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Reflexiones de un educador en tiempos del

coronavirus
Patricio Chaves Zaldumbide
Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. 
Director Fundador del Centro para la Gestión Social, Educativa y Cultural
GESIP S.C.
La pandemia cambió el mundo. Todos aquellos referentes con los que actuábamos,
pensábamos y, sobre todo, con los cuales vivíamos, no solamente fueron
cuestionados, sino que, en la práctica, fueron modificados en un periodo de tiempo
muy corto. Quedarnos en casa, aislarnos socialmente, dejar de mostrar afecto físico,
dejar de ir a la escuela y al trabajo, cubrirnos para no infectarnos; en fin, una serie de
medidas que trastocaron todas las acciones, costumbres, ritos y tareas que,
conscientes o no, estábamos acostumbrados a realizar en nuestro día a día.
Todo el mundo coincide con que estamos frente a uno de los momentos históricos
más álgidos de la humanidad en el que la incertidumbre, el miedo y el
desconocimiento son experiencias genéricas que marcan a cada ser humano según su
situación particular.
Escuchamos día a día el número de infectados, personas que fallecen y enfermos
recuperados en nuestro país y el mundo. Tenemos información cada minuto y nos
llega a través de todos los medios, pero nadie, absolutamente nadie, sabe qué
sucederá después de que esta crisis sanitaria termine –si es que será, tal vez, el caso–
y que debamos “volver a la normalidad”. Muchas posiciones e hipótesis han
surgido: unas pesimistas y negativas que consideran que la explotación, el
individualismo, la depredación al planeta y a la naturaleza, el “sálvese quien pueda”,
el exacerbado e ilimitado consumismo continuarán e, incluso, se profundizarán en el
marco de lo que podría denominarse un estado totalitario aliado a la tecnología
(tecno-totalitarismo). Otras más optimistas que consideran que la crisis del
coronavirus puede ser un punto de inflexión para que en todos los frentes (Estados
nacionales, ciudades, comunidades e individuos) se promueva un mundo alternativo
en el cual prime la solidaridad, la resiliencia, el apoyo y el cuidado colectivo, la
conciencia ecológica, la justicia y la equidad.
Entre todo esto, el mundo de la educación, la escuela, los procesos pedagógicos y
nosotros, los y las docentes, también nos hemos visto afectados en nuestra
conciencia, nuestra práctica y, por lo tanto, en nuestra labor. De pronto, sin previo
aviso, la epidemia nos deja sin el espacio del aula, nos quita nuestras herramientas
de enseñanza, nos replantea los tiempos, los horarios y las prácticas a las cuales
estábamos acostumbrados para enseñar; pero, sobre todo, nos aleja de nuestra
contraparte más preciada, la que da sentido a la labor que realizamos: nuestros niños
y niñas, adolescentes y jóvenes estudiantes.
Sin avisarnos, de una manera repentina, casi violenta, la epidemia y la crisis
sanitaria nos pone frente a un computador y nos obliga –sin preparación previa para
muchas y muchos de nosotros– a planificar, organizar y dar clases en una modalidad
que muy pocos –o en muy limitada medida– conocíamos: la educación a distancia.

Han pasado varias semanas ya desde que se inició la cuarentena, a través de


múltiples canales de comunicación, escuchamos múltiples voces que se quejan por
la actual situación de la educación en el encierro. Estudiantes agobiados por las
tareas y por la inutilidad de las sesiones asincrónicas, los docentes por la falta de
acompañamiento para conectarse y “dar clase” en tiempo real a través de las
plataformas, los padres y las madres cuestionando a las escuelas y a los docentes
porque sus hijos no se ven igual de ocupados como cuando están en sus jornadas de
clase, pero también porque no saben cómo apoyar a sus hijos.
Nadie, familias, docentes, directivos, ni estudiantes estuvo preparado para migrar a
una educación a distancia. Por supuesto, ninguna escuela en México, América
Latina o el mundo estaba preparada para enfrentar este repentino cambio en los
tiempos, espacios y modalidades de la educación.
Semejante reto nos coloca a los docentes en la palestra de las familias, nos evidencia
como “actores de primera fila” ante la sociedad y, con seguridad, el país nos
responsabilizará de los logros o los fracasos que esta nueva experiencia pueda
generar. Al igual que el personal médico y sanitario que lucha –sin las debidas
armas– en el frente de batalla contra esta epidemia, también a nosotros los
educadores nos ha tocado posicionarnos en primer plano en esta crisis, que ya no
sólo es sanitaria, sino económica, social, educativa y cultural, y sin las suficientes y
necesarias herramientas para dar respuesta a este insoslayable reto: seguir educando
en tiempos de crisis.
En este sentido, como un homenaje a los docentes, me permito compartir
algunas reflexiones de un educador en tiempos del coronavirus:
 
1. Cuando, un día, salgamos del confinamiento de la cuarentena, el gran reto de
nuestros estudiantes no será tener un título, hablar más de un idioma, aprobar los
exámenes del siguiente año, ingresar a la universidad, conseguir un mejor trabajo
o ser exitosos y conseguir dinero. El mundo se ha fracturado y debilitado por su
obsesión con conseguir riqueza, consumir ilimitadamente y ser exitosos a
cualquier precio. La gente está muriendo, los hospitales se están quedando sin
ventiladores y los médicos están abrumados por la fatiga, la ansiedad y el miedo a
las infecciones. Hoy, más que nunca, es necesario redefinir y repensar la
finalidad de la educación.
2. Como dice Berardi “Bifo” (2020) esta epidemia nos enseñó que hay cosas que no
puede comprar el dinero. El dinero no puede comprar la vacuna que no tenemos,
no puede comprar las mascarillas que no se han producido, ni los ventiladores de
terapia intensiva que –por desidia, desconocimiento o políticas de ajuste– no
compraron a tiempo los gobiernos. No, el dinero no puede comprar lo que no
existe. Sólo la inteligencia colectiva, el conocimiento social y la solidaridad
comunitaria pueden adquirir lo que no existe y constituirse en las mejores
herramientas para solucionar esta epidemia y sus consecuencias. Luego de esta
crisis ya no volveremos a la normalidad. Coincido con múltiples autores: lo
normal nunca volverá, y añado: no quiero volver a una normalidad injusta y
desigual. Lo que sucederá después no se conoce, y no se puede predecir, pero el
coronavirus nos enseñó que el problema no es el dinero. El problema es: ¿cuáles
son nuestras necesidades reales?, ¿qué es útil para la vida humana y para la
colectividad?, ¿qué tipo de desarrollo queremos generar?, ¿cuál es la imagen
societal que queremos construir?, ¿cómo podemos sobrevivir de manera colectiva
frente a estos micro-enemigos a los cuales no podemos ver, ni tenemos
herramientas para enfrentarlos?, ¿qué generó todo esto? Nosotros, los educadores
debemos, necesariamente, dirigir la mirada y tratar de dar respuesta a estos
interrogantes.
3. Como docentes y maestros, es importante recordar que ser feliz debe ser la
finalidad última de todo proceso educativo, y que la voluntad de sentido es la
única determinación del ser humano y la causa de su auténtica felicidad. 
Por ello, la labor central como docentes en tiempos de crisis, es facilitar caminos
pedagógicos para que nuestros estudiantes construyan significado y sentido de sus
vidas, para definir sus proyectos de vida de manera autónoma y con conciencia
crítica acerca de lo que está sucediendo en el mundo actual. En este sentido, el
aprendizaje de las habilidades socio-emocionales interpersonales, tales como la
relación con uno mismo, el autoconocimiento, la capacidad de resiliencia y la
autorregulación deben cobrar relevancia y centralidad en los procesos de educación
actual.
 
1. Esta contingencia nos ha dicho que el daño a un ser humano es el daño a todos.
Que solos y de manera individual, los Estados, las sociedades, las comunidades y
las personas no podremos salir de esta crisis. Las respuestas y posibles
alternativas para trascender de este convulsionado momento pasan por el trabajo
mancomunado, solidario, fraterno, incluyente y colectivo. Hoy más que nunca,
nosotros, los docentes, debemos enseñar a construir seres solidarios. Por lo
tanto, se vuelven especialmente relevantes la formación de habilidades socio-
emocionales intra-personales y pro-sociales de nuestras niñas y niños,
adolescentes y jóvenes: la comprensión y relación con el otro, la empatía, la
comunicación asertiva, la relación y contribución colectiva, la conciencia social y
la colaboración.
 
 En ningún otro momento, como en los momentos de crisis, se vuelven tan
patentes, claras y lacerantes las desigualdades sociales. Si bien el virus no
distingue edades, niveles socio-económicos, lugares de residencia o capacidad
de consumo, las medidas para evitar el contagio de las familias se concretan
dependiendo de sus niveles de ingreso. Por ello se pueden ver familias que hacen
la cuarentena en sus casas de playa o en sus quintas de vacaciones y, en
contraparte, las que, hacinadas en una sola habitación, les toca resguardarse
compartiendo espacio –además de los numerosos miembros de la familia– con
sus vecinos; y, esto sin considerar a aquellos que simplemente carecen de un
techo donde vivir. Mucho se ha escrito acerca de las desigualdades educativas
en los países de América Latina, pero en estos tiempos de contingencia, las
posibilidades de aprender en casa que tienen los niños de una escuela pública,
los que viven en zonas urbano-marginales, en barrios periféricos caracterizados
por el hacinamiento o en zonas rurales sin conexión a internet, simplemente son
abismalmente diferentes y desiguales que las que tienen otros niños que vive en
zonas privilegiadas, con internet permanente y que asisten a escuelas privadas.
Recordemos que solamente 6 de cada 10 familias mexicanas disponen de internet
y sólo 4 de cada 10 tienen una computadora en casa (INEGI, 2019); y, por ello,
nos corresponde como docentes tener claro que bien vale todo empeño por
educar a distancia de la mejor manera posible, pero que sus resultados no
dependen solamente de nuestro esfuerzo, pues factores gravitantes de la injusta
estructura socio-económica anteceden a esta crisis y están fuera de nuestro
ámbito de incidencia
 
1. Las modalidades virtuales de aprendizaje a través de las TIC requieren –por
supuesto– la formación didáctica del profesorado en ambientes virtuales, así
como la provisión de recursos tecnológicos para nosotros y para nuestros
estudiantes. Lastimosamente, estos requerimientos no se concretaron en tiempos
previos al virus; pero, es lo que nos tocó vivir y, entonces, nos toca
reinventarnos. Estamos obligados a hacer propuestas innovadoras, creativas y
lúdicas a nuestros estudiantes encerrados en casa. 
2. Tal como señala Villalpando (2020): “la escuela física no se remplaza
automáticamente con la escuela digital porque la didáctica no se reduce a la
tecnología ni la pedagogía se encuentra en internet” (p.4). Por ello, debemos
convencernos y convencer a las familias y a la sociedad de que la educación a
distancia no es –ni puede ser– la misma educación presencial, pero a través de
computadoras. La educación a distancia (e-learning) es mucho más que una
conferencia virtual en ZOOM de 30 minutos. Como ya dijimos, requiere de
nuevas herramientas, técnicas y actividades; pero creo que, sobre todo, requiere
del compromiso real del docente por explorar y pensar nuevas alternativas para
compartir, difundir y construir nueva información y conocimiento. Si
coincidimos con Morin (2020) respecto a que el papel de la enseñanza es, sobre
todo, la de problematizar, a través de un método basado en preguntas y
respuestas capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos,
por qué no pensar que ese método también puede ser desarrollado mediante la
educación digital.
3. De la misma manera, es importante convencer a los padres y a las madres de que
esta nueva modalidad de educación requiere del involucramiento de las familias.
Por supuesto, no debemos partir del supuesto de que los padres pueden asumir
activamente el acompañamiento necesario para que los niños realicen las tareas,
pero creo que está en nuestras manos aprovechar la riqueza que nos presenta este
momento de encierro: el espacio de la casa y la disponibilidad de los padres. Se
requiere de la participación real de los padres en las tareas, las actividades de
aprendizaje, la lectura, los ejemplos demostrativos y el modelaje, que jueguen,
que inventen con sus hijos. Todo esto debe ser propuesto por nosotros los
docentes y facilitado en nuestras dinámicas de aprendizaje, por supuesto,
considerando siempre las circunstancias, limitaciones y condiciones de las
familias de nuestros estudiantes.
4. Tal vez es un buen momento para iniciar un proceso de reconversión de la
escuela, el trabajo docente y los procesos de aprendizaje centrados en la escuela
como espacio físico hegemónico, en el docente como centro de los procesos
pedagógicos y el aula como único espacio de generación del aprendizaje hacia
otro en el que efectivamente se constituya una comunidad de aprendizaje, con
otros fines, otros actores involucrados, nuevas y distintas formas de enseñar y
aprender, con prácticas más flexibles, contenidos más problematizadores que
permitan desarrollar pensamientos y aprendizajes integrales, y con medios mucho
más diversos que la pizarra y el gis; abrir los muros de la escuela a espacios
abiertos, construir puentes entre la escuela y el hogar, dejar los contenidos
instruccionales por ambientes de desarrollo integral.
Finalmente, queridos colegas maestros y profesores, es importante recordar que
crisis significa en latín cambio, decisión, ruptura y éste es, sin duda, un momento de
decisiones, cambios y rupturas. Por ello, invitémonos a pensar –tal cual propone
Maristella Svampa (2020)– que las crisis generan “liberación cognitiva”, es decir
libertad de pensar, conocer y aprender que permite que las personas que sufren esa
crisis modifiquen y transformen su conciencia. Permite que aquella idea de que ya
todo está perdido, que nos llevan al fatalismo y a la inacción, se cambie por
oportunidades para una acción transformadora en medio del desastre. 
Lo peor que nos podría ocurrir como ciudadanos, padres, madres y docentes no es
quedarnos en casa, es permanecer encerrados en ella convencidos de que la
suerte está echada y no hay nada que hacer. Por ello, les invito a pensar que hoy,
como nunca antes, los educadores tenemos la posibilidad de transitar este doloroso
momento histórico y volverlo una oportunidad para construir otro horizonte posible,
una humanidad alternativa. Y, todo esto, además, con la más relevante y hermosa
herramienta que el ser humano ha construido a través de la historia: la educación.
Lecturas de Reflexion CORTAS
Había una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en
un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín,
con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos
felices y satisfechos. Todo era alegría en el jardín, excepto por
un árbol

profundamente triste. El pobre tenía un problema: No sabía quién


era.

Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano:

– Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves qué


fácil es?

– No lo escuches, exigía el rosal, es más sencillo tener rosas y ¿Ves


qué bellas son?.

Y el árbol desesperado intentaba todo lo que le sugerían y, como no


lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver
la desesperación del árbol, exclamó:

– No te preocupes, tu problema no es tan grave. Es el mismo de


muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución: no dediques
tu vida a ser como los demás quieran que seas… sé tú mismo,
conócete y, para lograrlo, escucha tu voz interior. – Y dicho esto, el
búho desapareció.
– ¿Mi voz interior…? ¿Ser yo mismo…? ¿Conocerme…? , se
preguntaba el árbol desesperado, cuando, de pronto, comprendió…

Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo
escuchar su voz interior diciéndole:

Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás


cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble y tu destino
es crecer grande y majestuoso, dar cobijo a las aves, sombra a los
viajeros, belleza al paisaje… Tienes una misión: cúmplela.

Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser


todo aquello para lo cual estaba destinado.

Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y


sólo entonces el jardín fue completamente feliz.

Yo me pregunto al ver a mi alrededor…

– ¿Cuántos serán robles que no se permiten a sí mismos crecer?

– ¿Cuántos serán rosales que, por miedo al reto, sólo dan espinas?

– ¿Cuántos naranjos que no saben florecer?

En la vida, todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que


llenar…

No permitamos que nada ni nadie nos impida conocer y compartir la maravillosa esencia de
nuestro ser. Démonos ese regalo a nosotros mismos y también a quienes amamos.

Decidir y ser constantes:


En la pequeña escuelita rural había una vieja estufa de carbón
muy anticuada. Un chiquito tenía asignada la tarea de llegar al
colegio temprano todos los días para encender el fuego y
calentar el aula antes de que llegaran su maestra y sus
compañeros.

Hermosa lectura Una mañana, llegaron y encontraron la escuela


envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente más muerto que
vivo del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su
cuerpo y lo llevaron urgente al hospital del condado.

En su cama, el niño horriblemente quemado y semi inconsciente, oía


al médico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su
hijo moriría que era lo mejor que podía pasar, en realidad -, pues el
fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo.

Pero el valiente niño no quería morir. Decidió que sobreviviría.

De alguna manera, para gran sorpresa del médico, sobrevivió.

Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al


médico hablando despacito. Dado que el fuego había dañado en
gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el
médico a la madre, habría sido mucho mejor que muriera, ya que
estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin la posibilidad de
usar sus piernas.

Una vez más el valiente niño tomó una decisión. No sería un


inválido.

Caminaría. Pero desgraciadamente, de la cintura para abajo, no tenía


capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida.
Finalmente, le dieron de alta.
Todos los días, su madre le masajeaba las piernas, pero no había
sensación, ni control, nada.

No obstante, su determinación de caminar era más fuerte que nunca.

Cuando no estaba en la cama, estaba confinado una silla de ruedas.


Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire
fresco.

Ese día en lugar de quedarse sentado, se tiró de la silla. Se impulsó


sobre el césped arrastrando las piernas.

Llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su


casa. Con gran esfuerzo, se subió al cerco. Allí, poste por poste,
empezó a avanzar por el cerco, decidido a caminar.

EL ERROR MAS GRANDE DEL MUNDO

El error más grande lo cometes cuando, por temor a


equivocarte, te equivocas dejando de arriesgar en el viaje hacia
tus objetivos.

No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su


camino, retrocede para seguir avanzando hacia el mar; se equivoca
el agua que por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la
laguna.

No se equivoca la semilla cuando muere en el surco para hacerse


planta; se equivoca la que por no morir bajo la tierra, renuncia a la
vida.

No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos para


alcanzar sus metas, se equivoca aquel que por temor a equivocarse
no acciona.
No se equivoca el pájaro que ensayando el primer vuelo cae al suelo,
se equivoca aquel que por temor a caerse renuncia a volar
permaneciendo en el nido.

Pienso que se equivocan aquellos que no aceptan que ser hombre es


buscarse a sí mismo cada día, sin encontrarse nunca plenamente.

Creo que al final del camino no te premiarán por lo que encuentres,


sino por aquello que hayas buscado honestamente.

EL ÁRBOL DE LAS PREOCUPACIONES

Un rico comerciante contrató a un carpintero para restaurar una


antigua casa colonial. Como el comerciante era de esas personas a
las que les gusta tener todo bajo control y le preocupaba que el
trabajo no quedase bien, decidió pasar un día en la casa, para ver
cómo iban las obras.

Al final de la jornada, se dio cuenta de que el carpintero había


trabajado mucho, a pesar de que había sufrido varios
contratiempos. Para completar el día de mala suerte, el coche
también se negó a funcionar así que el empresario se ofreció para
llevarle a casa.

El carpintero no habló durante todo el trayecto,


visiblemente enojado y preocupado por todos los contratiempos
que había tenido a lo largo del día. Sin embargo, al llegar invitó al
comerciante a conocer a su familia y a cenar, pero antes de abrir la
puerta, se detuvo delante de un pequeño árbol y acarició sus
ramas durante pocos minutos.

 
Cuando abrió la puerta y entró en la casa, la transformación era
radical: parecía un hombre feliz. La cena transcurrió entre risas y
animada conversación. Al terminar la velada, el carpintero acompañó
al comerciante al coche. Cuando pasaron por delante del árbol, este
le preguntó:

– ¿Qué tiene de especial ese árbol? Antes de entrar estabas


enojado y preocupado y después de tocarlo eras otro hombre.

– Ese es el árbol de los problemas – le respondió el carpintero. –


Soy consciente de que no puedo evitar los contratiempos en el
trabajo pero no tengo por qué llevarme las preocupaciones a
casa. Cuando toco sus ramas, dejo ahí las preocupaciones y las
recojo a la mañana siguiente, cuando regreso al trabajo. Lo
interesante es que cada mañana encuentro menos motivos para
preocuparme que los que dejé el día antes. 

Esa noche, el rico comerciante aprendió una de las lecciones más


valiosas de su vida.

Reflexión:
Aprender a soltar las preocupaciones diarias puede parecer una
habilidad difícil, pero con práctica puede conseguirse y convertirse en
un   hábito que nos permitirá disfrutar mejor de nuestra vida.

Las preocupaciones son como montar en una bicicleta estática:


cansan pero no llevan a ninguna parte.  Cargar con la mochila de
preocupaciones durante todo el día genera estrés, angustia,
ansiedad y gran malestar, creándose una bola cada vez más grande
que fomenta la irritabilidad y la negatividad… además de impedirnos
disfrutar del presente. 

Pero lo bueno es que  podemos practicar y fomentar habilidades


que nos permitan “soltar lastre” diariamente. Podemos crear
nuestro propio “árbol de las preocupaciones”: hacer deporte, practicar
relajación, meditación,   ejercicios mentales, etc.   

Plantemos nuestro árbol de las preocupaciones y recordemos


abrazarlo cada día.

Fábula de la Rana Sobre el Ánimo

Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un


hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor el hoyo. Cuando
vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para
efectos prácticos, se debían dar por muertas ya que no saldrían. Las dos ranas no
hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera
del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos
serían inútiles.

Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió.
Ella se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era
posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que
dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso
seguir luchando. Pero la rana saltaba cada vez con más fuerzas hasta que
finalmente logró salir del hoyo. Cuando salió las otras ranas le dijeron: «nos da
gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritamos».

La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban
animando a esforzarse más y salir del hoyo. Moraleja: 1. La palabra tiene poder
de vida y muerte. Una palabra de aliento compartida a alguien que se siente
desanimado puede ayudar a levantarlo. 2. Una palabra destructiva dicha a alguien
que se encuentre desanimado puede ser lo que acabe por destruirlo. Tengamos
cuidado con lo que decimos. 3. Una persona especial es la que se da tiempo para
animar a otros.

Ni tú ni yo Somos los Mismos

El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió


el sufrimiento humano, así es como desarrolló la benevolencia y la compasión.
Entre sus primos, se encontraba el perverso Desvadatta, siempre celoso del
maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo. Cierto día
que el Buda estaba paseando tranquilamente, Desvadatta, a su paso, le arrojó una
pesada roca desde la cima de una colina, con la intención  de acabar con su vida.
Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Desvadatta no pudo conseguir
su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin
perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo
saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Desdavatta preguntó:

-¿No estás enfadado, señor?

-No, claro que no.

Sin salir de su asombro, inquirió:

-¿Por qué?

Y el Buda dijo:

-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando
me fue arrojada.

El Miedo del León

En una lejana sabana africana, andaba perdido un león. Llevaba más de veinte
días alejado de su territorio y la sed y el hambre lo devoraban. Por suerte,
encontró un lago de aguas frescas y cristalinas. Raudo, corrió veloz a beber de
ellas para así, paliar su sed y salvar su vida.

Al acercarse, vio su rostro reflejado en esas aguas calmadas.

– ¡Vaya! el lago pertenece a otro león – Pensó y aterrorizado, huyó sin llegar a
beber.

La sed cada vez era mayor y él sabía que de no beber, moriría. A la mañana
siguiente, armado de valor, se acercó de nuevo a lago. Igual que el día anterior,
volvió a ver su rostro reflejado y de nuevo, presa del pánico, retrocedió sin beber.

Y así pasaron los días con el mismo resultado. Por fin, en uno de esos días
comprendió que sería el último si no se enfrentaba a su rival. Tomó finalmente la
decisión de beber agua del lago pasara lo que pasara. Se acercó con decisión al
lago, nada le importaba ya. Metió la cabeza para beber … y su rival, el temido león
¡desapareció!

La gran mayoría de nuestros miedos son imaginarios. Cuando nos atrevemos a


enfrentarlos acaban desapareciendo. No dejes que tus pensamientos te dominen
y te impidan avanzar con tus propósitos.
La Ventana del Hospital

Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital.


A uno de ellos se le permitía estar sentado una hora todas las tardes para que los
pulmones drenaran sus fluidos. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar tumbado todo el tiempo. Los dos se hablaban
mucho. De sus mujeres y familiares, de sus casas, trabajos, el servicio militar,
dónde habían estado de vacaciones.

Y todas las tardes el hombre que se podía sentar frente a la ventana, se pasaba el
tiempo describiendo a su compañero lo qué veía por la ventana. Éste, solamente
vivía para esos momentos donde su mundo se expandía por toda la actividad y
color del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un bonito lago. Patos y cisnes jugaban en el


agua mientras los niños capitaneaban sus barcos teledirigidos. Jóvenes amantes
andaban cogidos de la mano entre flores de cada color del arco iris. Grandes y
ancestros árboles embellecían el paisaje, y una fina línea del cielo sobre la ciudad
se podía ver en la lejanía.

Mientras el hombre de la ventana describía todo esto con exquisito detalle, el


hombre al otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la pictórica
escena.

Una cálida tarde el hombre de la ventana describió un desfile en la calle. Aunque


el otro hombre no podía oír la banda de música- se la imaginaba conforme el otro
le iba narrando todo con pelos y señales. Los días y las semanas pasaron.

Una mañana, la enfermera entró para encontrase el cuerpo sin vida del hombre al
lado de la ventana, el cual había muerto tranquilamente mientras dormía. Se puso
muy triste y llamó al doctor para que se llevaran el cuerpo. Tan pronto como
consideró apropiado, el otro hombre preguntó si se podía trasladar al lado de la
ventana. La enfermera aceptó gustosamente, y después de asegurarse de que el
hombre estaba cómodo, le dejó solo.

Lentamente, dolorosamente, se apoyó sobre un codo para echar su primer vistazo


fuera de la ventana. Finalmente tendría la posibilidad de verlo todo con sus
propios ojos.

Se retorció lentamente para mirar fuera de la ventana que estaba al lado de la


cama. Daba a un enorme muro blanco. El hombre preguntó a la enfermera qué
había pretendido el difunto compañero contándole aquel maravilloso mundo
exterior.

Y ella dijo: – Quizás sólo quería animarle.


El Cielo y el Infierno

En un reino lejano de Oriente se encontraban dos amigos que tenían


la curiosidad y el deseo de saber sobre el Bien y el Mal. Un día se acercaron a la
cabaña del sabio Lang para hacerle algunas preguntas. Una vez dentro le
preguntaron:

Anciano díganos: ¿qué diferencia hay entre el cielo y el infierno?… El sabio


contestó:   – Veo una montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo.
Alrededor hay muchos hombres y mujeres con mucha hambre. Los palos que
utilizan para comer son más largos que sus brazos. Por eso cuando cogen el arroz
no pueden hacerlo llegar a sus bocas. La ansiedad y la frustración cada vez van
a más. Más tarde, el sabio proseguía: – Veo también otra montaña de arroz recién
cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchas personas alegres que sonríen
con satisfacción. Sus palos son también más largos que sus brazos. Aun así, han
decidido darse de comer unos a otros.

En Busca de la Aguja Perdida

Una tarde, en un pueblo pequeño donde todos se conocían, un grupo de jóvenes


vio a anciana Rabiya buscando desesperadamente algo en el jardín frente a su
choza. Todos se acercaron a la pobre anciana para ver si la podían ayudar

Rabiya, ¿Qué le pasa? ¿Qué ha perdido? ¿Le podemos ayudar? -le preguntaron.

La anciana con  tono triste contestó – perdí mi aguja de oro…

Al oírla, los jóvenes  se pusieron a buscar, pero de repente uno de los jóvenes
dijo:

Rabiya, el jardín es muy extenso y por contra, la aguja es muy pequeña; además
pronto anochecerá, ¿Puedes decirnos más o menos por donde se le cayó y así
poder centrarnos en esa zona?

La anciana levantó la mirada, señaló hacia su casa y le contesto: Sí tienes razón.


La aguja se me cayó allí, dentro de casa.

Esto enfadó al grupo de jóvenes- Rabiya, ¿te has vuelto loca? Si la aguja se te
cayó dentro de casa, ¿Por qué andamos buscándola aquí afuera?

Entonces Rabiya sonrió y les dijo- Es que aquí afuera hay luz, cosa que dentro de
la casa no hay.

El joven que no entendía nada y pensaba que la anciana definitivamente había


perdido la cabeza dijo: Pero aun teniendo luz, si estamos buscando donde no has
perdido la aguja, ¿Cómo pretendes encontrarla? ¿No es mejor llevar una lámpara
al interior de la casa y buscarla allí, donde la ha perdido?

La anciana volvió a sonreír y contestó: sois tan inteligentes para ciertas cosas….
¿por qué no empleáis esa inteligencia?

Y continuó diciendo: Sois tan inteligentes para las cosas pequeñas ¿cuándo vais a
emplear esa inteligencia para vosotros mismos, para vuestra vida interior?. Miles
de veces os he visto a todos vosotros buscando desesperadamente afuera.
Buscando aquello que se os ha perdido en vuestro interior. ¿Por que buscáis la
felicidad alrededor vuestro? ¿Acaso la habéis perdido allí, o realmente, la habéis
perdido en vuestro interior?

Esto es lo que nos suele pasar habitualmente en nuestras vidas, estamos tan
inmersos en buscar fuera de nosotros que nos olvidamos que la esencia del
bienestar está dentro de nosotros y nada más. Nuestra felicidad o bienestar
auténtico no pueden estar en el exterior, ni en dependencia de las circunstancias,
de otras personas o las relaciones que mantenemos. Este bienestar auténtico para
que sea real, ha de estar por encima de todo esto. Solo se puede mantener y ser
equilibrado si permanece dentro de nosotros.

El Problema

Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio


zen.Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo.

El gran maestro reunió a todos sus discípulos, para escoger a quien tendría ese
honor. «Voy a presentarles un problema dijo-. Aquel que lo resuelva primero será
el nuevo guardián del templo».

Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero
de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: «Este es el problema».

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y


raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor… ¿Qué representaba
aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.

Después de algunos minutos, un alumno se levanto, miró al maestro y a los


demás discípulos, caminó hacia el vaso con determinación, lo retiró del banco y lo
puso en el suelo.

«Usted es el nuevo guardián -le dijo el gran maestro, y explicó-: Yo fui muy claro,
les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y
fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos.
Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene
sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer
porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas:
afrontarlos. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el
lado fascinante que cualquier conflicto lleva consigo».

La Tristeza y la Furia

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde
los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez… un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y
pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las
tonalidades del verde se reflejaban permanentemente… Hasta ese estanque
mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la
tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.   La
furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño
rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua… Pero la furia es ciega, o por
lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se
puso, al salir, la primera ropa que encontró… Y sucedió que esa ropa no era la
suya, sino la de la tristeza… Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma, y
muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la
tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso
del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró
con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al
desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la
furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega,
cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos
que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en
realidad…, está escondida la tristeza.

Todos Tenemos Grietas

Cuento tradicional de la India

Un hombre cargador de agua de India tenía dos grandes vasijas que colgaban a
los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas
tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba todo el agua al
final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón; en cambio
cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija
perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines
para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada
de su propia imperfección, y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad
de todo lo que se suponía que era su obligación.

Después de dos años, la tinaja quebrada le hablo al aguatero:

-“Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas


solo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que
deberías recibir.”

El aguatero le dijo compasivamente:

-“Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a
lo largo del camino”. Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores a lo
largo del trayecto. Sin embargo se sintió apenada porque solo quedaba dentro
suyo, la mitad del agua que debía llevar.

El aguatero le dijo entonces:

-“¿Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino? Siempre
he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de
flores a lo largo camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos
años yo he podido recoger estas flores. Si no fueras exactamente como eres, con
todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas y en nuestra educación y


experiencia las pulimos. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber
que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener
hermosos resultados.

Vivir el Presente

“Un hombre se le acercó a un sabio anciano y le dijo: -Me han dicho que tú eres
sabio…. Por favor, dime qué cosas puede hacer un sabio que no está al alcance
de las demás de las personas. El anciano le contestó: cuando como, simplemente
como; duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, sólo hablo
contigo. Pero eso también lo puedo hacer yo y no por eso soy sabio, le contestó el
hombre, sorprendido.

Yo no lo creo así, le replicó el anciano. Pues cuando duermes recuerdas los


problemas que tuviste durante el día o imaginas los que podrás tener al levantarte.
Cuando comes estás planeando lo que vas a hacer más tarde. Y mientras hablas
conmigo piensas en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme, antes de
que yo termine de hablar. El secreto es estar consciente de lo que hacemos en el
momento presente y así disfrutar cada minuto del milagro de la vida.”

Diferencia Entre Querer y Amar -Anónimo-

 -“Te amo” – dijo el principito…

-“Yo también te quiero” – dijo la rosa.

-“No es lo mismo” – respondió él…

«Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que
llena las expectativas personales de afecto, de compañía…Querer es hacer
nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos,
porque en algún punto nos reconocemos carentes.

Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras


necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando
el “bien” querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados.

Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da


lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la
otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada
ser humano es un universo. Amar es desear lo mejor para el otro, aún cuando
tenga motivaciones muy distintas. Amar es permitir que seas feliz, aún cuando tu
camino sea diferente al mío. Es un sentimiento desinteresado que nace en un
donarse, es darse por completo desde el corazón. Por esto, el amor nunca será
causa de sufrimiento.

Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por
querer, no por amar. Se sufre por apegos. Si realmente se ama, no puede sufrir,
pues nada ha esperado del otro.

Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro
placer de dar. Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado,
solo se da en el conocimiento. Solo podemos amar lo que conocemos, porque
amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se indemniza.
Y conocerse es justamente saber de vos, de tus alegrías, de tu paz, pero también
de tus enojos, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende el enojo, la
lucha, el error y no es solo para momentos de alegría.

Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me
debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es
saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.
Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre,
hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí.

Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver


tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.”

-“Ya entendí” – dijo la rosa.

-” No lo entiendas, vívelo” -dijo el principito.

La Casa Imperfecta

Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a


disfrutar su pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar
el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a
extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de
alguna manera.

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la
compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir
una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras
que no estaba poniendo el corazón en lo que hacia. Utilizaba materiales de inferior
calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una
infortunada manera de poner punto final a su carrera. Cuando el albañil terminó el
trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta
principal. «Esta es tu casa, querido amigo —dijo-. Es un regalo para ti». Si el
albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la
hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta
que había construido!

Reflexión: A veces construimos nuestras vidas de manera distraída, sin poner en


esa actuación lo mejor de nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos nuestro
mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces, de repente, vemos la situación que hemos
creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido. Sí
lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.

 Sería interesante conseguir actuar como si estuviésemos «construyendo nuestra


casa». La vida es como un proyecto de «hágalo-usted-mismo». Tu vida, ahora, es
el resultado de tus actitudes y elecciones del pasado. ¡Tu vida de mañana será el
resultado de tus actitudes y elecciones de hoy!  

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