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Fundamentos de moral 27

FUNDAMENTOS DE MORAL
PARA LA MADUREZ INTEGRAL DE LA PERSONA
Centro de Formación de la Vida Consagrada “Santo Tomás de Aquino”

Fray Rafael Colomé Angelats, OP


Fray Edgar Rubén Olmedo Acosta OP

TEMA III: EXPRESIONES DE LA PERSONALIDAD MORAL RESPONSABLE

Introducción general al Tema III

- La moral busca el protagonismo del sujeto: El sujeto del comportamiento moral


es el "hombre integral". Asumir la vida con responsabilidad moral implica que es el "sujeto
integral" el que debe hacerse responsable de su comportamiento, quien debe asumir el pro-
tagonismo principal de su vida. Por lo que la moralidad no puede analizarse exclusivamente
en su vertiente objetiva (el acto en sí), sino que debemos introducir la vertiente subjetiva (el
sujeto), las dos deben ir unidas. Hablar de moral supone haber alcanzado un nivel de libertad
que hace a la persona responsable y constructor de su propia historia.

- Adquirir una personalidad moral o êthos: De lo cual se deduce una primera con-
secuencia y es que el creyente debe entender y vivir su responsabilidad con la seriedad que
tiene todo lo genuinamente humano. Es decir, la dignidad humana que nos exige una reali-
zación integral como personas (Cf. Gaudium et Spes 12-22). Pero a esa seriedad el creyente
le ha de añadir además la referencia religiosa. Con razón, entonces, podemos decir que pro-
fundizar en el significado de la responsabilidad es tomar conciencia de la vocación cristiana.
En efecto, nacemos por "hacer". Cada uno debe crear o forjar su propia personalidad moral.
La vida humana es una "tarea", un "quehacer" continuo. Lo mismo le sucede a la vocación
cristiana que llega a identificarse con este quehacer ahora determinado por la fe para ir al-
canzando "la medida del hombre perfecto: Cristo" (Ef. 4). El objetivo es alcanzar un "modo
de ser" ético-cristiano (integral), lo cual incluye la vertiente humana y religiosa de la persona.

Al respecto, hemos de tener presente que la personalidad moral del hombre se cons-
tituye mediante su êthos. El êthos es lo adquirido en el hombre, su "carácter”, lo que al
hombre le va quedando "de suyo" a medida que la vida pasa: hábitos, costumbres, virtudes,
vicios, etc.; en suma: êthos. La tarea moral consiste en llegar a ser lo que elegimos se puede
ser con lo que se es. El êthos se encuentra con el pathos: lo dado biológicamente. Yo debo
realizar mi vida moral contando con mi modo de ser bio-psicológico (pathos), pero sabiendo
que la propiamente moral, es el êthos, lo adquirido (el modo de ser ético-cristiano).

- Las tres expresiones de la personalidad moral responsable: Cuando el êthos o


la personalidad moral se pone en actuación, la persona se sirve de unos procesos de morali-
zación, que son los cauces del dinamismo ético: la opción fundamental, las actitudes mora-
les y a los actos morales. Dicho en otras palabras, las expresiones de la personalidad moral
responsable. A través de ellas la persona va construyendo su vida cristiano-moral, el pro-
yecto ético-religioso de persona y cristiano que está llamado a ser, como tarea de toda la
vida. En suma, va adquiriendo un modo de ser moral, un êthos propio.
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1. La opción fundamental

- En la vida hay que elegir: La vida humana se nos presenta como una vida "voca-
cionada" en la que constantemente tenemos que decidir, elegir, tomar opciones. Hay dos
tipos de opciones: Unas son superficiales, cotidianas, diarias, sin mayor trascendencia para
nuestra vida; pero hay otras que son fundamentales y que implican una orientación decisiva
de nuestra existencia, al punto que condicionan nuestro futuro. La opción fundamental (tam-
bién llamada: "intención fundamental", "decisión fundamental", "orientación fundamental",
"motivo fundamental", "sentido fundamental") es la expresión más importante de la respon-
sabilidad moral.

- Noción de opción fundamental: La categoría de opción fundamental expresa ade-


cuadamente la intención globalizante que acompaña a todo comportamiento moral. Viene a
ser una formulación nueva del mismo contenido expresado en la tradición teológico-moral
agustiniana y tomista mediante el concepto del fin último. Así como la orientación hacia el
fin último moral se entendía en dicha tradición como la intención global que se encarna en
los actos morales, la opción fundamenta se entiende ahora como la intención nuclear que se
desarrolla a través de los actos morales concretos.

En cuanto orientación nuclear, la opción fundamental no puede darse sin los actos
morales concretos; es el aspecto "trascendental" que requiere ineludiblemente la presencia
del contenido concreto "categorial"; es, dicho de otro modo, la intencionalidad inherente a
la "libertad fundamental" que precisa encarnarse en acciones libres concretas. Esto indica
que la opción fundamental no ha de ser entendida como algo autónomo y sin refencia a la
objetividad concreta de los comportamientos morales.

El empleo de la categoría de opción fundamental para exponer la responsabilidad


moral ofrece notables ventajas: se destaca la unidad de la vida moral; se expresa con mayor
relieve el aspecto dinámico y personalizador de la moralidad; se pueden plantear mejor al-
gunos temas de moral pastoral (diversa gradación de la culpabilidad); mediante el concepto
de opción fundamental, cabe entender mejor la incidencia de la gracia, de la fe, de la caridad,
en la vida moral del cristiano.

Conviene, sin embargo, señalar los peligros en que puede caer una falsa concepción
de la opción fundamental. Nos referimos concretamente a dos: entender la opción funda-
mental sin relación a la moral objetiva (valores, normas, leyes), propiciando de este modo
un falso "intecionalismo" o un vacío "subjetivismo"; hacer de la opción fundamental algo
autónomo y no referido a los actos concretos y particulares, creyendo falsamente que éstos
no tienen fuerza suficiente para transformar la intención general del sujeto. El magisterio
eclesiástico, que ha dado acogida a la categoría de opción fundamental, ha puesto en guardia
contra el último peligro que acabamos de señalar (Cfr. Veritatis Splendor nº 65-68).

- Teología de la opción fundamental cristiana: La teología plantea el tema de la


opción fundamental principalmente desde los presupuestos teológicos siguientes: En primer
lugar, considera la opción fundamental como la gran posibilidad (gracia) que Dios otorga al
hombre para que éste pueda encontrar su realización plena; en segundo lugar, la teología
expresa el sentido dinámico de la existencia cristiana a través del concepto de opción funda-
mental. Estos son los dos principales ángulos de visión que ofrece la reflexión teológica
actual en torno al concepto y a la realidad de la opción fundamental del cristiano. Analicé-
moslo por separado:
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1º Opción fundamental y gracia: La teología actual entiende el concepto de opción


fundamental en relación con la gracia. El hombre tiende a la realización plena de su existen-
cia. Más aún, lleva clavado en su yo más profundo un deseo de infinitud. Ahora bien, el
hombre experimenta que ese deseo no lo puede colmar desde los presupuestos de su posibi-
lidad humana y de las posibilidades que le ofrece la historia real de la humanidad. Este es el
drama más profundo del hombre.

Cuando Dios se ofrece al hombre como verdadero horizonte de su realización, y


cuando el hombre libremente se decide a acogerse a ese ámbito de referencia, entonces tiene
lugar la "gracia" de la opción fundamental cristina. Naturalmente, ese ámbito de acogida y
de realización del hombre no puede entenderse si no es como acogida que Dios ofrece en
Cristo comunicado, a través del Espíritu, en su Iglesia.

La opción fundamental cristiana se identifica con la existencia cristiana: una existen-


cia en la relación amorosa con Dios, una existencia en la conformación con Cristo, una exis-
tencia bajo la fuerza del Espíritu. La opción fundamental cristiana es la verificación de la
experiencia paulina: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí" (Gál 2, 20).

2º Opción fundamental y compromiso cristiano: La segunda perspectiva que adopta


la teología actual en la consideración de la opción fundamental es de carácter dinámico: nos
compromete cristianamente. En este sentido, la opción fundamental cristiana es la estructura
o la forma que adopta la decisión nuclear de la persona a la hora de querer realizarse en
totalidad. En consecuencia, vemos que la opción fundamental puede identificarse:

✓ Con el êthos de la identidad creyente: Las virtudes teologales de la fe, la esperanza


y la caridad. En las cartas de Pablo y en el resto de los escritos neotestamentarios,
definen la tríada fe, esperanza y caridad, como los rasgos del seguimiento de Cristo.
Son el êthos de la criatura renacida en Jesucristo (cf. 1Cor 13,13; Col 1,4-5; 1Tes
1,3; 5,8), la prerrogativa de los “ciudadanos de consagrados y miembros de la familia
de Dios” (Ef 2,19). Además, el dinamismo teologal se articula en oposición al dina-
mismo del pecado, por lo que la vida cristiana termina siendo un proceso de conver-
sión permanente, para pasar del “hombre viejo” al “hombre nuevo” (Col 3,5-11).

En cuanto decisión central del cristiano, la opción fundamental no puede ser otra cosa
que la "orientación radical" hacia Dios. Ahora bien, esa orientación no es más que la
decisión de vivir en relación de amistad con Dios (caridad). La tesis clásica de "la
caridad como forma de todas las virtudes" y la tesis más actual del "primado de la
caridad en la teología moral" pueden tener una versión más personalista, al decir que
la opción fundamental cristiana constituye la decisión nuclear del existir cristiano y
que los comportamientos o decisiones singulares son "mediaciones" de la opción
fundamental. También se pude entender la opción fundamental mediante la categoría
de la fe y la esperanza. En este sentido, la opción fundamental es la aceptación radical
de Cristo como un alguien que "condiciona" nuclearmente la comprensión y la rea-
lización de la propia existencia del creyente. Y el que da sentido y esperanza a la vida
presente y futura.

✓ Con un proyecto de seguimiento de Jesús concreto: Además de las categorías teoló-


gicas de la caridad, la fe y la esperanza, existen otras muchas formas expresivas del
significado de la opción fundamental para el cristiano. Sucede cuando la “opción
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fundamental” y la experiencia teologal coinciden con la llamada-vocación, y la per-


sona descubre interiormente que la plenitud humana (realización) se alcanza si-
guiendo a Jesús como consagrada/o, sacerdote o en la vida matrimonial (podría ser
en otra forma de vida, como la entrega a una misión evangélica especial). Se esta-
blece así una “experiencia fundante” fruto del encuentro personal con el Señor. He-
cha de diálogo y escucha, de auto-clarificación y discernimiento, de certezas y dudas,
de resistencias y abandono, y sobre todo, de vinculación afectivo-teologal que lleva
a una relación profunda con Dios. Sin este “núcleo espiritual” carecerá de funda-
mento cualquier proyecto de vida cristiana (consagrada, sacerdotal o matrimonial)
que se quiera emprender. En conclusión, la opción fundamental lleva consigo la exi-
gencia de un cambio radical en el modo de entender y de realizar la existencia.

- ¿Cuándo aparece la opción fundamental? En la moral tradicional se decía que el


niño, en cuanto llega al uso de razón, tiene posibilidad de orientarse hacia el fin último, no
pudiendo de hecho ser indiferente a él. De esta afirmación se deducían diversas aplicaciones
pastorales: el pecado en el niño; la confesión del niño, etc. Creemos que estas afirmaciones
han de ser matizadas a partir de las conclusiones de la psicología. Si la opción es una decisión
total de la persona, sólo se podrá dar cuando se haya llegado a una madurez psicológica
suficiente. Tratando de contestar más concretamente a la pregunta de cuándo aparece la op-
ción fundamental, afirmamos lo siguiente:

De un modo más "evidente" y común se puede decir que la opción fundamental suele
coincidir con la "crisis de la personalidad" que se da en la adolescencia. Esta crisis psicoló-
gica (frente a una vida "superyoica" aparece una vida "individualizada") viene acompañada
por la crisis religiosa y por la crisis moral (momento propicio para la aparición de la opción
fundamental).

Esta opción fundamental se va preparando desde los primeros años de la niñez. En


cuanto que van condicionando la opción fundamental, en ese mismo sentido los actos del
niño han de ser vistos en referencia a la opción fundamental. Por tanto, no es que el niño no
tenga algún nivel de responsabilidad. La tiene, pero en cuanto sujeto que se está haciendo,
es decir que está incoando su opción fundamental.

- ¿Cómo se da la opción fundamental? La opción fundamental no se da en un acto


explícito, sino implícitamente. La opción fundamental es la decisión por la cual el hombre
determina libre y radicalmente su relación en orden al último fin, en cuanto que dispone de
sí mismo totalmente. Esta decisión y esta disposición de sí mismo no suele hacerse con un
acto explícito y reflejamente consciente, sino de una manera implicativa en los comporta-
mientos singularizados; esta implicación es consciente y libre, pero no refleja.

En todo comportamiento moral, el hombre no solamente elige explícita y refleja-


mente este o aquel valor particular, sino que compromete de un modo no-reflejo la opción
fundamental. Y esto: a) bien haga su opción fundamental primera (en el primer acto plena-
mente moral); b) bien exprese de nuevo la opción fundamental ya existente; c) bien mude la
opción primera en opción contraria.

Todo comportamiento moral lleva consigo dos aspectos: La particularidad (creada


por el horizonte del valor moral particular) y la universalidad (la opción en referencia al fin
último, que va implicada conscientemente, aunque no necesariamente de un modo reflejo,
en el valor particular).
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2. La capacidad para tomar decisiones y la opción fundamental

Vamos a profundizar en esta clase la opción fundamental en relación con la decisión


de seguir a Jesús en la vida consagrada. Nos vamos a servir de un capítulo de la obra de
Jesús María Palacios. ¿(In)consistentes? La perseverancia vocacional en el sacerdocio y en
la vida consagrada. Publicaciones Claretianas, Madrid, 2016, pp. 105-117.

Una persona madura es, desde el punto de vista de la madurez operativa, aquella que
tiene la capacidad de hacer opciones libres y duraderas, y que se comporta de una manera
estable y consistente guiada por un adecuado mundo de valores. La persona que se compro-
mete a vivir para siempre un estilo de vida conforma a un mundo de valores consistente –
como los valores vocacionales– toma una decisión que es una “opción fundamental” y se
caracteriza porque es total, definitiva y perpetua.

Esta decisión implica no sólo una perspectiva de la fe, sin la cual no tendrían sentido
ni valor la vida religiosa, sino también unas actitudes y unos comportamientos de tipo hu-
mano y psicológico que, en elevado grado de madurez humana, han de ser garantís de fide-
lidad vocacional a los compromisos que se derivan de la consagración religiosa.

Hay que entender la opción fundamental desde la fe y desde la madurez humana. Sin
la fe no tiene sentido el carisma religioso. Si para optar en la decisión con responsabilidad
se exige un alto nivel de madurez humana, para optar por la vida consagrada se necesita una
sólida y profunda maduración de la fe personal. La ruptura de la opción fundamental –el
abandono– puede venir por la falta de madurez humana, incapacidad de conservar la opción
fundamental, o por la falta o pérdida de la fe vocacional.

En orden a la formación, ¿cuáles son los elementos implicados en la opción funda-


mental?

1º La decisión y el yo personal

La decisión voluntaria es un acto soberano de la voluntad del yo personal por el que


realiza una acción o un comportamiento según su propio proyecto. En este acto supera todas
las presiones internas o externas a las que está sometido. Es un acto soberano, aunque esto
no implica aislamiento de la realidad, neutralidad o indiferencia; la persona puede ser y estar
presionada y, no obstante, su yo personal puede ser autónomo y sentirse libre. La decisión
nace del encuentro de un proyecto general, de un fin a largo plazo, con las dificultades o
ambigüedades presentes y en este contexto la decisión se podría definir como la búsqueda
que una determinada persona realiza para clarificarse a sí misma en una situación concreta.

El yo personal, en principio, es fuerte y es dueño de la situación. Controla las ten-


dencias, las influencias externas sobre la persona y la presión del “superyó” en la conciencia
personal. Aunque experimente en ciertos momentos el choque de los factores que influyen
en su personalidad, sin embargo, nunca pierde el control de los mismos. El yo dosifica pon-
deradamente el nivel y profundidad de las diversas fuerzas que interactúan en su personali-
dad y adapta las tendencias al principio de realidad. La persona puede equilibrar sus impul-
sos y atemperarse a las circunstancias: procura que su modo de obrar sea adecuado al
tiempo y al lugar; usa medios apropiados y atempera los actos a las normas de su conciencia
y a los puntos de vista de los demás.
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El yo personal es conciencia de unidad, libertad y totalidad. La persona se siente


siempre ella misma en toda la historia personal y en todas las situaciones y circunstancias en
que ha vivido su propia existencia. Es la conciencia que el yo personal tiene de sí mismo,
como único y evolucionando a la vez, a través de cambios profundos. Es la experiencia de
sentirse el mismo cuando se siente, se percibe, se aprende y se piensa; cuando se viven am-
bientes distintos y pluriformes.

Cuando el yo está comprometido e implicado en los diversos procesos psicológicos


y en las situaciones de la vida, muchas veces contradictorios, la persona puede desarrollar
sus potencialidades hasta el máximo. Un ambiente estimulante y rico de incentivo, asimilado
personalmente e introyectado en sí mismo, potencia las posibilidades de la persona, aunque
el proceso de asimilación e introyección implique frustraciones a otro nivel personal.

El yo libre es dinámico y busca liberarse de toda presión interior y exterior; de los


factores, tanto internos como externos, que pugnan por imponerse al yo y satisfacerse al
margen de las exigencias de la persona. No es un yo alienado que se satisface narcisística-
mente en su propia contemplación, está encarnado en la dinámica de la propia persona y en
la adaptación a la realidad. El yo liberado es, a la vez, liberador y fuente de libertad personal,
pues actuará, determinará y decidirá soslayando cualquier influencia que le impida conquis-
tar su nivel aspiracional.

2º La opción fundamental

Merece una atención especial la decisión vital que toma una persona en su vida y que
se llama “opción fundamental”. La opción fundamental es una decisión de la persona que
empeña y compromete todas las dimensiones de su personalidad, desde la sensación hasta la
más profunda del yo personal. Es la que está presente en la profesión religiosa, especialmente
en la perpetua.

a) Dinámica de la opción en el desarrollo de la personalidad

Una verdadera opción fundamental debe partir de la interioridad de la persona y debe


comprometer los niveles más profundos de la personalidad. Estas opciones fundamentales
son pocas, y entre ellas hay que contar la opción por la vida consagrada. En este marco, la
opción fundamental es un acto de la voluntad de la persona por el cual se decide a realizar
un proyecto de vida ajustado a sus posibilidades presentes y futuras. La decisión fundamental
es trascendental de alguna manera e intenta condensar en un propósito actual todas las rea-
lizaciones futuras de la personalidad. Es un acto histórico en el que, reasumida la historia
personal pasada, esta se proyecta al futuro, dándole sentido y orientación.

b) Características de la opción fundamental

⎯ Es una decisión profunda, que empeña y compromete todas las dimensiones de la


personalidad: sensación de mundo circundante, percepción de la realidad, intereses,
motivaciones, tendencias, etc., de la personalidad.

⎯ Es una decisión orientada al futuro. El acto de voluntad brota de la energía proyec-


tiva de la persona, de su creatividad y originalidad. Toda opción, por ser futura, es
un riesgo muy grave que asume la persona. Pero este riesgo la hace más creativa y
activa.
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⎯ Es una decisión de la persona que organiza la dinámica de la personalidad y da uni-


dad a todos sus comportamientos de manera que cada uno de ellos está integrado en
la persona y todos ellos se encuentran entrecruzados a través de la opción fundamen-
tal, que unifica toda la energía impulsiva que posee la persona, haciéndola activa y
dinámica.

⎯ Es una decisión de la persona que, en principio, es permanente. Cambiar la opción


fundamental, cuando esta ha sido tomada con la madurez persona que se exige, es
cambiar algo íntimo de la persona, es modificar la propia imagen de sí, es, podemos
decir, romper la propia identidad.

⎯ Y es, por último, una decisión clarificadora de toda situación presente ambigua o
conflictiva. La opción fundamental, por proceder de la energía proyectiva de la per-
sona, ilumina los conflictos concretos que diariamente experimenta la personalidad
en su desarrollo normal.

c) Algunas consecuencias

⎯ En primer lugar, no puede haber verdadera opción fundamental si la persona no está


madura psicológicamente. Como la opción afecta a la totalidad de la persona en am-
plitud y profundidad, esta debe poseer una madurez personal de alto nivel.

⎯ En segundo lugar, la opción fundamental no es posible sin un mundo de valores que


quiera vivir y experimentar la persona. El mundo de valores está constituido por una
temática existencial que satisfaga plenamente a la persona y con cuya posesión se
encuentre plenamente realizada.

⎯ En tercer lugar, para que una opción fundamental sea eficiente, se requiere una dis-
ciplina personal. La disciplina no solamente madura la personalidad, sino que per-
mite elegir en la vida lo más conveniente para la opción fundamental. La personali-
dad solamente puede alcanzar su unidad armónica en la medida en que está sometida
a una disciplina interna y externa.

3º La opción fundamental por la vida consagrada

La consagración religiosa supone una inmolación hasta la muerte. La tradición de la


Iglesia siempre ha comparado la profesión religiosa con un martirio, con un sacrificio total
y con un holocausto perfecto. Por este sentido y estas exigencias de la consagración, la vida
consagrada es una opción fundamental que compromete a la persona en todos sus ámbitos y
en todas sus posibilidades. Por la profesión religiosa, la persona consagrada de votos tem-
porales realiza una opción definitiva por la vida religiosa en una congregación concreta; se
incorpora definitivamente a la congregación y de este modo participa plenamente de su vida
y su misión en el pueblo de Dios.

a) La persona y su historia personal

Dios llama a toda la persona, durante toda su vida y para siempre. La opción funda-
mental por la vida consagrada abarca la persona entera y, en el tiempo, toda la historia per-
sonal del religioso. El compromiso opcional, realizado en un momento histórico concreto,
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ha de ser, por lo mismo, perpetuo. El problema está en discernir adecuadamente si esa lla-
mada existe, pues una vez descubierta con la certeza de la fe en Cristo que llama, el cristiano
debe responder de por vida a ella.

Si Dios llama a la persona totalmente tal y como ella es, quiere decir que todo lo que
ella es y tiene es vocación. Todos los dones de naturaleza y gracia, todas las cualidades
naturales y sobrenaturales, toda constitución, temperamento y carácter, todo es vocación. De
aquí se deduce que la fidelidad a la opción vocacional no hay que entenderla solamente en
el tiempo, sino en la intensidad con que se viven la propia fe y sus compromisos y se desa-
rrollan las cualidades personales. Una vida apática, humanamente pobre, es una infidelidad
a la vocación. Unos dones sin cultivar y sin desarrollar intensamente son, asimismo, una
infidelidad a la opción vocacional.

Por otra parte, mirando desde la persona, la opción, cuando es en verdad fundamen-
tal, es definitiva, pues no es ni más ni menos que el modo de realizarse plenamente, la manera
de llegar a ser lo que debe ser, el único modo de manifestar su propia identidad.

b) Fe y madurez humana

La opción hay que entenderla desde la fe y desde la madurez humana. Sin fe no tiene
sentido el carisma de la vida consagrada ni las opciones por vivir los votos, la vida comuni-
taria o la misión. Si para optar en decisiones fundamentales se exige un alto nivel de madurez
humana, para optar por la vida consagrada se necesita una seria y profunda maduración de
la fe personal. Por eso, la ruptura de la opción fundamental cuando una persona consagrada
abandona su vocación puede depender, en el fondo, de la falta de maduración humana y de
la falta o pérdida de la fe vocacional. Entre ambos elementos hay una mutua interrelación e
interacción.

c) Personalidad libre

La opción por la vida consagrada debe emanar de un yo libre y autónomo. Solamente


un yo libre puede optar en fe. Sería sumamente peligroso que la fuerza de la opción provi-
niese de la presión externa o de la energía impulsiva de la persona. Sólo sobre la energía
direccional y proyectiva se puede asentar la fe. Ella da originalidad y creatividad a la voca-
ción; y es, a la vez, garantía de estabilidad.

d) La “temática existencial”

La temática existencia está constituida por el cuadro de valores que la persona desea
vivir y experimentar. El religioso o la religiosa que optan por la vida consagrada aceptan,
como temática de su existencia, los valores de la vida consagrada.

Este cuadro de valores incluyen además, varios elementos (valores, experiencias…)


que entran en el contenido de la temática existencial:

⎯ En un primer momento, la conciencia clara del llamamiento divino. Sin la conciencia


de sentirse llamado es absurdo decidirse optar por la vocación. La conciencia voca-
cional se va clarificando en la medida en que se profundiza por la fe en la identidad
vocacional religiosa.
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⎯ En un segundo momento, se debe tener conciencia de la propia capacidad de poder


vivir las exigencias de la vida consagrada. Esta capacidad experimentada es garantís
de la autenticidad de la llamada. Si Dios llama, Él mismo da la capacidad para res-
ponder a la llamada: capacidad humana y capacidad sobrenatural.

⎯ Por último, el cuadro de valores de la temática existencia y el conocimiento del pro-


pio yo y de la propia personalidad han de ser debidamente interiorizados. Es impor-
tante que las ideas se conviertan en convicciones y que estas se transformen en acti-
tudes que provoquen los comportamientos, humanos y religiosos, consecuentes.

e) Una opción fundamental dinámica

La opción fundamental por la vida consagrada es una realidad dinámica. La decisión


vocacional, que estructura de alguna manera el interior del religioso y la religiosa y su res-
pectiva personalidad, dándole unidad de vida y coherencia en su comportamiento, es activa
y dinámica. Desde Dios, la vocación, la llamada, actúa siempre y Cristo sigue llamando
constantemente y cada presencia suya por el Espíritu es una nueva presencia vocacional. El
desarrollo de la fe del consagrado es vocacional siempre, y por eso ha de responder constan-
temente. Tiene que renovar cada día su vocación, por muy lejano que haya sido el día de la
profesión religiosa. Por otra parte, las motivaciones religiosas son siempre activas y de por
sí están dinámicamente impulsando a la fidelidad vocacional.

4º Conservación y defensa de la opción fundamental

Una vez que la persona ha tomado la opción por la vida consagrada, hay que defen-
derla de su posible ruptura. La mejor garantía de su firmeza es que se haya tomado con la
debida seriedad y responsabilidad, después de un proceso de maduración humana y sobre-
natural.

Sin embargo, por muy firme que sea la decisión vocacional, es en definitiva una de-
cisión humana, tomada por una persona libre, que puede cambiar cuando quiera, y a la vez
condicionada, que puede cambiar cuando no quiera. No se puede ser ingenuo y confiar tanto
en las propias fuerzas que no se vea la posibilidad de romper lo que solemnemente se había
prometido. La experiencia de la vida nos enseña diariamente cuántos fallos y abandonos
vocacionales no nos los explicamos, pues proceden de personas que aparentemente, a lo
menos, se comportaban con firme coherencia y decisión.

a) Opciones parciales y superficiales

La opción fundamental hay que defenderla de posibles opciones parciales y superfi-


ciales que poco a poco la van minando hasta deshacerla totalmente. Hay que evitar opciones
parciales contrarias a la opción fundamental que la pueden desmoronar irremediablemente.
El yo, libre y autónomo, que ha tomado la decisión fundamental, sigue estando sometido a
las presiones internas de los impulsos y a las presiones sociales desde fuera, que buscan
satisfacciones inmediatas y cuyos comportamientos se oponen a la opción fundamental. Ser
condescendiente con estas presiones internas y externas es sumamente peligrosos para su
estabilidad y firmeza. Por eso, consagrados y consagradas, deben tener una buena capacidad
de renuncia a lo inmediato, de control emocional y afectivo, y deben llevar una vida disci-
plinada interna y externamente.
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b) Vida disciplinada

Hemos dicho antes que, para que una opción fundamental sea eficiente y produzca
los efectos deseados, se requiere una disciplina sobre todo interna. No entendemos la disci-
plina en relación a un orden externo, al que a veces se le ha dado un valor en sí mismo teórico
(el deber por el deber), minimista en los detalles e independiente de la totalidad de la persona.
El concepto de disciplina al que nos referimos va orientado y relacionado con las tendencia
integradas, establemente relacionadas y canalizadas a conseguir y conservar la perfecta ma-
durez de la persona.

La disciplina interior, que se refleja en la disciplina exterior, es el control de las ten-


dencias personales, que, debidamente unificadas y jerarquizadas, son orientadas en la direc-
ción del mundo de los valores de la opción fundamental. Es de tal importancia que, sin ella,
es imposible que la persona madure ni en su vida afectiva, intelectual y social ni en su ma-
durez global. Ahora bien, la disciplina, para que sea eficaz y positiva, ha de estar motivada
e integrada en el desarrollo de la personalidad global como un elemento más de maduración
y de liberación de la persona. La disciplina que el consagrado se imponga para vivir sus
compromisos religiosos será neurotizante si no la asimila personalmente, después de haberla
motivado intencionalmente.

La disciplina ayuda a madura la personalidad y facilita la elección de lo que la per-


sona considera como más conveniente para su opción fundamental. El control interior uni-
fica y orienta las tendencias, los deseos y las aspiraciones en la dirección de la opción fun-
damental. El hombre recibe en su nacimiento, como carga y dotación genética, un manojo
de tendencias que, para que sean positivas, no deben ser desintegradoras de la personalidad.
Las tendencias de por sí buscan su propia satisfacción a veces al margen de la satisfacción
general de la persona. Una auténtica disciplina tendrá como fin orientar, canalizar e integrar
todas las tendencias hacia una misma y única meta: la madurez de la persona, la consecución
de la habitual capacidad de actuar y obrar libremente y con rectitud ética, moral y religiosa.

La opción fundamental ha de estar también sostenida por una capacidad de renuncia


y sacrificio. La renuncia y el sacrificio, que han de estar suficientemente motivados, son
comportamientos esenciales y básicos para dar consistencia a la opción fundamental. En la
vida se presentan opciones a las que hay que renunciar, a veces con gran sacrificio, para
poder sostener y sustentar la opción fundamental que ha tomado la persona.

El mismo Concilio presente perfectamente interrelacionados los conceptos de disci-


plina, madurez humana, capacidad de tomar decisiones ponderadas con estabilidad de ánimo
y recto modo de juzgar y pensar. Si estos conceptos existen, tenemos grandes posibilidades
de fidelidad vocacional.

3. Las actitudes morales

- Noción de actitud moral: Las actitudes morales constituyen aquel conjunto de


disposiciones adquiridas a lo largo de la vida que nos llevan a reaccionar positiva o negati-
vamente ante los valores morales. Constituyen nuestro “modo de ser moral” adquirido. Son
disposiciones interiores resultado de internalizar valores o antivalores en la vida.
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El concepto actual de actitud moral viene a expresar lo que en la moral tradicional se


entendía por “hábito” (virtud, cuando el hábito era positivo; vicio, cuando el hábito era ne-
gativo). Pero entiende la adquisición de los hábitos desde una antropología “integral” y no
como resultado exclusivo de la inteligencia y la voluntad (virtudes) o las pasiones (vicios).
Es el “sujeto integral” quien está comprometido en la adquisición de los hábitos tanto vir-
tuosos como viciosos.

A nivel general, por cuanto las actitudes son una “manera de ser”, están comprome-
tidas todas las funciones de la personalidad. Es el resultado de cómo la persona ha ido inte-
grando su cuerpo, su mundo afectivo y sexual, su mundo intelectual y volitivo, la dimensión
moral y espiritual. Las actitudes, como los hábitos, se adquieren a medida que el sujeto va
desplegando a lo largo de su historia las distintas dimensiones de su personalidad, constru-
yendo su “modo de ser”. En suma, las actitudes serían los “hábitos” que se han formado en
mi a lo largo de la vida (laborales, morales, religiosos, comportamentales, etc.).

Las actitudes concretan el significado de la opción fundamental en los diversos cam-


pos de la existencia humana y cristiana: vida social, vida conyugal, vida familiar, vida con-
sagrada, vida interpersonal, etc. Si la opción fundamental positiva del cristiano es aceptar la
soberanía de Cristo en el conjunto de la existencia, las actitudes positivas cristianas consis-
tirían en adquirir el “modo de ser” de Jesús: Compasivo, misericordioso, servicial, pobre,
casto, obediente, honesto, sincero, fiel, honrado, etc.

El concepto y la realidad de actitud es muy fecundo para la educación moral. Esta


consiste fundamentalmente en crear en cada sujeto sensibilidades para que descubran los
valores morales y convicciones internas para que interioricen dichos valores. La interioriza-
ción o personalización de los valores se identifica con la creación de actitudes.

Por eso es fundamental en los procesos de formación en la vida consagrada tener


presente que el Señor nos llama a adquirir a lo largo de nuestra vida las actitudes de Jesús y
que encontramos encarnadas en nuestros fundadores y fundadoras. Por lo que es imprescin-
dible sensibilizarnos con los valores evangélicos que caracterizan la vida consagrada, por
cuanto las actitudes son la personalización de los mismos. Detrás de cada actitud debe haber
un valor que la rige y oriente. En el caso nuestro, sin este espíritu evangélico (los valores)
no terminaremos de adquirir las actitudes propiamente cristianas. La vida consagrada es la
personalización de unos valores evangélicos. Dicho en otras palabras, la adquisición de unas
actitudes evangélicas de vida.

- Estructura de la actitud moral cristiana: La actitud moral, al ser la concreción


de la opción fundamental, conlleva toda la riqueza de la dimensión “integral” de la persona.
El mundo endotímico, el mundo cognoscitivo, el mundo volitivo, el nivel ejecutivo de la
persona: todo resuena en la actitud moral. Esta viene a estar integrada por los sentimientos,
por los principios o criterios, por las decisiones a tomas de postura y por toda la gama de
niveles ejecutivos de la persona. La estructura de la actitud moral repite la rica estructura de
la persona.

Por lo que respecta a la actitud moral cristiana, su estructura se compone fundamen-


talmente de tres elementos: motivación, referencia a un ámbito concreto del compromiso
humano, y aspiración tendencial:
Fundamentos de moral 38

1º La motivación: La actitud cristiana supone como elemento necesario el de la mo-


tivación. El comportamiento ético cristiano no nace de un “imperativo” seco y frío, sino de
un “indicativo” de gracia y de don. La moral cristiana se apoya necesariamente sobre una
teología; eso quiere decir que no puede existir actitud ética cristiana si no se apoya en prin-
cipios teológicos: en una “visión” cristiana.

La motivación interviene en todo comportamiento humano. Por motivación se en-


tiende como el conjunto de factores que inician, sostienen y dirigen una conducta. En su
momento tuvimos ocasión de presentar la variedad de motivaciones que pueden estar detrás
de un comportamiento humano (cf. Tema II).

2º Referencia a un ámbito concreto del compromiso humano: La actitud moral


cristiana no puede quedar en pura “intención” ni en puro “sentimiento”. La moral cristiana tiene
que incidir en la realidad. De otro modo sería una ética alienada y alienante. Si el valor moral
cristiano es la mediación entre la fe y el compromiso, lo mismo tenemos que decir de la actitud
moral. Esta se realiza mediante su concreción en un ámbito de la vida humana. Por eso se podrá
exponer la figura moral del cristiano en concreto mediante una constelación de actitudes.

3º Aspiración tendencial: Es propio de la moral cristiana el sentido dinámico. Una


ética legalista se circunscribe al mínimo prescrito por la ley. Una ética, como la cristiana, que
se apoya sobre el indicativo de un don total tiene que ser una ética dinámica y de aspiraciones.
La actitud moral cristiana no se reduce a la referencia al ámbito concreto del compromiso, ni
siquiera queda circunscrita por el horizonte de la motivación. Necesita espacios más abiertos.
La actitud cristiana conlleva como elemento necesario la tendencia dinámica hacia una perfec-
ción absoluta: “Sean buenos del todo, como es bueno su Padre del cielo” (Mt. 5, 48).

4. Los actos morales

- Noción de actos morales: Los actos morales son la expresión y la verificación de


la opción fundamental y de las actitudes. Por su propia condición, los actos son diversifica-
dos, parciales y singulares. Es decir, los actos difícilmente expresan en totalidad la decisión
moral de la persona. Por otra parte, la responsabilidad de los actos ha de medirse por la carga
de opción fundamental que llevan, así como por la importancia que tengan en la configura-
ción de las actitudes.

Esta valoración de los actos morales no ha de ser interpretada en la educación moral


y, en general, en la pastoral como postura minimizadora y mucho menos despreciativa. Por
el contrario, al situarlos en relación con la opción fundamental y con las actitudes, los actos
adquieren una renovada importancia en la vida moral.

La responsabilidad moral, aunque se exprese de diferente modo en la opción funda-


mental, en las actitudes y en los actos, no deja de ser la decisión de un único y mismo sujeto.
Esta unidad de sujeto hace que las tres expresiones de la responsabilidad (opción fundamen-
tal, actitudes, actos) no deban ser entendidas como entidades separadas, sino como dinamis-
mos diferentes dentro de la unidad de la responsabilidad del único sujeto.

El Documento de trabajo para el Sínodo de 1983 sobre el sacramento de la reconci-


liación formula esta doctrina del siguiente modo: “El hombre decide su fin último y así hace
realidad su proyecto personal, actuando libremente y asumiendo ante Dios la responsabilidad
Fundamentos de moral 39

de la orientación elegida para la propia vida, que luego se define y expresa en opciones
concretas.

La vida del hombre ha de ser valorada desde su opción fundamental ante Dios, adhi-
riéndose a él como sumo bien o rechazándole. Esta opción fundamental no se puede reducir
a una intención vacía de contenidos y compromisos bien determinados, o, en otras palabras,
a una intención aislada de un esfuerzo activo en relación con las diversas obligaciones de la
vida moral. El hombre, por el mero hecho de existir y desarrollarse, vive en la historia y
realiza la parte que le corresponde.

Por eso, la orientación fundamental y global de la libertad humana pide concretarse


en opciones determinadas. Y puede suceder que en cada una de estas opciones se modifique
la orientación fundamental de su libertad, rechazando a Dios y volviendo a él”. (pp. 31-32).

El acto moral es la manifestación (el signo: en cuanto significación y contenido) de


la opción fundamental y de la actitud. A partir de su condición de signo, el acto moral ad-
quiere una notable diversidad de formas según su mayor o menor profundidad.

- Diversidad de actos: En la vida del hombre existen:

✓ Actos “reflejos”: privados de libertad, conciencia y deliberación;


✓ Actos “automatizados”: aprendidos. Estos actos no están totalmente privados de la
libertad, ya que en el transcurso de los años subsiguientes han sido aprobados o re-
probados por la persona libre y de esta manera subsumidos en la libre realización de
sí misma;
✓ Actos “normales”: se dan entre lo rutinario y lo decisivo;
✓ Actos “cumbre”: momentos decisivos en la vida de una persona.

Por último, no podemos olvidar que la persona en la ejecución de sus actos, no siem-
pre estos responden a la parte más consciente de su yo. También interviene el “inconsciente”
como sistema psíquico en la ejecución de los actos. Es la persona “integral” el sujeto del
comportamiento moral. De ahí que habrá que valorar el nivel de responsabilidad moral de
cada acto. En qué medida son libres, conscientes y deliberados.

5. Relación entre la opción fundamental, las actitudes y los actos

Si es cierto que las actitudes y los actos valen moralmente en tanto que estén infor-
mados por la opción fundamental, nos podemos preguntar:

- ¿Puede una sola actitud, es decir, un aspecto de la vida moral, comprometer ple-
namente la opción fundamental? Dependerá de la esencialidad de dicha actitud en la vida
moral. Una de las urgencias de la moral es hacer una exposición del conjunto de actitudes
éticas y jerarquizadas.

- ¿Puede un solo acto comprometer la opción fundamental? El acto moral es de algún


modo un signo de la opción fundamental; por su parte, la opción fundamental es el centro
del acto moral particular. Según sea la profundidad del acto, en esa misma medida hay que
hablar de mayor o menor compromiso en él de la opción fundamental. En un acto muy in-
tenso, la opción moral queda comprometida; en un acto menos intenso (desde el punto de
Fundamentos de moral 40

vista de responsabilización), la opción fundamental permanece la misma: 1º) bien en el sen-


tido de que con ese acto la opción fundamental se "expresa" de un forma leve (si el acto está
en la misma dirección de la opción fundamental); 2º) o bien en el sentido de que con tal actos
se contradice a la opción fundamental de un modo menos profundo (si el acto no corresponde
a la dirección de la opción fundamental).

Desde el momento que la opción fundamental se va encarnando en la sucesividad de la


vida, los actos serán responsables (buenos o malos) en la medida que participen de la opción
fundamental. Los actos ordinarios, no pueden expresar todo el valor de la opción fundamental;
necesitan la sucesión y la temporalidad. Es imprescindible incluir además las actitudes que la
persona va adquiriendo a medida que la vida pasa. Será el conjunto de actos y actitudes los que
encarnarán la opción fundamental.

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