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LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Puede decirse que las ideas de los “filósofos” contribuyeron en gran medida a la creación de
un ambiente prerrevolucionario. La burguesía había visto crecer su poder económico a lo
largo del siglo XVIII, pero permanecía privada de toda igualdad jurídica: su deseo de
transformar la sociedad encontró en la Ilustración un fundamento teórico que se fue
plasmando en la dirección de la revolución. Si la economía mundial del siglo XIX tiene
su origen en la Revolución industrial inglesa, su política e ideología tienen como
modelo la Revolución francesa.

LA REVOLUCIÓN FRANCESA: las causas

La Francia del siglo XVIII era un país con derechos señoriales, diezmos y
privilegios, que se llevaban buena parte de los frutos del trabajo de los campesinos e
imposibilitaban la circulación y comercialización de los productos. Por su parte, la
persistencia de los gremios hacía imposible que se produjera en Francia el tipo de
crecimiento industrial que se estaba dando por estos años en Gran Bretaña.

A estas trabas, como ha demostrado Labrusse, hay que sumar regularmente una
sucesión de crisis puntales que solían tener su inicio en las malas cosechas y que
desataban la secuencia de hambre campesina, epidemia, crisis, paro y miseria urbana.
Francia se vio afectada por una de estas crisis en 1788. No hay que perder de vista esta
coincidencia.
No obstante, como ya se ha apuntado, la crisis agraria también repercutiría de
manera nefasta en la ciudad, dado que la reducción del poder de compra del campesinado
y la carestía de los alimentos derivó en un aumento de la pobreza, el hambre y el
desempleo, con motines en Lyon, Paris y otras ciudades.
Todas estas dificultades se vieron aún más agravadas por la crisis de la monarquía
absoluta. La bancarrota de la Hacienda obligó a introducir reformas para proporcionar
nuevos ingresos, pero para conseguirlo era necesario el consentimiento del sector
privilegiado. La aristocracia se rebeló e impuso como condición para aprobar cualquier
reforma fiscal la convocatoria de los Estados Generales, donde los estamentos
privilegiados eran mayoría a fin de impedir las reformas.
LOS ESTADOS GENERALES Y LA ASAMBLEA NACIONAL
Fue la creciente crisis de la Hacienda francesa lo que originó que el rey
convocara los Estados Generales en 1789 que permitía a los privilegiados mantener el
control de toda reforma. En la convocatoria se contemplaba la elaboración de los
“Cuadernos de quejas” (Cahiers de Doléances), que debían recoger las reclamaciones de
todos los sectores, albergaban la esperanza de que la defensa de los intereses de los
ciudadanos fuese respondida por los representantes.
Designados los representantes de los tres estamentos, los Estados Generales
fueron inaugurados el 5 de mayo de 1789 en Versalles. El Tercer Estado, a propuesta de
Sieyès decidió constituirse por su cuenta en Asamblea Nacional, alegando que
realmente representaban a la inmensa mayoría de los franceses. Temerosos de que ello
anunciara la intención real de disolver los Estados Generales se dirigieron al “juego de
pelota” donde prometieron mantenerse unidos hasta elaborar una constitución.
Las primeras manifestaciones insurreccionales tuvieron lugar el 12 de julio pero
culminan el 14 de julio con el asalto a los Inválidos y la toma de la Bastilla. El Gran
Miedo se produjo del 20 de julio al 5 de agosto de 1789. Hasta ahora hemos hablado
de unos acontecimientos que parecían haber tenido dos únicos escenarios: París y
Versalles. De haberse limitado sólo a ellos es posible que la Revolución no hubiera
tenido tal trascendencia. Lo decisivo fue que se extendiera a otras ciudades (“revolución
municipal”) y sobre todo al campo. El Gran Miedo fue originado por los rumores que
hablaban de invasión de tropas extranjeras o de bandidos a sueldo de los nobles para
reprimir el movimiento campesino y darle legitimidad al rey. La respuesta de la
Asamblea Nacional a las noticias alarmantes que llegaron de las zonas rurales fue la
sesión de la noche del 4 al 5 de agosto, en la que se decidió la disolución del régimen
feudal para conseguir frenar el furor campesino mediante un decreto del 11 de agosto de
1789.

ETAPAS

1. La Asamblea Constituyente (1789-1791)


Desde el inicio de la Asamblea Constituyente (9 de julio) comenzó una andadura
importante. El 26 de agosto se aprobó, imitando lo que habían hecho algunos de los
Estados norteamericanos, la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano,
que sería referencia en otras constituciones liberales posteriores.

El texto comprendía un prefacio y diecisiete artículos. Suponía la consolidación


de los principios básicos de la revolución liberal. La Declaración daba a los franceses la
condición de ciudadanos libres e iguales ante la ley y recogía los derechos naturales e
imprescriptibles del hombre: libertad, seguridad, propiedad, resistencia a la opresión.
Incorporó también el principio de Soberanía Nacional y la separación de poderes. Se
hacía eco pues de muchas de las aspiraciones de la burguesía como la propiedad y
evitando aspectos como la esclavitud o el sufragio universal. La liquidación del Antiguo
Régimen quedaba por tanto confirmada en términos socio-económicos.

El pueblo de París, movido por la carestía del pan marchó sobre Versalles el 5 de
octubre. Una manifestación de mujeres, que contaba con el beneplácito de la Guardia
Nacional, invadió el palacio y presionó al monarca para que firmara los decretos de la
Asamblea y artículos de la Declaración. Para acabar con el peligro de la contrarrevolución
el rey y su familia fueron obligados a regresar de nuevo a la capital, quedando recluidos a
partir de entonces en las Tullerías.
Los trabajos de la Asamblea Constituyente concluyeron en agosto de 1791, dando
lugar a una Constitución que definía una monarquía constitucional asentada en la
división de poderes. El texto, que tenía como preliminar la Declaración de los derechos
del Hombre y el Ciudadano, adoptó un sistema de sufragio censitario, ya que se
diferenciaba entre ciudadanos pasivos y activos, según fueran o no propietarios. El 30
de septiembre, una vez promulgado el texto, la Asamblea Constituyente se disolvió para
dar paso a la elección de la Legislativa. Así, se había llegado a estabilizar la monarquía
constitucional y la Revolución podía darse por finalizada.
Hemos visto como en el plano social la labor de la Asamblea Nacional se centró
en liquidar las bases del Antiguo Régimen: disolución del feudalismo, abolición de la
servidumbre y destrucción de la sociedad estamental. Por su parte, en el plano económico
la Asamblea impulsó la desamortización de los bienes eclesiásticos, con el fin de que
sirvieran de garantía a unos títulos de deuda con interés, que recibieron el nombre de
“asignados” y con los que se podrían comprar los antedichos bienes. Con la emisión de
este papel moneda se pretendía hacer frente a la crisis económica y paliar el déficit
estatal. La Ley Le Chapelier establecía la libertad de trabajo. Asimismo, se pusieron en
marcha medidas para la reorganización de la administración del país con ochenta y tres
departamentos, divididos a su vez en distritos, cantones y comunas. Los constituyentes
reformaron también el aparato judicial. En los municipios se introdujo la figura del Juez
de paz y se estableció el Habeas Corpus, aunque se mantuvo la pena de muerte.
Estas reformas se desarrollaron en un contexto de fuerte tensiones. A finales de
1790 las diferentes potencias europeas van tomando posiciones en contra de la
Revolución, alentadas sobre todo por los soberanos de España y Austria, que mantenían
lazos familiares con los monarcas franceses. De hecho, Luís XVI pretendía con su fuga
incorporarse a la reacción absolutista que habían gestado los nobles franceses exiliados
y dirigir las tropas austriacas contra el movimiento revolucionario, mas bien, contra la
nueva Francia. Sin embargo, la huída de la familia real, acontecida el 20 de junio de
1791, resultó desastrosa; fueron reconocidos y detenidos en Varennes (cerca de la
frontera) y obligados a regresar en medio de multitudes amenazadoras. Por su parte, se
adoptaron medidas contra los enemigos de la Revolución, confiscándoseles los bienes a
los nobles emigrados (noviembre de 1791) y declarándosele la guerra a Austria (abril de
1792).

2. La Asamblea Legislativa (de octubre de 1791 a septiembre de 1792)

La nueva Asamblea contaba con 745 diputados y tenía una representación mucho
menor de la aristocracia y del clero que la Constituyente. Las elecciones habían dado lugar
a tres grandes tendencias dentro de la Asamblea Nacional Legislativa.

1) Derecha (feuillants con 264); 2) Izquierda con 136 y 3) centro con 345. La Asamblea
Legislativa inició su actividad imponiendo severas medidas a los sacerdotes refractarios
que no habían aceptado la Constitución civil del clero y ordenó a los nobles emigrados
que regresaran si no querían ver confiscados sus bienes. El temor de los soberanos
europeos a la radicalización de las posiciones revolucionarias era ya considerable, tal y
como había quedado de manifiesto con la declaración de Pillnitz, por la cual Prusia y
Austria acordaban conjuntamente defender la monarquía francesa y advertían a los
revolucionarios. Esto fue percibido en Francia como una amenaza a la Revolución y
causó gran irritación al pueblo, que se sentía ya plenamente soberano de la nación.

Muchos eran los que apostaban por la guerra de Francia contra sus enemigos
exteriores, postura que acabo trayendo consigo la división interna de los grupos políticos
que formaban la Asamblea Legislativa. Dentro de los feuillants, La Fayette apoyaba la
guerra porque veía en ella la oportunidad de ponerse al frente del ejército, pero los otros
líderes del club, encabezados por J.M. Barnave, la temían y trataban de evitarla
negociando en secreto con Leopoldo II de Austria (1790-1792).

Las tropas francesas se enfrentaron a Austria a e iniciaron las operaciones


invadiendo Bélgica, estaban mal preparadas, mal equipadas y pobremente dirigidas; aún
así se había logrado reunir un ejército de ciento cincuenta mil soldados. Por su parte,
Austria y su aliada Prusia habían puesto en la liza un número similar de tropas, pero de
una calidad netamente superior. No es de extrañar pues que los primeros encuentros se
saldaran con desbandadas francesas, deserciones masivas e incluso con el asesinato de
algunos mandos.
La invasión de Francia tuvo lugar en julio de 1792 por parte del ejército prusiano
bajo el mando del duque de Brunswick. El manifiesto que justificó la agresión conocido
en París el 1 de agosto, tuvo unos efectos totalmente contrarios a los que perseguía, pues
produjo una completa exacerbación del espíritu revolucionario y patriótico. En realidad,
este nuevo movimiento revolucionario venía gestándose desde junio, cuando desde la
capital se habían empezado a llamar voluntarios de las provincias para el ejército;
ejemplo de ello son los 600 marselleses que entraron en París el 30 de julio entonando
el Canto de guerra para el ejército del Rin, conoció más tarde como La Marsellesa.

En primer lugar, los ciudadanos de París, liderados por Danton, ocuparon el


Ayuntamiento e instauraron la Comuna Insurreccional, un verdadero gobierno
revolucionario paralelo a la Asamblea y con una influencia superior a la que cabe
atribuir a un simple poder municipal. Seguidamente, tuvo lugar el asalto al Palacio de
las Tullerías, ante lo cual Luis XVI y su familia tuvieron que refugiarse en el edificio
donde se reunía la Asamblea Nacional. Los diputados de la Legislativa aceptaron la
exigencia de la Comuna popular de parisina de suspender definitivamente al rey en sus
funciones y el internamiento de la familia real en un monasterio. De igual modo,
también se dio el visto bueno a la moción por la cual Robespierre instaba a la
convocatoria de elecciones por sufragio universal para la formación de una Convención
Nacional. A consecuencia de la caída de Longwy y Verdún en manos prusianas los
clubes y periódicos más radicales pidieron el asalto de las cárceles y la ejecución de los
contrarrevolucionarios; La invasión del país continuó hasta el 20 de septiembre, cuando
en la batalla de Valmy el ejército francés logró detener el avance de Prusia.

3. La Convención (1792-1795)

Después de unas elecciones por sufragio universal con un alto nivel de


abstención, la Convención se reunió por primera vez el 20 de septiembre de 1792.
Estaba compuesta por unos 160 girondinos, que quedaban ahora a la derecha de la
Cámara, a la izquierda unos 200 montañeses (nombre que recibían los jacobinos y los
cordeliers por situarse en los escaños más altos de la Asamblea) y en el centro una masa
de 400 diputados independientes (la Plaine o Llanura).
La característica esencial de la nueva Convención fue la desaparición de los
grupos moderados más allá de los girondinos; los antiguos constitucionalistas habían sido
barridos y los monárquicos totalmente silenciados. Los girondinos fueron muy
respetuosos con la ley y serán partidarios de la descentralización. En cuanto a la
concepción de la Revolución son universalistas, entendiéndose pues que defendieran la
guerra contra las monarquías absolutistas.
El otro grupo son los jacobinos, que se caracterizó por la radicalización hacia la
izquierda de sus posturas. Eran centralistas y partidarios de consolidar la revolución en
Francia antes de llevarla a otros países. De igual modo, defendían que el proceso
revolucionario debía llevarse más allá, profundizando en los aspectos sociales y
económicos. Sus lideres más destacados eran Robespierre, Marat y Danton.
Hay una etapa de predominio girondino, de septiembre de 1792 a junio de 1793.
El inicio de la Convención está marcado por la abolición de la monarquía y la
implantación del nuevo calendario republicano a partir del año I: la Primera República
francesa. El descubrimiento de documentos que demostraban que Luís XVI había
mentido a los dirigentes revolucionarios y colaborado con los invasores fue el detonante
para que se celebrara un proceso judicial en contra de su persona. La culpabilidad del
rey fue votada por unanimidad, y su condena a muerte por 387 votos a favor y 334 en
contra, de los 721 que estaban presentes. El monarca de Francia era finalmente
ejecutado en la mañana del 21 de enero de 1793.

Por su parte, la política exterior de la Convención girondina vino definida por las
medidas destinadas a hacer frente a la guerra. Recordemos que los franceses habían
logrado detener a los prusianos en la batalla de Valmy, pero aún no habían logrado que
las tropas invasoras abandonaran Francia. El contraataque francés se saldó con la anexión
de Saboya y Niza, varias plazas situadas otro lado del Rin Maguncia, Basilea, Worms y
Frankfurt y la invasión de Bélgica, en 1792. Estos triunfos tuvieron gran repercusión en
Europa y motivaron una alianza antirrevolucionaria entre casi todas las potencias
europeas; se formaba con ello la llamada Primera Coalición: Austria, Prusia, España,
Gran Bretaña, Portugal, los Estados alemanes y varios principados italianos. Francia
respondió formando un ejército integrado por ciudadanos movilizados a través de levas
masivas, el cual debía convertirse, siguiendo los postulados de los girondinos, en un
vehículo para la difusión ideológica e intelectual de la Revolución. Sin embargo, la
ineficaz organización de este nuevo ejército francés puso en peligro la supervivencia de la
misma Francia, tras varias derrotas.

Francia tuvo que hacer frente a una gran crisis económica (hambre, inflación,
desempleo) y a una sublevación realista, que estalló en marzo entre los campesinos de la
Vendée (departamentos del Loira) a causa de una leva en masa de trescientos mil
hombres con la que se pretendía contener la amenaza militar. Ambos acontecimientos
aceleraron el ascenso al poder de los jacobinos. Dirigidos por Robespirre, los sans-
culottes . La etapa jacobina abarca desde junio de 1793 a julio de 1794 y ahora se dirigía
contra los propios republicanos, contra un modelo descentralizado y una política liberal.
Con el juicio y muerte de los líderes girondinos la Revolución se radicalizaba.

La principal realización de los jacobinos será la Constitución del año I, aprobada


el 24 de junio de 1793. Era una constitución mucho más democrática, recogía el sufragio
universal masculino. Se estableció un Gobierno Revolucionario, en el cual el poder
pasaba a estar en manos de un par de comités: el Comité de Salvación Pública y el
Comité de Seguridad General. Junto a ambas corporaciones, la Comuna de París,
baluarte de los sans-culottes y la Convención, sede de la voluntad nacional, aunque
sometida a los dictámenes de los antedichos comités revolucionarios, para asegurar el
cumplimiento de las leyes y para el establecimiento de tribunales revolucionarios. Todo
ello con el asedio de las potencias europeas. El llamado “Terror” comienza en París el
10 de octubre de 1793, destacando la ejecución de María Antonieta, líderes girondinos y
otros políticos moderados. La depuración de los mandos de dudoso espíritu
revolucionario y la movilización de un millón de soldados (entre 18 y 25 años) supuso
el punto de partida de la exitosa contraofensiva de la Francia revolucionaria.

Los problemas económicos se resolverán con medidas extraordinarias. Como ya


se ha apuntado, tenían como objetivo frenar las crisis de subsistencia, hacer frente a la
guerra y dar satisfacción a los sans-culottes (sectores populares). En septiembre de 1793
la Convención decretó un precio máximo para los productos de primera necesidad.
Mientras, la vida se hacía más laica a través de celebraciones como la Fiesta del Ser
Supremo, que tuvo lugar el 20 de pradial o el nuevo calendario.
Los jacobinos no pudieron enfrentar la situación: esfuerzo de la guerra, la
escasez de alimentos y el temor revolucionario hicieron una parte de sus apoyos fuera
alejándose de los jacobinos y dejaran de prestar apoyo a su proyecto político. Así
comenzó la REACCIÓN TERMIDORIANA, con el desplome y ajusticiamiento de
Robespierre, que fue el 9 de termidor del año III (27 de julio de 1794). La etapa
termidoriana abarca de julio de 1794 a septiembre de 1795. Supuso el desmantelamiento
de la democracia social jacobina y el inicio de un proceso que situó a la burguesía
conservadora como la gran beneficiaria de la Revolución.
4. Directorio (1795-1799)
La Constitución del año III (1795) daba forma legal al proceso que se venía
dando desde el golpe de Estado de “termidor”. Era pues una constitución muy moderada
y obviamente anulaba las conquistas democráticas alcanzadas en la del año I, como el
sufragio universal y el cuerpo legislativo se dividía en dos cámaras, reflejo del talante
moderado. La creación de una segunda cámara de discusión con poderes para revisar y
frenar los proyectos de ley de la primera cámara reforzaba la serenidad política y el
conservadurismo. El poder ejecutivo se confiaba a un Directorio de cinco miembros.
Esta política liberal de los termidorianos acabó reconociendo a los realistas, que vieron
en el liberalismo conservador un mejor caldo de cultivo para realizar su política
contrarrevolucionaria. En vendimiario, ya aprobada la Constitución del año III, el joven
General Napoleón Bonaparte aplastaría una nueva revuelta realista, esta de carácter más
moderado y ocurrida en París.
Dicho período se inicia con la aprobación de la Constitución del año III en 1795.
Puede considerarse una prolongación del período termidoriano, ya que los directores van
a intentar seguir siempre una política alejada del radicalismo jacobino. El objetivo será
consolidar los cambios fundamentales de la Revolución, pero con el ejército como
elemento central de la situación política.
Ante esta situación, lógicamente hubo una oposición en la que destaca G.
Babeuf. Jacobino, ya en medio de la revolución de 1789 escribía en “Discurso
preliminar al Catastro perpetuo”, fórmulas para acabar con los latifundios y desde 1794
publicaba “Le Tribun du Peuble” (El tribuno del pueblo), predicando una sociedad
igualitaria. Estaba en el Club del Panteón, que en 1796 Napoleón cerró. Organizó una
insurrección que fue descubierta y sus integrantes detenidos. Ejecutado en 1797 ejerció
una importante influencia en el pensamiento socialista y en los movimientos
revolucionarios posteriores, En 1828, uno de los suyos, Filippo Buonarroti publicó los
escritos de Bafeuf.
En el exterior, la guerra contra Austria y Gran Bretaña continuaba. Los ejércitos
franceses sufren una nueva reorganización: servicio militar obligatorio y los ascensos se
otorgan por méritos de guerra, independientemente del linaje y la extracción social. El
nuevo ejército nacional francés se hace invencible. Napoleón Bonaparte está entre sus
máximos mandos. Éste llegó a Francia en septiembre de 1799, siendo recibido y
aclamado. Su propaganda y su programa estaban destinados a consolidar la burguesía
como clase. El famoso golpe del 18 de brumario tuvo como resultado la disolución del
Directorio y de los Consejos y la concentración del poder en un gobierno provisional
formado por Sieyès, Ducos y Napoleón (Consulado). En diciembre de ese mismo año
fue aprobada mediante un plebiscito una nueva constitución de corte personal que
otorgaba a Napoleón el puesto de primer cónsul.
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