causa fuente del embarazo es el acto sexual) o el implantado en la persona (cuando la causa
fuente son las técnicas de reproducción humana asistida) se consolidan o quedan irrevocablemente
adquiridos con el nacimiento con vida.
En sentido contrario, si el concebido o implantado no nace con vida, la ley considera que la persona
humana no ha existido.
Aquí la norma —al igual que se lo hacía en la versión original del Anteproyecto que dio lugar al CCyC— sí
distingue de manera precisa la concepción a secas, lo cual acontece cuan-do la persona deriva del acto
sexual —o, en términos filiales, de la filiación por naturaleza o biológica— de lo que acontece cuando es
el resultado de las técnicas de reproducción asistida, cuya concepción se produce recién cuando se
implanta el embrión en la persona, receptándose de manera expresa la doctrina arribada por la Corte
IDH en el mencionado caso “Artavia Murillo y otros contra Costa Rica” del 28/11/2012.
¿Cuándo se produce el nacimiento con vida? Cuando acontece el alumbramiento y es sepa-rada de la
persona que dio a luz; es decir, cuando se está ante dos personas con individualidad propia. Si fallece
antes de ese momento, se considera que la persona nunca existió.

MEDIDAS DE SEGURIDAD
Es indiscutible la importancia de verificar que el embarazo y el parto se han efectivizado concretamente,
dado que pueden existir personas cuyos derechos patrimoniales dependan del nacimiento, ya que el
nacimiento con vida del concebido puede alterar el orden sucesorio.
Para evitar fraudes en consecuencia, como por ejemplo la “suposición o simulación de parto” (embarazo
y parto ficticio con una criatura extraña) o la “sustitución de parto” (de un hijo muerto por otro ajeno),
es posible solicitar al juez civil se disponga “medidas de seguridad” o sea, judiciales, para controlar o
verificar que el embarazo y el parto se han efectivizado realmente.
En nuestro derecho estas medidas están prohibidas. Con el avance en los exámenes biológicos, que
permiten determinar casi con certeza la filiación, ya no son tan necesarias.

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3- Derecho de la Personalidad:

CONCEPTO: Los derechos personalísimos o también llamados derechos de la personalidad, son las
prerrogativas, de contenido extrapatrimonial, inalienables, perpetuas y oponibles erga omnes, que
corresponden a toda persona por su condición de tal, desde antes del nacimiento hasta después de su
muerte, y de las que no puede ser privada por la acción del estado ni de otros particulares, ya que ello
implicaría desmedro o menos cabo de la personalidad.
Constituyen una categoría de derechos subjetivos esenciales que pertenecen a la persona.

CARACTERISTICAS: Siguiendo a Cifuentes son:


• Innatos: Corresponden a la persona desde su origen.
• Vitalicios: Rigen durante toda la vida de la persona. Se considera que estos derechos se agotan con la
muerte de la persona, no obstante, existe una tendencia a ampliar su marco de acción, estimándose que
ciertos aspectos se trasladan a los herederos del titular, pudiendo estos ejercer algún tipo de acción.
• Necesarios: No pueden faltar durante la vida del ser humano, ni pueden perderse de modo definitivo.
• Inherentes: Existe una unión inseparable del objeto respecto del sujeto.
• Extrapatrimoniales: no poseen valor económico.
• Inalienables: No pueden ser enajenados ni transferidos mientras viva la persona. Sin embargo puede
ocurrir que exista una renuncia al ejercicio de ciertas facultades de algún derecho personalísimo, pero
no una renuncia al derecho personalísimo en su totalidad.
• Absolutos: Son oponibles erga omnes. Todas las personas deben respetar las facultades del sujeto.
Esto no debe ser entendido como que atribuye al ejercicio del derecho un alcance ilimitado. Todo
derecho encuentra su límite donde aparece el contacto con los derechos de las demás personas.
• Autónomos: Cada derecho puede defenderse por sí solo.
• Esenciales: Representan un mínimo imprescindible para el contenido de la personalidad humana.
• De objeto interior: Las manifestaciones de la persona correspondientes a los derechos personalísimos
son interiores, inseparables de ella.
• Privados: Este carácter no se altera por el hecho de que para la lesión a un derecho privado este prevista una
sanción penal de carácter público.

Naturaleza Jurídica:
Constituyen una categoría de derechos subjetivos esenciales que pertenecen a la persona por su
condición humana.

- Posición negativa: niegan el carácter de derechos subjetivos. El derecho subjetivo surge solo después
de la lesión inferida por otro sujeto.
- Refutación: si hay lesión en el acto es porque había algo que era objeto de lesión (el derecho subjetivo).

Casi en forma unánime, hoy son considerados como derechos subjetivos, como un tipo de éstos.

Evolución histórica: En Argentina, en un principio se desconoció esta categoría. No es que Vélez Sarsfield
(1869) no los haya tenido en cuenta. Solamente los nombra en una nota al artículo 2312, donde Nos
habla de una serie de derechos absolutos, especiales.
“Hay derechos y los más importantes, que no son bienes, tales son ciertos derechos que tienen su origen
en la existencia del individuo mismo a que pertenecen, como la libertad, el honor, el cuerpo de la
persona, la patria potestad, etc. Sin duda, la violación de estos derechos personales puede dar lugar a
una reparación que constituye un bien, jurídicamente hablando, pero en la acción nada hay de personal:

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en un bien exterior que se resuelve en un crédito. Si, pues, los derechos personales pueden venir a ser la
causa o la ocasión de un bien, ellos no constituyen por sí mismos un bien in jure....”
Si bien las notas al DEROGADO CC no tenían fuerza de ley, eso no significaba que ya desde el momento
de redacción del código, no se haya tomado conocimiento de este tipo de derechos especiales.
A partir del fin de la segunda guerra mundial, comienza la reformulación del concepto de persona.
Declaración Universal de los Derechos Humanos(1948), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la
ONU(1966), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (ratificados por ley 23313) y el
Pacto de San José de Costa Rica (1969) (ratificado por Argentina por ley 23054).

Los tratados internacionales de derechos humanos que integran el bloque de constitucionalidad federal fueron la
inspiración de los especialistas para incluirlos.
Los derechos personalísimos son fruto de la evolución del Derecho Público Constitucional.

CAPITULO 3 - Derechos y actos personalísimos

El nuevo Código le asigna 11 artículos, estableciendo que el soporte de los derechos personalísimos está
vinculado a derechos de dignidad e integridad tanto corporal como espiritual de la persona.
En este capítulo se reconocen expresamente los derechos a la dignidad, la intimidad, el honor y la
imagen.
El viejo Código Civil de Dalmacio Vélez Sarsfield no los incluyó debido a que cuando fue redactado (a
fines del siglo XIX) estos derechos no tenían presencia jurídica alguna; de hecho, la primera constitución
que los incluyó fue la de Alemania, luego de la Segunda Guerra Mundial.

Los derechos personalísimos tienen garantía constitucional y ya están vigentes en otras leyes, como la
Ley de Derecho a la Propia Imagen, la Ley que protege la intimidad y la Ley de Transplante de Órganos.

La vida pública en internet tuvo que ver para la redacción de estos derechos.
Las imágenes que se publican en Facebook, Twitter, Instagram u otra plataforma social corren peligro
de ser captadas y usadas.

El nuevo Código hace lugar a la legislación que establece que existe un derecho a la imagen y que sólo se
puede utilizar con consentimiento de la persona.
El presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti, indicó, al momento de
explicar los pormenores del nuevo Código, que el capítulo de los derechos personalísimos “protege al
individuo frente a los avances del mundo económico y tecnológico que producen muchos
avasallamientos del individuo, intromisión a la privacidad, uso de imagen, de datos personales y la
intromisión médica”.

Hoy doctrina y jurisprudencia nacional están de acuerdo enque su naturaleza se encuentra abarcada por
el concepto de derecho subjetivo que:

“(…) está dado como el poder o acción reconocido o concedido a una persona por el ordenamiento jurídico,
es decir, por el derecho objetivo, para exigir el comportamiento o conducta determinada a otra persona,
que sirve para la satisfacción de intereses humanos”

Son, a la vez, derechos subjetivos distintos, con sus particularidades, y que se refieren a aspectos
entrañables del “ser” humano. Su actual importancia, tanto jurídica como social, se ha manifestado dado
que la vida moderna o posmoderna apunta a arrasar con la individualidad del sujeto, a absorberlo en
una masa que se mueve en un mundo donde ya todo está decidido, donde todo ya está pensado.
Alguien ya decidió cómo hay que vestirse, qué película hay que ver, de qué se va a hablar en la reunión

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es sociales, etcétera. Los derechos personalísimos tienen como pilar fundacional permitir al hombre su
autodeterminación, esto es, poder decidir sobre determinados ámbitos personales teniendo como único
límite la afectación de intereses legítimos de terceros.

De manera correcta sostiene un prestigioso autor sobre la materia que:


“La construcción (...) de los principios que organizan la teoría de los derechos personalísimos tiene que
fundarse (…) en estos conceptos previos: el ser humano —o, mejor, la persona— comocentro del
problema, y no como centro la sociedad donde él se desarrolla; la trayectoria vital de ese ser
considerada desde la perspectiva del orden jurídico...(y) la autonomía o autodeterminación individual
(…)”
Lo derechos personalísimos tienen aspectos que los hacen únicos frente a los demás derechos. Son
derechos innatos, en tanto son connaturales, con el ser mismo de la persona; originados genéticamente,
dirá Cifuentes. Son, además, vitalicios dado que acompañan a la persona durante todo su trayecto vital.
De contenido variable pero nunca podrán faltar totalmente, es por ello que se los caracteriza como esenciales,
por oposición a la eventualidad de los demás derechos subjetivos. Y, por último, son derechos de objeto
interior. Sujeto y objeto del derecho confluyen en un mismo ente.
Los derechos personalísimos tienen otros caracteres. Son inherentes, extrapatrimoniales, absolutos,
necesarios, privados y relativamente disponibles. Pero, ellos no son exclusivos sino, por el contrario,
comparten esas características con otros derechos.

Disposición de estos derechos

El art. 55 dice: “El consentimiento para la disposición de los derechos personalísimos es admitido si no es
contrario a la ley, la moral o las buenas costumbres. Este consentimiento no se presume, es de
interpretación restrictiva y libremente revocable”.

Respecto a la relativa disponibilidad, se refiere el art. 55 del CCyC, cuando establece que a los fines de la
disposición de los derechos personalísimos es necesario contar con el consentimiento expreso del titular
del derecho y será admitido sino es contrario a la ley, la moral o las buenas costumbres. Este
consentimiento no se presume, es de interpretación restrictiva, y es libremente revocable, aquí es
manifiesto lo que mencionábamos respecto a la relativa.

El art. 55 admite la posibilidad de disponer de los derechos personalísimos bajo ciertos


condicionamientos. En rigor, se trata de una disponibilidad relativa. Ello por cuanto los derechos
personalísimos no sólo son irrenunciables, sino también indisponibles en forma absoluta y total en tanto
no se admite una renuncia incondicionada al ejercicio de tales prerrogativas (Cifuentes).
La disponibilidad que prevé la norma tendrá lugar, si se autoriza la publicación de un retrato (art. 53); o
si se consiente la publicación de una autobiografía o de una nota periodística que difunda detalles que
normalmente podrían reputarse excluidos de la intromisión de terceros; o cuando se autoriza la
realización de tratamientos médicos, clínicos o quirúrgicos o la ablación de un órgano (arts. 56 y 59) o de
investigación(art.58).
En cuanto a sus límites, se exige que no sea contraria a la ley, a la moral o las buenas costumbres.

Consentimiento: En torno al consentimiento el precepto predica tres pautas:

1. Que no se presume: La norma no requiere que el consentimiento sea expreso, limitándose a señalar
que su existencia no se presume. Ello habilitaría a quien es imputado de la violación de un derecho
personalísimo, a demostrar que el consentimiento fue prestado por su titular en forma tácita, siempre

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que resulte de actos por los cuales se pueda conocer con certidumbre (art. 264) o incluso por vía del
silencio en tanto se den las excepcionales hipótesis contempladas en el art. 263.

2. Que es de interpretación restrictiva: La interpretación del acto de disposición debe ser estricta. De tal
modo se enfatiza que el consentimiento constituye una limitación voluntaria a los derechos de la
personalidad, no pudiendo ser extendido más allá de lo que razonablemente se entendió consentir.

3. Que es libremente revocable: El art. 55 predica la libre revocabilidad del consentimiento. Ello se
justifica pues el acto de disposición de los derechos personalísimos constituye una limitación voluntaria
a su ejercicio, empero los derechos de la personalidad permanecen dentro de la esfera de disposición
del sujeto. Este último, por tanto, puede retrotraer las circunstancias al estado inicial, irguiendo la valla
que la ley le acuerda para tutelar las manifestaciones de su personalidad tanto física como espiritual
(Rivera).

La legislación comparada y proyectos de reforma nacionales anteriores prevén una indemnización para
el caso de posterior revocación del consentimiento, debatiendo la doctrina el eventual alcance de tal
resarcimiento. Según una tesis, aquél debe limitarse al daño al interés negativo (esto es, a los gastos que
hubiera dado lugar al acto de disposición inicialmente acordado) (Cifuentes).
Para una segunda posición, también puede llegar a comprender el daño al interés positivo, si el sujeto
revocaba su consentimiento para publicar su biografía.
El precepto en comentario no contempla en forma expresa tal posibilidad. Antes bien, afirma que es
"libremente revocable", lo cual podría llevar a suponer que en ningún caso resulta admisible el
resarcimiento. No obstante también los antecedentes entre ellos el Proyecto de 1998 aludían al carácter
"libremente revocable", sin que ello obstara a la eventual reparación. Cabría entonces interpretar que,
por vía de principio, la revocación importa el ejercicio regular de un derecho que enerva la
antijuridicidad (arts. 1717 y 1718 inc. a Cód. Civ. y Com.). Empero, ello no cierra la posibilidad que de
que tal revocación trasluzca un ejercicio abusivo de tal derecho que habilite algún grado de reparación
(art.10) la indemnización de los daños causados a quien, con sustento en el previo consentimiento del
titular para el uso de su imagen en una campana comercial, incurrió en gastos, operando luego una
revocación arbitraria o intempestiva.

ARTÍCULO 51.- Inviolabilidad de la persona humana. La persona humana es inviolable y en cualquier


circunstancia tiene derecho al reconocimiento y respeto de su dignidad.

El precepto legal recoge la idea de que la persona tiene un valor en sí misma y como tal cabe
reconocerle una dignidad, de lo que se sigue que todo ser humano tiene frente a cualquier otro el
derecho a ser respetado por él como persona, a no ser perjudicado en su existencia (vida, cuerpo, salud),
y en su propia dignidad (honor, intimidad, imagen), y que cada individuo está obligado frente a cualquier
otro de modo análogo. La relación de respeto mutuo que cada uno debe a cualquier otro y puede exigir
de éste es la relación jurídica fundamental, la cual es la base de toda convivencia en una comunidad
jurídica y de toda relación jurídica en particular. De modo que el artículo proyectado extiende su tutela a
los derechos de la personalidad espiritual que se enumeran –no taxativamente– en el artículo 52
(imagen, intimidad, identidad, honor o reputación), así como a cualquier otro que resulte una
emanación de la dignidad personal. De la misma manera, la referencia a la inviolabilidad de la persona
hace que esté tutelada la integridad física –por ende y primordialmente la vida– y la salud.
La inviolabilidad de la persona ha sido reiteradamente afirmada por la Corte Suprema de la Nación. En
este sentido, el Alto Tribunal ha sostenido que "el hombre es el eje y centro de todo el sistema jurídico y,
en tanto fin en sí mismo más allá de su naturaleza trascendente su persona es inviolable".

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El reconocimiento y respeto de la dignidad personal, a la par, encuentra amparo constitucional por vía
del art. 75 inc. 22 y rango constitucional asignado en lo que aquí nos convoca al art. 11 del Pacto de San
José de Costa Rica. El art. 51 recoge, de modo expreso, el valor en sí mismo que ostenta toda persona,
reconociendo su dignidad. Todo ser humano tiene frente a cualquier otro el derecho a ser respetado por
él como persona, a no ser perjudicado en su existencia (vida, cuerpo, salud), y en su propia dignidad
(honor, intimidad, imagen), y cada individuo está obligado frente a cualquier otro de modo análogo. La
relación de respeto mutuo que cada uno debe a cualquier otro y puede exigir de éste es la relación
jurídica fundamental, la cual es la base de toda convivencia en una comunidad jurídica y de toda relación
jurídica en particular (Rivera).
El artículo, extiende su tutela tanto a los derechos de la personalidad espiritual que enumera no
taxativamente (imagen, intimidad, identidad, honor o reputación), como a cualquier otro que resulte
una emanación de la dignidad personal. De la misma manera, la referencia a la inviolabilidad de la
persona hace que esté protegida la integridad física por ende y primordialmente la vida y la salud.

Fundamento común: La inviolabilidad de la persona y el reconocimiento en cada individuo de su


dignidad, constituyen el fundamento de todos los derechos reconocidos en el Código. En otras palabras,
los derechos de intimidad, imagen, honor entre otros son reflejos de la dignidad personal. De ello deriva
que la enumeración que se hace en el artículo siguiente no sea taxativa, sino meramente enunciativa. En
definitiva, la persona tiene derecho a la reparación del daño causado por cualquier conducta que de
algún modo afecte su dignidad.

Investigaciones en seres humanos. ARTÍCULO 58.-


La investigación médica en seres humanos mediante intervenciones, tales como tratamientos, métodos
de prevención, pruebas diagnósticas o predictivas, cuya eficacia o seguridad no están comprobadas
científicamente, sólo puede ser realizada si se cumple con los siguientes requisitos:
a) describir claramente el proyecto y el método que se aplicará en un protocolo de investigación;
b) ser realizada por personas con la formación y calificaciones científicas y profesionales apropiadas;
c) contar con la aprobación previa de un comité acreditado de evaluación de ética en la investigación;
d) contar con la autorización previa del organismo público correspondiente;
e) estar fundamentada en una cuidadosa comparación de los riesgos y las cargas en relación con los
beneficios previsibles que representan para las personas que participan en la investigación y para otras
personas afectadas por el tema que se investiga;
f) contar con el consentimiento previo, libre, escrito, informado y específico de la persona que participa
en la investigación, a quien se le debe explicar, en términos comprensibles, los objetivos y la
metodología de la investigación, sus riesgos y posibles beneficios; dicho consentimiento es revocable;
g) no implicar para el participante riesgos y molestias desproporcionados en relación con los beneficios
que se espera obtener de la investigación;
h) resguardar la intimidad de la persona que participa en la investigación y la confidencialidad de su
información personal;
i) asegurar que la participación de los sujetos de la investigación no les resulte onerosa a éstos y que
tengan acceso a la atención médica apropiada en caso de eventos adversos relacionados con la
investigación, la que debe estar disponible cuando sea requerida;
j) asegurar a los participantes de la investigación la disponibilidad y accesibilidad a los tratamientos que
la investigación haya demostrado beneficiosos.

Investigaciones biomédicas
La realización de investigaciones biomédicas en seres humanos puede responder a diversos objetivos.
Así, puede tratarse de las llamadas "investigaciones o experimentación terapéuticas" que procuran un
beneficio para el paciente sobre el cual se realizan, las que a la par pueden aprovechar en general a la

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ciencia médica. De otra parte, pueden constituir en "investigaciones y experimentos no terapéuticos o


puros" destinados al solo adelanto de la ciencia médica (Cifuentes).
A nivel internacional, las pautas para la experimentación e investigaciones en seres humanas han sido
sentadas en el denominado Código de Nuremberg (1947) que establece por primera vez la necesidad del
consentimiento y en la Declaración de Helsinki de 1964 que sentó como principio esencial que el
"bienestar de la persona" participante "debe tener siempre primacía sobre todos los otros intereses".
Asimismo, presenta particular interés el llamado "Belmont Report" (1974) donde se formularon los tres
principios generales que rigen la bioética, a saber;

PRINCIPIO DE AUTONOMIA DEL PACIENTE: Así como existe el principio ético de beneficencia para el médico,
también en la relación debe tenerse en cuenta el de autonomía del paciente. Esto establece que se requiere el
consentimiento informado del mismo, implica la negativa a prácticas o tratamientos. Para esto, el paciente
debe ser capaz mentalmente y además en los supuestos de urgencia y si no se puede lograr la autorización
respectiva, se admite que se efectúen prácticas sin la autorización del paciente, siempre que esté en juego la
vida
Ejemplo: ante la enfermedad de una persona, el médico debe diagnosticar correctamente e indicar los
tratamientos posibles con los riesgos, complicaciones, beneficios e indicar cuál es el más recomendable a su
parecer (aquí juega el principio de beneficencia) pero será el paciente quien deberá dar su consentimiento
informado para la práctica elegida (principio de autonomía).

PRINCIPIO DE BENEFICENCIA- NO MALEFICENCIA: Principio ético de no dañar y de hacer el bien, que ha sido
sintetizado en el principio de no maleficencia (hacer el mayor bien con el menor daño posible). Esto le
corresponde al médico, no tienen la obligación de sanar completamente pero tienen que poner todo lo mejor.

PRINCIPIO DE JUSTICIA: La sociedad incide en la relación médico- paciente, dicha relación se desarrolla en el
ámbito de una cínica u hospital. La atención del médico en muchos casos se realiza por intermedio de una
cobertura de una Obra Social, mutual, seguro de salud o servicio de medicina pre- paga; pueden intervenir
diferentes médicos, en diagnósticos, interconsultas, intervenciones quirúrgicas, especialidades etc. Sin lugar a
dudas existen diferentes intereses en conflicto, o al menos, intereses que aunque más no sea potencialmente
pueden generar un conflicto.

Estos principios fueron, junto con otros, receptados en la Declaración Universal de Bioética y Derechos
Humanos (2005). A su vez, el art. 7° del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos prevé que
nadie "será sometido sin su libre consentimiento a experimentos médicos o científicos".

Bioética: Es un estudio multidisciplinario. Reúne una diversidad de criterios que se ponen de manifiesto
en los Comités de bioética hospitalarios. “Es el estudio sistemático de la conducta humana en el área de
las ciencias de la vida y en la salud en cuanto esa conducta es examinada, estudiada teniendo en cuenta
los principios morales”.

COMITES DE LA BIOÉTICA:
Para la solución de los conflictos bioéticos que se presentan, las distintas sociedades han organizado
Comités de Ética o Bioética formados por profesionales de diversas áreas ya que se necesitan distintas
opiniones de distintas ciencias. Dichos organismos, han tenido un papel importantísimo para las
cuestiones que no tienen una resolución explícita legal. Su misión verdadera es informar, explicitar,
analizar cuestiones científicas y técnicas, descripción de riesgos éticos y de posiciones morales. Explicar y
analizar argumentos y objeciones y, en definitiva, destacar los puntos de acuerdo y desacuerdo. No
imponen ideas, sino que se plantea la problemática y se determinan los consensos y disensos y a partir
de eso se hacen recomendaciones.

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por Anisa Galvan Abogacia EA!

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