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Al terminar el teórico anterior un alumno me hizo una pregunta. Ella era de qué se trata
esa expulsión de pulsión de muerte en la constitución del masoquismo erógeno. ¿La
pulsión de muerte de dónde sale?
Es una elaboración conceptual, un concepto, no es un dato originario como podría ser el
instinto, sino un supuesto necesario. Esto es fundamental porque si no entificamos a la
pulsión y la pulsión es un concepto que funda un campo, es un concepto límite.
Freud es cierto que se apoya en referencias del campo de la biología y de la filosofía para
tratar de explicar lo que entiende por pulsión de muerte, cuando dice que el organismo
vivo tiende al nacer y a volver al estado inorgánico lo antes posible, pero eso es una
metáfora.
Más allá de si es cierto o no, en términos biológicos, que el organismo tienda a retornar al
estado de nirvana; el valor que tiene en primera instancia es un valor de metáfora para
dar cuenta de una producción conceptual. Podemos decir que Freud necesita del
concepto pulsión de muerte para tratar de explicar qué quiere decir que los sujetos se
satisfagan en el dolor. Tiene que hacer una suposición, una construcción conceptual para
tratar de dar cuenta de ese real de la clínica, eso que en la práctica clínica aparece como
obstáculo.
¿Qué quiere decir que los sujetos quieran defienden el padecimiento como su bien más
preciado? Incluso llegan a querer hacer del análisis una tarea interminable bajo el modo
de la relación terapéutica negativa, bajo el modo del incremento del padecimiento
neurótico, para conservar el padecimiento y el lazo analítico.
Una aclaración. Hay una diferencia radical entre la reacción terapéutica negativa y la
transferencia negativa, son dos conceptos distintos. La transferencia negativa implica la
ruptura del vínculo analítico, mientras que, la reacción terapéutica negativa implica el
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intento de conservar el lazo analítico y ese modo el padecimiento de por vida. Freud lo
encuentra en la clínica en el juego del fort‐Da, en la guerra con el nazismo.
Entonces, tiene que hacer esta construcción conceptual. Sostiene que hay una primera
ligadura –resto de pulsión de muerte que no fue expulsado–, con la pulsión de vida. Así
como el organismo tiende a volver lo antes posible al estado inorgánico –eterno retorno
de lo igual–, la pulsión de vida detiene ese proceso, lo prolongar, posterga ese circuito –
no lo impide– y, además, lo encarrila de un modo u otro; cada uno muere a su manera.
Lacan en El seminario 17, toma la pulsión como una suerte de saber casi “instintual”
(entre comillas), que tiene que ver con postergar la tendencia a la muerte y, además,
ordena y encarrila el sentido de que cada uno muere a su manera y a su modo.
Si quieren para imaginarizarlo, pueden tomar un experimento que se hizo en España en el
siglo XVI acerca de qué ocurría con bebés recién nacidos que eran alimentados sin ningún
tipo de contacto afectivo. Tenemos un bebé recién nacido al que se le hacen todas las
tareas que hay que hacer: limpiarlo, alimentarlo, etcétera; pero no recibe ningún tipo de
trato afectivo, no representa metáfora de nada para nadie.
El resultado fue que, a los dos, tres meses, murieron todos, y ninguno tenía un problema
orgánico, es un ejemplo clásico, llamado hospitalismo. Los bebés al no ser libidinizados
por una madre metafórica en el sentido en que eso vale otra cosa que lo que es como
organismo viviente, al no representar un equivalente del falo a la sustitución simbólica
(esto es la libidinización, eso es el narcisismo primario, es investir a ese organismo
libidinalmente), morían. Pueden pensar que la pulsión de vida es esa libidinización.
Ese organismo debe representar otra cosa más allá de un organismo vivo y lo que
representa es falo, la naturaleza simbólica.
Tomando referencias de la semana pasada, vamos a entrar a un texto central de toda la
materia: “Inhibición, síntoma y angustia”. Es el abrochamiento del conjunto del
programa.
Un texto difícil, complejo, contradictorio, confuso, mal escrito, con incorrecciones de
ordenamiento muy importantes. Digo lo de mal escrito porque Freud era un eximio
escritor, ganó el premio Goethe, sin embargo, este texto está mal escrito, tiene
contradicciones de un capítulo al otro, tiene párrafos confusos.
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Es tiempo de que nos detengamos a meditar. Desde luego, buscamos una intelección
que nos revele la esencia de la angustia, un «o bien‐o bien» que separe, en lo que
sobre ella se dice, la verdad del error. Pero es difícil lograrlo; la angustia no es cosa
simple de aprehender. Hasta aquí no hemos obtenido nada más que unas
contradicciones entre las cuales no se podría elegir sin responder a un prejuicio.
Ahora propongo otro procedimiento; reunamos, sin tomar partido, todo cuanto
podemos enunciar acerca de la angustia, renunciando a la expectativa de alcanzar
una nueva síntesis.
La angustia es, pues, en primer término, algo sentido. La llamamos estado afectivo, si
bien no sabemos qué es un afecto. Como sensación, tiene un carácter displacentero
evidentísimo […].
Los rasgos básicos de la formación de síntoma están estudiados desde hace mucho
tiempo, y –lo esperamos– expresados de una manera inatacable. Según eso, el
síntoma es indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es un
resultado del proceso represivo.
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trabajamos la compulsión en el fracaso de la defensa. Para afirmar esto Freud dice en las
páginas 90 y 91:
[…] Sólo nos enseñan algo los casos que pueden caracterizarse como represiones
fracasadas en mayor o menor medida. De estos últimos obtenemos una exposición
general: a pesar de la represión, la moción pulsional ha encontrado, por cierto, un
sustituto, pero uno harto mutilado, desplazado {descentrado}, inhibido. Ya no es
reconocible como satisfacción –no es reconocible, pero lo es. Y si ese sustituto llega a
consumarse, no se produce ninguna sensación de placer; en cambio de ello, tal
consumación ha cobrado el carácter de la compulsión. Pero en esta degradación a
síntoma […].
¿Qué quiere decir? Que se trata de una satisfacción que se presenta como displacer. Es
como, cuando trabajamos los ceremoniales, los rituales, en los que el obsesivo trata de
sustituir la tendencia masturbatoria. Como aparece conectada con lo sucio, en vez de
masturbarse todo el tiempo no deja de lavarse las manos todo el tiempo, hay allí una
satisfacción compulsiva como displacer porque el sujeto no puede dejar de hacerlo. Es
una degradación a síntoma de un modo de satisfacción.
En el capítulo III aparece el abrochamiento de la teoría del conflicto con algo lo que ya
viene trabajando, la segunda tópica. En la página 95:
[…] Las formaciones de sistemas de los neuróticos obsesivos halagan su amor propio
con el espejismo de que ellos, como unos hombres particularmente puros o
escrupulosos, serían mejores que otros; las formaciones delirantes de la paranoia
abren al ingenio y a la fantasía de estos enfermos un campo de acción que no es fácil
sustituirles. De todos los nexos mencionados resulta lo que nos es familiar como
ganancia (secundaría) de la enfermedad en el caso de la neurosis. Viene en auxilio
del afán del yo por incorporarse el síntoma, y refuerza la fijación de este último. Y
cuando después intentamos prestar asistencia analítica al yo en su lucha contra el
síntoma, nos encontramos con que estas ligazones de reconciliación entre el yo y el
síntoma actúan en el bando de las resistencias […].
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Los dos tiempos. Primero, está la satisfacción en la prohibición misma, o sea que tiene
dos caras; por un lado, sólo desea lo que prohibido y la satisfacción sólo se vincula con lo
prohibido, y además, se satisface en la prohibición misma; y la dimensión de dos tiempos
en la que la neurosis obsesiva pone en juego un modo de satisfacción y un tratamiento
del deseo que siempre queda como imposible. El sí y el no a un mismo tiempo. Es el
principio de no contradicción del inconsciente en ejercicio.
En el capítulo V, página 109, está la definición central de todo “Inhibición, síntoma y
angustia”. Tengan entre paréntesis lo de la castración, el padre, etcétera, que ahora van a
ver cómo lo retomamos:
[…] Quizás en la neurosis obsesiva se discierna con más claridad que en los casos
normales y en los histéricos que el complejo de castración es el motor de la defensa,
y que la defensa recae sobre las aspiraciones del complejo de Edipo.
No es que no esté en todos, sólo que en la se discierne con mayor claridad. El complejo
de castración es el motor de la defensa quiere decir “no quiero saber de la castración”,
pero ¿qué relación tiene la cuestión de la castración materna y la amenaza de castración
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En el capítulo VI –no lo voy a leer–, en las páginas 114 y 115, van a poder ubicar que
Freud diferencia el mecanismo típico de defensa en la histeria (la represión) y los
mecanismos típicos de defensa en la neurosis obsesiva (aislamiento y anulación), esto no
quiere decir que no funcione la represión. Aún funcionando la represión en la neurosis
obsesiva, encontramos un método de defensa llamado aislamiento y otro llamado
anulación cuya capacidad es cortar los nexos asociativos entre los representantes
psíquicos. Está presente en la conciencia, pero están cortados los nexos lógicos entre un
representante psíquico y otro; entonces, anula la conexión asociativa y anulando aísla.
Por eso, puede contar la cosa más tremenda del mundo y tener en la conciencia
plenamente (no es que se haya olvidado), pero no lo liga con los otros representantes
psíquicos.
El trabajo allí no es interpretar un representante psíquico reprimido que retornó
desfiguradamente, sino que el trabajo analítico es producir el encuentro de la conexión,
la reconexión de eso que se cortó a nivel del enlace asociativo.
Pasamos al capítulo VII, en el que aparece tanto la cuestión de la mezcla y desmezcla de
pulsiones, como la cuestión del padre. Dice en la página 119:
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Presten atención a la última parte del párrafo, porque queda claro allí que no se trata de
la historieta imaginaria, sino que son cuestiones estructurales. La amenaza de castración,
la referencia de la amenaza de castración es el padre, más allá de la presencia‐ausencia
en la vida cotidiana de la figura del padre. No pasa por la dimensión de la desfiguración
que se puede prestar a la imaginería de los personajes. Tiene que ver con la dimensión
estructural. Avanzamos unas páginas y entramos al núcleo del problema, al hueso del
texto. Páginas 123 y 124:
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Tengan presente este párrafo y vamos a uno del capítulo siguiente. Decía, entonces, que
vamos a ubicar el núcleo del texto; ahórrale núcleo del núcleo. Recuerden qué tiene que
ver la castración en la madre con la amenaza de castración sobre el instrumento fálico.
Página 131:
La alta estima narcisista por el pene puede basarse en que la posesión de ese órgano
contiene la garantía para una reunión con la madre (con el sustituto de la madre) en
el acto del coito. La privación de ese miembro equivale a una nueva separación de la
madre; […]. En este punto señalo que la fantasía de regreso al seno materno es el
sustituto del coito en el impotente (inhibido por la amenaza de castración).
Freud se pregunta ¿qué es lo temen perder las mujeres, si sobre ellas no pesa la amenaza
a la pérdida del instrumento fálico? El equivalente en la mujer es la pérdida del amor,
dejar de ser amada. Página 135:
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Bibliografía trabajada
Freud, S., (1926 [1925]) Inhibición, síntoma y angustia. Obras completas. Tomo XX. Buenos Aires.
Amorrortu. 1990.
Bibliografía citada
Freud, S., (1909) Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras completas. Tomo X. Buenos
Aires. Amorrortu. 1992.
Freud, S., (1918 [1914]) De la historia de una neurosis infantil. Obras completas. Tomo XVII.
Buenos Aires. Amorrortu. 1990.
Freud, S., (1920) Más allá del principio de placer. Obras completas. Tomo XVIII. Buenos Aires.
Amorrortu. 1990.
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Freud, S., (1923) El yo y el ello. Obras completas. Tomo XIX. Buenos Aires. Amorrortu. 1990.
Freud, S., (1924) El problema económico del masoquismo. Obras completas. Tomo XIX. Buenos
Aires. Amorrortu. 1990.
Lacan, J., (1969‐1970) El seminario, libro 17. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós.
1992.
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