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EL IMPERIO NAPOLEÓNICO

Se considera que el Imperio es la culminación del proceso iniciado


en 1799 ofreciendo una continuidad en sus fundamentos sociopolíticos e
ideológicos con los años precedentes. Hijo de la revolución y de sus
presupuestos expansionistas, Napoleón consolidó en Francia y exportó a
Europa los principales fundamentos del legado revolucionario francés.

Antes, la Constitución del año VIII (diciembre de 1799) había


consagrado un régimen cesarista, ejercido por Napoleón como primer
cónsul (designado por diez años, con amplios poderes), aumentados en
1802 el ser cónsul vitalicio y en 1804 al ser emperador.

El texto institucional básico es la Constitución del año XII


promulgada en 1804 donde se establece que “el gobierno de la República
es confiado a un emperador que toma el título de emperador de los
franceses” recayendo, con carácter hereditario, en Napoleón Bonaparte. La
coronación tuvo lugar el 2 de diciembre de 1804 ante el Papa Pío VII. En
torno al él se crea una corte formada por la familia y después por una
aristocracia donde se incluían representantes del ejército: los mariscales. El
gobierno quedaba centrado en las decisiones del Emperador: nombraba a
los ministros y los órganos legislativos: Consejo de Estado, Senado,
Cuerpo Legislativo y Tribunado, éste suprimido en 1807.

La administración quedó centralizada en sus instituciones y


organismos: cada Departamento en manos de un prefecto. La enseñanza se
organiza en su nivel secundario y superior, bajo la autoridad de la
Universidad. La Iglesia queda organizada como servicio público desde
1801, fecha del Concordato. Mediante el Código Civil de 1804 consagra
como supremo elemento ordenador de las nuevas relaciones en el seno de
la comunidad los valores y los objetivos sociales de la burguesía (igualdad
jurídica, derecho a la propiedad).

Un elemento fundamental fue el ejército imperial. Se ha dicho que


Napoleón arranca del abandono revolucionario de las reglas de guerra
propias del siglo XVIII e impone un doble cambio. Por una parte, sustituye
el ejército profesional por la nación en armas; por otra, lucha para acabar
con el ejército enemigo. Los seis principios que configuran las ideas
militares de Napoleón son: superioridad numérica, concentración de
esfuerzos; abarcar el teatro de operaciones, simultaneidad en la ejecución,
movilidad de la ofensiva y secreto en el planteamiento y en la acción. Las
dos estrategias en que Napoleón se movía eran conocidas como maniobra
envolvente (Ulm) y maniobra de líneas interiores (Austerlitz)
El consulado practicó una política de pacificación, tanto interna
como externa. Tendió la mano a los realistas, que se incorporaron a la vida
del país; también a los jacobinos reconvertidos pero reprimió cualquier
conspiración. En septiembre de 1799 había detenido la ofensiva anglo-rusa.
Las victorias sobre Austria en 1800 condujeron a un tratado de paz
(Luneville, 1801) que abrió Italia a la influencia de Francia a la vez que le
reconocía la incorporación de lo que luego fue Bélgica y la orilla izquierda
del Rin. En 1802 en Amiens Firman la paz con los ingleses. Pero fue una
paz efímera ya que Bonaparte satelizaba el norte de Italia, los Estados
alemanes del sur, Holanda y la República Helvética y trataba de rivalizar
con los británicos la hegemonía marítima y comercial. Inglaterra,
adversaria permanente, que dominaba el mar animó la formación de
coaliciones contra los franceses: entre 1805-1807 las guerras contra la
Tercera Coalición (Inglaterra, Austria y Rusia) y la Cuarta Coalición
(Inglaterra, Rusia y Prusia) confirmarían la supremacía inglesa en el mar,
tras la batalla de Trafalgar en 1805 y la hegemonía continental francesa tras
las batallas de Ulm (1805) y Austerlitz (1805), y en Jena y Auerstaedt
(1806) a los prusianos. La paz con los austriacos (Presburgo, 1805)
aumentaba el control de Francia sobre Italia, y en territorio alemán creaba
la Confederación del Rin. La paz con Prusia y Rusia (Tilsit, 1807) servía
para que Napoleón integrara el Gran Ducado de Varsovia y el Reino de
Westfalia en la Confederación del Rin.

Después de 1807, ante la imposibilidad de enfrentarse a los


británicos en el mar buscan bloquearles económicamente. El bloqueo
continental al comercio inglés fue decretado y para ello necesitaba el
control del litoral europeo: ocupación de los Estados pontificios, anexión
de Toscana y Parma, ocupación de la Península Ibérica, cuya resistencia
llevó a la formación de una Quinta Coalición (Inglaterra, Austria,
insurgentes españoles) y desencadenamiento de movimientos insurgentes.

Entre 1810-1811 se asiste al apogeo del Gran Imperio, que


comprendía:
 El Imperio Francés con los 130 departamentos franceses y sus
proyecciones en Bélgica, Holanda, territorios alemanes, Piamonte,
Toscana, Estados Pontificios y las Provincias Ilíricas e Islas Jónicas.
 El grupo de Estados Vasallos (en Italia, Alemania y España) y con su
alianza final en Rusia y Dinamarca y luego de Suecia y Austria,
desde 1810, completan la impresionante expansión. En todos estos
territorios introduce reformas y tiende a desarticular los modelos
políticos, institucionales y sociales del Antiguo Régimen: supresión
del régimen feudal, esbozo de constitucionalidad liberal, adopción
del Código Civil).

Sin embargo, el bloqueo lesionaba los intereses de los comerciantes. El


nacionalismo teorizado por Herder adquiere arraigo social de
insurgencia, que corroe las bases del Imperio. En octubre de 1813 la
Gran Coalición derrota a los franceses en Leipzig y los aliados avanzan
sobre Francia, llegando el 1 de abril de 1814 a París, forzando unos días
después a abdicar a Bonaparte, entronizando a los Borbones: Luis XVIII
y volviendo a la frontera de 1792.

Luis XVIII volvía al trono de su hermano y de sus padres. Publicó una


carta constitucional. No hacía concesión al principio de soberanía
nacional. Era la graciosa concesión de un rey teóricamente absoluto. En
la práctica prometía un gobierno parlamentario con dos cámaras,
reconocía los códigos napoleónicos, el Concordato con la Iglesia incluso
la distribución de la tierra de los tiempos de la revolución, mantuvo la
abolición del feudalismo y de los privilegios y los diezmos y limitó el
voto muy restringido a muy pocos y grandes terratenientes.

En mayo de 1814 los estadistas aliados contra Napoleón no impusieron


reparaciones, no deseaban poner trabas al nuevo gobierno francés,
mientras que Napoleón era desterrado a la isla de Elba. Las potencias
acordaban celebrar un congreso internacional en Viena tras la derrota de
Napoleón para tratar sobre la incertidumbre de gran parte de Europa,
que empezó sus reuniones en septiembre de 1814.

El 1 de marzo de 1815 Napoleón huía de Elba y desembarcaba el 1 de


marzo en Francia. Allí la situación no se había estabilizado. Si el rey
había demostrado cierta sensibilidad con él habían regresado un grupo
de emigrados vengativos que alimentaban la reacción y un “terror
blanco” (Palmer&Colton, 165) y los partidarios de la revolución se
unían al emperador en su espectacular reaparición. Napoleón llegó a
París y se dirigió a Bélgica y Luis XVIII huía.

Los Cien Días, que así se llamó el período que siguió a la vuelta de Elba
renovó por parte de las potencias extranjeras el miedo a la revolución y
a la agresión. En Waterloo, donde el Duque de Wellington, al mando de
un ejército aliado, obtuvo una gran victoria (18 de junio de 1815) que
obligó de nuevo a abdicar a Napoleón, desterrado esta vez a la isla de
Santa Elena en el sur del Atlántico. Un “segundo” Tratado de París fue
más severo que el primero ya que imponía algunos cambios en las
fronteras, una indemnización de 700.000.000 de francos y un ejército de
ocupación. Se agregó una cláusula según la cual ningún otro Napoleón
volvería a gobernar Francia y celebrar congresos para revisar la
situación política e “imponer la paz”. La Paz de Viena, que incluye el
Tratado de Viena de 1815, los tratados de París y el Acuerdo británico y
colonial fue el convenio diplomático de más alcance entre la Paz de
Westfalia de 1648 y la Paz de París que selló la Primera Guerra
Mundial.

BIBLIOGRAFÍA
PABÓN, J.: Las ideas y el sistema napoleónico. Madrid, IEP, 1944.
MANFRED, A.: Napoleón Bonaparte. Madrid, Akal, 1988.
PALMER&COLTON, Historia Contemporánea, Akal, 1981.
HORNE, ALISTAIR. El tiempo de Napoleón. Editorial Debate. 2005
BROWLEE, WALTER La armada que venció a Napoleón. Akal, 2001.

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