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les, dentro de las que cabe incluir a la teoría de los paradigmas de Thomas
KUHN y a la de los programas de investigación de Imre LAKATOS, han des-
tacado sobre todo los componentes dogmáticos e incomprobados que toda
práctica científica incorpora, dividiéndose luego en la forma de caracterizar
la competencia entre paradigmas o programas alternativos, que para KUHN
se resuelve mediante revoluciones científicas y para LAKATOS es una lucha
permanente o intermitente pero sin rupturas llamativas. La filosofía de la
historia de la ciencia que se desprende de estas concepciones estructurales
es sólo matizadamente progresiva y en ningún caso de progreso lineal ni
meramente acumulativo, sino bien de carácter dialéctico en la teoría kuh-
niana de los paradigmas —una revolución científica, dice KUHN, produce
ganancias pero también pérdidas—, bien de progreso visible sólo a muy lar-
go plazo o, en el corto, limitado sólo al interior de cada programa de inves-
tigación en la teorización de LAKATOS. En todo caso, al insistir en el cambio
y en la lucha entre conjuntos teóricos sustentados por una determinada
comunidad científica de un momento histórico determinado, se trata de un
tipo de visión de carácter totalizador y no lineal.
(3) Quizá no sea ocioso señalar aquí que naturales como la antropología biológica y
mientras que por método debe entenderse la biología evolutiva que sí las utilizan pero
un criterio o conjunto de criterios generales que tienen seguramente más en común con
de validación o justificación de una determi- la historia, la arqueología o la etnología, que
nada actividad, por técnica en este sentido no las utilizan, que con otras ciencias natu-
debe entenderse una forma instrumental y rales, que, al igual que algunas ramas de la
específica de practicar o presentar una psicología o la sociología, también se sirven
investigación concreta o de contrastar sus de una u otra de aquellas técnicas; por su
elementos. Cuando a veces se dice que cada parte, ramas de la física tan acreditadas
objeto pide un método particular y que, por como la física teórica o la astrofísica no pre-
ello, los métodos han de ajustarse al objeto tenden contar con la posibilidad de provo-
más que al contrario, se suele aludir sobre car experimentos decisivos para su avance.
todo a técnicas. Por ejemplificarlo, la pro- Lo que significa que las similitudes o dife-
ducción artificial de experimentos o la uti- rencias básicas entre esos y otros saberes ha
lización de modelos matemáticos pueden de buscarse en criterios más generales y
ser técnicas que poco tienen que ver con la relativos a la validación del conocimiento, y
distinción entre ciencias naturales y socia- no a la mera instrumentación de sus inves-
les: así, junto a la ausencia de tales técnicas tigaciones.
en la botánica o la zoología, hay ciencias
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Bien entendido que este punto de vista tiene que servir para relativizar
la idea de la imposibilidad de la objetividad avalorativa, que habrá de apa-
recer más como cuestión de grado que de todo o nada. Sólo así es coherente
defender la deseabilidad de la exclusión de valores como exigencia para el
conocimiento objetivo, pues sólo desde un concepto relativo y graduable
de imposibilidad cabe creer en la capacidad de autocorrección y, por tanto,
de perfeccionamiento por parte de las ciencias sociales. Por eso el remedio
de esta propuesta para superar la interferencia y pervivencia de prejuicios
más o menos ocultos e inconscientemente presupuestos pasa por ese ejer-
cicio cuasi ascético por el que el investigador debe hacer expresos, para sí
mismo y para los demás, cuáles son los juicios de valor que le asisten en
su investigación.
dación de las ciencias sociales como tales ciencias según la versión empi-
rista, no se haya producido la tendencia a la unificación de paradigmas que
ha venido ocurriendo con la física, la química, la biología, etc., sino que
entonces y después han coexistido, en combate permanente y sin vencedo-
res ni vencidos, distintos paradigmas en competencia, desde el marxismo
a la economía neoclásica en economía, desde las teorías conflictivistas a
las estructuras-funcionales en sociología o, en fin, desde la psicología con-
ductista a la Gestalt o al psicoanálisis.
A mi modo de ver, la razón fundamental por la que las ciencias sociales
tienen resultados mucho más pobres que las naturales no es tanto su menor
desarrollo como la mayor complejidad de los hechos sociales. A pesar del
optimismo popperiano que antes se reseñaba, las hechos sociales parecen
más complejos e ininteligibles que los naturales al menos para el grado y
calidad de las explicaciones y predicciones que sería deseable que la ciencia
social alcanzara (4). De todas formas, afirmar, siquiera sea tentativamente,
que no hay una separación esencial entre una y otra forma de ciencia no
implica dejar de reconocer sus diferencias de resultados interesantes. Lo
cierto es que, en la secuencia descripción-explicación-predicción, las cien-
cias sociales se encuentran menos elaboradas y, en todo caso, son mucho
menos satisfactorias y ricas que las naturales. Salvo en el plano de las des-
cripciones, al que todas las formas y versiones de las distintas ciencias socia-
les alcanzan, pero sólo porque la descripción opera como soporte necesario
de cualquier teoría, su cuerpo teórico propiamente dicho, en términos de
explicaciones y de predicciones, es endeble. Es verdad que las explicaciones,
realmente practicada tiene tan poco que ver, si tiene algo, con la observa-
ción o la comprobación como modos de conocimiento de la realidad, que
es difícil de creer la pretensión de algunos filósofos del Derecho de con-
siderarla científica en el marco de la teoría de los paradigmas de KUHN. Bajo
la idea no inapropiada de que los juristas teóricos forman una comunidad
que posee un campo del saber en el que existen tanto unos dogmas com-
partidos desde SAVIGNY como una consiguiente práctica típica, se ha llegado
a extraer la estrambótica conclusión de que esa práctica constituye un para-
digma científico de tipo semejante al que KUHN teoriza a propósito de las
ciencias físico-naturales. Como crítica interna, creo que los dogmas que
están en juego en uno y otro caso tienen diferente carácter, volumen y alcan-
ce y no estoy seguro de que la dogmática jurídica pueda considerarse mani-
festación de un paradigma, ni siquiera en el amplio sentido de que cons-
tituya una práctica cognoscitiva cuyos supuestos y métodos no estén some-
tidos a disputas básicas (piénsese, sin ir más lejos, en la polémica perma-
nente y fundamental entre formalismo y antiformalismo).
(5) No estará de más advertir en este mas que interpreta sean necesariamente los
punto que el hecho de que el jurista teórico valores éticos que él prefiere, pues puede
incorpore valoraciones en su interpretación atribuirles alguno de los valores que consi-
no significa necesariamente ni que asuma, dere característicos del sistema o del sector
aun implícitamente, unos u otros valores del normativo en conjunto: sobre ello, remito a
sistema jurídico en su conjunto o del sector la posición de Raz sobre las proposiciones
particular que está interpretando, ni que los de la teoría jurídica como «descomprometi-
valores específicos que atribuye a las nor- das» (detached statements) (1979, Caps. 7-8).
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Por ejemplificarlo, los análisis llevados a cabo por ADORNO sobre la men-
talidad autoritaria como componente esencial de la psicología del adepto
al fascismo o, por utilizar otro registro, la elucidación que Elías CANETTI
hace en Masa y poder de las órdenes obedecidas como dolorosos e indelebles
aguijones podrán ser más o menos esclarecedores, clarividentes o arbitra-
rios, pero tienen una clara pretensión interpretativa, sustancialmente simi-
lar a la del historiador: explicar, en el sentido de interpretar o comprender,
cómo son los hombres y por qué actúan de esta o aquella forma en general
o en una determinada cultura, es decir, de dar cuenta de algo con preten-
siones cognoscitivas. Los juristas en cambio realizan sobre todo una inter-
pretación textual —de significados de textos y, más raramente, de prácti-
cas— en la que no se trata de conocer sino de proponer, no de entender
cómo son o por qué actúan los hombres de esta o aquella manera, sino cómo
deben actuar para ajustarse a la norma, o, en fin, no de interpretar cómo
es la realidad, sino cómo debe ser.
(7) Se podría discutir si esta labor de ción, por agotar el significativo juego de
enseñanza de los juristas teóricos constituye palabras— de la propia realidad. Una prue-
más bien una función cognoscitiva que pro- ba suficiente de ello podría ser que la cono-
piamente práctica. Pero, sin negar la eviden- cida distinción de los filósofos morales entre
te carga de información que toda enseñanza una ética docens y una ética utens, a duras
conlleva, parece más relevante y destacable penas parece trasladable a la jurispruden-
lo que en ella hay de formación intelectual, cia, a la que su misma docencia, precisa-
de donde resulta a fin de cuentas una deter- mente, hace utilizable en la práctica.
minada conformación —e, incluso, deforma-
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(8) Los dos obstáculos pueden presen- (9) Así, cuando LARENZ, después de reco-
tarse conjuntamente. Así, en una instructiva nocer «[l]a importancia de la Jurisprudencia
disputa sobre este asunto entre Roberto para la praxis jurídica» (pgs. 226 y ss.), se
VERNENGO y Manuel ATIENZA, el primero empeña en añadirle una «aportación cog-
impugnó la tesis del segundo de que la juris- noscitiva» (pgs. 231 y ss.), lo que pretende
prudencia es fundamentalmente una técni- es refutar la idea de que la ciencia jurídica
ca bajo el argumento de que, desde GALILEO sea sólo técnica y no una verdadera ciencia:
al menos, ciencia y técnica científica no son en una conclusión sofística sobre la
distinguibles y que los juristas tienen «cono- conexión entre utilidad y cientificidad de la
cimiento teórico del sistema normativo de jurisprudencia, que además presupone su
que se trate», al menos en algunas de las dis- alto valor práctico, afirma LARENZ que «su
tintas actividades que realizan (cfr. VERNEN- valor para la praxis sería también sumamen-
GO 1986, pg. 2935). Que detrás de esta dis- te escaso si no estuviera en situación de
puta hay también prejuicios asociados al obtener conocimientos que sean apropiados
prestigio social de la ciencia lo muestra la para originar una mejor comprensión del
estrategia de VERNENGO, que traslada el peso Derecho vigente, de los problemas jurídicos
de la distinción de ATIENZA entre ciencia y en absoluto y de sus posibilidades de solu-
técnica a una distinción diferente entre téc- ción» (ibidem, pg. 235). Sin embargo, lo úni-
nicas científicas y técnicas precientíficas, o co que su argumentación previa en favor de
de carácter artesanal o «pedestre»: entre las esa conclusión intenta refutar, y con bastan-
primeras figurarían, aparte de un sector de te torpeza, son dos objeciones al carácter
la actividad jurisprudencial, las tecnologías, científico de la jurisprudencia, una de las
las ingenierías, las prácticas médicas y psi- cuales resulta tergiversada y la otra anacró-
cológicas, mientras que entre los practican- nica e irrelevante: la irracionalidad de los
tes de las segundas VERNENGO cita a plome- juicios de valor dogmático-jurídicos y la
ros, sacamuelas, remendones y panaderos variabilidad y contingencia del propio Dere-
(ibidem, pgs. 292, 295, así como Réplica a la cho. La primera refutación —dirigida a
respuesta de M. Atienza, pg. 313). mostrar que las valoraciones propias de la
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jurisprudencia, aun no siendo absolutamen- es tanta como parece y que, en todo caso,
te exactas y rigurosas, no son irracionales ni responde con seguridad y cierta justicia a
carecen de valor— no afecta para nada a la problemas concretos, es una réplica desvia-
negación del carácter científico de la juris- da para un problema inexistente, cuyo ori-
prudencia, pues, por lo mismo, serían cien- gen está en la superada objeción de Von
tíficas no sólo la ética o la estética, sino las KIRCHMANN sobre el permanente brillo del
críticas gastronómicas y las discusiones y sol y las estrellas frente a la repetida demo-
decisiones políticas. En cuanto a la segunda lición de bibliotecas jurídicas por obra y gra-
refutación, que la fugacidad del Derecho no cia de unas palabras del legislador.
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(10) Cfr. ATIENZA 1986, pg. 307. Una y que tiene carácter prescriptivo, sólo es
extensión extrema y extravagante de esta posible si se sirve instrumentalmente de un
misma tesis, en este caso alejada del sentido conocimiento de la situación real que por
común, es la consideración de la dogmática fuerza ha de ir más allá del mero conoci-
jurídica como pseudo ciencia que HERNAN- miento ordinario. Y lo mismo vale para el
DEZ MARIN propuso hace unos años, median- análisis jurídico del derecho de suscripción
te una aplicación ad hoc de once criterios preferente, de la venta a plazos, del juicio de
formulados por Mario BUNGE que, en mi menor cuantía, de la contaminación indus-
opinión, resulta ser un sobresaliente ejem- trial, de los delitos de peligro, de la doble
imposición o de la regulación jurídica de
plo de toma del rábano por las hojas (cfr.
Internet, por citar sólo unos pocos temas.
HERNANDEZ MARIN, 1989, pgs. 466-473).
No digo que un buen manual de cualquier
(11) Por ejemplificarlo: de un estudio rama jurídica responda y deba responder
dogmático-jurídico sobre la distribución de siempre y en todo punto a estos cánones,
competencias entre los órganos centrales y aunque no está excluido que lo haga, pero
los autonómicos del Estado, se podrá decir sí parece exigible a los estudios monográfi-
que es técnicamente bueno cuando trascien- cos. Por lo demás, tampoco el modelo ante-
de la literalidad o la arbitrariedad de las rior debe tomarse ahistóricamente, pues sin
interpretaciones y responde con criterio a duda se cumple de manera variable según
problemas reales, pero tal tipo de respuesta, épocas, especialidades o ramas jurídicas y,
que no puede dejar de implicar valoraciones quizá, hasta escuelas dogmático-jurídicas.
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(12) Por debajo de su mayor densidad y cribir. En tal sentido, no diríamos que la
complejidad este conocimiento específico función relevante de tal norma —ni desde el
del jurista es estructuralmente análogo al punto de vista subjetivo de las intenciones
que cualquiera recibe cuando tiene noticia del emisor ni desde el punto de vista objetivo
de una norma si la entiende como tal: así, de los resultados obtenidos en los destina-
cuando se considera como tal una norma tarios— sea informar sino prohibir, pues el
(un cartel que dice, por ejemplo, «Prohibido conocimiento de la norma por parte de quie-
fumar») se da por supuesta una determina- nes deben cumplirla o hacerla cumplir es
da información contenida en ella o alrede- una condición necesaria para la propia exis-
dor de ella —que existe la norma y que tiene tencia de la norma como prescripción.
un significado, que su autor entiende que De modo análogo, lo dominante y relevan-
fumar molesta a los demás o que daña a la te en la dogmática jurídica es su carácter
salud o que estropea las telas del museo, que prescriptivo-valorativo —que, como ya se
fumar es efectivamente malo, etc.—, pero se vio, se manifiesta, en sus métodos, resulta-
entiende que el conocimiento recibido por dos y funciones—, siendo subsidiario el
esa información está del todo subordinado conocimiento de las normas y de sus inter-
a la pretensión y al alcance normativos de pretaciones, por más que resulte imprescin-
la expresión, cuyo sentido y función relevan- dible para el cumplimiento de la tarea inter-
tes son no los de informar, sino los de pres- pretativa y de su influencia social.
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Bibliografía