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NICOLÁS J.

NEGRI
MATÍAS LEONARDO NIETO
ROMINA SANTORUN
PRÓLOGO DE:
DANIEL R. VÍTOLO
© Cristina N. Armella , 2014
© de esta edición, La Ley S.A.E. e I., 2014
Tucumán 1471 (C1050AAC) Buenos Aires
Queda hecho el depósito que previene laley 11.723
 
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ISBN 978-987-03-2699-1 (Tomo I)
ISBN 978-987-03-2698-4 (Obra completa)
SAP 41674616
ARGENTINA
Armella, Cristina N.
Máximos Precedentes Contratos / Cristina N. Armella;
coordinado por Mariano Esper; dirigido por Cristina N.
Armella. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: La
Ley, 2014.
v. 1, 704 p. ; 24x17 cm.
ISBN 978-987-03-2699-1
1. Derecho Comercial. 2. Contratos. I. Esper, Mariano,
coord. II. Armella, Cristina N., dir. III. Título
CDD 346.02

Prólogo

Considero un honor y un privilegio que una querida amiga


y respetada doctrinaria, como lo es Cristina Armella, me
haya convocado prologar una obra de tanta trascendencia
como lo es "Máximos Precedentes - Contratos" , en la cual
se agrupan y comentan los fallos de mayor trascendencia
que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dictado
en esta materia a lo largo del tiempo.

Índice de partes

I. A MODO DE INTRODUCCIÓN
De acuerdo con lo prescripto en el art. 1137 del Cód. Civil,
habrá contrato cuando varias personas se ponen de
acuerdo sobre una declaración de voluntad común
destinada a reglar sus derechos . Según la nota que
formuló el codificador a este artículo del Código, resulta
preciso tener en consideración el objeto de la voluntad,
pues si dos personas acuerdan sostenerse mutuamente por
sus consejos, en la adquisición de una ciencia o de un arte,
sería impropio dar a este acuerdo el nombre de contrato
porque, en este caso, la voluntad no tiene por objeto una
relación de derecho. Recordando a Freitas, antecedente al
cual recurrió el codificador, habrá contrato cuando dos o
más personas acordasen entre sí alguna obligación u
obligaciones recíprocas a que correspondan derechos
creditorios; es decir, que una de las partes se constituye
deudora y la otra acreedora, o que ambas sean,
recíprocamente, deudores y acreedores.
Debe recordarse que hay quienes distinguen
los contratos de las convenciones , aun cuando en el uso
común se denominen convenciones a los contratos.
Desde este punto de vista, convención sería el acuerdo
de dos o más personas sobre un objeto de interés
jurídico, y contrato la convención en que una o muchas
personas se obligan hacia una o muchas personas a una
prestación cualquiera . La distinción entre las convenciones
y los contratos está dada —e n esta concepción— en que
aquéllas no comprenden sólo los contratos, sino que
abrazan todos los pactos particulares que se le pueden
agregar. Todo contrato, entonces, sería una convención,
pero no toda convención, aunque tenga efectos civiles,
sería contrato; resultando la convención un término
genérico aplicable a toda especie de negocio o de cláusula
que las partes tengan en mira.
Como recuerda Fontanarrosa, reina cierta confusión en la
doctrina universal, acerca del empleo de los
términos acuerdo , convención, contrato y pacto , confusión
que se remonta al derecho romano. En sus
orígenes, paceri, pactum, convenire, conventio se utilizaron
para designar convenios de toda índole. En la terminología
clásica, pactum significa compromiso y también cualquier
pacto adicional. Según otros, pactum o pactio significó,
originariamente, transacción y, por su contenido literal,
conclusión de paz. Por su parte, conventio es una expresión
genérica que denota acuerdo, con sentido análogo
a consensus .
Según el criterio más difundido en la doctrina
nacional, convenció n es todo acuerdo acerca de una
declaración de voluntad común destinada a crear, modificar
o extinguir relaciones jurídicas; en tanto que contrato es el
acuerdo dirigido a crear o modificar relaciones creditorias,
pero no a extinguirlas.
Desde nuestro punto de vista, adherimos a la posición
doctrinaria según la cual no parece existir una razón
convincente para mantener tal distinción, ya que la
definición del art. 1137 del Cód. Civil no impide la existencia
de contratos resolutorios o extintivos de derecho, toda vez
que la formulación genérica habla de un destino de
reglamentación de derechos entre los cuales deben
subsumirse estas hipótesis, por lo que cabría utilizar la
palabra convención como sinónimo de contrato .
Finalmente, la palabra pacto , en lo que hace a nuestra
legislación, es reservada apuntando a la designación de
cláusulas especiales o accesorias que complementan o
modifican los efectos normales de los contratos.
II. LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
Tal como lo señaláramos, el contrato es,
fundamentalmente, un acuerdo de voluntades que la ley
plasma en el concepto del art. 1137 del Cód. Civil, como
declaración de voluntad común destinada a reglar los
derechos de las partes.
Ésta es la denominada concepción consensualista del
contrato: un concurso de voluntades intercambiadas a
través del consentimiento. Únicamente en casos
excepcionales la ley exige, además, el cumplimiento de una
formalidad para esta formación del contrato: es el caso de
los denominados contratos solemnes.
Lo que puede parecer evidente —e l marco del
consensualismo como elemento caracterizante del contrato
—, que deriva entre sus más importantes consecuencias en
el efecto de que las convenciones libremente pactadas por
las partes en un contrato se constituyen como ley para
ellas, históricamente ha requerido de una larga evolución,
hasta la aceptación del principio que, posteriormente, ha
sido nuevamente cuestionado.
La base de la doctrina consensualista puede encontrarse
en el principio de la autonomía de la voluntad.
La autonomía de la voluntad es el principio rector que
gobierna las relaciones contractuales, y que puede
esbozarse como la libertad con que cuentan las partes para
establecer sus convenciones, a las cuales se les otorga
efecto vinculante con carácter y fuerza de ley para dichas
partes. Se trata, entonces, del reconocimiento que el
derecho presta a la voluntad jurídica para los fines de
determinar en libertad las condiciones del negocio jurídico,
con las limitaciones naturales impuestas por las normas de
orden público, la moral y las buenas costumbres y se funda
y opera de la siguiente manera:
a) Las necesidades de orden económico y la seguridad
jurídica, que atienden a la estabilidad de las
contrataciones. El poder de la voluntad, reconocido por la
ley, agiliza el tráfico y aligera el peso de las formalidades
legales.
b) El reconocimiento de la autonomía, en el sentido de que
nadie está obligado a contratar si es que no quiere
hacerlo; asimismo, que durante las tratativas existe un
razonable equilibrio, de tal manera que ninguno de los
contratantes dispone de fuerza suficiente para imponer su
voluntad.
c) El desequilibrio producido por el error, dolo, violencia,
intimidación o simulación, es motivo de nulidad; y así
también lo reconoce la consagración legislativa de los
institutos de la lesión subjetiva y objetiva.
En nuestra legislación, el principio de autonomía de la
voluntad se encuentra consagrado en los arts.
1137 y 1197 del Cód. Civil.

1. Los efectos del principio de autonomía de la voluntad


Entre los principales efectos del principio, pueden
mencionarse la facultad de las partes respecto de contratar
o negarse a hacerlo, sin que la negativa constituya ilicitud
alguna; la posibilidad de que las partes, una vez vinculadas
por el contrato, puedan —p or intermedio de un nuevo
acuerdo de voluntades— dejar sin efecto la convención
(distracto); la afectación del vínculo en los casos en que
haya existido por parte de los contratantes, o alguno de
ellos, vicios en la voluntad; la obligación de las partes de
cumplir con el contenido del contrato, manteniendo el
principio de buena fe tanto en la celebración como en su
ejecución e interpretación y la fuerza vinculante (obligatoria)
de la convención.

2. La crisis del contrato


El principio de autonomía de la voluntad muchas veces se
ha visto relativizado, en razón del fenómeno que se ha dado
en llamar la crisis del contrato. Se alude a esta crisis en
razón de la variación que se ha producido en la mecánica
contractual, por una parte, a la vez que se advierte una
intromisión, cada vez más profunda, por parte del Estado en
la reglamentación o interferencia de las relaciones que
vinculan a los particulares, con el fundamento de protección
del interés social o de velar por el orden público, por otra
parte.
Respecto del tratamiento de la crisis del contrato, que en
puridad de verdad apunta a la crisis del principio de
autonomía de la voluntad, nos permitimos señalar:
a) La crisis de la autonomía de la voluntad no afecta de
manera alguna la vigencia efectiva del contrato como
fuente de obligaciones.
b) El restablecimiento del sinalagma objetivo o funcional del
contrato puede darse desde una adecuada interpretación
de las convenciones, al atender al fin perseguido por las
partes al contratar, y al recurrir a los institutos
invalidatorios, o equilibrantes, que prevé nuestra
legislación.
c) Los contratos celebrados por adhesión o sometidos a
cláusulas predispuestas tienen carácter contractual.
d) La posición dominante de una de las partes en un
contrato no importa, por sí misma, un elemento disvalioso
ni afecta la validez de la contratación si dicha parte no
utiliza la posición para la desnaturalización del contrato, la
violación de la ley, el orden público, la moral o las buenas
costumbres, no abusa de su derecho o no genera lesión.
e) No puede admitirse la validez de cláusulas de dispensa
de dolo o culpa grave o de limitación irrisoria de
responsabilidad.

III. EFECTOS DE LOS CONTRATOS


Dos son los efectos principales que se han atribuido a los
contratos: la fuerza obligatoria y el efecto relativo. Sin
perjuicio de ello, existen situaciones especiales que deben
ser contempladas, como es la transmisión de dichos efectos
a los sucesores de las partes, las excepciones registradas
por la ley y el régimen de contratación por terceros, sobre lo
cual nos extenderemos en el presente acápite.

1. Fuerza obligatoria
El art. 1134 del Cód. Civil francés, que sirvió de fuente a
nuestro art. 1197, expresa, en la forma más enérgica, la
fuerza obligatoria del contrato, al establecer que las
convenciones formadas legalmente tienen fuerza de ley
para aquellos que las han hecho. Esta fuerza obligatoria
tiene un doble fundamento: una idea moral, el respeto a la
palabra dada, y un interés económico, la necesidad del
crédito.
La comparación del contrato con la ley ya puede
encontrarse en el Digesto, y debió parecer particularmente
exacta a los autores del Código francés, pues consideraron
a la ley como la consecuencia del contrato social, base de
toda autoridad.
Sin embargo, los autores han criticado esta concepción al
sostener que la ley es superior al contrato, en tanto que es
imperativa, ya que el contrato no puede derogarla; al mismo
tiempo es inferior, en tanto que interpretativa o facultativa,
puesto que no se aplica sino en defecto del contrato.
Al momento de sancionarse el Código Civil argentino,
Vélez Sarsfield decidió modificar, ligeramente, el texto del
Código Civil francés para aplicarlo a nuestra legislación,
estableciendo que las convenciones hechas en los
contratos forman para las partes una regla a la cual deben
someterse como a la ley misma. Esta modificación importó
que el texto legal no estableciera que el contrato sea la ley
de las partes, sino que las partes deben someterse a sus
estipulaciones, como si fuera la ley.
También modificó el art. 1135, pues al hablarse de las
consecuencias virtuales, no alude expresamente a la
equidad, el uso o la ley, como lo hace el modelo francés.
El fundamento de la fuerza obligatoria de los contratos no
sólo está en el respeto de la voluntad de los contratantes,
sino en las necesidades del tráfico, ya que los contratos
constituyen uno de los principales medios de que se valen
las personas para establecer sus relaciones jurídicas
erigiéndose, especialmente en el ámbito mercantil, en un
elemento para el desarrollo económico, la promoción y la
circulación de la riqueza, con lo que resulta indispensable
reconocerle fuerza jurídica y de exigibilidad.
Sin perjuicio de ello, el principio de fuerza obligatoria de
los contratos se encuentra limitado, tanto porque ellos no
pueden ser contrarios a las leyes de carácter imperativo,
como que tampoco pueden violar el orden público, la moral
y las buenas costumbres. En este último caso, carecerían
de fuerza obligatoria y podrían modificarse las prestaciones
contractuales estipuladas por las partes.

2. Efecto relativo
Resulta absolutamente razonable que el efecto natural de
las contrataciones esté destinado a gravitar sobre el ámbito
de influencia de las personas que intervinieron en el
acuerdo, ya sea que éstas lo hayan hecho por actuación
personal y directa, o a través de mandatarios investidos de
las facultades que corresponden a los representantes
legales o voluntarios de las personas.
Fue la norma prevista por el art. 1165 del Código francés
la que determinó las personas respecto de las cuales surtía
efecto el contrato, exponiendo su principio de relatividad.
Así se estableció que las convenciones no tienen efecto
sino entre las partes contratantes.
Durante mucho tiempo la disposición de este principio
había sido considerada como un enunciado de verdad
evidente, ya que era la reproducción del adagio latino res
inter alios acta neque nocere neque prodesse potest ; la
doctrina moderna discutió seriamente este principio a través
de las instituciones de la simulación, la estipulación a favor
de terceros, la promesa de ratificación de un tercero y las
convenciones colectivas.
Por su parte, tanto el art. 1195 como el 1199 de
nuestro Código Civil establecen que los contratos no
pueden perjudicar a terceros, no pueden oponerse a
terceros, ni invocarse por ellos. El sentido de la palabra
terceros comprende en su expresión a todas las personas
que estuvieron ajenas a la negociación y que no
intervinieron para nada en ella, sea prometiendo o
aceptando obligaciones o derechos, y tal denominación se
opone a la de partes, que fueron las que, realmente, se
vincularon a través del acuerdo de voluntades.
Los terceros son extraños a las consecuencias del
contrato; es evidente que priva en esto el principio
elemental acerca de los derechos y garantías individuales,
como la libertad negocial de cada individuo y el derecho
para poder administrar o disponer como quiera de lo que
expone.
Sin embargo, este principio de efecto relativo de los
contratos tiene algunas limitaciones que pueden advertirse,
tanto en cuanto a la extensión de dichos efectos a los
herederos y sucesores universales, como en el régimen de
estipulación por terceros o a favor de terceros.

3. El contrato y los sucesores


El art. 1195 del Cód. Civil señala que los efectos de los
contratos se extienden, activa y pasivamente, a los
herederos y sucesores universales, a no ser que las
obligaciones que nacieren de ellos fuesen inherentes a la
persona o que resultase lo contrario de una disposición
expresa de la ley, de una cláusula del contrato o de su
naturaleza misma.
La norma legal, entonces, extiende este primer efecto de
la contratación a las personas que sustituyen a las partes, y
ocupan su lugar, denominados éstos sucesores (art. 503,
segunda parte).
Las personas a las cuales se transmitan los derechos de
otras personas, de tal manera que en adelante puedan
ejercerlos en su propio nombre, se llaman, en los términos
de la ley, sucesores, y ellos tienen ese carácter por la ley, o
por voluntad del individuo en cuyos derechos suceden (art.
3262).
Los sucesores pueden ser universales o singulares,
conceptos que nuestra ley ha consagrado en el Título
Preliminar del Libro IV, art. 3263, al señalar que el sucesor
universal es aquél a quien pasa todo o una parte alícuota
del patrimonio de otra persona, mientras que el sucesor
singular es aquel al cual se transmite un objeto particular
que sale de los bienes de otra persona.
No hay otro sucesor universal que el heredero, adquirente
de un todo ideal de una universalidad jurídica, de parte o de
la totalidad del patrimonio del causante. El sucesor singular,
por su parte, es todo adquirente a título gratuito o lucrativo
de bienes que están involucrados, particularmente, en un
determinado negocio.

4. Excepciones
Entre las excepciones que la ley consagra para
neutralizar, en casos particulares, la norma del art. 1165, se
encuentran las acciones fundadas sobre derechos
inherentes a las personas o que comprenden hechos de
igual naturaleza (art. 1445), o la caducidad de la oferta de
donación por muerte del donatario, cuando no se había
producido todavía su aceptación (art. 1796).
Es decir que no se transmitirán a los herederos los
efectos de los contratos cuando medien algunas de las
siguientes circunstancias:
a) Porque exista una disposición expresa de la ley, que lo
prohíba.
b) Cuando una cláusula del contrato así lo disponga.
c) Cuando la naturaleza misma de la obligación impidiera
dicha transferencia.

5. Contratos por terceros


Hemos señalado ya que los contratos no pueden
perjudicar a terceros (art. 1195 in fine ), ni tampoco ser
opuestos a los terceros, o invocarse por ellos, si es que no
existe autorización o representación legal (art. 1199).
Las obligaciones no producen efectos sino entre acreedor
y deudor y sus sucesores a quienes se transmitiesen. Es la
norma prevista por el art. 503 del Cód. Civil. Del mismo
modo, nadie tiene derecho a contratar por otro, sino cuando
se está investido de representación convencional o
necesaria, pues el negocio que se realiza en nombre y por
cuenta de otro sin estar legitimado es de ningún valor y no
obliga ni al que lo hizo (art. 1161, segunda parte).
Como recuerda Ferreyra, el derecho romano primitivo sólo
concibió como obligaciones las que surgían de un contrato,
destinadas a producir efectos entre los celebrantes del acto,
y nunca frente a terceros. Hubo algunos casos especiales,
como por ejemplo la donación con cargo a favor de terceros
y la restitución a extraña persona de una cosa que fuera
entregable en depósito o comodato, que alteraban la regla
general.
El adagio alteri stipulari nemo potest se mantuvo en el
derecho de Justiniano, y pasó a la obra de Pothier y, por su
inspiración, penetró en el Código de Napoleón (arts. 1119 y
1121). Ha sido la obra de la doctrina y la jurisprudencia de
Francia y de Alemania la que preparó el camino para que
estas nuevas instituciones se receptaran en los códigos
actuales, sobre todo a partir de la ley germana de 1900, con
el objeto de admitir las contrataciones con efectos frente a
terceros.
En tal sentido, nacen los contratos a cargo de terceros y a
favor de terceros. El contrato a cargo de terceros consiste
en la obligación asumida por una de las partes, para
gestionar el hecho de un tercero, asegurando la ratificación
del acto o garantizando su ejecución. El contrato a favor de
terceros, por su parte, se forma entre un estipulante y el
promitente, quedando este último obligado en relación con
un tercero. Este tercero deberá aceptar el beneficio y
comunicarlo al obligado para quedar constituido en
acreedor.

6. Promesa de prestación por parte de terceros


El art. 1163 del Cód. Civil establece que el que se obliga
por un tercero, ofreciendo el hecho de éste, debe satisfacer
pérdida e intereses si el tercero se negare a cumplir el
contrato. Por su parte, el art. 1162 prevé que la ratificación
hecha por el tercero a cuyo nombre o en cuyo interés se
hubiese contratado, tiene el mismo efecto que la
autorización previa que le da derecho para exigir el
cumplimiento del contrato.

7. Estipulación por otro


El art. 504 del Cód. Civil establece que si en la obligación
se hubiese estipulado alguna ventaja en favor de un
tercero, éste podrá exigir el cumplimiento de la obligación si
la hubiese aceptado y hecho saber al obligado antes de ser
revocada. Esta norma crea aplicaciones concretas en el
texto del Código Civil, tanto en el caso de la donación con
cargo, de la renta vitalicia o la restitución de las cosas
depositadas, cuando el depositario está obligado a hacerlo
a un tercero. Por su parte, en el derecho comercial, el
seguro de vida es una institución ampliamente difundida y
que se erige en una modalidad de contratación dentro de la
naturaleza de la tratada.

IV. CONTRATOS CIVILES Y COMERCIALES


El Código de Comercio argentino no contiene normas
orgánicas en cuanto al régimen general de la contratación
mercantil. Simplemente, en el Libro Segundo, Título I,
correspondiente a los contratos del comercio y las
obligaciones comerciales en general, dispone, en el art.
207, que el derecho civil, en cuanto no esté modificado por
dicho Código, es aplicable a las materias y negocios
comerciales.
Si bien de conformidad con la concepción vigente al
momento de sancionarse el Código de Comercio las
fuentes de las obligaciones eran los contratos, los
cuasicontratos, los delitos y los cuasidelitos, el Código de
Comercio de 1859 sólo detuvo su atención en aquellas
obligaciones derivadas de los contratos como fuente de las
relaciones jurídicas comerciales. La posición adoptada por
el codificador se basaba en entender que las obligaciones y
derechos que interesaban al derecho comercial, sólo eran
aquellas emergentes de los acuerdos de voluntades,
dejando de lado, entonces, los efectos derivados de los
hechos ilícitos, que se consideraban excepcionales en la
materia mercantil.
El principal inconveniente con que se tropieza en el
intento de establecer un régimen general de la contratación
mercantil, está dado por la duplicidad de sistemas existente,
en cuanto a la regulación de los contratos en particular,
algunos de los cuales se encuentran expresamente
regulados en el Código de Comercio y, paralelamente, en el
Código Civil, pues, como se recordará, la sanción del
Código de Comercio fue anterior a la del Código Civil, con
lo que el codificador debió prever normas específicas sobre
contratos determinados que luego también serían regulados
desde la órbita del derecho común.
Por ello, no existe un criterio único y diferenciador de
ambos sistemas contractuales (el civil y el comercial), y se
encuentran diversos aspectos en cada una de las
instituciones tratadas por los cuerpos normativos para
determinar las diferencias.
Es así que no resulta simple establecer un criterio general
para distinguir los contratos civiles de los comerciales,
aunque en el análisis de cada contrato en particular puedan
determinarse en forma clara las características que lo
califican como civil o comercial, sobre todo en aquellos
casos en que el contrato se encuentra regulado en ambas
legislaciones.
Del mismo modo, también existen algunos criterios
diferenciadores, a la hora de determinar cómo juegan
ciertas circunstancias en el proceso de la contratación,
como el régimen de la mora, el de solidaridad o el valor del
silencio de la formación del contrato, cuestiones que serán
tratadas oportunamente, en cada caso particular.
Sin perjuicio de lo expuesto, pueden establecerse como
diferenciaciones genéricas entre el régimen contractual civil
y el mercantil que, en este último, se encuentra presente el
ánimo de lucro característico de todos los actos
comerciales, y que tiene su consagración legislativa en la
definición global contenida en el inc. 1º del art. 8º del Cód.
de Comercio. Otro de los criterios ha sido el de referir que
los contratos civiles son aquéllos que tienen por objeto
cosas y cuestiones que tienen carácter civil, mientras que
serán mercantiles cuando versan sobre cosas del comercio,
y se encuentran destinados a obtener un beneficio bajo el
régimen de especulación, generando relaciones de carácter
comercial inherentes a la actividad de las empresas,
teniendo especial atención respecto de las personas que
ejecutan los actos y los designios que persiguen al
contratar.
Finalmente, también se ha utilizado el criterio de
establecer que la naturaleza del contrato, para poder
calificarlo de civil o de mercantil, estará dada por la
naturaleza del acto que lo motiva, ya sea este acto principal
o accesorio. Pero lo cierto es que existen características
especiales que permiten diferenciar, en esencia, una
contratación de carácter civil de una de carácter comercial.
En efecto, los contratos civiles, en cuanto a la materia
regulatoria y a su funcionalidad en el seno de la sociedad,
tienen por objeto actos que, para las partes, suelen tener
una trascendencia de carácter personal, y donde se coloca
un particular énfasis en lo que son las formalidades, la
seguridad jurídica y la preocupación psicológica en cuanto a
la materialización del acto y los efectos de él.
Contrariamente, la necesidad de un tráfico ágil en el
intercambio económico, permite que los contratos de
carácter comercial tengan una connotación más informal,
dinámica y rápida donde el aspecto formal, generalmente,
es postergado en aras de una dinámica del tráfico que
encuentra su nota caracterizante en la esencia de la
operación y el intercambio o funcionalidad de las
prestaciones.
Entre las principales diferencias existentes entre las
relaciones jurídicas voluntarias del ámbito civil y del
mercantil, podemos mencionar —e ntonces— el régimen de
mora, la solidaridad, la onerosidad, la moneda de pago, la
fungibilidad de las prestaciones, la limitación de la
responsabilidad, los precios corrientes, la apariencia y el
régimen de prescripción.

V. EL DERECHO DEL CONSUMIDOR


A partir de la última década del siglo pasado, la teoría
general del contrato sufrió una fuerte modificación como
consecuencia de la aparición de un fenómeno novedoso
que irrumpió en el ámbito de las relaciones jurídicas y —
e specialmente— en las obligacionales, cual fe el Derecho
del Consumidor .
En forma particular, el gran salto tuvo lugar con la reforma
constitucional de 1994 —e n especial por las disposiciones
contenidas en el art. 42— donde se consagraron —c on
rango constitucional— en materia de derechos del
consumidor —r estringido ello al ámbito de las relaciones de
consumo— los siguientes derechos:
a) el derecho de protección de la salud, seguridad e
intereses económicos de todo consumidor;
b) el derecho a una información adecuada y veraz;
c) el derecho a la libertad de elección; y
d) el derecho a un trato equitativo y digno.
Estos aspectos no eran nuevos para los constituyentes,
en la medida en que al momento de debatirse y
sancionarse la nueva Constitución, ya regía en el país la
Ley de Defensa del Consumidor 24.240, que fuera
sancionada el 22 de septiembre de 1993 y promulgada
parcialmente el 13 de octubre de 1993, la que contenía en
su articulado la mayoría de estas previsiones.
En efecto, la salud, la seguridad y el derecho a la
información estaban protegidos por los arts. 4, 5 y 6; sin
embargo, el trato equitativo y la libertad de elección no
estaban específicamente reglados en la ley y recién fueron
incorporados por la reforma introducida por la ley 26.361 en
el año 2008 —c atorce años después de la reforma
constitucional—.
Este nuevo —s i se lo relaciona con la antigüedad
existente en las normas contenidas en los Códigos Civil y
de Comercio— Derecho del Consumidor , Derecho del
Consumo o Derecho de Defensa del Consumidor , no es
una disciplina sin fronteras, por más que cierta parte de la
doctrina o de la jurisprudencia intente darle alcances
difusos o desmesurados.
Los autores han definido a este derecho tanto como un
sistema global de normas, principios, instituciones y medios
instrumentales, consagrados por el ordenamiento jurídico
para procurar al consumidor una posición de equilibrio
dentro del mercado en sus relaciones con sus proveedores
de bienes y servicios en forma masiva, o como un derecho
interdisciplinario que es algo más que un régimen de
defensa del consumidor, para conformar un conjunto de
reglas que superan las normas del derecho civil, comercial,
procesal, penal, administrativo —e ntre otros— para
comprenderlas e integrarlas sistemáticamente.
Otros autores —c omo Benjamín— han procurado definir
el Derecho del Consumidor reconociendo varias realidades:
una objetiva, en la que se resalta la idea de relación jurídica
de consumo, y una segunda —t eleológico-subjetiva—,
destacándose los sujetos de la relación y concediéndoles
un status iuris de carácter permanente; y —f inalmente—
una tercera definición de naturaleza mixta, en las que se
conjugan los dos criterios mencionados: objetivo y
subjetivo.
Lo cierto es que desde nuestro punto de vista —
e intentando aprehender el fenómeno desde una
perspectiva global— el denominado Derecho del
Consumidor no es más que un conjunto de principios y
normas jurídicas —d e derecho p úblico y privado— que
tiene por objeto proteger al consumidor en las relaciones de
consumo y que atraviesan trasversalmente toda las ramas
del derecho, imponiendo su impronta en cada una de ellas
en aquellos casos en los cuales se presenten aspectos
vinculados con relaciones de consumo .
Y sostenemos esta definición porque no consideramos
que exista de un modo autónomo o abstracto —c omo
pretenden parte de los autores— el concepto de
consumidor como sujeto, sino que el consumidor o usuario
sólo existe en la medida y con el alcance del rol que el
Derecho le asigna y que él personalmente cumple como
una de las partes que interviene —e xclusivamente— en las
relaciones de consumo.

1. El contenido del Derecho del Consumidor


El Derecho del Consumidor importa entonces —e n su
contenido mínimo— un conjunto de normas que amparan y
protegen a los sujetos que asumen el rol de consumidores
de bienes o servicios, como una de las partes en las
relaciones de consumo, frente a un proveedor, con el objeto
de garantizar al consumidor:
a) la libertad de contratación y libre elección de los alcances
de dicha contratación;
b) un trato digno, equitativo y no discriminatorio;
c) amplio acceso a la información relevante —e n modo
suficiente y accesible— relacionada con el contrato de
consumo a celebrarse, los bienes y los servicios
contratados;
d) el derecho a la provisión, por parte del proveedor y de las
autoridades de aplicación de las normas, de mecanismos
eficaces de información y de consulta, de carácter
jurídico, con el objeto de ser informados respecto de sus
derechos específicos;
e) la recepción de publicidad transparente y fidedigna, con
exclusión de todo mecanismo o herramienta distorsiva,
engañosa o imprecisa, respecto del contrato, los
productos y servicios, y del mercado;
f) protección en materia de operaciones celebradas fuera de
los establecimientos, por métodos no presenciales, y por
medios electrónicos;
g) protección legal frente a situaciones de abuso y de
desequilibrio en el ámbito de los proveedores, o de los
términos contractuales;
h) prevención de la seguridad y salubridad en el consumo,
interviniendo de manera represiva para castigar aquellas
conductas que pongan en peligro al consumidor;
i) tener a su disposición mecanismos de fácil acceso para el
reclamo, determinación y percepción de las
indemnizaciones por los daños y perjuicios que pudiera
sufrir con motivo u ocasión de la relación de consumo;
j) procedimientos de defensa del consumidor efectivos y
accesibles, facilitando el acceso a la justicia y poniendo
en manos del consumidor afectado las correspondientes
acciones individuales y también las colectivas;
k) la promoción del desarrollo de asociaciones y
federaciones de consumidores y usuarios, participando en
los procesos de elaboración de las normas que les
afecten, quedando también legitimadas para participar y
promover acciones colectivas;
l) la facilitación y promoción de la educación en materia de
consumo sustentable, de mecanismos de prevención de
eventuales situaciones de sobreendeudamiento e
insolvencia derivada de cuestiones vinculadas con las
relaciones de consumo; y
ll) promoción del manejo de economías domésticas y
conductas sustentables con protección del medio
ambiente y los recursos naturales.
Ahora bien, si de un régimen protectorio se trata,
debemos puntualizar que el mismo comprende —c omo ya
hemos adelantado— mecanismos de protección directa, así
como otros de protección indirecta.
En lo que a protección directa se trata, ésta se lleva a
cabo a través del Derecho Público, y se desarrolla por parte
de los poderes del Estado, en especial:
a) ordenando la economía;
b) regulando razonablemente el mercado interior y
garantizando su transparencia y equilibrio;
c) reprimiendo las conductas indeseables;
d) asignando recursos para el desarrollo de la educación
sobre el consumo sustentable;
e) garantizando un servicio de justicia accesible, rápido y
eficaz en esta materia; y —f inalmente—
f) poniendo orden y estabilidad en los aspectos
macroeconómicos en el ámbito de su territorio.
Respecto de la protección indirecta, ésta es la que se
realiza desde el Derecho Privado, donde de lo que se trata
es de atribuir derechos individuales y concretos a cada uno
de los sujetos que asuman el rol de consumidores en una
relación de consumo, de manera que puedan ejercerlos de
una manera concreta, y reclamar el cumplimiento de las
obligaciones nacidas de la relación de consumo, y de la ley,
frente a los tribunales competentes, o por mecanismos de
sistemas alternativos para la resolución de disputas.
VI. EL CONTRATO EN LA VISIÓN DEL PROYECTO DE CÓDIGO
CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN ELABORADO POR LA
COMISIÓN CREADA POR EL DEC. 191/2011
Con la nueva impronta que ha irrumpido en el derecho de
los contratos a raíz de la aparición en escena del Derecho
del Consumidor, el último Proyecto de Código Civil y
Comercial de la Nación regula tanto los contratos civiles
como los comerciales, siguiendo los lineamientos de los
proyectos anteriores, incorporando el aspecto más discutido
en este campo, cual es la regulación de los contratos de
consumo en el ámbito del Código Civil con un grado de
extensión significativo.
Como bien recuerdan los redactores del Anteproyecto, en
el derecho comparado hay distintos modelos:
a) el modelo seguido por el Códice del Consumo Italiano
(Decreto Legislativo nº 206 del 6 de setiembre de 2005) ; el
texto refundido de la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias
españolas (Real Decreto Legislativo 1/2007 del 16 de
noviembre de 2007) y del Anteproyecto de Reforma
al Código Civil francés en el Derecho de obligaciones y el
Derecho de la prescripci ón, dirigido por el profesor Pierre
Catalá y presentado al Ministerio de Justicia en el año 2005,
que no incorporan estos contratos al cuerpo principal
del Código Civil. También puede señalarse —a modo de
ejemplo— que todos los Estados Partes del Mercosur
(Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela) así
como todos los Estados Asociados (Bolivia, Chile, Perú,
Ecuador y Colombia) tienen leyes del consumidor
separadas del Código Civil. El comentario 2 al Preámbulo
de los Principios de Unidroit tambi én señala el "propósito
de excluir del ámbito de los Principios las llamadas
operaciones de consumo"; o bien
b) el modelo seguido por la reforma del año 2002 del
Código Civil alemán, que incorporó algunas normas
aplicables específicamente al Derecho del Consumidor —
d efinición de consumidores y profesionales, contratos
celebrados fuera de los establecimientos mercantiles y a
distancia, garantías en la venta de bienes de consumo—
junto con otras propias del Código —c ondiciones generales
de la contratación, morosidad en las operaciones
comerciales, comercio electrónico—. O el modelo del
Código Civil quebequés de 1991, que incluyó disposiciones
atinentes a los contratos de consumo y a los celebrados por
adhesión —a rts. 1432, 1437, 1438—, así como a la
responsabilidad de los intervinientes en el proceso de
fabricación y comercialización de cosas muebles —a rts.
1468 y 1469—; o el modelo del Código Civil holandés de
1992, el cual reguló las condiciones generales de
contratación —l ibro 6, arts. 231 a 247—, la responsabilidad
por productos —l ibro 6, arts. 185 a 193— y las exigencias
en cuanto a la publicidad —l ibro 6, arts. 194 a 196—.
Lo cierto es que la Comisión redactora entendió que en el
ordenamiento jurídico argentino hay que considerar el rango
constitucional de los derechos del consumidor, la amplia
aplicación de estas normas en los casos judiciales y la
opinión de la mayoría de la doctrina. Y, siguiendo estos
lineamientos, no sólo avanzó en cuanto a la unificación de
los contratos civiles y comerciales, sino que también
incorporó a los contratos de consumo al cuerpo principal del
Código —s in perjuicio de mantener una ley especial
complementaria al respecto.
Desde ya que la Comisión no ignoró que la extensión del
objeto regulatorio planteaba problemas en cuanto a las
distinciones y al modo en que se presentarían en ese
campo, de donde entendió que una posibilidad consistía en
regular el contrato discrecional y dedicar algunos artículos
relativos a los efectos que consideren la temática de los
vínculos de consumo —p erspectiva que fue adoptada en el
Proyecto de 1998—, aunque no dejó de puntualizar que la
evolución que había experimentado la materia desde
entonces impedía este abordaje, ya que la amplitud de la
definición de la relación de consumo existente hace que los
contratos de consumo constituyan un ejemplo de la
fragmentación del tipo general.
La alternativa contraria —i ndicó la Comisión— consistía
en establecer una regla que aplicara el principio protectorio
de modo general, como si todos los contratos fueran de
consumo, pero también halló ello inconveniente, porque se
distorsionaría gravemente el sistema y sería inadecuado
aplicar este régimen a la contratación entre empresas para
la construcción de un puente o el desarrollo de tecnología, o
el aprovisionamiento, o cualquier otro vínculo semejante. En
todos estos casos subsiste la necesidad de preservar la
autonomía privada, como es consenso mayoritario en el
país y en todo el derecho comparado.
Tampoco podía —a criterio de la Comisión— seguirse un
criterio cuantitativo que llevara a la conclusión de que, si se
celebraban más contratos de consumo, estos constituirían
la regla general, porque ello no es así en ningún sistema de
derecho comparado ni podría serlo. La diferenciación es
argumentativa, valorativa y basada en principios, pero no en
cantidades que pueden variar sensiblemente.
En la jurisprudencia, el principal problema que la
Comisión relevó fue que se terminaban aplicando principios
protectorios propios de la tutela del consumidor a los
contratos de empresas, con deterioro de la seguridad
jurídica, recordando que, en la doctrina, hay muchos
debates derivados de la falta de una división clara en la
legislación. Los autores más proclives al principio
protectorio hacen críticas teniendo en mente al contrato de
consumo que pretenden generalizar, mientras que aquéllos
inclinados a la autonomía de la voluntad, principalmente en
materia comercial, ven una afectación de la seguridad
jurídica. El problema es que se refieren objetos diferentes.
En virtud de todo ello, la propuesta del Proyecto fue
regular los contratos de consumo atendiendo a que no son
un tipo especial más sino una fragmentación del tipo
general de contratos, que influye sobre los tipos especiales;
y de allí la necesidad de incorporar su regulación en la parte
general, considerando consistente —e sta solución— con
la Constitución Nacional, que considera al consumidor
como un sujeto de derechos fundamentales —e n la esfera
estricta de las relaciones de consumo—, así como con la
legislación especial y la voluminosa jurisprudencia y
doctrina existentes en la materia.
Consecuentemente, la Comisión reguló tanto los contratos
civiles como los comerciales y de consumo, distinguiendo el
tipo general del contrato de consumo —c omo tipo especial
—.

VII. LA IMPORTANCIA DE LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE


SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
Con acierto, la doctrina ha señalado que los elementos
que otorgan credibilidad a un tribunal dan prestigio a sus
integrantes y construyen seguridad jurídica para toda la
Nación reposan en ciertos principios básicos, dentro de los
cuales se encuentra el stare decisis . Según este principio,
un tribunal debe sentirse obligado a fallar conforme a sus
propios precedentes.
En ese sentido, la Corte Suprema norteamericana ha
decidido reiteradamente que "no era posible apartarse de
los principios sentados en casos anteriores sin provocar un
grave daño a la credibilidad de esta Corte" ya que "un
cambio básico en la jurisprudencia vigente (...) invita a la
concepción popular errada según la cual esta institución es
apenas diferente de las dos ramas polí ticas del gobierno.
Ninguna idea tan equivocada podría causar un daño más
duradero a esta Corte y al sistema jurídico" .
La República Argentina presenta, en este aspecto, un
escenario muy particular —p or no calificarlo como
paradójico—, pues nuestro derecho constitucional está
inspirado en el de un país donde rige el common law —l os
Estados Unidos—, mientras que el derecho infra-
constitucional abreva en el derecho continental europeo —
s istema del Roman Civil Law —.
De allí que existe controversia respecto de si en el
derecho argentino rige el principio del stare
decisis "vertical"; es decir, el principio del derecho
anglosajón bajo el common law , según el cual los jueces
inferiores se encuentran obligados a resolver los casos que
están pendientes de decisión, ateniéndose a lo resuelto por
sentencias precedentes dictadas en casos similares por
jueces de la misma jurisdicción de jerarquía superior.
Si bien todo indica que este principio no rige en plenitud
bajo nuestro sistema jurisdiccional, no debe olvidarse que
ha sido la propia Corte Suprema de Justicia, desde sus
orígenes y a partir del caso "García Aguilera", la que ha
instado a los tribunales inferiores a seguir los lineamientos
que el máximo tribunal incorporaba en sus sentencias,
como un principio de economía procesal y de seguridad
jurídica. Y —m ás recientemente— en el caso " Cerámica
San Lorenzo", en el cual, aunque la Corte ha admitido que
sus fallos no resultan obligatorios para casos análogos, ha
señalado que los jueces inferiores tienen el deber de
conformar sus decisiones a los fallos de la Corte y
que "carecen de fundamentos las sentencias de los
tribunales inferiores que se apartan de los precedentes
anteriores sin aportar nuevos argumentos que justifiquen
modificar la posición sentada por la Corte, en su carácter de
intérprete supremo de la Constitución Nacional y de las
leyes dictadas en su consecuencia" .
Desde ya que no existen garantías absolutas de que los
tribunales inferiores sigan la jurisprudencia de una Corte
que —e n algunas oportunidades— pueda hasta no
seguirse a sí misma y cuyos fallos no serán quizás
respetados como interpretación final de la Constitución por
los demás poderes constituidos, si ella misma no los
respeta. Pero se trataría de situaciones de excepción y no
de la regla general.
Lo razonable y esperable es que la Corte siga sus propios
precedentes —s alvo la aparición de nuevos elementos de
juicio o de realidades económicas y sociales—, y que los
tribunales inferiores sigan —e n el dictado de sus fallos—
los lineamientos de la jurisprudencia de la Corte.
La Suprema Corte bonaerense lo ha dicho
claramente: "Respecto de la doctrina de la obligatoriedad
general de jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, esta Corte se ha expedido en el sentido de
negarle la calidad de vinculante (...) Sin perjuicio, claro está,
de la posibilidad de que las partes lleven a la Corte
Suprema de la Nación toda interpretación de otros
tribunales que no coincida con sus doctrinas y así puedan
obtener —s i la Corte Suprema no cambiara su integración
ni modificara tales doctrinas— en el caso concreto, la
reiteración de sus criterios"
De allí la importancia que reviste esta obra Máximos
Precedentes - C ontratos , dirigida por la Dra. Cristina
Armella y coordinada por el Dr. Mariano Esper, la que, con
la colaboración de prestigiosos y talentosos autores, aborda
el análisis respecto de la mirada que la Corte Suprema de
Justicia de la Nación ha tenido respecto de un número
significativo de casos en materia de Contratos.
Conocer la posición y la opinión de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación a lo largo del tiempo, en aspectos tan
trascendentes como son los temas generales de la
contratación —c onsentimiento, contratos por adhesión,
interpretación de los contratos, teoría de la imprevisión— y
aristas particulares en contratos específicos —c omo
compraventa, cesión de derechos, locación, donación,
mandato, corretaje, comercialización, transporte, medicina
prepaga y contratos de consumo—, conforma una
herramienta de gran utilidad para el profesional del derecho
en el ejercicio de su profesión, y también en la actividad
académica; pues permitirá advertir la suerte que puede
correr cualquier conflicto que pudiera suscitarse en este
campo; o bien por la influencia que un precedente de la
Corte pudiera tener en la consideración del caso por
tribunales inferiores, como por la posibilidad de recurrir
hasta el máximo tribunal solicitando la aplicación de la
doctrina generada por un precedente anterior emanado de
dicho tribunal.
Vayan mis felicitaciones a la Directora, el Coordinador, los
colaboradores y la Editorial La Ley por esta interesante
iniciativa, y la edición de esta obra que está llamada a
convertirse en un hito en materia de análisis jurisprudencial
y doctrinario de los principales fallos dictados por nuestro
Máximo Tribunal en materia de contratos.
DANIEL ROQUE VÍTOLO
Buenos Aires, mayo de 2014.-

Parte general

Capítulo I

Formación del consentimiento contractual. Contratos


celebrados por adhesión
Por Romina Santorun

TEXTO DE JURISPRUDENCIA

CSJN, 7/6/1888, "Don Guillermo Achaval c. Don Julián


de Bustinza; sobre compra-venta". Fallo in extenso
Sentencia del Juez Federal
Rosario, Agosto 29 de 1887.
Vistos estos autos seguidos por el doctor Guillermo
Achaval contra Don Julian de Bustinza sobre escrituración
de un bien raíz situado en la plaza Independencia de esta
ciudad, resulta:
1° Que con fecha 22 de Marzo del corriente año, don
Ramon Ferreyra (hijo) dirijiéndose á Don Julian de Bustinza
por medio de carta, manifestó á este haberlo visto una
persona en ese dia, para que se dirijiera á él, preguntándole
si deseaba vender una quinta ubicada en la plaza
Independencia, pidiendo al mismo tiempo á Bustinza que en
caso afirmativo, le suministrara los datos necesarios como
el precio, estensión, etc., para trasmitirlos al interesado
(documento de foja 48 reconocido á fija 64).
2° Que don Julian de Bustinza contestando con fecha 27
del mismo la anterior carta de Ferreyra, le espresa: que el
terreno de quinta á que Ferreyra se refería, lo destinaba
para ser vendido; pero que buscando sacar de él el mayor
producto posible, quería antes fraccionarlo en lotes, pues
no creía probable que en la venta de todo él en conjunto, se
le pagase lo que creía sacar del terreno dividido en lotes ó
sitios, razon por la cual se abstenía de pedir ó poner
precio " pero que eso no era inconveniente para que el
interesado en la compra (aquel á que Ferreyra se refería en
su carta anterior), pudiera hacerle una oferta que él
(Bustinza) considerase aceptable" concluyendo dicha carta
con al especificación de las dimensiones de dicho terreno y
demás datos solicitados al respecto (documento de foja 60,
reconocido á foja 69 vuelta).
3° Que Ferreyra contestando la precedente, dice á
Bustinza, con fecha 28 del mismo, que de conformidad con
su carta había visto ese mismo día al interesado por su
terreno, quien lo había facultado para ofrecerle treinta y
cinco mil pesos nacionales por las diez y ocho cuadras de
cien por cien varas á que él (Bustinza) se refería,
agregando el pedido de que se sirviera darle su
contestacion sobre el particular, y en caso de aceptar dicho
precio, "lo autorizase á firmar el correspondiente boleto de
compra-venta (documento de foja 49 reconocido á foja 64).
4° Bustinza al dia siguiente 29 de Marzo, vuelve á
contestar á Ferreyra lo siguiente: "acabo de recibir su
apreciable fecha 28 del corriente. La oferta que usted me
hace á nombre del interesado en la compra, no me
satisface. El último precio á que lo daría sería de treinta y
cinco centavos moneda nacional por vara cuadrada de las
que espresan los documentos o- de las comprendidas sen
el área que designan las escrituras que obran en mi poder.
El terreno de que se trata, lo hube yo por compras
espresadas en tres escrituras que fueron otorgadas á mi
favor por Juan Juanto, por Juan Elizalde y por Santiago
Juanto y como dije á usted en mi anterior estas porciones
son todas adherentes entre sí. Dadas estas esplicaciones y
dicho que los treinta y cinco centavos es el último precio, no
queda más que el interesado diga sí ó no" (documento de
foja 61, reconocido á foja 69 vuelta).
5° El mismo día 30, Ferreyra comunica á Bustinza haber
recibido la anterior carta y que de acuerdo con ella, había
cerrado la negociacion y que al dia siguiente cangearía los
boletos (documento de foja 51 reconocido á foja 64).
6° Que habiéndose negado Bustinza á formalizar la
escrituracion, aduciendo no haber autorizado para ello á
Ferreyra ni serle obligatorio por los términos de sus cartas,
el reconocimiento de este contrato, la parte del doctor
Achaval, que segun las declaraciones de Ferreyra era la
persona interesada en esta compra como lo justifica el
boleto de foja 4, inicia esta cuestion, solicitando la
escrituracion á su favor, del terreno del señor Bustinza, ó la
resolucion de la obligacion con el pago de daños é
intereses; pidiendo la parte demandada en la contestacion
de la demanda, fundada en las razones ya espresadas, el
rechazo de la accion con costas.
7° Que abierta la causa á prueba se produjo la que corre á
fojas 48, 49, 50, 51, 52, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 69 v.
y 102.
Y considerando:
1° Que la mente, intencion y voluntad de las partes, debe
desprenderse y se desprende de los términos en que está
concebida la correspondencia cambiada entre el señor
Ferreyra por el doctor Achával como interesado en la
compra y el señor Bustinza como propietario y vendedor del
terreno mencionado, para deducir de allí, á cuál de las
partes asiste la justicia en esta controversia.
2° Que á estar á los términos claros y esplícitos de la carta
firmada por el señor Bustinza y reconocida por él, corriente
á foja 61, se comprende fácilmente que ha habido por su
parte la intencion y voluntad de enagenar el bien raíz
materia de esta cuestion, por el precio cierto y determinado
de treinta y cinco centavos la vara cuadrada de esa
propiedad.
3° Que no puede darse otra interpretacion á la carta
predicha, desde el momento en que, deisgnando ese
precio, se agregan las palabras terminantes allí
consignadas de que una vez dadas esas esplicaciones y "a
dicho que los treinta y cinco centavos es el último precio, no
queda más que el interesado diga sí ó no".
4° Que de esta manera, la opcion para realizar la
negociacion ó sea la eleccion de aceptarla dejándola
concluida, ó de rechazarla, ha quedado á la parte
compradora, quien optando por el primer término la aceptó,
dejándola así perfeccionada.
5° Que para que de otra manera pudiera interpretarse
aquel acto resolviendo la no existencia de la convencion,
hubiera sido necesario que antes del recibo por parte de
Bustinza de la aceptacion del doctor Achaval, aquel hubiera
hecho saber á este el retiro de su proposicion, lo que ni
siquiera se ha intentado justificar.
6° Que el término vago de yo lo daría , usado por el
demandado al principio de la carta de foja 61, queda
completamente eliminado por el párrafo 4° de la misma
carta, que consigna estas testuales palabras " dadas estas
esplicaciones y dicho que los 35 centavos es el último
precio (aquí el señor Bustinza suprime ya la palabra
hipotética de "yo lo daría", agregando por el contrario las
palabras concluyentes de) no queda más que el interesado
diga sí ó no" ; frase que no deja la menor duda de la
existencia de su voluntad para enagenar en favor del
interesado en ese terreno esa área de tierra, siempre que
por ella se le pagara el precio de treinta y cinco centavos
por cada vara cuadrada, librando á la sola voluntad del
interesado el contestar afirmativa ó negativamente para que
la convencion quedase legalmente constituida ó sin efecto.
7° Que habiéndose contestado en término hábil
afirmativamente al señor Bustinza, esa convencion, como
se ha dicho, revista los caractéres legales que dan origen á
la obligacion de hacer á que se refiere el artículo 1187 del
Código Civil, quedando concluida como contrato en que las
partes se han obligado á la transferencia de la propiedad
(art. 1185 del mismo Código).
8° Que las dos condiciones esenciales impuestas por la
legislacion civil en el contrato de compra-venta, han existido
en el caso sub judice , en el que se ha determinado una
cosa y se ha contraido la obligacion de pagar por ella un
precio cierto en dinero (artículo 1323 del Código citado).
9° Que por otra parte, la aceptacion de las ofertas de
compra hechas por don Ramon Ferreyra (hijo), el cambio
de cartas entre este y el señor Bustinza, los datos de
estension, precio, ubicacion, etc., comunicados por este á
aquel y demás circunstancias que arrojan los autos,
comprueban la existencia de un mandato de parte de
Bustinza hácia Ferreyra, mandato legal y bien constituido,
puesto que se ajusta á los términos de los artículos
1889, 1892 y 1893 el Código Civil, los que disponen que el
mandato se confiere espresa ó tácitamente, pudiendo darse
el espreso por instrumento público ó privado, por carta y
tambien verbalmente y con los objetos que en esas
disposiciones se determinan.
10° Que una prueba más de lo anterior se desprende del
mismo contesto de las cartas del demandado, quien en
ninguna de ellas ha manifestado á Ferreyra la voluntad de
que el interesado tenía de entenderse directamente con él
(con Bustinza) para dejar concluido el negocio, sinó que,
por el contrario, al decir dicho Bustinza que al interesado no
le quedaba más que decir "sí ó no", no solo aceptaba como
dicho interesado á cualquier persona desde que no exigía
su nombre, sinó tambien que atorizaba á Ferreyra en su
calidad de mandatario para cerrar el trato en el caso de ser
afirmativa la contestacion de esa persona interesada,
cualquiera que ella fuese.
11° Que además, segun resulta probado en autos, el
vendedor señor Bustinza habiendo tenido perfecto
conocimiento de todos los pasos dados por Ferreyra en esa
negociacion, no ha manifestado desaprobacion alguna de
los actos de este durante ella duró, viniendo á ser así regida
su conducta, cuando menos por la determinacion del
artículo 1874 que establece haber mandato tácito no solo
de lo que resulta de los hechos positivos del mandante, sinó
tambien de su inaccion ó silencio, ó no impidiendo
pudiéndolo hacer, cuando sabe que alguien está haciendo
algo en su nombre.
12° Que por otra parte, es un principio de derecho el que
los contratos deben ser interpretados en el sentido de su
validez y no en el de la nulidad, obligando á los
contrayentes, no solo á lo que se espresa en ellos, sinó á
todas las consecuencias que la equidad, el uso ó la ley
atribuyen á la obligacion segun su naturaleza.
13° Que por consiguiente, habiendo el mandatario señor
Ferreyra contratado con el doctor Achaval en nombre del
demandado, la compra-venta del terreno de la cuestion, ese
contrato debe ser considerado como hecho por el mandante
personalmente y en consecuencia, obligado por los actos
de aquel.
14° Que los contratos que debiendo ser hechos por
escritura pública fuesen hechos por instrumento particular
firmado por las partes, en caso de resistencia de una de
ellas, podrá ser demandada por la otra para que le otorgue
la escritura pública, bajo pena de resolverse la obligacion
en el pago de pérdidas é intereses, segun los artículos
1185 y 1187 del Código Civil.
Por estos fundamentos, fallo, declarando: Que don Julian
de Bustinza se encuentra obligado á estender en favor del
demandante doctor Guillermo Achaval, escritura en forma
del terreno materia de la cuestion, haciéndole entrega de él
mediante el pago del precio de treinta y cinco centavos
moneda nacional de curso legal por cada una vara
cuadrada de las comprendidas en las diez y ocho cuadras
de cien por cien varas, bajo pena de resolverse la
obligacion en el pago de las pérdidas é intereses, con
costas al demandado. Hágase saber con el original y
repónganse los sellos adeudados. — G. Escalera y Zuviría.
Fallo de la Suprema Corte
Buenos Aires, Junio 7 de 1888.
Vistos y considerando: que el consentimiento en los
contratos debe manifestarse por ofertas de una de las
partes y aceptarse por la otra; que entre personas ausentes
puede manifestarse por medio de agentes ó
correspondencia epistolar; que la oferta de Bustinza
convenida en la carta de foja sesenta y una, ha sido
comunicada por Ferreyra como agente intermediario al
interesado en la compra y aceptada por este; y que la
circunstancia de no conocer su nombre el vendedor hasta el
momento de la aceptacion, no importa que la oferta fuera
hecha á persona indeterminada (artículos mil ciento
cuarenta y cuatro, mil ciento cuarenta y siete y mil ciento
cuarenta y ocho); por estas consideraciones y los
fundamentos concordantes de la sentencia apelada de foja
ciento ciete, se confirma esta con costas. Repónganse los
sellos y devuélvanse los autos. — Benjamin
Victorica. — Uladislao Frias. — Federico Ibargüren. — C.
S. de la Torre. — Salustiano J. Zavalía.

CSJN, 7/7/1930, "Don José Orlando Ferrari c. la Nación,


sobre reivindicación o expropiación en subsidio". Fallo
in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, Julio 7 de 1930.
Y Vistos:
El recurso de apelación ordinaria en el juicio de don José
Orlando Ferrari contra el Gobierno de la Nación
reivindicando un lote de terreno ubicado en esta Capital,
contra el fallo de la Cámara Federal de Apelación de la
Capital que desestimó la demanda; y
Considerando:
Que el señor Ferrari invoca su calidad de adquirente —
c omo comprador o cesionario— de don Guillermo
Lottermoser, quien, a su vez, adquirió el bien cuestionado
del Gobierno Nacional, según resultan ambas operaciones
jurídicas de las escrituras públicas que corren agregadas a
fs. 25 y 31, respectivamente; el Gobierno se apoderó de
dicho bien reincorporándolo al dominio nacional por
incumplimiento, por parte de Lottermoser, de su obligación
de pago de las dos últimas cuotas en que se dividió el
precio y por no haber tenido posesión el comprador.
(Expediente administrativo, Ministerio de Hacienda, División
segunda, año 1905, "Contaduría General solicita
antecedentes a fin de saber si el señor Guillermo
Lottermoser tomó posesión del terreno que adquirió en el
Puerto de la Capital (Lote 12, Manzana M), etc.", fs. 25). El
fallo recurrido, que hace suyos los fundamentos del de
primera instancia, expresa que en efecto, la Nación no hizo
tradición a Lottermoser; que la escritura de éste a Ferrari no
es título suficiente para trasmitirle el dominio de la cosa
litigada; que éste no ha justificado posesión legítima desde
1897 hasta 1908: que cualquiera sea la calificación del
contrato Lottermoser-Ferrari, el inmueble a que él se refiere
no está individualizado; que al actor podrá corresponderle
una acción personal contra su cedente pero no la real que
ejercita contra el Gobierno. (fs. 104 y 124).
Que Ferrari actúa con un título que él llama de cesión de
derechos y acciones al terreno comprado por Lottermoser al
Gobierno y que éste califica de simple promesa de venta o
cesión, por lo que es indispensable decidir el punto como
premiso de la conclusión final en el pleito. La escritura de
fs. 31 dice que, don Guillermo Lottermoser, con el fin de
resolver su crítica situación comercial "convino con el señor
José Orlando Ferrari en venderle todas las mercaderías y
activos que constituían su casa de comercio en el ramo de
pinturería y ferretería, también varios lotes de terreno
situados en el pueblo de Miramar, partido de General
Alvarado, Provincia de Buenos Aires y un terreno de los
ganados al río por las obras del Puerto de la Capital,
debiendo el comprador cargar con todos los gravámenes,
etc.", y más adelante, agrega: "Se advierte que en el precio
que se establece en la presente va comprendido también el
valor que se asignó a los terrenos situados en Miramar y en
el Puerto de la Capital, siempre entendido que el comprador
carga con el gravamen y todas las demás obligaciones que
reconocen a favor del fisco y cuyas escrituras de venta o
cesión de derechos otorgará ante los funcionarios de la
jurisdicción respectiva" y, por fin, agrega "Que transfiere al
señor Ferrari todos sus derechos de propiedad y dominio
que a lo enajenado tenía por medio de esta escritura, en
cuyo traslado consiente". ¿De qué contrato es instrumento
formal la dicha escritura respecto del inmueble
reivindicado?
Que no lo es, como pretende la demanda, de una cesión
de derechos y acciones o de compra-venta porque no se
hacen referencias de bastante claridad y precisión para
individualizar el bien y además, categóricamente se dice
que en el futuro se otorgará la pertinente "escritura de venta
o cesión de derechos". Si las mismas partes otorgantes
convienen en que, en otro acto por separado darán la forma
de ley a un acuerdo de voluntades, quiere decir que el
contrato no se perfeccionó antes de cumplirse este
requisito.
Que aun con el más amplio criterio en la interpretación de
los actos jurídicos, tal como ha procedido esta Corte
siempre y en particular en casos similares que la actora
menciona. (Fallos, tomo 46, pág. 372; tomo 59, pág. 324;
tomo 108, pág. 344), es indudable que tal interpretación no
procede cuando las palabras de los contratantes son claras
y conformes con las exigencias legales respectivas.
Que tenidas en cuenta las precedentes consideraciones,
debe considerarse a la escritura pública de fs. 31, como una
promesa de venta o cesión de derechos que sólo da una
acción personal al acreedor Ferrari contra el deudor
Lottermoser; y así lo habrá entendido, sin duda, el actor
cuando inició y siguió hasta su terminación el juicio por
escrituración que menciona en el expediente administrativo,
Ministerio de Hacienda, N° 1114, letra F, fs. 2, porque si era
título bastante como cesión la de fs. 31, ningún objeto podía
tener un duplicado.
Que, en tales términos, carece de eficacia legal, a los
efectos de la acción instaurada, la prueba sobre posesión
del señor Ferrari respecto del bien que reivindica porque
carece del título que integra la condición de propietario (art.
2609), indispensable, según la doctrina y la letra de los arts.
2602 y 2758 del Código Civil, para reivindicar. La sola
posesión, aunque en debida forma la haya podido acreditar
el actor con los testimonios de Codina, Guiot, Genovese,
Quiróz, Durán, Cartosio, Sardou, Rodríguez, O'Connor,
Gouchon y cédula municipal de fs. 83, podrá fundar
acciones posesorias (Libro III, Cap. III del Código Civil),
pero no la reivindicatoria.
En su mérito, se confirma en todas sus partes la sentencia
recurrida con las costas en el orden causado. Hágase
saber, devuélvanse los autos y repóngase el papel en
primera instancia. — J. Figueroa Alcorta. — Roberto
Repetto. — R. Guido Lavalle. — Antonio Sagarna.

CSJN, 20/5/1986, "Martínez Suárez de Tinayre, Rosa M.


J. y otro c. Argentina Televisora Color L.S. 82 Canal 7,
S. A.", Fallos: 308:821. Sumarios
1. Las facultades concedidas a los jueces por el art. 1638,
Cód. Civil (Adla, XXVIII-B, 1799), en cuanto los autorizan a
reducir equitativamente la utilidad a reconocer cuando la
aplicación estricta de la norma conduzca a una notoria
injusticia, deben ser ejercidas con amplitud, máxime cuando
como en el caso, frente a lo desorbitado de la remuneración
pactada por la realización de un programa de televisión,
que alcanzaba a 40.000 dólares estadounidenses
mensuales durante el lapso que debía abarcar la actuación
de la conductora de aquél, suma prácticamente imposible
de obtener mediante el desempeño de ninguna actividad
socialmente útil ya que ella recae en definitiva sobre el
Estado, vale decir, que debe ser soportada por la
comunidad sin que de ello pudiera derivar un concreto
beneficio para ésta, ni aun en el caso de que la actuación
televisiva se hubiese llevado a cabo.
2. El art. 1638, Cód. Civil (Adla, XXVIII-B, 1799), no
distingue según que el contrato de locación de obra o
de servicios haya o no tenido principio de ejecución, y
dispone que el desistimiento por el comitente impone a éste
la obligación de indemnizar todos los gastos, trabajos y
utilidad que hubiera sobrevenido al locador por la ejecución
de la obra. Pero ante la pretensión del resarcimiento del
"daño al interés positivo o de cumplimiento", reclamando los
actores todo lo que hubieren de percibir si los acuerdos se
hubiesen cumplido, cabe hacer uso de la facultad de reducir
equitativamente la reparación, según lo autoriza la última
parte del citado texto legal, pues no es dudosa la posibilidad
cierta de ambos denunciantes de haber obtenido otro
trabajo durante el lapso de vigencia del contrato y tampoco
se ha justificado que aquéllos hayan declinado alguna
oferta en la expectativa del negocio frustrado.
3. La sociedad estatal demandada por daños y perjuicios
por incumplimiento de un contrato, no puede eludir su
responsabilidad invocando que debió obrar en cumplimiento
de una decisión de un subsecretario de Estado. Ello así,
pues aquélla, por su carácter jurídico y las normas que
rigen su funcionamiento (leyes 20.705, 21.969, 22.285 y
22.786 — A dla, XXXIV-C, 2018 ; XXXIX-B, 1200 ; XL-D,
3902 ; XLIII-B, -1322— ), no puede alegar como un
supuesto de fuerza mayor lo decidido por el funcionario
estatal que impuso la rescisión del contrato que se había
suscripto con la actora.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, mayo 20 de 1986.
Considerando:
1º) Que contra el pronunciamiento de la sala I de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial
Federal (Rev. LA LEY, t. 1986-A, p. 376) que, al revocar el
fallo de la instancia anterior, hizo lugar parcialmente a la
demanda por la indemnización de los daños y perjuicios
causados a los actores a raíz de la ruptura unilateral del
contrato por la sociedad estatal demandada, la vencida
interpuso el recurso ordinario de apelación que autoriza el
art. 24, inc. 6º, apart. a del dec.-ley 1285/58, el que fue
concedido a fs. 406. A fs. 418/434 obra el memorial que
prescribe el art. 280 del Cód. Procesal, el que mereció la
contestación de fs. 435/445.
2º) Que las cuestiones involucradas en la apelación y
sobre las que debe pronunciarse esta Corte tienen su
origen en sendos contratos que celebraron Rosa M. J.
Martínez Suárez de Tinayre y su cónyuge, Daniel A. Manoli
Tinayre, con "Argentina Televisora Color L. S. 82 Canal 7"
el día 30 de diciembre de 1981 para la realización y puesta
en escena del programa de televisión conocido con el
nombre de "Almorzando con Mirtha Legrand" (instrumentos
de fs. 14/21). Las derivaciones de dicho plexo convencional
en lo atinente a la conducta adoptada por "ATC" mediante
carta documento de fecha 16 de febrero de 1982 y por la
que pone en conocimiento de los demandantes "la
imposibilidad material y jurídico legal de poner en vigencia a
partir del 15 de marzo de 1982 la contratación programada",
motivó la promoción de la presente "litis" por la que se
persigue la indemnización de los perjuicios sufridos por la
extinción injustificada del vínculo contractual.
3º) Que la sentencia de primera instancia rechazó la
pretensión incoada y tuvo en cuenta para ello que la vía
procesal utilizada no era la idónea al fin propuesto pues los
actores debieron cuestionar, en su caso, la legitimidad del
"memorandum" proveniente del Subsecretario de
Comunicaciones — s ustento de la decisión de dar por
extinguido el acuerdo— y reclamar del Estado central los
daños y perjuicios invocados, toda vez que para la
demandada, persona jurídica distinta del Estado nacional,
las medidas adoptadas en esa materia configuraron un
"hecho del príncipe" (arts. 513 y 514, Cód. Civil), excluyente
de toda responsabilidad patrimonial.
4º) Que el fallo de la alzada, después de un ponderado
análisis de la situación jurídica de la demandada como
sociedad del Estado, según las normas que rigen sus
atribuciones y funcionamiento (leyes 20.705, 21.969, 22.285
y 22.786), concluyó que el supuesto fáctico configurativo de
la fuerza mayor, al derivar del propio Estado Nacional,
titular de la totalidad del patrimonio de "ATC Argentina
Televisora Color L. S. 82 Canal 7", no podía ser invocado
por la demandada para sustraerse al cumplimiento de sus
obligaciones. En tales condiciones, admitió la demanda
pero sólo en forma parcial al reducir los daños materiales
solicitados en un 50 % — e n aplicación de lo dispuesto por
el art. 1638 del Cód. Civil reformado por la ley 17.711— ,
desestimó la petición de daño moral e impuso las costas en
el orden causado en ambas instancias.
5º) Que la apelante plantea la nulidad de la decisión
impugnada, con fundamento en el incumplimiento por la
contraria de la carga de fundamentación del recurso de
apelación impuesta por el art. 265 del Cód. Procesal,
falencia que debió conducir — s egún su parecer— a la
declaración de deserción de la segunda instancia (art. 266,
Cód. citado) y al consecuente carácter firme de la sentencia
de grado anterior.
La expresión de agravios formulada por los actores para su
consideración por el tribunal a quo no padece de los
defectos formales que aduce la recurrente, muy por el
contrario, exhibe una crítica concreta y razonada de los
aspectos fundamentales del fallo de primera instancia, por
lo que la Cámara no ha excedido el marco de sus
atribuciones en el ámbito de conocimiento que le es propio
(arts. 271 "in fine" y 277, Cód. Procesal) de modo que
justifique la declaración de invalidez pretendida.
Por otra parte, las afirmaciones efectuadas por el vocal
que vota en primer término no tienen otro alcance que el de
reseñar el sistema utilizado por los actores para cumplir tal
recaudo procesal; pero de modo alguno puede extraerse la
conclusión propiciada por la recurrente, la que tampoco
formuló objeción alguna en este punto al contestar el
traslado del memorial pertinente.
6º) Que este tribunal comparte y hace suyos los sólidos
fundamentos que informan la decisión recurrida en cuanto
al rechazo de una de las defensas opuestas por la sociedad
estatal, consistente en la alegada "fuerza mayor" emergente
del memorándum proveniente del Subsecretario de
Comunicaciones que, al fijar con carácter obligatorio el tope
de remuneraciones mensuales para el año 1982 para los
"actores, directores, productores, conductores, autores de
programas y cargo o función similar", en una suma muchas
veces inferior a la establecida en el contrato, motivó su
rescisión unilateral.
A la luz del marco normativo constituido por la ley
20.705 — a plicable a la demandada en virtud del art. 6º de
la ley 21.969, régimen no modificado por las leyes
posteriores 22.285 (art. 114) y 22.786 (art. 2º) — "Argentina
Televisora Color L.S. 82 Canal 7" aparece como el medio
instrumental de que se vale el Estado, adoptando el tipo de
"Sociedad Anónima" (art. 2º, ley 20.705) para cumplir una
finalidad que no resulta de innegable carácter público. Si
bien debe considerarse en principio sujeta al derecho
privado (ley de sociedades) y no comprendida en las leyes
de contabilidad, de obras públicas ni de procedimientos
administrativos, concurren elementos de innegable carácter
estatal, principalmente en lo concerniente a la naturaleza de
sus constituyentes y a la imposibilidad de participación de
capitales privados (art. 1º, ley 20.705), por lo que más allá
del amplio grado de su descentralización, integra la
organización administrativa del Estado.
En tales circunstancias, resulta inobjetable la conclusión
del a quo en punto a que la demandada invocó un "hecho
propio" insusceptible de excluir la responsabilidad derivada
de la ruptura del contrato celebrado; bien entendido, que el
régimen jurídico preponderantemente de derecho privado
aplicable al ente traído a juicio no permite equipararlo a un
particular en su relación con el Estado puesto que este
último evidencia una interferencia intensa en su
desenvolvimiento como persona jurídica y, en lo que aquí
interesa — l o relativo a los topes contractuales— , ya regía
con bastante anterioridad a la celebración de los contratos
aludidos, extremo que resulta significativamente de los
informes de la Secretaría de Información Pública de fs. 208
y fs. 270 y pone de manifiesto la ausencia de los elementos
configurativos del "hecho del príncipe", fundamentalmente
en cuanto al supuesto carácter "imprevisible" de la medida
adoptada.
7º) Que, por lo demás, las partes anudaron su
consentimiento por correspondencia epistolar, mediante el
envío de las propuestas respectivas de los esposos Tinayre
al representante legal de "Argentina Televisora Color L.S.
82 Canal 7", quien, por el mismo medio, aceptó en todos
sus términos y condiciones las ofertas formuladas, con
fecha 30 de diciembre de 1981.
Esa "declaración de voluntad común" (art. 1137, Cód. Civil)
hizo perfecto el contrato, en virtud de lo dispuesto por el art.
1154 del Cód. Civil que adopta la teoría del "envío" en
materia de la formación del consentimiento entre ausentes y
que, en lo pertinente, dispone: "La aceptación hace sólo
perfecto el contrato desde que ella se hubiese mandado al
proponente".
8º) Que el hecho de que el negocio jurídico así formado
previera un plazo cierto de vigencia, según resulta de su
cláusula vigésima, no tiene el alcance que pretende
asignarle la demandada, toda vez que si los contratantes
entendían que sólo a partir del comienzo de dicho plazo
cabía reputar perfeccionado el vínculo contractual, ello
debió ser objeto de una estipulación expresa a fin de eludir
el efecto propio de la norma antes citada frente al carácter
consensual del convenio.
Por el contrario, la sola frase en cuestión no aparece como
una cláusula de "libre revocación de la oferta o de la
aceptación" sino que al establecer simplemente la fecha de
inicio y fin de las obligaciones respectivas, sólo traduce las
modalidades propias ,de la ejecución de la convención
celebrada.
9º) Que si bien al contestar los agravios de los actores la
demandada no reiteró la cuestión aludida y fue objeto de
rechazo en la alzada por dicha circunstancia, ello no
constituye óbice decisivo para su consideración en esta
instancia, pues es objeto de planteo expreso en el memorial
pertinente (art. 280, Cód. Procesal) y este tribunal participa
de un criterio amplio en la materia — a corde con la debida
tutela de la garantía de la defensa en juicio (art. 18,
Constitución Nacional)— fundado en que con excepción de
las cuestiones expresa o implícitamente excluidas, el
tribunal de apelación tiene con respecto a las pretensiones
y oposiciones oportunamente interpuestas la misma
competencia que corresponde al juez de primera instancia,
conclusión particularmente válida en el "sub lite" puesto que
no podía exigirse a la demandada, vencedora en primera
instancia, que apelara de un pronunciamiento favorable.
10) Que, sentado lo expuesto, sólo resta considerar las
objeciones de la apelante en punto a la extensión de la
indemnización acordada a los actores en virtud de lo
dispuesto por el art. 1638 del Cód. Civil con la reforma
introducida por la ley 17.711, cuya aplicación al caso no es
objeto de cuestionamiento específico por la demandada.
El precepto legal no distingue según que el contrato de
locación de obra o de servicios haya o no tenido principio
de ejecución y dispone derechamente que el desistimiento
por el comitente impone a éste la obligación de indemnizar
todos los gastos, trabajos y utilidad que hubiera
sobrevenido al locador por la ejecución de la obra.
Los actores circunscribieron su pretensión de daño
material al llamado "daño al interés positivo o de
cumplimiento" y reclamaron todo lo que hubieren, de
percibir si los acuerdos se hubiesen cumplido. Dicho en
otros términos, la utilidad a la que alude la citada
disposición y que no requiere de ninguna otra prueba
específica más allá del contrato mismo, objeto de resolución
unilateral por la demandada.
11) Que, sin embargo, la alzada hizo uso de la facultad de
reducir equitativamente la reparación — s egún lo autoriza
la última parte del art. 1638 después de la reforma
introducida por la ley 17.711— conclusión que esta Corte
comparte en principio, pues no es dudosa la posibilidad
cierta de ambos reclamantes de haber obtenido otro trabajo
durante el lapso de vigencia del contrato y cuando tampoco
se ha justificado que aquéllos hayan declinado alguna
oferta por ese mismo medio u otro similar (radio, cine,
teatro, etc.) en la expectativa del negocio frustrado.
Ninguna prueba se produjo en punto a las pérdidas o
gastos que los esposos Tinayre habrían experimentado en
vista del contrato resuelto. Por el contrario, bastante
elocuente resulta la absolución de posiciones de la actora a
fs. 247 (posición 1º), cuando reconoce que después del
intercambio de la propuesta y de su aceptación no concurrió
a ATC y se fue de vacaciones, pues sólo bastaba hacerlo
10 o 15 días antes de la puesta en el aire del programa y,
en su caso, se trataba de un trabajo rutinario que ya llevaba
10 años de antigüedad.
No se ha probado que Tinayre adoptara otra conducta en
la situación descripta y no parece ocioso destacar que
según la cláusula décima de la propuesta quedaban a cargo
exclusivo de ATC, Canal 7 todos los gastos que demandara
la producción, realización y difusión del programa.
12) Que, por otra parte, las facultades concedidas a los
jueces por el art. 1638 del Cód. Civil, en cuanto los
autorizan a reducir equitativamente la utilidad a reconocer
cuando la aplicación estricta de la norma conduzca a una
notoria injusticia, deben ser ejercidas con amplitud en el
caso, atendiendo no solamente a las circunstancias
reseñadas en el precedente considerando sino también a lo
desorbitado de la remuneración pactada — e n promedio
— para la señora de Tinayre, 40.000 dólares de los Estados
Unidos mensuales durante el lapso que debía abarcar la
actuación, suma prácticamente imposible de obtener
mediante el desempeño de ninguna
actividad socialmente útil ya que ella recae en definitiva
sobre el Estado, vale decir, que debe ser soportada por la
comunidad sin que de ello pudiera derivar un concreto
beneficio para ésta ni aun en el caso de que la actuación
televisiva se hubiese llevado a cabo.
En atención a tales razones, este tribunal considera
prudente reducir al 5 % las sumas debidas por la
demandada en virtud de los contratos concluidos con los
aquí actores, por lo que en este punto deben prosperar, en
parte, los agravios del ente estatal orientados a la
disminución de la indemnización fijada en la anterior
instancia.
13) Que, por último, y en lo atinente a las costas
devengadas por este recurso, puesto que no media agravio
concreto respecto de las establecidas en la sentencia
impugnada, habrán de seguir su misma suerte, atento a la
naturaleza de las cuestiones debatidas y el éxito parcial de
la impugnación, en aplicación de las directivas contenidas
en los arts. 68, part. 2ª y 71 del Cód. Procesal.
Asimismo cabe adecuar los honorarios regulados por el a
quo a la reducción sufrida en el monto de la condena.
Por ello se modifica la sentencia de fs. 393/399 y en
consecuencia se condena a la demandada a abonar a los
actores el 5 % del valor de los contratos concluidos con
fecha 30 de diciembre de 1981, con más sus intereses
calculados según la tasa y el modo establecido en el
pronunciamiento recurridos confirmándolo en lo demás que
decide. Con costas de esta instancia por su orden (arts. 68,
part. 2ª y 71 Cód. Procesal). — José S.
Caballero. — Augusto C. Belluscio. — Carlos S.
Fayt. — Enrique S. Petracchi. — Jorge A. Bacqué.

CSJN, 4/8/1988, "Automóviles Saavedra S.A.C.I.F. c. Fiat


Argentina S.A.C.I.F.". Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 4 de agosto de 1988.
Vistos los autos: "Automóviles Saavedra S.A.C.I.F. c. Fiat
Argentina S.A.C.I.F.".
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala B de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Comercial, revocatoria de la
dictada en primera instancia, que hizo lugar ala demanda
que perseguía la indemnización de los daños y perjuicios
derivados de la cancelación de la concesión que tenía la
actora para la venta de automotores fabricados por la
demandada, ésta dedujo el recurso extraordinario que, al
ser denegado, dio lugar a la presente queja.
2°) Que el juez de primera instancia había rechazado la
demanda por entender que la actora no había cumplido con
los cupos de operaciones indicados en las circulares
pertinentes para el primer semestre de 1976, pues lo
acumulado por "stock" no podía computarse en tal sentido
porque ello bacía al riesgo empresario; desechó como justa
causa de rescisión la alegada inobservancia de las normas
sobre asistencia técnica a que se refiere el art. 7° del
reglamento vigente para los concesionarios; consideró que
la cuenta S.A.P. ("saldo aumenta pagos") no era
compensable con otras de relación entre las partes; que
hubo quejas de clientes vinculadas con la entrega de
automóviles, documentación, sobreprecios, gastos,
servicios, etc.; que la facultad rescisoria conferida por el art.
17 del reglamento para concesionarios era válida y que no
fue ejercida en forma abusiva; y que si bien la demandada
no había cursado el aviso de su decisión cancelatoria con la
anticipación de treinta días, esa omisión no guardaba
relación de causalidad con respecto a los daños
reclamados.
3°) Que la Cámara revocó dicho pronunciamiento por
considerar que la cláusula del reglamento que autorizaba a
ambas partes a rescindir el contrato era legítima por
contrariar normas morales y al principio de la buena fe,
máxime cuando se halla inserta en un contrato de adhesión,
y que tampoco se habían acreditado las causales invocadas
por la demandada para justificarla extinción del contrato de
concesión. Sobre estos aspectos del litigio sostuvo lo
siguiente: a) que respecto del incumplimiento de los
cupos: la sola invocación de una "improbabilidad" es
demostrativa de la falta de certeza y de fuerza para que sea
una causal que pueda justificar la cancelación y los
objetivos deben vincularse con las "ventas" (retiro) y no con
las "compras" (pedido) como pretende Fiat, pues lo que a
ésta le interesa son los "retiros" que se hacen de fábrica
para la colocación de los automotores en el mercado. Tiene
en cuenta que el Reglamento lo redactó la demandada y
ése es el criterio que expresa su artículo séptimo. También
agrega que si la nueva circular hubiera cambiado el sistema
se requeriría de un tiempo de adaptación para ello; b) saldo
impago de la cuenta "saldo aumenta pagos" (SAP): el
monto del saldo no pudo ser determinado con precisión y es
de aquellas cuentas cuyos créditos y débitos son
manejados según la decisión de la demandada. Por lo
demás, no se recepta el criterio de que todas las cuentas
existentes entre la actora y la demandada no puedan ser
compensables entre sí, dado que el argumento es parcial y
engañoso, porque subyace un poder de decisión que en
cualquier momento se puede utilizar para desequilibrar la
vinculación entre concedente y concesionario. Se puede
asimilar al caso de la compensación de las cuentas
corrientes bancarias en las que se permite tal
compensación —a nte la quiebra del cliente— porque sólo
puede verificarse un "saldo global"; c) quejas de los
clientes: señala que no hubo intimación previa acerca de los
incumplimientos alegados a lo largo de los diez años de
contrato, como tampoco fue probada la gravedad de los
incumplimientos. Examina las declaraciones de los testigos
y concluye que la mayoría de las quejas son de fecha
posterior a la cancelación de la concesión, las que se
pudieran admitir caen frente al porcentaje de ellas
expresado por los peritos en su informe (2,29 %) y por
último difiere la fijación de los daños y perjuicios pertinentes
para la vía incidental pertinente.
4°) Que los agravios del recurrente intentan demostrar la
arbitrariedad del fallo porque:
a) Se trató de una rescisión causada y fundamentada, sin
perjuicio de haber alegado a mayor abundamiento la
facultad unilateral emanada del artículo 17 del reglamento,
por lo que ello no dispensaba al tribunal de realizar un
estudio profundo y serio de cada una de las causales
invocadas, es decir, se prescindió del orden normativo que
rige el caso específico;
b) En lo referente ala causal de incumplimiento de
cupos: entiende que hubo una distorsión del lapso invocado
por Fiat para cancelar, ya que del telegrama surgen tres
meses (abril, mayo y junio de 1976), mientras que la
cámara hace referencia a un "probable incumplimiento" del
objetivo previsto para todo el año. Que en ese período la
actora compró seis unidades (sistema tradicional) y
formalizó trece contratos (Scudería 80), cuando los
promedios fijados eran de 59 y 27, respectivamente. Que
el a quo analizó los cupos cuando las circulares
siempre hablaron de promedios mensuales, aun la
examinada por la alzada que obvió el otro párrafo donde se
refiere también a que el incumplimiento de los promedios
mensuales podía conducir a la adopción de medidas como
la revocación de la concesión (circular 761.008/06). Que el
reglamento, en su artículo séptimo, inciso a), utiliza la
palabra "ventas" la que deberá ajustarse a la "cuota" que
periódicamente fija Fiat, pero no en el sentido adoptado por
la alzada. Que lo determinante para el cupo mensual es la
"recepción de pedidos" y no los "retiros", aunque la Cámara
optó por el criterio que no surge de las circulares por
considerarlo más justo y equitativo, aun que contradiga las
normas qué regulan la relación. Que es una mera
afirmación dogmática sostener que otras circulares
condicionaban la entrada en vigencia de aquella que
habría modificado el sistema de cómputos, sin indicar
cuáles eran, pues siempre el sistema fue el mismo;
c) Inobservancia de las normas de asistencia
técnica: sostiene que la Cámara escogió una errónea vía
ritual procesal para verse libre de examinar las pruebas, ya
que expresó que "al no haber agravios de la demandada
sobre el tema... ello es suficiente para que este tribunal no
lo tome en cuenta" y ha incurrido en arbitrariedad. Que ello
es así, porque la demandada fue vencedora en primera
instancia, de modo que no tenía carga procesal alguna de
expresar agravios y porque prescindió de la lectura de los
agravios en los cuales efectivamente se hizo mención
expresa de la cuestión. Alega que no fueron tratados por la
alzada las graves circunstancias que implicaron
incumplimiento por la concesionaria de las obligaciones
asumidas de acuerdo con el artículo séptimo del
reglamento, a saber: "de mantener su sede comercial y
taller de reparaciones de óptimo estado de presentación y
eficiencia" (inciso "b"); "de disponer de un equipo de
personal comercial, administrativo y técnico capacitado para
el correcto desempeño de sus funciones" (inciso "c"); de
"prestar a todos los vehículos vendidos con su intervención
los servicios técnicos y de atención mecánica indicados por
Fiat, dentro de los términos y plazos de la garantía
respectiva" (inciso "d"); de disponer permanentemente de
un stock de repuestos exclusivamente originales y nuevos
marca Fiat, adecuados a las necesidades de su zona y
clientela (inciso "i"); de "llevar un fichero de su clientela en
el que figuren los nombres y todo dato de interés relativo a
los clientes que ya compraron vehículos Fiat" (inciso "ll").
Que estos reproches fueron documentados mediante
prueba instrumental agregada ala contestación de la
demanda consistente en comunicaciones internas, actas de
inspección y notas. Que se señaló una coincidencia de
dictámenes a lo largo de cinco años de pasividad de la
concesionaria en la corrección de las graves u objetivas
deficiencias que le fueron imputadas. Que en el escrito de
fs. 5294/5323 la demandada demuestra acabadamente
cómo en un breve período de dos años 1619 clientes
naturales de su taller fueron ahuyentados; la
desorganización administrativa, la del taller, la del área de
repuestos; la falta de actualización del fichero de clientes; el
permanente y alto porcentaje de altas y bajas en la nómina
de personal de la actora revelador de la inestabilidad de los
cuadros indispensables para un adecuado servicio técnico;
d) Falta de pago del saldo de cuenta denominada "saldo
aumenta pago" (SAP): manifiesta el recurrente que
el a quo no receptó las razones invocadas por Fiat porque:
"el monto del saldo de la cuenta no ha podido ser
determinado con precisión"; "aceptar el criterio de la
concedente, en el sentido de que el saldo deudor de esta
cuenta es susceptible de justificarla rescisión, implica un
abuso de derecho" y la SAP "es de aquellas cuyos créditos
y débitos son manejados según la decisión de la
demandada, que utiliza facultativamente sus registraciones
contables en esa cuenta, sobre todo en cuanto al tiempo de
efectuar los créditos y los débitos". Que tales
razonamientos no son más que afirmaciones dogmáticas,
pues decir que la deuda no es "determinable" sin la menor
justificación indica que no existió valoración alguna de las
probanzas producidas, máxime cuando el saldo es
determinable y existen deudas en mora de la concesionaria,
aun después de efectuada la compensación de cuentas.
Con relación a la aserción no demostrada de que el saldo
no ha podido ser "determinado", asegura que la Cámara
hizo suya en forma parcial una reflexión del juez de grado
con olvido de las razones que lo condujeron a ella, como lo
es: "...l a evidente parcialidad demostrada en muchos casos
por el perito de oficio a favor de la actora". Que en modo
alguno se indagaron los motivos de la grave conducta
reprochable de los peritos y no se tuvo en cuenta que el
juez de primera instancia no necesitó profundizar más la
cuestión porque su sentencia fue el corolario de la plena
validez y vigencia del artículo 17 del reglamento; empero, la
alzada cuando negó la validez del citado artículo debió
examinar más profundamente esta causal. Que si la
Cámara no entendía el fondo de la controversia debió
ordenar "medidas para mejor proveer", pero actuó con su
prejuicio de resolver in dubio pro concesionario. Que no
quedó demostrado que Fiat haya cometido o intentado
manejar según su discreción la cuenta, jugando una
presunción juris et de jure en contra de los concedentes.
Asimismo, se prescindió del hecho de que la concesionaria
lleva libros que fueron debidamente examinados de los que
no surge que se hubieran llevado a cabo actitudes
abusivas. Que implica una virtual denegación de justicia
excluir el conocimiento de una causal decisiva por la sola
circunstancia formal de que, inicialmente, se había dicho
que había un saldo en una sola cuenta, máxime cuando
estaría probado que existe un saldo a favor de Fiat. Que el
peritaje practicado en autos seguido entre las mismas
partes por ante el Juzgado Comercial N° 17 determinó una
deuda total en las cuentas con solidadas de $
18.042.620,51 al treinta de junio de mil novecientos setenta
y seis. Que esas conclusiones están corroboradas por un
oficio —n o cuestionado por la actora— que revela una
deuda de $ 16.694.149,40. Y que, actualizada la deuda
consolidada arroja un total al mes de mayo de 1987 de A
235.248. Que a igual conclusión arribaron los peritajes
practicados en la especie y en este punto la Cámara omitió
aplicar el artículo 63 del Código de Comercio y que dichos
resultados no resultan afectados por las correcciones que
los peritos introdujeron que no hallan respaldo en ninguna
documentación. Que igual vicio afectaría a las correcciones
resultantes de la creación de la cuenta "unidades a recibir
Scuderia 80" que serían inaceptables porque tal cuenta fue
creada por la actora e incorporada a su contabilidad
después de la fecha de rescisión y porque la entidad
deudora de los asientos contables es un tercero
(administración de grupos cerrados S. A.). Que los peritajes
no se basan en registros contables y documentación que
acredite que los pagarés y letras allí mencionados para
disminuir el saldo deudor de la actora, hayan sido abonados
a su vencimiento y hacen aparecer la cuenta "autos" como
cancelada.
e) Quejas de clientes: Sostiene que la Cámara olvida que
la propia actora reconoció que recibió tres reclamos y que
Fiat le hizo saber alguna queja (más de tres) que descalifica
sin mayores argumentos una nota del once de abril de 1975
en la que la demandada le hace saber que debían realizar
un golpe de timón en su conducta para no seguir
incurriendo en las dificultades puestas de manifiesto. Que
tampoco el tribunal efectuó comentario alguno acerca de lo
estatuido por el artículo 18 del Reglamento en el sentido de
que la eventual tolerancia de Fiat respecto del cumplimiento
de las cláusulas contractuales no implica caducidad o
renuncia del derecho de exigir su fiel cumplimiento. Que la
gravedad de los hechos quedó probada por el testimonio de
veinte testigos que la Cámara se encarga de desestimar
sobre la base de que las denuncias fueron posteriores a la
caducidad del contrato, cuando ello implica un claro indicio
de que al tiempo de la rescisión la actora no actuase
correctamente. Que, por otra parte, para rechazar diversos
testimonios, el a quo expuso que "la actora había
sostenido —c omo queja de su parte— que si algunas de
las denuncias fueron posteriores a la cancelación dispuesta
por Fiat... no se ve cómo la concedente no ha podido
invocar en su telegrama", cuando ello está indicando el
indicio precedentemente expuesto. Que también la Cámara
dice que son descalificables las declaraciones de los
testigos que formularon sus quejas en Fiat donde les
habrían sugerido las denuncias contra la actora, cuando
nada más natural que compradores de automóviles—frente
a los graves incumplimientos del concesionario—tras
reclamos infructuosos se dirijan a la empresa concedente.
Que la buena atención a la clientela es la esencia del
contrato de concesión, porque las irregularidades de los
concesionarios son trasladadas inmediatamente, en la
concepción del público, del concesionario al cedente. Que
de la atención al público depende —g ran parte— de la
reputación ganada por una marca.
f) Dedica un capítulo aparte al examen de la "falta de
interpelación previa para cumplir" acerca de lo que estima
que hubo una contradicción del tribunal, pues —p or un lado
— expresa que el tema de la intimación previa estaba fuera
de la litis y, por el otro, concluye que la cancelación fue
intempestiva. Que, sobre el particular, la Cámara habría
prescindido de considerar: las exhortaciones formuladas al
concesionario; las razones expuestas para cancelar con
cierta urgencia y las circulares que autorizan tal proceder
cuando mediara incumplimiento del concesionario.
Asimismo, considera arbitrario el fallo porque no determinó
cuántos días configuraban un plazo razonable; no
circunscribió los daños —a la mera omisión de la formalidad
de intimar— y no hizo mérito de la circunstancia de que la
concesionaria continuó realizando operaciones después de
la cancelación.
g) Se agravia de la imposición de las costas (todas a su
cargo) porque se prescindió de varias circunstancias, como
lo es el hecho de haberse probado cuatro de las causas
alegadas para cancelar el contrato y que también invocó el
artículo 17 del reglamento que lo autorizaba a la rescisión
unilateral incausada, sin perjuicio de lo que con
posterioridad estimó el a quo sobre el tema, lo cierto es que
existían motivos fundados que avalaron el proceder de Fiat.
h) Por último, se refiere a la invalidación del artículo 17 del
reglamento —s obre la facultad de rescisión incausada—
opinando que la alzada privilegió el tratamiento de dicha
rescisión concluyendo en su nulidad, lo que gravitó
negativamente en la justa decisión de las demás
cuestiones. Entiende que las conclusiones a que arribó el
tribunal acerca de que las cláusulas del contrato eran
vejatorias, abusivas y reñidas con la buena fe, fueron
formuladas sobre la base de argumentos abstractos, de
precedentes jurisprudenciales cuya pertinencia al caso no
es demostrada y de principios normativos de extrema
latitud, que no permiten referirla solución del litigio a las
concretas circunstancias del caso de las que prescindió el
fallo. Tales circunstancias son: que el representante legal
de la actora (señor Antonio Conrado De Martino) era un
experimentado comerciante en el ramo automotor, como
consecuencia de haber integrado otra concesionaria Fiat,
por lo que conocía y comprendía el alcance de las
obligaciones que contraía; que la actora tenía fuertes
recursos económicos como para contar con el debido
asesoramiento legal; que el artículo 17 del reglamento
concedía idénticos derechos a ambas partes contratantes;
que la cláusula rescisoria incausada adquiere sentido en los
contratos que no tienen plazo de duración, pues en ese
caso estima razonable que alguna de las partes quisiese
rescindir sin causa grave imputable a la otra; que se tuvo en
cuenta un precedente jurisprudencial ("Cilam S. A. c. Ika
Renault S. A.") que tiene supuestos de hecho distintos a
este caso, ya que se trataba de un contrato con plazo fijo de
dos años, se probó la falta de entrega de autos de la
concedente y éste rescindió a los cinco meses de celebrado
el contrato. Tampoco considera admisible el criterio de la
sentencia en el sentido de que la eventual renuncia a los
daños y perjuicios es ineficaz y por ello invalida el artículo
17 del reglamento, ya que no se tomó en cuenta que esa
reglamentación importó la aplicación de los artículos 19
y 872 del Código Civil, dado que hubo una renuncia
expresa recíproca del derecho de reclamar los daños.
5°) Que el art. 17 del llamado "Reglamento para los
concesionarios de Fiat" dispone en su inciso a: "La
designación de concesionario es por tiempo indeterminado
y tendrá vigencia hasta que Fiat comunique su resolución
de cancelarla o el concesionario de renunciarla. Esta
comunicación deberá ser hecha por telegrama colacionado
con treinta días de anticipación. Este derecho de
cancelación es incondicionado y sin cargo tanto para Fiat
como para el concesionario, de modo tal que su ejercicio
por una de las partes no dará derecho a la otra para
reclamar daños y perjuicios, ni ninguna prestación que no
sea el cumplimiento de obligaciones contraídas con
anterioridad".
6°) Que la Cámara consideró carente de validez a dicha
cláusula por los siguientes motivos: a) Que la cláusula no
puede ser interpretada aisladamente sino en el contexto de
todo el contrato, el cual consideró como "de adhesión"; b)
que el contrato de concesión tiene
características suigéneris que no pueden dejarse de lado
mediante la simple aplicación del art. 1197 del Código Civil;
c) que diversos factores social-económicos han provocado
una profunda transformación del "derecho de los contratos";
d) que esas circunstancias, junto a otros factores,
minimizan el papel de la voluntad de las partes como
representativa del poder de negociación; e) que el contrato
celebrado entre las partes es de adhesión, en el que la
situación de la actora se encuentra debilitada frente a la
superioridad económica de la otra; f) que en dicho contrato
la demandada tiene el "control del poder", lo que conduce al
riesgo del "abuso de ese poder", pues se trata de un
negocio jurídico —e l de concesión para la venta de
automotores— de concentración vertical de empresas, en el
cual el concesionario se somete a las reglas impuestas por
la concedente; g) que de dicho negocio resulta una
desigualdad y subordinación económica al concedente, del
cual el concesionario es sólo un auxiliar; h) que el derecho y
la moral deben encontrarse en un plano de perfecta
armonía, por lo que debe juzgarse la conducta de la
concedente a la luz del principio de la buena fe; i) que la
facultad de rescindir unilateralmente el contrato en forma
encausada se aparta de esas directivas y configura un
ejercicio abusivo del derecho; j) que dicha facultad no
puede ser admitida en los contratos de duración como es el
de autos, cuya característica es la de consolidar una
relación estable de colaboración duradera entre concedente
y concesionario; y k) que el preaviso es indispensable,
desde el punto de vista de la buena fe, para cancelar una
concesión.
7°) Que, según se desprende de lo expuesto
precedentemente, el a quo restó todo valor a una cláusula
de un contrato, que es ley para las partes (art. 1197, Código
Civil), con apoyo en principios generales, sin atender en
forma concreta y precisa a las particulares circunstancias
del sub lite. Al ser así —c omo se demostrará más adelante
—, el pronunciamiento apelado satisface sólo de manera
aparente la exigencia de constituir una derivación razonada
del derecho vigente con aplicación a los hechos
comprobados de la causa (Fallos: 306:391). Si bien es
cierto que determinar en qué clase de situaciones existe
ejercicio abusivo de un derecho constituye una cuestión
reservada a los jueces de la causa y ajena, por regla, ala
instancia extraordinaria, el principio debe ceder cuando la
decisión no se apoya en disposiciones normativas ni criterio
alguno, sino que es el resultado de afirmaciones
dogmáticas sustentadas en la sola voluntad de los jueces
(Fallos: 306:1850).
Ha dicho este Tribunal que si bien lo atinente a la exégesis
de la voluntad contractual es materia de derecho común,
ajena al recurso extraordinario, ello reconoce excepción
cuando los jueces asignan a las cláusulas de un contrato un
alcance reñido con la literalidad de sus términos y la clara
intención de las partes, ylo decidido no se basa en
explícitas razones suficientes de derecho (Fallos: 306:85).
Se trataba allí de un supuesto en el que se había
desconocido efectos a un pacto resolutorio estipulado
expresamente por las partes.
8°) Que, en consecuencia, corresponde expedirse acerca
de las conclusiones a las que arriba el a quo sobre la
invalidez de la mentada disposición contractual. Cabe
aclarar que nada corresponde decidir sobre la naturaleza
jurídica del contrato que liga a las partes, pues en este
aspecto debe aceptarse lo resuelto por el a quo en temas
de derecho común. Lo que aquí interesa es determinar si,
aun cuando se acepte la calificación de contrato de
adhesión y la supuesta existencia de una parte más débil
que la otra, ello justifica que en las particulares
circunstancias del caso sea privada de toda eficacia una de
sus cláusulas.
9°) Que, como se dijo, la Cámara consideró abusiva e
inválida a la mentada cláusula. Se advierte así que no ha
formulado la distinción ínsita en el art. 1071 del Código
Civil, entre el derecho y su ejercicio (Fallos: 305:637), ya
que una cosa es que el derecho estipulado en favor de una
de las partes — e n el caso lo fue de ambos contratantes—
sea abusivo, y otra distinta es establecer si ese derecho fue
ejercido en forma abusiva.
En cuanto a la cláusula en sí misma, no puede sostenerse
válidamente su nulidad en tanto importa un pacto por el que
se autoriza a cualquiera de los contratantes a rescindir
unilateralmente el contrato sin causa, que la ley autoriza
cuando ha sido estipulada en la convención, y que suele ser
común en los contratos de tracto sucesivo (doctrina
art. 1200, Código Civil). En la consideración de este
aspecto constituye una cuestión fundamental a tener en
cuenta —n o valorada por el a quo — la circunstancia de
que el contrato que liga a las partes no tiene fijado un plazo
máximo de duración, de manera que de no aceptarse la
existencia de la mentada disposición contractual, su
duración sería ilimitada en tanto las partes no decidieron
por mutuo acuerdo concluirlo o se produjera alguna causa
que justificase su rescisión o resolución.
10) Que al respecto no se puede soslayar que por tratarse
de un contrato atípico —c alificación admitida por la propia
Cámara— y, por ende, carente de normas expresas que lo
regulen, su régimen debe buscarse principalmente en la
propia voluntad de las partes expresada en la convención y
en los principios generales de los contratos, aspectos éstos
absolutamente desatendidos por la sentencia apelada.
Admitido ello, la conclusión de que "la facultad rescisoria
incausada no puede ser admitida en los contratos de
duración como es el de concesión para la venta de
automotores" (v. fs. 8580), es fruto tan sólo de la voluntad
de los jueces. Si bien el a quo ha citado una extensa
bibliografía que, supuestamente, sustenta semejante
afirmación, lo cierto es que ella no condice con la doctrina
especializada en materia del contrato de concesión privada.
En efecto, se ha señalado que el elemento "tiempo" debe
figurar como esencial y propio del contrato de concesión
privada, porque al tratarse de una delegación por parte del
concedente, ella no puede atribuirse sin límite en el tiempo,
pues ello implicaría comprometer el patrimonio de quien la
otorga en forma permanente y obligarlo sin término a
autorizar la prestación por terceros de un servicio que le
compete (v. Gastaldi, J. M., "El contrato de concesión
privada", Bs. As. 1974, p. 135; Martínez Segovia, P. J., "El
concesionario de automotores", J.A., 1966-V —s ec. doct.-
10, que propone el reconocimiento de una indemnización
sólo en el caso de que la revocación sea arbitraria,
siguiendo el modelo del código italiano cuando trata el
contrato de agencia; Cambiasso, J.E., "El contrato de
concesión para la venta de automotores", L.L., 138-1135;
Farina, J. M., "El contrato de concesión en el derecho
privado", J.A., doctrina, 1971-715, que sólo reconoce el
derecho del concesionario a la indemnización cuando la
rescisión unilateral sea intempestiva o de mala fe; Iglesias
Prada, J.L., "Notas para el estudio del contrato de
concesión mercantil", en Estudios de Derecho Mercantil en
homenaje a Rodrigo Uria, Madrid, 1978, ps. 268 y ss.;
Marzorati, O. J., "El contrato de concesión comercial" E.D.,
diario del 24/2/88).
Al no haber pactado las partes un plazo de duración para
la contratación, la posibilidad de denuncia en cualquier
tiempo por cualquiera de las partes no sólo no es abusiva,
ni contraria a reglas morales, sino que se muestra como la
consecuencia lógica de esta especie de negocio jurídico,
máxime cuando dicha posibilidad fue expresamente
prevista por los contratantes. La lógica indica que si las
partes no establecieron un plazo de duración es porque
entendieron que podían concluir el contrato en cualquier
momento, y no que se ligaron jurídicamente en forma
perpetua.
De los términos del fallo apelado se desprende, a juicio de
esta Corte, que se ha confundido estabilidad con
perpetuidad, pues la circunstancia de que el contrato de
concesión deba ser estable —c omo señala la Cámara— no
puede significar que deba esperarse indefinidamente su
extinción.
11) Que, por otro lado, no obstante tratarse de un contrato
atípico, debe señalarse que la conclusión contraria es la
que no se muestra acorde con los principios emergentes del
Código Civil, aplicables también en materia comercial.
En efecto, la incertidumbre no puede constituir una regla
de interpretación de los contratos. En el caso de falta de
plazo expreso convenido para la ejecución del contrato, la
buena fe como regla de interpretación (art. 1198) —t antas
veces invocada por el a quo — no debe conducir a pensar
en la duración indefinida, sino que dicho principio impone
que las obligaciones deban cumplirse y el contrato concluir
en el tiempo que las partes razonablemente pudieron
entender, obrando con cuidado y previsión.
Prueba de ello es que cabe entender que el codificador ni
siquiera aceptó la posibilidad de la espera indefinida en
materia de obligaciones condicionales, aun en los casos en
los que las partes no hayan establecido un tiempo
determinado para el cumplimiento de la condición (art. 541).
Es así que cuando las partes no estipularon un plazo
dentro del cual la condición debe cumplirse, los
antecedentes históricos de la cuestión se muestran
favorables a la idea de la espera indefinida, y que
corresponde esperar que ello suceda, salvo que exista
absoluta certeza de que no podrá cumplirse. En el derecho
romano existía una discusión entre proculeyanos y
sabinianos, en la que prevalecieron los primeros, partidarios
de la espera indefinida, mientras que los segundos daban
relevancia a la voluntad de las partes. También el Código
Civil francés adoptó el criterio de la espera indefinida. En
cambio, en nuestro derecho positivo, dispone el art. 541
que "si no hubiere tiempo fijado, la condición deberá
cumplirse en el tiempo que es verosímil que las partes
entendieron que debía cumplirse...". Es claro que Vélez ha
desdeñado el criterio de la espera indefinida y se apartó de
la tradicional regla romano-francesa y que la idea del
"tiempo verosímil" remite a determinar la voluntad probable
de los contratantes, la que—en principio—no puede ser la
de vincularse contractualmente de manera perpetua.
Ahora bien, si como principio la idea de la duración
indefinida es inaceptable aun cuando se trata de
obligaciones condicionales, en las cuales existe una
subordinación a un hecho incierto, menos aún puede
aceptarse que si en un contrato de tracto sucesivo las
partes no fijaron expresamente un plazo de extinción, su
duración deba ser ilimitada. En el supuesto previsto por los
arts. 541 y 1198, a falta de una voluntad manifestada en
forma expresa, los tribunales deben indagar la voluntad
probable de las partes. En el caso, tal investigación no se
muestra necesaria porque las partes previeron
expresamente un modo de concluir el contrato, cual es el de
la rescisión incausada.
No debe perderse de vista que el problema expuesto en
cuanto ala duración de los contratos guarda estrecha
relación con la citada cláusula del reglamento de
concesionarios que permite la denuncia por cualquiera de
las partes, pues se trata de una forma de extinción prevista
por los interesados, en la medida en que no puede
presumirse que hayan estipulado un contrato perpetuo.
Claro que las partes podrían haber convenido un contrato
de duración indefinida, o de una duración de cien años,
pero no lo han hecho porque estipulaciones de esta índole
seguramente serían tachadas de abusivas o contrarias a los
principios que se invocan para defender lo contrario.
12) Que, desechada la nulidad de cláusulas de este tipo,
resta precisar si el derecho que ella confiere fue ejercido, en
este caso por la demandada, en forma abusiva, aspecto
que no fue considerado por el a quo , quien se limitó a
descalificarla por estar inserta en un contrato de adhesión.
La conclusión negativa es la que surge del examen de las
circunstancias del caso, las que tampoco fueron atendidas
por la Cámara, cuyo fallo sólo contiene una enunciación de
principios generales que no se vinculan con aquéllas. Ello
es así porque constituye un hecho fundamental a tener en
cuenta el de que el contrato de concesión, a la fecha de su
denuncia, ya había sido ejecutado por un período de casi
diez años, al cabo del cual, se muestra absolutamente
razonable que una de las partes quisiera desligarse de su
compromiso.
Una vez que el concesionario tuvo la oportunidad de
amortizar su inversión y de supuestamente lucrar con ella,
la rescisión dispuesta por el concedente no puede reputarse
abusiva en los términos del art. 1071. Lo contrario
importaría un premio excesivo para el concesionario, quien
esperaría indefinidamente la rescisión para de esa forma
resultar indemnizado sin ánimo de mejorar su actividad
comercial; máxime cuando no ignoraba el riesgo de que ello
sucediera en el momento de contratar, y que dicha cláusula
también podría ser ejercida por él mismo si hubiera
preferido ser concesionario de otra marca de automóviles.
Además, en la aplicación del principio emergente del art.
1071, no puede dejar de valorarse la relación comercial que
unía a las partes, la que, según se desprende claramente
de ese voluminoso expediente, se encontraba
resquebrajada. Habida cuenta del tiempo transcurrido, y del
deterioro ocasionado en la relación de los contratantes, no
puede ser calificada de abusiva ni contraria a reglas
morales la decisión de una de ellas de poner fin al vínculo
jurídico.
Este constituye otro factor importante, dado que el contrato
de concesión, en virtud del cual el concesionario vende
productos fabricados por el concedente, supone
obviamente una relación de confianza, y si ésta ha
desaparecido la extinción del contrato aparece como
justificada. No existen tampoco en autos elementos que
demuestren que la demandada rescindió el contrato con el
fin de perjudicar ala actora, que es otra de las situaciones
que el art. 1071 tiende a remediar.
13) Que conclusiones contrarias a las aquí desarrolladas
podrían resultar altamente peligrosas para la seguridad
jurídica, pues la ejecución y el cumplimiento de los
contratos se sometería al arbitrio de los jueces, quienes
terminarían por convertirse en contratantes, o en sustituir a
las partes en el ejercicio de su libertad contractual, garantía
que se encuentra firmemente amparada por la Constitución
Nacional. Tampoco puede aceptarse la pretendida
armonización propugnada por el a quo entre moral y
derecho pues, si bien ambas tienen un fundamento ético
común, constituyen dos sistemas diferentes de valoración.
Caso contrario, en las palabras de Orgaz, "el juez asumirá
el papel de uti tribunal de inquisición celoso en la represión
de todo ejercicio que no parezca claramente ortodoxo a los
ojos de la moral" ("Abuso del derecho", LL, 143-1220, n 2 9).
De todos modos, el a quo no ha señalado en qué consiste
la regla moral infringida cuando se rescinde unilateralmente
un contrato sin término de duración, en ejercicio de una
facultad emergente de ese acto.
Asimismo, debe señalarse que cuando la teoría del abuso
del derecho es utilizada para privar de efectos a una
cláusula contractual, su uso debe ser restrictivo; solamente
cuando aparezca manifiesto el antifuncionalismo debe
acudirse a este remedio excepcional. Advertía al respecto
Bibiloni que, ante la falta de criterios de aplicación, "...se
entrega todo, ley, derechos, fortuna, honor, a la vaga
incertidumbre de las palabras vacías. Lo único que hay es
el arbitrio judicial. De su opinión resultará cuál es el
verdadero significado social y económico de la ley. Y eso
que la ley no ha acertado a definir lo encontrará el juez, con
ley, sin ley y contra la ley. Cada juez lo verá según su
criterio moral, político, económico. Lo que no saben los
escritores, puesto que sólo le dan fórmulas generales, lo
que no sabe tampoco la ley, eso lo sabrá el juez"
(Anteproyecto, tomo I, pág. 209).
Similares advertencias habían sido formuladas por Vélez
Sársfield en la nota al art. 2513: "...Si el Gobierno se
constituye juez del abuso, ha dicho un filosófo —s e refiere
a Thomás Reynal, citado por Demolombe en el lugar
indicado en la nota—, no tardaría en constituirse en juez del
uso, y toda verdadera idea de propiedad y libertad sería
perdida".
14) Que, en suma, si bien es admisible que la denuncia
unilateral del contrato no debe ser ejercida arbitrariamente,
fuera de que la aplicación de la teoría del abuso del
derecho debe ser restrictiva, lo cierto es que el a quo no ha
tenido en cuenta el aspecto principal en la solución del
problema, constituido por la duración del contrato.
Esto surge incluso de los precedentes jurisprudenciales
citados por la Cámara en apoyo de sus conclusiones, pues
en el caso "Cilam, SA. c. Ika Renault S. A.", resuelto
también por esa sala (L.L., 1983-C-226), se trataba de un
contrato de concesión celebrado por dos años, rescindido
anticipadamente, mientras que en el sub lite las partes no
fijaron un plazo y la concesión fue ejercida durante casi diez
años.
El problema del tiempo de ejecución es la medida del
actuar abusivo. Por ello, en tanto surge que la demandada
permitió durante un extenso período el ejercicio de sus
derechos por parte del concesionario, mal puede valorarse
como abusiva en los términos del art. 1071 su decisión de
extinguir la relación contractual. A modo de referencia, cabe
agregar que en Francia, según señala Champeaud, los
contratos de concesión se concluyen siempre por tiempo
determinado, y que su duración es breve; frecuentemente
un año y sólo en casos excepcionales supera los tres años,
de modo que el problema para los concesionarios lo
constituye la renovación de la concesión. Al respecto,
añade que los tribunales franceses rechazaron
sistemáticamente las pretensiones de una indemnización en
el supuesto de no renovación, con el argumento de que "la
no renovación no constituye un abuso del derecho, sino el
ejercicio de un derecho contractual" (Iglesias Prada, ob. cit.,
ps. 274/5).
14) Que, si bien es exacto que la demandada no cumplió
con el preaviso establecido en el reglamento, de ello no
puede seguirse como conclusión que el ejercicio del
derecho sea abusivo. El punto había sido resuelto por el
juez de primera instancia en el sentido de que dicha
omisión carecía de consecuencias, dado que no era la
causa de los perjuicios invocados por la actora en su
demanda (v. fs. 8340 vta.). Este razonamiento, obvio en
razón de lo breve que resulta el plazo de 30 días fijado por
el reglamento, fue también ignorado por el a quo , para el
que dicha omisión configuró también un ejercicio
antifuncional del derecho.
16) Que lo hasta aquí expuesto resulta suficiente para
descalificar por arbitrario el fallo apelado, sin que sea
menester pronunciarse sobre los agravios de la recurrente
relativos a la existencia de causales que justificaron la
rescisión del contrato. Sin embargo, deben formularse
algunas precisiones sobre aspectos cuya adecuada
valoración también repercute en lo que atañe a la existencia
de abuso en el ejercicio del derecho.
En primer lugar, la Cámara no tuvo en cuenta la
argumentación de la demandada, expuesta al responder la
demanda, sobre la existencia de causas justificadas de
rescisión, por entender que no podía hacerlo al no haber
dicha parte apelado las conclusiones del juez de primera
instancia en el tratamiento de esos puntos y, en especial, lo
atinente a la causal denominada inobservancia de normas
sobre asistencia técnica (v. fs. 8586/9).
Dicho razonamiento, en sí mismo, también justifica la
descalificación de la sentencia como acto jurisdiccional,
pues se tradujo en un evidente cercenamiento del derecho
de defensa del aquí recurrente, ya que éste, en su
condición de vencedor, se encontraba imposibilitado de
apelar respecto de cuestiones contenidas en el
pronunciamiento de primera instancia que, si bien no le
eran favorables, tampoco le causaban un agravio concreto
desde el punto de vista procesal (Fallos: 247:111; 253:463;
causa F. 212, "Flores, A. s/concurso civil s/incid. de
verificación de crédito por Solsan S. R. L.", resuelta el 13 de
junio de 1985).
16) Que, además, no debe perderse de vista que en el
contrato de concesión comercial, que obliga a una mutua
cooperación entre las partes, la confianza es un elemento
que lo caracteriza; es de suma relevancia el elemento
fiduciario en la concesión mercantil. Ello porque la elección
del concesionario depende de sus cualidades personales,
de sus características técnicas y comerciales, de su
solvencia patrimonial y, fundamentalmente, del prestigio de
su empresa. No hay que descuidar que el concedente le
confía al concesionario la venta de los automóviles que
produce, razón por la que la valoración de esas condiciones
es un motivo determinante en esta clase de contratos de
ejecución continuada.
En tales condiciones, la sentencia apelada no debió
limitarse al examen individual de cada una de las causales
invocadas por la demandada como justificantes de la
rescisión del contrato, sino que debió ponderar si ellas en
su conjunto, aun cuando no hubiesen sido debidamente
acreditadas —c uestión sobre la que es innecesario
pronunciarse— incidieron en la pérdida de confianza del
concedente al concesionario. Ello porque una respuesta
afirmativa a este interrogante permite también descartar la
existencia de arbitrariedad o de abuso en el ejercicio de la
facultad rescisoria.
En el caso, las relaciones entre las partes se habían
deteriorado, y ello no era ignorado por la actora. Prueba de
ello es que más de un año antes de operarse la ruptura del
vínculo, Fiat le envió una carta a la actora en que aludía a la
gran cantidad de reclamos de clientes y en la que expresó:
"Esperamos con estas líneas llamarlos a la reflexión y no
dudamos que Uds. sabrán dar el golpe de timón a tiempo
con lo que evitarán dificultades y nos permitirán seguir
manteniendo las cordiales relaciones que caracterizan el
vínculo comercial que nos une" (v. fs. 2826/7).
Esta invitación a la reflexión tiene el carácter de una seria
advertencia a la concesionaria, lo que prueba la
indispensable necesidad de confiar en las aptitudes
personales y técnicas de la empresa y, por otro lado,
desmerece el argumento de la Cámara fundado en la falta
de preaviso, dado que importó una advertencia que impide
considerar que fue intempestiva o sorpresiva la decisión de
rescindir el contrato.
18) Que, en definitiva, y sin que resulte necesario
expedirse sobre las restantes cuestiones planteadas por el
recurrente, corresponde descalificar el fallo apelado en los
términos de la doctrina sobre arbitrariedad de sentencias,
pues se han aplicado normas de derecho común sin una
concreta referencia a las circunstancias del caso. Ha dicho
esta Corte que el examen de las circunstancias fácticas
debe hacerse "en concreto y no en abstracto, esto es, con
particular referencia a las modalidades del caso. Si el
análisis de estas circunstancias se sustituye con meras
razones a priori, de validez general para todos los
supuestos... la sentencia apelada, que no contiene ningún
examen de las circunstancias particulares de la causa y sí
sólo un conjunto de reflexiones generales, incluso con citas
de pensadores sobre la alta jerarquía de los valores
espirituales y religiosos. Sólo que así el juez se sustituye al
legislador y, con la apariencia de aplicarla ley, en realidad la
modifica" (Fallos: 239:367).
Por ello, se hace lugar a la queja, se declara admisible el
recurso extraordinario interpuesto, y se deja sin efecto la
sentencia apelada en cuanto fue materia de recurso;
quedando firme la sentencia de primera instancia en cuanto
rechaza la demanda (art. 16, ley 48); con costas.
Augusto César Belluscio. — Carlos S. Fayt. — Enrique
Santiago Petracchi. — Jorge Antonio Bacqué.

CSJN, 22/2/1994, "Chilar S.A. c. Junta Nacional de


Granos", Fallos: 317:80. Hechos
Una empresa promovió demanda por daños y perjuicios
contra la Junta Nacional de Granos, el Ministerio de
Bienestar Social y el ente nacional que resultara
responsable, solicitando la reparación de los perjuicios
causados por una resolución de la referida entidad que
dejó sin efecto la adjudicación de un concurso
público para la provisión de aceite comestible en botellas,
destinado al Programa Alimentario Nacional. La Cámara
revocó la sentencia de primera instancia y rechazó la
demanda. Contra ese pronunciamiento, se interpuso
recurso ordinario de apelación, que fue concedido. La
Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró admisible
el recurso y confirmó la sentencia apelada.
Sumarios
1. No configura exceso de jurisdicción la aplicación de las
disposiciones del Cód. de Comercio sobre resolución de
los contratos, respecto de la resolución de la Junta Nacional
de Granos que dejó sin efecto la adjudicación de un
concurso con motivo del Plan Alimentario Nacional, pues, al
reglamentar la ley 23.056 —d e creación del referido plan—,
el decreto 909/84 autoriza a dicha Junta a ejercer la
actividad comercial en los términos de los arts. 9, inc. t), y
21 del decreto-ley 6698/63 y, conforme éste dispone, en lo
concerniente al ejercicio del comercio, la Junta se sujeta a
las disposiciones del derecho privado.
2. Es adecuado encuadrar jurídicamente en las
disposiciones del Código de Comercio la cuestión relativa a
la resolución de la Junta Nacional de Granos que dejó sin
efecto la adjudicación del concurso para la provisión de
aceite comestible en botellas destinado
al Programa Alimentario Nacional, pues, no aparece
afectado ningún derecho subjetivo amparado por la relación
de derecho administrativo que —p or el carácter estatal del
ente adquirente— rige la relación jurídica sustancial
entre las partes.
3. A los fines del encuadramiento de la resolución de la
Junta Nacional de Granos, que dejó sin efecto la
adjudicación de un concurso con motivo del Plan
Alimentario Nacional, son inaplicables las disposiciones de
la ley de contabilidad y sus reglamentaciones, pues,
el decreto 908/84 —i nvocado por la recurrente—, si bien
dispone la conformidad de las contrataciones con aquellas
normas, no se refiere a las efectuadas por intermedio de la
mencionada Junta sino a las efectuadas por la Comisión
Ejecutiva del Programa Alimentario Nacional en
forma directa —a rt. 4° del decreto citado—.
4. Toda vez que la Junta Nacional de Granos, al
reglamentar la adquisición y contratación de bienes y
servicios para el Programa Alimentario Nacional, dictó la
resolución 26.079, estableciendo que emitirá orden de
compra formal a favor del adjudicatario, con indicación de la
contratación a que se refiere —a rt. 20—, dicha
disposición —i nterpretada conforme la regla del art. 217,
Cód. Com.— actúa como elemento indicador del objeto de
cada contratación, identificando el acto jurídico que sólo se
celebra con la emisión de la orden de compra formal,
precisándose en ella sus elementos esenciales —
c ontratación a la que se refiere, precio, forma y tiempo de
cumplimiento, etcétera—.
5. No completada la oferta, no hay contrato por cuya
resolución resulte responsable la Junta Nacional de Granos,
a raíz de haber dejado sin efecto la adjudicación de un
concurso con motivo del Plan Alimentario Nacional, pues,
aquél no se encuentra perfeccionado, en cuanto carece de
la conformidad necesaria para determinar fehacientemente
el objeto-fin perseguido por las partes dado que no hay
coincidencia entre oferta y aceptación.
6. Toda vez que ni la Junta Nacional de Granos produjo una
ruptura brusca e injustificada de las tratativas preliminares,
ni se encuentra perfeccionada la oferta, no se dan los
presupuestos de la responsabilidad precontractual con
motivo de haberse dejado sin efecto la adjudicación de un
concurso para aprovisionamiento del Plan Alimentario
Nacional, siendo la emisión de la referida oferta requisito
esencial de dicha responsabilidad.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, febrero 22 de 1994.
Vistos los autos: "Chilar S.A. c. Junta Nacional de Granos
s/ordinario".
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala III de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo Federal que, al revocar la de
primera instancia rechazó la demanda con costas, la actora
interpusorecurso ordinario de apelación (fs. 367), que fue
concedido por la cámara a fs. 370. A fs. 376/390 la actora
expresó agravios que la demandada respondió a
fs. 393/403 vta.
2°) Que, el recurso es formalmente procedente toda vez
que se trata de una sentencia definitiva, recaída en una
causa en la que —a través de la Junta Nacional de Granos
— la Nación Argentina reviste el carácter de parte y el valor
cuestionado supera el mínimo previsto por el art. 24, inc. 6,
apartado a, del decreto-ley 1285/58, modificado por la ley
21.708 y resolución de la C.S.J.N. N° 552/89.
3°) Que a fs. 12/16 vta. Chilar S.A. promovió demanda por
daños y perjuicios contra la Junta Nacional de Granos y/o el
Ministerio de Bienestar Social y/o el ente nacional que
resultara responsable. Solicitó la reparación de los
perjuicios causados por la resolución del 3 de abril de 1986,
por la que la Junta Nacional de Granos dejó sin efecto la
adjudicación del concurso público N° 229 para la provisión
de 540.000 litros de aceite comestible en botellas,
destinado al Programa Alimentario Nacional.
Según lo relatado por la actora, el 14 de enero de 1986 la
Junta Nacional de Granos le notificó la adjudicación de
aquel concurso, y le hizo una contraoferta por otros 550.000
litros del mismo producto que Chilar S.A. aceptó el 17 de
enero; el 12 de febrero del mismo año, la Junta Nacional de
Granos le exigió la presentación de la nota original de
la empresa suministradora de los envases (fs. 211 del
expediente administrativo N° 1745/85), otorgándole para
ello un plazo de 24 horas; como Chilar S.A. respondió que
había cambiado de proveedor, el 3 de abril de 1986 la Junta
Nacional de Granos dejó sin efecto la adjudicación,
basándose en que no contaba con el aval del nuevo
proveedor (fs. 264/265 del citado expediente).
4°) Que para resolver, la cámara consideró no aplicables al
caso las disposiciones de la ley de contabilidad que rigen
las contrataciones en el ámbito del derecho público —c omo
pretendió la demandante— y, por el contrario, sujetó estas
actuaciones al marco regulatorio del art. 11, inc. c, de la ley
23.056 y del art. 21 del decreto-ley 6698/63, en tanto
disponen que las compras de los insumos, bienes y
servicios del Programa Alimentario Nacional se hagan por
intermedio de la Junta Nacional de Granos: es decir, con
arreglo al derecho privado. Esto se expresó en la resolución
N° 26.079 de la Junta Nacional de Granos (B.O. 16/5/84),
especialmente en su art. 20, invocado por el a quo para
estimar no perfeccionado el contrato entre Chilar S.A. y la
Junta Nacional de Granos, por ausencia de "orden de
compra formal".
Al margen de ello, en tanto la cámara interpretó que la
finalidad perseguida por la operación era la compra de
aceite envasado, entendió que la cláusula que imponía
como condición de la oferta la certificación fehaciente del
proveedor industrial, comprendía tanto al aceite como a las
botellas en las que aquél se depositaría. Por lo que el
incumplimiento de esta condición —a un cuando el contrato
se considerara perfeccionado— configuraba el supuesto
previsto en el pliego para que la Junta Nacional de Granos
dejase sin efecto la adjudicación y resolviera el contrato por
falta de la actora.
5°) Que para la recurrente, el a quo excedió
reiteradamente el ámbito de su jurisdicción. En tal sentido:
exigió orden de compra formal cuando —s ostiene—
correspondía que ésta se emitiera una vez celebrado el
contrato; interpretó en el pliego de condiciones las
exigencias en materia de envases y la expresa asunción de
responsabilidad por daños y perjuicios eventuales
(otorgándole a esta última carácter esencial); argumentando
sobre la existencia o alcance del control de los envases
efectuado por el organismo técnico correspondiente; y
aplicando (sin requerimiento de la demandada) las
disposiciones del Código de Comercio (art. 216) sobre
resolución de los contratos. Todo ello, a juicio de la actora,
afecta la garantía de la defensa en juicio.
Asimismo, sostiene Chilar S.A. que el contrato se
perfeccionó con la comunicación de la adjudicación, como
dispone el art. 80 del decreto N° 5720/72 (aplicable por la
remisión impuesta por el art. 4°, inc. g, del decreto 908/84,
reglamentario de la ley 23.056).
Estima la recurrente que el sentenciante interpretó el
pliego y las conductas del adjudicatario y del proveedor
incurriendo en excesivo rigor formal. Sostiene que sólo así
pudo considerar que su incumplimiento fuera de magnitud
tal que justificara la resolución de un contrato adjudicado,
previa intimación para que, en un plazo de 24 hs presentara
una nota del proveedor de los envases.
Como consecuencia de lo expuesto, la actora reclama la
suma de $ 182.668,83 (a valores de enero de 1986), más
actualización e intereses, solicitando, en subsidio, la
imposición de las costas por su orden y manteniendo el
planteo de inconstitucionalidad de los arts. 50 a 56 de la ley
23.696, en lo que pueda afectar el cobro de la
indemnización reclamada y los honorarios
correspondientes, por violación de los arts. 16, 17, 28, 33 y
100 de la Constitución Nacional.
6°) Que, en respuesta a estos agravios, la demandada
sostiene que la cámara no incurrió en exceso de jurisdicción
sino que aplicó el principio iura novit curia en aras de una
solución legalmente fundada. Estima que hizo lugar a su
afirmación respecto del incumplimiento de las exigencias
del pliego en que incurrió la actora —a nalizándolo en
función de la relevancia que mereció la certificación del
proveedor de los envases— y que complementó su
razonamiento con el análisis del art. 216 del Código de
Comercio. Asimismo, la Junta Nacional de Granos afirma
que, conforme ese ordenamiento, dejó sin efecto el contrato
por incumplimiento de la actora, requiriéndole, previamente,
la presentación del original de la nota del proveedor de los
envases.
Con referencia al perfeccionamiento del contrato, afirma la
Junta que no pudo haberse producido faltando la orden de
compra —f ormalidad que sólo a tal fin cobra sentido— y
que Chilar S.A. así lo entendió, según se infiere de los
términos del telegrama de fs. 3 en el que solicitó fecha para
firmar los contratos.
En lo que a la interpretación del pliego efectuada por la
cámara se refiere —e xigiendo la asunción de
responsabilidad por parte del proveedor— no puede
cuestionarse, a juicio de la demandada, ya que se limitó al
estricto análisis de aquél (destacando las precisiones en
materia de "Capacidad de Producción", como condición de
la oferta y en caso de oferentes comerciantes no
industriales). Rechaza, con ello, el agravio por el que la
actora califica de viciado de excesivo rigor formal el
pronunciamiento apelado.
En cuanto al plazo de 24 hs que otorgó a Chilar S.A. para
que presentara el aval de quien le suministraría los
envases, sostiene que, si bien breve, era razonable ya que
se solicitaba el original de una nota que, en fotocopia,
acompañaba la oferta (fs. 207 del expediente administrativo
1745/85). Asimismo, cuestiona la autenticidad de esta
fotocopia, cuya falsedad considera confirmada con las
pruebas informativa y de testigos obrantes a fs. 223/225 y
230/231 respectivamente.
Con referencia a la imposición de las costas por su orden,
la Junta Nacional de Granos no advierte razón alguna para
apartarse del principio del art. 68 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación.
Rechaza los rubros, conceptos y montos de la
indemnización que solicitó la actora, pues considera que
surgen de la prueba pericial que impugnó a fs. 183/186,
replanteando —e n caso de revocación de la sentencia en
crisis y en lo atinente a la determinación del daño
emergente— los estudios complementarios que solicitó ante
la cámara (punto VI de su expresión de agravios, fs. 351
vta.), calificando de enriquecimiento sin causa el lucro
cesante que la actora pretende.
7°) Que, según ha sostenido esta Corte, es función de los
jueces aplicar el derecho a los supuestos fácticos alegados
y probados por las partes, con prescindencia de las
afirmaciones de orden legal formuladas por ellas (Fallos:
314:420, entre muchos otros). Ello es suficiente para
afirmar que la cámara no excede el marco de su jurisdicción
cuando aplica las disposiciones del Código de Comercio
sobre resolución de los contratos, de conformidad con la
resolución 26.079 de la Junta Nacional de Granos.
La ley 23.056, de creación del Programa Alimentario
Nacional, dispone que, en los mecanismos de producción,
compra y distribución "se podrá contratar la adquisición de
los insumos del programa a través de la Junta Nacional de
Granos, facultándose al Poder Ejecutivo Nacional para
autorizar a dicha Junta a ejercer la actividad comercial en
los términos de su carta orgánica, respecto de los insumos,
bienes y servicios no comprendidos en la misma,
preferentemente los necesarios para el cumplimiento de
esta ley" (art. 11, inc. c). Al reglamentarla, el decreto
909/84, autoriza a la Junta Nacional de Granos a ejercer la
actividad comercial "en los términos de los arts. 9, inc. t) y
21 del decreto-ley 6698/63" y, conforme dispone este
último, en lo concerniente al 'ejercicio del comercio, la Junta
se sujeta a las disposiciones del derecho privado. Con ello,
el encuadre jurídico correspondiente no puede ser otro que
el que determina la cámara, toda vez que, en el caso, no
aparece afectado ningún derecho subjetivo amparado por la
relación de derecho administrativo que —i ndudablemente
por el carácter estatal del ente adquirente— rige la relación
jurídica sustancial entre las partes.
8°) Que, con respecto a la aplicación de las disposiciones
de la ley de contabilidad y sus reglamentaciones, cabe
destacar que el decreto 908/84, invocado por la actora, si
bien dispone la conformidad de las contrataciones con
estas normas, no se refiere a las efectuadas por intermedio
de la Junta Nacional, de Granos sino a las efectuadas por la
Comisión Ejecutiva del Programa Alimentario Nacional en
forma directa (art. 4° de este decreto).
9°) Que, reglamentando la adquisición y contratación de
bienes y servicios para el Programa Alimentario Nacional, la
Junta Nacional de Granos dictó la resolución 26.079,
estableciendo que emitirá "orden de compra formal" a favor
del adjudicatario, con indicación de la contratación a que se
refiere (art. 20). Esta disposición —i nterpretada conforme
la regla del art. 217 del Código de Comercio— actúa como
elemento indicador del objeto de cada contratación,
identificando el acto jurídico que sólo se celebra con la
emisión de la orden de compra formal, precisándose en ella
los elementos esenciales del mismo (contratación a la que
se refiere, precio, forma y tiempo de cumplimiento, etc.).
10) Que la relevancia que en la sentencia en crisis se da a
la asunción de responsabilidad por parte del proveedor de
los envases, no surge —c omo sostiene la recurrente— de
una interpretación viciada de excesivo rigor formal. Ello es
así ya que la exigencia se impone en el pliego para los
casos en que, como en el de autos, los oferentes sean
comerciantes y no sean industriales.
11) Que es en el sentido señalado en el considerando
precedente, en el que Chilar S.A. interpretó los requisitos
del pliego. Así, acompañando su oferta, presentó una nota
de su proveedor, hecho que traduce su voluntad tendiente a
cumplir lo que se creyó obligada a hacer.
12) Que él objeto del contrato es la provisión de aceite en
botellas, según se interpretan las precisiones detalladas en
el pliego con referencia a los envases (características,
control y muestras). Fin consecuencia, y en función del
efectivo aprovisionamiento del Programa Alimentario
Nacional, resulta razonable la previsión que toma la Junta
exigiendo la responsabilidad del proveedor de aquéllos.
Por ello, resulta legítima la decisión de la Junta Nacional
de Granos, dejando sin efecto la adjudicación por
incumplimiento de requisitos esenciales del pliego.
13) Que, en el caso de autos, no habiendo completado la
oferta, no se encuentra perfeccionado el contrato. Carece
de la conformidad necesaria para determinar
fehacientemente el objeto fin perseguido por las partes
dado que no hay coincidencia entre oferta y aceptación, con
lo cual no hay contrato por cuya resolución resulte
responsable la Junta Nacional de Granos.
14) Que la situación sub examine tampoco encuadra en
los supuestos generadores de responsabilidad
precontractual. Esto es así, toda vez que ni la Junta
Nacional de Granos produjo una ruptura brusca e
injustificada de las tratativas preliminares, ni se encuentra
perfeccionada la oferta, cuya emisión es requisito esencial
de la mencionada responsabilidad.
15) Que, en lo atinente al régimen de las costas, no cabe
la imposición de éstas por su orden, tal como lo solicita la
actora, ya que, según ha sostenido esta Corte, el art. 68 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación consagra el
principio rector, derivado del hecho objetivo de la derrota.
Según éste, quien resulte vencido debe cargar con los
gastos en que incurrió la contraria para obtener el
reconocimiento de su derecho (Fallos: 312:889, entre
otros). No existe mérito suficiente para apartarse de este
principio, ya que, como ha sostenido esta Corte —e n
Fallos: 311:1914 y 2775, entre otros— sus excepciones
deben admitirse restrictivamente.
Por ello, se declara admisible el recurso ordinario
interpuesto por la actora, se confirma la sentencia apelada y
se rechaza la demanda. Las costas de las tres instancias se
imponen a la parte actora. Conforme al modo en que se
resuelve, no se examina el planteo de inconstitucionalidad
de los arts. 50 a 56 de la ley 23.696. Notifíquese y
devuélvase. — Julio S. Nazareno. — Carlos S.
Fayt. — Ricardo Levene (h). — Eduardo Moline
O'Connor. — Antonio Boggiano.

CSJN, 19/5/1997, "Asistencia Médica Privada S.A.C. c.


Provincia de Buenos Aires", LA LEY, 1997-F, 446.
Sumarios
1. La suscripción de cláusulas de adhesión en una situación
de necesidad, que impide valorar adecuadamente el
alcance de ellas y usualmente no confiere alternativa para
el paciente o sus familiares, carece de efectos para alterar
los términos de la relación contractual celebrada entre el
prestador del servicio médico y la obra social o entidad con
quien concertó la relación jurídica en virtud de la cual el
paciente accede al tratamiento.
2. El reconocimiento del reajuste monetario deriva de la
variación del poder adquisitivo de la moneda, doctrina que
se funda en la inviolabilidad de la propiedad tutelada por
el art. 17 de la Constitución Nacional.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, mayo 19 de 1997.
Considerando:
1. Que este juicio es de la competencia originaria como se
resolvió a fs. 86.
2. Que no obstante las evasivas que pone de manifiesto la
declaración efectuada a fs. 151 por el doctor Alfredo R.
Paoli, no ha mediado negativa expresa acerca de la
autenticidad de la nota que en copia obra a fs. 40 ni
tampoco de la firma que la suscribe en su carácter de
subdirector de la Región Sanitaria VII, cargo que admitió
desempeñar desde el año 1988 hasta mediados de 1991.
Cabe por lo tanto tener por cierto que, como surge de esa
pieza documental de fecha 20 de diciembre de 1990,
el Ministerio de Salud Pública provincial se hizo cargo de
los gastos que demandó la atención médica de Ada Sosa
López en la clínica La Sagrada Familia. La efectiva
prestación del servicio se acreditó, a la vez, con la
absolución de posiciones obrante a fs. 133 y la carta
documento suscripta por la paciente reservada en
secretaría reconocida en ese acto, como asimismo por
medio de la declaración de la jefa de admisión de la clínica
que corre a fs. 151/152.
3. Que la demandada pretendió cuestionar la condición de
beneficiaria del servicio de la codemandada Sosa López y
la existencia de autorización por parte del
funcionario competente para comprometer a la provincia.
Pero la falta de diligencia en la producción de la prueba le
impidió acreditar los extremos necesarios para fundar esas
defensas, como las restantes expuestas en su escrito de
responde. Ante tales circunstancias, que permiten atribuir
responsabilidad exclusiva al Estado provincial, debe
rechazarse la demanda seguida contra Ada Sosa López y
Carmona A. Sosa para lo cual resulta indiferente la actitud
procesal que asumieron.
4. Que, en efecto, las facturas cuyo cobro se persigue (y
que constituyen "el motivo de la presente demanda", según
lo declarado en fs. 75), fueron emitidas a nombre exclusivo
del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires,
conforme resulta de fs. 15/39, a la vez que el ingreso de
la paciente en el centro asistencial fue admitido de acuerdo
con los términos de la carta dirigida por el mencionado
ministerio a la actora, en la que se expresa textualmente
que el citado ministerio "se hará cargo de los gastos que
demanda su atención".
5. Que la emisión de las facturas a nombre del Ministerio
de Salud de la Provincia de Buenos Aires constituye un acto
de la demandante que evidencia los términos de la relación
jurídica celebrada entre ambas partes, en tanto resulta
plenamente coincidente con el contenido de la
comunicación cursada por el citado ministerio. La relación
contractual aparece así plasmada de modo que no caben
dudas acerca de su alcance, si se aplica para juzgarlo la
regla interpretativa establecida en el art. 218, inc. 4º del
Cód. de Comercio, que establece que "los hechos de los
contrayentes, subsiguientes al contrato, que tengan relación
con lo que se discute, serán la mejor explicación de la
intención de las partes al tiempo de celebrar el contrato".
6. Que cabe agregar a lo expuesto que no existen
constancias en la causa que desvirtúen los efectos de dicha
contratación, ya que la actora no ha agregado el convenio
con el Ministerio de Salud Pública de la Provincia de
Buenos Aires — c uya existencia reconoció al demandar y
al formular la absolución de posiciones para la
contraria — por lo que no aportó elementos idóneos para
fundar la posibilidad de reclamar a los beneficiarios el pago
de los servicios médicos prestados. En ese sentido, no
cabe formular una interpretación extensiva de tales
estipulaciones en favor de terceros, que conduzca a
incorporar a los beneficiarios a una relación jurídica en cuya
celebración no participaron y de la que sólo saben que les
permite obtener atención médica y hospitalaria en forma
gratuita, mediante el pago de una contraprestación
mensual.
7. Que, dentro del marco de relaciones jurídicas antes
descripto, surge un beneficio económico para las entidades
que prestan servicios médicos u hospitalarios, derivada de
la gran cantidad de pacientes que acceden a ellas en virtud
de las estipulaciones que en su favor celebran las obras
sociales u organizaciones destinadas a ese objeto, por las
que los asociados obtienen prestaciones que con sus
recursos propios no podrían afrontar. En esas condiciones,
la elección del establecimiento por el paciente, no aparece
condicionada por los eventuales costos que implique la
atención médica, ya que la perspectiva de satisfacerlos no
constituye para el beneficiario una hipótesis prevista en su
relación jurídica con su obra social u organización
equivalente.
8. Que, por las razones expuestas, la suscripción de
cláusulas de adhesión en una situación de necesidad, que
impide valorar adecuadamente el alcance de ellas y que
usualmente no confieren alternativa para el paciente o sus
familiares, carece de efectos para alterar los términos de la
relación contractual celebrada entre el prestador del servicio
médico y la obra social o entidad con quien se concertó la
relación jurídica en virtud de la cual el paciente accede al
tratamiento. Por ello, ni la postura procesal de las
codemandadas Ada Sosa López y Carmona A. Sosa ni los
reconocimientos por éstas efectuadas en juicio, conducen a
admitir la demanda a su respecto, ya que ésta no encuentra
sustento jurídico en las constancias existentes en la causa
(art. 60, Cód. Procesal).
9. Que corresponde ahora determinar la procedencia del
monto de la indemnización. Según el informe pericial
contable de fs. 174/176, de los libros de la actora surge la
emisión de las facturas y de la nota de débito cuya falta de
pago motiva su reclamo. Asimismo, mediante la carta
documento agregada en copia a fs. 12, cuya autenticidad y
recepción se acredita a fs. 188, quedó comprobada la
intimación cursada a la demandada.
10. Que, de tal manera, cabe establecer la compensación
de la depreciación monetaria que resulta admisible y los
intereses devengados sobre las sumas adeudadas.
11. Que, al respecto, en reiteradas oportunidades esta
Corte ha sostenido que el reconocimiento del reajuste
monetario deriva de la variación del poder adquisitivo de la
moneda, doctrina que se funda en la inviolabilidad de la
propiedad tutelada por el art. 17 de la Constitución Nacional
(Fallos: 303:1317; 310:689 y 1706; 311:947; S.575 XXIII
"Serra, Fernando Horacio y otros c. Baiter S. A." del 17 de
marzo de 1992; F. 329 XXII "Federación de Círculos
Católicos de Obreros c. Santa Cruz, Provincia de s/cobro de
australes" del 22 de diciembre de 1993).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas será admitida desde la oportunidad en que cada
una de las facturas resultó exigible — 1 5 de febrero de
1991— hasta el 1º de abril de ese año (art. 8º, ley 23.928;
causa A. 667 XXII "Asistencia Médica Privada S.A.C. c.
Chaco, Provincia del s/cobro de pesos", sentencia del 19 de
octubre de 1993). A ese fin se aplica el índice de precios al
consumidor que elabora el Instituto Nacional de Estadística
y Censos. Con tales pautas, se fija la deuda en la suma de
803 pesos para la factura Nº 6604 y en la de 11.125 pesos
para la 6537.
12. Que también resulta procedente el reclamo de
intereses pues la demandada se encuentra en mora a partir
del vencimiento del plazo para el pago de cada factura (art.
509, Cód. Civil), ya que no negó su recepción cuando fue
intimada de pago, ni desconoció las fechas de vencimiento
precisamente referidas en la carta documento antes
aludida. Por consiguiente, dichos accesorios deben ser
calculados a la tasa del 6 % anual, por tratarse de valores
actualizados, desde el 15 de febrero de 1991 hasta el 31 de
marzo de ese año. A partir de entonces y hasta el efectivo
pago se devengará la tasa de interés que resulte aplicable
(causa C. 58 XXIII "Consultora Oscar G. Grimaux y
Asociados S.A.T. c. Dirección Nacional de Vialidad" del 23
de febrero de 1993).
13. Que la actora incluye en su pretensión el importe de la
nota de débito Nº 400, mas este monto no resulta aceptable
en razón de que no encuentra justificación en la prestación
de un servicio médico — c omo sucede con los otros
documentos ya examinados— sino que corresponde a
intereses devengados sobre las facturas Nos.os. 6604 y
6537.
14. Que, de lo contrario, habida cuenta de que conforme
surge de los considerandos precedentes se han reconocido
los réditos respectivos, la admisión de dicho reclamo
importaría para el actor un enriquecimiento sin causa.
Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida
por Asistencia Médica Privada S.A.C. contra la Provincia de
Buenos Aires y condenarla a pagar, dentro del plazo de
treinta días, la suma de 11.928 pesos con más los intereses
liquidados de acuerdo con las pautas indicadas en el
considerando 12. Con costas. II. Rechazar la demanda
interpuesta contra Ada Sosa López y Carmona A.
Sosa. — Julio S. Nazareno (en disidencia
parcial). — Eduardo Moliné O'Connor (en disidencia
parcial). — Augusto César Belluscio (en disidencia
parcial). — Enrique S. Petracchi (en disidencia
parcial). — Antonio Boggiano (por su voto). — Guillermo A.
F. López. — Gustavo A. Bossert (en disidencia
parcial). — Adolfo R. Vázquez.
Voto del doctor Boggiano.
Considerando:
1. Que este juicio es de la competencia originaria de la
Corte Suprema como se resolvió a fs. 86.
2. Que no obstante las evasivas que pone de manifiesto la
declaración efectuada a fs. 151 por el doctor Alfredo R.
Paoli, no ha mediado negativa expresa acerca de la
autenticidad de la nota que en copia obra a fs. 40 ni
tampoco de la firma que la suscribe en su carácter de
subdirector de la Región Sanitaria VII, cargo que admitió
desempeñar desde el año 1988 hasta mediados de 1991.
Cabe por lo tanto tener por cierto que, como surge de esa
pieza documental de fecha 20 de diciembre de 1990, el
Ministerio de Salud Pública provincial se hizo cargo de los
gastos que demandó la atención médica de Ada Sosa
López en la clínica LaSagrada Familia. La efectiva
prestación del servicio se acreditó, a la vez, con la
absolución de posiciones obrante a fs. 133 y la carta
documento suscripta por la paciente reservada en
secretaría reconocida en ese acto, como asimismo por
medio de la declaración de la jefa de admisión de la clínica
que corre a fs. 151/152.
3. Que la demandada pretendió cuestionar la condición de
beneficiaria del servicio de la codemandada Sosa López y
la existencia de autorización por parte del funcionario
competente para comprometer a la provincia. Pero la falta
de diligencia en la producción de la prueba le impidió
acreditar los extremos necesarios para fundar esas
defensas, como las restantes expuestas en su escrito de
responde. Ante tales circunstancias, que
permiten atribuir responsabilidad exclusiva al Estado
provincial, debe rechazarse la demanda seguida contra Ada
Sosa López y Carmona A. Sosa para lo cual resulta
indiferente la actitud procesal que asumieron.
4. Que, en efecto, las facturas cuyo cobro se persigue (y
que constituyen "el motivo de la presente demanda", según
lo declarado en fs. 75), fueron emitidas a nombre exclusivo
del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires,
conforme resulta de fs. 15/39, a la vez que el ingreso de la
paciente en el centro asistencial fue admitido de acuerdo
con los términos de la carta dirigida por el mencionado
ministerio a la actora, en la que se expresa textualmente
que el citado ministerio "se hará cargo de los gastos que
demande su atención".
5. Que la emisión de las facturas a nombre del Ministerio
de Salud de la Provincia de Buenos Aires constituye un acto
de la demandante que evidencia los términos de la relación
jurídica celebrada entre ambas partes, en tanto resulta
plenamente coincidente con el contenido de la
comunicación cursada por el citado ministerio. La relación
contractual aparece así plasmada de modo que no caben
dudas acerca de su alcance, si se aplica para juzgarlo la
regla interpretativa establecida en el art. 218, inc. 4º
del Cód. de Comercio, que establece que "los hechos de los
contrayentes, subsiguientes al contrato, que tengan relación
con lo que se discute, serán la mejor explicación de la
intención de las partes al tiempo de celebrar el contrato".
6. Que cabe agregar a lo expuesto que no existen
constancias en la causa que desvirtúen los efectos de dicha
contratación, ya que la actora no ha agregado el convenio
con el Ministerio de Salud Pública de la Provincia de
Buenos Aires — c uya existencia reconoció al demandar y
al formular la absolución de posiciones para la
contraria — por lo que no aportó elementos idóneos para
fundar la posibilidad de reclamar a los beneficiarios el pago
de los servicios médicos prestados. En ese sentido, no
cabe formular una interpretación extensiva de tales
estipulaciones en favor de terceros, que conduzca a
incorporar a los beneficiarios a una relación jurídica en cuya
celebración no participaron y de la que sólo saben que les
permite obtener atención médica y hospitalaria en forma
gratuita, mediante el pago de una contraprestación
mensual.
7. Que, por las razones expuestas, las cláusulas de
adhesión, suscriptas en una situación de necesidad que
impide valorar adecuadamente el alcance de ellas y que
usualmente no confieren alternativa para el paciente o sus
familiares, sólo pueden ser consideradas válidamente
aceptadas, si se dio razonable oportunidad de conocerlas al
adherente, a lo que se agrega que su ejercicio no debe ser
abusivo sino razonable, circunstancia que no se ha
configurado, atendiendo a las particulares circunstancias en
que se realizó la adhesión por parte de la codemandada
Carmona A. Sosa.
Por otra parte, tal suscripción carece de efectos para
alterar los términos de la relación contractual celebrada
entre el prestador del servicio médico y la obra social o
entidad con quien se concertó la relación jurídica en virtud
de la cual el paciente accede al tratamiento.
Por ello, la postura procesal de las codemandadas Ada
Sosa López y Carmona A. Sosa, ni los reconocimientos por
éstas efectuados en el juicio, conducen a admitir la
demanda a su respecto, ya que ésta no encuentra sustento
jurídico en las constancias existentes en la causa (art. 60,
Cód. Procesal).
8. Que corresponde ahora determinar la procedencia del
monto de la indemnización. Según el informe pericial
contable de fs. 174/176, de los libros de la actora surge la
emisión de las facturas y de la nota de débito cuya falta de
pago motiva su reclamo. Asimismo, mediante la carta
documento agregada en copia a fs. 12, cuya autenticidad y
recepción se acredita a fs. 188, quedó comprobada la
intimación cursada a la demandada.
9. Que, de tal manera, cabe establecer la compensación
de la depreciación monetaria que resulta admisible y los
intereses devengados sobre las sumas adeudadas.
10. Que, al respecto, en reiteradas oportunidades esta
Corte ha sostenido que el reconocimiento del reajuste
monetario deriva de la variación del poder adquisitivo de la
moneda, doctrina que se funda en la inviolabilidad de la
propiedad tutelada por el art. 17 de la Constitución Nacional
(Fallos: 303:1317; 310:689 y 1706; 311:947; S. 575 XXIII
"Serra, Fernando Horacio y otros c. Baiter S. A." del 17 de
marzo de 1992; F. 329 XXII "Federación de Círculos
Católicos de Obreros c. Santa Cruz, Provincia de s/cobro de
australes" del 22 de diciembre de 1993).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas será admitida desde la oportunidad en que cada
una de las facturas resultó exigible — 1 5 de febrero de
1991 — hasta el 1º de abril de ese año (art. 8º, ley 23.928;
causa A. 667 XXII "Asistencia Médica Privada S.A.C. c.
Chaco, Provincia del s/cobro de pesos", sentencia del 19 de
octubre de 1993). A ese fin se aplica el índice de precios al
consumidor que elabora el Instituto Nacional de Estadística
y Censos. Con tales pautas se fija la deuda en la suma de
803 pesos para la factura Nº 6604 y en la de 11.125 pesos
para la Nº 6537).
11. Que también resulta procedente el reclamo de
intereses pues la demandada se encuentra en mora a partir
del vencimiento del plazo para el pago de cada factura (art.
509, Cód. Civil), ya que no negó su recepción cuando fue
intimada de pago, ni desconoció las fechas de vencimiento
precisamente referidas en la carta documento antes
aludida. Por consiguiente, dichos accesorios deben ser
calculados a la tasa del 6 % anual, por tratarse de valores
actualizados, desde el 15 de febrero de 1991 hasta el 31 de
marzo de ese año. A partir de entonces y hasta el efectivo
pago se devengará la tasa de interés que resulte aplicable
(causa C. 58 XXIII "Consultora Oscar G. Grimaux y
Asociados S.A.T. c. Dirección Nacional de Vialidad" del 23
de febrero de 1993).
12. Que la actora incluye en su pretensión el importe de la
nota de débito Nº 400, mas este monto no resulta aceptable
en razón de que no encuentra justificación en la prestación
de un servicio médico — c omo sucede con los otros
documentos ya examinados — sino que corresponde a
intereses devengados sobre las facturas Nros. 6604 y 6537.
13. Que, de lo contrario, habida cuenta de que conforme
surge de los considerandos precedentes se han reconocido
los réditos respectivos, la admisión de dicho reclamo
importaría para el actor un enriquecimiento sin causa.
Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida
por Asistencia Privada S.A.C. contra la Provincia de Buenos
Aires y condenarla a pagar, dentro del plazo de treinta días,
la suma de 11.928 pesos con más los intereses liquidados
de acuerdo con las pautas indicadas en el considerando 11.
Con costas. II. Rechazar la demanda interpuesta contra
Ada Sosa López y Carmona A. Sosa. — Antonio Boggiano.
Disidencia parcial de los doctores Nazareno y Moliné
O'Connor.
1. Que este juicio es de la competencia originaria de la
Corte Suprema como se resolvió a fs. 86.
2. Que no obstante las evasivas que pone de manifiesto la
declaración efectuada a fs. 151 por el doctor Alfredo R.
Paoli, no ha mediado negativa expresa acerca de la
autenticidad de la nota que en copia obra a fs. 40 ni
tampoco de la firma que la suscribe en su carácter de
subdirector de la Región Sanitaria VII, cargo que admitió
desempeñar desde el año 1988 hasta mediados de 1991.
Cabe por lo tanto tener por cierto que, como surge de esa
pieza documental de fecha 20 de diciembre de 1990, el
Ministerio de Salud Pública provincial se hizo cargo de los
gastos que demandó la atención médica de Ada Sosa
López en la clínica La Sagrada Familia. La efectiva
prestación del servicio se acreditó, a la vez, con la
absolución de posiciones obrante a fs. 133 y la carta
documento suscripta por la paciente reservada en
secretaría reconocida en ese acto, como asimismo por
medio de la declaración de la jefa de admisión de la clínica
que corre a fs. 151/152.
3. Que la demandada pretendió cuestionar la condición de
beneficiaria del servicio de la codemandada Sosa López y
la existencia de autorización por parte del funcionario
competente para comprometer a la provincia. Pero la falta
de diligencia en la producción de la prueba le impidió
acreditar los extremos necesarios para fundar esas
defensas, como las restantes expuestas en su escrito de
responde. Ante tales circunstancias, que permiten atribuir
responsabilidad exclusiva al Estado provincial, debe
rechazarse la demanda seguida contra Ada Sosa López y
Carmona Alicia Sosa para lo cual resulta indiferente la
actitud procesal que asumieron.
4. Que, en efecto, las facturas cuyo cobro se persigue (y
que constituyen "el motivo de la presente demanda", según
lo declarado en fs. 75), fueron emitidas a nombre exclusivo
del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires,
conforme resulta de fs. 15/39, a la vez que el ingreso de la
paciente en el centro asistencial fue admitido de acuerdo
con los términos de la carta dirigida por el mencionado
ministerio a la actora, en la que se expresa textualmente
que el citado ministerio "se hará cargo de los gastos que
demande su atención".
5. Que la emisión de las facturas a nombre del Ministerio
de Salud de la Provincia de Buenos Aires constituye un acto
de la demandante que evidencia los términos de la relación
jurídica celebrada entre ambas partes, en tanto resulta
plenamente coincidente con el contenido de la
comunicación cursada por el citado ministerio. La relación
contractual aparece así plasmada de modo que no caben
dudas acerca de su alcance, si se aplica para juzgarlo la
regla interpretativa establecida en el art. 218, inc. 4º
del Cód. de Comercio, que establece que "los hechos de los
contrayentes, subsiguientes al contrato, que tengan relación
con lo que se discute, serán la mejor explicación de la
intención de las partes al tiempo de celebrar el contrato".
6. Que cabe agregar a lo expuesto que no existen
constancias en la causa que desvirtúen los efectos de dicha
contratación, ya que la actora no ha agregado el convenio
con el Ministerio de Salud Pública de la Provincia de
Buenos Aires — c uya existencia reconoció al demandar y
al formular la absolución de posiciones para la contraria
— por lo que no aportó elementos idóneos para fundar la
posibilidad de reclamar a los beneficiarios el pago de los
servicios médicos prestados. En ese sentido, no cabe
formular una interpretación extensiva de tales
estipulaciones en favor de terceros, que conduzca a
incorporar a los beneficiarios a una relación jurídica en cuya
celebración no participaron y de la que sólo saben que les
permite obtener atención médica y hospitalaria en forma
gratuita, mediante el pago de una contraprestación
mensual.
7. Que, dentro del marco de relaciones jurídicas antes
descripto, surge un beneficio económico para las entidades
que prestan servicios médicos u hospitalarios, derivada de
la gran cantidad de pacientes que acceden a ellas en virtud
de las estipulaciones que en su favor celebran las obras
sociales u organizaciones destinadas a ese objeto, por las
que los asociados obtienen prestaciones que con sus
recursos propios no podrían afrontar. En esas condiciones,
la elección del establecimiento por el paciente, no aparece
condicionada por los eventuales costos que implique la
atención médica, ya que la perspectiva de satisfacerlos no
constituye para el beneficiario una hipótesisprevista en su
relación jurídica con su obra social u organización
equivalente.
8. Que, por las razones expuestas, la suscripción de
cláusulas de adhesión en una situación de necesidad, que
impide valorar adecuadamente el alcance de ellas y que
usualmente no confieren alternativa para el paciente o sus
familiares, carece de efectos para alterar los términos de la
relación contractual celebrada entre el prestador del servicio
médico y la obra social o entidad con quien se concertó la
relación jurídica en virtud de la cual el paciente accede al
tratamiento. Por ello, la postura procesal de las
codemandadas Ada Sosa López y Carmona Alicia Sosa ni
los reconocimientos por éstas efectuadas en juicio,
conducen a admitir la demanda a su respecto, ya que ésta
no encuentra sustento jurídico en las constancias existentes
en la causa (art. 60, Cód. Procesal).
9. Que corresponde ahora determinar la procedencia del
monto de la indemnización. Según el informe pericial
contable de fs. 174/176, de los libros de la actora surge la
emisión de las facturas y de la nota de débito cuya falta de
pago motiva su reclamo. Asimismo, mediante la carta
documento agregada en copia a fs. 12, cuya autenticidad y
recepción se acredita a fs. 188, quedó comprobada la
intimación cursada a la demandada.
10. Que, de tal manera, cabe establecer la compensación
de la depreciación monetaria que resulta admisible y los
intereses devengados sobre las sumas adeudadas.
11. Que al respecto en reiteradas oportunidades esta Corte
ha sostenido que el reconocimiento del reajuste monetario
deriva de la variación del poder adquisitivo de la moneda,
doctrina que se funda en la inviolabilidad de la propiedad
tutelada por el art. 17 de la Constitución Nacional (Fallos:
303:1317; 310:689 y 1706; 311:947; S. 575 XXIII "Serra,
Fernando Horacio y otros c. Baiter S. A." del 17 de marzo
de 1992; F. 329 XXII "Federación de Círculos Católicos de
Obreros c. Santa Cruz, Provincia de s/cobro de australes"
del 22 de diciembre de 1993).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas será admitida desde la oportunidad en que cada
una de las facturas fue emitida — 3 1 de diciembre de 1990
— hasta el 1º de abril de 1991 (art. 8º, ley 23.928;
disidencia parcial de los jueces Levene, Nazareno,
Cavagna Martínez y Moliné O'Connor en la causa: A. 667
XXII "Asistencia Médica Privada S. A. c. Chaco, Provincia
del s/cobro de pesos", sentencia del 19 de octubre de
1993). A ese fin se aplica el índice de precios al consumidor
que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Censos.
Bajo tales pautas se fija la deuda en la suma de 900 pesos
para la factura Nº 6604 y en la de 12.467 pesos para la Nº
6537.
12. Que también resulta procedente el reclamo de
intereses pues la demandada se encuentra en mora a partir
del vencimiento del plazo para el pago de cada factura (art.
509, Cód. Civil), ya que no negó su recepción cuando fue
intimada de pago, ni desconoció las fechas de vencimiento
precisamente referidas en la carta documento antes
aludida. Por consiguiente, dichos accesorios deben ser
calculados a la tasa del 6 % anual, por tratarse de valores
actualizados, desde el 15 de febrero de 1991 hasta el 31 de
marzo de ese año. A partir de entonces y hasta el efectivo
pago se devengará la tasa de interés que resulte aplicable
(causa C. 58 XXIII "Consultora Oscar G. Grimaux y
Asociados S.A.T. c . Dirección Nacional de Vialidad" del 23
de febrero de 1993).
13. Que la actora incluye en su pretensión el importe de la
nota de débito Nº 400, mas este monto no resulta aceptable
en razón de que no encuentra justificación en la prestación
de un servicio médico — c omo sucede con los otros
documentos ya examinados— sino que corresponde a
intereses devengados sobre las facturas Nros. 6604 y 6537.
14. Que de lo contrario y habida cuenta de que conforme
surge de los considerandos precedentes se han reconocido
los réditos respectivos, la admisión de dicho reclamo
importaría para el actor un enriquecimiento sin causa.
Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida
por Asistencia Médica Privada S.A.C. contra la Provincia de
Buenos Aires y condenarla a pagar, dentro del plazo de
treinta días, la suma de 13.367 pesos con más los intereses
liquidados de acuerdo con las pautas indicadas en el
considerando 12. Con costas. II. Rechazar la demanda
interpuesta contra Ada Sosa López y Carmona A.
Sosa. — Julio S. Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor.
Disidencia parcial del doctor Bossert
Considerando:
1. Que este juicio es de la competencia originaria de la
Corte Suprema, como se resolvió a fs. 86.
2. Que no obstante las evasivas que pone de manifiesto la
declaración efectuada a fs. 151 por el doctor Alfredo
Rolando Paoli, no ha mediado negativa expresa acerca de
la autenticidad de la nota que en copia obra a fs. 40 ni
tampoco de la firma que la suscribe en su carácter de
subdirector de la Región Sanitaria VII, cargo que admitió
desempeñar desde el año 1988 hasta mediados de 1991.
Cabe por lo tanto tener por cierto que, como surge de esa
pieza documental de fecha 20 de diciembre de 1990, el
Ministerio de Salud provincial se hizo cargo de los gastos
que demandó la atención médica de Ada Sosa López en la
clínica La Sagrada Familia. La efectiva prestación del
servicio se acreditó, a la vez, con la absolución de
posiciones obrante a fs. 133 y con la carta documento
suscripta por la paciente, reservada en secretaría y
reconocida en ese acto, como asimismo por medio de la
declaración de la jefa de admisión de la clínica que corre a
fs. 151/152.
3. Que la Provincia de Buenos Aires pretendió cuestionar
la condición de beneficiaria del servicio de la codemandada
Sosa López y la existencia de autorización por parte del
funcionario competente para obligar a la provincia. Pero la
falta de diligencia en la producción de la prueba le impidió
acreditar los extremos necesarios para fundar esas
defensas, como las restantes expuestas en su escrito de
responde. Ante tales circunstancias la responsabilidad del
Estado provincial resulta comprometida.
4. Que la situación procesal de las codemandadas Ada
Sosa López y Carmona A. Sosa, declaradas rebeldes, crea
la presunción prevista en el art. 356, inc. 1º, del Cód.
Procesal. Ahora bien, la norma no determina un resultado
ineludible en cuanto a la suerte del reclamo, sino que
establece "podrán estimarse como reconocimiento de la
verdad de los hechos pertinentes y lícitos"; y el art. 60
dispone que declarada la rebeldía la sentencia será
pronunciada según el mérito de la causa y lo establecido en
el art. 356, inc. 1º, y en caso de duda constituirá presunción
de verdad de los hechos lícitos afirmados por la otra parte.
De manera que la rebeldía de las demandadas debe ser
juzgada en relación a las pruebas aportadas y los diversos
elementos de la causa, ya que aquélla no basta para que se
dicte sentencia condenatoria, y si la prueba aportada carece
de idoneidad para avalar el reclamo del actor entra en la
potestad judicial rechazar la demanda (por todos: Santiago
Fassi, "Código Procesal Civil y Comercial Comentado, II, p.
135 y sigtes. 2ª ed.).
5. Que respecto de Ada Sosa López los elementos de
autos confluyen a descartar su responsabilidad. Fue
atendida de urgencia en el sanatorio de la actora por
derivación del Ministerio de Salud provincial conforme a lo
que surge de la nota cuya copia obra a fs. 40, según se
señala en los considerandos precedentes, configurándose,
en los términos del art. 504 del Cód. Civil, un vínculo
contractual en beneficio de tercero, Sosa López, quien
recibiría — y recibió — la atención médica del promitente,
la entidad actora, a cargo del estipulante que encomendó la
prestación del servicio médico. De manera que de la
tipificación contractual que surge de autos no deriva
responsabilidad para la beneficiaria.
En cuanto al documento cuya copia obra a fs. 14
("Reglamento Interno" de la entidad actora) la cláusula
obligacional predispuesta que figura al pie no fue firmada
por la paciente, por lo que tampoco surge de dicho
instrumento el pretendido vínculo obligacional.
En cuanto a su absolución de posiciones tampoco
determina el reconocimiento de un vínculo obligacional, ya
que sólo reconoció haber sido atendida en la clínica y su
firma puesta en una carta (copia a fs. 9) en la que, lejos de
admitir su pretendida obligación, alude al trámite tendiente
al pago que estaría realizando el ministerio que encomendó
el servicio.
Este conjunto de elementos de juicio determinan que no
pueda prevalecer la presunción que surge de la rebeldía, y
en cambio, exige admitir que no hay vínculo obligacional
entre la actora y Sosa López, por lo que a su respecto debe
rechazarse la demanda.
6. Que distinta es la situación de Carmona A. Sosa, quien
firmó la ya mencionada cláusula obligacional en el
instrumento reconocido a fs. 133 vta., por la cual asumió la
responsabilidad solidaria por el pago de las facturas. Si bien
se trata de una cláusula predispuesta por la actora, cuya
aceptación y firma fue requerida en momentos de urgencia,
no puede el tribunal declararla ineficaz de oficio, ya que son
anulables de nulidad relativa los actos en que median vicios
de la voluntad o implican lesión, por lo que la declaración de
nulidad sólo puede ser hecha a pedido de parte (arts.
1045, 1047, 1048, 954, Cód. Civil), lo que no ha ocurrido en
estos autos.
7. Que corresponde entonces determinar el monto de la
condena. Según el informe pericial contable de fs. 174/176,
de los libros de la actora surge la emisión de las facturas y
de la nota de débito cuya falta de pago motiva su reclamo.
Asimismo, mediante las cartas documento agregadas en
copias a fs. 8 y 12, cuya autenticidad y recepción se
acredita a fs. 188, quedaron comprobadas las intimaciones
cursadas a las codemandadas Sosa López y Provincia de
Buenos Aires.
8. Que, de tal manera, cabe establecer la compensación
de la depreciación monetaria que resulta admisible y los
intereses devengados sobre las sumas adeudadas.
9. Que, al respecto, en reiteradas oportunidades esta Corte
ha sostenido que el reconocimiento del reajuste monetario
deriva de la variación del poder adquisitivo de la moneda,
doctrina que se funda en la inviolabilidad de la propiedad
tutelada por el art. 17 de la Constitución Nacional (Fallos:
303:1317; 310:689 y 1706; 311:947; S. 575. XXIII "Serra,
Fernando Horacio y otros c. Baiter S. A." del 17 de marzo
de 1992; F. 329. XXII "Federación de Círculos Católicos de
Obreros c. Santa Cruz, Provincia de s/cobro de australes"
del 22 de diciembre de 1993).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas será admitida desde la oportunidad en que cada
una de las facturas resultó exigible — 1 5 de febrero de
1991— hasta el 1º de abril de ese año (art. 8º, ley 23.928;
causa A. 667. XXII "Asistencia Médica Privada S.A.C. c.
Chaco, Provincia del s/cobro de pesos", sentencia del 19 de
octubre de 1993). A ese fin se aplica el índice de precios al
consumidor que elabora el Instituto Nacional de Estadística
y Censos. Con tales pautas, se fija la deuda en la suma de
803 pesos para la factura 6604 y en la de 11.125 pesos
para la 6537.
10. Que también resulta procedente el reclamo de
intereses pues las demandadas se encuentran en mora a
partir del vencimiento del plazo para el pago de cada
factura (art. 509, Cód. Civil), ya que no negaron su
recepción al ser intimadas de pago, ni desconocieron las
fechas de vencimiento precisamente referidas en las
respectivas cartas documentos antes aludidas. Por
consiguiente, dichos accesorios deben ser calculados a la
tasa del 6 % anual, por tratarse de valores actualizados,
desde el 15 de febrero de 1991 hasta el 31 de marzo de
ese año. A partir de entonces y hasta el efectivo pago se
devengará la tasa de interés que resulte aplicable (causa
C.58.XXIII, "Consultora Oscar G. Grimaux y Asociados
S.A.T. c. Dirección Nacional de Vialidad", fallada el 23 de
febrero de 1993).
11. Que la actora incluye en su pretensión el importe de la
nota de débito Nº 400, mas este monto no resulta aceptable
en razón de que no encuentra justificación en la prestación
de un servicio médico — c omo sucede con los otros
documentos ya examinados— sino que corresponde a
intereses devengados sobre las facturas 6604 y 6537.
12. Que, de lo contrario, habida cuenta de que — s egún
surge de los considerandos precedentes— se han
reconocido los réditos respectivos, la admisión de dicho
reclamo importaría para el actor un enriquecimiento sin
causa.
Por ello, se decide: hacer lugar a la demanda seguida por
Asistencia Médica Privada S.A.C. contra la Provincia de
Buenos Aires y Carmona Alicia Sosa, y condenarla a pagar,
dentro del plazo de treinta días, la suma de 11.928 pesos
con más los intereses liquidados de acuerdo con las pautas
indicadas en el considerando 10. Con costas (art. 68, Cód.
Procesal). Rechazarla en lo que respecta a la pretensión
deducida contra Ada Sosa López. — Gustavo A. Bossert.
Disidencia parcial de los doctores Belluscio y Petracchi
Considerando:
1. Que este juicio es de la competencia originaria de la
Corte Suprema, como se resolvió a fs. 86.
2. Que no obstante las evasivas que pone de manifiesto la
declaración efectuada a fs. 151 por el doctor Alfredo R.
Paoli, no ha mediado negativa expresa acerca de la
autenticidad de la nota que en copia obra a fs. 40 ni
tampoco de la firma que la suscribe en su carácter de
subdirector de la Región Sanitaria VII, cargo que admitió
desempeñar desde el año 1988 hasta mediados de 1991.
Cabe por lo tanto tener por cierto que, como surge de esa
pieza documental de fecha 20 de diciembre de 1990, el
Ministerio de Salud provincial se hizo cargo de los gastos
que demandó la atención médica de Ada Sosa López en la
clínica La Sagrada Familia. La efectiva prestación del
servicio se acreditó, a la vez, con la absolución de
posiciones obrante a fs. 133 y con la carta documento
suscripta por la paciente, reservada en secretaría y
reconocida en ese acto, como asimismo por medio de la
declaración de la jefa de admisión de la clínica que corre a
fs. 151/152.
3. Que la Provincia de Buenos Aires pretendió cuestionar
la condición de beneficiaria del servicio de la codemandada
Sosa López y la existencia de autorización por parte del
funcionario competente para obligar a la provincia. Pero la
falta de diligencia en la producción de la prueba le impidió
acreditar los extremos necesarios para fundar esas
defensas, como las restantes expuestas en su escrito de
responde. Ante tales circunstancias la responsabilidad del
Estado provincial resulta comprometida.
4. Que la situación procesal de las codemandadas Ada
Sosa López y Carmona A. Sosa, declaradas rebeldes, crea
a su respecto la presunción prevista en el art. 356, inc. 1º,
del Cód. Procesal, corroborada por los reconocimientos
expresos efectuados en las respectivas audiencias de
absolución de posiciones en cuanto a la prestación del
servicio a la primera nombrada (ver su respuesta a la
posición 2), y en lo que respecta a la obligación asumida
por la codemandada Carmona Sosa (ver su respuesta a la
posición 1) como deudora solidaria. Todo ello determina
que la demanda deba prosperar, también, contra ellas.
5. Que corresponde entonces determinar el monto de la
condena. Según el informe pericial contable a fs. 174/176,
de los libros de la actora surge la emisión de las facturas y
de la nota de débito cuya falta de pago motiva su reclamo.
Asimismo, mediante las cartas documento agregadas en
copias a fs. 8 y 12, cuya autenticidad y recepción se
acredita a fs. 188, quedaron comprobadas las intimaciones
cursadas a las codemandadas Sosa López y Provincia de
Buenos Aires.
6. Que, de tal manera, cabe establecer la compensación
de la depreciación monetaria que resulta admisible y los
intereses devengados sobre las sumas adeudadas.
7. Que, al respecto, en reiteradas oportunidades esta Corte
ha sostenido que el reconocimiento del reajuste monetario
deriva de la variación del poder adquisitivo de la moneda,
doctrina que se funda en la inviolabilidad de la propiedad
tutelada por el art. 17 de la Constitución Nacional (Fallos:
303:1317; 310:689 y 1706; 311:947; S. 575. XXIII "Serra,
Fernando Horacio y otros c. Baiter S. A." del 17 de marzo
de 1992; F. 329. XXII "Federación de Círculos Católicos de
Obreros c. Santa Cruz, Provincia de s/cobro de australes"
del 22 de diciembre de 1993).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas será admitida desde la oportunidad en que cada
una de las facturas resultó exigible — 1 5 de febrero de
1991— hasta el 1º de abril de ese año (art. 8º, ley 23.928;
causa A. 667.XXII "Asistencia Médica Privada S.A.C. c.
Chaco, Provincia del s/cobro de pesos", sentencia del 19 de
octubre de 1993). A ese fin se aplica el índice de precios al
consumidor que elabora el Instituto Nacional de Estadística
y Censos. Con tales pautas, se fija la deuda en la suma de
803 pesos para la factura 6604 y en la de 11.125 pesos
para la 6537.
8. Que también resulta procedente el reclamo de intereses
pues las demandadas se encuentran en mora a partir del
vencimiento del plazo para el pago de cada factura (art.
509, Cód. Civil), ya que no negaron su recepción al ser
intimadas de pago, ni desconocieron las fechas de
vencimiento precisamente referidas en las respectivas
cartas documento precisamente referidas en las respectivas
cartas documento antes aludidas. Por consiguiente, dichos
accesorios deben ser calculados a la tasa del 6 % anual,
por tratarse de valores actualizados, desde el 15 de febrero
de 1991 hasta el 31 de marzo de ese año. A partir de
entonces y hasta el efectivo pago se devengará la tasa de
interés que resulte aplicable (causa C.58.XXIII, "Consultora
Oscar G. Grimaux y Asociados S.A.T. c. Dirección Nacional
de Vialidad", fallada el 23 de febrero de 1993).
9. Que la actora incluye en su pretensión el importe de la
nota de débito Nº 400, mas este monto no resulta aceptable
en razón de que no encuentra justificación en la prestación
de un servicio médico — c omo sucede con los otros
documentos ya examinados— sino que corresponde a
intereses devengados sobre las facturas 6604 y 6537.
10. Que, de lo contrario, habida cuenta de que — s egún
surge de los considerandos precedentes— se han
reconocido los réditos respectivos, la admisión de dicho
reclamo importaría para el actor un enriquecimiento sin
causa.
Por ello, se decide: hacer lugar a la demanda seguida por
Asistencia Médica Privada S.A.C. contra la Provincia de
Buenos Aires, Ada Sosa López y Carmona A. Sosa, y
condenarlas a pagar, dentro del plazo de treinta días, la
suma de 11.928 pesos con más los intereses liquidados de
acuerdo con las pautas indicadas en el consid. 8º. Con
costas (art. 68, Cód. Procesal). — Augusto César
Belluscio. — Enrique S. Petracchi.

CSJN, 15/12/1998, "R.V. de D.S., María c. Qualitas


Médica S.A.", Fallos: 321:3493. Sumarios
1. En caso de duda respecto de las cláusulas contractuales
predispuestas, cuyo sentido es equívoco y ofrece
dificultades para precisar el alcance de las obligaciones
asumidas por el predisponente, debe prevalecer la
interpretación que favorece a quien contrató con aquél o
contra el autor de las cláusulas uniformes. Máxime, cuando
se refieren a las cláusulas de un contrato de prestación
médica, dada la jerarquía de los valores que se encuentran
en juego: la vida y el derecho a obtener la conveniente y
oportuna asistencia sanitaria.
2. Procede el recurso extraordinario aun cuando los
agravios conducen al examen de una cuestión de derecho
común — e n el caso, la exégesis de la voluntad contractual
— , cuando el fallo carece de la debida fundamentación
con grave lesión de garantías constitucionales.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, diciembre 15 de 1998.
Considerando:
1. Que la sala B de la Cámara Nac. de Apelaciones en lo
Comercial, al revocar parcialmente la sentencia de primera
sentencia, rechazó el reclamo por gastos de internación
derivados de un nacimiento prematuro. Contra dicho
pronunciamiento la actora interpuso el recurso
extraordinario que fue concedido a fs. 504/505.
2. Que para así decidir el a quo consideró que la
cláusula quinta del contrato de prestación médica celebrado
entre las partes era suficientemente clara al excluir
la cobertura de los nacimientos producidos dentro del
período de carencia.
3. Que los agravios de la apelante suscitan cuestión
federal suficiente para su consideración por la vía intentada,
sin que obste a ello que conduzcan al examen de una
cuestión de derecho común — c omo lo es la relativa a la
exégesis de la voluntad contractual — ya que lo resuelto
sobre temas de esa índole es susceptible de revisión en
supuestos excepcionales cuando el fallo carece de la
debida fundamentación exigible a las decisiones judiciales,
con grave lesión de garantías constitucionales (Fallos:
301:108, 865; 304:289; 307:1054 — L A LEY, 1986-A,
239 — ; 312:1036, entre otros).
4. Que en los casos de contratos con cláusulas
predispuestas cuyo sentido es equívoco y ofrece
dificultades para precisar el alcance de las obligaciones
asumidas por el predisponente, en caso de duda debe
prevalecer la interpretación que favorezca a quien contrató
con aquél o contra el autor de las cláusulas uniformes
(doctrina de Fallos: 317:1684).
Esta regla hermenéutica se impone en razón de expresas
disposiciones legales (art. 1198, Cód. Civil; art. 218 inc.
3°, Cód. de Comercio; art. 3°, ley 24.240). La exigencia de
acatar dicha pauta se acentúa en el supuesto del contrato
de prestación médica, habida cuenta de la jerarquía de los
valores que se hallan en juego: la vida y el derecho a
obtener la conveniente y oportuna asistencia sanitaria.
5. Que el fallo impugnado no observa el mencionado
principio. Ello es así, por cuanto el a quo no valoró
adecuadamente que de no ser por el proceso patológico
sufrido por la actora, el parto — d e acuerdo con su fecha
probable — se hubiera producido después del período de
carencia y que el nacimiento pretérmino tuvo lugar como
consecuencia de una intervención quirúrgica a la que la
demanda brindó cobertura como estaba estipulado. El
acabado examen de estas circunstancias era imprescindible
a fin de mantener el equilibrio de las prestaciones
salvaguardando la regla "pacta sunt servanda" frente a las
limitaciones del poder de negociación de la adherente.
6. Que, en función de lo expuesto, cabe concluir que lo
resuelto guarda nexo directo e inmediato con las garantías
que se invocan como vulneradas (art. 15, ley 48), por lo que
corresponde su descalificación como acto jurisdiccional en
los términos de conocida doctrina de esta Corte sobre
arbitrariedad.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y
se deja sin efecto la sentencia. Con costas (art. 68, Cód.
Procesal). Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de
que, por quien corresponda, se dicte un nuevo fallo con
arreglo al presente. — Eduardo Moliné
O'Connor. — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F.
López. — Gustavo A. Bossert. — Adolfo R. Vázquez.

CSJN, 10/5/1999, "Guzmán, Oscar S. c. Lotería Nacional


y Casinos y otros (Provincia del Neuquén)",
Fallos: 322:736. Hechos
Una persona que participó en una jugada del juego
Pronósticos Deportivos, promovió demanda contra Lotería
Nacional, la Provincia del Neuquén, el titular de una
agencia y el propietario del comercio en quien el
agenciero había derivado la venta de tarjetas. El actor
sostuvo que, al haber comprobado que los resultados de
la jugada coincidían con la apuesta que había realizado,
concurrió a la agencia a fin de realizar los trámites para
percibir el premio, lo cual no fue posible porque le
comunicaron que su tarjeta había sido impugnada. El
titular de la agencia sostuvo al contestar la demanda que
la tarjeta no podía concursar porque carecía de
perforación en todos los pronósticos. Los demás
codemandados negaron su responsabilidad. La Corte
Suprema admite la demanda sólo contra el titular de la
agencia.
Sumarios
1. La reglamentación de los juegos de azar monopolizados
por el Estado, impuesta por lo general
mediante contratos de adhesión, no resulta, pese a su
severidad, irrazonable o inicua, y encuentra fundamento en
las peculiares condiciones de la actividad.
2. En el marco del derecho administrativo en que se
desenvuelve la actividad de juegos de azar, resultan
admisibles cláusulas que exorbitan el ámbito del derecho
privado.
3. Toda vez que se acreditó suficientemente la celebración
del contrato de juego denominado "Pronósticos Deportivos"
y el incumplimiento por parte de la agencia oficial de la
prestación que le compete en cuanto al control de las
tarjetas, estaba a cargo de su titular demostrar la existencia
de eximentes de responsabilidad que lo liberen de su
obligación de cumplir los trámites necesarios para permitir
la correcta realización de la apuesta a los fines de la
participación en el concurso.
4. Estando acreditado que de no mediar el incumplimiento
del agenciero la tarjeta de "Pronósticos Deportivos" jugada
por el actor habría superado los controles electrónicos
previstos en la reglamentación (art. 14, reglamento del
juego nro. 649/86) y resultado premiada, se configura un
daño cierto y actual que debe ser resarcido, para lo cual es
menester considerar la apuesta como incorporada a la de
los restantes ganadores del premio y restarle los
descuentos impositivos y de otra naturaleza que soportan
los beneficiarios.
5. Es improcedente responsabilizar a Lotería Nacional y
Casinos por el daño que sufrió el actor al no poder percibir
el premio correspondiente al juego de Pronósticos
Deportivos por haber sido impugnada la tarjeta
correspondiente, ya que fue la agencia oficial quien
incumplió la prestación que le competía —e n el caso, la
tarjeta carecía de perforaciones en todos los pronósticos—,
razón por la cual es aplicable la eximición de
responsabilidad prevista en el art. 28, disposición 649/86.
6. Las costas correspondientes al rechazo de la demanda
resarcitoria entablada contra Lotería Nacional y Casinos y
contra una provincia por quien no pudo percibir el premio
correspondiente a un juego de azar —e n el caso,
Pronósticos Deportivos—, deben distribuirse pro su orden
en atención a que las circunstancias que llevaron a liberar a
aquellos de responsabilidad no hubieran podido ser
comprobadas fehacientemente sino en el ámbito de un
juicio, lo cual justifica que el actor haya dirigido contra ellos
la demanda.
7. Las costas correspondientes al rechazo de la demanda
resarcitoria entablada contra Lotería Nacional y Casinos y
contra una provincia por quien no pudo percibir el premio
correspondiente a un juego de azar —e n el caso,
Pronósticos Deportivos—, deben distribuirse pro su orden
si, en razón de las particulares circunstancias del caso, el
actor pudo considerarse con derecho para litigar. (Del voto
del doctor Bossert).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, mayo 10 de 1999.
Resulta: I) A fs. 18/22 se presenta Oscar Sebastián
Guzmán e inicia demanda ordinaria contra Lotería Nacional
y Casinos y/o Lotería y Quiniela del Neuquén y/o Agencia
Oficial 190 y/o Lorenzo Martínez y/o Silvia Ortíz de Hoyos.
Dice que la semana previa al domingo 25 de octubre de
1987 participó en las apuestas de Pronósticos Deportivos
(PRODE) para lo cual confeccionó la tarjeta N° 1681008 CC
135049/8 en la sub agencia "Kiosko Silvia" de propiedad de
la codemandada Ortíz de Hoyos, ubicada en Perito Moreno
134 de la ciudad del Neuquén, otorgándosele el
correspondiente recibo. Al realizarse las competencias
deportivas previstas en la jugada N° 733 pudo comprobar
que sus resultados coincidían con la apuesta que había
realizado. Publicados esos resultados y dada a conocer la
ubicación geográfica de las apuestas favorecidas con el
premio se constató que, entre otras, existía una
correspondiente a la Provincia del Neuquén. Fue entonces
que el hecho alcanzó gran notoriedad.
En tales circunstancias concurrió a la agencia a fin de
realizar los trámites relacionados con el cobro del premio,
oportunidad en que fue informado de que debía esperar la
llegada de los extractos. Al presentarse se le comunicó, sin
ningún argumento convincente, que su tarjeta había sido
impugnada.
Ante ello, reclamó mediante carta documento enviada a la
propietaria del local donde había realizado la apuesta, la
que fue contestada haciéndole saber que no existían
apostadores beneficiados entre los que habían jugado allí.
También intimó por igual medio al señor Lorenzo Justo
Martínez, titular de la agencia N° 190, quien contestó en
iguales términos que la anterior. El mismo resultado
obtuvieron sus reclamos a las loterías Nacional y Provincial.
En cuanto a la impugnación de su tarjeta, dice que no surge
del extracto publicado por el C.U.P.E.D.
Invoca el art. 2051 del Código Civil cuyos presupuestos —
a grega— se cumplen en el presente caso y cita
jurisprudencia.
Finaliza diciendo que, por su parte, cumplió con todos los
pasos previos y necesarios para la realización de las
apuestas desconociendo los trámites internos de la sub
agencia y por ende de la agencia oficial.
II) A fs. 26 precisa el monto reclamado.
III) A fs. 34/36 se presenta Silvia Argentina Ortíz de Hoyos.
Realiza una negativa de carácter general y da su versión
de los hechos. Expresa que el titular de la agencia que tiene
la concesión oficial para levantar apuestas del juego de
PRODE es el señor Lorenzo Martínez. Por su parte, se
limitaba a recibir apuestas sobre la base de las boletas que
le entregaba Martínez, quien le había solicitado su
colaboración habida cuenta de la buena ubicación
comercial del "kiosko" de su propiedad.
Explica los pormenores de las apuestas de PRODE
previstos en las disposiciones legales aplicables y sostiene
que al no ser agente oficial y no estar autorizada, por lo
tanto, a realizar el control de las tarjetas, no media
responsabilidad de su parte, la que, de existir, recaería
sobre el agente autorizado.
Opone la excepción de defecto legal en los términos de
que da cuenta el escrito de fs. 34/36 la que es rechazada a
fs. 161.
IV) A fs. 47 se presenta Lotería y Quiniela de la Provincia
del Neuquén. Opone la defensa de falta de legitimación
pasiva por cuanto no es un ente autárquico sino que integra
la administración provincial.
V) A fs. 51/55 contesta el titular de la agencia N° 190,
Lorenzo Justo Martínez. Niega los hechos invocados por la
actora. Dice que entre quienes jugaron en su agencia no
hubo ganadores del concurso N° 733.
Respecto de la tarjeta N° 1681008 CC 135049/8, sostiene
que no podía jugarse por imperio de las disposiciones
reglamentarias vigentes, las que reproduce en tanto
guardan relación con la situación de autos, toda vez que
carecía de perforación en todos los pronósticos como
consta en la nómina de tarjetas no concursantes y listado
de impugnados expedidos por la Lotería Nacional
correspondientes al concurso N° 733 del 25 de octubre de
1987 que adjunta. Esa falta de perforación en los trece
casilleros le hace sospechar de la autenticidad del recibo, la
que niega, ya que si bien reconoce que por mala confección
o error podría faltar una perforación en algún casillero,
resulta imposible que todos carezcan de ella.
Agrega que la "matriz" de la tarjeta fue remitida como
correspondía y que en definitiva se encontraba en Lotería
Nacional, que no sabe cómo llegó a su agencia y que no
fue confeccionada por él o sus dependientes. Destaca la
falta de perfeccionamiento del contrato sobre la base de las
normas reglamentarias aplicables y dice que de su parte
obró con absoluta buena fe. En particular, refiere que una
vez recibida la nómina de las tarjetas impugnadas, fue
puesta en un lugar visible de la agencia para conocimiento
de todos los interesados, por lo cual resulta imposible que
el actor se atribuya la condición de merecedor al premio.
Sostiene que aquél perforó el recibo a posteriori para
aparecer como ganador, lo que se demostrará ante la
justicia penal cuya intervención requiere.
VI) A fs. 59/60 el Fiscal Federal del Neuquén, en
representación del Ministerio de Salud y Acción Social de la
Nación, plantea la falta de personería de la Lotería Nacional
para estar en juicio y a fs. 70/77 contesta la demanda.
Niega los hechos invocados y se refiere a las
características del juego de PRODE y a los criterios de la
jurisprudencia sobre la materia, para considerar luego la
importancia de la tarjeta a que se refiere el art. 9° del
reglamento. Esa tarjeta es el impreso sobre el cual se
registran los pronósticos y está constituida por dos partes
denominadas "recibo" y "matriz". La primera, según lo
dispone el art. 13, es entregada al apostador y es el
comprobante de su participación en el concurso, sujeta a
las previsiones de los arts. 14 y 15, en tanto que la "matriz"
se envía a la Lotería Nacional y constituye, según el art. 12,
el único elemento de computación o escrutinio que sólo
puede ser manipulado por el agente autorizado. El
apostador deberá revisar la tarjeta para determinar que en
ella constan los pronósticos efectuados.
La "matriz" —p rosigue— es un elemento imprescindible
para cotejar el recibo que tiene en su poder el apostador y
acuerda solidez y eficacia a todo el sistema.
En cuanto al contrato, lo ubica entre los de adhesión y de
naturaleza administrativa con cláusulas exorbitantes al
derecho privado.
Pasa luego a considerar la situación que se genera con las
tarjetas antes de ser recibidas por la Lotería, y en ese
sentido cita el art. 28 del reglamento que establece su
irresponsabilidad respecto de los perjuicios que provoque la
relación entre el agente autorizado y el público apostador,
situación que comprende "la inobservancia de las normas
reglamentarias por parte del agente autorizado receptor o
sus empleados". Esa norma no es caprichosa ni
arbitraria —d ice— y es necesaria para la protección del
sistema y, por otro lado, es conocida y consiguientemente
aceptada por el apostador.
VII) A fs. 80 la actora se allana a la excepción de falta de
personería y pide que se corra traslado al Ministerio de
Salud y Acción Social.
VIII) A fs. 115 se resuelve que la Lotería del Neuquén no
es un organismo autárquico, por lo que se da intervención a
la provincia y a fs. 122 esta Corte se declara competente.
IX) A fs. 182 se presenta la Provincia del Neuquén. Plantea
la falta de personería respecto de la codemandada Lotería
de la Provincia, cuestión ya resuelta a fs. 115, y en cuanto a
la cuestión debatida sostiene la improcedencia del reclamo
sobre la base de las disposiciones que rigen la materia, en
particular el art. 12 de las disposiciones LN 649/86 y
2561/86, en cuanto asigna a la matriz de la tarjeta el
carácter de único elemento que hace plena prueba respecto
de los pronósticos. Sobre tales bases, destaca que de lo
expuesto en la demanda, no surge ninguna responsabilidad
de su parte.
Considerando:
1°) Que en primer término corresponde precisar la
naturaleza jurídica de las relaciones que vincularon al actor
con cada uno de los demandados, menester indispensable
si se repara en la confusa e indiscriminada imputación de
responsabilidades que surge del escrito de demanda. En
ese sentido, cabe señalar que la cita de jurisprudencia
efectuada en el párrafo final de fs. 19 vta., como la
atribución mayoritaria de responsabilidad al agenciero,
(causante del error, se dice a fs. 20) revela la escasa
convicción que la parte actora parece acordar a su reclamo
ante los organismos nacional y provincial.
2°) Que en lo que hace a esta última pretensión basada en
la responsabilidad del Estado, debe tenerse en cuenta que
reconoce su origen en un contrato de apuesta (art. 2055 del
Código Civil) sometido a las regulaciones que dictan las
autoridades administrativas (art. 2069 de ese código). En
este caso, encuadrado en el juego de "Pronóstico sobre
eventos deportivos", creado por la ley 19.336 y sometido a
sucesivas reglamentaciones (así por ejemplo, las
disposiciones de Lotería Nacional Nros. 46/72, 21, 84 y
1856 del año 1973 y 649/86, todas ellas publicadas en el
Boletín Oficial, como se acredita con las constancias de
fs. 388/397).
3°) Que esas disposiciones establecen que la participación
del apostador determina la aceptación por su parte de
"todas las normas que reglamentan el juego denominado
PRODE (Pronósticos Deportivos)" (art. 5°, disposición
649/86 aplicable al tiempo del suceso). Por otro lado, la
tarjeta recibo entregada al participante contiene impresa la
reiteración de esa regla (ver tarjeta obrante en sobre
reservado en secretaría). En el presente caso, por lo
demás, el conocimiento por parte de Guzmán ha quedado
acreditado mediante las respuestas dadas a las posiciones
3a. y 4a. del pliego de fs. 368 (ver fs. 369).
4°) Que, de tal manera, el actor conocía que la "matriz" de
la tarjeta, "único elemento de computación o escrutinio" (art.
12) era objeto "antes de la realización de las competencias
programadas" de un "proceso electrónico de registro y
control, indispensable para su posterior computación", cuyo
resultado "es inapelable para el apostador, considerándose
que la jugada es condicional hasta que se verifique su
participación en el concurso respectivo" (art. 14) y que "si
por cualquier circunstancia, vicio, defecto o irregularidad la
tarjeta matriz fuera impugnada, tuviera que ser invalidada
por el agente autorizado, se hubiere extraviado o no
ingresara en el proceso, no participará en el concurso". De
configurarse alguna de estas circunstancias, el apostador
"sólo tendrá derecho a que se le restituya el importe de la
jugada realizada y el arancel respectivo, quedando
eximidas de toda otra responsabilidad la Lotería Nacional y
las Entidades Oficiales coordinadoras del sistema en sus
respectivas jurisdicciones" (art. 15). Cabe consignar que
este último carácter asumió en el sub lite la Lotería del
Neuquén.
5°) Que es claro entonces que la participación en el
concurso queda subordinada a la condición (art. 528 del
Código Civil) de que en el proceso ulterior de registro y
control y consiguiente computación las tarjetas no resulten
impugnadas, extremo que se admite acaecido y surge de
la lista del 23 de octubre de 1987 realizada con anterioridad
a las competencias (ver fs. 329 y 333). Cabe señalar,
asimismo, que tampoco puede asignarse responsabilidad a
la Lotería Nacional ni a las entidades coordinadoras por los
perjuicios que provoque la relación entre el agente
autorizado y el público apostador, tal como lo dispone el art.
28 de la disposición 649/86 a cuyos alcances se hará
referencia más adelante.
Por último, es menester recordar que esta Corte ha tenido
oportunidad de declarar que la reglamentación de los
juegos de azar monopolizados por el Estado, impuesta por
lo general mediante contratos de adhesión, no resulta, pese
a su severidad, irrazonable o inicua, y encuentra
fundamento en las peculiares condiciones de la actividad
(Fallos: 292:190; 296:300; 301:130); como, asimismo, que
en el marco del derecho administrativo en que se
desenvuelve resultan admisibles cláusulas que exorbitan el
ámbito del derecho privado.
6°) Que, excluida la responsabilidad estatal, resta
determinar la procedencia de la demanda contra el titular de
la agencia N° 190, señor Lorenzo Martínez. Las
disposiciones reglamentarias de la ley 19.336 ya citadas
contemplan esa figura a cuyo cargo está la recepción de las
apuestas en los locales autorizados (art. 10, disposición
649/86), cuya identificación debe constar en los recibos de
las jugadas (art. 11). La trascendencia de la función de la
agencia se manifiesta a poco que se advierta que la "matriz"
de la tarjeta —q ue, como se dijo, es el único elemento de
computación o escrutinio— "solo podrá ser manipulada por
el agente autorizado" (art. 12), quien entregará al apostador
el recibo de la jugada —c omprobante de la participación en
el concurso— una vez que lo hubiera autenticado (art. 13).
Su intervención en las etapas previas a las competencias
programadas llega a permitirle invalidar tarjetas que
presentan las anomalías que señala el art. 15 y, como lo
reconoce Martínez en su absolución de posiciones a
fs. 277, es "responsable de efectuar el control para que las
tarjetas no vayan en blanco", como supone que sucedió en
este caso (posiciones 1a. y 1a. de la ampliación).
7°) Que la propia reglamentación admite que a más de la
relación jurídica entre el agente y la lotería, propia del
régimen administrativo, existe otra entre aquél y el
apostador, a la que hace explícita referencia el art. 28 de la
disposición 649. En efecto, allí, al liberarse al Estado de
responsabilidad por los "perjuicios que provoque la relación
entre el agente autorizado y el público apostador" relativos
a la no intervención de tarjetas impugnadas o no
ingresadas, la extiende a los daños que "resulten de la
inobservancia o incumplimiento de las normas
reglamentarias por parte del agente receptor o de sus
empleados", admitiéndose implícitamente un vínculo entre
aquél y el jugador, el que no puede aparecer desprovisto de
las consecuencias jurídicas que genera esta suerte de
contrato innominado. Una conclusión contraria importaría
reconocer un vacío de responsabilidad toda vez que,
exculpadas las autoridades administrativas en virtud de las
cláusulas exorbitantes que lo justifican, el apostador vería
lesionados sus legítimos derechos como participante del
juego que ha cumplido con las exigencias legales que le
son impuestas.
Que ante ello, toda vez que se acreditó suficientemente la
celebración del contrato (ver declaración de fs. 275/276) y
el incumplimiento por parte de la agencia oficial de la
prestación que le compete en cuanto al control de las
tarjetas, estaba a cargo de su titular demostrar la existencia
de eximentes de responsabilidad que lo liberen de su
obligación de cumplir los trámites necesarios de su parte
para permitir la correcta realización de la apuesta que
permita la participación en el concurso. En el caso, debe
recordarse, asimismo, que la condición de agente oficial
imponía al codemandado Martínez el debido cuidado en el
manejo de los valores que le fueron confiados (art. 902 del
Código Civil).
Corresponde aclarar que la responsabilidad del titular de la
agencia oficial no se ve desplazada ni atenuada por la
intervención que le cupo a la propietaria del "kiosko" Silvia,
aquí demandada, respecto de cuyas consecuencias nada
aduce Martínez en su contestación de fs. 51/55. En efecto,
la delegación que habría efectuado Martínez a favor de esta
última, comporta una irregular prestación de las
obligaciones indelegables que la reglamentación pone en
cabeza del agente autorizado, único encargado de la
entrega y recepción de las tarjetas que comprueban la
participación en el juego (arts. 5°, 10, 11, 13 y 28 de la
resolución N° 649/86). Por ello, no se advierten razones
para responsabilizar concurrentemente a la codemandada
Hoyos.
8°) Que habida cuenta de lo expuesto corresponde fijar el
monto indemnizatorio. En ese sentido está acreditado que
de no mediar el incumplimiento del agenciero la tarjeta
jugada por Guzmán habría superado los controles
electrónicos previstos en la reglamentación (art. 14,
reglamento del juego N° 649/86) y resultado premiada. Se
trata entonces de un daño cierto y actual que debe ser
resarcido. Para ello es menester considerar la apuesta del
actor como incorporada a la de los restantes veinticuatro
ganadores del premio de A 120.283,71 que correspondió a
cada uno (ver informe de la Lotería Nacional, fs. 295 y 296).
Ese importe deberá sufrir la deducción de los descuentos
impositivos y de otra naturaleza que soportan los
beneficiados y la suma resultante constituirá el monto de la
indemnización.
En cuanto a los intereses se computarán desde la
oportunidad prevista en el art. 26 del reglamento del juego y
hasta el 31 de marzo de 1991 a la tasa del 6% anual y a
partir de entonces y hasta el efectivo pago se devengarán
los que correspondan según la legislación aplicable (Fallos:
316:165).
Por ello se decide: 1) Hacer lugar, con costas, a la
demanda iniciada por Oscar Sebastián Guzmán contra
Lorenzo Justo Martínez, a quien se condena a pagar la
suma que resulte de la liquidación a efectuar en la etapa de
ejecución de sentencia, para lo cual el monto total
destinado al pago de los primeros premios de la jugada N°
733 se dividirá en veinticinco partes, y de la suma resultante
se deducirán los descuentos ordinarios que se efectúan en
este tipo de apuestas; 2) Rechazar la demanda en lo que se
refiere a las loterías Nacional y del Neuquén, como
asimismo en lo que hace a Silvia Argentina Ortíz de Ollo u
Hoyos. Costas por su orden en atención a que las
circunstancias que han llevado a liberar a éstas de toda
responsabilidad, no hubieran podido ser comprobadas
fehacientemente sino en el ámbito de un juicio, lo cual
justifica que el actor haya dirigido contra ellos la demanda.
Notifíquese, devuélvase la documentación agregada y
oportunamente archívese. — Julio S.
Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor. — Carlos S.
Fayt. — Augusto C.Belluscio. — Enrique S.
Petracchi. — Guillermo A. F. López. — Gustavo A. Bossert
(por su voto) — Adolfo R. Vázquez.
Voto del doctor Bossert:
Considerando: Que el infrascripto coincide con los
fundamentos del voto de la mayoría con exclusión de la
parte dispositiva que expresa en los siguientes términos:
Por ello se decide: 1) Hacer lugar, con costas, a la
demanda iniciada por Oscar Sebastián Guzmán contra
Lorenzo Justo Martínez, a quien se condena a pagar la
suma que resulte de la liquidación a efectuar en la etapa de
ejecución de sentencia, para lo cual el monto total
destinado al pago de los primeros premios de la jugada N°
733 se dividirá en veinticinco partes, y de la suma resultante
se deducirán los descuentos ordinarios que se efectúan en
este tipo de apuestas; 2) Rechazar la demanda en lo que se
refiere a las loterías Nacional y del Neuquén, como
asimismo en lo que hace a Silvia Argentina Ortíz de Ollo u
Hoyos. Con costas por su orden pues, en razón de las
particulares circunstancias del caso, la actora pudo creerse
con derecho para litigar (art. 68, segundo párrafo, del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Notifíquese, devuélvase la documentación agregada y
oportunamente archívese. — Gustavo A. Bossert.

CSJN, 28/3/2000, "Brody Vigh Veiss, Pedro c. Provincia


del Chaco y otro", Fallos: 323:678. Sumarios
1. El actor no tiene derecho a premio alguno de la lotería
combinada — e n el caso, Chaqueña— porque no
se verifica la coincidencia entre los cuatro dígitos y la clave
tal como lo dispone la resolución reglamentaria.
2. No corresponde asignar mayor valor al medio
publicitario — e n el caso, cartel de
propaganda sobre premios de lotería combinada— que a la
resolución reglamentaria conocida y aceptada por el actor
que exige para la obtención del primer premio la
coincidencia de cuatro dígitos y la clave.
3. La reglamentación de los juegos de azar monopolizados
por el Estado e impuesta por lo general mediante contratos
de adhesión no resulta irrazonable o inicua y encuentra
fundamento en las peculiares condiciones de la actividad,
siendo admisibles en el marco de derecho administrativo en
que se desenvuelven las cláusulas que exorbitan el ámbito
del derecho privado.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, marzo 28 de 2000.
Considerando:
1. Que la pretensión reconoce su origen en un contrato
de apuesta (art. 2055, Cód. Civil) sometido a las
regulaciones que dictan las autoridades administrativas (art.
2069 de ese código). En este caso se trata de la "lotería
combinada" autorizada por el dec. 536/83, que a su vez
remite a los "programas confeccionados al efecto para ese
juego" y faculta al directorio de la entidad autárquica
demandada "a reglamentar todo lo no previsto en el
presente...con relación a la lotería autorizada por este
instrumento legal" (arts. 4° y 18; confr. fs. 67/70).
2. Que el mencionado decreto (publicado en el Boletín
Oficial provincial del 11 de mayo de 1983) establece que "el
solo hecho de participar en el juego de la 'Lotería
Combinada' involucra la aceptación integral de la presente
reglamentación por parte de los Agentes Oficiales y público
jugador" (art. 3º). En el caso de autos — r eferente al sorteo
extraordinario "Navidad 1993"— la reglamentación se
integró con el "programa de premios" aprobado por la res.
1047 del 26 de octubre de 1993, cuya copia ha
acompañado el propio actor.
Cabe señalar que la fracción adquirida por el demandante
contiene impresa la reiteración de la regla referente a la
"aceptación integral" del reglamento, con el agregado de
que "los premios, precios de venta al público, etc., se
ajustarán al programa que para cada sorteo dicte la Lotería
Chaqueña...", es decir — e n el caso— la citada res. 1047.
3. Que en el segundo anexo de dicha resolución se exige
invariablemente, tanto para el primer premio como para los
restantes, la obtención de una determinada cantidad de
dígitos (4, 3, 2 ó 1, según el caso) iguales al "número clave"
que figura en el casillero destinado a tal efecto en el cupón-
billete. Este requisito es concordante con lo establecido en
el art. 21 inc. b, del pliego de condiciones particulares del
llamado a licitación Nº 08/89 para la confección de los
billetes de "lotería combinada"; según dicha cláusula el
cupón de resolución inmediata contendrá "en zonas
cubiertas, la clave y la combinación de 6 (seis) números
que indiquen el resultado para el apostador".
Toda vez que en el billete del actor no se verifica la
referida condición, es evidente que carece de derecho a
premio alguno.
4. Que no obsta a esa conclusión el hecho de que el cartel
de propaganda haya consignado deficientemente el
requisito en cuestión — e specificándolo sólo respecto de
los premios menores— pues, como surge de lo expuesto en
el considerando segundo, el actor sabía que la participación
en el sorteo implicaba la aceptación del reglamento
respectivo que, en el caso, supeditaba la obtención del
primer premio a la condición de que el billete registrara una
coincidencia de cuatro números con la clave. Asimismo,
estaba en conocimiento de que lo concerniente a "los
premios" se ajustaría al "programa" dictado por la Lotería
Chaqueña, que no debe confundirse con un simple folleto
publicitario.
Por lo demás, la lectura de ese folleto no respalda en
absoluto la postura del actor, ya que — a diferencia de lo
que ocurre respecto de los segundos, terceros y cuartos
premios — en dicha propaganda no se consigna ningún
requisito para la obtención del primer premio.
De tal manera, si por vía de hipótesis se asignara mayor
valor a ese medio publicitario que a la resolución cuyo
contenido debía reflejar, se llegaría a la absurda conclusión
de que ningún participante tendría derecho a obtener el
primer premio.
No es ocioso recordar la doctrina de esta Corte acerca de
que la reglamentación de los juegos de azar monopolizados
por el Estado, impuesta por lo general mediante contratos
de adhesión, no resulta, pese a su severidad, irrazonable o
inicua, y encuentra fundamento en las peculiares
condiciones de la actividad; como, asimismo, que en el
marco del derecho administrativo en que se desenvuelve
resultan admisibles cláusulas que exorbitan el ámbito
del derecho privado (Fallos: 322:736 y sus citas).
5. Que en atención a lo expuesto precedentemente resulta
irrelevante la circunstancia de que el cupón del actor
contenga la descripción de los premios en el sector que se
encuentra debajo de la indicación "raspe aquí".
De todos modos, y a fin de dar plena respuesta a los
planteos del reclamante, cabe señalar que, como lo
destacan los peritos calígrafo y analista de sistemas en sus
conclusiones, la presencia de ese texto responde a una
sobreimpresión anormal. En rigor, basta la mera
observación del billete original (reservado en secretaría) o
de las macrofotografías glosadas a fs. 537/539 para
corroborar esa conclusión, pues se advierte a simple vista
que los caracteres que aluden a los premios aparecen
entremezclados (y parcialmente superpuestos) con los
números correspondientes al juego de "resolución
inmediata". El perito calígrafo señala que "la última línea de
inscripción" (es decir, aquella en la que el actor sustenta su
postura) "es de mala calidad y casi no puede leerse del lado
izquierdo del cupón".
Las probables razones de esta anómala sobreimpresión
(diferencias de velocidad y temperatura en el pasaje de las
resmas a través del horno de secado, mal funcionamiento
de éste, defectos en la partida de tinta, etc.) están
sobradamente explicadas en los dos dictámenes técnicos
producidos (fs. 398/403 y 540/546) y parecen ser admitidas
por el propio actor (confr. fs. 438 vta., al comienzo). Pero
cualquiera que sea la causa de la anomalía, lo cierto es que
ella existió y la mejor prueba de esto la constituye la
circunstancia — c omprobada por el perito en sistemas y
verificable a simple vista— de que en todos los campos
raspados (los cuatro que se encuentran en el cupón
superior y los ubicados en los otros dos cupones) la tinta
empleada para imprimir las inscripciones exteriores
traspasó la capa de látex. Sin necesidad de instrumentos
especializados alcanza a verse, por ejemplo, que en los
casilleros "de control" (distribuidos en los tres cupones del
billete), la leyenda "no raspar" — q ue, obviamente, debía
constar en la capa plateada y desaparecer una vez
removida ésta— luce entremezclada con los dígitos
impresos por debajo de la cobertura. Lo mismo ocurre con
el signo de interrogación ["?"] ubicado en el sector superior
izquierdo, que al traspasar la cobertura aparece también
entreverado con el "número clave". En tales condiciones, es
perfectamente lógico inferir — c omo lo hace el perito
analista de sistemas a fs. 402 vta. y 444 vta.— que la
inscripción en la que el actor sustenta su pretensión no es
más que una leyenda de publicidad descriptiva de los
premios que también penetró la cubierta de látex dando
lugar a la anómala sobreimpresión aludida. Esta conclusión
aparece corroborada por la declaración testifical de
fs. 519/520.
Por lo demás, existen otras comprobaciones efectuadas
por el perito calígrafo que disipan toda posible duda acerca
de la anomalía apuntada. En efecto, el experto pudo
determinar que el texto con la descripción de los premios
está impreso con "látex gris, idéntico al que en el proceso
de elaboración cubrió todos los rectángulos que llevan
como leyenda 'no raspar' e incluso estos cuadros
superiores". Además, "sobre la inscripción en látex [la
descripción de los premios] no se ha encontrado ningún tipo
de protección superior, como el utilizado sobre la primer
línea impresa [la que contiene los números]". Asimismo, el
experto consideró "de gran importancia" el estudio
magnificado del último dígito de la cifra "$ 250.000", ya que
en su parte inferior no se alcanzó a remover el látex
protector y la tinta roja, la cual "conforme mediciones
efectuadas, guarda total concordancia con el estampado del
'0' que se halla por debajo" (confr. fs. 545 y
macrofotografías de fs. 538/539). Esa comprobación "torna
en altamente probable que la inscripción superior al látex en
tinta roja, haya coincidido exactamente con la línea que
enumera los premios, ya que el último '0' y el rectángulo
coinciden".
De todos modos, estas explicaciones sólo tienen por objeto
esclarecer el motivo por el que apareció la leyenda en
cuestión entremezclada con los números del juego. En
efecto, como se indicó en los considerandos anteriores, lo
relevante es que el cupón adquirido por el actor no
satisfacía las condiciones taxativamente exigidas por la
reglamentación para convertirlo en beneficiario del premio
pretendido.
Por ello, se decide: Rechazar la demanda deducida por
Pedro Brody Vigh Veiss contra la Provincia del Chaco; con
costas al actor, a excepción de las derivadas de la
intervención en calidad de tercero de Ciccone Calcográfica
S.A. que serán soportadas por la demandada, a cuyo
pedido y en cuyo interés se dispuso su citación (art. 68,
Cód. Procesal). — Julio S. Nazareno. — Eduardo Moliné
O'Connor. — Carlos S. Fayt. — Augusto C. Belluscio. —
Enrique S. Petracchi. — Antonio Boggiano. — Guillermo A.
F. López. — Gustavo A. Bossert.
CSJN, 16/4/2002, "Peña de Marquez Iraola, Jacoba María
c. Asociación Civil Hospital Alemán", Fallos: 325:677.
Hechos
El adherente a un Plan Médico del Hospital Alemán inició
acción contra éste a fin de declarar resuelto el contrato de
medicina prepaga en virtud que aquél se negó a cubrir los
gastos de un trasplante de hígado y de los medicamentos
necesarios para su dolencia. Reclamó el reembolso de las
erogaciones efectuadas. El juez de primera instancia hizo
lugar a la demanda en cuanto a los gastos de
medicamentos pero no así respecto de los de trasplantes.
La Cámara modificó el fallo rechazando la acción por
considerar que no había incumplimiento del contrato. La
Corte Suprema declaró procedente el recurso
extraordinario incoado y dejó sin efecto la sentencia
apelada.
Sumarios
1. En caso de duda respecto de cláusulas contractuales
predispuestas cuyo sentido es equívoco y ofrece
dificultades para precisar el alcance de las obligaciones
asumidas por el predisponente — e n el caso, referido a la
exclusión de la cobertura de un trasplante de hígado en un
plan de medicina prepaga — debe prevalecer la
interpretación que favorezca a quien contrató con él o
contra el autor de las cláusulas uniformes, máxime si se
trata de contratos de prestación médica, habida cuenta que
se hallan en juego la vida y el derecho a obtener
conveniente y oportuna asistencia sanitaria.
2. Admitir que la falta de exclusión de un tratamiento
médico en un plan de medicina prepaga — e n el caso,
trasplante de hígado — no importa su lógica inclusión en la
cobertura pactada implica frustración al derecho de obtener
conveniente y oportuna asistencia médica, siendo
inadmisible la referencia histórica al estado de conocimiento
médico existente al tiempo de contratación, pues ello se
traduciría — c on grave detrimento del servicio
de salud — en la privación de adelantos terapéuticos que el
progreso científico incorpora al campo de las prestaciones
médico asistenciales.
3. La interrupción del suministro de medicamentos por parte
de una empresa de medicina prepaga — p ara el
tratamiento de un trasplante de hígado— importa una
modificación unilateral de los términos contractuales,
si — c omo en el caso— durante un importante período de
tiempo aquella contribuyó al pago de los mismos.
4. Es inadmisible la interrupción del suministro de
medicamentos por parte de una empresa de medicina
prepaga — e n el caso, para el tratamiento de un trasplante
de hígado— pues ello implica dejar librada a su suerte y
fortuna a la acreedora de la prestación asistencial en tanto
no existiría la posibilidad real de obtener una nueva
cobertura en virtud de la preexistencia de la enfermedad.
5. La actitud de la empresa de medicina prepaga que
excluyó de la cobertura que brinda al transplante de hígado
al que se sometió uno de sus adherentes, e interrumpió el
suministro de medicamentos, no puede encontrar
justificativo en una supuesta ecuación económica
financiera, si aquélla no acreditó en modo alguno que la
atención de los gastos del paciente pudiera
traducirse — c oncretamente— en un gravamen patrimonial
irreparable para la empresa.
6. Es admisible el recurso extraordinario interpuesto contra
la sentencia que consideró que la interrupción del
suministro de medicamentos por parte de una empresa de
medicina prepaga a un adherente no
constituía incumplimiento alguno en virtud de no estar
incluido el tratamiento en la cobertura del plan médico, pues
si bien se trata de cuestiones de hecho y de derecho común
que son ajenas a dicha instancia, ello debe ser dejado de
lado si — c omo en el caso— lo decidido no constituye una
derivación razonada del derecho vigente con aplicación a
los hechos comprobados de la causa.
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador Fiscal
Suprema Corte:
I. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, confirmó
la sentencia de primera instancia en lo principal que decide
y la modificó respecto de la imposición de las costas.
Consideró el tribunal, en primer lugar, que no cabría
atender el pedido de nulidad del pronunciamiento, requerido
por la actora, desde que se hallaba habilitado para reparar
los defectos de considerarlo procedente.
Comenzó por destacar que si bien no se ha demandado
por mala praxis a los profesionales intervinientes, sin
embargo se ha sostenido con énfasis que los mismos
debieron advertir, por la gravedad de la enfermedad que
aquejase a la accionante, la posibilidad de un trasplante,
omisión que, por ende, a criterio de aquélla, constituyó un
claro incumplimiento de obligaciones que generó
responsabilidad.
Para el a quo , sin embargo, tal aserto aparece
desvirtuado por los dichos de los testigos y sostuvo que
sólo es exigible a los profesionales el nivel de
conocimientos que se correspondan con el medio y la
época, valorando el estado del arte al momento en que se
producen los hechos relevantes, razones por las cuales no
cabía modificar la solución que se adoptó a ese respecto.
Luego pasó a examinar si, de acuerdo a los términos
pactados entre las partes, la demandada se encontraba en
la necesidad de afrontar los gastos de trasplante hepático,
que en definitiva la paciente se practicó en el extranjero. En
tal sentido, puso de relieve el tribunal que los jueces tienen
el deber facultad de promover, con prudente arbitrio y
equidad el cumplimiento de los contratos del modo que las
partes acordaron bajo el principio de la buena fe, y, que
para interpretar sus alcances, dijo, no se debe considerar
sólo lo expresado literalmente en el instrumento, sino
también las consecuencias que se derivan de su propio
accionar, la naturaleza del convenio, la lealtad recíproca, y
los usos y prácticas observados en casos análogos.
Puntualizó, tras ello, el juzgador, que está acreditado en el
"sub lite" que, en las exclusiones que contiene el
reglamento al que adhirió la actora, no se hallaban los
transplantes, que recién fueron incluidos en el año 1990,
pero afirmó que la interpretación del contrato en el punto en
cuestión no puede hacerse sin atender al estado del
conocimiento médico sobre trasplantes de hígado, en la
comunidad científica, a la época en que el actor le fue
necesario y en tal sentido, sostuvo, la individualización del
contenido de la prestación de los servicios médicos a la que
se obligó la demandada, no se incluía la efectivización de
una práctica que no se realizaba en el país o sólo se había
hecho de modo experimental, conclusión que se refirma si
se atiende a que en el contrato se establece que los
servicios se debían prestar por el Hospital Alemán o en los
lugares admitidos en el plan médico y a través de los
profesionales de nómina o por quien el plan designe.
Indicó que, a la fecha de la internación, el trasplante no se
hacía, ni se hizo con posterioridad en el referido hospital y
que el primer trasplante de ese tipo en el país recién se
efectuó pocos días antes de dicha fecha de internación y no
era una opción válida en el caso, por cuanto sólo se hizo de
modo experimental en el Hospital Italiano, sobre pacientes
crónicos y no agudos, como era el cuadro de la accionante.
Por tal razón, expresó que si al tiempo de la internación no
se había realizado ese tipo de trasplante en el país, salvo
en algún caso de modo experimental, su inclusión o
exclusión en los planes prepagos no podían constituir una
expectativa seria y por tanto, no pudo válidamente estar en
la mente de ambos contratantes como efectivamente
comprendida en el plan que tomó la actora, ni, por ende, la
omisión de incluirla en el reglamento no puede tener como
consecuencia que la prepaga deba responder por algo que
no previó ninguno de los contratantes.
De otro lado, agregó, respecto de la responsabilidad
derivada de la conducta de los profesionales, que para que
ella sea susceptible de reproche, resulta indispensable la
invocación y prueba del incumplimiento material del deber
médico y establecer la relación de causalidad entre el obrar
y la consecuencia dañosa, aspectos éstos que se hallan
desvirtuados por las de autos, que acreditan que el
diagnóstico fue correcto y que la enfermedad no podía ser
curada o atenuada, quedando sólo como opción el
trasplante, que a la fecha, como se dijo, no se hacía en el
país.
Señaló que para que se dé la causalidad jurídica, se debe
establecer una conexión de una conducta injusta y su
consecuencia ilícita, es decir que demostrada la relación de
causalidad material, debe darse además la posibilidad de
asignar una responsabilidad en términos de justicia, porque
aun aceptando que el hecho pueda ser la causa eficiente
del daño, ello no implica que se tenga que reparar, pues es
la causalidad jurídica la que determina la asignación y
alcance de la responsabilidad y el resarcimiento que
corresponda, según se trate de una omisión, incumplimiento
de obligación, comisión de un ilícito o si se ha obrado con
dolo o mera culpa.
Sostuvo que la doctrina mayoritaria adhiere al principio de
la causalidad adecuada y atribuye la categoría de causa a
aquella condición que es apropiada para producir el
resultado y la determinación del nexo causal depende de
las circunstancias que acompañan a la producción del
daño, es decir sus particularidades y que, en el caso, los
peritajes técnicos resultan sustanciales a los fines de
resolver el punto, surgiendo de ellos que el trasplante
hepático y sus necesidad era algo propio de la dolencia
sufrida y no guardó relación con el obrar de los
profesionales ni de la demandada.
Por otra parte, destacó que si el trasplante era inexcusable
por la casi inexistencia de esperanza de sobrevida, no se
advierte cuál es el daño que sufrió la accionante imputable
a la demandada, ya que la solución adoptada se consideró
la única posible, pero no se hacía en el país y por tanto no
le era obligatorio responder por ella.
Desestimó también el a quo la alegada autocontradicción
del fallo con relación al descuento en el pago de los
medicamentos, en virtud de que, además de hallarse
conforme al contrato a su exclusivo cargo, de ello no se
deriva perjuicio alguno y carece de todo sustento lógico
sostener que su interrupción importó un incumplimiento
contractual, ya que el error de haber permitido el beneficio
durante un lapso, no genera la obligación de persistir en el
equívoco, ni es fuente de derechos, ni genera obligaciones
contractuales.
De igual manera, rechazó la pretensión de que se repare el
daño psíquico o afecciones derivadas de la internación, por
cuanto no hay obrar reprochable a los profesionales, ni se
demuestra que sea exigible.
Finalmente, puso de relieve que existe contradicción en la
pretensora, cuando fundamenta la procedencia del daño
moral en la supresión de la cobertura médica y luego alega
que debe condenarse a resarcir los descuentos en
medicamentos aun más allá de la fecha de resolución del
contrato, que deviene de su interpelación en orden a lo
establecido en los arts. 1201 y 1204 del Cód. Civil, lo que,
por otra parte, destaca, no ha sido motivo de sus agravios.
Modificó la asignación de las costas en primera instancia al
considerar que si existió vencimiento parcial de la
accionante, con oposición absoluta de la demandada,
correspondía que ésta cargue con las costas por el importe
en que es condenada.
II. Contra dicha decisión la actora interpuso recurso
extraordinario a fs. 1446/1509, el que denegado dio lugar a
esta presentación directa.
Señala la recurrente que la sentencia que impugna cancela
los derechos de una afiliada a un plan de medicina prepaga,
a partir de la interpretación que formula del
contrato — b ase de la acción — diseñado por la propia
entidad médica. Advierte, a su vez, que dicho
pronunciamiento admite que aquella entidad puede suprimir
o alterar libre y unilateralmente las obligaciones a su cargo
y que el obrar de los médicos involucrados debe ser
juzgado a partir de sus propias declaraciones y no en
función de la historia clínica de los pacientes.
Manifiesta luego, que de inicio se reconoció al derecho a la
salud, rango constitucional, como derivación del derecho a
la vida. Actualmente esa jerarquía es indudable — a grega
— a partir de lo dispuesto por el art. 42 de la Constitución
Nacional que expresamente lo reconoce y de disposiciones
incluidas en instrumentos internacionales a ella
incorporados con la jerarquía que emana del art. 75, inc. 22
de la Constitución Nacional.
Agrega que, asimismo, se halla en juego la inteligencia de
otras normas constitucionales que fueron afectadas por la
arbitrariedad de la sentencia, que no contempla el principio
"pro-hominis" cuando interpreta las normas del contrato, y
violenta el orden jurídico superior al no atender las
circunstancias del caso, deviniendo por ello contrario a la
Constitución afectar los derechos consagrados en los
tratados y el texto fundamental.
Luego de sintetizar los antecedentes del caso, destaca que
lo que pretendió la demanda, es que se declare la
inexistencia de mora de su parte y bien opuesta la
excepción de incumplimiento en los términos del art.
1201 del Cód. Civil, que se dé por resuelta la relación
contractual por culpa de la accionada y se la condene a
resarcir los daños, atribuyendo dos niveles de
incumplimiento; de un lado negligencia de los profesionales
al omitir indicar la posibilidad del trasplante hepático,
(cuando ya se realizaban en el país y en el extranjero)
imputable también al centro médico demandado. De otro
lado, reclama el costo del trasplante, (no estaba excluido de
la cobertura) y de los medicamentos, reconocidos en un
50% durante un lapso extenso, actitud que se interrumpió
unilateral e intempestivamente, impidiendo el acceso a las
recetas a partir de julio de 1990.
En su crítica, recuerda además, que el fallo omite la
consideración de planteos y razones conducentes para la
solución de la causa, ignorando las circunstancias
comprobadas de autos.
A esos fines aduce que está probado que los trasplantes
existían antes que la demandada redactara su reglamento,
tanto en el mundo como en nuestro país y otras prepagas
tenían exclusiones expresas referidas a ellos. Nada impedía
que la accionada las hubiera incluido en su reglamento.
También se ignoró que la enferma ingresó al Hospital,
aprobándose su internación y se le proporcionaron
medicamentos como afiliada afectada de una hepatitis
fulminante y candidata potencial y de alta probabilidad de
trasplante, como única posibilidad de salvación.
Añade que, siguiendo un criterio de buena fe en la
interpretación, correspondía concluir que los trasplantes y
los medicamentos estaban amparados por la cobertura; que
la intención de establecer nuevas excepciones no formaban
parte de la declaración común de voluntad. Y finalmente, de
existir dudas, debían interpretarse en contra de quien
formuló las reglas por cuanto se trata de un contrato de
adhesión. Asimismo, sostiene que la cláusula especial del
art. 16 del reglamento, prima sobre la general que regula la
exclusividad de las prestaciones por el centro médico o por
quien éste designe y que no existe otra regla que determine
que las prestaciones no puedan ser otorgadas al afiliado en
otras instituciones médicas o con profesionales ajenos a la
nómina del plan.
Dice, por otra parte, que en el fallo no se atendió a que,
primero, al incorporarse al plan de salud del Hospital
Alemán, no se le informó cuáles eran las prestaciones que
se cumplían y sí cuáles no, lo que determina que lo que no
se hallaba excluido estaba incluido; segundo, que durante
dos años se le abonaron los medicamentos vinculados con
el trasplante; tercero, que oportunamente se le requirieron
los records y comprobantes del hospital extranjero. Pone de
relieve, por otro lado, que el fallo contradice los informes
que acreditan la existencia del trasplante desde tiempo
atrás, como opción válida y que existía bibliografía sobre el
tema aunque ésta no fuera nacional.
Respecto de la responsabilidad médica, señala que el fallo
comienza por ignorar la historia clínica, de donde se
desprende que la actora se encontraba afectada de una
insuficiencia hepática aguda; que estuvo en terapia
intensiva y que nunca se aconsejó la realización de un
trasplante; que las posiciones a las que se opuso el doctor
F. conducentes al tema, fueron tenidas por confesas, de
donde surgía que la iniciativa provino de los médicos
traídos por la actora, lo que se reafirma con la testimonial
producida, que no ha sido correctamente evaluada, por lo
que la sentencia deviene arbitraria por soslayar lo que
surge de las probanzas de autos.
Destaca, a su vez, que la pretensión resarcitoria por el
incumplimiento de obligaciones profesionales es de carácter
moral, y consiste en haber abandonado a la paciente a su
propia suerte, al omitir indicar la existencia de una
terapéutica conocida y esa posible situación que le generó
sufrimiento y desesperanza, circunstancia ésta que no
requiere prueba, bastando la prudencia del magistrado para
apreciar la afectación, con su conocimiento normal de las
cosas y su experiencia de vida.
Pone de relieve que, con relación a las consecuencias de
la resolución contractual y el alcance de la condena, el fallo
confirma la decisión de primera instancia, mediante
razonamientos dogmáticos, que omiten tener en cuenta que
las liberalidades no se presumen y que no hay ninguna
prueba de que haya mediado error o equívoco de la
accionada que le permitiera dejar de emitir las recetas con
descuento. Indica que no atiende a los argumentos por los
cuales se alega que la trasplantada se encuentra obligada a
recibir los medicamentos de por vida, es decir más allá de
la fecha de la resolución contractual y ninguna obra social o
prepaga aceptó la cobertura de los medicamentos y
estudios derivados del trasplante.
Agrega, por último, que en la raíz y la esencia del sistema
de daños, la responsabilidad civil tiene por finalidad
procurar volver al "status quo" anterior al daño, es decir, la
reposición de las cosas a su estado anterior o tan próxima
como sea posible a aquélla en la que habría estado si el
hecho dañoso no se hubiera producido. Con relación a las
costas, pone de resalto que la sentencia es contradictoria,
porque habiendo sido confirmado el resarcimiento, aunque
fuera de modo parcial, correspondía la imposición de costas
al vencido.
III. Cabe señalar que, en lo principal, los agravios del
recurrente, están referidos a la supuesta arbitrariedad del
decisorio, al alegar que el a quo omitió atender pruebas
producidas y conducentes para la correcta solución del
litigio, y a que realizó, además, una interpretación impropia
de las probanzas acercadas a la causa, así como de las
cláusulas del contrato que ligaba a las partes, materias que,
si bien por principio, resultan ajenas al recurso
extraordinario, deben atenderse con prioridad con arreglo a
la doctrina de V.E. que sostiene que deviene insustancial el
tratamiento de argumentos relacionados con la
constitucionalidad, si en el caso, por admisión de la tacha
de arbitrariedad, no hay una sentencia propiamente dicha
(ver Fallos: 311:1602 La Ley, 1990-C, 38; 312:1034;
317:1455 entre otros).
Al ser ello así, no puedo comenzar sino por advertir que
tiene resuelto reiteradamente V.E. que el remedio
excepcional de la ley 48 no tiene por fin habilitar una
instancia más de revisión de las sentencias que los jueces
de la causa dictan dentro del marco de sus facultades
exclusivas, sino sólo remediar aquellas situaciones
extremas en que la decisión, por la gravedad de sus
defectos, no constituye un acto jurisdiccional válido.
Mas, al haber asimismo invocado la accionante que la
solución acordada por los magistrados intervinientes ha
venido a violar principios consagrados en normas de
jerarquía superior receptadas en tratados internacionales y
en la propia Constitución Nacional, corresponderá, a su
turno, si se rechaza la aludida tacha, hacer algunas
precisiones sobre tales agravios.
Cabe señalar, entonces, que el primer agravio que trae el
apelante es que, contrariamente a lo afirmado en el
decisorio, el trasplante hepático se hallaba cubierto por el
contrato que unía a las partes en litigio, porque el mismo no
figuraba en la lista de exclusiones respectiva. Su
argumentación, sin embargo, se remite a señalar, de modo
genérico, que se halla probado que los trasplantes existían
desde tiempo atrás, tanto en el extranjero como en el país,
pero omite objetar el fundamento sustancial del a quo , cual
es que se tuvo por probado que específicamente el
trasplante hepático no sólo no se hacía en la entidad
demandada, sino que tampoco se realizaba entonces en
nuestro país, por lo que mal podía estar incluido o excluido
de modo expreso en el contrato.
Cabe poner de relieve, para precisar la cuestión en debate,
que la afirmación del fallo no fue acerca de si se
encontraban cubiertos los trasplantes, materia ésta que, por
tanto, no se halla en discusión en el presente, sino, de
modo puntual, que el trasplante hepático no estaba
cubierto, ya que, al tiempo de la internación, se había dado
en el país un solo caso de carácter experimental, y
recomendable exclusivamente para enfermos crónicos y no
agudos, como era el síndrome que afectaba a la actora.
Este último hecho, valga señalarlo, admitido en la propia
demanda (v. fs. 328) se ve corroborado por la circunstancia
de que ésta tuvo que dirigirse al extranjero para intentarlo,
por lo cual el juzgador concluyó que era contrario a toda
lógica que las partes hubieran previsto que se encontrara
cubierta una terapéutica que, hasta ese momento, era casi
desconocida y no se aplicaba en el país.
Por otra parte, sostuvo el a quo que la circunstancia de
que el trasplante se hiciera en centros asistenciales
extranjeros, y por entonces sólo en etapa experimental, no
habilita admitir, por vía de interpretación extensiva de
normas aparentemente dudosas, que esos supuestos se
hallaran previstos, aunque fuese de modo implícito, por el
plan que contratara la accionante, en tanto surge de
cláusulas expresas del reglamento reconocido como válido
por la recurrente (1987), que obra a fs. 29/36, conforme a
las cláusulas 1ª y 6ª del rubro beneficios y 17ª de las
condiciones generales, que los servicios cubiertos por los
distintos plantes alcanzaban "exclusivamente" a las
prestaciones asistenciales que brindaba la entidad dentro
de sus instalaciones o en los lugares que el plan médico
determine, es decir, literalmente, que de su texto,
literalmente se desprende que si la práctica no se realizaba
en el Hospital Alemán, debía serlo en un lugar indicado en
el plan, el que sería determinado por personal médico
según su nómina, de modo directo o indirecto.
Tales interpretaciones son evidentemente posibles y distan
de no ser racionales, hablando en términos de la doctrina
sobre la arbitrariedad de sentencias, y mal puede admitirse
en su contra el argumento de la quejosa de que es dudosa
una cláusula — q ue en realidad no parece serlo — para de
tal manera beneficiarse con una interpretación que atienda
al principio "pro hóminis" en contra de quien redactó la
reglamentación, máxime cuando, reitero una vez más, la
intervención quirúrgica en cuestión no sólo no se hacía en
las instalaciones de la demandada, sino tampoco en el país.
Advierto que, el único y primer caso de la Argentina, se
había dado a escasos seis días de la internación de la
actora, en una entidad asistencial que no figuraba en el plan
y que, consultada, según lo reconoce la propia recurrente,
se negó a realizarle el trasplante, por no reunir la paciente,
a juicio de ese equipo, el cuadro clínico necesario (ver
fs. 328), marco que, en consecuencia, vuelve a poner, a mi
criterio, a la decisión en recurso, al abrigo de la tacha que
se le quiere endilgar.
Tampoco pueden prosperar los agravios referidos al
rechazo de la pretensión de asignar responsabilidad por
daño moral a la demandada, en tanto el hecho que se alega
como productor del daño, cual es la invocada omisión de
los médicos de no indicar la terapéutica del trasplante, no
se acreditó.
Así lo pienso porque, como se dijo, la que nos ocupa era
una práctica médica novedosa, excepcional, no efectuada
en el país y por tanto resulta admisible que no fuera
indicada en la historia clínica, como terapéutica aconsejable
a realizar. Sin perjuicio de ello, cabe consignar, a los fines
de apreciar si hubo abandono de la paciente a su propia
suerte, que más allá de las obligaciones contractuales, se
halla acreditado que la posibilidad del trasplante fue motivo
de evaluación por los médicos que la asistían en el hospital
demandado, quienes coincidieron con los prestigiosos
especialistas consultados particularmente por la paciente,
todos los cuales fueron contestes en que era una opción
válida para salvar la situación grave de la paciente,
discutiéndose la oportunidad y el lugar de su práctica,
porque en el país, reitero, sólo se conocía un caso muy
reciente en ese momento no aplicable a la situación dada
(conforme surge del testimonio prestado en autos a
fs. 746/747).
De todo lo cual se desprende que la conducta inicial, a que
se refiere la actora, era más propia de una circunstancia
asociada al tipo de ciencia de que se trata, de por sí
opinable, en cuanto a lo que era más conveniente para la
paciente en orden a los medios con que contaban los
profesionales que la atendían, y no de una conducta
negligente, imprudente o de impericia, que haya sido
demostrada y que pueda ser fundamento del reclamo.
Creo necesario poner de relieve, en orden a lo expuesto,
que la ciencia médica es una disciplina que se halla en
permanente cambio y evolución, y ello guarda estrecha
relación con los descubrimientos científicos y tecnológicos
de que se pueda servir en cada tiempo y lugar, los que
resultan en principio experimentales, o de muy reciente
incorporación y por lo general se intentan en centros
médicos, especializados de alta complejidad, motivo por el
que no es dable exigir que los profesionales, aconsejaran
una terapéutica que en ese momento excedía el ámbito de
un grado razonable de certeza en cuanto a sus resultados y
siempre en el marco de sus posibilidades científicas o de
los medios técnicos a su disposición.
Por último, entiendo que tampoco cabe admitir los agravios
respecto del alcance de la sentencia, que sólo condena al
pago de los costos de medicamentos en el porcentaje
cubierto por la demandada hasta la fecha de la resolución
contractual, desde que el pronunciamiento en este punto se
ajusta al reclamo de la demanda (ver. fs. 339 vta.) razón por
la cual, en este aspecto, los agravios de la quejosa carecen
de interés actual. En cuanto al daño moral, éste sería
admisible para dar lugar a la pretensión, si el accionar de la
demandada hubiera sido calificado como contrario a
derecho por no haberse ajustado a lo que las partes habían
pactado en el contrato, argumento desestimado en el fallo
recurrido, el que, como se dijo no ha podido desvirtuarse
por la actora recurrente.
No puedo dejar señalar que el reclamo de fs. 1395 vta. y
siguientes, relativo a que se debió condenar a la
demandada a resarcir en concepto de daño moral, los
descuentos de medicamentos más allá de la fecha de
resolución contractual, importó no sólo modificar los
términos de la demanda y consecuentemente, a aquellos en
que había quedado trabada la "litis", sino introducir una
pretensión que confunde los factores de atribución del daño
resarcible y las diferencias entre las consecuencias
indemnizables de un accionar antijurídico.
Tampoco pueden prosperar los agravios de la actora
respecto de la imposición de las costas de la alzada, desde
que más allá de resultar ajena esa materia a esta instancia
extraordinaria, la alzada, ha fundado razonablemente su
decisión en este punto, en el principio de la derrota (art. 68,
Código Procesal Civil y Comercial).
IV. Rechazada, por ende, la imputación de arbitrariedad,
cabe pasar al análisis de la cuestión federal que subyace en
el recurso.
Empero, debe ponerse de resalto la extemporaneidad de
este planteo relativo a la afectación del derecho a la vida y
a la salud que, como constitucional, se pretende introducir
por esta vía extraordinaria, desde que ella no fue clara y
específicamente deducida en las instancias
correspondientes.
En tal sentido, es del caso señalar que, salvo una mera y
escueta referencia efectuada en la expresión de agravios
del recurso contra la sentencia dictada en primera instancia,
la actora, en ningún momento del proceso, alegó o invocó,
con el rigor de fundamentación que V.E. exige en esta clase
de planteos, como parámetro básico a tener en cuenta en la
interpretación de las normas contractuales, la previsión y
aplicación de normas federales, como los Tratados
Internacionales de Derechos Humanos incorporados en
1994 a la jerarquía superior del texto magno, ni desarrolló
su relación inmediata y directa con el tema en discusión en
la "litis", máxime cuando las citadas normas de nítida índole
federal preexistían y se hallaban vigentes al tiempo, o en
las oportunidades procesales pertinentes para su
invocación y tratamiento, aunque sin revestir, todavía,
jerarquía constitucional.
Cabe recordar que si bien el requisito del oportuno planteo
de la cuestión federal, no está sujeto al uso de fórmulas
sacramentales, exige la mención concreta del derecho
federal invocado, así como la demostración de su vínculo
con la materia del pleito, lo cual presupone un mínimo
desarrollo argumental de la inconstitucionalidad que se
alega y de su atinencia al caso. Por ello su introducción en
el recurso extraordinario deviene tardío, cuando se
desprende de las constancias de autos que el fallo de la
alzada no difiere sustancialmente de la decisión de primera
instancia a la que confirma en su fundamento sustancial
(conf. 311:1804 La Ley, 1989-B, 79; DJ, 1989-2-157 y
otros).
De todos modos, dada la importancia del tema, estimo
necesario expresar que, en el sentido de su postulación
constitucional, el derecho a la salud, en sus alcances
extremos, debe estar tutelado, en principio, por el
Estado — y aun así con las limitaciones reglamentarias a
que pueden estar sujetos los derechos de ese elevado
nivel, desde que no se los considera absolutos — y no
parece lógico extenderlo, en esa extrema plenitud, a las
empresas privadas consagradas con espíritu comercial a su
vez a resguardarlo. De allí que, si bien estas empresas
deben estar sujetas a una reglamentación exigente, que
tienda a proteger ese fundamental derecho de modo
estricto, no parece razonable que resulten obligadas a
cumplir con prácticas todavía experimentales llevadas a
cabo en otros países, porque entonces se extendería sin
previsión su responsabilidad económica, asumida en
ejercicio del derecho, a su vez trascendente, de desarrollar
toda industria lícita, y las llevaría, o bien a erogaciones a la
postre improductivas, que tenderían a suprimirlas, o bien a
subir en demasía sus alícuotas, ciñendo su favorable
utilización a las personas de altos recursos, todo lo cual
devendría, a la postre, en desmedro del derecho esencial
cuya protección se pretende.
Por todo lo expuesto, opino que la queja debe ser
desestimada. — Octubre 3 de 2000. — Felipe D. Obarrio.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, abril 16 de 2002.
Considerando:
1. Que la actora — a sociada desde 1981 al Hospital
Alemán y desde 1984 al Plan Médico del Hospital Alemán
(PMHA)— estuvo afectada por una dolencia cuya única
alternativa para salvar su vida consistió en el trasplante de
hígado. Este se realizó con éxito en un hospital de Estados
Unidos. El contrato que vinculaba a las partes al tiempo en
que ocurrieron estos hechos (enero-febrero de 1988) no
contenía mención alguna relativa a la cobertura de dicho
trasplante.
2. Que a su regreso se le suministró la medicación
correspondiente para estos casos, inmunodepresores de
alto costo, que fueron adquiridos con la receta de un
médico perteneciente a la demandada con el 50% de
descuento, durante un lapso de más de dos años.
Asimismo, se le efectuaron en la institución los estudios de
control necesarios.
3. Que en julio de 1990 el reglamento fue modificado y se
excluyó expresamente de la cobertura la operación de
trasplante y los medicamentos que habían sido su
consecuencia. En tal sentido, el facultativo que trataba a la
paciente le comunicó la imposibilidad de seguir recetando
las drogas. La actora intentó, sin éxito, la revisión de la
medida y planteó una interpelación resolutoria. Adujo
diversos incumplimientos de la demandada y dejó de
abonar la cuota, razón por la cual se le dio de baja.
4. Que la acción persiguió declarar resuelto el contrato por
culpa de la demandada, y a consecuencia de ello, que se
procediera al reembolso de los gastos médicos
ocasionados por el trasplante, de los descuentos en la
compra de medicamentos y el resarcimiento del daño
moral.
5. Que el fallo de primera instancia rechazó la demanda en
cuanto al reclamo de reembolso por gastos de trasplante y
el daño moral, declaró resuelto el contrato desde el 10 de
enero de 1991 y condenó a la asociación al pago de los
descuentos por compra de medicamentos hasta el
momento en que, por reglamento, debió ejercer su facultad
recisoria. El lapso abarcaba desde agosto de 1990 hasta
enero de 1991.
6. Que contra el pronunciamiento de la sala H de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil que — p or
voto mayoritario— modificó lo resuelto en punto a que la
interrupción del suministro de medicamentos no constituía
incumplimiento alguno, impuso las costas de la anterior
instancia a la demandada y al confirmar la sentencia en
todo lo demás que fue objeto de apelación rechazó la
demanda, la actora planteó el recurso extraordinario cuyo
rechazo dio origen a la presente queja.
7. Que los agravios suscitan cuestión federal para habilitar
la vía intentada pues aunque remiten al examen de temas
de hecho y de derecho común que son — c omo regla y por
su naturaleza— ajenos a la instancia extraordinaria, tal
circunstancia no constituye óbice para invalidar la sentencia
cuando, como ocurre en el caso, lo decidido no constituye
una derivación razonada del derecho vigente con aplicación
a los hechos comprobados de la causa.
8. Que, en efecto, lo resuelto por el a quo se basa en una
fundamentación aparente. Por un lado admite: a) la
necesidad de interpretar los acuerdos suscriptos dentro del
marco de la autonomía de la voluntad de los litigantes a la
luz del principio de buena fe y de conformidad con lo que
verosímilmente entendieron o pudieron entender aquéllos
obrando con cuidado y previsión; b) el deber de los jueces
de promover con prudente arbitrio y equidad el
cumplimiento de los contratos; c) que estaba fuera de toda
duda que en el reglamento al que se había adherido la
actora los trasplantes no se encontraban en la lista de
coberturas excluidas y que la incorporación a esa lista sólo
se efectuó en el año 1990; d) el carácter restrictivo con el
que debían entenderse las coberturas excluidas; e) que
los contratos de adhesión debían interpretarse a favor del
más débil. Pero por otro concluye en que la omisión de
incluir la operación de transplantes en la lista de coberturas
excluidas en el reglamento general de la empresa de
medicina prepaga, no tenía como consecuencia el deber de
responder respecto de algo que no previó ninguno de los
contratantes.
Al decidir del modo indicado, el a quo realizó una exégesis
que contraría los principios enunciados al inicio, por lo que
el fallo carece de la debida fundamentación exigible a las
decisiones judiciales, con grave lesión de garantías
constitucionales.
9. Que, en efecto, cabe tener particularmente presente
como pauta orientadora que en los casos de contratos con
cláusulas predispuestas cuyo sentido es equívoco y ofrece
dificultades para precisar el alcance de las obligaciones
asumidas por el predisponente, en caso de duda debe
prevalecer la interpretación que favorezca a quien contrató
con aquél o contra el autor de las cláusulas uniformes
(doctrina de Fallos: 317:1684; 321:3493).
Esta regla hermenéutica se impone en razón de expresas
disposiciones legales (art. 1198, Cód. Civil, art. 218, inc. 3°,
Cód. de Comercio, art. 3° de la ley 24.240), y se acentúa en
el supuesto del contrato de prestación médica, habida
cuenta de la jerarquía de los valores que se hallan en juego:
La vida y el derecho a obtener conveniente y oportuna
asistencia sanitaria (Fallos: 321:3493).
10. Que tal derecho se vería frustrado si se admitiera que
la falta de exclusión de un tratamiento no importa su lógica
inclusión en la cobertura pactada, siendo inadmisible la
referencia histórica al estado del conocimiento médico
existente al tiempo de la contratación, toda vez que se
traduciría — c on grave detrimento del servicio de
salud — en la privación de los adelantos terapéuticos que el
progreso científico incorpora — e n forma casi
cotidiana — al campo de las prestaciones médico
asistenciales.
11. Que no obsta a esta conclusión las previsiones de la
cláusula 17 de las condiciones generales, pues de dicho
texto resulta que los servicios cubiertos no se ciñen a las
prestaciones asistenciales que suministra el Hospital
Alemán en sus instalaciones, ya que son admitidas también
las llevadas a cabo "en los lugares que el Plan Médico
determine a través del equipo médico indicado en la nómina
respectiva o de aquellos profesionales que, estando fuera
de dicha nómina, fueran designados por el Plan Médico",
estipulación que habilita una apertura del sistema,
subordinada a una derivación específica, que no fue
cumplida por la demandada frente al complejo cuadro de
extrema urgencia padecido por la reclamante.
12. Que, asimismo, lo resuelto por la cámara importó
convalidar — c on alcance retroactivo — una modificación
unilateral de los términos contractuales, con un alcance que
no se compadecía con la conducta observada por la
empresa con posterioridad a la vigencia del
convenio — c uyo valor como elemento interpretativo ha
sido destacado por esta Corte (Fallos: 315:2140; 316:3199;
317:1598; 322:313 y 2966, entre otros) — desde que
durante los dos años posteriores a la operación, se le
recetaron los medicamentos inmunodepresores — c on el
50% de descuento — tal como correspondía de acuerdo al
plan HA2 suscripto por la demandante para el tratamiento
ambulatorio (conf. fs. 32, 953 vta., y 972 vta. del peritaje
contable).
13. Que, consiguientemente, la interrupción de su
suministro luego de dicho lapso importó dejar librada a la
actora a su suerte y fortuna en cuanto acreedora de la
prestación asistencial, pues no existiría la posibilidad real
de obtener una nueva cobertura en virtud de la
preexistencia de su enfermedad.
14. Que, por lo demás, es igualmente aparente el
argumento en punto a que la conducta de la demandada
encontraba justificativo en una supuesta ecuación
económico financiera, toda vez que en autos no se ha
acreditado en modo alguno que la atención de los gastos de
la actora pudiera traducirse — c oncretamente— en un
gravamen patrimonial irreparable para la empresa.
15. Que, en tales condiciones, media relación directa e
inmediata entre lo resuelto y las garantías constitucionales
que se dicen vulneradas (art. 15, ley 48).
Por ello, y oído el procurador fiscal, se declara procedente
el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia
apelada, con el alcance indicado. Con costas. Vuelvan los
autos al tribunal de origen a fin de que, por quien
corresponda, se dicte un nuevo fallo con arreglo a lo
expuesto. Agréguese la queja al principal. — Julio S.
Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor. — Carlos S.
Fayt. —  Antonio Boggiano. — Guillermo A. F.
López. — Adolfo R. Vázquez.
CSJN, 18/12/2002, "Bordon, Juana Isabel c. Lotería
Nacional Sociedad del Estado y otro", Fallos: 325:3422.
Sumarios
1. Corresponde declarar la deserción del recurso, si el
apelante no ha rebatido las afirmaciones del juez de
primera instancia y de la cámara, en el sentido de que la
jugada de los apostadores en el LOTO es condicional hasta
que se verifique su participación en el concurso
respectivo — a rt. 10 del reglamento de ese juego— ,
omisión decisiva en el caso si se tiene en cuenta que la
participación en ese tipo de concursos queda subordinada a
la condición — a rt. 528, Cód. Civil— de que en el proceso
ulterior de registro y control y consiguiente computación las
tarjetas no resulten como faltantes o impugnadas
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 18 de diciembre de 2002.
Vistos los autos: "Bordón, Juana Isabel c/ Lotería Nacional
S.E. y otro s/ordinario".
Considerando:
1º) Que contra la sentencia de la
Cámara Federal de Comodoro Rivadavia que — a l
confirmar la de la instancia anterior— rechazó la demanda
deducida, la parte actora interpuso a fs. 704 el recurso
ordinario de apelación que fue concedido a fs. 706. Dicho
recurso dio origen al memorial de fs.711/719
cuyo traslado fue contestado por una de las demandadas a
fs. 743/752.
2º) Que el remedio intentado es formalmente admisible,
toda vez que se trata de una sentencia definitiva recaída en
una causa en que la Nación es parte y el valor cuestionado
a la fecha de la interposición del recurso supera el mínimo
establecido por el art. 24, inc. 6º, ap. a, del decreto-ley
1285/58, modificado por la ley 21.708.
3º) Que la actora Juana Isabel Bordón promovió demanda
contra Lotería Nacional Sociedad del Estado y contra
Lotería para Obras de Asistencia Social de la Provincia
de Santa Cruz por cobro de la suma de $10.772.826, más
los intereses y costas del proceso. Señaló que el 14 de
diciembre de 1995 había confeccionado una tarjeta para
participar en el concurso Nº 279 de la jugada del LOTO de
Lotería Nacional Sociedad del Estado y que los números
elegidos fueron los que resultaron finalmente sorteados el
17 de ese mes y año. Afirmó que el procesamiento de datos
no arrojó ningún ganador, razón por la cual reclamó ante la
Lotería para Obras de Acción Social de la Provincia de
Santa Cruz, donde se le informó que su tarjeta no había
ingresado en el concurso, que no figuraba entre las listas de
tarjetas impugnadas y que por ese motivo no podía recibir
el premio respectivo.
La demandante solicitó el pago del premio con sustento en
que la entidad provincial no había controlado la cantidad de
tarjetas recibidas ni publicado la lista de jugadas no
participantes con anterioridad al sorteo y porque la Lotería
Nacional había omitido arbitrar los medios correspondientes
para el control y registro de las tarjetas que habían sido
jugadas por los apostadores.
4º) Que el juez de primera instancia dictó sentencia a
fs. 654/661 por la que rechazó íntegramente la demanda, y
la cámara de apelaciones la confirmó e impuso las costas a
la actora vencida (fs. 696/700).
5º) Que la alzada señaló que la tarjeta del juego del LOTO
constaba de una parte en la que se efectuaba la apuesta
por el jugador y que era retenida por éste y de otra
porción — l a tarjeta matriz — que era retenida por la
agencia y que era enviada — c on todas las jugadas — en
sobre lacrado a la Lotería para Obras de Acción Social.
Desde esa entidad se remitían a la empresa OCA para que
fueran entregadas el día siguiente a la empresa Ciccone
Calcográfica S.A., que era la firma encargada de realizar el
procesamiento por mandato de Lotería Nacional. La cámara
consideró que la normativa del juego del LOTO organiza el
sorteo sobre la base de disposiciones que importan un
contrato de adhesión que contiene cláusulas de
irresponsabilidad que deben ser interpretadas dentro de su
propio contexto y que de ser dejadas sin efecto harían poco
menos que imposible la realización de ese juego por el
eventual fraude entre agencieros, apostadores o terceras
personas que intermedian en la cadena que conduce la
matriz al centro de cómputos para el sorteo.
En tal sentido, el a quo señaló que el ingreso de la matriz
en el proceso electrónico de registro y control era una
condición sine qua non para la participación en el concurso,
de modo que aquella normativa no se encontraba dirigida a
procurar la impunidad de los organizadores sino a promover
la seguridad del juego dentro de límites razonables. Agregó
que la actora había aceptado todas las normas que
reglamentaban el juego, entre las que estaba incluido el
art. 10 del Reglamento del LOTO, que dispone que la
jugada es condicional hasta que se verifique su
participación en el concurso respectivo.
El tribunal concluyó que la lista de tarjetas
no participantes se había confeccionado antes del sorteo
(conf. peritaje de fs. 518/524); que el requisito de la
publicidad previa al sorteo de las impugnaciones, ausencias
y anulación de matrices no pudo cumplirse en razón del
tiempo que transcurre entre la constatación y el acto del
sorteo; y que la actora, dado que cada parte debe probar
los presupuestos de hecho de las normas jurídicas que
invoca en resguardo de su derecho, no había logrado
demostrar que la jugada en cuestión no figuraba entre las
faltantes o impugnadas no obstante estar incluida en la
numeración de las entregadas por el agenciero, condición,
ésta necesaria para considerarla habilitada para participar.
6º) Que los agravios de la actora pueden resumirse de la
siguiente manera: a) el juego se perfecciona con la
adquisición por el apostador de la tarjeta pertinente en la
agencia oficial habilitada; b) el contrato de adhesión y
aleatorio no puede servir en este caso para configurar un
marco específico ajeno al orden público; c) la cámara ha
omitido la consideración de la modalidad de la publicidad
adoptada por la Lotería Nacional, que no insinúa en
momento alguno que pueda existir algún error informático o
humano que desvíe el camino lógico de la tarjeta; d) la falta
de consideración de lo dispuesto por los arts. 9º de la
ley 22.802 y 37 y 40 de la ley 24.240; e) la alzada ha
impuesto a su parte la carga de la prueba a pesar de que
no tiene acceso al proceso del centro de cómputos y que
resulta inadmisible que se tenga por válida — p ara
demostrar la entrega de la tarjeta— una planilla de
computadora elaborada por la demandada.
7º) Que, sin embargo, el memorial de agravios de la
apelante no formula — c omo es imprescindible— una
crítica concreta y razonada de los fundamentos
desarrollados por el a quo , circunstancia que conduce a
declarar la deserción del recurso (art. 280 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación; Fallos:304:556;
308:693). En efecto, las razones expresadas en dicho
memorial no son suficientes para refutar los argumentos de
hecho y de derecho dados para llegar a la decisión
impugnada (Fallos:304:1444; 308:818 y 317:1365), máxime
cuando la carencia apuntada se traduce en ausencia de
tratamiento de algunos de aquellos argumentos, en tanto la
mera reedición de objeciones formuladas en instancias
anteriores no suple las omisiones aludidas (Fallos:289:329
y 307:2216).
8º) Que, en este sentido, las alegaciones de la
demandante vinculadas con las características del contrato
aleatorio de adhesión celebrado entre las partes y el
procedimiento relativo al perfeccionamiento de la apuesta
en el juego del LOTO consisten en una crítica genérica de
la decisión apelada, ya que el escrito de expresión de
agravios no se hace cargo del examen concreto que había
efectuado el a quo respecto de las cláusulas del reglamento
del juego y su relación con las normas del Código Civil, de
modo que su cuestionamiento queda limitado a una mera
discrepancia con las decisiones adoptadas en las
sentencias de ambas instancias que no cumple con los
citados recaudos del ordenamiento ritual.
9º) Que, por otra parte, dicha carga procesal era
particularmente relevante en el caso porque esta Corte ha
declarado que la reglamentación de los juegos de azar
monopolizados por el Estado, impuesta por lo general
mediante contratos de adhesión, no resulta, pese a su
severidad, irrazonable o inicua, y encuentra fundamento en
las peculiares condiciones de la actividad (Fallos:292:190;
296:300; 301:130); como, asimismo, que en el marco del
derecho administrativo en que se desenvuelve resultan
admisibles cláusulas que exorbitan el ámbito del derecho
privado.
10) Que también se ha controvertido el examen realizado
en el pronunciamiento apelado porque no habría
considerado las dificultades probatorias de la causa, a
pesar de lo cual la expresión de agravios no se detiene en
la crítica detallada de los fundamentos dados por el a
quo para tener por válidas las consideraciones que habían
sido formuladas en el peritaje de
fs.518/524 — c orroboradas por la prueba testifical indicada
a fs. 699 vta.— en cuanto a la falta de ingreso en el centro
de cómputos de la matriz número 510900104397191
correspondiente a la tarjeta de la actora.
11) Que, en particular, el recurrente no ha rebatido las
afirmaciones del juez de primera instancia (ver fs. 659 vta.)
y de la cámara (ver fs. 699 vta.) en el sentido de que la
jugada de los apostadores en el LOTO es condicional hasta
que se verifique su participación en el concurso respectivo
(conf. art. 10 del reglamento de ese juego), omisión decisiva
en el caso si se tiene en cuenta, además, que el Tribunal ha
sostenido en situaciones análogas que la participación en
ese tipo de concursos queda subordinada a la condición
(art. 528 del Código Civil) de que en el proceso ulterior de
registro y control y consiguiente computación las tarjetas no
resulten como faltantes o impugnadas (Fallos:301:130;
322:736, considerando 5º).
12) Que, finalmente, la simple cita de lo dispuesto por
las leyes 22.802 y 24.240 resulta insuficiente para
desvirtuar los fundamentos de la sentencia recurrida, toda
vez que esa mención no ha cuestionado en debida forma la
consideración del magistrado de primera instancia respecto
a que la eventual falta de cumplimiento por las demandadas
de las pautas publicitarias exigidas por esa normativa no
conduce a condenar a las organizadoras del juego al pago
del premio del sorteo Nº 279 respecto de una apuesta que
no puede tenerse como efectivamente jugada de acuerdo
con la reglamentación del juego del LOTO al no haberse
demostrado el ingreso de la tarjeta matriz en el centro de
cómputos respectivo.
Por ello, se declara desierto el recurso ordinario concedido,
con costas a la recurrente (art. 68 del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación). Notifíquese y devuélvase.
Julio S. Nazareno. — Eduardo Moliné
O'Connor. — Carlos S. Fayt (según su voto). — Augusto
César Belluscio. — Enrique Santiago Petracchi. — Antonio
Boggiano. — Guillermo A. F. López. — Adolfo Roberto
Vázquez.
Voto del señor ministro doctor don Carlos S. Fayt
Considerando:
Que el infrascripto coincide con el voto de la mayoría, con
exclusión de los considerandos 5º y 11, que expresa en los
siguientes términos:
5º) Que la alzada señaló que la tarjeta del juego del LOTO
constaba de una parte en la que se efectuaba la apuesta
por el jugador y que era retenida por éste y de otra
porción — l a tarjeta matriz — que era retenida por la
agencia y que era enviada — c on todas las jugadas — en
sobre lacrado a la Lotería para Obras de Acción Social.
Desde esa entidad se remitían a la empresa OCA para que
fueran entregadas el día siguiente a la empresa Ciccone
Calcográfica S.A., que era la firma encargada de realizar el
procesamiento por mandato de Lotería Nacional. La cámara
consideró que la normativa del juego del LOTO organiza el
sorteo sobre la base de disposiciones que importan un
contrato de adhesión que contiene cláusulas de
irresponsabilidad que deben ser interpretadas dentro de su
propio contexto y que de ser dejadas sin efecto harían poco
menos que imposible la realización de ese juego por el
eventual fraude entre agencieros, apostadores o terceras
personas que intermedian en la cadena que conduce la
matriz al centro de cómputos para el sorteo.
En tal sentido, el a quo señaló que el ingreso de la matriz
en el proceso electrónico de registro y control era una
condición sine qua non para la participación en el concurso,
de modo que aquella normativa no se encontraba dirigida a
procurar la impunidad de los organizadores sino a promover
la seguridad del juego dentro de límites razonables. Agregó
que la actora había aceptado todas las normas que
reglamentaban el juego, entre las que estaba incluido el art.
10 del Reglamento del LOTO, que dispone que la jugada es
condicional hasta que se verifique su participación en el
concurso respectivo.
El tribunal concluyó que la actora no había probado el
ingreso de la tarjeta matriz en el centro de cómputos, que el
listado de tarjetas no participantes se había confeccionado
antes del sorteo (conf. peritaje de fs. 518/524) y que el
requisito de la publicidad previa al sorteo de las
impugnaciones, ausencias y anulación de matrices no pudo
cumplirse en razón del tiempo que transcurre entre la
constatación y el acto del sorteo.
11) Que, en particular, el recurrente no ha rebatido las
afirmaciones del juez de primera instancia (ver fs. 659 vta.)
y de la cámara (ver fs. 699 vta.) en el sentido de que la
jugada de los apostadores en el LOTO es condicional hasta
que se verifique su participación en el concurso respectivo
(conf. art. 10 del reglamento de ese juego), omisión decisiva
en el caso si se tiene en cuenta, además, que el Tribunal ha
sostenido en situaciones análogas que la participación en
este tipo de concursos queda subordinada a la condición
(art. 528 del Código Civil) de que en el proceso ulterior de
registro y control y consiguiente computación las tarjetas no
resulten impugnadas (Fallos:322:736, considerando 5º).
Por ello, se declara desierto el recurso ordinario concedido,
con costas a la recurrente (art. 68 del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación). Notifíquese y devuélvase.
— Carlos S. Fayt.

CSJN, 18/2/2003, "Arias, Cecilio A. c. Agencia el 22 y


otro", Fallos: 326:142. Hechos
Una persona promovió demanda contra el titular de una
agencia de juego y contra la Lotería de la Provincia
de Buenos Aires a los fines de cobrar un premio del
concurso de PRODE. En primera instancia y Cámara se
hizo lugar a la demanda contra el dueño de la agencia
mas no contra el Estado provincial. La Corte de la
Provincia de Buenos Aires rechazó el recurso
extraordinario local interpuesto. Contra dicha sentencia la
actora interpuso recurso extraordinario federal, el que
rechazado motivó la interposición de una queja. La Corte
Suprema de Justicia de la Nación declara procedente el
recurso y confirma la sentencia.
Sumarios
1. Resulta formalmente admisible el recurso extraordinario
toda vez que en el caso se encuentra controvertida la
inteligencia y validez de normas de carácter federal —e n el
caso, Reglamento del Prode aprobado por disposición
2412/83 de la Lotería Nacional— y lo decidido por el
superior tribunal de la causa ha sido adverso al derecho
que el recurrente sustenta en ellas (del dictamen del fiscal
que la Corte hace suyo).
2. Corresponde el rechazo del recurso extraordinario si el
mismo no refuta todos y cada uno de los fundamentos de la
sentencia apelada (del voto en disidencia de los doctores
Fayt, Petracchi y Boggiano).
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador Fiscal de la Nación
Considerando:
I. Contra la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de
la provincia de Buenos Aires que rechazó su recurso de
inaplicabilidad de la ley (fs. 300/302 de
los autos principales, a los que me referiré en adelante), la
actora interpuso el recurso extraordinario de fs. 306/316
que, al ser denegado, motiva la presente queja.
En el sub examine , Cecilio A. Arias promovió demanda
(fs. 12/13) contra el titular de una agencia de juego y la
Lotería de la provincia de Buenos Aires en procura del
cobro de un premio del concurso de Pronósticos Deportivos
(Prode), denunciando irregularidades por parte del
agenciero en la confección de su apuesta.
El estrado inferior (209/212) y la Cámara de Apelaciones
(fs. 246/252), admitieron la pretensión contra el dueño de la
agencia de lotería pero no con respecto al Estado
provincial, con el argumento de que el obrar doloso o
culposo del agenciero no hace responsable a la Dirección
de Lotería, pues no se presenta la relación de
dependencia del art. 1113 del Cód. Civil y el Reglamento
para el Prode —c onocido y aceptado por el apostador—
sienta una excepción al principio de la responsabilidad
refleja.
La Corte bonaerense rechazó el recurso
extraordinario local del actor, con fundamento en que el
mismo es insuficiente, ya que el recurrente no expresa qué
razones, con apoyo en norma jurídica concreta, avalan su
pretensión.
En su recurso extraordinario la quejosa invoca el art. 14 de
la ley 48, y plantea la inconstitucionalidad del Reglamento
del Prode (aprobado por disposición 2412/83 de la Lotería
Nacional) lo que —s egún su óptica— constituye cuestión
federal suficiente que habilita esta instancia de excepción.
II. En mi criterio el remedio extraordinario resulta
formalmente admisible ya que se encuentra controvertida la
inteligencia y validez de normas de carácter federal, y lo
decidido por el superior tribunal de la causa ha sido adverso
al derecho que el recurrente sustenta en ellas (conf. art. 14
inc. 3°, ley 48).
Respecto a la supuesta inconstitucionalidad de la
disposición 2412/83 de la Lotería Nacional, aprobada
conforme a las facultades otorgadas por la ley 19.336,
entiendo que, de acuerdo a los precedentes de V.E.
vinculados con el tema, no puede calificarse como tal a la
reglamentación de los juegos de azar monopolizados por el
Estado que —i mpuestos por contratos de adhesión—
encuentra fundamento en las particularidades de la
actividad y exceden el ámbito del derecho privado (Fallos:
312:725; 301:130).
Por lo demás, en relación al tema de la argüida
responsabilidad del fisco de la provincia de Buenos Aires, el
decisorio en crisis —a mi modo de ver razonablemente—
destaca que es el propio actor-apostador el que reconoce
que le fue vendida una tarjeta de un concurso anterior, y
que no tomó en el momento de realizar la apuesta los
recaudos necesarios para evitar dicha irregularidad, lo que
a mi juicio excluye la responsabilidad de la Lotería
provincial.
La sentencia impugnada —p or último— tiene los
suficientes fundamentos en preceptos de derecho común, y
en cuestiones de hecho y prueba, que resultan aptos para
la solución integral del caso, le acuerdan el necesario
sustento e impiden su descalificación como acto judicial
válido (Fallos: 311:2753; 308:1478; 305:783; 300:711, entre
otros).
Es por lo expresado que, en opinión del suscripto, debe
admitirse la queja en cuanto al planteo de
inconstitucionalidad y confirmarse la sentencia
apelada. — Marzo 14 de 2002. — Felipe D. Obarrio.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, febrero 18 de 2003.
Considerando: Que los agravios de la apelante encuentran
adecuada respuesta en los fundamentos del dictamen del
procurador fiscal, que esta Corte comparte y hace
suyos brevitatis causæ .
Por ello, hace lugar a la queja, se declara procedente el
recurso extraordinario y se confirma la sentencia apelada,
con costas (art. 68, Cód. Procesal). — Julio S.
Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor. — Carlos S. Fayt
(en disidencia). — Augusto C. Belluscio. — Enrique S.
Petracchi (en disidencia). — Antonio Boggiano (en
disidencia). — Guillermo A. F. López. — Adolfo R.
Vázquez.
Disidencia de los doctores Fayt, Petracchi y Boggiano:
Considerando: Que el recurso extraordinario, cuya
denegación origina esta queja, no refuta todos y cada uno
de los fundamentos de la sentencia apelada.
Por ello, oído el procurador fiscal, se desestima la
queja. — Carlos S. Fayt. — Enrique S.
Petracchi. — Antonio Boggiano.

CSJN, 18/10/2006, "Plan Óvalo S.A. de Ahorro para


Fines Determinados c. Giménez, Carmen Élida
s/ejecución hipotecaria", Fallos: 329:4403. Fallo in
extenso
Procuración General de la Nación
Suprema Corte:
-I-
El señor juez a cargo del Juzgado Civil, Comercial y Minas
N° 3 de la Ciudad de Villa Mercedes, Provincia de San Luis,
hizo lugar a la inhibitoria interpuesta por la aquí demandada
Gimenez Carmen Elida (Ver fs. 29/30 de las actuaciones
"Giménez Carmen Elida c. Plan Ovalo S.A. s/inhibitoria,
Expediente N° 020, Letra G/05 ) y declaró su competencia
para entender en esta ejecución prendaria "Plan Ovalo S.A.
de Ahorro Para Fines Determinados c. Giménez Carmen
Elida s/ejecución prendaria" en trámite ante el Juzgado
Nacional en lo Comercial N° 10.
Sostuvo, para ello, la nulidad de la cláusula 22, que
prorroga la jurisdicción a favor de los tribunales nacionales
con asiento en la ciudad de Buenos Aires, por estar inserta
en un contrato de adhesión y ser por ello abusiva e
inequitativa para la parte adherente de la relación
contractual, de conformidad a las previsiones contenidas en
el art. 37, inciso b) de la ley 24.240 y en la Resolución
N ° 53 de la Secretaría de la Competencia, la Desregulación
y la Defensa del Consumidor.
El magistrado nacional resolvió rechazar el pedido de
inhibitoria, sosteniendo que la normativa que regula el
contrato prendario base de la presente demanda faculta, a
opción de la acreedora, a iniciar su reclamo ante el
magistrado comercial con jurisdicción en el lugar convenido
para el cumplimiento de la obligación (v. fs. 100 ).
En tales condiciones se planteó un conflicto de
competencia que corresponde dirimir a esta Corte en los
términos del artículo 24 inciso 71 del decreto-ley 1285/58.
-II-
Cabe señalar, en primer lugar, que conforme a lo
establecido en el artículo 21 , primera parte, del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, la competencia
territorial es esencialmente prorrogable por conformidad de
partes, cuando se trata de asuntos exclusivamente
patrimoniales.
Sentado ello, cabe advertir que en el caso se trata de una
ejecución prendaria iniciada como consecuencia del
presunto incumplimiento de un contrato de compraventa de
automotores (Ver fs. 15/17). El mencionado acuerdo de
voluntados fue instrumentado en un formulario preimpreso,
razón por la que puede ser considerado como un contrato
de adhesión, con cláusulas generales predispuestas, entre
las que se encuentra la prórroga de jurisdicción —c uya
invalidez planteó la demandada— que deben ser
interpretadas en el sentido más favorable a la parte más
débil de la relación jurídica, cual es el consumidor, de
conformidad con el artículo 3 de la ley 24.240 ( Ver
fs. 30/31).
A partir de tal premisa, debo señalar que el contrato de
prenda con registro no sólo fue celebrado y concluido en la
ciudad de Villa Mercedes, Provincia de San Luis, sino
posteriormente inscripto en el Registro Nacional de la
Propiedad Automotor N° 1 de la referida localidad ( fs. 28
vta., 30 y 34), y que es en dicha jurisdicción donde la aquí
ejecutada constituyó domicilio especial a todos los
efectos —i nclusive los judiciales— (Ver fs. 31 vta. cláusula
décimo primera).
Tales circunstancias fácticas y el carácter genérico,
ambiguo y contradictorio de la cláusula de prórroga de
jurisdicción a favor de los tribunales nacionales — q ue no
incluye la competencia territorial de otros tribunales por
aplicación de los principios generales que en esta materia
puede corresponder — , permiten concluir que compete al
referido magistrado local seguir conociendo en las
presentes actuaciones, en particular porque frente a la
imprecisión de la cláusula predispuesta mencionada, la
adquirente pudo no advertir su eventual sometimiento a
litigar en extraña jurisdicción con la posible afectación a su
defensa en juicio, en violación de los principios contenidos
en el artículo 37, apartado b, de la ley 24.240.
Por último, cabe destacar, que no resulta óbice a la
adopción de dicho criterio la particularidad que la actora
tenga su domicilio en el ámbito del Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y que la aquí demandada lo
constituyó en la localidad de Villa Mercedes, Provincia de
San Luis (Ver fojas 15, 30, 31 y vta., 68 y 68 bis),
circunstancia ésta por la que correspondería entender al
fuero federal por ser una causa civil entre vecinos de
diferentes jurisdicciones -conforme art. 116C.N. y art. 20,
inciso 20 de la ley 48 y Fallos: 317:927), toda vez dicha
prerrogativa ha sido renunciada expresamente por las
partes en el contrato de prenda con registro que aquí se
pretende ejecutar y no fue ejercitada por la demandada
( Ver fs. 31 vta. cláusula vigésimo primera).
Por todo lo expuesto, dentro del limitado marco
cognoscitivo en el que se tienen que resolver las cuestiones
de competencia, entiendo que V.E. debe resolver el
conflicto declarando que las actuaciones deben tramitar
ante el Juzgado Civil, Comercial y Minas N° 3 de la Ciudad
de Villa Mercedes, Provincia de San Luis.
Buenos Aires, 30 de junio de 2006.
Marta A. Beiró de Gonçalvez
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 18 de octubre de 2006.
Autos y Vistos:
De conformidad con lo dictaminado por la señora
Procuradora Fiscal subrogante, se declara que resulta
competente para conocer en las actuaciones el Juzgado
Civil, Comercial y Minas n °  3 de la Segunda
Circunscripción Judicial de la provincia de San Luis, al que
se remitirán. Hágase saber al Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Comercial n ° 10.
Enrique Santiago Petracchi. — Elena I. Highton De
Nolasco. — Carlos S. Fayt. — Juan Carlos
Maqueda. — Ricardo Luis Lorenzetti.

CSJN, 20/2/2007, "Bonato, Carlos c. Cilsa Mutual


Integral de Servicios", Fallos: 330:152. Hechos
Iniciada ejecución hipotecaria contra una mutual ante los
tribunales de Córdoba, la accionada planteó la
incompetencia y, subsidiariamente, la competencia federal
por tratarse de un pleito tramitado entre vecinos de
distintas provincias. Tales planteos fueron desestimados,
por lo cual el accionado interpuso recurso de casación,
que también fue denegado. Interpuesto recurso
extraordinario y una queja, la Corte Suprema lo admite y
declara la competencia de los tribunales ordinarios de la
Provincia de Santa Fe, de acuerdo a lo pactado en el
mutuo.
Sumarios
1. Si la cláusula de prórroga de la competencia territorial se
pactó en la escritura traslativa de dominio de un inmueble,
en la que además se dejó constancia de la entrega del
dinero para la compraventa, en el marco de
un mutuo celebrado con la mutual deudora, cuya devolución
se garantizó con hipoteca sobre el bien, ello pone en duda
que pueda predicarse que el contrato contuviera cláusulas
predispuestas o de adhesión que permitan presumir una
situación de abuso hacia el solicitante del préstamo. (Del
dictamen de la Procuradora Fiscal subrogante que la Corte
hace suyo).
2. Considerando que los negocios jurídicos de los que da
cuenta el instrumento base de la acción, se celebraron por
escritura pública cuyo contenido hace plena fe mientras no
se declare la nulidad del acto por los procedimientos
específicamente previstos por la ley a tal fin, la declaración
oficiosa de su invalidez, violenta principios básicos del
ordenamiento jurídico adjetivo que aseguran el debido
proceso y la defensa en juicio. (Del dictamen de la
Procuradora Fiscal subrogante que la Corte hace suyo).
3. Las decisiones dictadas en materia de competencia no
habilitan en principio el recurso extraordinario por no
constituir sentencia definitiva, salvo cuando media
denegatoria del fuero federal reclamado por la apelante.
(Del dictamen de la Procuradora Fiscal subrogante que la
Corte hace suyo).
Fallo in extenso
Dictamen de la Procuradora Fiscal Subrogante de la
Nación
Suprema Corte:
I. Los señores jueces del Tribunal Superior de Justicia de
la Provincia de Córdoba desestimaron a fs. 414/416 de los
autos principales (folios a los que me referiré de ahora en
más salvo indicación en contrario) la queja interpuesta
contra la denegación del recurso de casación planteado por
la demandada respecto de la resolución del tribunal de
segunda instancia recaída a fs. 328/329.
Para así decidir, y en lo que aquí interesa, los jueces
consideraron que constituía un requisito insoslayable para
la habilitación formal del recurso casatorio, que la
resolución atacada tuviera carácter de sentencia definitiva o
interlocutoria equiparable a tal, situación que señalaron no
se verificaba en el sub lite.
II. Contra dicho pronunciamiento, la demandada interpuso
recurso extraordinario a fs. 419/446, el que rechazado a
fojas 456/459 motiva esta presentación directa.
Expresa la recurrente, que el decisorio de fs. 328/329 que
impugnó en sede local, tiene carácter definitivo, porque
pone fin al debate sobre la competencia ordinaria pactada
expresamente en la escritura base de la acción, así como
sobre la de los tribunales federales solicitada en subsidio
por tratarse de vecinos de distintas provincias. Agrega que
las cuestiones de hecho y de derecho determinantes de la
competencia federal fueron claramente expuestas, y que la
Mutual tiene su domicilio en Capital Federal, lo que surge
de la escritura de compraventa y celebración del mutuo e
hipoteca, así como del instrumento de sustitución de poder.
Alega que la omisión de tratar la competencia federal que
invocara en forma desde la presentación de inicio, hace al
decisorio de la alzada un acto jurisdiccional arbitrario,
porque al confirmar el fallo que rechazó la jurisdicción
ordinaria pactada desconoce los arts.
1197, 979, 980, 993, 3115, 3112, 101 del Código Civil y 2,
4, 7 y 28 de la Ley 20.321, al no tener por válidas las
cláusulas de la escritura pública que así lo establecían, por
lo cual incurre además en pre-juzgamiento, lo que afecta
sus derechos de propiedad e igualdad ante la ley, y los
principios de defensa en juicio y de legalidad.
III. Cabe señalar de inicio que si bien V.E. tiene dicho que
por principio, las decisiones dictadas en materia de
competencia, no habilitan el recurso extraordinario por no
constituir sentencia definitiva, al igual que las relativas a la
admisión de los recursos locales por tratarse de cuestiones
de derecho público local e índole procesal, no es menos
cierto que ha hecho excepción a tal criterio, cuando la
decisión atacada deniega el fuero federal reclamado por la
apelante (conf. Fallos: 302:258, 311:75, entre otros).
Por otra parte corresponde poner de relieve que si bien
asiste razón al recurrente en cuanto a que ni el tribunal de
segunda instancia al rechazar el recurso de casación
(fs. 328/329) ni el Superior Tribunal al desestimar la queja
contra tal denegación (ver fs. 414/416) se hicieron debido
cargo del planteo referido a la competencia federal por
distinta vecindad, considero que dicha omisión — q ue no
atiende a la doctrina consagrada por V.E. desde el
precedente "Strada" (LA LEY, 1986-B, 476; DJ, 1986- 2-
2001)— fue subsanada con las consideraciones efectuadas
por el Superior Tribunal en la decisión de fs. 456/459 que
denegó el recurso extraordinario planteado por la
demandada.
Se hace necesario entonces, analizar en primer término,
los agravios del apelante en torno al reclamo de la
competencia federal para entender en la causa, por la
alegada arbitrariedad en las decisiones de los órganos
judiciales que desestiman tal pretensión.
Respecto de ello, estimo, por un lado, que no comparto los
argumentos dados por los jueces del Superior Tribunal local
para desestimar la competencia federal — q ue constituyen
la sentencia definitiva sobre el punto — ya que de un lado
equiparan impropiamente a la asociación mutual
demandada con una sociedad colectiva exigiendo que se
acredite que todos los asociados mutualistas tengan
domicilio en extraña jurisdicción para que la distinta
vecindad se tenga por acreditada; y, de otro, consideran
probado que ella tenía filial o sucursal en la Provincia de
Córdoba, con la documental que se acompaña, afirmando
que allí se habría cumplido con la obligación efectuándose
los pagos.
En cuanto al primer fundamento cabe destacar que el
requisito exigido respecto de las sociedades
colectivas — n ormalmente integradas por un pequeño
número de socios cuya presencia caracteriza y determina
las decisiones y el comportamiento social — tiene relación
con el ejercicio de una acción no sólo respecto de la
sociedad sino de sus socios responsables solidarios de las
obligaciones asumidas por aquella (conf. Art. 10 de la
ley 48), no es aplicable a las asociaciones mutualistas pues
su número de socios es indeterminado y salvo aquellos que
ejercen los cargos de gobierno, no son responsables de los
actos sociales (art. 15 de la ley 20.321).
En cuanto al segundo resulta un aserto sin prueba
suficiente predicar la existencia de una sucursal en la
ciudad de Córdoba que haya intervenido en la celebración
del negocio, a partir de afirmar que allí es donde se habrían
efectuado los pagos y cumplido la obligación, cuando se
desprende de las constancias que los pagos no fueron
efectuados en filial de la demandada sino en una entidad
bancaria como agente recaudador y con imputación
a cuenta corriente cuya titularidad se indica en los recibos
corresponde a filial de la Provincia de Santa Fe (ver
fs. 31/54).
Tampoco resulta elemento de convicción válido para
acreditar que la supuesta sucursal de Córdoba haya
intervenido en el negocio jurídico y que el contrato de mutuo
se celebrara en dicha Provincia, para con ello justificar la
competencia de sus tribunales, ya que tal domicilio se debe
tener en cuenta cuando no se hubiera fijado lugar de
cumplimiento de la obligación (arts. 5° inciso 3° del Código
Procesal y Comercial de la Nación).
Por otra parte, se desprende claramente de la escritura
base de la acción que la misma se labra en dicha Provincia,
porque se trata de un contrato de compraventa de un
inmueble sito en tal lugar, entre vecinos de la misma, donde
además se deja constancia de la entrega del dinero de un
mutuo ya otorgado para la compra del inmueble por la
Mutual demandada, según actas que se mencionan cuyo
pago queda garantizado con una hipoteca sobre el
inmueble objeto de la compraventa que se constituye en el
mismo acto, todo lo cual se hace mediante la intervención
de representantes de la Mutual que denuncian domicilio en
la Provincia de Santa Fe (ver fs. 5/16).
En tales condiciones, considero que no se encuentra
probado el invocado domicilio de la demandada en dicha
provincia, y la intervención de la sucursal en la celebración
del contrato, lo que priva de fundamento a la decisión y
tornaría, en ese marco arbitraria la negada competencia
federal por distinta vecindad.
IV. Sin embargo, cabe poner de relieve que el apelante ha
sostenido la aplicación subsidiaria del fuero federal, para el
supuesto de no admitirse la validez de la cláusula de
prórroga de la competencia contenida en la escritura base
de la acción, la que alcanzaría a la posible competencia del
fuero de excepción por razón de las personas que es
esencialmente prorrogable.
En atención a tal circunstancia corresponde analizar el
valor de la cláusula de prórroga y consecuentemente si la
decisión de no atenerse a ella por los tribunales locales
resulta procedente.
A ese respecto cabe señalar que la decisión del tribunal
local de primera instancia sostenida por el tribunal de
alzada de la Provincia, afirma que tal cláusula de prórroga
no guarda congruencia con lo dispuesto en el artículo 35 de
las condiciones generales del Contrato de Integración y que
su existencia revela un fenómeno de la moderna
contratación, los denominados contratos de adhesión,
caracterizados por la intervención de una parte fuerte frente
a una débil, con un acotado o nulo poder de negociación de
esta última, que ve restringido sus derechos al no haber
detenido su atención sobre las cláusulas accesorias que no
pueden desnaturalizar el espíritu del contrato y sus
disposiciones esenciales.
Al respecto, corresponde poner de resalto por un lado que
la prórroga de la competencia tanto por razón del territorio
como por razón de las personas se halla admitida por la
legislación procesal (ver artículo 1° del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación y artículo 12 Inciso 4° de
la ley 48); y por otro, que se desprende de lo expuesto en
los apartados precedentes y de las constancias de autos,
que la cláusula de prórroga de la competencia territorial se
otorgó en una escritura traslativa de dominio de un
inmueble, en la que además se deja constancia de la
entrega del dinero para la compraventa, en el marco de un
mutuo celebrado con la Mutual cuya devolución se
garantiza con hipoteca sobre el inmueble objeto del
negocio; tales antecedentes ponen en duda que pueda
predicarse que tal contrato contuviera cláusulas
predispuestas o de adhesión que permitan presumir sin
mas probanzas, una situación de abuso hacia el solicitante
del préstamo.
Por otra parte, dichos negocios jurídicos de los que da
cuenta el instrumento base de la acción, se celebraron
como era de rigor por escritura pública y su contenido hace
plena fe, mientras no se declare la nulidad del acto por los
procedimientos específicamente previstos por la ley a tal fin,
máxime cuando tal nulidad por el supuesto abuso del
derecho, no es el objeto de la acción, ni ha sido motivo de
planteo por la accionante en la oportunidad procesal de
iniciar la demanda. En consecuencia la declaración oficiosa
del tribunal de su invalidez, violenta principios básicos del
ordenamiento jurídico adjetivo que aseguran el debido
proceso y la defensa en juicio.
Por último respecto a la alegada alteración de las
condiciones generales del Contrato de Integración suscripto
por las partes, cabe poner de resalto que del artículo 35 que
invoca el tribunal, se desprende claramente que la Mutual y
el asociado constituyen domicilio a todos los efectos legales
del reglamento, "en los indicados al frente de la Solicitud de
integración" (ver fs. 1), y allí, respecto de la demandada
aparecen el domicilio de la Casa Central en la Capital
Federal y el domicilio en la Filial de la Provincia de Santa
Fe. Por otra parte, resulta claro que la competencia federal
pactada en el artículo 35, está referida a aquellos supuestos
en que el asociado se domicilie en lugar diverso al de la
Capital Federal, de donde se colige que el contrato tuvo en
cuenta la posible distinta vecindad, que surte tal
competencia por disposición legal (art. 2°, inciso 2° de la ley
48), la que por tratarse de una competencia por razón de la
persona nada obsta para que sea prorrogada por las partes.
Por lo expuesto, opino que corresponde hacer lugar a la
queja, declarar procedente el recurso extraordinario, dejar
sin efecto el fallo apelado, y declarar que resultan
competentes para entender en la causa los tribunales
ordinarios de la Provincia de Santa Fe. — Abril 11 de
2006. — Marta A. Beiró de Gonçalvez.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, febrero 20 de 2007.
Considerando:
Que la cuestión propuesta por la recurrente encuentra
suficiente respuesta en el dictamen de la señora
Procuradora Fiscal subrogante a cuyos fundamentos y
conclusiones cabe remitir por razones de brevedad.
Por ello, de conformidad con lo dictaminado, se hace lugar
a la queja y al recurso extraordinario y se declara que
resulta competente para conocer en las actuaciones la
justicia local de la provincia de Santa Fe, a la que se le
remitirán por medio de la Corte Suprema de Justicia de
dicha jurisdicción. Agréguese la queja al principal.
Reintégrese el depósito de fs. 1 y hágase saber a las partes
y al Tribunal Superior de Justicia de la provincia de
Córdoba. — Ricardo Luis Lorenzetti. — Elena I. Highton de
Nolasco. — Carlos S. Fayt. — Enrique Santiago
Petracchi. — Juan Carlos Maqueda. —C armen M.
Argibay.
CSJN, 15/3/2007, "Arcángel Maggio S.A. s/conc. prev.",
LA LEY, 2007-C, 38. Hechos:
Una sociedad concursada, luego de sucesivas prórrogas
del período de exclusividad, obtuvo las conformidades
necesarias para el acuerdo preventivo, antes de la
vigencia de las leyes 25.563 y 25.589. Algunos
acreedores realizaron diversas impugnaciones fundadas
en cuestionamientos relativos, entre otros, a la existencia
de error en el cómputo de las mayorías, existencia de
acuerdos paralelos negociados e insuficiencia del mínimo
legal del 40% exigido por la ley 24.522. El juez de primera
instancia las rechazó. La Cámara de Apelaciones, al
conocer de las apelaciones interpuestas cuando ya había
sido sancionada la ley 25.563, revocó la sentencia de la
anterior instancia, porque concluyó que, a la luz del texto
original del art. 43, ley 24.522, la propuesta de acuerdo no
respetaba el mínimo exigible del 40% en tanto la espera
sin el contemporáneo pago de los réditos trasunta una
quita superior a la máxima admitida. La concursada
dedujo recurso extraordinario fundado en la arbitrariedad
de la sentencia. Ante su rechazo, interpuso una queja. La
Corte Suprema, por mayoría, rechaza el recurso.
Sumarios:
1. Cabe rechazar la tacha de arbitrariedad de la sentencia
que admitió las impugnaciones realizadas al acuerdo
preventivo obtenido por el concursado, al no haberse
contabilizado intereses por el lapso en que se concretaba la
espera a que se sometería el pago de los créditos, ya que,
por el hecho de aplazar el pago del 40% de los créditos
quirografarios verificados y declarados admisibles, el
deudor está obligado a pagar el interés moratorio para que
el pago siga estando configurado al menos por dicho
porcentaje, porque de otro modo el plazo o división en
cuotas del pago —e n el caso, a veinticinco años— reduce
esa parte alícuota en la medida correspondiente al interés
adeudado. (Del voto de los doctores Lorenzetti y Fayt).
2. Es improcedente el recurso extraordinario interpuesto
contra la sentencia que admitió la impugnación del acuerdo
preventivo, ya que las referencias a la ciencia económica
efectuadas para definir el valor real y actual de lo ofrecido,
lejos de mostrarse como un recurso argumental dogmático,
partieron de la base no controvertida de que la propuesta
implica el pago —e n veinticinco años— del 12,39% del
capital verificado y declarado admisible, siendo éste un dato
económico esencial para definir la medida del sacrificio de
los acreedores, a la vez que importa un válido canal
interpretativo para analizar la configuración de un abuso del
derecho relacionado con la admisibilidad de la propuesta.
(Del voto de los doctores Lorenzetti y Fayt).
3. En el análisis del abuso del derecho relacionado con la
admisibilidad de una propuesta de acuerdo preventivo,el
juez debe apreciar objetivamente si el deudor, en el
ejercicio de su derecho, ha contrariado la finalidad
económico-social del mismo que, en la especie, no está
solamente dada por la conservación de la empresa como
fuente de producción y trabajo, sino también por el logro de
una finalidad satisfactiva del derecho de los acreedores, la
cual naturalmente resulta negada cuando la pérdida que se
les impone es claramente excesiva (Del voto de los
doctores Lorenzetti y Fayt).
4. No es arbitraria la sentencia que consideró abusiva la
propuesta de acuerdo preventivo —e n el caso, pago a
veinticinco años del 40% de los créditos quirografarios
verificados y declarados admisibles, sin intereses—
ponderando el límite moralmente permitido la presunta
inadmisibilidad de la aceptación de los créditos contra el
concursado para su descuento bancario o como objeto de
garantías, la inequidad manifiesta o la irrazonabilidad y
absurdidad de la oferta desde el punto de vista del
ordenamiento general, si se trata de una ponderación
unitaria y conjunta de tales elementos, que muestra un
correcto ejercicio de la función judicial para definir la
existencia o no de un abuso de derecho. (Del voto de los
doctores Lorenzetti y Fayt).
5. Es improcedente reputar arbitraria la sentencia que, si
bien al admitir las impugnaciones formuladas por los
acreedores al acuerdo preventivo obtenido por el
concursado, hizo mérito del límite porcentual establecido
originariamente por el art. 43, ley 24.522, que al fallar no
estaba vigente, debido a las reformas introducidas por
las leyes 25.563 y 25.589; también examinó la validez de la
propuesta de quita y espera combinadas desde la
perspectiva de la nueva legislación, llegando a la misma
conclusión sobre su inadmisibilidad por abusiva y contraria
a la moral y las buenas costumbres, por lo cual su decisión
no tuvo sustento exclusivo en la norma derogada, sino
también en el derecho vigente. (Del voto de los doctores
Lorenzetti y Fayt).
6. Si bien la redacción original del art. 52 de la ley
24.522 (Adla, LV-D, 4381) tuvo un enfoque del concurso
preventivo en el cual no se reconocía al juez facultad
alguna para denegar la homologación de una propuesta de
acuerdo que hubiera obtenido la aprobación de las
mayorías legales en el entendimiento de que el concurso es
un ámbito en el cual básicamente se debaten intereses
privados, tras la sanción de la ley 25.589 (Adla, LXII-C,
2862), la conformidad de los acreedores a la propuesta
ofrecida es condición necesaria pero no suficiente para
obtener su homologación, pues el juez puede ejercer un
control sustancial. (Del voto de los doctores Lorenzetti y
Fayt).
7. 7. La determinación de en qué clase de situaciones
existe ejercicio abusivo de un derecho constituye una
cuestión ajena, por regla, a la instancia extraordinaria, que
sólo debe ceder cuando la decisión es el resultado de
afirmaciones sustentadas en la sola voluntad de los jueces.
(Del voto de los doctores Lorenzetti y Fayt).
8. Siendo el abuso del derecho mentado por el art. 1071 del
Cód. Civil un concepto jurídico indeterminado, los jueces no
pueden buscar la fenomenología del acto abusivo —y , más
precisamente, la fenomenología de la propuesta abusiva
referida por el art. 52, inc. c), ley 24.522 (Adla, LV-D, 4381)
— sino casuísticamente, ponderando las circunstancias
propias del supuesto examinado en todos sus aspectos y
conjuntamente, lejos de cualquier aplicación mecanicista y
con la flexibilidad necesaria para su adecuación a las
complejas circunstancias humanas. (Del voto de los
doctores Lorenzetti y Fayt).
9. La sentencia que tras admitir las impugnaciones
formuladas al acuerdo preventivo, ordenó al juez de la
instancia anterior, la apertura del procedimiento previsto por
el art. 48, ley 24.522 (Adla, LV-D, 4381) no es definitiva o
equiparable a tal a los fines del recurso extraordinario, pues
la vía de la norma mencionada no excluye la participación
del concursado a los fines de realizar una nueva propuesta
de acuerdo y obtener de sus acreedores las conformidades
pertinentes. (Del voto de los doctores Lorenzetti y Fayt).
10. Debe desestimarse el recurso de queja por denegación
del recurso extraordinario tendiente a cuestionar la
sentencia que admitió las impugnaciones formuladas a la
propuesta de acuerdo preventivo y consideró incurso al
concursado en la hipótesis de fraude del art. 52, inc. 4, ley
24.522 (Adla, LV-D, 4381), ya que reconoce un fundamento
autónomo que resulta suficiente para sustentarla, en tanto
se apoya en el dictamen fiscal —a cuyos términos remite—
y en un desarrollo argumental propio, que refiere a
concretas circunstancias de la causa. (Del voto de las
doctoras Highton de Nolasco y Argibay).
11. Es procedente el recurso extraordinario interpuesto
respecto de la sentencia que admitió las impugnaciones
formuladas sobre el acuerdo preventivo, ya que al fundarse
en la falta de adecuación de la propuesta al mínimo legal
requerido por el art. 43, tercer párrafo, ley 24.522 (Adla, LV-
D, 4381), aplicó una norma derogada por el art. 1°, ley
25.589 (Adla, LXII-C, 2862), al suprimir la limitación que
exigía al deudor —c uando la propuesta consistía en una
quita— ofrecer por lo menos el pago del 40% de los
créditos quirografarios anteriores a la presentación. (Del
dictamen de la Procuradora Fiscal que los doctores
Petracchi, Maqueda y Zaffaroni hacen suyo en su voto en
disidencia).
12. Es descalificable por vía del recurso extraordinario el
pronunciamiento que admitió las impugnaciones del
acuerdo preventivo, ya que omitió considerar la cuestión en
el marco puntual de las causales de impugnación a que se
refiere el art. 50, ley 24.522 (Adla, LV-D, 4381), y esa
deficiencia no se ve subsanada por la remisión al dictamen
del Fiscal de Cámara, desde que aquella materia no fue
objeto de un tratamiento específico de parte del
mencionado funcionario. (Del dictamen de la Procuradora
Fiscal que los doctores Petracchi, Maqueda y Zaffaroni
hacen suyo en su voto en disidencia).
13. De acuerdo con los propósitos preventivos que guían la
ley de concursos y quiebras, y teniendo en cuenta que el
rechazo del acuerdo originalmente propuesto se funda en
aspectos que pueden ser mejorados, una adecuada
interpretación de las normas aplicables aconseja ponderar
las constancias del expediente producidas con posterioridad
a la interposición del recurso extraordinario —e n el caso, la
mayoría de la Corte Suprema lo considera improcedente—,
de manera de agotar los medios para dar acabada
respuesta a los fines que el instituto del acuerdo preventivo
persigue en el sistema. (Del voto en disidencia de los
doctores Petracchi, Maqueda y Zaffaroni).
14. Es equiparable a sentencia definitiva a los fines del
recurso extraordinario la resolución que hizo lugar a las
impugnaciones formuladas al acuerdo propuesto por el
concursado, ya que, al haberse ordenado la remisión de las
actuaciones a primera instancia para comenzar el
procedimiento del art. 48, ley 24.522 (Adla, LV-D, 4381), se
excluye la posibilidad de reestructuración de la deuda (Del
dictamen de la Procuradora Fiscal que los doctores
Petracchi, Maqueda y Zaffaroni hacen suyo en su voto en
disidencia).
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador Fiscal de la Nación
Suprema Corte:
I. Contra la sentencia de la Sala A, de la Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Comercial (fs. 848/867 del incidente)
que revocó la de la instancia anterior e hizo lugar a las
impugnaciones formuladas respecto del acuerdo preventivo
entre la deudora y sus acreedores; Arcangel Maggio S.A.
dedujo recurso extraordinario federal, el que fue
desestimado, dando lugar a la presente queja (fs. 209/229,
230, 231 y 234/265).
II. En lo que aquí es pertinente, corresponde resaltar que el
magistrado de primera instancia homologó con fecha
16/4/03 (fs. 3482/3484 del principal), el acuerdo preventivo
arribado entre la deudora y los acreedores, consistente en
el pago del 40% del monto total de los créditos en su
moneda de origen, en 20 cuotas anuales, con vencimiento
la primera de ellas a los sesenta meses de la homologación
(v. fs. 2717/2718 y 2784/2786 del principal).
El citado acuerdo fue objeto de impugnaciones promovidas
por Merita Bank Plc., Stora Enso Fine Papers Oy,
Interpaper and Finance Corporation Limited, Relaway
Trading S.A. e Industria de Papel Arapoti S.A. (Inpacel).
El tribunal a quo señaló en la sentencia recurrida de fecha
3/5/04 que el efecto devaluatorio del plazo de espera, en
tanto no se incluyen intereses compensatorios, evidencia
que la propuesta de pago de la concursada resulta inferior
al mínimo legal requerido por el artículo 43, tercer párrafo
de la Ley N° 24.522 —4 0%—, y afirmó que no cumple las
exigencias de integridad patrimonial que contempla la
legislación concursal para la validez de este tipo de
propuestas.
Agregó que con un plazo de espera tan significativo, debe
darse prevalencia, "por sobre lo dispuesto por la ley
23.928 y a las n° 25.563 y 25.589 a las facultades que
otorga el inciso 4° del art. 52 de esta última", que dispone
que en ningún caso el juez homologará una propuesta
abusiva o en fraude a la ley.
En este sentido, manifestó que la obtención de las
mayorías legales, es condición necesaria, pero no suficiente
para merecer la homologación judicial, y que el acuerdo en
estudio no resulta acorde con los principios de orden
público, las finalidades de los concursos y el interés
general, resaltando las renuncias a los privilegios de
diversos acreedores que califica de actos de liberalidad que
resultan inverosímiles, que afectaron los derechos de
acreedores quirografarios que quedaron sometidos a la
propuesta.
III. En síntesis, la recurrente alega que la sentencia es
arbitraria ya que prescinde del derecho vigente —L eyes
N° 25.589 y 23.928—, aplica textos derogados —a rt. 43,
párr. tercero, Ley N° 24.522—, carece de fundamentación al
sustentarse en afirmaciones dogmáticas y pautas de
excesiva laxitud, y omite el tratamiento de cuestiones
conducentes para la solución del pleito, que surgen de las
constancias de la causa.
En particular, sostiene que el tercer párrafo del artículo 43
de la Ley N° 24.522 que fundamenta jurídicamente la
sentencia de la Cámara, fue derogado por la Ley N°
25.589 —a rt. 1°— que resulta aplicable desde el día de su
publicación —1 6/5/02— a los concursos en trámite —a rt.
20—, y consecuentemente suprimió la exigencia para la
deudora de ofrecer por lo menos, el pago del 40% de los
créditos quirografarios.
Asimismo, señala que la sentencia impone una obligación
prohibida cual es contemplar la depreciación, cuando
el artículo 7 de la Ley N° 23.928 —a un después de las
modificaciones de la Ley N° 25.561— dispone que el
deudor se desobliga pagando la cantidad nominalmente
expresada en la obligación, sin admitir actualización
monetaria, indexación por precios, variación de costos o
repotenciación de deudas, cualquiera fuere su causa, haya
o no mora del deudor. A ese respecto, manifiesta que
contrariamente a lo expresado por la alzada, el artículo 43
citado, no se refiere a valor presente de los créditos.
Por otra parte, destaca que los jueces de la mayoría
realizan afirmaciones dogmáticas de contenido aparente y
sin sustento jurídico o fáctico, al referirse —a modo de
ejemplo, entre otros párrafos objetados por la recurrente—
a la "ciencia económica" (fs. 849 vta.), "puntos de vista
técnico - económico" (fs. 849), "la depreciación de lo
ofrecido por el sólo transcurso del tiempo infringe el límite
moralmente permitido por nuestro sistema legal" (fs. 851
vta.), que expresan —a su entender— convicciones
subjetivas sin revelar los motivos ni indicar los medios de
prueba utilizados.
Por último, afirman que la sentencia contradice las
constancias de la causa en tanto considera y expone que
los pagos propuestos son en moneda nacional, cuando el
acuerdo impugnado -según los escritos y audiencia
informativa- consiste en el pago del 40% del monto nominal
de los créditos verificados en la moneda de origen, y
destacan que el 56% del pasivo quirografario verificado está
constituido en moneda extranjera.
IV. Si bien en estricta técnica jurídica la resolución
impugnada no constituye sentencia definitiva, reiterada
jurisprudencia de V.E. ha entendido que son equiparables a
ésta y susceptibles, por tanto, de instancia extraordinaria,
aquéllos decisorios que priven al interesado de valerse de
remedios legales ulteriores que tornen efectiva la defensa
de sus derechos (Fallos: 307:1688; 314:107; entre otros),
como es el caso de estudio donde fue ordenada la remisión
de las actuaciones a primera instancia para comenzar el
procedimiento del artículo 48 de la Ley N°
24.522, excluyendo de esa manera la posibilidad de
reestructuración de la deuda de la concursada.
Sentado ello, cabe señalar que es condición de validez de
los pronunciamientos judiciales que sean fundados y
constituyan derivación razonada del derecho vigente con
aplicación a las circunstancias comprobadas de la causa, y
consideración de las alegaciones decisivas formuladas por
las partes (Fallos: 323:2468; 324:556; 325:2817), exigencia
que procura esencialmente la exclusión de decisiones
irregulares que afecten el adecuado servicio de justicia.
Estimo entonces, asiste razón al recurrente toda vez que
constituye uno de los fundamentos del a quo la falta de
adecuación de la propuesta de la concursada "al mínimo
legal requerido por el artículo 43, tercer párrafo de la Ley N°
24.522", cuando dicho texto legal se encuentra derogado
por la Ley N° 25.589 —a rt. 1°—.
La Ley N° 25.589 citada suprimió la limitación que preveía
el artículo 43 tercer párrafo de la Ley N° 24.522, que exigía
al deudor, cuando la propuesta consistía en una quita,
ofrecer por lo menos el pago del 40% de los créditos
quirografarios anteriores a la presentación. Es más, su
aplicabilidad al caso, en el marco de lo establecido en su
artículo 20, no ha sido desconocida por los acreedores al
apelar la resolución que desestimó las impugnaciones por
ellos formuladas (fs. 635, 650 vta.).
Corresponde resaltar, que no obstante haber manifestado
el propio tribunal (fs. 1016 vta. del incidente) que para
resolver hizo mérito de lo dispuesto por el artículo 52 inciso
4) de la Ley N° 24.522 que se refiere a las facultades del
juez para no homologar una propuesta abusiva o en fraude
a la ley, examinando consecuentemente su contenido, no
tuvo en cuenta (fs. 848 vta. del incidente) que Arcangel
Maggio S.A. en oportunidad de la audiencia informativa
celebrada el día 11/7/01 (fs. 2784/2786 del principal), aclaró
que "en el caso de acreedores que se hubieren insinuado
en moneda extranjera y así se hubieren verificado, el pago
se hará en tal moneda", circunstancia susceptible de incidir
en el resultado del litigio.
Por otro lado, omitió considerar la cuestión en el marco
puntual de las causales de impugnación a que se refiere
el artículo 50 de la Ley N° 24.522, deficiencia que no se ve
subsanada con la referencia al dictamen de la Fiscalía de
Cámara, desde que sin perjuicio del exhaustivo y
pormenorizado estudio que allí se realiza de la cuestión, a
la luz de los antecedentes fácticos del juicio, aquella
materia no fue objeto de un tratamiento específico.
Asimismo, la alzada realizó afirmaciones dogmáticas, al
referirse a análisis técnico-económico, técnico-financiero, a
la ciencia económica (fs. 849 y vta., 852 del incidente) y a
las consecuencias y proyecciones patrimoniales del
acuerdo, sin efectuar un estudio de las cuestiones
conducentes presentadas por las partes, en particular, las
relativas a la propuesta de pago en la moneda en la que
fueron inicialmente pactados los créditos, que en la
sentencia se señaló —e rróneamente— sería en moneda
nacional.
Por lo expuesto, y sin abrir juicio sobre la solución final que
corresponda dar al caso, opino que V.E. debe dejar sin
efecto el pronunciamiento recurrido y remitir los autos al
tribunal de origen, para que se dicte uno nuevo con arreglo
a derecho. — Abril 20 de 2005. — M arta A. Beiró de
Gonçalvez .
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, marzo 15 de 2007.
Considerando :
1) Que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Comercial, Sala A, por mayoría, revocó la sentencia de la
instancia anterior e hizo lugar a la impugnación que, en los
términos del art. 50 de la ley 24.522, opusieron diversas
firmas acreedoras respecto del acuerdo preventivo logrado
en autos por Arcángel Maggio S.A. En la misma decisión, el
tribunal de grado ordenó al juez de la causa que adecuara
el procedimiento de conformidad con lo dispuesto por el art.
48 de la ley citada.
2) Que contra esa decisión interpuso recurso extraordinario
la concursada, cuya denegatoria originó la presente queja.
3) Que después de sucesivas prórrogas del período de
exclusividad, la concursada logró que sus acreedores
aprobaran la propuesta de acuerdo preventivo que les
había ofrecido. Por encontrarse reunidas las mayorías
legales, previo informe de la sindicatura, el magistrado de
primera instancia declaró la existencia de acuerdo
preventivo según lo prescripto por el art. 49 de la ley
24.522 (fs. 3339 de los autos principales). Todos estos
actos se cumplieron con anterioridad a la sanción de
las leyes 25.563 y 25.589 que reformaron la ley 24.522.
Es de observar que la propuesta para acreedores
quirografarios que recibió la aprobación de la doble mayoría
requerida por el art. 45 de la ley concursal, consistió en el
pago del 40% de los créditos verificados y declarados
admisibles, dividido en veinte (20) cuotas mensuales, sin
intereses, en moneda de curso legal, con vencimiento la
primer cuota a los sesenta (60) meses de la fecha en que
se homologara la propuesta, de acuerdo al siguiente
esquema: a) diez (10) cuotas anuales, consecutivas,
equivalentes cada una al 0,5% del capital verificado y
declarado admisible; b) desde la cuota 10ª a la 17ª, se
abonaría —c ada año— el 1% del capital computable; c) las
cuotas 18ª y 19ª se cancelarían con el pago del 2% del
capital verificado y declarado admisible; y d) la última cuota
(nº 20) comprendería el pago del 24% restante del indicado
capital (fs. 2717/2718 de los autos principales).
4) Que varias firmas acreedoras (Merita Bank Pic.; Stora
Enso Fine Papers Oy; Interpaper and Finance Corporation
Limited; Relaway Trading S.A.; e —I npacel— Industria de
Papel Arapoti SA) impugnaron el acuerdo de conformidad
con el citado art. 50 de la ley concursal, bajo las siguientes
causales: 1) error en el cómputo de las mayorías
necesarias para arribar al acuerdo; 2) inobservancia de
formas esenciales para la celebración del acuerdo; 3)
extemporaneidad por parte de cesionarios de créditos
privilegiados a la preferencia de los créditos cedidos con el
objeto de formar la mayoría necesaria para aprobar el
acuerdo dirigido a los acreedores quirografarios; 4)
existencia de acuerdos paralelos negociados por fuera del
expediente a través de testaferros, que respondían a los
intereses de la concursada, violatorios de la par condicio
creditorum; y 5) insuficiencia del mínimo legal del 40%
exigido por el art. 43 de la ley 24.522.
Con relación a esto último, las impugnantes sostuvieron
que la propuesta de acuerdo ofrecida por la concursada
(que combina una quita nominal del 60%, con una espera
de veinticinco años para la cancelación final), equivale a
una oferta real de pago, a valor presente, de solamente el
12,39% de los créditos, considerando una tasa de
descuento del 6% anual, y aun sin contabilizar la pérdida
del valor del capital habida desde la fecha de presentación
de la demanda de concurso preventivo hasta la de la
sentencia de homologación.
5) Que —c onforme se adelantó— el tribunal a quo admitió
la impugnación promovida contra el acuerdo preventivo.
Cabe observar que al tiempo de tomarse tal decisión, ya
había sido sancionada la ley 25.563 que dejó sin efecto el
límite del 40% para la propuesta de quita exigido por el
texto original del art. 43 de la ley 24.522, así como también
la ley 25.589 que, por una parte, ratificó esa misma
solución, y por otra prescribió que "...En ningún caso el juez
homologará una propuesta abusiva o en fraude a la
ley..." —a rt. 52, inc. 4—, de la ley concursal).
En cuanto aquí interesa, la cámara de apelaciones
consideró —a la luz del texto original del art. 43 de la
ley 24.522— que la propuesta de acuerdo ofrecida por la
concursada no respetaba el mínimo exigible del 40%,
porque la previsión de una espera sin el contemporáneo
pago de los réditos compensatorios trasunta en realidad
una quita superior a la máxima admitida legalmente. Con
cita de doctrina y jurisprudencia concluyó, además, que la
propuesta de acuerdo a los acreedores quirografarios, en
tanto importaba una oferta de pago que alcanzaba
solamente el 12,39% de los créditos, debía calificarse como
abusiva e irrazonable porque no cumplimentaba las
exigencias mínimas de integridad patrimonial que
contempla la legislación concursal para la validez de este
tipo de propuestas. Estimó, en tal sentido, que con un plazo
de espera tan significativo como el postulado —u n cuarto
de siglo— debía darse prioridad, por sobre lo dispuesto por
la ley 23.928 y la eliminación del piso del 40%
instrumentada por las leyes 25.563 y 25.589, a las
facultades que otorga el inc. 4 del art. 52 introducido por
esta última, que constituye una norma de carácter
imperativo, toda vez que —d ijo— no es razonable pensar
que la ley permita plazos de extensión excesivos o formas
de espera que desvirtúen el contenido material mínimo de
la propuesta. Ponderó, asimismo, que la obtención de las
mayorías legales es condición necesaria pero no suficiente
para lograrse la homologación judicial de la propuesta de
acuerdo, y que la aceptación de ella implicaba en el caso
una liberalidad inverosímil, porque los créditos contra la
concursada —r educidos en la proporción mencionada—
aun bajo la hipótesis de inflación cero, no serían aceptables
para descuento, ni como garantía en ninguna institución
financiera, por estar indisponibles para su uso actual y por
estar sometidos al riesgo de su incobrabilidad.
Independientemente de lo anterior, remitió el
tribunal a quo a las conclusiones brindadas por la fiscal
ante la cámara con relación a la cesión de diversos créditos
privilegiados y a la inmediata conducta de los cesionarios
en cuanto a la renuncia de las preferencias respectivas para
poder votar la propuesta dirigida a los quirografarios, actos
que estimó demostrativos de la existencia de liberalidades
que sólo tuvieron por objeto afectar los derechos de los
acreedores comunes a fin de que quedaran sometidos a
una propuesta irrisoria; todo lo cual, por contrariar normas
imperativas del ordenamiento jurídico (arts.
502, 530, 542 y 953 del Código Civil; art. 52, inc. 4, de la ley
concursal) hacía innecesario evaluar lo atinente a la
tempestividad de la renuncia a los respectivos privilegios.
6) Que el recurso extraordinario articulado por la
concursada, controvierte la sentencia precedentemente
reseñada, imputándole arbitrariedad: a) porque resolvió la
cuestión sometida a litigio aplicando el texto original del
art. 43 de la ley 24.522 (que no admitía una propuesta de
quita inferior al pago del 40% de los créditos verificados y
declarados admisibles) en vez de decidirla de conformidad
con la redacción dada a esa norma por la ley 25.589 en
cuanto reiteró la solución brindada antes por la ley
25.563 referente a la eliminación de un mínimo legal para
tener por válida la propuesta de quita, lo cual —d ice—
resultaba procedente en función de la disposición de
derecho transitorio contenida en el art. 20 de la ley 25.589 y
de lo previsto por el art. 3° del Código Civil; b) porque al
reprochar a la concursada no haber previsto en su
propuesta la incidencia de la depreciación monetaria,
prescindió de aplicar el art. 7 de la ley 23.928 —n o
derogado por la ley 25.561— que prohíbe la actualización
monetaria, indexación de precios, variación de costos o
repotenciación de deudas, haya o no mora del deudor; c)
porque incurrió en afirmaciones que reputa dogmáticas o de
extrema latitud para fundar la condición abusiva de la
propuesta, en cuanto remitieron a aspectos tales como el
punto de vista técnico-económico o a la ciencia económica,
el límite moralmente permitido, la presunta inadmisibilidad
de la aceptación de los créditos contra el concursado para
su descuento bancario o como objeto de garantías, el orden
jurídico en general, las exigencias mínimas de integridad
patrimonial, la inequidad manifiesta, o a la irrazonabilidad y
absurdidad de la oferta; d) porque no tuvo en cuenta que la
actual legislación parte de un "enfoque desregulado" del
acuerdo preventivo, en el que el papel de los acreedores es
amplísimo y prioritario, de suerte tal que dando ellos su
aprobación, la intervención judicial es una interferencia que
debe ser acotada; e) porque no puede calificarse de
abusiva una propuesta que implica para el deudor pagar
todo lo que puede pagar, agotando sus recursos para
cumplir; f) p orque omitió ponderar que el 56% del pasivo
quirografario está constituido por acreedores en moneda
extranjera, a quienes se les ofreció pagar el 40% del monto
nominal en la respectiva moneda de origen, de donde se
seguiría que el carácter abusivo de la propuesta no puede
sustentarse en la situación de ellos; g) porque se basó en
fundamentos aparentes para aceptar que medió fraude en
la obtención del acuerdo; y h) porque, en función de todo lo
anterior, se la privó de su derecho de lograr en exclusividad
la reestructuración de la deuda, habilitándose
improcedentemente la vía prevista por el art. 48 de la ley
24.522, texto según ley 25.589.
7) Que lo atinente a la eficacia de la ley en el tiempo y a la
validez intertemporal de las normas, constituye materia
ajena al recurso extraordinario (Fallos: 310:315 y 1080;
311:324; 312:764; 320:1542), sin que en el caso se
presente un supuesto de arbitrariedad que permita hacer
excepción a ello pues, aunque es verdad que el
tribunal a quo recurrió a un desarrollo argumental que hizo
mérito del límite porcentual establecido originariamente por
el art. 43 de la ley 24.522, que en el momento de fallar ya
no se encontraba vigente habida cuenta de las reformas
introducidas por las leyes 25.563 y 25.589, lo cierto es que
también la sentencia examinó la validez de la propuesta de
quita y espera combinadas hecha por la concursada desde
la perspectiva de la nueva legislación vigente, llegando a
una misma conclusión sobre su inadmisibilidad.
En efecto, el fallo apelado fue claro en cuanto a que, más
allá de que la propuesta no cumplía con la exigencia del
piso legal del 40% requerido por el texto original del art.
43 de la ley 24.522, se mostraba como abusiva y contraria a
la moral y las buenas costumbres a la luz de lo establecido
por los arts. 21, 502, 1071, 953 y 1198 del Código Civil, por
lo que de acuerdo a la nueva normativa introducida por
la ley 25.589 respecto de las facultades del juez (art. 52,
inc. 4°, de la ley concursal), correspondía denegar la
homologación.
Dicho con otras palabras, la cámara de apelaciones
examinó la cuestión tanto desde la visión que le daba la ley
anterior, como desde la visión de la ley vigente, y aunque lo
hizo incurriendo en cierta superposición de ambos
enfoques, concluyó en la improcedencia de dar aprobación
judicial a una propuesta de acuerdo que, en definitiva,
calificó como abusiva e irrazonable.
Así pues, el primer agravio de la concursada, en cuanto
imputa arbitrariedad al fallo por haber aplicado una
normativa derogada no puede ser aceptado pues, como
queda dicho, la decisión no tuvo sustento exclusivo en ella,
sino también en el derecho vigente.
8) Que no mejor suerte corre el agravio de la concursada
relativo a que la sentencia le habría reprochado —a juicio
de la apelante, en forma improcedente— no haber
contemplado en la propuesta una forma de corrección de la
desvalorización de la moneda.
En este sentido, la atenta lectura de la sentencia recurrida
muestra que, en rigor, lo que cuestionó el tribunal a quo no
fue que la propuesta no contemplara pautas indexatorias (a
lo cual se oponía, ciertamente, el art. 7° de la ley 23.928),
sino que no contabilizara intereses por el lapso en que se
concretaba la espera a que se sometería el pago de los
créditos, señalando expresamente, que la previsión de una
espera, sin el correspondiente pago de los réditos refleja,
en rigor, una quita superior a la que resulta de una mera
expresión nominal de la merma prevista, con el efecto
práctico de pagar menos de lo formalmente prometido.
Cabe consignar, en este aspecto, que la propuesta
ofrecida por la concursada consistió, precisamente, en el
pago del 40% de los créditos quirografarios verificados y
declarados admisibles, por lo que el tiempo en que ese
pago habría de concretarse no es elemento de juicio del
que quepa prescindir a los fines de ponderar si, en los
hechos, el porcentual ofrecido se respeta o no.
Sentado lo anterior, y vista la cuestión desde la perspectiva
indicada, la sentencia apelada no se exhibe como arbitraria
pues, en verdad, por el hecho de aplazar el pago del 40%,
el deudor está en la obligación de pagar el interés moratorio
a fin de que el pago siga siendo de por lo menos del 40%
del capital prometido; de no ser así, el plazo o división en
cuotas del pago, reduce esa parte alícuota precisamente en
la medida correspondiente al interés adeudado.
El reproche del a quo a la propuesta de acuerdo se
asienta, pues, en la exigencia —q ue hace a la
transparencia del proceso concursal y a la captación de
buena fe del voto de los acreedores— de que la quita
formalmente ofrecida, se corresponda con la que realmente
se pagará. Nada hay de arbitrario, entonces, en lo decidido
por la cámara de apelaciones bajo este aspecto.
9) Que la determinación de en qué clase de situaciones
existe ejercicio abusivo de un derecho constituye una
cuestión ajena, por regla, a la instancia extraordinaria, que
sólo debe ceder cuando la decisión es el resultado de
afirmaciones sustentadas en la sola voluntad de los jueces
(Fallos: 311:1337).
No se da en el caso, sin embargo, esta última excepción,
pese a los esfuerzos argumentales de la concursada por
demostrar que la sentencia incurre en arbitrariedad por
haber calificado a la propuesta de acuerdo como abusiva
con argumentos que, afirma, serían dogmáticos o de
extrema latitud.
Al respecto, puede señalarse que la referencia a la ciencia
económica efectuada por la cámara para definir el valor real
y actual de lo ofrecido, lejos de mostrarse como un recurso
argumental dogmático, partió de la base no controvertida de
que la propuesta de concordato cuya homologación se
persigue en autos implica solamente el pago —e n un lapso
de veinticinco años— del 12,39% del capital verificado y
declarado admisible (dato económico esencial para definir
la medida del sacrificio de los acreedores), al par que
constituyó un válido canal interpretativo pues, en el análisis
del abuso del derecho relacionado con la admisibilidad de
una propuesta de acuerdo preventivo, el juez debe apreciar
objetivamente si el deudor, en el ejercicio de su derecho, ha
contrariado la finalidad económico-social del mismo que, en
la especie, no está solamente dada por la conservación de
la empresa como fuente de producción y trabajo, sino que
también está definida por el logro de una finalidad
satisfactiva del derecho de los acreedores, la cual
naturalmente resulta negada cuando la pérdida que se les
impone a ellos resulta claramente excesiva.
No hay tampoco arbitrariedad en la sentencia apelada por
haber ponderado elementos de juicio tales como el límite
moralmente permitido, la presunta inadmisibilidad de la
aceptación de los créditos contra el concursado para su
descuento bancario o como objeto de garantías, las
exigencias mínimas de integridad patrimonial, la inequidad
manifiesta, o a la irrazonabilidad y absurdidad de la oferta
desde el punto de vista del ordenamiento general. En tal
sentido, se observa que sólo una comprensión disociada y
fragmentaria de esos distintos elementos de juicio —t al
como la que se hace en el recurso extraordinario— es la
que permite a la apelante postular sus críticas, las cuales,
por consiguiente, no sirven para descalificar un fallo que,
por el contrario, realizó una ponderación unitaria, conjunta y
no separada de dichos elementos, mostrando con ello un
correcto ejercicio de la función judicial en la tarea de definir
la existencia o no de un caso de abuso de derecho. Y es
que, siendo el abuso del derecho mentado por el art.
1071 del Código Civil un concepto jurídico indeterminado,
los jueces no pueden buscar la fenomenología del acto
abusivo (y más precisamente, la fenomenología de la
propuesta abusiva referida por el art. 5 2, inc. 4, de la ley
concursal) sino casuísticamente, ponderando las
circunstancias propias del supuesto examinado en todos
sus aspectos y conjuntamente, lejos de cualquier aplicación
mecanicista y con la flexibilidad necesaria para su
adecuación a las complejas circunstancias humanas.
Sobre esa base de entendimiento, el razonamiento jurídico
que exhibe la sentencia para llegar a la conclusión de que
se está enfrente de una propuesta de acuerdo abusiva
supera, a criterio de esta Corte, la tacha de arbitrariedad
con que se la impugna, pudiendo ser señalado que las
críticas que ensayaba la recurrente en ese aspecto no
pasan de constituir reflejo de su propia disconformidad
personal con lo decidido en una materia que, valga
reiterarlo, es propia de los jueces de la causa y ajena, como
regla, a la instancia de revisión federal.
10) Que tampoco demuestran arbitrariedad las reflexiones
que trae el recurso extraordinario según las cuales la
legislación vigente abraza un enfoque desregulado del
concordato preventivo, donde la solución es librada a la
decisión de acreedores y deudor con exclusión de la
ingerencia judicial, sin que, por otra parte, pueda calificarse
de abusiva una propuesta que implica para el deudor pagar
en el límite máximo de lo que puede.
Lo primero, porque si bien el "enfoque desregulado" al que
se alude fue el vigente con la redacción original del art.
52 de la ley 24.522 que, ciertamente, no reconocía expresis
verbis en el magistrado facultad alguna para denegar la
homologación de una propuesta de acuerdo que hubiera
obtenido la aprobación de las mayorías legales en el
entendimiento de que el concurso es un ámbito en el cual
básicamente se debaten intereses privados de acreedores y
deudor, no resultando conveniente que el juez en algunos
casos se pueda subrogar a ese interés de los acreedores
determinando qué es lo mejor para ellos, lo cierto es que,
tras la sanción de la ley 25.589, que reformuló el texto del
citado art. 52, la conformidad de los acreedores a la
propuesta de acuerdo ofrecida por el deudor es —c omo lo
señaló correctamente el tribunal a quo — condición
necesaria pero no suficiente para obtener la homologación,
pues el juez puede ejercer un control sustancial de la
propuesta, pudiendo denegar su aprobación si la considera
abusiva o en fraude a la ley (inc. 4°). Dicho con otras
palabras, el criterio interpretativo que en este aspecto
propicia el recurso extraordinario, directamente no se
adecua a la legislación vigente.
Lo segundo, porque la afirmación —a los efectos de
descartar su carácter abusivo— de que la propuesta de
acuerdo ofrecida representa el límite máximo que la
concursada puede pagar, no pasa de ser una aserción
dogmática sobre aspectos de hecho y prueba, ajenos a la
vía del art. 14 de la ley 48, que ni siquiera han sido
convenientemente propuestos a la decisión de las
instancias de origen.
11) Que tampoco demuestra arbitrariedad el agravio de la
concursada según el cual el tribunal a quo habría
contradicho las constancias de la causa al no considerar, a
los fines de descartar el carácter abusivo de la propuesta,
que ninguna pérdida económica es predicable respecto de
los acreedores insinuados en moneda extranjera, pues a
ellos se los cancelaría con el 40% del monto nominal
expresado en la moneda de origen, es decir, con una
moneda "fuerte" que no sufre el riesgo de la erosión
inflacionaria. Ello es así, porque dicho agravio parte de una
base falsa.
En efecto, si bien en audiencia informativa, la concursada
aclaró que se respetaría la moneda de pago de los
acreedores insinuados en divisas extranjeras (fs. 2784/2786
de los autos principales), lo cierto es que ninguna
constancia del expediente da cuenta de que esa aclaración
hubiera dado lugar a una formal modificación de la
propuesta de concordato en los términos del art. 43, último
párrafo, de la ley concursal. En esas condiciones,
corresponde estar a lo que específicamente indicó la
propuesta de fs. 2717/2718, esto es, que "...Todas las
deudas originalmente estipuladas en moneda extranjera
serán convertidas al tipo de cambio vigente a la fecha de la
sentencia del art. 36 y pagaderas en moneda argentina de
circulación legal..., a excepción de los acreedores
privilegiados especiales hipotecarios y prendarios, respecto
de los cuales se respetará la moneda de contratación..."
(fs. 2718).
En síntesis, no es verdad que la propuesta de acuerdo
dirigida a los quirografarios —d e cuyo carácter abusivo se
trata— contemplara un tratamiento diferente para los
créditos de ese carácter verificados en moneda extranjera,
ni certero, entonces, que los respectivos acreedores
hubieran quedado marginados de la oferta de pago general
equivalente al 12,39% del capital.
12) Que, independientemente de lo anterior, la cámara de
apelaciones consideró incursa a la concursada en la
hipótesis de fraude contemplada por el art. 52, inc. 4°, de
la ley 24.522, con apoyo en el dictamen fiscal —a cuyos
términos remitió— y a un desarrollo argumental propio, que
refiere a concretas circunstancias de la causa.
Dicho fundamento concierne a aspectos de hecho y
derecho común, en principio irrevisables por la vía
extraordinaria, y los agravios de la recurrente expresados
sobre el particular, sólo traducen una mera discrepancia
con lo resuelto que, más allá de su acierto o error, cuenta
con sustento suficiente para aventar la tacha de
arbitrariedad propuesta por la apelante bajo este aspecto.
13) Que como agravio autónomo expresa la concursada
que la decisión del tribunal a quo la ha privado del derecho
de alcanzar en exclusividad la reestructuración de su
deuda, ya que ha ordenado al juez de la instancia anterior
la apertura del procedimiento previsto por el art. 48 de la ley
24.522.
En este aspecto, el recurso extraordinario no se dirige
contra una sentencia definitiva o equiparable a tal, pues la
vía del citado art. 48 de la ley concursal no excluye la
participación de la concursada a los fines de realizar una
nueva propuesta de acuerdo y obtener de sus acreedores
las conformidades pertinentes (inc. 4°).
14) Que no se han configurado circunstancias
sobrevinientes que tornen inoficioso el pronunciamiento de
este Tribunal en las presentes actuaciones, toda vez que
las alternativas suscitadas a partir de fs. 3788 de los autos
principales, no guardan relación con la hipótesis de fraude
contemplada por el art. 5 2, inc. 4° de la ley 24.522, de la
que hizo mérito la sentencia impugnada.
Por ello, y oída la señora Procuradora Fiscal, se desestima
la queja. Declárase perdido el depósito de fs. 1. Notifíquese
y, previa devolución de los autos principales,
archívese. — Ricardo L. Lorenzetti . — Elena I. Highton de
Nolasco (según su voto). — Carlos S. Fayt . — Enrique S.
Petracchi (en disidencia). — Juan C. Maqueda (en
disidencia). — E . Raúl Zaffaroni (en
disidencia). — C armen M. Argibay (según su voto).
Voto de las doctoras Highton de Nolasco y doctora
Argibay:
Considerando :
1) Que contra la sentencia de la Sala A de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Comercial que, al revocar la
de primera instancia, admitió las impugnaciones formuladas
respecto del acuerdo preventivo ofrecido por la concursada,
interpuso ésta el recurso extraordinario cuya denegación
dio lugar a la presente queja.
2) Que esta Corte ha señalado en forma reiterada que sus
sentencias deben ajustarse a las circunstancias existentes
al momento de ser dictadas, aunque sean sobrevinientes a
la interposición del recurso extraordinario (Fallos: 310:819;
324:3948; 325:2275, entre muchos otros).
3) Que este Tribunal ordenó a fs. 3788 la remisión de los
autos a primera instancia para el cumplimiento de la
diligencia allí dispuesta. El juez de grado se expidió a
fs. 3870/3874 y elevó la causa, sin emitir pronunciamiento
de mérito con aptitud para incidir en el tratamiento de las
cuestiones sometidas a consideración del Tribunal, las que
serán examinadas en sus respectivos términos.
4) Que la recurrente invoca la arbitrariedad del fallo,
alegando que la decisión recurrida prescinde del derecho
vigente, aplica textos legales derogados, carece de debida
fundamentación y omite el tratamiento de cuestiones
conducentes para la solución del pleito.
5) Que el a quo formuló diversas consideraciones relativas
a la insuficiencia de la propuesta concordataria, en orden al
mínimo legal que establecía el art. 43 de la ley
24.522, derogado por la ley 25.589 y que, por ende, no se
encontraba vigente en el momento del fallo. Los agravios de
la recurrente se dirigen a demostrar que en el caso se han
configurado las circunstancias que esta Corte ha
considerado aptas para descalificar una sentencia en los
términos de la doctrina de la arbitrariedad.
6) Que, aunque asistiera razón a la apelante sobre el
punto, ello no conduciría a la apertura de la instancia
extraordinaria en la forma pretendida, según lo establece
antigua doctrina de este Tribunal, en tanto la sentencia
recurrida reconoce un fundamento autónomo que resulta
suficiente para sustentarla (Fallos: 115:405; 253:181;
310:664, entre muchos otros).
7) Que, en efecto, la cámara de apelaciones ha
considerado incursa a la concursada en la hipótesis de
fraude contemplada por el art. 52 inc. 4° de la ley
24.522, con apoyo en el dictamen fiscal —a cuyos términos
remite— y a un desarrollo argumental propio, que refiere a
concretas constancias de la causa. Dicho fundamento
concierne a aspectos de hecho y derecho común, en
principio irrevisables por la vía extraordinaria y los agravios
de la recurrente sólo traducen una mera discrepancia con lo
resuelto que, más allá de su acierto o error, cuenta con
sustento suficiente para aventar la tacha de arbitrariedad.
8) Que, en tales condiciones, resulta inoficioso el
tratamiento de los restantes agravios formulados, dada la
carencia de virtualidad de un pronunciamiento a su respecto
para modificar la decisión apelada, que se mantendría con
base en el mencionado fundamento irrevisable (Fallos:
193:43 y sus citas, 316:1205, disidencia de los jueces
Petracchi, Cavagna Martínez y Moliné O'Connor, entre
otros).
Por ello, y oída la señora Procuradora Fiscal, se desestima
la queja. Declárase perdido el depósito de fs. 1. Vuelvan los
autos principales con copia certificada de la presente al
tribunal de origen, encomendándose el cumplimiento, sin
más trámite, de lo ordenado por la cámara de apelaciones
en el fallo recurrido. Notifíquese y archívese la
queja. — E lena I. Highton de Nolasco . — C armen M.
Argibay .
Disidencia de los doctores Petracchi, Maqueda y Zaffaroni:
Considerando : Que las cuestiones propuestas por el
apelante han sido objeto de adecuado tratamiento en el
dictamen de la señora Procuradora Fiscal, a cuyos
fundamentos y conclusiones corresponde remitir por
razones de brevedad.
Que sin perjuicio de ello, y en atención al sentido del voto
de la mayoría, por aplicación de la regla según la cual los
pronunciamientos judiciales deben tener en cuenta las
circunstancias actuales al tiempo de dictar sentencia,
corresponde que oportunamente se consideren las
constancias obrantes en el expediente producidas con
posterioridad a la interposición del presente recurso (conf.
Fallos: 310:670; 311:1810; 318:625; 321:1393, entre otros).
Por tal razón, de acuerdo con los propósitos preventivos
que guían la ley de concursos y quiebras, y teniendo en
cuenta que el rechazo del acuerdo originalmente propuesto
encuentra fundamento en aspectos que pueden ser
mejorados, una adecuada interpretación de las normas
aplicables aconseja ponderar tales circunstancias de
manera de agotar los medios para dar acabada respuesta a
los fines que el instituto del acuerdo preventivo persigue en
el sistema.
Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el
recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia
apelada. Reintégrese el depósito de fs. 1. Vuelvan las
actuaciones al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte nuevo fallo con arreglo al presente.
Notifíquese y oportunamente remítase. — Enrique S.
Petracchi . — Juan C. Maqueda . — E. Raúl Zaffaroni .

CSJN, 9/10/2007, "Koldobsky, Liliana E. c. Koldobsky,


Carlos", Fallos: 330:4354. Hechos
La Cámara de Apelaciones declaró caída la opción de
compra de acciones que la actora había otorgado al
demandado, quien había realizado una oferta
en pesos con fundamento en la legislación de
emergencia. Interpuesto recurso extraordinario y
concedido éste, la Corte Suprema confirma la sentencia
cuestionada.
Sumarios
1. La oferta irrevocable de venta de acciones expresada en
dólares estadounidenses, en su condición de acto jurídico
unilateral "recepticio", no resulta subsumible en las
disposiciones del decreto 214/2002 del Poder
Ejecutivo Nacional, por lo cual no existía obligación alguna
de dar sumas de dinero al 6 de enero del año 2002. (Del
dictamen del Procurador General que la Corte hace suyo).
2. Es improcedente considerar que existió una obligación de
dar sumas de dinero subsumible en las disposiciones
del decreto 214/2002 del Poder Ejecutivo Nacional, a la
oferta irrevocable de venta de acciones expresada en
dólares estadounidenses, en tanto la aceptación, para ser
considerada como constitutiva de un contrato, debió ser
pura y simple, requisito que en el caso no se configuró
debido a que el demandado pretendió modificar la moneda
de pago, lo cual importó una nueva propuesta no admitida
por la oferente (art. 1152, Cód. Civil). (Del dictamen del
Procurador General que la Corte hace suyo).
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador General de la Nación
Suprema Corte:
-I-
Los magistrados integrantes de la Sala "D", de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Comercial, en lo que interesa
a los fines de este dictamen, confirmaron la resolución de la
juez de grado, que hizo lugar a la
demanda declarando caída la opción de compra otorgada al
demandado, por no resultar aplicable al caso lo dispuesto
por el artículo 11° de la ley 25.561 y 8° del decreto
214/02 (v. fs. 135/140 y 95/101). Para así decidir, juzgaron
que la oferta irrevocable documentada a fs. 9 de autos, se
subsume en la regla del artículo 1150 del Código Civil,
antes que en un "contrato de opción" de los mencionados
por los decretos 410/02 y 992/02 — c omo entendió la Juez
de Primera Instancia — .
Señalaron, luego, que el decreto 214/02— c itado por el
demandado como base de su oferta expuesta en
pesos — dispone la pesificación de las obligaciones de dar
sumas de dinero expresadas en moneda extranjera (art. 1),
de los depósitos en moneda extranjera en el sistema
financiero (art. 2), de las deudas en moneda extranjera con
el sistema financiero (art. 3) y de las obligaciones
expresadas en moneda extranjera, no vinculadas al sistema
financiero (art. 8). Sostuvieron que el monto en dólares
estadounidenses indicado en la oferta de venta, no se
ajusta a ninguno de los supuestos antes indicados, sino que
constituye un precio establecido para las acciones objeto de
dicha oferta; de tal manera que ese precio propuesto no
resulta alcanzado por la legislación de emergencia (...).
Concluyeron que la oferente asumió la obligación de
mantener su oferta sin modificación (es decir en dólares)
pendiente el plazo, de lo que se sigue que la opción de
compra ejercida en pesos, según carta agregada a fs. 11,
no se adecuó a los términos de tal oferta, por lo que,
vencido el plazo, procedió declarar caída la opción de
compra otorgada por la actora a favor del demandado.
-II-
Contra este pronunciamiento, el accionado interpuso el
recurso extraordinario de fs. 147/158, que fue concedido a
fs. 181/182.
Afirma que la Cámara interpretó erróneamente los
alcances y aplicación de la normas de emergencia. Señala
que el decreto 320/02 aclaró, en su artículo 2°, que
el artículo 8° del Decreto N° 214/02 es de aplicación
exclusiva a los contratos y a las relaciones jurídicas
existentes a la fecha de la entrada en vigencia de la Ley N°
25.561.
Expresa que, en el caso, existía una relación jurídica entre
las partes desde el momento en que fue efectuada la oferta,
relación que supone la existencia de derechos y
obligaciones, y que fue alcanzada por las normas de
emergencia por ser de causa anterior a las mismas.
Considera que la Cámara se equivoca al afirmar que la
suma que la actora se encontraba obligada a recibir en
concepto de pago de las acciones no constituya una
obligación. Manifiesta que la propia actora reconoció su
existencia en el caso de autos, con la salvedad de que la
misma no era exigible. Agrega que aun cuando se tratase
de un precio como afirman los juzgadores, tampoco
impediría que se aplique la pesificación prevista por
el decreto 214/02, ya que — r eitera — la misma se aplica
en general a todas las relaciones jurídicas existentes entre
la partes.
Tacha, asimismo, de arbitraria a la sentencia por los
argumentos que allí expone.
-III-
Debo decir en primer lugar, que el recurso extraordinario
resulta procedente, toda vez que se encuentra en tela de
juicio la interpretación y aplicación de las leyes llamadas de
emergencia económica, circunstancia que podría involucrar
prima facie cuestiones de orden federal susceptibles de
examen en la instancia del artículo 14 de la ley 48 (v.
doctrina de Fallos: 327:516, entre otros).
-IV-
A partir de esta premisa, se advierte que el instrumento
cuya copia se agregó a fs. 9, y que constituye la base de la
pretensión del demandado, se trata de una oferta
irrevocable por un término de tres años de venta de
acciones, supuesto no contemplado por el Decreto 214/02.
En efecto, en cuanto interesa a los fines de este dictamen,
esta norma establece la pesificación de obligaciones de dar
sumas de dinero de cualquier clase u origen, expresadas en
moneda extranjera, derivadas de relaciones jurídicas
contractuales concluidas. La oferta de venta en cuestión, en
su condición de acto jurídico unilateral recepticio, no resulta
subsumible, por lo tanto, en la referida categoría legal (art.
1144 del Código Civil). Es claro que la aceptación, para ser
considerada como constitutiva de un contrato, debió ser
pura y simple, requisito al que evidentemente no se ajustó
la manifestación de voluntad del demandado (v. fotocopia
de carta documento a fs. 37), quien pretendió modificar la
moneda de pago, alteración que importó una nueva
propuesta no admitida por la actora (art. 1152 del Código
Civil).
Cabe puntualizar que la ley 25.820 que, al sustituir el texto
del artículo 11 de la ley 25.561, dispuso que: "Las
obligaciones de dar sumas de dinero existentes al 6 de
enero de 2002, expresadas en dólares estadounidenses u
otra moneda extranjera, no vinculadas al sistema financiero,
cualquiera sea su origen o naturaleza, haya o no mora del
deudor, se convertirán a razón de un dólar estadounidense
(u$s 1) = un peso ($ 1), o su equivalente en otra moneda
extranjera, resultando aplicable la normativa vigente en
cuanto al Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER)
o el Coeficiente de Variación de Salarios (CVS), o el que en
el futuro los reemplace, según sea el caso" (...). Pues bien,
no obstante los esfuerzos del recurrente por demostrar lo
contrario, tengo para mí que, al 6 de enero de 2002, no
existía en la especie ninguna obligación de dar suma de
dinero, sino solamente — r eitero — una oferta de venta de
acciones, expresada en dólares estadounidenses.
A todo evento, aun aceptando el punto de vista del
apelante, si la relación jurídica de autos pudiera entenderse
como una obligación, la misma se encontraría excluida de
la conversión a pesos establecida por el artículo
1° del Decreto 214/02, toda vez que encuadraría en la
excepción contenida en el artículo 1°, inciso "e" del decreto
410/02 (modificado por el decreto 992/02) que declara no
incluidas en aquella conversión a los contratos de futuro y
opciones.
Procede señalar, finalmente, que dado el alcance con el
que fue concedido el recurso extraordinario a fs. 181/182,
concesión notificada a fs. 185/186, no corresponde tratar
los agravios relativos a la arbitrariedad de la sentencia.
Por todo lo expuesto, opino que se debe declarar
procedente el recurso extraordinario interpuesto, y
confirmar la sentencia apelada. — Buenos Aires, mayo 17
de 2007. — Esteban Righi.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, octubre 9 de 2007.
Vistos los autos: "Koldobsky, Liliana E. c. Koldobsky,
Carlos s/diligencia preliminar".
Considerando:
Que esta Corte comparte y hace suyos los argumentos del
dictamen del señor Procurador General, a cuyas
conclusiones corresponde remitir en razón de brevedad,
dejando a salvo que la mención que allí se hace del inc. e
del art. 1 del decreto 410/02 obedece a un error material.
En efecto, habida cuenta de los fundamentos dados con
apoyo en el texto del inc. d del citado artículo es evidente
que se pretendió hacer referencia a éste.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y
se confirma la sentencia apelada. Con costas (art. 68 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Notifíquese y remítase. — Ricardo Luis
Lorenzetti. — Elena I. Highton De Nolasco. — Carlos S.
Fayt. — Enrique Santiago Petracchi. — Juan Carlos
Maqueda. — E. Raul Zaffaroni.

CSJN, 8/4/2008, "Escobar, Aldo Alberto y otros c.


Inversores S.A. de Ahorro para Fines Determinados",
Fallos: 331:748. Sumarios
1. Toda vez que el acuerdo de voluntades de un contrato de
compraventa de automotor fue instrumentado en
un formulario pre impreso, debe ser considerado como un
contrato de adhesión, circunstancia por la cual, la cláusula
que establece la prórroga de la jurisdicción debe ser
interpretada en el sentido más favorable al consumidor, por
ser la parte más débil de la relación jurídica, de conformidad
con el art. 3, ley 24.240 (Del dictamen del Procurador
General, que la Corte hace suyo).
Fallo in extenso
Dictamen de la Procuración General
Suprema Corte:
-I-
La magistrada a cargo del 19º Juzgado en lo Civil,
Comercial y Minas de la Provincia de Mendoza, hizo lugar a
la inhibitoria interpuesta por la codemandada — E strella
Norma Orfelina— en estas actuaciones "Escobar, Aldo
Alberto y ots. c. Circulo de Inversores S.A. de Ahorro para
fines determinados s/ordinario" (Expte. Nº 189.195) y
declaró su competencia para entender en el proceso de
ejecución prendaria "Circulo de Inversores S.A. Para Fines
Determinados c. Escobar Aldo Alberto y otra s/ejecución
prendaria", en trámite ante el Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Comercial Nº 10.
Fundó su decisorio en la declaración de nulidad de la
cláusula 16 del contrato de prenda con registro, que
prorroga la jurisdicción a favor de los tribunales nacionales
con asiento en la ciudad de Buenos Aires, por ser abusiva e
inequitativa para la parte adherente de la relación
contractual desde que la obliga, por un lado, a concurrir a
extraña jurisdicción a defender sus derechos, y por el otro,
aumenta el costo del proceso, circunstancias que importan
no sólo una restricción directa a los derechos del
consumidor sino también una lesión a su derecho de
defensa en juicio. Además, consideró que al encontrarse el
bien objeto del contrato de prenda en Maipú, Provincia de
Mendoza, resulta competente para seguir entendiendo en la
causa la justicia ordinaria del referido estado provincial.
También invocó, por último, lo dispuesto por los artículos 4
y 5 del código de rito local, la Constitución Nacional y la ley
24.240 (v. fs. 62).
El magistrado nacional rechazó el pedido de inhibitoria,
sosteniendo que, independientemente de la aplicabilidad o
no de la cláusula de prórroga de jurisdicción convenida por
las partes en el contrato de prenda objeto de la demanda, la
normativa que regula dicho contrato (art. 28, dcto. ley
15.348/46, ratificado por ley 12.962) faculta, a la acreedora,
a optar al iniciar su reclamo por el magistrado comercial con
jurisdicción en el lugar convenido para el cumplimiento de la
obligación. En tal sentido y desde que, según señaló, las
partes pactaron el lugar de pago en el ámbito de la Capital
Federal, corresponde a los tribunales de esta jurisdicción
entender en la presente acción (v. fs. 74/75).
En tales condiciones se planteó un conflicto de
competencia que corresponde dirimir a esta Corte en los
términos del artículo 24 inciso 7º del decreto-ley 1285/58.
-II-
Cabe señalar, en primer lugar, que conforme a lo
establecido en el artículo 2º, primera parte, del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, la competencia
territorial es esencialmente prorrogable por conformidad
de partes, cuando se trata de asuntos exclusivamente
patrimoniales.
Sin perjuicio de ello, estimo, que resulta de aplicación a la
causa la doctrina de V.E. sentada en Fallos: 329:4403 que
postula que, si se trata de una ejecución prendaria iniciada
como consecuencia del presunto incumplimiento de un
contrato de compraventa de automotores y el acuerdo de
voluntades se instrumentó en un formulario pre
impreso — c omo ocurre en autos— , el mismo puede ser
considerado como un contrato de adhesión con cláusulas
generales predispuestas, entre las que se encuentra la
prórroga de jurisdicción. Configurada dicha situación, ellas
deben ser interpretadas en el sentido más favorable a la
parte más débil de la relación jurídica, que es el
consumidor, de conformidad con el artículo 3 de la ley
24.240 (Ver fs. 3/6 y 34/37).
Por otro lado, cabe señalar que el artículo 28 del decreto
ley 15348/46, ratificado por ley 12.962 establece la
competencia del juez comercial para entender en materia
de ejecución prendaria. Asimismo dispone que el acreedor
debe deducir la demanda respectiva ante el magistrado del
lugar de pago convenido, el de la sede de los bienes
gravados o el del domicilio del deudor — a su opción. Ahora
bien, en el caso el accionante no ha ejercido dicha
alternativa (v. fs. 14/15), iniciando su reclamo ante la justicia
nacional en lo comercial en el marco de la cláusula de
prórroga jurisdiccional incluida en el contrato de prenda con
registro agregado a fojas 34/37. Cabe advertir, que en
el sub lite se verifican, además, las siguientes
particularidades: el contrato de prenda con registro fue
celebrado en la Provincia de Mendoza e inscripto con
posterioridad en el Registro Nacional de la Propiedad
Automotor del mismo estado (fs. 34/37 y 38); es en dicha
jurisdicción donde la aquí codemandada — e n su calidad
de garante — , al igual que la demandada principal,
constituyeron su domicilio especial a todos los
efectos — i nclusive los judiciales — ; y donde, además, las
partes fijaron el lugar en el que debían efectuarse los pagos
(v. fs. 2, 3 — c onvenio de solicitud de adhesión — , 35
vta., cláusula décimo sexta, y fs. 36).
Dichas circunstancias fácticas y antecedentes
jurisprudenciales, permiten concluir prima facie que es el
magistrado de la Provincia de Mendoza con competencia
en materia comercial quien debe seguir conociendo en las
presentes actuaciones en particular pues dada la naturaleza
del contrato expuesta, la adquirente pudo desconocer su
eventual sometimiento a litigar en extraña jurisdicción con la
posible afectación a su derecho de defensa en juicio, en
violación de los principios contenidos en el artículo 37,
apartado b, de la ley 24.240.
Por último, cabe destacar, que no resulta óbice a la
adopción de tal criterio la particularidad que la actora tenga
su domicilio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y que
la aquí coejecutada lo constituyera en San Carlos, Provincia
de Mendoza (v. fs 5 vta, cláusula XXXII, 35 vta. y 38),
circunstancia por la cual correspondería el fuero federal por
la eventualidad de tratarse de un proceso civil entre vecinos
de diferentes jurisdicciones — c onforme art. 116 C.N. y art.
20, inciso 20 de la ley 48 y Fallos: 317:927 — , toda vez
que, según se desprende de las constancias de la causa,
dicha prerrogativa no ha sido ejercitada por la parte
aforada.
Por todo lo expuesto, dentro del limitado marco
cognoscitivo en el que se deciden las cuestiones de
competencia, entiendo que V.E. debe resolver el conflicto
declarando que las actuaciones tramiten ante el Juzgado
19º en lo Civil, Comercial y Minas de la Ciudad de
Mendoza, Provincia homónima. Buenos Aires, 21 de
noviembre de 2007. — Marta A. Beiró de Goncalvez.
Fallo de la Corte Suprema
Buenos Aires, 8 de abril de 2008.
Autos y Vistos:
De conformidad con lo dictaminado por la señora
Procuradora Fiscal, se declara que resulta competente para
conocer en las actuaciones el 19º Juzgado Civil, Comercial
y Minas de la Primera Circunscripción Judicial de la
Provincia de Mendoza, al que se remitirán. Hágase saber al
Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Comercial Nº
10.
Enrique Santiago Petracchi. — Juan Carlos
Maqueda. — E. Raúl Zaffaroni. — Carmen M. Argibay.
CSJN, 2/3/2011, "Rot Automotores S.A.C.I.F. c. Sevel
Argentina S.A. y otro", Fallos: 334:156. Hechos
Una concesionaria de automotores promovió demanda
contra la empresa fabricante y la administradora del
sistema de plan de ahorro previo, reclamándole el pago
de la diferencia del 2% del margen de comisión respecto
de operaciones convencionales o tradicionales y de
contratos de planes de ahorro previo celebrados y
entregados mientras el contrato estuvo vigente y con
relación a los adjudicados luego del cese de la concesión.
La demanda fue parcialmente admitida. Las demandadas
dedujeron recurso extraordinario y, ante su rechazo, una
queja. La Corte Suprema admite el recurso, revoca la
sentencia y ordena dictar una nueva.
Sumarios
1. Es arbitraria la sentencia que condenó al fabricante de
automotores y a la administradora del sistema
de ahorro previo a pagar a una concesionaria la diferencia
del 2% del margen comisional por lasoperaciones
convencionales y las concertadas dentro de aquel régimen,
pues omitió realizar un estudio pormenorizado sobre el
impacto que tuvieron las concesiones multilaterales
efectuadas por el resto de los sectores en la venta de
rodados —A cuerdo para la reactivación y el crecimiento del
sector automotriz celebrado por A.C.A.R.A, el Poder
Ejecutivo, proveedores de autopartes, sindicatos, terminales
y concesionarias el 24/3/1991 y 24/10/1991— y determinar
en qué medida la modificación de la comisión afectó en
términos absolutos el patrimonio de la actora (del dictamen
de la Procuradora Fiscal que la Corte hace suyo).
2. El carácter de contrato de adhesión del celebrado entre
una concesionaria de automotores y el fabricante es
insuficiente para considerar nulas las estipulaciones por las
cuales éste se arrogó la facultad de fijar el precio y el
margen de comercialización, si no se acreditó la puntual
irrazonabilidad de esa facultad, con relación al
funcionamiento y naturaleza del contrato, como así tampoco
que una comisión del 14% recibida por aquella haya
frustrado su negocio (del dictamen de la
Procuradora Fiscal que la Corte hace suyo).
3. La sentencia que condenó a la empresa fabricante de
automotores y a la administradora del sistema de ahorro
previo a pagar al concesionario la diferencia del 2% del
margen comisional por las operaciones convencionales y
por las concertadas en el marco del régimen mencionado
es descalificable como acto jurisdiccional pues, al concluir
que existió un ejercicio abusivo del derecho —a rt. 1071,
Cód.Civil— no ponderó las circunstancias inherentes a la
vinculación examinada en todos sus aspectos y
conjuntamente, con la flexibilidad necesaria para su
adecuación a las circunstancias del caso, siendo que es
casuísticamente que puede procurarse ese análisis en
relación a un concepto jurídico indeterminado. (del voto del
Dr. Zaffaroni).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 2 de marzo de 2011
Vistos los autos: "Rot Automotores SACIF c. Sevel
Argentina S.A y otro s/ordinario".
Considerando:
Que esta Corte comparte y hace suyos los fundamentos y
conclusiones expuestos en el dictamen de la señora
Procuradora Fiscal, a los que cabe remitir en razón de
brevedad.
Por ello, de conformidad con lo dictaminado por aquélla, se
hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso
extraordinario interpuesto y se deja sin efecto la sentencia
apelada, con los alcances indicados en el dictamen. Con
costas. Vuelvan los autos al tribunal de origen para que, por
quien corresponda, dicte un nuevo pronunciamiento con
arreglo al presente. Reintégrese el depósito. Notifíquese,
agréguese la queja al principal y, oportunamente,
devuélvase. — Ricardo Luis Lorenzetti (en
disidencia). — Elena I. Highton de Nolasco. — Enrique
Santiago Petracchi. — Juan Carlos Maqueda. — E. Raúl
Zaffaroni (según su voto). — Carmen M. Argibay (en
disidencia).
Voto del señor ministro doctor don E. Raúl Zaffaroni:
Considerando:
1°) Que los términos de la condena impuesta en el fallo
recurrido y los fundamentos dados, por los recurrentes, en
el remedio federal planteado, han sido objeto de adecuada
reseña en el dictamen de la señora Procuradora Fiscal, a
los que cabe remitir en razón de brevedad.
2°) Que la Sala A de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Comercial, para decidir en el caso sub examine ,
realizó inicialmente un profuso y pormenorizado análisis de
la doctrina y la jurisprudencia atinentes a la naturaleza del
contrato de concesión, su objeto, sus diferencias con otras
figuras contractuales, sus características y funcionalidad,
ponderó la situación relativa al negocio económico-jurídico
que relacionó a las partes y destacó la mediación de una
conexidad contractual abarcativa de los vínculos jurídicos
configurados entre los sujetos involucrados en la
presente litis .
3°) Que, en cuanto interesa a la cuestión sostenida en el
remedio federal planteado, el a quo juzgó procedente el
reclamo consistente en el pago de una indemnización,
equivalente al 2% del margen correspondiente a la comisión
originada por las operaciones convencionales y por las
concertadas dentro del régimen de ahorro previo —p or el
período mayo de 1993 hasta la extinción del contrato de
concesión—, acudiendo a la noción inherente a la
interpretación del contrato "como un todo coherente", pues
la consideró de relevancia medular y, en consecuencia,
dirimente para ponderar los términos de las relaciones
jurídicas plasmadas como "conjunto orgánico en pos del
cumplimiento de ciertos propósitos deseados por los
contratantes" (fs. 1399 vta.). En esa misión, entendió que
debía seguir el principio rector de la buena fe, en la
ejecución del contrato, y sustentó la condena impuesta en
los siguientes fundamentos: a) la pérdida de vigencia,
ocurrida el 1/1/1993, del "Acuerdo para la Reactivación y el
Crecimiento del Sector Automotriz", que suscribió la cámara
que nuclea a las concesionarias automotrices —A .C.A.R.A.
—, por el cual se había acordado la reducción del
porcentaje de la comisión percibida por las concesionarias,
en orden a que las prórrogas del 31 de mayo de 1993 y 2
de agosto de 1994 no fueron suscriptas por la referida
cámara; b) que esa disminución, de un 2% sobre el precio
total de cada venta de rodados, fue soportada enteramente
por las concesionarias, que de ese modo vieron reducido el
margen comisional que percibían sobre cada operación del
16% al 14%; c) que "Sevel" jamás restableció la diferencia
descontada, a pesar de las reclamaciones efectuadas por
las entidades que agrupaban a los concesionarios —
p articularmente la representación ejercida por A.C.A.R.A.
—; d) que más allá de que se hubieran beneficiado con tal
quita las terminales y las administradoras de planes de
ahorro previo, que vieron incrementadas sus ventas al
expandirse el mercado automotor con el acrecentamiento
de sus ganancias, no fue así para los concesionarios
"Sevel", en particular para la actora, quien como
consecuencia de la reducción referida, sufrió en el período
comprendido entre agosto de 1993 y agosto de 1997 una
merma equivalente a $ 335.239 (experticia contable,
fs. 465); e) que el argumento esgrimido por las co-
demandadas, en cuanto concierne a que la reducción de la
comisión fue realizada en beneficio del cliente, resulta
irrelevante en la medida en que ese costo fue afrontado por
el concesionario y la concedente carece de facultades para
disponer a su arbitrio de los derechos de su contratante; f)
que ese abuso fue denunciado en diversos casos
sometidos a decisión de la justicia y mereció tratamiento —
p or la misma Sala— en la causa "Tommasi Automotores
S.A. c. Ciadea S.A. y otro", sentencia del 14 de febrero de
2007, cuestión que fue analizada en los capítulos IV.5.5,
IV.7.1 y IV.7.3, a cuyos fundamentos reenvía y da por
"reproducidos íntegramente ...en lo pertinente, a los fines de
evitar reproducciones innecesarias"; g) que, sin perjuicio de
esa remisión, una de las ideas centrales allí expresadas —
s egún destacó— fue: "la quita porcentual cuestionada no
sólo agravó la situación por la que atravesaban los
concesionarios al reducir sus ganancias, sino que en
muchos casos pusieron en serio riesgo la continuidad del
negocio, a tal punto que a gran parte se les revocó la
concesión, debieron renunciar o, en su defecto,
directamente decayeron en un estado falencial irreversible";
y que "todo lo expuesto es prueba inequívoca del accionar
abusivo e irracional en el que incurrieron —r especto de
esta cuestión— la terminal y la administradora de planes de
ahorro previo, mientras la relación contractual estuvo
vigente".
4°) Que, no obstante la conclusión referida en último
término, consideró que también debía ahondarse en uno de
los extremos que atiende al desarrollo de una conducta
regida por el principio de la buena fe, en el particular, el
cumplimiento de la pauta de razonabilidad, pues la parte
que así no actúe incurre en abuso del derecho, situación
que determina la aplicación del artículo 1071 del Código
Civil, en tanto es la misma ley la que no ampara el ejercicio
abusivo de los derechos. Este abuso, según afirmó, quedó
exteriorizado por: a) la existencia y ejercicio de una
conducta permitida por el derecho y lo convenido en
términos generales entre las partes, al reducir inicialmente
el margen de la comisión del concesionario en un 2%; b) la
persistencia en ese proceder, pese a haber vencido el plazo
por el cual la concedente se encontraba habilitada para
practicarla, conducta contraria con los fines de las reglas de
la buena fe, y c) la existencia de un daño cierto al giro
comercial de la concesionaria, demostrado en la
disminución de las ganancias genuinas que le hubiesen
correspondido. En consecuencia, aseveró que la conducta
desplegada por la concedente, según los parámetros que
denotan un ejercicio anormal e intrínsecamente injusto del
derecho, implicó viciar el vínculo de colaboración
característico de este tipo de contratos pues, además,
exteriorizó el abuso de la posición contractual dominante
ante el débil poder de negociación de la concesionaria. A su
vez declaró inaplicables las cláusulas reglamentarias del
contrato de concesión, que obstaculicen la viabilidad de los
rubros acogidos en el pronunciamiento —p articularmente
aquéllas en que la concesionaria "reconoce no tener
ninguna injerencia o atribución respecto de los precios de
los vehículos, o en su defecto, renuncia a efectuar cualquier
reclamación por daños y perjuicios después de resuelto el
contrato, aceptando todas la condiciones impuestas por la
concedente"—, en razón de que son claramente abusivas
en un entorno donde la concesionaria, en su condición de
parte débil de la relación, encuentra restringida su libertad
de configuración, de conformidad con la valoración que
realizó respecto de la posición contractual dominante, los
contratos con cláusulas predispuestas y la ilicitud formal y
material de estas últimas, pues las renuncias implícitas en
las cláusulas de referencia evidencian el ejercicio de una
posición dominante del concedente, en tanto no resulta
factible admitir que la concesionaria renuncie, sin más, a los
derechos económicos que le hubiesen permitido subsistir
en un mercado en crisis, por cuanto la asunción de una
postura a favor de la concedente significaría tanto como
amparar el ejercicio abusivo de los derechos, en franca
contraposición a lo establecido por los artículos
1071 y 1198 del Código Civil.
5°) Que, si bien las cuestiones planteadas en el remedio
federal remiten a la interpretación y aplicación de normas
de derecho común y a la valoración de extremos de hecho y
prueba, que no son, por su naturaleza, cuestiones
susceptibles de tratamiento por la vía extraordinaria, cabe
hacer excepción a ese principio cuando lo resuelto carece
de la fundamentación suficiente (Fallos: 311:121; 319:736;
321:1669; 322:440 y 995, entre muchos otros) y omite
pronunciarse sobre articulaciones serias formuladas
oportunamente por los interesados y conducentes para la
decisión respectiva (Fallos: 295:190, 312:1150 y sus citas;
317:1583 y 324:1078).
6°) Que, de acuerdo a este enfoque, cabe señalar que la
alzada, en principio, ponderó y procuró precisar la
naturaleza jurídica del vínculo plasmado en la controversia
suscitada en autos, aspecto al que le asignó el carácter de
factor relevante para la decisión, pues la entidad de la
respuesta, a tal cuestión previa, habilitaba el tratamiento de
los extremos concernientes a la validez y legitimidad de las
convenciones y conductas adoptadas por los co-
contratantes (fs. 1381). En ese sentido, resaltó el objeto del
negocio que se encara al amparo del contrato de
concesión —c onstituido por la comercialización antes que
por las compraventas sucesivas de vehículos—, su
correspondencia con los contratos interempresariales de
colaboración, la trascendencia de la reciprocidad global de
las obligaciones correspondientes a una contratación
atípica sujetada, especialmente, al principio de la
autonomía de la voluntad y, en definitiva, consideró
aplicable un criterio hermenéutico comprensivo del contrato
como un conjunto orgánico dirigido al cumplimiento de los
propósitos deseados por los contratantes.
7º) Que, en tales condiciones, los fundamentos dados por
el a quo , que han sido reseñados en el considerando 3º de
la presente, denotan la reducción de la situación planteada,
en el sub examine , a determinados aspectos que no
posibilitan un análisis integral en consonancia con la
entidad de los vínculos plasmados y de la conducta seguida
por las partes. En efecto, si bien dichos aspectos resultan
parte de los elementos que conformaron el desarrollo de la
relación jurídica, no permiten agotar los extremos que
atienden al contexto de un vínculo de la complejidad que
refleja el sistema de comercialización automotriz, por un
período de varios años, en el que incidieron diversas
circunstancias —q ue fueron puestas de relieve por los
recurrentes— económicas, políticas y sociales que
acaecieron, particularmente, en el ámbito donde los
contratantes desarrollaron sus actividades, máxime cuando
la situación general del sector sufrió modificaciones
sustanciales —s ituación que no fue controvertida— a partir
de la operatividad del acuerdo celebrado en marzo de 1991,
en un mercado que resultó claramente competitivo.
8º) Que, a su vez, la interpretación que correspondía
efectuar, de conformidad con los parámetros iniciales que la
propia alzada se encargó de conceptualizar, en tanto
relación contractual comprensiva de un conjunto de
intereses que se interrelacionan y deben ser observados
durante la vida del contrato, imponía una valoración
dinámica de aquélla, en la que no cabe omitir la pertinente
ponderación de las distintas circunstancias económicas,
jurídicas y contractuales, oportunamente planteadas por las
partes, en tanto resulten conducentes para la solución del
caso.
Al respecto, siendo que la cámara para decidir en la forma
referida hizo hincapié, esencialmente, en la pérdida de
vigencia del acuerdo celebrado en el año 1991, merece
señalarse que el transcurso del tiempo referido en la
sentencia resulta una circunstancia cuyo eventual valor, en
miras a la consecución puntual del objeto perseguido por
las partes en la ejecución del contrato, debe ponderarse de
modo concomitante y pormenorizado con lo sucedido,
ulteriormente, en relación a las concesiones efectuadas por
los diversos partícipes en dicha convención (ver: experticia
de fs. 462, de la que se desprende una baja en dólares del
precio contado, al público, de los automóviles de un 33%
promedio), como así, el comportamiento observado, en
vinculación efectiva con los actos en los que se inserta el
conflicto planteado en autos. Ese temperamento no fue
asumido en el pronunciamiento apelado y, en
consecuencia, relega el análisis de los extremos
mencionados a la pasiva expresión de la inacción de una
imagen fotográfica, cuando —p reciso es reiterarlo— se
trata de examinar la actividad inherente al desarrollo del
negocio en la consecución de un objetivo común: lograr un
mayor número de operaciones de venta de rodados e
incrementar los beneficios, colaborando de modo integrado,
en un contexto donde no cabe omitir, entre otros extremos,
los condicionamientos que conciernen al ámbito donde se
desarrolla la actividad del concesionario en el mercado.
Asimismo, se advierte que la argumentación atinente a los
términos y condiciones de la afectación derivada de la
reducción del porcentaje de comisión, no sólo prescinde del
pertinente estudio de los factores referidos en el párrafo
anterior y agota la cuestión sin reflejar la observación
orgánica del conjunto, sino que, a partir del simple cálculo
respectivo a la aplicación de aquél, efectúa la siguiente
afirmación: "más allá de que se hubieran beneficiado con tal
"quita" las terminales y las administradoras de planes de
ahorro previo que vieron incrementadas sus ventas al
expandirse el mercado automotor con el consiguiente
acrecentamiento de sus ganancias, no fue así para los
concesionarios "Sevel", y en particular para la actora..."
(fs. 1402, segundo párrafo). Esa aseveración, en principio,
no se corresponde con lo que surge de la propia experticia
contable, obrante en fs. 489, que permite apreciar el
aumento del número de operaciones realizadas por la
actora, desde 1991, en consonancia con la creciente
entidad de sus utilidades (fs. 494/495) —a cótase: con la
salvedad que corresponde al año 1995, en el cual se
redujeron las ventas y, por ende, los beneficios-. A su vez,
del pronunciamiento apelado, nada puede colegirse en
cuanto a la concurrencia de un fenómeno, de manifestación
contraria, por el cual resulte desfavorable para el
concesionario, en las condiciones que conformaron su
operatoria, el hecho de acrecentar las ventas, pues no
media argumentación de la que se desprenda el
sometimiento a una política comercial por la que se
imponga vender a pérdida o que, sólo, permita la obtención
de un beneficio insustancial en relación al esfuerzo y al
capital comprometidos y, en el transcurso del tiempo, ponga
en serio riesgo la supervivencia del otro. Tampoco resulta
del fallo recurrido, cuál es el sustento probatorio que refleja
el acrecentamiento de los beneficios atribuidos a la
concedente, en su caso, la magnitud e incompatibilidad con
la progresión de las utilidades obtenidas por la
concesionaria, o que los resultantes de la comisión marginal
del 2%, de alguna forma, ingresaran en el patrimonio de la
concedente.
Por último, es dable mencionar que el tratamiento dado por
el a quo , en el fallo recurrido, no permite observar la
concurrencia de otros supuestos que podrían gravitar en el
vínculo, en tanto atendieran al ejercicio de presiones, de tal
índole, que condicionaran seria y significativamente la
continuidad de la actividad de la concesionaria, en la
persecución del objeto común del contrato, o la autonomía
de aquélla.
9°) Que, además, los extremos señalados en los
considerandos precedentes no aparecen solventados por
los fundamentos dados en el antecedente, de la propia
Sala, al que remite en fs. 1402 vta., pues más allá de las
referencias a las modalidades de los acuerdos celebrados,
a las reclamaciones efectuadas por A.C.A.R.A. y a las
condiciones en las cuales la concedente fijó el margen de
reventa, que resultan de similar tenor a las expresadas en
el fallo aquí recurrido; en lo que atiende a la presente
causa, de acuerdo a las pruebas que han sido ponderadas
en la decisión recurrida, no puede colegirse el acaecimiento
de una situación de semejante envergadura — en concreto:
el cese de la actividad de la concesionaria o que ésta
hubiese experimentado una insuperable crisis que derive en
la declaración de su propia quiebra—.
10) Que, aun cuando en el pronunciamiento apelado no ha
mediado reflexión en el ámbito de la carga probatoria, con
independencia de la diferencia conceptual entre el ejercicio
abusivo de un derecho y la previsión contractual abusiva;
cabe señalar que en el tratamiento del primero no medió la
pertinente ponderación de las circunstancias inherentes a la
vinculación examinada en todos sus aspectos y
conjuntamente, con la flexibilidad necesaria para su
adecuación a las complejas circunstancias del caso —
c onforme fue expresado en los considerandos 7°, 8° y 9°
del presente—, por cuanto no es sino casuísticamente que
puede procurarse ese análisis en relación a un concepto
jurídico indeterminado, como resulta el previsto en
el artículo 1071 del Código Civil. A su vez, la valoración de
la segunda, tomando en cuenta la operatividad de las
cláusulas comprometidas en la decisión, fue sustentada en
pautas de excesiva laxitud, tales como la referencia a los
contratos de adhesión, las cláusulas predispuestas, la
posición dominante de la concedente, la necesidad de
protección de la parte débil y la buena fe contractual que, al
no hacer mérito de los extremos indicados en los
considerandos citados precedentemente, ni demostrar la
concreta irrazonabilidad de la facultad de la concedente de
fijar el margen de comercialización para la concesionaria,
con relación al funcionamiento y naturaleza del contrato de
marras, le otorgan al pronunciamiento un fundamento sólo
aparente con afectación del derecho de defensa en juicio
(Fallos: 312:683; 315:2514; 320:2748; 323:2314 y
329:5424, entre muchos otros).
Que, por último, sin perjuicio de los fundamentos dados en
los considerandos precedentes, que devienen aplicables en
lo pertinente, la alzada no ha dado un tratamiento adecuado
a la controversia con relación a la situación de la co-
demandada CISA, de acuerdo con las constancias de la
causa y la normativa aplicable con referencia puntual a la
funcionalidad del vínculo plasmado con la concesionaria.
Esta situación no se observa zanjada con la remisión al
precedente "Tommasi", en la medida en que no resulta
explicada fundadamente, en consonancia con
los hechos comprobados en autos, la existencia del grupo
económico, de las relaciones de control y sus condiciones
concretas.
Que, de acuerdo a las consideraciones expresadas, sin
que importe abrir juicio sobre el fondo de la cuestión, resulta
aplicable la doctrina de esta Corte que establece que el
pronunciamiento resulta descalificable, como acto
jurisdiccional, cuando ha omitido la indispensable
fundamentación conforme a las circunstancias de la causa,
cuando utiliza pautas de excesiva laxitud, o cuando omite
pronunciarse sobre articulaciones serias y conducentes
para la decisión, formuladas oportunamente por los
interesados (doctrina de Fallos: 314:1322, 1849; 316:1189,
2602; 317:1773 y 320:2198, entre muchos otros).
Por ello, habiendo dictaminado la señora Procuradora
Fiscal, con el alcance indicado, se declara procedente la
queja, admisible el recurso extraordinario interpuesto y se
deja sin efecto la sentencia apelada. Con costas (art.
68 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Reintégrese el depósito. Vuelvan los autos al tribunal de
origen para que, por quien corresponda, dicte un nuevo
pronunciamiento con arreglo al presente. Notifíquese,
agréguese la queja al principal, regístrese y
devuélvase. — E. Raúl Zaffaroni.
Disidencia del señor presidente doctor don Ricardo Luis
Lorenzetti y de la señora ministra doctora doña Carmen M.
Argibay
Considerando:
Que el recurso extraordinario y la queja son inadmisibles
(art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación).
Por ello, se declara improcedente el recurso extraordinario,
con costas (art. 68 primer párrafo del código citado) y se
desestima la queja. Declárase perdido el depósito.
Notifíquese, devuélvanse los autos principales y archívese
la queja. — Ricardo Luis Lorenzetti. — Carmen M. Argibay.

COMENTARIO

I. INTRODUCCIÓN
A lo largo de este comentario, repasaremos los
principales conceptos jurídicos relativos al consentimiento
contractual a la luz de la doctrina de los precedentes más
relevantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
En primer lugar, analizaremos los elementos que nuestro
Máximo Tribunal ha estimado esenciales a los efectos de la
formación del consentimiento contractual así como los
requisitos para considerar concluida la declaración de
voluntad común que perfecciona el contrato. Asimismo,
examinaremos la posición jurisprudencial dominante de la
Corte en materia de formación y perfeccionamiento del
consentimiento en los contratos celebrados entre ausentes.
Por último, focalizaremos nuestro estudio en los contratos
celebrados por adhesión a condiciones generales y a los
principios exegéticos aplicables a esta moderna forma de
manifestación del consentimiento según la jurisprudencia
imperante de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
II. FORMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO CONTRACTUAL

1. Oferta y aceptación
Como lo expresó S pota(1), el consentimiento —u no de los
elementos esenciales del contrato— es la declaración o
exteriorización volitiva unilateral que formula cada uno de
los contratantes; y es la conjunción de esas declaraciones
unilaterales la que da origen a la declaración de voluntad
común que importa el consentimiento contractual. En otros
términos, este elemento constitutivo de los contractos —
s alvo los supuestos del contrato forzoso, necesario o
impuesto así como del contrato celebrado sobre la base del
principio de mayoría— exige el concurso de dos o más
partes que expresen su voluntad jurídica.
Consecuentemente, y conforme se deduce del art. 1144,
Cód. Civil, para la formación del consentimiento contractual
se requiere de la exteriorización de dos actos intelectuales y
volitivos:
— la oferta o propuesta , que consiste en la declaración de
voluntad unilateral recepticia con "la promesa de dar,
cumplir o hacer algo, o sea una proposición unilateral que
se hace de algún negocio, para celebrar un contrato"(2) ; y
— la aceptación que consiste en la declaración de voluntad
unilateral recepticia dirigida al ofertante para la
celebración del contrato propuesto en la oferta.
A los fines de su validez jurídica, la oferta debe ser seria,
precisa, autosuficiente, completa y dirigida a persona
determinada o determinable , con excepción de ciertos
supuestos en los cuales puede realizarse a persona incierta
o indeterminada (remate público, oferta al público en
general, promesa de recompensa, etc.). Cifuentes (3) enseña
que puede existir una oferta seria aun cuando se formule
con giros idiomáticos ligeros o risueños mientras que puede
faltar aquel requisito de seriedad por más graves y
solemnes que sean las expresiones vertidas, pues lo que
debe analizarse son las circunstancias que rodean la
cuestión y, fundamentalmente, el propósito que puede
haber orientado al ofertante para actuar de una forma o de
otra(4) .
Por su parte, la aceptación precisa reunir los siguientes
caracteres(5) : i) debe contener la intención de obligarse de
quien la manifiesta; ii) debe ser expresada por la misma
persona a quien se dirigió la oferta y a la misma persona
que la formuló en tiempo útil y oportuno; y iii) debe
ser lisa , llana y congruente con la oferta en todas sus
partes, pues de lo contrario sólo tendrá carácter de
contrapropuesta, o sea, de una nueva oferta o proposición
que necesariamente debe ser aceptada por el ofertante
originario (art. 1152, Cód. Civil).
Con relación a este último requisito de total congruencia
entre la oferta y la aceptación, la Corte Suprema de Justicia
de la Nación —a l entender en la causa "Koldobsky"(6) sobre
una oferta irrevocable de venta de acciones— estableció
que la aceptación, para ser considerada como constitutiva
de un contrato, deb e ser pura y simple .
En particular, en este antecedente judicial, la oferente
había asumido la obligación de mantener su oferta
irrevocable de venta de acciones por un plazo de tres años
y por un precio estipulado en dólares estadounidenses. Sin
embargo, el demandado pretendió ejercer aquella opción de
compra, ofreciendo el pago del precio en pesos, moneda
disímil a la consignada en la oferta.
Analizados los hechos del caso, la Corte consideró que la
aceptación del demandado no se había adecuado a los
términos de la oferta y, por ende, declaró caída la opción de
compra otorgada a favor de éste. Para ello, el Máximo
Tribunal argumentó que la aceptación del demandado no
había resultado constitutiva de contrato alguno por no ser ni
pura ni simple y, por lo tanto, por no resultar congruente con
la oferta. Por el contrario, la modificación de la moneda de
pago introducida en la aceptación importó una nueva
propuesta que resultó no admitida por la oferente
(art. 1152, Cód. Civil).
En esta misma línea jurisprudencial, la Corte Suprema de
Justicia de la Nación se había pronunciado anteriormente
en los autos "Chilar"(7) al resolver un reclamo iniciado contra
la Junta Nacional de Granos por la revocación de la
adjudicación obtenida en un concurso público basado en
que la propuesta de la actora no cumplía con todas las
exigencias impuestas por las condiciones generales
contenidas en el pliego licitatorio. En aquella oportunidad, el
Alto Tribunal estableció que, siendo incompleta la oferta —
m odo de exteriorización de la aceptación en una
contratación pública—, no resultaba suficiente para el
perfeccionamiento del contrato pues no existía íntegra
coincidencia entre la oferta y la aceptación.
En síntesis, el consentimiento contractual se forma por la
recíproca integración de la oferta con la aceptación, de
modo tal que se produzca una coincidencia de las
voliciones de ambas partes con relación al objeto y a la
causa del contrato(8) , salvo que el oferente y el aceptante
hayan supeditado el perfeccionamiento del contrato al
cumplimiento de determinadas formalidades. Al respecto,
en el fallo "Ferrari"(9) , la Corte afirmó que no existe contrato
perfeccionado si las mismas partes otorgantes convienen
que, en otro acto por separado, cumplimentarán
solemnidades formales particulares o darán la forma de ley
a un acuerdo de voluntades.

2. Vigencia de la oferta y de la aceptación: revocación


y caducidad
Nuestro Código Civil establece, como regla general y
salvo expresa manifestación en contrario del proponente,
que si bien la oferta se realiza por tiempo ilimitado, aquélla
resulta esencialmente revocable y sin fuerza vinculante
para el oferente hasta tanto no haya sido aceptada. En
otras palabras, hasta el momento de la aceptación, el
oferente posee la facultad de retractarse o revocar su
oferta, a menos que ésta sea una oferta en
firme o irrevocable por la cual el proponente expresamente
hubiese renunciado a la facultad de retirarla, o se hubiese
obligado a mantenerla por un plazo cierto (art. 1150, Cód.
Civil).
Por ello, tal como lo explica Spota, a menos que se trate
de una oferta en firme o irrevocable , la propuesta puede
ser revocada libremente hasta que(10) :
- en los contratos entre presentes(11) , la oferta resulte
aceptada, lo que debe ocurrir en forma inmediata a la
emisión de la oferta (art. 1151, Cód. Civil); o bien,
- en los contratos entre ausentes en general, la aceptación
sea enviada al oferente por aplicación de la teoría de la
expedición adoptada por nuestro Cód. Civil (arts. 1150 y
1154, Cód. Civil); o bien,
- en los contratos celebrados entre ausentes por medio de
agentes, también por imperio de la teoría de la
expedición, este intermediario regrese con una aceptación
expresa (art. 1151, Cód. Civil).
Como consecuencia de la aplicación de este principio
general y de lo dispuesto por el art. 1149, l Cód. Civil, la
oferta caduca si cualquiera de las partes falleciere o
perdiere su capacidad para contratar: el proponente, antes
de haber sabido la aceptación, y el aceptante antes de
haber declarado su voluntad de aceptar.
Estas regulaciones sobre la caducidad de la oferta
encuentran su fundamento en que "tanto el ofertante como
el aceptante, quieren contratar entre ellos y no con sus
herederos o sus representantes legales, lo que ocurriría si
se considerara celebrado el contrato pese a estos
acontecimientos ocurridos antes de las oportunidades
fijadas por la ley"(12) . Esta solución legal configura una
excepción al principio general en la formación de los
contratos entre ausentes (principio de la expedición ),
conforme será analizado en el apartado III.1. subsiguiente,
pues la caducidad de la oferta opera —e n caso de
fallecimiento o incapacidad del oferente— antes que éste
haya tomado conocimiento de la aceptación (principio de
información ), o bien —p ara el supuesto de fallecimiento o
incapacidad del aceptante— antes de haberla aceptado
(principio de declaración )(13) .
Por último, resta señalar que el art. 1156, Cód. Civil
procura neutralizar los posibles efectos adversos de la
retractación o caducidad de la oferta. La citada norma regla
que la parte que hubiere aceptado la oferta ignorando la
revocación de la misma o el fallecimiento o incapacidad
sobreviniente del proponente, y que a consecuencia de su
aceptación hubiese hecho gastos o sufrido pérdidas, tendrá
derecho a reclamar tales pérdidas e intereses. En estos
supuestos, la indemnización sólo comprende el daño
emergente (interés negativo), excluyéndose así el lucro
cesante(14) .
De acuerdo a la doctrina judicial relativa a este supuesto
de responsabilidad expuesta en el ya citado fallo
"Chilar" (15) , la Corte Suprema de Justicia de la Nación
resolvió que la emisión de la oferta es requisito esencial de
la responsabilidad precontractual en los términos del
art. 1156, Cód Civil. Además de ello, el Tribunal
expresamente indicó que el reclamo no encuadraba "en los
supuestos generadores de responsabilidad precontractual
(...) toda vez que ni la Junta Nacional de Granos produjo
una ruptura brusca e injustificada de las tratativas
preliminares, ni se encuentra perfeccionada la oferta, cuya
emisión es requisito esencial de la mencionada
responsabilidad" (16) .

III. PERFECCIONAMIENTO DEL CONSENTIMIENTO EN LOS


CONTRATOS ENTRE AUSENTES

Con relación a los contratos celebrados entre ausentes, el


art. 1147, Cód. Civil dispone que entre las partes el
consentimiento se manifiesta por medio de agentes o por
correspondencia epistolar.
En el fallo "Achaval c. Bustinza" (17) , la Corte Suprema de
Justicia de la Nación hizo lugar a la demanda de
escrituración por considerar perfeccionado el contrato de
compraventa de un inmueble en mérito del intercambio
epistolar habido entre las partes. Para así resolver, los
ministros del Alto Tribunal advirtieron que la oferta no sólo
estipulaba el precio de venta sino que expresamente refería
que "no queda más que el interesado diga sí o no". Por tal
motivo, se concluyó que la elección de aceptar la oferta —
d ejando así perfeccionado el contrato— o de rechazarla ha
quedado a la parte compradora, quien optando por el primer
término la aceptó, y así se perfeccionó el contrato de
compraventa.
Asimismo, el Máximo Tribunal estableció que el
consentimiento en los contratos debe manifestarse por
oferta y aceptación; y éstas pueden hacerse por medio de
agentes y por correspondencia entre personas ausentes.
Aclarando que la circunstancia de no conocer el vendedor
el nombre del comprador hasta el momento de su
aceptación, como consecuencia de la actuación de un
intermediario o agente, no importa que la oferta sea hecha
a persona indeterminada (arts. 1144, 1147 y 1148, Cód.
Civil).
Expuesto ello, a continuación resta examinar en qué
momento exacto se reputa concluido el acuerdo de
voluntades en los contratos entre ausentes y, por ende,
conformado el consentimiento requerido para el
perfeccionamiento del contrato.

1. Regla general para la formación del consentimiento


entre ausentes
De acuerdo con la interpretación esbozada por nuestro
Máximo Tribunal en los autos "Martínez Suárez de Tinayre,
Rosa María Juana c. ATC — Canal 7" (18) , el art. 1154, Cód.
Civil adopta, como parámetro general aplicable a la
formación del consentimiento en los contratos celebrados
entre ausentes, la teoría de la expedición o del envío , y, en
lo pertinente, dispone que "la aceptación hace sólo perfecto
el contrato desde que ella se hubiese mandado al
proponente". En función de ello, el contrato queda
formalizado desde el momento en el cual el aceptante haya
declarado su voluntad de aceptar la oferta y haya emitido su
declaración al proponente.
En el precedente judicial citado —c uyo objeto era la
reparación de los daños causados a raíz de la ruptura
unilateral e injustificada del contrato para la realización y
puesta en escena del programa televisivo "Almorzando con
Mirtha Legrand" por parte de la sociedad estatal
demandada— la Corte entendió que las partes habían
anudado su consentimiento por correspondencia epistolar,
mediante el envío de las propuestas respectivas de los
esposos Tinayre al representante legal de ATC - Canal 7
quien, por el mismo medio, había aceptado en todos sus
términos y condiciones las ofertas formuladas.
En razón de tal doctrina, el Alto Tribunal rechazó la
defensa de la demandada —f alta de perfeccionamiento y
de vigencia del contrato con fundamento en que el plazo de
vigencia aún no se habría iniciado— al señalar que "si los
contratantes entendían que sólo a partir del comienzo de
dicho plazo cabía reputar perfeccionado el vínculo
contractual, ello debió ser objeto de una estipulación
expresa a fin de eludir el efecto propio de la norma antes
citada frente al carácter consensual del convenio".

2. Excepciones a la teoría del envío en los contratos


entre ausentes
La prevalencia de la teoría de la expedición o del envío en
las contrataciones entre ausentes (art. 1154, Cód. Civil)
debe compatibilizarse con lo regulado por los arts. 1155 y
114 Cód. Civil que norman la facultad de revocar la
aceptación antes que sea conocida por el proponente y la
caducidad de la oferta en caso de fallecimiento o
incapacidad del proponente antes de conocer la aceptación.
Borda(19) enseña que este principio general dispuesto por
el art. 1154, Cód. Civil, el cual establece que el contrato
debe considerarse concluido con la remisión de la
aceptación, reconoce dos excepciones: a) que el aceptante
puede revocar su aceptación hasta el momento del
conocimiento de ésta por el oferente (art. 1155, Cód. Civil);
y b) que la oferta queda sin efecto si antes de conocer la
aceptación, el ofertante fallece o pierde su capacidad para
contratar (art. 1149, Cód. Civil). No obstante ello, esta
directriz general conserva su valor en orden a las
situaciones siguientes: a) el ofertante no puede revocar su
oferta luego que el aceptante haya expedido su respuesta;
y b) el fallecimiento o pérdida de capacidad del aceptante
después de haber remitido la aceptación, no tiene influencia
sobre la validez del contrato.
En suma, "el contrato queda perfecto desde el momento
en que se emite la aceptación, de conformidad con el
art. 115 Cód. Civil, aunque el aceptante tiene derecho a
retractarse hasta el momento en que el oferente tuvo
conocimiento de la aceptación, conforme lo establece el
art. 1155. Con esta interpretación se concilian las reglas
aparentemente antinómicas del art. 1154 y de los demás
preceptos precitados y se coloca en situación de igualdad al
oferente y al aceptante: el primero puede retirar su oferta
hasta que ésta llegue a conocimiento de la otra parte y ésta
le envíe su aceptación, y el aceptante puede retractarse de
su aceptación antes de que el oferente la haya conocido. El
art. 1154 establece la regla general y el art. 1155 consagra
una excepción justificada por una razón de equidad"(20) .
IV. FORMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO EN LOS CONTRATOS POR
ADHESIÓN. PRINCIPIOS DE INTERPRETACIÓN FORMULADOS POR
LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

1. Antecedentes históricos
Como lo señala Lorenzetti(21) , los contratos por (o de)
adhesión a condiciones generales —c onocidos, asimismo,
como contratos predispuestos o estándar(22) — emergieron
como consecuencia de la moderna producción de bienes y
servicios en serie o maquinista y del comercio en masa. De
este modo, los contratos por adhesión surgieron como la
respuesta de la tecnología jurídica a la masividad comercial
y su ínsita necesidad de racionalizar sus costos —e ntre
ellos los instrumentos técnicos y jurídicos de colocación de
productos o servicios en el mercado— y de lograr una
uniformidad contractual(23) .
Los doctrinarios Fernández y Gómez Leo(24) explican que
"con la aparición de la gran empresa, surge en plenitud ese
fenómeno de la contratación por adhesión a condiciones
generales, puesto que halla su fundamento en que la
producción de bienes y servicios que ingresan en el tráfico
comercial es necesariamente masiva y, por razones
económicas, tiende a la uniformidad". Tal uniformidad
persigue la finalidad de proveer al empresario de las
herramientas que le permitan otorgar el mismo tratamiento,
estudio y resolución a toda una serie de casos análogos
que surjan en el negocio, evitando tener que acordar en
cada caso las condiciones bajo las cuales se instrumentará
el negocio de que se trate, unificando así el sistema jurídico
y sus efectos económicos.
Ante esta nueva realidad económica y social, los
comerciantes recurrieron a esta técnica, consistente en la
redacción de condiciones generales para reglar a todos sus
clientes, lo que les posibilitó alcanzar la estandarizaci ón de
los contratos y garantizar la celeridad y seguridad de sus
masivas transacciones. Así, la contratación por adhesión a
condiciones generales —p redispuestas por la empresa en
forma unilateral para todos los contratos de una misma
especie— simplifican al máximo la actividad negocial,
racionalizan las consecuencias jurídicas que ulteriormente
se puedan producir y consolidan su situación de predominio
económico frente al otro contratante(25) . Por ello, la
utilización de condiciones generales predispuestas que
exigen la mera adhesión de los clientes se evidencia
mayormente ante la existencia de monopolios, legales o de
hecho, u oligopolios para la prestación de ciertos servicios o
ejecución de algunos bienes.
En otras palabras, "el comercio contemporáneo
caracterizado por la contratación en masa, exige el empleo
de contratos-tipo: la misma organización de la empresa
hace necesaria la utilización para facilitar la compleja
comercialización"(26) .
De acuerdo a esta breve reseña sobre los orígenes de
este instituto jurídico, los contratos por adhesión no
configuran un nuevo tipo contractual sino que constituyen
un particular modo de celebración de cualquiera de los
contratos típicos o atípicos. Esta forma de celebración se
caracteriza por la circunstancia que la manifestación del
consentimiento de uno de los contratantes (aceptante) se
reduce a una mera adhesión a las condiciones generales
predispuestas por el proponente.
Según ha sido manifestado por nuestros tribunales, los
contratos de adhesión colocan al contratante en la
imposibilidad de discutir las condiciones de las operaciones
sometiéndolo a la inexcusable alternativa de aceptar las
que le son impuestas o no contratar. Es decir, esta
modalidad de contratación es una técnica que reduce al
mínimo el papel de la voluntad común, debiendo una de las
partes plegarse al poder económico de dominaci ón de la
otra (27), y limita su consentimiento a una opción entre
adherirse o no a las condiciones contractuales
preordenadas por el proponente in totum .
Al respecto, nuestro Máximo Tribunal ha señalado que en
los contratos de adhesión se minimiza "el papel de la
voluntad de las partes como representativa del poder de
negociación" y, como consecuencia de ello, el adherente
"se encuentra debilitado frente a la superioridad económica
de la otra" (Fallos: 311:1337(28) ).

2. Concepto y caracteres de esta modalidad de


contratación
La modalidad de contratación por adhesión a condiciones
generales predispuestas no se encuentra legislada en el
Derecho argentino, por lo que acudimos a la doctrina y a la
jurisprudencia para elaborar su conceptualización y
caracterización.
Mosset Iturraspe(29) indica que "el contrato se celebra por
adhesión cuando la redacción de sus cláusulas
corresponde a una sola de las partes, mientras que la otra
se limita a aceptarlas o rechazarlas, sin poder modificarlas".
De este modo, bajo esta forma de contratación el período
de tratativas previas (o pourparlers ) es inexistente e
inconcebible dado que el co-contratante no tiene
participación alguna en la negociación ni estipulación de las
cláusulas contractuales a las que deberá someterse en
caso de realizar la contratación.
Según Spota (30), el contrato por adhesión es aquella
modalidad contractual por medio de la cual una de las
partes establece los términos y las condiciones
contractuales y fija todas las cláusulas mientras que la otra
contraparte sólo posee la alternativa de aceptar o no
aceptar. Este autor distingue a esta técnica contractual de
los contratos discrecionales (o paritéticos) en los cuales "la
autodecisión, la autorregulación y la autoobligación
concuerdan no sólo desde el punto de vista de la igualdad y
libertad jurídicas sino desde el punto de vista de la libertad
e igualdad económico-social". En los contratos
discrecionales —a diferencia de los contratos por adhesión
— los celebrantes tienen plena libertad de vincularse
jurídicamente o no por el contrato y de darle el contenido
que libremente consensuen por imperio de la voluntad
común.
De igual modo, la jurisprudencia ha definido a los
contratos por adhesión como aquéllos en los cuales el
consentimiento se forma mediante adhesión de una de las
partes a las cláusulas impuestas unilateralmente por la otra
siendo que el predisponente redacta el contrato y el
adherente debe limitarse a aceptar o rechazar sus
cláusulas, sin poder modificarlas(31) .
Por último, esta técnica de contratación se identifica por la
existencia de los siguientes caracteres(32) :
— Predisposición : una sola de las partes redacta todas las
cláusulas contractuales. Esta redacción incluso puede ser
efectuada por un tercero a requerimiento de la parte
predisponente, tal como es el supuesto de los
empresarios que recurren a los modelos contractuales
estándar elaborados por las cámaras empresariales.
— Generalidad: la elaboración de las cláusulas
contractuales es realizada con antelación por una de las
partes para su uso general y repetido para una serie
indefinida de contratantes.
— Rigidez : los términos del contrato de adhesión forman
un bloque que el adherente debe aceptar en conjunto (33),
sin posibilidad de discutir cada cláusula en forma
particularizada. Por su parte, la jurisprudencia ha
explicado que "si algunas de las disposiciones del negocio
jurí dico aparecen impresas, no es motivo suficiente, por
sí solo, para calificarlo como contrato de adhesión, porque
lo que lo caracteriza es el estado de compulsión en que
se halla una de las partes para la aceptación de la oferta,
sin posibilidad de discutirla o proponer modificaciones: la
aceptación es íntegra o la rechaza" (34).

3. Principios de interpretación de los contratos por


adhesión conforme la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación
A los efectos de la interpretación y calificación de estos
contratos, además de los principios generales de
interpretación contractual (art. 1198, Cod. Civil y arts. 217 a
220, Cód. Com.), se deben aplicar las reglas particulares
esbozadas por nuestro Máximo Tribunal y por la
doctrina (35)en función de los matices propios que presenta
la contratación por adhesión a condiciones generales.
3.1. Validez de la técnica de contratación mediante la
adhesión

En primer lugar y como principio general, el Alto Tribunal


ha reconocido expresamente que los contratos por
adhesión conforman una modalidad de celebración de los
contratos totalmente válida en el marco de nuestro
ordenamiento jurídico.
Concordantemente, Lorenzetti (36)y demás juristas han
afirmado que esta técnica es legítima, siendo que su ilicitud
surgiría únicamente en aquellos casos en los cuales se
configuran supuestos de arbitrariedad y despotismo del
proponente como consecuencia de su posición dominante,
por ejemplo, cuando el proponente traslada abusivamente
la totalidad de los costos a la otra parte o incorpora
cláusulas sorpresivas que no son razonablemente
previsibles.
Este principio exegético sobre la eficacia y la
validez — p rima facie — de este modo de celebración de
los contratos ha sido postulado por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación al resolver un sinnúmero de causas
relativas al contrato de apuesta (art. 2055, Cód. Civil).
Al efecto, han sido objeto de análisis de nuestro Máximo
Tribunal las normas administrativas que reglamentan cada
uno de los juegos objeto de los contratos de apuesta
(Prode, Loto, Lotería Combinada, etc.), las cuales
establecen que la mera participación del apostador implica
su aceptación incondicional e integral de todas las
regulaciones del juego que se trate. En otras palabras, la
normativa aplicable a los contratos de apuesta dispone que
cada apostador adhiere a la totalidad de las condiciones
generales que reglamentan la actividad mediante su sola
participación.
La doctrina de la Corte ha sido pacífica y unánime acerca
de la validez de la reglamentación de los juegos de azar
monopolizados por el Estado, impuesta mediante contratos
de adhesión. El Alto Tribunal ha entendido que aquella
reglamentación no resulta —p ese a su severidad—
irrazonable o inocua, y encuentra fundamento en las
peculiares condiciones de la actividad; como asimismo, que
en el marco del derecho administrativo en que se
desenvuelve resultan admisibles cláusulas que exhorbitan
el ámbito del derecho privado (37).
Tal como fuera referido, esta doctrina judicial ha sido
asentada, por ejemplo, en el caso "Guzmán, Oscar
Sebastián" (38), en el cual el actor participó en las apuestas
de Pronósticos Deportivos (Prode) y, a pesar de que sus
apuestas habrían coincidido con los resultados de las
competencias deportivas de la jugada, no figuraba entre los
ganadores del premio toda vez que su tarjeta había
resultado impugnada por supuesta carencia de
perforaciones en todos los pronósticos. Ante ello, el
apostador reclamó al local en el cual realizó la apuesta, al
titular de la agencia autorizada y a las loterías Nacional y
Provincial.
Nuestro Máximo Tribunal únicamente hizo lugar a la
demanda contra el agenciero, rechazándola —p or
unanimidad— contra las loterías argumentando que el
actor, al celebrar el contrato de apuesta de Prode, adhirió a
sus condiciones generales y reglamentarias que indicaban
que "si por cualquier circunstancia, vicio, defecto o
irregularidad la tarjeta matriz fuera impugnada, tuviera que
ser invalidada por el agente autorizado, se hubiere
extraviado o no ingresara en el proceso, no participará en el
concurso" y, por su parte, el apostador "sólo tendrá derecho
a que se le restituya el importe de la jugada realizada y el
arancel respectivo, quedando eximidas de toda otra
responsabilidad la Lotería Nacional y las Entidades
Oficiales coordinadoras del sistema en sus respectivas
jurisdicciones".
Esta misma doctrina judicial que dogmatiza la licitud del
contrato por adhesión del apostador a las condiciones
generales y predispuestas que norman los juegos de azar,
ha sido aplicada por la Corte en el caso "Bordón c. Lotería
Nacional" (39). En este precedente, la actora afirmaba que
los números elegidos por ella para el juego Loto fueron los
que resultaron finalmente sorteados. A pesar de ello, el
procesamiento de datos del sorteo no arrojó ningún
ganador dado que su tarjeta no había ingresado en el
concurso ni tampoco figuraba entre las tarjetas
impugnadas.
Tanto el juez de primera instancia como la Cámara de
Apelaciones rechazaron la demanda con fundamento en
que el ingreso de la tarjeta en el proceso electrónico de
registro y control era una condición sine qua non para la
participación en el concurso. En tal sentido, la Cámara
consideró que la normativa del juego Loto organiza el
sorteo sobre la base de "disposiciones que importan un
contrato de adhesión que contiene cláusulas de
irresponsabilidad que deben ser interpretadas dentro de su
propio contexto y que de ser dejadas sin efecto harían poco
menos que imposible la realización de ese juego por el
eventual fraude entre agencieros, apostadores o terceras
personas que intermedian en la cadena que conduce la
matriz al centro de c ómputos para el sorteo". En igual
sentido, la Corte mantuvo su línea jurisprudencial que
establece la validez de la reglamentación de los juegos de
azar a la cual adhieren los apostadores por su mera
participación en el juego.
Conforme se concluye de los casos reseñados así como
en los precedentes "Brody Vigh Veiss" (40) , "Arias"(41) , entre
otros, los contratos de adhesión no son en sí mismos
inválidos ni nulos sino que es el ejercicio abusivo de la
posición dominante del predisponente lo que puede
determinar su descalificación, tal como será analizado
seguidamente.

3.2. Aplicación de la teoría del abuso de derecho

El emblemático precedente jurisprudencial "Automotores


Saavedra"(42) , además de ser un leading case en materia
de rescisión unilateral e incausada de los contratos
comerciales a plazo indeterminado, establece principios
fundamentales para la interpretación de los contratos de
adhesión por aplicación de la teoría del abuso del derecho.
De modo previo, repasaremos someramente los
antecedentes fácticos de este caso judicial para luego
analizar la doctrina allí expuesta.
Las partes litigantes se encontraban vinculadas mediante
un contrato de concesión comercial por plazo indeterminado
para la venta de automotores fabricados por la concedente
(Fiat Argentina). Luego de transcurridos casi diez años de
vigencia de la relación comercial, la concedente notificó a la
concesionaria (Automotores Saavedra) su voluntad de
rescindir en forma inmediata el contrato por exclusiva culpa
de esta última por supuestos incumplimientos contractuales.
Ante la cancelación de la concesión, Automotores
Saavedra inició la consecuente acción por daños y
perjuicios rechazando los incumplimientos contractuales
alegados por la contraria. Frente a ello, la demandada
afirmó que no sólo se habían configurado los supuestos que
habilitaban la procedencia de la rescisión causada sino que,
incluso, le asistía la facultad de rescindir el contrato en
forma unilateral y sin invocación de causa ni deber
indemnizatorio alguno, de acuerdo a los términos del art. 7°
del "Reglamento para los concesionarios de Fiat".
El juez de primera instancia rechazó la demanda por
entender que se habían acreditado las causales invocadas
por la demandada para justificar la extinción de la
concesión. Además, el sentenciante resolvió que la facultad
rescisoria era válida y no había sido ejercida en forma
abusiva por la demandada. En cambio, el tribunal de alzada
revocó aquel pronunciamiento e hizo lugar a la pretensión
de la actora argumentando que la cláusula del reglamento
que autorizaba a rescindir el contrato no era legítima por
contrariar normas morales y al principio de buena fe,
máxime al estar inserta en un contrato de adhesión.
Finalmente, la Corte Suprema de Justicia de la Nación
resolvió dejar sin efecto la sentencia apelada y, por ende,
confirmar la sentencia de primera instancia que rechazaba
la demanda intentada por Automotores Saavedra. Para así
resolver, en cuanto resulta de interés a los fines de este
comentario, nuestro Máximo Tribunal dictaminó que, aun
cuando el "Reglamento para los concesionarios de Fiat" sea
calificado como contrato por adhesión, ello no justifica que
en las particulares circunstancias del caso una de sus
cláusulas sea privada de toda eficacia.
Más aún, el Alto Tribunal entendió que la demandada no
había ejercido en forma abusiva su derecho a rescindir la
concesión y dejó asentado que era imprescindible formular
la distinción ínsita en el art. 1071, Cód. Civil entre el
derecho y el ejercicio para poder determinar la presencia de
abuso en un contrato de adhesión . Para ello, se deben
distinguir claramente dos supuestos totalmente disímiles
como es que el derecho estipulado en favor de una de las
partes sea abusivo y, por otra parte, que ese derecho sea
ejercido en forma abusiva.
Siguiendo con esta postura jurisprudencial, en el
antecedente "Rot Automotores"(43) la Corte nuevamente
expuso que el carácter de contrato de adhesión no implica
que sus cláusulas sean nulas salvo que se verifique que los
derechos concedidos a favor del predisponente hayan sido
ejercidos en forma abusiva.
En este caso, la concesionaria reclamante promovió
demanda contra Sevel Argentina S.A., Círculo de
Inversores S.A. de Ahorro para Fines Determinados
(administradora del sistema de planes de ahorro previo) y
Peugeot Citroen Argentina S.A. por los daños y perjuicios
derivados tanto de la rescisión anticipada del contrato de
concesión como de la reducción de los márgenes de
comisión sobre las ventas.
A fin de resolver este último reclamo, la Corte analizó la
expresa facultad contractual del fabricante de fijar el precio
y el margen de comercialización de la concesionaria y las
cláusulas reglamentarias por las que el concesionario
renunciaba a efectuar cualquier reclamación luego de
resuelto el contrato.
El Máximo Tribunal estipuló que no resultaba "suficiente el
carácter de contrato de adhesión, para dejar sin efecto una
cláusula contractual que no preveía un porcentaje
determinado sino la posibilidad del concedente de fijarlo, si
no fue, en relación con esta cuestión y en el marco de los
antecedentes fácticos en debate, específicamente
analizada la abusividad de la conducta del predisponente
en la determinación de la comisión (art. 1071, Cód. Civil),
ponderando las circunstancias propias del supuesto
examinado en todos sus aspectos y en forma conjunta,
lejos de cualquier aplicación mecanicista (v. doctrina de
Fallos: 330:834(44) )".
Según su voto, el Ministro Zaffaroni consideró abusivas
las renuncias implícitas en las cláusulas referidas pues
"evidencian el ejercicio de una posición dominante del
concedente, en tanto no resulta factible admitir que la
concesionaria renuncie, sin más, a los derechos
económicos que le hubiesen permitido subsistir en un
mercado en crisis, por cuanto la asunción de una postura a
favor de la concedente significaría tanto como amparar el
ejercicio abusivo de los derechos, en franca contraposición
a lo establecido por los arts. 1071 y 1198Cód. Civil".

3.3. Principio de interpretación contra preferentem:


cláusulas imprecisas, oscuras, ambiguas, dudosas, ilegibles
o sorpresivas

El principio de interpretación contra preferentem en los


contratos celebrados por adhesión, especialmente ante
cláusulas imprecisas, oscuras, ambiguas, dudosas, ilegibles
o sorpresivas, ha sido expresamente adoptado por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en los precedentes
"Romero Victoria de Del Sel, M. del Rosario c. Qualitas
Médica S.A." (45) y "Peña de Marqués de Iraola, Jacoba M. c.
Asociación Civil Hospital Alemán"(46) , "Escobar"(47) , entre
otros.
En el fallo "Romero", la reclamante promovió demanda
contra Qualitas Médica S.A. por cobro de gastos de
internación derivados de un nacimiento prematuro acaecido
durante el período de carencia estipulado contractualmente
por la demandada. La Cámara de Apelaciones rechazó la
demanda argumentando que el contrato de prestaciones
médicas expresamente excluía la cobertura de tales
nacimientos.
Por su parte, nuestro Máximo Tribunal dejó sin efecto la
sentencia referida por aplicación del principio
exegético contra preferentem y afirmó que "en los casos de
contratos con cláusulas predispuestas cuyo sentido es
equívoco y ofrece dificultades para precisar el alcance de
las obligaciones asumidas por el predisponente, en caso de
duda debe prevalecer la interpretación que favorezca a
quien contrató con aquél o contra el autor de las cláusulas
uniformes". En particular, la Corte señaló que se debía
valorar la circunstancia fáctica que, de no ser por el proceso
patológico sufrido por la actora, el parto se hubiera
producido una vez vencido el período de carencia. Por ello,
el correcto examen de aquel hecho fue
considerado ineludible para "mantener el equilibrio de las
prestaciones salvaguardando la regla pacta sunt
servanda frente a las limitaciones del poder de negociación
de la adherente".
En el precedente "Peña de Marqués de Iraola", la actora
se sometió a un trasplante de hígado en los Estados Unidos
y, luego de ello, a un tratamiento con una medicación
específica para su patología. A pesar que el contrato de
medicina prepaga que vinculaba a las partes no contenía
ninguna mención a la cobertura de dicha enfermedad,
durante un período de dos años el Hospital Alemán le
suministró los medicamentos a la actora con un 50% de
descuento. Sin embargo, el conflicto se suscitó cuando el
Hospital Alemán modificó el reglamento del "Plan Médico
del Hospital Alemán" y excluyó expresamente la cobertura
del trasplante y de los medicamentos necesarios para el
tratamiento de la patología de la actora.
Al analizar este caso, la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, tal como lo había resuelto previamente en el fallo
"Romero", expuso que en los "contratos con cláusulas
predispuestas cuyo sentido es equívoco y ofrece
dificultades para precisar el alcance de las obligaciones
asumidas por el predisponente, en caso de duda debe
prevalecer la interpretación que favorezca a quien contrató
con aquél o contra el autor de las cláusulas uniformes".
Esta regla hermenéutica —i nterpretación pro adherente—
resulta incluso aplicable ante la falta de previsión de alguna
cláusula contractual por parte del predisponente. Basado en
ello, en este caso la Corte rechazó el argumento intentado
por la demandada que indicaba que la falta de exclusión de
un tratamiento no importaba su lógica inclusión en la
cobertura pactada. A tal fin, el Alto Tribunal explicó que
adoptar tal interpretación "se traduciría — c on grave
detrimento del servicio de la salud— en la privación de los
adelantos terapéuticos que el progreso científico
incorpora —e n forma casi cotidiana— al campo de las
prestaciones médico asistenciales". En función de ello, se
concluye que, en el marco de los contratos de adhesión de
medicina prepaga, se debe interpretar que todas aquellas
prestaciones que no se encuentran expresamente excluidas
efectivamente integran la cobertura médica contratada.
Concordantemente con estos precedentes judiciales, los
tribunales inferiores, en forma generalizada y mayoritaria,
también aplican el principio de interpretación contra
preferentem en los contratos celebrados por adhesión. Así
se ha establecido que: "En la interpretación de los contratos
con cláusulas seriadas rige el principio contra preferentem ,
de conformidad con lo dispuesto por los arts. 953, 1071 y
1198, Cód. Civil, y 218, inc. 3°, Cód. Com. Pesa sobre el
predisponente la carga de ser particularmente claro y, si
bien la utilización de cláusulas oscuras, ambiguas o de
casuismo exagerado no es una particularidad de las
condiciones negociables generales, en tal marco existe el
peligro de la sinergia de los efectos" (48).

3.4. Principio de interpretación contra preferentem:


cláusulas limitativas de responsabilidad y concedentes de
mejores derechos al proponente

La interpretación contra preferentem también debe
prevalecer al analizar las cláusulas limitativas de
responsabilidad y que confieren derechos mejores al
predisponente insertas en el marco de un contrato de
adhesión.
La doctrina y la jurisprudencia, en forma unánime, han
referido que, en los supuestos que en las condiciones
generales se incluyan cláusulas limitativas de
responsabilidad, o que impidan oponer excepciones, o
causales de caducidad, o de renuncia anticipada de
derechos en desmedro de la parte adherente, corresponde
al juez interpretar el contrato con un sentido moderador de
tales previsiones contractuales, si ellas resultan abusivas o
leoninas en función del art. 1198, Cód. Civil.
De igual modo, Lorenzetti(49) señaló que corresponde
declarar la invalidez de las cláusulas que desnaturalizan la
esencia del vínculo y/o conceden mejores derechos al
proponente en detrimento del adherente y/o resultan
limitativas de responsabilidad, en especial en cuanto no
existe una contrapartida económica justificante de esa
renuncia por el adherente.
A modo de ejemplo, seguidamente expondremos los
precedentes judiciales "Plan Óvalo c. Giménez" y "Escobar"
en los cuales, por los fundamentos antes expuestos, el
Máximo Tribunal ha desestimado la cláusula contractual de
prórroga de la competencia territorial predispuesta en
menoscabo de los derechos del contratante adherente.
La causa " Plan Óvalo c. Giménez"(50) versó sobre un
conflicto de competencia surgido por la aplicación de los
términos de la cláusula de prórroga de jurisdicción inserta
en un contrato prendario con registro celebrado por
adhesión (instrumentado en un formulario pre-impreso). Al
resolver esta cuestión, la Corte Suprema de Justicia de la
Nación consagró la doctrina de la prevalencia de la
interpretación contractual más favorable al adherente en
caso de contratos de adhesión a condiciones generales
instrumentados en formularios pre impresos.
De igual modo, en el caso "Escobar"  (51) se debatió un
conflicto de competencia en el marco de una ejecución
prendaria iniciada como consecuencia del presunto
incumplimiento de un contrato de compraventa de
automotores. Al respecto, correspondía a los magistrados
nuevamente dilucidar la aplicación o no de la cláusula de
prórroga de jurisdicción impuesta en los contratos de
prenda celebrados por adhesión.
A fin de resolver la cuestión planteada, el Alto Tribunal
aplicó la referida doctrina sentada en el precedente "Plan
Óvalo c. Giménez" que establece que si "el acuerdo de
voluntades se instrumentó en un formulario pre impreso —
c omo ocurre en autos—, el mismo puede ser considerado
como un contrato de adhesión con cláusulas generales
predispuestas, entre las que se encuentra la prórroga de
jurisdicción. Configurada dicha situación, ellas deben ser
interpretadas en el sentido más favorable a la parte más
débil de la relación jurídica, que es el consumidor, de
conformidad con el art. 3, ley 24.240". Asimismo, se
consideró que "dada la naturaleza del contrato expuesta, la
adquirente pudo desconocer su eventual sometimiento a
litigar en extraña jurisdicción con la posible afectación a su
derecho de defensa en juicio, en violación de los principios
contenidos en el art. 37, apartado b, de la ley 24.240". En
virtud de ello, la Corte se apartó de las previsiones
contractuales sobre la competencia y resolvió decretar la
nulidad de la referida cláusula predispuesta de prórroga de
la competencia.
Sin embargo, y tal como ha sido expuesto respecto de la
contratación por adhesión en general, la cláusula
contractual de prórroga de la competencia no resulta
reprochable per se sino cuando aquélla se encuentra
inserta en un contrato de adhesión por ser una
manifestación de la posición dominante y abusiva del
predisponente.
Por ello, en la causa "Bonato"(52) se examinó el valor de la
cláusula de prórroga de la competencia, pero en una
escritura de compraventa y de mutuo hipotecario, y se
consideró que la misma era válida por no encontrarse
inserta en un contrato de adhesión.
El tribunal de alzada de la Provincia desestimó la
procedencia de la jurisdicción estipulada en el contrato en
análisis y argumentó que la cláusula de prórroga de
competencia territorial habitualmente está inserta en los
contratos de adhesión, "caracterizados por la intervención
de una parte fuerte frente a una débil, con un acotado o
nulo poder de negociación de esta última, que ve restringido
sus derechos al no haber detenido su atención sobre las
cláusulas accesorias que no pueden desnaturalizar el
espíritu del contrato y sus disposiciones esenciales".
Por el contrario, nuestro Máximo Tribunal dictaminó que si
la cláusula de prórroga de la competencia territorial "se
otorgó en una escritura traslativa de dominio de un
inmueble, en la que además se deja constancia de la
entrega del dinero para la compraventa, en el marco de un
mutuo celebrado con la mutual cuya devolución se
garantiza con hipoteca sobre el inmueble objeto del
negocio; tales antecedentes ponen en duda que pueda
predicarse que tal contrato contuviera cláusulas
predispuestas o de adhesión que permitan presumir sin
más probanzas, una situación de abuso hacia el solicitante
del préstamo". En mérito de ello, es posible concluir que las
compraventas de inmuebles —a un cuando se instrumenten
en forma conjunta con un mutuo hipotecario—, no se
presumen contratos celebrados por adhesión dado que
difícilmente reúnan el carácter de generalidad , en los
términos referidos en el apartado B precedente.

3.5. Evaluación del posible estado de urgencia o necesidad


del adherente

En virtud del particular modo de celebración de los


contratos en análisis —m era adhesión a las cláusulas
predispuestas sin posibilidad alguna de negociar ni
consensuar los términos de las mismas— la Corte Suprema
de Justicia de la Nación estableció como parámetro de
interpretación contractual la especial consideración de la
situación personal en que se encuentra el contratante
adherente al momento de aceptar las condiciones
generales de contratación impuestas.
En el caso "Asistencia Médica Privada" (53) , la actora inició
demanda contra el Hospital Zonal de Agudos C.M.D.
Paroissien de la Provincia de Buenos Aires (Ministerio de
Salud - Coordinación Región Sanitaria VIII) y las Sras. Ada
Sosa López y Carmona Alicia Sosa, en su carácter de
beneficiaria de la cobertura y garante, respectivamente, por
el cobro de los servicios médicos prestados en la clínica
Sagrada Familia contratada por el Ministerio de Salud
provincial a favor de la beneficiaria. Según los antecedentes
fácticos, la Sra. Ada Sosa López fue atendida de urgencia
en el sanatorio de la actora por presunta derivación del
Ministerio demandado. En aquella oportunidad, la Sra.
Carmona Alicia Sosa suscribió el "Reglamento Interno" de
la entidad reclamante que, en una de sus cláusulas
predispuestas, establecía su responsabilidad solidaria por el
pago de las facturas de los servicios médicos.
Por mayoría la Corte resolvió hacer lugar a la demanda
seguida por Asistencia Médica Privada exclusivamente
contra la Provincia de Buenos Aires y rechazarla contra la
beneficiaria y su garante. Para así resolver, el Máximo
Tribunal consideró la situación de necesidad y urgencia en
que se encontraban las demandadas (beneficiaria y
garante) al momento de adherirse a las condiciones
generales impuestas por la actora.
En consecuencia, la Corte estableció como doctrina
judicial imperante que "la suscripción de cláusulas de
adhesión en una situación de necesidad, que impide valorar
adecuadamente el alcance de ellas y usualmente no
confiere alternativa para el paciente o sus familiares, carece
de efectos para alterar los términos de la relación
contractual celebrada entre el prestador del servicio médico
y la obra social o entidad con quien concertó la relación
jurídica en virtud de la cual el paciente accede al
tratamiento".
Asimismo, el Ministro Boggiano en su voto agregó que
"las cláusulas de adhesión, suscriptas en una situación de
necesidad que impide valorar adecuadamente el alcance de
ellas y que usualmente no confieren alternativa para el
paciente o sus familiares, sólo pueden ser consideradas
válidamente aceptadas, si se dio razonable oportunidad de
conocerlas al adherente, a lo que se agrega que su ejercicio
no debe ser abusivo sino razonable, circunstancia que no
se ha configurado, atendiendo a las particulares
circunstancias en que se realizó la adhesión por parte de la
codemandada Carmona Alicia Sosa".
Por su parte, el Ministro Bossert —e n disidencia parcial—
analizó la cláusula suscripta por la garante y remarcó que
"si bien se trata de una cláusula predispuesta por la actora,
cuya aceptación y firma fue requerida en momentos de
urgencia, no puede el tribunal declararla ineficaz de oficio,
ya que son anulables de nulidad relativa los actos en que
median vicios de la voluntad o implican lesión, por lo que la
declaración de la nulidad sólo puede ser hecha a pedido de
parte (arts. 1045, 1047, 1048, 954, Cód. Civil), lo que no ha
ocurrido en estos autos".

3.6. Prevalencia de las cláusulas especiales e incorporadas


sobre las generales y preexistentes

Finalmente, la doctrina ha establecido un último principio


de interpretación que establece que, en caso de que se
suscite una contradicción entre las condiciones generales
predispuestas y aquellas previsiones que, de modo
excepcional y particular, las partes especialmente hayan
agregado al texto impreso del formulario, estas últimas
prevalecerán.
Al respecto, la jurisprudencia ha resuelto que "en un
contrato de adhesión debe reconocerse preponderancia a
las cláusulas escritas aparte del texto impreso, respecto de
aquéllas que aparecen fijadas con uniformidad, por reflejar
con mayor particularismo y precisión la voluntad de las
partes en el caso determinado"(54) .
Concordantemente, se ha resuelto que "cuando un
convenio se halla impreso y se le agregan cláusulas
accesorias, debe darse preferencia a estas últimas sobre
las impresas si es que hay contradicción entre ellas, porque
debe suponerse que los añadidos son la consecuencia de
las tratativas de cierre de la operación, amoldándose a ellas
el ejemplar del contrato impreso"(55) .

V. CONCLUSIONES
A modo de síntesis y de acuerdo a los precedentes
jurisprudenciales analizados a lo largo del presente, a
continuación enumeraremos brevemente los principales
postulados de la Corte Suprema de Justicia con relación a
la formación del consentimiento y al perfeccionamiento de
los contratos en general:
— el consentimiento en los contratos debe manifestarse por
oferta y aceptación; y éstas pueden hacerse por medio de
agentes y por correspondencia entre personas ausentes
(Fallos: 33: 702);
— la formación del consentimiento contractual —p ilar
imprescindible para la conclusión del contrato— requiere
que la aceptación sea pura, simple y congruente con la
oferta (Fallos: 330:4354);
— la conjunción entre oferta y demanda conforma el
consentimiento contractual y perfecciona el contrato, salvo
que las mismas partes convengan que, en otro acto por
separado, se someterán a determinadas solemnidades
formales (Fallos: 33:702);
— por imperio de la teoría de la expedición imperante en las
contrataciones entre ausentes, la aceptación hace sólo
perfecto el contrato desde que ella se hubiese mandado al
proponente (Fallos: 308:821);
— en los contratos celebrados por adhesión el
consentimiento se conforma por la conjunción entre la
oferta realizada por el predisponente de todo el contenido
contractual y la mera adhesión de la otra. Sin embargo,
esta modalidad de contratación no es en sí misma inválida
sino cuando se verifica el ejercicio abusivo de la posición
dominante del predisponente (Fallos: 322:736, 323:678,
325:3422 y 326:142).
Finalmente, los criterios exegéticos postulados por
nuestro Máximo Tribunal para la interpretación y calificación
de los contratos por adhesión son los siguientes:
— Análisis de las previsiones contractuales en virtud de la
teoría del abuso de derecho.
— Interpretación contra preferentem , especialmente ante
cláusulas imprecisas, oscuras, ambiguas, dudosas,
ilegibles o sorpresivas y/o limitativas de responsabilidad o
concedentes de derechos a favor del proponente en
menoscabo del adherente.
— Especial consideración del posible estado de urgencia o
necesidad de la parte adherente al momento de
manifestar su consentimiento.
— Prevalencia de las cláusulas especiales e incorporadas
sobre las generales y preexistentes.

Capítulo II

La excesiva onerosidad sobreviniente

Por Matías Leonardo Nieto

TEXTO DE JURISPRUDENCIA

CSJN, 19/10/1966, "OKS Hermanos y Cía. c. Nación


Argentina", Fallos: 266:61. Fallo in extenso
Sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Federal y Contenciosoadministrativo
Buenos Aires, 25 de agosto de 1965.
Y vistos los de la causa promovida por Oks Hermanos y
Cía. S.A.C.I.F.A. contra la Nación sobre cobro de pesos;
para conocer de las apelaciones concedidas respecto de la
sentencia de fs. 138/148 que: rechaza las defensas de falta
de personalidad y de falta de acción interpuestas por la
demandada, declarando que la Nación debe pagar al actor
la suma que fija con intereses desde la notificación de la
demanda, con costas.
El Señor Juez Doctor Simón Pedro Safontas dijo:
La sociedad "Oks Hermanos y Cía." demanda a la Nación
Argentina por cobro de la suma que resulte de la prueba,,
en concepto de "mayor importe sobre la orden de compra n°
N.M. 588/58", intereses y costas.
Al efecto expresa : que de conformidad con los términos de
la licitación pública n° 36/58, abierta. el 1° de octubre de
1958, se presentó y obtuvo la orden de compra N.M. 588/58
de diversos materiales adjudicados a la misma; esa
licitación era para la provisión de caños de acero, para
perforación, de diversos tamaños;. resultó adjudicataria, de
acuerdo con la resolución del 14 de octubre de 1958, por un
importe de m$n 2.189.200; y ésta era con destino a una
obra pública.
Agrega: que el 29 de febrer0 de 1959 hizo presente a la
Dirección Nacional de Minería que desde la fecha de la
emisión de la orden (octubre 30 de 1958) hasta la de esa
presentación "habían promediado diversos aumentos en los
costos de materiales derivados de los convenios laborales
absorbidos por las empresas"; que, posteriormente, y como
consecuencia de la política de estabilización económica del
Gobierno Nacional, los precios de importación, y en el caso,
las chapas, base primordial para la fabricación de los
caños, sufrieron una variación considerable de costo; que
tornando el valor del dólar, de m$n 18 a m$n 20 hasta uno
nuevo de m$n 92, el aumento resultaba muy importante;
que "la adición de los combustibles que experimentaron
también aumentos del 200%, y paralelamente de la energía
eléctrica, y de la mano de obra con un aumento provisional
del 50 %, hicieron materialmente imposible atender el
cumplimiento de la orden de compra sin la considerable
pérdida qué supondría un verdadero quebranto"; que, por
ello, se consideró atendible la solicitud del reconocimiento
de un aumento del 120 % sobre el total de la orden de
compra, suma que, si bien no cubriría los mayores costos,
permitiría el desenvolvimiento temporario hasta obtener la
regularización de la situación.; y que ese reclamo
administrativo no tuvo éxito, siendo rechazado por la
resolución 230/60 del Departamento de Estado de Industria
y Minería, la cual fue confirmada por el Poder Ejecutivo
Nacional.
A los fines de determinar la cosa que se demanda,
manifiesta que ella radica en el importe del 120% que se
reclamó —q ue considera un valor módico y moderado—,
como consecuencia de los mayores costos que se han
producido a raíz de la incidencia de los aumentos de los
materiales y mano de obra que insumiera el cumplimiento
de la orden de compra referida.
Por último, manifiesta que el precio de la chapa de hierro
cuyo valor en dólares, la tonelada CIF, era de 120, antes
del decreto 11.915/58 del 30 de diciembre de 1958, se
importaban los primeros 100 dólares a m$n 18 y el resto al
cambio libre de m$n 60 el dólar; que después del decreto
sobre modificación de cambio, el total CIF pasó de m$n 340
a m$n 11.656; que a estos precios hay que agregar los
gastos bancarios de apertura de créditos, transportes,
seguros y gastos varios, que inciden en la misma
proporción sobre ambos casos; que eI aumento de la chapa
de hierro es, por lo tanto, de 242 % y, en relación del precio
nuevo al viejo, es de 3,42 veces; que la fuerza motriz
también sufrió un aumento, oscilando entre el 150 y 250 %
de conformidad con el consumo y la base; que los
combustibles sufrieron un aumento del 200 %, y la mano
de, obra experimentó uno del 57.25 % sobre el jornal
básico; y que la incidencia de esos factores importaban una
diferencia del 2.310 tomando como relación el 1.00 %.
Impugna el dictamen del Procurador del Tesoro y aduce
que la cuestión es determinar la procedencia del reclamo a
la luz de los principios jurídicos que deben gobernar los
contratos administrativos en sede de la administración
pública.
El Señor Procurador Fiscal, en representación del Estado
Nacional, pidió eI rechazo de la demanda (fs. 60).
Opuso la excepción de falta de personería en el
demandado y, como defensa de fondo, la de falta de
acción; las que el Señor Juez a quo desestimó, quedando
firme su decisión al respecto.
Dicho Juez estudia prolijamente las constancias del
expediente administrativo 132.050/58, y hace notar que las
cuestiones de hecho no se discutieron pues la Comisión
designada por la autoridad administrativa admitió que los
reclamos eran equitativos, y que la objeción del asesor de
la Dirección Nacional de Geología y Minería se refería al
material, o parte del material, de la partida 4, que fue
eliminada por la actora de la reclamación.
Asimismo analiza y valora la prueba acumulada al proceso,
especialmente la pericia de fe. 101, y llega a la conclusión
de que procede la exclusión de las chapas de la alteración
de precios producida por el decreto 11.916/59.
En cuanto a los otros rubros, deja sentado que "es
indudable que —h an sido afectados por la modificación
cambiaria,— y que se ha producido también un aumento de
los costos no previsto al tiempo de celebrarse el Contrato
de suministros".
En las referidas reclamaciones administrativas, el
Procurador del Tesoro sostuvo que la llamada teoría de la
imprevisión, elaborada principalmente por el Consejo de
Estado francés,, no es aplicable en el derecho positivo
argentino; que la aplicación analógica de la ley 13.064 y sus
accesorios, carece de fundamentación por tratarse de
situaciones previstas y prohibidas en el régimen jurídico
directamente aplicable al caso (decreto 23.428/48); y que
no tiene sentido, en general, la aplicación del art. 1198 del
Código Civil en los contratos administrativos y, en especial,
en los de suministros.
Las conclusiones de orden fáctico del señor Juez a quo no
han sido objeto de impugnaciones y agravios en esta
instancia, por lo que procede reconocer que no existen
disidencias respecto de los supuestos de hecho referidos.
En tal virtud, se trae a decisión de la alzada una cuestión
exclusivamente de derecho.
En la sentencia de fs. 138 se hace mérito de la dictada el
14 de octubre de 1960 por la Corte Suprema de Justicia in
re "Carlos Reisz y Cía. c. Ministerio de Ejército" (Fallos:
248: 79), confirmando la de esta Cámara.
De ella puede extraerse la siguiente doctrina : el Estado
Nacional, que por un acto propio elevó el precio mínimo de
mercaderías cuya compra había contratado con un
particular, no puede acogerse a la cláusula de invariabilidad
de precios incorporada al contrato y debe compensar al
proveedor por el mayor costo en la medida en que éste
resulte de dicho acto administrativo.
Para determinar los alcances de dicho fallo transcribo sus
considerandos pertinentes: "Que por las circunstancias
señaladas en el considerando 55, no eran normalmente
previsibles para el ofertante aumentos posteriores
al decreto 19.557/50, no habiéndose tampoco hecho
mención ni mérito, por la demandada, de la existencia de
condiciones económicas o de otro orden, que al tiempo de
la apertura de la licitación, hicieran previsible que el Poder
Ejecutivo se vería constreñido a decretar aumentos como el
que se impuso por decreto 1736/51, cuyos considerandos
no ponen de manifiesto que el aumento fuera consecuencia
inexcusable de hechos económicos sobrevinientes que
pudieran ser conocidos y apreciados por el ofertante, como
conducentes a una elevación de los precios del decreto
19.557/50". "Que es cierto que el principio de la
invariabilidad del precio ofertado y adjudicado, según el
punto 9 de las condiciones generales de la licitación
(carpeta III, fs. 29), concordante con el art. 22 del régimen
de compras, decreto 36.506/48, rige el contrato `sean
cuales fueren los errores u omisiones que contuvieren (las
propuestas) o los cambios experimentados por los precios
de la mano de obra o los materiales'; pero no lo es menos
que este principio obligaba a ambas partes por igual (art.
1197 del Código Civil), por lo que si la Administración, en
ejercicio de facultades cuya legitimidad no se cuestiona en
la causa, producía actos que necesariamente incidirían en
el objeto del contrato, como contratante debió proveer a los
medios que restablecieran las bases de esa contratación
(art. 1191, Código Civil), conciliando de este modo sus
obligaciones contractuales con el ejercicio de facultades
gubernamentales".
"Que el perjuicio causado al accionante por virtud del alza
del precio de la avena por decreto 1736/51 reúne la
condición de especialidad necesaria para que pueda
encuadrarse en el caso de resarcibilidad a que esta Corte
se refirió en Fallos: 180: 107, razón por la cual y sin
necesidad de recurrir a principios legales que rigen otros
contratos administrativos, cabe reconocer el derecho del
demandante a ser indemnizado en la medida que el
perjuicio ha provenido de la ejecución del decreto citado".
En ese caso, a mi entender, el Superior Tribunal aplicó la
teoría de la imprevisión. Como lo expresa Rézzonico, con
frecuencia los jueces hacen uso del principio de la
imprevisión, "aunque sin nombrarlo propiis terminis ;
llegando por distinta vía al mismo fin : la revisión del
contrato exigida por la equidad en determinadas
circunstancias. Unas veces han aplicado la norma del
abuso del derecho; otras, el principio de la fuerza mayor;
otras, el concept del enriquecimiento sin causa, o de la
lesión, o del error, o la culpa, o la falta de causa, o la
imposibilidad del pago", no obstante tratarse de figuras
jurídicas que, por ser entidades autónomas del derecho, no
pueden confundirse (La fuerza obligatoria del contrato y la
teoría de la imprevisión, pág. 17).
Conocido es que la cláusula rebus sic stantibus , ya
entrevista por los romanos, fue oscurecida, en el siglo XIX
por el principio de la autonomía de la voluntad, y que
resurgió durante las guerras de 1870 y 1.914, teniendo
principalmente aplicación en materia de contratos
administrativos (Hauriou, Derecho Administrativo, ed, 1927,
pág. 813; Bonnecasse, Supplement, t. III, pág. 572 y sigtes.;
Laubadère, Traité théorique et pratique des contrats
administratives, t. III, págs. 24/104; etc.).
Su fundamento jurídico ha dado lugar a la elaboración de
múltiples doctrinas, pudiéndose enunciar las siguientes : de
la solidaridad (Hauriou), y solidaridad social (Daguit);
presuposición de una 'voluntad condicionada (Windscheid),
y subsuelo del contrato. (Orgaz); voluntad marginal o
presumida de las partes (Osti); base del negocio jurídico
(Oertmann); equivalencia económica de las prestaciones o
equilibrio provisional (Maury); necesidad de adaptabilidad
(Sahoury); deber de esfuerzo (Hartmann); situación
extracontractual (Bruzin); principio de la buena fe (Wendt Y
Von Thur) e idea moral (Ripert); razones de equidad y
justicia distributiva (Giorgi); la buena fe y el contrato como
conducta (Cossio); relatividad de los derechos (Josserand);
nueva teoría de la causa (Demogue); multiplicidad de
contratos (Larombière); equilibrio de intereses (Kruchmann),
etc. (Ver Badenes Gasset, El Riesgo Imprevisible; Raffo Del
Campo, en La Ley, t. 109, pág. 1101; etc.).
Hauriou sostiene que el fundamento del principio en el
derecho administrativo se halla en la obligación de
continuar el servicio público, en cuanto se afectarían
directamente los intereses generales; y Bonnecasse afirma
que es un concepto general de derecho positivo, fundado
en su esencia en la equidad.
En nuestro país la casi totalidad de los autores admiten la
aplicabilidad de la teoría de la imprevisión contractual o
riesgo imprevisible (Anastasi, notas en Jurisprudencia
Argentina, t. 29, pág. 576, y t. 31, pág. 419; Alsina Atienza,
Efectos jurídicos de la buena fe, n° 613 y sigtes.; Spota, en
La Ley, t. 116, pág. 1, en Jurisprudencia Argentina, 1953-IV,
pág. 30, y en el Tratado de Derecho Civil I, Vol. 3, n° 1454,
pág. 603; Villegas Basavilbaso, en La Ley, t. I, sección
doctrina, pág. 143; Cardini, Teoría de la imprevisión;
Lafaille, Contratos, t. I, pág. 330; Tell0, La teoría de la
imprevisión en los contratos de derecho público; Masnatta,
en Jurisprudencia Argentina, 195.9 - IV, sección doctrina,
pág. 10; Fornieles, en Jurisprudencia Argentina, 1942-IV,
sección doctrina, pág. 9; Orgaz, en Nuevos contratos de
derecho civil, y en La Ley, t. 60, pág. 691; Carlomagno, en
Jurisprudencia Argentina, 43, sección doctrina, pág. 17;
Marienoff, en Jurisprudencia Argentina, 1959 - V, sección
doctrina, pág. 106; Rezzónico, La fuerza obligatoria del
contrato y la teoría de la imprevisión; Cossios, La teoría de
la imprevisión, y en La Ley, t. 100, pág. 921; Salvat-Galli,
Obligaciones, 64 ed., t. I, n° 165 y sigtes.; Colmo,
Obligaciones, n° 892; Bolina, Obligaciones, I,, pág. 11.5;
Bibiloni, Anteproyecto, t. I, pág. 353, y t. II pág. 415;
Ovejero, Estudios de Derecho Civil; Menéndez Pidal, en
Jurisprudencia Argentina, t. 58, sección doctrina, pág. 19;
Risolía, Soberanía y crisis del contrato; Tercer Congreso de
Derecho Civil —Córdoba— 1961; etc.).
La cláusula pacta sunt servanda en el Código Civil
Argentino no es de carácter absoluto, y numerosas
disposiciones establecen limitaciones (arts. 21, 502, 530,
792, 953, 2261, 297, 298, 434, 435, 3591, 3599, 3618,
2621, 2680, etc.).
Vélez Sarsfield expresa en la nota al art. 2567, que "la
equidad es la que debe dirigir la resolución de los jueces"; y
en ella funda numerosas normas del Código Civil (arts. 15,
16, 21, 268, 325, 502, 512, 904, etc.).
Y el art. 1198 del Código Civil prescribe que "los contratos
obligan no sólo a lo que está formalmente expresado en
ellos, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse que hubiesen sido virtualmente comprendidas
en ellos"; por lo que, a contrario sensu , se puede entender
que todo lo que no está virtualmente comprendido en la
convención no puede haber sido querido por los
contratantes.
Los efectos de las leyes de moratoria hipotecaria 11.720 y
11.741, y las relativas a la legislación de emergencia sobre
locaciones, derogan el principio del pacta sunt servanda; y,
en este sentido, pueden considerarse que son aplicaciones
de la teoría de la imprevisión.
La ley 12.910, (innovada por la 15.285) estatuye que la
Administración Nacional tomará a su cargo, total o
parcialmente según los casos, y dentro de los límites que la
misma ley determina., las variaciones en más o en menos
de los precios de los materiales, el transporte, la mano de
obra, los combustibles, y demás elementos determinantes
del costo, en las obras contratadas por sus organismos
oficiales y reparticiones autárquicas, derivadas de la
situación de emergencia consiguiente a la guerra y de los
actos del Poder Ejecutivo.
Salvo estas normas, y algunas disposiciones
excepcionales en leyes especiales (v. gr. art. 32 de la
13.246), nuestro ordenamiento no contiene la regulación de
este principio jurídico.
En opinión de Bibiloni no son necesarios preceptos
especiales como el que inspira la cláusula rebus sic
stantibus , pues para resolver estas cuestiones basta
desarrollar la teoría del enriquecimiento indebido y
consagrar la regla de la buena fe, según lo disponen los
arts. 1134 del Código Civil francés y 242 del alemán. Los
escritores germanos sostienen que el contrato no se cumple
de buena fe si no la hay en entregar un valor que no guarda
relación con el que tenía en la época del ajuste
(Anteproyecto, t. I, pág. 353). Vox Thur expresa que es
contrario a la bona fide obligar al deudor a respetar el
contrato cuando las condiciones se han modificado en tal
manera que, caso de cumplirlo, no obtendría
contraprestación alguna, u obtendría una contraprestación
insignificante (Obligaciones, t. II, pág. 140) .
Para que puedan aplicarse estas pautas es menester,
conforme a la doctrina más autorizada, que se encuentren
reunidos los requisitos o elementos específicos de la
imprevisión.
Esta regla está supeditada al advenimiento de eventos
extraordinarios, en el sentido de acontecimientos graves,
excepcionales, anormales, e inevitables, sobrevinientes a la
constitución de la obligación, y que no entren en el álea o
riesgo connatural a la naturaleza del contrato. Estos
cambios, semejantes a los que configuran el caso fortuito y
la fuerza mayor razonable y humanamente, deben ser
imprevisibles; ajenos al pensamiento de las partes; no
concebido ni aun por el hombre más experimentado y
prudente.
Dichas mutaciones deben incidir en el cumplimiento de las
prestaciones convenidas, haciéndolas excesivamente
gravosas, onerosas y desmesuradas, en relación a lo
pactado originariamente, provocando el desequilibrio entre
las obligaciones recíprocas, en forma que sean intolerables
para una de las partes.
Los trastornos deben, asimismo, afectar a toda una
categoría de deudores, o sea, tener cierto carácter de
generalidad, y estar desvinculados de los factores
personales de los perjudicados.
Y, por último, debe tratarse de contratos no aleatorios; y
que produzcan prestaciones futuras, continuadas,
"fluyentes". o de ejecución diferida.
Corno lo advierte Messineo, éstas son cuestiones que
quedan libradas al prudente arbitrio del juez de hecho
(Doctrina General del Contrato, t. II, pág. 375).
A mi juicio, en la especie se encuentran reunidos los
extremos que se requieren para la aplicación de la teoría de
la imprevisión.
Las características del hecho, que ha sido merituado por el
Señor Juez a quo , sin que fuera objeto de agravios en la
alzada, autorizan la revisión judicial del contrato, y la
modificación del cumplimiento de las obligaciones
emergentes del mismo (ver fs. 59/69 del expte. 132.050).
La alteración extraordinaria, imprevista e imprevisible, para
una de las partes, de las condiciones originarias de las
prestaciones, no puede imponer a la actora un sacrificio tan
grave y enorme como el que se pretende.
Producido por obra de la demandada el profundo
desequilibrio y distorsión de la economía en que juega el
contrato, quebrada su base financiera por el cambio
exorbitante de su presupuesto, y excediendo la
desproporción de los límites razonables, debe reconocerse
y aceptarse el principio de la imprevisión, que al decir de
Llambías está ínsito en la entraña misma del derecho, como
un recurso extraordinario a efecto de dar una solución justa
al litigio y que no repugne a la equidad, y modificar el valor
de las prestaciones en forma adecuada a las circunstancias
sobrevinientes. Es por ello que adhiero a la solución que
consagra la sentencia recurrida, que fija una indemnización
compensatoria, equivalente al 80 % del precio establecido
en el contrato (menos el item 4), en favor del obligado,
aminorando así sus efectos y el daño unilateral.
Respondiendo a argumentos de orden jurídico formulados
por el apelante, creo necesario expresar algunas
consideraciones filiales, pues para dicha parte la teoría de
la imprevisión no tiene cabida en nuestro derecho por ser
extraña al mismo.
Para Spota la teoría de la imprevisión halla su apoyo en el
derecho positivo argentino, en el principio del abuso del
derecho (Jurisprudencia Argentina, 1953-IV, pág. 33).
Cuando la ruptura del equilibrio original de las prestaciones
adviene —d ice—, o sea, cuando las cosas no se presentan
como las partes las aprehendieron al contratar, ya nos
hallamos fuera de la autonomía de la voluntad, que es el
factum del art. 1197 del Código Civil, para caer dentro de la
esfera de la heteronomía de la voluntad. Y agrega: la
convención-ley (art. 1137) lo es en función de un
consentimiento no viciado por el error sobre la cualidad
esencial de la cosa o del objeto del contrato (arts. 926, 927
y 928). Y la regla moral, por un lado, y la concertación del
contrato con buena fe-creencia y su cumplimiento con
buena fe-lealtad, por el otro, impone ejercer las
prerrogativas jurídicas funcionalmente.
Fornieles adoctrina que todo contrato se realiza en un
medio económico y jurídico fuera del cual no tendría
explicación; está influido y condicionado por ese medio.
Consciente o inconscientemente las partes lo han tenido en
cuenta, han hecho sus cálculos o han previsto las
consecuencias de sus compromisos presuponiendo un
estado de cosas normal dentro del cual han operado.
Normalidad no quiere decir fijeza ni inmovilidad porque en
ella hay cambios o fluctuaciones, contra los cuales cada
uno ha querido ponerse a cubierto en los contratos a
término, son las alteraciones comunes;' más o menos
intensas a que está sujeto el mundo de los negocios. Pero
cuando por un suceso extraordinario e imprevisible
Esos cambios asumen tal magnitud que no pudieron ser
tenidos en cuenta ni aun por el hombre más experimentado
y prudente, cuando trastornan la economía que era la razón
de ser del contrato, hay un hecho nuevo que lo transforma
en un contrato distinto. Mantenerlo bajo las nuevas
condiciones, es ir contra la voluntad presunta y crear
obligaciones que ni el deudor quiso asumir ni pensó el
acreedor aprovechar. Es por ello que Fornieles entiende,
como idea directriz, que es por vía de interpretación de la
voluntad que se resuelven estas situaciones. El juez —
a dita—, hace uso de una facultad indiscutida para rescindir
o modificar el contrato basándose en la intención de las
partes, con lo cual se consigue el resultado que se busca
por un procedimiento estrictamente legal. La buena fe, la
equivalencia en las prestaciones o el repudio de toda
explotación abusiva, no funcionan como motivo de la
rescisión, pero se satisfacen indirectamente (Jurisprudencia
Argentina; 1942 - IV, sección doctrina, pág. 11).
Este concepto es desarrollado por Orgaz, quien lo efectúa
entroncando con la idea de Windscheid, autor de la '"teoría
de la presuposición". Manifiesta que lo que las partes dicen
en el contrato es sólo aquello en que ambas pueden disentir
ahora o mañana, y todo su cuidado tiende a decir lo que
quieren del modo más claro posible, a fin de que ese
disentimiento en potencia' no se produzca. Pero por debajo
de todo esto que las partes piensan conscientemente, de
modo expreso o tácito, hay muchas otras cosas que ellas
no piensan, pero que, sin embargo —o más bien por esto
mismo—, se hallan más profundamente en su voluntad.
Además de lo que las partes exponen en el contrato, hay lo
que presuponen y en que, por ello, no piensan: sin embargo
no está fuera de su voluntad, sino al contrario, en su fondo
y su raíz. Prescindir de esta especie de subsuelo del
contrato, .sobre el que reposa orgánicamente lo expresado
por los contratantes, sería mutilar el contrato y las
voluntades en él contenidas (La Ley, t. 60, pág. 693).
En tal virtud, para Orgaz, como lo anota Masnatta, los
presupuestos tenidos en cuenta por ambos contratantes
forman parte del contrato, y no pueden ser desechados en
la interpretación de él y de las voluntades que le dieron
nacimiento (Jurisprudencia Argentina, 1959 - IV, sección
doctrina, pág. 15).
Según Alsina Atienza el principio de la buena fe constituye
el único fundamento posible de la doctrina de la
imprevisión.
Al efecto expresa: las partes al contratar deben conducirse
con diligencia y lealtad, haciendo una juiciosa y normal
apreciación de sus respectivas declaraciones de voluntad.
Es evidente que la interpretación de dichas declaraciones
estará influida —e n íntima vinculación—, con las
circunstancias ambientes que existan en el momento del
contrato o con las que previsiblemente hayan de sobrevenir.
El deudor estuvo en su derecho al entender obligarse con el
alcance que atribuían a su declaración de voluntad, esas
circunstancias. El acreedor no lo estuvo, en cambio, si
creyó en un alcance diverso, por la sencilla razón de que
"nadie contrata para arruinarse". La voluntad presunta
juega, pues, su papel en esta materia, pero limitada o
condicionada por la juiciosa apreciación de las
circunstancias ambientales : más que presunta, es voluntad
aparente, que induce a suponer un alcance aparente en las
obligaciones contraídas. Quien interpreta torpemente el
alcance de una declaración de voluntad, debe sufrir las
consecuencias (Efectos jurídicos de la buena fe, n° 613,
pág. 245).
A juicio de Rezzónico el fundamento del principio de la
imprevisión reside en la voluntad presunta de las partes
contratantes, en la interpretación de un acuerdo de
voluntades al formar el contrato, con arreglo a la razón, la
buena fe y la equidad, entendiendo que lo normal y
ordinario es que los contratantes procuren una aproximada
equivalencia de sus prestaciones. Y más adelante expresa
que si los contratos deben ser cumplidos de buena fe, como
es indudable, aunque no lo diga ninguna ley, corresponde
reconocer que se falta a la buena fe cuando se exige un
valor que no guarda relación con el que tenía el bien
prometido en la época del contrato. Por ello el sentimiento
jurídico, que es sustancialmente equidad —c ategoría
eterna e inmanente, anterior a toda ley—, acepta sin
violencia que los contratos deben ser entendidos,
interpretados y cumplidos rebus sic stantibus (La fuerza
obligatoria del contrato y la teoría de la imprevisión, págs.
13 y 1.5).
Por consiguiente, puede afirmarse que en diversos
preceptos del Código Civil tiene fundamento la teoría de la
imprevisión; y, con mayor razón, 'que tiene vigencia plena
en el derecho público argentino, en cuanto ella ofrece
caracteres distintos según se la refiera al, derecho privado o
al derecho público (confr. Marienhoff, en Jurisprudencia
Argentina, 1959-V, sección doctrina, pág. 106).
En el terreno del derecho administrativo se ponen frente a
frente el interés particular del co-contratante con el interés
general o público; y por eso Laubadère afirma que la teoría
de la imprevisión es propia del derecho público (Traité
théorique et pratique des contrats administratives, t. III, pág.
76).
Y para Marienhoff dicha teoría tiene base y apoyo
constitucional, pues su aplicación hace efectivos los
principios fundamentales contenidos en los arts. 16 y 17 de
la Constitución.
Por lo demás, siendo el derecho uno solo, la división en
público y privado importa únicamente una diferencia de
grado (v. art. 1502 del Código Civil).
Y cabe recordar que la doctrina científica es fuente jurídica
indirecta en el derecho administrativo. Así lo ha reconocido
la Corte Suprema de la Nación al fundar algunos fallos en
doctrina de jerarquía; la cual, asimismo, ha hecho
aplicación del principio de la imprevisión en diversos
pronunciamientos (Vados: 136: 161; 155: 302; 172: 25; 199:
466; 202: 456; 203: 546; 204 : 359; 207: 190; 248: 79; etc.).
Entre los casos jurisprudenciales que hacen recepción del
principio pueden mencionarse los publicados en La Ley,
t. 60, pág. 691; t. 75, pág. 254; t. 116, pág. 1, etc., y en
Jurisprudencia Argentina, t. V, pág. 58; t. 29, pág. 576; t. 43,
pág. 18; 1951-I-675.; 1952-IV-381; 1964-V-286; 1961-III-
600, y los citados en el tomo 1959-IV, sección doctrina,
págs. 19/21; y también el que registra Doctrine Judicial, n°
2433, del 8 de diciembre de 1969.
Puede concluirse, por consiguiente, declarándose que
aunque falta un texto expreso que defina y legisle el
principio de la imprevisión —e l cual no seria indispensable
—, como éste tiene vigencia en el derecho argentino por
constituir el fundamento de diversos preceptos, los jueces
pueden aplicarlo como directiva y base de sus
pronunciamientos, cumpliendo en esta forma su función de
administrar justicia con equidad.
Voto por la confirmación de la sentencia apelada de
fs. 138/148, con costas.
El Señor Juez Doctor Eduardo A. Ortiz Basualdo dijo:
Adhiero al bien fundado voto del Dr. Safontás, pero creo
conveniente agregar, que no considero aceptable que se
sostenga que la teoría de la imprevisión es ajena a nuestro
ordenamiento jurídico, cuando ha tenido aceptación plena
en decisiones legislativas y administrativas.
En 1946 el Congreso sancionó la ley 12.910 por la que
puso a cargo de la Administración, dentro de los límites y en
las condiciones que estableció, los mayores costos de los
materiales, combustibles, mano de obra, transporte, etc.,
utilizados en las obras públicas nacionales por los
contratistas y cuya alza derivara "de la situación de
emergencia consiguiente a la guerra y a los actos del poder
público". Y en el art. 6 dispuso, con carácter imperativo, que
en las especificaciones para, la construcción de obras
futuras se incluyera un régimen de emergencia que
contemplara en forma, equitativa las posibles variaciones
de costos.
Ese régimen fue extendido al orden municipal de_ la
Ciudad de Buenos Aires por la ley 13.928, que modificó la
13.674 del Presupuesto de la comuna para el año 1950. Por
esa reforma se pusieron a cargo de la. Municipalidad los
mayores costos de las obras públicas contratadas con
empresas privadas o ejecutadas por la Dirección Autárquica
de Obras Municipales, que estuviesen en condiciones
análogas a las previstas en la ley' 12.910.
En 1955 se dictó el decreto-ley 2001, por el que se impuso
un gravamen extraordinario a las mercaderías cuyo
despacho a plaza se efectuara con permisos de ' cambio
otorgados con anterioridad al decreto-ley y que era
equivalente a la diferencia entre el tipo de cambio del
permiso previo y el nuevo tipo de cambio que
coetáneamente se fijó por el decreto-ley 2000. Ese recargo
debía ser pagado por los importadores pero en el caso de
que la mercadería gravada hubiera sido vendida con
anterioridad, total o parcialmente, el gravamen debía
recaer, en la medida pertinente, sobre quienes se hubieren
sucedido en su disponibilidad. Se autorizó así,
expresamente, a recargar el precio de venta convenido con
anterioridad, en igual medida en que se le hubiere
recargado al vendedor el costo, como consecuencia del
gravamen, cuya implantación no habían podido prever los
contratantes. Esa disposición era aplicable a todos los
contratos y este Tribunal consideró que también lo era a los
administrativos (La Ley, t. 101, pág. 644; t. 109, pág. 709) .
Posteriormente, en 1960, se sancionó la ley 15.285 que
autorizó el pago a los contratistas de obras públicas, de los
mayores valores correspondientes a las amortizaciones de
equipos y la correlativa incidencia de los gastos indirectos y
generales.
Finalmente, el decreto 9026, de julio 29 de 1959, no es
sino una aplicación de la teoría de la imprevisión, desde
qué permite la rescisión de contratos de suministros,
servicios u otros conceptos, concertados hasta determinada
fecha, cuando medie pedido expreso del adjudicatario
invocando mayores costos por variaciones producidas con
posterioridad y siempre que en el contrato no se hubiere
previsto su reconocimiento.
Todos esos precedentes demuestran que la teoría de la
imprevisión ha inspirado la sanción de leyes y decretos, con
los que se ha procurado contrarrestar las consecuencias
graves, injustas y muchas veces irreparables para uno de
los contratantes, derivadas de acontecimientos
excepcionales ocurridos con posterioridad a la celebración
del contrato y que inciden en su cumplimiento.
Esa es la situación que aquí se ha producido, como se
pone de manifiesto en la sentencia apelada y en el voto
precedente, al que adhiero.
El Señor Juez Doctor Francisco Javier Vocos, adhiere a los
votos precedentes. Conforme al resultado de los votos
precedentes, se confirma la sentencia de fs. 138, con
costas, en cuanto fue materia de recurso y agravios. —
Eduardo A. Ortiz Basualdo. — Simón Pedro
Safontás. — Francisco Javier Vocos.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 19 de octubre de 1966.
Vistos los autos: "Oks Hermanos y Cía., S.A.C.I.F.A. c. la
Nación s/cobro de pesos".
Considerando:
1°) Que el actor resultó adjudicatario de una licitación para
la provisión al Gobierno Nacional de una partida de caños
de acero por un importe de m$n. 2.189.200. El
encarecimiento de los costos originado en el proceso
inflacionario lo indujo a reclamar del Estado el
reconocimiento de un aumento de precio del 120 %. Como
la reclamación administrativa no tuviera éxito, esta
demanda que ha sido acogida parcialmente en primera y
segunda instancias condenando a la Nación a pagar al
actor la suma de mn. 1.127.200, con intereses y costas.
Hay que agregar que, según las condiciones de la
adjudicación, los precios serían invariables (art. 21), no
obstante lo cual se acogió el reclamo en las instancias
inferiores por aplicación de la teoría de la imprevisión.
2°) Que la doctrina que se pronuncia en favor de la teoría
de la imprevisión exige un grave desequilibrio de las
contraprestaciones sobrevenido por efecto de
acontecimientos imprevisibles y extraordinarios posteriores
al contrato.
3°) Que el aumento de los costos de producción ocurrido
como consecuencia de un proceso inflacionario desatado
ya a la época de la celebración del contrato, no puede
considerarse un acontecimiento imprevisible. Desde
muchos años antes de la celebración del contrato que
origina este juicio ha sido una constante que al vencimiento
de los convenios colectivos de trabajo se pactaran nuevas
escalas de salarios con considerables aumentos; también
ha sido constante el aumento periódico de los combustibles
y de la energía eléctrica. Por ello es que en los contratos de
obra pública de duración prolongada se incluye
habitualmente la cláusula, de "costo y coste" que permite el
reajuste del precio licitado conforme a las variaciones de los
salarios y del precio de los materiales. Otras veces, en
cambio, se prefiere el sistema de precio invariable. Cuando
elige éste, el Estado sabe bien el riesgo que asume; el
proveedor, ante el temor de aumentos en los costos,
calculará ampliamente su margen de ganancia para
ponerse a cubierto de ellos. Si no se producen, pierde el
Estado; si se producen, pierde el proveedor. Todo ello está
en la previsión de las partes cuando contratan.
4°) Que, sin embargo, en el caso de autos existe una
circunstancia especial, aducida por el actor, que debe ser
considerada. Sostiene que en 1958 se produjo una notable
acentuación de la curva inflacionaria con motivo de las
medidas cambiarias adoptadas por el Gobierno Nacional.
Ahora bien: la aplicación al caso de los principios de la
teoría de la imprevisión exigiría distinguir cuánto del
aumento debe imputarse a la influencia del proceso
inflacionario normal y cuánto a la medida cambiaria del
Gobierno. Esa prueba, que estaba a cargo de la actora, no
se ha producido en autos, de tal modo que no existen
elementos ciertos de juicio que permitan afirmar que en el
caso se ha producido un desequilibrio esencial derivado del
acontecimiento imprevisible que fue la reforma cambiaria.
Porque la teoría de la imprevisión no puede, en todo caso,
hacerse jugar para corregir agravaciones no sustanciales
de las obligaciones contraídas; el principio sigue siendo
siempre el cumplimiento estricto de lo pactado aun o costa
de sacrificios : "pacta sunt servanda". Sólo cuando se ha
alterado la base del negocio jurídico y de ello deriva un
perjuicio grave y esencial, esta doctrina propugna la
intervención de los jueces para impedir que se consume
una injusticia que hiere el sentimiento jurídico.
5°) Que no es aplicable al caso el precedente de Fallos:
248:79, en que se trataba de admitir el reajuste del precio
de una partida de avena adquirida por el Gobierno, con el
fundamento de que éste había elevado por decreto
posterior a la licitación, el precio oficial de dicho forraje. Se
trataba, pues, de una medida oficial, dirigida
específicamente a aumentar el precio del producto licitado;
en tanto que en el sub lite, se trata de medidas de
ordenamiento cambiario de carácter general, que sólo
influyeron indirectamente en el costo de los materiales
adquiridos por el Estado.
Por ello, se revoca la sentencia apelada en cuanto ha sido
materia de recurso. Las costas del juicio se declaran en el
orden causado, atenta la naturaleza y dificultad de las
cuestiones planteadas.
Roberto E. Chute. — Marco Aurelio Risolía. — Guillermo
A. Borda. — Luis Carlos Cabral.

CSJN, 24/10/1978, "Ana Mafalda Podestá de Peduto c.


SRL Farmacia del Botánico", Fallos: 300:1131. Fallo in
extenso
Dictamen del Procurador Fiscal de la Corte Suprema
Suprema Corte:
La Sala Primera de la Cámara Nacional de Apelaciones
Especial en lo Civil y Comercial revocó la sentencia de
primera instancia y rechazó la acción de rescisión fundada
en el art. 1198 del Código Civil.
Basó tal conclusión en que la parte perjudicada "no adoptó
en su momento los resguardos necesarios para ponerse a
cubierto de las contingencias de la inflación que se venía
operando en nuestro país desde muchos años atrás", pues
los aumentos anuales pactados no llegaron a cubrir la
pérdida del poder adquisitivo de la moneda, de modo tal
que, aún cuando hipotéticamente pudiera considerarse
como extraordinario el aumento experimentado en 1975, la
inicial conducta culposa no puede ser subsanada mediante
la teoría de la imprevisión.
A mi modo de ver los agravios del apelante en cuanto
cuestionan la razonabilidad de dicho argumento suscitan
cuestión federal bastante para su examen en la instancia de
excepción.
Corresponde, pues, a tal efecto, hacer lugar a la presente
queja. Buenos Aires, 11 de agosto de 1978. — Héctor J.
Bausset.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 24 de octubre de 1978.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por la actora
en la causa Podestá de Peduto, Ada Mafalda c. Farmacia
del Botánico S.R.L.", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
1°) Que contra la sentencia dictada por la Sala I de la
Cámara de Apelaciones Especial en lo Civil y Comercial
que obra a fs. 144/48 de los autos principales, la parte
actora interpuso recurso extraordinario que, denegado,
motivó la presente queja.
2°) Que para decidir la cuestión sometida a su tratamiento,
el Tribunal a quo sostuvo, sustancialmente, que la conducta
de la locadora —apelante en esta instancia— evidenciada a
través de los términos contractuales convenidos, tornaba
inaplicable la teoría de la imprevisión.
3°) Que en efecto, según se desprende del contexto del
fallo, la improcedencia de la demanda se apreció
considerando el ritmo de la inflación operada durante la
vigencia del contrato, concluyendo los jueces que no existió
la suficiente previsión por parte de la recurrente que
justifique su actual reclamo. Analizaron a esos fines el
proceso de desvalorización monetaria, sin que encontraran
óbice a sus conclusiones en la intensificación del fenómeno
operada hacia 1975, pese a calificarlo como extraordinario.
4°) Que si bien el tema conduce al análisis de aspectos de
hecho, prueba y derecho común como los vinculados con la
pérdida de valor de la moneda y la teoría de la imprevisión,
regularmente ajenos a esta vía (Fallos: 270:359; 276:135;
278:48; 295:49), no ha mediado en la especie una
adecuada ponderación de la realidad económica lo que se
torna evidente si se advierte que la sentencia apelada tomó,
a los fines de decidir el caso, la evolución del signo
monetario registrado a lo largo del contrato.
5°) Que habida cuenta de ello, la no consideración
circunstanciada de la magnitud de la inflación
desencadenada en el año 1975 en orden a precisar la
conducta de la actora y la razonabilidad de sus previsiones
contractuales, priva de sustento al fallo por prescindir del
análisis de una cuestión decisiva para la solución del litigio,
para lo cual era necesario adoptar un criterio económico
objetivo que evite —en situaciones semejantes— que la
discrecionalidad judicial se convierta en arbitrariedad
(causa: "Humberto F. Scordo c. Lago Electric S.A. s/daños"
del 8 de noviembre de 1977 y "Nencini, S.A. c. Fisco de la
Provincia de Buenos Aires" del 22 de agosto ppdo.). Tal
omisión resulta aún más evidente toda vez que existían
incorporados a los autos medios probatorios ilustrativos de
la agudización de ese proceso (pericia de fs, 73/83,
informes de fs. 64/66).
6°) Que esa situación hace aplicable la doctrina de esta
Corte que descalifica como acto judicial válido aquellos
pronunciamientos que no constituyen derivación razonada
del derecho vigente en relación a las circunstancias
probadas en la causa (Fallos: 274:346; 276:185; 279:275) lo
que torna procedente el recurso.
Por ello, y lo dictaminado concordantemente por el señor
Procurador Fiscal, déjase sin efecto la sentencia apelada
debiendo volver los autos al Tribunal de origen para que,
por quien corresponda, se dicte un nuevo pronunciamiento
con arreglo al presente.
Adolfo R. Gabrielli. — Abelardo F. Rossi. — Emilio M.
Daireaux.

CSJN, 22/5/1979, "Salum, Jorge A. c. Tristán de


Luciano, Olga N.", Fallos: 301:426. Hechos
La Cámara confirmó el fallo de primera instancia que hizo
lugar a la demanda por escrituración y desestimó la
reconvención deducida por la vendedora con el objeto de
obtener el reajuste del precio del inmueble enajenado.
Contra ese pronunciamiento se interpuso recurso
extraordinario, con fundamento en la arbitrariedad, en
cuanto afirma que no hubo mora de su parte y que se
encuentran reunidos en la especie los extremos que
tornan aplicables los principios sobre imprevisión
incorporados al art. 1198, Cód. Civil. La Corte Suprema
de Justicia de la Nación, por mayoría, dejó sin efecto el
fallo apelado.
Sumarios
1. Si bien es cierto que los planteos relativos a la
constitución en mora de la parte y a los requisitos propios
de la teoría de la imprevisión constituyen problemas ajenos
al recurso extraordinario, ello no impide conocer en el
planteo del recurrente relacionado con los principios que
hacen a la garantía de la defensa en juicio y del debido
proceso y debe dejarse sin efecto la sentencia, por su
descalificación como acto jurisdiccional, que hizo lugar a la
escrituración y no acogió la reconvención por reajuste de
saldo de precio interpuesto por la demanda sin tener en
cuenta los términos y época en que se celebró el contrato y
los trámites que debieron cumplirse para poder escriturar el
inmueble, lapso durante el cual el proceso inflacionario
desbordó toda previsión razonable.
2. Frente a la inexistencia de plazo cierto para escriturar, la
negativa a cumplir de la vendedora si el comprador no se
avenía a un reajuste del precio resultó legítima y acorde con
la facultad que le confería a ese respecto el art. 1198, Cód.
Civil (Adla, XXVIII-B, 1799), sin que, en consecuencia,
pueda atribuirse virtualidad moratoria al telegrama cursado
con posterioridad por la actora, pues mediaba el ejercicio
regular y previo de una prerrogativa jurídica que obstaba el
estado de mora de la demandada. (En disidencia el ministro
doctor Daireaux estima que el recurso es improcedente por
remitir al análisis de cuestiones de hecho, prueba y derecho
común no revisible en la instancia de excepción).
Fallo in extenso
Sentencia de la Cámara de Apelación en lo Civil y
Comercial de Dolores
2ª Instancia. - Dolores, mayo 2 de 1978.
1ª ¿Es justa la sentencia apelada? 2ª ¿Qué
pronunciamiento corresponde dictar?
1ª cuestión. - El doctor Eyherabide dijo:
1.- La sentencia de fs. 79/80, atento el allanamiento
formulado por la demandada, Olga Noemí Tristán de
Luciano, la condena a otorgar dentro de los treinta días
escritura traslativa de dominio a favor del actor don Jorge
Alfredo Salum, respecto del inmueble ubicado en calle
Independencia N° 365 de la localidad de Manuel J. Cobo;
desestima el reajuste de saldo del precio recabado
reconvencionalmente y le impone las costas a la
demandada.
Esta la apela a fs. 82; se le concede la apelación a la
vuelta de la citada foja y expresa agravios a fs. 86/88, los
que son contestados a fs. 90/1. Se agravia en cuanto no
hace lugar a la contrademanda que interpusiera y por medio
de la cual pretendía un reajuste del saldo de precio,
sosteniendo que de su parte no hubo demora alguna ya que
tanto vendedora como comprador de común acuerdo
supeditaron la escrituración a las conclusiones de los juicios
sucesorios de Antonio Luciano y Sra. y de Ulises Luciano,
sin estipularse plazo alguno. Como la operación se celebró
en el año 1970 ahor a la prestación a su cargo se ha
tornado excesivamente onerosa por acontecimientos
extraordinarios e imprevisibles, dándose así las condiciones
para aplicar el principio que sienta el art. 1198 del Código
Civil.
2.- Adelanto que los agravios traídos no logran conmover
las razones en que el a quo reposó su breve pero acertada
sentencia (arts. 260 y correlativos del Código Procesal).
En efecto, la demora en la escrituración es solamente
imputable a la vendedora que sujetó el negocio jurídico que
concertó con el actor comprador a la terminación de los
autos sucesorios de Ulises I. Luciano, y la consiguiente
autorización judicial por existir menores interesados.
Siendo así no se ve cómo razonablemente puede
pretenderse que el comprador mejorase el saldo del precio
ante una situación que le era totalmente ajena; habiendo
además abonado el 75% de la operación al firmar el boleto
respectivo y principalmente, colocar en mora a la vendedora
(arts. 509, 512, 1049, 1195, 1187, entre otros, del Código
Civil).
Fuera de ello, se está lejos, pero muy lejos, de los
"acontecimientos extraordinarios e imprevisibles" a que se
refiere el art. 1198 del Código Civil, puesto que en manera
alguna puede configurarlo un proceso inflacionario que ya
estaba desatado a la época de la concertación del negocio
jurídico que nos ocupa y que, lamentablemente, hoy torna
un mal negocio el que ayer era bueno.
3.- Y a ese respecto tengo ya opinión comprometida y así
entendía y consideré que la determinación de lo que debe
estimarse como acontecimiento extraordinario e
imprevisible en los términos y condiciones del art. 1198 del
Código Civil debe hacerse con arreglo a lo normado por el
art. 514, pero con una notoria diferencia: no debe tratarse
de "imposibilidad" en sentido de obstáculo insuperable, sino
simplemente de la "dificultad" que coloca al deudor en la
alternativa de incumplir o de realizar un esfuerzo, desde
luego, excedente de la voluntad normal de cumplimiento,
vgr. el transporte fluvial de mercaderías en caso de que el
río esté helado. Sigue siendo posible, pues podría utilizarse
el rompehielos, aunque los gastos sean cuantiosos. Pero
desde el punto de vista del derecho, la prestación se ha
hecho "imposible", porque sólo puede exigirse del deudor
un esfuerzo razonable que verosímilmente y obrando con
cuidado y previsión le es exigible (arts. 512, 902 y
correlativos del Código Civil; Spota, "Imprevisión contractual
y desvalorización o depreciación monetaria", en JA, 1966-
VI-250, ap. V; Pardo, Alberto J., "Incorporación de la teoría
de la imprevisión en el Código Civil", en LA LEY, 136-1279,
Cap. IV, aps. A y B). Debe por consecuencia y en principio
tratarse de un hecho sobreviniente, exterior a la voluntad de
las partes, que supere la aptitud normal de previsión
exigible a las mismas, quienes aún actuando con la
diligencia que se debe esperar, según las circunstancias y
condiciones personales, no hubieren podido evitarlo.
Y en lo que hace al caso particular de la inflación, de
acuerdo a lo expresado, parece indudable que la pérdida o
disminución del poder adquisitivo de la moneda como
consecuencia de dicha inflación desatada en nuestro país
desde hace muchos años como ya lo dijera — a punto tal
que es notorio que la tasa respectiva es la más elevada del
mundo— no constituye un acontecimiento imprevisible,
máxime que los contratos se celebran para ser cumplidos
(art. 1197 Cód. Civil) y en razón de una confianza recíproca,
como expresión de un negocio estimado satisfactorio sobre
las bases propuestas con previsión de expectativas que
hacen al riesgo propio del mismo y de su eventual lucro, de
lo que se desprende la necesidad de mantener su vigencia
a menos que se cumplan acabadamente los requisitos que
tornen aplicable la teoría de la imprevisión a lo que puede
agregarse que, precontrato como el de autos celebrado en
una época de inflación (año 1970), difícilmente pueda
estimarse inevitable al tiempo de su concertación, el hecho
que hoy se esgrime como imprevisible.
Corresponde destacar que, aún reconocida la mayor
onerosidad de las obligaciones asumidas por el acreedor y
la ruptura de la equivalencia de las prestaciones
prometidas, es lo cierto que no resulta invocable frente a las
consecuencias de una espiral inflacionaria que reitero una
vez más se viene lamentablemente produciendo con
notoriedad, a tal punto que por pretérita, cotidiana y
continuada, sus proyecciones eran fácilmente captables en
el futuro, por lo que no puede sostenerse que se trate de un
acontecimiento imprevisible y menos extraordinario, desde
que está, se repite, en nuestro país, hace ya muchos años,
en el curso normal de las cosas (arg. art. 901 del Cód.
Civil).
Y siendo así, conocido el fenómeno por los contratantes,
para salvar eventualidades de tipo económico no debieron
olvidarse que cuanto es mayor el deber de obrar con
prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor resulta
la obligación por las consecuencias posibles de los hechos
(art. 902, Cód. Civil; LA LEY, 131-875, fallo 60.771; 137-
128).
Para mí, insisto, la inflación no es un hecho imprevisible y
extraordinario (conf. el caso "Oks" fallado por la C. Fed.
Sala Civil y Com., con voto de Safontás, en LA LEY, 121-
645, con nota favorable de Spota y revocado por la C. S. en
LA LEY, 124-778 y en JA, 1966-VI-251, con nota también
de Spota) es que en todo contrato existe un riesgo. Ello aún
tratándose del contrato conmutativo. Solamente cuando ese
riesgo excede lo normal, pretender el cumplimiento del
contrato conmutativo, que se ha desnaturalizado, implica
cerrar los ojos ante circunstancias que no resultan
"compatibles" con la "causa" del contrato no aleatorio
(Messineo, "Contrato" en "Enciclopedia Giuridica Italiana", t.
9, p. 926, N° 81) y una inflación como la nuestra no excede
ni por asomo lo normal aún computando los picos
pronunciados parcialmente motivados por resoluciones
gubernamentales (por ej. el "Rodrigazo"; en contra: C.N.
Civ., Sala "C", en JA del 10/8/1977; C.N.Com., Sala "C", en
ED, del 14/7/1977), porque es
necesario — e imprescindible— ponderar para un correcto
mérito de las circunstancias, las posibilidades de las partes
de evitar — o brando cuidadosamente— como ya lo
expresara, las eventuales consecuencias de un hecho
como la súbita desvalorización del signo monetario. Una
interpretación amplia influida por el manifiesto desequilibrio
de las prestaciones podría conmover la seguridad necesaria
que debe acordar el Estado a los negocios jurídicos y, a su
vez, facilitar que se celebren compromisos en la inteligencia
de que al transformarse en un mal negocio se está a tiempo
para resolverlo. Como las consecuencias serían
sumamente perniciosas, para dar adecuada respuesta
jurisdiccional, debe hacerse mérito en cada caso, de las
circunstancias del mismo en torno a la excesiva onerosidad
y apreciar ésta rigurosamente teniendo en miras no sólo la
pérdida de beneficios, sino también la magnitud del
detrimento y las posibilidades de indebido enriquecimiento
de la otra parte interviniente en el contrato (C.N. Esp. Civ. y
Com., Sala 2da., en JA del 10/8/977). Y con ese fin, a mi
juicio, no cabe echar mano al argumento de una inflación
"grosera"; "descontrolada"; "hiperinflación", etc., etc., para
lograr la resolución del contrato (confr.: LA LEY, 1976-B,
129, esp. Nos. 130 y 131; Spota, "Imprevisión contractual y
desvalorización o depreciación monetaria", J. A. 1966-VI-
251; Casiello, "La teoría de la imprevisión en la reciente
reforma del Código Civil", LA LEY, 131-1498; Pardo,
"Incorporación de la teoría de la imprevisión en el Código
Civil", LA LEY, 136-1288, etc.).
4.- No. De ninguna manera debe entenderse que la teoría
de la imprevisión juega únicamente en los casos de guerra
o de catástrofes similares, pero eso sí, debe estarse frente
a un acontecimiento extraordinario, o sea, el que no es
normal que se verifique y especialmente, el que las partes
no pueden haber pensado porque está fuera de su
imaginación, e imprevisible, que escapa a la habitualidad y
prudente previsibilidad que suele ocurrir en circunstancias
semejantes (voto del Dr. Belluscio en fallo reg. en LA LEY,
1976-B, 129). Cabe observar que el legislador, al regular tal
teoría hace empleo en su contenido de las palabras que
tienen, entiéndase, señalada importancia para la
elaboración crítica de la misma: "cuidado" y "previsión". La
primera denota solicitud y atención y en cuanto a la
segunda, sugiere adopción de medidas necesarias para
hacer frente a sucesos que se prevén; es decir, ver con
anticipación y conjeturar por indicios lo que ha de suceder;
es también la virtud por la cual se adoptan las medidas para
atender las necesidades de lo por venir. En suma, el art.
1198 en lo que hace a la forma de celebración,
interpretación y ejecución de los contratos, incluye
imperativamente a la "previsión" la que en momento alguno
sufrió indicación respecto al alcance y límite de la misma.
En otras palabras, la terminología empleada muestra un
deber de previsibilidad en la contratación y por lo tanto el
factor de imprevisión objeto de la doctrina que ha dado
lugar a la elaboración del art. 1198 no tendría de alguna
manera viabilidad como eximente. Todo lo que excede los
márgenes normales de la precaución sería ya elemento
constitutivo de lo "extraordinario", que va más allá del
evento común, efecto éste de la causa normal existente en
el plano o nivel diario de la vida.
Es más, lo imprevisible es extraordinario e igualmente
posible, pero ha de entenderse que ese imprevisto no
puede funcionar como elemento resolutivo del contrato
"inter partes" dado que se pondría en funcionamiento una
suerte de resorte de inseguridad para la aplicación del
principio rector consagrado en el art. 1197, pues la
autonomía (no confundir con la "heteronomía" de que habla
Spota) de la voluntad se vería seriamente resentida al
aplicar sin más la teoría de la imprevisión. Debe estarse
ante lo "extraordinario" para su aplicación o en lo
"inesperado", ubicable en la geografía jurídica de la "fuerza
mayor" (con la diferencia ya apuntada). En conclusión, que
la teoría de la imprevisión es la del hecho extraordinario, el
que a su vez es posible, mas es resolutivo de la relación
obligacional-contractual al instante de tornarse indetenible y
arrolladora la fuerza del hecho. Doctrinas tales son
proclives a crear una sintomatología de inestabilidad en el
orbe de la obligación; siendo por ende de estricta equidad y
bondad — e lementos integrativos del derecho— aplicarlas
con mesurado criterio restrictivo (Dibar-Lemega,
"Interpretación del art. 1198 del Código Civil", LA LEY,
1976-C, 534), por lo que, en caso de duda debe estarse a
favor del contrato (Salas-Trigo Represas, "Código Civil
Anotado", t. 2, p. 47, 2da. columna; C.N.Civ., Sala D, en LA
LEY, 1976, con nota crítica de Spota; C. 1ra. de Ap. Bahía
Blanca, en LA LEY, 154-374).
5.- Decían ciertos tratadistas, en opinión que comparto,
que la teoría de la imprevisión — a su juicio— era aplicable
siempre y cuando concurrieran estas circunstancias: a)
debe tratarse de una verdadera hiperinflación que no haya
podido ser prevista por una persona de tipo medio; b) el
obligado no tiene que estar en mora al producirse el evento
extraordinario, ni haber incurrido en culpa o dolo, y c) debe
tratarse de buscar un reajuste razonable de los precios.
Para luego enfatizar que aceptaban esta solución
excepcionalmente y agregaban. "... Somos partidarios de
afectar lo menos posible el principio de respeto a la
voluntad expresada por las partes en los contratos, que
tantos ataques ha sufrido y viene sufriendo en este siglo. So
pretexto de paliar injusticias económicas se ha embestido
más de una vez contra el saludable principio del respeto a
la palabra dada, olvidando muchas veces que éste es de
índole moral. Debemos tratar rigurosamente de no facilitar,
por falsas sensiblerías, que mal disfrazados materialismos
prevalezcan sobre algo que constituye una de las bases
morales del entendimiento entre los hombres" (Tejerina
Cazeaux-Moreno Dubois, "Obligaciones de dar sumas de
dinero y la depreciación monetaria. Indexación y teoría de la
imprevisión", en LA LEY, 1976-B, 600).
Es que aquí está en juego la seguridad
jurídica — a pasionadamente defendida por Risolía
("Soberanía y crisis del contrato", 2ª ed., 1958; íd. López de
Zavalía, Fernando J., "La imprevisión en los contratos",
Rev. Jur. Fac. de Der. (U.N.T.), 1967, t. II, p. 262; Ovejero,
D., "Estudios de Derecho Civil", Ed. Abeledo, p. 79)— que
siempre debemos tener presente por más que, como
alguien sostiene, frente al valor seguridad debemos colocar
el valor justicia, que es el que en definitiva le dará seguridad
a las convenciones (Pardo, A. J., "Incorporación de la teoría
de la imprevisión al Código Civil", LA LEY, 136-1290).
Otro autor recordaba que entre nosotros en 1922 se
produjo la más grave crisis que haya pasado la ganadería
argentina y, pese a las dificultades de los arrendatarios, a
ninguno de éstos se le ocurrió por entonces invocar la
teoría de la imprevisión. Destacaba agudamente que ello
era así porque no había entrado todavía entre nosotros la
costumbre, hoy en buena parte generalizada, de faltar a la
palabra empeñada. Y concluía sosteniendo que admitía la
teoría de la imprevisión pero sólo como un remedio
excepcional y para hipótesis de extrema gravedad;
reconociendo que, sin embargo, son numerosos los casos
en que se ha pretendido la rescisión del contrato sin que se
hayan reunido los requisitos indispensables para la
aplicación del principio. Lo que de por sí sólo demuestra lo
peligroso de una teoría que abre las puertas a la
inseguridad jurídica y a la desconfianza en la firmeza del
contrato. Debilitados los resortes morales que obligan al
cumplimiento de la palabra empeñada, se tiende fácilmente
a procurar la protección del Estado o de los tribunales en
forma desmesurada y no siendo ajeno a ello la intervención
del Estado cada vez mayor en la esfera privada.
Si a ello se adosara una fácil intervención del juez que
permitiera con fútiles pretextos debilitar la fuerza del
contrato, no sólo se quebrantaría la regla moral que impone
el respeto a la palabra empeñada sino que a la vez se
sembraría la desconfianza y la inseguridad jurídica, fuente
permanente del desorden y del caos en las relaciones
humanas.
Tales reflexiones bastan para sugerir la extrema prudencia
con que debemos actuar los jueces frente a los casos de
imprevisión. Así para ello no sólo debemos tener en cuenta
los acontecimientos extraordinarios y que no basta con que
la prestación se haya hecho más onerosa pues debe
tratarse de una modificación tal en el valor de la prestación
que el acreedor sufriría un perjuicio considerable en tanto
que el deudor recibiría un beneficio injusto. Y a los factores
objetivos debe agregarse el valor moral, del que no cabe
prescindir para hacer verdadera justicia; por lo tanto, si en
ese cometido la misión del juez es por sí sola siempre
delicada, lo es en grado superlativo cuando se le brinda un
amplio campo de prudente arbitrio. Jueces independientes,
sabios y prudentes constituyen la clave de este grave
problema (Busso, Eduardo B., "La doctrina de la
imprevisión", LA LEY, 156, p. 1166; puede consultarse,
además: Morello, "Ineficacia y frustración del contrato", ps.
258 y 975; Giorgi, Jorge, "Teoría de las obligaciones", t. 4,
p. 216, 2da. ed., Madrid, 1930; Risolía, M., "Soberanía y
crisis del contrato", p. 186; Llambías, "Trat... Obligaciones",
t. 1, p. 268 y sgts.; Cazeaux-Trigo Represas, "Derecho de
las obligaciones", t. 1, p. 529 y sgts.; Masnatta, H. en ED,
23-875 y en "Examen y crítica de la reforma del Código
Civil", coord. Morello-Portas, vol. 3, p. 97 y sgts.; Dibar, R.
A. y Lemega, M. G., "Interpretación del art. 1198 del Código
Civil", en LA LEY, 1976-C, 534; Tejerina-Cazeaux-Moreno
Dubois, op. cit.; Eduardo E. Busso, op. cit.; Alberto G.
Spota, "Contrato administrativo sometido a la teoría de la
imprevisión contractual", LA LEY, 121-645; "Teoría de la
imprevisión contractual: su aplicación en época de inflación
monetaria. Culpa del damnificado", en LA LEY, 140-452 y
sgts.; "Imprevisión contractual, lesión subjetiva, ofensa a la
regla moral e indexación", LA LEY, 1976-D, 195 y sgts.;
"Imprevisión contractual y desvalorización o depreciación
monetaria", JA, 1966-VI-250; Borda, G.: "La reforma del
Código Civil. Teoría de la imprevisión", ED, t. 30, p. 287 y
sgts.; mi voto en causa N° 59.062, etc., etc.).
Voto por la afirmativa.
El doctor Fontana adhirió al voto precedente por sus
fundamentos.
El doctor Dillon dijo:
1.- El comprador por boleto de un bien inmueble, en agosto
del año 1970 por la suma de cuatrocientos mil pesos
moneda nacional, el que se celebró "ad referendum" de la
autorización judicial por cuanto en la parte vendedora
existían tres menores (art. 297Cód. Civil), demanda luego
de obtenida la dicha autorización por la madre de los
menores en el año 1976, para que se le escriture el bien
prometido en venta, del cual abonara al suscribirse el boleto
el setenta y cinco por ciento (75%) y ofrece pagar el
veinticinco por ciento restante (25%) en el momento de la
escrituración, según lo convenido.
Reconvienen los vendedores por reajustes del saldo del
precio, fundados en el art. 1198 del Cód. Civil (texto
según ley 17.711) — e xcesiva onerosidad sobreviniente
— manifestando que no se oponen a la subsistencia de la
operación dado que el comprador se encuentra en posesión
del bien y ha pagado una parte sustancial del precio, sino
tan sólo persiguen el reajuste del saldo restante en orden a
la descontrolada inflación habida a partir de mediados de
1975 en adelante, que consideran un acontecimiento
extraordinario e imprevisible.
La sentencia — y el colega que vota en primer término en
esta Alzada— entienden que ha existido culpa por parte de
la madre de los menores, al no haber gestionado la
autorización judicial con mayor diligencia, lo que le hubiera
permitido cobrar el saldo de precio en moneda no envilecida
y considerando por otra parte — e l Dr. Eyherabide— que la
inflación no constituye, en principio, un hecho extraordinario
que permita la aplicación de la teoría de la imprevisión.
2.- No es mi propósito entrar en disquisiciones teoréticas
sobre la pretendida vigencia irrestricta, del "pacta sunt
servanda" sino que he de ceñirme, en lo posible, a las
particularidades que presenta el caso traído a decisión, en
el que, adelanto, deben a mi juicio jugar los principios
correctores aceptados en nuestro derecho positivo vigente
mediante la incorporación de la teoría de la imprevisión (art.
1198, C. C., texto según ley 17.711).
En efecto; antes que nada diré que a mi juicio no parece
aceptable considerar, como lo pretende el reconvenido
(fs. 48, letra "b"), que su parte "constituyó en mora a la
vendedora" con telegrama que le enviara en fecha
27/dic./76 (fs. 27 y 58), cuando un mes antes y en
oportunidad de concurrir al llamado del escribano para
suscribir la escritura a la que se había obligado (fs. 13/14 y
fs. 71) se había negado a aceptar el pago del precio en
moneda depreciada, exigiendo un razonable reajuste.
Por otro lado, de la atenta lectura del boleto de fs. 9 no se
desprende que las partes hayan sujetado el cumplimiento
de la obligación de escriturar por parte de los vendedores a
un plazo cierto y determinado que torne sin más aplicables
los principios de la mora automática en los términos del art.
509 del Código Civil, en su actual formulación. Antes bien,
al prever en su cláusula cuarta, como fecha de escrituración
del inmueble, "inmediatamente de la terminación de la
sucesión de Ulises I. Luciano y de la correspondiente
autorización judicial por parte de los menores, ad
referendum de la misma queda supeditada la operación"
(sic), es bien claro que las partes entendieron sujetar la
ulterior escrituración a una doble modalidad: Por un lado la
sujetaron a un plazo incierto (para cuando se termine la
sucesión del causante de la parte vendedora); por el otro, al
cumplimiento de una condición suspensiva sin la cual la
obligación no podría tener lugar (la autorización judicial en
los términos del art. 297 Cód. Civ.).
Ante una tal situación (arts. 569, 545 y sigts., Cód. Civil)
resulta cuanto menos apresurado pretender que se ha
incurrido en incumplimiento culpable, sobre todo con
anterioridad al acaecimiento de cualquiera de los
acontecimientos futuros a que se sujetó la vigencia de la
obligación (y véase que la autorización judicial se obtiene
en agosto de 1978 — t estimonio a fs. 12— cuando ya se
había producido hacía un año el salto en la curva
inflacionaria conocido como Rodrigazo; cfr.: C.N.Civ., Sala
"B", set. 23/974, en LA LEY, 1975-A, 644, fallo N° 71.602,
sumarios 3 y 4).
3.- La demandada no podía, en principio, una vez cumplida
la condición suspensiva a la que se sujetó la obligación
(autorización judicial de venta), demandar la resolución del
contrato por excesiva onerosidad sobreviniente, puesto que
como lo reconoce, la otra parte se encontraba en posesión
del bien, del que había pagado una parte sustancial del
precio (75 %). Es en cambio razonable, dentro de la
interpretación que a mi juicio corresponde dar al artículo
1198 del Cód. Civil, que pretenda un reajuste del saldo de
precio, con cuyo progresivo envilecimiento se benefició sin
duda alguna el comprador, en perjuicio de los vendedores y
sin que la demora en poner el dominio del bien en
condiciones de obtener la escrituración, mediante el trámite
de la sucesión y el otorgamiento de la necesaria
autorización judicial de venta, sea imputable en forma
absoluta a la vendedora, puesto que nada impedía al
comprador por boleto, si consideraba que existía inacción
manifiesta por parte de los herederos, que tomara
intervención en el juicio sucesorio activando el
procedimiento en la medida de su propio interés (art. 729,
Cód. Procesal y su doctrina) pudiendo incluso hasta
consignar el saldo del precio.
No podría dejar de tenerse en cuenta, por otro lado, que:
a) La venta se presentó al juez de la sucesión como ya
saldada (ver fotocopia a fs. 23/26), omitiéndose consignar
en el pedido de autorización, la existencia de un remanente
impago, del precio — r econocido par el actor al promover
su demanda— lo que de haber sido conocido por el
autorizante, pudo haber determinado la negativa a que la
venta se concretara (por la ruptura del equilibrio en las
prestaciones) o bien a exigir el reajuste del saldo del precio,
dentro de las amplias facultades conferidas a los jueces por
el artículo 297 del Código Civil y sus concordantes;
b) Está fuera de toda duda la buena fe con que actuó la
vendedora, que en momento alguno — a ntes ni después
de la promoción del presente juicio manifestó su voluntad
de resolver lo acordado, y a la que ninguna ventaja podía
reportarle la prolongación en el tiempo de la consumación
del negocio (art. 1198 — 1 ra. parte del Código Civil— y su
doctrina legal).
4.- Quedaría por considerar luego de lo dicho con relación
a la no imputabilidad de la vendedora que la obligue a
soportar una mayor onerosidad de la prestación a su cargo
si dicha onerosidad se ha producido en realidad con
relación al negocio de autos y si ella reviste las
características de un acontecimiento "imprevisible" y
"extraordinario" como lo requiere la ley (art. 1198, segundo
párrafo, Cód. Civil).
Y bien, el distinguido colega preopinante considera que en
principio la espiral inflacionaria no puede ser equiparada a
esos acontecimientos imprevisibles y extraordinarios que en
concepto del legislador permiten la reconducción del
contrato.
Ya en oportunidad de adherir con disidencia de
fundamentos al voto emitido por el doctor Eyherabide en
causa 59.149, hice reserva de opinión respecto de esta
debatida cuestión, por entender que en aquella situación no
resultaba decisivo para la suerte del recurso el criterio que
sustentara al respecto ("Esquivel, Pedro - Su sucesión
vacante").
Hoy sí entiendo que debo expresar mi punto de vista y lo
hago sin la menor hesitación, compartiendo el pensamiento
de aquellos que sostienen que la inflación, cuando es
incontrolada como la que sobrevino a las distintas
devaluaciones dispuestas por el gobierno a mediados de
1975, debe ser equiparada a los sucesos extraordinarios e
imprevisibles que en concepto de la ley autorizan la revisión
del contrato (confr. Mosset Iturraspe, nota a fallo N° 26.806,
en D.J.A. de 14/set./977, pág. 2 y sigts., especialmente cap.
III; ídem Doctrina de dicho fallo de la Cám. Nac. Civil, Sala
"C", publicado "in extenso" en el núm. 5006 de la misma
revista, de 10/8/977 y en LA LEY, 1977-C, 536 -fallos
74.747 y 74.748- con nota de Alberto G. Spota; ídem
Morello y Tróccoli, "La Revisión del contrato", La Plata,
1977, pág. 43 y sigts., Cap. II, sumario V). Se cita en contra
de esta postura, por la colega preopinante la opinión del
magistrado Dr. Belluscio (en LA LEY, 1976-B, 129, no
obstante lo cual al votar en la causa registrada en LA LEY,
1977-C, 552, aclara el alcance de su pensamiento sobre el
tema, en el sentido que de producirse variaciones bruscas e
inesperadas en el curso del proceso inflacionario, ellas
deben ser asimiladas a los sucesos imprevisibles y
extraordinarios a que alude la ley.
5.- Ahora bien, determinado que en mi concepto se dan en
autos los presupuestos condicionantes para una revisión de
los términos del contrato celebrado entre las partes,
destinado a enjugar la excesiva onerosidad sobrevenida a
una de ellas por causas que no pueden serle imputadas;
conceptúo del caso repetir aquí lo que dijera en causa
58.514 ("Costa, José c/Salazar Constain, J. S.") sobre el
criterio a seguir en la reconducción con cita de Llambías
("Estudio de la Reforma...", Bs. As., 1969, pág. 324). Se dijo
en aquella oportunidad: "Cuando la aplicación de la teoría
de la imprevisión se resuelve en la revisión del precio de
una compraventa, no se trata de transformar lo que desde
el principio fue un mal negocio para la parte perjudicada, en
una operación altamente lucrativa y conveniente, con lo que
sólo se conseguiría transferir el riesgo propio y normal del
contrato a la otra parte, sino de atemperar, con criterio de
equidad, la grosera desproporción de las prestaciones,
restableciendo el equilibrio roto por causas ajenas a la
voluntad de los contratantes".
Siguiendo las expresadas pautas y dado que el comprador,
tanto al promover su demanda (fs. 29 "in fine") como al
contestar la reconvención (fs. 46 vta., N° 6, 2do. párrafo)
manifestó subsidiariamente y para la eventualidad que la
sentencia resolviera la procedencia del reajuste, su
voluntad de satisfacer el saldo de precio con la corrección
que se dispusiera, es que considero, teniendo en cuenta
que solamente resta abonar un cuarto del manto total de la
operación que el comprador deberá abonar al tiempo de la
escrituración la suma de doscientos cincuenta mil pesos de
la actual moneda por dicho concepto (pesos 250.000);
debiendo las costas de ambas instancias, de acuerdo con lo
dicho, ser satisfechas en el orden causado, dado que la litis
se resuelve haciéndose lugar parcialmente tanto a la
demanda como a la reconvención (art. 71 Cód. Procesal y
su doctrina).
Con el alcance que dejo indicado voto por la negativa.
22ª Cuestión. - doctor Eyherabide dijo:
Consecuente con la conclusión arribada por mayoría del
Tribunal, al votar la precedente cuestión corresponde
confirmar la sentencia de fs. 79/80 que hace lugar a la
demanda promovida por don Jorge Alfredo Salum y
desestima la reconvención que a su vez le dedujera la
demandada doña Olga N. Tristán de Luciano por mejora del
saldo de precio; con costas en esta instancia en el orden
causado, supedítanse la regulación de los honorarios de los
letrados intervinientes a la que se efectúe en la primera
instancia (art. 88 del C.P.C.C.; 27 inc. a), 31 y 46 de la ley
8904). Así lo voto.
Los doctores Fontana y Dillon adhirieron al voto
precedente por sus fundamentos.
Con lo que terminó el presente acuerdo.
Por los fundamentos expuestos en el acuerdo que
precede, por mayoría del tribunal se confirma la sentencia
apelada de fs. 79/80, en cuanto hace lugar a la demanda
promovida por don Jorge Alfredo Salum contra Olga Noemí
Tristán de Luciano por escrituración, y desestima la
reconvención deducida por la demandada, por mejora del
saldo de precio; las costas de esta instancia se imponen en
el orden causado; las regulaciones de honorarios de los
letra dos intervinientes quedan supeditadas a las que se
efectúen en la primera instancia (art. 68 del C.P.C.C.; 27
inc. a), 31 y 46 de la ley 8904). Notifíquese y
devuélvase. — Carlos A. Eyherabide. — Justo R.
Dillon. — Argentino M. Fontana.
Dictamen del Procurador General Interino de la Nación
Suprema Corte:
La Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial del
Departamento Judicial de Dolores (*) confirmó la sentencia
de primera instancia en cuanto hizo lugar a la acción por
escrituración y desestimó la reconvención que por reajuste
del saldo de precio interpuso la parte demandada.
Para llegar a esa conclusión tuvo en cuenta, entre otras
consideraciones, que la parte vendedora había sido
colocada en mora por la adquirente.
A mi modo de ver, el agravio por apartamiento de las
constancias de la causa que contra este argumento de la
sentencia propone la recurrente pierde toda consistencia
frente a los propios términos del fallo, que no parecen
referirse a la mora que pudo derivar del tiempo insumido
por la tramitación de los procesos sucesorios sino a la que
se operó por efecto del telegrama de fs. 58.
Las restantes críticas que se formulan contra este aspecto
de la decisión recurrida sólo trasuntan, en mi opinión, la
discrepancia del apelante respecto de la solución dada por
el a quo sobre un punto de hecho y de derecho común sin
que se llegue a formular una impugnación de carácter
federal susceptible de ser tratada en la instancia del art.
14 de la ley 48.
Habida cuenta de lo dispuesto en la última parte del art.
1193 del Código Civil, estimo que el fundamento examinado
resulta suficiente para sustentar la resolución cuestionada y
que, por tanto, resultaría inoficioso un pronunciamiento de
la Corte sobre los restantes reparos traídos por el apelante.
Opino, en consecuencia, que corresponde desestimar el
recurso extraordinario intentado. — Noviembre 10 de
1978. — Héctor J. Bausset.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, mayo 22 de 1979.
Considerando:
1°) Que contra el pronunciamiento de la Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial de Dolores, que
confirmó el fallo de primera instancia que hizo lugar a la
demanda por escrituración y desestimó la reconvención
deducida por la vendedora con el objeto de obtener el
reajuste del precio del inmueble enajenado en el año 1970,
con costas de la alzada en el orden causado, esta última
interpuso recurso extraordinario a fs. 109/125, que fue
concedido a fs. 125 vta.
2°) Que la apelante tacha de arbitraria la sentencia en
cuanto no hace lugar al pedido de reajuste del precio,
afirmando que no hubo mora de su parte y que se
encuentran reunidos en la especie los extremos que tornan
aplicables los principios sobre imprevisión incorporados
al art. 1198 del Código Civil, pues la escrituración sólo
habría podido concretarse a fines del año 1976, habiéndose
decidido la cuestión contra o con prescindencia de lo
previsto por la referida disposición legal.
3°) Que si bien es cierto que los planteos relativos a la
constitución en mora de la parte y a los requisitos propios
de la teoría referida constituyen problemas ajenos a la vía
intentada (conf. Fallos: 270:359; 276:135; 278:48; 295:49;
causa P-477, XVII, Recurso de hecho "Podestá de Peduto
A. M. c/Farmacia del Botánico S.R.L.", fallada con fecha 24
de octubre de 1978), ello no impide a esta Corte conocer
del planteo de la apelante a los efectos de verificar si se
han respetado los principios que hacen a la garantía de la
defensa en juicio y del debido proceso, en los términos de
casos análogos (conf. causa M-379, XVII, "Moreira de Silva,
Estela Beatriz c. Landaburu de Bengochea, Irma s/filiación
natural" fallada con fecha 1° de marzo de 1977 y sus citas).
4°) Que, en tal sentido, cabe señalar que la actora
reconoce al entablar su demanda que a pesar de "concurrir
ambos interesados a la escribanía..." (fs. 29) la accionada
se habría negado a firmar la escritura respectiva,
expresando esta última que ello habría ocurrido porque la
adquirente no quiso reajustar el precio de la compraventa
que le solicitara en esa oportunidad, no obstante "la
increíble e imprevisible" depreciación sufrida por nuestro
signo monetario desde la fecha del contrato (fs. 40/43).
5° ) Que si bien la sentencia hace mérito de la conducta de
las partes en orden al cumplimiento del contrato y formula
diversas consideraciones acerca de las fluctuaciones
económicas y de la falta de previsión en que habría
incurrido la vendedora con respecto al saldo del precio
impago (fs. 96/106, considerandos 2 y 3 del voto de la
mayoría), sus conclusiones al respecto resultan
susceptibles de reparos que suscitan cuestión federal
suficiente.
6°) Que ello es así, en efecto, si se atiende a los términos y
época en que se celebró el contrato y a los trámites que
debieron cumplirse para poder escriturar el inmueble, lapso
durante el cual el proceso inflacionario desbordó toda
previsión razonable, al punto de llegar a los extremos que
se han puesto de manifiesto por el propio tribunal a quo .
7°) Que al no haber plazo cierto para escriturar, puede
afirmarse que la negativa a cumplir de la vendedora si el
comprador no se avenía a un reajuste del precio resultó
legítima y acorde con la facultad que le confería a ese
respecto el art. 1198 del Código Civil, sin que, en
consecuencia, pueda atribuirse virtualidad moratoria al
telegrama cursado con posterioridad por la actora, pues
mediaba el ejercicio regular y previo de una prerrogativa
jurídica que obstaba al estado de mora de la demandada
(art. 509, in fine, Código Civil, texto según ley 17.711).
8°) Que, en consecuencia, en atención a las
particularidades de la causa, cuya evaluación no satisface
las exigencias del adecuado fundamento, cabe descalificar
la sentencia como acto jurisdiccional.
Por ello, y oído el señor Procurador General interino, se
deja sin efecto la sentencia apelada y vuelvan los autos al
tribunal de origen para que, por medio de quien
corresponda, proceda a dictar nuevo
pronunciamiento. — Adolfo R. Gabrielli. — Abelardo F.
Rossi. — Pedro J. Frías. — Emilio M. Daireaux (en
disidencia).
Disidencia del doctor Daireaux:
Considerando: Que contra la sentencia de fs. 95/106 de la
Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Dolores,
que confirmó — p or mayoría — lo resuelto a fs. 79/80, se
interpuso recurso extraordinario, a fs. 109/125, concedido a
fs. 125 vta.
Que lo decidido por el a quo — i mprocedencia del
reajuste del saldo de precio, por existir mora de la
vendedora que ya había percibido el 75% al suscribir el
boleto de compraventa; prudencia con que debe actuarse
en los casos en que se alega la imprevisión; características
de la causa, etc. — remite al análisis de cuestiones de
hecho, prueba y derecho común no revisables en la
instancia excepcional, criterio del que no cabe apartarse, no
obstante la tacha de arbitrariedad invocada, si la sentencia
expone argumentos suficientes que bastan para sustentarla
(Fallos: 276:311; sentencia del 25 de abril de 1978 "in re"
M-586 "Mellone, Ricardo H. c. Giménez, Vda. de Coda
Marra G. y otros s/escrituración").
Por ello, de conformidad con lo dictaminado por el señor
Procurador General interino, se declara improcedente el
recurso interpuesto. — Emilio M. Daireaux.

CSJN, 28/6/1979, "C.A. INTECAR c. Ferrocarriles


argentinos", Fallos: 303:1532. Sumarios
1. La inaplicabilidad a la Empresa de Ferrocarriles
Argentinos de la ley 12.910 (Adla, VII, 40), para admitir un
reclamo de mayores costos no obstaría a la viabilidad de la
acción si ésta se hubiera fundado en una lesión
sobreviniente, producto de un hecho extraordinario e
imprevisible, de modo de hacer aplicable la cláusula
"rebus sic stantibus", considerada implícita en todo contrato,
de acuerdo con la teoría de la imprevisión, pero al efecto es
preciso que se trate de alteraciones de la naturaleza que no
se hayan podido prever por las partes, o bien de eventos
que, de haberse conocido, hubieran determinado la
celebración del contrato en otras condiciones.
2. Aun cuando el caso constitucional haya sido oportuna y
correctamente introducido en el juicio, no puede ser objeto
de consideración por la Corte Suprema si se ha hecho
abandono de él omitiendo incluirlo entre los puntos
sometidos al tribunal de alzada o sustentarlo debidamente
ante él.
3. No procede la acción deducida en reclamo de mayores
costos que la actora invocó haber afrontado al cumplir la
orden de compra emitida por la empresa de Ferrocarriles
Argentinos, para la provisión de material, demanda que se
fundó en la ley 12.910 (Adla, VII, 40), que es inaplicable en
el caso en atención a lo que dispone el art. 41, ley 18.360
(Adla, XXIX-C, 2701), que excluye a la citada empresa de
las disposiciones de las leyes de contabilidad, de obras
públicas, de empresas del Estado y normas reglamentarias
o complementarias de las mismas de donde el caso debe
regirse por las normas del Código Civil y de acuerdo a ellas
era obligación de la actora el cumplimiento de la
contratación por el precio invariable fijado en la orden de
compra.
Fallo in extenso
Dictamen Del Procurador General Interino
Suprema Corte:
En su sentencia de fs. 440/444 la Sala en lo Contencioso
Administrativo N° 2 de la Cámara Federal de la Capital
decidió revocar la sentencia de fs. 385/413 v rechazar la
demanda.
Entendió dicho tribunal que el contrato que ligara a
las partes no fue de obra pública sirio de suministros, sobre
la base de analizar los conceptos de la ley de obras
públicas N° 13.064 y el decreto N° 19.324/49. Asimismo,
para decidir tal calificación, mérito que tratándose las
autozorras "objeto del litigio de cosas muebles no puede
tratarse sino de un contrato de suministros, conforme a
doctrina que cita. Ello determinado, entendió
seguidamente que por virtud dé lo dispuesto en el decreto
23.423/48, vigente a la época de la contratación, quedaba
vedado aplicar al sub lite el régimen de la ley
12.910, invocado en su favor por la actora.
Contra dicha sentencia dedújose recurso ordinario, el cual
fue declarado procedente por V. E. a fs. 490/1.
-II-
En su memorial de fs. 498/512, la recurrente vuelve a
desarrollar su tesis de que en el sub examine trátase de la
realización de una obra y no de una mera venta,
descalificando, m ediante la cita de abundante doctrina, el
aserto del juzgador de que el contrato es de suministros por
referirse a muebles, habida cuenta de que éstos bien
pueden ser objeto de una obra pública.
Por otra parte, plantea la inconstitucionalidad del decreto
23.428/ 48, traído a cita por el fallo de la Cámara, por
considerar que importa desconocer la teoría de la
imprevisión, de raigambre constitucional.
Añade que si bien, en su modo de instrumentarse, el
contrato aparece como de suministros, ello es irrelevante en
razón de que allende la denominación empleada por las
partes lo que importa es la esencia de lo que se conviene.
Por ende, siendo en rigor el de autos un contrato de obra
pública, la aplicación de la ley 12.910 de mayores costos es
imperativa, toda vez que se trata de una ley de orden
público insoslayable por la voluntad contractual. Ampliando
sus agravios, invoca en su apoyo el principio a su entender
de origen constitucional de la intangibilidad de la
remuneración del contratista de la administración.
-III-
Aunque cupiere aceptar la crítica de la apelante dirigida
contra el concepto del juzgador según el cual, por tratarse
de muebles, el contrato que ligó a las partes es de
suministros, ya que la ley 13.064, que define a la obra
pública, no hace distingo alguno en punto a la naturaleza de
la cosa objeto de la construcción (conf. art. 1°), observo, sin
embargo, que el problema de la calificación del contrato de
mentas no es relevante paradecidir acerca de la aplicación
de la ley 12.910 en el sub lite .
Así lo pienso, toda vez que la actora ha abandonado, luego
que el juez de primera instancia lo rechazó, su agravio
constitucional contra el art. 41 de la ley 18.360. Esta
circunstancia obsta, a mi modo de ver de manera decisiva,
al acogimiento de sus quejas.
En efecto, esa disposición establece que no serán de
aplicación a Ferrocarriles Argentinos los preceptos de la ley
de Obras Públicas, así como las normas reglamentarias y
complementarias de éste, dentro de las cuales cabe incluir
a las que integran el régimen de mayores costos que se ha
establecido sobre la base de la ley 12.910, incoada por la
accionante, (conf. decreto 2975/75, ratificado por Ja ley
21.250; decreto 2348/70, etc.). Por lo demás, tal exclusión
está en estrecha concordancia con lo normado en el inc. f)
del art. 4° de la citada ley 18.360, que determina que las
contrataciones para la ejecución de trabajos y la fabricación
de elementos ferroviarios se regirán por el régimen privado
de locación de obras y servicios (cf. también art. 1° de la
misma ley).
A partir, pues, de los principios contenidos en esa ley, cuya
vigencia en el caso quedó expresada además en la nota
final de la orden de compra (fs. 6), no es posible aplicar en
el sub judice aquel sistema específico de mayores costos,
así como tampoco la teoría de la actuación financiera del
contrato administrativo, razón por la cual parece claro que
la pretensión de la actora sólo podría sustentarse en las
normas del derecho privado.
Respecto de la procedencia del pedido sobre estas bases,
y de la determinación de los presupuestos tácticos que lo
sustentan, me excuso de emitir opinión por considerar que
se trata de temas ajenos a mi dictamen.
A su vez, estimo que carece de virtualidad el tratamiento
del agravio referido en la; presunta inconstitucionalidad del
decreto 23.428/48.
Ello así, porque,, una vez establecido que la contratación
de que se trata, sea de obra o de suministro, ha de regirse
por el derecho privado (cf. arts. 1°, 4° incs. j, y k y m de la
ley 18.360), carece de interés determinar si es admisible la
exclusión que, para los contratos regulados por el derecho
administrativo, determina el decreto impugnado. Buenos
Aires, 6 de abril de 1979. — Máximo I. Gómez Forgues.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 28 de junio, de 1979.
Vistos los autos: "Intecar S.C.A. c/Ferrocarriles Argentinos
s/cobro ordinario sobre mayores costos".
Considerando:
1°) Que a fs. 385/413 el señor Juez Nacional en lo
Contencioso-administrativo Federal a cargo del Juzgado N°
2 hizo lugar a la demanda por los mayores costos que la
actora invocó haber afrontado al cumplir la orden de compra
emitida por la demandada con respecto a la provisión de
177 auto-zorras para cuadrilla, que se le adjudicó como
consecuencia de la licitación pública N° 2/70. A fs. 440/444
la Sala 2a. en, lo Contenciosoadministrativo de la Cámara
Federal revocó ese pronunciamiento, con costas en ambas
instancias. Dedujo la actora, a fs. 450, el recurso ordinario
de apelación cuya procedencia formal declaró esta Corte a
fs. 490/491.
2°) Que el señor Juez de Primera Instancia no hizo lugar a
la inconstitucionalidad que la actora había planteado con
respecto al art. 41 de la ley 18.360. Tuvo para ello en
cuenta que no obstante su peculiar estructura, la
demandada es objeto de un contralor estatal que descarta
pueda resultar irrazonable la mentada norma en cuanto a
su respecto excluye la aplicabilidad de distintas leyes
administrativas (de contabilidad, de obras públicas, de
empresas del Estado, sus reglamentaciones y normas
complementarias). Pese a ello, por entender que los
contratos-que celebran las empresas estatales son
contratos administrativos, concluyó el magistrado que el
que dio motivo al reclamo de autos era de obra pública, aun
cuando no estuviese regido por la ley 13.264, con lo cual
declaró también que le era aplicable la ley 12.910 sobre
variaciones de costos. Por su parte, el
tribunal a quo consideró tratarse de un contrato de
suministro, naturaleza excluyente de la aplicación de
aquélla, de acuerdo con lo previsto por el
decreto 23.428/48.
3°) Que aun cuando el caso constitucional haya sido
oportuna y correctamente introducido en el juicio, no puede
ser objeto de consideración por esta Corte si se ha
hecho abandono de él omitiendo incluirlo entre los
puntos sometidos al tribunal de alzada o sustentarlo
debidamente ante él (Fallos: 268:129; 276:413; 281:304,
entre otros). Tal abandono se advierte cuando, como en
el sub lite , en escrito en que se contestaron los agravios de
la demandada (fs. 432), guardó silencio la actora sobre el
planteo constitucional antes formulado con respecto al art.
41 de la ley 18.360.
4°) Que éste prescribe: "No serán de aplicación a
Ferrocarriles Argentinos las disposiciones de las leyes de
contabilidad, de obras públicas, de empresas del Estado y
normas reglamentarias o complementarias de las mismas".
No controvertible en esta instancia, conforme antes se
expresó, la validez constitucional de este precepto, su
interpretación armónica con el art. 4°, inciso f), del mismo
cuerpo normativo — r égimen privado dentro del cual se
prevén las correspondientes facultades de la demandada
para contratar obras y servicios — torna inválida la que
conduzca a prescindir de su texto (doc. de Fallos: 257:295;
262:41; 269:225; 277:213; 279:128; 281:170, entre muchos
otros).
5°) Que siendo así y toda vez que el contrato que vinculó a
las partes se remitía en todo lo no previsto en él, al régimen
del Código Civil, de conformidad con las antedichas normas
de la ley 18.360, cabe descartar la aplicabilidad de la N°
12.910, atendiendo a que resulta complementaria del
régimen del contrato de obra pública, conforme surge de su
propio texto y del decreto reglamentario N° 11.511/ 47. En
las condiciones de referencia era pues obligación de la
actora el cumplimiento de la contratación por el precio
invariable fijado en la orden de compra cuya copia obra a
fs. 4/6.
6°) Que sin embargo, ello no se opondría a la viabilidad de
una demanda como la de autos, si ésta se hubiera fundado
en una lesión sobreviniente, producto de un hecho
extraordinario e imprevisible, de modo de hacer aplicable la
cláusula rebits sic stanubus , considerada implícita en todo
contrato, de, acuerdo con la teoría de la imprevisión. La
doctrina que en favor de ésta se pronuncia — r eceptada
por el art. 1198 del Código Civil en su texto actual
(ley 17.711) — , "exige un grave desequilibrio de las
contraprestaciones, sobrevenido por efecto de
acontecimientos imprevisibles y extraordinarios, posteriores
al contrato" (Fallos: 266:61). Pero es preciso que se trate de
alteraciones de tal naturaleza que no se hayan podido
prever por las partes, o bien de eventos que, de haberse
conocido, hubieran determinado la celebración del contrato
en otras condiciones.
7°) Que en el caso resulta válido señalar, como se lo hizo
en el citado precedente, que el aumento de los costos de
producción ocurrido como consecuencia de un proceso
inflacionario desatado ya a la época de la orden de compra:
mayo de 1971, no puede considerarse un acontecimiento
imprevisible, porque desde años atrás había sido continuo
el aumento de salarios e insumos industriales. En tal virtud,
contratos como el de autos, celebrados con exclusión de las
normas de derecho administrativo qué hacen posible el
régimen de reajustes de la ley, 12.910, llevan a presumir
que tanto actora como demandada fueron conscientes de
los riesgos que asumían merced al factor antedicho.
8°) Que habiendo la actora invocado el fenómeno
inflacionario, sin ninguna particularidad excepcional durante
el período en que el contrato se cumplió (hasta setiembre
de 1972), no cabe reconocerle aptitud a lüs efectos que se
pretenden, para lo cual cabe también señalar que una
reserva para mayores costos, limitada a los que sé
consideraban posibles durante un corto término — a la que
el señor perito contador se refiere, asignándole el carácter
de previsión normal (fs. 213 vta.) — tío resulta en
consonancia con los plazos de entrega establecidos en la
orden de compra del caso, que equivalían a más de once
meses.
9°) Que en las circunstancias expuestas cabe aquí concluir
que la teoría de la imprevisión no puede aplicarse para
corregir agravaciones substancialmente previsibles de
aquéllo a que las partes se obligaron, ya que el principio
sigue siendo siempre el cumplimiento estricto de lo pactado:
pacta sunt servanda (conf. doc. del precedente citado en el
considerando 6°).
Por ello, de acuerdo con lo que dictaminó el señor
Procurador General interino, se confirma, con costas, la
sentencia de fs. 440/444.
Adolfo R. Gabrielli. — Abelardo F. Rossi. — Pedro J.
Frías. — Emilio M. Daireaux. — Elías P. Guastavino.

CSJN, 13/10/1981, "Cicero, Rosario c. Romero, José R.",


Fallos: 303:1534. Sumarios
1. La prerrogativa prevista por el art. 1198, Cód. Civil
(ADLA, XXVIII-B, 1799), cuya finalidad atiende a restablecer
la equidad en el campo contractual, sólo puede salir
robustecida cuando las circunstancias económicas
posteriores al hecho imprevisible, agravan el desequilibrio
de las prestaciones y acrecientan el menoscabo patrimonial
del acreedor.
2. Corresponde dejar sin efecto la sentencia que, si bien
admitió que el contrato había sido alcanzado por los efectos
del proceso económico ocurrido en 1975, consideró que
la recepción de las cuotas en que debía hacerse efectivo el
saldo de precio, por un lapso de tres años, había vuelto a
su cauce lo pactado e imponía desestimar la teoría de la
imprevisión. Ello así, pues al resolver de tal modo, el
tribunal ha hecho valer una virtual renuncia a la teoría
mencionada, no obstante lo dispuesto por el art. 874, Cód.
Civil acerca del carácter restrictivo de la misma, con lo cual
ha venido a imponer una suerte de castigo a quien, sin su
culpa ni mora, absorbió durante años las consecuencias de
la onerosidad sobreviniente, exigiendo la revisión del
contrato sólo cuando le resultó intolerable mantenerlo en las
condiciones estipuladas.
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador General
Suprema Corte:
Se deduce queja por denegatoria del recurso
extraordinario de fs. 289/303 vta. interpuesto contra la
sentencia de fs. 260/266 que dispuso el rechazo de
la demanda y admitió la reconvención por consignación
ycancelación de hipoteca.
Sostiene el quejoso que el fallo es arbitrario y violatorio de
los arts. 16, 17, 18 y 19 de la Constitución Nacional.
Considero que la protesta no debe prosperar
por aplicación de la reiterada jurisprudencia de la Corte que
ha establecido que tanto el acogimiento como el rechazo de
las pretensiones de las partes es evento previsible que
obliga al oportuno planteamiento de las cuestiones
federales a que hubiere lugar (Fallos: 247:179) y ello no fue
realizado por el recurrente en oportunidad de que, a
fs. 141/142, contestó la reconvención promovida por la
demandada.
No se observa, además, la omisión de tratamiento alegada
por el quejoso, porque al admitirse la reconvención va de
suyo el rechazo de la pretensión del actor en el sentido de
que se modifique el contrato. Por otra parte, el a quo con
argumentos propios y remisiones a la fundamentación del
fallo de Primera Instancia trató lo referente a la aplicación
de la llamada "teoría de la imprevisión" al caso de autos.
Por lo expuesto, entiendo que el recurso extraordinario ha
sido bien denegado y que, en consecuencia, corresponde
desestimar esta presentación directa. Buenos Aires, 15 de
abril de 1981. Mario Justo López.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 13 de octubre de 1981.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por la
actora en la causa Cicero, Rosario c. Romero, José
Ramón", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
1°) Que contra el pronunciamiento de la Sala II de la
Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Mor ó n,
Provincia de Buenos Aires, que confirmó el fallo de primera
instancia que rechazó la demanda, la actora interpuso el
recurso extraordinario cuya denegación motiva la presente
queja (fs. 260/266, 280/303 y 314 de los autos principales,
agregados por cuerda, y fs. 71/77).
2°) Que si bien los agravios de la apelante remiten al
análisis de cuestiones de hecho, prueba y derecho común,
materia extraña, en principio, a la instancia del art. 14 de
la ley 48, tal circunstancia no resulta óbice para habilitar la
vía intentada cuando, como en el caso, existen razones de
mérito suficiente para descalificar la sentencia.
3°) Que tal conclusión se impone, pues el a quo admitió
que el contrato había sido alcanzado por los efectos del
proceso económico ocurrido en el año 1975, a pesar de lo
cual consideró que la recepción de lascuotas en que debía
hacerse efectivo el saldo de precio, por un lapso de tres
años, había vuelto a su cauce lo pactado e imponía
desestimar la teoría de la imprevisión.
4°) Que, al resolver de tal modo, el tribunal ha hecho valer
una virtual renuncia a la teoría mencionada, no obstante lo
dispuesto por el art. 874 del Código Civil acerca del carácter
restrictivo de la misma, con lo cual ha venido a imponer una
suerte de castigo a quien, sin su culpa ni mora, absorbió
durante años las consecuencias de la onerosidad
sobreviniente, exigiendo la revisión del contrato sólo cuando
le resultó intolerable mantenerlo en las condiciones
estipuladas.
5°) Que, por lo demás, no puede pensarse que la apelante,
que percibió numerosas cuotas del precio en moneda
envilecida, se haya puesto en contradicción con sus propios
actos, como señala el tribunal; pues, la prerrogativa prevista
por el art. 1198 del Código Civil, cuya finalidad atiende a
restablecer la equidad en el campo contractual, sólo puede
salir robustecida cuando las circunstancias económicas
posteriores al hecho imprevisible, agravan el
desequilibrio de las prestaciones y acrecientan el
menoscabo patrimonial del acreedor.
6°) Que, siendo así, se advierte que la sentencia frustra la
pretensión subsidiaria de reajuste articulada a fs. 142 y no
se presenta como una derivación razonada del derecho
vigente con arreglo a las circunstancias del caso, razón por
la cual debe ser dejada sin efecto, pues en tal aspecto
media nexo directo e inmediato entre lo decidido y las
garantías constitucionales que se invocan como vulneradas.
Por ello, y habiendo dictaminado el Sr. Procurador
General, se declara procedente el recurso extraordinario y
se deja sin efecto la sentencia. Vuelvan los autos al tribunal
de origen a fin de que, por medio de quien corresponda,
proceda a dictar nuevo fallo con arreglo a lo expuesto.
Agregúese la queja al principal. Reintégrese el depósito.
Adolfo R. Gabrielli. — Abelardo F. Rossi. — Pedro J.
Frías. — Elías P. Guastavino. — César Black.

CSJN, 13/5/1982, "Giménez, Blas y otros c. Sociedad


Anónima Financiera Comercial y de Tierras",
Fallos: 304:690. Sumarios
1. Si la excesiva onerosidad debe ser valorada al tiempo en
que deben cumplirse las prestaciones, parece claro que el
fenómeno producido en junio 1975 y las posteriores
derivaciones de la economía, han superado
los riesgos comunes a que se hallaban sometidos
los contratos de compraventa de autos, incidiendo de un
modo anormal el equilibrio de las prestaciones y
transformado en irrisorio el precio que debía pagarse en
140 cuotas mensuales, a partir de mediados de 1974.
2. Atento contra el derecho de defensa el no haberse
ponderado la prueba confesional de los accionantes, que
admiten la realidad del precio pagado al momento en que
se celebró la operación, extremo que unido al
peritaje técnico y a la magnitud del fenómeno inflacionario
que es público y notorio, traduce un notable desequilibrio de
las prestaciones que debe ser analizado a la luz del art.
1198, Cód. Civil (ADLA, XXVIII-B, 1799).
3. No obstante referirse los agravios de la apelante a
cuestiones de hecho, prueba y derecho común — reajuste
del precio de la compraventa— materia ajena en principio a
la instancia del art. 14, ley 48 (ADLA, 1852-1880, 364), ; tal
circunstancia no constituye óbice decisivo para habilitar la
vía intentada cuando, como en el caso, existen razones de
mérito suficiente que ponen de manifiesto la existencia de
una lesión al derecho de defensa en juicio.
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador General
Suprema Corte:
Contra la sentencia de la Sala D de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, que modificó la actualización
dispuesta en la instancia anterior, dedujo la accionada
recurso extraordinario que, denegado por el a quo , da
origen a esta presentación directa.
La recurrente tacha de arbitraria la sentencia, en cuanto,
según afirma, carece de elementos que permitan conocer
las pautas utilizadas por el a quo para actualizar las sumas
adeudadas. Agrega que igual tacha merece lo afirmado por
el tribunal, en el sentido de que su parte no habría
demostrado que se configurara en la especie una excesiva
onerosidad capaz de alterar el equilibrio económico
financiero del contrato.
A mi modo de ver, el fallo que se impugna ha descartado la
aplicación lisa y llana de la teoría de la imprevisión, sin
perjuicio de lo cual, ha reconocido la procedencia de una
actualización, menor a la fijada por el juez de grado en favor
de la apelante. Esa circunstancia me lleva a analizar en
forma previa el segundo de los agravios referidos.
En tal sentido, V. E, tiene señalado que si bien las
cuestiones relativas a aspectos de hecho, prueba y derecho
común como los vinculados con la pérdida de valor de la
moneda y la teoría de la imprevisión, resultan, en principio,
ajenas a la vía de excepción que consagra el art. 14 de
la ley 48 (Fallos: 270:359; 276:135; 278:48; 295:49),
procede hacer excepción a tal principio si no media una
adecuada ponderación de la realidad económica (Fallos:
300:1131).
Dicha doctrina cobra importancia en el sub lite , pues aún
aceptando lo señalado por la Cámara en punto a que la
mera desvalorización de la moneda no baste por si sola
para permitir la aplicación del art. 1198, segundo párrafo del
Código Civil, considero que no se ha valorado debidamente
la magnitud del proceso inflacionario desencadenado en el
año 1975, cuya importancia y notoriedad ha sido reconocida
por esta Corte en forma reiterada y el carácter de imprevisto
que pudo tener para las partes. Tal hecho económico fue
invocado expresamente por la demandada como
fundamento de la alteración de las prestaciones recíprocas,
sin que el a quo lo haya meritado en la forma debida al
arribar a la decisión que se impugna.
Por lo demás, tampoco puede prescindirse del informe
pericial (fs. 118), en que se determinan los valores actuales
de los lotes en cuestión, toda vez que por medio de él no se
pretende asignar nuevos valores a dichos inmuebles, sino,
por el contrario, poner de manifiesto el desequilibrio de las
prestaciones subsistentes en miras a la aplicación de la
teoría invocada.
Finalmente, para el supuesto de que V. E. no comparta el
criterio antes expuesto, creo conveniente señalar que la
actualización ordenada carece de precisión en cuanto a la
tasa aplicada y el plazo por el cual se dispone ese remedio,
extremos que considero insoslayables y cuya omisión
autoriza a descalificar el fallo como actor judicial.
Por ello, opino que debe hacerse lugar a la queja y dejarse
sin efecto el fallo recurrido. Buenos Aires, 12 de marzo de
1982. Mario Justo López.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 13 de mayo de 1982.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por la
demandada en la causa Giménez, Blas y otros c/Sociedad
Anónima Financiera Comercial y de Tierras", para decidir
sobre su procedencia.
Considerando:
1°) Que contra el pronunciamiento de la Sala D de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil que, al
modificar el fallo de primera instancia, redujo el reajuste del
precio de las operaciones de compraventa celebradas por
las partes, la demandada interpus o el recurso
extraordinario cuyo rechazo motiva la presente queja (conf.
fs. 212/214; 172/175; 217/221; 227 de los autos principales,
agregados por cuerda, y fs. 1/7).
2°) Que no obstante referirse los agravios de la apelante a
cuestiones de hecho, prueba y derecho común, materia
ajena, en principio, a la instancia del art. 14 de la ley 48, tal
circunstancia no constituye óbice decisivo para habilitar la
vía intentada cuando, como en el caso, existen razones de
mérito suficiente que ponen de manifiesto la existencia de
una lesión al derecho de defensa en juicio.
3°) Que tal conclusión resulta del hecho de no haberse
ponderado la prueba confesional de los accionantes, que
admiten la realidad del precio pagado al momento en que
se celebró la operación (conf. fs. 85/86, cont. posición 3°),
extremó este que unido al peritaje técnico realizado en
autos (fs. 118) y a la magnitud del fenómeno inflacionario
que es público y notorio (véase también informes de fs.
88/92), traduce un notable desequilibrio de las prestaciones
que debe ser analizado a la luz de lo dispuesto por el art.
1198 del Código Civil.
4°) Que, por otra parte, si la excesiva onerosidad debe ser
valorada al tiempo en que deben cumplirse las
prestaciones, como señala el a quo , parece claro que el
fenómeno producido en junio de 1975 y las posteriores
derivaciones de la economía han superado los riesgos
comunes a que se hallaban sometidos los contratos de
compraventa de autos, incidiendo de un modo anormal el
equilibrio de las prestaciones y transformando en irrisorio el
precio que debía pagarse en 140 cuotas mensuales,
a partir de mediados del año 1974.
5°) Que, en consecuencia, los fundamentos aparentes
expuestos por el a quo para sustentar su fallo tornan viable
el remedio federal, por lo que resulta necesario dictar nuevo
pronunciamiento que pondere las pruebas regularmente
incorporadas a la causa y la realidad económica del
negocio, aplicando las normas que rigen la materia de
manera de no volver inoperante su contenido.
Por ello, y demás fundamentos del dictamen del Señor
Procurador General, se declara procedente el recurso
extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada.
Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de que, por
medio de quien corresponda, proceda a dictarse nuevo fallo
con arreglo a lo expuesto.
Adolfo R. Gabrielli. — Abelardo F. Rossi. — Elías P.
Guastavino. — Carlos A. Renom.

CSJN, 29/6/1982, "Vialco, S.A. c. Agua y


Energía Eléctrica", Fallos: 304:919. Sumarios
1. Sólo cuando la iliquidez de la deuda se originara en el
hecho del acreedor que dificultara su ajuste definitivo,
cuadraría eximir al deudor de las consecuencias de la
demora en el pago de lo debido, entre ellas el reajuste por
depreciación monetaria.
2. La norma del art. 1198, Cód. Civil (ADLA, XXVIII-B,
1799), que ha incorporado en forma expresa la teoría de la
imprevisión, ínsita, con anterioridad a la sanción de la ley
17.711 (ADLA, XXVIII-B, 1799), en la entraña misma del
derecho, representa una construcción jurídica basada en la
justicia, cuyo afianzamiento exige el Preámbulo de la
Constitución Nacional. Y nada obsta a que su aplicación se
extienda al derecho administrativo con las discriminaciones
impuestas por la naturaleza propia de lo que constituye la
sustancia de esta última disciplina.
3. La interpretación de los arts. 1°,ley 21.392 (ADLA,
XXXVI-C, 2096), y 2° de la resolución 516/77 de la
Secretaría de Hacienda, lleva a la conclusión que cabe
referir la exclusión de las deudas emergentes de
certificados negociados por los contratistas sólo al supuesto
de una negociación parcial, siéndole aplicable sólo al monto
no negociado el régimen de actualización previsto en la ley
citada.
4. Si bien, como principio, celebrado el contrato en épocas
de inflación, el deterioro de los precios o contraprestaciones
no puede considerarse imprevisible ni autoriza, en
consecuencia, el juego del art. 1198, Cód. Civil (ADLA,
XXVIII-B, 1799), cuando de modo brusco y repentino, e
inesperado, se altera la normal evolución de la curva
inflacionaria, los hechos que trastornan sustancialmente la
ecuación del contrato caen en el ámbito de la teoría de la
imprevisión, cuyas soluciones se imponen para expurgar a
ese convenio de la grave injusticia que las
nuevas circunstancias han venido a comunicarle. Dicho
supuesto se configuró como consecuencia de la adopción
de las Medidas y financieras de mediados del año 1975,
que provocaron una escala inflacionaria que en modo
alguno puede considerarse razonablemente previsible.
5. Los certificados de obras ejecutadas pueden ser
negociados o descontados por los contratistas en una
institución bancaria antes de que sea exigible su pago.
Concertada tal negociación, como ocurrió en el caso, no
resulta dudoso que la contratista ha de recibir una suma
menor a la literal del instrumento, en razón de disponer, por
anticipado, de un capital que aún no tenía derecho a
percibir y respecto de ellas no procede el reajuste del
crédito.
6. Si a la época del hecho imprevisible — m edidas
económicas de mediados de 1975— la entidad estatal
demandada había incurrido en mora, se justifica la revisión
judicial del contrato de obra pública para repartir
equitativamente entre las partes el riesgo sobrevenido,
atendiendo a lo que ellas convinieron al comienzo, y
eliminando la estridencia o exorbitancia de la desproporción
entre las prestaciones. Por ello, cabe reconocer a la actora
el derecho al cobro del reajuste de sus prestaciones, a
partir de mes de jun io de 1975, sobre la base de las
variantes experimentadas por índices oficiales elaborados
por el Instituto Nacional del Estadística y Censos.
7. Las normas de la ley 21.392 (ADLA, XXXVI-C, 2096), no
impiden que sobre la base de otros principios, de índole
constitucional o enraizados en la Constitución Nacional, y
también derivados de la aplicación analógica de preceptos
de derecho civil, se disponga la actualización de
las deudas por un período anterior al previsto en dicha ley.
De ahí que en el caso deba disponerse que el reajuste de
las deudas reconocidas sea practicada de conformidad con
las pautas establecidas en ella, no sólo a partir de su
vigencia, sino también por el período comprendido entre
esa fecha y el mes de junio de 1975; período éste cuyo
reajuste se acordó sobre la base de la teoría de la
imprevisión pero con las peculiaridades del caso.
8. Si los antecedentes de hecho en el caso no permiten
afirmar que la conducta de la empresa contratista haya sido
ajena a la demora en la determinación del crédito, pues a
ella incumbía acreditar el mayor costo real de determinados
rubros, corresponde determinar los puntos de partidas para
la exigibilidad de la deuda de la empresa estatal
demandada, ateniéndose a las circunstancias demostradas
al respecto en autos.
9. Para acordar el reajuste de créditos debe partirse de la
mora del deudor, pero la liquidez de la deuda no es, por
principio, un requisito previo a la configuración de la mora.
El deudor que ha incurrido en tal estado no puede
ampararse, como regla, en la ausencia de liquidez de la
prestación para privar al acreedor del goce del capital, pues
lo que interesa, en principio, es la certeza de la obligación,
es decir, el conocimiento que el deudor tenga o deba tener
de la existencia y legitimidad de dicha obligación,
circunstancia que, en todo caso, le permite efectuar el pago
de lo que entiende debido, sin perjuicio de su posterior
ajuste.
Fallo in extenso
Opinión del Procurador General de la Nación
Contra la sentencia dictada a fs. 638/652 por la sala en lo
contenciosoadministrativo I de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Federal y Contenciosoadministrativo, la
parte demandada dedujo la apelación ordinaria de fs. 660 y
la actora la apelación extraordinaria de fs. 668/682.
El recurso ordinario es, a mi juicio, procedente toda vez
que la Nación es parte y el valor cuestionado, actualizado a
la fecha de la interposición de la apelación, supera el
mínimo establecido en el art. 24, inc. 6º, apart. a) del dec.-
ley 1285/58, modificado por la ley 21.708.
Estimo que también resulta procedente el recurso
extraordinario concedido a fs. 690 ya que la apelante
sustenta su derecho en la interpretación que atribuye a la
ley 21.392 y al art. 48 de la ley 13.064 y mantiene,
subsidiariamente, el planteo de la inconstitucionalidad que
había sostenido en las anteriores instancias.
Trataré conjuntamente ambos recursos, pues, en lo que
concierne a la materia de mi dictamen, estimo que no se
justifica la diferenciación entre uno y otro.
Para encuadrar el problema es conveniente recordar que
la ley 21.392 establece un régimen de actualización de las
deudas contraídas por el Estado como consecuencia de la
ejecución de contratos de locación de obra, con exclusión
de las emergentes de certificados que hubieran sido objeto
de cualquier tipo de negociación.
V. E. declaró que el sistema de reajuste que esa ley
establece no comprende los períodos anteriores al
momento de su sanción (Fallos, t. 300, p. 1014 — R ep. LA
LEY, t. XLI, J-Z, p. 1905, sum. 98— ), pero admitió la
posibilidad de que se lo conceda por otra vía, a través de
una interpretación integrativa o constructiva (ver Fallos, t.
300, p. 570 — R ev. LA LEY, t. 1979-B, p. 672, fallo 35.045-
S— y causas: "Ford Motor Argentina c. Fisco Nacional
s/repetición" y "Asientos, S. A. c. Estado Nacional s/cobro",
de fechas 28 de octubre de 1980 y 7 de julio de
1981 — R ev. LA LEY, t. 1982-C, p. 500, fallo 36.164-S— ,
respectivamente).
Dijo también que el régimen era aplicable a las deudas
contraídas por el Estado "por la ejecución de contratos de
locación de obras" y "durante la vigencia de éstos", no
contemplando en forma específica la situación de los
créditos nacidos como consecuencia de la rescisión (conf.
causa V. 160, L. XVIII, "Vialco, S. A. c. Agua y Energía
Eléctrica s/cobro de pesos", consid. 4º).
Por otra parte, el art. 48 de la ley 13.064 dispone que en
caso de que los pagos al contratista se retardasen por más
de 30 días a partir de la fecha en que, según el contrato
debieron efectuarse "este tendrá derecho únicamente a
reclamar intereses a la tasa fijada por el Banco de la Nación
Argentina para los descuentos sobre certificados de obra".
Respecto de este artículo, V. E. también resolvió que se
refiere a las sumas adeudadas por la ejecución de la obra, y
no a los créditos que nacen como consecuencia de la
rescisión, tema regulado en el capítulo siguiente de la ley,
"cuyas disposiciones no impiden la actualización de los
créditos que no hacen a la deuda más onerosa que en su
origen sino que sólo mantienen el valor económico de la
moneda frente a su progresivo envilecimiento" (conf. causa
V, 160, L. XVIII, ya citada, consid. 3º).
Queda claro, pues, según la doctrina que emana de esos
precedentes, que el régimen de actualización de la ley
21.392 opera hacia el futuro pero no impide el reajuste
respecto del período anterior, justificado por una
interpretación integrativa o constructiva.
El óbice, en este sentido, deriva de la disposición del art.
48 de la ley 13.064, cuyo texto es claro y no admite
interpretaciones alternativas. Sin embargo, la limitación que
contiene sólo rige respecto de las deudas "que deban
abonarse a la contratista en pago de la obra".
La inteligencia que esta Corte ha atribuido a la ley 21.392 y
al art. 48 de la ley 13.064 impide el reajuste únicamente
respecto de los créditos originados en certificados de obra
anteriores a la ley 21.392 y los posteriores negociados.
Subsiste entonces, con estos alcances, el interés en que la
actora sustentó la tacha de inconstitucionalidad que
mantiene en su recurso extraordinario.
Para comenzar el tratamiento de ese punto considero
oportuno recordar que la norma cuya validez se pretende
impugnar se encontraba vigente al tiempo de la
contratación y que, por ello, formó parte de las condiciones
que se tuvieron en cuenta para determinar el precio y la
forma de pago pactadas.
Por otra parte, según venimos viendo, la inteligencia que la
Corte atribuyó a tales disposiciones restringe
considerablemente los alcances del deterioro que el
proceso inflacionario pudo producir sobre los créditos de la
actora.
Es necesario puntualizar también que en el caso en
examen no son aplicables las consideraciones sobre el
carácter alimentario de los créditos que se tuvieron
presentes al tratar la validez constitucional del art. 4º de la
ley 21.864 (ver sentencia del 7 de mayo del corriente año
dictada en la causa G, 415/XVIII "Grassi, Fernando
s/jubilación" consid. 4º — R ev. LA LEY, t. 1981-C, p. 175
— ) y que, según se ha dicho reiteradamente, la declaración
de inconstitucionalidad de normas legales o reglamentarias
constituye un acto de suma gravedad institucional, por lo
que debe ejercerse únicamente cuando la incompatibilidad
de la disposición legislativa y la cláusula constitucional
resulte manifiesta e inconciliable. (Fallos, t. 286, p. 76, t.
288, p. 325, t. 292, p. 190, t. 294, p. 383 — R ev. LA LEY, t.
152, p. 1; t. 156, p. 851, fallo 31.879-S; t. 1976-A, p. 148; t.
1976-C, p. 326— ).
A la luz de estas consideraciones, estimo injustificada la
impugnación articulada por la recurrente, pues la limitación
a las consecuencias de la mora que establece la norma que
cuestiona, no excede, en mi opinión, las posibilidades
reglamentarias que la propia Constitución reconoce al
Congreso (art. 14, Const. Nacional).
El otro tema federal que se somete a conocimiento de V.
E. es el que se refiere a la norma de la ley 21.392 que
excluye del régimen de actualización a los certificados
negociados.
A mi modo de ver el texto es claro en el sentido de que tal
exclusión comprende toda situación en que el contratista
haya descontado o dado en pago esos certificados. Es decir
impide tanto al cesionario del crédito obtener la
actualización del certificado cedido como al contratista
pretender el reajuste del precio de la cesión.
Determinar si algunos certificados fueron cedidos o dados
en caución es un problema de hecho y de interpretación
contractual cuya solución arbitrará V. E. en ejercicio de la
competencia que le brinda la vía ordinaria de apelación.
Estimo por ello que también resulta inoficioso mi
pronunciamiento sobre los reparos que se sustentan en la
doctrina sobre arbitrariedad de sentencias.
Opino, pues, que corresponde fijar los alcances de las
normas federales en juego a la forma señalada y
desestimar la tacha de inconstitucionalidad articulada por la
actora. — Octubre 26 de 1981. — Mario Justo López.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, junio 29 de 1982.
Considerando:
1º - Que a fs. 638/652 la sala en lo
contenciosoadministrativo I de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Federal y Contenciosoadministrativo
modificó la sentencia de la instancia anterior — q ue hizo
lugar a la demanda— y fijó la condena en la suma de $
22.317.906, con más su reajuste desde el 5 de febrero de
1975 hasta el momento de aprobarse la liquidación
definitiva a practicarse en autos, según los índices del costo
de la construcción publicados por el INDEC y sus intereses
por igual lapso al 5 % anual. Las costas de primera
instancia se impusieron a la demandada y las de segunda
instancia también a aquélla en un 80 % y en un 20 % a
cargo de la actora (confrontar, asimismo, aclaratoria de
fs. 661/662). Contra dicho pronunciamiento la accionante
interpuso el recurso extraordinario de fs. 668/682,
concedido a fs. 690, cuyos fundamentos fueron mejorados
en el memorial de fs. 714/730. La demandada, a su vez,
interpuso el recurso ordinario de fs. 660, concedido a
fs. 690 y fundado a fs. 695/713; y el extraordinario de
fs. 683/689, denegado a fs. 690 con motivo de haberse
concedido la apelación ordinaria.
2º - Que el referido recurso ordinario de
fs. 660 — d educido por la demandada— es formalmente
procedente atento a que el monto discutido en último
término supera el mínimo que prevé el art. 24, inc. 6º, apart.
a) del dec.-ley 1285/58, modificado por la ley 21.708 y por
el apart. b) del considerando 3º de la res. 1011 de esta
Corte, de fecha 21 de agosto de 1980, computando para
ello el incremento por desvalorización monetaria producido
con posterioridad a la traba de la litis, conforme doctrina de
Fallos, t. 301, ps. 237 (Rev. LA LEY, t. 1979-B, p. 461), 535
y otros, cuyos fundamentos se reiteran y se dan por
reproducidos. A su vez, el recurso extraordinario interpuesto
por la actora es también, en principio, procedente en cuanto
por él se cuestiona la inteligencia de normas federales.
3º - Que en aquel recurso ordinario la demandada se
agravia, sustancialmente, porque el a quo dispuso la
actualización del crédito que reconoció a la actora, a partir
del 5 de febrero de 1975 y hasta el momento de aprobarse
la liquidación definitiva a practicarse en autos, sobre la base
de los índices del costo de la construcción publicados por el
INDEC, más intereses por igual lapso a la tasa del 5 %
anual.
Manifestó al efecto que, con arreglo a lo sostenido a lo
largo del pleito, no había mediado mora de su parte en el
pago de los créditos; que no resultaban líquidas las deudas
al momento en que Vialco, S. A. pretendía tener derecho. a
cobrarlas y que esta iliquidez reconocía también su causa
en la propia conducta de la accionante. Alegó, asimismo,
que, eventualmente, aunque se considerara que hubiese
habido alguna demora en las liquidaciones, ello no habría
causado perjuicio a la actora, por la época en que ocurrió y
las particulares circunstancias del caso; y que cualquier
modificación sobre el particular representaría una exacción
para su parte y un enriquecimiento sin causa para Vialco S.
A. A todo evento, sostuvo la aplicación al caso de las leyes
13.064 y 21.392, con sus respectivas reglamentaciones,
que impedirían la actualización con los alcances acordados
por el a quo .
4º - Que en la sentencia impugnada los jueces de la causa
al respecto señalaron: "...esta sala tuvo ocasión de
puntualizar que las dificultades propias de la complejidad de
determinar los créditos y obligaciones de Vialco S. A., bien
que no sean tampoco imputables a demoras de la
demandada y estuvieran condicionadas a la naturaleza
peculiar del acto de rescisión, no podrían recaer
exclusivamente sobre la contratista no culpable,
sometiéndola a percibir un precio desvalorizado por el
transcurso del tiempo y el agudizado fenómeno inflacionario
que se operó en esa época... En consecuencia, los agravios
esgrimidos respecto de la inexistencia de mora imputable a
la recurrente, no alcanzan a conmover los fundamentos de
la sentencia, que encuentra apoyo en principios
jurisprudenciales de plena aplicación en el estado actual de
la causa (Fallos de la Corte Suprema 'in re': 'Camusso de
Marino' y 'Vieytes de Fernández', de fecha 21 de mayo de
1976, 23 de setiembre de 1976 (— Rev. LA LEY, t. 1976-C,
p. 72; t. 1976-D, p. 241— ), respectivamente)".
5º - Que las referidas conclusiones son cuestionadas por la
recurrente, quien las impugna por falta de fundamentos,
puntualizando que ello es así máxime si se advierte que se
trata de dejar de lado la aplicación de normas vigentes y
que los precedentes jurisprudenciales invocados
contemplan situaciones que reconocen como fundamento la
existencia de culpa o mora en la demanda.
6º - Que le asiste razón a la quejosa cuando sostiene que
en los citados precedentes este tribunal ha partido — p ara
acordar el reajuste de los créditos— de la mora del deudor.
No obstante, cabe precisar que la liquidez de la deuda no
es, por principio, un requisito previo a la configuración de
dicha situación de mora y que el deudor que ha incurrido en
tal estado no puede ampararse, como regla, en la ausencia
de liquidez de la prestación para privar al acreedor del goce
del capital. Lo que interesa, en principio, es la certeza de la
obligación, es decir, el conocimiento que el deudor tenga o
deba tener de la existencia y legitimidad de dicha
obligación, circunstancia que, en todo caso, le permite
efectuar el pago de lo que entiende debido, sin perjuicio de
su posterior ajuste. Concordantemente con lo expuesto y
con específica relación al caso de autos, cabría admitir que
sólo cuando la iliquidez, de la deuda se originara en el
hecho del acreedor que dificultara su ajuste definitivo,
cuadraría eximir al deudor de las consecuencias de la
demora en el pago de lo debido. Abona la conclusión
expuesta la norma del art. 48 de la ley 13.064 que, en su
última parte, dispone: "Si el retraso fuere causado por el
contratista, debido a reclamaciones sobre mediciones u
otras causas con motivo de la ejecución de la obra y ellas
resultasen infundadas, o se interrumpiese la emisión o el
trámite de los certificados u otros. documentos por actos del
mismo, no tendrá derecho al pago de los intereses".
7º - Que continuando con el análisis del indicado agravio,
cabe precisar que la recurrente, en su escrito de
fs. 695/713, no obstante la impugnación general formulada,
no precisa concretamente, respecto de cada uno de los
créditos, las circunstancias que llevarían a admitir la
ausencia de mora de su parte y/o la distinta fecha de
vencimiento de aquéllos, razón que basta para desestimar
su agravio (argumento arts. 265 y 266, Cód. Procesal). Ello,
con excepción del crédito derivado del reconocimiento de la
diferencia por transporte carretero de cemento, respecto del
cual, por haber sido preciso el apelante en sus
impugnaciones, se impone el detenido estudio de la queja.
8º - Que sobre este crédito la Cámara a que señaló: "...En
lo que se refiere a la fecha de exigibilidad del crédito por
transporte carretero de cemento y hierro, que el
sentenciante fija en el 5 de febrero de 1975, sosteniendo,
en cambio, la demandada la existencia de tres fechas de
vencimiento correspondientes a otros tantos parciales, con
arreglo a la posición adoptada por el perito propuesto por su
parte, me inclino a aceptar el criterio del a quo , atento a lo
manifiesto a fs. 511 vta. por el experto designado a
propuesta de la actora... La posición neutral adoptada por el
perito tercero... otorga apoyo a la posición del a quo ...
Aceptando por mi parte que se trata, como lo expresan el
perito propuesto por la actora y el tercero, sin desmentirlo el
actuante a propuesta de la demandada, de un crédito cuyo
devengamiento 'no puede ser posterior al 5 de febrero de
1975', o, expresado en otros términos, que dicho crédito
surge de una actividad desarrollada por la actora antes de
la fecha indicada, adhiero al criterio del a quo sobre este
aspecto y tengo por lo tanto como fecha de exigibilidad del
crédito de que se trata, el 5 de febrero de 1975".
9º - Que de las constancias de autos resulta a) Que a
fs. 423 de este expediente obra una nota dirigida el 6 de
diciembre de 1974 por Vialco, S. A. al Secretario de Estado
de Energía de la Nación donde alude a la existencia de un
crédito por adicionales por transporte cuyo monto
reclamado ascendería aproximadamente a $ 20.000.000.
b) Que a fs. 53 del expediente administrativo núm.
20.825/75 se encuentra agregada la nota núm. 285, del 5
de febrero de 1975, con documentación adjunta, por la cual
Vialco, S. A. solicita al Administrador General de Agua y
Energía Eléctrica Empresa del Estado el reintegro, a la
brevedad, de la suma de $ 17.625.237,32 en concepto de
"adicionales abonados por esta Empresa por los transportes
carreteros de cemento y hierro para hormigón como
resultado de los reales costos soportados por esta Empresa
y las condiciones previstas en las planillas de Precios
Básicos y demás previsiones del Pliego de Condiciones...".
c) Que a fs. 72/76 de dicho expediente administrativo obra
un detallado informe de la Gerencia del Proyecto Futaleufú,
del 8 de abril de 1975, referido al trámite que siguió el
reclamo en análisis, en el que se da cuenta de los defectos
de que adolecía la documentación presentada
originariamente por Vialco, S. A.; se refiere a la cifra
preliminar factible de $ 7.000.000 suministrada — s obre la
base de nueva documentación— en una reunión realizada
el 12 de febrero de 1975 con la Presencia del Señor
Subsecretario de Energía; y se afirma
que — c ontrariamente a lo sostenido por Vialco, S. A.
— con posterioridad a la reunión citada se habían
mantenido entrevistas de trabajo con el Ing. José María
Palacio, de Vialco, S. A., tratando de aclarar las diferencias
existentes entre la documentación presentada y las
constancias en poder de la Inspección de Obras, y que esa
Gerencia se hallaba a la espera de nuevas reuniones de
trabajo, solicitadas por el profesional citado, quien había
prometido aportar nuevos elementos de juicio para llegar a
una solución definitiva. Se aclara, por último, que,
entendiendo — c on motivo de la nota núm. 294 dirigida por
Vialco— que ésta había dado por terminada sus gestiones,
se había procedido a calcular el importe a reconocer a
dicha empresa en concepto de mayor costo por transporte
carretero de cemento de Obra, arribando a la suma de $
6.923.622,12, según criterio que se detalla.
d) Que a fs. 87/88 del referido expediente obra la res.
12.509, del 29 de abril de 1975, por la cual el Administrador
General de Agua y Energía Eléctrica reconoce a favor de la
firma Vialco, S. A., por todo concepto, por el mayor costo
del transporte carretero de cemento, la suma de $
6.923.622,12.
e) Que deducidos por Vialco, S. A. recursos de
reconsideración y alzada, a fs. 111/114 se encuentra
agregado un nuevo y detallado informe de la Gerencia
Proyecto Futaleufú, propiciando el reconocimiento de una
suma adicional de $ 2.932.492,34, a la cual se habría
arribado sobre la base de una nueva verificación conjunta y
a la luz de nuevos elementos. probatorios aportados Por
Vialco, S. A.
f) Que a fs. 122, con fecha 13 de febrero de 1976 se labra
un acta mediante la cual las partes en litigio llegan a un
acuerdo sobre el reconocimiento de la cifra adicional
aludida en el anterior ítem.
g) Que a fs. 124 del citado expediente administrativo obra
la res. de Comisión 12.737/75, que se pronuncia en el
sentido indicado.
h) Que, por último, a fs. 129 del mismo
expediente — p revio dictamen de fs. 126/128— el
Administrador General de Agua y Energía Eléctrica dicta la
res. 13.428, del 3 de marzo de 1976, aprobando el acta de
fs. 122 por la que se reconoce a favor de Vialco, S. A. la
suma de $ 2.932.492.
10 - Que atento las circunstancias reseñadas y a la luz de
las directivas expuestas en el consid. 6º, cabe admitir el
específico agravio de la demandada sobre el crédito en
cuestión. En efecto, dadas las particularidades de la deuda,
la determinación precisa de su existencia y monto dependía
de la actividad de la actora, quien debía acreditar
fehacientemente el mayor costo real que el transporte
carretero le había ocasionado como consecuencia de no
habérselo podido efectuar por ferrocarril — c onforme lo
contractualmente previsto— por razones ajenas a Vialco, S.
A.
Los hechos relatados en el considerando 9º no permiten
afirmar que la conducta de la mencionada empresa
contratista haya sido ajena a la demora en la determinación
del crédito. En todo caso, persuaden de lo contrario, no
pudiendo dejar de advertirse, en tal sentido, que el reclamo
inicial de aproximadamente $ 20.000.000 quedó
concretado — l uego de diversas diligencias, nueva
documentación aportada por la acreedora y verificaciones
conjuntas— en una suma cercana a la mitad de la
inicialmente pretendida.
Corresponde, en consecuencia, que se tomen los
siguientes puntos de partida para la exigibilidad de la deuda
concretamente discutida en el recurso ordinario de la
demandada: a) el 29 de abril de 1975, para la suma de $
6.923.622,12; y b) el 3 de marzo de 1976, para la cantidad
de $ 2.932.492.
11 - Que es menester, previo a continuar con el análisis del
reajuste de los créditos discutido en autos, precisar los
extremos de la pretensión deducida por la actora. Resultan
ilustrativos al respecto, los aparts. 21 a 29 de la
contestación de demanda de fs. 118/134 y las
consideraciones expuestas en el apart. IV de la nota núm.
397, del 5 de julio de 1976, dirigida por Vialco, S. A. al
Administrador de Agua y Energía Eléctrica, que obra a
fs. 63/70. De dichos escritos resulta que el sustancial
fundamento de aquella demanda reposa en los principios
de la llamada teoría de la imprevisión, invocada por Vialco,
S. A. ante las medidas económicas adoptadas por las
autoridades nacionales a mediados de 1975.
12 - Que la norma del art. 1198 del Cód. Civil ha receptado
en forma expresa la mencionada teoría de la imprevisión,
ínsita, como sostuvo la doctrina y la jurisprudencia — c on
anterioridad a la sanción de la ley 17.711— en la entraña
misma del derecho. Representando ésta una construcción
jurídica basada en la justicia — c uyo
afianzamiento exige el Preámbulo de la Constitución
Nacional— , nada obsta a que su aplicación se extienda al
derecho administrativo — c uyas normas y soluciones
también deben tender a realizar aquélla— , con las
discriminaciones impuestas por la naturaleza propia de lo
que constituye la sustancia de esta última disciplina
(doctrina de Fallos, t. 190, p. 98 o t. 190, p. 151 — R ev. LA
LEY, t. 23, p. 251— , según la edición "Pizarro Aráoz, Luis
c. Dirección Gral. de Fabricaciones Militares", 3 de marzo
de 1981 y otros).
13 - Que si bien, como principio, celebrado el contrato en
épocas de inflación, el deterioro de los
precios — o contraprestaciones— , no puede considerarse
imprevisible ni autoriza, en consecuencia, el juego de
aquella norma, cuando de modo brusco y repentino
e inesperado, se altera la normal evolución de la curva
inflacionaria, los hechos que trastornan sustancialmente la
ecuación del contrato caen en el ámbito de la teoría de la
imprevisión, cuyas soluciones se imponen para expurgar a
ese convenio de la grave injusticia que las nuevas
circunstancias han venido a comunicarle.
14 - Que el aludido supuesto fáctico de excepción se
configura en el "sub examine" como consecuencia de la
adopción de las medidas económicas y financieras de
mediados del año 1975, que provocaron una escalada
inflacionaria que en modo alguno puede considerarse
razonablemente previsible (doctrina de Fallos, t. 300, p.
1131 — R ev. LA LEY, t. 1979-C, p. 605, fallo 35.232-
S — ). Prueba de ello son los índices oficiales que reflejan
los incrementos de los precios entonces padecidos, por lo
demás, en la nota al Poder Ejecutivo acompañando el
proyecto de ley 21.391 expresamente se reconoce que se
arbitra una solución para salvar las dificultades derivadas
"como consecuencia de la evolución operada en la
economía en el curso del año 1975, que escapó a toda
razonable previsión".
15 - Que no se discute en el "sub examine" la ausencia de
mora en la contratista perjudicada quien, además, en junio
de 1975 ya había cumplido con las obligaciones a su cargo.
16 - Que queda pendiente, en cambio, el cumplimiento de
parte de las prestaciones debidas por la contraria,
demandada en autos.
Cabe poner de relieve, al efecto, que al momento de
acaecer los acontecimientos "extraordinarios e
imprevisibles" que alteraron sustancialmente la ecuación
económica del contrato acá discutido, la entidad
estatal — s egún quedó resuelto en este expediente
— había incurrido "en mora" en el cumplimiento de la casi
totalidad de las referidas obligaciones.
17 - Que, como principio, la aplicación de la teoría de la
imprevisión provoca — c omo una de las posibles
consecuencias— la revisión judicial del contrato para
repartir equitativamente entre las partes el riesgo
sobrevenido, atendiendo a lo que ellas convinieron al
comienzo y eliminando la estridencia o exorbitancia de la
desproporción entre las prestaciones.
En el "sub examine"; sin embargo, la referida situación de
mora de la demandada confiere particulares características
al caso, no pudiendo dejar de computársela a los fines de
determinar la manera como ha de repararse la injusticia que
los nuevos hechos comunicaron al contrato.
En tal sentido, resulta adecuado a la aludida circunstancia
reconocer a la actora el derecho al cobro del reajuste de
sus prestaciones, a partir del mes de junio de 1975, sobre la
base de las variantes experimentadas por índices oficiales
elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y
Censos.
18 - Que las conclusiones expuestas tornan inoficioso el
pronunciamiento acerca de la constitucionalidad del art. 48
de la ley 13.064 — e n su anterior redacción— en cuanto
disponía: "Si los pagos al contratista se retardasen por más
de treinta días, a partir de la fecha en que según el contrato,
deban hacerse, éste tendrá derecho únicamente a reclamar
intereses a la tasa fijada por el Banco de la Nación
Argentina para los descuentos sobre certificados de obra".
En efecto, prescindiendo del alcance atribuido por el
tribunal en "Emaco, S.A.C.I. e I. y otro c. Bco. Hip. Nacional"
de la fecha, y aun en la hipótesis más desfavorable para la
actora, de que se diera a esta norma una interpretación
excluyente del reajuste de la deuda, lo indudable es que
ella no contempla ni involucra los supuestos de excepción
abarcados por las pautas del art. 1198 del Cód. Civil y no
constituye, por ello, obstáculo a la solución, también
excepcional, arbitrada para los contratos afectados por
"acontecimientos extraordinarios e imprevisibles".
19 - Que a fin de precisar los alcances del tantas veces
referido reajuste, acordado en el "sub examine", cabe
también puntualizar que, a criterio del tribunal la situación
de autos resulta además alcanzada por las previsiones de
la ley 21.392, por tratarse de deudas contraídas por una
empresa estatal "por la ejecución de contratos de locación
de obra", sin que obste a tal conclusión la circunstancia de
que la concreta determinación de las deudas pueda ser
posterior a la extinción del contrato.
20 - Que conforme ya también lo señalara esta Corte, las
normas de la invocada ley 21.392 no impiden que, sobre la
base de otros principios, — d e índole constitucional o,
como en el caso, enraizados en la Constitución Nacional y
también derivados de la aplicación analógica de preceptos
de derecho civil— , se disponga la actualización de las
deudas por un período anterior al previsto en dicha ley
(doctrina de "Emaco, S.A.C.I. e I y otro c. Bco. Hip. Nac." de
la fecha y sus citas). Tal conclusión torna, asimismo,
inoficioso el pronunciamiento acerca de la
inconstitucionalidad de la ley de referencia,
alegada — a todo evento— por la accionante.
21 - Que sentadas las anteriores premisas, no parece
inadecuado, en el "sub lite", disponer que el reajuste de las
deudas reconocidas sea practicado de conformidad con las
pautas establecidas en la mencionada ley 21.392, no sólo a
partir de su vigencia, sino también — p or aplicación
analógica de las referidas pautas— por el período
comprendido entre dicha vigencia y el mes de junio de
1975, período éste cuyo reajuste se acordó sobre la base
de la teoría de la imprevisión pero con las peculiaridades
del caso (confrontar: consids. 16, y 17).
22 - Que dilucidados los anteriores aspectos del pleito,
resta considerar el planteo — e fectuado por la actora en su
recurso extraordinario de fs. 668/682 — relativo a los
certificados núm. 11 de reajuste definitivo y núm. 42 de
reajuste provisorio.
Consideró el a quo que dichos certificados — p or el total
de $ 17.944.243 — fueron cedidos al Banco Nacional de
Desarrollo, negando, por ello, que la accionante fuera
acreedora al pago de diferencia alguna por tal concepto.
Apoyó sus conclusiones "en los términos de las notas
cursadas por la actora a Agua y Energía Eléctrica con fecha
19 de agosto de 1975". Agregó que bastaba que la cesión
se hiciera por escrito, sin requerirse escritura pública; que
no cabía duda que había existido una notificación
fehaciente cursada por escrito al "deudor cedido"; y que
corroboraba que había existido tal cesión el hecho de haber
abonado Agua y Energía Eléctrica el importe de ambos
certificados al Banco Nacional de Desarrollo.
23 - Que antes de continuar con el análisis del punto cabe
aclarar que la accionante tacha de arbitrarias aquellas
conclusiones — q ue no coinciden con las de los peritos
intervinientes en autos— por haber atendido el a quo a la
impugnación que del dictamen pericial efectuó la
demandada. Sostiene que dicha impugnación no puede
merecer consideración alguna, por ser tardía, habida cuenta
que, corrida vista a las partes del trabajo de los expertos,
Agua y Energía Eléctrica no formuló observación alguna al
respecto, en esa oportunidad.
24 - Que, sin embargo, no resultan acertados tales
agravios, correspondiendo distinguir entre el derecho de
pedir explicaciones sobre el informe pericial, que puede
perderse en caso de no ser evacuado el traslado, y la
impugnación de la pericia — p or objetarse su eficacia
probatoria — que es admisible también con
posterioridad — a un en el al A encia: a) Que se tomen los
siguientes puntos de partida para la exigibilidad del crédito
derivado del reconocimiento de la diferencia por transporte,
concretamente discutido en el recurso ordinario de la
demandada: el 29 de abril de 1975, para la suma de $
6.923.622,12; y el 3 de marzo de 1976, para la cantidad de
$ 2.932.492; y b) Que el reajuste de las deudas reconocidas
en autos sea practicado de conformidad con las pautas
establecidas en la ley 21.392, no sólo a partir de la vigencia
de dicha ley, sino también — p or aplicación analógica de
las referidas pautas — por el período comprendido entre
dicha vigencia y el mes de junio de 1975, punto de partida
del reajuste. 2º) Confirmar la referida sentencia de
fs. 638/652 en cuanto desestima las pretensiones de la
actora respecto de los certificados núm. 11 de reajuste
definitivo y núm. 42 de reajuste provisorio, según lo tratado
en los consids. 22 a 31. Las costas de esta instancia
impónense en un 80% a la demandada y en un 20 % a la
actora. — Adolfo R. Gabrielli. — Abelardo F.
Rossi. — Elías P. Guastavino. — César Black. — Carlos
A. Renom.

CSJN, 8/3/1983, "Leonardo Burman c. Joaquín Álvarez",


Fallos: 305:226. Fallo in extenso
Dictamen del Procurador General
Suprema Corte:
Esta queja se deduce con motivo de la denegatoria del
recurso extraordinario intentado contra la sentencia de la
Cámara Nacional de Apelaciones Especial en lo Civil y
Comercial, confirmatoria de la de primera instancia que
había rechazado las excepciones opuestas y ordenado
llevar adelante la ejecución.
Entre otras consideraciones, el tribunal declaró que las
defensas fundadas en el abuso del derecho y en la teoría
de la imprevisión excedían los límites de conocimiento
correspondientes a la vía ejecutiva, dejando abierta al
apelante la posibilidad de hacerlas valer en un juicio
ordinario posterior.
Por otra parte, al denegar la apelación del art. 14 de la ley
48, puso de relieve que los pronunciamientos dictados en
juicios ejecutivos no constituyen sentencia definitiva a los
efectos del recurso extraordinario.
A mi modo de ver, la apelante no rebate adecuadamente el
fundamento del auto denegatorio, pues la única
argumentación que desarrolla en tal sentido se sustenta en
la invocación del carácter de "gravedad institucional" que
revestiría la materia tratada, pero no demuestra que el caso
trascienda de los intereses particulares en litigio ni la
presencia de un gravamen de imposible o tardía reparación
ulterior.
Opino, por ello, que corresponde desestimar esta queja.
Buenos Aires, 18 de octubre de 1982. Mario Justo López.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 8 de marzo de 1983.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por la
demandada en la causa Burman, Leonardo c. Alvarez,
Joaquín", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
1°) Que contra el pronunciamiento de la Sala IV de la
Cámara. Nacional de Apelaciones Especial en lo Civil y
Comercial que, al desestimar las defensas opuestas,
confirmó el fallo de primera instancia que había mandado
llevar la ejecución adelante, con costas, la vencida dedujo
el recurso extraordinario cuyo rechazo motiva esta
presentación directa (conf. fs. 64/64 vta.; 43/44; 67/72; 77
de los autos principales, agregados) .
2°) Que, a tal efecto, el a quo sostuvo que era inadmisible
la excepción de inhabilidad de título cuando no se refería a
sus formas extrínsecas o a los presupuestos básicos del
juicio ejecutivo, sin que bajo ningún supuesto pudiera
discutirse la legitimidad de la causa de la obligación,
máxime si no se había negado la existencia de la deuda o
se la había admitido, como en el caso.
3°) Que, por otra parte, el tribunal estimó también que no
era materia propia del proceso la defensa de abuso de
derecho, pues el debate que requiere desnaturalizaría la
estructura del trámite, consideración que hizo extensiva a la
objeción fundada en lo dispuesto por el art. 1198 del Código
Civil, por entender que el pedido de reajuste debía
articularse por la vía y en forma pertinente.
4°) Que los agravios de la apelante suscitan cuestión
federal bastante para su análisis en la instancia elegida,
toda vez que si bien las decisiones recaídas en los juicios
ejecutivos no constituyen, en pri n cipio, sentencia definitiva
a los fines del art. 14 de la ley 48, cabe hacer excepción al
referido principio en los supuestos en que, sin desvirtuar la
naturaleza del procedimiento, tratándose en el caso de la
vivienda del deudor y su familia (ver fs. 14 del principal), se
aleguen defensas basadas en hechos notorios, derivados
de las variaciones en la política económica.
5°) Que tal conclusión se impone, pues el carácter
limitativo de las excepciones en los juicios de que se trata,
no puede llevarse al extremo de consagrar un exceso ritual
manifiesto, incompatible con el ejercicio del derecho de
defensa, lo que ocurriría en autos si se privase a la deudora
de la posibilidad de alegar las modificaciones cambiarias y
los remedios legales conducentes a paliar sus efectos, sin
otro fundamento que la mera aserción dogmática señalada,
ineficaz para excluir el análisis de los planteos atinentes a la
teoría de la imprevisión y al ejercicio regular de los
derechos.
6°) Que, en tales condiciones, y sin perjuicio de lo que se
decida respecto de la procedencia de aquellas defensas,
media entre lo resuelto y las garantías constitucionales que
se invocan como vulneradas, nexo directo e inmediato (art.
15, ley 48); por lo que cabe admitir esta presentación
directa.
Por ello, y habiendo dictaminado el Señor Procurador
General, se hace lugar a la queja y se deja sin efecto la
sentencia. Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de
que, por medio de quien corresponda, proceda a dictar
nuevo fallo con arreglo a lo expuesto. Reintégrese el
depósito. Agréguese la queja al principal.
Adolfo R. Gabrielli. — Abelardo F. Rossi. — Elías P.
Guastavino. — César Black (en disidencia).
Disidencia del señor Ministro Doctor Don César Black
Considerando:
Que por los fundamentos del dictamen del Señor
Procurador General, que esta Corte comparte y hace suyos
en homenaje a la brevedad, corresponde desestimar esta
presentación directa.
Por ello, se rechaza la queja y' se da por perdido el
depósito. — César Black

CSJN, 29/3/1990, "Dulcamara, S. A. c. ENTel.",


Fallos: 313:376. Sumarios
1. Para que sea viable una metodología distinta a la
pactada en el contrato — no así para el conocimiento de
una variación de costos en sí — , resulta imprescindible que
las distorsiones provengan de hechos sobrevinientes e
imprevisibles y que ellas sean, además, significativas, es
decir, que posean una especial importancia, en tanto la
conjunción de tales requisitos — coincidentes con los
previstos en el art. 1198, Cód. Civil— constituyen los
presupuestos de hecho que hacen procedente la aplicación
de la norma.
2. Si el reconocimiento de la variación de costos se efectúa
de conformidad al procedimiento previsto en
el decreto 2348/76 (Adla, XXXVI-D, 2936), el costo
financiero ha sido incluido en él, y como talpercibido por
la empresa contratista con sus respectivos ajustes. El
mayor reconocimiento llevaría, por el contrario, a un
resultado injusto en tanto importaría admitir una doble
utilidad para la contratista: la calculada al ofertar y un
rendimiento adicional por la inmovilización del capital
que — al encontrarse ya reconocida en el precio de la
obra — no resulta posible aceptar.
3. Los contratos administrativos constituyen una especie
dentro del género de los contratos, caracterizados por
elementos especiales, tales como que una de las partes
intervinientes es una persona jurídica estatal, que su objeto
está constituido por fin público o propio de la Administración
y que llevan insertas explícita o implícitamente cláusulas
exorbitantes del derecho privado. (Del voto del doctor Fayt).
4. El contrato administrativo queda subsumido en la
definición contenida en el art. 1137, Cód. Civil y, por ende,
se le aplican, en la medida que no sean incompatibles con
sus características propias, las normas del libro segundo,
sección III, título I de dicho ordenamiento legal. (Del voto
del doctor Fayt).
5. El contrato administrativo constituye una ley para
las partes, por lo cual no es válido pretender su
modificación sobre la base de los resultados más
equitativos que se obtendrían aplicando una fórmula de
reajuste diferente a la convenida. (Del voto del doctor Fayt).
6. La ley de la licitación o ley del contrato está integrada por
el pliego, donde se especifican el objeto de la contratación y
los derechos y obligaciones del licitante, y con las notas de
aclaración o reservas aceptadas por las partes al
perfeccionarse el acuerdo. La falta de esa reserva obsta al
intento de que se admita posteriormente se alteren por vía
jurisdiccional los términos del contrato. (Del voto del doctor
Fayt).
7. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y
ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo que
verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender,
obrando con cuidado y previsión, principios aplicables al
ámbito de los contratos administrativos y que poseen
singular importancia en la relación contractual
administrativa, pues la intangibilidad del acuerdo sobre la
base de la propuesta seleccionada, es la garantía
insoslayable para que los oferentes no vean frustrado su
derecho de participar en la licitación en igualdad de
condiciones. (Del voto del doctor Fayt).
8. La lesión sobreviniente, producto de un hecho
extraordinario e imprevisible, hace aplicable la cláusula
"rebus sic stantibus", considerada implícita en todo
contrato — aun en los administrativos — por aplicación
del art. 1198 del Cód. Civil, texto según ley 17.711 (Adla,
XXVIII-B, 1810); bien entendido q u e tal doctrina "exige un
grave desequilibrio de las contraprestaciones sobrevenido
por efecto de acontecimientos imprevisibles y
extraordinarios posteriores al contrato. Además, es preciso
que se trate de alteraciones de tal naturaleza que no se
hayan podido prever por las partes, o bien de eventos que,
de haberse conocido, hubieran determinado la celebración
del contrato en otras condiciones. Por ello, la teoría de la
imprevisión no puede aplicarse para corregir agravaciones
sustancialmente previsibles de aquello a que las partes se
obligaron, ya que el principio sigue siendo siempre el
cumplimiento estricto de lo pactado: "pacta sunt servanda".
(Del voto del doctor Fayt).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, marzo 29 de 1990.
Considerando:
1) Que contra la sentencia de la sala IV de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Contenciosoadministrativo
Federal de fs. 554/564 que — al revocar parcialmente el
fallo de primera instancia— rechazó, en su totalidad, la
demanda instaurada por Dulcamara, S. A. con el fin de
obtener el reconocimiento de diferencias en concepto de
variación de costos — por considerar que el índice utilizado
resultaba irrepresentantivo de la evolución de los valores en
el mercado— y el mayor costo financiero presuntamente
experimentado por ella con motivo de la exposición del
capital a la inflación, la vencida interpuso el recurso
extraordinario de fs. 567/594 que fue concedido en la
medida en que en él se cuestiona la interpretación de
normas de naturaleza federal, y denegado en tanto se
funda en la pretendida arbitrariedad de la sentencia, lo que
dio motivo a la queja que corre por cuerda.
2) Que el recurso extraordinario interpuesto resulta
formalmente procedente, toda vez que se encuentra
controvertido en el "sub examine" el alcance de normas de
naturaleza federal, como las contenidas en la ley 12.910 y
los decs. 3772/64, 3875/75, 2348/76 y 1619/86, y el fallo
definitivo del superior tribunal de la causa es contrario a las
pretensiones que la recurrente sustenta en ellas (Fallos: t.
302, p. 1366 — Rev. La Ley, t. 1982-A, p. 579— , y L.
106.XXII. "Lo Iácono, Osvaldo J. y otro c. Consejo Nacional
de Educación Técnica", del 13/10/88).
3) Que, en efecto, Dulcamara, S. A. promovió la presente
demanda — tendiente a obtener el resarcimiento
correspondiente a los rubros ya mencionados— por
considerar, en primer lugar, que el régimen de variación de
costos originariamente pactado por las partes sobre la base
del denominado "índice telefónico" no representaba
adecuadamente la evolución de los valores en el mercado,
razón por la cual debía elaborarse un nuevo sistema de
reajuste de costos que tuviera en cuenta los insumos
efectivamente empleados en la obra de acuerdo con lo
previsto en el art. 3°, apart. c) del dec. 3772/64.
Solicitó, además, que se le reconociera el mayor costo
financiero en que — a su entender— había incurrido por la
exposición del capital a la inflación.
4) Que, contestes ambas partes en que la actora conocía
las cláusulas de variación de costos que regirían el contrato
desde la presentación de su oferta, así como que
Dulcamara, S. A. se sometió voluntariamente al régimen
instituido sin formular reserva alguna, cabe determinar
si — de acuerdo a lo dispuesto por el art. 1° del dec.
2875/75— corresponde acceder a la pretensión de la
demandante.
El citado decreto — cuya aplicación en el "sub lite" no ha
sido discutida— , de fecha 10/10/75, intentó solucionar las
distorsiones sobrevinientes en los reajustes. Dictado en
virtud de lo dispuesto por el art. 6° de la ley 12.910, el dec.
2875/75 tuvo su origen — según lo expresan sus
considerandos— "en la situación económica internacional y
su repercusión en el mercado interno, unido al mayor poder
adquisitivo registrado en sectores mayoritarios de la
población" que produjeron "desajustes en la relación antes
existente entre diversos elementos que hacen a la
composición e integración de los costos, así como también
en circunstanciales desabastecimientos de diversos
materiales de construcción en plaza".
Estas situaciones motivaron la necesidad de modificar los
métodos de liquidación de variaciones de costos adoptados
contractualmente, dejándose a salvo "que tal procedimiento
no afecta principios rectores en materia de licitación y
contratación de obras, como son los que consagran la
intangibilidad de los contratos y el respeto a la debida
igualdad entre los oferentes, 'ya que sólo tratan de evitar las
consecuencias perniciosas de hechos sobrevinientes e
imprevisibles', imposibles de ser resueltos de acuerdo a lo
pactado y frente a los cuales todos los proponentes se
hubieran encontrado en idéntica situación". Desde esa
perspectiva, el legislador agregó que así se satisfacen "no
sólo las disposiciones y finalidades de la ley 12.910, sino
también las exigencias de una justicia conmutativa, de
conformidad a lo prescripto por el art. 1198 del Cód. Civil,
mejorando equitativamente los efectos del contrato por
haberse tornado excesivamente onerosa la prestación de
una de las partes a raíz de circunstancias imprevistas".
El art. 1° del dec. 2875/75 dispuso, en consecuencia, que
"las comisiones liquidadoras instituidas por el art. 3° del
dec. 3772/64, en caso de comprobar distorsiones
significativas en los sistemas de liquidación de variaciones
de costos incluidos en los contratos de ejecución, deberán
resolver, en base a antecedentes y conclusiones
debidamente fundadas, la adopción de una nueva mecánica
que se adecue a las condiciones existentes en el momento
de la ejecución de los trabajos, reflejando equitativamente
las verdaderas variaciones de costos producidas durante
dicho período".
De lo expuesto, cabe concluir que para que sea viable la
adopción de una "nueva metodología" como la contemplada
en el art. 1° antes citado — "no así para el reconocimiento
de la variación de costos en sí"— , resulta imprescindible
que las distorsiones provengan de hechos sobrevinientes e
imprevisibles y que éstas sean, además, significativas, es
decir, que posean una especial importancia, en tanto la
conjunción de tales requisitos — coincidentes con los
previstos en el art. 1998, Cód. Civil— constituyen los
presupuestos de hecho que hacen procedente la aplicación
de la norma.
No obsta a ello lo dispuesto en los arts. 1° y 4° del dec.
2348/76, en tanto estas disposiciones se limitaron a
"establecer en general las causas que provocaron la
inequidad de los reconocimientos de las variaciones de
costos, a fin de que la nueva mecánica permita efectuar las
correcciones necesarias para alcanzar la finalidad
perseguida por el decreto citado precedentemente (el
2875/75) y dejar también sentadas las bases, con arreglo a
las cuales deban efectuarse las correspondientes
liquidaciones de los contratos vigentes en la parte
pendiente de ejecución" (consid. 4°) dec. 2348/76).
Desde esa óptica, y toda vez que la demandante no ha
probado que la distorsión por ella denunciada haya sido
consecuencia de hechos imprevisibles al momento de
celebrarse el contrato, su pretensión al respecto debe ser
desestimada, sin que resulte necesario ponderar si la
distorsión invocada encuadra en la categoría de
"significativa" exigida por la citada norma.
5) Que igual solución se impone respecto a la pretensión
de la actora a fin de que se le reconozca el mayor costo
financiero derivado de la exposición del capital a la
inflación. Tal solicitud se funda en que — según el
contratista— el lapso transcurrido entre el momento de la
inversión y la fecha de pago pactada generaría un mayor
costo financiero indemnizable en tanto el adelanto de la
inversión efectuada tiene un valor económico incluido en la
oferta y equiparable al costo del dinero en el mercado.
En efecto, el dec. 1619/86 invocado por la actor no resulta
de aplicación al caso, tal como lo reconoce expresamente
ella a fs. 421 penúltimo párrafo, y fs. 584, punto b, párrs. 2°
y 3°. Si a ello se suma que Dulcamara, S. A. aceptó
expresamente la fórmula de reajuste y plazos de pago
contenidas expresamente en las cláusulas contractuales,
debe presumirse que — en la medida en que los pliegos se
adecuaron a las exigencias de los decs. 2875/75 y 2348/76
— la contratista calculó en sus precios las alteraciones que
podían suscitarse en el "precio del dinero" entre la
presentación de los respectivos certificados y su
correspondiente pago.
A ello cabe agregar que — en tanto el reconocimiento de la
variación de costos se efectuó de conformidad al
procedimiento previsto en el dec. 2348/76— el costo
financiero fue incluido en él, y como tal percibido por la
contratista, con sus respectivos reajustes. El mayor
reconocimiento pretendido llevaría, por el contrario a un
resultado injusto en tanto importaría admitir — en el caso
concreto— una doble utilidad para la contratista: la
calculada al ofertar y un rendimiento adicional por la
inmovilización del capital que — al encontrarse ya
reconocida en el precio de la obra— no resulta posible
aceptar.
Por ello, se declara admisible el recurso extraordinario y se
confirma la sentencia apelada. Con costas. — Enrique S.
Petracchi. — Augusto C. Belluscio. — Carlos S. Fayt (por
su voto). — Jorge A. Bacqué.
Voto del doctor Fayt.
1) Que la sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Contenciosoadministrativo Federal, al revocar
parcialmente la sentencia dictada en la instancia anterior,
rechazó la acción deducida en su totalidad, con costas en
ambas instancias. Contra esa decisión la actora interpuso
recurso extraordinario que, contestado, fue concedido en la
medida en que en él se cuestiona la interpretación de
normas de naturaleza federal y denegado en tanto se funda
en la pretendida arbitrariedad de la sentencia, lo que dio
motivo a la queja que corre por cuerda.
2) Que Dulcamara, S. A. inició la presente demanda contra
la Empresa Nacional de Telecomunicaciones con el fin de
obtener la revisión del contrato de obra pública que unió a
ambas partes y reclamó, en consecuencia, el cobro de la
diferencia resultante de aplicar al régimen de variaciones de
costos originariamente convenido, las modificaciones
propuestas en los anexos agregados con el escrito inicial.
Sostuvo para ello que durante la ejecución de los trabajos,
el régimen de variaciones de costos establecido se tornó
manifiestamente irrepresentativo de la evolución de los
valores en el mercado, tanto en lo que hacía a la fórmula de
ajuste en sí misma como en lo que se refería a la
depreciación de los importes abonados como consecuencia
de la inflación.
Manifestó que la fórmula de variación de costos estipulada
se basó en la evolución del índice "del costo de la
construcción de un edificio telefónico tipo de Capital
Federal", comúnmente denominado "índice telefónico", el
cual es elaborado por ENTel y cuya composición — según
se afirma en el escrito de demanda — no es comunicada
por la empresa estatal a las contratistas. No obstante ello,
la actora expresó que comparó dicho indicador con otros
representativos de aquellos insumos con mayor incidencia
en la obra, arribando a la conclusión de que aquél era
suficientemente demostrativo y adecuado en relación con
las expectativas de evolución de los valores del "opus".
Refirió que una vez que empezaron los trabajos la realidad
desvirtuó la premisa enunciada, ya que los distintos índices
de los insumos utilizados superaron al convencionalmente
establecido. Para acreditar tal aserto tomó como
parámetros de comparación los índices publicados por el
Instituto Nacional de Estadística y Censos "construcción
para instalación sanitaria general", "mayoristas para
derivados del petróleo" y el de la Cámara Argentina de la
Construcción UOCRA para la "mano de obra del oficial
especializado".
Afirmó que tales diferencias determinan que corresponda
elaborar un nuevo sistema de reajuste de costos que tenga
en cuenta la realidad de los insumos efectivamente
empleados en la obra de acuerdo con lo previsto en el art.
3°, apart. c del dec. 3772/64.
En cuanto a la depreciación monetaria del capital invertido
por su exposición a la inflación, la demandante alegó que al
ofertar tuvo en cuenta la incidencia de ese fenómeno
durante el año anterior al momento de formular su
propuesta, pero que a partir del comienzo de los trabajos, el
ritmo de la depreciación monetaria se vio incrementado
sustancialmente.
Fundó su pretensión en los arts. 1° del dec.
2875/75 — ratificado por ley 21.250— y 1° y 4° del dec.
2348/76 que, a su juicio, obligan a los comitentes de obras
públicas a establecer una nueva mecánica de
reconocimiento de variaciones de costos que se ajuste a las
verdades oscilaciones producidas durante la realización de
las tareas, cuando se compruebe que la contractual no es
representativa de la realidad del mercado.
Por último, agregó que el art. 4° del dec. 2348/76 ordena
reconocer los "gastos financieros" sufridos por las
contratistas de obras públicas, lo que en el caso — a su
criterio— se manifiesta por la mayor incidencia de la
depreciación del capital invertido, por efecto del incremento
de la tasa de inflación.
3) Que la empresa demandada se opuso al progreso de la
acción sobre la base de los siguientes argumentos:
a) Respecto de la reformulación del índice de reajuste
sostuvo que la contratista — que con anterioridad había
efectuado la ampliación del edificio Río IV— conocía el
funcionamiento del "índice telefónico" y antes de la apertura
de la licitación o de la firma del contrato no formuló pedido
de aclaración o reserva alguna respecto de las "cláusulas
de variación de precios", lo cual importó aceptación lisa y
llana de aquéllas y obsta a su posterior impugnación.
Afirmó que la oferta más la cláusula de reajuste
constituyeron el precio del trabajo, que pactado de tal
forma, representa para la comitente un derecho de carácter
patrimonial protegido por el art. 17 de la Constitución
Nacional; a lo que agregó que el cambio de la fórmula de
variación de costos ocasionaría una lesión al principio de
igualdad que debe presidir toda licitación con el
consecuente perjuicio para los restantes oferentes.
Señaló que no se ha invocado la aparición de situaciones
imprevisibles y sobrevinientes a la firma del contrato que
hagan viable la solicitud efectuada.
Desde el punto de vista legal indicó la intempestividad del
reclamo por haber sido efectuado con posterioridad al plazo
de caducidad establecido en el dec. 3772/64.
Impugnó la pretensión de la actora de utilizar sólo dos
rubros para confeccionar el nuevo índice que pretende que
se le aplique y adjuntó gráficos tendientes a demostrar que
el "índice telefónico" no sufrió distorsión alguna en los
términos de los decs. 2875/75 y 2348/76. Estos últimos,
señaló, no son aplicables para la cobertura de cualquier
sobrecosto que tenga el contratista, pues si así fuera
constituirían verdaderos seguros contra eventuales déficits
de explotación, desapareciendo, en consecuencia, el riesgo
empresario ínsito en toda actividad comercial.
Por último, planteó como defensa de fondo la falta de
acción de la actora para promover el presente juicio pues si
bien aquélla estaba habilitada para pedir la renegociación
del contrato en sede administrativa, sólo podía requerir su
cumplimiento o resolución en la instancia judicial.
b) En lo atinente a los mayores costos financieros pedidos
expresó que, en realidad, la pretensión se dirige a proteger
la integridad de la ganancia de la contratista, lo cual resulta
inadmisible porque la falta de previsión en el cálculo sólo se
debe a su propia torpeza e impugnó los índices utilizados
por aquélla para medir el "quantum" del perjuicio sufrido por
esa razón.
4) Que la Cámara, para resolver como lo hizo, tuvo en
cuenta los siguientes motivos:
A. Respecto de la pretensión de modificar el índice de
reajuste: a) la libre aceptación de la actora, luego de
analizar el convenido, impide que ésta requiera su cambio
en la instancia judicial, pues ello importa una contradicción
con sus propios actos; b) sólo es admisible la reformulación
de la mecánica de ajuste cuando se comprueba la
existencia de circunstancias sobrevinientes e imprevisibles
al momento de la celebración del contrato que generen una
significativa distorsión del resultado de la operación, de
acuerdo a lo establecido en el dec. 2875/75; c) según surge
del informe del perito, el "índice telefónico" no tuvo notables
diferencias con el de la construcción nivel general
elaborado por el Indec y su similar preparado por la Cámara
Argentina de la Construcción; d) e l intento de aplicar
retroactivamente un índice sobre los valores de los insumos
efectivamente utilizados cuando el contrato se rescindió por
mutuo acuerdo y sin formularse reserva alguna, no es
admisible; e) el índice propuesto por la actora no es válido
para demostrar la distorsión del originalmente convenido,
pues en aquel momento se tuvo en cuenta los insumos
necesarios para la realización del 100 % de los trabajos; f)
si hubo perjuicio porque no se cumplió la totalidad de las
tareas sino una parte de ellas, la demandante debió haber
evaluado esa circunstancia en el momento de la rescisión;
g) lo relativo al desconocimiento de la composición del
"índice telefónico" es inadmisible pues pese a tal
circunstancia, la contratista lo aceptó sin reservas.
B. En cuanto a los mayores costos financieros por
exposición del capital a la inflación: a) la contratista previó
en su propuesta la presunta inflación durante los sucesivos
lapsos que mediaban entre la presentación de los
respectivos certificados y su correspondiente pago,
incrementando los precios cotizados en esa medida y sobre
esa base lo adjudicó, por lo que la pretensión de tener un
nuevo cálculo de dichos costos, viola la igualdad de los
oferentes; b) el informe pericial no demuestra que haya
existido una situación excepcional que hubiese generado
una imprevisible pérdida a la empresa que obligase a la
Administración a resarcir; c) el contratista asume un riesgo
empresario y el Estado no puede ser garante de su mejor
negocio o de un determinado nivel de renta; d) el proceso
inflacionario durante la ejecución del contrato no presentó
oscilaciones de ribetes excepcionales; e) no es aplicable al
caso el dec. 1619/86; f) no es posible actualizar el capital
invertido que lleva implícita la utilidad de la contratista y
otorgarle un "plus" como si se tratara de una actividad
financiera, pues ello importaría reconocerle las ventajas por
ambas actividades y sólo efectuó una: la obra.
5) Que la actora plantea en su extenso recurso
extraordinario agravios de naturaleza diferente; los primeros
vinculados a la inteligencia que el a quo ha asignado a las
normas en juego que, a su juicio, resulta equivocada y los
segundos vinculados a la apreciación de circunstancias
fácticas y violación de los informes periciales que harían
descalificable lo resuelto con arreglo a la doctrina de esta
Corte sobre arbitrariedad.
6) Que la apelación federal interpuesta es procedente toda
vez que el tema debatido remite a la interpretación y
aplicación de disposiciones de naturaleza federal (ley
12.910 y decs. 3772/64, 2875/75, 2348/76 y 1619/86) y la
resolución del a quo es contraria a las pretensiones que el
recurrente funda en esas normas (Fallos: t. 302, p. 1366 y
sentencia del 13/10/88, "in re": L. 106. XXII. "Lo Iácono,
Osvaldo J. y otro c. Consejo Nacional de Educación
Técnica").
7) Que tal como ha sido planteado el debate en esta
instancia la solución a adoptar depende del alcance que se
asigne a las consecuencias jurídicas del contrato de obra
pública firmado entre las partes y de la interpretación que
se efectúe de las normas federales "supra" citadas.
8) Que, en principio, cabe señalar que los contratos
administrativos constituyen una especie dentro del género
de los contratos, caracterizados por elementos especiales,
tales como que una de las partes intervinientes es una
persona jurídica estatal, que su objeto está constituido por
un fin público o propio de la Administración y que llevan
insertas explícita o implícitamente cláusulas exorbitantes
del derecho privado.
9) Que si bien ello es así, dicha circunstancia no obsta a
que se apliquen a los contratos administrativos las normas
que rigen tal instituto en el Código Civil, pues estas últimas
son respecto de aquéllos, principios generales de los que
no cabe apartarse.
10) Que, en consecuencia, se impone concluir en que el
contrato administrativo queda subsumido en definición
contenida en el art. 1137 del Cód. Civil y en que, por ende,
se le aplican, en la medida que no sean incompatibles con
sus características propias antes señaladas, las normas del
libro segundo, sección III, título I, de dicho ordenamiento
legal.
11) Que en virtud de esos principios este tribunal ha
sostenido que la oferta más la cláusula de reajuste son el
precio del trabajo, que pactado de tal forma representa para
las partes un derecho de carácter patrimonial amparado por
el art. 17 de la Constitución Nacional (doctrina de Fallos: t.
137, p. 47; t. 145, p. 325; t. 184, p. 137 — Rev. La Ley, t.
15, p. 261— ), y que el contrato administrativo constituye
una ley para las partes, por lo cual no es válido pretender
su modificación sobre la base de los resultados más
equitativos que se obtendrían aplicando una fórmula de
reajuste diferente a la convenida (confr. sentencia del
9/2/89, "in re": M. 459. XX. "Marocco y Cía., S. A., c.
Dirección Nacional de Vialidad s/ordinario").
Asimismo esta Corte ha expresado que la ley de la
licitación o ley del contrato está integrada por el pliego,
donde se especifican el objeto de la contratación y los
derechos y obligaciones del licitante, y con las notas de
aclaración o reserva aceptadas por las partes al
perfeccionarse el acuerdo. La falta de esa reserva obsta al
intento del apelante de que se admita posteriormente su
pretensión y se alteren por vía jurisdiccional los términos del
contrato (confr. sentencia del 29/12/88, "in re": R.82.XXII.
"Radeljak, Juan C. c. Administración General de Puertos
s/ordinario").
A ello corresponde añadir que el procedimiento que regla
la manifestación de la voluntad contractual administrativa,
es la adhesión del contratante a cláusulas prefijadas por el
Estado. La fusión de voluntades se opera sin discusión
porque el oferente debe aceptar las cláusulas contractuales
preparadas y redactadas por el licitante. En caso contrario,
la oferta resultaría inadmisible y cabría rechazarla, y la
adjudicación que no respetara tales pautas estaría viciada
de ilegitimidad (Fallos: t. 308, p. 618 — R ev. La Ley, t.
1986-D, p. 397— ).
Por último, es menester recordar que es reiterada
jurisprudencia de esta Corte que los contratos deben
celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y de
acuerdo con lo que verosímilmente las partes entendieron o
pudieron entender, obrando con cuidado y previsión,
principios aplicables al ámbito de los contratos
administrativos (confr. sentencia del 9/6/88, "in re": J. 88.
XXI. "Juan M. de Vido e hijos, Soc. en Com. por Accs. c.
Dirección Nacional de Vialidad s/nulidad de resolución" y
sus citas). Por ser ello así, es dable exigir a las partes un
comportamiento coherente, ajeno a los cambios de
conductas perjudiciales, y debe desestimarse toda
actuación que implique un obrar incompatible con la
confianza que — merced a sus actos anteriores— se ha
suscitado en el otro contratante.
12) Que tales principios poseen singular importancia en la
relación contractual administrativa, pues la intangibilidad del
acuerdo sobre la base de la propuesta seleccionada, es la
garantía insoslayable para que los oferentes no vean
frustrado su derecho de participar en la licitación en
igualdad de condiciones.
13) Que en autos no se discute que la actora sabía cuáles
eran las cláusulas de variabilidad de costos que regirían el
contrato desde el momento de la licitación y que, al
estudiarlas, con pleno conocimiento de la realidad
económica imperante en el país, se sometió
voluntariamente a aquéllas sin formular reserva o aclaración
alguna.
14) Que debe desestimarse el agravio referente a la
ignorancia sobre la composición del "índice telefónico". Ello
es así, pues el alegado desconocimiento de la metodología
empleada por la comitente para la determinación de los
índices de reajuste no es circunstancia suficiente para
obtener un reconocimiento mayor que el originariamente
convenido, pues tal aspecto pudo y debió subsanarse — si
alguna duda tenía la contratista respecto del método
empleado— mediante la oportuna consulta a la autoridad
competente. Máxime, cuando según práctica administrativa
uniforme (art. 17, ley 13.064), asistía a la actora el derecho
de pedir las aclaraciones que estimase pertinentes. En tales
condiciones, la falta de ejercicio de dicha facultad sólo
resulta atribuible a su propia conducta, lo que conduce a
determinar la improcedencia de su invocación para apoyar
su reclamo.
15) Que corresponde analizar si el dec. 2875/75 — cuya
aplicación en el "sub lite" no ha sido discutida— constituye
una norma que obliga a la comitente a modificar la fórmula
de reajuste de variación de costos en cualquier caso en que
dicho sistema no refleje la realidad de los valores del
mercado, o si para que sea procedente tal alteración, se
requiere la existencia de hechos sobrevinientes e
imprevisibles que reflejen una significativa distorsión de la
ecuación económico financiera del contrato.
16) Que esta Corte ha establecido que la lesión
sobreviniente, producto de un hecho extraordinario e
imprevisible, hace aplicable la cláusula "rebus sic stantibus",
considerada implícita en todo contrato — aun en los
administrativos— por aplicación del art. 1198 del Cód. Civil,
texto según ley 17.711; bien entendido que tal doctrina
"exige un grave desequilibrio de las contraprestaciones
sobrevenido por efecto de acontecimientos imprevisibles y
extraordinarios posteriores al contrato" (Fallos: t. 266, p.
61 — Rev. La Ley, t. 124, p. 778— ) . Además, es preciso
que se trate de alteraciones de tal naturaleza que no se
hayan podido prever por las partes, o bien de eventos que,
de haberse conocido, hubieran determinado la celebración
del contrato en otras condiciones. Por ello, la teoría de la
imprevisión no puede aplicarse para corregir agravaciones
sustancialmente previsibles de aquello a que las partes se
obligaron, ya que el principio sigue siendo siempre el
cumplimiento estricto de lo pactado: "pacta sunt servanda"
(Fallos: t. 301, p. 525 — R ev. La Ley, t. 1980-B, p. 701— ).
17) Que, asimismo, debe tenerse presente que es regla en
la interpretación de las leyes dar pleno efecto a la intención
del legislador, computando la totalidad de sus preceptos de
manera que armonicen con el orden jurídico restante y con
los principios y garantías de la Constitución Nacional. Ese
propósito no puede ser obviado por los magistrados con
motivo de las posibles imperfecciones técnicas de su
instrumentación legal, toda vez que ellos, en cuanto
servidores del derecho para la realización de la justicia, no
deben prescindir de la "ratio legis" y del espíritu de la
norma. La exégesis de la ley requiere pues de la máxima
prudencia, cuidando que la inteligencia que se le asigne no
pueda llevar a la pérdida de un derecho, o que el excesivo
rigor formal de los razonamientos no desnaturalice el
espíritu que ha inspirado su sanción. En esta tarea, no es
siempre recomendable atenerse estrictamente a las
palabras de la ley, ya que el espíritu que la nutre ha de
determinarse en procura de una aplicación racional, que
elimine el riesgo de un formalismo paralizante; por lo que es
necesario buscar en todo tiempo una interpretación valiosa
de lo que las normas, jurídicamente, han querido mandar
(Fallos: t. 307, p. 1018 y sus citas, entre muchos
otros — Rev. La Ley, t. 1986-A, p. 423— ).
18) Que el dec. 2875/75, dictado en virtud de lo dispuesto
por el art. 6° de la ley 12.910, según se expresa en sus
considerandos, tuvo su origen "en la situación económica
internacional y su repercusión en el mercado interno, unido
al mayor poder adquisitivo registrado en sectores
mayoritarios de la población" que produjeron "desajustes en
la relación antes existente entre los diversos elementos que
hacen a la composición e integración de los costos, así
como también en circunstanciales desabastecimientos de
diversos materiales de construcción en plaza".
Estas situaciones motivaron la necesidad de modificar los
métodos de liquidación de variaciones de costos adoptados
contractualmente, dejándose a salvo "que tal procedimiento
no afecta principios rectores en materia de licitación y
contratación de obras, como son los que consagran la
intangibilidad de los contratos y el respeto a la debida
igualdad entre los oferentes, 'ya que sólo tratan de evitar las
consecuencias perniciosas de hechos sobrevinientes e
imprevisibles', imposibles de ser resueltos de acuerdo a lo
pactado y frente a los cuales todos los proponentes se
hubieran encontrado en idéntica situación".
Agrega el legislador que así se satisfacen "no sólo las
disposiciones y finalidades de la ley 12.910, sino también
las exigencias de una justicia conmutativa, de conformidad
a lo prescripto por el art. 1198 del Cód. Civil, mejorando
equitativamente los efectos del contrato por haberse
tornado excesivamente onerosa la prestación de una de las
partes a raíz de circunstancias imprevistas".
En consecuencia, el art. 1° del dec. 2875/75 dispuso: "Las
comisiones liquidadoras instituidas por el art. 3° del dec.
3772/64, en caso de comprobar distorsiones significativas
en los sistemas de liquidación de variaciones de costos
incluidos en los contratos en ejecución, deberán resolver,
en base a antecedentes y conclusiones debidamente
fundadas, la adopción de una nueva mecánica que se
adecue a las condiciones existentes en el momento de
ejecución de los trabajos, reflejando equitativamente las
verdaderas variaciones de costos producidas durante dicho
período".
19) Que de lo expuesto y sobre la base de los criterios de
interpretación ya enunciados, cabe concluir en que para
que sea viable la adopción de una nueva metodología como
la contemplada en el art. 1° antes citado, se requiere que
las distorsiones provengan de hechos sobrevinientes e
imprevisibles y que sean significativas, es decir que posean
real importancia.
Ello es así pues de los considerandos transcriptos se
deduce que la conjunción de tales requisitos, coincidentes
con los previstos en el art. 1198 del Cód. Civil, constituyen
los presupuestos de hecho que hacen procedente la
aplicación de la norma.
20) Que podrá objetarse que si — conforme se afirmó en el
consid. 14— la cláusula "rebus sic stantibus" se encuentra
implícita en todo contrato administrativo, la inteligencia
efectuada carecería de sentido o constituiría la repetición de
algo ya previsto.
Sin embargo ello no ocurre, pues en la medida que se
advierte que el referido decreto fue emitido en una
coyuntura económica inédita hasta entonces en el país, en
momentos en que los efectos del comúnmente denominado
"rodrigazo" se hacían presentes con toda su intensidad
sobre los contratos celebrados por el Estado, el interés
general comprometido en ellos y la necesidad de evitar la
paralización de las obras emprendidas, hicieron
imprescindible el dictado de una norma que autorizara a la
Administración a poder alterar los contratos celebrados sin
recurrir a la instancia judicial.
21) Que en nada modifican lo expuesto las disposiciones
contenidas en los arts. 1° y 4° del dec. 2348/76, pues ellas
se limitaron a "establecer en general las causas que
provocaron la inequidad de los reconocimientos de las
variaciones de costos, a fin de que la nueva mecánica
permita efectuar las correcciones necesarias para alcanzar
la finalidad perseguida por el decreto citado
precedentemente (el 2875/75) y dejar también sentadas las
bases, con arreglo a las cuales deban efectuarse las
correspondientes liquidaciones de los contratos vigentes en
la parte pendiente de ejecución" (consid. 4°, dec. 2348/76).
Asimismo, en él se establecieron los elementos integrantes
del precio que en lo sucesivo deberían considerarse en los
sistemas de variaciones de costos adoptados y el
procedimiento de liquidación de aquéllos (arts. 1° y 4°,
decreto citado).
No existe pues en ese texto alguna norma que se
contraponga a la interpretación efectuada precedentemente
respecto de los límites de aplicación del dec. 2875/75, y ella
es la que mejor armoniza con los principios "supra"
enunciados que rigen en materia de contratos
administrativos.
22) Que en virtud de lo ponderado no es procedente la
pretensión de la actora de que se reformule el sistema de
reajuste de variaciones de costos originariamente
convenido en el contrato que motivó la presente contienda.
En efecto, la demandante no ha probado y ni siguiera
alegado que la distorsión que afirma que se produjo haya
sido consecuencia de hechos sobrevinientes o imprevisibles
al momento de la celebración del contrato, con lo cual su
intento de ampararse en el referido decreto a los fines de
obtener un resultado económico favorable en este proceso,
deviene inadmisible.
A ello debe agregarse que tampoco ha demostrado la
existencia de una distorsión significativa, ya que como
surge del informe del perito contador durante el período de
licitación — febrero a junio de 1983 — el "índice telefónico"
mostró una evolución de 1,68 con un promedio mensual del
13,48 %; el índice del costo de la construcción — nivel
general — elaborado por el Indec 1,69 y 14 %
respectivamente y el índice de la Cámara Argentina de la
Construcción — nivel general — 1,78 y 15,50 %.
Además, para el período de ejecución (setiembre 1983-
junio 1984), el experto determinó para los índices antes
citados un coeficiente de 4,57; 4,70 y 3,87, respectivamente
y un promedio mensual de 18,40 %, 18,70 % y 16,20 %, en
ese orden.
Sobre la base de esos datos el perito llegó a la
conclusión — tras analizar el desarrollo de los índices,
coeficientes y promedios transcriptos — de que no hubo
diferencias significativas entre ellos.
23) Que así las cosas cabe aclarar que la diferencia que
pretende la demandante la obtiene de comparar la
evolución del índice originariamente convenido, con uno
que promedia valores de los insumos efectivamente
utilizados en los trabajos cumplidos.
Tal criterio no es válido en la medida que se advierte que
la obra fue paralizada por la propia contratista cuando se
llevaba efectuado un 48 % del total de ella, y que el contrato
fue rescindido posteriormente de común acuerdo por ambas
partes.
En esas condiciones, no se demuestra la
irrepresentatividad del "índice telefónico" calculado sobre el
100 % de la obra, pues obviamente el empleo de ciertos
materiales de mayor oscilación en sus valores al principio
de los trabajos, autorizaría siempre a un cambio de las
cláusulas de variación de costos contractualmente
pactadas.
Por otra parte, si la contratista juzgó que no era
conveniente a sus intereses patrimoniales continuar con los
trabajos a su cargo y así lo manifestó sin formular reserva
alguna, no es válido pretender que su cocontratante se
haga cargo de los perjuicios que la propia conducta de la
actora le ocasionó.
24) Que es necesario destacar que el reclamo de la
demandante importa convertir al contrato de obra pública en
un negocio sin riesgo empresario, lo cual obviamente
constituye una contradicción en sí misma.
La recurrente admite, sin embargo, que dicho riesgo está
limitado al que provenga de su culpa o negligencia, pero
niega que la falta de previsión de lo previsible constituya
alguna de esas dos hipótesis, con lo que destruye la validez
de su propia premisa.
Por último, esta Corte comparte el criterio del a quo acerca
de que no puede aceptarse que el Estado, a través del
contrato, se convierta en garante de un determinado nivel
de renta del contratista que es en definitiva lo que se intenta
en el "sub lite".
25) Que en cuanto al mayor costo financiero
pedido — como ya se dijo — la diferencia cuyo cobro se
intenta por tal concepto resulta del perjuicio que, según la
actora, le ocasiona el incremento del índice inflacionario
durante el periodo de ejecución del contrato en relación con
aquel manifestado en el lapso anterior a la licitación; esto es
lo que el demandante denomina "compensación por
exposición a la inflación".
Tal solicitud se funda en que a juicio del contratista el
mayor costo financiero previsto en los decs. 2348/76 y su
complementario 1619/86 es el que se produce entre el
momento de inversión según cada período de ejecución, de
acuerdo al plan de trabajos y la fecha de pago pactada,
pues el adelanto de la inversión efectuada por la contratista
tiene un valor económico, que él inclusive en su oferta y
que es igual al costo del dinero en el mercado.
26) Que, en primer término, el decreto 1619/86 no es de
aplicación al caso expresamente lo reconoce la actora y
aquélla sólo pretende ampararse en los principios jurídicos
contenidos en esa norma por estimar que ya estaban
consagrados en los decs. 2875/75 y especialmente, el
2348/76.
27) Que es del caso reiterar que la demandante aceptó
expresamente la fórmula de reajuste y plazos de pago
contenidos en las cláusulas respectivas integrantes del
contrato, lo cual autoriza a suponer que, en la medida en
que los pliegos se adecuaron a las exigencias de los decs.
2875/75 y 2348/76, aquélla calculó sus precios
incrementándose sobre la base de la presunta inflación
durante los sucesivos lapsos que median entre la
presentación de los respectivos certificados y su
correspondiente pago.
28) Que ello es así pues la contratista al formular su
propuesta debe obrar con pleno conocimiento de las cosas
(arg. art. 902, Cód. Civil), puesto que la magnitud de toda
obra pública y de los intereses en ellas en juego, imponen
actuar de modo de prever cualquier eventualidad que
pudiese incidir negativamente en la ejecución de los
trabajos, adoptando a ese efecto las diligencias apropiadas
que exijan las circunstancias de persona, tiempo y lugar
(art. 512, Cód. Civil; doctrina Fallos: t. 300, p. 273) y si la
oferente incurrió en error en su previsión inflacionaria, éste
provendría de una negligencia culpable que impide su
invocación (arg. art. 929, Cód. Civil; Fallos t. 303, p. 323,
consid. 10).
29) Que, por lo demás, en el "sub lite" no se ha acreditado
que los índices inflacionarios hayan sufrido una variación tal
que, por su entidad, justifiquen el resarcimiento que se
pretende.
En efecto, si se observa el cuadro confeccionado por la
actora, se advierte que al momento de la oferta efectuada
en marzo de 1983, se registraban índices del 16 % y 13 %
para el bimestre enero-febrero de ese año. El intento de
computar en el promedio del año anterior al acto licitario los
índices de marzo, abril, mayo y junio de 1982, resulta
inadmisible toda vez que la política económica seguida en
esos meses fue dejada de lado con el cambio de gobierno
ocurrido y a partir de ese entonces, los índices se elevaron
notablemente para luego fluctuar en forma constante entre
el 10 % y el 17 % mensual.
Por otra parte, a la firma del contrato, la evolución de la
inflación alcanzó el 21,4 % mensual, lo que autorizaba a la
contratista a formular reserva respecto de la actual
pretensión o a solicitar la desagregación del costo
financiero y su estudio particularizado en los términos del
art. 4° del dec. 2348/76.
Si así no lo hizo, obviamente fue porque no existía motivo,
ya que como se ha expresado en el lapso inmediatamente
anterior a la licitación y a la firma del contrato, la evolución
de los indicadores del costo de vida no tuvo diferencia
apreciable con el verificado durante la época de la
ejecución de los trabajos, meses en que dicho índice osciló
entre el 21,4 % y el 12,5 % mensual.
30) Que, además, aun cuando se admitiera que hubo
alguna diferencia entre el cálculo inflacionario efectuado y la
efectiva evolución del índice de costo de vida comúnmente
utilizado para medir la evolución de aquel fenómeno, ésta
tampoco sería resarcible.
Debe tenerse en cuenta que como el contrato se celebró
de acuerdo a lo previsto en el dec. 2348/76, el costo
financiero fue incluido en el método de variaciones de
costos, y, por tanto, fue percibido por la contratista con su
respectivo reajuste. La intención de cobrar una nueva renta
por el lapso que va desde que se invirtió el capital hasta
que efectivamente se pago el certificado, importaría tanto
como reconocerle a la actora una doble utilidad: la
calculada al ofertar y un rendimiento adicional por la
inmovilización del capital.
Tal posición no es razonable pues si se optó por construir
una obra y percibir las ganancias por ese trabajo, no puede
luego requerirse el pago de una renta por hacer inversiones
en la obra.
Por ello, se confirma la sentencia de fs. 554/564. Con
costas a la vencida (art. 68, Cód. Procesal). — Carlos S.
Fayt .

CSJN, 21/4/1992, "Kamenszein, Víctor J. y otros c. Fried


de Goldring, Malka y otros", Fallos: 315:790. Sumarios
1. Siempre que esté en tela de juicio la inteligencia de un
pronunciamiento del tribunal en que el recurrente funde el
derecho que estima asistirle, se configura una hipótesis que
hace formalmente viable el recurso extraordinario, pero la
procedencia sustancial de dicha apelación está
condicionada a que la resolución impugnada consagre un
inequívoco apartamiento de lo dispuesto por la Corte.
2. Si bien la sentencia se ha pronunciado sobre temas de
derecho común, en principio extraños a la vía del art. 14, ley
48 (Adla, 1852-1880, 121), corresponde hacer excepción a
ese principio, cuando se omite considerar cuestiones
oportunamente propuestas y conducentes para la adecuada
solución del juicio, así como cuando media prescindencia
del texto expreso de la ley sin declaración de
inconstitucionalidad.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, abril 21 de 1992.
Considerando:
1° Que la sala A de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Civil — c uya intervención en la causa fue motivada por
la anterior sentencia de esta Corte que dejó sin efecto la
que había sido dictada por la sala II de la entonces Cámara
Nacional de Apelaciones Especial en lo Civil y Comercial
— modificó la de primera instancia disponiendo, por
aplicación de la teoría de la imprevisión, que la suma de
dólares estadounidenses objeto de la condena fuese
convertida en moneda de curso legal en la República según
su valor al 11 de abril de 1981, conforme al mercado
cambiario de esa fecha y que hasta el efectivo pago se
ajustase por aplicación del índice de precios mayoristas,
con una tasa de interés reducida al 6 % anual. Contra ella,
la parte actora dedujo el recurso extraordinario federal que,
denegado, dio lugar a esta queja.
2° Que el recurso extraordinario se basa,
fundamentalmente, en dos planteos: a) el de que — e n
atención al alcance del anterior fallo de este tribunal— el a
quo se habría apartado de lo dispuesto en éste, volviendo
sobre puntos que habrían quedado definitivamente
consentidos por las partes; y b) la omisión de considerar los
planteos oportunamente formulados por la recurrente, que
habría llevado el apartamiento de la solución normativa
prevista para el caso.
3° Que es criterio reiterado de esta Corte el de que,
siempre que esté en tela de juicio la inteligencia de un
pronunciamiento del tribunal en que el recurrente funde el
derecho que estima asistirle, se configura una hipótesis que
hace formalmente viable el recurso extraordinario, pero la
procedencia sustancial de dicha apelación está
condicionada a que la resolución impugnada consagre un
inequívoco apartamiento de lo dispuesto por la Corte
(Fallos: 306:1195; 308:617, 920 — L a Ley, 1986-D, 675;
1986-D,173— , 1217, 1740 entre muchos otros). Esto no
ocurre respecto de la decisión del tribunal que dejó sin
efecto la anterior sentencia de alzada, pues si bien ella
expresó que lo era con el alcance indicado en el dictamen
del procurador general, éste había a consejado admitir la
queja porque la sentencia atacada contaba sólo con
decisiones aparentes, ya que en realidad se sustentaba en
votos con fundamentos normativos discordantes, que,
además, carecían de un análisis razonado y acorde de los
problemas conducentes para la correcta dilucidación del
pleito, lesionando así el derecho de defensa en juicio. En
tales condiciones, no puede considerarse que subsista
ninguno de los aspectos decididos en el fallo dejado sin
efecto.
4° Que, en cuanto al resto de las cuestiones planteadas
por el recurrente, si bien la sentencia se ha pronunciado
sobre temas de derecho común, en principio extraños a la
vía del art. 14 de la ley 48, corresponde hacer excepción a
ese principio cuando, como en el caso, se omite considerar
cuestiones oportunamente propuestas y conducentes para
la adecuada solución del juicio (Fallos: 307:454 y sus citas),
así como cuando media prescindencia del texto expreso de
la ley sin declaración de inconstitucionalidad (Fallos:
307:2153, consid. 4° in fine y sus citas), con notario agravio
de garantías constitucionales.
5° Que, en lo que se refiere al primero de esos aspectos, la
aplicación de la teoría de la imprevisión fue planteada como
defensa en la contestación de la demanda. Puesto que el
ordenamiento adjetivo no contempla el traslado de las
defensas opuestas en tal oportunidad y aquélla no fue
admitida en primera instancia, la primera oportunidad
procesal para la actora de oponerse a esa defensa fue la
contestación de la expresión de agravios de la parte
contraria. Así lo hizo, pues a fs. 565 y sigts. planteó la
inviabilidad de la aplicación de la teoría de la imprevisión en
razón de no habérsela articulado por vía de demanda o de
reconvención, a más de sostener la necesidad de que se
demostrase la concreta onerosidad en este caso en
especial, la tesis de que en el contrato que motiva la acción
la moneda extranjera fue moneda de obligación y no pauta
de ajuste, la no invocabilidad del art. 1198 del Cód. Civil
cuando el acontecimiento que provoca la excesiva
onerosidad haya sido previsto o podido o debido ser
previsto por las partes, la improcedencia de tomar como
base el apartamiento de la tabla oficial de cotización del
dólar para una época que al otorgarse el contrato no estaba
abarcada por ella y la de la revisión del contrato con base
en la antes citada disposición legal. Ninguna de esas
cuestiones fue atendida en la sentencia recurrida, lo que
implica una grave violación del derecho de defensa en juicio
de la parte actora, garantizado por el art. 18 de la
Constitución Nacional, suficiente para su descalificación
como acto judicial válido.
6° Que, desde otro punto de vista, la sentencia recurrida se
aparta de la solución normativa expresamente establecida
para el caso, pues el art. 1198 del Cód. Civil, para el
supuesto de excesiva onerosidad sobreviniente, sólo faculta
a la parte perjudicada a demandar la resolución del
contrato, previendo la mejora equitativa únicamente como
alternativa que puede ser ofrecida por la otra parte. Esta
Corte tiene reiteradamente resuelto que la primera regla de
interpretación de las leyes es dar pleno efecto a la intención
del legislador, que la primera fuente para determinar esa
voluntad es la letra de la ley y que los jueces no deben
sustituir al legislador sino aplicar la norma tal como éste la
concibió (Fallos: 308:1745 y sus citas). Conceder a uno de
los contratantes una acción que la ley no le confiere, como
lo sería, en el caso, la de revisión del contrato o
modificación de sus cláusulas, implicarán una clara
violación de esas reglas; máxime cuando no puede
suponerse que haya mediado una omisión u olvido del
legislador, el cual — f rente a las diversas opciones que le
proponía la doctrina y la legislación extranjera — optó por
una perfectamente clara, sin que su inconsecuencia o su
falta de previsión puedan suponerse (Fallos: 307:518 — L a
Ley, 1985-C, 630 — , consid. 10 y sus notas). Por lo
demás, si en supuestos relacionados de algún modo con el
examinado confirió la opción entre la invalidez y la
modificación (art. 954, modificado — l o mismo que
él — por la ley de facto 17.711), es irrazonable creer que la
conclusión de esa opción haya sido motivada por olvido o
ligereza.
7° Que, en tales condiciones, la sentencia recurrida no
constituye derivación razonada del derecho vigente con
aplicación a las circunstancias comprobadas de la causa
motivo suficiente para su descalificación como acto judicial
válido con base en la doctrina de la arbitrariedad.
8° Que, en razón de las motivaciones expuestas en los
considerandos anteriores, resulta inoficioso pronunciarse
sobre las demás impugnaciones formuladas en el recurso.
Por ello, se hace lugar a la queja y se declara procedente
el recurso extraordinario, con costas. Reintégrese el
depósito de fs. 174. Agréguese a los autos principales y
remítase al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte un nuevo fallo con arreglo a lo
dispuesto en el art. 16, parte 1ª, de la ley 48. — Ricardo
Levene (h.) (en disidencia). — Mariano A. Cavagna
Martínez. — Carlos S. Fayt (por su voto). — Enrique S.
Petracchi (en disidencia). — Rodolfo C. Barra. — Augusto
C. Belluscio. — Julio S. Nazareno. — Antonio Boggiano
(en disidencia).
Voto del doctor Fayt.
Considerando:
1° Que contra la sentencia de la sala A de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil — c uya intervención en
la causa fue motivada por la anterior sentencia de esta
Corte que dejó sin efecto la que había sido dictada por la
sala II de la entonces Cámara Nacional de Apelaciones
Especial en lo Civil y Comercial— que modificó la de
primera instancia y dispuso, por aplicación de la teoría de la
imprevisión, que la suma de dólares estadounidenses
objeto del reclamo fuera convertida en moneda de
curso legal según su valor al 11 de abril de 1981 y a partir
de allí ajustada por aplicación del índice de precios
mayoristas, con más sus intereses calculados al 6 % anual,
la parte actora dedujo recurso extraordinario cuya
denegación motiva la presente queja.
2° Que los agravios de los recurrentes se centran en que,
por un lado, el a quo habría excedido su jurisdicción al
considerar cuestiones que — e n atención al alcance del
anterior pronunciamiento de esta Corte— se encontrarían
consentidas por las partes. Por otra parte, indican que el
pronunciamiento recurrido ha omitido tratar los planteos
oportunamente formulados por ello, de lo que se deriva el
apartamiento de la solución normativa del caso.
3° Que es doctrina de esta Corte que, cuando esté en tela
de juicio la inteligencia de un pronunciamiento del tribunal
en la causa, el recurso extraordinario es procedente cuando
la resolución impugnada consagra un inequívoco
apartamiento de lo dispuesto por la Corte (Fallos:
303:685 — L a Ley, 1982-B, 486— , 1708; 306:1195;
308:1740, entre otros).
4° Que esa situación se configura en el supuesto de autos,
toda vez que de conformidad con los fundamentos del
dictamen del procurador fiscal que esta Corte hizo suyos
(confr. pronunciamiento de fs. 810) la sentencia entonces
apelada fue dejada sin efecto por contar con decisiones
sólo aparentes, sustentadas en votos con fundamentos
normativos discordantes que carecían además de un
análisis razonado y acorde de los problemas conducentes
para la solución del pleito. En esas condiciones, no puede
considerarse subsistente aspecto alguno de lo decidido en
el fallo allí dejado sin efecto, por lo que la decisión apelada
en tanto parte de la premisa contraria, importa el
desconocimiento del pronunciamiento de este tribunal.
5° Que si bien las restantes quejas de los actores
conducen a la consideración de temas de derecho común,
ajenos como regla al remedio extraordinario previsto por
el art. 14 de la ley 48, corresponde hacer excepción a ese
principio cuando, como en el caso, se omite la
consideración de cuestiones oportunamente propuestas y
conducentes para la adecuada solución del pleito (Fallos:
307:454), con notorio agravio de garantías constitucionales.
6° Que en atención a la oportunidad y modo en que fue
planteada en autos la defensa fundada en la teoría de la
imprevisión, su admisión por el a quo requería
necesariamente el tratamiento de las razones de hecho y
de derecho expuestas por los actores el traslado de la
expresión de agravios de la parte contraria, que obstarían a
su aplicación (confr. fs. 565/571, especialmente fs. 570 vta.,
apart. 6.9).
7° Que esta omisión implica una grave violación del
derecho de defensa en juicio de la parte actora, garantizado
por el art. 18 de la Constitución Nacional, suficiente para su
descalificación como acto judicial válido con base en la
doctrina de la arbitrariedad, pues no constituye una
derivación razonada del derecho vigente con aplicación a
las circunstancias comprobadas de la causa, conclusión
que hace inoficioso el tratamiento de las demás
impugnaciones formuladas en el recurso.
Por ello, se hace lugar a la queja y se declara procedente
el recurso extraordinario, con costas (art. 68, Cód.
Procesal). Reintégrese el depósito de fs. 174. Agréguese a
los autos principales y remítase al tribunal de origen para
que, por quien corresponda, se dicte un nuevo fallo con
arreglo a lo dispuesto en el art. 16, parte 1ª, de la ley
48. — Carlos S. Fayt.
Disidencia de los doctores Levene (h.), Petracchi y
Boggiano.
Considerando: Que el recurso extraordinario, cuya
denegación origina esta queja, es inadmisible (art. 280,
Cód. Procesal).
Por ello, se desestima la queja. Declárase perdido el
depósito de fs. 174. — Ricardo Levene (h.). — Enrique S.
Petracchi. — Antonio Boggiano.

CSJN, 10/6/1992, "Astilleros Príncipe y Menghi S.A. c.


Banco Nacional de Desarrollo", Fallos: 315:1162.
Sumarios
1. La naturaleza misma de la "teoría de la imprevisión"
impide que, so pretexto de amparar a una parte
perjudicada, se proyecte sobre la otra los efectos gravosos
del factum , originando así una situación análoga a la que
se pretende dar remedio y creando un nuevo perjudicado
en sustitución del primero, con el agravante de que su
perjuicio ni siquiera encontraría causa en los
"acontecimientos" mentados en el precepto legal sino sólo
en el arbitrio de quien decidiera la indebida traslación.
2. El instituto previsto en el art. 1198, Cód. Civil está
limitado por la idea según la cual no puede estarse a la
literalidad de lo pactado cuando la prestación se ha tornado,
para una de las partes, excesivamente onerosa, como
consecuencia de acontecimientos extraordinarios e
imprevisibles, que desequilibran ostensiblemente la relación
original.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, junio 10 de 1992.
Considerando:
1) Que la sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Civil y Comercial Federal confirmó la sentencia de
primera instancia en cuanto admitía la pretensión de
reajuste de la deuda formulada por la actora y la revocó en
lo atinente a la reconvención deducida por la demandada, a
la que hizo lugar en los límites en que el crédito quedaba
reajustado.
2) Que contra ese pronunciamiento
ambas partes dedujeron sendos recursos ordinarios de
apelación. La cámara declaró formalmente procedente el de
la demandada e inadmisible el de la actora, pues ésta
omitió demostrar que el valor disputado en último
término — o sea aquél por el que se pretendía la
modificación de la condena— fuera superior al mínimo legal
vigente a la fecha de su interposición.
3) Que Astilleros Príncipe y Menghi S.A. demandó al
Banco Nacional de Desarrollo por revisión de contrato
de mutuo con garantía real. Sostuvo que, como
consecuencia de una serie de préstamos que le otorgó la
demandada a partir de 1978, su deuda con aquélla se
incrementó — p or efecto de las cláusulas "indexatorias"
pactadas— en un grado desproporcionado con el monto al
que habría ascendido de haberse aplicado otras pautas de
ajuste. Fue así que en el año 1980 solicitó al BA.NA.DE.
reconvertir en dólares estadounidenses todas las deudas
contraídas con esa institución. El Banco accedió al pedido y
acordó un préstamo por la suma de U$S 10.000.000 (res.
del 24 de diciembre de 1980), suma que debía amortizarse
en 7 cuotas, la primera de ellas con vencimiento al año de
celebrado el "convenio de crédito" y las restantes cada 6
meses, lo que importaba un plazo total de 4 años. El interés
se establecía en un 3, 125 % anual neto por encima de la
cotización "Libor" vigente para préstamos a 6 meses. El
mentado "convenio de crédito" quedó instrumentado en la
escritura pública del 15 de enero de 1981, por la cual la
actora gravó un inmueble de su propiedad en garantía de
los U$S 10.000.000.
Según la demandante, los acontecimientos que a poco se
desencadenaron (devaluaciones de febrero, abril y junio de
1981), alteraron profundamente la política cambiaria
seguida hasta ese momento — b asada en pautadas y
graduales minidevaluaciones que permitían saber cuál sería
la cotización del dólar con varios meses de antelación— y
tornaron excesivamente onerosa la obligación a su cargo.
Sobre esta base, ejerció la "acción de revisión o reajuste",
que, a su juicio, autoriza una comprensión amplia del art.
1198 del Cód. Civil y, a través de la cual, buscó la
recomposición de la relación contractual.
4) Que el BA.NA.DE. solicitó el rechazo de la demanda, a
cuyo fin sostuvo que la naturaleza de la deuda y las dem ás
circunstancias del caso impedían aplicar la "teoría de la
imprevisión" para alterar los términos de lo convenido.
Además, reconvino a la actora por cobro de su crédito.
5) Que la sentencia de primera instancia hizo lugar a la
demanda de revisión de contrato, al que modificó en la
forma que surge de su consid. 7°. Rechazó, en cambio, la
reconvención interpuest a por el BA.NA.DE., por entender
que la situación de la actora — q ue para ese entonces
tramitaba su concurso preventivo— obstaba a su progreso.
Apelada la decisión por ambas partes, la alzada resolvió:
a) confirmar el fallo "en cuanto admitió la pretensión de
reajuste"; b) revocarlo en lo relativo a la reconvención del
BA.NA.DE., la que admitió "por la suma que resulte de la
liquidación que oportunamente se deberá practicar según
las pautas que, para el reajuste del crédito, determina la
sentencia apelada".
Contra ese pronunciamiento el BA.NA.DE. interpuso el
recurso ordinario que ahora debe ser considerado.
6) Que el primer agravio de la demandada que, en orden
lógico, se impone abordar, concierne a los efectos de cosa
juzgada que atribuye a la resolución del juez del concurso
de la actora, que, en su momento, declaró admisible el
crédito de que aquí se trata y que, según el BA.NA.DE.,
impediría el reajuste peticionado en este proceso (ver copia
de fs. 881/882). La sola lectura de esa
resolución — e specialmente su consid. 1° donde, al hacer
suya la postura del síndico, se sostiene que "recaída la
sentenci a en el contradictorio" (obviamente este juicio)
"procederá a la adecuación del crédito según sus
pautas" — revela lo infundado del agravio y lo acertado de
la expresión del a quo , según la cual "la verificación del
crédito fue practicada sin perjuicio de las eventuales
modificaciones que se podrían configurar en el juicio por
reajuste del contrato".
7) Que el agravio medular del BA.NA.DE. consiste en
sostener que no se dan, en el sub examine , los
presupuestos que permitan aplicar el art. 1198 del Cód.
Civil (cláusula rebus sic stantibus). La alegada
inaplicabilidad al sub lite de la "teoría de la imprevisión"
provendría de estas circunstancias: A) El contrato, por el
cual la empresa habría recibido dólares, habría establecido
a esa divisa como "moneda de pago" y no como "cláusula
de reajuste"; B) Los hechos presentados por la demandante
como "extraordinarios" e "imprevisibles" (art. 1198 cit.) no
revestirían la condición de tales; C) El BA.NA.DE. habría
intermediado entre un banco del exterior y la actora,
contrayendo con aquél una deuda en dólares que, de
admitirse una reducción en la de ésta, consagraría una
violación del principio de que a todo activo en divisas le
corresponde un pasivo de igual condición.
La naturaleza de este último agravio hace conveniente que
se lo trate en primer término, pues la conclusión a que se
arribe a su respecto, podría convertir en innecesario el
tratamiento de los reseñados sub A) y sub B).
8) Que cabe recordar, en primer lugar, que el instituto
previsto en el art. 1198 del Cód. Civil está animado por la
idea según la cual no puede estarse a la literalidad de lo
pactado cuando la prestación se ha tornado, para una de
las partes, excesivamente onerosa, como consecuencia de
acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, que
desequilibran ostensiblemente la relación original.
A la luz de lo expuesto, es de toda lógica que la protección
que la norma establece a favor de la "parte perjudicada" por
el factum, no podría — e n mérito, justamente, a la
concepción que inspira a aquélla— consistir en trasladar
simplemente sobre la otra parte las consecuencias del
desequilibrio que se pretende subsanar, pues de esa
manera se habría beneficiado a una parte a través del
sencillo e inequitativo expediente de crear una nueva
situación "excesivamente onerosa", pero que — e n esta
hipótesis— afectaría a quien primigeniamente no se veía
alcanzado por el evento desequilibrante.
Es decir, que la naturaleza misma de la "teoría de la
imprevisión" impide que, so pretexto de amparar a una
parte perjudicada, se proyecte sobre la otra los efectos
gravosos del factum, originando así una situación análoga a
la que se pretende dar remedio y creando un nuevo
perjudicado en sustitución del primero, con el agravante de
que su perjuicio ni si quiera encontraría causa en los
"acontecimientos" mentados en el precepto legal — a jenos
al ámbito de su prestación— sino sólo en el arbitrio de
quien decidiera la indebida traslación.
9) Que desde esta perspectiva, una correcta aprehensión
de los alcances del préstamo de U$S 10.000.000 solicitado
por la actora y concedido por el BA.NA.DE. resulta esencial
para dar adecuada solución al sub lite . A este respecto,
hay que destacar que la resolución del 24 de diciembre de
1980 que lo otorga — y que la propia actora acompaña a su
demanda— , expresa que, a consecuencia de la operación,
el BA.NA.DE. suscribirá convenio y promissory notes con el
"financista que corresponda", figura ésta que aparece
nuevamente en la cláusula "novena" de la escritura
hipotecaria del 15 de enero de 1981, donde se estipula que
"el presente contrato garantiza además de la obligación
indicada, cualquiera otra que la deudora llegue a tener... por
el cambio total o parcial de financista por préstamos
directos o indirectos, gastos, intereses, comisiones y demás
accesorios que sean derivados o se encuentren vinculados
a la operación que el Banco Nacional de Desarrollo ha
otorgado".
Por ello, puesto que la solicitud de préstamo en dólares
que la empresa formuló al BA.NA.DE. tuvo como
finalidad — a dmitida por ambas partes— "reconvertir" la
deuda anterior, cancelándola y creando una nueva, esta
vez en la mencionada divisa, fue necesario que el
BA.NA.DE. solicitara, a ese fin, los U$S 10.000.000 a un
banco del exterior (el "Toronto Dominion Bank" de Canadá),
suma que, una vez facilitada a la actora, se aplicó
inmediatamente a extinguir la deuda "vieja", quedando un
remanente — p equeño en comparación al monto de la
operación— que se acreditó en la cuenta corriente de la
compañía. De la cantidad principal — e mpleada a los fines
cancelatorios indicados— parte fue afectada a satisfacer
créditos de la "Banca Commerciale Italiana S.P.A." (que
había cumplido, con relación a préstamos pedidos por la
empresa en 1979, un rol análogo al que ahora pasaba a
desempeñar el "Toronto Dominion Bank") y el resto se
destinó a extinguir otros créditos anteriores del BA.NA.DE.,
dando nacimiento a un nuevo vínculo (v. fs. 102, 110,
peritaje de fs. 920/933 y explicaciones del experto de
fs. 953/956). Por cierto que debe entenderse que cuando se
habla de concreción del préstamo a la actora, debe
entendérselo a la luz de la regulación impuesta por el
Banco Central de la República Argentina que — v er
peritaje de fs. 924— obligaba a ceder a su favor las
posiciones en divisas. Sobre esa base, el Banco Central de
la República Argentina hacía acreditaciones a favor de la
entidad que, a su turno, volvía a acreditar, esta vez a favor
del cliente (en el sub lite , con los efectos ya destacados).
Este procedimiento, vale subrayarlo, fue explícitamente
consentido por la prestataria.
10) Que la necesidad que tuvo el BA.NA.DE. de obligarse
con el banco canadiense, para, con esos fondos,
"representar" a Astilleros Príncipe y Menghi S.A. (expresión
usada por el mismo "Toronto" en su nota del 3 de
noviembre de 1980), surge indubitable del peritaje ya citado
y de los documentos que obran en el sobre agregado por
cuerda (ver especialmente fs. 357, 360, 368, 370, 371, 378,
387, entre otros), algunos de los cuales fueron notificados a
la demandante, como, por ejemplo, aquél por el cual se le
informa, el 9 de febrero de 1981, la liquidación del préstamo
otorgado. Ello explica el estricto paralelismo que
existió — e n cuanto a las fechas de vencimiento y sumas a
abonar — entre los dos préstamos: el del "Toronto
Dominion Bank" al BA.NA.DE. y el de este último a la
actora. Tanto es así que, con motivo del primer
incumplimiento de Astilleros Príncipe y Menghi S.A.
(servicio de intereses que vencía el 6 de agosto de 1981), el
BA.NA.DE. instruyó al "Swiss Bank of New York" para que
abonara al banco canadiense la suma correspondiente.
Igual acaeció con el incumplimiento relativo a la primera
cuota de amortización del capital y la segunda de intereses.
11) Que en este punto cabe recordar a Bolaffio, para quien
toda operación bancaria es económicamente única, aunque
resulte de dos contratos distintos: uno, el contrato con el
cual el banco obtiene el crédito; el otro, aquél por el que lo
concede. Esos "dos elementos" — c omo los califica— se
mantienen unidos por un vínculo subjetivo (la intención del
agente bancario) y un vínculo objetivo (la efectiva
disposición del crédito). De ahí que no puedan separarse
las operaciones por las que el banco viene a ser deudor de
quienes le prestan, de aquellas otras por las cuales resulta
acreedor respecto de los clientes a los que proporciona los
recursos obtenidos (Bolaffio-Rocco-Vivante, "Derecho
comercial", t. I, Parte General, vol. 1, ps. 451/452,
Buenos Aires, 1947).
Estos conceptos, correlacionados con las constancias
del sub examine , impiden apreciar a los vínculos anudados
como consecuencia de los dos préstamos a que se ha
hecho mención, como compartimientos estancos dotados
de una total autonomía que, por su carácter ficticio,
opacaría la función intermediadora del crédito, típica y
esencial de la actividad bancaria, pues el contrato de
préstamo local está inescindiblemente vinculado a una
operación financiera internacional en moneda extranjera a
los fines de considerar la alteración fundamental de sus
prestaciones sinalagmáticas (art. 1198, Cód. Civil).
12) Que la perspectiva global del intermediar bancario
permite aprehender, en cambio, una realidad innegable:
acoger la "excesiva onerosidad sobreviniente" como medio
tuitivo de la actora importaría menguar drásticamente la
acreencia de quien debe restituir esos fondos al que se los
ha proporcionado con el fin de "represtarlos" a aquélla y, en
definitiva, haría soportar la carga a quien sólo se constituyó
en la vía de canalización del aporte crediticio. En suma, se
produciría la indebida traslación a que se aludió en el
consid. 8°), lo que no se compadece con las razones que
inspiran el art. 1198 del Cód. Civil.
13) Que no enerva la conclusión expuesta el argumento
del a quo según el cual, puesto que las gravosas
consecuencias para la demandante han tenido origen en
devaluaciones ordenadas por el estado nacional, resultaría
"absurdo" que este último "pudiera aprovechar las
consecuencias de una situación sólo por él generada".
Resulta pertinente recordar que el BA.NA.DE. es una
entidad autárquica, con autonomía presupuestaria y
administrativa (art. 1°, ley 21.629), que "en sus
financiamientos seguirá criterios técnicos, económicos y
financieros sanos, a fin de asegurar una eficiente
asignación de recursos y mantener la integridad de su
capital" (art. 3°, inc. b, de la citada ley) y que, por su
naturaleza, en sus relaciones con el poder central no está
sometida a la relación jerárquica, que es reemplazada por
el control de legitimidad (confr. arts. 27 y sigts., ley 21.629).
Esa fue la entidad que concedió un préstamo a la actora y
fue demandada por ésta en el marco de la relación
contractual que las vinculaba y sólo dentro de la cual
encuentra sentido el instituto (cláusula rebus sic stantibus)
que se pretendió aplicable. No se alegó — h ubiera sido
irrazonable hacerlo— que el BA.NA.DE. se confundiera con
el Estado nacional al momento de tomarse decisiones
gubernamentales de política cambiaria, o que debiera
responder por ellas. No es a través de la acción ejercida en
estas actuaciones, ni respecto del aquí demandado, que
tales reclamos podrían haberse canalizado. Estas breves
razones son más que suficientes para descalificar lo
argüido por el a quo .
14) Que lo expuesto lleva a dejar sin efecto el fallo
apelado, en cuanto hizo lugar a la demanda. En lo atinente
a la reconvención deducida por el BA.NA.DE. — a la que
había hecho lugar el a quo aunque circunscripta a los
límites a los que reducía el crédito— el acogimiento del
recurso impone modificar el pronunciamiento en este último
aspecto, eliminando toda modificación
del quantum creditorio, atento la ya declarada
improcedencia del "reajuste".
Cabe aclarar que la quiebra de la actora, decretada con
posterioridad al pronunciamiento apelado, no obsta a lo
resuelto, sin perjuicio de la posterior remisión de las
actuaciones al juez que entiende en aquélla (doctrina de la
Competencia N° 348.XXII "Instituto Provincial de la Vivienda
y Desarrollo Urbano de Tucumán c. Tutor Cía.
Sudamericana de Seguros S.A. s/cumplimiento de
contrato", sentencia del 28 de febrero de 1989). Esta
remisión, que desde ahora se ordena, importa también
suprimir del decisorio toda alusión a la ejecución de la
condena.
15) Que la naturaleza y complejidad de las cuestiones
planteadas en el sub lite hacen procedente que las costas
de todas las instancias, incluida la presente, sean
soportadas en el orden causado.
Por ello, se resuelve: 1°) Revocar la sentencia apelada,
rechazando la demanda y haciendo lugar a la reconvención
con los alcances que resultan de este fallo; 2°) Imponer las
costas de todas las instancias por su orden. — Ricardo
Levene (h.) (en disidencia parcial). — Mariano A. Cavagna
Martínez. — Carlos S. Fayt. — Augusto C. Belluscio (en
disidencia parcial). — Enrique S. Petracchi. — Rodolfo C.
Barra. — Julio S. Nazareno. — Antonio Boggiano (en
disidencia parcial).
Voto en disidencia parcial de los doctores Levene ( h.),
Belluscio y Boggiano.
Que los suscriptos, con excepción de lo referente a las
costas, comparten y hacen suyas las consideraciones
vertidas en el voto que antecede, a las que se remiten por
razones de brevedad.
Por ello, se resuelve: Revocar la sentencia apelada,
rechazando la demanda y haciendo lugar a la reconvención
con los alcances que resultan de este fallo. Con
costas. — Ricardo Levene (h.). — Augusto C.
Belluscio. — Antonio Boggiano .

CSJN, 10/6/1992, "Lafontaine, Oscar Rodolfo c.


Lafontaine de Minteguiaga, Elsa Esther y otro",
Fallos: 315:1247. Sumarios
1. Corresponde dejar sin efecto la sentencia que rechazó la
reconvención por resolución del contrato de locación
fundada en la teoría de la imprevisión, pues se apartó de
las constancias de la causa, no constituyó derivación
razonada del derecho vigente y omitió el examen de
cuestiones conducentes para la solución del litigio, todo lo
cual redundó en un menoscabo de las garantías
constitucionales invocadas.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 10 de junio de 1992.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por Elsa
Esther Lafontaine de Minteguiaga en la causa Lafontaine,
Oscar Rodolfo c/ Lafontaine de Minteguiaga, Elsa Esther y
otro", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala D de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil que rechazó la
reconvención por resolución del contrato de locación por
entender que era inaplicable al caso la teoría de la
imprevisión, los demandados interpusieron el recurso
extraordinario cuya denegación origina la presente queja.
2°) Que, a tal efecto, el tribunal consideró que los
apelantes habían consentido la existencia de un
desequilibrio inicial en las prestaciones, por lo
que estaban inhabilitados para remediar el perjuicio
mediante la vía del artículo 1198 del Código Civil, sin que
las consideraciones genéricas formuladas en la
reconvención —p lazo del contrato de locación, alucinante
inflación y continua suba de los avalúos fiscales del
impuesto inmobiliario y de la tasa municipal— fueran
suficientes para ser consideradas acontecimientos
extraordinarios e imprevisibles.
3°) Que la alzada sostuvo también que los apelantes
habían admitido la alteración de las prestaciones como
consecuencia del fenómeno denominado "Rodrigazo", al
haber promovido la reconvención en el año 1979, de modo
que no podían invocar ese hecho como causa de la
resolución ni era susceptible de afectar los efectos del
contrato ya cumplido, más allá de que la inflación posterior
a ese reclamo hasta el vencimiento del plazo del alquiler
había correspondido al alea propia del convenio de largo
plazo y de tracto sucesivo.
4°) Que, en tal sentido, la Cámara consideró que para la
aplicación de la teoría de la imprevisión era menester que
los acontecimientos causantes de la excesiva onerosidad
fueran generales y extraños al contrato mismo; de ahí que
la alteración de las prestaciones en este juicio —r esultante
de la interpretación de las cláusulas del contrato acerca de
la moneda en que debía pagarse el precio según fallo de la
Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones Especial en
lo Civil y Comercial— estaba marginada de la reparación
por el remedio del citado artículo 1198.
5°) Que aun cuando las cuestiones traídas a conocimiento
de esta Corte son de hecho, prueba y de derecho común,
ajenas —e n principio— a su competencia extraordinaria,
en el caso corresponde habilitar la instancia del artículo
14 de la ley 48, ya que la sentencia impugnada se aparta de
las constancias de la causa, no constituye derivación
razonada del derecho vigente y omite el examen de
cuestiones conducentes para la solución del litigio, todo lo
cual redunda en menoscabo de las garantías
constitucionales invocadas.
6°) Que, en efecto, los reconvinientes expresaron que se
había producido un desfase entre las prestaciones que
había traído aparejada la ruptura del equilibrio querido por
las partes (fs. 109, expediente principal), por lo que la
excesiva onerosidad era producto de circunstancias que
imprevisiblemente habían cambiado el sinalagma de las
obligaciones recíprocas.
7°) Que al estimar que se había admitido un desequilibrio
inicial y utilizar en la sentencia apelada ese argumento para
sustentar el rechazo de la resolución pretendida, la
calificación del a quo sobre el modo como fue propuesta la
contrademanda altera y cercena sus términos
injustificadamente y con notorio menoscabo para la posición
procesal de los recurrentes.
8°) Que, por otro lado, con una remisión genérica al
supuesto consentimiento de los recurrentes en relación a la
alteración de las prestaciones, la Cámara ha hecho valer
una virtual renuncia a la teoría de la imprevisión
desatendiendo la directiva del artículo 874 del Código Civil,
con lo cual ha venido a imponer una suerte de castigo a
quien —s in su culpa ni mora— absorbió las consecuencias
de la onerosidad sobreviniente exigiendo la revisión del
contrato sólo cuando le resultó intolerable mantenerlo en las
condiciones estipuladas (Fallos: 303:1533).
9°) Que, asimismo, la Cámara prescindió de examinar
concretamente si el precio de la locación —a cordado para
un plazo de 10 años y con un aumento del 10% anual
desde el 31 de enero de 1973— se convirtió en exiguo en
razón de los acontecimientos alegados por la recurrente y
por la inflación desencadenada en el año 1975, lo que era
necesario para precisar la razonabilidad de la pretensión
posteriormente planteada, lo que priva de sustento al fallo
por omitir el examen de una cuestión conducente para la
solución del litigio (Fallos: 300:1131 y 302:1007).
10) Que, al haber sido la decisión de la Sala IV de la
Cámara Nacional de Apelaciones Especial en lo Civil y
Comercial una mera interpretación acerca del tipo de
moneda en que debía satisfacerse el precio delalquiler, no
pudo el a quo entender —s in incurrir en serios defectos de
argumentación— que ese fallo era el causante de los
desequilibrios ocurridos sobre las prestaciones con
prescindencia del circunstanciado estudio de los
acontecimientos invocados por los reconvinientes en
relación al referido contrato.
11) Que, por el contrario, no resulta procedente el remedio
federal respecto del rechazo de la hipotética conformación
en el caso de un supuesto de lesión (artículo 954 del
Código Civil) o de error en la propietaria contratante acerca
de la disparidad de las prestaciones originarias, ya que no
ha existido prueba corroborante de esas circunstancias,
aparte de que en la sentencia apelada se ha formulado un
estudio de la cuestión que no evidencia serios defectos de
argumentación o de razonamiento.
12) Que, en consecuencia, corresponde admitir el recurso
extraordinario e invalidar el fallo, pues media relación
directa e inmediata entre lo resuelto y las garantías
constitucionales que se dicen vulneradas, lo que conduce a
privarlo de su condición de acto jurisdiccional (causa:
S.369.XXII. "S.A. La Razón E.E.F.I.C. y A. s/concurso
preventivo", del 22 de junio de 1989), sin que ello importe
abrir juicio sobre el fondo del asunto, lo cual queda
reservado a los jueces de la causa.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y
se deja sin efecto la sentencia apelada con el alcance
indicado. Con costas. Vuelvan los autos al tribunal de
origen a fin de que, por medio de quien corresponda,
proceda a dictar nueva sentencia con arreglo a lo
expresado. Agréguese la queja al principal. Reintégrese el
depósito de fs. 2. Notifíquese y remítase.
Ricardo Levene (H). — Mariano Augusto Cavagna
Martinez (Por Su Voto). — R odolfo C. Barra (Por Su
Voto). — Carlos S. Fayt. — Augusto Cesar
Belluscio. — Eduardo Moline O'connor. — Antonio
Boggiano.
Voto Del Señor Vicepresidente Primero Doctor Don
Mariano Augusto Cavagna Martinez Y Del Señor
Vicepresidente Segundo Doctor Don Rodolfo C. Barra
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala D de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil que rechazó la
reconvención por resolución del contrato de locación por
entender que era inaplicable al caso la teoría de la
imprevisión, los demandados interpusieron el recurso
extraordinario cuya denegación origina la presente queja.
2°) Que, a tal efecto, el tribunal consideró que los
apelantes habían consentido la existencia de un
desequilibrio inicial en las prestaciones, por lo que estaban
inhabilitados para remediar el perjuicio mediante la vía
del artículo 1198 del Código Civil, sin que las
consideraciones genéricas formuladas en la
reconvención —p lazo del contrato de locación, alucinante
inflación y continua suba de los avalúos fiscales del
impuesto inmobiliario y de la tasa municipal— fueran
suficientes para ser consideradas acontecimientos
extraordinarios e imprevisibles.
3°) Que la alzada sostuvo también que los apelantes
habían admitido la alteración de las prestaciones como
consecuencia del fenómeno denominado "Rodrigazo", al
haber promovido la reconvención en el año 1979, de modo
que no podían invocar ese hecho como causa de la
resolución ni era susceptible de afectar los efectos del
contrato ya cumplido, más allá de que la inflación posterior
a ese reclamo hasta el vencimiento del plazo del alquiler
había correspondido al alea propia del convenio de largo
plazo y de tracto sucesivo.
4°) Que, en tal sentido, la Cámara consideró que para la
aplicación de la teoría de la imprevisión era menester que
los acontecimientos causantes de la excesiva onerosidad
fueran generales y extraños al contrato mismo; de ahí que
la alteración de las prestaciones en este juicio —r esultante
de la interpretación de las cláusulas del contrato acerca de
la moneda en que debía pagarse el precio según fallo de la
Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones Especial en
lo Civil y Comercial— estaba marginada de la reparación
por el remedio del citado artículo 1198.
5°) Que aun cuando las cuestiones traídas a conocimiento
de esta Corte son de hecho, prueba y de derecho común,
ajenas —e n principio— a su competencia extraordinaria,
en el caso corresponde habilitar la instancia del artículo
14 de la ley 48, ya que la sentencia impugnada se aparta de
las constancias de la causa, no constituye derivación
razonada del derecho vigente y omite el examen de
cuestiones conducentes para la solución del litigio, todo lo
cual redunda en menoscabo de las garantías
constitucionales invocadas.
6°) Que, en efecto, los reconvinientes expresaron que se
había producido un desfase entre las prestaciones que
había traído aparejada la ruptura del equilibrio querido por
las partes (fs. 109, expediente principal), por lo que la
excesiva onerosidad era producto de circunstancias que
imprevisiblemente habían cambiado el sinalagma de las
obligaciones recíprocas.
7°) Que al estimar que se había admitido un desequilibrio
inicial y utilizar en la sentencia apelada ese argumento para
sustentar el rechazo de la resolución pretendida, la
calificación del a quo sobre el modo como fue propuesta la
contrademanda altera y cercena sus términos
injustificadamente y con notorio menoscabo para la posición
procesal de los recurrentes.
8°) Que, por otro lado, con una remisión genérica al
supuesto consentimiento de los recurrentes en relación a la
alteración de las prestaciones, la Cámara ha hecho valer
una virtual renuncia a la teoría de la imprevisión
desatendiendo la directiva del artículo 874 del Código Civil,
con lo cual ha venido a imponer una suerte de castigo a
quien —s in su culpa ni mora— absorbió las consecuencias
de la onerosidad sobreviniente exigiendo la revisión del
contrato sólo cuando le resultó intolerable mantenerlo en las
condiciones estipuladas (Fallos: 303:1533).
9°) Que, asimismo, la Cámara prescindió de examinar
concretamente si el precio de la locación —a cordado para
un plazo de 10 años y con un aumento del 10% anual
desde el 31 de enero de 1973— se convirtió en exiguo en
razón de los acontecimientos alegados por la recurrente y
por la inflación desencadenada en el año 1975, lo que era
necesario para precisar la razonabilidad de la pretensión
posteriormente planteada, lo que priva de sustento al fallo
por omitir el examen de una cuestión conducente para la
solución del litigio (Fallos: 300:1131 y 302:1007).
10) Que, al haber sido la decisión de la Sala IV de la
Cámara Nacional de Apelaciones Especial en lo Civil y
Comercial una mera interpretación acerca del tipo de
moneda en que debía satisfacerse el precio del alquiler, no
pudo el a quo entender —s in recurrir en serios defectos de
argumentación— que ese fallo era el causante de los
desequilibrios ocurridos sobre las prestaciones con
prescindencia del circunstanciado estudio de los
acontecimientos invocados por los reconvinientes en
relación al referido contrato.
11) Que, por el contrario, no resulta procedente el remedio
federal respecto del rechazo de la hipotética conformación
en el caso de un supuesto de lesión (artículo 954 del
Código Civil) o de error en la propietaria contratante acerca
de la disparidad de las prestaciones originarias, ya que no
ha existido prueba corroborante de esas circunstancias,
aparte de que en la sentencia apelada se ha formulado un
estudio de la cuestión que no evidencia serios defectos de
argumentación o de razonamiento.
12) Que, en consecuencia, corresponde admitir el recurso
extraordinario e invalidar el fallo, pues media relación
directa e inmediata entre lo resuelto y las garantías
constitucionales que se dicen vulneradas, lo que conduce a
privarlo de su condición de acto jurisdiccional (causa:
S.369.XXII. "S.A. La Razón E.E.F.I.C. y A. s/concurso
preventivo", del 22 de junio de 1989).
13) Que teniendo en cuenta el carácter de la acción
instaurada, el largo tiempo transcurrido desde que ella se
dedujo y los sucesivos pronunciamientos dictados en las
instancias ordinarias con los que no se ha logrado concluir
el pleito, el Tribunal estima apropiado hacer uso de la
facultad que le acuerda el artículo 16 de la ley 48.
14) Que, al respecto, cabe señalar que el alquiler
convenido entre las partes no mantuvo el primitivo equilibrio
con la correlativa contraprestación, pues la inflación
padecida por nuestro país durante la vigencia del contrato
repercutió de tal modo que el precio originariamente
estipulado quedó reducido a una suma ínfima para retribuir
la ocupación de un inmueble rural de las condiciones del
que aquí se trata.
15) Que, en tal sentido, el fenómeno económico llamado
"Rodrigazo" producido en el año 1975 fue inequívocamente
un hecho de las características propias del caso fortuito
para la economía y equilibrio de los contratos con
prestaciones recíprocas, por lo que corresponde el
acogimiento del reclamo con fundamento en lo dispuesto
por el artículo 1198 del Código Civil.
16) Que la pretensión de los demandados sólo puede
prosperar desde el momento en que se notificó su reclamo
de reajuste formulado en la reconvención respectiva —s in
alcanzar los efectos ya cumplidos por los pagos practicados
con anterioridad (Fallos: 302:1329)— y sus consecuencias
deberán ser proyectadas sobre el desenvolvimiento de la
relación con posterioridad a esa fecha hasta el término del
contrato.
17) Que tal conclusión no puede verse afectada por el
hecho de haber prosperado la demanda de consignación de
arriendos deducida por la actora, ya que al estar
condicionado el progreso de esta petición a las resultas de
la defensa principal fundada en la teoría de la imprevisión,
aparece necesaria su adecuación a los términos en que
quedó zanjado el precio del arrendamiento.
18) Que para la determinación del reajuste de las
prestaciones a partir de la fecha indicada deberá tenerse en
cuenta el valor del alquiler originariamente pactado,
actualizado en función de los índices de desvalorización
monetaria, con una reducción de equidad del 30%, ya que
sólo se procura expurgar al negocio de la iniquidad
manifiesta resultante del fenómeno inflacionario sobre la
prestación a cargo del arrendatario.
19) Que de tales cantidades deberán descontarse las
porciones correspondientes al heredero inquilino, según las
reglas propias que rigen la materia, y al hermano no
demandado en autos. De modo que, en síntesis, la decisión
respecto del recurso en lo atinente a la imprevisión del
contrato lleva a la admisión de la reconvención y a reajustar
el alquiler en los términos señalados.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario,
se deja sin efecto la sentencia apelada y se hace lugar, con
el alcance indicado, a la reconvención interpuesta a
fs. 99/110. Con costas. Vuelvan los autos al tribunal de
origen a fin de que, por medio de quien corresponda,
proceda a dictar nueva sentencia con arreglo a lo
expresado. Agréguese la queja al principal. Reintégrese el
depósito de fs. 2. Notifíquese y remítase.
Mariano Augusto Cavagna Martinez. — Rodolfo C. Barra.

CSJN, 28/9/1993, "Banco Roberts S.A.",


Fallos: 316:2069. Hechos
Una entidad financiera y un particular celebraron un
contrato de mutuo hipotecario por una suma de dinero en
moneda extranjera. El deudor no pagó los servicios de
intereses devengados de tres períodos, así como
tampoco cubrió la primera cuota del capital. Ante dicho
incumplimiento, la entidad bancaria inició la ejecución a la
que se hizo lugar. Posteriormente, el deudor se presentó
en concurso preventivo y, si bien, reconoció la legitimidad
del crédito y del privilegio tanto él como el síndico
objetaron los intereses punitorios e invocaron la aplicación
de la teoría de la imprevisión —a nte la devaluación
monetaria ocurrida en febrero de 1981— y del abuso del
derecho. La sentencia de primera instancia admitió el
reajuste del contrato. El Tribunal de Alzada revocó el
pronunciamiento. Contra tal decisión, fue interpuesto un
recurso de inconstitucionalidad, al cual La Corte de
Justicia de la Provincia de Salta hizo lugar, revocando lo
decidido por la Cámara y confirmando la decisión de la
instancia de grado. La entidad financiera interpuso
recurso extraordinario federal. La Corte Suprema de
Justicia de la Nación, por mayoría, dejó sin efecto la
sentencia apelada.
Sumarios
1. Procede dejar sin efecto la sentencia que admitió el
reajuste de un contrato de mutuo en moneda extranjera
celebrado entre una entidad financiera y un particular por
aplicación de la teoría de la imprevisión, a raíz de la
devaluación monetaria —o currida en febrero de 1981—,
pues, si el contrato afectado con garantía real tuvo origen
en un préstamo del exterior que estaría inescindiblemente
vinculado a una operación financiera internacional en
moneda extranjera, aceptar la excesiva onerosidad
sobreviniente como medio tuitivo de la deudora importaría
menguar drásticamente la acreencia de quien debe restituir
esos fondos al que se los ha proporcionado con el fin de
represtarlos a aquélla y, en definitiva, haría soportar la
carga a quien sólo se constituyó en la vía de canalización
del aporte crediticio, produciéndose una indebida traslación,
que no concuerda con las razones que inspiran el art. 1198,
Cód. Civil.
2. Es arbitraria la sentencia que hizo lugar, por aplicación
de la teoría de la imprevisión, al reajuste de un contrato de
mutuo en moneda extranjera celebrado entre una entidad
financiera y un particular —q ue con posterioridad al inicio
de la ejecución hipotecaria se presentó
en concurso preventivo, pero encontrándose en estado de
cesación de pagos desde una fecha anterior a la solicitud
del préstamo—, si asignó a la mora del deudor un alcance
que no le dieron las partes, pues, en atención a lo dispuesto
por el art. 892, Cód. Civil, al haberse hecho exigible toda la
obligación con anterioridad al hecho imprevisible invocado,
el incumplimiento acontecido tuvo gran relevancia, ya que si
el deudor hubiese pagado la deuda con anterioridad a la
fecha en que se produjo el factum, el acreedor no habría
iniciado la ejecución hipotecaria y en consecuencia no se
habría producido la mayor onerosidad sobreviniente.
3. Resulta arbitraria la sentencia que, a fines de desvirtuar
el supuesto obstativo que prevé el art. 1198, párrafo cuarto,
Cód. Civil, consideró que el incumplimiento de las
obligaciones asumidas por el deudor a raíz de un contrato
de mutuo en moneda extranjera celebrado con una entidad
financiera no había tenido una magnitud adecuada a la
sanción prevista por esa norma, si sobre la base de una
disquisición dogmática se apartó de lo que voluntaria y
expresamente convinieron las partes, acerca de que el no
pago del primer servicio de interés tornaba exigible la deuda
en su totalidad a esa fecha, sin que ello importe, por otro
lado, un ejercicio abusivo del derecho.
4. Es improcedente la aplicación de la teoría del abuso del
derecho en forma subsidiaria a la aplicación de la teoría de
la imprevisión, ante el incumplimiento del deudor
concursado de lo establecido contractualmente mediante un
mutuo afectado con garantía real constituido en moneda
extranjera con anterioridad a un período de devaluación
monetaria —l a cual tuvo lugar en febrero de 1981—, si
el a quo se ha limitado a una simple manifestación de
voluntad y no demostró concretamente si el derecho o su
ejercicio —p or parte del acreedor hipotecario— eran
abusivos —a l perseguir el pago de lo debido en la misma
moneda en la cual se había pactado la obligación—, lo cual
autoriza a descalificar el fallo como acto judicial válido por
carecer de la fundamentación necesaria, particularmente si
se tiene en cuenta el carácter comercial de la relación y el
uso restrictivo que se debe hacer de esta institución.
5. Corresponde desestimar el recurso extraordinario federal
interpuesto contra la sentencia que, al revocar la decisión
de la Cámara, admitió el reajuste de un contrato de mutuo
en moneda extranjera celebrado entre una entidad
financiera y un particular —q ue luego de constituirse en
mora se presentó en concurso preventivo—, por aplicación
de la teoría de la imprevisión, pues, los agravios del
apelante vinculados con la concurrencia de los recaudos
del art. 1198, Cód. Civil y el orden de imposición de las
costas no suscitan cuestión federal bastante para habilitar
la vía intentada, ya que remiten al examen de cuestiones de
hecho, prueba y derecho común, propias de los jueces de la
causa, y ajenas como regla a la instancia extraordinaria,
máxime cuando —c omo en el caso— la sentencia cuenta
con fundamentos de aquel carácter que —m ás allá de su
acierto o error— obstan al progreso de la tacha de
arbitrariedad (del voto en disidencia de los doctores Fayt y
Moliné O'Connor).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, septiembre 28 de 1993.
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Corte de Justicia de la
Provincia de Salta que —a l hacer lugar al recurso de
inconstitucionalidad— revocó el pronunciamiento de la
cámara y confirmó el de la primera instancia que había
admitido el reajuste del mutuo hipotecario en virtud de la
teoría de la imprevisión, la entidad acreedora interpuso el
recurso extraordinario de fs. 256/279 que fue concedido a
fs. 303/304.
2°) Que los agravios propuestos suscitan
cuestión federal bastante para su examen por la vía
intentada, pues si bien los temas referentes a los requisitos
propios de la imprevisión y la configuración del abuso del
derecho remiten, en principio, al análisis de cuestiones de
hecho y de derecho común ajenas a la instancia del art.
14 de la ley 48, ello no impide a esta Corte conocer en
planteos de tal naturaleza cuando el a quo , sobre la base
de meras afirmaciones dogmáticas, prescinde de aspectos
sustanciales para la correcta dilucidación del litigio y se
funda en normas inaplicables a las concretas circunstancias
fácticas de autos.
3°) Que en el mes de junio de 1979, el Banco Roberts S.A.
y Miguel Angel Martínez Saravia celebraron un mutuo
hipotecario por U$S 400.000, que equivalían —s egún
cambio a esa fecha— a la suma de pesos ley 516.000.000.
El deudor no pagó los servicios de intereses que habían
vencido el 17 de septiembre de 1979, el 17 de junio de
1980 y el 17 de diciembre de 1980, ni tampoco la primera
cuota del capital que había vencido el 17 de diciembre de
1980. Ante ello y en virtud de la cláusula sexta del contrato
la entidad bancaria inició ejecución hipotecaria ante el
Juzgado de Primera Instancia en lo Especial en lo Civil y
Comercial N° 18, a la que se hizo lugar. Posteriormente, y a
raíz de la presentación en concurso preventivo por parte de
Martínez Saravia —3 1 de agosto de 1981—, el acreedor se
presentó ante el juez concursal a fin de insinuar sus
acreencias. La sindicatura y la concursada reconocieron la
legitimidad del crédito y del privilegio, aunque objetaron los
intereses punitorios e invocaron la aplicación de la teoría de
la imprevisión y del abuso del derecho.
4°) Que al concluir en el reajuste equitativo de la
prestación emergente del convenio entre las partes, el
tribunal hizo mérito de la imprevisibilidad de los hechos
económicos acaecidos a principios de febrero de 1981 y
prescindió de la consideración de diversos planteos del
apelante, susceptibles de incidir directamente en la solución
final a adoptarse, tales como: a) la naturaleza de la deuda,
cuya recomposición perseguía el síndico y la fallida; b) la
existencia de una cláusula de caducidad, libremente
pactada por las partes; c) las fechas en que la ahora
concursada incurrió en mora automática y en la que se
produjo el hecho imprevisible; d) si se había acreditado en
autos que la deudora había incurrido en cesación de pago
por razones de caso fortuito o fuerza mayor; y f) si el
derecho del acreedor de cobrar su crédito conforme lo
pactado y su ejercicio posterior habían implicado un
ejercicio antifuncional en relación a todo el período de vida
de la relación jurídica establecida entre las partes.
5°) Que desde la promoción de este incidente el acreedor
hizo hincapié en que el contrato celebrado era en dólares y
que para poder realizar el préstamo tuvo que concertar
primero la operación con un banco extranjero (ver fs. 4/7,
32, 36 vta. y 73 vta.). Por su parte, la deudora consideró
que aquél fue otorgado en pesos argentinos con cláusula
dólar. Ante tal circunstancia, el tribunal debió dilucidar en
primer término la naturaleza del contrato, pues ello
resultaba esencial a fin de resolver las demás cuestiones
planteadas, sin que importe fundamento idóneo lo relativo a
que al haber estado el mutuo garantizado con hipoteca, la
operación tradujo un préstamo en dinero y por lo tanto el
dólar funcionó como cláusula de estabilización, toda vez
que ello se contrapone a lo dispuesto por los arts. 608 y
3109 del Código Civil y especialmente a lo que surge del
contrato de mutuo, en el cual se estableció el equivalente
en moneda nacional como valor estimativo.
6°) Que ello es así habida cuenta de que si el mutuo en
moneda extranjera con garantía hipotecaria había tenido
origen en un préstamo del exterior estaría
inescindiblemente vinculado a una operación financiera
internacional en moneda extranjera, por lo que aceptar la
excesiva onerosidad sobreviniente como medio tuitivo de la
deudora importaría menguar drásticamente la acreencia de
quien debe restituir esos fondos al que se los ha
proporcionado con el fin de represtarlos a aquélla y,
en definitiva, haría soportar la carga a quien sólo se
constituyó en la vía de canalización del aporte crediticio. En
suma, se produciría una indebida traslación, que no
concuerda con las razones que inspiran el art.
1198 del Código Civil.
7°) Que, sin perjuicio de lo expuesto y atento a que
el a quo consideró —a unque sin ningún fundamento serio
— que se trataba de un contrato con cláusula de reajuste
en dólar, resulta pertinente tratar las restantes objeciones.
A fin de desvirtuar el supuesto obstativo que prevé el art.
1198, párrafo cuarto, del Código Civil, el a quo consideró
que el incumplimiento no había tenido una magnitud
adecuada a la sanción prevista en esa norma, dado que al
constituir la cláusula sexta del contrato un pacto comisorio
expreso —y no una cláusula resolutoria— el no pago de los
tres servicios de intereses y de la primera cuota del
capital —q ue sólo representaba el 30% de la deuda—, no
podía hacer exigible automáticamente toda la obligación.
Tal argumento resulta descalificable de conformidad con la
doctrina de la arbitrariedad, habida cuenta de que ello sólo
pone de manifiesto que el tribunal, sobre la base de una
disquisición dogmática, se apartó de lo que voluntaria y
expresamente convinieron las partes. En efecto, de la
cláusula sexta —v er fs. 325/330— surge en forma evidente
que la intención de ellas fue la de establecer que ante el no
pago del primer servicio de interés —o currido el 17 de
septiembre de 1979— la deuda debía hacerse exigible en
su totalidad a esa fecha, sin que ello importe, por otro lado,
un ejercicio abusivo del derecho. De ahí que el
incumplimiento tuvo magnitud suficiente, lo que habría
acontecido igualmente si no se hubiese pactado aquella
cláusula, dado que el no pago de tales servicios y de la
primera cuota representaban más del 30% del valor total de
la deuda.
8°) Que, en tal sentido, esta Corte ha resuelto en
reiteradas oportunidades que si bien lo atinente a la
exégesis de la voluntad contractual es materia de derecho
común ajena al recurso extraordinario, ello reconoce
excepción cuando los jueces asignan a las cláusulas de un
contrato un alcance reñido con la clara intención de las
partes, y lo decidido no se basa en explícitas razones de
derecho, llegando de tal manera, a una inteligencia del
contrato carente de razonabilidad (confr. causa A.170.XXIII
"Administración General de Puertos c. Empresa de
Navegación Juan Ibmasello S.C.A. y otros" del 27 de
diciembre de 1990).
9°) Que a igual solución corresponde llegar con respecto a
lo decidido por el a quo en cuanto a que la mora del deudor
resultaba irrelevante, en atención a lo dispuesto por el art.
892 del Código Civil, toda vez que al haberse hecho
exigible toda la obligación con anterioridad al hecho
imprevisible —d evaluación del 2 de febrero de 1981— el
incumplimiento tuvo gran relevancia, pues si aquél hubiese
pagado la deuda con anterioridad a la fecha en que se
produjo el factum, el acreedor no habría iniciado la
ejecución hipotecaria y en consecuencia no se habría
producido la mayor onerosidad sobreviniente que el
concursado pretende ahora paliar.
10) Que, además, al considerar que el incumplimiento que
se atribuía al deudor había implicado tan solo un mero
retraso no imputable, dado que aquél se encontraba, a esa
fecha, en estado dé cesación de pagos, el tribunal ha
incurrido en una apreciación subjetiva que no está avalada
con las constancias de la causa ni con las normas que
específicamente rigen el caso (arts. 509 y 513 del Código
Civil, y art. 1° de la ley de concursos). Ello es así habida
cuenta de que de la simple mención de que el deudor hizo
hincapié en las causales de insolvencia al pedir su concurso
y de que ello fue receptado por el síndico, no surge si aquel
estado había sido producido por causas ajenas a su
voluntad.
11) Que lo expuesto está corroborado por la circunstancia
de que al momento en que el deudor solicitó el préstamo
que motiva el presente juicio ya se encontraba en estado de
cesación de pagos, pues —s egún surge de fs. 40— aquélla
fue fijada a partir del 5 de noviembre de 1978. Aspecto,
éste, que si hubiese sido examinado debidamente por
el a quo lo habría inducido a una conclusión distinta a la
que arribó.
12) Que, por otro lado, al aplicar la teoría del abuso del
derecho en forma subsidiaria, el a quo se ha limitado a una
simple manifestación de voluntad sin demostrar
concretamente si el derecho o su ejercicio eran abusivos, lo
cual autoriza a descalificar el fallo como acto judicial válido
en la medida de que la sentencia carece de la
fundamentación necesaria a tales fines, particularmente si
se tiene en cuenta el carácter comercial de la relación y el
uso restrictivo que se debe hacer de esta institución.
13) Que, en efecto, en el caso de que lo convenido
hubiese sido un mutuo con cláusula de reajuste en dólares,
ello no resulta un uso antifuncional del derecho habida
cuenta de que esa cláusula de estabilización no producía
ningún perjuicio al deudor, por el contrario, lo beneficiaba
dado que en la época de la concertación y hasta que se
produjo el incumplimiento, el reajuste con cláusula dólar
estaba por debajo de los resultados que se habrían
obtenido mediante la utilización de los índices oficiales
proporcionados por el INDEC.
14) Que, asimismo, el ejercicio de ese derecho tampoco
encuadra en el art. 1198 del Código Civil dado que no se
advierte que durante todo el período de vida de la relación
jurídica establecida entre la entidad bancaria y la ahora
concursada —d esde el momento en que se concretó el
negocio, pues si a esa fecha se hubiese previsto el hecho
ocurrido en febrero de 1981, las partes podrían haber
pactado otro tipo de cláusula de estabilización, como las
proporcionadas por el INDEC, hasta la fecha de la
sentencia apelada—haya sobrevenido una abrupta ruptura
del sinalagma contractual.
15) Que ello es así, toda vez que si se realiza un simple
cálculo objetivo consistente en actualizar, por los índices
proporcionados por el INDEC, la suma de 400.000 dólares
convertida a junio de 1979 a pesos ley, hasta marzo de
1991, se llega a valores superiores a los que se obtendrían
de convertir directamente aquellos dólares a la última fecha
mencionada.
16) Que este Tribunal ha resuelto que "conclusiones
contrarias a las aquí desarrolladas podrían resultar
altamente peligrosas para la seguridad jurídica, pues la
ejecución y el cumplimiento de los contratos se sometería al
arbitrio de los jueces, quienes terminarían por convertirse
en contratantes, o en sustituir a las partes en el ejercicio de
su libertad contractual, garantía que se encuentra
firmemente amparada por la Constitución Nacional"... y que
"cuando la teoría del abuso del derecho es utilizada para
privar de efectos a una cláusula contractual, su uso debe
ser restrictivo; solamente cuando aparezca manifiesto el
antifuncionalismo debe acudirse a este remedio
excepcional..." (Fallos: 311:1337, considerando 13).
17) Que en atención a lo resuelto, resulta inoficioso que
este Tribunal se expida acerca de los restantes agravios.
En tales condiciones, cabe atender a las objeciones
señaladas a la luz de lo expresado, pues en esa medida la
sentencia guarda nexo directo e inmediato con las garantías
constitucionales que se invocan como vulneradas (art.
15 de la ley 48), circunstancia que hace procedente el
acogimiento del remedio federal.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y
se deja sin efecto la sentencia. Con costas. Vuelvan los
autos al tribunal de origen a fin de que, por medio de quien
corresponda, proceda a dictar nuevo fallo con arreglo a lo
expresado. — Antonio Boggiano. — Rodolfo C.
Barra. — Carlos S. Fayt (en disidencia). —A ugusto C.
Belluscio. — Enrique S. Petracchi (en
disidencia). — Ricardo Levene (h.). — Julio S.
Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor (en disidencia).
Disidencia de doctores Carlos S. Fayt y Eduardo Moline
O'Connor
Considerando: 1°) Que contra la sentencia de la Corte de
Justicia de la Provincia de Salta que, al hacer lugar al
recurso de inconstitucionalidad, revocó el pronunciamiento
de la cámara y confirmó el de primera instancia que había
admitido el reajuste del mutuo hipotecario en virtud de la
teoría de la imprevisión, la entidad acreedora interpuso el
recurso extraordinario que fue concedido a fs. 303/304.
2°) Que los agravios del apelante vinculados con la
concurrencia de los recaudos del art. 1198 del Código Civil
y el orden de imposición de las costas no suscitan cuestión
federal bastante para habilitar la vía intentada, toda vez que
remiten al examen de cuestiones de hecho, prueba y
derecho común, propias de los jueces de la causa, y ajenas
como regla a la instancia extraordinaria, máxime cuando —
c omo en el caso— la sentencia cuenta con fundamentos
de aquel carácter que —m ás allá de su acierto o error—
obstan al progreso de la tacha de arbitrariedad (Fallos:
302:999, 1039 y 1141; 304:478; entre otros).
3°) Que en lo que hace al resultado económico del reajuste
dispuesto por el a quo —e n tanto podría resultar lesivo del
derecho de propiedad—, el recurso es improcedente por
prematuro, toda vez que —a tento al diferimiento dispuesto
en la sentencia de fs. 50— sólo con la liquidación a
presentar por la sindicatura se tendrá una demostración
cierta y acabada del gravamen concreto que puede irrogar
la sentencia, y es en dicha oportunidad cuando la
interesada deberá intentar los recursos y planteos que
considere idóneos.
Por ello, se desestima el recurso extraordinario. Con
costas en el orden causado atento al resultado del
recurso. — Carlos S. Fayt. — Eduardo Moliné O'Connor.
Disidencia del doctor Enrique Santiago Petracchi.
Considerando: Que el recurso extraordinario es inadmisible
(art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación).
Por ello, se declara improcedente el recurso extraordinario.
Costas por su orden. — Enrique S. Petracchi.

CSJN, 24/9/1996, "Calderas Salcor Caren S.A. c.


Comisión Nac. de Energía Atómica y otra.", Fallos:
319:2037. Sumarios
1. En materia de contratos de obra pública, los jueces
deben actuar con suma prudencia al examinar las
pretensiones deducidas, verificando si efectivamente se han
producido los perjuicios que se reclaman y, en su caso,
constatando si estos fueron consecuencia directa e
inmediata de la obra pública, para así no otorgar
reparaciones que puedan derivar en soluciones
manifiestamente irrazonables.
2. Una adecuada hermenéutica del régimen de mayores
costos establecido en la ley 12.910 (Adla, VII-40) y sus
decretos reglamentarios conduce a admitir sólo la
recomposición de aquellos desfases que, además de
desquiciar la economía general del contrato, deriven de
acontecimientos sobrevinientes e imprevisibles al tiempo de
la firma del acuerdo.
3. No es admisible responsabilizar exclusivamente al ente
estatal por los perjuicios derivados de la falta de previsión
de deficiencias que no fueron advertidas por ninguna de las
partes al celebrar el contrato de obra pública.
4. La reiteración de períodos de alta inflación con la
consiguiente distorsión de las variables económicas, no
resulta un hecho imprevisible que justifique, sin más, el
reajuste de la remuneración del contratista de obra pública.
5. Si el propósito de las partes al modificar el contrato de
obra pública original fue recomponer equitativamente los
intereses afectados por la falta de previsión en que ambas
incurrieran, las reservas por el daño financiero efectuadas
por el contratista sólo pueden vincularse con aquellas
facultades que resulten compatibles con el propósito
enunciado y no con derechos cuyo ejercicio sea
inconciliable con la manifestación de voluntad común.
6. La buena fe que debe animar la ejecución de
los contratos administrativos impone que cada contratante
soporte las consecuencias desfavorables de su propia
conducta discrecional.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, setiembre 24 de 1996.
Considerando:
1. Que la Cámara Nac. de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal  — s ala I— confirmó la sentencia de
primera instancia en cuanto había admitido el daño
financiero reclamado por la actora respecto de un contrato
de obra pública, al tiempo que la modificó en lo atinente al
modo de actualizar el monto del resarcimiento por el lapso
comprendido entre el 29 de marzo de 1985 y la fecha de su
efectivo pago. Contra tal pronunciamiento la demandada
interpuso el recurso ordinario de apelación, que fue
concedido a fs. 616 y fundado a fs. 619/635.
2. Que el recurso es formalmente admisible pues se dirige
contra una sentencia definitiva recaída en una causa en la
que la Nación es parte y el valor
cuestionado — a ctualizado a la fecha de interposición de la
apelación— supera el mínimo establecido en el art. 24
inc. 6º, apart. a, del dec.-ley 1285/58, con más la
actualización prevista por la ley 21.708 y res. 552 de este
tribunal.
3. Que la empresa contratista promovió la demanda de
autos por el cobro del daño financiero que — a su juicio
habría sufrido como consecuencia de la falta de
representatividad de la fórmula pactada en el contrato. En
su escrito inicial sostuvo que por medio de la cuarta
modificación contractual — l levada a cabo el 16 de agosto
de 1984— las partes habían acordado reemplazar la
fórmula de ajuste que regía hasta ese momento por otra
que importó una completa recomposición del precio de la
obra; sin embargo, expresó que no le fue reconocido el
perjuicio financiero operado desde la firma del contrato
hasta la modificación antedicha. En suma, afirmó que la
cantidad de valor recibida en concepto de remuneración
desde el comienzo de los trabajos hasta la modificación
mencionada fue inferior a la inversión realizada, lo que
determinó el endeudamiento con terceros a las tasas de
mercado (fs. 10 vta. y siguientes).
4. Que la Cámara juzgó que, a los fines de examinar la
procedencia del perjuicio financiero reclamado, cabía
distinguir el reajuste del precio de la obra por la existencia
de mayores costos, de los daños sufridos por la tardía
aplicación de tal reajuste. Sostuvo que las sucesivas
modificaciones contractuales pactadas por las partes
reconocían mayores costos mas no contemplaban el daño
financiero ejercido por la actora, el cual había sido objeto de
expresa reserva en la renegociación; además, interpretó
que las modificaciones antedichas implicaban el
reconocimiento de la Comisión Nac. de Energía Atómica de
la falta de representatividad de la fórmula prevista en el
contrato.
5. Que, por otra parte, el a quo rechazó el planteo de la
entidad estatal relativo a que el acogimiento de la
pretensión importaba la violación al principio de igualdad de
los oferentes, pues entendió que las sucesivas
renegociaciones llevadas a cabo por las partes habían
configurado una modificación sustancial de los términos del
convenio originario, de modo tal que ninguno de los
oferentes se habría hallado en situación equiparable a la del
actor.
6. Que con respecto al agravio dirigido a cuestionar el
apartamiento de la ley 21.392, la cámara consideró que al
renegociar el contrato las partes habían elegido un
procedimiento para restablecer el equilibrio de las
prestaciones que no podía "tener la virtualidad de impedir
que para las situaciones no previstas en el convenio se
apliquen procedimientos establecidos en disposiciones
vigentes" (fs. 608 vta. consid. 103, parte final).
En este orden de ideas, destacó que la contratista se había
visto constreñida — a causa de las demoras de la
comitente en el pago de las cuotas por imperio de las
circunstancias propias del momento— a contraer
obligaciones que no podían ser enjugadas en su real
magnitud mediante la aplicación de la ley 21.392.
7. Que también desestimó la tacha de arbitrariedad que la
demandada le atribuyó al fallo de primera instancia en lo
atinente a la apreciación de la prueba y a la capitalización
de los intereses por entender que, en este aspecto, no se
trataba de liquidar intereses sobre intereses de acuerdo a la
definición legal de anatocismo, sino tan solo de establecer
un método que permitiera reparar integralmente los
perjuicios sufridos.
8. Que por último, admitió el agravio de la actora
concerniente al método para actualizar el monto de la
indemnización a partir del 29 de marzo de 1985,
disponiendo que se aplicara el mismo procedimiento que la
sentencia de primera instancia preveía para el lapso
anterior a esa fecha — q ue consistía en la capitalización
periódica de los intereses de acuerdo a las tasas de
mercado— lo cual importaba dejar de lado el sistema de
ajuste establecido por la ley 21.392. La cámara entendió
que si la entidad del daño estaba representada por el precio
del dinero que la contratista había pagado, no correspondía
limitar a un período de tiempo determinado la capitalización
de los intereses pagados, máxime si se había advertido la
insuficiencia de la metodología prevista en la ley 21.392
para paliar el perjuicio sufrido.
9. Que en su memorial ante esta Corte la demandada
expresa los siguientes agravios: a) el fallo asignó a las
reservas contractuales un alcance que no tienen; b)
el a quo se apartó del régimen legal aplicable, el cual no
fue tachado de inconstitucional por la actora ni demostrada
su irrepresentatividad; c) no se probó el daño invocado; d)
no se consideró adecuadamente que — d e acuerdo al
dictamen pericial — la actora había incluido el daño
financiero al ofertar violando así la igualdad de oferentes; e)
se efectuó una interpretación tergiversada de las cláusulas
insertas en las renegociaciones y se ha omitido valorar la
prueba documental en su integridad; f) tanto el juez de la
causa como la Cámara ampararon el anatocismo,
contrariando de ese modo el art. 623 del Cód. Civil; g)
admitió el agravio de la demandante referente al modo de
repotenciar el daño desde la cancelación de cada factura
hasta el efectivo pago, incrementando indebidamente el
monto del resarcimiento y violando el régimen de
actualización de deudas previsto en la ley.
10. Que en materia de contratos de obra pública este
Tribunal ha sostenido que los jueces deben actuar con
suma prudencia al examinar las pretensiones deducidas,
verificando si efectivamente se han producido los perjuicios
que se reclaman y, en su caso, constatar si éstos fueron
consecuencia directa e inmediata de la obra pública,
cuidando de no otorgar reparaciones que puedan derivar en
soluciones manifiestamente irrazonables (Fallos: 313:278).
Tal premisa cobra particular relevancia en el "sub lite", no
sólo por la entidad del perjuicio que se reclama
(fs. 614/615), sino también por la importancia de la obra
contratada. En este sentido, cabe señalar que la empresa
actora tuvo a su cargo la construcción del "conformado de
la esfera de contención para la central nuclear Atucha II"
cuya finalidad era contener el efecto de la radiación en caso
de fallas eventuales registradas en cualquiera de los
equipos e instalaciones de la central mencionada.
11. Que la cuestión a dilucidar consiste en determinar si
los perjuicios derivados de la falta de representatividad de
la fórmula originaria deben ser soportados íntegramente por
la Comisión Nac. de Energía Atómica. En el "sub judice", los
daños cuya reparación se pretende se traducen en los
intereses bancarios que habría tenido que afrontar el
particular para obtener el monto de la inversión
comprometida en virtud de la merma sufrida en su
remuneración.
12. Que liminarmente corresponde recordar que — c on
arreglo a la jurisprudencia de esta Corte — el régimen de
mayores costos establecido por la ley 12.910 y sus decretos
reglamentarios no establece que la mera irrepresentatividad
de las fórmulas convenidas determinará, sin más, el
reajuste de la remuneración del contratista; en efecto, una
adecuada hermenéutica de las normas citadas conduce a
admitir sólo la recomposición de aquellos desfases
que — además de desquiciar la economía general del
contrato — deriven de acontecimientos sobrevinientes e
imprevisibles al tiempo de la firma del acuerdo (confr. T.
195.XXIII "Tecnobra S.A.C.I.C.I.F. c. Comisión Nac. de
Energía Atómica s/cobro de pesos", pronunciamiento del 20
de abril de 1993 — L a Ley, 1993-E, 490 — , consid. 7º y
sus citas).
13. Que, en lo que interesa al caso, cabe señalar que hubo
cinco modificaciones a la fórmula contractual, cuatro de las
cuales fueron aplicadas retroactivamente al origen del
contrato (fs. 468 vta./469, dictamen pericial contable,
respuestas a las preguntas 3 y 4 del cuestinamiento de la
actora); tal circunstancia fue valorada por el juez de la
causa como un elemento claramente indicativo de la falta
de representatividad de la fórmula primigenia, conclusión
que fue compartida por la Cámara (fs. 607 vta., consid. 97)
y que concuerda con la línea argumental empleada por la
contratista, pues ésta — a l promover la demanda de autos
— expresó, reiteradamente, que el perjuicio había existido
"desde el comienzo del contrato" (fs. 10 vta. último párrafo;
en igual sentido, fs. 12, punto a, fs. 20, último párrafo;
puntos 19 y sigtes. de la prueba pericial contable pedidos a
fs. 222; y expresiones de fs. 507, entre otras).
De ello se deduce que los daños cuyo resarcimiento se
pretende no son consecuencias de un hecho sobreviniente
a la celebración del acuerdo — p ues de lo contrario, no se
comprendería la aplicación retroactiva de las fórmulas
— sino que encuentran su origen en los propios términos de
la contratación inicial libremente aceptados por la actora.
14. Que al ser ello así, las sucesivas modificaciones
referidas — e n la medida en que aumentaron
progresivamente la remuneración del empresario (fs. 468
vta., último párrafo)— tuvieron el propósito de compensar
las deficiencias que no habían sido advertidas por ninguna
de las partes al momento de contratar; por ende, no es
admisible responsabilizar exclusivamente al ente estatal por
los perjuicios derivados de aquella falta de previsión, toda
vez que el actor también conocía — a l tiempo de suscribir
el acuerdo— la magnitud y complejidad del emprendimiento
y el sistema de ajuste de su retribución; por otra parte, la
reiteración de períodos de alta inflación con la consiguiente
distorsión de las variables económicas no resultaba un
hecho imprevisible (Fallos: 296:546 y 300:1131 — L a Ley,
1977-A, 226; 1979-C, 605-35.232-S— ).
En tales circunstancias, debió haber puesto en
conocimiento de la comitente los reparos que la fórmula
prevista le merecía o, en todo caso, haberse abstenido de
contratar en condiciones que le resultaban — a su juicio
— desfavorables. Máxime si se repara en que las partes,
después de suscribir el contrato en las condiciones
originales y (17 de febrero de 1981) hasta la firma del acta
acuerdo que dio origen a la cuarta modificación de aquél
(16 de agosto de 1984), renegociaron de común acuerdo el
compromiso asumido en tres ocasiones y, en éstas, la
contratista siempre manifestó no tener nada "más que
reclamar por ningún concepto" (carpeta de modificaciones
contractuales "B", fs. 87 y 124). Al no obrar de ese modo y
adherir a los términos contractuales que luego impugnó, el
actor no observó la conducta debida, por lo cual no cabe
excluirlo de la carga de soportar, al menos, una parte de los
daños (arts. 512, 902 y 929, Código Civil; y Fallos:
314:491).
15. Que la conclusión a la que se arriba en el considerando
anterior no queda desvirtuada por las características
inusuales de la obra, pues ellas obligaban — c omo allí se
dijo — a actuar con la mayor prudencia al momento de
asumir compromisos. Tampoco corresponde atender a la
inexperiencia que la demandante le atribuyó a la comitente
en la construcción de plantas de ingeniería avanzada y en
la formulación de los planes de obra, pues aquélla tampoco
tenía experiencia para realizar trabajos que — s egún sus
propios dichos — se emprendían por primera vez en el país
(fs. 8 vta., segundo párrafo) a pesar de lo cual asumió el
riesgo de llevarlos a cabo en los términos propuestos
inicialmente, por lo que, aun desde este punto de vista,
resulta ecuánime que los perjuicios sean afrontados sobre
la base de una responsabilidad compartida. Ello armoniza
con la buena fe que debe animar la ejecución de los
contratos administrativos (Fallos: 305:1011; 315:1299, entre
otros), la cual impone que cada contratante soporte las
consecuencias desfavorables de su propia conducta
discrecional.
16. Que en el fallo apelado se efectuó una inadecuada
interpretación de las modificaciones contractuales, pues
ninguna de ellas prevé el reconocimiento del daño
financiero a favor de la contratista. Con particular referencia
a la cláusula quinta del convenio celebrado el 1º de
noviembre de 1985 a la que aludió la sentencia, no surge
de su texto que el rubro pretendido en esta causa haya sido
admitido por la comitente "en términos de inequívoco
significado" (fs. 608 y 596 vta./597).
En efecto, del hecho de que al suscribir el convenio aludido
la contratista haya manifestado que el pago de las sumas
allí pactadas implicaba no tener "...nada mas que reclamar,
con la sola excepción del rubro daño financiero" (ver fs. 4
de la carpeta de modificaciones contractuales identificada
con la letra B), no se deriva la aceptación por parte de la
demandada de esa reserva, en tanto sólo traduce una
manifestación de voluntad unilateral hecha por la parte que
se considera acreedora al ítem reclamado.
Tampoco cabría inducir — c omo lo pretende la actora a
fs. 20— que ha mediado un reconocimiento del "daño
financiero" por parte de la comitente, al suscribir la
modificación contractual Nº 4 — e n especial cláusula 9,
punto 1— el 4 de setiembre de 1984.
En dicha cláusula, con respecto a la reclamación que la
contratista consideraba "una compensación adecuada" por
la mora en los pagos en que la comitente "ha incurrido e
incurra", solamente se estableció lo siguiente: "9.1. la
contratista presentará y documentará su reclamo al
respecto"; "9.2. ENACE aceptará la facturación que la
contratista presentará... referente a la aplicación de la Ley
Nº 21.392 por mora en pagos anteriores y pendientes de
liquidación, las cuales serán actualizadas... con la variación
experimentada en el índice de Precios al por Mayor Nivel
General-INDEC, todo sin perjuicio de la resolución que se
tome al punto 9.1."; "9.3. La mora en los pagos solamente
dará derechos a la contratista a demorar y/o paralizar los
trabajos..." en los supuestos que allí se detallan. Más aún,
en esta cláusula se consignó: "La no resolución del punto
9.1. no dará derecho alguno a la contratista salvo a la
reiteración de su reclamo y recursos correspondientes"
(fs. 23 de la carpeta de modificaciones antes aludida)
Conviene agregar que — c omo se expuso anteriormente
— el propósito que tuvieron las partes al modificar varias
veces el contrato original fue el de recomponer
equitativamente los intereses afectados por la falta de
previsión común a ambos contratantes; en consecuencia,
las reservas por el daño financiero efectuadas por la actora
en la cuarta y quinta modificación (confr. fs. 4 y 23 del
cuaderno referido) sólo pueden vincularse con aquellas
facultades que resulten compatibles con el propósito
enunciado y no con derechos cuyo ejercicio fuese
inconciliable con la manifestación de voluntad común
(Fallos: 298:265).
17. Que por otra parte, la Cámara — a l concluir que los
pasos efectuados al actor en los términos de la ley 21.392
eran insuficientes para resarcir el perjuicio financiero— no
tuvo en cuenta el verdadero contenido de la pretensión y,
por ende, se pronunció sobre un aspecto que no guarda
relación con la cuestión debatida. En efecto, en autos no se
ha impugnado el sistema de ajuste previsto en dicho
régimen para la mora del comitente (ver las inequívocas
expresiones de la actora al contestar el recurso ordinario a
fs. 642, tercer párrafo y sigtes.), sino que se han
demandado los daños derivados del cumplimiento de
términos contractuales desfavorables.
Con toda nitidez la actora ha dicho que aun cuando en la
modificación contractual Nº 4 "...se ha logrado una debida
fórmula de reconocimiento de mayores costos..." que prevé
"...lo que antes no existía, esto es, el corrector financiero,
no es menos cierto que esto se produce a tres años y
medio de la iniciación de los trabajos". De manera que,
aunque esta formula es "...retributiva de la inversión..." y se
aplicó tanto "...para el pasado como para el futuro, siempre
quedará un aspecto que para el período que nos ocupa fue
de sustancial importancia...": "...el costo del dinero que
Calderas Salcor Caren S.A. no recibió en tiempo y forma"
(fs. 16; ver también fs. 17/17 vta. y 20).
De manera que la actora, lejos de discutir aquí "...la justicia
o injusticia de la ley 21.392" para los pagos producidos en
mora (ver expresiones mencionadas en el primer párrafo de
este considerando), reclama aquel costo del dinero
que — e n palabras suyas— constituye un "daño distinto e
independiente" (fs. 640 vta.).
18. Que sin perjuicio de lo expuesto, este Tribunal estima
conveniente destacar que los daños reclamados no fueron
acreditados. En primer término, la comitente reliquidó todos
los certificados de acuerdo con las cuatro modificaciones
sucesivas del contrato, la última de las cuales contemplaba
la fórmula pretendida por la actora; empero no fue probado
que tales reconocimientos retroactivos resultaran
insuficientes para compensar el perjuicio financiero
reclamado y mantener, de este modo, indemne la
remuneración del contratista. Ello es así, en razón de que el
perito contador — a l responder este aspecto— expresó:
"Este perito reitera la dificultad existente para determinar
linealmente los efectos que corresponden a determinadas
causas..." (fs. 470, respuesta a la pregunta undécima),
términos que ya había empleado en dos ocasiones; la
primera al preguntársele si la demora en aplicar las
fórmulas posteriores había deteriorado el capital de giro de
la demandante (fs. 469/469 vta., pregunta 6ta.); y la
segunda, para indicar la imposibilidad de relacionar la
iliquidez de la contratista con la fórmula inicial (fs. 469 vta.,
pregunta novena). Si bien es cierto que el experto agregó:
"Resulta evidente que la actora dejó de percibir sumas de
dinero y que para cubrir dichas carencias recurrió al
endeudamiento. Surge además del punto 23º del
cuestionario de la actora que los intereses pagados,
resultan muy significativos en relación a la situación
económica de la actora", tales expresiones son meramente
estimativas, por lo que no permiten formar convicción sobre
la insuficiencia de los reconocimientos retroactivos.
En suma, a partir de dicho informe no es posible establecer
si los importes reclamados en el sub lite — e n caso de ser
admitidos— indemnizarán al empresario por un daño
efectivamente padecido o terminarán por beneficiarlo
indebidamente.
19. Que a ello cabe agregar que los intereses cuyo cobro
se pretende corresponden a préstamos obtenidos por la
demandante, de los que no existe comprobante alguno en
razón de que habrían sido concertados en el mercado
"interempresario" o "interbancario" a tasas muy elevadas
(fs. 452 vta., 455, 456 vta., 457 vta., 458 y 471). Por este
motivo, el perito no pudo relacionar las tasas registradas en
los libros de comercio de la actora — l as cuales sirvieron
de base para calcular el daño reclamado (conf. anexos 9,
10 y 11 del dictamen pericial)— con ningún préstamo
concreto; sólo se limitó a cotejarlas con aquellas que
publicaban los diarios y con las que informaron algunas
entidades financieras en la causa (fs. 470/470 vta. y 471
vta.). Los únicos elementos aportados por el demandante
con el propósito de compensar la falta de documentación
respaldatoria son una serie de cuadernos (fs. 25, punto XV),
sin rúbrica, algunos de ellos con tiras de máquinas de
calcular incorporadas, manuscritos por los propios
dependientes del contratista, que sólo cubren una parte del
lapso a indemnizar, pues habrían comenzado a llevarse "a
partir de fines de 1983, 1984" (fs. 452 vta., 454 vta.,
respuesta a la sexta pregunta). En atención a la naturaleza
de los actos que se pretende probar (art. 2246, Cód. Civil y
arts. 207, 208 y 209, Cód. del Comercio) y a la eficacia
probatoria que cabe asignar a los libros de comercio de la
actora en el contexto indicado (art. 43, "in fine", del Cód. de
Comercio y art. 61, ley 19.550) — s obre todo, teniendo en
cuenta que la demandada no participa del carácter de
comerciante (art. 63, primera parte, Cód. de Comercio)— no
corresponde tener por acreditadas a las operaciones
aludidas. De ello se desprende que la estimación del daño
efectuada por el experto sobre esas bases (fs. 471 vta. y
472, repuestas a la vigésima y vigésimoprimera preguntas,
y anexos 9, 10 y 11, entre otros, del dictamen pericial) no
configura la objetiva evaluación del perjuicio efectivamente
sufrido, sino el resultado de una serie de operaciones
abstractas sin sustento alguno.
Por ello, se revoca la sentencia apelada y se rechaza la
demanda. Costas por su orden, en atención a la
complejidad de las cuestiones debatidas (art. 68, segunda
parte, del Código Procesal). — Julio S.
Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor (en
disidencia). — Carlos S. Fayt. — Enrique S.
Petracchi. — Antonio Boggiano (en
disidencia). — Guillermo A. F. López (en
disidencia). — Gustavo A. Bossert. — Adolfo R. Vázquez.
Disidencia de los doctores Moliné O'Connor y López
Considerando: Que los considerandos 1º al 16 constituyen
la opinión concurrente de los jueces que suscriben este
voto en disidencia con la de los que integran la mayoría.
17. Que, sobre la base de lo expuesto, cabe precisar que
la reparación pretendida por la actora no encuentra
sustento dentro del marco contractual que unió a las partes
ya que, como se dijo, éstas hallaron un modo razonable de
recomponer lo pactado de conformidad con la legislación
aplicable al caso.
Ello, sin embargo, no basta para rechazar la demanda
como lo sostiene la recurrente, ya que debe determinarse si
existe otro perjuicio susceptible de ser indemnizado en la
forma pretendida por la accionante, para lo cual se requiere
determinar si, en el caso, la actora logró demostrar el daño
aducido, la relación de causalidad entre el hecho y el daño
y la prueba efectiva del perjuicio.
18. Que la demandada sostiene que no se ponderó lo
informado en el dictamen pericial con relación a la inclusión
del costo financiero en la oferta formulada por la actora al
presentarse en la licitación. Cabe señalar al respecto que
en la respuesta tercera del cuestionario formulado por la
demandada, se aclaró que si bien el costo financiero formó
parte del precio que la actora cotizó en la licitación éste sólo
cubría el lapso existente entre la efectiva realización de la
inversión y "el tiempo de cobro definido contractualmente, al
que se obligaba la demandada". Por consiguiente, el
agravio de la demandada no puede prosperar, ya que la
previsión por ella invocada no se proyecta sobre los
períodos que son objeto del reclamo. Resulta evidente que,
al haber sido modificado el contrato cinco veces, sus
términos no previeron contemplar la incidencia de un
eventual costo financiero producido por circunstancias
sobrevinientes a su concertación.
19. Que, en lo relativo a la existencia del costo financiero
originado en la tardía recomposición del contrato, cabe
puntualizar que, según surge del informe pericial
presentado en la causa, "hasta arribar a la última
modificación contractual, las anteriores no resolvían
adecuadamente la incidencia de los mayores costos"
(respuesta a 5a. pregunta, "in fine", a fs. 469).
Dijo también el experto que el reconocimiento de la mora
en que había ocurrido la demandada no había compensado
el costo del dinero (fs. 470/470 vta. pregunta 13).
Requerido el perito para que indicase si la diferencia
reconocida más tarde por la demandada fue sufrida por la
actora en demérito de su capital de trabajo o en la
obtención de créditos, descuentos u otro sistema adoptado
por la actora, respondió que, aunque le resultaba difícil
"determinar, linealmente, los efectos que corresponden a
determinadas causas", la aplicación de las distintas
fórmulas a un mismo valor base, arroja resultados
diferentes. Concluyó el perito que "de haberse aplicado la
modificación Nº 4 a la fórmula de mayores costos, en la
oportunidad de la aplicación de la fórmula original, la actora
hubiera contado con mayor capital de trabajo".
20. Que de las actas de directorio y documentación
contable surge que la falta de efectivo sufrida por la actora
se cubrió parcialmente con capital de giro de la empresa,
que después se recurrió a la plaza bancaria con esa
finalidad y posteriormente a los préstamos obtenidos en la
plaza extrabancaria (Anexo 5 del dictamen pericial
contable)
21. Que, en orden a lo expuesto, se encuentra probado en
la causa que la actora sufrió una merma en la disponibilidad
de capital, atribuible al desequilibrio provocado por la falta
de compensación de las diferencias reconocidas al
reformularse el contrato. Para superar esas deficiencias de
efectivo, aportó fondos propios o tomados en el mercado, a
las diferentes tasas que regían en plaza, según la
oportunidad y las condiciones en que tales fondos eran
solicitados y los créditos concedidos.
22. Que con tales elementos de juicio ha quedado
debidamente demostrado que la actora sufrió un daño,
representado por los intereses que pagó para obtener el
dinero que no recibió de su contratante, o que se vio
privada de percibir por no disponer libremente de su capital
de giro. Resulta evidente que la privación de tales sumas
como consecuencia del tardío reconocimiento de que le
eran adeudadas, trajo como consecuencia el compromiso
del capital propio de la demandante y — d espués— la
necesidad de recurrir al endeudamiento, originándose de tal
modo un perjuicio que — c omo se dijo— no pudo ser
compensado por medio de la mecánica de reajuste prevista
en la ley 21.392.
23. Que, en tal sentido, la afectación del patrimonio
comercial de la actora — e n disponibilidades de capital o
por la obtención de créditos en la plaza
financiera — representa "per se" un daño susceptible de ser
reparado, más allá de la prueba concreta de cada una de
las operaciones concertadas para el aporte de fondos, ya
que cada uno de los componentes de ese patrimonio se
encuentra destinado al fin de lucro, y la desviación de tal
propósito ocasiona una pérdida que se traduce, en
principio, en la falta de los réditos generados por el dinero
de que se dispuso en beneficio ajeno.
24. Que, en orden a determinar el grado de
responsabilidad que compete a la demandada en la
atención de tales perjuicios, debe tenerse en cuenta
que — c omo se dijo supra— la de previsión adecuada de
las condiciones contractuales es una circunstancia a la que
no resulta ajena la demandante, de modo que no existe un
nexo causal que permita atribuir la producción de esos
daños en forma exclusiva a la conducta de la contratante.
25. Que, sin perjuicio de lo expuesto, es notorio que el
deterioro patrimonial que sufrió la actora redundó en
beneficio de la demandada, en la medida en que afrontó un
costo financiero que, de otro modo, hubiese afectado a la
contratista. En tal sentido, resulta indudable que el
patrimonio comercial de la demandante fue empleado
útilmente en favor de la demandada, lo cual impone la
reparación del empobrecimiento que ocasionó esa
afectación (arts. 2306 y 2309, Cód. Civil).
26. Que, desde esa perspectiva, el empleo del dinero de la
actora se convirtió en utilidad de la demandada en cuanto
evitó que ésta afectara su propio capital, o acudiera al
mercado financiero para procurarse los fondos necesarios.
La medida de tal utilidad está, en consecuencia,
determinada por el costo financiero que la contratante
hubiese soportado en idénticas condiciones
A esos fines, las circunstancias particulares en que se vio
inmersa la actora, en virtud de las cuales tomó créditos a
tasas muy elevadas a causa del margen de endeudamiento
creciente y de las dificultades patrimoniales que afrontaba,
no son oponibles a la demandada, en tanto no inciden en su
propia posición personal, aspecto que constituye una de las
pautas básicas para medir la reparación adeudada.
27. Que, por consiguiente, cabe prescindir de las tasas
establecidas en los prestamos tomados por la actora
conforme a sus registraciones contables, que — s egún
informa el perito— en general "corresponden a operaciones
realizadas por empresas de segunda línea y fuera del
mercado bancario, en especial con mesas de dinero o en el
mercado interempresario" (fs. 470 vta., respuesta a la 14a.
pregunta).
Deben, en cambio, medirse las diferencias entre el ajuste
efectivamente realizado y las tasas vigentes en el mercado,
según las aplicadas por el Banco de la Nación Argentina en
sus operaciones de descuento a treinta días, tomando la
tasa regulada en los períodos en que haya regido en el
mercado financiero, solución adecuada conforme a la
naturaleza del ente contratante. Las diferencias así
obtenidas, se incrementarán desde la fecha en que cada
una de ellas haya sido determinada, con los intereses que
cobró el Banco de la Nación Argentina en sus operaciones
de descuento a treinta días, a tasa regulada, en los
períodos en que haya sido de aplicación.
28. Que si bien la capitalización mensual constituye una
práctica usual en el mercado, seguida aun en épocas en
que rigieron altísimas tasas de interés, esta Corte ha
sostenido en forma reiterada que tal método sólo constituye
un arbitrio tendiente a obtener una ponderación objetiva de
la realidad económica, pero ha advertido que cuando el
resultado logrado se vuelve objetivamente injusto, debe ser
dejado de lado, en tanto dicha realidad debe prevalecer
sobre abstractas fórmulas matemáticas (Fallos: 315:2980).
29. Que, igualmente, ha dicho este tribunal que la
capitalización de intereses no puede ser admitida cuando
su aplicación — m áxime cuando se efectúa en forma
permanente y por lapsos breves— lleva a una
consecuencia patrimonial que equivale a un despojo del
deudor, acrecentando su obligación hasta un límite que
excede los límites de la moral y las buenas costumbres
(D.451.XXVIII, "Delpech, Fernando Francisco c. Heller,
Juan Sebastián y otra", fallada el 6 de julio de 1995; en el
mismo sentido: S.166.XXIV, "Sequeiros, Eduardo R. c.
Miranda, Héctor A. yotro", fallada el 14 de diciembre de
1993 — L a Ley, 1994-D, 217— ).
30. Que tal es lo que acontece en el "sub lite", ya que la
aplicación de las tasas de interés vigentes en el mercado
durante lapsos muy superiores a los que corresponden a
una operación financiera usual, lleva a una severa
distorsión si se capitalizan mensualmente, a punto tal que
su resultado final aparece absolutamente desvinculado de
la magnitud de la operación originaria. Cabe recordar que,
en el caso, sólo se persigue la reparación del daño
financiero causado por la falta de oportuna adecuación de
los términos económicos de un contrato que se encuentra
íntegramente cumplido, inclusive en lo que respecta a las
actualizaciones debidas como consecuencia de la mora de
la contratante, por lo que en modo alguno esa reparación
podría traducirse en un equivalente dinerario totalmente
alejado de las prestaciones convenidas por las partes.
Por ello, en el aspecto sub examine , serán admitidos los
agravios de la demandada.
31. Que la eventual aplicación al caso de lo previsto en
la ley 24.283, planteada por la demandada en su
presentación de fs. 843/849 vta., deberá ser propuesta en la
oportunidad pertinente, ante los tribunales de la causa.
32. Que las consideraciones expuestas tornan
inconducente el tratamiento de los restantes agravios
formulados, ya que su suerte no habría de incidir en el
sentido de la decisión adoptada.
Por ello, se confirma la sentencia recurrida en lo principal
que decide, y se la modifica en lo relativo al monto de la
condena, que deberá ser determinado de conformidad con
lo establecido en los considerandos 27 a 30 de la presente.
Las costas se imponen, en esta instancia, en el orden
causado, en orden al resultado del recurso y a las
particularidades del caso. — Eduardo Moliné
O'Connor. — Guillermo A. F. López.
Disidencia de doctor Boggiano
Considerando:
1. Que la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Contencioso Administrativo Federal confirmó la sentencia
de primera instancia en cuanto admitió el daño financiero
reclamado por la actora en relación al contrato suscripto
con ENACE, por cuenta y orden de la Comisión Nacional de
Energía Atómica, y la modificó respecto al modo de
repotenciar el daño desde la cancelación de cada factura
hasta su efectivo pago.
Contra tal pronunciamiento, la demandada interpuso el
recurso ordinario de apelación, que fue concedido a fs. 616
y fundado a fs. 619/635.
2. Que el recurso es formalmente procedente toda vez que
se trata de una sentencia definitiva, recaída en una causa
en que la Nación es parte, y el valor cuestionado
actualizado a la fecha de la interposición de la apelación,
supera el mínimo establecido en el art. 24, inc. 6º, del
decreto-ley 1285/58, modificado según la ley 21.708 y
resolución 552/89 de esta Corte.
3. Que la actora sostuvo en su demanda que las
características de la obra — e ncaminada a conformar la
esfera de contención para la Central Nuclear Atucha II
— hicieron necesaria la incorporación de numerosos
adicionales de alta complejidad técnica que alteraron los
planes de obra y en sucesivas modificaciones, se fueron
solucionando aspectos referentes a la forma de calcular
mayores costos. Señaló que estos reconocimientos fueron
tardíos y generaron un daño financiero de alta significación
para la contratista el cual estaba representado por el costo
del dinero que no se recibió y que hubo de obtenerse del
propio giro comercial de la actora y luego de la plaza
bancaria.
4. Que, al admitir la demanda, el juez de primera instancia
tuvo en cuenta que durante el contrato se firmaron cinco
modificaciones reformulando la mecánica para calcular
mayores costos, reconociendo en ellas la administración las
reales condiciones de ejecución, así como los ajustes y
correcciones que no fueron adecuadamente previsibles en
origen. Estimó que el convenio de una nueva mecánica de
variaciones de costos sustituyendo a la originaria, así como
para evaluar los numerosos adicionales incorporados a la
obra, implicó que la demandada encontró acreditada la
existencia de distorsiones de tal magnitud que descuidaron
la economía del contrato. Agregó que la misma comitente
reconoció que este daño no se encontraba cubierto con las
reformulaciones efectuadas al firmar la quinta modificación
en la que pactó específicamente la reserva del daño
financiero.
5. Que, para admitir la pretensión, tuvo especialmente en
cuenta el informe pericial del que surgía la pertinencia del
reclamo y su cuantificación, representado por la diferencia
entre el costo real del dinero cobrado en menos en cada
oportunidad por el contratista y la actualización e intereses
reconocidos en los términos de la ley 21.392.
6. Que el sentenciante sostuvo que en el anexo 10 el perito
capitalizaba en períodos de 30 días las diferencias no
cobradas en su momento, desde la fecha en que hubieran
debido pagarse y hasta la fecha en que fueron reconocidas,
con su actualización e intereses en los términos de la ley
21.392. Si bien se adicionaban cada 30 días los intereses a
las diferencias no percibidas y se calculaban nuevos
intereses sobre el resultado de la adición, incurriéndose así
en una suerte de anatocismo, esta era la forma en que,
como era público y notorio, se procedía en el mercado
financiero.
7. Que, finalmente, en cuanto a la actualización y a los
efectos de potenciar ese daño financiero hasta su efectivo
pago, entendió que no obraban en autos elementos
jurídicos ni suficiente análisis del tema que permitiera
apartarse de la ley 21.392, teniendo en cuenta que de su
texto no surgían exclusiones.
8. Que, al confirmar lo resuelto en la instancia anterior,
el a quo sostuvo que no debía confundirse, como lo hacía la
demandada, lo que por un lado constituía el reajuste del
precio de la obra originalmente convenido, con los daños
que ocasionó ese tardío reconocimiento. Agregó que la
recomposición del contrato si bien contuvo un
reconocimiento de los mayores costos, no incluyó el daño
financiero que soportó la actora con motivo de la aplicación
de fórmulas de ajuste dejadas de lado
retroactivamente — l o cual sí importó un reconocimiento de
su falta de adecuación a la realidad económica del contrato
— máxime si se tenía en cuenta que su reclamo en
concepto de daño había sido expresamente reservado en la
negociación.
9. Que desestimó el agravio de la demandada referente a
que se habría violado el principio de igualdad de los
oferentes, pues entendió que las sucesivas renegociaciones
del contrato que vinculaba a ambas partes importaron una
modificación sustancial en los términos del convenio, de
modo tal que ninguno de los oferentes se hallaba en
situación equiparable a la actora.
10. Que, con relación al agravio dirigido a cuestionar el
apartamiento de la ley 21.392, el tribunal consideró que al
renegociar el contrato las partes eligieron un procedimiento
para restablecer el equilibrio de las prestaciones, que no
pudo tener la virtualidad de impedir que para las situaciones
no previstas en el convenio se apliquen procedimientos
establecidos en disposiciones vigentes. La contratista se vio
constreñida a causa de las demoras de la comitente en el
pago de las cuotas, por imperio de las circunstancias
propias del momento, a contraer obligaciones que no
podían ser enjugadas en su real magnitud mediante la
aplicación de dicho texto legal.
11. Que rechazó la tacha de arbitrariedad en cuanto a la
apreciación de la prueba y la queja referente a que se
trataba de una "suerte de anatocismo" en el modo de
capitalizar los intereses pues, a su juicio, no se trataba en el
caso de liquidar intereses sobre intereses, según la
definición legal, sino tan solo de establecer un método que
permitiera alcanzar la reparación integral de los perjuicios
sufridos a que tenía derecho la actora.
12. Que, finalmente, admitió la queja de la actora por
entender que nada autorizaba a establecer topes
temporales sin una explicación valedera que justificara la
modificación que introducía el sentenciante; máxime si se
admitió la insuficiencia de la recomposición que pudiera
obtenerse a través del reajuste regulado por la ley 21.392.
13. Que en su memorial la demandada se agravia — e n lo
sustancial — por cuanto el tribunal: a) otorga a las reservas
un alcance que no tienen; b) se aparta del régimen legal, el
cual no fue tachado de inconstitucional por la actora ni
demostrada su irrepresentatividad; c) no se probó el daño
aducido; d) resta importancia a que, de acuerdo con el
informe pericial, la actora incluyó el daño financiero al
ofertar violando así el principio de igualdad de los oferentes;
e) realiza una tergiversada interpretación de las cláusulas
de las sucesivas renegociaciones y formula una valoración
arbitraria al no considerar la documental en su integridad; f)
ambos magistrados ampararon el anatocismo, vulnerando
así el art. 623 del Código Civil; g) admite el agravio de la
demandada — e n cuanto al modo de repotenciar el daño
desde la cancelación de cada factura hasta el efectivo
pago — violando el régimen de actualización de deudas
previsto en la ley.
14. Que, de manera preliminar, cabe señalar que el
tribunal no interpretó — c omo sostiene el recurrente— que
la existencia de las reservas contenidas en las
negociaciones implicó un reconocimiento del rubro
reclamado sino que, de acuerdo a lo convenido por las
partes, el daño financiero había sido expresamente excluido
de la negociación y que, por otra parte — d eterminante
para resolver la cuestión— la admisión de la demanda no
resultaba de la interpretación otorgada a tales reservas sino
de la prueba rendida en la causa, en especial el informe
pericial, del que surgía de modo manifiesto el perjuicio
sufrido por la actora.
15. Que no se encuentra en discusión que el contrato
original sufrió cinco modificaciones, que como parte de esas
modificaciones se varió la forma de calcular los mayores
costos y que recién con la cuarta modificación se logró una
fórmula para el reconocimiento de los mayores costos que
incorporó un factor financiero desagregado. Lo que se
discute en autos es si ese reconocimiento tardío originó un
daño que la comitente deba reparar y que la actora alega
está representado por la diferencia entre el costo real del
dinero — d inero que la actora se habría visto obligada a
obtener del crédito privado— y lo que recibió de la
demandada con los accesorios de la ley 21.392.
16. Que mientras la contratista sostiene que las sucesivas
renegociaciones no cubrieron el daño financiero, no
obstante haber sido aplicadas desde el origen de la relación
contractual, en la medida en que hasta arribar a la última
modificación las anteriores no resolvían adecuadamente la
incidencia de los mayores costos, la demandada entiende
que abonó a la contratista las sumas que en tales
conceptos le adeudaba a la actora aplicando la
actualización prevista en la ley 21.392 con los intereses en
ella estipulados.
17. Que toda vez que la indemnización de daños y
perjuicios lleva implícita la realidad de los mismos, y que su
determinación requiere la comprobación de tal extremo
(Fallos: 273:269— La Ley, 136-1113-22.403-S— ;
302:1339), corresponde determinar si en el caso la actora
logró demostrar el daño aducido, la relación de causalidad
entre el hecho y el daño y la prueba efectiva del perjuicio.
Ello por cuanto, si bien cabe admitir en ciertas condiciones
el reclamo de perjuicios financieros derivados de la mora
del deudor, se requiere para ello su concreta demostración.
18. Que la demandada sostiene que no se ponderó lo
informado en el dictamen pericial con relación a la inclusión
del costo financiero en la oferta formulada por la actora al
presentarse en la licitación. Cabe señalar al respecto que
en la respuesta la del cuestionario formulado por la
demandada, se aclaró que si bien el costo financiero formó
parte del precio que la actora cotizó en la licitación, éste
sólo cubría el lapso existente entre la efectiva realización de
la inversión y "el tiempo de cobro definido contractualmente
al que se obligaba la demandada". Por consiguiente, el
agravio de la demandada no puede prosperar, ya que la
previsión por ella invocada no se proyecta sobre los
períodos que son objeto del reclamo. Resulta evidente que,
al haber sido modificado el contrato cinco veces, sus
términos no pudieron contemplar la incidencia de un
eventual costo financiero producido por las circunstancias
sobrevinientes a su concertación.
19. Que, en lo relativo a la existencia del costo financiero
originado en la tardía recomposición del contrato, cabe
puntualizar que, según surge del informe pericial
presentado en la causa, "hasta arribar a la última
modificación contractual, las anteriores no resolvían
adecuadamente la incidencia de los mayores costos"
(respuesta 5a pregunta, "in fine", fs. 469).
Dijo también el experto que el reconocimiento de la mora
en que había incurrido la demandada no había compensado
el costo del dinero (fs. 470/470 vta, pregunta 13).
Requerido el perito para que indicase si la diferencia
reconocida más tarde por la demandada fue sufrida por la
actora en demérito de su capital de trabajo o en la
obtención de créditos, descuentos, u otro sistema adoptado
por la actora, respondió que aunque le resultaba difícil
"determinar, linealmente, los efectos que corresponden a
determinadas causas", la aplicación de las distintas
fórmulas a un mismo valor base, arroja resultados
diferentes. Concluyó el perito que: "de haberse aplicado la
modificación Nº 4 a la fórmula de mayores costos, en la
oportunidad de la aplicación de la fórmula original, la actora
hubiera contado con mayor capital de trabajo" (fs. 469/469
vta.).
20. Que de las actas de directorio y documentación
contable surge que la falta de efectivo sufrida por la actora
se cubrió parcialmente con capital de giro de la empresa,
que después se recurrió a la plaza bancaria con esa
finalidad y posteriormente a los préstamos obtenidos en la
plaza extrabancaria (Anexo 5 del dictamen pericial
contable).
21. Que, en orden a lo expuesto, se encuentra probado en
la causa que la actora sufrió una merma en la disponibilidad
de capital, atribuible al desequilibrio provocado por la falta
de compensación de las diferencias reconocidas al
reformularse el contrato. Para superar esas deficiencias de
efectivo, aportó fondos propios o tomados en el mercado, a
las diferentes tasas que regían en plaza, según la
oportunidad y las condiciones en que tales fondos eran
solicitados y los créditos concedidos.
22. Que con tales elementos de juicio ha quedado
debidamente demostrado que la actora sufrió un daño,
representado por los intereses que pagó para obtener el
dinero que no recibió de su contratante, o que se vio
privada de percibir por no disponer libremente de su capital
de giro. Resulta evidente que la privación de tales sumas
como consecuencia del tardío reconocimiento de que le
eran adeudadas, trajo como consecuencia el compromiso
del capital propio de la demandante y — d espués — la
necesidad de recurrir al endeudamiento, originándose de tal
modo un perjuicio que — c omo se dijo — no pudo ser
compensado por medio de la mecánica de reajuste prevista
en la ley 21.392.
23. Que en tal sentido la afectación del patrimonio
comercial de la actora — e n disponibilidades de capital o
por la obtención de créditos en la plaza
financiera — representa "per se" un daño susceptible de ser
reparado, más allá de la prueba concreta de cada una de
las operaciones concertadas para el aporte de fondos, ya
que cada uno de los componentes de ese patrimonio se
encuentra destinado al fin de lucro y la desviación de tal
propósito ocasiona una pérdida que se traduce, en
principio, en la falta de los réditos generados por el dinero
de que se dispuso en beneficio ajeno.
24. Que es notorio que el deterioro patrimonial que sufrió la
actora redundó en beneficio de la demandada en la medida
en que aquélla afrontó un costo financiero que de otro modo
hubiese afectado a la comitente. En tal sentido, resulta
indudable que el patrimonio comercial de la demandante
fue empleado útilmente en favor de la demandada, lo cual
impone la reparación del empobrecimiento que ocasionó
esa afectación (arts. 2306 y 2309, Cód. Civil).
25. Que desde esa perspectiva, el empleo del dinero de la
actora se convirtió en utilidad de la demandada en cuanto
evitó que ésta afectara su propio capital, o acudiera al
mercado financiero para procurarse los fondos necesarios.
La medida de tal utilidad está, en consecuencia,
determinada por el costo financiero que la comitente
hubiera soportado en idénticas condiciones.
A esos fines, las circunstancias particulares en que se vio
inmersa la actora, en virtud de las cuales tomó créditos a
tasas muy elevadas a causa del margen de endeudamiento
creciente y de las dificultades patrimoniales que afrontaba,
no son oponibles a la demandada en tanto no inciden en su
propia posición personal, aspecto que constituye una de las
pautas básicas de la reparación adeudada.
26. Que por consiguiente cabe prescindir de las tasas
establecidas en los préstamos tomados por la actora
conforme a sus registraciones contables, que — s egún
informa el perito— en general "corresponden a operaciones
realizadas por empresas de segunda línea y fuera del
mercado bancario, en especial con mesas de dinero o en el
mercado interempresario" (fs. 470 vta., respuesta a la 14ª
pregunta).
Deben, en cambio, medirse las diferencias entre el ajuste
efectivamente realizado y las tasas vigentes en el mercado,
según las aplicadas por el Banco de la Nación Argentina en
sus operaciones de descuento a 30 días, tomando la tasa
regulada en los períodos en que haya regido en el mercado
financiero, solución adecuada conforme a la naturaleza del
ente contratante. Las diferencias así obtenidas, se
incrementarán desde la fecha en que cada una de ellas
haya sido determinada, con los intereses que cobró el
Banco de la Nación Argentina en sus operaciones de
descuento a 30 días, a tasa regulada, en los períodos en
que haya sido de aplicación.
27. Que si bien la capitalización mensual constituye una
práctica usual en el mercado, seguida aun en épocas en
que rigieron altísimas tasas de interés, esta Corte ha
sostenido en forma reiterada que tal método sólo constituye
un arbitrio tendiente a obtener una ponderación objetiva de
la realidad económica, pero ha advertido que cuando el
resultado logrado se vuelve objetivamente injusto, debe ser
dejado de lado, en tanto dicha realidad debe prevalecer
sobre abstractas fórmulas matemáticas (Fallos: 315:2980).
28. Que, igualmente, ha dicho este tribunal que la
capitalización permanente y en breves lapsos lleva a una
consecuencia patrimonial equivalente a un despojo del
deudor, cuya obligación no puede exceder el crédito
actualizado — e n el caso, de acuerdo a la ley
21.392 — con un interés que no trascienda los límites de la
moral y las buenas costumbres (arts. 953 y 1071, Cód. Civil,
confr. Fallos: 315:2980, citado).
29. Que tal es lo que acontece en el "sub lite", ya que la
aplicación de las tasas de interés en el mercado durante
lapsos muy superiores a los que corresponden a una
operación financiera usual sobre montos actualizados lleva
a una severa distorsión si los intereses se capitalizan
mensualmente, a punto tal que su resultado final aparece
absolutamente desvinculado de la magnitud de la operación
originaria.
Por ello, en el aspecto "sub examine", serán admitidos los
agravios de la demandada.
30. Que la eventual aplicación al caso de autos de la ley
24.283, planteada por la demandada en su presentación de
fs. 843/849 vta., deberá ser propuesta, en la oportunidad
pertinente, ante los tribunales de la causa;
Por ello, se confirma la sentencia recurrida en lo principal
que decide y se la modifica en lo relativo al, monto de la
condena, que deberá ser determinado de conformidad con
lo establecido en los considerandos 26 al 29. Las costas se
imponen, en esta instancia, en el orden causado, en orden
al resultado del recurso y a las particularidades del
caso. — Antonio Boggiano.

CSJN, 8/9/1998, "Mackentor S.A.C.C.I.A.I.F. c. Y.P.F.",


Fallos: 321:2473 Sumarios
1. Corresponde declarar desierto el recurso ordinario de
apelación interpuesto contra la sentencia que rechazó la
demanda tendiente a que la empresa petrolera estatal
abone una suma de dinero compensatoria por los perjuicios
sufridos al ejecutar el contrato de obra pública que la
vinculaba con la demandada, toda vez que los agravios del
recurrente importan reiteración de los formulados con
anterioridad a lo largo del pleito o meras discrepancias con
el criterio del a quo , que no constituyen una crítica
concreta y razonada de lo decidido en el fallo apelado.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 8 de septiembre de 1998.
Vistos los autos: "Mackentor S.A.C.C.I.A.I.F. c. Y.P.F.
s/contrato obra pública".
Considerando:
1°) Que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo Federal, Sala III, desestimó el
recurso de apelación deducido por la actora contra la
sentencia de primera instancia que había rechazado la
demanda (fs. 540/542).
Contra tal pronunciamiento la demandante interpuso el
recurso ordinario de apelación (fs. 545), que le fue
concedido (fs. 567). El memorial obra a fs. 578/602 y su
contestación a fs. 605/608.
2°) Que la empresa Mackentor S.A. promovió la demanda
de autos con apoyo en el principio de la intangibilidad de la
remuneración del contratista, a fin de que Yacimientos
Petrolíferos Fiscales, Sociedad del Estado, le pagara una
suma de dinero compensatoria de los daños que, a su
juicio, había experimentado al ejecutar el contrato de obra
pública que la vinculaba con la demandada.
La actora sostuvo en su escrito inicial que había resultado
adjudicataria de la licitación pública AM n° 1719/ 82 para
efectuar "Trabajos Generales de Equipo Vial (Exploración y
Explotación) Zona Norte Area Malargüe - Administración
Mendoza" y que el 29 de junio de 1983 había suscripto con
la empresa petrolera estatal el respectivo contrato mediante
la orden de compra N° 50-7361.
Asimismo, expresó que el 19 de septiembre de 1983 había
planteado "la renegociación" del acuerdo con el propósito
de obtener "el reajuste de las prestaciones en una forma
equilibrada manteniendo la ecuación económico-financiera
habida en cuenta al momento de celebrarse dicho contrato"
(fs. 73 vta.); fundó tal pedido en "la grave crisis que afecta
la economía nacional, prácticamente paralizada en todos
sus sectores laborales, productivos y empresariales, junto al
agobio de una hiperinflación no reflejada suficientemente en
los índices oficiales y consecuentemente no resarcida con
ningún sistema de reajustes"; adujo que en el marco de las
tratativas de negociación emprendidas se había llegado a
un principio de acuerdo consistente en la aplicación de una
nueva fórmula de reajuste que implicaba un incremento de
los precios básicos convenidos de un 26% desde
septiembre de 1983; afirmó que pese a ello y a que la
ruptura de la ecuación económico-financiera del contrato
había quedado probada, el directorio de Y.P.F. desestimó la
propuesta indicada, lo que motivó el reclamo judicial a fin de
obtener "la reparación de los daños y perjuicios soportados
en la ejecución de la obra" (fs. 84 vta.).
3°) Que el juez de primera instancia rechazó la demanda
por entender, en primer lugar, que de acuerdo con el
peritaje técnico efectuado en autos la evolución mensual de
los índices pactados durante el plazo de obra no había sido
sustancialmente distinta de la ocurrida durante los seis
meses anteriores al contrato, lo que conducía a descartar la
aplicación de la teoría de la imprevisión invocada por la
demandante; además, destacó que la oferta hecha por
Mackentor
S. A. había sido un 36% inferior a la cotizada por el
adjudicatario de la licitación anterior (fs. 514 vta. y 243) y un
11,31% inferior al "segundo oferente más barato" (fs. 514
vta.); asimismo, agregó que al tiempo de ofertar la actora no
había efectuado reserva alguna respecto de la fórmula de
reajuste del precio; desde tal perspectiva tuvo en cuenta
que no correspondía reconocer mayores costos cuando el
contratista ha obrado con negligencia al calcular su oferta, o
bien, ha pretendido cotizar por debajo de sus costos a fin de
ganar la licitación para después reclamar "los reajustes que
recompensen los precios" (fs. 515); juzgó, en suma, que la
pretensión deducida debía ser rechazada porque importaba
apartarse — sin fundamento— de lo convenido,
con grave afectación del principio de igualdad de los
oferentes.
4°) Que para desestimar el recurso de apelación y
confirmar la sentencia de primera instancia la cámara
entendió que no se había acreditado que la fórmula
polinómica convenida no reflejara las erogaciones de la
empresa; además, destacó que si el valor del dólar debía
integrar el sistema de reajuste por relacionarse con el costo
de las maquinarias viales utilizadas, como expresaba la
actora, ésta debió haber advertido a la demandada sobre la
inclusión de tal variable en su oportunidad y no a los meses
de iniciados los trabajos.
Por otro lado, el a quo juzgó que no habían existido
hechos imprevisibles y sobrevinientes a la celebración del
acuerdo que produjeran el desfase de la ecuación
económico-financiera del contrato; agregó que el reajuste
del 26% pedido por la actora en sede administrativa a sólo
tres meses de ejecución de las obras importaba — en caso
de ser admitido— una violación a la igualdad de los
oferentes pues la oferta reajustada de tal modo habría sido
mayor a las dos subsiguientes.
Por último, descartó que la contratación por el lapso de
tres meses concertada entre las partes a partir del 6 de
junio de 1984 por un precio superior y con una fórmula de
reajuste distinta a la que se debate en autos constituyera la
prórroga del contrato que motivó el presente pleito; para
decidir de tal modo tuvo en cuenta que en el caso referido
se había acudido a la contratación directa y que la
demandante no había aceptado la prórroga del primer
contrato.
5°) Que la recurrente se agravia de que la cámara no haya
tenido en cuenta las conclusiones del perito ingeniero ni la
prueba relativa al desfase económico-financiero del
contrato; también impugna el fallo en cuanto en él se omitió
considerar que la demandada había reconocido "la
situación de imprevisión" (fs. 596 vta./597) y la procedencia
de los mayores costos pretendidos; además, afirma que
el a quo aplicó estrictamente el art. 1198 del Código Civil,
sin advertir que esa norma es subsidiaria de las leyes
12.910, 13.064, 15.285, 21.250 y 23.696, las cuales prevén
el reajuste de los precios pactados en supuestos como el
de autos; por último, arguye que la pretensión de autos no
implica violar el principio de igualdad de oferentes ni
obtener una ventaja indebida dado que "todos los
contratistas de YPF solicitaban reajuste, debido a la
grave crisiseconómico financiera reconocida por la propia
empresa" (fs. 601).
6°) Que en el memorial de fs. 578/602 no se ha aportado
ningún argumento que justifique una solución distinta a la
adoptada por los jueces anteriores.
En efecto, por lo pronto cabe señalar que
el a quo desestimó las conclusiones del perito ingenierio
sobre las que la apelante sustentó su impugnación porque
ellas "no resultan suficientes para demostrar la procedencia
del reclamo ya que se contrapone con lo dictaminado por el
perito contador de oficio, que atento a la valoración
económica de ambos dictámenes, aparece este último
profesional como el más apto para efectuarlo" (fs. 541,
último párrafo).
Al agraviarse de este aspecto de la decisión, la recurrente
se limita a reproducir las conclusiones de dicho experto (fs.
593/594) — tal como lo hizo ante la cámara (fs. 528 vta.,
primer párrafo)— sin desvirtuar el argumento por el cual el
sentenciante prescindió de aquéllas; por lo demás, tampoco
tiene en cuenta que la propia jurisprudencia de esta Corte
que cita en apoyo de su posición (fs. 600 vta.) impide
admitir la recomposición automática del precio pactado ante
la mera irrepresentatividad de la fórmula pactada (confr.
Fallos: 316:729).
7°) Que también en lo concerniente a la invocación de la
teoría de la imprevisión reitera los argumentos expuestos
en las instancias inferiores sin indicar el acontecimiento
que, por su carácter imprevisible y sobreviniente a la
celebración del contrato, torne aplicable dicha teoría; en tal
sentido, es dable advertir que la alusión genérica a las
"manifestaciones de distintos funcionarios de la
demandada" referentes a la "situación de crisis por la que
atravesaba la economía nacional" (fs. 597) no es apta para
tener por acreditados los extremos que la ley y la
jurisprudencia del Tribunal exigen para concluir del modo
pretendido por el apelante.
Con particular referencia a la propuesta de reajuste del
26% por parte del subgerente de contratos de explotación
de Y.P.F. S.E. (fs. 46/47), es preciso señalar que el juez de
la causa descartó que ella implicara el reconocimiento de
un caso de imprevisión como sostiene la apelante
(fs. 510/518, en particular, fs. 517, punto VII); el magistrado
juzgó que dicha propuesta había sido efectuada por un
dependiente de la demandada a fin de superar las
diferencias existentes entre las partes y ad referendum del
directorio de la entidad petrolera estatal, el cual podía
ratificarlo o no de acuerdo con lo establecido en el
Reglamento de Contrataciones de Y.P.F. S.E. que resultaba
aplicable al contrato de autos (fs. 246 vta., punto 11). Este
aspecto de la decisión — confirmado por la cámara — no
ha sido refutado por la actora ante esta instancia.
Los restantes agravios importan, asimismo, reiteración de
los formulados con anterioridad a lo largo del pleito o, en el
mejor de los supuestos, meras discrepancias con el criterio
del a quo , y no constituyen una crítica concreta y razonada
de lo decidido en el fallo apelado, lo que resulta fatal para la
suerte del recurso (Fallos: 313:1242; 315: 689, entre
muchos otros).
Por ello, se declara desierto el recurso ordinario de la
actora (art. 280, segundo párrafo, del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación). Con costas a la recurrente
vencida (art. 68, del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación). Notifíquese y devuélvanse los autos.
Julio S. Nazareno. — Eduardo Moline O'connor. — Carlos
S. Fayt. — Augusto Cesar Belluscio. — Antonio Boggiano.
— Guillermo A. F. Lopez. — Gustavo A. Bossert. — Adolfo
Roberto Vazquez. Es Copia.

CSJN, 18/12/2007, "Longobardi, Irene Gwendoline y


otros c. Instituto de Educación Integral San Patricio
S.R.L.", Fallos: 330:5345. Hechos
En el mes de diciembre de 1998 la ejecutada recibió en
préstamo la suma de U$S 392.000 —a mpliada con
posterioridad— para la construcción de un colegio,
obligándose a su devolución en el plazo de un año con un
interés compensatorio del 18% anual, gravando con
derecho real de hipoteca a favor de sus acreedores dos
inmuebles de su propiedad. Con motivo de la falta de
pago del crédito en tiempo y forma, los coacreedores
iniciaron ejecución hipotecaria, a cuyo efecto sostuvieron
que la deudora había dejado de pagar los intereses en el
mes de noviembre de 2001. Asimismo, plantearon la
inconstitucionalidad de las normas de emergencia que
instauraron el régimen de pesificación. El juez de primera
instancia declaró la inconstitucionalidad del mencionado
régimen y mandó llevar adelante la ejecución por el
capital adeudado, a razón de un peso por cada dólar, más
el 50% de su valor a la fecha de pago. La Cámara, al
modificar el fallo de la anterior instancia, señaló que el
crédito en cuestión no resultaba alcanzado por la
normativa impugnada. Contra dicho pronunciamiento, la
vencida interpuso el remedio federal que, denegado, dio
origen a la queja. La Corte Suprema de Justicia de la
Nación, por mayoría, revocó la sentencia recurrida
aplicando para la determinación del monto exigible el
esfuerzo compartido.
Sumarios
1. Tratándose de un mutuo afectado por la legislación de
emergencia —l ey 25.561, decreto 214/2002 (Adla, LXII-A,
44; LXII-A, 117) y normas complementarias—, por un valor
que excede los U$S 250.000, garantizado con hipoteca
sobre un inmueble que no reviste el carácter de vivienda
única, permanente y familiar, y no configurada ninguna de
las excepciones de la ley 25.713 (Adla, LXIII-A, 50),
corresponde convertir a pesos el capital reclamado en
moneda extranjera a razón de un peso por dólar
estadounidense más el 50% de la brecha existente entre un
peso y la cotización de la mencionada divisa en el mercado
libre de cambio —t ipo vendedor— al día de pago, salvo
que la utilización del coeficiente de actualización previsto en
las normas de excepción arroje un resultado superior, más
una tasa de interés del 7,5% anual, no capitalizable, entre
moratorios y punitorios, desde la fecha en que se produjo la
mora y hasta el efectivo pago.
2. Entre los arbitrios diseñados para alcanzar una equitativa
recomposición de las prestaciones obligacionales afectadas
por las medidas de emergencia económica en orden a una
efectiva tutela de los derechos constitucionales de los
involucrados, el legislador asignó un papel fundamental al
Coeficiente de Estabilización de Referencia —c onfr. art. 11,
ley 25.561, texto según ley 25.820,ley 25.713 y art. 4 del
decreto 214/2002 (Adla, LXII-A, 44; LXIV-A, 38; LXIII-A, 50;
LXII-A, 117)—, sin perjuicio de lo cual, en la búsqueda del
restablecimiento de un adecuado equilibrio de las
prestaciones, a través de una distribución proporcional de
las cargas, el bloque normativo de emergencia dejó abierta
la posibilidad de recurrir a otras vías cuyo tránsito debe ser
abordado con arreglo al principio de equidad.
3. Teniendo en cuenta los cambios económicos producidos
a partir del dictado de las leyes de emergencia, para
determinar el monto de la obligación derivada de un mutuo
hipotecario por un valor que excede los U$S 250.000, y no
configurándose ninguna de las excepciones de la
ley 25.713 (Adla, LXIII-A, 50), la solución con mayor aptitud
para el resguardo de los derechos constitucionales de las
partes es la distribución proporcional del esfuerzo
patrimonial, en tanto materializa de modo más acabado el
principio de equidad, lo cual implica, asimismo, dar un paso
más en el proceso de homogeneización de las decisiones
judiciales para situaciones análogas y evita que se generen
desigualdades entre quienes ya han obtenido respuesta a
sus demandas por parte de los tribunales inferiores y
quienes aún la aguardan.
4. A los efectos de alcanzar una recomposición justa y
razonable de las prestaciones, la utilización de los
instrumentos creados por las normas de emergencia debe
efectuarse de manera coordinada y sistemática,
preservando la efectividad del rol que el legislador ha
conferido al CER como factor esencial en el mecanismo de
reestructuración de las obligaciones y que, para el supuesto
de mutuos hipotecarios a los que —c omo en el caso— no
les resulta aplicable las excepciones previstas en las leyes
26.167 y 25.713 (Adla, LXVII-A, 36; LXIII-A, 50), debe ser
entendido como una garantía para el acreedor a no ser
constreñido a percibir montos inferiores de los que se
obtengan mediante su aplicación.
5. Si bien en los mutuos hipotecarios celebrados entre los
particulares, en los que no se encuentra comprometida la
vivienda única y familiar del deudor o que estándolo son
superiores en origen a la suma de U$S 250.000, no resulta
afectado el estatuto protectivo de la familia y del acceso a
una vivienda digna —a rt. 14 bis de la Constitución Nacional
—, ello no excluye —a los efectos de la pesificación—, la
factibilidad de la afectación del fin del contrato ni constituye
una valla infranqueable para la aplicación del instituto de la
excesiva onerosidad sobreviviente, pues, la gravedad con
que la crisis se reflejó en la relación de la moneda nacional
con las divisas extranjeras —h echo al que las partes fueron
ajenas— no permite presumir la inexistencia de
desproporción entre las prestaciones, atento la incidencia
que trae aparejada la restitución de la moneda extranjera en
términos de su significación económica. (del voto del doctor
Zaffaroni)
6. La legislación de emergencia relativa a la pesificación es
inconstitucional, si se trata de un mutuo con garantía
hipotecaria pactado originalmente en dólares —e n el que
no está comprometido la vivienda única y familiar y cuyo
monto supera los U$S 250.000—, en cuanto dicho contrato
no se vincula con derechos fundamentales relativos al
estatuto de protección de la persona, a los consumidores o
a la vivienda digna, y no se acredita la existencia de
ninguna desproporción entre las prestaciones que torne
aplicable la excesiva onerosidad sobreviniente conforme la
denomina el derecho común, o el esfuerzo compartido,
como lo califica la legislación de emergencia. (del voto en
disidencia del doctor Lorenzetti)
7. La existencia de mora por parte del deudor obsta a la
aplicación de la legislación de emergencia en cuanto a la
pesificación de la deuda —d erivada de un préstamo
hipotecario—, pues, a partir de ese momento se incorpora
al patrimonio del acreedor el derecho a percibir
íntegramente el crédito, que no puede ser alterado ni
suprimido por una ley posterior sin violentar el derecho de
propiedad, y porque el deudor moroso debe cargar con las
consecuencias de la mora, sin que a ello obste la situación
de emergencia. (del voto en disidencia del doctor Fayt)
8. La legislación de emergencia con relación a la obligación
derivada de un mutuo hipotecario, celebrado
originariamente en dólares, operó una transformación en la
sustancia del derecho afectado que la torna inválida frente a
la Constitución Nacional, pues, permite que el mutuario —
d eudor de la obligación de devolver el mismo bien que le
fue entregado— cumpla con ella, entregando un bien de
valor sensiblemente inferior, lo cual importa una quita que,
como tal, resulta confiscatoria. (del voto en disidencia del
doctor Fayt)
9. En el caso de los mutuos con garantía hipotecaria,
cuando toca a los tribunales decidir, debe resolverse
conforme a alguna interpretación constitucionalmente
aceptable de lo que el artículo 11 de la ley 25.561 (Adla,
LXII-A, 44) llama principio del esfuerzo compartido, sin
perjuicio de que una aplicación válida de ese principio debe
ser algo distinto a una quita en el monto del capital que
recibió y debe devolver el tomador del préstamo
hipotecario, pues, limitar el derecho de quien otorgó un
empréstito a obtener la entrega de bienes diferentes y de
menor valor constituye una restricción de su derecho de
propiedad que no encuentra convalidación constitucional.
(del voto en disidencia de la doctora Argibay)
10. Las facultades otorgadas a los jueces por el artículo 11,
segundo párrafo, de la ley 25.561 (Adla, LXII-A, 44), los
autorizan a introducir modificaciones que permitan la
continuidad de la relación contractual —o riginada en
mutuos hipotecarios celebrados entre particulares en
moneda extranjera— de modo equitativo, lo cual debe
entenderse como una indicación dirigida a aquéllos para
que, dentro de los límites constitucionales, tomen en cuenta
las circunstancias particulares del caso y morigeren la regla
general de sujeción al contrato, refiriéndose principalmente,
tales circunstancias, a la mayor o menor influencia de la
situación de emergencia en la incapacidad económica del
deudor para cumplir el contrato en los términos pactados,
en cuyo caso corresponde una reformulación de los plazos
que compense la menor capacidad de pago del deudor. (del
voto en disidencia de la doctora Argibay)
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador General de la Nación
Suprema Corte:
Toda vez que las cuestiones materia de recurso en los
presentes actuados, guardan sustancial analogía con las
examinadas en la causa: P.122.XXXIX., caratulada
"Pérsico, Luigi c. Maffulli, Ciro y otro s/ejecución
hipotecaria" dictaminada por esta Procuración el día 26 de
octubre de 2004, me remito, en lo pertinente, a los términos
y consideraciones allí vertidas, por razones de seguridad.
Por lo expuesto, opino que corresponde hacer lugar a la
queja y revocar la sentencia en cuanto fue materia de
recurso extraordinario. — Buenos Aires, 30 de noviembre
de 2004. — Esteban Righi
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 18 de diciembre de 2007.
Considerando:
1) Que el 3 de diciembre de 1998 la ejecutada recibió en
calidad de préstamo la suma de U$S 392.000 con destino a
la construcción de un colegio para enseñanza primaria y
secundaria; se obligó a devolverla en el plazo de un año
con más un interés compensatorio del 18% anual, pagadero
por mes vencido, y gravó con derecho real de hipoteca a
favor de sus acreedores dos inmuebles de su propiedad. El
27 de enero de 1999 se amplió el préstamo en U$S 58.000,
que la deudora se comprometió a restituir en la misma
fecha, condiciones y garantía real que el mutuo anterior.
2) Que con motivo de la falta de pago del crédito en tiempo
y forma, los coacreedores Irene Gwendoline Longobardi,
Emilio Oscar Migueiz, Carlos Alberto Pozzo, Carlos Eriberto
Castro, María Avelina Luisa Villar Matos, José Rafael
Sánchez Villar, Pascual Boccafurno y Antonio Francisco
García iniciaron esta ejecución hipotecaria por cobro de
U$S 163.000 en concepto de capital, con más sus intereses
y costas.
Sostuvieron que la deudora había dejado de pagar los
intereses en el mes de noviembre de 2001, lo que motivó
que el crédito se tornara exigible; que la incumplidora debía
responder por los daños e intereses de su morosidad (art.
508 del Código Civil), principio que no se respetaba si se
aplicaban las normas de emergencia económica porque la
ejecutada podría cancelar su obligación pagando con una
moneda depreciada en casi tres veces de su valor original;
que al contratar los acreedores habían tenido la expectativa
de que su acreencia fuese abonada en la moneda pactada
y en la cláusula cuarta del contrato la obligada había
manifestado tener en su poder la cantidad de dólares
billetes estadounidenses necesarios para satisfacer la
prestación a cuyo pago se había comprometido (conf.
escritos de fs. 50/54 y 56).
3) Que los ejecutantes plantearon la inconstitucionalidad
de las normas de emergencia que instauraron el régimen de
la pesificación (ley 25.561, decreto 214/2002 y normas
complementarias), pues adujeron que afectaban su derecho
de propiedad mediante la licuación de los pasivos de los
deudores y la modificación abrupta de la intangibilidad de
su capital asegurado por la ley de convertibilidad tenida en
cuenta al contratar, además de vulnerar la garantía
constitucional de igualdad ante la ley y los principios de
razonabilidad y de seguridad jurídica, al establecer medidas
retroactivas respecto de quienes al momento de su entrada
en vigencia se encontraban en mora.
4) Que la ejecutada sostuvo que las normas que habían
dispuesto la "pesificación" de las obligaciones de dar sumas
de dinero pactadas en moneda extranjera a razón de un
peso por cada dólar, habían sido dictadas en situación de
emergencia por los órganos competentes y en uso de
atribuciones constitucionales; que el derecho de propiedad
no era absoluto y que en circunstancias excepcionales,
como las planteadas en autos, su limitación era
perfectamente válida por mediar una razón de interés
general; que sus ingresos habían disminuido y el inmueble
hipotecado se había depreciado en igual o mayor
proporción que la moneda nacional respecto del dólar
estadounidense; que de percibir los actores su crédito en la
moneda contemplada se estaría cuadriplicando el valor de
su acreencia, circunstancia que constituiría un virtual
enriquecimiento ilícito, aparte de que a su respecto se había
configurado un supuesto de excesiva onerosidad
sobreviviente previsto por el art. 1198 del Código Civil.
5) Que el juez de primera instancia declaró la
inconstitucionalidad del art. 11 de la ley 25.561 y de los arts.
1 y 8 del decreto 214/2002 y de las normas ampliatorias y
complementarias, y por razones de estricta justicia
conmutativa mandó llevar adelante la ejecución por el
capital adeudado, calculado "a razón de un peso por cada
dólar, más el 50% del valor que tuviere la divisa
norteamericana según cotización del tipo vendedor en el
mercado libre de cambio a la fecha del efectivo pago, con
más los intereses cuya tasa se fijaría en la etapa de
liquidación" (conf. sentencia de fs. 158/167).
6) Que la Sala J de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Civil, al modificar el fallo de la anterior instancia, señaló
en el voto de la mayoría que sólo quedaban comprendidas
dentro del régimen de "pesificación" las obligaciones
dinerarias expresadas en dólares estadounidenses que
resultasen exigibles a partir del 6 de enero de 2002, fecha
de promulgación de la ley 25.561, por lo cual quedaban
excluidas las que a ese momento se encontrasen en mora o
vencidas, motivo por el cual el crédito de los actores no
resultaba afectado por esa normativa y correspondía
condenar a la ejecutada a cancelar la deuda en la moneda
convenida, difiriendo la cuestión atinente a los intereses
para la etapa de liquidación definitiva, oportunidad en la que
debían evaluarse las particulares circunstancias que se
produjeron a partir de la sanción de las normas de
emergencia.
7) Que contra dicho pronunciamiento la vencida interpuso
el remedio federal que, denegado, dio origen a esta
presentación directa. Sostiene que el tribunal ha dado una
incorrecta interpretación de normas federales y que el fallo
vulnera el derecho de propiedad y el de defensa en juicio al
omitir tratar cuestiones esenciales; que con la entrada en
vigencia de la ley 25.820 quedó claro que la "pesificación"
debe aplicarse a todas las deudas, exista o no mora
anterior, circunstancia que ha privado de fundamento
jurídico a la decisión apelada; que el valor de los inmuebles
se ha visto depreciado mientras sus ingresos se han
mantenido o disminuido en pesos, por lo que confirmar la
resolución llevaría a que su parte no pudiese cumplir con la
totalidad de los acreedores.
8) Que la apelante aduce, asimismo, que la jurisprudencia
siempre ha admitido restricciones temporarias al derecho
de propiedad por razones de bien común; que también se
ha afectado el principio de igualdad al hacerla cargar con
todos los perjuicios producidos por la devaluación de la
moneda, cuando ambos litigantes habían contratado al
abrigo de la ley de convertibilidad; que ante la emergencia
no se deben imponer cargas a unos y beneficios a otros;
que las normas impugnadas por los actores cumplen con
los presupuestos de validez constitucional y que la
sentencia es arbitraria al excederse de lo solicitado en la
demanda, ya que los acreedores sólo habían planteado la
inconstitucionalidad de las leyes y no su inaplicabilidad por
existir mora anterior a su entrada en vigencia.
9) Que de conformidad con la doctrina que impone atender
a las modificaciones introducidas por normas dictadas
durante el trámite del juicio en tanto configuran
circunstancias sobrevinientes de las que no es posible
prescindir (Fallos: 308:1489; 312:555; 315:123; 325:28;
327:4495 — " Bustos"— y causa R.320.XLII "Rinaldi,
Francisco Augusto y otro c/ Guzmán Toledo, Ronal
Constante y otra s/ejecución hipotecaria" del 15 de marzo
de 2007, entre muchos otros), cabe señalar que las partes
se expresaron acerca de la constitucionalidad y aplicación
al caso de la ley 25.820 — q ue entró en vigencia en el mes
de diciembre de 2003, con posterioridad al dictado de la
sentencia de cámara— , motivo por el cual se dispuso dar
vista al señor Procurador General, quien se pronunció por la
validez de las normas impugnadas y la revocación del fallo
por remisión a su dictamen en la causa P.122 XXXIX
"Pérsico, Luigi c/ Maffulli, Ciro y otros" del 26 de octubre de
2004 (fs. 311).
10) Que el 8 de marzo de 2005, el Tribunal declaró
procedente el recurso de queja y dispuso la suspensión de
los procedimientos de ejecución solicitada por la deudora,
por entender que los argumentos invocados podrían prima
facie involucrar cuestiones de orden federal susceptibles de
examen en la instancia del art. 14 de la ley 48, sin que ello
implicase pronunciamiento sobre el fondo del asunto
(fs. 312).
11) Que el recurso extraordinario deducido es formalmente
admisible porque en autos se ha objetado la validez e
inteligencia de normas federales y la sentencia definitiva del
superior tribunal de la causa ha sido contraria al derecho
que la apelante ha fundado en ellas (art. 14, inc. 3, de la ley
48). En el caso, y más allá del motivo por el que se declaró
procedente la presentación directa, también se han
invocado causales de arbitrariedad que son inescindibles de
aquellos temas federales en discusión y deben ser
examinadas conjuntamente (Fallos: 323:1625, entre
muchos otros), afirmación que cabe hacer extensiva a los
planteos de inconstitucionalidad propuestos por los
acreedores, tarea para la cual esta Corte no se encuentra
limitada por las posiciones del tribunal apelado ni por los
argumentos expresados por las partes (Fallos: 323:1491 y
sus citas, entre muchos otros).
12) Que esta Corte Suprema ha aceptado la realidad de la
situación de grave perturbación económica, social y política
admitida por la ley 25.561 en Fallos: 327:4495; 328: 690 y
en las causas M.2771.XLI "Massa, Juan Agustín c/ Poder
Ejecutivo Nacional — d to. 1570/01 y otro s/amparo—ley
16.986" del 27 de diciembre de 2006 y R.320.XLII "Rinaldi,
Francisco Augusto y otro c/ Guzmán Toledo, Ronal
Constante y otra" del 15 de marzo de 2007 (LA LEY, 2007-
A, 316; 2007-B, 415), oportunidad esta última en la que
también reconoció, a la luz de su jurisprudencia y la de su
par norteamericana, la existencia de un derecho de
emergencia originado por dichas circunstancias y su
proyección a las relaciones entre particulares durante esos
períodos, así como la necesidad de realizar el control
constitucional de razonabilidad de las medidas dictadas
para paliar los conflictos generados por la crisis.
13) Que en la presente causa no está en juego la vivienda
única y familiar del deudor de un mutuo hipotecario de
hasta u$s 100.000, supuesto especialmente reglado en
la ley 26.167 y que ha sido objeto de pronunciamiento por el
Tribunal en el precedente "Rinaldi", razón por la cual
corresponde efectuar una reseña sucinta de la normativa de
emergencia vigente respecto de la conversión a pesos de
las obligaciones ajenas al sistema financiero pactadas entre
particulares en divisa extranjera.
14) Que la ley 25.561, que es la primera que estableció
reglas sobre el tema, dispuso en su art. 11 que las
prestaciones dinerarias exigibles desde su fecha de
promulgación, originadas en los contratos celebrados entre
particulares en moneda extranjera, fuesen canceladas en
pesos a la relación de cambio de un peso igual a un dólar
estadounidense, en concepto de pago a cuenta de la suma
que, en definitiva, resultara de la reestructuración de las
obligaciones que las partes debían negociar durante un
plazo no mayor a los 180 días, procurando compartir de
modo equitativo los efectos de la modificación de la relación
de cambio.
Dicho artículo, que previó también que en caso de no
existir acuerdo los contratantes quedaban facultados para
seguir los procedimientos de mediación vigentes y ocurrir
ante los tribunales competentes para dirimir sus diferencias,
autorizó al Poder Ejecutivo Nacional para "dictar
disposiciones aclaratorias y reglamentarias sobre
situaciones específicas, sustentadas en la doctrina
del artículo 1198 del Código Civil y en el principio del
esfuerzo compartido".
15) Que, con posterioridad, el Poder Ejecutivo Nacional
dictó el decreto 214/2002, cuyo art. 1 dispuso transformar a
pesos todas las obligaciones de dar sumas de dinero de
cualquier causa u origen, expresadas en dólares
estadounidenses u otras monedas extranjeras, existentes a
la sanción de la ley 25.561.
La conversión se ordenó a razón de un dólar igual un peso
y se previó que las obligaciones no vinculadas al sistema
financiero fueran reajustadas por el coeficiente de
estabilización de referencia (CER) a partir del 3 de febrero
de 2002, más una tasa de interés "mínima para los
depósitos y máximas para los préstamos" (conf. arts. 1, 4 y
8).
16) Que el decreto 214/2002, que fue ratificado
expresamente por el Congreso de la Nación (art. 64 de
la ley 25.967), estableció también que si por su aplicación el
valor resultante de la cosa, bien o prestación, fuese superior
o inferior al del momento del pago, cualquiera de las partes
podría solicitar una recomposición equitativa del precio,
salvo que se encontrara en mora y esa situación le fuera
imputable. Para el caso de no mediar acuerdo, puso a
cargo de los jueces el deber de arbitrar medidas tendientes
a preservar la continuidad de la relación contractual de
modo equitativo (art. 8).
17) Que con el objeto de despejar dudas interpretativas
acerca del alcance que se debía asignar al citado art. 8 del
decreto 214/2002, el Poder Ejecutivo dictó el decreto
320/2002, también ratificado por el art. 64 de la ley
25.967, por el que aclaró que dicha norma era de aplicación
exclusiva a los contratos y a las relaciones jurídicas
existentes a la fecha de entrada en vigencia de la
ley 25.561.
18) Que con fecha 8 de enero de 2003 se promulgó la ley
25.713 a los efectos de establecer la metodología de
cálculo del indicador CER para las obligaciones que
originariamente hubieran sido expresadas en dólares
estadounidenses u otra moneda extranjera, transformadas
en pesos a partir de la sanción de la ley 25.561 o bien
posteriormente (art. 1°), estableciéndose, además,
supuestos de excepción distintos al que ha originado la
presente causa.
Con posterioridad, el 2 de diciembre de 2003, fue dictada
la ley 25.820 que al sustituir el texto del art. 11 de la ley
25.561, estableció la transformación de las obligaciones en
cuestión en los términos dispuestos por los arts. 1, 4 y 8
del decreto 214/2002, para todos los casos en que "haya o
no mora del deudor", y señaló en el párrafo final que "la
presente norma no modifica las situaciones ya resueltas
mediante acuerdos privados o sentencias judiciales".
El plexo normativo reseñado, integrado básicamente por
los arts. 1, 4 y 8 del decreto 214/2002, el art. 1 de la ley
25.713 y el art. 11 de la ley 25.561, según la versión de la
ley 25.820, es el que establece las directivas sobre cuya
base debe resolverse el caso de autos. Recuérdese que se
trata de un mutuo, por un valor que excede los U$S
250.000, garantizado con hipoteca sobre un inmueble que
no reviste el carácter de vivienda única, permanente y
familiar, y que no se configura ninguna de las excepciones
regladas en los arts. 2 y siguientes de la ley 25.713.
No está demás añadir que el conjunto de dispositivos
analizado constituye un bloque normativo cuyas reglas
deben ser interpretadas armónicamente para evitar que
prevalezcan unas sobre otras, con el propósito de
resguardar el sentido que el legislador ha entendido
asignarle y, al mismo tiempo, asegurar que su aplicación a
los casos concretos conlleve un resultado valioso.
19) Que los planteos atinentes a la aplicación de las
normas que dispusieron la "pesificación" de las obligaciones
pactadas originariamente en dólares estadounidenses o en
otra moneda extranjera a los deudores que hubiesen
incurrido en mora antes del 6 de enero de 2002, al alcance
a asignar a los arts. 508 y 622 del Código Civil frente al
abrupto cambio producido, a que los hechos desbordaron el
grado de previsibilidad que podía exigirse a un obrar
razonable y a la aplicación retroactiva de las normas de
emergencia sin que exista afectación a derechos
adquiridos, han sido objeto de adecuado análisis en la
citada causa "Rinaldi" a cuyas conclusiones corresponde
remitirse para evitar reiteraciones innecesarias (véase
considerandos 27, 28, 29, 30, 31 y 32).
20) Que aceptado el grave estado de perturbación social,
económica, financiera y cambiaria, el control de
razonabilidad de las medidas adoptadas debe efectuarse
sobre la base de que la declaración de inconstitucionalidad
configura un acto de suma gravedad que debe ser
considerado como ultima ratio del orden jurídico (Fallos:
256:602; 258:255; 302:166; 316:188, 1718 y 2624;
319:3148; 321:441 y 1888; 322:842 y 919; 324:920;
325:1922, entre muchos otros), sin que le corresponda a
esta Corte juzgar sobre el acierto o conveniencia del
cambio del régimen monetario ni de los paliativos
implementados para conjurarla, dado que el ejercicio del
poder del Estado puede ser admitido de forma más
enérgica que en períodos de sosiego y normalidad, pues
acontecimientos extraordinarios justifican remedios
extraordinarios (Fallos: 200:450; 313:1513; 314:1764;
318:1887; 321:1984; 323:1566; 325:1418).
21) Que, asimismo, en oportunidad de realizar el control de
constitucionalidad de las normas en estudio en el
precedente "Rinaldi", sobre la base de las pautas
enunciadas en los considerandos 35, 36, 37 y
38 — a cuyos términos cabe remitirse por razón de
brevedad— , este Tribunal concluyó que "las medidas de
orden público adoptadas por el Estado para conjurar la
crisis económica y social no resultan medios regulatorios
desproporcionados con relación a la finalidad perseguida ni
carecen de la razonabilidad necesaria para sustentar su
validez constitucional, pues el art. 11 de la ley 25.561 (t.o.
ley 25.820) después de establecer la conversión de las
obligaciones pactadas en moneda extranjera a razón de un
dólar igual un peso y de prever la aplicación de un
coeficiente de actualización, faculta a las partes a solicitar el
reajuste equitativo del precio".
22) Que, en tal sentido, el planteo de inconstitucionalidad
de las normas de emergencia formulado en el escrito inicial
por los actores, con el consecuente reclamo de satisfacción
de su crédito en los términos pactados, y la postura
asumida por la demandada, habilita a los jueces, en caso
de ser necesario, a acudir a los arbitrios previstos por las
normas de emergencia para morigerar su impacto sobre las
operaciones entre particulares, solución que no es extraña
a lo manifestado por la ejecutada en cuanto a que, ante la
emergencia, no debían imponerse todas las cargas a una
de las partes y los beneficios a la otra (fs. 210), ponderación
en nada incompatible con la declaración de
constitucionalidad del bloque normativo.
23) Que si bien es cierto que el marco del juicio ejecutivo
no resulta normalmente el adecuado para resolver temas de
esta naturaleza, también lo es que las partes han
consentido que ello fuese así y han debatido al respecto.
Asimismo en autos se ha suscitado un caso de gravedad
institucional pues la cuestión propuesta excede el mero
interés de los litigantes y afecta a un sector muy importante
de la comunidad. La controversia que subyace en este
proceso se ha visto reiterada en numerosas causas que
tramitan ante los tribunales de todo el país, lo cual revela la
aguda tensión que existe entre una cantidad significativa de
acreedores y de deudores en moneda extranjera, ajenos al
sistema financiero, que en muchos casos han invertido sus
únicos ahorros o han constituido hipotecas sobre bienes
destinados a la producción.
24) Que en una causa que guarda analogía con la
presente, en la cual la alzada había rechazado las defensas
planteadas por los ejecutados basadas en hechos notorios
derivados de variaciones de la política económica, por
entender que su tratamiento desnaturalizaba la estructura
del trámite del proceso ejecutivo, la Corte señaló que el
carácter limitativo de las excepciones en los juicios de que
se trata, no podía llevarse al extremo de consagrar un
exceso ritual manifiesto, incompatible con el ejercicio del
derecho de defensa, lo que ocurriría si se privase al
afectado por esas medidas de la posibilidad de alegar las
modificaciones cambiarias y los remedios legales
conducentes a paliar sus efectos, sin otro fundamento que
la mera aserción dogmática antes señalada, ineficaz para
excluir el examen de los planteos atinentes a la teoría de la
imprevisión y al ejercicio regular de los derechos (doctrina
de la causa "Burman" en Fallos: 305:226, criterio reiterado
en Fallos: 320:2178).
25) Que aun cuando en el citado precedente se hizo
expresa referencia a que estaba comprometida la vivienda
del deudor y de su familia, no existe razón decisiva para
limitar la solución a dicha hipótesis, pues la gravedad de la
emergencia justifica dar una respuesta que armonice las
diferentes situaciones previstas en las normas cuestionadas
y pondere las características de los negocios involucrados.
La restricción cognoscitiva de estos litigios no puede
traducirse en menoscabo consciente de la verdad jurídica
objetiva (Fallos: 318:2060 y 322:437), máxime cuando las
normas procesales no se reducen a una mera técnica de
organización formal de los procesos sino que, en su ámbito
específico, tienen por finalidad y objetivo ordenar
adecuadamente el ejercicio de los derechos en aras de
lograr la realización del valor justicia en cada caso y
salvaguardar la garantía de la defensa en juicio (Fallos:
310:870; 311:2177; 317:1759 y 319:625).
26) Que, en tales condiciones, mandar a los acreedores a
que inicien un juicio ordinario posterior para solicitar el
reajuste equitativo de la obligación de reintegrar una suma
de dinero, frente a la alternativa de solución que surge de
las leyes en examen a que se ha hecho referencia, resulta
inconveniente a poco que se advierta que generaría un
dispendio de actividad jurisdiccional incompatible con el
adecuado servicio de justicia (arg. Fallos: 318:2060;
322:437 y 323:3501), aparte de que implicaría mantener
latente un conflicto que ya lleva cinco años de duración,
aumentaría la litigiosidad y generaría altísimos e
innecesarios costos para ambas partes, objetivos ajenos a
los que tuvieron en cuenta los poderes del Estado al
momento de dictar las medidas de emergencia, ya que en
esa oportunidad hicieron reiteradas alusiones al principio de
equidad, a la necesidad de preservar la paz social y a la
intención de reordenar y dar certeza a las relaciones
jurídicas concertadas entre los particulares.
27) Que de acuerdo a lo expuesto resulta pertinente
reiterar lo dicho en el fallo "Rinaldi" en cuanto a que no
puede desconocerse que, desde la primera ley que reguló
la cuestión en examen como de las posteriores, se tuvo
como propósito perfeccionar el conjunto de la normativa de
emergencia con espíritu conciliatorio. Así, los dispositivos
legales y reglamentarios se ocuparon de proporcionar
herramientas y parámetros técnicos precisos — p aridades,
coeficientes, tasas de interés— a fin de que, mediante su
implementación, pudiera lograrse una equitativa
recomposición de las prestaciones obligacionales afectadas
por las medidas de excepción en orden a una efectiva tutela
de los derechos constitucionales de los involucrados.
Cabe destacar que entre los arbitrios diseñados para
alcanzar esa equitativa recomposición, el legislador asignó
un papel fundamental al Coeficiente de Estabilización de
Referencia (confr. art. 11 de la ley 25.561, texto según ley
25.820,ley 25.713 y art. 4 del decreto 214/2002).
28) Que, sin perjuicio de ello, en la búsqueda del
restablecimiento de un adecuado equilibrio de las
prestaciones, a través de una distribución proporcional de
las cargas, el bloque normativo de emergencia ha dejado
abierta la posibilidad de recurrir a otras vías cuyo tránsito
debería ser abordado con arreglo al principio de equidad.
Baste mencionar, al respecto, las previsiones vinculadas
con la eventualidad de requerir un "ajuste equitativo", ya
mencionadas, contenidas en los arts. 11 de la ley 25.561
(modificada por la ley 25.820) y 8 del decreto 214/2002. En
suma, el sistema legal admite senderos alternativos para
alcanzar un único fin, es decir, una solución equitativa. Y es
precisamente dentro del marco de esas posibilidades que la
jurisprudencia de los tribunales inferiores ha elaborado y
empleado en forma generalizada la denominada doctrina
del esfuerzo compartido — q ue más recientemente ha sido
receptada en las previsiones del art. 6 de la ley
26.167 — que postula la distribución proporcional entre las
partes de la carga patrimonial originada en la variación
cambiaria.
29) Que, a la luz de las referidas orientaciones normativas,
se presentan, básicamente, dos caminos alternos para dar
solución a problemas como el aquí suscitado, que no se
contraponen ni se excluyen necesariamente, frente a los
cuales el operador jurídico tiene el deber de aplicarlos de
manera integrada a fin de hacer efectiva la regla de equidad
que, como ya se ha señalado, constituye el eje sobre el que
la legislación de emergencia ha procurado hacer girar todo
sistema de reajuste. Tales caminos son a) aplicar los
parámetros indicados en las prescripciones legales
referidas en los considerandos anteriores (en síntesis,
determinar el quantum de la obligación según la paridad 1 a
1 más CER, más intereses); y 2) ordenar la distribución
equitativa entre los contendientes de las consecuencias de
la variación cambiaria (las diferencias entre un dólar igual
un peso y el dólar de mercado, más sus intereses).
30) Que, ante la concreta plataforma fáctica de este caso y
en las circunstancias actuales, la solución con mayor
aptitud para el resguardo de los derechos constitucionales
de las partes es la distribución proporcional del esfuerzo
patrimonial, en tanto materializa de modo más acabado el
principio de equidad. La adopción de esa definición implica,
asimismo, dar un paso más en el proceso de
homogeneización de las decisiones judiciales para
situaciones análogas a la del sub lite y evita que se generen
desigualdades entre quienes ya han obtenido respuesta a
sus demandas por parte de los tribunales inferiores y
quienes aún la aguardan.
Se impone remarcar, no obstante — y aun a riesgo de
sobreabundar— , que a efectos de alcanzar una
recomposición justa y razonable de las prestaciones, la
utilización de los instrumentos creados por las normas de
emergencia debe efectuarse de manera coordinada y
sistemática, preservando la efectividad del rol que el
legislador ha conferido al CER como factor esencial en el
mecanismo de reestructuración de las obligaciones y que,
para supuestos como el de autos, debe ser entendido como
una garantía para el acreedor a no ser constreñido a
percibir montos inferiores de los que se obtengan mediante
su aplicación.
31) Que sobre la base de lo expresado, teniendo en cuenta
el alcance de los cambios económicos que se produjeron a
partir del dictado de las leyes de emergencia, y dado que en
el caso no es de aplicación la excepción prevista en la ley
26.167, ni las contempladas en la ley 25.713, para
determinar el monto de la obligación, corresponde convertir
a pesos el capital reclamado en moneda extranjera a razón
de un peso por dólar estadounidense más el 50% de la
brecha existente entre un peso y la cotización de la
mencionada divisa extranjera en el mercado libre de
cambio — t ipo vendedor — del día en que corresponda
efectuar el pago, salvo que la utilización del coeficiente de
actualización, previsto en las normas de emergencia
económica arroje un resultado superior.
32) Que en cuanto concierne a la tasa de interés debe
tomarse en consideración lo previsto en el art. 4 del decreto
214/2002 norma que, tal como ya se ha indicado, dispuso
que debe ser mínima para los depósitos y máxima para los
préstamos. En tal sentido, en la recordada causa "Massa"
(considerando 16), el Tribunal consideró adecuado fijar una
tasa mínima del 4% para los depósitos, por lo que resulta
prudente establecer aquí, para una hipótesis de préstamo,
intereses — c omprensivos de moratorios y punitorios— del
orden del 7,5% anual no capitalizable desde la fecha en que
se produjo la mora y hasta su efectivo pago (arts.
508, 622 y 656 del Código Civil y art. 277 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello y habiendo dictaminado el señor Procurador
General, se declara formalmente admisible el recurso
extraordinario deducido por la ejecutada, se revoca el fallo
apelado y, en uso de las atribuciones conferidas por el art.
16, segundo párrafo, de la ley 48, se condena a la
demandada — p or aplicación del principio del esfuerzo
compartido— a pagar a los acreedores la suma que resulte
de transformar a pesos el capital reclamado en moneda
extranjera a razón de un peso por dólar estadounidense,
más el 50% de la brecha que exista entre un peso y la
cotización de la mencionada divisa extranjera en el
mercado libre de cambio, tipo vendedor, del día en que
corresponda efectuar el pago, salvo que la utilización del
coeficiente de actualización previsto en las normas de
emergencia económica arroje un resultado superior, con
más una tasa de interés del 7,5% anual, no capitalizable,
entre moratorios y punitorios desde la fecha en que se
produjo la mora y hasta la del efectivo pago.
Las costas de la ejecución serán soportadas en los
términos del art. 558 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación, salvo las correspondientes a los incidentes
generados con motivo de los planteos atinentes a la validez
constitucional de las normas de emergencia y a las de esta
instancia que se imponen en el orden causado atento a la
forma en que se decide y a la naturaleza de las cuestiones
propuestas. Notifíquese y vuelvan los autos al tribunal de
origen. — Ricardo Luis Lorenzetti (en disidencia). — Elena
I. Highton de Nolasco. — Carlos S. Fayt (en
disidencia). — Enrique Santiago Petracchi (según su
voto). — Juan Carlos Maqueda. —E . Raúl Zaffaroni
(según su voto). — Carmen M. Argibay (en disidencia).
Voto del señor Ministro Doctor Don Enrique Santiago
Petracchi:
Considerando:
Que adhiero al voto de los jueces Highton de Nolasco y
Maqueda, con las dos salvedades que siguen. En primer
lugar, la adhesión mencionada no alcanza a las citas
jurisprudenciales de aquellos precedentes del Tribunal en
los que, o bien no he intervenido o bien he formulado
disidencia. En segundo término, reitero — r especto de los
llamados "decretos de necesidad y urgencia"— la postura
que he expuesto en Fallos: 322:1726, 1738 ("Verrocchi" —
L A LEY, 1999-E, 593—) y Fallos: 325:2394, 2429
("Zofracor S.A.") y que doy aquí por reproducida.
Por ello y habiendo dictaminado el señor Procurador
General, se declara formalmente admisible el recurso
extraordinario deducido por la ejecutada, se revoca el fallo
apelado y, en uso de las atribuciones conferidas por el art.
16, segundo párrafo, de la ley 48, se condena a la
demandada — p or aplicación del principio del esfuerzo
compartido— a pagar a los acreedores la suma que resulte
de transformar a pesos el capital reclamado en moneda
extranjera a razón de un peso por dólar estadounidense,
más el 50% de la brecha que exista entre un peso y la
cotización de la mencionada divisa extranjera en el
mercado libre de cambio, tipo vendedor, del día en que
corresponda efectuar el pago, salvo que la utilización del
coeficiente de actualización previsto en las normas de
emergencia económica arroje un resultado superior, con
más una tasa de interés del 7,5% anual, no capitalizable,
entre moratorios y punitorios desde la fecha en que se
produjo la mora y hasta la del efectivo pago.
Las costas de la ejecución serán soportadas en los
términos del art. 558 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación, salvo las correspondientes a los incidentes
generados con motivo de los planteos atinentes a la validez
constitucional de las normas de emergencia y a las de esta
instancia que se imponen en el orden causado atento a la
forma en que se decide y a la naturaleza de las cuestiones
propuestas. Notifíquese y vuelvan los autos al tribAunal de
origen. — Enrique Santiago Petracchi.
Voto del Señor Ministro Doctor Don E. Raúl Zaffaroni:
Considerando :
Que el infrascripto coincide con los considerandos 1° a 11
del voto de la mayoría.
12) Que las cuestiones propuestas hacen necesario
recordar que los acontecimientos políticos, sociales y
económicos que dieron lugar a una de las crisis más graves
en la historia contemporánea de nuestro país, constituyen
hechos públicos y notorios que fueron reconocidos por el
Tribunal en oportunidad de pronunciarse en Fallos:
327:4495; 328:690 y en la causa M.2771.XLI "Massa, Juan
Agustín c/ Poder Ejecutivo Nacional — d to. 1570/01 y otro
s/amparo—ley 16.986" del 27 de diciembre de 2006 y
R.320.XLII "Rinaldi, Francisco Augusto y otro c/ Guzmán
Toledo, Ronal Constante y otra s/ejecución hipotecaria" del
15 de marzo de 2007.
13) Que el presente caso es de indudable transcendencia
institucional. La controversia surge de la contraposición
entre la pretensión del acreedor, que solicita una protección
absoluta de su derecho a la restitución de la moneda
extranjera entregada como modo de perfeccionamiento del
contrato, y la del deudor, que sostiene que esa tutela debe
ser atenuada por razones de emergencia, del interés
general y, particularmente, por la excesiva onerosidad
sobreviniente. La disputa se extiende, inevitablemente a
otros sujetos que están en situación similar. En
consecuencia es claro que el interés en la decisión excede
ampliamente lo manifestado por las partes.
14) Que la sentencia que ha de dictarse debe tener en
cuenta los efectos particulares e institucionales que
presenta el caso, en consonancia con el contexto señalado
en el considerando anterior.
Al respecto cabe recordar que en estos supuestos, la
decisión debe fundarse en una razonable ponderación de
los principios constitucionales en juego, y en una adecuada
consideración de las consecuencias económicas y sociales
de la decisión que debe tomarse, dado que la finalidad
esencial apunta a contribuir a la paz social. La verdadera
misión que tiene el tribunal en casos de relevancia
institucional, no es averiguar la verdad, ni practicar
silogismos, sino adoptar una decisión que permita
apaciguar los conflictos, fundándose en argumentos
constitucionales razonables, verificables y que tengan en
cuenta los consensos sociales vigentes en el momento de
tomarla (conf. causa R.320.XLII "Rinaldi, Francisco Augusto
y otro c. Guzmán Toledo, Ronal Constante y otra
s/ejecución hipotecaria", voto de los jueces Lorenzetti y
Zaffaroni).
15) Que en la presente causa no está en juego la vivienda
única y familiar del deudor — s upuesto que ha sido objeto
de análisis por el Tribunal en el precedente "Rinaldi"— , no
obstante el conflicto debe ser analizado ponderando tres
aspectos fundamentales: a) la tutela constitucional del
derecho creditorio cuya fuente es un contrato; b) la
normativa de emergencia fundada en leyes aplicables al
caso y c) la protección de la buena fe como orden público
que permite la revisión del contrato frente a circunstancias
sobrevinientes que lo desequilibran, tanto en su objeto
como en su finalidad.
16) Que, en ese sentido, corresponde atender a la
aplicación de un criterio que, como valor principal, conduzca
a un horizonte donde se integre y preserve el ordenamiento
jurídico. En ese proceder, a su vez, debe considerarse que
la declaración de inconstitucionalidad es un remedio
extremo, que sólo puede operar cuando no resta posibilidad
interpretativa alguna de compatibilizar la ley con la
Constitución Nacional, conforme a un elemental principio de
prudencia que debe regir las decisiones judiciales (causa
"Simón, Julio Héctor y otros s/privación ilegítima de la
libertad" Fallos: 328:2056, voto del juez Zaffaroni), pues "la
declaración de invalidez de una norma es un acto de suma
gravedad institucional que debe ser considerado como la
última ratio del orden jurídico y, en caso de duda debe
estarse por su constitucionalidad" (Fallos: 327:5723,
considerando 2).
17) Que, en efecto, además de preferirse una
hermenéutica que integre y preserve el ordenamiento
jurídico como método valioso para solucionar la
controversia, las circunstancias particularizadas que exhibe
el caso guardan consistencia con ese proceder.
En este sentido, la seguridad jurídica constituye uno de los
valores que permite resguardar idóneamente los derechos y
obligaciones emergentes de los contratos y resulta un
elemento vital para la existencia de una economía de
mercado. No obstante, cuando circunstancias
sobrevinientes — c omo las indicadas en el considerando
12— producen el desquiciamiento del contrato, su revisión
resulta viable tanto por la acción basada en la imprevisión
contractual, como por la frustración de su finalidad o el uso
abusivo del derecho.
18) Que, con tal comprensión, "el contrato y la propiedad
tienen protección constitucional en el derecho argentino y,
en consecuencia, toda limitación que se disponga es de
interpretación restrictiva. Esta tutela comprende tanto la
libertad de contratar, que es un aspecto de la autonomía
personal a la que todo ciudadano tiene derecho (art. 19 de
la Constitución Nacional), como la de configurar el
contenido del contrato, que es un supuesto del derecho a
ejercer una industria lícita (art. 14 de la Constitución
Nacional) y de la libertad económica dentro de las
relaciones de competencia (art. 43 de la Constitución
Nacional). La libertad de contratar, de competir y de
configurar el contenido de un contrato, constituyen una
posición jurídica que esta Corte debe proteger como
tribunal de las garantías constitucionales. En este sentido
debe ser interpretado el término 'propiedad' desde la
perspectiva constitucional (art. 17 de la Constitución
Nacional)" (causa R.320.XLII "Rinaldi, Francisco Augusto y
otro c/ Guzmán Toledo, Ronal Constante y otra s/ejecución
hipotecaria", voto de los jueces Lorenzetti y Zaffaroni,
considerando 15).
19) Que, a su vez, la legislación en la que se subsume el
conflicto establece el cambio de valor de la moneda
nacional respecto de la extranjera, expresada en la
devaluación de la primera, resulta un extremo en relación a
cuya constitucionalidad se ha expedido esta Corte en la
causa M. 2771.XLI "Massa, Juan Agustín c/ Poder Ejecutivo
Nacional — d to. 1570/01 y otros s/amparo—ley 16.986",
del 27 de diciembre de 2006, considerando 21, lo cual no
tiene ninguna relación con teorías económicas, sino con la
facultad para fijar la relación de cambio entre el peso y las
divisas extranjeras a fin de restablecer el orden público
económico (arts. 75, inc. 11 y 76 de la Constitución
Nacional).
20) Que la modificación de esa relación de
cambio — c oetáneamente con el acaecimiento de un grave
estado de perturbación social, política, económica,
financiera y cambiaria— operó con una intensidad de tal
envergadura, que no sólo era imprevisible de acuerdo al
nivel de información que una persona razonable habría
tenido al momento de contratar, sino que era inevitable
frente a una diligencia normal. Una situación como la
señalada, tampoco permite obviar la incidencia del instituto
del abuso de derecho como un límite al ejercicio regular de
los derechos, cuando estos contrarían los fines que la ley
tuvo en miras al reconocerlos o la buena fe, la moral y las
buenas costumbres (art. 1071 del Código Civil), cuya
aplicación procede aún frente a la mora e incluso puede
disponerse de oficio y permite la revisión.
En ese contexto, las cuestiones atinentes a lo inoficioso de
un pronunciamiento sobre la inconstitucionalidad de la
normativa de emergencia, cuando existe una solución
sustentada en la aplicación de otros principios
constitucionales; la irrelevancia del estado de mora en
orden a la inexistencia de relación de causalidad entre la
mora y el desequilibrio del contrato; el alcance asignado a
los arts. 508, 513, 617 y 1198 del Código Civil; y la
delimitación de los remedios legales vigentes para la
recomposición del equilibrio contractual han sido objeto de
adecuado análisis en la citada causa "Rinaldi" (voto de los
jueces Lorenzetti y Zaffaroni, cons. 18), consideraciones
que, en lo pertinente, devienen aplicables en el sub lite y a
las que corresponde remitirse para evitar reiteraciones
innecesarias.
21) Que de acuerdo a los parámetros indicados en los
considerandos precedentes, la legislación que se examina
es compatible con una recomposición del contrato basada
en la excesiva onerosidad sobreviniente (art. 1198 del
Código Civil), invocada oportunamente por la demandada
(fs. 137 vta.), y con una razonable apreciación de los
intereses de las partes consistente con las justas
expectativas que las vincularon, de acuerdo al beneficio
esperado y legítimo de un negocio normal y conforme al
estándar de previsibilidad que existía al momento de
celebrarlo, en tanto dicho factor resulte afectado
sustantivamente por circunstancias sobrevinientes,
extraordinarias e imprevisibles que desbordan,
sustantivamente, al riesgo propio de una economía de
mercado. Además, la calificación de esas circunstancias
proviene de la propia legislación especial (ley 25.561) que
no fue cuestionada en este aspecto.
22) Que, sobre tales bases, cabe considerar que la acción
de reajuste prevista en la ley de emergencia (ley 25.561) no
es más que una aplicación particularizada de las reglas
generales analizadas y por lo tanto es también
constitucional al ajustarse a los principios que gobiernan el
derecho común. Sin embargo, cualquier interpretación que
permitiese a las partes replantear las cuestiones aquí
examinadas en un juicio ordinario posterior, resulta
sumamente inconveniente a poco que se advierta que
generaría un dispendio de actividad jurisdiccional
incompatible con el adecuado servicio de justicia (arg.
Fallos: 318:2060; 322:437 y 323:3501), aparte de que
implicaría mantener latente un conflicto que ya lleva 5 años
de duración, aumentaría la litigiosidad y generaría altísimos
e innecesarios costos para ambas partes, consecuencias
que se contraponen con la necesidad de preservar la paz
social y dar certeza a las relaciones jurídicas concertadas
entre los particulares.
En este sentido, corresponde recordar que en una causa
que guarda analogía con la presente, en la cual la alzada
había rechazado las defensas planteadas por los
ejecutados basadas en hechos notorios derivados de
variaciones de la política económica, por entender que su
tratamiento desnaturalizaba la estructura del trámite del
proceso ejecutivo, la Corte señaló que el carácter limitativo
de las excepciones en los juicios de que se trata, no podía
llevarse al extremo de consagrar un exceso ritual
manifiesto, incompatible con el ejercicio del derecho de
defensa, lo que ocurriría si se privase al afectado por esas
medidas de la posibilidad de alegar las modificaciones
cambiarias y los remedios legales conducentes a paliar sus
efectos, sin otro fundamento que la mera aserción
dogmática antes señalada, ineficaz para excluir el examen
de los planteos atinentes a la teoría de la imprevisión y al
ejercicio regular de los derechos (doctrina de la causa
"Burman" en Fallos: 305:226 —L A LEY, 1983-B, 445—,
criterio reiterado en Fallos: 320:2178).
Además, no obstante que en el citado precedente se hizo
expresa referencia a que estaba comprometida la vivienda
del deudor y de su familia, no existe razón decisiva para
limitar la solución a dicha hipótesis, pues la gravedad de la
emergencia justifica dar una respuesta que armonice las
diferentes situaciones, a partir de una hermenéutica
integradora y preservadora del ordenamiento jurídico, con
ponderación de las características de los negocios
involucrados. La restricción cognoscitiva de estos litigios no
puede traducirse en menoscabo consciente de la verdad
jurídica objetiva (Fallos: 318:2060 y 322:437), máxime
cuando las normas procesales no se reducen a una mera
técnica de organización formal de los procesos sino que, en
su ámbito específico, tienen por finalidad y objetivo ordenar
adecuadamente el ejercicio de los derechos en aras de
lograr la realización del valor justicia en cada caso y
salvaguardar la garantía de la defensa en juicio (Fallos:
310:870; 311:2177; 317:1759 y 319:625).
23) Que, de acuerdo a estas nociones, cabe ponderar que
la actora introdujo — e n su primera presentación— la
cuestión atinente a los efectos de la pesificación respecto
del vínculo contractual en que se sostuvo su pretensión,
planteando la inconstitucionalidad de la normativa que la
estableció, como también que la demandada alegó — e n
su respectivo responde (fs. 137 vta.)— la mediación de
acontecimientos extraordinarios que desequilibraron
sustancialmente el contrato.
24) Que ante lo notorio y extraordinario de los
acontecimientos que resultan relevantes para decidir en el
sub lite, corresponde a los jueces acudir a los medios que
resultan adecuados, según el derecho común, para analizar
la procedencia y, en su caso, medida de un reajuste
equitativo, misión que no es extraña a lo manifestado por la
ejecutada en cuanto a que ante la emergencia no debían
imponerse todas las cargas a una de la partes y los
beneficios a la otra (fs. 210).
25) Que el presente caso se inserta en el contexto de los
mutuos hipotecarios celebrados entre los particulares, en
los que no se encuentra comprometida la vivienda única y
familiar del deudor o que estándolo fueran superiores en
origen a la suma de U$S 250.000.
Estos extremos denotan ciertas características materiales
que lo distinguen del precedente "Rinaldi", situación que
también se extiende a la intensidad con la que debe ser
ponderada la incidencia de las circunstancias
extraordinarias e imprevisibles sobrevivientes, en tanto no
resulta afectado el estatuto protectivo de la familia y del
acceso a una vivienda digna (art. 14 bis de la Constitución
Nacional), pues el contrato no se vincula estrechamente
con la vivienda familiar o con los derechos fundamentales
de la persona.
Tales elementos distintivos, sin embargo, no excluyen la
factibilidad de la afectación del fin del contrato ni
constituyen una valla infranqueable para abordar la cuestión
desde la órbita del "instituto de la excesiva onerosidad
sobreviniente".
El punto de conexión radica en la entidad de la prestación
adeudada, ya que éste resulta el elemento substancial que
se plasmó en numerosísimas contiendas que han
sobrecargado los tribunales de todo el país, lo cual revela la
aguda tensión que existió y existe entre una cantidad
significativa de acreedores y deudores en moneda
extranjera, ajenos al sistema financiero, que en muchos
casos han invertido sus únicos ahorros o han constituido
hipotecas sobre bienes destinados a la producción.
26) Que, en efecto, la gravedad con que la crisis se reflejó
en general y, particularmente, en la relación de la moneda
nacional con las divisas extranjeras — h echo al que las
partes fueron ajenas— no permite presumir, en el caso, la
inexistencia de desproporción entre las prestaciones, en
tanto se atienda a la incidencia que trae aparejada la
restitución de la moneda extranjera en términos de su
significación económica.
A su vez, una crisis de excepcional magnitud como la
acontecida no posibilita conjeturar, ni en el caso de autos
existen indicios para ello, que el deudor de la prestación
dineraria en moneda extranjera hubiese resultado inmune a
sus consecuencias o bien que las pudiese sobrellevar sin
tener que soportar una gravosidad excesiva que, por cierto,
se refleja fuera de lo que razonablemente pudo preverse
obrando con prudencia.
Es en ese contexto que puede afirmarse que la regla ha
sido el agravamiento sustancial, con mayor o menor
intensidad, de la posición de quienes habían asumido
obligaciones en moneda extranjera. En consecuencia, la
excepción la podrían constituir aquéllos que, por
circunstancias relacionadas con el propio contrato de
consuno con la actividad que desarrollan, no resultaron
afectados o bien lo han sido en una medida insuficiente
para reflejar un gravamen de tal entidad. Asimismo, quedan
al margen de la situación general referida, los supuestos
que obedecen a vínculos que denotan extremos claramente
diversos de los concernientes a la situación que se analiza
en el presente y que fueron contemplados expresamente en
el art. 1 del decreto 410/2002.
27) Que los principios atinentes a la excesiva onerosidad
sobreviniente son aplicables a los contratos que especifica
el art. 1198 del Código Civil, dentro de los cuales se
encuentra el mutuo.
28) Que la demandada resulta una persona jurídica, en
particular una sociedad de responsabilidad limitada, lo que
previene que la relación vinculante plasmada con la actora
lo ha sido en procura del objeto social y por ende resultaba
un acto subsumido en la actividad que, en tal sentido,
desarrolla aquélla (arg. art. 11, inc. 3°, y conc. de la ley
19.550), en el caso la prestación de servicios en el área
educativa y cultural en establecimientos de nivel primario,
secundario y terciario (fs. 132).
Esta situación no permite exteriorizar que la situación de la
deudora no guarde correspondencia con los términos de
afectación genérica señalados en el considerando 26. En
consecuencia cabe considerar que no media óbice para la
aplicación del "instituto de la excesiva onerosidad
sobreviniente".
29) Que, para así proceder, tampoco constituye un
impedimento el perfeccionamiento del contrato con la
entrega de la moneda designada, pues ante la alteración
sustantiva de la trascendencia económica que importaría la
restitución de aquélla, no cabe entender que la norma que
regula el instituto (art. 1198 del Código Civil) excluya a la
especie.
En efecto, sin que implique desatender la entidad que
el art. 617 del Código Civil le dispensa a las obligaciones en
moneda extranjera, no puede desconocerse que las divisas
extranjeras resultan objeto de transacción — i ncluso en
mercados de futuro como muchos bienes— y es la
modificación significativa que ha tenido la moneda nacional
en su relación con aquéllas, fuera de todo parámetro de
previsión, lo que revela la desproporción que cabe corregir
con base en la teoría de la imprevisión y la equidad.
Este extremo resulta relevante, pues informa y refleja la
excesiva gravosidad derivada de la magnitud a la que
ascendió el valor de adquisición de la divisa extranjera.
30) Que de acuerdo a lo expresado se destruyó la relación
de equivalencia, por lo cual corresponde aplicar el "instituto
de la excesiva onerosidad sobreviniente" (art. 1198 del
Código Civil) y, en consecuencia, cabe examinar cuál es el
criterio más adecuado para recomponer con equidad el
equilibrio contractual, afectado por la inusitada magnitud de
la devaluación de nuestra moneda, y hacerlo menos lesivo
para los derechos de los acreedores.
La cláusula convencional que prohíbe invocar la
imprevisión, en este excepcional contexto, debe ser
examinada en el sentido de que tal estipulación no acuerda
derechos tan absolutos o que puedan incidir en detrimento
de una de las partes, cuando el abrupto cambio producido
desquició el equilibrio de las prestaciones y resultó
impuesto a ambas partes por un acto de autoridad con
miras a proteger el interés común (conf. art. 21 del Código
Civil).
31) Que establecido que es éste el proceso en el que debe
realizarse el reajuste equitativo (cf. cons. 22, 23 y 24) y
tomando en cuenta las consideraciones expuestas en
relación al desequilibrio producido, puede extraerse también
como conclusión válida para poner fin a la controversia en
materia de pesificación, una solución que imponga distribuir
las consecuencias patrimoniales derivadas de la variación
cambiaria, doctrina que al presente ha sido aceptada en
forma mayoritaria por los tribunales nacionales.
32) Que, sobre la base de lo expuesto, teniendo en cuenta
el alcance de los cambios económicos que se produjeron
con el abandono de la ley de convertibilidad y en el
entendimiento de que restituir el equilibrio de las
prestaciones no es tarea sencilla, la utilización de un
porcentaje que contemple la brecha entre los diferentes
signos monetarios, se presenta aquí también como la vía
más apta para adecuar el contrato a las circunstancias
sobrevinientes, de modo que según las pautas propias de la
teoría de la imprevisión y la equidad ninguna de las partes
se beneficie a expensas del otro aunque ambas resulten
afectadas por las consecuencias de la crisis.
33) Que, en tales condiciones, y dado que en el caso el
deudor no encuentra comprometida su vivienda única y
familiar — c ircunstancia que motivó una mayor protección
por parte del legislador con la sanción de la ley 26.167— ,
para reajustar el contrato se deberá transformar a pesos el
capital reclamado en moneda extranjera a razón de un peso
por dólar estadounidense, más el 50% de la brecha que
exista entre un peso y la cotización de la mencionada divisa
extranjera en el mercado libre de cambio — t ipo vendedor
— del día en que corresponda efectuar el pago, salvo que
la aplicación del coeficiente de actualización previsto en las
normas de emergencia económica arroje un resultado
superior, pues la aplicación de este último procedimiento ha
sido consentido por la demandada.
34) Que en orden a la entidad de la solución que se arriba
y por tratarse de un contrato afectado por la emergencia
económica que debió ser reestructurado, el Tribunal estima
prudente fijar los accesorios del crédito desde la fecha en
que se produjo la mora y hasta la del efectivo
pago — a rg. art. 277 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación— a una tasa de interés del 7,5% anual entre
moratorios y punitorios (arts. 508, 622 y 656 del Código
Civil).
Por ello y habiendo dictaminado el señor Procurador
General, se declara formalmente admisible el recurso
extraordinario deducido por la ejecutada, se revoca el fallo
apelado y, en uso de las atribuciones conferidas por el art.
16, segundo párrafo de la ley 48, se condena a la
demandada a pagar a los acreedores la suma que resulte
de transformar a pesos el capital reclamado en moneda
extranjera a razón de un peso por dólar estadounidense,
más el 50% de la brecha que exista entre un peso y la
cotización de la mencionada divisa extranjera en el
mercado libre de cambio, tipo vendedor, del día que
corresponda efectuar el pago, salvo que la aplicación del
coeficiente de actualización previsto en las normas de
emergencia económica arroje un resultado superior, con
más una tasa de interés del 7,5% anual entre moratorios y
punitorios desde la fecha en que se produjo la mora y hasta
la del efectivo pago.
Las costas de la ejecución serán soportadas en los
términos del art. 558 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación, salvo las correspondientes a los incidentes
generados con motivo de los planteos atinentes a la validez
constitucional de las normas de emergencia y a las de esta
instancia que se imponen en el orden causado, atento a la
forma en que se decide y a la naturaleza de las cuestiones
propuestas.
Notifíquese y vuelvan los autos al tribunal origen. — E.
Raúl Zaffaroni.
Disidencia del Señor Presidente Doctor Don Ricardo Luis
Lorenzetti:
Considerando:
Que el infrascripto coincide con los considerandos 1 a 11
del voto desarrollado en primer término.
12) Que para facilitar la interpretación de la solución dada
a la presente controversia y su consistencia con casos
vinculados a la normativa de emergencia, resulta
conveniente resumir los principios constitucionales en que
se basa y que son los siguientes: 1) Que el contrato y la
propiedad tienen protección constitucional en el derecho
argentino y, en consecuencia, toda limitación que se
disponga es de interpretación restrictiva; 2) Que la
legislación de emergencia es constitucional en cuanto
establece el cambio de valor de la moneda nacional
respecto de la extranjera a fin de restablecer el orden
público económico (causa M.2771.XLI "Massa, Juan
Agustín c. Poder Ejecutivo Nacional - dto. 1570/01 y otro
s/amparo ley 16.986", del 27 de diciembre de 2006,
considerando 21); 3) Por aplicación de lo precedente, el
acreedor puede cobrar la totalidad de su crédito en pesos al
no afectarse su derecho de propiedad ni su posición
contractual. En el presente caso, la normativa impugnada
es inconstitucional porque afecta el derecho de propiedad y
la posición contractual de un modo no tolerado por la
Constitución; 4) Que es admisible que dicha regla sea
afectada por aplicación del orden público de protección de
la parte débil. Es lo que ocurre cuando el contrato se
vincula con derechos fundamentales vinculados al estatuto
de protección de la persona, a los consumidores o a la
vivienda familiar, existe abuso del derecho o frustración del
fin del contrato. Este ha sido el fundamento por el cual esta
Corte ha considerado constitucional una intervención
legislativa que expresa la protección de partes vulnerables
(causa R.320.XLII "Rinaldi, Francisco Augusto y otro c.
Guzmán Toledo, Ronal Constante y otra s/ejecución
hipotecaria", fallada el 15 de marzo de 2007), lo que no
existe en el presente caso; 5) Que también podría ocurrir
que el acreedor no cobre la totalidad de su crédito por
aplicación de la excesiva onerosidad sobreviniente
conforme la denomina el derecho común, o el "esfuerzo
compartido", como lo califica la legislación de emergencia.
Pero en el caso, no se ha acreditado que exista ninguna
desproporción entre las prestaciones ni necesidad alguna
de compartir el esfuerzo, ya que la restitución de la totalidad
de lo dado en mutuo no es excesiva; 6) Que la seguridad
jurídica es un valor fundamental para el Estado de Derecho
y debe ser protegida por esta Corte a fin de cumplir con el
mandato constitucional de promover el bienestar general. El
contrato y la propiedad son reglas de juego básicas del
modelo constitucional que deben ser razonablemente
tuteladas.
13) Que el contrato y la propiedad tienen protección
constitucional en el derecho argentino y, en consecuencia,
toda limitación que se disponga es de interpretación
restrictiva.
Esta tutela comprende tanto la libertad de contratar, que es
un aspecto de la autonomía personal a la que todo
ciudadano tiene derecho (art. 19Constitución Nacional),
como la de configurar el contenido del contrato, que es un
supuesto del derecho a ejercer una industria lícita (art.
14Constitución Nacional) y de la libertad económica dentro
de las relaciones de competencia (art. 43Constitución
Nacional). La libertad de contratar, de competir y de
configurar el contenido de un contrato, constituyen una
posición jurídica que esta Corte debe proteger como
tribunal de las garantías constitucionales. En este sentido
debe ser interpretado el término "propiedad" desde la
perspectiva constitucional (art. 17Constitución Nacional).
Esta es la interpretación consolidada por los precedentes
de este Tribunal al sostener "que el vocablo propiedad,
empleado por la Constitución comprende, como lo ha dicho
esta Corte, todos los intereses apreciables que un ser
humano puede poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y
de su libertad. Todo derecho que tenga un valor reconocido
como tal por la ley, sea que se origine en las relaciones
privadas sea que nazca de actos administrativos, integra el
concepto constitucional de propiedad a condición de que su
titular disponga de una acción contra cualquiera que intente
interrumpirlo en el goce del mismo" (Fallos: 145:307 y
172:21, disidencia del juez Repetto).
14) Que es regla de interpretación que todo aquel que
pretenda restringir el derecho de propiedad
constitucionalmente consagrado tiene la carga
argumentativa de justificar la legitimidad de su decisión.
Este es el efecto jurídico preciso de la calificación del
contrato dentro del concepto de propiedad constitucional.
La regla es la libertad, mientras toda limitación es una
excepción que debe ser fundada.
15) Que las restricciones que, con fundamento en la
emergencia económica, se discuten en la causa, han
constituido un avance intolerable sobre la autonomía
privada y la posición contractual.
Ello es así porque la emergencia no crea poderes
inexistentes, ni disminuye las restricciones impuestas a los
atribuidos anteriormente, sino que permite encontrar una
razón para ejercer aquellos que ya existen de modo más
intenso. Los requisitos para que la legislación de
emergencia se adecue a la Constitución son los siguientes:
1) que se presente una situación de emergencia que
obligue a poner en ejercicio aquellos poderes reservados
para proteger los intereses vitales de la comunidad; 2) que
se dicte una ley emanada de un órgano competente que
persiga la satisfacción del interés público; 3) que los
remedios sean proporcionales y razonables; 4) que la ley
sancionada se encuentre limitada en el tiempo y que el
término fijado tenga relación directa con la exigencia en
razón de la cual ella fue sancionada.
De ello puede distinguirse un control procedimental de
constitucionalidad que se refiere a la constatación de una
situación de emergencia declarada por el Congreso, la
persecución de un fin público y la transitoriedad de las
medidas adoptadas; y otro, sustantivo, que se concentra en
la razonabilidad de la restricción y examina si hubo
desnaturalización del derecho afectado.
Que como fue dicho, el control constitucional sustantivo se
concentra en el examen de la razonabilidad de la restricción
impuesta por la legislación cuestionada.
A tal fin una metodología correcta en esta materia obliga a
distinguir entre la constitucionalidad de la regla general y la
de su incidencia sobre las relaciones particulares.
En el caso, la legislación cuestionada establece el cambio
de valor de la moneda nacional respecto de la extranjera,
expresada en una devaluación de la primera. Esta Corte se
ha expedido sobre la constitucionalidad de la regla general
(ver la referida causa "Massa", considerando 21), lo cual no
tiene ninguna relación con las teorías económicas, sino con
la facultad para fijar la relación de cambio entre el peso y
las divisas extranjeras a fin de restablecer el orden público
económico (arts. 75 inc. 11 y 76 de la Constitución
Nacional). Es sólo en este aspecto que se ha efectuado una
remisión al precedente "Bustos" (Fallos: 327:4495) (La Ley
Online).
Que la afirmación anterior debe ser diferenciada del juicio
sobre la constitucionalidad del impacto que aquélla produce
sobre cada una de las relaciones jurídicas afectadas. En
relación a esta litis, resulta evidente que la legislación de
emergencia ha avanzado indebidamente sobre lo
establecido por las partes, dejando de lado cláusulas
pactadas, lo que no supera el control constitucional.
16) Que el argumento de la protección de la expectativa
del acreedor, si bien es ajustado a derecho, encuentra su
límite en la imposibilidad relativa sobreviniente. En estos
supuestos, el Código Civil prevé la acción de revisión (art.
1198, Código Civil), mediante la cual el juez está autorizado
a recomponer la reciprocidad obligacional que condujo a las
partes a contratar y que fuera desquiciada por causas
extraordinarias e imprevisibles. En este aspecto, la acción
de reajuste prevista en la ley de emergencia (ley 25.561) no
es más que una aplicación particularizada de esta regla
general y por lo tanto es también constitucional al ajustarse
al estándar del derecho común.
En el caso ha ocurrido una circunstancia sobreviniente,
extraordinaria e imprevisible, ya que esta
calificación proviene de la propia legislación especial
aplicable (ley 25.561). Aún en ausencia de esa norma, el
hecho no sólo era imprevisible de acuerdo al nivel de
información que una persona razonable habría tenido al
momento de contratar, sino que era inevitable frente a una
diligencia normal.
Esta Corte ha considerado (ver la referida causa "Rinaldi")
que es constitucionalmente admisible recomponer un
contrato a favor de la parte débil. La protección de los
consumidores, la vinculación del contrato con derechos
fundamentales de la persona, la tutela de la vivienda
familiar, la frustración del fin del contrato o la evidencia del
abuso del derecho son la base de un "orden público de
protección de la parte débil".
No puede pensarse que una persona jurídica que toma un
préstamo de cuatrocientos cincuenta mil dólares (U$S
450.000) necesite de protección alguna. Ninguno de estos
requisitos se da en el caso, por lo que corresponde aplicar
las reglas generales.
17) Que el instituto de la excesiva onerosidad
sobreviniente es aplicable a los contratos unilaterales
onerosos, como ocurre con el mutuo (art. 1198, Código
Civil). Si bien existieron circunstancias extraordinarias e
imprevisibles, no hay, en el caso, ninguna clase de excesiva
onerosidad.
El contrato es un acto de previsión que contiene un
equilibrio que ha sido destruido por un hecho extraordinario
e imprevisible. En el presente caso, el vínculo se
perfecciona con la entrega de una cosa dineraria en
moneda extranjera que el deudor se obliga a restituir contra
el pago de intereses. Establecido que es admisible la
entrega de una cosa dineraria en moneda nacional, no hay
ningún desequilibrio entre ésta y la tasa de interés, que es
la contraprestación por el préstamo oneroso.
Tomando en cuenta un criterio más amplio que valorara la
totalidad del negocio celebrado, comparando la cosa
dineraria, la tasa de interés, y su relación con la cosa dada
en garantía, tampoco se ha acreditado la existencia de
desequilibrio alguno.
Que, en subsidio, podría señalarse que estos criterios
generales no resultan desmentidos por la propia ley
especial dictada con base en la emergencia. En efecto,
cuando la legislación se refiere al "esfuerzo compartido" (ley
25.561, decretos 214/02 y 320/02) suministra criterios que
dicen que "las partes negociarán la reestructuración de sus
obligaciones recíprocas, procurando compartir de modo
equitativo los efectos de la modificación de la relación de
cambio"; que "el Poder Ejecutivo Nacional queda facultado
a dictar disposiciones aclaratorias y reglamentarias sobre
situaciones específicas, sustentadas en la doctrina
del artículo 1198 del Código Civil y el principio del esfuerzo
compartido"; y que "si por aplicación de esta disposición, el
valor resultante de la cosa, bien o prestación, fuere superior
o inferior al del momento de pago, cualquiera de las partes
podrá solicitar un reajuste equitativo del precio" y que "a los
efectos del reajuste equitativo del precio, previsto en dicha
disposición, se deberá tener en cuenta el valor de
reposición de las cosas, bienes o prestaciones con
componentes importados".
La equidad, aplicada a quien solicita un préstamo de
cuatrocientos cincuenta mil dólares (U$S 450.000), y quiere
devolverlo en pesos, cuando el valor de las cosas al
momento del pago ha superado el valor del dólar, no puede
tener otro significado que obligar a cumplir lo pactado.
El valor de reposición de las cosas entregadas no muestra
ninguna desproporción, así como tampoco existe ninguna
distorsión exagerada en relación al valor del bien dado en
garantía que permita indagar la frustración del fin.
En cuanto a la posibilidad de dar una prórroga en el plazo
de pago para una obligación pactada el 3 de diciembre de
1998 y ampliada el 27 de enero de 1999, cuyo vencimiento
se produjo el 3 de diciembre de 1999, carece de todo
fundamento razonable.
18) Que con relación al argumento en el cual la cámara
sustentó su decisión por el cual quedaron excluidas de la
normativa de emergencia las deudas que se encontraban
en mora o vencidas al 6 de enero de 2002, corresponde
señalar que si bien es cierto que como regla el deudor
moroso soporta el daño moratorio (art. 508 del Código
Civil), intrínseco a la obligación, también lo es que la ley
vigente (ley 25.820), al declarar que se aplica a las
obligaciones en mora, neutralizó, para este supuesto, el
carácter que el Código Civil adjudicó a ese estado como
elemento de traslación de los riesgos del caso fortuito (art.
513 del Código Civil). En consecuencia, con arreglo a la
legislación vigente no cabe tener en cuenta, para el caso,
los efectos de la misma (ver la referida causa "Rinaldi",
considerando 18 del voto de los jueces Lorenzetti y
Zaffaroni).
19) Que la protección de la propiedad realiza el valor de la
seguridad jurídica y protege a los ciudadanos en sus
contratos y en sus inversiones, lo cual es esencial para la
concreción de un Estado de Derecho. El ahorro que hace el
ciudadano para resguardarse frente a las inclemencias del
futuro o para aumentar su patrimonio, debe ser protegido
por los jueces, sin que interese cuáles son sus propósitos
individuales, salvo que se constate alguna ilicitud. Esta
regla es la base de la tranquilidad que todos tenemos que
gozar en una sociedad organizada, es el fundamento del
respeto recíproco y es el principal impulsor del crecimiento
económico que sólo puede ser realizado dentro de
instituciones estables.
El resguardo de la posición contractual del acreedor
fortalece la seguridad jurídica y es una sólida base para la
economía de mercado. La historia de los precedentes de
esta Corte muestra que hubo una postura demasiado
amplia respecto de las restricciones admisibles (ver la
referida causa "Massa", ampliación de fundamentos del juez
Lorenzetti), que es necesario corregir porque sus efectos
institucionales han sido devastadores.
La excepción se ha convertido en regla, y los remedios
normales han sido sustituidos por la anormalidad de los
remedios. Esta fundamentación de la regla de derecho,
debilita el compromiso de los individuos con las leyes y los
contratos, ya que la emergencia permanente destruye todo
cálculo de riesgos, y restringe el funcionamiento económico.
Que el derecho es experiencia y la misma nos enseña de
modo contundente que la emergencia reiterada ha
generado más emergencia e inseguridad y que es
necesario volver a la normalidad.
Que la Constitución y la ley deben actuar como
mecanismos de precompromiso elaboradas por el cuerpo
político con el fin de protegerse a sí mismo contra la
previsible tendencia humana a tomar decisiones
imprudentes. Quienes redactaron nuestra Constitución
sabían lo que eran las emergencias ya que obraron en un
momento en que la Nación misma estaba en peligro de
disolución, pero decidieron sujetarse rígidamente a una
Carta Magna con el propósito de no caer en la tentación de
apartarse de ella frente a necesidades del momento. Un
sistema estable de reglas y no su apartamiento por
necesidades urgentes es lo que permite construir un Estado
de Derecho.
Por ello, y oído el señor Procurador General, se declara
formalmente admisible el recurso extraordinario deducido
por la ejecutada, se revoca el fallo apelado y, en uso de las
atribuciones conferidas por el art. 16, segundo párrafo de
la ley 48, se manda llevar adelante la ejecución por la suma
reclamada en su moneda de origen o monto que represente
la suma de pesos necesaria para adquirir en el mercado
libre de cambios — a l día del efectivo pago— la cantidad
de dólares estadounidenses que arroje la liquidación
definitiva que deberá practicar la parte acreedora, con más
los intereses pactados, desde la fecha en que se produjo la
mora y hasta el efectivo pago.
Las costas de la ejecución serán soportadas en los
términos del art. 558 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación, salvo las correspondientes a los incidentes
generados con motivo de los planteos atinentes a la validez
constitucional de las normas de emergencia y a las de esta
instancia que se imponen en el orden causado atento a la
naturaleza de las cuestiones propuestas. Notifíquese y
remítase. — Ricardo Luis Lorenzetti.
Disidencia del Señor Ministro Doctor Don Carlos S. Fayt:
Considerando:
1) Que contra la sentencia de la Sala J de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil que, al modificar la
decisión de la instancia anterior, mandó llevar adelante la
ejecución hipotecaria por la suma reclamada en su moneda
de origen — d ólares norteamericanos— , la vencida dedujo
recurso extraordinario que, denegado, motiva la presente
queja, que este Tribunal declaró procedente a fs. 312.
2) Que para así concluir el a quo entendió que las normas
de emergencia dictadas a partir del decreto 214/2002 en
cuanto disponían la pesificación de las obligaciones
contraídas con anterioridad al 6 de enero de 2002 — a la
paridad de 1 U$S = $ 1— , no eran de aplicación en
supuestos en que, como en autos, la deudora hubiera
incurrido en mora en el cumplimiento de su obligación con
anterioridad a la sanción de la ley 25.561 — 6 de enero de
2002— .
3) Que el recurso extraordinario interpuesto resulta
procedente pues en el caso, y más allá de la insuficiente
fundamentación de la presentación de fs. 205/210, se
cuestiona la inteligencia de la ley federal 25.561 en cuanto
a la aplicación de la legislación de emergencia a situaciones
en las que el deudor se encontrara en mora. Esta norma ha
sido modificada en el punto en debate por la previsión de la
ley 25.820, a la que esta Corte en su decisión deberá
atender, de acuerdo a consolidada doctrina que exige el
examen de disposiciones sobrevinientes a las decisiones
recurridas (Fallos: 308:1489; 312:555; 315:123, entre
muchos otros).
4) Que según resulta de los autos principales, 20 personas
físicas dieron en préstamo a la sociedad ejecutada la suma
de U$S 392.000 de acuerdo al contrato de mutuo celebrado
el día 3 de diciembre de 1998. Esa suma recibida — c uyos
intereses se devengaban y pagaban mensualmente— debía
reintegrarse en un único pago de capital en el plazo de un
año a contar desde la fecha indicada. En garantía de la
obligación de restituir el importe recibido y sus accesorios,
la deudora constituyó hipoteca en primer grado sobre el
inmueble rural sito en el Partido de Luján, Provincia de
Buenos Aires; más tarde — 2 7 de enero del año siguiente
— se amplió el préstamo en U$S 58.000 que debía ser
pagado en iguales condiciones y fecha que el crédito
original. La ejecutada no opuso excepciones, y guardó
silencio con respecto a la mora.
5) Que tal como lo reseña el dictamen al que a fs. 311
remite el señor Procurador General, el 6 de enero de 2002,
el Congreso Nacional sancionó la ley 25.561, por la cual
declaró la emergencia pública en materia social,
económica, administrativa, financiera y cambiaria y delegó
en el Poder Ejecutivo Nacional — h asta el 10 de diciembre
de 2003, plazo luego prorrogado hasta el 31 de diciembre
de 2004 por la ley 25.820— el ejercicio de las facultades en
ella establecidas a fin de "reglar la reestructuración de las
obligaciones, en curso de ejecución, afectadas por el nuevo
régimen cambiario instituido por el art. 2°" (incs. 1° y 4°,
respectivamente, del art. 1°). En cuanto aquí interesa, la ley
25.561 dispuso que las prestaciones dinerarias exigibles
desde la fecha de su promulgación, originadas en contratos
celebrados entre particulares, pactados en dólares u otras
monedas extranjeras, se cancelarían en pesos a la relación
de cambio un peso por un dólar estadounidense, en
concepto de pago a cuenta del monto que resulte de la
reestructuración de las obligaciones que las partes deberán
negociar, procurando compartir de modo equitativo los
efectos de la modificación de la relación de cambio (art. 11
de la ley citada). A su vez, la ley 25.561 facultó al Poder
Ejecutivo Nacional, por las razones de emergencia pública
definidas en el art. 1°, a establecer el sistema que
determinará la relación de cambio entre el peso y las
divisas extranjeras y dictar regulaciones cambiarias (art. 2).
Asimismo, se derogaron las disposiciones de los arts. 1°,
2°, 8°, 9°, 12, 13 de la ley 23.928, con las modificaciones
incorporadas por la ley 25.445. Sin perjuicio de lo reseñado,
se mantuvo, con las excepciones y alcances de la ley
25.561, la redacción de los arts. 617, 619 y 623 del Código
Civil, dispuesta por el art. 11 de la ley 23.928, que
considera a las obligaciones de dar moneda extranjera
como obligaciones de dar sumas de dinero y admite la
liberación del deudor, en caso de entregar una suma de
determinada especie o calidad de moneda, dando la
especie designada el día de su vencimiento (arts.
617 y 619, Código Civil). Posteriormente, el Poder Ejecutivo
dictó el decreto 214/02 (art. 8°) que, en lo que al caso
interesa, transforma a pesos todas las obligaciones de dar
sumas de dinero expresadas en dólares estadounidenses u
otra moneda extranjera, no vinculadas al sistema financiero,
de cualquier causa u origen, a razón de un peso por cada
dólar estadounidense, con más el Coeficiente de
Estabilización de Referencia (C.E.R.). Asimismo, estableció
que si luego de su aplicación, el valor resultante de la cosa,
bien o prestación, fuere superior o inferior al del momento
de pago, cualquiera de las partes podrá solicitar un reajuste
equitativo del precio. La ley 25.820 modificó el art. 11 de
la ley 25.561, que ahora establece que "(l)as obligaciones
de dar sumas de dinero existentes al 6 de enero de 2002,
expresadas en dólares estadounidenses u otra moneda
extranjera, no vinculadas al sistema financiero, cualquiera
sea su origen o naturaleza, haya o no mora del deudor, se
convertirán a razón de un dólar estadounidense (U$S 1) =
un peso ($ 1), o su equivalente en otra moneda extranjera,
resultando aplicable la normativa vigente en cuanto al
Coeficiente de Estabilización de Referencia (C.E.R.) o el
Coeficiente de Variación de Salarios (C.V.S.), o el que en el
futuro los reemplace, según sea el caso.
Si por aplicación de los coeficientes correspondientes, el
valor resultante de la cosa, bien o prestación, fuere superior
o inferior al del momento de pago, cualquiera de las partes
podrá solicitar un reajuste equitativo del precio".
La resolución 47/02 del Ministerio de Economía por su
parte, dispuso que el CER — c oeficiente de estabilización
de referencia, vigente desde el 3 febrero de 2002 (art. 4° del
decreto 214/02) y respecto del cual diversas disposiciones
limitaron su ámbito de aplicación— se compondrá por la
tasa de variación diaria obtenida de la evolución mensual
del Índice de Precios al Consumidor (IPC) publicado por el
Instituto Nacional de Estadística y Censos, e igual criterio
adoptó la ley 25.713 (art. 1°).
6() Que corresponde entonces estudiar si la existencia de
mora por parte del deudor — s ituación que como se indicó
se configura en el caso— obsta a la aplicación de la
legislación de emergencia en cuanto pesificó la deuda,
única cuestión sobre la que se pronunció el a quo , en tanto
que su conclusión afirmativa al respecto hizo improcedente
el tratamiento de la constitucionalidad de las previsiones
sobre cuya base la ejecutada pretendió la morigeración del
monto de su deuda.
Al respecto la cámara sostuvo que las obligaciones
contraídas y vencidas con antelación a la vigencia de la ley
25.561, se encontraban fuera del ámbito de aplicación del
cuestionado régimen de pesificación. Ello, con sustento en
que de acuerdo al sistema del Código Civil, los deudores
morosos deben cargar con las consecuencias
desfavorables producidas con posterioridad a la mora, en el
caso, la pesificación unida a la devaluación.
7°) Que la sanción de normas posteriores al dictado de la
decisión recurrida vinculadas específicamente con esta
última cuestión, motivó que esta Corte confiriera nueva vista
al Ministerio Público Fiscal (fs. 57 del recurso de queja). En
su dictamen el señor Procurador General, señala que la ley
25.820 puso fin a las divergencias a que dio lugar la
aplicación temporal de la legislación de emergencia
respecto de las obligaciones vencidas. Agrega que no
existe en ello violación alguna de la Constitución Nacional,
toda vez que el principio de irretroactividad de la ley sólo
tiene raigambre legal, sin que por tanto, obligue al legislador
quien puede derogarlo cuando, como en el caso, la nueva
legislación no afecta derechos adquiridos sino "que
comprenden obligaciones en curso de ejecución, que
quedaron pendientes de pago en plena crisis", por lo que
"no cabe considerarlas incorporadas plena y definitivamente
al patrimonio del acreedor sino sometidas a las leyes que,
en el marco de la emergencia reglamentan su ejercicio".
8°) Que esta Corte no comparte la conclusión a la que
arriba el señor Procurador General, por las siguientes
razones.
En primer término, es preciso señalar que si bien la
irretroactividad de la ley es un principio de orden legal,
adquiere carácter constitucional cuando la aplicación de la
nueva ley produce el efecto de privar a algún habitante de
la Nación de un derecho incorporado a su patrimonio, que
en tal caso se confunde con la garantía relativa a la
inviolabilidad de la propiedad (Fallos: 184:621; 238:496;
entre muchos otros).
En el caso, en el momento en que el deudor incurrió en
mora, se incorporó al patrimonio del acreedor el derecho a
percibir íntegramente el crédito, derecho que no admite su
alteración o supresión por una ley posterior sin violentar
severamente el mencionado derecho constitucional (art.
17 de la Constitución Nacional). Para ello no es menester
que se trate de prestaciones ya ejecutadas, pues tal
comprensión importaría tanto como afirmar que un derecho
adquirido — f rente a una relación de crédito, como en el
caso— sólo es tal cuando ha mediado pago, es decir
paradójicamente, cuando ese derecho se ha extinguido por
su modo normal.
En segundo lugar, esta Corte comparte las conclusiones a
las que arribó el a quo respecto de las consecuencias de la
mora, sin que a ello obste la situación de emergencia.
9°) Que, en efecto, no obstante que es obvio que la
situación de emergencia precede a su declaración legal, de
allí no se sigue necesariamente que el incumplimiento del
deudor sea imputable a esa situación y no a su discrecional
actitud, cuestión sobre la que por lo demás el interesado no
esgrimió argumento alguno en la instancia de grado — n i
siquiera opuso excepciones— .
Fuera de ello, cabe destacar que en todo caso, al deudor
le asistía la facultad de plantear judicialmente la cuestión,
ya sea mediante la demanda de revisión contractual
(arg. arts. 513 y 1198 del Código Civil), bien consignando
judicialmente la cantidad que entendía deber.
10) Que, por otra parte, retrotraer la crisis a un momento
anterior al incumplimiento sin formular precisión alguna,
exigiría descartar sobre la base de la observación razonada
de la realidad económica, que esa crisis no existía en el
momento de la contratación. Esto es, no se advierte por qué
razón se coloca al incumplimiento dentro del período de
emergencia — n o declarada— y no se hace lo mismo con
el contrato.
En síntesis, la tesis que en este aspecto ensaya el señor
Procurador General significaría tanto como afirmar que en
situaciones de crisis — q ue en nuestro país desde hace
décadas se presentan en forma crónica y prácticamente
ininterrumpida— y sin ley de emergencia, no existirían
reglas ni se derivaría para los morosos consecuencia
alguna desfavorable de sus incumplimientos. Ello es mucho
más grave si se tiene en cuenta que el legislador e incluso
el Poder Ejecutivo cuenta con facultades suficientes para
declarar frente a tales coyunturas, la situación de
emergencia o, en su caso, prorrogarla como de hecho ha
ocurrido (ver en este sentido la prórroga de la emergencia
dispuesta por la reciente ley 25.972).
11) Que las circunstancias sociales y económicas que
motivaron las medidas cuestionadas en autos
encuentran — c omo ya tuvo oportunidad de señalarlo esta
Corte (causas "Provincia de San Luis" —L A LEY, 2003-B,
537— (Fallos: 326:417) voto del juez Fayt y "Bustos, Alberto
Roque y otros" (Fallos: 327:4495) disidencia del juez Fayt)
— difícil parangón en la historia de la Argentina
contemporánea. En efecto, el país asistió a la renuncia de
un presidente constitucional en medio de graves protestas
sociales, de consecuencias luctuosas. La crisis económica
amenazaba convertirse en catástrofe, de lo que dan cuenta
la huida de las reservas, la salida de la convertibilidad, la
devaluación, la quiebra de la relación de confianza de los
ahorristas con los bancos, la caída del consumo interno, los
ajustes. Este cuadro de situación se reflejaba como una
estenosis tumoral en el aumento del desempleo y la
subocupación, la exclusión y la indigencia simbióticamente
unidas al caos social, político y económico. Este escenario
desfibró el sistema de creencias sobre el que se asienta la
Nación y la vida del Estado. La crisis no ha dejado
resquicios sin penetrar.
De ahí que la reconstrucción requiriera medidas extremas
y cambios severos, cuya constitucionalidad
hoy — s uperado lo álgido de la crisis— le toca a esta Corte
juzgar.
12) Que una vez más, para el abordaje de la cuestión
constitucional a la que los antecedentes hasta aquí
reseñados remite, resulta imperioso el retorno a la
racionalidad, a la prudencia y al respeto de la buena fe
contractual entre acreedores y deudores. En este cometido
no debe olvidarse que los derechos emergentes del
contrato de mutuo — b ase de la presente demanda
— gozan de la protección otorgada por el art. 17 de la
Constitución Nacional a la propiedad privada.
Es que como desde antiguo ha señalado este Tribunal, el
término propiedad utilizado por la Constitución comprende
"todos los intereses apreciables que un hombre puede
poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad"
(Fallos: 145:307, causa "Bourdieu, Pedro Emilio"), de modo
tal que la protección constitucional alcanza a los bienes que
son susceptibles de valor económico, apreciables en dinero
o al dinero mismo.
El art. 14 de la Constitución Nacional declara que todos los
habitantes tienen derecho a "usar y disponer de su
propiedad" y el art. 17 declara que "es inviolable" y que
"ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella,
sino en virtud de sentencia fundada en ley". "La
expropiación por causa de utilidad pública [añade] debe ser
calificada por ley y previamente indemnizada" y la
"confiscación de bienes queda borrada para siempre del
Código Penal argentino". En efecto, tal como señala
Joaquín V. González, el derecho de propiedad es por su
naturaleza "absoluto, perpetuo y exclusivo: cualidades y
caracteres que la Constitución califica con la palabra
'inviolable'" (Manual de la Constitución Argentina, Ed. Ángel
Estrada, Buenos Aires, 1897, pág. 130 s.).
13) Que es sabido que como principio, el legislador está
facultado para hacer todas las leyes y reglamentos que
sean convenientes para poner en ejercicio los poderes
atribuidos al gobierno de la Nación. En correspondencia con
los fines enunciados en el Preámbulo de la Constitución
Nacional, aquél cuenta con las facultades constitucionales
necesarias para satisfacer los requerimientos de la
sociedad, poner fin a los estados de emergencia y conjurar
cuanto ponga en peligro la subsistencia del Estado. Cuando
una situación de crisis o de necesidad pública exige la
adopción de medidas tendientes a salvaguardar los
intereses generales, se puede sin violar ni suprimir las
garantías que protegen los derechos patrimoniales,
postergar, dentro de límites razonables, el cumplimiento de
obligaciones emanadas de derechos adquiridos, tal como lo
ha decidido reiteradamente esta Corte en precedentes de
innecesaria cita.
En esencia, se trata — c omo se ha reconocido desde el
siglo pasado— de hacer posible el ejercicio de las
facultades indispensables para armonizar los derechos y
garantías individuales con las conveniencias generales, de
manera de impedir que los derechos amparados por esas
garantías, además de correr el riesgo de convertirse en
ilusorios por un proceso de desarticulación de la economía
estatal, puedan alcanzar un grado de perturbación social
acumulada, con capacidad suficiente para dañar a la
comunidad nacional (Fallos: 172:21, causa "Avico, Oscar
Agustín" —L A LEY, Sup.Emergencia Económica y Teoría
del Derecho, agosto/2003, p. 95—).
14) Que en ese sentido cabe recordar lo dicho por Horacio
R. Larreta, en su dictamen del 6 de septiembre de 1934,
que en el recurso extraordinario deducido en el caso recién
citado, enumeró los cuatro requisitos que debe llenar una
ley de emergencia para que su sanción esté justificada, y
que ya habían sido mencionados por el Chief Justice
Hughes, en el caso "Home Building v. Blaisdell": "Es
necesario para ello: 1) que exista una situación de
emergencia que imponga al Estado el deber de amparar los
intereses vitales de la comunidad; 2) que la ley tenga como
finalidad legítima, la de proteger los intereses generales de
la sociedad y no a determinados individuos; 3) que la
moratoria sea razonable, acordando un alivio justificado por
las circunstancias; 4) que su duración sea temporal y
limitada al plazo indispensable para que desaparezcan las
causas que hicieron necesaria la moratoria. El juez Hughes,
presidente del tribunal, apoyó su voto en estos
fundamentos: "Si el Estado tiene poder para suspender
temporalmente la aplicación de los contratos en presencia
de desastres debidos a causas físicas, como terremotos,
etc., no puede darse por inexistente ese poder cuando una
urgente necesidad pública que requiere el alivio es
producida por causas de otra índole, como las económicas.
No sólo se invocan en los contratos las leyes existentes a
fin de fijar las obligaciones entre las partes, sino que se
introducen en ellos también las reservas de atributos
esenciales del poder soberano, como postulados del orden
legal. El criterio de proteger a los contratos contra su
invalidación presupone el mantenimiento de un gobierno en
virtud del cual son valederas las obligaciones contractuales.
Dicho gobierno debe retener la autoridad adecuada para
asegurar la paz y el buen orden de la sociedad. Este
principio de armonizar las prohibiciones constitucionales
con la necesaria conservación del poder por parte del
Estado ha sido reconocido progresivamente en las
decisiones de esta Corte. Aunque se evite una sanción que
pudiera permitir al Estado adoptar como política el repudio
de las deudas o la destrucción de los contratos, o la
negación de los medios para llevarlos a la práctica, no se
deduce de ello que no hayan de producirse situaciones en
las que la restricción temporal de esos medios no cuadre
con el espíritu y el propósito del artículo constitucional.
Recordando la advertencia de Marshall, agregaba el juez
Hughes, que no hay que olvidar que la Constitución fue
sancionada con el propósito de que rigiera en épocas
venideras por lo que su interpretación debe adaptarse a las
crisis que sufren las relaciones humanas".
15) Que el juez Hughes en el fallo referido, resumiendo las
decisiones de la Corte Suprema americana dijo: "es
manifiesto, de la revista que hacemos de nuestras
decisiones que ha habido una creciente valorización de las
necesidades públicas y de la necesidad de encontrar
fundamento a una avenencia razonable entre los derechos
individuales y el bienestar público. La limitación del dominio
público, la presión del constante aumento de la población,
la interdependencia de las actividades de nuestro pueblo, y
la complejidad de nuestros intereses económicos, han
conducido inevitablemente hacia una creciente utilización
de la organización social, con el objeto de proteger las
bases mismas de la actividad individual. Donde, en tiempos
pasados, se pensaba que sólo los negocios (o asuntos) de
los individuos o de las clases sociales estaban
comprometidos y que los del Estado apenas estaban
remotamente rozados, posteriormente se ha encontrado
que estaban directamente afectados los intereses
fundamentales del Estado; y que la cuestión ya no es más
solamente la de un contratante contra otro, sino del uso de
los medios razonables para salvaguardar la estructura
económica sobre la cual reposa el bienestar de todos. No
es admisible la réplica de que esta necesidad pública no fue
comprendida (o sospechada) un siglo ha, ni insistir en que
aquello que significó el precepto constitucional según el
criterio de entonces, deba significar hoy según el criterio
actual ('vision of our time'). Si se declarara que la
Constitución significa hoy, lo que significó en el momento de
su adopción, ello importaría decir que las grandes cláusulas
de la Constitución deben confinarse a la interpretación que
sus autores les habían dado, en las circunstancias y con las
perspectivas de su tiempo, y ello expresaría su propia
refutación. Para prevenirse contra tal concepto estrecho,
fue que el presidente de la Corte, Mr. Marshall expresó la
memorable lección: 'No debemos olvidar jamás que es una
constitución lo que estamos interpretando (Mc. Culloch v.
Maryland, 4 Wheat 316, 407) una Constitución destinada a
resistir épocas futuras, y consiguientemente a ser adaptable
a las variadas crisis de los asuntos humanos'. Cuando
consideramos las palabras de la Constitución, dijo la Corte,
en 'Misouri v. Holland', 252 U. S. 416, 433, debemos darnos
cuenta (o hacernos cargo: 'realize') que ellas dieron vida a
un ser cuyo desarrollo no pudo ser previsto completamente
por sus creadores mejor dotados...El caso que examinamos
debe ser considerado a la luz de nuestra experiencia...".
16) Que tanto en nuestro derecho como en el de los
Estados Unidos de América, las leyes dictadas en
situaciones de emergencia, no se consideraron a
extramuros de la Constitución Federal por desconocimiento
del derecho de propiedad, cuando se limitaron a no
suspender indefinidamente la ejecución de los derechos del
acreedor, ni dificultaron el cumplimiento de las obligaciones
con plazos excesivamente largos. Es que no está en juego
el dominio eminente del Estado, sino los límites del poder
de policía con vistas a todas las grandes necesidades
públicas. Y ese límite, del cual nunca podrá pasar, es el de
la propiedad privada no susceptible de ser tomada sin
declaración de utilidad pública y previamente indemnizada.
De ahí que la validez constitucional de estas leyes se
sustenta en que no afectan el contenido mismo de la
relación jurídica, ni ninguna de las partes constitutivas de la
obligación. "En situaciones de emergencia o con motivo de
ponerles fin, se ha reconocido la constitucionalidad de las
leyes que suspenden temporalmente los efectos de los
contratos libremente convenidos por las partes, siempre
que no se altere su sustancia, a fin de proteger el interés
público en presencia de desastres o graves perturbaciones
de carácter físico, económico o de otra índole". Sólo se ha
exigido que tal legislación sea razonable y no desconozca
las garantías individuales o las restricciones que la
Constitución contiene en salvaguardia de las instituciones
libres.
17) Que esta Corte ha reconocido la constitucionalidad de
las leyes que suspenden temporalmente tanto los efectos
de los contratos como los efectos de las sentencias firmes,
siempre que no se altere la sustancia de unos y otras
(Fallos: 243:467), a fin de proteger el interés público en
presencia de desastres o graves perturbaciones de carácter
físico, económico o de otra índole (Fallos: 238:76). En estos
casos, el Gobierno "está facultado para sancionar las leyes
que considere conveniente, con el límite que tal legislación
sea razonable, y no desconozca las garantías o las
restricciones que contiene la Constitución". "No debe darse
a las limitaciones constitucionales una extensión que trabe
el ejercicio eficaz de los poderes del Estado" (Fallos:
171:79) toda vez que "acontecimientos extraordinarios
justifican remedios extraordinarios" (Fallos: 238:76). La
distinción entre la sustancia de un acto jurídico y sus
efectos contribuye a la transparencia de la doctrina de la
legislación de emergencia, admitiendo la constitucionalidad
de la que restringe temporalmente el momento de ejecución
del contrato o la sentencia, "manteniendo incólume y en su
integridad la sustancia de los mismos, así como la de los
derechos y obligaciones que crean o declaran". Que "(e)n
tiempos de grave trastorno económico-social, el mayor
peligro que se cierne sobre la seguridad jurídica no es el
comparativamente pequeño que deriva de una transitoria
postergación de las más estrictas formas legales, sino el
que sobrevendría si se las mantuviera con absoluta rigidez,
por cuanto ellas, que han sido pensadas para épocas de
normalidad y sosiego, suelen adolecer de patética ineficacia
frente a la crisis" (Fallos: 243:467 causa "Russo, Ángel y
otra", considerandos 14 y 19 del voto de los jueces Aráoz
de Lamadrid y Oyhanarte).
18) Que el derecho de "emergencia" no nace fuera de la
Constitución, sino dentro de ella; se distingue por el acento
puesto, según las circunstancias lo permitan y aconsejen en
el interés de individuos o grupos de individuos, o en el
interés de la sociedad toda. Arribar a la unión nacional no
fue tarea fácil, como no lo fue establecer la Constitución
(Fallos: 191:388). Junto a los derechos cuyo goce la
Constitución establece para todos los habitantes, ella
agrega que tal goce se hará conforme a las leyes que
reglamenten su ejercicio (art. 14) sin desnaturalizar a
aquéllas (art. 28), y se refiere a la unión nacional, a la forma
de gobierno y a la organización de los poderes, y se
proyecta para nuestra posteridad, es decir, que erige una
organización nacional cuya vitalidad es tan esencial como
aquellos derechos particulares, como que en ella descansa
la efectiva seguridad de éstos. Es por ello que el bienestar
que tiene en miras es el bienestar general, entendido como
marco y no como negación del particular.
Hay pues en la Constitución Nacional contenidos derechos
y proyectos de alcance diferente. La cuestión es, para los
jueces, determinar la legitimidad de la extensión que se les
haya concedido en cada caso. El problema, pues, no se
circunscribe al análisis del ejercicio del poder de policía,
sino que reside en un juicio axiológico en el que están
involucrados principios constitucionales diversos y que debe
resolverse atendiendo a las circunstancias de la causa.
19) Que sobre la base de esta consolidada doctrina de la
emergencia, el Tribunal sostuvo en el recordado caso
"Peralta" (Fallos: 313:1513), que "al acudir a ese medio de
pago" — s e refería a los "Bonos Externos 1989"— se
produjo una reprogramación de vencimientos, mas no
necesariamente una "quita" como podría haberse supuesto
en un primer y superficial análisis de la cuestión. Y añadió:
"(e)n definitiva, de las medidas adoptadas por el gobierno
no resulta menoscabo de la propiedad protegida por el art.
17 de la Constitución Nacional. Porque, como se expuso al
examinar genéricamente los distintos problemas que
plantea la 'emergencia', no hay violación del art. 17 citado
cuando por razones de necesidad se sanciona una norma
que no prive a los particulares de los beneficios
patrimoniales legítimamente reconocidos ni les niega su
propiedad y sólo limita temporalmente la percepción de
tales beneficios o restringe el uso que pueda hacerse de
esa propiedad. Antes bien, hay una limitación impuesta por
la necesidad de atenuar o superar una situación de crisis
que, paradojalmente, también está destinada a proteger los
derechos presuntamente afectados que corrían el riesgo de
convertirse en ilusorios por un proceso de desarticulación
del sistema económico y financiero" (...).
20) Que esta Corte al pronunciarse respecto de la validez
constitucional de la legislación de emergencia financiera
dictada entre el 1° de diciembre de 2001 y el 1° de febrero
de 2002 — p revio al dictado el decreto 214/02— , entendió
que ni aun con la extensión reconocida a los poderes del
Estado para afrontar emergencias de carácter económico
(causa "Smith" — F allos: 325:28— ), las disposiciones
cuestionadas podían reputarse compatibles con la
Constitución Nacional. En efecto, y contrariamente a lo que
ocurría en Fallos: 313: 1513, no se preserva sino que se
destruye "el valor...de la moneda" que "es lo que interesa y
no puede perderse de vista sin riesgo de incurrir en
conclusiones equivocadas". "Por lo demás [se añadió] una
justa apreciación del medio concreto elegido por el Estado
Nacional como paliativo de la crisis a fin de decidir sobre su
compatibilidad constitucional no puede ser examinada con
prescindencia del conjunto de las medidas adoptadas...El
efecto producido por las normas impugnadas excede, pues,
el ejercicio válido de los poderes de emergencia ya que aun
en estas situaciones,...el Estado no puede válidamente
transponer el límite que señala el art. 28 de la Constitución
Nacional y preterir su inexcusable rol como gestor del bien
común. La norma en cuestión afecta, por tanto, en forma
directa e inmediata las garantías reconocidas por los arts.
14 bis y 17 de la Constitución Nacional así como las
previsiones del art. 21 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, Pacto de San José de Costa Rica"
(voto del juez Fayt, in re "Banco de Galicia y Buenos Aires
s/solicita intervención urgente en autos 'Smith, Carlos
Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional'" Fallos: 325:28) (LA
LEY, 2002-A, 770).
21) Que si bien es cierto que a la hora de contratar, el
deudor debió ponderar el marco normativo de referencia,
esto es, la paridad establecida por la ley 23.928, no lo es
menos que igualmente tuvo en cuenta — y así lo manifestó
expresamente— la posibilidad de que ese régimen se
alterara. De otro modo no se explica el sentido de
previsiones tales como las referidas al eventual pago en
pesos suficientes para adquirir los títulos públicos que se
indican (confr. mutuo, cláusula 5).
De allí que no pueda sino entenderse que ambas partes y
no sólo la deudora ponderaron a la hora de celebrar el
mutuo la coyuntura económica y su repercusión sobre la
decisión de contratar, así como las condiciones en que lo
harían. En tal sentido, si bien puede afirmarse que la
llamada "convertibilidad" garantizaba al deudor que podría
cumplir su obligación adquiriendo al valor fijado en la ley la
moneda extranjera debida, del mismo modo, puede decirse
que el acreedor consentía — s ólo en esas condiciones
— desprenderse de su capital pues se le aseguraba su
devolución en la moneda en la que — p ara precaverse de
los efectos de la inflación— desde hace años preservaban
su capital los ahorristas argentinos. A la par, acreedores y
deudores atendieron a la situación económica existente en
el momento de contratar y contemplaron la posibilidad de
que dada la historia económica argentina, esa situación se
modificara, disponiendo para tal caso el remedio que
entendieron adecuado.
La eventual ineficacia de dichas cláusulas es una cuestión
absolutamente ajena al ámbito de conocimiento del Tribunal
y de esta causa, no ya por las limitaciones propias de este
tipo de procesos que bien podrían soslayarse de acuerdo a
la doctrina de esta Corte, sino — y ello es esencial
— porque la cuestión no fue esgrimida en ninguna de las
instancias por la recurrente quien, como ya se señaló, ni
siquiera opuso excepciones.
22) Que en síntesis no puede discutirse que la legislación
impugnada ha operado una transformación en la sustancia
del derecho afectado que la torna inválida frente a la
Constitución Nacional.
La conversión en pesos de los créditos en moneda
extranjera, permite que el mutuario — d eudor de la
obligación de devolver el mismo bien que le fue entregado
— cumpla con ella, entregando un bien de valor
sensiblemente inferior. De esta conversión obligatoria
deviene una quita que, como tal, resulta — u tilizando la
expresión de Fallos: 313:1513— irremediablemente
confiscatoria. Los hechos de autos revelan
paradigmáticamente una situación en la que el Estado no
suministra un remedio para paliar una situación de
emergencia sino que decide mutar la sustancia o esencia
del derecho adquirido. De consuno con los principios
expuestos y, encontrándose la legislación cuestionada a
extramuros de la Constitución Nacional, debe entendérsela
inválida.
Por ello, y oído el señor Procurador General, se declara
formalmente admisible el recurso extraordinario deducido
por la ejecutada, se revoca el fallo apelado y, en uso de las
atribuciones conferidas por el art. 16, segundo párrafo de
la ley 48, se manda llevar adelante la ejecución por la suma
reclamada en su moneda de origen o monto que represente
la suma de pesos necesaria para adquirir en el mercado
libre de cambios — a l día del efectivo pago— la cantidad
de dólares estadounidenses que arroje la liquidación
definitiva que deberá practicar la parte acreedora, con más
los intereses pactados, desde la fecha en que se produjo la
mora y hasta el efectivo pago.
Las costas de la ejecución serán soportadas en los
términos del art. 558 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación, salvo las correspondientes a los incidentes
generados con motivo de los planteos atinentes a la validez
constitucional de las normas de emergencia y a las de esta
instancia que se imponen en el orden causado atento a la
naturaleza de las cuestiones propuestas. Notifíquese y
remítase. —C arlos S. Fay t.
Disidencia de la Señora Ministra Doctora Doña Carmen M.
Argibay:
Considerando:
1) El 3 de diciembre de 1998 la sociedad demandada en la
presente causa, Instituto de Educación Integral San Patricio
S.R.L., tomó en calidad de préstamo la suma de trescientos
noventa y dos mil dólares estadounidenses (U$S 392.000),
con destino a la construcción de un colegio para enseñanza
primaria y secundaria. Se pactó que la devolución del
dinero debía efectuarse en el plazo de un año a contar
desde la fecha indicada, con más un interés del 18% anual,
pagadero por mes vencido. En garantía del cumplimiento de
lo pactado, la deudora constituyó derecho real de hipoteca
sobre dos inmuebles de su propiedad en favor de sus
acreedores. El 27 de enero de 1999 se amplió el préstamo
en cincuenta y ocho mil dólares estadounidenses (U$S
58.000) que la prestataria se comprometió a restituir en la
misma fecha, condiciones y garantía real que el mutuo
anterior.
Además, se estableció que el pago en dólares
estadounidenses era condición esencial del contrato y para
el supuesto que la deudora se vea privada de los dólares
que declaró tener en su poder para cancelar la deuda en
esa moneda, se acordó un procedimiento mediante el cual
se determinaría la cantidad de pesos equivalentes a los
dólares prestados.
Los montos dados en préstamo fueron la suma de
cantidades menores aportadas en distintas proporciones
por 21 personas. Entre esos aportantes se encontraban, en
lo que aquí interesa: Irene Gwendoline Longobardi, Antonio
F. García y Emilio Oscar Migueiz por U$S 20.000; María
Avelina Luisa Villar Matos y José Rafael Sánchez Villar por
U$S 30.000; Carlos Alberto Pozzo por U$S 12.000; Carlos
Eriberto Castro por U$S 15.000 y Pascual Boccafurno por
U$S 16.000.
El 20 de junio de 2002, ante la falta de pago del crédito en
tiempo y forma, los coacreedores mencionados iniciaron
conjuntamente la presente ejecución por el total de la deuda
impaga a cada uno de ellos, con más sus intereses y
costas. Alegaron que la deudora había incurrido en mora en
el pago de los intereses en noviembre de 2001 y, al mismo
tiempo, plantearon la inconstitucionalidad de los artículos
6° de la ley 25.561; 16 de la ley 25.563; y 1°, 3°, 6°, 8° y 12
del decreto 214/02 en la medida que les impedía ejercer
plenamente su derecho personal, protegido por el artículo
17 de la Constitución Nacional.
La demandada no opuso ninguna excepción al progreso de
la ejecución y guardó silencio respecto a la mora imputada.
Asimismo, rechazó la declaración de inconstitucionalidad
perseguida y solicitó que la deuda original se "pesifique", es
decir, se reconvierta a razón de un peso por cada dólar
adeudado. Sostuvo que el valor de los inmuebles dados en
garantía, había sufrido una depreciación de igual o mayor
proporción a la del peso respecto del dólar y, agregó, que si
se permitiese que los actores perciban su crédito en la
moneda originalmente pactada, se estaría cuadruplicando
el valor de su acreencia.
2) El juez de primera instancia declaró la
inconstitucionalidad de los artículos 11 de la ley 25.561 y 1°
y 8° del decreto 214/2002 y mandó llevar adelante la
ejecución por el capital adeudado (U$S 163.000)
que — p or aplicación de la doctrina del esfuerzo
compartido— debía calcularse a razón de un peso por cada
dólar, con más el 50% de la brecha entre $ 1 y el valor de la
divisa norteamericana según la cotización vigente en el
mercado libre, tipo vendedor, a la fecha del efectivo pago,
con más los intereses cuya tasa debía fijarse en la etapa de
liquidación del crédito. Por último, impuso las costas en el
orden causado.
El fallo, recurrido por ambas partes, fue modificado por la
Sala J de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil,
que declaró inaplicables al caso las disposiciones de la ley
25.561 y sus normas complementarias.
Para así decidir, la alzada señaló que sólo quedaban
comprendidas dentro del régimen de "pesificación" las
obligaciones dinerarias expresadas en dólares
estadounidenses exigibles a partir del 6 de enero de 2002,
fecha de promulgación de la ley 25.561, por lo cual
quedaban excluidas las que a ese momento se encontraban
en mora o vencidas. Por tales motivos, estimó que el crédito
de los actores resultaba ajeno a esa normativa por lo que
correspondía condenar a la ejecutada a cancelar la deuda
en la moneda convenida.
Contra dicho pronunciamiento la vencida interpuso recurso
extraordinario que, denegado, dio origen a esta
presentación directa.
La recurrente alega que el tribunal ha interpretado
incorrectamente las normas federales en juego y ha omitido
el tratamiento de cuestiones esenciales, vulnerando su
derecho de propiedad y el de defensa en juicio. Además
sostiene que las normas de emergencia económica
cumplen con los presupuestos de validez constitucional y,
con la entrada en vigencia de la ley 25.820, no caben dudas
que la "pesificación" debe aplicarse a todas las deudas,
exista o no mora anterior. Por último, aduce que los
camaristas al cargarla con todos los perjuicios producidos
por la devaluación de la moneda, cuando ambos litigantes
habían contratado al abrigo de la ley de convertibilidad, han
afectado el principio de igualdad.
3) El 8 de marzo de 2005, el Tribunal declaró procedente el
recurso de queja y dispuso la suspensión de los
procedimientos de ejecución solicitada por la deudora, por
estimar que los argumentos invocados podrían involucrar
cuestiones federales susceptibles de examen en la
instancia del art. 14 de la ley 48.
4) Entiendo que el recurso extraordinario es procedente en
los términos del art. 14, inc. 3°, de la ley 48, toda vez que el
recurrente ha fundado su derecho en una interpretación de
la legislación federal, de acuerdo con la cual la ley 25.561 y
sus normas complementarias son aplicables al caso, y la
sentencia dictada, como he referido, ha sido contraria tanto
a esa interpretación de la ley como al derecho que en ella
apoya el recurrente.
5) Como puede apreciarse de las constancias de la causa,
la cuestión en examen difiere de la que ha sido analizada
por el Tribunal en el precedente "Rinaldi": en autos no está
en juego la vivienda única y familiar del ejecutado y el
monto de la deuda supera los cien mil pesos ($ 100.000);
ello trae aparejado que las previsiones de las leyes
25.798 y 26.167 no se apliquen al mutuo hipotecario
suscripto por los litigantes.
Además, si bien en este caso como en "Rinaldi" la postura
asumida por los deudores resulta similar, en el sentido que
los recursos extraordinarios fueron planteados por esa parte
defendiendo la constitucionalidad de las leyes de
emergencia económica y solicitando la reconversión de su
deuda a razón de un peso por cada dólar adeudado, las
soluciones brindadas por la Cámara de Apelaciones y la
actitud de los acreedores son disímiles. En efecto, en el
precedente citado la alzada aplicó la doctrina del esfuerzo
compartido y dispuso que el capital adeudado se calculase
a razón de un peso por cada dólar, con más el 50% de la
brecha entre un peso y el valor del dólar norteamericano
según la cotización vigente al momento del efectivo pago,
decisión que fue consentida por el acreedor. En cambio, en
los presentes actuados, los camaristas hicieron lugar a lo
peticionado por los acreedores y condenaron a la ejecutada
a cancelar la deuda en dólares estadounidenses.
En base a lo señalado, me veo en la necesidad de dictar
una nueva sentencia que se circunscriba a la temática
planteada en los presentes actuados.
6) La ley 25.561, que es la primera norma que estableció
reglas sobre el tema de la emergencia económica, derogó
la convertibilidad del peso por el dólar estadounidense que
regía desde 1991 y, al suprimir la garantía estatal de esa
conversión, habilitó la fijación del tipo de cambio por el
mercado de divisas (artículos 2, 3 y 4). Como lo puse de
manifiesto al emitir mi voto en "Rinaldi", esta circunstancia,
sumada a la continuada recesión económica,
previsiblemente conducía a una inmediata devaluación de
la moneda nacional y a un nuevo obstáculo para el
oportuno cumplimiento de las obligaciones contractuales
establecidas en dólares.
Por supuesto que estas obligaciones no respondían en
todos los casos a la misma causa, ni a un intercambio
similar. Para atemperar la inevitable disparidad con que la
devaluación impactaría en los diferentes tipos de contratos,
la ley 25.561 evitó recurrir a una respuesta uniforme y rígida
para todos ellos. La cláusula de esta ley que, a mi entender,
contiene el corazón de la respuesta legislativa a la fractura
que sufrirían los contratos, es su artículo 11, más
precisamente el principio general sentado en su primer
párrafo y en la atribución que, en el párrafo siguiente,
confiere a los tribunales para atemperarlo.
Tal como quedó redactado después de la reforma
producida por la ley 25.820, el artículo 11 dice:
Artículo 11: Las obligaciones de dar sumas de dinero
existentes al 6 de enero de 2002, expresadas en dolares
estadounidenses u otra moneda extranjera, no vinculadas al
sistema financiero, cualquiera sea su origen o naturaleza,
haya o no mora del deudor, se convertirán a razón de un
dolar estadounidense (U$S 1) = un peso ($ 1), o su
equivalente en otra moneda extranjera, resultando aplicable
la normativa vigente en cuanto al Coeficiente de
Estabilización de Referencia (CER) o el Coeficiente de
Variación de Salarios (CVS), o el que en el futuro los
reemplace, según sea el caso.
Si por aplicación de los coeficientes correspondientes, el
valor resultante de la cosa, bien o prestación, fuere superior
o inferior al del momento de pago, cualquiera de las partes
podrá solicitar un reajuste equitativo del precio. En el caso
de obligaciones de tracto sucesivo o de cumplimiento
diferido este reajuste podrá ser solicitado anualmente,
excepto que la duración del contrato fuere menor o cuando
la diferencia de los valores resultare notoriamente
desproporcionada. De no mediar acuerdo a este respecto,
la justicia decidirá sobre el particular. Este procedimiento no
podrá ser requerido por la parte que se hallare en mora y
ésta le resultare imputable. Los jueces llamados a entender
en los conflictos que pudieran suscitarse por tales motivos,
deberán arbitrar medidas tendientes a preservar la
continuidad de la relación contractual de modo equitativo
para las partes.
De no mediar acuerdo entre las partes, las mismas quedan
facultadas para seguir los procedimientos de mediación
vigentes en las respectivas jurisdicciones y ocurrir ante los
tribunales competentes para dirimir sus diferencias.
En este caso, la parte deudora no podrá suspender los
pagos a cuenta ni la acreedora negarse a recibirlos. El
Poder Ejecutivo Nacional queda facultado a dictar
disposiciones aclaratorias y reglamentarias sobre
situaciones específicas, sustentadas en la doctrina
del artículo 1198 del Código Civil y el principio del esfuerzo
compartido.
La presente norma no modifica las situaciones ya resueltas
mediante acuerdos privados y/o sentencias judiciales.
Se trata de establecer entonces, si, como lo pretende la
parte actora, la ejecución hipotecaria debe llevarse adelante
hasta satisfacer su derecho con la extensión que resulta de
los términos en que fue redactado el contrato de mutuo
firmado o si, como lo pretende la parte demandada, ese
derecho creditorio debe ser limitado a lo que resulta del
artículo 11, primer párrafo, de la ley 25.561 (texto según ley
25.820).
De acuerdo con la posición asumida por los acreedores
que promovieran esta acción judicial, el artículo 11 de la ley
25.561 no debe aplicarse al caso puesto que resulta
violatorio de su derecho de propiedad, garantizado por
los artículos 14 y 17 de la Constitución Nacional. Por su
lado, la demandada defiende la norma por entender que se
trata de una regulación razonable de los efectos de la crisis
que atravesó el país y un medio de restablecer el equilibrio
contractual alterado por la devaluación que sufriera la
moneda nacional lo cual encareció desproporcionadamente
las divisas que se había comprometido a devolver.
Como ya quedó expuesto, de conformidad al artículo 11,
primer párrafo, de la ley 25.561, el derecho a recuperar los
163.000 dólares estadounidenses que los mutuantes
entregaran al mutuario, cuya ejecución se persigue en este
proceso, se vería satisfecho mediante la entrega por el
mutuario de 163.000 pesos, más lo que resulte de aplicar el
coeficiente de actualización que corresponda, CVS o CER,
según dice la norma.
Estoy de acuerdo, en este punto, con las consideraciones
expresadas por los jueces Highton de Nolasco y Maqueda
en los considerandos 35 a 38 del precedente "Rinaldi" a los
que se hace referencia en el considerando 21 del voto de
los respectivo ministros en la presente causa: hacer lugar a
la pretensión del deudor y resolver el presente caso por
aplicación del artículo 11, primer párrafo, de la ley
25.561 conllevaría una alteración o privación de los
derechos del acreedor contraria a la prohibición establecida
en tal sentido por el artículo 17 de la Constitución Nacional.
También coincido con mis colegas cuando sostienen que:
el artículo 11 de la ley 25.561 no establece una regla rígida
o "pesificación definitiva" al tipo de cambio que se establece
en su primer párrafo, sino que contempla la posibilidad de
que la parte que se considerase perjudicada pudiese
solicitar la recomposición equitativa de las prestaciones a
cargo del otro contratante; esto lo preserva de entrar en un
conflicto insalvable con la Constitución Nacional.
Entonces, tal como surge de los considerandos que
siguen, un caso como el de autos debe ser decidido por los
jueces sobre la base de lo establecido en los párrafos
subsiguientes del citado artículo 11, en particular el cuarto
que alude al "principio del esfuerzo compartido".
A continuación diré, primero, por qué excluyo la posibilidad
de resolver el caso por aplicación del artículo 11, primer
párrafo de la ley 25.561, luego justificaré la posibilidad de
que los jueces hagan aplicación del principio del esfuerzo
compartido y finalmente expondré cuál es a mi juicio el
modo constitucionalmente aceptable de aplicar dicho
principio a los contratos de mutuo como el celebrado por
quienes son parte en este pleito.
7) La razonabilidad del artículo 11, primer párrafo, de la ley
25.561 radica en la plausible presunción de que la
devaluación general de la economía produjo una
desvalorización de los bienes y servicios pactados en los
contratos. Por tal motivo, si se mantuviese la obligación de
pagar el precio pactado en dólares u otras divisas, el
contrato perdería el equilibrio económico original. Esta
interpretación se ve confirmada por el segundo párrafo del
artículo 11 que autoriza el reajuste cuando dicha presunción
general no se cumpla y la "pesificación" a la par generase
una desproporción entre el valor de "la cosa, bien o
prestación" y el precio.
El contrato celebrado por las partes es un empréstito de
consumo o mutuo, en los términos del artículo
2240 del Código Civil, pero no gratuito, sino oneroso por
llevar pactado el pago de intereses (artículos
2243 y 2248 del Código Civil). Por tratarse de un contrato
real, se perfeccionó con la entrega de la cosa o cantidad de
cosas (en este caso con los U$S 163.000) por los
coacreedores al demandado (artículo 2242 del Código Civil)
quienes quedaron por ese mismo hecho obligados a su
devolución. De esta breve descripción debe quedar claro
que la obligación que asumió este último de devolver la
cosa o cosas recibidas no es el precio o contraprestación
que debe pagar, sino sencillamente la restitución de lo que
no le pertenece; el precio, si puede llamarse así, son los
intereses pactados. Por eso el artículo 2248 no considera
oneroso el mutuo salvo cuando el mutuario se ha obligado a
pagar intereses a cambio del préstamo.
Aquella presunción general que subyace al primer párrafo
del artículo 11, no se verifica en el caso de un contrato que
consistió precisamente en el préstamo de dólares, puesto
que, aun cuando la obligación de devolverlos no es el
precio que se paga por el empréstito, el valor de los dólares
será necesariamente superior al de la misma cantidad de
pesos, mientras se mantenga un tipo de cambio alto; es
decir, en todos los casos se verificará el desajuste del que
habla el segundo párrafo del artículo 11.
Otra razón por la cual no cabe aplicar el primer párrafo del
artículo 11 al crédito principal solicitado, es que el mutuario
recibió dólares en efectivo al momento de comprometerse a
devolverlos, mientras que la regla general hace referencia a
quienes, si bien se obligaron a entregar una cierta cantidad
de divisas a cambio de un bien o servicio, no
necesariamente contaban con tales divisas al momento de
contratar. Por tratarse el mutuo de un contrato real, esto
último sí puede afirmarse respecto del mutuario.
Por lo tanto, la devaluación sólo podría haber afectado al
receptor de los dólares si con ellos practicó una inversión
que luego, por efecto de la devaluación, perdió su valor
respecto de la divisa. Es ciertamente difícil encontrar las
razones por las cuales ese quebranto deba ser soportado
en alguna medida por los mutuantes. Pero más difícil aún
resulta justificar la decisión de aceptar como verdadera tal
conjetura en lugar de su contraria, a saber, que los
mutuarios hubiesen aplicado el dinero en inversiones que,
como la compra de inmuebles, no perdieron
necesariamente su valor en dólares y, por ende, que los
deudores hubieran preservado el capital recibido.
Ahora bien, en este contexto, si se permitiese al receptor
del préstamo retener la cantidad de dólares recibida y
entregar a cambio una cantidad de pesos que equivale a
una cantidad menor de dólares, se impondría a quienes
entregaron el préstamo una exacción a favor del mutuario,
sin razón alguna que lo justifique, puesto que el demandado
recibió la cantidad de dólares que se comprometió a restituir
y preservar, incluso frente a una posible devaluación.
8) El paso siguiente consiste en determinar si el Congreso,
mediante la sanción de la ley 25.561 y siguientes, ha
deferido a los jueces la tarea de encontrar soluciones que,
siguiendo las pautas que fija la propia ley y sin trasponer los
límites constitucionales, como sucede con la solución
examinada en el considerando precedente, restablezcan el
equilibrio contractual alterado en perjuicio de alguna de las
partes contratantes.
Según lo ya expuesto, el primer párrafo del artículo 11 se
refiere a la regla general de pesificación y el segundo abre
la posibilidad de reajustar cuando esa conversión genere un
desequilibrio entre el bien o servicio contratado y el precio.
La última parte del segundo párrafo, el tercero y la primera
parte del cuarto deben entenderse referidos a la
intervención de las instancias judiciales cuando las partes
no han conseguido ponerse de acuerdo sobre el modo de
salvar la brecha entre el valor de las prestaciones que
corresponden a cada una de las partes.
El cuarto párrafo del artículo 11, tiene una técnica
defectuosa, puesto que en su primera parte, pareciera ser
una continuación del tercero, pero en la segunda introduce
una pauta más general dirigida al Poder Ejecutivo, quien
deberá "dictar disposiciones aclaratorias y reglamentarias
sobre situaciones específicas, sustentadas en la doctrina
del artículo 1198 del Código Civil y el principio del esfuerzo
compartido". Corresponde examinar en qué medida los
jueces, en su propia tarea, se encuentran habilitados para
tomar en cuenta estas pautas que la ley fija a la actividad
reglamentaria del Ejecutivo.
Una lectura literal pareciera indicar que aquellas
"situaciones específicas", que no pueden ser válidamente
tratadas conforme a la regla general, como es el caso de
los mutuos, han sido confiadas a la tarea del Poder
Ejecutivo y no de los jueces. Sin embargo, ello no tiene
ningún sentido puesto que la revisión judicial de los
contratos cuyo equilibrio se ha visto fracturado en perjuicio
de alguna de las partes, ocasionándole un endeudamiento
excesivo que no pudo haber razonablemente previsto y
aceptado al momento de contratar, no es una novedad
introducida por la ley 25.561, sino que se encuentra
emplazada en el derecho positivo de los contratos al menos
desde 1968, año en el que fue reformado el artículo
1198 del Código Civil. Es decir, que esta regulación de los
contratos formaba parte del derecho vigente al momento en
que fue celebrado el mutuo entre la parte actora y el
demandado, sin que se haya formulado ante esta Corte
ninguna objeción contra la validez constitucional de tales
disposiciones legales.
Por tales razones, participo hasta cierto punto de la
posición — a sumida por numerosos tribunales— según la
cual el caso de los mutuos con garantía hipotecaria, cuando
toca a los tribunales decidir, debe resolverse conforme a
alguna interpretación constitucionalmente aceptable de lo
que el artículo 11 de la ley 25.561 llama "principio del
esfuerzo compartido".
9) Sin perjuicio de la conclusión alcanzada en el párrafo
precedente, en función de todo lo que llevo expuesto,
entiendo que una aplicación válida del "esfuerzo
compartido" debe ser algo distinto a una quita en el monto
del capital que recibió y debe devolver el tomador del
préstamo hipotecario, pues limitar el derecho de quien
otorgó un empréstito a obtener la entrega de bienes
diferentes y de menor valor constituye una restricción de su
derecho de propiedad que no encuentra convalidación
constitucional.
Creo que una interpretación semejante del "esfuerzo
compartido" es pasible de las mismas objeciones que
merece la aplicación lisa y llana del primer párrafo del
artículo 11, pues no afectaría solamente el modo de
ejecución de la obligación o la rentabilidad esperada, sino la
"sustancia" del derecho, es decir el capital entregado y
sujeto a devolución. Esto último, va más allá de lo que
admite el artículo 17 de la Constitución Nacional, incluso
para la legislación de emergencia, de acuerdo con la
interpretación que ha llevado a cabo esta Corte y que se
expone a continuación.
En efecto, la línea jurisprudencial que ha convalidado las
intervenciones del gobierno en los derechos individuales
garantizados por el artículo 17 de la Constitución Nacional,
tuvo comienzo con el precedente Ercolano c. Lanteri de
Renshaw (Fallos: 136:161 — LA LEY, Sup.Emergencia
Económica y Teoría del Derecho, agosto/2003, p. 75—),
pero se afirmó con el fallo dictado en el caso Avico (Fallos:
172:21). Este último contiene poco más que la ratificación
de Ercolano y una traducción literal de la sentencia dictada
por la Suprema Corte de los Estados Unidos de
Norteamérica en el caso Blaisdell. Tales precedentes, como
se verá, no avalan una interpretación de la ley
25.561 según la cual sería válido reducir la cantidad o
calidad de los bienes que debe devolver el prestatario, es
decir, el derecho subjetivo principal del contrato de mutuo
cerrado entre las partes.
La regla sentada en Avico es que no introduce una
alteración o privación de la propiedad una ley que prorroga,
por razones de emergencia, la exigibilidad judicial de
obligaciones garantizadas con hipotecas (moratoria) y fija
un techo a los intereses que devengarían dichas
obligaciones (considerandos 3, 6, 9, último párrafo y 12,
último párrafo). Como principal apoyo jurídico de su
decisión, según lo ya dicho, esta Corte tradujo e insertó el
texto del precedente sentado por la Suprema Corte de los
Estados Unidos en el caso "Blaisdell" (Home Building and
Loan Association v. Blaisdell et. al. 290 U.S. 398 — 1 934
— ) y algunos pasajes del fallo "Nebbia" (Nebbia v. People
of New York, 291 U.S. 502 — 1 934— ).
Sin embargo, la misma Suprema Corte de los Estados
Unidos se mostró reticente en reconocer al gobierno
poderes igualmente amplios para tomar medidas que
alteraban más profundamente aún los derechos creados
contractualmente. El tribunal que dictó Blaisdell, pocos
meses después, declaró la inconstitucionalidad de una ley
que había tornado inembargable la indemnización derivada
de la ejecución de una póliza de seguro que se hallaba
pendiente de pago al momento en que se sancionó la
reforma. La legislatura que dictó la ley, la justificó en un
estado de emergencia. El juez Hughes que formara mayoría
en Blaisdell expresó: "Nosotros dijimos [en Blaisdell] que la
prohibición constitucional [de abrogar obligaciones nacidas
de los contratos] no debía ser interpretada como un
obstáculo para interferencias temporarias y limitadas en la
ejecución de los contratos, si ello se ha tornado necesario
por obra de graves calamidades sociales tales como
incendios, inundaciones o terremotos, y que la protección
estatal no puede considerarse inexistente cuando tales
necesidades públicas urgentes son producidas por causas
económicas o de otro tipo. Pero también dijimos que este
esencial poder reservado por el Estado debe ser
interpretado en armonía con el genuino propósito del límite
constitucional y que ese principio impedía llevar a cabo una
interpretación que permitiese al Estado adoptar un política
(policy) que permitiera repudiar deudas o destruyese los
contratos o denegara los medios para ejecutarlos" (...) "Por
consiguiente, en el caso Blaisdell, avalamos la moratoria
hipotecaria de Minnesota en consideración al (in light of)
transitorio y condicionado auxilio (relief) que era
proporcionado por la ley. Hallamos que era razonable este
auxilio, tanto desde la perspectiva del deudor como del
acreedor, y que se limitaba a cumplir con la exigencia para
la cual la ley estaba pensada. En el presente caso, el auxilio
que se pretende acordar no es ni temporario ni
condicionado. Al poner el dinero correspondiente al seguro
fuera del alcance de los acreedores, la ley no establece
límites de tiempo, monto, circunstancias o necesidades.
Encontramos que la legislación, tal como ha sido aplicada a
este caso, configura una clara violación de la restricción
constitucional" (W. B. Worthen Co. et. al. v. Thomas, 292
U.S. 426 — 1 934— ). Más recientemente, bajo el
calificativo de "sustancial y severo" impacto en la propiedad,
la Suprema Corte estadounidense invalidó una ley que
retroactivamente incrementaba las obligaciones asumidas
voluntariamente por una compañía con sus empleados
(Allied Structural Steel Co. V. Spannaus, 438 U.S.
234 — 1 978— ).
En uno de los casos que es presentado como el mejor
ejemplo de avance sobre la cláusula contractual de la
Constitución estadounidense, (El Paso v. Simmons, 379
U.S. 497 — 1 965— ; Nowak y Rotunda, Constitutional Law,
West Publishing Co., cuarta edición, 1991, p. 401) el juez
que redactó el voto mayoritario reconoció que era una larga
línea de precedentes la que distinguía entre "obligación
contractual" y "remedio" para convalidar leyes que
modificaban este último sin introducir un "sustancial"
deterioro (impairment) del valor de la obligación. En el caso,
admitió que la norma afectaba una obligación contractual y
no sólo la acción judicial para su ejecución. Sin embargo, su
decisión se fundó en que la ley impugnada no afectaba un
derecho protegido por la cláusula contractual de la
Constitución, pues la obligación alterada por ley no había
sido un aspecto central del negocio, sino una obligación de
carácter accesorio y condicionada a que el vendedor no
decidiese vender nuevamente el terreno a un tercero. Es
decir, que este precedente tampoco admitió una afectación
del derecho/obligación que constituye el objeto central del
contrato.
La reseña precedente busca mostrar que la línea de
precedentes de la Suprema Corte de los Estados Unidos
abierta por el caso Blaisdell, utilizado sin matices por esta
Corte en Avico, funciona como una articulación de las
competencias legislativas del gobierno (incluso en
situaciones de emergencia), por un lado, y, por el otro,
como la protección constitucional de los derechos derivados
de los contratos. De acuerdo con esa articulación, cuanto
más se acerca la restricción al objeto central del contrato
entre particulares, mayor es el rigor con que habrá de
examinarse la razonabilidad de la medida; se interpreta que
no afectan al objeto central del contrato las medidas que
demoran la exigibilidad judicial del derecho (Blaisdell) o
modifican aspectos secundarios del contrato (Allied
Structural Steel Co.). De modo tal que las necesidades
estatales cuentan, pero no son el único factor a tomar en
consideración.
En la jurisprudencia de esta Corte las referencias al caso
Avico (y por ende a Blaisdell y Nebbia) han sido utilizadas
para justificar en general la legislación de emergencia, es
decir, no sólo regulaciones que afectaban los derechos
derivados de contratos ya cerrados (Martini — F allos:
200:450— , Correa — F allos: 208:10— , Nadur — F allos:
243:449— , Russo — F allos: 243:467— ), sino también de
medidas gubernamentales que imponían suscripción de
acciones de ciertas corporaciones creadas por ley
(Inchauspe — F allos: 199:483; LA LEY, 36— 703— ,
Cavic — F allos: 277:147— ); que obligaban a contratar los
servicios de cierto grupo de personas (Cine
Callao — F allos: 247:121; LA LEY, 100-47— ).
Sin embargo, cualquiera sea la opinión que merezca el
acierto de tales precedentes, en lo que se refiere
especialmente a la interferencia en la ejecución de
contratos entre particulares, la gran mayoría de los casos
convalidaron leyes que establecían demoras en la
exigibilidad de ciertos derechos y limitaciones de la renta
que devengaban (Ercolano, Avico, Nadur, Russo, White de
Torrent).
Por lo tanto, el desplazamiento en la línea que une los
extremos de la reglamentación (artículo 28 de la
Constitución Nacional), por un lado, y la alteración o
privación de la propiedad, por el otro (art. 17 de la
Constitución Nacional) debe tomar en cuenta la intensidad
con que, siempre por razones de emergencia, ha sido
afectado el derecho, entendiéndose que no es una
privación de la propiedad la suspensión o dilación en la
exigibilidad del derecho, o la limitación de la rentabilidad
esperada, siempre y cuando una u otra se encuentren
justificadas por las circunstancias del caso y el fin
perseguido. Por el contrario, habría una restricción
sustancial o privación, cuando lo afectado precisamente es
la fuente de esas rentas, es decir, el capital acumulado al
momento en que se produce la interferencia del Estado, sea
éste el derecho sobre una cosa o cualquier otro bien.
10) Dentro del marco constitucional así delimitado, debe
establecerse cuál es la participación en el "esfuerzo" común
o compartido que es válido exigir al titular del derecho a
obtener la devolución de la totalidad de los dólares
prestados, derecho principal de carácter personal, que
también es titular del derecho accesorio de carácter real
que sirve de garantía.
Como lo he anticipado en mi argumentación anterior, si
bien el deudor no puede tener permiso constitucionalmente
válido para quedarse con parte del capital que recibió en
préstamo, sí está habilitado para solicitar al juez
competente que considere su insuficiencia económica y su
imposibilidad de cumplir con la restitución debida dentro de
los plazos originalmente pactados. Por supuesto que el juez
podrá exigir pruebas de esa insuficiencia, pero, una vez
acreditada, deberá adecuar el plazo de cumplimiento.
Si bien, estas medidas son generalmente introducidas por
normas generales de prórroga, como las analizadas en el
ya citado caso Avico, las facultades otorgadas a los jueces
por el artículo 11, segundo párrafo, de la ley 25.561, los
autorizan a introducir modificaciones que permitan la
continuidad de la relación contractual "de modo equitativo".
La referencia a la equidad debe entenderse como una
indicación dirigida a los jueces para que, dentro de los
límites constitucionales ya explicados, tomen en cuenta las
circunstancias particulares del caso y morigeren la regla
general de sujeción al contrato. Estas circunstancias
particulares estarán referidas principalmente a la mayor o
menor influencia de la situación de emergencia a la que se
refiere la ley 25.561 en la incapacidad económica del
deudor para cumplir el contrato en los términos pactados.
En tal caso, corresponderá una reformulación del plazo de
pago que compense la menor capacidad de pago del
deudor.
Si una razonable reducción de los intereses y extensión del
plazo de pago, decidida por los jueces en ejercicio de
atribuciones de equidad y distribución del esfuerzo para la
continuación del contrato (artículo 11, segundo párrafo, de
la ley 25.561 y art. 1198 del Código Civil), fuesen
insuficientes para paliar la situación del deudor, nada más
puede hacerse a costa del derecho de propiedad del
acreedor, sin violar la Constitución Nacional. Un auxilio más
completo, si es considerado indispensable por el Congreso,
debe provenir de otra fuente.
11) Por último, si bien el pedido de revisión del contrato por
aplicación del art. 11, segundo párrafo, de la ley 25.561 y
del art. 1198 del Código Civil, no se planteó como una
acción sino como una defensa del deudor, debe realizarse
en este proceso pese a tratarse de un juicio ejecutivo. Lo
contrario provocaría un dispendio de actividad jurisdiccional
incompatible con el adecuado servicio de justicia. Además,
implicaría mantener latente un conflicto que ya lleva cinco
años de duración, aumentaría la litigiosidad y generaría
altísimos e innecesarios costos para ambas partes.
Por ello, y oído el señor Procurador General, se declara
formalmente admisible el recurso extraordinario deducido
por la ejecutada, se revoca el fallo apelado, debiendo
reenviarse la causa con el fin de que se dicte un nuevo fallo
de conformidad con los lineamientos expuestos. Costas por
su orden en todas las instancias. Notifíquese y,
oportunamente, devuélvase. — Carmen M. Argibay.

COMENTARIO

I. PRENOTADOS
Un desarrollo teórico completo sobre la "Teoría de la
Imprevisión" excede el marco del presente trabajo, el que
pretende recorrer la evolución de la doctrina judicial de
nuestro más alto tribunal a lo largo del tiempo. Sin perjuicio
de ello, entiendo se requieren unas breves líneas para
situar al lector en el núcleo temático. Por ello, y sin la
pretensión de agotar el encuadre teórico, bueno es formular
una breve introducción a nuestra temática.
Desde la misma tradición jurídica medieval, la
cláusula rebus sic stantibus ha sido tenida por
"sobrentendida", pues pone en evidencia que la
configuración contractual de los sacrificios, es formulada a
partir de una situación vivenciada por los contratantes en un
determinado momento y en cuya preservación, al momento
de ejecución, ellos confían(1) .
La cláusula bajo estudio quizás sea mejor conocida en el
entorno jurídico vernáculo como "Teoría de la Imprevisión" y
alude, sintéticamente, a un supuesto de ineficacia
contractual(2) consagrado expresamente por la reforma de la
ley 17.711, en una primer aproximación, como un modo
de resolución contractual. Claro está, la fuente normativa
primera a que referimos es el art. 1198 del Cód. Civil, que
da forma y diagrama el instituto bajo tal rótulo aun cuando
dudosamente pueda conceptualizarse el mismo como un
supuesto de resolución desde que la privación de efectos
jurídicos opera ex nunc, toda vez que el mismo artículo
prescribe su fuerza obliterante con un límite claro: no puede
ser proyectada hacia los efectos "ya cumplidos". Planteada
la demanda por resolución (rescisión unilateral), puede la
contraparte ofrecer una mejora equitativa del contrato, o al
menos, eso surge de la lectura literal del precepto.
Para instalar en la relación contractual tal situación de
crisis, han de verificarse una serie de extremos elementales
a saber: que se trate de un contrato oneroso cuyas
obligaciones no sean de cumplimiento instantáneo e
inmediato (3)(pudiendo ser de ejecución instantánea pero
diferida, de ejecución continuada, o bien de tracto sucesivo;
es decir, que en algún modo la vigencia contractual se
proyecte en un lapso temporal hacia el futuro de modo que
pueda degradarse la ecuación negocial (4)); que alguna
prestación se torne excesivamente onerosa, mas no
imposible (5); que dicha onerosidad sobrevenga (6)por hechos
"extraordinarios e imprevisibles" no imputables al deudor;
que el mismo no se encuentre en mora (7)y que, si de un
contrato aleatorio se tratase, la excesiva onerosidad no se
vincule causalmente al álea propia del contrato (8).
Sin embargo, el art. 1198 no agota propiamente el
principio rebus sic stantibus , siendo tan sólo el precepto
"estelar" pues luego, este principio del Derecho, se nutre de
fuentes normativas diversas que prevén distintos esquemas
de reajuste del núcleo económico contractual, y ello no sólo
en el ámbito del Dere cho Privado (v.gr. ley 25.561) sino
también del Derecho Público (así por ejemplo la
ley 12.910 —O bras Públicas— que fuera motivo de
examen en reiteradas oportunidades por la CSJN)(9) .
Ahora bien, esta posibilidad de rescindir o reconfigurar el
contrato(10) , breva en el fecundo manantial de la equidad
(Betti le ha llamado en feliz expresión reductio ad
aequitem  (11)) ; sin embargo, su evidente (aparente(12) )
contraposición al principio pacta sunt servanda, como al
valor "seguridad jurídica", manifiesta una tensión axiológica
profunda e interesante, a la que no ha sido ajena la doctrina
de nuestra CSJN.
Se acude a este remedio entablando una demanda de
revisión(13) , resultando usual introducir la pretensión
mediante reconvención ante la postulación de una demanda
por incumplimiento(14) . En nuestra opinión, considerando
que una resolución (rescisión) implica una proyección
devastadora mayor sobre los efectos contractuales que su
reajuste, debemos cuidar de no atarnos al tenor literal del
art. 1198 y, entonces, considerar admisible la revisión de la
ecuación que todo contrato entraña cuando así lo propone
la contraparte y cuando así lo requiere primeramente el
demandante. Ahora bien, esto habilitaría en demasía una
intervención judicial reconfiguradora de los negocios
concertados que podría terminar imponiendo a un sujeto de
derecho una relación contractual mutilada que nunca quiso,
por lo que, en aras de preservar la igualdad ante la ley,
corresponde admitir la reconvención por resolución
contractual(15) . A su turno, la revisión judicial tiene por
objeto repartir equitativamente las cargas del riesgo
sobrevenido. Quede claro, no se trata de trasladar la
excesiva onerosidad de un sujeto a otro, tampoco se trata
de eliminar todo desfase en los parámetros de sacrificios
originalmente concertados, sino de expurgar la iniquidad
que devino de esas circunstancias extraordinarias e
imprevisibles(16) .
Así como dijimos que la Teoría de la Imprevisión brota de
la equidad misma, muchas doctrinas han sido propuestas
para fundarla; habiéndose invocado la teoría de la
presuposición (Windscheid), de la base del
negocio (Oertmann, Larenz), razones de moral y equidad
(Bonnecase, Giorgi), de Buena fe (Von Tuhr), Abuso del
Derecho, Voluntad presunta de las partes (Fornieles,
Rezzonico)  (17), exceso del álea normal del contrato
(Messineo), condición tácitamente convenida
(18)
(Lehman)  . Nosotros creemos que, tal como un teorema
matemático, puede demostrarse la vigencia del instituto aun
a falta de normativa expresa por varías vías; tal lo que
sucedía cuando nuestro código no consagraba
expresamente el instituto y la jurisprudencia debía acudir a
diferentes argumentos para reestablecer la justicia en el
contrato, circunstancia que también avizoraremos en la
doctrina de nuestro máximo tribunal. En aquel entonces, la
doctrina no hesitaba en admitir su vigencia aún a falta de
norma expresa (19).
Una peculiaridad que no habremos de omitir en
este introito finca en que, usualmente, vinculamos la teoría
de la imprevisión a materia contractual de derecho privado
(derecho común), siendo su aplicación al caso concreto
restringida por numerosas apreciaciones de hecho y prueba
(demostrar la excesiva onerosidad, las cuestiones atinentes
a la prueba de la constitución en mora, la interpretación de
informes técnicos periciales, etc.). En este punto el lector
advertirá entonces que la cuestión de la reductio ad
aequitem, como remedio excepcional ante un defecto en la
relación de cooperación que todo crédito importa, constituye
una cuestión de difícil encuadre en el recurso
extraordinario. Aún así, en supuestos excepcionales, la
CSJN ha tenido oportunidad de pronunciarse sobre nuestra
materia de estudio allí donde se evidenció un apartamiento
arbitrario de las bases fácticas que hubieran permitido (o
vedado) su aplicación (doctrina de la arbitrariedad).
Sin embargo, existe otro campo fecundo de invocación y
disputa en torno a la cláusula rebus sic stantibus y es el de
los contratos administrativos, donde diversas cuestiones
relativas a reajustes en materia de obra pública y
suministros llegaron a conocimiento del alto tribunal por vía
de la apelación ordinaria prevista en las leyes de rito.
Quizás sea este último de los tramos uno de los de más
compleja elaboración por cuanto, como es sabido, las
disposiciones del derecho civil no desembarcan en
cuestiones de derecho público sin una correspondiente
adaptación axiológica (solo por dar un ejemplo, quizás el
más arduo, resulta extremadamente complejo compatibilizar
un reajuste por vía del art. 1198 cuando se accedió a una
contratación adhiriendo a las cláusulas de un pliego de
bases y condiciones, pues mal podría, so pretexto de tal
reajuste, lesionarse el principio de igualdad de los
oferentes).
Con lo hasta aquí dicho, damos pie al estudio de la
doctrina de la imprevisión en los pronunciamientos de
nuestra Corte Suprema.

II. "OKS HERMANOS Y CÍA. C. NACIÓN ARGENTINA"


(FALLOS: 266:61)
1. Antecedentes del fallo
"OKS Hermanos y Cía. c. Nación Argentina" (CSJN,
19/10/1996) es uno de los primeros pronunciamientos de
nuestro alto tribunal en la materia. La firma actora resulta
adjudicataria de una licitación pública para la provisión de
caños de acero de diversos tamaños. La apertura de sobres
se celebró el 1 de octubre de 1958 habiéndose emitido la
orden de compra el día 30 del mismo mes. A raíz de fuertes
fluctuaciones en las variables económicas (que incidieron
en el costo del personal, de las materias primas de que se
constituían los caños, transportes, seguros, etc.) la
adjudicataria inicia reclamos en sede administrativa para
obtener un reajuste en el precio pactado. La actora
inicialmente solicita ante la Administración un reajuste en el
orden del 120% del precio pactado, solicitud que es
rechazada y motiva la acción contra el Estado Nacional. El
Pliego de Bases y Condiciones, al parecer y según surge de
la lectura del precedente, preveía expresamente la
invariabilidad de los precios.
No existieron propiamente disidencias en cuanto a la
plataforma fáctica de la cuestión (es decir, el incremento de
los costos); sin embargo, la Procuración del Tesoro
argumentó la inaplicabilidad de la doctrina de la imprevisión
a los contratos administrativos, habiendo sostenido tal
tesitura tanto en sede administrativa como judicial.
Asimismo, la Procuración del Tesoro hizo hincapié en que,
a diferencia del contrato de obra pública, donde su
reglamentación prevé reajustes, esto no sucede en materia
de contrataciones de suministros, no cabiendo la aplicación
analógica de la ley de obras públicas (ley 13.061),
advirtiéndose, en cada instancia, una disputa en torno a la
calificación jurídica del contrato(20) .
El juez de primera instancia decide la cuestión en un
modo ciertamente poco claro, pues resuelve por remisión a
un anterior precedente de la CSJN condenar al Estado
Nacional a abonar la suma de reajuste (hace parcialmente
lugar a la demanda), endilgándole responsabilidad por ser
quien en definitiva "habría provocado" la fluctuación de las
variables económicas que incidieron sobre la ecuación
financiera del contrato, circunstancia que la actora (OKS
Hermanos) no pudo prever en modo alguno. En este punto
es necesario detener la lectura y analizar el núcleo
decisorio del primer juzgador. En el año 1960, la CSJN. in
re "Carlos Reisz y Cía. S.R.L. c. Gobierno de la Nación"
(Fallos: 248:1960)(21) , admitió la demanda de una empresa
adjudicataría por reajuste de precio en un contrato de
provisión de avena. La particularidad de aquel caso finca
sin embargo en que, el mismo Estado Nacional fijó por
decreto un precio al producto (con anterioridad a la apertura
de sobres), para alterarlo luego del acto de adjudicación; lo
que fue entendido por los juzgantes como un daño a la
actora derivado de un acto específico de la Administración
Nacional, en tanto debió, por buena fe, prever ello al
redactar el pliego de bases y condiciones. Es decir, aquel
precedente trató un supuesto distinto a los cambios
económicos que se derivan al principiar una política general
de estabilización económica con implicancias sobre la
paridad cambiaria.
La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo, al ingresar al estudio de la causa por vía de
apelación, interpreta que en verdad la correcta inteligencia
de la doctrina "Reisz" del año 1960 antes citada, no se
vinculaba a un supuesto ordinario de responsabilidad
contractual, sino que ubicaba el centro de gravedad en la
posible extensión de la teoría de la imprevisión (propius
terminis) a los contratos administrativos; doctrina que, con
abundante cita doctrinal, entiende aplicable al caso y en
base a la misma resuelve confirmar el pronunciamiento de
primera instancia con una estructura argumental diferente.
Pedimos al lector tenga presente la situación histórica de
los pronunciamientos(22) .
Así las cosas, la CSJN ingresa al estudio de la cuestión
por vía de apelación de la demandada.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


Resuelve nuestra CSJN revocar la sentencia de Cámara.
Para así proceder, comienza a precisar los requisitos que
exigiría la procedencia de un reajuste contractual por
invocación de la cláusula rebus sic stantibus . En tal sentido
señala que el hecho sobreviviente que hace excesivamente
onerosa la prestación debe fundarse en acontecimientos
extraordinarios y que, como regla, si un contrato ha sido
celebrado (como era la situación de autos) existiendo ya un
proceso inflacionario en marcha, no puede sostenerse por
principio que la inflación constituya un hecho de tal
anormalidad que habilite la revisión del precio pactado.
Añade en su línea argumental que la actora se sujetó a un
sistema de contratación de precio invariable y por tal motivo
debió computar los desajustes propios de todo proceso
inflacionario. Por tal motivo, en la tensión axiológica que
explicamos al principio, la CSJN hace valer la regla pacta
sunt servanda.
Finalmente, en el último considerando, la CSJN deja en
claro que el precedente Reisz, no constituyó una aplicación
de la teoría de la imprevisión, pues en aquel caso la entidad
licitante determinó a su voluntad un precio específico en el
mercado del producto y con posterioridad al acto de
adjudicación fijó otro por Decreto, sin formular previsión
alguna en el pliego, lo que permitía fundamentar un
supuesto de responsabilidad contractual en la órbita del
Derecho Administrativo, mientras que la doctrina de la
imprevisión, sí era aplicable para enfocar la pretensión de
OKS Hermanos (más allá de su rechazo), en tanto la
alteración en la ecuación económico-financiera del contrato
se debió a medidas de carácter general que sólo en modo
indirecto incidieron en la estructura de costos de la
adjudicataria.

3. Conclusiones. La admisión de la Teoría de la


Imprevisión. Requisitos propios. Naturaleza
excepcional de la misma. Su aplicación analógica a los
Contratos Administrativos. El rol de la inflación
Aún cuando la CSJN desestima el pedido de reajuste
formulado por la actora, admite con plenitud la vigencia de
la doctrina de la imprevisión en el derecho nacional aún a
falta de texto expreso (recordemos, nos situamos
históricamente antes que la reforma de la ley 17.711 le
diera al art. 1198 del Cód. Civil su redacción actual).
Asimismo, deja entrever la posible aplicación de reajustes
por vía de la cláusula rebus sic stantibus a contratos de
derecho administrativo, aún cuando ello exige cuidar
celosamente la acreditación de sus extremos(23) .
Para proceder en la aplicación de tan excepcional
remedio (mucho más cuando de contratos de obra pública
por sistema de precio invariable se trata a forfait ) se exige
acreditar fehacientemente (cuestión de hecho) que el
desequilibrio en la estructura de costos resultó imprevisible
(recordemos que en el caso, las partes no discutieron sobre
la realidad fáctica del desequilibrio en las prestaciones) y
ello implica, cuando ya existen procesos inflacionarios en
marcha al momento de celebrar el negocio jurídico en crisis,
demostrar que la excesiva onerosidad va más allá de las
expectativas inflacionarias razonablemente previsibles (24) ,
pues no puede acudirse a la teoría de la imprevisión como
una herramienta para asegurar márgenes de rentabilidad.
Esta última idea, como veremos, ha sido preservada en el
tiempo por la doctrina de la Corte.
Otra conclusión importante de aquel fallo consiste en
determinar la inviabilidad de toda pretensión para
responsabilizar al Estado Nacional por medidas cambiarias
de carácter general cuando influyen, en tanto hecho del
príncipe , indirectamente sobre sus contrataciones(25) .
Desde un punto de vista más crítico, el fallo no ahonda en
aspectos nucleares sobre la aplicación de la doctrina en los
contratos administrativos (así, la posible lesión al principio
de igualdad de oferentes). Sin embargo, con el tiempo, la
CSJN habrá de ir delineando el instituto tanto en la órbita
contractual de derecho privado como del derecho
administrativo.

III. "ANA MAFALDA PODESTÁ DE PEDUTO C. S.R.L.


FARMACIA DEL BOTÁNICO" (FALLOS: 300:1131)

1. Antecedentes
Este precedente trata de una acción de reajuste en el
marco de una relación locativa. Según se desprende de los
términos del decisorio, el contrato fue alcanzado por la
escalada inflacionaria acelerada en el año 1975 (gran parte
de los precedentes estudiados refieren a la crisis
económica mejor conocida como "Rodrigazo"), produciendo
un fuerte desequilibrio en las prestaciones. La demanda de
reajuste es aceptada por el juez de primera instancia, pero
la ex Cámara Nacional Especial de Apelaciones en lo Civil y
Comercial decide revocar el fallo con el argumento (muchas
veces invocado por los tribunales nacionales) de la inflación
como hecho previsible. La actora se alza en recurso
extraordinario, el que motivó el pronunciamiento de la Corte
el día 24 de octubre de 1978.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


Admite el recurso extraordinario. Sostiene que si bien,
como siempre que es invocada la excesiva onerosidad
sobreviviente, predominan cuestiones de hecho y
apreciación de prueba, el a quo actuó con arbitrariedad
manifiesta al no contemplar la magnitud de la aceleración
en la curva inflacionaria operada a partir del año 1975 (26) , la
que excedía toda previsión posible aún computando la
inflación como una característica endógena a nuestro
sistema económico.

3. Conclusiones. Aplicación de la doctrina de la


excesiva onerosidad sobreviviente en entornos
inflacionarios
La CSJN comienza a establecer con vocación de
permanencia dos aspectos importantes de su doctrina en la
materia. Primeramente, se admite la posibilidad de entender
en cuestiones relativas a la revisión contractual por
excesiva onerosidad sobreviviente con sustento en la
doctrina de la arbitrariedad. En segundo lugar, advierte que
aún siendo la inflación un aspecto previsible y debiendo los
contratantes adecuar sus expectativas a la misma, es
posible invocar la teoría de la imprevisión cuando el
proceso inflacionario se acelera en modo tal que supera las
normales previsiones de cualquier contratante, tal lo que
ocurrió durante los años 1975 y 1976.

IV. "JORGE ALFREDO SALUM C. OLGA N. TRISTÁN DE


LUCIANO" (FALLOS: 301:426)

1. Antecedentes
El precedente bajo análisis (pronunciado el 22 de mayo
de 1979) parte de la siguiente plataforma fáctica: la
demandada celebró con la actora un boleto de compraventa
en el año 1970 sobre un inmueble que, en aquel momento,
se encontraba bajo trámite de juicio sucesorio, circunstancia
que exigía la culminación del mismo y, además, la gestión
de una autorización judicial en atención a la existencia de
menores interesados. Al momento de firmar el boleto de
compraventa la actora abona un setenta y cinco por ciento
del precio, comprometiendo el saldo restante a ser pagado
al momento de escriturar. La culminación de los referidos
trámites judiciales conllevó unos cuantos años en el marco
de un ingente proceso inflacionario, circunstancia que,
obviamente, terminó licuando el valor real del 25 % restante
de saldo. Apenas pudo concluir la demandada con las
gestiones necesarias, ofreció proceder a celebrar la
escrituración si se acordaba un reajuste equitativo del
remanente a pagar. No estando de acuerdo la compradora,
demanda por escrituración, mientras que la demandada
reconviene solicitando el reajuste del contrato por
invocación de la teoría de la imprevisión, a la sazón, ya
incorporada con texto expreso en nuestro derecho positivo.
Tanto el juez de primera instancia como la Cámara
desestiman la reconvención. El núcleo decisorio en las
instancias inferiores se fundó en que la inflación no puede
ser considerada como hecho "imprevisible" o
"extraordinario", máxime cuando el negocio jurídico fue
celebrado existiendo ya tal proceso económico. Se reseña
que todo contrato conlleva un álea, incluso los
conmutativos, y para la demandada, la operación en
cuestión, no constituyó más que un mal negocio. La
Cámara señaló que, en definitiva, el art. 1198 exige también
"previsión" al celebrar un contrato, obrar con cuidado y
diligencia, de modo tal que, la revisión contractual sólo
proceda ante eventos que las partes no puedan haber
pensado por escapar a la misma imaginación. Desde que
los procesos inflacionarios no satisfacen tal categoría, se
sostuvo la negativa a la pretensión de la reconviniente, se
imponía en la solución al caso. Es importante remarcar que
la Cámara sí adhiere en obiter dictum a la tesis que ve la
brecha de ingreso a la revisión contractual cuando se
produce un proceso hiperinflacionario. En resumidas
cuentas, ante la referida tensión axiológica, la solución de
los tribunales inferiores se inclina por la seguridad jurídica y
la vigencia de la regla pacta sunt servanda.
Sin embargo, en el fallo de Cámara, se destaca la
disidencia del Sr. Juez, Dr. Dillón. Sus argumentaciones
habrían de tener acogida en la instancia suprema. En dicho
voto, el magistrado observa correctamente que las partes
no sujetaron el negocio jurídico a un plazo cierto, desde que
el inmueble era objeto de un proceso sucesorio. Que así las
cosas, bien pudo la compradora presentarse en tal proceso
y ejercitar sus derechos, más asintió en las gestiones de la
vendedora enriqueciéndose, en definitiva, por el progresivo
envilecimiento de la moneda. Entonces, tomado el lapso
temporal insumido en su conjunto, concluye Dillón, en el
caso concreto, la actora terminaría beneficiándose a costa
de la vendedora en un modo que no pudo ser querido por
las partes obrando en buena fe al momento de la
celebración del negocio. Deberá tener presente el lector
que la actora, al contestar la reconvención, había en
subsidio propuesto las pautas de un reajuste equitativo. La
cuestión llega a conocimiento de nuestro máximo tribunal
por aplicación de la doctrina de la arbitrariedad.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


Aún cuando el Procurador General dictaminó ausencia de
causa suficiente para la apertura de la instancia
extraordinaria, la CSJN decidió habilitar la misma a efecto
de verificar si fueron respetados los principios que hacen a
la garantía del debido proceso.
El máximo tribunal entiende entonces que, computando el
lapso temporal que insumieron las gestiones para poder
escriturar el inmueble, y teniendo en cuenta el ingente
proceso inflacionario ocurrido por aquellos años (con
particular consideración a la crisis de los años 75 y 76), en
conjunción con las particularidades de la causa (en verdad
no existía un plazo cierto para escriturar) concluyó que
correspondía hacer lugar al planteo de reajuste del saldo.
En resumidas cuentas, adopta la tesis del voto en
disidencia del Dr. Dillón.

3. Conclusiones. La ponderación en concreto del hecho


imprevisible. Teoría de la imprevisión y mora
De este precedente podemos obtener nuevas
conclusiones en punto a la doctrina de la imprevisión.
Primeramente, nos dice la CSJN que debe evitarse al
aplicar el remedio del art. 1198 formular análisis de las
pretensiones en "abstracto"; pues si bien la inflación no
constituye un hecho imprevisible de suyo, cuando en el
caso particular la operación económica termina insumiendo
tantos años, produciéndose en modo consecuente un
envilecimiento de la moneda que redunda en un excesivo
sacrificio para una de las partes y conexo beneficio para la
otra, corresponde ejercer la función revisora (holding ).
En segundo término, existe otro elemento a tener en
cuenta en este fallo, pues en obiter dictum, se sostiene que
la solicitud extrajudicial de renegociación por aplicación de
la cláusula rebus sic stantibus constituye el ejercicio regular
de un derecho apto para evitar la constitución en mora del
deudor(27) . Sea éste quizás a nuestro juicio el punto más
interesante del fallo. Obviamente, esta inteligencia exige
atribuir al término "demanda" incorporado en la redacción
del art. 1198 una inteligencia tan extensa que comprenda
un tipo de interpelación extrajudicial para renegociar.
Obviamente, encontrándose el deudor en mora, por
principio, no podrá invocar la doctrina de la excesiva
onerosidad sobreviviente, más una vez verificado el último
de los recaudos del instituto (v.gr., excesiva desproporción
en las prestaciones) se impone requerir la renegociación (28) .
Una interpretación literal del art. 1198 exigiría interponer
inmediatamente la demanda, obviando toda instancia
extrajudicial, circunstancia que, entendemos, no se justifica
en una sociedad que debe promover instancias
conciliatorias y evitar el desgaste jurisdiccional innecesario.
Obviamente, ante renuencia del acreedor a renegociar
extrajudicialmente la deuda, las gravosas resultas del
estado moratorio dependerán en definitiva del
pronunciamiento judicial que justifique (o no) la procedencia
del instituto, siendo aconsejable a partir de ese momento
que el "perjudicado" promueva inmediatamente la acción
por revisión(29) .

V. "S.C.A. INTECAR C. FERROCARRILES ARGENTINOS"


(FALLOS: 303:1532)

1. Antecedentes
Ferrocarriles Argentinos contrató con la actora (Intecar,
Sociedad de Comandita por Acciones) la adquisición de 177
zorras para cuadrilla mediante el procedimiento de licitación
pública. Para afrontar la orden de compra, la actora alegó
mayores costos en razón del proceso inflacionario y
mantuvo la tesitura de resultar adjudicataria de un contrato
de obra pública. En la estrategia desplegada por la actora,
conseguir subsumir la provisión de zorras bajo esa
normativa, implicaba la posibilidad de acudir a una revisión
de precios por vía de la ley 12.910(30) . Por el contrario,
nominar el contrato adjudicado como de "provisión",
implicaba caer bajo un régimen de congelamiento en las
condiciones pactadas. El primer juzgador hizo lugar a la
demanda en la primera inteligencia del contrato, mientras
que la Cámara Federal en lo Contencioso Administrativo
decidió revocar tal decisorio por entender que, tratándose
de cosas muebles, no podía encuadrar el vínculo en el
régimen de la ley de obras públicas.
La Procuración General, con enfoque atinado, observa
que la normativa de Ferrocarriles Argentinos (ley 18.360)
excluía sus contratos del régimen público de
contrataciones(31) y, por tal motivo, debía analizarse la
pretensión de reajuste bajo la doctrina del art. 1198, Cod.
Civil. El máximo tribunal emitió su pronunciamiento el 28 de
junio de 1979.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


Primeramente, se ratifica la exclusión del régimen de
contrataciones públicas en las operaciones de la
demandada (Ferrocarriles Argentinos) a tenor del art. 4º f de
su ley orgánica.
Que por ello, nada obstaba una revisión contractual con
sustento en el art. 1198, Cód. Civil, desde que el vínculo
contractual no pertenecía a la órbita del derecho público.
Sin embargo, la actora no acredita en la causa los extremos
excepcionales que tal instituto requiere, en tanto la inflación
no constituye per se un hecho imprevisible. Por tal motivo,
correspondía estar a la regla pacta sunt servanda pues no
puede emplearse la doctrina de la excesiva onerosidad
sobreviniente para corregir agravaciones previsibles.
3. Conclusiones. Necesidad de acreditar la
imprevisibilidad y la excesiva onerosidad
Este precedente reafirma la doctrina ya cimentada por la
CSJN, que caracteriza a la inflación como hecho
"previsible". El precedente "Salum", antes comentado, no
constituyó un apartamiento de aquella postura, pues en
aquel caso se valoró sobre bases fácticas muy peculiares y
a cuya lectura remitimos. Por el contrario, en el caso bajo
análisis, la actora no acreditó el extremo de imprevisibilidad
como categoría que excede la prudencia común que
requiere el negocio. Sin embargo, ha de tener presente el
lector que la demandante accionó persiguiendo un reajuste
que era viable en el marco de ciertas contrataciones de
derecho público, las que permitían modificaciones sin
necesidad de acreditar extremos tales como "excesiva
onerosidad" o "imprevisibilidad" y operando en la medida
que se alterase la ecuación económico-financiera del
contrato. Fue la inclusión de tales contrataciones en la
órbita de derecho privado por aplicación de la ley de
Ferrocarriles Argentinos la que en definitiva signó la suerte
del reclamo.

VI. "CICERO, ROSARIO C. ROMERO JOSÉ RAMÓN"


(FALLOS: 303:1534)

1. Antecedentes
Este pronunciamiento, recaído el 13 de octubre de 1981,
parte del siguiente supuesto: se celebra un contrato a plazo
con garantía hipotecaria; tiene principio de ejecución y se
abonan cuotas durante un período signado por la inflación,
existiendo un saldo remanente pagadero en cuotas al
momento de promoverse la acción. El contrato fue
alcanzado por los efectos de la devaluación del año 1975, y
a raíz de ello, la actora solicita un reajuste contractual, mas
la demandada decide consignar el saldo restante y exigir la
cancelación de una hipoteca existente en resguardo del
crédito. Tanto primera como segunda instancia dan razón a
la reconviniente. Para así decidir, observan que, con
anterioridad a la promoción de la demanda por reajuste, la
actora había percibido durante tres años las cuotas
pertinentes sin formular objeción alguna lo que,
entendieron, implicó "volver a su cauce lo pactado".

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


Llegado el caso a su conocimiento por queja, la CSJN
decide revocar el pronunciamiento de Cámara y hacer lugar
al reajuste solicitado por la actora, ello así toda vez que la
teoría de la imprevisión tiene por finalidad "robustecer la
equidad en el campo contractual" y para ello debe estarse a
la existencia de hechos imprevisibles que generan un grave
desequilibrio en las prestaciones en menoscabo de un
patrimonio. La Corte sostuvo que haber percibido durante
años cuotas en moneda envilecida no obsta la solicitud de
reajuste, pues no puede presumirse la renuncia al derecho
de reajuste (arg. art. 874, Cód. Civil).
En la aparente tensión axiológica entre equidad y
seguridad jurídica, esta vez el Tribunal cimero parece
inclinarse por el primero de los valores en modo
contundente.

3. Conclusiones. Funcionamiento del instituto de la


renuncia en materia de imprevisión
Indudablemente la riqueza de este pronunciamiento gira
en torno al instituto de la renuncia y su relación con la
cláusula rebus sic stantibus . El núcleo de aporte a la
doctrina de la CSJN aparece cuando se advierte que el
cumplimiento durante un tiempo (en el caso tres años) de
un contrato de ejecución diferida con pagos fraccionados y
de valor menguado por efectos anormales derivados de la
inflación, no implica una renuncia a solicitar su reajuste para
cuotas aún no abonadas(32) , pues la esencia del art. 1198,
en casos como éste, finca en poder evitar una mayor
agravación del desequilibrio. Obviamente la revisión no
podría afectar las cuotas ya pagadas, mas la aceptación de
aquellos pagos no puede implicar una renuncia para
solicitar el reajuste a futuro desde que las renuncias a
derechos patrimoniales, por principio, no se presumen(33) .
Sin embargo, como el pronunciamiento remite
nuevamente los actuados para dictar nueva sentencia,
quedan una serie de interrogantes abiertos que es preciso
responder. En el caso, un contrato difiere y fracciona su
ejecución: se paga un precio en cuotas. La CSJN dice
claramente que percibir durante tres años esas cuotas a
moneda envilecida no implica una renuncia a invocar la
teoría de la imprevisión; sin embargo, sabemos que dicho
instituto no alcanza los efectos ya cumplidos. El riesgo está
en que, aun restando una cuota, se emplee la misma como
ventana para revisar el precio in totum bajo el argumento de
la no presunción de renuncia. Entiendo que no es ésa la
inteligencia que debe darse al pronunciamiento de la CSJN.
Las cuotas que ya había percibido la demandada, en la
proporción que representan del crédito, han producido una
extinción parcial de la deuda y así, el reajuste solo podrá
invocarse sobre la alícuota que implique el saldo en relación
al total del precio originalmente convenido(34) . La lectura
detenida del considerando cuarto es vital para no caer en
este yerro. Allí la CSJN consigna claramente: "...e xigiendo
(en relación a la pretensión del actor) la revisión del
contrato sólo cuando le resultó intolerable mantenerlo en las
condiciones estipuladas" y dando por sentado que la actora
"absorbió" durante años la excesiva onerosidad. Entonces,
al percibir una cuota envilecida, yo acreedor puedo
renunciar tácitamente a invocar la teoría de la imprevisión
en relación a su gravitación sobre el total de la prestación,
mas no conlleva ello una renuncia a solicitar un reajuste por
los saldos.

VII. "BLÁS GIMÉNEZ Y OTROS C. SOCIEDAD ANÓNIMA


FINANCIERA COMERCIAL Y DE TIERRAS" (FALLOS: 304:690)

1. Antecedentes
El fallo sub examine recayó el 13 de mayo de 1982 y trata
de una solicitud de reajuste del precio de compraventa de
un inmueble, negocio jurídico que sufrió una fuerte
alteración en su equilibrio económico a raíz de la
devaluación de 1975, impactando sobre el saldo del precio
pactado (el precio habíase fraccionado en 140 cuotas). El
juez de primera instancia, por aplicación de la teoría de la
imprevisión, hace lugar al reajuste solicitado, más la
Cámara de Apelaciones, en alzada, y en aparente
autocontradicción según el dictamen del Procurador
General, entiende que la teoría de la imprevisión no era
aplicable al caso, más aún, teniendo en cuenta la fuerte
devaluación de la moneda, decide admitir un reajuste
menor al que practicó el Tribunal de primera instancia.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


Decide la CSJN aplicar el art. 1198 al caso, pues la
desproporción en las prestaciones resultaba evidente.
Considera además que el contrato fue celebrado a
mediados de 1974, es decir, con anterioridad a la escalada
inflacionaria del "Rodrigazo".

3. Conclusiones. Cuestiones de hecho y prueba


El precedente Blás Giménez reitera y reafirma la doctrina
que habilita la revisión en instancia extraordinaria de esta
cuestión de derecho común (aplicación del art. 1198)
cuando existe un apartamiento de las constancias
probatorias que puedan llegar a invalidar una sentencia
como acto judicial (derecho al debido proceso).
Puede extraerse también de este precedente otro
pronunciamiento que valida la regla o canon de
previsibilidad ante procesos inflacionarios. Solo
acontecimientos hiperinflacionarios ameritan revisar
contratos celebrados en circunstancias económicas de
inflación crónica.

VIII. "VIALCO S.A. C. AGUA Y ENERGÍA ELÉCTRICA"


(FALLOS: 304:919)

1. Antecedentes
El pronunciamiento bajo análisis recayó el 29 de junio de
1982. Acorde a la plataforma fáctica que se desprende de la
lectura del fallo, Vialco S.A. celebró un contrato de obra
pública con el Estado Nacional, habiendo cumplido con
todas sus obligaciones hacia el año 1975 y con anterioridad
al abrupto proceso inflacionario entonces desatado. Por tal
motivo acciona contra el Estado solicitando un reajuste,
pero encontrándose para ello con un serio obstáculo. Hacia
el año 1976, habíase sancionado la ley 21.392, para ser
más precisos, durante agosto de tal año. Dicha norma
permitía efectuar un reajuste sobre créditos emergentes de
la relación de Obra Pública siempre que el título fuera
exigible luego de los quince días de publicada tal normativa;
es decir, la deuda que poseía el Estado Nacional, prima
facie , no quedaba comprendida bajo tal normativa. Por ello
Vialco S.A. pide la inconstitucionalidad del precepto de
vigencia temporal de la ley (arts. 6º y 7º). En otro orden de
ideas, pide también un reajuste sobre certificados de obra
que había negociado con el entonces existente Banco
Nacional de Desarrollo, los que estaban excluidos por la
ley 21.392 de posible reajuste. Sobre este último punto se
expidió la CSJN rechazando tal pretensión, pero no
ahondaremos más sobre la misma desde que no guarda
adecuada vinculación con nuestro objeto de estudio.
El Estado Nacional, en el núcleo de su estructura
defensiva, a más de defender la constitucionalidad del
régimen temporal de la ley 21.392 y la vigencia plena del
art. 48 de la ley de obras públicas (en la redacción vigente
al momento de perfeccionarse el contrato), señaló que no
debía cargar con la onerosidad sobreviniente desde que no
había incurrido en mora alguna, pues la deuda era ilíquida y
para su debido pago dependía de la actividad de la actora.
Que había sido la demora de la actora en determinar
concretamente su crédito la que expuso el mismo a las
contingencias sobrevenidas a partir de mediados de 1975.
Que así las cosas, en la tesitura del Estado Nacional, sólo
correspondía abonar los intereses previstos por la ley de
obras públicas desde el momento en que cada crédito
quedó debidamente determinado en su cuantía.
La Sala I de la Cámara en lo Contenciosoadminsitrativo
Federal hizo lugar al ajuste solicitado (aunque
morigeradamente en relación al pronunciamiento de
primera instancia) sobre los montos adeudados por el
Estado Nacional, pero desestimó extender el mismo hacia
los certificados de obra que habían sido descontados.

2. El pronunciamiento de la CSJN
Primeramente, la CSJN reitera la posibilidad de aplicar el
instituto de la "teoría de la imprevisión" en modo
analógico(35) a los contratos administrativos. En segundo
lugar, reitera doctrina en el sentido que la iliquidez de una
deuda no reviste fuerza impeditiva del estado de mora,
salvo cuando sea imposible determinar un cuantum inicial
(posteriormente reajustable) por causas imputables a la
acreedora, supuesto que no se encontró acreditado en
autos salvo en lo referente a uno de los créditos reclamados
(transporte de cemento por carretera ante la imposibilidad
de emplear la vía ferroviaria). En relación al último reclamo
mencionado, la CSJN fija una fecha distinta de constitución
en mora y desde allí aplica el reajuste. Pero en los
restantes créditos se pronuncia a favor de aplicar la "Teoría
de la Imprevisión" y acudiendo a ella, esquiva elípticamente
la necesidad de una declaración parcial de
inconstitucionalidad de la ley 21.392 de reajustes en
materia de obra pública. Para así conseguirlo, se tiene por
verificada la concurrencia de los extremos que permiten el
reajuste del art. 1198 del Cód. Civil y luego, en una
interpretación integradora, al solo efecto de estimar el
reajuste, aplica los cánones de la ley 21.392 (aplicar ajuste
por índice del INDEC con mas una tasa del 5% anual
vencido) modificando parcialmente la decisión de la
Cámara.

3. Conclusiones. Aplicación integradora de la teoría


de la imprevisión en el campo de los contratos
administrativos
El precedente resulta rico en conclusiones sobre la teoría
de la imprevisión. En primer término, sustenta el instituto del
art. 1198 del Cód. Civil en la equidad misma y elabora en el
considerando doceavo una de las mejores descripciones
del instituto al señalar que la teoría de la imprevisión se
encuentra ínsita en la entraña misma del Derecho; y que
ella operaría aún a falta de texto expreso.
En segundo lugar, vuelve a sostenerse la aplicación de la
doctrina de la imprevisión en el campo de los contratos de
derecho administrativo cuando circunstancias
extraordinarias e imprevisibles alteran la ecuación
económico financiera del contrato, y completa la doctrina
recurriendo a los propios mecanismos de reajustes vigentes
en materia de obra pública para ordenar una interpretación
integradora de las normas en juego (lo que elípticamente,
en definitiva, implicó obviar la declaración de
inconstitucionalidad de los arts. 6º y 7º de la ley 21.392)(36) .
Así las cosas, surge en el cuerpo de doctrina de la CSJN
que la teoría de la imprevisión se nutre de diversas normas
a más del art. 1198, completándose con todas aquéllas que
se disponen a preservar la equidad contractual ante
circunstancias sobrevinientes que desconfiguran el reparto
inicialmente previsto en los sacrificios de los negociantes,
tal el caso de la antigua ley 21.392 de reajustes en materia
de obras públicas.

IX. "LEONARDO BURMAN C. JOAQUÍN ÁLVAREZ" (FALLOS:


305:226)

1. Antecedentes
El fallo a comentar es breve, sin embargo, posee una
enorme trascendencia en la doctrina de la Corte Suprema
sobre la materia. Sabemos que existió un contrato de mutuo
hipotecario destinado a vivienda única y familiar del deudor.
El deudor planteó, una vez promovida la ejecución
hipotecaria, las defensas basadas en la excesiva
onerosidad sobreviviente y en el abuso del derecho. Tanto
en primera como segunda instancia (la ex Cámara Nacional
de Apelaciones Especial en lo Civil y Comercial) fue
rechazada la pretensión de reajuste; sin embargo, en cada
oportunidad, se esgrimieron motivos diametralmente
opuestos. En primera instancia sí se ingresó al análisis de
la excesiva onerosidad sobreviviente, rechazándose el
reajuste por considerar que la operación había sido
celebrada una vez disparado el creciente proceso
inflacionario en febrero de 1981; por el contrario, los jueces
de Cámara entendieron que tal defensa, al no fundarse en
las formas extrínsecas del título o en los presupuestos
procesales del juicio ejecutivo, imponían su desestimación.
La demandada se alza por vía del recurso extraordinario
federal ante la CSJN, que emite su pronunciamiento el 8 de
marzo de 1983.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


La Corte revoca el fallo de Cámara. Para ello, la mayoría
(Dres. Gabrielli, Rossi, Guastavino) parte de dos premisas:
la primera, que la excesiva onerosidad sobreviviente era un
hecho de público y notorio; la segunda, que se trataba de
una ejecución dirigida a realizar el crédito mediante la
subasta de la vivienda familiar del deudor. En base a estas
consideraciones, la CSJN sostiene en pasaje
verdaderamente notable que ajustarse al ordenamiento
procesal, que restringe las excepciones posibles, implicaba
un exceso ritual manifiesto en atención a la evidencia del
hecho alegado y las graves consecuencias que se
derivarían por la omisión en su tratamiento. El Dr. Black
vota en disidencia adhiriendo a los términos en que se
expidió el Procurador General, Dr. Mario Justo López quien,
en esencia, sostuvo los argumentos del a quo.

3. Conclusiones. Posibilidad de invocar la excesiva


onerosidad sobreviviente en procesos ejecutivos
El precedente "Burman" reviste una importancia que, a
nuestro juicio, trasciende el solo tratamiento de la doctrina
de la imprevisión y del abuso del derecho. En esencia, la
Corte Suprema nos dice (y así lo interpretó su composición
más actual en el precedente "Longobardi", el que será
oportunamente analizado) que el ordenamiento procesal
debe ser aplicado como un conjunto de normas
ordenadoras de la actividad de los litigantes con el objeto
de acceder a la verdad y facilitar la garantía de defensa en
juicio. En el caso, era evidente la viabilidad de la defensa de
la excesiva onerosidad sobreviviente y del abuso del
derecho, sin embargo, esas defensas son rechazadas por
los tribunales inferiores en tanto no se encuentran previstas
en el catálogo cerrado de excepciones admisibles de un
juicio ejecutivo. Ello conlleva, a juicio del máximo tribunal, a
la configuración del llamado exceso ritual manifiesto, pues
se evidencian rápidamente los perjuicios que se derivarían
de tener que esperar la promoción de un juicio ordinario
posterior cuando la ejecución recae sobre la vivienda
familiar(37) . Debe tener el lector presente que la CSJN
sienta un criterio que se extiende más allá de permitir un
mero reajuste en los valores nominales de un título; lo que
en esencia decide, es el ingreso al estudio causal,
usualmente restringido en los procesos de cognición
abreviados, con el objeto de realizar el valor justicia(38) .
X. "DULCAMARA S.A. C. EMPRESA NACIONAL DE
TELECOMUNICACIONES"

1. Antecedentes
Nos centramos ahora en el estudio de un pronunciamiento
dictado el 29 de marzo de 1990 (Fallos: 313:376). En marzo
de 1983, la actora, Dulcamara S.A., realiza una oferta en el
marco de una licitación pública de obra llamada por ENTEL.
Adjudicado el contrato a la actora, y llegando la obra a un
48% en su ejecución, ambas partes de mutuo acuerdo
deciden rescindir el contrato, percibiendo hasta entonces la
actora una suma ajustada por el llamado "índice telefónico"
(basado en la construcción de un edificio telefónico tipo
Capital Federal). Sin embargo, la empresa decide promover
una demanda contra ENTEL por los mayores costos que
alegó sufrir y pretende acreditar comparando el índice
telefónico con otras pautas que agrega en un anexo a su
demanda. Por otra parte, la actora acumula como
pretensión el resarcimiento del mayor costo financiero que
habría experimentado al exponer su capital a inflación
(llama así a los gastos en que debió incurrir en el mercado
financiero por la alteración del esquema inflacionario
durante la ejecución del contrato en contraposición al
existente antes de formular la oferta y merced al cual estimó
el precio).
La pretensión es rechazada por la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Contenciosoadministrativo elevándose la
actora por ante la CSJN mediante recurso extraordinario.
2. El pronunciamiento de la Corte Suprema
La mayoría (Petracchi, Belluscio, Bacqué) decide
confirmar la sentencia de Cámara. Para así resolver,
entendieron que a la licitación le era aplicable el decreto
2875/1975, el cual, en atención a los desequilibrios
derivados del proceso históricamente conocido como
"Rodrigazo", autorizaba frente a distorsiones significativas el
establecimiento de nuevos mecanismos de liquidación en la
variación de costos. En definitiva, era esto último lo que
Dulcamara S.A. pretendía, pues no se encontraba
satisfecha con la aplicación del llamado "índice telefónico".
Sin embargo, el decreto 2875/1975 exigía en la inteligencia
de la CSJN idénticos requisitos a los previstos por el
art. 1198 del Cód. Civil para autorizar la elaboración de
nuevos mecanismos de variación de costos distintos a los
previstos por el Pliego de Bases y Condiciones. Ahora bien,
la CSJN entendió que Dulcamara había fallado en
demostrar la distorsión excesiva como la imprevisibilidad en
los desequilibrios económicos. Por otra parte, el costo
financiero estaba incluido en los mecanismos de reajuste
del decreto 2348/1976, el que fuera aplicado a prestaciones
recibidas de conformidad por la actora al finalizar la relación
contractual.
El voto del Dr. Fayt, quien se pronuncia en idéntico
sentido, aporta un mayor desarrollo en la base fáctica y en
los argumentos. Reafirma la vigencia de la teoría de la
imprevisión en el campo de los contratos administrativos,
pues en definitiva, la cláusula rebus sic stantibus constituye
un principio general de todos los contratos. Sin perjuicio de
ello, advierte claramente la adaptación axiológica que
resulta menester efectuar cuando se aplica la teoría de la
imprevisión en esta materia, pues el principio de
intangibilidad del acuerdo sobre la base de la propuesta y
los preceptos contenidos en los pliegos de bases y
condiciones constituyen una garantía del principio de
igualdad de los oferentes. Entonces, la actora debía
acreditar en modo indubitable los extremos que hacen
procedente un nuevo mecanismo de reajuste (los que de
acuerdo al decreto 2875/1975 coincidían en esencia con el
art. 1198 del Cód. Civil). Proceder de otro modo, para el
magistrado, hubiera implicado hacer del Estado un
"garante" de las ganancias de la compañía (39), quien se
supone conocía perfectamente el mecanismo de ajuste
("índice telefónico") y en base al mismo estimó su
propuesta, no pudiéndose dejar de considerar como
componente del precio la aceptación de un determinado
mecanismo de ajuste. De tal modo, acceder a lo
peticionado sería privar del riesgo empresario a todo
contratista del Estado. Finalmente, en relación al reclamo
por "mayor costo financiero", observa el Dr. Fayt que el
mismo no coincidiría en la formulación de la pretensión
judicial con el contemplado por el reajuste practicado
mediante decreto 2348/1976. La actora reclamaba por la
variación del índice inflacionario vigente al momento de
elaborar la propuesta y el existente al ejecutar la obra, pues
esa fluctuación le significó un costo financiero por
inmovilizar su capital para poder ejecutar la obra; sin
embargo, observa el magistrado, las pericias arrojaron
diferencias menores entre los índices otrora y entonces
vigentes, con lo cual, no había justificativo alguno para
acceder al reajuste. Además, agrega el magistrado, el
llamado "costo financiero" de suyo se entiende incluido en
los mecanismos de reajuste legalmente previstos para la
estructura de costos, no pudiendo pretenderse una suerte
de utilidad doble, una por la obra en sí y la otra por la
inmovilización del capital necesario para concluir la obra
(sería tanto como recibir un precio por realizar una obra y
una renta por inversiones en la obra).

3. Conclusiones. La Teoría de la Imprevisión como


principio general y su diálogo con las fuentes del
Derecho Público
El pronunciamiento de la Corte resulta acertado. La
elaboración doctrinal de la CSJN asume que el art. 1198
contiene un principio general de los contratos pero que,
para aplicarse en el campo del Derecho Administrativo,
requiere las adaptaciones pertinentes. En este sentido, el
proceso de formación de la voluntad contractual, que es
característico y hasta definitorio de los contratos
administrativos, manda cuidar el principio de igualdad de los
oferentes. Entonces, toda cláusula de reajuste, para
superar un test de legalidad, debe tender a corregir una
posible injusticia contractual en la que se hubiera visto
envuelto cualquier oferente-adjudicatario por desequilibrios
significativos (el Estado no garantiza las ganancias de sus
contratistas) e imprevisibles (todo contratista debe obrar
con la debida previsión —a rg. arts. 512, 902, Cód. Civil—
que exige la elaboración de una oferta en el marco de un
proceso licitatorio en que está comprometido el interés
público).
Resulta importante advertir en el cuerpo de doctrina de la
Corte que la teoría de la imprevisión no puede ser invocada
para sustraerse de los "malos negocios" y que ha de
observarse un criterio más estricto en su aplicación cuando
de contratos administrativos se trate.
XI. "VICTOR J. KAMENSZEIN Y OTROS C. MALKA FRIED DE
GOLDRING Y OTROS" (FALLOS: 315:790)

1. Antecedentes
El precedente bajo estudio fue dictado el 21 de abril de
1992, siendo este dato importante pues la causa estuvo
bajo conocimiento de la CSJN con anterioridad (fallos
312:1500) y también posteriormente a raíz de un recurso de
hecho declarado inadmisible en relación al modo de
regulación de honorarios (pronunciado el 3 de mayo de
1994). Concretamente trata sobre un reclamo de una suma
en dólares estadounidenses que fuera convertida por la
Cámara Nacional de Apelaciones, sala A, en pesos al valor
de cambio del 11 de abril de 1981, con más una tasa
reducida del seis por ciento desde esa fecha y hasta su
efectivo pago por aplicación de la teoría de la imprevisión.
La causa fue objeto de estudio en una oportunidad
anterior por la sala II de la anterior Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil y Comercial, pero su
pronunciamiento fue desestimado por la CSJN toda vez que
existieron vicios en la formación del acuerdo que afectaron
la coherencia lógica de aquel pronunciamiento (falta de
correcta argumentación, un voto que remitía a los
fundamentos de otro pero con disímiles conclusiones,
etcétera).

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


En la segunda ocasión en que interviene la CSJN, decide
revocar la sentencia de Cámara. El pronunciamiento versa,
esencialmente, sobre aspectos procesales de la teoría de la
imprevisión.
La mayoría (Dres. Cavagna Martínez, Barra, Belluscio,
Nazareno) deciden revocar el decisorio de la Cámara por
dos motivos.
El primero de ellos hace mérito de la omisión en las
instancias inferiores de dar adecuada substanciación a la
solicitud de reajuste por invocación de la teoría de la
imprevisión (había sido introducida como defensa al
contestar demanda y no como reconvención).
El segundo argumento parte de considerar la
imposibilidad de solicitar un reajuste equitativo salvo como
respuesta ante un anterior pedido de rescisión por quien se
dice afectado. El Dr. Fayt, por su parte, se pronuncia
igualmente por revocar el pronunciamiento de la Cámara,
pero hace mérito sólo del primero de los argumentos
reseñados.
Finalmente, la minoría (Dres. Levene, Petracchi,
Boggiano) se pronuncia (en disidencia) por la
inadmisibilidad de la queja.

3. Conclusiones. Configuración procesal de la


invocación de la teoría de la imprevisión
Si bien usualmente la invocación de la teoría de la
imprevisión se introduce mediante demanda o reconvención
(lo recomendable), cuando aparece como defensa en la
contestación de demanda, la parte actora puede (y debe)
expedirse sobre su procedencia en la primera oportunidad
procesal en que tenga oportunidad para ello y el juez debe
dar adecuado trámite y substanciación a la plataforma
fáctica de la pretensión revisora, en modo tal que pueda
habilitar el análisis razonado sobre la aplicación de tal
remedio; ello así en todos aquellos ordenamientos
procesales que no confieren un traslado de la contestación
de demanda (40).
Asimismo, en aquella conformación del alto Tribunal y en
doctrina hoy minoritaria (41), se sostuvo que el perjudicado
que demanda (o reconviene) alegando el principio rebus sic
stantibus , sólo puede pretender la rescisión contractual,
pues el legislador ha sido contundente en ello al diseñar el
instituto, teniendo entonces múltiples modelos provenientes
del derecho comparado. Es decir, la teoría de la imprevisión
se introduce solamente requiriendo la extinción contractual,
pues la revisión y reconfiguración es una alternativa que
sólo podría ofrecer el accionado. Como advertiremos en
pasajes venideros, esta conclusión varió con las sucesivas
conformaciones del tribunal cimero.

XII. "ASTILLEROS PRÍNCIPE Y MENGHI S.A. C. BANCO


NACIONAL DE DESARROLLO" (FALLOS: 315:1161)

1. Antecedentes
A comienzos de la década del ochenta, la compañía
Astilleros Príncipe y Menghi S.A. decide reestructurar sus
esquemas financieros y, en atención a los mayores costos
que le generaban los créditos indexados, solicita su
conversión a moneda extranjera. Asimismo, celebra un
contrato de mutuo en dólares estadounidenses con la
demandada. Los eventos posteriores, que implicaron un
fuerte cambio en la paridad con la divisa comprometida,
condujeron a la compañía deudora a promover acción por
reajuste en los términos del art. 1198, Cód. Civil. Tanto el
juez de primera instancia como la Cámara de Apelaciones
hicieron lugar a dicha solicitud, interviniendo la CSJN por
vía del recurso ordinario de apelación y pronunciándose en
junio de 1992.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


La CSJN decide revocar el fallo de Cámara y, por ende,
rechazar la solicitud de reajuste por teoría de la imprevisión.
No ingresó para ello en el análisis de los requisitos
substanciales y procesales del instituto. Para fundar su
decisorio hizo mérito de una conexidad contractual evidente
entre el préstamo otorgado por el BANADE a la actora, y las
deudas que había contraído en el mercado internacional.
Entendiendo que este tipo de operaciones implican tomar
divisas en el extranjero para poder ponerlas a disposición
en el mercado local, se impone impugnar la aplicación de la
cláusula rebus sic stantibus , pues en vez de lograr un
reordenamiento equitativo de la relación contractual, solo
substituiría un primer perjudicado por otro.

3. Conclusiones. La conexidad contractual como


supuesto obstativo de la cláusula rebus sic stantibus
Este precedente introduce una cuestión novedosa en la
construcción jurisprudencial sobre la teoría de la
imprevisión. El art. 1198 no se ha instituido para trasladar
riesgos o cargas de una parte a otra, sino para lograr un
reajuste equitativo de los parámetros contractuales. Esto
último no resulta posible cuando el acreedor ha debido
asumir compromisos similares. No queda sin embargo claro
hasta qué punto es necesario manifestar la conexidad
contractual al momento de celebrar una operación para
impedir la procedencia de reajustes por vía de la teoría de
la imprevisión. En el caso sub examine, la CSJN hace notar
que la actora sabía perfectamente sobre los contratos que
celebró en el mercado financiero internacional el Banco
Nacional de Desarrollo; sin embargo, la Corte deja entrever
que esa conexidad puede ser presumida en aquellas
entidades que intermedian en el mercado financiero pues,
para poder otorgar un préstamo, resulta evidente que deben
endeudarse en modo paralelo(42) . Esta última idea se
mantuvo incluso durante la llamada "pesificación asimétrica"
posterior a la devaluación del año 2002, pues en algún
modo tuvo que compensarse a las entidades bancarias
(aún cuando fuera mediante la colocación de deuda).
Surge entonces una línea rectora que permite aplicar
prudentemente el reajuste previsto por el art. 1198: no
substituir un perjudicado por otro trasladando la excesiva
onerosidad. En definitiva, no debe olvidarse que el instituto
de la excesiva onerosidad debe ser enfocado también
desde una posición que pretende evitar un enriquecimiento
injustificado; pero cuando el acreedor ha comprometido su
patrimonio en modo similar para poder realizar la operación
atacada y sometida a revisión, la aplicación del reajuste
solo implicaría el reemplazo del perjudicado.
Finalmente, y más allá de las resultas del caso, se
advierte que la actora "perjudicada" planteó revisión antes
que resolución, con lo que se da cabida a la tesis
mayoritaria en relación al modo de proponer la aplicación
del art. 1198(43) .

XIII. "OSCAR RODOLFO LAFONTAINE C. ELSA ESTHER


LAFONTAINE DE MINTEGUIAGA Y OTRO" (FALLOS:
315:1247)

1. Antecedentes
La demandada dio en locación una cosa por el plazo de
diez años previendo un incremento anual del 10% en el
monto del canon locativo desde el 31 de enero de 1973,
monto que se tornó exiguo en exceso ante el fenómeno
conocido como "Rodrigazo". Mediante reconvención solicita
la resolución del contrato, pero la sala IV de la Cámara
Nacional de Apelaciones Especial en lo Civil y Comercial
partiendo de los propios términos en que propone su
pretensión la reconviniente, entiende que ella consintió
durante muchos años el desequilibrio en las prestaciones,
con lo que resultaba entonces invalidada la revisión del
contrato. Abierta la instancia por recurso extraordinario, la
CSJN se expide en junio de 1992.

2. El Pronunciamiento de la Corte Suprema


Se pronuncia invalidando el fallo de Cámara. Hace
aplicación de la doctrina antes consagrada en Fallos:
303:1533.
3. Conclusiones. Teoría de la imprevisión y renuncia de
derechos
El precedente viene a confirmar el antiguo fallo
comentado en líneas anteriores, "Cicero Rosario c. Romero,
José Ramón". Cuando un contrato posee prestaciones que
fluyen a lo largo del tiempo, la no exigencia del reajuste
durante un determinado lapso importa la absorción de la
excesiva onerosidad sobreviniente, pero no la renuncia a
ejercer tal facultad por las prestaciones aún no percibidas
(arg. art. 874, Cód. Civil) .

XIV. "BANCO ROBERTS S.A. S/RECURSO DE REVISIÓN"


(FALLOS: 316:2069)

1. Antecedentes
El demandado celebró con el Banco Roberts S.A. un
contrato de mutuo con garantía hipotecaria en junio de 1979
por la suma de 400.000 dólares. Al no haber cancelado el
primer servicio del pago de intereses ni la primera cuota del
capital, la entidad bancaria promueve ejecución hipotecaria.
Sin embargo, el accionado posteriormente se presenta en
concurso preventivo. La entidad bancaria, por su parte,
verifica el crédito, el que es reconocido en su legitimidad y
privilegio; sin embargo se objetó una cláusula de intereses
punitorios y se procedió a reajustar el crédito por invocación
de la doctrina de la imprevisión y del abuso del derecho. La
cuestión llega por vía de recurso de inconstitucionalidad a la
Corte Suprema de Salta y, finalmente, por recurso
extraordinario ante la CSJN.
Los tribunales inferiores fundaron su postura en tres
aspectos nucleares a saber: que el mutuo en verdad había
implicado la entrega de pesos con una cláusula dólar de
ajuste (debe tenerse presente el régimen entonces vigente
en materia de obligaciones de dar sumas de dinero), que
por esto último, la conexidad contractual bancaria no
resultaba causal impeditiva para la doctrina de la
imprevisión, y la indiferencia de la situación de mora del
deudor bajo el argumento de una gravitación menor del
incumplimiento del pago del primer servicio de intereses y
cuota de capital.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema


La mayoría (Boggiano, Barra, Belluscio, Levene,
Nazareno) decidió invalidar el pronunciamiento de la Corte
Suprema de Salta. La CSJN entendió, primeramente, que
no se había ponderado adecuadamente el fenómeno de la
conexidad contractual (materia sobre la que ya había
emitido pronunciamiento en el precedente Astilleros
Príncipe, comentado en líneas anteriores). Asimismo, objetó
la valoración de la situación de mora del deudor. Para ello,
la CSJN ingresó en la hermenéutica del contrato mismo y
entendió que las partes habían pactado una condición
resolutoria ante el primer incumplimiento del concursado.
Que así las cosas, la deuda era exigible ya en septiembre
de 1979 y si hubiera entonces abonado la totalidad del
crédito el deudor, la entidad bancaria habría podido ponerse
a cubierto. Finalmente, entiende la mayoría, no se
evidenciaba un desequilibrio evidente en las prestaciones
toda vez que, asumiendo que el contrato se ajustaba por
cláusula dólar, y cotejadas las resultas de tal esquema de
reajuste con la aplicación de los índices publicados por el
INDEC, estos últimos arrojaban un monto superior.
La minoría, por su parte (Fayt, Moliné O´Connor,
Petracchi) se pronuncia por desestimar la admisibilidad del
recurso extraordinario. Fayt y Moliné O´Connor señalaron
expresamente que la habilitación de la instancia
extraordinaria implicaba ingresar en el análisis de
cuestiones de hecho.

3. Conclusiones. El carácter restrictivo de aplicación


de la cláusula rebus sic stantibus
Este precedente retoma varios puntos ya identificados en
la doctrina de la CSJN sobre la doctrina de la excesiva
onerosidad sobreviniente. Reafirma que la misma no
procede cuando una conexidad contractual existente
conlleva una mera traslación de las consecuencias
del factum y se reafirma en la necesidad de constatar una
desproporción evidente e imprevisible en las prestaciones.
Se destaca del pronunciamiento la gravitación que la
CSJN le asigna a la inteligencia contractual para determinar
la extensión en que la mora del deudor implicó vedarle al
acreedor la posibilidad de colocar su patrimonio a
resguardo. Asimismo, y refiriéndose tanto a la doctrina de la
imprevisión como al abuso del derecho, la Corte manifiesta
que son institutos de interpretación restrictiva en aras de
preservar la seguridad jurídica.
Se observa también una postura dividida en relación a la
apertura de la instancia extraordinaria, por importar la
misma en materia de revisión contractual el ingreso al
estudio de cuestiones de hecho.

XV. "CALDERAS SALCOR CAREN S.A. C. ESTADO


NACIONAL — COMISIÓN NACIONAL DE ENERGÍA ATÓMICA Y
OTRA" (FALLOS: 319:2037)

1. Antecedentes
La Comisión Nacional de Energía Atómica contrató con la
actora la construcción de una obra destinada a conformar la
esfera de contención de la central nuclear Atucha II. Dadas
las peculiares características de la obra, tanto la comitente,
como la adjudicataria, no pudieron prever adecuadamente
la verdadera magnitud y costo de la obra. Ello así a tal
punto que, desde el momento en que se celebra el contrato
de locación de obra y hasta antes de interpuesta la
demanda, se celebraron cuatro acuerdos modificatorios del
original. Sin embargo, la actora (Calderas Salcor Caren
S.A.) entendió que las diversas modificaciones en las
fórmulas de ajuste no cubrieron un concepto por ella
denominado daño financiero . En resumidas cuentas, la
actora sostuvo que a partir de la cuarta modificación en el
sistema de recomposición de la ecuación económica
financiera (llevada a cabo en agosto de 1984) recién pudo
decirse que se vio satisfecha por las contraprestaciones
recibidas de la comitente. Sin embargo sostuvo que, por
todo el período anterior, la empresa no pudo cubrir las
inversiones necesarias, y por tal motivo debió endeudarse
en un mercado financiero secundario (mesas de dinero,
préstamos entre empresas, etc.) a tasas tan elevadas que
requieren la aplicación de un régimen de anatocismo para
poder ajustar adecuadamente tal costo. Interpuesta la
demanda, el juez en lo Contenciosoadministrativo de
primera instancia acoge la misma en modo favorable.
Apelada la sentencia, es confirmada por la Cámara
(tribunal a quo ), pero modifica el esquema de
repotenciación de la deuda y aplica la recomposición a las
sumas debidas desde marzo de 1985 y hasta su efectivo
pago. Para arribar a tal inteligencia, el a quo tuvo en
especial consideración la cantidad de acuerdos
modificatorios, circunstancia reveladora de un consenso en
punto a la insuficiencia de las fórmulas de recomposición
que habían sido pactadas originalmente. Este último punto
resulta importante, pues el Estado Nacional esgrimió que
acceder a las pretensiones de la actora implicaba un
quebrantamiento al principio de igualdad de oferentes
(argumentando que el llamado "daño financiero" está
comprendido en el contenido de la oferta), el que la Cámara
entendió, ya había sido vapuleado por las sucesivas
renegociaciones. Con el mismo argumento desestimó el
planteo del Estado Nacional en relación al apartamiento de
la normativa de ajuste de los contratos de obra pública
(ley 21.392), la que, recordemos, estipulaba por saldo
vencido el pago del monto actualizado con hasta un cinco
por ciento anual de intereses.
El Estado Nacional deduce recurso ordinario, el que
resulta admisible en atención a los montos involucrados
(sumamente elevados por cierto), resultando de tal
articulación el pronunciamiento que ahora analizamos,
dictado el 24 de septiembre de 1996.
2. El pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia
Nuestro máximo Tribunal decide revocar la sentencia de
Cámara (mayoría) en base a los argumentos que paso a
explicar.
Correctamente observado el planteo, la actora reclama un
concepto que llama "daño financiero", el que consiste en el
costo que debió enfrentar en el mercado financiero
(secundario) para poder realizar las inversiones necesarias
y llevar delante la ejecución de la obra hasta el momento
(cuarta modificación al contrato), en que se acordó una
formula de ajuste adecuada. Agudamente la Corte Suprema
advierte que no se estaba ante un planteo propio de la
"Teoría de la Imprevisión", pues la actora pretendía llevar
esa fórmula de ajuste hacia atrás, retroactivamente, para
corregir el contrato original, pretendiendo así que los
Tribunales suplan la falta de prudencia con que ofertó, sin
haber considerado debidamente la magnitud del
emprendimiento(44) .
Sostuvo además que el a quo fue más allá de la
pretensión originalmente articulada por la actora, pues ésta
no había cuestionado el mecanismo de ajuste de deuda por
mora (ley 21.392) sino la falta de una compensación
adecuada por los mayores costos que debió afrontar.
Es crucial comprender el núcleo argumentativo de la
CSJN, pues surge una conclusión evidente. La invocación
de la teoría de la imprevisión puede corregir una ecuación
económico financiera para proseguir en la ejecución de la
relación contractual, mas no para reconfigurar el contrato
original y reclamar los montos hasta entonces desfasados.
Este argumento adquiere mayor gravedad en el caso, pues
efectivamente, para la mayoría, el llamado "costo
financiero" fue considerado como un componente de la
oferta.
Finalmente, en un segundo orden de argumentos, la
mayoría entiende que no fue debidamente acreditado el
perjuicio financiero. Por ser ello una cuestión de hecho (por
cierto, y según surge de la lectura del fallo, de muy
compleja acreditación) que nada nuevo agrega a la doctrina
general de la CSJN en la materia, nos eximimos de ahondar
en mayor detalle.
La minoría (Moline O´Connor, López y Boggiano por su
voto) se inclina por confirmar el fallo de Cámara con ciertas
modificaciones. Para así decidir, cambia totalmente el
enfoque del planteo, y en vez de argumentar desde la
procedencia de la revisión por imprevisión, analiza bajo la
óptica del enriquecimiento sin causa y de la responsabilidad
contractual; entendiendo que, efectivamente, se había
acreditado el "perjuicio financiero" (diferencia en la
formación de la convicción de los distintos ministros de la
CSJN en punto a circunstancias de hecho, las que
básicamente versaron sobre el dictamen pericial) y que en
definitiva, el Estado Nacional se vería injustamente
beneficiado a costa de la empresa, que debió acudir a
elevadas tasas de interés para afrontar una inversión cuya
magnitud era también desconocida por el propio comitente.
Eso sí, la minoría sostiene que la necesidad de acudir a
mercados financieros no oficiales no puede serle endilgada
a la demandada, con lo que correspondía ajustar los
montos del resarcimiento. No se evidencia a simple vista la
conducta antijurídica del demandado (la minoría sí da por
acreditado el perjuicio y la relación de causalidad),
pareciendo que la misma es ubicada en el tardío
reconocimiento de una fórmula de ajuste apropiada
(renegociación del año 1984).

3. Conclusiones. Irretroactividad de la aplicación de la


Teoría de la Imprevisión. Función en el campo de los
contratos administrativos
El fallo comentado, a nuestro juicio, reviste gran valor. Su
lectura puede resultar complicada, pues en verdad la causa
era compleja. Una contratación de obra pública en el marco
de trabajos en una central nuclear, de envergadura
desconocida por el comitente como por el adjudicatario. Un
reclamo de compleja acreditación, con inteligencias
contradictorias sobre el dictamen pericial (el mismo perito
reconoce en distintos puntos la dificultad para acreditar con
certeza ciertas operaciones y perjuicios alegados). A tal
punto es complicada la lectura del precedente que, se
constata, tal como agudamente remarca el voto de la
mayoría de la CSJN, un virtual apartamiento del principio de
congruencia procesal por parte del a quo al malinterpretar el
contenido del "daño financiero" y extender su ámbito al
reajuste de las deudas en mora, cuando en verdad se
pretendía una indemnización por el mayor costo financiero
que la empresa asumió al acudir a mercados secundarios
de dinero para poder hacer frente a las inversiones desde la
fecha de inicio de trabajos y hasta el año 1984 en que,
merced a la cuarta modificación en los mecanismos de
ajuste, alegó se había encontrado un esquema apropiado a
la estructura de costos del emprendimiento.
Sin perjuicio de lo expuesto, el decisorio es
extremadamente rico en la construcción de la doctrina de la
imprevisión, pues sienta claramente (en el voto de la
mayoría) que la función revisora contractual no se habilita
para sanear malos negocios(45) . Por el mismo motivo, su
aplicación no puede ser retroactiva, y mal puede servir de
basamento a una acción por responsabilidad contractual o
de enriquecimiento sin causa. Discrepamos con la posición
de la minoría, pues aún cuando hubiera guardado razón en
punto a la acreditación del "perjuicio financiero", lo cierto es
que yerra al sostener que existió una suerte de
enriquecimiento sin causa por parte del Estado, pues es
propio de todo negocio asumir un álea (incluso en los
contratos conmutativos) inherente a toda actividad
empresarial que no puede resultar removida por la teoría de
la imprevisión. Más aún, el caso bajo estudio trató de una
contratación pública, y por tal motivo, el respeto a los
principios de legalidad e igualdad de los oferentes impelía
extremar cualquier intento revisor del contrato original con
efectos retroactivos.

XVI. "MACKENTOR S.A.C.C.I.A.I.F. C. Y.P.F. S/CONTRATO


OBRA PÚBLICA" (FALLOS: 321:2473)

1. Antecedentes
La actora se presentó en el año 1982 a una licitación
pública conducida por YPF para tareas de exploración y
explotación en Mendoza. Celebra en junio de 1983 el
respectivo contrato luego de resultar adjudicataria para, casi
inmediatamente, solicitar un reajuste del 26% del valor de la
oferta por estimar condiciones sobrevivientes e
imprevisibles que tornaron excesivamente oneroso el
cumplimiento del contrato en las condiciones pactadas.
Invoca el principio de intangibilidad de la remuneración del
contratista. El planteo es rechazado en primera y segunda
instancia, elevándose a la CSJN por vía del recurso
ordinario de apelación. Los tribunales inferiores entendieron
que no se había acreditado el perjuicio desproporcionado
ni, mucho menos, la imprevisibilidad del mismo, pues la
existencia de procesos inflacionarios no puede considerarse
como un evento extraordinario en nuestra historia
económica. Agudamente se observa que la actora había
cotizado un monto sumamente bajo al ofertar en
comparación con los importes ventilados en licitaciones
anteriores. Que ello era indicio de una maniobra consistente
en ofertar a un precio bajo para ganar la licitación, y luego
solicitar un reajuste.
La CSJN dicta pronunciamiento el 8 de septiembre de
1998.

2. El Pronunciamiento de la Corte Suprema


En substancia, la Corte adhiere a los argumentos de los
tribunales inferiores antes reseñados, lo que nos exime de
mayores comentarios.

3. Conclusiones
El caso bajo estudio vuelve a referir sobre la cautela con
que debe admitirse la revisión de los contratos
administrativos. La actora había ofertado en la licitación
pública un 36% menos que la mejor oferta en una licitación
similar anterior para, tres meses luego de firmado el
contrato, alegar una necesaria recomposición. La sola
plataforma fáctica del planteo evidenciaba su
improcedencia, con lo que el fallo de la CSJN resulta
correcto. No existieron votos en disidencia.

XVII. "GWENDOLINE LONGOBARDI IRENE Y OTROS C.


INSTITUTO DE EDUCACIÓN INTEGRAL SAN PATRICIO SRL"

1. Antecedentes
Más próximos en el tiempo, revivimos a través de este
recordado precedente la angustiosa crisis que atravesó
nuestro país en el año 2002. Luego de diez años de
vigencia del sistema de convertibilidad del peso, con una
paridad fija con el dólar estadounidense, y por primera vez
inclinándose nuestra costumbre jurídica a volatilizar la
distinción entre deudas de dinero y de valor, una crisis de
inconmensurables consecuencias económicas y sociales
motivó la salida del sistema diseñado por la ley 23.928 (de
convertibilidad del austral). La ley 25.561, llamada "de
emergencia pública y reforma del sistema cambiario",
deroga tanto el art. 1º de la ley de convertibilidad del austral
(que determinaba un tipo de cambio fijo) como su art. 2º
(reestableciéndose, consecuentemente, el curso forzoso de
la moneda nacional). Por su parte, el art. 2º de la normativa
de emergencia faculta al Poder Ejecutivo la fijación de los
mecanismos del tipo de cambio.
Sobre esta base, la ley 25.561 comienza a diseñar un
sistema de reestructuración de pasivos bajo las siguientes
líneas rectoras: créditos hipotecarios destinados a
adquisición de vivienda, a construcción, refacción y/o
ampliación de vivienda, créditos personales, prendarios
para adquisición de automotores y créditos de personas
físicas o jurídicas que reúnan los caracteres propios de una
Pyme, siempre vinculados al sector financiero, por hasta un
monto originario de USD 100.000 (luego la reglamentación
establecería distintos topes según el destino del crédito,
incluiría, suprimiría y sustituiría índices, creando un
complejo bloque normativo), se convertirían a razón de un
peso por dólar. Ahora bien, tal como había sostenido la
CSJN, las entidades financieras son intermediarias en el
mercado de dinero, sus activos se encuadran atados a
pasivos que han asumido y por tal motivo, se facultó al
Poder Ejecutivo la emisión de deuda para compensar la
llamada "pesificación asimétrica". Todo el sistema de
reestructuración descrito era el vinculado a deudas
mantenidas con el sector financiero. El art. 11, por su parte,
se ocupó de reestructurar las deudas entre particulares, y
determinó la relación de cambio un peso = un dólar, pero a
considerarse como pago a cuenta de la suma que sería en
definitiva determinada por procedimientos específicos a
saber: se estableció un plazo de 180 días para que las
partes renegocien la distribución de los sacrificios
ocasionados por la nueva realidad cambiaria; transcurrido
dicho término, de no haberse arribado a un acuerdo, las
partes podían acudir a la resolución judicial del conflicto. La
norma menciona expresamente la aplicación del art. 1198.
Esto último resultaba justo y apropiado. La doctrina
inveterada de la CSJN desde la década del '60 había
establecido que la inflación no podía ser considerada como
un evento imprevisible o extraordinario en nuestro sistema
económico. Sin embargo, el año 2002 marcó el fin de una
de las etapas de mayor estabilidad monetaria (justo es
decirlo, a costa de un ingente endeudamiento con
organismos multilaterales de crédito, desempleo y
desaceleración económica). Los operadores económicos y
jurídicos en verdad habíanse acostumbrado a operar en un
marco de certeza cambiaria con lo cual, como pocas veces
en la historia jurídica nacional, el art. 1198 del Cód. Civil fue
invocado en cuanto proceso de renegociación de deuda se
iniciara. El 3 de febrero de 2002 se dicta un decreto de
suma importancia para comprender el sistema de
reestructuración de deudas, y corrió bajo el número
214/2002. Entre otras cuestiones, el mismo introdujo el
Coeficiente de Estabilización de Referencia, que debía
adicionarse a las paridades ya establecidas para los
depósitos en el sistema financiero y contratos de crédito
celebrado entre particulares. En lo que hace al caso bajo
estudio, su art. 8vo introdujo el CER para adicionar a las
resultas de la paridad un peso dólar, previendo aún la
aplicación de la doctrina de los "esfuerzos compartidos". Sin
embargo, el art. 8vo especificó claramente que este
procedimiento no era aplicable a aquellos supuestos en que
el deudor hubiera incurrido en mora. El decreto
762/2002, por su parte, exceptuó por razones de gravitación
social del CER a una serie de créditos otorgados a
personas físicas (en este caso, el deudor era una persona
jurídica y su crédito no ingresaba en el marco de las
excepciones a tal mecanismo de ajuste). Finalmente, la
ley 25.820 (2 de diciembre de 2003) modifica la redacción
del art. 11,ley 25.561 (disposición base para comprender el
presente caso), diseñando el siguiente sistema: las
obligaciones existentes al 6 de enero de 2002, haya o no
mora del deudor, se transforman bajo la regla un peso = un
dólar, debiendo las partes afrontar equitativamente los
sacrificios derivados de las distorsiones que resultaren
luego de aplicar el CER o CVS (coeficiente de variación
salarial) según corresponda. Como se observa, le
ley 25.820 viene a trocar un punto central de la regulación
de la imprevisión, cual es la posibilidad de obtener la
revisión y reajuste contractual a pesar de haber incurrido en
mora.
El caso bajo estudio trata de una deuda con garantía
hipotecaria entre un frente de acreedores que actúan en
litisconsorcio activo y una persona jurídica, la que tomó una
deuda de USD 392.000, en diciembre de 1998 y que debía
restituir en diciembre de 1999. En enero de 1999 la
prestataria tomó una ampliación de USD 58.000 más para
devolver en igual plazo. La deudora incurrió en mora, y ya
hacia noviembre de 2001 había incluso suspendido el pago
de los intereses restando un saldo de 163.000 dólares a
cancelar y por el cual los coacreedores iniciaron la
ejecución hipotecaria contra la deudora.
El núcleo de la cuestión, adelantamos, habrá de versar
sobre la vigencia del art. 508, Cód. Civil frente a la
normativa de emergencia antes reseñada. Más claro aún, si
podía la deudora morosa ampararse en la ley 25.820 (cuya
inconstitucionalidad fue planteada por el frente acreedor,
con tacha extensiva a otras normas del régimen de
emergencia cambiaria) para abonar una deuda pesificada
aún cuando había incurrido en mora antes de la crisis
cambiaria. La accionada, como era de imaginar, defendió la
constitucionalidad de la normativa de emergencia y sostuvo,
entre sus argumentos, que la actora habría de percibir una
acreencia cuadruplicada, lo que constituiría, en definitiva,
un supuesto de enriquecimiento sin causa.
El juez de primera instancia manda llevar adelante la
ejecución y declara la inconstitucionalidad de la normativa
de emergencia en punto al art. 11 de la ley 25.561, y arts. 1º
y 8º del decreto 214/2002 y por razones de "estricta justicia
conmutativa" establece la siguiente ecuación
compensatoria: un peso por cada dólar, más el 50 % del
valor de la divisa norteamericana en el mercado de
cambios, más una tasa de interés que se fijaría al momento
de liquidar la deuda. La Cámara, en primera alzada,
sostiene que el régimen de emergencia delineado a partir
de la ley 25.561 sólo era aplicable a deudas exigibles con
posterioridad al 6 de enero de 2002 (fecha de su entrada en
vigencia), con lo cual quedaba excluida la deuda del caso
bajo análisis por haber la deudora incurrido en mora (es
decir, no consideró la reforma que la ley 25.820 introdujo a
su art. 11, sobre deudas no vinculadas al sector financiero
por haber dicha ley entrado en vigencia con posterioridad al
dictado de la sentencia de segunda instancia). Obviamente,
esto fue motivo central de agravios por parte de la deudora,
quien adujo, terminaba sufriendo todas las cargas de la
abrupta modificación en el sistema cambiario.
Así las cosas, la cuestión llega a conocimiento del
máximo tribunal por vía del recurso extraordinario federal,
toda vez que se hallaba en juego la inteligencia de normas
federales habiendo sido la sentencia de Cámara contraria a
las pretensiones que la recurrente fundó en tal normativa.

2. El pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia


La mayoría (Highton de Nolasco, Maqueda, Zaffaroni y
Petrachi, estos dos últimos según su voto) decide hacer
lugar al recurso extraordinario y revocar la sentencia de
Cámara. Resulta importante analizar los matices de cada
voto por la riqueza que cada uno de ellos encierra.
El voto de la Dra. Highton de Nolasco y del Dr. Maqueda
comienza por reconocer la existencia de un llamado
"derecho de emergencia" y describiendo la grave situación
que atravesó nuestro país a principios del nuevo siglo,
señala que, en la medida que tal "derecho de emergencia"
se proyecta sobre la esfera jurídica de los particulares,
resulta menester proceder a efectuar el control de
constitucionalidad y razonabilidad de tal normativa. Desde
esa perspectiva, y en atención a las circunstancias de
extrema gravedad vividas, no resultaba irrazonable
disponer una conversión de la deuda dineraria a razón de
un peso = un dólar, pues se le adicionaba el coeficiente de
estabilización de referencia y una tasa de interés, ello con la
posibilidad de morigerar las resultas del cálculo merced al
recurso de la teoría de la imprevisión (46) . Que en otro orden
de ideas, la CSJN invocó la doctrina Burman que antes
estudiamos y que resultaba aplicable al caso. Por la misma,
se permite introducir la teoría de la imprevisión en el marco
de procesos ejecutivos o cognitivos abreviados cuando la
existencia de hechos públicos y notorios hace evidente que
se incurrirá en un exceso ritual manifiesto si se restringen
las defensas al limitado cúmulo de excepciones previstos
por la ley de rito. Que aparte, la gravedad social e
institucional de la causa ameritaba ingresar en el estudio de
la defensa postulada por la gran cantidad de deudores en
similar situación. Se coloca énfasis en la posibilidad que
previó la legislación de buscar vías o caminos alternativos
de recomposición en la ecuación de las deudas, y que en
cierto modo, la doctrina de los "esfuerzos compartidos (47) "
vino a resultar un fuerte argumento para sostener la
razonabilidad del bloque normativo de emergencia. En
resumidas cuentas, el juzgador como las partes no se
encuentran seriamente acotados en las alternativas de
solución del problema, pues si el método base (paridad
"artificial", más CER, más tasa de interés) resulta
insuficiente, siempre es posible acudir a mecanismos y
distribuciones de los sacrificios con fundamento en el
principio de equidad.
Por tal motivo, y considerando la sanción de la ley 25.820
que finalmente aclaró las dudas en punto a la extensión de
la normativa de emergencia a las deudas en mora al 6 de
enero de 2002, se decide revocar la sentencia de Cámara,
y se manda abonar la deuda reclamada en base a la
conversión de un peso a un dólar, con más el 50% de la
brecha entre dicha paridad y el valor de la divisa en el
mercado libre de cambios a la fecha de efectivo pago, y una
tasa máxima (así estaba previsto en la normativa de
emergencia) del 7,5 % anual vencido, todo ello siempre que
el mecanismo previsto desde el decreto 214/2002 (con
aplicación de CER) no arrojare una suma superior(48) . El
voto del Dr. Petracchi resulta similar en sustancia, sólo
efectuando algunos reparos en relación a la cita de
decisorios en que no participó, o bien votó en disidencia. Es
decir, tenemos tres votos que respetan la siguientes
premisas: existe un derecho de emergencia, la crisis socio-
económica de 2002 ameritó el dictado de normas de
emergencia, las mismas resultan razonables en su
aplicación al caso concreto desde que, permiten una
equitativa distribución en las cargas(49) , y que no existen
óbices al planteo de la teoría de la imprevisión en el marco
de procesos ejecutivos cuando existen hechos públicos y
notorios o gravedad social e institucional.
El Dr. Zaffaroni arriba a similar decisión por argumentos
que comparte y otros propios que vale la pena resaltar.
Primeramente, luego de reconocer la importancia de la
tutela constitucional al derecho de propiedad, hace hincapié
en la doctrina que veda el ejercicio abusivo de los derechos
y sostiene que, ante la misma, no puede pretender
colocársele una valla por la existencia de una situación de
mora. Analiza detalladamente los aspectos fácticos para
concluir que, indudablemente, existió un hecho imprevisible
que excedió el marco de toda normal previsión y
desencadenó la ruptura en la ecuación negocial. Señala
que la normativa de emergencia vino en gran medida a
particularizar la doctrina de la teoría de la imprevisión a
supuestos particulares, y que esa normativa no adolece de
una inconstitucionalidad evidente o manifiesta. Reitera la
doctrina Burman, agregando la poca conveniencia de
sujetar la revisión por doctrina de la imprevisión en juicios
ordinarios posteriores, pues ello incrementaría la litigiosidad
en un cúmulo de conflictos que llevaba muchos años de
duración. Debe recordarse que en Burman se tuvo
especialmente en cuenta que se trataba de una ejecución
hipotecaria de un crédito destinado a la construcción de
vivienda familiar única; quizás por ello los ministros de la
CSJN entienden importante reafirmar el por qué de su
aplicación al caso bajo estudio. Se detiene en señalar que
no encontrándose comprometida la vivienda familiar, nao
puede acudirse al argumento protectorio del art. 14 bis de la
CN, más ello no quita la plena aplicabilidad de la doctrina
de la imprevisión y de la frustración del fin del contrato. Se
detiene en una cuestión urticante, la previsión en el contrato
de una cláusula que vedaba invocar la teoría de la
imprevisión, y sostiene que, en tanto la normativa de
emergencia revistió el carácter de orden público, mal puede
validarse tal cláusula convencional (arg. art. 21, Cód. Civil).
El Dr. Lorenzetti, por su parte, formula un interesante voto
en disidencia, el que amerita una lectura detenida.
Primeramente, resalta la tutela constitucional del derecho
de propiedad, el que se extiende sobre los contratos
celebrados. Que para validar la normativa de emergencia
en precedentes anteriores (v.gr. Rinaldi, Francisco Augusto
y otro c. Guzmán Toledo Ronal Constante y otros
s/ejecución hipotecaria, CSJN, 15/10/2007), el máximo
tribunal tuvo en especial consideración el principio
protectorio, encontrándose en juego la tutela de la vivienda
familiar. Que tales excepciones deben reconocer una
proyección de la situación sobre el estatuto de las
personas, su familia, las relaciones de consumo(50) ,
circunstancias todas estas que no se verifican en el caso
particular, pues la prestataria es una persona jurídica, que
tomó el capital para efectuar una inversión y en modo
alguno puede sostenerse amerite la protección a la "parte
débil", pues tal inteligencia iría en desmedro del derecho de
propiedad y la seguridad jurídica. En un pasaje brillante
sostiene: "El contrato y la propiedad son reglas de juego
básicas del modelo constitucional que deben ser
razonablemente tuteladas" . Entonces, consecuentemente,
sostiene el Presidente de la Corte, la normativa de
emergencia en ese caso concreto importó un avance
evidente sobre la autonomía privada y la posición
contractual. Analiza que, en el caso concreto, no puede
sostenerse que una persona jurídica que pide un préstamo
de 450.000 USD sea una parte "débil" en cuya tutela se
pueda validar constitucionalmente un avance sobre los
contratos celebrados. Señala agudamente que ello no obsta
la aplicación del instituto de la excesiva onerosidad
sobreviviente del derecho común, mas en el caso concreto,
no se había acreditado la excesiva desproporción en las
prestaciones. Entonces afirma la necesidad de valorar el
negocio en su conjunto, pues una persona jurídica recibe
para una inversión una cantidad determinada en moneda
extranjera, hipotecando dos inmuebles cuyo valor se ha
preservado, y pretende devolver pesos en un monto
reajustado. Desde esta óptica, sostiene el Sr. Presidente de
la CSJN, no puede validarse la constitucionalidad de la
normativa de emergencia en ese caso concreto. Por tal
motivo, vota mandar llevar adelante la ejecución por la
suma reclamada originalmente en la moneda originalmente
convenida o bien en pesos suficientes al tipo de cambio
vigente al día de pago para su adquisición en el mercado.
Por su parte, la disidencia del Dr. Fayt introduce un nuevo
e interesante argumento para rechazar la solicitud de
reajuste de la deuda originalmente convenida en dólares y
se vincula con la doctrina de los derechos adquiridos. Si se
analiza nuevamente la plataforma fáctica, el deudor había
incurrido en mora con anterioridad al dictado de la
ley 25.829 (e incluso, de la ley 25.561). Entonces, incurrió
en mora y perpetuó su obligación, consolidándose en el
patrimonio de la actora el derecho a percibir íntegramente la
deuda en la moneda convenida pues, a tenor del art. 1198
del Cód. Civil, se habían concentrado los riesgos en cabeza
de la deudora. Bajo tales premisas, la ley 25.829 vino en
modo retroactivo a lesionar el patrimonio de la actora. Que
así las cosas, la revisión contractual propuesta importaría
un grave quebrantamiento al principio de seguridad jurídica.
Entendiendo entonces que operó una lesión al derecho de
propiedad, vota llevar adelante la ejecución en la moneda
originalmente convenida.
Finalmente, resta analizar la disidencia de la Dra. Argibay,
voto rico en fundamentos y del que destaco una
interpretación aguda sobre la naturaleza del contrato. En
efecto, si analizamos el caso concreto, el mutuo, en tanto
contrato real, nace con la entrega de los dólares
estadounidenses, y la obligación del deudor consiste en
restituir esos dólares con más el pago de un precio en
dinero por la privación de uso de capital que experimenta el
acreedor; entonces, por la naturaleza propia del contrato,
jamás pudo sostenerse una reconfiguración en lo que hace
a la devolución del capital, aunque sí en relación al precio
(el interés compensatorio). Ahora bien, a esto debe
sumarse que el mutuario empleó esos dólares en una
inversión inmobiliaria, la que preservó su valor en grado
suficiente para descartar la excesiva onerosidad en las
prestaciones. Esto significaría en efecto que, si el mutuario
recibe dólares e impone por vía de revisión (sea por
excesiva onerosidad sobreviviente o por aplicación del
régimen de emergencia) la devolución en pesos y con
aplicación de los "esfuerzos compartidos" se produciría lisa
y llanamente una exacción en perjuicio del mutuante. En tal
sentido la magistrada propone un contenido del "esfuerzo
compartido" que no termine validando una flagrante lesión
al derecho de propiedad y aconseja la determinación de
plazos de moratoria como la quita de intereses, pero no la
conversión y reajuste del monto y moneda que
originalmente se entregó merced al contrato de mutuo.

3. Conclusiones
A modo de conclusión personal, compartimos la solución
de la minoría integrando los argumentos de los Dres
Lorenzetti, Fayt y Argibay. En efecto, entendemos que la
mayoría validó la constitucionalidad de la normativa de
emergencia en una litis que no ameritaba tal avance sobre
los contratos y la autonomía de la voluntad.
En verdad, la mutuaria era una persona jurídica que
recibió dólares para aplicarlos a una inversión inmobiliaria
que efectivamente realizó, preservando el capital en modo
tal que difícilmente pueda alegarse una excesiva
desproporción en las prestaciones. Que por otra parte,
resulta a mi juicio irrefutable la postura del Dr. Fayt en punto
a la existencia de la situación de mora con anterioridad al
dictado de la primera ley de emergencia cambiaria del
nuevo siglo. Ello implicó la incorporación de un derecho de
propiedad en cabeza de los acreedores que vino a ser
vulnerado por la aplicación retroactiva del régimen de
emergencia.
Sin embargo, la forma en que fue construida la decisión
final no permite aseverar que se ha sentado una línea clara
en pos de una tesitura proclive a admitir la revisión
contractual ante cualquier supuesto. Por el contrario, sí
puede afirmarse que existe una coincidencia en avalar la
normativa de emergencia para revisar los contratos cuando
se trata de tutelar a la persona humana, la familia o en el
ámbito de las relaciones de consumo (principio protectorio)
y que, en la medida que la excesiva onerosidad
sobreviviente constituya un hecho de público y notorio, o de
gravedad común extensivo a gran parte de la sociedad, mal
puede rechazarse su planteo por el hecho de ser articulada
la defensa en el marco de un proceso abreviado.
Finalmente, aún no compartiendo el voto mayoritario, se
fija como doctrina de la Corte Suprema la posibilidad de
alegar la excesiva onerosidad sobreviviente, aun
encontrándose el deudor incurso en mora, sea por
invocación de la doctrina del abuso del derecho (voto del
Dr. Zaffaroni), sea por la legislación de emergencia (voto de
la mayoría)(51) .

XVIII. CONCLUSIONES
En el presente apartado, habré de sintetizar la doctrina de
la CSJN en relación a la "teoría de la imprevisión". Tenga
presente el lector que hemos tratado de inducir máximas a
partir de criterios que han evidenciado cierta vocación de
permanencia en el pensamiento de nuestro máximo
tribunal.
— La doctrina de la "excesiva onerosidad sobreviviente" se
halla ínsita en la entraña misma del derecho, pudiendo ser
invocada aun a falta de texto expreso.
— El art. 1198, Cód. Civil contiene tan solo un precepto
relativo a la "teoría de la imprevisión", pues se trata de un
principio general de los contratos y a ella obedecen otras
normativas propias del derecho de emergencia o bien de
las contrataciones públicas, las que permiten un diálogo e
integración entre distintas fuentes.
— La "teoría de la imprevisión" es aplicable a los contratos
administrativos, mas ello exige una adecuada adaptación
axiológica. En este último sentido, debe cuidarse de no
quebrar el principio de "igualdad de los oferentes",
recomponiendo la ecuación financiera del contrato sólo
ante hechos imprevisibles que hubieran generado una
excesiva desproporción en los sacrificios para cualquier
oferente que pudiera haber sido adjudicatario.
— La aplicación de la cláusula rebus sic stantibus exige
acreditar fehacientemente los extremos de imprevisibilidad
y excesiva desproporción en los sacrificios.
— La teoría de la imprevisión es aplicable tanto a contratos
de ejecución instantánea, continuada y diferida, como a
los de tracto sucesivo.
— La teoría de la imprevisión puede ser ejercida mediante
acción o defensa, e introducida en el escrito de demanda,
reconvención o contestación de demanda. En todo caso
los jueces deben cuidar de darle adecuada substanciación
al pedido de revisión o resolución confiriendo un traslado.
— La inflación no puede ser considerada un hecho
"imprevisible", sin embargo, el envilecimiento de la
moneda producido a causa de procesos inflacionarios, sí
puede habilitar la revisión contractual.
— Cuando un acreedor recibe pagos sin pedir un reajuste
por vía de la doctrina de la imprevisión, no puede por ello
presumirse una renuncia a requerir la aplicación de tal
instituto, ello claro, sin perjuicio de tener por firmes las
prestaciones cumplidas. No proceden reajustes
retroactivos.
— Aún en el marco de procesos de cognición abreviada,
restringida o ejecutivos (v.gr.: una ejecución hipotecaria)
es posible invocar la teoría de la imprevisión si se trata de
un hecho público y notorio que comprometa intereses
humanos superiores, la tutela de la familia, el derecho de
los consumidores, o bien cuando se constata una
circunstancia que afecta en modo común y con gravedad
a gran parte de la población.
— En el marco de los contratos administrativos, la
aplicación de la doctrina de la "excesiva onerosidad
sobreviviente" resulta más restrictiva, pues el Estado no
es un garante de las ganancias de sus contratistas.
— La posibilidad de exigir un reajuste contractual puede
constituir una causal obstativa para la constitución en
mora, en la medida que sea manifestada esa intención de
renegociar a la contraparte, aún extrajudicialmente.
— La legislación de emergencia puede aplicar la teoría de
la imprevisión aún a deudores que hubieran incurrido en
mora con anterioridad al factum .
— Debe cuidarse, siempre que exista conexidad
contractual, que la aplicación del art. 1198 no termine
creando un nuevo perjudicado en substitución de otro; tal
lo que sucede en el mercado de intermediación financiera
y ante determinados supuestos de conexidad contractual.
— Resulta válida y supera el test de constitucionalidad toda
normativa de emergencia que reestructure los contratos si
con ello, ante hechos imprevisibles, salvaguarda la
dignidad humana, protege la familia y defiende el derecho
de los consumidores (principio protectorio).

Capítulo III

Interpretación de los contratos

Por Nicolás J. Negri

TEXTO DE JURISPRUDENCIA
CSJN, 26/2/1918, "Señores J. Casanova y M. Santato
contra la provincia de Buenos Aires, por cobro de
pesos", Fallos: 127:87. Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, Febrero 26 de 1918.
Y vistos: Los seguidos por los señores J. Casanova y M.
Santato contra la provincia de Buenos Aires, por cobro de
pesos, de los que resulta:
Que a fs. 2 y por apoderado, comparecen los actores y
expresan que han construido obras de desagüe en el
partido de San Isidro, en virtud del correspondiente contrato
celebrado con el Gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Que en el contrato de referencia se estableció que el pago
de la obra se haría previa entrega de certificados expedidos
por el Departamento de Ingenieros dentro de los diez días
siguientes al mes a que correspondiese la parte de obra
ejecutada, y esos certificados devengarían un interés de 6
% si no se abonaban dentro de los treinta días de
expedidos.
Que la provincia demoró el pago de los certificados, y una
parte fué pagada con letras de tesorería que ha sido
necesario descontar, reteniendo además la demandada el
depósito de garantía durante un tiempo, a pesar de que
debía serles devuelto al entregar la obra concluída.
Que en tal virtud la provincia de Buenos Aires debe abonar
los intereses de los certificados que se pagaron con mora, y
los que corresponden al depósito de garantía, durante el
tiempo que los tuvo en su poder, a partir de la fecha de la
terminación de las obras.
Que en mérito de lo expuesto, pide se condene a la
provincia al pago de los intereses reclamados, que estima
provisionalmente en la suma de ocho mil cuatrocientos diez
y seis pesos, sesenta y cuatro centavos moneda
nacional, con intereses y costas.
Que acreditada la jurisdicción originaria de esta Corte, se
corrió traslado de la demanda a la provincia de Buenos
Aires, y ésta lo evacuó pidiendo su rechazo con costas,
exponiendo que en efecto celebró el contrato de
construcción a que aluden los actores, y que el pago de los
intereses que reclaman fué desestimado
administrativamente por las circunstancias que se expresan
en los expedientes respectivos.
Que por escritura de fecha Enero 8 de 1915, los señores
Casanova y Santato cedieron al Banco de la Provincia los
créditos correspondientes a los certificados que en esa
escritura se mencionan a fin de aplicarlos al pago de la
deuda que los actores tenían con el Banco citado.
Que la provincia de Buenos Aires reconoció al Banco de la
Provincia como cesionario de los actores y le abonó las
sumas que debían cobrar los señores Casanova y Santato,
sin que el Banco hiciera reserva alguna respecto de los
intereses que hoy se reclaman.
Que, los actores no tienen, en consecuencia, derecho
alguno derivado de los certificados que mencionan en su
demanda, porque fueron cedidos al Banco de la Provincia,
ni lo tienen por los intereses que pretenden porque en el
mejor de los casos, el crédito se habría extinguido con
arreglo al artículo 624 del Código Civil, por haberse cobrado
el capital sin reserva alguna respecto a los intereses, en
cuyo mérito pide el rechazo de la demanda con costas.
Que recibida la causa a prueba, se produjo la que expresa
el certificado de fs. 56; se presentaron los alegatos de fs. 59
y 67 y se llamó autos (fs. 70).
Y considerando:
Que por lo que hace a los certificados números 12, 13, y
14, fueron cedidos al Banco de la Provincia, como resulta
de la escritura de fs. 1 del expediente número 27 letra B.,
agregado, y estando dispuesto por la ley que la cesión
comprende entre otros derechos accesorios, los intereses
del crédito cedido (Código Civil, artículo 1.458), los señores
Casanova y Santato carecen de acción para deducir
reclamo alguno por los intereses.
Que respecto de los certificados números 10 y 11 no hay
constancia alguna en los expedientes administrativos
agregados, de la fecha en que correspondía hacer su pago,
ni de aquélla en que se hizo; siendo de notar que en las
actuaciones de prueba practicadas ante esta Corte,
tampoco se ha acreditado ese punto, y en tal caso, no
presentando los actores en su apoyo la prueba legal
correspondiente, su demanda debe desestimarse por no
haber demostrado los extremos de hechos afirmados al
deducida.
Que tampoco han probado los actores respecto de los
demás certificados, haber hecho reserva expresa sobre los
intereses al recibir del gobierno de la provincia el importe
correspondiente, ni exigieron, como hubiera sido del caso,
de acuerdo con la cláusula expresa del artículo 42 del
contrato, la acumulación de los intereses devengados a los
subsiguientes certificados; y en cambio recibieron y
cobraron esos certificados por el valor de las obras
ejecutadas, sin objeción ni reserva alguna, y en
consecuencia, con arreglo al artículo 624 del Código Civil,
el gobierno de la provincia no está obligado a abonarlos.
Que en cuanto a los intereses en concepto de mora por la
devolución del depósito de garantía, en el contrato
testimoniado a fs. 29, no hay cláusula alguna de la que se
desprenda que los actores tengan derecho a percibirlos; y si
bien el deudor moroso debe los intereses estipulados, los
legales, o los que se fijen judicialmente (Código CIvil,
artículo 622), no hay mora sino cuando medía
requerimiento en forma (Código Civil, artículo 509; Fallos,
tomo 34, página 398) y en el caso de autos no se ha
acreditado ese requerimiento. Si se pretendiera que tal
formalidad fué llenada por el escrito de fs. 1 del expediente
C., 40 agregado, habría que observar, entre otras
circunstancias, la de haberse presentado ese escrito (Enero
27 de 1915) con posterioridad a la fecha (Enero 8 de 1915)
de la escritura en que los actores cedieron al Banco de la
Provincia, entre otros créditos, el constituído por el depósito
de garantía y se obligaron a abstenerse de cobrar y percibir
el importe de ese crédito y de los demás que fueron objeto
de dicho convenio.
Que aún cuando la escritura de referencia denomina
contrato de prenda al convenio de que instruye, de su
contexto general resulta que es un contrato de cesión,
puesto que autoriza al Banco "como cesionario" para aplicar
las sumas que perciba por los conceptos anteriormente
mencionados, a amortizar o cancelar las obligaciones que
se han mencionado, y que esta aplicación se hará sin
necesidad de ninguna intervención por parte de los
exponentes y a medida que ingresen las sumas cobradas,
(fs. 1, expediente B, número 27, agregado).
Que establecido lo que precede, es aplicable a los
intereses del depósito de garantía las mismas
consideraciones relativas a los certificados números 12, 13
y 14, pues con arreglo a la ley, la acción comprende, como
se ha dicho, entre otros derechos accesorios, los intereses
del crédito cedido (Código Civil, artículo 1.458 citado) y
además, no hay constancia de que esos intereses hubiesen
sido excluidos de la cesión, antes bien, el Banco cesionario
aparece expresamente autorizado para que "cobre y
perciba de la Tesorería General del Gobierno de la
Provincia las sumas de dinero que el Ministerio de Obras
Públicas le adeuda (a la firma social José Casanova y
compañía) por las obras de los conductos de desagüe que
han construído" (Expediente citado B. 27, fs. 2 vta).
Que las reclamaciones posteriores al recibo del capital por
el cedente o por el cesionario, no suplen la formalidad
establecida por la ley al respecto, pues como queda dicho,
el recibo del capital por el acreedor, sin reserva alguna
sobre los intereses, extingue la obligación del deudor
respecto de ellos (Código Civil, artículo 624; fallos, tomo 22,
página 385; tomo 119, página 389; tomo 120, página 5).
Por estos fundamentos, se absuelve a la provincia de
Buenos Aires de la demanda de fs. 2, debiendo abonarse
las costas en el orden causado, atentas las circunstancias
del caso. Notifíquese original, repóngase el papel y
archívese. — A. Bermejo . — Nicanor G. del Solar. — D. E.
Palacio. — J. Figueroa Alcorta.

CSJN, 7/7/1930, "Don José Orlando Ferrari c. la Nación,


sobre reivindicación o expropiación en subsidio",
Fallos: 158:70. Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, Julio 7 de 1930.
Y Vistos:
El recurso de apelación ordinaria en el juicio de don José
Orlando Ferrari contra el Gobierno de la Nación
reivindicando un lote de terreno ubicado en esta Capital,
contra el fallo de la Cámara Federal de Apelación de la
Capital que desestimó la demanda; y
Considerando:
Que el señor Ferrari invoca su calidad de adquirente —
como comprador o cesionario— de don Guillermo
Lottermoser, quien, a su vez, adquirió el bien cuestionado
del Gobierno Nacional, según resultan ambas operaciones
jurídicas de las escrituras públicas que corren agregadas a
fs. 25 y 31, respectivamente; el Gobierno se apoderó de
dicho bien reincorporándolo al dominio nacional por
incumplimiento, por parte de Lottermoser, de su obligación
de pago de las dos últimas cuotas en que se dividió el
precio y por no haber tenido posesión el comprador.
(Expediente administrativo, Ministerio de Hacienda, División
segunda, año 1905, "Contaduría General solicita
antecedentes a fin de saber si el señor Guillermo
Lottermoser tomó posesión del terreno que adquirió en el
Puerto de la Capital (Lote 12, Manzana M), etc.", fs. 25). El
fallo recurrido, que hace suyos los fundamentos del de
primera instancia, expresa que en efecto, la Nación no hizo
tradición a Lottermoser; que la escritura de éste a Ferrari no
es título suficiente para trasmitirle el dominio de la cosa
litigada; que éste no ha justificado posesión legítima desde
1897 hasta 1908: que cualquiera sea la calificación del
contrato Lottermoser-Ferrari, el inmueble a que él se refiere
no está individualizado; que al actor podrá corresponderle
una acción personal contra su cedente pero no la real que
ejercita contra el Gobierno. (fs. 104 y 124).
Que Ferrari actúa con un título que él llama de cesión de
derechos y acciones al terreno comprado por Lottermoser al
Gobierno y que éste califica de simple promesa de venta o
cesión, por lo que es indispensable decidir el punto como
premiso de la conclusión final en el pleito. La escritura de fs.
31 dice que, don Guillermo Lottermoser, con el fin de
resolver su crítica situación comercial "convino con el señor
José Orlando Ferrari en venderle todas las mercaderías y
activos que constituían su casa de comercio en el ramo de
pinturería y ferretería, también varios lotes de terreno
situados en el pueblo de Miramar, partido de General
Alvarado, Provincia de Buenos Aires y un terreno de los
ganados al río por las obras del Puerto de la Capital,
debiendo el comprador cargar con todos los gravámenes,
etc.", y más adelante, agrega: "Se advierte que en el precio
que se establece en la presente va comprendido también el
valor que se asignó a los terrenos situados en Miramar y en
el Puerto de la Capital, siempre entendido que el comprador
carga con el gravamen y todas las demás obligaciones que
reconocen a favor del fisco y cuyas escrituras de venta o
cesión de derechos otorgará ante los funcionarios de la
jurisdicción respectiva" y, por fin, agrega "Que transfiere al
señor Ferrari todos sus derechos de propiedad y dominio
que a lo enajenado tenía por medio de esta escritura, en
cuyo traslado consiente". ¿De qué contrato es instrumento
formal la dicha escritura respecto del inmueble
reivindicado?
Que no lo es, como pretende la demanda, de una cesión
de derechos y acciones o de compra-venta porque no se
hacen referencias de bastante claridad y precisión para
individualizar el bien y además, categóricamente se dice
que en el futuro se otorgará la pertinente "escritura de venta
o cesión de derechos". Si las mismas partes otorgantes
convienen en que, en otro acto por separado darán la forma
de ley a un acuerdo de voluntades, quiere decir que el
contrato no se perfeccionó antes de cumplirse este
requisito.
Que aun con el más amplio criterio en la interpretación de
los actos jurídicos, tal como ha procedido esta Corte
siempre y en particular en casos similares que la actora
menciona. (Fallos, tomo 46, pág. 372; tomo 59, pág. 324;
tomo 108, pág. 344), es indudable que tal interpretación no
procede cuando las palabras de los contratantes son claras
y conformes con las exigencias legales respectivas.
Que tenidas en cuenta las precedentes consideraciones,
debe considerarse a la escritura pública de fs. 31, como una
promesa de venta o cesión de derechos que sólo da una
acción personal al acreedor Ferrari contra el deudor
Lottermoser; y así lo habrá entendido, sin duda, el actor
cuando inició y siguió hasta su terminación el juicio por
escrituración que menciona en el expediente administrativo,
Ministerio de Hacienda, N° 1114, letra F, fs. 2, porque si era
título bastante como cesión la de fs. 31, ningún objeto podía
tener un duplicado.
Que, en tales términos, carece de eficacia legal, a los
efectos de la acción instaurada, la prueba sobre posesión
del señor Ferrari respecto del bien que reivindica porque
carece del título que integra la condición de propietario
(art. 2609), indispensable, según la doctrina y la letra de
los arts. 2602 y 2758 del Código Civil, para reivindicar. La
sola posesión, aunque en debida forma la haya podido
acreditar el actor con los testimonios de Codina, Guiot,
Genovese, Quiróz, Durán, Cartosio, Sardou, Rodríguez,
O'Connor, Gouchon y cédula municipal de fs. 83, podrá
fundar acciones posesorias (Libro III, Cap. III del Código
Civil), pero no la reivindicatoria.
En su mérito, se confirma en todas sus partes la sentencia
recurrida con las costas en el orden causado. Hágase
saber, devuélvanse los autos y repóngase el papel en
primera instancia. — J. Figueroa Alcorta. — Roberto
Repetto. — R. Guido Lavalle. — Antonio Sagarna.

CSJN, 7/8/1935, "Sociedad Anónima Puerto del Rosario


c. el Gobierno Nacional, s/constitución de Tribunal
Arbitral", JA, 51-389. Fallo in extenso
Sentencia de Primera Instancia
Buenos Aires, Octubre 31 de 1933.
Y Vistos:
Los promovidos por la Sociedad Anónima del Puerto del
Rosario contra la Nación, sobre constitución del tribunal
arbitral.
Y Considerando:
1° Que la actora manifiesta en su demanda de fs. 10 que
conforme al art. 3° de la ley 3885 y art. 40 del contrato de
concesión, se acordó que las tarifas a regir en el puerto del
Rosario serían revisadas cada quinquenio por acuerdo
entre la empresa el P.E. Alude al decreto del P.E. fecha
Mayo 2 de 1928, aceptado por ella; a los de Febrero 16 y
21 de 1929, revocados por el de Agosto 13 de 1931, en
cumplimiento del cual, presentó la actora su nota fecha 22
del mismo, señalando las tarifas que debían regir y a raíz
de ésto, el P.E. designó una comisión para que examinase
esa propuesta y con el informe de aquélla, dictó el P.E. el
decreto de Abril 24 de 1933 en el que se considera
autorizado para prescindir del acuerdo legal y contractual
de la empresa y establece las tarifas que han de regir
desde 15 de Mayo de 1933 en adelante.
Agrega la actora que verificó un reclamo ante el P.E. el 5
de Mayo de 1933, pidiendo la constitución del tribunal
arbitral previsto en el art. 74 del contrato y por decreto fecha
12 del citado, no hizo lugar el P.E. a dicha constitución, por
lo cual acude al Juzgado demandando la formación de ese
tribunal arbitral.
Expresa que debe aplicarse el referido art. 74, según lo
tiene declarado la jurisprudencia de la Corte Suprema que
transcribe, a lo que se niega el P.E. sosteniendo la
improcedencia del arbitraje en razón de que la actora
propuso para el Puerto del Rosario las mismas tarifas del
de la Capital invocando al afecto como fundamento, el art.
12 de la constitución; añade que si bien mencionó esa regla
en su nota fecha Agosto 22 de 1931, lo hizo refiriéndose a
las tarifas generales, pues en cuanto a las especiales
formuló otras reflexiones, no siendo entonces exacto que
haya fundado su propuesta de nuevas tarifas en el art. 12
de la Constitución y si lo invocó para las generales, esto no
constituye su exclusivo fundamento.
Insiste en que sea cual fuere los fundamentos de su
propuesta, el P.E. no está facultado para desechar la
cláusula 74 del contrato y arrogarse el derecho de
establecer las tarifas sin el necesario acuerdo de partes.
Advierte que se ha producido la divergencia prevista en el
contrato para ser dirimida por árbitros y si tal no fuese la
solución justa, las disposiciones de aquél art. 74 y las del
art. 13 de la ley 3885, habrían sido borradas.
Termina solicitando se declare que la Nación está obligada
a concurrir a formar un tribunal arbitral para que decida
cuales han de ser las tarifas que han de regir durante un
quinquenio en el puerto del Rosario, con costas.
Contesta la demanda el señor Procurador del Tesoro a
fs. 55 calificando de inexacta e incompleta la relación de
antecedentes que aquélla contiene y niega que la cuestión
promovida, corresponda por su naturaleza ser sometida a
decisión de árbitros que prevé el art. 74 del contrato
existente entre partes.
Manifiesta que llegada la oportunidad de la revisión de las
tarifas, contemplada en el art. 3°, ley 3885 y art. 40 del
contrato, para el quinquenio 1932/37, la actora presentó su
nota fecha Agosto 22 de 1931 proponiendo para las
generales, las mismas tarifas que las leyes han establecido
para el puerto de la Capital, fundada en el art. 12 de la
Constitución, fallos de la Corte y laudo de 1927 y para las
especiales, las del contrato con el 50 % de aumento. El P.E.
requirió informe a una comisión especial, la que aconsejó
prescindir de la igualdad de tarifas del puerto del Rosario y
Capital pretendida por la actora en base a su interpretación
del art. 12 de la Constitución, aconsejando otras justas y
razonables; se dió vista a la actora, quien mediante un
extenso escrito fecha Octubre 31 de 1932 —n o aludido en
la demanda— insistió en lo dicho en Agosto 22 de 1931,
extendiendo la invocación constitucional a las tarifas
especiales.
En esta situación, el P.E. frente a la divergencia fundada
por la actora en la invocación categórica del art. 12 de la
Constitución y por la suya de que las tarifas tienen en la ley
y en el contrato un régimen independiente, al que no se
opone aquel artículo, dictó el decreto de Abril 24 de 1933
que significa la exteriorización material del desacuerdo; la
actora solicitó su suspensión y pidió el arbitraje y el P.E. por
decreto de Mayo 12 de 1933 se negó a ello, por considerar
que en razón de que los fundamentos de la divergencia
involucra la interpretación de una cláusula constitucional, no
compete a árbitros la solución.
Desarrolla minuciosa y largamente esta tesis el señor
Procurador del Tesoro y afirma que no corresponde el
arbitraje por no tratarse de un asunto sobre la ejecución o
interpretación del contrato que es lo que establece su art.
74, advirtiendo también que la jurisprudencia federal
excluye del arbitraje las cuestiones que son esencialmente
de derecho como ocurre en el caso presente.
Concluye el representante de la Nación diciendo que ésta
no pretende prescindir de la fijación de las tarifas por el
acuerdo estipulado, pues se encuentra frente a una ley y a
un contrato que deben ser cumplidos porque tienen la
presunción implícita de constitucionalidad y nada obsta a
que una vez dilucidada por la jurisdicción que corresponde
esta cuestión previa, la sociedad actora pueda presentar al
acuerdo su propuesta de tarifas fundada y relacionada con
las necesidades de la explotación y que a falta de
coincidencia sobre las mismas con el P.E. sean sometidas
entonces a árbitros arbitradores previstos en el contrato,
pero libre ya la divergencia de la cuestión ahora previa que
incide sobre la validez misma de la ley y del contrato.
En su virtud pide se rechace la demanda, declarándose
que la cuestión suscitada entre partes no corresponde ser
sometida a árbitros arbitradores, con costas.
2° Que al resolver esta causa, tiene presente el suscripto
que el art. 3° de la ley 3885 establece que las tarifas que
regirán para la explotación del puerto del Rosario no serán
mayores que las que fije el P.E. en el pliego de condiciones
y estarán sujetas a revisión cada cinco años, de acuerdo
entre a empresa y el P.E.
Vencido un quinquenio de vigencia de tarifas en Mayo 2 de
1928, la empresa se dirigió al P.E. diciendo: "De acuerdo
con lo dispuesto en el art. 12 de la Constitución, las
interpretaciones que en diversos casos ha dado la Suprema
Corte de la Nación aplicando dicho artículo, y lo resuelto por
el tribunal arbitral, sobre aplicación de aumentos al puerto
del Rosario, vengo a pedir a V.E. se sirva disponer que las
tarifas vigentes en el puerto del Rosario sean las mismas
que rijan en el de la Capital de la República —p ara
servicios iguales—", y el P.E. dictó el decreto de mayo 5 de
1928 facultando a la empresa para seguir cobrando los
servicios que preste con arreglo a las tarifas a que se
refieren los decretos de julio 3 de 1918 facultando a la
empresa para seguir cobrando los servicios que preste con
arreglo a las tarifas a que se refieren los decretos de julio 3
de 1918 y abril 14 de 1924, hasta tanto se fijen las que
deben regir en lo sucesivo.
Posteriormente, el P.E. por decreto de febrero 21 de 1929,
resolvió notificar a la empresa que las tarifas a regir durante
el quinquenio 1928/33 debían ser las establecidas por el
decreto de mayo 5 de 1911 y ante un reclamo de la
empresa fecha febrero 26 de 1929 y después de diversa
tramitación, decidió el Poder Ejecutivo provisional por
decreto de agosto 13 de 1931 derogar los decretos de
febrero 16 y 21 de 1929, declarando vigentes y de legítima
aplicación desde esas dos fechas las tarifas autorizadas por
el decreto 13 de 1931, la empresa presentó al P.E. su nota
expediente 8136 S. 1931 en la que daba por reproducido su
aludido escrito fecha mayo 2 de 1928 proponiendo tarifas.
El señor Ministro de Hacienda del Poder Ejecutivo
Provisional designó a raíz de aquella nota, una comisión
para que informara al respecto a lo que la empresa
proponía y una vez que se expidió aquella comisión,
resolvió el señor Ministro de Hacienda con fecha
septiembre 2 de 1932 solicitar dictamen al señor Procurador
General de la Nación este alto funcionario expresó en su
dictámen que la cuestión sometida a su estudio consistía en
resolver sobre la inaplicabilidad de las tarifas del puerto de
la Capital al del Rosario como lo sostenía la recordada
comisión, o si correspondía la vigencia de aquéllas como lo
alegaba la empresa invocando el art. 12 de la Constitución,
y en mérito de las reflexiones vertidas en ese dictámen,
concluía el señor Procurador General pronunciándose
sobre la uniformidad de las tarifas, atento lo dispuesto en
aquel precepto constitucional.
Dictaminó a su vez el señor Procurador del Tesoro y luego
de correrse vista a la empresa, presentó ésta, con fecha
octubre 21 de 1932, un extenso escrito al Ministro de
Hacienda, en el que se advierte entre numerosas razones,
una que se vincula estrechamente con el art. 12 de la
Constitución, con el propósito de fundar el pedido de que se
aprueben como tarifas especiales y generales durante el
próximo quinquenio para el puerto del Rosario, las que
rigen para el de la Capital.
Por último, como el P.E. mediante decreto fecha abril 24
de 1933 ha resuelto que desde mayo 18 ppdo. rigan las
tarifas que indica, la empresa interpone su demanda de
constitución de tribunal arbitral por entender que se trata de
un caso contemplado en el art. 74 del contrato.
La discordia de puntos de vista sobrevenida entre ambas
partes, debe solucionarse en forma categórica y definitiva, a
fines de saber concretamente cuáles serán las tarifas que
corresponde aplicar en el puerto del Rosario.
Según el P.E., "el contrato celebrado entre el Gobierno y la
empresa, con arreglo a la ley 3885, establece que las tarifas
serán sujetas a revisación cada cinco años, de acuerdo
entre la empresa y el P.E. (art. 40); y podrán ser
prudentemente aumentadas en cualquier época a fin de
disminuir en lo posible los déficits anuales que pudieran
resultar si el producido bruto del puerto no alcanzare a
cubrir los gastos de explotación, etc. (art. 63)"; y "las
disposiciones de la ley y del contrato demuestran sin lugar a
dudas, que las tarifas del puerto del Rosario deben ser
fijadas en forma que el producto de las mismas permita
cubrir las necesidades económicofinancieras del puerto" y
"no sólo no existe en el contrato ninguna disposición que
haga mención del art. 12 de la Constitución, ni relación
alguna a las tarifas existentes en otros puertos de la
República, en cuanto ellas deben guardar relación de
igualdad, sino que, por el contrario, el art. 50, autoriza a la
empresa para disminuir como le parezca las tarifas que
anteceden..." y en base a ella, sostiene tienen un régimen
propio caracterizado por su mutabilidad y que ese régimen
especial no contraría el precepto constitucional
mencionado, es evidente que la disidencia entre las partes,
exigirá para ser resuelta, relacionar la ley y el contrato
emergentes de ella, a la regla establecida por el art. 12 de
la Constitución" (ver decretos del P.E. fechas abril 24 y
mayo de 1933).
La empresa ha sostenido reiteradamente su criterio de
vigencia de las tarifas del puerto de la Capital para el del
Rosario, fundándose en el art. 12 de la Constitución, en
efecto: la empresa no se ha concretado a "recordar a su
copartícipe", o a verificar "una insinuación", como expresa a
fs. 73 vta., 74 y vta.: la empresa al dirigirse al P.E., según
transcripción hecha a fs. 74 vta., dice "...las tarifas que la
comisión aconseja —l as de 1911— importan prácticamente
decretar el déficit previsto en el art. 63 y todas sus
consecuencias. De modo que, ya sea por esto, ya porque la
regla del referido art. 12 es de aplicación al caso, —
c ircunstancia abonada por la alta autoridad de los ex
procuradores generales de la Nación, por los jurisconsultos,
por el actual Procurador General, por el ex Procurador del
Tesoro (cuyos nombres dá)— estimamos que el actual
régimen de tarifas debe ser mantenido". Y a fs. 68 vta., dice
también la empresa actora al ocuparse del dictámen emitido
por el señor Procurador General de la Nación, doctor
Rodríguez Larreta, en septiembre de 1932: "la relación de
este dictámen en la cuestión en debate, aparece indudable:
la opinión del Procurador de la Corte es precisa y
terminante; al acordar las tarifas del puerto, debe tenerse
en cuenta y aplicarse el art. 12 de la Constitución". Véase
asimismo, el escrito ya citado, fecha octubre 31 de 1932
presentado por el señor representante de la actora al P.E.
exp. agr. 7337 R. 1932, en el cual se formulan extensas
consideraciones acerca de los antecedentes históricos de
los derechos diferenciales, vinculados con el art. 12 de la
Constitución, de indudable aplicación al caso según la
actora, y véase sus escritos también antes mencionados de
mayo 2 de 1928 y agosto 22 de 1931.
A juicio del suscrito, la diferencia de criterios de ambas
partes, debe ser resuelta inexcusablemente por la justicia
federal, y militan poderosas razones de toda índole para
ello; es menester apreciar en primer término si el art. 12 de
la Constitución abona la tesis de la actora, en cuyo caso se
habrían zanjado de una vez por todas, las cuestiones de
fijación de tarifas, pues la justicia federal habría
pronunciado en definitiva la decisión pertinente e
irrevocable, y si la decisión fuera en sentido de que ese
artículo no se opone a que las tarifas del puerto del Rosario
sean distintas del de la Capital, en virtud de lo establecido
en la ley 3885 y en el contrato, no habría inconveniente
alguno en la formación del tribunal de árbitros arbitradores
para que fijase las que deben regir, toda vez que no existe
acuerdo de partes.
Para resolver aquella cuestión de puro derecho y
evidentemente, de previo y especial pronunciamiento, no
hay necesidad, ni motivo, de encomendarles a árbitros
arbitradores amigables componedores, que podrían ser
acaso los mejores jurisconsultos de la República, y sin
embargo, carecerían de la investidura judicial
indispensable, única, exclusiva y excluyente que deben
tener las personas cuya misión es la de juzgar los casos
regidos en primer término por la Constitución, luego por las
leyes y después por los contratos, en los que la Nación
puede ser parte.
"Corresponde a la Corte Suprema y a los tribunales
inferiores a la Nación, el conocimiento y decisión de todas
las causas que versen sobre puntos regidos por la
Constitución..." y "de los asuntos en que la Nación sea
parte..." dice el art. 100 de nuestra Carta Fundamental.
Ambas partes muéstranse conformes en que el art. 12 de
la Constitución está en juego en primer y preferente puesto
en este pleito, y no hay recurso de dialéctica capaz de
modificar el preciso punto de discusión.
No se trata de un asunto, en el que la empresa haya
propuesto la vigencia de las tarifas a, y que el P.E. haya
sostenido la vigencia de las tarifas b; en este asunto, la
actora ha sostenido categórica y positivamente la aplicación
de las tarifas del puerto de la Capital al del Rosario,
invocando, citando y fundándose en el art. 12 de la
Constitución, mientras que el P.E. ha sostenido la
aplicación de las tarifas que consideró justas y razonables,
de acuerdo con las modalidades del puerto del Rosario,
conclusiones del informe de la comisión designada,
preceptos de la ley 3885 y estipulaciones del contrato.
Es pues, un asunto regido preferentemente por la
Constitución Nacional el que está en tela de discusión, y de
conformidad con lo dispuesto en el art. 100 de aquélla,
corresponde ser resuelto por el Poder Judicial de la Nación,
por lo tanto, cabe traer a cuenta en esta oportunidad, la cita
que hace precisamente la empresa actora a fs. 75 vta., del
fallo de la Corte Suprema contenido en el tomo 96, página
347, y corresponde poner bien de relieve, que "la entraña
del litigio" como dice aquella parte, en la misma foja, es un
punto regido por la Constitución de un modo especial, y por
consiguiente ajeno en absoluto a la jurisdicción arbitral.
Examinando serenamente el caso, se echa de ver, que en
rigor de verdad, no se está en presencia de "dificultades
entre la empresa y el Superior Gobierno sobre la ejecución
o interpretación del presente contrato" según lo dice su art.
74, sino que se está frente a un grave problema referente a
la aplicación del art. 12 de la Constitución a las relaciones
existentes entre la actora y el P.E. y según sea su
resolución, podría llegarse a eliminar definitivamente estas
cuestiones constantemente renovadas sobre la vigencia de
tarifas, en cuyas cuestiones el P.E. según los años, ha
exteriorizado distintos criterios, como se desprende de los
decretos de fechas mayo 5 de 1911, mayo 2 de 1918, abril
14 de 1924, mayo 5 de 1928, febrero 21 de 1929 y agosto
13 de 1931, hasta llegar al de abril 24 de 1933 en el que
define claramente el pensamiento del P.E. completándolo
con los de mayo 12 y 19 de 1933, como asimismo en
dichas cuestiones la empresa ha sostenido el imperio del
art. 12 de la Constitución y a la par, la "aplicación conjunta y
armónica" "de la ley 3885 y del contrato" fs. 83.
La justicia federal decidirá entonces, si el art. 12 de la
Constitución rige o no en este asunto; si lo primero, quedan
radicalmente terminadas todas las diferencias sobre tarifas
entre ambas partes y "sería absolutamente superfluo
discutir sobre el monto de las tarifas observando el régimen
de la ley y del contrato, ya que la cuestión sería resuelta por
la simple aplicación de la de Buenos Aires al puerto del
Rosario", como acertadamente lo expone el representante
de la Nación a fs. 93 vta.; si lo segundo, la formación del
tribunal arbitral solicitado por la actora y aceptado por el
P.E., en esta forma, sería cosa de fácil realización.
La claridad del caso, excusa de acudir a la doctrina de
tratadistas o de verificar argumentos como los que alguna
vez han hecho altos funcionarios judiciales acerca de la
improcedencia de reemplazar con árbitros amigables
componedores a los jueces de la Nación en causas de su
exclusiva incumbencia. Bastará traer a cuenta las
disposiciones de los arts. 1°, 3° y 4° de la ley 27 y art. 2 de
la ley 48 para afirmar la conclusión a que llega esta
sentencia.
Por las consideraciones que proceden, fallo: rechazando la
demanda instaurada por la sociedad anónima del Puerto del
Rosario contra la Nación sobre constitución de tribunal
arbitral para que decida cuáles han de ser las tarifas que
han de regir durante un quinquenio en el puerto del Rosario,
y declaro que por tratar este litigio de un punto regido
especialmente por la Constitución Nacional, no corresponde
ser sometido a árbitros, sino al Poder Judicial de la Nación
de conformidad con lo dispuesto en el art. 100 de esa
Constitución. Costas por su orden, atenta la naturaleza de
la causa. Notifíquese, repóngase el sellado y
oportunamente archívese, previa devolución de los
expedientes administrativos agregados, a su
procedencia. — Saúl M. Escobar. (Secretaría: Alfredo A.
Lahitte).
Sentencia de la Cámara Federal
Buenos Aires, Agosto 20 de 1934.
Autos y Vistos: Considerando:
De conformidad con lo resuelto por este Tribunal con fecha
29 de diciembre de 1932 en el juicio seguido por Unión de
Fabricantes de Tejidos de Yute de España contra la Nación,
sobre la constitución de tribunal arbitral, y por sus
fundamentos, se confirma la sentencia apelada, sin costas,
atenta la naturaleza de la cuestión planteada. — J. A.
González Calderón. — Carlos del Campillo. — R. Villar
Palacio. — Ezequiel S. de Osalo. — N. González Iramdin.
Dictamen del Procurador General
Suprema Corte:
En la presente causa se ha interpuesto recurso ordinario
de apelación, a mérito de lo que dispone el art. 3°, inc. 1°,
de la ley 4055, por tratarse de una demanda contra la
Nación, y también el recurso extraordinario que autoriza
el art. 14 de la ley 48, por haberse invocado un derecho
fundado en lo que prescriben el art. 13 de la ley 3885 y el
art. 74 del contrato de construcción del puerto del Rosario,
siendo la decisión recaída contraria al derecho amparado
en dichos artículos.
La demanda instaurada por la empresa Puerto del Rosario
contra el Gobierno Nacional persigue la formación de un
tribunal arbitral, a efecto de dirimir las divergencias
suscitadas con respecto a la aplicación de las tarifas que
deben regir en dicho puerto, habiéndose suscitado una
desinteligencia acerca de la procedencia del arbitraje, en
razón de sostener la empresa actora que corresponde
establecer las mismas tarifas que rigen en el puerto de la
Capital, conforme a lo que dispone el art. 12 de la
Constitución.
El representante del Gobierno Nacional solicitó el rechazo
de la demanda, en atención a que la cuestión suscitada no
está comprendida dentro de las que deben ser sometidas a
la decisión de árbitros arbitradores.
El art. 74 del contrato de concesión, aprobado por la ley
3885, dispone que en caso de dificultades entre la empresa
y el Gobierno sobre la ejecución e interpretación del
contrato, serán sometidas, como único Juez a un tribunal
arbitral. Los términos de esta disposición legal indican
claramente que la jurisdicción especial pactada lo era a
efecto de decidir lo relativo a la ejecución e interpretación
del contrato. Por consiguiente, suscitada una cuestión
extraña a la ejecución e interpretación del contrato, la
improcedencia de la jurisdicción arbitral es evidente y
justifica la oposición planteada por una de las partes
contratantes.
Aún cuando en el escrito de demanda se invocan el art. 74
del contrato de 16 de Octubre de 1902 y el art. 13 de la ley
3885, para sostener que el Gobierno está obligado a
concurrir a la formación del tribunal arbitral a fin de que
decida cuáles han de ser las tarifas que regirán en el puerto
del Rosario, en el curso del litigio la actora ha afirmado
repetidamente que corresponde aplicar las del puerto de la
Capital, con sujeción al art. 12 de la Constitución,
recordando que esas tarifas son las adoptadas para el
puerto del Rosario, por decreto de 14 de Abril de 1924 y
que esa equiparación ha existido desde el comienzo de la
concesión, cumpliéndose el propósito del Gobierno de
mantener a este último puerto en las mismas condiciones
de tarifas que a los demás de la República. No es dudoso
que esta alegación aparte la cuestión relativa a la fijación de
tarifas, de las normas prescriptas a ese respecto en el
contrato de concesión. En este contrato se organizó el
régimen de tarifas en base a acuerdos a que deban llegar
las partes contratantes y para salvar las desinteligencias
que se produjeran se convino que serían sometidas a un
tribunal arbitral, de suerte que, descartado el acuerdo de
partes para establecer las tarifas porque éstas debían ser
las del puerto de la Capital, desaparece la necesidad de
formar el mencionado tribunal.
No es posible armonizar la invocación de una cláusula
contractual que señala un procedimiento para la fijación de
tarifas, con la pretensión de que esas tarifas están fijadas
de antemano. Si se constituyera el tribunal arbitral y se le
planteara el punto relativo a la equiparación de las tarifas de
todos los puertos de la República, tendría que declarar su
incompetencia para resolver ese punto, que se halla fuera
de lo que es de su resorte, o sea, la interpretación y
aplicación del contrato. Siendo así, no se descubre cuál es
el fin práctico de la formación de un tribunal arbitral que no
estará inhabilitado para decidir lo que se someta a su
examen.
La actora arguye que de lo que se trata es de fijar las
tarifas del puerto del Rosario y que esto debe hacerse como
lo manda el contrato de concesión, pero este argumento se
destruye con la pretensión de que las tarifas se establezcan
por imperio de un precepto constitucional, porque, en tal
caso, la fijación de tarifas no surgirá del procedimiento
señalado en el contrato.
No puede decirse que sea extemporánea la oposición del
Gobierno y que la cuestión sobre incompetencia del tribunal
arbitral debió plantearse ante este mismo tribunal, porque
dentro del mecanismo del arbitraje es previa la
determinación, en el compromiso, de las cuestiones sobre
que debe versar el fallo. Esas cuestiones derivan de las
divergencias que han producido el desacuerdo, de suerte
que de antemano debe resolverse si esas divergencias, por
su naturaleza, corresponden a la jurisdicción de los árbitros,
y en caso contrario, carece de finalidad la formación del
tribunal. Es evidente que si el Gobierno no hubiera
formulado oposición el tribunal arbitral habría sido llamado a
decidir las divergencias planteadas en las gestiones
administrativas, y de esa manera se hubiese avocado el
conocimiento de una cuestión ajena a su jurisdicción.
La invocación de la sentencia de V.E. dictada en un juicio
ventilado entre las mismas partes, en el que también se
reclamaba la formación de un tribunal arbitral (Fallos: tomo
146, pág. 387), no puede servir en el presente litigio, por
cuanto en el caso anterior la decisión de V.E. se fundó en
que las divergencias producidas entre el Poder Ejecutivo y
la empresa concesionaria versaban sobre cuestiones
regidas directamente por el contrato, por lo que dicho Poder
debía someterse a las estipulaciones convenidas, sin que le
fuera permitido invocar su carácter de entidad política y su
facultad de percibir los impuestos, dado que esta función
había sido llevada, mediante estipulaciones no impugnadas
en cuanto a su validez, a la esfera de las relaciones del
derecho privado. Como se vé, esa argumentación carece
de aplicación en el caso "sub judice", en el cual la defensa
aducida por el Gobierno radica en que la materia del pleito
es ajena al contrato, y por consiguiente, se halla fuera de la
interpretación que a éste puede darle una sentencia arbitral.
Por lo expuesto y consideraciones concordantes de la
sentencia de primera instancia, pido a V.E. se sirva
confirmar la sentencia apelada.
Buenos Aires, Noviembre 7 de 1934.
— Horacio L. Larreta.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, Agosto 7 de 1935.
Y Vistos:
Los recursos de apelación ordinario y extraordinario
deducidos por la sociedad anónima del Puerto del Rosario
contra la sentencia de la Cámara Federal de fs. 158, en
que, confirmando en todas sus partes la del Juez Federal
de fs. 106, desestima la demanda entablada por dicha
sociedad contra el Gobierno de la Nación para que se le
obligue a concurrir a la constitución del tribunal arbitral que
prescribe el art. 74 del contrato de concesión de fecha 18
de Enero de 1902, y
Considerando:
1° Que tratándose de una demanda contra la Nación,
corresponde para ante esta Corte el recurso de apelación
ordinario conforme a lo dispuesto por el art. 3° inc. 1° de
la ley N° 4055 y así se declara.
2° Que, según consta en el escrito de fs. 10, la sociedad
anónima del Puerto del Rosario demanda a la Nación
pidiendo la constitución del tribunal arbitral para fijar las
tarifas que han de regir entre 1932 y 1937, por no haberse
podido poner de acuerdo con ésta y sostiene la aplicación
del art. 74 del contrato que dice: "En caso de dificultades
entre la empresa y el Superior Gobierno sobre la ejecución
e interpretación del presente contrato, estas serán
sometidas como único juez a un tribunal arbitral, formado
por tres miembros, de los cuales uno será nombrado por el
Superior Gobierno, el otro por la empresa y el tercero por
los dos primeros en las tres semanas que seguirán a su
designación".
3° Que han surgido dificultades en la ejecución e
interpretación del contrato, parece cierto, desde que, como
consta de autos, debiendo ponerse de acuerdo Gobierno y
empresa para fijar las tarifas que regirían en el quinquenio
de referencia, de acuerdo con las previsiones del art. 3°,
inc. 2° de la ley 3885 y art. 40 del contrato, no pudieron
llegar a una solución que consultara la voluntad de ambos.
En efecto, la empresa, en cumplimiento del decreto del 13
de Agosto de 1931, presentó al P.E. Nacional, el 22 del
mismo mes, una propuesta por la cual debían prorrogarse
las tarifas, tanto generales como especiales, autorizadas
por el acuerdo del 5 de Mayo de 1928; es decir, que en
lugar de proyectar nuevas tarifas, proponía las mismas en
vigor, y se fundaba, respecto a las generales, en que no
podían ser otras que las que regían en el puerto de la
Capital de la República por imperio del art. 12 de
la Constitución Nacional y en cuanto a las especiales,
porque en el decreto del 3 de Julio de 1918, se declaró ya
que eran equitativas, y que si en esa época lo eran, con
mayor razón tienen que serlo en la presente "cuando los
jornales han aumentado considerablemente y el poder
adquisitivo de la moneda ha bajado con un índice que no se
puede determinar por el momento" (véase fs. 13 vt5a.). La
demandante afirmaba en nota del 20 de Abril de 1933 "que
el producido de las actuales tarifas, liquidado en la forma
contractual, apenas cubre las obligaciones contraídas por el
Gobierno con la sociedad. Es esta una cuestión de números
y no de disertaciones legales o constitucionales" y agregaba
"las tarifas de 1911 que la comisión aconseja, importan
prácticamente decretar el déficit previsto en el art. 63 con
todas sus consecuencias". Por su parte, el P.E. nombró una
comisión de funcionarios para que estudiara las propuestas
y oído su dictamen resolvió poner en vigencia las tarifas de
1911, desechando de hecho aquellas y dictando un decreto
que manda hacerlas respetar de inmediato, no obstante la
oposición de la empresa (decreto del 24 de Abril de 1933).
La discrepancia o dificultad quedó así planteada, sin que el
pedido de reconsideración que la concesionaria presentara
el 5 de Mayo subsiguiente, hubiese modificado la situación,
desde que el P.E. en decreto del 12 del mismo mes
mantenía en todas las partes el del 24 de Abril (copias de
fs. 7 y 8).
Así fué que en esa presentación la empresa sostuvo que
se había producido un caso de los previstos en el art. 74
transcripto, y pidió la formación del tribunal arbitral. El P.E.
negó su procedencia, fundado en que, habiendo ella
invocado el art. 12 de la Constitución en apoyo de las tarifas
propuestas, la interpretación de esa cláusula, por razón de
la materia, no es del resorte de un tribunal de árbitros
arbitradores sino de los jueces de la ley (decreto citado del
12 de mayo).
4° Que creada la situación expuesta, la empresa presentó
la demanda de fs. 10 en que exige la constitución del
tribunal arbitral, fundándose en los antecedentes
anteriormente relacionados. El Gobierno al contestarla a
fs. 55, insiste en negar la procedencia del arbitraje,
sosteniendo que la empresa hace descansar el
mantenimiento de las tarifas que estuvieron en vigencia
única y exclusivamente en la aplicación del art. 12 de la
Constitución, el que no puede ser interpretado sino por los
jueces de la ley. Aduce, además, el argumento de que, si
prevaleciera la interpretación del art. 12 que la actora
invoca, quedaría de hecho anulado e invalidado el contrato
de concesión de 1902, porque, teniendo éste su régimen
propio, a base de la movilidad de las tarifas, calculadas
para llenar las exigencias financieras del mismo, sería
incompatible con el sistema de tarifas igualadas siempre en
su monto con las que se cobran en el puerto de la Capital
de la República. Que el dilema es ineludible: o subsiste el
contrato y la ley N° 3885 que le dió origen, con su sistema
tarifario propio e independiente, o es anulado para
sustituirlo por la aplicación del art. 12, que consiste
simplemente en adoptar las tarifas del puerto de Buenos
Aires, lo que implicaría declarar el contrato y la ley como
repugnantes a la Constitución Nacional; declaración que
solamente podría hacerla la justicia nacional de acuerdo al
art. 100 de la Constitución.
Por su parte, la empresa hace la salvedad de que el art. 12
tantas veces citado, no es la única razón que sustenta su
propuesta, sino que median otras consideraciones de
carácter financiero y contractual que invoca en la demanda
y que invocó en el trámite administrativo a su tiempo,
remitiéndose a lo anteriormente relacionado.
5° Que debiendo la sentencia pronunciarse de acuerdo con
los hechos articulados por una y otra parte en la demanda y
contestación, según un precepto elemental del
procedimiento, corresponde dar por establecido que existe
una divergencia fundamental en la ejecución del contrato y
que la propuesta de la empresa no tan solo está fundada en
el art. 12, sino en diversos otros motivos de que se hace
relación en la demanda, concordantes además con las
constancias del expediente administrativo agregado. Que la
caracterización del caso así planteado, no está desvirtuado
por hechos o circunstancias que la contraparte haya
probado o siquiera intentado probar; siendo, por otra parte
evidente, que la renovación de las tarifas debía comprender
las generales y las especiales y que respecto de esta
últimas la empresa invocó la suba considerable
experimentada desde 1911 de los costos de los servicios,
para fundar su mantenimiento.
6° Que la dilucidación de cualquier asunto civil o comercial
sometido a la justicia ordinaria, federal o arbitral, puede
suscitar la aplicación e interpretación de principios legales
contenidos en los códigos comunes o en la Constitución. El
contrato, la ley y la Constitución, en cuanto puedan tener
entre sí una vinculación más o menos directa, forman un
conjunto indivisible de preceptos que deben consultarse u
observarse en su integridad para llegar a la solución que se
busca, ya que no es posible interpretar el primero sin
referirlo a la ley, ni esta sin referirla a la constitución.
Aplicando aquélla con prescindencia de ésta podría llegarse
a conclusiones parciales, incompletas y tal vez
contradictorias. Supondría diluir la sentencia en varios y
sucesivos pronunciamientos, emanados acaso de
jurisdicciones diversas, según la naturaleza de las
alegaciones hechas, los que difícilmente podrían conciliarse
y concretarse en un fallo definitivo, malogrando así los
mejores propósitos de la justicia. No es, pues, posible ni
menos conveniente destruir la unidad propia del contenido
de una causa.
7° Que la divergencia o dificultad, materia de una causa
debe pues ser objeto de un solo proceso ante los jueces o
ante los árbitros, según sea su naturaleza, concretándosela
más por los hechos producidos que por las alegaciones de
derecho invocadas a su respecto.
El sometimiento integral de la cuestión consistiría en este
caso, en dejar librada al criterio del Juez de la causa la
fijación de las tarifas que deben regir para el quinquenio de
1932 a 1937. Es decir, sería el Juez quien aprobaría o
fijaría tarifas.
Basta enunciar en esta forma la materia a resolver, para
que el tribunal arbitral que prevé el art. 74 del contrato
aparezca en su misión propia y natural. No se puede
aceptar que, para fijar tarifas, se recurra a la justicia federal.
Huelga decir que la investigación del régimen de un
negocio, la complejidad propia de toda empresa, el examen
de su contabilidad, el cálculo de sus rentas, gastos y
posibles utilidades, el estudio del desarrollo que hubiese
tenido ella a través de treinta años de funcionamiento, su
parangón con otros de igual o semejante naturaleza, todos
estos tópicos, entre otros, cuyo dominio es previo y
necesario en tal misión, requieren conocimientos
especiales, larga experiencia y una dedicación que han de
encontrarse más fácilmente en los árbitros que en los
jueces de la ley.
No es, por otra parte, misión de un Juez de derecho fijar
tarifas. Por su naturaleza y en principio, es un acto de
administración que corresponde a funciones ejecutivas y,
en caso de contención o conflicto de derechos, a tribunales
arbitrales.
Por lo demás no se concibe cómo, dados los hechos
producidos, podría la empresa plantear ante la justicia
federal su caso para que ésta declarase si es o no aplicable
a las tarifas el art. 12 de la Constitución, haciendo de ello
una cuestión de previo pronunciamiento, como lo sostiene
su contraparte. El hecho de alegar el Gobierno la
inaplicabilidad de dicha cláusula, no constituye por sí solo
un agravio a los derechos de la empresa, capaz de fundar
una acción. Es tan sólo una tesis que puede sustentarse
con o sin éxito en la discusión de las tarifas, sin que ello
importe una lesión a los derechos de la otra parte. Sería un
pronunciamiento teórico y por lo mismo improcedente el
que se pretendería obtener.
Pero el agravio puede estar en que, discordes Gobierno y
empresa en las tarifas a fijar, aquél haya impuesto por la
fuerza las que él considera más convenientes y se niegue a
llevar la divergencia al tribunal creado para ello por una
estipulación del contrato, cuyas disposiciones son
obligatorias para las partes como la ley misma (art.
1197 del Código Civil), mientras no sean impugnadas de
nulidad y ésta no sea declarada por los jueces; contrato que
coloca a una y otra parte en un pie de igualdad, porque en
él la Nación ha procedido como persona jurídica y como tal
ha aceptado las obligaciones que del mismo emanan,
según lo ha declarado este Tribunal en una causa análoga
en la cual dijo: "Si bien es indudable que la percepción de
los impuestos y su conveniente distribución son funciones
que el Estado realiza en su carácter público, no lo es menos
que en el caso, tales atribuciones han sido llevadas,
mediante estipulaciones que no han sido impugnadas en
cuanto a su validez, a la esfera de las relaciones del
derecho privado, y que, en tales condiciones, no sería
posible admitir la facultad discrecional del Gobierno
contratante para interpretar sus propias convenciones,
porque ello importaría erigirlo en juez y parte a la vez, y
autorizarlo, implícitamente, para alterar las obligaciones del
contrato", Fallos: T. 146, pág. 373; T. 152, pág. 347; T. 128,
pág. 402; T. 133, pág. 61).
8° Que el representante del Fisco no ha desconocido en la
contestación de la demanda la validez de la cláusula del
contrato que prescribe el arbitraje. Por el contrario, la ha
reconocido expresamente, y su resistencia la funda tan solo
en que, estando en tela de juicio la interpretación del art. 12
de la Carta Fundamental, es improcedente por ahora su
constitución. Todo pronunciamiento sobre la validez o
legalidad de aquella cláusula, se hallaría pues, fuera de la
"litis contestatio".
9° Que se ha sostenido insistentemente que sí fuera
exacto que deba aplicarse a las tarifas el principio
igualatorio del art. 12 de la Constitución, la ley N° 3885, y el
contrato que en su cumplimiento se celebró, según los
cuales la explotación del puerto del Rosario tiene su
régimen y financiación propios, distintos de los otros
puertos de la República, quedarían de hecho anulados, al
resultar contradictorios con la aplicación de aquel principio
en la forma que se le pretende interpretar. En
consecuencia, la acción seria, en realidad, de
inconstitucionalidad de tales actos, siendo esta una razón
más en pro de la improcedencia del arbitraje, desde que
éste no puede tener jamás como objetivo la anulación de
actos de los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Desde luego, la acción instaurada por la empresa no lleva
tal propósito. Al contrario, la demanda pide expresamente el
cumplimiento de la ley N° 3885 y del contrato en todo lo que
se refiera a la fijación de tarifas, pues no cree que sean
inconpatibles con el principio que consagra el art. 12.
Ella ha aducido y sostenido que desde que comenzó la
explotación del puerto del Rosario se habían fijado iguales
tarifas a las que regían en el de Buenos Aires. El decreto
del 3 de Mayo de 1918 las equiparó en forma imperativa
diciendo que no había razón para que fueran diferentes y
disponiendo que cualquiera modificación que por ley
experimentaran las de este puerto, debía repercutir en las
de aquél durante el período para el cual se revisaron. Sólo
prescindiendo de los términos claros en que la demanda
está concebida, puede sostenerse con verdad que ella tiene
por objetivo atacar de inconstitucional la ley N° 3885.
10° El fallo de esta Corte Suprema, citado por la
demandada como precedente favorablew a su tesis,
"Gaceta del Foro", tomo 20, pág. 193, no contempla un
caso igual ni siquiera semejante al actual. Fué entre el
Fisco Nacional y la empresa del Dock Sud de Buenos Aires,
constructora del puerto. Se había establecido el arbitraje
para resolver las cuestiones que pudieran surgir "relativas a
la manera de cumplir las obligaciones que la ley de
concesión le imponía". La dificultad se suscitó por el cobro
de derechos de aduana de que la empresa se consideraba
exonerada, y ella pidió la formación del tribunal arbitral. La
Corte Suprema, dijo, que el arbitraje pactado según los
términos del contrato, era restringido; no entraban en él
todas las cuestiones que el contrato pudiera suscitar, y que,
tratándose de un caso que los términos de aquél no lo
comprenden claramente y que por su naturaleza es más
propio de los jueces del derecho, que de los árbitros
arbitradores, no debía hacer surgir esta jurisdicción de
excepción.
Tampoco es aplicable la del tomo 119, pág. 31 (Fallo Corte
Suprema) que recayó en el juicio Fisco Nacional "versus"
The Metropolitan Railway of Buenos Aires Limitada,
constructora de una línea férrea. El arbitraje se había
pactado para "las cuestiones o diferencias acerca del
cumplimiento de las obligaciones que este contrato
imponga" a las parte; pero había una cláusula por la cual se
reservaba el P.E. la facultad de declarar la caducidad de la
concesión por retardo en la ejecución. El P.E. decretó la
caducidad. La empresa pretendió que la cuestión se
sometiera al arbitraje. La Corte Suprema lo negó, en virtud
de aquella reserva.
En el caso actual no concurren las circunstancias
especiales que determinaron el sentido de tales
pronunciamientos. El arbitraje está convenido para "las
dificultades que surjan de la ejecución e interpretación del
contrato". Y si hay alguna que sea característicamente
propia de un tribunal arbitral de impropia de los jueces de
derecho, es la de fijar tarifas.
11° El art. 768 del Cód. de Procds. de la Capital, cuyas
disposiciones rigen supletoriamente en los procedimientos
federales, no excluye del arbitraje una cuestión en la cual
puede aplicarse un principio de derecho constitucional, o de
la cual pudiera surgir.
Los árbitros "juris" pueden resolver toda cuestión que se
les someta, no siendo de las exceptuadas por ley, sea de
puro derecho, sea de carácter mixto, o simplemente de
hecho. Y en la amplia dilucidación de las causas, pueden
tomar en consideración todas las razones que se aduzcan,
tanto legales como constitucionales. El hecho de que en el
curso de los debates aparezca una razón de orden
constitucional, invocada por una de las partes, no puede
tener el efecto de desplazar al tribunal arbitral. Por lo
menos, la ley no lo faculta.
Lo mismo puede decirse de los árbitros arbitradores. El art.
798 prescribe: "Pueden someterse a la decisión de
amigables componedores, las mismas cuestiones que
pueden ser objeto de juicios de árbitros". Como se vé, en el
fondo tienen la misma potestad de juzgar; difieren solo en el
procedimiento que han de seguir.
En mérito de las consideraciones expuestas, oído el señor
Procurador General, se resuelve revocar la sentencia
apelada, declarándose que el Gobierno de la Nación está
obligado a concurrir a formar el tribunal arbitral que ha de
fijar las tarifas, sin costas, por la naturaleza del asunto.
Notifíquese, repóngase el papel y devuélvanse. — Roberto
Repetto. — Antonio Sagarna. — Luis Linares. — B. A.
Nazar Anchorena (en discordia).
Discordia:
Y Vistos:
Los del recurso ordinario y extraordinario deducidos por la
sociedad anónima Puerto del Rosario contra la sentencia de
la Cámara Federal de la Capital de fs. 158, cuya
procedencia se declara por las razones expresadas por la
mayoría del Tribunal y por el señor Procurador General a
fs. 199.
Considerando:
1° La sociedad anónima Puerto del Rosario demanda a la
Nación para que se declara que el P.E. está obligado a
concurrir a la formación de un tribunal arbitral para que éste
decida cuáles son las tarifas que han de regir durante un
quinquenio en el puerto del Rosario, de acuerdo con el art.
74 del contrato, y art. 13 de la ley N° 3885, con costas.
El Procurador del Tesoro en representación del P.E. pide
el rechazo de la demanda, con costas, sosteniendo que la
Nación no está obligada a formar el tribunal arbitral
solicitado por la actora porque la cuestión suscitada por las
partes no corresponde ser sometida a la decisión de
árbitros arbitradores, desde que éstos deberían decidir
acerca de la interpretación del art. 12 de la Constitución
Nacional invocado especialmente por la actora en los autos
administrativos y como base de la demanda.
2° Que el art. 100 de la Constitución Nacional atribuye a la
Corte Suprema y a los tribunales inferiores de la Nación el
conocimiento y decisión de todas las causas en que la
Nación sea parte. Esta disposición, cuya claridad no admite
dos interpretaciones, ha sido tomada del art. 3°, sección 2ª,
de la Constitución de Estados Unidos de América que dice:
"El Poder Judicial se extenderá a todos los casos... en que
los Estados Unidos sean una de las partes".
Adoptado el principio en análogo texto, es regla de buena
hermenéutica el interpretarlo como lo ha sido en el país de
origen, máxime cuando es interpretación hállase de
acuerdo con los términos del artículo, el espíritu de los
constituyentes y las finalidades perseguidas.
Hace casi un siglo y medio, en 1788, Hamilton comentando
el precepto antes citado decía en "El Federalista": "Para
formar un juicio correcto acerca de la extensión debida a la
judicatura federal, será necesario considerar, en primer
lugar, cuáles son los objetos de su jurisdicción. Apenas
parece pueda ser materia de controversia el que la
autoridad judicial de la Unión deberá extenderse a estos
diversos casos... 3° A todos aquellos casos en que los
Estados Unidos sean parte interesada...".
Luego de referirse a los dos primeros casos (1° los que
emanen de las leyes de los Estados Unidos, dictadas de
conformidad a sus facultades legítimas y constitucionales
de legislación; y 2° a todos los que conciernen a la
ejecución de las prescripciones expresas contenidas en los
artículos de la Unión), dice: "Menos aun necesita decirse en
cuanto al tercer caso. Las controversias entre la Nación y
sus miembros o ciudadanos sólo pueden diferirse
debidamente a los tribunales federales. Cualquier otro plan
(o arbitrio) sería contrario a la razón, a los precedente y al
decoro".
La doctrina de la inmunidad del soberano, cuyo origen se
pierde en el feudalismo, y que en Inglaterra se expresa
diciendo "que el Rey no puede hacer mal o causar
perjuicios" (the King can do not wrong"), y en las naciones
democráticas modernas se mantiene por el consentimiento
del Parlamento, ha llegado a subvertirse de tal modo en
nuestro país que tanto el P.E. cuando el P.L., dejando de
lado el art. 100 dee la Constitución y los precedentes
angloamericanos, que ilustran y aclaran su sentido, han
establecido en decretos y leyes numerosos, como ha
ocurrido en el contrato de que se hace derivar el "sub lite",
que las diferencias que se susciten entre la Nación y el
particular o empresas contratantes, acerca de la ejecución o
interpretación del contrato, serán sometidos a la decisión de
un tribunal arbitral.
Como lo refieren Mac Kinney y Rich sintetizando la
jurisprudencia angloamericana: "En Inglaterra y Estados
Unidos se ha decidido en gran número de casos y admitido
en número igualmente grande de otros, como derecho
establecido, que la jurisdicción de los tribunales no puede
ser excluída, despojada o desahuciada ("ouster") por
consideraciones privadas hechas de antemano; que las
personas particulares son incompetentes para hacer
ninguno de esos contratos y que tales contratos son
ilegales y nulos en razón de ser contrarios al orden
público..."; "que los tribunales son creados en virtud de la
Constitución y son inherentes a nuestro cuerpo político
como parte necesaria de nuestro sistema de gobierno; y no
compete a nadie por contrato o de otra manera privarse de
su protección..."; "que el derecho de ocurrir a los tribunales
para la reparación de los agravios es uno de aquéllos que
por su naturaleza son inalienables según nuestra
Constitución, y no pueden ser renunciados ni negociados (o
cambalacheados: "barter away"). Hay una clase de
contratos que dispone que el valor de cierta propiedad, el
importe de una pérdida, la cantidad, calidad, carácter y
valor de una mejora y la aceptación de un edificio, por un
arquitecto, y otras materias seejantes, serán determinadas
por cierta persona designada en el contrato, y que su
determinación será definitiva. Tales contratos son legales y
son ordinariamente mantenidos. Ellos no despojan a los
tribunales de su jurisdicción sobre el asunto, sino que
proveen de un modo seguro y rápido de fijar algún hecho de
naturaleza compleja y difícil de establecer en la prueba
judicial. Tal hecho, una vez determinado por la persona y
del modo previsto por el contrato, es definitivo entre las
partes, en ausencia de fraude o error manifiesto. Pero las
partes están en libertad después de determinado ese
hecho, de ocurrir a los tribunales y litigar o discutir las
diferencias que puedan subsistir entre ellas" ("Ruling case
law", vol. 7, pág. 1046).
Como se vé si ni los particulares pueden en Estados
Unidos excluir en absoluto la jurisdicción de los tribunales
"porque a nadie compete el privarse de su protección" en
último término, menos podría el P.E. quitar a los tribunales
federales el conocimiento y decisión de los casos en que la
Nación es parte, porque la jurisdicción de aquéllos es de
orden público, hállase establecida en un precepto
intergiversable de la Constitución que no puede ser
modificado por ley alguna ni menos ser alterado su espíritu
por decretos reglamentarios ni por actos del P.E.
Acercda de la necesidad de que el Poder Judicial conozca
y decida en los asuntos en que la Nación sea parte, basta
recordar que el precepto constitucional de Estados Unidos,
análogo al nuestro, no se hallaba previsto en el proyecto de
Constitución. Y que esa omisión movió a los
convencionales Madison y Morris a proponer su inclusión
en la cesión del 27 de Agosto, la que fué aprobada por
unanimidad de votos apenas fué enunciada.
Tan evidente pareció la necesidad de incorporar ese
precepto de la constitución, que Hamilton limitó su
comentario a las siguientes palabras antes citadas:
"Cualquier otro plan o sistema sería contrario a la razón, a
los precedentes y al decoro". Y Story, comentándolo, dice:
"No puede surgir duda alguna acerca de la conveniencia de
dar a las cortes nacionales la jurisdicción en las propias
causas de la Unión. Sería una novedad extraña, en materia
de jurisprudencia nacional y de derecho público que un
soberano no tenga el poder de demandar justicia ante sus
propios tribunales. Si ese poder no se hubiese dado a los
Estados Unidos, sus derechos, sus privilegios, sus
contratos, habrían estado a merced de los tribunales de los
Estados. La Unión no habría tenido medio alguno de
constreñir a esos tribunales de Estado a cumplir sus
funciones y no habría uniformidad alguna en sus
decisiones". (Comentario del art. 3°, secc. II, en el Cap. XLII
sobre el Poder Judicial).
Si las Cortes de los Estados Unidos no podrían juzgar con
autoridad los asuntos en que la Nación es parte, menos lo
podrían los árbitros a que se refiere el art. 74 del contrato y
13 de la ley N° 3885.
A los inconvenientes de orden constitucional que se
expresan más arriba, y de orden moral, por razones de
decoro, se agregarían los cuantiosos gastos, no previsto en
la ley de presupuesto, que demandan los compromiso
arbitrales y que la Nación paga por ese concepto, sin
necesidad alguna, desde que tiene a su disposición los
jueces responsables que forman el Poder Judicial de la
Nación.
Esta tesis la he sostenido en la Cámara Federal de la
Capital en numerosos fallos (entre otros el del Puerto del
Rosario v. Gobierno Nacional de fecha Septiembre 7 de
1928, en discordia con la mayoría): en Unión Fabricantes
de Tejidos de Yate de España contra la Nación, de fecha 29
de Diciembre de 1932, en el que la mayoría de la Cámara
Federal, renovada en su composición, aceptó aquel voto) y
en dictámenes fiscales, desde hace muchos años, lo mismo
que el ex Procurador General de la Nación doctor José
Nicolás Matienzo, en el dictamen de 30 de Abril de 1919, en
el que dijo: "No aparecen haber entendido lo mismo los
gobiernos argentinos que han convenido con empresas
particulares someter los asuntos de la Nación a la decisión
de árbitros o arbitradores. Los jueces permanentes de la
Nación, son nombrados por el P.E. con acuerdo del
Senado, sin relación con ningún asunto determinado,
funcionan bajo el contralor del foro y de la opinión pública y
son legalmente responsables ante el Congreso. Sus fallos
están rodeados de garantías de verdad y de imparcialidad y
la Nación puede entregarles con confianza la solución de
sus contiendas con el interés privado. Pero los árbitros
deben su nombramiento al interés inmediato de las partes
en el asunto que motiva el nombramiento y no están sujetos
a las fiscalizaciones y responsabilidades permanentes.
Nacen para la decisión que dictan y mueren con ella, sin
que el público lo advierta casi, ni pueda apreciar su
idoneidad por una serie de sentencias dictadas en casos y
circunstancias diversas, como ocurre con los jueces De ahí
que salvo raras excepciones, el árbitro no obra como juez
sino como defensor del litigante que lo nombra, y de ahí
que el tercero en discordia, prefiere casi siempre las
soluciones aparentemente equitativas que evitan dar todo
su derecho al que lo tiene. Así no es extraño que los laudos
resulten, por lo general, arbitrarios, no sólo pro su origen,
sino por su contenido. Se explica que los particulares poco
seguros de su derecho, pongan más esperanzas en los
árbitros y arbitradores que en los jueces permanentes; pero
no es, en mi concepto, razonable que los gobiernos
procedan lo mismo con menoscabo del decoro del Poder
Judicial de la Nación, que aparece apartado como inútil o
ineficaz".
En mérito de lo expuesto, fundamentos concordantes
expresados por el señor Procurador General en su
dictamen de fs. 199 y los de las sentencias de primera y
segunda instancia", voto por la confirmación de la sentencia
apelada de fs. 158 que a su vez confirma la de primera
instancia que rechaza la demanda: sin costas, atenta la
naturaleza de la cuestión. — B. A. Nazar Anchorena.

CSJN, 10/8/1938, "Ministerio de Guerra c. Astengo


Enrique y otros s/expropiación", Fallos: 181:257. Fallo
in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, agosto 10 de 1938.
Y Vistos: Los autos caratulados: "Ministerio de Guerra
contra Astengo Enrique, Echesortu Ciro, Pinasco Luis,
Seminario Carlos, Coelho Elbio A. y Cichero Manuel Arturo,
sobre expropiación", venidos por los recursos de apelación
interpuestos a fs. 496 por el actor, y de nulidad y apelación
deducido a fs. 497 por los demandados, contra la sentencia
dictada a fs. 489 por la Cámara Federal de Rosario (véase
fs. 500), y
Considerando: En cuanto al recurso de nulidad:
1° Que ese recurso se funda en que el procedimiento
seguido en segunda instancia habría restringido la defensa
del derecho de las partes, en cuanto la Cámara Federal
resolvió —f s. 469 vta.— modificar las providencias del Juez
Federal que concedían libremente los recursos de
apelación deducidos por las partes, y admitirlos tan sólo en
relación, substanciándolos en esa forma y fallando después
el pleito.
2° Que la cuestión referente a la naturaleza del recurso
quedó definitivamente resuelta en segunda instancia. En
efecto, las partes sólo interpusieron el recurso de reposición
contra la providencia de frs. 469 vta.; mantenida ésta por el
tribunal —f s. 481— se allanaron a esa resolución y la
consintieron solicitando la designación de audiencia para
informar in conce (fs. 479 vta. y 483; ley federal n° 50, art.
205).
Ello sería suficiente para desestimar el recurso de nulidad.
3° Que, por otra parte, los demandados no invocan defecto
o perjuicio alguno que no hayan podido subsanar por la via
del recurso ordinario de apelación concedido por ante esta
Corte Suprema, ante la cual han estado en condiciones de
exponer todo cuanto han creído pertinente para la mejor
defensa de sus derechos e intereses. Es indudable que en
esas condiciones, el recurso de nulidad carece de objeto.
4° Que, en consecuencia, el recurso de nulidad es
improcedente y así se declara.
Considerando: En cuanto a los recursos de apelación:
1° Que la actora inició el juicio por expropiación de los
lotes de terreno que indica en la demanda de fs. 19, de los
cuales se le dió la posesión provisional —f s. 23, 24— a
saber: a) manzana A, lotes 1 al 36 con 10.492.3887
mts.2 ; b) manzana C, lotes 1 al 28 con 7.603.4352 mts.2 ; c)
manzana D, lotes 1 al 13, 27 y 28 con 1.220.7586 mts. 2 ; d)
manzana D, lotes 5 y 6 con 545.7400 mts. 2 ; e) manzana
D, lotes 8 y 9 con 529.9886 mts.2 ; f) manzana D, lotes 12 al
23 con 3.137.2660 mts.2 ; g) manzana E, lotes 1 al 28 con
7.603.4352 mts.2 ; h) manzana F, lotes 1 al 28 con
7.603.4352 mts.2 ; i) manzana G, lotes 1 al 28 con
7.603.4352 mts.2 ; j) manzana H, lotes 1 al 28 con
7.603.4352 mts.2 .
2° Que en la audiencia respectiva —f s. 114— los
demandados sostuvieron que la actora había tomado
posesión de un área mayor que la indicada
precedentemente, debiendo provenir el error y la diferencia,
de que el Gobierno de la Nación ha descontado de la
superficie a expropiar, la correspondiente a probables calles
públicas en razón de un pedido de urbanización efectuado
oportunamente por los propietarios que, sin embargo, no
han transferido el dominio a la Municipalidad local.
3° Que en atención a esas circunstancias, ambas partes
sometieron a resolución judicial, en este pleito, la siguiente
cuestión: "si los demandados son o no propietarios de la
mayor área que pretenden y en caso de ser tenidos como
tales el pronunciamiento de expropiación deberá alcanzar
también esa mayor superficie, con indemnización a sus
propietarios" (véase fs. 131 y 132). Establecieron,
asimismo, un plazo para solicitar "las diligencias de prueba
que convengan a su tesis" y el Juzgado hizo lugar a lo
pedido (fs. 135).
4° Que producida la prueba respectiva y fallado el juicio de
conformidad a lo que pidieron las partes de común acuerdo,
no tiene una de ellas —a sí sea aquella cuyas pretensiones
de dominio sobre el terreno afectado a las calles han sido
rechazadas— derecho alguno para apartarse de lo
convenido y resuelto y sostener que se excluya de la
sentencia definitiva, la decisión de una cuestión que
voluntaria y libremente introdujo en el pleito.
5° Que siendo absolutamente distintas la situación de la
demandada —p arte en este juicio—y la de la
Municipalidad —q ue no lo es— no puede, razonable ni
legalmente, fundar en la segunda y en los principios que
rijen para la cosa juzgada, un argumento favorable para la
primera.
6° Que, por otra parte, existiendo en autos —s egún se
demuestra más adelante— suficientes elementos de
convicción para decidir la cuestión relativa al dominio de las
calles en el sentido de la sentencia apelada y habiendo
podido aportar la demandada —q ue para ese efecto pidió
la apertura de la causa a prueba, fs. 131 vta.— todos los
que ha considerado convenientes para demostrar el
derecho que invoca, ningún inconveniente podría resultar
de un pronunciamiento favorable a los derechos de la
Municipalidad.
7° Que tratándose de terrenos entregados voluntaria y
espontáneamente por sus dueños con fines de utilidad
pública y sin reservas, el requisito de una escritura pública
no es necesario para la existencia y validez de la donación
cuando ésta ha sido aceptada por un decreto o un acto
administrativo y la afectación de los terrenos al uso público
se ha realizado. Este Tribunal, citando la opinión de
Carpentier, ha hecho notar que bajo el imperio de leyes que
consideran a las donaciones de inmuebles un contrato
solemne cuya eficacia depende en absoluto de que se haya
efectuado en escritura pública, la doctrina admite que las
cesiones gratuitas de terrenos para obras públicas no están
sometidas a las formalidades rigurosas de las donaciones
ordinarias, pues en aquéllas los cedentes tienen en cuenta
la utilidad que les reportan la ejecución de las obras
existiendo así un contrato do ut facias , y dejó establecido
que en lo concerniente a la adquisición de terrenos
destinados a caminos, los poderes públicos no se hallan en
las mismas condiciones que los particulares en sus
transacciones privadas sobre inmuebles siendo suficiente
que la transferencia conste por actos oficiales. (Véase
fallos: 130, 91; 102, 77).
8° Que la ordenanza N° 13 de la Municipalidad de Rosario
dictada el 28 de mayo de 1914, de la cual existe a fs. 197
de estos autos una copia cuya autenticidad no han
desconocido los demandados, demuestra claramente la
cesión de la superficie de terreno destinada a las calles en
cuestión y su aceptación por la Municipalidad en los
términos del art. 2°, a saber: "los recurrentes donarán y
escriturarán las superficies de terreno que ocuparán las
calles y la que se destinará a plaza o a edificios públicos,
sin gasto de ningún género para la Municipalidad, y libre de
toda ocupación, dentro de los treinta días de promulgada la
presente, sin cuyo requisito no tendrá efecto alguno esta
Ordenanza".
9° Que en el supuesto de que debiera considerarse
condicional a esa urbanización, como sostienen los
demandados (fs. 420), no sería de aplicación al caso el
precepto del art. 548 del Código Civil invocado por aquéllos,
sino el del art. 537, primera parte, pues se trataría de una
condición establecida en favor de la Municipalidad que, por
lo tanto, pudo renunciarla, ya expresa, ya tácitamente (Cód.
Civil, art. 873). Y que esto último ha sucedido, lo demuestra
la circunstancia de que las calles fueron abiertas y libradas
al tránsito, incorporándolas al dominio público (Cód.
Civil, art. 2340, inc. 7°) con el asentimiento de los que
habían sido dueños del terreno que ocupaban, como resulta
de las constancias de que se hace mérito en las sentencias
de primera y de segunda instancia. En este sentido debe
recordarse que los hechos de los contratantes
subsiguientes al contrato, que tengan relación con lo que se
disente, sirven para explicar la intención de las partes al
tiempo de celebrarlo, de acuerdo a una conocida máxima
de derecho: "in conventionibus contrahentium voluntatem
potius quam verba spectare placuit".
Así, pues, las circunstancias de que las calles estuvieran
abiertas al tránsito público y entraran a formar parte
integrante del dominio público, sin protestas de los
demandados; de que éstos hayan realizado diversas ventas
de lotes de terreno con frente a esas calles; de que hayan
hecho constar en varias de las escrituras, que esos lotes se
encuentran ubicados de acuerdo a la línea que en razón del
mayor ancho correspondiente a las calles ha fijado la
Ordenanza Municipal respectiva, unidas a las demás que
también señalan las sentencias del Juez y de la Cámara,
son claramente demostrativas del reconocimiento por parte
de los demandados, de la efectividad de la cesión y de que
los terrenos ocupados por las calles se hallan incorporados
al dominio público.
10° Que en cuanto a la determinación del valor de los
terrenos expropiados, teniendo en cuenta las
consideraciones expuestas por esta Corte en el fallo
pronunciado in re Ministerio de Guerra v. Giolito Luis y otros
sobre expropiación en cuanto son aplicables al presente;
las constancias del expediente en relación a la ubicación y
condiciones de los terrenos, a los precios obtenidos en las
distintas operaciones realizadas con respecto a los que se
hallan próximos a aquéllos y a las diferencias y semejanzas
entre unos y otros y entre las épocas en que se han
realizado las transferencias, así como las razones dadas
por los peritos en sus respectivos informes, por las partes
en los escritos presentados en autos y en las sentencias de
primera y segunda instancia; se resuelve fijar en $
204.535.92 m/n. la cantidad que en total deberá pagar la
Nación a los demandados por la expropiación de los
terrenos de referencia.
11° Que la sentencia recurrida es arreglada a derecho en
cuanto se refiere a los intereses y costas que manda pagar.
En su mérito y por los fundamentos concordantes de las
sentencias de primera y segunda instancia, se confirma
esta última, modificándola tan sólo en cuanto a la suma que
la Nación deberá pagar a los demandados, que se fija en
pesos doscientos cuatro mil quinientos treinta y cinco con
noventa y dos centavos moneda nacional ($ 204.535,92
m/n.). Las costas de esta instancia deberán ser pagadas
por la Nación en la forma que establece el considerando
sexto de la sentencia apelada.
Hágase saber y devuélvanse en su
oportunidad. — Roberto Repetto. — Luis Linares. — B. A.
Nazar Anchorena.

CSJN, 11/7/1945, "Empresa del F. C. Bs. Aires al


Pacífico contra Gobierno de la Nación", JA, 1945-III-69.
Fallo in extenso
Sentencia del Juez Federal
Bs. Aires, agosto 8 de 1942.
Y vistos: Estos autos caratulados: "Empresa del F. C. Bs.
Aires al Pacífico contra Gobierno de la Nación", de cuyo
estudio resulta:
1° Que a fs. 6 se presenta Carlos A. del Castillo por la
actora demandando por cobro de 338.426,42 m/n., con más
sus intereses y costas.
Sostiene que su representada de acuerdo a las leyes de
concesión y al decreto expedido por el P. E. de la Nación
con fecha 4 de noviembre de 1918, transportaba los
materiales dependientes del Ministerio de Guerra con una
rebaja del 25 %. Indica que desde enero de 1925 el citado
Ministerio, invocando los arts. 59 de la ley 531 y 19 de la
ley 2873, ha exigido una rebaja del 50 % sin que las
gestiones administrativas de la empresa en defensa de sus
derechos hayan tenido éxito. La diferencia entre uno y otro
porcentaje (le rebaja, constituye la suma que se reclama.
Cita en favor de sus pretensiones el contrato celebrado por
la empresa con el Gobierno Nacional el 26 de enero de
1874 y en cuyo artículo 20 se disponía que la reducción en
la tarifa de fletes para el transporte de cargas que
pertenezcan al Gobierno seria la de un 25 %.
Recuerda que la ley 868 autorizó al P. E. a introducir una
serie de modificaciones al citado contrato, dejando empero
íntegramente subsistente el referido art. 20, de acuerdo por
lo demás al art. 49 de la ley, según el cual, quedaban en
vigor las restantes cláusulas en cuanto no se opusieren a
las modificaciones consignadas en la dicha ley.
Refiere que en el mes de marzo de 1878, la empresa
celebró otro contrato con el Gobierno de la Nación, en el
que se reproduce exactamente el art. 20 del contrato de
1874. Invoca a su favor los decretos del 4 de noviembre de
1918 y 29 de abril de 1927 en los que se reconocen y
aplican los expresados convenios.
Advierte que el art. 19 de la ley 2873 no puede ser
aplicado a la actora, por cuanto el contrato de 1874
convertido en ley por la sanción de la n ° 868 disponía en su
art. 19, que el ferrocarril quedaría sujeto a la ley
reglamentaria y a las demás que pudieran después dictarse
sobre ferrocarriles garantidos "con tal que estos últimos no
agraven o empeoren las obligaciones del concesionario".
Recuerda decisiones judiciales sobre el alcance de las
concesiones y leyes contratos, el dictamen del Procurador
General del Tesoro Dr. Celso Rojas, los del Asesor Letrado
de la Dir. Oral. de Ferrocarriles y las conclusiones a que
arribara el Dir. Oral. de Ferrocarriles en el estudio del caso
que motiva el presente.
2° Corrido traslado de la demanda, lo evacúa a fa. 24 el
ex-Proc. Fiscal Dr. Emilio González solicitando su rechazo.
A) Sostiene que a la fecha de su concesión, eI F. C. Bm.
Aires al Pacifico se encontraba regido por la ley 531 general
para las ferrocarriles nacionales, y cuyo art. 59 disponía a
favor de la Nación, una reducción de fletes para los
transportes militares por valor de un 50 %.
B) Entiende que por importar el art. 20 del contrato de
concesión una violación al art. 1° de la ley 583, y a los arts.
1° y 59 de la ley 531, constituye un acto inexistente que en
forma alguna puede obligar a la Nación, y que tampoco ha
podido ser validado o legalizado como lo pretende la
empresa. por la inclusión del art. 49 de la ley 868.
C) Afirma que el art. 20 del contrato, ha sido otorgado en
contravención a las disposiciones de los incisos 12, 18 y 28
del art. 67 de la Constitución.
D) Por todo ello entiende que la nulidad del acto es
absoluta y manifiesta, y que de acuerdo al art. 1047 del
Cód. Civ. puede ser demandada por el Ministerio Público.
Agrega tamben que dicho contrato fué suscripto por el Min.
del Interior y no por el P. E. Nacional según lo dispone la
ley. Las nulidades que afectan al acto, serian las
contempladas en los arts. 1042 (1° ap.) y 1044 (el. 4 del
Cód.) cuyas nulidades existen aun cuando no hayan sido
juzgadas —a rt. 1033.
E) Observa que la concesión y las reservas que con ella
puede hacer el Congreso en beneficio del interés general
de la Nación, constituyen un acto de soberanía y sólo
puede ser materia de contrato lo que atabe a lo relacionado
con obligaciones reciprocas.
F) Agrega que "el acto administrativo violatorio de una ley
de orden público, viciado de nulidad absoluta, no puede ser
válido por via de simple confirmación legislativa". Expresa
que la ley 868 en su art. 4° sólo puede haberse referido a
las cláusulas del contrato que se hubiesen otorgado dentro
de las normas de competencia y legalidad porque eran las
únicas que podían dictarse.
G) Considera que el art.. 20 del contrato viciado de nulidad
absoluta fundada en razones de orden público no es
suscentible de confirmación —a rt. 1047 C 6d. Civ.—. De
todos modos, y aun cuando lo fuera, el art. 4° de la ley 868
que la actora invoca, no reuniría los requisitos exigidos por
el art. 1061 del Cód. Civ. Aun cuando quedaran dudas
sobre la eficacia de la pretendida confirmación, afirma que
en el conflicto entre el interés publico y el privado debe
siempre primar aquél.
H) Argumenta que aun cuando el art. 4 0 de la ley 868
hubiese incorporado a su texto el art. 20 del contrato, el
mismo estaría derogado por el art. 19 de la ley 2873. Dice
que admitiendo por hipótesis que la ley 868 hubiese
incorporado el art. 20 del contrato, el Congreso no habría
obrado en el caso corno parte contratante, sino en ejercicio
de su función de legislador. El art. 4° de la ley 868 se
referiría a la situación legal y no a la contractual de le
concesión. Y así como según la hipótesis el art. 4° de la
ley 868 habría podido derogar el art. 59 de la ley 521, 551
también dicho articulo habría sido a su vez derogado "por el
posterior art_ 19 de la ley 2873 que también legisla con
carácter general".
I) Pretender que el art. 19 del contrato de 1874 en cuanto
limita para la empresa concesionaria, la vigencia de las
posteriores leyes reglamentarias a aquellas que no
empeoraran o agravasen sus obligaciones, importa un
exceso de la facultad. de contratar, siendo tal articulo
inaplicable al caso planteado.
J) En cuanto al decreto del 4 de noviembre de 1918, si se
le diera la extensión que la actora indica, carecería de valor
por violatoria de las disposiciones legales, pero en realidad
tal decreto sólo se refiere a las tarifas contractuales, "ajenas
y distintas a las exigidas por las leyes para los transportes
de fuerzas militares y materiales de guerra".
K) Como con posterioridad a la concesión de la línea y a la
sanción de la ley 868, la actora ha obtenido nuevas
concesiones de lineas en las que el Estado ha mantenido
en forma expresa la reserva de la rebaja del 50 % para los
transportes oficiales, interesa saber si los transportes cuyo
flete se persigue. fueron efectuados por la linea troncal o
por algunos de los ramales sometidos a las disposiciones
indicadas.
Concluye solicitando el rechazo de la demanda en todas
sus partes, con costas.
Considerando
1° Que de acuerdo a nuestro sistema constitucional,
corresponde al Congreso. promover "la industria... la
construcción de ferrocarriles y canales navegables... por
leyes protectoras de estos fines y por concesiones
temporales de privilegios y recompensas de estimulo" —
a rt. 67, inc. 16)—. En cuanto esas leyes se dictaren "en
consecuencia" o sea de acuerdo con la Constitución,
integran "la ley suprema de la Nación" —a rt. 31—, ley que
el P. E. debe hacer cumplir, expidiendo al efecto las
instrucciones y reglamentos que fueren necesarios
"cuidando de no alterar su espiran con excepciones
reglamentarias" —a rt. 86, inc. 2°.
2° Que refiriéndose se expresamente a los ferrocarriles
particulares la Suprema Corte ha afirmado —F allos: t. 152,
pág. 404— (octubre 3 de 1928) que "nacen y funcionan en
virtud de la concesión que ni) es un contrato de derecho
común entre partes iguales, sino que es el acto legislatorio
en virtud del cual el Estado hace delegación en una
empresa para la debida realización del servicio público de
transportes ferroviarios dentro de límites prefijados,
determinándose las condiciones de tiempo, forma y
elementos de la construcción y explotación, privilegios y
exenciones otorgadas a la empresa, derechos y ventajas
reservadas por el Estado para sí o para determinadas
manifestaciones de la vida nacional".
En estos términos la Alta Corte hace explícito algo
contenido en el texto constitucional indicado —a rt. 67,
inc. 16— o sea que la concesión por la que se concede
privilegios y exenciones a una empresa ferroviaria de
jurisdicción nacional, requiere una ley del Congreso en la
que se fijen tales derechos y en la cual podía también el
concedente indicar las ventajas que para sí se reserva.
3° El Dr. Bielsa en su Derecho Administrativo 3a ed., t. 1°,
expresa en la pág. 318 que "la facultad de conceder la
gestión de un servicio esto es, la de disponer,... pertenece
al poder representativo " agregando luego que "toda
concesión de servicios públicos —m áxime si asume la
forma de monopolio o comparte exenciones o privilegios—
es precedida de una autorización previa, que es requisito
esencial para que ella se perfeccione. Y si esa autorización
determina la forma, naturaleza y extensión del servicio, ello
debe ser contenido obligatorio del contrato de concesión,
es decir que éste debe realizarse de acuerdo con lo
dispuesto por la autorización, en cuanto fuere de la
competencia del poder o autoridad que da tal autorización".
Lo que equivale a sostener que cuando, como ocurre en el
caso de les ferrocarriles de jurisdicción nacional. es distinto
el órgano que autoriza la concesión de aquel quo firma el
contrato respectivo, éste ve limitada su actitud de pactar
libremente a aquella materia sobre las cuales la
autorización legislativa no contiene expresas disposiciones,
ya que éstos constituyen el presupuesto forzoso e
irrenunciable del contrato.
Por otra parte el poder concedente puede fijar en cada
caso las bases fundamentales de la concesión, o
establecerlas por un solo acto legal con carácter general y
aplicables a todas las concesiones de un mismo tipo o
afectadas a un servicio de la misma naturaleza.
4° La ley 531 dictada en el mes de setiembre de 1872,
disponía en su art. 1° "Todos los ferrocarriles nacionales
existentes y que en adelante se construyeren en la
República estarán sujetos... al cumplimiento de la presente
ley y de las que en Io sucesivo sancionare el Congreso". El
art. 59 a su vez establecía un régimen de transporte para
las fuerzas militares y materiales de guerra indicando, en
cuanto al punto discutido en el presente, que el Gobierno de
la Nación abonaría "por los materiales la mitad del precio de
tarifa".
5° La ley 583 dictarla con un intervalo de menos de dos
meses con respecto a la citada en el considerando anterior,
autorizó la licitación y la contratación de varias vías férreas,
operación que se haría de acuerdo a una serie de bases
establecidas en la citada ley. La ley 583 no reeditó la
disposición del art. 59 de la ley 531, pero tampoco la
derogó. No consignó disposición alguna que estableciera a
favor de la Nación beneficios de tarifas reducidas.
Establece el art. 17 del Cód. Civ.; y resulta también de todo
nuestro régimen institucional, que las leyes no se derogan
sino por otras leyes, dictadas posteriormente. Y para que
una ley posterior derogue una anterior, se hace necesario, o
que así lo disponga expresamente, o que, y aun cuando
nada se dijere sobre la derogación, las disposiciones de la
segunda ley fueren incompatibles con las disposiciones de
la primera.
En el caso que examinamos, no existe incompatibilidad
entre la disposición de la ley 531 y la ausencia de
disposiciones sobre el mismo objeto en la ley 583. No hubo
por- lo demás derogación expresa, y no es dable pensar
que en menos de dos meses el Congreso hubiera cambiado
au criterio, sosteniendo en setiembre de 1872 un régimen
preferencial para los transportes militares y anulando en
noviembre del mismo año dicho régimen para una serio de
nuevas lineas, y en particular, para aquella a que se refiere
el presente juicio y que por dirigirse a una frontera
internacional tenia un interés militar indudable.
5° Por lo tanto, cuando el P. E. de la Nación haciendo uso
de la autorización conferida por la ley 583, celebró el
contrato, se encontraba al igual que su contratante sujeto a
las disposiciones de la ley 583 y de la ley 531 que no
hubiesen sido alteradas por aquélla. Las obligaciones que
dichos textos legales ponían a cargo de loa concesionarios
subsistían integramente aun cuando no se las
involucrase en el contrato, o aun cuando éste contuviese
cláusulas contrarias a tales disposiciones ya que en cuanto
contrarias a la ley serian inválidas. Y volviendo al caso de
autos, toda infracción a la disposición del art. 59 de la
ley 531, teniendo en cuenta el motivo de indudable interés
nacional que lo fundó, debía acarrear la nulidad de la
cláusula en que se la sancionase. Claro está que el
concesionario podría otorgar mayores ventajas al
concedente que las establecidas en la ley, y sea cual fuere
el motivo que tuviese para obrar así, quedaría obligado en
virtud del principio general del art. 1197 del Cód. Civ. Lo
que no podía válidamente, era pactar algo que en cualquier
medida le liberase de obligaciones legales, de las cuales
sólo podía ser descargado por ley del Congreso.
7° El contrato que a raíz de la ley 583 se celebró entre el
Gobierno Nacional y D. Juan E. Clark, en fecha 26 de enero
de 1872, contiene dos disposiciones de interés para esta
sentencia:
a) El art. 19 por el cual el concesionario queda sujeto a la
ley reglamentaria de ferrocarriles N° 531 y,
b) El art. 20 por el que se establece a favor de In Nación
una rebaja del 50 % en los pasajes de emprendes y tropas,
y de un 25 % "en los fletes por la carga que a ella
pertenezca o que deba conducirse por su cuenta". Esta
última cláusula es susceptible de dos interpretaciones
distintas que el suscripto analizará a continuación.
8° Puede entenderse y resulta razonable así hacerlo, dado
la expresa referencia que el art. 19 hace de la ley 531 que
el art. 20, cuando legisla sobre transporte de cargas de la
Nación no incluye a las de índole militar. Podría decirse en
favor de esta interpretación, que el mismo art. 20 cuando se
ha referido a transporte de personas por cuenta de la
Nación ha incluido de modo expreso "a la tropa" acordando
sobre el pasaje de la misma un descuento del 50 %.
Si esta interpretación que es la que el suscripto considera
como la más exacta hubiera de prevalecer, la dificultad
estaría va resuelta. No involucrando el art. 20 los trasportes
de cargas militares, no so daría colisión alguna entre el
mismo y el régimen de las leyes 531 y 583. La circunstancia
de no hacerse alusión' a tales cargas, no implicaría, de
acuerdo a lo que se ha indicado en el considerando 6 9 , la
cesación de la obligación impuesta por el art. 59 de la
ley 531. Luego la ley 2873, que ha reemplazado como ley
general de ferrocarriles nacionales a la 531. ha reproducido
en su art. 19 el contenido del art. 59 de aquélla.
9 ° Pero el suscripto acepta por hipótesis la interpretación
que sostiene la actora y según la cual el art. 20 del contrato
comprendería también lo relativo a transporte de cargas
militares. Si ello fuera así, por de pronto deja constancia
que no existen elementos de juicio que le permitan afirmar
que la rebaja del 25 % para el transportes de todas las
cargas de la Nación, resultaría a esta más o menos
beneficiosa que la rebaja del 50 % aplicada sólo a las
cargas de índole militar.
Pero aun cuando tal afirmación de la demandante resultara
exacta, es menester no olvidar que dicha rebaja del 30 %
para tales cargas, constituía un presupuesto legal que el
contrato no podía infringir sin anularse automáticamente en
la misma medida en que lo infringiese.
10° La actora se hace cargo de esta situación e invoca
entonces en su favor el texto del art. 4° de la ley 868,
dictada en 1877. Esta ley autorizó a introducir en el contrato
que en 1874 celebrara Clark con la Nación, una serie de
modificaciones. En cambio el art. 49 invocado establece que
"quedan subsistentes las demás cláusulas del contrato, en
cuanto no se opusieren a las modificaciones consignadas
en esta ley". Y entre esas cláusulas no alteradas se
encontraba la del art. 20 relativa al transporte de cargas
militares, reproducida exactamente en el art. 22 del nuevo
contrato que a raíz de la citada ley 868, se firmó en marzo
de 1878.
Pero ¿cuál es el alcance del citado art. 4° ? Debe tenerse
en cuenta que la ley se dieta para autorizar modificaciones
en el convenio originario, y por lo tanto supone, con
prescindencia de su validez o invalidez intrínseca la
derogación de una serie de cláusulas de dicho convenio. El
art. 4° no se dictó con motivo de una cuestión de validez,
sino de subsistencia; el Congreso manifiesta por él su
voluntad de no alterar las demás cláusulas del contrato,
pero no porque las valide expresamente o las sancione
dándoles un alcance legal, sino porque no ha estimado
oportuno revocar las mismas, no ha estimado oportuno
revocar las mismas.
No hay leyes implícitas en nuestra legislación. Cuando el
Congreso dicta o adopta una ley lo manifiesta de un modo
expreso. En cambio el art. 49 de la ley 868 no incorpora a la
misma, las partes que del contrato de 1874 quedaron sin
modificar, sino que sólo indica la subsistencia de tales chica
— aulas. Subsistir significa conservar la existencia. Las
disposiciones en cuestión tenían una existencia
contractual —s ujeta por ello mismo en cuanto a su validez,
a su concordancia con la ley— y es esa misma existencia
sujeta a la misma condición la que se les conserva.
11° La sanción del art. 4° de la ley 868 no fué motivo de
dificultad ninguna —v er Diario de Sesiones del Senado año
1875, pág. 778, y año 1877, pág. 733 y Diario de Ses. de la
Cam. de Dip. año 1877 pág. 718—. Este artículo fue
aprobado sin discusión, como una simple disposición de
forma, que no alteraba en manera alguna el régimen
existente. En cambio si aplicáramos por analogía en
ausencia de disposiciones expresas en esta materia de
derecho público, los principios que en derecho privado rigen
la confirmación de los actos nulos y anulables; y aun
cuando se admitiera como susceptible de confirmación la
nulidad que invalida el art, 20 del contrato de 1874,
aparecería necesario —a rt. 1061 del Cód. Civil— que la
dicha confirmación contuviese: P) la sustancia del acto que
so quiere confirmar, 2°) el vicio de que adolecía, 3°) la
manifestación de la intención de repararlo.
Determinado así el alcance del art. 42 de la ley 868, y no
obstando el mismo a la nulidad del art. 20 del contrato
primitivo; por las mismas razones o sea por infracción al
art. 59 de la ley 531, seria asimismo nulo el art. 22 del
contrato de 1878 —y romo en la hipótesis anterior, ver
considerando 8°—la situación vendría también en este caso
a quedar regida actualmente. por el art. 19 de la ley 2873.
que no crea obligaciones más onerosas que las previstas
en eI indicado art. 59 do la ley 531.
12° El decreto del P. E. de fecha 4 de noviembre de 1918,
aun cuando también comprendiere —p unto discutible—los
transportes de carga militares, como disminuye las
franquicias a que la Nación por ley tiene derecho, no puede
poseer la virtud de obligar a ésta a su cumplimiento; ni
tampoco amparar frente a la situación legal examinada las
pretensiones de la actora.
13° Sintetizando: estima el suscripto a) concordantemente
con lo sostenido en los dictámenes de los Sres. Auditores
Generales de Guerra y Marina Dres. Carlos Risso
Domínguez y Leopoldo Loredo Juárez (fs.  117 y 142 del.
exp. adm.) que el art. 20 del contrato celebrado entre el
Gobierno Nacional y D. Juan E. Clark el 26 de enero de
1872 en base a la ley N° 583 no involucró a los transportes
de cargas militares, y consiguientemente que al respecto
rige siempre la rebaja del 50 % establecido a favor del
Gobierno Nacional en el art. 59de la ley 531; b) que en el
supuesto de interpretarse que esa disposición comprendía
dichas cargas, carecería de validez lega, por ser contraria a
lo dispuesto en el artículo citado que regía (art. P) on
relación "a todos los ferrocarriles nacionales existentes y
que en adelante se construyan en la República"; c ) que la
nulidad que afectaba a esa cláusula contractual. no puede
estimarse subsanada por la declaración de carácter 'general
y meramente formal del art. 4° de la ley 868, que no hizo
referencia expresa a la cláusula impugnada, declaración
que habría sido tanto más necesaria, cuanto que la
disposición del art. 20 citado se apartaba de la voluntad
expresa del legislador señalada en el referido art. 59 de la.
ley 531 y d) que menos puede alegarse, que el decreto del
P. E. de fecha 4 de noviembre de 1918 —s uponiendo
hipotéticamente que comprendiera también los transportes
de cargas militares— haya podido derogar la reserva
tarifária hecha por las leyes, por razones de orden público,
en beneficio del Estado, y en vista de los superiores
intereses de la organización defensa y seguridad de la
Nación, traducidos en categóricas uniformes disposiciones
legislativas como las contenidas en los arts. 59 de la
ley 531, 19 de la ley 2873 y 10 de la ley 5315.
Tales son las conclusiones a que ha llegado el suscripto y
que eximen de entrar al análisis de los demás puntos que
constituyen el reclamo de la demandante.
14° Que sin perjuicio de lo anteriormente expresado, cabe
también agregar que, de acuerdo con un principio
doctrinario de orden general que ha aceptado la Corte
Suprema Nacional, de que toda razonable duda debe
resolverse en contra del concesionario, cuando como en el
presente se ha puesto en tela de juicio el alcance de alguna
cláusula contractual quo afectaba la concesión de un
servicio público: "La afirmativa debe ser demostrada, el
silencio es negación y la duda ea fatal para el
concesionario" (ver S. C. Fallos: t. 149, pág. 218, ver
BIELSA, t. 2, pág. 274) el rechazo de la demanda se
impondría también en el mejor de los casos para el actor.
La falta de toda disposición de orden contractual o legal que
resuelva en forma categórica la articulación analizada nos
llevaría siempre a la situación señalada, y en ese supuesto
la solución sería la mima a que se había arribado en la
sentencia. En mérito a todo la expuesto fallo el presente
rechazando la demanda entablada sin costas, atento la
naturaleza do las cuestiones debatidas. — Alfonso E.
Poccard.
Sentencia de la Cámara Federal
Bs. Aires, octubre 20 de 1943.
Vistos y considerando:
1° Que la ley 531, reglamentaria del servicio de
ferrocarriles dictada en setiembre de 1872, determinaba
que los concesionarios trasportarían las cargas de índole
militar con una franquicia en la tarifa del 50 % (art. 59).
2. Que mientras dicha ley no se derogase de un modo
expreso, o sus disposiciones no se hicieran incompatibles
con otras leyes dictadas con posterioridad, su vigor y
eficacia debía considerarse subsistente.
3. Que la ley 583 dictada tan sólo 2 meses después de la
ley 531, tuvo por objeto autorizar la licitación y contratación
de varias vías férreas. En dicha ley no se incluyó ningún
precepto quo directa o indirectamente alterase el art. 59,
ley 531, la cual como lo dispone su art. 1° regia para los
ferrocarriles ya existentes y los que en adelante se
construyeren en la República.
4. Que las líneas cuya concesión se otorgara en virtud de
la ley 583, debían considerarse sometidas al régimen de la
ley 531, en todo aquello que no hubiera sido derogado por
la citada ley 583. La omisión de ésta en cuanto a las
franquicias a concederse al Estado no puede nunca
considerarse como tina derogación del art. 59, ley 531 que
los otorgaba; lo que además llevaría al absurdo de sostener
que pudo no pactarse franquicia alguna en oportunidad del
contrato.
5. Que los consid. 1°, 2° y 3° de la sentencia apelada, en
cuanto se refieren a las facultades es del Poder Legislativo
y de la Administración en el otorgamiento y contralor de las
concesiones de servicios públicos, exponen los principios
fundamentales en esta materia, cuyo contenido puede
derivarse directamente de la misma Constitución Nacional.
Un contrato concesión firmado por el P. E. o un decreto del
mismo Poder, no puede alterar en modo alguno el estatuto
legal del servicio establecido por ley nacional.
6. El contrato firmado el 26 de enero de 1874, entre el
Gobierno Nacional y Juan E. Clark, en plena vigencia de la
ley 531, no pudo por tanto válidamente alterar una cláusula
legal (el art. 59, ley 531) que integraba el cuerpo de
disposiciones constitutivas del régimen a que el servicio
debió sujetarse.
Como esa cláusula legal importaba la admisión de la tarifa
reducida a favor de determinadas cargas oficiales, resulta
claro que no se pudo pactar en desmedro de la ley, una
rebaja inferior; por el contrario hubiera podido pactarse una
mayor, o incluirse en la reducción otra clase de cargas no
contempladas en la disposición legal. El Poder Ejecutivo al
contratar debe hacerlo dentro de los límites legales, pero
nada le impide pactar condiciones más beneficiosas que ]as
que determina la misma ley.
7. De lo expuesto resulta que el art. 20 del contrato del 26
de enero de 1874, se encontró afectado de nulidad en
cuanto no acordó a los trasportes militares la reducción del
50 %, sino sólo la del 25 % de la tarifa ordinaria.
8. Que corno claramente se expone en el consid. 10° de la
sentencia apelada, la ley 868 no modificó esta situación.
Dicha ley se dictó a los efectos de introducir
modificaciones en el contrato del 26 de enero de 1874,
originado en ]a ley 583. El art. 49 detérmina que las
cláusulas no alteradas del contrato quedarán subsistentes.
Pero ha de entenderse, subsistentes como contrato. El
argumento de la actora de que esa disposición legal ratifica
el art. 20 del contrato de 1874 no puede sostenerse. Ello
equivaldría a afirmar que por ley pudo alterarse eI contrato
en materia no sólo de policía o de organización del
servicio —s eguridad, higiene, etc.— sino aun en materia
estrictamente patrimonial.
Como lo dice el a quo , el art. 4° no se refiere a la validez
de las cláusulas contractuales, sino a su mera subsistencia
con alcance de tales. Resultaría absurdo suponer que el
Congreso ratificó el contrato y lo hizo ley, poniéndolo a
cubierto de cualquier causa de alteración o nulidad no
contemplada ni estudiadas por lo demás en oportunidad de
dictarse la ley 868. Ello habría sacado al Congreso de la
Nación de su función normal legislativa.
9. Que subsistente la nulidad del art. 20 del contrato, y
subsistente la aplicabilidad del art. 59, ley 531, el art. 22 del
nuevo contrato de 1878 firmado a raíz de la sanción de la
ley 868 queda también indudablemente afectado de
nulidad.
Por otra parte, la ley 2873 en su art, 19 creó para la actora
obligaciones más onerosas quo las contempladas por el
art. 59, ley 531, y por lo tanto debe considerarse por entero
aplicable.
Por estas consideraciones y las concordantes contenidas
en la sentencia apelada, se la confirma en todas sus
partes. — Carlos del Campillo. — Juan A. González
Calderón. — Eduardo Sarmiento.
Sentencia de la Corte Suprema
Bs. Aires, 4 de junio de 1945.
Y vistos los autos: "Empresa del F.C. de Bs. Aires al
Pacífico contra la Nación sobre cobro de fletes", en los que
se ha concedido a ambas partes los recursos ordinarios de
apelación interpuestos a fs. 223 y fs. 225 contra la
sentencia de la Cám. Fed. de Apel. de la Capital dictada a
fs. 220.
Considerando:
Como ambas partes dan por reproducidos los fundamentos
de sus defensas en las instancias anteriores —f s. 229 y
243— resulta necesario examinarlas ampliamente para su
mas clara y precisa comprensión y resolución por esta
Corte.
La empresa del F. C. de Bs. Aires al Pacifico fundó su
acción —f s. 6— en la circunstancia de que por los
contratos de concesión celebrados entre el Gob. Nacional y
D. Juan E. Clark en 26 de enero de 1874 y 19 de marzo de
1878 aprobados por ley n° 868, la empresa está autorizada
para transportar las cargas de materiales pertenecientes al
Gob. Nacional o que deban conducirse por su cuenta con
una rebaja del 25 en los fletes; que esa cláusula fue
además aprobada por el P. E. Nacional en decreto de 4 de
noviembre de 1918 y 29 de abril de 1927; que dicha
cláusula se aplicó constantemente con la aprobación del
Gob. Nacional hasta el año 1925 en que el Min. de Guerra,
fundándose en las leyes 531, 583, 2873 y 5315, reclamó la
rebaja del 50 % de las tarifas para los materiales de guerra,
reclamación que se ratificó por el P. E. en 1933, exigencia
que la empresa acató bajo protesta.
Desde luego, no hay nulidad en los contratos de concesión
de 1874 y 1878 porque ellos, aunque suscriptos por las
Ministros del Interior Uladislao Frias y Bernardo de Irigoyen,
respectivamente, fueron aprobados por el P. E. de que
formaban parte presidido por Sarmiento y Avellaneda —
C onfr., "Ministerio de Obras Públicas —Leyes, Contratos y
Resoluciones sobre Ferrocarriles y Tranvías", t. 2°, págs.
193 y 200—; y dichos contratos con expresas
modificaciones resultan aprobados u homologados por la
ley re 868 de 18 de septiembre de 1877 al decir en su
art. 4° "quedan subsistentes las demás cláusulas del
contrato en cuanto no se opongan a las modificaciones
consignadas en esta ley" y es claro que la cuestión
referente al por ciento de rebaja en los fletes de materiales
transportados por cuenta del Gobierno está expresada en el
art. 20 del contrato de 26 de enero de 1874 y en el art. 21
del de 19 de marzo de 1878, sin que ninguno de ellos se
oponga a las modificaciones de la ley n° 868.
El P. Legislativo puede modificar y derogar una ley general
o particular por otra ley —a rt. 17 del Cód. Civ.— sin
ninguno de los requisitos formales que el Procurador Fiscal
menciona en su defensa de fs. 24 y, en consecuencia, pudo
al aprobar los contratos de concesión a P. Juan E. Clark
reducir al 25 la rebajaen los fletes que establecía la ley n°
531, tanto más explicable cuanto que en ésta —l a ley 531
— la rebaja se refería solamente a los materiales de guerra
y en el contrato alude a todos los materiales transportados
por cuenta del Gobierno lo que, como se ha hecho notar por
los asesores técnicos y legales en materia ferroviaria,
importa una mejora notable para el Gobierno desde que es
notorio que el volumen de cargas militares que el Gobierno
transporta representa un por ciento reducido respecto del
total de las cargas transportadas.
La ley general de ferrocarriles n° 2873 no ha podido
empeorar o agravar la situación de la empresa del F. C. de
Bs. Aires al Pacifico en cuanto al por ciento de rebaja en las
tarifas de materiales transportados por cuenta del Gobierno:
1' porque el art. 21 del contrato de concesión aprobado por
la ley núm. 868 establece que las leyes posteriores no
podrán empeorar o agravar las obligaciones del
concesionario; 2' porque la ley n° 2873 se refiere a "tarifas"
o "tarifas ordinarias", concordando con esos preceptos
la ley n° 5315, art. 10; y 3° porque el decreto de 4 de
noviembre de 1918 preceptúa que el transporte de
materiales por cuenta del Gobierno y sobre los cuales debe
establecerse la rebaja del 25 % se hará conforme a tarifas
reducidas o de precios reducidos —a rt. 49 —, tarifas que
como su nombre lo indica son aquellas en que las
empresas reciben una retribución mínima, más de una vez
a precio de costo en atención a la naturaleza de la materia
transportada que no soportaría para su consumo o
utilización en los mercados o sitios de destino el recargo de
las tarifas ordinarias como ser: piedras, carbón, materiales
de construcción, cereales y derivados, forrajes, leña,
maderas, sal, etc. (Confr., Ministerio de Obras
Públicas — Tarifas Ferroviarias, 1922, anexos). El
Procurador General de la Nación, Dr. Botet, en dictamen al
P. E. sobre este asunto de las tarifas y su rebaja al 50 %,
sostuvo también que debe referirse a las ordinarias (3 de
octubre de 1916, Boletín Oficial n° 7886 de fecha 4 de junio
de 1920).
Tratándose de una aparente contradicción entre las leyes
generales de ferrocarriles y la ley especial referente a la
concesión del F. C. de Bs. Aires al Pacifico es necesario
recordar la jurisprudencia de esta Corte Suprema según la
cual, una ley general no es nunca derogatoria de una ley o
disposición especial, a menos que aquélla contenga alguna
expresa referencia a ésta o que exista una manifiesta
repugnancia entre las dos en la hipótesis de subsistir
ambas y la razón se encuentra en que la Legislatura, que
ha puesto toda su atención en la materia y observado todas
las circunstancias del caso y provisto a ellas, no puede
haber entendido derogar por una ley general posterior, otra
especial anterior, cuando no ha formulado ninguna expresa
mención de su intención de hacerlo así (185 U.S. 88).
Como un corolario de la doctrina, según la cual, dice
BLACKSTONE (Interpretation of Laws, 116), las
derogaciones implícitas no son favorecidas, ha llegado a
sentarse como regla en la interpretación de las leyes que
una ley posterior de carácter general sin contradecir las
cláusulas de una ley especial anterior, no debe ser
considerada como que afecta las previsiones de la primera
a menos que sea absolutamente necesario interpretarlo así
por las palabras empleadas. Cuando existen dos leyes o
disposiciones de leyes relativas al mismo objeto, ambas
deben ser aplicadas, siendo ello practicable (t. 150, pág.
150, "Cía. Azucarera Tucumana c. Prov. de Tucumán").
La interpretación alegada por la actora tuvo la conformidad
de todos los Presidentes y Ministros de la materia del P. E.,
desde la ley n° 868 hasta el 29 de abril de 1927, en que el
Presidente Alvear y su Ministro de Obras Públicas Ortiz
ratificaron el decreto de 4 de noviembre de 1918 del
Presidente lrigoyen y Ministro Torello (Reg. Ofic., año 1927,
junio, págs. 56 y 57), y aun en 1936 el Min. de Marina con
dictamen favorable do su asesor letrado, aceptó para
materiales de guerra de su dependencia la rebaja del 25 %
(resolución del Min. de Marina 97.505 de fecha 30 de
diciembre de1936, exp. n° 1-F-91 7 al 936; y dictamen del
asesor legal de dicho Ministerio de 17 de octubre de 1936) ;
y el Proc. del Tesoro, Dr. Celso Rojas, los directores
generales de FF. CC ., Nogués y Castello, así como el
asesor legal de la Dirección expresaron la misma opinión
(exp. adm. agreg., fs. 86, 98 y 99) . Una tan uniforme y
constante interpretación administrativa, tenido en cuenta el
interés del P. E. en el contrato-concesión tiene el valor que
la Corte le asignó en los casos registrados en los ts. 181, pu
g. 257; 188, pág. 303; y 195, pi g. 210, es decir que la
constante interpretación dada por las partes a un contrato
en un largo período de tiempo es la que mejor se ajusta al
espíritu y a la letra de la ley; y no se puede recusar esa
jurisprudencia y esa doctrina declarándola inaplicable al
derecho ferroviario porque éste no es diverso en su
naturaleza del que rige los empréstitos públicos y porque en
la concesión el concesionario adquiere derechos de
contratante protegidos tan cabalmente como los correlativos
del concedente salvo, como es justo, los de éste para
ampliar o modificar los términos de la concesión en vista del
servicio público eficaz pero con la obligación de indemnizar
las cargas o mayores gastos o agravios que el
concesionario tuviere que soportar (C. S. Fallos: 145, 307;
176, 363 ; 183, 116 y 429; 186, 48; 188, 9).
Que se ha invocado por la defensa del Gobierno el
precepto de la ley n° 5315 que establece en su art. 10 la
obligación de las empresas regidas por dicha ley de
transportar los materiales y artículos de propiedad de la
Nación destinados a construcción de obras públicas
nacionales con un aforo del 50 % de las tarifas ordina-rias;
pero como ya se ha dicho en considerando anterior, las
tarifas fijadas para el F. C. de Bs. Aires al Pacifico a los
fines de transportar esos materiales es la tarifa reducida y
no la tarifa ordinaria por lo cual no se modifica sobre ese
particular la norma de la ley de concesión y el decreto de 4
de noviembre de 1918 de unificación de tarifas (Confr.,
art. 49 , inc. 2', Ser. parágrafo). Nada tienen que ver esas
"tarifas reducidas" con las "especiales" a que se refiere el
art. 49 de la ley n° 2873, conceptos mis de una vez
confundidos en resoluciones o dictámenes administrativos.
Finalmente cabe agregar que el crecimiento constante de
las actividades industriales del Estado con el correlativo
aumento del volumen del transporte de materiales para su
realización y la protectora tarifa reducida que por ellos se
paga, hace aún menos equitativa la pretensión de aumentar
al 50 % la rebaja del 25 acordada en el contrato de
concesión homologado por la ley n° 868 y reconocido por el
decreto de 4 de noviembre de 1918.
En su mérito se revoca la sentencia recurrida y se hace
lugar a la demanda, decidiéndose que la Nación debe pagar
a la empresa del F. C. de Bs. Aires al Pacífico la suma de $
338.426,24 m/n., con mis sus intereses a estilo de los que
cobra el Banco de la Nación Argentina, desde el día de la
notificación de la demanda; costas por su orden en todas
las instancias atento la naturaleza de la cuestión y la
discrepancia entre los fallos de las instancias anteriores y el
presente.
Roberto Repetto. — Antonio Sagarna. — B. A. Nazar
Anchorena. — F. Ramos Mejía. — Tomás D. Casares (En
Disidencia).
Considerando:
Que el contrato de concesión suscripto el 26 de enero de
1874 se realizó en virtud de la autorización acordada por la
ley 583 de ninguna de cuyas disposiciones resulta que las
concesiones autorizadas por ella podían estipularse con
independencia de las normas de la ley anterior n° 531, cuyo
art. 1° dispuso que quedarían sujetos a su cumplimiento
"todos los ferrocarriles nacionales ya existentes y que en
adelante se construyeren en la República". Por consiguiente
las concesiones acordadas de conformidad con lo dispuesto
por la ley 583, sobre deber atenerse a los preceptos
particulares de esta última tenían que atenerse también a
las normas de la ley general 531 en todo lo que la 583 no
hubiese derogado.
Que la ley 583 no contiene disposición ninguna sobre la
materia a que se refiere el art. 59 de la 531. El art. 10 de la
ley 583, por el cual se dispone que el P. E. fijará durante el
término (le la garantía —e stablecida por el art. 4— las
tarifas de las líneas de cuya construcción y explotación se
trata e intervendrá en ellas después de su vencimiento,
cuando el producto exceda del 12 %, no es, de ningún
modo, incompatible con la franquicia establecida a favor de
la Nación por el art. 59 de la ley n° 531 aplicable, según el
art. 1°, a todos los ferrocarriles existentes y que se
construyeran en la República, ley a la cual se reconoce
sujeto el concesionario en el art. 19 del contrato de fecha 26
de enero de 1874 reproducido por el art. 21 del contrato
celebrado el 19 de marzo de 11378. Ni los términos del
citado art. 10 contienen referencia alguna que permita
interpretarlo en el sentido de facultar al P. E. a prescindir de
esa franquicia establecida con carácter uniforme y por
razones obvias en favor del poder concedente, ni parece
razonable suponer que tal autorización se acordara sin
decirlo expresamente y no mediando circunstancias
especiales para ello, que ciertamente no resultan de autos.
Que acordada la concesión a que se refiere el convenio del
26 de enero de 1874 en virtud de lo dispuesto por la
ley 583 y con sujeción a las disposiciones de la ley general
reglamentaria 531, no sólo porque el P. E. no podía
acordársela válidamente sin esa sujeción sino también
porque ésta hállase expresamente reconocida en el art. 19
del convenio, el privilegio del P. E. para los transportes de
personas y cargas del servicio de la Nación no podía en
dicha concesión ser menor que el establecido con carácter
general, pera' todos los ferrocarriles, por el art. 59 de la
ley 531.
Que nada hay en la ley 868 que pueda ser opuesto a la
conclusión precedente. Dicha ley no tuvo por objeto
convalidar, formalizar u homologar la concesión convenida
por el P. E. el 26 de enero de 1874, puesto que se había
otorgado de conformidad con la autorización sancionada
por la ley 583. En consecuencia, las disposiciones de la
citada ley 868 no tuvieron otro propósito ni podían tener otro
alcance que el expresado terminantemente en su art. 1°:
autorizar al P. E. para que introdujera en el contrato del 26
de enero de 1874 "las modificaciones siguientes", dice el
texto aludido, es decir, las que se mencionan a
continuación, donde no hay referencia alguna a la materia
del art. 59 de la ley 531.
Que si las disposiciones de la ley general 531 deben
considerarse parte integrante de toda concesión ferroviaria,
como quedó explicado, mientras otra ley no las modificara o
estableciera expresamente un régimen especial y distinto
para determinadas concesiones, y la ley 583, que autorizó
la concesión de la actora, no modificó ni derogó la norma
del art. 59 de la 531 y la validez legal de la concesión de la
actora se funda en la autorización de la ley 583 y no en la
sanción de la 868, que se limitó a introducir modificaciones
en una concesión que consideró legalmente vigente, no se
puede atribuir al art. 4° de esta última que dice
textualmente: "Quedan subsistentes las demás cláusulas
del contrato en cuanto no se opusieren a las modificaciones
consignadas en esta ley", el alcance de una validación
legislativa de la variante introducida por el art. 20 del
convenio en la regulación de la materia legislativa en
términos generales, para todos los ferrocarriles, por el
art. 59 de la ley 531. Tanto los términos en que está
concebido el art. 4 de la ley 868, como los antecedentes de
ésta, demuestran que sólo tenia por objeto autorizar al P. E.
para introducir en el contrato de 1874 ciertas modificaciones
solicitadas por el concesionario con respecto a la
construcción de las lineas férreas, a la garantía acordada
por la Nación y a la facultad que el art. 10 de la ley 583
reconocía al P. E. respecto do la fijación de las tarifas, no
habiendo sido objeto de consideración sino las reformas
solicitadas por el Sr. Clark, entre las que no figuraba la
cuestión que ha originado este litigio, y habiéndose, en
cambio, considerado como simplemente formal el actual
art. 4 de la ley 868, —D iario de Ses. de la Cám. de Dila. de
1877, pág. 718—. Todo lo cual lleva a concluir, como la
sentencia apelada y la de primera instancia, que no ha
mediado la ratificación legal invocada por la actora.
Que, por otra parte, la circunstancia de que las cláusulas
en cuestión formen parte de sendos contratos de concesión
no es óbice para que su nulidad pueda ser declarada por
los tribunales de justicia, pues, como ha declarado esta
Corte Suprema en Fallos: 190, 142, si bien las reglas de los
arts. 1037 y sigtes. del Cód. Civ. acerca de las nulidades de
los actos jurídicos no han sido establecidas para aplicarlas
al derecho administrativo sino al derecho privado, nada
obsta para que, representando aquéllas una construcción
jurídica basada en la justicia, se extienda su aplicación al
derecho administrativo, cuyas normas y soluciones también
deben tender a realizar aquélla, con las discriminaciones
impuestas por la naturaleza propia de lo que constituye la
substancia de esta última disciplina. La falta de aptitud del
P. E., díjose también en ese fallo, derivada de carecer de
facultades para poner en movimiento su actividad en un
sentido determinado, constituiría una causal de invalidez en
la apreciación y examen de un acto administrativo, cuya
nulidad sería absoluta aun cuando su declaración no podría
hacerse de oficio sino a petición de parte.
Que las conclusiones precedentes ponen de lado lo
relativo a la aplicación de la ley 2873. El art. 19 de la
ley 2873 reproduce el 59 de la ley 531. Establecido en los
considerandos anteriores que la concesión del 26 de enero
de 1874, debió atenerse a lo dispuesto por este último
articulo y que es nulo lo acordado en el art, 19 de la
concesión, obvio resulta que la actora no puede invocar en
su defensa la disposición de esta última (cláusula 19) que la
exime de aquellas modificaciones del régimen legal de los
ferrocarriles garantidos que empeoren o agraven las
obligaciones del concesionario, puesto que el citado articulo
de la ley 2673 no agravó las que en el punto debatido le
imponía el régimen legal al cual debió someterse la
concesión ineludiblemente. Y por lo mismo no hay en el
caso derogación de una ley especial (la 868) por una ley
general (la 2873), puesto que sobre la materia a que se
refiere el art. 59 de la ley 531 no hay disposiciones de leyes
especiales que modifiquen lo en él dispuesto, sino sólo las
disposiciones de la concesión, que en ese punto son
ilegales. Luego no hay otra cosa que la norma del art. 59 de
la ley 531, reiterada por la ley 2873.
Quo los precedentes de resoluciones y opiniones
administrativas favorables a la tesis de la actora tendrían
importancia si se tratare de interpretar los términos del
convenio de concesión. Pero no se trata de eso sino de la
compatibilidad del art. 20 de la concesión con el régimen
legal de los ferrocarriles, con sujeción al cual tuvo que ser
concedida la construcción y explotación de esta linea.
Sucede con esto lo que con las razones de conveniencia y
equidad invocadas a lo largo de este asunto en favor del
régimen de rebajas establecido en el contrato de concesión.
Admitido, en hipótesis, que esas razones sean válidas, —
y pueden haber sido las determinantes de la actitud
adoptada por la Administración en el sentido de atenerse a
dicho régimen—, justificarían una modificación de las
disposiciones legales pertinentes, pero no pueden influir en
la interpretación y la aplicación de ellas.
En su mérito y por los fundamentos concordantes de las
sentencias de primera y de segunda instancias, confirmase
la apelada de fs. 220, sin costas. — Tomás D. Casares .
Aclaratoria Solicitada por el Procurador General
Suprema Corte:
El Procurador General, por la representación que me
corresponde en los autos seguidos contra la Nación por la
Empresa del F. C. de Bs. Aires al Pacifico, sobre cobro de
fletes, a V. E. digo:
Al notificarme de la sentencia dictada por V. E. a fs. 244 de
estos autos advierto que ella condena a la Nación al pago
de la suma líquida de 338.426,24 pesos m/n. con intereses,
partiendo de la base de corresponder ella a diferencias do
fletes adeudados por concepto de transportes hechos al
Estado sobre dos lineas férreas concedidas a D. Juan E.
Clark por contratos de fechas 26 de enero de 1874 y 19 de
marzo de 1878.
Como al fijar esa suma líquida se ha incurrido en un error
de cálculo, me permito solicitar de V. E. la aclaración
correspondiente, conforme lo autoriza el art. 232 de la
ley 50.
En efecto, al contestar la demanda el señor Procurador
Fiscal después de ofrecer los argumentos que a su
entender justificarían un rechazo total de la acción, sostuvo
que, aun admitiendo por hipótesis fuese atendible el
derecho de la parte actora refiriéndolo a dichas dos lineas,
no lo sería respecto de los transportes hechos por otras
lineas que también explota dicha empresa en ejercicio de
derechos emergentes de leyes y contratos distintos de los
dos citados. Esa defensa, aparece inequivocamente
formulada a fs. 39 y vta. y forma parte integrante de la litis
contestatio; que fui una de las materias sometidas a
dictamen pericial (fs. 53); se expidieron sobre ella los tres
peritos nombrados, y el designado por la parte actora —
f s. 135 y 136— ha puntualizado que, además de las cargas
transportadas por las lineas concedidas a Clark en 1874 y
78, hubo otras transportadas en once líneas más
concedidas por diversas leyes posteriores a tales fechas.
No hubo necesidad de hacer la discriminación
correspondiente en los fallos de primera y segunda
instancias, porque rechazaban la demanda totalmente; pero
consta a fs. 227, que, llegado el expediente a la Corte,
solicité y obtuve se requiriese el legajo administrativo donde
constan los recorridos de cada carga, elemento de criterio
indispensable para que V. E. dictase sentencia. Traídos a la
vista como lo fueron, mantuve todas las defensas opuestas
por los representantes del Fisco (fs. 243); de suerte que
corresponde se pronuncie la Corte al respecto. Paso a
explicar en qué forma vicia esa omisión el cálculo de suma
aritmética liquida, hecho en el fallo.
Tanto el contrato de 1874 (hecho ley según V. E. por la N°
868 del año 1877), como el subsiguiente de 1878,
otorgaban a Don Juan E. Clark —a ntecesor de la empresa
actora— el derecho de construir y explotar dos vías férreas:
una entre Buenos Aires y San Juan, vía Mendoza, y otra
entre Mendoza o San Juan y Chile. Ambos contratos
establecieron (arts. 20 y 22, respectivamente) rebajas de
cincuenta por ciento sobre los pasajes de empleados y
tropa que viajaren en servicio de la Nación, y de un
veinticinco por ciento solamente en los fletes por carga pie
le perteneciere o debiera conducirse por su
cuenta. Empero, ninguno de ellos estableció que
cualesquiera otras concesiones de líneas o ramales a
otorgarse en el futuro al señor Clark debieran quedar
necesariamente sujetas a las mismas condiciones.
Ahora bien: un cuidadoso estudio de las razones básicas
del fallo de fs. 244, lleva al espíritu la convicción de que V.
E. sólo ha entendido referirse a los fletes correspondientes
a transportes hechos por esas dos lineas, únicas previstas
en los dos contratos aludidos. Entretanto, y conforme lo
prueban las constancias del expediente administrativo y los
dictámenes periciales, la demanda resulta involucrar
transportes hechos por otras líneas que fueron concedidas
a la empresa actora bajo condiciones especiales
puntualizadas en otras tantas leyes, todas de fecha
posterior a la 868, interpretada y aplicada por V.
E. Permítaseme recuerde en lo sustancial esas
condiciones, ateniéndome a la nómina de concesiones
mencionada por el propio perito de la actora a fs. 135 vta. Al
efecto prescindiré de la N° 583 —l ínea principal— y la N°
3423 (ramal de Rufino a Buena Esperanza, año 1896) que
por excepción mantiene en su art. 10 el sistema implantado
por la 868.
Ley 3965, año 1900 (línea de Saforcada a Santa Isabel).
Art. 12. — "El Gobierno Nacional tendrá derecho al uso de
las lineas para sus cargas y transporte de tropas, así como
también de la línea telegráfica, con una rebaja de cincuenta
por ciento sobre las tarifas ordinarias".
Ley 4130, año 1902 (líneas de Justo Daract a La Paz).
Art. 15. — "La Empresa concesionaria hará una rebaja de
50 % para los pasajes de empleados y tropa que viajen en
el servicio de la Nación, y en los flotes para las cargas que
a ellas pertenezcan o que debe conducirse por su cuenta".
Art. 18. — " Tanto la construcción como la explotación de
la linea estará sujeta a la ley general de Ferrocarriles y a los
reglamentos de pollera e inspección dictados o que se
dicten".
Ley 4296, del 27 de enero de 1904 (linea de Alberdi a
Bunge).
Art. 14. — "Tanto la construcción como la explotación de
esta línea estarcí sujeta a la ley general de Ferrocarriles N°
2873".
Leyes 4415 de 1904, y 4865 de 1905 (líneas Mackenna-
Achiras, Labougle-Villa Valeria, Rawson-Arribeños,
Chacabueo-Germania y Bunge-Buchardo).
Declaran aplicable a las concesiones respectivas la
ley 4296, citada.
Ley 4481, año 1904 (linea de Cañada Verde a Justo
Daract).
Sujeta el sistema al de la ley 4300 y ésta, en su art. 13,
además de referirse expresamente a la general de
ferrocarriles N° 2873, previene:
Art. 16. — "En los transportes de materiales o personas,
que se conduzcan o viajen por cuenta del Gobierno, se
hará la rebaja del 50 % en las tarifas ordinarias".
Ley 11.355, año 19G (linea de Laboulaye a Sampacho).
Art. 4° — "Esta concesión se sujetará en un todo a la
ley  5315, reglamentaria de concesiones ferroviarias".
Ante la claridad de estos textos, imposible resulta admitir
que la suma numérica de los fletes correspondientes al
sistema de la ley 868, alcance a la cifra de trescientos
treinta y ocho mil cuatrocientos veintiséis peos con
veinticuatro centavos. Quiera V. E. rectificarla, o establecer
que tanto el monto de la condena corno el de los intereses,
se liquidará ante el señor Juez de la condena refiriéndolo
exclusivamente a los transportes hechos sobre las lineas
que fueron materia de los contratos de 1874 y 1878. Bs.
Aires, junio 7 de 1945. — Juan Alvarez.
Sentencia de la Corte Suprema
Bs. Aires, 11 de junio de 1945.
Visto el pedido de aclaratoria formulado en tiempo y forma
por el Sr. Procurador General de la Nación respecto del
fallo de esta Corte corriente a fs. 244 de los autos en cuanto
al monto de la suma que, según el mismo, debe pagar el
Gobierno de la Nación a la Empresa del P. C. del Pacifico a
consecuencia de lo pagado de menos por transporte de
cargas beneficiadas con el 25 % de rebaja en los
transportes a tarifas reducidas, y
Considerando:
Que la discriminación argüida por el Sr. Procurador
General y que ya sostuvo el Asesor del Min. de Guerra,
Coronel Juanto a fs. 103 del expediente administrativo
agregado, prescinde de la unificación de administración de
todas las lineas del F. C. del Pacifico y unificación de tarifas
del mismo a que se refieren los dictámenes del Director
General de Ferrocarriles, Ingeniero don Pablo Nogués,
inserto en el expediente administrativo caratulado:
"Ministerio de Obras Públicas de la Nación —n ° 4093, año
1917— Ferrocarril de Buenos Aires al Pacifico, tarifas a
regir en sus lineas, según convención aprobada por el
Gobierno"; informes aprobados por decretos del Poder
Ejecutivo de 4 de noviembre de 1918 y abril 29 de 1927.
Que, en efecto, en el decreto de 4 de noviembre de
1918, articulo 1°, se dice: "Con excepción de la planilla do
recargo de fs. 77, apruébanse las nuevas tarifas propuestas
por la Empresa del Ferrocarril de Buenos Aires al Pacifico
para regia en sus lineas y las que administra,
considerándose como explotado bajo convenio todo su
sistema, excepto el Ferrocarril Trasandino, mientras
subsista dicho convenio". Dicha resolución —c omo queda
dicho anteriormente— fué confirmada por el decreto del año
1927.
Que, en consecuencia, no hay obscuridad ni duda sobre la
parte dispositiva ni sobre los fundamentos del fallo recurrido
y no son éstos revisibles por conceptuárseles injustos o
inequitativos según el criterio de las partes (Fallos: 134, 255
y otros).
En su mérito se declara que no procede la aclaratoria
solicitada. Roberto Repetto — Antonio Sagarna. — B. A.
Nazar Anchorena. — F. Ramos Mejía.

CSJN, 14/11/1973, "Empresa Ferrocarriles Argentinos c.


S.A. Ingenio San Juan, Paz y Posse Ltda. y otros",
Fallos: 287:238. Fallo in extenso
Dictamen del Procurador General
Suprema Corte:
El recurso ordinario de apelación deducido a fs. 461 es
procedente de acuerdo con lo dispuesto por el art. 24 inc. 6°
ap. a)' del decreto-ley 1285/58, sustituido por la ley
17.116 vigente al tiempo de quedar esta causa radicada
ante V.E. (Fallos: 268:58, sus citas y otros) .
En cuanto al fondo del asunto, las cuestiones propuestas
en el memorial de fs. 470 son, por su naturaleza, ajenas a
mi dictamen. Buenos Aires, 16 de noviembre de
1972. Eduardo H. Marquardt.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 14 de noviembre de 1973.
Vistos los autos: "Empresa Ferrocarriles Argentinos c. Paz
y Posse Ltda. — Ingenio San Juan y Alberto Paz Posse
s/cobro ordinario de $ 351.794,10".
Considerando:
1°) Que el Señor Juez de Primera Instancia, en su
pronunciamiento de fs. 403/407, hizo lugar parcialmente a
la demanda y, en consecuencia, condenó a "Paz y Posse
Ltda. Ingenio San Juan S.A." a pagar a la actora la cantidad
de $ 351.794,10, intereses y costas. Asimismo, condenó a
Susana Paz Posse de Cossio y a Alberto Paz Posse a
pagar a Ferrocarriles Argentinos, solidariamente con la ya
aludida sociedad, la suma de $ 130.964, también con
intereses y costas.
2°) Que, apelado ese fallo, la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Federal — S ala Civily Comercial N ° 2—
lo confirmó en cuanto impuso las costas a "Paz y Posse
Ltda. Ingenio San Juan S.A." (que se había allanado a la
demanda) y lo revocó en cuanto hizo lugar a la demanda
promovida contra los fiadores, lisos, llanos y principales
pagadores, Alberto Paz Posse y Susana Paz Posse de
Cossio, con costas por su orden en ambas instancias
(fs. 447/452).
3°) Que contra esa decisión el representante de
Ferrocarriles Argentinos dedujo el recurso ordinario
(fs. 461), que fue concedido a fs. 462. Dicha apelación es
procedente, con arreglo a lo dispuesto en el -art. 24, inc. 6°,
ap. a), del decreto-ley 1285/58, texto según decreto-ley
17.116/67 vigente a la fecha de interposición y concesión
del recurso (Fallos: 268:58).
4°) Que en el memorial de fs. 470/474 la actora se agravia
de lo decidido respecto de los fiadores. Afirma, en lo
sustancial, que debe tomarse como fecha del contrato la
que luce en su texto (4 de agosto de 1964) y no la fecha en
que los fiadores suscribieron el documento (28 de febrero
del mismo año). Sobre tal base, sostiene que el cómputo de
5 años para la extinción de la fianza, por vencimiento del
plazo, debe computarse desde el 4 de agosto de 1964,
invocando en ,apoyo de su pretensión. los arts.
1016 y 1017 del Código Civil. Dice la actora que se está en
presencia de un caso de "firma en blanco", que implica
mandato para poner fecha a la co-contratante y que no
puede sostenerse que el Ferrocarril haya incurrido en abuso
de ese mandato al llenar el aludido blanco con una fecha
algunos meses posterior a la firma del contrato.
Agrega, por otra parte, que tratándose de "lisos y llanos
pagadores" —y no de fiadores comunes— debe entenderse
que están obligados al pago total de la deuda, sin limitación
en el tiempo y sin que pueda hacerse valer el término de 5
años pactado en el contrato.
Por último, se agravia de los honorarios regulados a los
peritos y a los profesionales intervinientes de la contraparte,
por estimarlos excesivos (punto 3° del petitorio, fs. 474).
5°) Que según el instrumento agregado a fs. 384, entre el
Ferrocarril Mitre y "Paz y Posse Ltda. Ingenio San Juan
S.A." se celebró un contrato —l lamado de crédito para el
pago de servicios y locaciones—mediante el cual el primero
otorgó a la segunda un crédito por el término de cinco años
para el pago de fletes, estadías, almacenajes y alquiler de
espacios (cláusula 1a), obligándose como fiadores del fiel
cumplimiento de la convención los señores Rufino Cossio y
Alberto Paz Posse (cláusula 7ma.), quienes "garantizan
solidaria, lisa y llanamente, como principales pagadores" el
pago de las deudas (cláusula 8a).
6°) Que, a tenor de las cláusulas citadas, ninguna duda
cabe de que la obligación asumida por los fiadores —a un
cuando lo fue en carácter de principales pagadores— tuvo
una duración de 5 años a contar desde la fecha de entrada
en vigencia del contrato; por manera que no puede
pretenderse que queden jurídicamente vinculados a
operaciones concertadas con posterioridad a la extinción
del- plazo fijado de común acuerdo en el contrato de fs. 384.
Resulta claro, como lo señaló el tribunal a quo , que la
fianza contratada bajo la forma de "principal pagador"
compromete la responsabilidad del fiador por el término
concretamente estipulado, o sea, por el lapso de 5 años en
el caso de autos (cláus. 1a contrato de fs. 384) . Este
término de 5 años es una regla a la cual quedan 'sometidos
los contratantes como a la ley misma (art. 1197 del Código
Civil).
7°) Que, sentado lo que antecede, corresponde determinar
si debe tomarse como fecha de existencia del contrato la de
su firma —2 8 de febrero de 1964, según certificación
bancaria no impugnada— o la puesta ulteriormente por el
Ferrocarril en ejercicio, según sostiene, del mandato
resultante de la firma "en blanco" —4 de agosto del mismo
año-. Ello así, por cuanto todos los documentos
acompañados por la actora como base de la demanda se
refieren a operaciones concertadas con posterioridad al 28
de febrero de 1969; es decir que, de aceptarse la tesis
sostenida por los, co-demandados, las deudas
instrumentadas por dichos documentos no los obligan, toda
vez que a su nacimiento ya se había operado la extinción
de la fianza por vencimiento del plazo.
8°) Que resulta evidente que el contrato de fs. 384 —c uyo
texto viene impreso al modo de los llamados "contratos de
adhesión"—, fue presentado por el Ferrocarril a los fiadores,
para su firma, hallándose previamente determinadas y
escritas (impresas) las distintas cláusulas que forman la
convención obligatoria, excepto la fecha. Y es también claro
que la fecha "4 de agosto de 1964", que según la actora es
la propia del contrato, ha sido puesta con posterioridad al
28 de febrero de 1964 -fecha en la cual fue suscripto el
instrumento por los fiadores—. A ello debe agregarse que
no se ha demostrado en autos que los mencionados
garantes hayan tenido conocimiento y consentido la fecha
que el Ferrocarril puso en el contrato luego de la firma de
éste.
9°) Que es menester señalar, además, que en el texto de
la convención no existe cláusula potestativa alguna que
faculte al acreedor a determinar la fecha de nacimiento de
la relación contractual, ni existe tampoco cláusula alguna
qué someta el nacimiento del contrato a una condición
futura. Tampoco se ha acreditado que, en razón de la
naturaleza de la convención, existan circunstancias
especiales que autoricen a aceptar la facultad del
Ferrocarril para establecer de modo unilateral la fecha de
entrada en vigencia de las obligaciones asumidas por Tos
co-contratantes.
10°) Que, en consecuencia, la calidad de deudores de los
señores Cossio y Paz Posse nació en el momento en que
suscribieron el contrato; momento o situación jurídica que
está, en el caso, indubitablemente fijada el 28 de febrero de
1964, según resulta de la certificación bancaria no
impugnada por la Empresa Ferrocarriles Argentinos. Es
pruéba de ello la circunstancia de que el contrato, base de
la demanda, fue agregado a los autos por la actora y no se
halla firmado por ésta. La presentación de ese ejemplar
(fs. 384) es prueba de la fuerza y validez que ella misma le
reconoce y demuestra claramente su aceptación, como no
podía ser menos, de la existencia jurídica y legal del acto
(art. 1013 y arg. art. 1028Cód. Civil).
11°) Que ninguna razón existe para postergar el comienzo
de la obligación asumida por los fiadores Rufina Cossio y
Alberto Paz Posse el 28 dd febrero de 1964, fecha en la
cual expresaron su voluntad de quedar a las resultas del
contrato por un lapso de 5 años. Se impone, pues, concluir
que la fecha 4 de agosto de 1964, que aparece en el
instrumento agregado unilateralmente por el Ferrocarril,
carece de efectos vinculantes con relación a los
mencionados fiadores.
12°) Que el ,argumento referente a que al firmar en blanco
los deudores otorgaron mandato a la actora para colocar la
fecha de comienzo del contrato no resulta atendible en
el sub lite, No se da, en efecto, la situación prevista en
el art. 1016 del Código Civil, pues las firmas puestas por los
fiadores no lo fueron "antes de la redacción por escrito",
sino después de redactado el contrato, o sea, culminando
las tratativas o gestiones precontractuales y estableciendo,
de modo definitivo, las cláusulas que determinaron
concretamente las obligaciones asumidas y el plazo de
vigencia de la convención suscripta.
13°) Que, a mayor abundamiento, aun si se receptare el
argumento de la actora de que el contrato estaba en blanco,
cabe señalar que el único elemento no determinado en el
instrumento de fs. 384 habría sido la fecha. Y se sabe por
principio de derecho que en todas las obligaciones en que
no se pone día, se debe el día presente, según lo enseña el
jurisconsulto Pomponio, D. 50.17.14. El día presente para
los obligados fiadores es, en el caso, el mismo en el cual
firmaron el documento obligatorio.
14°) Que si, por vía de hipótesis se examina el caso como
un supuesto de "firma dada en blanco' y se asimila ese
supuesto a un "mandato", el Ferrocarril habría extendido en
el tiempo la responsabilidad de los deudores sin habérselo
comunicado, como está obligado a hacerlo según el
precepto del art. 229 del Código de Comercio, que dispone
que "El mandatario está obligado a poner en noticia del
mandante los hechos que- sean de tal naturaleza que
puedan influir para revocar el mandato".
No hay duda de que la extensión temporal de la obligación
es un hecho esencial y de grave efecto, susceptible de
influir en la revocación del mandato. Extender por sí la
responsabilidad del deudor mandante es un acto por parte
del acreedor mandatario manifiestamente dañoso, contrario
a derecho según el art. 1907 del Código Civil.
15°) Que las razones expuestas conducen a confirmar el
fallo recurrido. Los fiadores, en calidad de "principales
pagadores", comprometieron su responsabilidad por el
término de cinco años —o sea, hasta el 28 de febrero de
1969— y las deudas que se pretende cobrar en autos son
todas posteriores a esa fecha.
16°) Que puede todavía agregarse que si la existencia de
dos fechas en el contrato —2 8/2/64 y 4/8/64— se
considerara una situación ambigua, debe aplicarse el
principio enunciado por el codificador en la nota al art.
745 del Código Civil: "...plus favernus liberationibus quam
obligationibus" (más favorecemos la liberación que la
obligación) ; principio éste tomado de la Glossa Magna (se
trata de una glosa marginal al paso del jurisconsulto Paulo
en D.44.7.47, quien explícitamente expone el principio) y
receptado en el Código de Comercio en su art. 218, inc. 7°:
"en los casos dudosos, que no pueden resolverse según las
bases establecidas, las cláusulas ambiguas deben
interpretarse siempre en favor del deudor, o sea en el
sentido de liberación".
17°) Que, en cuanto a los honorarios, de los profesionales,
débese señalar que han sido declarados por la Cámara a
cargo de los co-demandados, por lo que no media razón
que justifique la impugnación por altos que efectúa la
empresa actora. Respecto de la regulación practicada a
favor del perito contador su monto es inferior al mínimo
previsto en el decreto-ley 17.116/67 y, por lo demás, no se
expresan razones que justifiquen modificar lo decidido.
Por ello, habiendo dictaminado la Procuración General, en
cuanto a la procedencia del recurso, se confirma la
sentencia apelada.
Miguel Angel Berçaitz. — Agustín Díaz Bialet. — Manuel
Arauz Castex. — Ernesto A. Corvalán Nanclares.

CSJN, 27/10/1977, "Establecimientos Rurales San


Francisco S.A.C. c. Gobierno Nacional (Ministerio de
Defensa Nacional) s/daños y perjuicios", Fallos: 299:76.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 27 de octubre de 1977.
Vistos los autos: "Establecimientos Rurales San Francisco
S.A.C. c. Gobierno Nacional (Ministerio de Defensa
Nacional) s/daños y perjuicios".
Considerando:
1°) Que a fs. 295/299 la Sala Civil y Comercial N° 1 de la
Cámara Federal confirmó en lo principal la sentencia de
fs. 248/255, que desestimó la demanda por daños y
perjuicios iniciada por Establecimientos Rurales San
Francisco S.C.A. contra el Gobierno Nacional (Ministerio de
Defensa) y la modificó en relación a las costas, las que
impuso en un 70 % a la actora y en un 30 % a la
demandada.
2°) Que contra aquel fallo se interpuso a fs. 302 recurso de
apelación ordinaria, el que al ser denegado a fs. 304 dio
lugar a la queja de fs. 315/316, resuelta por este tribunal por
la admisión formal del remedio intentado.
3°) Que se agravia la parte actora porque el a
quo interpretó la transacción que obra a fs. 71/73 de los
autos seguidos con anterioridad entre las mismas partes,
por desalojo y daños y perjuicios, que obran por cuerda
separada, en el sentido de que el plazo para devolver la
tenencia del inmueble que locaba el Estado no vencía el 30
de junio de 1968 como allí figura, sino 60 días después, es
decir, el 31 de agosto del mismo año. Al haberse entregado
el inmueble con anterioridad a esa fecha, concluyó el
sentenciarte, lo fue en plazo y se cumplió la condición
estipulada en la cláusula segunda del convenio. De esta
manera, aduce la recurrente, el a quo olvidó que la
transacción se produjo cuando la demandada ya estaba en
mora, toda vez que fue la consecuencia de un reclamo
administrativo previo y su posterior demanda judicial para
que el inmueble fuera desalojado, además de haber sido
intimada por telegrama a esos efectos. Por otro lado,
agrega, los alcances de aquélla ya habían sido
interpretados por el Sr. Juez que intervino en el primero de
los juicios por lo que, al respecto, hay cosa juzgada en el
sentido de que el Estado no cumplió con la condición de
entregar en término renaciendo el derecho de su parte a
cobrar las diferencias retroactivas y los daños y perjuicios
aquí reclamados, extremos estos que así planteados, a
pesar de haber sido materia de agravio en segunda
instancia, no fueron tratados por el tribunal.
Así, agrega, quedó por fijar el monto de la indemnización,
abonándose la diferencia de alquileres que pagó el Estado
y el valor real del uso y goce de los que fue privada, materia
ampliamente reconocida en la resolución ministerial que
autorizó el convenio de transacción y que no fue resistida
en este juicio en punto al monto que debía calcularse, sino
en relación a la procedencia de su exigibilidad. Acota que
debe tenerse en cuenta a esos efectos el envilecimiento de
nuestro signo monetario. Pide intereses.
Por último, entiende que de no progresar sus pretensiones
debe modificarse la sentencia recurrida en cuanto a la
imposición de costas, teniéndose en cuenta que de autos
surge con certeza que la actora tuvo argumentos válidos
para litigar. Si, por el contrario, fueran acogidas sus
pretensiones, solicita que las costas de las tres instancias
sean impuestas a la accionada.
4°) Que a fs. 97/100 de los autos "Establecimientos
Rurales San Francisco c. Gobierno Nacional s/desalojo y
daños y perjuicios", agregados por cuerda, la parte actora
solicitó la ejecución del convenio de que se ha hecho
referencia, exponiendo que el Gobierno Nacional se allanó
lisa y llanamente a la demanda de desalojo y prometió
devolver la tenencia del inmueble antes del 30 de junio de
1968, cosa que no cumplió, por lo que pidió su lanzamiento,
agregando que la actitud de la accionada acarreó como
consecuencia el fracaso de la condición a que su parte
subordinó sus renuncias (confr. cláusula del convenio de
fs. 71/73) y por lo tanto renació su derecho a la
indemnización íntegra, extremos que solicita sean
declarados judicialmente para poder practicar la pertinente
liquidación.
De esa presentación, el Sr. Juez de la causa, a fs. 101,
corrió una vista por cinco días a la demandada, quien la
contestó a fs. 107/110 solicitando el rechazo de la
pretensión, con costas. Adujo para ello que del convenio
homologado surge con claridad que la única obligación
contraida por su parte era la restitución de la tenencia del
inmueble, para lo cual, previa fijación del día 30 de junio de
1968 como fecha de desocupación, se estableció una
tolerancia de 60 días. Habiendo sido entregada dicha
tenencia con fecha 30 de agosto de 1968, no existió
incumplimiento de su parte por lo que no asiste derecho a la
accionante para peticionar los daños y perjuicios.
Que así planteado el incidente, el Sr. Juez de primera
instancia lo resuelve a fs. 117/118. En los considerandos
del interlocutoria interpreta que al no haberse solicitado la
rescisión del convenio de fs. 71/73 corresponde establecer
su alcance. Así, agrega, la renuncia formulada por el
accionante se condicionó expresamente a la restitución del
inmueble, poi lo que la demora en su cumplimiento hace
desaparecer lo efectos de la renuncia, añadiendo que
carece de relevancia el hecho de haberse pactado una
cláusula penal a partir del 19 de setiembre de 1968, pues
no cabe entender que se pretendió postergar hasta esa
fecha la entrega del inmueble.
Sin embargo, en la parte dispositiva resuelve: "no hacer
lugar a lo solicitado en el punto segundo del petitorio del
escrito que obra a fs. 97/100, debiendo ocurrir la actora
ante quien corresponda". Ello dio motivo a la iniciación de
este juicio.
5°) Que, tal como fue planteada y contestada esta
demanda por daños y perjuicios y sobre cuya base fue
resuelta la litis en primera y segunda instancias, la cuestión
sometida a decisión de esta Corte radica en interpretar los
términos de la transacción presentada a fs. 71/73 de los
autos agregados, que en adelante se designarán como
expediente de desalojo para facilitar la exposición. En el
citado convenio la actora renuncia a cobrar las diferencias
retroactivas por el reajuste del alquiler que la demandada
pudiera adeudar desde el 15/11/1957 hasta el 23/10/1962,
a condición del cumplimiento por parte de ésta de su
obligación de devolver la tenencia del inmueble. Como en el
apartado III, punto 1) del convenio aparecen dos fechas —
3 0 de junio y 19 de setiembre, ambas de 1968— la
controversia se plantea acerca de cual de ellas debe
computarse como la tenida en cuenta para la devolución de
la tenencia del inmueble a la actora, hecho condicionante
de la renuncia de ésta a cobrar las diferencias retroactivas
de alquileres. La actora sostiene ser la primera de las
fechas mencionadas, la demandada la segunda.
6°) Que en la parte que interesa, la transacción de
fs. 71/73 (expediente de desalojo), reza: "El Gobierno
Nacional se allana lisa y llanamente a la presente demanda
de desalojo y se compromete a devolver la tenencia del
inmueble propiedad de la actora, sito en la Av. del
Libertador N° 2244/64, completamente libre de ocupantes,
antes del día 30 de junio de 1968".
"En caso de que el demandado no cumpliera con esta
obligación, pasados sesenta días, es decir, a partir del día
19 de setiembre del mismo año, deberá abonar m/n. $
200.000,00 (Doscientos mil pesos moneda nacional)
diarios, que se devengarán de pleno derecho y sin
necesidad de interpelación judicial ni extrajudicial alguna,
desde el día 1° de setiembre de 1968 hasta el día de la
entrega efectiva del inmueble. Esta suma tiene el carácter
de indemnización a la actora por los daños y perjuicios que
el incumplimiento del demandado le ocasionara...".
"Sin perjuicio del allanamiento liso y llano efectuado por el
Gobierno Nacional en el punto precedente y a condición del
cumplimiento por parte del mismo de su obligación de
devolver la tenencia, la parte actora renuncia a cobrar las
diferencias retroactivas por el reajuste del alquiler, que el
Gobierno Nacional pudiera adeudar desde la fecha de la
reclamación administrativa efectuada por la actora el día 15
de noviembre de 1957 hasta el día 23 de octubre de 1962".
7°) Que corresponde, en primer lugar, desentrañar la
intención de las partes en cuanto surja exteriorizada y
declarada en los términos mismos del convenio,
precedentemente transcripto.
Resulta, por de pronto, totalmente claro que la demandada
se "compromete a devolver la tenencia del inmueble ...antes
del día 30 de junio de 1968". Esta fecha de devolución no
aparece luego expresamente modificada, por lo que, en
principio, no se ve motivo para considerarla como
inexistente y sin valor alguno en el contexto del convenio y
a los efectos en él previstos, que es prácticamente lo que
pretende la demandada. Con tanta mayor razón cuanto que
la fecha de devolución fue uno de los puntos más
importantes y discutidos de las tratativas de las partes para
llegar al arreglo, lo que imponía una inequívoca
modificación de aquella fecha expresa, en caso de haber
sido ésta la intención de los firmantes.
Cuando, pues, en el último párrafo ut supra transcripto del
convenio, la actora renuncia a cobrar las diferencias
retroactivas "a condición del cumplimiento por parte del
mismo (el Gobierno Nacional) de su obligación de devolver
la tenencia", esta obligación no puede ser otra que la
claramente antes prevista de devolver el inmueble antes del
30 de junio. Esta es la única fecha establecida clara e
inequívocamente para la devolución.
8°) Que la demandada pretende que la fecha real tenida en
cuenta por las partes para la entrega de la tenencia no es la
antes mencionada, sino la del 1° de setiembre a que se
hace referencia en el segundo párrafo, arriba transcripto,
del convenio.
Es preciso reconocer que del citado párrafo no surge tal
cosa, ni ofrece base verosímil para presumirla. La fecha 1°
de setiembre está indicada en función de la cláusula penal
como término a quo a partir del, cual ésta comenzará a
correr. Nada autoriza, dentro de los términos del convenio,
a interpretar que la fecha 19 de setiembre reemplaza o
anula la del 30 de junio, que inmediatamente antes se
acaba de establecer. El hecho de que la cláusula penal
comience a correr no desde el día siguiente al fijado para la
entrega, sino dos meses después, no deja de ser una
modalidad que las partes han establecido conforme a la
conveniencia de sus "concesiones recíprocas" (art.
832Código Civil), pero que no importa contradicción ni
repugna a la fijación de fecha para la entrega antes
prevista.
Lo que surge, pues, de la letra del convenio es lo siguiente:
1°) la demandada se obliga a devolver la tenencia del
inmueble antes del 30 de junio de 1968; 2°) en caso de que
"no cumpliera con esta obligación", pasados sesenta días,
es decir, a partir del 19 de setiembre, comienza a correr una
cláusula penal diaria hasta el día de la entrega efectiva; 3°)
la actora renuncia a cobrar diferencias por reajuste de
alquileres de 1957 a 1962 a condición del cumplimiento por
parte de la demandada de su obligación de devolver la
tenencia del bien, obligación que en el contexto no aparece
ser otra que la expresamente prevista al efecto en el
convenio y que se enuncia en el precedente punto 1°).
El argumento de la accionada fundado en que en el párrafo
de la renuncia ésta se condiciona sólo a la devolución de la
tenencia sin hacerse expresa mención de la fecha 30 de
junio es poco convincente. Ello es así no sólo por lo
expuesto precedentemente, sino porque, como tampoco se
indica en ese párrafo la fecha 1° de setiembre, resultaría
que la renuncia quedaría supeditada a un plazo indefinido
de entrega librado a la voluntad de la demandada, lo que,
por cierto, no es de presumir.
Quiere decir que no hay dos fechas superpuestas para un
mismo hecho, que obligue a interpretar cual es la que vale
en definitiva; hay una fecha para la entrega del inmueble —
3 0 de junio— y otra para qué empiece a correr la cláusula
penal —1 ° de setiembre—.
Por lo demás, es de advertir que tanto la finalidad como las
motivaciones que resultan haber sido tenidas en cuenta
para establecer las consecuencias jurídicas de una y otra
fecha, son distintas. La del 30 de junio es para devolver el
inmueble y su incumplimiento hace renacer el derecho
renunciado por la actora a cobrar ciertas retroactividades; la
del 1° de setiembre es para que comience a correr la
cláusula penal y tiene por objeto resarcir de perjuicios
futuros, como surge claramente de la cláusula pertinente
que dice que tal indemnización responde a los daños y
perjuicios que el incumplimiento de la demandada (la falta
de entrega) le "ocasionará".
9°) Que la demandada alega que los sesenta días
previstos en el convenio de fs. 71/73 (expediente de
desalojo) importaron un plazo de tolerancia para la entrega
del inmueble, de manera que la fecha de devolución
resultaba trasladada del 30 de junio al 1° de setiembre.
Cabe señalar al respecto, en primer lugar, que tal
interpretación, en manera alguna se compadece con los
términos del convenio, según se ha expuesto en los
precedentes considerandos. Frente a esta situación, la
demandada debió producir prueba precisa y fehaciente
sobre el punto, como que se trataba de desvirtuar lo que
surgía de los términos del convenio. Las probanzas
aportadas son totalmente insuficientes a estos fines.
Declaran sobre el tema dos testigos (fs. 221/223 y
224/225), ambos vinculados estrechamente a la
demandada, habiendo el segundo actuado como letrado de
la misma en este juicio (fs. 289) . Por lo demás, el primero
de ellos no intervino directamente en las tratativas entre los
representantes de las partes (fs. 221 vta./222, rep. 1a .) .
Cabe advertir que aun admitiendo la autenticidad de las
manifestaciones que, como expresión de voluntad, surgen
de la discutida nota de fs. 67/69, no resulta de ellas lo que
pretende la demandada en relación al punto de que se
trata. En efecto, ahí no se habla ni del 30 de junio ni del 19
de setiembre como fecha de entrega, sino del 1° de agosto,
fecha desde la cual correría también la cláusula penal. La
nota lleva fecha 13 de marzo de 1968, la transacción fue
presentada el 15 de abril del mismo año (fs. 74 del
expediente de desalojo) . En el interin habían seguido las
conversaciones y de ésta surgió el citado arreglo definitivo
en el que se establecieron dos fechas distintas en lugar de
una sola. Como no sean las manifestaciones de la propia
demandada, nada autoriza a concluir que ese cambio
obedeciera a la intención de conceder el alegado plazo de
tolerancia. Lo más verosímil resulta pensar que sobre los
términos de la nota en cuestión hubo nuevas "concesiones
recíprocas" (art. 832 del Código Civil) : la demandada
adelantaba un mes en la entrega del inmueble (del 1° de
agosto al 30 de junio) y la actora atrasaba un mes el
término a quo de la cláusula penal (del 1° de agosto al 1°
de setiembre) .
Por último es de señalar una circunstancia netamente
desfavorable a la defensa de la demandada, que se analiza
en este considerando. Casi un mes después de la nota de
fs. 67/69, la demandada (Ministerio de Defensa) dicta la
Resolución ministerial de fs. 68/70 (expediente de desalojo)
en la que se dice que la actora en su propuesta solicita la
desocupación del inmueble antes del día 30 de junio de
1968 (fs. 68) y que el Instituto de Investigaciones Científicas
y Técnicas de las Fuerzas Armadas estará en condiciones
de desalojar el inmueble para la fecha fijada, por hallarse en
la etapa de finalización el edificio de su nueva sede (fs. 69).
Si se advierte que esa Resolución es la que autoriza "a
aceptar la propuesta de transacción" (art. 2° de fs. 70),
ciertamente no puede presumirse que la fecha de entrega
tenida en vista haya sido la del 1° de setiembre y menos
aún aceptarse el motivo alegado en autos para justi ficar la
defensa del plazo de tolerancia, esto es, que el local no
podía desocuparse para el 30 de junio, cuando la
Resolución ministerial dice lo contrario.
10) Se ha sostenido que, a diferencia de lo que ocurrió con
la cláusula penal a cuyo respecto se pactó la mora
automática a partir del 1° de setiembre, con relación a la
entrega del inmueble antes del 30 de junio no se convino lo
mismo; como la transacción se celebró cuando aún no regía
la ley 17.711, se agrega, hay que atenerse a los primitivos
términos del art. 509 del Código Civil que exigían la
constitución en mora. De ahí se deduce que el lapso
intermedio de sesenta días era un plazo de tolerancia para
la entrega del inmueble.
Por de pronto se impone señalar que, aun admitiendo
aquella premisa, de manera alguna surge la conclusión que
de ella se deduce. Tal premisa sólo autorizaría a concluir
que para el plazo de entrega se hacía necesaria la
constitución en mora, no así para la cláusula penal. Pero
nada permite afirmar que el segundo plazo de sesenta días
reemplace al primero (antes del 30 de junio) en calidad de
plazo de tolerancia, como no sea suponiendo de antemano
la existencia de éste, lo que importa una petición de
principios, toda vez que es, precisamente, la existencia de
ese plazo de tolerancia lo que se trataba de demostrar; y no
se ha acreditado, según se expuso supra.
Pero, además, debe señalarse que todas las
circunstancias de esta causa están indicando que, aun bajo
la vigencia de la primitiva redacción del art. 509 del Código
Civil, no se hacía necesaria, en el caso, la constitución en
mora. Ello así porque, habida cuenta que el punto capital
que dividió a las partes y que fundamentalmente centró la
preocupación de ambas en las tratativas previas fue,
precisamente, la fecha de entrega, con lo que resulta ser
aplicable la excepción que contenía el entonces vigente art.
509 del Código Civil, en su inciso 2°) , en el sentido de no
ser necesaria la constitución en mora "cuando de la
naturaleza y circunstancias de la obligación resulte que la
designación del tiempo en que debía cumplirse la
obligación, fue un motivo determinante por parte del
acreedor".
Cabe agregar que el silencio opuesto por la demandada al
telegrama de la actora obrante a fs. 94 del expediente de
desalojo no favorece su posición en juicio, conforme con lo
dispuesto por el art. 919 del Código Civil en relación a la
última hipótesis en él prevista que es, precisamente, la de
autos.
El argumento esgrimido por la demandada en su escrito de
fs. 385/ 386, punto III, es ineficaz, toda vez que del texto
completo de la contestación del absolvente a la posición 12
del pliego de fs. 213/214 no surge en manera alguna lo que
se pretende (fs. 215 vta.) .
11) Que, por último, aun en el supuesto de admitirse que
fuera dudosa la interpretación del convenio, en el punto
discutido relativo al alcance y sentido de las dos fechas en
él contenidas, se impone recordar que un sano principio de
hermenéutica jurídica aconseja, en caso de existir términos
o cláusulas aparentemente incompatibles, salir de la duda
no por la supresión lisa y llana de una de ellas —q ue es lo
que pretende aqui la demandada, según se dijo supra
— sino manteniendo la vigencia de ambas, cuando el texto
permite asignar lógicamente a cada una de ellas un ámbito
propio de aplicación en el conjunto de las estipulaciones
que demarcan los derechos y obligaciones recíprocos; tal lo
que resulta de los fundamentos expresados en todo lo que
precede.
Que, como consecuencia de lo expuesto, corresponde
declarar que el incumplimiento de la demandada de
entregar la tenencia del inmueble antes del 30 de junio de
1968 importó quedara sin efecto la renuncia de la actora a
cobrar las diferencias retroactivas por el reajuste de
alquileres a que se refiere la cláusula pertinente del
convenio transcripto en el considerando 6°).
Los autos deberán volver al tribunal de origen a fin de que
decida sobre el resto de las cuestiones contenidas en
la litis , que no fueron tratadas en razón del fundamento por
el cual rechazó la demanda.
Por ello, se revoca la sentencia de fs. 295/299 en cuanto
ha sido materia de recurso, con costas en todas las
instancias (art. 68, Código Procesal). Los autos deberán
volver al tribunal de origen a fin de que dicte
pronunciamiento sobre las cuestiones que quedan
pendientes de decisión en la litis , a consecuencia de lo
resuelto en la presente.
Horacio H. Heredia. — Adolfo R. Gabrielli. — Abelardo F.
Rossi. — Pedro J. Frías .

CSJN, 7/6/1988, "Herrera, Héctor A. y otra c. Herrera


Villegas de Marini, Milna A.", Fallos: 331:945, LA
LEY, 1988-E, 410. Sumarios
1. Resulta arbitrario el pronunciamiento en cuanto
tergiversa lo convenido por las partes, haciendo prevalecer
las palabras empleadas en ello fuera de contexto y por
sobre la voluntad de los contratantes.
2. Aunque pudiera mantenerse la convención dispuesta
por las partes que dejaron establecido en el boleto que la
demandada se reservaba el usufructo parcial del inmueble
permitiendo los compradores la habitación permanente y la
vida en común de los tres signatarios del contrato, la índole
de la obligación asumida por las partes y la naturaleza
jurídica del derecho real reservado para sí por la
vendedora, descarta la posibilidad de considerar a los
compradores como meros comodatarios, siendo en
consecuencia improcedente decretar su desalojo.
3. Cuando el tribunal prescinde de tratar elementos
conducentes y ha sustentado sus afirmaciones sólo sobre la
base de consideraciones parciales de los hechos y del
derecho aplicable, el recurso extraordinario procede con
cuestión federal bastante, sin que resulte obstáculo la
remisión al examen de cuestiones de hecho, prueba y
derecho común.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, junio 7 de 1988.
Considerando:
1) Que contra el pronunciamiento de la sala B de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil que revocó el
de primera instancia e hizo lugar a la reconvención por la
cual la demandada solicitaba el usufructo de por vida de un
inmueble de su propiedad cuya escrituración se ordenó
conjuntamente con el desalojo de los adquirentes, estos
últimos interpusieron recurso extraordinario que, denegado,
dio lugar a la presente queja.
2) Que los agravios de los apelantes suscitan cuestión
federal bastante para su consideración en la vía intentada,
pues aunque remiten al examen de cuestiones de hecho,
prueba y derecho común, materia ajena — c omo regla y
por su naturaleza— a la instancia del art. 14 de la ley 48, tal
circunstancia no resulta óbice decisivo para abrir el recurso
cuando — c omo en el caso— el tribunal ha prescindido de
tratar elementos conducentes y ha sustentado sus
afirmaciones sólo sobre la base de consideraciones
parciales de los hechos y del derecho aplicable.
3) Que, al respecto, cabe señalar que las partes dejaron
expresamente establecido en el boleto que la demandada
se reservaba el "usufructo parcial del inmueble", pero
inequívocamente asentada también la obligación por parte
de los compradores de permitir la habitación permanente en
la vivienda de la vendedora y la vida en común de los tres
signatarios del contrato.
4) Que, en consecuencia, acreditado que las partes han
querido restringir las facultades del propietario pero
consintiendo la "vida en común", la referencia al "usufructo
parcial" no puede ser interpretada con un alcance que deje
inoperante la estipulación respectiva, ni siquiera procede
aceptar la existencia del derecho real en términos que
impliquen la ocupación total de la vivienda, por lo que
corresponde hacer mérito de las objeciones de los
recurrentes atinentes a este punto, ya que el argumento de
la alzada referente a que ese tipo de convivencia violaría el
derecho a la intimidad, no puede ser invocado para
desconocer los términos de un contrato.
5) Que, por lo tanto, aunque pudiera mantenerse
eventualmente la admisión de la hipótesis de un clima de
dificultades de convivencia entre los contratantes, es
menester ponderar la índole de la obligación asumida por
las partes y la naturaleza jurídica del derecho real
reservado para sí por la vendedora, todo lo cual descarta la
posibilidad a que se refirió la alzada al considerar a los
compradores como meros comodatarios y en virtud de ello
disponer su desalojo.
6) Que al arribar a esta conclusión la sentencia no hizo
mérito tampoco de los hechos anteriores, concomitantes e
inmediatamente posteriores a la celebración del contrato
que hubieran contribuido a desentrañar su verdadero
sentido y sólo se dieron por probados otros hechos no
decisivos como las desavenencias en las relaciones
personales de las partes que, sin perjuicio de otros efectos
que podrían eventualmente producir, resultan indiferentes a
los efectos del cumplimiento de las obligaciones
inicialmente contraídas por aquéllos.
7) Que los argumentos dados por la sentencia aparecen
como arbitrarios en cuanto no sólo tergiversan lo convenido
por las partes, haciendo prevalecer las palabras empleadas
en ello fuera de contexto y por sobre la voluntad de los
contratantes, sino que crea además un derecho real a favor
de la vendedora que no estuvo en la mente de los
contratantes reconocer con el alcance admitido.
8) Que, en tales condiciones, las garantías constitucionales
que se invocan como vulneradas guardan relación directa e
inmediata con lo resuelto (art. 15, ley 48).
Por ello se declara procedente el recurso extraordinario y
se deja sin efecto la sentencia. Con costas. Vuelvan los
autos al tribunal de origen a fin de que, por medio de quien
corresponda, proceda a dictar nuevo fallo con arreglo a lo
expresado. Reintégrese el depósito. — Augusto C.
Belluscio. — Carlos S. Fayt. — Enrique S.
Petracchi. — Jorge A. Bacqué.

CSJN, 4/8/1988, "Automóviles Saavedra S.A.C.I.F. c. Fiat


Argentina S.A.C.I.F.". Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 4 de agosto de 1988.
Vistos los autos: "Automóviles Saavedra S.A.C.I.F. c. Fiat
Argentina S.A.C.I.F.".
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala B de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Comercial, revocatoria de la
dictada en primera instancia, que hizo lugar ala demanda
que perseguía la indemnización de los daños y perjuicios
derivados de la cancelación de la concesión que tenía la
actora para la venta de automotores fabricados por la
demandada, ésta dedujo el recurso extraordinario que, al
ser denegado, dio lugar a la presente queja.
2°) Que el juez de primera instancia había rechazado la
demanda por entender que la actora no había cumplido con
los cupos de operaciones indicados en las circulares
pertinentes para el primer semestre de 1976, pues lo
acumulado por "stock" no podía computarse en tal sentido
porque ello bacía al riesgo empresario; desechó como justa
causa de rescisión la alegada inobservancia de las normas
sobre asistencia técnica a que se refiere el art. 7° del
reglamento vigente para los concesionarios; consideró que
la cuenta S.A.P. ("saldo aumenta pagos") no era
compensable con otras de relación entre las partes; que
hubo quejas de clientes vinculadas con la entrega de
automóviles, documentación, sobreprecios, gastos,
servicios, etc.; que la facultad rescisoria conferida por el art.
17 del reglamento para concesionarios era válida y que no
fue ejercida en forma abusiva; y que si bien la demandada
no había cursado el aviso de su decisión cancelatoria con la
anticipación de treinta días, esa omisión no guardaba
relación de causalidad con respecto a los daños
reclamados.
3°) Que la Cámara revocó dicho pronunciamiento por
considerar que la cláusula del reglamento que autorizaba a
ambas partes a rescindir el contrato era legítima por
contrariar normas morales y al principio de la buena fe,
máxime cuando se halla inserta en un contrato de adhesión,
y que tampoco se habían acreditado las causales invocadas
por la demandada para justificarla extinción del contrato de
concesión. Sobre estos aspectos del litigio sostuvo lo
siguiente: a) que respecto del incumplimiento de los
cupos: la sola invocación de una "improbabilidad" es
demostrativa de la falta de certeza y de fuerza para que sea
una causal que pueda justificar la cancelación y los
objetivos deben vincularse con las "ventas" (retiro) y no con
las "compras" (pedido) como pretende Fiat, pues lo que a
ésta le interesa son los "retiros" que se hacen de fábrica
para la colocación de los automotores en el mercado. Tiene
en cuenta que el Reglamento lo redactó la demandada y
ése es el criterio que expresa su artículo séptimo. También
agrega que si la nueva circular hubiera cambiado el sistema
se requeriría de un tiempo de adaptación para ello; b) saldo
impago de la cuenta "saldo aumenta pagos" (SAP): el
monto del saldo no pudo ser determinado con precisión y es
de aquellas cuentas cuyos créditos y débitos son
manejados según la decisión de la demandada. Por lo
demás, no se recepta el criterio de que todas las cuentas
existentes entre la actora y la demandada no puedan ser
compensables entre sí, dado que el argumento es parcial y
engañoso, porque subyace un poder de decisión que en
cualquier momento se puede utilizar para desequilibrar la
vinculación entre concedente y concesionario. Se puede
asimilar al caso de la compensación de las cuentas
corrientes bancarias en las que se permite tal
compensación —a nte la quiebra del cliente— porque sólo
puede verificarse un "saldo global"; c) quejas de los
clientes: señala que no hubo intimación previa acerca de los
incumplimientos alegados a lo largo de los diez años de
contrato, como tampoco fue probada la gravedad de los
incumplimientos. Examina las declaraciones de los testigos
y concluye que la mayoría de las quejas son de fecha
posterior a la cancelación de la concesión, las que se
pudieran admitir caen frente al porcentaje de ellas
expresado por los peritos en su informe (2,29 %) y por
último difiere la fijación de los daños y perjuicios pertinentes
para la vía incidental pertinente.
4°) Que los agravios del recurrente intentan demostrar la
arbitrariedad del fallo porque:
a) Se trató de una rescisión causada y fundamentada, sin
perjuicio de haber alegado a mayor abundamiento la
facultad unilateral emanada del artículo 17 del reglamento,
por lo que ello no dispensaba al tribunal de realizar un
estudio profundo y serio de cada una de las causales
invocadas, es decir, se prescindió del orden normativo que
rige el caso específico;
b) En lo referente ala causal de incumplimiento de
cupos: entiende que hubo una distorsión del lapso invocado
por Fiat para cancelar, ya que del telegrama surgen tres
meses (abril, mayo y junio de 1976), mientras que la
cámara hace referencia a un "probable incumplimiento" del
objetivo previsto para todo el año. Que en ese período la
actora compró seis unidades (sistema tradicional) y
formalizó trece contratos (Scudería 80), cuando los
promedios fijados eran de 59 y 27, respectivamente. Que
el a quo analizó los cupos cuando las circulares siempre
hablaron de promedios mensuales, aun la examinada por la
alzada que obvió el otro párrafo donde se refiere también a
que el incumplimiento de los promedios mensuales podía
conducir a la adopción de medidas como la revocación de
la concesión (circular 761.008/06). Que el reglamento, en
su artículo séptimo, inciso a), utiliza la palabra "ventas" la
que deberá ajustarse a la "cuota" que periódicamente fija
Fiat, pero no en el sentido adoptado por la alzada. Que lo
determinante para el cupo mensual es la "recepción de
pedidos" y no los "retiros", aunque la Cámara optó por el
criterio que no surge de las circulares por considerarlo más
justo y equitativo, aun que contradiga las normas qué
regulan la relación. Que es una mera afirmación dogmática
sostener que otras circulares condicionaban la entrada en
vigencia de aquella que habría modificado el sistema de
cómputos, sin indicar cuáles eran, pues siempre el sistema
fue el mismo;
c) Inobservancia de las normas de asistencia
técnica: sostiene que la Cámara escogió una errónea vía
ritual procesal para verse libre de examinar las pruebas, ya
que expresó que "al no haber agravios de la demandada
sobre el tema... ello es suficiente para que este tribunal no
lo tome en cuenta" y ha incurrido en arbitrariedad. Que ello
es así, porque la demandada fue vencedora en primera
instancia, de modo que no tenía carga procesal alguna de
expresar agravios y porque prescindió de la lectura de los
agravios en los cuales efectivamente se hizo mención
expresa de la cuestión. Alega que no fueron tratados por la
alzada las graves circunstancias que implicaron
incumplimiento por la concesionaria de las obligaciones
asumidas de acuerdo con el artículo séptimo del
reglamento, a saber: "de mantener su sede comercial y
taller de reparaciones de óptimo estado de presentación y
eficiencia" (inciso "b"); "de disponer de un equipo de
personal comercial, administrativo y técnico capacitado para
el correcto desempeño de sus funciones" (inciso "c"); de
"prestar a todos los vehículos vendidos con su intervención
los servicios técnicos y de atención mecánica indicados por
Fiat, dentro de los términos y plazos de la garantía
respectiva" (inciso "d"); de disponer permanentemente de
un stock de repuestos exclusivamente originales y nuevos
marca Fiat, adecuados a las necesidades de su zona y
clientela (inciso "i"); de "llevar un fichero de su clientela en
el que figuren los nombres y todo dato de interés relativo a
los clientes que ya compraron vehículos Fiat" (inciso "ll").
Que estos reproches fueron documentados mediante
prueba instrumental agregada ala contestación de la
demanda consistente en comunicaciones internas, actas de
inspección y notas. Que se señaló una coincidencia de
dictámenes a lo largo de cinco años de pasividad de la
concesionaria en la corrección de las graves u objetivas
deficiencias que le fueron imputadas. Que en el escrito de
fs. 5294/5323 la demandada demuestra acabadamente
cómo en un breve período de dos años 1619 clientes
naturales de su taller fueron ahuyentados; la
desorganización administrativa, la del taller, la del área de
repuestos; la falta de actualización del fichero de clientes; el
permanente y alto porcentaje de altas y bajas en la nómina
de personal de la actora revelador de la inestabilidad de los
cuadros indispensables para un adecuado servicio técnico;
d) Falta de pago del saldo de cuenta denominada "saldo
aumenta pago" (SAP): manifiesta el recurrente que
el a quo no receptó las razones invocadas por Fiat porque:
"el monto del saldo de la cuenta no ha podido ser
determinado con precisión"; "aceptar el criterio de la
concedente, en el sentido de que el saldo deudor de esta
cuenta es susceptible de justificarla rescisión, implica un
abuso de derecho" y la SAP "es de aquellas cuyos créditos
y débitos son manejados según la decisión de la
demandada, que utiliza facultativamente sus registraciones
contables en esa cuenta, sobre todo en cuanto al tiempo de
efectuar los créditos y los débitos". Que tales
razonamientos no son más que afirmaciones dogmáticas,
pues decir que la deuda no es "determinable" sin la menor
justificación indica que no existió valoración alguna de las
probanzas producidas, máxime cuando el saldo es
determinable y existen deudas en mora de la concesionaria,
aun después de efectuada la compensación de cuentas.
Con relación a la aserción no demostrada de que el saldo
no ha podido ser "determinado", asegura que la Cámara
hizo suya en forma parcial una reflexión del juez de grado
con olvido de las razones que lo condujeron a ella, como lo
es: "...l a evidente parcialidad demostrada en muchos casos
por el perito de oficio a favor de la actora". Que en modo
alguno se indagaron los motivos de la grave conducta
reprochable de los peritos y no se tuvo en cuenta que el
juez de primera instancia no necesitó profundizar más la
cuestión porque su sentencia fue el corolario de la plena
validez y vigencia del artículo 17 del reglamento; empero, la
alzada cuando negó la validez del citado artículo debió
examinar más profundamente esta causal. Que si la
Cámara no entendía el fondo de la controversia debió
ordenar "medidas para mejor proveer", pero actuó con su
prejuicio de resolver in dubio pro concesionario. Que no
quedó demostrado que Fiat haya cometido o intentado
manejar según su discreción la cuenta, jugando una
presunción juris et de jure en contra de los concedentes.
Asimismo, se prescindió del hecho de que la concesionaria
lleva libros que fueron debidamente examinados de los que
no surge que se hubieran llevado a cabo actitudes
abusivas. Que implica una virtual denegación de justicia
excluir el conocimiento de una causal decisiva por la sola
circunstancia formal de que, inicialmente, se había dicho
que había un saldo en una sola cuenta, máxime cuando
estaría probado que existe un saldo a favor de Fiat. Que el
peritaje practicado en autos seguido entre las mismas
partes por ante el Juzgado Comercial N° 17 determinó una
deuda total en las cuentas con solidadas de $
18.042.620,51 al treinta de junio de mil novecientos setenta
y seis. Que esas conclusiones están corroboradas por un
oficio —n o cuestionado por la actora— que revela una
deuda de $ 16.694.149,40. Y que, actualizada la deuda
consolidada arroja un total al mes de mayo de 1987 de A
235.248. Que a igual conclusión arribaron los peritajes
practicados en la especie y en este punto la Cámara omitió
aplicar el artículo 63 del Código de Comercio y que dichos
resultados no resultan afectados por las correcciones que
los peritos introdujeron que no hallan respaldo en ninguna
documentación. Que igual vicio afectaría a las correcciones
resultantes de la creación de la cuenta "unidades a recibir
Scuderia 80" que serían inaceptables porque tal cuenta fue
creada por la actora e incorporada a su contabilidad
después de la fecha de rescisión y porque la entidad
deudora de los asientos contables es un tercero
(administración de grupos cerrados S. A.). Que los peritajes
no se basan en registros contables y documentación que
acredite que los pagarés y letras allí mencionados para
disminuir el saldo deudor de la actora, hayan sido abonados
a su vencimiento y hacen aparecer la cuenta "autos" como
cancelada.
e) Quejas de clientes: Sostiene que la Cámara olvida que
la propia actora reconoció que recibió tres reclamos y que
Fiat le hizo saber alguna queja (más de tres) que descalifica
sin mayores argumentos una nota del once de abril de 1975
en la que la demandada le hace saber que debían realizar
un golpe de timón en su conducta para no seguir
incurriendo en las dificultades puestas de manifiesto. Que
tampoco el tribunal efectuó comentario alguno acerca de lo
estatuido por el artículo 18 del Reglamento en el sentido de
que la eventual tolerancia de Fiat respecto del cumplimiento
de las cláusulas contractuales no implica caducidad o
renuncia del derecho de exigir su fiel cumplimiento. Que la
gravedad de los hechos quedó probada por el testimonio de
veinte testigos que la Cámara se encarga de desestimar
sobre la base de que las denuncias fueron posteriores a la
caducidad del contrato, cuando ello implica un claro indicio
de que al tiempo de la rescisión la actora no actuase
correctamente. Que, por otra parte, para rechazar diversos
testimonios, el a quo expuso que "la actora había
sostenido —c omo queja de su parte— que si algunas de
las denuncias fueron posteriores a la cancelación dispuesta
por Fiat... no se ve cómo la concedente no ha podido
invocar en su telegrama", cuando ello está indicando el
indicio precedentemente expuesto. Que también la Cámara
dice que son descalificables las declaraciones de los
testigos que formularon sus quejas en Fiat donde les
habrían sugerido las denuncias contra la actora, cuando
nada más natural que compradores de automóviles—frente
a los graves incumplimientos del concesionario—tras
reclamos infructuosos se dirijan a la empresa concedente.
Que la buena atención a la clientela es la esencia del
contrato de concesión, porque las irregularidades de los
concesionarios son trasladadas inmediatamente, en la
concepción del público, del concesionario al cedente. Que
de la atención al público depende —g ran parte— de la
reputación ganada por una marca.
f) Dedica un capítulo aparte al examen de la "falta de
interpelación previa para cumplir" acerca de lo que estima
que hubo una contradicción del tribunal, pues —p or un lado
— expresa que el tema de la intimación previa estaba fuera
de la litis y, por el otro, concluye que la cancelación fue
intempestiva. Que, sobre el particular, la Cámara habría
prescindido de considerar: las exhortaciones formuladas al
concesionario; las razones expuestas para cancelar con
cierta urgencia y las circulares que autorizan tal proceder
cuando mediara incumplimiento del concesionario.
Asimismo, considera arbitrario el fallo porque no determinó
cuántos días configuraban un plazo razonable; no
circunscribió los daños —a la mera omisión de la formalidad
de intimar— y no hizo mérito de la circunstancia de que la
concesionaria continuó realizando operaciones después de
la cancelación.
g) Se agravia de la imposición de las costas (todas a su
cargo) porque se prescindió de varias circunstancias, como
lo es el hecho de haberse probado cuatro de las causas
alegadas para cancelar el contrato y que también invocó el
artículo 17 del reglamento que lo autorizaba a la rescisión
unilateral incausada, sin perjuicio de lo que con
posterioridad estimó el a quo sobre el tema, lo cierto es que
existían motivos fundados que avalaron el proceder de Fiat.
h) Por último, se refiere a la invalidación del artículo 17 del
reglamento —s obre la facultad de rescisión incausada—
opinando que la alzada privilegió el tratamiento de dicha
rescisión concluyendo en su nulidad, lo que gravitó
negativamente en la justa decisión de las demás
cuestiones. Entiende que las conclusiones a que arribó el
tribunal acerca de que las cláusulas del contrato eran
vejatorias, abusivas y reñidas con la buena fe, fueron
formuladas sobre la base de argumentos abstractos, de
precedentes jurisprudenciales cuya pertinencia al caso no
es demostrada y de principios normativos de extrema
latitud, que no permiten referirla solución del litigio a las
concretas circunstancias del caso de las que prescindió el
fallo. Tales circunstancias son: que el representante legal
de la actora (señor Antonio Conrado De Martino) era un
experimentado comerciante en el ramo automotor, como
consecuencia de haber integrado otra concesionaria Fiat,
por lo que conocía y comprendía el alcance de las
obligaciones que contraía; que la actora tenía fuertes
recursos económicos como para contar con el debido
asesoramiento legal; que el artículo 17 del reglamento
concedía idénticos derechos a ambas partes contratantes;
que la cláusula rescisoria incausada adquiere sentido en los
contratos que no tienen plazo de duración, pues en ese
caso estima razonable que alguna de las partes quisiese
rescindir sin causa grave imputable a la otra; que se tuvo en
cuenta un precedente jurisprudencial ("Cilam S. A. c. Ika
Renault S. A.") que tiene supuestos de hecho distintos a
este caso, ya que se trataba de un contrato con plazo fijo de
dos años, se probó la falta de entrega de autos de la
concedente y éste rescindió a los cinco meses de celebrado
el contrato. Tampoco considera admisible el criterio de la
sentencia en el sentido de que la eventual renuncia a los
daños y perjuicios es ineficaz y por ello invalida el artículo
17 del reglamento, ya que no se tomó en cuenta que esa
reglamentación importó la aplicación de los artículos 19
y 872 del Código Civil, dado que hubo una renuncia
expresa recíproca del derecho de reclamar los daños.
5°) Que el art. 17 del llamado "Reglamento para los
concesionarios de Fiat" dispone en su inciso a: "La
designación de concesionario es por tiempo indeterminado
y tendrá vigencia hasta que Fiat comunique su resolución
de cancelarla o el concesionario de renunciarla. Esta
comunicación deberá ser hecha por telegrama colacionado
con treinta días de anticipación. Este derecho de
cancelación es incondicionado y sin cargo tanto para Fiat
como para el concesionario, de modo tal que su ejercicio
por una de las partes no dará derecho a la otra para
reclamar daños y perjuicios, ni ninguna prestación que no
sea el cumplimiento de obligaciones contraídas con
anterioridad".
6°) Que la Cámara consideró carente de validez a dicha
cláusula por los siguientes motivos: a) Que la cláusula no
puede ser interpretada aisladamente sino en el contexto de
todo el contrato, el cual consideró como "de adhesión"; b)
que el contrato de concesión tiene
características suigéneris que no pueden dejarse de lado
mediante la simple aplicación del art. 1197 del Código Civil;
c) que diversos factores social-económicos han provocado
una profunda transformación del "derecho de los contratos";
d) que esas circunstancias, junto a otros factores,
minimizan el papel de la voluntad de las partes como
representativa del poder de negociación; e) que el contrato
celebrado entre las partes es de adhesión, en el que la
situación de la actora se encuentra debilitada frente a la
superioridad económica de la otra; f) que en dicho contrato
la demandada tiene el "control del poder", lo que conduce al
riesgo del "abuso de ese poder", pues se trata de un
negocio jurídico —e l de concesión para la venta de
automotores— de concentración vertical de empresas, en el
cual el concesionario se somete a las reglas impuestas por
la concedente; g) que de dicho negocio resulta una
desigualdad y subordinación económica al concedente, del
cual el concesionario es sólo un auxiliar; h) que el derecho y
la moral deben encontrarse en un plano de perfecta
armonía, por lo que debe juzgarse la conducta de la
concedente a la luz del principio de la buena fe; i) que la
facultad de rescindir unilateralmente el contrato en forma
encausada se aparta de esas directivas y configura un
ejercicio abusivo del derecho; j) que dicha facultad no
puede ser admitida en los contratos de duración como es el
de autos, cuya característica es la de consolidar una
relación estable de colaboración duradera entre concedente
y concesionario; y k) que el preaviso es indispensable,
desde el punto de vista de la buena fe, para cancelar una
concesión.
7°) Que, según se desprende de lo expuesto
precedentemente, el a quo restó todo valor a una cláusula
de un contrato, que es ley para las partes (art. 1197, Código
Civil), con apoyo en principios generales, sin atender en
forma concreta y precisa a las particulares circunstancias
del sub lite. Al ser así —c omo se demostrará más adelante
—, el pronunciamiento apelado satisface sólo de manera
aparente la exigencia de constituir una derivación razonada
del derecho vigente con aplicación a los hechos
comprobados de la causa (Fallos: 306:391). Si bien es
cierto que determinar en qué clase de situaciones existe
ejercicio abusivo de un derecho constituye una cuestión
reservada a los jueces de la causa y ajena, por regla, ala
instancia extraordinaria, el principio debe ceder cuando la
decisión no se apoya en disposiciones normativas ni criterio
alguno, sino que es el resultado de afirmaciones
dogmáticas sustentadas en la sola voluntad de los jueces
(Fallos: 306:1850).
Ha dicho este Tribunal que si bien lo atinente a la exégesis
de la voluntad contractual es materia de derecho común,
ajena al recurso extraordinario, ello reconoce excepción
cuando los jueces asignan a las cláusulas de un contrato un
alcance reñido con la literalidad de sus términos y la clara
intención de las partes, ylo decidido no se basa en
explícitas razones suficientes de derecho (Fallos: 306:85).
Se trataba allí de un supuesto en el que se había
desconocido efectos a un pacto resolutorio estipulado
expresamente por las partes.
8°) Que, en consecuencia, corresponde expedirse acerca
de las conclusiones a las que arriba el a quo sobre la
invalidez de la mentada disposición contractual. Cabe
aclarar que nada corresponde decidir sobre la naturaleza
jurídica del contrato que liga a las partes, pues en este
aspecto debe aceptarse lo resuelto por el a quo en temas
de derecho común. Lo que aquí interesa es determinar si,
aun cuando se acepte la calificación de contrato de
adhesión y la supuesta existencia de una parte más débil
que la otra, ello justifica que en las particulares
circunstancias del caso sea privada de toda eficacia una de
sus cláusulas.
9°) Que, como se dijo, la Cámara consideró abusiva e
inválida a la mentada cláusula. Se advierte así que no ha
formulado la distinción ínsita en el art. 1071 del Código
Civil, entre el derecho y su ejercicio (Fallos: 305:637), ya
que una cosa es que el derecho estipulado en favor de una
de las partes — e n el caso lo fue de ambos contratantes—
sea abusivo, y otra distinta es establecer si ese derecho fue
ejercido en forma abusiva.
En cuanto a la cláusula en sí misma, no puede sostenerse
válidamente su nulidad en tanto importa un pacto por el que
se autoriza a cualquiera de los contratantes a rescindir
unilateralmente el contrato sin causa, que la ley autoriza
cuando ha sido estipulada en la convención, y que suele ser
común en los contratos de tracto sucesivo (doctrina
art. 1200, Código Civil). En la consideración de este
aspecto constituye una cuestión fundamental a tener en
cuenta —n o valorada por el a quo — la circunstancia de
que el contrato que liga a las partes no tiene fijado un plazo
máximo de duración, de manera que de no aceptarse la
existencia de la mentada disposición contractual, su
duración sería ilimitada en tanto las partes no decidieron
por mutuo acuerdo concluirlo o se produjera alguna causa
que justificase su rescisión o resolución.
10) Que al respecto no se puede soslayar que por tratarse
de un contrato atípico —c alificación admitida por la propia
Cámara— y, por ende, carente de normas expresas que lo
regulen, su régimen debe buscarse principalmente en la
propia voluntad de las partes expresada en la convención y
en los principios generales de los contratos, aspectos éstos
absolutamente desatendidos por la sentencia apelada.
Admitido ello, la conclusión de que "la facultad rescisoria
incausada no puede ser admitida en los contratos de
duración como es el de concesión para la venta de
automotores" (v. fs. 8580), es fruto tan sólo de la voluntad
de los jueces. Si bien el a quo ha citado una extensa
bibliografía que, supuestamente, sustenta semejante
afirmación, lo cierto es que ella no condice con la doctrina
especializada en materia del contrato de concesión privada.
En efecto, se ha señalado que el elemento "tiempo" debe
figurar como esencial y propio del contrato de concesión
privada, porque al tratarse de una delegación por parte del
concedente, ella no puede atribuirse sin límite en el tiempo,
pues ello implicaría comprometer el patrimonio de quien la
otorga en forma permanente y obligarlo sin término a
autorizar la prestación por terceros de un servicio que le
compete (v. Gastaldi, J. M., "El contrato de concesión
privada", Bs. As. 1974, p. 135; Martínez Segovia, P. J., "El
concesionario de automotores", J.A., 1966-V —s ec. doct.-
10, que propone el reconocimiento de una indemnización
sólo en el caso de que la revocación sea arbitraria,
siguiendo el modelo del código italiano cuando trata el
contrato de agencia; Cambiasso, J.E., "El contrato de
concesión para la venta de automotores", L.L., 138-1135;
Farina, J. M., "El contrato de concesión en el derecho
privado", J.A., doctrina, 1971-715, que sólo reconoce el
derecho del concesionario a la indemnización cuando la
rescisión unilateral sea intempestiva o de mala fe; Iglesias
Prada, J.L., "Notas para el estudio del contrato de
concesión mercantil", en Estudios de Derecho Mercantil en
homenaje a Rodrigo Uria, Madrid, 1978, ps. 268 y ss.;
Marzorati, O. J., "El contrato de concesión comercial" E.D.,
diario del 24/2/88).
Al no haber pactado las partes un plazo de duración para
la contratación, la posibilidad de denuncia en cualquier
tiempo por cualquiera de las partes no sólo no es abusiva,
ni contraria a reglas morales, sino que se muestra como la
consecuencia lógica de esta especie de negocio jurídico,
máxime cuando dicha posibilidad fue expresamente
prevista por los contratantes. La lógica indica que si las
partes no establecieron un plazo de duración es porque
entendieron que podían concluir el contrato en cualquier
momento, y no que se ligaron jurídicamente en forma
perpetua.
De los términos del fallo apelado se desprende, a juicio de
esta Corte, que se ha confundido estabilidad con
perpetuidad, pues la circunstancia de que el contrato de
concesión deba ser estable —c omo señala la Cámara— no
puede significar que deba esperarse indefinidamente su
extinción.
11) Que, por otro lado, no obstante tratarse de un contrato
atípico, debe señalarse que la conclusión contraria es la
que no se muestra acorde con los principios emergentes del
Código Civil, aplicables también en materia comercial.
En efecto, la incertidumbre no puede constituir una regla
de interpretación de los contratos. En el caso de falta de
plazo expreso convenido para la ejecución del contrato, la
buena fe como regla de interpretación (art. 1198) —t antas
veces invocada por el a quo — no debe conducir a pensar
en la duración indefinida, sino que dicho principio impone
que las obligaciones deban cumplirse y el contrato concluir
en el tiempo que las partes razonablemente pudieron
entender, obrando con cuidado y previsión.
Prueba de ello es que cabe entender que el codificador ni
siquiera aceptó la posibilidad de la espera indefinida en
materia de obligaciones condicionales, aun en los casos en
los que las partes no hayan establecido un tiempo
determinado para el cumplimiento de la condición (art. 541).
Es así que cuando las partes no estipularon un plazo
dentro del cual la condición debe cumplirse, los
antecedentes históricos de la cuestión se muestran
favorables a la idea de la espera indefinida, y que
corresponde esperar que ello suceda, salvo que exista
absoluta certeza de que no podrá cumplirse. En el derecho
romano existía una discusión entre proculeyanos y
sabinianos, en la que prevalecieron los primeros, partidarios
de la espera indefinida, mientras que los segundos daban
relevancia a la voluntad de las partes. También el Código
Civil francés adoptó el criterio de la espera indefinida. En
cambio, en nuestro derecho positivo, dispone el art. 541
que "si no hubiere tiempo fijado, la condición deberá
cumplirse en el tiempo que es verosímil que las partes
entendieron que debía cumplirse...". Es claro que Vélez ha
desdeñado el criterio de la espera indefinida y se apartó de
la tradicional regla romano-francesa y que la idea del
"tiempo verosímil" remite a determinar la voluntad probable
de los contratantes, la que—en principio—no puede ser la
de vincularse contractualmente de manera perpetua.
Ahora bien, si como principio la idea de la duración
indefinida es inaceptable aun cuando se trata de
obligaciones condicionales, en las cuales existe una
subordinación a un hecho incierto, menos aún puede
aceptarse que si en un contrato de tracto sucesivo las
partes no fijaron expresamente un plazo de extinción, su
duración deba ser ilimitada. En el supuesto previsto por los
arts. 541 y 1198, a falta de una voluntad manifestada en
forma expresa, los tribunales deben indagar la voluntad
probable de las partes. En el caso, tal investigación no se
muestra necesaria porque las partes previeron
expresamente un modo de concluir el contrato, cual es el de
la rescisión incausada.
No debe perderse de vista que el problema expuesto en
cuanto ala duración de los contratos guarda estrecha
relación con la citada cláusula del reglamento de
concesionarios que permite la denuncia por cualquiera de
las partes, pues se trata de una forma de extinción prevista
por los interesados, en la medida en que no puede
presumirse que hayan estipulado un contrato perpetuo.
Claro que las partes podrían haber convenido un contrato
de duración indefinida, o de una duración de cien años,
pero no lo han hecho porque estipulaciones de esta índole
seguramente serían tachadas de abusivas o contrarias a los
principios que se invocan para defender lo contrario.
12) Que, desechada la nulidad de cláusulas de este tipo,
resta precisar si el derecho que ella confiere fue ejercido, en
este caso por la demandada, en forma abusiva, aspecto
que no fue considerado por el a quo , quien se limitó a
descalificarla por estar inserta en un contrato de adhesión.
La conclusión negativa es la que surge del examen de las
circunstancias del caso, las que tampoco fueron atendidas
por la Cámara, cuyo fallo sólo contiene una enunciación de
principios generales que no se vinculan con aquéllas. Ello
es así porque constituye un hecho fundamental a tener en
cuenta el de que el contrato de concesión, a la fecha de su
denuncia, ya había sido ejecutado por un período de casi
diez años, al cabo del cual, se muestra absolutamente
razonable que una de las partes quisiera desligarse de su
compromiso.
Una vez que el concesionario tuvo la oportunidad de
amortizar su inversión y de supuestamente lucrar con ella,
la rescisión dispuesta por el concedente no puede reputarse
abusiva en los términos del art. 1071. Lo contrario
importaría un premio excesivo para el concesionario, quien
esperaría indefinidamente la rescisión para de esa forma
resultar indemnizado sin ánimo de mejorar su actividad
comercial; máxime cuando no ignoraba el riesgo de que ello
sucediera en el momento de contratar, y que dicha cláusula
también podría ser ejercida por él mismo si hubiera
preferido ser concesionario de otra marca de automóviles.
Además, en la aplicación del principio emergente del art.
1071, no puede dejar de valorarse la relación comercial que
unía a las partes, la que, según se desprende claramente
de ese voluminoso expediente, se encontraba
resquebrajada. Habida cuenta del tiempo transcurrido, y del
deterioro ocasionado en la relación de los contratantes, no
puede ser calificada de abusiva ni contraria a reglas
morales la decisión de una de ellas de poner fin al vínculo
jurídico.
Este constituye otro factor importante, dado que el contrato
de concesión, en virtud del cual el concesionario vende
productos fabricados por el concedente, supone
obviamente una relación de confianza, y si ésta ha
desaparecido la extinción del contrato aparece como
justificada. No existen tampoco en autos elementos que
demuestren que la demandada rescindió el contrato con el
fin de perjudicar ala actora, que es otra de las situaciones
que el art. 1071 tiende a remediar.
13) Que conclusiones contrarias a las aquí desarrolladas
podrían resultar altamente peligrosas para la seguridad
jurídica, pues la ejecución y el cumplimiento de los
contratos se sometería al arbitrio de los jueces, quienes
terminarían por convertirse en contratantes, o en sustituir a
las partes en el ejercicio de su libertad contractual, garantía
que se encuentra firmemente amparada por la Constitución
Nacional. Tampoco puede aceptarse la pretendida
armonización propugnada por el a quo entre moral y
derecho pues, si bien ambas tienen un fundamento ético
común, constituyen dos sistemas diferentes de valoración.
Caso contrario, en las palabras de Orgaz, "el juez asumirá
el papel de uti tribunal de inquisición celoso en la represión
de todo ejercicio que no parezca claramente ortodoxo a los
ojos de la moral" ("Abuso del derecho", LL, 143-1220, n 2 9).
De todos modos, el a quo no ha señalado en qué consiste
la regla moral infringida cuando se rescinde unilateralmente
un contrato sin término de duración, en ejercicio de una
facultad emergente de ese acto.
Asimismo, debe señalarse que cuando la teoría del abuso
del derecho es utilizada para privar de efectos a una
cláusula contractual, su uso debe ser restrictivo; solamente
cuando aparezca manifiesto el antifuncionalismo debe
acudirse a este remedio excepcional. Advertía al respecto
Bibiloni que, ante la falta de criterios de aplicación, "...se
entrega todo, ley, derechos, fortuna, honor, a la vaga
incertidumbre de las palabras vacías. Lo único que hay es
el arbitrio judicial. De su opinión resultará cuál es el
verdadero significado social y económico de la ley. Y eso
que la ley no ha acertado a definir lo encontrará el juez, con
ley, sin ley y contra la ley. Cada juez lo verá según su
criterio moral, político, económico. Lo que no saben los
escritores, puesto que sólo le dan fórmulas generales, lo
que no sabe tampoco la ley, eso lo sabrá el juez"
(Anteproyecto, tomo I, pág. 209).
Similares advertencias habían sido formuladas por Vélez
Sársfield en la nota al art. 2513: "...Si el Gobierno se
constituye juez del abuso, ha dicho un filosófo —s e refiere
a Thomás Reynal, citado por Demolombe en el lugar
indicado en la nota—, no tardaría en constituirse en juez del
uso, y toda verdadera idea de propiedad y libertad sería
perdida".
14) Que, en suma, si bien es admisible que la denuncia
unilateral del contrato no debe ser ejercida arbitrariamente,
fuera de que la aplicación de la teoría del abuso del
derecho debe ser restrictiva, lo cierto es que el a quo no ha
tenido en cuenta el aspecto principal en la solución del
problema, constituido por la duración del contrato.
Esto surge incluso de los precedentes jurisprudenciales
citados por la Cámara en apoyo de sus conclusiones, pues
en el caso "Cilam, SA. c. Ika Renault S. A.", resuelto
también por esa sala (L.L., 1983-C-226), se trataba de un
contrato de concesión celebrado por dos años, rescindido
anticipadamente, mientras que en el sub lite las partes no
fijaron un plazo y la concesión fue ejercida durante casi diez
años.
El problema del tiempo de ejecución es la medida del
actuar abusivo. Por ello, en tanto surge que la demandada
permitió durante un extenso período el ejercicio de sus
derechos por parte del concesionario, mal puede valorarse
como abusiva en los términos del art. 1071 su decisión de
extinguir la relación contractual. A modo de referencia, cabe
agregar que en Francia, según señala Champeaud, los
contratos de concesión se concluyen siempre por tiempo
determinado, y que su duración es breve; frecuentemente
un año y sólo en casos excepcionales supera los tres años,
de modo que el problema para los concesionarios lo
constituye la renovación de la concesión. Al respecto,
añade que los tribunales franceses rechazaron
sistemáticamente las pretensiones de una indemnización en
el supuesto de no renovación, con el argumento de que "la
no renovación no constituye un abuso del derecho, sino el
ejercicio de un derecho contractual" (Iglesias Prada, ob. cit.,
ps. 274/5).
14) Que, si bien es exacto que la demandada no cumplió
con el preaviso establecido en el reglamento, de ello no
puede seguirse como conclusión que el ejercicio del
derecho sea abusivo. El punto había sido resuelto por el
juez de primera instancia en el sentido de que dicha
omisión carecía de consecuencias, dado que no era la
causa de los perjuicios invocados por la actora en su
demanda (v. fs. 8340 vta.). Este razonamiento, obvio en
razón de lo breve que resulta el plazo de 30 días fijado por
el reglamento, fue también ignorado por el a quo , para el
que dicha omisión configuró también un ejercicio
antifuncional del derecho.
16) Que lo hasta aquí expuesto resulta suficiente para
descalificar por arbitrario el fallo apelado, sin que sea
menester pronunciarse sobre los agravios de la recurrente
relativos a la existencia de causales que justificaron la
rescisión del contrato. Sin embargo, deben formularse
algunas precisiones sobre aspectos cuya adecuada
valoración también repercute en lo que atañe a la existencia
de abuso en el ejercicio del derecho.
En primer lugar, la Cámara no tuvo en cuenta la
argumentación de la demandada, expuesta al responder la
demanda, sobre la existencia de causas justificadas de
rescisión, por entender que no podía hacerlo al no haber
dicha parte apelado las conclusiones del juez de primera
instancia en el tratamiento de esos puntos y, en especial, lo
atinente a la causal denominada inobservancia de normas
sobre asistencia técnica (v. fs. 8586/9).
Dicho razonamiento, en sí mismo, también justifica la
descalificación de la sentencia como acto jurisdiccional,
pues se tradujo en un evidente cercenamiento del derecho
de defensa del aquí recurrente, ya que éste, en su
condición de vencedor, se encontraba imposibilitado de
apelar respecto de cuestiones contenidas en el
pronunciamiento de primera instancia que, si bien no le
eran favorables, tampoco le causaban un agravio concreto
desde el punto de vista procesal (Fallos: 247:111; 253:463;
causa F. 212, "Flores, A. s/concurso civil s/incid. de
verificación de crédito por Solsan S. R. L.", resuelta el 13 de
junio de 1985).
16) Que, además, no debe perderse de vista que en el
contrato de concesión comercial, que obliga a una mutua
cooperación entre las partes, la confianza es un elemento
que lo caracteriza; es de suma relevancia el elemento
fiduciario en la concesión mercantil. Ello porque la elección
del concesionario depende de sus cualidades personales,
de sus características técnicas y comerciales, de su
solvencia patrimonial y, fundamentalmente, del prestigio de
su empresa. No hay que descuidar que el concedente le
confía al concesionario la venta de los automóviles que
produce, razón por la que la valoración de esas condiciones
es un motivo determinante en esta clase de contratos de
ejecución continuada.
En tales condiciones, la sentencia apelada no debió
limitarse al examen individual de cada una de las causales
invocadas por la demandada como justificantes de la
rescisión del contrato, sino que debió ponderar si ellas en
su conjunto, aun cuando no hubiesen sido debidamente
acreditadas —c uestión sobre la que es innecesario
pronunciarse— incidieron en la pérdida de confianza del
concedente al concesionario. Ello porque una respuesta
afirmativa a este interrogante permite también descartar la
existencia de arbitrariedad o de abuso en el ejercicio de la
facultad rescisoria.
En el caso, las relaciones entre las partes se habían
deteriorado, y ello no era ignorado por la actora. Prueba de
ello es que más de un año antes de operarse la ruptura del
vínculo, Fiat le envió una carta a la actora en que aludía a la
gran cantidad de reclamos de clientes y en la que expresó:
"Esperamos con estas líneas llamarlos a la reflexión y no
dudamos que Uds. sabrán dar el golpe de timón a tiempo
con lo que evitarán dificultades y nos permitirán seguir
manteniendo las cordiales relaciones que caracterizan el
vínculo comercial que nos une" (v. fs. 2826/7).
Esta invitación a la reflexión tiene el carácter de una seria
advertencia a la concesionaria, lo que prueba la
indispensable necesidad de confiar en las aptitudes
personales y técnicas de la empresa y, por otro lado,
desmerece el argumento de la Cámara fundado en la falta
de preaviso, dado que importó una advertencia que impide
considerar que fue intempestiva o sorpresiva la decisión de
rescindir el contrato.
18) Que, en definitiva, y sin que resulte necesario
expedirse sobre las restantes cuestiones planteadas por el
recurrente, corresponde descalificar el fallo apelado en los
términos de la doctrina sobre arbitrariedad de sentencias,
pues se han aplicado normas de derecho común sin una
concreta referencia a las circunstancias del caso. Ha dicho
esta Corte que el examen de las circunstancias fácticas
debe hacerse "en concreto y no en abstracto, esto es, con
particular referencia a las modalidades del caso. Si el
análisis de estas circunstancias se sustituye con meras
razones a priori, de validez general para todos los
supuestos... la sentencia apelada, que no contiene ningún
examen de las circunstancias particulares de la causa y sí
sólo un conjunto de reflexiones generales, incluso con citas
de pensadores sobre la alta jerarquía de los valores
espirituales y religiosos. Sólo que así el juez se sustituye al
legislador y, con la apariencia de aplicarla ley, en realidad la
modifica" (Fallos: 239:367).
Por ello, se hace lugar a la queja, se declara admisible el
recurso extraordinario interpuesto, y se deja sin efecto la
sentencia apelada en cuanto fue materia de recurso;
quedando firme la sentencia de primera instancia en cuanto
rechaza la demanda (art. 16, ley 48); con costas.
Augusto César Belluscio. — Carlos S. Fayt. — Enrique
Santiago Petracchi. —Jorge Antonio Bacqué.

CSJN, 29/8/1989, "Caja Nacional de Ahorro y Seguro c.


NCR Argentina S.A.", Fallos: 312:1458. Sumarios
1. Si bien la exégesis de la voluntad contractual es materia
de derecho común, ajena al recurso extraordinario, ello
reconoce excepción cuando los jueces asignan a las
cláusulas del contrato un alcance reñido con la literalidad de
sus términos y la clara intención de las partes, y omiten
ponderar argumentos conducentes para la correcta solución
del pleito.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, agosto 29 de 1989.
Considerando:
1) Que la sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Contenciosoadministrativo Federal confirmó la sentencia
de primera instancia que había rechazado la demanda y
admitido, en cambio, la reconvención por los daños y
perjuicios derivado de lo que consideró injusta rescisión
unilateral del contrato por parte de la actora.
Contra tal pronunciamiento ésta interpuso el recurso
extraordinario cuya denegación origina la presente queja.
2) Que para así decidir, el a quo sostuvo que no se había
previsto en el llamado a licitación que motivó el contrato, la
exigencia de que el sistema de computación requerido
fuese capaz de mantener actualizado el programa
"cotizaciones y facturaciones de premios", por lo que no
estaba obligada la demandada — N CR Argentina
S.A.I.C. — a cumplir con ese aspecto de la tarea
convenida. En consecuencia añadió el tribunal, la rescisión
contractual dispuesta por la actora — C aja Nacional de
Ahorro y Seguro — , sobre la base de tal supuesto
incumplimiento, resultó infundada.
Señaló, además, que aun cuando hipotéticamente se
admitiera que la exigencia de dicho requisito surge del
art. 14 de las condiciones generales del pliego de la
licitación, la rescisión resultaría igualmente injustificada,
pues la actualización del aludido programa no era posible
debido a la capacidad de memoria del equipo de
computación requerida expresamente por la comitente
(anexo I de las especificaciones técnicas). Todo ello, a
criterio del a quo , indica que la deficiencia operativa del
sistema se originó en una inadecuada configuración del
equipo por parte de la actora en función de sus expectativas
de trabajo, y no de una falta o incumplimiento alguno de la
contratista.
3) Que si bien lo concerniente a la exégesis de la voluntad
contractual es materia de derecho común, ajena al recurso
extraordinario, ello reconoce excepción cuando, como
ocurre en el "sub lite", los jueces asignan a las cláusulas del
contrato un alcance reñido con la literalidad de sus términos
y la clara intención de las partes, y omiten ponderar
argumentos conducentes para la correcta solución del pleito
(A. 505. XXI. "Automóviles Saavedra, S.A. c. Fiat Argentina,
S.A", del 4 de agosto de 1988 — R ev. La Ley, t. 1989-B, p.
4 — ).
4) Que corresponde señalar, en primer término, que el a
quo no ha tenido en cuenta el argumento de la actora,
vertido al expresar agravios contra la sentencia de primera
instancia, según el cual la contratista había desarrollado y
entregado un programa de aplicación — e l denominado
"Cotizaciones y facturaciones de premios" — , que no era
posible procesar completamente en los equipos
respectivos. Alegato que resultaba conducente pues
mediante él se sometía a consideración de los jueces no ya
la imposibilidad de actualizar o ampliar un
programa — c omo entiende el tribunal — , sino
directamente su inutilidad en las condiciones desarrolladas
por la demandada.
5) Que, en segundo lugar, se ha efectuado una
interpretación de las cláusulas integrantes del contrato en
un sentido opuesto a la voluntad exteriorizada allí de modo
inequívoco por la actora, y aceptada libremente por su
contraria. En efecto, surge del art. 1° de las
especificaciones técnicas, que el "sistema minicomputador
electrónico autosuficiente" requerido debía ser apto para
"procesar las aplicaciones" detalladas en el anexo I, o sea,
las tareas de "control de siniestros" y "aseguramientos";
rubro este último que incluía los trabajos de facturación
para el cobro de premios. La aptitud del sistema, de
acuerdo con lo dispuesto en los arts. 11 del mismo pliego y
14 de las condiciones generales, era responsabilidad de la
contratista quien debía arbitrar los medios necesarios
(desarrollar "las aplicaciones mencionadas en el anexo I",
expresa el art. 14) para obtener tales resultados, esto es,
determinar el "hardware", el "software" y los "programas de
aplicación"pertinentes.
6) Que en las condiciones expuestas, no parece razonable
sostener, como lo ha hecho el a quo , que la contratista no
se hallaba obligada a verificar si las exigencias de trabajo
especificadas por la comitente en el anexo I se amoldaban
a las características de los aparatos de computación en
particular, a la capacidad de memoria indicada en dicho
anexo. Ello es así, ya que este dato técnico no puede ser
interpretado sino como un mero enunciado orientador
acerca de las particularidades del equipo, sin constituir un
límite en relación a las expectativas de trabajo que se
deseaba procesar pues en ese caso remitiría al absurdo los
concretos requerimientos de la comitente sobre el aspecto
central de la licitación (art.1198, párr. 1°, del Cód. Civil).
Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el
recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia. Con
costas. Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de que,
por quien corresponda, se dicte un nuevo fallo. Reintégrese
el depósito de fs. 128. — Augusto C. Belluscio. — Carlos
S. Fayt. — Jorge A. Bacqué.

CSJN, 30/4/1991, "Sícaro, Juan Carlos c. Yacimientos


Petrolíferos Fiscales s/escrituración", Fallos: 314:363.
Sumarios
1. Resulta indebido plantear ante la Corte Suprema lo
relativo a la legitimación de la actora para reclamar la
escrituración, pues el apelante omitió hacerlo ante la
alzada, lo que debió realizar si estimaba que las
apreciaciones incidentales del juez acerca de la ausencia
de dicho presupuesto podían perjudicarlo en la decisión
final de la cámara.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 30 de abril de 1991.
Vistos los autos: Sícaro, Juan Carlos c. Y.P.F.
s/escrituración (Bq. tanque "Luján de Cuyo").
Considerando:
1°) Que contra el pronunciamiento de la Sala I de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal que, al confirmar el fallo de la instancia
anterior, rechazo la pretensión tendiente a obtener la
escrituración del buque "Luján de Cuyo", la actora interpuso
el recurso ordinario de apelación (fs. 829/830) que fue
concedido (fs. 831) y fundado (fs. 835/857). A fs. 861/871 la
demandada — Y acimientos Petrolíferos Fiscales
— contestó el traslado del memorial y a fs. 872/879 hizo lo
mismo la citada como tercero — B uilmar S.A.— .
2°) Que el recurso ordinario es formalmente procedente
porque ha sido deducido contra la sentencia definitiva, en
una causa en que la Nación es parte, y
el valor disputado en último término o "monto del agravio"
supera el mínimo legal previsto por el artículo 24, inciso 6°,
apartado a), del decreto-ley 1285/58 con la modificación
introducida por la ley 21.708 y resolución de la Corte
N° 574/88.
3°) Que el actor demando a Yacimientos Petrolíferos
Fiscales la escrituración del buque "Luján de Cuyo" y, en
subsidio, la indemnización de los daños y perjuicios en
virtud de haber resultado adjudicataria de la licitación que
tuvo por objeto la venta de dicho buque. La empresa
estatal opuso la defensa de "falta de legitimación para
obrar" del actor sobre la base de que éste era solo
mandatario en la operación, ya que la verdadera
compradora era la sociedad "Builmar S.A.", la que, citada
como tercero, opuso idéntica defensa al progreso de la
acción. Ambos contendientes pusieron de relieve que, en
todo caso, la escrituración era improcedente en virtud de la
secuela de la ejecución de contrato y porque la
embarcación había sido desguazada.
4°) Que las sentencias de ambas instancias (fs. 740/744 y
fs. 815/818) no hicieron lugar al reclamo del apelante a raíz
de su propia conducta con motivo de la ejecución del
contrato de compraventa (acta de entregade la posesión
obrante a fs. 8/9) y no se pronunciaron acerca de la alegada
ausencia de legitimación para obrar (considerando IV in
fine del fallo de primera instancia confirmado por la
Cámara).
5°) Que la índole misma de la defensa sine actione
agit habría justificado un tratamiento prioritario, pues su
oposición importa poner en tela de juicio la admisibilidad de
la pretensión, cuya concurrencia debe ser verificada con
carácter previo a la decisión acerca de su mérito (Fallos:
306:2080; entre otros). Sin embargo, no fue objeto de
decisión en las precedentes instancias y sólo cabría
expedirse originariamente a este Tribunal en caso de
admitirse los restantes agravios que suscitan a la actora la
sentencia impugnada y para resguardo del debido proceso
de los apelados (fs. 861/871 y fs. 872/879), quienes han
mantenido la defensa ante este Tribunal (Fallos: 308:821,
considerando 9°),
6°) Que, por ende, no cabe la consideración de los
apartados IV y V del memorial de fs. 835/857 destinados a
fundar la legitimación para solicitar la escrituración pues, en
su caso, debió ser materia de oportuno planteo por el
apelante ante la alzada si estimaba que las apreciaciones
incidentales formuladas por el juez acerca de la ausencia
de dicho presupuesto podían perjudicarlo en la decisión
final del a quo . Al no haberlo hecho y no existir
pronunciamiento alguno sobre el punto de la Cámara, la
que se circunscribió a ejercer debidamente su jurisdicción
apelada (arts. 271 in fine y 277 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación), menos aunque de plantearse la
cuestión ante esta Corte (Fallos: 289:329; 298:492;
307:2216, entre otras).
7°) Que, delimitado así el ámbito cognoscitivo del Tribunal,
como bien lo destacó la Cámara, la litis gira en torno de la
inteligencia de la cláusula 5 del acta de entrega de la
embarcación, de la cual se expresa que "el señor Juan
Carlos Sicaro queda desobligado de efectuar la
transferencia dominial de la unidad en virtud de que la
misma será desguazada" (copia de fs. 8 vta. de los autos
principales).
8°) Que sobre el particular, no ha sido objeto de agravio
específico ni podía serlo la ajustada conclusión del fallo
acerca del carácter contractual de dicha estipulación
(considerando III de la sentencia recurrida de fs. 815 vta.),
que se asimila a una transacción acerca de las obligaciones
pendientes de cumplimiento, por lo que aparece pritna
facie como improcedente la objeción que, con sustento en
la "nulidad absoluta o inexistencia del acto administrativo"
que importa la citada cláusula, persigue restarle eficacia
vinculante.
9°) Que el cuestionamiento formal de las facultades del
órgano de la demandada que participo en dicho acuerdo no
puede fundar semejante solicitud, menos aun con apoyo en
un ordenamiento legal que resulta inaplicable — e n
principio— a los contratos que celebre la administración
(art. 7ley 19.549), y deja incólume lo decidido en este punto
por la Cámara acerca de los efectos que produjo la
conducta posterior de Y.P.F. en sede administrativa y
judicial, que importaron, en todo caso, la ratificación de lo
actuado en aquellas circunstancias (artículos
1935 y 1936 del Código Civil; Fallos: 307:2216,
considerando 9°).
10) Que, por lo demás, esta Corte ha expresado que
cuando los términos o expresiones empleados en un
contrato son claros y terminantes sólo cabe limitarse a su
aplicación, sin que resulte necesaria una labor
hermenéutica adicional (Fallos: 307:2216, entre otros). De
ahí que, excluida la invalidez aducida por el apelante, no
corresponde sino confirmar lo resuelto toda vez que su sola
lectura pone de manifiesto que la obligación de
escrituración de la nave había quedado extinguida por
acuerdo entre las partes (art. 1197 del Código Civil).
11) Que, en este punto, el apelante intenta replantear una
inteligencia de la estipulación que se aparta de las reglas de
la lógica — c omo ya lo puso de manifiesto la alzada
(fs. 816) en calificación que esta Corte comparte — con el
objeto de obtener del órgano jurisdiccional la admisión de
una petición abstraída de la realidad de lo acontecido
(desguace del buque) y absolutamente contraria a la
conducta antecedente del impugnante (Fallos: 308:72,1965,
entre otros), temperamento que el Tribunal no puede
admitir, sin que tampoco resulten siquiera eficazmente
rebatidas las consideraciones que condujeron a desestimar
el agravio — y a planteado en la precedente
instancia — acerca de los peligros para terceros por la
ausencia de escrituración (artículo 265 del Código Procesal,
cit.).
Por ello, se declara admisible el recurso y se confirma la
sentencia de fs. 815/818. Las costas se imponen a la actora
vencida (artículo 68 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación). Notifíquese y remítanse.
Ricardo Levene (h). — Mariano Augusto Cavagna
Martínez. — Rodolfo C. Barra. — Carlos S.
Fayt. — Augusto César Belluscio. — Julio S.
Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor.

CSJN, 17/11/1994, "Piraino, Miguel Antonio c. Casa de la


Provincia de Neuquén", Fallos: 317:1598. Sumarios
1. Resulta procedente admitir la acción judicial impetrada
contra la Provincia del Neuquén por quien proveyera
material ortopédico a la obra social de la Casa de la
Provincia, pues se ha acreditado que la demandada
autorizó la realización de los trabajos y, por aplicación del
art. 474, tercer párrafo, del Código de Comercio, las
facturas fueron tácitamente aceptadas, al no existir en autos
elementos que demuestren que la deudora formulara
reparos a su respecto dentro del plazo de diez días que la
ley establece.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 17 de noviembre de 1994.
Vistos los autos: "Piraino, Miguel Antonio . Casa de la
Provincia del Neuquén s/cobro de australes", de los que
Resulta:
I) A fs. 14/15 Miguel Antonio Piraino inicia demanda contra
la Casa de la Provincia del Neuquén por el cobro de la
suma de A 3.460,06 con más su indexación desde la fecha
de cada factura hasta la del efectivo pago, sus intereses y
costas del juicio.
En dicha presentación relata que es propietario
del fondo de comercio denominado "Ortopedia Piraino" y
que como tal fabricó y vendió artículos que hacen a su giro
comercial a empleados y afiliados de la obra social de la
Casa de la Provincia del Neuquén. Indica que dicha
repartición se comprometió a efectuar los pagos derivados
de la prestación referida, pero, a pesar de haberse
entregado el material y presentado las facturas para su
cobro, no cumplió con el compromiso asumido. En su
mérito, intimó a la demandada por carta documento con el
propósito de que le fueran abonadas las facturas
correspondientes, números 22.939, 24.507 y 24.616 y, ante
la falta de respuesta, inició esta acción judicial.
II) A fs. 39 la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal declaró su incompetencia para entender
en el proceso a cuyo efecto sostuvo — c on remisión al
dictamen del señor Procurador Fiscal de Cámara— que la
"Casa del Neuquén" es un órgano que, al carecer de
personalidad jurídica y de patrimonio propio, integra la
administración provincial y se encuentra jerárquicamente
subordinada a la Secretaría General de la Gobernación.
Dicha decisión fue compartida por esta Corte, la que, una
vez acreditada la distinta vecindad del actor, admitió su
competencia originaria en los términos del artículo 101
(117) de la Constitución Nacional.
III) A fs. 66/69 el representante de la Provincia del
Neuquén se presenta, opone excepción de falta de
legitimación pasiva y contesta subsidiariamente la
demanda.
Sostiene, con relación a la defensa interpuesta como de
previo y especial pronunciamiento, y cuya consideración fue
diferida para el momento de dictar sentencia (fs. 84), que la
actora no debió demandar a la Casa de la Provincia del
Neuquén, pues es un "ente centralizado del Poder Ejecutivo
provincial". Asimismo, en otro orden de ideas, argumentó
que la acción debió ser dirigida contra las personas que
recibieron el material ortopédico, ya que quienes se
beneficiaron con la entrega no son agentes de la
administración provincial neuquina.
Efectúa una negativa generalizada de los hechos
expuestos en la demanda y reconoce que el actor le vendió
los materiales, sobre la base de los cuales se reclama, a las
señoras Andrea Rosales y Gladys J. Ráminger quienes los
destinaban para el menor Diego Rosales y Karemina
Ráminger. Admite que los efectos en cuestión fueron
recibidos en la Casa de la Provincia, pero argumenta que
dicho ente no asumió compromiso alguno con relación a
las facturas adeudadas. También expone que el pedido de
material ortopédico para Rosales se realizó sin autorización.
Solicita que se rechace la demanda con costas.
Considerando:
1º) Que, tal como lo decidió el Tribunal a fs. 46, la presente
causa es de la competencia originaria de la Corte Suprema.
2º) Que en esta instancia procesal corresponde examinar
la excepción de falta de legitimación pasiva opuesta por la
Provincia del Neuquén, la que, tal como se expuso en los
resultandos, ha sido diferida para esta oportunidad. A pesar
de la carencia expositiva en que se ha incurrido al
plantearla, las argumentaciones tardías introducidas en la
oportunidad de alegar permiten concluir que el incidente ha
sido propuesto sobre un doble orden de fundamentos: a) la
"Casa de la Provincia" no debió ser demandada, pues
carece de la autarquía suficiente para ser traída a juicio; b)
los deudores de las facturas reclamadas son los
beneficiarios de los materiales y no, en su caso, el Estado
provincial.
3º) Que con relación al primero de ellos debe destacarse
que no obstante que el actor en el escrito inicial indicó como
demandado a la Casa de la Provincia del Neuquén, la
situación examinada es una hipótesis en la que sin lugar a
dudas se puede inferir la correcta identidad de la persona
contra quien se persigue el cobro, esto es, el Estado
provincial. En efecto, tanto la aclaración formulada por el
actor a fs. 35 — a requerimiento del tribunal federal
entonces interviniente — como el oficio dirigido al señor
gobernador por el que se le notifica el traslado de la
demanda (ver fs. 72/80), avalan dicha conclusión.
4º) Que, por lo demás, la Casa de la Provincia, como lo
sostiene el propio excepcionante, no es un ente autárquico
sino que integra la administración central, tal como surge en
forma clara de los términos de su propia ley de creación Nº
265, la cual organiza a la entidad como dependiente de la
"Secretaría General de la Gobernación", sin personalidad
jurídica que permita diferenciarla del Estado provincial (su
artículo 2º y artículo 1º del decreto reglamentario). Fue
dicha razón la que determinó en su momento que se
reconociera, como queda expuesto, la competencia
originaria de este Tribunal en los términos del artículo 101
[117] de la Ley Fundamental, por lo que en este aspecto la
excepción no puede prosperar (Fallos: 311:1154; 314:1070;
S.86 XXIV "Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires
Sociedad Anónima c. Buenos Aires, Provincia
de — M inisterio de Obras y Servicios
Públicos — s/ejecución fiscal", del 16 de febrero de 1993).
5º) Que, con relación al segundo orden de fundamentos
expuestos por la provincia demandada, es dable recordar
que la carencia de legitimación sustancial se configura
cuando una de las partes no es la titular de la relación
jurídica sustancial en que se sustenta la pretensión (Fallos:
312:2138), pero en el caso ha quedado suficientemente
acreditado que la demandada autorizó la realización de los
trabajos y que, en consecuencia, es la obligada al pago de
las facturas por cuyos importes se reclama.
6º) Que, en efecto, a los fines de dilucidar si existió la
relación jurídica invocada por la actora, es necesario
recordar que es principio de buena doctrina y jurisprudencia
que la conducta de las partes constituye base cierta de
interpretación de los términos del vínculo jurídico que une a
las partes (Fallos: 262:87; 302:242; F. 329 XXII "Federación
de Círculos Católicos de Obreros c. Santa Cruz, Provincia
de s/cobro de australes" del 22 de diciembre de 1993).
En el caso resulta elemento de suficiente convicción la
firma de la factura 22.939 por parte de la señora Rosa
Valadar, la que, según se desprende del peritaje contable
efectuado en autos y no observado por la demandada, era
a la fecha de su presentación en la Casa de la Provincia la
titular del área social (ver fs. 98 vta. punto 2 f).
7º) Que, asimismo y con relación a la factura 24.616, ha
quedado también suficientemente acreditado que el gasto
para la provisión de elementos necesarios para responder a
la atención del paciente Diego Rosales — d erivado de la
Subsecretaría de Salud de la Provincia — encuentra su
antecedente en la propia autorización que le confirió el
Estado provincial. En efecto, la comunicación de la
demandada de la que da cuenta el documento obrante a
fs. 6, no desconocido al contestar la demanda permite
concluir de la manera expuesta, ya que cabe asignarle la
dicha conducta, los efectos previstos en el artículo 356,
inciso lfi, del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación.
8º) Que, por lo demás, corrobora lo expuesto en el
considerando anterior la prueba documental existente en
poder de la Casa de la Provincia, según la cual Gustavo
Vaca Narvaja, Ministro de Salud Pública de Neuquén, dio la
autorización correspondiente por medio de télex ns 1885
del 31 de mayo de 1988 (ver pericia contable, fs. 97/98
punto 2 c).
9º) Que dichos antecedentes tienen entidad suficiente para
tener por acreditada la relación jurídica que se intenta
cuestionar, ya que no es posible desconocer el vínculo que
unió al actor con la provincia. Lo contrario importaría restar
trascendencia a conductas que son jurídicamente
relevantes y plenamente eficaces (argumento art. 218, inc.
4º, Código de Comercio; Fallos: 308:72; R.372 XXII
"Radiodifusora Buenos Aires S.A. c. Formosa, Provincia
de — S ubsecretaría de Comunicación Social— s/cobro de
australes" del 2 de marzo de 1993; causa F.329 XXII ya
citada).
10) Que un párrafo aparte merece la impugnación de que
fueron objeto las facturas en cuestión al contestar la
demanda, la cual, como se expondrá seguidamente, resultó
tardía en atención a la oportunidad en que fue formulada.
En efecto, como surge de la intimación de pago cursada el
20 de septiembre de 1988, según constancias de
fs. 100 — c uya autenticidad ha sido acreditada con la
contestación del informe que obra a fs. 101— y del silencio
guardado por la requerida, corresponde considerar, por
aplicación de lo dispuesto por el artículo 474, tercer párrafo,
del Código de Comercio— que las facturas en cuestión
fueron, también, tácitamente aceptadas, toda vez que no
existen en autos elementos que demuestren que la deudora
formuló reparos a su respecto dentro del plazo de diez días
que la ley establece.
11) Que tampoco puede ser atendida la defensa que se
introduce en el punto e) de la contestación de demanda (ver
fs. 68), ya que el Estado provincial debió acreditar la
incompetencia que arguye como eximente de
responsabilidad (Fallos: 313:1265; causa F. 329 XXII ya
citada).
12) Que la actor a incluye en su reclamo el importe de la
factura 24.507, mas esta pretensión no puede ser admitida
en forma independiente como lo pretende el actor.
El monto allí consignado no encuentra su justificación en la
prestación de materiales ortopédicos — c omo sucede con
los otros documentos ya examinados— sino que es un
reajuste de la factura número 22.939.
13) Que de lo contrario y teniendo en cuenta que — c omo
se expondrá seguidamente— será admitida la actualización
de las sumas adeudadas, el reconocimiento de dicho
reclamo importaría para el actor un enriquecimiento sin
causa.
14) Que corresponde hacer lugar a la demanda con los
alcances indicados y establecer la compensación de la
depreciación monetaria que resulta admisible y los
intereses devengados sobre las sumas adeudadas.
15) Que, al respecto, en reiteradas oportunidades esta
Corte ha establecido que el reconocimiento del reajuste
monetario deriva de la variación de la moneda, doctrina que
se funda en la inviolabilidad de la propiedad tutelada por
el artículo 17 de la Constitución Nacional (Fallos: 303:1317;
310:689 y 1706; 311:947; S.575 XXIII "Serra, Fernando
Horacio y otros c. Baiter S.A." del 17 de marzo de 1992; F.
329 XXII "Federación de Círculos Católicos de Obreros c.
Santa Cruz, Provincia de s/cobro de australes" del 22 de
diciembre de 1993, entre otros).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas debe ser admitida desde la oportunidad en que
cada una de las facturas resultaron exigibles — 2 3 de
mayo de 1987 y 12 de junio de 1988— hasta el Ia de abril
de 1991 (artículo 89, ley 23.928; confr. A.667 XXII
"Asistencia Médica Privada S.A.C. c. Chaco, Provincia del
s/cobro de pesos" del 19 de octubre de 1993). A ese fin se
aplica el índice de precios al consumidor que elabora el
Instituto Nacional de Estadística y Censos. Según tales
pautas se fija la deuda en la suma de 108 pesos, para la
factura N° 22.939 y en la de 888 pesos para la N° 24.616.
16) Que el reclamo de intereses debe prosperar, pues la
demandada se encuentra en mora a partir del vencimiento
del plazo para el pago de cada factura (arts.
464 y 474 del Código de Comercio y 509 del Código Civil),
ya que reconoció la recepción de la mercadería al contestar
la demanda y no negó la de las facturas cuando fue
intimada de pago, carta documento cuya autenticidad
resulta del informe de fs. 101. Por consiguiente, el cálculo
de los réditos debe iniciarse el 23 de mayo de 1987
respecto de la factura de fs. 12 y el 12 de junio de 1988
respecto de la de fs. 8.
17) Que dichos accesorios deben ser calculados a la tasa
del 6% anual, por tratarse de valores actualizados, hasta el
31 de marzo de 1991. A partir del primero de abril de dicho
año se devengará la tasa de interés que corresponda según
la legislación que resulte aplicable (confr. C.58 XXIII
"Consultora Oscar G. Grimaux y Asociados S.A.T. c.
Dirección Nacional de Vialidad", del 23 de febrero de 1993).
Por todo lo expuesto se decide: Hacer lugar a la demanda
seguida por Miguel Antonio Piraino contra la Provincia del
Neuquén condenando al Estado provincial a pagar la suma
de 996 pesos, más sus intereses, los que deberán ser
calculados de conformidad con las pautas fijadas en los
considerandos 16 y 17. Con costas (artículo 68, Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Teniendo en cuenta la labor desarrollada en el principal y
de conformidad con lo dispuesto por los arts. 69, incs. a),
b), c) y d); 7º, 9º, 22, 37 y 38 de la ley 21.839, se regulan
los honorarios de los doctores Jorge F Piraino y Fabiana B.
Piraino, en conjunto, por la dirección letrada y
representación del actor en la suma de doscientos
cincuenta y dos pesos ($ 252).
Asimismo, se fija la retribución de la perito contadora
Edelmira Granili en la suma de noventa pesos ($ 90) (art. 3º
del decreto-ley 16.638/57). Notifíquese y, oportunamente,
archívese.
Ricardo Levene (h) (en disidencia parcial). — Carlos S.
Fayt (por su voto). — Augusto César Belluscio. — Enrique
Santiago Petracchi. — Julio S. Nazareno (En Disidencia
Parcial) — Eduardo Moliné O'connor (en disidencia
parcial). — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F.
López. — Gustavo A. Bossert.
Voto del señor Ministro Doctor Don Carlos S. Fayt
Considerando:
1º) Que, tal como lo decidió el Tribunal a fs. 46, la presente
causa es de la competencia originaria de la Corte Suprema.
2º) Que en esta instancia procesal corresponde examinar
la excepción de falta de legitimación pasiva opuesta por la
Provincia del Neuquén, la que, tal como se expuso en los
resultandos, ha sido diferida para esta oportunidad. A pesar
de la carencia expositiva en que se ha incurrido al
plantearla, las argumentaciones tardías introducidas en la
oportunidad de alegar permiten concluir que el incidente ha
sido propuesto sobre un doble orden de fundamentos: a) la
"Casa de la Provincia" no debió ser demandada, pues
carece de la autarquía suficiente para ser traída a juicio; b)
los deudores de las facturas reclamadas son los
beneficiarios de los materiales y no, en su caso, el Estado
provincial.
3º) Que con relación al primero de ellos debe destacarse
que no obstante que el actor en el escrito inicial indicó como
demandado a la Casa de la Provincia del Neuquén, la
situación examinada es una hipótesis en la que sin lugar a
dudas se puede inferir la correcta identidad de la persona
contra quien se persigue el cobro, esto es, el provincial. En
efecto, tanto la aclaración formulada por el actor a
fs. 35 — a requerimiento del tribunal federal entonces
interviniente — como el oficio dirigido al señor gobernador
por el que se le notifica el traslado de la demanda (ver
fs. 72/80), avalan dicha conclusión.
4º) Que, por lo demás, la Casa de la Provincia, como lo
sostiene el propio excepcionante, no es un ente autárquico
sino que integra la administración central, tal como surge en
forma clara de los términos de su propia ley de creación Nº
265, la cual organiza a la entidad como dependiente de la
"Secretaría General de la Gobernación", sin personalidad
jurídica que permita diferenciarla del Estado provincial (su
artículo 2° y artículo 1º del decreto reglamentario). Fue
dicha razón la que determinó en su momento que se
reconociera, como queda expuesto, la competencia
originaria de este Tribunal en los términos del artículo 101
de la Ley Fundamental, por lo que en este aspecto la
excepción no puede prosperar (Fallos: 311:1154; 314:1070;
S.86 XXIV "Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires
Sociedad Anónima c. Buenos Aires, Provincia
de — M inisterio de Obras y Servicios
Públicos — s/ejecución fiscal", del 16 de febrero de 1993).
5º) Que, con relación al segundo orden de fundamentos
expuestos por la provincia demandada, es dable recordar
que la carencia de legitimación sustancial se configura
cuando una de las partes no es la titular de la relación
jurídica sustancial en que se sustenta la pretensión (Fallos:
312:2138), pero en el caso ha quedado suficientemente
acreditado que la demandada autorizó la realización de los
trabajos y que, en consecuencia, es la obligada al pago de
las facturas por cuyos importes se reclama.
6º) Que, en efecto, a los fines de dilucidar si existió la
relación jurídica invocada por la actora, es necesario
recordar que es principio de buena doctrina y jurisprudencia
que la conducta de las partes constituye base cierta de
interpretación de los términos del vínculo jurídico que une a
las partes (Fallos: 262:87; 302:242; F. 329 XXII "Federación
de Círculos Católicos de Obreros c. Santa Cruz, Provincia
de s/cobro de australes" del 22 de diciembre de 1993).
En el caso resulta elemento de suficiente convicción la
firma de la factura 22.939 por parte de la señora Rosa
Valadar, la que, según se desprende del peritaje contable
efectuado en autos y no observado por la demandada, era
a la fecha de su presentación en la Casa de la Provincia la
titular del área social (ver fs. 98 vta. punto 2 f).
7°) Que, asimismo y con relación a la factura 24.616, ha
quedado también suficientemente acreditado que el gasto
para la provisión de elementos necesarios para responder a
la atención del paciente Diego Rosales — d erivado de la
Subsecretaría de Salud de la Provincia — encuentra su
antecedente en la propia autorización que le confirió el
Estado provincial. En efecto, la comunicación de la
demandada de la que da cuenta el documento obrante a
fs. 6, no desconocido al contestar la demanda, permite
concluir de la manera expuesta, ya que cabe asignarle, a
dicha conducta, los efectos previstos en el artículo 356,
inciso 1º, del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación.
8º) Que, por lo demás, corrobora lo expuesto en el
considerando anterior la prueba documental existente en
poder de la Casa de la Provincia, según la cual Gustavo
Vaca Narvaja, Ministro de Salud Pública de Neuquén, dio la
autorización correspondiente por medio de télex Nº 1885
del 31 de mayo de 1988 (ver pericia contable, fs. 97/98
punto 2 c).
9º) Que dichos antecedentes tienen entidad suficiente para
tener por acreditada la relación jurídica que se intenta
cuestionar, ya que no es posible desconocer el vínculo que
unió al actor con la provincia. Lo contrario importaría restar
trascendencia a conductas que son jurídicamente
relevantes y plenamente eficaces (argumento art. 218, inc.
4º, Código de Comercio; Fallos: 308:72; R.372 XXII
"Radiodifusora Buenos Aires S.A. c. Formosa, Provincia
de — S ubsecretaría de Comunicación Social — s/cobro de
australes" del 2 de marzo de 1993; causa F.329 XXII ya
citada).
10) Que un párrafo aparte merece la impugnación de que
fueron objeto las facturas en cuestión al contestar la
demanda, la cual, como se expondrá seguidamente, resultó
tardía en atención a la oportunidad en que fue formulada.
En efecto, como surge de la intimación de pago cursada el
20 de septiembre de 1988, según constancias de
fs. 100 — c uya autenticidad ha sido acreditada con la
contestación del informe que obra a fs. 101— y del silencio
guardado por la requerida, corresponde considerar, por
aplicación de lo dispuesto por el artículo 474, tercer párrafo,
del Código de Comercio, que las facturas en cuestión
fueron, también, tácitamente aceptadas, toda vez que no
existen en autos elementos que demuestren que la deudora
formuló reparos a su respecto dentro del plazo de diez días
que la ley establece.
11) Que tampoco puede ser atendida la defensa que se
introduce en el punto e) de la contestación de demanda (ver
fs. 68), ya que que el Estado provincial debió acreditar la
incompetencia que arguye como eximente de
responsabilidad (Fallos: 313:1265; causa F. 329 XXII ya
citada).
12) Que la actora incluye en su reclamo el importe de la
factura 24.507, mas esta pretensión no puede ser admitida
en forma independiente como lo pretende el actor.
El monto allí consignado no encuentra su justificación en la
prestación de materiales ortopédicos — c omo sucede con
los otros documentos ya examinados— sino que es un
reajuste de la factura número 22.939.
13) Que de lo contrario y teniendo en cuenta que — c omo
se expondrá seguidamente— será admitida la actualización
de las sumas adeudadas, el reconocimiento de dicho
reclamo importaría para el actor un enriquecimiento sin
causa.
14) Que corresponde hacer lugar a la demanda con los
alcances indicados y establecer la compensación de la
depreciación monetaria que resulta admisible y los
intereses devengados sobre las sumas adeudadas.
15) Que, al respecto, en reiteradas oportunidades esta
Corte ha establecido que el reconocimiento del reajuste
monetario deriva de la variación de la moneda, doctrina que
se funda en la inviolabilidad de la propiedad tutelada por
el artículo 17 de la Constitución Nacional (Fallos: 303:1317;
310:689 y 1706; 311:947; S.575 XXIII "Serra, Fernando
Horacio y otros c. Baiter S.A." del 17 de marzo de 1992; F.
329 XXI, "Federación de Círculos Católicos de Obreros c.
Santa Cruz, Provincia de s/cobro de australes" del 22 de
diciembre de 1993, entre otros).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas debe ser admitida desde la oportunidad en que
cada una de las facturas resultaron exigibles — 2 3 de
mayo de 1987 y 12 de junio de 1988— hasta el 1º de abril
de 1991 (artículo 89, ley 23.928; confr. A.667 XXII
"Asistencia Médica Privada S.A.C. c. Chaco, Provincia del
s/cobro de pesos" del 19 de octubre de 1993). A ese fin se
aplica el índice de precios al consumidor que elabora el
Instituto Nacional de Estadística y Censos. Según tales
pautas se fija la deuda en la suma de 108 pesos, para la
factura Nº 22.939 y en la de 888 pesos para la Nº 24.616.
16) Que el reclamo de intereses debe prosperar, pues la
demandada fue debidamente constituida en mora en el
cumplimiento de su obligación con el envío de la carta
documento obrante a fs. 100, ya que importó un
requerimiento categórico, apto a los fines señalados
(artículos 509 y 622 del Código Civil).
17) Que dichos accesorios deben ser calculados a la tasa
del 6% anual, por tratarse de valores actualizados, hasta el
31 de marzo de 1991. A partir del primero de abril de dicho
año se devengará la tasa de interés que corresponda según
la legislación que resulte aplicable (confr. C.58 XXIII
"Consultora Oscar G. Grimaux y Asociados S.A.T. c.
Dirección Nacional de Vialidad", del 23 de febrero de 1993).
Por todo lo expuesto se decide: Hacer lugar a la demanda
seguida por Miguel Antonio Piraino contra la Provincia del
Neuquén condenando al Estado provincial a pagar la suma
de 996 pesos, más sus intereses, los que deberán ser
calculados de conformidad con las pautas fijadas en los
considerandos 16 y 17. Con costas (artículo 68, Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Carlos S. Fayt.
Disidencia parcial del Señor Presidente Doctor Don
Ricardo Levene (H) y de los Señores Ministros Doctores
Don Julio S. Nazareno y Don Eduardo Moliné O'connor
Considerando:
1º) Que, tal como lo decidió el Tribunal a fs. 46, la presente
causa es de la competencia originaria de la Corte Suprema.
2º ) Que en esta instancia procesal corresponde examinar
la excepción de falta de legitimación pasiva opuesta por la
Provincia del Neuquén, la que, tal como se expuso en los
resultandos, ha sido diferida para esta oportunidad. A pesar
de la carencia expositiva en que se ha incurrido al
plantearla, las argumentaciones tardías introducidas en la
oportunidad de alegar permiten concluir que el incidente ha
sido propuesto sobre un doble orden de fundamentos: a) la
"Casa de la Provincia" no debió ser demandada, pues
carece de la autarquía suficiente para ser traída a juicio; b)
los deudores de las facturas reclamadas son los
beneficiarios de los materiales y no, en su caso, el Estado
provincial.
3º) Que con relación al primero de ellos debe destacarse
que no obstante que el actor en el escrito inicial indicó como
demandado a la Casa de la Provincia del Neuquén, la
situación examinada es una hipótesis en la que sin lugar a
dudas se puede inferir la correcta identidad de la persona
contra quien se persigue el cobro, esto es, el Estado
provincial. En efecto, tanto la aclaración formulada por el
actor a fs. 35 — a requerimiento del tribunal federal
entonces interviniente — como el oficio dirigido al señor
gobernador por el que se le notifica el traslado de la
demanda (ver fs. 72/80), avalan dicha conclusión.
4º) Que, por lo demás, la Casa de la Provincia, como lo
sostiene el propio excepcionante, no es un ente autárquico
sino que integra la administración central, tal como surge en
forma clara de los términos de su propia ley de creación Nº
265, la cual organiza a la entidad como dependiente de la
"Secretaría General de la Gobernación", sin personalidad
jurídica que permita diferenciarla del Estado provincial (su
artículo 29 y artículo 1º del decreto reglamentario). Fue
dicha razón la que determinó en su momento que se
reconociera, como queda expuesto, la competencia
originaria de este Tribunal en los términos del artículo 101
(117) de la Ley Fundamental, por lo que en este aspecto la
excepción no puede prosperar (Fallos: 311:1154; 314:1070;
S.86XXIV "Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires
Sociedad Anónima c. Buenos Aires, Provincia
de — M inisterio de Obras y Servicios
Públicos — s/ejecución fiscal", del 16 de febrero de 1993).
5º) Que, con relación al segundo orden de fundamentos
expuestos por la provincia demandada, es dable recordar
que la carencia de legitimación sustancial se configura
cuando una de las partes no es la titular de la relación
jurídica sustancial en que se sustenta la pretensión (Fallos:
312:2138), pero en el caso ha quedado suficientemente
acreditado que la demandada autorizó la realización de los
trabajos y que, en consecuencia, es la obligada al pago de
las facturas por cuyos importes se reclama.
6º) Que, en efecto, a los fines de dilucidar si existió la
relación jurídica invocada por la actora, es necesario
recordar que es principio de buena doctrina y jurisprudencia
que la conducta de las partes constituye base cierta de
interpretación de los términos del vínculo jurídico que une a
las partes (Fallos: 262:87; 302:242; F. 329 XXII "Federación
de Círculos Católicos de Obreros c. Santa Cruz, Provincia
de s/ cobro de australes" del 22 de diciembre de 1993).
En el caso resulta elemento de suficiente convicción la
firma de la factura 22.939 por parte de la señora Rosa
Valadar, la que, según se desprende del peritaje contable
efectuado en autos y no observado por la demandada, era
a la fecha de su presentación en la Casa de la Provincia la
titular del área social (ver fs. 98 vta. punto 2 f).
7º) Que, asimismo y con relación a la factura 24.616, ha
quedado también suficientemente acreditado que el gasto
para la provisión de elementos necesarios para responder a
la atención del paciente Diego Rosales — d erivado de la
Subsecretaría de Salud de la Provincia — encuentra su
antecedente en la propia autorización que le confirió el
Estado provincial. En efecto, la comunicación de la
demandada de la que da cuenta el documento obrante a
fs. 6, no desconocido al contestar la demanda, permite
concluir de la manera expuesta, ya que cabe asignarle, a
dicha conducta, los efectos previstos en el artículo 356
inciso 1º, del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación.
8º) Que, por lo demás, corrobora lo expuesto en el
considerando anterior la prueba documental existente en
poder de la Casa de la Provincia, según la cual Gustavo
Vaca Narvaja, Ministro de Salud Pública de Neuquén, dio la
autorización correspondiente por medio de télex Nº 1885
del 31 de mayo de 1988 (ver pericia contable, fs. 97/98
punto 2 c).
9º) Que dichos antecedentes tienen entidad suficiente para
tener por acreditada la relación jurídica que se intenta
cuestionar, ya que no es posible desconocer el vínculo que
unió al actor con la provincia. Lo contrario importaría restar
trascendencia a conductas que son jurídicamente
relevantes y plenamente eficaces (argumento art. 218, inc.
4º, Código de Comercio; Fallos: 308:72; R.372 XXII
"Radiodifusora Buenos Aires S.A. c. Formosa, Provincia
de — S ubsecretaría de Comunicación Social — s/cobro de
australes" del 2 de marzo de 1993; causa F.329 XXII ya
citada).
10) Que un párrafo aparte merece la impugnación de que
fueron objeto las facturas en cuestión al contestar la
demanda, la cual, como se expondrá seguidamente, resultó
tardía en atención a la oportunidad en que fue formulada.
En efecto, como surge de la intimación de pago cursada el
20 de septiembre de 1988, según constancias de
fs. 100 — c uya autenticidad ha sido acreditada con la
contestación del informe que obra a fs. 101— y del silencio
guardado por la requerida, corresponde considerar, por
aplicación de lo dispuesto por el artículo 474, tercer párrafo,
del Código de Comercio— que las facturas en cuestión
fueron, también, tácitamente aceptadas, toda vez que no
existen en autos elementos que demuestren que la deudora
formuló reparos a su respecto dentro del plazo de diez días
que la ley establece.
11) Que tampoco puede ser atendida la defensa que se
introduce en el punto e) de la contestación de demanda (ver
fs. 68), ya que el Estado provincial debió acreditar la
incompetencia que arguye como eximente de
responsabilidad (Fallos: 313:1265; causa F.329 XXII ya
citada).
12) Que la actora incluye en su reclamo el importe de la
factura 24.507, mas esta pretensión no puede ser admitida
en forma independiente como lo pretende el actor.
El monto allí consignado no encuentra su justificación en la
prestación de materiales ortopédicos — c omo sucede con
los otros documentos ya examinados— sino que es un
reajuste de la factura número 22.939.
13) Que de lo contrario y teniendo en cuenta que — c omo
se expondrá seguidamente— será admitida la actualización
de las sumas adeudadas, el reconocimiento de dicho
reclamo importaría para el actor un enriquecimiento sin
causa.
14) Que corresponde hacer lugar a la demanda con los
alcances indicados y establecer la compensación de la
depreciación monetaria que resulta admisible y los
intereses devengados sobre las sumas adeudadas.
15) Que con relación al reajuste su procedencia deriva de
la variación de la moneda que se da con independencia de
la situación de mora de la deudora, doctrina que se funda
en la inviolabilidad de la propiedad tutelada por el artículo
17 de la Constitución Nacional (Fallos: 303:1317; 310:689 y
1706; 311:947; S.575 XXIII "Serra, Fernando Horacio y
otros c. Baiter S.A." del 17 de marzo de 1992; F.329 XXII
"Federación de Círculos Católicos de Obreros c. Santa
Cruz, Provincia de s/cobro de australes" del 22 de
diciembre de 1993; disidencia parcial de los señores
ministros doctores Nazareno, Levene, Cavagna Martínez y
Moliné O'Connor en la causa A.667 XXII "Asistencia Médica
Privada S.A. c. Chaco, Provincia del s/cobro de pesos" del
19 de octubre de 1993).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas debe ser admitida desde la oportunidad en que
cada una de las facturas fue emitida — 1 3 de mayo de
1987 y 28 de mayo de 1988 — hasta el 1º de abril de 1991
(artículo 8º, ley 23.928). A ese fin se aplica el índice de
precios al consumidor que elabora el Instituto Nacional
de Estadística y Censos. Bajo tales pautas se fija la deuda
en la suma de 108 pesos, para la factura Nº 22.939 y en la
de 1.027 pesos para la Nº 24.616.
16) Que el reclamo de intereses debe prosperar, pues la
demandada se encuentra en mora a partir del vencimiento
del plazo para el pago de cada factura (arts.
464 y 474 del Código de Comercio y 509 del Código Civil),
ya que reconoció la recepción de la mercadería al contestar
la demanda y no negó la de las facturas cuando fue
intimada de pago, carta documento cuya autenticidad
resulta del informe de fs. 101. Por consiguiente, el cálculo
de los réditos debe iniciarse el 23 de mayo de 1987
respecto de la factura de fs. 12 y el 12 de junio de 1988
respecto de la de fs. 8.
17) Que dichos accesorios deben ser calculados a la tasa
del 6% anual, por tratarse de valores actualizados, hasta el
31 de marzo de 1991. A partir del primero de abril de dicho
año se devengará la tasa de interés que corresponda según
la legislación que resulte aplicable (confr. C.58 XXIII
"Consultora Oscar G. Grimaux y Asociados S.A.T. c.
Dirección Nacional de Vialidad", del 23 de febrero de 1993).
Por todo lo expuesto se decide: Hacer lugar a la demanda
seguida por Miguel Antonio Piraino contra la Provincia del
Neuquén, en los términos de que dan cuenta los
considerandos precedentes, y condenar al Estado provincial
a pagar la suma de 1.135 pesos, más sus intereses, los que
deberán ser calculados de conformidad con las pautas
fijadas (considerandos 16 y 17). Con costas (artículo
68, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Notifíquese.
Ricardo Levene (h). — Julio S. Nazareno. — Eduardo
Moliné O'connor.

CSJN, 24/8/1995, "Diprom S.A.C.I.F.I. c. Provincia de


Santa Cruz y otra", Fallos: 318:1632. Hechos
La actora demanda a la Provincia de Santa Cruz y un
canal televisivo local, a fin de que se los condene a
pagar las sumas correspondientes a deudas originadas en
el incumplimiento de diversos contratos en virtud de los
cuales le fueron cedidos al Estado provincial los derechos
de exhibición de material fílmico. La Corte asumió su
competencia originaria e hizo lugar a la demanda.
Sumarios
1. Cabe hacer lugar a la demanda deducida contra la
Provincia de Santa Cruz y un canal televisivo local, a fin de
que se los condene a pagar las sumas correspondientes
a deudas originadas en el incumplimiento de diversos
contratos en virtud de los cuales le fueron cedidos al Estado
provincial los derechos de exhibición de material fílmico,
pues ante la falta de impugnación a la prueba informativa
producida los coincidentes informes fueron contestados con
fundamento en los libros y archivo oficiales, lo que les
otorga un valor probatorio que no puede ser soslayado y el
Estado local no negó los pagos imputables a dichos
contratos que invocó la actora.
2. Cabe hacer lugar a la demanda deducida contra la
Provincia de Santa Cruz y un canal televisivo local, a fin de
que se los condene a pagar las sumas correspondientes a
deudas originadas en el incumplimiento de diversos
contratos en virtud de los cuales le fueron cedidos al Estado
provincial los derechos de exhibición de material fílmico,
pues no resulta óbice a la acreditada relación la
argumentación atinente a la falta de autorización a
funcionario alguno para suscribir dichos contratos, ya que el
Estado provincial no probó el aludido incumplimiento, y el
silencio guardado al recibir las facturas importó — p or
aplicación de lo dispuesto en el art. 474, tercer párrafo,
Cód. Com.— , la aceptación tácita de aquéllas, pues no
existen elementos que demuestren que la deudora formuló
reparos a su respecto dentro del plazo de diez días que la
ley prevé al efecto.
3. Si el perito contador se limitó a establece la suma que
considera adeudada por incumplimiento de un contrato de
cesión de derechos de exhibición de material fílmico, sin dar
explicación que justifique sus conclusiones y sólo efectuó
los cálculos de actualización e intereses correspondientes a
las facturas agregadas sin ponderal la incidencia que cabe
asignar al reconocimiento de pago formulado por la actora
ni tampoco se ajustó a lo convenido por las partes al
efectuar la revalorización, apartándose de los índices
aplicables, corresponde declarar la nulidad del informe y dar
por perdido su derecho a percibir honorarios.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, agosto 24 de 1995.
Vistos los autos: "Diprom S.A.C.I.F.I. c. Santa Cruz,
Provincia de y otra s/cobro de australes", de los que
Resulta:
I) A fs. 386/390 Diprom S.A.C.I.F.I. inicia demanda contra
Canal 9 de Río Gallegos y contra la Provincia de Santa
Cruz, a fin de que se los condene a pagar la cantidad de A
345.458,96 y la de U$S 33.839,68, con más los intereses y
las costas del juicio. Sostiene que esas sumas
corresponden a deudas originadas en el incumplimiento de
diversos contratos en virtud de los cuales le fueron cedidos
al Estado provincial los derechos de exhibición de material
fílmico.
Expone que la provincia no pagó los montos acordados
como contraprestación, lo que dio lugar a diversas
gestiones que resultaron infructuosas, y como
consecuencia de ello debieron remitir una carta documento
intimándola a cumplir las obligaciones pendientes, la que no
mereció respuesta.
Funda su pretensión en los artículos
505, 506, 508, 509, 616, 617, 1139, 1143, 1144 y 1197 del 
Código Civil y concordantes de éste y del Código de
Comercio. Solicita que se haga lugar a la demanda con
expresa imposición de costas.
II) A fs. 429/430 se presenta el señor fiscal de Estado en
representación de la Provincia de Santa Cruz y contesta
demanda. Desconoce la existencia de la relación jurídica
invocada y sostiene que los remitos agregados por la actora
no acreditan la recepción del material fílmico por parte del
personal provincial. Niega haber recibido la carta
documento a la que hace referencia la contraria y la
autenticidad de las notas de débitos y facturas agregadas.
Argumenta que mal puede argüirse la existencia de una
relación jurídica cuando los contratos acompañados no
fueron suscriptos por el Poder Ejecutivo provincial, o por un
mandatario de éste a quien se le hubiese delegado tal
función. Asimismo sostiene que no se dictó decreto alguno
autorizando su suscripción.
III) Que a fs. 446/447 Diprom S.A.C.I.F.I. aclara que la
pretensión ha sido dirigida sólo contra la Provincia de Santa
Cruz, ya que los contratos referidos fueron firmados por el
subsecretario de Información Pública y
Telecomunicaciones, funcionario dependiente del Estado
provincial, dado que el canal no estaba constituido como un
ente jurídico autónomo.
Considerando:
1°) Que esta causa es de la competencia originaria de la
Corte Suprema tal como se decidió a fs. 411. 2°) Que es
necesario precisar que, contrariamente a lo sostenido por el
Estado provincial, la demanda ha sido bien dirigida, ya que,
a la fecha de suscripción de los contratos base de la acción,
la emisora LU 85 TV Canal 9 carecía de autarquía funcional
y financiera, lo que impide considerarla legitimada pasiva
frente al reclamo efectuado. En efecto, a esa época — l os
instrumentos acompañados datan de fechas anteriores al
año 1989— como así también a la de interposición de la
demanda, 21 de abril de 1989 (ver fs. 390), aún no había
sido dictada la ley local 2136, publicada en el Boletín Oficial
respectivo el 28 de diciembre de 1989, que dispuso la
autarquía del ente.
3°) Que en atención a los términos en que ha quedado
trabada la litis y a la prueba producida, corresponde tener
por acreditada la existencia de la relación jurídica invocada.
4°) Que a tal fin es preciso recordar que es principio de
buena doctrina y jurisprudencia que la conducta de las
partes constituye base cierta de interpretación de los
términos del vínculo jurídico que las une (Fallos: 262:87;
302:242). En el caso resulta elemento de suficiente
convicción la contestación del oficio dirigido al entonces
representante legal de LU 85 TV Canal 9 de Río Gallegos,
Provincia de Santa Cruz, por medio del cual el director de
programación de la emisora reconoce, en los términos que
allí indica, la exhibición de las películas aportadas
(fs. 722/725).
5°) Que, sin perjuicio de señalar que la demandada no ha
impugnado el informe en la forma prevista por el artículo
403 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, es
dable resaltar que la detallada respuesta, en la que se
individualizan cada uno de los contratos acompañados,
resulta suficiente para tener por acreditada la existencia del
vínculo jurídico (D.79.XXIII "Diprom S.A.C.I.F.I. c. Entre
Ríos, Provincia de s/cobro de australes", pronunciamiento
del 1 de marzo de 1994); a lo que se agrega, en el presente
caso, que el citado funcionario adjuntó a su informe, como
elemento corroborante de sus afirmaciones, toda la
documentación sobre la base de la cual se expide (ver
fs. 607/721).
6°) Que también es oportuno poner de resalto la respuesta
dada por el Comité Federal de Radiodifusión por medio de
la cual se hace saber al Tribunal que diversas gestiones
realizadas por el ente permitieron determinar, en virtud de la
nómina aportada por las respectivas autoridades
provinciales, que el material fílmico había sido exhibido por
LU 85 TV Canal 9 de Río Gallegos (ver fs. 504 y su
ampliación de fs. 520/522).
7°) Que ante la falta de impugnación a la prueba
informativa producida — f alencia ya apuntada en el
considerando 5°— , cabe considerar que los coincidentes
informes fueron contestados con fundamento en los libros y
archivos oficiales, lo que les otorga un valor probatorio que
no puede ser soslayado (arg. Fallos: 189:393; 246:194).
8°) Que, por lo demás, el Estado provincial no ha negado
la afirmación efectuada por la actora en el escrito inicial,
según la cual se hicieron pagos imputables a los contratos
motivos de este juicio (ver fs. 389 vta., otrosí más digo),
como surge de las órdenes de compra agregadas a fs. 208,
248, 249, 264, 275. La expedición de esas órdenes, a las
que cabe tener por reconocidas en atención al silencio
guardado por la demandada al respecto (artículo 356, inciso
1°, primer párrafo in fine, Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación), resulta relevante en la medida en que no es
dable desconocer la importancia que adquiere el accionar
de la provincia cuando se traduce en actos que, como los
reseñados, son trascendentes y eficaces a los efectos
jurídicos (Fallos: 308:72).
9°) Que no resulta óbice a la acreditada relación la
argumentación de fs. 429 vta. atinente a la "falta de
autorización a funcionario alguno para suscribir esos
contratos", ya que el Estado provincial no probó, como
correspondía, el aludido incumplimiento (ver fs. 458; confr.
arg. I. 148.XX "Idear Publicidad S.R.L. c. Santa Cruz,
Provincia de s/cobro de pesos", sentencia del 27 de
noviembre de 1990).
10) Que tampoco puede ser atendido el desconocimiento
de las facturas acompañadas por la actora, toda vez que el
planteo resultó tardío. El silencio guardado al recibirlas
importó, por aplicación de lo dispuesto en el artículo 474,
tercer párrafo, del Código de Comercio, la aceptación tácita
de aquéllas, pues no existen elementos que demuestren
que la deudora formuló reparos a su respecto dentro del
plazo de diez días que la ley prevé al efecto (confr. causas
A.667.XXII "Asistencia Médica Privada S.A.C. c. Chaco,
Provincia del s/cobro de pesos" del 19 de octubre de 1993;
P.123.XXIII "Piraino, Miguel Antonio c. Casa de la Provincia
del Neuquén s/cobro de australes", del 17 de noviembre de
1994).
11) Que, por lo demás, la actora también ha logrado probar
que cursó la intimación de la que da cuenta la carta
documento obrante a fs. 281, no sólo al acreditar su
autenticidad con la contestación del informe obrante a
fs. 499, sino y por sobre todo, con el
expreso reconocimiento del señor gobernador de la
Provincia de Santa Cruz, quien admitió su recepción al
contestar la cuarta posición formulada por la ponente (ver
fs. 573).
12) Que, sin perjuicio de lo expuesto es necesario que el
Tribunal delimite el alcance de la pretensión, ya que
encuentra razones suficientes para apartarse del dictamen
pericial obrante a fs. 542/544, en la medida en que la tarea
cumplida por el perito contador M. A. M. no cumple con los
requisitos que para su eficacia probatoria establecen los
artículos 472 y 477 del código de rito.
En efecto, dicho profesional se ha limitado a establecer la
suma que considera adeudada sin dar una sola explicación
fundada que justifique las conclusiones a las que ha
arribado. Sólo efectuó los cálculos deactualización e
intereses correspondientes a las facturas agregadas a estos
autos y ni siquiera ha ponderado la incidencia que cabe
asignar en el caso al reconocimiento de pago formulado por
la propia actora en el escrito inicial (ver fs. 389 vta.,
segundo otrosí) con relación a las órdenes de compra
obrantes a fs. 208, 248, 249, 264, 275.
13) Que tampoco se ha ajustado a lo convenido por las
partes al efectuar la revalorización antes señalada, toda vez
que a tal fin utilizó los índices de precios al por mayor nivel
general que proporciona el Instituto Nacional de Estadística
y Censos cuando debió calcularla conforme el de precios al
consumidor.
14) Que incluyó en su informe, como integrante del
"capital" adeudado, las notas de débito obrantes a fs. 270,
271 y 272 que corresponden a intereses, las actualizó y
calculó los accesorios que consideró pertinentes incurriendo
así en un error de concepto que determina, sumado a las
razones expuestas en los considerandos precedentes, su
descalificación como dictamen.
15) Que en tales condiciones es necesario declarar su
nulidad y dar por perdido el derecho al experto a percibir
honorarios (L.312.XX "Lampalagua Establecimiento
Agropecuario y Forestal S.A. c. Santiago del Estero,
Provincia de s/eximición de inversiones y recargos" del 30
de noviembre de 1989; C.960.XXIII "Caja Complementaria
de Previsión para la Actividad Docente c. San Luis,
Provincia de s/ejecución fiscal" del 2 de diciembre de 1993).
16) Que, de conformidad con las pruebas rendidas ya
valoradas, cabe admitir el reclamo vinculado con los
contratos celebrados en moneda estadounidense números
50987, 50988, 51052, 51088, 51199, 51302 salvo en los
ítems que se detallan a continuación, con relación a los
cuales corresponde: a) en cuanto al primero deducir la nota
de débito n° 11423, pues el acuerdo de voluntades no fue
sellado (ver fs. 197/198 y 205); b) con atinencia al segundo,
excluir el pago de que da cuenta la orden de compra
obrante a fs. 208, ya que, reconocido por la actora (ver
fs. 274), no fue considerado por el experto, quien
incorrectamente lo computó en el total adeudado; c) en lo
que respecta al tercero deducir de la factura obrante a
fs. 244 los importes correspondientes al contrato que allí se
identifica con el número 50974, toda vez que dicho acuerdo
de voluntades no fue objeto de reclamo en este proceso; d)
en lo atinente al n° 51199 debe excluirse la nota de débito
11725 por idéntica razón a la señalada en a).
17) Que la pretensión relacionada con las facturas emitidas
en australes también resulta procedente, con excepción de:
a) las notas de débito 11822, 11823, 11824, pues no
encuentran justificación en la prestación misma del servicio
sino que corresponden a intereses devengados, los que
serán objeto de consideración seguidamente en forma
autónoma al reclamo de capital. De lo contrario su admisión
en el capítulo en examen traería aparejado un
enriquecimiento sin causa a favor del actor y b) las notas de
débito 11771 y 11878, pues los acuerdos de voluntades en
los que se los intenta justificar no fueron sellados (ver
fs. 246/247 y 262/263 respectivamente).
18) Que asimismo las partes, en la oportunidad prevista en
el artículo 503 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación, deberán deducir los pagos de los que dan cuenta
las órdenes de compra 733/88, 745/88, 751/88 y 752/ 89,
las que no fueron descontadas por el perito tal como
correspondía.
19) Que la actualización de las sumas adeudadas deberá
computarse desde la oportunidad en que cada una de las
facturas resultó exigible hasta el 1 de abril de 1991 (artículo
8°, ley 23.928; causa A.667.XXII "Asistencia Médica Privada
S.A.C. c. Chaco, Provincia del s/cobro de pesos", sentencia
del 19 de octubre de 1993).
20) Que los intereses punitorios reclamados resultan
procedentes (artículos 509, 622 primer párrafo y 1197
del Código Civil), mas deben ser reconocidos sólo con
relación a los contratos en los que fueron expresamente
convenidos en la cláusula séptima (ver fs. 226/227,
232/233, 239/240). En cuanto a los demás, se liquidarán a
la tasa del 6% anual. Dichos accesorios se computarán
desde que la demandada incurrió en mora, esto es, a partir
del vencimiento del plazo para el pago de cada factura
(artículo 509 del Código Civil) hasta el 31 de marzo de 1991
y de allí en más, hasta el efectivo pago, se devengarán los
que correspondan según la legislación que resulte aplicable
(C.58.XXIII "Consultora Oscar G. Grimaux y Asociados
S.A.T. c/ Dirección Nacional de Vialidad" del 23 de febrero
de 1993).
21) Que hasta dicho límite serán admitidos los réditos
pretendidos, toda vez que la petición atinente a que se
condene a la demandada a pagar intereses compensatorios
(ver fs. 386/390, punto X) no puede ser acogida, dado que
no existe en los contratos acompañados cláusula alguna
que los haya previsto (artículo 621, Código Civil).
Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida
por Diprom S.A.C.I.F.I. contra la Provincia de Santa Cruz y
condenarla a pagar la suma que resulte de la liquidación
que se practique. Con costas (artículo 68, Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación); II. Declarar la nulidad del
dictamen pericial de fs. 542/544 y dar por perdido al
contador M. A. M. el derecho a percibir honorarios.
Notifíquese y, oportunamente, archívese. — Eduardo
Moliné O'Connor (en disidencia parcial). — Carlos S.
Fayt. — Augusto César Belluscio. — Enrique Santiago
Petracchi. — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F.
López. — Gustavo A. Bossert.
Disidencia parcial del señor vicepresidente doctor don
Eduardo Moliné O'Connor:
Considerando:
1°) Que los considerandos 1° al 18 constituyen la opinión
concurrente de los jueces que integran la mayoría con el
que suscribe este voto.
2°) Que la actualización de las sumas adeudadas deberá
computarse desde la fecha en que cada una de las facturas
fue emitida hasta el 1° de abril de 1991 (artículo 8°, ley
23.928; causa A.667.XXII "Asistencia Médica Privada
S.A.C. c. Chaco, Provincia del s/cobro de
pesos" — d isidencia parcial de los jueces Levene,
Cavagna Martínez, Moliné O'Connor y Nazareno— ,
sentencia del 19 de octubre de 1993).
3°) Que los intereses punitorios reclamados resultan
procedentes (artículos 509, 622 primer párrafo y 1197
del Código Civil), mas deben ser reconocidos sólo con
relación a los contratos en los que fueron expresamente
convenidos en la cláusula séptima (ver fs. 226/227,
232/233, 239/ 240). En cuanto a los demás, se liquidarán a
la tasa del 6% anual. Dichos accesorios se computarán
desde que la demandada incurrió en mora, esto es, a partir
del vencimiento del plazo para el pago de cada factura
(artículo 509 del Código Civil) hasta el 31 de marzo de 1991
y de allí en más, hasta el efectivo pago, se devengarán los
que correspondan según la legislación que resulte aplicable
(C.58.XXIII "Consultora Oscar G. Grimaux y Asociados
S.A.T. c. Dirección Nacional de Vialidad" del 23 de febrero
de 1993).
4°) Que hasta dicho límite serán admitidos los réditos
pretendidos, toda vez que la petición atinente a que se
condene a la demandada a pagar intereses compensatorios
(ver fs. 386/390, punto X) no puede ser acogida dado que
no existe en los contratos acompañados cláusula alguna
que los haya previsto (artículo 621, Código Civil).
Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida
por Diprom S.A.C.I.F.I. contra la Provincia de Santa Cruz y
condenarla a pagar la suma que resulte de la liquidación
que se practique. Con costas (artículo 68, Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación); II. Declarar la nulidad del
dictamen pericial de fs. 542/544 y dar por perdido al
contador M. A. M. el derecho a percibir honorarios.
Notifíquese y, oportunamente, archívese. — Eduardo
Moliné O'Connor.
CSJN, 19/9/1995, "Intertelefilms S.A. c. Provincia del
Chubut —Secretaría de Gobierno y otra—", Fallos:
318:1755. Hechos
Una empresa reclamó a la Provincia de Chubut — C anal
7 de Rawson— , una suma determinada de dinero con
fundamento en la relación contractual que uniría a las
partes destinada a la remisión de material fílmico para su
exhibición. El estado provincial opuso como defensa la
aplicación de la ley local de consolidación de la deuda
pública lo que reduciría el monto de la deuda a un tercio
de su valor. La Corte Suprema de Justicia de la Nación,
en instancia originaria y considerando que la aplicación
referida colisiona con lo preceptuado por el artículo 19 del
régimen de consolidación de deuda del Estado Nacional,
desestimó el planteo del estado provincial y acogió la
pretensión.
Sumarios
1. La fórmula de los arts. 13 y 14 de la ley 3609 del Chubut
importa reducir la deuda a un tercio de su valor, prohibido
expresamente por el art. 19 de la ley 23.982 (Adla, X-B,
2050; LI-C, 2898).
2. La conducta de los contratantes es base cierta de
interpretación del vínculo jurídico.
3. El ajuste por depreciación monetaria se funda en la
inviolabilidad de la propiedad: art. 17 de la Constitución
Nacional.
4. La deuda debe actualizarse desde que cada factura
resultó exigible conforme a lo estipulado por las partes.
5. Los intereses corren desde que venció el plazo para el
pago de cada factura.
6. La tasa del 6 % anual rige para los valores actualizados.
7. A partir del 1° de abril de 1991 rige la tasa de
intereses que corresponda según la legislación que resulte
aplicable.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, setiembre 19 de 1995.
Resulta: I. A fs. 207/212 se presenta "Intertelefilms S.A."
por medio de apoderado, e inicia demanda contra la
provincia del Chubut — S ecretaría de Gobierno— LU
90 TV Canal 7 de Rawson por cobro de la suma de AA
452.066.707 ($ 45.206), con más sus intereses, gastos y
costas. Manifiesta que la sociedad tiene como actividad
principal la adquisición, compraventa y cesión de derechos
para la posterior comercialización y distribución de
películas, series de televisión, largometrajes, videocasetes,
etc., comprensivos de lo que se denomina material fílmico
para televisión abierta, por cable y para video. Entre sus
clientes se encuentra el Canal 7 de Rawson, cuya
explotación ejerce la provincia del Chubut por medio de la
Secretaría de Gobierno. La relación comercial se llevó a
cabo según diversas formas de contratación, las que
describe. Como condiciones de venta los contratos
preveían el pago en cuotas mensuales "no documentadas"
cuyos términos fueron íntegramente aceptados por la
demandada. Asimismo, el convenio se complementaba con
los débitos por gastos de sellado y los intereses
correspondientes a cuotas pagadas fuera del término
previsto. A consecuencia de la relación mercantil
ininterrumpida entre Intertelefilms y Canal 7 de Rawson,
una vez agotado el contrato se le continuó enviando el
material fílmico que solicitaba de acuerdo a su
programación, remitiéndole la correspondiente facturación,
la cual debía ser cancelada conforme a las normas y usos
del comercio. Describe los contratos y facturas que dice no
haber sido pagadas en término y practica liquidación. Funda
su derecho en los arts. 505, 506, 508, 509, 616, 617, 1139,
1143, 1144, 1197 y concs. del Cód. Civil. Pide que se haga
lugar a la demanda, con costas.
II. Afs. 231/235 contesta la provincia del Chubut y niega
los hechos y el derecho invocados por la actora. Desconoce
la documentación adjunta a la demanda, como así también
toda aquella que no guarda relación con este juicio, y
destaca que no se ha acompañado ni original ni fotocopia
de la factura N° 2931, cuyo monto asciende a la suma de
AA 5.716.305 ($ 571,63). Dice que la actora no puede
pretender la actualización ni el cobro de interés alguno, toda
vez que con los pagos efectuados por el Canal 7 de
Rawson, recibidos sin reserva, ha perdido su derecho a
reclamo. Agrega que aun cuando se adeudara algún tipo de
interés a la actora, éste sólo sería moratorio y no punitorio,
pues no existe convenio alguno entre las partes sobre su
aplicación. Finalmente manifiesta que en caso de probarse
la existencia de la deuda la actora debió presentarse a
verificar su crédito de acuerdo a lo dispuesto por la ley
provincial 3609, lo cual no hizo. Por lo tanto, y por
aplicación de los artículos 13 y 14 de ese texto legal, el
monto resultaría ser mucho más bajo que el que se
reclama. Funda en derecho su pretensión y pide que se
rechace la demanda, con costas.
Considerando: 1. Que este juicio es de la competencia
originaria de la Corte Suprema (arts. 116 y 117,
Constitución Nacional).
2. Que Intertelefilms S.A. reclama la suma de AA
452.066.707 ($ 45.206), que dice adeudarle la Provincia del
Chubut, la cual a su vez, entiende no estar obligada al
pago.
3. Que, en efecto, el Estado provincial opone como
defensa de sus intereses, al contestar la demanda, la
aplicación de la ley 3609 y, al presentar su alegato, la de la
ley 3798 de consolidación de la deuda pública, en forma
subsidiaria.
4. Que mediante el dictado de esta última la demandada
se adhirió al régimen de consolidación de deuda del
Estado nacional de conformidad con lo previsto por el art. 1°
de la ley 23.982 (art. 1 de la ley provincial), pero establece
que el Poder Ejecutivo cuidará que las situaciones
alcanzadas por la ley 3609 queden consolidadas de
acuerdo a ese régimen. Según lo dispuesto en el citado art.
19, "las provincias podrán consolidar las obligaciones a su
cargo que reúnan las condiciones establecidas en el art. 1°.
Las normas legales locales respectivas no podrán introducir
mayores restricciones a los derechos de los acreedores que
los que la presente ley establece respecto de las deudas
del sector público nacional". En tales condiciones, el planteo
del Estado provincial no puede ser atendido, pues la
aplicación de la fórmula prevista en los arts. 13 y 14 de la
ley 3609 importa reducir el monto de la deuda a casi un
tercio de su valor, con lo cual el derecho del acreedor se
vería notablemente limitado, extremo éste expresamente
prohibido por la ley nacional (P. 450, XXIII "Pescasur S.A. c.
Provincia de Santa Cruz s/ordinario acción declarativa",
pronunciamiento del 17 de noviembre de 1994).
5. Que, por lo tanto, en atención a los términos en que ha
quedado trabada la litis y a la prueba producida,
corresponde tener por acreditada la relación contractual que
unió a las partes, destinada a la remisión de material fílmico
para su exhibición.
A tal fin, es preciso recordar que es principio de buena
doctrina y jurisprudencia que la conducta de las partes
constituye base cierta de interpretación del vínculo jurídico
que las une (Fallos: 262:87 — L A LEY, 119-286— ;
302:242). En el caso, a pesar de que la actora ha
acompañado en autos fotocopias de la documentación y no
sus originales, resultan elementos de suficiente convicción
el reconocimiento de la existencia de la relación comercial
efectuado por el gobernador en su absolución de posiciones
(1ª posic., fs. 265) y la admisión de pago contenida en la
contestación de la demanda.
6. Que, también, de las declaraciones prestadas por los
testigos propuestos por la parte actora, quienes han tenido
una intervención personal y directa en la cuestión, y cuyos
dichos no han sido objeto de impugnación alguna, se
desprende la existencia del vínculo que unió a las partes
(ver preguntas 2, testigo Figliola y 8 y 11, testigo Calza).
Asimismo, manifiestan que las operaciones de venta de
material fílmico se efectuaban mediante contratos
ajustables (pregunta 4, testigos Figliola y Calza) que se
facturaban mensualmente (pregunta 4, testigo Figliola),
cuyos originales eran enviados a la demandada (repregunta
1, testigo Figliola y pregunta 5, testigo Calza), como así
también los remitos que eran acompañados con el material
fílmico pertinente (repregunta 1, testigo Calza). El Canal 7
de Rawson cumplió sólo y tardíamente con algunos de los
pagos acordados, por lo que la empresa se vio en la
necesidad de efectuar reclamos, llevados a cabo mediante
llamadas telefónicas, cartas y envíos de télex y estados de
cuenta, los que obtuvieron un resultado negativo (preguntas
6, 7 y 8 testigos Figliola y Calza). Reconocen, también, la
autenticidad de la documentación acompañada al
expediente y que se refiere a las cartas ofertas números
195, 19 y 169, estados de deuda y remitos (preguntas 11 y
12 testigo Figliola; 8 testigo Albrechi y preguntas 10, 11 y
12, testigo Calza).
7. Que, en cambio, asiste razón a la demandada en su
oposición al reclamo del pago de la factura N° 2931 por la
suma de A 5.716.305 ($ 571,63), la que, efectivamente, no
ha sido acompañada al expediente y cuya existencia no se
ha comprobado.
8. Que lo hasta aquí expuesto se corrobora con el informe
presentado en autos por la perito contadora a fs. 256/259 y
284/287, del cual el tribunal no encuentra razón para
apartarse (art. 477, Cód. Procesal). En efecto, de allí se
desprende que la actividad comercial de Intertelefilms S. A.
es, según sus estatutos, la compraventa, distribución,
industrialización y comercialización de materias primas y
productos terminados para uso de los ramos
cinematográficos, televisivos, radiotelefónicos, importación
y exportación. Asimismo comprobó que el contrato N° 19,
suscripto el 6 de marzo de 1988 por Enzo Scialino,
presidente de Intertelefilms S. A., y Carlos H. Malizia,
secretario general de la gobernación, las cartas oferta
N° 169, del 26 de diciembre de 1989 y N° 195, del 9 de
marzo de 1990, remitidas a Juan M. Reynoso, director
general de radio y televisión de L. U. 90 T. V. Canal 7 de
Rawson, como así también las facturas, recibos, notas de
débito y de crédito emitidas, se encuentran registradas en
los libros Diario e Inventario y Balance, los que,
indebidamente rubricados, son llevados de acuerdo a
derecho. Verifico, además, la existencia de una cuenta
corriente a nombre de la demandada, que el plazo del
contrato N° 19 abarcó el período comprendido entre el 1 de
marzo de 1988 y el 31 de diciembre de ese mismo año, y
que la forma de pago se acordó en ocho cuotas mensuales
y consecutivas pagaderas a los 30 días de recibido el
material, las que se abonaron con una demora significativa
y a su valor nominal.
Con respecto a la factura N° 0697 emitida el 14 de octubre
de 1988, con la condición de pago al contado, informa que
solo se hizo efectiva el 9 de junio de 1989.
Por último, señala con respecto a las cartas oferta nros.
169 y 195 que preveían un régimen de facturación mensual,
con vencimiento a los 10 días del mes siguiente, que la
demanda abonó solo cuatro facturas y lo hizo fuera de
término.
9. Que conforme a lo hasta aquí expuesto, corresponde
hacer lugar a la demanda y establecer la compensación por
la depreciación monetaria y los intereses devengados sobre
las sumas adeudadas.
10. Que en reiteradas oportunidades esta Corte ha
sostenido que el reconocimiento del ajuste por depreciación
monetaria deriva de la variación de la moneda, doctrina que
se funda en la inviolabilidad de la propiedad tutelada por el
art. 17 de la Constitución Nacional (Fallos: 310:689 y 1706;
311:947; F. 329. XXII "Federación de Círculos Católicos de
Obreros c. Provincia de Santa Cruz s/cobro de australes",
pronunciamiento del 22 de diciembre de 1993, entre otros).
En consecuencia, la actualización de las sumas
adeudadas debe ser admitida desde la oportunidad en que
cada una de las facturas resultó exigible, de conformidad
con lo estipulado en el contrato celebrado entre las partes y
las cartas oferta nros. 169 y 195 y hasta el 1 de abril de
1991 (art. 8, ley 23.928), aplicándose a tal efecto el índice
de los precios al consumidor que elabora el Instituto Nac.
de Estadística y Censos. A dicho monto se le deben
descontar — t ambién actualizados — los pagos
efectuados por el Canal 7 de Rawson.
Según tales pautas, se fija la deuda en la suma de $ 8982
para las facturas correspondientes al contrato N° 19, en la
de $ 256, para la factura N° 0697 y en la de $ 30.125 para
las correspondientes a las cartas oferta nros. 169 y 195,
todo lo cual totaliza la suma de $ 39.363.
11. Que el reclamo de intereses debe prosperar pues la
demandada se encuentra en mora a partir del vencimiento
del plazo para el pago de cada factura y deben ser
calculados a la tasa del 6 % anual, por tratarse de valores
actualizados hasta el 31 de marzo de 1991. A partir del 1°
de abril de dicho año se devengará la tasa de interés que
corresponda según la legislación que resulte aplicable
(confr. C.58.XXII "Consultora Oscar G. Grimaux y
Asociados S. A. T. c. Dirección Nac. de Vialidad",
pronunciamiento del 23 de febrero de 1993).
12. Que hasta dicho límite serán admitidos los réditos
pretendidos toda vez que, tal como se desprende del
contrato acompañado al expediente, las partes no han
previsto la aplicación de ningún tipo de interés para el caso
de incumplimiento de las obligaciones (art. 622, Cód. Civil).
Por ello, se decide: Hacer lugar a la demanda seguida por
Intertelefilms S. A. y condenar a la provincia del Chubut a
pagar dentro del plazo de 30 días, la suma de $ 39.363, con
más sus intereses los que deberán ser calculados de
conformidad con las pautas fijadas en el considerando 11.
Con costas (art. 68, Cód. Procesal).
En atención a la labor desarrollada en el expediente y de
conformidad con lo dispuesto por los arts. 6°, incs. a, b, c y
d; 7°, 9°, 22, 37 y 38 de la ley 21.839, se regulan los
honorarios de los doctores H. J. C., letrado patrocinante de
la parte actora y J. J. V., letrado apoderado de la misma
parte, en al suma de $ ..., en conjunto y los de las doctoras
R. V. S. y M. A. A., letradas apoderadas de la parte
demandada, en la suma de $ 4.400, en conjunto.
En cuanto a la tarea cumplida en el incidente resuelto a
fs. 279 se fija la retribución de los doctores H. J. C. y J. J. V.
en la suma de $ ..., en conjunto.
Asimismo, se fija la retribución de la perito contadora M. S.
de B. por los trabajos realizados a fs. 256/259 y 284/287, en
la suma de $ .... — Julio S. Nazareno. — Eduardo Moliné
O'Connor. — Carlos S. Fayt. — Augusto C. Belluscio. —
Enrique S. Petracchi. — Gustavo A. Bossert. — Ricardo
Levene (h.).

CSJN, 27/12/1996, "Kerestegian de Mamprelian, M. c.


Kerestegian, N.", Fallos: 319:3395. Sumarios
1. Cuando los términos o expresiones empleados en un
contrato son claros y terminantes, sólo cabe limitarse a
su aplicación, sin que resulte necesaria una labor de
hermenéutica adicional.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 27 de diciembre de 1996.
Considerando:
1º) Que contra la sentencia de la Sala "M" de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal
que, al confirmar la de primera instancia, desestimó la
demanda por escrituración promovida por la actora, dedujo
ésta el recurso extraordinario que fue concedido en fs. 257.
2º) Que la recurrente solicita la descalificación del fallo con
arreglo a la doctrina de esta Corte en materia de
arbitrariedad de sentencias, pues afirma que el a
quo efectúa una valoración aislada y fragmentaria de la
prueba, sustenta la decisión en afirmaciones dogmáticas,
no respeta las reglas de la lógica, interpreta las normas
legales de modo que las desvirtúa y torna inoperantes y
omite el tratamiento de cuestiones conducentes para la
solución del litigio.
3º) Que si bien, en principio, el examen de cuestiones de
hecho, prueba y derecho común, constituye materia propia
de los jueces de la causa y ajena al recurso extraordinario
previsto en el art. 14 de la ley 48, ello no resulta óbice para
habilitar tal instancia cuando el tribunal a quo prescinde de
dar un tratamiento adecuado a la controversia de acuerdo
con las constancias de la causa y la normativa aplicable
(Fallos: 310:927, 2114; 311:1171, entre otros).
4º) Que la demandante requirió la escrituración a su favor
del inmueble individualizado en el convenio suscripto con su
hermano — q ue obra en fs. 122/125 de esta causa— con
fundamento en lo pactado en la cláusula tercera de dicho
instrumento, por la cual el señor Nazaret Kerestegian "Cede
y Transfiere el setenta y cinco por ciento que tiene y le
corresponde" sobre dicho inmueble a "doña Marietta
Kerestegian". Aclaran que la cesión y transferencia se
efectúa de común acuerdo entre las partes y que los demás
bienes de la sucesión de la madre de ambos, "quedan
como actualmente en la proporción del 50 % cada uno de
ellos".
La cámara de apelaciones desestimó la demanda por
considerar que dicha cesión carecía de causa, pues
entendió que "la causa de la obligación que aquí se
reclama, se encuentra en última instancia en una cesión
destinada a que la actora hiciera su aporte societario para
efectuar la construcción mencionada en el convenio, y que,
al dejarse este último objetivo de lado, carece de razón
autónoma de ser" (fs. 212).
5º) Que, según surge del texto del convenio de
referencia, las partes designaron al escribano que
debía otorgar la escritura de cesión y transferencia del
inmueble (cláusula cuarta), la cual "se otorgará en las
siguientes condiciones": a) el señor Nazaret Kerestegian
gozará del 'pacto de preferencia' para la adquisición del
inmueble en caso de que su hermana decidiese venderlo, y
b) hasta tanto se inicie la construcción a que se refiere el
artículo sexto del convenio, al señor Nazaret Kerestegian se
le reconoce "un derecho de comodato sobre el primer piso,
al que se tiene acceso por el Nº 1420 de la Avenida Coronel
Díaz" y cuyas características se describen someramente.
En el artículo sexto antes mencionado, se expresa que de
común acuerdo "ambas partes se proponen
construir sobre ambos terrenos un edificio de categoría", y
prevén que para "la desocupación de la propiedad para su
construcción, la Sra. Marietta Kerestegian y/o quien
ocupare por su cuenta, dispondrá de tres años para
desocupar la propiedad, desde su notificación en forma
fehaciente" (artículo séptimo del convenio).
6º) Que el razonamiento de la cámara que la llevó a tener
por probada la falta de causa de la obligación en los
términos del art. 500 del Código Civil, es producto de una
inadecuada interpretación de la norma, que altera su
verdadero sentido y la torna inoperante (Fallos: 294:363;
302:1112; 310:927, entre muchos otros). En efecto, de la
falta de expresión de la causa de la cesión en el
convenio — p ues no consideró suficiente la alusión a la
adjudicación de los bienes del sucesorio— concluyó que
ésta debía ser acreditada para mantener la validez de las
obligaciones contraídas. De tal modo, invirtió el principio
que establece la norma legal aplicada, que presume la
existencia de la causa, mientras el deudor no pruebe lo
contrario.
7º) Que, por otra parte, la conclusión de que la cesión y
transferencia del inmueble se hallaban supeditadas a la
concreción del proyecto de construcción y que,
desaparecido este objetivo, esa obligación "carece de razón
autónoma de ser", aparece desvinculada de las constancias
obrantes en el proceso (Fallos: 312:683; 314:1445). En
efecto, en el convenio mencionado — c omo se
señaló supra— no existe condicionamiento alguno que
relacione el otorgamiento de la escritura con el inicio de la
construcción. La cuestión no fue desatendida por las partes,
que previeron cuidadosamente cuáles serían las
condiciones a que estaría sometida la escrituración — e l
pacto de preferencia y el derecho de comodato— y qué
pautas habrían de regir para concretar el proyecto de
construcción, cuya ejecución no se concibió como
inmediata, desde que se concedió el plazo de tres años
para desocupar el inmueble — c ontados desde la
notificación— en favor de la actora o de quien lo ocupase
en su nombre.
8º) Que tampoco existe elemento alguno que permita
atribuir a la cesión el ineludible destino de aporte societario
de la cesionaria, para permitir la concreción del proyecto
descripto en el artículo sexto del convenio. No sólo ese
propósito no fue expresado por las partes, ni incluido entre
las condiciones a que se sometió la operación, sino que no
se concilia con el complejo de relaciones jurídicas
existentes entre aquéllas, en la medida en que han sido
puestas de manifiesto en el pacto. Así, si la construcción de
un edificio sobre ambos terrenos era el motivo determinante
del pacto celebrado, no parece coherente que el
demandado — q ue era titular del 75 % del inmueble
— cediera su parte a su hermana — q ue resultaría de tal
modo propietaria del 100 %— con el exclusivo propósito de
que ésta a su vez lo aportase para efectuar un proyecto en
común. Es evidente que podría haberse concertado el
modo de realizar la construcción sin que el demandado
alterase tan sustancialmente su proporción en el dominio de
la propiedad, con el solo propósito de que la beneficiaria de
la cesión aportase — a demás de su parte— lo que él ya
tenía antes de la operación.
9º) Que, en orden a lo expuesto, aparece desprovista de
fundamento la afirmación del tribunal a quo en el sentido de
que la construcción del inmueble fue concebida como
condición determinante de la cesión y que, al no haberse
efectivizado aquel proyecto, debe darse por decaída la
obligación de transferir el inmueble. Tal conclusión traduce
una desviada comprensión de lo pactado entre las partes y,
si bien la exégesis de la voluntad contractual es en principio
materia de derecho común, ello reconoce excepción
cuando — c omo en el sub lite — los jueces asignan a las
estipulaciones de un contrato un alcance reñido con la
literalidad de sus términos y lo decidido no se basa en
explícitas razones suficientes de derecho (Fallos: 302:1111;
310:750; 311:1337). En tal sentido, ha señalado
reiteradamente esta Corte que cuando los términos o
expresiones empleados en un contrato son claros y
terminantes, sólo cabe limitarse a su aplicación, sin que
resulte necesaria una labor de hermenéutica adicional
(Fallos: 307:2216; 314:363).
10) Que los graves defectos de fundamentación que
presenta el fallo, a los que se hizo referencia supra,
imponen su descalificación como acto jurisdiccional, por
aplicación de la conocida doctrina de este Tribunal en
materia de arbitrariedad de sentencias.
Por ello, se admite la queja deducida, se hace lugar al
recurso extraordinario interpuesto y se deja sin efecto el
fallo. Con costas. Vuelvan los autos al tribunal de origen a
fin de que, por quien corresponda, se dicte nuevo
pronunciamiento con arreglo a lo resuelto. — Eduardo
Moliné O'Connor. — Carlos S. Fayt. — Augusto C.
Belluscio. — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F.
López. — Gustavo A. Bossert (en disidencia). — Adolfo R.
Vázquez.
Disidencia del doctor Gustavo A. Bossert
Considerando: Que el recurso extraordinario es inadmisible
(art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación)
Por ello, se desestima el recurso extraordinario. Con
costas. Notifíquese y oportunamente
devuélvase. — Gustavo A. Bossert.

CSJN, 15/12/1998, "R.V. de D.S., María c. Qualitas


Médica S.A.", Fallos: 321:3493. Sumarios
1. En caso de duda respecto de las cláusulas contractuales
predispuestas, cuyo sentido es equívoco y ofrece
dificultades para precisar el alcance de las obligaciones
asumidas por el predisponente, debe prevalecer la
interpretación que favorece a quien contrató con aquél o
contra el autor de las cláusulas uniformes. Máxime, cuando
se refieren a las cláusulas de un contrato de prestación
médica, dada la jerarquía de los valores que se encuentran
en juego: la vida y el derecho a obtener la conveniente y
oportuna asistencia sanitaria.
2. Procede el recurso extraordinario aun cuando los
agravios conducen al examen de una cuestión de derecho
común — e n el caso, la exégesis de la voluntad contractual
— , cuando el fallo carece de la debida fundamentación
con grave lesión de garantías constitucionales.
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, diciembre 15 de 1998.
Considerando:
1. Que la sala B de la Cámara Nac. de Apelaciones en lo
Comercial, al revocar parcialmente la sentencia de primera
sentencia, rechazó el reclamo por gastos de internación
derivados de un nacimiento prematuro. Contra dicho
pronunciamiento la actora interpuso el recurso
extraordinario que fue concedido a fs. 504/505.
2. Que para así decidir el a quo consideró que la
cláusula quinta del contrato de prestación médica celebrado
entre las partes era suficientemente clara al excluir
la cobertura de los nacimientos producidos dentro del
período de carencia.
3. Que los agravios de la apelante suscitan cuestión
federal suficiente para su consideración por la vía intentada,
sin que obste a ello que conduzcan al examen de una
cuestión de derecho común — c omo lo es la relativa a la
exégesis de la voluntad contractual — ya que lo resuelto
sobre temas de esa índole es susceptible de revisión en
supuestos excepcionales cuando el fallo carece de la
debida fundamentación exigible a las decisiones judiciales,
con grave lesión de garantías constitucionales (Fallos:
301:108, 865; 304:289; 307:1054 — L A LEY, 1986-A,
239 — ; 312:1036, entre otros).
4. Que en los casos de contratos con cláusulas
predispuestas cuyo sentido es equívoco y ofrece
dificultades para precisar el alcance de las obligaciones
asumidas por el predisponente, en caso de duda debe
prevalecer la interpretación que favorezca a quien contrató
con aquél o contra el autor de las cláusulas uniformes
(doctrina de Fallos: 317:1684).
Esta regla hermenéutica se impone en razón de expresas
disposiciones legales (art. 1198, Cód. Civil; art. 218 inc.
3°, Cód. de Comercio; art. 3°, ley 24.240). La exigencia de
acatar dicha pauta se acentúa en el supuesto del contrato
de prestación médica, habida cuenta de la jerarquía de los
valores que se hallan en juego: la vida y el derecho a
obtener la conveniente y oportuna asistencia sanitaria.
5. Que el fallo impugnado no observa el mencionado
principio. Ello es así, por cuanto el a quo no valoró
adecuadamente que de no ser por el proceso patológico
sufrido por la actora, el parto — d e acuerdo con su fecha
probable — se hubiera producido después del período de
carencia y que el nacimiento pretérmino tuvo lugar como
consecuencia de una intervención quirúrgica a la que la
demanda brindó cobertura como estaba estipulado. El
acabado examen de estas circunstancias era imprescindible
a fin de mantener el equilibrio de las prestaciones
salvaguardando la regla "pacta sunt servanda" frente a las
limitaciones del poder de negociación de la adherente.
6. Que, en función de lo expuesto, cabe concluir que lo
resuelto guarda nexo directo e inmediato con las garantías
que se invocan como vulneradas (art. 15, ley 48), por lo que
corresponde su descalificación como acto jurisdiccional en
los términos de conocida doctrina de esta Corte sobre
arbitrariedad.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y
se deja sin efecto la sentencia. Con costas (art. 68, Cód.
Procesal). Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de
que, por quien corresponda, se dicte un nuevo fallo con
arreglo al presente. — Eduardo Moliné
O'Connor. — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F.
López. — Gustavo A. Bossert. — Adolfo R. Vázquez.

CSJN, 19/8/1999, "Francisco Sguera S.A. c. Estado


Nacional Dirección Nacional de Transportes Marítimos y
Fluviales", Fallos: 322:1546. Sumarios
1. Cuando los términos y expresiones utilizados en el
contrato son claros y terminantes sólo cabe limitarse a su
aplicación — e n el caso, se discutía el tipo de cambio a
utilizar para valuar los certificados de obra que
expresamente estaba previsto en el contrato — , sin que
resulte necesaria una labor hermenéutica adicional. (del
voto de la mayoría).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, agosto 19 de 1999.
Considerando:
1º) Que la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil y Comercial Federal, al revocar la sentencia de
primera instancia, rechazó la demanda enderezada a
obtener la declaración de nulidad de la resolución 118/90
del Ministerio de Obras y Servicios Públicos y la condena al
Estado Nacional al cumplimiento de un contrato de
préstamo y subsidio, a fin de concluir la construcción de dos
trenes de empuje fluvial y marítimo. Contra dicho
pronunciamiento la parte actora dedujo el recurso ordinario
de apelación (fs. 371), que fue concedido a fs. 373. El
memorial de agravios corre a fs. 388/400 y fue respondido
por la contraria a fs. 437/444.
2º) Que el recurso es formalmente procedente toda vez
que se dirige contra la decisión definitiva pronunciada en
una causa en que la Nación es parte y el valor cuestionado
en último término supera el mínimo previsto en el art.
24, inc. 6º, apartado a, del decreto-ley 1285/58, modificado
por la ley 21.708, y la resolución 1360/91 de esta Corte.
3º) Que el Estado Nacional suscribió con Francisco Sguera
S.A. un contrato de préstamo y subsidio para la
construcción de dos trenes de empuje fluvial y marítimo a
realizarse en el Astillero Príncipe y Menghi S.A. en los
términos de lo convenido por ambas empresas, actuando la
primera de las nombradas en calidad de armador. Como
consecuencia de dificultades financieras, que finalmente
determinaron la quiebra de Astilleros Príncipe y Menghi
S.A., el contrato de construcción fue rescindido y se facultó
a la armadora a llamar a un nuevo concurso para continuar
la obra. Después de un prolongado trámite administrativo, el
Ministerio de Obras y Servicios Públicos dictó la resolución
118/90 rechazando la petición que formuló Francisco
Sguera S.A. para finalizar el trabajo. La actora promovió
demanda en procura de la revocación del mencionado acto
y de la condena al cumplimiento del contrato de préstamo y
subsidio, a fin de concluir la construcción. Reclamó la
integración de sumas no desembolsadas y el pago de
diferencias por mayor valor de la obra.
4º) Que el tribunal a quo sustentó su decisión
desestimatoria del reclamo en que la conversión de dólares
a moneda nacional en los certificados que se abonaron fue
realizada de conformidad con las cláusulas contractuales.
Hizo hincapié en que los pagos fueron percibidos sin
reserva y que el específico reclamo de cómputo de la
variación de tipo de cambio se concretó ocho años
después, al promoverse la demanda. Entendió que en tales
condiciones, en razón a lo dispuesto por el art. 218, inc. 4º,
del Código de Comercio, en el sentido de que la conducta
observada por los contrayentes después del contrato
constituye la mejor explicación de la intención de las partes
al tiempo de la celebración del contrato, la pretensión era
inadmisible tanto respecto de los veinte certificados
abonados como de los cuatro pendientes de pago. Sobre
esas bases, consideró que el mero cumplimiento del
contrato de préstamo y subsidio no sería suficiente para
alcanzar las sumas necesarias para realizar los trabajos
faltantes.
Añadió que las obligaciones resultantes del contrato se
habían vuelto de cumplimiento imposible porque
el decreto 2687/93 disolvió el Fondo Nacional de la Marina
Mercante, por medio del cual el Estado otorgaba
financiaciones como las que dieron origen al pleito.
Entendió que lo referente al resarcimiento de daños
derivados de la imposibilidad era ajena al debate, pues la
actora sólo se reservó el derecho de peticionar la
indemnización de los perjuicios que generase la conducta
de la demandada y que no le estaba vedado deducir esa
pretensión en un juicio posterior.
5º) Que los agravios por los cuales la parte actora
pretende revertir lo decidido por el tribunal a quo , pueden
resumirse así: a) la alzada ha desconocido el verdadero
alcance de lo acordado por las partes, que pretendieron
establecer un sistema mediante el cual la moneda
estadounidense operaba como factor estabilizador, con el
inequívoco propósito de mantener el contrato en
condiciones de equilibrio y factibilidad en el cumplimiento de
las obligaciones asumidas por las partes; b) al asignar
efecto liberatorio a los pagos de los veinte primeros
certificados la cámara omitió considerar que la contraria no
había efectuado planteos en ese sentido al apelar, no tuvo
en cuenta que la administración comprobó que existían
diferencias y tampoco que era el astillero el que recibía los
pagos, por lo que no le correspondía a la armadora
objetarlos; c) el fallo no contempló diversas conductas de la
demandada reñidas con la buena fe contractual, como la
demora en llamar a una nueva licitación y la falta de
respuesta a requerimientos atinentes a la obtención de la
financiación; d) los importes que se reclaman constituyen
un monto adecuado para la finalización de la obra; e) la
demandada no invocó oportunamente la imposibilidad de
pago, no concurren en la especie los elementos definitorios
de esa forma de extinción de las obligaciones y, en todo
caso, la alzada debió expedirse sobre los daños y
perjuicios, pues resulta irrazonable obligarla a iniciar otro
pleito.
6º) Que en lo atinente a la interpretación de las cláusulas
contractuales referentes a la conversión del dólar
estadounidense, el recurso no satisface el requisito de
debida fundamentación. Ello es así, por cuanto la apelante
se limita a asignar un determinado sentido a las
estipulaciones del convenio sin examinar su contenido.
Sin perjuicio de lo expuesto, cabe señalar que el examen
de la causa pone en evidencia que lo resuelto por la cámara
no es susceptible de reproche. En efecto, de acuerdo con la
cláusula octava del contrato de préstamo y subsidio,
reproducida en la cláusula decimoquinta del contrato de
construcción (conf. fs. 53/92 del expediente administrativo
que corre por cuerda), "los certificados de avance de obra o
básicos, emitidos por el Astillero de acuerdo a las cuotas
del Plan de Pagos, serán convertidos a pesos para su
liquidación y pago, utilizando a tal fin la cotización del dólar
estadounidense — t ipo vendedor— dada por el Banco de
la Nación Argentina al cierre de operaciones (en adelante
cotización del dólar) del día inmediato anterior a la fecha
que corresponda a la emisión del certificado respectivo"
(cláusula 8.1). "El valor de cada certificado básico
convertido a pesos, será reajustado por los precios internos
de los materiales establecidos por el Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos, Precios al por Mayor, Productos
Nacionales, No Agropecuarios, de los rubros y con las
incidencias que se indican..." (cláusula 8.2).
En consecuencia, cabe atenerse a la doctrina según la
cual cuando los términos o expresiones empleados en un
contrato son claros y terminantes, sólo cabe limitarse a su
aplicación, sin que resulte necesaria una
labor hermenéutica adicional (Fallos: 307:2216; 314:363,
entre otros). Mal puede pretenderse, entonces, que
correspondía utilizar el tipo de cambio vigente a la fecha del
pago.
7º) Que al celebrar el contrato la actora debió obrar con
pleno conocimiento de las cosas (art. 902 del Código Civil),
pues la magnitud de los intereses en juego le imponía
actuar de modo de prever cualquier eventualidad que
pudiese incidir negativamente en el resultado económico
del contrato, adoptando a ese efecto las diligencias
apropiadas que exigían las circunstancias de persona,
tiempo y lugar (art. 512 del Código Civil; doctrina de Fallos:
300:273), y si la recurrente incurrió en error en la
interpretación de cláusulas contractuales, éste provendría
de una negligencia culpable que impide su invocación (arg.
art. 929 del Código Civil; Fallos: 303:323, 316:382).
8º) Que los agravios relativos al efecto liberatorio de los
pagos tampoco pueden tener trato favorable.
Contrariamente a lo que afirma la actora, la demandada
invocó la falta de reclamos al apelar (conf. fs. 289). El
hecho de que fuera el astillero quien recibía los pagos
tampoco resulta decisivo, porque le incumbía a la
recurrente aprobar los certificados que aquél le presentaba,
en los que debía constar la cotización del dólar empleada.
9º) Que de lo expuesto se desprende que la pretensión de
diferencias, tanto respecto de los certificados cancelados
como de los pendientes de pago, carece de sustento. No se
advierte que la existencia de aquéllas haya sido reconocida
por la demandada, como pretende la apelante, pues la
estimación que sobre el punto efectuó la Dirección Nacional
de la Industria Naval sólo constituye el ejercicio de la
actividad consultiva de la administración y no expresa la
voluntad de ésta. Además, aquella evaluación fue objetada
por la Dirección Nacional de Asuntos Jurídicos de la
Secretaría de Marina Mercante (conf. fs. 252/254, 255/257
del expediente administrativo que corre por cuerda).
10) Que de las constancias de la causa se desprende con
claridad que el contrato de construcción no era autónomo
respecto del contrato de préstamo y subsidio, sino que
ambos se hallaban integrados en el régimen de
contrataciones del Fondo Nacional de la Marina Mercante
(confr. fs. 53/92 de las actuaciones administrativas que
corren por cuerda).
El acto administrativo impugnado se fundó en que no era
posible superar los límites de financiación asumidos por el
Fondo Nacional de la Marina Mercante. Al respecto, cabe
señalar que de acuerdo con lo dispuesto por el art. 3º, ap. 6,
inc. a, de la ley 19.870 el monto del subsidio no podrá
exceder — e n ningún caso— de la suma necesaria para
cubrir la diferencia al tiempo de formalizarse el respectivo
contrato, entre el precio de construcción en astilleros del
país y el precio internacional. El art. 4º de la ley 23.103
añadió que la cuantía del subsidio en cada operación no
podrá superar el treinta por ciento del precio de la
construcción en astilleros del país. El art. 4º del decreto
6823/72 restringe el importe de los préstamos al 90 % del
valor de las inversiones a realizar, excluido el subsidio en
caso de corresponder.
La apelante no demuestra que era posible proseguir la
obra sin exceder los límites legales y reglamentarios de
financiación. Ello es así, pues se limita a sostener que las
diferencias reclamadas — q ue, como se dijo, no
corresponden— y los cuatro certificados pendientes de
pago constituyen un monto suficiente para concluir los
trabajos, sin efectuar referencias concretas que permitan
relacionar el costo final de la construcción con el importe
máximo que el Fondo Nacional de la Marina Mercante
podía integrar de acuerdo con las normas que rigen su
actividad. Esta precisión resultaba imprescindible, habida
cuenta del estado de deterioro en que se encuentran las
embarcaciones como consecuencia de la situación litigiosa
que se suscitó entre la actora y el Astillero Príncipe y
Menghi S.A., que se prolongó por más de dos años (conf.
fs. 200/209 del expediente administrativo).
11) Que, en las condiciones señaladas, se advierte que la
pretensión de la actora no puede prosperar, lo cual torna
inoficioso examinar si las obligaciones emergentes del
contrato se han vuelto de cumplimiento imposible como
consecuencia de la disolución del Fondo Nacional de la
Marina Mercante.
12) Que la actora no planteó ante la alzada, al contestar
los agravios de la contraria, lo concerniente a la
indemnización subsidiaria por daños y perjuicios, por lo que
la propuesta, por ser fruto de una reflexión tardía, excede el
ámbito cognoscitivo del Tribunal (Fallos: 312:2444, 2513;
313:1242, entre otros).
Por ello, se declara admisible el recurso ordinario y se
confirma la sentencia apelada. Con costas (art. 68 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Notifíquese y remítase. — Julio S. Nazareno. — Eduardo
Moliné O'Connor. — Carlos S. Fayt. — Augusto C.
Belluscio. — Enrique S. Petracchi. — Antonio
Boggiano. — Guillermo A. F. López. — Gustavo A.
Bossert. — Adolfo R. Vázquez.
Voto del doctor Vázquez.
Considerando:
1º) Que la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil y Comercial Federal (fs. 312/317), al revocar la
sentencia de primera instancia (fs. 239/247 vta.), rechazó la
demanda y distribuyó las costas en el orden causado.
El a quo sustentó su decisión en los siguientes
fundamentos: a) los pagos de los certificados emitidos 1 a
20 fueron recibidos sin reserva, lo que hace jugar el efecto
liberatorio del pago en favor del deudor con arreglo al art.
505, segundo párrafo, del Código Civil, "que entronca con la
garantía constitucional de la propiedad" según los
precedentes de esta Corte que cita; b) las diferencias
reclamadas en relación a los cuatro restantes certificados
pendientes de pago (21 a 24) tampoco pueden ser
reconocidas, ya que la inteligencia del convenio que postula
la parte actora no "coincide con la observada sin reparos
por las contendientes durante todo el tiempo por el que se
prolongó 'la vida útil' del contrato cuyo alcance no puede
mudar su interpretación pasado tan largo período (arg. art.
218, inc. 4º, del Código de Comercio)"; c) las obligaciones
nacidas del contrato (cuyo cumplimiento sufrió serias
limitaciones según da cuenta la resolución 118/90)
devinieron de cumplimiento imposible en virtud de la
disolución del Fondo Nacional de la Marina Mercante
dispuesta por decreto 2687/93 (arg. arts. 888 y 889 del
Código Civil).
Fuera del ámbito de discusión del pleito quedó,
expresamente, la determinación de la eventual
responsabilidad del Estado Nacional por la imposibilidad de
cumplir el contrato y la potencial y consecuente obligación
de reparar los daños y perjuicios que pudieran haberse
ocasionado.
2º) Que Francisco Sguera S.A. inició demanda (fs. 8/24
vta.) contra el Estado Nacional — D irección Nacional de
Transportes Marítimos y Fluviales— , tendiente: a que se lo
condenara a "integrar en su totalidad las sumas
involucradas en el contrato de préstamo y subsidio",
poniéndolas a su disposición para la continuación y
finalización de la obra; a que, como consecuencia de lo
primero, se lo autorizara a convocar a concurso de precios
y a suscribir el pertinente contrato de construcción con el
astillero que resultara adjudicatario de la obra; y, a que se le
abonaran las diferencias que pudieran existir entre los
valores pendientes y el costo total de finalización (confr.
punto III, fs. 8 vta).
La empresa, en calidad de armador, había resultado
adjudicataria (por resolución 1166/80, del 21 de diciembre
de 1980) de un préstamo y un subsidio con recursos
financieros del Fondo Nacional de la Marina Mercante, con
el objeto de hacer posible la construcción de dos trenes de
empuje compuestos cada uno por una barcaza tanque, que
serían destinadas al transporte fluvial de combustibles
líquidos en la Cuenca del Plata. A ese fin, el 23 de
diciembre de 1980 suscribió con dicho organismo el
correspondiente contrato de préstamo y subsidio.
3º) Que contra el referido pronunciamiento, la parte actora
interpuso recurso ordinario de apelación (fs. 371/371 vta.),
que fue concedido (fs. 373) y es formalmente procedente,
toda vez que se dirige contra una
sentencia definitiva dictada en un pleito en que el Estado
Nacional es parte y el monto disputado en último
término supera el mínimo previsto en el art. 24, inc. 6,
apartado a, del decreto-ley 1285/58 y resolución 360/91 de
esta Corte.
4º) Que los agravios expresados en el memorial
(fs. 388/400 vta.; replicado a fs. 437/444) pueden
sintetizarse del siguiente modo: a) la interpretación
efectuada acerca de las cláusulas del convenio relativas al
reajuste del precio, desconoció tanto que las partes
pactaron un sistema en el que el dólar estadounidense
operaba como un factor de estabilización cuanto que
durante el tiempo que mediaba entre la emisión del
certificado y su pago real y efectivo al astillero, el continuo
deterioro del poder adquisitivo de la moneda nacional frente
a la divisa norteamericana derivaba en que la suma
erogada en definitiva representaba una "menor cantidad de
dólares con relación a aquella que correspondía por el valor
nominal de la divisa en que fuera emitido cada certificado";
b) el reconocimiento del efecto liberatorio que se le asignó a
los pagos de los certificados 1 a 20 efectuados por el
Estado Nacional al astillero constructor, prescindió de las
características de la operatoria contractual en la que
Francisco Sguera S.A. no era "sujeto activo del pago"; c) no
se contempló la injustificable y reprochable demora de la
demandada en cumplir la resolución 153/82, que ordenaba
un nuevo llamado a concurso para la terminación de la
obra — l o que demostraría la mala fe de aquélla— ; ni la
falta de respuesta a innumerables requerimientos referentes
a la "obtención del monto de financiación restante para la
finalización de los trenes de empuje"; d) la imposibilidad de
cumplir el objeto del contrato por la disolución del Fondo
Nacional de la Marina Mercante no fue alegada
oportunamente y constituye un "auténtico absurdo jurídico";
e) los montos contenidos en la sentencia de primera
instancia "resultan incluso superiores al costo estimado
para la finalización de los trenes de empuje, de donde se
concluye que el compromiso asumido por el Estado
Nacional debe ser cumplido íntegramente".
5º) Que la cámara juzgó que el objeto de la obligación de
financiar la construcción de las barcazas devino de
cumplimiento imposible habida cuenta del dictado del
decreto 2687/93 (publicado en el Boletín Oficial del 5 de
enero de 1994), mediante el cual el Poder Ejecutivo
Nacional disolvió el Fondo Nacional de la Marina Mercante
(conf. art. 1º).
Las críticas ensayadas destacan que el argumento no fue
introducido oportunamente por el demandado y que
constituye un auténtico absurdo jurídico, en la medida en
que si el Estado Nacional ha resuelto por voluntad propia la
disolución del fondo, resulta carente de toda lógica suponer
que todas las obligaciones a su cargo se han vuelto de
cumplimiento imposible.
6º) Que tales críticas no logran refutar acabadamente la
afirmación del a quo , por diferentes razones. En primer
lugar desconocen la pieza de alegato del demandado, en el
que éste puntualizó, después de haber invocado las
disposiciones de la ley de emergencia económica del
Estado 23.697 y de su decreto reglamentario 824/89, que
"con posterioridad (en referencia a dichas normas) se
disolvió el Fondo Nacional de la Marina Mercante,
impidiéndose la continuidad de su régimen" (confr.
fs. 228/236, especialmente fs. 233). En segundo lugar,
ignoran el contenido del punto 6 de la expresión de agravios
presentada ante el a quo , en el que puede leerse, con
facilidad, la exposición del tópico en examen (confr.
fs. 283/291, en especial fs. 286). Y, en tercer lugar, en tanto
atribuye la medida a la sola voluntad del Poder Ejecutivo
Nacional, no reparan en que para disolver el Fondo
Nacional de la Marina Mercante, el decreto 2687/93
ponderó que dicho organismo dejó de percibir los ingresos
más importantes que hacían a su financiamiento — e n
alusión a los gravámenes previstos en el art. 1º de la ley
19.870 que habían sido dejados sin efecto por el art. 73 del
decreto 2284/91 (ver considerandos 3º y 4º)— , y puso de
resalto que era "intención del Poder Ejecutivo Nacional, en
el marco de la Reforma del Estado, dejar al ámbito de la
iniciativa privada las funciones que no le atañen en forma
específica" (ver considerando 5º).
7º) Que, sin perjuicio de las consideraciones formuladas
precedentemente, no parece superfluo indicar otros
fundamentos que impiden el acogimiento de la pretensión
de continuar con la obra.
Así la interpretación que se postula en el memorial en el
sentido de que el cambio del dólar estadounidense,
considerado por las cláusulas contractuales — s e dice
— como moneda de cuenta o pauta de reajuste, debía
calcularse al momento del pago de los certificados y no
(sólo) al día anterior a su confección, no se ajusta al texto
de aquéllas, tal como fue explicado por la cámara con
innegable corrección (ver considerando III de la sentencia).
En efecto, la cláusula 8a. del contrato de préstamo y
subsidio (Precio: — c onversión a pesos— Reajuste del
precio), en su punto 1, reza: "Los certificados de avance de
obra, o básicos, emitidos por el astillero de acuerdo a las
cuotas del plan de pagos (detalladas, cabe destacar, en el
anexo I) serán convertidos en pesos para su liquidación y
pago, utilizando a tal fin la cotización del dólar
estadounidense — t ipo vendedor— dada por el Banco de
la Nación Argentina al cierre de las operaciones... del día
inmediato anterior a la fecha que corresponda a la emisión
del certificado respectivo". Y en su punto 2, prescribe: "El
valor de cada certificado básico convertido a pesos, será
reajustado por los precios internos de los materiales
establecidos por el Instituto Nacional de Estadísticas y
Censos, precios al por mayor, productos nacionales, no
agropecuarios, de los rubros y con las incidencias que se
indican...". Ambas cláusulas fueron reproducidas,
literalmente, en la cláusula 15, puntos 1 y 2, del contrato de
construcción (ver folios 53/70 y 72/92, del expediente
administrativo Nº 22.928/85; en especial folios 59 vta. y
80/80 vta.).
8º) Que la línea argumental del recurso examinada en el
considerando antecedente tampoco refleja la intención que
tuvieron las partes al contratar. La recurrente afirma que
"resulta carente de toda lógica liberar de la obligación de
hacer frente a tales diferencias a la Administración, cuando
por medio de sus propios organismos ha analizado y
comprobado su existencia" por la misma metodología
utilizada por su parte. Cierto es que hay una referencia a la
cotización del dólar estadounidense, en el sentido postulado
por Francisco Sguera S.A., contenida en la nota emitida del
30 de enero de 1989. En ella, el director nacional de
actividades navieras calculó el importe que en concepto de
préstamo y subsidio aún faltaba desembolsar al fondo, y
llegó a la suma allí exhibida (dólares 5.703.544), la que,
advirtió, difería de los valores presentados por la recurrente,
debido a que se tomó "el tipo de cambio al momento del
efectivo pago, según lo establecido en la cláusula 21 del
contrato de mutuo" (confr. folios 252/259 del expediente
administrativo). Ahora bien, dicha estimación mereció la
objeción de la Dirección Nacional de Asuntos Jurídicos de
la Secretaría de Marina Mercante.
No puede deducirse, pues, un criterio inequívoco de la
administración relativo a las diferencias de divisa, en el
sentido propiciado por la apelante, quien lo sostiene en "la
letra y en el espíritu" del convenio, en el cual "se encontraba
implícito que en el período que insumiera la emisión del
certificado, su aprobación por el armador y su aprobación y
pago por parte de la Administración, no se operaría una
modificación tan aguda o manifiesta del tipo de cambio" (ver
demanda, fs. 16).
9º) Que ante las circunstancias descriptas en los dos
considerandos precedentes se hace aplicable la reiterada y
pacífica jurisprudencia del Tribunal con arreglo a la cual
cabe exigir a las partes un comportamiento coherente,
ajeno a los cambios de conducta perjudiciales,
desestimando toda actuación que implique un obrar
incompatible con la confianza que — m erced a sus actos
anteriores— se ha suscitado en el otro contratante. Ello es
así, por cuanto no sólo la buena fe sino también la
seguridad jurídica se encontrarían gravemente resentidas si
pudiera lograr tutela judicial la conducta de quien traba una
relación jurídica con otro y luego procura cancelar sus
consecuencias para aumentar su provecho. Nadie puede
ponerse de tal modo en contradicción con sus propios actos
ejerciendo una conducta incompatible con la asumida
anteriormente (Fallos: 311:971; 314:1459; 315:1738).
10) Que en las condiciones enunciadas, cabe concluir ante
la falta de acogimiento de las diferencias reclamadas por la
parte actora, que como quedó expresado no integran las
previsiones contractuales, obsta al cumplimiento "total e
integral" del convenio, o dicho de otra manera, no cubre los
costos de terminación de la obra. Si se requiere una
inversión de 9.797.984 de dólares para finalizar la obra
(conf. peritaje naval de fs. 115/121), y las diferencias
representan la suma 5.756.911 de dólares, la incidencia de
éstas en el monto global es fácil de percibir. De manera tal
que la demanda ha sido bien rechazada por el a quo .
11) Que el modo en que se resuelve el caso torna
innecesario el tratamiento de los restantes agravios.
Por ello, se declara admisible el recurso ordinario y se
confirma la sentencia apelada. Con costas en esta instancia
a cargo de la vencida. Notifíquese y devuélvase. — Adolfo
R. Vázquez.

CSJN, 1/6/2000, "Lunmar Naviera S.A. c. Y.P.F. Soc. del


Estado", Fallos: 323:1321. Hechos
La sociedad comercial que tenía la concesión del servicio
de transporte marítimo de petróleo promovió juicio de
daños y perjuicios contra Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Sociedad del Estado. Adujo la existencia de
limitaciones arbitrarias sobre el modo de
prestación — e xclusión de uno de los buques
pertenecientes a su flota, compuesta por tres navíos
— que le ocasionaron perjuicio patrimonial. La demanda
fue acogida en primera instancia y rechazada por la
Cámara. Concedido el recurso ordinario de apelación, la
Corte Suprema confirmó por mayoría el pronunciamiento
de grado, valorando el silencio guardado por el
concesionario.
Sumarios
1. Debe rechazarse la indemnización pedida por el
concesionario de un servicio
público — t ransporte marítimo de petróleo— debido a los
daños que le habría ocasionado la actitud del Estado al
imponerle limitaciones respecto del modo de
prestación — p rohibición de emplear determinado buque
perteneciente a su flota, integrada por tres navíos— , si no
formuló objeción alguna en sede administrativa o judicial,
habiéndose perfeccionado el contrato e iniciado la
ejecución, pues tal pretensión es incompatible con su
conducta anterior.
2. Es aplicable a los contratos administrativos  — e n el
caso, la concesión del transporte de petróleo— el principio
según el cual los acuerdos de voluntades, sin importar su
naturaleza, deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de
buena fe y según lo que las partes entendieron o pudieron
entender obrando con cuidado y previsión.
3. Es procedente la indemnización pedida por el
concesionario de un servicio público — t ransporte marítimo
de petróleo— debido a los daños que le habría ocasionado
la actitud del Estado al imponerle limitaciones respecto del
modo de prestación — p rohibición de
emplear determinado buque perteneciente a su flota,
integrada por tres navíos— , si dicha limitación no se
ajustaba a derecho — e n el caso, se había determinado
erróneamente que el buque carecía de capacidad técnica
suficiente— , configurando una restricción arbitraria
(del voto en disidencia del doctor López).
4. La esfera de discrecionalidad de los entes administrativos
no importa que tengan un ámbito de actuación desvinculado
del orden jurídico o insusceptible de fiscalización en cuanto
a la razonabilidad de su ejercicio (del voto en disidencia
del doctor López).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, junio 1º de 2000.
Considerando:
1. Que contra la sentencia de la sala I de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal
que, por mayoría, al revocar la de primera instancia,
rechazó la demanda promovida por la actora, ésta interpuso
el recurso ordinario de apelación (fs. 3498/3499) que fue
concedido (fs. 3558/3559).
2. Que la empresa Lunmar Naviera S.A.C. promovió
demanda contra Yacimientos Petrolíferos Fiscales con el
objeto de que se la indemnizara por los daños y perjuicios
sufridos a raíz de su decisión de no contratar, parcialmente,
sus servicios. Relata que es una compañía armadora
argentina, dedicada al transporte marítimo y fluvial de
combustibles líquidos — p esados y livianos— por cuenta
de Y.P.F. mediante la utilización de buques de su
propiedad. En 1983 se presentó a una licitación convocada
por aquélla para la venta del buque "La Plata", resultando
adjudicataria. Solicitó entonces a la Prefectura Naval
Argentina el cambio de nombre, denominándolo "Mar
Sereno" y procedió a su reparación integral que le demandó
una inversión superior a U$S 1.000.000. Obtuvo, asimismo,
los certificados habilitantes tanto de las autoridades
nacionales como del Ente Clasificador Internacional.
Tiempo después resultó adjudicataria de una nueva
licitación organizada por Y.P.F., por la que se comprometió
a efectuar el transporte de aproximadamente 290.000
metros cúbicos de productos livianos, incluidos alijos y
operaciones top-off. Pero, al emitir la orden de compra
dispuso que la "firma no podrá, bajo ningún motivo, realizar
el mismo utilizando los servicios de vuestro buque-tanque
'Mar Sereno'". Esta limitación, infundada y
arbitraria — a firmó— le ha provocado los perjuicios cuya
reparación reclama y que, proviniendo de una empresa de
carácter monopólico que concentraba la casi totalidad del
transporte de combustibles del país, impactaron de un
modo más intenso en su patrimonio. En
síntesis — c oncluyó— "el hecho de haber dispuesto "sine
die" la exclusión indebida del B/T Mar Sereno, sin causa
válida ni aparente; su silencio perverso mantenido a lo largo
de años pese a las impugnaciones y reclamos de mi parte;
su posterior reconocimiento de la ilegitimidad e
irrazonabilidad de su conducta y pese a él posteriormente
su negativa a cumplir con el compromiso contraído de
convenir con mi mandante la contratación del buque sobre
la base de parámetros razonables, ha producido a mi
representada los daños y perjuicios" que detalla y "ello torna
a Y.P.F. responsable por el pago de la indemnización que
se reclama en autos".
3. Que la Cámara, para resolver como lo hizo, sostuvo en
síntesis que: a) la actora no objetó la orden de compra Nº
31-0767-05-00 que prohibía la utilización del buque "Mar
Sereno". "Pudo hacerlo, y no lo hizo. Por ende, debe
atenerse, en principio, a las consecuencias de su omisión";
b) el pliego de condiciones que rigió la licitación autorizaba
a la demandada a adjudicar "...en la forma que más
convenga a los intereses de esta Sociedad..." y el obrar
discrecional de Y.P.F. no puede calificarse de ilegal o
arbitrario; c) al firmar las partes la orden de compra que
incluía la exclusión del buque mencionado "la actora dio
formal consentimiento accediendo a que el contrato se
cumpliera con la limitación impuesta, toda vez que, además,
no formuló en ese acto reserva alguna al respecto"; d) la
actora no puede oponer la arbitrariedad de la contratación
instrumentada mediante la orden de compra "toda vez que
sin su consentimiento (que supone el acceso inicial y el
cumplimiento posterior [del] contrato) no hubiera tenido
efecto alguno"; e) no corresponde el reconocimiento del
calificado daño emergente toda vez que "el éxito en la
licitación no le fue asegurado a la actora" y que "el buque
fue enajenado una vez cumplida la prestación" y f) en
cuanto al lucro cesante, las constancias de la causa "no dan
cuenta de concretas ofertas desechadas a la actora", de
modo tal que "las consecuencias de su inacción no pueden
ser trasladadas a la demandada como carácter de perjuicio
directo por la frustración de una 'chance' de contratar no
intentada, y en el mejor de los casos, ello resulta un
agravamiento propio del daño aducido, circunstancia que no
parece convincente que sea soportada por la accionada".
4. Que el recurso ordinario de la actora es formalmente
procedente, toda vez que fue articulado en un proceso en
que la Nación es parte y los valores disputados en último
término superan el mínimo previsto por el art. 24 inc. 6°, ap.
a, del dec.-ley 1285/58, según la ley 21.708, reajustado por
res. 1360/91 de esta Corte.
5. Que al presentar el memorial previsto por el segundo
párrafo del art. 280 del Cód. Procesal Civil y Comercial de
la Nación, la actora expresó los agravios que pueden
exponerse así: a) la sentencia apelada es nula y violatoria
de la garantía constitucional de la defensa en juicio, porque
ha avanzado sobre cuestiones de hecho y prueba
establecidas en el fallo de primera instancia que quedaron
consentidas y firmes para la demandada; b) la exclusión del
buque no se basó en un criterio de conveniencia sino que
"en realidad entraba lisa y llanamente dentro del terreno de
la arbitrariedad más absoluta"; c) el fallo no establece cuál
fue el fundamento de la exclusión del buque y,
simultáneamente, ignora que fue una decisión producto de
un error inicial de los funcionarios de Y.P.F. que está
probado en autos; d) es ritual el argumento de que la actora
debió hacer una reserva de derechos en el mismo acto de
firmar la adjudicación y significa desconocer toda validez y
eficacia a los permanentes reclamos y cuestionamientos
contra la exclusión del buque, que la propia demandada
tomó en cuenta al dictar la res. 822/85 que rehabilitó
tardíamente a aquél; e) es igualmente ritual la exigencia de
haber interpuesto formalmente un recurso administrativo, a
la luz de los reclamos e intimaciones de pago de daños y
perjuicios oportunamente efectuadas; f) la exclusión del
buque no importó una contraoferta que haya sido aceptada
por la actora; g) el pronunciamiento es dogmático en cuanto
afirma que Y.P.F. no tenía una situación de predominio en
el mercado porque no tenía la exclusividad de las
contrataciones; h) la supuesta falta de aptitud del buque no
fue la causa de la exclusión decidida por Y.P.F.; i) la
cámara supone erróneamente que el buque "Mar Sereno"
podría haber hecho transportes para otras empresas y j) la
exclusión, sin causa válida y no prevista en el pliego de
bases y condiciones, decidida en contra de la propia
conveniencia de la demandada, abusando de su situación
monopólica, genera su responsabilidad por el pago de los
daños y perjuicios ocasionados, comprensivos del daño
emergente y del lucro cesante.
6. Que la decisión del caso requiere trazar previamente el
marco fáctico y normativo que dio origen a la relación
jurídica motivo de autos. Al respecto, se encuentra fuera de
discusión que la actora adquirió de la demandada el buque
"La Plata", que más tarde redenominó "Mar Sereno" y que,
luego, se presentó a una licitación convocada por
Yacimientos Petrolíferos Fiscales de la que resultó
adjudicataria para el transporte de 290.000 metros cúbicos
de productos livianos, "en un todo de acuerdo con las
condiciones y cláusulas establecidas en la licitación pública
Nº 31-0767, y sobre la base de las tarifas que se agregan
como anexo II y que forma parte integrante de la presente
orden de compra contrato". Allí se dejó constancia que
"para el cumplimiento del transporte que se encomienda en
el presente contrato, esa firma no podrá, bajo ningún
motivo, realizar el mismo utilizando los servicios de vuestro
buque-tanque 'Mar Sereno' nominado en la oferta". La
mencionada orden fue suscripta por el presidente de la
actora sin formular objeciones y la prestación fue cumplida
con los restantes barcos de la flota.
7. Que, descripta así la situación del sub judice, cabe
abordar los agravios propuestos por el apelante. En primer
lugar, corresponde desestimar la queja en cuanto le endilga
al pronunciamiento recurrido haber avanzado sobre
cuestiones que se encontraban firmes, pues la lectura de la
sentencia apelada da cuenta de su correspondencia con los
agravios planteados por la demandada en los términos del
art. 277 del Cód. Procesal Civil y Comercial de la Nación y,
por tanto, es inexacto que el a quo al pronunciarse como lo
hizo haya conculcado el derecho de defensa de la
demandante.
8. Que, ello sentado, se advierte que los restantes agravios
procuran demostrar, de un lado, que Yacimientos
Petrolíferos Fiscales obró arbitrariamente y que esa
actuación, pese a su diligencia, le ocasionó los graves
perjuicios que reclama.
En la tarea de determinar si le asiste razón debe señalarse
que la actora se presentó a la licitación pública convocada
por la demandada y ese acto significó la aceptación de las
condiciones fijadas en los respectivos pliegos entre las que
figuraba aquella que autorizaba a adjudicar "...en la forma
que más convenga a los intereses de esta Sociedad...". Ese
juicio de conveniencia condujo a que, al emitirse la orden de
compra, se dejase constancia de que el buque de la
demandante "Mar Sereno" no podría utilizarse para prestar
los servicios contratados. Sin que se efectuase reserva de
ninguna naturaleza, el contrato fue suscripto. Ello surge de
los propios términos de la nota remitida por el presidente de
la empresa naviera, que manifestó que la observación
consagrada en la orden de compra importó "...la propuesta
de un nuevo contrato al modificar nuestra oferta original..." y
que "...se ha visto en la obligación de aceptarla en primer
instancia..." (fs. 54).
9. Que, ahora bien, si la relación jurídica quedó
perfeccionada con la suscripción de la mencionada orden,
si pudiendo hacerlo prefirió guardar silencio y no formular
objeción alguna cuando tomó conocimiento de la exclusión
del buque y si, como se señaló, reconoció la aceptación de
la oferta y la existencia de un nuevo convenio, su propia
conducta excluye toda posibilidad indemnizatoria. En otros
términos, la decisión de Yacimientos Petrolíferos Fiscales
era susceptible de revisión en el ámbito interno y aún, de
ulterior escrutinio judicial. Ninguna de estas vías fue
utilizada por la actora y no es válida la excusa ensayada en
el sentido de que "...la única alternativa para trabajar que
tenía Lunmar Naviera en aquel momento era aceptar los
transportes que se le adjudicaban y cuestionar — c on
discreción, para no perturbar el humor de los funcionarios
de turno de Y.P.F.— la exclusión del buque cuyas razones
se desconocían...".
10. Que tampoco es atendible sostener — c omo expresa
la apelante— que "...la otra alternativa — i mpensable,
dadas las circunstancias— hubiera sido cuestionar la
adjudicación en general, por el hecho de estar
condicionada, y atenerse a que Y.P.F. dejara sin efecto la
totalidad de la adjudicación discernida a mi parte sobre la
base de la 'aceptación condicional' o 'con reservas' de mi
mandante. Esa alternativa hubiera implicado, para Lunmar
Naviera, perjuicios muy superiores a los que en definitiva
padeció..." (fs. 3596 vta.). En efecto, sobre el punto asiste
razón al a quo al considerar que "...en la mejor de las
hipótesis para la actora, la adjudicación exteriorizada
mediante la emisión de la orden de compra 31-0767-05-00
proponía aspectos separables que exigían un
comportamiento acorde con esta particularidad. Por un
lado, es obvio que la asignación de un cupo de fletes la
beneficiaba y, por lo tanto, nada podría reprochar en ese
sentido. Pero, por otro, la exclusión del 'Mar Sereno' apuntó
a un aspecto accesorio, susceptible de un cuestionamiento
concreto que pusiera en tela de juicio esa parte del contrato
perjudicial para sus intereses (arts. 16, ley 19.549 y 1039,
Cód. Civil). Consecuentemente, la actora propone un falso
dilema, pues no es cierto que haya seguido el único camino
posible, esto es, la aceptación sin condicionamientos, de la
orden de compra. Como acabamos de ver, bien pudo
separar la contratación en los aspectos que he señalado e
impugnar, por la vía pertinente, la exclusión del buque..."
(fs. 3479/3479 vta.).
Esta conclusión no ha sido desvirtuada por la apelante que
sólo insiste en que las circunstancias la obligaban a la
dramática opción de todo o nada, pero no se hace cargo de
la posibilidad señalada por la Cámara. La mera calificación
de ritual de la exigencia de interponer, en tiempo y forma,
un recurso administrativo es, en las circunstancias del sub
judice, claramente insuficiente pues supone el
desconocimiento del sistema legal entonces vigente en el
ámbito de la demandada para la impugnación de sus
decisiones y que la actora, en virtud de la actividad que
desplegaba como transportista de combustibles y que la
vinculaba frecuentemente con la demandada, no podía
ignorar (art. 902, Cód. Civil).
11. Que a esta altura, no es ocioso recordar que, como lo
ha sostenido esta Corte, todo contrato — s ea cual fuere su
naturaleza— debe celebrarse, interpretarse y ejecutarse de
buena fe y de acuerdo a lo que las partesentendieron o
pudieron entender, obrando con cuidado y previsión,
principios aplicables al ámbito de los contratos regidos por
el derecho público (Fallos: 316:212, consid. 15 y sus
remisiones). La actora supo de la exclusión que la
agraviaba desde el comienzo. Su silencio, el cumplimiento
posterior de la prestación acordada — i ncluida una
prórroga aceptada en "iguales términos y condiciones
originariamente pactadas"— y su pacífico sometimiento en
la instancia administrativa al perfeccionarse la relación
jurídica, obstan a la indemnización reclamada.
12. Que desechada la responsabilidad de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales por las razones expuestas, resulta
innecesario el tratamiento de los restantes agravios. En
estas condiciones, corresponde confirmar el
pronunciamiento apelado en todas sus partes en cuanto
rechaza la demanda interpuesta. Las costas se imponen, en
todas las instancias, en el orden causado toda vez que la
actora pudo creerse con derecho a demandar como lo hizo
(art. 68, segundo párrafo, Cód Procesal Civil y Comercial de
la Nación).
Por ello, se confirma la sentencia apelada y se rechaza la
demanda. Costas en el orden causado. — Carlos S.
Fayt. — Augusto C. Belluscio. — Enrique S.
Petracchi. — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F. López
(en disidencia). — Gustavo A. Bossert.
Disidencia del doctor López:
Considerando: Que el infrascripto coincide con los consids.
1º a 5º inclusive del voto de la mayoría.
6. Que la decisión del caso requiere trazar previamente el
marco fáctico y normativo que dio origen a la relación
jurídica motivo de autos. En este sentido, se encuentra
fuera de discusión que la actora adquirió por licitación de la
demandada el buque "La Plata", que más tarde se
denominó "Mar Sereno" en las condiciones descriptas como
"dónde están y cómo están" con cese de bandera (confr.
fs. 1/3 del expte. DDG950/82, ver fs. 2/4 del cuerpo
principal), como así también que la razón de vender la
embarcación radicaba en su intención de que no navegara
en el país con la finalidad de su desguace y/o venta al
exterior. Sin embargo, al haberse omitido expresar dicha
condición en el pliego respectivo, la situación generada
permitió la rehabilitación del buque, lo que surge de las
constancias de solicitud de cambio de nombre y de las
notificaciones a la demandada acerca de tal situación e
informes propios de la empresa.
7. Que también se encuentra acreditado en el sub lite que
la actora, con sus tres buques incluido "Mar Sereno", se
presentó posteriormente a una segunda licitación
convocada por Yacimientos Petrolíferos Fiscales, de la que
resultó adjudicataria para el transporte de 290.000 metro
cúbicos de productos livianos. Asimismo, surge que en el
pliego de condiciones se autorizaba a la demandada a
adjudicar "...en la forma que más convenga a los intereses
de esta Sociedad..." y sobre la base de ese juicio de
conveniencia la entonces empresa estatal al emitir la orden
de compra y con el objeto de salvar el error cometido en la
licitación anterior, dejó constancia de que el buque de la
demandante "Mar Sereno" no podría utilizarse para prestar
los servicios contratados, imponiendo de tal modo una
condición no prevista originalmente en el marco licitatorio.
8. Que, llegados a este punto, carece de sentido dilucidar
si la relación invocada quedó perfeccionada con la
suscripción de la mencionada orden de compra, si cabe
atribuirle valor jurídico a las impugnaciones y reclamos
presentados por la actora, o si se reconoció por parte de
Lunmar la aceptación de la oferta y su prórroga y la
existencia de un nuevo convenio. Ello es así pues la propia
conducta de la demandada deviene determinante en orden
a discernir si la exclusión del buque lo fue de manera
arbitraria e inconveniente o si con su actitud excedió sus
facultades discrecionales. En tal sentido es ilustrativo el
informe confeccionado por el asesor legal de Y.P.F. del 20
de agosto de 1985 — r eiterativo de uno anterior (ver
fs. 188/191 expte. 950, punto 2 y anexo 39 de la demanda y
copia del dictamen agregada por la perito contadora al
cuerpo XIV, fs. 2695/2696) — en donde consta que "...la
resolución de Y.P.F. de excluir al B/T Mar
Sereno...resultaría de difícil sustento jurídico, habida cuenta
que en la licitación de venta no se incluyó la condición 'para
ser desguazado o exportado', lo que implica que Lunmar no
estaba inhabilitada para hacerlo navegar...y no existiendo
fundamentos de derecho ni de hecho que sostengan
nuestra postura,...se propone:...dejar sin efecto, la parte
correspondiente de la resolución Nº 512/84...por la que se
excluía la contratación...y autorizar la contratación de la
citada unidad en condiciones aceptables para ambas
partes...".
9. Que en función de lo anteriormente reseñado se
desprende que la sentencia del tribunal de alzada omitió
considerar un elemento decisivo para la suerte del recurso
de la parte actora, cual es el reconocimiento por parte de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales de que la exclusión del
buque de la demandante no fue ajustada a derecho, toda
vez que la alegada causa no figuró en los términos del
pliego y no respondió a razones objetivas de conveniencia.
En este sentido no puede dejar de valorarse que ha sido la
propia empresa demandada la que otorgó eficacia e
idoneidad a los planteos de la recurrente al punto de dictar
una resolución en donde reconoció los eventuales daños y
perjuicios irrogados. A todo ello deben agregarse las
constancias periciales que obran en la causa, no
impugnadas oportunamente, que concluyen en la capacidad
técnica del buque así como la posterior conducta de la
enjuiciada, quien a pesar de reconocer la irrazonabilidad de
la exclusión, no subsanó en los hechos tal situación.
10. Que, habida cuenta de lo expuesto, el fundamento
expresado por el a quo para rechazar la demanda
consistente en que la actora dio formal consentimiento
accediendo a que el contrato se cumpliera con la limitación
impuesta y sin reconocer eficacia jurídica a sus sucesivos
reclamos, resulta dogmático, máxime cuando tal
interpretación no se corresponde con las constancias de la
causa y evidencia una insuficiente ponderación de la actitud
de la demandada reflejada en la admisión de la alegada
arbitrariedad de la exclusión del buque.
11 Que, por otra parte, si bien las normas procesales no se
reducen a una mera técnica de organización formal de los
procesos, sino que, en su ámbito específico tienen por
finalidad y objetivo ordenar adecuadamente el ejercicio de
los derechos en aras de lograr la concreción del valor
justicia en cada caso y salvaguardar la garantía de la
defensa en juicio, ello no puede lograrse si se rehuye
atender a la verdad objetiva de los hechos que de alguna
manera aparecen en la causa como de decisiva relevancia
para la justa decisión del litigio (Fallos: 310:870, entre
otros).
12. Que, por lo demás, no es ocioso recordar que la esfera
de discrecionalidad susceptible de perdurar en los entes
administrativos no implica en absoluto que éstos tengan un
ámbito de actuación desvinculado del orden jurídico o que
aquélla no resulte fiscalizable. En tal sentido, la exclusión
del buque de la empresa actora impuesta en la orden de
compra no aparece, en el caso, como una exteriorización
razonable de la condición del pliego que permitía adjudicar
"en la forma más conveniente a la administración".
13. Que de acuerdo al resultado al que se arriba, en
cuanto al monto indemnizatorio se refiere, cabe confirmar
los rubros explicitados por la sentencia de primera instancia
(ver fs. 2829/2833), toda vez que los informes periciales en
que se apoyaron los cálculos no fueron objeto de
impugnación en la etapa procesal oportuna, como así
tampoco merecieron una crítica concreta y razonada por
parte de la demandada en el escrito de expresión de
agravios ni en la réplica a los respondes por la actora.
En tales condiciones, habida cuenta de que la causa
eficiente del daño emergente y del lucro cesante se
conforma en el momento de la exclusión injustificada, que la
demandada llevó a cabo en la oportunidad de adjudicar la
licitación, es a partir de allí (8 de agosto de 1984) y hasta la
fecha de venta del buque (9 de abril de 1986) que los
rubros señalados deben admitirse. Asimismo el punto de
partida de actualización del lucro cesante debe correr a
partir del mes de abril de 1990 (confr. pericia de fs. 2669
vta.) y los intereses desde el vencimiento de la fecha
prevista para el pago, conforme carta documento de
fs. 112/115. Finalmente y en lo que hace a la tasa de
interés aplicable, deberá estarse a los términos de la ley de
consolidación.
Por ello, se revoca la sentencia apelada y se hace lugar a
la demanda con el alcance indicado en el consid. 13.
Costas en el orden causado. — Guillermo A. F. López.
CSJN, 19/10/2000, "Produmet S.A. c. Sociedad Mixta
Siderurgia Argentina", Fallos: 323:3035. Sumarios
1. Resulta lógico pensar que, si cuando las
partes asentaron el modo de proceder en relación a los
distintos aspectos concernientes a la ejecución del contrato,
no previeron expresamente en qué área o sector de la
Somisa debía ser notificada la intención de la empresa
accionante de mantener la vigencia del convenio, ello fue
en el entendimiento de que correspondía hacerlo, como
regla, en la mesa de entradas.
2. La existencia de una vía habitual para el ingreso
de notas en la organización empresarial de la demandada
resulta irrelevante, en la medida en que su adopción no
haya sido impuesta como condición de validez de la
comunicación y ésta haya sido efectivamente recibida por la
destinataria (Del voto en disidencia del Dr. Moliné
O'Connor).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 19 de octubre de 2000.
Vistos los autos: "Produmet S.A. c. Sociedad Mixta
Siderurgia Argentina s/cumplimiento de contrato".
Considerando:
1°) Que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal, Sala II, modificó la sentencia de primera
instancia (fs. 892/900) y, en consecuencia, rechazó
parcialmente la demanda enderezada a obtener el
cumplimiento del contrato, el pago de facturas adeudadas y
el reconocimiento del lucro cesante, y distribuyó las costas
de ambas instancias con arreglo al art. 71 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación (fs. 945/953 vta.).
Contra dicho pronunciamiento, la parte actora interpuso
recurso ordinario de apelación (fs. 956/956 vta.) que fue
concedido (fs. 958).
2°) Que mediante el contrato firmado el 19 de julio de 1990
(ver copia de fs. 22/25 vta.), Produmet S.A. se comprometió
a realizar "el servicio integral de recepción, almacenamiento
y despacho de productos terminados propiedad de Somisa
destinados a su comercialización" (cláusula primera). En
contraprestación a esos servicios, Somisa reconoció una
serie de tonelajes mínimos mensuales a facturar por
Produmet S.A. —p ara cada una de las "naves"— y que
pagaría dicha facturación un precio fijo —a ustrales
12.675,30— "por tonelada y por mes, de material
en depósito" (cláusulas quinta y séptima).
El contrato tenía una vigencia de un año a partir de la
fecha de su firma "prorrogable con opción exclusiva por
parte de PRODUMET por cuatro períodos anuales, es decir,
hasta alcanzar un total de cinco años". Produmet debía
"comunicar a SOMISA con una antelación mínima de 90
días su decisión de renovación o no" (cláusula décimo
primera).
Ambas partes acordaron que la contratista presentaría "la
factura correspondiente por quintuplicado en la Mesa de
Entradas de nuestras Oficinas Centrales a nombre de la
Sociedad Mixta Siderurgia Argentina con expresa indicación
en las mismas que debe ser remitida a la Div. Contaduría
de la Gerencia Principal de Contaduría, citando —a demás
— el número de orden de compra y el de proveedor
asignado por esta Sociedad" (cláusula décimo segunda). Y
que en oportunidad de efectuarse la certificación mensual el
proveedor enviaría una "copia del remito a la Sección de
Compras Sede Central, 5° piso..." (cláusula décimo tercera).
Por lo demás, convinieron que ante "cualquier situación
que modifique las condiciones contractuales de la presente
orden de compra", había que "dirigirse a la Div. Compras
Varias de la Gerencia de Equipos e Instalaciones..."
(cláusula décimo cuarta).
3°) Que, en su escrito de demanda (fs. 97/109 vta.),
Produmet S.A. sostuvo, por un lado, que a partir del 31/1/91
(fecha en que correspondía efectuar el pago de la factura
N° 29.088) "la demandada dejó de abonar la
contraprestación dineraria a su cargo, incurriendo así en
mora de pleno derecho, habida cuenta del plazo cierto
convenido para el pago...", y que reclamó la regularización
de la situación mediante tres notas y una carta documento.
Por otro lado, indicó que a comienzos de julio de 1991
recibió una carta documento por la cual Somisa
insólitamente le notificó "la 'terminación' del contrato... a
partir del 20.7.91 aduciendo que... no había hecho uso, en
tiempo oportuno, de la renovación prevista en la cláusula
11ª", sin tener en cuenta que el 16 de abril de aquel año
había comunicado su intención de continuar el contrato por
el plazo de un año mediante una nota presentada ante el
directorio.
Sobre la base de esas circunstancias demandó: 1) "el
cumplimiento íntegro del contrato... por parte de Somisa", a
la que le hizo "saber anticipadamente la decisión de...
prorrogar su vigencia por los tres años faltantes para que
abarque, en total, los cinco años previstos inicialmente...";
2) "el cobro del crédito adeudado... en concepto de capital
al 31.08.91... con más los intereses devengados desde la
mora de cada factura..."; 3) los daños y perjuicios
compensatorios y por lucro cesante o pérdida de chance,
que se devenguen desde la interposición de esta demanda
hasta que Somisa cumpla acabada y fielmente con las
obligaciones a su cargo..."; 4) a todo evento y para el caso
de que el incumplimiento del contrato se tornara absoluto
total y definitivo, el daño compensatorio que es el "sustituto
de la prestación definitivamente incumplida e involucra todo
el menoscabo patrimonial que sufre el acreedor como
consecuencia de aquella inejecución imputable al deudor"
(fs. 102 vta./107 vta.).
4°) Que la resistencia de Somisa a la continuidad del
contrato se apoyó en las características que rodearon a la
comunicación de la prórroga que Produmet adujo haberle
notificado con arreglo a lo pactado en la cláusula N° 11 del
contrato. Criticó que aquélla —e n el supuesto en que se
admitiera que la nota fue presentada— no la haya
efectuado de manera fehaciente e inequívoca sino insegura
y sin haber tomado los recaudos que las circunstancias
exigían (confr. contestación de demanda, a fs. 185/195).
Destacó que no obstante "las tradicionales formas de
notificación fehaciente que se utilizan habitualmente,
SOMISA tiene una vía de recepción oficial de
correspondencia y es la que practica a través de su 'mesa
de entradas' ubicada en la Planta Baja de su edificio".
Esos mismos argumentos justificaban, a su entender, el
rechazo de los restantes capítulos demandados, pues, si el
contrato fue rescindido de conformidad a lo que previeron
sus cláusulas, nada podía reclamar la demandante con
sustento en la finalización de la relación. A mayor
abundamiento cuestionó el reclamo simultáneo del
cumplimiento del contrato y del lucro cesante. Por lo demás,
aseveró que si alguna deuda mantenía con Produmet S.A.,
ella surgiría de la prueba que debía producirse
oportunamente.
5°) Que tras valorar (mediante la copia de la nota del 16 de
abril de 1991 obrante a fs. 64 y el testimonio de la
secretaria que la recibió) que "la voluntad de prorrogar el
contrato fue debidamente comunicada" por Produmet S.A.,
el juez de primera instancia admitió la demanda por el cobro
de las facturas no canceladas con intereses desde el
vencimiento de cada una de ellas sin capitalización de los
accesorios (art. 623 del Código Civil) y por el lucro cesante
que "...debe otorgarle un beneficio equivalente al que
hubiese obtenido como resultado del cumplimiento del
contrato por parte de Somisa" (art. 519Código Civil). En
cambio, rechazó la indemnización sustentada en la pérdida
de la chance por considerar que no quedó demostrada "la
posibilidad cierta de obtener una ganancia que superara el
mínimo garantizado o la prestación de servicios
complementarios". Declaró que la deuda por las facturas
correspondientes a trabajos anteriores al 1° de abril de
1991 (nos. 29.088 y 29.101) se hallaba incluida en el
régimen de consolidación de la ley 23.982, pero no así las
relativas a los posteriores a esa fecha ni la indemnización
por lucro cesante. Fijó las costas en un 90% a cargo de la
parte demandada y en un 10% a cargo de la parte actora.
6°) Que, en cuanto al caso verdaderamente interesa, la
cámara, al modificar la sentencia, juzgó que
la empresa actora no comunicó su intención de continuar el
contrato con arreglo a lo dispuesto en la cláusula N° 11 del
contrato y, por consiguiente, desestimó la procedencia del
lucro cesante.
Para decidir del modo en que lo hizo, el
tribunal a quo sostuvo los argumentos que, resumidamente,
se exponen a continuación: a) si bien es cierto que la
cláusula N° 11 del contrato —a demás de ser ambigua— no
precisó la forma en que debía ser comunicada la voluntad
de continuar su vigencia, de ello no se sigue que pudiera
ser efectuada "de cualquier modo o a través de un
procedimiento anómalo, susceptible de provocar una
evidente incertidumbre acerca de si ese acto de renovación
del convenio —d e trascendencia fundamental e
incuestionable— fue efectivamente cumplido"; b) "parece
razonable interpretar que los actos jurídicos fundamentales
en el desenvolvimiento del contrato, que debían ser
instrumentados por notas, siguieran cuando menos el
trámite general o normal (así aparece subrayado en la
sentencia), esto es, que tales notas fueran ingresadas a la
sede de SOMISA... por intermedio de la Mesa de Entradas,
extremo éste que otorgaba certeza en cuanto a la
presentación de la respectiva nota y la fecha en que fue
realizada"; c) el ex director Rozin declaró que ése era el
mecanismo correcto; d) dicho "proceder... fue
específicamente seguido por la actora" en la presentación
de diversas notas; e) resulta en cierto modo sugestivo que
el 16 de abril de 1991, para pedir una información
secundaria, se entregara la pertinente nota en la Mesa de
Entradas y que ese mismo día, en cambio, nada menos que
la prórroga anual del contrato fuese presentada a la
secretaria privada de un director, precisamente el día en
que se le aceptó la renuncia al cargo (que había sido
elevada el 4 de ese mismo mes); f) la nota de prórroga es
mencionada por Produmet S.A., por primera vez, en la carta
documento del 5 de julio de 1991, después de haber
recibido la notificación de SOMISA del 2 de ese mes sobre
la terminación del contrato por falta de opción en tiempo
oportuno; g) dicha nota carece de fecha cierta.
Declaró desierto el recurso respecto de los capítulos
"imprecisión del reclamo" y "facturas impagas". Idéntica
solución aplicó al capítulo dedicado a la forma de pago
ordenada por el juez —q ue incluyó tanto los intereses por
liquidarse sobre cada factura cuanto la aplicación de la ley
23.982—, sin perjuicio de lo cual destacó que "el contrato
prevé el plazo en el que debían ser canceladas las facturas
(confr. cláusula 9ª), por lo que la mora se produjo
automáticamente a su vencimiento (art. 509Código Civil) y
que no hay constancia en autos de que aquéllas —s alvo
las nos. 29.126 y 29.128— hubiesen sido observadas por
SOMISA", a lo que añadió que lo concerniente a "la
imposibilidad de cumplimiento de la forma de pago sólo se
basa en una dogmática afirmación... desprovista de todo
fundamento como no sea la desnuda invocación del art. 1°
del decreto 1924/92".
Distribuyó las costas de primera instancia en un 75% y
25% a cargo de la parte actora y la parte demandada,
respectivamente, y en la alzada en un 60% y 40% según el
orden indicado.
7°) Que la empresa recurrente ensaya (en el memorial de
fs. 971/981 vta., replicado a fs. 986/992 vta.) los siguientes
agravios: a) con arreglo a los arts. 1026, 1034 y 1035 del
Código Civil, la fecha cierta sólo es exigible en relación a
terceros o a sus sucesores singulares, mas no a los
"obligados directos" ya que entre ellos es suficiente el mero
reconocimiento; b) la única prueba que le correspondía
producir era la atinente a la presentación de "la nota en el
Directorio de la firma en tiempo oportuno", lo cual
efectivamente hizo; afirma que está probada su entrega a la
secretaria del directorio, tal como reconoció la parte
demandada, por lo que la única discusión gira en torno de
la relevancia jurídica de ese hecho; c) es cierto que el
contrato no previó la forma en que debía ser comunicada la
voluntad de continuar el contrato, pero de ello no puede
deducirse, como lo hizo la cámara, que dada la
trascendencia de ese acto debió hacerse mediante una
nota presentada en la mesa de entradas de Somisa, pues
precisamente esa misma importancia justificó la
presentación ante el directorio; d) si "lo normal" —e n
palabras de la cámara— era la entrega de las
comunicaciones en la mesa de entradas de Somisa, ello
tenía sentido para los actos de menor jerarquía, carácter
que no revestía la nota en cuestión habida cuenta de que
traducía un acto extraordinario y excepcional; e) la torpeza
de los representativos de Somisa no debe ser pagada por
un tercero ajeno; f) el ex director Rozin sólo admitió no
recordar que hubiese recibido la nota, pero no que ello no
hubiera ocurrido; g) la existencia o inexistencia de la mesa
de entradas (en Somisa) es "totalmente irrelevante" y su
"operatividad no produce efecto alguno respecto a
terceros"; h) la cláusula 11a. del contrato no es ambigua (a
lo sumo sencilla y simple), sino que contiene un método de
comunicación redactado y aceptado por Somisa; i) la
conducta de ésta demuestra su mala fe contractual.
8°) Que el recurso es formalmente procedente toda vez
que se dirige contra la decisión definitiva pronunciada en
una causa en la que la Nación es parte indirectamente y el
valor cuestionado en último término supera el mínimo
previsto en el art. 24, inc. 6°, ap. a, del decreto-ley 1285/58,
modificado por la ley 21.708, y la resolución 1360/91 de
esta Corte.
9°) Que la única cuestión a resolver gira en torno de los
efectos de la nota presentada por la empresa actora el 16
de abril de 1991 en sede del directorio de Somisa, de cuya
decisión depende, en los términos del memorial, el
acogimiento del lucro cesante "equivalente al beneficio que
hubiese obtenido Produmet S.A como resultado del
cumplimiento del contrato por parte de la deudora".
10) Que, en orden a lograr su esclarecimiento, es
conveniente recordar, ante todo, que los contratos deben
celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y de
acuerdo con lo que verosímilmente las partes entendieron o
pudieron entender, obrando con cuidado y previsión (art.
1198 del Código Civil).
11) Que no se encuentra discutido que el contrato no
previó expresamente el supuesto que dio origen al pleito,
esto es, si, con el objeto de mantener la vigencia del
contrato, Produmet S.A. debía ocurrir ante la mesa de
entradas de Somisa o si —e n cambio— resultaba indistinto
que lo hiciera derechamente ante el directorio.
Empero, dicha falta de previsión no impide apreciar que la
primera de las dos opciones enunciadas precedentemente
es la que deriva de la recta interpretación de las cláusulas
del contrato.
Es criterio consolidado de esta Corte que la conducta de
las partes constituye base cierta de interpretación de los
términos del vínculo jurídico que las une (Fallos: 262:87;
302:242 y 316:3199, entre otros).
Desde esa perspectiva, debe ponderarse que las notas
cuyo lugar de presentación no tuvo previsión contractual
fueron entregadas en la mesa de entradas. De ello dan
cuenta las copias de las notas nos. 921414 (terminación de
oficinas, del 17/8/90; fs. 27), 924522 (ejecución de las obras
de habilitación de la primera nave, del 31/8/90; fs. 28),
925954 (ídem segunda nave, del 6/9/90; fs. 29), 931382
(ibídem tercera nave, del 1/10/90; fs. 30), 938461 (ibídem
cuarta nave, del 31/10/90; fs. 31), 940410
(ibídem quinta nave, del 8/11/90; fs. 32), 947401 (ibídem
sexta nave, del 13/12/90; fs. 33).
Idéntico temperamento siguió la actora relativamente a la
cancelación de diversas facturas, que reclamó mediante las
notas nos. 966371 y 969221 (del 17/4/91 y del 7/5/91,
respectivamente; ver copias de fs. 58/59) que, aunque
estaban dirigidas a la Gerencia de Finanzas de Somisa,
ingresaron por la mesa de entradas. Una tercera nota de
igual tenor, que llevó el N° 971176 (del 22/5/91; fs. 60),
también ingresó por la mesa de entradas.
Tal modo de actuar exhibió una marcada diferencia
respecto de lo que ocurrió con la documentación que debía
ser presentada en algún sector en particular de Somisa. Por
ejemplo, las facturas concernientes a los meses de enero a
agosto de 1991 (nos. 29.088, 29.101, 29.102, 29.108,
29.113, 29.119, 29.126 y 29.128, cuyas copias obran a
fs. 41/57), que fueron presentadas en la mesa de entradas
pero con destino expreso a la División Contaduría, tal como
había sido contemplado en la cláusula décimo segunda del
contrato. O las notas atinentes a la contratación de los
seguros que, pese a que en el convenio no se había
contemplado explícitamente en qué sector debían ser
ingresadas, fueron entregadas en el "Area de Seguros"
(fs. 39 y 40).
12) Que las consideraciones que anteceden, a su vez,
permiten formular dos apreciaciones.
En primer lugar, es fácil advertir que cuando las partes
quisieron asentar el modo de proceder en relación a los
distintos aspectos concernientes a la ejecución del contrato,
lo hicieron expresamente. En cuanto aquí interesa, aquéllas
estipularon dónde presentar las notas cuando el tema o
rubro a que ellas se refiriesen justificara autorizar una
excepción al principio según el cual el área de recepción
era, natural y habitualmente, la mesa de entradas, o, aun
sin apartarse de él, agregarle alguna exigencia adicional:
nótese que en el caso de las facturas se exigió que en la
presentación ante la mesa de entradas se aclarara que
debían ser remitidas a la División Contaduría de la Gerencia
Principal de Contaduría. No parece irrazonable, pues,
pensar que si no previeron expresamente en qué área o
sector de Somisa debía ser notificada la intención de
Produmet S.A. de mantener la vigencia del convenio, ello
fue así en el entendimiento de que correspondía hacerlo,
como regla, en la mesa de entradas.
En segundo lugar, quedaron demostradas las afirmaciones
formuladas por la parte demandada en el sentido de que en
los casos no regulados expresamente en el contrato, la
empresa actora ajustó su comportamiento a la regla recién
mencionada. Resulta de suma trascendencia poner de
relieve, en este orden de ideas, que el ex director de
Somisa señor Aldo I. Rozin explicó, en su declaración
testifical, que las notas referentes "a cuestiones
comerciales...entraban por mesa de entradas... que tenía
un registro, y se derivaban a los departamentos
correspondientes..." ; y que "...sin lugar a dudas...[la]
presentación referida a cualquier cuestión de relación de
ese orden de importancia con Somisa (énfasis agregado)
debía realizarse por los mecanismos que SOMISA tenía
establecidos...", en alusión a "la presentación formal en
mesa de entradas", por cuanto "cualquier otro mecanismo
sería improcedente", lo cual no impedía que una empresa
mandara "una copia a directorio para que éste tomara
conocimiento", aunque dicha copia "no tenía ninguna
importancia formal" ni tampoco correspondía al directorio
realizar con ella "ningún trámite pues éstos debían hacerse
por los caminos normales" (ver fs. 756/758 vta.). Las
declaraciones del ex director cobran mayor importancia
aún, si se retiene que a él fue dirigida la nota de prórroga
del 16 de abril de 1991.
13) Que a la luz de dichas apreciaciones, no sólo no se
explica —c omo correctamente ha señalado la cámara—,
por qué Produmet hizo llegar la nota de prórroga al
directorio, sino tampoco por qué fue presentada a la señora
Casal —p or entonces secretaria— para que la entregara a
un director en particular (menos aún se comprende por qué
ella no advirtió que el señor Rozin había presentado su
renuncia diez días antes o, si lo advirtió —l o cual no surge
del expediente—, por qué la empresa no tomó mayores
recaudos).
Es clara, pues, la falta de diligencia por parte de Produmet
S.A.; no actuó con el cuidado que le demandaba nada
menos que la continuidad del contrato, que, por lo demás,
dependía únicamente de su voluntad y de su correcta
comunicación a Somisa. Debió exigirse a sí misma una
mayor prudencia —p ropia de la trayectoria y experiencia en
el mercado que la empresa admitió— de una magnitud que
ahora no autorizara, ni siquiera mínimamente, la formación
de ningún reproche acerca del cumplimiento del recaudo
contractual que aquí se encuentra en examen (arg. arts.
512, 902 y 929 del Código Civil).
Tales apreciaciones, por otro lado, permiten desechar la
crítica según la cual la cámara a quo dio "a la comunicación
un trámite administrativo formal (similar a los escritos
burocráticos) que no coinciden con la administración que la
empresa pretendía tener" (fs. 980/980 vta.).
En las condiciones enunciadas, se impone concluir que la
conducta seguida por la actora para ejercer la opción de
prórroga es manifiestamente inconciliable con el verosímil
entendimiento del conjunto de cláusulas contractuales, por
lo que se encuentra reñida con lo dispuesto por el art.
1198 del Código Civil.
14) Que, por lo demás, la conducta que adoptó la apelante
con posterioridad a la presentación de la nota no se adecua
al principio de la buena fe y se erige en un escollo
insalvable para el progreso de su pretensión. En efecto
como señaló la cámara, la aludida comunicación sólo fue
mencionada por la actora al contestar la carta documento
por la que Somisa le hizo saber la rescisión del contrato por
no haberse ejercido la opción de prorrogarlo.
Asimismo, resultan relevantes las siguientes
circunstancias:
A) Después de que Somisa requirió "copia de la
notificación fehaciente" en los términos de la cláusula N° 11
del contrato (ver carta documento del 11 de julio de 1991;
fs. 69), Produmet S.A. contestó que "la documentación que
acredita el ejercicio de la facultad conferida por la cláusula
décimo primera del contrato será exhibida en la instancia
oportuna, la que por efectos de vuestros persistentes
incumplimientos la constituirá la presentación ante los
estrados judiciales" (ver carta documento del 15 de julio de
1991; fs. 70/71).
B) No obstante esa contestación, la firma actora requirió
que Somisa le informara "...dentro del plazo de cinco días el
monto que deberemos considerar a los fines de la
reposición fiscal [en referencia al ingreso del impuesto a los
sellos] que deberá realizarse a raíz del ejercicio por parte
de esta empresa del derecho a prorrogar el mismo" (nota
del 16 de julio de 1991; fs. 80). Somisa reiteró que el
contrato ya no se encontraba vigente, por lo que carecía de
sentido el pedido formulado (ver carta documento del 25 de
julio de 1991; fs. 81).
C) Ello motivó un intercambio de cartas documento,
durante el cual Produmet no varió su posición frente a
Somisa (ver cartas documento del 5 de agosto de 1991,
fs. 82; del 15 de agosto de 1991, fs. 84; y del 23 de agosto
de 1991, fs. 85).
15) Que de las constancias referidas en el considerando
precedente no es difícil advertir, pues, que en vez de
conceder a Somisa la posibilidad de verificar y
eventualmente rever su actitud, la empresa actora dio
origen a una situación de incertidumbre que, en suma, no
concilia con el interés que ha postulado en favor de la
continuidad del contrato.
Esa actitud permite su encuadramiento en la doctrina de
los actos propios, que descalifica la contradicción con los
propios actos anteriores ya que importaría restar
trascendencia a conductas que son jurídicamente
relevantes y plenamente eficaces (conf. Fallos: 300:909;
307:1602; 308:72; 310:2117, entre muchos otros). Idéntica
objeción merece desde el punto de vista de la buena fe,
pues ella implica un deber de coherencia del
comportamiento, que consiste en la necesidad de observar
en el futuro la conducta que los actos anteriores hacían
prever, regla que gobierna tanto el ejercicio de los derechos
como la ejecución de los contratos (arts. 1071 y 1198 del
Código Civil) y es aplicable por igual en el campo del
derecho privado y en el del derecho administrativo (Fallos:
321:2530).
En mérito de los fundamentos reseñados, corresponde
desestimar los agravios y confirmar la sentencia apelada.
16) Que las costas de esta instancia deben ser impuestas
a la recurrente que ha sido vencida (art. 68, primera parte,
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, se confirma la sentencia apelada. Con costas.
Notifíquese y devuélvase.
Julio S. Nazareno. — Eduardo Moliné O'connor (en
disidencia). — Carlos S. Fayt .— Augusto César
Belluscio. — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F.
López. — Gustavo A. Bossert. — Adolfo Roberto Vázquez.
Disidencia del Señor Vicepresidente Doctor Don Eduardo
Moliné O'connor
Considerando:
1°) Que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal, Sala II, al modificar la sentencia de
primera instancia (fs. 892/900), rechazó parcialmente la
demanda dirigida a obtener el cumplimiento del contrato
suscripto entre las partes, el cobro total de las facturas
adeudadas y el resarcimiento integral de los daños y
perjuicios derivados de la inejecución por parte de Somisa
de las prestaciones acordadas contractualmente y
distribuyó las costas de ambas instancias con arreglo al art.
71 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación (fs. 945/953 vta.). Contra dicho pronunciamiento, la
parte actora interpuso recurso ordinario de apelación
(fs. 956) que fue concedido (fs. 958).
2°) Que el recurso es formalmente procedente toda vez
que se dirige contra una sentencia definitiva pronunciada en
una causa en que la Nación es indirectamente parte, y el
valor cuestionado supera el mínimo establecido en el art.
24, inc. 6°, ap. a, del decreto-ley 1285/58, modificado según
la ley 21.708, y la resolución de este Tribunal 1360/91, tal
como se acredita a fs. 956/956 vta.
3°) Que la actora —P rodumet S.A.— celebró el 19 de julio
de 1990 un contrato con Somisa en el que se comprometió
a realizar "el servicio integral de recepción, almacenamiento
y despacho de productos terminados de propiedad de
SOMISA destinados a su comercialización" (cláusula 1a.).
En sus cláusulas se reglaron distintos aspectos, entre los
que se destacan —p or su vinculación con los temas
debatidos en el sub lite — los atinentes a las obras de
infraestructura que Produmet S.A. debía realizar para
adecuar sus instalaciones a las exigencias de Somisa
(cláusula 4ª), los plazos contractuales (cláusula 11ª), los
tonelajes mínimos mensuales a facturar por la actora
(cláusula 5ª), el precio fijo —a ustrales 12.675,39— "por
tonelada y por mes, de material en depósito" que Somisa
debía abonar a Produmet por la prestación objeto del
contrato (cláusulas 7ª a 10ª) y el procedimiento para la
presentación de las facturas (cláusula 12ª).
El contrato tenía una vigencia de un año a partir de la
fecha de su firma "prorrogable con opción exclusiva por
parte de Produmet por cuatro períodos anuales, es decir
hasta alcanzar un total de cinco años". A su vez, la actora
debía "comunicar a Somisa con una antelación mínima de
90 días su decisión de renovación o no" (cláusula 11ª).
4°) Que en su escrito de demanda (fs. 97/109 vta.),
Produmet S.A. afirmó que la vinculación comercial entre las
partes, desde el momento de su concreción, se desarrolló
con regularidad y que las primeras facturas fueron
abonadas por la accionada con una demora tolerada por la
actora. Sostuvo que a partir de la factura N° 29.088 del 31
de enero de 1991, "la demandada dejó de abonar la
contraprestación dineraria a su cargo, incurriendo así en
mora de pleno derecho, habida cuenta del plazo cierto
convenido para el pago", lo que originó que la actora
reclamara la regularización de la situación mediante tres
notas y una carta documento (fs. 58/61). Indicó que a
comienzos de julio de 1991 recibió una carta documento
(fs. 63) por la cual Somisa insólitamente le notificaba la
terminación del contrato a partir del 20 de julio de 1991,
aduciendo que su parte no había hecho uso, en tiempo
oportuno, de la renovación prevista en la cláusula 11a., sin
tener en cuenta que el 16 de abril de aquel año había
comunicado su intención de continuar el contrato por el
plazo de un año mediante una nota presentada ante el
directorio (fs. 64).
Sobre la base de esas circunstancias demandó: 1) el
cumplimiento íntegro del contrato por parte de Somisa; 2) el
cobro del crédito adeudado por la accionada, incluyendo el
capital con sus intereses devengados desde la mora de
cada factura y conforme a las sucesivas tasas ordinarias de
descuento del Banco de la Nación Argentina, para
préstamos a 30 días, capitalizables mensualmente; 3) los
daños y perjuicios compensatorios y los derivados del lucro
cesante o pérdida de chance, desde la interposición de la
demanda hasta que Somisa cumpla acabada y fielmente las
obligaciones a su cargo; 4) en caso de que el
incumplimiento del contrato por parte de la contraria se
torne definitivo, se la condene a afrontar el daño
compensatorio que es "el sustituto de la prestación
definitivamente incumplida e involucra todo el menoscabo
patrimonial que sufre el acreedor como consecuencia de
aquella inejecución imputable al deudor".
5°) Que al contestar la demanda (fs. 185/195) Somisa
fundó su decisión de dar por concluido el vínculo
contractual en la circunstancia de que Produmet no había
hecho uso de la opción de prórroga prevista en la cláusula
11ª del contrato. Señaló que si la actora "notificó su
prórroga, cosa que no nos consta, lo hizo de una manera
insegura y sin tomar los recaudos que las circunstancias
exigían". Destacó que Somisa tenía una vía de recepción
oficial de correspondencia por medio de su mesa de
entradas.
Sobre la base de esos mismos argumentos solicitó el
rechazo de los restantes rubros indemnizatorios
demandados y aseveró que si alguna deuda mantenía con
Produmet S.A. ella surgiría de la prueba que debía
producirse oportunamente.
6°) Que, después de valorar la nota del 16 de abril de
1991, enviada por la actora a uno de los directores de la
sociedad demandada —e l Sr. Aldo Rozin—, en la que se
comunicaba la decisión de prorrogar por un año la vigencia
del contrato, así como la declaración testimonial de la
secretaria que la había recibido (fs. 334 y 702/703), el juez
de primera instancia concluyó que la voluntad de prorrogar
el contrato había sido debidamente comunicada. En
consecuencia, hizo lugar a la demanda por cobro de
facturas no canceladas y admitió también el reclamo por el
lucro cesante. En cambio, rechazó la procedencia de la
indemnización sustentada en la pérdida de chance, por
considerar que no había quedado demostrada la posibilidad
cierta de obtener una ganancia que superara el mínimo
garantizado o la prestación de servicios complementarios.
Finalmente, declaró que la deuda por las facturas
correspondientes a prestaciones ocurridas con anterioridad
al 1° de abril de 1991 se hallaba incluida en el régimen de
consolidación, de acuerdo con lo establecido en la ley
23.982 y en el art. 2, inc. d, del decreto 2140/91, pero
exceptuó del alcance de ese régimen a la deuda relativa a
las facturas posteriores a esa fecha y a la indemnización
por lucro cesante. Fijó las costas en un 90% a cargo de la
parte demandada y en un 10% a cargo de la parte actora.
7°) Que la cámara de apelaciones, al revocar parcialmente
el fallo, juzgó que la empresa actora no había comunicado
su intención de continuar el vínculo con arreglo a lo
dispuesto en la cláusula N° 11 del contrato.
Para decidir de tal modo, el a quo consideró —e n lo
esencial— que si bien la cláusula 11ª del contrato no
precisaba la forma en que debía ser practicada la
comunicación de la voluntad de prorrogar el contrato, ello
no autorizaba a que fuera efectuada de cualquier modo o
mediante un procedimiento anómalo. Dijo al respecto que
"parece razonable interpretar que los actos jurídicos
fundamentales en el desenvolvimiento del contrato, que
debían ser instrumentados por notas, siguieran cuando
menos el trámite general o normal, esto es, que tales notas
fueran ingresadas a la sede de Somisa —m eritando, en
especial, la envergadura de esta empresa y su organización
gerencial— por intermedio de la Mesa de Entradas".
Ponderó asimismo la declaración del el ex director Rozin,
quien dijo que la presentación de notas de ese orden de
importancia "debía realizarse por los mecanismos que
Somisa tenía establecidos, que obviamente pasan por la
presentación formal en Mesa de Entradas". Tuvo en cuenta
también que la nota en cuestión carecía de fecha cierta y
que su entrega a una secretaria de un director cesante
había constituido un mecanismo anómalo.
La cámara de apelaciones declaró desierto el recurso
respecto de los capítulos "imprecisión del reclamo" y
"facturas impagas" e idéntica solución aplicó ante la
insuficiencia de los agravios referentes a la forma de pago
dispuesta por el juez —q ue incluía tanto los intereses por
liquidarse sobre cada factura, cuanto la aplicación de la ley
23.982—, sin perjuicio de lo cual destacó que "el contrato
prevé el plazo en que debían ser canceladas las facturas
(confr. cláusula 9ª), por lo que la mora se produjo
automáticamente a su vencimiento (art. 509 C.C.); y que no
hay constancia en autos de que aquéllas —s alvo las nos.
29.126 y 29.128— hubiesen sido observadas por Somisa".
Añadió que lo concerniente a "la imposibilidad de
cumplimiento de la forma de pago sólo se basa en una
dogmática afirmación... desprovista de todo fundamento
como no sea la desnuda invocación del art. 1° del decreto
1924/92".
Distribuyó las costas de primera instancia en un 75% y
25% a cargo de la parte actora y la parte demandada,
respectivamente, y en la alzada en un 60% y 40% según el
orden indicado.
8°) Que la empresa recurrente planteó los siguientes
agravios: a) que con arreglo a los arts.
1026, 1034 y 1035 del Código Civil, la fecha cierta sólo era
exigible en relación a terceros o a sus sucesores singulares,
mas no a los obligados directos, ya que entre ellos
resultaba suficiente el mero reconocimiento; b) que la única
prueba que le correspondía producir a su parte era la
atinente a la presentación de la nota en el directorio de la
firma en tiempo oportuno, extremo fáctico que había sido
efectivamente demostrado, por estar probada su entrega a
la secretaria de uno de los directores; c) que a pesar de que
en la cláusula N° 11 del contrato no había sido prevista la
forma en que debía ser comunicada la voluntad de
continuar el contrato, de ello no podía deducirse que, dada
la trascendencia del acto, esa comunicación sólo podía ser
ingresada por la mesa de entradas de Somisa, pues
precisamente su importancia justificaba que hubiese sido
presentada ante el directorio. En efecto, dijo la apelante que
si "lo normal" —e n palabras de la cámara— era la entrega
de las comunicaciones en la mesa de entradas de Somisa,
ello tenía sentido para los actos de menor jerarquía,
carácter que no revestía la nota en cuestión, habida cuenta
de que traducía la realización de un acto extraordinario y
excepcional; e) que la torpeza de los representativos de
Somisa no debía ser pagada por un tercero ajeno a dicha
empresa.
9°) Que los agravios formulados por Produmet S.A. contra
la sentencia en recurso exigen, en primer lugar, examinar
los efectos de la nota enviada por la actora a la sede del
directorio de Somisa, ya que únicamente si se admitiera
que la comunicación produjo la prórroga del vínculo
contractual, correspondería analizar si existió un
incumplimiento de las prestaciones por parte de la empresa
demandada y, en su caso, evaluar las consecuencias de
dicho incumplimiento.
10) Que no se encuentra controvertido en autos que el
contrato no previó expresamente el supuesto que dio origen
al pleito, es decir si, con el objeto de mantener la vigencia
de la relación contractual, Produmet S.A. debía observar
alguna formalidad o procedimiento especial para comunicar
su intención de prorrogar el contrato.
11) Que de las constancias de la causa surge que la
empresa actora envió, el 16 de abril de 1991, una nota
firmada por el gerente de Produmet S.A. y dirigida a uno de
los miembros del directorio de Somisa —e l señor Aldo
Rozin— en la que se expresaba que "con referencia a la
cláusula décimo primera del contrato que nos une
celebrado con fecha 19 de julio ppdo., comunicamos a esa
empresa que hemos optado por renovar la vigencia del
mismo por un año" (fs. 64).
Por su parte, la secretaria del señor Rozin —l a señora
Ana María Casal—, declaró haber recibido la nota en la
fecha indicada porque estaba dirigida a su jefe, quien
además de ser uno de los miembros del directorio era el
gerente principal de comercialización (fs. 334 y 702/703).
12) Que, según surge de lo expuesto, la voluntad de la
actora de prorrogar el contrato por el plazo de un año fue
comunicada a la demandada con la anticipación establecida
en la cláusula N° 11 del convenio, mediante la nota enviada
a uno de los miembros de su directorio, que era además el
gerente con principal incumbencia en el área.
En esas condiciones, y teniendo en cuenta que las partes
no habían pactado el cumplimiento de formalidad alguna
para la celebración de tal acto, carece de sustento válido la
decisión de Somisa de dar por terminada la relación
contractual con fundamento en la supuesta omisión de
satisfacer recaudos rituales, no previstos ni exigidos.
En tal sentido, resulta irrelevante la existencia de una vía
habitual para el ingreso de notas en la organización
empresarial de la demandada, en la medida en que su
adopción no haya sido impuesta como condición de validez
de la comunicación y ésta haya sido efectivamente recibida
por la destinataria.
En el caso, la prueba de que la nota fue entregada a la
secretaria del director con gestión en el área de
comercialización, exime a la actora de soportar las
consecuencias de eventuales defectos en la ulterior
transmisión de esa comunicación. En efecto: el ingreso de
dicha nota por un medio razonablemente compatible con la
naturaleza y modalidades de la obligación contractual a que
se refiere, determina que resulten imputables a la
demandada las consecuencias de no haber registrado su
contenido para mantener la continuidad de la relación
comercial.
13) Que no obsta a la conclusión antecedente, la
circunstancia de que el contrato estableciera que otros
actos de menor relevancia debían formalizarse mediante la
presentación de notas en la mesa de entradas de Somisa,
ya que la actora no fue inconsecuente al afirmar que la
importancia de la comunicación justificaba apartarse de la
vía convenida para actos de mero trámite, para hacerla
llegar con seguridad al órgano directivo de la sociedad. La
conducta así asumida no sólo no traduce apartamiento de
las pautas contractuales vigentes, sino que tampoco revela
despreocupación o negligencia en la conducción de la
negociación, con aptitud para exonerar a la demandada de
los efectos de su proceder.
14) Que, en orden a las consideraciones precedentes, ha
de concluirse que la conducta asumida por Somisa después
de haber recibido noticia de la voluntad de Produmet S.A.
de prorrogar el contrato, configura un incumplimiento de las
obligaciones a su cargo, que genera el deber de resarcir los
daños causados.
15) Que, así determinada la responsabilidad de la empresa
demandada, corresponde delimitar su alcance, para lo cual
se examinará en primer término la procedencia del pago del
lucro cesante.
La estimación de este rubro ha sido efectuada en el
dictamen pericial de fs. 518/600 y su ampliación de
fs. 614/615. Su valoración, sin embargo, exige diversas
consideraciones, en orden a las particulares circunstancias
de la causa.
16) Que la indemnización que pretende la actora por el
concepto sub examine , equivale al beneficio que hubiese
obtenido como resultado del cumplimiento del contrato por
parte de Somisa, calculado sobre la base de los tonelajes
mínimos mensuales reconocidos durante un plazo de cinco
años. Esa pretensión se apoya en una hipótesis que no
tuvo concreción fáctica: que se hubiesen dado
circunstancias idóneas para inducir a Produmet S.A., al
vencimiento de cada año, a prorrogar el contrato por un año
más, hasta arribar al máximo de cinco que había sido
convenido. Si bien resulta claro que la facultad de prorrogar
el contrato era discrecional y exclusiva de la actora y que
era probable que esa prórroga se llegase a concretar, lo
cierto es que ello no sucedió, por lo que la incidencia
económica del rubro en cuestión exige una estimación en
abstracto por parte del Tribunal, que deberá formularse
mediante una prudente evaluación de los antecedentes del
caso y teniendo en cuenta que podrían haber existido
circunstancias que incidieran en la decisión de renovar el
convenio hasta alcanzar el máximo plazo previsto por las
partes (conf. doctrina de Fallos: 307:2399; 308:265).
17) Que, en ese marco, aunque puede formularse una
estimación aproximada del beneficio que hubiera obtenido
la actora durante el año contractual cuya prórroga se
discute —s obre la base del tonelaje mínimo a facturar y el
precio por tonelada—, no sucede exactamente lo mismo
con los años que restaban para cumplir los cinco previstos
en el convenio. Ello, debido a que el contrato que se
examina no refleja el desarrollo progresivo de una actividad
productiva, de evolución constante y proyectada en el
tiempo, sino de un contrato de depósito, cuya renovación
era factible, por períodos anuales sucesivos. Esa modalidad
debe ser tenida en cuenta debido a que, si bien existe
certeza acerca de la voluntad del actor de renovar el
contrato en el año 1991, las ulteriores prórrogas sólo se
presentan como una hipótesis posible, dependiente de
circunstancias no acaecidas y cuya concreción es sólo
conjetural. A ese efecto, no basta con la afirmación de la
actora en el sentido de que se hallaba dispuesta a renovar
el contrato todos los años, ya que precisamente y por
motivos que han de suponerse vinculados con las
particularidades de la operación comercial, se reservó el
derecho de decidir tal cuestión al vencimiento de cada
período.
18) Que, desde otra perspectiva y más allá de la
frustración contractual que dio origen al litigio, a partir de la
rescisión el actor conservó en su patrimonio y con plena
disponibilidad locativa el inmueble objeto del negocio, por lo
que no se vio privado de obtener nuevas ganancias con su
aplicación comercial. Se sigue de ello que la ruptura del
vínculo contractual privó al actor de la obtención de
ganancias estimativamente previstas, mas no perjudicó la
inversión que éste había afectado a dicha operación —e l
inmueble— ni la posibilidad de obtener nuevas rentas con
ella.
19) Que, en orden a lo expuesto precedentemente,
corresponde estimar el lucro cesante para el primer año
siguiente al de la rescisión, sobre la base de los tonelajes
mínimos mensuales reconocidos en el contrato, ya que
resulta inequívoca la voluntad de la actora de sujetarse, en
ese lapso, a las referidas condiciones pactadas entre las
partes. Con relación a los tres años restantes, ha de
efectuarse una ponderación que modere el resultado de
aplicar directamente las cláusulas contractuales como si el
convenio hubiese sido renovado anualmente durante todo
ese tiempo, en orden a que ello sólo constituía una
probabilidad y a que, después de la ruptura, la actora
conservó la libre disponibilidad patrimonial del inmueble
sobre el que recaía el negocio. Por ello, se juzga prudente
fijar la indemnización por tal concepto en un 30% de la
estimada por el perito como ganancia progresiva que la
actora hubiese posiblemente obtenido durante esos tres
años, suma que se determinará mediante la liquidación
pertinente (art. 165 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación).
20) Que, en atención al resultado del pleito, corresponde
que las costas sean distribuidas en proporción a los
respectivos vencimientos (art. 71, Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación). De tal modo y teniendo en cuenta
que prosperan, en lo sustancial, las pretensiones de la
actora, las costas serán impuestas en un 80% a la
demandada y en un 20% a la contraria.
Por ello, se revoca la sentencia recurrida en lo que ha sido
materia de agravio, con el alcance que surge de los
considerandos precedentes, y se condena a la demandada
a abonar la suma que resulte de la liquidación practicada de
conformidad con lo resuelto, en el término de diez días de
resultar aprobada dicha liquidación. Las costas se imponen
en todas las instancias en un 80% a la demandada y en un
20% a la actora. Notifíquese y remítase. — Eduardo Moliné
O'connor.

CSJN, 27/2/2001, "Expreso Cafayate Sociedad Anónima,


comercial, industrial, financiera, inmobiliaria, de
mandatos y agropecuaria c. Ingenio y refinería San
Martín del Tabacal S.A.", Fallos: 324:466. Sumarios
1. Debe dejarse sin efecto el pronunciamiento que redujo el
monto indemnizatorio por el que había prosperado la
demanda de daños y perjuicios por incumplimiento
contractual, si el a quo ha invocado
argumentos puramente conjeturales para apartarse de la
voluntad contractual, asignando a las estipulaciones
establecidas un alcance reñido con la literalidad de sus
términos y la clara intención de las partes, pese a que
aquéllos resultaban claros y terminantes (del voto en
disidencia del Dr. López. La mayoría declaró inadmisibe
el recurso por aplicación del art. 280, Cód. Procesal).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 27 de febrero de 2001.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por la actora
en la causa Expreso Cafayate Sociedad Anónima,
Comercial, Industrial, Financiera, Inmobiliaria, de Mandatos
y Agropecuaria c/ Ingenio y Refinería San Martín del
Tabacal S.A.", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
Que el recurso extraordinario, cuya denegación origina
esta queja, es inadmisible (art.280 del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación).
Por ello, se desestima la queja.
Declárase perdido el depósito de fs.76. Notifíquese y,
oportunamente, archívese, previa devolución de los autos
principales.
Julio S. Nazareno (en disidencia). — Carlos S.
Fayt. —  Augusto César Belluscio. — Enrique Santiago
Petracchi. — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F. López
(en disidencia). — Gustavo A. Bossert. — Adolfo Roberto
Vázquez (en disidencia).
Disidencia del señor presidente doctor don Julio S.
Nazareno
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala I de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal que, al modificar la dictada en primera
instancia, redujo el monto por el que había prosperado la
demanda de daños y perjuicios derivados del
incumplimiento parcial de un contrato de transporte, la
actora dedujo el recurso extraordinario cuya denegación dio
origen a esta queja.
2°) Que para decidir de tal modo el a quo consideró que
las partes habían establecido una relación comercial a
mediano plazo por la cual la actora se obligaba a
transportar determinados productos desde el ingenio
situado en la localidad de Orán, Provincia de Salta, y la
ciudad de Buenos Aires y viceversa. Tras examinar las
cláusulas establecidas en el contrato pertinente y reseñar
los fundamentos del fallo de origen pasó a tratar los
agravios expresados por la demandada en su apelación. Al
respecto reputó atendible la objeción relativa al importe
bruto que se debió percibir por operaciones no realizadas.
Al efecto subrayó que el reclamo perseguía la utilidad o el
lucro cesante derivado de la falta de entrega de cargas a
transportar conforme a lo pactado, lo que importaba el
cálculo del porcentaje de ganancia por el precio de la
tonelada de mercadería comprometida, es decir, el 11%
sobre $30 (ambos números — p untualizó— no
controvertidos en la segunda instancia) y su resultado por la
cantidad no transportada. De ahí que consideró errónea la
operación efectuada en la sentencia de origen consistente
en multiplicar directamente el supuesto faltante por $30
(94.739,17) lo cual procuró subsanar detrayendo el 11% de
la referida operación con lo que arribó a un monto de
condena de $312.639,25. Advirtió, asimismo, otro equívoco
en la forma de calcular el tonelaje no transportado. Al
respecto señaló que en la cláusula cuarta del contrato
celebrado se había establecido que el demandado
garantizaría una cuota mensual de transporte igual al 40%
de la carga mensual en existencia en fábrica de los
diferentes productos estacionales, fijando un límite que
aseguraba a la actora un determinado beneficio (11%) y
que no fue otro que un porcentaje de la producción que la
demandada se comprometía a fletear por medio de Expreso
Cafayate S.A.C.I.F.I.M.A. En ese sentido, entendió que
resultaba un error interpretativo afirmar que se había
asegurado un cupo mínimo, fijo e inmutable de 5000
toneladas mensuales puesto que tal volumen había sido
consignado a mero título "estimativo". En consecuencia, si
los fletes contratados estaban asegurados para ser
transportados por la actora sólo hasta un porcentaje de la
producción mensual de la fábrica — d estinados a ese fin
— debía considerarse errónea la diferencia de 94.739,17 tn.
tenidas en cuenta en el pronunciamiento apelado por lo
que, sobre la base de los faltantes reconocidos del orden de
las 32.553,80 tn., determinó la deuda en $107.427,54 con
más sus intereses desde la fecha de notificación de la
demanda. Finalmente distribuyó por su orden las costas de
primera instancia y puso a cargo de la actora las de alzada.
3°) Que la apelante expresa sus agravios con apoyo en la
doctrina de la arbitrariedad. Sostiene, en primer lugar, que
la cámara reputó no controvertido el precio de la tonelada
sin tomar en consideración las expresas objeciones que al
respecto había vertido al contestar agravios. Argumenta,
asimismo, que incurrió en una interpretación arbitraria del
texto de la cláusula cuarta del contrato de fs. 23/24
haciéndole decir "lo que el mismo no dice" al concluir que
las partes habían pactado garantizar a la actora el
transporte de un porcentaje de la producción de la
demandada y no cierta cantidad de toneladas
preestablecida. Sostiene también que la cámara había
invertido el onus probandi , poniendo a su cargo una prueba
que correspondía a la demandada. Cuestiona, finalmente,
lo decidido respecto del curso de los intereses y la
imposición de las costas.
4°) Que en relación con lo resuelto en materia de intereses
no se advierte en el caso un supuesto de arbitrariedad que
justifique la intervención de esta Corte en una materia ajena
a su competencia extraordinaria (art. 280 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación).
5°) Que, por el contrario, las restantes impugnaciones
deducidas suscitan una cuestión federal que justifica su
consideración en la vía elegida pues, si bien remiten al
estudio de cuestiones de hecho, prueba y derecho común,
propias de los jueces de la causa y extrañas a la instancia
del art.14 de la ley 48, tal regla admite excepción en
supuestos como el del sub examine en que la sentencia
omite el tratamiento de planteos serios y oportunos
susceptibles de incidir en la decisión final a adoptarse,
prescinde sin razón atendible de las normas jurídicas que
rigen el caso alterando el onus probandi y efectúa una
interpretación de estipulaciones contractuales sin atender
en forma correcta y precisa a las particulares circunstancias
del caso, todo ello con menoscabo de garantías
constitucionales (Fallos: 306:1700; 310:750; 311:1337;
312:1458; 315:2689; 318:2296; 320:2662, entre muchos
otros).
6°) Que es exacto que, como lo ha sostenido
reiteradamente esta Corte, la jurisdicción de los tribunales
de segunda instancia está limitada por el alcance de los
recursos concedidos que determinan el ámbito de su
competencia decisoria (Fallos: 313:912; 315:562 y 839,
entre muchos otros). Sin embargo, ello no significa que el
litigante vencedor en primera instancia — c uya pretensión
económica se ha visto satisfecha— se vea impedido de
reiterar en el escrito de contestación de agravios las
defensas invocadas al trabarse la relación procesal así
como las que suscite la apelación de su contraria lo cual
requiere su decisión por la alzada ya que de otro modo el
triunfo en la instancia de mérito contradiría la defensa del
ganador, imposibilitado en tales supuestos de recurrir los
aspectos de la sentencia que lo favorece (Fallos: 313:83).
7°) Que, en el caso, la cámara prescindió de la
circunstancia mencionada ya que tuvo por consentido el
valor de la tonelada fijado por el juez de grado en $30 sin
reparar en que la parte actora, en su réplica de fs. 572/581,
lo había objetado expresamente y tal circunstancia obligaba
a tratar dicha cuestión a fin de asegurar su derecho de
defensa.
8°) Que, por otro lado, la cámara atribuyó a la actora no
haber producido prueba sobre el quantum al que ascendía
el porcentaje garantizado del 40%, pues consideró que
sobre ella recaía la carga probatoria de ese extremo. Por
eso, limitó la condena, a falta de otros elementos de
prueba, a la cantidad reconocida por la demandada en su
expresión de agravios.
Al resolver de ese modo, omitió considerar un aspecto
sustancial del debate, cual era la "estimación" concreta que
las partes habían hecho en la misma cláusula, a renglón
seguido del pacto sobre el porcentual de producción a
despacho cuyo transporte se garantizaba a la actora. Si no
era acorde con la voluntad expresada en el contrato
prescindir de la primera parte de la cláusula en cuanto
establecía como garantía una alícuota (40% de los
productos), también resultaría alterada esa voluntad si se
prescinde — c omo hizo el a quo— de una cuantificación
que los propios contratantes estimaron como guía para
prever los resultados económicos del transporte convenido.
Esta circunstancia que el a quo omitió ponderar
debidamente, adquiere una importancia decisiva en punto a
la determinación del onus probandi, porque era a la
demandada a quien incumbía probar que aquella
estimación inicial no concordaba con el porcentual
garantizado, en tanto éste era uno de los presupuestos
fácticos de su defensa. En consecuencia, no parece
razonable el reproche que la cámara dirigió a la actora,
imputándole una carencia probatoria que no se desprende
de los antecedentes del caso. Al proceder de esta manera,
omitió considerar que la prueba del hecho correspondía a la
accionada, pues era ésta quien tenía interés en afirmar su
existencia en razón de que le serían favorables las
consecuencias jurídicas de tal circunstancia.
9°) Que por ello, debe descalificarse el fallo que, en
ausencia de elementos probatorios cuya producción
correspondía a la demandada, fijó un importe de condena
basado sólo en el reconocimiento de ésta, sin siquiera
acudir para su determinación a las facultades ordenatorias
e instructorias que confiere a los jueces el art. 36 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación a fin de
descubrir la verdad real sobre la formal; ello, con
menoscabo de las garantías de la defensa en juicio y el
debido proceso (Fallos: 317:1413).
10) Que, en atención al modo en que se resuelve deviene
insustancial el tratamiento del agravio relativo a las costas.
En las condiciones expuestas, la sentencia recurrida no
constituye derivación razonada del derecho vigente con
adecuación a las circunstancias comprobadas de la causa
por lo que corresponde su descalificación sobre la base de
la doctrina de esta Corte en materia de arbitrariedad ya que
media en el caso el nexo directo e inmediato entre lo
debatido y resuelto y las garantías constitucionales que se
dicen vulneradas (art. 15 de la ley 48).
Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el
recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia
apelada con el alcance indicado, con costas (art. 68 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Vuelvan
los autos al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte un nuevo fallo con arreglo al
presente. Glósese la queja al principal. Reintégrese el
depósito de fs. 76. Notifíquese y, oportunamente, remítase.
— Julio S. Nazareno.
Disidencia del señor ministro doctor don Guillermo A. F.
López
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala I de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal
que, al modificar la dictada en primera instancia, redujo el
monto por el que había prosperado la demanda de daños y
perjuicios derivados del incumplimiento parcial de un
contrato de transporte, la actora dedujo el recurso
extraordinario cuya denegación dio origen a esta queja.
2°) Que para decidir de tal modo el a quo consideró que
las partes habían establecido una relación comercial a
mediano plazo por la cual la actora se obligaba a
transportar determinados productos desde el ingenio
situado en la localidad de Orán, Provincia de Salta, y la
ciudad de Buenos Aires y viceversa. Tras examinar las
cláusulas establecidas en el contrato pertinente y reseñar
los fundamentos del fallo de origen pasó a tratar los
agravios expresados por la demandada en su apelación. Al
respecto reputó atendible la objeción relativa al importe
bruto que se debió percibir por operaciones no realizadas.
Al efecto subrayó que el reclamo perseguía la utilidad o el
lucro cesante derivado de la falta de entrega de cargas a
transportar conforme a lo pactado, lo que importaba el
cálculo del porcentaje de ganancia por el precio de la
tonelada de mercadería comprometida, es decir, el 11%
sobre $30 (ambos números — p untualizó— no
controvertidos en la segunda instancia) y su resultado por la
cantidad no transportada. De ahí que consideró errónea la
operación efectuada en la sentencia de origen consistente
en multiplicar directamente el supuesto faltante por $30
(94.739,17) lo cual procuró subsanar detrayendo el 11% de
la referida operación con lo que arribó a un monto de
condena de $312.639,25. Advirtió, asimismo, otro equívoco
en la forma de calcular el tonelaje no transportado. Al
respecto señaló que en la cláusula cuarta del contrato
celebrado se había establecido que el demandado
garantizaría una cuota mensual de transporte igual al 40%
de la carga mensual en existencia en fábrica de los
diferentes productos estacionales, fijando un límite que
aseguraba a la actora un determinado beneficio (11%) y
que no fue otro que un porcentaje de la producción que la
demandada se comprometía a fletear por medio de Expreso
Cafayate S.A.C.I.F.I.M.A. En ese sentido, entendió que
resultaba un error interpretativo afirmar que se había
asegurado un cupo mínimo, fijo e inmutable de 5000
toneladas mensuales puesto que tal volumen había sido
consignado a mero título "estimativo". En consecuencia, si
los fletes contratados estaban asegurados para ser
transportados por la actora sólo hasta un porcentaje de la
producción mensual de la fábrica — d estinados a ese fin
— debía considerarse errónea la diferencia de 94.739,17 tn.
tenidas en cuenta en el pronunciamiento apelado por lo
que, sobre la base de los faltantes reconocidos del orden de
las 32.553,80 tn., determinó la deuda en $107.427,54 con
más sus intereses desde la fecha de notificación de la
demanda. Finalmente distribuyó por su orden las costas de
primera instancia y puso a cargo de la actora las de alzada.
3°) Que la apelante expresa sus agravios con apoyo en la
doctrina de la arbitrariedad. Sostiene, en primer lugar, que
la cámara reputó no controvertido el precio de la tonelada
sin tomar en consideración las expresas objeciones que al
respecto había vertido al contestar agravios. Argumenta,
asimismo, que el fallo dejó de lado por reputar meramente
"estimativo" el número de 5000 tn. mensuales fijado en el
contrato para determinar, sin fundamento fáctico y
apartándose de la prueba producida, la cantidad de
43.553,80. Cuestiona, finalmente, lo decidido respecto del
curso de los intereses y la imposición de costas.
4°) Que en relación con lo resuelto en materia de intereses
no se advierte en el caso un supuesto de arbitrariedad que
justifique la intervención de esta Corte en una materia ajena
a su competencia extraordinaria (art. 280 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación).
5°) Que, por el contrario, las restantes impugnaciones
deducidas suscitan cuestión federal bastante para su
consideración por la vía elegida pues, si bien remiten al
estudio de cuestiones de hecho, prueba y derecho común
no federal, propia de los jueces de la causa y extrañas a la
instancia del art.14 de la ley 48, tal regla admite excepción
en supuestos como el del sub examine en que la sentencia
omite el tratamiento de planteos serios y oportunos,
susceptibles de incidir en la decisión final a adoptarse y
efectúa una interpretación de estipulaciones contractuales
reñida con la literalidad de sus términos y la clara intención
de las partes, todo ello con menoscabo de garantías
constitucionales (Fallos: 310:750; 311:1337; 312:1458;
318:2296; 320:2662, entre muchos otros).
6°) Que es exacto que, como lo ha sostenido
reiteradamente esta Corte, la jurisdicción de los tribunales
de segunda instancia está limitada por el alcance de los
recursos concedidos que determinan el ámbito de su
competencia decisoria (Fallos: 313:912; 315:562 y 839,
entre muchos otros). Sin embargo, ello no significa que el
litigante vencedor en primera instancia — c uya pretensión
económica se ha visto satisfecha— se vea impedido de
reiterar en el escrito de contestación de agravios las
defensas invocadas al trabarse la relación procesal así
como las que suscite la apelación de su contraria lo cual
requiere su decisión por la alzada ya que de otro modo el
triunfo en la instancia de mérito contradiría la defensa del
ganador, imposibilitado en tales supuestos de recurrir los
aspectos de la sentencia que lo favorece (Fallos: 313:83).
7°) Que, en el caso, la cámara prescindió
inexcusablemente de la circunstancia mencionada ya que
tuvo por consentido el valor de la tonelada fijado por el juez
de grado en $30 sin reparar en que la parte actora, en su
réplica de fs. 572/581 (de los autos principales cuya
foliatura se citará en lo sucesivo), lo había objetado
expresamente. De tal modo soslayó sus fundadas
argumentaciones donde había puesto de relieve que para la
solución del punto correspondía atenerse a la suma prevista
en el contrato de $51,50 por carga transportada (cláusula
segunda; confr. fs. 23) y que había sido la utilizada en la
confección del informe pericial contable no impugnado en
este aspecto por la demandada en la oportunidad procesal
correspondiente sino en forma tardía cuando dedujo su
apelación.
8°) Que, de otro lado, la sentencia resulta descalificable
por cuanto el a quo ha invocado argumentos puramente
conjeturales para apartarse de la voluntad contractual
asignando a las estipulaciones establecidas un alcance
reñido con la literalidad de sus términos y la clara intención
de las partes pese a que aquéllos resultaban claros y
terminantes y sin que lo decidido al respecto se sustente en
explícitas razones suficientes de derecho (Fallos:
314:1358).
Dicha situación aparece configurada en relación con la
cláusula cuarta del contrato glosado a fs. 23/24 en cuanto
establece, en lo que interesa, que "La Locataria Garantizara
a La Transportista una cuota mensual del 40% de la carga
en existencia a transportar de los diferentes productos en la
fábrica de azúcar y en el empaque de frutas y jugos, desde
la provincia de Salta a los distintos destinos asignados.
Estimándose una cuota de 5.000 Tn. de carga mensual..."
(las mayúsculas son del original). La mera lectura de la
cláusula transcripta revela sin lugar a dudas que la
intención de las partes fue constituir una "garantía" para
asegurar a la actora un margen mensual de mercaderías a
transportar que, si bien pudiera sufrir variaciones en su
cuantía — e n tanto podía elevarse hasta el 40% de la
carga en existencia— , debía respetar un cupo mínimo
promedio que los contratantes estipularon expresamente y
de común acuerdo en la cantidad de 5000 tn. de carga
mensual. Pese a ello, la cámara restó significación a lo
convenido al considerar, sin dar razón alguna que lo
justifique, que dicha cantidad sólo constituía una simple
estimación, inteligencia que se revela carente de un
adecuado examen no sólo de los términos del
contrato — q ue constituían ley para sus suscriptores;
art. 1197 del Código Civil— sino también de la conducta
posterior de las partes, de innegable valor para desentrañar
los alcances de la voluntad contractual (art. 1198 del
Código Civil). En este orden el tribunal omitió ponderar el
silencio guardado por la demandada frente a los
requerimientos que la actora le había efectuado mediante
notas en las que, al poner de relieve el incumplimiento de lo
pactado, se refirió expresamente al "promedio de 5.000 ton.
mensuales" que "por contrato tiene asignado" (ver fs. 26 y
27).
9°) Que, en atención al modo en que se resuelve deviene
insustancial el tratamiento del agravio relativo a las costas.
En las condiciones expuestas, la sentencia recurrida no
constituye derivación razonada del derecho vigente con
adecuación a las circunstancias comprobadas de la causa
por lo que corresponde su descalificación sobre la base de
la doctrina de esta Corte en materia de arbitrariedad ya que
media en el caso el nexo directo e inmediato entre lo
debatido y resuelto y las garantías constitucionales que se
dicen vulneradas (art. 15 de la ley 48).
Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el
recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia
apelada con el alcance indicado, con costas (art. 68 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Vuelvan
los autos al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte un nuevo fallo con arreglo al
presente. Glósese la queja al principal. Reintégrese el
depósito de fs. 76. Notifíquese y, oportunamente, remítase.
— Guillermo A. F. López.
Disidencia del señor ministro doctor don Adolfo Roberto
Vázquez
Considerando:
1°) Que contra la sentencia de la Sala I de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal
que modificó la sentencia de primera instancia e hizo lugar
a la demanda por una suma menor que la admitida por el
juez, la parte actora dedujo recurso extraordinario cuyo
rechazo originó la presente queja.
2°) Que la recurrente se agravia por considerar: A) que la
cámara no debió tener por consentido el valor de $30 por
tonelada de carga fijado prudencialmente por el juez ya
que, si bien su parte no apeló la sentencia de primera
instancia por haber acogido la demanda por el total
reclamado, dicho valor fue cuestionado en oportunidad de
contestarse los agravios de la demandada contra ese fallo,
por lo cual el tema debía considerarse igualmente
replanteado por la actora para el caso — c omo finalmente
ocurrió— de que no fuera confirmada por la alzada la
procedencia íntegra de su pretensión; B) que la sentencia
apelada ha incurrido en una interpretación arbitraria de la
cláusula cuarta del contrato de fs.23/24, al punto de restarle
su verdadera significación económica; C) que se revolvió
arbitrariamente lo atinente al curso de los intereses; D) y
que lo mismo aconteció en cuanto a la distribución de las
costas del juicio.
3°) Que es inadmisible el recurso extraordinario sustentado
en el agravio identificado con la letra "C" (art. 280 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
4°) Que, en cambio, corresponde descalificar la sentencia
apelada por haber reputado que la parte actora había
consentido el valor de $30 por tonelada determinado por el
juez de primera instancia a fs. 510 vta.
Que, en tal sentido, debe tenerse presente que si bien es
cierto que las potestades decisorias de los tribunales de
alzada se encuentran circunscriptas al conocimiento de
aquellas cuestiones que hayan sido sometidas a su
decisión y comprendidas en los agravios expresados por el
apelante (Fallos: 315:562), no lo es menos que el litigante
vencedor en el pleito que, por falta de interés, no se halla
autorizado a interponer recurso de apelación por haber sido
acogida enteramente su pretensión económica, tiene
derecho a replantear en alzada — a l contestar los agravios
de la contraparte— los argumentos, alegaciones o defensas
que estima conducentes para mejorar su posición para el
caso de modificación o revocación de la sentencia, los
cuales deben ser tratados por la alzada a fin de asegurar su
derecho de defensa (conf. Alsina, H. "Tratado teórico
— práctico de derecho procesal civil y comercial", t. IV, pág.
210, nota N°33, 2da. edición).
Que esto último es lo que hizo la actora en autos, pues a
fs. 577/577 vta. expresamente objetó el valor de la tonelada
transportada fijado por el juez, considerándolo un "grueso
error" y sosteniendo que lo correcto era atenerse al mayor
establecido en el contrato que las partes firmaron.
Que, al ser así, no debió la cámara tener por consentido
dicho valor de $30 (fs.584 vta., punto 4), sino
indagar — f rente a la modificación del quantum de la
condena que propiciaba en su fallo— acerca de la
pertinencia de los planteos de la actora fundados en la letra
de la cláusula segunda de fs.23, en la que se alude al
mayor valor de $51,50 por tonelada de carga transportada,
y, eventualmente, contabilizar sobre este último la utilidad
del 11% mencionada a fs. 59 vta.
5°) Que si bien lo atinente a la exégesis de la voluntad
contractual constituye una materia ajena al recurso
extraordinario por ser derecho común y propia de los jueces
de la causa, esta Corte ha declarado que cabe hacer
excepción a ello cuando por medio de una interpretación
inadecuada se ha frustrado el legítimo derecho a obtener
una indemnización, con menoscabo de garantías
constitucionales (Fallos: 318: 1763), lo que ocurre si los
jueces asignan a las estipulaciones de un contrato un
alcance reñido con la literalidad de sus términos y la clara
intención de las partes, y lo decidido no se basa en
explícitas razones suficientes de derecho (Fallos: 310:750;
311:1337, 1556; 318:2296), llegando, de tal manera, a una
inteligencia del contrato carente de razonabilidad (Fallos:
313:1703; 318:862).
Que ello es lo que ha ocurrido en la especie en relación a
la interpretación dada a la cláusula cuarta del contrato de
fs. 23/24, cuya redacción, en lo pertinente, es la siguiente:
"...La Locataria Garantizara a La Transportista una cuota
mensual del 40% de la carga en existencia a transportar de
los diferentes productos en la fábrica de azúcar y en el
empaque de frutas y jugos, desde la provincia de Salta a los
distintos destinos asignados. Estimándose una cuota de
5.000 Tn. de carga mensual..." (las mayúsculas pertenecen
al original).
Que, en ese sentido, el tribunal a quo ha prescindido de
ponderar que el sentido de la referida cláusula fue, como
resulta de su propia letra, establecer una "garantía" en
orden a asegurar a la actora que mensualmente
transportaría un cupo de mercadería, que si bien no sería
fijo ni inmutable pues podía ascender hasta el 40% de la
carga en existencia, sí habría de alcanzar un mínimo
promedio en base al cual la "garantía" operaría como tal, el
que se estimó de común acuerdo en la cantidad de 5000 tn.
de carga mensual. Concluir diversamente, como lo ha
hecho la cámara, equivale a no asignar sentido alguno a la
mención de ese tonelaje, lo que es inadmisible porque
ninguna interpretación contractual puede conducir a
sostener que los términos utilizados por las partes no han
tenido significación alguna.
Que, asimismo, la sentencia ha omitido verificar la
correspondencia de tal interpretación con el silencio
guardado por la demandada frente a las notas mediante las
cuales la actora reclamó la provisión del "tonelaje pactado
por contrato" (fs.27), es decir, "un promedio de 5000 ton.
mensuales" (fs.26).
Que, de tal manera, al restar valor a la indicada cláusula
del contrato, que es ley para las partes (art.1197, del
Código Civil), sin atender en forma correcta y precisa a las
particulares circunstancias del caso, la sentencia apelada
sólo satisfizo de forma aparente la exigencia de constituir
una derivación razonada del derecho vigente con aplicación
a los hechos comprobados en la causa, por lo que se
impone su descalificación como acto judicial (Fallos:
311:1337; 314:1358).
6°) Que lo concluido precedentemente torna inoficioso el
examen del agravio identificado con la letra "D".
Por ello, se declara procedente la queja y admisible el
recurso extraordinario y, con los alcances expuestos, se
deja sin efecto la sentencia apelada. Con costas.
Agréguese la queja al principal y reintégrese el depósito.
Vuelvan los autos al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte nuevo fallo con arreglo al presente.
Notifíquese y remítanse.
— Adolfo Roberto Vázquez.

CSJN, 6/3/2001, "Punte, Roberto Antonio c. Provincia


del Neuquén", Fallos: 324:606. Hechos
Un abogado que había patrocinado a la Provincia de
Neuquén durante los trámites administrativos y judiciales
tendientes a que la misma cobrara ciertas sumas
adeudadas por el Estado nacional en concepto de
regalías petroleras ocurrió ante la Corte Suprema en
instancia originaria y promovió juicio contra dicha
provincia. Adujo que la misma había incumplido el pacto
de cuota litis que habían celebrado, no habiendo percibido
suma alguna en concepto de honorarios. La Corte, previa
interpretación de las cláusulas contractuales cuyo alcance
estaba controvertido, acogió parcialmente la demanda.
Sumarios
1. Los bonos de consolidación por regalías de
hidrocarburos — art. 1º, decreto 2284/92 y sus
modificaciones (Adla, LIII-A, 37)— no son asimilables al
dinero, dado que carecen de curso legal y forzoso y no son
aceptados como medio general de cambio.
2. Deben distinguirse los títulos de crédito — en el caso,
bonos de consolidación por regalías de hidrocarburos— de
la moneda, ya que los primeros son constitutivos de un
derecho de crédito a plazo, mientras que la segunda
representa un valor actual y concreto.
3. Corresponde aplicar lisa y llanamente las previsiones
contractuales cuando éstas son claras y precisas — es
decir, no existiendo ambigüedad en los términos empleados
— , sin efectuar una labor hermenéutica adicional ni recurrir
a otras pautas interpretativas, por aplicación del principio de
buena fe contractual.
4. Los contratos deben interpretarse atendiendo al propósito
o intención de los contratantes más que al sentido literal de
los vocablos empleados, valorando las particulares
circunstancias que rodearon a la
estipulación — antecedentes y conductas sobrevinientes— ,
por aplicación del principio de buena fe contractual (del voto
en disidencia parcial del doctor Moliné O'Connor).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, marzo 6 de 2001.
Resulta: I. A fs. 26/45 se presenta R. A. P. e inicia
demanda contra la Provincia del Neuquén por cumplimiento
del pacto de cuota litis contenido en el convenio celebrado
el 23 de noviembre de 1987.
Dice que en ese contrato se reguló la relación profesional
que mantuvo con la provincia para patrocinarla en
jurisdicción nacional — tanto en sede administrativa como
judicial — en los reclamos necesarios para el
reconocimiento de créditos contra la Nación por diferencias
entre lo pagado por regalías petroleras y gasíferas y lo que
correspondía abonar por estricta aplicación de la
ley 17.319. La contratación de sus servicios surgió después
de una prolongada evaluación por parte de la provincia de
una propuesta suya. Refiere la estrategia
sugerida — distinta de la seguida por el resto de las
provincias — y los motivos por los cuales ésta satisfizo a
las autoridades neuquinas.
Asimismo describe pormenorizadamente su actuación
profesional y pondera la gestión planeada y ejecutada por
él, que — a su juicio— colocó a la provincia en una óptima
situación, en un plazo significativamente breve. Señala que
en el ámbito administrativo se habían obtenido los objetivos
planteados en el contrato, es decir, la suspensión de la
prescripción, el reconocimiento del crédito y la
determinación de su monto mediante prueba realizada con
control del Estado nacional y sin intervención de peritos. Ya
próximo a cumplirse un año de la iniciación de ese reclamo,
se hizo el planteo judicial para interrumpir la prescripción,
sin perjuicio de la prosecución de la gestión administrativa.
Relata que en el juicio N.66.XXII — tramitado ante esta
Corte en instancia originaria— se rechazó la excepción de
prescripción opuesta por la provincia, sobre la base de la
contestación por él efectuada. Los hechos mencionados
motivaron que el tribunal dictara — en la causa citada
— una resolución por la que se fijaba una audiencia para
que las autoridades de la Nación y de diversas provincias
procuraran solucionar sus respectivos litigios. Explica otras
gestiones y actuaciones que realizó y expresa que, en
definitiva, el gobierno neuquino — al igual que los de otras
provincias— arribó a un acuerdo con el Estado nacional el
15 de junio de 1992 sobre la base de toda la
documentación obtenida por medio de su labor profesional,
con lo que se alcanzaron plenamente los objetivos de su
contratación.
Aduce que poco antes del acuerdo fue citado por el
representante de la provincia en la Capital Federal, el
doctor Jorge Sapag, con quien mantuvo tres reuniones. En
ellas se fueron planteando las posiciones de la provincia
respecto del trabajo cumplido: se reconocía la validez y
excelencia de su labor, pero se consideraba que la
retribución era muy alta, de manera que las nuevas
autoridades que habían asumido el gobierno en 1991 no
estaban dispuestas a solventar tal precio. Además, se
planteó que el Estado provincial recibiría en pago bonos
hidrocarburíferos destinados a la adquisición de acciones
clase "B" de Y.P.F. S.A., de manera que intentaría acogerse
a la previsión contractual según la cual el porcentaje de
honorarios respecto de la parte del crédito a cancelar "con
prestaciones no dinerarias" sería del 2% (artículo cuarto,
última parte del contrato de actividad profesional).
En consecuencia quedaba en discusión el monto que
debía abonarse, pues a su criterio debería aplicarse la
cláusula según la cual "la Provincia abonará al
profesional...una suma de dinero equivalente al 10% del
monto total de los créditos que el Estado reconozca a la
Provincia..." (artículo cuarto, primera parte, del mismo
contrato).
Afirma que el 29 de junio de 1992 requirió por carta al
doctor Rúa — quien en su condición de ex fiscal de Estado
de la provincia había negociado los términos del contrato
— una ratificación del criterio al que había ajustado su
actuación profesional. Se remite a los textos de esa misiva
y de su contestación — cuyas copias acompaña— y
sostiene que de su examen surge la interpretación auténtica
de las obligaciones provinciales, que consisten en el pago
del 10% de lo que perciba la demandada.
Puntualiza que la intención de las partes fue retribuir los
servicios sólo en caso de éxito y, en tal supuesto, la
retribución consistiría en un porcentaje de las sumas de
dinero que el profesional obtuviese para la provincia, pues
esto era lo debido por la Nación y lo que se le exigiría como
pago. Por otra parte, para esa época (1987) el Estado
nacional cancelaba sus obligaciones de esa manera (sea
en efectivo o en títulos). Sin embargo, a la provincia le
preocupaba que la Nación ofreciera cancelar una parte del
crédito con bienes inmuebles o con la realización de alguna
obra pública y para ese supuesto — sólo parcial— se
convino que el profesional cobraría en dinero el 2% sobre la
parte cancelada con prestaciones no dinerarias,
entendiéndose por tales la entrega de cosas u obligaciones
de hacer o no hacer. Señala que esta previsión se limitó a
una parte del crédito, pues se descartó de plano el pago
íntegro en formas desprovistas de liquidez.
Sostiene que la Nación y la provincia celebraron el citado
acuerdo del 15 de junio de 1992, mediante el cual — según
las noticias extrajudiciales de que dispone— se determinó
la deuda por regalías hidrocarburíferas reclamadas en la
causa N.66.XXII y el Estado provincial aceptó su
cancelación mediante la entrega de acciones clase "B" de
Y.P.F. o de otros activos que conviniese con la deudora.
Añade que en el acuerdo se hace referencia al proyecto de
ley de privatización de Y.P.F. — que hasta la fecha de
promoción de la demanda contaba con media sanción por
parte del Senado de la Nación— , el cual preveía la
cancelación del crédito mediante acciones, bonos de
consolidación de regalías y otros medios no precisados,
que constituyen activos dotados de gran liquidez. Dice que
ambos documentos son títulos comerciales y "en cuanto
consignan y/o expresan sumas de dinero" caen dentro del
supuesto contemplado en la primera parte de la cláusula de
honorarios y dan lugar al porcentaje allí pactado (10%).
Arguye que la interpretación gramatical y de buena fe del
contrato indica que las expresiones "créditos" y "sumas de
dinero" fueron utilizadas de modo genérico, según su uso
corriente, y que las obligaciones que el Estado nacional
debía reconocer a la provincia serían solventadas
principalmente del modo habitual, es decir mediante sumas
de dinero, lo que no excluía que éstas fueran representadas
por títulos públicos o privados.
Aduce que la ley 23.982 — en cuanto consolida
obligaciones consistentes en el pago de sumas de dinero
— , la ley de privatización de Y.P.F. — en tanto determina
el medio y la forma de cancelación de las deudas
consolidadas por regalías— y la ley de la Provincia del
Neuquén que acepta ese medio de pago constituyen un
plexo normativo inescindible que configura un caso de
"fuerza mayor" y alteran parcialmente el desarrollo normal
de las relaciones jurídicas que las partes habían tenido en
vista al contratar. Estima que una rigurosa interpretación de
la intervención legislativa que ha afectado el concepto de
"pago en sumas de dinero", y de la intención que han tenido
las partes, lleva a la conclusión de que el convenio de
honorarios obliga a la demandada al pago del 10% de las
acciones o bonos que ésta efectivamente perciba del
Estado nacional.
Argumenta sobre la razonabilidad de dicho porcentaje, en
cuanto es inferior a las pautas arancelarias legales y
habituales y abarca tanto el costo de los servicios
profesionales como los gastos generales que demandara su
cumplimiento.
Sostiene que la provincia no puede, frente al profesional
con el que suscribió el convenio de honorarios, alegar que
no cobra "dinerariamente", ya que aceptó y
validará — mediante una ley que sancionará a ese efecto
— lo que va a recibir como sustitutivo de ese medio de
pago.
En suma, reclama su participación del 10% en igualdad de
condiciones respecto de lo que la provincia perciba en
bonos o en acciones.
II. A fs. 85/108 se presenta la Provincia del Neuquén y
opone excepción de defecto legal, pues el actor no precisó
el monto de su demanda, sin que se configure — a su
criterio — ninguno de los presupuestos que justificarían esa
omisión.
Asimismo, deduce con carácter previo la excepción de falta
de legitimación activa, pues estima que el actor no es titular
de la relación jurídica en que funda la pretensión, dado que
la obligación cuyo cumplimiento demanda aún no ha
nacido. Ello es así — sostiene— porque en el pacto de
cuota litis se condicionó el derecho al cobro de honorarios
al cumplimiento de un acontecimiento futuro e incierto: que
la provincia cobre su crédito, circunstancia que ocurrirá
cuando ésta reciba del Estado nacional las acciones clase
"B" de Y.P.F. S.A.
III. El actor contesta las excepciones y pide su rechazo (fs.
154/175). Respecto de la primera, sostiene que en su
oportunidad identificó con claridad el monto reclamado, que
no tenía posibilidad de establecer el importe líquido de sus
honorarios y que no ha existido indefensión por parte de la
provincia, que ha obrado de mala fe.
En cuanto a la segunda defensa, aduce que la demanda
no era prematura, pues su derecho a la retribución quedó
perfeccionado cuando la provincia obtuvo el reconocimiento
de su crédito (a partir del acta-acuerdo del 15 de junio de
1992) y su derecho al cobro existe desde que aquélla
percibió lo adeudado por el Estado nacional, es decir el 5
de enero de 1993. Puntualiza que es falso que la provincia
deba afrontar el pago con las acciones de Y.P.F., pues por
la modalidad que ha seguido percibió (en la fecha indicada
en último término, que es anterior a la de la oposición de
excepciones) las sumas de dinero que constan en los títulos
de la deuda pública que le fueron acreditados en la Caja de
Valores S.A. con los efectos previstos en los decs. 2284/92
y 54/93. Añade que se trata de bonos escriturales,
libremente transmisibles y cotizables en bolsas de todo el
país; según el decreto mencionado en último término, su
mera acreditación implicará "la extinción por novación del
crédito que se cancela...". Por ende — señala— la provincia
recibió el pago cancelatorio del crédito reclamado en el
expediente N.66.XXII.
Pide que la falsedad con que se ha manifestado la
demandada sea considerada a los efectos de la aplicación
de la sanción prevista en el art. 45 del Cód. Procesal Civil y
Comercial de la Nación.
IV. A fs. 316/367 la Provincia del Neuquén contesta la
demanda y solicita su rechazo. Niega los hechos allí
expuestos y ratifica los fundamentos desarrollados al
oponer excepciones.
Dice que en el acta-acuerdo del 15 de junio de 1992 se
estipuló que la deuda en concepto de regalías quedaría
cancelada mediante la entrega de acciones de Y.P.F. o de
otros activos a convenirse con el Estado nacional y, hasta
tanto ello ocurriera, éste debía entregar bonos de
consolidación de regalías en garantía del posterior pago en
especie. Además, debían cumplirse otras condiciones para
dicha cancelación, como la aprobación del proyecto de ley
de hidrocarburos y la ratificación del acuerdo por parte de la
provincia, extremos que ocurrieron el 13 de octubre y el 5
de diciembre de 1992, respectivamente. Sigue diciendo
que, a la fecha de la contestación, la provincia no ha
recibido las acciones referidas, sino tan sólo los bonos
indicados, que fueron entregados en garantía de
cumplimiento. Concluye en que la deuda reconocida no se
encuentra cancelada, extremo que no ocurrirá hasta que se
haga entrega de las acciones convenidas. Añade que en
caso de no producirse este último hecho, el acuerdo
quedará sin efecto alguno, de conformidad con lo previsto
en su art. 9°.
Afirma que una interpretación objetiva del convenio de
honorarios celebrado con el doctor P. conduce a concluir en
que las partes tuvieron en mira que los pagos se harían al
actor en sumas de dinero y no con títulos de
crédito — bonos, acciones, etc.— . Señala que estos
últimos tienen naturaleza no dineraria y, en consecuencia,
se hace aplicable la cláusula que preveía una participación
del 2% sobre este tipo de prestaciones. Agrega que si bien
no se precisó hasta qué parte del crédito consentía el
profesional que su retribución se determinase en el 2% (y
no en el 10%), del convenio surge categóricamente que
cabía la posibilidad de que la Nación pretendiera cancelar
toda su deuda mediante la realización de obras públicas, es
decir en especie.
Reproduce expresiones vertidas con anterioridad acerca
del carácter condicional de la obligación de pago de
honorarios y enfatiza que no se cumplió la condición
suspensiva estipulada, ya que la provincia nada ha recibido
en dinero o en prestaciones no dinerarias.
Cuestiona la interpretación formulada por el ex fiscal de
Estado provincial en la misiva acompañada por el doctor P.
y señala que en atención a la existencia de montos tan
significativos y por estar en juego fondos públicos, no
pudieron ni debieron dejarse temas oscuros, susceptibles
de culminar en reclamos judiciales como el presente. En
consecuencia, estima que cabe adoptar una interpretación
restrictiva de la cláusula en examen.
Formula amplias consideraciones acerca del concepto y la
naturaleza jurídica de las acciones y del dinero, a fin de
demostrar las diferencias que existirían entre ellos.
Concluye en que el actor no puede equiparar las
prestaciones dinerarias con las que no lo son y obligar al
Estado provincial a abonar el 10% sobre algo que no ha
recibido o que eventualmente — en el caso de
recibirse — no cumple idénticas funciones que el dinero.
Transcribe un extenso dictamen jurídico que su parte
solicitó al profesional que menciona. Allí se afirma que el
convenio celebrado con el doctor P. estableció una
retribución consistente en una suma de dinero, de manera
que la provincia no puede pretender pagar los honorarios
mediante la entrega de otros bienes. El informe argumenta
también acerca de las características y naturaleza de las
acciones societarias y de los bonos de consolidación de
regalías, concluyendo en que existen "diferencias claras y
precisas" entre estos títulos y el dinero y que
consiguientemente no puede caber la menor confusión
conceptual entre ellos. Asimismo arguye que una adecuada
interpretación del convenio obliga a entender que la
participación del 2% es la que habrá de regir cuando la
provincia reciba prestaciones no pecuniarias y con relación
a éstas, sin que importe si ellas corresponden sólo a una
parte o a la totalidad del crédito reconocido. El dictamen
puntualiza también que las prestaciones comprometidas en
favor de la Provincia del Neuquén en el acuerdo del 15 de
junio de 1992 no consisten de ningún modo en obligaciones
de dar sumas de dinero, ya que las cosas a entregar en la
cantidad prevista no habrán de ser piezas monetarias sino
bonos de consolidación (que se darán en garantía y no en
pago) o acciones societarias.
Dice que el crédito que eventualmente se adeude — en la
oportunidad en que resulte exigible— será el 2% del monto
de U$S614.000.000 y estará sujeto a las previsiones de la
ley de consolidación provincial 1947.
En otro orden de cosas, la demandada pide la acumulación
de estas actuaciones con las que tramitan por ante el
Tribunal Superior de Justicia de Neuquén (causa "Unión
Cívica Radical c. Provincia del Neuquén") en las que se
impugnó la validez del decreto local que había autorizado la
contratación del doctor P..
V. A fs. 388/389 el tribunal decide rechazar la excepción de
defecto legal y diferir el tratamiento de la de falta de
legitimación al momento de dictar sentencia.
VI. A fs. 631/654 el actor denuncia una serie de hechos
nuevos consistentes en "diversos actos administrativos"
volcados en los instrumentos cuya copia acompaña.
El "primer grupo de documentos" está constituido por el
dec. 2035/93 y sus anexos X, XVI y XX. El anexo
X — afirma— contiene una planilla descriptiva de los
intereses que el Estado nacional reconoció a varias
provincias (entre ellas la demandada) en función del monto
de las transacciones celebradas y de haberse aceptado la
cancelación de las acreencias en bonos de consolidación
de regalías. El anexo XVI — sigue diciendo— contiene un
"formulario de requerimiento de pago" que fue
efectivamente suscripto por la demandada el 20 de octubre
de 1993; del cual transcribe la parte pertinente de su texto,
que contiene una manifestación del acreedor acerca de que
el pago con los títulos públicos mencionados "se dio por
cumplido el acreditarse dichos bonos a nombre de la
Provincia", lo cual habría "operado la cancelación de las
obligaciones comprometidas". Puntualiza que el anexo XX
ilustra acerca de la cantidad de bonos acreditados en
demasía en su oportunidad en favor de la demandada.
Añade que los anexos indicados se relacionan e integran
con las disposiciones de los incs. 3°, 4°, 5° y 7° del
mencionado dec. 2035/93.
El "segundo grupo de documentos" a que alude el actor
está compuesto por: a) el formulario efectivamente
suscripto por la Provincia del Neuquén cuyo texto
corresponde al anexo XVI antes referido; b) el instrumento
cursado el 25 de junio de 1993 por el Ministerio de
Economía de la Nación y su respuesta — emitida tres días
después por el gobernador provincial— , mediante los
cuales la demandada aplicó la totalidad de los bonos
percibidos oportunamente para adquirir acciones de Y.P.F.;
c) la nota remitida por el Banco Central a la Caja de Valores
y la constancia extendida por ésta, que certifican el
movimiento de títulos que realizó la demandada en junio de
1993 para afectarlos a la adquisición de las mencionadas
acciones. Aclara que estos documentos han sido
acompañados a la causa penal núm. 17.129 — que tramita
por ante el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal n° 2— en la que él ha querellado a diversos
funcionarios nacionales y provinciales.
Reitera el pedido de aplicación de sanciones por temeridad
y malicia.
VII. A su vez, la demandada invoca también otros hechos
nuevos (fs. 733/742 vta.), que surgen de diversos
documentos y actuaciones agregados a la causa penal
antes referida. Tales son: las declaraciones indagatorias o
testificales de los funcionarios que menciona, la resolución
que declaró la falta de mérito de dos de los querellados; los
informes provenientes de la Sindicatura General de la
Nación y de la Dirección de Asuntos Jurídicos del Ministerio
de Economía de la Nación, y la restante documentación
aportada por el citado ministerio.
IX. A fs. 771/773 vta. el tribunal desestima el pedido de
acumulación de procesos y admite los hechos nuevos
denunciados por ambas partes.
X. El actor introduce otros hechos nuevos y acompaña
documentación para demostrarlos (fs. 775/817 y 819/868
vta.). Afirma que estos hechos "se vinculan con el uso y
consumo de los bonos de consolidación de regalías de
hidrocarburos" que la provincia — en su calidad de titular de
dominio de esos títulos— materializó con posterioridad al 5
de enero de 1993 (fecha de su acreditación en la Caja de
Valores S.A. y a partir de la cual tuvo la libre disposición de
los bonos).
Puntualiza que entre los documentos que acompaña se
encuentra la rendición de cuentas — por parte del Ministerio
de Economía de la Nación, que actuó como mandatario de
la provincia— de las distintas operaciones de compraventa
(de bonos de consolidación y de acciones de Y.P.F.)
concertadas en el convenio del 14 de mayo de 1993. Añade
que dicha documentación demuestra: a) que la provincia
percibió el 5 de enero de 1993 su crédito (por capital)
mediante los bonos acreditados a su nombre; b) que
posteriormente la demandada adquirió con estos títulos
acciones de Y.P.F.; c) que entre junio y setiembre de 1993
vendió la mayoría de dichas acciones y retuvo sólo una
cantidad equivalente al 1% del capital social de la empresa
petrolera; y d) que finalmente percibió (en Bocones) los
intereses devengados entre el 1° de abril de 1991 y el 2 de
diciembre de 1992 (fecha de emisión de los bonos de
consolidación de regalías).
Formula consideraciones respecto de presuntos delitos
que habrían cometido el ex gobernador y otros funcionarios
provinciales; y reitera su petición de que se declare la
temeridad y malicia de la demandada y de sus apoderados.
XI. A fs. 884/893 el actor vuelve a denunciar hechos
nuevos que surgen de constancias (un expediente
administrativo del Ministerio de Economía de la Nación, un
informe de la Caja de Valores S.A. y la documentación
expedida por esta última) agregadas a la causa penal
mencionada precedentemente, de las que acompaña copia.
Explica que en el citado expediente administrativo se
encuentran los antecedentes del dec. 851/93, mediante el
cual el Poder Ejecutivo Nacional aprobó el acuerdo de
saneamiento celebrado el 20 de enero de 1993 con la
Provincia del Neuquén. Hace hincapié en dictámenes allí
agregados en los que se atribuiría efecto cancelatorio a los
bonos de consolidación de regalías acreditados en favor de
la demandada.
En cuanto al informe de la Caja de Valores S.A., aduce
que por su intermedio se comprueba tanto la "última
acreditación" de bonos de consolidación de regalías (es
decir, la de títulos remanentes después de la adjudicación
de acciones de Y.P.F.) que tuvo lugar el 16 de diciembre de
1993, como el uso que les dio la demandada con
posterioridad. Puntualiza que la documentación
acompañada por esa institución "refleja las operaciones
comerciales que la Provincia del Neuquén realizó como
dueña indiscutida del remanente de los bonos
hidrocarburíferos" hasta llegar a su total consumo.
XII. A fs. 904 el tribunal admite los hechos nuevos
alegados por la actora, reseñados en los dos apartados
anteriores. Con posterioridad, se declara la cuestión como
de puro derecho, se corre traslado a las partes por su orden
y, con su contestación, se llama autos para sentencia.
Considerando: 1. Que esta causa es de la competencia
originaria de la Corte Suprema (arts. 116 y 117,
Constitución Nacional).
2. Que está fuera de toda discusión el derecho del doctor
P. a cobrar honorarios por su labor profesional en beneficio
de la provincia, en los términos del pacto de cuota
litis inserto en el convenio cuya copia obra a fs. 6/7 (confr.
manifestaciones de fs. 971 vta.).
En cambio, existen discrepancias acerca de dos temas
centrales. Uno de ellos consiste en determinar cuál ha sido
el modo y la oportunidad en que se produjo la cancelación
del crédito de la provincia; la dilucidación de este punto
permitirá — a su vez— establecer cuál ha sido el medio de
pago empleado a tal fin y resolver la excepción de falta de
legitimación activa argüída por la demandada. El otro
aspecto — íntimamente vinculado al anterior— radica en la
calificación de ese medio de pago como "dinerario" o "no
dinerario" a los efectos de determinar su encuadre en las
distintas previsiones del pacto en cuestión, lo que implica
también desentrañar los alcances de ese acuerdo de
voluntades. Una vez dilucidadas estas cuestiones podrá
establecerse cuándo se ha hecho exigible el crédito de
honorarios del actor, cuál es su importe y de qué modo
deberá cancelarse.
A fin de esclarecer dichos temas, es conveniente efectuar
ante todo una reseña — respetando, en lo posible, el orden
cronológico— de los actos y normas jurídicas más
relevantes para la solución del pleito.
3. Que el 27 de noviembre de 1987 el fiscal de Estado,
doctor Federico Rúa en representación de la Provincia del
Neuquén y el abogado R. P., firmaron el contrato cuya
copia obra a fs. 6/8, mediante el cual se contrataron los
servicios de éste a efectos de que la patrocinara en sede
administrativa y judicial con el objeto de obtener el
reconocimiento de créditos contra el Estado nacional por
regalías petrolíferas y gasíferas.
En lo que aquí interesa, las partes convinieron en la
cláusula cuarta que la retribución del profesional consistiría
en "una suma de dinero equivalente al diez por ciento del
monto total de los créditos que el Estado nacional
reconozca a la Provincia por concepto de diferencia impaga
de regalías... Esta retribución será percibida por el
profesional con las sumas de dinero que perciba la
Provincia, en los mismos plazos y condiciones que ésta, o
sea en oportunidad de cada efectivo pago. Para el caso de
que parte del crédito declarado a favor de la Provincia haya
de cancelarse con prestaciones no dinerarias, este
porcentaje será respecto de esta parte del crédito del dos
por ciento y se abonará en la medida de la percepción del
crédito. Para el caso de que la Nación adquiera la
obligación de cancelar su deuda con realización de obras
públicas, se abonará en la medida del avance de la obra y
conforme a su certificación".
4. Que el Estado provincial, con el patrocinio del doctor P.,
demandó a la Nación por el cobro de los créditos antes
descriptos. Con posterioridad promovió una demanda
similar — aunque por diferentes períodos — patrocinada
por otro letrado. Ello dio lugar a la formación de las causas
N.66. XXII y N.127.XXII, respectivamente, que también
tramitaron por ante este tribunal en instancia originaria.
Más tarde, la provincia y el Estado nacional arribaron a una
transacción extrajudicial que se tradujo en el acta-acuerdo
suscripta el 15 de junio de 1992 (fs. 71/74). Allí hicieron
reiteradas referencias al proyecto de ley de federalización
del dominio de hidrocarburos (que luego habría de
convertirse, con algunas modificaciones, en la ley 24.145) y
convinieron — en lo que aquí interesa— que la deuda en
concepto de regalías sería "cancelada mediante la entrega
de acciones 'clase B' de Y.P.F. S.A., o de otros activos que
se convengan en el proyecto de ley referido"; pero si esa ley
estableciera "otros medios de cancelación" la provincia
podía optar "por cualquiera de ellos". Asimismo fijaron un
"valor de referencia...para el pago en especie" en bonos
hidrocarburíferos por valor nominal de U$S614.000.000.
Igualmente acordaron que, hasta tanto se entregaran los
activos aludidos, la provincia podía requerir la dación de los
bonos "en garantía del posterior pago en especie". Las
partes aclararon también que "con la entrega de las
acciones y/o activos" indicados, "quedarían definitivamente
canceladas las diferencias a que se refiere el presente
acuerdo y todos los derechos pretendidos en las causas
judiciales números N.66 y N.127..." (art. 7° incs. 1° y 2°).
5. Que el 6 de noviembre de 1992 fue publicada en el
Boletín Oficial la citada ley 24.145 (confr. fs. 115), que en
sus títulos I, II y III reguló la provincialización de yacimientos
de hidrocarburos, la transformación empresaria de Y.P.F. y
la privatización del capital y de ciertos activos de esa
sociedad.
En el título IV ("disposiciones complementarias") se
especificó que el Estado nacional iba a determinar, de
común acuerdo con las provincias afectadas, el monto de
las deudas reclamadas por éstas en concepto de regalías
de petróleo y gas. La acreencia de cada provincia "será
cancelada mediante la entrega de acciones clase 'B' de
Y.P.F. sociedad anónima y/o de bonos de consolidación de
regalías de hidrocarburos". Asimismo se previó que estos
bonos podrían ser empleados por las provincias, a
su valor nominal, para la adquisición de las referidas
acciones u otros activos del Estado nacional y para
cancelar deudas con éste; o bien — a su valor de mercado
— para otras aplicaciones. También se facultó al Ministerio
de Economía y Obras y Servicios Públicos de la Nación a
disponer la emisión de los bonos antes mencionados, con
las características que fijara el propio ministerio, tendientes
a cancelar la deuda a determinarse (art. 19, fs. 115 vta.).
Esta ley fue reglamentada mediante el dec. 2284 del 2 de
diciembre de 1992 (B.O. 9/12/92), según el cual el Banco
Central debía emitir valores de la deuda pública nacional en
pesos denominados "bonos de consolidación de regalías de
hidrocarburos", sin vencimiento, con intereses a la tasa
LIBOR, escriturales y libremente transmisibles (art. 1°).
Estos bonos serían ofrecidos a las provincias "en
cancelación de sus acreencias en concepto de regalías de
petróleo y gas". Asimismo se dispuso que "el recibo de la
cantidad de bonos que corresponda en cada caso, implicará
la extinción por novación del crédito que se cancela,
renunciando expresamente el acreedor a los derechos y
acciones que le correspondieran como titular de la
obligación que se extingue" (art. 2°).
6. Que el 5 de diciembre de 1992 la Legislatura de la
Provincia del Neuquén sancionó la ley 1990, mediante la
cual aprobó el convenio del 15 de junio del mismo año
(reseñado en el considerando cuarto) y aceptó "el
procedimiento para la determinación del monto y la forma
de pago, previstos en el art. 19 de la ley 24.145..." (fs. 116).
7. Que en cumplimiento de lo previsto en el citado dec.
2284/92, el 5 de enero de 1993 la Caja de Valores S.A.
acreditó en la cuenta 4-3 del Registro de Bonos
Escriturales, la cantidad de bonos de consolidación de
regalías por V$N 614.000.000 a nombre del Ministerio de
Hacienda de la Provincia del Neuquén (confr. fs. 372/374 y
378 de estas actuaciones; fs. 63/65 y 72 de la causa penal).
8. Que posteriormente el Estado nacional y la Provincia del
Neuquén celebraron el acuerdo de saneamiento definitivo
del 20 de enero de 1993, en los términos de las leyes
24.133, 24.154 y 24.145 (fs. 75/84). En dicho convenio se
ratificó el acta-acuerdo del 15 de junio de 1992 y se estipuló
que el saldo oportunamente acordado en concepto de
regalías hidrocarburíferas "será cancelado mediante la
entrega de bonos de consolidación de regalías...en garantía
del medio de pago establecido en...la referida acta
acuerdo".
9. Que al día siguiente de la suscripción del acuerdo de
saneamiento, es decir el 21 de enero de 1993, el Poder
Ejecutivo Nacional dictó el dec. 54/93 (B.O. del 26/1/93, fs.
117 vta.), mediante el cual modificó los arts. 1° al 4° del
dec. 2284/92 (mencionado en el considerando cuarto).
Por esta vía se alteraron la moneda y condiciones de
emisión de los bonos de consolidación de regalías,
pues — entre otros cambios— se dispuso que iban a ser
emitidos en dólares estadounidenses (y no en pesos como
los anteriores); se establecieron plazos para la amortización
del capital y el pago de los intereses (a diferencia de los
bonos primitivos, que no tenían vencimiento); se aclaró que
serían "cotizables en las bolsas y Mercados de Valores del
país"; y se facilitó su transmisibilidad dado que los nuevos
bonos podrían ser utilizados por sus "tenedores" (y no sólo
por "las provincias receptoras originales" como decía el
texto anterior) para la adquisición de acciones clase "B" de
Y.P.F.
La nueva redacción del art. 2° dispuso (al igual que el texto
original) que los flamantes bonos serían ofrecidos a las
provincias en cancelación de sus créditos en conceptos de
regalías de petróleo y de gas. Asimismo se explicitó a qué
fecha se calcularían las acreencias de las provincias que
optaran por esta forma de pago y, de manera similar a lo
previsto en el texto primitivo, se dispuso que "la
acreditación" de los bonos (y no ya "el recibo" de los títulos,
como se había establecido anteriormente) iba a implicar "la
extinción por novación del crédito que se cancela...".
10. Que en virtud de estas modificaciones, el Banco
Central de la República Argentina autorizó al área de deuda
pública interna para "transformar los bonos ya inscriptos en
el respectivo registro, en bonos emitidos conforme lo
dispuesto por el dec. 54/93". Asimismo, solicitó a la Caja de
Valores S.A. que sustituyera la inscripción anterior (de
V$N614.000.000) por otra ajustada a la nueva normativa
(de VU$SN619.576.186); esta acreditación se produjo el 12
de abril de 1993 (confr. fs. 375/378 de este expediente, y
415 y 443 de la causa N.127.XXII; fs. 66/68 y 72 del
expediente penal). Cabe aclarar que el monto acreditado en
esta oportunidad (U$S 619.576.186) excedía el importe del
crédito de la provincia (U$S614.000.000), razón por la cual
se ordenó, tiempo después, el descuento de la diferencia
(U$S5.576.186) de acuerdo a lo dispuesto por el dec.
2035/93 (confr. fs. 555, 621 y 668).
11. Que el 14 de mayo de 1993 varias provincias (entre
ellas la demandada) y el Estado nacional celebraron el
convenio cuya copia obra a fs. 776/783, mediante el cual
aquéllas encomendaron a éste la venta — en la primera
colocación prevista en los arts. 9° y 10, ley 24.145— de las
acciones clase "B" de Y.P.F. "que resultarán por utilización
de los bonos señalados en el anexo 1". Asimismo, algunas
de esas provincias (entre ellas, la del Neuquén) adquirirían
del Estado nacional (y retendrían) las acciones clase "B"
representativas de los porcentajes de capital social de
Y.P.F. indicados en el anexo 2. Para ambos
supuestos — es decir, para la colocación y para la
adquisición de acciones— las provincias iban a aplicar los
valores nominales técnicos de bonos indicados en el anexo
1. Una vez efectuada la primera colocación, el Estado
nacional pondría a disposición de cada provincia el
producto de la venta de las acciones clase "B" que hubiesen
sido negociadas — previo descuento de gastos y
comisiones— "contra la entrega de los bonos afectados por
cada provincia a estos fines".
El convenio contiene una cláusula específica para la
demandada, ya que en su art. 11 se indica que "toda vez
que la Provincia del Neuquén no ha recibido bonos en
cancelación de sus acreencias..., deberá entenderse que la
expresión 'bonos', cada vez que es empleada en los
artículos anteriores de este convenio o en sus anexos
significa 'acreencias por regalías de gas y petróleo' en lo
que concierne a la Provincia del Neuquén" (sic).
Tal convenio fue aprobado por el Poder Ejecutivo Nacional
mediante el dec. 1106 del 31 de mayo de 1993. Allí se
especificó que los tenedores de bonos de consolidación de
regalías podrían adquirir acciones de Y.P.F. por el valor
nominal técnico de dichos bonos al precio que se
estableciera para la primera colocación, sólo si se
transfirieran los bonos mencionados dentro de las 48 horas
contadas desde la apertura del período de primera
colocación (confr. fs. 775).
12. Que con arreglo a lo previsto en el acuerdo y en el
decret mencionados en el considerando anterior, la
Provincia del Neuquén dio orden de transferir la totalidad de
los bonos hidrocarburíferos acreditados a su favor, a una
subcuenta de la Secretaría de Hacienda de la Nación
habilitada para el canje de esos títulos por acciones de
Y.P.F. (confr. fs. 623). Esta transferencia se hizo efectiva el
29 de junio de 1993 (ver fs. 624/625).
Como resultado de estas operaciones, la demandada (al
igual que otras provincias) resultó adjudicataria de un cierto
número de acciones de Y.P.F., de las cuales retuvo una
parte y puso a la venta el resto, según resulta de la
"liquidación final" efectuada por el Estado nacional (confr.
fs. 468/470 y 506/515 de la causa penal; 804/805 y 843/849
de estas actuaciones).
13. Que con posterioridad a esa "liquidación final", el Poder
Ejecutivo nacional dictó el dec. 2035/93 del 30 de setiembre
de 1993, mediante el cual dispuso — entre otras
cosas — que el Ministerio de Economía debía retener, de
los bonos de consolidación de regalías que correspondiere
devolver a las provincias en virtud del convenio del 24 de
mayo, la cantidad de esos títulos "acreditados en demasía
en su oportunidad" a tres provincias, entre las que se
encontraba la demandada (confr. art. 3° del dec. y su anexo
XX, fs. 553 y 621, respectivamente).
El art. 4° del mismo decreto facultó al citado ministerio para
reconocer en favor de las provincias una "compensación
por intereses devengados por el período 1° de abril de 1991
al 2 de diciembre de 1992, accesorio de la deuda principal
reconocida por regalías...", que sería cancelado mediante la
entrega de bonos de consolidación en dólares
estadounidenses. Pero se condicionó la entrega de estos
títulos a la previa expresión de la "conformidad expresa"
con lo dispuesto en el decreto, a través de los formularios
de "requerimiento de pago" consignados en los anexos XI a
XIX (confr. arts. 4, 6 y 7).
El 20 de octubre de 1993 el Ministro de Hacienda de la
Provincia del Neuquén suscribió el formulario respectivo (fs.
628 bis/629 de estas actuaciones y 74/75 de la causa
penal), sobre cuyo contenido se ha de volver más adelante.
14. Que una vez realizadas las operaciones previstas en el
convenio referido en el considerando décimo primero,
quedó un remanente de bonos en favor de la provincia. A
su vez, de ese remanente se dedujo la cantidad que antes
había sido acreditada en demasía (conforme lo señalado en
los considerandos décimo y décimo tercero), lo que arrojó
un saldo de bonos hidrocarburíferos por un valor nominal de
U$S76.743.732. El 9 de diciembre de 1993 el Ministro de
Hacienda suscribió una declaración por la que prestó
conformidad con la liquidación practicada por el Ministerio
de Economía de la Nación y dejó constancia de que con el
pago de esa cantidad de bonos se cancelaba el 100% de la
deuda, renunciando en forma total, absoluta y expresa a
toda acción judicial o extrajudicial por las obligaciones que
se cancelaban con los valores citados (confr. dictamen de
fs. 666/669, punto k).
El 16 de diciembre de 1993 el Banco Central de la
República Argentina ordenó a la Caja de Valores la
acreditación de dicho saldo en favor de la demandada, lo
que así se cumplió (fs. 626/627, 668 — apartado j— ,
870/872 y 881). Con posterioridad, esos fondos fueron
transferidos hasta quedar la cuenta de la demandada sin
saldo alguno (confr. informe de fs. 881/882).
15. Que el primero de los temas centrales planteados al
comienzo — es decir, el atinente al modo y oportunidad en
que se produjo la cancelación del crédito de la provincia
— se vincula muy estrechamente con lo decidido por esta
Corte en el pronunciamiento dictado el 10 de agosto de
1995 en la causa N.127.XXII "Provincia del Neuquén c.
Estado nacional s/cobro de pesos".
En esa ocasión la provincia se opuso al pedido de
regulación de honorarios formulado por el letrado que la
había patrocinado en dicho proceso, con un argumento
similar al empleado en el sub examine. En efecto, allí
sostuvo que a fin de que pudieran considerarse
definitivamente canceladas las diferencias a que se refería
el acuerdo del 15 de junio de 1992 (reseñado en el
considerando cuarto del presente), era necesario que la
deuda reconocida por la Nación con respecto a la causa
N.66.XXII fuera abonada mediante la entrega de acciones
clase "B" de Y.P.F. o de otros activos a convenirse (ver fs.
390/395 del expediente N.127.XXII).
Asimismo arguyó — al igual que en el sub lite— que "los
bonos de consolidación de regalías hidrocarburíferas
entregados lo fueron en garantía de la futura provisión de
las referidas acciones" (confr. fs. 438 vta./440). Fundó esta
conclusión en el texto de los mismos convenios que invoca
en esta causa, es decir, los de fecha 15 de junio de 1992,
20 de enero de 1993 y 14 de mayo de 1993, cuyo contenido
ha sido reseñado en los considerandos cuarto, octavo y
décimo primero, respectivamente.
Pues bien, el tribunal desestimó esa argumentación con
base en lo previsto en el art. 2° del dec. 54/93, según el
cual "la acreditación de la cantidad de bonos que
corresponda en cada caso, implicará la extinción por
novación del crédito que se cancela, renunciando
expresamente el acreedor a los derechos y acciones que le
correspondieran como titular de la obligación que se
extingue". Asimismo se puntualizó que "de dicho texto legal
se desprende, con absoluta claridad, que la sola
acreditación de los bonos en la Caja de Valores S.A.
importa la extinción de la relación litigiosa, sin que sea
necesario — como lo preveía el anterior art. 2° del dec.
2284/92— que la provincia dé recibo de la cantidad de
bonos que se le entregan en cada caso" (conf.
considerando quinto de ese fallo). En ese orden de ideas,
se estimó que dicha obligación había sido cumplida, a
mérito de las constancias de fs. 415 y 443 de dicho
expediente, mediante las cuales la Caja de Valores S.A.
había informado acerca de la acreditación de bonos de
consolidación de regalías producida el 12 de abril de 1993
(oportunidad en la que dicha entidad sustituyó la inscripción
anterior por otra ajustada a las normas del dec. 54/93, como
se ha explicado en el considerando décimo del presente
fallo).
Estas conclusiones son aplicables también al sub lite, ya
que — reitérase— el acuerdo mencionado (es decir, el del
15 de junio de 1992) tuvo como finalidad cancelar "todos los
derechos pretendidos" en ambas causas judiciales
(N.66.XXII y N.127.XXII).
16. Que, por otra parte, la lectura del formulario de
"requerimiento de pago" mencionado en el considerando
décimo tercero (aprobado por decreto del Poder Ejecutivo
Nacional y suscripto efectivamente por el Ministro de
Hacienda de la demandada), despeja cualquier duda que
cupiere acerca del efecto cancelatorio que tuvo la
acreditación de los bonos hidrocarburíferos respecto del
crédito de la Provincia del Neuquén.
En efecto, allí se expresa que "por la presente se presta
conformidad: 1- A la presente liquidación en todos sus
términos. 2- Que el pago con bonos de consolidación de
regalías hidrocarburíferas se efectuó por intermedio del
Banco Central de la República Argentina y se dio por
cumplido al acreditarse dichos bonos a nombre de la
Provincia en el registro de bonos emitidos abierto al efecto.
3- Que ha operado la cancelación de las obligaciones
comprometidas en los términos del art. 19, 1er. párrafo, de
la ley 24.145, en concepto de regalías de petróleo y gas, sin
que la Provincia tenga suma alguna que reclamar con
relación a las mismas, renunciando expresamente a la
acción [y] al derecho. 4- Que el pago de los intereses del
período 01/04/91 al 02/12/92 se efectúe en bonos de
consolidación — Bocon— por intermedio del Banco Central
de la República Argentina y se considere cumplido al
acreditarse dichos bonos a nombre de la provincia..." (confr.
fs. 628 bis/629).
En síntesis, cabe concluir en que la cancelación del crédito
de la provincia se produjo mediante la acreditación de los
bonos de consolidación de regalías producida el 12 de abril
de 1993. Ello conduce a rechazar la excepción de falta de
legitimación opuesta por la provincia.
17. Que despejados ya los interrogantes relacionados con
la cancelación de la acreencia provincial, cabe ahora
dilucidar la otra cuestión delimitada en el considerando
segundo, es decir, la referente al encuadre del medio de
pago empleado a aquel efecto (los bonos hidrocarburíferos)
dentro de las distintas previsiones contenidas en la cláusula
cuarta del contrato de actividad profesional.
Del examen integral del contenido de esa cláusula
(transcripta en el considerando tercero) se desprende
claramente que el porcentaje pretendido por el actor (el
10%) resulta aplicable exclusivamente respecto de las
prestaciones consistentes en sumas de dinero que debiera
percibir la provincia del Estado nacional. Ello surge tanto de
la primera parte de dicha estipulación — donde se indica
que la retribución será percibida por el profesional "con las
sumas de dinero que perciba la provincia" — como de la
segunda parte, en la que se establece un porcentaje
específico del 2% para la parte del crédito que "haya de
cancelarse con prestaciones no dinerarias".
En consecuencia, y tal como se adelantó en el
considerando segundo, es necesario determinar si aquellos
bonos constituyen o no "sumas de dinero".
Como lo ha señalado el Tribunal Supremo de España, la
palabra "dinero", en su acepción gramatical y jurídica,
significa usualmente "moneda corriente" (sentencia del 5 de
julio de 1893, citada por Blas Pérez González y José Alguer
en sus adiciones al "Tratado de Derecho Civil" de Ludwig
Enneccerus, Parte General, Barcelona, 1953, vol. I, p. 550;
en idéntico sentido: Diccionario de la Lengua de la Real
Academia Española, primera acepción de la voz "dinero").
En la doctrina nacional, Llambías lo define en términos
similares, como la "moneda autorizada por el Estado"
("Tratado de derecho civil-Obligaciones", t. II-A, p. 170),
expresión que concuerda con el concepto estricto del dinero
que exponen Enneccerus — "signo de valor reconocido por
disposición del derecho"— y Von Tuhr — "medios
cambiarios reconocidos por el Estado"— (confr. L.
Enneccerus, ob. cit., p. 546 y Andreas Von Tuhr, "Tratado
de las obligaciones", Madrid, 1934, t. I, p. 46). Dicho con
otras palabras, se trata de aquellas cosas que tiene que
aceptar el acreedor a quien se debe el valor de un objeto,
propiedad que los autores denominan "curso forzoso" o
"curso legal" (confr. Enneccerus, ob. cit., p. 546; Von Tuhr,
ob. cit., p. 46; Francesco Vito, "Curso de economía política",
Madrid, 1961, p. 506; Eduardo Busso, "Código Civil
Anotado", Buenos Aires, 1958, t. IV, p. 211; Jorge
Bustamante Alsina, "Las obligaciones de dar sumas de
dinero después de la ley 23.928", LA LEY, 1991-C, 1027).
Cabe agregar que es dable admitir también un concepto
lato del dinero, que consistiría así en las cosas muebles
(metal o papel) que el comercio utiliza como medida de
valor para toda clase de bienes; tales serían los signos
monetarios extranjeros y los billetes de banco extranjeros y
del país, en la medida en que sean aceptados por el
comercio (Enneccerus, ob. cit., ps. 545/546; Von Tuhr, ob.
cit., p. 45/46). Este concepto amplio se ve reflejado en
el art. 617 del Cód. Civil (modificado por la ley 23.928),
según el cual las obligaciones de dar moneda
extranjera — que son dinero en sentido estricto en sus
países de origen, pero carecen de curso legal en el nuestro
— deben considerarse como de dar sumas de dinero.
Ahora bien, los bonos de consolidación de regalías de
hidrocarburos constituyen "valores de la deuda pública
nacional" emitidos en dólares estadounidenses pero
pagaderos en pesos a dieciséis años, en ciento veinte
cuotas mensuales, con un plazo de gracia de seis años
(conf. art. 1°, dec. 2284/92, modificado por sus similares
54/93 y 2035/93; comunicación "A" 2083 del B.C.R.A., cuya
copia obra a fs. 70/71 de la causa penal), creados con la
finalidad de cancelar las deudas reclamadas por las
provincias en concepto de regalías (arts. 19, ley 24.145 y
2°, dec. 2284/92). Similares condiciones revisten los bonos
de consolidación en dólares mencionados en el
considerando décimo tercero, que fueron emitidos para
cancelar "accesorio de la deuda principal reconocida por
regalías" (arts. 4° y 5°, dec. 2035/93).
Resulta fácil advertir que estos valores revisten
características que los diferencian del dinero, aun entendido
éste en el más amplio de los sentidos indicados
precedentemente. Ello es así pues los bonos en cuestión no
sólo carecen de curso legal o forzoso, sino que tampoco
son aceptados como medio general de cambio.
No obsta a tal conclusión la circunstancia de que estos
bonos representen un valor en dinero, pues una de las
funciones principales de la moneda es, como ya se ha
destacado, la de servir de medida de los valores ("tertium
permutationis"), de manera que el precio de cada objeto de
cambio puede ser expresado en términos monetarios (confr.
Vito, ob. cit., p. 498; Samson Leiserson, "La Moneda", en
Anales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la
Universidad de la Plata, t. XIV, 1943, p. 386; Llambías, ob.
cit., vol. II-A, p. 180; Bustamante Alsina, ob. y lugar
mencionados). Por ende, resulta inevitable que los bonos
de consolidación — así como todas las demás cosas,
bienes y servicios existentes— tengan un precio en dinero,
ya que ello es una mera consecuencia de que éste es el
común denominador de todos los valores.
Por lo demás, la doctrina ha señalado que no debe
confundirse el título de crédito (categoría a la que
pertenecen los bonos examinados) y la moneda: el primero
es constitutivo de un derecho de crédito (en el caso, a muy
largo plazo) y la segunda, de un valor actual y concreto
(Raymundo Fernández, "Código de Comercio", Buenos
Aires, 1950, t. III, p. 117).
18. Que como consecuencia de lo expuesto en el
considerando anterior, resulta aplicable al sub examine la
previsión establecida en la segunda parte de la cláusula
cuarta del convenio de actuación profesional, es decir la
que contempla la participación del 2% respecto de la
porción del crédito provincial que la Nación cancelara con
prestaciones no dinerarias.
La circunstancia de que el contrato aluda literalmente a la
"parte" del crédito satisfecha en especie, carece de la
relevancia que pretende asignarle el actor. En efecto, de
acuerdo con su criterio las partes no habrían previsto la
forma de determinar la retribución profesional en el caso de
que el crédito provincial fuera satisfecho íntegramente
mediante prestaciones no dinerarias, situación que
conduciría — siempre según la particular interpretación del
actor— a la aplicación del porcentaje pactado sobre los
pagos en sumas de dinero. Esta forma de razonar no
resiste un examen fundado, pues la cláusula en cuestión
contempla expresamente la hipótesis de pago en especie
de parte del crédito de la provincia y entonces, a falta de
una estipulación en contrario, la lógica y el sentido común
indican que no cabe apartarse de ese sistema por el mero
hecho de que sea toda la acreencia — y no sólo una
porción de ella— la que deba cancelarse de ese modo.
Cuando los términos o expresiones empleados en un
contrato son claros y terminantes sólo cabe limitarse a su
aplicación, sin que resulte necesaria una labor
hermenéutica adicional (Fallos: 307:2216; 314:363). De ahí
que, en el sub lite, sea inconducente recurrir a otras pautas
interpretativas, en tanto no existe ambigüedad ni oscuridad
en los términos empleados en la mencionada cláusula. Una
solución como la que propone el actor implicaría asignarle
un sentido diferente del que literalmente expresa, con
violación al principio de buena fe contractual. Tal como lo
ha expresado reiteradamente esta Corte los contratos
deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe,
por lo que al no caber dudas sobre la clara intención que
tuvieron las partes al suscribir el pacto de cuota litis, el
porcentaje para fijar la retribución del doctor P. ha de ser
necesariamente el del dos por ciento en un todo de acuerdo
con los categóricos términos de la previsión estipulada en la
segunda parte de la cláusula cuarta del convenio para los
supuestos en que el crédito hubiera de cancelarse, como
ocurrió en el caso, con prestaciones no dinerarias.
19. Que la base de cálculo sobre la que debe aplicarse el
porcentaje indicado está constituida por el crédito
reconocido — y efectivamente abonado— por el Estado
nacional en favor de la Provincia del Neuquén, para el cual
se estableció como pauta "de referencia" un monto de
bonos de consolidación de regalías por valor nominal de
U$S614.000.000 (confr. fs. 73). También integra esa base
de cálculo el pago de intereses que realizó la Nación en
bonos de consolidación —ley 23.982 (Bocones) por un valor
nominal de U$S46.583.216 (confr. fs. 617 y 628 bis),
pues — como ya se indicó— ese pago reviste el carácter de
"accesorio de la deuda principal reconocida por regalías de
petróleo y gas" (art. 4°, dec. 2035/93) y debe seguir su
misma suerte.
Sin embargo, ello no implica que la provincia esté obligada
a abonar los honorarios del doctor P. mediante la cesión de
un porcentaje de los bonos nacionales, como pretende el
reclamante. En efecto, en el pacto de cuota litis se
estableció con claridad que el doctor P. habría de percibir
"como única y exclusiva retribución una suma de dinero"
equivalente al porcentaje que correspondiera (10% ó 2%,
según el caso) sobre el monto de los créditos reconocidos a
su cliente (confr. cláusula cuarta del contrato de actuación
profesional).
Por otra parte, las normas legales invocadas por el actor
en su demanda tampoco sustentan su pretensión de recibir
los bonos nacionales en pago de su crédito de honorarios,
pues los propios términos de aquellas normas indican que
el régimen de consolidación le otorga esa facultad a la
provincia, pero no la obliga a ello. Así, el art. 1° de la ley
23.982 autoriza ("podrá") al acreedor del Estado nacional
cuyo crédito ha sido consolidado a abonar los créditos por
honorarios mediante la cesión de los derechos emergentes
de ese régimen. Del mismo modo, la ley 24.145 habilita
("podrán") a las provincias para cancelar con los bonos allí
previstos otras deudas, mas tampoco las obliga a hacerlo.
En el sub examine la Provincia del Neuquén no sólo se ha
negado a ejercer esa facultad, sino que incluso ha invocado
las normas de la ley local 1947, mediante la cual se adhirió
al régimen de consolidación de deudas establecido en la ley
nacional 23.982 (conf. art. 19 de ésta), extremo que impone
a los interesados ajustarse a los mecanismos
administrativos previstos en el orden provincial a fin de
percibir los créditos afectados por tal sistema. Ello conduce
a dilucidar si la acreencia del doctor P. está alcanzada por
dicho régimen local.
En este orden de ideas, resulta irrelevante que la
conclusión del litigio entre la Nación y la Provincia del
Neuquén se haya producido con posterioridad a la "fecha
de corte" — como aduce el actor a fs. 948— ya que lo que
debe indagarse es el momento o la época en que se
cumplió el hecho, acto o relación jurídica que engendró y
sirvió de fundamento a la obligación (art. 499, Cód. Civil).
En el caso y por tratarse de honorarios profesionales, su
causa está dada por la prestación de los servicios que el
doctor P. se comprometió a efectuar "tanto en sede
administrativa como judicial" en los términos previstos en el
contrato cuya copia obra a fs. 6/7 vta.
20. Que esos servicios están descriptos en la demanda
(ver, en especial fs. 29/31 vta.). Allí el actor indica que
presentó el reclamo administrativo ante la Procuración del
Tesoro de la Nación en diciembre de 1987 — aunque había
comenzado a prepararlo con anterioridad a la concreción de
su vínculo con la provincia— . Relata también que redactó y
diligenció oficios a fin de producir la prueba
informativa — que "supera el metro de altura" y tiene "un
peso del orden de los 20 kilos de papel"— . Luego debió
evaluar esa prueba, y todo ello le insumió "más de seis
meses de intensa gestión"; asimismo pidió y obtuvo una
reunión plenaria de la Comisión de Transacciones
Judiciales. Puntualiza que en el año 1988 patrocinó a la
provincia en la demanda judicial que dio origen a la causa
N.66.XXII, sin perjuicio de mantener las gestiones en sede
administrativa. Menciona su participación en audiencias
judiciales — celebradas en marzo, abril y noviembre de
1990— como así también en "gestiones y reuniones
extrajudiciales". Igualmente dice haber formado parte de
grupos de trabajo que se reunieron en la Procuración del
Tesoro en ocho oportunidades, entre abril y agosto de
1990, y que participó en negociaciones mantenidas con el
Ministerio de Economía de la Nación a partir de enero de
1990.
De esta reseña, como así también del examen de la causa
N.66.XXII (ofrecida como prueba junto con su
correspondiente documentación reservada) se desprende
que la actividad profesional del doctor P. en favor de la
Provincia del Neuquén se desarrolló sustancialmente con
anterioridad al 1° de abril de 1991. Su única presentación
en dicho expediente posterior a esa fecha es un escrito del
27 de noviembre de 1991 — carente de significación en
comparación con la profusa tarea descripta
precedentemente— en el que las partes se limitan a "dar
cuenta que se mantiene...el estado negocial", sin hacer
referencia a ninguna gestión en concreto en la que pudiera
haber participado el doctor P. en dicho lapso. A
continuación el apoderado de la provincia (doctor Sánchez
Herrera) denuncia la celebración del acuerdo transaccional
con el Estado nacional, en cuya redacción final y firma no
tuvo participación el aquí reclamante (confr. fs. 148/ 150 de
la causa N.66.XXII, y 937 vta. "in fine" de estas
actuaciones).
Cabe entonces concluir en que el crédito del doctor P. es
de causa o título anterior al 1° de abril de 1991 y,
consecuentemente, se encuentra afectado por el régimen
de consolidación provincial.
21. Que como corolario de todo lo hasta aquí expresado, la
demanda ha de prosperar por la suma de U$S13.211.664
(2% de U$S660.583.216) cuyo pago quedará sujeto a los
mecanismos previstos en el régimen de consolidación
provincial.
En atención a la existencia de mutuos y recíprocos
vencimientos, las costas serán soportadas en un 70% por la
demandada y en el 30% restante por la actora (arts. 68 y
71, Cód. Procesal Civil y Comercial de la Nación).
22. Que el actor solicitó reiteradamente la imposición de
sanciones por temeridad y malicia tanto a la contraparte
como a los letrados que la representaron y patrocinaron en
este juicio, es decir los doctores S. y A., invocando como
motivo — entre otros — la supuesta utilización en el pleito
de documentación falsa, lo que a su vez dio lugar al
proceso penal antes referido. Allí el doctor P. ha querellado
a los citados profesionales por el presunto "delito de estafa
procesal cometido contra este Alto Tribunal mediante el
reiterado uso de documentación pública de contenido falso"
(confr. fs. 941/941 vta.).
De tal modo resulta que la cuestión relativa a la conducta
procesal de la demandada y de sus letrados se encuentra
íntimamente vinculada al resultado del proceso criminal, por
lo que corresponde diferir el tratamiento de dicho tema
hasta que recaiga pronunciamiento firme en el expediente
penal (art. 1101, Cód. Civil).
Por ello, se decide: I) Hacer lugar parcialmente a la
demanda deducida por el doctor R. A. P. contra la Provincia
del Neuquén y condenar a ésta a abonarle la suma de
U$S13.211.664 con sujeción a los mecanismos previstos en
el régimen de consolidación provincial. II) Imponer las
costas en un 70% a la demandada y en el 30% restante a la
actora. III) Diferir el tratamiento del pedido de sanciones
procesales hasta que recaiga pronunciamiento firme en el
expediente 17.129 que tramita por ante el Juzgado Nacional
en lo Criminal y Correccional Federal n° 2.
Teniendo en cuenta la labor desarrollada en el principal y
de conformidad con lo dispuesto por los arts. 6° incs. a, b, c
y d; 7°, 9°, 12, 37 y 38 de la ley 21.839, se regulan los
honorarios del doctor R. A. P. en la suma de $...; los del
doctor R. D. H. en la de $...; los del doctor J. H. A. en la de
$...; los del doctor E. O. S. en la de $... y los del doctor M.
S. en la de $....
Asimismo, se regulan los honorarios del doctor D. R. H. en
las sumas de $... y $... y los del doctor R. A. P. en las
sumas de $... y $..., por los trabajos realizados con motivo
de la excepción de defecto legal y el planteo de
acumulación de procesos resueltos a fs. 388/389 y 771/773,
respectivamente (arts. 33, 39 y concs. de la ley citada).
En cuanto a la tarea cumplida en el incidente resuelto a fs.
926/927, se fija la retribución del doctor D. R. H. en la suma
de $... y los del doctor R. A. P. en la de $... (arts. 33, 39 y
concs. de la ley citada, modificada por la ley 24.432). Julio
S. Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor (en disidencia
parcial). — Carlos S. Fayt. — Augusto C. Belluscio. —
Enrique S. Petracchi. — Antonio Boggiano. — Guillermo A.
F. López. — Gustavo A. Bossert. — Adolfo R. Vázquez.
Disidencia parcial del doctor Moliné O'Connor:
Considerando: Que el infrascripto coincide con los
considerandos 1° y 3° al 16 inclusive del voto de la mayoría.
2. Que está fuera de toda discusión el derecho del doctor
P. a cobrar honorarios por su labor profesional en beneficio
de la provincia, en los términos del pacto de cuota litis
inserto en el convenio cuya copia obra a fs. 6/7 (confr.
manifestaciones de fs. 971 vta.).
En cambio, existen discrepancias acerca de dos temas
centrales. Uno de ellos consiste en determinar cuál ha sido
el modo y la oportunidad en que se produjo la cancelación
del crédito de la provincia; la dilucidación de este punto
permitirá — a su vez— establecer cuál ha sido el medio de
pago empleado a tal fin y resolver la excepción de falta de
legitimación activa argüida por la demandada. El otro
aspecto — íntimamente vinculado al anterior— radica en
discernir el sentido de la cláusula cuarta del pacto de cuota
litis, y determinar — en consecuencia— el porcentaje
aplicable, a los fines de cuantificar la retribución profesional
del demandante.
A fin de esclarecer dichos temas, es conveniente efectuar
ante todo una reseña — respetando, en lo posible, el orden
cronológico— de los actos y normas jurídicas más
relevantes para la solución del pleito.
17. Que despejados ya los interrogantes relacionados con
la cancelación de la acreencia provincial, cabe ahora
dilucidar la otra cuestión delimitada en el considerando
segundo, es decir, la referente al encuadre del medio de
pago empleado a aquel efecto (los bonos hidrocarburíferos)
dentro de las distintas previsiones contenidas en la cláusula
cuarta del contrato de actividad profesional.
A tales fines, debe tenerse presente que, como principio
general, los contratos deben celebrarse, interpretarse y
ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo que
verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender,
obrando con cuidado y previsión (Fallos: 311:971; 315:158;
319:469), de modo que, más que al sentido literal de los
vocablos empleados, debe atenderse al propósito o
intención común de las partes contratantes, para lo cual es
menester valorar las particulares circunstancias que
rodearon a la estipulación — sus antecedentes y conductas
sobrevinientes— , en orden a reconstruir el contexto
negocial que motivó la expresión de voluntad común en los
términos que se pretenden desentrañar.
En la referida cláusula, conviene recordar, las partes
habían acordado en establecer la "única y exclusiva
retribución" del doctor P. en "una suma de dinero
equivalente al diez por ciento del monto total de los créditos
que el Estado Nacional reconozca a la provincia en
concepto de diferencia impaga de regalías petroleras y
gasíferas", retribución que sería recibida por el profesional
"con las sumas de dinero que perciba la Provincia, en los
mismos plazos y condiciones que ésta, o sea en
oportunidad de cada efectivo pago".
Por otra parte, se había previsto "para el caso de que parte
del crédito declarado a favor de la Provincia haya de
cancelarse con prestaciones no dinerarias, este porcentaje
será del dos por ciento y se abonará en la medida de la
percepción del crédito"; y como un supuesto específico
dentro de esta hipótesis, se convino que en caso de
cancelarse la deuda "con la realización de obras públicas,
se abonará en la medida del avance de la obra y conforme
a su certificación".
Como primera apreciación, debe tenerse presente que el
contrato de asistencia profesional fue celebrado por las
partes del 27 de noviembre de 1987, en el contexto de una
realidad económica bien distinta de la imperante al
momento de la suscripción del acuerdo transaccional
presentado en la causa N.66.XXII (15/6/92), ello habida
cuenta de las profundas transformaciones operadas en el
ínterin, donde la reforma del Estado y la legislación de
emergencia sancionada en su consecuencia, introdujeron
cambios sustanciales en el régimen de pago de la deuda
pública.
Como adecuada pauta hermenéutica para indagar la
voluntad de los contratantes el contexto histórico de la
convención, es de utilidad apelar a los conceptos vertidos
por el doctor Federico Alberto Rúa, que como fiscal de
Estado representó a la provincia en la celebración del
contrato sub examine. Según la opinión del ex funcionario
provincial, para la época de la contratación, resultaba
evidente "que una deuda de esa naturaleza no podía llegar
a pagarse exclusivamente en dinero en efectivo, y que por
lo tanto el Estado Nacional debería acudir, como así
sucedió, a otra formas de solventar la misma". Agrega que
"fue por ello que se aceptó mencionar en el convenio
únicamente la expresión genérica de 'sumas de dinero', sin
especificación alguna de moneda, clase o forma
documental en donde constaran o se expresaran las
mismas, abarcándose con ello tanto los supuestos de pago
en efectivo como aquellos otros que se necesitasen para
poner en funcionamiento las variadas operaciones
crediticias que se preveían en el acuerdo de Salta o que se
instrumentasen en el futuro para solucionar el reclamo de
Neuquén"; y que "la posibilidad de que la provincia a su vez
pudiese poner en circulación económica los documentos
que recibiera como cancelación de su crédito nos llevó a
proveer una cláusula de equiparación en cuanto a que 'el
profesional cobraría en la misma forma y condiciones que
cobraba la Provincia', esto es, durante todo el tiempo que
llevara la puesta en circulación de los títulos de mayor o
menor liquidez que se fueron recibiendo o de las cuotas, en
caso de que el pago se materializara en cuotas".
En cuanto a la segunda parte del ya citado art. 4°, el ex
fiscal de Estado adujo que fue insertada en función de la
posibilidad — considerada en vista al convenio celebrado
con la Provincia de Salta— de que el Estado nacional
"entregase otros bienes, presumiblemente inmuebles, como
parte integrante del pago". Esta posibilidad había
suscitado — según sus dichos— la preocupación del
ejecutivo provincial, el que habría podido verse expuesto a
desembolsar "más dinero de la parte de mayor liquidez que
pudiera recibir contra un bien normalmente inmovilizado y
de difícil cuantificación económica". Así se tuvieron en
vista — como ejemplo— "la transferencia de un obra
hidroeléctrica, o la realización de una ruta en la
Provincia"..."en esos casos, evidentemente, como estaba
previsto que los profesionales cobraran siempre en dinero,
la Provincia al recibir un obra pública, ya sea realizada o en
curso de realización, debía desembolsar para pagar al
profesional, parte de las sumas de dinero
establecidas — del efectivo o de las operaciones de crédito
— pues no se podía suponer que la provincia vendiera la
ruta o el dique para pagar el juicio". Es por ello que, a juicio
del requerido, se previó un porcentaje menor en el art. 4° "in
fine", en el entendimiento de que se trataría de "una
hipótesis menor, y como complemento de pagos de mayor
liquidez que era lo que efectivamente interesaba a la
Provincia y al profesional". Habría sido en esta inteligencia
que se expresó en el convenio que se trataría de "parte del
crédito" y "este porcentaje sería respecto de esta parte del
crédito", entendiendo que esta doble limitación implicaba
para cada una de las partes reconocer desde el inicio
mismo de su relación, que esta alternativa de pago y el
porcentaje allí fijado eran aceptados únicamente en caso de
darse las condiciones previstas: la provincia sólo aceptaría
esos bienes como una parte parcial del pago y no como su
expresión total y el profesional aceptaba de antemano, en
ese caso, que el porcentaje a percibir mermara
sensiblemente pero sólo respecto de dicha parte (fs. 14/24).
Ahora bien, a la luz de esta interpretación auténtica
corresponde calificar al medio de pago empleado en la
cancelación del crédito principal que, como se adelantara
en el considerando 16, se produjo por la acreditación de los
bonos de consolidación de regalías producida el 12 de abril
de 1993. Estos títulos, consagrados como medio de
cancelación de las acreencias provinciales por el art. 19 de
la ley 24.145 y aceptado expresamente por la Provincia del
Neuquén por la ley 1990, constituyen valores de la deuda
pública nacional en dólares estadounidenses pagaderos en
pesos, escriturales, libremente transmisibles y cotizables en
las bolsas y mercados de valores del país (conf. dec.
54/93), que podrían ser empleados, a su valor nominal,
para la adquisición de las acciones clase "B" de Y.P.F.
Sociedad Anónima, para cancelar deudas con el Estado
nacional, para adquirir otros activos del Estado
nacional — que éste enajene total o parcialmente— o bien
a su valor de mercado para otras aplicaciones (conf. art.
19, ley 24.145).
Estos títulos constituyeron un medio de pago de origen
legal — sobreviniente al acuerdo de voluntades— y de
aptitud cancelatoria, en tanto su sola acreditación implicaba
la extinción por novación del crédito pertinente (conf. art. 2°,
dec. 54/93), con efectos análogos al bono de consolidación
establecido en la ley 23.982. Por ello, y en atención a las
características enunciadas ut supra , los bonos de
consolidación de regalías de hidrocarburos deben
considerarse encuadrados en el supuesto genérico de
retribución establecido en la referida cláusula cuarta. Ello no
importa desconocer las sustanciales diferencias que
ostentan respecto del dinero — entendido como la moneda
autorizada por el Estado que goza de curso forzoso y curso
legal— , mas no se trata en la especie de atenerse a la
rigurosa acepción técnica de los vocablos empleados, sino
de respetar el espíritu de un acuerdo, en el que se efectuó
una previsión excepcional para un supuesto de cancelación
parcial de las acreencias con activos de dificultosa o
imposible liquidación, circunstancia que justificaba — según
se ha visto— una merma sustancial de los honorarios
profesionales que, debiendo satisfacerse en dinero, de otro
modo hubieran redundado exclusivamente en desmedro de
la parte del pago efectuada en activos líquidos. En mérito a
lo expuesto, los bonos de consolidación deben asimilarse al
dinero en el caso específico — soslayando distinciones
conceptuales inconducentes para la decisión de la
controversia— , conclusión que resguarda la motivación y
finalidad real del acuerdo de voluntades, y por ende le
corresponde al demandante una participación del 10%
respecto del total de las acreencias reconocidas por el
Estado nacional a la Provincia del Neuquén en la causa
N.66.XXII, de trámite ante esta Corte.
18. Que la base de cálculo sobre la que debe aplicarse el
porcentaje indicado está constituida por el crédito
reconocido — y efectivamente abonado— por el Estado
nacional en favor de la Provincia del Neuquén, para el cual
se estableció como pauta "de referencia" un monto de
bonos de consolidación de regalías por valor nominal de
U$S614.000.000 (confr. fs. 73). También integra esa base
de cálculo el pago de intereses que realizó la Nación en
bonos de consolidación -ley 23.982 (Bocones) por un valor
nominal de U$S46.583.216 (confr. fs. 617 y 628 bis),
pues — como ya se indicó— ese pago reviste el carácter de
"accesorio de la deuda principal reconocida por regalías de
petróleo y gas" (art. 4°, dec. 2035/93) y debe seguir su
misma suerte.
Sin embargo, ello no implica que la provincia esté obligada
a abonar los honorarios del doctor P. mediante la cesión de
un porcentaje de los bonos nacionales, como pretende el
reclamante. En efecto, en el pacto de cuota litis se
estableció con claridad que el doctor P. habría de percibir
"como única y exclusiva retribución una suma de dinero"
equivalente al porcentaje que correspondiera (10% ó 2%,
según el caso) sobre el monto de los créditos reconocidos a
su cliente (confr. cláusula cuarta del contrato de actuación
profesional).
Por otra parte, las normas legales invocadas por el actor
en su demanda tampoco sustentan su pretensión de recibir
los bonos nacionales en pago de su crédito de honorarios,
pues los propios términos de aquellas normas indican que
el régimen de consolidación le otorga esa facultad a la
provincia, pero no la obliga a ello. Así, el art. 1° de la
ley 23.982 autoriza ("podrá") al acreedor del Estado
nacional cuyo crédito ha sido consolidado a abonar los
créditos por honorarios mediante la cesión de los derechos
emergentes de ese régimen. Del mismo modo, la ley
24.145 habilita ("podrán") a las provincias para cancelar con
los bonos allí previstos otras deudas, mas tampoco las
obliga a hacerlo.
En el sub examine la Provincia del Neuquén no sólo se ha
negado a ejercer esa facultad, sino que incluso ha invocado
las normas de la ley local 1947, mediante la cual se adhirió
al régimen de consolidación de deudas establecido en la ley
nacional 23.982 (conf. art. 19 de ésta), extremo que impone
a los interesados ajustarse a los mecanismos
administrativos previstos en el orden provincial a fin de
percibir los créditos afectados por tal sistema. Ello conduce
a dilucidar si la acreencia del doctor P. está alcanzada por
dicho régimen local.
En este orden de ideas, resulta irrelevante que la
conclusión del litigio entre la Nación y la Provincia del
Neuquén se haya producido con posterioridad a la "fecha
de corte" — como aduce el actor a fs. 948 — ya que lo que
debe indagarse es el momento o la época en que se
cumplió el hecho, acto o relación jurídica que engendró y
sirvió de fundamento a la obligación (art. 499, Cód. Civil).
En el caso y por tratarse de honorarios profesionales, su
causa está dada por la prestación de los servicios que el
doctor P. se comprometió a efectuar "tanto en sede
administrativa como judicial" en los términos previstos en el
contrato cuya copia obra a fs. 6/7 vta.
19. Que esos servicios están descriptos en la demanda
(ver, en especial fs. 29/31 vta.). Allí el actor indica que
presentó el reclamo administrativo ante la Procuración del
Tesoro de la Nación en diciembre de 1987 — aunque había
comenzado a prepararlo con anterioridad a la concreción de
su vínculo con la provincia— . Relata también que redactó y
diligenció oficios a fin de producir la prueba
informativa — que "supera el metro de altura" y tiene "un
peso del orden de los 20 kilos de papel"— . Luego debió
evaluar esa prueba, y todo ello le insumió "más de seis
meses de intensa gestión"; asimismo pidió y obtuvo una
reunión plenaria de la Comisión de Transacciones
Judiciales. Puntualiza que en el año 1988 patrocinó a la
provincia en la demanda judicial que dio origen a la causa
N.66.XXII, sin perjuicio de mantener las gestiones en sede
administrativa. Menciona su participación en audiencias
judiciales — celebradas en marzo, abril y noviembre de
1990— como así también en "gestiones y reuniones
extrajudiciales". Igualmente dice haber formado parte de
grupos de trabajo que se reunieron en la Procuración del
Tesoro en ocho oportunidades, entre abril y agosto de
1990, y que participó en negociaciones mantenidas con el
Ministerio de Economía de la Nación a partir de enero de
1990.
De esta reseña, como así también del examen de la causa
N.66.XXII (ofrecida como prueba junto con su
correspondiente documentación reservada) se desprende
que la actividad profesional del doctor P. en favor de la
Provincia del Neuquén se desarrolló sustancialmente con
anterioridad al 1° de abril de 1991. Su única presentación
en dicho expediente posterior a esa fecha es un escrito del
27 de noviembre de 1991 — carente de significación en
comparación con la profusa tarea descripta
precedentemente— en el que las partes se limitan a "dar
cuenta que se mantiene...el estado negocial", sin hacer
referencia a ninguna gestión en concreto en la que pudiera
haber participado el doctor P. en dicho lapso. A
continuación el apoderado de la provincia (doctor S. H.)
denuncia la celebración del acuerdo transaccional con el
Estado nacional, en cuya redacción final y firma no tuvo
participación el aquí reclamante (confr. fs. 148/ 150 de la
causa N.66.XXII, y 937 vta. "in fine" de estas actuaciones).
Cabe entonces concluir en que el crédito del doctor P. es
de causa o título anterior al 1° de abril de 1991 y,
consecuentemente, se encuentra afectado por el régimen
de consolidación provincial.
20. Que como corolario de todo lo hasta aquí expuesto, la
demanda ha de prosperar por la suma de U$S 66.058.321,
cuyo pago quedará sujeto a los mecanismos previstos en el
régimen de consolidación provincial.
21. Que el actor solicitó reiteradamente la imposición de
sanciones por temeridad y malicia tanto a la contraparte
como a los letrados que la representaron y patrocinaron en
este juicio, es decir los doctores S. y A., invocando como
motivo — entre otros— la supuesta utilización en el pleito
de documentación falsa, lo que a su vez dio lugar al
proceso penal antes referido. Allí el doctor P. ha querellado
a los citados profesionales por el presunto "delito de estafa
procesal cometido contra este Alto Tribunal mediante el
reiterado uso de documentación pública de contenido falso"
(confr. fs. 941/941 vta.).
De tal modo resulta que la cuestión relativa a la conducta
procesal de la demandada y de sus letrados se encuentra
íntimamente vinculada al resultado del proceso criminal, por
lo que corresponde diferir el tratamiento de dicho tema
hasta que recaiga pronunciamiento firme en el expediente
penal (art. 1101, Cód. Civil).
Por ello, se decide: I) Hacer lugar a la demanda deducida
por el doctor R. A. P. contra la Provincia del Neuquén y
condenar a ésta a abonarle la suma de U$S66.058.321 con
sujeción a los mecanismos previstos en el régimen de
consolidación provincial. II) Con costas (art. 68, Cód.
Procesal Civil y Comercial de la Nación). III) Diferir el
tratamiento del pedido de sanciones procesales hasta que
recaiga pronunciamiento firme en el expediente 17.129, que
tramita por ante el Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal n° 2. — Eduardo Moliné O'Connor .

CSJN, 11/10/2001, "Alberto Martino S.A.


c. Distribuidora Rades S.A. y otro", Fallos: 324:3414.
Sumarios
1. Debe dejarse sin efecto la sentencia que hizo lugar al
reclamo por diferencias por períodos locativos posteriores al
1° de abril de 1991, ya que los jueces asignaron a una
cláusula del contrato un alcance reñido con la literalidad de
sus términos y la clara intención de las partes,
prescindiendo de la ley federal 23.928 que rige el caso (Del
voto en disidencia del Dr. Boggiano. La mayoría declaró
inadmisible el recurso por aplicación del art. 280 del Código
Procesal).
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador General
Suprema Corte:
-I-
Contra la decisión de la Sala G de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, que confirmó el pronunciamiento de
primera instancia que condenó a la parte demandada, en su
carácter de locataria de una estación de servicio, a pagar a
la actora diferencias devengadas correspondientes a
períodos locativos posteriores a abril de 1991, resultantes
de aplicar cláusulas contractuales, que, según interpretó, no
incluían un mecanismo de actualización monetaria, la
accionada interpuso el recurso extraordinario de fojas
1078/1096 — de los autos principales a los que me referiré
en lo sucesivo, salvo indicación en contrario— , cuya
denegatoria de fs. 1114, dio lugar a la presente queja.
La recurrente admite, primero, que la controversia que
origina este juicio gira en torno a la interpretación que debe
dársele a la cláusula cuarta del contrato que celebraron las
partes. Sostiene que en esa oportunidad se previó un
mecanismo de actualización monetaria del precio de la
locación, sistema que perdió operatividad a partir del 1° de
abril de 1991, fecha en que entró en vigencia la ley de
convertibilidad 23.928. Sin embargo, la sentencia que ataca
sostuvo que la mencionada cláusula incluye en realidad una
forma de determinación de precio que no contiene ninguna
previsión inflacionaria y que, por lo tanto, no está alcanzada
por la mencionada normativa.
Atribuye arbitrariedad al pronunciamiento que apela pues,
según indica en primer lugar, prescinde de la consideración
correcta y rigurosa de prueba testimonial conducente que
reseña, incurriendo, según indica, en un apartamiento de
constancias objetivas del proceso. En segundo lugar,
porque omite decidir cuestiones oportunamente planteadas,
tales como que deudas de valor como la aquí considerada,
están comprendidas en las prohibiciones indexatorias a que
se refiere la citada ley de convertibilidad.
Puntualiza que la cuestión es de significativa importancia,
ya que, encontrándose, reitera, en tela de juicio la
interpretación de un contrato, los jueces de cámara
debieron haber estudiado el contexto hiperinflacionario en el
que se desenvolvía el país en 1990, situación que le
hubiera permitido concluir que dos comerciantes del nivel y
experiencia de los que son parte en este juicio, no pudieron
celebrar un contrato, en tales circunstancias, sin prever una
cláusula de ajuste o estabilización de precios.
Pone finalmente de resalto que la doctrina que emana del
fallo ha puesto en tela de juicio la aplicación de una norma
de carácter federal como es la mencionada ley de
convertibilidad.
-II-
El recurso extraordinario resulta procedente, toda vez que
más allá de la manifestación de las partes en torno a que
en autos se discute la interpretación que cabe dar a una
cláusula contractual que establece el modo de
determinación del precio de alquiler del inmueble, resulta
meridianamente claro que lo que se encuentra en tela de
juicio, en último término es determinar si la citada cláusula
pactada entre las partes, se halla regida o alcanzada por las
previsiones de la llamada Ley de Convertibilidad 23.928, de
indudable naturaleza federal, cuya inteligencia por ende
cabe determinar.
En tal orden de ideas, cabe señalar que es deber y
facultad de los jueces resolver los conflictos y dirimirlos
según el derecho aplicable, calificando autónomamente la
realidad fáctica y subsumiéndola en las normas jurídicas,
con prescindencia de los fundamentos que enuncien las
partes (Fallos: 298:429 y muchos otros).
En mi parecer, más allá del auxilio que puede prestar al
sentenciador la prueba rendida en autos a los fines de
incorporar elementos de juicio que le permitan realizar el
adecuado análisis de la cláusula contractual, materia ésta
que resulta por principio ajena al remedio excepcional, el
tema central a dirimir, es si resulta correcta la inteligencia
otorgada por el a quo a la norma federal invocada para
concluir que el modo de ajuste contenido en la cláusula
contractual no se halla previsto por la citada disposición, lo
cual obliga, como dijo, a la interpretación de la norma
federal para determinar si rige el caso y se habilita por ende
el remedio intentado (art. 14, inc. 3°, de la ley 48).
En tales condiciones, estimo que, de los elementos de
juicio objetivos incorporados a la causa, tales como el literal
texto de la cláusula cuarta que señala que el precio de la
locación se fija "...en la suma de dinero equivalente a...", la
indiscutible variación que en más se produjo con el correr
del tiempo del monto dinerario del canon locativo, tema éste
que es la razón de ser del conflicto suscitado entre las
partes, y que tal alteración deriva, no de una pauta regular
ya prefijada, sino que depende de la modificación que
pudiera sufrir, como efectivamente sucedió, de un precio,
por decisiones ajenas a los contratantes, tales como las que
pueda tomar la Secretaría de Energía, o cualquier otro
organismo estatal, cual es el costo de la nafta súper,
tomando como elemento indicativo básico para llegar a la
determinación del alquiler, se desprende que la intención de
las partes traducida en la cláusula contractual, ha sido la de
sujetar el precio de la locación a una variable de ajuste.
Desde tal punto de vista, cabe señalar que de un
adecuado y sistemático análisis de la totalidad de las
normas de la ley 23.982, se desprende que la intención del
legislador al sancionar la llamada Ley de Convertibilidad, ha
sido, además de fijar el valor del papel moneda, la de evitar
la alteración o ajuste de los valores nominales de las
obligaciones asumidas o que se asuman a partir de su
entrada en vigencia (art.7°), y para ello estableció la
prohibición de aplicar o introducir, además de las
comúnmente llamadas cláusulas de actualización, el ajuste
por variación de precios o de costos.
Tiene dicho V.E. que la tarea de interpretación y aplicación
de las leyes requiere no aislar cada artículo y cada ley sólo
por su fin inmediato y concreto, sino que todas han de
entenderse teniendo en cuenta los fines de las demás y
como dirigidas a colaborar en su ordenada estructuración,
desde que de lo contrario las disposiciones imperativas
estarían sujetas o a merced de cualquier artificio dirigido a
soslayarlas, en perjuicio del valor que se tuvo en mira
proteger (Fallos: 340:1340).
En tal inteligencia, y a la luz de los diversos supuestos
previstos en la ley 23.982, claramente se desprende que el
mencionado art. 7° comprende a la cláusula contractual en
discusión, la cual queda sujeta por tanto a las previsiones
de los arts. 8, 9 y 10 de la mencionada norma de orden
público y por ello de aplicación obligatoria.
Así lo pienso, por cuanto como lo señala el recurrente, la
adecuación del valor dinerario de una prestación, no sólo
puede derivarse de una fórmula que atienda a la
modificación que han sufrido diversos precios, caso en el
cual estaríamos sin dudas frente a un índice confeccionado
en base a las variaciones en más o menos de un conjunto
de ellos, sino también el de la modificación de uno, como es
el caso de autos y que constituye sin margen de duda
alguna, un modo de ajuste del precio.
Por lo expuesto, y en virtud de los amplios conceptos de la
ley referida (art. 7° "...cualquiera fuera la causa...");
tendientes a privilegiar el valor nominal de la moneda
frustrando cualquier variación de los precios contractuales,
opino que corresponde hacer lugar al recurso de queja,
conceder el recurso extraordinario y revocar el decisorio
apelado. Buenos Aires, 31 de julio de 2000. — Nicolás
Eduardo Becerra.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 11 de octubre de 2001.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido la Compañía
General de Combustibles Sociedad Anónima en la causa
Alberto Martino S.A. c. Distribuidora Rades S.A. y otro",
para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
Que el recurso extraordinario, cuya denegación origina la
presente queja, es inadmisible (art. 280 del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, y habiendo dictaminado el señor Procurador
General, se desestima esta presentación directa y se da por
perdido el depósito. Notifíquese y archívese, previa
devolución de los autos principales.
Julio S. Nazareno. — Eduardo Moliné O'Connor. —
Augusto César Belluscio. — Antonio Boggiano (en
disidencia). — Gustavo A. Bossert. — Adolfo Roberto
Vázquez.
Disidencia del señor ministro doctor don Antonio Boggiano
Considerando:
1°) Que la Sala G de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil, al confirmar la sentencia de primera instancia,
hizo lugar al reclamo por diferencias por períodos locativos
posteriores al 1° de abril de 1991. Contra dicho
pronunciamiento la demandada interpuso el recurso
extraordinario cuya denegación dio origen a la presente
queja.
2°) Que los agravios de la apelante suscitan cuestión
federal bastante para habilitar la instancia, pues los jueces
asignaron a una cláusula del contrato un alcance reñido con
la literalidad de sus términos y la clara intención de las
partes (Fallos: 306:85; 311:1337; 312:1458, entre otros), lo
que condujo a prescindir de la ley federal 23.928 que rige el
caso.
3°) Que, en efecto, de acuerdo con la cláusula cuarta del
contrato, el precio mensual de la locación se fijó en una
suma de dinero equivalente a la bonificación de
determinada cantidad de litros de nafta super establecido
por la Secretaría de Energía de la Nación o "del organismo
estatal que en el futuro la reemplace" o, en su defecto, en
un promedio del precio de venta que debía multiplicarse por
la cantidad antes aludida (conf. copia obrante a fs. 5/9 de
los autos principales y originales reservados).
4°) Que las palabras empleadas en la cláusula en examen,
entendidas según el sentido que les da el uso general
(art.217 del Código de Comercio), no dejan lugar a dudas
de que el alquiler estaba supeditado a la variación del
precio del combustible. En consecuencia, por ser las
expresiones utilizadas claras y terminantes, sólo cabe
limitarse a su aplicación, sin que resulte necesaria una labor
hermenéutica adicional (Fallos: 307:2216; 314:363, entre
otros).
5°) Que, en tales condiciones, resultan aplicables en la
especie los arts.7, 9 y 10 de la ley 23.928. El primero, veda
"la actualización monetaria, indexación por precios,
variación de costos, o repotenciación dedeudas, cualquiera
fuese su causa" con posterioridad al 1° de abril de 1991 y
declara inaplicables "las disposiciones contractuales o
convencionales que contravinieren lo dispuesto". El
segundo, establece que el precio del alquiler por el período
posterior a la convertibilidad del austral, se determinará por
los mecanismos previstos contractualmente, salvo que
dicho ajuste fuera superior en más de un doce por ciento
(12%) anual al que surja de la evolución de la cotización del
austral en dólares estadounidenses entre su origen o el
mes de mayo de 1990, lo que fuere posterior, y el 1° del
mes de abril de 1991. "En este último caso la obligación de
quien debe pagar la suma de dinero, se cancelará con la
cantidad de australes que corresponda a la actualización
por la evolución del dólar estadounidense por el período
indicado, con más un doce por ciento (12%) anual, siéndole
inoponibles las estipulaciones o condiciones originales". El
precepto citado en último término deroga toda norma que
autoriza la indexación respecto de relaciones jurídicas
existentes e impide invocar cláusulas contractuales en
contrario.
6°) Que, por lo demás, resulta aplicable la doctrina de
Fallos: 319:1537, a cuyos fundamentos y conclusiones, en
lo pertinente, corresponde remitir en razón de brevedad.
Por ello, y lo concordemente dictaminado por el señor
Procurador General, se declara procedente la queja y el
recurso extraordinario interpuestos y se deja sin efecto la
sentencia apelada. Con costas (art. 68 del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación). Vuelvan los autos al tribunal
de origen a fin de que, por medio de quien corresponda, se
dicte un nuevo fallo con arreglo al presente. Agréguese la
queja al principal. Reintégrese el depósito de fs. 47.
Notifíquese y remítase.
— Antonio Boggiano.

CSJN, 31/10/2006, "American Jet S.A. c. Provincia de


Entre Ríos y/o quien resulte responsable", Fallos:
329:4789. Hechos
Una sociedad dedicada al transporte aéreo no regular
demandó a la Provincia de Entre Ríos por cobro de una
suma de dinero correspondiente al precio de los vuelos
mediante los cuales transportó al gobernador. La
provincia se opuso al reclamo afirmando que los vuelos
no se realizaron. Posteriormente, la actora dirigió la
pretensión contra quien era gobernador de la provincia al
tiempo en que se realizaron los viajes en cuestión. El ex
gobernador interpuso excepción de falta de legitimación
pasiva. La Corte Suprema admite la defensa opuesta por
el ex gobernador y el reclamo respecto de la provincia,
más intereses.
Sumarios
1. Si bien el art. 1191, Cód. Civil prevé como regla general
que los contratos que tengan una forma prescripta por la ley
deben ser probados exclusivamente mediante ese modo,
contempla como excepción, entre otros, el supuesto en que
una de las partes haya recibido alguna prestación y se
negare a cumplir con la que está a su cargo, vale decir
cuando haya habido un principio de cumplimiento, caso en
el cual son admisibles todos los medios de prueba.
2. Los hechos que importan principio de ejecución de las
prestaciones comprometidas en un contrato, no tienen
limitación alguna en cuanto a su prueba.
3. La conducta de las partes constituye base cierta de
interpretación del vínculo jurídico que las une.
4. Probada la realización de un servicio de transporte aéreo,
que éste fue requerido por un funcionario provincial en
ejercicio de sus atribuciones y que fue prestado al entonces
gobernador en su carácter derepresentante legal del estado
local, corresponde imputar a éste la condición de parte
sustancial en la relación jurídica y, en consecuencia, admitir
a su respecto la demanda por cobro de sumas de dinero,
excluyendo de tal modo a la mencionada persona física que
fue codemandada, quien es ajena a la relación contractual.
5. Es improcedente la compensación por depreciación
monetaria solicitada por la actora respecto de las sumas de
dinero detalladas en las facturas acompañadas, ya que un
reclamo de esa naturaleza es incompatible con el principio
nominalista que para las obligaciones de dar sumas de
dinero consagra el art. 619, Código Civil, máxime cuando
ese repudio a todo tipo de reajuste fue explícitamente
reiterado por los arts. 7 y 10 de la ley 23.928 (Adla, LI-B,
1752), que para los casos de créditos exigidos en moneda
nacional, no han sido modificados por la ley 25.561 (Adla,
LXII-A, 44).
6. Tratándose del cobro de facturas impagas reclamado a
una provincia, la tasa de interés aplicable hasta el 31 de
diciembre de 1999 es la pasiva promedio que publica
mensualmente el Banco Central de la República Argentina,
mientras que a partir de ese momento y hasta el efectivo
pago, se aplicará la que corresponda según la legislación
que resulte aplicable.
7. Tratándose del cobro de facturas impagas reclamado a
una provincia, la tasa de interés aplicable hasta el 31 de
diciembre de 1999 es la que percibe el Banco de la Nación
Argentina en sus operaciones ordinarias de descuento,
mientras que a partir de ese momento y hasta el efectivo
pago, se aplicará la que corresponda según la legislación
que resulte aplicable. (Del voto en disidencia parcial de los
doctores Petracchi y Lorenzetti).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, octubre 31 de 2006.
Resulta: I) A fs. 25/27 se presenta American Jet S.A. e
inicia demanda contra la Provincia de Entre Ríos y quien
resulte responsable, a fin de que se lo condene a pagar la
suma de veintiocho mil doscientos sesenta pesos ($
28.260), con más la actualización monetaria y los
correspondientes intereses.
Dice que es una empresa de transporte aéreo no regular y
que entre los días 9 de noviembre y 1° de diciembre de
1999 realizó seis vuelos a requerimiento de la Provincia de
Entre Ríos, cuyos itinerarios e importes se encuentran
detallados en las facturas que se acompañan. En este
sentido, aclara que las solicitudes fueron realizadas por el
director de ceremonial de la gobernación, señor Rafael
Arancibia, a fin de transportar al entonces gobernador de la
provincia, señor Jorge A. Busti, y a su comitiva a la Capital
Federal.
Manifiesta que dichos instrumentos, obrantes a fs. 6/11,
fueron presentados para su verificación ante el Ministerio de
Economía, Obras y Servicios Públicos provincial, por lo que
al no haber sido impugnados constituyen un reconocimiento
de deuda según los arts. 474 del Código de Comercio y 919
del Código Civil.
Funda su derecho en las disposiciones del Título VI del
Código Aeronáutico y en la Convención de Varsovia de
1929. Cita jurisprudencia que considera aplicable y, en
subsidio, interpone la demanda contra los señores Jorge P.
Busti y Rafael Arancibia (fs. 26/26 vta.). Concluye que su
parte realizó los vuelos sin percibir el pago correspondiente
por ninguno de los obligados.
II) A fs. 71/73 se presenta la Provincia de Entre Ríos y
contesta la demanda. Niega los hechos allí expuestos y
solicita su rechazo.
Sostiene que el 24 de diciembre de 1999 la legislatura
provincial sancionó la ley 9235, por la que declaró la
situación de déficit de las cuentas públicas para el ejercicio
fiscal de 1999, como causal de fuerza mayor en la
administración pública provincial (art. 1). Asimismo fijó un
mecanismo único y específico para la verificación de las
deudas contraídas por la provincia hasta el 10 de diciembre
de 1999, y para ello dispuso la creación de la Comisión de
Verificación de Créditos, ante la cual debían presentarse
quienes invocaban la calidad de acreedores (art. 11).
Expone que la actora consintió el procedimiento de la ley y
presentó su crédito al iniciar el expediente administrativo
238.931/00, situación ésta que es reconocida en el escrito
de demanda y sobre la cual no se formuló, oportunamente,
reserva alguna. Agrega que la compañía aérea omitió
presentar copia certificada del contrato o acto administrativo
pertinente que diera origen a la deuda (art. 13, inc. b).
En este sentido, manifiesta que la presentación de la
demandante fue voluntaria y sin reservas, motivo por el cual
no puede alegar la presunta falta de impugnación de las
facturas en tiempo oportuno, ya que conocía los requisitos
que exigía la ley al acreedor que pretendía hacer valer su
derecho al cobro del crédito.
En otro orden de ideas, explica que la referida comisión
observó que la actora no realizó vuelo alguno el 9 de
noviembre de 1999, que el 25 del mismo mes sólo hizo uno,
y que en relación a los demás días no acompañó la nómina
de los pasajeros.
Reitera que la demandante no adjuntó el acto
administrativo de la contratación que invoca ni existió
constancia de los vuelos cuyo cobro persigue. Agrega que
en el caso de que los servicios de transporte se hubieran
realizado, lo que niega una vez más, existiría un
sobreprecio que obligaría a la equitativa modificación de la
deuda reclamada, conforme a la pauta que establece el art.
18 de la ley antes citada. Acompaña los antecedentes
administrativos de la causa. Solicita el rechazo de la
demanda, con costas.
III) A fs. 76/77 la actora contesta el traslado y desconoce la
prueba documental acompañada por la Provincia de Entre
Ríos.
IV) A fs. 79/80 la demandante solicita que se dirija la
pretensión contra el entonces gobernador de la Provincia de
Entre Ríos, señor Jorge Pedro Busti, en tanto fue
transportado junto con su comitiva en los viajes cuya
contraprestación reclama, y reitera el pedido de declaración
de inconstitucionalidad de la ley provincial de déficit de las
cuentas públicas locales. A fs. 84 vta. se tiene por ampliada
la pretensión.
V) A fs. 117/128 se presenta Jorge P. Busti, opone la
excepción de falta de legitimación pasiva y contesta
subsidiariamente la demanda. Sostiene, con relación a la
defensa interpuesta como de previo y especial
pronunciamiento, que viajó como gobernador de la
provincia junto a su comitiva en los vuelos y en los días
indicados en la demanda. Alega que la obligada al pago es
la Provincia de Entre Ríos, a cuyo nombre, incluso, están
las facturas, y agrega que la propia actora reconoció en el
escrito de demanda que contrató con el Estado provincial.
Desconoce la autenticidad de las facturas de fs. 6/11, de
los avisos de recibos de fs. 12/15 y de los documentos que
se acompañan a fs. 16/21. Por otra parte, niega adeudar a
la actora la suma reclamada en autos, así como también
desconoce la existencia del expediente administrativo
238.931/00, que las facturas hayan sido presentadas para
su cobro mediante carta certificada, que la verificación del
crédito haya sido pedida por el Estado provincial, haber
contratado a título personal los vuelos referidos y haberse
beneficiado con ellos.
Relata las reuniones de trabajo que mantuvo como
gobernador con distintos funcionarios en la Capital Federal
los días 9, 10, 16, 17, 25 de noviembre y 1° de diciembre de
1999. Solicita que se rechace la demanda, con costas.
Corrido el traslado pertinente de la excepción, la actora pide
su rechazo a fs. 132/135; a fs. 136 se decidió diferir el
examen de esta defensa para el momento de dictar
sentencia definitiva.
VI) A fs. 356/360, puntos II a V, la actora solicita un
reajuste del monto demandado sobre la base de la
depreciación que la moneda nacional tuvo en relación con
el dólar estadounidense y por ser esta última la moneda
utilizada en la confección de las facturas. Dice que la
sanción de la ley 25.561 "proyecta sus consecuencias sobre
el monto reclamado".
Asimismo, peticiona la indemnización suplementaria
del art. 521 del Código Civil (fs. 359).
VII) A fs. 28/29 y 390/391 dictaminan la señora
Procuradora General substituta y el señor Procurador Fiscal
subrogante sobre la competencia del Tribunal y las
cuestiones federales planteadas en el sub lite ,
respectivamente.
Considerando: 1°) Que este juicio es de la competencia
originaria de esta Corte (arts. 116 y 117 de la Constitución
Nacional).
2°) Que American Jet S.A. demanda a la Provincia de
Entre Ríos y al ex gobernador de esa provincia, señor Jorge
P. Busti, por el cobro de las facturas que acompaña a
fs. 6/11. La primera niega la prestación del servicio por la
actora (fs. 71/73); mientras que Busti opone la excepción de
falta de legitimación pasiva toda vez que, si bien reconoce
que efectuó los viajes junto a su comitiva, lo hizo en su
calidad de funcionario público cumpliendo misiones oficiales
(fs. 118/122).
3°) Que en el caso resultan aplicables las disposiciones de
los arts. 93 y 113 del Código Aeronáutico. En efecto, el
primero señala que una de las especies de servicio de
transporte aéreo de pasajeros es el que denomina como no
regular, entendiéndose por tal al que se realiza sin sujeción
a itinerario y horario prefijados; y el segundo que esta clase
de contratos debe probarse por escrito. En este sentido, y
frente al reenvío a las normas generales, cabe señalar que
si bien el art. 1191 del Código Civil prevé como regla
general que los contratos que tengan una forma prescripta
por la ley deben ser probados exclusivamente mediante ese
modo, contempla como excepción, entre otros, el supuesto
en que una de las partes haya recibido alguna prestación y
se negare a cumplir con la que está a su cargo, vale decir
cuando haya habido un principio de cumplimiento del
contrato, caso en el cual son admisibles todos los medios
de prueba. En efecto, los hechos que constituyeron
principio de ejecución de las prestaciones comprometidas
no pueden tener limitación alguna en cuanto a su prueba.
4°) Que a fin de dilucidar si existió la relación jurídica
invocada por la actora, es necesario recordar que es
principio arraigado por la buena doctrina de los autores y de
los precedentes jurisprudenciales, que la conducta de las
partes constituye base cierta de interpretación del vínculo
jurídico que une a las partes (Fallos: 262:87; 302:242;
316:3199; 317:1598 y 324:711).
5°) Que en el precedente de Fallos: 317:534, considerando
2°, este Tribunal ha señalado que quien ejerce el poder de
representación de las provincias es su gobernador,
reiterando así lo ya expuesto en Fallos: 100:65 y 307:2249.
Ese criterio se compadece con el principio de derecho
público que surge del art. 128 de la Constitución Nacional,
con arreglo al cual aquellos mandatarios tienen dicha
atribución en las relaciones de esos estados con el
gobierno federal.
6°) Que de las constancias de autos surge que los vuelos
cuya contraprestación se reclama se realizaron
efectivamente por American Jet S.A. para trasladar, entre
noviembre y diciembre de 1999, al entonces gobernador de
la provincia Jorge P. Busti y a su comitiva a la Capital
Federal. En este sentido, resultan relevantes para decidir el
caso las declaraciones testificales de los ex funcionarios
provinciales; así como la prueba informativa acompañada.
7°) Que, en efecto, el testigo Rafael Arancibia declaró a
fs. 286/289 que cumplió funciones en el cargo de director
de ceremonial de la gobernación entre 1995 y 1999 y era
responsable de organizar todos los actos públicos del
gobernador. Señaló que la dirección de ceremonial era "el
órgano competente" para realizar las contrataciones, las
que se realizaban por medio de una orden de servicio. Esta
última era una nota con membrete, sellada y firmada por él,
por medio de la cual se pedía el servicio, en la que
constaban además la fecha, el lugar de destino y los
pasajeros que viajaban.
Explicó que el expediente se iniciaba en el organismo a su
cargo con la referida orden, a la que después de realizado
el servicio se agregaba la factura y una "orden" suya con el
objeto de efectuar el futuro pago, para pasar después al
servicio administrativo contable. Aclaró que nunca contrató
un avión a nombre de Jorge P. Busti, sino que la
participación del testigo se hizo en nombre de la
gobernación de la provincia. Indicó que respecto a los
transportes cuestionados en autos se siguió el proceso
habitual de contratación: la orden de servicio, la factura
original —n o podía ser por medio de fax—, el expediente y
el trámite habitual de pago.
Señaló con relación a los vuelos de autos que no se pudo
realizar la "constatación de pago" por el cambio de gobierno
el 10 de diciembre de 1999, y que hasta entonces los
servicios se habían abonado sin objeción alguna del
Tribunal de Cuentas o de la Fiscalía de Estado provincial.
Admitió que cuando se inició la relación con la actora le
indicó que las facturas debían emitirse a nombre del
gobierno de la Provincia de Entre Ríos, porque la
contratación se hacía en representación de ella.
Respecto a las constancias de las contrataciones, agregó
que ellas surgían de los expedientes que debían estar en la
gobernación y de los archivos del pedido, cuyas copias
debían estar en la dirección de ceremonial. Por último, dijo
que la relación con la empresa American Jet S.A. tuvo una
continuidad de tres años y continuó hasta el último día de
gestión.
8°) Que de manera coincidente, el testigo Alejandro Bahler
manifestó que se desempeñó como subsecretario de
Turismo provincial en 1999, y que viajó con el gobernador
Busti los días 16, 17 y 25 de noviembre con motivo de la
firma de un convenio de reciprocidad turística. Admitió
además que en esa ocasión mantuvieron diversas
reuniones de trabajo con el presidente del Banco de la
Provincia de Buenos Aires y el gerente de Bapro Turismo
(ver fs. 284/285 y nota de fs. 93).
Por su parte, Raúl Armando Rico dijo que se desempeñó
como secretario de energía de la provincia y sostuvo que el
1° de diciembre de 1999 acompañó al gobernador por una
reunión de trabajo en la empresa Gas-Nea S.A., encargada
de distribuir el gas en la provincia (fs. 314 y nota de fs. 99).
9°) Que lo expuesto se encuentra asimismo corroborado
por los informes de los presidentes de la Cámara de
Exportadores de Citrus del NEA y de la Cámara de
Industriales Arroceros de Entre Ríos (CIAER), en los cuales
se manifiesta que los días 16 y 17 de noviembre el
gobernador Busti viajó a la Capital Federal junto con
representantes del sector del arroz y "citrícolas"
entrerrianos, a fin de realizar diversas gestiones ante
entidades crediticias para obtener el financiamiento de
estas áreas (fs. 91 y 92).
10) Que, por otra parte, resultan igualmente ilustrativas las
copias de los periódicos agregados a fs. 85/90, 94/98, cuya
autenticidad se reconoció a fs. 200, 230 y 277, que
acreditan de manera suficiente que Busti realizó los vuelos
como gobernador de la provincia y no a título personal.
11) Que, asimismo, todo este marco probatorio es
corroborado por la declaración del gobernador Busti, que a
fs. 125/126 afirma, con referencia a uno de los vuelos cuya
contraprestación es reclamada en esta causa, que el 9 de
noviembre viajó a la Capital Federal pues al día siguiente
tenía una reunión con el entonces presidente de la Nación
doctor Carlos Saúl Menem y otros gobernadores a fin de
tratar la ley de presupuesto del año 2000 y la ley de
coparticipación federal. Asimismo se ocupó de la situación
de los trabajadores del Ferrocarril Urquiza y del dragado del
río Uruguay.
Igual motivo tuvo el viaje del 16 de noviembre, cuyo
regreso fue el día 17. En esa oportunidad, acompañó a
representantes del sector agropecuario y productivo
provincial a distintas reuniones de las que dan cuenta los
informes mencionados en el considerando 9°. Con relación
a los vuelos del 25 de noviembre (ida y vuelta en el día)
admitió que continuó con las gestiones por la ley de
presupuesto (fs. 372 vta.) y el 1° de diciembre se reunió con
el secretario de energía provincial, Raúl A. Rico, y el
presidente de Gas-Nea S.A., Pierre Pérez, a fin de tratar
temas inherentes a las redes de distribución domiciliaria de
gas natural de los distintos municipios de la provincia.
12) Que en atención a los elementos de convicción
señalados y con arreglo a lo decidido por esta Corte en un
asunto substancialmente análogo (causa "American Jet
S.A.", Fallos: 314:711, considerando 3?), corresponde tener
por acreditada la relación jurídica invocada por la actora con
la Provincia de Entre Ríos. En efecto, ha quedado probado
que dicho Estado solicitó el servicio que motiva la demanda
mediante la intervención de un funcionario
público local que, en ejercicio de sus atribuciones, solicitó la
realización de un transporte aéreo cuyo pasajero era el
gobernador y representante legal de la provincia,
presupuesto fáctico que basta para considerar que el
Estado demandado se encuentra obligado al pago de las
facturas que se reclaman.
Por otra parte, es de destacar que el Estado provincial sólo
se limitó a negar el servicio que se denuncia y que los
vuelos se hubieran realizado por el entonces gobernador
con un fin oficial (fs. 71 vta./ 73), no obstante que por su
especial posicionamiento frente a la realidad de lo
acontecido y su preferente acceso a los medios apropiados
de convicción, debió probar que el representante de la
provincia contrató los vuelos a título personal y con un
destino absolutamente extraño al ejercicio de sus funciones,
carga que en modo alguno satisfizo.
En consecuencia, probada la realización del servicio aéreo,
que éste fue requerido por un funcionario provincial en
ejercicio de sus atribuciones y que fue prestado al
codemandado Busti en su carácter de
representante legal de la provincia, corresponde imputar la
condición de parte substancial de la relación jurídica a la
Provincia de Entre Ríos y, en consecuencia, hacer lugar a
la demanda contra dicho Estado local.
13) Que el procedimiento establecido por la ley 9235 para
la verificación de las deudas contraídas por la provincia
hasta el 10 de diciembre de 1999, no obsta al progreso de
la acción, pues no constituye una condición para el inicio
del reclamo judicial sino que, por el contrario, regula el
trámite que deben cumplir los acreedores que pretendan
cobrar sus créditos en la instancia administrativa.
14) Que la conclusión alcanzada en el considerando 12
impide que igual condición se pueda predicar del
codemandado Busti (conf. doctrina del art. 1946 del Código
Civil), que por ende es un tercero ajeno a la relación
contractual que se controvierte en esta litis y a quien nada
puede serle exigido en virtud de dicha causa fuente (art.
499 del código citado, y su nota), por lo que corresponde
declarar procedente la excepción de falta de legitimación
pasiva opuesta.
15) Que resta entonces determinar el importe de la
condena. Según el informe pericial contable de fs. 316/319,
de los libros de la actora resulta la emisión de las facturas,
que la deudora es la Provincia de Entre Ríos y la falta de
pago que motiva el reclamo.
Asimismo, en razón de las constancias de fs. 7/12, cuya
recepción se acreditó a fs. 62 y 65/71 del expediente
administrativo 238.931/00, y del silencio guardado por la
provincia requerida, corresponde considerar —p or
aplicación de lo dispuesto en el art. 474, tercer párrafo, del
Código de Comercio— que las facturas en cuestión fueron
tácitamente aceptadas, toda vez que no existen en autos
elementos que demuestren que la deudora formuló reparos
a su respecto dentro del plazo de diez días que la ley
establece (Fallos: 317:1598; 318:1632 y 320:1048).
16) Que, por otra parte, cabe aclarar que si bien la actora
mencionó en el escrito de demanda que realizó seis
servicios de transporte, del monto reclamado a fs. 25 y de
las facturas acompañadas a fs. 6/11, se desprende que el
reclamo comprende siete vuelos.
En lo atinente a los que se invocan como realizados los
días 9 y 25 de noviembre, cuestionados por la provincia
(fs. 73), es necesario precisar que han quedado acreditados
con el expreso reconocimiento del ex gobernador (fs. 123,
125/126 y 372 vta.), así como con la declaración testifical
de fs. 284/285, y la prueba informativa de fs. 93, 225, 227,
250/251, 271/272, 319, 330 y 96, 101 y 107 del referido
expediente administrativo.
Al respecto, cabe recordar que a fs. 251, el piloto comercial
Fernando Benijes declaró que el 25 de noviembre formó
parte —a nte la solicitud de American Jet S.A.— de la
tripulación que transportó a Busti y a ocho pasajeros en el
vuelo Aeroparque - Paraná - Aeroparque y que en esa
oportunidad se utilizó la aeronave Cessna 550, matrícula
LV-ZPD (ver copia del libro de vuelo que se acompaña a
fs. 250).
17) Que en su escrito de demanda de fs. 25/27 la actora
reclama la suma de veintiocho mil doscientos sesenta
pesos ($ 28.260) y a fs. 6/11 acompaña las facturas por el
mismo importe emitida en dólares estadounidenses. A
fs. 356/360 afirma que la demanda se inició el 9 de
noviembre de 2000 y "fue entablada por su equivalente en
pesos" según la ley 23.928, por lo que dicha relación con la
cotización de la moneda extranjera indicada se debe
mantener hasta el momento del efectivo pago.
En este sentido, debe tenerse presente que la lectura del
escrito de demanda sólo permite la conclusión de que la
actora únicamente demandó en pesos, sin hacer mención
expresa ni implícita alguna con respecto a que la deuda era
en dólares estadounidenses (fs. 25).
En consecuencia, corresponde rechazar por extemporáneo
el planteo de fs. 356/360, puntos II a V, en la medida en que
postula una elíptica pero inequívoca modificación del objeto
de la pretensión promovida mas allá de la oportunidad
prevista en el art. 331 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación; y hacer lugar a la demanda contra la Provincia
de Entre Ríos por la suma de veintiocho mil doscientos
sesenta pesos ($ 28.260).
18) Que tampoco cabe admitir la compensación por
depreciación monetaria solicitada a fs. 25 y reiterada a
fs. 356/360, pues un reclamo de esa naturaleza no es
compatible con el principio nominalista que para las
obligaciones de dar sumas de dinero consagra el art.
619 del Código Civil, máxime cuando ese repudio a todo
tipo de reajuste fue explícitamente reiterado por los arts. 7 y
10 de la ley 23.928, que para situaciones como la ventilada
en el sub lite en que el crédito ha sido exigido en moneda
nacional, no han sido modificados por la ley 25.561 (conf.
Fallos: 324:711).
19) Que asimismo corresponde rechazar la indemnización
suplementaria peticionada a fs. 359, pues el planteo resulta
extemporáneo según lo puntualizado en el considerando
17, en la medida en que bajo el nomen juris señalado se
encubre la pretensión de extender el resarcimiento del daño
a mayores consecuencias, las mediatas, que las invocadas
en el escrito de demanda, intentando de este modo una
ampliación de la demanda de improcedencia manifiesta
según lo decidido precedentemente. Por otra parte y más
allá del argumento procesal expuesto, la demandante no
acreditó, como estaba a su cargo, la conducta maliciosa
que imputa a la demandada por lo que mal puede invocar
el art. 521 del Código Civil si, ante la ausencia de toda
presunción legal acerca de la concurrencia de dicho factor
de atribución, no demuestra la existencia del presupuesto
de hecho que funda su reclamo.
20) Que tampoco puede ser atendido el sobreprecio que
alega el Estado provincial a fs. 73, toda vez que fue él quien
solicitó la prestación del servicio, lo utilizó y no formuló
reparos al recibir las facturas. En este sentido, debe tenerse
presente que el testigo Arancibia declaró que los aviones de
la Fuerza Aérea eran del mismo modelo, igual capacidad y
con un costo inferior al de una empresa privada; y que sólo
se utilizaban estos últimos si no había disponibilidad de los
primeros. En el caso de American Jet S.A., el costo variaba
según el avión utilizado y el servicio tenía "más atención"
(fs. 287).
Por lo demás, a fs. 268 el Ministerio de la Producción de la
Nación, Secretaría de Transporte, informó que la línea
L.A.E.R. era la única que en ese entonces realizaba la ruta
Aeroparque - Paraná - Aeroparque, y que no podía informar
si tenía plazas disponibles en las fechas de los vuelos de
autos.
21) Que American Jet S.A. incluye en su pretensión el
reclamo de intereses, el que debe prosperar pues la
Provincia de Entre Ríos se encuentra en mora a partir del
vencimiento del plazo para el pago de cada factura (arts.
464 y 474 del Código de Comercio y 509 del Código Civil;
Fallos: 317:1598 y 320:1048, entre otros). Por consiguiente,
dichos accesorios deben ser calculados hasta el 31 de
diciembre de 1999 a la tasa pasiva promedio que publica
mensualmente el Banco Central de la República Argentina
(causa S.457.XXXIV "Serenar S.A. c/ Buenos Aires,
Provincia de s/daños y perjuicios", sentencia del 19 de
agosto de 2004 —L A LEY, 2005-E, 14—); y desde
entonces hasta el efectivo pago a la que corresponda según
la legislación que resulte aplicable (Fallos: 316:165 y
321:3513).
Por ello, y oído el señor procurador fiscal subrogante, se
resuelve: I) Hacer lugar a la excepción de falta de
legitimación pasiva respecto de Jorge P. Busti y, en
consecuencia, rechazar la demanda seguida contra el
nombrado; con costas (art. 68 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación); II) Hacer lugar parcialmente a la
demanda deducida por American Jet S.A. contra la
Provincia de Entre Ríos, condenándola a abonar a la
actora, dentro del plazo de treinta días la suma de
veintiocho mil doscientos sesenta pesos ($ 28.260), más
sus intereses, los que deberán ser calculados de acuerdo
con las pautas fijadas en el considerando 21. Con costas en
un 90% a cargo de la provincia y en un 10% a cargo de la
actora en mérito al resultado obtenido (art. 71 del código
citado). Notifíquese, remítase copia de esta decisión a la
Procuración General y, oportunamente archívese. —
E nrique S. Petracchi (en disidencia parcial). — Elena I.
Highton de Nolasco. — Carlos S. Fayt. — Juan C.
Maqueda. — E. Raúl Zaffaroni (en disidencia
parcial). — Ricardo L. Lorenzetti (en disidencia
parcial). — Carmen M. Argibay.
Disidencia parcial de los doctores Petracchi y Lorenzetti:
Considerando: Que los infrascriptos coinciden con los
considerandos 1° a 20 del voto de la mayoría.
21) Que American Jet S.A. incluye en su pretensión el
reclamo de intereses, el que debe prosperar pues la
Provincia de Entre Ríos se encuentra en mora a partir del
vencimiento del plazo para el pago de cada factura (arts.
464 y 474 del Código de Comercio y 509 del Código Civil;
Fallos: 317:1598 y 320:1048, entre otros). Por consiguiente,
dichos accesorios deben ser calculados hasta el 31 de
diciembre de 1999 a la tasa que percibe el Banco de la
Nación Argentina en sus operaciones ordinarias de
descuento (causa S.457.XXXIV "Serenar S.A. c/ Buenos
Aires, Provincia de s/daños y perjuicios", disidencia de los
jueces Petracchi, Belluscio y Vázquez, sentencia del 19 de
agosto de 2004); y desde entonces hasta el efectivo pago a
la que corresponda según la legislación que resulte
aplicable (Fallos: 316:165 y 321:3513).
Por ello, y oído el señor Procurador Fiscal subrogante, se
resuelve: I) Hacer lugar a la excepción de falta de
legitimación pasiva respecto de Jorge P. Busti y, en
consecuencia, rechazar la demanda seguida contra él, con
costas (art. 68 del código citado); II) Hacer lugar
parcialmente a la demanda deducida por American Jet S.A.
contra la Provincia de Entre Ríos, condenándola a abonar a
la actora, dentro del plazo de treinta días la suma de 28.260
pesos, más sus intereses, los que deberán ser calculados
de acuerdo con las pautas fijadas en el considerando 21.
Con costas en un 90% a cargo de la provincia y en un 10%
a cargo de la actora, en mérito al resultado obtenido (art. 71
del código citado). Notifíquese, remítase copia de esta
decisión a la Procuración General y, oportunamente
archívese. — Enrique S. Petracchi. — Ricardo L.
Lorenzetti.
Disidencia parcial del doctor Zaffaroni:
Considerando: Que el infrascripto coincide con los
considerandos 1° a 21 del voto de la mayoría.
Por ello, y oído el señor Procurador Fiscal subrogante, se
resuelve: I) Hacer lugar a la excepción de falta de
legitimación pasiva respecto de Jorge P. Busti y, en
consecuencia, rechazar la demanda seguida contra el
nombrado; con costas (art. 68 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación); II) Hacer lugar parcialmente a la
demanda deducida por American Jet S.A. contra la
Provincia de Entre Ríos, condenándola a abonar a la
actora, dentro del plazo de treinta días la suma de
veintiocho mil doscientos sesenta pesos ($ 28.260), más
sus intereses, los que deberán ser calculados de acuerdo
con las pautas fijadas en el considerando 21. Con costas
(art. citado). Notifíquese, remítase copia de esta decisión a
la Procuración General y oportunamente archívese. — E.
Raúl Zaffaroni.

CSJN, 18/11/2008, "Federación Médica Gremial de la


Capital Federal (FEMEDICA) c. DNCI-Disp 1270/03 (Ex
S01-0081440/03)", Fallos: 331:2614. Hechos
La Cámara rechazó el recurso de la actora y confirmó la
sanción impuesta por la Dirección Nacional de Comercio
Interior a una empresa de medicina prepaga, consistente
en una multa de veinte mil pesos por infracción al art.
19, ley 24.240, en razón del incumplimiento de la
prestación del servicio médico con relación a un afiliado
con discapacidad, en cuanto le negó medicación
farmacológica para un tratamiento de esquizofrenia
paranoide. Contra ese pronunciamiento, la empresa
interpuso recurso extraordinario federal, que fue
concedido. La Corte Suprema de Justicia de la Nación,
por mayoría, declaró inadmisible el recurso por aplicación
del art. 280, Cód. Procesal.
Sumarios
1. En virtud de la ley 24.754, las empresas o entidades que
presten servicios de medicina prepaga deben cubrir, como
mínimo, en sus planes de cobertura médico asistencial las
mismas prestaciones obligatorias dispuestas para las obras
sociales, dentro de las cuales deben incluirse todas las que
requieran la rehabilitación de las personas discapacitadas.
(Del dictamen de la Procuradora Fiscal subrogante que el
doctor Maqueda hace suyo en su voto en disidencia. La
Corte, por mayoría, declaró inadmisible el recurso por
aplicación del art. 280,Cód. Procesal).
2. Dada la plena aplicación de la ley 24.901 a las entidades
de medicina prepaga, la Dirección Nacional de Comercio
Interior es competente para imponer una multa a la
recurrente, por incumplimiento de la prestación del servicio
médico con relación a un afiliado con discapacidad, ya que
la actividad que realizan esas empresas queda
comprendida en la ley 24.240. (Del dictamen de la
Procuradora Fiscal subrogante que el doctor Maqueda hace
suyo en su voto en disidencia. La Corte, por mayoría,
declaró inadmisible el recurso por aplicación del art. 280,
Cód. Procesal).
3. En el contrato de prestación médica, la regla
hermenéutica impuesta en razón de expresas disposiciones
legales —a rtículo 1198 del Código Civil; artículo 218, inciso
3, del Código de Comercio; art. 3°, 24.240—, se acentúa en
cuanto a la exigencia de acatarla, habida cuenta la jerarquía
de los valores que se hallan en juego, cuales son la vida y
el derecho a obtener la conveniente, oportuna y adecuada
asistencia sanitaria. (Del dictamen de la Procuradora Fiscal
subrogante que el doctor Maqueda hace suyo en su voto en
disidencia. La Corte, por mayoría, declaró inadmisible el
recurso por aplicación del art. 280, Cód. Procesal).
4. Es evidente la facultad del Estado de vigilar y controlar
que las prestadoras de servicios médicos cumplan su
obligación —e n el caso, respecto de un afiliado con
discapacidad—, estando habilitado por las leyes respectivas
y a través de sus organismos competentes, a imponer —
c omo en la especie— las sanciones establecidas por
dichas normas para el caso de incumplimiento. (Del
dictamen de la Procuradora Fiscal subrogante que el doctor
Maqueda hace suyo en su voto en disidencia. La Corte, por
mayoría, declaró inadmisible el recurso por aplicación del
art. 280, Cód. Procesal).
Fallo in extenso
Dictamen de la Procuración General
Suprema Corte:
-I-
Contra la sentencia de la Sala "3", de la Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal
que, a fs. 131/133, rechazó el recurso de la actora y
confirmó la sanción dispuesta a fs. 66/84, mediante la cual,
la Dirección Nacional de Comercio Interior, impuso a
la empresa de medicina prepaga "Federación Médica
Gremial de la Capital Federal" (FEMEDICA) la multa de
veinte mil pesos por infracción al artículo 19 de la ley
24.240 — i ncumplimiento de la prestación del servicio
médico con relación al afiliado Agustín León Bobbio — ,
dicha empresa interpuso el recurso extraordinario de
fs. 136/141 vta., que fue concedido a fs. 145.
-II-
Se agravia de que los sentenciadores, con la mera cita
del artículo 3º de la Ley 24.240, hayan concluido que la
Dirección de Defensa al Consumidor es competente para
conocer en una denuncia donde se está discutiendo si la ley
24.901 es de aplicación a una entidad de medicina prepaga,
cuestión que debió ser dilucidada en origen por Jueces de
la Nación y no por un organismo administrativo.
Afirma que la potestad que posee la Secretaría de
Comercio e Industria para aplicar sanciones, se circunscribe
a los casos en que se hubieren producido infracciones
objetivas a la ley 24.240, supuesto que no se da en la
especie donde se trata de la determinación de las
obligaciones a cargo de una las partes del contrato y su
dilucidación es materia privativa del órgano jurisdiccional.
Añade que existen múltiples razones por las que debe
considerarse que la ley 24.901 no se aplica a las entidades
de medicina prepaga, con lo cual es evidente que no se
trata de una cuestión objetiva en la que se valora si una
cláusula de un contrato es o no abusiva.
Señala que la ley 24.754 prescribió en su artículo 1º que, a
partir del plazo de 90 días de promulgada, las entidades de
medicina prepaga deberán cubrir, como mínimo, las
mismas prestaciones obligatorias dispuestas para los obras
sociales por las leyes 23.660, 23.661 y 24.455 y sus
respectivas reglamentaciones. Asevera que se trata de
enfermedades y patologías notoriamente ajenas a la que se
suscita en el expediente administrativo. Desarrolla diversos
argumentos para proclamar que a las entidades de
medicina prepaga no les resultan aplicables las
disposiciones de la ley 24.901, las que rigen
exclusivamente — s egún la apelante— para las obras
sociales y los agentes de seguro de salud. En base a ello,
concluye que no puede sostenerse que el Plan Médico
Obligatorio de Emergencia (PMOE) imponga la cobertura
de medicación al 100% de un paciente ambulatorio con una
enfermedad psiquiátrica.
-III-
Entiendo que la presente causa está comprendida entre
las que alude el artículo 14, inciso 3º, de la ley 48, pues se
encuentra en tela de juicio la inteligencia de la ley
24.240, de naturaleza federal, en cuanto al régimen de
sanciones que establece y a las competencias que atribuye
a la autoridad de aplicación nacional y la sentencia
definitiva del superior tribunal de la causa es contraria al
derecho que la apelante funda en ella (Fallos: 324:1740,
entre otros).
-IV-
A partir de esta premisa, estimo que la primera cuestión a
dilucidar en el sub lite , es si las disposiciones de la ley
24.901 resultan aplicables a las entidades de medicina
prepaga, a fin de determinar si la actora ha incurrido en
infracción al artículo 19 de la ley 24.240 por incumplimiento
del servicio médico a su cargo, con relación a un afiliado
con discapacidad, cuya denuncia ante la Defensoría del
Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, originó la sanción de
autos.
Ella resulta sustancialmente análoga a la examinada sobre
el particular por esta Procuración General en los autos: A.
804, L. XLI, caratulados "Arvilly, Giselle Marina c. Swiss
Medical S.A.", y C. 595, L. XLI, caratulados "Cambiaso
Peres de Nealón, Celia María Ana c/ Centro de Educación e
Investigaciones Médicas", ambos dictaminados el día 14 de
febrero de 2006, a cuyos términos y consideraciones me
remito, en lo pertinente, por razones de brevedad.
Establecida, entonces, conforme a los antecedentes
precitados, la plena aplicación de la ley 24.901 a las
entidades de medicina prepaga, resulta claro que la aquí
apelante, incurrió en infracción al artículo 19 de la ley
24.240, que expresamente prescribe: "Quienes presten
servicios de cualquier naturaleza están obligados a respetar
los términos, plazos, condiciones, modalidades, reservas y
demás circunstancias conforme a las cuales hayan sido
ofrecidos, publicitados o convenidos".
-V-
En este marco, en cuanto al segundo aspecto en debate
corresponde señalar que la Secretaría de Industria y
Comercio, es la autoridad nacional de aplicación de este
último precepto. A su vez, la Dirección Nacional de
Comercio Interior, de acuerdo a la delegación dispuesta por
el artículo 1º, de la Resolución Nº 1233/97, de la Secretaría
de Industria, Comercio y Minería, se encuentra facultada
para controlar el cumplimiento de dicha ley, y disponer
sanciones a los infractores. Primordialmente, cabe
destacar — c omo lo hizo el a quo— que la ley
24.240 establece en su artículo 3º que sus disposiciones se
integran con las normas generales y especiales aplicables a
las relaciones jurídicas allí definidas, en particular las de
defensa de la competencia y de lealtad comercial. En caso
de duda — p rosigue la norma— , se estará siempre a la
interpretación más favorable para el consumidor.
Se ha dicho al respecto, que la finalidad de la ley
24.240 consiste en la debida tutela y protección del
consumidor o el usuario, que a modo de purificador legal
integra sus normas con las de todo el orden jurídico, de
manera que se impone una interpretación que no produzca
un conflicto internormativo, ni malogre o controvierta los
derechos y garantías que, en tal sentido, consagra
el artículo 42 de la Constitución Nacional (v. sentencia del
21 de marzo de 2006, en autos: F. 1116, L. XXXIX,
"Ferreira, Víctor Daniel y otro c. VICOV S.A. s/daños y
perjuicios", voto del Dr. E. Raúl Zaffaroni). Y en relación con
la prestación de los servicios que se examinan en la
especie, cabe recordar que "La actividad que realizan las
empresas de medicina prepaga queda comprendida en la
ley 24.240" (v. Fallos: 364:677 voto del Dr. Vazquez).
Conforme a lo expuesto, la recurrente debió cumplir
acabadamente las disposiciones de la ley de marras, toda
vez que reviste el carácter de una proveedora de servicios a
consumidores y usuarios, por lo que cabe considerarla
comprendida, en un sentido amplio, en la enumeración del
artículo 2º de la citada norma. Además, en el sub lite se
había negado a un afiliado discapacitado, medicación
farmacológica prescripta por el médico para un tratamiento
de esquizofrenia paranoide — a ntecedente fáctico no
debatido por la recurrente— , fármacos que necesitaba en
su delicada situación de salud. Sobre el particular V.E. tiene
establecido que en el contrato de prestación médica, la
regla hermenéutica impuesta en razón de expresas
disposiciones legales (art. 1198 del Código Civil; art. 218,
inc. 3º del Código de Comercio; art. 3º de la ley 24.240), se
acentúa en cuanto a la exigencia de acatarla, habida cuenta
la jerarquía de los valores que se hallan en juego: la vida y
el derecho a obtener la conveniente, oportuna y adecuada
asistencia sanitaria (v. doctrina de Fallos: 321:3493, el
subrayado me pertenece).
Frente a tales antecedentes, detectado el incumplimiento,
resulta indiscutible la potestad sancionadora de la autoridad
administrativa de aplicación legislada en el capítulo XII
de ley 24.240, sin perjuicio de las acciones judiciales que,
en favor del usuario o consumidor, también prevé la ley
(arts. 37, 52, siguientes y concordantes), cuestión ajena al
sub examine .
-VI-
Finalmente, como lo he manifestado en los precedentes
referidos en el ítem IV, procede citar como corolario que, a
partir de lo dicho por V.E., particularmente en Fallos:
321:1684 y 323:1339, ha quedado en claro el derecho a la
preservación de la salud — c omprendido dentro del
derecho a la vida— y la obligación impostergable que tiene
la autoridad pública de garantizar ese derecho con acciones
positivas — e ntre las cuales cabe considerar comprendidas
a las generan este recurso— , pero que ello es sin perjuicio
de las obligaciones que corresponden a las jurisdicciones
locales, obras sociales y entidades de medicina prepaga
sobre el tema. En estos últimos supuestos, es evidente la
facultad del Estado de vigilar y controlar que las
prestadoras cumplan su obligación, estando habilitado por
las leyes respectivas y a través de sus organismos
competentes, a imponer — c omo en la especie— las
sanciones establecidas por dichas normas para el caso de
incumplimiento.
Por todo lo expuesto, opino que corresponde declarar
procedente el recurso extraordinario y confirmar la
sentencia apelada. Buenos Aires, 1º de febrero de
2007. Marta A. Beiró de Gonçalvez.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 18 de noviembre de 2008.
Vistos los autos: "Federación Médica Gremial de la Cap.
Fed. (FEMEDICA) c. DNCI - DISP 1270/03 (EX S01-
0081440/03)".
Considerando:
Que el recurso extraordinario, es inadmisible (art. 280 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, se declara improcedente el recurso extraordinario.
Con costas. Notifíquese y devuélvase.
Carlos S. Fayt. — Enrique Santiago Petracchi. — Juan
Carlos Maqueda (En Disidencia). — E. Raúl
Zaffaroni. — Carmen M. Argibay.
Disidencia Del Señor
Ministro Doctor Don Juan Carlos Maqueda
Considerando:
Que las cuestiones planteadas por el recurrente
encuentran suficiente respuesta en el dictamen de la señora
Procuradora Fiscal subrogante a cuyos fundamentos y
conclusiones corresponde remitir por razones de brevedad.
Por ello, de conformidad con el referido dictamen, se
declara procedente el recurso extraordinario y se confirma
la sentencia apelada, con costas. Hágase saber y,
oportunamente, remítase.
—Juan Carlos Maqueda.

COMENTARIO

I. INTRODUCCIÓN

1. Importancia de la materia
La "interpretación contractual", en la jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, constituye un tema
de sumo de interés en razón de la importancia que reviste
el asunto en el momento de resolver los litigios que arriban
a la máxima instancia del Poder Judicial.
Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que la mayoría
de los casos que versan sobre cuestiones contractuales
(sean de naturaleza civil, comercial, administrativa, etc.) se
dirimen por argumentos relativos a la interpretación: sea en
torno al documento en el que se instrumenta el contrato (la
manifestación formalizada de la autorregulación de
intereses a través de normas individuales); sea a la misma
declaración de voluntad común; sea a la aplicación de los
cánones o reglas interpretativas en relación a las
circunstancias particulares de cada caso; etcétera(1) .
La interpretación judicial de los contratos, al decir de
Danz, "pertenece al pan de cada día del juez", más aún, de
todas las normas que el juez tiene que aplicar para dirimir
los litigios de derecho, las más importantes son las relativas
a la interpretación de los negocios jurídicos. "Todo aquel
que ejerza el derecho o se haya asomado a las colecciones
de jurisprudencia sabe que hay un sinnúmero de litigios que
versan sólo sobre el modo de interpretar el negocio jurídico
o el contrato litigioso. Interpretado el negocio jurídico,
interpretado el contrato, queda resuelto el litigio"(2) .
Por interpretación se entiende la operación con la que se
verifica el significado, jurídicamente relevante, del acuerdo
contractual. Bianca señala que siendo el contrato un acto
de la autonomía privada mediante el cual las partes
disponen de su esfera jurídica, interpretar el contrato quiere
decir comprobar el significado de aquello que las partes
dispusieron, o sea verificar e l contenido sustancial del
contrato . El significado del contrato es aquél que resulta de
la apreciación objetiva del acto, según las reglas de
interpretación, significado objetivo éste que expresa,
fundamentalmente, la intención común de las partes(3) .

2. La interpretación contractual: competencia y vías de


acceso a la Corte Suprema
Las normas constitucionales y legales, y la jurisprudencia
elaborada por la propia Corte Suprema, permiten observar
que la actuación del Máximo Tribunal se desenvuelve en
diversos ámbitos.
De acuerdo con lo establecido en los arts. 116 y 117 de la
Constitución de la Nación existe, por un lado, la
competencia originaria que comprende los casos en los que
una provincia litiga con otra provincia, con un Estado o
ciudadano extranjero; o con un vecino de otra provincia; y, a
su vez, la jurisprudencia de la Corte le ha incorporado las
controversias entre una provincia con el Estado nacional y
con sus propios vecinos, en este último supuesto sólo si la
materia del pleito es de naturaleza federal. Además, el
citado art. 117 incluye la competencia originaria para las
causas concernientes a embajadores, ministros y cónsules
extranjeros. Por otro lado, existe la competencia por
vía apelada —s ujeta a las "reglas y excepciones que
prescriba el Congreso" (art. 117 cit.) —, la que se encuentra
habilitada mediante dos vías impugnatorias diferentes: la
llamada "apelación ordinaria" y el "recurso extraordinario
federal" (arts. 24 inc. 6, decreto-ley 1285/1958; 33,
ley 24.767, y 14, ley 48). Este último remedio se halla
instituido respecto de las sentencias de los superiores
tribunales provinciales y de las cámaras de apelación
nacionales (arts. 90, ley 1890; 6, 4055; 254 a 258, 280 y
285 a 287, CPCCN)(4) .
La presente consideración viene a cuento de que los
fallos a comentar en este trabajo se refieren no sólo a la
competencia originaria de la Corte nacional, sino también a
la apelada por medio del recurso ordinario y extraordinario
federal, lo que implica atender a las diferencias de
argumentos y estructuración que presentan las sentencias
seleccionadas.
En razón de ello, se explica que, tratándose de un caso
de competencia originaria, aclarada esta circunstancia con
su sola mención, la Corte exponga en primer lugar —
s ucintamente— los términos de la litis (demanda,
contestación, etc.), luego pase a considerar la procedencia
de la pretensión entablada y de las defensas opuestas, así
como las cuestiones de hecho y derecho planteadas y,
finalmente, emitir el fallo (v.gr., Fallos: 127:87); en tanto que
en los casos arribados por vía de la apelación ordinaria
aborde directamente los agravios planteados en la
apelación (v.gr., Fallos: 287:238) y, en el supuesto especial
del recurso extraordinario, dirima la existencia o no de la
denominada "cuestión federal", presupuesto imprescindible
para que la Corte pueda conocer el asunto llevado a sus
estrados (v.gr., Fallos: 311:945): la cuestión federal es
aquélla que versa sobre la interpretación de normas o actos
federales de autoridades de la Nación, o acerca de los
conflictos entre la Constitución Nacional y otras normas o
actos de autoridades nacionales o locales (art. 14, ley 48)
(5)
 .
Con relación a esta última vía de acceso, cabe señalar —
n o obstante el valladar mencionado— que ser una garantía
constitucional el deber de fundar adecuadamente las
sentencias (doct. art. 18, CN), a través de la doctrina
pretoriana de la arbitrariedad de sentencia se impone —
c omo condición de validez— que las decisiones judiciales
sean una derivación razonada del derecho vigente, con
arreglo a las circunstancias de la causa(6) .
Al respecto, la jurisprudencia del Máximo Tribunal de la
Nación registra numerosos fallos en los cuales, por vía de la
doctrina de la arbitrariedad, ha acogido recursos
extraordinarios relacionados con la interpretación de los
contratos. Sobre el particular existe una antigua discusión
respecto de si la sentencia dictada por un tribunal de
grado —r elativa a la interpretación de los actos o negocios
jurídicos en general— e s susceptible de ser revisada
mediante los recursos de casación que prevén los diversos
códigos procesales locales (v.gr., el art. 279, Cód. Civ. y
Com. Pcia. de Bs. As.(7) ) y, más concretamente, por medio
del recurso extraordinario federal contemplado en el art. 14
de la ley 48(8) .
El debate se plantea habida cuenta de que esos medios
de impugnación se limitan a los temas de derecho (questio
iuris ), excluyendo —p or ende— los de temas de hecho
(questio facti ) que no resultan revisables por estas vías y
propios de las instancia de mérito, todo ello en virtud de la
influencia del modelo pergeñado por el derecho francés
decimonónico para su tribunal de casación.
Pues bien, más allá del debate que continúa hoy en día, lo
cierto es que el Alto Tribunal de la Nación tiene dicho desde
antaño que —e n principio— las cuestiones relacionadas
con la interpretación de cláusulas contractuales son
irrevisables en la instancia extraordinaria (9) , puesto que
cuando los planteos formulados por las partes atañen a la
interpretación y alcances concedidos por los tribunales de
grado a los términos acordados en un contrato (y que
remiten al análisis de temas de naturaleza no federal,
apoyándose en motivos suficientes que confieren sustento
a la sentencia como acto judicial válido), no habilitan la vía
recursiva prevista en el art. 14 de la ley 48, por tratarse de
cuestiones de hecho y derecho común(10) .
Excepcionalmente, y pese a referirse a cuestiones de
hecho y de derecho común que —c omo regla y por su
naturaleza, insistimos— son extrañas al remedio del art. 14
de la ley 48, tal circunstancia no resulta óbice decisivo para
abrir el recurso cuando la sentencia recurrida sólo satisface
de manera aparente la exigencia constitucional de
adecuada fundamentación(11) .
En efecto, la naturaleza contractual de la cuestión no ha
sido óbice para la apertura de la instancia extraordinaria
federal en lo relativo a la exégesis de la voluntad
contractual cuando, por medio de una interpretación
inadecuada, se frustran legítimos derechos, con menoscabo
de garantías constitucionales(12) , ya que si bien lo atinente a
la exégesis de la voluntad contractual en materia de
derecho común es ajena al recurso extraordinario, ello
reconoce excepción cuando los jueces asignan a las
cláusulas de un contrato un alcance reñido con la literalidad
de sus términos y la clara intención de las partes, y lo
decidido no se basa en explícitas razones suficientes d e
derecho(13) o cuando los jueces asignan al contrato una
inteligencia del contrato carente de razonabilidad(14) .
Realizadas estas consideraciones preliminares, pasaré a
analizar los fallos a comentar en este capítulo.

3. Reglas de interpretación en el orden jurídico


argentino
El principio fundamental en esta materia es que los
contratos deben interpretarse de buena fe, el cual se
encuentra receptado en el art. 1198, primer párrafo, Cód.
Civil (ley 17.711): "Los contratos deben celebrarse,
interpretarse y ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo
que verosímilmente las partes entendieron o pudieron
entender, obrando con cuidado y previsión".
El principio de la buena fe es central y rector en la
interpretación actual. Se lo considera implícito en las
relaciones negociales. Presenta múltiples aspectos y, entre
ellos, hay uno puramente negativo, reflejado en la
máxima alterum non laedere (no dañar al otro) y otro
positivo, representado en los deberes de cooperación (sean
de tipo constitutivo, de contenido principal o de orden
instrumental)(15) .
Asimismo, tiene una doble proyección, consistente en
distinguir distintas manifestaciones de un mismo principio.
Así pues, por un lado, la buena fe "objetiva" es sinónimo de
lealtad y probidad, vale decir, como regla de
comportamiento para los contratantes por medio de la cual
deben cumplir las obligaciones asumidas en el contrato, y la
buena fe "subjetiva" que implica creencia o confianza,
proyección que adquiere relevancia para proteger al
contratante que obra sobre la confianza que suscita un
derecho aparente; se trata de la convicción razonada y
diligente del contratante que se atiene a lo que surge de lo
externo, porque existe una situación invencible para poner
de resalto la verdad jurídica(16) .
La buena fe presenta además diversas derivaciones, a
saber: impone la necesidad de atender el sentido general
del idioma; el significado usual de una expresión en el
tráfico o la comprensión posible de un participante medio; la
interpretación contra el predisponente de los contratos,
concebidos en formularios o contratos tipo; el fin económico
del contrato; etcétera.
El principio de buena fe se encuentra presente en
numerosos artículos del Código Civil: en la venta de cosa
ajena (art. 1329); en la cesión de créditos respecto de la
existencia y legitimidad del crédito (arts. 1476, 1478 y
1480); en la locación de cosas (art. 1575); en la sociedad y
en la regulación de su objeto (art. 1660); en la donación de
bienes muebles con cargas (art. 1856); en el depósito
(art. 2199); en las garantías de evicción (arts. 2098 y 2099)
y de vicios redhibitorios (arts. 2166 y 2169)(17) .
En nuestro ordenamiento jurídico existen otras reglas
específicas en materia interpretativa. En el Código de
Comercio se enuncian una serie de pautas que resultan
aplicables a los contratos comerciales y, por analogía, a los
civiles, administrativos, etc. (art. 16, Cód. Civil).
En el art. 217 de la ley mercantil se consagra la regla
relativa a la interpretación de las palabras por el uso
general, conforme al cual las palabras usadas en los
contratos deben entenderse de acuerdo con el sentido que
les otorga el uso general, aunque el obligado pretenda
haberlas entendido de otro modo. Es una consecuencia del
principio de buena fe que preside la interpretación(18) .
Le siguen luego los siete incisos del art. 218 del mismo
Código. El inc. 1 alude a la intención común de las partes,
disponiendo que "(h)abiendo ambigüedad en las palabras,
debe buscarse más bien la intención común de las partes
que el sentido literal de los términos". Esta norma implica
reconocer la eficacia del fin económico del negocio como
pauta interpretativa, pues cuando se refiere a la intención
común, alude a aquello que las partes han perseguido al
celebrar el negocio, su finalidad(19) .
El inc. 2 trata la regla sobre el "contexto general". De
acuerdo con este precepto, las cláusulas equívocas o
ambiguas deben interpretarse a través de los términos
claros y precisos del contrato, cuidando de darles el sentido
que corresponda por el contexto general. La ley señala aquí
que las cláusulas del contrato no deben ser interpretadas
aisladamente, sino teniendo en cuenta que se integran en
un todo que es el negocio jurídico.
El inc. 3 (primera parte) recoge la regla sobre la
preservación del negocio. Si una cláusula pudiera ser
interpretada en dos sentidos, de uno de los cuales
resultaría la validez y del otro la nulidad, ha de preferirse la
primera interpretación. Es la regla de preservación del
negocio, que se corresponde a la idea de que las partes
han celebrado el acto porque quieren sus efectos, y por lo
tanto, no es razonable pensar que hayan declarado una
voluntad que en definitiva llevará a la frustración del
negocio.
La segunda parte del inc. 3 se refiere a la regla sobre la
naturaleza del negocio y la equidad. Con la naturaleza del
negocio, la ley se refiere nuevamente a la finalidad
económica del negocio, tomada como causa final objetiva
del mismo. En cuanto a la equidad, tratándose de contratos
bilaterales y onerosos, debe entenderse la equivalencia de
las prestaciones.
El inc. 4 alude a la conducta posterior que es la mejor
explicación de su intención al celebrarlo. Sobre este
precepto descansa, en parte, la doctrina de los actos
propios.
El inc. 5 habla sobre los actos de los comerciantes, los
que nunca se presumen gratuitos. Ésta es una regla propia
del derecho comercial, que tiende a poner de relieve la
onerosidad de los actos mercantiles.
El inc. 6 se refiere a los usos del tráfico. La remisión a los
usos y prácticas se reitera en el art. 219, conforme al cual si
se omitiese en la redacción de un contrato alguna cláusula
necesaria para su ejecución, y los interesados no
estuviesen de acuerdo en cuanto al verdadero sentido del
compromiso, se presume que se ha sujetado a lo que es de
uso y práctica en tales casos entre los comerciantes del
lugar de la ejecución del contrato. Se trata pues de una
regla de interpretación integradora.
El inc. 7 regula el principio favor debitoris : "En los casos
dudosos, que no puedan resolverse según las bases
establecidas, las cláusulas ambiguas deben interpretarse
siempre en favor del deudor o sea en el sentido de su
liberación". Es un precepto residual, que debe ser entendido
en el sentido de protección de la parte más débil de un
contrato; esto debe ser aprehendido como que la regla
funciona cuando la aplicación de otras normas de
interpretación no permite llegar a un esclarecimiento
adecuado de las estipulaciones. En caso de que en el
contrato no exista una parte notoriamente más débil, la
interpretación debe favorecer la mayor equivalencia de las
contraprestaciones.
A las normas legales citadas cabe añadir las relativas a
los consumidores, recogidas —p rincipalmente— en los
arts. 3 y 37 de la ley 24.240, las que son materia de análisis
en otro capítulo de esta obra.

II. ANÁLISIS DE FALLOS

1. Comentarios a los precedentes

1.1. Calificación de los contratos. Determinación del


contenido y sus efectos
1.1.1. "Casanova, J. y Santato, M. c. Provincia de Buenos
Aires" (sent. del 26/2/1918; Fallos: 127:87)
Temas abordados en el caso: Calificación de los
contratos. Determinación del contenido y sus efectos.
a) Hechos
Los actores celebraron con la Provincia de Buenos Aires
un contrato de obra por la construcción de desagües en el
partido de San Isidro.
En la demanda reclamaron el pago de los intereses
moratorios devengados por la falta de cumplimiento en el
tiempo acordado, tanto de los certificados de obras
expedidos por el Departamento de ingenieros como de los
depósitos de garantía retenidos.
b) Decisión
La Corte absolvió a la Provincia por considerar que los
créditos fueron cedidos al Banco de la Provincia y que esta
entidad a su vez recibió el pago por el capital de los créditos
sin hacer reserva de los intereses, por lo que los mismos
quedaron extinguidos de conformidad con lo establecido por
el art. 624 del Cód. Civil.
c) Argumentación y razonamiento del Tribunal
En primer lugar, la Corte hizo prevalecer la verdadera
naturaleza del contrato por sobre la denominación
empleada por las partes (contrato de prenda). Determinó
que era una cesión de derechos puesto que el cesionario se
encontraba autorizado para disponer del crédito transmitido:
podía amortizar o cancelar las obligaciones consignadas en
el documento.
En segundo lugar, recordó la norma jurídica que establece
el alcance y contenido de la obligación de transmitir el
crédito: la cesión comprende —e ntre otros accesorios— los
intereses del crédito cedido (art. 1458, Cód. Civil). Además,
el Tribunal juzgó que en el caso los actores carecían de
legitimación para reclamar los intereses en virtud de la
transferencia operada y que —a simismo— los mismos se
habían extinguido por la falta de reserva por parte del
cesionario —e l Banco Provincia— al recibir el pago del
capital sin reserva de los intereses.
d) Impacto del fallo
Por un lado, la Corte determinó el verdadero alcance del
objeto del contrato: la cesión del crédito comprende a los
intereses, por ser accesorios y, por otro, hizo aplicación de
las reglas relativas al pago y extinción de los intereses: el
recibo del capital por el acreedor, sin reserva alguna
respecto de los intereses devengados que extinguen la
obligación del deudor.
e) Conclusión
Los contratos deben ser calificados de acuerdo con su
naturaleza (elementos, obligaciones, etc.),
independientemente del nomen iuris que las partes le hayan
otorgado (doct. art. 1326, Cód. Civil).
Esta pauta de interpretación de los actos jurídicos ha sido
receptada por la Corte en el caso "Cordeu c. Banco Central
de la República Argentina" (Fallos: 305:2130, sent. del
5/12/1983), donde se resolvió que "más allá del nominen
iuris que las partes utilicen en sus negocios jurídicos y por
encima del ropaje instrumental al que ellas recurran, es
tarea propia e indeclinable del intérprete calificar el vínculo
según sus características propias...", y establecer sus notas
relevantes en función de las normas de cuya aplicación se
trata (en el sub lite , la compraventa de títulos valores y la
aplicación de la ley 21.526; cfr. punto I, párr. 6°, del
dictamen de la Procuración al que se remitió la Corte).
1.1.2. "Ferrari, José O. c. Gobierno de la Nación" (sent.
del 7/8/1930; Fallos: 158:70)
Temas abordados en el caso: Reglas de interpretación de
los contratos.
a) Hechos
El actor invoca el carácter de cesionario de Guillermo
Lottermoser respecto de un inmueble que éste, a su vez,
había adquirido al Estado Nacional y que el gobierno había
reincorporado a su dominio ante el incumplimiento de
Lottermoser del pago de las últimas cuotas.
El demandado desconoció la calidad alegada por el
accionante, alegando que el título invocado resulta ser una
simple promesa de venta o cesión de derechos, y como tal
insuficiente para acoger la pretensión reivindicatoria
esgrimida.
b) Decisión
La Corte juzgó que el instrumento esgrimido por el actor
se trataba de una mera promesa que sólo daba una acción
personal al acreedor Ferrari contra el deudor Lottermoser,
por cuanto del mismo documento surgía que las partes
otorgantes de la venta o cesión convinieron que en otro
acto por separado darían forma de ley a un acuerdo de
voluntades, razón por la cual el contrato no logró
perfeccionarse.
Con base en ello, rechazó la demanda instaurada.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
El tribunal aplicó el criterio hermenéutico conforme al cual
en la interpretación de los actos jurídicos debe estarse, en
primer lugar, a las palabras de contratantes cuando éstas
"son claras y conformes con las exigencias legales
respectivas".
Por otra parte, descartó que la prueba de la posesión sea
suficiente a los efectos de la acción entablada, puesto que
la misma solamente podría fundar acciones posesorias,
mas no la reivindicatoria.
d) Impacto del fallo
La sentencia acoge una de las reglas básicas de
interpretación de los contratos, ésta es la que debe partirse
y seguirse lo que las mismas partes estipularon en sus
cláusulas cuando las mismas resultan claras y acordes al
ordenamiento jurídico (doct. a contrario , art. 218, incs. 1 y
2, Cód. Com.).
e) Conclusión
Las declaraciones de voluntad expresadas en una
cláusula contractual constituyen un elemento fundamental
para juzgar el alcance y contenido de los derechos de las
partes.
Tal es así que ya antes la misma Corte había dicho que
debe ser observado lo que está claramente estipulado en
las convenciones (in re , "Castellanos, Aarón c. Díaz y
Lojo", año 1879; Fallos: 21:445).
La mentada regla surge del mismo art. 217, Cód. Com.,
donde se establece enfáticamente que las palabras deben
entenderse en el sentido que le da el uso general, aunque
el obligado pretenda que las ha entendido de otro modo.
Sin embargo, como aclara Héctor Alegria, esta pauta no
resulta aplicable cuando en el contrato se han adoptado
convencionalmente expresiones con un sentido dado, o
cuando son contratos que hagan a una rama específica de
la técnica, la ciencia o el comercio y se utilicen términos
congruentes de ella o cuando han sido redactados por
profesionales o expertos. En estos últimos casos la regla
legal cederá ante el significado específico que surja de la
convención o de los otros elementos considerados (20).
1.1.3. "Puerto de Rosario S.A. c. Fisco Nacional" (sent.
del 7/8/1935; JA, 51-389)
Temas abordados en el caso: La interpretación del
contrato acorde con el orden jurídico.
a) Hechos
La demanda promovida por la empresa Puerto de Rosario
contra el gobierno nacional persigue la formación de un
tribunal arbitral, a efectos de dirimir las divergencias
suscitadas con respecto a la aplicación de las tarifas que
deben regir en dicho puerto.
El Estado solicitó el rechazo de la demanda, en atención a
que la cuestión planteada no está comprendida dentro de
las que deben ser sometidas a la decisión de árbitros.
El art. 74 del contrato de concesión, aprobado por la
ley 3885, dispone que en caso de dificultades entre la
empresa y el gobierno sobre la ejecución e interpretación
del contrato, serán sometidas a un tribunal arbitral.
b) Decisión
La Corte resolvió que el Gobierno de la Nación está
obligado a concurrir a formar el tribunal arbitral que ha de
fijar las tarifas.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En el decisorio se estableció que en la dilucidación de
cualquier asunto civil o comercial, el contrato, la ley y la
constitución, en cuanto pueden tener entre sí una
vinculación más o menos directa, "forman un conjunto
indivisible de preceptos que deben consultarse u
observarse en su integridad para llegar a la solución que se
busca, ya que no es posible interpretar el primero sin
referirlo a la ley, ni ésta sin referirla a la constitución.
Aplicando aquélla con prescindencia de ésta podría llegarse
a conclusiones parciales, incompletas y tal vez
contradictorias".
El tribunal había planteado el dilema entre la subsistencia
del contrato y la ley que le dio origen, con su sistema
tarifario, o la anulación para sustituirlo por la aplicación del
art. 12 de la Constitución de la Nación que consiste en
adoptar las tarifas del puerto de Buenos Aires.
La Corte resolvió la cuestión considerando que las
estipulaciones convenidas por las partes son obligatorias
como la ley misma (art. 1197, Cód. Civil), mientras no sean
impugnadas de nulidad y ésta sea declarada por los jueces;
y que en el caso habiendo actuado el Estado en un pie de
igualdad como persona jurídica y como tal ha aceptado las
obligaciones que del contrato emanan, el Tribunal consideró
aplicable la cláusula que prescribe el arbitraje ante la falta
de ataque o impugnación de validez de la cláusula en
cuestión.
d) Impacto del fallo
La interpretación de las reglas contractuales —n ormas
jurídicas al fin— debe ser realizada en un todo armónico
con el ordenamiento jurídico considerado en su totalidad y,
por ello, con la ley y la Constitución.
El contrato no puede ser interpretado en discordancia con
la ley, norma de carácter general, ni con los derechos y
garantías constitucionales, "cláusulas" fundamentales de la
organización del Estado.
e) Conclusión
La decisión adoptada en el caso importa la observancia
de lo acordado por el mismo Estado, el que habiendo
contratado en su calidad de persona jurídica, no puede
desentenderse de lo pactado oportunamente.
1.1.4. "Ministerio de Guerra c. Astengo, Enrique y otros.
Expropiación" (sent. del 10/8/1938; Fallos: 181:257)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos; conducta posterior de las partes.
a) Hechos
Los demandados Enrique Astengo, Ciro Echesortu, Luis
Pinasco, Carlos Seminario, Elbio A. Coelho y Manuel A.
Cichero entregaron voluntaria y espontáneamente
determinados lotes de terreno con fines de utilidad pública y
sin reservas.
Sin embargo, los accionados sostienen que la actora tomó
posesión de un área mayor a la indicada, por lo que le
reclaman al Gobierno de la Nación el pago de esa mayor
superficie (el Estado habría tomado esa mayor área para
calles públicas en razón de un pedido de urbanización
efectuado por los propietarios).
En el juicio de expropiación se debate si los demandados
son titulares de las mayores áreas de los lotes a
expropiarse y, en caso de ser así, que se determine la
indemnización debida a los propietarios.
b) Decisión
La Corte confirmó el fallo de las instancias anteriores que
consideraron que los demandados habían cedido en forma
gratuita las calles en cuestión y que la cesión había sido
aceptada por la Municipalidad.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
Para así resolver el Tribunal estimó, liminarmente, que las
cesiones gratuitas antes aludidas para obras públicas no
están sometidas a las formalidades rigurosas de las
donaciones ordinarias (escritura pública).
También entendió que si bien las cesiones tenían una
condición, lo cierto es que la misma sería aquella regida por
el art. 537, primera parte, del Código Civil, dado que se
trataría de un hecho establecido a favor de la Municipalidad
que, por lo tanto, pudo renunciarla, tal como sucedió en la
especie.
Este último extremo lo tuvo por demostrado por el
asentimiento de los dueños del terreno prestado con
posterioridad a la celebración del contrato: las calles
estuvieron abiertas al tránsito público y entraron a formar
parte del dominio público sin protestas de los accionados;
las ventas de diversos lotes se realizaban con frente a esas
calles; etcétera.
d) Impacto del fallo
En este antiguo pronunciamiento se hizo aplicación de
esta importante regla hermenéutica de tan importante uso
para desentrañar la voluntad de las partes: los hechos de
los contratantes subsiguientes al contrato, que tenga
relación con lo que se discute, sirven para explicar la
intención de las partes al tiempo de celebrarlo.
e) Conclusión
Los problemas interpretativos que se generan en los
contratos con posterioridad a su celebración exigen adoptar
pautas objetivas que permitan dilucidar los litigios conforme
a lo que verdaderamente convinieron las partes.
Este criterio hermenéutico constituye una exigencia
derivada del principio de la buena fe-lealtad, siendo los
hechos subsiguientes de los contratantes un criterio certero
para conocer la verdadera voluntad de las partes(21) .
La doctrina considera que también deben analizarse los
hechos previos, simultáneos y sobrevinientes al contrato,
criterio que ha sido adoptado en algunos antecedentes por
la misma Corte (22).
Por otra parte, la pauta aplicada en este precedente se
encuentra contemplada en el inc. 4° del art. 218 del Código
de Comercio de 1889.
1.1.5. "F. C. Bs. As. al Pacífico c. Gobierno Nacional"
(sent. 4/6/1945; JA, 1945-III-69)
Temas abordados en el caso: Reglas de interpretación de
los contratos; conducta posterior de la partes.
a) Hechos
La empresa de Ferrocarriles Buenos Aires al Pacífico que
tiene la concesión del transporte de cargas de materiales
pertenecientes al Gobierno nacional reclama las diferencias
por las rebajas de las tarifas de fletes aplicadas por el
Estado con base a diferentes leyes sancionadas con
posterioridad a la celebración del contrato.
b) Decisión
La Corte revocó el pronunciamiento impugnado,
admitiendo la demanda incoada por las diferencias
pretendidas.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En principio, el Alto Tribunal de la Nación señaló que los
contratos de concesión no son nulos, puesto que fueron
aprobados por el Poder Ejecutivo.
Frente a la aparente contradicción entre las leyes
generales de ferrocarriles y la ley especial referente a la
concesión de la empresa actora, la Corte hizo aplicación del
criterio sentado por la Corte Suprema de los Estados
Unidos, consistente en que una ley general no es nunca
derogatoria de una ley o disposición especial, a menos que
aquélla contenga alguna expresa referencia a ésta o que
exista una manifiesta repugnancia entre las dos en la
hipótesis de subsistir ambas y la razón se encuentra en que
la Legislatura no puede haber entendido derogar una ley
general posterior a otra especial anterior, cuando no ha
formulado su intención de hacerlo.
También consideró que la constante interpretación dada
por las partes a un contrato en un largo período de tiempo
es la que la mejor se ajusta al espíritu y a la letra de la ley.
Por último, acotó que el crecimiento constante de las
actividades industriales del Estado, con el correlativo
aumento del volumen de transporte de materiales para su
realización y la protectora tarifa reducida que por ellos se
paga, sea aun menos equitativa la pretensión de aumentar
la rebaja establecida en la nueva normativa.
d) Impacto del fallo
La sentencia consolida la línea interpretativa que debe
imperar en los contratos: la necesidad de recurrir —e n
caso de duda— a la conducta posterior a la celebración,
exigiendo además que la misma resulta "constante".
Puede decirse pues, en general, que uno de los
elementos de interpretación de los actos jurídicos es la
forma en que las partes han dado subsiguiente ejecución a
las obligaciones recíprocas consignadas en el contrato o,
en otras palabras, la conducta ulterior de las partes que
contribuyeron a su redacción o le prestaron conformidad, es
una de las formas más certeras para fijar el alcance de las
cláusulas debatidas(23) .
e) Conclusión
El sentido que las mismas partes han dado a la
convención durante la ejecución es el canon interpretativo
que permite avizorar con mejor exactitud y equidad el
acuerdo común de voluntad.
1.1.6. "Empresa Ferrocarriles Argentinos c. S.A. Ingenio
San Juan, Paz y Posse Ltda. y otros" (sent. del
14/11/1973, Fallos: 287:238)
Temas abordados en el caso: Reglas de interpretación de
los contratos; favor debitoris. Alcance de la obligación
asumida por el fiador.
a) Hechos
La empresa Ferrocarril Mitre (Estado nacional) celebró un
contrato denominado de "crédito para el pago de servicios y
locaciones" con la empresa "Paz y Posse Ltda. Ingenio San
Juan S.A.", mediante el cual le otorgó un préstamo por el
plazo de cinco años, obligándose como fiadores los señores
Rufino Cossio y Alberto Paz Posse en forma solidaria y
como principales pagadores.
Ante el incumplimiento de la obligación de restituir la
suma adeudada y el reclamo efectuado a los fiadores, se
controvierte el alcance de la fianza por las operaciones
(obligaciones) nacidas con posterioridad al vencimiento del
plazo acordado entre las partes. Particularmente, se
cuestiona el inicio del plazo desde el cual debe computarse
el término, dado que la fianza fue celebrada en una fecha
distinta a la "puesta en ejercicio" de las obligaciones
nacidas del contrato principal.
b) Decisión
La Corte nacional confirmó el fallo de la Cámara que
había dejado sin efecto la condena respecto de los fiadores,
porque las deudas que se le pretenden cobrar son
posteriores a la vigencia de la fianza.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En la sentencia se estableció que la calidad de deudores
de los señores Cossio y Paz Posse (se habían obligado
como "principales pagadores") nació en el momento en que
suscribieron el contrato.
Señaló también que no existe ninguna razón para
postergar el comienzo de la obligación asumida por los
fiadores Cossio y Paz Posse.
Desechó la circunstancia relativa a la firma en blanco del
instrumento base de la obligación principal para colocar la
fecha de comienzo del contrato, porque la fianza había sido
otorgada con posterioridad a la celebración de esa
convención (aunque la "puesta en ejercicio" del contrato fue
posterior).
d) Impacto del fallo
En el desarrollo de los fundamentos del decisorio, la Corte
señaló —c omo obiter dictum — la pauta interpretativa
conforme a la cual si la existencia de dos fechas se
considerara una situación ambigua, debe aplicarse el
principio enunciado por el codificador en la nota al art. 745
del Código Civil: plus favemos liberationibus quam
obligationibus (más favorecemos la liberación que la
obligación), la que se encuentra en consonancia con la
regla receptada en el art. 218 inc. 7°, Cód. Com.: "en los
casos dudosos, que no pueden resolverse según las bases
establecidas, las cláusulas ambiguas deben interpretarse
siempre en favor del deudor, o sea en el sentido de su
liberación", vale decir, la conocida regla favor debitoris .
Dicho patrón resulta un criterio fundamental en materia
interpretativa no sólo de los contratos sino de las
obligaciones en general.
e) Conclusión
La situación jurídica de deuda que se presenta en toda
obligación contenida en un contrato no siempre resguarda
los principios de igualdad y libertad, razón por la cual se
justifica la presunción in dubio pro debitoris , regla que se
halla receptada en el último inciso del art. 218, Cód. Com.
1.1.7. "Establecimientos Rurales San Francisco S.C.A. c.
Nación Argentina" (sent. del 27/10/1977, Fallos: 299:76)
Temas abordados en el caso: Reglas de interpretación de
los contratos; cláusulas ambiguas; favor negotii .
a) Hechos
En el marco de un juicio de daños y perjuicios se debate
la interpretación de los alcances y el sentido de un acuerdo
transaccional celebrado con motivo de un juicio anterior por
desalojo y daños y perjuicios habido entre las mismas
partes: la actora Establecimientos Rurales San Francisco
S.C.A. y la demandada el Estado Nacional (Ministerio de
Defensa).
La accionante había condicionado la renuncia (concesión)
a los derechos formulados en la transacción, a la restitución
del inmueble el día 30 de junio de 1968, por lo que no
habiendo cumplido con lo acordado, sostiene que su
derecho a la indemnización íntegra renació, por lo que así
solicita que sea declarado judicialmente para poder
practicar la liquidación pertinente.
La Cámara de Apelación rechazó la demanda de daños y
perjuicios al concluir que la entrega del inmueble fue
realizada en el plazo estipulado.
b) Decisión
La Corte revocó el pronunciamiento de la instancia de
grado por considerar que el tribunal de grado había
interpretado erróneamente el convenio transaccional,
teniendo por demostrado el incumplimiento de la
demandada en la entrega de la cosa en la fecha acordada.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En los considerandos del fallo, se señaló que en el
expediente de desalojo donde se celebró la transacción el
Gobierno nacional se comprometió a devolver la tenencia
antes del día 30 de junio de 1968 y que para el que caso de
que la demandada no cumpliera con esta obligación,
debería pagar una suma de dinero en concepto de cláusula
penal.
Luego, estableció que para desentrañar la intención de las
partes debe estarse a lo que surja de la voluntad
exteriorizada y declarada en los términos mismos del
convenio.
Al respecto, entendió que si en el convenio de restitución
del inmueble locado se fijó como fecha de devolución de su
tenencia el 30 de junio de 1968, y ésta no aparece luego
expresamente modificada, no hay motivos para considerarla
como inexistente y sin valor alguno en el contexto del
convenio y a los efectos en él previstos, máxime si la fecha
de devolución fue uno de los puntos más importantes y
discutidos de las tratativas de las partes para llegar al
arreglo, lo que imponía una inequívoca modificación de
aquella fecha expresa, en caso de haber sido ésta la
intención de los firmantes.
De esta manera, descartó la fecha indicada en función de
la cláusula penal (1 de septiembre de 1968), puesto que la
circunstancia de que la misma comience a correr dos
meses después no deja de ser una modalidad que las
partes han establecido a la conveniencia de sus "recíprocas
concesiones" (art. 832, Cód. Civil).
d) Impacto del fallo
En el caso bajo examen se hizo aplicación de la regla
exegética conforme a la cual, de existir términos o cláusulas
aparentemente incompatibles, un sano principio de
hermenéutica jurídica aconseja salir de la duda no por la
supresión lisa y llana de una de ellas, sino manteniendo la
vigencia de ambas, cuando el texto permite asignar
lógicamente a cada una un ámbito propio de aplicación en
el conjunto de las estipulaciones que demarcan los
derechos y obligaciones recíprocas.
e) Conclusión
La Corte vislumbró el quid de la cuestión planteada y el
yerro incurrido por la Cámara en la interpretación del
acuerdo transaccional, haciendo aplicación de las reglas
interpretativas de coherencia y de vigencias de todas las
cláusulas contractuales, teniendo en cuenta que los
negocios jurídicos deben ser interpretados como un todo,
en su contexto general.
Además, la sentencia hace aplicación de las pautas
contenidas en el inc. 3°, art. 218, Cód. Com., conforme al
cual: "Las cláusulas susceptibles de dos sentidos, del uno
de los cuales resultaría la validez, y del otro la nulidad del
acto, deben entenderse en el primero; si ambos dieran
igualmente validez al acto, deben tomarse en el sentido que
más convenga a la naturaleza de los contratos, y a las
reglas de equidad". Constituye la regla de preservación del
negocio, que se corresponde a la idea de que las partes
han celebrado el acto porque quieren sus efectos, y por lo
tanto, no es razonable pensar que hayan declarado una
voluntad que en definitiva llevará a la frustración del
negocio (Rivera).
1.1.8. "Herrera, Héctor A. c. Herrera Villegas de Marini,
Milna A." (sent. del 7/6/1988; Fallos: 311:945; LA LEY,
1988-E-410)
Temas abordados en el caso: Regla de interpretación de
los contratos. La interpretación sistemática y contextual de
las cláusulas contractuales.
a) Hechos
En el boleto de compraventa celebrado por las partes se
convino que la demandada (vendedora) se reservaba el
usufructo parcial del inmueble, pero también se asentó que
los compradores tiene la obligación de permitir la habitación
permanente en la vivienda de la vendedora y la vida en
común de los tres signatarios del contrato.
La Cámara hizo lugar a la reconvención por la cual se
solicitaba la escrituración del usufructo con más el desalojo
de los adquirentes; frente a ello los compradores dedujeron
recurso extraordinario federal.
b) Decisión
La Corte admitió el recurso, dejando sin efecto el
decisorio de la alzada, por considerar que la sentencia
resulta ser arbitraria no sólo por tergiversar lo convenido por
las partes, haciendo prevalecer las palabras empleadas
fuera de contexto y por sobre la voluntad de los
contratantes, sino también al crear un derecho real a favor
de la vendedora que no estuvo en miras de las partes.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
La sentencia parte de la premisa de que las partes
acordaron en establecer un "usufructo parcial", consintiendo
la "vida en común" por los adquirentes. Sin embargo, la
referencia al "usufructo parcial" —d ijo la Corte— no puede
dejar inoperante la estipulación respectiva (la "vida en
común" con los adquirentes) y ni siquiera puede aceptarse
la existencia de un derecho real que implique la ocupación
"total" de la vivienda.
La índole de la obligación asumida pues por las partes y
la naturaleza jurídica del derecho real reservado para sí por
la vendedora, no puede ser desvirtuado por un clima de
dificultades de convivencia entre los contratantes, señaló el
Máximo Tribunal, a la vez que descarta la posibilidad de
que los compradores sean considerados como meros
comodatarios y, en virtud de ello —t al como fuera
dispuesto por la Cámara—, ordenar el desalojo de los
adquirentes.
d) Impacto del fallo
La Corte señaló que no pueden dejarse de lado los
hechos anteriores, concomitantes y posteriores a la
celebración del contrato a los efectos de desentrañar su
verdadero sentido, consolidando de esta manera la
aplicación de esta regla hermenéutica de los contratos.
Además, estableció que en la interpretación contractual
no cabe tergiversar los términos del contrato, haciendo
prevalecer las palabras empleadas fuera de contexto y por
sobre la voluntad de los contratantes.
e) Conclusión
El fallo en análisis nos lleva a sostener que las cláusulas
de un convenio forman un contexto único y que, por lo
tanto, las expresiones usadas no se las debe entender
aisladamente, sino en función del contexto general del
contrato; es decir, que el intérprete debe valorar el negocio
jurídico en su conjunto para aprehender la idea que se
puede atribuir a la declaración de voluntad común.
1.1.9. "Automóviles Saavedra S.A. c. Fiat Argentina
S.A.C.I.F." (sent. del 4/8/1988; Fallos: 311:1337)
Temas abordados en el caso: Reglas de interpretación en
los contratos atípicos. Atender a la literalidad de los
términos empleados y la intención de las partes. Aplicación
del principio rector de la buena fe. La aplicación de la teoría
del abuso del derecho en materia interpretativa contractual.
La interpretación de las causales de extinción de los
contratos de duración. La perentoriedad de las obligaciones
como regla interpretativa contractual.
a) Hechos
La parte actora demandó a Fiat por daños y perjuicios a
causa de la rescisión del contrato de concesión para la
venta de automotores.
En primera instancia, la demanda fue rechazada por
considerarse que la accionante no había cumplido con la
venta de cupos mínimos. La Cámara revocó el fallo por
entender que la cláusula del reglamento que autorizaba a
rescindir el contrato era ilegítima, máxime cuando se halla
inserta en un contrato de adhesión y porque tampoco se
habían acreditado las causales invocadas por la
demandada para justificar la extinción del contrato de
concesión.
b) Decisión
La Corte dejó sin efecto el fallo del tribunal de alzada por
encuadrar en la doctrina de la arbitrariedad de sentencia, al
aplicarse normas de derecho común sin una concreta
referencia a las circunstancias del caso; el examen de las
circunstancias fácticas debe hacerse —d ijo el Tribunal—
en concreto y no en abstracto, esto es, con particular
referencia a las modalidades del caso.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En la sentencia se expuso, liminarmente, que la Cámara
quitó validez a una cláusula que es ley para las partes con
apoyo en principios generales, sin atender en forma
concreta y precisa a las particularidades del caso.
Luego expuso que si bien la exégesis de la voluntad de
las partes es una cuestión ajena a la vía federal, ello
reconoce una excepción cuando los jueces asignan a las
cláusulas de un contrato un alcance reñido con la literalidad
de sus términos y la clara intención de las partes, y lo
decidido no se basa en explícitas razones suficientes de
derecho (en el caso, el desconocimiento del pacto
resolutorio estipulado en forma expresa).
Con posterioridad diferenció entre el derecho y su
ejercicio (aspecto no reparado por el a quo —s egún la
Corte—), puesto que la facultad de rescindir unilateralmente
un contrato sin causa se encuentra autorizada por la ley,
más aún cuando se trata de un contrato de tracto sucesivo,
por lo que la cláusula en cuestión no puede ser invalidada
sin más (en abstracto), pese a que se trate de un contrato
por adhesión.
Finalmente arribó a la cuestión neurálgica relativa a la
interpretación de los contratos: que en los contratos atípicos
y, por ende, carentes de normas expresas que lo regulen,
su régimen debe buscarse en la propia voluntad de los
contratantes y en los principios generales de los contratos
(aspecto desatendido por la Alzada) y entre ellos,
especialmente, el principio de la buena fe, aplicable también
en materia comercial (considerandos 10° y 11°).
Tal principio fue aplicado en la especie en lo atinente a la
interpretación a las obligaciones condicionales y la
inaceptabilidad de la idea de la duración indefinida del
cumplimiento de la condición en los contratos de tracto de
duración sin plazo de extinción.
Con base en ello, la Corte desechó la nulidad de la
cláusula de rescisión y analizó el denunciado ejercicio
abusivo por la demandada, concluyendo en forma negativa
dado en virtud del tiempo de ejecución del contrato (10
años); la amortización de la inversión por la actora; el
resquebrajamiento de la relación comercial entre las partes
y la ausencia de intención de perjudicar a la actora por
parte de la accionada. En función de ello y del ejercicio de
la libertad contractual garantizada por la Constitución
Nacional, no halló demostrado el ejercicio abusivo ni la
regla moral alguna (considerandos 12° y 13°).
d) Impacto del fallo
El Tribunal destacó el principio de la autonomía privada,
señalando el valor de las cláusulas de un contrato que son
como una ley para las partes (art. 1197, Cód. Civil).
En este sentido, puso de resalto la imposibilidad de que
los jueces asignen a las cláusulas de un contrato un
alcance reñido con la literalidad de sus términos y la clara
intención de las partes, más aún cuando no se presentan
razones explícitas suficientes de derecho. Ello no obstante
que el contrato sea atípico y celebrado por adhesión.
Por otro lado, entendió que la teoría del abuso del
derecho debe ser aplicada restrictivamente cuando se trata
de privar la validez de una cláusula contractual, aún cuando
se trate de un contrato con las características antes
indicadas: atípico y por adhesión.
En el contrato de concesión comercial, por la mutua
cooperación que supone entre las partes, la confianza se
erige —p ara la Corte— en un elemento que lo caracteriza
y, consecuentemente, de suma importancia para valorar las
circunstancias que pueden habilitar la extinción de la
relación contractual, extremo que debe llevar a ponderar
además las causales invocadas —p ara rescindir un
contrato— de forma conjunta y no individual.
Las ideas madre de este caso fueron luego adoptadas en
otra destacada causa de la Corte, pronunciada in re "Cherr-
Hasso, Waldemar Peter y otro c. The Seven Up Co. y otro"
(sent. del 5/11/1991, Fallos: 314:1358), donde también se
descalificó el pronunciamiento del tribunal de grado por
haber restado "...t odo valor a la cláusula de un contrato,
que es ley para las partes (art. 1197, Cód. Civil), sin atender
en forma correcta y precisa a las particulares circunstancias
del caso, por lo que satisface sólo de manera aparente la
exigencia de constituir una derivación razonada del derecho
vigente con aplicación a los hechos comprobados de la
causa" (considerando 5°).
A ello añadió, siguiendo los lineamientos del precedente
que comentamos, que "...a l invocar argumentos puramente
conjeturales para apartarse de la voluntad contractual
expresamente declarada, el pronunciamiento recurrido
incurre en vicios que lo descalifican, porque no cabe a los
jueces asignar a las cláusulas de un contrato un sentido
reñido con la literalidad de sus términos y la clara intención
de las partes y, consiguientemente, lo decidido no se basa
en explícitas razones suficientes de derecho (Fallos:
306:85; C.597.XXII. 'Caja Nacional de Ahorro y Seguro c.
N.C.R. Argentina SAIC', fallo del 29 de agosto de 1989;
E.35.XXIII. 'Establecimientos Textiles San Andrés S.A.
s/concurso preventivo s/incidente de impugnación del
síndico promovido por Banco de Intercambio Regional S.A.
— revisión', fallo del 18 de septiembre de 1990); cuando
sus términos son claros y terminantes (S.308.XXII, 'Sícaro,
Juan Carlos c. Y.P.F. s/escrituración', fallo del 30 de abril de
1991). Máxime, si se ha fundado en elementos apartados
de las circunstancias comprobadas de la causa, no
solamente por desatender la voluntad manifestada en forma
expresa por los otorgantes de la convención —p auta
fundamental para juzgar la extensión de los contratos cuya
finalización no ha sido pactada— (A.505.XXI, 'Automotores
Saavedra SACIF c. Fiat Argentina SACIF', fallo del 4 de
agosto de 1988), sino por prescindir del material probatorio
vinculado con el sentido atribuido a la estipulación aludida
por la parte demandada, predisponente del contrato, al
absolver posiciones (A.304.XXII, 'Alarcón Saldivia, Raúl y
otros c. Viplastic', Fallos: 310:2236; M.179.XXIII. 'Manem de
Olmos, Pilar Beatriz y otro c. Ferrocarriles Argentinos', fallo
del 27 de noviembre de 1990)" (considerando cit., segundo
párr.).
e) Conclusión
En materia interpretativa, el caso constituye un
precedente de gran importancia en la jurisprudencia de la
Corte, puesto que tuvo oportunidad de señalar que en los
contratos atípicos —c arentes de una regulación legal
expresa— la solución ante los conflictos que los mismos
suscitan debe buscarse principalmente en la propia
voluntad de las partes expresadas en la convención y en los
principios generales de los contratos, particularmente en el
principio de la buena fe.
También importa un precedente destacado en lo relativo a
la interpretación de las causales de extinción de los
contratos (la facultad rescisoria o resolutoria),
particularmente, para los contratos comerciales de
duración.
Por último, corresponde acotar que la Corte hizo mucho
énfasis en el carácter transitorio de los derechos
personales. Las relaciones obligacionales, a diferencia de
las reales, están llamadas a extinguirse; no son perpetuas.
Tal característica se erige como una pauta interpretativa de
suma importancia para evaluar la validez de las cláusulas
contractuales y del ejercicio de los derechos que las
mismas contemplan (los derechos pueden y deben ser
ejercidos en un tiempo razonable).
1.1.10. "Caja Nacional de Ahorro y Seguro c. N.C.R.
Argentina S.A.I.C." (sent. del 29/8/1989; Fallos: 312:1458)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos; interpretación literal; buena fe.
a) Hechos
La Caja Nacional de Ahorro y Seguro rescindió el contrato
celebrado con la demandada, ante el incumplimiento de la
obligación de mantener actualizado el sistema de
computación, y a la vez que reclamó en sede judicial la
reparación de los daños y perjuicios ocasionados.
En primera y segunda instancia, la demanda fue
rechazada y se hizo lugar en cambio a la reconvención
también de daños y perjuicios incoada por la empresa
N.C.R. Argentina por la rescisión unilateral dispuesta por la
actora.
b) Decisión
La Corte revocó la sentencia de Cámara y ordenó que se
dictara un nuevo pronunciamiento que tuviera en cuenta lo
convenido en las cláusulas contractuales y los derechos
emergentes de las mismas.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
Siguiendo el criterio sentado en el precedente
"Automóviles Saavedra c. Fiat Argentina" (Fallos:
311:1337), la Corte comenzó por indicar que si bien la
exégesis de la voluntad contractual es materia de derecho
común, ajena al recurso extraordinario, ello reconoce
excepción cuando los jueces asignan a las cláusulas del
contrato un alcance reñido con la literalidad de sus términos
y la clara intención de las partes, y omiten ponderar
argumentos conducentes para la correcta solución del pleito
(considerando 3°).
Sentado ello y luego de señalar que la Cámara no había
considerado un argumento conducente para la solución del
litigio, le achacó también haber realizado una interpretación
de las cláusulas integrantes del contrato en un sentido
opuesto a la voluntad exteriorizada de modo inequívoco por
una de las partes y aceptada libremente por la contraria
(considerando 5°).
A partir de lo expuesto y de lo estipulado en las
condiciones generales del pliego licitatorio, el tribunal juzgó
que no resulta razonable sostener que la accionada-
contratista no se encontraba obligada a verificar si las
exigencias de trabajo especificadas por la comitente en el
anexo del convenio se amoldaba a las características de los
aparatos de computación, concluyendo que ese dato
técnico no puede ser interpretado como un mero enunciado
orientador sino en un aspecto central de los requerimientos
de la licitación (considerando 6°).
d) Impacto del fallo
La sentencia confirmó, por un lado, la excepción
empleada en el caso "Automóviles Saavedra c. Fiat
Argentina" (Fallos: 311:1337), en materia de admisibilidad
de las cuestiones interpretativas de los contratos en la sede
casatoria extraordinaria federal.
Y, por otro, la imposibilidad de interpretar las cláusulas
contractuales en un sentido contrario a la literalidad de sus
términos en resguardo del principio de la autonomía privada
(art. 1197, Cód. Civil).
Asimismo, hizo aplicación del principio de la buena fe,
citando el art. 1198 —p rimer párrafo— del Código Civil, en
lo referente a la necesidad de examinar las conductas de
las partes y su correspondencia con el deber de lealtad, a
los efectos de cumplir debidamente las obligaciones
emergentes de los contratos.
e) Conclusión
En el caso se vuelven a sopesar los principios
fundamentales de los contratos: la fuerza obligatoria y la
buena fe en la interpretación de las cláusulas, a efectos de
no desvirtuar el alcance y sentido del reglamento
contractual.
En cuanto al sentido de la "interpretación literal" de los
contratos, cabe tener en cuenta la salvedad efectuada por
el doctor Alegria: "... una interpretación literal supondría un
único sentido en el vocablo. Sin embargo, un único sentido
no es necesariamente lo ordinario en las palabras de un
idioma (son frecuentes en los diccionarios varias
acepciones, más aún en los vocablos más utilizados). De
manera que literalidad en la interpretación contractual no
puede referirse al sentido individual de un término
aisladamente considerado, sino en relación con el contrato
en su totalidad, lo que requiere interpretación del
sentido"(24) .
"Por tanto, si bien deben respetarse los vocablos
empleados en un contrato, la apreciación de la convención
no puede ceñirse a una literalidad de un solo sentido
cuando la conclusión termine siendo contraria a la 'intención
común de las partes' y al 'contexto general'".
1.1.11. "Sícaro, Juan Carlos c. Y.P.F. s. Escrituración"
(sent. del 30/4/1991; Fallos: 314:363)
Temas abordados en el caso: autonomía privada; fuerza
obligatoria de los contratos. Conductas de las partes. In
claris non fit interpretatio.
a) Hechos
El actor Sícaro demandó por la escrituración de un buque
a la demandada YPF y, en subsidio, la indemnización de
daños y perjuicios, en virtud de haber resultado
adjudicataria de la licitación que tuvo por objeto la venta del
buque "Luján de Cuyo".
En la instancia de origen, al igual que la Cámara, la
pretensión fue rechazada a raíz de la propia conducta del
accionante, con motivo de la ejecución del contrato de
compraventa (el acta de entrega de la posesión).
b) Decisión
El Tribunal confirmó la sentencia recurrida.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
La Corte, luego de haber delimitado su competencia,
precisó que cuando los términos o expresiones empleados
en un contrato son claros y terminantes sólo cabe limitarse
a su aplicación, sin que resulte necesaria una labor
hermenéutica adicional.
A continuación, descartada la invalidez de la cláusula por
la que el accionante Sícaro quedó desobligado de efectuar
la transferencia dominial, en razón de que el buque iba a
ser desguazado (cláusula 5ª), apuntó que de su sola lectura
pone de manifiesto que la obligación de escriturar la nave
había quedado extinguida por acuerdo entre las partes.
Por otra parte, rechazó la petición del recurrente por
abstraerse de la realidad de lo acontecido (desguace del
buque) y absolutamente contraria a la conducta
antecedente del impugnante.
d) Impacto del fallo
La Corte vuelve a destacar la importancia de la autonomía
privada en orden a la observancia de lo convenido por las
partes y, consecuentemente, a la fuerza obligatoria de los
contratos (art. 1197, Cód. Civil).
Además, ponderó la conducta desplegada por el actor —
c ontraria a la que ahora procuraba hacer valer—, la que dio
pie para hacer aplicación de la doctrina de los actos
propios, fundada —c omo es sabido— en el principio de la
buena fe.
e) Conclusión
El fallo siguió la pauta interpretativa sentada en Fallos:
307:2216 (in re "Mevopal S.A. y otra c. Banco Hipotecario
Nacional", sent. del 26/11/1985), caso en el que hizo
aplicación del conocido principio romano según el cual, si el
negocio jurídico es claro en sus términos, no requiere
interpretación: in claris non fit interpretatio .
Sin embargo, la fórmula empleada por el Tribunal
mejora —a nuestro modo de ver— aún más la locución o
adagio mencionado, porque no se limita prohibir toda labor
interpretativa cuando la cuestión es clara, sino que
proscribe el uso de reglas interpretativas innecesarias que
desvirtúen lo pactado: cuando los términos o expresiones
empleados en un contrato son claros y terminantes, sólo
cabe limitarse a su aplicación, "sin que resulte necesaria
una labor hermenéutica adicional", por cuanto no cabe a los
jueces "asignar a las cláusulas de un contrato un sentido
reñido con la literalidad de sus términos" (25).
De esta manera, la Corte vino a confirmar un criterio
interpretativo, transformándolo en una doctrina que más
tarde será de uso frecuente(26) . Al respecto, Julio César
Rivera considera que si las palabras del contrato no son
ambiguas, no existen contradicciones y se manifiesta con
evidencia cuál ha sido la intenció n de las partes
coincidente con la declaración de voluntad, no es admisible
una interpretación que se dirija a torcer esa evidencia(27) .
En este sentido resultan luminosas las consideraciones
realizadas por Juan Carlos Rezzónico, con relación a las
palabras del ex Juez doctor de Abelleyra (Revista LA LEY,
t. 101, p. 209) recogidas en una sentencia de la Cámara
Nacional Civil(28) : sólo es permitido poner en juego el
conjunto de reglas que constituyen la teoría de la
interpretación de los contratos cuando la expresión de la
voluntad de los contratantes ofrece alguna duda,
añadiendo —p or parte del Dr. Rezzónico— que con ello se
señala un curso a seguir, diverso ello de una afirmación —
n o infrecuente— de que si las cláusulas son claras no
corresponde la interpretación (in claris non fit interpretatio ),
puesto que la interpretación siempre es necesaria; porque
la interpretación es el primer presupuesto para la aplicación
del derecho: antes de aplicarlo es necesario efectuar una
labor intelectual de comprensión alejada del rígido
automatismo de una operación aritmética (Betti).
Por ello a continuación apunta que "toda interpretación es
siempre declarativa y necesaria —L arenz enseña que
todos los textos jurídicos son susceptibles de interpretación,
pero también necesitados de ella—. De allí que una
autoridad como Biondi nos recuerde en esto a Ulpiano:
'Aunque sea clarísimo el Edicto del Pretor no se debe sin
embargo descuidar su interpretación ( quamvis sit
manifestissimum edíctum praetoris attamen non est
neglegenda interpretatio eius )' evidenciándose la falsedad
de ' In claris ...'; ello es claramente explicado por López de
Oñate con estas palabras: 'En verdad la norma clara es
clara porque resulta tal de una interpretación inmediata: es
precisamente la interpretación que nos muestra que aquella
ley se entiende en tal o cual modo y por lo tanto es
clara'" (29).
1.1.12. "Piraino, Miguel Antonio c. Casa de la Provincia
del Neuquén" (sent. del 17/11/1994; Fallos: 317:1568)
Temas abordados en el caso: medios de interpretación de
los contratos: la conducta de las partes.
a) Hechos
El actor fabricó y vendió artículos ortopédicos a
empleados y afiliados de la obra social de la Casa de la
Provincia de Neuquén. Ante la falta de pago de las facturas
correspondientes, inició demanda de cobro de australes.
El Estado provincial se opuso a la pretensión del
accionante, alegando la falta de legitimación pasiva dado
que los deudores de las facturas reclamadas son los
beneficiarios de los materiales ortopédicos que no son
agentes de la administración pública.
b) Decisión
La Corte, en ejercicio de su competencia originaria, hizo
lugar a la demanda, condenando al Estado de la Provincia
de Neuquén, con más la actualización del capital e
intereses.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
El tribunal comenzó por analizar las facturas presentadas
por el accionante, estableciendo que las mismas habían
sido firmadas por representantes del organismo o bien
previamente autorizadas por el Estado, por lo que tuvo por
acreditada la relación jurídica habida entre las partes.
Con base en ello y teniendo en cuenta que no es posible
restar trascendencia a las conductas que son jurídicamente
relevantes y plenamente eficaces, así como a la falta de
impugnación oportuna de las facturas acompañadas
(considerandos 9° y 10°), la Corte concluyó en que la
acción resulta procedente.
d) Impacto del fallo
La sentencia emplea, como uno de sus argumentos
principales, la conducta adoptada por las partes como base
cierta de interpretación de los términos del contrato.
e) Conclusión
Uno de los elementos más importantes para conocer la
existencia de derechos controvertidos, nacidos como en
este caso a partir de las obligaciones de una relación
contractual, lo constituye la realidad misma emergente de
las conductas adoptadas por las partes con posterioridad a
la celebración del acuerdo transacción: firma de
instrumentos, autorizaciones administrativas, etcétera.
1.1.13. "Diprom S.A.C.I.F.I. c. Provincia de Santa Cruz.
Cobro de australes" (sent. del 24/8/1995; Fallos:
318:1632)
Temas abordados en el caso: Medios de interpretación de
los contratos. Conducta posterior de las partes.
a) Hechos
La empresa Diprom S.A.C.I.F.I. demanda el cobro de
sumas de dinero a la Provincia de Santa Cruz, por las
deudas originadas en el incumplimiento de diversos
contratos en virtud de los cuales le fueron cedidos al Estado
provincial los derechos de exhibición de material fílmico.
La demandada desconoce la relación jurídica invocada,
alegando que los contratos acompañados no fueron
suscriptos por la Provincia ni por representante alguno.
b) Decisión
La Corte, en ejercicio de su competencia originaria, hizo
lugar a la demanda, condenando al Estado de la Provincia
de Santa Cruz, con más la actualización del capital e
intereses.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
La sentencia procede de una forma similar a la de los
autos "Piraino", sentando desde el inicio que como medio
de interpretación de los contratos debe estarse a la
conducta de las partes como base cierta de interpretación
de los términos del vínculo jurídico que las une (Fallos:
262:87; 302:242)(30) .
Además, tuvo en consideración diferentes elementos de
prueba por los cuales tuvo por acreditada la exhibición de
las películas aportadas por el actor.
Por otra parte, el vínculo jurídico quedó probado con el
informe en el que se individualizan cada uno de los
contratos acompañados y con la falta de negativa por el
Estado provincial respecto de la afirmación efectuada por la
actora en el escrito inicial, según la cual se hicieron pagos
imputables a los contratos motivos de este juicio.
Por último, cabe señalar que siguiendo el criterio de las
causas A.667.XXII "Asistencia Médica Privada S.A.C. c.
Provincia de Chaco" (sent. del 19/10/1993) y P.123.XXIII
"Piraino, Miguel Antonio c. Casa de la Provincia del
Neuquén" (sent. del 17/11/1994), sostuvo que el
desconocimiento de las facturas acompañadas por la actora
resultó tardío, por lo que el silencio guardado al recibirlas
importó, por aplicación de lo dispuesto en el art. 474, tercer
párrafo, Cód. Com., la aceptación tácita de aquéllas, pues
no existen elementos que demuestren que la deudora
formuló reparos a su respecto dentro del plazo de diez días
que la ley prevé al efecto.
d) Impacto del fallo
El pronunciamiento viene a corroborar una línea
jurisprudencial de la Corte fundada en el comportamiento
de las partes como base cierta para acreditar la existencia
de los contratos y establecer su sentido y alcance.
e) Conclusión
Las conductas de las partes constituyen un medio
imprescindible para la interpretación de los contratos,
destacándose en este precedente —e ntre otros aspectos—
el silencio de la demandada respecto de la autenticidad de
las facturas emitidas por la sociedad actora.
1.1.14. "Intertelefilms S.A. c. Provincia de Chubut" (sent.
del 19/9/1995; Fallos: 318:1755)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos. Conducta posterior de las partes.
a) Hechos
La firma Intertelefilms S.A. demandó por cobro de sumas
de dinero a la Provincia del Chubut (Secretaría de
Gobierno, LU 90 TV Canal 7 de Rawson), con fundamento
en la falta de pago por la transferencia de material fílmico
para televisión abierta, por cable y para video.
La demandada negó los hechos alegados por la
accionante como fundamento de la acción, solicitando su
rechazo.
b) Decisión
La Corte, en ejercicio de su competencia originaria, hizo
lugar a la demanda, condenando al Estado de la Provincia
de Chubut, con más la actualización del capital e intereses.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En la misma línea argumental que en los anteriores
precedentes "Piraino" y "Diprom" —l uego de tener por
acreditada la relación contractual— aplicó el criterio
jurisprudencial relativo a que la conducta de las partes
constituye base cierta de interpretación del vínculo jurídico
que las une, citando la ya glosada cita de Fallos: 262:87;
302:242 (cfr. nota al precedente "Diprom").
En lo que respecta al impacto del fallo y la conclusión que
puede inferirse del mismo, me remito a las consideraciones
expuestas supra .
1.1.15. "Kerestegian de Mamprelian, Marietta c.
Kerestegian, Nazaret" (sent. del 27/12/1996; Fallos:
319:3395)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos. In claris non fit interpretatio .
a) Hechos
La actora promovió demanda de escrituración respecto
del inmueble individualizado en el convenio suscripto con su
hermano, el señor Nazaret Kerestegian, con fundamento en
lo pactado en la cláusula tercera, por la cual el demandado
se comprometió a ceder y transferir "el setenta y cinco por
ciento que tiene y le corresponde" sobre dicha cosa a la
accionante.
De las circunstancias expuestas en el fallo en análisis
surge que la cesión y transferencia se había realizado de
común acuerdo entre las partes y que el inmueble provenía
de la sucesión de la madre de ambos.
En primera instancia y en Cámara la demanda fue
desestimada al entenderse que dicha cesión carecía de
causa, puesto que "la causa de la obligación que aquí se
reclama, se encuentra en última instancia en una cesión
destinada a que la actora hiciera su aporte societario para
efectuar la construcción mencionada en el convenio, y que,
al dejarse este último objetivo de lado, carece de razón
autónoma de ser".
b) Decisión
La Corte revocó el fallo de la alzada, con base en la
doctrina de la arbitrariedad de sentencia, por haberse
prescindido de dar un adecuado tratamiento a la
controversia de acuerdo con las constancias de la causa y
la normativa aplicable.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En este pronunciamiento, se comenzó por indicar que el
razonamiento a través del cual la Cámara llegó a tener por
probada la falta de causa de la obligación en los términos
del art. 500 del Código Civil, es producto —a criterio de la
Corte— de una inadecuada interpretación de esa norma,
que altera su verdadero sentido y la torna inoperante
(Fallos: 294:363; 302:1112; 310:927, entre muchos otros),
ya que de la falta de expresión de la causa de la cesión en
el convenio objeto de esta litis, el a quo concluyó que ésta
debía ser acreditada para mantener la validez de las
obligaciones contraídas, cuando en realidad —s egún la
Corte— la causa debió ser presumida con la alusión
realizada en el instrumento respecto de la adjudicación de
los bienes del sucesorio de la madre de las partes.
En razón de ello, el Tribunal juzgó que el órgano inferior
invirtió indebidamente el principio que establece la norma
legal mencionada (art. 500, Cód. Civil), la que —c omo es
sabido— presume la existencia de la causa mientras el
deudor no pruebe lo contrario.
Además, expuso que la falta de causa importa una
inferencia que se contrapone con las constancias de la
causa, dado que no es cierto que la cesión y transferencia
del inmueble se hallaban supeditadas a la concreción de un
proyecto de construcción inmobiliario y que, desaparecido
este objetivo, esa obligación "carece de razón autónoma de
ser".
En el convenio mencionado —a claró la Corte— no existe
condicionamiento alguno que relacione el otorgamiento de
la escritura con el inicio de la construcción. En este sentido
indicó que no sólo ese propósito no fue expresado por las
partes, ni incluido entre las condiciones a que se sometió la
operación, sino que no se concilia con el complejo de
relaciones jurídicas existentes entre aquéllas, en la medida
en que han sido puestas de manifiesto en el pacto.
d) Impacto del fallo
En primer lugar, aclaró los alcances de su competencia
revisora —e n los términos del art. 14 de la ley 48—
recordando que si bien la exégesis de la voluntad
contractual es en principio materia de derecho común, ello
reconoce excepción cuando —c omo en el sub lite — los
jueces asignan a las estipulaciones de un contrato un
alcance reñido con la literalidad de sus términos y lo
decidido no se basa en explícitas razones suficientes de
derecho (la Corte citó los antecedentes publicados en
Fallos: 302:1111 (31); 310:750 (32); 311:1337 (33)).
Seguidamente expuso el canon interpretativo adoptado
por la Corte en cuanto a que cuando "los términos o
expresiones empleados en un contrato son claros y
terminantes, sólo cabe limitarse a su aplicación, sin que
resulte necesaria una labor de hermenéutica adicional"
(Fallos: 307:2216(34) ; 314:363(35) ).
De esta manera, en relación a esto último, el Tribunal
volvió a aplicar la doctrina antes aludida, relativa a la
aplicación de la regla "interpretación literal", dando valor a
las cláusulas de los contratos, que son como ley para las
partes (art. 1197, Cód. Civil).
e) Conclusión
La sentencia consolida una línea jurisprudencial en orden
a la competencia revisora por apelación extraordinaria y la
aplicación de las pautas interpretativas de los contratos.
En cuanto a los alcances y sentido de la regla
interpretativa in claris non fit interpretatio , me remito al
comentario realizado al caso "Sícaro, Juan Carlos c. Y.P.F.
Escrituración" (sent. del 30/4/1991; Fallos: 314:363).
1.1.16. "Romero Victoria de Del Sel, María del Rosario c.
Qualitas S.A." (sent. del 15/12/1998; Fallos: 321:3493)
Temas abordados en el caso: contratos de consumo con
cláusulas predispuestas; interpretación a favor del
consumidor.
a) Hechos
En el contrato de "prestación médica" celebrado entre las
partes se convino excluir la cobertura por gastos
correspondientes a los nacimientos producidos dentro del
período de carencia.
La accionante reclamó los gastos de internación
derivados de un nacimiento prematuro, pretensión que fue
desestimada por la Cámara al revocar parcialmente la
sentencia de primera instancia.
b) Decisión
La Corte entendió que si bien la cuestión planteada es de
derecho común (tal, la relativa a la exégesis de la voluntad
contractual) y, por lo tanto, resulta ajena a la vía intentada
(art. 14, ley 48), lo cierto es que —a través de la doctrina de
la arbitrariedad de sentencia— se abocó a tratar el planteo
formulado, haciendo lugar al recurso y dejando sin efecto el
pronunciamiento atacado.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En la sentencia se expuso que en los casos de contratos
con cláusulas predispuestas cuyo sentido es equívoco y
ofrece dificultades para precisar el alcance de las
obligaciones asumidas por el predisponente, en caso de
duda debe prevalecer la interpretación que favorezca a
quien contrató con aquél o contra el autor de las cláusulas
uniformes (el tribunal citó la doctrina de Fallos:
317:1684(36) ).
Esta regla hermenéutica —c onsideró la Corte— se
impone en razón de expresas disposiciones legales
(art. 1198, Cód. Civil, art. 218, inc. 3°, Cód. Com., art. 3° de
la ley 24.240). Además, la exigencia de acatar dicha pauta
se acentúa en el supuesto del contrato de prestación
médica, habida cuenta de la jerarquía de los valores que se
hallan en juego: la vida y el derecho a obtener la
conveniente y oportuna asistencia sanitaria.
A partir de estas premisas, juzgó que el fallo de Cámara
no observó el mencionado principio y derechos
fundamentales, por cuanto no ponderó adecuadamente que
de no ser por el proceso patológico sufrido por la actora, el
parto —d e acuerdo con su fecha probable— se hubiera
producido después del período de carencia y que el
nacimiento pretérmino tuvo lugar como consecuencia de
una intervención quirúrgica a la que la demandada brindó
cobertura como estaba estipulado.
De este modo, la Corte infirió que el acabado examen de
estas circunstancias era imprescindible a fin de mantener el
equilibrio de las prestaciones salvaguardando la regla pacta
sunt servanda frente a las limitaciones del poder de
negociación de la adherente.
d) Impacto del fallo
El pronunciamiento comentado vino a erigir como criterio
interpretativo, en materia de contratos con cláusulas
predispuestas, lo resuelto in re "Berlari, Norma Esther c.
Omega Cooperativa de Seguros Limitada y otros" (sent. del
6/12/1994), había abordado un contrato de seguro),
estableciendo el canon "interpretación contra proferente", la
que luego sería aplicada en otras sentencias de la Corte (37) ,
entre las que cabe destacar el caso "Peña de Marquez
Iraola, Jacoba María c. Asociación Civil Hospital Alemán"
(sent. del 16/4/2002)(38) .
Esta regla consiste que en caso de duda para precisar el
alcance de las obligaciones asumidas por el predisponente,
prevale la interpretación que favorezca a quien contrató con
aquél o contra el autor de las cláusulas uniformes(39) .
e) Conclusión
La sentencia hizo aplicación de un criterio más estricto de
las reglas de interpretación por tratarse de un contrato de
consumo y en el que —a demás— se encontraban en juego
derechos fundamentales (en el caso, la vida o integridad
física). Para lo cual, por tratarse de una cuestión de
derecho común, tuvo que tomar mano de la doctrina de la
arbitrariedad por defectos de justificación de las sentencias
judiciales.
Con este pronunciamiento se produjo también el
afianzamiento de la regla de interpretación contra
proferente (contra proferentem o contra stipulatorem ). Se
trata de una derivación del principio de buena fe,
estableciendo una suerte de sanción al haberse infringido el
deber de "hablar claro". De ahí que, en caso de
ambigüedad u oscuridad, el contrato habrá de interpretarse
contra aquél que lo redactó(40) .
1.1.17. "Francisco Sguera S.A. c. Estado Nacional —
Dirección Nacional de Transportes Marítimos y Fluviales"
(sent. del 19/8/1999; Fallos: 322:1546)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos; interpretación literal.
a) Hechos
La empresa actora demandó por cumplimiento de contrato
al Estado Nacional (Dirección Nacional de Transportes
Marítimos y Fluviales), solicitando la nulidad de
la resolución 118/1990 del Ministerio de Obras y Servicios
Públicos, a los fines de obtener un préstamo y subsidio para
la construcción de dos trenes de empuje fluvial y marítimo a
realizarse en el Astillero Príncipe y Menghi S.A.
Ocurrió que como consecuencia de las dificultades
económicas —e xpuso la Corte—, que finalmente
determinaron la quiebra de Astilleros Príncipe y Menghi
S.A., el contrato de construcción fue rescindido y se facultó
a la armadora a llamar a un nuevo concurso para continuar
la obra. Después de un prolongado trámite administrativo, el
Ministerio de Obras y Servicios Públicos dictó la resolución
118/1990 rechazando la petición que formuló Francisco
Sguera S.A. para finalizar el trabajo.
Con motivo de ello, la actora promovió demanda en
procura de la revocación del mencionado acto y de la
condena al cumplimiento del contrato de préstamo y
subsidio, a fin de concluir la construcción, reclamando la
integración de sumas no desembolsadas y el pago de
diferencias por mayor valor de la obra.
En el pronunciamiento recurrido, la Cámara de Apelación
en lo Civil y Comercial Federal revocó el fallo de primera
instancia que había hecho lugar a la acción. Ante ello, la
empresa accionante dedujo recurso extraordinario federal.
b) Decisión
La Corte abrió la instancia extraordinaria, mas confirmó la
sentencia recurrida.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
La Corte —e n lo que para este comentario interesa
destacar— abordó la cuestión relativa a la interpretación de
las cláusulas contractuales referentes a la conversión del
dólar estadounidense, las que —a criterio de la actora—
operaban como "factor estabilizado" y tenían el propósito de
mantener el contrato en condiciones de equilibrio y
factibilidad en el cumplimiento de las obligaciones asumidas
por las partes.
En el fallo, no obstante apuntar la insuficiencia de la queja
formulada, recordó a la recurrente la doctrina según la cual
cuando los términos o expresiones empleados en un
contrato son claros y terminantes, sólo cabe limitarse a su
aplicación, sin que resulte necesaria una labor
hermenéutica adicional (Fallos: 307:2216; 314:363, entre
otros(41) ), por lo que el tribunal consideró que la accionante
no podía pretender utilizar el tipo de cambio vigente a la
fecha del pago.
En efecto, de acuerdo con la cláusula octava del contrato
de préstamo y subsidio, reproducida en la cláusula
decimoquinta del contrato de construcción "los certificados
de avance de obra o básicos, emitidos por el Astillero de
acuerdo a las cuotas del Plan de Pagos, serán convertidos
a pesos para su liquidación y pago, utilizando a tal fin la
cotización del dólar estadounidense dada por el Banco de la
Nación Argentina al cierre de operaciones del día inmediato
anterior a la fecha que corresponda a la emisión del
certificado respectivo" (cláusula 8.1).
d) Impacto del fallo
La Corte aplica el criterio de "interpretación literal" que se
ha desarrollado en el comentario de los precedentes
"Sícaro, Juan Carlos c. Y.P.F." (Fallos: 314:363) y
"Kerestegian de Mamprelian, Marietta c. Kerestegian,
Nazaret" (sent. del 27/12/1996; Fallos: 319:3395).
Nos parece que la expresión relativa a que no resulta
"necesaria una labor hermenéutica adicional" debe ser
entendida como aquélla que (en el caso, respecto de la
interpretación postulada por la actora) pretende desvirtuar
la declaración de voluntad común, puesto que la
interpretación —c omo fuera señalado supra — siempre es
necesaria para subsumir los hechos en la norma (la norma
contractual).
e) Conclusión
La Corte consolida en este pronunciamiento la aplicación
de criterios interpretativos empleados en otros precedentes.
1.1.18. "Lunmar Naviera S.A.C. c. Y. P.F. S.E." (sent. del
1/6/2000; Fallos: 323:1321)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos; interpretación literal. Principio de la buena fe.
a) Hechos
La empresa Lunmar Naviera SAC promovió demanda
contra Yacimientos Petrolíferos Fiscales con el objeto de
que se la indemnizara por los daños y perjuicios sufridos a
raíz de su decisión de no contratar, parcialmente, sus
servicios.
En el pronunciamiento se expuso que la compañía
armadora argentina, dedicada al transporte marítimo y
fluvial de combustibles líquidos —p esados y livianos— por
cuenta de YPF mediante la utilización de buques de su
propiedad, en 1983 se presentó a una licitación convocada
por aquélla para la venta del buque "La Plata", resultando
adjudicataria. Solicitó entonces a la Prefectura Naval
Argentina el cambio de nombre, denominándolo "Mar
Sereno" y procedió a su reparación integral que le demandó
una inversión superior a U$S 1.000.000. Obtuvo, asimismo,
los certificados habilitantes tanto de las autoridades
nacionales como del Ente Clasificador Internacional.
Tiempo después resultó adjudicataria de una nueva
licitación organizada por YPF, por la que se comprometió a
efectuar el transporte de aproximadamente 290.000 metros
cúbicos de productos livianos, incluidos alijos y
operaciones top -off . Pero, al emitir la orden de compra,
dispuso que la "firma no podrá, bajo ningún motivo, realizar
el mismo utilizando los servicios de vuestro buque-tanque
'Mar Sereno'". Esta limitación, infundada y arbitraria —
a firmó— le ha provocado los perjuicios cuya reparación
reclama y que, proviniendo de una empresa de carácter
monopólico que concentraba la casi totalidad del transporte
de combustibles del país, impactaron de un modo más
intenso en su patrimonio (considerando 2°).
En síntesis —c oncluyó— "el hecho de haber
dispuesto sine die la exclusión indebida del buque
mencionado, sin causa válida ni aparente; su silencio
mantenido a lo largo de años pese a las impugnaciones y
reclamos efectuados; su posterior reconocimiento de la
ilegitimidad e irrazonabilidad de su conducta y pese a él
posteriormente su negativa a cumplir con el compromiso
contraído de convenir la contratación del buque sobre la
base de parámetros razonables, le produjo los daños y
perjuicios que reclama y "ello torna a YPF responsable por
el pago de la indemnización que se reclama en autos"
(considerando cit.).
La Cámara, en el decisorio atacado, revocó la sentencia
de primera instancia que había hecho lugar a la demanda
instaurada.
b) Decisión
La Corte confirmó la sentencia de Cámara, rechazando la
demanda instaurada por la accionante.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
En un principio, el pronunciamiento analizó el convenio
celebrado por las partes (las condiciones y cláusulas
establecidas en la licitación pública, y la orden de compra),
en la que se dejó constancia que "para el cumplimiento del
transporte que se encomienda en el presente contrato, esa
firma (se refiere a la actora Lunmar Naviera) no podrá, bajo
ningún motivo, realizar el mismo utilizando los servicios de
vuestro buque-tanque 'Mar Sereno' nominado en la oferta"
(considerando 6°).
La Corte señaló que la orden de compra que contenía tal
restricción fue suscripta por el presidente de la actora, sin
formular objeciones, habiéndose cumplido la prestación
debida con los restantes barcos de la flota.
Más adelante, el Tribunal indicó que la actora se presentó
a la licitación pública convocada por la demandada y ese
acto significó la aceptación de las condiciones fijadas en los
respectivos pliegos entre las que figuraba aquella que
autorizaba a adjudicar "...e n la forma que más convenga a
los intereses de esta Sociedad...". Ese juicio de
conveniencia condujo a que, al emitirse la orden de compra,
se dejase constancia de que el buque de la demandante
"Mar Sereno" no podría utilizarse para prestar los servicios
contratados. Sin que se efectuase reserva de ninguna
naturaleza, el contrato fue suscripto. Ello surge de los
propios términos de la nota remitida por el presidente de la
empresa naviera, que manifestó que la observación
consagrada en la orden de compra importó "...l a propuesta
de un nuevo contrato al modificar nuestra oferta original..." y
que "...s e ha visto en la obligación de aceptarla en primer
instancia...".
De esta manera, el sentenciante infirió que si la relación
jurídica quedó perfeccionada con la suscripción de la
mencionada orden, si pudiendo hacerlo prefirió guardar
silencio y no formular objeción alguna cuando tomó
conocimiento de la exclusión del buque y si, como se
señaló, reconoció la aceptación de la oferta y la existencia
de un nuevo convenio, su propia conducta excluye toda
posibilidad indemnizatoria. En otros términos, la decisión de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales era susceptible de
revisión en el ámbito interno y aun, de ulterior escrutinio
judicial. Ninguna de estas vías fue utilizada por la actora y
no es válida la excusa ensayada en el sentido de que "...l a
única alternativa para trabajar que tenía Lunmar Naviera en
aquel momento era aceptar los transportes que se le
adjudicaban y cuestionar —c on discreción, para no
perturbar el humor de los funcionarios de turno de YPF— la
exclusión del buque cuyas razones se desconocían..."
(considerando 9°).
Con base en ello, haciendo mérito además del principio
de buena fe, el que resulta aplicable en el ámbito de los
contratos regidos por el derecho público (Fallos: 316:212,
consid. 15 y sus remisiones), conociendo la actora la
exclusión que la agraviaba desde el comienzo; el
cumplimiento posterior de la prestación acordada y su
pacífico sometimiento en la instancia administrativa al
perfeccionarse la relación jurídica, obstan —s egún la Corte
— a la procedencia de la indemnización reclamada, por lo
que confirmó el rechazo de la acción de responsabilidad
entablada contra Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
d) Impacto del fallo
En este caso se hizo, por un lado, aplicación de las reglas
de interpretación literal y del comportamiento de las
partes —c on base en una pauta cierta—, y, por otro, trajo a
colación el principio de la buena fe como pauta
hermenéutica para dilucidar la litis (en el sub lite, la lealtad
con que deben conducirse los contratantes), la que resulta
también aplicable a los contratos de naturaleza
administrativa.
Con relación a esto último, en el antecedente citado por la
Corte, se determinó que tiene el carácter de administrativo
el contrato celebrado con la Empresa Nacional de
Telecomunicaciones, para la prestación de un servicio
destinado a cumplir el fin público de las telecomunicaciones
y, asimismo, estableció que todo contrato debe celebrarse,
interpretarse y ejecutarse de buena fe y de acuerdo a lo que
las partes entendieron o pudieron entender, obrando con
cuidado y previsión, señalando que tal principio es aplicable
al ámbito de los contratos regidos por el derecho público
(causa C.111.XXIII.; in re "Cinplast IAPSA. c. ENTEL.
s/ordinario", sent. del 2/3/1993; Fallos: 316:212).
e) Conclusión
En el caso se aplican —i mplícitamente— diversos
cánones (la interpretación literal y el comportamiento de las
partes), mas se pone de manifiesto el principio de buena fe,
incluso en los contratos administrativos.
1.1.19. "Produmet S.A. c. Sociedad Mixta Siderurgia
Argentina" (sent. del 19/10/2000; Fallos: 323:3035)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos. Principio de la buena fe.
a) Hechos
En el contrato celebrado con la accionada Somisa, de
acuerdo con el relato de los antecedentes expuestos por la
Corte en el fallo bajo análisis, Produmet S.A. se
comprometió a realizar "el servicio integral de recepción,
almacenamiento y despacho de productos terminados
propiedad de Somisa destinados a su comercialización"
(cláusula primera). En contraprestación a esos servicios,
Somisa reconoció una serie de tonelajes mínimos
mensuales a facturar por Produmet S.A. —p ara cada una
de las "naves"— y que pagaría dicha facturación un precio
fijo "por tonelada y por mes, de material en depósito"
(cláusulas quinta y séptima).
El contrato tenía una vigencia de un año a partir de la
fecha de su firma "prorrogable con opción exclusiva por
parte de Produmet por cuatro períodos anuales, es decir,
hasta alcanzar un total de cinco años". Produmet debía
"comunicar a Somisa con una antelación mínima de 90 días
su decisión de renovación o no" (cláusula décimo primera).
Ambas partes acordaron que la contratista presentaría "la
factura correspondiente por quintuplicado en la Mesa de
Entradas de nuestras Oficinas Centrales a nombre de la
Sociedad Mixta Siderurgia Argentina con expresa indicación
en las mismas que debe ser remitida a la Div. Contaduría
de la Gerencia Principal de Contaduría, citando —a demás
— el número de orden de compra y el de proveedor
asignado por esta Sociedad" (cláusula décimo segunda). Y
que en oportunidad de efectuarse la certificación mensual el
proveedor enviaría una "copia del remito a la Sección de
Compras Sede Central, 5° piso..." (cláusula décimo tercera).
Por lo demás, convinieron que ante "cualquier situación que
modifique las condiciones contractuales de la presente
orden de compra", había que "dirigirse a la Div. Compras
Varias de la Gerencia de Equipos e Instalaciones..."
(cláusula décimo cuarta).
La demandada, por su parte, sostuvo que la oposición a la
continuidad del contrato se apoyó en las características que
rodearon a la comunicación de la prórroga que Produmet
adujo haberle notificado con arreglo a lo pactado en la
cláusula n° 11 del contrato. Criticó que aquélla —e n el
supuesto en que se admitiera que la nota fue presentada—
no la haya efectuado de manera fehaciente e inequívoca
sino insegura y sin haber tomado los recaudos que las
circunstancias exigían. Destacó que no obstante "las
tradicionales formas de notificación fehaciente que se
utilizan habitualmente, Somisa tiene una vía de recepción
oficial de correspondencia y es la que practica a través de
su 'mesa de entradas' ubicada en la Planta Baja de su
edificio". Esos mismos argumentos justificaban, a su
entender, el rechazo de los restantes capítulos
demandados, pues, si el contrato fue rescindido de
conformidad a lo que previeron sus cláusulas, nada podía
reclamar la demandante con sustento en la finalización de
la relación. A mayor abundamiento cuestionó el reclamo
simultáneo del cumplimiento del contrato y del lucro
cesante. Por lo demás, aseveró que si alguna deuda
mantenía con Produmet S.A., ella surgiría de la prueba que
debía producirse oportunamente.
La Cámara modificó el fallo de primera instancia y, en
consecuencia, rechazó parcialmente la demanda dirigida a
obtener el cumplimiento de contrato, el pago de facturas
adeudadas y el reconocimiento del lucro cesante causada
por la demandada, la empresa Sociedad Mixta Siderurgia
Argentina (Somisa), al juzgar —a diferencia de lo resuelto
en primera instancia— que la empresa actora no comunicó
su intención de continuar el contrato con arreglo a lo
dispuesto en la cláusula n° 11 del contrato y, por
consiguiente, desestimó la procedencia del lucro cesante.
b) Decisión
La Corte confirmó el pronunciamiento de la Cámara por
haber observado debidamente los cánones interpretativos
de los contratos, de acuerdo con las circunstancias
particulares ventiladas en la presente causa.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
A partir del considerando 9°, la Corte comenzó a tratar la
única cuestión que le correspondía resolver, la que gira en
torno a los efectos de la nota presentada por la empresa
actora el 16 de abril de 1991 en sede del directorio de
Somisa, de cuya decisión depende, en los términos del
memorial, el acogimiento —c onsideró el Tribunal— del
lucro cesante "equivalente al beneficio que hubiese
obtenido Produmet S.A como resultado del cumplimiento
del contrato por parte de la deudora".
Sentado ello recordó que el principio interpretativo
incorporado por la ley 17.711 en el primer párrafo del
Código Civil (que los contratos deben celebrarse,
interpretarse y ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo
que verosímilmente las partes entendieron o pudieron
entender, obrando con cuidado y previsión).
Luego señaló que no existe discusión respecto de que el
contrato no previó expresamente el supuesto que dio origen
al pleito, esto es, si, con el objeto de mantener la vigencia
del contrato, Produmet S.A. debía ocurrir ante la mesa de
entradas de Somisa o si —e n cambio— resultaba indistinto
que lo hiciera derechamente ante el directorio. Empero,
dicha falta de previsión —a puntó la Corte— no impide
apreciar que la primera de las dos opciones enunciadas
precedentemente es la que deriva de la recta interpretación
de las cláusulas del contrato.
Ello por cuanto —s ostuvo el Tribunal— es criterio
consolidado que la conducta de las partes constituye base
cierta de interpretación de los términos del vínculo jurídico
que las une (Fallos: 262:87; 302:242 y 316:3199, entre
otros)(42) .
Desde esa perspectiva, debe ponderarse que las notas
cuyo lugar de presentación no tuvo previsión contractual
fueron entregadas en la mesa de entradas. El mismo
temperamento adoptó para el reclamo de diferentes
facturas.
Sin embargo, la actora actuó de un modo diverso respecto
de la documentación que debía ser presentada en algún
sector en particular de Somisa. Por ejemplo, las facturas
concernientes a los meses de enero a agosto de 1991
fueron presentadas en la mesa de entradas pero con
destino expreso a la División Contaduría; las notas
atinentes a la contratación de los seguros fueron
entregadas en el "Área de Seguros".
En virtud de ello y de la regla interpretativa de los
contratos antes expuesta, la Corte infirió —p or un lado—
que cuando las partes quisieron asentar el modo de
proceder en relación a los distintos aspectos concernientes
a la ejecución del contrato, lo hicieron expresamente. En
cuanto aquí interesa, aquéllas estipularon dónde presentar
las notas cuando el tema o rubro a que ellas refiriesen
justificara autorizar una excepción al principio según el cual
el área de recepción era, natural y habitualmente, la mesa
de entradas, o, aun sin apartarse de él, agregarle alguna
exigencia adicional, de forma tal que —a criterio del tribunal
— no parece irrazonable pensar que si no previeron
expresamente en qué área o sector de Somisa debía ser
notificada la intención de Produmet S.A. de mantener la
vigencia del convenio, ello fue así en el entendimiento de
que correspondía hacerlo, como regla, en la mesa de
entradas. Y —p or otro lado— quedaron demostradas las
afirmaciones formuladas por la parte demandada en el
sentido de que en los casos no regulados expresamente en
el contrato, la empresa actora ajustó su comportamiento a
la regla recién mencionada.
En consecuencia, la actora no logró explicar por qué
Produmet hizo llegar la nota de prórroga al directorio y,
concretamente, a un director en particular (menos aún se
comprende por qué ella no advirtió que él mismo había
presentado su renuncia diez días antes o, si lo advirtió, por
qué la empresa no tomó mayores recaudos).
En síntesis, la Corte entendió que la falta de diligencia por
parte de Produmet S.A. —n o actuó con el cuidado que le
demandaba nada menos que la continuidad del contrato,
que, por lo demás, dependía únicamente de su voluntad y
de su correcta comunicación a Somisa—, no puede generar
ningún reproche a la demandada y que la conducta seguida
por la actora para ejercer la opción de prórroga es
manifiestamente inconciliable con el verosímil
entendimiento del conjunto de cláusulas contractuales y
reñida con lo dispuesto por el art. 1198, Cód. Civil: la buena
fe —e xpuso en el considerando 15°— "implica un deber de
coherencia del comportamiento, que consiste en la
necesidad de observar en el futuro la conducta que los
actos anteriores hacían prever, regla que gobierna tanto el
ejercicio de los derechos como la ejecución de los
contratos".
d) Impacto del fallo
La decisión de la Corte, mediante un minucioso examen
previo de las circunstancias sobrevinientes a la celebración
del contrato, se erige como el resultado de una verdadera
reconstrucción de la voluntad común (ante la ausencia de
pacto expreso), fruto de la base cierta dada por la conducta
desplegada por las partes durante la ejecución del
convenio.
El razonamiento del Tribunal se sustenta, como ha
quedado plasmado, en el principio de la buena fe-lealtad;
criterio hermenéutico vital para el intérprete. Ya en un
antiguo pronunciamiento había expresado que es un
principio general que los contratos deben ejecutarse
siempre de buena fe y obligan no sólo a lo que se expresa
en ellos, sino a todas las consecuencias que la equidad, el
uso o la ley atribuyen a la obligación, según su naturaleza
( in re "Macias y Montes c. Enrique, Ochoa y Cía.", año
1876, Fallos: 17:262).
Luego, con la incorporación expresa en el Código Civil por
la reforma de la ley 17.711, expuso que: "Los contratos
deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y
de acuerdo con lo que verosímilmente las partes
entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y
previsión (art. 1198, Cód. Civil)" (Fallos: 305:1011); "En un
contrato de concesión privada, en el que no se ha
convenido plazo expreso de duración, la cláusula que
autoriza a rescindirlo sin expresión de justa causa, ha de
ser interpretada bajo la regla de la buena fe contractual
(art. 1198, Cód. Civil) que no conduce a pensar en su
duración indefinida, sino a considerar que las obligaciones
deben cumplirse, y el contrato concluir, en el tiempo que las
partes razonablemente pudieron entender, obrando con
cuidado y previsión" (in re "Automóviles Saavedra S.A.C.I.F.
c. Fiat Argentina S.A.", Fallos: 311:1337).
e) Conclusión
La buena fe es un principio capital y presenta
innumerables consecuencias prácticas. Una de ellas es la
que impone conducirse con coherencia o lealtad durante la
ejecución del contrato, siendo fiel en el cumplimiento de las
obligaciones, para no defraudar la expectativa de la
contraparte.
Al individualizarse en casos particulares y por su especial
naturaleza, el mentado principio descansa más sobre
"juicios de valor" que sobre conclusiones estrictamente
lógicas, considera Rezzónico siguiendo a von Tuhr y
Engish. Nadie puede agotar el significado de "buena fe"
(Jalowicz y Nicholas), por la variedad de la materia, por el
empleo múltiple que de ella hace el ordenamiento positivo,
porque se trata de una norma abierta a las necesidades de
razonabilidad del caso. Es el amplio espectro de
alternativas a que ha aludido nuestra doctrina judicial
expresando que el art. 1198 del Código Civil, cuando se
refiere a "lo que verosímilmente las partes entendieron o
pudieron entender, obrando con cuidado y previsión", no
hace sino admitir la existencia de un amplio espectro de
alternativas que, circunstancias de tiempo, modo o lugar,
propias o ajenas a las mismas partes, pueden generar con
entidad tal como para desvirtuar el negocio jurídico
programado (43).
1.1.20. "Expreso Cafayate Sociedad Anónima, Comercial,
Industrial, Financiera, Inmobiliaria, de Mandatos
y Agropecuaria c. Ingenio y Refinería San Martín del
Tabacal S.A." (sent. del 27/2/2001, Fallos: 324:466)
En la causa a comentar, la mayoría del Tribunal rechazó
la queja haciendo uso de la aplicación
del certiorari (art. 280, CPCCN).
Sin embargo, las disidencias de los doctores López y
Vázquez recogen una serie de criterios interpretativos de la
propia Corte que hemos comentado con anterioridad y que
resultan del caso señalar para corroborar su importancia.
a) Consideraciones del Dr. López
En primer lugar, apunta que una sentencia resulta
descalificable cuando se funda en la invocación de
argumentos puramente conjeturales para apartarse de la
voluntad contractual, asignando a las estipulaciones
establecidas un alcance reñido con la literalidad de sus
términos y la clara intención de las partes pese a que
aquéllos resultaban claros y terminantes y sin que lo
decidido al respecto se sustente en explícitas razones
suficientes de derecho (Fallos: 314:1358).
En segundo lugar, que una decisión carece de un
adecuado razonamiento si se aparta de los términos del
contrato —q ue constituyen ley para sus suscriptores;
art. 1197, Cód. Civil— y si no examina adecuadamente la
conducta posterior de las partes, de innegable valor para
desentrañar los alcances de la voluntad contractual
(art. 1198, Cód. Civil).
b) Consideraciones del Dr. Vázquez
En primer término, en orden a la posibilidad de revisar la
decisión atacada mediante la vía prevista por el art. 14 de la
ley 48, señaló que si bien lo atinente a la exégesis de la
voluntad contractual constituye una materia ajena al recurso
extraordinario por ser derecho común y propia de los jueces
de la causa, recordó que la Corte ha hecho excepción a ello
cuando por medio de una interpretación inadecuada se ha
frustrado el legítimo derecho a obtener una indemnización,
con menoscabo de garantías constitucionales (Fallos:
318:1763, in re "Paredes, Miguel Eleuterio c. Caja Nacional
de Ahorro y Seguro", sent. del 19/9/1995), lo que ocurre si
los jueces asignan a las estipulaciones de un contrato un
alcance reñido con la literalidad de sus términos y la clara
intención de las partes, y lo decidido no se basa en
explícitas razones suficientes de derecho (Fallos:
310:750, in re "Eirin, Alberto c. Plan Ovalo SA. de Ahorro
para Fines Determinados", sent. del 2/4/1987; 311:1337,
1556; 318:2296), llegando, de tal manera, a una inteligencia
del contrato carente de razonabilidad (Fallos: 313:1703;
318:862).
En segundo término, apuntó que la Cámara, al restar
valor a una cláusula del contrato que es ley para las partes
(art. 1197, Cód. Civil), sin atender en forma correcta y
precisa a las particulares circunstancias del caso, la
sentencia apelada sólo satisfizo de forma aparente la
exigencia de constituir una derivación razonada del derecho
vigente con aplicación a los hechos comprobados en la
causa, por lo que se impone su descalificación como acto
judicial válido (Fallos: 311:1337, in re "Automóviles
Saavedra S.A.C.I.F c. Fiat Argentina S.A.C.I.F.", sent. del
4/8/1988; Fallos: 314:1358, in re "CherrHasso, Waldemar
Peter y otro c. The Seven Up. Co. y otros", sent. del
5/11/1991).
1.1.21. "Punte, Roberto Antonio c. Neuquén, Provincia del
s/cumplimiento de contrato" (sent. del 6/3/2001, Fallos:
324:606)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos; interpretación literal. Principio de la buena fe.
a) Hechos
El doctor Roberto Antonio Punte entabló demanda contra
la Provincia del Neuquén por cumplimiento del pacto de
cuota litis contenido en el convenio celebrado el 23 de
noviembre de 1987. Sostiene que en ese contrato se reguló
la relación profesional que mantuvo con la provincia para
patrocinarla en jurisdicción nacional —t anto en sede
administrativa como judicial— en los reclamos necesarios
para el reconocimiento de créditos contra la Nación por
diferencias entre lo pagado por regalías petroleras y
gasíferas y lo que correspondía abonar por estricta
aplicación de la ley 17.319. La contratación de sus servicios
surgió después de una prolongada evaluación por parte de
la provincia de una propuesta suya. Refiere la estrategia
sugerida —d istinta de la seguida por el resto de las
provincias— y los motivos por los cuales ésta satisfizo a las
autoridades neuquinas.
La provincia demandada se opuso al progreso de la
acción alegando la falta de legitimación activa, pues estima
que el actor no es titular de la relación jurídica en que funda
la pretensión, dado que la obligación cuyo cumplimiento
demanda aún no ha nacido. Sostiene que en el pacto de
cuota litis se condicionó el derecho al cobro de honorarios
al cumplimiento de un acontecimiento futuro e incierto: que
la provincia cobre su crédito.
b) Decisión
La Corte entendió que dos son los temas centrales sobre
los que existe discrepancia. Uno de ellos consiste en
determinar cuál ha sido el modo y la oportunidad en que se
produjo la cancelación del crédito de la provincia (mediante
bonos hidrocarburíferos); la dilucidación de este punto
permite establecer cuál ha sido el medio de pago empleado
a tal fin y resolver la excepción de falta de legitimación
activa argüida por la demandada. El otro aspecto radica en
la calificación de ese medio de pago como "dinerario" o "no
dinerario" a los efectos de determinar su encuadre en las
distintas previsiones del pacto en cuestión, lo que implica
también desentrañar los alcances de ese acuerdo de
voluntades.
En cuanto a la primera cuestión, consideró que la
cancelación del crédito de la provincia se produjo mediante
la acreditación de los bonos de consolidación de regalías
producida el 12 de abril de 1993, por lo que desestimó la
defensa opuesta al encontrarse actor legitimado para
promover la presente demanda.
Respecto a la segunda cuestión, el Tribunal hizo lugar
parcialmente a la demanda, conforme a los argumentos que
pasaré a exponer en el punto siguiente, condenando a la
accionada al pago de una suma de dinero sujeta a los
mecanismos previstos en el régimen de consolidación
provincial.
c) Argumentación y razonamiento del Tribunal
En los considerandos, en lo que aquí interesa destacar, la
Corte examinó el contenido integral de la cláusula relativo al
pago de los servicios profesionales contratados,
determinando que el porcentaje pretendido por el actor (el
10%) resulta aplicable exclusivamente respecto de las
prestaciones consistentes en sumas de dinero que debiera
percibir la provincia del Estado Nacional, mientras que se
establece un porcentaje específico del 2% para la parte del
crédito que "haya de cancelarse con prestaciones no
dinerarias".
En razón de las dudas que surgen de los términos de esta
última expresión, el Tribunal estimó necesario determinar si
aquellos bonos constituyen o no "sumas de dinero".
Con cita de jurisprudencia y doctrina extranjera —m ás la
opinión de destacados autores nacionales—, el
sentenciante estableció que la palabra "dinero", en su
acepción gramatical y jurídica, significa usualmente
"moneda corriente"; "moneda autorizada por el Estado"; se
trata de aquellas cosas que tiene que aceptar el acreedor a
quien se debe el valor de un objeto, propiedad que los
autores denominan "curso forzoso" o "curso legal". A ello
agregó que es dable admitir también un concepto lato del
dinero, que consistiría así en las cosas muebles (metal o
papel) que el comercio utiliza como medida de valor para
toda clase de bienes; tales serían los signos monetarios
extranjeros y los billetes de banco extranjeros y del país, en
la medida en que sean aceptados por el comercio. Este
concepto amplio se ve reflejado en el art. 617, Cód. Civil
(modificado por la ley 23.928), según el cual las
obligaciones de dar moneda extranjera —q ue son dinero
en sentido estricto en sus países de origen, pero carecen
de curso legal en el nuestro— deben considerarse como de
dar sumas de dinero.
Ahora bien, los bonos de consolidación de regalías de
hidrocarburos constituyen "valores de la deuda pública
nacional" emitidos en dólares estadounidenses pero
pagaderos en pesos a dieciséis años, en ciento veinte
cuotas mensuales, con un plazo de gracia de seis años
(conf. art. 1 del decreto 2284/1992, modificado por sus
similares 54/1993 y 2035/1993; comunicación "A" 2083 del
BCRA), creados con la finalidad de cancelar las deudas
reclamadas por las provincias en concepto de regalías
(arts. 19 de la ley 24.145 y 2 del decreto 2284/1992).
Similares condiciones revisten los bonos de consolidación
en dólares emitidos para cancelar accesorios de la deuda
principal reconocida por regalías (arts. 4 y 5 del
decreto 2035/1993).
En consecuencia, el tribunal consideró que estos valores
revisten características que los diferencian del dinero, aun
entendido éste en el más amplio de los sentidos indicados
precedentemente. Ello es así pues los bonos en cuestión no
sólo carecen de curso legal o forzoso, sino que tampoco
son aceptados como medio general de cambio.
Por ende, resulta aplicable al sub examine —d ijo la Corte
— la previsión establecida en la segunda parte de la
cláusula cuarta del convenio de actuación profesional, es
decir la que contempla la participación del 2% respecto de
la porción del crédito provincial que la Nación cancelara con
prestaciones no dinerarias.
Como fundamento de ello, señaló que "(c)uando los
términos o expresiones empleados en un contrato son
claros y terminantes sólo cabe limitarse a su aplicación, sin
que resulte necesaria una labor hermenéutica adicional
(Fallos: 307:2216; 314:363)". De esta manera descartó la
posibilidad de recurrir a otras pautas interpretativas, sobre
todo ante la inexistencia de ambigüedad u oscuridad en los
términos empleados en la mencionada cláusula. La solución
propuesta por el actor (la aplicación del mayor porcentaje —
1 0%—) implicaría asignarle un sentido diferente del que
literalmente expresa, con violación al principio de buena fe
contractual. "Tal como lo ha expresado reiteradamente esta
Corte los contratos deben celebrarse, interpretarse y
ejecutarse de buena fe, por lo que al no caber dudas sobre
la clara intención que tuvieron las partes al suscribir el pacto
de cuota litis, el porcentaje para fijar la retribución del doctor
Punte ha de ser necesariamente el del dos por ciento (2%)
en un todo de acuerdo con los categóricos términos de la
previsión estipulada en la segunda parte de la cláusula
cuarta del convenio para los supuestos en que el crédito
hubiera de cancelarse, como ocurrió en el caso, con
prestaciones no dinerarias" (considerando 18°, tercer
párrafo).
d) Impacto del fallo
La decisión adoptada por la Corte confirma y consolida el
criterio interpretativo relativo a la aplicación de reglas
interpretativas de los contratos, estableciendo que cuando
los términos son claros no corresponde recurrir a otras
pautas porque ello podría conducir a una desinteligencia del
convenio.
Asimismo, el fallo hizo alusión al principio de buena fe en
orden a la forma en cómo debe ser desentrañada la
intención de las partes.
e) Conclusión
Para la interpretación de los contratos, la Corte se vale de
las reglas antes indicadas (interpretación literal y buena fe),
sin diferenciar los diferentes tipos o naturaleza de cláusulas
convenidas, erigiéndolas como pautas claves y
fundamentales para adoptar una sentencia que cumpla con
los estándares mínimos de justificación.
La autonomía privada y la buena fe constituyen pues la
clave de bóveda de la hermenéutica contractual.
1.1.22. "Alberto Martino S.A. c. Distribuidora Rades S.A. y
otro" (sent. del 11/10/2001; Fallos: 324:3414)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos; interpretación literal.
a) Hechos
La actora promovió demanda por las diferencias del
canon locativo devengadas con posterioridad al mes de
abril de 1991, resultantes de aplicar las cláusulas
contractuales convenidas: de acuerdo con la cláusula
cuarta del contrato, el precio mensual de la locación se fijó
en una suma de dinero equivalente a la bonificación de
determinada cantidad de litros de nafta súper establecido
por la Secretaría de Energía de la Nación o "del organismo
estatal que en el futuro la reemplace" o, en su defecto, en
un promedio del precio de venta que debía multiplicarse por
la cantidad antes aludida.
La demandada se opuso al progreso de la acción,
alegando que la mencionada cláusula constituye un
mecanismo de actualización monetaria del precio de la
locación, sistema que perdió operatividad a partir del 1 de
abril de 1991, fecha en que entró en vigencia la ley de
convertibilidad 23.928.
En primera se hizo lugar a la demanda, condenándose a
la parte demandada, en su carácter de locataria de una
estación de servicio, a pagar a la actora diferencias
reclamadas. El fallo de Cámara confirmó este
pronunciamiento, considerando en la sentencia que la
mencionada cláusula incluye en realidad una forma de
determinación de precio que no contiene ninguna previsión
inflacionaria y que, por lo tanto, no está alcanzada por la
mencionada normativa.
b) Decisión
La Corte desestimó el recurso de hecho, ante la
denegación del recurso extraordinario interpuesto, por
aplicación de la figura contemplada en el art. 280, Cód.
Procesal (certiorari ).
Sin embargo, resulta de interés comentar el fallo por la
disidencia formulada por el Dr. Boggiano, en la que —c omo
veremos— hace aplicación de precedentes destacados del
tribunal.
c) Argumentación y razonamiento de la disidencia del Dr.
Boggiano
En la disidencia se recordó —e n forma liminar— que los
agravios de la apelante suscitan cuestión federal bastante
para habilitar la instancia, puesto que los jueces de la
instancia de grado asignaron a una cláusula del contrato un
alcance reñido con la literalidad de sus términos y la clara
intención de las partes (Fallos: 306:85; 311:1337; 312:1458,
entre otros), lo que condujo a prescindir de la ley federal
23.928 que rige el caso.
En el primer antecedente citado (in re "Arribillaga, Luis
María c. Voragini S.C.A."), se dijo que si bien lo atinente a la
exégesis de la voluntad contractual es materia de derecho
común, ajena al recurso extraordinario, ello reconoce
excepción, y corresponde dejar sin efecto lo decidido
cuando —c omo en el caso en que el a quo desestimó el
pretendido efecto resolutorio atribuido por el demandante al
compromiso, estipulado en el boleto de compraventa de un
automotor, de entregar al comprador, en el plazo de treinta
días, la documentación pertinente o, de lo contrario, a
reintegrar la totalidad de lo pagado— los jueces asignan a
las cláusulas de un contrato un alcance reñido con la
literalidad de sus términos y la clara intención de las partes,
y lo decidido no se basa en explícitas razones suficientes
de derecho. Los restantes precedentes ya fueron
comentados en este trabajo; se trata de "Automóviles
Saavedra c. Fiat Argentina" y "Caja Nacional de Ahorro y
Seguro c. NCR Argentina".
Luego —e n la disidencia del Dr. Boggiano— se señaló,
de acuerdo con lo estipulado en la cláusula cuarta del
contrato, que las palabras empleadas en la determinación
del precio mensual de la locación, entendidas según el
sentido que les da el uso general (art. 217, Cód. Com.), no
dejan lugar a dudas de que el alquiler estaba supeditado a
la variación del precio del combustible.
En razón de ello, invocó los precedentes publicados en
Fallos: 307:2216 y 314:363, en los que se aplicó la regla ya
antes comentada: cuando los términos o expresiones
empleados en un contrato son claros y terminantes sólo
cabe limitarse a su aplicación, sin que resulte necesaria una
labor hermenéutica adicional (el primero de los fallos citado
corresponde a la causa "Mevopal S.A. y otra c. Banco
Hipotecario Nacional" del año 1985 y la segunda a la causa
"Sícaro, Juan Carlos c. Y.P.F." comentada en este capítulo).
En tales condiciones, el magistrado del Alto Tribunal infirió
que resultan aplicables en la especie los arts. 7, 9 y 10 de la
ley 23.928, disposiciones que vendan la actualización
monetaria, indexación por precios, variación de costos, o
repotenciación de deudas, cualquiera fuese su causa, con
posterioridad al 1 de abril de 1991 y declara, asimismo,
inaplicables "las disposiciones contractuales o
convencionales que contravinieren lo dispuesto".
En virtud de ello, considerando aplicable la doctrina de
Fallos: 319:1537(44) , propuso hacer lugar al recurso
interpuesto y dejar sin efecto la sentencia impugnada.
d) Impacto del fallo
Si bien la sentencia de la Corte no ingresó a tratar el
recurso planteado por aplicación de la figura del certiorari ,
puede decirse que la disidencia comentada del Dr.
Boggiano continúa reflejando los precedentes del tribunal,
sin que los mismos hayan sufrido cambio alguno con el
paso de los años.
e) Conclusión
Perdura en el criterio de la Corte la regla según la cual, si
las expresiones utilizadas en una cláusula contractual son
claras y terminantes, sólo cabe limitarse a su aplicación, sin
que resulte necesaria una labor hermenéutica adicional.
1.1.23 "American Jet SA c. Provincia de Entre Ríos y/o
quien resulte responsable. Cobro de pesos" (sent. del
31/10/2006; Fallos: 329:4789)
Temas abordados en el caso: reglas de interpretación de
los contratos. Comportamiento de las partes.
a) Hechos
American Jet S.A. demandó a la Provincia de Entre Ríos y
al ex gobernador de esa provincia, señor Jorge P. Busti, por
el cobro de las facturas emitidas y no abonadas, en virtud
del contrato de servicio aéreo de pasajeros (no regular)
celebrado entre las partes y con fundamento en las
disposiciones de los arts. 93 y 113, Cód. Aeronáutico.
La provincia demandada desconoció la prestación del
servicio por la actora, mientras que Busti opuso la
excepción de falta de legitimación pasiva toda vez que, si
bien reconoce que efectuó los viajes junto a su comitiva, lo
hizo en su calidad de funcionario público cumpliendo
misiones oficiales.
b) Decisión
En ejercicio de su competencia originaria, la Corte hizo
lugar parcialmente a la demanda, condenando a la
Provincia de Entre Ríos a pagar una suma de dinero, con
más intereses, por la deuda originada por el servicio aéreo,
mas la desestimó en la parte relativa a los daños y
perjuicios reclamados. Asimismo, rechazó la acción
entablada con relación al codemandado Jorge P. Busti, en
su carácter de ex gobernador de la provincia mencionada.
c) Argumentación y razonamiento del tribunal
Liminarmente, a los efectos de dilucidar si existió la
relación jurídica invocada por la accionante, la Corte trajo a
colación el criterio hermenéutico arraigado por la buena
doctrina de los autores y de los precedentes
jurisprudenciales, que la conducta de las partes constituye
base cierta de interpretación del vínculo jurídico que une a
las partes (Fallos: 262:87; 302:242; 316:3199; 317:1598 y
324:711; considerando 2°)(45) .
Esta pauta interpretativa y la cita de Fallos: 262:87 y
302:242 ya habían sido invocados en los precedentes
comentados de las causas "Diprom S.A.C.I.F.I. c. Provincia
de Santa Cruz" (Fallos: 318:1632), "Intertelefilms S.A. c.
Provincia de Chubut" (Fallos: 318:1755) y "Produmet S.A. c.
Sociedad Mixta Siderurgia Argentina" (Fallos: 323:3035).
Luego, en lo que se refiere a la legitimación de la
provincia demandada, alegó el precedente de Fallos:
317:534 (considerando 21), en el que había señalado que
quien ejerce el poder de representación de las provincias es
su gobernador (considerando 5°).
A partir de tales premisas y las constancias obrantes en la
causa, entendiendo que la cuestión planteada es
substancialmente análoga a la analizada en el caso
"American Jet S.A." (Fallos: 314:711 — r ectius 324:711—,
considerando 3°), tuvo por acreditada la relación jurídica
invocada por la actora con la Provincia de Entre Ríos, al
quedar demostrado que dicho Estado solicitó el servicio que
motiva la demanda mediante la intervención de un
funcionario público local que, en ejercicio de sus
atribuciones, solicitó la realización de un transporte aéreo
cuyo pasajero era el gobernador y representante legal de la
provincia, presupuesto fáctico que basta para considerar
que el Estado demandado se encuentra obligado al pago de
las facturas que se reclaman.
En consecuencia, probada la realización del servicio
aéreo, que éste fue requerido por un funcionario provincial
en ejercicio de sus atribuciones y que fue prestado al
codemandado Busti en su carácter de representante legal
de la provincia, imputó la condición de parte substancial de
la relación jurídica a la Provincia de Entre Ríos y, en
consecuencia, hizo lugar a la demanda contra dicho Estado
local.
d) Impacto del fallo
La sentencia corroboró el criterio interpretativo que venía
aplicando desde antaño en orden a los medios de
interpretación de los contratos, vale decir, la base cierta que
ofrece la conducta desplegada por las partes del contrato.
De esta manera, confirmó lo dicho en el caso "American
Jet S.A."(46) , en lo que respecta a la prueba de la relación
jurídica emanada del contrato de servicio aéreo de
pasajeros.
En ese precedente, en el que la actora es la misma parte
(aunque contra la Provincia de Formosa), la Corte adoptó el
criterio del precedente ya comentado en este trabajo (in
re "Piraino", Fallos: 317:1598), señalando que "... a fin de
dilucidar la existencia del vínculo en discusión cabe
recordar que es principio de buena doctrina y jurisprudencia
que la conducta de las partes constituye base cierta de
interpretación de los términos de la relación jurídica que une
a las partes".
e) Conclusión
La Corte, pese a los cambios de su integración, sigue
manteniendo los mismos medios de interpretación de los
contratos, confirmando la vigencia de los precedentes antes
señalados.
1.1.24 "Federación Médica Gremial de la Capital Federal
(FEMEDICA) c. DNCI-Disposición 1270/03" (sent.
del 18/11/2008, Fallos: 331:2614)
Temas abordados en el caso: interpretación de las
cláusulas predispuestas. Interpretación contra proferente.
a) Hechos
En la causa a comentar, la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal
confirmó la multa dineraria dispuesta por la Dirección
Nacional de Comercio Interior contra la empresa de
medicina prepaga "Federación Médica Gremial de la Capital
Federal" (FEMEDICA), por infracción al art. 19 de la
ley 24.240, al haber incumplido con la prestación del
servicio médico en relación al afiliado con discapacidad, el
señor Agustín León Bobbio, consistente en el otorgamiento
de la medicación farmacológica prescripta por el médico.
b) Decisión
En este precedente, desestimado por aplicación de la
figura prevista del art. 280 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación ( certiorari ), tuvo la disidencia del
Dr. Maqueda quien, siguiendo el dictamen de la señora
Procuradora Fiscal subrogante, entendió que correspondía
hacer lugar al recurso y confirmar la sentencia impugnada.
c) Análisis de la disidencia del Dr. Maqueda
En lo que aquí interesa destacar, se expuso que tiene
establecido que en el contrato de prestación médica, la
regla hermenéutica impuesta en razón de expresas
disposiciones legales (art. 1198 del Código Civil; art. 218,
inc. 3°, Cód. Com.; art. 3° de la ley 24.240), se acentúa en
cuanto a la exigencia de acatarla, habida cuenta la jerarquía
de los valores que se hallan en juego: la vida y el derecho a
obtener la conveniente, oportuna y adecuada asistencia
sanitaria (v. doctrina de Fallos: 321:3493).
El caso invocado (Fallos: 321:3493) es el precedente ya
comentado (in re "Romero Victoria de Del Sel, María del
Rosario c. Qualitas S.A.", sent. del 15/12/1998), en el que la
Corte estableció el canon interpretativo para los problemas
con cláusulas predispuestas: en caso de duda respecto del
alcance de las obligaciones asumidas por el predisponente,
debe prevalecer la interpretación que favorece a quien
contrató con aquél o contra el autor de las cláusulas
uniformes. Máxime, cuando se refieren a las cláusulas de
un contrato de prestación médica, dada la jerarquía de los
valores que se encuentran en juego: la vida y el derecho a
obtener la conveniente y oportuna asistencia sanitaria(47) .
Como se ha expuesto, tal criterio interpretativo se remonta
a la doctrina de la causa "Berlari, Norma E. c. Omega Coop.
de seguros Ltda. y otros", sent. del 6/12/1994, Fallos:
317:1684), conforme a la cual, en materia de contrato de
seguros (los que también presentan —g eneralmente—
cláusulas predispuestas) había resuelto que en caso de
duda debe considerarse subsistente la obligación del
asegurador que no sólo redactó las condiciones del contrato
sino que por ser quien realiza las previsiones de los
siniestros mediante cálculos actuariales, estaba en
condiciones técnicas de fijar en forma clara, precisa e
indubitada la extensión de sus obligaciones.
d) Impacto del fallo
La recepción —e n la disidencia— del criterio de
interpretación contra proferente, no hace más que
demostrar la importancia de su valoración para la
dilucidación de los problemas que generan esta clase de
contratos.
En lo que hace a los alcances y significado de la regla
aplicada, nos remitimos al comentario del caso "Romero
Victoria de Del Sel, María del Rosario c. Qualitas S.A."
(sent. del 15/12/1998; Fallos: 321:3493).
e) Conclusión
En los contratos con cláusulas predispuestas (seguros,
médicos, etc.), parece confirmarse la pauta hermenéutica
antes apuntada, en razón de los principios de fuente legal
contenidos en el ordenamiento jurídico (arts. 1198, Cód.
Civil; 218, inc. 3, Cód. Com.; 3, ley 24.240), sobre todo
cuando se encuentran en juego derechos fundamentales
como la vida o la integridad física.

2. Recapitulación final: criterios y tendencias


Los criterios y tendencias sentados por la Corte de
Justicia de la Nación a través de los precedentes
seleccionados, se pueden resumir en las siguientes
doctrinas esenciales.

2.1. El principio de buena fe


La buena fe constituye la clave de bóveda no sólo de los
contratos, sino de los actos jurídicos en general.
La doctrina de la Corte, en este punto, es que el principio
debe ser considerado en toda labor interpretativa,
presentando diversas manifestaciones, según las
circunstancias del caso. La buena fe es llamada por la ley
(art. 1198, primer párr., Cód. Civil), ya en la formación, ya
en la ejecución del contrato y, en general, en la ejecución
de toda la relación obligatoria. Esta referencia múltiple
responde a la idea de la buena fe como principio ético-
social que marca toda la materia contractual, en función del
principio de solidaridad que se especifica en la protección
del contratante y en la lealtad, exigiendo la preservación de
la confianza razonable de las partes sobre el significado del
acuerdo.
Entre las aplicaciones que ha hecho el tribunal cabe
destacar las siguientes:
a) Buena fe objetiva (lealtad)
La buena fe, en sentido objetivo, vale decir, como regla de
comportamiento por medio de la cual las partes deben
cumplir las obligaciones asumidas en el contrato, ha sido
considerada por la Corte, respecto de la observancia de lo
pactado, en importantes precedentes(48) .
b) Conducta de las partes
La Corte ha aplicado esta derivación del principio de la
buena fe, en reiterados casos, el criterio relativo al
comportamiento de las partes, especialmente en relación a
los hechos posteriores a la celebración del contrato, aunque
sin descartar los hechos antecedentes, por constituir una
base cierta de interpretación del vínculo jurídico que une a
los contratantes (art. 218, inc. 4, Cód. Com.)(49) .
En suma, la interpretación de un acto jurídico está
condicionada por las circunstancias anteriores, simultáneas
y posteriores que lo rodean(50) .
Por otra parte, frente a la existencia de cláusulas
equívocas o ambiguas de los contratos, las mismas deben
ser interpretadas por el contexto general, siendo los hechos
de los contratantes subsiguientes a la concertación del
contrato, que tengan relación con éste, la mejor explicación
de la intención de las partes(51) .
Al respecto, se puede sostener que la aplicación de esta
regla constituye una tendencia marcada de la Corte, ya que
en sus pronunciamientos es muy propensa a emplear este
medio interpretativo como base cierta y objetiva: la
intención común de las partes debe deducirse de su
comportamiento global.

2.2. Reglas interpretativas de los contratos

Las reglas que generalmente usa la Corte para dilucidar


los problemas de interpretación de los contratos son las
siguientes:
a) Interpretación literal
Desde sus comienzos, el Tribunal ha hecho hincapié en la
necesidad de respetar los términos del contrato
(art. 1197, Cód. Civil), indicándose que debe observarse lo
que está claramente estipulado (52).
En este sentido, tiene dicho que las declaraciones de
voluntad expresadas en una cláusula contractual
constituyen un elemento fundamental para juzgar el alcance
y contenido de los derechos de las partes. Empero, al
indagar sobre la intención común de las partes, el intérprete
no se puede limitar al sentido literal de las palabras, aunque
sin duda el texto literal constituye el primer elemento para la
operación interpretativa, en cuanto las declaraciones
contractuales se hacen, normalmente, con el fin de
manifestar un cierto significado deducible de las palabras
usadas (cfr. arts. 217, 218 incs. 1 y 2, Cód. Com.)(53) .
Además, constituye doctrina reiterada que cuando "los
términos o expresiones empleados en un contrato son
claros y terminantes, sólo cabe limitarse a su aplicación, sin
que resulte necesaria una labor de hermenéutica
adicional"(54) .
La interpretación literal es una de las reglas
hermenéuticas más aplicadas por el Máximo Tribunal
nacional.
b) Contexto contractual
La Corte también ha propiciado en destacados
precedentes una interpretación contractual congruente con
el contexto general del negocio o de la situación en que
éste tuvo lugar(55) .
c) Cláusulas ambiguas y la regla favor negotii
La Corte considera que los pactos que se presentan como
ambiguos deben explicarse por las cláusulas que son más
claras(56) .
Tal como se infiere de la regla de interpretación
sistemática, las cláusulas del contrato se deben interpretar
las unas por medio de las otras, para atribuir a cada una el
sentido que resulta del acto en su conjunto(57) .
Además, en caso de existir términos o cláusulas
aparentemente incompatibles, un sano principio de
hermenéutica jurídica aconseja salir de la duda no por la
supresión lisa y llana de una de ellas, sino manteniendo la
vigencia de ambas, cuando el texto permite asignar
lógicamente a cada una un ámbito propio de aplicación en
el conjunto de las estipulaciones que demarcan los
derechos y obligaciones recíprocas (in re "Establecimientos
Rurales San Francisco S.C.A. c. Nación")(58) .
En definitiva, la regla de conservación del contrato es un
principio general de los actos jurídicos. De acuerdo con esta
pauta, el contrato o las cláusulas en particular se deben
interpretar en el sentido en el que puedan tener algún
efecto, y no en aquél en el que no puedan tener ninguno
(interpretación inútil).
d) Regla favor debitoris
El Tribunal ha hecho aplicación de esta regla que campea
toda el área del derecho patrimonial de las obligaciones y
contratos, receptada de manera expresa en el inc. 7° del
art. 218, Cód. Com.(59) .
e) Interpretación sistemática del orden jurídico
La interpretación de las reglas contractuales debe ser
realizada en un todo armónico con el ordenamiento jurídico
considerado en su totalidad y, por ello, con la ley y la
Constitución(60) .
f) Interpretación contra proferente
La interpretación contra el predisponente es una regla
particular relativa a las cláusulas incluidas en las
denominadas "condiciones generales de contrato" o en
"formularios predispuestos" por una parte, según la cual —
e n la duda— se deben interpretar en el sentido más
favorable al adherente. Esta regla pone, pues, a cargo del
predisponente la carga de evitar ambigüedades en el texto
del contrato.
La Corte entiende que en los contratos con cláusulas
predispuestas (o en contratos por adhesión), cuyo sentido
es equívoco y ofrece dificultades para precisar el alcance
de las obligaciones asumidas por el predisponente, en caso
de duda debe prevalecer la interpretación que favorezca a
quien contrató con aquél o contra el autor de las cláusulas
uniformes(61) .
g) Calificación del contrato
La interpretación del contrato tiene como función la de
comprobar el significado objetivo del acuerdo, es decir, el
contenido sustancial del contrato. La calificación del
contrato constituye, en cambio, una operación diferente,
que es la valoración jurídica del contrato. La calificación
sigue a la interpretación en cuanto ella tiende a clasificar el
contrato, es decir a establecer en cuál esquema causal-
jurídico se debe encuadrar.
La calificación de un contrato consiste entonces —c omo
señala sencillamente Mosset Iturraspe— en la
determinación de su naturaleza jurídica; resulta una tarea
fundamental para clasificarlo entre las categorías existentes
y para acertar —a su vez— en la interpretación realizada,
determinando qué tipo de vínculo se ha celebrado para
establecer qué normas supletorias son aplicables (62).
Al respecto, la Corte ha resuelto que el nombre que las
partes den a un contrato (nomem iuris ) no lo desnaturaliza
ni impide al juez proceder a su correcta calificación
jurídica(63) .

Capítulo IV
El contrato de consumo a la luz de la jurisprudencia de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación

Por Francisco Junyent Bas y María Constanza Garzino

TEXTO DE JURISPRUDENCIA

CSJN, 31/3/1999, "Retamar, María E. c. Moño Azul S.A.",


Fallos: 322:596. Sumarios
1. Es competente la Justicia Nacional en lo Civil para
entender en la acción resarcitoria entablada por un
consumidor contra el productor de un bien o servicio, pues
la relación jurídica en que ella se funda se encuentra "prima
facie" encuadrada en el marco de la responsabilidad
extracontractual al haber mediado entre aquéllos la
intervención del comerciante minorista que efectuó la venta
para el consumo del accionante. (Del dictamen del
Procurador General de la Nación).
2. La circunstancia de que los hechos que dan lugar a la
acción resarcitoria emanen de la actividad comercial del
demandado no determina la competencia de la justicia
comercial, pues la relación existenteentre accionante y
accionado no es necesariamente un acto de naturaleza
mercantil para el primero, conforme se desprende del art.
452, Cód. Com. (Del dictamen del Procurador General de la
Nación).
3. Las relaciones y consecuencias jurídicas que regula la
ley 24.240 (Adla, LIII-D, 4125) son estrictamente las
referidas a aquellas que se establecen con los
consumidores. Por ello, las normas de competencia fijadas
en la ley 22.262 (Adla, XL-C, 2521) no son necesariamente
aplicables, pues regulan las cuestiones suscitadas entre
competidores por una actuación impropia desde el punto
de vistaestrictamente referido a las relaciones comerciales,
sin perjuicio de los posibles efectos respecto de los
consumidores. (Del dictamen del Procurador General de la
Nación).
4. La normativa emanada de la ley 24.240 (Adla, LIII-D,
4125) está integrada con el plexo jurídico general y especial
que regulan las relaciones que se establecen a partir de la
actuación de personas físicas o ideales de naturaleza
pública o privada que intervienen en la producción,
distribución y comercialización de cosas o servicios, y las
que se dan dentro del marco de las disposiciones de la
ley 22.262 (Adla, XL-C, 2521). Tal integración sucede
porque ambas legislaciones regulan la actividad de dichas
personas aunque en diferentes actos y consecuencias. (Del
dictamen del Procurador General de la Nación).
Fallo in extenso
Dictamen del Procurador General
Tanto la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, como
la Comercial se expidieron declarando la incompetencia de
los tribunales del fuero respectivo para entender en la
presente causa (ver fs. 2501/2503 y fs. 2555/2556).
En lo que aquí interesa, cabe señalar que ambos
tribunales de alzada sostuvieron; por un lado, el tribunal
civil, que la norma legal que regula la defensa de los
derechos del consumidor, se integra con la ley de defensa
de la competencia y en consecuencia de ello, la norma
atributiva de jurisdicción incluida en el artículo 4º de la
ley 22.262, resulta de aplicación en el caso, determinando
la intervención de la justicia en lo comercial. Por su parte, el
tribunal en lo comercial, sostuvo la competencia en este tipo
de cuestiones de la justicia en lo civil, con fundamento en
que, con independencia de la naturaleza de comerciante de
la demandada y del acto, la norma general de distribución,
art. 43 del decreto-ley 1285/58, inciso b, texto conforme
ley 24.290, asignaría la competencia a la justicia nacional
en lo civil, en orden a que se trata de una acción de daños y
perjuicios derivados de hechos ilícitos.
En tales condiciones, se suscita una contienda de
competencia negativa que habrá de dirimir V.E. en orden a
lo dispuesto por el artículo 24, inciso 7º del decreto-
ley 1285/58, texto según ley 21.708.
Respecto de la cuestión de competencia, adelanto desde
ya mi opinión en cuanto a que corresponde que causas de
la naturaleza de la presente tramiten ante la justicia
nacional en lo civil. Ello así lo pienso, en orden a que, sin
perjuicio de considerar que la normativa emanada de la
ley 24.240 (ver art. 3º) resulta obviamente integrada como
expresamente lo señala la normativa, con el plexo jurídico
general y especial que regulan las relaciones que se
establecen a partir de la actuación de personas físicas o
ideales de naturaleza pública o privada que intervienen en
la producción, distribución, o comercialización de cosas o
servicios, y con más razón, las que se dan dentro del marco
de las disposiciones de la ley 22.262, (manifestación ésta
referida por el propio legislador). Tal integración se da
porque ambas legislaciones, regulan la actividad de dichas
personas aunque en diferentes actos y consecuencias.
Pero, por otra parte es también obvio que en el caso de la
ley 24.240, las relaciones y consecuencias jurídicas que
regula son estrictamente las referidas a las que se
establecen con los consumidores, y por tanto, no
necesariamente resultan aplicables, las normas de
competencia fijadas en la ley 22.262, porque resulta claro,
que la norma que regula los posibles conflictos que se
susciten por afectación a los consumidores, es diversa de
aquélla que se refiere a las que se dan entre los
competidores por una actuación impropia desde el punto de
vista estrictamente referido a las relaciones comerciales,
más allá de que ello tenga influencia o efectos en el
consumidor.
En el supuesto de autos, sin perjuicio de que los hechos
que dan lugar al reclamo de daños y perjuicios emanan de
la actividad comercial de la demandada, la relación dada
entre accionante y accionada, no es necesariamente para el
primero un acto de naturaleza mercantil conforme se
desprende del artículo 452 del Código de Comercio, con lo
cual ello tampoco determinaría la competencia de la justicia
en lo comercial.
Por otra parte, es de tener en cuenta que los actores
accionan por daños y perjuicios derivados de actos ilícitos
con fundamento en las previsiones de los artículos 1109 y
1113 del Código Civil, y, en tal sentido, la legislación
vigente en materia de distribución de competencia de la
justicia nacional, ha establecido de modo claro en el artículo
43, inciso b, del decreto-ley 1285/58, según texto del
artículo 1º de la ley 24.290, que resulta competente en
acciones de naturaleza como la presente la justicia nacional
en lo civil. Cabe poner de resalto que V.E. reiteradamente
ha reconocido la competencia de la justicia civil, cuando
como en este caso particular, no ha mediado asignación
expresa de competencia en la ley especial.
Por último es de considerar que el Código Procesal en lo
Civil y Comercial de la Nación, prescribe en su artículo 5º,
que la competencia se determinará por la naturaleza de las
pretensiones deducidas en la demanda, y de ellas surge
que la pretensión de los accionantes es la reparación de los
daños y perjuicios derivados de la conducta
pretendidamente ilícita de los demandados, con
fundamento en normas del Código Civil.
Finalmente, no sería ocioso poner de resalto, en este
limitado marco cognoscitivo de las cuestiones de
competencia, que eventualmente la relación jurídica en que
se funda la acción, se encuentra prima facie encuadrada en
el marco de la responsabilidad extracontractual, en tanto
como se señaló, entre productor y consumidor media la
intervención del comerciante minorista, quien produjo la
venta para el consumo por los accionantes, con lo cual
también nuevamente se aleja la posibilidad de estar en
presencia de un acto de naturaleza mercantil, y la
consecuente competencia de dicho fuero en orden a lo
expresamente previsto en los artículos 450 y 452 inciso 2º
del Código de Comercio.
Por todo ello, opino que V.E. debe dirimir el presente
conflicto declarando que resulta competente para entender
en la presente acción, la justicia nacional en lo civil. Febrero
22 de 1999. Nicolás E. Becerra.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, marzo 31 de 1999.
Considerando: De conformidad con lo dictaminado por el
Procurador General, se declara que resulta competente
para conocer en las actuaciones el Juzgado Nacional de
Primera Instancia en lo Civil Nº 109, al que se le remitirán.
Hágase saber al Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Comercial Nº 18, a la Sala B de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Comercial y a la Sala M de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil. — Eduardo Moliné
O'Connor. — Augusto C. Belluscio. — Enrique S.
Petracchi. — Gustavo A. Bossert. — Adolfo R. Vázquez.

CSJN, 7/3/2000, "Colavita, Salvador y otro c. Provincia


de Buenos Aires y otros", Fallos: 323:318. Hechos
Se promovió demanda contra una concesionaria vial en
virtud del accidente sufrido por los actores mientras
circulaban por una ruta a bordo del vehículo de su
propiedad al interponerse sorpresivamente dos caballos.
Sustentan la responsabilidad de la demandada en el
contrato que la obliga a mantener la seguridad e
indemnidad personal y patrimonial de quienes pagaron el
precio del peaje. La accionada, por su parte, pide la
intervención como tercero de la Provincia de Buenos
Aires. Como consecuencia de la excepción de
incompetencia planteada por el Estado local, la Corte
Suprema de Justicia de la Nación intervino en instancia
originaria y rechazó la demanda.
Sumarios
1. El ejercicio del poder de policía de seguridad que
corresponde al Estado no resulta suficiente para atribuirle
responsabilidad en un evento en el cual ninguno de sus
órganos o dependencias tuvo parte —e n el caso, un
accidente provocado por un animal suelto en la ruta—, pues
su responsabilidad, en orden a la prevención de delitos, no
puede llegar a ser involucrada en las consecuencias
dañosas que aquéllos producen con motivo de hechos
extraños a su intervención directa.
2. La provincia no debe responder por el accidente
provocado por un animal suelto en la ruta cuando aquélla
no es propietaria ni guardadora del mismo.
3. La eventual responsabilidad que genere la existencia de
animales sueltos en la ruta debe atribuirse, en virtud de lo
dispuesto por el art. 1124, Cód. Civil, a su propietario.
4. No puede atribuirse responsabilidad a la concesionaria
vial por el accidente provocado por la presencia de
animales sueltos en la ruta, en tanto no puede asumir frente
al usuario derechos o deberes mayores a los que
correspondían al ente concedente, máxime si en el
reglamento de explotación se había pactado que las
funciones de policía de seguridad y de tránsito debían ser
ejercidas por la autoridad pública.
5. La cláusula del Pliego de Bases y Condiciones para la
concesión de Obras Viales que obliga a la concesionaria a
"facilitar la circulación por el camino en condiciones de
absoluta normalidad, suprimiendo las causas que originen
molestias, inconvenientes o peligrosidad para los usuarios
del camino", debe interpretarse en el contexto de las
obligaciones propias del concesionario en torno a la
remodelación, conservación y explotación del corredor vial
conferido, enderezadas al mantenimiento y señalización de
calzadas y banquinas, y a la oferta de servicios auxiliares al
usuario.
6. Es inadmisible extender la responsabilidad del
concesionario vial mas allá de las obligaciones inherentes al
estado de la ruta misma —e n el caso, se produjo un
accidente provocado por la existencia de animales sueltos
en el camino—, ni exigirle el control de los alambrados
linderos a la traza, en tanto el Reglamento de Explotación
impone a los propietarios de los fundos aledaños el deber
de adoptar las medidas tendientes a impedir la presencia de
animales en el camino, erigiéndolos responsables de todos
los gastos que ocasione su retiro y de los daños que
pudiera causar.
7. No debe responder el concesionario vial por el accidente
provocado por la presencia de animales sueltos en la ruta,
toda vez que no se ha invocado que aquél hubiera
adoptado una conducta desaprensiva frente a denuncias o
informaciones que revelasen la, presencia de animales
sueltos en la ruta, ni tampoco se ha intentado demostrar un
actuar negligente frente al peligro que tales animales
representan. (Del voto de los doctores Nazareno y Bossert).
8. La responsabilidad que el art. 1124, Cód. Civil pone en
cabeza del dueño o guardador de un animal por los daños
que cause —e n el caso, un accidente provocado por la
presencia de un animal suelto en la ruta— no es exclusiva
ni excluyente de la responsabilidad de distinta índole que
puede caberle a otras personas, sobre las cuales pesa el
deber de evitar que ningún animal esté suelto en
determinados lugares en razón de la peligrosidad que su
presencia representa. (Del voto en disidencia del doctor
Vázquez).
9. El Estado provincial será responsable —e n razón de su
falta de servicio— por el daño causado por un animal suelto
en una ruta, en razón de la falta de alambrados para
encerrarlos, si omitió cumplir con la intimación al propietario
aledaño, o que, habiendo notificado el requerimiento, ante
la inacción del intimado no inició por sí la obra transcurrido
el plazo legal (Del voto en disidencia del doctor Vázquez).
10. El vínculo que enlaza al usuario con el concesionario
vial es una típica relación de consumo, de modo que la
responsabilidad del último por los daños sufridos por el
primero —e n el caso, por un accidente provocado por la
presencia de un animal suelto en la ruta— se ubica en el
régimen contractual. (Del voto en disidencia del doctor
Vázquez).
11. Frente al usuario el concesionario vial tiene una
obligación tácita de seguridad de resultado, en el sentido de
que debe proveerle todo aquello que le asegure que la
carretera estará libre de peligros y obstáculos, y que
transitara con total normalidad en el caso se produjo un
accidente provocado por la presencia de un, animal suelto
en la ruta—, prestación para la cual el usuario paga un
precio. (Del voto en disidencia del doctor Vázquez).
12. La obligación del concesionario vial no se agota en la
remodelación, conservación y explotación de la ruta —e n
cuanto hace a su demarcación, retiro de malezas, cuidado
de la carpeta asfáltica—, sino que alcanza a todo lo que sea
menester realizar para asegurar al usuario una circulación
normal y libre de dificultades. (Del voto en disidencia del
doctor Vázquez).
13. Para desvirtuar la presunción de responsabilidad en
contra del concesionario vial por los daños sufridos por el
usuario como consecuencia de la presencia de animales
sueltos en la ruta, aquel deberá probar que le ha resultado
imposible prever o evitar el perjuicio, o que previsto no ha
podido evitarlo no obstante haber realizado un adecuado
control de los alambrados linderos al camino, una prolija
inspección visual, etc. (del voto en disidencia del doctor
Vázquez).
Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, marzo 7 de 2000.
Resulta: I. A fs. 15/17 se presentan Salvador Colavita y
Zusana Maiquez e inician demanda contra Concesionaria
Vial del Sur S.A. y/o quien resulte responsable del
accidente que pasan a relatar por cobro de la suma de $
9515, o lo que en más o en menos surja de la prueba a
rendirse, sus intereses y costas.
Dicen que el 5 de setiembre de 1993, aproximadamente a
las 5.05 mientras circulaban por la ruta nacional N° 2 a
bordo del vehículo de su propiedad marca Peugeot 505,
SRI, 1993, dominio C 1.563.320, a la altura del kilómetro
144 se interpusieron sorpresivamente dos caballos, uno de
ellos acostado en el carril de circulación. El conductor del
vehículo, Colavita, intentó esquivar al caballo echado, mas
no pudo evitar la colisión con el otro pese a haber
accionado los frenos inmediatamente. Como consecuencia
de ello el automotor sufrió daños en el techo, ambos
guardabarros delanteros, puerta delantera izquierda, chasis,
paragolpes delantero, parrilla, óptica delantera izquierda,
parabrisas, chapón interior. Agregan que fueron asistidos
gratuitamente por un camión grúa de la demandada, que el
accidente fue denunciado por ante la subcomisaría
caminera de Monasterio, partido de Chascomús, y que el
pago del peaje resulta acreditado mediante el comprobante
que acompañan.
Sostienen que la responsabilidad de la demandada surge
nítida, pues el contrato de peaje resulta innominado, atípico,
consensual, bilateral, oneroso, no formal, de modalidad por
adhesión "in totum". Que tal contrato obliga a la demandada
a mantener la seguridad e indemnidad personal y
patrimonial de quienes, como los actores, pagaron el precio
del peaje. Que por lo tanto, la demandada debe arbitrar los
medios necesarios para evitar el acceso y la permanencia
de los equinos sobre la carpeta asfáltica, a cambio de cuyo
uso percibe un precio. Que no cabe duda de que una de las
contraprestaciones a su cargo es el deber de velar por la
seguridad e indemnidad de quienes utilizan la ruta
entregada en concesión, lo que la obliga a ejercer el debido
control del estado de circulación a efectos de evitar el
ingreso y permanencia de animales. A la demandada —
a gregan— por ser adjudicataria de la concesión vial se le
debe exigir alto grado de calificación, especialidad y
competencia, lo que agrava el incumplimiento de las
obligaciones a su cargo. Fundan su derecho en los
arts. 511, 512 y concs. y 1198, párr. 1° del Cód. Civil, ley
17.250 modificada por ley 23.696 y sus decretos
reglamentarios y complementarios.
II. A fs. 251/258 se presenta Concesionaria Vial del Sur
S.A. (Covisur). Realiza una negativa de carácter general y
pasa a exponer su propia versión de los antecedentes. Dice
que la pretensión de la demanda se funda en un hecho que
el actor da por supuesto pero que en ningún momento
prueba u ofrece probar. En ese sentido señala que
acompaña como prueba instrumental una exposición de
tránsito en la que relata que el animal accidentado quedó
tirado en el asfalto con su pata izquierda quebrada pero,
que tal circunstancia no se menciona en la demanda,
destaca que no se labró acta en el lugar y que no está
comprobada la velocidad del rodado.
En cuanto al fundamento jurídico de la pretensión, sostiene
que el actor invoca el art. 512 del Cód. Civil haciendo
hincapié en el contrato de peaje que uniría al usuario con el
concesionario y del cual surgirían las obligaciones de este
último. Agregar que más allá del encuadre jurídico sobre la
naturaleza de la relación invocada, sea ésta de origen
contractual o reglamentario administrativo, lo cierto es que,
en todo caso, sólo le es imputable al concesionario
responsabilidad por los daños sufridos por el usuario
cuando se comprueba que ha existido culpa de su parte.
Considera que en el caso del choque en la ruta con un
animal suelto, el dueño de éste es el responsable principal
por los daños que su semoviente produzca a terceros,
conforme a lo que dispone el art. 1124 del Cód. Civil, y que
el hecho de no haber determinado quién es el dueño del
animal no importa la sustitución o la traslación de esa
responsabilidad al concesionario.
Expresa que es concesionaria de la ruta provincial N° 2 en
virtud de los instrumentos que menciona y señala cuál es el
objeto de la concesión, afirmando particularmente que está
obligada a facilitar la circulación en condiciones de absoluta
normalidad suprimiendo las causas que originan molestias,
inconvenientes o peligrosidad (art. 6, título II, p. 23, pliego
de condiciones particulares de la licitación).
Sin embargo —a grega—, al tiempo que se impone esta
obligación genérica, se determina que esa responsabilidad
no se extiende a los daños que tengan su causa en la falta
de adopción de medidas correspondientes por parte del
concedente y siempre que hubiere mediado, con razonable
anticipación, requerimiento justificado por escrito del ente
concesionario (art. 14, título III, p. 37).
Dice que Covisur, tal como surge de la documentación
acompañada, comunicó a la Dirección de Vialidad de la
Provincia de Buenos Aires que se venía observando en la
zona del camino un incremento de la presencia de animales
sueltos, por lo que solicitó a su órgano de control que
notificara tal circunstancia a las autoridades competentes
para adoptar las medidas preventivas necesarias. Por su
parte, aquella repartición contestó señalando que en
atención a la crecida tasa de choques con animales se
había requerido la colaboración de la policía provincial, la
que impartió directivas al respecto. Por lo tanto, Covisur
esta obligado a mantener la seguridad y transitabilidad por
la ruta, pero si ello depende de la adopción por parte del
concedente de medidas de seguridad adecuadas, no es
responsable de los daños y perjuicios que se produzcan
como consecuencia de la falta de adopción de esas
medidas.
El propio reglamento de explotación —c ontinúa—
establece que "será responsable el concedente por los
daños y perjuicios ocasionados al concesionario o a los
usuarios cuando proviniesen de circunstancias ajenas a
ellos" (art. 23), en tanto determina la responsabilidad por la
existencia de animales sueltos de los propietarios de los
fundos aledaños, quienes deben adoptar todas las medidas
tendientes a impedirlo y son responsables de todos los
gastos que ocasione su retiro y de los daños que puedan
causar (art. 24).
Como colofón de lo expresado, expone que el dueño de
los animales es el principal responsable por los daños que
produzcan a terceros usuarios en el camino, y que la
autoridad pública, particularmente la policía provincial, es la
responsable secundaria por no adoptar las medidas
tendientes a evitar esa clase de accidentes. Covisur —
a grega— podrá ser eventualmente responsable cuando los
daños causados al concedente o a los usuarios se deban a
su dolo o negligencia comprobada en el cumplimiento de
sus obligaciones reglamentarias.
Expone que Covisur ha adoptado numerosas medidas de
seguridad, entre ellas la perfecta señalización horizontal y
vertical de los accidentes del camino, la instalación cada 10
km de postes telefónicos de comunicación con las
estaciones de peaje y la contratación de una red de
remolques y talleres mecánicos. Otro servicio primordial es
el recorrido permanente de la ruta las veinticuatro horas del
día por vehículos de la empresa. De tal manera se asegura
de que al menos cada dos horas un móvil atraviese cada
punto de la ruta concesionada. En ese sentido, recuerda
que la ruta otorgada a Covisur es un camino abierto, no una
autopista cerrada, de una extensión de 364 km.
Entiende, por lo tanto, que ha cumplido con las
obligaciones a su cargo y que en el caso no existe nexo de
causalidad que ponga a cargo de Covisur los daños
causados a los actores por un caballo parado en la mano
de su circulación. Pide la intervención como tercero de la
Provincia de Buenos Aires y la citación en garantía de su
aseguradora.
III. A fs: 277/278 se presenta Sud América Compañía de
Seguros de Vida y Patrimoniales S.A., aseguradora de
Covisur, y se adhiere a la contestación de demanda.
IV. A fs. 494/511 contesta la citación la Provincia de
Buenos Aires. Opone la excepción de incompetencia y
plantea la falta de legitimación pasiva por cuanto no puede
imputársele responsabilidad alguna. El hecho producido no
implica que los funcionarios provinciales no cumplieran o
cumplieran irregularmente sus funciones y que se puedan
reclamar daños al Estado provincial. Cita jurisprudencia a
su favor, realiza una negativa de carácter general respecto
del hecho denunciado en la demanda y lo atribuye a un
tercero ajeno cuya responsabilidad deviene de su condición
de propietario del animal (art. 1124, Cód. Civil).
V. A fs. 551 y como consecuencia de la excepción de
incompetencia planteada por la provincia, esta Corte
declara que la causa es de su competencia originaria.
Considerando:
1. Que en las causas publicadas en Fallos: 312:2138;
313:1636, el tribunal sostuvo, como principio general y con
relación a un reclamo como consecuencia de los daños
provocados por un animal suelto en una ruta, que "el
ejercicio del poder de policía de seguridad que corresponde
al Estado —c uyo incumplimiento se le endilgaba— "no
resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un
evento en el cual ninguno de sus órganos o dependencias
tuvo parte, toda vez que no parece razonable pretender que
su responsabilidad general en orden a la prevención de los
delitos puede llegar a involucrarla a tal extremo en las
consecuencias dañosas que ellos produzcan con motivo de
hechos extraños a su intervención directa. Y agregó: "la
omisión que se alega como sustento de la responsabilidad
de la provincia no puede hacerla responsable de los daños
causados por un animal del que no era propietaria ni
guardadora (Fallos: 312:2138, consid. 5°). Esta doctrina se
reiteró en la causa B.146.XXIV "Bertinat, Pablo J. y otros c.
Buenos Aires, Provincia de y otros s/daños y perjuicios",
sentencia de la fecha; LA LEY, 2000-B, 766.
Ello es así con relación a casos semejantes por cuanto la
eventual responsabilidad que genere la existencia de
animales sueltos en la ruta debe atribuirse, en virtud de lo
dispuesto en el art. 1124, a su propietario, quien en el caso
no ha sido demandado.
2. Que sentado lo expuesto respecto de la responsabilidad
que pretende endilgarse al Estado provincial, forzoso es
concluir que tampoco cabe atribuírsela a la demandada,
quien no puede asumir frente al usuario —p or la
delegación de funciones propia de la concesión— derechos
o deberes mayores a los que correspondían al ente
concedente, conclusión particularmente valida si se advierte
que —c onforme a los términos pactados— las funciones de
policía de seguridad y policía de tránsito debían ser
ejercidas por la autoridad pública (conf. Reglamento de
Explotación. Título segundo. Conservación y Policía; art. 29.
Vigilancia).
3. Que, al margen de ello, no surge del contrato de
concesión que la demandada hubiese asumido obligaciones
vinculadas con el hecho que motiva la presente acción, y
cuyo incumplimiento pudiese generar su consiguiente
responsabilidad (conf. art. 21, Reglamento de Explotación).
En efecto, si bien Concesionaria Vial del Sur S.A. se
encontraba obligada en términos genéricos "a facilitar la
circulación por el camino en condiciones de absoluta
normalidad, suprimiendo las causas que originen molestias,
inconvenientes o peligrosidad para los usuarios del camino"
(Pliego de Condiciones Particulares para la Concesión de
Obras Viales y de Precalificación. Título II. art. 6.1 y art. 25,
Reglamento de Explotación), dicha estipulación debe ser
interpretada en el contexto de las obligaciones propias del
ente concesionario en orden a la remodelación,
conservación y explotación del corredor vial conferido
(Título III, pliego citado), enderezadas al mantenimiento y
señalización de calzadas y banquinas, y a la oferta de
servicios auxiliares al usuario.
4. Que, de este modo, no resulta admisible extender la
responsabilidad del concesionario mas allá de tales
obligaciones —i nherentes al estado de la ruta misma—, ni
exigirle el control de los alambrados linderos a la traza
(faltantes en el lugar del hecho, conf. testifical de José M.
Fernández, preguntas 14a y 15°, fs. 636 y 23a, fs. 637), ya
que el Reglamento de Explotación antes citado impone a
los propietarios de los fundos aledaños el deber de adoptar
las medidas tendientes para impedir la presencia de
animales sueltos en la zona del camino, y los erige en
"responsables de todos los gastos que ocasione su retiro y
de los daños que pudieran causar" (conf. art. 24).
Por ello se decide: Rechazar la demanda. Con costas
(art. 68, Cód. Procesal).
Las derivadas de la citación como tercero de la Provincia
de Buenos Aires estarán a cargo de la demandada, pues a
su pedido y en su interés tuvo lugar la integración de la litis
y no se advierten razones que justifiquen un apartamiento
del criterio objetivo de la derrota (arts. 68 y 77, párr. 2°, del
mismo Código). Julio S. Nazareno (según su
voto). — Eduardo Moliné O'Connor. — Carlos S.
Fayt. — Augusto C. Belluscio. — Enrique S.
Petracchi. — Antonio Boggiano. — Guillermo A. F.
López. — Gustavo A. Bossert (según su voto). — Adolfo R.
Vázquez (en disidencia).
Voto de los doctores Nazareno y Bossert.
Considerando:
1. Que en las causas publicadas en Fallos: 312:2138;
313:1636, el tribunal sostuvo, como principio general y con
relación a un reclamo como consecuencia de los daños
provocados por un animal suelto en una ruta, que "el
ejercicio del poder de policía de seguridad que corresponde
al Estado" —c uyo incumplimiento se le endilgaba— "no
resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un
evento en el cual ninguno de sus órganos o dependencias
tuvo parte, toda vez que no parece razonable pretender que
su responsabilidad general en orden a la prevención de los
delitos puede llegar a involucrarla a tal extremo en las
consecuencias dañosas que ellos produzcan con motivo de
hechos extraños a su intervención directa". Y agregó: "la
omisión que se alega como sustento de la responsabilidad
de la provincia no puede hacerla responsable de los daños
causados por un animal del que no era propietaria ni
guardadora" (Fallos: 312:2138, consid. 5°). Esta doctrina se
reitero en la causa B.146.XXIV "Bertinat, Pablo J. y otros c.
Buenos Aires, Provincia de y otros s/daños y perjuicios",
sentencia de la fecha.
Ello es así con relación a casos semejantes por cuanto la
eventual responsabilidad que genere la existencia de
animales sueltos en la ruta debe atribuirse, en virtud de lo
dispuesto en el art. 1124, a su propietario quien en el caso
no ha sido demandado.
2. Que tal principio no se ve alterado —e n lo pertinente—
por la circunstancia de que la ruta en la cual se produjo el
accidente este sometida a un régimen de concesión por
peaje toda vez que en tal caso la atribución de
responsabilidad expresada en el último párrafo del
considerando anterior no se sustituye por la intervención de
la concesionaria.
En tal sentido, el art. 24 del Reglamento de Explotación
impone a los propietarios de los fundos aledaños el deber
de adoptar las medidas tendientes para impedir la
presencia de animales sueltos en la zona del camino, y los
erige en "responsables de todos los gastos que ocasione su
retiro y de los daños que pudieran causar".
Además, el art. 29 del citado reglamento deja las funciones
de policía de seguridad y tránsito a cargo de la autoridad
pública, que en el caso no ha sido demandada.
3. Que si bien el principio sentado permite, de todos
modos, sostener que la responsabilidad del dueño o
guardián no es excluyente de la que pudiese corresponder
al concesionario por su deber de suprimir las causas que
originen molestias, inconvenientes o peligrosidad para los
usuarios, o por su obligación de adoptar las medidas de
emergencia necesarias para solucionar situaciones que
impidan la normal circulación vehicular (apart. 6 y 8 del
titulo II del Pliego de Condiciones Particulares para la
Concesión de Obras Viales y de Precalificación), en el "sub
lite" Covisur S.A. no debe responder.
Ello es así pues no se ha invocado que el concesionario
hubiera adoptado una conducta desaprensiva frente a
denuncias o informaciones que revelasen la presencia de
animales sueltos en la ruta, ni tampoco se ha intentado
demostrar la existencia de un actuar negligente, en general,
frente al peligro que tales animales presentan. Por el
contrario, el demandado —q uien ha manifestado que, a fin
de garantizar la seguridad de los usuarios, vehículos de la
empresa recorren permanentemente la ruta y que se han
instalado cada 10 km postes telefónicos de comunicación
con las estaciones de peaje—, ha probado haber enviado
notas de advertencia sobre la situación a la Dirección
Provincial de Vialidad, a efectos de que se adoptaran las
medidas preventivas correspondientes.
Por ello se decide: Rechazar la demanda. Con costas
(art. 68, Cód. Procesal).
Las derivadas de la citación como tercero de la Provincia
de Buenos Aires estarán a cargo de la demandada, pues a
su pedido y en su interés tuvo lugar la integración de la litis
y no se advierten razones que justifiquen un apartamiento
del criterio objetivo de la derrota (arts. 68 y 77, párr. 2°, del
mismo Código). — Julio S. Nazareno. — Gustavo A.
Bossert.
Disidencia del doctor Vázquez.
Considerando:
1) Que la responsabilidad que el art. 1124 del Cód. Civil
pone en cabeza del dueño o guardador de un animal por los
daños que cause, no es exclusiva ni excluyente de la
responsabilidad de distinta índole que, de un modo u otro,
puede caberle a otras personas sobre las cuales pesa el
deber de evitar que ningún animal este suelto en
determinados lugares por razón de la peligrosidad que su
presencia representa lo que podría obedecer, por ejemplo,
a la necesidad de que el semoviente no invada una vía de
circulación.
En el primer caso, se trata de una responsabilidad que se
impone al dueño o guardador por razón del riesgo que
genera la posesión del animal del cual se beneficia.
En el segundo caso, en cambio, se trata de una
responsabilidad vinculada a la inejecución del apuntado
deber y que, por tanto, no guarda vinculación alguna con la
idea de propiedad o posesión del animal. Tal es lo que
ocurre, por ejemplo, con relación a las empresas
ferroviarias en virtud de lo dispuesto por la ley 2873, cuyo
art. 5° pone a cargo de ellas el deber de "mantener siempre
el camino en buen estado de modo que pueda ser recorrido
sin peligro por los trenes, y cuidar por consiguiente, de la
inmediata reparación de todos los deterioros que sufriese y
de la remoción de todos los obstáculos que impidieren el
uso regular de la vía, debiendo entenderse la misma
prescripción respecto de los almacenes, depósitos y de mas
accesorios del camino". A su vez, el inc. 7° también
establece como deber "cerrar el camino", con lo cual puede
ser inferido que los alambrados y cerco que cierran las vías
forman parte integrante de la línea férrea, estando a cargo
de la empresa la obligación de mantenerlos en buen estado
(doctrina de la Cámara Civil 2a "Ferrocarriles del Sud c.
Carlos Carlés", sentencia del 6 de abril de 1943, confirmada
por esta Corte el 18 de agosto de 1943, Fallos: 196:385)
bien que sin perjuicio de eventualmente compartir los
costos de los alambrados divisorios con los propietarios
linderos (arg. art. 5°, ley 2873, modificada por ley 17.833).
Que, como se verá seguidamente, pesa sobre la
demandada y sobre la citada como tercero en el sub
lite una obligación análoga a la referida precedente mente.
2. Que, en efecto, tanto la Provincia de Buenos Aires como
la concesionaria vial demandada poder por hipótesis ser
pasibles de responsabilidad por los daños que se deriven a
terceros por la existencia de obstáculos (por ejemplo,
animales) que impiden normal circulación en las carreteras
que tienen bajo su cuidado.
Que, con relación a la primera, cabe tener presente que el
Código Rural de la Provincia de Buenos Aires —l ey 10.081
— establece en su art. 9° que "todo propietario de un
inmueble clasificado como establecimiento rural esta
obligado a tenerlo deslindado y amojonado", y en el art. 15
que "todo establecimiento rural deberá cercarse por su
límite y frente a caminos públicos, siempre que el gasto del
cerco no sea superior al 10 % de la valuación fiscal del
inmueble". Por su parte, el art. 17 prescribe que "en caso de
incumplimiento y sin perjuicio de la multa que corresponda
al contraventor, el organismo competente intimara la
realización de la obra dentro de un termino no mayor de 6
meses bajo apercibimiento de hacerla por cuenta del
obligado...".
Que, como puede verse, de acuerdo al citado código rural
la citada provincia tiene la obligación de controlar si existen
o no cercos adecuados en las adyacencias de los caminos
públicos, y aun ejecutar por si la obra cuando, previa
intimación al responsable primario, este último no lo hiciera.
En las condiciones expuestas, bien se advierte que la
Provincia de Buenos Aires puede llegar a ser
responsabilizada si se producen daños como consecuencia
de la omisión de los deberes que le imponen las normas
indicadas. Para ello, quien reclame por daños producidos
por animales sueltos en razón de falta de alambrados para
encerrarlos, debe probar que el Estado provincial omitió
cumplir con la intimación prevista por el citado art. 17 o que,
habiendo notificado el requerimiento, ante la inacción del
intimado no inicio por si la obra transcurridos los 6 meses.
Si se da alguna de las dos hipótesis (falta de intimidación o
ausencia de iniciación de las obras pasado el lapso
indicado), el Estado provincial, en razón de su omisión, será
responsable por el daño causado por un animal suelto en
una ruta (arts. 1074 y 1109, Cód. Civil). Esta
responsabilidad estatal, que —c omo se dijo— no excluye la
del dueño o guardador del animal, se funda en la idea
objetiva de falta de servicio, pudiendo involucrar también la
falta personal del agente público si es individualizado (conf.
Bustamante Alsina, J. "La responsabilidad del Estado en el
ejercicio del poder de policía", LA LEY 1990-C, 429).
Ahora bien, en el "sub lite" no se ha desplegado la
actividad probatoria antes referida encaminada a demostrar
que la Provincia de Buenos Aires incumplió con los deberes
que el Código Rural local le impone. Ante tal situación, la
responsabilidad que se imputa a dicho Estado provincial no
tiene cabida.
3. Que en cuanto a Concesionaria Vial del Sur S.A. la
solución es otra.
Que a su respecto no se trata de establecer si, en función
de la relación concedente-concesionario, la responsabilidad
de esa empresa puede aparecer allí donde también debería
aparecer la responsabilidad estatal, o ser mas o menos
extensa que esta ultima, como tampoco si deriva o no del
contrato de concesión o del reglamento de explotación del
corredor vial.
Que ello es así, porque el contenido y términos de la
relación de derecho público que existe entre el concedente
o el concesionario no es oponible al usuario del sistema de
rutas concesionadas por peaje, quien al pagarlo establece
con la empresa concesionaria una relación de derecho
privado distinta de base contractual. En tal sentido, el
vínculo que enlaza al usuario con el concesionario vial es
una típica relación de consumo (arg. arts. 1.° y 2°, ley
24.240), por lo que la responsabilidad del último por los
daños sufridos por el primero se ubica en el régimen
contractual.
Que, en concreto, frente al usuario el concesionario tiene
una obligación tácita de seguridad de resultado, en el
sentido de que debe proveerle todo aquello que le asegure
que la carretera estará libre de peligros y obstáculos, y que
transitara con total normalidad. Casi innecesario resulta
agregar que para obtener tal prestación es que
precisamente el usuario paga un precio, y que para lo
mismo el concesionario vial lo percibe.
Que, entendida de tal manera, la obligación del
concesionario no se agota en la remodelación,
conservación y explotación del corredor vial en cuanto hace
a su demarcación, retiro de malezas, cuidado de la carpeta
asfáltica, etc., sino que alcanza a todo lo que sea menester
realizar para asegurar al usuario una circulación normal y
libre de dificultades. Por ello, demostrado que el usuario
sufrió un perjuicio, emergerá en contra del concesionario —
c omo sucede en todo supuesto de responsabilidad objetiva
— una presunción de responsabilidad, para desvirtuar la
cual, en el caso de daños provocados por animales sueltos
en la ruta, deberá probar que le ha resultado imposible
prever o evitar el perjuicio, o que previsto no ha podido
evitarlo no obstante haber realizado un adecuado control de
los alambrados linderos al camino, una prolija inspección
visual, etcétera.
4. Que en sustento de la interpretación que queda
precedentemente expuesta cabe recordar que el Código de
Tránsito de la Provincia de Buenos Aires (ley 11.430, texto
ordenado por decreto provincial 1237/95) establece en su
art. 102, relativamente a las obligaciones para la
eliminación de obstáculos, que las autoridades
competentes, cuando la seguridad o intensidad de la
circulación estén comprometidas por situaciones u
obstáculos anormales, deben actuar de inmediato según su
función, coordinando su accionar a efectos de solucionar la
anormalidad. Y que, por su parte, el decreto provincial
2719/94 al reglamentar el citado art. 102 prescribió que "En
corredores viales concesionados la responsabilidad en
cuanto a la adopción de las medidas de seguridad a que se
refiere este artículo se hará extensiva a la empresa
concesionaria...".
Que, asimismo, no es ocioso traer a colación que la
responsabilidad del concesionario en casos como el que
tratan las presentes actuaciones ha sido afirmada en las VII
Jornadas Bonaerenses de Derecho Civil, Comercial y
Procesal, en las que se suscribió un despacho según el
cual la relación entre concesionario y usuario reviste
naturaleza contractual, teniendo el primero a su cargo una
obligación de seguridad, en virtud de la cual es responsable
objetivamente aun por los daños producidos al usuario por
animales sueltos en la ruta (Comisión N° 1,
"Responsabilidad de las empresas concesionarias de obras
publicas: peaje", Despacho 'A', punto "A").
5. Que en el "sub lite" la presunción de responsabilidad
antes descripta que pesa sobre Concesionaria Vial del Sur
S.A. no ha sido desvirtuada en modo alguno.
Que, por el contrario, las notas que esa empresa remitió a
la Dirección de Vialidad de la Provincia de Buenos Aires
reclamando de la autoridad pública la adopción de medidas
urgentes frente a los reiterados accidentes ocurridos en la
ruta nacional N° 2 por la presencia de animales sueltos, no
hacen mas que mostrar que, frente a un panorama ya
conocido, la concesionaria prefirió eludir la adopción por si
misma de soluciones aptas para cumplir cabalmente con la
obligación de seguridad que debe a los usuarios del
corredor vial que concesiona intentando derivar su propia
responsabilidad a terceros.
Que, en suma, por las razones desarrolladas, la demanda
debe prosperar contra Concesionaria Vial del sur S.A.
6. Que los daños sufridos por el vehículo han sido
demostrados por medio de la declaración —n o impugnada
— del testigo José M. Fernández y de las fotografías —
e xtraídas pocos días después del accidente y certificadas
por escribano público— que obran en el sobre de prueba
reservada. Además, dichas averías lucen razonablemente
adecuadas a las características del accidente relatado por
el mencionado testigo. Si a ello se le suma que el vehículo
era prácticamente nuevo (había sido inscripto en el Registro
Nacional de la Propiedad 5 meses antes del evento, según
la copia certificada del título que se encuentra reservada en
secretaría) cabe tener por probado el nexo causal entre
tales daños y el accidente.
Ahora bien la parte actora no demostró que hubiera
efectuado las reparaciones por las que reclama, dado que
el informe de fs. 650/651 solo prueba la autenticidad del
presupuesto expedido por un taller mecánico, pero no la
efectiva realización de los trabajos allí contemplados. Por
ende, corresponde fijar su costo según los valores actuales
de mercado (doctrina de B.116.XXIX "Buenos Aires,
Provincia de c. conductor del vehículo Peugeot 505, patente
C-1.375.160 y otro s/daños y perjuicios", sentencia del 14
de Julio de 1999; considerando cuarto voto del juez
Vázquez), los que son estimados por el perito en la suma
de $ 4223, que incluye el impuesto al valor agregado.
7. Que en cambio, no corresponde admitir el reclamo por la
desvalorización del vehículo toda vez que el experto no
pudo comprobar su estado porque la actora no lo presento
para su inspección en la oportunidad fijada (confr.
fs. 642/642 vta. y 643, respuesta al punto a del cuestionario
pericial; conf. doctrina de la causa B.116.XXIX —c itada
precedentemente—, consid. 5° voto del juez Vázquez). No
resultan óbice para llegar a tal conclusión las
manifestaciones meramente estimativas formuladas por el
perito ingeniero al contestar el punto b del cuestionario
propuesto por el actor.
8. Que la privación de uso del automotor produce por si
misma un daño indemnizable pues tiende a reparar el
perjuicio sufrido por la inmovilización exigida por la
reparación (sentencia del 15 de Julio de 1997, "in re":
P.417.XXIII "Pérez, María E. y otra c. San Luis, Provincia de
y otro s/daños y perjuicios", voto del juez Vázquez). En
atención al tiempo que presumiblemente insumiría el
arreglo —s egún estimación no observada del perito
ingeniero a fs. 645— se establece para este rubro la suma
de $ 350 (art. 165, Cód. Procesal).
9. Que la demanda prosperara entonces por la suma de $
4573 con mas sus intereses que se calcularan desde el 5
de setiembre de 1993 —f echa del accidente— hasta el
efectivo pago, a la tasa que percibe el Banco de la Nación
Argentina en sus operaciones ordinarias de descuento
(Fallos: 317:1921). La condena debe hacerse extensiva a la
citada en garantía, en la medida del seguro (art. 118, ley
17.418), ya que aquella admitió la existencia de cobertura.
10. Que las costas estarán a cargo de la demandada,
incluso las derivadas de la citación como tercero de la
Provincia de Buenos Aires, pues a su pedido tuvo lugar la
integración de la litis y no se advierten razones que
justifiquen un apartamiento del criterio objetivo de la derrota
(arts. 68 y 77, párr. 2°, Código Procesal).
Por ello, se decide: I. Hacer lugar a la demanda seguida
por Salvador Colavita y Zusana Maiquez contra
Concesionaria Vial del Sur S.A. a quien se condena a
pagar, dentro del plazo de 30 días, la suma de $ 4573, con
mas sus intereses en la forma indicada; con costas. II.
Extender la condena a Sud América Compañía de Seguros
de Vida y Patrimoniales S.A. en la medida del seguro. III.
Declarar exenta de responsabilidad a la Provincia de
Buenos Aires e imponer las costas derivadas de su
intervención a cargo de la demandada. — Adolfo R.
Vázquez.

CSJN, 11/12/2001, "Flores Automotores S.A.", Fallos:


324:4349. Fallo in extenso
Suprema Corte:
-I-
La presente contienda positiva de competencia se suscita
entre la Cámara Federal de Apelaciones de General
Roca —P rovincia de Río Negro— y el titular del Juzgado
de Primera
Instancia en lo Civil, Comercial y de Minería N° 1 de la
Provincia del Neuquén, con motivo de la inhibitoria que la
primera libró (v. fs. 75/77 de la queja agregada), que fue
rechazada por el segundo (v. fs. 182/184), quien remitió
estos autos al Tribunal.
En consecuencia, toda vez que no existe un superior
jerárquico común que pueda resolverla, corresponde a V.E.
dirimirla, en uso de las facultades que le acuerda el art. 24,
inc. 7 ° del decreto-ley 1285/58.
-II-
Estas actuaciones tuvieron origen en la denuncia
efectuada por José María Valente, suscriptor de un
autoplan, ante la Dirección General de Comercio Interior de
la Provincia del Neuquén, contra el Círculo de Inversores
S.A. de Ahorro para Fines Determinados (C.I.S.A.) y contra
la Concesionaria Flores Automotores S.A., por haber
omitido informarle que salió favorecido, en dos
oportunidades, en los sorteos efectuados para la
adjudicación de los vehículos. Afirmó que, la falta de
entrega de la unidad en el momento en el que le
correspondía, le trajo aparejado graves perjuicios
económicos.
Fundó su pretensión en la Ley Nacional de Defensa del
Consumidor 24.240 (v. fs. 1).
Como consecuencia de tal denuncia, la Dirección General
de Comercio Interior de la provincia, mediante resolución
86/99, impuso a las infractoras una multa, de conformidad
con lo establecido en los arts. 1, 2, 4, 10 bis, 19, 43, 45, 47
y concordantes de la ley 24.240 y sus modificatorias, como
así también, por aplicación de lo dispuesto en la ley
provincial 2268, sobre la materia (v. fs. 139/142).
A fs. 163, como consecuencia de las apelaciones
articuladas por las sancionadas, dicha autoridad
administrativa concedió el recurso deducido por la
Concesionaria Flores Automotores S.A., ordenando la
elevación del expediente al Juzgado de Primera Instancia
en lo Civil, Comercial y de Minería de la Primera
Circunscripción Judicial en turno de esa provincia, con
asiento en la ciudad de Neuquén, con fundamento en lo
prescripto en el art. 8 de la citada ley local 2268 y denegó
por extemporáneo el recurso interpuesto por el Círculo de
Inversores S.A.
Disconforme con tal decisión, este ultimo presentó un
recurso de queja ante la Cámara Federal de Apelaciones de
General Roca, Provincia de Río Negro, por estimar que la
apelación de la multa impuesta en sede administrativa por
la autoridad de aplicación local debe tramitar ante ese fuero
por el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, Comercial y
de Minería provincial.
En ese estado procesal, se remitieron las actuaciones a la
Corte para que resuelva el conflicto de competencia
planteado entre ambas jurisdicciones, la federal y la local.
-III-
A fin de evacuar la vista que V.E. concede a este Ministerio
Público, a fs. 186, corresponde señalar que, para solucionar
la cuestión en debate, se debe examinar si existe colisión
entre lo dispuesto en la ley nacional de defensa del
consumidor 24.240 y lo que establece la ley 2268 de la
Provincia del Neuquén, que se adhiere a ella.
A tal fin, cabe recordar que tiene dicho desde antiguo el
Tribunal que las leyes han de interpretarse evaluando la
totalidad de sus preceptos y los propósitos finales que las
informan, de manera que armonicen con el ordenamiento
jurídico restante y con los principios y garantías de
la Constitución Nacional (doctrina de Fallos: 255:192,
263:63; 267:478; 285:60; 296:22; 297:142; 299:93;
302:1600; 304:849; 308:1118; 310:500, 933, 937, 1012,
1797 y 2674; 311:254 y 2223; 312:111, 1484, 1017 y 1036;
313:1223, entre muchos otros).
A la luz de tal principio, es dable señalar que la ley
24.240 de Defensa del Consumidor fue sancionada por el
Congreso de la Nación, dentro de las facultades que le
otorga el art. 75, inc. 12 de la Constitución Nacional y,
según se desprende de los antecedentes parlamentarios,
tuvo por fin llenar un vacío existente en la legislación
argentina, pues otorga una mayor protección a la parte más
débil en las relaciones comerciales —l os consumidores—
recomponiendo, con un sentido ético de justicia y de
solidaridad social, el equilibrio que deben tener los vínculos
entre comerciantes y usuarios, que se veían afectados ante
las situaciones abusivas que se presentaban en la vida
cotidiana. En consecuencia, estimo que dicha norma integra
el derecho común, toda vez que resulta complementaria de
los preceptos contenidos en los códigos Civil y de
Comercio, por lo que, tal como lo establece el art. 75 inc. 12
"...no altera las jurisdicciones locales, correspondiendo su
aplicación a los tribunales federales o provinciales, según
las cosas o las personas cayeren bajo sus respectivas
jurisdicciones...".
Por lo expuesto, es mi parecer que debe interpretarse que
el art. 45 de la ley 24.240, sólo se refiere a las sanciones
administrativas impuestas por la autoridad nacional de
aplicación, las cuales serán apelables ante la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo
Federal de la Capital o ante las cámaras federales de
apelaciones de las provincias, según corresponda de
acuerdo al lugar de comisión del hecho, quedando
excluidas de tal precepto las sanciones administrativas que
emanen de las autoridades provinciales, las cuales deberán
ser recurridas de excepción, por aplicación del art. 45 de la
Ley Nacional de Defensa del Consumidor 24.240.
Dicho tribunal federal hizo lugar al recurso y se declaró
competente para entender en la causa, con apoyo en lo
dispuesto en el citado art. 45 que establece que "...Contra
los actos administrativos que dispongan sanciones se podrá
recurrir ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo Federal, o ante las cámaras
federales de apelaciones con asiento en las provincias,
según corresponda, de acuerdo al lugar de comisión del
hecho...". En consecuencia, afirmó que el legislador local, al
disponer en el art. 8 de la ley 2268 la intervención de la
justicia provincial en estos casos, se ha excedido en su
cometido, puesto que sustrae de los tribunales federales la
revisión judicial de las referidas sanciones administrativas,
facultades que no fueron asignadas a los gobiernos locales
por el Congreso de la Nación en la ley 24.240, por lo que tal
norma resulta inválida para alterar la competencia federal
que corresponde —a su entender sobre la materia (v.
fs. 75/77 de la queja que corre agregada). Por ello, solicitó
al juez provincial que se inhiba de entender en la apelación
de la referida sanción administrativa.
A fs. 182/184, el magistrado a cargo del Juzgado en lo
Civil, Comercial y de Minería de la Primera Circunscripción
Judicial del Neuquén insistió en su competencia y rechazó
la inhibitoria cursada. Para así decidir sostuvo, que la Ley
de Defensa del Consumidor 24.240 establece funciones
concurrentes entre la Nación y las provincias en los arts. 41
y 42, de lo que se desprende —a su juicio— que no existe
en esta materia una delegación de funciones de los estados
locales en la Nación. Afirma, también, que sostener lo
contrario importaría colisionar con nuestro sistema federal
de gobierno, específicamente con lo establecido en el
art. 75, inc. 12 de la Constitución Nacional. Por tal motivo,
entendió que no resulta acertada la inteligencia que efectúa
la Cámara Federal de General Roca respecto del art. 45 de
la citada ley, en el sentido de que las cámaras federales
con asiento en las provincias serán las encargadas de
revisar las sanciones administrativas impuestas por las
autoridades locales de aplicación, toda vez que esa
solución implicaría avasallar las autonomías provinciales.
Consideró, en cambió, que resulta más acertado interpretar
que dicho art. 45 —t al como comienza— se refiere sólo a
las sanciones impuestas por "la autoridad nacional de
aplicación" y queda en poder de las provincias dictar "...la
normas referidas a la actuación de las autoridades
administrativas locales, estableciendo un régimen de
procedimiento en forma compatible con el de sus
respectivas constituciones..." (art. citado in fine ). En mérito
a lo expuesto, expresó que la Provincia del Neuquén dictó
la ley 2268 —m ediante la cual se adhirió a la ley 24.240—
en la cual expresamente se establece que la revisión
judicial de las sanciones administrativas será ejercida ante
la justicia provincial, tal como se desprende del último
párrafo del citado art. 45.
Habida cuenta de lo expuesto, tengo para mi que la
Provincia del Neuquén no se excedió en sus facultades
cuando dispuso, en el art. 8 de la ley 2268, que las
sanciones administrativas impuestas por la autoridad local
serán apelables ante el Juzgado de Primera Instancia en lo
Civil, Comercial y de Minería del lugar donde se cometió la
infracción, puesto que, una inteligencia diversa de dicha
norma, importaría avasallar la autonomía de las provincias
consagrada en los arts. 121 y siguientes de la Constitución
Nacional, como así también, desconocer lo dispuesto en el
art. 75, inc. 12 de esa Ley Fundamental.
Por todo ello, opino que es competente para conocer de
este proceso el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil,
Comercial y de Minería N° 1 de la Provincia del Neuquén
que intervino en la contienda.
Buenos Aires, 7 de noviembre de 2001.
— María Graciela Reiriz
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 11 de diciembre de 2001.
Autos y Vistos:
De conformidad con lo dictaminado por la señora
Procuradora Fiscal, se declara que resulta competente para
conocer en las actuaciones el Juzgado de Primera Instancia
en lo Civil, Comercial y Minería N ° 1 de la Primera
Circunscripción Judicial con asiento en la ciudad de
Neuquén, Provincia del Neuquén, al que se le remitirán.
Hágase saber a la Cámara Federal de Apelaciones de
General Roca. — Eduardo Moline O'Connor. — Augusto
Cesar Belluscio. — Enrique Santiago Petracchi Gustavo A.
Bossert. — Adolfo Roberto Vazquez.

CSJN, 21/3/2006, "Caja de Seguros S.A. c. Caminos del


Atlántico S.A.C.V.", Fallos: 329:695. Fallo in extenso
Procuración General de la Nación
Suprema Corte:
-I-
La Sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Civil, resolvió a fs. 273/278 en lo que aquí interesa,
modificar la sentencia de primera instancia, rechazando la
falta de legitimación pasiva para obrar, haciendo lugar a la
demanda promovida por la Caja de Seguros S.A. por
reintegro de sumas abonadas, condenando a la demandada
"Camino del Atlántico S.A." al pago de indemnización de
daños y perjuicios.
Para así resolver, el tribunal a quo , consideró que el
vínculo que se establece entre el concesionario y el usuario
de una ruta de peaje, es una relación contractual. Sostuvo
además que la responsabilidad de la demandada es amplia,
derivada del deber de custodia sobre la cosa, puesto que
debe garantizar el tránsito; responder por los daños que se
produzcan por vicios de la construcción, de información u
omisión culposa.
Asimismo, señaló que no existe liberación de
responsabilidad para el concesionario, porque la sola
acción u omisión del tercero propietario de los animales no
puede eximirlo, en tanto ello tendría que tener
características de imprevisible e inevitable.
Entendió, por otro lado, el sentenciador que en el caso se
encuentra subsumido en las previsiones de la ley 24.240 de
Defensa del Consumidor, que hace operativa la protección
otorgada de modo amplio en el artículo 42 de la
Constitución Nacional, al considerar que se trata de una
típica relación de consumo.
Contra dicha sentencia, la concesionaria demandada
interpuso el recurso extraordinario de fs. 281/295, el que
desestimado a fs. 302 dio lugar a esta presentación directa.
-II-
Se agravia el recurrente por considerar que la citada Sala
dictó una resolución que vulnera la garantía del derecho de
propiedad consagrada en los artículos 14 y 17 de la
Constitución Nacional. Sostiene que el patrimonio de la
concesionaria no puede ni debe ser afectado por la
imposición de un resarcimiento, habida cuenta que
mediante el contrato de administración que la vincula con el
Estado, no se le impone ninguna carga respecto a velar por
la intromisión imprevista e impredecibles de animales
sueltos en las rutas concesionadas. Alega que cualquier
alteración a esas disposiciones atenta contra la integridad
patrimonial de la empresa, ya que se vería obligada a
asumir una obligación que contractualmente no está
prevista. Indica, asimismo que el poder de policía recae
exclusivamente sobre el Estado, quien no puede delegarlo.
Aludió por otro lado, a la existencia de la doctrina de V.E.
que estableció la naturaleza jurídica del peaje, y la
limitación de responsabilidad de las concesionarias en el
marco del contrato de concesión frente a hechos de
terceros por los cuales no debe responder. También
reprocha de arbitraria la sentencia, por cuanto en el caso es
de aplicación el artículo 1124 del Código Civil, que asigna
responsabilidad en este tipo de hechos al dueño del animal
que provocó el siniestro.
Finalmente destaca, que en el sub-lite la relación de
consumo es absolutamente impropia; motivo por el cual
considera que no resulta aplicable la ley de Defensa del
Consumidor.
-III-
En primer término procede señalar, que si bien en el caso,
se discute la interpretación y aplicación de normas de
derecho común y el alcance de cuestiones de hecho y
prueba, todo lo cual resulta materia propia de los jueces de
la causa y ajenas al remedio previsto en el artículo 14 de
la ley 48, cabe hacer excepción a tal principio, cuando la
decisión resulta descalificable como acto jurisdiccional
válido por incurrir el fallo en algunas de las causales que
abonan la doctrina de arbitrariedad acuñada por V.E.
Estimo que en el caso se configura el mencionado
supuesto por cuanto el a quo sin dar razones valederas se
aparta de la doctrina consagrada por V.E. en el precedente
"Salvador Colavita y otro c. Provincia de Buenos Aires y
otros" sentencia del 7 de marzo de 2000, (ver en fallos
323:318) en orden al encuadramiento que cabe otorgar a la
relación jurídica que surge entre el usuario y el
concesionario con motivo de la utilización de una vía de
comunicación mediante pago de peaje, la que, se destacó,
debe interpretarse en el contexto de las obligaciones
propias del ente concesionario consistentes en la
remodelación, conservación y explotación del corredor vial
conferido, y enderezadas exclusivamente al mantenimiento
y señalización de calzadas y banquinas y a la oferta de
servicios auxiliares al usuario (v. asimismo sentencia del 16
de octubre de 2002 en autos S.C. G. 462, L. XXXVI
Recurso de Hecho "Greco, Gabriel c. Camino del Atlántico
S.A.).
De igual manera, el a quo desconoce el criterio expuesto
en el mencionado fallo, en cuanto a las normas aplicables
en supuestos como el que se verifica en el sub-lite y al
alcance que se debe dar a las disposiciones que rigen la
atribución de responsabilidad y el modo de eximirse por
caso fortuito o por el hecho de terceros por los que no debe
responder.
Por lo expuesto, opino, que corresponde hacer lugar a la
presente queja, conceder el recurso extraordinario, revocar
el decisorio apelado y mandar se dicte nueva sentencia
ajustada a derecho.
Buenos Aires, 7 de octubre de 2003.
— Nicolas Eduardo Becerra
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 21 de marzo de 2006.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por la
demandada en la causa Caja de Seguros S.A. c. Camino
del Atlántico S.A.C.V.", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
Que el recurso extraordinario, cuya denegación origina
esta queja, es inadmisible (art. 280 del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, y habiendo dictaminado el señor Procurador
General, se desestima la queja. Declárase perdido el
depósito de fs. 1. Notifíquese y previa devolución de los
autos principales, archívese. Enrique Santiago Petracchi
(en disidencia). — Elena I. Highton De Nolasco (según su
voto). — Carlos S. Fayt (en disidencia). — Juan Carlos
Maqueda. — E. Raul Zaffaroni (según su voto). — Ricardo
Luis Lorenzetti (según su voto). — Carmen M. Argibay.
Voto de la Señora Vicepresidenta Doctora Doña Elena I.
Highton de Nolasco.
Considerando:
Que las cuestiones planteadas son sustancialmente
análogas a las resueltas en la fecha por esta Corte en los
autos: F.1116.XXXIX, "Ferreyra, Víctor Daniel y Ferreyra,
Ramón c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios", a cuyas
consideraciones cabe remitirse en razón de brevedad.
Por ello, y oído el señor Procurador General de la Nación,
se declara inadmisible el recurso extraordinario cuya
denegación originó esta queja. Declárase perdido el
depósito de fs. 1. Notifíquese y previa devolución de los
autos principales, archívese. — Elena I. Highton De
Nolasco.
Vo to del señor Ministro Doctor Don E. Raul Zaffaroni
Considerando:
1°) Que la Sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil resolvió modificar la sentencia de primera
instancia, rechazando la defensa de falta de legitimación
pasiva para obrar, haciendo lugar a la demanda promovida
por la Caja de Seguros S.A. por reintegro de sumas
abonadas, condenando a la demandada "Caminos del
Atlántico S.A." al pago de la suma de dinero
correspondiente a una indemnización de daños y perjuicios.
Para así decidir, en lo que aquí interesa, consideró que el
vínculo que se establece entre el concesionario y el usuario
de una ruta de peaje, es una relación contractual de
derecho privado que hace nacer una obligación objetiva de
seguridad por resultado a cargo del primero. Destacó que el
vínculo que enlaza al usuario con el concesionario vial es
una típica relación de consumo, por lo cual la
responsabilidad del último por los daños sufridos por el
primero se ubica en el régimen contractual. Entendió que el
caso se encuentra comprendido por las previsiones de
la ley 24.240 de Defensa del Consumidor y hace operativa
la protección otorgada por el art. 42 de la Constitución
Nacional. Por último, sostuvo que la relación de derecho
público que liga a la demandada con el Estado no es
oponible al usuario, como tampoco aquélla puede
descargar su responsabilidad en el propietario del animal,
quien sin lugar a dudas es también responsable en los
términos del art. 1124 del Código Civil.
2°) Que, por tal motivo, la concesionaria demandada
interpuso el recurso extraordinario que se encuentra
glosado a fs. 281/295 de los autos principales, el que
desestimado dio lugar a la presente queja. La recurrente se
agravia por considerar que la resolución cuestionada
vulnera la garantía del derecho de propiedad consagrada
en los arts. 14 y 17 de la Constitución Nacional, para lo cual
sostiene que resulta afectado su patrimonio, al tener que
responder a la reparación de un daño que no le es
atribuible, en el contexto de las obligaciones que
corresponden a su calidad de concesionaria, de acuerdo a
lo establecido en el contrato y el pliego de bases y
condiciones que rigen la concesión de la ruta en cuestión.
Alega que cualquier alteración a ese marco regulatorio y la
norma general que lo habilitó, resulta arbitraria y afecta la
integridad patrimonial de la empresa, ya que se vería
obligada a asumir una obligación que contractualmente no
esta prevista, por cuanto el poder de policía en materia de
animales sueltos recae exclusivamente sobre el Estado.
Sostiene su postura en la doctrina de los precedentes, que
menciona, de esta Corte, en cuanto concierne a la
naturaleza jurídica de peaje, por lo que cuestiona la
aplicación en el caso de la ley de Defensa del Consumidor.
Finalmente argumenta, que también resulta descalificable la
interpretación, que efectuó el a quo , de la previsión
contenida en el art. 1124 del Código Civil, como así la
valoración de la prueba concerniente a las circunstancias
que dieron origen al suceso de autos.
3°) Que, en lo que aquí resulta de interés, la
responsabilidad de la concesionaria vial fue juzgada en la
inteligencia que la relación entre ésta y el usuario de la ruta
es de derecho privado y de naturaleza contractual. En su
consecuencia, atribuyó a la primera la obligación de
seguridad por resultado por los daños que aquél pudiese
sufrir durante la circulación por la vía habilitada. Es así que
concluyó responsabilizando a Caminos del Atlántico por los
daños ocurridos, en virtud del deber de seguridad, ante la
omisión de demostrar la ruptura de la cadena causal.
4°) Que, en el recurso extraordinario interpuesto, la
demandada afirmó que la decisión recurrida resulta
arbitraria y vulnera la garantía del debido proceso legal y los
derechos de defensa en juicio y de propiedad. A tal efecto
invocó que la sentencia carece de fundamentación, resulta
incongruente y omite la valoración de hechos relevantes.
En ese sentido argumentó que no existe relación
contractual entre el usuario y concesionario, y que al juzgar
en la forma que lo hizo el a quo la decisión resultó contraria
a la legislación y jurisprudencia mayoritaria que reseñó.
Además aseveró que la tarifa de peaje no es un precio,
sino que es una tasa retributiva de un servicio o una obra
pública, lo que se ejecuta por el sistema de concesión, de
naturaleza tributaria.
Por último esgrimió que la decisión recurrida no constituye
una derivación razonada del derecho vigente, pues la
responsabilidad que se le atribuye no se encuentra
determinada, como objetiva, por norma alguna del
ordenamiento jurídico vigente.
5° ) Que en orden a los términos que resultan de los
agravios expresados, cabe puntualizar que la doctrina de la
arbitrariedad no resulta apta para atender las discrepancias
de las partes respecto de los fundamentos de hecho,
prueba y derecho común y procesal, que constituyeron el
basamento de la decisión de los jueces, en el ámbito del
ejercicio de su jurisdicción excluyente (Fallos: 311:1950).
6°) Que, en dicho contexto, más allá del acierto o error de
lo decidido, no resulta descalificable una sentencia, cuando
ésta cuenta con fundamentos suficientes y la
argumentación del recurrente concierne a la apreciación
crítica de los hechos y la interpretación de las normas de
derecho común efectuadas por el tribunal.
7°) Que el a quo , en el caso sub examine , consideró que
las vinculaciones entre el Estado y la concesionaria, por un
lado, y de esta última con el usuario, por el otro, eran de
naturaleza diversa.
En esa inteligencia, juzgó que la primera relación quedó
enmarcada dentro del derecho público, al tiempo que
estimó, a la segunda, dentro de la órbita del derecho
privado.
Con base en la última valoración, reputó la responsabilidad
de la concesionaria en los términos reseñados en el
considerando 3° de la presente.
8°) Que dicha consideración no importa desconocer la
entidad de la vinculación entre el concedente y la
concesionaria, antes bien constituye el antecedente que
posibilita encaminar la relación entre ésta y el usuario, de
forma que permite establecer su real naturaleza, aun
cuando determinados extremos que hacen a su objeto
aparezcan delineados en el Pliego de Bases y Condiciones
Generales para la Licitación de Concesión de Obra Pública;
Pliego de Condiciones Particulares para la Concesión de
Obras Viales y Precalificación; y el Reglamento de
Explotación.
9°) Que, desde este enfoque, se advierte que el usuario
abona una suma de dinero, que percibe el concesionario,
por el uso del corredor vial concesionado, ya sea al ingresar
o luego de haber transitado por éste —d ependiendo del
lugar donde se encuentran ubicadas las cabinas de peaje
—, extremos que se encuentran preestablecidos en el
contrato de concesión y reglamento de explotación, los
cuales a su vez regulan las condiciones en que debe
realizarse la circulación de la vía, mas perse no
desnaturalizan su esencia, desde que la contraprestación,
por el pago que se realiza, reviste la entidad de un servicio.
10) Que este servicio finca en facilitar el tránsito por la
carretera, asegurando al usuario una circulación normal,
libre de peligros y obstáculos, de forma que pueda arribar al
final del trayecto en similares condiciones a las de su
ingreso.
11) Que el concepto por el cual el usuario abona la suma
de dinero preestablecida —d enominado peaje—, a cambio
de la prestación del servicio, reviste la entidad de un precio
pues se encuentra gravado con el I.V.A. Es que la propia
norma de derecho público (R.G. CD.G.I.— 3545/92), así lo
define en la medida que, en su art. 3°, prevé: "En los casos
en que el comprobante a que se refiere al artículo anterior
se emita a responsables inscriptos en el impuesto al valor
agregado, podrá —a los fines de discriminar el monto del
impuesto al valor agregado contenido en el precio del
servicio—, consignarse en el frente o en el dorso del
aludido comprobante el porcentaje que, aplicado al precio,
represente el citado monto del impuesto".
12) Que el vínculo así conformado exterioriza, entre
concesionaria y usuario, la mediación de una relación de
consumo que tiene recepción normativa en la ley 24.240 —
a un cuando el acaecimiento de autos medió con
anterioridad a la incorporación dispuesta, por el art. 4 de
la ley 24.999, al art. 40 de dicho ordenamiento—, y alcanzó
la máxima jerarquía, al quedar incluido en el art. 42 de
nuestra Carta Magna, con la reforma constitucional de
1994.
13) Que más allá de los reparos que podría merecer la
observación efectuada al art. 40 de la ley 24.240, por medio
del decreto 2089/93, como surge del propio contenido del
art. 1 de la ley citada, su objeto no es otro que la defensa
indistinta de los consumidores como de los usuarios, de
forma que repercute y produce efectos directamente sobre
la reglamentación de los derechos de los últimos en materia
de servicios concesionados.
14) Que, desde tal óptica y en la inteligencia precisada en
el considerando 8° de la presente, deben destacarse
aquellos principios que conciernen a la fecunda tarea de
interpretar y aplicar la ley. En ese sentido esta Corte
sostuvo que "la interpretación de una norma, como
operación lógica jurídica, consiste en verificar su sentido, de
modo que se le dé pleno efecto a la intención del legislador,
computando los preceptos de manera que armonicen con el
ordenamiento jurídico restante y con los principios y
garantías de la Constitución Nacional, pues es principio de
hermenéutica jurídica que debe preferirse la interpretación
que favorezca y no la que dificulte los fines perseguidos por
la legislación que alcance el punto debatido" (Fallos:
323:1374; en sentido similar Fallos: 310:1045; 311:193;
312:296; 314:458; 316:1066 y 3014, 320:2701 y 324:2153;
entre otros).
15) Que tal armonización resulta viable, en tanto se
entienda que la finalidad de la ley 24.240 consiste en la
debida tutela y protección del consumidor o el usuario, que
a modo de purificador legal integra sus normas con las de
todo el orden jurídico, de manera que se impone una
interpretación que no produzca un conflicto internormativo,
ni malogre o controvierta los derechos y garantías que, en
tal sentido, consagra el art. 42 de la Constitución Nacional.
16) Que aun cuando el Estado, dentro del marco de la
concesión, ejerce los derechos fundamentales; la
vinculación entre el concesionario y el usuario resulta
comprensiva de derechos de naturaleza contractual de
diversa entidad e intensidad, en tanto aquél realiza la
explotación por su propia cuenta y riesgo, lo cual se
corresponde con la noción de riesgo y ventura inherente a
todo contrato de concesión.
17) Que, en consonancia con el riesgo asumido y la
actuación que le es propia, cabe atribuirle la
responsabilidad directa y personal por las consecuencias
derivadas del cumplimiento del contrato celebrado con el
usuario, no empece a que en su ejecución pudiesen
presentarse ciertos obstáculos, en la medida que como
contrapartida le asiste el derecho a los beneficios
económicos derivados de aquella explotación.
18) Que las consideraciones vertidas, permiten afirmar que
la relación resulta de naturaleza contractual de derecho
privado y hace nacer una obligación objetiva de seguridad a
cargo de la concesionaria, pues se trata de prestar un
servicio de carácter continuado, modalmente reflejado por
el ingreso a las rutas en forma masiva, y de uso simultáneo,
sin que pueda existir una deliberación previa de forma que
permita al usuario modificar las condiciones de la
prestación.
19) Que la imposibilidad de esa deliberación, torna
relevante la operatividad del principio de buena fe que
informa el art. 1198 del Código Civil, de forma que debe
reflejarse indispensablemente en la eficiencia y seguridad
del servicio que se presta, para lograr de modo acabado la
obtención del resultado.
20) Que en ese cauce, el principio de la buena fe reviste
particular relevancia, en tanto la consecución modal esta
dirigida a plasmar, materialmente, las expectativas legítimas
objetivamente suscitadas, en un marco de razonabilidad
consecuente al deber del usuario de conducirse en
correspondencia con el uso normal y previsible que
concierne a la naturaleza del servicio en cuestión.
21) Que esas expectativas, así configuradas, en la materia
que se trata, se corresponden con la prestación del servicio,
a cargo del concesionario, en términos tales que mantenga
indemne la integridad física y patrimonial del usuario, pues
en esa consecución éste ha depositado su confianza, la
cual, objetivamente considerada, estriba en el tránsito por la
vía concesionada sin riesgo alguno para dichos bienes.
22) Que la exigibilidad de esa conducta reposa sobre el
deber de seguridad, que ha sido receptado normativamente
en el art. 5 de la ley 24.240 e introduce, en forma
inescindible, la noción de eficiencia que procura tal tutela
legal.
23) Que, en su consecuencia, la naturaleza de esa relación
determina la responsabilidad objetiva de la concesionaria,
quien asume frente al usuario una obligación de seguridad
por resultado, consistente en que aquél debe llegar sano y
salvo al final del recorrido, en consonancia con el principio
de buena fe (art. 1198 del Código Civil) y el deber de
custodia que sobre aquélla recae. El cumplimiento de este
último deber se inscribe dentro de las prestaciones que se
encuentran a su cargo, como resultan las de vigilancia
permanente, remoción inmediata de obstáculos y elementos
peligrosos, y alejar a los animales que invadan la ruta
dando aviso, de inmediato, a la autoridad pública
correspondiente.
24) Que, en orden a ese fundamento objetivo, el
concesionario debe responder ante al usuario por los daños
provocados por animales que invaden la carretera
concesionada, salvo que demuestre la mediación de
eximente en punto a la ruptura del nexo causal. Para que
proceda dicha eximición, debe acreditar el acaecimiento del
caso fortuito, la culpa de la víctima o la de un tercero por el
que no debe responder.
25) Que tal responsabilidad no resulta enervada por la que
recae sobre el dueño o guardián del animal en los términos
del art. 1124 del Código Civil, ya que la existencia de esta
última no excluye a la primera, en tanto se trata de un
supuesto en el que, aun cuando concurran, obedecen a un
factor de imputación diverso.
Por ello, y oído el señor Procurador General de la Nación,
se declara inadmisible el recurso extraordinario cuya
denegación originó esta queja. Declárase perdido el
depósito de fs. 1. Notifíquese y previa devolución de los
autos principales, archívese. — E. Raul Zaffaroni.
Voto del señor Ministro Doctor Don Ricardo Luis Lorenzetti.
Considerando:
1°) Que los antecedentes del caso se encuentran
adecuadamente reseñados en el dictamen del señor
Procurador General de la Nación al que, en este aspecto,
corresponde remitir por razón de brevedad.
2°) Que los agravios de la recurrente vinculados al
encuadramiento jurídico del caso encuentran adecuada
respuesta en lo resuelto por esta Corte en los autos
F.1116.XXXIX "Ferreyra, Víctor Daniel y Ferreyra, Ramón c.
V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios", sentencia de la fecha,
(voto del juez Lorenzetti), especialmente en cuanto allí se
concluyó que el vinculo que une al que contrata o usa el
servicio con el concesionario vial, es una típica relación de
consumo regida por la ley 24.240, por la cual el último
asume, no una obligación de dar el uso y goce de una cosa,
sino de prestar un servicio, calificación jurídica esta última
que importa asignarle un deber de seguridad, de origen
legal e integrado a la relación contractual, que obliga al
prestador a la adopción de medidas de prevención
adecuadas a los concretos riesgos existentes en la ruta
concesionada, en tanto resulten previsibles según el curso
normal y ordinario de las cosas. A lo que cabe añadir, que
tratándose de accidentes ocurridos con ocasión del paso de
animales por rutas concesionadas, la previsibilidad exigible
al concesionario se debe juzgar también teniendo en cuenta
la carga de auto información que pesa sobre él respecto de
la existencia de aquéllos, y el deber de transmitir la
correspondiente información al usuario de modo oportuno y
eficaz.
3°) Que en el caso ninguna prueba aportó la concesionaria
vial que dé cuenta de un acabado cumplimiento suyo al
deber de seguridad referido en el considerando anterior, y
menos de haber brindado información preventiva al usuario.
En tal sentido, no probó siquiera que en la zona hubiera
señales indicativas de la presencia de animales en la ruta,
ni acreditó que el actor hubiera sido anoticiado de ello de
algún modo, como tampoco hay constancia de que la
concesionaria vial hubiese encauzado gestiones o reclamos
ante la autoridad pública enderezados a evitar la presencia
de semovientes.
Por su lado, las críticas que se exponen en el recurso
extraordinario acerca de la ponderación que el tribunal a
quo hizo de la prueba referente a la velocidad que
desarrollaba el automotor que conducía el asegurado, así
como sobre la aplicación del principio in dubio pro
consumidor, sólo evidencian la personal discrepancia de la
concesionaria vial en aspectos que son de derecho común
y ajenos, como regla, al art. 14 de la ley 48.
4°) Que lo dispuesto por el art. 1124 del Código
Civil, nada aporta a favor de la concesionaria vial. Ello es
así, porque la responsabilidad que el citado precepto pone
en cabeza del dueño o guardador de un animal por los
daños que cause, no es excluyente de la responsabilidad
de distinta índole que, de un modo u otro, cabe a personas
que —c omo la concesionaria vial demandada— tienen a su
cargo el deber de evitar que ningún animal esté suelto en
determinados lugares por razón de la peligrosidad que su
presencia representa.
En las condiciones expuestas, la presentación directa no
puede ser admitida.
Por ello, y oído el señor Procurador General, se desestima
la queja. Declárase perdido el depósito de fs. 1. Notifíquese
y previa devolución de los autos principales,
archívese. Ricardo Luis Lorenzetti.
Disidencia del señor Presidente Doctor Don Enrique
Santiago Petracchi y del señor Ministro Don Carlos S. Fayt
Considerando:
Que los agravios de la apelante encuentran adecuada
respuesta en los fundamentos del dictamen del señor
Procurador General, que el Tribunal comparte y hace suyos
por razón de brevedad.
Por ello, con el alcance indicado, se declara procedente el
recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia
apelada. Vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de
que, por medio de quien corresponda, proceda a dictar
nuevo fallo con arreglo a lo expresado. Con costas (art. 68
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Agréguese la queja al principal. Reintégrese el depósito de
fs. 1. Notifíquese y remítase. Enrique Santiago
Petracchi. — Carlos S. Fayt.

CSJN, 21/3/2006, "Ferreyra, Víctor Daniel y Ferreyra,


Ramón c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios", Fallos:
329:646. Fallo in extenso
Procuración General de la Nación
Suprema Corte:
-I-
El Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Chaco
resolvió a fs. 488/499 desestimar los recursos de
inconstitucionalidad e inaplicabilidad de ley o doctrina legal
interpuestos por la demandada —V irgen de Itatí
Concesionarios de Servicios Viales S.A.— contra la
sentencia de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y
Comercial de la citada provincia obrante a fs. 409/417.
Para así resolver dicho tribunal superior consideró que no
resulta arbitraria la decisión de la alzada que confirmó la
sentencia de primera instancia, en cuanto admite la
demanda deducida en contra de la empresa VICOV SA y la
condena a abonar a los actores los daños y perjuicios
sufridos, por considerarlo responsable del accidente
acaecido al señor Sr. Víctor Ferreyra, ocasionado por un
animal suelto, cuando transitaba por la ruta Nicolás
Avellaneda.
Asimismo, adhirió a los fundamentos vertidos por la
Cámara en relación al vínculo que se establece entre el
concesionario y el usuario de una ruta de peaje, señalando
que la misma es una relación contractual. Sostuvo, además,
que la responsabilidad de la demandada es amplia,
derivada del incumplimiento del deber de seguridad, al no
haber tomado precaución alguna respecto a los animales
sueltos a fin de evitar accidentes como el que ocurrió en el
caso de autos, ya sea intentando retirarlos de la ruta,
requiriendo la intervención de autoridad competente o
alertando a los usuarios acerca de su existencia.
Entendió, por otro lado, que el caso se
encuentra subsumido en las previsones de la ley 24.240 de
Defensa del Consumidor, que hace operativa la protección
otorgada de modo amplio en el artículo 42 de la
Constitución Nacional, al considerar que se trata de una
típica relación de consumo.
Contra dicha sentencia, la concesionaria demandada
interpuso el recurso extraordinario de fs. 503/531, el que fue
concedido a fs. 533/534.
-II-
Se agravia el recurrente por considerar que el
tribunal a quo dictó un fallo arbitrario que afecta las
garantías y derechos constitucionales del debido proceso,
defensa en juicio, igualdad ante la ley y derecho de
propiedad. Sostiene, a su vez, que es autocontradictorio
toda vez que, por un lado, desestima el recurso por no
configurarse arbitrariedad, y por otro, realiza un juicio de
mérito acerca del fondo de la cuestión, afirmando la tesis de
responsabilidad amplia del concesionario. Expresa que la
fundamentación contenida en la sentencia es aparente al
constituir un argumento dogmático al afirmar que la
responsabilidad contractual se deriva de la ley 24.240, por
lo que incurre en errónea calificación de las normas
jurídicas en juego, y también en exceso ritual manifiesto al
negarse el Superior Tribunal a atender los planteos
expuestos por el apelante.
Asimismo, alude a la existencia de la doctrina de V.E. que
estableció la naturaleza jurídica del peaje, y la limitación de
la responsabilidad de las concesionarias en el marco del
contrato de concesión frente a hechos de terceros.
Finalmente destaca que el Superior Tribunal se apartó sin
fundamento alguno de precedentes de V.E.
-III-
Si bien en el caso se discute la interpretación y aplicación
de normas de derecho común y el análisis de cuestiones de
hecho y prueba, todo lo cual resulta materia propia de los
jueces de la causa y ajena al remedio previsto en el artículo
14 de la ley 48 cabe descalificar el acto jurisdiccional
cuando incurre en algunas de las causales que abonan la
doctrina de arbitrariedad acuñada por V.E.
Estimo que en el sub lite se configura el mencionado
supuesto por cuanto el a quo, sin dar razones suficientes,
se aparta de la doctrina consagrada por V.E. en el
precedente "Salvador Colavita y otro c/ Provincia de Buenos
Aires y otros" sentencia del 7 de marzo de 2000, (ver en
fallos 323:318) invocada por el recurrente en orden al
encuadramiento que cabe otorgar a la relación jurídica que
surge entre el usuario y el concesionario con motivo de la
utilización de una vía de comunicación mediante pago de
peaje, la que, se destacó, debe interpretarse en el contexto
de las obligaciones propias del ente concesionario
consistentes en la remodelación, conservación y
explotación del corredor vial conferido, y enderezadas
exclusivamente al mantenimiento y señalización de
calzadas y banquinas y a la oferta de servicios auxiliares al
usuario (v. asimismo sentencia del 16 de octubre de 2002
en autos S.C. G. 462, L. XXXVI Recurso de Hecho "Greco,
Gabriel c. Camino del Atlántico S.A.).
De igual manera, el a quo también sin fundamentos
desconoce el criterio expuesto en el mencionado fallo, en
cuanto a las normas aplicables en supuestos como el que
se verifica en el sub-lite y al alcance que se debe dar a las
disposiciones que rigen la atribución de responsabilidad y al
modo de eximirse por caso fortuito o por el hecho de
terceros por los que no se debe responder.
Por lo expuesto, opino, que corresponde conceder el
recurso extraordinario, dejar sin efecto el decisorio apelado
y mandar se dicte nueva sentencia.
Buenos Aires, 30 de noviembre de 2004. — Felipe Daniel
Obarrio
Sentencia de la Suprema Corte
Buenos Aires, 21 de marzo de 2006.
Vistos los autos: "Ferreyra, Víctor Daniel y Ferreyra,
Ramón c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios".
Considerando:
Que el recurso extraordinario es inadmisible (art. 280 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se declara
improcedente el recurso extraordinario, con costas.
Notifíquese y devuélvase. Enrique Santiago Petracchi (en
disidencia). — Elena I. Highton de Nolasco (según su
voto). — Carlos S. Fayt (en disidencia). — Juan Carlos
Maqueda. — E. Raul Zaffaroni (según su voto). — Ricardo
Luis Lorenzetti (según su voto). — Carmen M. Argibay.
Voto de la Señora Vicepresidenta Doctora Doña Elena I.
Highton de Nolasco.
Considerando:
1°) Que el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia del
Chaco, al desestimar los recursos de inconstitucionalidad e
inaplicabilidad de ley o doctrina legal interpuestos por la
demandada, confirmó la sentencia que había condenado a
la concesionaria vial de una ruta por los daños y perjuicios
derivados de un accidente de tránsito acaecido con motivo
de la presencia de un animal suelto en esa vía. Contra este
pronunciamiento, la vencida interpuso el recurso
extraordinario de fs. 503/523, que fue concedido a
fs. 533/534.
2°) Que para decidir del modo que lo hizo, la Corte
provincial consideró que la sentencia apelada contaba con
fundamentos suficientes al afirmar que el vínculo que se
establece entre el concesionario y el usuario de una ruta de
peaje es una relación contractual de derecho privado, que
hace nacer una obligación objetiva de seguridad por
resultado a cargo del primero, de manera que enlaza al
usuario con el concesionario vial una típica relación de
consumo, por lo cual la responsabilidad del último se
encuadra en el régimen contractual. Entendió que el caso
se encuentra comprendido por las previsiones de la ley
24.240 de Defensa del Consumidor y hace operativa la
protección otorgada por el art. 42 de la Constitución
Nacional. Por último, sostuvo que la relación de derecho
público que liga a la demandada con el Estado no es
oponible al usuario.
3°) Que, como principio, no incumbe a la Corte Suprema
juzgar en la instancia excepcional del art. 14 de la ley 48 el
error o acierto de la sentencia que decide cuestiones de
derecho común, con fundamentos de igual naturaleza que
bastan para sustentar el pronunciamiento apelado (Fallos:
286:85), ello pues la razonable determinación de los
preceptos de derecho común que deben aplicarse y regir el
pleito es facultad privativa de los jueces de la causa (Fallos:
287: 327).
4°) Que, en este sentido, cabe destacar que la doctrina de
la arbitrariedad es de carácter excepcional y su objeto no es
corregir en tercera instancia pronunciamientos equivocados
o que se reputen tales (Fallos: 310:676; 311: 345), sino
cubrir los defectos graves de fundamentación o
razonamiento que tornen ilusorio el derecho de defensa y
conduzcan a la frustración del derecho federal invocado
(Fallos: 310:234). La tacha de arbitrariedad, en
consecuencia, cabe sólo frente a desaciertos u omisiones
de gravedad extrema, a consecuencia de los cuales los
pronunciamientos no pueden adquirir validez jurisdiccional
(Fallos: 311:1950; 315:449; 323:3139); esto es, atiende a
aquellos casos excepcionales en que, deficiencias lógicas
del razonamiento o una total ausencia de fundamento
normativo, impiden considerar al pronunciamiento de los
jueces ordinarios como la sentencia fundada en ley a que
hacen referencia los arts. 17 y 18 de la Constitución
Nacional (Fallos: 311:786).
5°) Que, consecuentemente, no procede el recurso
extraordinario fundado en esta causal si la inteligencia
asignada por el a quo no excede el marco de posibilidades
que brindan las normas en juego (Fallos: 304:1826), en
tanto ha formulado una exégesis del problema que cuenta
con apoyo de la doctrina y la jurisprudencia, y traduce una
comprensión admisible de la cuestión, bien entendido el
carácter opinable de la solución adoptada (Fallos:
305:1687).
6°) Que, por otra parte, el apartamiento de las sentencias
de la Corte Suprema sólo suscita cuestión federal si se trata
de la dictada en la misma causa (Fallos: 302:748), y la
tacha de arbitrariedad no se configura por la circunstancia
de haberse apartado el a quo de la doctrina establecida por
la Corte Suprema en otros casos y por vía distinta a la
intentada (Fallos: 306:1452).
7°) Que, en el caso, no debe perderse de vista que la
doctrina de Fallos: 323:318, referida al encuadramiento de
la relación jurídica que surge entre el usuario y el
concesionario con motivo de la utilización de una vía de
comunicación mediante el pago de peaje, se formuló en una
causa donde el Tribunal se pronunció en ejercicio de su
competencia originaria y en una materia no federal, de
modo que la interpretación que allí se consagra no excluye
necesariamente —s in que ello vaya en desmedro de su
autoridad— otras exégesis posibles respecto de la cuestión
por parte de los jueces de la causa, quienes no tienen el
deber de conformar sus decisiones con precedentes de
esta naturaleza.
Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se declara
inadmisible el recurso extraordinario. Con costas (art. 68 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. Elena I. Highton
de Nolasco .
Voto del Señor Ministro Doctor Don E. Raul Zaffaroni.
Considerando:
1°) Que el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia del
Chaco resolvió desestimar los recursos de
inconstitucionalidad e inaplicabilidad de ley o doctrina legal
interpuestos por la demandada y, en consecuencia, dejó
firme la sentencia de la Sala Tercera de la Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial, de la ciudad de
Resistencia, que había hecho lugar a la demanda
promovida por los actores, contra la concesionaria vial de la
ruta Nicolás Avellaneda, por daños y perjuicios derivados
de la colisión acaecida al impactar el automóvil de
propiedad de los demandantes con un animal equino.
Para así decidir, en lo que aquí interesa, por mayoría,
consideró respecto del recurso de inconstitucionalidad que
el fallo no era arbitrario, toda vez que contaba con
fundamentos suficientes al afirmar que el vínculo que se
establece entre el concesionario y el usuario de una ruta de
peaje es una relación contractual de derecho privado, que
hace nacer una obligación objetiva de seguridad por
resultado a cargo del primero, de manera que enlaza al
usuario con el concesionario vial en una típica relación de
consumo, por lo cual la responsabilidad del último por los
daños sufridos por el primero se ubica en el régimen
contractual. Entendió que el caso se encuentra
comprendido por las previsiones de la ley 24.240 de
Defensa del Consumidor y hace operativa la protección
otorgada por el art. 42 de la Constitución Nacional. Por
último, sostuvo que la relación de derecho público que liga
a la demandada con el Estado no es oponible al usuario. En
cuanto al recurso de inaplicabilidad de ley o doctrina legal,
expresó que la recurrente no precisaba el precepto
infringido ya que su razonamiento partía de una base
distinta a la considerada en el fallo cuestionado y que la
tacha de arbitrariedad resultaba ajena a la casación.
Concluyó señalando que el recurso carecía de suficiente
fundamentación al pretender apoyarse en doctrina y
jurisprudencia que no era vinculante por no emanar del
propio tribunal.
2°) Que, por tal motivo, la concesionaria demandada
interpuso el recurso extraordinario que se encuentra
glosado a fs. 503/523, que fue concedido a fs. 533/534. La
recurrente se agravia por considerar que la resolución
cuestionada vulnera las garantías consagradas en los arts.
17 y 18 de la Constitución Nacional, para lo cual sostuvo
que el fallo resulta arbitrario al realizar una interpretación de
las normas que afecta su patrimonio y derecho de defensa
en juicio, en tanto debe responder a la reparación de un
daño que no le es atribuible, en el contexto de las
obligaciones que corresponden a su calidad de
concesionaria, de acuerdo a lo establecido en las
condiciones generales y particulares del contrato que rigen
la concesión de la ruta en cuestión.
Alega, en tal sentido, que la relación de su parte con el
usuario es de naturaleza extracontractual y de derecho
público, ya que el peaje constituye una contribución, de
manera que la valoración efectuada en la decisión recurrida
resulta arbitraria y lesiona la integridad patrimonial de la
empresa, en tanto se vería obligada a asumir una
obligación no prevista en el pliego de bases y condiciones,
por cuanto el poder de policía en materia de animales
sueltos recae exclusivamente sobre el Estado. Sostiene su
postura en la doctrina de los precedentes de esta Corte,
que menciona, en cuanto concierne a la naturaleza jurídica
de peaje, por lo que cuestiona la aplicación en el caso de la
ley de Defensa del Consumidor. Finalmente argumenta que
también resulta descalificable la valoración de la prueba
concerniente a las circunstancias que dieron origen al
suceso de autos, invocando al efecto las previsiones de
los arts. 1112 y 1109 del Código Civil.
3°) Que, en lo que aquí resulta de interés, la
responsabilidad de la concesionaria vial fue juzgada en la
inteligencia que la relación entre ésta y el usuario de la ruta
es de derecho privado y de naturaleza contractual. En su
consecuencia, atribuyó a la primera la obligación de
seguridad por resultado por los daños que aquél pudiese
sufrir durante la circulación por la vía habilitada. Es así que
concluyó responsabilizando a V.I.C.O.V. S.A. por los daños
ocurridos, en virtud del deber de seguridad, ante la omisión
de demostrar la ruptura de la cadena causal.
4°) Que, en el recurso extraordinario interpuesto, la
demandada afirmó que la decisión recurrida resulta
arbitraria y vulnera la garantía del debido proceso legal y los
derechos de defensa en juicio y de propiedad. A tal efecto
invocó que la sentencia carece de fundamentación, resulta
incongruente y omite la valoración de hechos relevantes.
En ese sentido argumentó que no existe relación
contractual entre el usuario y concesionario, y que al juzgar
en la forma que lo hizo el sentenciante la decisión resultó
contraria a la legislación y jurisprudencia de esta Corte que
reseñó.
Además, aseveró que la tarifa de peaje no es un precio,
sino que es una tasa retributiva de un servicio o una obra
pública, lo que se ejecuta por el sistema de concesión, de
naturaleza tributaria.
Por último esgrimió que la decisión recurrida no constituye
una derivación razonada del derecho vigente, pues la
responsabilidad que se le atribuye no se encuentra
determinada, como objetiva, por norma alguna del
ordenamiento jurídico vigente.
5°) Que en orden a los términos que resultan de los
agravios expresados, cabe puntualizar que la doctrina de la
arbitrariedad no resulta apta para atender las discrepancias
de las partes respecto de los fundamentos de hecho,
prueba y derecho común y procesal, que constituyeron el
basamento de la decisión de los jueces, en el ámbito del
ejercicio de su jurisdicción excluyente (Fallos: 311:1950).
6°) Que, en dicho contexto, más allá del acierto o error de
lo decidido, no resulta descalificable una sentencia, cuando
ésta cuenta con fundamentos suficientes y la
argumentación del recurrente concierne a la apreciación
crítica de los hechos y la interpretación de las normas de
derecho común efectuadas por el tribunal.
7°) Que el a quo , en el caso subexamine , consideró que
las vinculaciones entre el Estado y la concesionaria, por un
lado, y de esta última con el usuario, por el otro, eran de
naturaleza diversa.
En esa inteligencia, juzgó que la primera relación quedó
enmarcada dentro del derecho público, al tiempo que
estimó, a la segunda, dentro de la órbita del derecho
privado.
Con base en la última valoración, reputó la responsabilidad
de la concesionaria en los términos reseñados en el
considerando 3° de la presente.
8°) Que dicha consideración no importa desconocer la
entidad de la vinculación entre el concedente y la
concesionaria, antes bien constituye el antecedente que
posibilita encaminar la relación entre ésta y el usuario, de
forma que permite establecer su real naturaleza, aun
cuando determinados extremos que hacen a su objeto
aparezcan delineados en el Pliego de Bases y Condiciones
Generales para la Licitación de Concesión de Obra Pública;
Pliego de Condiciones Particulares y el Reglamento de
Explotación.
9°) Que, desde este enfoque, se advierte que el usuario
abona una suma de dinero, que percibe el concesionario,
por el uso del corredor vial concesionado, ya sea al ingresar
o luego de haber transitado por éste —d ependiendo del
lugar donde se encuentran ubicadas las cabinas de peaje
—, extremos que se encuentran preestablecidos en el
contrato de concesión y reglamento de explotación, los
cuales a su vez regulan las condiciones en que debe
realizarse la circulación de la vía, mas per se no
desnaturalizan su esencia, desde que la contraprestación,
por el pago que se realiza, reviste la entidad de un servicio.
10) Que este servicio finca en facilitar el tránsito por la
carretera, asegurando al usuario una circulación normal,
libre de peligros y obstáculos, de forma que pueda arribar al
final del trayecto en similares condiciones a las de su
ingreso.
11) Que el concepto por el cual el usuario abona la suma
de dinero preestablecida — d enominado peaje—, a cambio
de la prestación del servicio, reviste la entidad de un precio
pues se encuentra gravado con el I.V.A. Es que la propia
norma de derecho público (R.G. CD.G.I.C 3545/92), así lo
define en la medida que, en su art. 3°, prevé: "En los casos
en que el comprobante a que se refiere al artículo anterior
se emita a responsables inscriptos en el impuesto al valor
agregado, podrá —a los fines de discriminar el monto del
impuesto al valor agregado contenido en el precio del
servicio—, consignarse en el frente o en el dorso del
aludido comprobante el porcentaje que, aplicado al precio,
represente el citado monto del impuesto".
12) Que el vínculo así conformado exterioriza, entre
concesionaria y usuario, la mediación de una relación de
consumo que tiene recepción normativa en la ley 24.240 —
a un cuando el acaecimiento de autos medió con
anterioridad a la incorporación dispuesta, por el art. 4 de
la ley 24.999, al art. 40 de dicho ordenamiento—, y alcanzó
la máxima jerarquía, al quedar incluido en el art. 42 de
nuestra Carta Magna, con la reforma constitucional de
1994.
13) Que más allá de los reparos que podría merecer la
observación efectuada al art. 40 de la ley 24.240, por medio
del decreto 2089/93, como surge del propio contenido del
art. 1 de la ley citada, su objeto no es otro que la defensa
indistinta de los consumidores como de los usuarios, de
forma que repercute y produce efectos directamente sobre
la reglamentación de los derechos de los últimos en materia
de servicios concesionados.
14) Que, desde tal óptica y en la inteligencia precisada en
el considerando 8° de la presente, deben destacarse
aquellos principios que conciernen a la fecunda tarea de
interpretar y aplicar la ley. En ese sentido esta Corte
sostuvo que "la interpretación de una norma, como
operación lógica jurídica, consiste en verificar su sentido, de
modo que se le dé pleno efecto a la intención del legislador,
computando los preceptos de manera que armonicen con el
ordenamiento jurídico restante y con los principios y
garantías de la Constitución Nacional, pues es principio de
hermenéutica jurídica que debe preferirse la interpretación
que favorezca y no la que dificulte los fines perseguidos por
la legislación que alcance el punto debatido" (Fallos:
323:1374; en sentido similar Fallos: 310:1045; 311:193;
312:296; 314:458; 316:1066 y 3014 320:2701 y 324:2153;
entre otros).
15) Que tal armonización resulta viable, en tanto se
entienda que la finalidad de la ley 24.240 consiste en la
debida tutela y protección del consumidor o el usuario, que
a modo de purificador legal integra sus normas con las de
todo el orden jurídico, de manera que se impone una
interpretación que no produzca un conflicto internormativo,
ni malogre o controvierta los derechos y garantías que, en
tal sentido, consagra el art. 42 de la Constitución Nacional.
16) Que aun cuando el Estado, dentro del marco de la
concesión, ejerce los derechos fundamentales; la
vinculación entre el concesionario y el usuario resulta
comprensiva de derechos de naturaleza contractual de
diversa entidad e intensidad, en tanto aquél realiza la
explotación por su propia cuenta y riesgo, lo cual se
corresponde con la noción de riesgo y ventura inherente a
todo contrato de concesión.
17 ) Que, en consonancia con el riesgo asumido y la
actuación que le es propia, cabe atribuirle la
responsabilidad directa y personal por las consecuencias
derivadas del cumplimiento del contrato celebrado con el
usuario, no empece a que en su ejecución pudiesen
presentarse ciertos obstáculos, en la medida que como
contrapartida le asiste el derecho a los beneficios
económicos derivados de aquella explotación.
18) Que las consideraciones vertidas, permiten afirmar que
la relación resulta de naturaleza contractual de derecho
privado y hace nacer una obligación objetiva de seguridad a
cargo de la concesionaria, pues se trata de prestar un
servicio de carácter continuado, modalmente reflejado por
el ingreso a las rutas en forma masiva, y de uso simultáneo,
sin que pueda existir una deliberación previa de forma que
permita al usuario modificar las condiciones de la
prestación.
19) Que la imposibilidad de esa deliberación, torna
relevante la operatividad del principio de buena fe que
informa el art. 1198 del Código Civil, de forma que debe
reflejarse indispensablemente en la eficiencia y seguridad
del servicio que se presta, para lograr de modo acabado la
obtención del resultado.
20) Que en ese cauce, el principio de la buena fe reviste
particular relevancia, en tanto la consecución modal está
dirigida a plasmar, materialmente, las expectativas legítimas
objetivamente suscitadas, en un marco de razonabilidad
consecuente al deber del usuario de conducirse en
correspondencia con el uso normal y previsible que
concierne a la naturaleza del servicio en cuestión.
21) Que esas expectativas, así configuradas, en la materia
que se trata, se corresponden con la prestación del servicio,
a cargo del concesionario, en términos tales que mantenga
indemne la integridad física y patrimonial del usuario, pues
en esa consecución éste ha depositado su confianza, la
cual, objetivamente considerada, estriba en el tránsito por la
vía concesionada sin riesgo alguno para dichos bienes.
22 ) Que la exigibilidad de esa conducta reposa sobre el
deber de seguridad, que ha sido receptado normativamente
en el art. 5 de la ley 24.240 e introduce, en forma
inescindible, la noción de eficiencia que procura tal tutela
legal.
23) Que, en su consecuencia, la naturaleza de esa relación
determina la responsabilidad objetiva de la concesionaria,
quien asume frente al usuario una obligación de seguridad
por resultado, consistente en que aquél debe llegar sano y
salvo al final del recorrido, en consonancia con el principio
de buena fe (art. 1198 del Código Civil) y el deber de
custodia que sobre aquélla recae. El cumplimiento de este
último deber se inscribe dentro de las prestaciones que se
encuentran a su cargo, como resultan las de vigilancia
permanente, remoción inmediata de obstáculos y elementos
peligrosos, y alejar a los animales que invadan la ruta
dando aviso, de inmediato, a la autoridad pública
correspondiente.
24) Que, en orden a ese fundamento objetivo, el
concesionario debe responder ante el usuario por los daños
provocados por animales que invaden la carretera
concesionada, salvo que demuestre la mediación de
eximente en punto a la ruptura del nexo causal. Para que
proceda dicha eximición, debe acreditar el acaecimiento del
caso fortuito, la culpa de la víctima o la de un tercero por el
que no debe responder.
25) Que tal responsabilidad no resulta enervada por la que
recae sobre el dueño o guardián del animal en los términos
del art. 1124 del Código Civil, ya que la existencia de esta
última no excluye a la primera, en tanto se trata de un
supuesto en el que, aun cuando concurran, obedecen a un
factor de imputación diverso.
Por ello, y oído el señor Procurador Fiscal, se declara
inadmisible el recurso extraordinario, con costas.
Notifíquese y devuélvase. E. Raul Zaffaroni.
Vo to del Señor Ministro Doctor Don Ricardo Luis
Lorenzetti
Considerando:
1°) Que el Superior Tribunal de la Provincia del Chaco
resolvió desestimar los recursos de inconstitucionalidad e
inaplicabilidad de ley locales interpuestos por la
demandada, y en consecuencia dejó firme la sentencia de
grado que había condenado a "Virgen de Itatí
Concesionaria de Obras Viales S.A." como responsable de
los daños sufridos por el conductor y el propietario de un
vehículo automotor que embistió a un caballo mientras
circulaba en la ruta Nicolás Avellaneda (fs. 351/362).
2°) Que la recurrente objeta por arbitraria la calificación
jurídica realizada en las instancias de origen acerca de la
naturaleza de la relación que une a la empresa
concesionaria con quienes utilizan el corredor vial, y la
responsabilidad civil que se ha derivado de esa calificación.
En tal sentido, sostiene que el peaje que abonan los
usuarios no constituye un precio, sino una contribución
especial de naturaleza tributaria que el concesionario vial
está habilitado para percibir, lo que excluye toda idea de
vínculo contractual —m enos de consumo, en los términos
de la ley 24.240— cuyo objeto sea la prestación de un
servicio y por cuyo incumplimiento exista un deber de
responder. Señala al respecto que, cuanto más, el
concesionario vial tiene una relación extracontractual con el
usuario, y que no pesa sobre su parte ningún deber tácito
de seguridad consistente en procurar la remoción de
animales sueltos en la ruta, ni cuenta con facultades para
ello en razón de no ejercer ningún poder de policía, aparte
de que una obligación de tal alcance sería de imposible
cumplimiento dada la extensión de la ruta concesionada y la
nula posibilidad de un control exhaustivo permanente de
cada uno sus tramos. Destaca, en fin, que la sentencia
recurrida se ha apartado de la doctrina de esta Corte
expuesta en el caso "Colavita" (Fallos: 323:318).
3°) Que el análisis de admisibilidad del recurso presentado
por la demandada, fundado en la arbitrariedad de la
sentencia, requiere la identificación de un defecto grave de
fundamentación o de razonamiento en la sentencia que
torne ilusorio el derecho de defensa o conduzca a la
frustración del derecho federal invocado (Fallos: 310:234).
Pero no incumbe a la Corte Suprema juzgar el error o
acierto de la sentencia que decide cuestiones de derecho
común (Fallos: 286: 85), y su objeto no es corregir en
tercera instancia pronunciamientos equivocados (Fallos:
310:676).
Que en ese limitado contexto corresponde indagar, en
consecuencia, la existencia o no de un defecto grave en el
sentido indicado.
4°) Que el razonamiento judicial debe partir de la
ponderación de los valores constitucionales, que
constituyen una guía fundamental para solucionar conflictos
de fuentes, de normas, o de interpretación de la ley como
los invocados por la recurrente.
En el presente caso, se trata de la "seguridad", entendida
como un valor que debe guiar la conducta del Estado así
como a los organizadores de actividades que, directa o
indirectamente se vinculen con la vida o la salud de las
personas. La incorporación de este vocablo en el art. 42 de
la Constitución, es una decisión valorativa que obliga a la
sociedad toda a desempeñar conductas encaminadas al
cuidado de lo más valioso que existe en ella: la vida y la
salud de sus habitantes, ricos o pobres, poderosos o
débiles, ancianos o adolescentes, expertos o profanos.
Que el ciudadano común que accede a una ruta
concesionada tiene una confianza fundada en que el
organizador se ha ocupado razonablemente de su
seguridad. Ello es así porque la prestación de servicios
masivos presenta un grado de complejidad y anonimato que
resultan abrumadores para los ciudadanos que los reciben.
El funcionamiento regular, el respaldo de las marcas y del
Estado es lo que genera una apariencia jurídica que
simplifica su funcionamiento y lo hacen posible. Las
pruebas que realiza el consumidor para verificar la seriedad
y seguridad son mínimas porque confía en la apariencia
creada y respaldada por el derecho. El fortalecimiento de la
apariencia jurídica y de la confianza son esenciales para
estos sistemas, que no podrían subsistir tanto si se negara
protección jurídica a las marcas, como si se exigiera que el
consumidor se comportara como un contratante experto
que exigiera pruebas e información antes de usar el
servicio. En consecuencia, no puede imputarse error
culpable o aceptación de riesgos a quien utiliza un servicio
como los descriptos.
Que en cambio, el prestador debe cumplir sus obligaciones
de buena fe, lo que, en el caso, exige un comportamiento
que proteja las expectativas razonables que se crean en la
otra parte. Un contratante racional y razonable juzgaría
adecuado invertir dinero, prestar un servicio, obtener
ganancias, así como adoptar los cuidados para que los
usuarios puedan gozar del mismo en paz y seguridad. La
persecución racional de la utilidad no es incompatible con la
protección de la persona, sino por el contrario, es lo que
permite calificar a un comportamiento como lo
suficientemente razonable para integrar una sociedad
basada en el respeto de sus integrantes.
La invocación de una costumbre que llevaría a entender
que el concesionario de la ruta sólo se ocupa del
mantenimiento de su uso y goce, sin brindar servicios
complementarios relativos a la seguridad, es contraria a esa
expectativa legítima, así como violatoria del claro mandato
de seguridad mencionado (cit. art. 42, de la Carta
Fundamental). La difusión de prácticas que se
despreocupan de las personas involucradas, ha conducido
a una serie de sucesos dañosos que no deben ser
tolerados, sino corregidos.
Por lo expuesto, siendo que la confianza legítima en la
seguridad debe ser protegida tanto por el prestador del
servicio como por los tribunales, es necesario que esta
Corte adopte un criterio más riguroso que el establecido en
precedentes anteriores, tal como el registrado en Fallos:
323:318, causa "Colavita".
5°) Que el vínculo que une al que contrata o usa el servicio
y el concesionario de la misma, es una relación de
consumo. Quien paga el peaje, como quien usa de la ruta
para los fines del tránsito como acompañante, son
consumidores en la medida que reúnan los requisitos de
los arts. 1 y 2 de la ley 24.240. Por otra parte, las
concesiones viales conforman un servicio público al que le
son aplicables las normas de la ley 24.240 (arts. 1° y 2°). La
fuente de esta relación jurídica puede ser un contrato o
actos unilaterales o bien hechos jurídicos, que vinculen a
los sujetos antes mencionados, lo cual es claramente
diferente del vínculo que une a la concesionaria con el
Estado. El poder público puede, legítimamente, conceder la
explotación de los servicios viales, estableciendo las
condiciones en que el mismo será desempeñado, así como
los instrumentos para su financiamiento, todo lo cual es
aceptado por el concesionario con perfecto conocimiento de
sus obligaciones y riesgos frente a los terceros que se
derivan de la prestación del servicio.
6°) Que el concesionario no asume una obligación de dar
el uso y goce de una cosa, sino de prestar un servicio. Esta
calificación importa que hay una obligación nuclear del
contrato, constituida por la prestación encaminada al
mantenimiento de la ruta en todos sus aspectos y, también,
deberes colaterales con fundamento en la buena fe
(art. 1198, Código Civil). Entre estos últimos existe un deber
de seguridad, de origen legal e integrado en la relación
contractual, que obliga al prestador a la adopción de
medidas de prevención adecuadas a los concretos riesgos
existentes en la ruta concesionada, en tanto resulten
previsibles. Al respecto, el art. 5, inc. m, de la ley 24.449 al
definir al concesionario vial señala que es "...el que tiene
atribuido por la autoridad estatal la construcción y/o
mantenimiento y/o explotación, la custodia, la
administración y la recuperación económica de la vía
mediante el régimen de pago de peaje u otro sistema de
prestación..." (énfasis agregado).
Es decir, una vez calificada la existencia de una relación
de consumo, surge un deber de seguridad de fuente
constitucional (cit. art. 42, de la Constitución Nacional) y
legal (art. 5 ley 24.449; ley 24.240).
7°) Que la extensión del deber de seguridad se refiere a
los acontecimientos previsibles según el curso normal y
ordinario de las cosas. Ello es así porque para determinar el
contenido de este deber de cooperación cabe recurrir al
derecho común que establece las normas generales, que
vienen a integrar las normas especiales cuando no
contienen disposiciones específicas en este sentido.
Que no es posible afirmar la existencia de una garantía de
resultado, de manera que el usuario no sufra daño alguno.
El régimen de causalidad vigente (arts. 901 a 906 del
Código Civil) toma en cuenta las consecuencias normales y
ordinarias previsibles, eximiendo al responsable de aquellas
que son inevitables o no previsibles.
La previsibilidad exigible variará —d e acuerdo a la regla
del art. 902 del Código Civil— de un caso a otro, lo cual
vendrá justificado por las circunstancias propias de cada
situación, siendo notorio que no puede ser igual el
tratamiento que puede requerirse al concesionario vial de
una autopista urbana, que al concesionario de una ruta
interurbana, ni idéntica la del concesionario de una
carretera en zona rural, que la del concesionario de una
ruta en zona desértica. Como consecuencia de ello,
incumbe al juez hacer las discriminaciones
correspondientes para evitar fallos que resulten de
formulaciones abstractas o genéricas.
8°) Que el supuesto particular de accidentes ocurridos con
ocasión del paso de animales por rutas concesionadas no
constituye un evento imprevisible, sino por el contrario, en
el presente caso, ha sido claramente previsible para el
prestador de servicios.
La existencia de animales en la zona y la ocurrencia de
accidentes anteriores del mismo tipo, constituyen datos que
un prestador racional y razonable no puede ignorar.
Es el explotador del servicio quien está en mejor posición
para recolectar información sobre la circulación de los
animales y sus riesgos, y, por el contrario, el usuario es
quien está en una posición desventajosa para obtener esos
datos, lo que sólo podría hacer a un altísimo costo. Es claro
entonces que la carga de autoinformación y el deber de
transmitirla al usuario de modo oportuno y eficaz, pesa
sobre el prestador del servicio. El deber de información al
usuario no puede ser cumplido con un cartel fijo, cuyos
avisos son independientes de la ocurrencia del hecho, sino
que requiere una notificación frente a casos concretos.
Esta carga de autoinformación importa también el deber de
adoptar medidas concretas frente a riesgos reales de modo
preventivo. También en este caso puede constatarse
fácilmente que es el prestador del servicio quien está en
mejor posición para tomar medidas de prevención
genéricas al menor costo.
Finalmente, la carga indemnizatoria puede ser mejor
distribuida por el prestador, tanto disminuyendo los
accidentes, como contratando un seguro.
De tal suerte, la falta de un adecuado ejercicio del deber
de previsión y de disponer lo necesario para evitar
accidentes en los términos y circunstancias indicados,
compromete la responsabilidad de la concesionaria.
9°) Que en el sublite el deber de prevención y de evitación
del daño fue manifiestamente incumplido por la
concesionaria demandada.
Al respecto, la propia responsable del corredor vial
reconoció que "...en la zona se sabe que muchos
propietarios de minifundios liberan a su suerte a los
animales para que pasten, y puede que algún animal
busque hacerlo en la zona de la banquina..." (fs. 509), lo
cual, por otra parte, está corroborado por el recorte
periodístico obrante a fs. 15 y, particularmente, por el
informe policial agregado a fs. 10 de la causa penal n °
44.082 que da cuenta de manifestaciones testimoniales
coincidentes en cuanto a que como consecuencia de las
inundaciones que afectan el lugar, muchos animales son
dejados a la vera de la ruta para que pasten por ser un
lugar más alto.
Sin embargo, pese a ser el referido estado de cosas del
conocimiento de la demandada, no hay ninguna prueba en
la causa que demuestre que adoptó algún curso de acción
para prevenir o evitar accidentes como el de autos. De
hecho, se desconoce si en la zona en que se produjo el
choque había algún tipo de señalización que advirtiera
sobre la presencia de animales en la ruta, ni está acreditado
que Víctor Daniel Ferreyra hubiera sido anoticiado de ello
de algún modo, como tampoco hay constancia de que la
concesionaria vial hubiera encauzado gestiones o reclamos
ante la autoridad pública para obtener una solución a un
problema que se exhibe como de larga data en el lugar de
los hechos. Se añade a lo anterior, todavía, que el tramo de
la ruta en el cual ocurrió el evento no es de tránsito
ocasional sino necesariamente fluido, ya que queda
comprendido entre dos capitales de provincia (Corrientes y
Resistencia), distantes a pocos kilómetros una de la otra, lo
cual por sí sólo justifica extremar el deber de previsión y
evitación a cargo de la concesionaria vial demandada.
10) Que aunque no ha sido motivo de especial
consideración por el recurso extraordinario, corresponde
observar que la responsabilidad que el art. 1124 del Código
Civil pone en cabeza del dueño o guardador de un animal
por los daños que cause, no es excluyente de la
responsabilidad de distinta índole que, de un modo u otro,
cabe a personas que —c omo la concesionaria vial
demandada— tienen a su cargo el deber de evitar que
ningún animal esté suelto en determinados lugares por
razón de la peligrosidad que su presencia representa.
Por ello, y oído el señor Procurador Fiscal, se declara
inadmisible el recurso extraordinario, con costas.
Notifíquese y remítase. Ricardo Luis Lorenzetti.
Disidencia del Señor Presidente Doctor Don Enrique
Santiago Petracchi y del Señor Ministro Doctor Don Carlos
S. Fayt .
Considerando:
Que esta Corte comparte los fundamentos y conclusiones
del dictamen del señor Procurador Fiscal, cuyos términos
se dan por reproducidos en razón de brevedad.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y
se revoca la sentencia apelada. Con costas. Vuelvan los
autos al tribunal de origen a fin de que, por quien
corresponda, se dicte un nuevo pronunciamiento con
arreglo al presente. Notifíquese y remítase. Enrique
Santiago Petracchi. — Carlos S. Fayt.

CSJN, 28/3/2006, "Basualdo, Argentino René c.


Empresa Vírgen de Itatí C.O.V.S.A. (V.I.C.O.V. S.A.) y/o
quien resulte propietario responsable", Fallos: 329:879.
Fallo in extenso
Procuración General de la Nación
Suprema Corte:
Las cuestiones debatidas en el sublite son
sustancialmente análogas a las que este Ministerio Público
tuvo oportunidad de examinar en el dictamen del 26 de
diciembre de 2002 in re: G.355.XXXVII. "González Torres,
M.E. c. Deluca, J.A. y/o Servicios Viales S.A.
s/indemnización de daños y perjuicios y daño moral", a
cuyos términos y conclusiones, en lo que fueren aplicables
al sub examine , cabe remitir por razón de brevedad.
En virtud de los fundamentos allí expuestos, opino que
corresponde revocar la sentencia apelada, en cuanto fue
materia de recurso extraordinario.
Buenos Aires, 24 de agosto de 2005. — Ricardo O
Bausset
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 28 de marzo de 2006.
Vistos los autos: "Basualdo, Argentino René c. Empresa
Vírgen de Itatí C.O.V.S.A (V.I.C.O.V. S.A.) y/o quien resulte
propietario y/o responsable s/daños y perjuicios".
Considerando:
Que el recurso extraordinario es inadmisible (art. 280 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, y oído el señor Procurador Fiscal subrogante, se
declara improcedente el recurso extraordinario, con costas.
Notifíquese y devuélvase. Enrique Santiago Petracchi (en
disidencia). — Elena I. Highton de Nolasco (según su
voto). — Carlos S. Fayt (en disidencia). — Juan Carlos
Maqueda. — E. Raul Zaffaroni (según su voto). — Ricardo
Luis Lorenzetti (según su voto). — Carmen M. Argibay.
Vo to de la Señora Vicepresidenta Doctora Doña Elena I.
Highton de Nolasco.
Considerando:
Que las cuestiones planteadas son sustancialmente
análogas a la resuelta el 21 de marzo de 2006 por esta
Corte en los autos F.1116.XXXIX "Ferreyra, Víctor Daniel y
Ferreyra, Ramón c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios",
voto de la jueza Highton de Nolasco, a cuyas
consideraciones cabe remitirse en razón de brevedad.
Por ello, y oído el señor Procurador Fiscal subrogante, se
declara inadmisible el recurso extraordinario interpuesto.
Con costas (art. 68 del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación). Notifíquese y, oportunamente,
devuélvase. Elena I. Highton de Nolasco.
Voto del Señor Ministro Doctor Don E. Raul Zaffaroni
Considerando:
Que las cuestiones planteadas en autos, en lo que hace a
la responsabilidad de la concesionaria vial, han sido
decididas con argumentos que resultan sustancialmente
análogos a los expuestos en los fallos recaídos el 21 de
marzo de 2006, en las causas C.745.XXXVII "Caja de
Seguros S.A. c. Camino del Atlántico S.A.C.V." y
F.1116.XXXIX AFerreyra, Víctor Daniel y Ferreyra, Ramón
c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios", (voto del juez
Zaffaroni en ambos casos).
Que en tales condiciones, lo decidido por el tribunal aquo
atiende a cuestiones que resultan materia propia del
derecho común y ajena, por su naturaleza, la instancia del
art. 14 de la ley 48, máxime cuando la resolución recurrida
cuenta con fundamentos suficientes que permiten excluir la
tacha de arbitrariedad.
Por ello y oído el señor Procurador Fiscal subrogante, se
rechaza el recurso extraordinario interpuesto, con costas.
Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. E. Raul
Zaffaroni.
Voto del Señor Ministro Doctor Don Ricardo Luis Lorenzetti
Considerando:
1°) Que contra la sentencia del Superior Tribunal de
Justicia de la Provincia del Chaco que desestimó los
recursos de inconstitucionalidad e inaplicabilidad de ley
locales que la concesionaria vial demandada interpuso
contra la sentencia de segunda instancia que la condenó a
pagar $ 7.200,39 por los daños y perjuicios que sufriera el
actor al embestir su automotor contra un caballo en la ruta
nacional N° 16, aquella interpuso recurso extraordinario,
que fue concedido.
2° ) Que los agravios de la recurrente vinculados al
encuadramiento jurídico del caso encuentran adecuada
respuesta en lo resuelto por esta Corte en los autos
(F.1116.XXXIX "Ferreyra, Víctor Daniel y Ferreyra, Ramón
c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios", sentencia del 21 de
marzo de 2006, voto del juez Lorenzetti), especialmente en
cuanto allí se concluyó que el vinculo que une al que
contrata o usa el servicio con el concesionario vial, es una
típica relación de consumo regida por la ley 24.240, por la
cual el último asume, no una obligación de dar el uso y
goce de una cosa, sino de prestar un servicio, calificación
jurídica esta última que importa asignarle un deber de
seguridad, de origen legal e integrado a la relación
contractual, que obliga al prestador a la adopción de
medidas de prevención adecuadas a los concretos riesgos
existentes en la ruta concesionada, en tanto resulten
previsibles según el curso normal y ordinario de las cosas.
A lo que cabe añadir, que tratándose de accidentes
ocurridos con ocasión del paso de animales por rutas
concesionadas, la previsibilidad exigible al concesionario se
debe juzgar también teniendo en cuenta la carga de auto
información que pesa sobre él respecto de la existencia de
aquéllos, y el deber de transmitir la correspondiente
información al usuario de modo oportuno y eficaz.
3°) Que en el caso, a fin de responsabilizar a la
concesionaria vial, la cámara de apelaciones ponderó lo
siguiente: a) que carecía de todo respaldo probatorio la
afirmación de aquella según la cual vehículos y personal
propio recorren la ruta a diario en el tramo donde ocurrió el
accidente; b) que el cartel "avise animales sueltos en la
ruta" que se encuentra en las inmediaciones del lugar no
suple la noticia a los usuarios acerca de que ellos existen
en la vía concesionaria puntualizando el lugar y
precauciones a adoptar, disponiendo las consiguientes
medidas de seguridad, sino que sólo traslada la obligación
de cuidado a terceros, en tanto les recomienda el aviso; es
decir, no hay cumplimiento de una medida de seguridad,
sino solamente un pedido de colaboración; c) que la
colaboración prestada a la policía referida por dos testigos,
si bien no es inocua, es medida preventiva que no
instrumenta idóneamente el cumplimiento del deber de
seguridad a cargo de la concesionaria, máxime frente al
conocimiento de que los alambrados de campo linderos no
reciben el cuidado y la atención necesaria; c) que el hecho
se registró en las cercanías de las casillas de peaje, por lo
que existía una mayor posibilidad de control y precaución, y
tornaba al hecho previsible y evitable (fs. 725/726).
4°) Que el recurso extraordinario federal no aporta críticas
que permitan sostener que las conclusiones de hecho
reseñadas en el considerando anterior sean objetables a la
luz de la doctrina de esta Corte sobre arbitrariedad de
sentencias.
En tales condiciones, el recurso extraordinario es
inadmisible.
Por ello, y oído el señor Procurador Fiscal subrogante, se
rechaza el recurso extraordinario, con costas. Notifíquese y
remítase. Ricardo Luis Lorenzetti.
Disidencia del Señor Presidente Doctor Don Enrique
Santiago Petracchi y del Señor Ministro Doctor Don Carlos
S. Fayt
Considerando:
Que esta Corte comparte los argumentos y conclusiones
expuestos en el dictamen del señor Procurador Fiscal
subrogante, a los que remite en razón de brevedad.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y
se deja sin efecto la sentencia apelada, con costas (art. 68
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Vuelvan los autos al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte un nuevo fallo con arreglo al
presente. Notifíquese y devuélvase. Enrique Santiago
Petracchi. — Carlos S. Fayt.

CSJN, 18/10/2006, "Plan Óvalo S.A. de Ahorro para


Fines Determinados c. Giménez, Carmen Élida",
Fallos: 329:4403. Hechos
El juez a cargo de un juzgado civil, comercial y de minas
de la Provincia de San Luis hizo lugar a la inhibitoria
interpuesta por la demandada y declaró su competencia
para entender en una ejecución prendaria en trámite ante
un juzgado nacional en lo comercial. Sostuvo, para ello, la
nulidad de la cláusula de prórroga de jurisdicción por estar
inserta en un contrato de adhesión. El magistrado
nacional rechazó, a su vez, el pedido de inhibitoria.
Planteado el conflicto de competencia, la Corte Suprema
de Justicia de la Nación declaró competente al juez
provincial.
Sumarios
1. Si se trata de una ejecución prendaria iniciada como
consecuencia del presunto incumplimiento de un contrato
de compraventa de automotores instrumentado en
un formulario pre impreso, corresponde considerar a dicho
acuerdo como de adhesión con cláusulas generales
predispuestas, entre las que se encuentra la prórroga de
jurisdicción —c uya invalidez planteó la demandada—, las
que deben ser interpretadas en el sentido más favorable a
la parte más débil de la relación jurídica, cual es el
consumidor, según el art 3° de la ley 24.240 (Adla, LIII-D,
4125). (Del dictamen de la Procuradora Fiscal subrogante
que la Corte hace suyo).
2. Si el contrato de prenda con registro fue celebrado,
concluido y posteriormente inscripto en la Provincia de San
Luis, tales circunstancias fácticas y el carácter genérico,
ambiguo y contradictorio de la cláusula de prórroga de
jurisdicción a favor de los tribunales nacionales, determinan
que se declare competente al juez local para seguir
conociendo en la ejecución prendaria promovida, en
particular porque, frente a la imprecisión de la cláusula, la
adquirente pudo no advertir su eventual sometimiento a
litigar en extraña jurisdicción con la posible afectación a su
defensa en juicio, en violación de los principios contenidos
en el art. 37, apartado b, de la ley 24.240 (Adla, LIII-D,
4125). (Del dictamen de la Procuradora Fiscal subrogante
que la Corte hace suyo).
Fallo in extenso
Dictamen de la Procuradora Fiscal Subrogante de la
Nación
Suprema Corte:
I. El señor juez a cargo del Juzgado Civil, Comercial y
Minas N° 3 de la Ciudad de Villa Mercedes, Provincia de
San Luis, hizo lugar a la inhibitoria interpuesta por la aquí
demandada Gimenez Carmen Elida (Ver fs. 29/30 de las
actuaciones "Giménez Carmen Elida c. Plan Ovalo S.A.
s/inhibitoria, Expediente N° 020, Letra G/05) y declaró su
competencia para entender en esta ejecución prendaria
"Plan Ovalo S.A. de Ahorro Para Fines Determinados c.
Giménez Carmen Elida s/ejecución prendaria" en trámite
ante el Juzgado Nacional en lo Comercial N° 10.
Sostuvo, para ello, la nulidad de la cláusula 22, que
prorroga la jurisdicción a favor de los tribunales nacionales
con asiento en la ciudad de Buenos Aires, por estar inserta
en un contrato de adhesión y ser por ello abusiva e
inequitativa para la parte adherente de la relación
contractual, de conformidad a las previsiones contenidas en
el art. 37, inciso b) de la ley 24.240 y en la Resolución N°
53 de la Secretaría de la Competencia, la Desregulación y
la Defensa del Consumidor.
El magistrado nacional resolvió rechazar el pedido de
inhibitoria, sosteniendo que la normativa que regula el
contrato prendario base de la presente demanda faculta, a
opción de la acreedora, a iniciar su reclamoante el
magistrado comercial con jurisdicción en el lugar convenido
para el cumplimiento de la obligación (v. fs. 100).
En tales condiciones se planteó un conflicto de
competencia que corresponde dirimir a esta Corte en los
términos del artículo 24 inciso 7° del decreto-ley 1285/58.
II. Cabe señalar, en primer lugar, que conforme a lo
establecido en el artículo 2°, primera parte, del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, la competencia
territorial es esencialmente prorrogable por conformidad de
partes, cuando se trata de asuntos exclusivamente
patrimoniales.
Sentado ello, cabe advertir que en el caso se trata de una
ejecución prendaria iniciada como consecuencia del
presunto incumplimiento de un contrato de compraventa de
automotores (Ver fs. 15/17). El mencionado acuerdo de
voluntades fue instrumentado en un formulario pre impreso,
razón por la que puede ser considerado como un contrato
de adhesión, con cláusulas generales predispuestas, entre
las que se encuentra la prórroga de jurisdicción —
c uya invalidez planteó la demandada— que deben ser
interpretadas en el sentido más favorable a la parte más
débil de la relación jurídica, cual es el consumidor, de
conformidad con el artículo 3 de la ley 24.240 (Ver
fs. 30/31).
A partir de tal premisa, debo señalar que el contrato de
prenda con registro no sólo fue celebrado y concluido en la
ciudad de Villa Marcedes, Provincia de San Luis, sino
posteriormente inscripto en el Registro Nacional de la
Propiedad Automotor N° 1 de la referida localidad (fs. 28
vta., 30 y 34), y que es en dicha jurisdicción donde la aquí
ejecutada constituyó domicilio especial a todos los
efectos —i nclusive los judiciales— (Ver fs. 31 vta. cláusula
décimo primera).
Tales circunstancias fácticas y el carácter genérico,
ambiguo y contradictorio de la cláusula de prórroga de
jurisdicción a favor de los tribunales nacionales —q ue no
incluye la competencia territorial de otros tribunales por
aplicación de los principios generales que en esta materia
puede corresponder—, permiten concluir que compete al
referido magistrado local seguir conociendo en las
presentes actuaciones, en particular porque frente a la
imprecisión de la cláusula predispuesta mencionada, la
adquirente pudo no advertir su eventual sometimiento a
litigar en extraña jurisdicción con la posible afectación a su
defensa en juicio, en violación de los principios contenidos
en el artículo 37, apartado b, de la ley 24.240.
Por último, cabe destacar, que no resulta óbice a la
adopción de dicho criterio la particularidad que la actora
tenga su domicilio en el ámbito del Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y que la aquí demandada lo
constituyó en la localidad de Villa Mercedes, Provincia de
San Luis (Ver fojas 15, 30, 31 y vta., 68 y 68 bis),
circunstancia ésta por la que correspondería entender al
fuero federal por ser una causa civil entre vecinos de
diferentes jurisdicciones —c onforme art. 116 C.N. y art. 20,
inciso 20 de la ley 48 y Fallos: 317:927—, toda vez dicha
prerrogativa ha sido renunciada expresamente por las
partes en el contrato de prenda con registro que aquí se
pretende ejecutar y no fue ejercitada por la demandada (Ver
fs. 31 vta. cláusula vigésimo primera).
Por todo lo expuesto, dentro del limitado marco
cognoscitivo en el que se tienen que resolver las cuestiones
de competencia, entiendo que V.E. debe resolver el
conflicto declarando que las actuaciones deben tramitar
ante el Juzgado Civil, Comercial y Minas N° 3 de la Ciudad
de Villa Mercedes, Provincia de San Luis. — Buenos Aires,
junio 30 de 2006. — Marta A. Beiró de Gonçalvez.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, octubre 18 de 2006.
Autos y Vistos: De conformidad con lo dictaminado por la
señora Procuradora Fiscal subrogante, se declara que
resulta competente para conocer en las actuaciones el
Juzgado Civil, Comercial y Minas n° 3 de la Segunda
Circunscripción Judicial de la provincia de San Luis, al que
se remitirán. Hágase saber al Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Comercial n° 10. — Enrique Santiago
Petracchi. —E lena I. Highton de Nolasco. — Carlos S.
Fayt. — Juan Carlos Maqueda. — Ricardo Luis Lorenzetti.

CSJN, 7/11/2006, "Bianchi, Isabel del Carmen Pereyra


de c. Buenos Aires, Provincia de y Camino del Atlántico
S.A.", Fallos: 329:4994. Fallo in extenso
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 7 de noviembre de 2006.
Vistos los autos: "'Bianchi, Isabel del Carmen Pereyra de c.
Buenos Aires, Provincia de y Camino del Atlántico S.A. y/o
quien pueda resultar dueño y/o guardián de los animales
causantes del accidente s/daños y perjuicios' y
M.302.XXXIII 'Martínez Lamas, Manuel c. Buenos Aires,
Provincia de y otros s/daños y perjuicios'", de los que
Resulta:
I) A fs. 49/55 del expediente citado en primer término, se
presentan Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi y Mariano
Ezequiel Bianchi, cónyuge e hijo menor de Héctor Roberto
Bianchi e inician demanda de daños y perjuicios contra la
Provincia de Buenos Aires, Camino del Atlántico S.A. CV y
quien resulte dueño o guardián de los animales causantes
del accidente que motiva este litigio.
Dicen que la noche del 11 de febrero de 1991 se dirigían
desde la ciudad de Villa Gesell hacia la de Mar del Plata por
la ruta provincial N ° 11 en un vehículo Peugeot 505,
dominio B 2.167.262, de propiedad del citado Bianchi que lo
conducía.
Alrededor de las 22.15, el vehículo colisionó con uno de los
dos equinos que súbitamente cruzaron la ruta, a la altura
del camino de tierra a Mar Azul, aproximadamente 12 km
después de la entrada a la ciudad de Villa Gesell. Las
características del accidente —e xpresan— fueron
relatadas en la causa penal respectiva que ofrecen como
prueba. A raíz del hecho Bianchi y su cónyuge, así como
los restantes ocupantes del vehículo, fueron trasladados al
Hospital Municipal de Villa Gesell. El primero, que
experimentó hundimiento de cráneo y pérdida de masa
encefálica, falleció a los treinta minutos de ingresar.
Explican que demandan a la Provincia de Buenos Aires por
ser la dueña de los animales causantes del accidente e
invocan para ello el art. 1124 del Código Civil. Ello es así, a
su juicio, por tratarse de equinos orejanos o de marca
desconocida (conf. art. 10 de la ley 22.939) o bienes
vacantes o mostrencos (conf. art. 2342, inc. 3°, del Código
Civil). La responsabilidad que atribuyen a la provincia la
basan, asimismo, en la inobservancia de un deber de
seguridad específico y oneroso.
En cuanto a Camino del Atlántico S.A. CV, su
emplazamiento obedece a su condición de concesionaria
de la ruta y por infracción al deber de seguridad a favor del
usuario (art. 504 del Código Civil), contemplado en el
contrato celebrado por ésta y el Estado provincial.
Destacan los antecedentes familiares, las tareas
desempeñadas por la víctima, y determinan los ítems
indemnizatorios consistentes en el daño emergente, el lucro
cesante del núcleo familiar y el daño moral. El accidente
causó a los demandantes daños físicos y psicológicos.
A fs. 74 se amplían los conceptos del reclamo.
II) A fs. 63 se presenta la tutora ad litem del menor Daniel
Enrique Bianchi y adhiere a los términos de la demanda.
III) A fs. 110/116 se presenta Camino del Atlántico S.A.
CV. Plantea la falta de legitimación pasiva a su respecto por
cuanto la pretendida responsabilidad de su parte es
inexistente, como ha decidido este Tribunal.
Realiza una negativa general de los hechos y afirma que el
conductor del vehículo fue el único y exclusivo causante del
accidente atribuible al exceso de velocidad y a la falta de
dominio del rodado. Dice que esta conclusión se impone si
se tiene en cuenta la señalización existente en el lugar, que
indica una velocidad permitida de 40 km por hora. En otro
orden de ideas, sostiene que es irrazonable que la
concesionaria por peaje se aboque al control de los
alambrados de los vecinos, a que arríe los animales
sueltos, que los deposite en algún establecimiento o que
evite su entrada al camino otorgado en concesión. Sostiene
además que el poder de policía en la materia que es propio
de las autoridades provinciales es indelegable. Pide que se
cite como tercero a quien resulte propietario de los equinos.
IV) A fs. 216/220 contesta la Provincia de Buenos Aires.
Efectúa una negativa de carácter general respecto de la
descripción de los hechos denunciados y niega su
condición de propietaria de los animales. Sostiene que la
única responsabilidad en el accidente debe encontrarse en
el accionar del conductor del rodado, quien a pesar de
circular de noche debió conducir a una elevada velocidad
que le impidió dominar a su vehículo. En otro orden de
cosas cita jurisprudencia de la Corte que excluye la
responsabilidad de la provincia como titular del poder de
policía de seguridad, y considera que la concesionaria de la
ruta está obligada a adoptar las medidas de control
necesarias para asegurar el tránsito.
V) A fs. 244 el señor defensor oficial asume la
representación de los menores Mariano Ezequiel y Daniel
Enrique Bianchi y pide que en virtud del principio de
integralidad de la reparación civil se extienda al último de
los nombrados el resarcimiento del daño moral.
VI) A fs. 299 comparece un nuevo tutor adlitem.
VII) A fs. 38/45 del expediente M.302.XXXIII "Martínez
Lamas, Manuel c. Buenos Aires, Provincia de y otros
s/daños y perjuicios", se presentan Manuel Martínez Lamas
y Martha Angélica Pereyra de Martínez en representación
de sus hijos menores Leonardo y Juan Pablo Martínez, de
nueve y doce años, respectivamente, quienes viajaban
invitados en el rodado de la familia Bianchi. Inician
demanda contra la sucesión de Héctor Roberto Bianchi y
para el caso de que se negara la titularidad del vehículo
marca Peugeot 505 modelo 1987, dominio B 2.167.262,
contra quien fuera propietario del automotor al momento del
accidente.
Asimismo, demandan a la Provincia de Buenos Aires,
Camino del Atlántico S.A. CV y quien resulte dueño o
responsable de los equinos que produjeron el siniestro.
Sostienen que sus hijos viajaban conjuntamente con la
familia Bianchi y que, como consecuencia del accidente,
sufrieron daños físicos y trastornos psicológicos. Reclaman
asimismo el daño moral. A fs. 66/69 amplían la demanda.
VIII) A fs. 209/213 se presenta la Provincia de Buenos
Aires y reproduce los términos de su contestación de
demanda en la causa acumulada.
IX) A fs. 276/279 comparece Camino del Atlántico S.A. CV
y contesta la demanda. Plantea la falta de personería y
excluye toda responsabilidad en el evento. A fs. 308 vta. se
rechaza la excepción planteada.
X) A fs. 333/334 la actora amplía la demanda contra
Francisco Licastro, que, según las constancias registrales,
era propietario del vehículo a la fecha del siniestro.
XI) A fs. 442/450 se presenta Isabel del Carmen Pereyra
de Bianchi por sí y en representación de su hijo menor
Mariano Ezequiel Bianchi. Pide el rechazo de la demanda a
su respecto y reitera que la responsabilidad en el evento es
de la provincia demandada o de Camino del Atlántico S.A.
CV. Solicita la acumulación de la causa a la iniciada por
ante esta Secretaría de Juicios Originarios.
XII) A fs. 462 la tutora adlitem de Daniel Enrique Bianchi se
presenta y adhiere a los términos de la contestación de
demanda precedente.
XIII) A fs. 483/487 comparece Francisco Licastro. Afirma
que a la fecha del evento había enajenado el vehículo en
cuestión y que la sola circunstancia de figurar como titular
del registro no basta para responsabilizarlo.
XIV) A fs. 638 de los autos M.302.XXXIII "Martínez Lamas,
Manuel c. Buenos Aires, Provincia de y otros s/daños y
perjuicios" se dispone la acumulación de ese expediente a
la presente causa.
XV) A fs. 704 la letrada apoderada de la parte actora
desiste del proceso con relación a Daniel Enrique Bianchi. A
fs. 712 comparece Juan Pablo Martínez, quien había
llegado a la mayoría de edad, y a fs. 1084 hace lo mismo
Leonardo Emanuel Martínez.
Considerando:
1°) Que frente al prolongado trámite al que ha dado lugar
la substanciación de este proceso y la significativa
extensión del tiempo transcurrido desde el llamamiento de
autos para sentencia de fs. 910 de estas actuaciones, y
fs. 1104 de la causa M.302.XXXIII, evidentes razones de
economía procesal como las señaladas por el Tribunal en el
pronunciamiento dictado en la causa P.238.XXVIII "Punte,
Roberto Antonio c. Tierra del Fuego, Antártida e Islas del
Atlántico Sur, Provincia de s/cumplimiento de contrato",
sentencia del 21 de marzo de 2006, y en la causa
C.1563.XXXVI "Cohen, Eliazar c. Río Negro, Provincia de y
otros s/daños y perjuicios", sentencia del 30 de mayo de
2006, así como la adecuada preservación de las garantías
constitucionales de la defensa en juicio y del debido
proceso que asisten a las partes, en cuanto comprenden la
necesidad de obtener una rápida y eficaz decisión judicial
que ponga fin a la controversia (Fallos: 319:2151 y sus
citas), llevan a dejar de lado en el sublite el nuevo contorno
del concepto de causa civil definido por esta Corte el 21 de
marzo de 2006 en la causa B.2303.XL "Barreto, Alberto
Damián y otra c. Buenos Aires, Provincia de s/daños y
perjuicios", como así también en la causa A.820.XXXIX
"Aguilar, Patricia Marcela c. Rey, Héctor y
otra — P rovincia de Buenos Aires— s/daños y perjuicios",
sentencia del 30 de mayo de 2006 y, en consecuencia, a
mantener su competencia originaria para dictar sentencia
definitiva en las causas referidas.
El juez Fayt considera que el caso corresponde a la
competencia originaria reglada por los arts. 116 y 117 de la
Constitución Nacional.
2°) Que en los autos B.606.XXIV "Bianchi, Isabel del
Carmen Pereyra de c. Buenos Aires, Provincia de y Camino
del Atlántico S.A. y/o quien pueda resultar dueño y/o
guardián de los animales causantes del accidente s/daños y
perjuicios", la parte actora fundó la responsabilidad de la
Provincia de Buenos Aires bajo los siguientes argumentos:
1°) por su condición de dueña de los animales, citando en
apoyo de ello los arts. 1124 y 2342, inc. 3°, del Código Civil,
y el art. 10 de la ley 22.939; y 2°) por ser titular de un deber
de seguridad específico —d e carácter oneroso por la
implantación de un sistema de peaje en la ruta n° 11— que
ha sido infringido (fs. 52/52 vta.). Por su lado, en el
expediente M.302.XXXIII "Martínez Lamas, Manuel c.
Buenos Aires, Provincia de y otros s/daños y perjuicios", los
demandantes fundaron dicha responsabilidad en términos
semejantes (fs. 67/67 vta.).
Ninguna de tales razones brindan sustento a la condena
del Estado provincial que se persigue. Ello es así, por lo
siguiente:
A) El caballo que intervino en el siniestro tenía una marca
(ver sumario policial, copia fs. 411 vta.), cuyo diseño no se
encontraba registrado en la Provincia de Buenos Aires
(informe de fs. 322) y, como lo observan los propios
demandantes, en las investigaciones desarrolladas en la
causa penal no se detectó ningún poseedor o dueño del
equino (causa B.606.XXIV, fs. 52; y causa M.302.XXXIII,
fs. 67).
En tales condiciones, corresponde considerar que se
trataba de un animal domesticado abandonado por su
dueño (arts. 2605 y 2607 del Código Civil), constatado lo
cual queda impedida la responsabilidad a la que se refiere
el art. 1124 del Código Civil pues dicho precepto no se
aplica cuando los animales carecen de dueño o no están
bajo la guarda de nadie, es decir, cuando no están sujetos a
la dirección de una persona (conf. Llambías, Jorge Joaquín,
Tratado de Derecho Civil - Obligaciones, Buenos Aires,
1976, t. IV-A, n° 2677, pág. 676).
Por cierto, la cita que los demandantes hacen del
art. 2342, inc. 3°, del Código Civil no valida una solución
distinta de la anterior ya que, contrariamente a lo que
interpretan con base en tal norma, los animales
domesticados abandonados por su dueño no pasan al
dominio privado del Estado y pueden, entonces, ser
apropiados por cualquiera. Ello es lo que resulta, en efecto,
del art. 2527 del Código Civil que, en este aspecto, no hace
otra cosa que aplicar el principio más amplio de que
tratándose de cosas muebles abandonadas, el Estado no
toma la posesión de ellas y, por consiguiente, quedan en
condiciones de ser apropiadas (Salvat, Raymundo M.,
Tratado de Derecho Civil Argentino - Derechos Reales,
Buenos Aires, 1947, t. 1, n° 1043, pág. 508). De ninguna
manera, pues, dicho art. 2342, inc. 3°, del Código Civil
permite reputar a la Provincia de Buenos Aires como dueña
o poseedora del caballo que impactó contra el vehículo, por
lo que también desde esta perspectiva se confirma la
inaplicabilidad del art. 1124 del Código Civil a su respecto.
Tampoco conduce a un resultado diverso la mención que
los demandantes hacen del art. 10 de la ley 22.939. Esto es
así, porque esta última norma solamente establece la
aplicación del régimen común de cosas muebles (art. 2412
del Código Civil) al poseedor de hacienda orejana o con
marca o señal no suficientemente clara, pero ya se ha visto
que la provincia demandada no puede considerarse bajo
ningún punto de vista poseedora del animal causante del
daño.
B) La atribución de un deber de seguridad infringido que
los actores hacen al Estado provincial demandado para
justificar su condena (atribución expuesta en apenas tres
renglones), no puede ser tenida en cuenta a ese fin porque
no han identificado siquiera mínimamente cuál es ese deber
de seguridad específico incumplido, señalando su objeto y
fundamento normativo, definiendo su alcance y grado de
exigibilidad, y explicando cómo se configuró su
inobservancia.
Se trata, pues, de una atribución de extrema generalidad
que, consiguientemente, impide establecer la existencia de
responsabilidad estatal por omisión en el cumplimiento de
obligaciones determinadas, único supuesto en el que, por
hipótesis, podría existir tal responsabilidad especial. Cabe
observar, en este sentido, que la identificación del deber
infringido o la obligación determinada incumplida, pesaba
sobre los reclamantes a fin de posibilitar el pertinente juicio
de antijuridicidad material, máxime teniendo en cuenta que
la situación de la provincia demandada se distingue
claramente de la del concesionario vial, desde que los
usuarios de una ruta concesionada no se relacionan
directamente con el Estado, sino con el prestador del
servicio.
Sólo a mayor abundamiento puede decirse que, aun si se
tomara a dicha atribución efectuada por los actores como la
imputación de un incumplimiento a deberes jurídicos
indeterminados a cargo de la provincia, la solución no
variaría pues, en tal caso, resultaría de aplicación la
reiterada doctrina de esta Corte según la cual "...el ejercicio
del poder de policía de seguridad que corresponde al
Estado no resulta suficiente para atribuirle responsabilidad
en un evento en el cual ninguno de sus órganos o
dependencias tuvo parte, toda vez que no parece razonable
pretender que su responsabilidad general en orden a la
prevención de delitos pueda llegar a involucrarlo a tal
extremo en las consecuencias dañosas que ellos produzcan
con motivo de hechos extraños a su intervención directa..."
(Fallos: 312:2138; 313:1636; 323:3599; 325: 1265).
3°) Que el vínculo que se establece entre el concesionario
de las rutas y los usuarios de las mismas es calificado como
una relación de consumo en el derecho vigente.
Efectuada esta precisión, y sin perjuicio de interpretar que
la protección de la relación de consumo tiene sustento en el
art. 33 de la Norma Fundamental, lo cierto es que en el
caso no es posible la aplicación de la ley 24.240 y sus
modificatorias, pues dicha norma se sancionó con
posterioridad a la fecha del accidente que origina el reclamo
de la parte actora (art. 3° del Código Civil).
Que en el derecho vigente a la época del evento dañoso,
el vínculo era contractual, regulado por el Código Civil, ya
que no cabe duda alguna que la relación entre el
concesionario y el usuario es diversa a la que el primero
tiene con el Estado, y que este último paga un precio o
canon para el uso de la ruta y los servicios consiguientes.
4°) Que existiendo una relación contractual, cabe sostener
que el concesionario no asume una obligación de dar el uso
y goce de una cosa, sino de prestar un servicio. Esta
calificación importa que hay una obligación nuclear del
contrato, constituida por la prestación encaminada al
mantenimiento de la ruta en todos sus aspectos y, también,
deberes colaterales con fundamento en la buena fe
(art. 1198, Código Civil). Entre estos últimos existe un deber
de seguridad, de origen legal e integrado en la relación
contractual, que obliga al prestador a la adopción de
medidas de prevención adecuadas a los concretos riesgos
existentes en la ruta concesionada, en tanto resulten
previsibles.
Ahora bien, la apuntada previsibilidad de los riesgos que
adjetiva a la obligación de seguridad a cargo del
concesionario, puede variar de un supuesto a otro, pues no
todas las concesiones viales tienen las mismas
características operativas, ni idénticos flujos de tránsito,
extensión lineal, condiciones geográficas, grados de
peligrosidad o siniestralidad conocidos y ponderados, etc.
En muchos casos, podrá establecerse un deber de
previsión en atención al art. 902 del Código Civil que no
puede ser exigido en otros, lo cual vendrá justificado por las
circunstancias propias de cada situación, siendo notorio que
no puede ser igual el tratamiento de la responsabilidad del
concesionario vial de una autopista urbana, que la del
concesionario de una ruta interurbana, ni la del
concesionario de una carretera en zona rural, que la del
concesionario de una ruta en zona desértica. Como
consecuencia de ello, incumbe al juez hacer las
discriminaciones correspondientes para evitar fallos que
resulten de formulaciones abstractas y genéricas.
5°) Que el supuesto particular de accidentes ocurridos con
ocasión del paso de animales por rutas concesionadas, es
claramente previsible para un prestador de servicios
concesionados. La existencia de animales en la zona y la
ocurrencia de accidentes anteriores del mismo tipo,
constituyen datos que un prestador racional y razonable no
puede ignorar. Es el prestador del servicio quien está en
mejor posición para recolectar información sobre la
circulación de los animales y sus riesgos, y, por el contrario,
el usuario es quien está en una posición desventajosa para
obtener esos datos, lo que sólo podría hacer a un altísimo
costo. Es claro entonces que la carga de autoinformación y
el deber de transmitirla al usuario de modo oportuno y
eficaz, pesa sobre el prestador del servicio. El deber de
información al usuario no puede ser cumplido con un cartel
fijo, cuyos avisos son independientes de la ocurrencia del
hecho, sino que requiere una notificación frente a casos
concretos.
Esta carga de autoinformación importa también el deber de
adoptar medidas concretas frente a riesgos reales de modo
preventivo. También en este caso puede constatarse
fácilmente que es el prestador del servicio quien está en
mejor posición para tomar medidas de prevención
genéricas al menor costo. En el sublite, este deber
específico señalado en último término tiene especial apoyo
en el art. II-6, b, del Reglamento de Explotación
correspondiente a la concesionaria demandada, en cuanto
dispone que "...La Concesionaria, en caso de ausencia de
la autoridad policial podrá suspender parcial o totalmente la
circulación en la zona del camino o en alguno de sus
tramos, para todos o algún tipo de vehículos cuando las
condiciones meteorológicas o exigencias técnicas derivadas
del servicio de mantenimiento y conservación, razones de
urgente reparación o seguridad cuando (...) caso fortuito o
fuerza mayor así lo determinen..." (fs. 522).
Finalmente, la carga indemnizatoria puede ser mejor
distribuida por el prestador, tanto disminuyendo los
accidentes, como contratando un seguro.
Dicho con otras palabras, la falta de un adecuado ejercicio
del deber de previsión y de disponer lo necesario para
evitar accidentes en los términos y circunstancias indicados,
compromete la responsabilidad de la concesionaria.
6°) Que en la presente causa se ha acreditado el efectivo
incumplimiento de los deberes antes señalados.
En efecto, tal como resulta de las actuaciones
administrativas agregadas, en la zona donde ocurrió el
accidente —s obre la cual no hay discrepancia entre las
partes— preexistía sobre la mano opuesta a la que
circulaba el vehículo conducido por Héctor R. Bianchi un
cartel que indicaba la presencia de animales sueltos en
tanto que, en la mano por la que transitaban, estaba
prevista la colocación de uno semejante para dotar a los
usuarios de avisos coincidentes en un sector en donde el
peligro no podía ser unilateral. Esto surge de los planos
glosados a fs. 660/662, cuyas orientaciones cardinales
quedaron aclaradas con motivo de la medida para mejor
proveer dispuesta a fs. 921.
Pero esa indicación, caracterizada en el plano de fs. 660
con una figura hexagonal que simboliza "cartel a colocar",
no estaba instalada al menos hasta la oportunidad en que
los funcionarios de la Dirección de Vialidad Provincial
confeccionaron el "croquis de señalización" de fs. 828 que
"representa la situación de señalización vertical al 29 de
octubre de 1996" (fs. 564 vta.), lo que muestra que a la
fecha del accidente (11 de febrero de 1991) no existía tal
advertencia, pese a ser indudablemente conocida su
necesidad.
7°) Que la omisión precedentemente descripta, aparte de
haber constituido un incumplimiento de la concesionaria a la
obligación que le imponía el Reglamento de Explotación en
cuanto a la instalación urgente, una vez detectada la
necesidad de señalización de emergencia que oriente ante
accidentes u otras anormalidades que dificulten la normal
circulación (art. I-6, A, d, reproducido a fs. 520), constituyó
del lado de los usuarios accidentados, una clara omisión al
cumplimiento de los deberes de previsión y de evitación a
su cargo.
Esa omisión generó, ciertamente, un riesgo imprevisible
para el conductor Bianchi y, lógicamente, para cualquier
usuario que como él pudiera desplazarse en la zona, por lo
que la responsabilidad de la concesionaria no es dudosa y
tiene fundamento en lo previsto por los arts. 512 y 902 del
Código Civil.
8°) Que esta última conclusión no se ve alterada por las
alegaciones efectuadas por la concesionaria vial acerca de
la existencia de culpa de la víctima, y de exclusión de la
responsabilidad propia en razón de la que incumbe al
propietario del equino que invadió la ruta según lo previsto
por el art. 1124 del Código Civil.
Por lo que toca a lo primero, cabe destacar que no hay
evidencias que demuestren la conducta imprudente del
conductor del automotor, toda vez que las constancias del
peritaje del ingeniero mecánico agregado a la causa
acumulada (ver fs. 1001/1105 y 1010/1011) no permiten
acreditar que el vehículo circulara a una velocidad superior
a los 80 km/hora, que era la permitida en el lugar (fs. 964 de
ese expediente). Y en cuanto a lo segundo, porque la
responsabilidad que el art. 1124 del Código Civil pone en
cabeza del dueño o guardador de un animal por los daños
que cause, no es exclusiva ni excluyente de la
responsabilidad de distinta índole y causa que puede
caberle a las concesionarias viales por el incumplimiento de
deberes propios, entre los cuales, como se ha visto, no son
ajenos —b ajo ciertas circunstancias— los atinentes a la
previsión y evitación de la presencia de animales en ruta.
Esta regla, ciertamente, parece tanto más aplicable en
casos como el subexamine , en los que no se ha
individualizado al dueño o guardián del animal y, por tanto,
no se lo ha traído a juicio, situación que excluye todo
pronunciamiento sobre la eventual responsabilidad de dicho
dueño o guardador.
9°) Que el reclamo de los actores encuentra fundamento
en los arts. 1084 y 1085 del Código Civil que imponen a los
responsables la obligación de solventar los gastos de
subsistencia de la viuda y de los hijos menores respecto de
los cuales rige una presunción iuristantum de daño (Fallos:
316:912; 317:1006; 325:1277; 326:1299). Tal principio es
aplicable al sublite ya que está acreditado ese vínculo y que
Mariano Ezequiel y Daniel Enrique Bianchi eran menores al
tiempo del accidente.
10) Que como tiene dicho esta Corte "la vida humana no
tiene valor económico perse, sino en consideración a lo que
produce o puede producir. No es dable evitar una honda
turbación espiritual cuando se habla de tasar
económicamente una vida humana, reducirla a valores
crematísticos, hacer la imposible conmutación de lo
inconmutable. Pero la supresión de una vida, aparte del
desgarramiento del mundo afectivo en que se produce,
ocasiona indudables efectos de orden patrimonial como
proyección secundaria de aquel hecho trascendental, y lo
que se mide en signos económicos no es la vida misma que
ha cesado, sino las consecuencias que sobre otros
patrimonios acarrea la brusca interrupción de una actividad
creadora, productora de bienes. En ese orden de ideas, lo
que se llama elípticamente la valoración de una vida
humana no es otra cosa que la medición de la cuantía del
perjuicio que sufren aquellos que eran destinatarios de todo
o parte de los bienes económicos que el extinto producía,
desde el instante en que esta fuente de ingresos se
extingue" (Fallos: 316:912; 317: 728, 1006 y 1921;
318:2002; 320:536; 322:1393; 323:3614; 324:1253 y 2972;
325:1156).
No obstante lo expuesto, para fijar la indemnización por el
valor vida no han de aplicarse fórmulas matemáticas sino
que es menester computar las circunstancias particulares
de la víctima y de los damnificados: edad, grado de
parentesco, profesión, ingresos, posición económica y
social, expectativa de vida, etc. (confr. Fallos: 310:2103;
317:1006; 324:2972; 325:1277).
11) Que a estos fines cabe considerar que a la fecha de su
muerte Héctor Roberto Bianchi tenía 44 años de edad, era
propietario de un negocio de gestoría municipal y
automotor, y que sus ingresos constituían el único sostén
de su familia, ya que ni su esposa ni sus hijos trabajaban
(ver declaración de fs. 368/369). Según los testigos
ofrecidos, el nivel de vida del grupo familiar era bueno y el
señor Bianchi era dueño de una propiedad en Mar del Plata
y de un automóvil, extremos, estos últimos, no
suficientemente acreditados. No existen elementos
probatorios concretos que demuestren el rendimiento
económico de aquellas tareas.
Corresponde considerar, asimismo, que Mariano Ezequiel
y Daniel Enrique contaban a la fecha del deceso de su
padre con 11 y 15 años de edad, respectivamente, lo que
demuestra que el deber de atender a su subsistencia se
habría prolongado por varios años.
Por lo expuesto, se justiprecia el valor vida en $ 240.000,
monto que se distribuirá en partes iguales entre la cónyuge
supérstite y los hijos menores, y el importe correspondiente
a estos últimos se asignará en función de su distinta edad al
tiempo del deceso. De ese modo se concede a Isabel del
Carmen Pereyra de Bianchi la suma de $ 120.000, a
Mariano Ezequiel Bianchi la de $ 65.000 y a Daniel Enrique
Bianchi la de $ 55.000.
12) Que esta Corte ha señalado que cuando la víctima
resulta disminuida en sus aptitudes físicas o psíquicas de
manera permanente, esta incapacidad debe ser objeto de
reparación al margen de que desempeñe o no una actividad
productiva pues la integridad física tiene en sí misma un
valor indemnizable y su lesión afecta diversos aspectos de
la personalidad que hacen al ámbito doméstico, social,
cultural y deportivo, con la consiguiente frustración del
desarrollo pleno de la vida (Fallos: 308:1109; 312:752,
2412; 315:2834; 316:2774; 318:1715; 320:1361; 321:1124;
322:1792, 2002 y 2658; 325:1156; 326:847). Para evaluar el
resarcimiento, se ha dicho, no es necesario recurrir a
criterios matemáticos ni tampoco son aplicables los
porcentajes fijados por la ley de accidentes de trabajo,
aunque puedan resultar útiles para pautas de referencia,
sino que deben tenerse en cuenta las circunstancias
personales del damnificado, la gravedad de las secuelas,
los efectos que éstas puedan tener en su vida laboral y de
relación (Fallos: 320:1361; 325:1156).
La coactora Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi, que
contaba con 48 años al momento del ilícito, sufrió a
consecuencia del accidente las lesiones que se describen
en el peritaje de fs. 741/745, que han ocasionado la
"parálisis del nervio facial izquierdo: éste es el nervio motor
principal de la musculatura mímica facial", que le provoca
"un grave perjuicio estético y funcional" y desviación de la
comisura bucal hacia el lado derecho del rostro (fs. 743),
con efectos, a juicio de la experta, irreversibles (fs. 743
vta.). Pueden comprobarse, asimismo, daños en el sistema
de la columna cervical que producen dolores, cefaleas,
desorientación temporoespacial, falta de memoria y otro
tipo de secuelas provenientes del traumatismo
craneoencefálico sufrido (fs. 744/ 745), todo lo cual se
traduce en una incapacidad total del 42%. Sobre la base de
estas consideraciones, cabe fijar como monto
indemnizatorio, comprensivo del daño estético, la suma de
$ 40.000.
13) Que, por su parte, el peritaje psicológico de
fs. 463/466, tras detallar la severa repercusión que el
accidente tuvo en ese ámbito, recomienda la asistencia
terapéutica para la señora de Bianchi, y considera
necesario un tratamiento de dos sesiones semanales
durante tres años. Ante la ausencia de argumentos
científicos aptos para desvirtuar estas conclusiones y la
inexistencia de pautas objetivas que permitan apartarse de
la indicación de la experta, de conformidad con el valor de
sesión adoptado en otros precedentes ($ 60. - conf. causa
C.1563.XXXVI "Cohen, Eliazar c. Río Negro, Provincia de y
otros s/daños y perjuicios", sentencia del 30 de mayo de
2006) se fija la indemnización en la suma de $ 17.280.
14) Que no se han acreditado, en cambio, los daños físicos
que habría sufrido Mariano Ezequiel Bianchi, los cuales,
según el escrito de inicio, serían objeto de comprobación.
Por el contrario, en el plano psicológico se han probado
secuelas que requieren tratamiento terapéutico, que el
experto estima en una sesión semanal por lapso de dos
años. Por ello, de acuerdo con el arancel reconocido en
otros precedentes se fija el resarcimiento en la suma de
$ 5.760.
15) Que en cuanto al daño moral, el reclamo es
procedente en atención a la lesión inevitable de los
sentimientos que produjo el accidente en los demandantes.
A los fines de la fijación del quantum , como pautas
generales debe tenerse en cuenta el carácter resarcitorio de
este rubro, la índole del hecho generador de la
responsabilidad y la entidad del sufrimiento causado, que
no tiene necesariamente que guardar relación con el daño
material, pues no se trata de un daño accesorio a éste
(Fallos: 316:2894; 321:1117; 325:1156).
En el caso de los hijos menores debe considerarse que
fueron privados en forma prematura de la asistencia
espiritual y material de su padre, y de la consiguiente
protección y seguridad que requerían durante la minoridad.
Respecto de la viuda, se configura la pérdida de una
compañero de vida, un interlocutor permanente, el
corresponsable de la dirección de un hijo menor, el sujeto
con quien se comparte las dificultades y las angustias no
sólo de la vida propia sino de las que se observan en la vida
de los hijos. Además, debe ponerse de relieve que el
reclamo de la señora de Bianchi no sólo comprende el
sufrimiento derivado de la muerte de su esposo, sino
también los padecimientos experimentados a título personal
por su participación en el accidente y por las múltiples
secuelas que se derivaron del mismo. Teniendo en cuenta
estas consideraciones, fíjase la suma de $ 100.000 para la
señora Pereyra de Bianchi, $ 70.000 para su hijo Mariano
Ezequiel e igual suma para Daniel Enrique Bianchi.
16 ) Que con respecto al rubro "valor del vehículo", por el
que se reclamaba en virtud de su supuesta destrucción
total, cabe señalar que ninguna prueba se ha producido
para acreditar el daño sufrido. Por ello se desestima su
resarcimiento.
17) Que las conclusiones que anteceden en punto a la
responsabilidad exclusiva de la concesionaria en el
accidente son plenamente aplicables al reclamo de Juan
Pablo y Leonardo Emanuel Martínez, quienes viajaban
transportados en el vehículo conducido por Bianchi.
Corresponde, en consecuencia, admitir el reclamo
indemnizatorio respecto de la codemandada Camino del
Atlántico S.A. CV y desestimar la demanda entablada
contra la Provincia de Buenos Aires.
18) Que la demanda interpuesta contra los herederos de
Héctor Roberto Bianchi y contra el titular de rodado,
Francisco Licastro, no puede prosperar dado que, de
conformidad con la previsión contenida en el art. 1113,
segundo párrafo, del Código Civil, se encuentra acreditada
a su respecto la existencia de una causal de exoneración
de su responsabilidad objetiva, cual es el hecho de un
tercero por el que no deben responder. Las costas
derivadas de este rechazo de demanda se distribuyen en el
orden causado, atento a que los demandantes —e n su
condición de terceros transportados— podían
razonablemente dirigir la acción contra todos los que
participaron de cualquier modo en el hecho dañoso.
19) Que en relación a los daños invocados, ambos
demandantes han reclamado el resarcimiento de las
secuelas que dicen padecer a raíz del accidente (fs. 41 vta.,
punto A). Leonardo Martínez, que contaba con 9 años a la
fecha del evento, por las lesiones encefálicas sufridas debió
ser intervenido quirúrgicamente y manifiesta que nunca se
repuso totalmente, "ya que experimentó graves
transformaciones de conducta, deficiencias motoras, en el
equilibrio, en el habla, etc.". El grave traumatismo
craneoencefálico, según el peritaje, se traduciría en el plano
físico en una incapacidad total y permanente del 50% de la
total obrera (fs. 843). En el plano psicológico, el coactor
presenta un cuadro compuesto por trastorno por estrés
postraumático, fobia simple y trastorno obsesivo compulsivo
(fs. 843) y, según el experto, esa neurosis postraumática le
acarrea una incapacidad parcial y permanente del 25% de
la total obrera (fs. 844). Teniendo en cuenta estas
conclusiones, se determina para el demandante la suma de
$ 50.000.
En cuanto a la situación de Juan Pablo Martínez, que tenía
12 años al momento del accidente, si bien no registra
secuelas físicas actuales derivadas de las lesiones sufridas
en esa oportunidad, presenta consecuencias psicológicas
originadas en la traumática experiencia vivida. En este
sentido, el experto diagnostica una neurosis
postraumática — f óbica y obsesivo compulsiva— de
intensidad moderada a grave, con una incapacidad parcial y
permanente del 30% de la total obrera (fs. 834/835). Por
este concepto, se estima la suma de $ 15.000.
20) Que el resarcimiento del daño moral es procedente en
atención a los padecimientos experimentados por los
coactores en el trágico accidente que los involucró y a
consecuencia de las secuelas derivadas del mismo. Por
ello, se fija la indemnización en la suma de $ 35.000 para
Leonardo Emanuel Martínez y en $ 7.000 para Juan Pablo
Martínez.
21) Que a dichos importes se debe adicionar el reembolso
de los gastos de internación de Leonardo Emanuel Martínez
en la Clínica del Niño y de la Madre que, en valores
actualizados al 1° de abril de 1991, ascienden a $ 1.549
(ver fs. 779/783) y los gastos de farmacia, que según se
expresa en el escrito inicial ascienden a $ 269, suma
considerada acorde con las afecciones provocadas por el
accidente (conf. peritaje médico fs. 834 y 845).
22) Que, en ambas condenas, los intereses se deberán
calcular a partir del 11 de febrero de 1991 Cdía del
accidenteC hasta el efectivo pago. Empero, los accesorios
deberán computarse con relación al ítem "tratamiento
psicológico" a partir de la notificación de la sentencia.
Por ello, se decide: I.- Hacer lugar a la demanda seguida
por Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi, Mariano
Ezequiel y Daniel Enrique Bianchi contra Camino del
Atlántico S.A. CV, condenándolo a pagar, dentro del plazo
de treinta días, las sumas de $ 277.280, $ 140.760 y
$ 125.000, respectivamente, con más los intereses que se
liquidarán en la forma indicada en el considerando 22.
Costas por su orden atento a que lo resuelto importa un
cambio en la jurisprudencia del Tribunal (Fallos: 318:1214)
(art. 68, segundo párrafo, del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación); II.- Rechazar la demanda
interpuesta por Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi,
Mariano Ezequiel y Daniel Enrique Bianchi contra la
Provincia de Buenos Aires. Con costas (art. 68 del código
procesal citado); III.- Hacer lugar a la demanda seguida por
Leonardo Emanuel y Juan Pablo Martínez contra Camino
del Atlántico S.A. CV, condenándolo a pagar, dentro del
plazo de treinta días, las sumas de $ 86.818 y $ 22.000,
respectivamente, con más los intereses que se liquidarán
en la forma indicada en el considerando 22. Costas por su
orden (art. 68, segundo párrafo, código procesal citado);
IV.- Rechazar la demanda promovida por Juan Pablo y
Leonardo Emanuel Martínez contra la Provincia de Buenos
Aires. Con costas (art. 68, código procesal citado). V.-
Rechazar la demanda promovida por Juan Pablo y
Leonardo Emanuel Martínez contra los herederos de Héctor
Roberto Bianchi y Francisco Licastro. Costas por su orden
atento a lo dispuesto en el considerando 19 (art. 68,
segundo párrafo, código procesal citado); VI.- Agregar copia
de esta sentencia al expediente acumulado M.302.XXXIII.
"Martínez Lamas, Manuel c. Buenos Aires, Provincia de y
otro s/daños y perjuicios". Notifíquese y, oportunamente,
archívese.
Enrique Santiago Petracchi (en disidencia
parcial). — Elena I. Highton de Nolasco (según su
voto). — Carlos S. Fayt. — Juan Carlos Maqueda. — E.
Raul Zaffaroni (según su voto). — Ricardo Luis
Lorenzetti. — Carmen M. Argibay (en disidencia parcial).
Voto de la Señora Vicepresidenta Doctora Doña Elena I.
Highton de Nolasco
Considerando:
1°) Que frente al prolongado trámite al que ha dado lugar
la substanciación de este proceso y la significativa
extensión del tiempo transcurrido desde el llamamiento de
autos para sentencia de fs. 910 de estas actuaciones, y
fs. 1104 de la causa M.302.XXXIII, evidentes razones de
economía procesal como las señaladas por el Tribunal en el
pronunciamiento dictado en la causa P.238.XXVIII "Punte,
Roberto Antonio c. Tierra del Fuego, Antártida e Islas del
Atlántico Sur, Provincia de s/cumplimiento de contrato",
sentencia del 21 de marzo de 2006, y en la causa
C.1563.XXXVI "Cohen, Eliazar c. Río Negro, Provincia de y
otros s/daños y perjuicios", sentencia del 30 de mayo de
2006, así como la adecuada preservación de las garantías
constitucionales de la defensa en juicio y del debido
proceso que asisten a las partes, en cuanto comprenden la
necesidad de obtener una rápida y eficaz decisión judicial
que ponga fin a la controversia (Fallos: 319:2151 y sus
citas), llevan a dejar de lado en el sublite el nuevo contorno
del concepto de causa civil definido por esta Corte el 21 de
marzo de 2006 en la causa B.2303.XL "Barrero, Alberto
Damián y otra c/ Buenos Aires, Provincia de s/daños y
perjuicios", como así también en la causa A.820.XXXIX
"Aguilar, Patricia Marcela c. Rey, Héctor y otra —P rovincia
de Buenos Aires— s/daños y perjuicios", sentencia del 30
de mayo de 2006 y, en consecuencia, a mantener su
competencia originaria para dictar sentencia definitiva en
las causas referidas.
2°) Que este Tribunal decidió, como principio general y con
relación a un reclamo como consecuencia de los daños
provocados por un animal suelto en una ruta, que "el
ejercicio del poder de policía de seguridad que corresponde
al Estado" —c uyo incumplimiento se le endilgaba— "no
resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un
evento en el cual ninguno de sus órganos o dependencias
tuvo parte, toda vez que no parece razonable pretender que
su responsabilidad general en orden a la prevención de los
delitos pueda llegar a involucrarla a tal extremo en las
consecuencias dañosas que ellos produzcan con motivo de
hechos extraños a su intervención directa" (Fallos:
312:2138; 313:1636; 323:3599; 325: 1265). Y agregó que
"la omisión que se alega como sustento de la
responsabilidad de la provincia no puede hacerla
responsable de los daños causados por un animal del que
no era propietaria ni guardadora" (Fallos: 312:2138,
considerando 5°; 323:305, 318; 325:1265).
3°) Que, bajo esta condición, tampoco resulta aceptable la
argumentación de los actores que pretende responsabilizar
a la provincia a título de dueña del animal que causó el
accidente por tratarse de ganado "orejano" o por su
condición de "bienes vacantes o mostrencos".
Lo cierto es que, en el caso, el animal que intervino en el
siniestro tenía una marca (ver sumario policial, copia fs. 411
vta.) cuyo diseño no se encontraba registrado en la
Provincia de Buenos Aires (informe fs. 322). Al respecto
cabe señalar que tanto la hacienda "orejana" —q ue carece
de marca o señal— como aquella "cuya marca o señal no
fuere suficientemente clara" queda "sometida en su derecho
de propiedad al régimen común de las cosas muebles"
(conf. art. 10 de la ley 22.939), conforme al cual la posesión
vale título (art. 2412 del Código Civil). De acuerdo con este
régimen la posesión de buena fe de los animales en los
términos del art. 2351 del Código Civil genera una
presunción irrefragable de su propiedad, y en la especie no
se acreditó que los equinos presentes en la ruta estuviesen
bajo una relación de estas características respecto del
Estado provincial, por lo que corresponde excluir la
responsabilidad endilgada por este título.
4°) Que el vínculo que se establece entre el concesionario
de las rutas y los usuarios de las mismas debe calificarse
como una relación de consumo conforme al derecho
vigente en la actualidad. En efecto, a quien transita por la
ruta previo pago de peaje le son aplicables Cen su
condición de usuarioC los principios indubioproconsumidor,
el deber de información y demás pautas contempladas por
el art. 42 de la Constitución Nacional y por la ley 24.240.
Efectuada esta precisión, cabe señalar que, en el caso, no
es posible la aplicación de la citada ley 24.240 y sus
modificatorias, pues dicha norma se sancionó con
posterioridad a la fecha del accidente que origina el reclamo
de la parte actora (art. 3° del Código Civil). Empero, aun en
ausencia de esta normativa, cabe concluir que —c on
arreglo al derecho vigente a la época del evento dañoso—
el vínculo en cuestión es de naturaleza contractual y
regulado por el Código Civil, en tanto supone la existencia
de una obligación preexistente con relación al usuario,
netamente diferenciada de la relación de naturaleza
administrativa que la empresa mantiene con el Estado
concedente.
5°) Que la relación contractual en cuestión impone al
concesionario la prestación de un servicio, encaminado
sustancialmente al mantenimiento de la ruta en todos sus
aspectos, al que se suman otros deberes colaterales que
reconocen fundamento en el principio de buena fe, que
sirve para interpretar e integrar la convención (art. 1198 del
Código Civil). Entre estos últimos, existe el deber de
seguridad, de origen legal e integrado en la relación
contractual, que obliga al prestador a la adopción de
medidas de prevención adecuadas a los concretos riesgos
existentes en la ruta concesionada.
Este deber de seguridad es lo suficientemente amplio
como para abarcar en su contenido prestaciones tales
como la vigilancia permanente de las rutas, su señalización,
la remoción inmediata de elementos extraños que se
depositen, el retiro sin demora de animales que transitan
por las rutas y toda otra medida que pueda caber dentro del
referido deber, a los efectos de resguardar la seguridad y la
fluidez de la circulación, asegurando que la carretera se
mantenga libre de peligros y obstáculos.
6°) Que en el sub lite se ha acreditado, con las actuaciones
administrativas agregadas, el efectivo incumplimiento de los
deberes señalados. Así, en la zona donde ocurrió el
accidente —s obre la cual no hay discrepancia entre las
partes— preexistía sobre la mano opuesta a la que
circulaba el vehículo conducido por Bianchi un cartel que
indicaba la presencia de animales sueltos, en tanto que, en
la mano por la que transitaba la víctima, estaba prevista la
colocación de uno semejante para dotar a los usuarios de
avisos coincidentes en un sector donde el peligro no podía
ser unilateral. Así surge de los planos glosados a
fs. 660/662, cuyas orientaciones cardinales quedaron
aclaradas con motivo de la medida para mejor proveer
dispuesta (fs. 921). La indicación que allí luce,
caracterizada en el plano de fs. 660 con una figura
hexagonal que simbolizaba "cartel a colocar", no estaba
instalada, al menos hasta la oportunidad en que los
funcionarios de la Dirección de Vialidad Provincial
confeccionaron el "croquis de señalización" de fs. 828 que
"representa la situación de señalización vertical al 29 de
octubre de 1996" (ver fs. 564 vta.), lo que muestra que a la
fecha del accidente (11 de febrero de 1991) no existía tal
advertencia.
Ello importó, para los usuarios accidentados, una clara
omisión al cumplimiento de los deberes de previsión a
cargo de la empresa, circunstancia que justifica la
imputación de su responsabilidad con fundamento en lo
dispuesto por los arts. 512 y 902 del Código Civil.
7°) Que esta conclusión no se ve alterada por las
alegaciones efectuadas por la concesionaria vial acerca de
la existencia de culpa de la víctima, ya que no hay
evidencias que demuestren la conducta imprudente del
conductor del automotor, toda vez que las constancias del
peritaje del ingeniero mecánico agregado a la causa
acumulada (ver fs. 1001/1005 y 1010/1011) no permiten
acreditar que el vehículo circulara a una velocidad superior
a los 80 km/hora, que era la permitida en la zona (fs. 964 de
ese expediente).
Con relación a la alegada responsabilidad que podría
corresponderle al propietario de los animales que
colisionaron con el automotor con arreglo a lo dispuesto por
el art. 1124 del Código Civil, debe destacarse ante todo que
si bien la demanda se promovió genéricamente contra
"quien eventualmente pueda resultar dueño y/o guardián de
los animales causantes del accidente" (fs. 49 vta., punto II,
2. ap. 3), lo cierto es que tras el frustrado intento de
individualizar al titular de la marca del animal, se tuvo a la
actora por desistida de la citación del codemandado
mencionado en forma genérica (fs. 332), situación que
excluye todo pronunciamiento sobre la eventual
responsabilidad de aquel propietario indeterminado.
A mayor abundamiento, en el caso no cabría tampoco
ponderar la eventual exención parcial de responsabilidad
derivada del hecho de un tercero y la consiguiente
graduación de responsabilidad respecto al propietario no
identificado de la hacienda, ya que la atribución no tendría
efectos con relación a quien no fue parte en el proceso.
8°) Que corresponde ahora fijar la indemnización
correspondiente. Según se desprende de los antecedentes
de la causa el accidente provocó la muerte del señor Héctor
Roberto Bianchi, y ocasionó a su cónyuge Isabel del
Carmen Pereyra de Bianchi, lesiones físicas y psicológicas.
Entre las primeras se destaca la severa afección del nervio
facial izquierdo. Por su parte, su hijo Mariano Ezequiel
Bianchi sufrió daños físicos que, según se expresa en la
demanda, serían objeto de comprobación. Ambos
damnificados reclaman, también, el daño moral.
Que la infrascripta coincide con los considerandos 9° a 22
del voto de la mayoría.
Por ello, se decide: I.- Hacer lugar a la demanda seguida
por Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi, Mariano
Ezequiel y Daniel Enrique Bianchi contra Camino del
Atlántico S.A. CV, condenándolo a pagar, dentro del plazo
de treinta días, las sumas de $ 277.280, $  140.760 y
$ 125.000, respectivamente, con más los intereses que se
liquidarán en la forma indicada en el considerando 22.
Costas por su orden atento a que lo resuelto importa un
cambio en la jurisprudencia del Tribunal (Fallos: 318:1214)
(art. 68, segundo párrafo, del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación); II.- Rechazar la demanda
interpuesta por Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi,
Mariano Ezequiel y Daniel Enrique Bianchi contra la
Provincia de Buenos Aires. Con costas (art. 68 del código
procesal citado); III.- Hacer lugar a la demanda seguida por
Leonardo Emanuel y Juan Pablo Martínez contra Camino
del Atlántico S.A. CV, condenándolo a pagar, dentro del
plazo de treinta días, las sumas de $ 86.818 y $ 22.000,
respectivamente, con más los intereses que se liquidarán
en la forma indicada en el considerando 22. Costas por su
orden (art. 68, segundo párrafo, código procesal citado);
IV.- Rechazar la demanda promovida por Juan Pablo y
Leonardo Emanuel Martínez contra la Provincia de Buenos
Aires. Con costas (art. 68, código procesal citado). V.-
Rechazar la demanda promovida por Juan Pablo y
Leonardo Emanuel Martínez contra los herederos de Héctor
Roberto Bianchi y Francisco Licastro. Costas por su orden
atento a lo dispuesto en el considerando 19 (art. 68,
segundo párrafo, código procesal citado); VI.- Agregar copia
de esta sentencia al expediente acumulado M.302.XXXIII.
"Martínez Lamas, Manuel c. Buenos Aires, Provincia de y
otro s/daños y perjuicios". Notifíquese y, oportunamente,
archívese.
Elena I. Highton de Nolasco.
Voto del señor Ministro Doctor Don E. Raul Zaffaroni
Considerando:
Que el infrascripto coincide con los considerandos 1° a 3°
del voto de la jueza Highton de Nolasco.
4°) Que en lo que hace a la responsabilidad de la
concesionaria por accidentes derivados de la presencia de
animales sueltos en la ruta, frente a quienes circulan por
ella, cabe establecer la naturaleza intrínseca de la relación
sustancial que se perfecciona entre dichos sujetos y, en su
consecuencia, la entidad de las obligaciones que dimanan
de tal vínculo.
5°) Que, en tal sentido, se advierte que el usuario abona
una suma de dinero, que percibe el concesionario, por el
uso del corredor vial concesionado, ya sea al ingresar o
luego de haber transitado por éste —d ependiendo del lugar
donde se encuentran ubicadas las cabinas de peaje—,
extremos que se encuentran preestablecidos en el contrato
de concesión y reglamento de explotación, los cuales a su
vez regulan las condiciones en que debe realizarse la
circulación de la vía, mas perse no desnaturalizan su
esencia, desde que la contraprestación, por el pago que se
realiza, reviste la entidad de un servicio.
6°) Que dicha consideración no importa desconocer la
esencia de la vinculación entre el concedente y la
concesionaria, antes bien constituye el antecedente que
posibilita encaminar la relación entre ésta y el usuario, de
forma que permite establecer su real naturaleza, aun
cuando determinados extremos que hacen a su objeto
aparezcan delineados en el Pliego de Bases y Condiciones
Generales para la Licitación de Concesión de Obra Pública;
Pliego de Condiciones Particulares para la Concesión de
Obras Viales y Precalificación; y el Reglamento de
Explotación.
7°) Que aun cuando el Estado, dentro del marco de la
concesión, ejerce los derechos fundamentales; la
vinculación entre el concesionario y el usuario resulta
comprensiva de derechos de naturaleza contractual de
diversa entidad e intensidad, en tanto aquél realiza la
explotación por su propia cuenta y riesgo, lo cual se
corresponde con la noción de riesgo y ventura inherente a
todo contrato de concesión.
8°) Que, en consonancia con el riesgo asumido y la
actuación que le es propia, cabe atribuirle la
responsabilidad directa y personal por las consecuencias
derivadas del cumplimiento del contrato celebrado con el
usuario, no empece a que en su ejecución pudiesen
presentarse ciertos obstáculos, en la medida que, como
contrapartida, le asiste el derecho a los beneficios
económicos derivados de aquella explotación.
9°) Que este servicio finca en facilitar el tránsito por la
carretera, asegurando al usuario una circulación normal,
libre de peligros y obstáculos, de forma que pueda arribar al
final del trayecto en similares condiciones a las de su
ingreso.
10) Que el concepto por el cual el usuario abona la suma
de dinero preestablecida —d enominado peaje—, a cambio
de la prestación del servicio, reviste la entidad de un precio
pues se encuentra gravado con el IVA. Es que la propia
norma de derecho público (R.G. CD.G.I.C 3545/92) así lo
define, en la medida que, en su art. 3°, prevé: "En los casos
en que el comprobante a que se refiere al artículo anterior
se emita a responsables inscriptos en el impuesto al valor
agregado, podrá —a los fines de discriminar el monto del
impuesto al valor agregado contenido en el precio del
servicio—, consignarse en el frente o en el dorso del
aludido comprobante el porcentaje que, aplicado al precio,
represente el citado monto del impuesto".
11) Que ese vínculo si bien conforma una relación de
consumo de acuerdo al derecho vigente, en consonancia
con lo establecido en la ley 24.240, que alcanzó la máxima
jerarquía al quedar incorporado al art. 42 de nuestra Carta
Magna, con la reforma constitucional de 1994, en el caso no
resulta factible la aplicación de la citada ley y sus
modificatorias, pues dicha norma se sancionó con
posterioridad a la fecha del accidente que origina el reclamo
de la parte actora (art. 3 ° del Código Civil). Por lo cual
dicha vinculación quedó circunscripta al marco normativo
establecido por el Código Civil.
12) Que con tal entendimiento y en el contexto expresado
en los considerandos 5° a 10 de la presente, cabe afirmar
que la relación resulta de naturaleza contractual de derecho
privado y hace nacer una obligación de seguridad a cargo
de la concesionaria, pues se trata de prestar un servicio de
carácter continuado, modalmente reflejado por el ingreso a
las rutas en forma masiva, y de uso simultáneo, sin que
pueda existir una deliberación previa de forma que permita
al usuario modificar los términos de la prestación.
13) Que la imposibilidad de esa deliberación, torna
relevante la operatividad del principio de buena fe que
informa el art. 1198 del Código Civil, de forma que debe
reflejarse indispensablemente en la eficiencia y seguridad
del servicio que se presta, para lograr de modo acabado la
obtención del resultado.
14) Que en ese cauce, el principio de la buena fe reviste
particular relevancia, en tanto la consecución modal está
dirigida a plasmar, materialmente, las expectativas legítimas
objetivamente suscitadas, en un marco de razonabilidad
consecuente al deber del usuario de conducirse en
correspondencia con el uso normal y previsible que
concierne a la naturaleza del servicio en cuestión.
15) Que esas expectativas, así configuradas, en la materia
que se trata, se corresponden con la prestación del servicio,
a cargo del concesionario, en términos tales que mantenga
indemne la integridad física y patrimonial del usuario, pues
en esa consecución éste ha depositado su confianza, la
cual estriba en el tránsito por la vía concesionada sin riesgo
alguno para dichos bienes.
16) Que, en tales condiciones, la responsabilidad de la
concesionaria resulta de carácter objetivo, ya que asume
frente al usuario una obligación de seguridad por resultado,
consistente en que aquél debe llegar sano y salvo al final
del recorrido, en consonancia con el principio de buena fe
(art. 1198 del Código Civil) que integra la convención y
permite interpretarla, y el deber de custodia que sobre
aquélla recae. El cumplimiento de este último es inherente a
las prestaciones que se encuentran a su cargo, como
resultan las de vigilancia permanente, remoción inmediata
de obstáculos y elementos peligrosos, alejar a los animales
que invadan la ruta dando aviso, de inmediato, a la
autoridad pública correspondiente y toda otra medida que
pueda caber dentro del referido deber, a los efectos de
garantizar debidamente la seguridad y la fluidez de la
circulación.
17) Que a mayor abundamiento, sin perjuicio de la
responsabilización objetiva que cabe atribuir a la
concesionaria, en el sublite concurren otros extremos
acreditativos del incumplimiento de las obligaciones
establecidas en el reglamento de explotación (fs. 518/524),
en cuanto recaen sobre aquélla, dentro de las funciones de
control de su personal, la verificación del correcto estado y
funcionamiento de la señalización (art. IV. 4).
18) Que como se desprende de las actuaciones
administrativas agregadas, en cumplimiento de esas
obligaciones la codemandada presentó los planos de
señalización previstos que indicaban los carteles existentes
y aquellos que, según su criterio y las características de la
ruta, era necesario incorporar. Así, en la zona donde ocurrió
el accidente —s obre la cual no hay discrepancia entre las
partes— (ver fs. 113 de la contestación de la demanda de la
concesionaria) preexistía sobre la mano opuesta a la que
circulaba el vehículo conducido por Bianchi un cartel que
indicaba la presencia de animales sueltos en tanto que, en
la mano por la que transitaban, estaba prevista la
colocación de uno semejante para dotar a los usuarios de
avisos coincidentes en un sector donde el peligro no podía
ser unilateral. Esto surge de los planos glosados a
fs. 660/662, cuyas orientaciones cardinales quedaron
aclaradas con motivo de la medida para mejor proveer
dispuesta a fs. 921.
Pero esa indicación, caracterizada en el plano de fs. 660
con una figura hexagonal que simboliza "cartel a colocar",
no estaba instalada al menos hasta la oportunidad en que
los funcionarios de la Dirección de Vialidad Provincial
confeccionaron el "croquis de señalización" de fs. 828 que
"representa la situación de señalización vertical al 29 de
octubre de 1996" (ver fs. 564 vta.), lo que muestra que a la
fecha del accidente (11 de febrero de 1991) no existía tal
advertencia.
Vale decir, entonces, que Camino del Atlántico S.A. CV,
que tenía a su cargo la señalización de la ruta y la
verificación del estado de ese trabajo según la
reglamentación del contrato de concesión, omitió cumplir
con un recaudo que a su juicio era necesario para asegurar
la circulación de los vehículos.
Esa omisión se constituyó entonces en un riesgo
imprevisible para los conductores con consecuencias para
el desarrollo del tránsito vial en la zona, y hace aplicable a
su respecto lo dispuesto en el art. 902 del Código Civil.
19) Que en lo atinente a la responsabilidad objetiva, el
concesionario debe responder ante al usuario por los daños
provocados por animales que invaden la carretera
concesionada, salvo que demuestre la mediación de
eximente en punto a la ruptura del nexo causal. Para que
proceda dicha eximición, debe acreditar el acaecimiento de
culpa de la víctima o la de un tercero por el que no debe
responder o del caso fortuito.
20) Que corresponde ponderar, en tal sentido, si se
configuran los extremos que podrían eximir de
responsabilidad a la codemandada Camino del Atlántico
S.A.
Al respecto, no hay evidencias que demuestren la
conducta imprudente del conductor del automotor que alega
la concesionaria en su responde, toda vez que las
constancias del peritaje del ingeniero mecánico agregado a
la causa acumulada (ver fs. 1001/1005 y 1010/1011) no
permiten acreditar que el vehículo circulara a una velocidad
superior a los 80 km/hora, que era la permitida en la zona
(fs. 964 de ese expediente).
En cuanto hace a la responsabilidad que podría
corresponderle al propietario de los animales que
colisionaron con el automotor, con arreglo a lo dispuesto
por el art. 1124 del Código Civil, debe destacarse ante todo
que, si bien la demanda se promovió genéricamente contra
"quien eventualmente pueda resultar dueño y/o guardián de
los animales causantes del accidente" (fs. 49 vta., punto II,
2. ap. 3), lo cierto es que tras el frustrado intento de
individualizar al titular de la marca del animal, se tuvo a la
actora por desistida de la citación del codemandado
mencionado en forma genérica (fs. 332), situación que
excluye todo pronunciamiento sobre la eventual
responsabilidad de aquel propietario indeterminado.
Por último, a tenor de la obligación de seguridad asumida,
no han sido invocados ni acreditados hechos o
circunstancias vinculadas con la irrupción de los animales
en la ruta, de modo que puedan revestir las características
de imprevisibles e inevitables propias del caso fortuito o
fuerza mayor, con aptitud suficiente para interrumpir el nexo
causal.
21 a 30) Que el infrascripto coincide con los considerandos
9 a 18 del voto de la mayoría.
31) Que en relación a los daños invocados, ambos
demandantes han reclamado el resarcimiento de las
secuelas que dicen padecer a raíz del accidente (fs. 41 vta.,
punto A). Leonardo Martínez, que contaba con 9 años a la
fecha del evento, por las lesiones encefálicas sufridas debió
ser intervenido quirúrgicamente y manifiesta que nunca se
repuso totalmente, "ya que experimentó graves
transformaciones de conducta, deficiencias motoras, en el
equilibrio, en el habla etc.". El grave traumatismo
encéfalocraneano, según el peritaje, se traduce en el plano
físico en una incapacidad total y permanente del 50% de la
total obrera (fs. 842 y 843). En el plano psicológico, el
coactor presenta un cuadro compuesto por trastorno por
estrés postraumático, fobia simple y trastorno obsesivo
compulsivo (fs. 843) y, según el experto, esa neurosis
postraumática le acarrea una incapacidad parcial y
permanente del 25% de la total obrera (fs. 844). Teniendo
en cuenta estas conclusiones, se determina para el
demandante la suma de $ 50.000.
En cuanto a la situación de Juan Pablo Martínez, que tenía
12 años al momento del accidente, si bien no registra
secuelas físicas actuales derivadas de las lesiones sufridas
en esa oportunidad, presenta consecuencias psicológicas
originadas en la traumática experiencia vivida. En este
sentido, el experto diagnostica una neurosis
postraumática —f óbica y obsesivo compulsiva— de
intensidad moderada a grave, con una incapacidad parcial y
permanente del 30% de la total obrera (fs. 834/835). Por
este concepto, se estima la suma de $ 15.000.
32) Que el resarcimiento del daño moral es procedente en
atención a los padecimientos experimentados por los
coactores en el trágico accidente que los involucró y a
consecuencia de las secuelas derivadas del mismo. Por
ello, se fija la indemnización en la suma de $ 35.000 para
Leonardo Emanuel Martínez y en $ 7.000 para Juan Pablo
Martínez.
33) Que a dichos importes se debe adicionar el reembolso
de los gastos de internación de Leonardo Emanuel Martínez
en la Clínica del Niño y de la Madre que, en valores
actualizados al 1° de abril de 1991, ascienden a $ 1.549
(ver fs. 779/783) y los gastos de farmacia, que según se
expresa en el escrito inicial ascienden a $ 269, suma
considerada acorde con las afecciones provocadas por el
accidente (conf. peritaje médico fs. 834 y 845).
34) Que, para ambas condenas, los intereses se deberán
calcular a partir del 11 de febrero de 1991 —d ía del
accidente— hasta el efectivo pago. Empero, los accesorios
deberán computarse con relación al ítem "tratamiento
psicológico" a partir de la notificación de la sentencia.
Por ello, se decide: I.- Hacer lugar a la demanda seguida
por Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi, Mariano
Ezequiel y Daniel Enrique Bianchi contra Camino del
Atlántico S.A. CV, condenandolo a pagar, dentro del plazo
de treinta días, las sumas de $ 277.280, $ 140.760 y
$ 125.000, respectivamente, con más los intereses que se
liquidarán en la forma indicada en el considerando 35.
Costas por su orden atento a que lo resuelto importa un
cambio en la jurisprudencia del Tribunal (Fallos: 318:1214)
(art. 68, segundo párrafo, del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación); II.- Rechazar la demanda
interpuesta por Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi,
Mariano Ezequiel y Daniel Enrique Bianchi contra la
Provincia de Buenos Aires. Con costas (art. 68 del código
procesal citado); III.- Hacer lugar a la demanda seguida por
Leonardo Emanuel y Juan Pablo Martínez contra Camino
del Atlántico S.A. CV, condenándolo a pagar, dentro del
plazo de treinta días, las sumas de $ 86.818 y $  22.000,
respectivamente, con más los intereses que se liquidarán
en la forma indicada en el considerando 35. Costas por su
orden (art. 68, segundo párrafo, código procesal citado);
IV.- Rechazar la demanda promovida por Juan Pablo y
Leonardo Emanuel Martínez contra la Provincia de Buenos
Aires. Con costas (art. 68, código procesal citado). V.-
Rechazar la demanda promovida por Juan Pablo y
Leonardo Emanuel Martínez contra los herederos de Héctor
Roberto Bianchi y Francisco Licastro. Costas por su orden
atento a lo dispuesto en el considerando 32 (art. 68,
segundo párrafo, código procesal citado); VI.- Agregar copia
de esta sentencia al expediente acumulado M.302.XXXIII.
"Martínez Lamas, Manuel c. Buenos Aires, Provincia de y
otro s/daños y perjuicios". Notifíquese y, oportunamente,
archívese. E. Raul Zaffaroni.
Disidencia Parcial del Señor Presidente Doctor Don
Enrique Santiago Petracchi y de la Señora Ministra Doctora
Doña Carmen M. Argibay
Considerando:
Que los infrascriptos coinciden con los considerandos 1° a
3° del voto de la jueza Highton de Nolasco.
4°) Que en Fallos: 325:1265, el Tribunal, siguiendo un
criterio consolidado, ha señalado que si bien las
concesionarias viales están obligadas en términos
genéricos a posibilitar la utilización del camino por parte de
los usuarios en condiciones normales, suprimiendo
cualquier causa que origine molestias o inconvenientes al
tránsito, o que represente peligrosidad, "dicha estipulación
debe ser interpretada en el contexto de las obligaciones
propias del ente concesionario en orden a la remodelación,
conservación y explotación del corredor vial conferido,
enderezadas al mantenimiento y señalización de calzadas y
banquinas, y a la oferta de servicios auxiliares al usuario"
(considerando 6°).
5°) Que, según surge del contrato de concesión, quedaban
a cargo de la concesionaria las tareas de conservación y
mantenimiento de las obras (art. 1, cap. I) (fs. 494) a cuyo
fin se instrumentó un plan de trabajo (ver fs. 500). A su vez,
el reglamento respectivo (fs. 518/524) preveía en su art. I.6
las obligaciones genéricas afines a las de otros contratos
acerca de la conservación del camino y las condiciones de
seguridad para su utilización por los usuarios en
condiciones normales. Con un alcance más específico y
dentro de las funciones de control del personal de la
concesionaria se contemplaba en el art. IV. 4 la verificación
del correcto estado y funcionamiento de la iluminación
y señalización (énfasis agregado).
6°) Que como se desprende de las actuaciones
administrativas agregadas, en cumplimiento de esas
obligaciones la codemandada presentó los planos de
señalización previstos que indicaban los carteles existentes
y aquellos que, según su criterio y las características de la
ruta, era necesario incorporar. Así, en la zona donde ocurrió
el accidente — s obre la cual no hay discrepancia entre las
partes— (ver fs. 113 de la contestación de la demanda de la
concesionaria) preexistía sobre la mano opuesta a la que
circulaba el vehículo conducido por Bianchi un cartel que
indicaba la presencia de animales sueltos en tanto que, en
la mano por la que transitaban, estaba prevista la
colocación de uno semejante para dotar a los usuarios de
avisos coincidentes en un sector donde el peligro no podía
ser unilateral. Esto surge de los planos glosados a
fs. 660/662, cuyas orientaciones cardinales quedaron
aclaradas con motivo de la medida para mejor proveer
dispuesta a fs. 921.
Pero esa indicación, caracterizada en el plano de fs. 660
con una figura hexagonal que simboliza "cartel a colocar",
no estaba instalada al menos hasta la oportunidad en que
los funcionarios de la Dirección de Vialidad Provincial
confeccionaron el "croquis de señalización" de fs. 828 que
"representa la situación de señalización vertical al 29 de
octubre de 1996" (ver fs. 564 vta.), lo que muestra que a la
fecha del accidente (11 de febrero de 1991) no existía tal
advertencia.
Vale decir, entonces, que Camino del Atlántico S.A. CV,
que tenía a su cargo la señalización de la ruta y la
verificación del estado de ese trabajo según la
reglamentación del contrato de concesión, omitió cumplir
con un recaudo que a su juicio era necesario para asegurar
la circulación de los vehículos.
Esa omisión se constituyó entonces en un riesgo
imprevisible para los conductores con consecuencias para
el desarrollo del tránsito vial en la zona, y hace aplicable a
su respecto lo dispuesto en el art. 902 del Código Civil. Por
otro lado, no hay evidencias que demuestren la conducta
imprudente del conductor del automotor que alega la
codemandada en su responde toda vez que las constancias
del peritaje del ingeniero mecánico agregado a la causa
acumulada (ver fs. 1001/1005 y 1010/1011) no permiten
acreditar que el vehículo circulara a una velocidad superior
a los 80 km/hora, que era la permitida en el lugar (fs. 964 de
ese expediente).
7°) Que la responsabilidad de "Camino del Atlántico S.A.
CV", que nace de la omisión en que incurrió, no se ve
alterada por la que pudiera caber al propietario del equino
que invadió la ruta, según lo previsto en el art. 1124
del Código Civil. En efecto, la responsabilidad que la citada
norma pone en cabeza del dueño o guardador de un animal
por los daños que cause, no es exclusiva ni excluyente de
aquella concurrente —d e distinta índole y causa— que
corresponde a la citada concesionaria vial. Esto es
especialmente aplicable en el sublite , por cuanto no se ha
individualizado al dueño o guardián del animal y —p or lo
tanto— no se lo ha traído a juicio, situación que excluye
todo pronunciamiento sobre la eventual responsabilidad de
aquél.
8°) Que corresponde ahora fijar la indemnización
correspondiente. Según se desprende de los antecedentes
de la causa el accidente provocó la muerte del señor Héctor
Roberto Bianchi, y ocasionó a su cónyuge Isabel del
Carmen Pereyra de Bianchi, lesiones físicas y psicológicas.
Entre las primeras se destaca la severa afección del nervio
facial izquierdo. Por su parte, su hijo Mariano Ezequiel
Bianchi sufrió daños físicos que, según se expresa en la
demanda, serían objeto de comprobación. Ambos
damnificados reclaman, también, el daño moral.
9° a 21) Que los infrascriptos coinciden con los
considerandos 9° a 21 del voto de la mayoría.
22) Que para ambas condenas los intereses se deberán
calcular, a partir del 11 de febrero de 1991 —f echa del
accidente— hasta el efectivo pago. Con relación a la suma
asignada en concepto de "tratamiento psicológico", los
intereses correrán a partir de la notificación de la sentencia.
Por ello, se decide: I.- Hacer lugar a la demanda seguida
por Isabel del Carmen Pereyra de Bianchi, Mariano
Ezequiel y Daniel Enrique Bianchi contra Camino del
Atlántico S.A. CV, condenándolo a pagar, dentro del plazo
de treinta días, las sumas de $ 277.280, $ 140.760 y
$ 125.000, respectivamente, con más los intereses que se
liquidarán en la forma indicada en el considerando 22. Con
costas (art. 68 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación); II.- Rechazar la demanda interpuesta por Isabel del
Carmen Pereyra de Bianchi, Mariano Ezequiel y Daniel
Enrique Bianchi contra la Provincia de Buenos Aires. Con
costas (art. 68 del código procesal citado); III.- Hacer lugar
a la demanda seguida por Leonardo Emanuel y Juan Pablo
Martínez contra Camino del Atlántico S.A. CV,
condenándolo a pagar, dentro del plazo de treinta días, las
sumas de $ 86.818 y $ 22.000, respectivamente, con más
los intereses que se liquidarán en la forma indicada en el
considerando 22. Con costas (art. 68, código procesal
citado); IV.- Rechazar la demanda promovida por Juan
Pablo y Leonardo Emanuel Martínez contra la Provincia de
Buenos Aires. Con costas (art. 68, código procesal citado).
V.- Rechazar la demanda promovida por Leonardo Emanuel
y Juan Pablo Martínez contra los herederos de Héctor
Roberto Bianchi y Francisco Licastro. Costas por su orden,
en razón de que pudieron creerse fundadamente con
razones para litigar (art. 68, segundo párrafo, código
procesal citado); VI.- Agregar copia de esta sentencia al
expediente acumulado M.302.XXXIII. "Martínez Lamas,
Manuel c. Buenos Aires, Provincia de y otro s/daños y
perjuicios".
Notifíquese y, oportunamente, archívese. Enrique Santiago
Petracchi - Carmen M. Argibay.

CSJN, 13/3/2007, "Banco Río de la Plata S.A. c.


Industrias J. Matas S.C.A. y otro", Fallos: 330:803.
Hechos
Un juez de la Provincia de Mendoza hizo lugar a la
inhibitoria interpuesta por la accionada y declaró su
competencia para entender en un juicio ejecutivo, sobre la
base de que el domicilio de la empresademandada se
halla en esa Provincia y lo dispuesto por el art. 4° del
código de rito local. Por su parte, el magistrado nacional,
rechazó la inhibitoria y declaró su competencia, con
sustento en la prórroga de jurisdicción acordada por las
partes en el contrato de mutuo. Elevadas las actuaciones,
la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró
competente a la justicia nacional.
Sumarios
1. Las cuestiones de competencia entre tribunales de
distinta jurisdicción deben ser resueltas por aplicación de
las normas nacionales de procedimientos.
2. Corresponde rechazar la inhibitoria planteada ante el juez
de la Provincia de Mendoza —c on sustento en el domicilio
de la empresa y en la improrrogabilidad dispuesta por el
art. 4° del Cód. de rito local— y declarar la competencia de
la justicia nacional para entender en la ejecución
hipotecaria, toda vez que, en oportunidad de concluirse la
relación jurídica que los vinculó, los contratantes admitieron
someterse expresamente a la jurisdicción y competencia de
los tribunales ordinarios de la Ciudad de Buenos Aires.
3. La jurisdicción territorial es esencialmente prorrogable
por conformidad de los interesados cuando se trata —
c omo en el caso— de
asuntos exclusivamente patrimoniales.
4. Cabe desestimar el planteo de invalidez de una cláusula
de prórroga de jurisdicción pactada en un contrato de
mutuo, por su carácter abusivo, toda vez que dicho planteo
se sustenta, centralmente, en la ley de Defensa del
Consumidor y en la Resolución N° 53/2003 de la Secretaría
de la Competencia, la Desregulación y la Defensa del
Consumidor, y el contrato base de la ejecución no es de
aquellos denominados como de adhesión, máxime si el
demandado no ha requerido su nulidad, ni ha demostrado
que se le afecte la debida defensa en juicio o que le genere
una virtual denegación de justicia.
Fallo in extenso
Dictamen de la Procuradora Fiscal Subrogante de la
Nación
Suprema Corte:
I. El señor juez a cargo del Juzgado en lo Civil, Comercial y
Minas de la Primera Circunscripción Judicial de la Provincia
de Mendoza, hizo lugar a la inhibitoria interpuesta por la
demandada y declaró su competencia para entender en
los autos: "Banco Rio de la Plata S.A. c. Industrias J. Matas
y otro s/ejecución especial ley 24.441. Ejecutivo",
Expediente N° 75.538/2005, en trámite ante el Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 89.
Señaló, que resultaba competente para conocer en la
causa la justicia ordinaria del referido estado provincial en
virtud que, el domicilio de la empresa demandada se halla
en la Provincia de Mendoza y porque el artículo 4° del
código de rito local dispone que la competencia de los
Tribunales Provinciales es improrrogable en las relaciones
jurídicas nacidas de contratos con garantías hipotecarias,
siempre y cuando se hubieran celebrado en el ámbito de la
provincia, el bien se encuentre en su ámbito territorial y/o
estén comprometidos derechos del consumidor
resguardados por la ley 24.240 (Ver fs. 244/245 y 249).
Por su parte, el magistrado nacional, rechazó la inhibitoria
del magistrado provincial y declaró su competencia, con
sustento en la prórroga de jurisdicción acordada por
las partes en el contrato de mutuo con garantía real obrante
a fojas 57/81 de las presentes actuaciones (Ver
fs. 265/266).
En tales condiciones se planteó un conflicto de
competencia que corresponde dirimir a esta Corte en los
términos del artículo 24 inciso 7° del decreto-ley 1285/58.
II. Debo señalar, en primer lugar, que V.E. tiene
reiteradamente dicho que las cuestiones de competencia
entre tribunales de distinta jurisdicción deben ser resueltas
por aplicación de las normas nacionales de procedimientos
(Ver Doctrina de Fallos: 302:1380, entre otros).
En tales condiciones, cabe resaltar que el artículo 2°,
primera parte, del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación, establece que la jurisdicción territorial es
esencialmente prorrogable por conformidad de los
interesados cuando se trata, como ocurre en autos, de
asuntos exclusivamente patrimoniales (Ver Doctrina de
Fallos: 306:542 y 313:717, entre muchos otros).
En tal orden de ideas, en oportunidad de concluirse la
relación jurídica que los vinculó, los contratantes admitieron
someterse expresamente a la jurisdicción y competencia de
los tribunales ordinarios de la Ciudad de Buenos Aires (Ver
fojas 76 y vta., punto VI, del contrato en que se funda la
demanda).
Cabe señalar, a mayor abundamiento, que no resulta óbice
a la adopción del criterio expuesto precedentemente, las
alegaciones invocadas por la accionada en cuanto
peticiona, en forma genérica, la invalidez de la referida
cláusula de prórroga de jurisdicción por su carácter abusivo
con sustento, centralmente, en la ley de Defensa del
Consumidor y en la Resolución N° 53/2003 de la Secretaría
de la Competencia, la Desregulación y la Defensa del
consumidor. Así lo pienso toda vez que la presente
ejecución se sustenta en un contrato de mutuo con garantía
hipotecaria y no en un contrato que revista características
propias de aquellos denominados como de "adhesión" —en
los que su contenido se estructura a partir de cláusulas
predispuestas que impliquen un perjuicio o una inequidad
para la parte adherente de la relación contractual—,
máxime cuando surge de las constancias de autos, que el
demandado no ha requerido su nulidad, ni ha demostrado
en forma concreta que la misma importe una efectiva
afectación a la debida defensa en juicio o que le genere una
virtual denegación de justicia.
Considero, que las circunstancias apuntadas
precedentemente, sumadas a que de una lectura
pormenorizada de las actuaciones surge que el referido
acuerdo de prórroga jurisdiccional no importa
desvirtuar, prima facie, el objeto fin de la relación
contractual base de la presente acción, antecedente que a
estos fines permite atender a lo convenido en la cláusula
mencionada.
En tal sentido, entiendo que la inhibitoria planteada ante el
magistrado en lo civil, comercial y de minas de la Provincia
de Mendoza, debe ser rechazada y disponer que ha de
seguir entendiendo en las presentes actuaciones el
Juzgado de Primera Instancia en lo Civil
N° 89. — Diciembre 19 de 2006. — Marta A. Beiró de
Gonçalvez.
Sentencia de la Corte suprema
Buenos Aires, marzo 13 de 2007.
Autos y Vistos:
De conformidad con lo dictaminado por la señora
Procuradora Fiscal subrogante, se declara que resulta
competente para conocer en las actuaciones el Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Civil n° 89, al que se le
remitirán. Hágase saber al Sexto Juzgado en lo Civil,
Comercial y Minas de la Primera Circunscripción Judicial de
la provincia de Mendoza. — Elena I. Highton de
Nolasco. — Carlos S. Fayt. — Enrique Santiago
Petracchi. — Juan Carlos Maqueda.

CSJN, 5/6/2007, "González Torres, M. E. c. Deluca, J. A.


y/o Servicios Viajes S.A. s/indemnización de daños y
perjuicios y daño moral". Fallo in extenso
Dictamen Procuración General
Suprema Corte:
-I-
A fs. 663/672, el Superior Tribunal de Justicia de la
Provincia del Chaco desestimó los recursos de
inconstitucionalidad e inaplicabilidad de ley o doctrina legal
interpuestos por Servicios Viales S.A. Concesionaria de
Rutas por Peaje y de inconstitucionalidad deducido por la
tercera citada en garantía, Compañía Argentina de Seguros
Providencia Sociedad Anónima, contra el fallo de la Cámara
de Apelaciones en lo Civil y Comercial que confirmó el de
primera instancia en cuanto hizo lugar a la demanda
articulada por Marcelo Eduardo González Torres contra
José Adolfo Deluca y las empresas nombradas, a raíz de
los daños y perjuicios derivados del accidente sufrido al
embestir con su vehículo un animal mientras transitaba por
la ruta nacional Nº 11.
Para así decidir, entendieron los jueces, en sustancia, que
la relación entre la concesionaria y el usuario de la ruta es
de derecho privado y de naturaleza contractual y que, de
ello, surgen dos obligaciones destacables, una principal o
propia, cual es la de habilitar al usuario el tránsito por el
corredor vial y la otra, de seguridad, por los daños que
aquél pudiera sufrir durante la circulación vehicular.
De esta manera concluyó que, ante la omisión de la
concesionaria de demostrar que adoptó las medidas
adecuadas para evitar el accidente, los daños le son
atribuibles en virtud del deber de seguridad.
-II-
Disconforme con tal pronunciamiento, Servicios Viales S.A.
Concesionaria de Rutas por Peaje interpuso el recurso
extraordinario de fs. 675/695, que fue concedido a fs.
711/712.
Afirma que la decisión del a quo es arbitraria y vulnera la
garantía del debido proceso legal y los derechos de defensa
en juicio y de propiedad (arts. 18, 33 y 17 de la Constitución
Nacional), toda vez que incurre en defectos de
fundamentación, incongruencia, omite considerar hechos
relevantes y realiza afirmaciones dogmáticas.
Asevera que el peaje es de naturaleza tributaria, porque el
concesionario es un delegado de la gestión encomendada
por el Estado para el mantenimiento y conservación de la
ruta, motivo por el cual responde sólo por las cargas
impuestas en el marco regulatorio vigente (vgr. defectos de
señalización, baches, roturas, etc.).
Agrega que, el pronunciamiento no es una derivación
razonada del derecho vigente, pues surge del art. 21 del
reglamento de explotación —de carácter obligatorio para el
concedente, el concesionario y los usuarios— que la
responsabilidad de la concesionaria nace del dolo o
negligencia comprobada de su parte, circunstancia que
debió acreditar la actora y no lo hizo.
-III-
A mi modo de ver, el recurso es formalmente admisible
pues, pese a que la apelante sostiene la arbitrariedad de
aquel pronunciamiento, en rigor cuestiona la inteligencia
asignada por el a quo a normas de carácter federal —vgr.
la ley 17.520 modificada por sus similares 21.691 y 23.696
y los decretos 1105/89, 823/89 y 2039/90— y lo decidido
por el superior tribunal de la causa fue adverso al derecho
que la recurrente sustentó en ellas(inc.3º del art. 14, de
la ley 48).
Ha dicho V.E. al respecto que, en la tarea de esclarecer la
inteligencia de las normas federales, la Corte no se
encuentra limitada por las posiciones de las partes ni de los
tribunales intervinientes, sino que le corresponde realizar
una declaratoria sobre el punto disputado (art. 16 de la ley
48), según la interpretación que rectamente le otorgue
(Fallos: 307:1457; 317:779, entre otros).
-IV-
En primer lugar considero que, tal como lo sostiene la
apelante, atento a la naturaleza tributaria del peaje, la
relación entre la concesionaria y el usuario es extra
contractual, circunstancia que torna aplicables las normas y
principios que rigen tal clase de responsabilidad. Dicho
criterio surge de la doctrina expuesta por V.E. en
Fallos:314:595 al dejar sentado que el peaje es para el
usuario una contribución vinculada al cumplimiento de
actividades estatales, como puede serlo la construcción de
una vía, o su mejora, ampliación, mantenimiento,
conservación, etc., y aún cuando para el concesionario
constituye un medio de remuneración de sus servicios, no
puede ser considerado desde el punto de vista meramente
contractual.
Ello es así, porque una cosa es la función del Estado y el
modo de proveera su costo, otra la forma en que éste
decide legítimamente ejecutar la obra, en cuyo caso puede
optar por realizarla por sí o recurrir a relaciones
contractuales con otras personas, como ocurre en la
concesión de obra pública. En este supuesto, el
concesionario es un delegado de la función del Estado a
quien se le encomienda de manera específica aquellas
tareas y responde, por ende, sólo por las cargas impuestas
en el marco regulatorio en vigor y las delegadas por el
concedente.
La conclusión que se postula se encuentra corroborada en
la motivación del decreto 527/91 —que establece los
lineamientos a los que deben ajustarse las concesiones
otorgadas por el decreto 2039/90— cuyo primer
considerando reconoce carácter de "derecho público" a la
relación entre concedentes, concesionarios y usuarios,
como también de "tributo" al peaje, cuando expresa en el
considerando décimo "Que, en atención a ese carácter
tributario que ostenta la tarifa de su naturaleza de exacción
pública, es prerrogativa del concedente el
modificarla ... (ello) también (se funda) en el mencionado
origen reglamentario del peaje que lo independiza
necesariamente de las previsiones de las partes" .
Sentado lo expuesto, en lo que respecta al fondo de la
cuestión debatida en el
sub lite , el Tribunal ha señalado, como principio general
en torno a la responsabilidad estatal y con relación también
a un reclamo formulado como consecuencia de los daños
provocados por un animal suelto en una ruta "que el
ejercicio del poder de policía de seguridad que corresponde
al Estado" —cuyo incumplimiento se le endilgaba— "no
resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un
evento en el cual ninguno de sus órganos o dependientes
tuvo parte, toda vez que no parece razonable pretender que
su responsabilidad general en orden ala prevención de los
delitos pueda llegar a involucrarlo a tal extremo en las
consecuencias dañosas que ellos produzcan con motivo de
hechos extraños a su intervención directa" (conf. Fallos:
312:2138 consid. 5º). Esta doctrina se reiteró —entre
muchas otras— en las causas "Bertinat" y "Colavita" (Fallos:
323:305 y 318) y en sentencia de V.E. del 28 de mayo de
2002 in re: E.48, L.XXXII"Expreso Hada S.R.L. c. San Luis,
Provincia de y otros s/cobro de pesos".
Desde esta perspectiva, forzoso es concluir, en mi
concepto, que tampoco cabe atribuírsela a la concesionaria
de la ruta, "quien no puede asumir frente al usuario —por la
delegación de funciones propias de la concesión-, derechos
o deberes mayores a los que correspondían al ente
concedente" (conf. sentencia in re: "Expreso Hada
S.R.L."cit., consid. 5º). Esta conclusión es particularmente
válida en el sub lite si se advierte que las funciones de
policía de seguridad y policía de tránsito deben ser
ejercidas por la autoridad pública (ver art. 29.- Vigiliancia,
del reglamento de explotación).
Al margen de lo expresado, cabe recordar que en los
precedentes aludidos la Corte resolvió, sobre la base de
interpretar los contratos de concesión -análogos al
celebrado por Servicios Viales S.A. Concesionaria de Rutas
por Peaje, aprobado por el decreto 2039/90, en el marco de
la ley 17.520, modificada por su similar 23.696-, que no
surge que la demandada haya asumido obligaciones
vinculadas con el hecho que motivó la causa y cuyo
incumplimiento pueda generar su consiguiente
responsabilidad (pronunciamiento dictado in re: "Colavita" y
"Expreso Hada S.R.L." citados).
En efecto, entiendo que ello es así porque,aún cuando la
apelante se encuentra obligada en términos genéricos a
conservar en condiciones de utilización el camino, de
acuerdo a lo dispuesto en el punto 11 del Título III del
Pliego de Condiciones Particulares para la Concesión de
Obras Viales y de Precalificación, "debiendo suprimir las
causas que originen molestias, inconvenientes o
peligrosidad para los usuarios..." (conf. art. 25 del
reglamento de explotación antes citado y art. 15 del Pliego
de Bases y Condiciones Generales para la Licitación de
Concesión de Obra Pública) y"el concesionario será
responsable por los daños y perjuicios ocasionados al
concedente o a los usuarios cuando sean debidos a dolo o
negligencia comprobada en el cumplimiento de las
obligaciones a su cargo" (art. 21 del reglamento de
explotación), dichas cláusulas deben ser interpretadas en el
contexto de las obligaciones propias del ente concesionario
en orden a la remodelación, conservación y explotación del
corredor vial conferido, enderezadas al mantenimiento y
señalización de las calzadas y banquinas, y a la oferta de
servicios auxiliares al usuario (conf. Fallos: 323:318
dictado in re "Colavita", consid. 3° y "Expreso Hada S.R.L.",
consid. 6°, citados).
De este modo, a mi juicio, no resulta admisible extender la
responsabilidad de la concesionaria más allá de tales
obligaciones —inherentes al estado de la ruta misma—, ni
exigirle el control de los alambrados linderos a la traza, ya
que el reglamento de explotación impone a los propietarios
de los fundos aledaños el deber de adoptar las medidas
tendientes a impedir la presencia de animales sueltos en la
zona del camino y los erige en"responsables de todos los
gastos que ocasione su retiro y de los daños que pudieran
causar" (conf. art. 24 del reglamento de explotación).
Por último, también el Tribunal ha expresado que "los
animales susceptibles de identificación, sean orejanos o no,
son ajenos a la concesión, ya que para ningún fin las
empresas de mantenimiento vial usan animales, ni para
seguridad, ni para transporte, ni para corte de pastos y
malezas. Está totalmente fuera de las actividades
establecidas en el contrato de concesión, del objeto social
volcado en sus estatutos y del que efectivamente cumple la
concesionaria vial (conf. sentencia dictada in re: "Expreso
Hada S.R.L." cit., consid. 3º).
-V-
Por las razones expuestas, opino que corresponde revocar
la sentencia de fs. 663/672 en cuanto fue materia de
recurso extraordinario.
Buenos Aires, 26 de diciembre de 2002.
Nicolas Eduardo Becerra
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 5 de junio de 2007.
Vistos los autos: "González Torres, M. E. c. Deluca, J. A.
y/o Servicios Viajes S.A. s/indemnización de daños y
perjuicios y daño moral".
Considerando:
Que el recurso extraordinario es inadmisible (art. 280 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, y oído el señor Procurador General de la Nación,
se declara improcedente el recurso extraordinario. Con
costas. Notifíquese y devuélvase. Ricardo Luis Lorenzetti
(según su voto). — Elena I. Highton de Nolasco (según su
voto). — Enrique Santiago Petracchi (en
disidencia). — Juan Carlos Maqueda. — E. Raul Zaffaroni
(según su voto). — Carmen M. Argibay.
Voto del Señor Presidente Doctor Don Ricardo Luis
Lorenzetti.
Considerando:
1°) Que los antecedentes del caso se encuentran
adecuadamente reseñados en el dictamen del señor
Procurador General de la Nación al que, en este aspecto,
corresponde remitir por razón de brevedad.
2°) Que el accidente de tránsito al que se refieren las
presentes actuaciones ocurrió el 4 de diciembre de 1992.
Consiguientemente, no es posible aplicar en la especie
la ley 24.240 y sus modificatorias, pues dicha norma se
sancionó con posterioridad a la fecha indicada (art. 3° del
Código Civil).
Sentado lo anterior, corresponde tener aquí por
reproducidas las consideraciones de derecho expuestas por
esta Corte en el fallo dictado en las causas acumuladas
B.606.XXIV "Bianchi, Isabel del Carmen Pereyra de c.
Buenos Aires, Provincia de", D.32.XL AD=Onofrio, Monla
Vanesa Graciela c. Caminos del Atlántico S.A.C.V.
s/sumario" y M.302 XXXIII "Martínez Lamas, Manuel",
sentencia del 7 de diciembre de 2006, especialmente en
cuanto a que en el derecho vigente a la época del evento
dañoso, el vínculo entre el usuario y el concesionario vial
era contractual, regulado por el Código Civil, suponiendo a
cargo del último un deber de seguridad, de origen legal e
integrado en la relación contractual, que lo obligaba a la
adopción de medidas de prevención adecuadas a los
concretos riesgos existentes en la ruta concesionada, en
tanto resultaran previsibles; previsibilidad que, a los fines de
juzgar la infracción o no a aquél deber de seguridad debe
ser examinada en cada caso particular pues, lógicamente,
no puede ser igual el tratamiento de la responsabilidad del
concesionario vial de una autopista urbana, que la del
concesionario de una ruta interurbana, ni la del
concesionario de una carretera en zona rural, que la del
concesionario de una ruta en zona desértica. A lo que cabe
añadir, que tratándose de accidentes ocurridos con ocasión
del paso de animales por rutas concesionadas, la
previsibilidad del concesionario se debe juzgar también
teniendo en cuenta la carga de autoinformación que pesa
sobre él respecto de la existencia de aquéllos, y el deber de
transmitir la correspondiente información al usuario de
modo oportuno y eficaz.
3°) Que el accidente de autos tuvo lugar en la ruta nacional
N° 11, a la altura del km. 1000 (causa penal, acta de
constatación de fs. 2), en el acceso a la ciudad de
Resistencia, siendo aproximadamente las 20,30 ó 21,00 hs.
(testimonio de fs. 178), al chocar el vehículo que conducía
el actor contra un equino, cuya marca inicialmente no fue
identificada (causa penal, informes de fs. 6, 22/23 y 24),
pero que ulteriormente se constató pertenecía al
codemandado José A. Deluca (fs. 110).
Ninguna prueba aportó la concesionaria vial que de cuenta
de un acabado cumplimiento suyo al deber de seguridad
referido en el considerando anterior, y menos de haber
brindado información preventiva al usuario. En tal sentido,
no probó siquiera que en la zona hubiera señales
indicativas de la presencia de animales en la ruta, ni
acreditó que el actor hubiera sino anoticiado de ello de
algún modo, como tampoco hay constancia de que la
concesionaria vial hubiese encauzado gestiones o reclamos
ante la autoridad pública enderezados a evitar la presencia
de semovientes.
Todo ello muestra, pues, un incumplimiento a los deberes
de seguridad y prevención que le son exigibles a la
recurrente, tanto más tratándose la vía concesionada de
una ruta nacional y habiendo ocurrido el hecho a la entrada
de una capital de provincia, lo que de por sí sólo justifica un
mayor celo en el cumplimiento de los citados deberes
contractuales.
4°) Que el hecho de que en autos se hubiera dictado
condena contra el propietario del animal en los términos del
art. 1124 del Código Civil, nada aporta a favor de la
concesionaria vial. Ello es así, porque la responsabilidad
que el art. 1124 del Código Civil pone en cabeza del dueño
o guardador de un animal por los daños que cause, no es
excluyente de la responsabilidad de distinta índole que, de
un modo u otro, cabe a personas que —c omo la
concesionaria vial demandada— tienen a su cargo el deber
de evitar que ningún animal esté suelto en determinados
lugares por razón de la peligrosidad que su presencia
representa (F.1116.XXXIX "Ferreyra, Víctor Daniel y
Ferreyra, Ramón c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios",
sentencia del 21 de mayo de 2006) voto del juez Lorenzetti.
Por ello, y oído el señor Procurador General, se declara
inadmisible el recurso extraordinario, con costas.
Notifíquese y remítase. Ricardo Luis Lorenzetti.
Voto de la Señora Vicepresidenta Doctora Doña Elena I.
Highton De Nolasco.
Considerando:
Que las cuestiones planteadas son sustancialmente
análogas a las resueltas por esta Corte en los autos
F.1116.XXXIX, "Ferreyra, Víctor Daniel y Ferreyra, Ramón
c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicio!, con fecha 21 de
mayo de 2006, a cuyas consideraciones cabe remitirse en
razón de brevedad.
Por ello, y oído el señor Procurador General de la Nación,
se declara inadmisible el recurso extraordinario. Con
costas. Notifíquese y devuélvase. Elena I. Highton de
Nolasco.
Voto Del Señor Ministro Doctor Don E. Raúl Zaffaroni
Considerando:
1°) Que el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia del
Chaco (fs. 663/672), al desestimar los recursos locales de
inconstitucionalidad e inaplicabilidad de ley o doctrina legal
interpuestos por Servicios Viales S.A. Concesionaria de
Rutas por Peaje —e n adelante la concesionaria—, y de
inconstitucionalidad deducido por la tercera citada en
garantía, Compañía Argentina de Seguros Providencia
Sociedad
Anónima, dejó firme el fallo de la Sala Cuarta de la Cámara
de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Resistencia
(fs.584/594), que confirmó la sentencia de primera instancia
(fs. 339/352) en cuanto hizo lugar a la demanda promovida
por Marcelo Eduardo González Torres contra José Adolfo
Deluca y las sociedades mencionadas.
2°) Que, por tal motivo, la concesionaria interpuso la
apelación federal extraordinaria (fs. 675/695), que fue
concedida a fs. 711/712. Al respecto, cabe señalar que el
superior tribunal de provincia, al conceder el recurso
extraordinario, sostuvo que los agravios vertidos por la
recurrente guardan conexión con los antecedentes de la
causa y han sido fundados en forma adecuada. Por lo cual,
sin que implique abrir juicio sobre su procedencia o eficacia,
afirmó que los mismos encuadraban prima facie en las
causales de arbitrariedad admitidas por esta Corte y el
desarrollo que los tratadistas efectúan de tal doctrina.
3°) Que, en lo que aquí resulta de interés, la
responsabilidad de la concesionaria vial fue juzgada en la
inteligencia que la relación entre ésta y el usuario de la ruta
es de derecho privado y de naturaleza contractual. En su
consecuencia, atribuyó a la primera dos obligaciones, una
principal o propia, que consiste en la de habilitar al usuario
el tránsito del corredor vial y la otra, de seguridad, por los
daños que aquél pudiese sufrir durante la circulación por la
vía habilitada. Es así que concluyó responsabilizando a
Servicios Viales S.A. Concesionaria de Rutas por Peaje por
los daños ocurridos, en virtud del deber de seguridad, ante
la omisión de demostrar que adoptó las medidas adecuadas
para evitar el accidente.
4°) Que, en el recurso extraordinario interpuesto, la
demandada afirmó que la decisión recurrida resulta
arbitraria y vulnera la garantía del debido proceso legal y los
derechos de defensa en juicio y de propiedad. A tal efecto
invocó que la sentencia carece de fundamentación, resulta
incongruente, omite la valoración de hechos relevantes e
incurre en afirmaciones de carácter dogmático.
En ese sentido argumentó que no existe relación
contractual entre el usuario y concesionario, y que al juzgar
en la forma que lo hizo el a quo la decisión resultó contraria
a la legislación, jurisprudencia y doctrina mayoritaria que
reseñó.
Asimismo señaló que el pronunciamiento es contradictorio
en sí mismo, en tanto sostiene la existencia de una
responsabilidad objetiva y, seguidamente, abandona dicha
conceptuación para atribuirle la que emana del art. 21 del
reglamento de explotación de carácter subjetivo.
Además aseveró que el peaje es de naturaleza tributaria,
porque el concesionario es un delegado en la gestión de
cobro encomendada por el Estado, a los fines de la
percepción de una contribución que pertenece al Tesoro
Nacional en principio, y que luego se traduce en una forma
de pago por la construcción, mantenimiento y conservación
de la obra pública concedida.
Por último esgrimió que la decisión recurrida no constituye
una derivación razonada del derecho vigente, pues a tenor
de lo establecido en el art. 21 del reglamento de
explotación, la responsabilidad de la concesionaria nace del
dolo o negligencia comprobada de su parte, extremos que
no fueron acreditados en autos, y cuya carga pesaba sobre
la actora.
5°) Que en orden a los términos en que el superior tribunal
de provincia consideró la concesión del recurso
extraordinario interpuesto, cabe puntualizar que la doctrina
de la arbitrariedad no resulta apta para atender las
discrepancias de las partes respecto de los fundamentos de
hecho, prueba y derecho común y procesal, que
constituyeron el basamento de la decisión de los jueces, en
el ámbito del ejercicio de su jurisdicción excluyente (Fallos:
311: 1950).
6°) Que, en dicho contexto, más allá del acierto o error de
lo decidido, no resulta descalificable una sentencia, cuando
ésta cuenta con fundamentos suficientes y la
argumentación del recurrente concierne a la apreciación
crítica de los hechos y la interpretación de las normas de
derecho común efectuadas por el tribunal.
7°) Que el a quo , en el caso sub examine , consideró que
las vinculaciones entre el Estado y la concesionaria, por un
lado, y de ésta última con el usuario, por el otro, eran de
naturaleza diversa.
En esa inteligencia, juzgó que la primera relación quedó
enmarcada dentro del derecho público, de forma que se
regía por las leyes 17.520; 21.691 y 23.696; y decretos
1105/89; 823/89 y 2039/90, contrato de concesión, y
reglamento de explotación; al tiempo que estimó, a la
segunda, dentro de la órbita del derecho privado.
Con base en la última valoración, reputó la responsabilidad
de la concesionaria en los términos reseñados en el
considerando 3° de la presente.
8°) Que dicha consideración no importa desconocer la
entidad de la vinculación entre el concedente y la
concesionaria, antes bien constituye el antecedente que
posibilita encaminar la relación entre ésta y el usuario, de
forma que permite establecer su real naturaleza, aun
cuando determinados extremos que hacen a su objeto
aparezcan delineados en el Pliego de Bases y Condiciones
Generales para la Licitación de Concesión de Obra Pública;
Pliego de Condiciones Particulares para la Concesión de
Obras Viales y Precalificación; y el Reglamento de
Explotación.
9°) Que, desde este enfoque, se advierte que el usuario
abona una suma de dinero, que percibe el concesionario, y
con ello se le habilita el uso del corredor vial concesionado,
extremos se encuentran preestablecidos en el contrato de
concesión y reglamento de explotación, los cuales a su vez
regulan las condiciones en que debe realizarse la
circulación de la vía, mas perse no desnaturalizan su
esencia, desde que la contraprestación, por el pago que se
realiza, reviste la entidad de un servicio.
10) Que este servicio finca en facilitar el tránsito por la
carretera, asegurando al usuario una circulación normal,
libre de peligros y obstáculos, de forma que pueda arribar al
final del trayecto en similares condiciones a las de su
ingreso.
11) Que el concepto por el cual el usuario abona la suma
de dinero preestablecida — d enominado peaje—, a cambio
de la prestación del servicio, reviste la entidad de un precio
pues se encuentra gravado con el I.V.A., como se
desprende del comprobante acompañado en autos. Es que
la propia norma de derecho público, que en dicho
instrumento se indica (R.G. 3545/92), así lo define en la
medida que, en su art. 3°, prevé:
"En los casos en que el comprobante a que se refiere al
artículo anterior se emita a responsables inscriptos en el
impuesto al valor agregado, podrá —a los fines de
discriminar el monto del impuesto al valor agregado
contenido en el precio del servicio—, consignarse en el
frente o en el dorso del aludido comprobante el porcentaje
que, aplicado al precio, represente el citado monto del
impuesto".
12) Que el vínculo así conformado exterioriza, entre
concesionaria y usuario, la mediación de una relación de
consumo que, aun cuando no tenía recepción normativa a
la fecha del suceso de autos, se concretó con el dictado de
la ley 24.240 y alcanzó la máxima jerarquía, al quedar
incorporado al art. 42 de nuestra Carta Magna, con la
reforma constitucional de 1994.
13) Que las consideraciones vertidas, permiten afirmar que
la relación resulta de naturaleza contractual de derecho
privado y hace nacer una obligación objetiva de seguridad a
cargo de la concesionaria, pues se trata de prestar un
servicio de carácter continuado, modalmente reflejado por
el ingreso a las rutas en forma masiva, y de uso simultáneo,
sin que pueda existir una deliberación previa de forma que
permita al usuario modificar las condiciones de la
prestación.
14) Que la naturaleza de tal relación determina la
responsabilidad objetiva de la concesionaria, quien asume
frente al usuario una obligación de seguridad por resultado,
consistente en que aquél debe llegar sano y salvo al final
del recorrido, en consonancia con el principio de buena fe
(art. 1198 del Código Civil) y el deber de custodia que sobre
aquélla recae. El cumplimiento de este último deber se
inscribe dentro de las prestaciones que se encuentran a su
cargo, como resultan las de vigilancia permanente,
remoción inmediata de obstáculos y elementos peligrosos, y
alejar a los animales que invadan la ruta dando aviso, de
inmediato, a la autoridad pública correspondiente.
15) Que, en orden a ese fundamento objetivo, el
concesionario debe responder ante al usuario por los daños
provocados por animales que invaden la carretera
concesionada, salvo que demuestre la mediación de
eximente en punto a la ruptura del nexo causal. Para que
proceda dicha eximición, debe acreditar el acaecimiento del
caso fortuito, la culpa de la víctima o la de un tercero por el
que no debe responder.
16) Que tal responsabilidad no resulta enervada por la que
recae sobre el dueño o guardián del animal en los términos
del art. 1124 del Código Civil, ya que la existencia de esta
última no excluye a la primera, en tanto se trata de un
supuesto en el que, aún cuando concurran, obedecen a un
factor de imputación diverso.
Por ello, y oído el señor Procurador General de la Nación,
se declara inadmisible el recurso extraordinario interpuesto.
Con costas. Notifíquese y devuélvase. E. Raul Zaffaroni.
Disidencia del Señor Ministro Doctor Don Enrique Santiago
Petracchi.
Considerando:
Que esta Corte comparte y hace suyos los fundamentos
del dictamen del señor Procurador General de la Nación
que antecede, a los cuales corresponde remitir en razón de
brevedad.
Por ello, se declara admisible el recurso extraordinario y se
deja sin efecto el fallo apelado. Vuelvan los autos al tribunal
de origen para que, por quien corresponda, dicte un nuevo
pronunciamiento con arreglo a lo expresado. Con costas.
Notifíquese y remítase. Enrique Santiago Petracchi.

CSJN, 8/4/2008, "Escobar, Aldo Alberto y otros c.


Inversores S.A. de Ahorro para Fines Determinados",
Fallos: 331:748. Sumarios
1. Toda vez que el acuerdo de voluntades de un contrato de
compraventa de automotor fue instrumentado en
un formulario pre impreso, debe ser considerado como un
contrato de adhesión, circunstancia por la cual, la cláusula
que establece la prórroga de la jurisdicción debe ser
interpretada en el sentido más favorable al consumidor, por
ser la parte más débil de la relación jurídica, de conformidad
con el art. 3 de la ley 24.240 (Del dictamen del Procurador
General, que la Corte hace suyo).
Fallo in extenso
Dictamen de la Procuración General
Suprema Corte:
-I-
La magistrada a cargo del 19º Juzgado en lo Civil,
Comercial y Minas de la Provincia de Mendoza, hizo lugar a
la inhibitoria interpuesta por la codemandada —E strella
Norma Orfelina— en estas actuaciones "Escobar, Aldo
Alberto y ots. c. Circulo de Inversores S.A. de Ahorro para
fines determinados s/ordinario" (Expte. Nº 189.195) y
declaró su competencia para entender en el proceso de
ejecución prendaria "Circulo de Inversores S.A. Para Fines
Determinados c. Escobar Aldo Alberto y otra s/ejecución
prendaria", en trámite ante el Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Comercial Nº 10.
Fundó su decisorio en la declaración de nulidad de la
cláusula 16 del contrato de prenda con registro, que
prorroga la jurisdicción a favor de los tribunales nacionales
con asiento en la ciudad de Buenos Aires, por ser abusiva e
inequitativa para la parte adherente de la relación
contractual desde que la obliga, por un lado, a concurrir a
extraña jurisdicción a defender sus derechos, y por el otro,
aumenta el costo del proceso, circunstancias que importan
no sólo una restricción directa a los derechos del
consumidor sino también una lesión a su derecho de
defensa en juicio. Además, consideró que al encontrarse el
bien objeto del contrato de prenda en Maipú, Provincia de
Mendoza, resulta competente para seguir entendiendo en la
causa la justicia ordinaria del referido estado provincial.
También invocó, por último, lo dispuesto por los artículos 4
y 5 del código de rito local, la Constitución Nacional y la ley
24.240 (v. fs. 62).
El magistrado nacional rechazó el pedido de inhibitoria,
sosteniendo que, independientemente de la aplicabilidad o
no de la cláusula de prórroga de jurisdicción convenida por
las partes en el contrato de prenda objeto de la demanda, la
normativa que regula dicho contrato (art. 28, dcto. ley
15.348/46, ratificado por ley 12.962) faculta, a la acreedora,
a optar al iniciar su reclamo por el magistrado comercial con
jurisdicción en el lugar convenido para el cumplimiento de la
obligación. En tal sentido y desde que, según señaló, las
partes pactaron el lugar de pago en el ámbito de la Capital
Federal, corresponde a los tribunales de esta jurisdicción
entender en la presente acción (v. fs. 74/75).
En tales condiciones se planteó un conflicto de
competencia que corresponde dirimir a esta Corte en los
términos del artículo 24 inciso 7º del decreto-ley 1285/58.
-II-
Cabe señalar, en primer lugar, que conforme a lo
establecido en el artículo 2º, primera parte, del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, la competencia
territorial es esencialmente prorrogable por conformidad
de partes, cuando se trata de asuntos exclusivamente
patrimoniales.
Sin perjuicio de ello, estimo, que resulta de aplicación a la
causa la doctrina de V.E. sentada en Fallos: 329:4403 que
postula que, si se trata de una ejecución prendaria iniciada
como consecuencia del presunto incumplimiento de un
contrato de compraventa de automotores y el acuerdo de
voluntades se instrumentó en un formulario pre impreso —
c omo ocurre en autos—, el mismo puede ser considerado
como un contrato de adhesión con cláusulas generales
predispuestas, entre las que se encuentra la prórroga de
jurisdicción. Configurada dicha situación, ellas deben ser
interpretadas en el sentido más favorable a la parte más
débil de la relación jurídica, que es el consumidor, de
conformidad con el artículo 3 de la ley 24.240 (Ver fs. 3/6 y
34/37).
Por otro lado, cabe señalar que el artículo 28 del decreto
ley 15348/46, ratificado por ley 12.962 establece la
competencia del juez comercial para entender en materia
de ejecución prendaria. Asimismo dispone que el acreedor
debe deducir la demanda respectiva ante el magistrado del
lugar de pago convenido, el de la sede de los bienes
gravados o el del domicilio del deudor —a su opción—.
Ahora bien, en el caso el accionante no ha ejercido dicha
alternativa (v. fs. 14/15), iniciando su reclamo ante la justicia
nacional en lo comercial en el marco de la cláusula de
prórroga jurisdiccional incluida en el contrato de prenda con
registro agregado a fojas 34/37. Cabe advertir, que en
el sub lite se verifican, además, las siguientes
particularidades: el contrato de prenda con registro fue
celebrado en la Provincia de Mendoza e inscripto con
posterioridad en el Registro Nacional de la Propiedad
Automotor del mismo estado (fs. 34/37 y 38); es en dicha
jurisdicción donde la aquí codemandada —e n su calidad de
garante—, al igual que la demandada principal,
constituyeron su domicilio especial a todos los efectos —
i nclusive los judiciales—; y donde, además, las
partes fijaron el lugar en el que debían efectuarse los pagos
(v. fs. 2, 3 —c onvenio de solicitud de adhesión—, 35 vta.,
cláusula décimo sexta, y fs. 36).
Dichas circunstancias fácticas y antecedentes
jurisprudenciales, permiten concluir prima facie que es el
magistrado de la Provincia de Mendoza con competencia
en materia comercial quien debe seguir conociendo en las
presentes actuaciones en particular pues dada la naturaleza
del contrato expuesta, la adquirente pudo desconocer su
eventual sometimiento a litigar en extraña jurisdicción con la
posible afectación a su derecho de defensa en juicio, en
violación de los principios contenidos en el artículo 37,
apartado b, de la ley 24.240.
Por último, cabe destacar, que no resulta óbice a la
adopción de tal criterio la particularidad que la actora tenga
su domicilio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y que
la aquí coejecutada lo constituyera en San Carlos, Provincia
de Mendoza (v. fs 5 vta, cláusula XXXII, 35 vta. y 38),
circunstancia por la cual correspondería el fuero federal por
la eventualidad de tratarse de un proceso civil entre vecinos
de diferentes jurisdicciones —c onforme art. 116 C.N. y
art. 20, inciso 20 de la ley 48 y Fallos: 317:927—, toda vez
que, según se desprende de las constancias de la causa,
dicha prerrogativa no ha sido ejercitada por la parte
aforada.
Por todo lo expuesto, dentro del limitado marco
cognoscitivo en el que se deciden las cuestiones de
competencia, entiendo que V.E. debe resolver el conflicto
declarando que las actuaciones tramiten ante el Juzgado
19º en lo Civil, Comercial y Minas de la Ciudad de
Mendoza, Provincia homónima. Buenos Aires, 21 de
noviembre de 2007. — Marta A. Beiró de Goncalvez.
Sentencia de la Corte Suprema
Buenos Aires, 8 de abril de 2008.
Autos y Vistos:
De conformidad con lo dictaminado por la señora
Procuradora Fiscal, se declara que resulta competente para
conocer en las actuaciones el 19º Juzgado Civil, Comercial
y Minas de la Primera Circunscripción Judicial de la
Provincia de Mendoza, al que se remitirán. Hágase saber al
Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Comercial
Nº 10.
Enrique Santiago Petracchi. — Juan Carlos
Maqueda. — E. Raúl Zaffaroni. — Carmen M. Argibay.

CSJN, 17/3/2009, "Gómez, Mario Félix c. V.I.C.O.V. S.A.


y/o responsable", Fallos: 332:405. Hechos
Se promovió una acción contra la empresa concesionaria
vial de una ruta nacional, en la que se reclaman los daños
y perjuicios que dijo haber sufrido el actor a raíz de un
accidente acaecido cuando se le cruzó imprevistamente
un caballo frente a su vehículo, lo que determinó que lo
atropellara, resultando despedido el rodado hacia la
banquina, dando varios vuelcos. La Cámara, al revocar el
decisorio del inferior, rechazó la demanda. Contra ese
pronunciamiento se dedujo recurso local de inaplicabilidad
de la ley. El Superior Tribunal de Justicia provincial lo
declaró inadmisible. Interpuesto recurso extraordinario
federal, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, por
mayoría, declaró la inadmisibilidad del remedio intentado
por aplicación del art. 280 del Cód. Procesal.
Sumarios
1. Procede el recurso extraordinario federal y corresponde
revocar la sentencia que rechazó la demanda deducida
contra el concesionario vial por los daños y perjuicios
sufridos por el conductor de unvehículo tras haber
atropellado un caballo suelto en la ruta concesionada, toda
vez que se acredita el manifiesto incumplimiento del deber
de prevención y de evitación por parte de la demandada, al
no existir prueba alguna que demuestre la adopción de
algún curso de acción para prevenir y evitar tales hechos, ni
que hubiera encauzado gestiones o reclamos ante la
autoridad pública para obtener una solución al problema de
los animales sueltos. (Del voto en disidencia del doctor
Lorenzetti. La mayoría declaró inadmisible el recurso por
aplicación del art. 280, Cód. Procesal)
2. Tratándose de accidentes ocurridos con ocasión del paso
de animales por rutas concesionadas, la previsibilidad
exigible al concesionario se debe juzgar teniendo
en cuenta la carga de autoinformación que pesa sobre él
respecto de la existencia de aquéllos, y el deber de
transmitir la correspondiente información al usuario de
modo oportuno y eficaz. (Del voto en disidencia del doctor
Lorenzetti. La mayoría declaró inadmisible el recurso por
aplicación del art. 280, Cód. Procesal)
3. La obligación del concesionario vial de informar al
usuario de la presencia de animales en la ruta no puede ser
cumplida con un cartel fijo, cuyos avisos son
independientes de la ocurrencia del hecho, sino que
requiere una notificación frente a casos concretos (del voto
en disidencia del doctor Lorenzetti. La mayoría declaró
inadmisible el recurso por aplicación del art. 280, Cód.
Procesal)
4. La responsabilidad que el art. 1124 del Cód. Civil pone
en cabeza del dueño o guardador de un animal por los
daños que cause, no es excluyente de la responsabilidad
de distinta índole que, de un modo u otro, cabe a personas
que —c omo en el caso, la concesionaria vial demandada—
tienen a su cargo el deber de evitar que ningún animal esté
suelto en determinados lugares por razón de la peligrosidad
que su presencia representa (del voto en disidencia del
doctor Lorenzetti. La mayoría declaró inadmisible el recurso
por aplicación del art. 280, Cód. Procesal)
5. El vínculo que une al que contrata o usa el servicio con el
concesionario vial es una típica relación de consumo regida
por la ley 24.240 (Adla, LIII-D, 4125), por la cual el último
asume no una obligación de dar el uso y goce de una cosa,
sino de prestar un servicio, calificación jurídica esta última
que importa asignarle un deber de seguridad, de origen
legal e integrado a la relación contractual, que obliga al
prestador a la adopción de medidas de prevención
adecuadas a los concretos riesgos existentes en la ruta
concesionada, en tanto resulten previsibles según el curso
normal y ordinario de las cosas. (Del voto en disidencia del
doctor Lorenzetti. La mayoría declaró inadmisible el recurso
por aplicación del art. 280, Cód. Procesal)
6. Procede el recurso extraordinario interpuesto contra la
sentencia, al desestimar el recurso de inaplicabilidad de ley
local, rechazó de la acción de daños y perjuicios deducida
contra la concesionaria vial a raíz de un accidente de
tránsito, pues, si bien los agravios del recurrente remiten al
examen de cuestiones de derecho común ajenas —p or su
naturaleza— a la instancia del art. 14 de la ley
48, corresponde hacer excepción a tal principio si la
sentencia impugnada no expone razones suficientes en
orden al encuadramiento que cabe otorgar a la relación que
une a la concesionaria y el usuario de la red vial, cuestión
que era esencial para resolver la cuestión llevada a su
conocimiento, la cual fue debidamente invocada por la parte
con sustento en el art. 42 de la Constitución Nacional y los
preceptos de la ley 24.240 (Adla, 1852-1880, 364; LIII-D,
4125). (Del voto en disidencia del Dr. Maqueda. La mayoría
declaró inadmisible el recurso por aplicación del art. 280 del
Cód. Procesal)
7. La responsabilidad de los concesionarios viales —e n el
caso, por accidente derivado de la presencia de un animal
suelto— tiene fundamento objetivo y sólo puede eximirse
acreditando la ruptura del nexo causal, pues, de
conformidad con la obligación de seguridad asumida, el
usuario debe llegar sano y salvo al punto de destino y el
deber de custodia es lo suficientemente amplio como para
abarcar en su contenido prestaciones tales como la
vigilancia permanente de las rutas, la remoción de los
obstáculos y de elementos peligrosos y el retiro de animales
que transitan por ella. (Del voto en disidencia del Dr.
Maqueda. La mayoría declaró inadmisible el recurso por
aplicación del art. 280 del Cód. Procesal)
8. Toda vez que el vínculo que une a la concesionaria y el
usuario de la red vial es una típica relación de consumo
regida por la ley 24.240 (Adla, LIII-D, 4125), la
concesionaria asume una obligación objetiva de seguridad,
frente a la cual es deber del usuario conducirse en
correspondencia con el uso normal y previsible que
concierne a la naturaleza del servicio, el cual debe
prestarse de modo que el tránsito por la vía concesionada
se desarrolle sin riesgo para la integridad física y
patrimonial del usuario, lo que implica que la prestadora
asume una obligación de seguridad por resultado, en
consonancia con el deber de custodia que concierne a
dicha actividad. (Del voto en disidencia del Dr. Zaffaroni. La
mayoría declaró inadmisible el recurso por aplicación del
art. 280, Cód. Procesal)
9. Dado que el concesionario vial debe responder ante el
usuario por los daños provocados por animales que invaden
la carretera concesionada, salvo que demuestre la
mediación de eximente que habilite la ruptura del nexo
causal, acreditando el acaecimiento del caso fortuito, la
culpa de la víctima o la de un tercero por el que no debe
responder, corresponde revocar la sentencia que, al
desestimar el recurso de inaplicabilidad de ley local,
rechazó de la acción de daños y perjuicios deducida contra
la concesionaria a raíz del accidente sufrido por el actor al
atropellar un caballo que se cruzó frente a su vehículo, pues
no ha sido probada circunstancia alguna que permita
exteriorizar los supuestos de eximición referidos. (Del voto
en disidencia del Dr. Zaffaroni. La mayoría declaró
inadmisible el recurso por aplicación del art. 280, Cód.
Procesal).
Fallo in extenso
Dictamen de la Procuración General
Suprema Corte:
-I-
Los magistrados integrantes del Superior Tribunal de
Justicia de la Provincia de Misiones, a fs. 743/746 vta.,
declararon inadmisible el recurso local de inaplicabilidad de
la ley interpuesto por el actor contra la sentencia de la
Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de la ciudad
de Posadas, cuyos jueces, a fs. 686/690 vta., revocaron el
decisorio del inferior y, consecuentemente, rechazaron la
demanda.
Se trata en autos de una acción contra la empresa
concesionaria vial de la Ruta Nacional Nº 12, en la que se
reclaman los daños y perjuicios que dijo haber sufrido el
actor a raíz de un accidente acaecido cuando
imprevistamente, en plena noche, se cruzó un caballo por
dicha ruta frente a su vehículo, lo que determinó que lo
atropellara, resultando despedido el rodado hacia la
banquina, dando varios vuelcos.
Para decidir como lo hicieron, los vocales del Superior
Tribunal Provincial, manifestaron que el escrito recursivo no
es más que una mera discrepancia subjetiva, o diversa
opinión jurídica, y que ese organismo judicial ha decidido
reiteradamente, en circunstancias similares, que el recurso
de inaplicabilidad de la ley no tiene andamiento.
Añadieron que, si de opiniones se trata, el criterio de la
Alzada está avalado por diversos precedentes de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación que allí citaron y
reseñaron.
-II-
Contra este pronunciamiento, el actor interpuso el recurso
extraordinario de fs. 752/771 vta., que fue concedido a
fs. 796/799 vta.
Tacha de arbitraria a la sentencia y manifiesta que no se
trata de la subjetivización de posturas jurídicas, sino de la
confrontación de los hechos invocados y reconocidos en
autos, con las normas jurídicas que regulan dichas
situaciones. Afirma que se han violado derechos y garantías
consagradas en la Constitución Nacional como los
derechos del usuario (art. 42), el derecho de defensa en
juicio (art. 19), el derecho a la propiedad (art. 17), el
derecho a la igualdad (art. 16), dándose el supuesto del
inciso 3º, del artículo 14, de la ley 48. En
particular — p rosigue— se prescinde del texto legal
aplicable sin dar razón plausible alguna, entre ellos, los
principios que rigen la responsabilidad civil y las claras
prescripciones de la ley 24.240 (protección del consumidor).
Con sustento en jurisprudencia y doctrina nacional, afirma
que los usuarios de servicios públicos gozan de protección
constitucional (art. 42), por cuya vigencia deben
preocuparse los jueces en cuanto "autoridades" que
proveen la salvaguarda de los derechos de aquéllos.
Expresa que con el dictado de la ley 24.240, se concretó en
nuestro sistema el principio de protección al consumidor, de
jerarquía constitucional al quedar incorporado al artículo 42
de la Carta Magna, que obliga a interpretar los preceptos
existentes en armonía con el mismo. Alega que,
independientemente de que la responsabilidad sea
contractual o extracontractual, la relación entre el
concesionario de una ruta y quien la transita, es una típica
relación de consumo.
Reprocha que se ha prescindido de normas de orden
público de aplicación al caso concreto, como los
artículos 902, 1113, 1109, 1198 del Código Civil, entre
otros.
Se agravia por lo que considera una tergiversación jurídica
del contrato de concesión vial, manifestando que la Alzada
analizó aisladamente la responsabilidad de la
concesionaria, únicamente sobre la base de un contrato
que ésta firmó con el Estado Nacional, antecedente
que — s egún el recurrente— resulta una desinterpretación,
violatoria del orden legal establecido, de la jerarquía de las
normas expresamente determinada por nuestra
Constitución y de los principios generales del derecho.
Con invocación de doctrina, jurisprudencia y tratados
internacionales, aduce violación del principio de
congruencia y defensa en juicio, del derecho a la propiedad
y del derecho a la igualdad.
-III-
El Tribunal tiene reiteradamente dicho que las resoluciones
por las cuales los superiores tribunales de provincia deciden
acerca de los procedencia de los recursos extraordinarios
de carácter local, no son, en principio revisables en la
instancia del artículo 14 de la ley Nº 48, y la tacha de
arbitrariedad a su respecto es sumamente restrictiva (v.
doctrina de Fallos: 308:174; 311:101; 312:294; 313:1015,
327:370 entre otros).
Esta doctrina se ajusta particularmente al sub lite, desde
que resulta fácilmente perceptible que las críticas del
quejoso, sólo traducen diferencias de criterio con los
juzgadores (tanto con los magistrados de la Alzada, como
con los Señores Ministros del Superior Tribunal Provincial),
y no resultan suficientes para rechazar las consideraciones
en que se apoya el pronunciamiento recurrido,
máxime — c omo ha quedado dicho— frente a la
excepcionalidad del remedio que se intenta. Se observa,
asimismo, que dichos agravios reiteran asertos vertidos en
instancias anteriores, desechados sobre la base de
fundamentos que no compete a la Corte revisar, ya que se
encuentran vinculadas a cuestiones de hecho, y derecho
común (v. doctrina de Fallos:312:1859; 313:473 y sus citas,
entre otros).
Acerca del tema que nos ocupa, cabe señalar que en los
precedentes de Fallos: 323:318 y 325:1265 — a mbos
citados en la sentencia impugnada— V.E. estableció que la
obligación de la concesionaria de conservar en condiciones
de utilización el camino, debiendo suprimir las causas que
originen molestias, inconvenientes o peligrosidad para los
usuarios, debe interpretarse en el contexto de las
obligaciones propias del ente concesionario en orden a la
remodelación, conservación y explotación del corredor vial
conferido, enderezadas al mantenimiento y señalización de
calzadas y banquinas, y a la oferta de servicios auxiliares al
usuario. En el último de los antecedentes referidos, dijo,
además, que no corresponde extender la responsabilidad
del concesionario más allá de las obligaciones inherentes al
estado de la ruta, ni exigirle el control de los alambrados
linderos a la traza, ya que el reglamento de explotación
impone a los propietarios de los fundos aledaños el deber
de adoptar las medidas tendientes a impedir la presencia de
animales sueltos en la zona del camino, y los erige en
"responsables de todos los gastos que ocasione su retiro y
los daños que pudieran causar" (lo destacado es del
sumario). Por su parte, en el mismo fallo, los doctores Julio
S. Nazareno y Gustavo A. Bossert, expresaron en su voto
que la responsabilidad que genere la existencia de
animales sueltos en la ruta debe atribuirse a su propietario,
sin que ello sea excluyente de la que pudiese corresponder
al concesionario del camino por el deber de suprimir las
causas que originen molestias, inconvenientes o
peligrosidad para los usuarios, o por su obligación de
adoptar las medidas de emergencia necesarias para
solucionar situaciones que impidan la normal circulación
vehicular.
Ahora bien, en fallos más recientes, pero en el supuesto
inverso, ya que los recursos se dirigían contra sentencias
que habían condenado a la concesionaria vial por
accidentes de tránsito análogos al del sub lite , el Tribunal,
por mayoría, declaró inadmisible el recurso extraordinario
(v. sentencia de fecha 21 de marzo de 2006 en los autos: F.
1116, L. XXXIX, caratulados "Ferreyra, Víctor Daniel y
Ferreyra, Ramón c. V.I.C.O.V. S.A. s/daños y perjuicios";
sentencia de igual fecha en los autos: C. 745, L. XXXVII,
caratulados "Recurso de hecho - Caja de Seguros S.A. c.
Camino del Atlántico S.A.C.V."; y sentencia de fecha 28 de
marzo de 2006 en los autos: B. 1021, L. XL, caratulados
"Basualdo, Argentino René c. Empresa Virgen de Itatí
C.O.V.S.A. [V.I.C.O.V. S.A.] y/o quien resulte responsable
s/daños y perjuicios").
La Dra. Elena I. Highton de Nolasco, por su voto en dichos
fallos, ratificó además que, como principio, no incumbe a la
Corte Suprema juzgar en la instancia excepcional del art. 14
de la ley 48, el error o acierto de la sentencia que decide
cuestiones de derecho común, con fundamentos de igual
naturaleza que bastan para sustentar el pronunciamiento
apelado, pues la razonable determinación de los preceptos
de derecho común que deben aplicarse y regir el pleito es
facultad privativa de los jueces de la causa. En similares
términos sobre este aspecto, se pronunció también el Dr. E.
Raúl Zaffaroni.
Por su adecuación al caso que nos ocupa, no está demás
tener presente que la Dra. Elena I. Highton de Nolasco, dijo
también en dichos precedentes (si bien, reitero, se trataba
de supuestos inversos en cuanto a la atribución de
responsabilidad) que "...no procede el recurso
extraordinario fundado en la causal de arbitrariedad, si la
inteligencia asignada por el a quo no excede el marco de
posibilidades que brindan las normas en juego, en
tanto — . .. — ha formulado una exégesis del problema que
cuenta con apoyo de la doctrina y la jurisprudencia, y
traduce una comprensión admisible de la cuestión, bien
entendido el carácter opinable de la solución adoptada (el
subrayado me pertenece).
La decisión a la que arribó V.E. en estos últimos
pronunciamientos, viene a confirmar lo expuesto en el
segundo párrafo del presente ítem, reafirmando la doctrina
del Tribunal en orden a que, más allá de su acierto o error,
la solución de las controversias mediante el análisis y
aplicación del derecho común y la valoración de las
circunstancias fácticas y las constancias probatorias — q ue
por su naturaleza carecen de relación directa con las
garantías constitucionales que se invocan — , no puede
sino fenecer con el ejercicio de la potestad jurisdiccional de
los tribunales superiores de la causa, no siendo la Corte, en
tal sentido, salvo los supuestos muy precisos del recurso
ordinario, una nueva y tercera instancia para revalorizar y
juzgar respecto de dichas cuestiones (Fallos:312:195;
324:2460).
Por todo lo expresado, estimo que corresponde desestimar
el recurso extraordinario interpuesto. Buenos Aires, 15 de
mayo de 2007. Marta A. Beiró de Gonçalvez.
Fallo de la Corte Suprema
Buenos Aires, 17 de marzo de 2009.
Vistos los autos: "Gómez, Mario Félix c. VICOV S.A. y/o
responsable s/daños y perjuicios".
Considerando:
Que el recurso extraordinario es inadmisible (art. 280 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).
Por ello, habiendo dictaminado la señora Procuradora
Fiscal, se desestima el recurso extraordinario. Notifíquese y
devuélvase.
Ricardo Luis Lorenzetti (en disidencia). — Elena I. Highton
De Nolasco. — Carlos S. Fayt. — Enrique Santiago
Petracchi. — Juan Carlos Maqueda (en disidencia). — E.
Raúl Zaffaroni (en disidencia). — Carmen Argibay.
Disidencia del señor Presidente Doctor Don Ricardo Luis
Lorenzetti
Considerando:
1º) Que contra el pronunciamiento del Superior Tribunal de
la Provincia de Misiones que desestimó el recurso de
inaplicabilidad de ley local interpuesto por la parte actora, y
en consecuencia dejó firme la sentencia de la Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial de Posadas — S ala Iª
— , que había rechazado la demanda deducida contra el
concesionario vial derivada de los daños y perjuicios
sufridos por el conductor de un vehículo tras haber
atropellado un caballo suelto que imprevistamente, en plena
noche, se había cruzado por la ruta concesionada por la
que circulaba, el vencido dedujo el recurso extraordinario
(fs. 752/772), que fue concedido (fs. 796/799 vta.).
2º) Que en el caso, a fin de eximir de responsabilidad a la
concesionaria vial, la Cámara de Apelaciones consideró: (a)
Que la relación jurídica entre la empresa concesionaria de
peaje y los usuarios se rige por el contrato de concesión de
obra y el pliego de condiciones particulares, que a criterio
del tribunal limitan las labores de remoción de obstáculos a
las expresamente pactadas con el Estado concedente,
quedando las mismas circunscriptas a "remover obstáculos
inertes o móviles caídos en el camino"; (b) Que el deber de
seguridad por el cual debe responder la concesionaria es
"por lo inherente a la ruta en sí misma", lo que incluye
hechos que creen un peligro al tránsito de vehículos
existentes y denunciados o advertidos por los dependientes
de la empresa y no encarados como corresponde. Que, a
criterio del tribunal, ello no ocurre cuando el siniestro se
produce por la aparición imprevista o repentina de un
animal pues la concesionaria no cuenta con atribuciones
propias del poder de policía que el Estado le hubiere
transferido para obrar con autoridad suficiente para imponer
conductas a terceros por actos ilícitos de acción u omisión,
salvo la obligación de denunciar a la policía para que ésta
actúe; (c) Que la responsabilidad por la presencia de un
animal suelto en una ruta concesionada, es del dueño o
guardián del mismo, en los términos del art. 1124 del
Código Civil. Que lo contrario equivaldría a sustituir
judicialmente la responsabilidad que la ley les adjudica; (d)
Que carecen de respaldo las declaraciones brindadas por
los testigos ofrecidos por la parte actora, cuyos dichos
consideró de carácter general y no específicos sobre el
accidente que no presenciaron; (e) Que todo ello tiene
sustento en precedentes de este Tribunal que citó (Fallos:
312:2138; 313:1636).
3º) Que el recurrente objeta por arbitraria la calificación
realizada en las instancias de origen acerca de la relación
jurídica que une a la empresa concesionaria con quienes
utilizan el corredor vial, y la exclusión de responsabilidad
civil de la primera que ha derivado de esa calificación. En
tal sentido, destaca que la sentencia se ha apartado de la
normativa vigente aplicable en este caso, que sostiene
debe encuadrarse bajo la relación de consumo, en base a
las normas contenidas en el Código Civil, interpretadas en
armonía con la Constitución Nacional y los preceptos de
la ley 24.240. En este sentido, sostiene que dicha ley
consagró el principio de protección al consumidor, que
adquirió jerarquía constitucional al quedar incorporado al
art. 42 de la Constitución Nacional. Añade que la
responsabilidad de los concesionarios es objetiva, por lo
que, de conformidad con la obligación de seguridad
asumida y de acuerdo al principio de buena fe que debe
regir, el usuario debe llegar sano y salvo al punto de
destino. Concluye, al respecto, que el deber de seguridad
del concesionario consiste en la remoción inmediata de los
obstáculos que hubiera en el corredor vial, lo que incluye el
retiro sin demora de animales que transitan por las rutas a
su cargo. Afirma, por último, que se han violado derechos y
garantías como el derecho de defensa en juicio (art. 18
Constitución Nacional), el derecho del usuario (art. 42
Constitución Nacional), el derecho de propiedad (art. 17
Constitución Nacional) y el derecho a la igualdad (art. 16
Constitución Nacional), todos consagrados en la Carta
Magna.
4º) Que el análisis de admisibilidad del recurso presentado
por la actora, fundado en la arbitrariedad del fallo, requiere
la identificación de un defecto grave de fundamentación o
de razonamiento en la sentencia que torne ilusorio el
derecho de defensa y conduzca a la frustración del derecho
federal invocado (Fallos: 310:234). Pero no incumbe a la
Corte Suprema juzgar el error o acierto de la sentencia que
decide cuestiones de derecho común (Fallos: 286:85), y su
objeto no es corregir en tercera instancia pronunciamientos
equivocados (Fallos: 310:676).
Que en ese limitado contexto corresponde indagar, en
consecuencia, la existencia o no de un defecto grave en el
sentido indicado.
5º) Que el razonamiento judicial debe partir de la
ponderación de los valores constitucionales, que
constituyen una guía fundamental para solucionar conflictos
de fuentes, de normas, o de interpretación de la ley como
los invocados por el recurrente.
En el presente caso, se trata de la "seguridad", entendida
como un valor que debe guiar la conducta del Estado así
como a los organizadores de actividades que, directa o
indirectamente, se vinculen con la vida o la salud de las
personas. La incorporación de este vocablo en el art. 42 de
la Constitución Nacional, es una decisión valorativa que
obliga a la sociedad toda a desempeñar conductas
encaminadas al cuidado de lo más valioso que existe en
ella: la vida y la salud de sus habitantes, ricos o pobres,
poderosos o débiles, ancianos o adolescentes, expertos o
profanos. Asumir una postura contraria, sería violatorio del
claro mandato constitucional de seguridad inserto en el
precepto constitucional en examen.
Que en este sentido, la difusión de prácticas que se
despreocupan de las personas involucradas, ha conducido
a una serie de sucesos dañosos que no deben ser
tolerados, sino corregidos.
6º) Que los agravios del recurrente vinculados al
encuadramiento jurídico del caso, encuentran adecuada
respuesta en la doctrina sentada por esta Corte en los
precedentes F.1116.XXXIX "Ferreyra, Víctor Daniel y
Ferreyra, Ramón c/ VICOV S.A. s/daños y perjuicios"
(Fallos: 329:646) y C. 745.XXXVII "Caja de Seguros S.A. c/
Caminos del Atlántico S.A.C.V. s/daños y perjuicios" (Fallos:
329:695), ambos del 21 de marzo de 2006, votos del juez
Lorenzetti; B.1021.XL. "Basualdo, Argentino René c.
Empresa Virgen de Itatí C.O.V.S.A. (VICOV S.A.) y/o quien
resulte propietario y/o responsable s/daños y perjuicios",
voto del juez Lorenzetti, del 28 de marzo de 2006 (Fallos:
329:879), y en la causa originaria B.606.XXIV "Bianchi,
Isabel del Carmen Pereyra de c/ Provincia de Buenos Aires
y Camino del Atlántico y/o quien pueda resultar dueño y/o
guardián de los animales causantes del accidente s/daños y
perjuicios", del 7 de noviembre de 2006, voto de la mayoría
(Fallos: 329:4944) a cuyos fundamentos me remito por
razones de brevedad. Especialmente en cuanto en los
mismos se concluyó que el vínculo que une al que contrata
o usa el servicio con el concesionario vial, es una típica
relación de consumo regida por la ley 24.240, por la cual el
último asume, no una obligación de dar el uso y goce de
una cosa, sino de prestar un servicio, calificación jurídica
esta última que importa asignarle un deber de seguridad, de
origen legal e integrado a la relación contractual, que obliga
al prestador a la adopción de medidas de prevención
adecuadas a los concretos riesgos existentes en la ruta
concesionada, en tanto resulten previsibles según el curso
normal y ordinario de las cosas. A lo que cabe añadir, que
tratándose de accidentes ocurridos con ocasión del paso de
animales por rutas concesionadas, la previsibilidad exigible
al concesionario se debe juzgar también teniendo en cuenta
la carga de autoinformación que pesa sobre él respecto de
la existencia de aquéllos, y el deber de transmitir la
correspondiente información al usuario de modo oportuno y
eficaz.
7º) Que en el sub lite , el deber de prevención y de
evitación del daño fue manifiestamente incumplido por la
concesionaria demandada.
Al respecto, no existe prueba alguna en autos que
demuestre que la concesionaria adoptó algún curso de
acción para prevenir o evitar hechos como el de autos. Por
lo contrario, de las testimoniales brindadas por Mutti
(fs. 278/279), González (fs. 311/312 vta.) y Rockenbach
(fs. 312 vta./313), testigos cuya idoneidad no fue puesta en
tela de juicio, y que, según manifestaron, circulaban con
cierta frecuencia por dicha ruta, aun cuando no
presenciaron el accidente acaecido, son contestes en: (a) la
falta de patrullaje por parte de personal del concesionario,
especialmente en ese horario nocturno; (b) la ausencia de
señalización o carteles que indicaran la presencia de
animales sueltos; (c) la presencia de animales sueltos con
cierta habitualidad por dicho corredor vial.
Esta última aseveración no se ve alterada por las
testimoniales efectuadas por dependientes de la propia
demandada, sino que por el contrario, la confirman. En este
sentido, señaló el testigo Bond que "es habitual que los
dejen pastar (a los animales) por los alrededores" (fs. 378,
respuesta tercera), y Requena declaró que en estas rutas
"...pu ede haber cruce de animales, de distintos
transeúntes..." (fs. 380/380 vta., respuesta tercera). Por lo
tanto, ante la evidente previsibilidad que existía para el
prestador de la presencia del riesgo concreto, es que queda
acreditado el efectivo incumplimiento de tal obligación a su
cargo.
Por otro lado, tampoco hay constancia de que la
concesionaria hubiera encauzado gestiones o reclamos
ante la autoridad pública para obtener una solución al
problema de los animales sueltos, y esa omisión adquiere
mayor relevancia en el sub lite , pues se trata de una ruta
nacional, donde se debe extremar el deber de previsión.
Por último, la obligación de información al usuario no
puede ser cumplida con un cartel fijo, cuyos avisos son
independientes de la ocurrencia del hecho, sino que
requiere una notificación frente a casos concretos. Es claro
que, en el caso, no existe prueba de un acabado
cumplimiento por parte de la prestadora de haber dado la
información preventiva a Mario Félix Gómez. Ni siquiera
probó que en la zona hubiera señales indicativas de la
presencia de animales en la ruta, tal como surge de la
contestación efectuada por el órgano de control de las
concesionarias (fs. 338).
8º) Que aunque no ha sido motivo de especial
consideración por el recurso extraordinario, atento a que fue
tratado por el a quo , corresponde observar que la
responsabilidad que el art. 1124 del Código Civil pone en
cabeza del dueño o guardador de un animal por los daños
que cause, no es excluyente de la responsabilidad de
distinta índole que, de un modo u otro, cabe a personas que
como la concesionaria vial demandada tienen a su cargo el
deber de evitar que ningún animal esté suelto en
determinados lugares por razón de la peligrosidad que su
presencia representa.
Por ello, y oída la señora Procuradora Fiscal subrogante,
se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca
la sentencia apelada. Con costas. Vuelvan los autos al
tribunal de origen a fin de que, por quien corresponda, se
dicte un nuevo pronunciamiento con arreglo al presente.
Notifíquese y remítase.
Ricardo Luis Lorenzetti.
Disidencia del señor Ministro Doctor Don Juan Carlos
Maqueda
Considerando:
Que el infrascripto coincide con los considerandos 1º a 3º
del voto del juez Lorenzetti.
4º) Que si bien los agravios del recurrente remiten al
examen de cuestiones de derecho común ajenas — p or su
naturaleza— a la instancia del art. 14 de la ley
48, corresponde hacer excepción a tal principio
cuando — c omo en el caso— lo decidido no se exhibe
como adecuadamente fundado, ni constituye una derivación
razonada del derecho vigente, con aplicación a las
circunstancias comprobadas de la causa.
5º) Que ello es así, pues la sentencia no expone razones
suficientes en orden al encuadramiento que cabe otorgar a
la relación que une a la concesionaria y el usuario de la red
vial, cuestión que era esencial para resolver la cuestión
llevada a su conocimiento, la cual fue debidamente
invocada por la parte con sustento en el art. 42 de
la Constitución Nacional y los preceptos de la ley 24.240.
6º) Que, en este orden de ideas, esta Corte ha resuelto
que el vínculo que se establece entre la concesionaria de
rutas y los usuarios de las mismas es calificado como una
relación de consumo regida por la ley 24.240 [B.606.XXIV
"Bianchi, Isabel del Carmen Pereyra de c. Provincia de
Buenos Aires y Camino del Atlántico y/o quien pueda
resultar dueño y/o guardián de los animales causantes del
accidente s/daños y perjuicios" del 7 de noviembre de 2006
(Fallos: 329:4944)]. Frente al usuario la concesionaria
asume un deber de seguridad, de origen legal e integrado a
la relación contractual, que obliga al prestador a la adopción
de medidas de prevención adecuadas a los concretos
riesgos existentes en la ruta concesionada, en tanto
resulten previsibles según el curso normal y ordinario de las
cosas. La responsabilidad de los concesionarios tiene
fundamento objetivo y sólo podrá eximirse acreditando la
ruptura del nexo causal, pues de conformidad con la
obligación de seguridad asumida el usuario debe llegar
sano y salvo al punto de destino y el deber de custodia es lo
suficientemente amplio como para abarcar en su contenido
prestaciones tales como la vigilancia permanente de las
rutas, la remoción de los obstáculos y de elementos
peligrosos y el retiro de animales que transitan por ella.
7º) Que en el sub lite , el deber de prevención y de
evitación del daño fue manifiestamente incumplido por la
concesionaria demandada.
Al respecto, no existe prueba alguna en autos que
demuestre que la concesionaria adoptó algún curso de
acción para prevenir o evitar hechos como el de autos. Por
lo contrario, de las testimoniales brindadas por Mutti
(fs. 278/279), González (fs. 311/312 vta.) y Rockenbach
(fs. 312 vta./313), testigos cuya idoneidad no fue puesta en
tela de juicio, y que, según manifestaron, circulaban con
cierta frecuencia por dicha ruta, aun cuando no
presenciaron el accidente acaecido, son contestes en: (a) la
falta de patrullaje por parte de personal del concesionario,
especialmente en ese horario nocturno; (b) la ausencia de
señalización o carteles que indicaran la presencia de
animales sueltos; (c) la presencia de animales sueltos con
cierta habitualidad por dicho corredor vial.
Esta última aseveración no se ve alterada por las
testimoniales efectuadas por dependientes de la propia
demandada, sino que por el contrario, la confirman. En este
sentido, señaló el testigo Bond que "es habitual que los
dejen pastar (a los animales) por los alrededores" (fs. 378,
respuesta tercera), y Requena declaró que en estas rutas
"...puede haber cruce de animales, de distintos
transeúntes..." (fs. 380 vta., respuesta tercera). Por lo tanto,
ante la evidente previsibilidad que existía para el prestador
de la presencia del riesgo concreto, es que queda
acreditado el efectivo incumplimiento de tal obligación a su
cargo.
Por otro lado, tampoco hay constancia de que la
concesionaria hubiera encauzado gestiones o reclamos
ante la autoridad pública para obtener una solución al
problema de los animales sueltos, y esa omisión adquiere
mayor relevancia en el sub lite , pues se trata de una ruta
nacional, donde se debe extremar el deber de previsión.
Por último, la obligación de información al usuario no
puede ser cumplida con un cartel fijo, cuyos avisos son
independientes de la ocurrencia del hecho, sino que
requiere una notificación frente a casos concretos. Es claro
que, en el caso, no existe prueba de un acabado
cumplimiento por parte de la prestadora de haber dado la
información preventiva a Mario Félix Gómez. Ni siquiera
probó que en la zona hubiera señales indicativas de la
presencia de animales en la ruta, tal como surge de la
contestación efectuada por el órgano de control de las
concesionarias (fs. 338).
8º) Que aunque no ha sido motivo de especial
consideración por el recurso extraordinario, atento a que fue
tratado por el a quo , corresponde observar que la
responsabilidad que el art. 1124 del Código Civil pone en
cabeza del dueño o guardador de un animal por los daños
que cause, no es excluyente de la responsabilidad de
distinta índole que, de un modo u otro, cabe a personas que
como la concesionaria vial demandada tienen a su cargo el
deber de evitar que ningún animal esté suelto en
determinados lugares por razón de la peligrosidad que su
presencia representa.
Por ello, y oída la señora Procuradora Fiscal subrogante,
se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca
la sentencia apelada. Con costas. Vuelvan los autos al
tribunal de origen a fin de que, por quien corresponda, se
dicte un nuevo pronunciamiento con arreglo al presente.
Notifíquese y remítase.
Juan Carlos Maqueda.
Disidencia del señor Ministro Doctor Don E. Raúl Zaffaroni
Considerando:
Que el infrascripto coincide con los considerandos 1º a 5º
del voto del juez Lorenzetti.
6º) Que los agravios del recurrente vinculados con la
solución normativa prevista para el caso, encuentran
adecuada respuesta en la doctrina sentada por esta Corte
en los precedentes F.1116.XXXIX "Ferreyra, Víctor Daniel y
Ferreyra Ramón c. VICOV S.A. s/daños y perjuicios"
(Fallos: 329:646) y C.745.XXXVII "Caja de Seguros S.A. c.
Caminos del Atlántico S.A.C.V. s/daños y perjuicios", del 21
de marzo de 2006 (voto del juez Zaffaroni en ambos casos)
(Fallos: 329:695); y en la causa originaria B.606.XXIV
"Bianchi, Isabel del Carmen Pereyra de c. Provincia de
Buenos Aires y Camino del Atlántico y/o quien pueda
resultar dueño y/o guardián de los animales causantes del
accidente s/daños y perjuicios" del 7 de noviembre de 2006
(voto del juez Zaffaroni) (Fallos: 329:4944), a cuyos
fundamentos me remito por razones de brevedad,
particularmente en lo relativo a que el vínculo que une a la
concesionaria y el usuario de la red vial es una típica
relación de consumo regida por la ley 24.240. Desde este
enfoque la concesionaria asume una obligación objetiva de
seguridad, frente a la cual es deber del usuario conducirse
en correspondencia con el uso normal y previsible que
concierne a la naturaleza del servicio prestado por aquélla.
Este servicio debe prestarse de modo que el tránsito por la
vía concesionada se desarrolle sin riesgo para la integridad
física y patrimonial del usuario, lo que implica que la
prestadora asume una obligación de seguridad por
resultado, en consonancia con el deber de custodia que
concierne a dicha actividad.
El cumplimiento de esta última obligación se encuentra
inmersa dentro de las prestaciones que se encuentran a su
cargo, como resultan las de vigilancia permanente,
remoción inmediata de obstáculos y elementos peligrosos, y
alejar a los animales que invadan la ruta dando aviso — d e
inmediato— a la autoridad pública correspondiente.
7º) Que, en orden a ese fundamento objetivo, el
concesionario debe responder ante el usuario por los daños
provocados por animales que invaden la carretera
concesionada, salvo que demuestre la mediación de
eximente que habilite la ruptura del nexo causal. Para que
proceda dicha eximición, debe acreditar el acaecimiento del
caso fortuito, la culpa de la víctima o la de un tercero por el
que no debe responder.
8º) Que en el sub lite no ha sido probada circunstancia
alguna que permita exteriorizar los supuestos de eximición
referidos. Por lo contrario, de las testimoniales brindadas
por Mutti (fs. 278/279), González (fs. 311/312 vta.) y
Rockenbach (fs. 312 vta./313), testigos cuya idoneidad no
fue puesta en tela de juicio, y que, según manifestaron,
circulaban con cierta frecuencia por dicha ruta, aun cuando
no presenciaron el accidente acaecido, son contestes en:
(a) la falta de patrullaje por parte de personal del
concesionario, especialmente en ese horario nocturno; (b)
la ausencia de señalización o carteles que indicaran la
presencia de animales sueltos; y (c) la presencia de
animales sueltos con cierta habitualidad por dicho corredor
vial.
Esta última aseveración no resulta alterada por los
testimonios de los dependientes de la propia demandada,
sino que por el contrario, la confirman. En este sentido, el
testigo Bond expresó que "es habitual que los dejen pastar
(a los animales) por los alrededores" (fs. 378, respuesta
tercera), y Requena al declarar que en estas rutas "...puede
haber cruce de animales, de distintos transeúntes..."
(fs. 380 vta., respuesta tercera).
9º) Que aunque no ha sido motivo de especial
consideración por el recurso extraordinario, atento a que fue
tratado por el a quo , corresponde señalar que la
responsabilidad de la concesionaria no resulta enervada por
la que recae sobre el dueño o guardián del animal, en los
términos del art. 1124 del Código Civil, ya que la existencia
de esta última no excluye a la primera, en tanto se trata de
un supuesto en el que, aun cuando concurran, obedecen a
un factor de imputación diverso.
Por ello, y oída la señora Procuradora Fiscal subrogante,
se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca
la sentencia apelada. Con costas. Vuelvan los autos al
tribunal de origen a fin de que, por quien corresponda, se
dicte un nuevo pronunciamiento con arreglo al presente.
Notifíquese y remítase. — E. Raúl Zaffaroni.

COMENTARIO

I. INTRODUCCIÓN EN TORNO AL CONTRATO DEL CONSUMO

1. Consideraciones preliminares
El estudio de los fallos emanados de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación con respecto al "contrato de consumo"
exige analizar brevemente el sentido y alcance de esta
noción.
Con relación al instituto del contrato, la doctrina (1) ha
sostenido que el art. 1137 del Código Civil debe unirse con
los arts. 1167 y 1169 a los fines de completar el concepto, y
teniendo como fundamento central el art. 1197 en cuanto
regla la autonomía de la voluntad que expresan las partes
para reglar sus relaciones.
Lorenzetti(2) enseña que el contrato es un instrumento
para la realización de actividades económicas, es "una
relación entre partes en el proceso de programación de
intercambio en el futuro".
Así explica el autor citado que en nuestro derecho la
obligación tiene su causa en el contrato, que constituye un
"tipo legal" cuyos elementos deben darse para que surja
aquélla.
La historia del contrato enseña que la autonomía privada,
como fuente de las obligaciones, evolucionó de manera tal
que dejó de responder a una tipicidad legislada, y que lo
relevante es la función social de cada uno de los tipos
especiales.
El autor referenciado explica que se definen las tipologías
genéricas asociadas a la finalidad, y dentro de ellas, un
contrato tipo principal que tiene la posibilidad de ser el líder,
y por ello, aplicar sus normas en forma subsidiaria a otros
contratos que persiguen el mismo objetivo.
Garrido Cordobera(3) explica que "en la realidad socio-
económica del siglo XXI, la cuestión contractual y los
fenómenos a los que se aplica conllevan una de las tareas
más importantes que consiste en darle al contrato los
alcances debidos; el instituto precisa no sólo la conformidad
con el orden público y las buenas costumbres, la sinceridad,
la confianza, el honor de la palabra empeñada, sino, sobre
todo, del intento de realizar la Justicia en esta norma
particular, con dimensión social, enmarcada en la buena fe
y el honeste vivere .
La autora citada ratifica que la ley le otorga fuerza
obligatoria al acuerdo de voluntades si éste presenta
utilidad social y justicia contractual, y que si bien el contrato
mantiene su base fundamental en los arts. 14, 16, 17 y 19
de la Carta Magna, cabe sumar a éstos el art. 42 que
establece la función de protección de la debilidad jurídica
del consumidor condicionando la autonomía privada a un
mínimo inderogable.
La evolución del mercado ha puesto claramente de relieve
que la actividad de consumo no se configura como un
accionar aislado, sino como una conducta social que
vincula a una persona o grupo de personas y, por lo tanto,
tiene un claro impacto jurídico.
El consumo es la etapa final del proceso económico, y
consiste en el uso o empleo de los bienes y servicios para
gozar de la capacidad de satisfacer necesidades humanas
que tienen los bienes en general(4) .

2. El contrato de consumo
El contrato de consumo no configura un "tipo especial"
sino una categoría general, a la cual acceden los diversos
contratos especiales, sean de compraventa, locación,
mutuo, etc., tal como actualmente lo recepta y regula el
Proyecto de Código Civil y Comercial de 2012.
Este vínculo de consumo nace originariamente con base
contractual, y de allí la regulación originaria del "contrato de
consumo" en la ley 24.240 y su recepción en los primeros
tiempos de la jurisprudencia patria.
En esta línea, Garrido Cordobera(5) recuerda que los
códigos clásicos no se ocuparon específicamente del
consumidor, no obstante se lo consideraba el comprador de
la cosa en el contrato de compraventa, el locatario en la
locación y la jurisprudencia fue dándole perfiles propios a
una categoría. Las relaciones entre consumidores y
usuarios y proveedores de bienes o servicios han estado
tradicionalmente sometidas al Derecho comercial por
aplicación de las teorías del acto de comercio, hoy es en
realidad interdisciplinario o multidisciplinario.
La autora señala que el sistema tiene notas típicas del
régimen estatutario como se observa por la consideración
especial del sujeto y la función de tutela. La idea de
protección es derivada de una idea fuerza: la de la
inferioridad de los profanos respecto de los profesionales.

II. LA RELACIÓN DE CONSUMO


La ley de Defensa del Consumidor, en su redacción
originaria de 1993, receptaba una posición contractualista
de la vinculación consumeril, caracterizándola con la nota
de la onerosidad, pero que dejaba afuera las tratativas
anteriores al contrato y el ámbito de las prácticas
comerciales, tal como explica Santarelli(6) .
Por su parte, la ley 26.361, modificatoria de la 24.240,
vino a ajustar el plexo consumeril al texto constitucional
respecto al alcance de la "relación de consumo".
En consecuencia, para el ordenamiento consumeril, es
indiferente que exista o no relación contractual, pues la
tutela del consumidor es independiente de la existencia de
un contrato, pues la vinculación consumeril entre la parte
débil y el proveedor constituye una noción más amplia que
aquél. Así, la ley de Defensa del Consumidor penetra de
lleno al "acto de consumo" y prescinde de las naturales
herramientas que suelen emplearse para estos casos(7) .
Además, la "relación de consumo" posee sustento
constitucional, pues se encuentra caracterizada en el art. 42
de la Carta Magna con la reforma introducida en el año
1994, y abarca no sólo el vínculo creado contractualmente,
sino también el derivado de los hechos o actos jurídicos
vinculados al "acto de consumo", todo lo cual engasta en la
calificación prevista en el art. 3 del plexo consumeril.
En este sentido, la normativa consumeril reglamenta la
tutela constitucionalizada de los derechos enumerados en
el art. 42 de la Constitución Nacional, los que pueden
sintetizarse de la siguiente forma:
a) la protección de la salud;
b) seguridad e intereses económicos;
c) una información adecuada y veraz;
d) libertad de expresión;
e) condiciones de trato digno y equitativo.
Lorenzetti(8) explica que, al referir a la relación de
consumo, la directriz constitucional abarca no sólo el
vínculo creado por el contrato, sino también el derivado de
los hechos o actos jurídicos vinculados al "acto de
consumo", así como la conexidad contractual resultante de
las implicaciones del sistema. A tal fin abarca todas las
situaciones en las que el sujeto es protegido, antes, durante
y después de contratar, cuando es dañado por un ilícito
contractual, o cuando es sometido a una práctica del
mercado; cuando actúa individualmente o cuando lo hace
colectivamente(9) .
En síntesis, de lo todo lo expuesto se sigue que la
relación de consumo supera la clásica distinción
"contractual y/o extracontractual", tal como lo dijo la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en "Ferreyra c. V.I.C.O.V.
S.A."(10) , fallo sobre el cual volveremos infra , criterio
reiterado y firme en la jurisprudencia nacional.
Además, al decir de Hernández (11), la voluntad inclusiva
queda de manifiesto también en el último párrafo del art. 3
de la LDC, cuando señala: "las relaciones de consumo se
rigen por el régimen establecido en esta ley y sus
reglamentaciones, sin perjuicio de que el proveedor, por la
actividad que desarrolle, esté alcanzado por otra normativa
específica", lo que pone fin al supuesto debate sobre
conflicto de leyes aplicables a una relación jurídica, cuando
existían más de un ordenamiento legal que la receptaba (12).
La última modificación de la LDC operada por la
ley 26.361, determina en el art. 3 que las "relaciones de
consumo se rigen por el régimen establecido en esta ley...".
El art. 3 de la LDC incorpora una noción básica de
relación de consumo que tiene la suficiente amplitud para
considerar incluida toda relación entre proveedor y
consumidor. Esta norma señala que la relación de consumo
es el vínculo jurídico entre proveedor y el consumidor o
usuario. Pero debe recordarse que el radio de acción
trasciende incluso la relación de consumo ("vínculo
jurídico") para proteger también situaciones de sujetos que
"de cualquier manera están expuestos(13) a una relación de
consumo" (art. 1°, 2° párr., LDC).
Si bien el vínculo jurídico puede abarcar usualmente
contratos, puede incluir relaciones más amplias que las
contractuales. De allí la amplitud del término "vínculo
jurídico". Pero su complemento con el art. 1° y 2° párr.,
LDC, le permite incluir también las llamadas "vinculaciones
fácticas o de hecho" en la medida que se configuren los
otros elementos de la relación de consumo.
En esta línea, Farina(14) puntualiza que esta expresión
excede con creces el concepto clásico de contrato, y refiere
a todas las circunstancias que rodean a la actividad
encaminada a satisfacer la demanda de bienes y servicios
para el destino final de consumidores y usuarios.
Rinessi(15) señala que la relación de consumo es una
vinculación jurídica que se compone de dos elementos
básicos: el primero, de carácter general, agrega que los
consumidores son todos los que se someten al poder de los
titulares de los medios de producción y de dicho hecho
resulta la "subordinación estructural" que se produce en la
economía capitalista, ya que la existencia del mercado de
consumo apareja el funcionamiento de grandes aparatos
publicitarios que crean los deseos y forjan las necesidades.

III. LA INCORPORACIÓN DE LA "RELACIÓN DE CONSUMO" Y


EL "CONTRATO DE CONSUMO" EN EL PROYECTO DE CÓDIGO
CIVIL Y COMERCIAL
Desde otro costado, conviene tener en cuenta que el
art. 1092 del Proyecto de Código Civil y Comercial define
correctamente la relación de consumo, en los siguientes
términos: "es el vínculo jurídico entre un proveedor y un
consumidor", de manera tal que se reconoce que la figura
no sólo tiene como causa fuente el contrato, sino también
hechos o actos jurídicos, tal como lo receptó la ley 26.361
en el plexo consumeril.
En esta inteligencia, se advierte que mientras el artículo
citado precedentemente refiere a la relación de consumo, y
define los dos polos de la misma, es decir al proveedor y al
consumidor, el art. 1093 se introduce en el "contrato de
consumo".
En esta línea, la norma aludida puntualmente expresa:
"Contrato de consumo es el celebrado entre un consumidor
o usuario con una persona jurídica que actúa profesional u
ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o
prestadora de servicios, pública o privada, que tenga por
objeto la adquisición, uso o goce de los bienes o servicios
por parte de los consumidores o usuarios para su uso
privado, familiar o social".
En consecuencia, existe una doble regulación innecesaria
pues, si lo relevante a los fines de la aplicación del plexo
consumeril lo constituye la "relación de consumo", es decir,
que no es necesaria la configuración del contrato de
consumo propiamente dicho, no se advierte el sentido de su
regulación autónoma.
La afirmación precedente, se confirma si se lee el
art. 1094, que puntualmente señala que las normas que
regulan "las relaciones de consumo" deben ser aplicadas e
interpretadas en base al principio más favorable al
consumidor, y el del acceso al consumo sustentable.
En una palabra, dentro de la temática del contrato de
consumo, nuevamente se hace referencia a la relación
entre el proveedor y el consumidor, que de tal manera,
constituye el género dentro del cual el reconocimiento de la
existencia de un contrato de consumo que pretende
establecer las bases de este tipo de convenciones.
Así, se advierte que cuando se regula la formación del
consentimiento a partir del art. 1096 del texto del Código, se
señala que las normas son aplicables a "todas las personas
expuestas a las prácticas comerciales, determinables o no,
sean consumidores o sujetos equiparados conforme a lo
dispuesto en el art. 1092", es decir, nuevamente se reitera
la relación entre proveedor y consumidor directo o indirecto.
De tal forma, el ordenamiento jurídico requiere de una
correcta armonización y claridad conceptual, ya que
siguiendo la "pirámide jurídica" del art. 31 de nuestra
Constitución Nacional, la relación de consumo consagrada
en la Carta Magna, en el art. 42, también tiene recepción en
el Proyecto de Código Civil y Comercial en el art. 1092, y
por último, en la regulación específica de la ley 24.240.

IV. LA INTEGRACIÓN NORMATIVA DEL RÉGIMEN CONSUMERIL

1. Multiplicidad de normas aplicables a una misma


relación jurídica
Desde la sanción de la LDC en 1993, se comenzó a
debatir sobre la relación entre el derecho del consumo y el
derecho común, entendiéndose por éste el que deriva de
los Códigos Civil y de Comercio. En este sentido, se bregó
por la supremacía de éstos sobre aquella y viceversa, en
posturas encontradas que en el correr del tiempo fueron
determinadas en diversos casos jurisprudenciales.
En idéntico sentido, se reedita la situación al intentar
establecer la primacía entre la LDC y otras leyes "de igual
rango o jerarquía", como por ejemplo: la Ley de Tarjetas de
Crédito o la Ley de Seguros, entre otras.
En este ámbito, cada parte busca y defiende —
o bviamente— la aplicación de la normativa que le resulta
más conveniente a sus intereses, a pesar de que la
situación será, en definitiva, resuelta por el juez según las
circunstancias de modo, tiempo y lugar del caso.
En esta línea de pensamiento, Hernández sostuvo que "la
amplitud y proyección acordada al concepto de consumidor
junto con la extensión de la materia y de las fuentes de la
relación de consumo generan necesarias tensiones en
orden a la determinación del régimen legal aplicable".
2. Preeminencia normativa: in dubio pro consumidor
La Ley de Defensa del Consumidor es clara, y uno de sus
principios rectores —e je central de todo el sistema— es el
consagrado en su art. 3, en virtud del cual, en caso de
duda, se ha de estar siempre a la interpretación más
favorable para el consumidor.
El artículo citado claramente dispone dos reglas de
interpretación normativa para resolver problemas
hermenéuticos.
Primero, explicita que "en caso de duda sobre la
interpretación de los principios que establece esta ley
prevalecerá la más favorable al consumidor", lo que implica
una regla "interna" del propio sistema consumeril para caso
de conflictos interpretativos de su propio articulado.
En segundo lugar, dispone que "las relaciones de
consumo se rigen por el régimen establecido en esta ley y
sus reglamentaciones sin perjuicio de que el proveedor, por
la actividad que desarrolle, esté alcanzado asimismo por
otra normativa específica", regla que excede y traspasa el
ordenamiento de la LDC para ir más allá, hacia otras
disposiciones específicas, como sería el caso de la ley de
seguros.
En síntesis, la alusión a principios establecidos en la ley
de Defensa del Consumidor es tan amplia que no ha
producido mayores variaciones. Recuérdese que
justamente uno de los principios es el que tiene al
consumidor como un "débil contractual" y procura la
articulación de ciertas defensas imperativas en su beneficio.
3. Ratio legis
De todo lo dicho se sigue que la propia ley establece el
régimen de preeminencia al que habrá que estar, ésa fue la
voluntad del legislador y la ratio legis a fin de "fortalecer la
unidad del estatuto consumeril". En igual sentido, la ley
expresamente prevé el caso de que el proveedor, por su
propia actividad, cuente con una ley especial que lo regule,
sin perjuicio de lo cual manda a aplicar el régimen de la
ley 24.240 para la protección al consumidor, siempre que
éste le fuera más favorable.
De tal modo, cabe afirmar, sin hesitación, que ante la
duda sobre qué norma habrá de aplicarse,
independientemente de que sea una norma especial o
general, anterior o posterior en relación a la LDC, ésta
prevalecerá como regla general, siendo la única excepción
cuando exista una regulación en otro cuerpo legal que sea
más favorable al consumidor.
Lo dicho tiene sustento en que la LDC es un régimen
tuitivo, completo e interrelacionado que permite la
protección integral de la parte débil de una relación de
consumo, independientemente de que ésta haya sido
protegida por alguna otra norma aislada en una ley
específica que regule una actividad especial, y que por esa
misma razón, no tuvo en miras la protección de este sujeto
como finalidad principal.
Por ejemplo en el régimen de seguros, si bien es cierto
que éste cuenta con distintas disposiciones especiales —
1 7.418, 20.091, y también la resolución 35.614— que
regulan la actividad —f undamento utilizado por quienes se
oponen a la aplicabilidad de la normativa consumeril al
contrato de seguros—, esto no imposibilita que el
asegurado también pueda ampararse en la ley 24.240, que
viene a ampliar dicho ámbito de protección, y que de
manera alguna colisiona con aquél, sino que por el contrario
lo complementa.
Además, corresponde destacar que la defensa del
consumidor encuentra sustento en el art. 42 de
la Constitución Nacional, con preeminencia sobre cualquier
otra normativa especial que regule la relación jurídica
existente entre las partes, en otras palabras, se trata de un
derecho con jerarquía constitucional, lo que descarta
cualquier argumentación de colisión de normas de igual
rango o jerarquía.
A esta altura, es preciso recordar las palabras de
Lorenzetti, quien afirmó que "el derecho del consumidor es
en realidad un aspecto más de la protección del individuo".
A lo dicho, cabe agregar que en el Proyecto de Código
Civil y Comercial, en el art. 1094, se reedita el principio de
prelación normativa y se agrega que en caso de duda sobre
la interpretación del Código o leyes especiales, prevalece la
más favorable al consumidor, reiterando idéntico principio
en la interpretación del contrato de consumo, según el texto
del art. 1095.
Así, la regulación incorpora los principios interpretativos
previstos en el art. 3 de la LDC, y consecuentemente, se
clarifica el conflicto de interpretación existente entre dos
leyes especiales, como puede ser la propia Ley de Defensa
del Consumidor, y otras normas especiales.

V. EL DERECHO JUDICIAL
1. ¿Competencia civil o comercial?
Uno de los primeros antecedentes de la CSJN en materia
consumeril es el fallo "Safar Retamar María Elena c. Moño
Azul S.A. Daños y Perjuicios"(16) , que arribó al Tribunal con
motivo de una contienda negativa de competencia entre la
Justicia Nacional Civil y la Comercial.
Va de suyo que este tipo de conflicto sólo opera en este
ámbito, pues las provincias tienen organizados el fuero civil
y comercial en forma conjunta, y no se requiere entonces la
distinción entre la materia civil y la comercial.
De todas formas, con motivo de este debate, el Alto
Tribunal se introduce en el tema de la integración normativa
de la legislación consumeril, cuestión contemplada
expresamente en el actual art. 3, que reza: "Las
disposiciones de esta ley se integran con las normas
generales y especiales aplicables a las relaciones de
consumo, en particular la ley 25.156 de Defensa de la
Competencia y la ley 22.802 de Lealtad Comercial o las que
en el futuro las reemplacen. En caso de duda sobre la
interpretación de los principios que establece esta ley,
prevalecerá la más favorable al consumidor. Las relaciones
de consumo se rigen por el régimen establecido en esta ley
y sus reglamentaciones sin perjuicio de que el proveedor,
por la actividad que desarrolle, esté alcanzado asimismo
por otra normativa específica".
El análisis metodológico exige comenzar con la
plataforma fáctica del caso.
2. Reseña del conflicto planteado
Atento tratarse de un conflicto de competencia, la CSJN
sólo refiere que la pretensión de fondo constituye una
acción de daños y perjuicios en función de la actividad
comercial de la demandada y la relación dada entre las
partes.
De tal modo, la cuestión central es dirimir si se está frente
a un "contrato de consumo" excluido del régimen mercantil,
o si por el contrario, atento a la actividad de la demandada,
correspondía el fuero comercial.
Así, la cita del art. 452 inc. 2 del Cód. Com. permite inferir
que nos encontramos frente a la compraventa de una cosa
mueble, que por algún motivo habría generado una cuestión
resarcitoria.
En esta línea, tanto la Cámara Nacional Civil, sala M,
como la Comercial, sala B, se declaran incompetentes para
entender en el sub lite por tratarse de materia consumeril.
Por un lado, la Cámara Civil argumenta que la LDC se
complementa con la ley de Defensa de la Competencia
22.262, que en su art. 4 define la competencia del fuero
comercial.
Por otro lado, la Cámara Comercial afirma que el decreto-
ley 1.285/1958, en su art. 43, inc. b, asignaría competencia
civil por tratarse de una acción de daños y perjuicios
derivados de hechos ilícitos, independientemente de que el
acto que sustenta la acción sea de comercio.
Tal como se advierte, la compraventa que sirve de
sustento a la acción resarcitoria no es catalogada por
ambos tribunales a los fines de definir la competencia,
cuestión que resulta relevante a tenor de la correcta
articulación de los arts. 5, 6, 7, 8 del Cód. Com., y la norma
especial reglada en el art. 452, inc. 2, del mismo cuerpo
legal, que excluye de la mercantilidad a las operaciones que
tengan por fin la adquisición "para el consumo".
Ambas Cámaras reconocen que hay una relación de
consumo, pero a los fines de la definición de competencia,
intentan hacer pie en la actividad mercantil de la
demandada o el reclamo civil derivado de aquélla, según el
caso.
En definitiva, la CSJN resuelve definir la competencia a
favor del fuero civil, remitiendo a los fundamentos brindados
por el Procurador General de la Nación, por lo que, cabe
realizar una síntesis de éstos.

3. Los fundamentos del Procurador General


El Fiscal de la Corte afirma que en el caso de autos
corresponde la competencia de la Cámara Nacional Civil
por diversos argumentos.
En primer lugar, fundamenta su decisión en la integración
normativa del art. 3 de la LDC, que remite al plexo jurídico
general y especial, así como a dos leyes especiales como
la de Lealtad Comercial y Defensa de la Competencia, sin
limitarse sólo a esta última, tal como pretendió hacer valer
la Cámara de Comercio.
En segundo lugar, esgrime que la LDC regula situaciones
referidas a consumidores, por lo que, no necesariamente,
se aplicará la ley 22.262 que, por el contrario, estipula la
relación entre los competidores.
Como tercer argumento señala que en el caso de autos la
relación entre las partes no es mercantil, de conformidad al
art. 452 del Cód. Com., por lo que no cabe la competencia
comercial.
Desde otra perspectiva, el funcionario afirma que los
actores accionan por daños y perjuicios, por hechos ilícitos,
con fundamento en los arts. 1109 y 1113 del Cód. Civil, y en
consecuencia, la acción también define la competencia civil.
En este sentido, destaca que esta solución es definida por
el art. 5 del CPCCN, que determina que la competencia se
determinará por la naturaleza de las pretensiones
deducidas en la demanda.

4. Análisis

4.1. El perfil de la relación de consumo y la ley aplicable

El estudio de la cuestión de competencia resuelta por la


CSJN implica un pronunciamiento sobre la naturaleza de la
acción incoada, y consecuentemente, si se está frente a
materia civil o comercial, lo que exige introducirse en el
perfil normativo del derecho del consumidor.
Hemos dicho que el art. 3 de la ley 24.240 dispone que
ésta se integra con la Ley de Defensa de la Competencia y
la Ley de Lealtad Comercial.
Ahora bien, tal como señala Farina (17), la pretendida
integración puede dar lugar a una interpretación
inapropiada en caso de conflictos derivados de una relación
de consumo, dado que el bien jurídico tutelado por ella no
es idéntico al que resguarda la ley 24.240.
En esta línea, el autor citado expresa que la remisión a
dichas normas requiere su articulación, siempre teniendo en
cuenta los fines perseguidos por la ley 24.240 y no al revés.

4.2. Una problemática particular

Desde la perspectiva de la relación de consumo y el


ámbito de la competencia se advierte que las relaciones
entre los consumidores y usuarios y los proveedores de
bienes y servicios ha estado tradicionalmente sometida al
derecho comercial por aplicación de la teoría de los actos
de comercio naturales, así como de los actos
unilateralmente mercantiles, y de los actos por conexión,
arts. 4 a 8 del Cód. Com.
Anaya(18) explica que en materia contractual no puede
ignorarse que la "compraventa de consumo" ha sido
excluida del ámbito mercantil por imperio del art. 452, inc. 2,
Cód. Com., y que esta norma no se condice con el art. 7 del
mismo cuerpo legal, que aplica al acto mixto la ley
comercial.
Rinessi(19) recuerda que la justicia nacional comercial(20) ,
al hacer la integración que dispone el art. 3 de la ley 24.240,
ha entendido que compete a la jurisdicción mercantil
intervenir en las demandas de daños y perjuicios incoadas
por los consumidores amparados por la ley 24.240, y esto
lleva a que, según se trate de responsabilidad contractual o
extracontractual, la cuestión pueda ser mercantil o civil(21) .
Por nuestra parte, coincidimos con el jurista citado en que
el problema de competencia lleva a una incertidumbre que
adquiere "ribetes trágicos" al advertirse que el esquema de
la ley de Defensa del Consumidor no se pronuncia sobre las
dos clases de responsabilidades, y que consecuentemente,
puede señalarse que el plexo consumeril supera con creces
la clásica distinción entre responsabilidad contractual y
extracontractual.
Éste es el complejo tema que intentó resolver la CSJN en
el fallo que nos ocupa.

4.3. El criterio de la CSJN en torno a la competencia

Tal como se lee de la reseña del fallo que se ha realizado


supra, el Alto Tribunal Federal, al seguir al Procurador de la
Nación, hace primar en este caso la naturaleza no mercantil
de la venta para el consumo, de conformidad al art. 452,
inc. 2, Cód. Com.
Además, sustenta el criterio en el tipo de acción entablada
de carácter resarcitorio, cuestión reglada en el esquema
general de la responsabilidad previsto en el Cód. Civil, aun
cuando el Procurador añade, sin dar fundamento alguno,
que se estaría frente a responsabilidad extracontractual.
En una palabra, no se responde al conflicto que realmente
surge de la correlación del art. 452, inc. 2, Cód. Com., y la
aplicación de la ley mercantil para el supuesto de los actos
mixtos, expresamente pautada en el art. 7, Cód. Com.
Va de suyo que tampoco nada se dice sobre la naturaleza
de la relación de consumo y/o del contrato de consumo que
uniera a las partes, y consecuentemente, no se advierte
que la responsabilidad reglada en el plexo consumeril
supera la distinción entre contractual y extracontractual.
Desde esta perspectiva, Lorenzetti (22)destacó que la
relación de consumo no se detiene exclusivamente en el
consumidor, aunque por cierto caracteriza a éste, sino que
su ámbito de aplicación puede surgir de una relación
contractual o no, en cuanto toma como base el "hecho
jurídico" que implica "consumir".
El autor citado explica que la vinculación consumeril
puede estar constituida por actos jurídicos unilaterales, en
la etapa previa al contrato, por hechos ilícitos derivados de
actos de aquellos que no son contratantes, o de hechos
lícitos que pueden constituir las prácticas comerciales (23) .
En síntesis, tal como enseña Rinessi(24) , el estatuto
consumeril es un derecho que se nutre de
interdisciplinariedad por cuanto compromete al derecho civil
y comercial, y hunde sus raíces en el derecho
constitucional.
Todo lo dicho permite concluir que se está frente a una
materia que no permite la distinción entre civil y comercial, y
que este precedente de la CSJN carece de proyección, y
los criterios de atribución de competencia en el ámbito de la
justicia nacional varían según cada caso.
A modo de ejemplo, podemos citar diversos fallos
posteriores al de la CSJN, que han sido indistintamente
resueltos por las Cámaras Nacionales Civiles o
Comerciales, a saber: "Asociación por la defensa de
usuarios y consumidores c. BBVA Banco Francés S.A.
s/ordinario" (25), "Paez Mariano Roman c. Banco Santander
Rio S.A. s/ordinario" (26), "Proconsumer c. Telefónica Móviles
Argentina SA s/sumarísimo" (27), "Claps, Enrique Daniel y
otro c. Mercado Libre S.A. daños y perjuicios" (28), "Pagni
Diego Alejandro c. Autopistas del Sol S.A. s/daños y
perjuicios" (29), "P., C. L. c. Supermercados Hipermarc SA y
otros s/ds. y ps." (30), entre otros.
VI. LA NATURALEZA SUSTANCIAL DEL DERECHO DEL
CONSUMIDOR

1. Los recursos en contra de las resoluciones


administrativas en las Provincias
Desde esta atalaya, en el caso "Flores Automotores
S.A."(31) la CSJN se pronuncia en torno a la caracterología
del derecho del consumidor, en función del art. 75, inc. 12,
CN, y deslinda qué aspectos del contralor administrativo
dispuesto en el plexo de la ley 24.240 están dentro del
ámbito nacional y cuáles deben considerarse competencia
ordinaria de las provincias en función de las facultades
propias de estas últimas (art. 121, CN).
En esta inteligencia, conviene recordar que el plexo
consumeril contiene dentro de la tutela del consumidor o
usuario el procedimiento a llevarse a cabo ante la Autoridad
de Aplicación tanto nacional como local, tal como lo
establecen los arts. 41 a 51, LDC.
En este sentido, la primera de las normas puntualiza que
"la Secretaría de Comercio Interior dependiente del
Ministerio de Economía y Producción será la Autoridad
Nacional de Aplicación de esta ley. La ciudad autónoma de
Buenos Aires y las Provincias actuarán como autoridades
locales de aplicación, ejerciendo el control, vigilancia y
juzgamiento en el cumplimiento de esta ley y de sus normas
reglamentarias respecto de las presuntas infracciones
cometidas en sus respectivas jurisdicciones".
Por otra parte, el art. 42 de la LDC también agrega:
"Facultades concurrentes. La autoridad Nacional de
Aplicación, sin perjuicio de las facultades que son
competencia de las autoridades locales de aplicación
referidas en el art. 41 de esta ley, podrá actuar
concurrentemente en el control y vigilancia de la presente
ley.
A continuación, los demás artículos reglan el
procedimiento ante la Autoridad de Aplicación, sea nacional
o local, y el esquema de sanciones que pueden imponerse
a los proveedores que infrinjan la tutela del consumidor.
Por su parte, el art. 45 de la LDC, luego de regular el
proceso, puntualiza que la resolución, es decir, los actos
administrativos que dispongan sanciones, se podrán recurrir
por ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo Federal o ante las Cámaras
Federales de Apelaciones con asiento en las Provincias,
según corresponda de acuerdo al lugar de comisión del
hecho.
La inteligencia de esta última norma es la que lleva la
causa al Alto Cuerpo Federal y motiva el fallo que ahora
comentamos.

2. Reseña del caso


Las actuaciones se originan en la denuncia de un
suscriptor de un autoplan ante la Dirección General de
Comercio Interior de la Provincia de Neuquén, y en contra
del Círculo de Inversiones S.A. de Ahorro para fines
determinados, y la Concesionaria Flores Automotores S.A.,
por haber omitido estas empresas informarle que salió
favorecido en dos oportunidades en los sorteos efectuados
para la adjudicación de vehículos, por lo que reclama los
perjuicios económicos derivados del incumplimiento de la
ley 24.240.
En su consecuencia, la Dirección de Comercio Interior de
la Provincia, mediante Resolución 86/1999, les impone a las
infractoras una multa, en los términos de los arts. 1, 2, 4, 10
bis, 19, 43, 45, 47 y concordantes de la LDC.
La autoridad administrativa concedió el recurso de "Flores
Automotores" elevando el expediente al Juzgado de
Primera Instancia en lo Civil y Comercial de la Provincia,
con asiento en la ciudad de Neuquén, de conformidad a lo
previsto en el art. 8 de la ley local 2268, y denegó por
extemporáneo el recurso interpuesto por el "Círculo de
Inversores S.A.".
Disconforme con tal decisión, la última entidad se
presentó en queja ante la Cámara Federal de Apelaciones,
quien entendió que era competente para entender en la
apelación de la multa impuesta en sede administrativa.
Así, el aludido tribunal entendió que el legislador local, al
disponer en el art. 8 de la ley 2268 la intervención de la
justicia provincial, ha excedido en su cometido, por lo que,
la norma resulta inválida para alterar la competencia federal
que corresponde en virtud del art. 45 de la LDC, por lo que
solicita la inhibición del juez provincial para entender en la
apelación de la sanción administrativa.
Por su parte, el Juzgado Civil, Comercial y de Minería de
Primera Circunscripción de Neuquén insistió en su
competencia y rechazó la inhibitoria, ya que afirma que los
arts. 41 y 42 no delegan funciones de los estados
provinciales a la Nación.
En consecuencia, quedó planteado el conflicto de
competencia, y la causa se elevó a la CSJN.

3. Los fundamentos del Procurador General de la


Nación y la adhesión de la CSJN
En esta inteligencia, el Procurador General de la Nación
entendió que la ley 24.240, sancionada por el Congreso de
la Nación dentro de las facultades del art. 75, inc. 12, CN,
integra el derecho común, y no altera las jurisdicciones
provinciales o federales, según las cosas o las personas
cayeran bajo sus respectivas jurisdicciones.
De tal modo, interpreta el art. 45 de la LDC señalando que
solamente las sanciones administrativas impuestas por la
Autoridad Nacional de Aplicación serán apelables ante la
Cámara Contencioso Administrativo Federal o ante las
Cámaras Federales de las Provincias, según corresponda
al lugar del hecho, quedando excluidas las sanciones
administrativas que emanen de las autoridades
provinciales, las que deben ser recurridas por el rito local.
De tal modo, el Procurador entiende que en los arts. 41 y
42 del plexo consumeril no existe delegación de funciones
de los Estado locales a la Nación y, consecuentemente, la
provincia de Neuquén no se excedió en sus facultades
cuando dispuso, en el art. 8 de la ley 2268, que las
sanciones administrativas impuestas por la autoridad local
eran apelables ante el Juzgado de Primera Instancia en lo
Civil y Comercial.
En esta inteligencia, el Procurador señaló que una
inteligencia diversa de la norma importaría avasallar la
autonomía de las provincias, consagrada en el art. 121 de
la CN, y desconocer el alcance del art. 75, inc. 12, de dicho
cuerpo.
Por su parte, la CSJN, remitiéndose íntegramente a los
argumentos expuestos por el Procurador, declara
competente al Juzgado Provincial deslindando claramente
lo que es jurisdicción nacional de la provincial.

4. Análisis

4.1. El esquema recursivo del art. 45 de la LDC

En esta inteligencia, cabe puntualizar que una correcta


lectura del art. 45 de la LDC permite discernir que los actos
administrativos, emanados de la autoridad de aplicación
que se apelen ante la Cámara Federal de Apelaciones con
asiento en las provincias, son aquéllos que devenguen de la
Autoridad de Aplicación Nacional, que tiene facultades
concurrentes con la Autoridad de la Provincia.
Ahora bien, resulta evidente que si el acto administrativo
fue dictado por la autoridad local, el recurso debe respetar
el rito provincial, y en el caso que nos ocupa, éste estaba
establecido en el art. 8 de la ley 2268.
Así lo explica con claridad Farina (32) cuando expresa que
el art. 41 de la LDC regula materia de derecho público,
estableciendo el reparto de la materia entre la Nación y las
Provincias.
En esta inteligencia, enseña Vázquez Ferreyra (33)que el
damnificado tiene la posibilidad de optar, dentro de la
respectiva jurisdicción, entre el ó rgano local y la autoridad
nacional de aplicación, pero agregamos nosotros que hay
que evitar la duplicación de trámites y, elegida una vía,
debe mantenerse en función del viejo brocardo " electa una
via non datum recursum alteram ".

4.2. La competencia provincial

Del análisis del plexo normativo y de la opinión de los


autores se sigue que cuando la resolución administrativa ha
emanado de autoridad local, el recurso debe respetar la
regulación de cada provincia, tal como lo explica con
meridiana claridad Farina(34) .
Al adherir a la ley 24.240, y establecer el régimen de
funcionamiento de la autoridad local de Defensa del
Consumidor, cada provincia debe regular el procedimiento
pautado en el art. 45 de la LDC, como así también el
régimen recursivo.
En los supuestos donde las autoridades locales
establecen sanciones a los proveedores, dichos actos
administrativos, por implicar el ejercicio de función estatal
propia del Derecho Público Provincial, deben respetar su
propio esquema normativo.
La ley 24.240 es derecho común que rige en todo el
ámbito del país por imperio del art. 75, inc. 22, CN.
Ahora bien, el mismo régimen regla un sistema de control
nacional y local según el lugar donde se realice el negocio
jurídico y pueda cometerse la infracción al plexo consumeril.
Esta dualidad de órdenes implica una competencia
concurrente que exige respetar las autonomías provinciales
en el caso que la resolución haya emanado de autoridad
local, tal como lo señala el propio art. 45 de la LDC.
Ésta es en síntesis la doctrina sentada por la CSJN en el
caso que comentamos.
El criterio fijado por la CSJN ha sido corroborado por
posteriores fallos de diversas Cámaras Federales (35)y
Provinciales (36)según el caso.

VII. PACTO DE FORO PRORROGANDO Y CONTRATOS


DE CÍRCULO DE AHORRO PARA FINES DETERMINADOS

1. ¿Autonomía de la voluntad?
Tal como enseña Podetti(37) , la jurisdicción es el poder
público que una rama del gobierno ejercita, de oficio o a
petición de interesado, instruyendo un proceso para
esclarecer la verdad de los hechos que afectan el orden
jurídico y actuando la ley en la sentencia.
A su vez, el autor citado expresa que la competencia es la
jurisdicción atribuida a un fuero o a un juez, y que se
determina por elementos varios como son: el territorio, la
materia, la persona, el grado y el turno.
En esta línea, cabe puntualizar que en los casos en que la
competencia se defina en razón de la materia, el turno o el
grado, ésta deviene improrrogable, y por ende, no es viable
su prórroga por voluntad de las partes.
Por el contrario, en materia de competencia territorial,
tanto el Código de rito nacional como los provinciales
habilitan la prórroga mediante lo que se llama: "el pacto de
foro prorrogando" por convención de partes.
La doctrina procesalista(38) explica que aun cuando
teóricamente el postulado de "actor sequitur forum rei ", en
la práctica, dicho principio se ve pospuesto por el lugar
convenido para el cumplimiento de la obligación, y de tal
forma, el forum solutionis desplaza al forum domicilii .
Así, el lugar convenido es aquél en el cual las partes, por
contrato o por convención posterior, resuelven someterse a
un juez que no es el legalmente previsto para dirimir el
conflicto, ejerciendo así la facultad concedida por los
arts. 101 y 102, Cód. Civil.
Ahora bien, en los últimos tiempos, y no solamente en el
plexo consumeril, se ha considerado que cuando se está
frente a contratos de cláusulas predispuestas, la prórroga
de la competencia debe analizarse cuidadosamente, pues
se podría estar frente a un abuso del derecho de la parte
prevalente, que anulase la convención.
En el derecho consumeril, es clara la directiva estipulada
en el art. 36 en materia de operaciones crediticias, que
establece la competencia del domicilio del consumidor con
carácter de orden público, art. 65 del mismo cuerpo legal.
A su vez, el art. 37 de la LDC regla las cláusulas abusivas
impidiendo la validación de toda aquélla que implique
renuncia o restricción de los derechos del consumidor, o
amplíe los derechos de la otra parte, todo lo cual deja sin
sustento la posibilidad del pacto de foro prorrogando en
perjuicio del consumidor.
Estos principios asumidos por la doctrina y la
jurisprudencia nacional no se enuncian en el fallo que
comentamos a continuación, por lo que, el precedente de la
CSJN es un cono de sombra.
Veamos el caso concreto.

2. Reseña del caso


En el marco de una ejecución especial prendaria en los
autos "Banco Río de la Plata c. Industria Mata y otros" (39), el
juez en lo Civil y Comercial de la Primera Circunscripción de
Mendoza, iniciada por ante el Juzgado Nacional de Primera
Instancia, la demandada planteó inhibitoria ante el Juzgado
Provincial.
En el caso, el magistrado mendocino se declaró
competente en atención a que el art. 4 del código de rito
local dispone que en las relaciones jurídicas nacidas de
contratos con garantías hipotecarias y cuando el bien se
encuentre en su ámbito territorial, la competencia es
improrrogable, máxime encontrándose de por medio
derechos del consumidor.
Por su parte, el juez nacional rechazó la inhibitoria y
declaró su competencia con sustento en la prórroga de
jurisdicción acordada por las partes en el contrato de mutuo
con garantía real.
En consecuencia, se debatió la viabilidad del "pacto de
foro prorrogando", y habiendo quedado planteado el
conflicto de competencia entre el juez nacional y el
provincial, la causa se elevó a la CSJN.

3. La opinión del Procurador General de la Nación


Al analizar la cuestión, el Procurador se detiene en la
lectura del contrato, y reconoce que se ha planteado la
invalidez de la cláusula de prórroga por su carácter abusivo,
con sustento, centralmente, en la ley de Defensa del
Consumidor, y en la res. 53/2003 de la Secretaría de la
Competencia y Defensa del Consumidor.
Ahora bien, el funcionario entiende que el contrato de
mutuo con garantía hipotecaria no reúne las características
propias de aquellos denominados como "de adhesión" y
agrega que el demandado no ha demostrado, en forma
concreta, en qué manera dicha cláusula afecta la debida
defensa en juicio o genera una virtual denegación de
justicia.
En síntesis, el Procurador insiste en que una lectura
pormenorizada de las actuaciones permite validar la
prórroga jurisdiccional convenida por las partes, y
consecuentemente se pronuncia por la competencia del
juez pactado en el contrato.
Desde esta perspectiva, la Corte, adhiriendo en un todo al
criterio del Procurador, declara la competencia del Juzgado
Nacional, validando de esta forma el "pacto de foro
prorrogando".

4. Análisis

4.1. El perfil del contrato de mutuo

El estudio del presente caso tiene algunas


particularidades, pues el juez de primera instancia hace
referencia a que se encuentran de por medio derechos del
consumidor, y el Procurador General de la Nación nada
dice al respecto.
De tal modo, de la carátula del expediente y de lo que se
advierte de la lectura de la argumentación del funcionario
aludido, la subsunción del caso de autos aparece
insuficiente sin poder advertirse la causa petendi que da
fundamento a la pretensión de la demandada y,
consecuentemente, la naturaleza de la operación de mutuo
que une a las partes.
En esta línea, lo único que puede señalarse es que se
trata de una operación bancaria de préstamo y que la
beneficiaria es una empresa comercial, por lo que, en
principio, no se estaría frente a una relación de consumo.
La afirmación precedente no impide destacar que,
también entre comerciantes, es decir, la entidad bancaria y
la demandada, se configure un contrato con cláusulas
predispuestas, aunque no sea de adhesión.
En efecto, es sabido que los préstamos de las entidades
financieras están regulados por el BCRA y,
consecuentemente, este tipo de operaciones contiene
estipulaciones que han sido redactadas unilateralmente por
el predisponente.
En este marco, la cláusula de prórroga de la competencia,
apartándose del domicilio real de la mutuaria, aparece
como una ventaja a favor de la entidad financiera, que
podría ser calificada de abusiva, aún fuera del ámbito de la
LDC y por imperio del art. 1071 del Cód. Civil.
Así, explican Stiglitz y Hitters(40) , la cláusula de prórroga
debe ceder en caso de que dicho pacto hubiera sido
predispuesto, sin posibilidad alguna de discusión por parte
del aceptante, y su efecto fuera colocar a este último en
estado de indefensión cierto y concreto.
Además, se ha dicho que "la necesidad de litigar en
extraña jurisdicción es lógico que pueda significarle al
adherente, por razones económicas, de distancia o de
desconocimiento del medio, que se abstenga de promover
un juicio en protección de sus derechos, o de hacer valer
éstos ante una demanda incoada en su contra... Ello trae
aparejado sin lugar a duda alguna la conversión de la
cláusula de prórroga de competencia en una renuncia
anticipada al derecho a la jurisdicción que la ley no está
dispuesta a tolerar"(41) .
En una palabra, el precedente de la CSJN no tiene
elementos suficientes como para estudiar el tema de la
validez del "pacto de foro prorrogando", aun entre
comerciantes, y la argumentación del Procurador que la
Corte hace suyo es de una pobreza lamentable, lo que
impide sacar conclusiones que puedan ser útiles para el
ámbito de las operaciones de consumo.
Por el contrario, el fallo de la CSJN en la causa "Bonato,
Carlos c. Cilsa Mutual Integral de Servicios" (42) sí analiza la
negociación de la cláusula de prórroga para llegar a la
conclusión que ha sido convenida libremente por las partes
y, consecuentemente, no puede entenderse que sea una
cláusula predispuesta ni que haya habido abuso de
derecho.

4.2. Las operaciones de crédito para consumo

En esta inteligencia, las operaciones de crédito para el


consumo, a la fecha del fallo de la CSJN, no permitían la
prórroga de la competencia atento a que dicho tipo de
cláusula se introducía derechamente en el art. 37 de la
LDC.
En efecto, la norma citada en el inc. 2 expresamente
prohíbe toda cláusula que importe renuncia o restricción de
los derechos del consumidor, o amplíe los derechos de la
otra parte.
En este sentido, la prórroga de la jurisdicción implica
directamente una renuncia al fuero que le corresponde al
deudor, parte débil del contrato y, consecuentemente,
amplía los derechos de la entidad bancaria, por lo que el
derecho judicial se ha pronunciado asertivamente por su
carácter abusivo y, por ello, ha declarado su invalidez.
A partir de la sanción de la ley 26.361 en las operaciones
de crédito para consumo, reguladas en el art. 36 de la LDC,
rige la directriz estipulada en su último párrafo en cuanto
dispone: "Será competente, para entender en el
conocimiento de los litigios relativos a contratos regulados
por el presente artículo, siendo nulo cualquier pacto en
contrario, el tribunal correspondiente al domicilio del
consumidor".
En consecuencia, la LDC expresamente prohíbe en los
contratos que contengan operaciones de crédito para el
consumo, el pacto de foro prorrogando.
Es más, pese al fallo de la CSJN (43) que resuelve que la
incompetencia no se puede declarar de oficio, la directiva
consumeril es tan clara que ha sido asumida
mayoritariamente por la jurisprudencia, luego del Plenario
de la Cámara Nacional de Comercio(44) en materia de títulos
de crédito(45) .
5. La evolución de la CSJN en orden a las cláusulas de
prórroga en los contratos de crédito para consumo

5.1. La aplicación de la ley 24.240

Hemos dicho, en el apartado precedente, que la CSJN


venía validando la prórroga de la competencia en materia
contractual y no se había introducido puntualmente en los
contratos de consumo.
Es recién con motivo de los fallos "Plan Óvalo S.A. de
Ahorro para fines determinados c. Giménez Carmen
Elida"(46) y "Escobar Aldo Alberto y otros c. Círculo de
Inversores S.A. de ahorro para fines determinados" (47) en
donde se hace aplicación de la ley 24.240.

5.2. Reseña del fallo: "Plan Óvalo S.A. de Ahorro para fines
determinados c. Giménez Carmen Elida"

En el primero de los precedentes citados, el Procurador


de la CSJN advierte que se está frente a una ejecución
prendaria en la cual la empresa vendedora "Plan Óvalo"
aduce el incumplimiento del contrato de compraventa de
automotores, y en función de un formulario pre-impreso,
que contiene la prórroga de la competencia, intenta la
ejecución ante el Juzgado Nacional Nº 10 de la ciudad de
Buenos Aires.
El demandado acusa la nulidad del pacto de foro
prorrogando, puntualizando que se está frente a un contrato
de adhesión, y que deviene aplicable la previsión contenida
en el inc. b del art. 37 de la ley 24.240.
En primera instancia, el magistrado nacional desestimó la
defensa validando la convención sobre la prórroga de la
competencia, por ser el lugar convenido para el
cumplimiento de la obligación.

5.3. La opinión del Procurador

Una vez arribada la causa a la CSJN, el Procurador


otorga la razón al demandado, y puntualiza que el contrato
de compraventa, con garantía prendaria, fue instrumentado
en un formulario con cláusulas generales predispuestas,
entre las cuales se encuentra la prórroga de jurisdicción, y
por ello, la interpretación debe ser la más favorable a la
parte débil de la relación jurídica, es decir: el consumidor,
haciendo aplicación del art. 3 de la LDC.
En este sentido, el funcionario advierte que el contrato de
prenda con registro no sólo fue celebrado y concluido en la
ciudad de Villa Mercedes, Provincia de San Luis, sino
también posteriormente inscripto en el Registro de la
Propiedad Automotor de dicha localidad, y que es en dicha
jurisdicción donde la demandada constituyó domicilio
especial.
De tal modo, el Procurador entiende que el carácter
genérico de la cláusula de prórroga y su contradicción con
la determinación del domicilio por parte del consumidor
permiten entender que el sometimiento a una extraña
jurisdicción implica una afectación a la defensa en juicio, y
que por lo tanto, debe declararse la invalidez de la
convención, de conformidad al inc. b del art. 37 de la LDC.
La CSJN hace suya la argumentación del Procurador, y
declara la invalidez de la cláusula de prórroga de
jurisdicción, disponiendo el avocamiento del Juzgado Civil y
Comercial de la Provincia de San Luis.

5.4. El caso "Escobar Aldo Alberto y otros c. Círculo de


Inversores S.A. de ahorro para fines determinados"

En el presente caso también se plantea una contienda


positiva de competencia entre el Juzgado en lo Civil y
Comercial Nº 19 de la Provincia de Mendoza y el Juzgado
Nacional de 1ª Instancia Nº 10.
Ambas jueces se pronuncian en forma diferente con
relación a la prórroga de la jurisdicción estipulada en la
cláusula 16 del contrato de prenda con registro.
Así, mientras el magistrado provincial entiende que dicha
convención es nula por ser abusiva e inequitativa para la
parte adherente, el juez nacional sostuvo que la normativa
que regula el contrato de prenda con registro faculta al
acreedor a iniciar su reclamo en la jurisdicción del lugar
convenido para el cumplimiento de la obligación, y señala
que el lugar de pago es en la Capital Federal.
De tal modo, así queda planteada la contienda de
competencia que se eleva a la CSJN.

5.5. El dictamen del Procurador de la Nación

En esta inteligencia, el Procurador entiende que el


contrato de prenda con registro fue celebrado en la
Provincia de Mendoza e inscripto en el Registro Nacional de
dicho estado, y que es en dicha jurisdicción donde la
demandada constituye su domicilio especial a todos sus
efectos.
De tal modo, afirma que se está frente a un formulario
preimpreso, que debe ser considerado como un contrato de
adhesión con cláusulas predispuestas, lo que impone la
aplicación del art. 3 de la ley 24.240.
En igual línea, también entiende que dada la naturaleza
del contrato la prórroga de la jurisdicción afecta el derecho
de defensa en juicio en violación a los principios contenidos
en el apartado b del art. 37 de la LDC.
La CSJN hace suyos estos argumentos, que ya habían
sido utilizados en el fallo "Plan Óvalo c. Giménez" antes
reseñado.

6. El contrato de ahorro para fines determinados

6.1. Aspectos preliminares

En primer lugar, cabe recordar la enseñanza de


Lorenzetti(48) relativa a la noción del ahorro previo como
aquélla en la que un sujeto, denominado suscriptor, paga
una cantidad de dinero en cuotas anticipadas, a los fines de
la adquisición de un bien mueble o inmueble, la que tendrá
lugar en el futuro, una vez que se cumpla con las
condiciones de adjudicación pactadas, de sorteo o de
licitación.
El autor citado explica que este tipo de contrato produce
las ventajas de aunar un grupo de personas que permite
reunir una masa de dinero relevante y se apoya en la
financiación recíproca de los integrantes, mientras que la
fábrica no se arriesga a una sobreproducción ya que la
producción se ajustará a una serie de pedidos ya realizados
de antemano.
Por su parte, Mosset Iturraspe(49) al explicar la conexidad
contractual puntualiza que "...a bierto por los créditos al
consumo, se llega a caracterizar el 'contrato vinculado': un
contrato de compraventa está vinculado a un contrato de
crédito cuando este último sirve para la financiación del
producto o del servicio, y los dos contratos tienen que
considerarse como una unidad económica"

6.2. La caracterización del negocio

En esta línea, cabe afirmar que se está frente a un


mecanismo o procedimiento de capitalización y ahorro
previo a los fines de la adquisición de bienes o servicios
que por su envergadura necesitan el aporte conjunto de una
pluralidad de suscriptores.
Así, Aguilar (50)explica que la operación de capitalización
permite al ahorrista mediante el pago a una sociedad
administradora de una cuota única, o cuotas fraccionadas,
contar con un título, nominativo o al portador, que otorga a
su titular o tenedor los siguientes derechos:
a) participación en sorteos mensuales, mediante los cuales
el capital nominal inscripto en el título puede ser
reembolsado por anticipado;
b) al vencimiento del plazo establecido en el título, el
reembolso del total del capital nominal, si no fue sorteado,
con una suma adicional, en concepto de interés,
participando en los beneficios u otros estímulos.
Por su parte, Sozzo (51)los ha conceptualizado afirmando
que los sistemas de ahorro previo para fines determinados
constituyen un sistema de contratos conexos en red. En
esta línea, Giuntoli los ha definido como: "una operación
compleja en sí, por los elementos, relaciones y controles
que de ella emergen" (52). Tiene su origen en contratos
idénticos que celebran los ahorristas, suscriptores o
adherentes, con una institución autorizada para realizar
esta actividad, denominada "sociedad de ahorro y préstamo
para fines determinados".
Además, Sozzo afirma que las partes que integran el
contrato son los ahorristas o suscriptores, la sociedad de
ahorro para fines determinados y, en realidad, sus
organizadores, es decir, el fabricante, el importador, y su
red de distribuidores o concesionarios.
De allí que al comenzar estas líneas, citamos lo que sería
la definición que de este esquema brinda Lorenzetti, pero
indudablemente, el sistema de ahorro previo tiene como
centro a la empresa organizadora, normalmente
denominada "administradora", que es la que nuclea al grupo
de ahorristas, con la idea de establecer un vínculo de
colaboración asociada, y no como un contrato de cambio.
La clave del ahorro de los grupos cerrados consiste en
que el capital aportado por los suscriptores se actualiza
mensualmente, y por tanto, las obligaciones de la
administradora, en forma tal, que no pierde valor
adquisitivo, en especial cuando dicha actualización queda
ligada a la validación del precio del bien o del servicio que
el suscriptor desea adquirir.
En una palabra, el plazo de los créditos que la
administradora otorga es igual al plazo del compromiso de
los suscriptores de abonar sus cuotas, y el monto de los
fondos adjudicados, es igual a lo recaudado, de forma tal
que, el sistema resulta autosuficiente, y no requiere de
fuentes exógenas.

6.3. La aplicación de la ley 24.240

En esta línea, cabe recordar la jerarquía constitucional del


derecho del consumidor, el que ha sido expresamente
regulado en el art. 42 de nuestra Carta Magna desde la
reforma de 1994.
En esta inteligencia, Wajntraub (53)sostiene que no pueden
caber dudas acerca de que el contrato de círculo de ahorro
es un contrato de consumo, conforme las pautas que
surgen de la ley 24.240.
Desde esta perspectiva, de todo lo que venimos
explicando se sigue que los suscriptores del plan de ahorro
previo y con la finalidad de adquirir un bien determinado
como destinatario final, sea un mueble o inmueble, están
tutelados por la ley de Defensa del Consumidor, por
engastar dicho sujeto en el artículo 1 de la LDC, siempre
que se den las características resumidas.
Por su parte, la fabricante, la administradora y/o la
comerciante cumplen con los requisitos previstos en el
art. 2 de la LDC, en cuanto se trata de personas jurídicas,
de naturaleza privada, que desarrollan de manera
profesional actividades de producción, montaje, creación,
importación, concesión, marca, distribución y
comercialización de bienes y servicios destinados a
consumidores.
En consecuencia, siempre que se den los requisitos
expuestos, existirá una relación de consumo, y por ello, vale
afirmar que rige en plenitud el principio del in dubio pro
consumidor , del art. 3 de la LDC, las obligaciones referidas
a la información, publicidad, de los artículos 4 y 8, como así
también el trato digno que merecen los consumidores,
artículo 8 bis, deberes del proveedor que rigen en todas las
etapas del contrato: previamente, durante la ejecución y
posterior a ésta.
En igual sentido, el contrato de compraventa debe
ajustarse a las pautas del art. 7 y 10, en cuanto a la oferta y
al contenido del negocio; y conlleva con relación al producto
las garantías que se siguen de los artículos 5, 6, 11, 12 y
concordantes del plexo consumeril.
Además, no cabe duda que un capítulo fundamental lo
constituyen las figuras del abuso del derecho, la lesión y la
excesiva onerosidad sobreviniente, y específicamente las
pautas establecidas en los arts. 37 y 38 de la ley 24.240
referidos a las cláusulas abusivas, tema sobre el que
volveremos infra .
Por último, la ley 24.240 establece un régimen de
responsabilidad especial objetiva y solidaria que deviene
aplicable a todos los integrantes de la cadena de
comercialización en virtud del art. 40(54) .
En esta línea, tal como explica Wajntraub (55) , la
responsabilidad de la cadena de comercialización puede
llegar al fabricante, e incluye a todos los intermediarios en
la comercialización del producto, mencionando
expresamente al vendedor, pues la ley quiere
responsabilizar a todas las personas físicas o jurídicas que
han participado en la concepción, creación y
comercialización del servicio.
La responsabilidad solidaria de los intervinientes en la
comercialización también se desprende de la confección de
los recibos que debieran ser emitidos en forma conjunta por
la sociedad administradora, y por aquél que coloca los
vehículos en el mercado.
Desde otro costado, es interesante el análisis desde la
perspectiva del control de sociedades, en donde la
"controlante" es aquélla que ostenta la dirección y gestión
de la empresa controlada, y por ello, si nos tomamos el
trabajo de investigar la composición del capital social de las
empresas administradoras de estos planes, encontraremos
que, en muchos casos, quienes colocan los automóviles en
el mercado a través de ellas son justamente sus
fabricantes, configurándose así la "cadena de
comercialización".
Por su parte, no podemos obviar que la LDC prevé la
posibilidad de solicitar en sede administrativa el daño
directo a que hace referencia el art. 40 bis de la normativa
legal, y finalmente, regula la función punitiva del derecho de
daños al habilitar la sanción pecuniaria disuasiva, o
comúnmente denominado "daño punitivo", de conformidad a
la previsión del art. 52 bis.
De todo lo dicho se sigue que se está frente a
operaciones creditorias en donde el dinero dado por los
ahorristas pasa a ser un bien propio de la demandada,
aunque sea para cumplir una finalidad convencionalmente
establecida, cual es acumular fondos para comprar
automotores de una cierta productora, y entregarlos
periódicamente a cada uno de los ahorristas, actividad que
puede implicar una relación de consumo si se dan los
requisitos del art. 1, 2 y 3 de la LDC.

7. Proyección jurisprudencial
En esta inteligencia, cabe puntualizar que en este tipo de
vinculación los ahorristas se adhieren al círculo de
capitalización y ahorro, mediante un contrato de
compraventa de cláusulas predispuestas y, más
correctamente, a un verdadero contrato de adhesión,
redactado por la administradora del plan, en el que no
tienen ninguna capacidad de negociación.
Además, los suscriptores son consumidores en los
términos del art. 1 de la ley 24.240, pues el objeto del
negocio es la adquisición de bienes nuevos a título oneroso,
y siempre que su utilización sea con carácter de destino
final, mientras que tanto la administradora como la
concesionaria intermediaria y la empresa fabricante,
quedan articuladas en la cadena de comercialización propia
de este tipo de negocios, y por ende, son proveedores y
quedan sometidas a la ley 24.240.
De tal modo, el criterio de la CSJN en cuanto a la
aplicación de los arts. 3 y 37 inc. b de la LDC para juzgar la
validez de la prórroga de jurisdicción, considerándola
abusiva en estos tipos de contratos, se ajusta a la correcta
télesis de la tutela del consumidor.
Resulta indudable que tal como señala el Alto Cuerpo
Federal, el pacto de foro prorrogando implica una renuncia
de derechos para la parte débil del contrato, y una mejora
para la posición de la proveedora, expresamente vedada
por el inc. b del art. 37 de la LDC.
A modo de ejemplo, sobre la declaración de abusividad de
cláusulas en este tipo de contratos, podemos citar algunos
precedentes jurisprudenciales, tales como "Fasán Alejandro
Luis Arnoldo c. Volkswagen S.A. de Ahorro para Fines
Determinados" (56) ; "Villegas, Claudia c. Turín S.A." (57) ; "De
Simone, Silvia Mabel c. Volkswagen S.A. de Ahorro para
fines determinados"(58) . En síntesis, este criterio
jurisprudencial de la CSJN se proyecta a todo el ámbito de
la contratación por adhesión.

VIII. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL CONTRATO A LA


RELACIÓN DE CONSUMO EN MATERIA DE RESPONSABILIDAD DE
CONCESIONARIAS VIALES

1. Aspectos preliminares
La doctrina(59) ha puntualizado que la vida cotidiana del
habitante de la sociedad de consumo comprende un
sinnúmero de situaciones que escapan al compartimento de
las relaciones contractuales, y que consecuentemente, el
consumidor no solamente es aquél que compra bienes, sino
que también al moverse dentro de la sociedad recibe el
impacto de una serie de actividades que exigen la tutela de
su persona y sus bienes.
Este aspecto se pudo advertir con toda claridad en el
terreno de la responsabilidad de las concesionarias viales,
en donde se debatió la naturaleza de ésta y del propio
Estado, cuestiones que fueron abordadas por diversos
fallos de la CSJN.
En esta línea, se advierte una clara evolución que iremos
analizando en la medida que estudiemos cada uno de los
precedentes que pasamos a comentar.

2. La tesis extracontractualista y tributarista

2.1. Reseña del fallo: "Colavita c. Buenos Aires Provincia


y otros"

En caso de marras los actores, Sr. Salvador Colavita y


Susana Maiquez, reclaman a la concesionaria Vial del Sur y
a la Provincia de Buenos Aires los daños y perjuicios
derivados de un accidente acaecido mientras circulaban en
el automóvil de su propiedad Peugeot 505, por la ruta
nacional Nº 2, con motivo de que se le interpusieron
sorpresivamente dos caballos, y en consecuencia, el
conductor no pudo evitar la colisión.
De tal modo, fundamentan la responsabilidad de la
demandada en el contrato de peaje innominado y atípico
que deviene "de adhesión" y que obliga a la concesionaria a
mantener la seguridad e indemnidad personal y patrimonial
de quienes pagaron el precio del peaje.
Por su parte, la concesionaria sostiene que en el caso de
choque con un animal suelto, el responsable es el dueño
del semoviente de conformidad al art. 1124 del Cód. Civil, y
que por el contrario, su responsabilidad se encuentra
limitada al objeto de la concesión que es facilitar la
circulación en condiciones de absoluta normalidad.
Aduce que Covisur comunicó a la Dirección de Vialidad de
la Provincia de Buenos Aires la presencia de animales
sueltos para que se notificara a las autoridades
competentes, y por ello, cumplió con todas sus obligaciones
contractuales.
En síntesis, entiende que el dueño del animal es el
principal responsable, y eventualmente, la autoridad pública
por no haber adoptado las medidas tendientes a evitar esta
clase de accidentes.
Desde otro costado, la Provincia de Buenos Aires
sostiene que en ningún momento ha dejado de cumplir sus
funciones, y reclama la competencia originaria de la CSJN
que asume la causa, y reitera que los daños son
responsabilidad del dueño del animal de conformidad a la
legislación sustantiva.

2.2. La resolución de la CSJN: el voto de la mayoría

Al estudiar el tema, los vocales de la CSJN que


conforman la mayoría no se pronuncian sobre el contrato de
peaje, sino que se detienen especialmente en el contrato de
concesión para analizar la responsabilidad de la
concesionaria vial, y en el análisis del poder de policía del
Estado en orden a la existencia de animales sueltos.
Así, en primer lugar afirman que "como principio general
el ejercicio del poder de policía de seguridad que
corresponde al Estado no resulta suficiente para atribuirle
responsabilidad de un evento en el cual ninguno de sus
órganos o dependencias tuvo parte, toda vez que no parece
razonable pretender que su responsabilidad general en
orden a la prevención de los delitos pueda llegar a
involucrarla a tal extremo".
En este sentido, la CSJN agregó que "la omisión que se
alega como sustento de la responsabilidad de la provincia
no puede hacerla responsable de los daños causados por
un animal del que no era propietaria ni guardadora".
En definitiva, la CSJN resuelve el tema en virtud de lo
dispuesto por el art. 1124 del Cód. Civil, afirmando que
corresponde la eventual responsabilidad del propietario del
animal suelto, quien en el caso bajo estudio, no fue
demandado ni citado.
Desde otro costado, el tribunal sostiene que la
responsabilidad de la concesionaria surge del pliego de
condiciones y que se deriva de su deber específico de
habilitar la circulación en condiciones de normalidad,
citando puntualmente el contrato de concesión y el
reglamento de explotación.
En síntesis, la CSJN por mayoría rechaza la demanda
incoada por los actores.

2.3. La opinión de Nazareno y Bossert

Al coincidir con la mayoría, los dos vocales citados


entienden que con relación a la provincia, la eventual
responsabilidad que se genere de la existencia de animales
sueltos en la ruta debe atribuirse a su propietario de
conformidad al art. 1124 del Cód. Civil, y que ese principio
no se ve alterado por el régimen de concesión de peaje,
pues la susodicha atribución de responsabilidad no se
sustituye por la intervención de la concesionaria.
En este aspecto, ponen de relieve que el art. 24 del
reglamento de explotación impone a los propietarios de
fundos aledaños el deber de adoptar las medidas para
impedir la existencia de animales sueltos.
Además, los vocales agregan que no se ha acreditado
que la concesionaria hubiera actuado con desaprensión
ante las denuncias de animales sueltos, sino que por el
contrario, ha probado haber enviado notas de advertencia a
la Dirección Nacional de Vialidad.
En síntesis, entienden que no se advierte por parte de
COVISUR el incumplimiento de las condiciones
establecidas en la concesión, que habilite endilgarle
responsabilidad.

2.4. La disidencia de Vázquez

Desde esta perspectiva, el Ministro citado se pronuncia en


disidencia con sus colegas, afirmando que la
responsabilidad que surge del art. 1124 del Cód. Civil, con
relación al dueño o guardador de un animal por los daños
que cause, no es exclusiva ni excluyente de otro tipo de
responsabilidades de personas sobre las cuales pesa el
deber de evitar que ningún animal esté suelto en
determinados lugares.
Así, puntualiza que en el caso del propietario, la
responsabilidad surge justamente de la posesión del animal
del cual se beneficia, mientras que en el segundo supuesto,
se trata de la inejecución del deber de tutelar la vía de
circulación.
A esos fines, alude justamente a la responsabilidad de las
empresas ferroviarias establecida en los arts. 5 y 7 de la
ley 2877, en cuanto imponen la obligación de mantener el
camino en buen estado y remover todos los obstáculos que
impidieran el uso regular de la vía, citando a tal fin
precedentes jurisprudenciales.
De tal modo, el Dr. Vázquez argumenta que existe una
"obligación análoga", pues tanto la provincia de Buenos
Aires como la concesionaria vial pueden ser pasibles de
responsabilidad por los daños que se deriven a terceros por
la existencia de obstáculos, verbigracia: animales que
impidan la normal circulación de las carreteras bajo su
cuidado.
En esta inteligencia, el citado magistrado agrega que la
Provincia también puede ser pasible de responsabilidad si
se prueba que omitió cumplir con la intimación prevista en
el art. 17 del Código Rural, que obliga a controlar la
existencia del amojonamiento y cercado de los inmuebles, y
en su caso intimar a la realización de la obra en un término
no mayor a 6 meses.
En este caso, el Estado provincial será responsable por el
daño causado en virtud de los arts. 1074 y 1079 del Cód.
Civil, más allá de la responsabilidad del guardador del
animal, pues se está ante la idea objetiva de falta de
servicio.
Ahora bien, al analizar las constancias de la causa
sostiene que no se ha desplegado actividad probatoria que
demuestre que la provincia incumplió con los deberes que
el Código Rural local le impone, y por ello, no cabe
responsabilizarla.
Por el contrario, y con relación a la Concesionaria Vial del
Sur, argumenta que la relación de derecho público que
existe entre el concedente y el concesionario no es oponible
al usuario de la ruta concesionada.
En este aspecto, el vocal advierte que " el vínculo que
enlaza al usuario con el concesionario vial es una típica
relación de consumo " que engasta en los arts. 1, 2 y 3 de
la ley 24.240, y consecuentemente, la responsabilidad se
deriva de la obligación tácita de seguridad, de resultado.
Así, explica que la concesionaria debe proveer todo
aquello que asegure que la carretera estará libre de peligro
y obstáculo, y que se transitará con total normalidad,
agregando que resulta innecesario puntualizar que para
obtener tal prestación es que precisamente el usuario paga
un precio .
En definitiva, el Vocal enfatiza en su disidencia que la
obligación del concesionario no se agota en la demarcación
y cuidado de la ruta y carpeta asfáltica, sino que alcanza a
todo lo que sea menester realizar para asegurar al usuario
una circulación libre de dificultades.
En consecuencia, el magistrado afirma que acreditado el
daño o perjuicio, emerge contra el concesionario, como
sucede en todo supuesto de responsabilidad objetiva, una
presunción de responsabilidad, que sólo puede desvirtuarse
si se prueba que le ha resultado imposible prever o evitar el
perjuicio, o que previsto no ha podido evitarlo.
En este aspecto, trae a colación el Código de Tránsito de
la provincia de Buenos Aires, que en el art. 102 prescribe
que las concesionarias deben adoptar dentro de las
medidas de seguridad aquéllas que estén comprometidas
con situaciones u obstáculos anormales.
La opinión del vocal resulta abonada por lo resuelto en las
VII Jornadas Bonaerenses de Derecho Civil, Comercial y
Procesal, donde se aprobó un despacho en el que se afirma
que las relaciones del concesionario y el usuario revisten
naturaleza contractual, y que el primero tiene una obligación
de seguridad de la cual es responsable objetivamente, aun
por los daños producidos al usuario por animales sueltos en
la ruta.
En síntesis, entiende que corresponde hacer lugar a la
demanda sólo contra la concesionaria vial, introduciéndose
en la cuestión de los rubros reclamados.

3. Una primera reflexión


Sin perjuicio de señalar que el análisis pormenorizado de
la naturaleza del contrato de peaje, la responsabilidad de
las concesionarias vial, y eventualmente del Estado, lo
realizaremos una vez analizados los principales
precedentes de la CSJN, cabe hacer alguna breve
consideración de este caso, por ser el primero que trata la
temática.
Lo primero que cabe señalar es que el voto de la mayoría
no tiene ningún pronunciamiento sobre el contrato de peaje,
y tampoco visualiza correctamente la responsabilidad del
Estado ni de la concesionaria, en función del art. 1124 del
Cód. Civil y su integración en el resto del sistema jurídico.
El primer error que se advierte es el intentar deslindar la
responsabilidad del Estado a toda costa, máxime cuando la
concesionaria lo había notificado respecto de la existencia
de animales sueltos en la ruta, con el argumento de que la
responsabilidad es del propietario del animal y que es
excluyente.
Por el contrario, con toda claridad el Dr. Adolfo Vázquez
hace pie en el Código Rural de la Provincia de Buenos
aires, para advertir que el Estado tiene la obligación de
controlar los cerramientos de los fundos y de advertir
falencias, emplazar al propietario a que las corrija, y en su
caso, realizarlas a costa de él.
Este último magistrado puntualiza correctamente que la
provincia de Buenos Aires puede llegar a ser responsable,
en función de los arts. 1074 y 1109 del Cód. Civil, que no
resulta excluida por la del propietario del animal suelto, ya
que señala con toda claridad que dichas responsabilidades
no son exclusivas ni excluyentes pues se deben a causas
distintas.
Desde otro costado, el voto de la mayoría no sólo se
acota al contrato de concesión que une a la provincia con la
empresa vial, y nada dice de la relación con el usuario, sino
que implícitamente se queda en el terreno de la
responsabilidad subjetiva al expresar que no se ha
acreditado culpa por parte de las demandadas.
Aduce que la concesionaria ha realizado las tareas de
mantenimiento de la ruta que le corresponden.
Por el contrario, el Dr. Vázquez nuevamente señala, con
meridiana claridad, que la relación que se deriva del
contrato de peaje es de consumo, en los términos de los
arts. 1 y 2 de la ley 24.240.
De tal modo, al realizar correctamente la subsunción
legal, el magistrado ubica correctamente la obligación de
seguridad como implícita en este tipo de contratos, y
esgrime que es de carácter objetiva.
Pese a ello, al desarrollar el voto señala que la
concesionaria no debe limitarse a la tarea de demarcación
de la ruta, sino que también debe eliminar los obstáculos
que pudieran existir, como es el caso de los animales
sueltos, de conformidad al Código de Tránsito de la
Provincia de Buenos Aires.
Ahora bien, aunque predica el carácter objetivo de la
responsabilidad, puntualiza que la concesionaria no ha
demostrado haber tomado todas las medidas necesarias y
previsibles para evitar el perjuicio.
En este sentido, al reclamar la prueba de la debida
diligencia se queda en el ámbito de la responsabilidad
subjetiva, y se contradice con su afirmación de que la
imputación es de naturaleza objetiva.
De todas formas, el voto de Vázquez luce ajustado a la
realidad fáctica y jurídica del momento en que se dictó el
fallo e implica un notable avance que luego se completará
en los fallos que analizaremos infra .
En síntesis, y tal como señaló Pizarro (60) , el Alto Tribunal
estableció las siguientes bases sobre el régimen aplicable a
situaciones como la del caso:
1. "El ejercicio del poder de policía de seguridad que
corresponde al Estado no resulta suficiente para atribuirle
responsabilidad en un evento en el cual ninguno de sus
órganos o dependencias tuvo parte, pues su
responsabilidad, en orden a la prevención de delitos, no
puede llegar a ser involucrada en las consecuencias
dañosas que aquéllos producen con motivo de hechos
extraños a su intervención directa".
2. "La Provincia no debe responder por el accidente
provocado por un animal suelto en la ruta cuando aquélla
no es propietaria y guardadora del mismo".
3. "No puede atribuirse responsabilidad a la concesionaria
vial por el accidente provocado por la presencia de
animales sueltos en la ruta, en tanto no puede asumir
frene al usuario derechos o deberes mayores a los que
correspondían al ente concedente, máxime si en el
reglamento de explotación se había pactado que las
funciones de policía de seguridad y de tránsito debían ser
ejercitadas por la autoridad pública". Esta premisa,
veremos más adelante, es fuertemente cuestionada en los
votos de los Ministros Zaffaroni y Lorenzetti en la causa
que comentamos.
4. Las cláusulas del pliego de bases y condiciones para la
concesión de obras viales que obligan a la concesionaria
a "facilitar la circulación por el camino en condiciones de
absoluta normalidad, suprimiendo las causas que originen
molestias, inconvenientes o peligrosidad para los usuarios
del camino", deben interpretarse "en el contexto de las
obligaciones propias del concesionario en torno a la
remodelación, conservación y explotación del corredor vial
conferido, enderezadas al mantenimiento y señalización
de calzadas y banquinas y a la oferta de servicios
auxiliares al usuario".
5. La responsabilidad del concesionario vial no puede
exceder "más allá de las obligaciones inherentes al estado
de la ruta misma", "ni exigirle el control de los alambrados
linderos a la raza, en tanto el Reglamento de Explotación
impone a los propietarios de los fundos aledaños el deber
de adoptar las medidas tendientes a impedir la presencia
de animales en el camino, erigiéndolos en responsables
de todos los gastos que ocasione su retiro y de los daños
que pudiera causar". La cuestión, sin embargo, es
sustancialmente distinta cuando se demuestre la culpa de
la empresa, tal lo que sucedería cuando habiendo
advertido por constatación directa o por denuncia de
terceros la presencia de animales sueltos en la ruta u
otros obstáculos (o hubiese podido hacerlo obrando con
cuidado y previsión), omita realizar los actos pertinentes
para su remoción. En tal caso su responsabilidad
quedaría puesta en evidencia en el marco de lo dispuesto
por el art. 1109 del Cód. Civil y normativa concordante.

IX. LA MODIFICACIÓN DEL CRITERIO DE LA CSJN EN LA CAUSA "FERREYRA C. V.I.C.O.V."(61) Y


SIMILARES

1. Reseña del fallo


En el caso del epígrafe, el Superior Tribunal de Justicia de
la Provincia de Chaco desestimó los recursos de
inconstitucionalidad e inaplicabilidad de la ley o doctrina
legal interpuesto por la demandada, Virgen de Itatí
Concesionario de Servicios Viales S.A. (VICOV), contra una
sentencia de Cámara que la había condenado a indemnizar
a los actores por los daños y perjuicios sufridos a raíz de un
accidente acaecido al colisionar la víctima contra un animal
suelto, cuando transitaba por una ruta sujeta al sistema de
peaje.
El TSJ Provincial adhirió expresamente a los fundamentos
vertidos por la Cámara, en relación al vínculo que se
establece entre el concesionario y el usuario de una ruta de
peaje, señalando que la misma es de naturaleza
contractual.
Además, sostuvo que existe una obligación de seguridad
amplia, que torna responsable a la demandada por no
haber tomado precaución alguna respecto a los animales
sueltos a fin de evitar accidentes como el que ocurrió, ya
sea intentando retirarlos de la ruta, requiriendo la
intervención de la autoridad pertinente o alertando a los
usuarios sobre su existencia.
Por otro lado, ambos tribunales, apartándose de los
criterios de la Corte, subsumieron el caso en las previsiones
de la ley 24.240 de Defensa del Consumidor, que torna
operativa la protección otorgada por el art. 42, CN.
La concesionaria vial demandada articuló recurso
extraordinario contra dicha sentencia, invocando la causal
de arbitrariedad, y citando los argumentos vertidos por la
CSJN en los fallos "Colavita", "Bertinat" y causas similares.

2. El dictamen del Procurador de la CSJN


El dictamen del Procurador General de la Nación
compartió la postura del recurrente, y señaló que el eje
discusorio, referido a la interpretación y aplicación de
normas de derecho común y el análisis de cuestiones de
hecho y de prueba, resulta propia de los jueces de la causa
y ajena al remedio previsto en el art. 14 de la ley 48, por lo
que, sostuvo que corresponde descalificar el acto
jurisdiccional en cuanto incurre en alguna de las causales
que abonan la doctrina de la arbitrariedad acuñada por la
Corte.
El Fiscal opinó que en el caso se configuraba dicho
supuesto al haberse apartado el a quo , sin dar razones
suficientes, de la doctrina sentada por la CSJN en la causa
"Colavita", y en especial, al encuadramiento que cabe
otorgar a la relació n jurídica que surge entre el usuario y el
concesionario, con motivo de la utilización de una vía de
peaje, la que, se resolvió, debe interpretarse en el contexto
de las obligaciones propias del ente concesionario,
consistentes en la remodelación, conservación y
explotación del corredor vial conferido y enderezadas
exclusivamente al mantenimiento y señalizaci ón de
calzadas y banquinas y a la oferta de servicios auxiliares al
usuario.
Por todo lo dicho, el Procurador afirmó que se había
apartado sin razón de los argumentos del citado fallo, en
relación a las normas aplicables en supuestos como el
verificado en el sub lite y al alcance que se debe a dar a
disposiciones que rigen la atribución de responsabilidad y a
sus eximentes.
En síntesis, opina que corresponde conceder el recurso
extraordinario, dejar sin efecto el decisorio apelado y
mandar a que se dicte nueva sentencia.

3. El fallo de la CSJN y las diversas fundamentaciones


En su resolución los vocales Petracchi y Fayt coinciden
con el Procurador y entienden que debe habilitarse la vía
extraordinaria, pero la mayoría integrada por Highton de
Nolasco, Maqueda, Zaffaroni, Lorenzetti y Argibay, se
pronuncian por la negativa, afirmando que la interpretación
del derecho común, cuando la sentencia constituye una
derivación razonada del derecho, aun cuando no siga los
precedentes del Alto Cuerpo, no es motivo para su revisión.
De todas formas, resulta esclarecedor analizar cada una
de las opiniones vertidas por los vocales para descubrir el
nuevo criterio de la CSJN en orden a la vinculación
existente entre las concesionarias y los usuarios, y por
ende, las nuevas pautas de la responsabilidad.

3.1. El voto de la Dra. Elena Highton de Nolasco:


la inexistencia de arbitrariedad

La magistrada advierte que la Corte Provincial entendió


que el vínculo que se establece entre el concesionario y el
usuario de una ruta de peaje es una relación contractual de
derecho privado, que hace nacer una obligación objetiva de
seguridad, por resultado, a cargo del primero, de manera tal
que enlaza al usuario con el concesionario vial en una típica
relación de consumo.
La vocal destaca que el Tribunal chaqueño ha subsumido
el caso concreto en las previsiones de la ley 24.240,
haciendo operativa la protección constitucional establecida
en el art. 42 de la Carta Magna, y declarando que la
relación de derecho público que liga a la concesionaria con
el Estado no es oponible al Estado.
Highton de Nolasco expresa que la tacha de arbitrariedad
cabe sólo frente a desaciertos u omisiones de gravedad
extrema, o deficiencias lógicas de razonamiento, y que por
el contrario, no procede el recurso extraordinario si la
inteligencia asignada por el a quo no excede el marco de
posibilidades que brinda el marco de las normas en juego.
De tal modo, se pronuncia afirmando que no existe
arbitrariedad, y consecuentemente, el recurso extraordinario
deviene inadmisible.
3.2. El voto del Dr. Zaffaroni: el peaje como precio de un
servicio público

Por su parte, juez citado pone de relieve que la


demandada insiste en que el fallo resulta arbitrario, pues se
le imputan obligaciones que no le corresponden en su
condición de concesionaria, de acuerdo a lo establecido en
el contrato que rige la concesión.
VICOV afirma que la relación de su parte es de naturaleza
extracontractual y de derecho público, pues el peaje
constituye una contribución, de manera tal que la valoración
efectuada en la sentencia recurrida resulta arbitraria y
lesiona su integridad patrimonial, en cuanto se ve obligada
a asumir una obligación no prevista en el contrato de
concesión.
Por el contrario, el Dr. Zaffaroni advierte que la justicia
chaqueña ha juzgado que la relación existente entre la
concesionaria vial y el usuario de la ruta es de derecho
privado y de naturaleza contractual, considerando que
existe una obligación de seguridad, de resultado, por los
daños que pudiese sufrir durante la circulación por la vía
habilitada.
De tal modo, tanto la Cámara como el TSJ Provincial
afirmaron que VICOV era responsable por los daños
ocurridos en virtud del deber de seguridad, y ante la
omisión de demostrar la ruptura de la cadena causal.
Al analizar los reproches contra el decisorio, el Dr.
Zaffaroni también se pronuncia por la inviabilidad del
recurso extraordinario, en atención a que la sentencia
cuenta con argumentos suficientes y resulta una alternativa
de interpretación de la ley perfectamente viable.
Sin perjuicio de dicha afirmación, el magistrado distingue
entre la relación de la concesionaria y el Estado
concedente, en cuanto una relación de derecho público, y la
existente entre aquélla y el usuario, que resulta una
vinculación de carácter privado.
Así, sostiene que el usuario abona una suma de dinero
como contraprestación por un servicio, que finca en facilitar
el tránsito por la carretera, asegurándole una circulación
normal, libre de peligro y obstáculos, de forma que pueda
arribar al final del trayecto en similares condiciones a las de
su ingreso.
En esta línea, el vocal de la CSJN afirma que la suma de
dinero preestablecida, denominada "peaje" que abona el
usuario a cambio de la prestación del servicio, reviste la
entidad de un precio, que se encuentra gravado por el IVA,
y que de tal modo, el vínculo así conformado exterioriza la
mediación de una relación de consumo, que tiene recepción
normativa en la ley 24.240 y que, aun cuando el
acaecimiento del siniestro de autos medió con anterioridad
a la modificación del plexo consumeril que incorporó el
actual texto del art. 40, la tutela ya estaba incorporada con
la reforma del art. 42 de la Carta Magna.
El magistrado destaca la labor de interpretación del
ordenamiento jurídico afirmando que aun cuando el Estado,
dentro del marco de la concesión, ejerce los derechos
fundamentales, la vinculación entre la concesionaria y el
usuario, resulta comprensiva de derechos de naturaleza
contractual, en tanto la explotación se realiza por su propia
cuenta y riesgo.
Zaffaroni afirma que, más allá de la relación de derecho
público existente entre el Estado y la concesionaria, el
servicio prestado por esta última hace nacer un vínculo de
naturaleza contractual que contiene una obligación objetiva
de seguridad, pues se trata de prestar un servicio de
carácter continuado, modalmente reflejado por el ingreso a
las rutas en forma masiva, y de uso simultáneo, sin que
pueda existir una deliberación previa, de modo que permita
al usuario modificar las condiciones de la prestación.
El magistrado trae a cuenta la operatividad del principio
de buena fe que informa el art. 1198 del Cód. Civil,
puntualizando que tiende a plasmar la responsabilidad del
concesionario que se obliga a mantener indemne la
integridad física y patrimonial del usuario pues, en esa
consecución, éste ha depositado su confianza, la cual,
objetivamente considerada, estriba en el tránsito por la vía
concesionada sin riesgo.
En síntesis, el magistrado señala que la naturaleza de la
relación existente entre las partes implica una obligación de
seguridad de resultado contemplada en el art. 5 de la
ley 24.240, y que permite afirmar que el usuario tiene que
llegar sano y salvo al final del recorrido.
De tal modo, afirma que en caso de daños provocados
por animales que invaden la carretera concesionada, la
empresa es responsable, salvo que demuestre la mediación
de eximente en punto a la ruptura del nexo causal, y esta
responsabilidad no resulta enervada por la que recae sobre
el dueño de guardián del animal en los términos del
art. 1124, Cód. Civil, pues no son excluyentes en tanto que
obedecen a factores de atribución diversos.
3.3. El voto del Dr. Lorenzetti: en torno a la relación de
consumo

El conocido magistrado, luego de reseñar las resoluciones


impugnadas, las alegaciones de la demandada y los hechos
de la causa, afirma claramente que el vínculo que une al
que contrata o usa el servicio y el concesionario es una
relación de consumo.
Así, puntualiza que quien paga el peaje, como quien usa
de la ruta a los fines del tránsito como acompañante, son
consumidores en los términos del art. 1 de la ley 24.240, y
que las concesiones viales conforman un servicio público, al
que le son aplicables las normas de la legislación aludida
por imperio del art. 2.
Lorenzetti expresa: "La fuente de esta relación jurídica
puede ser un contrato o actos unilaterales, o bien hechos
jurídicos, que vinculen a los sujetos antes mencionados, lo
cual es claramente diferente del vínculo que une a la
concesionaria con el Estado".
El vocal afirma con meridiana claridad que el
concesionario no asume una obligación de dar el uso y
goce de una cosa, sino de prestar un servicio, y que tal
calificación importa que hay una obligación nuclear del
contrato, constituida por la prestación encaminada al
mantenimiento de la ruta en todos sus aspectos, y también,
deberes colaterales con fundamento en la buena fe.
Entre estos deberes colaterales Lorenzetti agrega que
existe el deber de seguridad, de origen legal, e integrado en
la relación contractual, que obliga al prestador a la adopción
de medidas de prevención adecuadas a los concretos
riesgos existentes en la ruta concesionada, en tanto
resulten previsibles .
Además, hace alusión al art. 4, inc. "m", ley 24.449, que al
definir al concesionario vial señala que "...e s el que tiene
atribuido por la autoridad estatal la construcción y/o
mantenimiento y/o explotación, la custodia, la
administración y la recuperación económica de la vía
mediante el pago de un peaje...".
Así, advierte que existiendo una relación de consumo,
surge un deber de seguridad de fuente constitucional,
art. 42, CN, y legal, art. 5, leyes 24.449 y 24.240.
Sin embargo, el vocal continúa explicando que la
extensión del deber de seguridad se refiere a los
acontecimientos previsibles según el curso natural y
ordinario de las cosas, de conformidad al derecho común
que contiene normas específicas en este sentido (arts. 902
a 906, Cód. Civil), y concluye aseverando que " no es
posible afirmar la existencia de una garantía de resultado" y
agrega que "la previsibilidad exigible variará —d e acuerdo
a la regla del art. 902 del Cód. Civil— de un caso a otro".
El magistrado entiende que la aparición del animal en la
ruta concesionada no reviste la calidad de un hecho
imprevisible, sino por el contrario, debió haberlo previsto la
concesionaria de conformidad a un obrar racional y
razonable, siendo ésta quien se encuentra en mejores
condiciones de recolectar información sobre la circulación
de animales y sus riesgos, lo que importa el deber de
adoptar medidas concretas a modo preventivo.
En definitiva, opina que el deber de prevención y de
evitación del daño fue incumplido por la concesionaria
demandada y concluye que la responsabilidad del art. 1124
del Cód. Civil no es excluyente de otra de distinta índole
que cabe a personas que tienen a su cargo el deber de
evitar que ningún animal esté suelto en determinados
lugares, en virtud de la peligrosidad que su presencia
representa.

4. Reseña del caso "Bianchi c. Buenos Aires Provincia y Camino del Atlántico S.A."(63) y "Martínez
Lamas, Manuel c. Buenos Aires Provincia de y otros s/daños y perjuicios"

Las causas reseñadas en el acápite fueron acumuladas y resueltas conjuntamente por la CSJN por
economía procesal al tener ambas la misma plataforma fáctica.

Las pretensiones fueron interpuestas a fin de reclamar los daños y perjuicios derivados del accidente
de tránsito con motivo de la presencia de dos equinos que súbitamente cruzaron la ruta provincial
nro. 11, a la altura del camino de tierra a Mar Azul.

Como consecuencia del episodio, el Sr. Bianchi y su cónyuge y los restantes ocupantes del
vehículo —i nvitados por aquél— fueron trasladados al hospital Municipal de Villa Gesell, donde aquél
falleció.

De tal modo, la cónyuge e hijos del Sr. Bianchi y los


padres de los ocupantes del vehículo invitados y que aquél
trasladaba, iniciaron acción contra la Provincia de Buenos
Aires por considerar que es la dueña de los animales en
virtud del art. 1124 del Cód. Civil, por tratarse de equinos
orejanos o de marca desconocida y por la inobservancia del
deber de seguridad específico y oneroso.
Asimismo, demandan a Camino del Atlántico S.A. como
concesionaria de la ruta y por la infracción al deber de
seguridad a favor del usuario.
Por último, se acciona en contra de quien resulte dueño o
responsable de los equinos que produjeron el siniestro.
Por su parte, los padres de los transportados también
demandan a la sucesión del Sr. Bianchi.
5. La resolución del caso de la CSJN: el voto de la
mayoría

5.1. La responsabilidad del Estado

En cuanto a la responsabilidad de la Provincia, la CSJN


mantuvo su criterio de no imputarle responsabilidad, a
pesar de sostener un fundamento diferente a los casos
anteriores, atento al nuevo argumento planteado por las
partes.
En esta línea, los actores esgrimían que dado que los
equinos no tenían marca, ni señal, el Estado es su dueño
por ser "vacantes" o "mostrencos", en virtud de los
arts. 1124 y 2342, inc. 3, Cód. Civil, y en consecuencia,
cabía imputarle responsabilidad por los daños causados por
aquéllos.
Sin embargo, la CSJN entendió que el caballo sí tenía una
marca cuyo diseño no se encontraba registrado en la
Provincia de Buenos Aires y que no se detectó ningún
poseedor o dueño del equino, pero que se trataba de un
animal domesticado abandonado por su dueño, y atento a
que éstos no pasan a propiedad del Estado, no existe
responsabilidad.

5.2. La relación de consumo

Desde esta perspectiva, la CSJN reitera que el vínculo


entre la concesionaria de rutas y los usuarios es calificado
como una "relación de consumo" al momento del fallo, a
pesar de que no es posible la aplicación de la LDC al caso
por no haber estado vigente al momento del hecho dañoso.
Por ello, definen que el vínculo entre las partes era
contractual, regulado por el Código Civil, y distingue entre la
relación entre el usuario y la concesionaria de la existente
entre ésta y el Estado.
Así, el Alto Cuerpo puntualiza que se trata de la
prestación de un servicio, con deberes colaterales o
secundarios como es el de seguridad, derivado del
art. 1198 del Cód. Civil, pues el prestador debe adoptar las
medidas de prevención adecuadas a los concretos riesgos
existentes en las rutas concesionadas.
En esta línea, sostiene que la apuntada previsibilidad de
los riesgos que adjetiva a la obligación de seguridad puede
variar de un supuesto a otro, de conformidad a las
características operativas del tráfico y de las condiciones
geográficas de la ruta en cuestión.
De tal modo, señala que el juez deberá establecer en
cada caso el alcance del deber de previsión sin recaer en
formulaciones abstractas y genéricas.
En el sub lite , el fundamento de la responsabilidad de la
demandada lo encuentra en el reglamento de explotación,
cuando dispone que la concesionaria tiene la obligación de
conocer la existencia de animales en la zona y la eventual
ocurrencia de accidentes anteriores del mismo tipo.
Entiende que la carga de autoinformación importa también
el deber de adoptar medidas concretas frente a riesgos
reales de modo preventivo, y que en la presente causa se
ha acreditado el efectivo incumplimiento de los deberes
antes señalados.
En efecto, esgrime que de las actuaciones administrativas
existía un cartel en la ruta que indicaba la existencia de
animales sueltos, y que estaba prevista la colocación de
uno semejante para dotar a los usuarios de avisos
semejantes, pero que dicha señalización no se había
realizado al momento del hecho.
En esta línea, el Alto Cuerpo señala que la omisión o
incumplimiento de la concesionaria generó un riesgo
imprevisible para el conductor Bianchi, por lo que la
responsabilidad de la concesionaria no es dudosa, y tiene
fundamento en los arts. 512 y 902 del Cód. Civil.

6. Breve apunte al fallo presente


La lectura del fallo de la CSJN permite advertir que como
se trata de un siniestro acaecido con anterioridad a la
vigencia de la ley 24.240, se resuelve de conformidad a las
normas del derecho común.
En esta inteligencia, el Alto Cuerpo asume la teoría
contractualista, afirmando que entre la concesionaria y el
usuario existe un vínculo jurídico al cual le aplica la
normativa de los contratos.
Así, se pronuncia por la existencia del deber de
seguridad, como obligación accesoria derivada del contrato
de peaje, pero se ubica en una posición subjetiva con
relación al cumplimiento de dicho deber.
En esta línea, analiza la circunstancia de tiempo, lugar y
modo del siniestro, para llegar a la conclusión de que la
concesionaria no tomó las medidas de seguridad previsibles
para evitar el accidente.
De tal modo, predica como parte del deber de seguridad
la exigencia de autoinformación sobre las condiciones de la
ruta y consecuente proyección a los usuarios de la misma,
para concluir en el incumplimiento que hace procedente la
acción de daños.
De todas formas, cabe destacar que el Alto Cuerpo reitera
que la relación entre la concesionaria vial y los usuarios
engasta en la "relación de consumo" prevista en el art. 42
de la Carta Magna y en el actual art. 3 de la LDC.
Desde otro costado, y con relación a la responsabilidad
del Estado, mantiene el criterio de "Colavita", "Ferreyra" y
demás precedentes citados, en el sentido que la existencia
de animales sueltos no es suficiente para realizar reproche
alguno en función del poder de policía del Estado, aspecto
que ha merecido críticas de la doctrina(65) .

X. ANÁLISIS DE LAS DIVERSAS TEORÍAS SOBRE


LA VINCULACIÓN ENTRE EL USUARIO Y LA CONCESIONARIA VIAL

1. El fallo Colavita y la relación extracontractual


La lectura de los diversos votos de los miembros de la
CSJN, como así también de los fallos, permite advertir una
evolución conceptual sumamente relevante.
En el precedente "Colavita", el Alto Cuerpo entendió que
la actividad de la concesionaria vial, como relación
contractual, quedaba acotada al derecho público provincial
en cuanto a los límites de la concesión, y el respectivo
pliego de condiciones.
Pizarro(66) expresa que esta posición entiende que el
concesionario actúa por delegación de la Administración
Pública, y se circunscribe al marco normativo en el contrato
administrativo e instrumentos anexos de explotación, y que
se traducen en la obligación de mantener la ruta en buen
estado, asegurando la circulación normal de los
automotores.
Por su parte, el conocido jurista expresa que este criterio
judicial implica que la empresa no es dueña del camino, y
por ende, sólo debe responder frente a terceros cuando los
daños se devenguen del incumplimiento de las obligaciones
del marco regulatorio, de conformidad a los arts. 512, 1109
y 902 del Cód. Civil.
A su vez, la vinculación existente con el usuario deviene
extracontractual por exceder el marco de las obligaciones
asumidas por la concesionaria y, por ende, el único
responsable es el propietario del animal suelto, en los
términos del art. 1124 del Cód. Civil, toda vez que el
concesionario carece de poder de policía, el cual no ha sido
delegado por el Estado concedente, y es irrenunciable.

2. El fallo "Ferreyra c. V.I.C.O.V." y otros: la doctrina


contractualista
A partir del precedente citado, la CSJN abandona los
argumentos sentados en los precedentes "Colavita" y otros,
y enmarca la relación entre la concesionaria vial y el usuario
en el contrato y la relación de consumo.
En esta inteligencia, cabe afirmar que la relación existente
entre la empresa concesionaria y el usuario es de
naturaleza contractual, pues el peaje no es una modalidad
de tributo, sino un precio por la prestación de un servicio,
que genera dos obligaciones: la primera, habilitar el tránsito
en el corredor vial, que debe ser mantenido en adecuadas
condiciones, y la segunda, que algunos califican de
accesoria, que se concreta en el deber específico de
seguridad en atención al principio de confianza que emerge
del art. 1198 del Cód. Civil y que exige la indemnidad del
usuario para arribar a destino.
Así, Pizarro(67) puntualiza que esta posición implica
básicamente dos aspectos:
1) La naturaleza del vínculo que liga a empresa y usuario
no es tributaria, sino contractual. En el precio por el servicio
que éste abona está incluido el IVA, lo que pone en
evidencia que no puede tratarse de un tributo, pues
técnicamente no puede haber un tributo (IVA) sobre otro
tributo (el peaje). El usuario es consumidor final y no
contribuyente. Esta idea, veremos más adelante, es
ponderada muy especialmente en el voto del Ministro
Zaffaroni en el fallo que analizamos. Es, sin duda, un
argumento de peso que merece ser considerado.
2) La obligación de seguridad que pesa sobre el
concesionario es inferida del art. 1198, Cód. Civil y, en su
ámbito específico, de los arts. 5 y concs. de la ley 24.240 de
defensa del consumidor (art. 5 y concs.), en armonía y
reglamentación de lo prescripto por el art. 42, CN. En tanto
algunos consideran que dicha obligación es de medios, con
inversión de carga de la prueba y basamento
consiguientemente subjetivo, la mayoría se inclina por
considerar que estamos ante una obligación de resultado,
alcanzada por factores objetivos de atribución.
El autor citado expresa: "La distinción es trascendente en
el plano de las eximentes, pues en el primer caso, a la
empresa le bastaría con demostrar un obrar diligente, o lo
que es igual, que adoptó las medidas de prevención
razonablemente adecuadas, en tanto que, en el último
supuesto, su responsabilidad sería más estricta y sólo se
liberará probando la causa extraña".

3. La noción amplia de la relación de consumo


De la lectura de los votos de los Dres. Zaffaroni y
Lorenzetti se sigue que, además de referir a la prestación
del servicio y al vínculo contractual que se genera entre la
concesionaria vial y el usuario por el pago del peaje como
precio, también expresan que se está frente a una "relación
de consumo" que engasta en la ley 24.240 y en el art. 42 de
la Carta Magna.
En rigor, ambos magistrados realizan una convergencia,
reconociendo no sólo el contrato de consumo, es decir, la
prestación del servicio, sino que amplían su
fundamentación concluyendo que a la luz del plexo
consumeril lo relevante lo constituye el deber de seguridad
que debe reflejarse indispensablemente en la eficiencia y
seguridad del servicio que se presta para lograr de ese
modo la obtención del resultado.
Así, concebida la cuestión se proclama que la prestación
del servicio a cargo del concesionario tiene fundamento en
el art. 5 de la ley 24.240, que introduce la noción de
eficiencia en la tutela legal, y que determina la
responsabilidad objetiva de la concesionaria que la obliga a
remover los obstáculos y elementos peligrosos, como así
también alejar los animales que invaden la ruta.
Tal como lo expresamos supra, el Ministro Lorenzetti se
ubica en una posición contractualista al puntualizar que el
concesionario asume más que una obligación de dar el uso
y goce de la cosa, y que fundamentalmente, presta un
servicio.
De tal modo, el magistrado entiende que el deber de
seguridad que se sigue como obligación contractual refiere
a los acontecimientos previsibles según el curso ordinario y
normal de las cosas, y por ello, no es posible afirmar la
existencia de una garantía de resultado de manera que el
usuario no sufra daño alguno.
Por ello, el jurista citado entiende que el régimen de
causalidad vigente toma en cuenta las consecuencias
normales y previsibles, eximiendo al responsable de las
inevitables o no previsibles.
En este sentido, Pizarro(68) afirma que Lorenzetti liga la
obligación de seguridad a la idea de previsibilidad, y
consecuentemente, pondera la situación fáctica puntual
según el tipo de ruta por la que se circule, y las
circunstancias que puedan resultar razonablemente
previsibles.
Dicho de otro modo, Lorenzetti tiene un voto netamente
contractualista, pues más allá de las referencias al régimen
consumeril, no aplica los principios y normas que surgen de
la ley 24.240, es decir, los arts. 3, 5 y 40.
En efecto, no cabe duda alguna que en opinión de este
Vocal es factible acreditar la diligencia recolectando
información sobre la circulación de animales e informando
debidamente al usuario, para eximirse de responsabilidad,
si bien aclara que esta exigencia no se satisface con la
mera existencia de carteles fijos.
Por el contrario, el Ministro Zaffaroni es sumamente
categórico cuando expresa que la relación contractual de
derecho privado entre el concesionario y el usuario hace
nacer una obligación de seguridad de resultado , alcanzada
por parámetros objetivos de atribución, pues se trata de
prestar un servicio continuado reflejado por el ingreso a las
rutas en forma masiva, y de uso simultáneo, que exige
eficiencia y seguridad para lograr que quien circula llegue
sano y salvo al final del recorrido.
Para decirlo en términos del Vocal, la propia naturaleza de
esa relación "determina la responsabilidad objetiva de la
concesionaria, quien asume frente al usuario una obligación
de seguridad por el resultado, consistente en que aquél
debe llegar sano y salvo al final del recorrido, en
consonancia con el principio de la buena fe (art. 1198, Cód.
Civil) y el deber de custodia que sobre aquélla recae. El
cumplimiento de este último deber se inscribe dentro de las
prestaciones que se encuentran a su cargo, como resultan
las de vigilancia permanente, remoción inmediata de
obstáculos y elementos peligrosos y alejar a los animales
que invadan la ruta dando aviso, de inmediato, a la
autoridad pública correspondiente. Va de suyo que, a mérito
de tal razonamiento, el concesionario debe responder ante
el usuario por los daños provocados por animales que
invaden la carretera concesionada, salvo que acredite la
ruptura del nexo causal (caso fortuito, culpa de la víctima o
de un tercero extraño por quien no debe responder)".
Agrega Zaffaroni que tal responsabilidad no resulta
enervada por la que pesa sobre el dueño o guardián del
animal (art. 1124), "ya que la existencia de esta última no
excluye la primera, en tanto se trata de un supuesto en que,
aun cuando concurran, obedecen a un factor de imputación
diverso".
Estas diferencias que describimos entre el voto de
Lorenzetti y el de Zaffaroni son también advertidas por
Pizarro(69) quien afirma que "existe una gran diferencia entre
ambos votos, y que le parece mucho más equilibrado y
moderado el de Lorenzetti".
El autor citado agrega que "se advierte la existencia de un
'ámbito mínimo' de esa obligación de seguridad, no
controvertible, que abarca y comprende el riesgo
(económico y jurídico) inherente al estado de la ruta misma,
sus banquinas, etc., pero que muy difícilmente pueda
extenderse —e n nuestra modesta opinión— hasta
comprender el deber de controlar en términos absolutos la
presencia de animales en rutas abiertas en zonas rurales, ni
exigirle el control no sólo de alambrados linderos, sino de
los muchos caminos linderos, principales y secundarios,
que desembocan en las rutas concesionadas. Tanto más
cuando no tienen poder de policía delegado a tal fin y que
corresponde exclusivamente al Estado".

4. Nuestra posición
Desde esta perspectiva, con el respeto que merece el
conocido tratadista, la subsunción de la prestación del
servicio debe realizarse superando el marco contractual e
introduciéndose en la relación de consumo y la aplicación
de la ley 24.240, pues hace a la correcta interpretación del
sistema jurídico y no constituye una demasía ya que la
concesionaria está en condiciones de eximirse de
responsabilidad acreditando la ruptura del nexo causal, que
son las circunstancias relativas a la culpa de la víctima, la
de un tercero por quien no debe responder o el caso fortuito
o fuerza mayor.
Tal como lo reconoce el propio Lorenzetti, es el explotador
del servicio quien está en mejor posición para recolectar
información de la circulación de los animales en las rutas, y
por el contrario, el usuario no tiene ninguna alternativa de
conocimiento, y de allí, la carga de autoinformación y de
trasmitirla al usuario de forma puntual y concreta.
Ahora bien, esta carga exige tomar medidas eficaces
frente a los riesgos reales que constata la concesionaria, y
que también está en posición de prevenirlos.
Por último, la carga indemnizatoria puede ser distribuida
por el prestador, disminuyendo los accidentes y contratando
un seguro.
En definitiva, compartimos los argumentos expuestos por
el Dr. Zaffaroni, y entendemos que de la relación de
consumo que vincula a la concesionaria con el usuario
surge el deber de seguridad, de origen legal (art. 5 de la
LDC) y constitucional (art. 42 de la CN), que ostenta la
calidad de una obligación de resultado, con las
consecuencias jurídicas que ello implica en cuanto a
eximentes, plazos de prescripción, etcétera.
De todas formas, cabe reconocer que la doctrina no es
conteste en que el deber de seguridad implique también
una obligación de resultado, y que consecuentemente,
torne aplicable un factor de atribución objetivo, pues se
entiende que también podría eximirse acreditando la propia
diligencia por parte de la concesionaria vial.
Este debate es sumamente complejo, pues la textura del
art. 40 de la LDC es sumamente clara en cuanto a la
imputación objetiva de la responsabilidad y la necesidad de
eximirse solamente mediante la ruptura del nexo causal.
XI. CONCLUSIONES FINALES
Los precedentes jurisprudenciales que hemos reseñado y
explicado son sumamente ricos, por lo que éstas son
algunas de las conclusiones que se derivan de ellos, sin
perjuicio de la que el lector pueda inferir releyendo los fallos
y nuestros comentarios.
En primer lugar, nos parece relevante señalar que la
CSJN avanza de la tesis del "contrato de consumo",
receptada en la originaria versión de la ley 24.240, a la
"relación de consumo", incorporada en el art. 42 de la Carta
Magna y actual art. 3 de la LDC con la reforma de la
ley 26.361, y que implica una vinculación entre un
"proveedor" y un "consumidor o usuario" que nace o
reconoce como fuente, no solamente una convención de
partes, sino también hechos o actos jurídicos.
Así, lo relevante no es tanto la calificación del acto jurídico
existente entre las partes, sino que lo importante es advertir
que el consumidor o usuario realiza un solo acto, como es
"consumir" o "usar" un bien o servicio.
De tal modo, al quedar subsumido el contrato en la
relación de consumo, se torna operativo el régimen tuitivo
del plexo consumeril, y consecuentemente, las que antes
eran consideradas obligaciones derivadas del principio de
buena fe por el art. 1198 del Cód. Civil, hoy son directivas
centrales de origen legal, como lo son la obligación de
informar, art. 4 de la LDC, el deber de seguridad, arts. 5 y 6,
el deber de trato digno y equitativo, art. 8 bis, etcétera.
Desde otro costado, también podemos señalar que, tal
como enseñara Rezzónico(70) , es necesario distinguir "el
contrato" de "los contratos", y consecuentemente, el "tipo"
que significa un especial proceso organizativo: la
ordenación legal contractual se efectúa a través del tipo, de
manera tal que este último aparece como un cuadro
significante compuesto de partes, pero sólo aprehensible en
su generalidad, y que le dan las características propias.
En este sentido, el contrato de consumo es un "tipo
general" que se replica en los contratos individuales, por lo
que podemos hablar de compraventa de consumo, mutuo
de consumo, locación de servicio de consumo, y así
sucesivamente. Precisamente, ésta es la modalidad que
asume el Proyecto de Código Civil y Comercial 2012,
cuando regula en la parte general al contrato de consumo.
En esta inteligencia, lo relevante en el contrato de
consumo y que también se da como notas caracterizantes
en la relación de consumo: son la debilidad estructural que
existe entre el proveedor y el consumidor, elemento objetivo
propio de la sociedad de consumo, y por otro lado, el
destino final del bien o servicio, que caracteriza al
consumidor o usuario, de manera tal que este último "cierra
el circuito económico".
Tal como enseña Rezzónico(71) , el tráfico en masa ha
afectado al contrato tradicional y ha debilitado el principio
de autonomía de la voluntad, pues resulta patente que el
consumidor "no negocia" sino que simplemente "adhiere" a
un contrato predispuesto, y de allí el nacimiento de la
terminología "contrato de adhesión".
En síntesis, los fallos de la CSJN hunden sus raíces en la
"relación de consumo" y reconociendo la existencia también
de contratos que engastan en aquella noción, aplican los
principios de la Ley de Defensa del Consumidor, luego de
haber pasado por la etapa del derecho común y de los
deberes secundarios derivadas de la buena fe, que hoy se
alzan como conductas obligatorias para los proveedores.
Por ello, podemos concluir afirmando que el derecho del
consumidor va de la mano, inseparablemente, de un
derecho empresario, y ambos traducen la interpretación
económica del derecho y las relaciones económicas del
mercado, pero tal como enseña Mosset Iturraspe (72) , el
derecho del consumidor es el ordenamiento jurídico "de las
necesidades de bienes y servicios".
De allí que este ordenamiento no es un derecho "contra"
los proveedores, sino que busca reconocer el contenido
ético que implica el respeto a la dignidad de la persona
humana.

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