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WILLIAM Thomas BECKFORD (Fonthill, Wiltshire, Inglaterra, 1 de Octubre de 1760 - 2 de Mayo de

1844) fue un novelista, crítico de arte, escritor de crónicas de viajes y político.


Nació en la mansión de su padre, alcalde de Londres y, con sólo diez años de edad, heredó una fortuna
en metálico y tierras, que incluía una gran plantación de azúcar en Jamaica: esta fortuna le permitió
vivir holgadamente para dedicarse al arte, la aquitectura y la escritura. Dandy hasta el punto de haber
sido el modelo de lord Byron, y bisexual, a lo largo de su vida tuvo aventuras con hombres quy le
trajeron problemas legales que pudo sortear tomando diferentes medidas, entre otras casándose con
una hija del cuarto conde de Aboyne, con la que partió al exilio, en el transcurso del cual, estando en
Suiza, su mujer murió al dar a luz. Entre sus descendientes directos se encuentra Rainiero III de
Mónaco.
En 1782 viajó a Italia: el fruto será su libro Dreams, Waking Thoughts and Incidents (1783) y una serie
de cuadros de pintores italianos famosos. Poco después escribió su conocida novela gótica Vathek
(1786), escrita originalmente en francés y que, a causa de su carácter onírico y fantasioso, ha sido
considerada uno de los precedentes históricos del surrealismo literario: se trata de una obra de
transcurso narrativo imprevisible, llena de sorpresas fantásticas, en la que un califa vende su alma al
diablo. Una continuación de tres Episodios de Vathek fue descubierta en 1909. Otras de sus obras
destacadas son Memoirs of Extraordinary Painters (1780), escrita para burlarse de la colección familiar
de pintores flamencos, y Letters from Italy with Sketches of Spain and Portugal. En 1793 viajó a
Portugal, país en el que residió durante un tiempo. Vuelto a Inglaterra, fue miembro del Parlamento
entre 1784 y 1793 y entre 1806 y 1820. Marginado por la pacata sociedad de su época, se enclaustró en
su finca de Fonthill, que ciñó de un alto muro y dentro de la cual decidió construir, como Felipe II, un
monasterio aledaño: ancargó al arquitecto James Wyatt los planos de la neogótica Fonthill Abbey,
terminada en 1807 y en la que ubicó su formidable colección de arte; como base de su biblioteca
adquirió entera la del famoso historiador Edward Gibbon; en 1800, y en compañía de su amante lady
Hamilton, el Almirante Nelson visitó la casa, de la que hoy sólo quedan ruinas. Sus extravagancias como
coleccionista de arte y constructor redujeron muchísimo su patrimonio. A su muerte, fue enterrado en
la Catedral de Salisbury.

JOHANN KARL AUGUST MUSÄUS o MUSAEUS (Jena, 29 de Marzo de 1735 - Weimar, 28 de


Octubre de 1787), escritor y folklorista alemán, fue uno de los primeros antólogos de cuentos populares
de la órbita alemana.
Hijo único del juez y magistrado de la policía de Eisenach, por aliento paterno estudió Teología en la
Universidad de Jena y, al terminar y al cabo de una espera de varios años -parece ser que era muy
aficionado al baile y la fiesta- le asignaron una parroquia; pero su verdadera vocación era el mundo de
las letras: a partir de 1760 se convierte en escritor satírico, debutando con su trabajo en tres volúmenes
El Grandison alemán, que era una parodia del entonces famoso por todo el Sacro Imperio Germánico
personaje del novelista inglés Samuel Richardson. En 1763, Musäus fue nombrado Mayordomo de pajes
de la corte de Weimar en Turingia, y en 1769 profesor de lenguas antiguas e historia de su Gymnasium.
En 1776, ya nombrado presbítero, se hizo masón y cofrade de la secta de los Iluminati. Entre 1782 y
1786 publicó su mejor obra, que acabaría conformando cinco volúmenes: Volksmärchen der Deutschen
(“Cuentos populares alemanes”), una colección de cuentos de hadas germánicos, recogidos del pueblo
pero adaptados literariamente por Musäus, que no conseguía refrenar su talante satírico, de modo que
las historias carecen, por tanto, de la sencillez del folklore; ; ahora bien, a contracorriente de la moda
de la féerie galicista de su tiempo, que prefería cuentos de salón versallesco al modo de madame
D’Aulnoy, las fuentes de Musäus son estrictamente populares, aunque no solo alemanas, pero Musäus
somete la sencillez narrativa y aun candidez del original popular a una forma más literaria y artística,
aportando una vivacidad y un humor e ironía característicos, desarrollando y exagerando sus aspectos
más fantásticos, pero que en su origen son inequívocamente populares: del “folk” proceden las
transformaciones en animales, brujas, gigantes, hadas, ondinas y madrastras malvadas.
La obra fue muy leída -no sólo en los Estados alemanes- y ejerció un gran influjo en la literatura
fantástica del Pre-romanticismo y el Romanticismo en alemán (los hermanos Grimm, por ejemplo) e
inglés (está detrás de aquellas famosas veladas suizas que reunieron a Byron, el matrimonio Shelley y
Polidori y que los decidieron a escribir sus propias historias de fantasmas: Lord Byron escribió un
fragmento de novela que es considerada la primera historia moderna de vampiros, Polidori el relato El
Vampiro y Mary Shelley su Frankenstein; como la última de las "Leyendas de Rübezahl" habría de
inspirar La leyenda de Sleepy Hollow de Washington Irving); y aun en 1876 encontró allí Chaikovski el
argumento de su ballet El lago de los cisnes. Finalmente, la muerte le impidió a Musäus completar su
nueva colección de cuentos Straussfedern, de la que en vida solo salió a luz un primer volumen en 1787.
Reimpresos con frecuencia en su idioma original, fueron traducidos a otros: al francés en Contes
populaires des allemands (1803 y otras ediciones); y al inglés: 5 de los cuentos fueron vertidos “muy
libremente” por William Beckford en sus Popular Tales of the Germans (1791) y 3 tuvieron traducción
del famoso germanófilo escocés Thomas Carlyle, mientras que uno de los traducidos al francés
-"L'Amour Muet"- figuraba en el conjunto de historias alemanas Fantasmagoriana de Jean-Baptiste
Benoît (1812) que fueron las que leyeron en su veraniego retiro suizo de 1816 los Byron-Shelley-
Polidori; en cambio apenas han tenido traslación al castellano: existe traducción ocasional de algunos
cuentos sueltos, como la de Crónica de las tres hermanas: cuento mágico (1987) por Carmen Bravo-
Villasante.

LA NINFA DE LA FUENTE (traducción-versión libre del autor a partir del


original alemán anónimo incluido en su “Popular Tales of the German”, 179);
traducción de Juan Antonio Molina Foix en la antología “Frenesí gótico” (Valdemar,
Madrid, 2005).

A una distancia de tres millas de Blackpool, en Suabia, se encontraba la fortaleza de un


empedernido filibustero: la ocupaba un valiente caballero llamado Siegfried. Era la flor y nata
de la piratería a caballo, el flagelo de las ciudades confederadas, y el terror de todos los
comerciantes y arrieros que se aventuraban por los caminos sin haber adquirido su pasaporte.
En el preciso momento en que bajaba su visera, fijaba su peto, se ceñía la espada a los
riñones, y sus doradas espuelas tintineaban en sus tacones, su corazón se acorazaba para la
rapiña y la matanza. Conforme a los prejuicios de su época, consideraba el pillaje y el saqueo
como los más distinguidos privilegios de la nobleza. Así que, de vez en cuando, se dejaba caer
sin piedad sobre los indefensos comerciantes y campesinos y, siendo él mismo fornido y
musculoso, no reconocía otra ley que la del más fuerte. Al grito de «¡Siegfried está suelto!
¡Siegfried se acerca!», toda Suabia se embargaba de consternación; los campesinos llegaban
en tropel a las fortificadas ciudades, y los guardianes de las torres tocaban fuerte sus trompas
a fin de avisar del peligro.

Pero dentro de su casa, cuando se quitaba la armadura, aquel espantoso filibustero se


volvía tan manso como un cordero, tan hospitalario como un árabe, el mejor de los amos y el
más cariñoso de los maridos. Su esposa era una dama dulce y amable, modelo perfecto de
virtud y buena conducta. Amaba a su marido con el cariño más inviolable, y supervisaba su
casa con incansable diligencia. Cuando Siegfried salía en busca de aventuras, no era su
costumbre sentarse en la celosía a la espera de admiradores, sino que se aplicaba a la rueca
y obtenía un lino tan fino, que la misma Aracne, la hilandera lidia, no se avergonzaría del
mismo.

Había dado a su marido dos hijas, a las cuales instruía con asiduidad en las lecciones
de piedad y de virtud. En su retiro monástico, nada podía turbar su tranquilidad excepto los
injustos procedimientos mediante los cuales su marido adquiría sus riquezas. Aborrecía de
corazón ese privilegio del robo, y no recibía satisfacción alguna de los regalos que de él
recibía de costosas telas, entretejidas de plata y oro. «¿De qué me puede servir todo esto,
empapado como está con las lágrimas de los inocentes maltratados?», se diría a sí misma al
arrojarlo a un cofre, donde estaba condenado a permanecer sin más atención. Encontraba
algo de alivio a esas melancólicas reflexiones administrando consuelo a los cautivos que caían
en las

Notas del traductor:


[5] Alusión simbólica a una de las tres Erinias de la mitología griega: divinidades aladas,
análogas a las Parcas romanas, a menudo comparadas con perras que persiguen a humanos.
[6] Alusión simbólica a la más antigua y peculiar divinidad del panteón romano, representada
por dos caras opuestas (una mira hacia delante y la otra hacia atrás), a la que consideraban el
dios de las puertas y el protector de las ciudades.
[7] Alusión al mito helénico de las Metamorfosis de Ovidio sobre el rapto (y posterior
matrimonio) de la ninfa Cloris por parte del dios del viento Céfiro, que, en recompensa, la
convirtió en Flora, divinidad que preside «todo lo que florece».
[8] Se refiere al día canónico establecido por la Iglesia Católica para la práctica de la oración,
que desde el siglo VI estaba distribuido en las “horas canónicas”: maitines (las 6), laudes (las 9),
prima (las 12), tercia (las 15), sexta (las 18), nona (las 21), vísperas (las 24) y completas (las 3).
[9] Alusión al fabuloso monstruo alado de la mitología mesopotámica con cuerpo de león,
cabeza de águila y cola de serpiente. En la Edad Media su simbología era contradictoria: lo
mismo es emblema de Cristo que del demonio.
[10] Prueba mágico-religiosa en la que se suponía que la divinidad dictaba su veredicto sobre el
caso consultado. La ordalía aquí mencionada (típica prueba de fuego) era propia de la
Cristiandad medieval, siendo una variante del llamado «Juicio de Dios».
[11] Mayordomo mayor de palacio.

FIN

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