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Las quejas siempre encierran una insatisfacción, pero esa insatisfacción no viene dada
únicamente por las circunstancias externas, sino que está mediada por nuestras expectativas y
nivel de sensibilidad.
El psicólogo Robert Biswas-Diener afirma que existen tres tipos de quejas, dos de las cuales son
dañinas:
1. Quejas crónicas
Hay personas que nunca están satisfechas. No importa cuánto tengan, cuán lejos hayan llegado
en la vida o cuánto les sonría la suerte. Se centran en lo que les falta, en vez de valorar lo que
tienen. Ven los retrocesos en lugar de centrarse en el progreso. Como resultado, siempre
encuentran algún motivo para quejarse, de manera que sus quejas se convierten en un problema
crónico.
Esa visión sesgada y pesimista del mundo, sostenida a lo largo del tiempo, puede terminar
alimentando el estrés y la depresión, emociones que se reflejan en el cuerpo.
2. Quejas de desahogo
A veces el desahogo viene en forma de quejas, las cuales expresan una insatisfacción emocional.
Las quejas para desahogarse suelen estar centradas en la persona y sus experiencias directas.
Expresan rabia, frustración, resentimiento y/o decepción, generalmente para recibir atención y
validación de quienes las escuchan. De hecho, el objetivo de estas quejas no es resolver el
problema, sino simplemente ventilarlo.
Si bien ventilar nuestras emociones a través de las quejas puede ser liberador a corto plazo, se
convierte en un boomerang que nos hace sentir mal a largo plazo ya que solo sirve para reforzar
los estados negativos. Estas quejas no cambian las emociones que las generaron, sino que a
menudo solo las amplifican, haciendo que caigamos en un círculo vicioso marcado por la
desesperanza.
3. Quejas instrumentales
Nos quejamos mucho, pero solo el 25% de nuestras quejas tienen una finalidad instrumental.
Las quejas instrumentales son aquellas que se dirigen a resolver el problema o cambiar la
situación que nos molesta. Son quejas que, si bien pueden ser catárticas, no solo expresan un
malestar, sino que también buscan una salida.
Las quejas en sí no son un problema, el problema es que no hagamos nada para resolver lo que
nos molesta y nos quedemos atrapados en un bucle de insatisfacción.
La solución no es volvernos masoquistas con las cosas que no nos agradan o nos causan daño,
sino decidir conscientemente cómo vamos a reaccionar para resolver el problema.
Cuando dejamos de quejarnos, al menos por un tiempo, podemos gestionar mejor nuestras
preocupaciones porque nos deshacemos del estado de desesperanza, malestar y desilusión
permanente en el que nos sumen las quejas. Si no está en nuestras manos solucionar lo que nos
molesta, necesitamos aprender a mirar lo que nos ocurre con otros ojos. Una carga es más ligera
cuando la llevamos con calma que cuando nos quejamos de su peso a casa paso.
Quejarse es concentrar la atención en lo malo, lo que no se desea, que con la queja se refuerza
y expande. Estos pensamientos negativos crean la realidad y nuestras palabras expresan esos
pensamientos.
Creamos nuestra vida con cada pensamiento, nuestra propia salud, la sociedad en que vivimos,
la situación política. Todo es producto de las palabras que expresan nuestros pensamientos.
La queja es la intención inútil de liberarse del sufrimiento y sólo si somos conscientes cuando
nos quejamos, podemos eliminar por completo de nuestros pensamientos la negatividad de la
queja.
El quejoso no actúa, e intenta con la queja liberarse de sus pesares, aunque nunca lo logre.
Algunas quejas tienen un beneficio secundario, pueden obtener respuestas de compasión y
evitar tareas indeseables, atraer la atención y evitar hacer lo que corresponde.
La queja es contagiosa y predispone a los demás a quejarse; tiende a expandirse como reguero
de pólvora, se enquista en todo campo propicio y se convierte en una forma de ser general
quejoso.
La capacidad de ejecutar tareas. Está asociada al nivel de queja, ya que cada una de ellas es
un hachazo para las ganas y la motivación.
Calidad de las relaciones. La queja nutre los conflictos emocionales, ya que alimenta las
críticas a otras personas cuando se vuelve un hábito en el trabajo. Genera un clima laboral
de tensión y desgaste.
Creatividad: la queja es un proceso creativo en sí mismo, ya que cada una de ellas es una
manifestación de tu pensamiento interior. Activar el proceso creativo requiere energía
mental, justo lo contrario que produce la queja constante. Quejarse de manera habitual
complica pensar de forma diferente a lo habitual (tendencia a reproducir patrones del
pasado).