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Aborto
1.- Introducción
2.- Elementos comunes a todas las modalidades de aborto
2.1.- Bien jurídico protegido
2.2.- Objeto material
2.3.- Sujeto pasivo
2.4.- Acción. Concepto de aborto
3.- Modalidades
3.1.- Aborto consentido
3.2.- Aborto sin consentimiento
3.3.- Autoaborto y prestación del consentimiento por la mujer
3.4.- Aborto imprudente
4.- El sistema de indicaciones
4.1.- Naturaleza
4.2.- Requisitos comunes
4.3.- Las indicaciones en particular
4.3.1.- La indicación terapéutica
4.3.2.- La indicación ética
4.3.3.- La indicación eugenésica
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1.- Introducción
Los delitos de aborto aparecen regulados en el Título II (“Del aborto”) del Libro II del
CP (arts. 144 a 146). También estos delitos han experimentado profundas
modificaciones, que se concretan en: la simplificación de los tipos delictivos, la
eliminación de numerosas figuras delictivas, la modificación del marco de las penas y
el mantenimiento del régimen legal anterior sobre los supuestos de aborto voluntario o
interrupción voluntaria del embarazo permitidos, así como la previsión de su
regulación futura al margen del CP.
Por otro lado, se han suprimido numerosas figuras delictivas relativas al aborto,
agravadas o atenuadas, y otras consistentes en actos preparatorios del mismo: el
llamado aborto honoris causa, el delito de aborto calificado por el resultado de muerte
o de lesiones graves de la mujer, las agravantes de profesionalidad y habitualidad, la
expendición de abortivos por farmacéutico sin la debida prescripción facultativa, la
indicación y venta no autorizada de medios capaces de provocar o de facilitar el
aborto. Ha de considerarse acertada la supresión de todos ellos, pues se trataba de
figuras anacrónicas, respondían a concepciones criminológicas discutibles y eran
contraproducentes desde una perspectiva político-criminal (1).
En cuanto a las penas, resulta complejo precisar si el marco actual es más grave o
benévolo que el anterior. Desde luego, las penas nominales son actualmente inferiores,
pero, como es sabido, el legislador ha tratado que aquéllas se aproximen lo máximo
posible a su cumplimiento real, lo que en parte se ha conseguido mediante la
eliminación del beneficio de redención de las penas privativas de libertad por el
trabajo. Por lo que se refiere al aborto causado por tercero, podría apreciarse una ligera
agravación real de las penas, mientras que cuando la responsable es la propia mujer
embarazada la reducción de la pena es evidente. En cuanto a la pena de inhabilitación
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especial, también puede concluirse en que se ha agravado su duración en relación con
las previsiones del antiguo art. 417.
Por último, el CP de 1995 ha mantenido en vigor el art. 417 bis del antiguo CP (2),
donde se contiene el sistema de las indicaciones en las que el aborto voluntario está
permitido (indicaciones terapéutica, ética o criminológica y eugenésica o
embriopática). Al mismo tiempo, la EM del CP anuncia que se ha optado por remitir a
la correspondiente ley especial para las normas reguladoras de la despenalización de la
interrupción voluntaria del embarazo, lo que desde luego, no vincula forzosamente al
futuro legislador. La fundamentación específica -además de otras comunes con otras
materias- que alega la EM consiste en que “no se trata de normas incriminadoras, sino
de normas que regulan supuestos de no incriminación. El Tribunal Constitucional
exigió que, en la configuración de dichos supuestos, se adoptasen garantías que no
parecen propias de un Código Penal, sino más bien de otro tipo de norma”. Coherente
con estos propósitos, el Gobierno presentó en 1995 a las Cortes Generales un Proyecto
de Ley sobre esta materia, que pretendía introducir en el sistema legal la llamada
indicación genérica de decisión última de la mujer ante situaciones de angustia de la
misma, y que finalmente no pudo ser aprobado. Con posterioridad se han presentado
ante el Congreso de los Diputados algunas proposiciones de ley, por el momento sin
éxito.
Sin querer quitarle la razón al legislador, puede sospecharse que el motivo principal
respondía a una estrategia política: en primer lugar, procediendo de este modo la
tramitación del Proyecto de CP de 1994 no se vería afectada (como, en efecto, no se vio)
por un rechazo parlamentario o por un recurso posterior de constitucionalidad, a la
vista de lo polémica que ha venido siendo esta cuestión y de que ya sucedió con el art.
417 bis. Por otro lado, su tramitación parlamentaria como ley independiente sería en
principio más sencilla, al no tener que ser aprobada como LO, la cual, como es sabido,
requiere una mayoría cualificada cuando se ven afectados derechos fundamentales o
libertades públicas, bien por razón de la pena (no las habría en una ley de estas
características), bien por razón del bien jurídico afectado, en este caso la vida del
nasciturus, pues éste no es titular del derecho fundamental a la vida proclamado en el
art. 15 de la CE, sino un bien jurídico constitucionalmente protegido, según declaró la
STC 53/1985, de 11 de abril. No es, ciertamente, objetable de entrada la segregación del
CP de materias que no implican la creación de figuras delictivas, sino regular causas de
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justificación o de despenalización, así como otros aspectos complementarios o
procedimentales relacionados con ellas (como sucedía con el Proyecto de Ley de 1995),
pero, por el mismo motivo, el legislador podía haber trasladado a otro ámbito los
supuestos en los que exime de responsabilidad penal el consentimiento en los delitos
de lesiones, art. 156 (esterilización y cirugía transexual, pues la extracción de órganos
de personas vivas para trasplante ya estaba regulado por la Ley de 27 de octubre de
1979.
El bien jurídico protegido es la vida del concebido (embrión o feto) o, como también se
describe en ocasiones, la vida humana dependiente, prenatal o en formación (9). Esta
conclusión viene reforzada en cuanto que la vida del concebido es un bien jurídico
tutelado por la CE (art. 15), según declaró el TC en la sentencia de 11 de abril de 1985, y
el CP le otorga la protección cualificada que corresponde al Derecho Penal en relación
con los bienes más importantes del individuo y de la comunidad.
Suele aceptarse que junto a este bien jurídico primordial y básico existen también otros
secundarios, como es la libertad de la embarazada, al castigarse más gravemente el
aborto perpetrado sin su consentimiento o cuando éste se ha obtenido con vicios en la
formación o manifestación de su voluntad. Puede estarse de acuerdo en la libertad de
la embarazada como bien jurídico secundariamente protegido en aquellos delitos en
los que se pena más gravemente el aborto no consentido por la gestante.
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agravaciones para el facultativo y el farmacéutico y la atenuación del aborto cometido
por causa del honor; del CP de 1944 -inspirado en la Ley del aborto de 24 de enero de
1941- sí que procede la represión penal de la difusión de medios anticonceptivos -hoy
derogada- o abortivos, que, en efecto, protegía de modo preferente los intereses
demográficos del Estado o la moral religiosa, pero estos tintes fueron desapareciendo
del CP y en la actualidad no queda rastro alguno de esta orientación político-criminal.
En resumen, frente a los anteriores planteamientos el TC zanjó esta discusión al afirmar
que la vida del nasciturus constituye un bien jurídico constitucionalmente protegido
(16).
El objeto material sobre el que recae la acción típica es el embrión o el feto humano
vivos implantados en el útero de una mujer. No obstante, es preciso establecer los
límites mínimo y máximo del proceso vital del nasciturus. Habiendo resuelto ya la
segunda cuestión más arriba (al delimitar el objeto material en el delito de homicidio),
bastará ahora con ocuparse de la primera.
El concepto de persona está condicionado por múltiples factores y por las diferentes
perspectivas de las que se parta (18). Por ejemplo, incluso en el ámbito del Derecho no
cabe duda que el Derecho Penal no coincide con el Derecho Civil en lo que entiende
por persona, pues si bien para éste último la personalidad viene determinada por el
nacimiento (art. 29 del CC), para reputarse nacido se exige que el feto tenga figura
humana y viva durante veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno
(art. 30). El CP español protege con distinta intensidad -lo cual significa otorgar una
valoración jurídica mayor o menor- la vida humana de los ya nacidos y, por otro lado,
la vida humana del no nacido (embrión o feto). Esta protección se realiza con
independencia de la viabilidad del nacido, por lo que es irrelevante que haya vivido o
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no más de veinticuatro horas después de la conclusión del parto; así como con
independencia también de la ‘calidad’ y de la ‘racionalidad’ de su vida. Por
consiguiente, dicha protección se vincula a una acepción biológica de la vida prenatal
(sin perjuicio de los aspectos normativos señalados y de los que se mencionarán más
abajo), sin entrar a considerar –al menos directamente- la condición de persona de esa
vida según pueda deducirse de otras ramas del saber o del Derecho mismo.
Parece lógico que tal diferencia entre el Derecho Civil y el Penal sea así, puesto que la
definición de nacido del CC es únicamente “a los efectos civiles” (art. 30), y, además,
con ello se consigue una protección integral de la vida humana, ya que, de lo contrario,
durante el intervalo de veinticuatro horas que requiere el CC quedaría sin cobertura:
antes del nacimiento el atentado constituiría un delito de aborto y sólo transcurridas
las mismas sería un delito de homicidio; o habría que considerar aborto la muerte del
recién nacido o crear un tipo específico para ese breve período de gravedad intermedia.
Por consiguiente, desde el punto de vista jurídico la condición de persona es una
creación del Derecho a los efectos de determinar quién es titular de derechos; no le
interesa averiguar para otorgar protección al concebido si éste posee o no la cualidad
de persona, sino si contiene un valor digno de protección jurídica, es decir, si encarna
un bien jurídico.
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Por lo que se refiere al comienzo de la vida humana, debe establecerse a partir de lo
que determinen los estudios de las Ciencias biomédicas, que lo sitúan en la concepción,
es decir, en la fecundación del ovocito por el espermatozoide, aunque aquí nos
encontramos de nuevo ante un proceso, más o menos breve, pero no en un momento
preciso.
Sin embargo, se ha intentado encontrar, en especial por parte de los cultivadores de las
ciencias humanas y sociales un momento en el desarrollo del cigoto humano en el
útero materno posterior al de la fecundación como indicativo del comienzo de la vida
humana: el momento de la anidación, de la actividad eléctrica cerebral, de la
configuración de los órganos -organogénesis- o de los órganos sexuales en particular, la
viabilidad fuera del útero materno, etc. (21). En realidad todos ellos encarnan criterios
normativos, valoraciones de la realidad biológica que son extrapoladas y
transformadas en categorías ontológicas, pues esos momentos se identifican con el
comienzo de la vida humana y no como una propuesta sobre el comienzo de la
protección jurídica de la vida humana en sus primeras fases. Se desconoce así que
existe ya un tertium ya más o menos diferenciado en el que hay que lo que realmente
interesa que comprobar es la susceptibilidad de su protección por el Derecho.
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estadísticamente muy frecuentes, pero que origina la dificultad de saber si existe una
sola forma de vida humana o dos, pues no se pueden descartar ciertos procesos
biológicos en dirección opuesta (de un cigoto a dos o de dos a uno). Esta observación
no puede ser por completo irrelevante para el Derecho.
Por otro lado, también se ha descubierto que el cigoto no posee todavía toda la
información genética necesaria para el proceso embriogenético que determinará las
características biológicas del futuro individuo, si bien es cierto que contiene la
información genética específicamente humana, así como la información
extracromosómica indispensable para dar comienzo al proceso de diferenciación (24).
Por consiguiente, esta carencia e insuficiencia de la información que contiene el cigoto
hasta la embriogénesis, revela también una característica genética de incapacidad por si
mismo y de cierta indiferenciación (todavía no posee la unicidad), cuya importancia
radica en que constituye otra peculiaridad que se sitúa temporalmente en el mismo
período que los fenómenos descritos más arriba.
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definido, diferenciado de otras vidas, estable y conocido. Hasta ese momento se hace
difícil la puesta en acción de los mecanismos jurídicos de protección y muestra que
todavía no existe un interés claramente delimitado digno de la máxima protección
jurídica que confiere el Derecho Penal.
Con este criterio no podrían ser calificados como tentativa de aborto o como aborto
consumado la conducta de la mujer que al cabo de unas horas (o, incluso, días) de
haber realizado el acto sexual adopta cualquier medida para evitar un posible
embarazo, aún sin tener constancia del mismo, como la utilización de fármacos que
impiden la fecundación o la implantación del cigoto (RU 486) o de otros mecanismos
(como el DIU) actuantes después de la realización del acto sexual, a efectos penales
tendrían la consideración de métodos anticonceptivos diferentes del aborto. Habría que
situar asimismo fuera de la esfera del aborto a quien durante ese período y con idéntico
propósito actúe sobre la mujer contra su voluntad, aunque en este caso pudiera haber
otro delito (contra su libertad o integridad corporal), al igual que la destrucción de
embriones obtenidos in vitro todavía no transferidos e implantados en una mujer, la
destrucción de la mola hidatidiforme y la interrupción de los embarazos ectópicos o
extrauterinos (30), sí como cualesquiera otros supuestos de inviabilidad interina (31).
No obstante, hay que reconocer que tanto si se parte del momento de la fecundación
como del de la anidación nos enfrentamos con un problema de practicidad, pues
resulta por ahora médicamente complejo fijar con exactitud si y cuándo se ha
producido cada uno de esos instantes.
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El Derecho español no apunta ninguna referencia explícita sobre el particular. El
criterio tradicional de que la protección penal a través del delito de aborto se inicia
desde el mismo instante de la concepción (33) ha ido cediendo el paso al parecer de que
la vida humana comienza con la anidación (34) o, minoritariamente, en algún momento
posterior (35).
Pero es común entre los penalistas confundir el aspecto biológico con el normativo,
esto es, el del comienzo de la vida con el del comienzo de la protección jurídica que,
como se ve, no coinciden. En ocasiones se salva con la expresión “a los efectos del
Derecho Penal”, o similar.
Si por sujeto pasivo entendemos el portador del bien jurídico lesionado o puesto en
peligro (39), y si hemos llegado a la conclusión de que el bien jurídico protegido en el
delito de aborto es la vida humana dependiente, la vida del concebido, de forma
consecuente el sujeto pasivo del delito de aborto lo será el propio concebido, en cuanto
portador del bien jurídico (40). Que el concebido no pueda ser titular de derechos o que
no pueda ejercitar éstos o la condición misma de sujeto pasivo, su falta de cualidad de
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persona u otras objeciones semejantes, no se oponen a esta consideración, de modo
semejante a como sucede en los delitos en los que se coincide en mantener que el sujeto
pasivo es la comunidad, puesto que en cuanto tal también carece de personalidad
jurídica y de los demás atributos que se derivan de esta condición. Hay que tomarlo
como una peculiaridad más de las muchas que rodean el tratamiento del concebido en
los diversos sectores del ordenamiento jurídico, también en Derecho Penal (41).
La madre no puede ser el sujeto pasivo de este delito en todas sus modalidades
comisivas (42), pues al poder convertirse en sujeto activo del delito cuando consiente
en el aborto o se lo produce ella misma se pone de manifiesto que no siempre coinciden
sus intereses con la protección de la vida del concebido. La madre puede ser sujeto
pasivo cuando el aborto constituye al mismo tiempo un atentado contra su libertad
(aborto no consentido) (43), pero no si lo es contra su vida o integridad personal (en
este caso lo será del delito de homicidio o de lesiones que resulte aplicable). La
comunidad tampoco puede ser sujeto pasivo de este delito (44), en cuanto que la vida
humana, dependiente o no, no es un bien colectivo, sino que es el bien individual por
excelencia. De lo contrario no se comprendería bien por qué la comunidad ha de
renunciar a la protección de la vida del concebido cuando entra en colisión con otros
intereses maternos, pues precisamente la comunidad sí posee medios alternativos al
aborto, como serían hacerse cargo del hijo no deseado a través de sus instituciones o
ayudando económica y socialmente a la madre de forma más intensa (en las
indicaciones ética o criminológica, eugenésica o embriopática y económico-social;
incluso con el sistema de los plazos). Además, los intereses de la comunidad podrían
no coincidir en alguna circunstancia con los de protección del concebido (45). Por fin,
con mayor motivo debe ser descartado el Estado como sujeto pasivo, puesto que
aunque tampoco hay inconveniente en reconocerle esa condición en algunos delitos
que afectan a las instituciones y a la organización político-jurídica del Estado, no debe
confundirse la titularidad del bien jurídico con los deberes de protección y con el
ejercicio exclusivo del ius puniendi que constitucionalmente le corresponden.
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Constituye un problema el qué debemos de entender, desde el punto de vista jurídico-
penal, por aborto, pues el CP no proporciona una definición. Sin embargo, es una
cuestión de la máxima importancia, pues de ese concepto dependerá en gran medida el
alcance del delito.
La noción médica de aborto, según la cual consiste en la interrupción del embarazo por
expulsión prematura del feto, natural o provocada, cuando todavía no es viable (3)
(criterio sometido a variaciones, en función de los avances de la Medicina en el
tratamiento de los prematuros, pero que en la actualidad se sitúa en torno a los cinco
meses de la gestación), no nos sirve como punto de referencia para el delito
correspondiente (4), puesto que es más reducida que lo que se deduce de las normas
penales por lo que se refiere a la no viabilidad, o más amplia, si nos fijamos en que
puede ser espontáneo ('natural'). Por lo general, se coincide en estimar que desde una
perspectiva penal el aborto consiste en dar muerte al embrión o feto humanos, bien en
el claustro materno, bien provocando su expulsión prematura (5). En este último caso
se exige la falta de viabilidad y de madurez del feto expulsado (6).
3.- Modalidades
Como adelantaba más arriba, las figuras delictivas de aborto han experimentado una
saludable reducción y simplificación y, salvo el tipo imprudente, coinciden en gran
parte con la regulación anterior.
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De acuerdo con el art. 145.1: “El que produzca el aborto de una mujer, con su
consentimiento, fuera de los casos permitidos por la ley, será castigado con la pena de
prisión de uno a tres años e inhabilitación especial para ejercer cualquier profesión
sanitaria, o para prestar servi-cios de toda índole en clínicas, establecimientos o
consultorios ginecológicos, públicos o privados, por tiempo de uno a seis años”.
En esta modalidad de aborto sujeto activo es siempre el tercero que lo practica, sin que
para ello sea óbice que la mujer haya mostrado su conformidad o, incluso, lo haya
solicitado, o, dicho de otro modo, precisamente es aplicable este delito por haber
mediado el consentimiento de la mujer,
Este tipo, como los demás de aborto, acoge tanto conductas de acción como de
comisión por omisión (48). La acción puede presentar diversas formas idóneas para la
producción del aborto, no importa en principio los medios empleados para la ejecución
del hecho (49). Es, además, un tipo de autoría (de coautoría con la gestante en realidad,
según se razonará más abajo), por lo que las conductas de mera participación con la
embarazada se resolverán a través del art. 145.2. El resultado de destrucción de la vida
prenatal debe estar unido por una relación de causalidad en la forma activa del delito
(50), debiendo ser asimismo imputable dicho resultado de forma objetiva.
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petición son en principio necesarios, según se verá más abajo. No obstante, la presencia
del consentimiento de la mujer gestante afecta decisivamente en que la pena sea
notablemente inferior al supuesto de que no medie tal consentimiento.
3.1.4.- Antijuridicidad
La referencia “fuera de los casos permitidos por la ley”, remite a las causas de
justificación aplicables en estos casos.
En primer lugar a la eximente genérica de estado de necesidad (nº 5 del art. 20 del CP),
cuya aplicación no queda excluida del todo (81), como se verá más abajo. En segundo
lugar, y con mayor ámbito de aplicación, debe acudirse a las indicaciones recogidas en
el todavía vigente art. 417 bis del CP73 (indicaciones terapéutica, ética o criminológica
y eugenésica o embriopática), cuyo estudio sistemático se pospone asimismo para más
adelante. Por supuesto, que la práctica del aborto bajo estos presupuesto requiere en
todo caso el consentimiento expreso de la mujer, salvo en la indicación terapéutica, en
la que puede ser tácito.
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Si el sujeto activo obra en la creencia errónea de que el consentimiento de la mujer es
suficiente para procurar la licitud de su intervención abortiva, estaremos ante un error
de prohibición (error sobre los presupuestos fácticos de una causa de justificación), y
deberá resolverse con la disminución de la pena establecida para este delito en uno o
dos grados, de ser vencible el error, o con la exención de responsabilidad en caso
contrario (art. 14.3 del CP) (82).
El aborto no consentido aparece tipificado en el art. 144.1: “El que produzca el aborto
de una mujer, sin su consentimiento, será castigado con la pena de prisión de cuatro a
ocho años e inhabilitación especial para ejercer cualquier profesión sanita-ria, o para
prestar servicios de toda índole en clínicas, esta-blecimientos o consultorios
ginecológicos, públicos o privados, por tiempo de tres a diez años”.
La acción común a todos estos delitos es la causación del aborto, pero siempre que sea
sin el consentimiento de la gestante, no siendo admisible alegar un consentimiento
presunto.
Los casos excluidos más arriba por invalidez del consentimiento son punibles por este
delito, salvo cuando presenta determinados vicios incluidos en el art. 144 apartado 2º,
en cuyo caso será aplicable éste.
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afectará a la no apreciación del elemento agravatorio (art. 14.2 del CP), y el autor
responderá entonces por el delito del art. 145.1 (aborto consentido).
Art. 144, ap. 2º: “Las mismas penas se impondrán al que practique el aborto habiendo
obtenido la anuencia de la mujer mediante violencia, amenaza o engaño”.
a) Tipo objetivo
El CP prevé que la pena será la misma que cuando no medió consentimiento, lo que
implica que la ley presume la ausencia del consentimiento (consentimiento válido),
niega consecuentemente la existencia del tipo de aborto consentido por la mujer y lo
equipara y traslada al supuesto de obrar sin consentimiento, equiparación motivada
por los medios utilizados para vencer la resistencia o captar la voluntad de la mujer.
Esta precisión es aparentemente innecesaria (55), pues está claro que en esos supuestos
no opera el consentimiento, dado que aunque realmente se ha manifestado lo ha sido
viciadamente y sin validez (en cuanto reflejo de la auténtica voluntad de la mujer, no
de que afecte a la existencia del delito), por consiguiente, nunca sería ése el tipo
aplicable.
No podemos entrar aquí a valorar los diferentes efectos del error según su naturaleza e
intensidad, de tipo (no sabía que se le iba a provocar el aborto) o de prohibición (se le
dijo que en su situación el aborto estaba permitido por la ley), pero baste recordar que
entrarían en aplicación las reglas generales respectivas. Sin embargo, si asumimos la
hipótesis de la ley de que se obtuvo el consentimiento para el aborto mediante engaño,
implica que la mujer sabía que se le proponía practicarle el aborto, lo que excluiría la
posibilidad del error del tipo en esta modalidad de aborto consentido agravado y nos
situaría en un error sobre la licitud del aborto (error de prohibición), pues cualquier
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otro engaño que afectase a las circunstancias del aborto y no al aborto en si mismo,
sería irrelevante.
Por otro lado, parecen pocos o muy infrecuentes los casos que se dejan con esta
agravación para el tipo de aborto sin consentimiento de referencia, pues es raro no
tener que recurrir a esos medios (cuando menos al engaño) para conseguir realizar el
aborto sin que la mujer ofrezca alguna forma de resistencia, efecto escasamente
relevante, dado que la pena es la misma para los dos delitos (58)- (59).
b) Tipo subjetivo
El dolo, en todas sus formas, debe abarcar la utilización de los medios a través de los
cuales se ha obtenido el consentimiento de la gestante.
Son dos las figuras delictivas por las que puede ser castigada la mujer embarazada: el
autoaborto y consentir en que otro se lo produzca:
Art. 145.2: “La mujer que produjere su aborto o consintiere que otra persona se lo
cause, fuera de los casos permitidos por la ley, será castigada con la pena de prisión de
seis meses a un año o multa de seis a veinticuatro meses”.
3.3.1.- Autoaborto
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delito (60), siempre que a su vez no sea ya autor de alguno de los supuestos delictivos
que se han mencionado más arriba (en concreto, el aborto causado con el
consentimiento de la mujer). Asimismo, puede ser autora mediata si instrumentaliza a
un tercero para la consecución del aborto (61)- (62).
Si la mujer consiente en que le practique el aborto un tercero, será castigada con esa
misma pena (art. 145.2 del CP) (63). Se ha señalado que se trata de una forma de
participación de la modalidad de aborto del art. 145.1 (causar el aborto por tercero con
consentimiento de la mujer), elevada a delito autónomo (64); sin embargo, parece más
bien un supuesto de coautoría, en el que la mujer tendría el (con)dominio del hecho
(65).
El consentimiento habrá estar libre de los vicios que describe el art. 144 del CP, en cuyo
caso será éste el delito aplicable; pero es compatible con otros vicios en la formación o
manifestación de la voluntad de menor entidad.
Con la expresión de “fuera de los casos permitidos por la ley”, se remite de nuevo a las
causas de justificación ya aludidas. No obstante, el art. 417 bis no menciona
explícitamente la posibilidad del autoaborto, ni siquiera su párr. 2º, cuando mantiene la
exención de responsabilidad para la mujer aunque falten algunos requisitos, pues no
excluye la exigencia de la realización o dirección por parte de un médico; sin embargo,
debe entenderse excluida igualmente la responsabilidad de la mujer que se practica a si
misma el aborto bajo una de las indicaciones previstas, aunque falten los demás
requisitos legales.
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imprudencia grave (a través de la cláusula general del art. 565 del CP73, como entendía
en ocasiones la jurisprudencia), alguna de ellas a través sólo del art. 412 (el aborto
imprudente cuando se han ejercido violencias sobre la mujer a pesar de constarle al
sujeto activo su embarazo), o si éste sólo aludía al dolo eventual (67).
Art. 146: “El que por imprudencia grave ocasionare un aborto será castigado con pena
de multa de seis a doce meses (68). Cuando el aborto fuere cometido por imprudencia
profesional se impondrá asimismo la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de
la profesión, oficio o cargo por un período de uno a tres años. La embarazada no será
penada a tenor de este precepto”.
La actual regulación supone, aparte de una mayor nitidez sobre la voluntad del
legislador, un reconocimiento de mayor protección a la vida del concebido, dado que
sanciona penalmente sin la menor duda toda imprudencia grave que dé lugar al aborto
(69), lo que ha de valorarse favorablemente, dados los mayores focos de riesgo
derivados de conductas negligentes que existen en la actualidad para el nasciturus (70).
Autor del delito lo será siempre y únicamente un tercero distinto de la mujer, pues ésta
ha sido expresamente excluida del delito, lo que constituye una causa personal de
exención justificable por razones político-criminales (71) (lo contrario conduciría a una
intromisión en la vida privada de la embarazada, al condicionar su forma de vida
durante la gestación). A este respecto, es indiferente que aquélla haya prestado o no su
consentimiento para ser involucrada en la conducta imprudente (72).
El resultado típico lo constituye la muerte del concebido. En estos caso puede ser
decisiva la demostración de la relación de causalidad (75), respecto a cuya fehaciente
constancia no es admisible su renuncia.
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profesionales, pero no forma parte de este delito el mero hecho de que el autor lo sea
un profesional (76), ni mucho menos que éste haya de ser exclusivamente sanitario
(77).
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contemplado, y debíamos concluir en la solución de la impunidad, pues se entendía
por la doctrina que la existencia de esa figura especial de aborto culposo implicaba la
exclusión de la aplicación de la cláusula general de imprudencia del derogado art. 565
del Código Penal. No obstante, conforme a la actual regulación, como se ha visto más
amplia, el hecho que estamos estudiando sería típico. Por otro lado, debe recordarse de
todas formas que al médico se le reconoce en su actividad diagnóstica un margen de
error mayor (y debe admitirse más aún en el diagnóstico prenatal, dadas sus
características actuales), y aunque se equivoque no podrá sostenerse en un buen
número de casos que ha infringido sus deberes de cuidado, salvo que se deba a una
auténtica falta de diligencia o de conocimientos o de cualificación (o de actualización
en las técnicas o de aparataje y medios adecuados por parte del analista) para
desempeñar esta labor, pero puede ser relevante para determinar una responsabilidad
civil. En cualquier caso, del propio art. 417 bis del CP se deduce el reconocimiento,
implícito en este caso, de un cierto margen de error mayor y no sólo de incerteza, al
decir “que se presuma” (80).
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4.- El sistema de indicaciones
4.1.- Naturaleza
Art. 417 bis : “1. No será punible el aborto practicado por un médico, o bajo su
dirección, en centro o en establecimiento sanitario, público o privado, acreditado y con
consentimiento expreso de la mujer embarazada, cuando concurra alguna de las
circunstancias siguientes:1ª Que sea necesario para evitar un grave peligro para la vida
o la salud física o psíquica de la embarazada y así conste en un dictamen emitido con
anterioridad a la intervención por un médico de la especialidad correspondiente,
distinto de aquel por quien o bajo cuya dirección se practique el aborto. En caso de
urgencia, por riesgo vital para la gestante, podrá prescindirse del dictamen y del
consentimiento expreso. 2ª Que el embarazo sea consecuencia de un hecho constitutivo
de delito de violación del artículo 429 , siempre que el aborto se practique dentro de las
doce primeras semanas de gestación y que el mencionado hecho hubiese sido
denunciado 3ª Que se presuma que el feto habrá de nacer con graves taras físicas o
psíquicas, siempre que el aborto se practique dentro de las veintidós primeras semanas
de gestación y que el dictamen, expresado con anterioridad a la práctica del aborto, sea
emitido por dos especialistas de centro o establecimiento sanitario, público o privado,
acreditado al efecto, y distintos de aquel por quien o bajo cuya dirección se practique el
aborto. 2. En los casos previstos en el número anterior no será punible la conducta de la
mujer embarazada aun cuando la práctica del aborto no se realice en un centro o
establecimiento público o privado acreditado, o no se hayan emitido los dictámenes
médicos exigidos”.
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conflictual, o al del derecho absoluto al aborto. En resumen, la situación actual en el
Derecho español es la siguiente: si existe un grave peligro para la vida o para la salud
física o psíquica de la madre (indicación terapéutica o médica), o si ésta ha quedado
embarazada como consecuencia de un delito de violación (indicación ética o
criminológica) o, por último, si a la vista de un diagnóstico prenatal se muestra la
evidencia o probabilidad de que el feto presente al nacer anomalías importantes
(indicación embriopática o eugenésica), pueden ponerse en funcionamiento los
mecanismos legales del aborto voluntario o interrupción voluntaria del embarazo.
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existencia de un conflicto, pero no entra a ponderar los males, y por qué motivo uno es
mayor o igual que el otro. En último extremo, con esta sentencia surge la duda de si no
se han invadido competencias legislativas, o si la introducción de los supuestos de
despenalización del aborto voluntario era superfluo, a pesar de ser una reforma
reclamada por amplios sectores de la sociedad española, que entendían que no era
aceptable ninguna modalidad de aborto con la anterior regulación del CP, a salvo de la
indicación terapéutica.
En virtud del art. 417 bis, apartado 2º, del CP , está asimismo exenta de responsabilidad
penal la mujer embarazada aun cuando el aborto no se haya practicado en un centro
acreditado o no se hayan emitido los dictámenes exigidos (indicaciones terapéutica y
eugenésica o embriopática) (8); en el bien entendido de que se mantienen la exigencia
de la existencia de la indicación respectiva, así como la intervención médica o realizada
bajo su dirección y el respeto de los plazos cuando vienen preceptuados (indicaciones
ética y eugenésica o embriopática) y la obligación de denunciar la violación en la
indicación ética o criminológica. Se trata de una causa de exención personal de la pena
(causa de inculpabilidad) para la embarazada, que presenta la naturaleza de una causa
de inculpabilidad y cuyo fundamento se encuentra en la no exigibilidad de obediencia
al Derecho (9), aunque esto comporte el incumplimiento de algunas garantías
generales.
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concurriendo alguna de las indicaciones previstas, se cause a sí misma el aborto o se lo
produzca un tercero con su consentimiento (10).
El error sobre los presupuestos fácticos de alguno de los requisitos que se estudian a
continuación debe resolverse como error de prohibición (art. 14.3 del CP ) (12).
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respectiva indicación, pues salvo en la terapéutica en las otras tal ponderación procede
ex lege.
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Para comprobar qué centros o establecimientos sanitarios se hallan acreditados, así
como cuáles son los requisitos que han de reunir y los medios de los que deben
disponer hay que remitirse a lo dispuesto reglamentariamente (19).
El régimen vigente establece por un lado los requisitos que han de reunir los centros
para poder practicar abortos que no impliquen alto riesgo para la mujer embarazada y
no superen doce semanas de gestación, y los requisitos de los centros que vayan a
practicar abortos que sí impliquen tal riesgo o superen el mencionado plazo (art. 1º). La
acreditación de los centros públicos es automática desde el momento que cumplan los
requisitos establecidos, y la de los privados que lo soliciten corresponderá concederla a
las Comunidades Autónomas (art. 2º del RD).
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forma que éste constituya la expresión de la auténtica autodeterminación de la mujer
embarazada, lo que es, además, una exigencia legal (21). Es admisible que incluso no se
preste información, bien porque no sea necesario por estar la gestante ya informada,
bien porque simplemente haya renunciado de forma expresa a la misma por cualquier
motivación personal (ar. 4.1 de la Ley 41/2002 ). En consecuencia, sólo en este sentido
amplio pueden estimarse recomendaciones (22) no preceptivas desde un punto de vista
penal las pautas que señalan con carácter específico el RD de 1986 (23) o de forma
general la Ley sobre derechos del paciente. El incumplimiento de esta obligación de
informar supondría para el médico incurrir en un ilícito disciplinario o laboral, sin que
sea vea afectada la exención de responsabilidad penal. Según lo dicho, la embarazada
debe conocer tanto las circunstancias concernientes a la indicación legal del aborto
como los riesgos que pueden derivarse para ella de la intervención misma o de la no
intervención, en su caso.
El consentimiento debe estar libre de vicios, es decir, que no se haya obtenido mediante
error (respecto al cual la información vuelve a desempeñar una importante función),
engaño, fuerza o coacción. Por otro lado, una de las características del consentimiento
justificante en Derecho Penal es que sea emitido con anterioridad al hecho que se
pretende justificar, así como su revocabilidad en cualquier momento anterior al mismo.
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juicio, y siempre deberán hacerlo en atención al mejor interés de aquélla (en su
beneficio, de acuerdo con su personalidad, art. 154.2 del CC ), pero nunca en función
de sus propios intereses o ideologías, debiendo ser oída previamente si tiene suficiente
capacidad de juicio (art. 154.3 del CC ).
Es censurable esta solución en los casos de madurez de la gestante menor, y más aún si
está emancipada, pues es evidente que contradice un principio fundamental de la
representación, conforme al cual ésta queda excluida de los bienes personalísimos (29);
e introduce, además, un factor de potencial conflicto cuando exista discrepancia entre
la gestante y sus representantes sobre la decisión de abortar, en cuyo caso habrá de ser
resuelto por el juez, el cual al adoptar su decisión deberá velar por el mejor interés de
la menor (30), y si es necesario deberá nombrarse a ésta un defensor (art. 163 del CC ).
4. Elemento subjetivo
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conocimiento de la existencia de una de las indicaciones despenalizadas y a la voluntad
de realizar o someterse al aborto bajo los presupuestos de la existencia de la indicación
respectiva. Significa ello que no es preciso actuar impulsado por un estado de
necesidad, salvo en lo que afecta a la indicación terapéutica, y son irrelevantes
cualesquiera motivos acompañantes a la decisión de abortar.
Esta primera indicación del aborto ocurre cuando existe un grave riesgo para la vida o
la salud física o psíquica de la madre que es únicamente evitable mediante aquél (art.
417 bis. 1 circunstancia 1ª del CP ). Entre los autores no se duda de que este supuesto
era ya lícito antes de la reforma del CP en 1985, pues se estimaba que la eximente de
estado de necesidad (nº 7º del art. 8º del CP73 ) operaba como causa de justificación y
era aplicable cuando entraban en conflicto la vida de la madre y la del feto,
resolviéndola a favor de la primera, al entender que aquélla es más valiosa para el
Derecho que la vida del concebido; y era mayoritario el criterio de que también
operaba la eximente cuando estaba en grave peligro la salud de la gestante. En cuanto a
la indicación psiquiátrica, expresamente reconocida desde 1985, abre las puertas a otros
aspectos relacionados con la salud (en concreto, determinadas repercusiones sociales)
en los que es que es muy dudosa la aplicabilidad de la eximente genérica de estado de
necesidad. No obstante, no hay que olvidar que los riesgos de un embarazo de estas
características pueden ser prevenidos mediante la esterilización de la mujer afectada.
El aborto ha de ser necesario, esto es, que el peligro para la vida o la salud de la
embarazada no pueda ser evitado por otro medio distinto al aborto, pues éste es el
último recurso que ofrece la Ley para resolver el conflicto. Por consiguiente, deberá
primar esta segunda alternativa si el peligro puede ser evitado por un tratamiento
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médico adecuado, o si la realización del aborto comporta mayores peligros que el que
se quiere prevenir, o si implica un peligro también mayor que el propio parto. Por
último, el aborto tampoco será necesario si su ejecución no va lograr previsiblemente la
desaparición o una reducción significativa del pronóstico desfavorable para la mujer o
algún beneficio para su proceso patológico. De todas formas, hay que prestar atención
a la situación individual para determinar hasta qué punto las alternativas terapéuticas
existentes son asumibles por la embarazada.
Los peligros para la vida pueden ser tanto de origen orgánico como psíquico, como
serían, en este último caso, las depresiones agudas tendentes al suicidio. En términos
similares de gravedad ha de resolverse el grave peligro para la salud física o psíquica
de la madre, teniendo presente que ésta última –la salud psíquica- acoge la inmensa
mayoría de las interrupciones del embarazo practicadas dentro del marco legal, dada la
ambigüedad de su alcance y el laxo criterio con el que se viene interpretando por los
médicos que realizan estas prácticas (33).
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emitidos corresponde al médico que va a realizar o dirigir el aborto, por lo que deberá
hacerla escrupulosa y objetivamente (35).
Se puede prescindir del dictamen “en caso de urgencia por riesgo vital para la
gestante”, es decir, cuando peligra su vida, pues entonces resulta obvia la presencia de
la indicación.
A los efectos de esta indicación, el delito de violación consiste -entre otras conductas
que no vienen ahora al caso- en realizar el varón con la mujer el acto sexual (“acceso
carnal por vía vaginal) empleando para ello violencia o intimidación (arts. 178 y 179 del
CP ). No se han incluido otros atentados sexuales que pueden dar lugar a un embarazo
no deseado, ni el embarazo consecuente de la aplicación de técnicas de reproducción
asistida sin el consentimiento de la mujer, situación que no deja de resultar llamativa,
pues en la actualidad constituye delito, aunque con pena notablemente inferior a la del
delito de violación (art. 162 del CP ) (37). Bastará con que el hecho sea típico y
antijurídico, aunque el autor de la violación no sea culpable, es decir, responsable
penalmente, de conformidad con las causas de inculpabilidad incluidas en el CP (cfr.
arts. 19 y 20, nºs 1, 2 y 3 ).
Literalmente impone este requisito que el embarazo haya sido causado efectivamente
por el acto de la violación, lo que excluye, al menos teóricamente, la mera probabilidad.
Sin embargo, de hecho habrá que conformarse con la presencia de circunstancias
concluyentes: edad de la mujer, relaciones sexuales anteriores o subsiguientes,
fertilidad en el momento de la violación, etc. Al médico le bastará con tener constancia
de que se ha presentado denuncia formal ante el Juez por el delito de violación.
3. El plazo
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necesariamente con la de la violación, puesto que ésta ha tenido que ser
necesariamente la causante del embarazo.
Es preciso que antes -nunca después- de practicar el aborto haya sido denunciada la
violación ante la autoridad competente, cumpliendo lo preceptuado en la LECrim (arts.
104 y 259 y ss. ) (38). Se plantea la duda de si es suficiente con la mera denuncia del
hecho o si ha de haber dado lugar a la apertura de un procedimiento penal, es decir,
que se trate, como sostiene la FGE (39), de denuncias o querellas admitidas y
tramitadas. La postura de la Fiscalía tiene a su favor que confiere mayor seriedad al
acto de denuncia, porque se sabe que ha de dar lugar al inicio de las actuaciones
judiciales, teniendo en cuenta que el delito de violación sólo puede perseguirse si existe
denuncia previa (art. 191.1 del CP ). No obstante, este requisito puede dar lugar a
denuncias falsas, y con ello al aborto abusivo amparado en ella; denuncias que podrían
incurrir en la infracción penal de simulación de delito (art. 457 del CP;
excepcionalmente a un delito de denuncia falsa) en concurso con el delito de aborto,
dado que en ese caso éste sería ilegal.
1. Presunción de que el feto habrá de nacer con graves taras físicas o psíquicas
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Ley dice ‘que se presuma que el feto habrá de nacer con’. En principio, esa presunción
podría interpretarse en el sentido de un grado de certeza equivalente a la probabilidad,
entendida ésta de modo objetivo, atendiendo preferentemente a criterios estadísticos
de probabilidad. Sin embargo, el criterio objetivo habrá de ser corregido por la
convicción de los especialistas emisores de los dictámenes, aunque sigan teniendo a la
vista los resultados porcentuales reflejados en las pruebas practicadas. Esta situación
imposibilita y desaconseja una mayor precisión jurídica. La cuestión se presenta más
problemática cuando el porcentaje de riesgo de taras es semejante al de ausencia de tal
riesgo (p. ej., determinadas enfermedades vinculadas al sexo en el varón). A pesar de
ello, en mi opinión debe quedar abierta la posibilidad de la interrupción del embarazo
por la conucrrencia de esta indicación, siendo más discutible a medida que la
probabilidad de los factores de riesgo disminuyen. La indicación también existe
cuando las taras se manifestarán de forma activa después del nacimiento, siempre que
en este caso sean de segura producción y determinación (diagnóstico predictivo, en la
llamada Medicina predictiva), pues significa este pronóstico que el feto es portador
genético, ya desde el nacimiento, de los factores causantes de la enfermedad grave que
exige el CP (41).
2. El plazo
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Tiene interés práctico determinar el término a partir del cual se comienza a contar
dicho plazo, pues no viene señalado por la Ley. Como es lógico, tal término debería ser
el de la fecundación, pero por lo general no resulta manejable, pues puede ser
desconocido incluso para la mujer gestante. En Medicina para todo lo relativo al curso
del embarazo y al cálculo de la fecha del parto se toma como punto de partida
usualmente el momento de la última menstruación de la mujer (42), que dará lugar a
un cómputo real de veinticuatro semanas a partir de aquella última. Para otros parece
más adecuado el momento de la culminación de la anidación (43), sin perjuicio de que
ambos criterios de cálculo vienen a coincidir en el resultado y permiten mantener una
coincidencia de criterios entre las dos indicaciones que marcan un plazo (44).
El dictamen ha de ser anterior a la práctica del aborto. Los especialistas serán distintos
del que lo realice o dirija y pertenecerán a un centro o establecimiento sanitario público
o privado que esté acreditado. Con la exigencia de este dictamen se pretende afianzar
las garantías sobre la realidad de la indicación y conseguir de este modo una mayor
protección del feto.
Por otro lado, al exigir tan sólo que sean “especialistas” sin especificar cuáles, la ley
está contando con una posible intervención de otros profesionales no médicos en el
dictamen, como son los genetistas, siempre que ejerzan en un centro de los indicados.
La valoración de la presencia de la indicación corresponderá de modo exclusivo al
médico que vaya a practicar el aborto o lo dirija, en su caso.
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