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el trauma”
Catalina Fiori.
Agosto, 2021.
Facultad de Psicología.
En Más allá del principio de placer, Freud (1920) propone una ganancia de placer de otra
índole, ubicando tendencias más originarias e independientes del principio de placer. Al
mismo tiempo, hace referencia a unas enigmáticas tendencias masoquistas del yo, noción que
retoma posteriormente en El problema económico del masoquismo. Así, Freud introduce la
posibilidad de que el enfermo pueda no recordar todo lo que hay en él reprimido y nombra la
repetición, cuyo contenido da cuenta de un fragmento de la vida sexual infantil y es
regularmente escenificada en la transferencia. Sitúa la compulsión de repetición mencionando
que esta misma se instaura en un “más allá del principio de placer” y evidencia vivencias
pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer y que tampoco en aquel momento fue
posible atribuirles estatuto de satisfacciones.
Asimismo, Delgado (2005) menciona el fracaso del principio de placer para tramitar un
estado de excitación corporal, que se revela en la compulsión de repetición. Destaca que ese
mismo fracaso es lo que relanza el proceso. El fracaso, como satisfacción plena, funciona
como causa sosteniendo en la repetición una insistencia de signos que dan cuenta de una
satisfacción como placer en el dolor. Debido a su estatuto inasimilable, da cuenta de un
trauma interno a la estructura: “En tanto esa reducción a cero fracasa, se sostiene una tensión
en el aparato que intenta tramitarse” (p.65).
Con respecto al síntoma, Freud (1925) afirma en Inhibición, síntoma y angustia que en su
degradación, este ya no es reconocible como satisfacción, debido a que se presenta como
displacentero. Ubicamos, asimismo, dos caras de la formación de síntomas, por un lado,
aquella que persigue la cancelación del peligro a través de una modificación en el Ello y por
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el otro, el síntoma como proceso pulsional que ha sido modificado por medio de una
formación sustitutiva (Zavalla, 2015). Freud nos dice que si el sustituto llega a consumarse,
tal consumación ha cobrado el carácter de compulsión. Por otro lado, destacamos la
extra-territorialidad del síntoma, que da cuenta del “(...) carácter no influible de la moción
pulsional singular del ello” (Freud, 1925, p. 93). Además, encontramos en la clínica del
neurótico una ganancia secundaria de la enfermedad, afán del yo por incorporarse al síntoma,
lo cual refuerza su fijación respecto de este.
Comprendemos con Freud (1925) que el síntoma, en tanto formación sustitutiva, posee dos
manifiestas ventajas: por un lado, permite esquivar el conflicto de ambivalencia y por otro,
permite al Yo suspender el desarrollo de angustia. Nos detenemos en este último punto y
agregamos que “(...) los síntomas son creados para evitar la situación de peligro que es
señalada mediante el desarrollo de angustia” (p. 122).
Siguiendo esta línea, Freud elabora la angustia señal como una expectativa {Erwartung} del
trauma, al mismo tiempo que se evidencia como una repetición menguada de él. Esta angustia
se articula con la repetición y el recuerdo, junto con la represión secundaria y la formación de
síntomas. La señal que emite el sujeto le permite sostenerse en la escena, es un trabajo de
ligadura del principio de placer que intercepta la caída de la escena psíquica (Massa, 2015).
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Asimismo, Delgado (2015) nos llama a diferenciar netamente la fuente económica que
conlleva la angustia de la pérdida de objeto: “La angustia frente a la separación se funda en
un desplazamiento de la perturbación económica hacia el otro que logra impedirla: si el
objeto está ausente, se produce el desencadenamiento del automatismo económico” (p. 37).
Es la perturbación en sí la que da importancia a la madre como objeto, momento en que el
Otro se vuelve simbólico. Ubicamos una perturbación económica que se sitúa fuera del
lenguaje, fuera de la cadena asociativa y que carece de contenido psíquico; ausente de
significación. La angustia funciona como señal en tanto anticipación que se esboza en la
tríada desamparo, Otro y llamado. Otro que convierte el llamado, la necesidad, en demanda,
que lo nombra con sus significantes, pero evidencia un resto que no logra ser articulado, que
es ni más ni menos que el deseo. Así se mantiene una tensión constante en el aparato, siendo
el deseo aquello indestructible, eterno, inherente al ser humano como tal, en tanto hablante,
atravesado por el lenguaje. Al respecto, Lacan (1960) afirma que “(...) la angustia es el
último modo, el modo radical, con el que el sujeto sigue sosteniendo, aunque sea de una
manera insostenible, la relación con el deseo” (p. 406).
La señal de angustia se lee como expectativa del desvalimiento recordado, una repetición
activa de aquello que fue vivenciado de forma pasiva. Expectativa que es testimonio de un
deseo. Lacan destaca que la angustia es ya un esbozo de organización, debido a que es espera
- Erwartung - aunque no se sepa de qué. La angustia se evidencia como señal de un peligro
que el significante no está en condiciones de tratar; da cuenta de un resto, ese excedente que
se resiste a su elaboración representativa en libido psíquica (Trobas, 2020).
Por otro lado, interesa hacer algunos comentarios acerca de la angustia de castración.
Delgado (2015) ubica que “El complejo de castración propio de la trama edípica vela la
castración estructural” (p.22). Comprendemos esta castración estructural como la castración
del Otro materno, que funciona como el motor de la defensa y referente del síntoma, aquel
“no querer saber de la castración del Otro” propio del neurótico.
Freud (1925) designa como defensivo el proceso que constituye el síntoma, ubicándolo como
una exigencia pulsional que se convierte en peligro interno porque su satisfacción implicaría
un peligro externo, el peligro de castración. Asimismo, Lacan afirma que la angustia es la
sensación del deseo del Otro, el Otro en tanto que es Otro deseante deviene Otro castrado.
Así, comprendemos las neurosis como modos de respuesta que desconocen, desmienten la
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castración y podríamos ubicar que la inhibición, el síntoma y la angustia son tres formas de
no querer saber acerca del deseo del Otro (Rabinovich, 1993). La pérdida de objeto, que
podemos leer como ausencia de la madre, vale como deseo de la madre más allá del sujeto.
En este punto aparece la angustia y el Unheimlich freudiano, la conmoción de la realidad
psíquica y la presencia de aquello que debería quedar velado.
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Referencias bibliográficas
AA. VV., (Delgado, O., Comp.) Una lógica para la lectura de “Inhibición, síntoma y
angustia” de Sigmund Freud. Volumen II. Buenos Aires. Eudeba. 2013.
Freud, S. (1920). Más allá del principio de placer. En Obras completas. Tomo XVIII. Buenos
Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1923). El yo y el ello. En Obras completas. Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1924). El problema económico del masoquismo. En Obras completas. Tomo XIX.
Buenos Aires: Amorrortu.
Lacan, J. (1960-61). El Seminario, Libro 8, “La transferencia”. Buenos Aires: Paidós, 2003.
Rabinovich. D. (1993). La angustia y el deseo del Otro. Buenos Aires: Manantial, 2015.