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LECCIÓN 6ª.

- Lesiones
1.- Bien jurídico protegido y el problema del consentimiento en las lesiones
2.- Sistema de los delitos y elementos comunes
2.1.- Objeto material
2.2.- Sujetos activo y pasivo
3.- Lesiones dolosas
3.1.- Tipo básico
3.2.- Tipo privilegiado
3.3.- Tipos agravados
4.- Lesiones imprudentes
5.- Tipos autónomos
5.1.- Comisión habitual de falta de lesiones
5.2.- Violencia de género psíquica o física (art. 153 CP 1995)
5.3.- Participación en riña

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1.- Bien jurídico protegido y el problema del consentimiento en las lesiones

1.1.- Bien jurídico protegido

La posición mayoritaria entiende que lo tutelado en las lesiones es la salud, en su


sentido más amplio de ausencia de enfermedad o de alteración física o psíquica (por
todos, PÉREZ ALONSO).

Aunque el Código se refiere indistintamente a la «integridad corporal» o a la «salud


física o mental» (art. 147.1), a la «salud, física o psíquica» (art. 148.1), a «la integridad
de las personas» (art. 154), lo que podría sugerir que integridad y salud son bienes
distintos, el concepto de salud, entendido como ausencia de enfermedad o de
alteración corporal, es el más apropiado para designar el bien jurídico protegido, por
comprender cualquier alteración del normal funcionamiento del cuerpo, ya sea por
pérdida de sustancia corporal (integridad), ya por inutilización funcional de cualquier
órgano o miembro (inutilidad), ya por enfermedad física o psíquica. La integridad en sí
misma, desconectada del concepto más general de salud, no puede ser el bien jurídico
protegido, en la medida en que puede haber pérdidas provocadas de sustancia
corporal que persiguen precisamente mejorar la salud del sujeto (por ejemplo:
amputación en caso de gangrena; vid. BERDUGO, 1982).

La falta de malos tratos del art. 617.2 protege lo que genéricamente podría llamarse el
bienestar corporal. El art. 153, en rigor, es una modalidad agravada de las faltas de
malos tratos o de coacciones, amenazas o vejaciones leves, dado que para la
consumación no se precisa la causación de lesión alguna, bastando el ejercicio de
violencia física o psíquica. El art. 154, en fin, es un delito de peligro para la vida o la
salud de las personas.

1.2.- El consentimiento en las lesiones

A mi juicio, la salud es un bien jurídico disponible en el que el consentimiento del


titular resulta eficaz, en los términos que a continuación se detallan. A las razones
expuestas sobre el fundamento constitucional de la disponibilidad de la vida, basadas
en la preeminencia de la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son
inherentes y el libre desarrollo de la personalidad, que son trasladables aquí, debe
añadirse que negar la disponibilidad de la salud supondría sancionar una imposible
obligación de estar sano carente de sentido político-criminal alguno.

Aparentemente, no es este el criterio del Código, que considera que el consentimiento

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no elimina la responsabilidad criminal, pero sí la atenúa sustancialmente: «En los
delitos de lesiones, si ha mediado el consentimiento válida, libre, espontánea y
expresamente emitido del ofendido, se impondrá la pena inferior en uno o dos grados.
No será válido el consentimiento otorgado por un menor de edad o un incapaz» (art.
155). Sólo en los casos de trasplantes de órganos, esterilizaciones y cirugía transexual el
consentimiento del sujeto exime de responsabilidad criminal (art. 156).

La declaración es verdaderamente sorprendente, porque o la salud es un bien


disponible -y el consentimiento debe resultar operativo- o no lo es -y no debe
reconocérsele efecto alguno-o Lo que no se comprende es este punto intermedio que,
además, resulta contradictorio con el tratamiento constitucional y con la propia
regulación del Código, en el que las autolesiones son impunes, evidenciando con ello
que el consentimiento del titular sí resulta operativo. En todos los casos comprendidos
en los arts. 147 a 153 el lesionado ha de ser «otro», lo que hace atípicas las lesiones que
pueda causarse el sujeto a sí mismo. Sujeto activo del delito de lesiones ha de ser
siempre, por tanto, un tercero. La indisponibilidad de la salud, entonces, de manera
semejante a lo que ocurre con la vida, sólo operaría respecto de terceros, que, aunque
actuaran con la anuencia del sujeto pasivo, realizarían un comportamiento típico (un
delito de lesiones, en la terminología del art. 155), cuya responsabilidad se vería, empero,
reducida, debiendo imponerse la pena inferior en uno o dos grados.

Como consecuencia, el régimen de disponibilidad dispuesto es el siguiente: 1) en las


lesiones en las que el autor es el propio lesionado (autolesiones) es atípica la
participación de terceros, dado que para que fuera típica sería necesario que el hecho
del autor fuera, al menos, antijurídico; 2) las lesiones causadas por tercero con el
consentimiento del lesionado (en las que autor es el tercero) son típicas, por lo que
deben responder criminalmente tanto el que las causa como quienes participan en
ellas, aunque su responsabilidad se verá atenuada en los términos del art. 155.

El art. 156 adquiere, así también, pleno sentido, puesto que en los supuestos que
contempla (trasplantes de órganos, esterilizaciones y cirugía transexual) autor es el
tercero que actúa con el consentimiento del paciente, lo que las convierte en
comportamientos típicos que, conforme al art. 155, deberían ver únicamente atenuada
la responsabilidad criminal. Por eso que para declarar la exención plena sea precisa
una declaración legal expresa que advierta que en estos casos no rige el criterio general,
sino que, «no obstante lo dispuesto en el artículo anterior, el consentimiento ... exime

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de responsabilidad criminal».

Como consecuencia de la naturaleza disponible de la salud, el bien jurídico comprende


tanto la capacidad de disposición del titular como el conjunto de condiciones
materiales que comporta la integridad corporal y la ausencia de enfermedad (sustrato);
sólo cuando ambos aspectos se vean afectados de consuno podrá considerarse
lesionado el bien jurídico salud. En todo caso, es preciso un menoscabo del sustrato,
pues el simple ataque a la libertad de disposición integrará un delito de coacciones.
Como consecuencia: 1) es atípica cualquier intervención que determine una mejora de
la salud, aun en el caso de que ello sea a costa de la integridad corporal (que queda
inscrita y al servicio, ya se ha dicho, del bien más amplio de la salud); 2) igualmente
atípicas son, por no lesivas del bien jurídico, las disminuciones de la integridad
corporal (corte de la barba, pelo, uñas, etc.) que no supongan daño a la salud (cfr.
BERDUGO, 1982, por todos).

Para atenuar la pena, el art. 155 sólo reconoce validez al consentimiento «válida, libre,
espontánea y expresamente emitido». Tales requisitos sirven para el consentimiento
que opera «en los delitos de lesiones»; esto es, cuando el comportamiento es, por lo
menos, típico y antijurídico. Como consecuencia, no tienen aplicación en las
autolesiones, que resultan atípicas en la medida en que concurran los requisitos
generales de capacidad y validez del consentimiento (que el sujeto sea mayor de edad,
capaz y el acto de voluntad sea libre, entendido como ausencia de coacción,
intimidación o engaño). Para evitar cualquier duda se aclara que no es válido, por falta
de capacidad para otorgarlo, el consentimiento prestado por menores o incapaces.
Menor es quien tiene menos de dieciocho años. Incapaz, quien lo es conforme al art. 25.
En sentido legal, espontáneo es el consentimiento que no se ha obtenido mediante
precio o recompensa.

La eficacia justificante del consentimiento está expresamente reconocida en el art. 156,


en los supuestos de trasplantes de órganos, esterilizaciones y cirugía transexual. Se
trata de casos de lesiones consentidas causadas por tercero en los que, junto al
consentimiento, concurren intereses cuyo fundamento se encuentra en razones de
solidaridad y fomento de la salud (trasplantes de órganos) o en el libre desarrollo de la
personalidad (esterilidad y cirugía transexual) que el legislador ha considerado
merecedores de la exención plena de responsabilidad y no de la mera atenuación. En
estos casos el consentimiento ha de ser «válido, libre, consciente y expresamente

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emitido», eximiendo de responsabilidad criminal, salvo que «se haya obtenido
viciadamente, o mediante precio o recompensa».

En los trasplantes de órganos, la intervención es curativa para el receptor; respecto de


éste, por tanto, el hecho es atípico. No ocurre así con el donante, puesto que la
extracción del órgano supone cuando menos una afectación de su integridad corporal,
razón por la que era necesaria esta declaración expresa de exención de responsabilidad
criminal. Además del consentimiento es preciso que el trasplante se haga conforme a lo
dispuesto en la Ley 30/1979, de 27 de octubre, sobre extracción de órganos. La
esterilización y la cirugía transexual deben ser realizadas por facultativo.

Expresamente prevista se encuentra la esterilización de personas incapacitadas que


adolezcan de grave deficiencia psíquica. En estos casos, es precisa la autorización
judicial, a petición del representante legal del incapaz, oído el dictamen de dos
especialistas, el Ministerio Fiscal y previa exploración del incapaz, debiendo destacarse
dos circunstancias: 1) que la persona cuya esterilización se solicita ha de estar
«incapacitada», y 2) que la petición y la autorización judicial de la esterilización debe
producirse en el mismo procedimiento de incapacitación o, si la solicitud fuera
posterior al mismo, en un expediente de jurisdicción voluntaria. Igualmente, se
advierte que el «criterio rector» -que no el único- que debe tomar en cuenta el Juez para
acordada o denegada es «el del mayor interés del incapaz». El mismo debe ser
analizado desde la perspectiva de la capacidad para comprender y asumir las
consecuencias y responsabilidades derivadas del hecho de la procreación. Obsérvese,
en todo caso, que la posibilidad de esterilización se reconoce sólo respecto de los
incapacitados que adolezcan de grave deficiencia psíquica y que el dictamen de los
especialistas no es vinculante.

Conforme a la posición actualmente dominante, el tratamiento curativo conforme a la


lex artis es atípico, tanto si el resultado es positivo como si es negativo. No obstante,
puesto que el bien jurídico salud comprende tanto la libertad de disposición como la
lesión del sustrato, si no se contaba con el consentimiento del paciente podrá integrarse
un delito de coacciones. En los casos de operación con resultado negativo, hecha con
cumplimiento de la lex artis, pero sin consentimiento del paciente, debe entenderse que
la falta de autorización supone un incumplimiento de la norma de cuidado y el hecho
será típico. La ausencia de consentimiento impedirá igualmente apreciar el legítimo
ejercicio de la profesión, de manera que, salvo que concurra un estado de necesidad o

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un deber para quien interviene, la conducta será antijurídica. Puesto que existía el
ánimo de curar, las lesiones no serán dolosas y habrá un delito culposo de lesiones.

En las intervenciones no curativas, la posición mayoritaria estima que no es posible


negar la tipicidad (ROMEO CASABONA, 1981, por todos), tanto si el resultado es
positivo como fallido y con independencia de que el médico haya actuado conforme a
la lex artis, porque el resultado es lesivo de la misma (ni se actúa para curar). El
ejercicio legítimo de la profesión médica sería el que, incluyendo entre sus requisitos el
consentimiento, excluiría la responsabilidad. Si faltara, el médico responderá por
lesiones.

En cuanto a las lesiones (o la muerte) producida como consecuencia del deporte, las
múltiples hipótesis que pueden plantearse, variables con la forma del deporte, la
modalidad de agresión, el incumplimiento o no Y en qué grado de las reglas del juego,
la gravedad del resultado producido, etc. hacen insuficientes las soluciones basadas en
un único criterio excluyente. El ejercicio legítimo de una profesión o de un derecho, por
ejemplo, no son aplicables cuando las lesiones se producen con incumplimiento de las
reglas del juego. La eficacia del consentimiento dependerá, incluso, de las
circunstancias concretas de cada caso, del tipo de deporte, del ámbito de la actividad
consentida, etc. Por todo ello, se impone una visión múltiple que hará aplicable, según
los casos, unas veces directamente el consentimiento, otras la adecuación social, el riesgo
permitido o el ejercicio legítimo de un derecho o de una profesión (vid., detalladamente,
ESER).

2.- Sistema de los delitos y elementos comunes

El título III del Libro II, «De las lesiones», arts. 147 a 156, aunque introduce
notables modificaciones respecto a la regulación del Código anterior, mantiene la
idea fundamental, procedente de la importante reforma que éste sufrió en 1989
(Ley O. 3/1989, de 25-6), que prescindió del criterio tradicional de atender al
tiempo de sanidad, para determinar la mayor o menor gravedad de las lesiones, y
partiendo de un tipo básico, prevé, una atenuación, en atención a la menor
gravedad del medio o resultado, y agravaciones, en consideración a los medios,
formas o mayor necesidad de protección del sujeto pasivo, o bien a las secuelas,
regulándose también la provocación, conspiración y proposición, las lesiones
causadas por imprudencia, así como las violencias físicas habituales en el ámbito
familiar, la participación en riña tumultuaria y el consentimiento, habiéndose

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prescindido de las antes previstas mutilaciones para exención del servicio militar
o de un servicio público de inexcusable cumplimiento-y de lesiones laborales. Por
último, en el Libro III, art. 617, se castiga la falta de lesiones y en el 621 la de
lesiones por imprudencia.

A la vista de la regulación legal, resulta insuficiente el concepto que de lesión


ofrece el Diccionario de la R. Academia, como «daño corporal causado por golpe,
enfermedad o herida», pudiendo considerar como tal cualquier perturbación de la
salud física o psíquica de una persona, transitoria o permanente, o de su
integridad corporal, ocasionada por cualquier medio, sin ánimo de producir su
muerte.

Este elemento negativo, la ausencia de «animus necandi», diferencia el delito de


lesiones de la tentativa de homicidio, ánimo para cuya indagación, y dado que
no es posible penetrar en el intelecto humano, nuestra jurisprudencia, cuando tal
intención no es manifestada por el sujeto, acude al examen de las circunstancias
anteriores, concomitantes y posteriores al hecho, que la revelen de forma
inequívoca, sí suele atenderse a la existencia de enemistad, resentimiento o
amenazas previas; al tipo de arma utilizada; la parte del cuerpo a que se dirija la
agresión; la distancia entre ofensor y ofendido; la repetición de los golpes; en fin,
cuantos datos externos rodean al hecho, para determinar la naturaleza de la
verdadera intención del agresor.

2.1.- Objeto material

2.2.- Sujetos activo y pasivo

En el Tít. III, «lesión» es el menoscabo de la integridad corporal o de la salud física o


psíquica del sujeto pasivo, siendo equivalente, pues, al resultado de la conducta. Tal
menoscabo puede manifestarse en una enfermedad física o psíquica, en los defectos
que provengan de ellas, en la pérdida de una parte de la sustancia corporal o en la
inutilidad de los órganos o miembros.

Sujeto activo sólo puede serio un tercero, pues la conducta típica siempre va referida a
«otro». Como consecuencia, tanto las automutilaciones como las autoinutilizaciones y
las autolesiones son atípicas, con la consiguiente impunidad de los partícipes. Sujeto
pasivo puede ser cualquiera. Se exceptúa el art. 153, delito especial propio, en el que

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sujeto activo y pasivo deben estar unidos por los vínculos que especifica.

3.- Lesiones dolosas

3.1.- Tipo básico

El tipo básico se recoge en el n.º 1 del art. 147, que dispone: «El que, por
cualquier medio o procedimiento, causare a otro una lesión que menoscabe su
integridad corporal o salud física o mental, será castigado como reo del delito de
lesiones con la pena de prisión de seis meses a tres años, siempre que la lesión
requiera objetivamente para su sanidad, además de una primera asistencia
facultativa, tratamiento médico o quirúrgico. La simple vigilancia o seguimiento
facultativo del curso de la lesión no se considerará tratamiento médico.»

En este tipo, respecto al texto anterior, se introducen dos aclaraciones: la


constituida por el adverbio «objetivamente» y la referente a «la simple vigilancia
o seguimiento facultativo». La primera es consecuencia de la interpretación
jurisprudencial de la exigencia típica de «tratamiento médico o quirúrgico, que
«se traduce no en que se lleve a cabo, efectiva y realmente, uno de dichos
tratamientos o los dos a la vez, sino que "objetivamente" la lesión o lesiones
"necesiten" o "precisen" el tratamiento o tratamientos indicados». (S. 1-7-1992,
Hernández; en el mismo sentido, SS. 1015/1993, de 4-5, Martínez-Pereda y
425/1994, de 2-3, Martín Canivell); la segunda restringe el concepto de
tratamiento médico.

En cuanto a tales conceptos, por tratamiento médico, con la restricción legal


ahora introducida, se entiende «aquel sistema que se utiliza para curar una
enfermedad o para tratar de reducir sus consecuencias, si aquélla no es curable»
(S. 262/1993, de 6-2, Ruiz Vadillo), o sea «toda actividad posterior a la primera
asistencia ("además", dice el precepto), tendente a la sanidad de las lesiones y
prescrita por un médico, siendo indiferente que la realice o no el médico» (S.
1200/1994, de 2-6, Conde-Pumpido; en el mismo sentido, S. 892/1995, de 12-7, De
Vega Ruiz). En tal concepto no se incluyen las medidas puramente preventivas
(SS. 1200/1994 y 892/1995, cits.), «como obtención de radiografías, scanners o
resonancias magnéticas, o sometimiento a observación que no fueren medidas
de intervención propiamente dichas» (S. 425/1994, de 2-3, Martín Canivell), como
tampoco los análisis (S. 826/1995, de 30-6, Carrero).

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El tratamiento quirúrgico se «ha definido como el restaurador del cuerpo Rara
restablecer o corregir, por medio de operaciones naturales e instrumentales -sea
éste de cirugía mayor o sea de cirugía menor- cualquier alteración funcional u
orgánica causada por una lesión, en la que se incluye el acto de la costura con
que se reúnen los labios de una herida, precisa para restañar el tejido dañado y
volverlo al estado que tenía antes de producirse la agresión» (S. 1764/1994, de 10-
10, Conde-Pumpido; además de ésta, en varias SS. se ha considerado como
tratamiento quirúrgico el aplicar y retirar los puntos de sutura: 1443/1993, de 18-
6, Cotta; 1260/1994, de 14-6, CondePumpido; 892/1995, de 12-7 y 391/1996, de 3-5,
De Vega Ruiz).

Por otra parte, en la actual descripción, no sólo se prescinde del casuismo en el


resultado, sino también en los medios. Así, en el antiguo -art. 420, antes de la
reforma de 1989, la conducta típica consistía en herir, golpear o maltratar de obra
a otro, describiendo medios materiales externos, que Jaso contraponía a los
materiales internos y a los morales, que preveía el art. 421, con una formulación
que daba lugar a que la doctrina considerara la dificultad de incluir la comisión
por omisión, que actualmente no ofrece duda.

3.2.- Tipo privilegiado

Una atenuación necesaria se contempla en el n.º 2 del art. 147, que modera la pena
cuando el hecho descrito en el apartado anterior sea de menor gravedad,
atendidos el medio empleado o el resultado producido». A diferencia del texto
anterior, que contemplaba una atenuación facultativa reglada, (“el hecho
descrito ... podrá ser castigado ... atendidas la naturaleza de la lesión y las demás
circunstancias de aquél”), el actual es imperativo (“será castigado”) y las
condicionantes de la atenuación se expresan con más claridad, al referirse a una
«menor gravedad», determinada disyuntivamente, bien por «el medio empleado»,
que vista la agravación del artículo siguiente, habrá de ser no peligroso, bien por
«el resultado producido», cuando el mismo, pese a cumplir los requisitos del tipo
básico, sea de escasa entidad. Y creemos que en esta atenuación tendrán cabida los
supuestos de preterintencionalidad homogénea, cuando, dada la mínima
capacidad lesiva del medio empleado, se considere desproporcionado el resultado
(en S. 26-121984, Hijas, se apreció la antigua atenuante de preterintencionalidad
en caso de «absoluta inidoneidad del medio»).

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3.3.- Tipos agravados

Así como en la examinada atenuación, de un sistema facultativo se ha pasado al


imperativo, en los subtipos agravados del art. 148, se ha cambiado el criterio en
sentido contrario, en cuanto dispone que «Las lesiones previstas en el apartado 1
del artículo anterior podrán ser castigadas», con la pena, más grave, que establece,
atendiendo al resultado causado o riesgo producido», en los siguientes casos:

«1.º Si en la agresión se hubieren utilizado armas, instrumentos, objetos,


medios, métodos o formas concretamente peligrosas para la vida o salud,
física o psíquica, del lesionado.

2.º Si hubiere mediado ensañamiento o alevosía.

3.2 Si la víctima fuere menor de doce años o incapaz.

4.º Si la víctima fuere o hubiere sido esposa, o mujer que estuviere o


hubiere estado ligada al autor por una análoga relación de afectividad, aún
sin convivencia.

5.º Si la víctima fuera una persona especialmente vulnerable que conviva


con el autor.»

Muy brevemente, nos referiremos a estos supuestos, en los que la referencia a la


alevosía y los números 4.º y 5.º proceden de la Ley O. 1/2004, de 28-12, de
Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género:

1.º Medios graves. El tipo, en el que el CP. de 1995 incorpora el adverbio


«concretamente», adolece de la imprecisión propia del empleo de elementos
normativos culturales, con la salvedad de la referencia a las armas o instrumentos
peligrosos, respecto a los cuales, una abundante jurisprudencia, referida al robo,
los ha identificado con todo instrumento apto para ofender o defenderse,
comprendiendo tanto las de fuego como las blancas, como cuchillos, navajas,
cortaplumas (S. 25-6-1990, Ruiz Vadillo), o estiletes (S. 285-1990, Delgado), así
como las pistolas de gas, de fogueo y las de aire comprimido (S. 147/1995, de 10-1,
Puerta, con cita de varias); palos (S. 21-5-1990, Cotta); hoces, guadañas, martillos,
barras de hierro o destornilladores (S. 125-1986, Soto); jeringuillas provistas de
aguja (SS. 18-2 Y 22-5-1992, Díaz Palos y Cotta, 717/1993, de 25-3 y 2245/1994, de
21-12, Moner), etc. A diferencia del supuesto de robo del art. 242, basta que las
armas u otros objetos se hayan utilizado, aunque no se portasen (S. 1795/1993, de

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8-7, Puerta).

2.º Ensañamiento o alevosía. Prescinde el Código del término «tortura», que


recogía el anterior y que podía tener equívoco significado, y lo sustituye por el de
ensañamiento, que absorbe el antes incorporado al n.º 1.º de «acusada brutalidad
en la acción», entendiendo por talla Fiscalía General del Estado (Circular 2/1990)
«toda acción agresiva desproporcionada con el estímulo que la desencadena y
demostrativa del menosprecio por la sensibilidad de la víctima y de crueldad y
salvajismo en el autor». La Sala Segunda la aprecia en «un comportamiento que
revela un nivel de barbarie que exceda del necesario para la simple causación de
lesiones» (S. 1785/1993, de 13-7, Martín Canivell; en ésta y en S. 2065/1994, de 23-
11, Moner, se aprecia en la causación de heridas aplicando cigarrillos encendidos
sobre la piel). Tal ensañamiento es compatible con la agravante genérica de abuso
de superioridad, «con la que nada tiene que ver» (S. 173/1996, de 27-2, Martínez-
Pereda). Frente a anteriores declaraciones (S. 269-1988, Vivas, seguida por la de
17-3-1989, Móner) la Sala Segunda mantiene que no es exigible la frialdad de
ánimo (S. 2404/2001, de 22-12, Saavedra, con cita de S. 276/2001, de 27-2, y S.
2523/2001, de 20-12, Saavedra).

En cuanto a la alevosía, su inclusión tiene el mismo sentido que la del


ensañamiento, una y otra equiparadas como circunstancias determinantes del
asesinato.

3.º,4.º y 5.º Mayor necesidad de protección. Novedad del CP. de de 1995 supuso,
en el n232, la agravación en atención a la mayor vulnerabilidad del sujeto pasivo,
necesitado de una mayor protección y cuya edad o incapacidad, que no es
necesario haya sido judicialmente declarada, ha de ser alcanzada, al menos con
dolo eventual, por el autor, que podrá invocar el error conforme al art. 14.2.

En cuanto a los supuestos 4.º y 5.º, ningún problema interpretativo suscita el 4.º,
en tanto el 5.º adolece de las dificultades propias de un elemento normativo
cultural o social.

3.3.1.- Resultados graves

Tales resultados graves se recogen en los arts. 149 y 150, que vienen a ser una
refundición de los arts. 418 y 419 del Código anterior, admitiendo su comisión
mediante dolo directo o eventual, «que no constituirá un supuesto excepcional en

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este tipo de lesiones» (S. 693/1998, de 14-5, Granados), referido «a los resultados
lesivos no bastando en cambio el dolo genérico de lesionar», (S. 1573/2002, de 2-
10, Marañón), resultando la posibilidad de apreciar el dolo eventual de la
supresión de la expresión "de propósito", que figuraba en el CP. anterior (S.
1158/2003, de 15-9, Colmenero). No obstante, en algún supuesto de evidente
heterogeneidad entre el propósito indeterminado de lesionar y alguno de los
resultados típicos, podrá apreciarse un concurso ideal de lesiones dolosas y el
tipo imprudente de los números 2º o 3º del art. 152. Como, en el extremo opuesto,
cabe que, pretendiendo producir una grave mutilación, no lo consiga, en que la
FGE. (Circular 2/1990) admite la posibilidad de mutilación frustrada, que debe
consumir las lesiones producidas en el intento.

1.º Resultados especialmente graves. Como tales podemos considerar los previstos
en el art. 149, modificado por la citada Ley O. 11/2003, incorporando un nuevo
apartado, que dispone: «1. El que causara a otro, por cualquier medio o
procedimiento, la pérdida o la inutilidad de un órgano o miembro principal, o de
un sentido, la impotencia, la esterilidad, una grave deformidad, o una grave
enfermedad somática o psíquica, será castigado con la pena de prisión de seis a
12 años.-2. El que causara a otro una mutilación genital en cualquiera de sus
manifestaciones será castigado con la pena de prisión de seis a 12 años. Si la
víctima fuera menor o incapaz, será aplicable la pena de inhabilitación especial
para el ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento por
tiempo de cuatro a 10 años, si el juez lo estima adecuado al interés del menor o
incapaz.»

Apartado n.º 1. En su estudio examinaremos los siguientes supuestos.

a) Pérdida o inutilidad de un órgano o miembro principal. Para el Diccionario de la R.


Academia, órgano es «cualquiera de las partes del cuerpo animal o vegetal que
ejercen una función propia», en tanto miembro es «cualquiera de las
extremidades del hombre o de los animales, articulada con el cuerpo». Y, aunque
tal distinción carece de relevancia, al equipararse el tratamiento de uno y otro, es,
por el contrario, fundamental determinar cuándo es o no principal, cuestión que,
de forma casuística, ha resuelto la jurisprudencia. En tal sentido, razonando que
el concepto de miembro comprende toda parte del cuerpo dotada de funciones
propias (S. de 28-4-1952), lo que suponía la inclusión de los órganos, entonces no

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prevista expresamente, se afirmaba que principal o no sería según que tales
funciones fueran o no autónomas, asimilando a la pérdida la anquilosis, al
considerar indiferente que el impedimento fuera o no orgánico (S. 25-2-1986,
Vivas), insistiéndose en que la pérdida-se produce no sólo cuando el miembro
falta anatómicamente, sino también fisiológica o funcionalmente (S. 16-5-1986,
Rodríguez López), con lo que se anticipaba a la actual regulación, que equipara
inutilidad a pérdida. En cuanto al aludido casuismo, no siempre ha llegado a
soluciones uniformes, pues, si, por ejemplo, no ha ofrecido duda la consideración
como miembro principal de un brazo (S. 7/1993, de 20-1, Conde-Pumpido), de-
un ojo (S. 27-11-1990, Puerta), de un testículo (S. 25-4-1966, Quintano, cit. en la S.
16-5-1986, Rodríguez López, que no la contradice), el útero (S. 3-6-1967,
Espinosa), un ovario (en la misma S. y en la de 3-7-1967, Casas), o de un riñón (S.
5-10-1989, Moyna), o como no principal de la vesícula biliar (S. 15-6-1992, Cotta)
o de un dedo (SS. 17-9 Y 5-12-1990, Delgado y Puerta), respecto al bazo, en
ocasiones se ha calificado como no principal (SS. 14-3-1988 Y 14-2-1989, Móner;
331/2004, de 26-2, Aparicio) y en otras como principal (SS. 241-1968, Casas, y 7-
10-1970, González Díaz, creemos que ésta erróneamente interpretada en la cit. de
14-3-1988). Principal se consideró el himen, en caso contemplado en una S. de
1974 (28-3, Díaz Palos), en que su rotura se produjo al disparar dos veces una
pistola de aire comprimido contra los genitales de una niña, insistiendo así en la
calificación efectuada en una S. de 1958 (25-11, Castejón), que Quintano
censuraba como resolución atrevida, en que tal resultado se produjo como
consecuencia de unos abusos deshonestos.

Por supuesto, una mínima disfunción no puede considerarse como inutilidad (S.
cit. 5-12-1990, Puerta).

b) Pérdida o inutilidad de un sentido. La referencia que el antiguo art. 421.2.º hacía a


la pérdida de un sentido, o quedar impedido de él, y que en las lesiones
producidas «de propósito», del art. 418, se concretaba en la vista o el oído, se
mantiene en el Código de 1995 con la primera genérica referencia, que abarca a
los cinco.

Respecto a la vista, la privación o inutilidad habrá de entenderse como equi-


valente a ceguera, es decir, pérdida absoluta de la visión (S. 18-5-1981, García
Miguel) a la que se asimila un debilitamiento de la agudeza visual que equivalga

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a aquélla (S. 18-5-1983, Rodríguez López), concretándose en pérdida de más de la
mitad de la capacidad visual (S. 402/2002, de 8-3, Móner). En el caso del que
anteriormente era tuerto, la Sala Segunda, en relación con la antigua inutilidad
causada «de propósito», en atención al elemento de culpabilidad, exigió que el
sujeto activo actuara con el conocimiento de la pérdida de visión de uno de los
ojos del sujeto pasivo (S. 3-6-1985, Gómez de Liaño). En definitiva, tanto la
ceguera, como la pérdida o inutilidad de un solo ojo, en cuanto órgano principal,
tienen el mismo tratamiento penal, conforme al art. 149, aunque varíe la
responsabilidad civil. En cuanto al oído, en que el nivel auditivo se anota en
decibelios, en que se divide, en número de ciento treinta, la escala de mínima a
máxima audibilidad, pueden hacerse las mismas consideraciones.

c) Impotencia o esterilidad. Tanto la primera, en que no se distingue entré


«coeundi» y «generandi», como la segunda, que la Real Academia viene a
equiparar, tendrían cabida, aunque no se mencionaran expresamente, en la
pérdida o inutilidad de un órgano principal.

d) Grave deformidad. El término deformidad, procedente del Código de 1848 (art.


343.1.-ª-), que aludía a «notablemente deforme», claro en sí, ofrece en la práctica,
como señaló Quintano, todas las variedades y relativismos de lo estético,
acentuándose la imprecisión del mismo, en el CP. de 1995, al distinguir entre
grave deformidad, en el art. 149, y deformidad, en el art. 150. Sin distinguir entre
una y otra, equivale, según al Sala Segunda (S. 23-4-1986, Vivas), a toda
irregularidad física, visible y permanente, que afea o desfigura, de modo que ha
de recaer sobre la periferia del cuerpo y no sobre los planos internos del mismo y,
frente al pretendido relativismo de la definición, al sostener que depende de la
edad, sexo o profesión, se mantiene que todos tienen derecho a la belleza y si
carecen de ella, a que no se acentúe su fealdad. En tal sentido, «si bien alguna
jurisprudencia se mostró reticente respecto a las cicatrices, cuando se producían
en regiones corporales generalmente cubiertas, otro sector más actual atendió
también, partiendo de la apreciación de deformidad, a las imperfecciones
originadas en cualquier parte del cuerpo, en base al derecho de toda persona,
cualquiera que sea su edad, sexo y circunstancias, al mantenimiento de su estatus
físico» (S. 24-9-1992, Soto), Así pues, «la deformidad alcanza al hombre, al igual
que a la mujer, y al anciano como al joven» (S. 10-12-1992, Martínez-Pereda), sin

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perjuicio de «una mayor o menor medida indemnizatoria» (S. 13-2-1991, García
Ancos), si bien «quedan excluidos los defectos que, pese a ser físicos, visibles y
permanentes, carezcan de importancia por su poca significación antiestética» (S.
17-9-1990, Delgado), lo que «se deberá apreciar en relación al lugar y de una
manera circunstanciada» (S. 10-2-1992, Bacigalupo).

La jurisprudencia, casuística, es copiosísima. Respecto a piezas dentarias, se ha


matizado conforme a lo acordado en Pleno no jurisdiccional (de 19-42002), en el
sentido de que «la pérdida de incisivos u otras piezas dentarias, ocasionada por
dolo directo o eventual es ordinariamente subsumible en el art. 150 del CP.», si
bien reconociendo que «este criterio admite modulaciones en supuestos de
menor entidad, en atención a la relevancia de la afectación o a las circunstancias
de la víctima, así como a la posibilidad de reparación accesible con carácter
general, sin riesgo ni especiales dificultades para el lesionado» y que «en todo
caso dicho resultado comportará valoración como delito, y no como falta» (S.
334/2002, de 31-5, Sánchez Melgar). En el aludido casuismo, se ha apreciado-
deformidad en la desviación del tabique nasal (S. 1-12-1990, García Miguel); en la
enucleación de un ojo anteriormente atrófico (S. 6-6-1951); en pérdida de parte del
pabellón auditivo (SS. 11-4-1986, Vivas, 14-7-1987, Montero, 25-4-1989, Ruiz
Vadillo); en pérdida de cabello en regiones parietal izquierda y derecha, que
obliga a utilizar peluca (S. 781/1994, de 12-4, Martínez-Pereda). También se ha
estimado en la inutilidad para la flexión de dedo índice de una mano (S. 29-5-
1917), limitación de los movimientos de un brazo o de una mano (S. 22-1-1928), en
la imposibilidad de flexión completa del segundo dedo de la mano izquierda y
limitación en la flexión y extensión del dedo medio de la propia mano (S. 22-5-
1957) (estas tres, cits. en S. 13-2-1991, García Ancos, con cita de S. 19-1-1989), si bien
algunos de estos supuestos serían actualmente castigados conforme al art. 150. En
cuanto a cicatrices permanentes, que «una nutrida y constante jurisprudencia» ha
venido ya desde el siglo pasado (como se recuerda en S. 754/1993, de 30-3, Conde-
Pumpido) incluyendo en el concepto de deformidad, si bien primero, como ya
hemos señalado, localizadas en sitio visible «y últimamente aunque se produzcan
en la periferia del cuerpo o en zonas no generalmente exhibidas, pero que
pueden descubrirse ocasionalmente», sus características y localización deberán
valorarse para incluirlas en el art. 149 o 150, teniendo en cuenta que la «alteración
externa alcanza especial relieve y significación cuando afecta al rostro» (S. 19-9-

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1990, Martín Pallín), exigiendo, para aplicar el art. 149, «degradaciones estéticas
de singular y manifiesta relevancia y notoriedad que desfiguren el rostro de
modo ostensible» (S. 396/2002, de 1-3, Ramos).

e) Grave enfermedad somática o psíquica. La formulación del tipo, contiene


elementos normativos culturales, con la consiguiente dificultad para el intérprete
al efectuar el necesario juicio de valor, con peligro para la seguridad jurídica. Así,
respecto a la enfermedad somática, junto a algunas, como el tristemente célebre
Síndrome de inmunodeficiencia adquirida, cuya calificación como grave no
ofrece dudas, en otros casos no será fácil la solución. En cuanto a la enfermedad
psíquica, término que sustituye al, antes de la reforma de 1989, utilizado de
«imbécil», que la jurisprudencia Y la doctrina mayoritaria, con la opinión
contraria de Rodríguez Devesa, que lo limitaba a la oligofrenia, equiparaba a
enajenación mental comprende las enfermedades mentales en sentido estricto y
la oligofrenia que, propiamente, no es una enajenación ni una enfermedad,
pudiendo incluirse en el tipo cuando sea grave.

Apartado n.º 2. Justificada en la Exposición de Motivos de la Ley de 2003 como


adecuada respuesta a una nueva realidad de las que plantea la integración social
de los extranjeros, cual es la de la mutilación genital o ablación de mujeres y
niñas, «práctica que debe combatirse con la máxima firmeza, sin que pueda en
absoluto justificarse por razones pretendidamente religiosas o culturales», se
tiene también en cuenta, por lo que a la inhabilitación se refiere, que «en la
mayoría de las ocasiones, son los padres o familiares directos de la víctima
quiénes la obligan a someterse a este tipo de mutilaciones aberrantes».

3.3.2.- Resultados menos graves

En concordancia con el artículo anterior, aunque sin incluir una enfermedad


menos grave, en el art. 150 es castigado «El que causare a otro la pérdida o
inutilidad de un órgano o miembro no principal, o la deformidad». El tipo es
residual respecto al del art. 149.

4.- Lesiones imprudentes

En el art 152.1 es castigado «El que por imprudencia grave causare alguna de las
lesiones previstas en los artículos anteriores», con penas que van aumentando,
según se trate de las previstas en el art. 147.1, en el 149 o en el 150. En el n.º 2

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establece que «Cuando les hechos referidos en este artículo se. hayan cometido
utilizando un vehículo a motor, un ciclomotor o un arma de fuego, se impondrá
asimismo, Y respectivamente, la pena de privación del derecho a conducir
vehículos a motor y ciclomotores o del derecho a la tenencia y porte de armas por
término de uno a tres años.» Y, por último, en el n.º 3 dispone que «Cuando las
lesiones fueren cometidas por imprudencia profesional se impondrá asimismo la
pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión, oficio o cargo por
un período de uno o cuatro años.»

Resulta así, que, para que las lesiones causadas por imprudencia sean
constitutivas de delito, es necesario, en cuanto al resultado, que el mismo esté
previsto como tal en los artículos mencionados, y, respecto a la conducta, que
pueda la imprudencia ser calificada de grave, término que sustituye y es equi-
valente al de temeraria del Código anterior. La conducta de «Los que por
imprudencia grave causaren alguna de las lesiones previstas en el apartado 2 del
art. 147», está castigada como falta contra las personas en el art. 621.1, como
también constituye falta, sancionada en el art. 621.3, la conducta de «Los que por
imprudencia leve causaren lesión constitutiva de delito», sin distinguir, a efectos
de penalidad, a diferencia del art. 152.1, entre los distintos supuestos.

5.- Tipos autónomos

5.1.- Comisión habitual de falta de lesiones

Un segundo párrafo, añadido al apartado n.º 1 del art. 173 CP 1995 por Ley O.
11/2003 (de medidas concretas en materia de seguridad ciudadana, violencia
doméstica e integración social de los extranjeros), establece que «Con la misma
pena será castigado el que, en el plazo de un año, haya realizado cuatro veces la
acción descrita en el art. 617 de este Código». Visto que en tal artículo, contenido
en el Libro 111, son castigados, en sus apartados n.º 1 y 2, respectivamente, «El
que, por cualquier medio o procedimiento, causare a otro una lesión no definida
como delito en este Código», y «El que golpeare o maltratare de obra a otro sin
causarle lesión», aquel párrafo, aunque ofrece una mayor precisión, en cuanto
señala el número de acciones y el espacio temporal, que el seguido en el art. 173.3
al definir la habitualidad, no diferencia el supuesto en que, respecto a tales
acciones haya recaído sentencia condenatoria (en que, contra el régimen general
de aplicación en las faltas, habrían de anotarse en el Registro General de

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Penados), o estén pendientes de juicio (supuesto, aleatorio, no plasmado en el
texto, al que, según la Exposición de Motivos quiso referirse el legislador), con lo
que, salvo que se acumularan en un solo proceso por delito, la condena de esa
cuarta (o quinta) acción podría quebrantar el principio de presunción de
inocencia.

5.2.- Violencia de género psíquica o física (art. 153 CP 1995)

Considerado insuficiente el texto del art. 153, por Ley 0.14/1999, de 9-6, como
consecuencia, según se expresa en su Preámbulo, del Plan de Acción contra la
Violencia Doméstica, aprobado por el Consejo de Ministros en 1998, fueron
modificados dicho artículo, así como en el Libro I los arts. 33, 39, 48, 57,83 y 105 Y
en el Libro III los arts. 617 y 620, «para lograr la erradicación de las conductas
delictivas consistentes en malos tratos, a la par que otorgar una mayor protección
a las víctimas de tan deplorables conductas».

Al mismo propósito respondió la regulación efectuada por la citada Ley 11/2003,


incrementando de manera coherente y proporcionada la penalidad e incluyendo
todas las conductas que puedan afectar al bien jurídico protegido, según su
Exposición de Motivos, y, finalmente, la realizada por la también cit. Ley O.
1/2004, de 28-12, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de
Género, modificando, en el Libro I, los arts. 83,84 y 88, en el II, los arts. 153, 171,
172 Y 468, y en el III, el art. 620.

Según el art. 1.3 de esta última Ley, «La violencia de género a que se refiere la
presente Ley comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las
agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación
arbitraria de libertad».

Así, en el art. 153, que la ley reforma bajo el epígrafe «Protección contra los malos
tratos», y que es ley especial respecto al art. 617.1 y 2, es castigado, en el apdo. n.º
1, con pena de prisión o de trabajos en beneficio de la comunidad y, en todo caso,
privación del derecho a la tenencia y porte de armas, «así como, cuando el Juez o
Tribunal lo estime adecuado al interés del menor o incapaz, inhabilitación para el
ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento», «El que
por cualquier medio o procedimiento causare a otro menoscabo psíquico o una
lesión no definidos como delito en este Código, o golpeare o maltratare de obra a
otro sin causarle lesión, cuando la ofendida sea o haya sido esposa, o mujer que

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esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de afectividad aun sin
convivencia, o persona especialmente vulnerable que conviva con el autor»; en el
apdo. n.º 2 se imponen tales penas, moderando la extensión de la primera y
última, «Si la víctima del delito previsto en el apartado anterior fuere alguna de
las personas a que se refiere el artículo 173.2, exceptuadas las personas
contempladas en el apartado anterior de este artículo»; según el apdo. n.º 3, «Las
penas previstas en los apartados 1 y 2 se impondrán en su mitad superior
cuando el delito se perpetre en presencia de menores, o utilizando armas, o tenga
lugar en el domicilio común o en el domicilio de la víctima, o se realicen
quebrantando una pena de las contempladas en el artículo 48 de este Código o
una medida cautelar o de seguridad de la misma naturaleza»; y en el apdo. n.º 4,
dispone que «No obstante lo previsto en los apartados anteriores, el Juez o
Tribunal, razonándolo en sentencia, en atención a las circunstancias personales
del autor y las concurrentes en la realización del hecho podrá imponer la pena
inferior en grado».

En cuanto al art. 173.2, aunque sea objeto de estudio en otro tema, se remite el
apdo. n.º 2, necesario es tener en cuenta la enumeración que contiene, referida a
“quien sea o haya sido su cónyuge o sobre persona que esté o haya estado ligada
a él por una análoga relación de afectividad aun sin convivencia,.o sobre los
descendientes, ascendientes o hermanos por naturaleza, adopción o afinidad,
propios o del cónyuge o conviviente, o sobre los menores o incapaces que con él
convivan o que se hallen sujetos a la potestad, tutela, curatela, acogimiento o
guarda de hecho del cónyuge o conviviente, o sobre persona amparada en
cualquier otra relación por la que se encuentre integrada en el núcleo de su
convivencia familiar, así como sobre las personas que por su especial
vulnerabilidad se encuentren sometidas a custodia o guarda en centros públicos
o privados.”

Por último, ha de tenerse en cuenta que, especialmente cuando las violencias se


ejerzan sobre las personas dependientes del otro cónyuge o conviviente, podrá
aplicarse el art. 11, ya que éste se encontrará en posición de garante. En cuanto
«no se trata propiamente de un delito contra las personas sino contra las
relaciones familiares, pese a su ubicación sistemática», no es aplicable la agra-
vante de alevosía (S. 20/2001, de 22-1-2002, Conde-Pumpíao Tourón).

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5.3.- Participación en riña

Superada por la reforma de 1989 la antigua figura del llamado homicidio en riña
tumultuaria y de las correlativas lesiones, vestigios de responsabilidad objetiva,
el art. 154, con ligerísimas modificaciones, sigue la regulación de la participación
en riña entonces establecida, al disponer que «Quienes riñeren entre sí,
acometiéndose tumultuariamente, y utilizando medios o instrumentos que
pongan en peligro la vida o integridad de las personas, serán castigados por su
participación en la riña», con la pena alternativa que establece.

El tipo responde, pues, como reconocía el Preámbulo de la Ley O. de 1989, a la


«frontal incompatibilidad con la seguridad jurídica y el principio mismo de la
culpabilidad», del antiguo sistema, procedente del Código de 1848, incri-
minándose la participación en riña como infracción de mera actividad, desterran-
do así del Código los que, como había reconocido la jurisprudencia (S. 29-3-1984,
Vivas), eran tipos de sospecha y también de resultado. Así, pues, no se trata ya,
pese a incluirse en el Título de las lesiones, de un delito de lesiones, sino que se
configura, como entiende la mayoría de la doctrina (Bajo, Berdugo, Boix y
González Rus), como un delito de peligro concreto para la vida o integridad.

Como elementos de este delito, podemos considerar:

1.º Intervención en una riña. Es necesario que concurran «pluralidad de ofensores


y ofendidos» (S. 29-11-1947) y que la riña sea tumultuaria, es decir, «de todos
contra todos, entremezclándose y confundiéndose los contendientes» (S. cit. de
1984), Aunque la antigua jurisprudencia (SS. 12-1-1872 y 6-12-1882) sostuvo que
las banderías determinadas destruyen la figura delictiva estudiada, la tendencia
actual dominante mantiene que, con bandos o sin ellos, lo importante es que haya
habido una pendencia de signo caótico, sin que conste quiénes son los autores de
las lesiones; y, por otra parte, si hay concierto previo, aunque sea tácito, para
lesionar o matar a un tercero, aunque no se determine concretamente quiénes las
hubieran causado, no se aplicará el art. 154, (S. 14-4-1952, Lozano).

2.º Acometimiento con utilización de medios o instrumentos peligrosos.


Conjuntamente se exige la participación activa y la utilización de tales medios o
instrumentos, de modo que, si se participa en la riña sin utilizarlos, no se incurrirá

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en el delito (S. 110/1999, de 29-1, Puerta).

Si producido durante la riña un resultado mortal o lesivo, es conocido su autor,


éste será castigado por el delito por él cometido y los demás, salvo que con él
hayan cooperado, serán sancionados conforme al art.154. En ningún caso, aunque
no se conozca al autor de tal resultado, cabe responsabilidad civil para los meros
partícipes en la riña.

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