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La angustia , concepto fundamental para el Psicoanalisis.

La angustia en el psicosomático-

La función de la angustia es advertir sobre la inminencia de un peligro.


Es una señal donde el sujeto queda advertido de algo, que no es una demanda
en lo que concierne a una necesidad, sino que ese “algo” es del campo del
deseo, interroga al sujeto en la raíz misma de su deseo.
Desde el psicoanálisis, sabemos de la rivalidad que se genera por el hecho de
que deseamos lo que el otro desea, situación donde son convocados el
narcisismo y la agresividad. Pero también sabemos de la relación del sujeto
con sus propios deseos, que son percibidos como deseos del Otro, y su actitud
particular de rechazo, de censura, de no querer saber nada de ellos. Por eso
decimos que cada vez que se presenta la angustia, algo la provoca, le señala al
sujeto que hay algo que le incumbe, un deseo que lo implica, porque la pelea
del sujeto no es con el otro semejante, sino con el Otro de sí mismo.
En su texto Inhibición, síntoma y angustia, de 1925, Freud establece la
diferencia entre estos tres conceptos. Dirá que hay inhibición cuando se
restringe la función en juego, sin que implique patología, por ej. una
impotencia sexual psíquica.
Y hay síntoma cuando se produce una modificación extraordinaria de la
función o la producción de una función nueva.
Define la angustia como un estado afectivo acompañado de sensaciones
displacientes específicas, percibidas por el sujeto a nivel somático.
En esta obra, Freud desarrolla la segunda teoría de la angustia, que difiere
fundamentalmente de la de los primeros años, vinculada a la falta de
capacidad psíquica para dominar la excitación sexual y conduciéndola hacia el
exterior, bajo la sintomatología de una neurosis de angustia.
Esta segunda teoría tomará el marco de la relación inicial madre-hijo para
fundamentarse.
A diferencia de la primera teoría, que sustentaba una angustia involuntaria o
automática, esta segunda dirá que la angustia nace de la impotencia biológica
y psíquica del niño y de su dependencia de la función madre para sobrevivir.
El niño da la señal de angustia, el llanto, anticipando el temor de la
insatisfacción. El contenido del peligro es la ausencia de la madre.
Con la disolución del complejo de Edipo en la fase fálica, el temor del niño a
la castración es un desplazamiento de la pérdida de la madre a la pérdida del
pene. Es la angustia de separación.
Con el progreso del desarrollo, aumenta el contenido de la situación peligrosa.
El Superyo, que es la instancia paterna introyectada, adquiere un gran poder y
extiende el temor a la castración, del cual deriva al temor social y a la propia
conciencia moral.
En esta segunda teoría, la angustia es entonces una señal intencionada del Yo,
encaminada a influir sobre la instancia placer-displacer.
El Yo es la única sede de la angustia. Sólo una organización como el yo puede
distinguir el peligro y sentir angustia.
Toda formación de síntomas es emprendida con el único objetivo de evitar la
angustia, y
a cada época se adscribe una situación de peligro, que cuenta con una
adecuada reacción angustiosa: el desamparo psíquico correspondiente al
momento de formación del Yo, el peligro de la pérdida de objeto o pérdida de
amor en la dependencia de los primeros años, el peligro de la castración en la
fase fálica y el miedo al Superyo en la etapa de latencia.
El motor de la represión que genera las diferentes neurosis, es la angustia de
castración. No es que la represión produzca la angustia, sino a la inversa. Para
evitar la angustia, se pone en marcha el mecanismo de la represión.
En otro trabajo perteneciente al bloque “Nuevas lecciones introductorias al
psicoanálisis” de 1932, denominado ANGUSTIA Y VIDA PULSIONAL
( Conferencia 32)
Freud ahonda en la relación entre angustia real y neurótica.
La angustia es un estado afectivo, o sea la unión de determinadas sensaciones
de la serie placer-displacer, con las inervaciones de descarga a ellas
correspondiente, y su percepción probablemente el residuo de cierto
acontecimiento importante. Las influencias propias dela angustia sobre el
ritmo cardiaco y la respiración Freud las ubica, probablemente, en el
nacimiento.
La primera angustia, fue una angustia toxica.
Diferencia una angustia real (peligro del exterior) de una angustia neurótica,
donde lo que angustia es algo enigmático e inadecuado.

En el análisis de la angustia real, Freud habla de una tensión arterial y tensión


motora extremas, a las que llama “disposición a al angustia”. De allí deriva
dos opciones:
a) la reacción de angustia como señal ante el peligro, y la consecuente
puesta en acción de la operatoria defensiva del Yo ( represión/
formación reactiva)
b) o bien, toda la reacción se agota en el desarrollo de la angustia
( paralizante)

En la angustia llamada neurótica o señal, la energía sexual( libido) es mudada


en angustia, luego de la represión, pero no necesariamente.
Lo que el sujeto teme, es a su propia libido, el peligro es interior y no es
concientemente reconocido. La angustia en la histeria u otras neurosis la
atribuimos al proceso de la represión, se reprime la representación, y su afecto
es transformado en angustia.
“ La cuestión es que por alguna razón, se hace inutilizable el montante de
libido, ya sea por debilidad del Yo en las fobias, a consecuencia de procesos
somáticos en la vida sexual ( N. De Angustia), por represión en la histeria.”

Los dos mecanismos de la génesis de la angustia coinciden en uno. La


angustia como estado afectivo esta a favor de la conservación y es señal de
nuevos peligros, como aquel que ya ocurrió. ( trauma del Nacimiento)
La angustia la siente el Yo, y está en relación a sus servidumbres:
Del mundo exterior ( real)
Del Superyo ( conciencia moral;)
Del Ello ( represión)

El yo no crea la angustia, ésta existe con anterioridad, y ella crea la represión,


por defensa del yo.
La amenaza es siempre una perdida, amenaza de muerte en el inicio,
indefensión, perdida del objeto de amor, el de los primeros cuidados,( primea
fase de la libido) perdida del pene ( castración) perdida de amor( en relación
con el Superyo)

Lo esencial de la situación generadora de angustia es que provoca en el sujeto


una gran excitación sentida como displacer, que no puede dominar con la
descarga ( momento constitutivo esencial = nacimiento) excitación
proveniente tanto del mundo exterior, bajo gran cantidad de estímulos para lo
cual el sujeto no esta capacitado, y gran cantidad de estímulos internos, el
empuje acuciante de la pulsion. El yo primitivo real aun no sabe arreglárselas
con la pulsion, en un primer momento mítico, el yo recibe estímulos que
sobrepasan su umbral, luego, después de la primera experiencia mítica (de
satisfacción y de dolor), empezará a implementar sus mecanismos de defensa.

Así, lo temido, luego en esa serie de repetición será la aparición de un exceso


de excitación que el aparato psíquico es incapaz de tramitar según las normas
del Principio del Placer, función de la cual se ocupa la pulsion de
autoconservacion del Yo.
“Solo la primera vivencia de la angustia corresponde a este tipo y da lugar a al
represión más temprana. Cuando el yo reconoce el peligro y da la señal de
angustia, ya estamos en presencia de la represión secundaria” una instancia
que en si misma nos lleva a la amenaza de castración, y su fantasma.

La angustia real se presenta frente a un peligro exterior, y consiste en un


estado de atención sensorial y tensión motora extremas. Puede desembocar en
una reacción adecuada de huída o defensa, o en una parálisis inadecuada a la
situación.
La angustia neurótica la observa en tres situaciones: en la primera como afecto
expectante, flotante, dispuesto a enlazarse a cualquier posibilidad que surja,
esto sucede en las neurosis de angustia.
En la segunda, la angustia se liga a determinadas representaciones, como si
constituyeran el peligro exterior, es el caso de las fobias.
En la tercera, es la angustia de la histeria o a la neurosis obsesiva, que
acompaña a la formación de síntomas, como acceso angustioso o estado más
persistente.
Freud teoriza un doble origen de la angustia: en el instante traumático, por un
lado, que él sitúa como prototipo en el nacimiento, y como señal amenazante
de la repetición de tal instante, en el segundo supuesto.
Decimos entonces que la angustia es estructural, que no hay psiquismo sin
angustia, a partir de la inclusión del padre en el sentido simbólico, a partir de
la ley de castración, se instala la angustia, y por estar vinculada a esta
operación se llama angustia de castración..
El psicoanálisis nos enseña a saber esperar, a saber tolerar esa angustia, ya que
abolirla es imposible.
La angustia siempre media entre el deseo y el goce, quiere decir que esas son
las alternativas del sujeto. O accede al campo del deseo y no hay deseo sin
angustia, o, para eludir la angustia opta por el goce, pero por el goce
primordial, prohibido, total, y el diezmo que deberá pagar por esta elección
será la enfermedad.
Aceptar la castración, es aceptar la dimensión temporal, la finitud de la vida,
la inmortalidad.
La castración que hay que aceptar es la del Otro, y entra por el último ser al
que podría suponerse castrado en el plano de lo real por la completud que se le
atribuyó, y ésa es la madre.
Cada vez que el sujeto se reclina sobre el goce con la madre fálica, se
completa, deja de desear.
El deseo se constituye en el sujeto a partir de la carencia en la madre, es decir
de una madre deseante. Y la angustia que acompaña al sujeto deseante, no
tiene que ver con la separación de la madre, sino con la cercanía a lo
incestuoso, al goce con la madre fálica.

El paciente psicosomático no reconoce la diferencia sexual, la alteridad, está


fundido en el otro por identificación, y por tanto, cada vez que el otro le
muestra su singularidad o sus deseos, reacciona con un brote de su
enfermedad o la ruptura de la relación.
La crisis de asma, por ejemplo, es pura explosión de goce, es pura angustia,
no hay deseo. En vez de ser un sujeto sostenido por la angustia estructural, él
“tiene a la angustia”, la tiene alojada en una parte de su cuerpo, resuelve de
manera auto erótica.

La enfermedad psicosomática se diferencia de la histeria porque no tiene


historia sexual reprimida, no es una historia de deseos sino una historia de
goces, de repeticiones del encuentro con el goce.
Y el cuerpo no goza por viviente, sino por parlante.
El lenguaje permite simbolizar lo psíquico y lo somático, sin embargo hay
sujetos que padecen de no poder simbolizar lo psíquico, y otros de no poder
simbolizar lo somático.
Esto nos permite diferenciar una angustia en la que reconoceremos las
somatizaciones de la histeria que son del orden de simbolizar el cuerpo
imaginario y susceptibles de ser interpretadas a partir de la cadena
significante, y una angustia real,
propia de la enfermedad psicosomática, cuya fuente reside en simbolizar el
cuerpo real.
La escucha psicoanalítica permite diferenciar cómo juega la angustia de
castración en cada estructura clínica.
El enfermo psicosomático nos muestra que no es posible separar lo psíquico
de lo somático, el cuerpo de la psiquis, de tal modo que lo que no ha sido
simbolizado retorna en el cuerpo viviente, en lo real.
Ya hemos señalado que la falla constitutiva en el psicosomático se produce en
la fase de identificación imaginaria ante el espejo, frente al otro, y que esa
operación se compone de dos movimientos: una alineación primero y una
separación después, al captar la diferencia. Este último paso es el que no se
produce en el psicosomático, los límites entre el adentro y el afuera son
imprecisos, no hay distancia entre él mismo y los otros.
El Yo entero, sin partición, por una falla en la constitución subjetiva, en la
Fase del espejo, se aloja en el fragmento de cuerpo lesional, y así se fortalece,
y desde ese lugar maneja la realidad.
No se constituye como sujeto del deseo inconsciente, sino que reserva un goce
en el órgano afectado que es de la naturaleza del goce primordial, fuera de las
leyes del lenguaje, sin castrar.
Lo que constituye el deseo humano, es la diferencia entre lo recordado y lo
obtenido, que nunca coincide, por eso es condición del deseo no ser nunca
satisfecho.
Esto no ocurre en el paciente psicosomático, que con tal de no aceptar las
diferencias sexuales y con ello la mortalidad, pone a gozar su Yo completo en
el órgano estructural e irreversiblemente dañado, sin que medie ningún
significante.
Responde con descargas desde el sistema nervioso autónomo, eludiendo así la
angustia.
La enfermedad es el producto del conflicto entre la regresión de u órgano o
parte del cuerpo a una función más primitiva, y el resto del cuerpo, que
permanece en el nivel correspondiente.
El yo responde al peligro, al conflicto, no desde sus mecanismos de defensa,
sino desde ese fragmento de cuerpo lesionado que configura un campo de
batalla autoerótico. El yo es un Yo primitivo real.
Responde a las amenazas psíquicas como si fueran biológicas, así, es capaz de
hacer una úlcera duodenal para evitar la crisis angustiosa. O una crisis
asmática, como si el peligro que es interior, proviniese del exterior.
El acceso de asma es un equivalente de la angustia, de la que el paciente se
libera en el momento mismo del acceso asmático.
La palabra angustia, traducida del latín, significa angostura, estrechez, y puede
sugerir tanto la situación del nacimiento, como la respiración ahogada del
asmático.
La propuesta del tratamiento psicoanalítico en el paciente psicosomático, es la
de introducirlo en el lenguaje del deseo inconsciente, para que otro de él le
posibilite ordenar su propio cuerpo en el movimiento de separación,
adquiriendo la diferencia y el estatuto de sujeto del lenguaje, dividido por el
deseo.
Lic. Alejandra Madormo
Psicoanalista- Docente en Psicosomatica
alejandramadormo@gmail.com

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