Está en la página 1de 5

CAPÍTULO 2

EL DERECHO COLECTIVO DEL TRABAJO

El derecho colectivo, como regulación normativa, la centraremos en aquello que la doctrina


denomina también como derecho sindical: la regulación de las organizaciones (sindicales)
propiamente tal 1 o, como señala Gamonal, aquella que tiene por función regular la actividad
sindical 2 comprendiendo la regulación del colectivo y su forma de construir un modelo de relaciones
laborales entre trabajadores y empleadores.

1. El reconocimiento del colectivo laboral en la legislación chilena. Un breve repaso


histórico

Si bien el proceso de agrupación de trabajadores y coordinación sindical se fija por la historiografía


como un movimiento eminentemente social iniciado hacia fines de la década de 1890, como ocurrió
con el Centro Social Obrero constituido en Santiago durante el mes de febrero de 1896 3, la respuesta
legislativa tardaría en llegar no obstante las propuestas legislativas que formularon el Partido
Conservador (1919), la Alianza Liberal (1921) o la Federación Obrera de Chile (FOCh) entre 1920 y
1921.

Desde un punto de vista histórico, el correlato normativo se sitúa ―como una réplica a escala de lo
ocurrido en Europa― sobre la base de un proceso que, en principio, habría tolerado para luego
prohibir directamente la acción colectiva. Tapia citando a Heise, indica que en 1890 se abolió todo
tipo de acción colectiva con la eliminación de personal que prestaba servicios en puertos,
representando éste el primero apronte prohibicionista conocido 4. El mismo autor reconoce que
durante el primer cuarto del siglo XX se observó un marcado silencio normativo (en el que se
combinó represión contra el conflicto con salidas de carácter institucional u objetivas arbitrajes 5) el
que se alteró en 1924 mediante el primer intento legislativo que daría reconocimiento y juridificaría
el conflicto colectivo a través de las leyes sociales (que en el caso particular de la regulación sobre
sindicatos se contuvo en la ley N°4.057 sobre la organización del sindicato industrial). Sin embargo,
este modelo de reconocimiento distó de ser una herramienta que reconociera la labor y autonomía
sindicales: se trató de formas de normativizar el conflicto colectivo mediante una intensa
intervención estatal conforme se regularía posteriormente en el Código del Trabajo de 1931 6.

Constitucionalmente el primer antecedente del reconocimiento de derechos colectivos contenidos


en una Constitución se dio en la de 1925 y sólo al ser reformada mediante la ley N°17.398 de 1971
que intervino el texto constitucional con las denominadas “garantías democráticas”. Con éstas se
reformuló el numeral 14 del artículo 10 de la CPR de 1925, incluyendo los siguientes incisos segundo,
tercero y cuarto:

1
Lanata (2018), p.2.
2
Gamonal (2020), p. 19.
3
Grez (2007), p. 30.
4
Tapia (2005), p. 135.
5
Ibid., p. 139.
6
Ibid., p. 149-150.
El derecho a sindicarse en el orden de sus actividades o en la respectiva industria o faena, y
el derecho de huelga, todo ello en conformidad a la ley.

Los sindicatos y las federaciones y confederaciones sindicales, gozarán de personalidad


jurídica por el solo hecho de registrar sus estatutos y actas constitutivas en la forma y
condiciones que determine la ley.

Los sindicatos son libres para cumplir sus propios fines

La misma ley reformatoria reforzó, indirectamente, la autonomía y finalidades de estas


organizaciones incluyendo un nuevo numeral 17 al artículo 10 de la CPR de 1925 sobre garantías
constitucionales, disponiendo en su inciso segundo:

Las Juntas de Vecinos, Centros de Madres, Sindicatos, Cooperativas y demás organizaciones


sociales mediante las cuales el pueblo participa en la solución de sus problemas y colabora
en la gestión de los servicios del Estado y de las Municipalidades, serán personas jurídicas
dotadas de independencia y libertad para el desempeño de las funciones que por la ley les
correspondan y para generar democráticamente sus organismos directivos y
representantes, a través del voto libre y secreto de todos sus miembros.

El tránsito y recepción de esta carta de garantías democráticas, sin embargo, sería exiguo: con la
irrupción de la dictadura militar el texto constitucional de 1925 tuvo algunos años más de aplicación
hasta que, a fines de la década de 1970 se iniciara el proceso de estudio para la redacción de una
nueva constitución, a cargo de la denominada Comisión Ortúzar. No obstante la redacción de esta
nueva CPR, ésta no significó un cambio radical con el reconocimiento de la libertad sindical en los
términos antes establecidos, agregándose al texto de la Constitución el ejercicio (individual) del
derecho a negociar colectivamente y las prohibiciones referentes al ejercicio de la huelga, más allá
de lo que tratamos acerca del reconocimiento implícito de este último derecho.

Así, el reconocimiento de estas garantías se ha hecho en términos ―restrictivamente―


consistentes: mientras la libertad sindical referida a la sindicación y al derecho a negociar
colectivamente son, en particular, garantías de carácter individual ―no obstante requerir del
colectivo para ejercerlas, en su caso―, los derechos propiamente colectivos se reconducen al
reconocimiento de autonomía sindical y su capacidad como grupos intermedios dotados de poder
de representación para aunar el interés colectivo siempre que esas labores no tengan por objeto
actividades de naturaleza político partidistas.

Por de pronto, el mandato constitucional se reconducirá de forma detallada a la ley para que ésta
delinee las formas jurídicas admisibles para encausar y ejercer los derechos antes referidos,
utilizándose un modelo especialmente reglamentarista en la materia. Y si bien desde el Código del
Trabajo, producto del Plan Laboral hasta el vigente hoy, se ha ido superando una serie de límites en
los que se prefiguró ese reenvío constitucional, el modelo de relaciones laborales (como lo
denominó la última reforma al Código) no ha cesado en mantener su condición elementalmente
formal, detallista y burocrática.
Así, nuestro modelo legislativo se ha trazado en términos tales que reconoce el colectivo laboral
como sujeto de derechos y obligaciones y, en su faz de autonomía, capaz de ejecutar actos jurídicos
que permitirían a fin de cuentas intentar equiparar el desequilibrio negociador presente a nivel
individual. Sin embargo, este reconocimiento parece estar limitado por el modelo atomizado por el
que optó la legislación durante la dictadura militar ligándolo a la base del sistema productivo […] y
solo para fines de reivindicación de intereses económicos 7, esto es, con un acentuado interés
doméstico. Esto no obsta al reconocimiento de las más variadas formas de organización sindical,
fuere dentro de la empresa o con extensiones a niveles supraempresariales ―ramales, sectoriales
o con vocación nacional―, menos aun considerando que como efecto del artículo 2 del Convenio
N°87 podrían darse regímenes de organización en cualquier nivel en tanto trabajadores (o
empleadores) lo estimaren conveniente. Sin embargo, el ejercicio de los derechos más elementales
que forman parte de la tríada que compone la libertad sindical será reconocida con eficacia en el
nivel más básico de todos: el de los sindicatos de empresa.

2. Fuentes del derecho colectivo del trabajo

El sistema de fuentes del derecho colectivo nacional reconoce, en prácticamente su totalidad, las
referidas a propósito de la regulación de la libertad sindical, combinando las fuentes jurídicas de
origen nacional y aquellas que informan a nuestro ordenamiento desde el marco del derecho
internacional del trabajo contenido principalmente en Convenios de la OIT y tratados
internacionales, fueren estos últimos de carácter multilaterales o bilaterales.

Adicional al sistema de fuentes legales encontraremos la profusa doctrina y jurisprudencia que


mana de la Dirección del Trabajo y desde los Tribunales de Justicia, las que tendrán valor en tanto
obran, en su afán interpretativo, como criterios de orden, interpretación e integración de la
normativa laboral. Sin embargo, y más allá de la discusión sobre fuentes reales o formales, los
pronunciamientos administrativos o judiciales obrarán como indicadores para la aplicación de las
contenidas en instrumentos legales, más aún ante la pretendida vocación que se sostiene sobre el
Recurso de Unificación de Jurisprudencia.

En un sentido similar, el contrato colectivo es también fuente, pero acotada a la eficacia formal que
la norma le atribuye sin poder configurarse como un régimen que informe al sistema jurídico: se
tratará de un depositario de los efectos normativos con un alcance limitado a los sujetos
intervinientes, descartando por de pronto su relevancia ―bajo nuestro actual ordenamiento―
dentro del sistema de fuentes que revisaremos.

2.1. Fuentes nacionales

2.1.1. La Constitución Política

La CPR, más allá de reconocer a los grupos intermedios como catalizadores del régimen de
organización de la sociedad (inciso segundo del art. 1) o la garantía genérica que prevé la libertad
de asociación (art. 19 N°15), ésta reconoce al sindicato como objeto de regulación a propósito del

7
Rojas (2016), p. 186.
reconocimiento de la libertad sindical como objeto de protección (art. 19 N°19) y el derecho a la
libre afiliación sindical. Los incisos segundo y tercero de esta última norma prescriben:

Las organizaciones sindicales gozarán de personalidad jurídica por el solo hecho de registrar
sus estatutos y actas constitutivas en la forma y condiciones que determine la ley.

La ley contemplará los mecanismos que aseguren la autonomía de estas organizaciones. Las
organizaciones sindicales no podrán intervenir en actividades político partidistas.

En tales términos, la CPR garantizará la conformación del sindicato y su funcionamiento


otorgándoles la autonomía necesaria para plasmar su ideario, más allá de la prohibición de abocarse
a actividades político partidistas.

Será entonces, la ley, mediante el reenvío constitucional, la principal fuente normativa dentro del
ordenamiento chileno.

2.1.2. La ley

Ésta, como anticipábamos, pretende regular exhaustivamente el ejercicio de los derechos


colectivos. En este proceso, el CT en su Libro III y sus once capítulos, regulará cada uno de los
elementos que permiten el nacimiento, vida y disponen las causales de extinción de las
organizaciones.

En particular, y como revisaremos en el capítulo tercero siguiente, la ley establecerá los mecanismos
para reconocer eficacia a estas agrupaciones mediante los procesos formalizados de constitución y
requisitos de quorum; la conformación de sus representantes y directorio; las reglas mínimas para
su funcionamiento y regulación internas mediante un contenido necesario para sus estatutos; la
regulación sobre administración y gestión patrimonial; las bases establecidas para la protección de
la labor sindical, entre otras que, con detalle, delimita el CT.

El derecho sindical, así concebido por la CPR y reenviado al CT, reconoce entonces un ámbito
privativo de funcionamiento: los trabajadores dependientes del sector privado, excluyendo otras
organizaciones de trabajadores (o funcionarios) de estas reglas, más allá de reconocérseles a estos
últimos la capacidad para constituir y afiliarse a asociaciones de funcionarios. Así, como indica Rojas,
su cobertura es acotada y referida a categorías de trabajadores a los cuales la legislación permite el
ejercicio del derecho a sindicación y demás libertades derivadas de este 8.

2.2. Fuentes internacionales

En igual sentido a lo tratado respecto de las fuentes internacionales que reconocen y amparan el
ejercicio de la libertad sindical, el derecho sindical es también materia de regulación considerando
que la organización, su conformación y ejercicio forman parte inescindible de la primera.

8
Rojas (2016), p. 88.
En lo que respecta a los Convenios de la OIT, será el N°87 (sobre libertad sindical y derecho de
sindicación) aquel que se refiere con mayor definición sobre la constitución y organización sindical
(arts. 2 y 3); la abstención estatal en su funcionamiento o caducidad, asegurando autonomía (arts.
3 y 4); la libertad de federación o confederación de las organizaciones (art. 5); y el reconocimiento
de personalidad jurídica sin obstáculos que limiten su obtención (art. 7). Por su parte, el Convenio
N°98 (sobre derecho de sindicación y negociación colectiva) promueve las normas sobre protección
de estas organizaciones, preservando por una parte las necesarias garantías para la constitución de
los sindicatos (art. 1)] y la libertad de afiliación, considerando la supresión de acciones
discriminatorias que atenten contra el ejercicio de la libertad sindical por motivos de sindicación; la
proscripción de los actos de injerencia que definan privilegios o prebendas entre organizaciones
sindicales o entre éstas y entidades patronales, en las que operen regímenes económicos de
protección para la preeminencia de unas organizaciones sobre otras (art. 2). Respecto al ejercicio
de los roles de representación y dirección de una organización sindical con una protección adecuada
se encuentra el Convenio N°135.

Otros instrumentos internacionales que regulan materias de derecho colectivo serán:

– Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ONU, 1948 (art. 8):
norma que tendrá mayor desarrollo en comparación con las normas que se listan a
continuación según se desarrolló en el apartado sobre fuentes internacionales sobre
libertad sindical.

– Declaración Universal de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, de


1948 (art. 23 N°4): Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la
defensa de sus intereses.

– Declaración Americana sobre Derechos Humanos, Organización de Estados Americanos,


1969 (art. 16). Esta, por de pronto, trata meramente de la garantía a la libertad de asociación
en sus más amplias variaciones, incluyendo la que surja con motivos laborales en la que se
incluirá por criterio de especificidad el ejercicio del derecho de sindicación. Ahora bien, esta
lacónica e indirecta referencia al derecho de sindicación podría suplirse mediante el
Protocolo Complementario al Pacto de San José de Costa Rica, que en su artículo 8 prevé el
desarrollo de los derechos sindicales. Sin embargo, y como lo mencionamos a propósito de
las fuentes internacionales que amparan y resguardan el ejercicio de la libertad sindical,
este Protocolo se encuentra en proceso de ratificación desde el año 2005, no siendo aun
reconocida como norma positiva en el ordenamiento nacional.

También podría gustarte