Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Beatriz Janin
El riesgo de la patologización
Creo que tenemos que darnos cuenta que todo niño es un sujeto único, que
tendrá sus características particulares y vamos a tener que ir construyendo con
él un modo de entendernos y entenderlo, pensando qué es lo que lo hace sufrir
y cómo trata de salir del sufrimiento, qué caminos viene encontrando para decir.
Y podemos ayudarlo a modificar caminos de repetición, crear nuevas
modalidades, construirse y construir un mundo. Y podemos ayudar a los padres
a volver a ver a su hijo como un niño que no es ni más ni menos que alguien que
está creciendo a su manera...que necesita tiempo y que debe ser mirado como
humano, no como "un funcionamiento cerebral especial" o una "condición" que
requiere que se le hable de tal o cual manera y que se lo adiestre. Si los padres
pueden recuperar su espontaneidad con sus hijos, los habrán ayudado mucho
en su crecimiento. Si los profesionales podemos considerarlos sujetos, por más
chiquitos que sean, va a ser más fácil que se sientan personas.
Frente a esto, es muy importante implementar intervenciones que posibiliten el
despliegue de la subjetividad y devolver una mirada que reinstale el tiempo de la
infancia como un tiempo de transformaciones.
Quizás, en este sentido, los derechos del niño estén particularmente bien
resumidos en el artículo 7 de la Convención, en el que podemos leer: "todo niño
tiene derecho a un nombre". Afirmación tal vez demasiado evidente para parecer
importante. Y, sin embargo, la literatura nos demuestra, por ejemplo, a través de
la historia de Perceval, que tener un nombre no es algo fácil. En efecto, al
comienzo de la historia Perceval no sabe ni quién es, ni cómo se llama. Y, al final
de la búsqueda del Grial, la única cosa que habrá descubierto es, precisamente,
su propio nombre. Puede decir entonces de donde proviene, quién es, puede
decir "yo". Pues el nombre permite salir de la confusión, del anonimato; permite,
al mismo tiempo, inscribirse en una historia, darse un presente y, tal vez, dejar
una huella en el futuro. Permite unir todo lo que, misteriosamente, viene de uno
mismo... para, en forma progresiva, reivindicarlo, volverse capaz de imputárselo,
y, por último, de firmarlo.
Los derechos del niño no tienen otro significado: son el testimonio del
compromiso de los adultos para que algún día cada niño pueda firmar su propia
vida. (Cf. Philippe Meirieu, Des enfants et des hommes, París, ESF éditeur,
1999, pp. 19 a 26.)
La escuela en pandemia:
La escuela es una segunda oportunidad. Posibilita la construcción de nuevos
lazos, de otras miradas y otros con los que identificarse.
Tanto para niñas, niños como adolescentes es el lugar en el que pueden
validarse narcisísticamente por fuera de la familia. En la adolescencia
especialmente, cuando los elogios de la familia ya no producen efecto, las
palabras de los docentes y los compañeros van a dejar marcas importantes. Es
un lugar de reaseguro narcisista.
También la escuela posibilita el armado de nuevos ideales y nuevos modelos
identificatorios.
Pero al tambalear la sociedad en su conjunto, frente a lo imprevisto, los esfuerzos
de docentes no llegaron a cubrir ese lugar vacante. Y es más, en la medida en
que se evalúan contenidos y producciones más que esfuerzo y procesos, la
escuela suele ser también un lugar de caída narcisista más que de sostén.
Con la pandemia, al no haber presencialidad, muchos niños y adolescentes no
pudieron armar nuevos grupos de pares y quedaron doblemente aislados. Y
cuando se retomó la presencialidad algunos tuvieron dificultades para volver a
contactarse con otros..