EPISTEMOLOGIA DE LA HISTORIA: SOBRE LAS DOS TRADICIONES Y LA
EXPLICACIÓN HISTÓRICA
La reflexión epistemológica en torno a la naturaleza y a los fundamentos de la ciencia
histórica se configura, en primer lugar, como análisis de su lenguaje, de sus conceptos y de sus métodos. Claro que otros problemas epistemológicos son igualmente relevantes, tales como la discusión sobre el papel que juega la comunidad historiográfica en el control de las hipótesis y el uso de las técnicas y reflexiones metodológicas, y las formas en que se practica un “paradigma” del saber histórico más o menos compartido en escala académica global. Sin embargo, en el centro de dichos análisis epistemológicos se colocan, sobre todo, problemas conceptuales y metodológicos que reclaman cierta centralidad, entre ellos, la pregunta sobre qué significa explicar un hecho, qué cosa se entiende por causa de un hecho, en qué sentido recurrir a la idea de causa constituye una explicación del hecho histórico, y, en qué medida los nexos causales que culminan en la explicación de un evento son objetivos o elementos que esencialmente tienen una naturaleza valorativa, y, por ende, interpretativa en cada instancia del proceso de explicación. Detrás de tales preguntas está la cuestión de fondo de si la historia puede ser considerada una disciplina dotada de un status de cientificidad equivalente al de las ciencias naturales. Sobre este punto hemos hablado bastante en clase, y hemos suscrito a la idea de Lucien Febvre respecto de la historia como disciplina “científicamente construida”, y, en este sentido, recurrimos a la identificación metafórica que asocia la historia con el “método”, es decir, con el modo específico que nuestra disciplina tiene de construir un conocimiento complejo respecto del pasado histórico, atento a la consideración de la inevitabilidad del peso de la dimensión subjetiva del historiador en la elaboración de un pasado al que solo se puede arribar desde los documentos, y de la necesidad no arbitraria y racional de que esa elaboración se componga con reglas del saber acordadas más o menos universalmente. Sobre la cientificidad de la historia las respuestas de los filósofos y metodólogos de la ciencia divergen de manera significativa, de tal suerte que se pueden distinguir sustancialmente dos escuelas, o dos líneas de pensamiento, que en el caso de Von Wright, se califican como “tradiciones”. Una, ligada al ideal de la unidad científica de la ciencia propuesto por el positivismo y el neopositivismo, afirma que no existe ninguna discontinuidad lógica y metodológica entre ciencias naturales y ciencias histórico- sociales. La otra, surgida en contraposición a la anterior, pero que se puede rastrear también más tempranamente en la historia de la ciencia, subraya la autonomía metodológica de las ciencias histórico-sociales y la especificidad de sus categorías conceptuales. Estas visiones contrastantes se hacen más evidentes cuando se aborda el problema de la especificidad de la explicación histórica, lo que ha llevado a algunos epistemólogos, como Enzo Di Nuoscio, a considerar este conflicto como la “disputatio perennis”, una eterna polarización pendular y sin resolución lógica, pero ciertamente, un problema de reflexión más cercano a los filósofos de la historia que a los historiadores de profesión. Según la posición neopositivista, que se identifica en gran parte con la concepción general de la explicación que propuso C.G. Hempel, la estructura de la explicación es lógicamente reconocible sobre la base de un único modelo -válido tanto para las ciencias naturales como para las histórico-sociales-, que asigna un rol fundamental a las “leyes” (enunciados universales que establecen regularidades en la relación entre los hechos) que conectan el hecho a explicar con las condiciones empíricas particularmente relevantes. La explicación histórica responde a este modelo excepto por el hecho que de no existiendo leyes históricas equivalentes a la de las ciencias naturales [sea porque son inspiradas en el sentido común, (“reglas de experiencia”, según Weber), sea porque son menos que universales también llamadas “generalizaciones empíricas”, sea porque resultan banales (Popper), o bien porque se fundan en probabilidades (lo que las personas tienden a hacer en condiciones similares), o a su complejidad y desconocimiento (Hempel)], sus operaciones son “esbozos de explicación” más o menos parciales e incompletas. A esta concepción de una estructura lógica común de los argumentos explicativos, se le contrapone la de los filósofos que subrayando que como la explicación histórica se dirige a ese particular tipo de acontecimientos que son las acciones humanas, reivindican al especificidad conceptual y metodológica de la explicación en el ámbito de las ciencias histórico-sociales. El problema, para estos filósofos, no está tanto en el hecho de que estas ciencias no puedan contar con leyes equivalentes a las leyes generales de las ciencias naturales, sino en el hecho de que las acciones humanas no pueden ser explicadas en base a un esquema de principios generales relativos al comportamiento de los seres humanos colocados en circunstancias análogas (W. Dray). Estas acciones requieren de la individualización de los motivos específicos de cada acción particular. Esto significa que la explicación de las acciones humanas no puede sustraerse a un esquema causal -como el expresado por Hempel y que tiene inspiraciones deterministas-, porque las motivaciones, las inclinaciones, los deseos, las intenciones que están en la base de las acciones, no pueden ser consideradas “causas” de esas acciones, al menos, no en el sentido de “causa relevante” en el modo en que se aplica en la explicación en ciencias naturales. El modelo hempeliano implica una concepción de la relación causal como una conjunción uniforme y constante de hechos de una misma clase que se vinculan a través de una ley empíricamente establecida. Esto pareciera difícilmente aplicable a los acontecimientos históricos dada su naturaleza altamente específica, particular e irrepetible. No pueden ser vistos como casos particulares de una clase de eventos con características similares. Incluso admitiendo que los acontecimientos históricos pudieran ser explicados en términos causales, la noción apropiada de causa no sería la que hace depender el nexo causal de una ley. Dray ha propuesto la noción de explicación racional para referirse a la particularidad de la explicación histórica, y ella refiere a que explicar una acción implica identificar que esa acción fue el proceder adecuado o racional en la ocasión considerada. Ese procedimiento intelectual tiene un fuerte componente interpretativo y valorativo. Por otra parte, Von Wright, siguiendo a Anscombe, ha propuesto que la explicación de las acciones humanas, responde más al modelo aristotélico del silogismo práctico. Se trata de una forma de razonamiento en el cual la premisa mayor individualiza un objetivo (fin, propósito, intención) al cual el actor aspira, la premisa menor vincula la acción con tal objetivo, en una relación medios-fines (que recuerda al modelo propuesto por Weber en su teoría de la acción racional con arreglo a fines/valores), y la conclusión consiste en el uso de este medio para conseguir tal fin. De este modo, para explicar una acción, el investigador debe intentar no identificar las causas, sino reconstruir la lógica en que se llevó a cabo la acción orientada a la obtención de tal fin. Se trataría, así, de conexiones lógicas entre medios y fines (contextuales) y no de relaciones causales generales. En fin, los sostenedores del dualismo metodológico agrupados en esta convicción se han dividido entre los que han opuesto a la explicación nomológica la alternativa de, por un lado, la explicación teleológica (que como hemos visto refiere a fines y propósitos), y, por el otro, el método de la comprensión empática, (ya presente en Dilthey, y en el texto de Aron que recomiendo leer), dos aproximaciones que incluso presentando aspectos comunes no pueden ser identificadas como coincidentes.
GIROLA, Lidia: "Sobre La Metodología de Max Weber. Explicación y Comprensión" en Max Weber. Elementos de Sociología, Universidad Autónoma de México, México 1985.